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Maracay, Sábado 19 de noviembre de 2011 Crónicas del Olvido Para recordar a Eugenio Montejo ENCUENTRO CON BLAS COLL ALBERTO HERNÁNDEZ 1.- ¿ En qué momento descubrí -al frente de varias cerve- zas y un montón de libros que su autor, Eugenio Monte- jo, dedicaba a quien esto es- cribe, en un bar de esta ciu- dad-, que Blas Coll andaba de mesa en mesa calificando sím- bolos, anudando realidades? No en vano, Montejo, con la amabilidad que lo caracteriza, intentaba aplacar la desmesu- ra de quien lo miraba distraí- do, inquieto en descifrar el color de los ojos del viejo maestro de Puerto Malo? El poeta -el de carne y hue- so- auspiciaba la calma de la calle desde su privilegiada posición en el local. No tenía yo la posibilidad de reconocer al hombre reflejado en el vi- drio, aquella tarde de cual- quier mes de hace cinco años. Por los vientos que sopla- ban (hacía un calor intenso en esta ciudad), Montejo llevaba en algún lugar del cuerpo la marca de su maestro. Por eso asentía cada vez que una pa- labra encajaba en sus acuer- dos, en la redondez de una res- puesta. O en el silencio que aparecía sin permiso mientras esperábamos a otro poeta que se había quedado rezagado en el laberinto de sus emociones. "-Los hombres en cualquier época son fatalmente conser- vadores, no hay más que ver cómo se comportan ante los cambios del lenguaje. En todo tiempo se hallan prestos a de- moler el mundo para rehacer- lo de cabo a rabo, aunque ello no sea más que engendro de su hastío metafísico. La lengua nuestra, en cambio, con cuán- ta comodidad se adecua a la indolencia de antiguas formas. "Pueden meterse con todo, pero no toquen el lenguaje", decía el travieso Voltaire", se le oyó decir al celaje que pasó por los ojos de Eugenio. 2.- Precisión, coherencia, dic- ción. La voz del poeta de Papi- ros amorosos nada cuestiona. Se aferra al eco del maestro. Inclina la cabeza y se concen- tra en la dedicatoria. Sorbe la cerveza. Se le nota un aire de Lisboa en el acomodo de los gestos. -¿Cómo era Blas Coll? -Quienes lo conocieron lo describen con rasgos más o menos aproximados. Anoto, de mis averiguaciones, las se- ñas que más se reiteran: era menudo, de mediana estatura y rostro ovalado. Llevaba siempre gafas doradas y un sombrero de fieltro, al pare- cer su prenda más definitoria, junto con lápiz achatado so- bre la oreja derecha... -Entonces, ¿para Montejo es un fantasma, una referencia verbal? -Sí y no. Te lo puedo res- ponder con las mismas pa- labras que usé para una be- lla edición, la más recien- te: "Tarde, muy tarde han llegado a mis manos los restos del cuaderno de Blas Coll, cuyos fragmentos más legibles trato de recompo- ner en las anotaciones que transcribo. Su autor ya te- nía más de 20 años de muer- to al momento de mi hallaz- go..." -Me pareció verlo hace sólo un rato, poeta. -¿A quién, por favor? -A Blas Coll. Creo que hacía de mesero. Y casi afirmo que usted también lo vio. Hasta oí algo que le sopló muy cerca. La última palabra fue Voltai- re. ¿Me equivoco? -Bien, suele aparecerse, pero no es un fantasma común y corriente. Es una aparición encantadora. Un maestro del silencio, de los susurros... destaca por un perfume que suele contagiar, como un li- monero en una sala cerrada. ¿No sentiste ese olor? -En verdad, no. Pero sí su ectoplasma. 3.- La tarde seguía instalada en el cristal que nos separaba de la calle. Otro par de cervezas aligeró la carga de la afirma- ción anterior. Eugenio se qui- tó los lentes y sonrió con di- plomacia, a sabiendas de que quien lo escuchaba no poseía la virtud de conectarse con el maestro. -Debo aclararte que Blas Coll era mudo por voluntad propia. Entonces, ¿cómo fue que oíste parte de lo que me dijo al oído? -No sé, pero algo me llegó. La palabra Voltaire me sacu- dió. Y no porque lo haya leído en el cuaderno. Hasta el tono de su voz se familiariza con la realidad. Es decir, la ficción, lo que nos atrevemos a afir- mar como tal, queda descar- tada. O en todo caso, la imagi- nación nos traiciona. -Podría ser. Se dice que Blas Coll no es su nombre verda- dero. Desde que llegó a la ba- hía en 1932 se le conoció con ese nombre. -¿Y cuál es la duda? -Ninguna, sólo que haberlo oído fuera de mí es algo extra- ño, lo que significa que se po- dría corporeizar en cualquier momento... -Creí haberlo visto. -O imaginado. -¿Y no es lo mismo? -Sí, en eso no cabe discu- sión alguna. Es lo mismo: la imaginación es la única reali- dad que nos queda, como la poesía, la última religión. 4.- -El mismo Coll nos da la ra- zón cuando afirma que "La ló- gica sirve a la realidad tanto como la geometría a las nubes. De llegar a mostrarse a través de formas rígidas y predeter- minadas, qué poco encanto ofrecerían a la contemplación las cambiantes formas de un nubario matinal". -Sí, hermoso pasaje. -Pero, Eugenio, ¿no será acaso Blas Coll producto de una fiebre contemplativa? -¿Qué diferencia tiene esa frase con la creación? El he- cho creador entraña un des- doblamiento. Es una suerte de enfermedad. -Que no nos extrañe enton- ces toparnos con Coll a la vuelta de esquina. -Seguramente, pero no ha- blará. Lo que oíste fue parte de este momento de ficción que vivimos. Somos retazos de la realidad. Es decir, enca- jamos perfectamente en ese invento trágico y a la vez ma- ravilloso llamado tiempo. -Es decir: "La contemplación es el abandono de las imágenes lingüísticas por las más inmedia- tas de las cosas en sí mismas". -Justamente. Blas Coll llegó a creer que el único hereje verdadero de estos tiempos era él. De manera que no es extraño que lo veamos en la calle, sumergido en su silen- cio, con la esperanza de retor- nar a Puerto Malo. La mesera trajo más cerve- zas. La tarde pellizcaba la su- perficie del vidrio. La ciudad, allá afuera, era una condición. Un rato más adelante, la ca- lle nos recibió. Por el oeste se escapaba la memoria del día. Eugenio Montejo se despidió con el abrazo de siempre. Mien- tras su carro se alejaba, alguien, sentado en la orilla de la acera exclamó bajito: ¡Qué raro se nos hace dirigirnos con un mismo pronombre a seres tan distin- tos, a tan variadas personas¡. Recitó otras cosas que no logré entender. La pesadez de la bebida me condujo a un laberinto del cual no he podido aún salir. Sin embargo, suelo entablar un denso diálogo con una voz que ya me es familiar. Ese día con el poeta Monte- jo descubrí que los imagina- dos éramos los dos.

