Suplemento Cultural Contenido 16-08-14

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SÁBADO 16 DE AGOSTO DE 2014 CONTENIDO 5 Crónicas del Olvido PARAD LOS RELOJES Y OTROS POEMAS ALBERTO HERNÁNDEZ 1.- U n poema de Wystan Hugh Auden, de traducción no muy feliz, pero cuya at- mósfera rodea el espíritu de un ser aposentado en una tierra di- latada por los rasgos de una lenta conmoción, da pie para marcar el instante de una lectura com- pleta del tomo Parad los relojes y otros poemas (Grijalbo Monda- dori, Madrid 1994). El poema se titula “Esta Isla” en cuyo sistema de imágenes se recoge la conge- lación del tiempo: la simulación de un paisaje que sólo es un re- flejo. El hombre y la industria. El sufrimiento. Quien “narra” el texto forma parte de objetos, animales y fenómenos de un lugar que no sabemos dónde está. ¿De qué Isla habla el poeta? Amparado por un vocativo, el que dice de la Isla se pasea entre sonidos, ruidos, ma- reas y pleamares sugeridos. Un al- guien habita el lugar, un alguien invisible, quizás la mirada de ese alguien, quizás sólo el momento de un ser que miró y dejó su hue- lla en la memoria de otro. Convoca, el poema, al placer de vivir en paz y sosiego en tal lugar. “Mira, extranjero, esta isla que ahora la luz saltarina te desvela para tu deleite, asiéntate aquí y vive en paz, que por los canales de tu oído pueda escurrirse como un río el ruido oscilante del mar”. Un canto que invita a ser sal y sol, pero sobre todo un “na- cional” de una tierra que no le pertenece pero que podría ser sitio para un comienzo y un fin. El poeta clama por el tiempo que discurre por su piel, por su inte- rior, por los lugares del espíritu con la intención de detenerlo en un lugar: la Isla es el tiempo figu- rado, elaborado por la naturaleza y el pensamiento. 2.- “Detente aquí, al final del pra- do diminuto/ donde la pared calcárea se hunde en la espuma y/ sus acantilados/ resisten el fragor/ y el embate de la marea, / y el guijarro resurge tras el la- metón/ del oleaje,/ y la gaviota se hospeda/ un momento en su flanco vertical.” Y digo arriba de infeliz traduc- ción porque el español que Ja- vier calvo usa es tan español, tan localista y poco elegante, de giros tan forzados, que hacen del texto una lectura carrasposa, en la que la música afecta el oído poético. Algunas expresiones desfavore- cen el texto, lo afean, imposibili- tan una lectura “placentera”. Un poco más adelante, Auden nos hace leer el poema que le da título al libro. En él el poeta se lamenta de la muerte del amor: se vale de imágenes cotidianas para marcar el fracaso, personal y colectivo de una zona siempre indagada por el poeta, pero mu- chas veces desechada. Que el poema hable por sí solo: “Parad los relojes y desconec- tad el teléfono,/ dadle un hueso jugoso al perro para que lo ladre,/ haced callar a los pianos, tocad tambores con sordina,/ sacad el ataúd y llamad a las plañideras.// Que los aviones del vueltas en señal de luto/ y escriban en el cielo el mensaje “Él ha muerto”,/ ponedles crespones en el cuello a las palomas callejeras,/ que los agentes del tráfico lleven guan- tes negros de algodón.// Él era mi norte y mi sur, mi este y mi oeste,/ mi semana de trabajo y mi descanso dominical,/ mi día y mi noche, mi charla y mi música./ Pensé que el amor era eterno: es- taba equivocado.// Ya no hacen falta estrellas: quitadlas todas,/ guardad la luna y desmontad el sol,/ tirad el mar por el desagüe y podad los bosques,/ porque aho- ra ya nada puede tener utilidad”. Es la voz definitiva. En el fin de algo. Es un recorrido por todo lo que antes era importan- te. Sin el amor, nada tiene sen- tido. Visiones surreales que le dan fuerza al poema y hacen de Auden un poeta que se vale de ciertas herramientas para hacer- se escuchar. 3.- Para Auden, el presente es la instancia del tiempo más rele- vante. El poema se compone en la vigencia del ahora. Es el tiempo para vivir, el tiempo para estirar el horario de la respiración. El tiem- po no se queda quieto, se mueve, palpita tanto en el cuerpo como en el espíritu. El tiempo es una herramienta, un instrumento que elabora los viajes y las mudanzas por el paisaje y por el interior de la existencia. 4.- W.H. Auden nació en York en 1907. Estudió en la Universidad de Oxford, lugar donde se rela- cionó con poetas y escritores de la época, entre ellos Cecil Day Lewis, Stephen Spender y Chris- topher Isherwood. Publica en 1930 su libro “Poemas”, donde se muestra el realismo inglés que durante toda su carrera perma- neció en sus versos. Una poesía coloquial, de estilo claro y preci- so, como casi toda la poesía an- glosajona. Su poemario “España” fue publicado en 1937, donde describió la tragedia de la Guerra Civil Española. En 1946 se hizo nacional norteamericano y al año siguiente ganó el Pulitzer por el libro “La época de la ansiedad”. Enseño poesía en Oxford desde 1956. El poeta falleció en 1973.

