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ASOCIAC!ON DE ONCOLOGIA
Sesión del día 4 de noviembre de 1971
CONSIDERACIONES CLíNICAS, PRONOSTICAS Y TERAPEúTICAS DEL HIPERNEFROMA
E. MARCUELLO GASPAR, J. LóPEZ LóPEZ, J CATALÁN FERNÁNDEZ
El carcinoma renal ofrece un particular interés al oncólogo por su variable historia natural y un interesante campo en el estudio de la relación huésped-tumor. La diversidad de síntomas, sin relación, en la mayoría de veces, con el lugar anatómico en el que asienta, plantea problemas de difícil diagnóstico.
La escasa frecuencia de este tumor dificulta la unificación de criterios en el tratamiento y clasificación clínica.
El objeto de esta comunicación es llamar la atención sobre ciertos aspectos clínicos, revisando las condiciones pronósticas y las modalidades terapéuticas e indicando unas pautas que pretenden ser unificadoras. Se comenta la literatura actual sobre el tema y se acompaña de un estudio retrospectivo de 43 pacientes de nuestra casuística, asistidos entre 1962 y 1970. Estos pacientes han sido enviados a nuestro servicio en condiciones muy precarias generalmente; la mayoría, son casos avanzados con metastásis generalizadas, y el resto, enviados para irradiación post-operatoria, porque existía invasión del hilio renal, de la cápsula o de los ganglios linfáticos retroperitoneales.
INCIDENCIA. - El carcinoma renal y el de la pelvis renal ocupan 1,9 - 3,4 % de todas las necropsias en pacientes con neoplasias roa· lignas (1, 2, 3).
Constituye cerca del 83 % de todas las neoplasias malignas del rii'ión y en los adultos, en los que el nefroblastoma es muy raro, coro· prende el 90 % ( 4 ), siendo el resto carcinomas de la pelvis renal.
Aparece a partir de los 40 años de edad; es poco frecuente hasta después de los 50, con aumento progresivo y un máximo entre los 60-70 años, para decrecer después (5). En nuestro grupo de edades (ng. 1), la frecuencia es aproximadamente igual entre la cuarta y sexta década de la vida.
E. MARCUELLO Y COLS. EL HIPERNEFROMI\ 115
FIG. l.-Edad de 43 pacientes con carcinoma renal (1962-70) comparada con otra serie más amplia (Cox) (13).
Edad Nuestra serie Serie de Cox
<30 o 4 30-40 1 9 40-50 12 29 50-60 13 38 60-70 14 42 >70 3 21
Total 43 143
En cuanto al sexo, afecta en mayor proporción al hombre que a la mujer, en una relación aproximada de 2 a 1 (fig. 2). En un estudio realizado por W . B. Peeling (6), se obs~rva que esta relación se conserva por grupos de edad (fig. 3 ). Se han sugerido, por ello, implicaciones de dependencia endrocinológíca de este tumor.
FrG. 2. - Distribución de sexos en el carcinoma renal.
Hombres Mujeres GruFFITHS (50) 69 34 SOLOWAY (51) 91 39 Cox (13) 96 47 w. B. P EELING (6) 159 81 Nuestra serie 27 16
Totales 442 217
FrG. 3. - Relación sexo-grupos de edad (tomado de W. B. PEELING (6)
<50 a. 51-60 a. >61 a. total
Varones 58 53 48 159 Hembras 29 25 27 81
Total 87 78 75 240
ANATOMÍA PATOLÓGICA.- En 1884 GRAWITZ consideró a los tumores renales como derivados del tejido suprarrenal. Posteriormente y desde STOERK (1908), con muchas controversias, se admite actualmente que estos tumores son nefrogénicos y representan variaciones histológicas del tejido renal, llamándoles «carcinoma de células renales», aunque se conserve el antiguo nombre de <<hipernefroma». Las característí-
116 Al'IALES. SECCIÓN ESPECIALIDADES
cas ultraestructurales del carcinoma renal sugieren un origen en los túbulos contorneados proximales (7)
Es necesario separatlo claramente de las neoplasias que proceden del epitelio de los conductos y de la pelvis renal (carcinoma de células transicionales y carcinoma escamoso celular) y de las neoplasias que proceden de restos de células embrionarias (tumor de WILMS), por su diterente comportamiento biológico.
