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Régimen político y discurso Superar la Constitución de 1991 Neoliberalismo rampante El campesinado colombiano en la geopolítica del hambre · Los ejes de la acumulación de capital en Colombia Subversiones intelectuales Implicaciones geopolíticas del ingreso de Colombia a la OTAN · Aquel Cristo latinoamericano Nuestra América La Alianza Pacífico y Estados Unidos · La coyuntura argentina a los 10 años del kirchnerismo Otra independencia Internacionalismo e Independencia Editorial El régimen se despoja de su máscara Nº 34 JUNIO / 2013 BOGOTÁ, COLOMBIA ISSN- 2215-8332

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Régimen político y discurso Superar la Constitución de 1991 Neoliberalismo rampante El campesinado colombiano en la geopolítica del hambre · Los ejes de la acumulación de capital en Colombia Subversiones intelectuales Implicaciones geopolíticas del ingreso de Colombia a la OTAN · Aquel Cristo latinoamericano Nuestra América La Alianza Pacífico y Estados Unidos · La coyuntura argentina a los 10 años del kirchnerismo Otra independencia Internacionalismo e Independencia Editorial El régimen se despoja de su máscara

Nº 34 juNio / 2013 Bogotá, ColomBia issN- 2215-8332

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Jairo Estrada Álvarez DirectorJesús Gualdrón Sandoval Jefe de redacción

Álvaro Vásquez del Real, Daniel Libreros Caicedo, César Giraldo Giraldo, Frank Molano Camargo, Jorge Gantiva Silva, María Teresa Cifuentes Traslaviña, Nelson Fajardo Marulanda, Patricia Ariza, Ricardo Sánchez Ángel, Sergio De Zubiría Samper, Víctor Manuel Moncayo Cruz Consejo editorial

Beatriz Stolowicz (México), Julio Gambina (Argentina), Ricardo Antunes (Brasil), Antonio Elías (Uruguay) Consejo asesor internacional

Las opiniones emitidas por los autores no comprometen al Consejo Editorial de la Revista.

Tatianna Castillo Reyes Diseño y diagramación

Espacio Crítico EdicionesPublicación auspiciada por Espacio Crítico Centro de Estudioswww.espaciocritico.com

ISSN-2215-8332Nº 34, Junio de 2013. Bogotá, Colombia

Todo el contenido de esta publicación puede

reproducirse libremente, conservando sus créditos.

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Régimen político y discurso

4Superar la Constitución de 1991. Notas preliminares para el debateJairo Estrada Álvarez

Neoliberalismo rampante

10El campesinado colombiano en la geopolítica del hambreJosé Honorio Martínez

16Los ejes de la acumulación de capital en ColombiaEdwin Andrés Martínez Casas

Subversiones intelectuales

24Implicaciones geopolíticas del ingreso de Colombia a la OTANAtilio Boron

28

Aquel Cristo latinoamericano. La experiencia de la teología de la liberación 50 años después del Concilio Vaticano IIMarcello Musto

Nuestra América

34 La Alianza Pacífico y Estados UnidosGermán Gorráiz López

40La coyuntura argentina a los 10 años del kirchnerismo Julio C. Gambina

Internacionalismo e Independencia

46 Internacionalismo e Independencia Ricardo Sánchez Ángel

Editorial

54 El régimen se despoja de su máscaraJesús Gualdrón

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Superar la Constitución de 1991Notas preliminares para el debate

Jairo Estrada Álvarez

Profesor del Departamento de Ciencia Política Universidad Nacional de Colombia

Desde su propia expedición, la Constitución de 1991 ha sido objeto de múltiples caracterizaciones, controversias e

interpretaciones, empezando por las lecturas del bloque dominante en el poder que la definían como parte de la gran transformación impul-sada por llamada la Revolución Pacífica del gobierno de César Gaviria (1990-1994). No es propósito de este texto recrear los debates teóricos y políticos que se generaron hace dos décadas y que fueron vertidos en numerosas publicaciones. Sea suficiente recordar que en el contorno de esos debates se encontraban, por una parte, quienes inspirados en las posturas del liberalismo social y de la socialdemocracia consideraban que la nueva Carta política poseía alcances emancipadores, debido al catálogo de derechos que se había logrado introducir en ella, especial-mente en lo referido a los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales hasta entonces ausentes en el ordenamiento jurídico, a la incorporación del amparo constitucional de los derechos, a la inclusión de un concepto de democracia participativa diseñado para superar el régimen de democracia representativa restringida heredado del Frente Nacional, a los diseños que auguraban el impulso al proceso de descen-tralización y la democracia local, al reconocimiento de los derechos y de los territorios de las comunidades indígenas y afrodescendientes. Estas y otras elaboraciones fueron leídas como parte de un amplio proceso de democratización política y social en curso, desatada justamente por el proceso constituyente de 1991.

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Régimen político y discurso

Por otra parte, estaban las posturas que, funda-mentadas en el análisis marxista y el pensamiento crítico, veían los diseños constitucionales como parte de un proceso general de reestructuración capitalista y de estabilización y remozamiento del régimen de dominación de clase, comprometido a fondo con el impulso del proceso de neoliberalización y las refor-mas del Consenso de Washington. Aunque se reco-nocían los avances de los diseños constitucionales en materia de derechos y en otros campos ya señalados, se era muy escéptico frente a ellos, teniendo en cuenta que en la Carta política se había producido un diseño del régimen económico y de hacienda pública que fortalecía las posibilidades de despliegue de la política neoliberal, en especial en relación con la planeación, el presupuesto y la focalización del gasto público, los servicios públicos, las privatizaciones, la banca central, entre otros, al tiempo que se reforzaba el régimen presidencial, se debilitaba el papel del poder legislativo y se incorporaba un concepto de participa-ción subordinada sin capacidad decisoria.

A más de dos décadas de promulgada la Carta de 1991, las valoraciones acerca de sus realizaciones, así como de su papel en la historia reciente de nuestro país, serían con toda probabilidad tan variadas como aquellas que se hicieron en los años inmediatos a su expedición. Entre tanto, la prolífica jurisprudencia constitucional, los desarrollos legales y reglamenta-rios, los mandatos constitucionales no realizados, así como las treinta y ocho reformas constitucionales imponen análisis de mayor complejidad. Ya no se trata solamente de interpretar el valor del texto cons-titucional en términos de las legítimas aspiraciones programáticas de las fuerzas políticas y sociales, sino de examinar las condiciones que éste puede brindar en la actualidad para que las contradicciones y los conflictos sociales y de clase puedan se tramitados y regulados mediante el ejercicio pleno de la política.

La Constitución de 1991 nació con una falla de origen. Se trató de un acuerdo de paz incompleto,

Homenaje a Camilo (fragmento), Alejandro Obregón. 1968 http://www.colarte.com/graficas/pintores/ObregonAlejandro/1966a1970/ObrAav11.jpg

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que no logró producir el desistimiento del alzamiento armado contra el Estado por parte de las principales organizaciones insurgentes de nues-tra historia, las FARC-EP y el ELN, así como de reductos del EPL, al incluir solamente a fuerzas guerrilleras minoritarias, entonces derrotadas militarmente. Hoy sabemos que los intentos de ese momento fracasaron en medio de la acción militar del Estado, a la que le siguió la respuesta guerrillera que condujo a los fracasados diálogos de Tlaxcala y de ahí en adelante a otras dos décadas de conflicto social y armado. Esa falla de origen es razón suficiente para considerar que la Constitu-ción de 1991 representa una aspi-ración inconclusa en términos de su propio mandato: “La paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento” (Art. 22).

A ello se adiciona que a lo largo de estas últimas dos décadas no fue posible consolidar un balance democrático y progresista de fuer-zas, como para que los desarrollos constitucionales hubiesen podido avanzar efectivamente hacia una mayor democratización política y social. Con la excepción de alguna jurisprudencia constitucional que ha cumplido la función de con-trapeso y de límite a exabruptos jurídicos y políticos, el marco jurídico-institucional que se ha desarrollado desde 1991 ha sido –en términos generales‒ más bien de cierre autoritario de las posibilidades democráticas de la Constitución y de reforzamiento del proyecto político-económico neoliberal en los más variados ámbitos. Todo ello sin perjuicio del despliegue y la consolida-ción de un régimen parainstitucional (criminal, mafioso, paramilitar) permitido y promovido por el propio Estado y por las clases dominantes a través del ejercicio de la violencia, con fines de desestructuración de los de abajo, de liquidación de las resistencias, de disciplinamiento social y

El luto por el estudiante, Alejandro Obregón. 1968http://www.colarte.com/graficas/pintores/ObregonAlejandro/1956a1960/ObrA3871.jpg

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Régimen político y discurso

de sometimiento a los diseños del modelo económico neoliberal, es decir, de la construc-ción de un orden ilegal contrainsurgente en el sentido amplio del concepto.

Sin temor a exagerar se podría señalar que buena parte de lo que el progresismo liberal social y socialdemócrata definió en términos de alcances emancipadores de la Constitución de 1991 ha quedado sepultado por efecto de las numerosas reformas constitucionales o de múltiples desarrollos legales. Desde luego que no se puede desconocer el papel des-empeñado por la movilización social para enfrentar esas pretensiones. En medio de las

mayores adversidades y de la marcada tendencia a la criminalización de la protesta social son innumerables los ejemplos de acciones contra los intentos de imponer a plenitud el proyecto de hegemonía de las clases dominantes, eso sí, con resultados desiguales y diferenciados. Las luchas y las resistencias han sido con el derecho, contra el derecho y por un nue-vo derecho; hoy es válido afirmar que se advierten, en forma creciente, rasgos constituyentes en el movimiento político y social.

La ofensiva de las clases dominantes ha sido tan marcada en estas dos décadas que la defensa de la Constitución de 1991 hace parte de la agenda de sectores democráticos y progresistas. En ellos existe el temor de mayores retrocesos, lo cual es, a mi juicio, el resultado de una so-brevaloración actual de las posibilidades de la derecha y de las fuerzas militaristas y de ultraderecha y, al mismo tiempo, de una subvaloración de las opciones del campo popular. También impuesto del orden con-trainsurgente. Esa postura se expresa en el debate en curso a propósito de la conveniencia de una Asamblea Nacional Constituyente. Se trata de una lectura relativamente pesimista del momento político y de las condiciones políticas nuevas que se están desatando debido al inicio de los diálogos entre el Gobierno de Santos y la guerrilla de las FARC-EP.

Además de las razones políticas y jurídicas ya existentes acerca de los límites actuales del ordenamiento de 1991, que hacen de la Constitución un proyecto cuyos alcances ya fueron superados por la historia, si éstos

se piensan desde una perspectiva de simple agregación democrática polí-tica, económica, social y cultural es evidente que existen razones fuertes para pensar en la opción constituyente y en la necesidad de expedir un nuevo ordenamiento constitucional a través de una Asamblea Nacional Constituyente.

En primer lugar, se trata de la oportunidad sin igual de avanzar hacia la solución po-lítica del conflicto social y armado y, con ello, de sentar las bases para un acuerdo de paz estable y duradera con las principales fuerzas guerrilleras de nuestra historia. Además de las FARC-EP, no es descartable ‒y debe esperarse‒ que se generen condiciones para el inicio de diálogos y negociaciones con el ELN. En ese contexto, la perspectiva de una Asamblea Nacional Constituyente adquiere todo sentido, especialmente en lo relacionado con la re-frendación de eventuales acuerdos. El proceso constituyente debería entenderse como parte

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de la construcción misma de un eventual acuerdo, considerando lo que él podría representar en términos de la activa participación del conjunto de la sociedad y de los sectores sociales y populares, en particular; dotando al proceso, además, de mayor legitimidad.

En segundo lugar, se abre la posibilidad de un nuevo tipo de contienda, exclusivamente política, en la que todas las fuerzas políticas, económicas y socia-les, incluida la insurgencia armada, disputarían sus proyectos políticos y de sociedad con el compromiso de atender sus resultados y diseños. El texto consti-tucional acordado sería expresivo de la voluntad de sometimiento de todas las fuerzas intervinientes a la voluntad del pueblo soberano, y constituiría también una manifestación de la voluntad colectiva para sen-tar las bases constructoras de la paz con democracia y justicia social.

En tercer lugar, se despliega la opción de recondu-cir los diseños de 1991, severamente afectados, de in-corporar demandas sociales y populares aplazadas o acumuladas, de recoger e incluir nuevas aspiraciones hacia la democratización política, económica, social, cultural y ambiental del país.

La perspectiva constituyente presume igualmente asumir el riesgo político de no lograr los resultados esperados. Ella representa un momento de las luchas sociales y de clase. Toda constitución siempre es ex-presiva del balance político y de poder del momento en el que ella se pacta. El balance de una Asamblea Nacional Constituyente es un pulso de fuerzas. Si este se dirime o no a favor del campo popular de-penderá de la capacidad que se tenga para conformar un gran movimiento, un nuevo bloque histórico, con posibilidad realmente transformadora. Lo contrario, será asistir a la redefinición del proyecto de domina-ción de clase y al despliegue de nuevas posibilidades para la acumulación capitalista.

