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INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO 4 1 Y 2 Reyes, 1 y 2 Crónicas, Esdras-Nehemías y Ester Los Libros de 1 y 2 Reyes Capítulo 1 Reyes y profetas Dejamos los libros de Samuel y nos encontramos con los libros de 1 y 2 Reyes. Mientras estudiamos estos libros, preste atención a dos temas: (1) cómo Dios puso orden en Israel cuando este se apartó de Él en una terrible apostasía, y (2) la paciencia de Dios al tratar con algunos de sus reyes corruptos. Estos temas nos servirán como firmes asideros en nuestro ascenso a las alturas y al descender a las profundidades de estos notables libros del reino de la historia hebrea. Reyes y reinos - Resumen Los libros de 1 y 2 Reyes nos cuentan acerca del reino del hombre, que fue consecuencia de que Israel no quiso que Dios fuera su rey. En 1 Reyes, vemos la división de ese reino humano. En 2 Reyes, nos encontramos con los detalles de sus tristes cautividades. Encontraremos muchas advertencias en los libros de Reyes, porque la mayoría de los reyes fueron malos. Las consecuencias, para el pueblo, fueron terribles, pero recuerde que Dios no fue el responsable de todas esas consecuencias. El pueblo fue el

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INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE

FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO 4

1 Y 2 Reyes, 1 y 2 Crónicas,

Esdras-Nehemías

y Ester

Los Libros de 1 y 2 Reyes

Capítulo 1

Reyes y profetas

Dejamos los libros de Samuel y nos encontramos con los

libros de 1 y 2 Reyes. Mientras estudiamos estos libros, preste

atención a dos temas: (1) cómo Dios puso orden en Israel cuando este

se apartó de Él en una terrible apostasía, y (2) la paciencia de Dios al

tratar con algunos de sus reyes corruptos. Estos temas nos servirán

como firmes asideros en nuestro ascenso a las alturas y al descender

a las profundidades de estos notables libros del reino de la historia

hebrea.

Reyes y reinos - Resumen

Los libros de 1 y 2 Reyes nos cuentan acerca del reino del

hombre, que fue consecuencia de que Israel no quiso que Dios fuera

su rey. En 1 Reyes, vemos la división de ese reino humano. En 2

Reyes, nos encontramos con los detalles de sus tristes cautividades.

Encontraremos muchas advertencias en los libros de Reyes,

porque la mayoría de los reyes fueron malos. Las consecuencias, para

el pueblo, fueron terribles, pero recuerde que Dios no fue el

responsable de todas esas consecuencias. El pueblo fue el

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responsable, porque ellos quisieron esos reyes y, además, los reyes

fueron responsables de su propia maldad.

La importancia de estos dos libros está en que registran la

división, el colapso y la cautividad de los dos reinos de Israel y Judá.

Podríamos llamar a 1 y 2 Reyes “Auge y caída de la nación hebrea”.

En 2 Reyes 17 se relata cómo cayó cautivo de los asirios el reino del

norte, las diez tribus que constituían Israel. Luego de marchar en

cadenas a Asiria, desaparecen de la Biblia. Se las suele llamar “las

tribus perdidas de Israel”.

En 2 Reyes 25 leemos acerca de la espantosa cautividad del

reino del sur, Judá, en manos de Nabucodonosor y los babilonios.

Los cautivos que no fueron masacrados, fueron llevados a Babilonia

cuando cayó Jerusalén. Setenta años después, Persia conquistó

Babilonia. Ciro el Grande, el emperador persa, fue movido por el

Dios Todopoderoso a decretar que cualquiera de los cautivos hebreos

que vivían en Persia estaba libre para volver a Israel para reconstruir

su templo, su ciudad, su país y sus vidas deshechas.

Históricamente, siguen los “libros históricos de la

postcautividad”. Esdras, Nehemías y Ester relatan el retorno de

algunos de los hijos de Israel de la cautividad en Babilonia. El libro

de Ester nos relata algunas cosas que ocurrieron en Media-Persia

entre los hijos de Israel que escogieron no volver. Cuando

terminemos de ver este libro, habremos concluido nuestro estudio de

los libros históricos del Antiguo Testamento.

Conozcamos a los profetas

Todos los profetas que escribieron los libros proféticos del

Antiguo Testamento figuran en algún punto del contexto de los libros

históricos. Conoceremos a estos profetas de cerca y personalmente

luego de haber completado nuestro estudio de los libros poéticos del

Antiguo Testamento.

Pero, ¿qué es un profeta?

Veamos lo que era un profeta. La palabra “profetizar”

significa, literalmente, ‘hablar por Dios’. Es una palabra compuesta,

formada por pro, que significa ‘pararse ante’, y fano, que significa

‘hacer brillar’. Esto es lo que hacían los profetas: predicaban la

Palabra de Dios escrita (los libros de Moisés). También tenían

nuevas revelaciones de Dios. Además, decían, contaban,

proclamaban la Palabra de Dios. Esto significa que eran

predicadores. En otras ocasiones, predecían el futuro. Esta capacidad

de predicción suele fascinarnos, pero un profeta, básicamente,

predicaba la Palabra de Dios. Un profeta se paraba entre la Palabra

de Dios y el pueblo de Dios y hacía que la Palabra de Dios brillara

para el pueblo de Dios. Su ministerio solía ser de confrontación,

porque el pueblo se apartaba constantemente del Señor, y Dios tenía

que reprenderlos a través de sus fieles profetas.

En 1 Reyes, el profeta principal es Elías, en tanto que en 2

Reyes es su sucesor, Eliseo. Si bien haremos énfasis en estos dos

profetas al estudiar los libros de Reyes, quiero asegurarme de que

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usted no pase por alto algunos de los profetas menos conocidos. En 1

Reyes 22 se encontrará con uno de mis favoritos, Micaías.

Después que se dividió el reino, los reyes se reunieron en

ocasiones, si bien la mayor parte del tiempo eran enemigos. Recuerde

que todos los reyes del reino del norte fueron malos y apóstatas. El

reino de sur, Judá, tuvo un rey bueno cada tanto. Ninguno fue tan

bueno como David, pero algunos de esos reyes fueron piadosos,

como Ezequías, Josafat y Josías.

En 1 Reyes 22, el rey de Israel, Acab, y el rey de Judá,

Josafat, tuvieron una reunión cumbre. Acab era muy malo, mientras

que Josafat era una mezcla de bueno y malo. ¿Qué hacían juntos?

Tenían los mismos nietos porque sus hijos se habían casado entre sí.

Pero la razón principal por la que estaban juntos era que Acab quería

que Josafat lo ayudara en una batalla contra Siria.

La respuesta de Josafat ante la propuesta de Acab fue

consultar primero a los profetas. En este tiempo de la historia, era

una tradición establecida verificar cada acción que estaban por

realizar con los profetas. Acab dijo: “¿Tú quieres profetas? Te daré

profetas. Tengo 400 profetas de Baal y de todas las demás deidades

importantes”. Todos estos falsos profetas alentaron a Acab a luchar y

le prometieron que tendría éxito. Pero Josafat quería oír a un

verdadero profeta y a al Dios verdadero, Yahvé.

A regañadientes, Acab dijo: “Aún hay un varón por el cual

podríamos consultar a Jehová, Micaías hijo de Imla; mas yo le

aborrezco, porque nunca me profetiza bien, sino solamente mal” (1

Reyes 22:8). Josafat contestó: “Envía a buscarlo”. Así que Acab

envió un mensajero a buscar a Micaías.

Cuando el mensajero volvía al palacio con Micaías, le dijo al

profeta que fuera amable y profetizara lo mismo que los demás

profetas. Pero Micaías dijo: “Vive Jehová, que lo que Jehová me

hablare, eso diré” (v. 14).

Cuando Micaías fue traído antes los dos reyes, en el palacio

de Acab, con toda su pompa y esplendor, Acab dijo: “Bueno,

Micaías, ¿debemos combatir a los sirios?”. Y Micaías dijo: “¡Por

supuesto! ¡Ve! ¡Tendrás una gran victoria!”. Acab, pasmado,

preguntó: “¿Me estás diciendo la verdadera Palabra del Señor,

Micaías?”. Y Micaías contestó: “Si quieres saber realmente, yo vi a

todo Israel esparcido por los montes, como ovejas que no tienen

pastor”. Acab dijo: “¿No te lo había yo dicho? Ninguna cosa buena

profetizará él acerca de mí, sino solamente el mal” (ver vv. 15-18).

Sin embargo, Acab y Josafat decidieron ir a la batalla contra

los sirios. Pero Micaías les dijo claramente que estaban siguiendo

mentiras: “Entonces él dijo: Oye, pues, palabra de Jehová: Yo vi a

Jehová sentado en su trono, y todo el ejército de los cielos estaba

junto a él, a su derecha y a su izquierda. Y Jehová dijo: ¿Quién

inducirá a Acab, para que suba y caiga en Ramot de Galaad? Y uno

decía de una manera, y otro decía de otra. Y salió un espíritu y se

puso delante de Jehová, y dijo: Yo le induciré. Y Jehová le dijo: ¿De

qué manera? El dijo: Yo saldré, y seré espíritu de mentira en boca de

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todos sus profetas. Y él dijo: Le inducirás, y aun lo conseguirás; ve,

pues, y hazlo así” (vv. 19-22).

Acab ordenó que Micaías fuera encarcelado a pan y agua,

hasta que volviera. A lo que el profeta contestó: “Si llegas a volver

en paz, Jehová no ha hablado por mí” (v. 28). Acab y Josafat

condujeron a sus ejércitos contra los sirios. Podemos suponer que

Micaías murió comiendo pan y agua en el calabozo, porque Acab no

volvió.

En el medio de la batalla, la profecía de Micaías se cumplió

al pie de la letra. Los ejércitos de Acab y Josafat fueron esparcidos

por toda la colina como ovejas sin pastor. Un soldado sirio disparó

una flecha al azar y penetró en el único lugar de la armadura de Acab

que era vulnerable. El rey murió desangrado, y los ejércitos volvieron

a casa derrotados.

Hay muchos profetas desconocidos, de los que ni siquiera

sabemos el nombre, en los libros de Reyes. Por ejemplo, en 1 Reyes

13, un profeta desconocido confrontó al malvado rey Jeroboam. El

rey señaló al profeta y dijo: “¡Arréstenlo!”. ¡Pero su brazo se quedó

tieso en esta posición! El rey rogó al profeta: “¡Por favor, habla a

Dios por mi brazo!”. Así que el profeta accedió a su pedido, con lo

que trajo la presencia de Dios a la vida de este rey rebelde a través de

una sanidad sobrenatural.

