Schmit Consenso y Negociacion

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Roberto Schmit RUINA Y RESURRECCIÓN EN TIEMPOS DE GUERRA SOCIEDAD, ECONOMÍA Y PODER EN EL ORIENTE ENTRERRIANO POSREVOLUCIONARIO, 1810-1852

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Historia Argentina

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  • Roberto Schmit

    RUINA Y RESURRECCIN EN TIEMPOS DE GUERRA

    SOCIEDAD, ECONOMA Y PODER EN EL ORIENTE ENTRERRIANO

    POSREVOLUCIONARIO, 1810-1852

  • Schmit, Roberto Ruina y resurreccin en tiempos de guerra: sociedad, economa y poder en el Oriente entrerriano posrevolucionario 1810-1852. -1 e d . -Buenos Aires: Prometeo Libros, 2004.

    296 p . ; 22x15 cm.

    ISBN 950-9217-84-0

    1. Historia Argentina. I. Ttulo CDD982

    De esta edicin, Prometeo Libros, 2004 Av. Corrientes 1916 (C1045AAO), Buenos Aires Tel.: (054-011) 4952-4486 / 8923 Fax: (054-011) 4953-1165 e-mail: [email protected] http: / /www.prometeolibros.com

    Imagen de tapa: Combate de Caballera, 1830 (detalle) de Carlos Morel Diseo de tapa: R &S

    ISBN 950-9217-84-0

    Hecho el depsito que marca la ley 11.723 Prohibida su reproduccin total o parcial Derechos reservados

  • Para el Nono Lorenzo Bernardoni y la Nona Rosa Cesaris, que abrieron surcos en las tierras fronterizas de la Pampa hmeda, recogieron sus frutos,

    construyeron sus casas y desde el llano vivieron la intuitiva utopa de formar parte de un pas ms digno y rico.

    Para los colonos Schmit por su intrincada odisea de recorrer las tierras y ros del litoral buscando un lugar para soar en el "nuevo mundo".

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    niveles de insercin en el comercio local, regional y de ultramar. Tam-bin analizamos que este comercio favoreca a un reducido grupo de mercaderes locales que en el perodo considerado se identific y co-nect con los agentes que operaron para el principal actor econmico y poltico de la regin, don Justo Jos de Urquiza.

    Este exitoso entramado de operaciones mercantiles fue, sin duda, una de las claves del xito empresarial y fiscal de los entrerrianos en esta primera mitad de la centuria, sobre todo en los momentos de blo-queo al puerto de Buenos Aires y en pleno contexto blico. El comercio fluvial gener nuevas alternativas para las distintas plazas mercanti-les, logrando tanto conexiones ultramarinas como el abastecimiento de una amplia regin del Alto del Uruguay (sur de Brasil, Corrientes y la Banda Oriental) en un escenario donde se combin hegemona mi-litar con el liderazgo en las transacciones mercantiles. Desde su domi-nio militar lograron controlar las vas de circulacin y manejar la in-formacin adecuada sobre la marcha en los mercados.

    Ambas instancias, guerra y comercio, fueron las dos caras de un mismo proceso. La llamada poltica de "puertos abiertos" fue una herramienta que privilegi el desarrollo y la consolidacin de los inte-reses de los comerciantes-productores locales, quienes en definitiva cimentaron el fortalecimiento econmico, poltico y militar del poder urquicista en la regin.

  • Captulo 6 Consenso y negociacin en torno al cotidiano servicio de la guerra

    Mi adorada compaera: Te escribo desde mi rancho, Que por defender la patria An estamos en el campo.

    Cuando me pongo a pensar Mirando mi malacara, Solo me queda exclamar Qu suerte triste y rara!

    Acompaamos a Urquiza Con constancia sin igual, Defendiendo la divisa De la causa federal.

    Algn da ha'e querer Dios Que volvamos a Entre Ros Para estar junto a vos Y con mis queridos hijos.

    Te encargo el lobuno viejo Y la yunta de bragados, Que no pierdo la esperanza De verlos bien apareados.1

    Luego de la Revolucin de 1810 el proceso de militarizacin y la disponibilidad de tropas de los poderes estatales emergentes, pri-mero de los gobiernos provisionales y ms tarde del mbito de los Estados provinciales, fueron cuestiones relevantes para la historia socioeconmica y poltico-estatal del vasto territorio rioplatense en la pr imera mitad del siglo XIX. Dichos problemas para los entrerrianos se relacionan con factores principales de su dinmica histrica local, pues las milicias y en menor medida el ejrcito de lnea fueron un instrumento central en la resolucin y el sosteni-

    Canto titulado "mi adorada compaera" o "carta de un soldado a su mujer", narracin oral tomada a principios del siglo XX en Larroque, provincia de Entre Ros. Recopilado por Olga Fernndez Latour: Cantares histricos de la tradicin Argentina. Instituto de Investigaciones Folklricas, Buenos Aires, 1960.

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    miento de la nueva soberana y de los poderes posrrevolucionarios. Tras la retroversin del antiguo poder monrquico al seno de los pueblos, primero representados en las ciudades y posteriormente en el Estado provincial, aquellas fuerzas fueron herramientas fundamentales para alcanzar dominio y administrar el territorio. Asimismo desde entonces el poder militar se transform en un elemento crucial que acompa la imposicin de los liderazgos polticos, muchas veces tras las luchas de los "caudillos", dentro del seno de la Confederacin Argentina.2 Pero por sobre todo, aquellas fuerzas fueron esenciales para sostener la expansin de la frontera territorial y la organizacin productiva de la provincia.3 De modo que la militarizacin entrerriana fue importante en la regulacin de las actividades sociales y laborales pues desde las milicias en muchas oportunidades se canaliz y reorganiz la mano de obra hacia la economa pecuaria, llegando en muchos casos a transformarse en una va de acceso a la tierra o a otros recursos productivos.4

    Entonces, no solo se deben tener en cuenta todos los planos o uni-versos en los que se involucraron las milicias y los servicios de "gue-rra", sino que tambin es fundamental entender con claridad que aquellos servicios prestados por las tropas no resultaron, como en general han planteado los estudios, una prctica manejada de forma unilateral por los gobernantes locales. Su puesta en marcha, en el contexto poscolonial, implico un nuevo tipo de intercambio entre los servicios y obligaciones prestados al Estado provincial y la adquisicin a cambio de ello de derechos o de recompensas para los

    2 Para el Ro de la Plata contamos con los trabajos de Tulio Halperin Donghi:

    "Militarizacin revolucionaria en Buenos Aires, 1806-1815", en: El Ocaso del orden colonial en Hispanoamrica. Sudamericana, Buenos Aires, 1978. Revolucin y guerra... op. cit. Jos Carlos Chiaramonte: Ciudades, provincias... op. cit.

    3 El caso de Buenos Aires se puede ver en Oreste Carlos Cansanello: "Las mili-

    cias rurales bonaerenses entre 1820 y 1830", en Cuadernos de Historia Regional n 19, Buenos Aires, 1996.

    4 Ricardo Salvatore: "Reclutamiento militar, disciplinamiento y proletarizacin en

    la era de Rosas", en: BIHAA n 5. Buenos Aires, 1992. Juan Carlos Garavaglia: "Paz, orden y trabajo en la campaa: la justicia rural y los juzgados de paz en Buenos Aires, 1830-1852", en: Poder, conflicto y relaciones sociales. El ro de la Plata, XVIII-XIX. Homo Sapiens, Rosario, 1999. J. Gelman y M. Schroeder: "Una com-pleja relacin: Rosas y los embargos a los propietarios unitarios de la campaa de Buenos Aires", en: XVII Jornadas de Historia Econmica. Tucumn, 2000.

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    hombres que los cumplieron.5 Por lo tanto aquellas complejas y cambiantes relaciones entabladas entre las autoridades y los habi-tantes fueron claves superlativas para garantizar el orden social luego de la Revolucin, ya que representaron el principal canal di-recto que permiti conectar al Estado con todos los habitantes. E incluso tambin desde esos mbitos se intent acercar a los hom-bres de "toda clase" con los imaginarios postulados por los sectores dirigentes, en un proceso de interaccin entre los notables y las ma-sas rurales, que intentaba gestar una identidad y una historia comn dentro de la "familia entrerriana".6

    Los habitantes rurales del Litoral rioplatense luego de la Revo-lucin debieron sostener variadas demandas ligadas a la expan-sin de la frontera productiva pero en un contexto pos-colonial de inestable constitucin estatal bajo la Confederacin de provincias y de permanentes conflictos blicos, que se desarrollaban dentro del propio territorio provincial. En ese marco siempre hubo una superposicin de roles que debieron cubrir los pobladores del mun-do rural, que como ya vimos iban desde: las demandas del "merca-do" de trabajo y de mercancas, la produccin domstica familiar, las tareas de control y vigilancia de la campaa, hasta el enrola-miento y los servicios de guerra prestados en las milicias. Resulta relevante el planteo de cmo pudieron o no conciliarse en aquellos aos intereses tan diversos y a veces incluso contradictorios, entre las lgicas de demanda de trabajo de los hacendados y sus cre-cientes relaciones con los mercados, de reproduccin econmica de los pastores-labradores y al mismo tiempo ser soportes de la consolidacin del monopolio del orden y el despliegue militar dentro de las oscilantes relaciones interprovinciales.

    En relacin con estas mltiples facetas analizaremos en este cap-tulo el peso y las prcticas de estos factores en la constitucin de la

    Oreste Carlos Cansanello: "De sbditos a ciudadanos. Los pobladores rurales bonaerenses entre el Antiguo Rgimen y la modernidad", en: BIHAA n 11. Buenos Aires, 1995. Oreste Carlos Cansanello: "Domiciliados y transentes..." op. ct. Expresiones de la cultura "federal" han sido estudiadas para el rosismo por Ricardo Salvatore: "Fiestas federales; representaciones de la repblica en el Buenos Aires rosista", en: Entrepasados n" 11, Buenos Aires, 1996. Ricardo Salvatore: "Expresiones federales: formas polticas del federalismo rosista", en: Goldman y Salvatore (comp.): Caudillos rioplatenses. Nuevas miradas a un viejo problema. Eudeba, Buenos Aires, 1998.

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    sociedad de frontera entrerriana de la primera mitad del siglo XIX. En primer lugar, describiremos las diferentes coyunturas blicas que sufri la provincia luego de la Revolucin. Luego abordaremos las caractersticas de los reclutamientos de la tropa, as como la relacin de "negociacin" del servicio militar que se estableci entre el Estado y los pobladores; finalmente veremos las diversas formas en que la militarizacin se vincul con las tareas rurales y el orden social de la campaa provincial.

    Los ciclos de guerras en el Oriente entrerriano

    Si en las provincias del Ro de la Plata durante la primera mitad del siglo XIX los enfrentamientos blicos, fruto primero de las guerras de independencia y despus de las llamadas "guerras civiles", fue-ron una caracterstica constante, podemos afirmar que en el Oriente entrerriano, lejos de ser momentos coyunturales, tuvieron un carcter permanente en la vida cotidiana de sus habitantes.