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Maracay, Sábado 19de noviembre de 2011

Crónicas del Olvido

Para recordar a Eugenio MontejoENCUENTRO CON BLAS COLL

ALBERTO HERNÁNDEZ

1.-

¿En qué momento descubrí-al frente de varias cerve-zas y un montón de libros

que su autor, Eugenio Monte-jo, dedicaba a quien esto es-cribe, en un bar de esta ciu-dad-, que Blas Coll andaba demesa en mesa calificando sím-bolos, anudando realidades?No en vano, Montejo, con laamabilidad que lo caracteriza,intentaba aplacar la desmesu-ra de quien lo miraba distraí-do, inquieto en descifrar elcolor de los ojos del viejomaestro de Puerto Malo?

El poeta -el de carne y hue-so- auspiciaba la calma de lacalle desde su privilegiadaposición en el local. No teníayo la posibilidad de reconoceral hombre reflejado en el vi-drio, aquella tarde de cual-quier mes de hace cinco años.

Por los vientos que sopla-ban (hacía un calor intenso enesta ciudad), Montejo llevabaen algún lugar del cuerpo lamarca de su maestro. Por esoasentía cada vez que una pa-labra encajaba en sus acuer-dos, en la redondez de una res-puesta. O en el silencio queaparecía sin permiso mientrasesperábamos a otro poeta quese había quedado rezagado enel laberinto de sus emociones.