Al leer acerca de estos piadosos profetas, note que todos

tenían el poder sobrenatural de Dios obrando para ellos. Sin los

milagros sobrenaturales de Dios, estos hombres no podrían haber

confrontado a estos reyes malvados.

Como ya he señalado, Elías es el gran profeta que

encontramos en 1 Reyes. En 1 Reyes 18, Elías tuvo su hora de gloria.

El pueblo de Dios en ambos reinos se había alejado prácticamente

por completo de Dios hacia ídolos paganos. Había muchos falsos

profetas que representaban a dioses falsos. Elías desafió a los 450

profetas de la reina Jezabel, la esposa de Acab, a una competencia.

Cada parte construiría un altar, pondría un sacrificio encima y luego

oraría a su dios para que hiciera descender fuego y consumiera el

sacrificio. Cuando el dios respondiera con fuego y consumiera

sobrenaturalmente su sacrificio, esto sería su evidencia irrefutable en

cuanto a quiénes eran los verdaderos profetas del verdadero Dios.

Con todo el pueblo reunido sobre el monte Carmelo, los

falsos profetas de Baal oraron fervientemente y hasta se hicieron

cortes y se azotaron para lograr la atención de Baal. Alrededor del

mediodía, Elías comenzó a mofarse de ellos: “Gritad en alta voz,

porque dios es; quizá está meditando, o tiene algún trabajo, o va de

camino; tal vez duerme, y hay que despertarle” (v. 27). Oraron más y

más frenéticamente hasta la noche. Finalmente, se dieron por

vencidos.

Entonces Elías cavó una zanja alrededor de su altar y empapó

el sacrificio y la madera con agua. Luego hizo una gran oración de

fe: “Jehová Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, sea hoy

manifiesto que tú eres Dios en Israel, y que yo soy tu siervo, y que

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por mandato tuyo he hecho todas estas cosas. Respóndeme, Jehová,

respóndeme, para que conozca este pueblo que tú, oh Jehová, eres el

Dios, y que tú vuelves a ti el corazón de ellos” (1 Reyes 18:36, 37).

Inmediatamente, cayó fuego del cielo, quemando el sacrificio

y evaporando toda el agua de la zanja. Entonces el pueblo cayó rostro

a tierra y clamó: “¡Jehová es el Dios, Jehová es el Dios!” (v. 39).

¡Qué poderoso avivamiento! Entonces el pueblo de Dios mató a los

450 falsos profetas. Ese día, en el monte Carmelo, fue la hora de

gloria de Elías.

A usted le costará reconocer a Elías en el próximo capítulo.

La esposa de Acab, Jezabel, que había introducido el culto a Baal en

Israel, estaba furiosa por la caída de sus profetas a manos de Elías.

Así que amenazó con matarlo (19:2). El otrora valiente Elías huyó al

desierto, se sentó exhausto bajo un enebro y oró pidiendo morir.

Estaba completamente abatido y derrotado.

Uno de los problemas de Elías era el agotamiento físico. De

hecho, un buen título para 1 Reyes 19 podría ser: “Cómo llegar a

estar física, emocional y espiritualmente exhausto”. Dios, con gran

paciencia y dulzura, dio a su profeta una ayuda muy práctica. Le dijo

que durmiera y le envió un ángel para darle sustento. Luego Dios se

le acercó y le hizo una pregunta hermosa: “¿Qué haces aquí, Elías?”

(vv. 9, 13).

¿Alguna vez Dios le hizo esta pregunta? Yo no sé dónde se

encuentra usted espiritualmente. Podría ser que Dios quiere

preguntarle, a través de la historia de Elías: “¿Qué hace aquí? ¿Está

realmente donde Dios quiere que esté?”.

Quisiera recordarle que debemos buscar ejemplos y

advertencias en los libros de Reyes. En estos libros, usted encontrará

tremendas advertencias, especialmente en las vidas de los reyes

malos. Y también encontrará excelentes ejemplos en las vidas de

estos profetas piadosos, especialmente profetas como Elías, Eliseo y

Micaías.

Capítulo 2

Auge y caída de un reino

Cuando leemos 1 y 2 Reyes, estamos aprendiendo sobre el

auge y la caída del reino que quisieron los hijos de Israel. Ese reino

hebreo alcanzó su punto máximo, en cuanto a pompa y gloria,

durante el reinado de Salomón. Pero no duró mucho, porque fue el

resultado de la voluntad permisiva de Dios, más que de su voluntad

directiva.

En 1 Reyes, leemos una descripción de cómo se dividió el

reino. En 2 Reyes, vemos el colapso del reino del norte y el reino del

sur. El reino del norte, Israel, fue barrido por Asiria, y el reino del

sur, Judá, fue conquistado y llevado al exilio a Babilonia.

Cuando estudiamos detenidamente la caída del reino del sur,

vemos que la conquista y el exilio no fueron sencillos. De hecho,

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Jerusalén cayó tres veces a lo largo de un período de veinte años. La

primera vez, Joacim entregó la ciudad y sirvió allí al rey de Babilonia

durante tres años. Más tarde, se rebeló contra las fuerzas de

ocupación de los babilonios, y estos tuvieron que volver a conquistar

la ciudad. La segunda caída de Jerusalén ocurrió cuando el hijo de

Joacim, Joaquín, entregó la ciudad, y muchos de los hijos de Israel

fueron masacrados. Los sobrevivientes fueron llevados, encadenados,

a Babilonia. Entonces los babilonios designaron a Sedequías como

un rey títere sobre Jerusalén. Este arreglo duró diez años. Pero

entonces Sedequías también se rebeló, así que la ciudad tuvo que ser

conquistada por tercera vez. Esa fue la caída final de Jerusalén, y

toda la ciudad fue destruida y quemada completamente.

Pero nos estamos adelantando. Volvamos a los días de gloria,

bajo el rey más espléndido y rico de los reinos unidos, Salomón. Él

nos brindará, a la vez, un ejemplo a seguir y una advertencia de lo

que debemos evitar.

El variado legado de Salomón

Salomón se parece mucho a Saúl, en el sentido que tuvo un

buen comienzo pero no terminó bien. Al principio, cuando David le

encargó a Salomón la responsabilidad de ser el tercer rey de Israel,

parecía que seguiría los pasos de su padre. En actitud humilde, pidió

al Señor sabiduría para guiar a su pueblo (ver 1 Reyes 3). Dios se

conmovió profundamente por su oración, y le contestó otorgándole

sabiduría, riquezas y honor inigualables.

Salomón se convirtió en el hombre más rico y sabio que haya

existido jamás. Es un excelente ejemplo para nosotros –cuando le

pide sabiduría a Dios– de que debemos pedir esto antes que riqueza o

ganancia personal. Sin embargo, con todo, se convirtió

probablemente en el mayor fracaso que haya vivido jamás. Recuerde

que la división, el colapso y la cautividad del reino no fueron

resultado del pecado de David. David confesó su pecado, y Dios lo

perdonó. Toda la calamidad que cayó sobre el reino fue por el pecado

de Salomón, y fue consecuencia del fracaso de Salomón.

Cuando el reino unido de Israel alcanzó su punto más alto de

gloria, Salomón se alejó de Dios. Las setecientas esposas y

trescientas concubinas de Salomón adoraban a otros dioses;

trágicamente, él las siguió en esta práctica.

Sin embargo, yo creo que Salomón volvió al Señor. En el

Salmo 127, escrito por él, dijo: “Si Jehová no edificare la casa, en

vano trabajan los que la edifican; si Jehová no guardare la ciudad, en

vano vela la guardia” (v. 1). Salomón fue un gran constructor, no

solo del templo sino también de ciudades, parques y barcos. Pero en

su salmo nos da una lección sobre prioridades. El mensaje de

Salomón, aquí, es: “Es posible estar muy centrado en las cosas vanas,

uno puede trabajar muy duro en vano, y es posible construir en vano,

porque uno puede estar centrado en las cosas equivocadas, trabajar

en las cosas equivocadas y construir las cosas equivocadas. La

experiencia no es la única maestra, pero es una maestra muy

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convincente. La cosa más importante que uno podrá construir en su

vida es la vida de su hijo”.

Los hijos de Salomón no salieron buenos. El hijo que lo

sucedió en el trono resultó ser un necio. Obviamente, Salomón

lamentó haber dedicado tanto tiempo a construir todo lo que había

debajo del sol excepto las vidas de sus hijos. El Salmo 127 nos

muestra que las prioridades de Salomón estuvieron, trágicamente,

fuera de foco a lo largo de su vida adulta activa.

En el Libro de Eclesiastés, Salomón da una versión ampliada

del mensaje del salmo anterior. Eclesiastés es un sermón que

Salomón predicó a jóvenes que eran súbditos suyos en el reino

cuando él era rey. Ese sermón, junto con este salmo, nos dan dos

razones para creer que él experimentó un retorno espiritual en sus

últimos años de vida.

Una tercera razón por la que creo que Salomón volvió a Dios

es que, cuando este período de la historia se repite en 2 Crónicas, no

solo se omite el pecado de David, sino también el de Salomón. Esto

significa que Salomón, como su padre, tiene que haberse arrepentido

de su pecado y tiene que haberlo confesado.

Ciertamente Salomón aparece en las páginas de los libros

históricos de la literatura del reino como una de las grandes

advertencias. Al leer 1 Reyes, Salomón es el principal rey en el cual

debemos concentrarnos, tanto por los ejemplos como por las

advertencias.

Ezequías, un rey bueno pero con fallas

Ezequías fue uno de los más grandes entre los últimos reyes

de Judá (ver 2 Reyes 18 a 20). Libró a su país de la idolatría que

había echado raíces, confió en Dios y lo obedeció. De hecho,

ninguno de los reyes antes o después de Ezequías estuvo tan cerca de

Dios como él. Así que es un buen ejemplo para nosotros, pero

también nos da otra advertencia.

