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Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo 1 INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO 10 Capítulo 1 Los mejores libros de la Biblia Los primeros cuatro libros del Nuevo Testamento son llamados, con frecuencia, “las biografías de Jesús”, ya que son las fuentes de donde obtenemos nuestra información biográfica sobre la vida más importante jamás vivida. Pero estos cuatro libros no son biografías típicas tal como las consideramos en la actualidad, ya que dos de ellas ni siquiera mencionan el nacimiento y los primeros treinta años de vida de Jesús. El Evangelio de Marcos simplemente dice: “Jesús vino”, y nos encontramos con los tres últimos años de un Jesús que ya tiene treinta años de vida. Lo mismo sucede cuando leemos el Evangelio de Juan. Mateo menciona su nacimiento muy brevemente y luego ignora, como los otros, sus primeros treinta años de vida. Lucas es el único evangelista que da algunos detalles sobre su nacimiento. También rompe el silencio y nos habla de un pequeño incidente ocurrido durante los primeros treinta años de vida de Jesús. La prioridad de estos autores es decirnos que Jesús vino... y por qué vino a este mundo. Los Evangelios Sinópticos Cuando leemos los cuatro Evangelios, una de las primeras observaciones que debemos hacer es que Mateo, Marcos y Lucas tienen mucho contenido en común, mientras que el noventa por

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Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo

1

INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE

Introducción a los Evangelios

y

Un panorama de Mateo

FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO 10

Capítulo 1

Los mejores libros de la Biblia

Los primeros cuatro libros del Nuevo Testamento son

llamados, con frecuencia, “las biografías de Jesús”, ya que son las

fuentes de donde obtenemos nuestra información biográfica sobre la

vida más importante jamás vivida. Pero estos cuatro libros no son

biografías típicas tal como las consideramos en la actualidad, ya que

dos de ellas ni siquiera mencionan el nacimiento y los primeros

treinta años de vida de Jesús.

El Evangelio de Marcos simplemente dice: “Jesús vino”, y

nos encontramos con los tres últimos años de un Jesús que ya tiene

treinta años de vida. Lo mismo sucede cuando leemos el Evangelio

de Juan. Mateo menciona su nacimiento muy brevemente y luego

ignora, como los otros, sus primeros treinta años de vida. Lucas es el

único evangelista que da algunos detalles sobre su nacimiento.

También rompe el silencio y nos habla de un pequeño incidente

ocurrido durante los primeros treinta años de vida de Jesús. La

prioridad de estos autores es decirnos que Jesús vino... y por qué vino

a este mundo.

Los Evangelios Sinópticos

Cuando leemos los cuatro Evangelios, una de las primeras

observaciones que debemos hacer es que Mateo, Marcos y Lucas

tienen mucho contenido en común, mientras que el noventa por

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ciento de lo que contiene el Evangelio de Juan solo se encuentra en

ese Evangelio. Dado que la mayor parte de su contenido es similar,

los tres primeros Evangelios son llamados “Evangelios Sinópticos”.

Marcos presenta los hechos relativos a Jesucristo de manera

muy concisa y clara. Para aprender a informar clara y concisamente,

los estudiantes de Periodismo deberían leer el Evangelio de Marcos

después de leer Mateo y Lucas. Basándose en sus observaciones y un

estudio de los trasfondos de estos Evangelios, muchos eruditos

opinan que Marcos fue el primero en escribir, y que tuvo a Pedro

como testigo ocular informante. En la opinión de estos conocedores,

Mateo y Lucas usaron el Evangelio de Marcos como base para sus

propios escritos. Los autores del primer y el tercer Evangelio

obviamente creían que había una perspectiva de la vida de Jesús que

Marcos no había registrado. El Espíritu Santo los motivó a escribir

sus Evangelios porque querían compartir esas perspectivas con

nosotros.

Dado que el noventa por ciento del contenido del Evangelio

de Juan no se encuentra en los Evangelios de Mateo, Marcos y

Lucas, es obvio que el apóstol Juan quería presentar una perspectiva

de la vida y el ministerio de Jesucristo que no se encuentra en los

primeros tres Evangelios. Como el Evangelio de Juan es único, por

muchas razones, lo estudiaremos por separado de los Evangelios

Sinópticos.

La vida de Jesús es un hito fundamental en la historia

humana. Gran parte del mundo divide la historia en antes y después

del nacimiento de Jesús. Si usted toma un periódico o una revista de

cualquier lugar del mundo, tiene la fecha de hoy. Esa fecha refleja

cuántos años han pasado desde que nació Jesús el Cristo. Para

cuando hayamos estudiado y resumido en conjunto estas cuatro

biografías inspiradas, comprenderemos más profundamente la vida

de un Hombre que solo vivió treinta y tres años, pero marcó tan

profundamente la historia de nuestro mundo.

Una clave para la Biblia

Después de ser crucificado y de haber resucitado de los

muertos, Jesús tuvo una conversación con los apóstoles. Leemos que

les dijo algo sobre las Escrituras que abrió completamente el

entendimiento de estos hombres a la Palabra de Dios. Aunque habían

estado con Él durante tres años, los apóstoles, aparentemente, no

comprendían las Escrituras.

¿Qué fue lo que Jesús les dijo sobre las Escrituras que abrió

su entendimiento de la Palabra de Dios? Leemos: “Y comenzando

desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en

todas las Escrituras lo que de él decían” (Lucas 24:27). Cuando

escucharon que todas las Escrituras hablaban de Cristo, por primera

vez, los apóstoles las comprendieron. (Obviamente, Jesús se estaba

refiriendo al Antiguo Testamento cuando hablaba de las Escrituras).

Jesús también les dijo a los escribas y fariseos: “Escudriñad

las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida

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eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a

mí para que tengáis vida” (Juan 5:39,40).

Oswald Chambers, un extraordinario autor inglés de

devocionales, creía que estos dos versículos son la clave de toda la

Biblia. Nunca comprenderemos realmente la Biblia hasta que nos

demos cuenta de que ¡todo el Antiguo Testamento y todo el Nuevo

Testamento hablan de Jesucristo! La Biblia no es una historia de la

civilización. Tampoco fue escrita con la intención de que fuera un

libro de texto científico sobre los orígenes. La Biblia es un libro de

texto sobre la salvación y la redención. El propósito de la Biblia es

presentar a Jesucristo como nuestro Salvador y Redentor, y darnos el

contexto histórico en que nuestro Salvador y Redentor vino a este

mundo.

Si los líderes religiosos hubieran tenido oídos espirituales

para oír a Jesús, habrían recibido de Él la clave que podría haberles

abierto el entendimiento a las Escrituras del Antiguo Testamento. Sus

ojos también hubieran sido abiertos para ver el milagro de que su

Mesías estaba allí mismo, delante de ellos.

Esta simple verdad —que toda la Biblia habla de Jesucristo—

puede abrir nuestro entendimiento del Antiguo Testamento y el

Nuevo Testamento hoy. Estos cuatro Evangelios son los libros más

importantes de la Biblia, porque toda la Biblia habla de Jesucristo, y

estos cuatro Evangelios son sus biografías inspiradas.

De qué se tratan los Evangelios

Todo lo que creemos debería comenzar con la mayor

Revelación de verdad que Dios ha dado a este mundo, que es la vida

y las enseñanzas de Jesucristo. Uno de los Evangelios nos dice que

“A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del

Padre, él le ha dado a conocer” (Juan 1:18). La palabra griega que se

traduce como “ha dado a conocer” es “exégesis”, que significa

‘extraer la verdad’. Hacer la exégesis de un versículo de la Biblia

significa sacar de ese versículo toda la verdad que hay en él.

Aquí se nos dice que Jesucristo extrajo de su íntima unidad

con Dios toda la verdad que podremos comprender jamás sobre Dios.

Esto significa que Jesucristo fue la mayor Revelación de verdad que

el mundo ha recibido de Dios. Todo lo que Él era, todo lo que Él

hizo, todo lo que Él dijo era una “exégesis” de Dios. Los Evangelios

son los libros más importantes de la Biblia porque nos hablan de

Jesús, que reveló totalmente a Dios.

Hay otro versículo en el Evangelio de Juan que nos dice de

qué se tratan los cuatro Evangelios. Juan escribe: “En el principio era

el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (1:1). Más

adelante en ese capítulo, leemos: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y

habitó entre nosotros” (v. 14).

Para ilustrar este gran versículo, lo invito a usar su

imaginación. Imagine que usted tiene un problema con las hormigas.

Cuando deja algo dulce sobre la mesa, y vuelve a su casa por la

noche, la mesa está cubierta de hormigas. Supongamos que decide

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resolver este problema con las hormigas. Ha descubierto que las

hormigas vienen de un gran hormiguero que está detrás de su casa.

Para eliminarlas, usted arroja gasolina dentro del hormiguero, y le

prende fuego. Las llamas crecen, y las hormigas, sencillamente, se

meten más profundamente en el hormiguero. Cuando el fuego se

apaga, las hormigas vuelven a salir y pronto están entrando y

saliendo de su casa otra vez.

¿Cómo resolver este problema con las hormigas? Su

problema no es que usted odie a las hormigas. Su problema es que

tiene la mesa donde come llena de hormigas. Si pudiera comunicarse

con ellas, les diría: “Miren, yo no las odio. Simplemente, no quiero

que suban a mi mesa. Estoy dispuesto a dejarles mucha comida cerca

de su hormiguero, pero no quiero que entren en mi casa”. Su mayor

problema es que usted no puede comunicarse con las hormigas.

Usted es un ser humano, ellas son hormigas, y las personas no

pueden comunicarse con las hormigas.

Ahora, use un poco más su imaginación. Si usted amara a las

hormigas y tuviera poder para hacer cualquier cosa que pudiera por

ellas, podría transformarse en una hormiga, bajar al hormiguero y

decirles: “¡Oigan, hormiguitas! Ya sé que parezco una hormiga, pero

no lo soy. Soy la persona que vive en esa casa grande de allá, y tengo

una propuesta para hacerles. Estoy dispuesto a hacer un sacrificio por

ustedes, para ver si podemos llegar a un acuerdo. Dejaré una enorme

cantidad de comida para ustedes cerca de este hormiguero si ustedes

se comprometen a mantenerse lejos de mi casa”.

Sé que la ilustración parece ridícula, pero ¿comprende lo que

estoy tratando de comunicar? La palabra, el verbo, es un vehículo del

pensamiento. Dios tenía una verdad que quería comunicarnos, y un

pacto de salvación que deseaba establecer con nosotros. Nuestro

amoroso Padre celestial nos amó lo suficiente como para hacer el

gran sacrificio de dejar el cielo para comunicarnos la verdad. Pero Él

es Dios, y nosotros somos personas. La mejor manera de comunicar

una gran idea es “envolverla” en una persona. Por eso, Dios llama a

su Hijo “el Verbo” y nos dice que se hizo carne y vivió entre

nosotros durante treinta y tres años.

Sin duda, sería una gran condescendencia de parte de un

hombre convertirse en hormiga para comunicarse con las hormigas, y

sacrificarse por ellas. Pero cuando la Biblia enseña que Dios se hizo

de carne humana para poder comunicarse con nosotros y salvarnos de

nuestros pecados, esa fue la mayor muestra de condescendencia que

este mundo haya visto jamás.

¡Jesús viene! ¡Jesús vino!

El problema fundamental que trata la Biblia es que el hombre

se ha divorciado de Dios, y debe haber una reconciliación para ese

divorcio. El mensaje del Antiguo Testamento resume la solución para

ese problema con estas palabras: “¡Jesús viene!”. El mensaje del

Nuevo Testamento resume la solución para ese problema con dos

palabras: “¡Jesús vino!”.

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A lo largo de todo el Antiguo Testamento, los profetas y otros

nos dicen: “Sé que va a suceder. Le creo a Dios cuando su Palabra

nos dice que Él va a enviar al Mesías a nuestro mundo”. Escuchamos

a hombres como Job profetizar: “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin

se levantará sobre el polvo” (Job 19:25). Pero también lo escuchamos

gritar: “¡Quién me diera el saber dónde hallar a Dios!” (Job 23:3).

En estos Evangelios, escuchamos a personas como Andrés,

hermano de Simón Pedro, exclamar: “¡Hemos hallado al Mesías!”

(Juan 1:41). Y cuando una mujer samaritana dice que el Mesías

vendrá un día, escuchamos a Jesús decir con toda claridad: “Yo soy”.

Él sostiene que es verdaderamente el Mesías prometido por los

profetas del Antiguo Testamento (Juan 4:25,26).

Los cuatro primeros libros del Nuevo Testamento se llaman

“Evangelios” porque la palabra “evangelio” significa ‘buena noticia’.

Cuando los apóstoles resumen y aplican la Buena Noticia de estos

Evangelios, nos dicen que Dios se ha reconciliado con nosotros

porque Jesús vino. Resumen el desafío de estas cuatro biografías

inspiradas de Jesucristo de esta forma: “Así que, somos embajadores

en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os

rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios” (2 Corintios

5:20).

A medida que estudiemos el Nuevo Testamento juntos, mi

oración es que, si usted está separado de Dios, se reconcilie con Él a

través de Jesucristo. Cuando usted esté reconciliado y haya vuelto a

relacionarse con Dios por medio de Jesucristo, podrá reconciliarse

con otras personas. Esa es la esencia del mensaje del Nuevo

Testamento.

Busque ese mensaje al leer el Nuevo Testamento. El mensaje

es: paz con Dios, paz con usted mismo, y paz con los demás, porque

usted cree que Jesucristo, el Mesías prometido, vino a este mundo.

Capítulo 2

Declaraciones de misión de Jesús

Cuando leemos los Evangelios con atención, descubrimos que

Jesús era un Hombre que tenía una misión, y sabía cuál era esa

misión. Mientras lee los Evangelios conmigo, escuche a Jesús decirle

para qué vino. Lo escuchará presentar lo que podríamos llamar su

“magnífica obsesión”. Cuando Él manifieste claramente el propósito

de su vida y su misión, no habrá dudas en cuanto a Quién era Él, y

por qué vino a este mundo. Por ejemplo, en el Evangelio de Juan

escuchamos a Jesús definir su declaración de misión y los objetivos

de su misión de esta forma: “Me es necesario hacer las obras del que

me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie

puede trabajar” (9:4). También lo escuchamos decir a sus apóstoles:

“Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis. [...]: Mi

comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su

obra” (4:32, 34).

Cuando llegó al final de sus tres años de ministerio público,

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Jesús fue al huerto de Getsemaní y oró: “Yo te he glorificado en la

tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese” (17:4). Sus

últimas palabras sobre la cruz fueron un grito de triunfo: “Todo se ha

cumplido” (19:30, NVI).

El propósito de la vida

Jesús vivió una vida modelo que nos mostró el propósito de

una vida humana. Un credo muy conocido que los padres devotos

enseñan a sus hijos dice: “El propósito principal del hombre es

glorificar a Dios y disfrutarlo por siempre”. El propósito de una vida

humana es glorificar a Dios. Pero ¿qué significa glorificar a Dios, y

cómo se hace?

Jesús respondió esa pregunta cuando oró, básicamente:

“Glorifícate a ti mismo, Padre, y envíame la cuenta... estoy dispuesto

a pagar el precio” (ver Juan 12:23-28). Él demostró la realidad de

que, al vivir la vida que vivió, realmente pagó el precio que

glorificaba a Dios, cuando, al final de su vida, declaró: “Yo te he

glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese”

(Juan 17:4). “Consumado es” (Juan 19:30). “Padre, en tus manos

encomiendo mi espíritu” (Lucas 23:46).

En la década de los cincuenta, un joven llamado Jim Elliot y

otros cuatro misioneros que estaban con él en Ecuador fueron

martirizados cuando los indios aucas los atacaron con machetes y

luego arrojaron sus cuerpos descuartizados a un río en la selva.

Cuando los militares fueron enviados a recuperar los cuerpos,

encontraron el cadáver y el diario de Jim Elliot. En ese diario,

borroneadas por el agua, leyeron las palabras: “Cuando, en el plan y

el propósito de Dios para tu vida, llegue el momento de que mueras,

asegúrate de que lo único que te quede por hacer sea morir”.

Al estudiar el Nuevo Testamento juntos, mi objetivo siempre

será obvio cuando le formule preguntas de aplicación personal,

como: “¿Qué dice? ¿Qué significa? ¿Qué significa para usted? ¿Qué

significa para las personas con las que usted se relaciona? ¿Qué

significa para aquellos a los que usted les enseña? ¿Qué significa

para Dios?”.

Todos los días de su vida, Jesús estuvo obsesionado por la

obra que el Padre deseaba que Él terminara. Día tras día, decía: “Me

es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día

dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar” (Juan 9:4).

Cuando Jesús llegó al final de su vida, no tenía cosas pendientes. Lo

único que le quedaba por hacer, era morir.