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SÁBADO 16 DE AGOSTO DE 2014 CONTENIDO 5

Crónicas del Olvido

PARAD LOS RELOJES Y OTROS POEMASALBERTO HERNÁNDEZ

1.-

Un poema de Wystan Hugh Auden, de traducción no muy feliz, pero cuya at-

mósfera rodea el espíritu de un ser aposentado en una tierra di-latada por los rasgos de una lenta conmoción, da pie para marcar el instante de una lectura com-pleta del tomo Parad los relojes y otros poemas (Grijalbo Monda-dori, Madrid 1994). El poema se titula “Esta Isla” en cuyo sistema de imágenes se recoge la conge-lación del tiempo: la simulación de un paisaje que sólo es un re-� ejo. El hombre y la industria. El sufrimiento. Quien “narra” el texto forma parte de objetos, animales y fenómenos de un lugar que no sabemos dónde está. ¿De qué Isla habla el poeta? Amparado por un vocativo, el que dice de la Isla se pasea entre sonidos, ruidos, ma-reas y pleamares sugeridos. Un al-guien habita el lugar, un alguien invisible, quizás la mirada de ese alguien, quizás sólo el momento de un ser que miró y dejó su hue-lla en la memoria de otro.Convoca, el poema, al placer de vivir en paz y sosiego en tal lugar.

“Mira, extranjero, esta isla que ahorala luz saltarina te desvela para tu deleite,asiéntate aquíy vive en paz,que por los canales de tu oídopueda escurrirse como un ríoel ruido oscilante del mar”.

Un canto que invita a ser sal y sol, pero sobre todo un “na-cional” de una tierra que no le pertenece pero que podría ser sitio para un comienzo y un � n. El poeta clama por el tiempo que discurre por su piel, por su inte-rior, por los lugares del espíritu con la intención de detenerlo en

un lugar: la Isla es el tiempo � gu-rado, elaborado por la naturaleza y el pensamiento.

2.-“Detente aquí, al � nal del pra-

do diminuto/ donde la pared calcárea se hunde en la espuma y/ sus acantilados/ resisten el fragor/ y el embate de la marea, / y el guijarro resurge tras el la-metón/ del oleaje,/ y la gaviota se hospeda/ un momento en su � anco vertical.”

Y digo arriba de infeliz traduc-ción porque el español que Ja-vier calvo usa es tan español, tan

localista y poco elegante, de giros tan forzados, que hacen del texto una lectura carrasposa, en la que la música afecta el oído poético. Algunas expresiones desfavore-cen el texto, lo afean, imposibili-tan una lectura “placentera”.

Un poco más adelante, Auden nos hace leer el poema que le da título al libro. En él el poeta se lamenta de la muerte del amor: se vale de imágenes cotidianas para marcar el fracaso, personal y colectivo de una zona siempre indagada por el poeta, pero mu-chas veces desechada.

Que el poema hable por sí solo:

“Parad los relojes y desconec-tad el teléfono,/ dadle un hueso jugoso al perro para que lo ladre,/ haced callar a los pianos, tocad tambores con sordina,/ sacad el ataúd y llamad a las plañideras.// Que los aviones del vueltas en señal de luto/ y escriban en el cielo el mensaje “Él ha muerto”,/ ponedles crespones en el cuello a las palomas callejeras,/ que los agentes del trá� co lleven guan-tes negros de algodón.// Él era mi norte y mi sur, mi este y mi oeste,/ mi semana de trabajo y mi descanso dominical,/ mi día y mi noche, mi charla y mi música./

Pensé que el amor era eterno: es-taba equivocado.// Ya no hacen falta estrellas: quitadlas todas,/ guardad la luna y desmontad el sol,/ tirad el mar por el desagüe y podad los bosques,/ porque aho-ra ya nada puede tener utilidad”.