Cuando Ezequías se enfermó, Dios le habló a través del

profeta Isaías y le dijo que pusiera en orden sus asuntos porque iba a

morir (2 Reyes 20:1-11). Ezequías volvió su rostro hacia la pared,

lloró y oró a Dios pidiéndole que le perdonara la vida. Entonces

leemos el hermoso mensaje que Dios envió a Ezequías, a través de

Isaías: “Yo he oído tu oración, y he visto tus lágrimas; he aquí que yo

te sano; al tercer día subirás a la casa de Jehová” (v. 5). Dios ve las

lágrimas. Creo que esto es muy significativo. Y el Señor agregó

quince años a la vida de Ezequías. Aquí tenemos un ejemplo

hermoso. Este hombre apeló a Dios, aun cuando un gran profeta,

Isaías, que hablaba de parte del Señor, le dijo que moriría.

Sin embargo, Ezequías se convirtió en una advertencia por un

incidente relacionado con ese milagro. Un día, algunos babilonios lo

visitaron, y él les mostró todo: las armaduras, el arsenal y todos los

tesoros. Luego Isaías le preguntó: “¿Qué vieron en tu casa?” (v. 15).

“Todo”, contestó Ezequías. Isaías le dijo que había cometido un gran

error, porque “He aquí vienen días en que todo lo que está en tu casa,

y todo lo que tus padres han atesorado hasta hoy, será llevado a

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Babilonia, sin quedar nada, dijo Jehová” (v. 17). Isaías estaba

profetizando la conquista de Jerusalén en manos de Babilonia. De

acuerdo con la profecía de Isaías, los hijos de Ezequías fueron hechos

eunucos y fueron llevados a Babilonia como cautivos (v. 18).

¿Cuál fue la respuesta del rey? Se puso contento porque la

profecía de Isaías significaba que todas esas cosas terribles no le

ocurrirían a él. “Habrá al menos paz y seguridad en mis días” (v. 19).

Aceptó a la ligera la Palabra del Señor porque creía que sus quince

años adicionales serían buenos. No pareció importarle lo que

ocurriría con sus hijos y nietos. El obvio egoísmo de Ezequías

ciertamente no lo convierte en un modelo de padre o un buen

elemento de estudio del carácter para un sermón sobre cómo llegar a

ser un buen padre. Debido a esta actitud, su vida es una advertencia

para los que somos padres.

El excelente ejemplo de Eliseo

Tenemos otro buen ejemplo en la vida del profeta Eliseo. En

2 Reyes 5, el general del ejército sirio acudió al profeta para ser

sanado. En este tiempo Siria se estaba preparando para conquistar el

reino del norte, Israel. Ya había escaramuzas en la frontera. Ellos

tenían un ejército poderoso, pero su general principal, Naamán, sufría

de lepra. Una niña hebrea cautiva, que servía a la esposa de Naamán,

dijo al matrimonio que en Israel había un profeta que tenía el poder

para sanar la lepra. Así que Naamán fue en su carroza con algunos de

sus soldados a la casa de Eliseo.

Ahora bien, Naamán tenía ideas preconcebidas sobre cómo

Eliseo realizaría la sanidad. El poderoso general pensó que Eliseo

sería muy dramático. Pero Eliseo ni siquiera salió de su casa para

recibirlo. En cambio, envió a un sirviente y le dijo a Naamán: “Ve y

lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás

limpio” (2 Reyes 5:10). ¡Naamán estaba furioso! Dio media vuelta

con su carroza y se alejó, dejando a la casa de Eliseo en medio de una

nube de polvo, mientras le decía a sus asistentes: “He aquí yo decía

para mí: Saldrá él luego, y estando en pie invocará el nombre de

Jehová su Dios, y alzará su mano y tocará el lugar, y sanará la lepra”

(v. 11). Su propio país tenía bastantes ríos hermosos, pensó, y no

estaba dispuesto a meterse en el pequeño río Jordán, lleno de barro.

Sin embargo, los sirvientes de Naamán lo instaron a seguir las

instrucciones de Eliseo, y pronto cambió de opinión y se metió en el

Jordán siete veces. Cuando salió la séptima vez, ¡estaba sanado! No

ocurrió como él había esperado, pero los resultados fueron mejores

de lo que podría haber esperado.

Como aplicación, la historia de la sanidad de Naamán es una

hermosa alegoría de la salvación. Muchos que tienen hambre

espiritual y acuden a Cristo en busca de ella tienen ideas

preconcebidas acerca de cómo tendrá que ocurrir su salvación.

Algunos esperan que la salvación sea una panacea teológica. Otros

creen que, si la salvación no es complicada, no puede ser válida. Esto

suele ocurrir entre gente de la comunidad académica. Cuando

escuchan lo simple que es el evangelio, les resulta tan poco

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complicado que no lo pueden creer. Pero el evangelio es así de

simple, tan simple como meterse en el río Jordán siete veces, y nadie

necesita calificaciones intelectuales especiales para recibirlo. Eliseo

es un ejemplo para nosotros en el sentido que no se acomodó a las

expectativas de Naamán, aun cuando habría sido muy beneficioso

para él haberlo hecho. Estas son las principales aplicaciones de la

historia de Naamán el leproso y el profeta Eliseo.

Antes de dejar estos libros históricos, que describen el reino

de Dios, volvamos a mirar a los profetas y hagamos una observación

final sobre ellos. Los profetas no eran solamente hombres que

hablaban por Dios, y hombres a través de quienes Dios hablaba; no

eran solamente hombres que se paraban ante la Palabra de Dios y la

hacían brillar; eran hombres levantados por Dios cuando había un

problema. En un sentido, podríamos decir: “Si no hay problema, no

hay profeta”. Pero, apenas aparece un problema, enseguida llega el

profeta.

Por ejemplo, cada vez que la obra de Dios se topaba con un

obstáculo, Dios levantaba un profeta. Uno de los papeles del profeta

de Dios era centrar su predicación sobre ese obstáculo hasta que era

removido y la obra de Dios podía seguir adelante. La remoción de

problemas y obstáculos que impedían el avance de la obra de Dios

era el papel o función principal de los profetas.

En resumen, al leer 1 y 2 Reyes, observe el auge y la caída

del reino. Al aprender sobre este reino, usted podrá discernir lo que

Dios quiere hacer hoy con su iglesia. Luego preste atención a los

reyes mismos. La mayoría de sus vidas son advertencias para

nosotros; unos pocos son ejemplos. Luego siga a los profetas

detenidamente, porque por lo general brindarán ejemplos piadosos

que podemos seguir.

La literatura de 1 y 2 Reyes involucra una gran cantidad de

lectura. En un estudio de este tipo, solo podemos hacer observaciones

generales e intentar poner a estos libros en perspectiva de modo que,

al leerlos, usted pueda sacar más de ellos. Así que aquí presentamos

algunas observaciones adicionales sobre Reyes.

Algunas observaciones finales sobre 1 y 2 Reyes

Primero, fíjese cómo Dios se tomó en cuenta, hasta cierto

punto, a los reyes que Él nunca quiso que tuvieran los israelitas.

Observe su gran paciencia con los reyes malos, especialmente del

reino del norte. Vea cómo rogó a estos reyes y cómo les advirtió

antes de las espantosas calamidades de las cautividades que

sufrieron. Finalmente, note que Dios también contestó la oración de

reyes malos (2 Reyes 13:4, 5), lo cual plantea algunas preguntas

teológicas interesantes. Muchos piensan que Dios solo contesta las

oraciones de los creyentes que están en comunión con Él.

No veo esto en la Biblia. Dios escuchó la oración del

publicano (Lucas 18:10-14), Jesús escuchó la oración del ladrón en la

cruz (Lucas 23:42, 43) y Dios escuchó las oraciones de estos reyes

malos. Hoy, si el hijo de un hombre malo es herido en un accidente y

si ese hombre pide a Dios por la vida de su hijo, ¿escuchará Dios y

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contestará esa oración? ¡Yo creo que Dios puede escuchar la oración

de cualquier persona, en cualquier momento! Esa verdad queda

ilustrada para nosotros en estos libros de Reyes.

Capítulo 3

Crónicas, o las cosas omitidas

Visión general de 1 y 2 Crónicas

Los libros de Samuel y Reyes cubren el mismo período de la

historia que los libros que vienen a continuación, 1 y 2 Crónicas: de

1000 a 500 a. C. Los agrupamientos más antiguos de los libros del

Antiguo Testamento colocaban a Crónicas con Esdras y Nehemías.

El hebreo de Crónicas se asemeja tanto a estos libros que muchos

eruditos creen que Esdras escribió todos ellos. Solo más tarde los

libros de Crónicas se agruparon con Samuel y Reyes por cubrir el

mismo período.

Las razones de la repetición

¿Por qué Dios cubre este período de la historia dos veces?

Hay varias respuestas. Primero, la repetición es la esencia de la

educación. “Si no se repite, no se enseña”. Así dicen los educadores.

Segundo, en la Biblia, la repetición no es solo con propósitos de

enseñanza sino también para énfasis. Observe las cosas que se

repiten en la Biblia. El relato de la creación aparece dos veces en

Génesis. La Ley de Moisés, dada en Éxodo, se repite en

Deuteronomio. La biografía de Jesucristo se repite cuatro veces en el

Nuevo Testamento. Y este período de la historia hebrea en estos

libros históricos de la literatura del reino se repite en Crónicas.

Pero, ¿qué, precisamente, se enfatiza en Crónicas?

Obviamente, la respuesta a esa pregunta es: el reino de Dios. Jesús

dijo que el reino de Dios debía ser nuestra máxima prioridad y

motivo de oración, y que es la meta para la cual el nuevo nacimiento

es el medio (Mateo 6:33; Juan 3:3, 5). Así que es muy importante

nuestra introducción a este concepto del reino de Dios del que

leemos en la literatura del reino. Dios quiere que entendamos el

concepto de que Él es Rey, y Él quiere que seamos súbditos en su

reino hoy. Por eso Dios repite este período de la historia.

Una tercera razón para esta repetición intencional es que Dios

quiere que entendamos que su pueblo lo rechazó como su rey y que

todavía vivimos con las consecuencias de ese rechazo. Dios también

quiere que entendamos este rechazo, porque refleja la dura realidad

de que nosotros también podemos rechazar a Dios como nuestro Rey

hoy.