Para su aplicación personal de esta introducción, quisiera

hacerle algunas preguntas:

¿Hay algo que haya comenzado en su vida como

consecuencia de lo que Jesús terminó por la forma en que vivió su

vida? ¿Ha encontrado la obra que Dios lo creó y lo ha salvó con el

fin de que hiciera para su gloria? ¿Está usted completando, o

cumpliendo esa obra, día tras día? Cuando llegue el momento, en el

plan de Dios, para que usted muera, ¿podrá decir: “Padre, te he

glorificado en la tierra. He acabado la obra que me diste que

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hiciera”? ¿Podrá decir: “Lo único que me queda por hacer es morir.

Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”? ¿O, al reflexionar

sobre los propósitos de Dios para su salvación en esta vida, tendrá la

sensación de que quedan cosas pendientes?

La vida de Cristo

Una buena manera de encarar el estudio de la vida de

Jesucristo en los Evangelios es hacerse esta pregunta: ¿Cuáles eran

las obras que el Padre quería que Él terminara, y que eran tan

importantes para Jesús? Al final de su sufrimiento, cuando lanzó ese

gran grito de triunfo en la cruz: “¡Consumado es!”, Él, obviamente,

había cumplido su misión. Pero ¿qué había terminado, precisamente?

Los cuatro Evangelios suman, en total, ochenta y nueve

capítulos. Cuatro capítulos hablan del nacimiento y los primeros

treinta años de vida de Jesús. Ochenta y cinco capítulos hablan de los

últimos tres años de su vida. De ellos, veintisiete capítulos cubren la

última semana de su vida. Cincuenta y ocho capítulos hablan de su

ministerio de enseñanza, sanidad y el reclutamiento de sus apóstoles.

En el Evangelio de Juan, aproximadamente la mitad de los capítulos

hablan de sus primeros treinta y tres años de vida, mientras la otra

mitad hablan de la última semana de su vida.

Para los autores de estos Evangelios, los últimos tres años de

la vida de Jesús son mucho más importantes que su nacimiento y los

primeros treinta años de su vida. La última semana de la vida de

Jesús es aproximadamente siete veces más importante que su

nacimiento y los primeros treinta años de su vida. Los cincuenta y

ocho capítulos que hablan de su ministerio de enseñanza, sanidad y

del reclutamiento de sus discípulos demuestran el valor que estos

autores les otorgaban a esas dimensiones de su vida y ministerio.

Dado que este panorama del Nuevo Testamento no es un

estudio profundo, exhaustivo, de los Evangelios, sino una

introducción y un panorama que intenta mostrarle cómo encarar estos

Evangelios y darle un cuadro general de ellos, trataré de hacer énfasis

en lo mismo que lo hicieron los autores de los Evangelios, y de

concentrar nuestra atención en esas partes de estas biografías

sagradas.

La misión prioritaria de Jesús

Nuestro estudio de estos libros nos mostrará que se llaman

“Evangelios”, porque informan la “Buena Noticia” de que Jesús vino

y, cuando vino, fue el Cordero de Dios que vino a quitar el pecado

del mundo (Juan 1:29). Si tenemos presente el hecho de que somos

pecadores, sabremos por qué estos escritores creen que esta es una

“buena noticia”.

Hay tantos capítulos de estos libros que hacen énfasis en la

última semana de vida de Jesús porque en esa semana Él hizo todo lo

que tenía que hacer como Cordero de Dios para salvarnos de nuestros

pecados. El énfasis, en estos Evangelios, muestra que su muerte por

nuestros pecados en la cruz en Jerusalén, y su resurrección de los

muertos era su misión principal y, por lo tanto, su máxima prioridad.

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Un tercio de lo que dicen los Evangelios es el registro de

cómo Jesús cumplió la misión principal que le fue asignada por su

Padre, cuando Dios amó de tal manera al mundo que envió a su Hijo

a morir en una cruz por nuestra salvación (Juan 3:15-19). Los

apóstoles hicieron énfasis en la importancia de esta obra salvífica de

Jesús (1 Pedro 1:18,19; 2:24; 2 Corintios 5:19, 21-6:1,2).

Otros dos objetivos de misión de Jesús

Cuando leemos cómo Jesús convirtió sus declaraciones de

misión en objetivos de misión, hay dos dimensiones más de su vida y

ministerio en las que se hace énfasis en los Evangelios. Descubrimos

el primero de estos objetivos de misión al leer, continuamente, sobre

la dimensión sobrenatural de su vida y ministerio, que es un énfasis

muy marcado en los cuatro Evangelios. Jesús realizó muchos

milagros, y la mayoría de ellos fueron de sanidad.

Si descubriéramos estos documentos sin tener idea de lo que

son, al leerlos, podríamos pensar que un buen título para ellos sería:

“Los milagros de Jesús” o “Las sanidades de Jesús”.

Aproximadamente una tercera parte del contenido de los Evangelios

relata los milagros de Jesús. Es significativo que este énfasis

continúe en el ministerio de los apóstoles, en la primera generación

de su iglesia.

Cuando lea historia tras historia de los milagros y sanidades

que Jesús realizó, y vea que los apóstoles de la primera generación de

la iglesia hacían milagros y sanaban enfermos, pregúntese: “¿Qué

significación tiene esta dimensión del ministerio del Cristo vivo y

resucitado hoy?”. Si el mismo Cristo que vivió aquí hace dos mil

años ahora vive en usted y en mí, ¿cree usted que puede realizar

milagros y sanarnos a usted y a mí hoy?

Según su experiencia y sus observaciones, ¿está Jesús

haciendo milagros, sanando a los enfermos y resucitando a los

muertos como lo hacía cuando estaba físicamente aquí en la tierra?

¿Es siempre su voluntad sanar? ¿Sanó Jesús a todos? ¿Estaba —

está— Jesús más interesado en la salud física o en la salud espiritual

de todas las personas? ¿Qué cree usted? Cuando conteste esa

pregunta en el contexto de la sanidad física, no olvide tomar en

cuenta la sanidad espiritual que experimentan quienes creen y se

convierten en discípulos de Jesucristo en la actualidad.

El mensaje de Jesús

Hay otro objetivo de la misión de Jesús que se resalta en los

cuatro Evangelios, junto con su muerte y resurrección, y sus muchos

milagros. Quisiera concluir este panorama introductorio de los

Evangelios con la observación de que, al menos, la tercera parte del

contenido de los primeros cuatro libros del Nuevo Testamento

registra las palabras que Jesús mismo pronunció.

Jesús afirma que es el Camino, la Verdad y la Vida, y que no

podemos llegar a Dios el Padre por ningún otro camino (Juan 14:6).

Cuando nos dice que es el Camino hacia Dios, se está refiriendo a su

obra en la cruz, que nos brinda el único camino por el cual podemos

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llegar a reconciliarnos de nuestro divorcio de Dios y tener una

relación restaurada con nuestro Padre celestial.

Cuando nos dice que es la Vida, se refiere a sus milagros;

entre otros, el de darnos vida eterna y cambiar las vidas de todos los

hombres y mujeres que creen en Él y son sanados espiritualmente,

emocionalmente y físicamente.

Cuando afirma que es la Verdad, sin duda, se refiere a su

ministerio de enseñanza y predicación.

Como Hijo de Dios, Jesucristo podría haber dejado su

ministerio en la dimensión celestial un viernes por la tarde y

completado la salvación del mundo en un par de días. ¿Por qué pasó

treinta y tres años en este mundo? Seguramente tendría otras obras

que completar para su Padre además de todo lo que cumplió con su

muerte en la cruz y su resurrección.

Cuando Jesús nos dice que es la Verdad, y cuando Juan lo

describe como el Verbo hecho carne (Juan 1:14), vemos un

ministerio suyo que no podía terminarse en una tarde. Dios ya nos

había dado una Palabra escrita, pero en la providencia y el plan de

Dios, Jesús nos dio más que palabras escritas. Juan explica lo que

Jesús nos dio de esta manera: “Pues la ley por medio de Moisés fue

dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo”

(Juan 1:17). Dios ya nos había dado verdad a través de Moisés y del

Antiguo Testamento. Pero, a través de Jesucristo, Dios nos dio

verdad y la gracia o “carisma” para vivirla. Jesús no solo nos dio

verdad; Él era la verdad que nos dio. Él no solo nos dijo cómo vivir

la vida; Él vivió esa vida; Él era esa Vida. Todo lo que Jesús era,

todo lo que hizo y todo lo que dijo era la Verdad que Dios quería

comunicarnos a través de su Hijo. Por eso el Evangelio de Juan dice

que Jesús es la Palabra de Vida (Juan 1:1,14).

Ya hemos visto que el mayor mensaje que Dios habló jamás a

este mundo fue Jesucristo. La parte de ese mensaje que Él dijo o

enseñó ocupa la tercera parte del contenido de los cuatro Evangelios.

Este mensaje de Jesús se presenta de muchas formas. Hay grandes

discursos, como el Sermón del Monte, el Discurso del Aposento Alto

y el Discurso del Monte de los Olivos (Mateo 5, 6, 7; Juan 13-16;

Mateo 24, 25).

Hay muchos otros discursos menores, especialmente en

Mateo y Lucas, que, como los Profetas Menores, no son inferiores a

sus discursos mayores por el hecho de ser breves. Muchos de ellos se

presentan en forma de parábolas y metáforas, y gran parte del

mensaje de Jesús se muestra en forma de diálogo. El diálogo es, con

frecuencia, hostil, con los líderes religiosos de su época, y

generalmente es Jesús mismo quien lo inicia formulando preguntas.

(Jesús formula ochenta y tres preguntas solo en el Evangelio de

Mateo).

Aparentemente, Jesús entrenó a los discípulos para que le

hicieran preguntas a Él. El Discurso del Monte de los Olivos (Mateo

24, 25) y su discurso registrado más extenso, el Discurso del

Aposento Alto (Juan 13-16), fueron en respuesta a preguntas

formuladas por los apóstoles. Gran parte de este diálogo es un

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intercambio hostil con los líderes religiosos. También encontraremos

gran parte de este diálogo en las muchas entrevistas o conversaciones

personales de Jesús. Algunas de sus declaraciones más profundas son

en respuesta a preguntas que Él formuló en el contexto de estas

entrevistas con personas.

Cuando usted lea los Evangelios, cada vez que Jesús dice

algo, sea un gran discurso, una parábola, una oración, algo que Él

pregunta o dice en respuesta a una pregunta en una entrevista, o en

un diálogo hostil, recuerde que Él es el Verbo eterno de Dios hecho

carne, que vivió entre nosotros. Cuando Él habla, nos está revelando

a Dios; está haciendo la exégesis de Dios para nosotros. Nos está

dando la revelación más completa de Dios que este mundo jamás

haya recibido (Juan 1:18).

Una buena forma de encarar toda la verdad enseñada por

Jesús es formularnos la siguiente pregunta al acercarnos a su

enseñanza: “¿Cuál era el sistema de valores de Jesucristo? Según

todas sus enseñanzas, sin importar la forma en que fueran reveladas o

declaradas, ¿cuáles eran los valores de Jesucristo?”.

Cuando lea los Evangelios, busque la misión principal de

Jesucristo, que se completa en la cruz, cuando conocemos a Jesús

como el Camino por el cual la humanidad se reconcilia con Dios.

También busque los milagros de Jesús, especialmente los milagros de

regeneración y sanidad, que presentan a Jesús como la Vida. Y

busque el ministerio de enseñanza de Jesús, cuando el Verbo de Dios

se hizo carne y vivió entre nosotros, lleno de gracia y verdad. Lea los

Evangelios para ver a Jesús como el Camino, la Verdad y la Vida.

Un panorama del Evangelio de Mateo

Capítulo 3

La estrategia de Jesús

En todos los Evangelios, a Jesús no solo se lo muestra como

un Hombre con una misión. Se lo muestra como un Hombre que

tiene una estrategia para implementar esa misión. Esto se ve de forma

especialmente clara en el Evangelio de Mateo.

Si usted supiera que solo le quedan tres años de vida y

quisiera alcanzar a todo el mundo con su mensaje, ¿qué haría? Jesús

sabía que le quedaban tres años de vida y quería llegar a todo el

mundo con su Evangelio. Sabiendo eso, ¿qué hizo? Formular y

responder esa pregunta a medida que leemos el Evangelio de Mateo

nos ayudará a descubrir la estrategia de Jesús para lograr los

objetivos de su misión.

Si usted toma cursos o seminarios para ser un ejecutivo

exitoso, se le dirá que debe analizar, organizar, delegar, supervisar

y... ¡agonizar!

En el Evangelio de Mateo, cada vez que leemos que Jesús

veía a las multitudes y se conmovía por ellas, tenemos una imagen de

su compasión por todo el mundo y su estrategia para alcanzar al

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mundo con su mensaje de salvación. Cuando Jesús miraba a esas

multitudes con compasión, siempre hacía algo estratégico. La

primera vez que vemos esto en Evangelio de Mateo, Él estaba

sanando toda clase imaginable de enfermedad en las costas del Mar

de Galilea. Analizó las necesidades de esa multitud cuando organizó

lo que yo llamo “el primer retiro cristiano”, donde dio su Sermón del

Monte (Mateo 4:23-5:2).

La siguiente vez que vio a las multitudes con compasión,

delegó en algunos de aquellos que escuchaban sus enseñanzas en el

monte para que fueran “apóstoles” o “enviados”. Esta palabra

significa algo similar a lo que es, en nuestro mundo actual,

“misionero”. Hay una diferencia entre un discípulo y un apóstol.

Jesús tuvo muchos discípulos (seguidores), pero solo doce apóstoles.

Podríamos decir que ahora, Él ya ha analizado, organizado y

delegado en aquellos que implementarán su estrategia para alcanzar

al mundo. A medida que seguimos el hilo de su estrategia en el

Evangelio de Mateo, vemos dos incidentes que son casi idénticos.

Nuevamente Jesús mira a las multitudes con compasión. Esta vez,

además de todos sus otros problemas, tienen hambre. Los apóstoles

vienen a Él y le piden que despida a la multitud para que pueda

comprar comida. Él los desafía con la pregunta: “¿Cuántos panes

tenéis (vosotros)?”. Y les dice que no deben despedir a la multitud

porque, como delegados y representantes suyos, ellos pueden

solucionar la necesidad de esa multitud. Esta historia tan conocida,

que es el único milagro de Jesús que los cuatro Evangelios registran,

es, en realidad, una parábola de la visión misionera de Jesús (14:14-

36; 15:32-39).

Si comprendemos que la multitud representa al mundo con

todas sus necesidades, entonces, cuando lo vemos colocar

estratégicamente a los apóstoles, sus delegados, para que estén entre

Él y su provisión para las necesidades de esa multitud, estamos

leyendo una alegoría de la estrategia de Jesús para satisfacer las

necesidades del mundo. La provisión sobrenatural de Dios para esa

multitud no pasa directamente de Jesús a las personas. La provisión

de Dios pasa de Jesús a esa multitud ¡a través de las manos de los

apóstoles! Aún hoy, ese es su plan. El Cristo vivo y resucitado

prefiere usar a sus discípulos para entregar su Verdad y su Evangelio

a quienes necesitan la salvación.

El inspirado relato de este milagro es obviamente una historia

en la cual las personas, los lugares y las cosas tienen un significado

más profundo. La estrategia de Jesús representada por este milagro

halla su máxima expresión al final del Evangelio de Mateo, cuando

este registra la forma en que Jesús dio lo que llamamos “la Gran

Comisión” (Mateo 28:16-20). Cuando Jesús está por ascender al

cielo y dejar este mundo, comisiona a estos hombres para que

alcancen el mundo como delegados suyos.

Podríamos decir que, después de su ascensión, Jesús dio los

últimos dos pasos del ejecutivo exitoso: supervisar a sus discípulos

durante más de dos mil años de historia de la iglesia, mientras ellos

alcanzan al mundo para Él. Y es lógico concluir que también agonizó

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Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo

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observando sus esfuerzos. Esto fue particularmente cierto en los

grandes períodos de persecución que los cristianos sufrieron en los

primeros trescientos años de su historia. Podemos suponer que sigue

en agonía, ya que la persecución continuó a lo largo de los dos mil

años de historia de la iglesia y continúa en muchos lugares del

mundo aún hoy. También podemos suponer que ha agonizado al ver

algunos terribles capítulos que se han escrito en la vida de la iglesia.

Esto debería ayudarnos a comprender la iglesia actual.

Podemos ver la pura esencia del propósito de la iglesia cuando

observamos a Jesús implementando su estrategia en el Evangelio de

Mateo. ¡La iglesia es una organización misionera! La iglesia fue

creada y dotada de poder por Cristo para ser el vehículo por medio

del cual la gracia y la verdad de Jesucristo son proclamadas al

mundo. Todos los planes, programas y actividades de la iglesia deben

ser considerados como medios para ese fin.

La gran afirmación de esta verdad es el Libro de los Hechos.

El Evangelio de Mateo concluye con Jesús comisionando a su iglesia

para ir y predicar el Evangelio a un mundo perdido. A medida que

van, deben hacer discípulos, bautizarlos y enseñarles todas las cosas

que Jesús les ha enseñado a ellos. Eso es exactamente lo que ellos

hacen en el Libro de Hechos. En el día de Pentecostés, reciben el

carisma —poder de Dios— para hacerlo, y, al poner en práctica esta

Gran Comisión, nace la iglesia.

