Suplemento Cultural Contenido 01-09-12

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Maracay, Sábado 1 de septiembre de 2012 -ALBERTO HERNÁNDEZ- Crónicas del Olvido Aly Pérez en nueve libros (Fragmento) 1.- L a casa se advierte en la experiencia del poema. En el comienzo de su transición, pero también en el final de sus misterios. En cada espacio indica el tiem- po que lleva ocultando y ofreciendo el lugar que ocu- pa en el interior de cada voz, de cada habitante. En poesía, como en los sueños, la casa es un habitante más, un ser que nos concede sus cam- bios, porque ella es testigo de todos los pasos, de los ama- gos de la vida y de la última piel de la muerte. Los textos de Aly Pérez, recogidos en su libro Pasión según la casa (1991), vie- nen de muchas preguntas, de íntimas lecturas, de reco- gimientos interiores que re- nuevan las imágenes cuyo rigor interpreta la vocación poética de sus intentos. Pero también de un inédito, gana- dor del Premio Jesús Ban- dres de San Juan de los Mo- rros en 1995, Salmos de la vigilia , que creemos nació antes que el primero de los nombrados. Entonces es voz que se pluraliza cuando des- de el poema modela esa epi- fanía que en Keats es el as- censo a la belleza y el descen- so a la verdad. La casa, ro- deada de imágenes reales, vierte una atmósfera que transforma al hombre de la palabra en un hacedor de experiencias estéticas. Nombres, autores, lugares, expresiones, el cuerpo de un milagro visual, destacan la contemplación de quien tie- ne en el lenguaje una parti- cular manera de decir las cosas. El Endymion, ascender y descender, retira la creencia según la cual el creador pier- de -en medio de esta dicoto- mía ambigua- el sentido del espacio para crear una at- mósfera. Este libro -como to- dos los demás- del poeta Aly Pérez transita por esa delga- da línea divisoria. Una lectura, la gracia de atreverse a penetrar en la memoria de quien irrumpe con una obra culta y a la vez sazonada con elementos de su cotidianidad, universaliza la imagen, verbaliza el silen- cio y la lección que nos tiene reservada la observación, la pasión por cada objeto que nos conduce a recrear el mundo. Cada poema de este libro es un símbolo de la pu- reza del autor, de su también contaminada costumbre de rozar con imágenes desnudas cada aventura con la palabra. La casa ya no es la misma/ / En el patio/ no están las gra- nadas rojas/ ni el amarillo de los jobos/ en la tierra, pero tampoco la portátil destreza de Mishima, Utamaro o el abani- co japonés que la casa aceptó con benevolencia. Desde la casa, desde sus entrañas, y desde la contemplación hasta la elaboración del texto poéti- co, cortado por el filo de la vida. Ascenso y descenso. ¿Qué nos tiene reservada la casa si somos para noso- tros mismos habitación del silencio? ¿Puertas y venta- nas no son acaso portado- ras, dueñas de palabras que alguna vez resuenan refor- madas porque el tiempo abusa de la desmemoria? ¿No hay en cada casa un si- lencio que nos lleva a morir cada vez que lo deseamos? ¿No es la casa misma una voz que nos convoca, que nos aturde en la soledad? ¿No están las habitaciones llenas de ausencia, de aque- lla muerte que nos prepara el terreno de la eternidad? La poesía de la casa es la permanencia en ella. Una vez desalojada nos perde- mos en un tipo de olvido, de abandono. La pasión por pa- redes, goznes y sonidos. Los ruidos de la noche en la san- gre. El miedo que nos aleja de ella o nos acerca más. El silencio que debilita la voz nos hace profundos, quizás nada desde la calle, desde el recorrido que trazamos para marcarnos la única sílaba alguna vez escuchada en un sueño futuro. ¿Quién dijo que una puerta no es el lími- te entre la vida y la muerte? 2.- En Salmos de la vigilia el poeta se ampara en el Rey David, con él inicia un trán- sito donde "nos congregamos todos/ como un grupo de aves/ que sueñan más allá de la muerte/ sobre esta patria/ hecha pátina de tedio/ cal de esperanzas/ a la cual vuel- vo". El poeta regresa, retor- na a la tierra luego de una lar- ga ausencia, de una intensa extensión silenciosa por poe- mas o versos iniciales mar- cados por el paisaje, por olo- res, colores y sonidos que despiertan a "los ángeles de la casa", donde las cosas se agitan, respiran la angustia de sus habitantes. "Hay una desolación de las cosas/ en los seres/ en el vien- to que se dobla tras el humo de los días…" y que sigue con la casa a cuestas, con el vino escanciado, rancio, viejo en- tre la inminencia de los pája- ros y un jardín. Y así, "condenado al fraca- so", quien escribe se afinca en la naturaleza viva, en las pa- labras, en Dios siempre pre- sente "cuando se nombran las cosas". Ese instante funda el alfabeto de este hombre que halla el eco en muchas voces a toda hora, en el sueño y la vigilia, en toda la geografía de sus papeles. Común era verlo con la cara enterrada en los libros, allá en su casa de Los Colorados de Villa de Cura, ausente, alucinado, in- sulinamente extraviado, dul- cemente quieto sobre el es- queleto de un poema. Siempre una casa y su pa- tio, el universo entero en la mirada de quien describe cada paso, cada sombra o re- lámpago, cada nombre: el Na- zareno, Mondrian, Virgilio, Homero, los talabarteros, los panaderos, las caminadoras, los ladrones. Cada salmo es un estar despierto con el mundo a oscuras. 3.- Un homenaje frustrado a Borges toma cuerpo en unos versos donde la noche co- mienza y termina en "el paso del tigre blanco de Sumatra", porque Aly Pérez tenía en Vi- lla de Cura toda la geografía, toda la tierra recogida en los ojos, "donde el ángel de las sombras" alcanza el zumbido de sus trazos verbales. Así lo pronuncia en Rumor de ala- meda, escritura y espacio co- tidiano, respiración en la que habitan todos los paisajes. "Gira la tierra/ en su no- che/ sobre el secreto canto de la muerte". Aquí se resu- me este libro, que arriba a la imagen del viajero Alejandro de Humboldt en la Alameda Crespo, "donde un fabuloso animal de la tarde se hace pa- labra". El tiempo, recurren- cia que admite la presencia del cosmos: el poeta viajaba ensoñado, desde un almen- drón tropical hasta un ciprés sirio o andaluz. Desde una calle de su pueblo hasta la Judea filistea y cristiana. Un cují pudo haber sido el ár- bol de la muerte del traidor. Árboles, vocablos, la som- bra del poeta, los meses crueles, las estaciones enfer- mas, el paraíso perdido, el perfil del abuelo Carmelo Aponte en 1928, la "patria borrosa". O el hijo reciente, su boceto en el poema mien- tras noviembre descorre "los pliegues del corazón". Todo el olor recogido en la mirada perdida del amigo Omar Gutiérrez "bajo un árbol de agua desplomado", mien- tras Leonardo Da Vinci hun- de sus pasos en un libro de his- toria del arte. La casa, una vez más, en una elegía. Los cajones repletos de sombras, de apellidos, la nos- talgia y Miguel Ramón Utrera en su "otra claridad", presente en el río y en el aire. Algunas cartas lanzadas al aire, a poe- tas y al tiempo. 4.- Y de esas tantas anteriores, Cartas a Ofelia, un libro de amor. Es el material de la es- pera. El poema se estira sobre el cuerpo amado y se hace músculo tenso, lo imagina, lo hace casa habitable; sin em- bargo, "Cada vez que intento el poema/ se salpica de un no sé qué de ti". Abunda "Siento el aguijón del retardo/ posiblemente no vengas". La voz de quien ha- bla por lo bajo se queda adhe- rida al nombre de Eloísa, si- lenciada en el secreto de un texto, pero prevista en las manos que tocan con el mis- mo poema "Tú que eres soplo de nube/ en el álgebra de la mañana". El tiempo acosa al escriba- no, al amante. Él es "fugaci- dad", temblor, pecho, sudo- res, "ángeles de Boticelli". La música "a la deriva de quebra- dos silencios". La piel de la mujer es un "delicado óleo de Renoir". Y un gato se apresu- ra a ser otro poema en el que ella es "beso sedoso". Final- mente, Ofelia, una primera carta, nombrada, sacada del misterio para decirle que "es otoño de abril" en el pueblo que lo habita. Insiste en el viaje por el mundo con ella en el recuer- do y calificarse "sueño oscu- ro", solitario en el poema. La segunda carta a Ofelia descu- bre la imposibilidad de su cuerpo, de los pliegues de su pensamiento. Ajena, la des- pedida en la voz de la mujer que ama, que lo ama y no debe. (…)