    Los enfrentamientos luego de la Revolucin en Entre Ros, durante la dcada de 1810, estuvieron relacionados inicialmente con la necesi-dad de fundar una nueva legitimidad que supliera a la soberana de la monarqua espaola. Pues al estallar esta vieja fuente de legitimidad sobre todo el territorio entrerriano emergi la disputa sobre distintas soberanas posibles, que herederas de los Cabildos coloniales se co-rrespondan con el mbito poltico de las ciudades y villas locales, al mismo tiempo que en Buenos Aires surgieron intentos de imponer gobiernos centralizados para todo el territorio del exvirreinato a tra-vs de sucesivas Juntas, Triunviratos y Directorios. Aquella primera disputa entre el gobierno central en Buenos Aires y el autogobierno de las villas se vincul con el problema de la indefinicin de la legitimi-dad de soberana y de representacin dentro del territorio rioplatense. El conflicto se centraba sobre quin tena derechos legtimos a gober-nar y en nombre de qu autoridad. Dentro de esta cuestin a nivel local gravitaba con fuerza la tendencia de la antigua tradicin de au-tonoma fundada en la legislacin indiana, por la cual los subditos americanos eran integrantes de los reinos de la corona espaola, y por lo tanto su vnculo se basaba en una relacin contractual, con dere-chos y deberes recprocos entre el rey y el reino. Pero impedida la monarqua de ejercer su dominio se interpretaba en los cabildos entrerrianos que la soberana deba volver a "los pueblos", es decir a las autoridades locales americanas. De ese modo luego de 1810

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    resurga la t radicin pactista, mediante la invocacin de la retroversin de la soberana a los pueblos en el Ro de la Plata.7

    Desde 1811, muchas de las principales ciudades del Ro de la Plata comenzaron a considerarse a s mismas como los nuevos mbitos de soberana de sus pueblos y tuvieron como desafo inmediato la necesi-dad de conciliar su poder y su representacin con los gobiernos provisorios centralistas surgidos en la antigua capital virreinal de Buenos Aires. La lucha entre las ciudades subalternas y las cabeceras coloniales por el dominio legitimo de la soberana y de la representa-cin, en el Litoral entr en crisis profunda desde 1815 y abri de all en ms un franco paso a las tendencias confederales.

    Ms tarde, a partir de 1820, tras la cada de los gobiernos que pre-tendan centralizar la soberana poltica de todo el antiguo espacio virreinal en Buenos Aires, surgi la conformacin de los Estados pro-vinciales. Desde entonces, y hasta mediados de siglo, se manifestaron dos tendencias en pugna; una en los intentos de confluir mediante un acuerdo de las provincias en un Estado unificado y la otra de afirma-cin de las soberanas independientes de las provincias. Pero en la prctica, hasta 1852 se mantuvo la hegemona y el imperio de los Estados provinciales, quienes establecieron una nueva legitimidad y legalidad e interactuaron desde entonces bajo un orden confederal de Estados provinciales. En cada territorio se suprimieron los Cabildos, y se incluy a las ciudades y a las zonas rurales bajo un mismo mbito poltico. Las provincias mediante nuevos sistemas electorales consti-tuyeron sus legtimos representantes, que actuaron como poder cole-giado dentro de una Legislatura provincial. Posteriormente desde el seno de aquella institucin se elega el poder ejecutivo, en la figura de un gobernador de la provincia. Pero a pesar de los pactos provincia-les, la convivencia dentro del seno de la confederacin, como veremos, fue muy conflictivo durante toda la primera mitad del siglo XIX.8

    7 En este sentido resultan muy significativos los aportes realizados por Jos

    Carlos Chiaramonte, en sus trabajos Ciudades, provincias, Estados:... op. cit. y "Fundamentos Iusnaturalistas de los movimientos de independencia", en: BIHAA n 22. Buenos Aires, 2001.

    8 Estudios fcticos sobre este proceso se pueden ver en: Filiberto Reula: Historia

    de Entre Ros... op. cit. Leoncio Gianello: Historia de Entre Ros 1520-1910. Minis-terio de Educacin de Entre Ros, Paran, 1951. Beatriz Bosch: Historia de Entre Ros. Plus Ultra, Buenos Aires, 1985. Beatriz Bosch: Urquiza. Gobernador de Entre Ros 1842-1852. Paran, 1940. Oscar Urquiza Almandoz: Historia de Concepcin del Uruguay... op. cit.

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    La dcada "revolucionaria": disputa entre los pueblos y la creacin de la Provincia

    Constituida la Junta de gobierno de Buenos Aires en mayo de 1810, los Cabildos del Oriente entrerriano adhirieron rpidamente a ella, y de inmediato designaron diputados de las villas para incorporarse a la Junta que gobernara en nombre del monarca espaol. Pero desde entonces se abri el enfrentamiento entre un grupo de partidarios de la Junta provisional de gobierno portea y otro que apoyaba a la Regencia. En Concepcin del Uruguay fue designado diputado el Dr. Jos Bonifacio Redruello, quien no solo no se incorpor a la Junta portea sino que se declar partidario de los espaoles, que desde Montevideo, resistieron la autoridad temporal que se haba pronunciado en Buenos Aires.

    Poco tiempo despus, en septiembre, las fuerzas navales espaolas al mando de Michelena bloquearon el ro Uruguay, y las autoridades de los Cabildos de las villas entrerrianas junto con las de Montevideo reconocieron de manera temporal la autoridad de la Junta de Regen-cia y se prepararon para luchar contra las autoridades de la Junta de Buenos Aires. Para entonces, los porteos ya haban decidido enviar un ejrcito al mando de Manuel Belgrano para hacer frente a la rebelda del Paraguay y a los realistas del Litoral. Estas tropas, integradas por gente de Buenos Aires y la caballera de la milicia patritica de Paran, luego de pasar por Santa Fe y Paran tomaron rumbo al Uruguay.

    Simultneamente a la reaccin militar de la Junta portea, las autoridades realistas de Concepcin del Uruguay se retiraron y el alcalde Jos Daz Vlez tom el mando militar, en lugar de Josef de Urquiza que no era afn a los patriotas. Esta nueva autoridad que simpatizaba con los patriotas, organiz de inmediato un regimiento de caballera en Arroyo de la China y otro en Gualeguaych para hacer frente a las fuerzas espaolas. Pero, a pesar de la oposicin local, Michelena con su flota naval se apoder de las villas entrerrianas, y oblig a rendir formal obediencia al bando realista, en tanto las fuerzas de Daz Velez se retiraron hacia Paran. Ante aquel avance realista las autoridades de Santa Fe y Paran solicita-ron un mayor auxilio a Buenos Aires para su defensa, para lo cual fueron reforzadas las fuerzas patriotas litoraleas con los Hsares al mando de Martn Rodrguez y un regimiento de castas al mando de Galan. En tanto en el interior de la campaa de Entre Ros los Comandantes Zapata, Samaniego y Taborda obligaron a los espao-les a permanecer dentro del mbito urbano de las villas.

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    En febrero de 1811 se incorporaron a las filas patriotas importantes lderes locales como Ramrez, Rondeau y Artigas; y un mes despus la Junta de Buenos Aires, para reforzar esas fuerzas revolucionarias, nombr a Artigas teniente coronel de Dragones dndole el mando sobre la Banda Oriental. Francisco Ramrez obtuvo el grado de te-niente coronel y segundo comandante de las fuerzas de la Banda Oriental. Mientras en el interior de Entre Ros, Zapata con sus "gau-chos", reconquistaba Gualeguay y tomaba la villa de Gualeguaych. Luego, estas mismas tropas con la ayuda de Artigas y Galan, mar-charon hacia Concepcin del Uruguay e ingresaron a la villa sin opo-sicin, terminando definitivamente con la breve etapa de ocupacin realista. Al mismo tiempo se levantaron varios pueblos de la Banda Oriental y poco despus en febrero de 1811 un centenar de patriotas proclam la cada del gobierno espaol, que se hizo efectiva luego del triunfo en el combate de Las Piedras y el posterior sitio a Montevideo.

    Artigas como jefe mximo de la zona haba logrado restablecer el poder en manos de las fuerzas patriotas, y entonces con una fuerte preocupacin por obtener adherentes expresaba: "Mi primera dili-gencia en esta, fue dirigir varias confidenciales a los Sugetos mas ca-racterizados de la campaa instruyndolos del verdadero y sano obje-to de la Excma. Junta, y del inters que toman sus sabias disposicio-nes, en mantener ilesos estos preciosos Dominios [...] y restablecer a los Pueblos la Tranquilidad usurpada, por los ambiciosos mando-nes...". Y segn su parecer, a pesar del desorden en que se encontra-ban los pueblos de ambas mrgenes del Uruguay, ya se detectaba "El patritico entusiasmo del Paysanage, es gral. actuando todos los que estn en el interior, que nos aproximemos, para trasladarse al Exto. a operar con nosotros".9

    Pero entonces, cuando los realistas parecan haber perdido su poder sobre el Litoral, ingresaron en el escenario los portugueses, que invadieron la Banda Oriental por Yaguarn, mientras otras par-tidas, a la orden de Mena Barreto, realizaban incursiones armadas en ambas costas del ro Uruguay. Frente a la nueva situacin y a la debilidad militar de la Junta patritica de Buenos Aires se firm en octubre el llamado "Armisticio de Montevideo", que acordaba la sa-lida de las tropas patriotas y portuguesas de toda la Banda Oriental y el reconocimiento del virrey espaol en los pueblos de Concepcin del Uruguay, Gualeguay y Gualeguaych. Este acuerdo reconocido

    9 Jos Artigas a la Junta de Gobierno de Buenos Aires. Campamento de Merce-des, 21-4-1811. AGN, sala X, 3-2-4, legajo 3.

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    por Buenos Aires provoc la reaccin inmediata de los partidarios patriotas de la zona, por lo cual Artigas procedi a abandonar la Banda Oriental, llevando tras de s a las tropas en un xodo masivo de la poblacin, que incluy una gran caravana de 15 mil personas, carretas y animales. Estos cruzaron el Uruguay y acamparon inicial-mente en Ayu, para luego movilizarse a lo largo de las costas entrerrianas.

    La llegada de los orientales a Entre Ros implic un desesperado y vasto movimiento de los pueblos de la campaa por lograr escapar temporalmente del poder y del saqueo de los portugueses. Artigas crea que ante esa situacin el "Arroyo de la China debe considerarse como un entrepuerta de consecuencia por todos los puntos que abrasa el ro: [por] la facilidad de fortificarle y sostenerle, y las dems ventajas que ofrecera..." Asimismo pensaba que la poblacin migrante dara a los entrerrianos "las utilidades que resultarn al estado de darle fo-mento rpido en su poblacin, artes, agricultura y comercio, cual ad-quirira sin duda con el establecimiento de este numeroso pueblo, me hacen creer que V. E. llebar a bien las ideas de estos vecinos, [inclu-yendo] la asignacin de tierras y provisin de instrumentos para su cultivo y para formacin de havitaciones...".10

    Pero los portugueses, a pesar del acuerdo firmado, no se retiraron de la Banda Oriental y la guerra se reanud de inmediato. Artigas establecido en Concepcin del Uruguay configur un nuevo plan mi-litar con un contingente de entrerrianos, correntinos y orientales y luego pas a la Banda Oriental. Su salida del territorio entrerriano trajo nueva incertidumbre y sobre todo mucha inseguridad para con-trolar la situacin militar que se viva en los campos. En ese contexto se produjeron en el Oriente entrerriano numerosos saqueos e incerti-dumbre extrema ya que "...un troso de gentes, que sin mas subordina-cin que su arbitrariedad, roban y talan quanto encuentran hostigan-do ya por medio de la seduccin y ya por la fuerza; al vecindario de esta jurisdiccin a hacer un total abandono de sus hogares, y a que sean cmplices de tantos crmenes. Estos crueles procedimientos tan ajenos de la nueva reconciliacin entre ambos Gobiernos nos tienen totalmente admirados por qu? Cul ha sido la Guerra por ms devastadora y sangrienta que fuese que no salva de su furor al otro sexo y al Inocente Infante? todas hasta ahora han respetado estos

    10 Jos Artigas a la Junta de Gobierno de Buenos Aires. Campamento de Merce-

    des, 21-4-1811. AGN, sala X, 3-2-4, legajo 3.

