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Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis 1 INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO 15 Hebreos, Santiago, Primera y Segunda de Pedro, Primera, Segunda y Tercera de Juan, Judas y Apocalipsis Capítulo 1 El Libro de Hebreos Hemos terminado ahora de estudiar las cartas del apóstol Pablo, y estamos entrando en las Epístolas Generales o Universales, llamadas así porque estas cartas fueron dirigidas a grupos generales, no específicos, de creyentes. Comenzamos por el Libro de Hebreos. No sabemos quién escribió este libro. Se ha sugerido el nombre de Pablo, pero la primera palabra de la carta no es “Pablo”, como suele ocurrir en sus cartas. Hay muchas buenas razones por las que los estudiosos no creen que Pablo haya escrito el Libro de Hebreos. Como hemos visto hasta ahora en nuestro estudio de la Biblia, lo importante de cualquier libro bíblico es: “¿Qué dice el libro?”, ¿Qué quiere decir?” y “¿Qué quiere decir eso para usted y para mí?”. Lo importante en el Libro de Hebreos es la verdad que se enseña en él y la aplicación personal de esa verdad a la vida de usted y a la mía. Quien haya escrito este libro era un erudito elocuente que entendía lo que tenían que decir el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento acerca de Jesucristo. La principal contribución del libro es que, más que todo otro libro de la Biblia, Hebreos une al Antiguo y al Nuevo Testamento. ¿Alguna vez se ha preguntado por qué ya no ofrecemos sacrificios de animales por nuestros pecados? Este libro contestará esa pregunta, y muchas otras similares.

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Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis

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INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE

FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO 15

Hebreos, Santiago,

Primera y Segunda de Pedro,

Primera, Segunda y Tercera de Juan, Judas y

Apocalipsis

Capítulo 1

El Libro de Hebreos

Hemos terminado ahora de estudiar las cartas del apóstol

Pablo, y estamos entrando en las Epístolas Generales o Universales,

llamadas así porque estas cartas fueron dirigidas a grupos generales,

no específicos, de creyentes. Comenzamos por el Libro de Hebreos.

No sabemos quién escribió este libro. Se ha sugerido el nombre de

Pablo, pero la primera palabra de la carta no es “Pablo”, como suele

ocurrir en sus cartas. Hay muchas buenas razones por las que los

estudiosos no creen que Pablo haya escrito el Libro de Hebreos.

Como hemos visto hasta ahora en nuestro estudio de la

Biblia, lo importante de cualquier libro bíblico es: “¿Qué dice el

libro?”, ¿Qué quiere decir?” y “¿Qué quiere decir eso para usted y

para mí?”. Lo importante en el Libro de Hebreos es la verdad que se

enseña en él y la aplicación personal de esa verdad a la vida de usted

y a la mía.

Quien haya escrito este libro era un erudito elocuente que

entendía lo que tenían que decir el Antiguo Testamento y el Nuevo

Testamento acerca de Jesucristo. La principal contribución del libro

es que, más que todo otro libro de la Biblia, Hebreos une al Antiguo

y al Nuevo Testamento. ¿Alguna vez se ha preguntado por qué ya no

ofrecemos sacrificios de animales por nuestros pecados? Este libro

contestará esa pregunta, y muchas otras similares.

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El argumento del Libro de Hebreos

Cuando lea Hebreos, fíjese que este libro tiene un argumento

que se presenta con una lógica profunda desde el primer versículo

hasta el último. Trate de seguir la inspirada lógica del autor mientras

lee el libro. Trate de leer el libro de una sentada si puede reservar el

tiempo para hacerlo. Al leer, buscando este argumento, note que hay

tres palabras que pueden guiarlo. La primera es “mejor”, la segunda,

“creer”, y la tercera, “cuidado”.

El autor está escribiendo a judíos, y quiere que se den cuenta

de que Jesucristo es mejor que todas las cosas que ellos reverencian.

Dice, básicamente: “Ustedes estiman a los profetas, pero Jesucristo

es mucho mejor que los profetas. Jesús es el Profeta. Dios ha hablado

a través de los profetas, pero ahora ha hablado a través de su Hijo. Su

Hijo es mucho mejor que todos los profetas”.

En los dos primeros capítulos, el autor destaca que Jesucristo

es mejor que los ángeles. Los judíos conservadores y ortodoxos,

como los fariseos, creían en los ángeles.

Los judíos reverenciaban también a Moisés, así que el autor

dice que Jesucristo es mejor que Moisés, y nos da una imagen

gráfica: una casa tiene valor, pero el constructor de la casa tiene más

valor que la casa. Moisés construyó la casa –la nación hebrea–, pero

Jesucristo es el Hijo que vive en esa casa.

Luego el autor sostiene que Jesucristo es mejor que Josué,

que guió al pueblo de Israel hacia la Tierra Prometida y les dio

descanso. Jesús, sin embargo, les dio un descanso que supera

largamente el que recibieron cuando entraron en la Tierra Prometida.

Luego dice que Jesucristo es mejor que todos los sacerdocios.

Los judíos valoraban sus sacerdocios. A partir del capítulo cinco,

sostiene que Jesucristo es mejor que todos esos sacerdocios.

Después de los sacerdocios, se refiere a los pactos. Hubo un

pacto con Noé, Abraham, Moisés y David. Dios hizo muchos pactos,

pero el autor sostiene que Jesús es mejor que todos esos pactos.

Finalmente, el autor de Hebreos hace referencia a la tienda de

adoración, o tabernáculo, en el desierto. Usted recordará que el

templo de Salomón fue construido con el mismo modelo que el

tabernáculo que usaron los israelitas mientras vagaban por el

desierto. Como era de esperar, el autor sostiene que Jesucristo es

mejor que el tabernáculo. Escribe a sus lectores judíos: “Miren, ese

tabernáculo, el templo de Salomón y todos los modelos de adoración

que había allí eran sólo una copia, una simple expresión visible de

una tienda de adoración celestial que existe en el cielo, un

tabernáculo no hecho de manos” (ver Hebreos 9:11, 23-26).

Una vez al año, el sumo sacerdote entraba a la parte interior

del tabernáculo, que se llama el Lugar Santísimo. Llevaba la sangre

del sacrificio al Lugar Santísimo y ofrecía esa sangre por los pecados

de todo el pueblo. Todo esto era un modelo de lo que ocurrió en el

cielo cuando Jesucristo murió en la cruz. Fue como si Él fuera el

Gran Sumo Sacerdote que intercedía por los pecados de todo el

mundo con su propia sangre preciosa. Su sacrificio cumplió y validó

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todos esos sacrificios de animales que eran ofrecidos a Dios a través

de los sacerdotes y el sistema de sacrificios que existieron desde

Moisés a Jesús. Este autor vincula ambos testamentos cuando escribe

que, luego que Jesús murió en la cruz, ya no es necesario que se

ofrezcan más sacrificios por nuestros pecados.

Capítulo 2

¡Más vale que lo crea!

Las dos siguientes palabras clave son “creer” y “cuidado”. El

autor de muchas advertencias acerca de la sutileza de la apostasía,

que consiste en asumir una postura en su viaje de fe y luego asumir

otra que se aleja de su posición original. El concepto de apostasía del

autor no es tanto de una persona que tiene la teología incorrecta

como la de alguien que tiene la teología correcta pero no hace nada al

respecto.

Hebreos está lleno de exhortaciones y advertencias. Otra

expresión que suele acompañar a estas advertencias es “no sea que” o

“para que ninguno” (Hebreos 2:1, 3:13, 4:1, 11). Muchas de las

advertencias están relacionadas con la obra de Cristo en nosotros, o

con su obra a través de nosotros. Las exhortaciones en Hebreos

generalmente viene después de palabras como “temamos”,

“procuremos”, “acerquémonos”, “mantengamos” o

“considerémonos” (Hebreos 4:1, 11, 10:22-24).

Al leer Hebreos, intente siempre centrarse en el argumento

del libro. Cuando entienda ese argumento, usted entenderá también la

misión del libro, que es alentar a los judíos creyentes que estaban

sufriendo y estaban descorazonados al punto que estaban por

abandonar su fe. El objetivo de la misión del autor era, también,

alentar a los judíos que aún no habían puesto su fe en Jesús para que

cruzaran la línea e hicieran un verdadero compromiso de fe. Mientras

se dirige a quienes aún no había arribado a la fe auténtica,

obviamente quiere quitar toda falsa seguridad de quienes aún no

habían hecho un genuino compromiso de fe.

Las advertencias del autor continúan mientras se centra en un

suceso de la historia hebrea que se registra en el capítulo 14 de

Números. Cuando los hijos de Israel anduvieron por el desierto

durante cuarenta años, Dios los desafió diez veces a creer en Él

realizando milagros para ellos. Estaba intentando darles la fe para

invadir las ciudades fortificadas de Canaán.

Dios llegó al punto, con esa generación, en que dijo, en la

práctica: “Ya me cansé de ustedes. Ustedes nunca entrarán en la

Tierra Prometida. Los únicos dos hombres entre ustedes que entrarán

serán Josué y Caleb, porque ellos creyeron en mí”. El autor les

advierte que no imiten la falta de fe de sus ancestros, sino que entren

en su Tierra Prometida espiritual, que él denomina “reposo”

(Hebreos 3:7-4:1).

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En los capítulos 3 y 4, el autor escribe, en esencia: “Si ustedes

aún pueden oír la voz de Dios, pero no la quieren escuchar, son

iguales que ese pueblo que estuvo dando vueltas en el desierto

durante cuarenta años. Llegará el día en que ya no oirán la voz de

Dios. Él se alejará de ustedes, y ustedes no podrán entrar en la Tierra

Prometida de la vida abundante en Cristo, porque la voz se hará cada

vez más silenciosa”.

En el capítulo 5, el autor quiere tratar un tema que es muy

difícil de entender. Quiere mostrar que Jesucristo es mejor que todos

los sacerdocios anteriores. Los judíos estarían esperando que el autor

demostrara que Jesús era un sacerdote de la orden de Aarón o Leví.

Para comenzar su presentación, el autor quiere mostrar que Jesús es

un sacerdote especial de la orden de Melquisedec.

Al llegar a este punto, introduce un paréntesis y escribe:

“Quisiera decirles más acerca de Melquisedec, pero no puedo”.

Dentro de este paréntesis, lamenta el hecho de que sus lectores no

han crecido en su comprensión de las Escrituras al punto que puedan

entender lo que quiere decirles acerca de Melquisedec. Y describe el

tipo de dieta espiritual que necesitan para crecer espiritualmente

(Hebreos 5:11-14).

Cuando usted va a la iglesia, su pastor, que ha digerido el

alimento espiritual de las Escrituras, le enseña lo que él digirió

espiritualmente. Esto es como beber leche, que es un alimento

predigerido para bebés que aún no han desarrollado un sistema

digestivo propio. Si los únicos pasajes bíblicos que usted conoce le

llegan a través de un pastor que los ha predigerido, esto lo convierte

en un bebé espiritual.