La opción constituyente, por otra parte, no debe comprenderse como una ilusión constitucional. Un nuevo texto constitucional no conlleva a cambios

El proceso constituyente

debería entenderse como parte de la construcción

misma de un eventual acuerdo,

considerando lo que él podría

representar en términos de la

activa participación del conjunto de la sociedad y de los sectores sociales y populares, en

particular; dotando al proceso,

además, de mayor legitimidad.

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Régimen político y discurso

Estudiante muerto (fragmento), Alejandro Obregón. 1956http://www.colarte.com/graficas/pintores/ObregonAlejandro

estructurales en sí mismos. Para que tales cambios se produzcan se requiere un balance de fuerzas que los haga posibles. Aquí sostengo que los diálogos de La Habana han desatado un impulso excepcional para aportar a producir una nueva correlación de fuerzas en el país. Por lo pronto debe reconocérseles que han contribuido a poner el dedo en la llaga: La Constitución de 1991 requiere ser superada.

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El campesinado colombiano en la geopolítica del hambre

José Honorio Martínez

Profesor Departamento de Ciencia Política Universidad Nacional de Colombia

En los años reciente ha emergido un nuevo campesinismo que es promovido por organismos como la FAO, el FMI, el Banco

Mundial y la CEPAL1. ¿Cuál es el papel del campesinado en el régimen agroalimentario promovido por estos organismos? ¿Cabe la posibilidad de que las reivindicaciones históricas del campesinado colombiano (de-recho a poseer tierra, a producirla autogestionariamente y a disponer sobre sus asuntos colectivos) sean resueltas en el marco del régimen agroalimentario que estas instituciones promueven?

Crisis alimentaria y revueltas de hambre Entre 2008 y 2009, el encarecimiento de los alimentos engrosó en

100 millones de personas el número de hambrientos a nivel global: esta

1 En el transcurso de 2008, los cuatro organismos manifestaron esta perspectiva en sus reuniones (FMI), reportes (BM) e informes (FAO, CEPAL).

“No abandones la tierra compañero que la historia te lo agradecerá. Tu machete y tu dignidad bajo el yugo nunca estará, si tu lucha es por pan, trabajo y tierra”.

Compañeros (Grupo Madera)

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Nuestra América

es una de las consecuencias más notables del alza de precios de los alimentos2. Las inusitadas alzas no obedecieron a la disminución de la producción ‒la cual creció 28% en soya, tuvo un superávit de un millón de toneladas en el caso del arroz y cuenta con suficientes reservas de maíz‒, sino a la creciente incorporación de los bienes alimentarios a la especu-lación financiera3.

Estados Unidos, con el control de 30% de las exportaciones mundiales de cereales, ha sido el gran beneficiado de la commoditización alimentaria4. Así, el hambre entró a hacer parte de la geopolítica mundial; basta con que el gobierno norteamericano restrinja las importaciones de alimentos para poner a temblar a cualquier gobierno de la periferia.

Junto con la especulación financiera hay otros factores5 que hacen presagiar que la crisis alimentaria no es episódica, sino que constituye en una tendencia estructural de la actual crisis del capitalismo.

2 Desde 2005 y 2006 hubo un incremento sustancial de los precios de alimentos básicos como el arroz, el maíz, el trigo, la cebada, la soya y el sorgo. Entre 2003 y 2008 el precio del maíz subió 125%, la soya se incrementó de 300 a 500 dólares la tonelada y el arroz, en el ciclo 2007/2008, pasó de 200 a 499 dólares la tonelada.

3 “A partir de abril de 2007 el volumen de capitales inverti-dos en los mercados agrícolas se quintuplicó en la Unión Europea y aumentó siete veces en Estados Unidos”. Blanca Rubio, “La crisis alimentaria y el nuevo orden agroalimen-tario financiero energético mundial”, Mundo siglo XXI, No.24 de 2011.

4 Los principales beneficios de la crisis alimentaria entre 2007 y 2008 fueron para las empresas norteamericanas: Cargill incrementó sus ganancias 69%, Monsanto 120%, John Deere 17% y Mosaic 430%.

5 Entre ellos, los rendimientos decrecientes de la agroin-dustria (que han caído 50% desde 1990) y la disminución de las tierras para la producción de alimentos como resul-tado de la desertificación de los suelos –agravada por la disposición del agua para otros usos‒ y la orientación de una parte considerable de las cosechas a la producción de agrocarburantes.

Los que entran y los que salen, fragmento. Débora Arango. 1944http://www.elmamm.org/wp-content/uploads/2010/12/Los-que-entran-y-los-que-salen1.jpg

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La crisis alimentaria ha propiciado las condicio-nes para el resurgimiento de las revueltas de hambre6 que parecían sepultadas por “el fin de la historia”. En enero de 2011 la carestía de la comida fue el deto-nante de las protestas que derrocaron al gobierno de Ben Ali, un mes después, la inconformidad generada por el alza del pan contribuyó a la caída del gobierno de Hosni Mubarak en Egipto. Este país pasó de ser autosuficiente en la producción de alimentos durante la era de la revolución nacionalista a importar 60% de la comida que consume.

Trayendo a colación la relación entre hambre y re-volución social, James recuerda que las revoluciones francesa, rusa y china tuvieron entre sus detonantes la escasez de alimentos. “El pánico sobre el pan que arropó Francia en 1789, y la incapacidad del gobierno para garantizar suministros, destruyeron el antiguo régimen. Luis XIV fue llamado desdeñosamente “le boulanger”, el panadero. La inflación en tiempo de guerra destruyó la estabilidad en el imperio ruso en 1917, cuando los agricultores, preocupados por el de-clinante valor de su moneda, acapararon su produc-ción y dejaron que las ciudades se murieran de hambre. Los bolcheviques llegaron al poder con la promesa de pan (y paz). China también estuvo paralizada por la inflación después de la Segunda Guerra Mundial, de-jándola vulnerable a los pánicos alimentarios”7. 

La crisis alimentaria, proyectada sobre la “Primavera árabe”, muestra que la intensificación del hambre tiende a sacar la gente a las calles.

La apropiación de tierras y el juego del gobierno de SantosEn aras de garantizar el orden financiero mundial y conservar las

rentas especulativas de los commodities, las grandes corporaciones, gobiernos y organismos internacionales vienen impulsando la consoli-dación de un nuevo régimen agroalimentario que pasa por la ampliación

6 Las sublevaciones populares ocurridas durante el 2008 en Sudáfrica, Kenia, Ca-merún, Nigeria, Senegal, Marruecos Líbano, Tailandia, Indonesia, Burkina Faso y Haití estuvieron precedidas de alzas en los alimentos. Similar situación acaeció en Jordania, Yemen, Bahrein y Libia tres años después.

7 Harold James, “Comida por revolución”, El Nuevo día, Junio 6 de 2011.

Junta militar, fragmento. Debora Arango http://www.elmamm.org/debora-arango/

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Nuestra América

de la frontera agrícola global con las tierras disponibles en los países del Sur, la disposición prioritaria del agua para los monocultivos, el incremento de la productividad agropecuaria mediante la manipulación biotecnológica, la subordinación de la agricultura campesina mediante las patentes y la tercerización permanente del campesinado a la cadena de producción agroalimentaria.

Según la FAO, para solventar la crisis alimentaria en los próximos cuarenta años habrá que incorporar al cultivo 120 millones de hectá-reas en Asia, África y América Latina. Tal escenario ha intensificado la competencia entre corporaciones, especuladores y gobiernos por la apro-piación y titularización de tierras8. En Colombia, dadas las prácticas cri-minales que han acompañado el proceso de acumulación de capital, no existen cifras oficiales consolidadas sobre la apropiación y titularización de tierras; sin embargo, dicha dinámica ha avanzado considerablemente9.

El afán por sostener el “Consenso de los Commodities” implica una colosal expansión del capital sobre las tierras que no se han integrado a los circuitos globales de la producción especulativa. En el caso colombiano, el latifundismo armado, el terrorismo de Estado, la suscripción de los TLC, la orientación de las locomotoras del plan de gobierno de Santos, la legislación de víctimas y la política de tierras ‒dirigidas a promover la seguridad jurídica que exigen “los inversionistas” y garantizar los derechos del capital‒, han preparado el camino para la consolidación de los intereses corporativos.

En Colombia, el despliegue del capital trasnacio-nal ha encontrado ciertas críticas del latifundismo (Fedegán) y la agroindustria local (arroceros, leche-ros), sin embargo, avanza a paso seguro para conver-tirlos en empleados o socios menores. El auténtico escollo que enfrenta el capital para consolidar sus proyectos está constituido por la pervivencia de las luchas guerrilleras en el campo. La profundización del hambre y el despojo de tierras sólo conllevarán el

8 Ver: Documento de GRAIN: “¡Se adueñan de la tierra! El proceso de acaparamiento agrario por seguridad alimentaria y de negocios en 2008”.

9 Paola Álvarez Roa, en el texto: Mercado de tierras en Colombia: ¿acaparamiento o soberanía alimentaria?, realiza un interesante inventario de la concesión, apropiación y disposición de tierras para proyectos energéticos, agroindustriales y forestales en la Orinoquía.

La danza, fragmento. Debora Arango. 1944http://www.elmamm.org/debora-arango/

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aumento de la inconformidad y la oposición popular al Estado, por ello el gobierno de Santos juega hoy las cartas del bloque agrario de poder (terratenientes, agroindustriales locales y corporaciones) en pos de someter a la insurgencia a las reglas de la democracia.

La titularidad de la tierra como cuota de la estrategia corporativa

El control de las tierras, los recursos naturales, los paquetes agrotecnológicos, el “crédito” bancario, la producción agraria, los circuitos de comercialización y los mercados de consumo, así como la commoditi-zación de los alimentos, aseguran a las corporaciones el dominio total del sector alimentario a escala global. ¿Cuál es entonces el papel del campesinado en este ré-gimen agroalimentario? Lo que vislumbran los planes corporativos es una estrategia combinada que contem-pla la integración subordinada del campesinado a los planes corporativos, pero también la quiebra crónica y la descomposición e, igualmente, su conversión en una especie exótica del paisaje. En el libreto del capital, el campesinado puede representar cualquiera de estos tres papeles.

En la actual fase de la estrategia corporativa no parece existir incon-veniente para que los campesinos sean titulares de parcelas de tierra, que puedan establecer “alianzas productivas” con el agronegocio, que sean trabajadores tercerizados de las empresas en las épocas de siembra y cosecha, que cultiven yuca y plátano y críen marranos para su propio consumo, que ‒bajo el paradigma de “la nueva ruralidad”‒ alojen turis-tas en ciertas temporadas, sean vigilantes de los monocultivos, cooperen como guardabosques del “medio ambiente” y habiten tierras yermas llevando una reproducción vegetativa. Plantear, como lo hacen Martins de Carvalho y los chayanovistas, la existencia de modos de producción campesina en el marco del capitalismo es un gran sinsentido.

En síntesis, históricas reivindicaciones campesinas, como tener tierra y cultivarla, pueden ser satisfechas, al menos formalmente (en el papel), bajo el régimen agroalimentario en curso; el asunto que causa malestar al bloque agrario de poder es la exigencia de empoderamiento político. La idea de que el campesinado constituya entidades territoriales con autonomía política y administrativa resulta sediciosa para un gobierno perseguido por el fantasma de las “repúblicas independientes”. Esto fue lo que demostró en el tendencioso rechazo gremial y gubernamental a

El vagón, fragmento. Debora Arangohttp://www.elmamm.org/debora-arango/

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Nuestra América

la constitución de Zonas de Reserva Cam-pesina.

Conclusión Se encuentra en curso una geopolítica

del hambre conducida por el gobierno norteamericano, siete monopolios agroali-mentarios y el selecto club de especuladores de las bolsas de Chicago, Kansas City y Minneapolis, que acrecientan sus ganancias sobre la desnutrición y la muerte cotidiana de millones de personas en el mundo. La creciente bursatilización de los alimentos es una forma de quitarle a la gente la ‒ya de por sí escasa‒ comida del plato. Para que no haya protestas, capaces de mandar al diablo a los gobiernos mandaderos, el capital tiene necesidad de aplicar políticas de contención que le pongan rostro humano a la barbarie10.

El neocampesinismo corporativo que agencian la FAO, el FMI, el Banco Mun-dial, la CEPAL o el IICA, también “la nue-va ruralidad” académica, está fundamen-talmente dirigido a neutralizar la potencia

impugnadora del campesinado. En la medida que los planes del capital (los TLC, por ejemplo) hacen del campesinado una clase peligrosa, se hace necesario para los gobiernos instrumentalizar políticas asistenciales que amainen la inconformidad.

Al neocampesinismo corporativo es necesario oponerle un campesi-nismo emancipador, articulador de las luchas populares y movilizador del conjunto “los condenados de la tierra”, adverso a la mercantilización de los bienes colectivos (tierras, agua, biodiversidad, saberes y cultura), cultivador de la soberanía alimentaria y creador de un rumbo distinto del impuesto por quienes manejan el tren del sistema mundial desde hace siglos.

