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Maracay, Sábado 7 de Mayo de 2011 Crónicas del Olvido El escritor y sus fantasmas -ALBERTO HERNÁNDEZ- 1.- A Ernesto Sabato le gus- taban las entrevistas. No tanto porque apare- ciera en los diarios, sino por- que le gustaba provocar el pensamiento de sus posibles lectores. Es decir, abría una puerta para inclinar balanzas y dejar que el peso de su opi- nión aportara voces y silen- cios. Sabato era un excelente polemista. Un hombre de res- puestas. Su formación cientí- fica estaba presente en todas sus intervenciones. En “El escritor y sus fantas- mas”, un libro de fragmentos, ensayos cortos e ideas para discutir, el recién fallecido na- rrador argentino nos deja un lugar donde es posible discer- nir, estar de acuerdo o no con sus posturas, pero -en defini- tiva- un libro para mover la in- teligencia, sacar conclusiones, elaborar tesis, inventar y bo- rrar emociones. En la explicación que nues- tro autor ofrece al comienzo, Sabato se pregunta: "¿Para quién escribo este libro?" Y responde: "En primer término, para mí mismo, con el fin de aclarar vagas intuiciones so- bre lo que hago en mi vida; lue- go, porque pienso que pueden ser útiles para muchachos que, como yo en mi tiempo, luchan por encontrarse, por saber si de verdad son escritores o no, para ayudarlos a responderse qué es eso de la ficción y cómo se elabora…", y sigue respon- diendo, de la manera más ama- ble. No ha dejado, en todos es- tos años, de respondernos. 2.- Con “El escritor y sus fan- tasmas” conservo un pecado que debo confesar hoy: fue mi primer robo. Sí, saber que el libro existía, que era referen- cia en mis estudios universi- tarios, pero que no estaba al alcance de mi bolsillo, me propuse que estuviese al de una de mis manos. Y así. Una tarde, maletín en mano, me convertí, como en la novela de Markus Zusak, en un la- drón de libros. Fue en una li- brería de Maracay. En Cara- cas no pude hacerle frente a este delirio porque me entró todo el terror del principian- te. Cuando llegué a la casa con el producto de mi fechoría, abrí la obra de Ernesto Saba- to y comencé a leerlo como él me pidió que lo hiciera, como un muchacho, como lo que era. Y desde esos días de la década de los setenta, lo leo. Siempre lo reviso, lo sobo, lo paseo por la casa, lo acaricio, le quito el polvo, le hablo. Él me habla. Sabato me habla, me aconseja. Yo no sé, finalmente, si me hice escri- tor. Pero sí estoy agradecido de ese señor casi centenario que acaba que arrancar hacia las estrellas. Sábato, a pesar de su sapiencia, me enseñó a ser amable, comedido en al- gunas cosas, pese a que la in- teligencia, cuando se muestra toda, se torna arte de pedan- tería. Me refiero a la inteli- gencia de Sabato, pues la mía (¿dónde estará?) casi no se siente, es un préstamo de tan- tos amigos y no tan amigos, de conocidos y desconocidos a quienes les he robado ideas para poder sobrevivir, como muchas veces también ha confesado Enrique Vila-Ma- tas. Con “El escritor y sus fan- tasmas” pasé al estadio supe- rior del crimen organizado: practiqué lo que siempre pla- nifiqué, robarme un libro sin que me descubrieran. Digo organizado con toda la impu- dicia del mundo porque me organicé muy bien para ha- cerlo, pero estaba demasiado solo, lo que hizo que madu- rara esta inclinación y me empujara a repetir la acción criminal, unas veces exitosa, otras fallida. Un día terminé frente a un policía que luego se echó a reír y hasta le pidió al librero que se quedara quie- to. Se trataba de un policía extraño. Yo creo que había leído a Sabato o a Kafka. Y no me arrepiento de haberlo he- cho porque con la lectura del cuerpo del delito he aprendi- do y he enseñado algo: he sido profesor en muchas aulas, de adolescentes y de universita- rios. Y Sabato ha estado allí, con sus duendes, con sus monstruos, con sus pesadillas, con su pesadumbre y su pesi- mismo, con su incertidumbre y sus rasgaduras filosóficas. 3.- Más adelante, el tomo nos entrega un "Interrogatorio preliminar" donde el autor recoge muchas de las pre- guntas que le han formulado periodistas y lectores. Pre- guntas que tienen, por su- puesto, respuestas que han servido para darle cuerpo a las páginas que en este ins- tante tengo abiertas sobre la mesa. Sabato responde con precisión. A veces con dema- siada precisión. Es un hom- bre de ciencia entregado a la magia de la literatura. Es un sabio que no se sale de su es- pacio. No corrompe el lugar donde habla. Dignifica a quien oye. Lo construye con sus palabras. Entre las tantas preguntas escojo la última con su res- pectiva reflexión: "-Usted que escribió que Borges es heresiarca del arra- bal porteño, latinista del lun- fardo, suma de infinitos biblio- tecarios hipostáticos, ¿sabe quién es Ernesto Sabato? -No del todo. He tratado de averiguarlo escribiendo algunas ficciones. En ellas mis amigos y mis enemigos tienen una buena cantera para averiguarlo". Y, en efecto, lo he averi- guado: Ernesto Sabato ha sido y es uno de los grandes escri- tores del siglo XX americano. Una de nuestras glorias civi- les. Aunque a veces creo que no existió, que es una som- bra de sus héroes, de sus tum- bas abiertas, de sus extermi- nadores, de sus túneles oscu- ros. Nuestro fantasma perso- nal. El ectoplasma de nuestra juventud. 4.- La siguiente parte de este libro para "muchachos" ha- bla de “Las letras y las artes en la crisis de nuestro tiem- po”. En estas hojas el hom- bre es el sino de su angustia. Hombre y tiempo en medio de un caos que ya se ha ins- talado en nuestro espíritu. "La cosificación del hom- bre", "La rebelión del hom- bre concreto", "No crisis del arte, sino arte de la crisis". Ensayos que hunden la daga en medio de dicotomías que han confundido a quien ya tiene algunos siglos sobre la tierra. La parte final es una larga caminata por un tema que se repite, que se refleja en el agua, en el espejo, en el fon- do de los ojos, en el alma del universo creador. Literatura, arte, cosmogonía, ciencia, personajes, corrientes lite- rarias, la lectura y la escritu- ra, dialéctica y sueños. Todo un compendio de emociones escrito en pocas líneas, como para que el lector se instale y no se despegue hasta ce- rrar la última página con el aliento de tantas ideas. De una idea multiplicada. Desde aquel día de mi pri- mer delito, desde aquella tarde frente a la fila de libros de diversas tapas y colores, me enfrento a éste de verde tapa elegante, de sobria pre- sencia que la editorial Agui- lar sembró en nuestros ojos de estudiantes. Se trata de la cuarta edición, la de mayo de 1971. La avenida Miranda de Maracay me ha sabido per- donar. Creo que el propieta- rio del negocio también. La librería estaba en ese cami- no diario de mis andanzas de malogrado aspirante a mor- gues, consultorios y pabello- nes quirúrgicos. Me quedé con las letras, con la litera- tura, con la locura, con esta maravillosa genética que si- gue vapuleándome. Gracias al maestro Ernesto Sabato. A él y a sus fantasmas, tan amables.

