Suplemento Cultural Contenido 27-10-12

4
Maracay, Sábado 27 de octubre de 2012 ALBERTO HERNÁNDEZ Crónicas del Olvido El lugar de un lector desterrado de un relato 1.- T repo con mi disfraz de Hombre Araña por el lomo del libro. Uso man- cuernas y garfios, mecates y engranajes para poder ascender y, finalmente, abrir la tapa dura y colarme entre sus pági- nas. No soy Gorgojo Samsa. Soy Peter Parker, primo de Kafka. Me pierdo entre los números del ISBN y las celdas del código de barras hasta adentrarme en las líneas de un epígrafe que no pude leer por la prisa en llegar al primer capítulo, encabezado por un sumario un tanto pedan- te y aleccionador. He dejado a Mary Jane Watson colgada de una azotea mientras el Dr Octopus intenta besarla. Levo anclas con mis hilos in- visibles. Es decir, suelto todo ese andamiaje de objetos y me dejo caer sobre el título de un micro- rrelato de Ramón Gómez de la Serna, "Brujería del gato". Me acomodo como puedo y leo: Por complicidad con la bruja había sido enjaulado el gato. En tiempo pasado y sin máscara por el calor me dejé atrapar por el narrador y seguí: Los inquisidores sospechaban que podía haber diablo escondi- do bajo la piel del gato y fue sen- tenciado a arder en pira aparte, porque podía haber pecado de bestialidad al quemar en la mis- ma hoguera persona humana y animal. Respiré hondo y continué: Bien maniatado con cadenas, el gato brujesco produjo un re- peluzno de escalofrío entre los asistentes al auto de fe. Había algo de caza luciferina en la pre- sencia del gato. La leña de la propiciación co- menzó a arder y durante un lar- go rato se oyeron maullidos in- fernales, hasta que al final, ya consumida la fogata, se vieron sobre las cenizas dos ascuas que no se apagaban, los dos ojos fos- forescentes del gato. Los tiempos verbales se me confunden. Me metí tanto en la trama que se me quemó parte del rabo. Soy araña con cuerpo de gato. Hedía a carne asada. Aún hiedo a In- fierno, no al de Dante, al vulgar y corriente del catecismo. Llega- do al final del relato pude ver a las personas que se alejaban del espectáculo por una esquina de la página. Felices, exultantes por haber contemplado con sadismo la agonía del pobre animal. Mi yo elíptico calcinado. La disolución de mi cuerpo, de mi traje de hé- roe literario, mi conversión evan- gélica para alejar las influencias del diablo. La reducción de mi pe- cado protagónico. Pude ver los ojos ardientes del animal. De mi yo animal. De mi bestia interior. De mi araña y gatos negros metafóricos. En un descuido mío también pude dar- me cuenta de que la multitud había sido convertida en miles de ratones. Pude verlos con el rabillo del ojo derecho. Iban en fila, como en el otro cuento don- de un flautista los guiaba no re- cuerdo a qué lugar. Yo los vi. Nadie me puede discutir lo con- trario. Es decir, me incorporo y descoloco la objetividad del tex- to. Esa verdad que me ha con- vertido en un reflejo de gato con máscara de arácnido. Desde ese momento tomé la decisión de formar parte del re- lato y revisar todo lo que se me atravesara en el laberinto de la lectura, aunque sólo quería ser un personaje. Pero lector y per- sonaje no se contradicen. Se car- navalizan, se disfrazan plenos de humor e ironía. Soy una máscara peluda, con dientes afilados y ojos encendidos. 2.- He decidido contarme. Rela- tarme. Narrarme. Afiliarme a la historia. En todo caso, dada la moción de un jurado invisible, cercano a la muerte del gato de Ramón Gómez de la Serna, es mejor que alguien me asesine. Me saque de circulación. Flint Marko, El hombre de Arena, por ejemplo. Mejor Gatúbela. Está muy buena. Que me borre malandramente del mapa del cuento que hoy pretendo prota- gonizar con todas sus aristas y escamas. Ya Platón de todas ma- neras me habría extrañado de su República, aunque no hago de poeta sino de gato/ araña. Es de- cir, de aprendiz de cadáver de fe- lino chamuscado con comiquita incorporada. Pero nada. Es el día, no le temo a las citas citables. Busco la belleza en todas las entradas. La estética de la re- cepción, la de quien lee y se aso- ma sujeto y hasta objeto de mira- das y relámpagos. Fragmentado, hecho pedacitos entre la ceniza. Digo no temerle a las entrecomi- llas, a la polifonía o a la intertex- tualidad, mucho menos a quienes me miran feo desde el público y han creído que he venido a esta Feria Internacional del Libro de la UC con una tesis de enjundias y laberintos, con un saco de sor- presas donde mitifique la crisis de los largos