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    derechos como sagrados quedando reservados su violacin a esta reunin de fascinados".11

    Las autoridades de Buenos Aires nombraron a Sarratea a cargo de las tropas patriotas del Litoral que tambin se concentraron en Concepcin del Uruguay, marchando a fines de agosto hacia Monte-video. En octubre las fuerzas de Artigas y las porteas lograron derrotar a los espaoles en la batalla de Cerrito. Pero a pesar del nuevo triunfo patriota se abri una nueva lucha interna, pues en el Litoral todos reconocan como lder legtimo a Artigas y no a los porteos Sarratea o Rondeau. Entonces frente a las ambigedades de las autoridades de Buenos Aires, bajo el liderazgo de Artigas los patriotas del Litoral realizaron el Congreso de Tres Cruces, en el cual se establecieron varios criterios claves para la poca. Hubo acuerdo pleno sobre la afirmacin de la independencia absoluta de las colonias americanas, la constitucin de una republicana confederal, con absoluta autonoma provincial y una divisin en tres poderes de Estado. Asimismo se declar la formacin de la Provincia Oriental y la eleccin de una capital que no fuera Buenos Aires.

    Sin embargo, los lderes porteos no estaban dispuestos a perder su poder en el Litoral y para frenar estas iniciativas autonomistas confederales echaron mano a varias cuestiones. Por un lado, designa-ron por su cuenta un diputado para Entre Ros que no tena represen-tacin legitima; al mismo tiempo sumaron a la ciudad de Paran como su nueva aliada, dndole un nuevo rol poltico, pues por convenien-cia poltica la designaron como villa y la dotaron de un Cabildo. Paran dejaba de depender de Santa Fe y pasaba a ser aliada de Buenos Aires. Asimismo, enviaron a sus fuerzas militares, al mando de La Quinta-na, para hostigar todo lo posible a los lderes confederales que tenan sus adherentes principales en la zona de Concepcin del Uruguay.

    En enero de 1814 Artigas se retir del sitio de Montevideo rumbo a Beln rompiendo las relaciones con Buenos Aires. Desde entonces el lder oriental y Ramrez lucharn contra el Directorio porteo, que actuaba en la zona a travs de las tropas reunidas por de La Quintana, Hollberg y Prez Planes. Los orientales y los entrerrianos contaban con su ejrcito principalmente en la campaa de la Banda Oriental, con Rivera en las afueras de Montevideo y con Ramrez y Here en el territorio del Oriente entrerriano. Para entonces Artigas cre la Liga

    11 El Cabildo de Concepcin del Uruguay a Jos Artigas, 22-12-1811. AGN, Montevideo Adquisicin Pardo, caja 1 541, carpeta 3.

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    de los Pueblos Libres, y manifestaba abiertamente: "Yo lo nico que hago es auxiliarlos como amigos y hermanos, pero ellos solos son los que tienen el derecho de darse la forma que gusten y organizase como les agrade y bajo su establecimiento formalizarn a consecuencia su preciosa Liga entre s mismos y con nosotros, declarndome yo su protector...".12

    Frente a los sucesos desencadenados en abril de 1814 el gobierno porteo cambi su estrategia militar y ces su persecucin sobre Artigas y los lderes del Litoral, mostrndose entonces dispuesto a reconocer la autonoma de Entre Ros, Corrientes y la Banda Oriental. Un poco mas tarde, el 10 de septiembre design territorio provincial a Entre Ros, fij su capital en Concepcin del Uruguay y qued a cargo de un teniente gobernador nombrado por el Directorio. Una vez creada la provincia se acentu la lucha al interior entrerriano entre las ciudades y villas que pretendan mantener la autonoma del gobierno local y no aceptaban la presencia de una autoridad poltica nombrada por Bue-nos Aires. Los orientales mandaron una divisin a cargo de Basualdo, que se reuni con las tropas entrerrianas con la finalidad de expulsar definitivamente del territorio provincial a todas las tropas porteas. En principio las partidas militares porteas de Viamonte derrotaron la resistencia local, pero debido a la situacin general de la guerra y las propias necesidades militares de la ciudad-puerto las mismas re-cibieron rdenes de retirarse de Entre Ros. Aquella situacin permiti que en 1815 Artigas quedara nuevamente al mando, junto con las autoridades designadas por los Cabildos de cada villa, Here en Paran, Verdm en Concepcin, Samaniego en Gualeguaych y Co-rrea en Gualeguay.

    Con los territorios libres del poder poltico de Buenos Aires, los pueblos de la Liga artiguista se volvieron a reunir en junio de 1815 en Concepcin del Uruguay, dando inicio al Congreso del "Oriente", con Artigas y los diputados doctores Jos A. Cabrera por Crdoba, Pascual Daz Andino por Santa Fe, Jos Garca de Cossio por Entre Ros y Miguel A. Barreiro por la Banda Oriental. Pero las negociaciones de estos diputados con Buenos Aires fracasaron, por lo cual las fuerzas directoriales volvieron a la carga sobre el Litoral y se apoderaron tran-sitoriamente de Santa Fe, que fue recuperada por las tropas de Estanislao Lpez y Mariano Vera.

    12 Artigas al Cabildo de Corrientes, 29-5-1814, Feliberto Reula: Historia de Entre

    Ros... op. ct. p. 131.

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    En 1816, mientras sesionaba el Congreso de Tucumn y se declara-ba finalmente la independencia de todos los antiguos territorios virreinales rioplatenses de Espaa, el gobierno directorial y los lde-res confederales del Litoral continuaban enfrentados. Al mismo tiempo en la Banda Oriental los portugueses emprendan una nueva avanzada militar que, a pesar de la oposicin de Artigas, lleg hasta Montevideo. En esta lucha tambin se involucraron los entrerrianos, primero a travs de una divisin mandada por Verdm, como co-mandante de Concepcin del Uruguay, que fue derrotada en Ybiraoca, por lo cual ms tarde Francisco Ramrez se vio obligado a organizar mayores reservas militares para apoyar a los orientales y custodiar la costa del Uruguay, desde Mandisov hasta Gualeguaych. A partir de entonces los entrerrianos debieron enfrentar dos frentes de guerra simultneos, uno contra las fuerzas del Directorio de Buenos Aires y otro contra los portugueses. Entre 1818 y 1819 las fuerzas de Ramrez lucharon contra Balearse en las cercanas de Paran y ms tarde contra los portugueses que atacaron por la zona del Perucho Verna, y llegaron a Concepcin, donde saquearon parte de la villa, y se llevaron un gran nmero de las caballadas entrerrianas hacia Paysand.

    Finalmente decretada la independencia, reunido el Congreso Cons-tituyente y redactada la Constitucin unitaria de 1819, los lderes confederales Ramrez y Lpez dieron un ultimtum a Buenos Aires para que respetara sus aspiraciones de igualdad poltica y autonoma de los pueblos del Litoral. Pero ante el evidente fracaso de sus aspira-ciones, en febrero de 1820, las fuerzas litoraleas combinadas enfren-taron una vez ms a las porteas en la batalla de Cepeda, donde obtu-vieron un amplio triunfo, que abri un nuevo tipo de acuerdo. Tras la firma del Tratado del Pilar se reconoci finalmente una efectiva auto-noma a las provincias. Vemos entonces que, si bien luego de Cepeda se cerraba una cuestin vital que llev diez aos de luchas, sobre el alcance de la soberana de Buenos Aires al interior del espacio riopla-tense, tambin fue el origen de nuevas disputas internas en el Litoral. Ramrez, que hasta entonces solo era comandante general del ejrcito mandado por Artigas, ahora haba firmado el tratado del Pilar como Gobernador de Entre Ros sin ninguna subordinacin a Artigas. Des-de entonces el lder entrerriano ya haba obtenido de facto un nuevo rango de poder, mientras que Artigas era completamente derrotado en Tacuaremb por los portugueses.

    Aquella situacin alter las relaciones de poder dentro del Litoral, pues Ramrez ya no estaba dispuesto a tolerar la autoridad del lder oriental, y le planteaba abiertamente que: "En V.E. Est que lleguen

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    las cosas a un formal rompimiento. Abandone una provincia que no lo llama, no lo quiere, ni lo recibir sino como un americano, que busca refugio, sujetndolo a las leyes y gobierno que tiene. Conozca el poder del tiempo y las circunstancias y resuelvese sin tardanza, en caso contrario hago a V.E. responsable de los males que sobrevengan, por querer abusar de una facultad, que se ha arrebatado sobre cinco aos, contra la voluntad de los pueblos".13 Como desafo a la nueva autori-dad entrerriana, Artigas -con 1500 indios misioneros- ingres al te-rritorio provincial apoderndose transitoriamente de Concepcin del Uruguay. Pero el conflicto desemboc en enfrentamientos sucesivos entre Ramrez y Artigas, que durante el mes de junio de 1820, se desa-rrollaron en el arroyo Las Guyachas cerca del ro Gualeguay, en las Tunas, en Sauce de Luna, en Mocoret y en valos, desde donde el lder oriental debi finalmente huir hacia el Paraguay.

    En septiembre de 1820 Ramrez, luego de la saga de guerras y xitos militares, hizo realidad un nuevo dominio estatal al crear la "Repblica de Entre Ros", que uni transitoriamente bajo un mismo gobierno a los territorios de las provincias de Entre Ros, Corrientes y de las Misiones. Pero la vida efmera de esta Repblica y su gobier-no solo alcanzara un ao, pues al rechazar Ramrez el llamado a un nuevo Congreso y al pretender la formacin de una confederacin con poder propio se enfrent con las fuerzas conjuntas de Buenos Aires y de Santa Fe. Finalmente las tropas de Estanislao Lpez derrotaron y dieron muerte a Ramrez a fines de 1821.

    La bsqueda del consenso provincial

    Derrotado Ramrez y desarticulado el macroproyecto "Repblica de Entre Ros", se reasumi la soberana del Estado provincial "aut-nomo", pero dentro un contexto en que las provincias an con entu-siasmo debatan mediante congresos constituyentes la formacin de un Estado unificado. Desde 1822 se abri un nuevo perodo poltico-estatal que inicialmente estuvo signado por la imposicin de goberna-dores adictos solamente a los intereses de los grupos polticos de Paran, que eran afines a los intereses santafesinos y porteos, y estu-vieron enfrentados durante toda la dcada de 1820 a los dirigentes del Oriente entrerriano.

