2. Cambio de Paradigmas y Familias Urbanas

4
1 CAMBIO DE PARADIGMAS Y FAMILIAS URBANAS. chizpas, para abrir boca… Alfonso Vietmeier, Espacio de Pastoral Urbaba 1. Transformaciones en el mundo urbano: todo cambia y, también, hogares y familias. Ofrezco algunas breves pautas interpretativas sobre lo que está pasando con los hogares y sus familias en el contexto urbano; para comprender mejor los desafíos para una nueva pastoral familiar urbana. Obviamente, hay muchas posibilidades para abarcar lo urbano y lo familiar en medio de estos tiempos con complejas transformaciones. En nuestro ambiente cristiano eclesial, propongo retomar algunas orientaciones del Documento de Aparecida (DA). Pueden ayudarnos a ubicar adecuadamente un tema - problema toral en la realidad urbana, el de hogares y familias. Estas transformaciones las considero como cambio de paradigmasy asumo para esto la definición muy aceptada de Thomas Kuhn: “Un paradigma es el creciente consenso científico sobre un marco o perspectiva bajo la cual se analiza un problema toral y, al identificarlo adecuadamente, se encuentran ya inicialmente caminos de solución.Al aterrizar lo anterior, Aparecida indica: “En el mundo urbano acontecen complejas transformaciones socio- económicas, culturales, políticas y religiosas que hacen impact o en todas las dimensiones de la vida” (DA 511). “Se extiende también al mismo mundo rural” (DA 510). Estas transformaciones tienen como matriz interpretativa “un cambio de época, cuyo nivel más profundo es el cultural” (DA 44). “Las grandes ciudades son l aboratorios de esa cultura contemporánea” (DA 509). Entonces, el paradigma cultural urbanomarca a nuestro tiempo. Para darnos una idea de la importancia de este concepto, menciono al buscador electrónico Google, con 136 mil referencias solamente a este término. No hay lugar a dudas que estos cambios paradigmáticos (“complejos transformaciones”) exigen también nuevos paradigmas eclesiales y pastorales y, en nuestro eje de reflexión, con respecto a lo familiar urbano y su adecuada pastoral familiar. 2. Paradigmas socioculturales que explicitan esta transformación. Las ciudades son más que acumulación de edificios y calles: están llenas de vida. Los miles y miles de seres humanos estudian y trabajan, disfrutan y gozan, se organizan y luchan; y todo ello en una diferenciación enorme y conflictiva. ¡Las ciudades viven! Hay muchas entradas y caminos diferentes para una adecuada comprensión de “lo urbano”. Una manera es la identificación de tópicos urbanos paradigmáticos: es decir, “ marcos bajo los cuáles se analiza algunos problemas torales” urbanos. Mi hipótesis es, que sí estos paradigmas son torales para la comprensión de lo urbano, también lo deben ser torales para los hogares y las familias urbanas que conforman la vida urbana. Indico, entonces brevemente una propuesta de cinco paradigmas; para tener elemento para precisar retos y tareas pastorales. En el apartado siguiente, intento ubicar una “matriz paradigmática”, el “paradigma cultural urbano”. Lo llamo “la mano paradigmática urbana” con sus cinco dedos. Estos serán: (1) Paradigma del Caos. Un distintivo clave, sobre todo de las macro urbes latinoamericanas, es la experiencia cotidiana del caos: el transporte es caótico, la lucha por encontrar y mantener trabajo es fastidiosa, muchos servicios públicos tienen muy mala calidad y, sobre todo, el crecimiento urbano es realmente anárquico. Las luchas sociales y civiles con sus marchas de protesta provocan caos vial y, más allá de afectar al transporte, hace visible una sociedad fracturada. Esto en conjunto rebasa la capacidad de las instancias públicas (parlamento, gobierno, poder judicial) para dar respuestas adecuadas, pues no están a la altura de los retos urbanos.

description

Pastoral Urbana - México

Transcript of 2. Cambio de Paradigmas y Familias Urbanas

Page 1: 2. Cambio de Paradigmas y Familias Urbanas

1

CAMBIO DE PARADIGMAS Y FAMILIAS URBANAS.