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Maracay, Sábado 1de septiembre de 2012

-ALBERTO HERNÁNDEZ-

Crónicas del OlvidoAly Pérez en nueve libros

(Fragmento)

1.-

La casa se advierte en laexperiencia del poema. En el comienzo de su

transición, pero también enel final de sus misterios. Encada espacio indica el tiem-po que lleva ocultando yofreciendo el lugar que ocu-pa en el interior de cada voz,de cada habitante. En poesía,como en los sueños, la casaes un habitante más, un serque nos concede sus cam-bios, porque ella es testigo detodos los pasos, de los ama-gos de la vida y de la últimapiel de la muerte.

Los textos de Aly Pérez,recogidos en su libro Pasiónsegún la casa (1991), vie-nen de muchas preguntas,de íntimas lecturas, de reco-gimientos interiores que re-nuevan las imágenes cuyorigor interpreta la vocaciónpoética de sus intentos. Perotambién de un inédito, gana-dor del Premio Jesús Ban-dres de San Juan de los Mo-rros en 1995, Salmos de lavigilia, que creemos nacióantes que el primero de losnombrados. Entonces es vozque se pluraliza cuando des-de el poema modela esa epi-fanía que en Keats es el as-censo a la belleza y el descen-so a la verdad. La casa, ro-deada de imágenes reales,vierte una atmósfera quetransforma al hombre de lapalabra en un hacedor deexperiencias estéticas.Nombres, autores, lugares,expresiones, el cuerpo de unmilagro visual, destacan lacontemplación de quien tie-ne en el lenguaje una parti-cular manera de decir lascosas.