El Libro de los Hechos es simplemente el registro de cómo

ellos fueron a su mundo, hicieron discípulos, los bautizaron y les

enseñaron todo lo que su Señor les había enseñado a ellos. El Libro

de los Hechos y la historia de la iglesia nos dicen que la estrategia de

Jesús funciona. Nosotros, que formamos su iglesia en este tiempo,

aún somos llamados a ir, discipular, bautizar y enseñar todo lo que

Jesús enseñó.

Capítulo 4

Hechos importantes en la vida del Cristo

No hay personaje en la Biblia al que se le haya dedicado

menos espacio en relación con su importancia que a Juan el Bautista.

Jesús dijo que era el hombre y el profeta más grande nacido de mujer

(Mateo 11:11; Lucas 7:28).

La vida de Juan el Bautista es relatada muy brevemente en los

cuatro Evangelios. ¿Por qué es importante su vida? Primero, no solo

fue el más grande de los profetas. Fue el último. Los profetas

predicaban la Buena Noticia de que el Mesías iba a venir. Este

profeta, en cambio, señaló a un Hombre que caminaba por una calle

de Galilea y dijo a sus discípulos: “He aquí el Cordero de Dios, que

quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). Juan el Bautista fue el

último de los profetas mesiánicos, el que, literalmente, presentó el

Mesías al pueblo de Dios.

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Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo

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El bautismo de Jesús

Hay varios hechos importantes en la vida de Jesucristo que se

relatan en los primeros capítulos de Mateo, Marcos y Lucas. Un día,

Juan estaba bautizando y vio a un Hombre en la fila, un joven como

él. Cuando Juan vio a Jesús, le dijo: “Yo tendría que ser bautizado

por ti”. Pero Jesús le dijo, básicamente: “No, debemos cumplir con

toda justicia, Juan. Tú bautízame a mí”. Así que Juan bautizó a Jesús.

Cuando lo hizo, el Espíritu vino sobre Jesús en forma de paloma, y

Dios el Padre habló: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo

complacencia” (Mateo 3:17). El relato escrito de este suceso es

llamado el registro o testimonio de Juan el Bautista.

Su bautismo no era como el nuestro en la actualidad. El

bautismo de Jesús es uno de los hechos importantes del Cristo. Fue

una ceremonia inaugural que lanzó sus tres años de ministerio

público. Cuando una persona es elegida presidente de una nación, se

realiza una ceremonia inaugural en la que el nuevo presidente da un

discurso especial. Jesús comenzó su ministerio con una ceremonia

inaugural, pero, en este caso, el Orador fue el Dios todopoderoso, y

su discurso fue muy breve. Fue simplemente: “Este es mi Hijo

amado, en quien tengo complacencia”.

La tentación de Jesús

En el cuarto capítulo de Mateo, vemos que el bautismo de

Jesús fue seguido por otro importante hecho. El Espíritu lo llevó al

desierto, donde tuvo una confrontación con Satanás después de haber

ayunado cuarenta días, y fue tentado tres veces. La primera, el

tentador vino a Él y le dijo: “Si eres el Hijo de Dios, di a estas

piedras que se conviertan en pan”. Jesús respondió: “Escrito está: No

solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca

de Dios”. Las primeras palabras de Jesús registradas en los

Evangelios Sinópticos son: “Escrito está” (Mateo 4:4).

La segunda tentación ocurrió cuando el diablo tentó a Jesús

para que saltara desde el punto más alto del Templo de Salomón. “Si

eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles

mandará acerca de ti, y, En sus manos te sostendrán, para que no

tropieces con tu pie en piedra” (v. 6). Aquí vemos a Satanás citando

las Escrituras. Él conoce muy bien la Biblia, y le encanta atacar a los

creyentes trayendo a sus mentes pasajes bíblicos que los condenan o

les hacen tener miedo.

Jesús pronto dirá que Él es Dios en carne humana. ¿Cómo

podría alguien creer esa afirmación? Satanás le sugiere que use su

poder sobrenatural para probar sus palabras. Pero Jesús responde a

Satanás: “Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios” (v. 7).

La tercera tentación de Jesús fue cuando Satanás le mostró

todos los reinos del mundo y su esplendor. “Todo esto te daré, si

postrado me adorares”, le dijo. Pero Jesús respondió: “Vete, Satanás,

porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás”

(vv. 8-10).

¿Qué importancia tiene la tentación de Jesús en el desierto?

Primero que nada, creo que si hubiera habido alguna forma de que

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Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo

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Satanás pudiera haber evitado esta confrontación, la habría evitado.

Debemos comprender que el Espíritu de Dios guió a Jesús el Cristo a

confrontar a Satanás en el comienzo de su ministerio público.

Hablando en sentido figurado, es el “hermano mayor”: Jesús, que

está arreglando las cuentas de su “hermano menor”: Adán, que fue

acosado por Satanás en el huerto del Edén. La primera tentación de

Jesús es, básicamente, la misma que Adán y Eva enfrentaron en el

huerto del Edén.

Como hemos señalado, Jesús responde a esta repetición de la

tentación en el huerto del Edén citando las Escrituras: “No sólo de

pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de

Dios” (Mateo 4:4). En el huerto, Satanás planteó la pregunta: “¿Así

que Dios dijo...?”. Adán y Eva dijeron, básicamente: “Sí, Dios dijo”.

Palabras más, palabras menos, el diablo respondió: “Pues bien, lo

que Dios dijo no es cierto”. Después de plantear la cuestión general

de si Dios había hablado, la Palabra que Dios había hablado fue

cuestionada y desobedecida.

¿Le suena conocido? El maligno nunca ha dejado de formular

esas mismas preguntas durante toda la larga historia del pueblo de

Dios. Estas tentaciones son ejemplos de cómo somos tentados a

pecar en la actualidad. También es una definición de pecado. Pecado

es lo que hacemos o dejamos de hacer con relación a lo que sabemos

que Dios ha dicho.

La verdad importante con que Jesús responde a esta primera

tentación es que, si queremos vivir, la Palabra de Dios nos mostrará

cómo. Cuanto más entendamos la Biblia, más entenderemos la vida.

Cuanto más entendamos la vida, más comprenderemos y

apreciaremos la Biblia. La Biblia y la vida se explican mutuamente.

El propósito de la Biblia es que sepamos cómo vivir.

En el huerto del Edén, básicamente, la tentación era: Pon tus

necesidades físicas primero, y lo que Dios quiere que hagas,

segundo. En otras palabras: Interpreta la Palabra de Dios a la luz de

tus necesidades físicas. Dios quería que ellos interpretaran sus

necesidades físicas a la luz de su Palabra para ellos. En cierto

sentido, la tentación era: “Primero tus necesidades; después, la

Palabra de Dios”.

Cuando Jesús fue tentado para que convirtiera las piedras en

pan, la tentación era: “Has estado ayunando durante cuarenta días.

Usa tu poder sobrenatural para poner tu necesidad física primero, y la

Palabra y la voluntad de Dios después”. La respuesta fue: “La

Palabra primero, las necesidades después”.

El mensaje de la Biblia puede, en general, resumirse en dos

palabras: “¡Dios primero!” La respuesta de Jesús a estas tres

tentaciones puede resumirse en esas dos palabras. Recuerde, la

tentación no es pecado. La forma en que respondemos a la tentación

es victoria o es pecado. Nuestra respuesta a la tentación, hoy,

también debe ser la aplicación de esas dos palabras: “Dios primero”.

En la segunda tentación, Satanás citó las Escrituras y sugirió

a Jesús que demostrara que era el Hijo de Dios saltando desde el

punto más alto del Templo de Salomón. La idea era que, cuando

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fuera sobrenaturalmente rescatado de su caída, habría probado que

era el Hijo de Dios.

Una vez más, Jesús responde citando las Escrituras,

señalándole a Satanás que Dios dijo que no debemos tentarlo o

ponerlo a prueba. Hay una línea muy fina entre “poner un vellón”,

como hizo Gedeón, y poner a prueba a Dios (Jueces 6:37, 38).

Cuando nos inscribimos en la “Universidad de la Fe”, es decir,

cuando aceptamos el desafío de hacernos seguidores de Cristo, no

tenemos derecho de tomarle examen a Dios. Él sí tiene el derecho de

ponernos a prueba en cualquier momento que lo desee, pero nosotros

no tenemos derecho de hacerle eso a Él.

La tercera vez, Satanás tentó a Jesús ofreciéndole todos los

reinos del mundo si Él simplemente lo adoraba. Una vez más,

nuestro Señor respondió con un pasaje bíblico similar a aquel con

que contestó a la primera tentación. “Escrito está: Al Señor tu Dios

adorarás, y a él sólo servirás” (Mateo 4:10). Nuevamente, la esencia

son las dos palabras: “Dios primero”. Esta vez, estas dos palabras se

complementan con otras tres: “¡Solo a Él!”.

Las aplicaciones personales de estas tres tentaciones de Jesús

para usted y para mí son obvias. La primera es: “¡Dios primero!”.

Primero la Palabra de Dios, después, nuestras necesidades.

Adoremos a Dios, y solo a Él. Todos tenemos momentos en que nos

sentimos tentados a hacer que la fe sea innecesaria, poniendo a

prueba a Dios, olvidando que es Dios quien debería probarnos a

nosotros.

Después que Jesús lo refutó por tercera vez, leemos que

Satanás se apartó de Él “por un tiempo” (Lucas 4:12). Estas tres

palabras significan que Satanás atacó al Salvador con poder, continua

y despiadadamente durante los últimos tres años de su vida; en

particular, al acercarse y luego durante el transcurso de esa última

semana cuando murió y luego resucitó para nuestra salvación.

Algunos se preguntan si Jesús podría haber cedido a alguna

de las tentaciones de Satanás. Mientras Jesús estaba siendo tentado

en el desierto, ¿cree usted que Dios el Padre estaba mirando desde el

balcón del cielo, conteniendo la respiración y preguntándose: “¿Lo

logrará?”. ¿Cree usted que fue así? Le aseguro que Dios sabía que su

Hijo no iba a ser como Adán, que cedió a esas tentaciones. Cuando

Jesús fue tentado en el desierto, no había forma de que pudiera haber

caído.

Entonces... ¿por qué fue tentado? Era muy importante para

Dios demostrarnos, al comienzo de la vida y el ministerio de nuestro

Salvador, que Él no podía caer. Uno de los últimos versículos de la

Biblia dice de Jesucristo: “Y a aquel que es poderoso para guardaros

sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran

alegría” (Judas 24). Si el Cristo que fue tentado y no podía caer vive

en nosotros, ¿puede guardarnos de caer? ¡Claro que sí! Si confiamos

en Él y andamos con Él, Él puede guardarnos de caer.

Por la forma en que enfrentó sus tentaciones, Él nos muestra

cómo responder a las tentaciones del maligno. Satanás trata

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incesantemente de decirnos: “Pon lo físico primero, y después lo

espiritual. Pon cualquier cosa primera en tu vida, menos a Dios”.

El mayor enemigo de lo mejor es, generalmente, lo bueno.

Así Satanás nos quita lo mejor que Dios tiene para nosotros. Nos

tienta para que hagamos lo bueno, para hacernos perder lo mejor que

Dios tiene para nosotros. Dios nos ama y sabe que, cuando lo

ponemos primero, Él puede darnos lo mejor; por eso, quiere que lo

pongamos primero y venzamos a Satanás y sus tentaciones.

Capítulo 5

El discurso más importante de Jesús

Jesús dio muchos grandes discursos. En cierto sentido, su

discurso más importante fue su Sermón del Monte. El Sermón del

Monte es un resumen conciso de la enseñanza ética de la Biblia toda.

También es un resumen conciso de la enseñanza ética y relacional de

Jesús. Cuando consideramos el contexto en que fue dada esta

enseñanza, nos damos cuenta de que no fue un sermón típico según

la idea que tenemos de los sermones en la actualidad.

El contexto del sermón

Es importante que estudiemos el contexto antes de estudiar el

contenido de este gran discurso de Jesús. Una de las reglas para el

estudio bíblico es que siempre debemos tratar de ver los pasajes

bíblicos en su contexto. La palabra “contexto” se explica a sí misma:

‘con el texto’. Siempre es importante ver qué viene con el texto que

estamos estudiando; lo que viene antes, o lo que estaba sucediendo

en el momento en que fue dada una enseñanza, y qué viene después

de la enseñanza o el hecho que estudiamos en un pasaje bíblico. El

contexto nos ayuda a interpretar el pasaje que estamos estudiando.

Al final del cuarto capítulo de Mateo, encontramos la

descripción que este apóstol hace del contexto de esta gran

enseñanza. Leemos que Jesús estaba sanando a enfermos que habían

recorrido grandes distancias, de muchas ciudades y varios países,

para ser sanados (Mateo 4:23-5:1).

Mientras sanaba a las multitudes que se habían reunido

alrededor de las colinas que bajaban hacia el Mar de Galilea, Jesús

invitó a algunos de sus discípulos a reunirse con Él en un nivel

superior de las colinas que se elevan gradualmente desde este mar

(Marcos 3:13). Esto dividió a la multitud en dos grupos: al pie del

monte estaban los que eran parte del problema. En ese nivel superior,

con Jesús, estaban los que, al menos, querían ser parte de la solución

y la respuesta. Los capítulos 5, 6 y 7 del Evangelio de Mateo

registran el gran discurso que Jesús dio en este contexto.

Al contexto de esta gran enseñanza, yo lo llamo “el primer

retiro cristiano”. Cuando Jesús organizó este retiro, el desafío que

planteó era: “¿Eres parte del problema o quisieras ser parte de la

solución?”. En ese retiro, Jesús reclutó discípulos para que fueran

parte de su solución y respuesta para aquellos que aún eran parte del

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problema.

Jesús estaba ministrando a esa multitud de enfermos y sabía

que estando en un cuerpo, siendo meramente un hombre, nunca

podría resolver todos esos problemas Él mismo, aunque era Dios en

forma humana, el Hijo de Dios. Así que analizó la situación. Y

organizó el primer retiro cristiano. Según Marcos, al nivel superior

de ese retiro solo se podía asistir por invitación (Marcos 3:13).

En el capítulo 7, leemos que Jesús concluyó el retiro con una

extraordinaria invitación. Estoy convencido de que, cuando hizo esa

invitación, solo doce hombres respondieron. Baso mi convicción en

el hecho de que, poco después de bajar de la montaña, Jesús

comisionó a los doce apóstoles. Creo que Jesús reclutó a sus doce

apóstoles en ese primer retiro cristiano.

El contenido del sermón

Jesús comenzó el sermón enseñándoles a sus discípulos

algunas hermosas actitudes (llamadas “Las Bienaventuranzas”) que

los harían parte de su solución para los problemas de los que estaban

al pie de la montaña (5:3-12). Estas ocho actitudes o virtudes

conforman la mentalidad de un discípulo de Jesús. Según Jesús, la

forma en que vemos las cosas puede marcar la diferencia entre una

vida llena de luz y una vida llena de oscuridad (Mateo 6:22,23).

Las Bienaventuranzas: Algunas observaciones generales

Estas ocho hermosas actitudes son el sermón; todo el resto de

esta enseñanza es su aplicación de ese sermón. Los mejores maestros

y predicadores dedican una pequeña parte de su enseñanza o su

predicación a presentar la verdad que desean enseñar, y la mayor

parte del tiempo a ilustrar y aplicar esa verdad. En este discurso,

Jesús nos muestra un modelo de ese método, ya que dedica unos

momentos a presentar la verdad que está enseñando (Las

Bienaventuranzas) y la mayor parte del tiempo a la ilustración y

aplicación de esas bienaventuranzas.

El contexto de este sermón muestra la crisis que conlleva

llegar a ser un seguidor de Cristo, un cristiano. Las hermosas

actitudes presentan un perfil del carácter que implica el ser cristiano.

Las cuatro metáforas que siguen a las bienaventuranzas: sal, luz,

ciudad y vela se refieren al desafío que implica que el carácter

cristiano haga un impacto en la cultura secular. El asunto básico es:

¿Es usted parte del problema o es parte de la solución de Jesús? ¿Es

una de sus respuestas o aún está haciendo preguntas?

Hay una “línea divisoria espiritual” imaginaria entre la cuarta

y la quinta bienaventuranzas. A lo largo de toda la Biblia,

encontramos un patrón que Dios sigue cuando recluta líderes para su

obra. Estos líderes tienen lo que podríamos llamar “experiencias de

venir” y “experiencias de ir”. Tienen una significativa “venida” a

Dios antes de tener una “salida” fructífera para Dios. Son adoradores

de Dios antes de convertirse en obreros de Dios. Las cuatro primeras

bienaventuranzas presentan las actitudes que se aprenden al venir a

Dios, y las otras cuatro presentan las actitudes que debemos aprender

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cuando salimos para Dios.

El talento puede desarrollarse en la soledad, pero el carácter

debe desarrollarse en la corriente de la humanidad, mientras nos

relacionamos con personas. Las primeras cuatro bienaventuranzas se

desarrollan en la cima de la montaña, o en lo que Jesús luego llamará

nuestras experiencias con Dios en el “aposento” (Mateo 6:6).