Sin embargo, si usted llega a la Biblia por su cuenta –si sólo

están usted, el Espíritu Santo y la Biblia–, y el Espíritu Santo le

enseña desde las Escrituras, usted ahora está comiendo carne

espiritual para su propia alimentación espiritual.

Según el apóstol Juan, como resultado de su nuevo

nacimiento, Cristo ha ido a vivir a su corazón. Usted ha recibido la

“unción” del Espíritu Santo. Juan quiere que usted se dé cuenta de

que “no necesitan que nadie les enseñe porque la unción que está en

ustedes puede enseñarles todo lo que necesitan saber” (ver 1 Juan

2:2-27).

El capítulo 6 de Hebreos tiene algunos versículos que,

durante siglos, han preocupado a algunas almas devotas (Hebreos

6:4-12). Algunos creen que este pasaje enseña que, siendo

verdaderos creyentes, podemos perder nuestra salvación. Yo no estoy

de acuerdo. El autor dice: “En cuanto a ustedes, estamos persuadidos

de cosas mejores, y que pertenecen a la salvación”. Cuando escribe

acerca de ser iluminados, de gustar, de participar, no está hablando

del creyente que ha experimentado la regeneración, el “nuevo

nacimiento”. Habla de las personas que están siendo atraídas por el

Espíritu Santo al punto que gustan, o participan, pero no han cruzado

realmente la línea de la fe para nacer de nuevo.

Le recuerdo que uno de los objetivos de este libro es exhortar

a los judíos que aún no han confiado en Jesucristo a hacer un

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compromiso definitivo con la fe en Él. El propósito del argumento de

este libro es desafiarlos a definirse y sufrir con Jesucristo, a

comprometerse realmente con su Mesías y, así, estar seguros de su

salvación. Creo que éste es el objetivo de esta difícil exhortación del

capítulo 6 de Hebreos.

El capítulo 6, versículos 4 a 6, debe ser interpretado en el

contexto del argumento total y el objetivo de misión del Libro de

Hebreos. Según el autor, no está tratando cosas que acompañan la

salvación. Su exhortación a lo largo del libro está dirigida a personas

que profesan ser creyentes, pero aún no han nacido de nuevo porque

aún no llegan a tener una fe salvadora en su compromiso con

Jesucristo. El autor está advirtiendo a estas personas que son como

aquellos que van al mercado a ver ... y ver ... y ver, sin comprar nada

jamás. Su advertencia aquí, en este pasaje, es que el huevo llega a un

punto en que se rompe para que salga el pollito, o se convierte en un

huevo podrido.

Apoyándose en la metáfora de Jesús, lo que el autor de

Hebreos quiere para sus lectores es que nazcan de nuevo. El concepto

que presenta, en este pasaje difícil, es que no perderán su salvación.

Pero, antes que ocurra el nuevo nacimiento, puede existir algo así

como un “aborto espiritual”. Estas personas corren peligro de ser

“abortadas” mientras están en un período de “gestación” espiritual.

Capítulo 3

La fe en el centro

El verdadero corazón del mensaje de este autor se encuentra

en el capítulo 11 del libro. Este capítulo es conocido como el

“capítulo de la fe” de la Biblia. Empieza, en realidad, cerca del final

del capítulo anterior, cuando comienza a dar a sus lectores un

conjunto de razones por las que no deberían perder su fe (Hebreos

10:35). Dice que no deberían perderla, porque la fe los ha salvado.

Los exhorta a pensar en el momento en que creyeron y fueron

salvados. Este es el punto central del argumento: ¡no pierdan su fe,

porque su fe los ha salvado!

Aparentemente, ellos habían experimentado una conversión

auténtica a Cristo que estuvo acompañada por un ferviente primer

amor por Él. El autor les recuerda esa experiencia, cómo habían

soportado la pérdida de todas las cosas, sabiendo que en el cielo

tenían una recompensa mejor. Ahora, dice el autor, piensen en

aquella experiencia de fe y salvación inicial, y piensen en lo que

significó para ustedes. Dense cuenta de que fueron salvados por su

fe. Por lo tanto, hagan lo que hagan, no pierdan la fe que los salvó.

Luego, en el versículo 38 del capítulo 10, cita al profeta

Habacuc: “El justo por su fe vivirá” (Habacuc 2:4). En este contexto,

dice, básicamente: “Ustedes no pueden perder su fe porque la van a

necesitar. No sólo son salvados por su fe; ustedes deben vivir por fe”.

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Es muy difícil definir la fe, pero uno puede describirla. Dice:

“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que

no se ve”. La esperanza es la convicción de que existe algo bueno en

este mundo y, un día, vamos a encontrar eso bueno. Los creyentes

del Antiguo Testamento hablaban de “ver el bien”. David desafió a

hombres fracasados y fugitivos con esta pregunta: “¿Quién es el

hombre que desea vida, que desea muchos días para ver el bien?”.

Luego contestó su propia pregunta con esta invitación: “Gustad, y

ved que es bueno Jehová; dichoso el hombre que confía en él”

(Salmos 34:12, 8). Para que la fe sea fe, tiene que haber alguna

evidencia que apoye la convicción de que algo bueno va a ocurrir.

Pero aquí, el contexto del argumento es “no pierdan la fe por

lo que es la fe. La fe es la sustancia de sus esperanzas, el fundamento

que hace que sus esperanzas sean creíbles. La fe es la evidencia de

cosas que no se ven, es decir, el objeto invisible de su fe”.

Cuando su fe es una fe bíblica, el objeto de su fe debe ser

invisible. Cuando vemos y tenemos el objeto de nuestra fe, la fe ya

no es necesaria. Cuando la fe es una fe bíblica, el objeto de su fe es

invisible, pero hay evidencia que apoya la convicción de que el

objeto invisible está allí. Es como el olor de su la comida favorita,

que aún no ha visto, pero que es evidencia que apoya la convicción

de que la comida va a ser servida. Por lo tanto, una buena definición

de la fe podría ser: “La fe es un acto de creer en algo, o Alguien, que

uno no puede ver, que está basado en una evidencia”.

En este caso, el objeto invisible es Dios. Y el autor está

diciendo que la mayor evidencia en el mundo de que existe un Dios

es la persona que tiene fe. Según el Nuevo Testamento, la fe es don

de Dios (Efesios 2:8; Filipenses 1:29). Por lo tanto, la persona que

tiene fe es la mayor evidencia en la tierra de que el Dador de la fe

existe. El autor escribe lo siguiente: “Es, pues, la fe la certeza de lo

que se espera, la convicción de lo que no se ve”. Entre otras cosas, el

escritor de este profundo documento nos está diciendo que la fe, en sí

misma, es la evidencia que demuestra la existencia del Dios invisible.

El autor da a sus lectores una razón más por la que no deben

perder su fe, cuando escribe: “En realidad, sin fe es imposible

agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que

creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan” (Hebreos

11:6, NVI).

Siga la lógica de su argumento, que incluye todas las razones

por las que sus lectores no deberían perder su fe. Él sostiene que no

deben perder su fe porque sin fe no pueden llegar a Dios, o agradarlo.

Luego les (nos) habla acerca de personas que agradaron a Dios

porque tuvieron fe.

Enoc fue uno de estos hombres, que fue arrebatado por su fe.

Es como que Enoc caminaba tan cerca de Dios que un día Dios le

dijo: “Enoc, estamos mucho más cerca de mi casa ahora que de la

tuya. ¿Por qué no te vienes a casa conmigo?”. Dios simplemente

llevó a Enoc a su casa, en el cielo, porque él caminaba con Dios y

agradaba a Dios (Hebreos 11:5).

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Luego nos da ejemplos de personas piadosas que tuvieron fe.

Recorra el capítulo 11 de Hebreos y subraye todos los verbos, las

palabras de acción. Todos ellos son héroes de la fe porque hicieron

algo. Por eso es que digo que la fe es un acto de creer en Alguien, o

algo, que uno no puede ver, que está basado en una evidencia.

Cuando Dios encargó a Noé construir un arca, aún no había

llovido en la tierra. El autor describe ese desafío a la fe de Noé como

“cosas que aún no se veían”. Noé nunca había visto la lluvia. La

historia de este hombre, que cubre cuatro capítulos del Libro de

Génesis, se relata en un único y profundo versículo en este capítulo

de la fe: “Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de

cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa

se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la

justicia que viene por la fe” (v. 7).

Noé fue un predicador de justicia durante los 120 años que

pasó construyendo el arca. La única forma en que uno podía salvarse

era estar en esa arca. Pedro nos dice que el arca es un símbolo de la

salvación. En este capítulo, se nos dice que Noé es un símbolo de la

fe: de lo que la fe puede significar y de lo que puede hacer.

Muchos creen que la metáfora que presenta el autor en 12:1, 2

es que nosotros somos los atletas que corren en una carrera mientras

el público que está en el estadio mirándonos correr es “una gran nube

de testigos”. Ellos ya han corrido su carrera. ¿Cree usted que es

posible que personas que han muerto, que nos han precedido, sepan

lo que está ocurriendo en nuestra vida hoy? El autor de Hebreos

podría estar ampliando su argumento, en este capítulo de la fe,

diciendo que no debemos perder nuestra fe porque una gran nube de

testigos está mirando y alentándonos mientras corremos nuestra

carrera de la vida.

Usted es un hijo de Dios y, dado que lo es, cuando usted

desobedece, Dios lo corrige. Según este autor, si usted sufre porque

está siendo castigado, ese sufrimiento confirma que usted es hijo (o

hija) de Dios. Escribe: “No desprecies el castigo de Dios. Cuando

eres castigado por Él, eso simplemente prueba que eres su hijo. El

castigo hará que participes de su santidad” (ver Hebreos 12:5-10). El

autor nos dice también que el castigo produce el apacible fruto de la

justicia (v. 11).

El autor cierra este profundo documento exhortándonos a ser

hospitalarios. Dice, en su último capítulo: “No os olvidéis de la

hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron

ángeles” (Hebreos 13:2). Luego nos dice que nos acordemos de los

presos, como si estuviésemos en la cárcel con ellos. Muchos de los

miembros de la iglesia primitiva estaban presos. El autor termina

también esta obra maestra con una exhortación a obedecer a los

pastores espirituales que son responsables de nuestro bienestar

espiritual.

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Capítulo 4

La carta de Santiago

La carta de Santiago es intensamente práctica, y algunos la

llaman “el ‘Libro de proverbios’ del Nuevo Testamento”. Es como

un comentario en directo de las enseñanzas de Jesucristo,

especialmente el Sermón del Monte. Podemos encontrar al menos

diez ejemplos donde las enseñanzas específicas de Jesús son

ampliadas por Santiago.