10 Con ciertos matices, el asistencialismo promovido por los gobiernos progresistas latinoamericanos hace parte de esta estrategia.

Al neocampesinismo corporativo es necesario

oponerle un campesinismo emancipador, articulador de las luchas populares y movilizador del conjunto

“los condenados de la tierra”, adverso a la

mercantilización de los bienes colectivos (tierras,

agua, biodiversidad, saberes y cultura),

cultivador de la soberanía alimentaria y creador

de un rumbo distinto del impuesto por quienes

manejan el tren del sistema mundial desde hace siglos.

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Los ejes de la acumulación de capital en Colombia

Edwin Andrés Martínez Casas

Economista. Profesor Universidad La Gran Colombia

El estudio sobre el desarrollo del capitalismo en América La-tina ha sido abordado desde diversas perspectivas del pensa-

miento latinoamericano. En especial, existe diversidad de análisis sobre lo que ha significado la globalización neoliberal y sus implicaciones en la región, desde las corrientes más ortodoxas del campo de la economía y la ciencia política hasta los neoestructuralistas, la teoría de la dependencia y el marxismo.

Frente a otras categorías de análisis utilizadas para la comprensión del desarrollo capitalista en la región latinoamericana, el concepto patrón de acumulación o patrón de reproducción permite comprender la fase histórica por la que ha atravesado la acumulación de capital en América Latina en los últimos veinte años, en consonancia con el desarrollo del capitalismo dependiente, el papel de la región en la división internacio-nal y territorial del trabajo, los cambios en la espacialidad capitalista que se corresponden con el cambio en los ejes de la acumulación de capital, las transformaciones recientes en el mercado de trabajo y en la explota-ción de la fuerza de trabajo, así como el cambio en el papel del Estado.

No existen muchos trabajos sobre Colombia en los cuales se utilice la categoría mencionada, lo cual permite justificar la necesidad de utilizar esta perspectiva teórica para determinar si éste ha seguido las pautas generales que se muestran en los estudios sobre el conjunto de América Latina o si, por el contrario, presenta algunas especificidades que deben ser explicitadas.

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Neoliberalismo Rampante

La categoría patrón de reproducción o patrón de acumulación parte de analizar los ciclos del capital productivo y sus transformaciones para atender la valoración del capital. Tal como anota Valenzuela (1990, p. 16): “un patrón de acumulación no puede sino ser una modalidad de la acumulación capitalista históricamente determinada”.

Desde una perspectiva analítica, un patrón de acumulación pasa por el estudio del ciclo del capital en su proceso de valorización, el cual se divide en tres fases: el ciclo del capital-dinero, el ciclo del capital productivo y el ciclo capital-mercancías.

Siguiendo la línea argumentativa de Valenzuela pero realizando importantes avances desde la teoría de la dependencia, Osorio define el patrón de acu-mulación o patrón de reproducción del capital como la forma mediante el capital organiza la producción y la circulación, determina el destino de las inversiones, esclarece el patrón de consumo correspondiente y orienta la política económica (Osorio, 2000, p. 326). En este sentido, analizar un patrón de reproducción implica estudiar fundamentalmente los ejes de la acumulación en un espacio y tiempo determinado.

Este rasgo reviste especial importancia para com-prender el desarrollo económico y político de Co-lombia entre 1990 y 2010, lo cual implica interpretar y explicar los cambios que se presentaron en este periodo en cuanto a los ejes de la acumulación que se perfilaban a comienzos de la década del noventa, cuando apenas se esbozaban las primeras reformas aperturistas que configuraban el periodo neoliberal, y los rasgos del patrón que se acentúan después de la crisis de finales de los años noventa, cuando se da una serie de transformaciones en la estructura de la economía nacional, en el mercado de trabajo y en la configuración del espacio.

En cuanto a la caracterización del patrón de acu-mulación vigente en América Latina en las últimas dos o tres décadas existe un intenso debate en tor-no a los rasgos que asume, el rótulo más adecuado

El eco de un grito. David Alfaro Siqueiroshttp://www.wfu.edu/history/StudentWork/fysprojects/kmason/scream.htm

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que debe ponerse al desarrollo reciente de la región, así como sobre los países que mejor representan las transformaciones más importantes. Valenzuela (1990) señala que el patrón actual, inaugurado desde mediados de los años setenta, puede denominarse como secundario exportador, con el fin de sintetizar los rasgos que a su juicio determinan los ejes de la acumulación, el tipo de valores de uso que se produ-cen y los mercados a los cuales ellos van dirigidos. De acuerdo con su estudio, los rasgos centrales de este patrón son: i) Avance a una fase de industrialización más pesada y compleja; ii) énfasis en las exportacio-nes industriales; iii) drástica elevación de la tasa de plusvalía; iv) aumento del grado de monopolio; v) mayor apertura externa; vi) desnacionalización eco-nómica acentuada; vii) tendencias al autoritarismo político (Valenzuela, 1990, p. 144)

Osorio (2000 y 2004) problematiza el análisis del patrón realizado por Valenzuela estudiando el caso de dos economías muy representativas: Chile y México. Lo define como patrón exportador con especialización productiva, en que se ponen de manifiesto dos ten-dencias: en primer lugar, los mercados de los sectores más dinámicos de la reproducción se encuentran en el exterior gracias a los bajos costos en la mano de obra de las economías dependientes cuando el capital proviene de las economías más desarrolladas; es de-cir, los mercados dinámicos son desarrollados por las inversiones de capital extranjero. En segundo lugar el aumento de las exportaciones como porcentaje del PIB (2004, p. 3). En síntesis, las características del patrón inaugurado en Chile desde mediados de los setenta son: i) Volcamiento económico hacia el exte-rior; ii) reducción del consumo interno conformado por el consumo de los asalariados; iii) incremento de la polarización social, iv) incremento de la pobreza y del empleo precario; iv) apertura al capital especula-tivo, y v) enorme vulnerabilidad ante los vaivenes de los mercados externos (Osorio, 2000).

El patrón de acumulación de capital en

Colombia puede caracterizarse

como un patrón reprimarizador y financiarizador.

Por esta vía, lejos se encuentra la economía

colombiana de entrar en la “senda

del desarrollo. Por el contrario, asistimos a una

nueva etapa del capitalismo

dependiente.

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El peso del capital exterior en la región durante la conformación del nuevo patrón se evidencia en el aumento de la IED desde los noventa, cuyos espacios de inversión están ligados a la venta de las empresas públicas a compradores extranjeras y el aumento de la inversión en cadenas productivas, hecho que se refleja especialmente en las economías más importantes de la región, México y Brasil (2004, p. 5).

Este nuevo patrón descansa sobre unos ejes de la producción que parecen ser privilegiados, como la agricultura, el sector minero, industrial y de servi-cios, que da ventajas comparativas a algunos países de la región en la producción y comercio internacional. Jaime Osorio aclara que, a pesar de que haya produc-tos de exportación del sector secundario, los bienes que pertenecen al sector primario tienen un mayor peso, por lo cual debe hablarse de un patrón exporta-dor de especialización productiva y no de un patrón secundario exportador, a diferencia de lo expuesto por Valenzuela.

No obstante, como lo muestra Osorio con la in-formación estadística de la cual dispone, el peso del sector primario (producción agrícola para agrocom-bustibles y explotación de petróleo y demás produc-tos mineros) en la composición del PIB ‒sobre todo desde el año 2003‒ es significativo. Por el contrario, el periodo reciente muestra una profundización de la desindustrialización de buena parte de las economías latinoamericanas. Sin embargo, Osorio también evi-ta caracterizar el patrón como primario-exportador, pues en las economías más importantes de la región se ha asistido a un desarrollo relativamente impor-tante del sector secundario-industrial en ramas muy específicas. Aunque parece exagerado no caracterizar el patrón latinoamericano actual como primario-ex-portador sólo por el caso de México y Brasil. Además, parece que en el estudio de Osorio no se otorga su-ficiente relevancia al escenario de financiarización de las economías latinoamericanas, el cual se encuentra La Marcha de la Humanidad,

fragmento. David Alfaro Siqueiroshttp://es.wikipedia.org/wiki/David_Alfaro_Siqueiros

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articulado al auge minero-energético que vive la región en especial en los últimos diez años.

El caso colombiano podría inscribirse dentro del análisis general elaborado por Osorio, pues claramente lo que se inauguró a comienzos de los años noventa en Colombia es un patrón exportador de especiali-zación productiva.

En las gráficas 1 y 2, se muestra que este patrón exportador no ha conducido a un incremento significativo de las exportaciones respecto al PIB; por el contrario, existe una tendencia endémica hacia el deterioro de la balanza comercial por la dinámica de las importaciones que han mostrado una tendencia creciente.

Gráfica 1. Exportaciones de bienes y servicios como porcentaje del PIBFuente: Elaboración propia con base en datos del Banco Mundial

Gráfica 2. Importaciones de bienes y servicios como porcentaje del PIBFuente: Elaboración propia con base en datos del Banco Mundial

 

 

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Además de lo anterior, el peso que ha venido adquiriendo el sector minero-energético, en especial en la última década, permite señalar que este patrón exportador es claramente reprimarizador y no basado en una “nueva industrialización”, como en el caso mexicano o brasilero. La evolución del sector minero-energético ha estado explicada por el auge de la Inversión extranjera Directa (IED) y el cambio en su composición: a comienzos de la década del noventa, un poco más del 40% se desti-naba al sector de la industria manufacturera, mientras que desde el año 2002 más del 60% se destina a hidrocarburos y minería. Lo anterior fortalecido por las políticas de “confianza inversionista”, que permiten la repatriación de las ganancias a las casas matrices de las compañías trans-nacionales que poseen el negocio de la explotación de hidrocarburos y productos mineros.

Este fenómeno ha implicado una fuga permanente de excedentes hacia el exterior, pues en los últimos años se ha agudizado la tendencia hacia el crecimiento del rubro de utilidades y dividendos que empieza a superar los montos de IED en el país. Es decir, el patrón exportador basado en la IED dirigida al sector primario de la economía se ha con-vertido en la fuente principal de la extracción de rentas en el capitalismo dependiente en Colombia (Ver gráfica 3).

Lo anterior explica la tendencia hacia el déficit en cuenta corriente que caracteriza al patrón exportador colombiano.

Gráfica 3. IED en Colombia vs. utilidades y dividendos (1990-2010)Fuente: Elaboración propia con base en datos del Banco de la República

Pero resulta insuficiente señalar que el patrón de acumulación en Colombia se basa únicamente en la reprimarización de su economía. La otra cara de la reprimarización es la financiarización de la economía

 

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colombiana. Existe una estrecha relación entre la explotación de recur-sos naturales, hidrocarburos y metales preciosos y la especulación con papeles financieros cuyo respaldo son los commodities o el mercado de productos como el azúcar.

La crisis de los años noventa significó en el ámbito financiero la con-solidación de un oligopolio en el sector financiero que, sumado al auge petrolero, ha conducido a la concentración y centralización de capitales. Así lo muestra la evolución de la capitalización de las compañías que cotizan en la bolsa colombiana: mientras que el número de compañías se redujo, el valor de capitalización se ha incrementado ostensiblemente.

Gráfica 4. Capitalización de las compañías que cotizan en Bolsa (Porcentaje del PIB)Fuente: Elaboración propia con base en datos del Banco Mundial

Si a esto se adiciona el nuevo papel del Estado a través del gasto público destinado a la educación, la salud y el sistema pensional, pero que resulta administrado por el sector privado, la lógica de la financia-rización adquiere grandes dimensiones para la acumulación de capital. En especial, llama la atención cómo el sector financiero acapara tanto el ahorro público, por la vía del endeudamiento gubernamental que debe realizarse en el mercado1, como el ahorro de la clase trabajadora por la vía del fortalecimiento de los fondos privados de pensiones y cesantías, los cuales utilizan estos recursos para alimentar la especulación financiera.

En síntesis, el patrón de acumulación de capital en Colombia puede caracterizarse como un patrón reprimarizador y financiarizador. Por esta

1 En la actualidad, los principales tenedores de la deuda pública colombiana son los fondos de pensiones, las aseguradoras y las grandes corporaciones financieras.

 

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vía, lejos se encuentra la economía colombiana de entrar en la “senda del desarrollo”–tal como intentan insinuar de forma reiterada el gobierno de Santos y muchos analistas‒. Por el contrario, asistimos a una nueva etapa del capitalismo dependiente, en la que los ejes de la acumulación tienen como propósito alimentar la acumulación de capital a escala mundial, fortalecer el papel de la periferia como proveedora de recursos naturales y materias primas y ser receptor de los capitales excedentarios que no encuentran “nichos de inversión” en las metrópolis en el contexto de crisis de sobreacumulación que padecen las economías de Estados Unidos y la Unión Europea.