Tiempos y eras

Cuando el reino del sur fue llevado cautivo a Babilonia,

comenzó una nueva era llamada “los tiempos de los gentiles”. Dios

quería tener una teocracia en la que Él sería el Rey y el pueblo, su

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súbdito. Pero cuando los hijos de Israel rechazaron ese arreglo, Dios

dijo: “De acuerdo. Entonces ustedes serán dispersados entre los

gentiles”, –refiriéndose a personas no judías, no creyentes– “y serán

gobernados por gentiles”. A partir de la cautividad en manos de

Babilonia, Dios ya no obró a través de reyes como David, que

cumplían toda su voluntad, sino de reyes como Nabucodonosor y

Ciro el Grande, que eran paganos. Estos libros históricos del reino

nos dicen que los planes de Dios no son imposibles de implementar

porque su pueblo esté gobernado por reyes paganos. Él sigue

cumpliendo su plan a través de ellos. Y los planes de Dios no son

imposibles de implementar cuando lo rechazamos como nuestro Rey.

En “los tiempos de los gentiles”, el reino de Dios está dentro

de creyentes individuales que hacen de Dios su Rey. Ellos viven

entre los incrédulos y, por lo general, bajo el gobierno de incrédulos.

Están esparcidos como la sal entre incrédulos para darle sabor a la

tierra. Esto no significa que la nación en la que viven estas personas

del reino sea cristiana o piadosa. Desde que el pueblo hebreo rechazó

ese arreglo que tanto quería Dios (una teocracia), nunca ha habido

una nación en la tierra gobernada por Dios. No existe tal cosa como

una nación cristiana. El reino de Dios se vive en corazones

individuales (Lucas 17:9, 10).

La cuarta razón para la repetición en Crónicas es que no se

había contado toda la historia. Esdras creía que los autores de Samuel

y Reyes nos habían presentado la historia de ese período desde la

perspectiva humana, y que alguien debería dar la perspectiva de

Dios. Por eso escribió 1 y 2 Crónicas.

Cosas omitidas

A pesar de la historia repetida, los libros difieren mucho.

Podemos encontrar una pista de las diferencias en el nombre

perspicaz que les da la traducción de la Biblia llamada Septuaginta:

“Cosas omitidas”. Este título significa que algunas cosas fueron

omitidas cuando este período de la historia fue escrito en Samuel y

Reyes, y que algunas cosas que llenaron muchas páginas en Samuel y

Reyes –como los pecados de David y Salomón– se omiten en

Crónicas.

La omisión del pecado de David es una buena noticia. Como

aplicación, significa que nuestros pecados serán omitidos cuando nos

presentemos ante Dios, porque confiamos en Jesucristo para nuestra

salvación. Por la misma razón, el pecado de Salomón es, también,

una de las hermosas omisiones de las Crónicas de Esdras.

Hoy, cuando se televisa un evento, se usan varias cámaras

para que brinden distintas perspectivas de ese evento. En cierto

sentido, los libros de Samuel y Reyes informan este período de la

historia hebrea a través de la cámara del hombre, y Crónicas, a través

de la cámara de Dios. Como podríamos esperar, algunas de las

“cosas omitidas” en Crónicas son tremendas. Por ejemplo, el reino

del norte, Israel, que fue completamente malo, no vuelve a ser

mencionado nunca más luego de la división del reino. ¿Por qué?

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Fascículo No. 4: 1 Reyes a Ester

12

Porque Crónicas enfatiza el linaje o la casa de David y de la tribu de

Judá. El linaje de David ocupa tanto el centro porque el Mesías

vendría a través de sus descendientes.

Además, Crónicas pone la mira en reyes que contribuyeron

decisivamente a traer avivamiento, restauración y reforma. Algunos

reyes del reino del sur, o Judá, como Asa, Josafat, Joás, Ezequías y

Josías, fueron muy importantes porque produjeron cosas buenas. Los

reyes malos, o los que no hicieron nada (todos los reyes del reino del

norte) ni siquiera se mencionan.

Josías, por ejemplo, hizo arreglar el templo. Durante este

proceso, el sacerdote Hilcías encontró algunos rollos de las

Escrituras. El pueblo se había vuelta tan decadente y apóstata que se

habían olvidado completamente de la Ley de Dios. Entonces los

rollos fueron leídos al rey Josías, que se dio cuenta inmediatamente

de que los mandamientos de Dios no estaban siendo obedecidos, y

llevó a la nación de vuelta a la Palabra de Dios (ver 2 Crónicas 34).

En cierto sentido, Crónicas es una interpretación o

comentario de los libros de Reyes. Por eso, en Reyes, se nos dice

constantemente que consultemos las crónicas, que consultemos las

crónicas, porque el Autor de Reyes (el Espíritu Santo) quiere que

tengamos la perspectiva divina sobre un rey o un suceso específico.

Piense en David. La explicación que da Crónicas del éxito

político de David es que fue bendecido a fin de dar gozo al pueblo de

Dios. Crónicas nos muestra la tremenda contribución que hizo David

a la adoración de la nación. En 1 Crónicas 15 y 23, hay pasajes

hermosos que nos dicen cómo David organizó los coros y los

músicos. Tenía una gran orquesta y un coro de Levitas, cuatro mil en

total. La contribución de David a la adoración se enfatiza en Crónicas

aun cuando se omite en los libros de Samuel, porque Dios nos está

diciendo lo que nuestra adoración significa desde su perspectiva.

En Crónicas, también, se nos da una explicación de por qué

no se le permitió a David edificar una casa de Dios. Fue porque era

un guerrero y había derramado demasiada sangre (1 Crónicas 22:8,

9). Es en Crónicas que se explica por qué un rey bueno como Josafat

se alió con el rey malo Acab: tenían los mismos nietos porque sus

hijos se habían casado entre si (2 Crónicas 18:1).

Una oración por un avivamiento

Uno de los versículos más importantes de Crónicas es 2

Crónicas 7:14:

“Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre

es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se

convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré

desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su

tierra”.

Aquí tenemos una palabra del templo al palacio, de la vida

religiosa a la vida política de la nación, un pacto que Dios ofrece a su

pueblo. Dios dice: “Estoy dispuesto a perdonar, estoy dispuesto a

sanar. Pero, antes de perdonar y sanar, hay algunos caminos de

justicia en los que quiero que ande mi pueblo”. Yo creo que este es

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Fascículo No. 4: 1 Reyes a Ester

13

un versículo que todos deberíamos tomar en serio, primero

individualmente, para luego aplicarlo nacionalmente.

La clave para comprender y encarar las distinciones y las

repeticiones de este período de la historia hebrea en Crónicas es ésta:

Los caminos de Dios no son nuestros caminos, sus pensamientos no

son los nuestros. Existe la misma diferencia entre la forma de pensar

y de actuar de Dios y la nuestra como que distancia entre el cielo y la

tierra (Isaías 55:8, 9). Si usted quiere tener la perspectiva divina, si

quiere alinear su forma de pensar y actuar con las de Dios, lea

Crónicas. Descubrirá un mensaje tremendo en valores y perspectiva.

“Las cosas omitidas” es un muy buen título para los libros de

Crónicas. Es una buena noticia cuando descubrimos que nuestros

pecados pueden ser omitidos por Dios, así como los pecados de

Salomón y David son omitidos en Crónicas. Es, también, un desafío

tremendo, cuando nos damos cuenta de que Dios omitió al reino del

norte. Dios nunca mencionó el reino del norte porque sus ciudadanos

no fueron llamados de acuerdo con los propósitos de Dios. Nos lleva

a la reflexión imaginarnos que toda nuestra existencia está siendo

ignorada por Dios hoy y será ignorada en la eternidad porque nunca

alineamos nuestros pensamientos, nuestros caminos y nuestras vidas

con la voluntad y los caminos de Dios.

Mi oración es que, al comparar los libros de Crónicas con los

libros de Samuel y Reyes, usted sea desafiado a comparar la

perspectiva de Dios con la perspectiva humana, no solo en este

período de la historia, sino también en el período de la historia en el

cual vivimos hoy y en su propia historia social personal.

Capítulo 4

Los “evangelios sinópticos” del Antiguo Testamento

En este capítulo comenzaremos por dar una mirada a los

libros de Esdras y Nehemías, que, junto con Ester, se conocen como

los libros históricos de la postcautividad. La cautividad en Babilonia

fue una divisoria de aguas en la historia hebrea. De hecho, cuando

estudiemos los profetas más adelante, descubriremos que los profetas

se clasifican como anteriores a la cautividad, contemporáneos con la

cautividad y posteriores a la cautividad. Esdras, Nehemías y Ester

registran aquel período de la historia que ocurrió luego de finalizada

la cautividad, durante el cual escribieron, predicaron, vivieron y

murieron los profetas posteriores a la cautividad.

El retorno de la cautividad en Babilonia

Al comenzar a leer Esdras, Nehemías y Ester, debemos tener

en cuenta que el retorno de la cautividad en Babilonia ocurrió en no

menos de tres dimensiones. El primer retorno fue poco después de

que Ciro el Grande lo hiciera posible. El gobernador Zorobabel y el

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Fascículo No. 4: 1 Reyes a Ester

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sumo sacerdote Jesúa lideraron ese retorno alrededor de 537 a.C.,

con el propósito específico de reconstruir el templo. Poco después de

comenzada la obra, los que habían vuelto fueron distraídos por la

oposición y la persecución, y dejaron de construir hasta que los

profetas Hageo y Zacarías los instaron a terminar lo que habían

comenzado. En gran parte debido a los ministerios de estos dos

profetas, la obra se reanudó y la restauración del templo fue

completada en 516 a.C. veintiún años luego de su comienzo.

En 458 a.C., Esdras lideró el segundo retorno. Este

extraordinario sacerdote y escriba era un gran maestro de las

Escrituras. Esdras trajo un dinámico ministerio al templo

reconstruido. Esto ocurrió setenta y nueve años luego del primer

retorno, y cincuenta y ocho años luego de se hubiera completado la

reconstrucción del templo.

Trece años luego del retorno de Esdras, Nehemías lideró un

tercer retorno. Su propósito fue reconstruir el muro alrededor de la

ciudad de Jerusalén. El profeta Malaquías participó con Nehemías en

la reconstrucción del muro.

El contenido sinónimo de Esdras y Nehemías

Los libros de Esdras y Nehemías han sido llamados “los

evangelios sinópticos del Antiguo Testamento”, porque gran parte

del contenido de ambos libros es sinónimo. Veamos algunas de las

similitudes:

• Debido a que el hebreo de ambos libros es tan semejante,

podrían tener el mismo autor: Esdras.

• El tema central de ambos libros es el mismo suceso de la

historia hebrea: el retorno de la cautividad en Babilonia. El

tema central de ambos libros es, también, la obra de Dios

durante la vida de ambos hombres: la obra de reconstruir el

templo en Jerusalén.