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Maracay, Sábado 7de Mayo de 2011

Crónicas del Olvido

El escritory sus fantasmas

-ALBERTO HERNÁNDEZ-

1.-

A Ernesto Sabato le gus-taban las entrevistas. No tanto porque apare-

ciera en los diarios, sino por-que le gustaba provocar elpensamiento de sus posibleslectores. Es decir, abría unapuerta para inclinar balanzasy dejar que el peso de su opi-nión aportara voces y silen-cios. Sabato era un excelentepolemista. Un hombre de res-puestas. Su formación cientí-fica estaba presente en todassus intervenciones.

En “El escritor y sus fantas-mas”, un libro de fragmentos,ensayos cortos e ideas paradiscutir, el recién fallecido na-rrador argentino nos deja unlugar donde es posible discer-nir, estar de acuerdo o no consus posturas, pero -en defini-tiva- un libro para mover la in-teligencia, sacar conclusiones,elaborar tesis, inventar y bo-rrar emociones.

En la explicación que nues-tro autor ofrece al comienzo,Sabato se pregunta: "¿Paraquién escribo este libro?" Yresponde: "En primer término,para mí mismo, con el fin deaclarar vagas intuiciones so-bre lo que hago en mi vida; lue-go, porque pienso que puedenser útiles para muchachos que,como yo en mi tiempo, luchanpor encontrarse, por saber side verdad son escritores o no,para ayudarlos a respondersequé es eso de la ficción y cómose elabora…", y sigue respon-diendo, de la manera más ama-ble. No ha dejado, en todos es-tos años, de respondernos.

2.-Con “El escritor y sus fan-

tasmas” conservo un pecadoque debo confesar hoy: fue miprimer robo. Sí, saber que ellibro existía, que era referen-cia en mis estudios universi-tarios, pero que no estaba alalcance de mi bolsillo, mepropuse que estuviese al deuna de mis manos. Y así. Unatarde, maletín en mano, meconvertí, como en la novelade Markus Zusak, en un la-drón de libros. Fue en una li-brería de Maracay. En Cara-cas no pude hacerle frente aeste delirio porque me entrótodo el terror del principian-te. Cuando llegué a la casa conel producto de mi fechoría,abrí la obra de Ernesto Saba-to y comencé a leerlo comoél me pidió que lo hiciera,como un muchacho, como loque era. Y desde esos días dela década de los setenta, loleo. Siempre lo reviso, losobo, lo paseo por la casa, loacaricio, le quito el polvo, lehablo. Él me habla. Sabato mehabla, me aconseja. Yo no sé,finalmente, si me hice escri-tor. Pero sí estoy agradecido

de ese señor casi centenarioque acaba que arrancar hacialas estrellas. Sábato, a pesarde su sapiencia, me enseñó aser amable, comedido en al-gunas cosas, pese a que la in-teligencia, cuando se muestratoda, se torna arte de pedan-tería. Me refiero a la inteli-gencia de Sabato, pues la mía(¿dónde estará?) casi no sesiente, es un préstamo de tan-tos amigos y no tan amigos,de conocidos y desconocidosa quienes les he robado ideaspara poder sobrevivir, comomuchas veces también haconfesado Enrique Vila-Ma-tas. Con “El escritor y sus fan-tasmas” pasé al estadio supe-rior del crimen organizado:practiqué lo que siempre pla-nifiqué, robarme un libro sinque me descubrieran. Digoorganizado con toda la impu-dicia del mundo porque meorganicé muy bien para ha-cerlo, pero estaba demasiadosolo, lo que hizo que madu-rara esta inclinación y meempujara a repetir la accióncriminal, unas veces exitosa,otras fallida. Un día terminéfrente a un policía que luegose echó a reír y hasta le pidióal librero que se quedara quie-to. Se trataba de un policíaextraño. Yo creo que habíaleído a Sabato o a Kafka. Y nome arrepiento de haberlo he-cho porque con la lectura delcuerpo del delito he aprendi-do y he enseñado algo: he sidoprofesor en muchas aulas, deadolescentes y de universita-rios. Y Sabato ha estado allí,con sus duendes, con susmonstruos, con sus pesadillas,con su pesadumbre y su pesi-mismo, con su incertidumbrey sus rasgaduras filosóficas.