y grandes relatos, el sin- sentido de la realidad. La morige- ración de las pesadillas. Mary Jane grita colgada de una ventana. Soy un personaje autodiegé- tico, digo, me narro yo mismo desde mí mismo. De allí que tam- bién sea un personaje/ lector agó- nico, cambiante como el cama- león, como un X Men cualquie- ra, redondo a lo Henry James. Soy parte de un cuento corto que hoy quiero poner en prácti- ca en este auditorio. Aunque me pese. Así que le digo a quien me ha hecho parte de este asunto "Ve, defiéndete solo, texto, tienes el lector que te mereces", para testificar con la teoría de la co- municación en ausencia. Ausen- te yo, lector, ahora peregrino de gato renegrido. Casi ácaro. Por ahí andan Violeta Rojo con el traje de la Mujer Maravi- lla. Y Armando José Sequera con los lentes de Clark Kent. Que me desmientan, total, puedo huir por una de las páginas menos peligrosas. Duende verde agoniza. Me amenaza. ¿Qué tendrá que ver este par con este extraño sujeto? 3.- Como no tengo nada que temer porque sólo soy una sombra, un líquido viscoso, un felino difun- to, un simulacro, un montón de ceniza, un personaje ficticio, un bicho fragmentado, una araña despechada, me dirijo a ustedes, en eco con Daniel Pennac, y les espeto, desde los ojos del gato que- mado en hoguera inquisitorial, Los derechos del lector, que son: El derecho a no leer, el derecho a saltarse páginas, el derecho a no terminar el libro, el derecho a re- leer, el derecho a leer lo que le venga en ganas, el derecho al goce inmediato y muy personal de las sensaciones a la identifica- ción (debo decir entre paréntesis que no entendí este derecho, pero no importa. Mary Jane grita), el derecho a leer en cualquier lu- gar, el derecho a hojear, el dere- cho a leer en voz alta, el derecho a callar. Y yo le agrego: El dere- cho a lanzar el libro por una ven- tana. Es decir, el derecho roma- no y hasta el de los que se duer- men cuando abren la tapa de un tomo, lo que también es un tipo de lectura. Y aunque personaje (diría que ya no soy lector) me dejo ver entre líneas para leer- me la palma de la mano y saber- me polvo cósmico, polvo funera- rio, polvo arácnido. Mary Jane se aleja molesta con los codos y las rodillas esca- rapeladas. Tengo mi lugar en el paraíso del cual ya fui echado de un libro genésico que muchos aquí han oído nombrar. Ya han intentado sacarme a patadas de Nueva York. Pero seguro estoy, desde el sitio en el que veo la agonía del animal, de que nadie en este re- cinto lanzará el texto al basure- ro. Digo yo, crédulo. Creo que el bicho en su sufrimiento guió al lector hasta las brasas de los ojos convertidos en linternas diabóli- cas. Y una araña entrometida apareció en escena. He allí el se- creto: el gato al comienzo era un gato, pero terminó en un miste- rio: Soy el gato que era. Y la ara- ña que nunca seré. Y al persona- je le encanta eso, que lo lean que- mado y arañado. Digo desde mi ardor que no cae mal un final fe- liz. O un final renal o cardíaco. Porque obliga a viajar al baño. O en caso extremo, por la inespe- rada aparición de un infarto. Y así, queridos presuntos inter- locutores. Sigo pendiente. Me des- lizo por un ladito de la página y penetro en los ojos de quien entra y sale de este cuento (esas ascuas me persiguen). Me narro desde el mismo lector o desde el mismo gato que ya no existe y sigue sien- do en mí. En una araña impúdi- ca, desnuda. Me hago el loco mien- tras me relato. De allí al suicidio, un salto. Pero no aspiro a tanto. Sí espero que alguien descargue su ira o su arma de reglamento contra los capítulos de mi existen- cia -me arde hasta el alma- y aca- be de una vez con esta agonía de ser parte de un tale o de un short story gaseoso, volátil, que, para no hacerlo más largo, asomo una listica que a un inglés -tenía que ser un pérfido Albión, para darle gusto al diccionario de insultos de este siglo XXI casi harapiento- se le ocurrió inventar: el folktale, que habla de las costumbres y mañas de la gente; el cuento de mentirillas o de hadas, llamado fairytale, y el talltale, que alude los relatos cómicos, brincones o mamadores de gallo. El cortico -como el café- o short tale, que hace referencia al cuento de hoy, tan moderno que rozamos el siglo XIX en comportamiento y lisura ideológica. Con animales en esce- na. Estoy metido en este último, enunciado anunciado, solitario y ruidoso por la esquizofrenia de este incendio en que me convir- tieron. Amado o malquerido, el gato y yo somos uno en araña. Uña y sucio (…)