• Ambos enfatizan los patrones y los principios que deben

seguirse para que una obra humana sea una obra de Dios.

• Ambos libros nos brindan excelentes modelos para el

liderazgo. Si bien diferían en sus estilos y dones de liderazgo,

ambos fueron grandes líderes. Esdras era un sacerdote y

escriba que enseñaba la Palabra de Dios. Nehemías, un laico,

era un constructor pragmático y práctico.

• Ambos lideraron avivamientos ungidos que fueron

evidentemente obra de Dios.

• Sus libros tienen bosquejos similares: los primeros capítulos

de cada uno relatan la obra a realizarse y, una vez terminada

la obra, el pueblo se aparta del Señor. Además, Esdras 9 y

Nehemías 9 muestran a ambos líderes lamentando el

comportamiento del pueblo con oraciones de confesión, pena

y arrepentimiento.

• En ambos libros un emperador pagano otorga un permiso,

muestra simpatía y ofrece asistencia para que la obra de Dios

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Fascículo No. 4: 1 Reyes a Ester

15

pueda realizarse a través de su pueblo.

• Ambos libros finalizan en un tono espiritualmente optimista.

Lecciones propias de Esdras

Si bien los libros de Esdras y Nehemías son similares,

ciertamente tienen sus cualidades distintivas. Adentrémonos un poco

más en Esdras.

Al centrarme en el libro de Esdras, me gustaría concentrarme

en el hombre. Esdras debería ser clasificado junto con grandes

hombres como Moisés, Samuel y David. Todo su ministerio fue para

traer un avivamiento de interés en la Palabra de Dios.

Leemos, en Esdras 7:10: “Esdras había preparado su corazón

para inquirir la ley de Jehová y para cumplirla, y para enseñar en

Israel sus estatutos y decretos”. Ese verso describe su vida, y la

divide en tres períodos. El primer tercio de la vida de Esdras fue la

preparación para los restantes dos tercios. Se entregó a aprender y

conocer la Palabra de Dios, estudiándola diligentemente. En el

segundo tercio, se dedicó a vivir la Palabra de Dios, aplicando lo que

decía. En el tercer período de su vida, Esdras se consagró por

completo a enseñar la Palabra de Dios y actuar como mentor de otros

en los caminos de Dios.

Esta es una forma hermosa de pasar su vida. Pienso que uno

de los problemas con la enseñanza hoy es que tenemos personas que

se preparan y enseñan, pero solo pueden enseñar teoría. No pueden

tomar de su reserva de experiencias. El mejor maestro es la persona

que ha dedicado el segundo tercio de su vida a practicar lo que ha

aprendido en el primer tercio de su vida. Luego de la experiencia, el

tercio final de su vida debería ser usada provechosamente en la

enseñanza.

Al considerar la contribución de Esdras a la obra de Dios,

usted puede ver por qué está en una categoría junto con David,

Samuel y Moisés. Como ya mencioné, se considera que Esdras es el

autor de los libros de Crónicas, Esdras y Nehemías, y que también

escribió el capítulo más largo de la Biblia, el Salmo 119, que tiene

176 versículos. Ese salmo, por sí solo, es más largo que muchos otros

libros de la Biblia. Cada uno de esos 176 versículos, excepto dos,

menciona las Escrituras. Esto nos demuestra algo acerca de cuán

consagrado estaba este hombre, Esdras, a la Palabra de Dios.

Tradicionalmente, los eruditos creen que, mientras Esdras

estaba en el cautiverio y no podía cumplir sus funciones como

sacerdote en el templo, fundó lo que hoy se conoce como la

sinagoga, el equivalente a nuestra moderna escuela bíblica. Los

eruditos también creen que Esdras cumplió un papel importante en la

organización del Antiguo Testamento en su forma actual. Además de

estas contribuciones, condujo el segundo retorno de la cautividad en

Babilonia. Fue Esdras quien introdujo un dinámico ministerio de

enseñanza en el templo, que había sido reconstruido antes del retorno

que lideró. Trajo con él, luego de ese retorno, una considerable

cantidad de sacerdotes y escribas que enseñaron la Palabra de Dios.

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Fascículo No. 4: 1 Reyes a Ester

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Principios y patrones para una obra de Dios

El libro de Esdras también nos da lecciones referidas a la obra

de Dios, principios que son, además, patrones para esa obra. El

primer principio es éste: Cuando hay una obra de Dios que necesita

hacerse, Dios mismo será el principal impulsor de esa obra (compare

con Romanos 11:36). Dios es el Origen de esa obra, el Poder detrás

de la obra, y su gloria es el propósito para esa obra. Yo creo que esa

es la forma en que Esdras priorizó la obra de su vida, según los

primeros versículos de su libro.

El segundo principio que aprendemos de Esdras es éste:

Cuando Dios, el Principal Impulsor, quiere realizar su obra a través

de personas, Él guía con claridad a los agentes humanos que

realizarán esa tarea para Él.

Tercero: El Dios que es el Principal Impulsor y que guía con

claridad proveerá todo lo que se necesita para lograr que se realice su

obra. Este es un principio muy importante, que se afirma muchas

veces en la Biblia. En Mateo 6:33, Jesús dice a sus discípulos:

“Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas

cosas os serán añadidas”. Cuando sabemos lo que Dios quiere que

hagamos, y cuando hacemos lo correcto a sus ojos, Él provee todo lo

que necesitamos para cumplir con la tarea.

Un cuarto principio es éste: Cuando Dios quiere que usted

realice una tarea, no solo le proveerá justo lo que necesita, sino que

lo hará abundantemente, por sobre lo que usted pida o aun piense

pedir (ver Efesios 3:20). En la obra o el ministerio de Esdras, los que

volvieron tenían lo suficiente para completar la tarea, pero tuvieron

más de lo que necesitaron para reconstruir ese templo.

Quinto: Cuando usted está haciendo la obra de Dios, espere

que Satanás se oponga a lo mejor de Dios con lo que parece bueno.

Nuestro Enemigo intentará distraernos para que no hagamos nuestro

mejor trabajo susurrándonos: “Limítate a hacer algo bueno; no

intentes realizar el mejor plan de Dios para tu vida”.

Consideraremos este quinto principio con mayor detalle, así

como otros adicionales, en nuestro próximo capítulo.

Capítulo 5

Las fuerzas que se oponen a la obra de Dios

El quinto principio que consideramos en Esdras es éste:

Cuando nos dediquemos a hacer la obra de Dios, una fuerza del mal

de este mundo se opondrá a nosotros. Tenemos que estudiar las

estrategias de Satanás con mayor profundidad a fin de entender lo

que tuvieron que enfrentar Esdras y los judíos que volvieron.

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El apóstol Pablo nos exhorta a entender las estrategias de

Satanás (ver 2 Corintios 2:11; 10:3-5; 11:13-15). Satanás es

engañoso. Le gusta intimidar y engañar. Sabe que el mayor enemigo

de lo mejor es lo bueno. Cuando Dios está obrando a través de usted,

usted experimentará lo mejor de Dios. Satanás no quiere esto. Dado

que es muy astuto, Satanás sabe que no puede distraerlo

exitosamente de hacer lo mejor de Dios tentándolo a robar un banco.

Lo que hará es tentarlo a hacer otra cosa buena. Si usted vive en un

lugar cómodo con gran riqueza, y lo mejor de Dios es que usted sea

un médico misionero en un lugar donde no hay asistencia médica

para las personas, Satanás lo tentará para que sea un buen médico en

un lugar agradable y cómodo. Ese sería un buen objetivo para su

vida, pero es menos que lo mejor, si Dios quiere que sea un médico

misionero para los necesitados en un lugar difícil.

Un sexto principio que describe Esdras para nosotros está

íntimamente relacionado con el anterior: Siempre espere oposición

cuando intenta hacer la obra de Dios. A veces, cuando las personas se

proponen hacer la obra de Dios, apenas se encuentran con oposición,

dudan de la dirección de Dios o de su comprensión de la voluntad de

Dios. Piensan, erróneamente, que no habrá oposición si están

haciendo la obra de Dios. ¡Esto no es cierto, sencillamente! Dios

trabaja a través de personas, y Satanás hace lo mismo. Dado que

Satanás se opone a todo lo que hace Jesucristo, debemos esperar

oposición cuando Cristo trabaja a través de nosotros. A veces, las

personas que se oponen a usted no se dan cuenta de que son

embajadores de Satanás (compare Marcos 8:27-33).

El libro de Esdras nos dice que la oposición vendrá de dos

direcciones. Primero, habrá una obvia oposición desde afuera.

Siempre habrá personas en la tierra que no desean el bien para

nosotros cuando nos proponemos hacer la obra de Dios. Por ejemplo,

cuando los exiliados volvieron a Jerusalén para reconstruir el templo,

los residentes locales intentaron desalentarlos y asustarlos. Enviaron

mensajes al rey Artajerjes llenos de mentiras, y el pueblo de Dios se

vio forzado a detener la construcción (Esdras 4). Además, el libro de

Nehemías dice que, cuando estaban construyendo el muro, con una

mano construían y en la otra tenían una espada (Nehemías 4:17). En

cierto sentido, la oposición desde afuera es más fácil de manejar

porque esa oposición es obvia; está allá afuera, donde podemos verla

y combatirla.

El segundo tipo de oposición viene desde adentro. Cuando los

exiliados volvieron para reconstruir el templo, los pueblos paganos

que vivían entonces en Jerusalén y Judea se dirigieron a Zorobabel y

Jesúa y les dijeron: “Edificaremos con vosotros, porque como

vosotros buscamos a vuestro Dios, y a él ofrecemos sacrificios desde

los días de Esar-hadón rey de Asiria, que nos hizo venir aquí"

(Esdras 4:2). Pero Zorobabel y Jesúa contestaron: “No nos conviene

edificar con vosotros casa a nuestro Dios, sino que nosotros solos la

edificaremos a Jehová Dios de Israel” (v. 3). Zorobabel y Jesúa

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fijaron un principio con relación a la obra de Dios: debe ser hecha

por el pueblo de Dios. Otra forma de decir esto mismo es:

Es el plan de Dios

usar el poder de Dios

en el pueblo de Dios

para lograr los propósitos de Dios

de acuerdo con el plan de Dios.