Muchos estudiosos creen que el Santiago que escribió esta

carta era el medio hermano de sangre de Jesucristo. Él no creyó en

Jesús mientras Él desarrollaba sus tres años de ministerio público.

Luego de la resurrección, se nos dice que Jesús hizo una aparición

especial a Pedro y Santiago –este Santiago, su hermano de sangre,

también llamado Jacobo (1 Corintios 15:7).

Es intrigante observar que, luego de convertido, Santiago es

designado casi inmediatamente como uno de los grandes líderes de la

iglesia del Nuevo Testamento. Santiago (o Jacobo) es quien preside

el concilio de Jerusalén que se describe en Hechos 15.

Este es el Santiago que menciona al apóstol Pablo en su carta

a los Gálatas, cuando dice que, cuando subió a Jerusalén, había tres

hombres que eran las columnas de la iglesia de esa ciudad: Juan,

Pedro y Santiago.

La tradición nos dice que Santiago fue arrojado del pináculo

del templo y luego muerto a garrotazos por el sumo sacerdote.

Cuando ocurrió esto, la tradición nos dice que la comunidad religiosa

judía se sublevó contra el sumo sacerdote y lo expulsó de su cargo.

Cuando el emperador romano Tito destruyó Jerusalén, en 70 d.C.,

muchos de los judíos devotos que no se hicieron seguidores de Jesús

creyeron que fue un juicio de Dios sobre la ciudad por el martirio de

este hombre devoto, Santiago.

Dado que Santiago es una epístola general o universal, está al

final del Nuevo Testamento, junto con las demás Epístolas Generales

o Universales. La mayoría de los estudiosos creen que este libro fue

el primero en ser escrito de todo el Nuevo Testamento.

El mensaje de Santiago

Al estudiar el contenido de esta carta, verá por qué algunos

creen que Santiago estaba intentando equilibrar la enseñanza del

apóstol Pablo. Nos dicen que Pablo habla enfáticamente acerca de la

justificación por la fe y no por obras. En el segundo capítulo de esta

carta, Santiago nos dice enfáticamente que no somos justificados por

la fe solamente, sino también por las obras. Pero, aun cuando esta

epístola de Santiago aparece al final del Nuevo Testamento, las

cartas de Pablo fueron escritas después de la de Santiago. Muchos

eruditos creen que Santiago escribió antes que hubiera gentiles en la

iglesia. Por eso la Epístola de Santiago parece tan judía y casi

legalista.

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Dos tipos de tentación

En el primer capítulo de esta carta, vemos que Santiago es un

hombre que no está tan preocupado por la superficie de las cosas

(cómo parecen ser las cosas) sino con el origne de las cosas (cómo

son realmente las cosas). Santiago se parece mucho a Jesús en este

sentido. Jesús hacía énfasis en el hombre interior y en las cosas

interiores. Jesús también enfatizaba nuestra actitud hacia las cosas y

los motivos que impulsan nuestras acciones. La esencia de la carta de

Santiago es similar a estos valores que Jesús enfatizaba en sus

enseñanzas.

En su primer capítulo, Santiago nos habla acerca de los

orígenes y las secuencias de nuestras pruebas. En algunas

traducciones, se habla de estas pruebas como tentaciones. Más

adelante, hace una distinción entre estos dos tipos de prueba, pero en

este caso se refiere a pruebas de sufrimiento. En sus palabras

iniciales, Santiago escribe que “tengamos por sumo gozo” cuando

experimentemos pruebas. Santiago nos dice que debemos

regocijarnos en nuestras pruebas, porque la prueba de la fe tiene

como fin llevarnos a la confianza de la fe. Si permitimos que la

prueba de la fe nos lleve a la confianza de la fe, entonces

experimentaremos la victoria de la fe, que Santiago denomina “la

corona de vida”.

Cuando usted tiene una tormenta en su vida, es muy posible

que esa prueba lo lleve a un punto en que no sabrá qué hacer. Se dará

cuenta de que necesita sabiduría más allá de usted. Santiago dice que

debemos dejar que la prueba de la fe nos lleve a la confianza de la fe.

Cuando nos falta sabiduría, debemos pedírsela a Dios, que con todo

gusto compartirá su sabiduría con nosotros.

La anatomía de un pecado

Santiago luego describe un tipo de prueba en el que no

debemos regocijarnos. Dios no es el origen de la tentación de pecar.

En la segunda mitad el primer capítulo de su carta, Santiago nos da lo

que podríamos llamar “la anatomía de un pecado”. Al enseñarnos

enfáticamente que el pecado no proviene de Dios, nos informa que

este tipo de tentación no proviene siquiera del diablo. La tentación de

pecar proviene de dentro de usted, y de dentro de mí.

Funciona de la siguiente forma y en la siguiente secuencia.

Primero, hay algo que usted ve. Luego viene el fuerte deseo de tener

lo que vio. Es como si usted viera una pieza de metal, y su deseo es

como un poderoso imán. Si usted no hace algo para romper ese

campo magnético entre su deseo y ese objeto de su deseo, un día se

encontrará enfrentado con la tentación.

Según Santiago, la tentación no es pecado. Uno no ha pecado

porque haya sido tentado a pecar. Se nos dice que nuestro Señor fue

tentado en todo como nosotros, pero sin pecado (Hebreos 4:15). No

es pecado ser tentado, pero la tentación a menudo lleva a acciones

directas de pecado. Cuando cedemos a la tentación y llegamos a

pecar, la consecuencia del pecado siempre es la muerte (Romanos

6:23).

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El concepto clave de esta anatomía del pecado es que, si usted

no quiere pecar, debe ganar su batalla con el pecado en los niveles

del deseo, antes de enfrentar la tentación. Jesús nos enseñó a orar

cada día: “No nos metas en tentación” (Mateo 6:13).

En resumen

En su primer capítulo, Santiago nos dice cómo Dios puede

hacer que crezcamos espiritualmente en todas nuestras pruebas.

Santiago nos está diciendo también que existe otra cuestión: la

tentación de pecar. Dios no es el origen de la secuencia de la

tentación que nos lleva a pecar y a la muerte. El pecado no tiene nada

de bueno. Un resumen del primer capítulo de Santiago podría ser:

probados para la vida, tentados para la muerte y enseñados para

descubrir la diferencia.

Capítulo 5

Dos tipos de religión

Santiago nos dice que la Palabra de Dios es el agente divino

de Dios que puede crear vida espiritual en su vida y darle la

experiencia de la regeneración. La regeneración, entonces, puede

darle el poder para vivir por encima del pecado.

Luego de su enseñanza en el capítulo 1, donde comparte las

malas noticias acerca de la tentación y el pecado, Santiago comparte

las buenas noticias acerca de cómo Dios obra el milagro de la

salvación en nuestro corazón. Santiago escribe que la Palabra de

Dios es donde encontramos la solución para nuestro problema de

tentación y pecado. Nos da una fuerte exhortación a lo largo de todo

el capítulo 2 acerca de la importancia de obedecer la Palabra de Dios.

Luego de decirnos que la Palabra de Dios implantada es el agente

divino que puede facilitar nuestra regeneración si respondemos a ella

adecuadamente, Santiago da una gran exhortación en forma de una

hermosa metáfora: “La Palabra de Dios es como un espejo”.

El propósito de un espejo es mostrarle sus imperfecciones de

forma que usted pueda hacer los ajustes necesarios. Cuando usted

mira en el Espejo perfecto de Dios, la Biblia, ella le mostrará la ley

del pecado y la muerte en su vida, para que usted haga algo con

relación a lo que ve en el espejo.

Santiago concuerda con su hermano, Jesús, cuando nos dice

aquí que, si respondemos a la Palabra de Dios como respondemos a

un espejo, descubriremos que la Palabra de Dios es viva. Por eso

tenemos esta firme exhortación de Santiago de responder a la Palabra

de Dios adecuadamente. Santiago se ríe del hombre que lee la

Palabra pero no la obedece, comparándolo como un hombre que se

mira al espejo cada mañana. Luego de ver los defectos en su

apariencia, se va a trabajar y no hace nada con lo que acaba de ver en

el espejo.

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Cuando los creyentes no se vuelven hacedores de la Palabra,

producen una religión falsa, que no es la verdadera religión. La

verdadera religión obedece a la Palabra de Dios visitando a las

viudas y a los huérfanos, y con una vida santa.

Dos tipos de fe

En el segundo capítulo de su carta, Santiago comienza por

escribir acerca de lo que podríamos llamar “el rostro falso” y “el

rostro verdadero”. La palabra “persona” significa ‘rostro’, y tiene que

ver con lo externo. Santiago dice que si evaluamos a otras personas

sobre la base de sus símbolos de posición externos, o por su falta de

estos símbolos de posición, esto es un pecado, porque Dios evalúa a

las personas en base a lo que está en su corazón. Según la Palabra de

Dios, “Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo

que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (1 Samuel

16:7).

A continuación, Santiago habla de la fe falsa y de la fe

verdadera. Esto lo lleva a uno de los pasajes más polémicos del

Nuevo Testamento (2:14-16). Si bien algunos ven contradicciones

entre el énfasis de Santiago y Pablo en la gracia, éstas son sólo

contradicciones aparentes. Jesús concordaba con Santiago cuando

dijo: “Por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:20). Jesús enseñó

también enfáticamente que el hombre que escucha su enseñanza y no

la obedece, está edificando su casa (su vida) sin un fundamento.

Santiago concuerda con su hermanastro cuando escribe que las obras

son el fruto que siempre crece en el árbol de la fe.

Alguien lo ha expresado de la siguiente forma: “La fe sola

puede salvar, pero la fe que salva nunca está sola”. Somos salvados

por la fe sola, pero nuestras obras demuestran que nuestra fe es

auténtica, porque las obras siempre acompañan y validan la

verdadera fe.

Capítulo 6

Dos tipos de sabiduría

En el capítulo 3 de su carta, Santiago se centra en los orígenes

de las disciplinas espirituales que nos permiten recorrer la senda de la

fe. Dice que un buen lugar donde comenzar a practicar disciplinas

espirituales es aprender a disciplinar la lengua. La única forma de

hacer esto es entender lo que él denomina la “sabia mansedumbre”, o

“mansedumbre de sabiduría” (La Biblia de las Américas).

Seguramente usted recuerda que señalé anteriormente que

“mansedumbre” significa “ser manso”. Antes de amansarlo, el

caballo es un animal poderoso. Cuando ese caballo es amansado,

sigue siendo un animal poderoso, pero se lo puede describir como

“fuerza bajo control”. Así que la expresión “sabia mansedumbre”

significa ‘sabiduría bajo control’. Cuando usted recibe esta sabiduría

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Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis

12

de Dios, debe pedir a Dios, el Espíritu Santo, la gracia y la disciplina

para aplicar esta sabiduría. En otras palabras, usted debe someter su

vida al control de Dios, a medida que Él le revela su sabiduría, así

como un caballo se somete al bocado y la brida, y al control de quien

lo entrena o lo monta.