"-Los hombres en cualquierépoca son fatalmente conser-vadores, no hay más que vercómo se comportan ante loscambios del lenguaje. En todotiempo se hallan prestos a de-moler el mundo para rehacer-lo de cabo a rabo, aunque ellono sea más que engendro desu hastío metafísico. La lenguanuestra, en cambio, con cuán-ta comodidad se adecua a laindolencia de antiguas formas."Pueden meterse con todo,pero no toquen el lenguaje",

decía el travieso Voltaire", sele oyó decir al celaje que pasópor los ojos de Eugenio.

2.-Precisión, coherencia, dic-

ción. La voz del poeta de Papi-ros amorosos nada cuestiona.Se aferra al eco del maestro.Inclina la cabeza y se concen-tra en la dedicatoria. Sorbe lacerveza. Se le nota un aire deLisboa en el acomodo de losgestos.

-¿Cómo era Blas Coll?-Quienes lo conocieron lo

describen con rasgos más omenos aproximados. Anoto,de mis averiguaciones, las se-ñas que más se reiteran: eramenudo, de mediana estaturay rostro ovalado. Llevabasiempre gafas doradas y unsombrero de fieltro, al pare-cer su prenda más definitoria,junto con lápiz achatado so-bre la oreja derecha...

-Entonces, ¿para Montejo es unfantasma, una referencia verbal?

-Sí y no. Te lo puedo res-

ponder con las mismas pa-labras que usé para una be-lla edición, la más recien-te: "Tarde, muy tarde hanl legado a mis manos losrestos del cuaderno de BlasColl, cuyos fragmentos máslegibles trato de recompo-ner en las anotaciones quetranscribo. Su autor ya te-nía más de 20 años de muer-to al momento de mi hallaz-go..."

-Me pareció verlo hace sóloun rato, poeta.

-¿A quién, por favor?-A Blas Coll. Creo que hacía

de mesero. Y casi afirmo queusted también lo vio. Hasta oíalgo que le sopló muy cerca.La última palabra fue Voltai-re. ¿Me equivoco?

-Bien, suele aparecerse,pero no es un fantasma comúny corriente. Es una apariciónencantadora. Un maestro delsilencio, de los susurros...destaca por un perfume quesuele contagiar, como un li-monero en una sala cerrada.¿No sentiste ese olor?

-En verdad, no. Pero sí suectoplasma.

3.-La tarde seguía instalada en

el cristal que nos separaba dela calle. Otro par de cervezasaligeró la carga de la afirma-ción anterior. Eugenio se qui-tó los lentes y sonrió con di-plomacia, a sabiendas de quequien lo escuchaba no poseíala virtud de conectarse con elmaestro.

-Debo aclararte que Blas Collera mudo por voluntad propia.Entonces, ¿cómo fue que oísteparte de lo que me dijo al oído?

-No sé, pero algo me llegó.La palabra Voltaire me sacu-dió. Y no porque lo haya leídoen el cuaderno. Hasta el tonode su voz se familiariza con larealidad. Es decir, la ficción,lo que nos atrevemos a afir-mar como tal, queda descar-tada. O en todo caso, la imagi-nación nos traiciona.

-Podría ser. Se dice que BlasColl no es su nombre verda-dero. Desde que llegó a la ba-hía en 1932 se le conoció conese nombre.

-¿Y cuál es la duda?-Ninguna, sólo que haberlo

oído fuera de mí es algo extra-ño, lo que significa que se po-dría corporeizar en cualquiermomento...

-Creí haberlo visto.-O imaginado.

-¿Y no es lo mismo?-Sí, en eso no cabe discu-

sión alguna. Es lo mismo: laimaginación es la única reali-dad que nos queda, como lapoesía, la última religión.

4.--El mismo Coll nos da la ra-

zón cuando afirma que "La ló-gica sirve a la realidad tantocomo la geometría a las nubes.De llegar a mostrarse a travésde formas rígidas y predeter-minadas, qué poco encantoofrecerían a la contemplación

las cambiantes formas de unnubario matinal".

-Sí, hermoso pasaje.-Pero, Eugenio, ¿no será

acaso Blas Coll producto deuna fiebre contemplativa?

-¿Qué diferencia tiene esafrase con la creación? El he-cho creador entraña un des-doblamiento. Es una suerte deenfermedad.

-Que no nos extrañe enton-ces toparnos con Coll a lavuelta de esquina.

-Seguramente, pero no ha-blará. Lo que oíste fue partede este momento de ficciónque vivimos. Somos retazosde la realidad. Es decir, enca-jamos perfectamente en eseinvento trágico y a la vez ma-ravilloso llamado tiempo.