    13 Francisco Ramrez a Artigas, 25-4-1820. Reula Feliberto: Historia de Entre Ros... op. cit. pp. 152-53.

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    Desde la asuncin al gobierno de Lucio Mansilla y hasta el trmino del mandato de su sucesor Juan Len Sola, a fines de 1825, hubo en la provincia una relativa tranquilidad poltica, fruto de la hegemona transitoria impuesta bajo la tutela de los gobiernos provinciales veci-nos. Pero en la circunstancial calma de aquellos aos, segua latiendo detrs del gobierno provincial la dificultad de consolidar una legiti-midad poltica que tuviera pleno aval de todos los diputados de los pueblos que integraban la Legislatura provincial. Luego de disuel-tos los Cabildos, todava no se haba alcanzado en las negociaciones polticas locales un consenso estable entre todos los notables de ambas riberas de la provincia. Se mantena viva una fuerte rivali-dad entre los intereses de los pueblos de la costa del Uruguay y los gobiernos ungidos en el Paran.

    En aquellos aos, fue tal el malestar que afect a los lderes del Uruguay que resolvieron en septiembre de 1825 quitarle el poder a su representante, el diputado Anselmo Jurado, ante el Congreso Provin-cial, a causa de no defender adecuadamente los intereses del "pueblo uruguayense" que lo haba designado.14 Unos meses despus, en di-ciembre, aquel descontento llegara a su mxima expresin durante la eleccin de un nuevo gobernador. El resultado de la votacin de los diputados provinciales haba dado el triunfo al lder oriental Ricardo Lpez Jordn, por un ajustado margen de tres votos contra dos. Pero esta eleccin fue anulada por la misma Legislatura unos das des-pus, tomando como argumento institucional un artilugio poltico, que era "el peligro y descontento que representaba un gobernador procedente del bando uruguayense". A partir de ese momento volvie-ron a darse en la provincia enfrentamientos violentos entre los bandos polticos del Uruguay y del Paran.

    Se abri en la provincia un largo perodo de inestabilidad poltica caracterizado por la falta de consenso interno de los sucesivos gober-nantes. Sin duda all persista una vieja discordia no resuelta acerca de la antigua autonoma de los Pueblos, que no se haba podido equi-librar con la creacin de las nuevas instituciones provinciales y que se tradujo durante la dcada de 1820 en una prdida efectiva de poder de los grupos locales del Uruguay. Entonces la realidad de fuerzas marca-ba que el gobierno provincial no contaba con el acuerdo y el consenso

    14 Peticin de los vecinos del Uruguay sobre la separacin del Diputado Jurado.

    13-9-1825. Recopilacin de Leyes y Decretos de la Provincia de Entre Ros, Concep-cin del Uruguay, Imprenta La Voz del Pueblo, 1875. (en adelante: RLDER) tomo II, pp. 52.

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    poltico necesario para negociar con los restantes pueblos; en Paran estaban ms pendientes de la injerencia santafesina y bonaerense, que de los reclamos internos. No solo haba un problema de equilibrio interno, sino tambin otro entre las provincias rioplatenses que se debatan entre las tendencias autonomistas provinciales y la pre-sencia de un Congreso Constituyente que al mismo tiempo preten-da consolidar un acuerdo interprovincial, para dictar una Consti-tucin y proclamar una soberana nica. En medio de estas dos circunstancias y escenarios, los gobernantes entrerrianos de esos aos fueron considerados "proporteos", pues sostuvieron con Buenos Aires una estrecha colaboracin militar, un fuerte endeudamiento financiero y la libre circulacin de su "papel moneda". Pero sobre todo, como decamos, tenan un trato poltico que no responda a las discrepancias internas de los Pueblos, que haban conformado el Estado provincial entrerriano.

    Entonces los enfrentamientos militares fueron una constante, la nica manera concreta de imponer o sostener la autoridad dentro de la provincia. Pero esa poltica unilateral y el uso de la fuerza ya mos-traban evidencias slidas de que los lderes de la costa del Uruguay y sus milicias siempre iban a resultar un escollo insalvable para dar estabilidad a los gobiernos de turno en Paran. Esa continua amena-za militar llev incluso al presidente de la Legislatura, el presbtero Francisco lvarez a llamar a la resistencia civil ya que "...no es la Provincia un ejrcito en que todo su deber es obedecer y donde es un crimen examinar lo que se ordena. Los ciudadanos tienen derechos por los que pueden reclamar, y que a sus autoridades respectivas toca proteger..." A esta situacin se sumaba otra advertencia sobre el man-do militar y las influencias extraprovinciales, ya que la presencia de jefes militares impuestos desde fuera de la provincia, agudizaba la falta de responsabilidad cvica, pues no fomentaba la comunin entre los individuos de la provincia y los jefes militares, y entonces "un general peregrino [...] formar un cmulo de males, que llenen de aflic-cin a la provincia, comprometiendo sus autoridades...".15

    Como sealamos, los enfrentamientos armados se haban iniciado en diciembre de 1825 con la eleccin a gobernador del comandante general y lder del Uruguay, Ricardo Lpez Jordn. Pero aquella vota-cin fue rpidamente revisada y anulada, gracias a un pedido de los

    15 Comunicacin del presbtero lvarez, Legislatura de la provincia de Entre

    Ros, 27-1-1826. RLDER, t. II. pp. 120-122.

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    "vecinos" de Paran y a la presin poltica de Santa Fe. En una expo-sicin ante la Legislatura Provincial los seores Dr. Juan R Segu y Celedonio del Castillo, como apoderados del Pueblo con un acta fir-mada por 155 vecinos y los Alcaldes de cuarteles de Paran, logra-ron la anulacin de la votacin en pos de conciliar el "orden pblico" y la conveniencia comn que haba propuesto la "respetabilidad del Pueblo en masa".

    Frente a las maniobras de los grupos de Paran el gobierno recay nuevamente en Len Sola, quien soport de inmediato una rebelin de Lpez Jordn, y renunci a la gobernacin. A partir de abril de 1826 se inaugura un perodo en el cual nunca se alcanzo el consenso de los principales grupos locales para la constitucin de los gobiernos; se sucedieron fugaces gobernadores provisorios encabezados general-mente por los comandantes generales del Primer Departamento Prin-cipal de Paran, que en base al manejo de las fuerzas del ejrcito de lnea y de las milicias pretendieron llegar a sostenerse en el cargo. As, gobern Vicente Zapata entre 1826 y 1827, pero debi renunciar en enero de 1827 ante una nueva la rebelin, esta vez encabezada por Toms Cceres.

    Tras la renuncia de Zapata fue elegido Mateo Garca de Zuiga, quien en primera instancia no acept el cargo afirmando que "Si el Pas marchara por el sendero de las Leyes conservase como es consiguiente la paz interior, parecera menos escabroso el ocupar tan eminente pues-to; pero cuando las opiniones estn tan divididas, las pasiones tan exaltadas, holladas las leyes, y finalmente, cuando los funestos snto-mas de la anarqua aparecen por todas partes, cmo quiere V.H. que el infrascripto [...] admita sobre si todo el peso y responsabilidad de salvar a la Provincia del torrente de males que de cerca le amenazan?".16

    En medio de bandos y hostilidades internas de la provincia, la gue-rra con el Brasil provoc nuevas acciones militares a cargo de fuerzas locales y del llamado ejrcito "nacional", que introdujeron nuevas tensiones con los militares forneos por el reforzamiento de la adhe-sin proportea del gobierno de Paran. Entonces, la reaccin de los pueblos del Uruguay fue de un nuevo desaliento ya que la "...Provin-cia corri con la mayor resolucin de reforzar la lnea del Uruguay y aun pas ms all con sus auxilios; ms estos habitantes fueron des-preciados de un modo degradante. Esto ha producido la excorporacin

    16 Comunicacin de Mateo de Zuiga a la Legislatura. 14-2-1827. RLDER, t. II,

    pp. 223-225.

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    y el resabio, por lo cual era necesario elegir un medio que, desvane-ciendo la sospecha y calmado la irritacin, encaminase a todos a llenar un deber...".I7

    Finalmente Garca de Zuiga acept el cargo de gobernador a fines de enero de 1827, pero unos meses despus, en septiembre fue derrocado por un levantamiento encabezado por Blas Martnez. Nue-vamente emergieron por unos meses gobernadores provisorios, pri-mero fue el comandante Zapata, y luego Sola, quien no soport una nueva rebelin militar de Cceres y Santa Mara, fue destituido y reelegido provisoriamente Zapata. Tras unos pocos meses, Sola re-cuper el gobierno que mantuvo hasta 1829.

    Posteriormente fue elegido gobernador Juan Pablo Segu, quien re-nunci a los pocos das, en su lugar fue reelecto L. Sola que gobern hasta 1830, cuando enfrent una nueva revuelta encabezada por Lopz Jordn y los hermanos Cipriano y Justo Jos de Urquiza, por lo cual abandon el gobierno. Para entonces, los lderes del Uruguay haban avanzado con sus tropas hacia el Paran haciendo saber nuevamente a la Legislatura "...que no pudiendo por ms tiempo tolerar las agre-siones hechas a las leyes de la Provincia, la arbitrariedad del fondo pblico y la misma seguridad individual de los ciudadanos honro-sos, reclaman altamente que V.H. como primer magistrado, como pa-dres de la Patria, ... reciban nuestros reclamos".18 Desde entonces, gobern provisor iamente por un mes el comandante Pedro Barrenechea, y ms tarde result electo nuevamente Lpez Jordn quien de inmediato nombr ministro de Gobierno a Cipriano de Urquiza, secretario de Gobierno a Justo J. de Urquiza y comandante general del primer Departamento Principal de Paran al comandante Pedro Espino. Pero cuando el nuevo Gobernador sali a la campaa para poner orden y recibir adhesiones. La Sala en complicidad con Espino anul su eleccin y lo destituy. Buena parte de los lderes del Uruguay pasaron a ser considerados "revolucionarios" y a estar fuera de la ley. Entre 1830 y 1831 gobernaron como interinos los comandantes Pedro Barrenechea, Pedro Espino y como gobernador suplente el presidente de la Legislatura Toribio Ortiz.

    17 Comunicacin de Sala de Representantes al Gobierno, 17-12-1826. RLDER, t.

    II, pp. 206-208. 16

    Representacin de algunos jefes a la Legislatura pidiendo la destitucin del gobernador Len Sola. Firmado por Ricardo Lpez Jordn, Felipe Rodrguez, Justo J. de Urquiza, Pedro Espino, Miguel Acevedo y Pedro Alzamendi. RLDER, t. II. pp. 192-193.

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    En 1832 los enfrentamientos internos en la Provincia comenzaron a resolverse cuando lleg al poder Pascual Echage, quien logr go-bernar por cuatro perodos, hasta 1841. Mltiples factores ayudan a entender la longevidad de este liderazgo poltico que puso en marcha un nuevo tipo de arreglo y equilibrio entre los lderes entrerrianos. Echage tom un poco ms de distancia de Santa Fe y sobre todo de Buenos Aires, quedando lejana la posibilidad de un arreglo de carc-ter "nacional", pues tras la firma del Pacto Federal no emergi en el horizonte ninguna nueva coyuntura de debate constitucional que pu-siera en juego las autonomas provinciales.