Esa hermosa expresión lleva a Santiago a una discusión sobre

la sabiduría. Santiago nos dice que hay dos tipos de sabiduría en este

mundo. Una viene del diablo, y la otra, de Dios. El fruto que

producen en el “jardín” de nuestra vida identifica su origen.

En resumen

Santiago quiere que entendamos cuáles son los orígenes de

las fuerzas que influencian nuestra vida. Si somos tentados a pecar y

sufrimos todas las consecuencias que acompañan al pecado, ese tipo

de prueba no viene de Dios. Usted puede ser llevado a una relación

con Dios a través de su Palabra que le puede permitir superar las

fuerzas que se han propuesto destruirlo espiritualmente. A través de

la Palabra de Dios implantada, Santiago nos exhorta a experimentar

la sabiduría que viene de Dios y sembrarla en el jardín de nuestra

vida.

Capítulo 7

Los orígenes de las soluciones

Santiago nos ha estado hablando acerca de los orígenes y las

secuencias del pecado y de la salvación. Ahora nos quiere hablar

acerca de los orígenes de nuestra santificación, que es la solución

final al problema del pecado. Al escribir los capítulos 3 y 4 de su

carta, Santiago tiene en mente la santificación.

Esta parte de la carta está llena de aplicaciones. Observe las

cosas que Santiago nos dice que hagamos. Sométase a Dios. Si usted

quiere entender la clave de la santificación, que es la solución a las

sutilezas y seducciones del pecado, entonces sométase a Dios. El

sometimiento a Dios es su ofensiva espiritual.

Luego, preste atención cuando Santiago describe claramente

su estrategia espiritual defensiva cuando el diablo lo tienta a pecar:

“Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros”

(Santiago 4:7).

Cuando Santiago nos da esa aplicación práctica a su

enseñanza, vuelve a hacer un paralelo con las enseñanzas de Jesús, su

hermanastro. Jesús enseñó la gran parábola del Hijo Pródigo, que

muestra a Dios y el amor de Dios como un hombre anciano que corre

a abrazar a su hijo que vuelve a casa luego de vivir en el lejano país

del pecado.

Mientras el hijo pródigo está en el país lejano, el padre le

permite experimentar las tremendas consecuencias de sus decisiones

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Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis

13

pecaminosas. Sin embargo, cuando ese hijo da el primer paso para

volver a la casa de su padre, ese hombre anciano que corre a recibirlo

ilustra el amor de Dios.

No hay nada más indecoroso que un anciano que corre, pero

es así como Jesús retrata el amor de Dios por un hijo pródigo que

decide volver a su padre. Por lo tanto, la exhortación de Santiago,

similar a la de su hermano Jesús, es: “Acérquense a Dios y Él se

acercará a ustedes”. Santiago nos dice que, cuando damos un paso

hacia Dios, Él viene corriendo hacia nosotros. En principio, Jesús

enseñó esa misma verdad cuando contó la parábola del Hijo Pródigo.

¿Usted realmente cree que Dios lo ama? Algunos de nosotros

tenemos una visión tan pobre de nosotros que nos cuesta muchísimo

creer que alguien pudiera amarnos; especialmente Dios, que sabe

todo lo que se puede saber acerca de nosotros. Cuando agregamos un

pecado serio a esto, entonces nos resulta casi imposible creer en el

amor que Dios tiene por nosotros.

¡Yo quiero decirle, con la autoridad de la Palabra de Dios,

que Dios lo ama! El amor de Dios por usted es como el del anciano

que corre para demostrar que ama a su hijo. No importa cómo se

siente acerca de usted mismo, ¡Dios lo ama igual!

En el cuarto capítulo de su sumamente práctica epístola,

Santiago presenta elocuentemente sus exhortaciones, aplicaciones y

paralelos con Jesús. Es casi como un comentario en directo de las

enseñanzas de Jesús.

Hay una exhortación hermosa cuando nos recuerda que

estamos en las manos de Dios. Nuestros tiempos están en sus manos;

todo lo que hace a nuestra vida está en sus manos. Debemos darnos

cuenta de que si Él no nos da la gracia, la salud y la vida, tal vez no

hagamos nada el próximo año.

En la parte restante de la carta, Santiago da lo que podríamos

llamar “las secuencias de las soluciones de Dios”. Santiago aborda el

tema de la Segunda Venida de Jesucristo. Como los apóstoles, nos

dice que será la solución última a todos los problemas que tenemos

aquí en la tierra. Cada vez que estos profetas o autores del Nuevo

Testamento nos hablan de la venida de Jesucristo, la aplicación es

siempre muy práctica. ¿Qué tipo de persona deberíamos ser, ahora

mismo, a la luz del hecho de que Cristo viene?

Al finalizar la carta, escribe un pasaje hermoso sobre lo que

podríamos llamar “la vida de cuerpo de la iglesia”. Así lo llamamos

hoy, y con esto nos referimos a la vida del cuerpo que es la iglesia.

En el Nuevo Testamento, se exhorta a todos los miembros del cuerpo

a ministrar a todos los demás miembros del cuerpo. Todos los dones

del Espíritu están ideados para edificar a la iglesia.

Este capítulo final también nos da un gran pasaje sobre la

sanidad. Santiago nos enseña que la sanidad debe tener lugar cuando

los que están en el cuerpo de Cristo se reúnen. Tenemos que decirlo

bien claro hoy. Yo creo en la sanidad por fe. Yo creo que Dios puede

sanar. No creo que siempre sea la voluntad de Dios sanar, pero creo

que Dios puede sanar, y que Dios sana. La sanidad que Santiago

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Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis

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describe y prescribe no tiene lugar en el contexto de una reunión de

sanidad conducida por un sanador por fe. La sanidad debe tener lugar

en el contexto de una iglesia casera.

El que está enfermo debe tener la suficiente fe como para

llamar a los ancianos de la iglesia. Entonces, los ancianos de la

iglesia deben tener la suficiente fe como para acudir cuando son

llamados. Cuando se presentan los ancianos, se les instruye que

impongan las manos sobre la persona enferma y la unjan con aceite.

Según Santiago, no es el aceite el que sana a la persona enferma.

Dice: “La oración de fe salvará al enfermo” (Santiago 5:15). (Es

interesante también señalar que la palabra que se usa para “aceite” se

refiere al aceite medicinal, así que podríamos decir: “Toma tu

medicina y ora”.)

Santiago nos sigue diciendo que, si la persona ha cometido

pecados, debe confesarlos estar convencida de que sus pecados han

sido perdonados. A veces la culpa del pecado que no ha sido

confesado o perdonado puede ser una parte crítica de la enfermedad.

Hay muchos principios prácticos en esta pequeña carta de

Santiago. Léala, estúdiela y pida a Dios que la aplique a su vida y a

la vida de su iglesia.

Capítulo 8

Las cartas de Pedro – Los tres Pedros

En el Nuevo Testamento, nos encontramos con tres Pedros

diferentes. Está el Pedro que vemos en los Evangelios, el que

encontramos en el Libro de Hechos y el que encontramos en sus dos

cartas. En los Evangelios, Jesús dice: “Simón, Simón, he aquí

Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he

rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus

hermanos” (Lucas 22:31, 32).

Esta es una parte intrigante del diálogo entre Jesús y Pedro,

por la expresión “una vez vuelto” (en otra versión dice “una vez

convertido”), que plantea dos preguntas: ¿Qué significa convertirse?

y ¿cuándo se convirtió Pedro?

Volver o convertirse significa ‘dar un vuelco completo’. La

conversión no es unirse a una iglesia o ser bautizado. La conversión

es la experiencia de ser dado vuelta y quedar puesto del lado

correcto. Luego de negar a Jesús, Pedro salió y lloró amargamente.

Se dio cuenta de que no era nadie sin Jesús.

Luego de la resurrección, Jesús se le apareció a Pedro. Fue

allí cuando le preguntó: “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que

éstos?”. Siete de los hombres que estuvieron en el aposento alto

cuando Pedro se ufanó diciendo que ellos podrían negar a Jesús, pero

él nunca lo haría, se encontraban presentes cuando Jesús le preguntó:

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Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis

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“¿Me amas más que éstos?”. Jesús usó la palabra griega agape, que

significa el tipo de amor que involucra un compromiso total.

Pedro contestó afirmativamente, pero usando la palabra

griega fileo, con lo que estaba diciendo: “Tú sabes que mi amor por ti

sólo llega a la amistad”. Pedro no se está ufanando ahora, porque es

un hombre quebrantado. Jesús contesta: “Apacienta mis corderos”.

Lo que estaba diciendo Jesús era: “Necesito alguien como tú, que

sabe lo que es fracasar, para alimentar a mis corderos”.

Entonces el Señor le preguntó: “Pedro, ¿me amas?”. No más

que éstos, sino simplemente: ¿me amas? Nuevamente Jesús usa la

palabra agape. Pedro contesta: “Tú sabes la respuesta. Tú sabes que

mi amor por ti es sólo amor fileo”. El Señor le dice: “Pastorea mis

ovejas, Pedro”. De nuevo, Jesús está diciendo: “Quiero alguien que

conozca lo que es el fracaso como pastor para mis ovejas”.

La tercera vez, el Señor usa la palabra fileo. En otras

palabras: “Pedro, ¿siquiera me ‘fileas’, me amas como un amigo?”.

En ese punto el espíritu de Pedro se quiebra y dice: “Oh, tú sabes que

al menos te ‘fileo’”. De nuevo, el Señor le dice a Pedro: “Pastorea

mis ovejas, Pedro”. Cuando Jesús apareció a Pedro luego de la

resurrección y lo convenció de que, aun cuando hubiera fracasado,

estaba calificado para ser un pastor y pastorear a sus ovejas, Pedro

aprendió que era alguien.

En el Libro de Hechos, Pedro y todo el mundo descubrió lo

que Dios podía hacer con alguien que había aprendido que no era

nadie. ¿Por qué el Espíritu Santo usó a Pedro el día de Pentecostés?

Porque Pedro conocía estos cuatro secretos espirituales mejor que

ninguno de los presentes:

“Yo no soy, pero Él es, y yo estoy en Él y Él está en mí”.

“Yo no puedo, pero Él puede, y yo estoy en Él y Él está en

mí”.

“Yo no quiero, pero Él quiere, y yo estoy en Él y Él está en

mí”.

“Yo no lo hice, pero Él lo hizo, porque yo estuve en Él y Él

estaba en mí”.

Tenemos tres Pedros distintos en el Nuevo Testamento. La

vida espiritual del Pedro de los Evangelios está llena de altibajos,

pero luego el Pedro que encontramos en Hechos es muy diferente.