Es la voz de� nitiva. En el � n de algo. Es un recorrido por todo lo que antes era importan-te. Sin el amor, nada tiene sen-tido. Visiones surreales que le dan fuerza al poema y hacen de Auden un poeta que se vale de ciertas herramientas para hacer-se escuchar.

3.-Para Auden, el presente es la

instancia del tiempo más rele-vante. El poema se compone en la vigencia del ahora. Es el tiempo para vivir, el tiempo para estirar el horario de la respiración. El tiem-po no se queda quieto, se mueve, palpita tanto en el cuerpo como en el espíritu. El tiempo es una herramienta, un instrumento que elabora los viajes y las mudanzas por el paisaje y por el interior de la existencia.

4.-W.H. Auden nació en York en

1907. Estudió en la Universidad de Oxford, lugar donde se rela-cionó con poetas y escritores de la época, entre ellos Cecil Day Lewis, Stephen Spender y Chris-topher Isherwood. Publica en 1930 su libro “Poemas”, donde se muestra el realismo inglés que durante toda su carrera perma-neció en sus versos. Una poesía coloquial, de estilo claro y preci-so, como casi toda la poesía an-glosajona. Su poemario “España” fue publicado en 1937, donde describió la tragedia de la Guerra Civil Española. En 1946 se hizo nacional norteamericano y al año siguiente ganó el Pulitzer por el libro “La época de la ansiedad”. Enseño poesía en Oxford desde 1956. El poeta falleció en 1973.

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SÁBADO 16 DE AGOSTO DE 2014CONTENIDO6

Los españoles que combatieron junto a Hitler en el búnker de Berlín

MANUEL P. VILLATORO

Berlín, 1945. Los nazis de� en-den la capital de lo que, en su día, fue el III Reich. Pero de ese

antiguo imperio ya sólo quedan cenizas. Mientras Adolf Hitler se protege acongojado en su búnker y las bombas llueven sobre la ciu-dad, unos pocos soldados tratan de resistir las embestidas de los carros de combate y la infantería soviéti-ca. De repente, entre las continuas ráfagas de disparos y el retumbar de alguna granada perdida, suena una orden… «¡Disparad!». Aunque lleva el uniforme alemán, el o� -cial que grita es español y perte-nece a la «Unidad Ezquerra», un grupo formado por 300 soldados hispanos que, junto a los hom-bres del Führer, se quedaron en Alemania para batallar contra el comunismo en los últimos días del nacional socialismo.

En aquel grupo cabía todo aquel que se presentara voluntario, ya fuera un veterano de la disuelta División Azul, un estudiante que hubiera decidido partir hasta Ale-mania, o un español que hubiera atravesado los Pirineos para luchar del lado del Führer. Tan solo había una norma: debía sentir repugnan-cia por el comunismo. «La “Unidad Ezquerra” fue la irreductible. Un pu-ñado de divisionarios que decidie-ron combatir hasta el último aliento en el bando alemán contra los ru-sos. Era un grupo heterogéneo, una pequeña Legión que aguantó has-ta el último momento», explica, en declaraciones a ABC, el historiador José Luis Hernández Garvi, autor de «Episodios ocultos del franquis-mo» (Editado por Edaf)

Los orígenes: La División AzulPara conocer el origen de la

«Unidad Ezquerra» es necesario remontarse hasta el 22 de junio de 1941. En aquel día, Adolf Hitler –que, sin prisa pero sin pausa, había logrado que su esvástica dominara una buena parte de Europa-, no dudó en atacar a uno de sus enemi-gos naturales: la U.R.S.S. Su plan era sencillo: movilizar a sus devienes «Panzer» y sus «soldaten» hasta la Unión Soviética y arrasar con ellos al camarada Stalin. Sin embargo, el Führer no pensaba viajar sólo, y mucho menos sin refuerzos, hasta la estepa Rusa. Por ello, llamó a la

puerta española y solicitó a Fran-cisco Franco que le devolviera la ayuda que le había prestado en la Guerra Civil.

