Odo Casel - El Misterio Del Culto Cristiano

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ODO CASEL: EL MISTERIO DEL CULTO CRISTIANO MATERIA: SACRAMENTOLOGÍA PROFESOR: PBRO. DR. EDUARDO AGUILAR LABORÓ: P. LEONCIO ALEJANDRO OLVERA PALLARES, MSP 18/10/2013

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ODO CASEL: EL MISTERIO DEL CULTO CRISTIANO MATERIA: SACRAMENTOLOGÍA

PROFESOR: PBRO. DR. EDUARDO AGUILAR

ELABORÓ: P. LEONCIO ALEJANDRO OLVERA PALLARES, MSP

18/10/2013

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EL RETORNO AL MISTERIO

La reforma litúrgica promovida en el Concilio Vaticano II con su respectivo impacto

posterior resulta impensable sin la aportación de muchos autores, de los cuales se pueden

destacar dos: Romano Guardini y Odo Casel. El presente trabajo representa únicamente

una ojeada a la aportación de este último. Hijo de Hermann Casel y de Kathalina Runkel,

nació el 27 de septiembre de 1886 en Koblenz-Lützel, no lejos de la abadía benedictina de

Maria-Laach, en la que entró el 8 de septiembre de 1905, concluidos sus estudios de

Humanidades en Andernach. Su profesión monástica tuvo lugar el 24 de febrero de 1907.

Recibió la ordenación presbiteral el 17 de septiembre de 1911. En 1913 defendió, en San

Anselmo (Roma) su tesis doctoral en Teología sobre la doctrina eucarística de San Justino;

y en 1919, en Bonn, defendió su tesis doctoral en Filosofía con un estudio titulado De

philosophorum Graecorum silentio mystico. En 1922 fue nombrado capellán del

monasterio de monjas benedictinas de Santa Cruz de Herstelle, junto al río Weser, donde

residió hasta su muerte acaecida el 28 de marzo de 1948, justo cuando se disponía a

celebrar la Vigilia Pascual, después de haber proclamado el Lumen Christi y antes de

empezar el canto del Exultet1.

A Casel le tocó vivir la efervescencia del así llamado Movimiento Litúrgico, el cual

procedía de la abadía de Solesmes, en Francia. Dicho Movimiento tomó una orientación

marcadamente científica en Alemania, gracias al empuje de los monjes de María-Laach,

bajo la dirección de Ildefonso Herwegen, su abad. María-Laach multiplicó la publicación

de obras que estudiaban la Liturgia desde todos los puntos de vista, pero con un carácter

científico. Fue precisamente en esa serie de trabajos científicos donde la aportación de

Casel resultó fundamental. Centró sus estudios en la investigación del Mysterium Christi,

de San Pablo, que él concebía como clave de toda la vida litúrgica. La consideración de la

Liturgia cristiana como celebración de los misterios y del culto como actualización de la

obra redentora de Cristo fue el eje en torno al cual giró su vida espiritual e intelectual2. El

trabajo en el que Odo Casel cristalizó su pensamiento fue El misterio del culto cristiano.

1 Cfr. Odo CASEL, El misterio del culto en el cristianismo, Serie Cuadernos Phase 129, Centre de Pastoral Litúrgica, Barcelona 2001, 3. 2 Cfr. Odo CASEL, El misterio del culto cristiano, DINOR, San Sebastián 1953, 10.

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Ya desde el año 1921 comenzó a exponer sus ideas, pero fue hasta 1932 cuando en esta

obra recoge los trabajos más importantes que había publicado sobre la materia y completa

su pensamiento. Para exponer esta teoría sobre el Misterio se tomará como base este

trabajo de Odo Casel. En un primer momento, se hablará sobre el retorno al Misterio y de

la posición del Misterio del culto en el cristianismo. En un segundo momento se

contrastará esta propuesta del Misterio con el Magisterio, primero de Pío XII y su encíclica

Mediator Dei y luego con el Concilio Vaticano II. En un tercer momento se mencionarán

algunas líneas que esta propuesta trazó y que se siguieron después del Vaticano II, para

terminar con un comentario personal.

1. EL MISTERIO DEL CULTO CRISTIANO

1.1. Retorno al misterio

Tengamos presente que, cuando esta obra salió a la luz, nos encontramos en el período

posterior a la Primera Guerra Mundial, cuando aún se respiraba un ambiente de crisis. Se

caracterizó por un profundo pesimismo, una fuerte pérdida de orientación y una búsqueda

angustiosa de un inicio completamente nuevo. Se derrumbaron el optimismo y las

seguridades con las que la Ilustración tardía había apuntalado el final del siglo XIX. Casel

vivió una época profundamente marcada por los cambios en el conjunto de la vida social,

política, cultural y espiritual de Europa. En este contexto se dio una nostalgia mística y una

búsqueda religiosa3. Es por eso que Casel propone el retorno, la conversio, «porque

sencillamente [la humanidad] nunca se había alejado tanto del Misterio de Dios, ni se

había entregado tan fieramente a la muerte4» Casel detecta un mundo se ha desdivinizado,

carente de las realidades del espíritu.

Sin embargo, a pesar de la tecnificación que experimenta el hombre, dejando al

descubierto y sin misterio alguno a la naturaleza, Casel descubre como todavía insondable

el alma humana. Justo cuando el hombre pensaba que había llegado a ser como Dios, cae

en la cuenta de que él mismo ha borrado el camino auténtico para la libertad, quedando

3 Cfr. Guillermo ROSAS, «Odo Casel y el año litúrgico como mistagogía de la Iglesia», en Teología y Vida Vol. XXXVII (1996), 223. 4 O. CASEL, El misterio del culto cristiano, 35.

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atado y encadenado a la materia5. De ahí que Casel concluya diciendo: «nuestra época ha

traído juntamente con el fracaso del humanismo el retorno al misterio6»

Pero cuando habla de misterio ¿a qué se refiere? Contesta Casel: «Misterio es, ante todo,

Dios en su intimidad7» Ya pueblos antiguos como los sumerios, los babilonios y los

griegos vislumbraron algo de ese misterio. Los judíos recibieron la revelación y se

acercaron más; pero es hasta la encarnación de Dios cuando la palabra Misterio recibe un

nuevo y profundo sentido. En este punto, Casel, siguiendo a San Pablo, se refiere entonces

al Misterio como la sublime revelación de Dios en Cristo, pues «Dios ha mostrado con

nosotros su amor porque, aun siendo pecadores, Cristo ha muerto por nosotros» (Rom

5,8). En el Hijo de Dios hecho hombre y crucificado contemplamos el misterio de Dios,

manifestado y revelado por Cristo a la Iglesia, Misterio personal que revela, en la carne, la

divinidad invisible. Por lo tanto, los actos de su anonadamiento son misterios «porque

Dios se revela a través de ellos en una forma que aventaja a todos los módulos humanos.

Sobre todo son misterios su resurrección y ascención… Desde que Cristo dejó de estar

visiblemente entre nosotros, ‘lo visible en el Señor –como dice Gregorio Magno- ha

pasado a los misterios’. Su persona, sus acciones salvificadoras, el influjo de su gracia se

encuentran en los misterios del culto 8»

A pesar de que el Misterio es inefable y de que todo discurso sobre él resulta

insuficiente, precisamente su inefabilidad da ocasión de decir algo sobre él. Así las cosas,

lo único verdaderamente urgente es que celebremos los misterios con la esposa de Cristo,

es decir, con la Iglesia, como Iglesia9. He aquí la idea clave de Casel: la obra de la

salvación se encuentra sobre todo en las acciones celebrativas de la Iglesia, o sea, en el

«misterio del culto10

»

5 Cfr. O. CASEL, El misterio del culto cristiano, 36-40. 6 O. CASEL, El misterio del culto cristiano, 42. 7 O. CASEL, El misterio del culto cristiano, 43. 8 O. CASEL, El misterio del culto cristiano, 45-46. 9 Cfr. O. CASEL, El misterio del culto cristiano, 47. 10 Cfr. Andrea GRILLO, «Odo Casel (1886-1948)», en Credere Oggi Vol. XXIII/134 (2003), 52-53.