El Endymion, ascender ydescender, retira la creenciasegún la cual el creador pier-de -en medio de esta dicoto-mía ambigua- el sentido delespacio para crear una at-

mósfera. Este libro -como to-dos los demás- del poeta AlyPérez transita por esa delga-da línea divisoria.

Una lectura, la gracia deatreverse a penetrar en lamemoria de quien irrumpecon una obra culta y a la vezsazonada con elementos desu cotidianidad, universalizala imagen, verbaliza el silen-cio y la lección que nos tienereservada la observación, lapasión por cada objeto quenos conduce a recrear elmundo. Cada poema de estelibro es un símbolo de la pu-reza del autor, de su tambiéncontaminada costumbre derozar con imágenes desnudascada aventura con la palabra.

La casa ya no es la misma// En el patio/ no están las gra-nadas rojas/ ni el amarillo delos jobos/ en la tierra, perotampoco la portátil destreza deMishima, Utamaro o el abani-co japonés que la casa aceptócon benevolencia. Desde lacasa, desde sus entrañas, ydesde la contemplación hastala elaboración del texto poéti-co, cortado por el filo de lavida. Ascenso y descenso.

¿Qué nos tiene reservadala casa si somos para noso-tros mismos habitación delsilencio? ¿Puertas y venta-nas no son acaso portado-ras, dueñas de palabras quealguna vez resuenan refor-madas porque el t iempoabusa de la desmemoria?¿No hay en cada casa un si-lencio que nos lleva a morircada vez que lo deseamos?¿No es la casa misma una

voz que nos convoca, quenos aturde en la soledad?¿No están las habitacionesllenas de ausencia, de aque-lla muerte que nos preparael terreno de la eternidad?

La poesía de la casa es lapermanencia en ella. Unavez desalojada nos perde-mos en un tipo de olvido, deabandono. La pasión por pa-redes, goznes y sonidos. Losruidos de la noche en la san-gre. El miedo que nos alejade ella o nos acerca más. Elsilencio que debilita la voznos hace profundos, quizásnada desde la calle, desde elrecorrido que trazamos paramarcarnos la única sí labaalguna vez escuchada en unsueño futuro. ¿Quién dijoque una puerta no es el lími-te entre la vida y la muerte?

2.-En Salmos de la vigilia

el poeta se ampara en el ReyDavid, con él inicia un trán-sito donde "nos congregamostodos/ como un grupo deaves/ que sueñan más allá dela muerte/ sobre esta patria/hecha pátina de tedio/ cal deesperanzas/ a la cual vuel-vo". El poeta regresa, retor-na a la tierra luego de una lar-ga ausencia, de una intensaextensión silenciosa por poe-mas o versos iniciales mar-cados por el paisaje, por olo-res, colores y sonidos quedespiertan a "los ángeles dela casa", donde las cosas seagitan, respiran la angustiade sus habitantes.

"Hay una desolación de lascosas/ en los seres/ en el vien-to que se dobla tras el humode los días…" y que sigue conla casa a cuestas, con el vinoescanciado, rancio, viejo en-tre la inminencia de los pája-ros y un jardín.

Y así, "condenado al fraca-so", quien escribe se afinca enla naturaleza viva, en las pa-labras, en Dios siempre pre-sente "cuando se nombran lascosas". Ese instante funda elalfabeto de este hombre quehalla el eco en muchas vocesa toda hora, en el sueño y lavigilia, en toda la geografía

de sus papeles. Común eraverlo con la cara enterradaen los libros, allá en su casade Los Colorados de Villa deCura, ausente, alucinado, in-sulinamente extraviado, dul-cemente quieto sobre el es-queleto de un poema.

Siempre una casa y su pa-tio, el universo entero en lamirada de quien describecada paso, cada sombra o re-lámpago, cada nombre: el Na-zareno, Mondrian, Virgilio,Homero, los talabarteros, lospanaderos, las caminadoras,los ladrones. Cada salmo es unestar despierto con el mundoa oscuras.

3.-Un homenaje frustrado a

Borges toma cuerpo en unosversos donde la noche co-mienza y termina en "el pasodel tigre blanco de Sumatra",porque Aly Pérez tenía en Vi-lla de Cura toda la geografía,toda la tierra recogida en losojos, "donde el ángel de lassombras" alcanza el zumbidode sus trazos verbales. Así lopronuncia en Rumor de ala-meda, escritura y espacio co-tidiano, respiración en la quehabitan todos los paisajes.

"Gira la tierra/ en su no-che/ sobre el secreto cantode la muerte". Aquí se resu-me este libro, que arriba a laimagen del viajero Alejandrode Humboldt en la AlamedaCrespo, "donde un fabulosoanimal de la tarde se hace pa-labra". El tiempo, recurren-cia que admite la presenciadel cosmos: el poeta viajabaensoñado, desde un almen-drón tropical hasta un cipréssirio o andaluz. Desde unacalle de su pueblo hasta laJudea filistea y cristiana. Uncují pudo haber sido el ár-bol de la muerte del traidor.Árboles, vocablos, la som-bra del poeta, los mesescrueles, las estaciones enfer-mas, el paraíso perdido, elperfi l del abuelo CarmeloAponte en 1928, la "patriaborrosa". O el hijo reciente,su boceto en el poema mien-tras noviembre descorre"los pliegues del corazón".