El ferrolano –que le debía un favor al líder teutón- no pudo más que aceptar y, como no, poner una gran sonrisa al hacerlo. «Franco ofreció a Alemania el envió de algunas unidades de voluntarios en reconocimiento a la ayuda recibida durante la Guerra Civil. Un ofrecimiento que tenía que ser interpretado como un gesto de solidaridad, y no como el anuncio de la entrada en la guerra; que no se produciría hasta llegado el “mo-mento adecuado”» explica, en este caso, el doctor en Historia Contem-poránea Xavier Moreno Juliá (au-tor de varios libros cómo «Hitler y Franco. Diplomacia en tiempos de guerra -1936-1945-»), en su trabajo «La División Azul. Sangre española en Rusia. 1941-1945».

Apenas un par de lunas después de que Adolf Hitler enviara a sus tropas al frío de la «madre Rusia» -una maniobra que sería conocida como «Operación Barbarroja»- el ministro de Asunto Exteriores es-pañol (Serrano Suñer) se prepara-ba para dar la gran noticia al pue-blo español a través de todos los medios de comunicación: el país

se disponía a organizar una unidad militar de voluntarios que serían incluidos en las � las del ejército alemán. Se había puesto la primera piedra de la que, a la postre, sería la «División Azul», después de que la propuesta fuera aceptada por el mismísimo Führer en persona.

Así explicó Serrano Suñer aquel día a los presentes las causas de la creación de esta unidad de voluntarios españoles: «Camara-das. No es hora de discursos. Pero si de que Falange dicte en estos momentos su sentencia condena-toria: ¡Rusia es culpable! Culpable de nuestra Guerra civil. Culpable de la muerte de José Antonio, nuestro fundador. Y de la muer-te de tantos camaradas y tantos soldados caídos en aquella guerra por la opresión del comunismo. El exterminio de Rusia es exigencia de la historia y del provenir de Eu-ropa. ¡Muera la Unión Soviética!». En las siguientes horas, se presen-taron más de 20.000 voluntarios a la nueva unidad que se batiría, a fusil y cuchillo, contra la U.R.S.S.

El 2 de julio de ese mismo año, tras una semana de inscripciones, � nalizó el plazo para alistarse en la División Azul con una a� uencia de voluntarios increíble. Tras una selección previa, se constituyó un

contingente con aproximadamen-te 18.000 integrantes al mando de Agustín Muñoz Grandes, un vete-rano de la Guerra Civil con claras tendencias a favor del nacional socialismo. Finalmente, se formó la unidad que los alemanes co-nocieron como «Blau división» o «250. Einheit spanischer Freiwi-lliger» (250 Unidad de voluntarios españoles).Disparos españoles en Rusia

Tras llegar al país de la esvástica y calzarse el uniforme germano, los españoles tuvieron que someterse a un entrenamiento de apenas dos meses en el que aprendieron lo básico para matar rusos: apuntar, disparar y recargar. Del campamen-to de instrucción fueron transpor-tados en tren hasta Polonia, desde donde llevaron a cabo una mar-cha de más de 1.000 kilómetros a pie hasta el frente soviético ubi-cado cerca de Moscú. «En la mar-cha se nos rompieron los zapatos y acabamos medio desnudos. Ade-más, el problema fue el frío que su-frimos, que nos afectó mucho más porque nos cogió medio desnudos tras la caminata, sin apenas calzado que se había roto. Fue muy duro», explicaba hace un año el divisiona-rio Juan José Sanz a ABC.

La División Azul tuvo que recorrer

1.000 Km. a pie hasta el frente ruso Una vez en su destino, la Divi-

sión Azul hizo frente a los rusos en contiendas como la del rio Voljov. Sucedida en Octubre, en esta ofen-siva el mando alemán dio la orden a los españoles de atravesar la co-rriente de agua con botes neumá-ticos y tomar posiciones en la zona soviética. «A las tres de la tarde del día 19 el teniente Escobedo, al mando de su sección, reforzada con dos ametralladoras, cruzaba el río (…) capturando 42 prisioneros», explica Manuel Román Jiménez en su libro «Historia del II batallón del 269 (Rusia 1941-1942)». A pesar del éxito inicial al tomar varias pobla-ciones cercanas, � nalmente hubo que tocar a retirada ante los fuertes contraataques del ejérci-to rojo y el apoyo de su artillería.