chizpas, para abrir boca…

Alfonso Vietmeier, Espacio de Pastoral Urbaba

1. Transformaciones en el mundo urbano: todo cambia y, también, hogares y familias.

Ofrezco algunas breves pautas interpretativas sobre lo que está pasando con los hogares y sus familias en el contexto urbano; para comprender mejor los desafíos para una nueva pastoral familiar urbana. Obviamente, hay muchas posibilidades para abarcar lo urbano y lo familiar en medio de estos tiempos con complejas transformaciones. En nuestro ambiente cristiano – eclesial, propongo retomar algunas orientaciones del Documento de Aparecida (DA). Pueden ayudarnos a ubicar adecuadamente un tema - problema toral en la realidad urbana, el de hogares y familias. Estas transformaciones las considero como “cambio de paradigmas” y asumo para esto la definición muy aceptada de Thomas Kuhn: “Un paradigma es el creciente consenso científico sobre un marco o perspectiva bajo la cual se analiza un problema toral y, al identificarlo adecuadamente, se encuentran ya inicialmente caminos de solución.” Al aterrizar lo anterior, Aparecida indica: “En el mundo urbano acontecen complejas transformaciones socio-económicas, culturales, políticas y religiosas que hacen impacto en todas las dimensiones de la vida” (DA 511). “Se extiende también al mismo mundo rural” (DA 510). Estas transformaciones tienen como matriz interpretativa “un cambio de época, cuyo nivel más profundo es el cultural” (DA 44). “Las grandes ciudades son laboratorios de esa cultura contemporánea” (DA 509). Entonces, el “paradigma cultural urbano” marca a nuestro tiempo. Para darnos una idea de la importancia de este concepto, menciono al buscador electrónico Google, con 136 mil referencias solamente a este término. No hay lugar a dudas que estos cambios paradigmáticos (“complejos transformaciones”) exigen también nuevos paradigmas eclesiales y pastorales y, en nuestro eje de reflexión, con respecto a lo familiar urbano y su adecuada pastoral familiar.

2. Paradigmas socioculturales que explicitan esta transformación.

Las ciudades son más que acumulación de edificios y calles: están llenas de vida. Los miles y miles de seres humanos estudian y trabajan, disfrutan y gozan, se organizan y luchan; y todo ello en una diferenciación enorme y conflictiva. ¡Las ciudades viven! Hay muchas entradas y caminos diferentes para una adecuada comprensión de “lo urbano”. Una manera es la identificación de tópicos urbanos paradigmáticos: es decir, “marcos bajo los cuáles se analiza algunos problemas torales” urbanos.

Mi hipótesis es, que sí estos paradigmas son torales para la comprensión de lo urbano, también lo deben ser torales para los hogares y las familias urbanas que conforman la vida urbana. Indico, entonces brevemente una propuesta de cinco paradigmas; para tener elemento para precisar retos y tareas pastorales. En el apartado siguiente, intento ubicar una “matriz paradigmática”, el “paradigma cultural urbano”. Lo llamo “la mano paradigmática urbana” con sus cinco dedos. Estos serán:

(1) Paradigma del Caos.

Un distintivo clave, sobre todo de las macro urbes latinoamericanas, es la experiencia cotidiana del caos: el transporte es caótico, la lucha por encontrar y mantener trabajo es fastidiosa, muchos servicios públicos tienen muy mala calidad y, sobre todo, el crecimiento urbano es realmente anárquico. Las luchas sociales y civiles con sus marchas de protesta provocan caos vial y, más allá de afectar al transporte, hace visible una sociedad fracturada. Esto en conjunto rebasa la capacidad de las instancias públicas (parlamento, gobierno, poder judicial) para dar respuestas adecuadas, pues no están a la altura de los retos urbanos.

Page 2: 2. Cambio de Paradigmas y Familias Urbanas

2

Este contexto caótico tiene para mucha gente también consecuencias síquicas, por sufrir un desorden crónico en casi todas las dimensiones de su vida: en la vida afectiva de las parejas, en la relación con sus hijas e hijos, en el desorden alimenticio, etc. Crecen la violencia cotidiana y, también, las enfermedades psicosociales, se rompe el tejido social y se aumentan de manera preocupante los números de “gente tronada”.

La otra cara es el aumento de sistemas privados de vigilancia, un gran mercado creciente y amplio de ofertas de superación personal, de relaciones sociales y de ocio, en la lógica de la ley del mercado y, a su vez, el crecimiento de pequeños nichos autogestivos para mantener y cultivar espacios de “microcosmos”, mucho de estos con rasgos (casi -) religiosos: en el ambiente popular más bien de tinte pentecostal y en el ambiente de clases medias, de índole “new age”.