Podemos aprender y cultivar las primeras cuatro bienaventuranzas en

nuestra relación privada con Dios, pero las otras cuatro

bienaventuranzas deben ser aprendidas y desarrolladas en nuestras

relaciones con las personas.

Las bienaventuranzas se dividen, además, en cuatro grupos de

dobles: los pobres en espíritu que lloran; los mansos que tienen

hambre y sed de justicia; los misericordiosos que tienen un corazón

limpio y los pacificadores que son perseguidos. Cada par de

bienaventuranzas presenta una característica espiritual que debe ser

aprendida por el discípulo de Jesús antes de poder ser parte de su

solución y una de sus respuestas.

Las dos primeras bienaventuranzas enseñan al discípulo a

decir: “No es cuestión de lo que yo puedo hacer, sino de lo que Él

puede hacer” o “Sin Él, yo no puedo hacer nada”. El segundo par trae

esta confesión del discípulo: “No es cuestión de lo que yo quiero,

sino de lo que Él quiere”. El tercer par representa este secreto

espiritual: “No es cuestión de quién o qué soy yo, sino de Quién y

Qué es Él”. El cuarto par de bienaventuranzas da testimonio de los

resultados de las anteriores y confiesa: “No fue cuestión de lo que yo

hice, sino de lo que hizo Él”.

Finalmente, las bienaventuranzas son como subir a la

montaña. La primera nos lleva un poco arriba, la segunda un poco

más, la mansedumbre nos lleva hasta las tres cuartas partes del

camino, y nuestra hambre y sed de justicia nos hacen llegar a la cima

de la montaña. Estas bienaventuranzas “ascendentes” son las

bienaventuranzas del venir.

Todo retiro llega a su fin, y quienes han asistido a él deben

bajar de la cima. Las bienaventuranzas del ir nos hacen descender de

la montaña nuevamente. Cuando un discípulo está lleno de la justicia

de Dios, ¿cómo es? ¿Es como los fariseos, legalistas y que se creían

muy justos a sus propios ojos? No; leemos que es misericordioso, y

es misericordioso al tiempo que tiene un corazón limpio. El descenso

de la montaña para ser parte de la solución de Dios a los problemas

de la multitud necesitada comienza con ser misericordioso y tener un

corazón limpio. Cuando el discípulo es un pacificador que es

perseguido, sabemos que está al pie de la montaña nuevamente, allí

donde están todos los problemas.

Las Bienaventuranzas: Algunas observaciones en particular

“Bienaventurados los pobres en espíritu”

Ser pobre en espíritu es la actitud correcta hacia nosotros

mismos. Esta actitud implica darnos cuenta de que, por nosotros

mismos, nunca llegaremos a ser la solución de Dios. Debemos estar

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sujetos al Rey, El que sí es la solución. Esa es la primera actitud que

debemos tener para poder ser parte de la solución para la necesidad

humana que Cristo quiere ser a través de sus discípulos. En una

palabra, el estado de gracia descrito como “pobreza en espíritu” es la

humildad.

“Bienaventurados los que lloran”

La segunda actitud hermosa es “Bienaventurados los que

lloran” (5:4). Una primera interpretación y aplicación de la segunda

bienaventuranza es que nunca seremos parte de la solución y la

respuesta de Jesús a todo el sufrimiento representado por la multitud

que estaba al pie de la montaña si no sufrimos nosotros mismos. Otra

posible interpretación y aplicación de esta bienaventuranza es que

lloramos mientras aprendemos que somos pobres en espíritu, o que

no podemos hacer nada sin Él.

“Bienaventurados los mansos”

La mansedumbre es, probablemente, uno de los conceptos

peor entendidos de la Biblia. No significa debilidad, sino la

capacidad de ser domado. Imagínese un padrillo, un caballo brioso,

salvaje, no domado; un animal poderoso que nunca ha tenido un

bocado en su boca, ni una brida en su cabeza, ni una silla sobre su

lomo. Toda la fuerza de ese animal está fuera de control. Cuando

finalmente toma el bocado y acepta la disciplina de la brida y la silla,

ese animal es una metáfora del significado de la “mansedumbre”

bíblica.

Jesús afirmó que Él era manso (Mateo 11:28-30). Cuando lo

dijo, estaba diciendo lo mismo que cuando hizo otra afirmación.

Hablando del Padre, dijo: “Yo hago siempre lo que le agrada” (Juan

8:29). Jesús había aceptado el yugo, es decir, la disciplina de la

voluntad de su Padre. Eso lo hacía manso. En esta bienaventuranza,

Jesús enseña que solo seremos parte de su solución y respuesta para

este mundo cuando rindamos nuestros deseos a Dios y aceptemos la

disciplina de su voluntad para nuestra vida y ministerio por encima

de nuestros deseos personales.

“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia”

Esta bienaventuranza no dice que debemos tener hambre y

sed de felicidad, sino de justicia. Observe que en este sermón, Jesús

hace énfasis en la verdad de que sus discípulos deben ser justos.

Además de esta bienaventuranza, Jesús pronuncia una bendición

sobre el discípulo que es perseguido a causa de la justicia. La

prioridad número uno de un discípulo debe ser la justicia, y la justicia

de sus discípulos debe ser mayor que la de los escribas y fariseos

(5:10, 20; 6:33).

“Bienaventurados los misericordiosos”

La palabra “misericordia” significa ‘amor incondicional’.

Una buena paráfrasis de esta bienaventuranza sería “Bienaventuradas

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las personas que están llenas del amor agape de Dios”. Si usted va a

bajar de la cima de la montaña para ser parte de la solución para los

que sufren, debe estar lleno del amor de Dios. Estar lleno de justicia

es sinónimo de estar lleno del amor de Dios.

“Bienaventurados los de limpio corazón”

La palabra “limpio”, en esta bienaventuranza, es, de hecho, el

término griego del que derivan nuestras palabras “catarsis” y

“catártico”. La esencia de esta bienaventuranza es que, cuando el

discípulo ama con el amor incondicional de Dios, toda motivación

egoísta será removida de su corazón, que quedará limpio.

“Bienaventurados los pacificadores”

Un pacificador es un reconciliador. El problema fundamental,

al pie de la montaña, era la separación. Muchos de los problemas de

las personas surgen de su separación básica de Dios y de las personas

que hay en sus vidas. Por eso, en este retiro, Jesús desafió a sus

discípulos a ser agentes de reconciliación.

Según Pablo, el objetivo de la misión asignada a los

discípulos de Jesús es el mensaje y el ministerio de la reconciliación.

Debemos ir y, básicamente, decirle a la gente: “Dios se ha

reconciliado con ustedes por causa de Jesús. Como ministro de

Jesucristo, les ruego: reconcíliense con Dios” (ver 2 Corintios 5:20).

“Bienaventurados los que sufren persecución”

Uno pensaría que, si hubiera personas que tuvieran estas

hermosas actitudes en nuestro mundo actual, serían aplaudidas por la

gente. Sin embargo, la octava bienaventuranza nos dice que los

discípulos de Jesucristo son perseguidos por causa de todas estas

hermosas actitudes.

El discípulo que tiene estas actitudes confronta a las personas

con el modelo de lo que ellas deberían ser. Cuando las personas son

confrontadas, o confiesan sus actitudes equivocadas y aprenden a

adquirir estas actitudes hermosas, o atacan al discípulo que tiene las

actitudes hermosas. Durante más de dos mil años, la gente ha elegido

la segunda opción.

Un mensajero de la reconciliación va donde está el conflicto,

y generalmente se trata de un lugar de tremendo peligro. Los

auténticos discípulos de Jesús siempre —y hoy también— han dado

su vida por su ministerio de reconciliación. También hay devotos

discípulos que llevan a cabo sus ministerios de pacificación en sus

hogares, iglesias, vecindarios, aulas y lugares de trabajo.

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Capítulo 6

La aplicación del sermón

Al perfil de un carácter como el de Cristo que el Señor

presenta le siguen cuatro profundas metáforas que nos muestran lo

que pasa cuando ese carácter hace impacto en la cultura pagana.

Jesús enseñó a sus discípulos que ellos son la sal de la tierra; la luz

del mundo; una ciudad sobre un monte, que no puede esconderse, y

una vela en un candelero (Mateo 5:13–16). Estas cuatro metáforas

son el comienzo de la aplicación de este sermón. Estudiémoslas una

por una.

“Ustedes son la sal de la tierra”

Una interpretación y aplicación obvia de esta metáfora surge

del hecho de que la sal era la única forma de conservar la carne en

esa época. Jesús estaba diciendo que este mundo se está pudriendo

como una carne corrompida, y que sus discípulos son la “sal” que

puede impedir la corrupción moral y espiritual del mundo. Una

traducción literal del original sería: “Ustedes, y solo ustedes, son la

sal de la tierra”.

Otra posible interpretación de esta metáfora es que ningún

organismo vivo puede sobrevivir sin sal. Según esta interpretación,

Jesús les estaba diciendo, básicamente, a sus discípulos: “Las

personas que están allá abajo, al pie de la montaña, no tienen vida.

Pero si ustedes viven estas ocho hermosas actitudes, serán el

vehículo a través del cual ellas hallarán la vida”.

“Ustedes son la luz del mundo”

Cuando Jesús miraba las multitudes, lo que lo hacía

compadecerse más que cualquier otra cosa era que eran como ovejas

que no tenían pastor. No sabían distinguir su derecha de su izquierda.

“Ustedes, que saben lo que ellos no saben, son la luz que ellos

necesitan”. Una vez más, en el original, la frase es: “Ustedes, y solo

ustedes, son la luz del mundo”.

Una vela en el candelero

En esta metáfora, Jesús, básicamente, estaba diciendo: “Antes

de convertirse en mis discípulos, ustedes eran como velas apagadas.

Pero ahora que han experimentado el ‘nuevo nacimiento’ que implica

llegar a ser un discípulo mío, su vela ha sido encendida. Cada vez

que yo enciendo una vela, ya tengo elegido un candelero donde

quiero colocarla estratégicamente”. Jesús está diciendo: “Ustedes son

esa vela en el candelero”.

Una ciudad sobre una colina

La cuarta metáfora es la de una ciudad sobre una colina, que

no puede esconderse. Si tenemos las ocho bienaventuranzas en

nuestra vida, nuestro testimonio de Cristo no puede esconderse. Los

discípulos secretos de Jesucristo no existen.

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Una tortuga sobre una cerca

¿Alguna vez vio usted una tortuga sobre una cerca? Cuando

uno ve una tortuga sobre una cerca, algo es seguro: ¡alguien tuvo que

haberla puesto allí, porque la tortuga, por sí sola, no puede subir a

una cerca! Cada discípulo de Jesús estratégicamente ubicado debería

sentirse como una tortuga sobre una cerca. Todos deberíamos mirar a

nuestro alrededor, darnos cuenta de dónde hemos sido colocados

estratégicamente en este mundo y, pensando en las metáforas de la

vela en el candelero y la ciudad sobre la colina, deberíamos decir:

“Estoy donde estoy porque el Cristo vivo y resucitado me ha

colocado aquí para ser parte de su solución para los problemas de un

mundo necesitado”.

La aplicación continúa

Jesús continúa su aplicación de este sermón en la parte más

difícil de este discurso (5:17-48). Comienza esta parte de la

aplicación haciendo dos afirmaciones muy importantes: primero, que

no ha venido a destruir la Ley, sino a cumplir la ley de Dios. La

esencia de la segunda afirmación es que, a menos que la justicia de

sus discípulos sea mayor que la de los escribas y fariseos, en realidad

no han comprendido sus enseñanzas (vv. 17-20).

Observemos que, en este largo pasaje del capítulo 5, Jesús

dice seis veces: “Oísteis que fue dicho..., pero yo os digo” (ver Mateo

5:21-48). La mayoría de las veces que Jesús cita lo que había sido

dicho, no cita a Moisés, sino a los escribas y fariseos. Cita algo que

ellos enseñaban y que no era, realmente, enseñanza de Moisés ni de

la Palabra de Dios. Cuando hace referencia a algo que Moisés

enseñó, se muestra en desacuerdo con la forma en que ellos estaban

interpretando a Moisés.

La esencia de su enseñanza es: “Todo lo que yo enseño está

de acuerdo con la Palabra de Dios. Pero mi enseñanza no concuerda

con las enseñanzas y las tradiciones de los escribas y fariseos”. En

esta parte de su discurso más importante, Jesús desafió las

enseñanzas de esos líderes religiosos. Su desafío de esas enseñanzas

y esos valores continuó hasta que ellos se dieron cuenta de que no

podían coexistir con Él, y lo hicieron crucificar.

El propósito de las Escrituras

La diferencia fundamental entre la forma en que Jesús y los

líderes religiosos interpretaban y aplicaban las Escrituras era que,

antes de aplicar la ley de Dios a la vida de las personas, Jesús la hacía

pasar por el “prisma” del amor de Dios. Cuando los escribas y

fariseos enseñaban la ley de Dios, no comprendían ni recordaban el

propósito o la intención de la Ley cuando fue dada a Moisés en el

Monte Sinaí, que era el bienestar total del pueblo de Dios.

La ley de Dios era una expresión del amor de Dios por su

pueblo. Obviamente, Jesús nunca perdió de vista ese propósito de la

Escritura. Esa es la esencia de lo que Jesús quería que sus discípulos

aprendieran y no olvidaran jamás cuando regresaran a la multitud que

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Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo

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estaba al pie de la montaña. Les estaba enseñando a sus discípulos

que ellos debían saber cómo aplicar la ley de Dios a la vida de las

personas que forman el pueblo de Dios para poder ser sal del mundo.

Justicia relacional (vv. 21-48)

Después de hacer estas afirmaciones sobre la importancia de

las Escrituras en la vida de un discípulo, Jesús muestra a sus

discípulos cómo aplicar esta enseñanza en sus relaciones. La primera

relación que trata es la relación con el hermano, o con otro discípulo.

Es notable escucharlo enseñar que algunas veces, la prioridad no es

“Dios primero”, sino “primero tu hermano, después Dios”. Esta

prioridad de enfoque nos muestra cuánto valor adjudica Jesús a

nuestra relación con los demás creyentes. No podemos ganar al

mundo si nos perdemos unos a otros.

Les enseñó cómo debían relacionarse con sus adversarios.

Vivimos en un mundo muy competitivo. Nuestro adversario es

nuestro competidor, nuestro oponente (vv. 25,26). Tuvo algunas

palabras con referencia a las mujeres (vv. 27-30). (Dado que no dio

instrucciones con respecto a las relaciones con hombres, podemos

deducir que este fue un retiro solo de hombres). Muchos

malentienden esta enseñanza. Jesús no estaba enseñando que pensar

en cometer adulterio era tan grave como cometerlo en la práctica. La

instrucción para nosotros es que ganemos la batalla contra la

tentación cuando es nada más que una mirada y un pensamiento.

Después, Jesús trató sobre la relación del hombre con su

esposa (vv. 31,32). Les enseñó que su relación con su esposa debía

ser una relación permanente. Agregue esta instrucción a lo que Jesús

enseñó sobre las relaciones con las mujeres. Una de las causas de la

epidemia de divorcios que hay en la actualidad es la infidelidad.

Cuando hay una epidemia de divorcios, hay una epidemia de familias

disfuncionales e hijos que sufren. Gran parte del dolor y el

sufrimiento que hay “al pie de la montaña” se debe a que los

hombres están perdiendo la batalla contra la tentación, de la que

Jesús habló en los versículos anteriores (vv. 27-30).

También se les indica que no acompañen sus compromisos

verbales con un juramento, como hacían los fariseos. Cuando decían

“sí”, eso debía significar “sí”; y cuando decían “no”, eso debía

significar “no”. No solo debían ser hombres de la Palabra (la Biblia),

sino hombres de palabra, hombres íntegros (vv. 33-37).

La ética suprema (vv. 38-48)

Jesús cierra este largo pasaje de aplicación presentándonos la

ética suprema de toda su enseñanza ética. Lo que Jesús enseña en

estos últimos versículos representa la enseñanza ética más elevada de

cualquier religión. Esta enseñanza fue un factor vital en la muerte de

los apóstoles, así como para millones de discípulos a lo largo de la

historia de la iglesia. Estos versículos también son considerados la

enseñanza más difícil de Jesús. Dos de sus afirmaciones más difíciles

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son que no debemos resistirnos cuando otros nos hagan mal, y que

debemos amar a nuestros enemigos.

Recordemos que Jesús no enseñó esta ética al pie de la

montaña, a una muchedumbre mezclada, sino la enseñó a los que

estaban en la cima de la montaña, a sus discípulos. Sus discípulos

eran personas que habían asumido el compromiso de seguirlo y hasta

morir por Él (Lucas 9:23-25; 14:25-35). Él les había dejado bien en

claro a todos los que profesaban ser sus discípulos que debían cargar

su cruz para seguirlo. Cuando Jesús dijo: “No resistan al malo” y

“Amen a sus enemigos”, simplemente les estaba diciendo dónde,

cuándo, cómo y por qué causa quería que murieran.

Durante las “Guerras Santas”, aproximadamente en el año

1220, Francisco de Asís estaba cuidando a un turco que había sido

herido. Un cruzado que pasó en su caballo miró a Francisco y al

turco herido, y dijo: “Si ese turco se sana, Francisco, te matará”. A lo

que Francisco respondió: “¡Bien, pero antes, habrá conocido el amor

de Cristo!”.