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1.2. La posición del misterio del culto en el cristianismo

1.2.1. El misterio de Cristo

En esta parte Odo Casel intenta dejar en claro la posición que goza el misterio de Cristo.

En primer lugar, el cristianismo no es ni “religión” ni “religiosidad” (ni un sistema de

verdades formuladas dogmáticamente que se aceptan y se profesan, ni una postura frente a

lo “divino” más o menos dominada por un sentimiento individual). Casel retoma la idea

paulina de cristianismo, de “Evangelio”, como un Mysterium, no en el sentido de una

doctrina oculta y misteriosa de lo divino, sino más bien «como una acción de Dios, la

realización de un plan eterno en una acción que procede de la eternidad de Dios, se realiza

en el tiempo y en el espacio y tiene nuevamente su término en el mismo Dios eterno. Este

misterio puede expresarse en la única palabra ‘Cristo’, donde ‘Cristo’ significa al

Salvador como persona en unión con su Cuerpo Místico, la Iglesia11

» Pablo llama varias

veces a este misterio “oculto” o “escondido ante los siglos”; mas este misterio se reveló en

el tiempo por el hecho de que Dios tomó carne humana y se hizo visible, y a causa del

pecado del hombre se transformó en “Oikonomia”, en plan de salud por la sabiduría y amor

11 O. CASEL, El misterio del culto cristiano, 50-51. Casel se basa en algunos textos paulinos para su argumentación. Estos son:

«dándonos a conocer el Misterio de su voluntad según el benévolo designio que en él se propuso de antemano para realizarlo en la plenitud de los tiempos: hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra» (Ef 1,9-10);

«Por lo cual yo, Pablo, el prisionero de Cristo por vosotros los gentiles... si es que conocéis la misión de la gracia que Dios me concedió en orden a vosotros: cómo me fue comunicado por una revelación el conocimiento del Misterio, tal como brevemente acabo de exponeros. Según esto, leyéndolo podéis entender mi conocimiento del Misterio de Cristo; Misterio que en generaciones pasadas no fue dado a conocer a los hombres, como ha sido ahora revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu: que los gentiles sois coherederos, miembros del mismo Cuerpo y partícipes de la misma Promesa en Cristo Jesús por medio del Evangelio, del cual he llegado a ser ministro, conforme al don de la gracia de Dios a mí concedida por la fuerza de su poder. A mí, el menor de todos los santos, me fue concedida esta gracia: la de anunciar a los gentiles la inescrutable riqueza de Cristo, y esclarecer cómo se ha dispensado el Misterio escondido desde siglos en Dios, Creador de todas las cosas, para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora manifestada a los Principados y a las Potestades en los cielos, mediante la Iglesia» (Ef 3,1-10);

«Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia, de la cual he llegado a ser ministro, conforme a la misión que Dios me concedió en orden a vosotros para dar cumplimiento a la Palabra de Dios, al Misterio escondido desde siglos y generaciones, y manifestado ahora a sus santos, a quienes Dios quiso dar a conocer cuál es la riqueza de la gloria de este misterio entre los gentiles, que es Cristo entre vosotros, la esperanza de la gloria» (Col 1,24-27). Nótese cómo San Pablo se refiere al “Misterio” como “el Cristo entre vosotros”.

También tenemos en 1Co 2,7: «sino que hablamos de una sabiduría de Dios, misteriosa, escondida, destinada por Dios desde antes de los siglos para gloria nuestra»; en la misma línea del Misterio revelado tenemos Rom 16,25: «A Aquel que puede consolidaros conforme al Evangelio mío y la predicación de Jesucristo: revelación de un Misterio mantenido en secreto durante siglos eternos»

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de Dios. En consecuencia, el cristianismo es una revelación de Dios a la humanidad por

medio de las acciones teándricas, pletóricas de vida y ricas en vigor. Si Cristo es el

“Salvador”, es decir, el que realiza la obra de salud, la Iglesia a su vez tiene que cooperar a

la obra de Cristo, interiorizándose en aquella acción pero entrañándose activamente, ya que

los miembros sanos participan de los movimientos de la cabeza. Precisamente la Iglesia se

hace cuerpo viviente, prometida y esposa amante de Cristo, por participar en sus acciones12

.

Llegados a este punto podemos empezar a intuir la necesidad e importancia de la Iglesia,

de que sus actos sean realizados para cooperar en orden a la salvación que Cristo quiere

manifestar a los hombres. Por tal motivo, es necesaria una comunión viva y operante en la

obra de la redención de Cristo. A la operación de Dios dentro de nosotros debe responder

nuestra cooperación deiforme por la gracia. ¿Cómo se da esto? Precisamente en este punto

es donde Casel habla de esta manera: «Para esto nos dio el Señor los misterios del culto, es

decir, las acciones que nosotros realizamos, y que el Señor, al mismo tiempo (por medio de

los sacerdotes de la Iglesia), realiza en nosotros. Por estas acciones se nos posibilita la

participación de la manera más intensa y concreta, en un modo palpable materialmente a

par que en una forma espiritual, en la acción redentora del Señor13

» Aquí conviene hacer

una observación interesante. En una edición más reciente de esta misma obra de Casel, la

traducción dice: «la respuesta nos viene dada por el Señor que instituyó para nosotros los

Misterios del culto14

» Es decir, no únicamente nos dio el Señor los misterios del culto, sino

que los instituyó para nosotros. De aquí podemos ya deducir que esos “misterios de culto

instituidos” por el Señor son los sacramentos, pues se trata de acciones “palpables

materialmente” junto con una “forma espiritual” mediante los cuales somos capacitados de

participar en la “acción redentora del Señor”.

Hasta aquí las cosas, hay elementos suficientes para hacer una triple distinción en el

término «misterio» en Odo Casel15

. Por tanto, dicho término puede significar:

12 Cfr. O. CASEL, El misterio del culto cristiano, 51-57. 13 O. CASEL, El misterio del culto cristiano, 59. 14 O. CASEL, El misterio del culto en el cristianismo, 13. 15 Cfr. Miguel PAZ, «Odo Casel y la presencia salvífica de Cristo en la liturgia», en Ecclesia: Revista de cultura católica Vol. XI/3 (1997), Mayab, 398-399.

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a) Dios en sí. Dios infinitamente lejano, santo e inaccesible se revela, pero aún “en el

misterio”, por gracia, y sólo a los creyentes, humildes y puros de corazón. En este

punto Casel daba por supuesto que estas disposiciones de fe y pureza de corazón se

adquieren también por gracia de Dios.

b) La revelación de Dios en Cristo. El Hijo de Dios se ha hecho hombre y muriendo

en la cruz ha mostrado, de modo incomprensible para el hombre, todo el amor del

Padre. Cristo mismo es el Misterio en forma personal; por lo tanto, las acciones de

su existencia humillada son misterios, porque Dios se manifiesta en ellos de forma

que trasciende toda medida humana. La Iglesia conduce a la humanidad a la

salvación no sólo a través de la palabra, sino también a través de las acciones

sacras, que por ello también se pueden llamar «misterios». De modo que se puede

decir que Cristo vive en la Iglesia mediante la fe y los misterios del culto.

c) Las acciones o ritos del culto cristiano. Desde que Cristo no es visible entre

nosotros, «su parte visible ha pasado a sus misterios», según decía San León

Magno16

; y San Ambrosio17

también decía: «yo te encuentro en tus misterios».