Los tipos celulares del carcinoma renal son fundamentalmente dos: h célula clara y la célula granulosa. Los dos pueden tener tendencia a crecer en cordones, o en formaciones tubulares y papilares; otras veces, su arquitectura es alveolar. Por ello, se han definido, como distintos tipos histológicos, los carcinomas de células claras, de células granulosas, adenocarcinomas papilares, adenocarcinomas alveolares, etc. Sin embargo, hay que tener presente que en el mismo tumor pueden coexistir variaciones de todas las formas; siendo, hoy día, considerado el carcinoma renal como un tumor pleomórfico. Estas variedades histológicas no tienen índice pronóstico.
Cuando las células y la arquitectura están bien diferenciadas a la formación de túbulos y no existe invasión de la pseudocápsula twnoral o de la verdadera cápsula renal, ni extensión dentro de los vasos sanguíneos o de la pelvis renal, esta neoplasia maligna es indistinguible del adenoma ( 8 ). Se han descrito adenomas coexistiendo con carcinomas y muchos autores aceptan la evolución del mismo hacia el carcinoma (9).
La clasificación de este tumor en grados histológicos de malignidad tiene interés pronóstico. RrcHES ( 1 O) adopta tres grados:
Grado I.-Puede mostrar dos formas: a) El adenocarcinoma tubular, compuesto de células claras, forma
túbulos que semejan marcadamente a los del riñón. b) El adenocarcinoma dstico-papilar muestra espacios quisticos.
Llenos de procesos papilares ramificados y sus células son frecuentemente granulares.
Cualquiera de estos dos tipos de tumor pueden contener en diferentes áreas las dos clases de células y se clasifican en este grado, cuando son bien diferenciados, semejando a la estructura renal normal, con células regulares en tamaño y apenas mitosis.
Grado II.- Los túbulos o los procesos papilares no están bien formados, o bien, las células son moderadamente irregulares y muestran alguna actividad mitótica.
Grado III. - Cuando no hay intentos de formación de túbulos o procesos papilares, o existe marcada variación en el tamaño y forma de las células y considerable actividad mitótica.
El carcinoma renal puede invadir por extensión local la cápsula re· nal, los cálices, la pelvis y el hilio renal, los músculos y otras estructuras perinenales.
E. MARCUELLO Y COLS. EL ITIPERNBFROMA J 17
La situación anatómica del riñón le confiere a la invasión linfática un importante papel en la extensión de la enfermedad. Los primeros linfáticos afectados son los proximales; pronto invade los ganglios aórticos laterales, la cisterna magna y alcanza el conducto torácico, pudiendo llegar a la circulación intrapulmonar. La diseminación hematógena también viene favorecida por su situación anatómica. Los émbolos tumorales penetran en la v. cava inferior desde las v. renales y emigran a través de la circulación pulmonar al sistema de la circulación general. Por vía retrógrada pueden penetrar en el plexo venoso paravertebrai e invadir el eje esquelético ( 11 ), e incluso entrar en el sistema portal. Cualquier lugar anatómico puede ser afectado y dar incluso síntomas clínicos antes que el tumor primitivo. Las metástasis más frecuentes, observadas en autopsias, son por orden de frecuencia, el pulmón, los ganglios linfáticos, hígado y huesos (4). En Cl.Lnica, se detectan metástasis con frecuencias máximas semejantes en pulmón y huesos (13 ), sigLúéndoles los ganglios linfáticos y el hígado. En 22 pacientes de nuestra casuística se detectaron metástasis en algún momento de su evolución. En pulmón, se observó afectación en 13 casos; en pleura, cinco; en huesos, once; en hígado, cinco; en mesenterio, uno y, en cerebro, un paciente. En varios de ellos se asociaron metástasis en más de un órgano, siendo las más frecuentes en pulmón
y hueso.
HISTORIA NATURAL Y CLÍNICA DEL CARCINOMA RENAL.- No es posible encontrar una serie suficiente de pacientes que nos de una idea de la evolución natural del carcinoma renal, ya que desde 1869, en que inició SIMÓN (12) la nefrectomía, todos los estudios de supervivencia (fig. 4) se citan con esta terapéutica. El 50 % de enfermos viven ah·ededor de los tres años; el 40 %, cinco años, y el 20 %, 1 O años. Este cuadro biológico poco se ha modificado con las mejoras técnicas cliagnósticas y nuevos tratamientos. El carcinoma renal sigue diagnosticándose muy tardíamente, a causa de que son muy tardíos los síntomas referidos al mismo, cuando es intraparenqulmatoso. En nuestra casuística, el tiempo medio, desde el comienzo de síntomas, ya uro.lógicos, hasta el diagnóstico, fue de 17,9 meses (:6.g. 5); cuatro casos de diagnóstico tardío superior a año y medio, presentaban eliminación de cálculos, siendo etiquetados de litiásicos. La existe11cia de dos gtupos de pacientes, unos con historia natural rápida y otros lenta (14,15), ha hecho pensar en problemas endocrinológicos e inmunitarios en esta enfermedad.