Una auténtica obra de Dios debe ser hecha por el pueblo de

Dios. Los incrédulos no tienen parte en ella. Yo creo que una de las

debilidades de la iglesia hoy surge del hecho de que es una multitud

heterogénea de creyentes e incrédulos. Muchas personas quieren

reclutar líderes comunitarios, personas con prestigio, dinero y de

nombre reconocido para liderar la iglesia, sean creyentes o no. Pero

la obra de Dios debe ser hecha por el pueblo de Dios, y no

simplemente por cualquier persona que quiere hacerlo porque es un

buen negocio o porque es socialmente aceptable. Imagine a una

persona en una profesión donde es necesario conocer a mucha gente

(un dentista, por ejemplo, que no cree en Cristo pero que necesita

conocer a familias con hijos). Tal vez quiera convertirse en

superintendente de la escuela bíblica de una iglesia grande en un

pueblo porque quiere conocer a esas familias. Eso sería lo más fácil

en el mundo, porque cualquier iglesia del vecindario estaría

encantada de tenerlo. Sin embargo, esto violaría este principio que

aprendemos de Esdras con relación a la obra de Dios.

El principio número siete es éste: El Dios que es el Principal

Impulsor, que guía con claridad y que provee todo lo que se necesita

para su obra, vencerá toda oposición a su obra. Este hermoso

principio debería alentar y dar esperanza a los siervos del Señor en

todo el mundo que están combatiendo fielmente la oposición.

El mismo Dios de Esdras y Nehemías es tan capaz de vencer

la oposición a su obra hoy como lo fue en aquel tiempo (considere

Esdras 6:6-8). Habían enviado un mensaje al rey Artajerjes diciendo

que los judíos eran un pueblo rebelde que se había rebelado muchas

veces a lo largo de la historia, y que no se les debía permitir

reconstruir su templo (4:11-16). Pero, cuando un rey posterior, Darío,

investigó en las crónicas, descubrió que Ciro había, en realidad,

emitido un decreto y provisto materiales para que el templo pudiera

ser reconstruido. Entonces escribió:

“Dejad que se haga la obra de esa casa de Dios; que el

gobernador de los judíos y sus ancianos reedifiquen esa casa de Dios

en su lugar. Y por mí es dada orden de lo que habéis de hacer con

esos ancianos de los judíos, para reedificar esa casa de Dios; que de

la hacienda del rey, que tiene del tributo del otro lado del río, sean

dados puntualmente a esos varones los gastos, para que no cese la

obra” (6:7-8).

Dios venció esa oposición, y se hicieron su voluntad y su

obra.

El principio número ocho es éste: Al hacer Dios su obra a

través de su pueblo, habrá paganos que están observando cómo se

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hace esa obra, que serán salvados. Cuando la gente ve a Dios obrar a

través de nosotros, y saben que no somos más que vasijas de barro

que de ninguna forma podríamos completar esta obra por nuestra

cuenta, comienzan a darse cuenta de que es una obra de Dios.

Comienzan a comprender que Dios es el principal impulsor, orien y

poder detrás de todas las cosas que hace su pueblo.

Así es como la gente se salva mientras observa la obra de

Dios: En Esdras 6:21, 22, leemos que algunos de los paganos que

habían sido reubicados en Judá se volvieron de sus costumbres

inmorales y se unieron en la adoración del Señor Dios cuando todos

los judíos comieron la Pascua. Esto no es lo mismo que los

incrédulos que quieren participar en la obra de Dios sin haber nacido

de nuevo. Cuando los paganos son salvados, pertenecen al pueblo de

Dios y han pasado a ser el pueblo a través de quien Dios quiere hacer

su obra en este mundo.

Ahora llegamos al principio número nueve. Todos los que

participan en el liderazgo de la obra de Dios encontrarán la obra de

Dios revelada en la Palabra de Dios. Aquí, Esdras es un ejemplo para

nosotros. Él se había propuesto en su corazón estudiar la Palabra de

Dios, obedecerla y enseñar a Israel los estatutos y juicios que están

revelados en la Palabra de Dios. Él sabía cuál era la obra de Dios

porque conocía la Palabra de Dios. Y la obra que Dios tenía para

Esdras era crear un dinámico ministerio de enseñanza en ese templo

reconstruido.

El décimo principio es muy realista: Cuando la obra de Dios

se ha realizado, Dios suele permitir que sus agentes humanos

fracasen a fin de que pueda ser obvio para todos que el poder

provenía exclusivamente de Dios. Tanto en Esdras como en

Nehemías, una vez completada la gran obra de Dios, el pueblo se

apartó. El pueblo de Dios se había involucrado en las terribles

costumbres de los pueblos paganos que vivían en esa tierra. Este

patrón, tristemente, se repite en las vidas de muchos grandes hombres

y obras de Dios, lo cual debería hacernos reflexionar. Podría ser que

Dios quiera mostrarnos a nosotros y a todo el mundo que Él fue el

origen de nuestro trabajo, no los vehículos humanos de su obra.

Hay otra razón por la que esto suele ocurrir, y tiene que ver

con Satanás. Principio número once: Cuando Dios ha obrado a través

de una persona para realizar su obra, a Satanás le gusta desacreditar

el medio humano que usó Dios para esa obra.

Estos son algunos principios sobre la obra de Dios que

aprendemos del libro de Esdras. En resumen, y para mayor énfasis,

repito que Esdras nos está diciendo esto: Es el plan de Dios usar el

poder de Dios en el pueblo de Dios para lograr los propósitos de

Dios de acuerdo con el plan de Dios.

¿Forma parte usted del pueblo de Dios? ¿Es consciente de

que es un vehículo del poder de Dios? ¿Sabe que el propósito del

poder de Dios en usted es que su obra sea cumplida a través de usted,

de acuerdo con su plan?

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20

Capítulo 6

El perfil de un líder

Así como el libro de Esdras nos muestra los principios para

asegurarnos de que nuestra obra para Dios será la obra de Dios, el

libro de Nehemías se centra en el tipo de líder, el tipo de ser humano,

que Dios debe encontrar si ha de hacer su obra a través de su pueblo.

Nehemías mismo es el ejemplo de ese líder.

Cuando Nehemías era el gobernador, el pueblo necesitaba un

avivamiento. Muchos judíos se habían casado con mujeres de los

pueblos paganos que los rodeaban, una violación abierta de la Ley de

Dios. Escuche la amonestación de Nehemías: “Vi asimismo en

aquellos días a judíos que habían tomado mujeres de Asdod,

amonitas, y moabitas; y la mitad de sus hijos hablaban la lengua de

Asdod, porque no sabían hablar judaico, sino que hablaban conforme

a la lengua de cada pueblo. Y reñí con ellos, y los maldije, y herí a

algunos de ellos, y les arranqué los cabellos, y les hice jurar,

diciendo: No daréis vuestras hijas a sus hijos, y no tomaréis de sus

hijas para vuestros hijos, ni para vosotros mismos” (Nehemías 13:23-

25).

¡Usted se dará cuenta de que Nehemías tenía un estilo de

liderazgo diferente! No hay muchos pastores que lideren de esta

forma, pero Nehemías lo hizo porque era lo que necesitaba el pueblo

de Dios en ese momento.

Podríamos decir que Esdras escribió o hizo los planes para la

obra de Dios, mientras que Nehemías fue el constructor que llevó a

cabo la obra que Dios había asignado a ellos dos. La palabra que

describe a Nehemías es “pragmático”. Él creía en salir y asegurarse

de que se estaba realizando la obra de Dios. Estos dos hombres

fueron, ambos, soberbios modelos de liderazgo, si bien eran muy

distintos.

Al encarar el libro de Nehemías, debemos buscar los

principios del liderazgo, o los atributos que Dios encontró en él para

hacer su obra. Yo llamo al libro de Nehemías “El perfil de un líder

para la obra de Dios”.

La primera característica que demostró Nehemías fue esta:

una carga por la obra que Dios quiere hacer. Uno de los primeros

signos de que Dios está a punto de obrar a través de usted es que

usted siente una gran carga por esa obra. Si usted siente esa carga y

está orando por ella, Dios tal vez quiera que usted sea parte de la

respuesta a su oración.

Un segundo rasgo de personalidad es éste: la persona que

liderará la obra de Dios debe haber recibido una palabra de Dios

relacionada con esa obra. En Nehemías 1:9, Nehemías recuerda la

palabra de Dios a Moisés: “Pero si os volviereis a mí, y guardareis

mis mandamientos, y los pusiereis por obra, aunque vuestra

dispersión fuere hasta el extremo de los cielos, de allí os recogeré, y

os traeré al lugar que escogí para hacer habitar allí mi nombre”. Ese

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lugar era Jerusalén. Dios quería que Nehemías reconstruyera el muro

alrededor de Jerusalén.

Una tercera característica es un compromiso con la obra

que Dios quiere realizar. El hombre o la mujer que Dios encuentra

para liderar su obra deben tener no solo una carga y una palabra del

Señor, sino también un compromiso con el Señor para completar su

obra. El compromiso de Nehemías con la obra de Dios se evidencia

en el riesgo que asumió como copero del rey. Era una ley en Media-

Persia que, si uno se mostraba triste o negativo en la presencia del

rey, sería muerto. Sin embargo, en Nehemías 2, leemos que el rey

preguntó a Nehemías: “¿Por qué está triste tu rostro?” (v. 2).

Nehemías nos dice que estaba asustado, pero oró silenciosamente y

dijo al rey lo que estaba sobre su corazón: “Para siempre viva el rey.

¿Cómo no estará triste mi rostro, cuando la ciudad, casa de los

sepulcros de mis padres, está desierta, y sus puertas consumidas por

el fuego?” (v. 3). El Señor estaba con Nehemías, porque el rey

preguntó: “¿Qué cosa pides?” (v. 4). Luego de una rápida oración,

Nehemías le dijo que le gustaría volver a Jerusalén para reconstruir el

muro (ver v. 5). El rey no solo accedió a este pedido, sino que le dio

todas las provisiones que necesitaba. Dios bendijo a Nehemías por su

compromiso con la obra de Dios.

Un cuarto rasgo de personalidad es tener una visión para la

obra de Dios. “Donde no hay visión, el pueblo se extravía”

(Proverbios 29:18, NVI). El líder de la obra de Dios debe tener visión

y debe compartirla. Cuando Nehemías volvió a Jerusalén,

inspeccionó privadamente la condición de la ciudad hasta tener toda

la información que necesitaba. Luego se reunió con los sacerdotes,

los nobles y los oficiales, y les dijo: “Venid, y edifiquemos el muro

de Jerusalén” (2:17). Cuando supo exactamente lo que quería hacer,

se lo contó a los demás.