Ambas aportaciones de Padres de la Iglesia fueron retomados por Casel.

Respecto de este último punto, cabe decir (siempre con Casel) que el misterio de Cristo

que se realizó en nuestro Señor, de verdad, plena, histórica y fundamentalmente, se

actualiza en nosotros bajo forma figurativas y simbólicas, que no son en realidad meras

imágenes externas, sino algo que se desborda de la realidad de la nueva vida comunicada

por Cristo que en parte es simbólica y en parte es real. «Por eso, con razón llamamos

misterios a los sagrados ritos que reproducen y median el Misterio de Cristo18

». En este

punto, Casel se apoya en 1Co 4,1: «Por tanto, que nos tengan los hombres por servidores

de Cristo y administradores de los misterios de Dios», entendiendo en primer lugar el

misterio de Cristo que se predica, y en segundo lugar, los sagrados ritos mediante los cuales

somos recibidos e introducidos en el misterio de Cristo. Por lo tanto, estos ritos sagrados

nos incorporan a la dinámica del misterio. No son ni meras representaciones ni tampoco

actos fríos, meramente cultuales o canónicos.

16 Sermo 74, 2. 17 Apologia prophetae David, 58. 18 O. CASEL, El misterio del culto cristiano, 63.

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A partir de ahora19

Casel irá mencionando en esta parte de su obra uno a uno los

sacramentos.

El Bautismo

Dentro de este misterio de Cristo que Casel intenta exponer se encuentra la glorificación

de Cristo, el cual, después de su Pasión, se tornó en Pneuma, Espíritu. Cristo es Pneuma

por la unión hipostática con el Logos divino, que es Espíritu; mas esta unión lleva consigo

la transfiguración de la naturaleza humana, plenificada y transparente por la resurrección.

El Bautismo no es sólo la gracia de la remisión de los pecados y la participación de la

filiación divina, sino también es la purificación de los pecados y la donación del Santo

Espíritu, pero además, la reproducción o imagen de la Pasión de Cristo. Para que el

hombre transforme todo su ser y participe de la resurrección espiritual recibiendo la efusión

del Espíritu divino, es necesario que viva místicamente la Pasión del Señor por el

Bautismo. Este apunta, en primer lugar, al aniquilamiento del hombre viejo. Sólo el

perfume de la mirra habla de aromas de resurrección.

La posesión y vivencia del Espíritu es la señal distintiva del cristiano20

. Se expresa en el

bautismo propiamente de una manera positiva con el rito de la transfusión del aliento o

insuflación del Espíritu Santo21

, mientras que el agua bautismal significa primordialmente

la purificación de los pecados.

La Confirmación

Si bien Casel no desarrolla casi nada respecto de este sacramento, sí manifiesta que, por

la iniciación, es decir, por el Bautismo y la Confirmación, el hombre se hace miembro vivo

de Cristo, es más, se hace un Cristo, ya no un puro hombre, sino aquél que está deificado,

19 Cfr. O. CASEL, El misterio del culto cristiano, 61-80. 20 Casel hace referencia a textos neotestamentarios para su argumentación:

Respecto de Pedro: «Pedro les contestó: ‘Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo’» (Hech 2,38).

Respecto de Pablo: « Mas vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo, no le pertenece» (Rom 8,9)

Respecto de Juan: «En esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio» (1Jn 3,24b)

21 Rito que, actualmente, no tenemos en nuestros esquemas bautismales, pero sí queda en el rito de la consagración del Santo Crisma en la Misa Crismal que preside el Obispo en Semana Santa.

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nacido de Dios como hijo suyo, por lo que lleva la vida de Dios en sí22

. No obstante, en

párrafos anteriores cita una catequesis mistagógica de San Cirilo de Jerusalén23

que subraya

la unción con el crisma en referencia a la unción del Espíritu Santo con que fue ungido

Cristo.

La Eucaristía

A este sacramento es al que le presta más atención. En primer lugar, Casel asegura que

no hay religión sin sacrificio. La relación entre Dios y el hombre se simboliza en el

sacrificio. El hombre quiere ciertamente remontarse hasta Dios y ser santificado por Él.

Únicamente donde el hombre no quiere o no puede ser el mismo sacrificio, Dios acepta una

sustitución, tal y como sucedía entre los judíos y los paganos. En el caso del Cristianismo,

se ha restablecido nuevamente la idea primitiva del puro sacrificio cuando se ofreció a sí

mismo a Dios en la cruz el representante más elevado del género humano, Jesucristo,

Hombre-Dios, como inmolación total. Por lo tanto, Cristo ha presentado en su naturaleza

humana el sacrificio, pero con la virtud de su divinidad. De ahí que Dios mismo haya

obrado la reconciliación por el Sacrificio de Cristo. Así, es Dios mismo, en última

instancia, quien ha ofrecido el sacrificio24

.

De la más íntima unidad de ser y de acciones entre el Esposo (Cristo) y la Esposa

(Iglesia), se desprende que ésta debe participar en este sacrificio del Señor. Ella está de pie

junto a la Cruz, ofreciendo a su Esposo y a sí misma con Él. Pero no solamente en fe o con

la imaginación, sino que en una forma real-concreta, en el Misterio, se prolonga y

22 Cfr. O. CASEL, El misterio del culto cristiano, 67-68. Una nueva serie de textos bíblicos argumentan a favor de Casel:

Sobre el ser hijos de Dios: «Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre» (Jn 1,12); «Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús» (Gal 3,26); «Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva. La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre!» (Gal 4,4); «En efecto, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios» (Rom 8,14)

Sobre el tema de la vida: «En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres» (Jn 1,4); «En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida» (Jn 5,24); «Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí» (Jn 6,57); « Jesús le respondió: «Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá» (Jn 11,25).

23 Se trata de la Catequesis Mistagógica III, 1-2. 24 Cfr. O. CASEL, El misterio del culto cristiano, 68-71.

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reproduce el mismo sacrificio en que el Señor, a la vista de los cielos y de la tierra, se

presentó a sí mismo con la hostia de su Cuerpo como víctima al Padre. Es aquí donde se

vuelve a dar con la significación básica del Misterio del culto. Sin este misterio del

sacrificio de Cristo, la Iglesia sería una sacerdotisa sin sacrificio, un altar sin ofrenda, una

Esposa dejada por su Señor. Por otro lado, Cristo, sin la Iglesia, sería un sacerdote sin

comunidad ni podría ser nuestro precursor. De ahí pues que esté fuertemente marcada la

unidad del sacerdote con la comunidad. Cristo es ministro de una liturgia más sublime (cfr.

Heb 8,6), es el verdadero Liturgo del Santuario (cfr. Heb 8,2); como consecuencia, la

comunidad, es decir, la Iglesia, tiene que realizar un sacrificio verdadero, externamente

visible, litúrgico25

.