El corazón de este pasaje es la pregunta que Jesús formuló:

“¿Qué hacéis de más [que los otros]?” (v. 47). A lo largo de todo este

sermón, Jesús está enseñando: “Como discípulo mío, debes ser

diferente”. Una traducción lo expresa de esta manera: “Si ustedes

solo aman a los que los aman a ustedes, ¿qué gracia practican? No se

necesita gracia para amar a los que nos aman”.

La iglesia del Nuevo Testamento tenía gracia, que había

recibido en el día de Pentecostés (Hechos 2). Esa gracia le dio a la

gente de la iglesia del Nuevo Testamento la capacidad para ser

diferentes. Debemos orar pidiendo gracia cuando nosotros también

apliquemos esta suprema ética de Jesús a nuestras relaciones con

nuestros enemigos.

Capítulo 8

Tres perspectivas para vivir

Cuando Jesús enseñó las hermosas actitudes, desafió a sus

discípulos a ver el centro de su ser y reflexionar sobre cuál era el

esquema mental que guiaba su vida. En el extenso pasaje que sigue a

las bienaventuranzas, los desafía a mirar a su alrededor y aplicar las

bienaventuranzas en sus relaciones más importantes. Cuando los

discípulos que asistieron al retiro en la montaña escucharon cómo las

bienaventuranzas se aplican en sus relaciones, especialmente sus

relaciones con sus enemigos, estaban más que listos para la tercera

perspectiva sobre la vida que Jesús les enseñó.

Cuando comenzamos a leer el sexto capítulo de Mateo,

vemos que Jesús les dijo a sus discípulos que miraran hacia arriba y

reflexionaran sobre las disciplinas y los valores espirituales de un

auténtico discípulo. (La palabra “disciplina” y la palabra “discípulo”

provienen de la misma raíz). Él les presenta tres disciplinas

espirituales y les enseña que las tres deben ser practicadas

verticalmente y no horizontalmente.

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Los fariseos tenían una justicia horizontal, es decir, practicada

para lograr el aplauso y la aprobación de las personas. Jesús desafió a

sus discípulos a tener una justicia que practicaran verticalmente, es

decir, para lograr la aprobación de Dios. Esto es, al menos, parte de

lo que quiso decir cuando enseñó que la justicia de sus discípulos

debía ser mayor que la de los escribas y fariseos (5:20).

La disciplina de dar (vv. 1-4)

La primera disciplina espiritual que enseña Jesús es lo que

hoy llamamos mayordomía. Nuestra salud y nuestro bienestar

espiritual son vitalmente afectados por nuestra fiel práctica de esta

disciplina espiritual. Debemos dar de forma vertical, es decir, para

Dios, no para impresionar a las personas. Si le damos a Dios, no es

necesario que nadie sepa lo que estamos dando.

La disciplina de la oración: Comunicación con Dios (vv. 5–15)

No podemos amar a nuestros enemigos, ni ser parte de la

solución de Cristo en las vidas de aquellos que aún son parte del

problema, si no sabemos orar. En realidad, ni siquiera podemos

solucionar nuestros propios problemas si no sabemos orar. Por eso,

Cristo demostró y enseñó a sus discípulos la disciplina de la oración.

El punto central de su enseñanza acerca de la oración es que

debemos estar seguros de que estamos hablando con Dios cuando

oramos. Jesús enseñó que, si queremos asegurarnos de hablar con

Dios cuando oramos, debemos entrar a nuestro aposento (o cualquier

lugar donde podamos estar a solas) y cerrar la puerta. Dado que no

hay nadie allí que podamos impresionar, salvo Dios, la oración en

nuestro aposento privado es mejor que la oración pública, según

Jesús. Él promete que nuestro Dios, que está en lo secreto, honrará y

responderá nuestras sinceras oraciones hechas en privado.

En este contexto, Jesús da la mayor enseñanza que haya

recibido este mundo acerca de cómo orar. Esta enseñanza debería

llamarse “La oración del discípulo”. Hay siete peticiones en esta

oración. Después de tratar a Dios como nuestro Padre celestial, hay

tres peticiones providenciales: tu nombre, tu reino y tu voluntad. Solo

después podemos orar pidiendo: “Danos”.

Con estas tres peticiones providenciales, estamos orando:

“Dios primero”. La oración no es cuestión de llegar a la presencia de

Dios con una lista de las cosas que queremos y mandar a Dios “de

compras”. Debemos entrar en nuestro aposento de oración con un

corazón abierto y pedirle a Dios que nos mande a nosotros a

conseguir lo que Él quiere. Una vez que tenemos esa prioridad,

entonces podemos pedir por nuestras peticiones personales. Las

peticiones personales son: “Danos, perdónanos, no nos metas y

líbranos”.

La primera petición personal es: “El pan nuestro de cada día,

dánoslo hoy” (v. 11). El pan simboliza todas nuestras necesidades. El

pan que pedimos es solo el de “hoy”. Después, debemos orar:

“Perdónanos” (v. 12). Jesús no está enseñando que nuestro perdón

esté basado en el hecho de que perdonemos. Perdonamos porque

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fuimos perdonados. ¿Cómo podríamos no perdonar a otros cuando se

nos ha perdonado tanto a nosotros? Pero solo experimentaremos el

perdón cuando practiquemos el perdón, dice Jesús.

La siguiente petición es “No nos metas en tentación” (v. 13).

Esta petición, en realidad, es: “Padre, si Tú ordenas mis pasos, y yo

sigo tu guía, no tendré que confrontarme con la tentación”.

La cuarta petición podría traducirse, realmente, como

“Líbranos del maligno” (v. 13).

Se nos enseña a concluir nuestras oraciones de la misma

forma que las comenzamos, básicamente, orando “Dios primero” otra

vez. Concluimos reconociendo y afirmando que “el poder para

responder mi oración siempre vendrá de ti, así que el resultado (el

Reino) siempre te pertenecerá a ti, y la gloria siempre será para ti”.

La disciplina del ayuno (vv. 16-18)

Como las disciplinas espirituales de dar y orar, Jesús enseñó

que la disciplina espiritual de ayunar también debe ser vertical (vv.

16–18). El ayuno declara a Dios y a nosotros mismos que valoramos

lo espiritual más que lo físico. Según Jesús, el ayuno demuestra la

sinceridad de nuestras oraciones. Ciertos milagros no se producen

sino después de mucha oración y ayuno (Mateo 17:21).

La disciplina de los valores verticales (vv. 19-34)

Jesús enseña, después, la disciplina de los valores celestiales

(vv. 19-34). En este pasaje, presenta otra causa del sufrimiento de los

que están al pie de la montaña. La gente sufre porque no tiene valores

espirituales. Para poder ser parte de su solución y una de sus

respuestas a las personas que aún son parte del problema, los

discípulos simplemente deben tener los valores verticales, celestiales,

espirituales de Cristo.

Hay tesoros en los cielos y tesoros en la tierra. Los discípulos

de Cristo no deben acumular tesoros en la tierra, que pierden valor y

pueden ser robados. Deben acumular tesoros en los cielos, que no

pierden valor y no pueden ser robados. Jesús es brutalmente sincero

cuando les dice cómo sabrán cuáles son verdaderamente sus valores.

Una paráfrasis resumida de esta enseñanza, actualmente, sería: “Si

ustedes quieren saber cuáles son sus valores, miren hacia atrás y

fíjense en qué han gastado su dinero; y miren hacia atrás y fíjense en

qué han pasado su tiempo durante los últimos cinco años”.

Nuestro corazón está donde está nuestro tesoro, y si usted

quiere saber cuáles son sus tesoros, pregúntese: “¿Cómo gasto mi

dinero? ¿Cómo paso mi tiempo? ¿Qué es lo que quiero todo el día?

¿Qué me preocupa todo el día?”. Si usted evalúa sus actividades, sus

ambiciones y sus ansiedades, encontrará sus valores.

Cristo concluye este discurso sobre los valores verticales

enseñando a sus discípulos que su prioridad absoluta debe ser el

reino de Dios y su justicia: lo que Él les muestra que es justo. Si

quienes tienen hambre y sed de justicia hacen de este su valor

prioridad número uno, absolutamente, Dios los bendecirá con todo lo

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que necesiten en la medida que ellos pongan a Dios y su Reino

primero.

Mirar hacia adentro (7:1-5)

Cuando leemos el séptimo capítulo de Mateo, nos damos

cuenta de que Jesús, ahora, está terminando este retiro. Después de

haberlos desafiado a mirar hacia adentro, a su alrededor, y hacia

arriba, concluye su enseñanza con un veredicto pidiéndoles que

tomen la decisión deliberada de mirar hacia adentro y examinarse a sí

mismos. Usando una metáfora humorística, enseña que no debemos

buscar motas de polvo en el ojo de nuestro hermano, cuando tenemos

una viga en el propio. Debemos mirar hacia adentro y pedirle a Dios

que nos juzgue a nosotros antes de poder ayudar a los demás. Por lo

tanto, debemos tomar la decisión de mirar hacia adentro y sacar la

viga de nuestro ojo antes de poder ministrar a otros. Jesús nos dice

que no seamos hipócritas hipercríticos.

Mirar hacia arriba (7:3-5)

Jesús continúa cerrando su enseñanza invitando a quienes la

han oído a tomar la decisión de mirar hacia arriba. Cierra con un

veredicto su enseñanza sobre las disciplinas y los valores espirituales

invitando a estos discípulos a mirar hacia arriba con perseverancia:

pedir, buscar y llamar continuamente. Y a esto le sigue una triple

promesa: todo aquel que pide, recibe; todo el que busca, halla; y todo

aquel que llama, finalmente se encontrará frente a una puerta abierta

(Lucas 11:9-13).

Mirar alrededor (7:12)

Cuando aquellos que lo han escuchado están a punto de dejar

la cima de la montaña, Jesús los invita a tomar la decisión de mirar a

su alrededor. Esta enseñanza es llamada “la Regla de Oro”. Este

breve versículo es un resumen de la enseñanza ético-relacional de

Jesús y de toda la Biblia.

El desafío esencial de esta enseñanza es: “Si quieres ser la sal

y la luz que la gente este mundo necesita desesperadamente, ponte en

el lugar de cada persona que conozcas, y pregúntate: ‘Si yo fuera esta

persona, ¿qué querría que hiciera un discípulo que ha escuchado lo

que tú has escuchado en esta montaña?’ Cuando tengas la respuesta

para esa pregunta, simplemente, ¡hazlo! Esa es la enseñanza de toda

la Biblia sobre el tema de las relaciones humanas. Todo lo que

quieras que los hombres hagan por ti, ve y hazlo por ellos”.

Por aplicación, póngase en el lugar de su cónyuge, hijos,

padres, hermanos y otros creyentes. Aplique esta enseñanza a todas

las personas cuyas vidas se cruzan con la suya. Si fuera alguna de

esas personas, ¿qué querría que hiciera usted?

No olvide aplicar esta enseñanza a quienes aún no han

llegado a la fe en Jesucristo, que no han experimentado la salvación

ni ninguna de sus bendiciones. Pregúntese, entonces: “Si yo fuera esa

persona, ¿qué querría que hiciera un discípulo de Jesucristo con estas

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actitudes?”. Cuando tenga la respuesta para esa pregunta,

simplemente, hágalo, porque esa es la Regla de Oro del evangelismo.

La invitación (7:13-27)

Cuando Jesús comenzó este retiro, su invitación era: “¿Eres

parte del problema, o quieres ser parte de la solución?”. Al final de

su enseñanza, Jesús lanza el mismo desafío que al principio, solo que

esta vez, quienes escuchan la invitación ya han profesado que

quieren ser parte de su solución. Al concluir el retiro, la invitación de

Jesús es: “¿Qué clase de solución vas a ser?”.

Para resumir y parafrasear su invitación, digamos que Jesús

cerró este retiro diciendo: “Hay dos clases de discípulos: los muchos

y los pocos, los falsos y los verdaderos, los que dicen y los que

hacen. Los muchos piensan que hay una forma fácil de ser solución y

respuesta. Ellos nunca llegan a ser parte de mi solución. Pero los

pocos se dan cuenta de que ser sal de la tierra y luz del mundo

comienza con una puerta estrecha seguida por una vida disciplinada y

difícil de discipulado. ¿Serás uno de los muchos, o uno de los pocos?

¿Vas a ser uno de los falsos o uno de los verdaderos discípulos que

realmente llega a ser parte de mi solución? ¿Serás uno de los que

meramente dice, o uno de los que realmente hace lo que he enseñado

en esta montaña?”.

La gran metáfora con la que Jesús concluye su mayor

discurso presenta dos clases de discípulos que están a punto de dejar

esa cima de la montaña. Jesús presenta dos casas (vidas), una

construida sobre la roca (el discípulo que obedece las enseñanzas de

Jesús) y otra construida sobre la arena (el discípulo que no obedece

sus enseñanzas). Ambos han escuchado sus enseñanzas, pero uno, el

necio, nunca aplica lo que ha escuchado. Esta tremenda conclusión

deja bien en claro que la diferencia entre estos dos discípulos es lo

que hacen con lo que saben (Mateo 7:24-27).

Ahora que usted ha estudiado esta gran enseñanza, ¿qué clase

de discípulo será para Jesús? ¿Qué va a hacer con lo que sabe?

Capítulo 9

La comisión de los comprometidos

No tenemos idea de cuántos discípulos asistieron al primer

retiro cristiano. Como ya he señalado, poco después que Jesús

concluyó su enseñanza en la montaña con esa extraordinaria

invitación, comisionó a doce discípulos para que fueran sus

apóstoles. Jesús, obviamente, reclutó a estos discípulos en ese retiro,

y luego los comisionó para que compartieran su misión; para que

fueran parte de su estrategia para alcanzar a todo el mundo con la

salvación que vino a traer.

Como le pregunté anteriormente: Si usted supiera que le

quedan tres años de vida para completar su misión, ¿qué haría? Jesús,

sin duda, sabía que tenía tres años, por eso envió a estos apóstoles y

delegó en ellos su deseo de llevar la salvación al mundo. Sus

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discípulos difundieron fielmente la Buena Noticia durante su vida.

Cinco siglos después de que Él los comisionara, una persona ni

siquiera podía conseguir trabajo en el Imperio Romano a menos que

dijera que era cristiana. De la misma forma, nosotros debemos ser

fieles en alcanzar a nuestro mundo para Cristo proclamando el

evangelio en el mundo en el que vivimos.

Conozcamos a los doce apóstoles

Jesús pasó toda una noche orando antes de comisionar a estos

doce apóstoles (Lucas 6:12, 13). Los primeros cuatro apóstoles

mencionados en Mateo son dos pares de hermanos: Pedro y Andrés,

y Jacobo y Juan. Estos cuatro hombres trabajaban juntos como

pescadores.

Felipe y Bartolomé siempre son mencionados juntos, como

Tomás y Mateo. Felipe era un hombre de negocios que trabajaba con

caballos o transporte. En la actualidad, él probablemente hubiera

trabajado en el negocio de los automóviles. Cuando comparamos las

listas de los apóstoles según los diferentes evangelios, llegamos a la

conclusión de que Bartolomé también era conocido como Natanael.

Tomás era un intelectual, con una mente inquisidora. Hoy

solemos decir que esa clase de personas dudan, “como Tomás”.

Mateo era recaudador de impuestos, un publicano, que recaudaba

impuestos para Roma de sus compatriotas judíos, lo cual significa

que era un traidor para su propio pueblo. Usted observará que en los

Evangelios suele hablarse de “pecadores y publicanos”. Esto no

significa que los publicanos no fueran pecadores. ¡Significa que eran

una categoría aparte de pecadores en sí mismos! El pueblo judío

odiaba verdaderamente a los publicanos. Es interesante que Jesús

haya elegido a un publicano para ser uno de los doce.

Las últimos cuatro nombres son duplicados en la lista de los

doce. Por ejemplo, había otro Simón, además de Simón Pedro. Este

otro Simón era llamado “el cananeo” o “el zelote”. Esto significa que

era lo opuesto de un hombre como Mateo. Pertenecía a los zelotes,

guerrilleros que continuaban la resistencia contra Roma, aunque el

pueblo judío ya había sido conquistado por los romanos. En la

actualidad, diríamos que era un revolucionario. Los eruditos creen

que tres, posiblemente cuatro, de los apóstoles eran zelotes.

Muchas veces me he preguntado de qué hablarían Simón el

zelote y Mateo el publicano —si es que se hablaban— mientras

caminaban con Jesús por Galilea, Judea, Jerusalén y Samaria.

Imagine la situación dramática que se habrá producido cuando Jesús

les dijo a Mateo el publicano y a Simón el zelote que se lavaran los

pies mutuamente y se amaran el uno al otro (Juan 13:34,35).

Hay otro Jacobo en la lista de los doce, llamado “Jacobo hijo

de Alfeo”. Este Jacobo también es llamado “Jacobo el menor”, que

probablemente significa que fuera más bajo o menor en edad

(Marcos 15:40). También había dos Judas. Uno es Judas “el hermano

de Jacobo”, también llamado “Tadeo” o “Lebeo,” y Judas Iscariote,

que traicionó a Jesús.

