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Maracay, Sábado 23 de marzo de 2013 Crónicas del Olvido ALBERTO HERNÁNDEZ “Chita”, la mordida diaria 1.- Y o vivía en la calle La Mas- cota N° 56 de Valle de la Pascua. En esa casa, que después fue de mi tía Carmen de Loreto, pasamos la infan- cia mis hermanos, primos y yo. Y aún hoy día la seguimos pasando porque la memoria se ha quedado anclada en esa es- quina. En la que hacen las ca- lles La Mascota y Leonardo Infante. Vivíamos rodeados de bue- nos vecinos, quienes con el tiempo se hicieron parte de la familia, como Aníbal y Julia Cas- tillo, Jesús y Aura Lasaballlet, Carmito y Mercedes Martínez, Silvina Sotillo. Rita Moncada y su prole, que era bastante nu- merosa. La familia Azócar. Ro- sita y Coto Vargas. Y, por su- puesto, los hijos de quienes he nombrado. Los que andan por el mundo y siguen siendo parte de ese universo pequeño pero intenso de Valle de la Pascua. 2.- Eran años en blanco y ne- gro. Porque la TV que veíamos no tenía otro alcance. Los que no teníamos televisor inva- díamos las casas de quienes sí gozaban de este privilegio, entre ellos Aníbal Castillo, doña Joaquina y José Azócar. En esas pantallas aprendimos a soñar con los bellos rostros de nuestras actrices. También nos hicimos superhéroes con Superman y otros voladores, así como aprendimos que esas pantallas, con tan poca resolución, se llenaban de in- sectos, decíamos, por no co- nocer la terminología técnica, toda vez que más eran los sue- ños que la realidad. Como éramos asiduos de la casa de Aníbal Castillo, que era la misma casa de doña Justa, en la que también vivía nues- tro condiscípulo Antonio Hi- guera, éste que escribe era la víctima diaria de la perra de esa familia. "Chita" la llamaban. Era un hermoso ejemplar. Una liga de pastor alemán con otro bicho que pudo haber sido ca- ribe, porque me mordía todos los días. No me podía ver la perra de Aníbal. Me perseguía, me acosaba, me miraba y sal- taba sobre mí, me acorralaba. Casi que le di un hijo. Ese ani- mal era mi más terrible pesa- dilla. No podía verme porque hasta con los ojos me mordía. Pero no dejaba de ir a ver tele- visión en la casa de los Casti- llo. Recuerdo que allí veíamos el Canal 13, de Valencia. A ve- ces se asomaba Radio Caracas Televisión. Nos relajábamos con la lucha libre donde los hermanos Bahtat, creo que así se escribe, hacían de las suyas y de las nuestras. Y allí vimos al Dragón Chino, a El Santo, a Lotario, a tantos otros de aquí y de afuera. Y siempre estaba "Chita" al acecho. En el momen- to menos pensado, zuás, el mordisco, la carrera, el susto, la arrechera. No me dejaba dis- frutar de la estranguladora de ese instante. O de la vista pa- norámica de aquel Clark Kent convertido en pájaro sobre una ciudad de cartón. Yo soñaba con ese animal y casi la vida se me había convertido en un imposible. Y mire que hablo como en una telenovela, por- que en realidad era eso, una telenovela real, muy real. 3.- A pesar de "Chita" fueron años felices con Antonio Higuera, Chuíto, César, Neyda y la bella Eva Lasaballet, de quien siem- pre estuve enamorado. Pero yo le tenía mucho miedo al papá, a Jesús. Aunque siempre fue ama- ble con nosotros y un gran jo- dedor con todos los muchachos de la calle. También estaban Ben y Man, los hijos de Carmito y Mercedes y nietos de doña Án- gela, una señora a quien quisi- mos mucho, como a doña Ten y a Silvina, la madre de Simón, Héctor e Israel Sotillo, nuestros hermanos de patio. 4.- Y allí estaba "Chita" con los dientes pelados. Menos mal que me acordé de ella y escribí esta croniquilla dedicada a todos mis amigos, parientes y hermanos de crianza de La Pascua. No recuerdo la fecha en que "Chita" dejó de perseguirme. Un día se murió. Ese día des- cansé, pero también me dio mucha tristeza porque se me hicieron las horas fastidiosas, pese a que podía ver televisión sin sobresaltos. Creo que los hijos de Aníbal y Julia, que eran tan niños como yo, la llo- raron. Después creo que tu- vieron otro perro, pero no era igual. No me ladraba, no me perseguía, no me mordía. Aquella mordida diaria, aquellos ojos saltones, aquella lengua húmeda, todas la carre- ras que daba para cruzar la ca- lle y ponerme a salvo conti- núan como un fantasma cada vez que me tropiezo con una perra con las características de la legendaria Chita, que Dios tenga en la gloria.