Un quinto rasgo de personalidad es involucrar a los demás

en la obra. Cuando un líder que tiene una visión de Dios comparte

su visión, el pueblo de Dios sigue su liderazgo. A veces, los líderes

espirituales se desesperan porque el pueblo de Dios no los sigue.

Pero deberían darse cuenta de que la falta de “aquellos dispuestos a

seguir” habla negativamente de nuestro liderazgo, porque uno de los

atributos de un líder de Dios es la capacidad de motivar a las

personas a seguirlo en la realización de la obra de Dios.

Un sexto rasgo de personalidad de un líder auténtico y ungido

es tener críticos. Cuando comienza a hacer algo, especialmente la

obra de Dios, usted puede esperar oposición y críticas, aun de

personas piadosas y espirituales. Ciertamente, Nehemías tuvo la

confirmación de quienes criticaban su obra (4:1-3).

Un séptimo rasgo de personalidad es una vida de oración

centrada en la obra de Dios. Fíjese las veces que Nehemías nos

dice que oró. Oró cuando la gente se mofaba y se reía de él (4:4, 5).

Y oró antes de hablar al rey (2:4). Nos muestra lo que significa

aplicar la exhortación del apóstol Pablo: “Orad sin cesar” (1

Tesalonicenses 5:17).

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Fascículo No. 4: 1 Reyes a Ester

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Un octavo rasgo de personalidad de un líder de Dios es estar

con el pueblo mientras realiza la obra de Dios. Nehemías estaba en

ese muro junto con todos los demás.

Un noveno rasgo de personalidad es una justa indignación

hacia la oposición y los obstáculos a la obra de Dios. ¿Cuál es la

diferencia entre la justa indignación y la ira? Si usted está enojado

por algo, o alguien ha bloqueado su camino y usted se ha propuesto

salirse con la suya, esa ira es pecado. Pero si está haciendo la obra

del Señor y está enojado con todas las potestades del infierno que

están bloqueando el camino del Señor, entonces su ira es una justa

indignación. Por ejemplo, cuando Jesús vio que el sistema religioso

había convertido a la casa de Dios en un mercado y una cueva de

ladrones, expresó justa indignación (ver Juan 2:12-16). Un líder de la

obra de Dios puede llegar a estar muy enojado en el sentido de una

justa indignación cuando la obra enfrenta oposición. Y Nehemías era

ese tipo de líder.

Un décimo rasgo de la personalidad es una gran dedicación

a la obra de Dios. Considere estos versículos de Nehemías 4:

“Nosotros, pues, trabajábamos en la obra; y la mitad de ellos tenían

lanzas desde la subida del alba hasta que salían las estrellas. También

dije entonces al pueblo: Cada uno con su criado permanezca dentro

de Jerusalén, y de noche sirvan de centinela y de día en la obra. Y ni

yo ni mis hermanos, ni mis jóvenes, ni la gente de guardia que me

seguía, nos quitamos nuestro vestido; cada uno se desnudaba

solamente para bañarse” (vv. 21-23). Esta es una buena ilustración

de estar dedicado a la obra de Dios.

Un decimoprimer rasgo de personalidad, por extraño que

parezca, es tener “visión en túnel”. La visión en túnel puede ser

algo negativo o positivo. Se vuelve negativo cuando nos rehusamos

obstinadamente a atender razones. Pero es positivo cuando no nos

permite distraernos de hacer la obra de Dios. No pudieron sacar a

Nehemías del muro que estaba construyendo. Muchos intentaron

toda suerte de cosas para hacerlo bajar, pero no lograron distraerlo de

su objetivo, porque había centrado su visión en la obra de Dios.

Un decimosegundo rasgo de personalidad es tener fuertes

convicciones. En el capítulo 5, cuando Nehemías se da cuenta de que

algunas personas están explotando a sus hermanos al cobrarles

interés, las obliga a comprometerse a no defraudar a sus compatriotas

judíos (vv. 1-13). Nehemías era un hombre de fuertes convicciones.

Un decimotercer rasgo de personalidad es una gran

confianza. Nehemías sabía que estaba haciendo una gran obra, y

estaba completamente seguro de que Dios lo había llamado a hacerla.

Esto le dio una confianza inextinguible mientras hacía la obra que

Dios le había encargado.

Un decimocuarto rasgo de personalidad es una valentía

temeraria. La valentía es, obviamente, una característica importante

del perfil del líder que Dios puede usar.

Un decimoquinto rasgo de personalidad es la perseverancia.

En Romanos 5, el apóstol Pablo arroja luz sobre cómo se desarrolla

la perseverancia: “Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en

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las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la

paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no

avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros

corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (vv. 3-5).

Perseverar significa seguir con algo y no darse por vencido; aun en el

sufrimiento, resistimos.

El rasgo de personalidad número dieciséis es tener

capacidades de organización. La Biblia indica un estructura

definida para hacer la obra de Dios en la iglesia (compare 1 Corintios

12:28; específicamente, el don de administración). En Nehemías 7,

Nehemías designa levitas, comandantes y guardias. También registró

al pueblo por familias. ¡Eso es ser organizado!

Un decimoséptimo rasgo de personalidad es centrarse en

una meta prioritaria. Observe las prioridades de Nehemías en el

capítulo 10. Hizo que el pueblo se comprometiera a no permitir que

sus hijos se casaran con personas de otros pueblos, no trabajar el día

de reposo y no trabajar la tierra cada séptimo año. Insistió en que se

cobrara un impuesto para el templo, que se diera la primera parte de

la cosecha a Dios y que entregaran el primogénito de sus hijos y de

sus ganados a Dios. El pueblo de Dios prometió a Nehemías que

daría a Dios la décima parte de todo. Nehemías sabía cuáles eran sus

prioridades, y guió al pueblo a seguir sus prioridades.

Un decimoctavo rasgo de personalidad es guiar con un

cayado. Como buen pastor, el líder usa el cayado para guiar y

disciplinar al pueblo de Dios. Como buen padre, un líder debe amar a

su pueblo lo suficiente como para disciplinarlo.

Un decimonoveno rasgo de personalidad es que un líder está

en contacto con su humanidad. El líder es humano, y lo sabe. No

solo está en contacto con su propia humanidad, sino que está en

contacto con la humanidad del pueblo que lidera.

Finalmente, Nehemías nos muestra el vigésimo rasgo de

personalidad del líder de Dios, que es completar la obra que Dios le

ha asignado para la gloria de Dios. ¡Nehemías completó ese muro

para la gloria de Dios! Nunca debemos perder de vista la línea de

llegada al intentar la obra que Dios quiere hacer a través de nosotros.

El líder de Dios es una persona que puede decir, con Jesús: “Te he

glorificado en la tierra. He completado la obra que Tú me has dado

para hacer. Consumado es” (leer Juan 17:4; 19:30).

Capítulo 7

Adivina quién viene a cenar

El Antiguo Testamento registra cuatro grandes liberaciones

del pueblo de Dios. La primera es a través de José, que salva al

pueblo hebreo de morir de hambre. La segunda es el Éxodo, el

rescate de Israel de la esclavitud y la tiranía egipcia. La tercera es el

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Fascículo No. 4: 1 Reyes a Ester

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retorno de los judíos de la cautividad en Babilonia. La cuarta

liberación se registra en el libro de Ester.

Los libros de Rut y Ester relatan historias de mujeres con

hermosas personalidades que hicieron grandes contribuciones a la

obra de Dios. Rut habla de una mujer gentil que se casó con un judío

y pasó a formar parte del linaje mesiánico. Ester cuenta la historia de

una mujer hebrea que se casó con un gentil y salvó al pueblo judío

del genocidio, preservando el linaje mesiánico. Dado que el Libro de

Ester se parece a una obra de teatro, presentaré mi estudio de él de

esa forma.

Primer acto

Los planes de las personas

Escena 1: Una fiesta persa

Corre el año 482 a.C., y el trasfondo de esta fiesta persa son

las 127 provincias de Media-Persia, que comprenden el imperio

persa. El personaje central es una reina que es despedida, la reina

Vasti. Su esposo es el rey Asuero. Esta fiesta duró algo así como seis

meses y una semana, y el alcohol corría libremente. La única

restricción que se observaba en esta fiesta era que nadie debía beber

más de lo que quería beber (Ester 1:8).

La reina Vasti agasajaba a las mujeres por separado. Pero los

problemas comenzaron cuando fue convocada por su emperador a

venir y exhibir su belleza ante hombres que habían estado bebiendo

durante seis meses y una semana. Uno puede entender por qué se

rehusó. Lamentablemente, el rey Asuero no lo comprendió para nada.

Escena 2: El final de la reina Vasti

Los nobles de Asuero hicieron saber al contrariado rey que el

comportamiento de la reina Vasti no solo agraviaba al rey sino

también a todos los demás hombres del reino. Como ella lo había

desobedecido, sus esposas también los desobedecerían y les faltarían

el respeto a ellos. Así que instaron al rey a echar a la reina Vasti y

buscarse otra reina más adecuada (más dócil). Entonces, cuando las

demás esposas vieran lo que había ocurrido con Vasti, respetarían a

sus esposos (vv. 16-20).

El rey Asuero y todos sus ayudantes pensaron que esto tenía

mucho sentido, así que el rey siguió sus consejos y envió cartas a

cada una de sus 127 provincias, en todos los idiomas locales,

haciendo énfasis en que todo hombre debía gobernar en su casa y

afirmar su autoridad (vv. 21, 22).

Escena 3: Un desfile persa

Para elegir una nueva reina, se hizo un concurso de belleza en

todo el imperio. Sin embargo, este no era un concurso de belleza

común. Todas las mujeres más hermosas del país serían traídas al

harén del rey. Luego él iba a pasar una noche con cada una para

decidir cuál le gustaría más como reina (2:2-4a). Permítame

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parafrasear la respuesta del rey: “Esta sugerencia, naturalmente,

agradó mucho al rey, y aplicó el plan inmediatamente” (v. 4b).