Todo el olor recogido en lamirada perdida del amigoOmar Gutiérrez "bajo un árbolde agua desplomado", mien-tras Leonardo Da Vinci hun-de sus pasos en un libro de his-toria del arte.

La casa, una vez más, en unaelegía. Los cajones repletos desombras, de apellidos, la nos-talgia y Miguel Ramón Utreraen su "otra claridad", presenteen el río y en el aire. Algunascartas lanzadas al aire, a poe-tas y al tiempo.

4.-Y de esas tantas anteriores,

Cartas a Ofelia, un libro deamor. Es el material de la es-pera. El poema se estira sobreel cuerpo amado y se hacemúsculo tenso, lo imagina, lohace casa habitable; sin em-bargo, "Cada vez que intentoel poema/ se salpica de un nosé qué de ti".

Abunda "Siento el aguijóndel retardo/ posiblemente novengas". La voz de quien ha-bla por lo bajo se queda adhe-rida al nombre de Eloísa, si-lenciada en el secreto de untexto, pero prevista en lasmanos que tocan con el mis-mo poema "Tú que eres soplode nube/ en el álgebra de lamañana".

El tiempo acosa al escriba-no, al amante. Él es "fugaci-dad", temblor, pecho, sudo-res, "ángeles de Boticelli". Lamúsica "a la deriva de quebra-dos silencios". La piel de lamujer es un "delicado óleo deRenoir". Y un gato se apresu-ra a ser otro poema en el queella es "beso sedoso". Final-mente, Ofelia, una primeracarta, nombrada, sacada delmisterio para decirle que "esotoño de abril" en el puebloque lo habita.

Insiste en el viaje por elmundo con ella en el recuer-do y calificarse "sueño oscu-ro", solitario en el poema. Lasegunda carta a Ofelia descu-bre la imposibilidad de sucuerpo, de los pliegues de supensamiento. Ajena, la des-pedida en la voz de la mujerque ama, que lo ama y nodebe. (…)

Contenido Maracay, Sábado 1 de septiembre de 201210

Oswaldo ChaparroEl Cantaclaro de Aragua

!

A pocos kilómetros de SanCasimiro de Güiripa, en el caserío Carutico de la

Parroquia Güiripa del Munici-pio San Casimiro, nació Oswal-do José Chaparro Bandes, el 5de mayo de 1949. Se dio a la vidadonde se acumulan gargantasmusicales, que cuando dilatan,más allá de la geografía del can-to sancasimireño, derraman vo-ces de apellidos tan sonoros quehacen de San Casimiro El San-tuario Musical de Aragua. Se po-drían citar los apelativos; Tovar,Acevedo, Hernández, Rondón,Vegas, Torrealba, Delgado,Fuentes, Díaz, Reinosa, Reque-na, Perales, Figueroa, Conde ,Guevara, Jiménez, Chaparro,Reina, Vargas, Boullón, Pérez,Báez, por mencionar algunosante la historia, de que es cier-to: San Casimiro es tierra deMúsicos y Cantautores.

Palabras mayores son, deque cuando Oswaldo nacióaquella noche, su papá Maximi-no Chaparro tocaba el arpa enun Velorio de Cruz. Como tam-bién es cierto que a la mediahora se apareció, acompañadode Reyes Conde y que al llegar,la partera Emilia Santana lespreguntó, que cómo se habíanenterado del nacimiento y queReyes Conde le respondió: Porel llanto que escuchamos pri-ma. También cuentan que Re-yes agregó: Ese muchacho va atener un buen gañote. Otras his-torias refieren que su mamáMargarita Bandes le arrullabay metía entreveradas, en el re-pertorio de canciones de cuna,algunas rancheras. Los padri-nos de bautizo fueron: Eusta-quio Carpio (Hermano de Nico-lás Carpio) y Juanita Requenade Fuentes, y de confirmaciónel cantautor Reyes Conde Gue-vara. Sus maestros; en una es-cuela de bahareque frente a untamarindo, en el camino queconduce a Santa María, fue-ron: Juanita Requena de Fuen-tes en los grados de 1° a 3° yAlfonzo Páez en los grados de4° a 6°. Desde pequeño, se ini-ció en las faenas del campo yfueron testigos, del tema mu-sical "Mi Lindo Cafetal", los bu-cares y el café que afincan sus

raíces en las inagotables mon-tañas güiripeñas.

Escribir de la hoja de vidamusical de Oswaldo, por loextenso, solo a un chalado sele puede ocurrir. Recorramos,como uno de esos que agarrancarretera, el camino de estecantautor sancasimireño,para que Satanás retrocedaante tamaña verdad. Se inicióen el canto de aguinaldo y ran-cheras, llegando a fundar LosAlegres de Carutico, que siem-pre resultaban ganadores enel festival navideño que se ce-lebraba enfrente de la iglesiaMatriz de San Casimiro; luegosiguió con el joropo aragüeñoy mirandino. También fundóy dirigió las agrupaciones: LosAlegres del Ritmo, Los Pro-pios y El Sexteto Venezuela.