Los intensos combates en plena Rusia, las bajísimas temperaturas, y los disparos soviéticos fueron cau-sando en los meses sucesivos una ingente cantidad de bajas entre los españoles. Aún así, siempre que se preguntaba por ellos se hallaban en primera línea de fuego. Tal fue su valentía que (según a� rma el historiador José Luis Hernández Garvi en su libro «Episodios ocul-tos del franquismo») Hitler no tuvo reparos en alabar el coraje y arrojo de los soldados (aunque no el de los o� ciales): «Extraordinariamente valientes y duros contra los partisa-nos, pero tremendamente indisci-plinados. Lo que es lamentable es la diferencia de trato entre los o� -ciales y la tropa. Los o� ciales se dan la gran vida mientras sus hombres se ven obligados a la mayor de las miserias».

La participación de la División Azul llegó a su � n en 1943. La ra-zón era sencilla: los aliados –que estaban empezando a imponerse a base de carro de combate, fusil y bombardero- estaban hasta el casco de las fullerías del ferrolano y le exigieron la retirada de la «Blau División». Dicho y hecho. Sabiendo que era mejor no hacer enfadar al bando que podía ganar la guerra, Franco ordenó la vuelta a España de sus hombres del frente a través de trenes de carga. Así pues, en noviembre de ese mismo año comenzó la llegada de voluntarios a la Península, de donde meses an-tes habían salido para combatir al comunismo.

1.- La División Azul: el principio de todo

Varios miembros de la «División Azul» se dirigen hacia Alemania

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SÁBADO 16 DE AGOSTO DE 2014 CONTENIDO 27

Por mucho tiempo me acos-tumbré a sentir a Guarenas como el lugar ideal de reen-

cuentros familiares y el punto ideal para iniciar cualquier proyecto la-boral. Con tales expectativas me fui desde Los Magallanes a Guarenas, un día inexacto de diciembre de 1976. La idea era quedarme esas navidades y en enero iniciar unas pasantías remuneradas en el diario La Voz de Guarenas.

Al estrenarme como reportero de La Voz Diaria se fue dando pau-latinamente esa relación estrecha con la ciudad, de reconocerme en sus espacios, recorrerla material y espiritualmente. Desde la plaza Bo-lívar en la parte alta del pueblo, se fueron distribuyendo los nexos con Paco Azcona, director de la Casa de la Cultura, el buen amigo José Án-gel Ortega, con el cronista o� cial de aquel entonces David W. Fernán-dez, Radio Industrial y sus locutores estrellas como Igor Camacho Ostos y Jesús María Sánchez.

De este tiempo de compenetra-ción con la ciudad ubico los años 1978- 1983 como el periodo de mayor efervescencia creativa en el núcleo de aquel terruño que en len-gua indígena signi� ca “lugar de la hierba”. “Guarenaima pulcra y � ore-cida”, había escrito el poeta Andrés Athilano, quien junto al Caupolicán Ovalles, Octavio L. Orta, Luis Patiño Antich, Miguel Parra, Benito Canó-nico (con su Totumo de Guarenas), Antonio Núñez (impulsor por mu-chos años de la parranda de San Pedro), entre otros, dan prestigio ancestral al gentilicio local.

Fue ese amor por la ciudad y el reconocimiento de sus valores ge-nuinos lo que nos llevó a dedicarle fe y pasión al proyecto cultural que junto a muchas personas echamos a rodar Manuel Cabesa y este servi-dor. Desde la Voz de Guarenas y con la fundación del Suplemento Cultu-ral Temporía trazamos las coorde-nadas estratégicas que nos llevaron al teatro (El Pequeño Grupo), la rea-lización de performances que ha-cíamos en casesores abandonados, y sobre todo nuestra acción con-creta en el Centro Cultural Miguel Parra, cuya dirección estaba a cargo

del profesor Eduardo Espinoza.A la par de la incesante bohemia

con contertulios de fuste se iba rea-lizado este proyecto donde todos éramos alumnos y profesores. Ma-nuel Cabesa con todo el aprendi-zaje de la Escuela de Arte de la UCV venía con técnicas novedosas que pusimos en práctica en el montaje de obras como Este mundo circo, de Mariela Romero; Lo importante es que nos miramos, de Elizabeth Schön; Big Bang (con dirección y montaje de Jacobo Rodríguez), en-tre otras que se midieron con los trabajos hechos por Armando Urbi-na en el Teatro Negro de Barlovento.

El Pequeño Grupo conformado por Manuel Cabesa, Lilian Lepplaid, Angélica y Carlos Antonio Silva sir-vió para pulir técnicas pero particu-larmente sólidos elementos para el aprendizaje vital. Eso es lo importante.