Este concurso de belleza era, en realidad, una forma cruel de

forzar a las mujeres a ingresar al harén del rey. La relación de un

monarca de la antigüedad con las muchas mujeres de sus harenes no

era como una relación de esposo y esposa. Un monarca de la

antigüedad, como Asuero, tenía dos harenes, que podríamos llamar

Harén A y Harén B. Cuando estas mujeres eran, de hecho, arrestadas,

en todo el imperio persa, vivían en el Harén A, donde se les daban

tratamientos de belleza que duraban alrededor de un año. Luego se

las convocaba para pasar una noche con el rey. La mañana siguiente

eran devueltas al Harén B, donde vivirían el resto de sus vidas y

verían al rey solo si le habían agradado y él volvía a pedirlas.

Durante gran parte del tiempo, el rey estaba tan ebrio que ni siquiera

podía recordar que una mujer había estado con él. Desde la

perspectiva del monarca, el propósito de la vida de esa mujer era esa

única noche que pasaba con él, y que él no recordaría.

Los siguientes personajes que vemos son Mardoqueo, un

judío exiliado, y su hermosa y joven prima, Ester, a la que había

criado desde la muerte de sus padres. Ester era increíblemente

hermosa, así que fue forzada a participar en el concurso de belleza

del rey. Mardoqueo había instruido a Ester que no dijera a nadie que

ella era judía. Ese secreto demostraría ser una importante expresión

de la providencia de Dios en la vida de Ester.

Cuando Ester fue convocada a pasar su noche con Asuero,

resultó ser la que más le agradó, y él la convirtió en reina de Media-

Persia. Dios, ahora, había colocado a una joven judía en el trono del

imperio más poderoso del mundo. Un día, mientras Mardoqueo

estaba sentado a la puerta del rey, escuchó a dos hombres que

complotaban para asesinar al rey. Mardoqueo se lo dijo a la reina

Ester, que informó al rey. La vida del rey fue salvada, y los dos

conspiradores fueron colgados. La buena acción de Mardoqueo fue

registrada en las crónicas del rey, pero la contribución nunca fue

informada al rey Asuero ni recompensada. Este incidente demostrará

ser también una expresión oportuna de la providencia de Dios en esta

historia intrigante.

Escena 4: Una purga persa

Aquí nos encontramos con el villano de nuestro drama, un

hombre muy malvado llamado Amán, uno de los principales oficiales

del rey. Cuando caminaba por la calle, exigía que todos se inclinaran

ante él. Todos lo hacían, excepto Mardoqueo, que no quería violar el

mandamiento del Señor de inclinarse solo ante Él (ver Éxodo 20:3,

4).

Amán se llenó de ira y juró destruir, no solo a Mardoqueo,

sino a todo su pueblo (Ester 3:5, 6). Así que persuadió al rey de que

dictara un decreto para que todos los judíos del imperio persa fueran

muertos el 28 de febrero del año siguiente (vv. 7-11). Él y el rey

echaron suertes, o lanzaron los dados, para determinar este día. En el

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idioma persa, la palabra que significa “lanzar los dados” es Pur. La

fiesta judía de Purim, que aún se celebra hoy, toma su nombre de este

suceso solemne que podría haber significado el genocidio total del

pueblo judío.

Cuando Mardoqueo se enteró del decreto asesino, se rasgó las

vestiduras, se vistió de cilicio y ceniza, y salió a la ciudad clamando

con un grande y amargo clamor (4:1). A lo largo de las 127

provincias de Media-Persia, todos los judíos estaban lamentando,

ayunando, llorando y desesperados.

Cuando Ester supo que Mardoqueo estaba gimiendo y

clamando a Dios en cilicio, envió a un mensajero a averiguar qué

estaba sucediendo. Como respuesta, Mardoqueo dijo al mensajero

que le pidiera que intercediera ante el rey en nombre de todos los

judíos de todo el imperio persa. Ester, a su vez, contestó que ver al

rey sin ser convocada significaría su muerte, a menos que él

extendiera su cetro, y ella no había sido convocada desde hacía un

mes (4:11). Entonces Mardoqueo dio a los mensajeros este hermoso

mensaje, para que se lo transmitieran a Ester: “No pienses que

escaparás en la casa del rey más que cualquier otro judío. Porque si

callas absolutamente en este tiempo, respiro y liberación vendrá de

alguna otra parte para los judíos; mas tú y la casa de tu padre

pereceréis. ¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?” (vv.

12-14).

Así que Ester pidió a Mardoqueo que reuniera a los judíos

para que oraran y ayunaran por ella, y ella oraría y ayunaría también.

“Entonces”, le dijo, “entraré a ver al rey, aunque no sea conforme a

la ley; y si perezco, que perezca” (v. 16).

Cuando Ester entró en la presencia del rey, Asuero

gustosamente extendió el cetro y prometió otorgarle lo que le pidiera,

aunque fuera la mitad de su reino (5:1-3). Entonces, ella invitó al rey

y a Amán a un banquete. Allí, el rey volvió a preguntarle cuál era su

pedido, pero ella volvió a invitarlo junto con Amán a un banquete al

día siguiente, donde prometió decirle a Asuero lo que deseaba (vv. 6-

8).

¡Amán estaba encantado de ser seleccionado e invitado a

tener estas cenas privadas solo con el rey y la reina! Pero el despecho

de Mardoqueo lo enfurecía todavía. Cuando llegó a su casa luego de

la primera cena, expresó su exasperación e ira hacia Mardoqueo. Sus

amigos y familiares lo alentaron a construir una horca para

Mardoqueo, ir a trabajar temprano al día siguiente y pedir permiso al

rey para colgarlo en ella (v. 14). Así que Amán hizo construir la

horca esa noche.

Segundo acto:

La providencia de Dios

Escena 1: Una noche de insomnio

En el capítulo 6, la providencia de Dios se convierte en el

tema del Libro de Ester. Providencialmente, la misma noche luego de

la primera cena con Ester y Amán, el rey no puede dormir, y pide que

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se le lean las crónicas. El texto que se le lee es, justamente, el

registro de la forma en que Mardoqueo impidió su asesinato y salvó

la vida del rey. Cuando el rey descubre que Mardoqueo impidió su

asesinato, pregunta si alguna vez había sido recompensado por su

acción maravillosa. Cuando descubre que Mardoqueo nunca había

sido recompensado, pregunta si ya había llegado alguien para

trabajar. El sirviente le dice que Amán había llegado temprano para

trabajar.

Escena 2: Las cosas se dan vuelta

Queriendo honrar a Mardoqueo, Asuero llama a Amán (que

estaba en la corte para pedir que Mardoqueo fuera ahorcado) y le

pregunta: “Si tú fueras rey, y quisieras honrar a un hombre, ¿cómo lo

harías?”. Amán, por supuesto, piensa que él es el hombre que el rey

quiere honrar. Así que sugiere un gran plan: “Ponga a ese hombre

sobre su caballo blanco y haga que su oficial de mayor rango camine

delante de ese caballo y anuncie: ‘¡Este es el hombre que el rey desea

honrar!’” (vv. 6-9). “Ve y haz eso por Mardoqueo”, le dice el rey a

un estupefacto y humillado Amán (v. 10). Este obedece y luego va

corriendo a su casa –a esta altura de los hechos, lleno de miedo– pero

es convocado inmediatamente al segundo banquete de Ester.

En el banquete, el rey vuelve a preguntar a Ester cuál es su

solicitud. Ester contesta que quiere que su vida y la vida de su pueblo

sean salvadas (7:3, 4). El rey brama: “¿Quién se atrevería a tratar de

quitar tu vida y la vida de tu pueblo?”. Ester dice: “Amán, que te ha

manipulado para que emitieras un decreto de que yo y todo mi

pueblo seamos exterminados el 28 de febrero”.

Ahora Amán sabe que está condenado. En su ira, Asuero se

levanta y se retira de la cena. Amán, rogando por su vida, cae sobre

el lecho de Ester. Cuando vuelve el rey, ve a Amán sobre el lecho de

Ester y dice: “¿Irá a violar a la reina? ¿Qué haré con un hombre así?”

(v. 8). Uno de los soldados del rey cuenta al rey acerca de la horca

que Amán había construido para colgar a Mardoqueo. ¡El rey da

órdenes de que Amán sea colgado en esa horca! (vs. 9, 10).

Escena 3: El decreto de liberación

Los judíos que viven en Persia todavía tienen un problema: el

decreto de su destrucción. Dado que las leyes de los medos y los

persas no pueden ser cambiadas, Asuero, Ester y Mardoqueo

escriben un segundo decreto que permite que los judíos se defiendan

y aniquilen a sus enemigos el 28 de febrero (capítulo 8). Ahora están

en julio y en seis meses los correos del rey llegan a todo el imperio

con las buenas nuevas: he aquí un decreto de vida para todos los

judíos que están bajo un decreto de muerte. Ese decreto de vida salvó

las vidas de todos los judíos.

Aplicaciones personales

¿Cuáles son las implicaciones devocionales de este hermoso

libro de Ester? Primero, tenemos que difundir la noticia del decreto

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de vida de Jesús a un mundo de personas que están bajo el decreto de

muerte.

Segundo, podemos descansar en el hecho de que las promesas

de Dios se cumplen. Ester refleja el cumplimiento del pacto de Dios

con Abraham de bendecir a los que lo bendecían y maldecir a los que

lo maldecían (Génesis 12:3).

Tercero, la Regla de Oro puede ser aplicada en reversa. La

muerte de Amán es una ilustración negativa de la Regla de Oro

(“Todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros,

así también haced vosotros con ellos”): “Nunca le hagan a nadie lo

que no quieren que les hagan a ustedes”.

Cuarto, el cuidado providencial de Dios está sobre aquellos

que lo aman y lo obedecen. El apóstol Pablo lo expresa así: “Y

sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a

bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”

(Romanos 8:28). Aun cuando Ester fue forzada a participar en ese

horrible y cruel concurso de belleza, Dios seguía controlando su vida,

obrando para sus buenos propósitos, que resultaron ser la cuarta gran

liberación de los judíos del genocidio.

La providencia de Dios en las circunstancias de su vida y en

la mía es uno de los más importantes mensajes de Ester. ¿Cree usted

que Dios es soberano sobre las circunstancias de su vida? Hay una

condición para recibir su promesa: si usted no ama a Dios y no sigue

sus propósitos y sus planes, Él no hará que las cosas obren para bien.

Pero si lo ama, y le expresa su amor al ser llamado de acuerdo con

su voluntad y sus caminos, entonces usted puede creer que Él hará

que todo lo que le pase, encaje en un plan para el bien: el bien de Él

y, en última instancia, el bien de usted también.