Sin duda alguna, OswaldoJosé Chaparro Bandes es un ver-sátil del canto nacional. Ha idodel aguinaldo y la ranchera aljoropo aragüeño y mirandino,y de este a la música llanera. Élmismo relata, que cuando asis-tía a la inauguración de la Av.José Casanova Godoy en la ciu-dad de Maracay, y donde parti-cipó bailando y cantando músi-ca aragüeña vio a algunos can-tantes de música llanera; y legustó tanto que le confesó, a

Eduardo Jiménez, a ChuchoAcevedo ( El Caballero del Arpa)y a la difunta Reina Acevedo,"voy a iniciarme en la música lla-nera" y fue tanto lo que le gustóy aprendió que integró las si-guientes agrupaciones Aragua yLlano, integrado por RafaelBoullón, Esteban (Cholo ) Díaz,Perucho Piñango, y Germán Ve-lásquez; Rafael (Chucho) Aceve-do y su Conjunto; PentagramaLlanero, conformado por RafaelReina, Alejandro Requena,Héctor Piñango, Fileno Aceve-do y Elpidio Boullón ; Brisas delLlano, dirigido por Jacinto Ro-dríguez y otras que hacen in-agotable esta crónica.

Son tantas las caminadas porla música llanera, que un día dejunio de 1980, llegó a la cerve-cería La Apureña en la Ciudadde Caracas, donde fue bautiza-do como El Cantaclaro de Ara-gua por José Romero Bello, ElClarín de la Llanura; siendo lospadrinos, en este acto de reafir-mación de sus actuaciones porla Canta Criolla, los cantauto-res: Ramoncito Pérez, JulioMiranda y Rafael Chucho Ace-vedo. Muchos han sido los re-conocimientos y premios queha recibido este Hijo de SanCasimiro en los sitios que se hapresentado, que podrían citar-

se los siguientes: Concha Acús-tica de Maracay con Henry Ru-bio y su Conjunto; Tasca LaGran Parada en la Ciudad de LaVictoria con EncarnaciónChávez y su Conjunto; Maes-tranza César Girón con CheloAcevedo y su Conjunto; Club ElDorado en Paracotos con Elconjunto Brisas del Llano; ClubRancho Quirpa en Güiripa; Cen-tro Social y Cultural , hoy Casade la Cultura don Eleazar Casa-do de San Casimiro con Salva-dor Rodríguez y Margarito Aris-tigueta; Club Los Guasimitos enSan Casimiro con Chelo Aceve-do y su Conjunto; Club Los Ja-billos en San Casimiro con elconjunto Pentagrama Llanero;Club Los Samanes en San Casi-miro con el conjunto Aragua yLlano; Club Social Carutico enGuanayén con el conjunto deLos Hermanos Navas; cervece-ría La Apureña en Caracas conel conjunto de Chucho Aceve-do y Joseíto Romero; CentroSocial Santa Teresa del Tuy conChucho Acevedo y su Conjun-to; Club Pampero con el con-junto de Los Hermanos Casti-llo; Club La Tigrera en Los Cha-guaramos, estado Miranda conel Conjunto Garza Blanca, ClubLos Mangos en Guayabal, esta-do Guárico con el Conjunto de

los Hermanos Acevedo de Ca-labozo; y tantos otros que ha-cen interminable esta carava-na de lugares y agrupacionesque han visto y han acompa-ñado a este maestro del cantovenezolano.

De todas esas presentacio-nes, la que más recuerda Oswal-do, fue cuando se presentó enel desaparecido bar El Placerdel Bachaco, ubicado dondeestá hoy el banco de Venezuelay que atendía el recordadoRené Alvis. En ese sitio, Oswal-do cobró bs 15 de los de antes (y no tan débiles) por su prime-ra actuación. Su padre Maximi-no Chaparro fue quien le exten-dió aquella cantidad tan gran-de, que Oswaldo no había vistojamás. Otra presentación querecuerda con mucho cariño esaquella que hizo en el club ElTorreón de Cúa, estado Miran-da, en 1979 y donde cobró bs800 de los de antes.

Además de fundador, direc-tor y cantante de grupos musi-cales, Oswaldo es autor de mu-chos temas musicales salidos,unos, de la belleza de los buca-res y el café que lo han acom-pañado siempre y otros delmanantial de valores de la can-ta criolla. De esas tantas com-posiciones, se les podría entre-gar a los lectores las siguientes:Mi lindo Cafetal, Valores de miPueblo, El Regalo de mi Novia,Así es mi Campo, San Casimiroy sus Barrios, Güiripa lo tieneTodo, Mi Caballo Parrandero,Otras navidades Solo, QuirpaCentral, Mensaje para un Poli-cía, La muerte de un Eminentey El Cantaclaro Llegó.

Oswaldo contrajo matrimo-nio con Rosa Eugenia Guevaray de esa unión nacieron: Ángel,Alexis y Yulis, que han tomadola senda de la música, igual quesu nieto, Ángelo Noel Chaparro.Oswaldo vive hoy, rodeado delcariño de su esposa, hijos y nie-tos, en el barrio Pueblo Nuevo.Ve con orgullo cómo se ha idoacrecentando la dinastía deOswaldo Chaparro El Cantacla-ro de Aragua y que como dice lacanción, que él mismo compu-so: "El Cantaclaro llegó, / vienecon las pilas puestas, / con lagarganta clarita, / y la memoriamuy fresca". Sinceramente lle-gó para quedarse en la historiade la canta criolla.