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Los apóstoles debían predicar el Evangelio y demostrar el

reino de Dios por medio de señales y prodigios. Debían sanar a los

enfermos, limpiar a los leprosos, echar fuera demonios y resucitar

muertos. Debían predicar y dar el evangelio gratuitamente, sin pedir

nada a nadie, confiando en que Dios iba a satisfacer cada una de sus

necesidades. Debían vivir por fe.

Jesús advirtió a los apóstoles que no serían bien recibidos.

Los advirtió: “Yo os envío como a ovejas en medio de lobos”

(10:16). Básicamente, les estaba diciendo: “El mundo no les deseará

nada bueno cuando ustedes obedezcan mi comisión y pongan en

práctica mi estrategia”. Esto sigue siendo cierto aún hoy.

Una tarea

Usted aprenderá y será bendecido si responde estas seis

preguntas acerca de estos doce hombres con quienes Jesús pasó sus

tres años de ministerio público y a quienes confió su misión en este

mundo:

¿Qué estaba haciendo este hombre cuando conoció a Jesús?

¿En qué cambió eso como resultado de conocer a Jesús?

¿Dónde murió?

¿Qué estaba haciendo cuando murió?

Según lo que pueda averiguar en la Biblia y otras fuentes,

¿cómo murió?

¿Por qué Jesús eligió a este hombre en particular para que

fuera su apóstol?

Jesús exigió un tremendo nivel de compromiso cuando hizo

aquella invitación en la cima de la montaña, porque sabía que estos

apóstoles iban a sufrir y morir por Él. ¿Hasta qué punto se ha

comprometido usted con Jesucristo? ¿Es usted auténticamente su

discípulo? ¿Está dispuesto a tomar un compromiso con Jesús como el

compromiso que vemos en las vidas de los apóstoles?

Capítulo 10

Las parábolas de Jesús en Mateo

El capítulo 13 de Mateo es el gran capítulo de parábolas de

este Evangelio. La palabra “parábola” (en griego: para ballo) deriva

de dos palabras. Para significa ‘al lado de’. Ballo es ‘arrojar’. La

parábola es una historia que se “arroja al lado” de una verdad que se

trata de enseñar. Jesús fue el Maestro absoluto de la parábola.

Hubo un período en su ministerio en que Jesús enseñó

exclusivamente en parábolas. Un motivo para esto fue que no iban a

arrestarlo por contar historias “insignificantes” que las autoridades no

comprendían. Solo quienes tenían el Espíritu Santo para enseñarles

comprendían sus parábolas. El capítulo 13 de Mateo es el gran

capítulo de las parábolas o historias de este Evangelio. Dado que este

estudio no es más que un panorama y una introducción a dicho

Evangelio, solo tendré tiempo de presentarle el concepto de la

parábola y darle algunos ejemplos de parábolas que Jesús enseñó.

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Jesús comienza con la Parábola del Sembrador. Un

sembrador sale a sembrar semillas en el campo. Toma las semillas de

su bolsa y las arroja. Algunas caen en suelo duro, un camino donde

había caminado gente. Esa semilla, simplemente, quedó sobre la

superficie. Nunca penetró el suelo, y los pájaros vinieron y se la

comieron.

Algunas otras semillas cayeron donde la tierra estaba suelta, y

esa semilla comenzó a dar raíces, pero, debajo de la superficie, había

piedras. Así que las raíces chocaron contra la piedra y cambiaron de

dirección. Cuando salió el sol, la planta producida por esa semilla se

quemó y no dio ningún fruto.

Algunas semillas cayeron en buen suelo, profundo, bien

regado, y la semilla echó raíces. Pero cuando las plantas comenzaron

a crecer, se encontraron con espinos que las ahogaron, de modo que

tampoco produjeron fruto.

Las últimas semillas del sembrador cayeron en buena tierra.

No había problemas allí, ni sobre la tierra ni debajo de ella. Esas

semillas produjeron fruto; algunas, treinta; otras, sesenta; y otras cien

veces más que lo plantado.

Cuando leemos por primera vez esta parábola, coincidimos en

que debe llamársela la “Parábola del Sembrador”. Pero cuando la

estudiamos con mayor detenimiento, podemos llegar a pensar que

debería llamarse la “Parábola de las Semillas”. Dado que la semilla

es la Palabra, esta parábola es una profunda enseñanza sobre la

Palabra de Dios y algunas cosas que suceden cuando se la enseña o

se la predica. “Mirad, pues cómo oís” es la forma en que Lucas

aplica el significado de esta parábola (Lucas 8:18).

Después de enseñar esta parábola, cuando Jesús estaba solo

con sus apóstoles, ellos le preguntaron sobre la parábola, y Él la

interpretó para ellos. Les dijo que la semilla que el sembrador

sembraba era la Palabra de Dios, y los cuatro tipos de suelo

representan cuatro formas en que las personas responden a la

Palabra.

Cuando leemos la interpretación de la parábola, nos damos

cuenta de que un título mejor para ella sería la “Parábola de los

Suelos”. Cuando reflexionamos sobre el hecho de que el centro de la

parábola es cómo las personas responden a la Palabra de Dios, nos

damos cuenta de que el mejor título sería “Cuatro maneras de

escuchar la Palabra de Dios”, porque esta parábola nos presenta

cuatro formas en que las personas responden a la Palabra de Dios

cuando se les enseña o predica.

Cuando la Palabra es presentada, la primera persona ni

siquiera la comprende; su mente, o su entendimiento, está

endurecido, no puede ser penetrado, y no produce fruto.

La segunda persona comprende la Palabra. Esta penetra en su

entendimiento, pero el suelo rocoso que impide que las raíces lleguen

a lo profundo de la tierra representa lo que Jesús llama, en otro lugar,

“el corazón endurecido”. Esto nos sugiere que su voluntad no ha sido

penetrada, y su compromiso es superficial. Creen la Palabra, pero

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cuando llega la tribulación o la persecución, pronto se apartan o caen,

y no dan fruto.

La tercera persona no es vencida por nada que esté debajo del

suelo ni dentro de su vida, como el entendimiento de su mente o el

compromiso de su voluntad. Es vencida por fuerzas exteriores a su

vida, que están por encima del suelo, como el engaño de las riquezas

o los placeres que las acompañan. También es posible que sea

vencida por “los cuidados de este mundo”, es decir, la preocupación

por la riqueza que tiene o no tiene. En la parábola, los obstáculos son

espinos que ahogan la planta que la Palabra quisiera hacer crecer en

el suelo de su vida. Esta tercera persona tampoco da fruto.

Podríamos decir que la primera persona tiene una “cabeza

dura”. La segunda persona tiene un corazón duro, y la tercera es

distraída por decisiones difíciles.

El cuarto tipo de suelo representa la forma en que Jesús

quisiera que todos respondiéramos cuando escuchamos la Palabra de

Dios. No hay nada bajo el suelo o sobre él que impida el crecimiento

ni que la planta dé fruto. Esto representa a la persona que decide que

nada en su vida, como su entendimiento o su terca voluntad,

impedirá que dé fruto. También está decidida a que ninguna fuerza

externa a su vida impida que cumpla los propósitos para los cuales

Dios le dio su Palabra.

Lucas describe a estas personas diciendo que “con corazón

bueno y recto retienen la palabra oída” y esto las hace fructíferas

(Lucas 8:15). Lucas también explica la esencia de esta profunda

parábola con estas palabras: “Mirad, pues, cómo oís [la Palabra de

Dios]” (Lucas 8:18).

La verdad de esta profunda parábola es muy obvia para

cualquiera que enseñe o predique la Palabra de Dios. Cuando se

enseña o se predica la Palabra de Dios, estas cuatro clases de

personas siempre están, y el predicador o maestro que tiene

discernimiento puede distinguirlas fácilmente.

Todos los que escuchan y enseñan la Biblia deberían

reflexionar mucho sobre esta parábola cuando lo hacen. Primero,

debemos estudiar nuestro propio suelo. ¿Qué clase de suelo

encuentra la semilla de Dios en nuestro corazón? ¿Permitimos que la

Palabra de Dios lleve fruto? ¿Somos muy fructíferos (100%) o solo

un poco (30%)? Segundo, quienes enseñan deben tener plena

conciencia de la dura realidad de que la predicación o la enseñanza

de la Palabra serán infructuosas a menos que quienes reciben la

enseñanza comprendan el significado de la Palabra que están

escuchando.

Además, debemos darnos cuenta de que nuestra predicación o

enseñanza serán infructuosas a menos que podamos penetrar en la

voluntad de la persona a quien enseñamos. Cuando enseñamos,

debemos, por lo tanto, hacerlo de manera tan sencilla que podamos

penetrar en su entendimiento. También debemos, en oración, llevar

nuestra enseñanza o predicación a un veredicto, de manera que el

Espíritu Santo pueda penetrar la voluntad de quien nos escucha.

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Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo

33

En esta parábola no se nos desafía a producir “expertos en la

Biblia” que la conozcan, sino discípulos comprometidos del Señor

que practiquen la Palabra que ha penetrado en su entendimiento y su

voluntad. Por lo tanto, debemos simplemente escuchar, enseñar y

predicar la Palabra orando para que el Espíritu Santo abra los ojos

espirituales de quienes nos escuchan, para que puedan comprender y

obedecer la Palabra de Dios. Debemos orar para que nos dé a

nosotros, y a quienes escuchan, el don de la fe, y la voluntad para

“hacer” la Palabra, de manera que esta dé fruto (Juan 7:17; Filipenses

2:13).

También debemos confiar en Dios para que nos dé poder a

nosotros, y a quienes nos escuchan, para vencer todas las fuerzas de

este mundo que harán todo lo que esté en su poder para que la

Palabra que escuchamos, y nuestra predicación y enseñanza de ella,

sean infructuosas. Solo Dios puede hacer esto. Por eso, cuando

estudiamos, enseñamos o ministramos la Palabra, debe ser “oración y

ministerio de la Palabra”. Ambas deben ir juntas (Hechos 6:4).

La parábola del trigo y la cizaña (Mateo 13:24-30; 36-42)

Esta breve, pero profunda, parábola, y su interpretación, son

una enseñanza muy importante de Jesús, porque constituyen su

respuesta a la pregunta que ha acosado a los teólogos y filósofos

durante toda la existencia de la teología y la filosofía. Esa pregunta

es “¿De dónde proviene el mal?”, o, en otras palabras, “¿Cómo

podemos explicar la existencia del mal en un mundo que ha sido

creado y es sostenido por un Dios amoroso y omnipotente?”.

La respuesta, en forma de parábola, que da Jesús, es: “Un

enemigo mío hizo esto, mientras el hombre dormía”. El origen del

mal es atribuido a “su enemigo”, y también a la negligencia de los

hombres. Esta explicación de Jesús probablemente inspiró al hombre

que escribió: “Lo único que necesita el mal para triunfar sobre el bien

es que los hombres buenos no hagan nada”.

En esta parábola, las “semillas” no son las palabras de Dios

que caen en el suelo de la vida de los hombres, sino hijos del Reino

plantados en el suelo de este mundo. Quizá no lo entendamos, pero

una vez que aceptamos la realidad del mal, el desafío es: “¿Qué

vamos a hacer acerca de este problema?”. “El campo es el mundo”,

según Jesús, y eso nos hace pensar en una carga que Él expresaba

con frecuencia. Él desafió a los discípulos a orar para que Dios

enviara obreros a la mies, porque ya están los campos blancos para la

siega, y los obreros son pocos (Mateo 9:37,38).

Juan Wesley comprendió y compartió esta perspectiva de

Cristo cuando declaró: “¡El mundo es mi parroquia!”. Nunca

debemos perder de vista el hecho de que “el campo es el mundo”, no

solo nuestro pequeño rinconcito de ese campo. Siempre debemos

tener una perspectiva mundial cuando aceptamos el desafío de que el

bien y el mal existen juntos en este mundo.

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Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo

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Las parábolas de la semilla de mostaza y la levadura (Mateo

13:31-33)

Estas dos breves parábolas se han cumplido a lo largo de la

historia de la iglesia. Ambas enseñan que el Reino del cual Jesús

hablaba con frecuencia comenzaría muy pequeño, como una

diminuta semilla de mostaza, para convertirse en un gran árbol, y la

medida de levadura que se coloca en una masa cuando se hace el pan

permea toda la masa y la hace crecer.

Pero en estas dos parábolas, Jesús profetiza que este Reino

tendrá un extraordinario crecimiento, como el de la semilla de

mostaza, y una influencia extraordinaria, como la forma en que la

levadura influye sobre el pan. Dos mil años después, gran parte de

nuestro mundo data su historia antes o después de la vida e influencia

de este Hombre llamado Jesús.

El principio de la levadura y la semilla de mostaza aún es

válido hoy. Cuando pensamos en el crecimiento de la iglesia, aun en

lugares donde ha sido perseguida, vemos el cumplimiento de estas

dos breves parábolas.

Como la Parábola del Sembrador, los pájaros que vienen a

vivir en las ramas de este árbol son un símbolo negativo que muestra

aquí la multitud heterogénea de quienes no son parte del Reino,

aunque profesan serlo. Pero el énfasis principal de esta enseñanza,

creo, es el crecimiento y el triunfo final del Reino y la influencia de

los hijos e hijas del Reino.

Aunque la levadura generalmente representa lo malo en otros

lugares de la Biblia, no representa el mal en esta parábola, sino la

presencia y la influencia del Reino en este mundo. Si representara el

mal, entonces, la parábola enseñaría la corrupción total del Reino,

que no es coherente con el énfasis que la Biblia hace sobre el triunfo

final del bien sobre el mal, o de Dios sobre Satanás, y de Cristo

triunfante como Rey de reyes y Señor de señores.

Las parábolas del tesoro y de la perla (Mateo 13:44-46)

Estas dos breves parábolas, obviamente, van juntas, y son una

bella figura de un compromiso total y gozoso con el Rey y su Reino.

Nos dicen: “Si Jesucristo es algo para ti, entonces, es todo para ti;

porque hasta que Jesucristo no sea todo para ti, entonces, en realidad,

no es nada para ti”.

No habremos visto en realidad el Reino del que Jesús enseña

hasta que hayamos visto que ese Reino es lo más grande que existe.

El reino de los cielos merece un compromiso total y gozoso de

nuestra parte. Estas parábolas nos enseñan que nunca

comprenderemos ni apreciaremos el Reino hasta que estemos

gozosamente dispuestos a vender y entregar todo lo que somos al

Rey que gobierna ese Reino.

Una parábola sobre el perdón (Mateo 18:15-35)

El contexto de esta profunda parábola es el mandato de

perdonar a nuestro hermano. Pedro preguntó cuántas veces debía

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Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo

35

perdonar al hermano que pecara contra él. La postura tradicional, en

aquella época, era perdonar al hermano siete veces, lo cual explica,

probablemente, por qué Pedro mencionó ese número. La enseñanza

de Jesús es que nuestro perdón del hermano debe ser ilimitado. El

significado real de la expresión es “siete veces en sí mismo, setenta

veces”, que podría ser un número infinito de veces por día. Y la

fundamentación racional de esta postura es ilustrada por la parábola

que le sigue.

La gran deuda que fue perdonada representa el perdón de

todos nuestros pecados cuando recibimos la salvación. Nuestra

salvación implica la cancelación de todas nuestras “deudas”, es decir,

el perdón de todos los pecados que hemos cometido jamás.

Esta parábola es una importante continuación para la “oración

del discípulo”. Jesús nos enseñó que pidamos que nuestras deudas

sean perdonadas como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y

le sigue a esa instrucción sobre la oración un notable comentario: si

no perdonamos a quienes pecan contra nosotros, tampoco nuestro

Padre nos perdonará nuestros pecados.

Esta parábola concluye con el mismo comentario. El

Evangelio de salvación proclama: “Cuando Jesús murió en la cruz,

pagó una deuda que no debía pagar, porque nosotros teníamos una

deuda que no podíamos pagar”. No somos perdonados porque

perdonemos. Demostramos que realmente creemos que hemos sido

perdonados cuando somos personas que perdonan. Debemos,

simplemente, perdonar a los demás, como Dios, por amor a Cristo,

nos ha perdonado a nosotros (Efesios 4:32; Colosenses 3:12,13).

Una parábola sobre los títulos (Mateo 21:23, 28-31)

Esta es una de las parábolas más fascinantes de Jesús. Cuando

Dios se hizo hombre y vino al mundo, que tanto valora los títulos, se

convirtió en un hombre sin más títulos que sus actos. Una de las

muchas diferencias entre Jesús y los fariseos era que Él daba gran

valor al comportamiento y poco valor a las palabras. Ellos tenían la

prioridad opuesta. Ese punto de discusión es el centro de esta

pequeña parábola.