3.-Más adelante, el tomo nos

entrega un "Interrogatorio

preliminar" donde el autorrecoge muchas de las pre-guntas que le han formuladoperiodistas y lectores. Pre-guntas que tienen, por su-puesto, respuestas que hanservido para darle cuerpo alas páginas que en este ins-tante tengo abiertas sobre lamesa. Sabato responde conprecisión. A veces con dema-siada precisión. Es un hom-bre de ciencia entregado a lamagia de la literatura. Es unsabio que no se sale de su es-pacio. No corrompe el lugardonde habla. Dignifica aquien oye. Lo construye consus palabras.

Entre las tantas preguntasescojo la última con su res-pectiva reflexión:

"-Usted que escribió queBorges es heresiarca del arra-bal porteño, latinista del lun-fardo, suma de infinitos biblio-tecarios hipostáticos, ¿sabequién es Ernesto Sabato?

-No del todo. He tratadode averiguarlo escribiendoalgunas ficciones. En ellasmis amigos y mis enemigostienen una buena canterapara averiguarlo".

Y, en efecto, lo he averi-guado: Ernesto Sabato ha sidoy es uno de los grandes escri-tores del siglo XX americano.Una de nuestras glorias civi-les. Aunque a veces creo queno existió, que es una som-bra de sus héroes, de sus tum-bas abiertas, de sus extermi-nadores, de sus túneles oscu-ros. Nuestro fantasma perso-nal. El ectoplasma de nuestrajuventud.

4.-La siguiente parte de este

libro para "muchachos" ha-bla de “Las letras y las artesen la crisis de nuestro tiem-po”. En estas hojas el hom-bre es el sino de su angustia.

Hombre y tiempo en mediode un caos que ya se ha ins-talado en nuestro espíritu."La cosificación del hom-bre", "La rebelión del hom-bre concreto", "No crisis delarte, sino arte de la crisis".Ensayos que hunden la dagaen medio de dicotomías quehan confundido a quien yatiene algunos siglos sobre latierra.

La parte final es una largacaminata por un tema que serepite, que se refleja en elagua, en el espejo, en el fon-do de los ojos, en el alma deluniverso creador. Literatura,arte, cosmogonía, ciencia,personajes, corrientes lite-rarias, la lectura y la escritu-ra, dialéctica y sueños. Todoun compendio de emocionesescrito en pocas líneas, comopara que el lector se instaley no se despegue hasta ce-rrar la última página con elaliento de tantas ideas. Deuna idea multiplicada.

Desde aquel día de mi pri-mer delito, desde aquellatarde frente a la fila de librosde diversas tapas y colores,me enfrento a éste de verdetapa elegante, de sobria pre-sencia que la editorial Agui-lar sembró en nuestros ojosde estudiantes. Se trata de lacuarta edición, la de mayo de1971. La avenida Miranda deMaracay me ha sabido per-donar. Creo que el propieta-rio del negocio también. Lalibrería estaba en ese cami-no diario de mis andanzas demalogrado aspirante a mor-gues, consultorios y pabello-nes quirúrgicos. Me quedécon las letras, con la litera-tura, con la locura, con estamaravillosa genética que si-gue vapuleándome. Graciasal maestro Ernesto Sabato.A él y a sus fantasmas, tanamables.

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Contenido Maracay, Sábado 7 de Mayo de 201110ERNESTO SÁBATO

Un hombre atormentadoEl famoso escritor argenti-

no, autor de "Sobres Héroes yTumbas" y de "El Túnel" es unhombre perdido en su labe-rinto interior, un ángel-demo-nio que no conoce la felicidady que admira por sobre todaslas cosas el coraje y la lealtad

Aunque siempre está ro-deado de mujeres que lo si-guen boquiabiertas, niega serun Don Juan, pero confiesaque ha habido tres o cuatromujeres fundamentales en suvida. Dice que Alejandra, lainmortal heroína de su libro,es el personaje que mejor lorepresenta a él mismo

Sábato odia escribir, se ríedel "boom de la literatura lati-noamericana" y teme por so-bre todo que sus ideas se vul-garicen y se mal interpreten

-ISABEL ALLENDE-

Para cualquier periodistaque viaja a Buenos Aires,es casi una obligación

procurar hacerle una entre-vista a alguno de los jerarcasde la literatura argentina, loque no resulta fácil porque sedefienden como pueden de lospreguntones y los curiosos.Creo que, por una vez, me sir-vió de algo mi apellido (Allen-de) y gracias a él conseguí queSábato me recibiera en sucasa, santuario raras vecespisado por los que no llevanuna muy buena justificación.

-Yo quiero mucho a Chile yalgunas veces en mi vida hepensado irme para allá- fue loprimero que me dijo ErnestoSábato mientras me invitabaa pasar.

No sé por qué imaginaba sucasa totalmente diferente. Meencontré en un caserón hechocomo de parches, completa-mente loco, una casa-laberin-to, con escalas inútiles, piezasdistribuidas en fantástica geo-grafía y una rara vegetación deárboles viejos y plantas apoli-lladas. Un frío casi glacial yuna chimenea encendida enun living tapizado de librosdonde el teléfono sonaba cadacuatro minutos, como en cual-quier oficina pública. Todoesto a una hora y media deBuenos Aires. Estaba solo yme imagino que un poco tris-te, porque la entrevista, quedebía durar 30 minutos, seconvirtió en una conversa-ción de horas en la que se meolvidó el frío, el tiempo y has-

ta el motivo por el cual estabaallí: un reportaje.