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Maracay, Sábado 23de marzo de 2013

Crónicas del Olvido

ALBERTO HERNÁNDEZ

“Chita”, la mordida diaria1.-

Yo vivía en la calle La Mas-cota N° 56 de Valle de laPascua. En esa casa, que

después fue de mi tía Carmende Loreto, pasamos la infan-cia mis hermanos, primos yyo. Y aún hoy día la seguimospasando porque la memoria seha quedado anclada en esa es-quina. En la que hacen las ca-lles La Mascota y LeonardoInfante.

Vivíamos rodeados de bue-nos vecinos, quienes con eltiempo se hicieron parte de lafamilia, como Aníbal y Julia Cas-tillo, Jesús y Aura Lasaballlet,Carmito y Mercedes Martínez,Silvina Sotillo. Rita Moncada ysu prole, que era bastante nu-merosa. La familia Azócar. Ro-sita y Coto Vargas. Y, por su-puesto, los hijos de quienes henombrado. Los que andan porel mundo y siguen siendo partede ese universo pequeño perointenso de Valle de la Pascua.

2.-Eran años en blanco y ne-

gro. Porque la TV que veíamosno tenía otro alcance. Los queno teníamos televisor inva-díamos las casas de quienes sígozaban de este privilegio,entre ellos Aníbal Castillo,doña Joaquina y José Azócar.En esas pantallas aprendimosa soñar con los bellos rostrosde nuestras actrices. Tambiénnos hicimos superhéroes conSuperman y otros voladores,así como aprendimos queesas pantallas, con tan pocaresolución, se llenaban de in-sectos, decíamos, por no co-nocer la terminología técnica,toda vez que más eran los sue-ños que la realidad.

Como éramos asiduos de lacasa de Aníbal Castillo, que erala misma casa de doña Justa,en la que también vivía nues-tro condiscípulo Antonio Hi-guera, éste que escribe era lavíctima diaria de la perra deesa familia. "Chita" la llamaban.

Era un hermoso ejemplar. Unaliga de pastor alemán con otrobicho que pudo haber sido ca-ribe, porque me mordía todoslos días. No me podía ver laperra de Aníbal. Me perseguía,me acosaba, me miraba y sal-taba sobre mí, me acorralaba.Casi que le di un hijo. Ese ani-mal era mi más terrible pesa-

dilla. No podía verme porquehasta con los ojos me mordía.Pero no dejaba de ir a ver tele-visión en la casa de los Casti-llo. Recuerdo que allí veíamosel Canal 13, de Valencia. A ve-ces se asomaba Radio CaracasTelevisión. Nos relajábamoscon la lucha libre donde loshermanos Bahtat, creo que así

se escribe, hacían de las suyasy de las nuestras. Y allí vimosal Dragón Chino, a El Santo, aLotario, a tantos otros de aquíy de afuera. Y siempre estaba"Chita" al acecho. En el momen-to menos pensado, zuás, elmordisco, la carrera, el susto,la arrechera. No me dejaba dis-frutar de la estranguladora de

ese instante. O de la vista pa-norámica de aquel Clark Kentconvertido en pájaro sobre unaciudad de cartón. Yo soñabacon ese animal y casi la vida seme había convertido en unimposible. Y mire que hablocomo en una telenovela, por-que en realidad era eso, unatelenovela real, muy real.