De las cosas que logro evocar con nitidez de ese período está la Llave de la Ciudad otorgada a quien suscribe y el Premio Municipal de Poesía a Manuel Cabesa. Fueron no-ches de farras que Manuel aprove-chó para celebrar un Premio que no se tomó muy en serio porque a � nal tuvo el guáramo de declinar al reco-nocer que habían poetas del terru-ño con una obra más densa que la de un debutante para ese entonces de la palabra escrita.

ELEGÍA A PONCIANO RAMÍREZ HISTRIÓN DE LA ALEGRÍA

JOSÉ SÁNCHEZ ARÉVALOCARLOS ANTONIO SILVA

En la frondosidad de su saber aldeano derramando la gua-sa de su humor, Ponciano Ra-

mírez se ausenta intacto, dejándo-nos impregnados de su realismo mágico religioso.

Era y es puro humor, porque solo su presencia arrancaba son-risas de placer, y toda la atención puesta en él, � orecía el ambiente, tornándolo propicio para la risa y más allá, despejando con su ritual humoroso las nubes extrañas de la tristeza.

Ponciano cabalga sobre el lúdi-co poder del cuento, de la narra-ción, del chiste o anécdota. Nadie como él para conjurar lo oscuro, lo fatal, lo nebuloso y en ese cabalgar, su mágica soltura, su religiosidad empinada desbordaba todos los cauces lúdicos; esos juguetones encuentros maravillosos, hacien-do de los instantes, la imagen de sus días, centrándose en el lugar de la máxima alegría, El Caro.

¡Cuánto nos ofrendas Ponciano! ¡INMENSURABLES!

¡Qué te llevas?Seguros estamos que te llevas El

Garabato de tantos sueños. Somos corazones fervientes destinados a invocarte.

¿Vas al cielo?Así es, porque Dios te guarda un

lugar a su diestra para oír con aten-ción tus anécdotas, tus versos en la quema de Judas, acompañada de tu fuerza histriónica, que te hace particular en la cotidianidad con la gente.

Frecuente amigo, impreg-naste al Caro Antañón con la jovialidad de tu ideal encanto, memoriando cada día aquella empalizada de árboles jóvenes de la que El Caro fue estante, sobreviviendo a la sierra del pro-greso. De sus ramas emergen sonrisas de rostro poncianil.

Cada brisa que llega, se detiene y sigue, detenta tus fuentes que desprende aromas de pueblo ge-nuino para retoñar en el recuerdo de tus carcajadas metálicas.

El tallo de El Caro, erguido y frondoso, re� eja tu � gura tallada en carne con tus camisas a cua-dros, y de ti se desprende la broma animando el espacio con la sabro-

sura de tus ocurrencias.Anchurando cualquier espacio

con tu sola presencia, tu humo-rismo fue más allá de ser promo-tor de sonrisas, se convirtió en un colectivo que realza tu ausencia como presencia vivaz, in� nita.

¡Quién no escuchó, ahí en El Caro, tus cuentos! Y cada lance en el juego de bolas criollas venía acompañado con ocurrencias, un decir, un refrán, un chiste, una cha-rada, una anécdota; por eso tu in-genio es atmósfera del lugar.

Querido contertulio, cultor del verso coplado, devoto de lo imaginario, en El Caro se con-funden “olor fresco a madera

que es casi olor de carne”.Ponciano, sólo los hombres que

saben hacer reír, incuban cancio-nes de risas, y se siembran en la gente y la historia pueblera, regan-do y esparciendo sus raíces, como se siembran los árboles, como se sembró el vetusto Caro, en la con-ciencia y espíritu de los asiduos convocados de su entorno, protec-tores que viven a diario el placer bajo su sombra.

Muchacho de El Caro, Viejo Amigo, Compañero del Alma, Aus-piciador de Sonrisas, Invocador del optimismo, Cronista de La Alegría, nos dejas todo tu bagaje y legado de humor.