118 ANALES. SECCIÓN ESPECIALIDADES
70 fah:son 096:>)
6o
So Robson {1969)
40
3o l(¡¡uftnah.Mons ( 19661
Prie<tJey Ci939J
2o 14oslofi '1963) tsaus CJ~I>
l O l'locKs . K-ac.l<!nslc'!J (1958) (OX Y Col. (1969)
o 3 5 ro años
FrG. 4.- Supervivencia del carcinoma renal según diversos autores (tomado de Cox) (13).
FIG. 5.-Tiempo desde el comienzo de síntomas hasta el diagnóstico en el car· cinema renal de 35 pacientes.
Menos de 1 mes De 1-6 meses De 7-12 meses De 1-2 años De 2-3 años De 3-5 años De 5-10 años
Total
3 12 7 7 2 3 1
35
En la actualidad se tiene el concepto de que es una neoplasia de lento crecimiento que metastatiza tarde. Es un hallazgo incidental de la necropsia en un 4 % de los pací en te ( 16). TrTus y col. ( 17), en estudios sobre crecimiento tumoral, demostraron que este tumor presentaba «in vitre» los más bajos valores de actividad mitótica y de porcentajes de incorporación de thymidina tritiada en sus células, comparado con otros tumores.
Es de todos conocido el concepto de regresión espontánea del carcinoma renal, para el que se han sugerido varias explicaciones como fiebre, infecciones, influencias endocrinas y reacciones inmunitarias. EvERSON y COLE (18) recogen 31 casos de regresión espontánea; sin embargo, la
E. MARCUELLO Y COLS. EL HlPERNEI"ROMA 119
presencia de metástasis fue diagnosticada en todos los casos sin biopsia, excepto en dos, en los que había dictamen histológico. Muy pocos casos publicados soportan los criterios de evaluación sugeridos por BRUNSCHWIG ( 19): Evidencia de desaparición de los hallazgos macro y microscópicos del tumor primario o de sus metástasis, o regresión microscópica del tumor primario o de sus metástasis. La mayoría de autores concluyen que aunque se ha observado más frecuentemente la regresión en los carcinomas renales, este hecho es más bien raro (16).
El carcinoma renal es una enfermedad que abarca a la mayoría de especialidades médicas. Es el tumor del internista. Desde su descripción por GRA WITZ era diagnosticado cuando concurrían los signos de la clásica triada: hematuria, dolor en costado y masa abdominal palpable. Sin embargo, multitud de trabajos posteriores van reflejando numerosos síntomas insospechados como primera manifestación, que abarcan alteraciones endocrinas, sistémicas y signos de metástasis en cualquier territorio de la economía, cambiando el concepto de este tumor, que ha recibido el merecido título de «gran simulador» .
El porcentaje de primeros síntomas viene reflejado en la :fig. 6, en la que se relacionan la serie de W ARRE N ( 20) con otras series más antiguas, observando en la primera, en un estudio de 400 pacientes de la Mayo Clinic, tratados entre 1961-67, un porcentaje muy escaso referido a la clásica triada (5 % ), que se consideraba tan característica. Es significativo que en aquella serie sólo 41 % de los pacientes tenían síntomas urinarios; 21 %, no tenían síntomas significativos o ningún síntoma y fueron un hallazgo incidental (paciente en revisión general o como roo-
FIG. 6.- Porcentaje en la frecuencia de síntomas en el carcinoma renal, según diversas series (modificado de WARREN) (20).