La nueva democracia, fragmento. David Alfaro Siqueiros. 1944http://es.wikipedia.org/wiki/David_Alfaro_Siqueiros

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Implicaciones geopolíticas del ingreso de Colombia a la OTAN

Atilio BoronPh.D. Director del Programa Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias Sociales (PLED) Buenos Aires, Argentina

El anuncio del presidente de Colombia Juan Manuel Santos de que “durante este mes de junio suscribirá un acuerdo de

cooperación con la Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN) para mostrar su disposición de ingresar a ella” ha causado una previsible conmoción en Nuestra América. Lo pronunció en un acto de ascensos a miembros de la Armada realizado en Bogotá, ocasión en la cual Santos señaló que Colombia tiene derecho a "pensar en grande", y que él va a buscar ser de los mejores "ya no de la región, sino del mundo entero". Continuó luego diciendo que "si logramos esa paz –refiriéndose a las conversaciones de paz que están en curso en Cuba, con el aval de los anfitriones, Noruega y Venezuela‒, nuestro Ejército está en la mejor posición para poder distinguirse también a nivel internacional. Ya lo estamos haciendo en muchos frentes", aseguró Santos. Y piensa hacerlo nada menos que asociándose a la OTAN, una organización sobre la cual pesan innumerables crímenes de todo tipo perpetrados en la propia Europa (recordar el bombardeo a la ex Yugoslavia), a Libia y ahora su colaboración con los terroristas que han tomado a Siria por asalto.

Jacobo David Blinder, ensayista y periodista brasileño, fue uno de los primeros en alarmarse ante esta decisión del colombiano. Hasta ahora el único país de América Latina “aliado extra OTAN” era la Argentina, que obtuvo ese deshonroso estatus durante los nefastos años de Menem, y más específicamente en 1998, luego de participar en la Primera Guerra del Golfo (1991-1992) y aceptar todas las imposiciones impuestas por

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Subversiones intelectuales

Washington en muchas áreas de la política pública, como, por ejemplo, desmantelar el proyecto del misil Cóndor y congelar el programa nuclear que durante décadas venía desarrollándose en la Argentina. Dos gravísimos atentados que suman poco más de un centenar de muertos –a la Embajada de Israel y a la AMIA‒ fue el saldo que dejó en la Argentina la repre-salia por haberse sumado a la organización terrorista noratlántica.

El estatus de “aliado extra OTAN” fue creado en 1989 por el Congreso de los Estados Unidos –no por la organización‒ como un mecanismo para reforzar los lazos militares con países situados fuera del área del Atlántico Norte, pero que podrían ser de alguna ayuda en las numerosas guerras y procesos de des-estabilización política que Estados Unidos despliega en los más apartados rincones del planeta. Australia, Egipto, Israel, Japón y Corea del Sur fueron los pri-meros en ingresar, y poco después lo hizo la Argenti-na, y ahora aspira a lograrlo Colombia. El sentido de esta iniciativa del Congreso norteamericano salta a la vista: se trata de legitimar y robustecer sus incesantes aventuras militares ‒inevitables durante los próximos treinta años, si leemos los documentos del Pentágono sobre futuros escenarios internacionales‒ con un aura de “consenso multilateral” que en realidad no tienen. Esta incorporación de los aliados extraregionales de la OTAN, que está siendo promovida en los demás con-tinentes, refleja la exigencia impuesta por la transfor-mación de las fuerzas armadas de los Estados Unidos en su tránsito desde un ejército preparado para librar guerras en territorios acotados a una legión imperial que, con sus bases militares de distinto tipo (más de mil en todo el planeta), sus fuerzas regulares, sus unidades de “despliegue rápido” y el creciente ejército de “contratistas” (vulgo: mercenarios), quiere estar preparada para intervenir en pocas horas con el fin defender los intereses estadounidenses en cualquier punto caliente del planeta. Con su decisión Santos se pone al servicio de tan funesto proyecto.

Historia de México (fragmento mural), Diego Riverahttp://es.wikipedia.org/wiki/Diego_Rivera

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A diferencia de la Argentina (que por supuesto debería renunciar sin más demora a su estatus en una organización criminal como la OTAN), el caso colombiano es muy especial porque desde hace décadas recibe, en el marco del Plan Colombia, un muy importante apoyo económico y militar de Estados Unidos –de lejos el mayor de los países del área‒ y sólo superado por los desembolsos realizados en favor de Israel, Egipto, Irak y Corea del Sur y de uno que otro aliado estratégico de Washington. Cuando Santos declara su vocación de proyectarse sobre el “mundo entero” lo que esto significa es su disposición para convertirse en cómplice de Wash-ington, para movilizar sus bien pertrechadas fuerzas más allá del territorio colombiano y para intervenir en los países que el imperio procura desestabilizar, en primer lugar, Venezuela. Es poco probable que su anuncio signifique que está dispuesto a enviar tropas a Afganistán u a otros teatros de guerra. La preten-sión de la derecha colombiana, en el poder desde siempre, ha sido convertirse, especialmente a partir de la presidencia del narcopolítico Álvaro Uribe Vé-lez, en la “Israel de América Latina” erigiéndose, con el respaldo de la OTAN, en el gendarme regional del área para agredir a vecinos como Venezuela, Ecuador y otros ‒¿Bolivia, Nicaragua, Cuba?‒ que tengan la osadía de oponerse a los designios imperiales. Eso, y no otra cosa, es lo que significa su declaración. Pero hay algo más: con su decisión Santos también pone irresponsablemente en entredicho la marcha de las conversaciones de paz con las FARC en La Haba-na (uno de cuyos avales es precisamente Venezuela), asestando un duro golpe a las expectativas de colom-bianas y colombianos que desde hace décadas quie-ren poner fin al conflicto armado que tan indecibles sufrimientos deparó para su pueblo. ¿Cómo podrían confiar los guerrilleros colombianos en un gobierno que no cesa de proclamar su vocación injerencista y militarista, ahora potenciada por su pretendida

El estatus de “aliado extra OTAN” fue creado en 1989 por el Congreso de los Estados Unidos –no por la organización– como un mecanismo para reforzar los lazos militares con países situados fuera del área del Atlántico Norte, pero que podrían ser de alguna ayuda en las numerosas guerras y procesos de desestabilización política que Estados Unidos despliega en los más apartados rincones del planeta.

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alianza con una organización de tintes tan delictivos como la OTAN?

Por otra parte, esta decisión no puede sino debilitar –premeditadamente, por su-puesto‒ los procesos de integración y uni-ficación supranacional en curso en América Latina y el Caribe. La tesis de los “caballos de Troya” del imperio, que repetidamente hemos planteado en nuestros escritos sobre el tema, asumen renovada actualidad con la decisión del mandatario colombiano. ¿Qué hará ahora la UNASUR y cómo podrá ac-tuar el Consejo de Defensa Suramericano, cuyo mandato conferido por los jefes y jefas de Estado de nuestros países ha sido consoli-dar a nuestra región como una zona de paz, como un área libre de la presencia de armas nucleares o de destrucción masiva, como

una contribución a la paz mundial para lo cual se requiere construir una política de defensa común y fortalecer la cooperación regional en ese campo?

Es indiscutible que detrás de esta deci-sión del presidente colombiano se encuentra la mano de Washington, que paulatinamen-te convirtió a la OTAN en una organización delictiva de alcance mundial, rebalsando con creces el perímetro del Atlántico Norte, que era su límite original. También se advertía la mano de Obama al impulsar, poco después de lanzada la Alianza del Pacífico (tentativa de resucitar el ALCA con otro nombre), la provocadora recepción por parte de Santos del líder golpista venezolano Henrique Ca-priles. Lo mismo puede percibirse ahora, con todas las implicaciones geopolíticas que tiene esa iniciativa al tensar la cuerda de las relaciones colombo-venezolanas: amenazar a sus vecinos y precipitar el aumento del gasto militar entre ellos, debilitar a la UNASUR y la CELAC, alinearse con Gran Bretaña en el diferendo con la Argentina por Las Malvinas, dado que esa es la postura oficial de la OTAN. Y quien menciona esta orga-nización no puede sino recordar que, como dicen los especialistas en el tema, el nervio y músculo de la OTAN los aporta Estados Unidos y no los otros estados miembros, reducidos al triste papel de simples peones del mandamás imperial. En suma: una nueva vuelta de tuerca de la contraofensiva imperialista en Nuestra América, que sólo podrá ser rechazada por la masiva movili-zación de los pueblos y la enérgica respuesta de los gobiernos genuinamente democráti-cos de la región. Esa será una de las pruebas de fuego que tendrán que sobrellevar en las próximas semanas.

Gloriosa victoria, Diego Rivera. 1954http://www.nunet.com.mx/nunet/articulo/mostrar_articulo_t/

pinturas-de-la-revolucion-de-diego-rivera/3449/

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Aquel Cristo latinoamericanoLa experiencia de la teología de la liberación 50 años después del Concilio Vaticano II

Marcello MustoProfesor de teoría política York University, Toronto

La mañana del 11 de octubre de 1962, 2.540 cardenales, obis-pos y patriarcas provenientes de todas las partes del mundo se

disponían en una solemne fila de hábitos blancos y sotanas rojo púrpura para entrar en la Basílica de San Pedro y dar inicio a uno de los principa-les acontecimientos religiosos del siglo XX, destinado a cambiar la cara de la iglesia católica: el Concilio Vaticano II (CV II).

El vigésimo primero concilio ecuménico se desarrolló entre octubre de 1962 y diciembre de 1965, bajo los pontificados de Juan XXIII y Pablo VI. Su asamblea deliberativa, la más numerosa de la historia de la iglesia, reformó la liturgia eclesiástica, introduciendo las lenguas nacionales en el rito de la misa, e inició el diálogo con las religiones no cristianas, mediante la declaración del principio de libertad religiosa. A diferen-cia de los concilios precedentes, el de Trento en 1545-63 y el CV I en 1869-70, surgidos de la exigencia de responder a dos eventos que habían sacudido la iglesia, las heridas que siguieron a la reforma protestante y el

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proceso de secularización generado por la Revolución Francesa, el CV II surgió, en cambio, de la necesidad de expresar una nueva fase pastoral con el objetivo de revitalizar las instituciones católicas y adaptarlas mejor a las exigencias de los nuevos tiempos en curso.

La opción preferencial por los pobresNo obstante, como observan la mayoría de co-

mentaristas, a partir de los años setenta se interrum-pieron las reformas iniciadas. Otra cosa sucedió en Sudamérica, donde las transformaciones del CV II encontraron un terreno más fértil para germinar.

En aquellos años, efectivamente, mientras en los países capitalistas más avanzados tuvo lugar una me-jora de las condiciones de vida hasta para las clases trabajadoras, en América Latina las desigualdades so-ciales aumentaron y los índices de pobreza crecieron todavía más. Guiados por la ilusoria concepción de un tiempo histórico unilineal, que debería reproducir los mismos estadios de desarrollo en todas las socie-dades, expertos de diversos organismos internaciona-les elaboraron planes de desarrollo para el Cono Sur. En 1961, por ejemplo, la administración Kennedy promovió la Alianza para el Progreso (AP), proyecto al que fueron destinados 20 mil millones de dólares a fin de eliminar “las bases de comunismo”, peligro que se antojó aún más concreto después de la revo-lución castrista en Cuba. Sin embargo, la operación fue un sonado fracaso, contestada no sólo por los latifundistas locales, sino también por las compañías norteamericanas, y el periodo de la AP se caracterizó por los golpes de Estado, casi todos avalados por los USA, que sumieron todo el continente en una espiral de violencia y muerte.

En este contexto, tomaron cuerpo, con distintas formas, alianzas entre los sectores más progresistas del mundo cristiano y del marxismo. Desde Camilo Torres, el famoso sacerdote desaparecido en 1966 tras haberse unido al Ejército de Liberación Nacio-nal de Colombia, a los Cristianos por el socialismo,

Hidalgo (fragmento mural), José Clemente Orozcohttp://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Clemente_Orozco

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movimiento nacido en Chile en 1972 du-rante el gobierno de Salvador Allende. De la Patagonia a México surgieron grupos de fieles, a menudo comprometidos políti-camente con la izquierda, que reclamaban una iglesia diferente, alejada del poder y solidaria con los más débiles.

Estas exigencias se manifestaron en el interior de la Conferencia Episcopal Lati-noamericana (CELAM), organismo surgi-do en 1955 y que celebró en Medellín, en 1968, su segundo congreso, para reorgani-zarse en base a las decisiones tomadas en el CV II. Este encuentro supuso un verdadero cambio para la iglesia del continente. Aun cuando el término Teología de la Libera-ción (TdL) no fue nunca utilizado en sus documentos finales (había sido acuñado sólo pocas semanas antes por el sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez), en Medellín nació una nueva forma de hacer teología. Una iglesia popular al servicio de los pobres basada en el protagonismo de la Comuni-dades Eclesiásticas de Base (CEB), grupos de personas que se reunían regularmente para leer el evangelio a la luz de la propia realidad social.