-Es decir: "La contemplaciónes el abandono de las imágeneslingüísticas por las más inmedia-tas de las cosas en sí mismas".

-Justamente. Blas Coll llegóa creer que el único herejeverdadero de estos tiemposera él. De manera que no esextraño que lo veamos en lacalle, sumergido en su silen-cio, con la esperanza de retor-nar a Puerto Malo.

La mesera trajo más cerve-zas. La tarde pellizcaba la su-perficie del vidrio. La ciudad,allá afuera, era una condición.

Un rato más adelante, la ca-lle nos recibió. Por el oeste seescapaba la memoria del día.Eugenio Montejo se despidiócon el abrazo de siempre. Mien-tras su carro se alejaba, alguien,sentado en la orilla de la aceraexclamó bajito: ¡Qué raro se noshace dirigirnos con un mismopronombre a seres tan distin-tos, a tan variadas personas¡.Recitó otras cosas que no logréentender.

La pesadez de la bebida mecondujo a un laberinto delcual no he podido aún salir. Sinembargo, suelo entablar undenso diálogo con una voz queya me es familiar.

Ese día con el poeta Monte-jo descubrí que los imagina-dos éramos los dos.

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Isaac ChocrónTres notas sobre

MANUEL CABESA

1

En una pequeña calle deLa Florida, en Caracas, hacia 1959 funcionaba

el Teatro Venezolano Fran-cés, que por aquel entoncesdirigía Romeo Costea. En esasala se estrena la primeraobra de un joven que con eltiempo llegaría a ser una delos dramaturgos más impor-tantes del teatro venezolano:Isaac Chocrón, nacido enMaracay en 1930 y descen-diente de una familia sefardíquienes tenían un negocio enla cuadra que hoy ocupa laplaza Bicentenaria en la épo-ca de Gómez.

La pieza en cuestión se lla-ma Mónica y el florentino elprimer parlamento lo pronun-cia la sirvienta de la casa delas hermanas Laudini cuandorecibe a Adán Martes quienllega por primera vez al lugar:"Aquí comienza todo", dice. Yme parece que la frase es pre-monitoria, porque sí allí co-menzó todo, no sólo el espec-táculo que los espectadorescaraqueños de 1959 fueron aver, sino una también una ca-rrera fructífera en el desarro-llo de una obra que incluyemás de 20 piezas teatrales,ocho novelas y varios librosde ensayo.

Luego de este primer estre-no, Chocrón se consolidacomo dramaturgo en la esce-na nacional con “El quinto in-fierno” en 1961 y después con“Animales feroces” de 1963.En esta última Sol uno de lospersonajes principales y ma-dre de Ismael, el protagonis-ta, dice “Esto no es un país, esun clima” con lo cual define aVenezuela como algo inesta-ble, cambiante como el climamismo. Y es que una de las ca-racterísticas del teatro de Cho-crón es que sin ser de cortepolítico o de denuncia comosería el de César Rengifo, siem-pre ha tenido una mirada crí-

tica y al mismo tiempo afec-tuosa sobre el país.

Tal es el caso de Asia y ellejano oriente (1966) dondeunos personajes de nombresdisímiles deciden vender elpaís donde viven, un país ima-ginario llamado como el títu-lo de la pieza. La metáfora nopuede ser más simple, en tan-to que nación Venezuela siem-pre se ha visto amenazada porcompromisos económicos ex-ternos lo cual en distintos pe-riodos de nuestra vida demo-crática la ha llevado a adqui-rir crecientes deudas que la-ceran la economía nacional.En tono de comedia Asia y ellejano oriente era una adver-tencia para el futuro que fuedesatendida.