Crónicas de Guarenas (Parte 2)

El lugar de la hierba

Como un mirador inquieto, la torre de la Iglesia la Copacabana vigila cada mirada y anhelo de quienes vienen, van y vuelven a la “ciudad de la hierba”

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CONTENIDO28 SÁBADO 16 DE AGOSTO DE 2014

La perla, novela del desventurado

POEMAS DE WILSON CAMERO

LEONARDO MAICÁN

El estadounidense John Stein-beck ocupa un lugar de ho-nor en el desordenado altar

de mis autores favoritos. Su estilo es sencillamente impresionante. Premio Nobel de Literatura en 1962, la � ora literaria de Steinbeck exhibe títulos como Tortilla Flat, La perla, El valle largo, Las uvas de la ira, La copa de oro, Las prade-ras del Cielo, El mar de Cortés y Al este del Edén, entre otros. Tanto en Tortilla Flat como en La perla, por ejemplo, el ambiente huma-no y físico está impregnado de una melancólica pero fuerte pre-sencia hispana, mestiza e incluso indígena. No nos sorprende: John Steinbeck nació en 1902 en Sali-nas, California, pequeña ciudad estadounidense de alma mexica-na. En Tortilla Flat, verbigracia, el autor inserta frases en español, que � otan como ínsulas lingüís-ticas en medio de un océano de vocablos ingleses. Steinbeck mu-rió en 1968, un año antes de que el hombre profanara la luna. Sí, la luna, que ciertamente parece una enorme perla colgando del cielo.

La perla es una novela corta cuyos acontecimientos tienen lugar en el pueblo pesquero de La Paz. En sus páginas, poco más de un ciento, encontramos al nú-cleo familiar conformado por los cónyuges Kino y Juana; él un hu-milde pescador y ella un ama de casa. Y por Coyotito, un lindo llo-ricón aún de cuna, hijo de ambos. Alrededor de ellos gravita todo el orden histórico-discursivo de

la novela. Al lado de este grupo están Juan Tomás y Apolonia, hermano y cuñada de Kino, res-pectivamente. Otro personaje de cierta relevancia es el médico del pueblo, matasanos sin escrúpu-los. Cabe mencionar también al señor cura y las voces anónimas de mendigos, pescadores, tra� -cantes de perlas, vagabundos, matones y asaltacaminos. El pue-blo mismo, La Paz, es una especie de personaje que lleva dentro de sí una compleja contradicción: una parte de ella está impeca-blemente urbanizada, tiene sus calles asfaltadas y sus aceras bien de� nidas. Posee hermosas casas, lujosas o� cinas, negocios. La otra parte de la ciudad, la que linda con el muelle, está compuesta social y étnicamente por pes-cadores indígenas, analfabetos en su mayoría, quienes viven en ranchos de palma, carentes de los servicios públicos básicos. Los habitantes de esta parte de

La Paz son pescadores de per-las inmersos en la pobreza críti-ca, cuyos frutos del mar les son comprados a precios miserables por una ma� a de especuladores. Estado de cosas inalterable que mantiene a los pescadores en un círculo vicioso de servidumbre.

Kino estuvo a punto de rom-per con la regla. Un día, cuando buceaba en las aguas del Golfo, encontró Kino la perla más gran-de jamás vista por ningún pesca-dor de la zona, una perla que lo remediaría a él y a su familia de todas las penurias y necesidades. “Kino introdujo su cuchillo entre los bordes del caparazón. Notaba la � rmeza de los músculos ten-sos en el interior, oponiéndose a la hoja cortante. Movió ésta con destreza, el músculo se relajó y la ostra quedó abierta. Los carnosos labios saltaron desprendidos de las valvas y se replegaron venci-dos. Kino los apartó y allí estaba la gran perla, perfecta como la luna. (…). Era tan grande como un huevo de gaviota. Era la ma-yor perla del mundo”.

Pero sobre todo, lo que más emocionaba a Kino, era que gra-cias a la perla podría casarse por la iglesia con su adorable Juana, y que el amado hijo de ambos, Coyotito, iría a la escuela, apren-dería a leer y escribir. ¡Una vez vendida la gran perla serían ricos! “Mi hijo leerá y abrirá los libros, y escribirá y lo hará bien. Y mi hijo hará números, y todas esas cosas nos harán libres porque él sabrá, y por él sabremos todos”, decía con orgullo.

Frente a su humilde hogar se agolparon sus vecinos, todo el mundo quería ver la gran perla, llevarse un recuerdo de la mágica luz que desprendía la joya. La no-ticia no tardó en llegar al sector más acomodado de la ciudad. Y a la casucha de piso de tierra vino a visitarle a Kino el señor párroco, en cuyas pupilas el signo del dó-lar se estampó como un pecado apenas vio semejante perla. Reci-bió asimismo la visita del doctor, quien � ngiendo desinterés eco-nómico revisó la mordedura de alacrán que había sufrido el pe-queño Coyotito, y le medicó con picardía, luego que el día anterior rehusara atenderlo en su propio consultorio por tratarse del hijo de unos indios sin plata. La Gran Perla del Mundo hacía más mila-gros que un santo nuevo.