En los años siguientes se sucedieron ini-ciativas y reuniones para delinear mejor el carácter de este cambio. El texto principal, traducido más tarde a 20 idiomas e impreso en numerosas ediciones, que puso de ma-nifiesto los preceptos centrales de la TdL se publicó en 1971 y fue obra del mismo Gutiérrez: Teología de la liberación. Pers-pectivas. Según el autor, el nudo central de la TdL residía en la “opción preferencial por los pobres”, quienes irrumpían por primera vez en la Iglesia erigiéndose en interlocuto-res privilegiados y en sujeto protagonista de

La tentativa de refundar globalmente la religión

católica desde la periferia y por parte

de los condenados ha sido rechazada. Pero la

crisis actual ha reabierto viejas heridas y nuevas

contradicciones, y el mensaje de emancipación

de la “teología militante que lucha por hacer

bajar a los pobres de la cruz” interroga nuevamente todas las

conciencias críticas.

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una posible transformación social. Con la TdL los pobres adquirían el derecho a pensar y no solo a experimentar y practicar su fe de manera pasiva. Mediante un proceso de “concienciación”, según la célebre expre-sión del pedagogo brasileño Paulo Freire, se transformaban en artífices de su propia liberación, que dejaba de confiarse al más allá para devenir objetivo concreto a perseguir en la vida terrenal. Otra innovación de la TdL consistía en servirse de los instrumentos críticos de las cien-cias sociales. Se le concedió una especial importancia a la "Teoría de la dependencia”, desarrollada, entre otros, por André Gunder Frank, Fernando Henrique Car-doso y Theotonio Dos Santos, que resaltaba la relación directa entre el subdesarrollo latinoame-ricano y la expansión capitalista de los países industrializados. Por último, según Gutiérrez, el otro elemento decisivo de la TdL consistía en concebir la teología como un “segundo acto”, que debía siempre presuponer la parti-cipación del hombre en el proceso de liberación (“primer acto”). De este modo, el compromiso junto al hombre pasó a ser una conditio sine qua non. Si Karl Marx había escrito: “cada paso del movimiento real es más importante que una docena de programas”, Gutiérrez sostenía que “todas las teologías polí-ticas, de la esperanza, de la liberación, de la revolución, no valen lo que un gesto de solidaridad auténtica con las clases oprimidas”.

La influencia de la TdL en las CEB, que proliferaron sobre todo en Brasil, creció en importancia. Al magisterio tradicional impartido en las parroquias, se le añadió una difusa catequesis popular en las aéreas urbanas y rurales más marginales. El centralismo eclesiástico tradi-cional definido por la fórmula “fuera de la Iglesia no hay salvación” se transmutó en “fuera del mundo (o sea lejos de los pobres) no hay salvación”. Leonardo Boff habló de una nueva génesis eclesiástica, un renacer de la iglesia a partir de la reapropiación de la Biblia mediante ministerios laicos.

Dive Bomber, José Clemente Orozcohttp://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Clemente_Orozco

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Las reacciones fueron durísimas. La tercera reunión de la CELAM (Puebla, 1979), de la que fueron excluidos todos los principales exponentes de la TdL, sancionó el cambio de tendencia. Juan Pablo II, ascendido a Papa en 1978, introdujo el evento exhortando a vigilar la “pureza de la doctrina” contra la excesiva politización del evangelio y las jerarquías eclesiásticas se precipitaron sobre las CEB, consideradas un intolerable ministerio paralelo, mientras sus relecturas de la biblia fueron definidas como cristología de la guerrilla.

A la reacción interna de la iglesia se añadió la de los USA. El Documento de Santa Fe, la plataforma política de Ronald Reagan, contenía un explicita referencia a la TdL, consi-derada una peligrosa “doctrina política, desviada de la creencia religiosa, con un significado antipapal y antiliberal”. La administración Reagan se caracterizó por invertir millones de dólares, en forma de intelligence y mass media, para favorecer la difusión de sectas fun-damentalistas, cargadas de fanatismo religioso, en todos los países latinoamericanos con “riesgo comunista”.

El desencuentro con RomaA principios de los años ochenta se agudizó la polarización en el seno de la iglesia,

pero la TdL, gracias al incesante trabajo de divulgación de textos y reflexiones iniciado en el decenio anterior, logró mantener una presencia significativa en todo el continente latinoamericano. Además, el asesinato de Oscar Romero, arzobispo de San Salvador, y la participación de algunos sacerdotes en el gobierno revolucionario sandinista de Nicaragua constituyeron dos episodios, de extrema crueldad el primero y de enorme esperanza el segundo, que dieron lugar a manifestaciones de solidaridad en todo el mundo.

A pesar de todo, los equilibrios internos del Vaticano habían cambiado. El clima de restauración se hizo evidente con la elección del conservador López Trujillo para la presi-dencia de la CELAM. A nivel general, Wojtyla favoreció el ascenso a las altas esferas del

Catarsis, José Clemente Orozcohttp://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Clemente_Orozco

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Vaticano de los ultrarreaccionarios del Opus Dei, organización transformada en prelado personal en 1982, es decir, una institución especial que puede evadir la autoridad de las diócesis territoriales, y las determinaciones eclesiásticas golpearon cada vez más los “elementos desafectos”.

De este modo, surgió un clima de exco-munión. En 1984, el prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe (SCDF) y entonces cardenal Joseph Ra-tzinger publicó la Instrucción sobre algunos aspectos de la “teología de la liberación”. En este documento afirmaba que la TdL debía “ser criticada, bajo pena de graves desvia-ciones ideológicas, no por sus afirmaciones particulares, sino por el punto de vista de clase que adopta a priori y que actúa como principio hermenéutico determinante”. La diferencia entre las dos concepciones era abismal. Para Ratzinger, sirva como ejem-plo un tema fundamental, “las múltiples esclavitudes de orden cultural, económico, social y político derivan, en definitiva, del pecado”. Para Gutiérrez, por el contrario:

“el pecado nace de la explotación del hom-bre por el hombre, hunde sus raíces en una situación de injusticia y explotación y es im-posible entender el primero sin lo segundo".

La SCDF invitó al episcopado peruano a aislar Gutiérrez, acusado de “admitir la concepción marxista de la historia”, y al episcopado brasileño a criticar a Boff, con-denado a un año de silencio por sus tesis eclesiásticas declaradas “insostenibles y peligrosas para la fe”. De nada sirvieron las aclaraciones ofrecidas por los teólogos de la liberación para demostrar que Marx no era el padrino de la TdL (pantomima que ridi-culizaba tanto las teorías de uno como de la otra) y que, por el contrario, el marxismo se había tomado críticamente para compren-der el mundo, ya que, so pena de mistificar la realidad, después de Marx, la teología no podía permitirse infravalorar el peso de las condiciones materiales en la existencia de los individuos.

En los últimos veinte años, el capitalis-mo ha desplegado su incontestable hege-monía en todas las esferas de la vida social y también la religión se ha plegado a las “exigencias del mercado”. La desaparición y normalización de muchas CEB y el debili-tamiento de la TdL han ido de la mano de la proliferación de fenómenos de televenta de la fe made in USA. La tentativa de refundar globalmente la religión católica desde la pe-riferia y por parte de los condenados ha sido rechazada. Pero la crisis actual ha reabierto viejas heridas y nuevas contradicciones, y el mensaje de emancipación de la “teología militante que lucha por hacer bajar a los po-bres de la cruz” interroga nuevamente todas las conciencias críticas.

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La Alianza del Pacífico y Estados Unidos

Germán Gorráiz López Analista económico y geopolítico

Los cuatro países que constituyen la llamada Alianza del Pací-fico (junto a más de 400 empresarios a nivel mundial) se reu-

nieron en Santiago de Cali con el propósito de “estimular el intercambio comercial entre las naciones, promover la región conformando una zona de libre circulación de personas, bienes, servicios y capitales a fin de que puedan y tengan capacidad de negociar en bloque con los países asiáticos”. Dicha Alianza (Lima, 2011), promovido por Estados Unidos y secundado por México, Colombia, Chile y Perú tendría como objetivos a medio plazo aglutinar el Arco del Pacífico para integrar además a Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Pana-má e incorporar por último al Mercosur (Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay), siguiendo la doctrina Monroe “América para los americanos”.

Su importancia fue destacada por el analista y economista Jorge González Izquierdo, quien dijo a la AFP que este bloque en lo político “es un contrapeso al grupo que quiso formar el presidente Hugo Chávez de Venezuela”, en alusión a la Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA), integrada por Venezuela, Cuba, Bolivia, Nicaragua, Dominica, Ecuador, San Vicente y Las Granadinas y Antigua y Barbuda. Así, según explica Patricio Carvajal Aravena en dossiergeopolitico.com, “América para los americanos debe constituir la base de una geopolítica genuina-mente americana, lo que implica la presencia inequívoca de EE.UU. en dicha Alianza del Pacífico”, con lo que, tras una fachada neoliberal, se escondería un refinado proyecto de ingeniería geopolítica cuya finalidad

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Nuestra América

última sería dinamitar el proyecto inte-gracionista representado por la UNASUR e intensificar la política de aislamiento de los gobiernos progresista-populistas de la región, en especial de Venezuela tras quedar huérfana del alma mater de la Revolución Bolivariana (Chávez).

Estrategia kentiana de EE.UU. Para entender la finalidad última de

este proyecto económico y geopolítico de EE.UU., debemos acudir a Sherman Kent, quien en su libro Inteligencia Estratégica para la Política Mundial Norteamericana, publicado en 1949, expresó: “La guerra no siempre es convencional: en efecto, una gran parte de la guerra, de las remotas y las más próximas, ha sido siempre realizada con armas no convencionales: [...] armas [...] políticas y económicas. La clase de guerra en que se emplean [...] (son la) guerra política y la guerra económica.”

Los fines de estos tipos de guerra fue-ron descritos por este autor de la siguiente manera: “en estas guerras no convenciona-les se trata de hacer dos cosas: debilitar la voluntad y la capacidad de resistencia del enemigo y fortalecer la propia voluntad y capacidad para vencer”, y más adelante añade que los instrumentos de la guerra económica “consisten en la zanahoria y el garrote: el bloqueo, la congelación de fondos, el ‘boicot’, el embargo y la lista negra por un lado; los subsidios, los empréstitos, los tra-tados bilaterales, el trueque y los convenios comerciales, por otro”. Así, EE.UU. podría estrechar lazos comerciales y militares con el presidente dominicano, Danilo Medina, ante el peligro de contagio mimético de los ideales revolucionarios chavistas al depender Capitalismo, Marcelo Pogolotti

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el país dominicano de la venezolana Petro-caribe para su abastecimiento energético.

Campaña desestabilizadora en Venezuela

Tras las reñidas elecciones presidenciales en Venezuela, en las que Maduro se habría impuesto a Capriles por el estrecho margen de 200.000 votos, la oposición proyectó la sombra de la duda sobre la legitimidad de dicha victoria presentando ante la Sala Elec-toral del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) en Caracas un recurso de impugnación de las elecciones presidenciales con la esperanza de llegar a las más altas instancias jurídicas internacionales. En lo referente a la situación económica, según el profesor del Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA), Pedro de Palma, “la economía vene-zolana sufre graves desajustes que requieren medidas correctivas y que al final tendrán su reflejo en la elevada inflación, PIB, em-pleo y calidad de vida, desajustes que crean severos problemas de desabastecimiento en la industria petrolera y en la economía real debido a las limitaciones del aparato pro-ductivo interno para satisfacer la demanda”, lo cual implica un aumento desmedido de las importaciones y del déficit exterior.

Asistiríamos, pues, a una división casi simétrica de la sociedad venezolana, lo que aunado con la explosiva situación económica de Venezuela será aprovechado por EE.UU. para escenificar una sistemática e intensa campaña desestabilizadora que incluirá el desabastecimiento selectivo de artículos de primera necesidad, la amplificación en los medios de la creciente inseguridad ciudada-na y de la legitimidad democrática de Ma-duro y ‒con la inestimable ayuda logística

Estaríamos en vísperas de la irrupción en el escenario

geopolítico de América Latina de una nueva ola desestabilizadora, cuyos

primeros bocetos ya están perfilados, y que terminará de dibujarse

en esta década, teniendo a Honduras, Paraguay,

Nicaragua, Ecuador, Bolivia, Brasil, Granada y

Panamá como paradigmas de los llamados “golpes

virtuales o postmodernos” que protagonizará

EE.UU. en este periodo en el nuevo escenario

panamericano que surgirá tras el retorno al

proteccionismo económico y consiguiente finiquito de la economía global.

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de Colombia (convertida en el portaaviones continental de EE.UU.)‒ podrían llegar a desestabilizar la herencia del régimen cha-vista, no siendo descartable la gestación de una trama endógena que intentara un golpe de mano contra el mandatario venezolano teniendo como brazo ejecutor a unidades de élite de la Armada venezolana (UOPE).