description

Suplemento Cultural Contenido 27-10-12

Transcript of Suplemento Cultural Contenido 27-10-12

Page 1: Suplemento Cultural Contenido 27-10-12

Maracay, Sábado 27de octubre de 2012

ALBERTO HERNÁNDEZ

Crónicas del OlvidoEl lugar de un lector desterrado de un relato

1.-

Trepo con mi disfraz deHombre Araña por ellomo del libro. Uso man-

cuernas y garfios, mecates yengranajes para poder ascendery, finalmente, abrir la tapadura y colarme entre sus pági-nas. No soy Gorgojo Samsa. SoyPeter Parker, primo de Kafka.Me pierdo entre los números delISBN y las celdas del código debarras hasta adentrarme en laslíneas de un epígrafe que nopude leer por la prisa en llegaral primer capítulo, encabezadopor un sumario un tanto pedan-te y aleccionador.He dejado a Mary Jane Watsoncolgada de una azotea mientras elDr Octopus intenta besarla.

Levo anclas con mis hilos in-visibles. Es decir, suelto todo eseandamiaje de objetos y me dejocaer sobre el título de un micro-rrelato de Ramón Gómez de laSerna, "Brujería del gato". Meacomodo como puedo y leo:

Por complicidad con la brujahabía sido enjaulado el gato.En tiempo pasado y sin máscarapor el calor me dejé atrapar por elnarrador y seguí:

Los inquisidores sospechabanque podía haber diablo escondi-do bajo la piel del gato y fue sen-tenciado a arder en pira aparte,porque podía haber pecado debestialidad al quemar en la mis-ma hoguera persona humana yanimal.

Respiré hondo y continué:Bien maniatado con cadenas,

el gato brujesco produjo un re-peluzno de escalofrío entre losasistentes al auto de fe. Habíaalgo de caza luciferina en la pre-sencia del gato.

La leña de la propiciación co-menzó a arder y durante un lar-go rato se oyeron maullidos in-fernales, hasta que al final, yaconsumida la fogata, se vieronsobre las cenizas dos ascuas queno se apagaban, los dos ojos fos-forescentes del gato.Los tiempos verbales se meconfunden.

Me metí tanto en la trama quese me quemó parte del rabo. Soyaraña con cuerpo de gato. Hedíaa carne asada. Aún hiedo a In-fierno, no al de Dante, al vulgar

y corriente del catecismo. Llega-do al final del relato pude ver alas personas que se alejaban delespectáculo por una esquina dela página. Felices, exultantes porhaber contemplado con sadismola agonía del pobre animal. Mi yoelíptico calcinado. La disoluciónde mi cuerpo, de mi traje de hé-roe literario, mi conversión evan-gélica para alejar las influenciasdel diablo. La reducción de mi pe-cado protagónico.

Pude ver los ojos ardientes delanimal. De mi yo animal. De mibestia interior. De mi araña ygatos negros metafóricos. En undescuido mío también pude dar-me cuenta de que la multitudhabía sido convertida en milesde ratones. Pude verlos con elrabillo del ojo derecho. Iban enfila, como en el otro cuento don-de un flautista los guiaba no re-cuerdo a qué lugar. Yo los vi.Nadie me puede discutir lo con-trario. Es decir, me incorporo ydescoloco la objetividad del tex-to. Esa verdad que me ha con-vertido en un reflejo de gato conmáscara de arácnido.

Desde ese momento tomé ladecisión de formar parte del re-lato y revisar todo lo que se meatravesara en el laberinto de lalectura, aunque sólo quería serun personaje. Pero lector y per-sonaje no se contradicen. Se car-navalizan, se disfrazan plenos dehumor e ironía.Soy una máscara peluda, condientes afilados y ojos encendidos.

2.-He decidido contarme. Rela-

tarme. Narrarme. Afiliarme a la

historia. En todo caso, dada lamoción de un jurado invisible,cercano a la muerte del gato deRamón Gómez de la Serna, esmejor que alguien me asesine.Me saque de circulación. FlintMarko, El hombre de Arena, porejemplo. Mejor Gatúbela. Estámuy buena. Que me borremalandramente del mapa delcuento que hoy pretendo prota-gonizar con todas sus aristas yescamas. Ya Platón de todas ma-neras me habría extrañado de suRepública, aunque no hago depoeta sino de gato/ araña. Es de-cir, de aprendiz de cadáver de fe-lino chamuscado con comiquitaincorporada. Pero nada.

Es el día, no le temo a las citascitables. Busco la belleza en todaslas entradas. La estética de la re-cepción, la de quien lee y se aso-ma sujeto y hasta objeto de mira-das y relámpagos. Fragmentado,hecho pedacitos entre la ceniza.Digo no temerle a las entrecomi-llas, a la polifonía o a la intertex-tualidad, mucho menos a quienesme miran feo desde el público yhan creído que he venido a estaFeria Internacional del Libro dela UC con una tesis de enjundiasy laberintos, con un saco de sor-presas donde mitifique la crisis delos largos y grandes relatos, el sin-sentido de la realidad. La morige-ración de las pesadillas.Mary Jane grita colgada de unaventana.