Más que bendiciones, lo que trajo la perla a las vidas de Kino y de su grupo familiar fueron calamidades. Una verdadera tra-gedia. La ma� a que en el pueblo controlaba el negocio de la com-pra-venta de perlas pretendía pa-garle a Kino un precio bastante irrisorio por la madre de todas las margaritas (viejo sinónimo de perla). El pobre pescador su-fre varios atentados contra su vida, pero sale ileso. Tras uno de los cuales, cerca de la playa, Kino logra matar a su contrincante. Se convierte en un homicida. Luego es incendiada su choza. Juana le implora que se deshaga de la margarita, que supone maldita. Le exige que la devuelva a las profundidades del mar. Pero el

marido es terco, no cede ante el pedido de su mujer. Él solo pien-sa en vender la perla al precio que realmente vale para que su hijo pueda ir a la escuela. Sabe que allende las montañas, caminan-do muchas millas en dirección al Norte hay una gran ciudad don-de puede vender la margarita por un buen precio. Aconsejado por su hermano mayor, Juan Tomás, decide Kino cruzar a pie la agres-te serranía. No había otra opción, por los caminos verdes “estaría” a salvo de sus enemigos. Parte una noche, en compañía de Juana y Coyotito.

El caso es que en medio de la sierra, Kino se percata de que son rastreados por ojeadores, mato-nes de o� cio “capaces de seguir la pista de una cabra montés en las rocosas montañas”. Sabía que tar-de o temprano estos ojeadores le encontrarían, lo matarían a él y a su familia y se llevarían la perla. Sucedió exactamente lo contra-rio: Kino les enfrentó y asesinó a todos. En el lance murió también Coyotito, un disparo de escopeta le borró los colores del alma. Kino y Juana, abatidos, emprenden el regreso a su humilde pueblo de pescadores; el cuerpo inerte del pequeño envuelto en telas en el regazo de la madre. Pobre niño a quien la sociedad le impidió que supiera leer y escribir, como era el deseo de sus padres. La perla fue devuelta a las aguas, descansa como una lágrima en las profun-didades del golfo de California.

Maicanópolis, 23 de julio de 2014.

1. Jamás trate usted de confundirLa luz de lo oscuro Es que no toleroQue nadie me moleste Y menos aún con fantasmasLos cuales ya he sido.

Entonces, guardemos distanciasYa que tu elevación Tiene que serMuy parecida a la míaSi no, ya está la diferencia Modestia aparte.

Mi conocimiento lo consideroDe tal manera. Quien se me trate de llegarTiene, debería ser Nutrido, muy bien nutrido.A lo mejor tiene que verMis neuronas Manejar mis dedos Mi total cerebro w w Solamente un estímulo Prevalece: El más profundo

2.Nuestra estabilidad pone en duda todo. Nuestro pe-

queño rancho. Ellos dicen sustento, Base de nuestra pre-sencia. Hasta derrota nuestra alegría. Hasta reniega de Dios. Cómo es posible Que a este señor no le guste El mo-dus vivendi De nosotros.

Execrémosle. Reduzcámosle a cero. Él no debe repre-sentarnos Es un ateo. ¡Horror! La peor mabita Él es una negación De nosotros Niega nuestros valores Se opone a nuestra existencia. Tendámosle un camino Hacia un abis-mo. Ese señor no es posible Que nos discrepe Cómo es posible que niegue Hasta la belleza, Que tiene problemas Hasta con la poesía.

Él dice o sea El objetivo de nuestro desprecio Que todo es obcecado Partícipe del delirium Que todo redunda en lo peor Que el futuro mejor no existe En este instante 2014 En este sistema Tan impuro Aquí la canallada Es tan normal.

3.Tu rostrico reposa En tu derecha mano Tus ojos bailan

en la noche Tus ojitos en celo Te delatan. Hacen para allá y para acá la eternidad, la gloria. En tus ojos tienes La super-lativa presencia Tu izquierda manita Descansa en tu celo Existe como un enigma Entre tus ojos.

Mira para todos Los lados. Tu manita así reposa como un deseo celebra la totalidad de su deseo tus manitas ha-cen en el aire. Hormonas, celos.

A mí porque A última hora No me interesa Ni un gramo De su presencia Podría ser porquería Su persona.

Es como decir Lo más ridículo Cuando te sientas Sabes que te vas Por las orillas.