Este paradigma del caos reta profundamente a todos los actores sociales y, entre ellos, a la Iglesia misma. En articulación con otros actores (cf. la amplia gama de organizaciones de autoayuda como AA y de asistencia social y los respectivos departamentos gubernamentales) le toca a ella crear y fomentar “vínculos de fraternidad, solidaridad y universalidad y caminar siempre más al encuentro del otro, convivir con el diferente, aceptarlo y ser aceptado por él” (DA 514).

o Reto pastoral: Facilitar, promover, acompañar… experiencias que llevan a personas y familias (sea que sea su forma) del caos sufrido a los “cosmos grupales”, vivido en pequeñas células de vivencia alternativa, en iglesias en casa, en comunidades de base. Esto incluye contar con espacios de acogida (físicos y, sobre todo, de oferta personal - testimonial) y ahí una pastoral terapéutica, de sanación integral. Vale ahí retomar las respectivas experiencias del Centro Laboral Mexicano (Celamex).

(2) Paradigma de la Complejidad e Identidades.

Las grandes urbes son sumamente complejas. Se componen, por un lado y en términos territoriales, de un sinnúmero de pueblos - barrios, colonias, unidades habitacionales y condominios y, por el otro, de una cada vez más amplia gama de sectores humanos y ambientes sociales y civiles, producto sobre todo de la creciente diversificación de trabajo. Y no hay que olvidar, el creciente número de núcleos de esparcimiento (desde parques y gimnasias deportivos hasta antros y centros comerciales). Es obvio que debemos situar lo real y concreto en una infinidad de matices y múltiples combinaciones. Por eso, hablamos del “paradigma de la complejidad”. (cf. los datos de INEGI)

Aparecida lo expresa así: “La realidad se ha vuelto para el ser humano cada vez más opaca y compleja” (DA 36). Ya no podemos hablar con generalidades como, por ejemplo, “la familia”, “los jóvenes”, etc. La parroquia territorial es para un sinnúmero de hogares y familias un referente secundario para cubrir ciertas necesidades de culto y percibida al nivel de otras prácticas como el disfrute (cine, parque, etc.), las compras (mercado y “súper”) y el manejo de dinero (banco y cajero automático).

La otra cara de esta complejidad es la pérdida de la tradicional identidad homogénea. En un sinnúmero de hogares y familias, cada integrante está relacionada con diferentes ámbitos laborales y sociales que marcan más su afectividad personal y relacional que la propia familia y el hogar, cada vez más el “micro-territorio” para dormir y de bodega de objetos personales que de comunicación y del compartir. La autorrealización está cada vez más “afuera” y ahí, nuevamente fragmentada. Aparecida indica: “Los problemas de identidad y pertenencia, relación, espacio vital y hogar son cada vez más complejas” (DA 58).

Este paradigma de la complejidad reta profundamente a la pastoral tradicional de índole parroquiana que parte de la lógica que todos los bautizados son “fieles” (sin ninguna diferenciación) y, entonces, realiza ceremonias uniformes y organizas pastorales uniformes sea familiar, juvenil, catequética, social, etc. En lo real y así, la Iglesia se queda con “su clientela” (bloque cultural: los “parroquianos”) que son actualmente unos 6 a 10 % de católicos bautizados; y, el resto (los 90%) la llama “los alejados”: ¿de esta tradicional pastoral o de Dios?

o Reto pastoral: La respuesta misionera urbana debe ser compleja, superando pastorales parroquiales uniformes y transitando del monopolio de la parroquia territorial hacia pastorales sectoriales y ambientales. El punto de partida debe ser la necesidad vital sentida de la gente interesada para crear, mantener,

Page 3: 2. Cambio de Paradigmas y Familias Urbanas

3

fortalecer y/o defender identidades colectivas socioculturales. Como ejemplos sirvan grupos étnicos o bien de centro educativos (maestros-alumnos-padres) viviendo su identidad cristiana en medio de su conjunto sociocultural.

(3) Paradigma de la Desigualdad: dominación y exclusión.