NI YO MISMO SÉ QUIEN SOYErnesto Sábato me exigió

las preguntas escritas y luegocontestó (por escrito tam-bién) sólo algunas y en formatan escueta que parecen afo-rismos. Cuando empezó a ha-blar, recostado en un divánraído del living de su casa, yosaqué papel y lápiz, pero melos arrebató de las manos.

-No quiero que publiquenada más que lo que le he dadoescrito -dijo-. Me ha costadomuchos años llegar a ciertasconclusiones y he necesitadomuchas páginas para expresarmis ideas. No quiero que porresumirlas en tres líneas sedesvirtúen o vulgaricen. O es-cribo un ensayo que puederesultar tan gordo como unaenciclopedia, o mejor me ca-llo y no digo nada.

Sintiéndome frustrada comoperiodista, pero fascinadacomo mujer, abrí entonces lasorejas y los ojos mientras élhablaba y hablaba, haciendode cualquier pequeñez todo unmonumento. (Entonces escuando uno desea tener uno deesos aparatitos a lo James Bondque se disimulan en un pren-dedor y pueden grabar desdeel vuelo de una mosca hasta elrugido de un cohete y con ma-yor razón las ideas de un hom-bre como Sábato).

Desde las primeras frases elescritor me dio la impresiónde ser un hombre terrible-mente atormentado que bus-ca incansablemente una reali-dad que se le escapa en labe-rintos de sueños.

-Usted me pregunta quiénsoy... ¡Ojalá lo supiera!... Ig-noro quién soy así como to-davía ignoro cuál es mi Dios.

Sábato es de los menores deuna familia de ocho hermanoshombres. Y se crió en un am-biente disciplinado, severo,masculino, al que le atribuyesu aspereza ante la vida tantocomo su admiración por loscaracteres viriles, por la leal-

tad, la amistad entre hombres,el coraje.

En este momento se estápresentando en Buenos Airesuna obra teatral de Sábato"Romance a la Muerte de JuanLavalle", que es un canto a lalealtad de 170 hombres quesiguen a su general hasta queél encuentra la muerte inevi-table. Los soldados, entonces,unidos por el juramento de queel enemigo no tendrá nunca lacabeza del general, huyen ha-cia la frontera boliviana y du-rante días y noches, a pleno solo al intenso frío, galopan conel cadáver en descomposición,hasta que, finalmente, decidendescarnarlo y llevarse conellos solamente los huesos en-vueltos en un poncho celestey el corazón en un jarro conaguardiente. Esa loca aventu-ra, que 170 hombres realizande puro valientes y leales, ins-piró a Ernesto Sábato y sobreeso habló mucho. Explicó quepara él nada es más conmove-dor e impresionante que el co-raje y la amistad de los hom-bres. Piensa que no hay máspuro que el amor viril y creeque difícilmente eso puedeconseguirse con una mujer,porque siempre en el amorentre un hombre y una mujerentran a jugar factores que en-sucian las cosas, el tira y aflojade la posesión, la lucha por de-mostrar quién es más podero-so, el sexo, el amor propio yotras exigencias. Tampococree que las mujeres entre ellassean capaces de sentimientostan nobles, aunque admiteque hay mujeres extraordina-rias. Sin ser "machista" Sábatocontesta sin vacilaciones quelo que más le atrae en unamujer es que sea femenina. Lecausa espanto la mujer mas-culinizada y deplora que en lalucha por igualdad de dere-chos se pierda la noción fun-damental de que hombres ymujeres son diferentes "¡yviva la diferencia!"

SOBRE HÉROES Y TUMBASHablando sobre su obra,

Sábato dice que considera queel libro más logrado es "SobreHéroes y Tumbas".

-Es la obra en que intentodar una versión total de mirealidad. De toda mi realidad.Sobre héroes y tumbas, sobreesperanzas y desesperanzas,sobre la vida y la muerte, so-bre el bien y el mal.

A pesar de que muchas par-tes del libro son bastantes os-curas y rebuscadas, se haneditado 200.000 ejemplares.El autor piensa que su mensa-je ha llegado a todo el mundo.

-Creo que el gran públicopuede entenderla, aunque en di-

ferentes planos y profundidades.Alejandra, la heroína del li-

bro, que ya puede considerar-se un personaje clásico de laliteratura, es un engendro dela realidad y la fantasía. Sábatola copió de ninguna mujer enespecial y de todas en general.

-Ibsen decía que todos lospersonajes habían salido de sucorazón. Flaubert dijo "Mada-me de Bovary soy yo mismo".Todos los personajes centra-les de una novela son más ca-ras de diversos fantasmas queviven en lo más profundo denuestro ser. El adolescente, elviejo, el intelectual, el artista,el ángel, el demonio. Todo salede allí. También Alejandra.Sobre todo Alejandra. Es unode los personajes que quizásmás me representa.

-¿Y Bruno y Fernando Vidal?-También, claro. Pero Bru-

no es apenas el emanado demis mejores sentimientos,que son los menos.