3.-A pesar de "Chita" fueron años

felices con Antonio Higuera,Chuíto, César, Neyda y la bellaEva Lasaballet, de quien siem-pre estuve enamorado. Pero yole tenía mucho miedo al papá, aJesús. Aunque siempre fue ama-ble con nosotros y un gran jo-dedor con todos los muchachosde la calle. También estaban Beny Man, los hijos de Carmito yMercedes y nietos de doña Án-gela, una señora a quien quisi-mos mucho, como a doña Ten ya Silvina, la madre de Simón,Héctor e Israel Sotillo, nuestroshermanos de patio.

4.-Y allí estaba "Chita" con los

dientes pelados. Menos mal queme acordé de ella y escribí estacroniquilla dedicada a todos misamigos, parientes y hermanosde crianza de La Pascua.

No recuerdo la fecha en que"Chita" dejó de perseguirme.Un día se murió. Ese día des-cansé, pero también me diomucha tristeza porque se mehicieron las horas fastidiosas,pese a que podía ver televisiónsin sobresaltos. Creo que loshijos de Aníbal y Julia, queeran tan niños como yo, la llo-raron. Después creo que tu-vieron otro perro, pero no eraigual. No me ladraba, no meperseguía, no me mordía.

Aquella mordida diaria,aquellos ojos saltones, aquellalengua húmeda, todas la carre-ras que daba para cruzar la ca-lle y ponerme a salvo conti-núan como un fantasma cadavez que me tropiezo con unaperra con las características dela legendaria Chita, que Diostenga en la gloria.

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JustinitoContenido Maracay, Sábado 23 de marzo de 201310

JOSÉ SÁNCHEZ ARÉVALO

Para los joroperos ylas joroperas en suinfinitud de baile

En el antiguo Sitio deGarabato hoy SanFrancisco de Asís,

vive un hombre representa-tivo del arte de bailar. Lamagia del valle de Asístranscurre en lo cotidianohaciéndose en hervor decultos y realizaciones, connotas de himnos del diariovivir desde el proceder decada persona, accionando ensus potestades de libertad ysoberanía, de las que, cons-cientes de ellas, las hacenpropiedades intrínsecas ensu posesión interna afectiva.

El relato preciso de histo-rial de vida lo hacemos escri-tura desde la lengua que pos-tula personajes particularespor su trayectoria, y unacrónica va emergiendo, pa-tentizándose con la emocióny la pasión de quien, maes-tro bailador en su señoríosincero de los vaivenes delritmo, bajo la paternidad deDios, ha tendido los pies portantos escenarios, adonde hallevado el aliento de su arte.Es como si en cada pie ale-teara un ala portentosa, y enel ser de su persona un espí-ritu de armonía lo sacudiesecuando el arpa desgrana sutimbre, las maracas se hin-chan en su percutir, y delbuche cantador el cánticobrota y se riega en notas quelo agracian de movimientos,de baile.

Y es que Justinito, el deCorocito al lá en la sierra,desde muy niño estuvopresto con su sonoro senti-miento originario paraprenderse en el joropo,s iempre templado de in-quietud porque sus plantasse mueven en el aroma dela carne joven del baile infi-nito; así nos lo refiere conla nostalgia alegre de sus 77años "Cuando llegué de lasierra a San Francisco, tenía9 años, me acuerdo… deJosé Volcán, cantador, Pa-blo Baloa, arpisto, Juan Ra-

fael Mori l lo, arpisto, Ma-nuel Colmenares, arpisto",Gabino Silva, cantador.

Justino Flores, Justinito,sigue enjuagando momentosde memoria, y con modestoorgullo, mientras sus ojos secierran para abrirse pasopor el tiempo, continúa en-marcándonos épocas con suvoz jaculatoria… "Venimos

de por ahí y conocí a Marga-rito Aristiguieta, SalvadorRodríguez, Rufino Pedrá. Deesa misma época viene Eva-risto Zardeño. Bailábamosen rancho grande en la casade mi mamá. En la casa deCarmen Campos animába-mos bailes con SandalioHernández. Bailábamos alritmo de Ciro Pimentel, puro

golpe, no como ahora quehay otra forma de bailar".