Así llega Odo Casel a justificar la necesidad del misterio de culto, pues esta se deriva

igualmente del hecho de que una comunidad visible de hombres sólo puede patentizar su

unidad interna y sus concordes impulsos en el servicio de Dios, mediante un acto ritual en

comunidad; y este acto sólo puede ser un acto simbólico, en el que el sacerdocio representa

al mismo tiempo a ambas partes y exteriorice sus voluntades con gestos y palabras, que

haga visible la acción invisible de Dios en el hombre por la acción simbólica de los

sacerdotes y el hacer de la comunidad y por los ritos y fórmulas practicados por los

ministros del sacerdocio. Todos estos requisitos se cumplen en el misterio del sacrificio de

la Misa: «En ella se reproduce misteriosamente el sacrificio de la muerte del Señor. Cristo

se ofrece de nuevo sacramentalmente, prolonga su pasión en el misterio por nosotros. Y

como la Iglesia realiza el misterio por mano de los sacerdotes, ofrece también ella el

sacrificio de su Esposo, que a la par es su sacrificio también […] de suerte que juntamente

con Cristo se torna en un solo sacrificio26

»

Esta participación de la Iglesia en el sacrificio redentor de su Señor sería imposible sin

el Bautismo. Por él, los fieles pueden participar activamente en el santo sacrificio de la

misa, ante todo, por su incorporación objetiva y sacramental en el Cuerpo místico de Cristo,

que es la Iglesia. Cuando la Cabeza actúa (Cristo), los miembros también (fieles cristianos,

Iglesia). Cuanto más viva es la conciencia de esta unión en la acción de Cristo, más nos

25 Cfr. O. CASEL, El misterio del culto cristiano, 72-73. 26 O. CASEL, El misterio del culto cristiano, 74.

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unimos a ella personalmente, y mayor y más intensa es nuestra unión en el sacrificio. Esto

implica la necesidad de una participación activa de los fieles en la celebración litúrgica;

incluso, implica la necesidad de una participación en una forma externa, destinada a

favorecer y a aumentar la piedad interna27

. Estas ideas de participación interna y externa

las retomará años más tarde Pío XII en su encíclica Mediator Dei.

Pero el misterio de la Eucaristía no queda agotado con el hecho de ser sacrificio; más

bien, el sacrificio tiene otro aspecto que es más sacramental. Al igual que los sacrificios de

la Antigua Alianza, el sacrificio del Nuevo Testamento es un sacrificio-banquete, pero en

un sentido mucho más elevado y espiritual. El Verbo Encarnado es realmente el alimento

del mundo, por comunicarle y conservarle mediante su palabra y su Espíritu la vida

sobrenatural. Pero Cristo ha verificado este hecho en el misterio, porque quiso imprimir

sobre esta unidad entre Él y su Iglesia el sello más concreto de la comunión de carne y

sangre28

.

Como conclusión de este apartado, Casel afirma que los tres misterios ya mencionados

(Bautismo, Confirmación y Eucaristía) significan y causan la total incorporación del

hombre al Cuerpo de Cristo. Es por esta razón que son los más importantes y

trascendentales para la vida de la Iglesia y de cada uno de los cristianos, «pues el Bautismo

purifica del pecado por la inmersión en la Cruz de Cristo, la Confirmación le infunde la

nueva vida del Espíritu y la Comunión vigoriza y mantiene esta vida y hace que los

miembros sean perfectamente una misma cosa con el cuerpo. Estos tres misterios son, por

lo mismo, la iniciación, la consagración cristiana. El así consagrado puede cooperar

después activamente en la obra suma del Cristo místico, en su entrega por amor al

Padre29

»

Después de exponer los misterios de iniciación cristiana, Casel se ocupa de aquellos

relacionados con diferentes funciones dentro de la Iglesia: el Orden y el Matrimonio.

27 Cfr. O. CASEL, El misterio del culto en el cristianismo, 26. 28 Cfr. O. CASEL, El misterio del culto cristiano, 78. 29 O. CASEL, El misterio del culto cristiano, 79.

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El Orden

Casel reconoce la necesidad de una representación en la tierra de la Cabeza invisible,

que es Cristo. Se refiere a aquellos hombres que representan al Señor de manera especial

como guía, maestro y sacerdote. Aquí precisamente tiene sentido el sacramento del Orden,

que Case llama «el misterio de la Unción sacerdotal», el cual asemeja a los hombres

escogidos por Cristo en sus propiedades. Es por medio de la imposición de manos del

Obispo que el Espíritu Santo baja de un modo singular sobre ellos, con lo cual se significa

y causa la comunión con los Apóstoles con Cristo.

Resulta interesante que Casel ponga a aquellos (hombres y mujeres) que deben ser

prototipos de santidad y de consagración a Dios junto a los sacerdotes y que, incluso,

designe con la palabra «misterios» a la consagración del monje, de las vírgenes, del Abad,

de la Abadesa y aún la dedicación de las viudas; si bien, en su misma obra, aclara que no

son sacramentos, sino sacramentales, por lo que su efecto no es sacramental, sino

sacramentario30

.

El Matrimonio

Si bien no ahonda mucho en esta parte, este misterio lo relaciona Casel con el misterio

primordial, es decir, con la unión espiritual entre Cristo y la Iglesia; por tanto, el

matrimonio de dos cristianos es un símbolo significativo de tal unión, ya que así San Pablo

se refiere a él cuando dice: «gran misterio es éste, lo digo respecto a Cristo y la Iglesia»

(Ef 5,32). Es por eso que el sacramento del matrimonio recibe su último sentido y su

bendición del gran misterio de Cristo.

Unción de los enfermos y Reconciliación

A estos últimos sacramentos dedica unas cuantas líneas, prácticamente nada, en este

apartado. Simplemente comenta que «las enfermedades y la muerte reclaman un singular

despliegue de energías de la gracia en el cristiano31

» e inmediatamente cita Stgo 5,14-1532

.

Y en cuanto a los pecadores no enfermos, menciona que se les otorga el perdón de los

30 Cfr. O. CASEL, El misterio del culto cristiano, 80. 31 O. CASEL, El misterio del culto cristiano, 82. 32 « ¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados»

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pecados por el misterio de Cristo, no como un segundo Bautismo, sino como una

rehabilitación del Espíritu que seguía antiguamente a la imposición de manos del Obispo.

Es más, ni siquiera los mismos difuntos escapan de la acción bienhechora y salvífica de los

misterios cristianos.

Por todo lo ya antes expuesto, Casel pretende que la Liturgia se entienda en el auténtico

sentido primitivo, es decir, en el sentido de realización y presencialización del misterio de

Cristo en toda la Iglesia a través de los siglos para su santificación y clarificación, y no en

el sentido de un ritualismo elaborado y esteticista o de una ostentación deslumbrante y

calculadora33

. He aquí precisamente uno de los grandes aportes de Casel tanto en el ámbito

sacramentario como en el ámbito litúrgico.

1.2.2. La forma del culto del «Mysterium»

Después de haber ahondado en el misterio de Cristo, Casel se interesa por presentar

cómo es que ese «misterio» se ha ido manifestando a lo largo del tiempo. En una

perspectiva escatológica, afirma que el plan redentor de Dios se remontará al final de los

tiempos con la parusía; mientras tanto, la Iglesia vive en la fe y de los misterios del culto de

Cristo. Dichos misterios son una actualización y aplicación del misterio de Cristo: Dios,

que se manifestó al mundo por medio de Jesucristo, Hombre-Dios, continúa obrando sobre

la tierra después de la glorificación de Cristo e íntegramente sólo por Él en cuanto Sumo

Sacerdote. Esto se realiza en la economía ordinaria de la distribución de la gracia en la

Iglesia, por la virtud del Misterio del culto. Este no es otra cosa más que la prolongación

de Jesucristo en el tiempo; por lo tanto, ese Misterio del culto tiene el doble carácter de la

majestad divina que obra y del ocultamiento bajo los símbolos materiales, tomados de lo de

aquí abajo, que a la vez encubren y muestran. Esa presencia del Señor en los misterios

adopta una posición media entre la vida terrestre de Cristo y su entronización gloriosa en

los cielos; esto permite que ya, desde ahora, despliegue todo el poder de su gloria. A

propósito de esto, Casel toma un fragmento del evangelio de Juan: «Dichosos los que no

han visto y han creído34

». Este versículo fue comentado por San León Magno, cuyo aporte

retoma Casel:

33 Cfr. O. CASEL, El misterio del culto cristiano, 83. 34 Jn 20,29

Page 14: Odo Casel - El Misterio Del Culto Cristiano

13

Para hacernos partícipes de esta bienaventuranza, nuestro Señor Jesucristo […] cuarenta días

después de su resurrección se elevó al cielo en presencia de sus discípulos. Puso fin a su

presencia corporal para permanecer en la derecha de su Padre hasta que se terminen los tiempos divinamente previstos para que se multipliquen los hijos de la Iglesia […] Lo que fue

visible en nuestro Redentor ha pasado ahora a los Misterios35

.