2Un momento culminante

dentro de la historia del tea-tro venezolano fue el estre-

no de La revolución en 1971dirigida por Román Chalbaudy con Rafael Briceño comoGaby y José Ignacio Cabru-jas como Eloy únicos perso-najes de la pieza, es decir lacrema y nata del mejor tea-tro venezolano. ¿Pero quéera La revolución? Cito elcometario de A. Mayo publi-cado en el suplemento Sépti-mo Día de El Nacional en1973, que me parece que re-sume mejor de lo que yo pue-do hacerlo el contenido y laintención de esta obra:

La trama de 'La revolución'es aparentemente grotesca ysimple: un mesonero desteñi-do y adulante llamado Eloypresenta al público para su di-versión un viejo y gordo trans-formista retirado, 'la sin par, lainigualable, Miss Susy'. Los doshomosexuales marchitos consus amaneramientos y repli-cas punzantes recrean el mun-

do sórdido del vodevil y de esemundo de marginados al cualellos han pertenecido. Son dospersonajes repudiados aunquepatéticamente humorísticos.A medida que discuten sobrela suma recaudada de los es-pectadores, aparece una de lostemas que es fundamentalesen todo lo que escribe Cho-crón: la compra-venta. Aquí esquizás peor porque más quecomprar o vender, lo que seestá efectuando es el alquilerde un ser para que el públicose ría de él.

3Otro tema, aparte de la com-

pra venta referido A. Mayo,que se reitera en la obra deChocrón es la falta de afecto yla toma de una autoconcien-cia para definirla de algunamanera. Varios de sus perso-najes novelísticos son seresabrumados por la soledad:

Miky en “Pájaro de mar portierra”, Daniel en “Rómpase encaso de incendio”, MercedesAlcántara en “50 vacas gor-das” y otros más son seresabrumados por un vacío inte-rior que no compensa las ve-leidades del mundo externo.Mercedes quizás para comba-tir su monótona existencia seembarca en una improvisadainvestigación policial, al esti-lo de La reportera del crimen,que termina delusoria y aca-ba por enfrentarla a sí mismaconociendo una faceta inédi-ta de su espíritu.

Hasta aquí estas notas,pues los editores me pidieronbrevedad, lo cual resulta im-posible ante la magnitud deuna obra como la de IsaacChocrón, rica en matices ysugerencias. (Tomado de la revista IUTAR

HOY. Nro. 14; Maracaynoviembre de 2008)

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Maracay, Sábado 19 de noviembre de 2011 Contenido 31

Ramos Sucre:Transfiguración y catarsis del verbo

ALFONSO SOLANO

Concebir una óptica de lavida desde un punto devista trágico, vale decir;

desde la experiencia de acon-tecimientos y nociones de unarealidad penetrada por loseventos contingentes del vi-vir, ha sido la senda por don-de han transitado- en su pere-grinar de ideas- todos los filó-sofos y pensadores desde losantiguos griegos hasta los máscontemporáneos como SorenKierkegaard y Arthur Scho-penhauer, sin dejar de men-cionar al "apóstol del pesimis-mo trágico" como algunos crí-ticos han llamado al filósofode origen alemán F. Nietzs-che. En efecto, para el autorde "Así habló Zarathustra" Latragedia, desde un punto devista dionisíaco, era el puntode partida en donde se situa-ba la verdadera naturaleza dela "realidad" para el hombre,una noción para lo cual eltema estético adquiere un ran-go de principio ontológico. Enla concepción y visión trágicadel mundo, "vida y muerte,nacimiento y decadencia de lofinito, se encuentran entrela-zados" como bien lo acota Eu-gen Fink en su obra "La filoso-fía de Nietzsche". Filosofía espara este autor, sabiduría trá-gica. En el fenómeno de lo trá-gico ve él "la verdadera natu-raleza de la realidad" (Ob.cit.pág. 21) El pathos trágico, esla esencia de la vida. ParaNietzsche, el "sentimientotrágico no es un pesimismohuero" (Pág. 28). Este pathoses más bien, un sentimiento deafirmación de la vida; es rei-teradamente un "sentimientojubiloso, incluso, a lo terribley horrible, a la muerte y a laruina" (Pág.22). Tal concep-ción estética fue adoptada porsus seguidores casi de formadogmática, y ella misma cons-tituyó el norte por donde seenrumbaron los movimientosartísticos de principios del si-glo XX. Uno de ellos, el másimportante a nivel literario,fue el de los poetas simbolis-

tas franceses que con su acti-tud artística y enunciados deprincipios, movieron el edifi-cio estético de toda la tradi-ción en Occidente de formairreversible y sentaron las ba-ses para una total renovacióndel género. De igual manera,la obra poética del bardo JoséAntonio Ramos Sucre (1890-1930) funda en nuestro país,una de las tentativas más lu-minosas y reveladoras a lasque se haya dedicado creadoralguno entre los venezolanos,como bien nos recuerda Eu-genio Montejo en su obra "LaVentana Oblicua" libro capitalde ensayos en donde se inclu-ye un estudio minucioso acer-ca de la obra del gran poetade origen cumanés.