    Al mismo tiempo Echage aminor sustancialmente la tutela fi-nanciera y militar portea, con una poltica financiera ms equilibra-da y acorde con los recursos genuinos internos. Otorg mayor autono-ma y poder dentro de los elencos de la administracin a los lderes del Uruguay quienes tuvieron desde entonces un nuevo referente en la figura emergente de Justo Jos de Urquiza, quien inici su larga trayec-toria como comandante general del segundo Departamento Principal del Uruguay, desde donde actu como "apoyo" del gobernador, ma-nejando los resortes militares y polticos locales. El cambio no alcanz solo el campo de la arena poltica, pues a la vez el gobierno provincial benefici a travs de sus medidas al comercio del Alto del Uruguay, con la fundacin de Concordia y su habilitacin como puerto de im-portacin y exportacin, dando un apoyo fundamental para los nego-cios y expansin de la zona. Asimismo, permiti la instalacin de la industria del saladero, que en poco ms de una dcada se convirti en un ramo importante para los "empresarios" uruguayenses.

    Logrado el consenso interno en el gobierno provincial, los ciclos de administracin poltica de la primera mitad del siglo XIX se completa-ron con los sucesivos perodos de gobierno de Justo J. de Urquiza, que se iniciaron en 1842 y concluyeron en 1854. Se cerr as un ciclo en el cual los lderes del Uruguay pasaron de ser, a inicios de la dcada de 1820, los rivales polticos del grupo hegemnico del Paran a ser los nuevos mandatarios del Estado provincial.

    Las guerras del Federalismo rioplatense

    Si desde la dcada de 1830 comenz a saldarse en Entre Ros un ciclo de permanentes enfrentamientos internos, desde entonces se abri un nuevo y ms complejo espacio de conflictos, que result de las luchas interprovinciales de los "federales" contra los "unitarios". Los gobiernos de Echage y Urquiza mantuvieron su alianza militar con

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    los federales porteos hasta 1851, cuando se produjo el Pronuncia-miento contra Rosas y la posterior campaa del Ejrcito Grande y la batalla de Caseros. En esta nueva etapa las luchas y alianzas fueron mas amplias y difciles, pues se libraron a una escala mayor y contra importantes contingentes militares. Muchos de esos combates se dieron en el propio territorio del Oriente entrerriano y demandaron un enorme esfuerzo de hombres y recursos, afectando sensiblemente la vida cotidiana de las poblaciones.

    En este nuevo ciclo los momentos blicos cruciales estuvieron signados por sucesivos reclutamientos y movilizaciones de las tropas del Oriente entrerriano, que comenzaron a fines de la dcada de 1830 y llegaron hasta 1854. El primer perodo de campaas termin con el xito de la batalla de Pago Largo, en el lmite con la provincia de Corrientes, contra los tropas de Bern de Astrada en enero de 1839. Ms tarde se realiz la marcha a la Banda Oriental y el encuentro de Cagancha, contra el ejrcito de Rivera en diciembre de 1839, tras lo cual Juan Lavalle invadi la provincia desde Gualeguaych. Luego de un breve repliegue de tropas, los entrerrianos se recuperaron con los triunfos de las batallas de Don Cristbal y Sauce Grande en territo-rio entrerriano durante abril y julio de 1840.

    El movimiento de las tropas continu en 1841 cuando Echage organiz una nueva campaa a Corrientes y fue derrotado en el mes de noviembre en Caaguaz por las fuerzas al mando de Jos M. Paz. Entonces los soldados de Paz, aliado a Ferr y Rivera, ocuparon Entre Ros y Urquiza debi retirarse con sus tropas, unos 500 soldados, hasta San Nicols. Para diciembre ya estaba de regreso para enfrentar y derrotar a Rivera en la batalla de Arroyo Grande, en las cercanas de Concordia. De inmediato parti a Corrientes y a inicios del ao si-guiente firm un tratado de paz con el gobierno de esa provincia.

    Desde febrero de 1843 Urquiza emprendi una nueva campaa a la Banda Oriental para desalojar del poder a Rivera y apoyar a Oribe, y en marzo de 1845 derrot al jefe oriental en la batalla de India Muerta. Para entonces, los correntinos volvieron a organizar su ejrcito con Madariaga y Paz y se aliaron con Paraguay. Urquiza se dirigi a Co-rrientes con sus tropas, enfrent una vez ms a los unitarios tomando prisionero a Juan Madariaga, lo que llev a los correntinos a firmar el tratado de Alcarz en agosto de 1846. Pero el acuerdo alcanzado con la provincia vecina no fue respetado y se abri una compleja ofensiva de Urquiza sobre tierras correntinas, logrando en enero y febrero de 1846 los triunfos en Osamentas y Laguna Limpia. Las fuerzas de Paz retrocedieron hasta refugiarse en el territorio inexpugnable de

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    la frontera paraguaya-correntina de Ibajay, recin entonces las tropas entrerrianas se retiraron hacia su provincia. Ms tarde, en noviembre de 1847, las tropas de Urquiza derrotaron definitiva-mente a las correntinas en la batalla del Potrero de Vences, y se cerr as el largo ciclo de guerras permanentes.

    Luego de tres aos de relativa tranquilidad, el 1 de mayo de 1851 Urquiza dio a conocer su "pronunciamiento" contra Rosas, quitndo-le la representacin exterior de la provincia. Unos das despus se firm un tratado con Brasil y la Banda Oriental, y junto con los correntinos llegaron a un acuerdo con Oribe. El 21 de noviembre de 1851 se alcanz el acuerdo de cooperacin militar para derrocar a Rosas, en el que se aliaron Entre Ros, Corrientes, Brasil y la Banda Oriental. Entonces, comenz el gran esfuerzo de agrupar al Ejrcito Grande, en Punta Gorda (Diamante), con 28 mil hombres y 55 mil caballos. Este ejrcito march hacia Buenos Aires, y en febrero de 1852, enfrent y derrot a las tropas de Rosas en la batalla de Caseros.

    De la apretada y muy descriptiva sntesis de los conflictos polticos y militares expuestos es posible percibir claramente los permanentes desafos y la necesidad de hombres para las contiendas que enfrenta-ron los lderes del Oriente entrerriano. A mediados del siglo XIX, luego de aquella extensa saga de batallas y a pesar de los esfuerzos, Entre Ros constitua un poder militar muy fuerte. Resulta vital examinar y comprender cabalmente cules fueron los cimientos de la construc-cin de aquel poder y cmo se sostuvo a lo largo de cuatro agitadas dcadas. Sin duda, como ya afirm Victorica, la clave fueron las "mili-cias, aguerridas y siempre victoriosas, [que] formaban masa compac-ta. Los jefes, oficiales y soldados de que se componan eran ciudada-nos armados, casi todos propietarios... ".I9 Ser precisamente esa "masa compacta" nuestro objeto de reflexin, para tratar de comprender el funcionamiento de aquel la "maquinar ia de la gue r r a" posrevolucionaria y lo que ella representaba para los lderes y los habitantes de la provincia.

    En funcin de todas las caractersticas descriptas es fundamental volver a preguntarnos cmo fue posible hacer frente a las necesida-des econmicas de los estancieros, a la reproduccin de los pastores-labradores, al sostn de los vnculos mercantiles que hemos visto en los captulos precedentes, y al mismo tiempo afrontar el despliegue y mantenimiento del orden estatal y realizar el reclutamiento que

    19 Julio Victorica: Urquiza y Mitre. Eudeba, Buenos Aires, 1968. p.14.

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    garantizaba el poder militar durante las largas y sucesivas campaas blicas. Debemos tener en cuenta el valor y el sentido que bajo aque-llas circunstancias poscoloniales tuvieron el servicio de armas, el poblamiento de la frontera y la defensa del territorio "patrio" que brin-daron los milicianos. Es necesario enfatizar que no solo result, como generalmente se ha planteado, un instrumento poltico-militar mane-jado coactivamente por los gobernantes o lderes locales, sino que sin duda fue una instancia significativa de intercambio para que los habi-tantes de la provincia pudieran adquirir derechos, permitiendo enta-blar una negociacin en torno a las prestaciones pblicas que los indi-viduos "de toda clase" tenan que ofrecer dentro de la sociedad local. De ese modo en la sociedad poscolonial se dio una fuerte dinmica de intercambios, que ms all del mercado, lig a los pobladores, a los notables y a las autoridades locales a travs de prcticas que permi-tan el acceso a los recursos productivos (como las tierras, pasturas, aguadas y montes), al trnsito, al comercio o a peticionar ayudas di-versas a cambio de sostener de manera permanente y sin paga los servicios pblicos durante los tiempos de guerra de aquella etapa de transicin en la primera mitad del siglo XIX.

    Ms all de las tradiciones y la jurisprudencia elaboradas y ex-puestas dentro de la cultura poltica por los ilustrados de la poca,20 resulta claro que luego de la Revolucin en Entre Ros, mientras se fueron reconstituyendo los espacios institucionales normativos cla-ves para garantizar el orden poltico, social y econmico, se impulsa-ron las prcticas de los "servicios" a la patria, que fueron el mbito privilegiado para conectar de manera directa a los representantes del Estado con todos los habitantes. Dentro de esas prcticas se pudo, por una parte, intercambiar servicios y por otra intentar vincular y disci-plinar a los individuos de toda clase a las demandas y al imaginario postulado por los sectores dirigentes de la provincia.21 Como veremos fue un complejo proceso de interaccin y experiencias comunes entre los notables y las masas rurales.

    La militarizacin entrerriana dentro de aquellos marcos de nego-ciacin result un elemento clave para la regulacin de las activida-

    20 Jos Carlos Chiaramonte: Ciudades, Provincias, Estados... op. cit. Jos Carlos

    Chiaramonte: "Fundamentos Iusnaturalistas de los movimientos de indepen-dencias..." op. cit.

    21 Sobre la cultura "federal" en Buenos Aires disponemos de los estudios de

    Ricardo Salvatore: "Fiestas federales;..." op. cit y Ricardo Salvatore: "Expresio-nes federales...: op. cit.

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    des productivas y para la concertacin de tareas laborales. Desde el mbito militar se arbitr la relacin entre los productores y se cana-liz la mano de obra hacia la economa rural. Finalmente, en muchas ocasiones, se otorgaron "premios", como facilitar el acceso a la tierra y a la posesin de otros recursos productivos.22

    La importancia de la cuestin nos impulsa a analizar el peso que tuvo cada uno de los factores expuestos en la constitucin de la socie-dad de frontera entrerriana. En primer lugar, veremos las caractersti-cas que tuvieron los reclutamientos y la integracin de las tropas en la provincia. Luego analizaremos la relacin entre la tradicin, los derechos y la "negociacin" que se estableci entre las autoridades y los poblado-res durante la prestacin del servicio de armas. Finalmente abordaremos algunas de las diversas formas en que la militarizacin se vincul con las tareas rurales y el orden social de la campaa provincial.

    El peso y la naturaleza de la milicia

    Luego de la Revolucin de 1810, ya bajo el marco de la Repblica de Entre Ros, en septiembre de 1820, Ramrez dict las primeras medidas posrevolucionarias para regular la situacin militar de la provincia. Fueron implicadas en un Bando que contena tres Regla-mentos para rdenes militares, econmicas y polticas, que se trans-formaron en el Estatuto bsico para organizar aquel efmero Estado. En las rdenes militares de la reglamentacin, de treinta artculos, ya emergan novedades pues se dispuso el alistamiento de todos los hombres tiles para las armas, que estuvieran comprendidos entre los 14 y los 40 aos de edad, exceptundose solamente a los hijos nicos de viudas. Los alistados estaran en la milicia pasiva y activa y se organizaran en escuadrones, que tendran un adiestramiento dominical y servicios de turnos mensuales.