Soy un personaje autodiegé-tico, digo, me narro yo mismodesde mí mismo. De allí que tam-bién sea un personaje/ lector agó-nico, cambiante como el cama-león, como un X Men cualquie-

ra, redondo a lo Henry James.Soy parte de un cuento corto

que hoy quiero poner en prácti-ca en este auditorio. Aunque mepese. Así que le digo a quien meha hecho parte de este asunto"Ve, defiéndete solo, texto, tienesel lector que te mereces", paratestificar con la teoría de la co-municación en ausencia. Ausen-te yo, lector, ahora peregrino degato renegrido. Casi ácaro.

Por ahí andan Violeta Rojocon el traje de la Mujer Maravi-lla. Y Armando José Sequera conlos lentes de Clark Kent. Que medesmientan, total, puedo huirpor una de las páginas menospeligrosas.

Duende verde agoniza. Meamenaza. ¿Qué tendrá que vereste par con este extraño sujeto?

3.-Como no tengo nada que temer

porque sólo soy una sombra, unlíquido viscoso, un felino difun-to, un simulacro, un montón deceniza, un personaje ficticio, unbicho fragmentado, una arañadespechada, me dirijo a ustedes,en eco con Daniel Pennac, y lesespeto, desde los ojos del gato que-mado en hoguera inquisitorial,Los derechos del lector, que son:El derecho a no leer, el derecho asaltarse páginas, el derecho a noterminar el libro, el derecho a re-leer, el derecho a leer lo que levenga en ganas, el derecho algoce inmediato y muy personalde las sensaciones a la identifica-ción (debo decir entre paréntesisque no entendí este derecho, perono importa. Mary Jane grita), elderecho a leer en cualquier lu-gar, el derecho a hojear, el dere-cho a leer en voz alta, el derechoa callar. Y yo le agrego: El dere-cho a lanzar el libro por una ven-tana. Es decir, el derecho roma-no y hasta el de los que se duer-men cuando abren la tapa de untomo, lo que también es un tipode lectura. Y aunque personaje(diría que ya no soy lector) medejo ver entre líneas para leer-me la palma de la mano y saber-me polvo cósmico, polvo funera-rio, polvo arácnido.

Mary Jane se aleja molestacon los codos y las rodillas esca-rapeladas.

Tengo mi lugar en el paraísodel cual ya fui echado de un librogenésico que muchos aquí han

oído nombrar. Ya han intentadosacarme a patadas de NuevaYork. Pero seguro estoy, desde elsitio en el que veo la agonía delanimal, de que nadie en este re-cinto lanzará el texto al basure-ro. Digo yo, crédulo. Creo que elbicho en su sufrimiento guió allector hasta las brasas de los ojosconvertidos en linternas diabóli-cas. Y una araña entrometidaapareció en escena. He allí el se-creto: el gato al comienzo era ungato, pero terminó en un miste-rio: Soy el gato que era. Y la ara-ña que nunca seré. Y al persona-je le encanta eso, que lo lean que-mado y arañado. Digo desde miardor que no cae mal un final fe-liz. O un final renal o cardíaco.Porque obliga a viajar al baño. Oen caso extremo, por la inespe-rada aparición de un infarto.

Y así, queridos presuntos inter-locutores. Sigo pendiente. Me des-lizo por un ladito de la página ypenetro en los ojos de quien entray sale de este cuento (esas ascuasme persiguen). Me narro desde elmismo lector o desde el mismogato que ya no existe y sigue sien-do en mí. En una araña impúdi-ca, desnuda. Me hago el loco mien-tras me relato. De allí al suicidio,un salto. Pero no aspiro a tanto.Sí espero que alguien descarguesu ira o su arma de reglamentocontra los capítulos de mi existen-cia -me arde hasta el alma- y aca-be de una vez con esta agonía deser parte de un tale o de un shortstory gaseoso, volátil, que, parano hacerlo más largo, asomo unalistica que a un inglés -tenía queser un pérfido Albión, para darlegusto al diccionario de insultos deeste siglo XXI casi harapiento- sele ocurrió inventar: el folktale,que habla de las costumbres ymañas de la gente; el cuento dementirillas o de hadas, llamadofairytale, y el talltale, que aludelos relatos cómicos, brincones omamadores de gallo. El cortico-como el café- o short tale, quehace referencia al cuento de hoy,tan moderno que rozamos el sigloXIX en comportamiento y lisuraideológica. Con animales en esce-na. Estoy metido en este último,enunciado anunciado, solitario yruidoso por la esquizofrenia deeste incendio en que me convir-tieron. Amado o malquerido, elgato y yo somos uno en araña.Uña y sucio (…)

Page 2: Suplemento Cultural Contenido 27-10-12

Contenido Maracay, Sábado 27 de octubre de 201210

EntretextosFRANCISCO ARÉVALO

Fernando Vallejo

Fernando Vallejo es deesos escritores queabruman cada vez que

abre la boca para lanzar susopiniones y sus credos. Abju-ra de casi todo lo instituido,quizás allí radica mi gran sim-patía con él. Su valentía llegaa los límites del desdibuja-miento de los respingados in-telectuales y la oligarquía co-lombiana que presume de seruna de las más ilustradas denuestro lugar común unidopor el habla: Hispanoamérica.