En esta parábola, los dos hijos profesaron una cosa e hicieron

otra. Sus declaraciones, por lo tanto, no tuvieron ninguna

importancia, y lo que hicieron fue su mayor “título”. La aplicación

obvia para los líderes religiosos era que Jesús y Juan el Bautista no

tenían “títulos” de la clase que el mundo religioso reconocía en ese

tiempo. En cuanto a lo que profesaban, no se identificaban como

hijos de Dios que trabajaban en su viña; pero en cuanto a sus obras,

era obvio que tanto Jesús como Juan el Bautista estaban en la viña,

haciendo la obra del Padre.

Por el contrario, los líderes religiosos eran todo profesión y

nada de acción. Con todas sus túnicas, atavíos y símbolos del estatus

religioso, profesaban ser hijos de Dios trabajando en la viña. Pero al

mirar sus acciones, era obvio que no estaban en la viña del Padre, y

no estaban haciendo su obra.

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Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo

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Cuando le preguntaron a Jesús cuáles eran sus “títulos”, esta

fue su profunda respuesta. Sus obras eran su título, y nosotros nos

engañamos a nosotros mismos hasta que nos damos cuenta de que lo

que hacemos, más que lo que profesamos, es nuestro verdadero

título. Se estima que en el mundo hay más de dos millones de

pastores en la actualidad, y menos de cien mil de ellos son egresados

de un seminario. Eso significa que la mayoría de los pastores de este

mundo necesita escuchar esta parábola de Jesús. Lo que sigue es

como un comentario de esta profunda parábola.

Una vida solitaria

“Nació en un oscuro pueblo, hijo de una campesina. Trabajó

en una carpintería hasta que tuvo treinta años, y entonces, durante

tres años, viajó por todo el país, deteniéndose el tiempo suficiente

para hablar con las personas y escucharlas, y ayudar cuando podía.

“Nunca escribió un libro, nunca tuvo una canción famosa,

nunca fue a la Universidad, nunca se postuló para ningún puesto

público, nunca tuvo una familia, nunca compró una casa. Nunca hizo

ninguna de las cosas que, generalmente, acompañan a la grandeza.

No tenía ningún título más que sí mismo.

“Cuando tenía solo treinta y tres años, la marea de la opinión

pública se volvió contra Él, y todos sus amigos lo rechazaron.

Cuando fue arrestado, muy pocos querían tener algo que ver con Él.

Después de un juicio injusto, fue ejecutado por el Estado junto con

otros que habían admitido ser ladrones. Pudo ser sepultado solo

porque un amigo generoso ofreció su propia parcela en el

cementerio.

“Todo esto sucedió hace veinte siglos, pero aún hoy, Él es la

figura predominante de la raza humana, y el máximo ejemplo de lo

que es el amor. No es exagerado decir que todos los ejércitos que han

marchado, todas las flotas que han desplegado sus velas, todos los

gobernantes que han gobernado y todos los reyes que han reinado en

esta tierra, todos juntos, no han afectado la vida del hombre en la

tierra tanto como esta única Vida solitaria”. (Fred Bock)

La parábola del Domingo de Ramos (Mateo 21:33-46)

Millones de personas saben que Jesús entró a Jerusalén

montado sobre un burrito en el primer Domingo de Ramos. ¿Alguna

vez leyó usted lo que Jesús hizo cuando bajó de ese burro? Jesús creó

el contexto para esta extraordinaria y poderosa parábola maldiciendo

una higuera y limpiando el templo. Esta parábola hizo que el diálogo

entre Jesús y los líderes religiosos llegara a su punto más álgido de

hostilidad.

El contenido de esta parábola es una imagen de Dios

enviando a sus profetas (los siervos) para recibir el fruto del Reino.

Cuando estos profetas son tratados de manera vergonzosa, el dueño

de la viña envía a su hijo para recibir el fruto de la viña de su padre.

El dueño de la viña cree que respetarán a su hijo, pero, en lugar de

respetarlo, ¡lo matan! Naturalmente, el Hijo de esta parábola es

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Jesús, y esos líderes religiosos están tramando matarlo en ese mismo

momento.

Algunas de las palabras más duras habladas por Jesús se

encuentran en el final de este largo capítulo, cuando usa una

tremenda metáfora para aplicar esta parábola a los líderes religiosos

judíos. Él usa esa metáfora para informar debidamente al sistema

religioso judío que, dado que no están dando fruto del Reino, el

Reino les será quitado y será entregado a un pueblo que sí dará su

fruto.

Vemos cómo se cumple esto literalmente en el Libro de los

Hechos, cuando el pueblo elegido de Dios se convierte en la iglesia

(Hechos 10, 11). La metáfora que enseña esta parábola es que,

cuando el pueblo de Dios no cae sobre la roca del compromiso con

Cristo y se quebranta ante Él, su voluntad y su obra, esa Roca,

finalmente, cae sobre ellos y los pulveriza.

En la Biblia, la higuera es un símbolo de Israel. Cuando

relacionamos esta metáfora al final de este capítulo con la maldición

de la higuera, nos damos cuenta de que Jesús les está diciendo a los

líderes religiosos de Israel que su Padre Dios hace a través de Él lo

mismo que hizo con el pueblo hebreo en el desierto. Deberíamos

relacionar el tremendo capítulo 17 de Números con esta parábola que

nos mueve a la reflexión. Dios, con gran paciencia, había dado

evidencias de su amor a los hijos de Israel en el desierto, diez veces,

por medio de milagros. Después, declaró que perecerían en el

desierto, porque no querían creer e invadir Canaán para reclamar la

Tierra Prometida.

En cierto sentido, Jesús “despidió” a los líderes religiosos

cuando les quitó el Reino en aquel primer Domingo de Ramos. A lo

largo de la historia, esta parábola del Domingo de Ramos se ha

cumplido varias veces. Dios parece haber “mudado su oficina

central” de la iglesia, de una cierta parte del mundo que ya no

produce el fruto del Reino a una donde la iglesia sí produce fruto

para el Reino.

Cómo encarar las parábolas de Jesús

Hay cuarenta y siete parábolas en los tres Evangelios

sinópticos. Solo he seleccionado algunos ejemplos para presentarle

esta importante dimensión de la enseñanza de Jesús en el Evangelio

de Mateo. Lo animo a hacer un estudio especial, profundo, de las

parábolas de Jesús. Al hacerlo, quisiera sugerirle algunas ideas sobre

cómo encarar estas parábolas:

Recuerde que una parábola es una historia que un maestro

arroja junto a una verdad que quiere enseñar. Jesús fue el Maestro

absoluto de esta forma de enseñanza. Debemos buscar la verdad

central de cada parábola que Jesús enseñó, porque sus parábolas,

generalmente, son arrojadas junto a una verdad principal.

Cuando tratemos de interpretar las parábolas de Jesús, es muy

importante entender el contexto de cada una. Por lo tanto, cuando

usted estudie las parábolas de Jesús, siempre debe preguntarse: ¿Cuál

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Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo

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es el contexto en que fue dada esta parábola? ¿Dónde fue dada?

¿Cuándo fue dada? ¿Qué circunstancias, acciones o interacciones con

personas llevaron a que enseñara esta parábola? ¿A quién estaba

dirigida? En su opinión, ¿cuál era el objetivo de Jesús para enseñar

esta parábola? ¿Cuál es la verdad principal junto a la cual Jesús

arrojó esta historia? Si Jesús da una interpretación de la parábola,

acéptela. Si no, sea humilde en cuanto a su interpretación. Una

parábola puede tener una interpretación correcta, pero muchas

aplicaciones. Por lo tanto, siempre pregúntese: “¿Cómo quiere Dios

aplicar esto a mi vida, a mi familia, a mi iglesia?”.

Capítulo 11

Preciosas enseñanzas de Jesús en Mateo

Otra gran invitación

“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo

os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí,

que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para

vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo

11:28-30).

Como vimos al final del discurso más importante de Jesús, a

Él le gustaba llevar su enseñanza al punto del veredicto por medio de

una invitación. Esta es una de sus más grandes invitaciones. Está

dirigida a todos los que tienen cargas pesadas y están quedando

exhaustos de tanto trabajar para llevar sus pesadas cargas con sus

propias fuerzas. Las cargas se vuelven cada vez más grandes, y el

cansancio es intolerable. La invitación es ir a Cristo, ser aliviados de

esas pesadas cargas, hallar descanso para sus almas, y descubrir que

la vida puede ser fácil y las cargas pueden hacerse livianas.

Al principio parece que simplemente podemos ir, y Él nos

dará descanso de nuestras cargas. Pero, cuando estudiamos más de

cerca esta invitación, nos damos cuenta de que Él nos está invitando

a acercarnos para aprender. Nos invita a aprender sobre su carga, su

corazón, su yugo.

Ningún ser humano llevó jamás una carga más pesada que la

que Jesús llevó en este mundo. Pero aun así, lo escuchamos decir:

“Mi carga es ligera”. Si queremos encontrar descanso para nuestra

alma y alivio para nuestra carga, El que nos enseñó que los mansos

son bienaventurados nos invita a aprender sobre su manso y humilde

corazón.

Después, nos invita a aprender sobre su yugo. Nos invita a

aceptar las disciplinas espirituales de Jesucristo, y a unirnos a su

yugo como discípulos suyos. Una clave para comprender esta

invitación es estudiar qué quiere decir exactamente Cristo al

invitarnos a tomar su “yugo” sobre nuestra vida.

Un yugo no es una carga, sino una herramienta que hace

posible mover una carga pesada. Piense en un carro de bueyes con

una carga apilada sobre él. Después, imagine que quiere conseguir un

buey que mueva ese carro. Entonces se dará cuenta de cuál es el

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propósito de un yugo. Un buey no tiene la inteligencia ni la disciplina

para mover ese carro con la cabeza, pero puede ser uncido a un yugo

para tirar del carro. Un yugo es un instrumento que hace posible que

un buey realice la imposible tarea de mover un carro de bueyes.

De la misma manera, la enseñanza y las otras disciplinas

espirituales de Jesús son un “yugo” que nos permite mover las

grandes cargas de la vida. Eso es lo que Jesús quiso decir cuando nos

prometió que, al aceptar su yugo, nuestra vida será fácil y nuestra

carga, liviana, porque estaremos uncidos al yugo junto con Él.

Esta gran invitación es la invitación a acercarnos a Cristo. No

nos invita a ir a la iglesia, a un estudio bíblico, a un grupo de apoyo,

a una reunión o a otra de las muchas funciones de la iglesia que

supuestamente nos acercan a Cristo. La invitación es para acercarnos

a Cristo. Él nos invita a acercarnos y tener una relación con Él.

También nos invita a ver la vida como Él la ve. Si vemos la vida a

través de sus valores y sus disciplinas espirituales, Él nos promete

que encontraremos descanso para nuestra alma, alivio de nuestra

pesada carga, y una vida fácil y sin esfuerzo porque estaremos

uncidos al yugo de una relación con Él.

El Reino se convierte en iglesia (Mateo 16:13-23)

Este es un pasaje muy importante en los Evangelios, porque

es la primera vez que Jesús menciona la palabra “iglesia”. Él y Juan

el Bautista comenzaron sus ministerios públicos predicando la buena

noticia acerca del reino de Dios. En la cima de la montaña y en sus

parábolas, Jesús proclamó el Evangelio del reino de los cielos, es

decir, el reino de Dios. En esta ocasión, Jesús proclama que va a

edificar su iglesia, y que las puertas del infierno mismo no podrán

evitar que Él lo haga. También anuncia que va a edificar su iglesia

sobre el apóstol Pedro.

El contexto de este anuncio es que Jesús ha preguntado a sus

apóstoles: “¿Quién dicen ustedes que soy yo?”. Pedro responde: “¡Tú

eres el Cristo!”. Aunque esta confesión de Pedro es de suma

importancia, más importante aun es la respuesta de Jesús a ella. Si

parafraseamos de forma resumida esa respuesta, es como si Jesús

dijera: “Simón, tú no eres tan listo. Fue mi Padre quien te reveló esto.

Voy a construir mi iglesia sobre el milagro de que un hombre como

tú pueda decir algo tan maravilloso como eso, Pedro; de que personas

comunes hagan cosas extraordinarias porque en ellas habita el

Espíritu Santo. Los poderes del infierno no prevalecerán contra esa

iglesia, Pedro, porque el poder que estará dentro de mi iglesia y

detrás de ella será el Espíritu Santo”.

Aunque se trata de una expresión diferente, no debemos

considerarla como una contradicción. ¿Iba Jesús a edificar un reino o

una iglesia? No es una cosa o la otra, sino ambas. El Reino es una

expresión de la voluntad de Dios que se cumple en la tierra, así como

en el cielo. La iglesia será lo mismo cuando sea realmente su iglesia,

cumpliendo la voluntad de Dios en la tierra.

Este pasaje también es notable porque, cuando Jesús hace su

declaración de misión con respecto a su muerte en Jerusalén, ¡Pedro

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reprende a su Señor! Entonces, Jesús se vuelve a este mismo hombre,

que acaba de ser el vehículo a través del cual ha hablado Dios, y lo

llama “Satanás”. Jesús le informa a este mismo hombre que él está

interponiéndose en la voluntad de Dios, bloqueando la voluntad de

Dios, y no expresando la voluntad de Dios, sino la de Satanás.

Este increíble intercambio entre Pedro y Jesús obviamente

nos enseña que podemos ser un hombre o una mujer comunes a

través de los cuales se hagan cosas extraordinarias por causa del

Espíritu Santo. ¡Y también nos enseña precisamente lo contrario!

Podemos ser vehículos a través de los cuales se bloquee la voluntad

de Dios y se cumpla la voluntad de Satanás sobre la tierra. ¡Y estos

dos potenciales pueden expresarse a través de la misma persona en

cuestión de minutos!

¿Quién decimos nosotros que es Jesús?

Una historia dice que Jesús regresó en la mitad de la noche a

las puertas de un seminario teológico. Hizo sonar el timbre, y cuando

respondió el rector, Jesús le preguntó: “¿Quién dices tú que soy

Yo?”. El rector le dijo: “Bueno, pues eres la raíz esencial de nuestro

ser. ¡Eres el kerigma por el cual determinamos todas nuestras

relaciones interpersonales!”. Y Jesús le dijo: “¡¿Qué?!”. Es

vitalmente importante que tengamos la respuesta correcta a esta

pregunta que Jesús les hizo a los apóstoles. Necesitamos saber que

Jesús es el Cristo, el Mesías, el Redentor y Salvador del mundo

prometido.

La filosofía del liderazgo de Jesús (Mateo 23:1-12)

Este pasaje presenta la revolucionaria filosofía de Jesús sobre

el liderazgo. Esta enseñanza es muy similar a su enseñanza anterior,

cuando les dijo a todos que se sirvieran los unos a los otros como Él

los había servido (Mateo 20:20-28). Él les había mostrado y

enseñado esta misma verdad cuando les lavó los pies en el aposento

alto (Juan 13:1-17). Pero en esta ocasión, es aun más específico

cuando presenta la estructura de liderazgo de su Reino (la iglesia),

que está basada en el servicio y la humildad.

Si nos tomamos en serio la implementación de esta filosofía

de liderazgo en nuestras iglesias, en la actualidad, nos daremos

cuenta de que no hay nada en el mundo como una iglesia. Según esta

enseñanza, y la de Mateo 20, la iglesia debe ser una comunidad

espiritual única, donde no debe haber “abajo” y “arriba”, como hay

en el mundo.

Jesús cita tres prohibiciones específicas. Al presentar su

filosofía del liderazgo, usa a los escribas y fariseos para preparar a

los apóstoles para escuchar estas tres prohibiciones. Los escribas y

fariseos eran la antítesis de todo lo que Jesús creyó y enseñó en su

filosofía de liderazgo. Les encantaba hacer énfasis en “los de arriba”

y “los de abajo”, donde, por supuesto, ellos eran “los de arriba”, y los

demás, “los de abajo”. Les encantaba estar a la cabecera de la mesa

en los banquetes, y que los llamaran “Maestro”, “Rabí” y “Padre” en

los lugares públicos.

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Usando a estos líderes religiosos como trasfondo, Jesús

presenta tres prohibiciones para la estructura de liderazgo de su

iglesia. Les dice que no debemos permitir que nadie nos llame

“Rabí” (Maestro), porque tenemos un solo Rabí, que es el Cristo, y

todos nosotros estamos en un mismo nivel, como hermanos. En el

mismo contexto, Jesús nos dice que no debemos permitir que nadie

nos llame “Padre” o “Maestro”. Algunas traducciones interpretan

este “Maestro” como “líder”. El fundamento de esta instrucción es

que nuestro Padre es Dios, y nuestro Maestro o Líder es Cristo, y

todos estamos en un mismo nivel, como hermanos.

¿Cómo aplicamos esta filosofía del liderazgo de Jesús a la

estructura de liderazgo de nuestras iglesias en la actualidad? Es muy

difícil para mí comprender el énfasis que se hace en “los de arriba” y

“los de abajo” en algunas partes de la iglesia hoy. La fundamentación

secular para las “jerarquías”, con todos los atavíos y símbolos

externos de estatus que indican que una persona es mejor, o está por

encima, o tiene mayor valor que otra es tan notoria en algunos

segmentos de la iglesia institucional, en la actualidad, como en la

institución militar. Jesús enseña que la estructura de la iglesia debe

ser diferente (Mateo 23:11,12; Santiago 2:1-9).