Este Pedro es muy estable. Luego de Pentecostés, Pedro no parece

tener un aspecto negativo.

He dicho todo esto como introducción para decir lo siguiente:

al leer sus cartas, uno se encuentra con un tercer Pedro. Este es el

anciano Pedro. Hace ya mucho tiempo que Pedro sabe que no es

nadie, y sabe lo que Dios puede hacer a través de alguien que sabe

que no es nadie. Es un viejo pastor cuando escribe estas cartas.

Pedro escribe a seguidores judíos de Cristo que están

dispersos por toda Asia Menor, en lo que hoy es Turquía. Han sido

esparcidos por la persecución. Pedro está en Roma. Cuando él hace

referencia a Babilonia, en realidad quiere decir Roma. Él sabe que la

persecución en Roma se está volviendo peor, y que se extenderá a

aquellas provincias donde los seguidores hebreos de Cristo han sido

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Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis

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esparcidos. La principal razón de Pedro para escribir es que, como

pastor, quiere consolar a estas personas en su sufrimiento. Éste

parece ser en énfasis principal en estas dos cartas.

Antes de que lea las cartas de Pedro, quisiera compartir un

dato más con usted. Pedro no sabía leer ni escribir. Por eso tiene que

decirnos, al final de una de estas cartas: “Por conducto de Silvano, a

quien tengo por hermano fiel, os he escrito brevemente,

amonestándoos, y testificando que ésta es la verdadera gracia de

Dios, en la cual estáis” (1 Pedro 5:12).

Al leer las cartas de Pedro, usted no encontrará un argumento

sistemático. Busque pequeñas gemas espirituales de verdad

hermosas, profundas y devocionales que hablan de la realidad de

conocer a Dios y a Jesucristo. Pedro, a veces, salta de tema en tema,

y a veces comparte verdades espirituales que son difíciles de

entender.

Por ejemplo, Pedro presenta a Jesús predicando a los espíritus

encarcelados. Martín Lutero dijo: “Nadie sabe lo que quiere decir

este pasaje”. Luego de escribir este difícil pasaje, Pedro cambia

repentinamente de tema y habla de Noé y el diluvio. Esto lo lleva al

tema del bautismo, y comparte con nosotros sus inspiradas

reflexiones sobre el bautismo. Recuerde que Pedro no está

escribiendo; simplemente está compartiendo lo que está en su

corazón.

Juan es el apóstol del amor: Pablo, el apóstol de la fe. Pero

Pedro es el apóstol de la esperanza. Las cartas de Pedro dan

esperanza a las personas que están sufriendo.

El Pedro que encontramos en los Evangelios tal vez era un

hombre profano cuando se encontró con Jesús. La palabra “precioso”

no es una de las palabras que habría usado en ese punto de su vida.

Es una palabra que usaría un anciano. El Pedro que encontramos en

sus dos cartas es el viejo pastor Pedro para quien Dios es precioso, la

Palabra es preciosa, la salvación es preciosa, y el pueblo de Dios es

precioso.

Capítulo 9

La Primera Carta de Pedro

Pedro escribe a cristianos judíos que estaban dispersos por

todo Asia Menor. El ministerio de Pedro está dirigido principalmente

a creyentes judíos. Él trata de alentarlos y consolarlos en su

sufrimiento. Les da algunos conceptos maravillosos de por qué Dios

permite que su pueblo sufra.

Les escribe desde Roma, donde los seguidores de Cristo están

siendo perseguidos. Él sabe que esta persecución se volverá cada vez

peor y se extenderá a las provincias, donde viven los receptores de

sus cartas. La primera generación de la iglesia sufrió una gran

persecución. De hecho, durante los primeros trescientos años de la

historia de la iglesia, era ilegal ser un seguidor de Jesucristo.

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Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis

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Pedro da dos perspectivas sobre el sufrimiento de las

personas a las que escribe. Una es “si es necesario”. Él cree que Dios

a veces debe permitirnos sufrir porque necesitamos sufrir. Su

segunda observación acerca del sufrimiento es que cierto sufrimiento

es “por un poco de tiempo”. En otras palabras, el sufrimiento

profundo es sólo temporal.

Pedro hace una tercera observación acerca del sufrimiento

cuando relaciona su fe preciosa de sus lectores con el oro. El oro es

un metal precioso, y es purificado a través de la prueba del fuego.

Cuando Dios mira sus vidas, las cosas que realmente le importan son

su fe y su crecimiento espiritual (ver 1 Pedro 1:6, 7).

Cuando Pedro se dedica a hablar de la salvación, se ocupa del

tema de nacer de nuevo y de la elección. Los profetas habían hablado

de la salvación que fue predicada el Día de Pentecostés. Pedro hace

la siguiente observación interesante: Cuando los profetas escribieron,

si bien lo hicieron en el poder y la inspiración del Espíritu, no

entendían lo que estaban escribiendo. Pedro señala que en el tiempo

en que vivían sus lectores, esta salvación se había cumplido, la que

había sido descrita en la literatura profética de la Palabra de Dios.

Tenemos una perspectiva histórica muy limitada en cuanto a

la cantidad de personas que tuvieron que morir para que pudiésemos

tener muchas de las bendiciones espirituales que disfrutamos hoy.

Por ejemplo, piense en la Biblia, la Palabra escrita de Dios. Cuando

comencé este curso, compartí algunos pensamientos sobre cómo se

compaginó la Biblia. Un simple estudio sobre cómo obtuvimos la

Biblia le ayudará darse cuenta de cuánto les debemos a las personas

que entregaron su vida para que usted y yo pudiésemos tener la

Palabra de Dios de la forma en que la tenemos hoy.

Al tener una perspectiva histórica sobre el tema de la

salvación, Pedro nos recuerda que debemos mucho a una gran

cantidad de personas. Si hoy es tiempo de cosecha, recuerde que

muchísimas personas sufrieron para sembrar la semilla para que

usted y yo pudiésemos tener la cosecha actual (ver Juan 4:36-38).

Pedro nos recuerda lo que aprendimos cuando estudiamos los

libros de Éxodo, Levítico, Deuteronomio y Rut, cuando escribe que

Jesús fue nuestro “goel”, o nuestro “pariente redentor”. Así como

Booz obró con Rut, Jesús nos trajo de nuevo a Dios mediante su

muerte, y nos llevó de nuevo a Dios mediante su resurrección al

establecer una relación con nosotros (ver 1 Pedro 1:18, 19).

Reflexiones sobre la regeneración

Cuando uno nace de nuevo, no es necesario entender esa

experiencia antes que le ocurra. Uno no necesita entender el

nacimiento físico para nacer en este mundo. Su nacimiento físico “le

aconteció”. Fue una experiencia pasiva para usted; usted “fue dado a

luz”. El nuevo nacimiento también “le acontece” a usted y luego, al

mirar hacia atrás y reflexionar, usted entiende lo que le pasó.

Lo importante acerca de cualquier experiencia espiritual

subjetiva no son los detalles sino los resultados de esa experiencia.

Este gran apóstol nos describe el nuevo nacimiento así: “Habiendo

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Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis

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purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el

Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros

entrañablemente, de corazón puro; siendo renacidos, no de simiente

corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y

permanece para siempre” (1 Pedro 1:22, 23).

Pedro compara el nacimiento espiritual con el nacimiento

físico. Nos dice que, cuando nacimos de nuevo, la simiente (la

palabra griega es “esperma”) fue una simiente incorruptible. Pedro

nos dice que la “simiente” incorruptible fue la Palabra de Dios, y

nuestra fe fue como un “óvulo”. Cuando respondimos a la Palabra de

Dios en fe, esa Palabra fue como una “esperma” incorruptible que

fertilizó el “óvulo” de nuestra fe. La vida espiritual fue concebida en

nosotros cuando creímos en la Palabra de Dios.

Pedro nos da también varias perspectivas espirituales sobre el

“cómo” del nuevo nacimiento, cuando nos dice que nacimos de

nuevo cuando purificamos nuestra alma al escuchar, creer y

responder a la Palabra de Dios con obediencia.

¿Alguna vez se preguntó cuál es la relación entre la iglesia

del Nuevo Testamento y el pueblo de Dios del Antiguo Testamento?

En el Antiguo Testamento, Dios claramente quería tener un reino,

pero el pueblo de Dios fue a Samuel y le dijo que no quería que Dios

fuera su Rey.

Después de todo el desastre del reino, el cautiverio y los

cuatrocientos años de silencio, Jesús y Juan el Bautista vinieron,

predicando las Buenas Nuevas del reino de Dios, que era como decir:

“Dios está dispuesto a ser el Rey de ustedes nuevamente”. Jesús

explicó: “Cuando hablo del reino de Dios, hablo de algo que está

dentro de cada persona que quiere someterse a Dios y coronarlo Rey

de su vida y convertirse en su súbdito leal” (ver Lucas 17:21; Juan

3:3-5).

Al escribir a los seguidores hebreos de Cristo que estaban

dispersos por toda Asia Menor, Pedro les dice que son una nación

santa y que son el pueblo de Dios. También les dice que son un

sacerdocio santo (1 Pedro 2:9, 10). Un sacerdote es una persona que

entra en la presencia de Dios e intercede por otras personas. Estas

personas son sacerdotes también. Ellos habían sido enviados por

Dios a todas partes del mundo para hacer discípulos de Jesucristo y

para interceder ante Dios por aquellos que se convertían en

discípulos.

Pedro escribe también: “Ustedes son un pueblo elegido” y

“son como forasteros o extranjeros en el mundo”. Además de ser una

nación santa, un sacerdocio santo y un pueblo elegido, estas personas

son forasteras o extranjeras en este mundo.

El modelo del matrimonio

En el tercer capítulo de Primera de Pedro, encontramos

algunos de los mejores consejos sobre el matrimonio de toda la

Biblia. Tanto Pedro como Pablo dicen, en esencia: “Mujeres, ¿ven el

modelo de Cristo y la iglesia? En ese modelo, ustedes son la iglesia.

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Hombres, ¿ven el modelo de Cristo y la iglesia? Ese es el modelo

inspirado para el matrimonio, y en ese modelo ustedes son Cristo”.

Pedro dirige sus inspirados consejos para el matrimonio a la

mujer que tiene un esposo que no obedece la Palabra. Esto podría

significar que está casada con un no creyente y éste no obedece la

Palabra, o podría ser un creyente que no siempre obedece la Palabra.

En los consejos para el matrimonio de Pedro y Pablo, se le

dice a la mujer que se someta a su esposo, así como la iglesia se

somete a Cristo. No es fácil ser sumiso, pero ese no es, en realidad, el

mayor problema en los matrimonios de creyentes. El mayor

problema son los hombres que no quieren asumir su responsabilidad

de pastorear a su esposa e hijos como Cristo pastorea a la iglesia.