Ningún escritor colom-biano ha retratado con tantaprecisión las miserias excre-mentales y las rufianearías deuna "casta" disimulada que sealterna en el poder en nuestropaís vecino. De allí que Valle-jo reside en México desdehace años en vista que lo peorera su más cercano vecino.Optó como García Márquezpor el autoexilio, claro entreuno y otro existen unas dife-rencias abismales de cómo verla vida y sobre todo las rela-ciones públicas, algo que Gar-cía Márquez maneja conmaestría y Fernando Vallejoes pésimo, administrador fa-tal de la simpatía, muy aleja-do de los círculos de poderque gusta frecuentar el Nóbelde Aracataca. A los dos los heleído y me gustan, pero entreuno y otro me quedo con elautor de La Virgen de los Si-carios (llevada al cine), por-que a estas alturas de la vidasu narrativa en primera per-sona me dice más y descubroa través de él la basura escon-dida debajo de la alfombra quepor comodidad nos negamosa ver.

Cuando recibió el premioRómulo Gallegos en la edi-ción XIII, con su novela elDesbarrancadero, no dudó endonarlo a una fundación deperros callejeros. Estamoshablando de 100.000,ºº dó-lares, suma seria que puedegastarse en frivoleo. Se nece-sita estar dotado de algo es-pecial para hacer tamaña ha-zaña, aunque en el fondo sevislumbra una fijación decreador autentico que raya

en las paredes de lo irracio-nal. Es conocido su amor des-medido por los perros, a quie-nes considera inclusive porencima a los seres humanos.Travesura o amargura en suestado más enervante, perode que es interesante lo es,sobre todo cuando atrás hayuna obra por muchos repu-diada no desde la construc-ción estilística o estética mis-ma, sino desde el fondo quesalpica a casi todo el que tran-sita este mundo. En el trayec-to que va recorriendo el au-tor llega a la misma conclu-sión que llegamos todos y esque el ser humano no tieneremedio o solución a su po-der autodestructor, pero nodeja de lado el tema de vivir ybuscar sus ventajas, entre lasque está la escritura y su po-

der demoledor, el cine y supoder de transmisión masiva,Vallejo estudió cinematogra-fía en Italia y de allí podemossacar conclusiones sobre sunarrativa y su manera de vi-vir que está entre una pelícu-la de Fellini o Buñuel.

Los caminos a Roma.Ediciones Alfaguara. 205páginas. Para citar a uno denuestros más brillantes en-sayistas y novelista, se tra-ta de Andrés Mariño Pala-cios, quien en su breve no-vela Los alegres desahucia-dos sostiene que la ironía esel pan de la vida. Un derro-che de ironía tratada inteli-gentemente es esta novelade Vallejo. Su voz deslum-bra y aterroriza por lo im-precatoria, donde se respi-ra una gozosa venganza de

donde no se salva ni siquie-ra el "ilustre" poeta OctavioPaz. Si existe magia en el tra-tamiento del lenguaje, meatrevo a decir que el autorrecurre a ella para manteneral lector sujeto a las diver-sas ocurrencias autobiogra-fías que va vertiendo en suspáginas. Obra de maestro.

El don de la vida. Edicio-nes Alfaguara. 165 páginas.Pareciera ser -por el título-un librito de autoayuda con-feccionado para imbéciles devida más que irrelevante,anodina. Pero es quizás elcierre de su extensa autobio-grafía tratada en 13 novelasque no exceden las 250 pági-nas cada una. Vallejo haceénfasis en la vejez y reflexio-na sobre su vida que se le haido entre café y amores tier-

nos. De él esa terrible senten-cia que dice que las personasa lo largo de los años no cam-bian, se deterioran o escoñe-tan pensando en que lo úni-camente eterno es la eterni-dad y eso está por verse.Como siempre es en primerapersona que pasa todo y sincapítulos que permitan res-pirar. Esta manera odiosa denarrar solamente se la per-mite él quien al final lo másseguro es que no le interesasi lo leen o no. Fernando Va-llejo ha corrido con un rela-tivo éxito como escritor envida, no quiero imaginárme-lo cuando este en otros pre-dios. Me da la impresión deque pasará como con el fina-do Roberto Bolaños, queahora hemos descubiertoque era un genio.