Es precisamente en el Misterio donde el Salvador se adapta al tiempo presente de su

Iglesia. Lleva a cabo de esta manera y realiza la gran economía de la salvación que

contempla no sólo a los contemporáneos de su vida histórica, sino también a todas las

generaciones a través del tiempo y del espacio hasta el fin del mundo36

. El misterio es, por

tanto, un generoso regalo de bodas del Señor a la Iglesia y le comunica su vida por los

misterios. Después del Sacrifico de Cristo, nada nuevo se puede ofrecer al Padre, pues Él,

«en efecto, mediante una sola oblación ha llevado a la perfección para siempre a los

santificados» (Heb 10,14), por lo que «ya no queda sacrificio por los pecados» (Heb

10,26b)37

.

Se hace indispensable recurrir al culto sui generis (Kult-Eidos) que la palabra y la

noción de Mysterium ponen de manifiesto. La verdadera naturaleza del culto cristiano se

basa por entero en la mística de Cristo, la mística por Cristo y en Cristo. Pero la mística en

Cristo sólo es realizable por el Misterio del culto. Las otras dos formas del culto, es decir,

la oración y el sacrificio, reciben también su perfección en el Misterio. Éste pertenece a

aquellas riquezas inefables que Dios nos ha entregado en Cristo y le corresponde la obra

conjunta de Dios y del hombre, cuyo mediador y guía sólo puede ser un Dios-Hombre. Es

por eso que, antes de Jesucristo, la Antigua Alianza no conocía ningún misterio, pues Dios

aún no se había encarnado todavía. No obstante, el culto judío conocía muy bien la

conmemoración, así como la oración y el sacrificio. Este culto conmemoraba cada año la

liberación de Israel y la fundación del pueblo escogido en la solemnidad pascual; pero esta

costumbre no era un «misterio» propiamente dicho. Únicamente la inmolación de Cristo

elevó a la pascua a tal dignidad, por lo que esta Pascua de Cristo fue algo enteramente

singular, tanto que la misma lengua semítica no podía expresar la nueva vivencia de Dios

en el Nuevo Testamento. Y fue precisamente en ese momento donde la cultura helenista

35 Sermo 74,2 36 Cfr. O. CASEL, El misterio del culto en el cristianismo, 36. 37 Cfr. O. CASEL, El misterio del culto cristiano, 84-87.

Page 15: Odo Casel - El Misterio Del Culto Cristiano

14

prestó su lengua y sus formas al cristianismo naciente, cuyo pensamiento fundamental era

la comunión en la vida de los dioses38

.

Los cultos mistéricos de la cultura helenista se desarrollaron de manera natural y se

elevaron hasta formas ideales. Las acciones y pasiones de la divinidad podían ser

renovadas y hechas presentes mediante un rito. Estos “misterios” ponían al fiel en relación

con los dioses. El hombre se convertía en “miembro de la familia” del dios. Los

“iniciados” formaban entre sí una sociedad santa, estrechamente unida y conducida por un

sacerdote elegido que encarnaba la autoridad. No obstante, Odo Casel quiere dejar bien en

claro que todo esto no significa que el simbolismo cristiano se transfiera a los misterios

antiguos, ya que estos últimos no podían hacer pasar al hombre a la vida sobrenatural;

simplemente eran una sombra al lado de los misterios cristianos. Esto lo comenta en su

obra debido a una disputa sostenida con un profesor jesuita, J. B. Umberg, el cual criticaba

a Casel y decía que no era posible equiparar los misterios paganos con los cristianos porque

éstos son verdaderos sacramentos que actúan la salvación por sí mismos; además, la

religión pagana no tenía nada que ver con el culto de los cristianos39

.

Sin embargo, su aportación fue importante debido a que hicieron posible la encarnación

en lo temporal de la realidad enteramente nueva de la revelación divina del Nuevo

Testamento40

.

De pronto, el lenguaje, tanto del culto judío como del culto pagano oficial quedó

obsoleto. Con todo, comenzaron a emplearse expresiones mistéricas para el Misterio

cristiano. Muchos ritos fueron tomados para enriquecer y adornar la sencillez del culto

cristiano. Según una imagen de los Padres de la Iglesia, el oro y la plata de Egipto se

fundieron para adornar los sagrados vasos de la Iglesia. Un ejemplo de tal situación es el

uso de la palabra “sacramento”, término que pertenece, en el fondo, a la lengua de los

antiguos misterios41

. Esto fue consecuencia del hecho de que el cristianismo es, en su

38 Cfr. O. CASEL, El misterio del culto en el cristianismo, 40-43. No hay que olvidar que tanto el Evangelio como el dogma utilizaron también el lenguaje helenista. 39 Cfr. Pedro FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, A las fuentes de la sacramentología cristiana, San Esteban, Salamanca 2004, 206. 40 Cfr. O. CASEL, El misterio del culto cristiano, 94-95. 41En este punto, Casel hace muy buen uso de sus conocimientos sobre filología.

Page 16: Odo Casel - El Misterio Del Culto Cristiano

15

misma esencia, una religión de los misterios. «La primitiva Iglesia vivía en el Misterio y

no precisaba por lo mismo de teoría alguna que se lo declarase42

».

Como se ha visto, a los antiguos hombres no se les hizo difícil la creencia en una

mediación de la vida divina a través de símbolos religiosos. Los ritos simbólicos y

poderosos de los misterios les eran connaturales. Cuando la Iglesia de Cristo penetró en

este mundo, no disolvió la antigua manera de pensar, sino que le “confirió” su plenitud43

.

El pensar simbólico fue santificado y deificado desde que el mismo Verbo eterno se

manifestó en carne y nosotros hemos contemplado la gloria de Dios en el rostro de Cristo44

.

Por eso no es de extrañar, dice Casel, que el Señor, al partir, sus misterios como señales de

su divina presencia. De distinta manera fue cuando en el seno de los pueblos germánicos,

que en un principio habían recibido con gran apasionamiento el cristianismo, surgió una

nueva cosmovisión en la que se puso en primer plano el valor individual, ya sin relación

con el orden puesto por Dios. Así, se subjetivaron también los objetos de la naturaleza.

¿Cuál fue la consecuencia de este movimiento? Casel lo dice crudamente: «Cualquiera que

abra los ojos, puede ver con espanto a dónde ha ido a parar Europa y los continentes

influenciados por ella con el individualismo, el liberalismo y el socialismo45

» Como nos

damos cuenta, Casel critica fuertemente el modernismo y el antropocentrismo, en los cuales

la fe se manifiesta como racionalismo y la vida de piedad como una tendencia al propio

placer psicológico.