SALVADOR RODRÍGUEZ

Maracay, Sábado 1 de septiembre de 2012 Contenido 31

Francisco José Cruz:No creo que un par de versos salven a ningún

poema ni a ningún poetaRAMÓN ORDAZ

F rancisco José Cruz tal vezsea el poeta español quemás vinculaciones y co-

rrespondencias tenga con el uni-verso literario latinoamericano.Un indicador bien podría ser suconsecuencia con Palimpsesto, larevista que edita en Carmona(Sevilla), desde hace dieciochoaños, a través de la cual ha cons-truido puentes de acercamientoe intercambio con la poesía lati-noamericana y que en estos mo-mentos alcanza los veintitrés nú-meros en circulación; otro, tanimportante y trascendentalcomo el primero, es su obra poé-tica, la que cuestiona sin tapujosen una primera etapa suya, peroque de seguidas reivindica en suslibros posteriores, calzados por lamadurez, por una sentida inda-gación formal, por esa incursiónde su palabra en los laberintos delo cotidiano, subsumida en unasuerte de lugar común de la exis-tencia, que por común y reitera-tiva, precisamente, sirve al poe-ta para satirizar, poner en cues-tión nuestro acontecer, ese trans-currir del tiempo y de las cosasque su oficio de poeta interroga,coloca en jaque con fina ironía, aveces con crudeza. No es una poe-sía complaciente la de FranciscoJosé Cruz. El ser y el no ser, lacotidianidad de la muerte -la delos vivos y la de los muertos-, lailusión del tiempo, el tiempo quepasa y que no pasa, la vida en elmás íntimo resquicio del cuerpodesmaterializándose, la orfan-dad ante la pérdida de parientesy allegados, los malabares de laseternas preguntas infantiles, tie-nen en el poeta andaluz una vozcrítica que transgrede las res-puestas comunes que tienen elresto de los mortales. No hay eva-sivas en su escritura poética.Venido al mundo en Alcalá delRío, Sevilla, España, en 1962Francisco José Cruz es autor delos poemarios: Prehistoria de losángeles (1984); Bajo el velar deltiempo (1987); Maneras de vi-vir (1998); A morir no se apren-de (2003); Hasta el último hue-so (antología publicada en Vene-zuela por la editorial El otro, elmismo, 2007). Es autor, ade-más, de varias compilaciones yediciones: Antonio Porchia, Vo-ces (Carmona, col. Palimpses-to,1991); Roberto Juarroz, Poe-sía vertical (Madrid, Visor,1991); Poesía de la intemperie.Selección poética de letras fla-mencas (Carmona, col. Pa-limpsesto, 1996); Antonio Delto-ro, Poemas en una balanza (Car-

mona, col. Palimpsesto, 1998);Humberto Ak'abal, Todo tienehabla (Carmona, col. Palimpses-to, 2000); María Mercedes Ca-rranza, La Patria y otras ruinas(Carmona, col. Palimpsesto,2004); Pedro Lastra, Datos per-sonales (Carmona, col. Pa-limpsesto, 2005), entre otros.Sobre la obra de Eliseo Diego,Eugenio Montejo, Alejandra Pi-zarnik, Virgilio Piñera, GonzaloRojas, Fabio Morábito, José Ma-nuel Arango, Julio Cortázar yGabriel García Márquez ha deja-do testimonio en su obra ensa-yística. Invitado a la ciudad deMérida a participar en variasactividades de la VII Bienal Lite-raria "Mariano Picón Salas", en-tre ellas el bautizo de su libroHasta el último hueso, entrevis-tamos al poeta en el Hotel PradoRío el 21 de septiembre de 2007.

Ramón Ordaz.- En primerainstancia, estimado FranciscoJosé, hay algo que me interesaindagar acerca de tu poesía, yque en cierto modo lo abordaEugenio Montejo cuando se re-fiere a tu obra y es el hecho deque eres un poeta aferrado a latradición. ¿Cuál es esa tradiciónpara ti, cómo la concibes hoy?

Francisco José Cruz.- Cuan-do digo tradición me refiero a cier-tas formas trabajadas y consoli-dadas por el uso de siglos. A mí meinteresa parte de ella. Por un ladola poesía anónima: el romance yla copla flamenca. Por otro, den-tro de la poesía culta, la zona másíntima y recogida, que parte deJorge Manrique, pasa por Bécquery llega a Eliseo Diego, EugenioMontejo o José Manuel Arango,por ejemplo. Como bien señala elpoeta español Dionisio Ridruejo,uno puede nutrir su imaginacióncreadora y su visión del mundode poetas pertenecientes a otraslenguas, pero sólo de los poetas denuestra propia lengua aprendeuno su íntimo manejo artesanal.

RO.- Interpreto que tu poesíacumple un compromiso de conti-

nuidad con un vasto horizonte dela poesía española. ¿Tus contem-poráneos están en esa línea?