El poder de su activo bai-lar marcha por distintos rum-bos entonando canciones enla fiesta de sus pies que ru-moran como camineros. Sudiálogo es el baile, porque elvértigo alegre de su brava ysana historia es pura leyen-da joropeadora. Dentro de

tanta pasión, los caminos sele cruzan y en aquel desapa-recido club Los Molinos hacemás de treinta años, Justini-to se inventa como promo-tor de bailes de joropo, y conello, sin proponérselo, crea-rá una tradición de eventosque se expandirá por todo elmunicipio Zamora haciaotras latitudes, lo cual servi-rá y permitirá dar a conocera muchos exponentes del jo-ropo central.

Las fases de vida peculiardel hombre, de Justinito, sonespontaneidades, fuerza na-tural que subsiste sobre latierra; por ello su silueta bai-ladora es una estrategia, fue-go vivo quemadora de des-vivires, de negaciones y queexpone en esta nuestra pa-tria Venezuela, la mejor po-nencia de saber, la del pue-blo creador, consciente decuál es su rol en el gran tea-tro de variedades que la nue-va época atesoradora, lo in-viste con el manto soberanode ciudadano libre con lapotestad de visible humanoque antes durante siglos lefue negada.

Hay tantos Justinitos yJustinitas, rostros de nues-tra Venezuela soberana e in-dependiente, raíces propiascultoras de un arte plantadoen la memoria de tal modoque nos anima a animar. Elmaestro poeta AntonioArraiz en su poema "Quieroestarme en ti", del cual ex-traemos algunos versos, pin-ta el alma del singular joro-pero Sanfrancisquence"Quiero estarme en ti, juntoa ti, sobre ti, Venezuela,/pese aún a ti misma./ Quieroquedarme aquí, firme y siem-pre, sin un paso adelante, sinun paso hacia atrás./He deamarte tan fuerte que no pue-da ya más, / y el amor que tetenga, Venezuela,/ me di-suelva en ti"…

Se disuelve, dirá él, en eltono y sentir de los que bai-lan "Me siento en una emo-ción de bailar, en una ale-gría…" Su voz se hace un sol-fear hacia el tiempo recorrido"En ese tiempo de mi juventudme gustaba bailar pianito. Esoera lo que había hasta quevino la rockola. Pero lo míomío, era el joropo".

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Maracay, Sábado 23 de marzo de 2013 Contenido 31

Anna Karenina, de Joe Wright:La vida como teatro

ANA MARÍA RAMÍREZ

Anna Karenina es la nue-va película de Joe Wright, el mismo di-

rector de Orgullo y Prejuicio(2005) y Expiación (2007),cineasta que se ha encarga-do de llevar a la gran panta-lla esas obras literarias, pie-zas cinematográficas de im-pacto visual y suma bellezaque impresionan la miradadel espectador con cada seg-mento, por sus escenas ro-mánticas y sus tradicionalesmovimientos de la cámaraque siguen continuamente alos personajes (travellings).Por otra parte, pareciera queen cada segmento se admi-rara un cuadro al mejor esti-lo de Monet, Degas y Renoir.Se debe destacar que el másreciente trabajo de Wrightfue galardonado con un Os-car por mejor vestuario. Loque seguramente generarácuriosidad en los admirado-res del séptimo arte y sobretodo por la obra de Tolstoi.

Podríamos vislumbrar queAnna Karenina es una obra fíl-mica que fusiona técnicas ci-nematográficas para develar-nos una alegoría central delteatro: la apariencia y el disi-mulo. Pero, además, este pro-ducto cultural nos presenta undiscurso ficcional que mues-tra que el género femenino vaen descenso por culpa de suspasiones y lujuria en una so-ciedad enmascarada entre de-seos y perversiones. En el casoque citaremos, parecerá quela mujer al seguir sus emocio-nes trazará un final trágico,que revelará que la vida escomo un teatro.