    Ms tarde, en 1825, en razn de la guerra con el Brasil, se convoc en Entre Ros al enrolamiento general de las milicias rurales y cvicas, se indicaba expresamente que inclua una figura igualmente muy amplia a todo individuo residente, aclarando que toda persona que no cumpliera con el llamado o que no tuviera ocupacin conocida sera

    22 Sobre los "premios" o perjuicios de las polticas federales se encuentran: M.

    Infesta y M. Valencia: "Tierras, premios y donaciones. Buenos Aires, 1830-1860", en: Anuario IEHS n 2,1987. J. Gelman y M. Schroeder: "Una compleja relacin: Rosas y los embargos a los propietarios unitarios de la campaa de Buenos Aires", en: XVII Jornadas de Historia Econmica. Tucumn, 2000.

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    puesta a disposicin del servicio de armas.23 Un ao despus, ya en pleno conflicto blico con el Brasil, se ampli el concepto de recluta-miento al decretar que todos los habitantes de Entre Ros de 15 a 60 aos deban alistarse en los cuerpos de cvicos o milicias, para lo cual te-nan que presentarse ante los comandantes militares de su respectiva jurisdiccin, y luego aquellos los destinaran a las tropas o al servicio pblico teniendo en consideracin sus clases y aptitudes. En caso de que algn individuo se resistiese o eludiese la convocatoria, sera con-siderado directamente "enemigo de la Patria".24 En 1827 se realiza una nueva Organizacin de Servicios militares en los Departamentos de Entre Ros y se vuelve a estipular claramente que todos los habitantes de cada Departamento desde los 14 a 50 aos deban alistarse en las compaas de milicias, con la excepcin de los hijos nicos de viuda que justificasen ser sostenidas y alimentadas por ellos. En cuanto a los oficiales de milicia, deban ser provistos de los sujetos de la "mejor clase" y lo mismo se hara para los sargentos y cabos.

    Todas estas reglamentaciones dictadas para la formacin de mili-cias se dieron paralelamente con la imposibilidad material de mante-ner una adecuada dotacin paga de tropa de lnea dentro del ejrcito provincial. El problema central de aquel dilema radicaba, como lo deca un gobernador de la poca, en "... la nulidad de nuestro Erario que no permite aun la creacin de un cuerpo veterano, para el servicio ordinario de las precisas guarniciones...".25 Por este motivo en lugar de disponer de un ejrcito regular y pago, desde entonces, las milicias se turnaron de modo permanente con los cvicos para ocupar las guar-niciones de las villas y de campaa.26

    Este sistema general de enrolamiento de las milicias fue revisa-do nuevamente en el marco de los conflictos federales en la dcada de 1840, con la finalidad de lograr un mejor funcionamiento y una mayor disciplina. Se reiter entonces que el enrolamiento era inclu-so para todo individuo estante o habitante que no perteneciera a los cuerpos de caballera o al de vigilantes. En caso de que faltasen al

    2 3 Convocando al Pueblo del Paran para la reorganizacin de la milicia urbana.

    Len Sola. 11-3-1825. RLDER, t. II, pp.22-23. 24

    Disponiendo un alistamiento general de los ciudadanos desde 15 a 60 aos. Vicente Zapata, 9-11-1826. RLDER, t. II, pp. 198-199.

    2 5 Decreto sobre organizacin de varios ramos del servicio en los departamentos.

    Mateo Garca de Zuiga. 16-3-1827, RLDER, t. II. pp. 246-249. 2 6

    Del Gobierno a la Legislatura instruyndole del estado poltico y administrativo de la provincia. Mateo Garca de Zuiga, 11-6-1827. RLDER, t. II, p. 294-298.

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    llamado, seran enrolados por la fuerza y destinados a las tropas de lneas de reserva.27

    Para la dcada de 1840 ya se haba abierto un perodo de enrola-miento y servicio permanente de armas en funcin de la intensidad alcanzada por las guerras emprendidas en las campaas de las tro-pas entrerrianas a Corrientes y a la Banda Oriental. Se decretaron varias levas generales: en 1842 se dio el primer momento de gran re-clutamiento y de ascenso de nuevos oficiales. Segn comentarios del comandante Francia, estos nuevos cuadros intermedios en los bata-llones no deban perder un solo momento para disciplinar a los reclu-tas y de tenerlos en continuos ejercicios a la tropa para conservar la moral y la disciplina.28 Al mismo tiempo, el comandante de Gualeguay comentaba a Urquiza que en un esfuerzo de ampliar las tropas se haba reunido incluso a todos los morenos y que estaban en camino para incorporarse a sus tropas federales.29

    En 1846 las rdenes de reclutamiento fueron an ms amplias, hasta el punto de que Urquiza orden muy enfticamente: "...quiero organizar un cuerpo de Ejrcito compuesto por todos los hombres tiles que han quedado en la provincia ya sean en las Divisiones que estn arregladas o ya en las policas, comandancias o cvicos de los Depar-tamentos, as como los que estn exeptuados...". El gobernador pre-tenda segn sus propias palabras "...que para el primero de abril estn en mi Cuartel General, todos los habitantes desde 12 aos a 50, sin que quede un alcalde, un enfermo, un estanciero, ni un comerciante que sea nacional o extranjero naturalizado, pues yo har la competen-te clasificacin de los que por sus intereses o dems circunstancias deban ser exeptuados...".30

    En las dcadas de 1830 y 1840, de guerras continuas, las autorida-des plantearon que era preciso activar el reclutamiento y arreglar el servicio de manera absolutamente extendida, al punto que "no quede un solo hombre", aclarando incluso que se llevara a cabo en la ciudad Capital de la manera ms estricta y exacta posible para el cumplimien-to, porque "cualquier condescendencia nos puede ser perjudicial", por

    27 Antonio Crespo, 16-11-1844. RLDER, t. 5 y 6, pp.125-126.

    28 Comandante Jos Francia a Justo J. de Urquiza, Paran 29-6-1842, AHER,

    Gob. serie II, carpeta 4, legajo 22. 29

    R Reynoso a Justo J. de Urquiza, Gualeguay, 15-6-1842, AHER, Gob. serie II, carpeta 4, egajo 12.

    30 Justo J. de Urquiza a Antonio Crespo, Cuartel General de Basualdo, 3-3-1846.

    AHER, Gob. Serie II. carpeta 1, legajo 5.

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    lo cual incluso a ningn hombre til para el servicio de las armas se le deba dar permiso para salir de la Provincia.31 Frente a este panorama algunos quedaron exceptuados, no obstante todos debie-ron marchar por lo menos hasta el Campamento General. Los bene-ficiados de la excepcin fueron unos pocos funcionarios y los ocupa-dos en oficios indispensables para controlar el territorio y la buro-cracia provincial. Pero hasta los maestros de postas debieron presen-tarse, pues a pesar que no se poda dejar "...esta clase de servicio sin que haya quien lo encabece...", Urquiza quera tener a todos los poten-ciales soldados, para, como l deca: "...tenerlos bien a mano hasta amasarlos bien...".32 Tambin lograron excepciones y acomodos en el servicio de armas algunos personajes importantes o sus dependientes, como el propio gobernador Delegado, pues se dio "...excepcin del servicio para el capataz de su curtiembre por creerlo intil para la caballera, pero Ud. har que se enrole en los cvicos...".33

    Las milicias entrerrianas mantuvieron una tendencia clara de re-clutamiento, pues desde la dcada de 1810 fueron incorporando cada vez ms hombres, inicialmente para cumplir funciones que por falta de recursos no poda sostener la tropa de lnea. En cambio, en un segundo momento, desde mediados de 1830, se impuso una convoca-toria masiva y permanente en razn de las largas campaas que en-frentaron las tropas federales. A travs de esta notable extensin en el enrolamiento, primero se incorpor a los hombres nativos y natura-lizados de la "patria", pero con el correr de los acontecimientos la orden de prestar servicios, como vimos, se hizo extensiva con mucha rapidez a todos los habitantes masculinos tiles de la provincia.

    Ms all de las rdenes y las necesidades militares, en la prctica del enrolamiento y en el despliegue de tropas, analizaremos cuntos hombres finalmente integraron las tropas entrerrianas.

    A fines del gobierno de Mansilla en 1824 las tropas de lnea apenas alcanzaban unos 350 soldados y una decena de oficiales. Esta modes-ta fuerza se hallaba en un estado muy pobre, y como comentaba el entonces gobernador estaban mal vestidos y sin paga, por lo cual planteaba que sin un auxilio de dinero desde fuera, "...los anarquis-

    31 Justo J. de Urquiza a A. Crespo, Campamento General de Cala, 13-3- 1846.

    AHER. Gob. serie II, carpeta 1, legajo 5. 32

    A. Crespo a Justo J. de Urquiza, Paran 23-3-1846, y Justo J. de Urquiza a A. Crespo, Cala, 29-3-1846, ambas en AHER. Gob. serie II, carpeta 1, legajo 5.

    33 Justo J. de Urquiza a A. Crespo, Races 17-9-1846,. AHER Gob. serie II, carpeta

    4, legajo 26.

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    tas hallarn la ms oportuna ocasin para envolver a los amigos de Buenos Aires y del orden...", de modo que frente a tan escasa resis-tencia podan alterar cuando quisieran el poder poltico.34 Ante este panorama desolador, para mediados del siglo XIX las tropas de lneas apenas se haban duplicado, llegando a unos 600 efectivos entre sol-dados y oficiales. En buena medida aquel incremento fue gracias al aporte de los reos que cumplan servicio de lnea por "vagancia" o por otros tipos de delitos.

    Lo ms significativo sin duda, para entender dnde radicaba el poder militar en Entre Ros, fue lo sucedido en las milicias, que desde los aos 1820 y sobre todo en los '40 conformaron el enorme grueso y la fortaleza del ejrcito entrerriano. S a fines de la dcada de 1820 los milicianos alcanzaban una cifra de menos de 2000, para 1844 las tropas reclutadas alcanzaban unos 4000 hombres entre lanzas y ba-yonetas.35 En vsperas de la batalla de Caseros, con un reclutamiento extremadamente eficaz, se logr reunir mas de 10 mil hombres de in-fantera, artillera y sobre todo de caballera. Las cifras representan un altsimo porcentaje de participacin de la poblacin de hombres ma-yores de 14 aos en las milicias provinciales, que estimamos como mnimo eran alrededor del 35% al 45% en los aos '20 y del 60% al 70% del total de la poblacin masculina a mediados de siglo.

    El caso concreto de la tropa enrolada solamente en el Oriente entrerriano en el ao de 1849 (un ao de licencias de tropas) alcanza-ba a 1178 individuos entre militares y milicias, representando el 49.66% de todos los hombres de entre 15 y 60 aos de la zona. De ellos el 71% eran milicianos y el restante 29% tropa de lnea. Otro dato revelador es que el 51% del total eran nacidos fuera de la provincia.