No sólo eso. El misterio desapareció detrás de una cantidad enorme de ejercicios de

piedad que dejaron lugar a los sentimientos individualistas en ese movimiento llamado

Devotio46

. «Este movimiento no tuvo como meta la renovación de la liturgia ni de los

ejercicios piadosos, sino llenar el terrible vacío producido por la falta de una verdadera

plegaria. De cara a la liturgia, lo que hizo fue sobrecargarla de elementos extraños a su

naturaleza y significado47

» La oración quedó relegada a un sentimiento ajeno al espíritu

42 O. CASEL, El misterio del culto cristiano, 97. 43 Cfr. Mt 5,17. 44 Cfr. 2Co 4,6. 45 O. CASEL, El misterio del culto cristiano, 100. 46 Sin duda, Casel se refiere a la Devotio Moderna, movimiento surgido a finales del siglo XIV. 47 D. SARTIRE y Archille M. TRIACCA (dirs.), Nuevo diccionario de liturgia, Vol. II, Paulinas, Madrid 1987, 567.

Page 17: Odo Casel - El Misterio Del Culto Cristiano

16

del Cuerpo místico de Cristo y a una manera de pensar individualista. El sacrificio fue

estimado sólo como teoría. La doctrina de los misterios fue rechazada y combatida por

muchos teólogos, mientras que, por otro lado, otros teólogos, fundados en Santo Tomás y

los Santos Padres, salieron a su defensa48

.

Frente a tal situación, Casel justifica el por qué de la renovación litúrgica (conocido

como el Movimiento Litúrgico). Dicha renovación no es más que la búsqueda de un nuevo

reconocimiento y acentuación de los misterios de culto y un impulso a hacerlos nuevamente

accesibles a los fieles. Casel la ve como «la ola de la vivencia en profundidad de Dios tal

cual es en realidad, en su imponente realidad, en su imponente majestad, el cual en el

Nuevo Testamento no se revela como en el Antiguo a manera de huracán de terror, sino

como el Amor más hondo e incomprensible49

» A diferencia de la Devotio, se trata de

aspirar por transfundir vivamente toda la vida con el Espíritu de Dios, no sólo en las “horas

de devoción”, sino en el ser y obrar por entero. Sin duda, se trata de una gran intuición de

Casel. Recordemos que su obra vio la luz treinta años antes de que comenzara el Concilio

Vaticano II.

Con una genialidad sorprendente, Casel ve con mucha esperanza que en el corazón de la

Iglesia surjan nuevas maneras de pensar. Alcanza ya a percibir que hay algo más allá del

racionalismo y del materialismo: una aspiración a la mística. ¿Dónde pretende Casel

encontrar respuestas? No fuera de la Iglesia, ciertamente, sino dentro de ella. Así lo

expone contundentemente:

Nuestra humanidad, fatigada de racionalismo científico y ansiosa de signos de lo divino, podría

encontrar el objeto de sus aspiraciones, de su nostalgia, allí donde jamás se había perdido, allí donde siempre había subsistido: en nuestra santa Iglesia, en la que el divino Misterio de Cristo

vive siempre, revelando al único Dios verdadero y guiando a los hombres hacia él. Pero es

preciso, en primer lugar, que los fieles de Cristo y de la Iglesia se acuerden, ellos mismos, que

poseen este tesoro, es preciso que lo purifiquen de todo orín fruto del olvido y le devuelvan todo su resplandor gracias a su amor y a su inteligencia del mismo; después podrán mostrar al

mundo los verdaderos únicos Misterios de salvación50

.

Esta manera de escribir hace recordar dos posturas tanto contrarias como

complementarias que influyeron también en el ambiente previo del Concilio Vaticano II: la

48 Por ejemplo, Anscar Voiner, OSB; B. Neunheuser, OSB y Gebhard Rohner 49 O. CASEL, El misterio del culto cristiano, 103. 50 O. CASEL, El misterio del culto en el cristianismo, 51.

Page 18: Odo Casel - El Misterio Del Culto Cristiano

17

vuelta a las fuentes (ressourcement), es decir, el volver a Biblia, a la Patrística y a la Alta

Escolástica («que los fieles de Cristo y de la Iglesia se acuerden que poseen este tesoro»); y

la puesta al día (aggiornamento) o presentación de los principios católicos al mundo

moderno («es preciso que lo purifiquen… y le devuelvan todo su resplandor… [para]

mostrar al mundo los Misterios de salvación»).

La humanidad, cansada del racionalismo naturalístico, puede y debe encontrar los

símbolos de lo divino donde nunca se han perdido: en la Iglesia, la cual debe mostrar de

nuevo al mundo esos misterios que son los únicos verdaderos y salvadores. Si no, se

perderá en una infinidad de símbolos vacíos, ineficaces, que no expresan sino el

resurgimiento del pensamiento mágico, pagano y panteísta. Pero para poder hacer esta

labor, los cristianos tienen que ser los primeros en descubrir su propia riqueza. Esta

participación se cumplirá en su pleno significado sólo cuando la Liturgia se conciba de

nuevo como lo que es esencialmente: el Misterio de Cristo y de la Iglesia. He aquí la

propuesta de Odo Casel51

.

1.2.3. La liturgia de los Misterios

En este apartado Casel vuelve a la carga. Una vez más recuerda que el Misterio de

Cristo es Dios que se revela en su Verbo encarnado para la redención y la santificación de

la Iglesia, y que en ese Misterio es el Señor quien extiende su redención a todos los

hombres de una forma real y operativa. Esta unión inseparable entre el Misterio y la Iglesia

es la razón última por la que el Misterio del culto se convierte en liturgia. Si bien es cierto

que esta palabra significa originalmente la prestación personal en servicio del Estado, más

adelante significó el “servicio” en general y el servicio a Dios en el culto oficial en

especial. Y dado que en el Nuevo Testamento la vida entera es un acto de servicio a la

Divinidad, las indicaciones de los Santos Padres valdrán de manera especial para los actos

de adoración a Dios en común de la comunidad cristiana52

. Podemos descubrir que el

misterio original de la Nueva Alianza no es “liturgia” en el común sentido ritual; tampoco

es “liturgia” en el antiguo sentido ritual, sino una realidad más pura y más elevada.

51 Cfr. M. PAZ, “Odo Casel y la presencia salvífica de Cristo en la liturgia”, 404. 52 Cfr. O. CASEL, El misterio del culto cristiano, 106-107. Entre algunos de esos Padres están San Agustín y San Clemente Romano.

Page 19: Odo Casel - El Misterio Del Culto Cristiano

18

Si comparamos ambos vocablos, «Mysterium» y «Liturgia», significan lo mismo cuando

lo tomamos en el sentido de misterio de culto, pero desde un punto de vista diferente. El

término «Mysterium» expresa la esencia misma de la acción sagrada, es decir, la obra

redentora que el Señor glorioso lleva a cabo y aplica por medio de los ritos sagrados que ha

instituido. En cambio, el término «Liturgia» designa más específicamente la parte que

corresponde a la Iglesia en esta acción redentora de Cristo. Entonces podemos decir,

siguiendo el planteamiento de Casel, que el «Mysterium» corresponde más como obra del

Esposo, mientras que «Liturgia» sería más el hacer de la Esposa.

El contenido y, por lo mismo, la forma esencial de los misterios lo instituyó y ordenó el

Señor mismo. Su realización la encomendó a la Iglesia, ya que, al dejarle su Espíritu, le

otorgó la posibilidad de acuñar, transformar y explicar a sus hijos con formas y gestos

siempre nuevos, el tesoro inagotablemente fecundo que le entregaba. Los múltiples textos,

ritos y objetos sólo sirven para expresar el contenido del misterio en honra de Dios y en

hacerlo lo más asequible posible a todos los fieles. Desde que Cristo se manifestó en el

mundo, tenemos nosotros, aún en el Antiguo Testamento, la llave que nos abre todos los

secretos. Ya no palpamos letras muertas que matan sino el Espíritu que vivifica. En

ninguna parte se puede penetrar más hondamente en el carácter espiritualista de la Sagrada

Escritura que en la Liturgia, donde todas las palabras de la misma se tornan en cantar al

misterio de Cristo o transforman la vida del cristiano en Cristo. La palabra de la Escritura

renace y revive en la intimidad más entrañable de la Iglesia53

. En este punto, Casel apunta

otro aspecto importante del culto cristiano: la relación entre Sagrada Escritura y Liturgia.