Page 3: Suplemento Cultural Contenido 27-10-12

Maracay, Sábado 27 de octubre de 2012 Contenido 31

Glosas sobre poesía aragüeña

MANUEL CABESA

Aly Pérez

Recuerdo que andabaperdido por Santa Ritauna noche de aguacero

cuando conocí a Aly Pérez. Medirigía al taller literario que co-ordinaba el proteico Guiller-mo Cadrazco en la sede de Ma-rionetas de Aragua, y al llegarAly ya se encontraba en el re-cinto. Cada uno habló de su ex-periencia particular con la es-critura poética a los integran-tes del taller, luego nos vini-mos juntos hasta el terminal depasajeros.

En el camino me regaló unejemplar de su poemario Pa-sión por la casa y yo le dejé elque llevaba de Vida en común¡Sorpresa! Allí en el libro deAly me saludaban Cavafy yRobert Lowell escondidos traslas palabras del villacurano:

Estas callesno son las de AlejandríaEl viento no deja sabor salitre en la boca

Sin embargo tienen el hervorel bullicio y la obstinaciónde los soles de Grecia…

Existe un poema de J GCobo-Borda donde comenta

que al leer a sus contemporá-neos siempre encuentra lasmismas referencias a Cavafyo a Borges. Quizás porque enlugares distintos el aire de lostiempos es respirado por to-dos los que de alguna maneraestán tocados por la mismasensibilidad: Aly Pérez en LaVilla y yo en Caracas, sin co-nocernos, sin leernos mutua-mente concordamos en cier-tos imaginarios y sus desen-cuentros ocupan un espaciodeterminante, coincidimosen cierta capacidad de hacerevidentes las referencias: el or-

gullo de las lecturas realizadasse expresan en sus poemaspara mi propia complacenciade lector y compañero de ruta:

Sobre la mesalos poemas de Robert Lowell

Me pregunto:¿Por qué mueren los poetas?¿Por qué habitan sombrasen la claridad de los ojos?

En la poesía de Aly un háli-to de religiosidad se cuelapara mostrarnos la trascen-dencia del vivir cotidiano. Por

la palabra el poeta redescubre(nos descubre) la posibilidadde vivir en armonía con nues-tros sentidos:

Camino entre la calidez de mis pensamientos ruidos de motores y papeles…

Mientras escribo, pienso queAly era de esos poetas paraquien es más importante la co-munión entre vida y escritura(tanto la suya como la ajena).Vivir en la literatura significópara él hacer posible esa rela-

ción íntima entre la palabra yla existencia: vivir en la pala-bra, nutrirse de sus silencios.Esto es lo que leo en los poe-mas de Aly Pérez, allí comen-zó nuestro diálogo (hoy inte-rrumpido por su muerte), elque me es imposible reprodu-cir objetivamente, la verdade-ra esencia de la poesía.

Aly Pérez nació en La Villade San Luis Rey de Cura, un díade agosto de 1955. Poeta y ar-tista plástico, su obra fue reco-nocida con un premio en el Sa-lón Aragua realizado en 1995 yel Premio Municipal de Litera-tura Augusto Padrón en 2002.Publicó los poemarios Pasiónsegún la casa (1991) y Noche-vieja (2002). Este año 2012, laFundación Editorial El perro yla rana nos trae Sagrado límitedel silencio, un volumen de 495páginas que recopila, junto alos libros editados, otros sietepoemarios que permanecíaninéditos, todos escritos desdeese lenguaje tan suyo elabora-do a través de ese diálogo per-manente entre sus lecturas yel paisaje espiritual de su pa-tria chica. Su desaparición fí-sica se nos impuso en febrerode 2005, la misma noche enque los Tigres de Aragua gana-ban el Campeonato de BéisbolProfesional Venezolano.

Mujeres en el aire en la ciudad KonexJOSÉ YGNACIO OCHOA

Mariela Asensio planteaun espectáculo llamativo por los colores,

música en vivo y la disponibi-lidad de las actrices en escena.Apreciamos la puesta en laCiudad Cultural Konex de Bue-nos Aires. Cinco actrices, cua-tro de ellas hacen la suerte deun personaje, me hago enten-der, cada una trabaja un códi-go que la convierte en ese per-sonaje femenino que está amerced de los criterios de unasociedad alienada por los pa-rámetros de la superficialidady competencia propia del con-sumo. Son cuatro en uno parallamarlas de alguna manera yaparece otro personaje feme-nino que encarna lo opuesto alas ya mencionadas. Vendría

siendo el patito feo de toda lahistoria. Qué dilema para unamujer que se aprecie inteligen-te. A este grupo de cinco actri-ces la acompañan un anima-dor (José María Muscari) quefigura a veces como un servi-dor de escena, el cual instala/reubica los dispositivos esce-nográficos pero que tambiéntiene la responsabilidad de lle-var el hilo conductor de todala historia. El encanto visualestá expresado por el coloridodel vestuario tanto en las cua-tro actrices como en el anima-dor, la iluminación y la movili-dad de las actrices que inteli-gentemente ocupan todo el es-cenario, entendemos que es uncriterio que obedece a la di-rección de Mariela Asensio.Surge entonces las contradic-ciones propias de una mujer alver este cuadro en tanto histo-