Pedro aconseja también a la mujer para que gane a su esposo

sin una sola palabra. Pedro le dice que su esposo no está obedeciendo

la Palabra, lo cual significa que no está ocupando su lugar en el

matrimonio. Antes de escribir un solo versículo a este esposo, Pedro

aconseja a la mujer que sea espiritual, que sea sumisa, dulce y

silenciosa.

Céntrese en esta palabra –sumisa– al considerar el modelo

para el matrimonio que presenta Pedro. Al final del capítulo 2, Pedro

hace referencia a Jesucristo y su muerte en la cruz como el Siervo

Sufriente que está descrito proféticamente en el capítulo 53 de Isaías.

Las últimas palabras de Pedro se refieren a Jesucristo como el

Pastor y Obispo de nuestra alma. Luego señala ese modelo de

Jesucristo, que pastorea la iglesia, y comienza sus consejos a esta

mujer usando la palabra “asimismo”. Le dice a esta mujer que debe

someterse a su esposo así como la iglesia se somete a Cristo.

La palabra “sumisa”, en el contexto en el cual la usa Pedro,

en realidad quiere decir “deja que tu esposo te pastoree”. Dios ha

dado a su esposo una gran responsabilidad. A su esposo se le ordena

que la pastoree de la forma en que Cristo pastorea a la iglesia. Esto

significa que su esposo debe amarla como Cristo la ama; él debe

darle a usted como Cristo le da a usted, debe ser para usted como

Cristo es para usted. Pablo da exactamente el mismo consejo

matrimonial en su Carta a los Efesios (Efesios 5:22-25).

En el ejército, siempre hay un oficial de mando. No puede

haber dos oficiales de mando. El oficial al mando podrá delegar la

autoridad a otras personas para muchas cosas. Sin embargo, él nunca

delega la responsabilidad. Si algo sale mal, él es el único

responsable.

En los consejos matrimoniales de Pedro y Pablo, y a lo largo

de la Biblia, Dios delega la responsabilidad del matrimonio y el

hogar a los esposos, al ordenarles que pastoreen a sus esposas de la

misma forma en que Cristo pastorea a la iglesia. Al mismo tiempo,

Dios ordena a las esposas que dejen que sus esposos sean

responsables por ellas y sus hijos. La responsabilidad no implica que

haya dos oficiales de mando. Alguien tiene que tener la

responsabilidad, y Dios asigna esa responsabilidad al hombre.

La primera palabra con la que Pedro comienza sus consejos a

los hombres en el versículo 7 es similar a la que usa cuando comenzó

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sus consejos para las mujeres. Cuando leemos la palabra

“igualmente” debemos hacer la pregunta: “¿Igual a qué, Pedro?”.

Pedro nos contesta: “Vuelvan atrás y miren el modelo inspirado para

el matrimonio. ¿Ven a Cristo y la iglesia en el último versículo del

capítulo 2? Esposos, en ese modelo, ustedes son Cristo. Vivan con su

esposa como si ustedes fueran Cristo. Ámenla como Cristo amó a la

iglesia. Entréguense a su esposa como Cristo se entregó por la

iglesia. Y sean para su esposa como Cristo es para la iglesia”.

"Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente"

(1 Pedro 3:7). Pedro no dijo a los esposos que entendieran a sus

esposas. Podría ser que nosotros, los hombres y mujeres que estamos

casados, ni siquiera nos entendamos. Pedro dice a los hombres:

“Vivan con ellas sabiamente”. Tal vez usted no entienda a su esposa,

pero puede conocerla.

Pedro da a los esposos algunos consejos prácticos cuando

escribe: “Vivan con ellas”. Eso significa dedicarles tiempo. Hagan

que sean una prioridad y luego dedíquenles tiempo. A usted le podrá

parecer que estos son consejos innecesarios, pero la dura realidad es

que muchos esposos viven en cualquier parte menos en su hogar, con

su esposa y sus hijos.

En resumen

Cuando Gedeón derrotó a los madianitas, leemos que él y sus

trescientos hombres “se estuvieron firmes cada uno en su puesto”, y

esa fue la clave para que Dios les diera una victoria increíble (Jueces

7:21). Esto es lo que Pedro está diciendo en sus excelentes consejos

para el matrimonio. Cada persona en un matrimonio tiene que estar

firme en su puesto. Hay un puesto para la mujer. Ella tiene un papel,

una función, un ministerio y un lugar. Hay un puesto para el hombre.

Él tiene un papel, una función y un ministerio, y ese es el puesto que

debe ocupar. Cuando el hombre deja su puesto, la esposa no debe

empujar, tirar, regañar o predicar para que vuelva a ocupar su puesto.

Ella debe ocupar su puesto, y si hay algo que volverá a colocar a su

esposo en su puesto será su ejemplo amoroso.

¿Ven ese modelo, mujeres? Ustedes son la iglesia. Sean para

sus esposos lo que la iglesia es para Cristo. ¿Ven ese modelo,

hombres? Ustedes son Cristo. Sean para sus esposas lo que Cristo es

para la iglesia. Por la gracia de Dios, ocupen ambos sus puestos. Los

papeles que asigna Pedro a ambos requieren de la gracia de Dios para

cumplirlos. El mayor desafío se da a los esposos, porque ellos deben

ser como Cristo para sus esposas.

Pasajes difíciles de Pedro

Pedro concluye su segunda carta señalando que hay muchas

cosas escritas por Pablo que son difíciles de entender. Me imagino

que el apóstol Pablo ya había preguntado a Pedro acerca de algunos

pasajes que me gustaría tratar ahora. Comienzo por el pasaje más

difícil de las cartas de Pedro, 1 Pedro 3:17 al 4:2.

En solo ocho versículos, Pedro trata diez temas importantes.

Nos dice que, cuando Jesucristo murió por los pecados del mundo, si

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bien su cuerpo murió, su Espíritu siguió viviendo, y fue en el Espíritu

que visitó los espíritus encarcelados y predicó a esos espíritus que se

habían rehusado a escuchar el evangelio cuando tuvieron la

oportunidad, como en el tiempo de Noé.

Aparentemente, luego de morir Cristo en la cruz y antes de su

ascensión, tuvo un ministerio en el mundo espiritual. Según Pedro,

Cristo tuvo un ministerio de liberación en el mundo espiritual. Este

pasaje describe “cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles” –

usando palabras de Pedro–, así que es difícil saber lo que significa

con certeza.

Pedro, el pastor, dice que el final de todas las cosas está cerca

y que, a la luz de esto, debemos ser personas santas. Aquí Pedro nos

da una perspectiva interesante de los dones espirituales y los

ministerios que son posibilitados por esos dones espirituales.

Según este práctico gigante espiritual, el patrón del ministerio

que usted tenga debe seguir el don que tenga. Si su don es predicar,

entonces predique. La tendencia popular es que uno debe demostrar

su humildad estando dispuesto a hacer cualquier cosa. Todos hacen

todas las cosas. Pero eso no es lo que enseña la Biblia. Toda la

enseñanza de la Biblia sobre los dones espirituales nos recuerda que

estos son variados y son otorgados a cada creyente según le place a

Dios. Son dados por el Espíritu Santo para levantar a Cristo y para

alentar al cuerpo de Cristo. A través de sus dones espirituales, usted

me ministra a mí, y a través de mis dones espirituales, yo le ministro

a usted.

Pedro sigue dando más consejos sobre el sufrimiento en el

capítulo cuatro. Vuelve a decir que, si estamos sufriendo, “no

piensen que es raro que estén sufriendo; no estén perplejos por el

hecho de que tengan problemas o estén sufriendo” (ver 1 Pedro

4:12). Nosotros consideramos que los problemas y el sufrimiento son

intrusos, calamidades y catástrofes que no deberían ocurrir. No

podemos entender por qué llegaron a sucedernos. En la mayor parte

del mundo, la gente es más realista. Saben que el sufrimiento es parte

de la vida. Y, en realidad, lo que distingue a una persona de otra no

es si está sufriendo o no, sino cómo encara el sufrimiento.

Usted es responsable por usted mismo. Tal vez no sea

responsable por todas las cosas que le ocurren, pero es responsable

por lo que usted hará al respecto. El tema es cómo irá a responder a

todos sus problemas.

Todos tenemos tormentas en la vida, pero también tenemos la

gracia y el poder de Dios para atravesarlas. Dios nos ha dado la

Palabra de Dios, que es nuestro sistema de creencias. Cuando

procesamos nuestras tormentas a través de ese sistema de creencias, a

través de la Palabra, Dios puede darnos la sabiduría para enfrentar

nuestros problemas. También puede darnos la gracia para aplicar esa

sabiduría. Esto nos lleva a lo que Pedro llamaría nuestro

“testimonio”. Dios permite la tormenta porque quiere que seamos

testigos de Él. Podemos ser buenos testigos o malos testigos, pero

todos somos testigos.

Para el fiel seguidor de Cristo, el sufrimiento es un llamado.

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Usted fue salvado porque Alguien sufrió. Usted ha sido llamado a

seguir sus pasos. Usted se identifica con Él; comparte su sufrimiento.

Pero aquí Pedro dice claramente que, a veces, es la voluntad de Dios,

y aún su llamado para usted, que sufra (ver 1 Pedro 4:19).

Una palabra para los ancianos

El capítulo 5 está dirigido a los ancianos de la iglesia. “Ruego

a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con

ellos...” Pedro es humilde, un anciano junto con los demás ancianos.

Cuando consideramos a los tres Pedros en nuestra introducción a los

escritos de Pedro, entendemos por qué. Les dice que deberían asumir

la responsabilidad de pastorear la iglesia, no como amos, sino como

ejemplos.

Cuando estudiamos la estructura de liderazgo de la iglesia, no

encontramos nada en este mundo que se compare con la iglesia como

organización. La iglesia no debería ser como una compañía, con un

presidente, un dueño y empleados. La única influencia que tiene un

anciano en una iglesia es su ejemplo. Si su ejemplo impresiona a las

personas, ellos acudirán a él, buscarán sus consejos y los seguirán.

Esta es la influencia que los pastores pueden tener en la iglesia, y no

la autoridad como la de los militares o en una empresa.

El Hombre que entrenó a Pedro dijo esto: “Aman los

primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas,

y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí,

Rabí. Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es

vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos. Y no

llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro

Padre, el que está en los cielos. Ni seáis llamados maestros; porque

uno es vuestro Maestro, el Cristo. El que es el mayor de vosotros, sea

vuestro siervo. Porque el que se enaltece será humillado, y el que se

humilla será enaltecido” (Mateo 23:6-12).

Pedro finaliza su primera carta con una microbiografía de su

vida. Dice: “Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria

eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo,

él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca” (1 Pedro

5:10). Luego que Pedro hubiera padecido un poco de tiempo, Dios

hizo que Pedro fuera perfecto, maduro o completo. Dios lo

estableció, lo afirmó. Y es este Pedro quien escribe estas palabras.