Toda la Iglesia y todos los estados de vida que la componen han cooperado al

embellecimiento litúrgico del misterio, cada cual a su modo según su carisma, pero todos

por razón de su íntima participación en la liturgia de los misterios. Cuando se habla de toda

la Iglesia, no sólo se está refiriendo al clero; por lo que cuando se habla de una cooperación

activa de toda la Iglesia, se trata de que cada cristiano coopere, según su rango en el grado

y en la medida establecida, en virtud del carácter sacramental del Bautismo y de la

Confirmación. Esto significa que el laico no puede contentarse con una piedad

individualista. Debido a su incorporación al Cuerpo místico de Cristo, es un miembro

53 Cfr. O. CASEL, El misterio del culto cristiano, 110-119.

Page 20: Odo Casel - El Misterio Del Culto Cristiano

19

necesario e indispensable de la comunidad cultual y litúrgica. Y para dar su perfección a

esta participación, el fiel debe actualizar su sacerdocio objetivo y vivirlo de manera

personal en comunión con el misterio54

.

2. ACEPTACIÓN ECLESIAL DE LA DOCTRINA CASELIANA

2.1. La encíclica Mediator Dei

Cuando Pío XII publicó esta encíclica, tanto los partidarios del Movimiento Litúrgico

como los detractores de Casel la utilizaron para argumentar sus posiciones. Por un lado, la

misma encíclica afirma en los números 7 y 8 argumentos a favor de Casel:

7. Sabéis sin duda alguna, venerables hermanos, que a fines del siglo pasado y principios del

presente se despertó un fervor singular en los estudios litúrgicos, tanto por la iniciativa

laudable de algunos particulares cuanto, sobre todo, por la celosa y asidua diligencia de varios

monasterios de la ínclita Orden benedictina; de suerte que, no sólo en muchas regiones de Europa, sino aun en las tierras de ultramar, se desarrolló en esta materia una laudable y

provechosa emulación, cuyas benéficas consecuencias se pudieron ver no sólo en el campo de

las disciplinas sagradas, donde los ritos litúrgicos de la Iglesia Oriental y Occidental fueron estudiados y conocidos más amplia y profundamente, sino también en la vida espiritual y

privada de muchos cristianos.

8. Las augustas ceremonias del Sacrificio del altar fueron mejor conocidas, comprendidas y estimadas; la participación en los sacramentos, mayor y más frecuente; las oraciones litúrgicas,

más suavemente gustadas; y el culto eucarístico, considerado —como verdaderamente lo es

centro y fuente de la verdadera piedad cristiana. Fue, además, puesto más claramente en

evidencia el hecho de que todos los fieles constituyen un solo y compactísimo cuerpo, cuya cabeza es Cristo, de donde proviene para el pueblo cristiano la obligación de participar, según

su propia condición, en los ritos litúrgicos55

.

Pero, en otra parte de la misma, dice:

10. Sin embargo, mientras que, por los saludables frutos que de él se derivan, el apostolado

litúrgico es para Nos de no poco consuelo, nuestro deber nos impone seguir con atención esta «renovación», como algunos la llaman, y procurar diligentemente que estas iniciativas no se

conviertan ni en excesivas ni en defectuosas.

11. Ahora bien: si, por una parte, vemos con dolor que en algunas regiones el sentido, el conocimiento y el estudio de la liturgia son a veces escasos o casi nulos, por otra observamos

con gran preocupación que en otras hay algunos, demasiado ávidos de novedades, que se alejan

del camino de la sana doctrina y de la prudencia; pues con la intención y el deseo de una

renovación litúrgica mezclan frecuentemente principios que en la teoría o en la práctica

54 Cfr. O. CASEL, El misterio del culto en el cristianismo, 66-67. 55 Carta encíclica Mediator Dei del Sumo Pontífice Pío XII sobre la Sagrada Liturgia (25.08.2013) en http://www.vatican.va/holy_father/pius_xii/encyclicals/documents/hf_p-xii_enc_20111947_mediator-dei_sp.html

Page 21: Odo Casel - El Misterio Del Culto Cristiano

20

comprometen esta causa santísima y la contaminan también muchas veces con errores que

afectan a la fe católica y a la doctrina ascética56

.

Parece que lo más correcto es tomar una postura media. Por un lado, Pío XII reconoce

la gran aportación de los benedictinos a la renovación litúrgica; por otro lado, advierte de

posibles desviaciones en el culto. Un punto más a favor de la propuesta caseliana lo

tenemos en la definición que da el papa de la Liturgia en el número 29: «La sagrada

liturgia es […] el completo culto público del Cuerpo místico de Jesucristo, es decir, de la

Cabeza y de sus miembros57

». La encíclica recoge el deseo de Casel de fundamentar toda

la vida cristiana en la Liturgia, y por otra parte, evita el escollo de un exclusivismo litúrgico

que repudie las válidas devociones públicas o privadas.

2.2. El Concilio Vaticano II

En la Constitución Sacrosanctum Concilium n. 7 leemos cómo Cristo y su Iglesia

participan en el culto divino: «Con razón, pues, se considera la Liturgia como el ejercicio

del sacerdocio de Jesucristo. En ella los signos sensibles significan y, cada uno a su

manera, realizan la santificación del hombre, y así el Cuerpo Místico de Jesucristo, es

decir, la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro58

». Luego, en el número

10, encontramos más explícito el papel central de la liturgia, y en especial de la Eucaristía

en la vida cristiana, tanto en su vertiente espiritual como en la apostólica:

No obstante, la Liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza. Pues los trabajos apostólicos se ordenan a que,

una vez hechos hijos de Dios por la fe y el bautismo, todos se reúnan para alabar a Dios en

medio de la Iglesia, participen en el sacrificio y coman la cena del Señor. Por su parte, la

Liturgia misma impulsa a los fieles a que, saciados "con los sacramentos pascuales", sean "concordes en la piedad"; ruega a Dios que "conserven en su vida lo que recibieron en la fe", y

la renovación de la Alianza del Señor con los hombres en la Eucaristía enciende y arrastra a los

fieles a la apremiante caridad de Cristo. Por tanto, de la Liturgia, sobre todo de la Eucaristía, mana hacia nosotros la gracia como de su fuente y se obtiene con la máxima eficacia aquella

santificación de los hombres en Cristo y aquella glorificación de Dios, a la cual las demás obras

de la Iglesia tienden como a su fin59

.

56 Carta encíclica Mediator Dei del Sumo Pontífice Pío XII sobre la Sagrada Liturgia (25.08.2013). 57 Carta encíclica Mediator Dei del Sumo Pontífice Pío XII sobre la Sagrada Liturgia (25.08.2013). 58 Constitución Sacrosanctum Concilium sobre la Sagrada Liturgia (12.09.2013) en http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_const_19631204_sacrosanctum-concilium_sp.html 59 Constitución Sacrosanctum Concilium sobre la Sagrada Liturgia (12.09.2013).