Sábato (que, sin embargo,no me pareció un hombre fal-samente modesto), confiesatener muchos más defectosque virtudes. Se reprocha es-pecialmente tener un carácterdifícil, que hace desgraciadosa los seres que lo rodean y aquienes él quisiera darles feli-cidad. Pero es un hombre in-capacitado para la felicidad,permanentemente torturadoy tironeado por los diversospersonajes que viven dentrode él mismo. Un hombre mul-tifacético, que aunque tiene unsolo matrimonio, confiesa ha-ber tenido varias mujeres im-portantes en su vida y en suobra, que han satisfecho losdiversos aspectos de su per-sonalidad. A pesar de todo, ladedicatoria de su libro es muydecidora: "Dedico esta novelaa la mujer que tenazmente mealentó en los momentos dedescreimiento, que son losmás. Sin ella, nunca habría te-nido fuerzas para llevarla acabo. Y aunque habría mere-cido algo mejor, aún así, contodas sus imperfecciones, aella le pertenece". Esa mujeres su esposa.

ODIA SER ESCRITORErnesto Sábato no se consi-

dera encasillado dentro deuna "escuela" determinada.

-No. Soy un francotirador.Tengo con la literatura la mis-ma relación que puede tenerun guerrilero con el ejércitoregular. No soy un escritorprofesional. Detesto la litera-tura y los literatos.

Si no fuera escritor ¿qué legustaría ser?

-No me gusta ser escritor.Me gustaría ser arqueólogo,

lingüísta. O tener un pequeñotaller mecánico en un barriodesconocido.

Hablando de política, de larealidad argentina y de la chile-na, opina que no se puede estaral margen de los procesos decambio que tienen que enfren-tar los países subdesarrollados.

-Ningún hombre lúcido,digno y generoso puede apo-yar la injusticia en ninguna desus formas. Soy partidario dela transformación social. Peroquiero justicia social con liber-tad. No quiero que se reempla-ce la esclavitud económica porla esclavitud política. Todaslas esclavitudes me repugnan.

-¿Cree en el hombre?-Sí, a pesar de ser el animal

más siniestro de la creación. Sino creyera en el hombre¿cómo podría seguir viviendo?

Durante la conversación enel living-escritorio de Sábatomuchas veces noté el despre-cio del escritor por las vacassagradas de la literatura lati-noamericana, por lo que con-sidera una moda en la que haymuchos vivos que se han in-flado sin tener verdadero ta-lento y en cambio hay otros,como Juan Rulfo, que son ver-daderos genios, pero que tie-nen mucho menos renombre.

-No creo en el "boom" de laliteratura latinoamericana.Las modas nada tienen quever con la historia profunda deuna literatura. Kafka no formópate de ningún boom de lite-ratura checa.

-¿Qué opina del lector?-Para él escribo, responde

lacónicamente.

-¿Logró expresar a través de suobra todo lo que quería?

-Cada obra es un borradorde algo que uno intenta decir.Las obras sucesivas se acer-can o se deberían acercar,cada vez ás, a ese misteriosoenigma de uno mismo. La pre-ocupación fundamental de miobra soy yo mismo, es decir,el hombre. Decía Kierkegaardque en la medida en que ahon-damos en nuestro propio co-razón ahondamos en el cora-zón de los demás.

Pero, para ahondar en el co-razón de Sábato tal vez el únicocamino sea tratar de desenre-dar su "Informe Sobre Ciegos"que termina con esta frase sim-bólica: "La astucia, el deseo devivir, la desesperación, me hanhecho imaginar mil fugas, milformas de escapar a la fatalidad.Pero ¿cómo puede nadie esca-par a su propia fatalidad?

en revista PaulaNº 90

Junio de 1971, pág. 92-95

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Maracay, Sábado 7 de Mayo de 2011 Contenido 31

La vuelta al mundoen dos voces

-ALFONSO SOLANO-

He estado contemplandoun amanecer imagina rio que aún no ha naci-

do. Y me he encontrado"como un bote a la deriva enun gran lago aparentementetranquilo pero agitado por co-rrientes profundas". Si, cierta-mente, me he sentido como elprotagonista de la novela deSábato; como Bruno, pero nosentado en el viejo parque"con la luz crepuscular demo-rándose sobre las modestasestatuas" sino más bien, comoun solitario faro en medio dela niebla nocturna. Afuera, laluna tímida se escondía en sumanto de nubes sinuosas, de-jando entrever una luz exiguaque insertaba la memoria enun viejo barrio rioplatensedonde dos viejos amigos, dosgrandes escritores, se encon-traron en una tarde de Di-ciembre dispuesta por el sa-gaz y entusiasta Orlando Ba-rone, quien con su grabadoraen mano, registró una conver-sación memorable entre dosmentes lúcidas de la patria deGardel. Unos acordes arpegia-dos del pianista Brad Meldhaurecorrían con maestría la me-lodía de I fall in love too easi-ly e inundaban la habitaciónde colores y filigranas. Yo re-tozaba absorto en medio deaquella lectura, los diálogosintensos entre estos dos ami-gos que recorren los avataresmás dispares y singulares delpensamiento humano dondese tocan de un extremo a otro,el amor y la muerte, la luchay el arte, en definitiva; la vida.(Como no los recuerda el mis-mo Barone en las notas intro-ductorias al texto). Valga estapequeña memoria blanca ylúcida en el tiempo de estosDiálogos (Emecé Editores,Buenos Aires, 1976) profun-dos que entablaron JorgeLuis Borges y Ernesto Sába-to, como un pequeño home-naje a la figura cimera de laliteratura latinoamericanadel que fuera autor de obrascapitales como "El Túnel" y"sobre héroes y tumbas"…

14 DE DICIEMBRE DE 1974

Borges¿Cuándo nos conocimos? A

ver… Yo he perdido la cuentade los años. Pero creo que fue

en casa de Bioy Casares, en laépoca de Uno y el Universo.Sábato

NO, Borges. Ese libro salióen 1945. Nos conocimos en lode Bioy, pero unos años antes,creo que hacia 1940.Borges (pensativo)