En este mismo estudio de-nominado: "aproximación aRamos Sucre"- que mantieneuna vigencia absoluta- el poe-ta Montejo nos da las clavespara descifrar el "organom"psíquico y estético de este su-premo poeta nuestro que "es-capó sustancialmente a suscontemporáneos" en un ámbi-

to de acto inusitado y encan-dilado de praxis poética y ex-periencia extremada de asun-ción a los más altas cimas delespíritu creativo humano.

UN VIAJE SINGULAREl mundo de imágenes y la

geografía poética abordadapor este atormentado bardocreador, es uno de los símbo-los más estudiados de su "poie-sis", tanto dentro como fuerade nuestro país. En efecto, enuna atmósfera candorosa ysugerente, los procedimientosutilizados por Ramos Sucre ensu verbo creador, se entrela-zan con su ingente erudicióny su conocimiento de la histo-ria y tradiciones clásicas deoccidente. Sin embrago, laobra de Ramos Sucre no es "niuna evasión candorosa rego-cijada en sí misma, ni una ela-boración preciosista" comonos advierte prudentementeGuillermo Sucre en su ya im-prescindible "la Máscara, laTransparencia" (Monte Ávilaeditores, 1975). En este senti-do sus poemas, no tienen unreferente histórico per se,aunque estén inspirados entemas del pasado. Sus proce-dimientos y su "mapa de vi-sión" eran distintos, como nolos indica Guillermo Sucre: "dela historia o de la literaturamisma tomaba unos pocoselementos, un pormenor o undetalle no congelado por laerudición o susceptible de servisto como una experienciatodavía viva y con ellos crea-ba una situación nueva"(Ob.cit. pág., 82). Así que, eserróneo atribuirle a RamosSucre "el pasado como ilustra-ción del presente" ya que "elmismo sería una fórmula in-adecuada" (Pág., 83). El mis-mo Ramos Sucre confesó: "loúnico decente que se puedehacer con la historia es falsifi-carla" (citado por GuillermoSucre). El recreó, a su mane-ra, la visión de un mundo pa-ralelo, con sus recuerdos ysueños, acontecimientos vivi-dos dentro de la experiencialúcida y elusiva de sus lectu-ras, acaecidas en el entre-sue-ño y en sus interminables,agotadores y atormentadosinsomnios. Ramos Sucre tuvo

además el don de recrear unespacio lírico, con un lengua-je suntuoso, a partir de la me-moria de un dato histórico oliterario que, de forma súbita,llegaba a su recuerdo. Esto ex-plica, como lo han repetido enmuchas ocasiones sus estu-diosos, que Ramos Sucre crea-ra todos sus verbos en formapresente. Pero en un "presen-te mítico producto de la diva-gación y el ensueño" como nosdice el poeta Montejo en suensayo, antes mencionado.Este mismo procedimiento seencuentra en muchos de losinicios de sus poemas:

-"Yo escucho las violas y lasflautas de los juglares; en lasala antigua" ('La cuita' de LaTorre de Timón, Antologíapoética, Monte Ávila editores,1998., pág.46)

- "Yo concebí y ejecuté elproyecto de avecindarme enotra ciudad más internada yen salvo" ('El Emigrado',Ob.cit. pág, .122)

- "Yo cavilaba a orillas dellago estéril, delante del pala-cio de mármol…" ('El Mensa-jero', pág., 90)

Este incesante proceso fa-bulador- al decir de Monte-jo- concede en su ingente ex-presividad "a un creador enposesión de una culturacomo la suya, la más excitan-te libertad"