Este conjunto complejo de múltiples sectores y ambientes no tiene igual poder, por lo que la diversidad deviene en desigualdad. Según Aparecida, en la urbe “coexisten binomios que la desafían cotidianamente: tradición-modernidad; globalidad-particularidad, inclusión-exclusión, personalización-despersonalización, lenguaje secular-lenguaje religioso, homogeneidad-pluralidad, cultura urbana-pluriculturalismo” (DA 512). La urbe es como una “olla de presión”: la calientan la realidad chocante y choques de intereses.

Chocan, por doquier, intereses colectivos que transforman a la ciudad en un escenario del conflicto permanente con sus luchas reivindicativas y transformadoras: por la regularización de terrenos para colonias habitacionales, por trazos de avenidas y transporte público, por sueldos justos y por defender cuotas de poder en gremios, sindicatos, corrientes de partidos políticos y un sinnúmero de razones más. Y, todo esto está presente en un sinnúmero de hogares y familias: marca la comunicación cotidiana, fomenta solidaridades y (¡!) divisiones hasta odio y violencia.

En este paradigma de desigualdad, siempre hay y habrá vencedores y víctimas, crece dominación por un lado y por el otro la exclusión: las familias acomodadas crean sus “privadas”, sus “zonas residenciales”, sus escuelas y colegios particulares y sus clubes deportivos y se nutren de sus canales de TV con sus comerciales y opiniones. Y, a unos calles al lado, crecen las colonias populares, la economía informal en las banquetas, los mercados sobre ruedas, las “ciudades perdidas” de miseria, los niños de la calle y otra gente “tronada”; y (¡!) cada uno de estos conjuntos con sus propios canales de comunicación y formas organizativas de lucha para defender su intereses. Y ahí, están presentes sus hogares y familias y tienen ahí sus “espacios vitales” (cf. 100 Palabras).

La fe cristiana no es neutral. Al aprender ser discípulos misioneros, debemos entrenarnos estar a lado de los pobres, de las victimas, de los excluidos de una vida digna (cf. Jesus y su proclama en Nazaret: Lc 4,16-21) y su explicación del juicio final (Mt 25,31-46). Para decirlo con Aparecida: “Nuestra opción por los pobres corre el riesgo de quedarse en un plano teórico o meramente emotivo, sin verdadera incidencia en nuestros comportamientos y en nuestras decisiones. Se nos pide dedicar tiempo a los pobres, prestarles una amable atención, escucharlos con interés, acompañarlos en los momentos más difíciles, eligiéndolos para compartir horas, semanas o años de nuestra vida, y buscando, desde ellos, la transformación de su situación. Día a día los pobres se hacen sujetos de la evangelización y de la promoción humana integral: educan a sus hijos en la fe, viven una constante solidaridad entre parientes y vecinos, buscan constantemente a Dios y dan vida al peregrinar de la Iglesia” (DA 397-398).

o Reto pastoral: La pastoral eclesial debe ser desde y con los desfavorecidos, marginados y excluidos o no es una pastoral evangelizadora, sino una neoliberal. En concreto, significa priorizar y fomentar experiencias pascuales (de resurrección, de vida plena, en medio de la muerte) en los ambientes y sectores populares y formar parte activa y propositiva de la construcción de agendas ciudadanas y su interlocución y ejecución de cara a los poderes políticos y económicos. En vista debe estar la humanización de la ciudad, en el sentido de la advertencia del profeta Jeremías a sus paisanos en el cautiverio de Babilonia: “Procurad el bien de la ciudad...” (Jer 29,7). Esto tiene implicaciones concretas para una pastoral social urbana y la que tiene muy presente hogares y familias como víctimas y, a su vez, sujetos de su vida personal, familiar, religiosa, social, económica y civil. En este sentido, una pastoral familiar urbana debe participar en la elaboración de agendas ciudadanas exigiendo políticas públicas que garantizan mejores condiciones para humanizar a la vida familiar.

(4) Paradigma de la Subjetividad.

La ciudad vive, y lo hace a través de múltiples sectores humanos. Debemos aceptar y valorar a la gente como sujetos en sus entornos sociales y culturales, con sus identidades propias y sus anhelos y luchas vitales. Por eso, hablamos del paradigma de la subjetividad. Aparecida lo expresa así: “Aparece el valor fundamental de la

Page 4: 2. Cambio de Paradigmas y Familias Urbanas

4

persona, de su conciencia y experiencia, la búsqueda del sentido de la vida y la trascendencia” (DA 52). Por eso, la importancia de que las personas – sujetos y, a su vez, bautizados aprendan ser discípulos misioneros de Jesucristo, desde su vida personal – familiar y social y en medio de su realidad económico – laboral, sociocultural y cívico. Comprender y compartir esta vida, debe ser una actitud básica de los agentes eclesiales.

o Reto pastoral: El clero no puede estar compartiendo su fe cristiana en todos los sectores humanos. Los sujetos de una evangelización integral son la gente misma en su respectiva realidad. Al hacerse más sujetos de su vida en medio de su entorno, las personas maduran en libertad, autenticidad, fraternidad y solidaridad. Esto debe ser como la columna vertebral humana de la iniciación cristiana.