Sí, aquellas reuniones… po-díamos estar toda la nochehablando sobre Literatura oFilosofía… era un mundo dife-rente… Ahora me dicen, sé,que se habla mucho de políti-ca. En mi opinión les intere-san los políticos. La políticaabstracta, no. A nosotros nospreocupaban otras cosas.Sábato

Yo diría, más bien, que enaquellas reuniones hablába-mos de los que nos apasiona-ba en común a usted, a Bioy, aSilvina, a mí. Es decir, de laLiteratura, de la Música. Noporque no nos preocupara lapolítica. A mí, al menos.Borges

Quiero decir, Sábato, queno se hacía ninguna referen-cia a las noticias cotidianas,fugaces.Sábato

Si, eso es verdad. Tocába-mos temas permanentes. Lanoticia cotidiana, en general,se la lleva el viento. Lo másnuevo que hay es el diario, ylo más viejo, al día siguiente.Borges

Claro. Nadie piensa quedeba recordarse lo que se estáescrito en un diario. Un dia-rio, digo, se escribe para el ol-vido, deliberadamente para elolvido.

SábatoSería mejor publicar un pe-

riódico cada año, o cada siglo.

O cuando sucede algo verda-deramente importante: "El se-ñor Cristóbal Colón acaba dedescubrir América". Título aocho columnas.Borges (sonriendo)

Sí… creo que sí.Sábato

¿Cómo puede haber hechostranscendentales cada día?Borges

Además, no se sabe de an-temano cuáles son. La cruci-fixión de Cristo fue importan-te después, no cuando ocu-rrió. Por eso yo jamás he leí-do un diario, siguiendo el con-sejo de Emerson.Sábato

¿Quién?Borges

Emerson, que recomenda-ba leer libros, no diarios (…)Sábato

Recuerdo que también ha-blábamos mucho de Steven-son, de sus silencios. Lo quecalla, a veces más significati-vo que lo que expresa.Borges

Claro, los silencios de Ste-venson… y también Chester-ton, Henry James…no, creoque de James hablaba menos.Sábato

Al que le interesaba muchoera a Pepe Bianco.Borges

Si, él había traducido TheTurn of the Screw. Mejor el tí-tulo es cierto. Otra vuelta detuerca es superior a la vueltade tuerca ¿no?Sábato

Representa con más clari-dad la idea de la obra. Al re-vés que con ese libro de Saint-Exupery llamado Terre desHommes que aparece tradu-cido como Tierra de Hom-

bres. Como quien dice "Tierrade machos". Si hasta parece untítulo para Quiroga o JackLondon. Cuando lo que en rea-lidad quiere significar (ade-más lo dice literalmente) estierra de los hombres, la tie-rra de esos pobres diablos queviven en este planeta. No sóloese traductor no sabe francéssino que no entendió nada deSaint-Exupéry ni de su obraentera. Pero, a propósito, Bor-ges, recuerdo algo que me lla-mó la atención hace un tiem-po en su traducción del Orlan-do de Virginia Woolf…Borges (melancólico)

Bueno, la hizo mi madre…yo la ayudé.Sábato

Pero está su nombre. Ade-más, lo que quiero decirle esque encontré dos frases queme hicieron gracia porqueeran Borgianas, o así me pare-cieron. Una cuando dice, máso menos, que el padre de Or-lando había cercenado la ca-beza de los hombres de "unvasto infiel". Y la otra, cuandoaquel escritor que volvió ha-cia Orlando y "le infirió un bo-rrador". Me sonaba tanto aBorges que busqué el originaly vi que decía, si no recuerdomal, algo así como "PRESEN-TED HER A ROUGH DRAFT".Borges (Riéndose)

Bueno, sí, caramba…

11 DE ENERO DE 1975

Sábato(…) ¿Y el lenguaje campe-

ro? Le preguntaron a unpaisano si llovería. Respon-dió. "No sé, el t iempo estápensativo"Borges

Es que el pensamiento noes como la sensación personal.Sábato

Todo lo contrario. La ma-temática, paradigma del pen-samiento puro, es estricta-mente impersonal. No tienesentido hablar del estilo de Pi-tágoras en su teorema de loscuadrados. El estilo es típicodel Arte, es la manera perso-nal de ver la realidad.Borges

Y la prueba está que no sellega a las matemáticas porexperiencia. A una persona nole dicen para demostrar quecuatro y tres son siete, vamosa empezar con naranjas, des-pués con sillas… Se sabe queuna vez entendido que cuatroy tres son siete eso es aplica-ble a todo.

SábatoSí, puede llegarse a esos co-

nocimientos por experiencia,pero esos conocimientos sonindependientes de la expe-riencia. Esa es la diferenciaentre la Matemática y la Físi-ca.Borges

Si uno dijera que en un pla-neta lejano hay caballos azu-les, podríamos creerlo. Perosi nos dicen que tres y cuatrocaballos forman noventa ysiete caballos, sabríamos quees imposible.Sábato

Es la diferencia entre pro-bable y posible. Es probableque haya caballos azules, peroes imposible que tres caballosazules más cuatro caballosazules formen noventa y sietecaballos azules. Esa suma esuniversal y vale para siem-pre, en cualquiera de los mun-dos reales o imaginarios.Borges

Creo que por eso Spinozacometió el error de escribirsu libro (More geométrico),porque creía que las matemá-ticas eran ciertas, porque seprobaban por medio de defi-niciones. Pero no son ciertaspor eso.Sábato