Esta adaptación cinemato-gráfica de la trágica novelade Tolstoi nos revela las másbajas pasiones de una mujerque pertenece a un mundoconservador y purista, mu-jer que según las convencio-nes sociales debe cuidar deun hogar y su destino es sermadre. La historia se nospresenta con grandes bailes,riquezas y lujos. Todo en lahistoria aparenta, conven-cionalmente, ser lo normalhasta que nuestra protago-

nista decide dejarse llevarpor sus pasiones, lo que la lle-va a vivir el escarnio públicoy el rechazo por el desapegoa las normas. Abandona a unesposo, un hijo, una ostento-sa vida, y se abre paso en lareinvención de la Bovary quetodos conocemos.

Nuestra Anna Karenina(Keira Knightley), actriz queprotagonizó las piezas ante-riores de Wright, personificaun prototipo de mujer clási-ca para esa sociedad, una queestá hecha para ser madre ycuidar de un hogar, una queestá hecha para vivir de lasapariencias, pero cuando in-tenta vivir fuera de esas este-reotipaciones, notamos comose vale de toda la gestualidadteatral: fuertes expresionescorporales y faciales lo queimprime más dramatismo ala obra fílmica, tal y como si

estuviésemos admirándola enun escenario.

Recordemos el segmentode la carrera de caballos den-tro de un escenario y ella, conun cenital en su rostro, gritadesesperada por la pérdidadel caballo de su amante.Todo a su alrededor se para-liza y un plano casi de detalledel rostro enfatiza el sufri-miento de Anna. Segmentosde este tipo serán muy comu-nes en la obra, en las que sin-cronización, vestuario e ilu-minación y escenarios quesuben y bajan serán los en-cantos que darán vida a lapenosa historia de amor.

Cuando nos referimos aque en la historia prevalecela metáfora de que la vida esun teatro, es debido a quecomo espectadores no nosimporta lo que los persona-jes son como personas sino

lo que puedan representar enla sociedad, es decir, aparen-temente, tenemos títeres quese mueven al antojo de lasemociones, deseos y pasio-nes de un ser omnipotente:las convenciones, las normasy las apariencias, que de noser seguidas reclamarán elrechazo social que esto con-duce. Recordemos que laobra de Tolstoi es una piezarealista que retrata los sinsa-bores de una sociedad aris-tócrata rusa maltrecha y sinvalores. No está de más re-cordar que la utilización dedicha metáfora se remonta aEl mito de la caverna de Pla-tón, El gran teatro del mun-do de Calderón de la Barca yel Satiricón de Petronio, en-tre otros. Actualmente, lametáfora sigue vigente, siguelatente nuestra visión demundo en el que la vida es un

teatro; es nuestra experien-cia, nuestro modo de ver larealidad, al parecer no hayotra forma de pensarla. Por-que como lo constata Ramí-rez (2010) y el sociólogo Er-ving Goffman vivimos de lopodemos aparentar delantedel otro, de salvar imágenes,de construir caras positivasante la sociedad y, así sobre-vivir en el mundo de las con-venciones. Por eso, vemosque en otros trabajos cine-matográficos como Shakes-peare in love de JohnMadden, se esfuerza en re-codarnos que la vida semueve en esas dimensiones:aparentar y disimular. Mo-vernos camaleónicamentepara sobrevivir. Sino, reme-moremos las palabras dewill en la película antes men-cionada "soy una marionetadel destino".

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Maracay, Sábado 23 de marzo de 201332 Contenido