ria para ser contada y sufridapor los personajes pero a lavez para ser disfrutada, en lapuesta en escena, por el públi-co porque en definitiva de esose trata. Contradicciones pro-pias de una mujer que, envuel-ta en una gama de imposibili-dades, se le exige que debe con-sumirse desde su propia huma-nidad y colocar al servicio delos demás su pensamiento ypor consiguiente sus acciones.¿Cómo luchar ante esta situa-ción para que las siliconas, elvestido de última moda no leconsuman en el intento de seruna mujer en y para una socie-dad que pide a gritos que sedesgaste en su esencia?

Creemos desde nuestra óp-tica y siempre pensando enpreservar la calidad del mon-taje que en cincuenta minutoso a lo sumo una hora se puede

dibujar el conflicto de la mujery las exigencias de la publicidadpara conformar una historia fá-cil de contar pero que no dejade ser dura en el tratamientodado por Asensio, quiero decircon esto que Asensio procura ylo logra, pues maneja los códi-ce de la publicidad y los demar-ca en su propuesta para que elespectador se sonría, llore y enúltima instancia reflexiones entorno a la temática planteada.Asencio asume el riesgo en su"Mujeres en aire" es una estam-pa visual que se degusta con laagilidad de cinco actrices queno tienen desperdicio alguno.La puesta se construye sobre labase del sentimiento del públi-co y la idea en común de unasociedad que se sabe invadidapor cánones que muy en el fon-do no resultan ni los más sanosy los más genuinos de unas cos-

tumbres que se respeten o queen todo caso identifiquen a lagran mayoría "Mujeres en elaire" bien podría ser el punta piepara que se dispare un ciclo depropuestas de esta naturaleza.Volvemos otra vez la miradahacia las cinco actrices y comodijimos anteriormente cadauna se arriesga a configurar losestados por los que puede pa-sar una mujer con todas lasdisyuntivas para que luegopueda ser reconocida en sucírculo, pues estas actricesjuegan en pleno escenario a sercantantes, a ser bellas, a ser"cosas" y lo logran, lloran, ríeny padecen cada transforma-ción a la cual están sometidasy lo que es más importante aúnel público se lo cree y se lo lle-va en su memoria para luegohacer la retrospección de loacontecido.

Page 4: Suplemento Cultural Contenido 27-10-12

Contenido Maracay, Sábado 27 de octubre de 201232

Diez poemas de Ledo Ivo

TRADUCCIÓN: WILFREDO CARRIZALES

EL CARRO NEGRO¿Quién dejó este carro en el garaje?En el garaje vacío ningún carroestá estacionado. Y nadie se atreveríaa atravesar el espacio donde los sueñosy la basura de los astros se acumulan. Donde la vidaescurre como el agua de las pilas averiadas.Mucho más allá de cualquier vértigo o pensamientose extiende la carretera inalcanzable.Ella se bifurca cuando la noche desciendey surgen moteles iluminados y puestos de gasolinaplantados por el tiempo en el portal del mundoque oscila siempre entre lo horrendo y lo bello.En la oscuridad del día fugitivoel aparcacoches avanza y por fin descubreun carro negro estacionado en el garaje. De "Aurora"

YENDO EN METROCuando estoy en París siempre siento frío.Mi sobretodo guarda la llave del invierno.Y nieva en mi silencio un silencio de nieveen el suelo blanco del mundo, en el suelo blancoque disipa todas las culpas y miserias.Y al ir en metro mi frío se agravacomo si los pasajeros que me cercancon sus rostros de cera y albayalde,sus rostros de fantasmas mal dormidos,fuesen difuntos que deben descendercon los zapatos húmedos de nieveen la blanca estación de Pére-Lachaise. De "Aurora"

EL EQUIPAJELas sombras que los amantes dejan en la florestadespués de los pasos lentos de la iniciación,la canción que se calla cuando acaba la fiesta,la señal digital en el pasamanos,el murmullo de la lluvia y la soledad de la piedra,el gato episcopal y el cachorro insensatoque olfatea el hedor del día putrefacto,las imágenes del amor y el tiempo vagabundo,la dulzura de la tierra y el estertor del mundo,el fuego de la hoguera y la luz de la madrugada,-llévalo todo contigo, no olvides nada,ni las islas de los bellos océanosni las hojas doradas de los otoñosy las miasmas que reinan en el fondo de los pantanos.La muerte no perdona a quien no lleva naday va a su encuentro con las manos cruzadas.Cuando te vayas en buena hora, llévalo todo.Hasta la indiferencia del cielo mudo. De "Aurora"

LOS MURCIÉLAGOSLos murciélagos se esconden entre las cornisas

del almacén. ¿Mas dónde se esconden los hombres,que con todo vuelan la vida entera en lo oscuro,chocando contra las paredes blancas del amor?