Serie KAUFMAN de :v GRAB-
\YI ARREN MINS STALD ÜCHSNER
Hematuria (%) 32 60 59 42 Dolor en costado (%) 24 50 40-50 44 Masa palpable (%) .34 40 40-50 47 Clásica triada (%) 5 15 14 No síntomas urinarios (%) .38 18 No síntomas (%) 21 3.3 5,7 Fiebre (%) 13 25 11-3.3 22 Descenso de peso (%) 22 .3.3 42 Anorexia (%) 16 Astenia (%) 14 Dolor 6sco (metastásico)% 15 Tos (%) 6
120 ANALES. SECCIÓN ESPEClALIDADES
tivo de una operación abdominal). El 38 % tuvieron síntomas sistémicos atribuibles al hipernefroma.
En 36 pacientes de nuestra casuística existió hematuria, como primer síntoma (fig. 7), en el 75 %; dolor abdominal, 75% hematuria más dolor, en el 50 % de los pacientes.
FrG. 7.- Frecuencia de algunos síntomas iniciales en 36 pacientes con ca1·c inoma renal.
Hematuria Dolor Hematuria y dolor Fiebre Dolor 6seo Síntomas respiratorios No síntomas urinarios
N.• casos
27 27 18 8 3 2 4
Porcentaje
75 % 75 % 50% 22% 896 5%
11 %
Nuesh·os mayores porcentajes en estos síntomas, comparados con los de la serie de WARREN, creemos son debidos a defecto en los procedimientos diagnósticos en nuestro medio, y a escaso conocimiento de la historia natural de este tumor. Nuestros diagnósticos son casi siempre tardíos, ya que el dolor, la masa palpable y la hematuria son signos de cáncer avanzado .
Solamente se observó hematuria aislada en tres casos. El dolor en fosa lumbar era de carácter fijo, y referido como sensación gravativa. En un grupo de pacientes el dolor era de carácter cólico con irradiación genital, desviando el diagnóstico hacia la litiasis renal.
Gran importancia merecen las manifestaciones de la enfermedad metástasica, sin síntomas de la lesión, primaria, pudiendo ocurrir en cualquier lugar anatómico.
En nuestra serie, tres pacienLes debutaron con dolor pot metástasis óseas. Dos pacientes debutaron con síntomas respiratorios, uno de ellos con derrame pleural bilateral, y otro con imagen de «suelta en globos pulmonar» .
Una tercera parte de los carcinomas renales aparecen ya diseminados en el momento del diagnóstico (16, 20, 21) y en la mayoría de ellos sin síntomas urológlcos.
Síntomas como VSG acelerada, microhematuria, anemia, piuria tienen interés (fig. 8).
La policitemia se observa en el 1-5 % de pacientes, según diversos autores (13,20) pudiendo constituir el único signo de la enfermedad, atribuyéndose a la liberación de eritropoyetina por el tumor.
E. MARCUELLO Y COLS. EL IIIPEM'EFROMA
FIG. 8.-Hallazgos de laborator io en pacientes c011 hiperneEroma (tomado de WARltEN).
Hematuria 36 % Piurla 16 % VSG acelerada 66 % Anemia 64% Poliglobulia 5 % Hipercalcemia 4 % Hipocalcemia 4 %
121
Existen numerosos casos de hipercalcemia en hipernefromas, cuya manifestación desaparece al extirpar el tumor (22), presentándose incluso sin metástasis óseas. Se ha demostrado por análisis inmunológico de b pieza extirpada ia presencia de una substancia parathormon-like (23, 24, 25). El síndrome es indistinguible al hiperparatiroidismo primario. Uno de nuestros pacientes falleció de coma hipercalcémico y estaba afectado de metástasis óseas múltiples. La fiebre de origen desconocido reviste un singular interés. En diversas series oscila su frecuencia entre 1 O % y 20 % . Puede desaparecer con la nefrectomía y reaparecer con la recidiva. En ocho de nuestros pacientes se observó asociada a los primeros síntomas como dolor o hematuria. El varíococele agudo es una rara manifestación debida a la compresión de la v. espermática por el tumor o por ganglios li nfáticos lateroaórticos invadidos (26}. Su frecuencia es de 2% -3 % según autores. Una manifestación que merece la pena destacar es la afectación hepática, descrita por primera vez por STAUFFER en 1961 y que puede aparecer como único signo del hipernefroma (27, 28, 29). Estos pacientes presentan síntomas inespecíficos como fatiga, descenso de peso, anorexia, náuseas y vómitos, y la evidencia de la alteración hepática desvían el diagnóstico hacia una hepatitis crónica. WARREN (20) en 1970 es quien mejor ha estudiado dicha alteración en 60 pacientes de su serie, demostrando que el 15 % de los mismos tenían anormalidades de las pruebas funcionales hepáticas (tres test alterados}, sin relación con metástasis hepáticas. Este autor cree que la disfunción hepática tiene un valor pronóstico, indicando que la desaparición de la alteración señala la completa resección del tumor; la persistencia de la alteración indica incompleta resección del tumor o metástasis desconocida. El estudio histológico del hígado con estas alteraciones no ha revelado más que cambios inespecíficos, no pudiéndose clarificar este síndrome (29).