FJC.- Yo creo que el poeta ac-tual no tiene sentido de la va-riedad y en general, está muyperdido. Suele confundir versoscon la división aleatoria de lí-neas en el papel. Si uno alargauna línea o la corta, tiene queser por algo, no por capricho.Olvidamos con frecuencia que loque queremos decir en un poe-ma depende en gran medida dela forma elegida para ello. Yotrato de encontrar en ciertasformas tradicionales los maticesnecesarios que las hagan mías.Al revés de lo que suele pensar-se, el verso libre y la disoluciónde la estrofa dan más facilidad einmediatez al poeta que las for-mas tradicionales, pero no máslibertad. La libertad surge de lasposibilidades técnicas con que secuenta, y la tradición ofrece undespliegue variadísimo de me-tros y estrofas muy poco utiliza-dos hoy día. En este sentido, espara mí modélico el aprovecha-miento innovador que lleva acabo el gran poeta peruano Car-los Germán Belli de ciertos re-gistros procedentes de distintasépocas, especialmente de la ba-rroca, sin que la compleja amal-gama verbal reste emoción alpoema.

RO.- En la presentación de tulibro señalas algo que me llamala atención. Hay una especie demea culpa de los primeros libros,incluso dices "llegué a considerar-me poeta sin serlo todavía". Re-cuerdo en estos momentos unpoema de Cavafis, "El primerpeldaño", en el que el poeta Eu-menos se lamenta ante Teócritode lo poco que ha escrito y cuán-to es de difícil escalar un peldañomás; en cambio obtiene comorespuesta de Teócrito el halago:Ya de tu primer paso debes/ sen-tirte feliz y satisfecho. Esto es unverdadero reto, exigente en to-dos los sentidos; el mismo Borgesllegó a afirmar que ojalá la pos-teridad reconociera en él un parde versos. ¿Cómo interpretar laflagelación que asumes respectoa tus dos libros anteriores, mien-tras los dos últimos constituyenel camino añorado, la concreciónde una búsqueda?

FJC.- No creo que un par deversos salven a ningún poemani a ningún poeta. El verso esun instrumento más del poema,un recurso y debe estar justifi-cado por el anterior y por el si-guiente, sin resaltar sobre el res-to y si por bello que sea, no enca-

ja en el puzzle, sobra. Tardé enencontrar mi propio tono, aun-que uno nunca sabe si lo encon-tró. Esto lo sabrá la posteridad.Incluso, una obra puede serviren una época histórica y en laotra ser olvidada, porque no de-pende sólo de su propia verdad,sino también de las necesidadesde quien la lee. A mí me costómuchos años ser sincero conmi-go mismo. Entre el segundo li-bro -que no refleja ninguna vi-vencia mía auténtica ni tratoíntimo con el lenguaje- al terce-ro, pasaron once años, que fue-ron para mí un calvario. Todo loque hacía lo rompía, pero rom-per -ahora se dice muy fácil-, enesos momentos de euforia, cues-ta mucho. Cuando uno consigueno engañarse, empieza a exigir-se en su trabajo, a establecer undiálogo con su propia realidad.

RO.- De acuerdo. Estamos ha-blando del poema como una enti-dad autónoma. En un contextomayor, el libro, un libro de poe-sía no necesariamente tiene porqué conservar una unidad. ¿Cuáles tu apreciación al respecto?

FJC.- Creo que un poema tie-ne que funcionar en el lector demodo independiente al resto delos poemas del libro. Si no es muylargo, puede ser aprendido dememoria, de manera que sólodependa de los propios órganosvitales de uno hasta interiorizar-lo. Entonces, se hace portátil: unpoema que va por dentro comova por dentro una oración. Aho-ra bien, hay otro nivel de rela-ciones, que no es desdeñable enla medida en que el libro comoentidad existe. Procuro, al com-poner un libro, que cada poemaaborde el tema general desdeuna perspectiva distinta a losotros y entre ellos se hagan gui-ños formales o temáticos, segúnlos casos, hasta establecer un cli-ma determinado de conjunto.

RO.- El término "concienciaartesanal" es afín a tu oficio depoeta. Quisiera que abundarassobre este aspecto que pareceno sentarle muy bien a ciertospoetas.

FJC.- Lo que yo he aprendidode la tradición es justo eso: ladecantación de ciertas formasque cuando se sostienen duran-te tanto tiempo es porque hayuna responsabilidad de fondo so-bre ellas. El lenguaje es un ins-trumento como la música o lapintura. Hay que modelar eseinstrumento, poner, como diceEugenio Montejo, las palabrasen su sitio, para que lo que in-

tentemos decir se refleje de al-gún modo en el poema. No hayuna relación automática entreel pensamiento y el lenguaje.Hay que insertar el pensamien-to en el lenguaje, incluso el pro-pio lenguaje, cuando se trabaja,te descubre cosas que uno no hasabido pensar si éste no está bienorganizado. Para mí el poema esun cuerpo orgánico, hasta elpunto de que, aunque tenga unaidea de su contenido, no soy ca-paz de escribirlo sin haber deci-dido previamente su forma. Así,su estructura no se queda en unmero soporte rítmico del signifi-cado, sino que participa de él.

RO.- Pasemos de la concepciónestética del poema a las temáti-cas. Hay un punto que es recu-rrente en ti, la enfermedad. Per-dóname que me comporte comoun inocente, ¿qué pasa con elsíntoma recurrente de la enfer-medad en tu poesía?