Eso nos llevaría demasiadolejos. Prefiero recordar unaanécdota de Eddington. Decíaque la matemática es un moli-nillo de café, que produce cafésiempre que se le eche café. Enotras palabras, la matemáticano produce verdades: la trans-forma en otras equivalentes (…)Sábato

Nadie sabe si va a la Guerrade los Cien Años ¿no?Borges

Conozco personas que medicen "Mi último libro ha sido ungran éxito" Bueno, les digo, perousted debe ser el judío errantepara saberlo, ¿no? Por ejemplo,para mí el principal filósofo fueSchopenhauer, y no creo que envida haya tenido éxito.Sábato

El éxito no es necesario nisuficiente para que la obra seavaliosa. Hay gente que vale yno es conocida, otra que valey es conocida, como el casode Hegel. Aquí lamento dis-crepar con usted Borges, peropienso que todo lo grande denuestro tiempo salió de la fi-losofía de Hegel. Y fue muyfamoso. También lo fue Sócra-tes, hasta el punto que lo obli-garon a tomar la cicuta por lainfluencia que tenía. (...)

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Contenido Maracay, Sábado 7 de Mayo de 201132

Antes del finMemorias

Ernesto SabatoA la memoriade mi madre,

de Matilde,de Jorge Federico

Palabras preliminares

Vengo acumulando mu-chas dudas, tristes du-das sobre el contenido

de esta especie de testamentoque tantas veces me han indu-cido a publicar; he decidido fi-nalmente hacerlo. Me dicen:"Tiene el deber de terminarlo,la gente joven está desespe-ranzada, ansiosa y cree en us-ted; no puede defraudarlos".Me pregunto si merezco esaconfianza, tengo graves defec-tos que ellos no conocen, tra-to de expresarlo de la maneramás delicada, para no herir-los a ellos, que necesitan te-ner fe en algunas personas, enmedio de este caos, no sólo eneste país sino en el mundo en-tero. Y la manera más delica-da es decirles, como a menu-do he escrito, que no esperenencontrar en este libro misverdades más atroces; única-mente las encontrarán en misficciones, en esos bailes sinies-tros de enmascarados que, poreso, dicen o revelan verdadesque no se animarían a confe-sar a cara descubierta. Tam-bién los grandes carnavales deotros tiempos eran como unvómito colectivo, algo esen-cialmente sano, algo que losdejaba de nuevo aptos para so-portar la vida, para sobrelle-var la existencia, y hasta he lle-gado a pensar que si Dios exis-te, está enmascarado.

Sí, escribo esto sobre todopara los adolescentes y jóve-nes, pero también para losque, como yo, se acercan a lamuerte, y se preguntan paraqué y por qué hemos vivido yaguantado, soñado, escrito,pintado o, simplemente, este-rillado sillas. De este modo,entre negativas a escribir es-tas páginas finales, lo estoyhaciendo cuando mi yo másprofundo, el más misterioso eirracional, me inclina a hacer-lo. Quizás ayude a encontrarun sentido de trascendenciaen este mundo plagado de ho-rrores, de traiciones, de envi-dias; desamparos, torturas ygenocidios. Pero también depájaros que levantan mi áni-mo cuando oigo sus cantos, alamanecer; o cuando mi viejagatita viene a recostarse sobre

mis rodilas; o cuando veo elcolor de las flores, a veces tanminúsculas que hay que ob-servarlas desde muy cerca.

Modestísimos mensajesque la Divinidad nos da de suexistencia. Y no sólo a travésde las inocentes criaturas dela naturaleza sino, también,encarnada en esos héroes anó-nimos como aquel pobrehombre que, en el incendio deuna villa miseria, tres vecesentró a una casilla de chapasdonde habían quedado ence-rrado unos chiquitos -que lospadres habían dejado para ir asu trabajo- hasta morir en elúltimo intento. Mostrándonosque no todo es miserable, sór-dido y sucio en esta vida, y queese pobre ser anónimo, aligual que esas florcitas, es unaprueba del Absoluto.

IPrimeros tiemposy grandes decisiones

Me acabo de levantar, pron-to serán las cinco de la madru-gada; trato de no hacer ruido,voy a la cocina y me hago unataza de té, mientras intentorecordar fragmentos de missemisueños, esos semisueñosque, a estos ochenta y seisaños, se me presentan intem-porales, mezclados con re-cuerdos de la infancia. Nuncatuve buena memoria, siemprepadecí esa desventaja; pero talvez sea una forma de recordarúnicamente lo que debe ser,quizá lo más grande que nosha sucedido en la vida, o quetiene algún significado profun-do, lo que ha sido decisivo -para bien o para mal- en estecomplejo, contradictorio einexplicable viaje hacia lamuerte que es la vida de cual-

quiera. Por eso mi cultura estan irregular, colmada deenormes agujeros, como cons-tituida por restos de bellísi-mos templos de los que que-dan pedazos entre la basura ylas plantas salvajes. Los librosque leí, las teorías que fre-cuenté, se debieron a mis pro-pios tropiezos con la realidad.

Cuando me detienen por lacalle, en una plaza o en el tren,para preguntarme qué libroshay que leer les digo siempre:"Lean lo que les apasione, serálo único que los ayudará a so-portar la existencia".

Por eso descarté el título deMemorias y también el de Me-morias de un desmemoriado,porque me pareció casi unjuego de palabras, inadecua-do para esta especie de testa-mento, escrito en el periódomás triste de mi vida. En estetiempo en que me siento undesvalido, al no recordar poe-mas inmortales sobre el tiem-po y la muerte que me conso-larían en estos años finales.

En el pueblo de campo don-de nací, antes de irnos a dor-mir, existía la costumbre depedir que nos despertaran di-ciendo: "Recuérdenme a lasseis". Siempre me asombróaquella relación que se hacíaentre la memoria y la conti-nuación de la existencia.