Page 22: Odo Casel - El Misterio Del Culto Cristiano

21

Y en el número 14 habla de la participación «plena y activa de todo el pueblo»: «hay

que tener muy en cuenta esta plena y activa participación de todo el pueblo, porque es la

fuente primaria y necesaria de donde han de beber los fieles el espíritu verdaderamente

cristiano60

»

2.3. El Catecismo de la Iglesia Católica

De entrada, la segunda parte de esta obra tiene un título más que evocativo hacia Odo

Casel: «La celebración del misterio cristiano61

» para referirse tanto a la Liturgia como a la

economía sacramental y como a los siete sacramentos de la Iglesia. Debido a que los

sacramentos (llamados «los santos misterios») son el fundamento objetivo de la vida de

unión íntima con Cristo, en ellos el Misterio de la vida divina se comunica al creyente en

signos simbólicos. Así leemos en el número 2014:

El progreso espiritual tiende a la unión cada vez más íntima con Cristo. Esta unión se llama

“mística”, porque participa del misterio de Cristo mediante los sacramentos —“los santos

misterios”— y, en Él, del misterio de la Santísima Trinidad. Dios nos llama a todos a esta unión íntima con Él, aunque las gracias especiales o los signos extraordinarios de esta vida mística

sean concedidos solamente a algunos para manifestar así el don gratuito hecho a todos62

.

Toda la oración cristiana encuentra su fuente, su lugar privilegiado y su término en la

Liturgia, según lo que leemos en el número 1073: «La liturgia es también participación en

la oración de Cristo, dirigida al Padre en el Espíritu Santo. En ella toda oración cristiana

encuentra su fuente y su término. Por la liturgia el hombre interior es enraizado y fundado

(cfr. Ef 3,16-17) en "el gran amor con que el Padre nos amó" (Ef 2,4) en su Hijo

Amado63

».

Y en el número 2655 habla tanto de la Liturgia como del Misterio de la salvación:

La misión de Cristo y del Espíritu Santo que, en la liturgia sacramental de la Iglesia, anuncia,

actualiza y comunica el Misterio de la salvación, se continúa en el corazón que ora. Los Padres espirituales comparan a veces el corazón a un altar. La oración interioriza y asimila la liturgia

durante y después de la misma. Incluso cuando la oración se vive “en lo secreto” (Mt 6, 6),

siempre es oración de la Iglesia, comunión con la Trinidad Santísima64

.

60 Constitución Sacrosanctum Concilium sobre la Sagrada Liturgia (12.09.2013). 61 Catecismo de la Iglesia Católica, Coeditores Católicos de México, México, D. F. 1999, 299. 62 Catecismo de la Iglesia Católica, 544. 63 Catecismo de la Iglesia Católica, 303. 64 Catecismo de la Iglesia Católica, 701.

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22

3. ANEXO: LA TEOLOGÍA DE CASEL COMO MISTAGOGÍA

No puedo dejar a un lado, aunque sea brevemente, una breve mención respecto de este

punto que llamó mi atención. En primer lugar, es interesante que las monjas de la abadía

de Herstelle, donde Casel fue capellán, hayan puesto en su lápida sepulcral el título:

Mistagogus nobis et pater. Guillermo Rosas, en esta misma sintonía, propone tres

dimensiones en Casel que podemos llamar mistagógicas65

:

1) Su empeño teológico globalmente considerado. Esto, porque su teología entera gira

en torno a un núcleo fundamental: el misterio de Cristo. Esta teología trató de

sintetizar la totalidad de la vida cristiana en una sola palabra y de presentarla de tal

modo que el cristiano pueda reconocer a partir de ella su vocación.

2) El significado que le adjudica a la liturgia en el conjunto de la vida cristiana.

Casel presenta mistagógicamente el misterio pascual como centro de toda la liturgia.

Para él, el culto no es teoría, sino vida y experiencia religiosa, acción y trama de la

gracia; por eso su discurso tiene una fuerte carga experiencial.

3) El rol que le asigna al año litúrgico. Para él, la Liturgia es la más competente

maestra en el estudio de los misterios que se celebran en el curso del año eclesial.

Varios autores66

lo destacan también como “mistagogo” y a su obra teológica como

“mistagogía” no sólo por lo antes expuesto, sino también por el método teológico con el

que elaboró sus escritos sobre el año litúrgico. En primer lugar, analizaba teológicamente

la fiesta o el tiempo litúrgico en estudio, para que la celebración litúrgica fuera

comprendida en toda su riqueza. Sus bases fueron: la Sagrada Escritura y la Tradición,

incluyendo a los Padres de la Iglesia. En segundo lugar, iluminaba teológicamente a las

personas que estaban por celebrar o celebrando la fiesta o el tiempo litúrgico, buscando la

adecuada relación entre la celebración y la vida, de tal modo que la celebración litúrgica

fuera vivida, experimentada en toda su profundidad.

65 Cfr. Guillermo ROSAS, «Odo Casel y el año litúrgico como mistagogía de la Iglesia», 227-229. 66 Tales como Emmanuel von Severus y Arno Schilson.

Page 24: Odo Casel - El Misterio Del Culto Cristiano

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COMENTARIO PERSONAL

Aunque no había tenido antes la oportunidad de conocer un poco sobre Odo Casel, me

resultó muy interesante constatar que muchos puntos que nosotros damos ya por

descontado en la Liturgia fueron aportación suya. Algo que llama la atención es la manera

de argumentar su teología, pues recordemos que su obra El misterio del culto cristiano es

de mediados del siglo XX, y no obstante eso, sus enunciados los va fundamentando con

abundantes textos bíblicos y continuas referencias a los Santos Padres: dos cosas que todo

teólogo contemporáneo debe hacer también. Además, considero que sus conocimientos en

el área de la teología dogmática, aunados a su saber filológico, le otorgaron mayores

herramientas para exponer sus ideas.

No obstante todas sus aportaciones y sus méritos, también hay que reconocer sus

límites67

: ciertos pasajes tienen un sabor platónico; también da la impresión de que no le da

su justo valor a la fe ni la liturgia del Antiguo Testamento, tal vez influido un poco por su

contexto histórico alemán anti-semita, exaltando más el culto helenista, con lo que

prácticamente desechó la continuidad cultual hebraico-cristiana, puesta de relieve por la

exégesis actual68

.

Sin embargo, en general creo que se puede decir que Casel fue un hombre adelantado a

su tiempo, que con sus intuiciones ayudó a progresar la reflexión teológica sobre un aspecto

ya olvidado y puesto en el baúl de los recuerdos: el Misterio. Así, considero que una muy

buena definición de sacramento según Casel es esta: «El Misterio es una acción sagrada y

cultual [de la Iglesia] en la que se actualiza, por medio de un rito, el hecho de la salvación.

La comunidad que realiza el culto bajo estos ritos, se hace partícipe de la acción salvadora

[de Cristo], alcanzado por ella su salvación69

»

67 Cfr. Andrea GRILLO, «Odo Casel (1886-1948)», en Credere Oggi, 56. 68 Cfr. M. PAZ, “Odo Casel y la presencia salvífica de Cristo en la liturgia”, 403. 69 O. CASEL, El misterio del culto cristiano, 137.

Page 25: Odo Casel - El Misterio Del Culto Cristiano

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BIBLIOGRAFÍA

a) Principal

CASEL, Odo, El misterio del culto cristiano, DINOR, San Sebastián 1953.

__________, El misterio del culto en el cristianismo, Serie Cuadernos Phase 129, Centre de

Pastoral Litúrgica, Barcelona 2001.

b) Secundaria

Carta encíclica Mediator Dei del Sumo Pontífice Pío XII sobre la Sagrada Liturgia

(25.08.2013) en http://www.vatican.va/holy_father/pius_xii/encyclicals/documents/hf_p-

xii_enc_20111947_mediator-dei_sp.html

Catecismo de la Iglesia Católica, Coeditores Católicos de México, México, D. F. 1999.

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