El rol emergente de BrasilRusia y Brasil forman parte de los

llamados países BRIC (se emplea la sigla BRIC para referirse conjuntamente a Brasil, Rusia, India y China) y, aunque se descarta que dichos países forman una alianza políti-ca como la UE o la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN), si tienen el potencial de formar un bloque económico con un estatus mayor que del actual G-8 (se estima que en el horizonte de 2050 tendrán más del 40% de la población mundial y un PIB combinado de 34.951 billones de dólares). Tanto Francia como EE.UU. ven

a Brasil como un potencial aliado en la escena global, al que podrían apoyar para su ingreso como miembro permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, con el consiguiente aumento del peso especí-fico de Brasil en la geopolítica mundial y su asunción del papel de “gendarme de los neoliberales” en Sudamérica.

Así, el presupuesto de Defensa de Brasil en 2011 se elevó a los 30.500 millones de dó-lares (cifra que representa la mitad de todo lo invertido en defensa en toda América del Sur, según el Stockholm International Pea-ce Research Institute) y espera “incrementar el gasto en defensa del 1,5 al 2% para asi-milar su presupuesto en este capítulo al del promedio de las otras potencias emergentes del grupo BRICS”, según ha declarado Cel-so Amorim, ministro de Defensa brasileño, en una entrevista durante el Foro de Reuters sobre Inversión en América Latina. Según LATAM, el Gobierno de Dilma Rousseff ha heredado la decisión sobre la compra de

Joven intelectual, Marcelo Pogoliottihttp://chnm.gmu.edu/transatlanticencounters/items/show/4671

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los 36 aviones de combate con los que Brasil quiere modernizar su flota, compra por la que compiten la estadounidense Boeing con el F-18 y la francesa Dassault Aviation con el Rafale, y que incluye una inaudita trasferencia de tecnología de dichos aviones en contrapartida, estando en juego un contrato estimado por Amorim en unos 5.000 millones de dólares, compra que según afirmó “no se verá alterada por la desacele-ración de la economía brasileña, que pasó de un crecimiento de un 7,5

por ciento en el 2010 a un 2,7 por ciento en el 2011”.

Para completar el puzzle, Raúl Zibechi afirma en APC-surame-rica.net que el ex Secretario de Defensa de EEUU, León Panetta, ofreció una conferencia en la Es-cuela Superior de Guerra de Río de Janeiro, en la que detalló su propuesta de amplia cooperación estratégica entre EE.UU. y Brasil y agregó “que la compra de los 36 cazas F-18 puede transformar radicalmente la relación entre ambas industrias de defensa”, por lo que en palabras de Zibechi “el Pentágono realiza su generosa oferta tecnológica y diplomática (el

asiento en el Consejo de Seguridad) a cambio de una sumisión militar y estratégica”.

Respecto a Argentina, el Gobierno norteamericano había felicitado a Cristina por el resultado electoral a través del portavoz para los asuntos de América Latina de EEUU, William Ostick, quien transmitió la vo-luntad de la administración de Obama de "trabajar productivamente" con el gobierno argentino tras los últimos desencuentros entre ambas administraciones. Sin embargo, en el encuentro privado que mantuvie-ron en Cannes Fernández de Kirchner y Obama en el marco del G-20 de 2012, la mandataria argentina no habría sido sensible a las tesis de Obama y no habría aceptado la reanudación de ejercicios militares con-juntos con EE.UU. y otros países en territorio argentino coordinados por EE.UU., pues de facto habría significado la ruptura de la nueva doctrina militar diseñada para la región por los gobiernos que suscri-bieron la UNASUR, con lo que cobraría fuerza la hipótesis de que el

La huelga, Marcelo Pogoliotticonnuestraamerica.blogspot.com

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Nuestra América

objetivo de EE.UU. sería reconducir los pasos del Gobierno argentino para lograr su ingreso en el Acuerdo del Pacífico, siguiendo la teoría kentiana del garrote y la zanahoria.

¿Retorno al Big Stick? En el caso de que el Gobierno de Dilma Rousseff no

fuera sensible a las tesis de EE.UU. no sería descartable el retorno a la política del Big Stick o "Gran Garrote" (cuya autoría cabe atribuir al presidente de Estados Unidos Theo-doro Roosevelt), sistema que desde principios del siglo XX ha regido la política hegemónica de Estados Unidos sobre América Latina, siguiendo la Doctrina Monroe, "América para los Americanos".

Así, a comienzos de los años sesenta, el miedo al mi-metismo cubano había llevado a los EE.UU. a apoyar los golpes militares de los que serían paradigmas en Centro-américa los casos de El Salvador (donde una junta militar se apoderó del poder en 1961), Guatemala (el presidente Idígoras Fuentes fue derrocado por los militares en marzo de 1963) y Honduras (el presidente Villeda, acusado de poca firmeza frente a la subversión comunista, fue derro-cado en octubre de ese mismo año); los militares tomaron el poder en Perú en julio de 1962; el presidente ecuatoriano Otto Arosemena fue derrocado, a su vez, en julio de 1963, por "complacencia ante el castrismo”; el ejército bolivia-no tomó el poder en noviembre de 1964; en Argentina, el general O nganía hizo lo propio en junio de 1966, y, finalmente, en Brasil, el 31 de marzo de 1964, las fuerzas armadas derrocaron a Goulart.

De todo ello, se deduce que estaríamos en vísperas de la irrupción en el escenario geopolítico de América Latina de una nueva ola desestabilizadora, cuyos primeros bocetos ya están perfilados, y que terminará de dibujarse en esta década, teniendo a Honduras, Paraguay, Nicaragua, Ecua-dor, Bolivia, Brasil, Granada y Panamá como paradigmas de los llamados “golpes virtuales o postmodernos” que pro-tagonizará EE.UU. en este periodo en el nuevo escenario panamericano que surgirá tras el retorno al proteccionismo económico y consiguiente finiquito de la economía global.

Lágrimas de sangre, Oswaldo Guayasamínhttp://www.wikipaintings.org/en/oswaldo-guayasamin/tears-of-blood

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La coyuntura argentina a los 10 años del kirchnerismo

Julio C. Gambina Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas - FISYP

Al cumplir una década de gobiernos kirchneristas, la polí-tica económica se ejerce desde la intencionalidad de man-

tener el nivel de actividad ante la desaceleración económica, la disputa con los empresarios por el control de los precios, la captura de dólares para cancelar deuda y la factura de combustibles, junto a problemas estructurales que definen el modelo productivo y de desarrollo,

En ese sentido destaca el incremento de las asignaciones familiares que supone una apuesta al consumo ante lo esquivo que resultan las inversiones privadas. El crecimiento se define entre el consumo, la inver-sión y el saldo positivo del comercio externo, siendo el consumo una de las pocas variables que aún puede inducir el gobierno.

Claro que puede entenderse como medida preelectoral y, ante todo, como un acto masivo de festejo por una década de gobiernos kirchneris-tas, pero la realidad es que una masa importante de sectores de menores ingresos percibirá una cantidad de ingresos necesaria para enfrentar la dura cotidianeidad de la inflación.

La cuestión de fondo es que la economía argentina no crece a buen ritmo y ya no genera empleos, incluso los pierde; el índice del desempleo se halla en ascenso, tal como mide el INDEC. Por eso se apuesta a políticas activas que favorezcan el consumo popular, agredido por el crecimiento de los precios, que afectan especialmente a los más pobres y de menores ingresos.

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Nuestra América

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tLos precios son un problema de la coyuntura que afectan a los de abajo y que el gobierno no incluye en su diagnóstico, si nos atenemos a las mediciones del INDEC. Sin embargo, la Presidenta enfrentó a los empresarios señalando que son ellos los fijadores de precios y no el gobierno. Lo señaló en simultáneo con el anuncio del fin del acuerdo de precios, que no tuvo resultados positivos evidentes. La continuidad del control remite al acuerdo de precios sobre 500 productos de consumo masivo. Habrá que ver sus resultados.

Pero la novedad fue el anuncio de controles con la militancia de organizaciones sociales y políticas, las que cubrirán una actividad principalmente sobre el comercio. En varias ocasiones hemos sostenido la necesidad del control popular sobre los precios, que se ejerza principalmente por parte de los trabajadores en las principales empresas, las que definen los pre-cios. El conflicto social en la Argentina, contra em-presarios e, inclusive, contra el gobierno, no favorece una política de control popular de precios. No es el mejor clima para una campaña que involucre a los trabajadores. Es un comentario válido incluso para las corrientes sindicales proclives al gobierno, las que disputan contra los empresarios, y a veces contra el gobierno, en las convenciones colectivas.  

Cuestiones estructurales en discusiónPero más allá de la adhesión o no al gobierno

existen problemas estructurales que alejan al movi-miento obrero del gobierno. En este sentido se des-taca que no hay personería jurídica para la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA), y hace más de dos décadas que la CTA pelea por su legitimidad. Una legitimidad que parece destinada a lograrse en la lucha y organización cotidiana, tal como se puso en juego el pasado 29/5 en conmemoración del Cordobazo y por un conjunto de reivindicaciones muy concretas, como el salario, las jubilaciones, las

Juan Laguna, Antonio Bernihttp://coleccion.educ.ar/coleccion/CD5/contenidos/bernichicos/galeria/pop/obra18.html

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paritarias, pero también la condena al pago de la deuda externa pública y el reclamo por otro modelo productivo contra la sojización y la megaminería.

Queda claro que la evolución de los pre-cios es un problema de la coyuntura, y las medidas de acuerdo o de control militante lo prueban, pero se insiste en reconocer la mentira estadística. Es un problema que re-quiere solución, en el camino que reclaman los propios trabajadores del INDEC, que demandan la normalización del ente y, al mismo tiempo, una política de combate a la inflación, controlando muy pocas y grandes empresas que fijan precios en la Argentina.

En ese marco se destaca la media sanción en el Senado de la Ley de exteriorización de dólares, o blanqueo, que más allá de los efectos o consecuencias económicas remite a problemas estructurales del capitalismo contemporáneo, no solo local, el “normal” o “serio”, que le dicen. Es que el capitalismo de época se asocia crecientemente al delito,

a la fuga de capitales y la trata de personas, la droga, y múltiples formas de negocios que incluyen la corrupción. El dato sustancial es que la batalla por el dólar es una disputa entre las clases dominantes. Es un juego en el que no entran los de abajo. El gobierno necesita los dólares porque no los fabrica y sus fuentes genuinas fallan, sea por la ten-dencia al achique del superávit comercial, el ingreso de divisas por inversiones que son esquivas, o la ausencia de crédito interna-cional barato. La urgencia de hacerse de dólares es para cumplir con las exigencias de una deuda externa pública que condi-ciona fuertemente a la economía local y la agigantada factura de combustibles ante la crisis energética local.

Como vemos, la coyuntura es exigente para el gobierno y evidencia las tensiones que están en juego. Por un lado existe la presión de sectores de las clases dominantes para mejorar sus posiciones ante la situación de crisis y la desaceleración económica.

Manifestación, Antonio Bernihttp://algomasenlaweb.blogspot.com/2009/11/antonio-berni.htm

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Cada cual atiende su juego. Los empresarios hegemó-nicos ganaron mucho con la recuperación 2003-2007 y con la suba de precios disputan la renta socialmente generada. Ahora van por más y quieren fugar capita-les por la vía de la libre circulación de las divisas. Es una disputa por la tenencia de los dólares.

El problema es el para qué se disputan esas divi-sas. El sector privado hegemónico pretende abaratar la fuga de capitales, su manera de salirse del peso y ahorrar en activos externos. El gobierno, como diji-mos, para pagar deuda e importación de energía.

Pero también existe la presión de los de abajo, por salario e ingreso, por condiciones de trabajo y por derechos sociales extendidos, de educación o salud, entre otros.

Lo que está en discusión es el orden económico y, dentro del que rige, quién lo administra. Para ser más claros, en el balance de la década kirchnerista hay que colocar el objetivo que se propuso Néstor Kirchner en su discurso de asunción hace 10 años. Allí se pronunciaba por “reconstruir el capitalismo nacional”.

Puede discutirse el carácter nacional, especial-mente por la ausencia de una burguesía de carácter nacional, es decir, antiimperialista, pero no debe negarse que el capitalismo local superó los problemas económicos (valorización de los capitales) de la rece-sión 1998-2002 con años de crecimiento a un prome-dio del 8% entre 2003 y 2011, salvo el 2009, aunque desde el 2010 el curso de la evolución económica se presenta errática y con tensiones sociales que intentan ser contenidas con política social masiva favorecida por recursos fiscales provenientes de la primarización exportadora del país, una cuestión estructural que comparte con toda la región latinoamericana.

Ahora, en esa recuperación los que más ganaron son las transnacionales, no solo las vinculadas a la soja o la megaminería, sino a las terminales automo-trices y los bancos, especialmente los transnacionales,

No hace falta una tercera opción para administrar el capitalismo realmente existente. Se necesita otro modelo productivo y de desarrollo, una sociedad que privilegie la satisfacción de las necesidades sociales más extendidas, que apunte a la desmercantilización de la educación, la salud, la energía; que aliente –asociada a los otros países de la región– la soberanía alimentaria, energética y financiera.