Este versículo es la historia de la vida de Pedro. Nos está

diciendo: “Éste es el propósito de algunos sufrimientos: Dios

simplemente está intentando hacer que tú crezcas, así que esta

calamidad, esta catástrofe que estás atravesando simplemente

significa que luego de un tiempo Dios vendrá y te levantará y te

pondrá firmemente en tu lugar y te hará más fuerte que nunca,

porque has atravesado esta experiencia de sufrimiento”.

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Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis

23

Capítulo 10

La Segunda Carta de Pedro

Pedro sabía que iba a morir cuando escribió su segunda carta.

Así como el apóstol Pablo nos dejó su testamento en su Segunda

Carta a Timoteo, Pedro, en su segunda carta, comparte con nosotros

sus últimas palabras a las ovejas que prometió a su Señor que

pastorearía.

Una vez escuché decir a un educador: “La repetición es la

esencia de la educación”. Al saber que sus días están contados, el

viejo pastor se pone cómodo y comparte desde su corazón algunas de

las cosas que sabe que sus lectores ya saben que les quiere recordar.

Pedro nos dice, en los primeros versículos, que la gracia y la

paz nos pueden ser multiplicadas a través del conocimiento de Dios y

Jesucristo, nuestro Señor. En el tercer versículo de su declaración

inicial, recuerda a las ovejas algo que tal vez les haya dicho varias

veces: “Su divino poder [...], nos ha concedido todas las cosas que

necesitamos para vivir como Dios manda” (2 Pedro 1:3, NVI). Pedro

dice también a sus lectores cómo pueden obtener estas cosas: “... al

darnos el conocimiento de aquel que nos llamó por su propia gloria y

potencia”. Esto lo lleva a decir: “Así Dios nos ha entregado sus

preciosas y magníficas promesas para que ustedes, luego de escapar

de la corrupción que hay en el mundo debido a los malos deseos,

lleguen a tener parte en la naturaleza divina” (1:4, NVI).

Estas cosas que necesitamos para vivir como Dios manda nos

vienen como resultado de nuestra relación con Dios y Cristo. Según

Pedro, estas son promesas preciosas y, mediante la implementación

de estas promesas preciosas, podemos ser partícipes de la naturaleza

divina.

Hoy creemos que el conocimiento es una virtud. Sin

embargo, en las cosas espirituales, la Biblia nos dice lo que

escuchamos de los profetas, de Jesús y lo que ahora escuchamos del

apóstol Pedro: que el conocimiento no es una virtud. La aplicación

del conocimiento es una virtud. Note que Pedro no escribe: “Añadan

a su fe, conocimiento”. Pedro escribe: “Añadan a su fe, virtud” (1:5).

La virtud es la aplicación de su fe que simplemente se traduce

en bondad. La virtud es carácter. Cuando usted ha logrado agregar

virtud, es decir, un carácter similar al de Cristo, a su fe, entonces,

usted agrega conocimiento. Por eso nuestro énfasis debe ser en la

aplicación de la Biblia. Lo importante es preguntarse: ¿Qué dice este

pasaje? ¿Qué quiere decir? ¿Qué quiere decir para usted? ¿Cómo

aplica usted este pasaje a las áreas prácticas de su vida? Sólo al

aplicarla, la Biblia se convertirá en la fuerza espiritual que debe ser.

Según Pedro, debemos agregar a nuestra fe, virtud, y luego a nuestra

virtud, conocimiento.

Pedro sigue diciendo: “Añadan a su conocimiento, dominio

propio” o autocontrol. “Al dominio propio, devoción a Dios; a la

devoción a Dios, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor”. Estos

añadidos a la fe representan uno de los más excelentes pasajes de la

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Biblia sobre el tema del crecimiento espiritual. Entonces, si los

discípulos experimentan estos añadidos a la fe, tenemos estas

promesas: “Porque estas cualidades, si abundan en ustedes, les harán

crecer en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo, y evitarán que

sean inútiles e improductivos [...]. Por lo tanto, hermanos,

esfuércense más todavía por asegurarse del llamado de Dios, que fue

quien los eligió. Si hacen estas cosas, no caerán jamás, y se les

abrirán de par en par las puertas del reino eterno de nuestro Señor y

Salvador Jesucristo” (2 Pedro 1: 8, 10, 11, NVI).

Pedro comienza sus palabras de sabiduría finales con un

testimonio personal: “Estaba en el Monte de la Transfiguración y vi a

nuestro Señor Jesucristo transfigurado”. En esencia, nos está

diciendo: “Aun cuando tuve la máxima experiencia, quiero decirles

algo. La Palabra de Dios que nos ha llegado a través de este proceso

de inspiración es una Palabra de Dios más segura que mi experiencia

en el Monte de la Transfiguración”.

Pedro nos dice que haríamos bien en acudir a esa Palabra de

Dios como si estuviésemos acudiendo a una Lámpara que alumbra un

lugar oscuro. Mientras nos acercamos a esa Palabra, algo ocurre en

nuestro corazón. Pedro lo describe hermosamente: “... hasta que el

día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones”

(1: 19). ¿Qué es el lucero de la mañana que sale en nuestro corazón?

Ese lucero es Jesucristo, que resucitó y está vivo. Pedro nos está

diciendo nuevamente cómo Cristo nace en nosotros.

Es interesante que tanto Pedro como Pablo nos dan grandes

declaraciones acerca de la Palabra de Dios en sus últimas palabras a

la iglesia y al mundo. Pedro lo hace en el primer capítulo de su

segunda carta, y Pablo hace lo propio en el tercer capítulo de su

segunda carta a Timoteo. Pablo nos dice que la Palabra de Dios es

inspirada, y Pedro nos dice lo que es la inspiración. Pedro nos dice

que los que escribieron las inspiradas Escrituras fueron movidos por

el Espíritu Santo como el viento mueve las velas de un barco, y

relaciona su afirmación acerca de la inspiración de las Escrituras con

la experiencia del nuevo nacimiento.

El segundo capítulo se parece mucho a la Carta de Judas, así

que no le dedicaremos demasiado tiempo. Como Judas, el segundo

capítulo de Pedro es una reprensión a los falsos maestros. En el tercer

capítulo, escribe acerca de “el día del Señor”.

“El día del Señor” es un suceso entre una serie de sucesos que

se conocen, en conjunto, como “la segunda venida de Cristo”. La

segunda venida de Cristo no es un suceso, sino una serie de sucesos

que incluyen el arrebatamiento de la Iglesia, la gran tribulación, el

reino de Dios en la tierra y las resurrecciones. Pero el último de todos

esos sucesos denominados “la Segunda Venida de Jesucristo” es “el

día del Señor”.

“El día del Señor” es un suceso catastrófico que fue predicho

por muchos de los profetas e implica la disolución total de cada cosa

material en la tierra. Jesús dijo: “el cielo y la tierra pasarán”. Pedro

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dice claramente que la tierra y el cielo serán destruidos. Serán

derretidos con un gran calor.

Desde Hiroshima y Nagasaki, sabemos que el hombre puede

hacer lo que Pedro y los profetas predijeron. Dios lo hizo una vez

mediante el agua y lo está reservando ahora para este gran fuego.

Según Pedro, ocurrirá tal como dijeron los profetas.

No debemos pensar que Él demora su venida, porque el

tiempo es relativo para Dios. Pero, ¿por qué se demora? La única

razón por la que Cristo no ha venido y no ha iniciado esta cadena de

sucesos que culminarán en “el día del Señor” es que Dios quiere que

llegue el evangelio a un mundo perdido. No quiere que nadie

perezca. Porque ama a la humanidad, quiere dar a algunos más la

oportunidad de la salvación.

Pedro dice que nosotros podemos acelerar este día al testificar

de Cristo y presentar el evangelio a personas que nunca lo han

escuchado. La pregunta que debemos hacernos, al considerar el

tremendo relato de la Segunda Venida de Jesucristo es: ¿Qué tipo de

personas debemos ser, en vista de que todas estas cosas serán

destruidas?

Capítulo 11

La Primera Carta de Juan

Yo llamo los primeros dieciséis versículos de Primera de Juan

“La brújula de la seguridad”. La seguridad es el tema de toda esta

carta. ¿Tiene usted la seguridad completa de que sus pecados han

sido perdonados y que, si muriera hoy, iría al cielo? Si le falta esa

seguridad, entonces debe leer esta carta.

Este autor, que escribió también Apocalipsis y dos otras

cartas muy breves que llevan su nombre, siempre nos dice por qué

está escribiendo. Escribió el Evangelio de Juan para que pudiésemos

creer y tener vida eternal. Escribe esta carta a quienes creen, para que

puedan saber lo que realmente creen. En otras palabras, escribe a

quienes buscan seguridad, la seguridad de su salvación. Si usted es

inseguro espiritualmente y no tiene la completa seguridad de su

salvación, Juan le dice: “Yo escribí esto para usted” (ver Juan 20:30,

31; 1 Juan 5:13).

“Si un hombre no sabe, y no sabe que no sabe, es un necio.

Evítalo. Si un hombre no sabe, y sabe que no sabe, es un niño.

Enséñale. Si un hombre sabe, y no sabe que sabe, está dormido.

Despiértalo. Pero si un hombre sabe, y sabe que sabe, es un líder.

Síguelo”. Juan escribe esta carta a personas que saben, para que

sepan que tienen la salvación.

Los primeros dieciséis versículos de Primera de Juan nos

presentan, como lo hizo el Evangelio de Juan, una especie de reseña

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de lo que Juan nos dirá. Todos necesitamos una brújula espiritual.

Encontraremos la Brújula de la Seguridad en esta inspirada epístola

de la seguridad. Así como una brújula tiene ocho puntos, aquí

encuentro ocho puntos en la brújula de la seguridad del apóstol Juan.

El primer punto de esta Brújula de la Seguridad son los hechos del

evangelio.

Juan nos dice que la fe está basada en hechos. La fe no es un

paso en la oscuridad o un salto en la luz. Como aprendimos en el

capítulo de la fe de la Biblia, la fe está basada en la evidencia. La fe

da sustancia a nuestras esperanzas. Esa es la diferencia entre la

esperanza y la fe. Sin evidencia que nos dé una base para nuestra

esperanza, todo lo que podemos hacer es simplemente esperar. Pero

la fe siempre tiene un fundamento de evidencia.

Juan escribe acerca del Cristo resucitado cuando comienza

esta carta al decir a sus lectores, en esencia: “Escuchen, somos

testigos presenciales y llegamos a verlo bien de cerca. Pusimos

nuestros dedos en las marcas de los clavos de sus manos; pusimos

nuestras manos en su costado. Nuestra fe en un Cristo resucitado está

basada en los hechos”.