122 ANALES. SECCIÓN ESPECIALIDADES
Otras manifestaciones menos frecuentes son la hipertensión, fístulas arteriovenosas, hemorragias perirrenales, reacciones leucémicas, polineuritis, miosistis, amiloidosis, síndrome pérdida de sal, metástasis cutáneas, metástasis pulsátiles, etc.
PRONÓSTICO.-Se han señalado distintos factores para explicar la variabilidad en la supervivencia de los pacientes.
PRIESTLEY (1) y BrxLER (30) observaron que influye el tamaño del tumor. Cuando los tumores pesaban 500 gr. o menos los pacientes tenían una supervivencia media dos veces mayor que cuando pesaban más de 1.000 gr.
Los grados de diferenciación histológicos, antes citados, se correlacionan con la supervivencia, siendo ésta mejor en los más diferenciados (fig. 9). Además el grado histológico se relaciona con la extensión local, la afectación de la vena renal y metástasis a distancia, siendo éstas menos frecuentes en carcinomas de bajo grado de malignidad (RrCHES) (31) (fig. 10).
Todos estos factores pronósticos han demostrado que modifican la supervivencia y miden, aunque aún imperfectamente, la cantidad y calidad de neoplasia, habiendo servido para el establecimiento de estadios clínicos. No hay un método uniformemente aceptado y aunque el significado de metástasis a distancia e invasión de la vena renal son separados, como de distinto pronóstico, por todos los autores, la implicación
% lO
9o Grado I
8o
70 Grado U:
6o
5o
4o
3o
2o
lo
o 3 5 10
Sup.n-vi vencia en a ños
FIG. 9. - Supervivencia del carcinoma renal según grados histológicos (RrcHES) (4).
E. MARCUELLO Y COLS. EL HIPERNEFROMA 123
% 100
90
70 Tumor int.rBparenc¡aimatoso
60
50
40
20
3 5
Superv;vencia. en años
FIG. 10.- Supervivencia del carcinoma según signos de invasión anatómica (RlcHES) (4).
de extensión a través de la cápsula renal y metástasis a nódulos linfáticos retroperitoneales, no están bien definidos. (Clasificaciones en estadios de Cox [ 13] y FLOCKS y KADENSKY [ 15] ). Estas clasificaciones adolecen del defecto de que se establecen después de la nefrectomía.
Es importante unificar criterios para la valoración de los tratamientos a efectuar. Aunque con su!i defectos, creemos es importante adoptar la clasificación internacional TNM (UICC) (desde 1967). La extensión de la enfermedad se basa en el examen clínico, radiográfico y linfografía; los ganglios linfáticos son los subdiafragmáticos intra-abdominales. Se han añadido categorías histopatológicas (P), que se determinan después de la operación y que unifican los estadios clínicos anteriormente reseñados.
T. Tumor primario
To.- No hay evidencia de tumor primario. Tt.- No hay aumento del riñón. La urografía muestra una mínima
anormalidad de los cálices. T2. - El riñón está aumentado, sin limitación de la movilidad, o la
urografía muestra una gran deformidad, afectando a uno o más cálices o desplazamiento del uréter.
124 ANALE$. SECCIÓN ESPECIALIDADES
T3.- El riñón está aumentado y movilidad limitada, sin fijación completa, o la urografía muestra deformidad de la pelvis renal o hay evidencia de compresión vascular (por ej .: varicocele).
T4.- Riñón aumentado y con fijación completa.
N. Ganglios linfáticos regionales
No.-Linfografía negativa. N1. - Ganglios regionales afectados.
M. Metástasis a distancia
Mo.- No metástasis a distancia. M1.-Metástasis.
M1 a. -Metástasis única. Mt b. - Metástasis múltiples.
P. Categorías histopatológicas (determinadas después de la intervención)
P1.- Tumores infiltrando sólo el parénquima renal. P2.-Tumor extendiéndose más allá del riñón, pero no infiltrando
las venas itnrarrenales o extrarrenales y o los vasos linfáticos. P3.-Tumores infiltrando las venas intra o extrarrenales y o los
vasos linfáticos.