    Este ejemplo nos permite constatar las proporciones que haba de los diferentes grupos socioeconmicos dentro de las tropas de mili-cias. Sin lugar a dudas result fundamental el peso que tuvieron los labradores-pastores que alcanzaban el 34%, seguidos por los peones que llegaban al 26.3% de todos los milicianos. Pero tambin es intere-sante tener en cuenta la distribucin desigual pues entre los enrolados vemos el porcentaje significativo que alcanzaron los peones en la zona de vieja colonizacin y donde estaban las haciendas o estancias consolidadas; en contraposicin haba un predominio abrumador

    34 Proposicin de Lucio Mansilla a la Legislatura de Entre Ros como su encarga-

    do de negocios en Buenos Aires, 16-3-1824. RLDER, t. I, pp. 407-408. 35

    Justo J. de Urquiza a A. Crespo, Campamento de Chamiso, 4- 7-1844. AHER, Gob. Hacienda II, carpeta 1.

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    de los labradores-pastores en la zona nueva de la frontera. Es revelador el valor porcentual diferencial que tenan las tropas sobre el total de la poblacin de hombres de entre 15 y 60 aos, ya que en Concepcin el reclutamiento alcanz al 52.1% y en la zona de frontera de Federacin lleg al 66.8%.

    Cuadro 24. Ocupacin de las tropas del Oriente entrerriano

    C. del Uruguay % Federacin % Concordia % Militares 43.8% Labradores 76.6% Labradores 29% Peones 28.1% Agregados 1.7% Militares 20% Labradores 6.5% Estancieros 1.7% Peones 14% Jornaleros 3.3% Comerciantes 3.3% Capataces 2.0% Resto 13.0% Resto 20.5% Resto 37% Total de hombres 698 Total de hombres 236 Total de hombres 244

    Fuente: Censo Provincial de 1849.

    En la zona de Concordia, que adems de las actividades rurales era centro de las actividades mercantiles interregionales, los oficios de las tropas estaban ms extendidos, en tanto que el porcentual de reclutados sobre el total de la poblacin en edad de prestar servicio fue algo me-nor que en Concepcin y Federacin, sobre todo por la presencia del sector de comerciantes y sus dependientes extranjeros.

    Hemos visto tanto en las normas como en las prcticas, que es muy claro e inobjetable que la guerra y el servicio de armas resulta-ron una experiencia cotidiana y colectiva de alcance masivo sobre toda la poblacin, por lo cual result uno de los mbitos privilegia-dos para la conformacin, negociacin e intercambio en el sentido ms amplio, pues, como veremos mas adelante, se vincularon las tradiciones culturales, los derechos y las identidades que forjaron a los habitantes entrerrianos.

    Los comandantes militares

    En este contexto poltico y militar de Entre Ros una autoridad clave y poderosa estuvo en la figura de los comandantes militares, con un rol principal dentro del sistema estatal y poltico. Su poder

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    fue creciente en relacin con otras autoridades dentro de las juris-dicciones de los Departamentos en que se encontraba dividido el territorio provincial.

    Desde febrero de 1822, luego de la Constitucin provincial, a travs de la reforma administrativa y poltica, el territorio qued dividido en dos grandes departamentos principales; el primero tena su cabecera en Paran y el segundo en Concepcin del Uruguay. Cada departa-mento principal tuvo a su cargo varios departamentos subalternos, que en el caso del Segundo se trataba del: Departamento Subalterno nmero 1 de Gualeguaych, que iba desde la barra del ro Gualeguay, hasta la barra del ro Gualeguaych, y por los fondos del arroyo Gen. El Departamento Subalterno nmero 2 de Concepcin del Uruguay que iba desde la barra del ro Gualeguaych hasta la barra del arroyo Yeru, y por los fondos hasta las puntas del ro Gualeguaych. El Departamento Subalterno nmero 3 de Villaguay que comprenda desde el arroyo Races hasta el arroyo Sauce de la Luna, y desde los fondos del ro Villaguay hasta el arroyo Tigrecito. El Departamento Subalterno nmero 4 de Concordia que iba desde la barra del arroyo Yeru hasta el ro Mocoret, y por los fondos hasta los arroyos Bande-ras, incluyendo el Chaar, Moreira, Las Yeguas y Ortz.

    En lo referente a la cadena de mando, cada departamento principal estaba a cargo de un comandante principal, que tena bajo su autori-dad a los comandantes de cada departamento subalterno. Por lo cual el comandante general del Segundo Departamento Principal con ca-becera en Concepcin del Uruguay tena autoridad sobre los Departa-mentos Subalternos de Concepcin del Uruguay, Gualeguaych, Villaguay y Mandisov que ms tarde, a partir de 1832, pasara a tener su cabecera en Concordia.

    Desde la dcada de 1820, las autoridades de la justicia provincial del Oriente entrerriano se completaban con un alcalde mayor y cuatro alcaldes de barrio con asiento en la villa de Concepcin del Uruguay y un alcalde de la hermandad en la campaa. Adems haba un alcal-de mayor y uno de la hermandad en Gualeguaych, un alcalde de la hermandad en Villaguay y un alcalde mayor en Mandisov.

    En la dcada de 1830 comenzarn a funcionar los jueces de Paz, que desde la reforma poltica y de justicia de 1849 reemplazaron a los alcaldes de la hermandad en los respectivos departamentos. Por sobre aquellas autoridades judiciales haba desde 1827 dos jueces, uno con jurisdiccin sobre el Primer Departamento de Paran y otro con auto-ridad sobre el Segundo Departamento Principal, con sede en Concep-cin del Uruguay. Con la reforma introducida en la dcada de 1840,

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    se nombraron adems de los dos jueces principales, un juez comi-sionado en cada departamento subalterno.

    En este orden administrativo para la justicia y el orden militar, los comandantes generales fueron adquiriendo ms influencia y poder en las dcadas de 1830 y 1840. Como vimos inicialmente, en medio de la crisis de legitimidad poltica de los gobiernos provinciales, entre 1825 y 1832, los comandantes generales -a travs del manejo de las tropas de lnea y sobre todo de la milicia- fueron los nicos que pudie-ron sostener el orden poltico. Cuando fracasaron los representantes elegidos por la Legislatura, los gobiernos provisorios o interinos recayeron casi siempre en el comandante general del Primer Departa-mento Principal de Paran, al mando en aquella poca de Zapata o Barrenechea. Y ocasionalmente, tambin, en el del Segundo Departa-mento Principal, en manos de Ricardo Lpez Jordn.

    Pero a la "capacidad" que tenan los comandantes de garantizar un orden poltico provisorio se fueron agregando en la segunda mitad de la dcada de 1830, otras atribuciones ms importantes an. Por una parte, a medida que el reclutamiento se hizo extensivo a todos los habitantes de la provincia, por el "estado de guerra" la mayora de los individuos quedaba por bastante tiempo bajo el fuero de la justicia militar. Esto signific en la prctica que los comandantes manejaran la justicia. En la guerra los juicios fueron de carcter sumario con inmediata aplicacin de penas y castigos.

    Simultneamente, los jueces de Paz y los jueces comisionados pues-tos en funciones comenzaron a ser elegidos a partir de una terna de tres nombres que sugeran los comandantes de Departamento, lo que les dio injerencia dentro del universo de la justicia civil. Asimismo, los comandantes daban a conocer al vecindario el poder de los nuevos jueces comisionados, y tambin les daban auxilio con sus hombres para cumplir sus funciones de persecucin de los vagos, ladrones y dems criminales.

    Los comandantes tambin otorgaban las licencias para transitar por el territorio y eran los nicos responsables de todos los movimientos que se realizaban entre las respectivas jurisdicciones de la provincia. Finalmen-te, incluso llegaron a tener como deber principal de su funcin el de celar por el buen desempeo de todos los servicios pblicos, controlando que los empleados del Estado cumplieran sus respectivas funciones con "ho-nestidad" y "moral" acorde con los intereses del gobierno.

    En 1853, el poder acumulado por los comandantes era expresado claramente por el ministro general de gobierno al sostener que: "Por la organizacin de esta provincia, los Comandantes Militares de los

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    Departamentos representan en ella la autoridad del Supremo Go-bierno, para el mantenimiento del orden y el buen servicio pblico. En esta inteligencia que no da lugar a interpretaciones, todas las autoridades, civiles, municipales y eclesisticas, deben rendir aca-tamiento al Comandante Militar de su respectivo Departamento como que es la primera autoridad...".36

    Tradicin, negociacin y estrategias en el Oriente entrerriano

    Las circunstancias descriptas sobre la guerra permanente, su pre-sencia tan fuerte en el interior del territorio provincial y sus alcances sociales -tanto a nivel horizontal entre los notables, como a nivel ver-tical con los diversos grupos subalternos-nos plantea un interrogante fundamental para nuestro estudio: cmo pudieron las autoridades entrerrianas reclutar y mantener por tanto tiempo tropas de milicias tan numerosas y disciplinadas? Para intentar una respuesta es nece-sario retomar el tipo de vnculo establecido entre los que prestaban servicios y las autoridades provinciales para resolver los intereses en juego. Se utilizaron, como muchos autores han destacado, herramien-tas (ya sea exitosas o deficientes) de carcter coactivo o existieron nu-merosos mecanismos de negociacin e intercambio para sostener con-senso en torno a las prestaciones pblicas?37

    Sostenemos que en Entre Ros el servicio de milicia y la guerra juga-ron un rol muy significativo para la sociedad local, ya que por una parte fueron vitales a la hora de defender y sostener el predominio militar entrerriano dentro de la Confederacin y al mismo tiempo lo-graron consolidar la gobernabilidad en el interior de la provincia du-rante esta poca tan convulsionada. Pero, por otro lado, en la prctica misma este "servicio" pblico fue mucho ms trascendente, pues no solo result un aporte para la construccin del sistema de poder polti-co-militar intranotables, sino que expres un vnculo central para los

    36 Sobre la autoridad poltica que reside en los comandantes militares de los

    departamentos. Jos M. Galn. 9-3-1853. RLDER, t. 5 y 6. p. 303. 37

    Uno de los dficit notables de la historiografa rioplatense ha sido postular explicaciones adecuadas para comprender, mas all de las doctrinas y norma-tivas, la construccin prctica del dominio y la legitimidad de los regmenes de poder durante la primera mitad del siglo XIX. En este sentido son tiles los numerosos ejemplos aportados en J. Gilbert y D. Nugent: Every forms of state formation. Revolution and the negotiation ofnile in modern Mxico. Duke University Press, Durham, 1994.

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    diferentes actores sociales en el proceso mismo de construccin de la sociedad de frontera. Fue el nexo fundamental que tambin vincul a los grupos dirigentes con los sectores subalternos.38

    Los mecanismos de negociacin y bsqueda de consenso surgieron tempranamente en la sociedad de frontera. En 1823 con la Ley de natu-ralizacin provincial se hizo evidente la prctica que permita inter-cambiar u obtener derechos civiles y polticos a travs del aporte de "servicios a la Patria", ya que en la propia ley se estipul que se habili-taba "...dar naturalizacin a extranjeros que hayan prestado servicios a la causa del Pas, y se encuentren establecidos en l de un modo firme". Solo se requera que los postulantes fueran apoyados por el testimonio de los jueces del partido, "...de haber sido adicto a nuestra causa en el tiempo del conflicto con sus enemigos, y haber prestado servicio a este fin".39 De esta manera se abri una alternativa para que a travs de los servicios se pudiera alcanzar el reconocimiento de los extranjeros o peregrinos como domiciliados e incluso como ciudadanos naturalizados de la provincia con todos los derechos que ello implicaba.