(5) Paradigma semiótico: lenguajes y rituales urbanas.

La urbe está llena de imágenes y ritos seculares. Llenan el ambiente externo: las calles llenas de anuncios comerciales, el transporte, los parques y campos deportivos, cines, salones de fiestas y antros, supermercados y centros comerciales, etc. Y penetran las casas, la vida familiar y personas; allí están la radio, la TV, el Internet, videojuegos, etc. En esto ha profundizado mucho la antropología semiótica que nos da elementos para comprenderlo y, sobre todo, lo que está detrás y que pasa con nosotros. “La ciudad se ha convertido en el lugar propio de las nuevas culturas que se están gestando e imponiendo, con un nuevo lenguaje y una nueva simbología” (DA 510).

Me parece importante seguir profundizando en este paradigma cultural – simbólico. Subrayo un elemento clave: las imágenes y los ritos seculares expresan "imaginarios": lo eterno – trascendente está, a su vez, presente en lo temporal – local. Los sujetos sociales urbanos se nutren de una fe en sí mismos que les da sentido y fuerza para no cesar de (re)crear cosmos en medio del caos, orden en medio del desorden, sutura en medio de las rupturas y sentido en medio de tanto sin-sentido.

o Reto pastoral: La iglesia en la urbe debe (re)descubrir y privilegiar la comunicación – mediación simbólica y vitalizar lo creativo – festivo; para celebrar en múltiples formas en el hoy y real su sentido integral y trascendente. Y, a su vez, una pastoral familiar urbana debe fomentar la capacidad de descifrar y denunciar la manipulación afectiva de mucha mercadotecnia de la invasión de un consumismo hasta la intimidad del hogar y de la vida familiar.

3. El “paradigma urbano cultural” como “paradigma matriz” de la Pastoral Urbana.

Como ya indiqué a principio, estos cinco paradigmas urbanos y sus consecuencias para la comprensión de lo real en hogares y familias urbanas se debe comprender como una mano con sus cinco dedos. “La mano” es el “paradigma matriz”. Aparecida lo expresa así al indicar que estamos presenciados “un cambio de época, cuyo nivel más profundo es el cultural” (DA 44). Al descifrar a esta afirmación, nos concentramos en el temas de fondo de las transformaciones: los sujetos y sus búsquedas de sentido más allá del tener (lo económico) y del poder (lo político): ¿Cuál sentido encuentro en mi vida (como mujer y hombre, como pareja y con hijos, como jefe de hogar, como niño, joven, adulto o anciano, como indígena mazahua o albañil o secretaria en comercio, etc.) más allá de sobrevivir y disfrutar en lo cotidiano? Y, si no lo encuentro así, ¿cómo encontrar en mí y en mis relaciones este “sentido del más allá”?

Para la gente, esto no es primordialmente un tema de reflexión, sino del corazón. Ahí nacen y se mantienen los anhelos de un mundo mejor y con plenitud. Estos anhelos se visibilizan en fiestas con “traje” (todas y todos traen algo de comer, para que todos coman), en ceremonias sociales y civiles de fraternidad y solidaridad, y en otras sinnúmeros expresiones personales y comunitarias mediante símbolos y ritos, sean religiosas o seculares. Estos imaginarios inherentes del ser humano, son como la “levadura” para hacerse sujetos. Y, en términos cristianos podemos decir: para cultivarse como “discípulos misioneros”, no en “rollo – predicación”, sino en una vida madura, coherente y testimonial.

Estos tienes sus propias lógicas hermenéuticas, según los campos sociales concretos (cf. Bourdieu). Rebasa a esto aporte inicial de índole fenomenológico y analítico, profundizar ahora en líneas estratégicos para una “nueva pastoral familiar urbana”, a la altura de los cambios paradigmáticos indicados.