El Discurso del Monte de los Olivos (Mateo 24, 25)

Este es el discurso de Jesús sobre su Segunda Venida y el fin

del mundo. Como su Discurso del Aposento Alto, comienza como un

diálogo, y probablemente hubo mucho diálogo mientras Él

pronunciaba este discurso. Él y los apóstoles estaban visitando el

Templo de Salomón, y los apóstoles hicieron algunos comentarios

sobre la magnificencia del templo. Jesús responde declarando que

llegará el tiempo en que no quedará piedra sobre piedra en ese gran

templo.

Entonces, los apóstoles hacen tres preguntas: “¿Cuándo serán

estas cosas? ¿Cuál será la señal de tu venida? ¿Cuál será la señal del

fin del mundo?”. Al estudiar este discurso de Jesús, tomaremos estas

tres preguntas y sus respuestas como bosquejo de este profundo

discurso.

La segunda venida de Cristo no es un hecho aislado, sino una

serie de muchos hechos. Como sucede con toda la profecía bíblica, el

desafío es separar un hecho que se profetizaba para el futuro

relativamente cercano de los hechos que se predicen para el futuro

distante. Cuarenta años después de pronunciado este discurso, los

romanos destruyeron completamente el templo. No quedó piedra

sobre piedra. Ese hecho cataclísmico es, sin duda, presentado en este

discurso.

“Estas cosas”, en la pregunta de los apóstoles y la respuesta

de Jesús, hace referencia a ese hecho. “Uno será tomado, y el otro

será dejado” se refiere al arrebatamiento de la iglesia que enseña el

apóstol Pablo (1 Tesalonicenses 4:13-17). La Gran Tribulación es

similar a los hechos descritos en el Libro del Apocalipsis, donde los

juicios de los sellos, trompetas y copas profetizan la gran tribulación

por venir (Apocalipsis 6-19).

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Los apóstoles pidieron la señal de estos tres hechos. Jesús

enseña que nadie sabe cuándo se producirán, pero, así como uno

puede ver las señales del mal tiempo que se aproxima, habrá señales

de su venida y del fin del mundo. Algunas de estas señales son:

guerras y rumores de guerras (nosotros llamamos “guerra fría” a los

rumores de guerras). Naciones y reinos que se levantan unos contra

otros. (Nosotros llamamos a estos conflictos “guerras mundiales”).

Hambrunas, terremotos, y apostasía también son mencionados como

señales. Por lo tanto, siempre tomamos estos tres hechos muy en

serio.

Jesús predice que su venida será espectacular, como un rayo

que cruza el cielo y que, aun con todas esas señales, será en el

momento en que nadie piense que Él vendrá. De todos modos, su

desafío es que estemos vigilantes y nos aseguremos de que, cuando

Él llegue, nos encuentre como siervos fieles.

Su aplicación de esta parábola se presenta en forma de tres

parábolas en el capítulo 25. La primera parábola deja en claro que su

venida será un juicio sobre toda lámpara vacía. El aceite, en la Biblia,

es símbolo del Espíritu Santo. Las vírgenes necias, que no tienen

aceite para sus lámparas, son la imagen de quienes estarán en la

iglesia, pero no serán personas espirituales cuando Él regrese. El

desafío de la primera parábola es que, cuando el Esposo (Jesús)

regrese, será demasiado tarde para ir a los que proveen el aceite (los

creyentes) para conseguir aceite para sus lámparas.

El significado de la segunda parábola es que su venida será

un juicio para todas las manos que estén vacías. Esta es la conocida

Parábola de los Talentos. A todos se nos hará la pregunta que Dios

una vez le hizo a Moisés: “¿Qué tienes en la mano?” (Éxodo 4:2).

Otros pasajes bíblicos nos dicen que el trono del juicio de Cristo

vendrá después de su Segunda Venida (1 Corintios 3:13-15; 2

Corintios 5:10). Esta parábola nos enseña a ser siervos que son fieles

administradores de lo que Dios les ha confiado.

La tercera parábola aplica este gran discurso enseñando que

su Segunda Venida será un juicio sobre todo corazón vacío: los que

no se preocuparon por los que tienen hambre y sed, por los que no

tienen ropa, o están enfermos, o están en la cárcel. Las personas que

Jesús llama “mis hermanos” que están sufriendo estas cosas podrían

ser sus discípulos que han sufrido estas necesidades mientras servían

en la gran misión que Cristo encomendó a su iglesia.

Capítulo 12

La crisis más grande de Jesucristo (Mateo 26-28)

Estos tres capítulos registran la muerte y resurrección de

Jesucristo al tiempo que ofrecen enseñanzas y ejemplos de Jesús muy

importantes. Es en este contexto que Jesús convierte la forma básica

judía de la Pascua en la forma básica de adoración de la iglesia, que

es llamada “Eucaristía”, “la Cena del Señor” o “Comunión”.

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También es en su mayor crisis que escuchamos a Jesús hacer una

oración en el huerto de Getsemaní que debería ser llamada “La

Oración del Señor”.

Después de su resurrección, Jesús da a los apóstoles, y a

muchos otros discípulos, su Gran Comisión. Por lo tanto, cuando lea

estos capítulos que relatan la mayor crisis que vivió Jesús, reflexione

profundamente sobre la forma básica de adoración de la iglesia, la

oración modelo de Jesús, y su Gran Comisión.

La Cena del Señor (Mateo 26:17-35)

Cuando un esposo y padre debe separarse de su familia por

un largo tiempo, suele sacarse una fotografía que luego entrega a su

familia. Esta fotografía es algo muy importante para la familia

mientras están separados. Cuando él regresa de su viaje y la familia

vuelve a tenerlo en su círculo de amor, ya no necesita esa fotografía.

En cierto sentido, esto es lo que hizo Jesús cuando instituyó

esta forma de adoración. Él sabía que se iba a ir por un largo tiempo.

Por eso, le dio a su iglesia una “fotografía” de sí mismo y nos dijo,

palabras más, palabras menos: “Mientras yo estoy fuera, quiero que

me recuerden mirando esta fotografía”. Cuando Él regrese, ya no

necesitaremos esa imagen, pero hasta que venga, es la forma que ha

elegido para que nosotros lo recordemos.

Cuando Jesús se reunió en ese aposento alto con sus

apóstoles, sabía que algunos de esos hombres iban a rememorarlo

con imágenes verbales al escribir sus cuatro Evangelios. De todas las

formas que sabía que lo iban a rememorar —resucitando muertos,

sanando a los enfermos, calmando la tormenta, amando al pecador,

enseñando y delegando en sus apóstoles—, Él les dio esta imagen y

básicamente dijo: “Esta es la forma en que quiero ser recordado.

Porque cuando coman este pan y beban esta copa, recordarán mi

muerte hasta que yo regrese” (Mateo 26:26-29; 1 Corintios 11:26).

La Cena del Señor es la “fotografía” que Jesús dio de sí mismo a la

iglesia, ¡y la única instrucción que dio a su iglesia sobre la

adoración!

La Oración del Señor (Mateo 26:38,39)

Esta es la oración que debería ser llamada “La Oración del

Señor” y debería ser considerada un modelo para todos nosotros. Las

palabras clave son “No sea como yo quiero, sino como tú”. Esta

misma verdad está en el centro mismo de la Oración del Discípulo.

Esta oración nos enseña, además, que orar es, fundamentalmente,

ordenar nuestra voluntad según la voluntad de Dios; experimentar la

presencia de Dios de forma que nos acomode a su voluntad y dé

como resultado que seamos llamados según sus propósitos (Romanos

8:26-28).

La primera parte de esta oración de Jesús también es

instructiva y ejemplar: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta

copa”. Como hijos de Dios, siempre tenemos el derecho de orar de

esta forma. Si a usted le dicen que usted o un ser amado tiene una

enfermedad maligna, es su derecho y su responsabilidad orar de esta

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Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo

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forma. En otras palabras, usted tiene derecho a orar por sanidad. Pero

para orar como Jesús oró en esta oración modelo, debe concluir su

oración diciendo, como lo expresa esta versión castellana: “No sea

como yo quiero, sino como tú”.

Muchas personas creen que es falta de fe terminar una

petición por sanidad diciendo: “Si es tu voluntad”. No puedo

entender cómo dicen eso, si el mismísimo Hijo de Dios oró de esa

manera en su más grande crisis. Si Él no hubiera orado como lo hizo

con respecto a la cruz, ¡no habría habido salvación para ninguno de

nosotros! Todos los que somos salvos estaremos eternamente

agradecidos porque, como resultado de esta oración modelo de Jesús,

la voluntad de Dios el Hijo se acomodó a la voluntad de Dios el

Padre, y el resultado fue nuestra salvación.

La muerte de Jesucristo (Mateo 27:11-34)

Cuando los primeros tres evangelios relatan la muerte misma

de Jesucristo, son muy elocuentes en lo que no dicen. No nos dan los

dolorosos detalles de la crucifixión. Describen ese horrible hecho con

solo dos palabras: “Lo crucificaron”. Aprenderemos más sobre el

significado de la muerte de Jesús si estudiamos estas palabras por

separado.

“¡Lo crucificaron!”

La crucifixión era una forma cruel, aunque bastante común,

de ejecución, utilizada por los romanos. Una víctima de una

crucifixión podía tardar hasta cinco días o una semana en morir. Un

ciudadano romano no podía ser crucificado, porque esa forma de la

pena capital era equivalente a una tortura. Se lo consideraba un

castigo inhumano, y dado que las víctimas eran crucificadas

desnudas, también era vergonzoso y humillante (Mateo 27:35;

Filipenses 2:8).

Bíblicamente hablando, lo importante acerca de la forma en

que Jesús murió es que cumplió las profecías. Isaías 53 y el Salmo 22

profetizan algunos detalles sobre la muerte de Jesucristo que se

cumplieron de forma muy precisa cuando Jesús fue crucificado. Pero,

según los pasajes mencionados anteriormente, y muchos otros, fue el

sufrimiento espiritual y la agonía o el dolor del alma de Cristo lo que

hizo posible nuestra salvación. Cuando Él se hizo pecado por

nosotros, gritó: “¡Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has

desamparado?!”. Según los profetas y apóstoles, cuando se produjo

este sufrimiento en el alma del Salvador, el castigo de nuestra paz

estaba siendo arrojado sobre Él. Fue en ese momento que logró

nuestra salvación. Por eso gritó: “¡Consumado es!” y “Padre, en tus

manos encomiendo mi espíritu” cuando su sufrimiento terminó y

selló nuestro perdón con su sangre (Isaías 53; 2 Corintios 5:21; 1

Pedro 2:21-25; Juan 19:30; Lucas 23:46). Esa es la significación del

hecho de que lo crucificaron.

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Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo

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“¡Lo crucificaron!”

Nos acercamos al verdadero significado de la muerte de

Cristo cuando ponemos el énfasis en esta primera palabra. Roma

crucificó a miles y miles de personas, que estuvieron en sus cruces

durante mucho más tiempo y sufrieron físicamente mucho más que

Jesús. Pero el trágico sufrimiento de esos miles de personas, aun de

aquellas que murieron por Cristo y por su fe en Él, no podría siquiera

comenzar a expiar los pecados del mundo.

Debemos hacer énfasis en que no fue meramente el hecho del

sufrimiento físico de Jesús lo que hace tan importante su muerte. En

un análisis final, lo que hace de la crucifixión de Cristo la base de

nuestra salvación es Quién sufrió en esa cruz.

Cuando murió en esa cruz, si no hubiera sido el Hijo de Dios

que moría allí, su muerte no habría tenido nada que ver con nuestros

pecados dos mil años después. Eso es lo importante del hecho de que

lo crucificaron a Él. (Mateo 27:22,23; 1 Corintios 1:23-2:2).

¿Quién lo crucificó?

Finalmente, planteamos una pregunta sobre la mayor crisis

que vivió Cristo. ¿Quién mató a Jesucristo? La primera respuesta a

esa pregunta es, generalmente, que lo mató Roma. Pero, aunque un

soldado romano fue el que empujó los clavos y clavó la lanza en el

costado de Jesús, si leemos el relato con atención, llegaremos a la

conclusión de que fueron los judíos quienes lo hicieron crucificar

(Mateo 27:25).

La respuesta bíblica a esa pregunta es que fue Dios quien

sacrificó a su Hijo por los pecados del mundo. Veamos algunos

ejemplos: En ese gran capítulo de la profecía mesiánica, Isaías 53,

leemos: “Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento”

(Isaías 53:10). El Nuevo Testamento lo expresa así: “Al que no

cometió pecado alguno, por nosotros Dios lo trató como pecador;

para que en él recibiéramos la justicia de Dios” (2 Corintios 5:21,

NVI).

Debemos recordar esto cuando estudiamos la pregunta de

quién crucificó a Cristo.

La resurrección de Jesús (Mateo 28:1-15)

La resurrección de Jesucristo puede probarse por el cambio

en sus apóstoles y discípulos. No debemos ser demasiado duros con

Pedro, porque, cuando Jesús fue arrestado, leemos que “todos los

discípulos, dejándole, huyeron” (Mateo 26:56). Cuando Jesús

enfrentó la crisis más grande de su vida, no tenía ni un solo seguidor.

¡La membresía de su iglesia, en ese momento, era cero!

¿Qué causó el gran cambio en su iglesia? Fue la resurrección

de Jesucristo. Esto fue, en parte, porque Él les había dicho, y lo

habían escuchado decir a otros, que iba a probar su deidad y validar

todas sus afirmaciones acerca de sí mismo después de haber sido

muerto, al resucitar. Leemos: “Por tanto, cuando resucitó de entre los

muertos, sus discípulos se acordaron que había dicho esto; y creyeron

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la Escritura [el Antiguo Testamento] y la palabra que Jesús había

dicho” (Juan 2:22)

En su gran sermón del día de Pentecostés, Pedro señala que

las Escrituras del Antiguo Testamento enseñaban tanto la muerte

como la resurrección de Jesucristo (Hechos 2:30-32; Salmo 16).

Pedro también deja en claro que todas las señales y prodigios del día

de Pentecostés eran obra del Cristo vivo y resucitado (Hechos 2:33).

Y es la resurrección de Jesús el Cristo la que prueba que su muerte

fue la expiación por nuestros pecados y brinda una esperanza eterna a

la iglesia hoy (1 Corintios 15).

La Gran Comisión (Mateo 28:18-20)

Como he dicho ya varias veces, la estrategia de Jesús era

alcanzar a todo el mundo por medio de sus apóstoles y discípulos.

Esto se ve muy claramente en la forma en que concluye el Evangelio

de Mateo. Jesús había delegado y supervisado la tarea de sus

aprendices apóstoles. Ahora les da su discurso de graduación de sus

tres años de seminario comisionándolos a hacer discípulos para Él de

toda criatura de toda nación del mundo.

La Gran Comisión tiene un mandamiento modificado por tres

proposiciones. El mandamiento es: “Haced discípulos”. Las

proposiciones son: ir, bautizar y enseñar. “Mientras van, mientras

bautizan, mientras enseñan, hagan discípulos”, sería una traducción

más ajustada de esta comisión. Nuestro objetivo cuando anunciamos

el Evangelio al mundo no es decirles: “Aquí le ofrecemos algo

gratuitamente. Usted crea, y recibirá la salvación; después, viva

como le parezca”. Nuestra comisión es hacer discípulos para

Jesucristo.

El Dr. Robert S. Glover, un extraordinario erudito en

misiones, dijo: “La Gran Comisión es como el ‘estatuto’ de la iglesia.

Como cualquier otra organización, la iglesia debe cumplir con las

disposiciones de su estatuto, o darse por terminada”.

Los eruditos nos dicen que hay quinientas enseñanzas de

Jesús en los cuatro Evangelios. Solo he repasado algunas de sus

enseñanzas en esta introducción a los Evangelios y breve panorama

de Mateo. Cuando examinamos la Gran Comisión con detalle,

descubrimos que hacer discípulos implica enseñarles a esos

discípulos todo lo que Jesús les enseñó a sus discípulos.

Cuando la iglesia se convirtió en el vehículo que no solo

hacía discípulos, sino enseñaba a esos discípulos, fue la Gran

Comisión la que dio a luz la iglesia. Esta misma Comisión hizo que

fuera necesario Pentecostés, porque el propósito de Pentecostés fue,

y es, dar poder a la iglesia para que cumpliera las disposiciones de su

estatuto. La iglesia es la única organización del mundo que existe

para beneficio de quienes no son miembros de ella.

En nuestro próximo fascículo, continuaremos estudiando los

Evangelios, y confío en que usted continuará estudiando estas

magníficas biografías de Jesús, el Cristo. Para concluir, quisiera

hacerle algunas preguntas: ¿Ha llegado usted a conocer a Jesús como

el Cristo, el Mesías prometido? ¿Ha confiado en la muerte de Jesús

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para el pago de sus pecados? ¿Ha tomado la decisión de ser un

discípulo, o seguidor, de Cristo? ¿Qué hará con lo que ha aprendido?

Mi oración es que el Instituto Bíblico del Aire continúe

ayudándolo a adentrarse en la Palabra de Dios, y que la Palabra de

Dios se adentre en usted.