    En ese marco de legalidad, a medida que las necesidades de tropas y las demandas de la guerra fueron creciendo y el erario pblico no per-mita sostener un ejrcito de lnea acorde con las circunstancias, las autoridades de la provincia utilizaron con mayor nfasis los "servicios militares" bajo el precepto de "servicios a la patria" como el principal mecanismo para el aprovisionamiento de sus necesidades de hombres y recursos materiales. Entonces, se entabl y extendi en esta sociedad de frontera una negociacin de servicios a cambio del reconocimiento de los derechos propios de los "ciudadanos", que otorgaba a los grupos subalternos, entre otras posibilidades, la estancia o el asentamiento en usufructo sobre las tierras fiscales o de pastoreo de la provincia.

    En Entre Ros dentro de aquel marco legal poscolonial y con mili-cias, que ya no seguan estrictamente las viejas normativas de ser inte-gradas slo por vecinos y recibir una paga, se hizo extensivo en la prc-tica un servicio obligatorio y no remunerado para todos los habitan-

    38 En nuestro trabajo usamos el concepto de prctica como forma de expresar la

    lgica predominante que ponen en marcha los agentes sociales para su propia reproduccin y estn orientadas como inversiones de los actores en bsqueda de la maximizacin de la utilidad en los universos econmicos y sociales dis-ponibles. Adems estas prcticas son vlidas slo por un tiempo y en un contexto determinado. En este sentido seguimos los aportes de Pierre Bourdieu: El sentido prctico. Taurus, Madrid, 1991.

    39 Ley sobre naturalizacin. Del gobierno a la Legislatura. 8-10-1823. RLDPER, t.

    1 pp. 323-326

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    tes. Incluso mucho mas all de lo que estipulaba la legislacin, debido a las circunstancias blicas, el enrolamiento fue casi sin limitacin de tiempo, ya que estuvo sujeto a las exigencias convulsivas de la poca. Tampoco cont demasiado el factor de la edad; segn nues-tros datos en los reclutamientos generales de las dcadas de 1830 y 1840 se convoc e incorpor a todos los hombres tiles para portar armas. Podemos decir que el factor clave para las tropas entrerrianas fueron las milicias reclutadas segn un sistema que origin un apa-rato militar poderoso.

    En contrapartida y para satisfacer la amplia demanda, los gober-nantes debieron negociar "los costos" de sostener sus tropas a travs de la asignacin de derechos y del usufructo de tierras fiscales u otras contraprestaciones como garanta de retribucin, prcticas que sin duda posibilitaron y reforzaron la adhesin de los habitantes a los servicios patrios. Se logr la disponibilidad de hombres sin lmites de edad, de tiempo, ni de exigencia de retribucin.40

    Pero aquel reconocimiento de los servicios no surgi solo de una prc-tica coyuntural y oral, o meramente como una costumbre local, sino que retom en buena parte algunos de los preceptos de la vieja tradicin hispana de frontera,41 y como tal, pas a formar parte en algunos enunciados de las nuevas normativas legales emanadas por la provincia. Esa tradicin era reconocida y recuperada sobre todo en las leyes de ventas de tierras pblicas elaboradas a fines de la dcada de 1830.42 En ellas el gobernador Echage recordaba enfticamente a

    40 Martn Ruiz Moreno: Coleccin de leyes, decretos y acuerdos sobre tierras de pastoreo,

    t. 1, pp.60. El Siglo, Buenos Aires, 1864. 41

    Era muy rica la tradicin jurdica de la sociedad hispana de frontera de la poca de reconquista entre los siglos VIII y XI. Las exigencias de la lucha configuraron en los ncleos castellanos-leoneses y de Extremadura una socie-dad dotada de una enorme movilidad social, en la cual las personas dispues-tas a combatir podan ser bien recibidas; all tambin las ciudades de frontera eran un mbito constante de negociacin jurdica dentro del mundo que aun era eminentemente feudal. Ver por ejemplo Jos A. de Cortzar: "La Extremadura Castellano-Leonesa hacia la construccin de un modelo", en: Revista de Historia Econmica n" 2. Madrid, 1987. pp.365-370.

    42 De este modo nuestro estudio acuerda plenamente sobre la readaptacin du-

    rante la primera mitad del siglo XIX en el Ro de la Plata del derecho pblico hispano-colonial en sus varias fuentes de cuerpos legales utilizados, desde las Leyes de Partidas, La Recopilacin de 1567, el Fuero Real, las Ordenanzas de Bilbao y la Novsima Recopilacin. En este sentido ver AA.VV: "Vigencia y aplicacin de la Novsima Recopilacin espaola", en Revista del Instituto de Historia del Derecho n 23. Buenos Aires, 1972.

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    la Comisin de venta de tierras en el Distrito del Uruguay, que a la hora de designar qu campos del Estado se deban vender en remate pblico, se deban elegir "...debiendo hacer una demostracin de aprecio con todos aquellos vecinos que hubiesen servido al Estado con las armas en la mano o que hubiesen prestado servicios distinguidos de cualquier clase que sean no podrn ser vendidos los terrenos que poseen estos, antes bien sern amparados en su posesin como que los han comprado con el precio de su sangre o con el peligro de su propia vida".43

    Existi una prctica basada en el reconocimiento de la tradicin y las nuevas normas que daba legitimidad para que toda clase de hom-bres: vecinos y migrantes, peregrinos o intrusos que se instalaran en los campos de "pastoreo" y hubieran prestado servicios reconocidos al Estado, pudieran recibir como contraprestacin la tolerancia e in-cluso el reconocimiento oficial sobre el usufructo de la tierra. Era una forma de constituirse con atribuciones legtimas sobre los recursos pblicos al haber participado en los diferentes contingentes que ha-ban levantado banderas de enganche y se presentaron a las convoca-torias en defensa de la patria.44 Las tropas de Urquiza lograron un fuerte reclutamiento por medio del recurso de la instalacin de pobla-dores que eran, por compromiso tcito, soldados que siempre estaban listos para sus llamados.45

    Los servicios a la patria tambin fueron un mecanismo de reconoci-miento y competencia entre los notables locales, pues los gobernadores y comandantes militares retribuyeron los "buenos servicios" y fideli-dad de los jefes y oficiales del ejrcito acordndoles, en muchas ocasiones, suertes o reas de campos fiscales que fueron la base de futuras estancias. El propsito fue acrecentar el compromiso de los notables e impulsar la ganadera local a travs la puesta en produccin de nuevos

    43 Decreto de Pascual Echage a la Comisin de tierras de Concepcin del Uru-

    guay integrada por los jueces mayores Juan Jos Bayolo, el jefe de polica Cipriano Jos de Urquiza, el administrador de rentas Juan J. Irigoyen, el procu-rador de la ciudad Antonio del Rivero y el comandante general Justo Jos de Urquiza. 10-2-1838. RLDER, t. IV, pp. 366-368.

    44 El peso y valor de la tradicin resulta una pieza clave para comprender la

    dinmica social en los procesos de transicin. Sobre el tema seguimos los aportes de: Edward P. Thompson: Costumbres en Comn. Crtica, Barcelona, 1991. y Tradicin, revuelta y conciencia de clase. Crtica, Barcelona, 1984.

    4 5 Martn Ruiz Moreno: La provincia de Entre Ros y sus leyes sobre tierras... op. cit. y V. C. Guzmn: Recopilacin de Leyes, Decretos y disposiciones relativas a los campos de Pastoreo, Creacin de Pueblos, Egidos, Colonias y las que se relacionan con el ejercicio de ios Agrimensores Pblicos. Folleto impreso.

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    establecimientos. Estos campos cedidos en principio no podan ser vendidos, ni enajenadas sus haciendas, de manera de dejar instaladas las unidades productivas.

    Muchos miembros destacados de las tropas recibieron recom-pensas materiales al finalizar las campaas. Los oficiales en especial recibieron unas 300 cabezas de ganado y campos. Un ejemplo es el resumen que envi Santiago Artigas, encargado de las estancias del Estado, al comandante M. Urdinarrain comentndole que "Adjunta la lista de los individuos que hicieron la campaa de 1843 con especi-ficacin de lo que han recibido...", ascendiendo el nmero a 125 perso-nas entre jefes y soldados los que haban entregado ganado, tierras y premios. Algo ms tarde, en 1849, el comandante Luis Hernndez del distrito de Diamante informaba a Urquiza que le "...adjunta lista a S.E. [con] la cantidad de hacienda que se ha distribuido entre los indivi-duos que acompaaron a S.E. en las gloriosas Campaas Oriental y de Corrientes [...] prometiendo cuidarn de lo que han recibido en cumplimiento de la orden que reciben..."

    No solo se obtenan los beneficios de tolerancia en el uso de los recur-sos materiales o de la sesin de los bienes, sino tambin a travs de los servicios y las experiencias colectivas que resultaron de los ciclos de enro-lamiento y de guerras se pudieron difundir y alcanzar nuevos valores y smbolos comunes. Estos beneficios se expresaron ntidamente en la d-cada de 1840 con el reconocimiento de la pertenencia de las tropas a un identitario comn, denominado "familia entrerriana", que contena en su interior a los miembros activos de la comunidad provincial. El valor de identidad colectiva estuvo ligado a realzar los lazos de solidaridad pri-mordial que existan entre sus miembros, emparentados entre s por la sangre derramada en el combate en "defensa de la provincia". Por otra parte tambin se exalt el honor de los individuos ms destacados por sus acciones de guerra en favor de la defensa de la comunidad, lo que permiti generalmente a los miembros de los grupos dirigentes, y algu-nas veces a soldados heroicos, alcanzar un mayor grado de preeminen-cia dentro de los integrantes de la "familia entrerriana".

    La acumulacin de estos beneficios simblicos durante las campa-as militares pudo forjar al mismo tiempo una "historia comn" y tambin diferenciar a los hombres por sus mritos distinguidos en la comunidad. Entre los sectores subalternos o entre los miembros de las familias notables, a travs de los valores simblicos se poda reconocer a aquellos "recin llegados" o carentes de aos de "servi-cios" de los hombres benemritos que haban acumulado un impor-tante capital en servicios a la patria.

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    Estas prcticas permitieron que en la sociedad de frontera se alcan-zara una legitimacin de roles, de derechos y de acumulacin de capital simblico que contaba con el reconocimiento mutuo de las tradiciones y las negociaciones que funcionaban entre el Estado, los grupos dirigentes y los habitantes. Este concepto fue observado por un conoci-do viajero ingls, con asombro, sin entender del todo, a mediados de siglo XIX, cuando afirmaba que "...la gloria y no el dinero constituye su nica recompensa; de all que no puedan entusiasmarse por el aliciente de la paga, sino por el honor de combatir en defensa del pas".46

    El lder mximo, Justo J. de Urquiza era considerado, por sus servi-cios a la patria, el "padre de la familia entrerriana", alcanzando asimis-mo el ttulo de portador del "Bien de la Patria" y el "garante de la justi-cia", ya que como