TRATAMIENTO.- a) Cirugía.- La extirpación quuurg1ca es el único tratamiento que ofrece esperanzas de curación en los pacientes con carcinoma renal. No obstante, y a pesar de los avances en las técnicas quirúrgicas y anestesia, la supervivencia no ha aumentado signifi· cativamente.
No es motivo de esta comunicación relatar las diferentes técnicas quirúrgicas, pero es importante señalar que la resección se haga en blo· que, a través de una incisión amplia, del riñón con la fascia y grasa perlrrenal, e incluso de la v. renal.
Es difícil determinar en ocasiones si existe fijación del tumor, y es en estos casos en que el cirujano duda de operar, cuando debe hacerse irradiación preoperatoria.
Estamos de acuerdo con GRABSTALD y MIDDLETON (16, 21) en rea· lizar nefrectomía y extirpación de la metástasis solitaria, ya que se obtiene una supervivencia comparativamente igual, que en los casos en que no existen metástasis.
'1:!. MAHCLJI!LLO Y COLS. EL HIPBRNBFROMA 125
Éstos y, otros autores, son partidarios de la nefrectomía, cuando existen metástasis múltiples, con objeto de paliat algún síntoma, como algias intensas, hematuria profusa, fiebre, etc. No recomiendan en los demás casos dicha intervención, a causa de que es ilusorio un beneficio en la supervivencia del paciente.
b) Irradiación. - Juega un papel auxiliar en el tratamiento del hipernefroma. El hecho de que la nefrectomía no ha conseguido en las tres últimas décadas aumentar la supervivencia a los 5-10 años, ha obligado a pensar en asociar la irradiación.
Existen discrepancias en cuanto a los resultados de la misma, debido a los pocos casos tratados en las diferentes series publicadas, la difícil relación entre cirujanos y radioterapeutas, y el concepto erróneo de radiorresistencia de este tumor. Cierto que ningún paciente se ha curado con radioterapia sola, pero tampoco es posible llevar al riñón una dosis adecuada, sin dañar las estructuras adyacentes. Sin embargo, en una serie de RICHES de 362 pacientes inoperables, y sin tratamiento, vivían a los 5 años el 0,5 %, mientras que 83 pacientes que recibieron radioterapia, vivieron el 6 % a los cinco años (.32). En esta serie, la supervivencia a los 5 y 10 años con cirugía en 1.746 casos fue del 30 % y 17 %, mientras que 131 pacientes a los que se añadió irradiación postoperatoria, la supervivencia fue de 49 % y 27 %, respectivamente, y la mejoría con la irradiación fue mayor en los que tenían invasión de la v. renal (3 3 ). Resultados semejantes fueron indicados por FLOCKS y KAnEsKY (15) (fig. 11 ).
La irradiación postoperatotia se realizará cuando exista invasión lin-fática, extensión perirrenal o cuando haya invasión del hilio renal. Debe
l tratarse con megavoltajes en un campo amplio sobre el lecho renal, hilio renal y región lutnboaórtica. Aconsejamos dosis de 4.000 tads/T en 4 semanas; dosis mayores son difíciles de llevar sin causar alteraciones
1
importantes en las estructuras vecinas. Si previamente se ha hecho irradiación preoperatoria, sólo se inadiará cuando la extirpación ha sido incompleta, y la dosis total a recibir es?é dentro de los límites de toleran-
\
cia de los tejidos. El tiempo que transcurrirá desde la nefrectomía será de 3 a 6 semanas.
La itradiación preoperatoria es más racional en el tratamiento de la neoplasias malignas. Puede disminuir la diseminación de las células tumorales durante la nefrectomía. Se recomiendan dosis de 3.000 rads/T en 3 semanas y Ho deben pasar más de 3 semanas de descanso para hacer la nefrectomía. Los autores antes citados (34) (15) son los que más han sugerido su uso : Recientemente PHILIP y RUBIN en 1968 (35) llama la atención para que se aúnen esfuerzos en numerosos centros americanos para esta modalidad de tratamiento, dado que falta experiencia ante l~s pocos casos publicados y que hacen presumir una mejora en la supervrvencia. Proyectan realizarlo en todos los casos de h.ipetnefroma.