HERBOLARIO PRIMARIOLejos de acentuar su sun-

tuosidad en el lenguaje y suénfasis casi hiperbóreo en laimágenes presentes en su poé-tica, Ramos Sucre nos ofrecealgo que va más allá de susapuntaciones; son las 'clavesde sus signos' las que han pa-sado a la posteridad y las que,de una manera tardía, han sidoestudiadas y valoradas portodos aquellos que se atrevena navegar en estas aguas pro-fundas y turbulentas. De modoque este lenguaje suntuoso ehiperbólico, este énfasis noto-rio en sus adjetivaciones exó-ticas e inusitadas, es lo queprodujo incertidumbre y de-bió "hacerse inaudito al mo-mento de su aparición" comonos acota Eugenio Montejo ensu ensayo. El avanzó, a pasosagigantados, en la búsqueda

de un ritmo interno, de unaliento propio de esa "hormaa trazos elípticos" con los quenos dibujó su pensamiento,parafraseando al poeta Mon-tejo. En una noción cosmogó-nica e inusitada del verbocreador, Ramos Sucre se con-sagró a la palabra en su 'con-tenido nuclear', es decir, ensu orbita y ritmo interior. Ensu poema "vestigio" el últimode su libro 'La torre de Timón'leemos: "vestías de azul yblanco, los colores de la olamomentánea, y tus ojos, demirada atónita y lejana, com-pendiaban un nostalgioso pa-norama oceánico". (Ob.cit.pág., 112)

Dentro de estos procedi-mientos poéticos para liberarla palabra de su quicio prag-mático y liberarla de su senti-do primario para dejarla al li-bre albedrío de la imagenpura, Ramos Sucre, comobien lo han acotado sus bió-grafos, suprimió de forma ab-soluta, el 'que' relativo con losque logró "dotar a su frases deun tono elíptico profuso y deritmo amplio". Otra de Las ca-racterísticas de su "corpusverbae"- como bien lo acotóel poeta Montejo- fue la acen-tuación del "yo" con valor tó-nico, un recurso que realza elplus de la comunicación de suobra. En un ensayo luminosotitulado: "el artesano del silen-cio" dedicado a la figura y obrade Pierre Reverdy, AlfredoSilva Estrada nos recuerda que"el espacio del poema no es elespacio cuantitativo que ocu-pan los versos sobre la páginay entre sus blancos (…) es unespacio-otro: ese que se pro-longa en la imaginación y lamemoria del lector". ParaRamos Sucre esto debió seruna obsesión permanente,pues sus procedimientos in-usitados nos llevan a una"zona herbolaria" en la cualciertamente, nos sentimosexhaustos y perdidos, peromuy iluminados:"El sol de unmes de lluvia provocaba elhechizo del plenilunio en elespejo del suelo glacial. Yosalí a recrear la vista por ca-lles y plazas y pregunté elnombre de las estatuas, ves-tidas de hiedra".

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Contenido Maracay, Sábado 19 de noviembre de 201132

RinconesTEXTO Y FOTOGRAFÍA

WILFREDO CARRIZALES

Las enamoradas se apartan a los rincones enbusca de sus almohadillas. Allí se esconden ydejan pasar los días, agachadas bajo lasventanas y con las manos metidas en laentrepierna.

*

Las aves demasiado gordas para moverse searrinconan. Desde el estanque cercano lospeces asoman sus bocas fuera del agua eindolentes se burlan de ellas.

*

Estuvo la vasija llena de vino alejada en unrincón. La oscuridad atrajo a las larvassolitarias y cercaron a la vasija. El vinodesapareció inducido por la tentación.

*

En el rincón del jardín se cuchichea. Tambiénse adula. Es mejor salvar el muro trepándolo ydivertirse a sus anchas sin exceder el tiempolímite para el regreso.

*

La lluvia sorprende a quien se oculta en unrincón a cielo abierto. La oportunidad le brindaun profundo significado, pero un resfriado seasoma por encima del hombro y le obnubila elumbral visual.

*

¿De qué lugar se ilumina mejor un rincón?¿Desde un huerto o desde un jardín o desde unagua profunda asentada en un costado? Sólouna beldad puede saberlo y para ello disponede faroles en forma de luna invitada.

*

En los rincones se pierden las llaves (tambiénlos virgos) y luego su sonido agradable al oídorepite sin cesar el vértigo de las sombras en elrecinto cerrado.

*

La luz del sol escarda en la certeza del rincónque se comprende. Las arañas pierden la vidaal sentirse sorprendidas y una densa elegancianutre por todos los lados al rincón.

*

Hay un pájaro alto y ágil que escoge un díafasto para buscar en los rincones lo abstruso ymisterioso. En su buche posteriormenteaparecen migajas, sueños, residuos depestañas.

*

Se humedecen los rincones y tiritan de frío.Resulta obvio que el flujo del jade alejado leses necesario para dilatarse.