La memoria fue muy valo-rada por las grandes culturas,como resistencia ante el deve-nir del tiempo. No el recuer-do de simples acontecimien-tos, tampoco esa memoria quesirve para almacenar informa-ción en las ahora computado-ras: hablo de la necesidad decuidar y transmitir las primi-genias verdades.

En las comunidades arcai-cas, mientras el padre iba enbusca de alimento y las muje-res se dedicaban a la alfareríao al cuidado de los cultivos,los chiquitos, sentados sobrelas rodillas de sus abuelos,eran educados en su sabidu-ría; no en el sentido que leotorga a esta palabra la civili-zación cientificista, sino aque-lla que no ayuda a vivir y amorir; la sabiduría de esosconsejeros, que en generaleran analfabetos, pero, comoun día me dijo el gran poetaSenghor, en Dakar: "La muer-te de uno de esos ancianos eslo que para ustedes sería el in-cendio de una biblioteca depensadores y poetas". En aque-llas tribus, la vida poseía un

valor sagrado y profundo; ysus ritos, no sólo hermosossino misteriosamente signifi-cativos, consagraban los he-chos fundamentales de la exis-tencia: el nacimiento, el amor,el dolor y la muerte.

En torno a penumbras queavizoro, en medio del abati-miento y la desdicha, comouno de esos ancianos de tribuque, acomodados junto al ca-lor de la brasa, rememoraransus antiguos mitos y leyendas,me dispongo a contar algunosacontecimientos, entremez-clados, difusos, que han sidoparte de tensiones profundasy contradictorias, de una vidallena de equivocaciones, des-prolija, caótica, en una deses-perada búsqueda de la verdad.

Me llamo Ernesto, porquecuando nací, el 24 de junio de1911, día del nacimiento deSan Juan Bautista, acababa demorir el otro Ernesto, al que,aun en su vejez, mi madre si-guió llamando Ernestito, por-que murió siendo una criatu-ra. "Aquel niño no era paraeste mundo", decía. Creo quenunca la vi llorar -tan estoicay valiente fue a lo largo de suvida- pero, seguramente, lohaya hecho a solas. Y teníanoventa años cuando mencio-nó, por última vez, con su ojoshumedecidos, al remoto Er-nestito. Lo que prueba que losaños, las desdichas, las desilu-siones, lejos de facilitar el ol-vido, como se suele creer, tris-temente lo refuerzan.

Aquel nombre, aquellatumba, siempre tuvieron paramí algo de nocturno, y tal vezhaya sido la causa de mi exis-tencia tan dificultosa, al habersido marcado por esa trage-dia, ya que entonces estaba enel vientre de mi madre; y mo-tivó, quizá, los misteriosísi-mos pavores que sufrí de chi-co, las alucinaciones en las quede pronto alguien se meaproximaba con una linterna,un hombre a quien me era im-posible evitar aunque me es-condiera temblando debajo delas cobijas. O aquella otra pe-sadilla en la que me sentía soloen una cósmica bóveda, tiri-tando ante algo o alguien -nolo puedo precisar- que vaga-mente me recordaba a mi pa-dre. Durante mucho tiempopadecí sonambulismo. Yo melevantaba desde el últimocuarto donde dormíamos conArturo, mi hermano menor y,sin tropezar jamás ni desper-

tarme, iba hasta el dormito-rio de mis padres, hablaba conmamá y luego, volvía a micuarto. Me acostaba sin sabernada de lo que había pasado,sin la menor conciencia. Demodo que cuando a la maña-na ella me decía, con tristeza -¡tanto sufrió por mí!-, con vozapenas audible: "Anoche te le-vantaste y me pediste agua",yo sentía un extraño temblor.Ella temía ese sonambulismo,me lo dijo muchos años mástarde, cuando me enviaron aLa Plata para hacer los estu-dios secundarios, y ya ella noestuvo para protegerme. Po-bre mamá, no comprendía, niyo tampoco en aquel enton-ces, que ese tormento en granparte era el resultado de laconvivencia espartana, regidapor mi padre.

La tierra de mi infancia,como un pueblo estremecidopor fuerzas extrañas, se halla-ba invadida por el terror quesentía hacia él. Lloraba a es-condidas, ya que nos estabaprohibido hacerlo y, para evi-tar sus ataques de violencia,mamá corría a ocultarme. Contal desesperación mi madre sehabía aferrado a mí para pro-tegerme, sin desearlo, ya quesu amor y su bondad eran in-finitos, que acabó aislándomedel mundo. Convertido en unniño solo y asustado, desde laventana contemplaba el mun-do de trompos y escondidasque me había sido vedado.

De alguna manera, nuncadejé de ser el niño solitarioque se sintió abandonado, porlo que he vivido bajo una an-gustia semejante a la de Pes-soa: seré siempre el que espe-ró a que le abrieran la puerta,junto a un muro sin puerta.

Y así, de una u otra forma,necesité compasión y cariño.

Cuando me enviaron desdemi pueblo al Colegio Nacionalde La Plata para hacer el secun-dario, en el instante en que mepusieron en el ferrocarril, sentíresquebrajarse el suelo incier-to sobre el cual me movía, peroal que aún le aguardaban peo-res hundimientos. Durante untiempo, seguí soñando conaquella madre que veía entrelágrimas, mientras me alejabahacia qué infinita soledad. Ycuando la vida había marcadoya en mi rostro las desdichas,cuántas veces, en un banco deplaza, apesadumbrado y abati-do, he esperado nuevamenteun tren de regreso.