FIG. 11. - Supervivencia en el carcinoma renal de grupos tratados con cirugía y otros tratados con nefrectomía más irradiación, con mejores resultados en la combinación de las dos terapéuticas. (Modificado de PHILIP RUBIN) (35).
Autores
RICHES, GRIFFITH S y THACKRAY
CHARTERIS
FLOCKS y KADESKY
BRATHERTON
ÜCHSNER
MURPHY y
MOSTOFY
Supervivencia, aJÍ OS
5 10
5
5 5
10 10
5 10
5
media
Nefrectomía,%
30 17
26
46 46 23 23
29 26
9
3,1 años
2,1 años
Nef,-ectomía e irrad. %
49 27
36
55 57 33,3 50
43 33
39
5,4 años
2,3 afios
Preoperatoria
+ +
Posto¡Jeratoria
+ +
+
+ +
+ +
+
+ +
Comentario
Basado en 1.746 casos de 67 centros.
Serie de 46 pacientes.
Serie de 305 pacientes. Se observa una fuerte evi
dencia, de mayor supervivencia con la irrad. preoperatoria a 10 a.
Serie de 64 casos.
Análisis de 70 casos.
Carcinoma células claras (57 pacientes)
Carcinoma células granulosas (97 pacientes).
E. MARCUELLO Y COLS. EL HIPERNEFROMA 127
Las ventajas de este tipo de irradiación son: la limitación de la diseminación durante la cirugía; y la conversación de tumores fijos, inoperables, en operables y más fáciles de intervenir.
Se han señalado como desventajas el retraso en el tratamiento quirúrgico; sin embargo ya hemos dicho antes que la radioterapia limita la actividad neoplásica. En cuanto a no tener previamente a la misma un diagnóstico histológico, en la actualidad, como señala Evans (36), la arteriografía y la nefrotomografía proveen un 100 % de seguridad en el diagnóstico del carcinoma renal.
Sobre las metástasis óseas dosis de 3.000 rads/T en tres semanas, son suficientes para calmar el dolor, y en algunos casos hemos observado calcificación de las lesiones líticas.
Otros tipos de metástasis, como pulmonares o cerebrales, casi nunca se aconseja su inadiadón, por la escasa respuesta a las dosis habituales. Puede intentarse cuando el estado general lo permita y la sintomatologfa o molestias sean muy acusadas.
e) Quimioterapia.- El papel de la terapéutica con citostáticos en esta neoplasia es muy pobre, fundamentalmente por los siguientes hechos:
1) La variabilidad en la supervivencia en los casos individuales, los estados de latencia tumoral y las regresiones espontáneas, hacen difícil saber si una posible respuesta o detención en el crecimiento del tumor o de sus metástasis, es debida a la acción de los agentes empleados.
2) Los distintos trabajos de experimentación clínica con los mismos, muestran resultados poco valorables, y no se han descrito en series grandes.
3) Los pacientes tributarios de este tratamiento son aquellos en los que ya no es posible ni cirugía, ni irradiación; unas veces, por el mal estado general del paciente o por la diseminación de la enfermedad, y, por lo tanto, hay una selección de los casos peores. Además, en ellos, no es posible, bajo riesgo de graves complicaciones, usar citostáticos a dosis lo suficientemente altas para alcanzar un beneficio.
MoRwiN W. WoooNIFF en 1967 (37) recoge los resultados obtenidos por diferentes autores, usando diversos citostáticos (fig. 12) (38, 39, 40).
Diversas publicaciones aisladas en Europa, muestran regresiones usando E 39, Genoxal, Vinblastina, 5 FU, pero en series pequeñas, y con remisiones muy cortas en el tiempo.
Nosotros hemos tratado algunos pacientes con Genoxal a dosis única, cada 20-30 días (20 mgr./Kg.), o bien, una asociación de 5 FU, Vinblastina y Geooxal, y sólo en las siguientes condiciones:
a) Pacientes con metástasis pulmonares, hepáticas y/o cutáneas. b) Buenas condiciones generales, desde el punto de vista hemáti
co y nutritivo.
128 Ai'~ALES. SECCIÓN ESPECIALIDADES
FrG. 12.- Quimioterapia en el carcinoma renal avanzado en 234 pacientes (tomado de MARVIN W. WooDNIFT) (37).