*

En un insólito rincón se manifiesta un epitafio.El sol naciente juega al ajedrez con el rocío yestimula la sagacidad de quien debe prontopartir hacia una borrachera sutil.

*

Se tuerce un rincón y se aleja de un supuestopeligro. Se da prisa un cuerpo en congraciarsecon las hendeduras que se desvanecen. Seactiva la sangre y en un abrigo de cal el ancónfondea su zigzag.

*

Cansado, el rincón quieto muestra su aspectomagro. Sin embargo, ya entrada la tarde irrigacon su oscurana a la mujer que desea serpreñada en un santiamén.

*

Un rizo se enrosca en la pared; se encogehasta plegarse. Entonces el rincón surge de suadentro, aunque imperfecto, pero vital.

*

Un gorrión termina su música al borde delrincón más magnánimo. Un poema se apoderade la escena y enciende la parentela queorganiza las atalayas domésticas.

*

Los rincones contienen las pulpas olvidadas delas cosas. Desde sus arterias radiales serechazan los ambages y la feracidad de laimaginación encuentra acomodo en su interior.

*

Ningún rincón pasa inadvertido para el ojoescrutador. Como un cuchillo de clara natura-

leza, el rincón identifica a sus amigos y a susenemigos. Luego con su flexibilidad y resisten-cia atrae a los corpúsculos solares y acumulaespectaculares ocasos.

*

La prolijidad se agrupa a menudo en los rincones.Las lagartijas se friccionan sobre ella y sedeshacen de lo superfluo y acaso redundante.

*

Un gusano se arrastra por el rincón menossobresaliente. Se sumerge después, discretamen-te, en la emulsión que otorga lucidez. Al final,penetra en la estación lluviosa del rincón y afirmasu honra con la pintoresca costumbre de contraer-se y ser médula transmutada en parte elegida.

*

De buen augurio se engalana el rincón pararecibir a la escoba. Entre ambos intercalaránun mes en el calendario que sobrevivearrumbado en la espesura del bosque.

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En un instante, frente a mis ojos, un rincónexpuso su tamiz ante la crónica que decidióestimularlo. El rincón se curó de su soledad yse curtió para untarse la textura decorrimientos y paisajes de sombras.

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¿Habrá espíritus en los ángulos que dictenórdenes y constaten su cumplimiento? En laslíneas dudosas de los rincones los puntos sedesentienden y ganan una geometría para unaestética donde las luces se enderezan.

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Un montón de sillas se ejercitan en un rincón

para no morir por causas ajenas a su condi-ción. El polvo trata de quitarle lustre almomento, mas priman las tonalidades que elgris decide para trascender.

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Durante las semanas que vierten sus antiguasprosapias ciertos rincones enmudecen y odianlos bullicios. Entonces llegan escobas que serecuestan y adoran el retiro.

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Nada es sobrante en los rincones, ni siquierasu propio desvelo. Si llegasen a perderterreno caerían en la desgracia y los domina-rían los vientos.

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La humedad, a veces, moja la ansiedad delos rincones. En esos casos, se haceimprescindible interponer su autoridad y suprestigio para que fertilice de nuevo eldrama de las edades.

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El orín corroe a los rincones que pierden suapetito de novedades. Se graba encima de susepidermis la confusión de los sucesos y losvectores que traza el tiempo añadido a susustancia.

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Secretan los rincones más anónimosseñales de escarabajos. En los alrededoresde su ámbito de influencia un diagramamaligno puede guiñarnos los ojos y atraer-nos hacia un aislamiento que nos enemistecon nuestra concordia de alternancias yritmos.

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Decae el ímpetu de los rincones al convertirseen blanco de trasplantes. Únicamente lamoderación calculada puede sacarlos de talestado catastrófico.

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Con el crepúsculo matutino los rincones seabren y la fiebre los muerde hasta más allá delo extraordinario. Ellos son expertos en el artede adueñarse de las brumas oportunas y laspalideces que arroja la escarcha.

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Dentro de los rincones resuenan los prematu-ros enlaces de la carne y la pasión. Como untejido de seda y algodón se enlazan los fluidosy se ajustan las proporciones que provocanjadeos y cadencias.

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En un patio delantero un tallo de hierba seestaciona en un rincón y se arriesga a avanzarcon coherencia por entre el aire ventilado. Lapupila del ojo lo acompaña hasta que los dadosirrumpan y decidan al albur la pintura quemejor acompañará al rincón.