La casa de nuestro padre estaba llena de murciélagoscolgados, como luminarias, de las viejas viguetas

que sustentaban el tejado amenazado por las lluvias."Estos hijos chupan nuestra sangre", suspiraba mi

padre.¿Qué hombre lanzará la primera piedra a ese mamífero

que, como él, se nutre de la sangre de otros bichos(¡hermano mío! ¡hermano mío!) y, comunitario, exigeel sudor de su semejante lo mismo en la oscuridad?

En el halo de un seno joven como la nochese esconde el hombre, en la fibra sedosa de su almohada,

en la luz del farolel hombre guarda las monedas doradas de su amor.

Mas el murciélago durmiendo como un péndulo,sólo guarda el día ofendido.

Al morir, nuestro padre nos dejó (a mí y a mis ochohermanos)

su casa donde de noche llovía por las tejas quebradas.Pagamos la hipoteca y conservamos los murciélagos.

Y entre nuestras paredes se debaten: ciegos comonosotros.

De "Finisterra"

ASILO SANTA LEOPOLDINATodos los días vuelvo a Maceió.

Llego en los navíos desaparecidos, en los trenessedientos, en los aviones ciegos que sólo

(aterrizan al anochecer.En los templetes de las plazas blancas pasean cangrejos.Entre las piedras de las calles escurren ríos de azúcar

fluyendo dulcemente de los sacos almacenados en lostrapiches

y aclaran la sangre vieja de los asesinados.Así cuando desembarco tomo el camino del hospicio.En la ciudad en que mis ancestros reposan en cemen-

terios marinossólo los locos de mi infancia continúan vivos y a mi

espera.Todos me reconocen y me saludan con gruñidos

y gestos obscenos o bulliciosos.Cerca, en el cuartel, la corneta que chilla

separa la puesta de sol de la noche estrellada.Los locos lánguidos danzan y cantan entre las gradas.

¡Aleluya! ¡Aleluya! Más allá de la piedadel orden del mundo fulge como una espada.

Y el viento del mar océano llena mis ojos de lágrimas. De "La noche misteriosa"

LOS POBRES EN LA ESTACIÓN DE AUTOBUSESLos pobres viajan. En la estación de autobusesellos alzan los pescuezos como gansos para ojearlos letreros de los autobuses. Y sus ojeadasson de quien teme perder alguna cosa:la maleta que guarda un radio de pilas y una casacaque tiene el color del frío en un día sin sueños,el sandwich de mortadela en el fondo del macutoy el sol del suburbio y polvo más allá de los viaductos.Entre el rumor de los altoparlantes y el jadeo de losautobusesellos temen perder el propio viajeescondido en la niebla de los horarios.Los que dormitan en los bancos despiertan asustados,aunque las pesadillas sean un privilegiode los que abastecen los oídos y el tedio de lospsicoanalistasen consultorios asépticos como el algodónque tapa la nariz de los muertos.En las filas los pobres asumen un aire graveque une temor, impaciencia y sumisión.¡Qué grotescos son los pobres! ¡Y cómo sus oloresnos incomodan aun a la distancia!Y no tienen noción de las conveniencias, no sabenportarse en público.El dedo sucio de nicotina estriega el ojo irritadoque del sueño retiene apenas la legaña.Del seno caído y túrgido un hilillo de lecheescurre hacia la pequeña boca habituada al llanto.En el andén ellos van o vienen, saltan y aseguranmaletas y paquetes,hacen preguntas inoportunas en las ventanillas,susurranpalabras misteriosasy contemplan las tapas de las revistas con un aireespantadode quien no sabe el camino del salón de la vida.¿Por qué ése ir y venir? ¿Y esas ropas chillonas,esos amarillos de aceite de palmera que dañan la vistadelicadadel viajero obligado a soportar tantos olores incómodos,y esos bermejos contundentes de feria y parque dediversiones?Los pobres no saben viajar ni saben vestirse.Tampoco saben vivir: no tienen noción del confortaunque algunos de ellos posean hasta televisión.En verdad los pobres no saben ni morir.(Tienen casi siempre una muerte fea y no elegante.)Y en cualquier lugar del mundo ellos incomodan,viajeros inoportunos que ocupan nuestros lugaresaun cuando estemos sentados y ellos viajen de pie. De "La noche misteriosa"

LAS ILUMINACIONESMe desmorono en ti como una bandada de pájaros.

Y todo es amor, es magia, es cábala.Tu cuerpo es bello como la luz de la tierraen la línea divisoria perfecta del equinoccio.

Suma del cielo gastado entre dos hangares,eres la altura de todo y serpenteasen el fabuloso suelo esponsalicio.

Muda la noche en día porque existes,femenina y total entre mis brazos,como dos mundos gemelos en un solo astro. De "La aldea de sal"