Clasificación de productos N.• tratados N. • respuestt1s objetivas
Agentes alquilantes 70 7 Mortaza Nitrogenada 26 4 Derivados de Ethylenimidas 8 1 Esteres sulfóoicos 9 o Antagónicos dobles 27 2
Antimetaboliros 83 11 Antagónicos pirimidínicos 47 7 Antagónicos purínicos 26 2 Anáiogos vitaminas 10 2
Alcaloides 20 1 Antibióticos 46 4 Vatios 15 2
TOTAL 234 25
e) Crecimiento tumoral rápido. d) Hormonoterapia.- Su uso está basado en hechos experimen
tales y en los resultados aportados por BLOOM y col. ( 41 ), en pacientes tratados con testosterona y progesterona, en los que hubo regresiones objetivas del tumor.
La historia natural del carcinoma renal es muy variable. Ello y su cuadro bifásico hizo postular a BLOOM ( 42) que los pacientes con historia larga, tendrían un tumor de lento crecimiento y relativamente baja malignidad, y habria otro grupo con crecimiento rápido y explosivo.
El índice de crecimiento tumoral más o menos bajo, podría explicar los anteriores hechos, pero no, el que un determinado tumor que hasta entonces ha llevado una evolución lenta, sufra una reactivación.
Todo ello sugiere la existencia de una resistencia del huésped, que fracasa en determinado momento. Su naturaleza no ha podido ser definida. No hay evidencia clara de un factor inmunológico, pero se ha indicado la posibilidad de un factor hormonal por los siguientes hechos cünicos y experimentales:
a) La mayor incidencia en hombres que en mujeres. b) Mejor supervivencia en mujeres que en hombres, tal como ob
servaron en el London Hospital en 240 casos tratados entre 1940 y 1965 (6).
e) Los tan conocidos experimentos de KIRKMAN y BACON (43, 44), al inducir tumores, similares a carcinomas renales, en hamstersmachos. Estos animales fueron tratados con Estilbestrol o con Estradiol, durante largo tiempo, observando que el crecimiento del tumor continuaba, mientras se seguían los estrógenos; regresando al dejarlos, y reaparecien-
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do al reanudarlos. Si se daba progesterona, testosterona o cortisona, al mismo tiempo que los estrógenos, no aparecían los tumores. Más tarde se logró también inducir estos tumores en hembras, pero sólo si previamente se les había extraído los ovarios, o se hacía la inducción en el tiempo de baja secreción de progesterona, o antes de acaecer el desarrollo sexual. Esto último hizo pensar que en las hembras normales no se desarrollan los tumores renales inducidos, por un efecto inhibitorio de la progesterona segregada por el ovario. CHALEB ( 45 ), en 1961, demostró que el dietilestilbestrol marcado con titrio, era captado por los túbulos renales del hamster, y observó que los machos captaban mayor cantidad que las hembras. BLOOM y col. en 1963 y 1964 (46, 47), amplían estas observaciones y estudian el efecto de los esteroides en tumores renales transplantados a hamster. Estos hechos experimentales han conducido de manera empírica al tratamiento hormonal del cáncer renal humano, suponiéndole hormonadependencia. BLOOM y WALLACE (42) tratan a 20 enfermos con carcinoma avanzado con combinaciones de Progesterona y Testosterona. En cuatro pacientes existió una clara regresión. SAMUELS y col. del «Andersen Hospital» ( 49 ), tramn 23 pacientes con diferenres pautas y dosis de Medroxiprogesterona, seguido de Testosterona, si fallaba el anterior, con cuatro respuestas aceptables, una de las cuales duró más de 30 meses. A pesar de estos resultados poco brillantes, el uso del tratamiento hormonal en los carcinomas renales se ha extendido, y podemos afirmar que con resultados similares a los citostáticos ofrecen complicaciones mucho menos graves. Parece, pues, que los esteroides juegan un papel en el crecimiento e inducción de tumores renales, pero no se puede afirmar que estos hechos experimentados reflejen el proceso celular básico del cáncr renal humano, siendo necesarios 'estudios dedicados a observar la acción de las hormonas a nivel celuJar. En este sentido, HARPER ( 48), trabajando sobre una DNa polimerasa aislada de tumores renales, mostró que los esteroides gonadales y suprarrenales pueden influenciar la actividad de este sistema enzin1ático en algunos casos.
Servicio de Oncología y Medicina Nuclear. Hospital de Santa Cruz Y San Pablo. Barcelona, Directot·: Pro/. A. Subías.
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