FJC.- Nada como la poesía, enun mundo tan tecnológico y pre-potente, nos recuerda nuestraradical indefensión, nuestraprecariedad. Paradójicamente,cuanta más conciencia de nues-tro desamparo nos dé un poema,más capacidad tiene de acompa-ñarnos y de consolarnos.

RO.- A propósito de la ideadel poema como corporeidad, desu autonomía respecto a losotros, en el poema "De vacío",de Hasta el último hueso, lee-mos: A veces me entran ganasde escribir un poema/ sin tenerel asunto ni la forma./ En ver-dad, es el cuerpo tan sólo el quedesea / decir alguna cosa. (...)Más adelante escribes: El cuer-po siempre aguarda que yo es-coja/ la idea... Aquí está la es-tética y la realidad del oficio, delproceso de escritura de que es-tabas hablando.

FJC.- Exacto. Como dice LuisRosales -uno de los grandes poe-tas que admiro-, se escribe contodo el cuerpo, con el temblorhumano, no sólo con el pensa-miento. De ahí que, a veces, an-tes incluso de saber sobre quédeseo escribir, me viene una es-pecie de sensación física que seremueve por dentro y que sien-to necesidad de reordenar. Aveces sólo me quedo en ese ama-go latente, sin concretar nada.Eso es tremendo, porque unodebería escribir cuando real-mente tenga algo qué decir (…)

(Fragmento de entrevista publicadaen Poda, Revista Latinoamericana de

Poesía, año 4, nº 6, junio de 2008)

Contenido Maracay, Sábado 1 de septiembre de 201232

Poemas de Nesfran GonzálezISoledadsólo habitas en conciencias ermitañasdialogas sin emitir discursoscon la silueta de un carrusel erranteresignándote a viviren palacios y edificios metropolitanos.Bronceas tus pestañas en la urna de una palmeramientras el hombre no dice nadase esfuman las palabrasdescansan en un yunque de jebese arrinconan en un toldo de apariencias.Ríes soledadcuando ves al insomnehuir por las escalinatas del tiempolleno de un anaranjado pavorlleno de batutas y silbidosdibujando bonanzas con elbetún que blanquea tus dientes.Lloras soledadcuando oyes los recitales del acongojadoarrastrándosepor los faroles de la muertecon vocablos que desdibujantu ácida lengua.Gimes soledadcuando clamo mis versosdivirtiendo resonancias ilusasen el hato de sensaciones solitarias....

IIApestaba su sangrecrujían los golpes vagabundossufrimiento dilatado de la sonrisa de una princesaacoso febril, simple y taciturnocomienzo de un recuerdo perdurable e infinito.Silenciaron sus pasos con una lágrima dedolory otra de alegríasolo, solo te encontrabasentre marejadas, lamentos y gemidosfragmentos extraviados por una sombradiscurrían la voz; mientras el cedroensanchado y sabiogritaba tonterías y palabras inoportunasmaldiciones, amenazas y proverbios a granely el tiempo se detuvolas lenguas rebosantes se callaronla noche vertió sus lamentosen las llamas humeantes del ocasosus gestos de vida iban poco a pocoextinguiéndoseel holocausto le parecía un juegosu soledad, el adiós.

IIIVanas promesas me hacen bajar de una nube

infringiendo el largo viajetortuoso, alegre, vigoroso

de las sandalias que sangran por una herida,herida en el fenotipo de rizos reprimidos

por un torrente de fluidos hechizados.Meses de espera. Segundos de tristeza.Desenvaino prontas soluciones ante un

coro de mil demoniossujetado a una soga que tambalea mis sentidos

observo una mirada austerauna mirada que sonríe

que rehuye ante espejismos y espejos con huellas dactilaresdejadas por manos atrevidas. La

mirada escapapero es atrapada por la mía

y cuando volvemos a la realidada la constante lucha entre el dinero y el morir

entre el amor y la fantasíame doy cuenta que esa mirada

la había perdido de manera infantilen la linfa que brotaba de las sandalias

decididas a tomar otro camino....

IV

Paisajes espirituales

ruedan por el contexto maquiavélico de lascosas

mientras caminan pausadamente

las rejas carcelarias

y las víctimas de una memoria por descubrir

y las figuras que arden en las brasas delsonido

y las cortinas compuestas de azuladas molé-culas

y los rieles de un tren desaforado

y las joyas de un ilustre mendigo.

Como si el llanto de los niños

saliera de sus fronteras

en medio de fulgidas estaciones

donde las palabras no existen

sólo paisajes espirituales

que sufren el vaivén de la razón

sólo paisajes espirituales

que endulzan la vida de un reo

donde el brillo de los claveles

el despertar de la rosas

la firmeza de una espiga

el sueño de una cumbre

cantan elegías

y escriben odas entre cientos de sonetos

y vuelan entre las nubes del país de las dudas

y navegan en los corazones de personassoñadoras

iluminando con las joyas del mendigo

a los rieles las cortinas las víctimas las figuras

y las rejas que dan paso a la libertad

reflejado en los paisajes espirituales de unviajero

que surca en los elementos de la inspiración.(…)