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a la cabeza del ranking de rentabilidad en los últimos tres años.

El capitalismo local se transnacionaliza crecientemente, y no puede ser de otra for-ma. El capitalismo es un régimen mundial y la agenda deviene de la deseada normali-zación ante la crisis. Entre otras manifesta-ciones de la crisis está la energética, y el país expropió parcialmente a YPF para desplazar

al capital externo; REPSOL, sin embargo, para asegurar la producción de los no con-vencionales acude a la CHEVRON, una de las grandes operadoras monopólicas del mercado mundial. En ese camino involucra a la ANCAP, la estatal petrolera de Uruguay, y a la YPFB, la petrolera boliviana. Nuestro interrogante es si esas empresas y otras de la región no podrían pensar en estrategias alternativas para un manejo soberano de la energía, lo que demandaría discutir el para qué del petróleo, el gas y la energía en la región. Es un camino complejo, no solo por la CHEVRON ‒demandada por poblacio-nes de pueblos originarios del Ecuador por

19.000 millones de dólares‒, cuestión que camina en la justicia argentina, por ahora. Es complejo decimos, porque ya existen cinco municipios en nuestro país que se pronunciaron contra la tecnología de la fractura hidráulica, el fracking, para extraer el shale oil o el shale gas, o hidrocarburos no convencionales. Nuevos “Famatimas” se anuncian en el horizonte.

¿Quién administra el capitalismo? ¿Se puede pensar más allá del capitalismo?

Esa es una de las discusiones en boga, y cada quién constituye su sujeto.

Unos con actos y militancia, sueldos en el Estado, e incluso mística disputada desde una política de medios y con un relato que pretende apropiarse y recuperar la epopeya de los 70.

Otros con medios monopólicos y redes sociales que alimentan una subjetividad más propia de los 90 para revertir la inflexión estructural que habilitó la rebelión de 2001.

Una grave situación, Roberto Matta. 1946http://www.wikipaintings.org/en/roberto-matta/a-grave-situation-1946

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Nuestra América

Esa es la disputa más visible: entre los que están de un lado y los que están del otro. ¿Es la única disputa posible? No, existe una masa considerable que avala ciertas actitudes

de un lado y/o del otro, pero que transitan sin referencia que pueda aglutinar una posición política alternativa.

Esa referencia también estuvo en disputa en estos años, y por variadas razones esas expec-tativas se frustraron, quedando vacío ese espacio político.

Uno de los problemas es que algunos sectores que pretendieron, o pretenden mostrar-se como alternativa a los dos bloques principales que disputan el escenario político, no definen un rumbo anticapitalista, es más, se presentan como prolijos administradores del capitalismo existente.

No hace falta una tercera opción para administrar el capitalismo realmente existente, ni serio, ni normal, el que se pudo construir. Se necesita otro modelo productivo y de desarro-llo, una sociedad que privilegie la satisfacción de las necesidades sociales más extendidas, que apunte a la desmercantilización de la educación, la salud, la energía; que aliente ‒aso-ciada a los otros países de la región‒ la soberanía alimentaria, energética y financiera, no para subordinar la estrategia productiva al gran capital, sino para promover una integración alternativa, antisistémica, contra el capitalismo real asociado al delito, a la militarización y el empobrecimiento de las mayorías, en definitiva, a un nuevo orden local y mundial.

En una nueva fecha de homenaje a la Revolución de Mayo, necesitamos reivindicar la revolución, ayer contra la corona española y hoy contra la domina-ción capitalista, en el país, en la región y en el mundo.

El mejor homenaje a la Revo-lución es continuar luchando por la revolución en nuestro tiempo, un proceso integral, económico, político, ideológico, cultural, civilizatorio. Es un camino con mucha historia y muchas derrotas, pero con expectativas por el labo-ratorio de cambios en la región en este comienzo del siglo XXI. No son vanas esperanzas, son expectativas para desarrollar sub-jetividad por otro mundo posible, anticapitalista y por el socialismo.

Pacador justificado, Antonio Bernihttp://algomasenlaweb.blogspot.com/2009/11/antonio-berni.htm

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Internacionalismo e Independencia

Ricardo Sánchez Ángel Doctor en HistoriaProfesor Universidad Nacional de Colombia

El debate sobre los sucesos y proyecciones de la revolución de independencia en Nuestra América mantiene su plena vigen-

cia. No es un pasado muerto, sino en permanente recuperación e inte-gración al presente y el despliegue sobre el porvenir de nuestros países. De ahí que sea necesario explorar la singularidad de lo que presento en este artículo.

Lo originarioEl continente de Nuestra América fue constituido a través de lar-

gas marchas de conquista y expansión de pueblos, hasta convertirse en Imperios con su cortejo de civilización, ciudades, comunismo agrario y telúrico. El crecimiento demográfico le dio robustez a estas socie-dades cada vez más complejas, que encontraron su perfil histórico en el hibridismo de federalismo, comunismo de la tierra y los servicios, democracia y autoritarismo, de castas religiosas y guerreras, y una orga-nización estatal eficiente y cohesionada. Con un hilo de continuidad en las costumbres en común.

La geografía continental fue habitada y cultivada, conquistada y transformada en grandes civilizaciones y culturas en un período de varios siglos hasta la configuración de los Imperios Aztecas, Mayas e Incas, el Tawansituyo, este último con una extensión y magnitud que va desde el sur del continente hasta la amazonía y la cordillera occidental de Colombia. Existió un intercambio de dominadores-dominados en

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Otra independencia

circularidades y sincretismos culturales en un com-plejo holístico de alcance continental. Igual sucedió con la larga marcha de los aztecas hasta convertirse en un Estado imperial de grandes extensiones.

Sobre estas realidades geográficas, económico-so-ciales y culturales operó la empresa de la conquista y colonia española, también la portuguesa, holandesa, francesa e inglesa.

El imperio español implantó sus dominios desde el sur de lo que hoy son los Estados Unidos hasta la Patagonia, incluyendo el Caribe y Las Antillas. Su organigrama militar y burocrático-clerical era internacional y sus locomotoras los comercios del capitalismo marítimo en su fase originaria.

La invención de Nuestra América, desde las civi-lizaciones precolombinas ‒pasando por la conquista y la colonia, la independencia, luego por la república democrática y el siglo XX hasta ahora‒ ha tenido una personalidad internacional con múltiples trajes y máscaras, en el ciclo largo del capitalismo mundial.

La esclavitud se consolidó a todo lo largo y ancho del Nuevo Mundo. El Caribe y Las Antillas fueron epicentro de tan oprobioso sistema de explotación. Los cimarrones y palenques constituyeron unas resistencias internacionales de largo alcance. Los europeos, en nuestro caso especialmente españoles, coexistieron con indios y negros, sometidos a la servi-dumbre y la esclavitud.

René Depreste dice:

“En realidad, un fenómeno de hetero-fecundación solicitó profundamente las raíces históricas y las fuerzas de creación de los descendientes de África y Euro-pa. Las aportaciones culturales de los esclavos africanizaban la conciencia y la sensibilidad, el espíritu y el cuerpo de los colonos. Análogamente, las innovacio-nes de éstos europeizaban la imagina-ción africana. Este doble movimiento de

La inflación, Henrique Oswald. 1944http://www.estadao.com.br/noticias/impresso,tesouro-revelado,749371,0.htm

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interfecundación de las escalas de valores engendró una diná-mica de mutaciones de identidad que expresa perfectamente el concepto de criollización de las sociedades antillanas”1.

Vino luego el avanzado proceso que conmovió la dominación hispa-no-colonial: la rebelión de los comuneros, con su onda insurreccional en lo que hoy es Perú, Bolivia y Colombia2.

InternacionalistasLas revoluciones francesa, norteamericana, haitiana y desde Inglate-

rra e Irlanda, produjeron una diáspora de revolucionarios hacia Nuestra América. Fueron numerosos y venían, unos por ideales, aventuras y búsqueda de fortuna, otros escapando a persecuciones, los peregrinos colonos. Su presencia en las empresas de independencia constituye un capítulo central de la epopeya adelantada y un componente en los pro-cesos de formación de la nación.

“Entre esos extranjeros se contaban varios españoles que ayudaban fervientemente a la causa patriota, tales como Manuel Cortés Campomanes, José Ramón de Leiva, Narciso Carretero, Pascual Andreux, José María Aguilar y Francisco Botio”3.

Sobre los franceses en la independencia, Sergio Elías Ortiz ha realizado varias semblanzas de los siguientes: Antonio Bailly, Antonio Sasmajous, Pedro Labatut, Rafael Chatillon, J. du Cayla, Luis Girardot, Alejandro Bobin, Manuel Roergas Serviez, L. Perú de Lacroix, Luis Francisco de Rieux, Luis Aury, Schombourg (Barón de), Dufaure, Santiago Lemer, Petier, Videau, Marcos Buyon, Adolfo Klinger, Ducoudray-Holstein, Emmanuel de Froes, Lauminet, Pavageau, Renato Beluche, Vicente Dubouille, Duperry, Bernard, Devesge, Agustín Gustavo de Villaret,

1 Depestre, René. Una ejemplar aventura del cimarroneo cultural. En: “Mensaje de América. Cincuenta años junto a la UNESCO”. México: Universidad Nacional Autó-noma de México/Ediciones UNESCO, 1996. p. 81.

2 Sánchez Ángel, Ricardo. “Los movimientos anteriores a la independencia”. En: In-dependencia: Historia diversa. Bernardo Tovar (Ed.). Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2012.

3 Ortiz, Sergio Elías. Franceses en la independencia de la Gran Colombia. Bogotá: Edito-rial ABC, 1949. p. 78.

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Otra independencia

Chassaing y Jonot, Charles y Eloy Demarquet, Santiago Albi y Fran-cisco Combret4.

Unos militares profesionales que alcanzaron la primacía, como es el caso de Serviez, que fue jefe supremo de los ejércitos de la República, o Bailly, quien fue jefe militar en la República de Antonio Nariño. Otros fueron hasta piratas, como Luis Aury, cuya biografía es novela, quien prestó servicios a la independencia en la defensa de Cartagena contra la reconquista del pacificador Pablo Morillo. Aury fue un aventurero, denominado Brigadier de los Ejércitos de México y Comandante en Jefe de las Fuerzas de los Estados Unidos de Buenos Aires y Chile, y bajo ese título ocupó el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina el 4 de julio de 1818 a nombre de estas dos repúblicas del cono sur. Este territorio sólo se recuperó para Colombia en 1822 tras la muerte de Aury5.

Los legionariosLos otros contingentes más

numerosos y permanentes du-rante la independencia fueron las denominadas legiones británicas: ingleses e irlandeses. Varios de sus oficiales formaron parte de la élite de confianza de Simón Bolívar y los otros jefes patriotas.

La legión británica salió a pelear por la independencia en 1817-1819 y se autodenominaban “campeones de la libertad”. Es útil la advertencia de Mattew Brown: “La irlandesa tenía su propia identidad, enraizada en el evolu-cionado romanticismo nacional y afectada por la experiencia irlan-desa de tener una rebelión fallida

4 Ver: Ortiz, Sergio Elías. Op. Cit.

5 Cacua Prada, Antonio. El corsario Luis Aury. Bogotá: Academia colombiana de Histo-ria, 2001. Cap. II, El Archipiélago de San Andrés y Providencia, pp. 64-99. También: Collazos, Edgard. El demonio en la proa. Medellín: Hombre Nuevo Editores, 2008.

Los obreros, Tarsina do Amaral. 1944http://galeriadefotos.universia.com.br/uploads/2012_05_21_23_54_570.jpg

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en 1798”6. “La legión irlandesa fue formada en nombre de la libertad por los irlandeses. En un descarnado contraste con la legión británica, que incorporaba hombres nacidos en Inglaterra, Irlanda, Escocia y Europa continental”7.

Quiero destacar entre los jefes legiona-rios a Gregor MacGregor, cuyo cuerpo de combatientes eran “sin nación”, e incluía a mujeres y familias de colonos. Tenía un programa de libertad, tierra y búsqueda de la fortuna en el Nuevo Mundo, un aventu-rero. Este MacGregor se movió en el Caribe y Las Antillas, además de Venezuela, donde contrajo matrimonio con una prima de Simón Bolívar.

Luis Cuervo Márquez, en su documen-tada crónica histórica sobre las legiones, nos dice que MacGregor tuvo ocasión de ir a París, presentándose como representante del Rey de Mosquitos para vender parcelas en un proyecto de colonización. MacGregor y Hippisley, el adversario de Bolívar, fueron acusados de estafadores y puestos presos8.

No hubo una retórica de origen nacio-nal sino un proyecto grancolombiano. Las legiones trajeron un nutrido cuerpo de médicos cirujanos y de personal civil. La complejidad se profundiza con la legión

6 Brown, Mattew. Aventureros, mercenarios y legiones extranjeras en la Independencia de la Gran Colombia. Medellín: La Carreta editores/Universidad Pedagógica y Tecnológica de Co-lombia, 2010. p. 136.