Conjuros, recetas y oraciones

ARNALDO JIMÉNEZ

Juramento para nop e r d e r l a v i d a e nvano: juro delante de las

almas de mis perros perdidos,juro delante de mis muertosamados, que el sueño no seráuna excusa para no atrapar elsol del mediodía. Juro por lahumildad del agua en la sed deuna mariposa y la mordida deun gato en la cola de su naci-miento, que mis instantes es-tarán gastados hasta el final dela complacencia y visitaré elmar y jugaré con sus olas has-ta que la vejez me haga ver mishuesos de arena. Juro por el

sol atrapado en la superficiede una botella y las flores quesiempre huelen la muerte, queno dejaré de mirar las espigasdoradas en los ojos de mis hi-jas y sentiré aún en la ausen-cia el batir de la lluvia sobresus cabellos. Juro capturar elsonido del ánima en las ollas ycontemplar con asombro lasemejanza del silencio en losnombres, juro beber más losalgodones de azúcar de la in-fancia y mirar la deformaciónde las nubes hasta dormirme.Juro delante de las almas des-nudas de mis amigos que siem-pre dejaré mis oídos abiertospara recibir sus risas y sus la-mentos. Juro por la orfandad

que acaricia la cabeza de mihermana, por la complejidaddel espacio donde moran lasmáscaras y el tuétano de mie-do que late en el fondo de losamuletos, que mi amor no esmío ni mi cuerpo ni mis pala-bras, que desde siempre heido regando su humito de ple-garia en los altares de la reali-dad. Juro por la mujer queamo y las que ya dejaron deamarme, que seré tan ciertocomo una mano sin guante,que sujetaré el vértigo deotras culpas hasta donde lasmías puedan soportarlas, juroque asistiré al parto de misvínculos con las palabras, queme iré feliz tras sus vuelos de

niebla y que en mi concienciaseguiré comulgando la hostiadel delirio.

Oración para ajustar elcuerpo: cuerpo mío, no sécómo hablarte con mis miem-bros, eres una flor de especu-lación, una memoria rodan-do por los riesgos, cómo ha-blarte desde esta niebla, creeren ti y no poseerte. En cuálpecho de piedra está mi mo-rada, en cuál vacío de nidodebo fraguarme. ¿Te llevo ome llevas por este laberintode evasiones? Cuerpo mío,vuelve a tu cauce de sangre,ya no seas fruto inútil en unarama seca, el camino no es la

voz, escucha las reiteracionesde lo que se aleja, todo suenaa pasaje apoyado en nuestroshuesos, quédate en mí y sea-mos como el vino en el cálizde redención.

Brebaje, ron de culebra: leabrimos el cuerpo hasta elumbral de sus sombras, les sa-camos sus aceites, la encerra-mos en un frasco y lo enterra-mos en el patio. La cabeza lle-na de azares destilará monte yhuella y Dios brilla en su vene-no. Arropados con los saboresde la mejorana y la brusca; dosdías, dos noches, deje al fras-quito llevando sereno y fuegode luna, encomiéndeselo a lossantos y a las ánimas de la fa-milia, beba una copita cadaamanecer hasta acabar el fras-co, porque así se invadirá laenfermedad que también estáenvasada en su cuerpo y seamolda al vacío y empaña latransparencia. La culebra seocultará en los límites de lamédula y anudada a su propiamuerte reptará la cuesta de lasangre, soltando su relámpagoy atrapando a su presa. La en-fermedad se contorsiona bus-cando aire y en lenta agoníaabrirá su derrota.

Para bendecir un cuchillo:su vida es la única magia posi-ble, tóquela fielmente en sucorazón. Queremos prepararal cuchillo para destruir sumemoria, esa imagen de él conhilachas de sangre en sus ho-cicos, en sus dientes. La bon-dad debe residir en sus actos,para que el cuchillo pueda ex-traviar su destino. Lime la hojacon la angina de una higuera,sumérjala en vinagre y aguabendita. El mismo ofrecerá sucolor y su textura y comenza-rá a botar las rodajas de lascertezas, los cuellos de lasaves sacrificadas, botará losfiletes de la voz cuando la cor-tadura de las ofensas era máspunzante y continuaron ale-teando en los caminos de lasangre. El cuchillo sacará susúltimas risas en las gavetas, sufalta de remordimiento espe-rando nuestros pulsos. Sacu-da el cuchillo contra la tierra,preparada con larvas astralesy picadura de serpiente. Así elcuchillo será una mandíbulaoxidada en el olvido, un fósildesmembrado en la quietud yjamás volverá a probar el sa-bor de la vida.