7 Brown, Mattew. Op. Cit., p. 139.

8 Cuervo Márquez, Luis. Independencia de las colonias hispano-americanas. Participación de la Gran Bretaña y de los Estados Unidos. Legión Británica. Bogotá: Editorial Selecta, 1938. Cap. XVIII. Los legionarios británicos. pp. 347-392. Tomo I.

de Hannover, conformada por alemanes, polacos, ingleses, irlandeses y prusianos. Eran respetados por su disciplina y lealtad, contrastando con los irlandeses e ingleses, que se insubordinaron en Barcelona (Vene-zuela) en 1819 y saquearon e incendiaron Riohacha en 1820. En esta última ciudad estaba el inefable Gregor MacGregor, quien no pudo eludir su responsabilidad en los acontecimientos.

El cuerpo militar más sobresaliente lo fue el batallón Albión en Bogotá, creado por el libertador Simón Bolívar en 1820. Tal institución tipificó el crisol militar de los legionarios. Fue su hogar y propició la

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Otra independencia

identidad grancolombiana que ellos habían contribuido a lograr9. Hay que destacar al Teniente Coronel James Rook del batallón Rifles y ayudante de Bolívar, que murió en combate por la causa de la independencia.

La escena internacionalLa empresa de independencia del colo-

nialismo español fue de múltiples alcances: intelectual, político, militar, internacional. Si el colonialismo hispano era continental en los mares de la competencia interoceá-nica con Inglaterra, Francia y Holanda, la independencia tuvo que asumirse en la dimensión continental y en el juego de los

9 Brown, Mattew. Op. Cit. pp. 149-151.

poderes imperiales. Así lo concibió Simón Bolívar, quien integró en un programa de acción todas las dimensiones. También su reflexión política: Carta de Jamaica, Mani-fiesto de Cartagena, Discurso de Angostura y una permanente producción de reflexio-nes hasta su muerte10.

La independencia desde el 20 de Julio de 1810 hasta 1824 en Ayacucho, la batalla que cerró el fin de España en Nuestra América, exceptuando a Cuba, se dio en un cambio cualitativo en la escena internacional. La invasión francesa a España y Portugal, la insurrección del pueblo español contra el ejército de Napoleón en que el 2 de mayo de 1808 en Madrid fue el comienzo de la revolución española contra el imperialismo francés, soberbiamente pintado por Fran-cisco Goya. Vino el despliegue de las Juntas Populares y las guerrillas en la península, las Cortes de Cádiz y su Constitución de 1812, la derrota de Napoleón.

Sobre la magnitud de la resistencia de los españoles, José Bonaparte “Pepe bote-lla”, dice: “Tengo por enemigo a una nación de doce millones de almas, enfurecidas hasta lo indecible. Todo lo que aquí se hizo el dos de mayo fue odioso. No, Sire. Estáis en un error. Vuestra gloria se hundirá en España”11.

Napoleón Bonaparte, resumiendo su tragedia, se refirió en su Memorial de Santa

10 Ver: Cacciatore, Guiseppe & Scocozza Anto-nio. El gran majadero de América, Simón Bolívar: pensamiento político y constitucional. Bogotá: Editorial Planeta Colombia/Universidad Católi-ca de Colombia, 2010. Este libro contiene una antología de textos claves de Simón Bolívar.

11 Pérez-Reverte, Arturo. Un día de cólera. Bogo-tá: Alfaguara, 2008.

El tercer mundo, Wilfredo Lam 1944http://www.wikipaintings.org/en/wifredo-lam

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Helena a esta fecha así: “El resul-tado fue, que no existió autoridad alguna, o más bien, que todo el país era autoridad. La nación en-tera se creyó llamada a defender el estado, desde que no hubo ejército ni autoridad a quien cometer la defensa. Cada hombre tomó sobre sí la responsabilidad: yo creé la anarquía. Cuantos recursos puede esta suministrar se emplearon contra mí. La nación en masa cayó sobre mí. La guerra llegó a ser un tejido de atrocidades.”12.

Las dimensiones de este es-tallido heroico de las multitudes en Madrid han sido recreadas al detalle por el corresponsal de guerra, Arturo Pérez-Reverte. Allí está la crónica detallada de los sucesos en una novela ejemplar. Fueron las gentes del común, cajistas, porteros, niños, jóvenes, mujeres, chocolateros, carpinteros, impresores, mozas y rudas, zapateros, plateros, joyeros, rufianes, pintores, prostitutas, en-cuadernadores, carniceros, tenderos, taberneros, jardineros, aceiteros, cerrajeros, artesanos, pequeños comerciantes, criados, habitantes maestrantes, almacenistas, guerrillas urbanas, hosteleros, hortelanos de barrio de Maravillas, fugados de las cárceles, actores, artistas, bo-hemios, estudiantes, manolas, majas y pescaderas, mendigos. Sólo los de abajo encarnaron la dignidad de la nación española. Ni las clases altas, ni los grandes de España, ni el grueso del ejército, ni el alto clero, ni la gente de bien participaron de la epopeya. La mayoría de ellos apoyaron a los franceses.

En el trasfondo está el capitalismo, los desarrollos iniciales de la revolución industrial y en el Norte de América el despliegue de los Estados Unidos como país en ascenso con gran influencia en el vecindario.

Los ejércitos libertadores produjeron una dinámica integración de países, desatando nuevos procesos socioculturales. Los libertadores no eran sólo venezolanos, ecuatorianos, granadinos, sino ciudadanos de la Gran Colombia, una comunidad imaginaria con arraigo

12 Napoleón I, Emperador de Francia. Manuscritos. Bogotá: El Día, 1849.

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Otra independencia

político-militar, propuesta constitucional y pretensiones de confederación. La convoca-toria al Congreso Anfictiónico en Panamá, por iniciativa del presidente de la Gran Co-lombia Simón Bolívar, fue la expresión de esos proyectos integradores, supranaciona-les, que desafortunadamente no progresó.

Andrés Bello, Francisco Miranda, Simón Bolívar y Simón Rodríguez son personalidades que vivieron directamente la efervescencia democrática en España, Francia e Inglaterra. La experiencia de Mi-randa es una proeza de internacionalismo romántico, por la libertad y la igualdad.

Este proceso nacional que fue incomple-to, deformado o interferido, no realizó los ímpetus de los nacionalismos con su sello

patriótico continental que significó la inde-pendencia.

El fracaso de la Gran Colombia como Estado confederado supranacional y de otros intentos de la misma orientación en Centro América, Perú, Bolivia y el sur, son la expresión de la frustración del naciona-lismo continental de los programas de los libertadores: Simón Bolívar y unas élites numerosas y heroicas.

Los Estados que surgieron no fueron nacionales, ni las repúblicas democráticas. Prolongaron el orden económico de la colonia interior, con su fragmentación y localismos, rápidamente en conexión con las fuerzas triunfantes del colonialismo británico. El orden interno oligárquico con unas geografías quebradas, de inmensas distancias y variadas expresiones, del de-sierto al páramo, se encontró con terreno abonado para sus microsociedades enclaus-tradas, de horizonte plano. Su conexión era la búsqueda de lo exterior como comercio, como frente de acumulación y máscara cos-mopolita. Desde entonces, la simulación y el enmascaramiento democrático fueron el verdadero rostro de las repúblicas señoriales que surgieron de la independencia13.

Quedó el legado del internacionalismo de los libertadores de La Gran Colombia y Nuestra América. Con Simón Bolívar como su dirigente. Quedó el legado del internacionalismo de irlandeses, ingleses, alemanes, españoles, y la interrelación entre la revolución española y la revolución de 1810 en nuestro continente.

13 Ver: García Nossa, Antonio. Colombia, esquema de una república señorial. Bogotá: Eds. Cruz del Sur, 1977.

La jungla, Wilfredo Lam 1944http://www.wikipaintings.org/en/wifredo-lam

Nº 34, Junio de 2013 · Bogotá, Colombia Contenido

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Edito

rial

El régimen se despoja de su máscara

Jesús Gualdrón

Si alguien todavía abrigaba esperanzas respecto de la política ex-terior del Gobierno de Santos, los acontecimientos de las últimas

semanas se han encargado de borrarlas por completo. En efecto, el ligero distanciamiento que había mostrado en relación con el estilo de su antecesor y antiguo mentor ha revertido en una renovada e inconfundible postura de sumisión a la política de los EE.UU. para América Latina y de reafirmación de las metas estratégicas del modelo neoliberal del bloque de poder.

No se habían apagado todavía los ecos de la visita del vicepresidente es-tadounidense, Joe Biden, a Colombia, cuando Santos se apresuraba a hacer manifiesta su verdadera postura frente al proceso venezolano. La entrevista con Capriles, cuya actitud conspiradora contra el gobierno legítimo de su país es inocultable, no es una muestra de torpeza política. En absoluto. Es una calculada jugada que pone de manifiesto la decisión de distanciarse de la táctica moderada hasta ahora practicada para dejar muy en claro en qué bando se inscribe el Gobierno colombiano: constituye la contribución de Santos a la desestabilización política de Venezuela. En realidad, no importa cómo se solucione el impase diplomático: hacia el futuro es claro cómo se jugarán las cartas.

Lo mismo es válido en el caso de la postura del Gobierno colombiano en relación con los esfuerzos de integración promovidos por diferentes países de la región que buscan fortalecer nuestra posición en la confrontación con el capital transnacionalizado y los grandes poderes imperialistas. Es claro que las elites gobernantes en Colombia privilegian la integración a la Alian-za del Pacífico y el acercamiento a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE), de la cual ya se sienten parte, para lo cual cuentan, además, con el irrestricto apoyo de los EE.UU. No importa que tengan que jugar el papel de Judas. De paso, la aristocracia colombiana, a cuya cabeza

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Editorial

Todos los números de la publicación se pueden consultar en w w w.espaciocr i t ico.com

DATOS IMÁGENES Las imágenes presentadas en este número fueron tomadas de las fuentes indicadas en cada pie de foto.

*Portada:Dibujo original: Latinoamérica, Ricardo Carpani (Argentina)

*Bandera:Violencia, 1964. Alejandro Obregón (Colombia)

*Página actual:América Invertida, 1943. Joaquín Torres García es.wikipedia.org/wiki/Joaqu%C3%ADn_Torres_Garc%C3%Ada

se pone con tanto agrado sir Santos, el lord criollo, se siente haciendo su ingreso al primer mundo: “Colombia tiene derecho y puede pensar en grande. Porque […] estamos dejando el miedo a un lado y llenándonos de razones para ser los mejores, y ya no de la región sino del mundo entero. Tenemos con qué. Lo hemos demostrado”.

No es de extrañar, entonces, que también se haya hecho pública la pretensión del bloque de poder de enganchar a Colombia a la rueda de la Organización del Tratado del Atlán-tico Norte (OTAN), un bloque militar con nostalgia de guerra fría, que cada vez más se especializa en hacer el trabajo sucio de la política de agresión de EE.UU. contra los pueblos que intentan zafarse de la cadena de dominación imperialista (véase Libia, para sólo citar un caso reciente). Para el logro de tal pretensión, los personeros del régimen cuentan con el apoyo decidido de los EE.UU.: “nuestro objetivo es ciertamente apoyar a Colombia como miembro capaz y fuerte de muchas organizaciones multilaterales, y eso puede incluir la OTAN”, declaró la secretaria de Estado adjunta para América Latina, Roberta Jacobson. ¿A mediano y largo plazo, qué papel le asignará la potencia imperial a Colombia ‒donde ya dispone del acceso a bases militares‒ con vista al control de una región que no se caracteriza precisamente por un unánime sometimiento a sus designios, y en momentos en que se da un renovado impulso a los procesos de desestabilización en Venezuela? ¿O en otras regiones del mundo que están en la mira imperial? Es cierto que la adhesión de Colombia a la OTAN ha chocado con la negativa inicial de su centro en Bruselas. Pero, el primer paso fue dado, y con seguridad no será el último.

Todos estos elementos antinacionales y contrarios a las necesidades reales de la pobla-ción se dan mientras en La Habana está por comenzar una nueva ronda de negociaciones, que tocará precisamente un punto central: el de la participación política. ¿Qué paz pretende alcanzar el señor Santos, cuando todos los insumos que provienen de su Gobierno consti-tuyen obstáculos para avanzar en un propósito que no es de su exclusivo interés, sino del interés de todo nuestro pueblo y de los pueblos de la región? ¿Cuánta irresponsabilidad más por parte de quienes detentan el poder aguantará el proceso de negociación? En estas circunstancias se hace impostergable que los movimientos sociales, que con tanta fortaleza se han manifestado por la búsqueda de una salida democrática y negociada del conflicto, renueven sus esfuerzos, sus acercamientos y acuerdos, poniéndose al frente de la moviliza-ción popular por la paz democrática en nuestro país.

Nº 34, Junio de 2013 · Bogotá, Colombia Contenido

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Nº 34 juNio / 2013 Bogotá, ColomBia issN- 2215-8332