Cuando comparamos libros como el Evangelio de Juan y los

demás libros del Nuevo Testamento, hay dos hechos del evangelio

que emergen: la muerte y la resurrección de Jesucristo. Pablo

escribió a los corintios, básicamente: “Jesucristo murió por nuestros

pecados, según las Escrituras; Jesucristo resucitó de los muertos,

según las Escrituras. Ese es el evangelio. Eso es lo que les prediqué

en Corinto. Eso es lo que ustedes creyeron, y el creer esto es lo que

los salvó” (ver 1 Corintios 15:1-4).

El siguiente punto en la “Brújula de la Seguridad” es la fe.

Uno debe poner fe en esos dos hechos del evangelio. El segundo

punto es la fe en los hechos. El tercer punto es el resultado de poner

fe en el hecho de la muerte de Jesús, ¡y eso marca la diferencia más

importante del mundo: sus pecados son perdonados!

Lo que Juan está construyendo para nosotros aquí, en esta

Brújula de la Seguridad, es esto simplemente: Si usted realmente

tiene fe en el hecho de la muerte de Jesucristo en la cruz, entonces

tiene perdón. El resultado de poner la fe en el hecho de la muerte de

Jesucristo es el perdón. Y quiero decir perdón absoluto.

En el idioma griego, el tiempo presente representa el tiempo

continuo. Por lo tanto, cada vez que uno tiene el tiempo presente,

puede agregar la palabra “continuamente”. “Si confesamos

continuamente nuestros pecados, Él nos limpia continuamente. La

sangre de Cristo simplemente sigue limpiándonos de toda injusticia”.

El perdón es el resultado de creer en la muerte de Jesucristo.

El siguiente punto en esta brújula de seguridad es el resultado

de creer en la resurrección de Jesucristo: uno puede conocer al Cristo

vivo y tener comunión con él.

La palabra “comunión” significa algo así como ‘asociación’ o

‘estar en un barco juntos’. Así como Jesús se subió al pequeño barco

de Pedro y lo llenó de pescados, Él puede subirse al barco de usted,

su vida. Significa que todos los recursos de Jesús son suyos. Si usted

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está en comunión con Él, entonces todo lo que usted tiene también es

de Él. La comunión es el cuarto punto en la Brújula de la Seguridad.

El quinto punto en la Brújula de la Seguridad es seguir a

Cristo. Cuando las personas le decían a Jesús que creían en Él, Él

siempre les decía: “Síganme”. Juan dice, vez tras vez: “El que dice

que permanece en él, debe andar como él anduvo” (1 Juan 2:6). Es

así como sabemos que tenemos una fe auténtica y vida eterna.

Luego de seguir, el punto siguiente en la brújula es la

libertad. Palabras más, palabras menos, Jesús dijo en el capítulo 8 del

Evangelio de Juan: “Si ustedes creen en mí, entonces permanezcan

en mi palabra y conviértanse en mis discípulos”. El seguir, o el

discipulado, valida y hace crecer la fe. Pero luego describe el

resultado de seguirlo: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que

no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el

Padre, a Jesucristo el justo” (1 Juan 2:1). Usted ve que es posible ser

liberado del pecado.

Otro punto en la Brújula de la Seguridad es lo que podríamos

llamar estar “completo”. Juan dice: “Les escribimos estas cosas para

que nuestra alegría sea completa” (1:4, NVI). Lo que tenemos es real,

y lo que tenemos es bueno, pero hay más. Juan quiere que tengamos

la experiencia total. Podemos llamarla una experiencia “completa”.

Yo llamo al octavo punto de la Brújula de Seguridad, fruto.

Jesús dijo a los apóstoles cómo podrían ser fructíferos, porque Él

quería que su gozo fuera completo (Juan 15:11). Juan cree que el

hecho de que demos fruto para Dios en nuestra experiencia de Cristo

nos dará seguridad en nuestro viaje de fe.

Llegamos a una experiencia espiritual de la forma como

llegamos a todo lo demás, con una forma de pensar egoísta: “¿Qué

ventaja saco yo de esto?”. Pero, como vimos en la conversión de

Saulo de Tarso, somos realmente maduros cuando nos preguntamos:

“Señor, ¿qué quieres haga por Ti?”. La Biblia llama a la respuesta del

Señor a esa pregunta “ser fructífero”.

En resumen, los ocho puntos de la Brújula de Seguridad son:

hechos, fe, perdón, comunión, seguir, libertad, estar completo y ser

fructífero. Si usted encuentra que no es fructífero, o que no está

completo, entonces vuelva al principio de esta brújula y vuelva a

revisar cada uno de los ocho puntos.

Capítulo 12

La unción que asegura

En el capítulo 2, Juan sigue diciéndonos cómo podemos saber

que creemos y tenemos vida eterna. Nos dice que podemos saber que

creemos cuando amamos a nuestro hermano. “La persona que ama a

su hermano”, escribe Juan, “está en Cristo. Esta persona es

verdaderamente un creyente. Pero el hombre que no ama a su

hermano sigue andando en las tinieblas”.

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Luego nos dice que sabemos que tenemos una fe auténtica y

vida eterna cuando amamos al Padre más de lo que amamos al

mundo. El sistema del mundo es lo que Juan tiene en mente aquí. El

mundo tiene un sistema de creencias que involucra un conjunto

específico de valores seculares, un estilo de vida y una forma de

pensar. Juan nos dice aquí que, si vivimos para el mundo y lo

amamos, entonces no amamos a Dios.

Al continuar Juan, nos da más formas en las que podemos

afirmar nuestra seguridad. “Sabemos que sabemos”, dice Juan en el

capítulo 2, “porque el Espíritu Santo nos mantiene doctrinalmente

puros”. En un sentido, lo que Juan está diciendo realmente aquí es:

“Usted sabe que sabe porque sabe”.

Juan nos dice en el versículo 20: “Pero vosotros tenéis la

unción del Santo, y conocéis todas las cosas”. Luego, en el versículo

27, básicamente: “Esta unción que tienen en ustedes, que han

recibido, les ha enseñado”. Parafraseando y resumiendo, Juan dice:

“Esta unción les puede enseñar. Y cuando esta unción que ustedes

tienen les enseña cosas espirituales, tienen otra afirmación de su fe y

de la vida eternal. Ustedes no podrían saber las cosas que les enseña

la unción si no tuvieran la vida eterna dentro de ustedes. Si el

Espíritu Santo vive en ustedes y les enseña, han descubierto una

clave más para la seguridad de su fe y de la vida eternal”.

Una de las funciones de esta Unción que vive en nosotros es

enseñarnos verdad espiritual. Aparentemente, la base doctrinal de la

comunión en la iglesia del Nuevo Testamento era muy simple. Pablo

escribió: “Nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu

Santo” (1 Corintios 12:3). Juan nos dice que esta es la prueba

doctrinal mediante la cual debemos examinar a las personas: ¿Cree

usted que Jesús es el Cristo? Esa es una pregunta apropiada para

hacer cuando necesitamos descubrir dónde se encuentra una persona

doctrinalmente.

Hay personas que han contestado, cuando hice esa pregunta:

“Él no era el Cristo. Tenía algo del Cristo en Él, pero también lo

tenía Buda, y Gandhi. Muchas personas han tenido el Cristo en ellos,

pero Jesús no fue el Cristo”. Juan escribe que, si decimos que Jesús

no fue el Cristo, somos anticristos y mentirosos, porque Jesús es el

Cristo (ver 1 Juan 2:22).

En el capítulo 3, Juan nos dice que tenemos dos tipos de

personas en este mundo. Están los hijos de Dios y los hijos del

diablo. Juan le dice que, si quiere darse cuenta de la diferencia, es

bastante sencillo. Lo expresa de esta forma, en este capítulo: “Los

hijos del diablo pecan”. Pecan definitivamente, habitualmente y

continuamente. Practican el pecado. Pero los hijos de Dios no pecan

habitualmente. Los hijos de Dios no convierten el pecado en una

práctica. Su patrón no es un patrón de pecado continuo y habitual.

Según señalé en el capítulo 1, en el idioma griego, el tiempo

presente representa el tiempo continuo. Juan no dice que los hijos de

Dios no pueden pecar, o que nunca van a pecar. Él quiere decir que,

cuando pecan, caen en el pecado. El pecado no es natural para ellos.

Los hijos del diablo pecan continuamente, habitualmente. Los hijos

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de Dios no pecan continuamente, habitualmente. Cuando vemos que

el patrón de nuestra vida ha cambiado drásticamente y que el patrón

es de no pecar, sabemos que creemos y que tenemos vida eterna.

Al final del capítulo 3, Juan escribe otro gran pasaje sobre la

seguridad. Cuando estamos deprimidos o, como lo expresa Juan aquí,

cuando “nuestro corazón nos reprende”, ¿estamos perdidos, teniendo

en cuenta lo que sentimos? Cuando nuestro corazón no nos reprende,

¿tenemos la seguridad de la vida eterna? ¡No! Cuando nuestro

corazón nos reprende, recordemos esto: Dios es mayor que nuestro

corazón. Dios es más grande que nuestros sentimientos. Nuestra

salvación no está basada en algo tan inconstante como nuestros

sentimientos. Nuestra salvación está basada en la sólida realidad de

que creemos y obedecemos a nuestro Señor (3:19-22).

Capítulo 13

La confesión que confirma

En los primeros versículos del capítulo 4, Juan nos dice cómo

probar los espíritus. Nos advierte acerca de muchos falsos espíritus

que están en este mundo y nos muestra cómo conocer la diferencia

entre los buenos y malos espíritus: “Todo espíritu que confiesa que

Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no

confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el

espíritu del anticristo...” (1 Juan 4:2, 3).

¿Cómo confiesa un espíritu que Jesús ha venido en la carne?

El apóstol del amor contesta esa pregunta. Cuando nos amamos unos

a otros, confesamos que Jesucristo ha venido en la carne. De esta

forma Juan nos está diciendo que, cuando experimentamos el

Espíritu de Cristo amando en y a través de nuestra carne mortal,

hemos encontrado otra forma en que podemos saber que tenemos fe

y vida eterna. Está de acuerdo con el apóstol Pablo en que el fruto del

Espíritu es amor (Gálatas 5:22, 23).

Luego nos da diez razones por las que debemos amarnos unos

a otros (4:7-21). Ante todo, debemos amarnos unos a otros porque el

amor es de Dios. Sólo aquellas personas cuyos espíritus están

confesando el amor de Cristo pueden amar, porque el verdadero

amor es de Dios.

Debemos amar porque es así como podemos reconocer a los

auténticos discípulos de Cristo de quienes simplemente dicen ser sus

discípulos: los que aman son nacidos de Dios. Los que no aman no

son nacidos de Dios. Eso hace que el probar los espíritus sea muy

simple.

La tercera razón por la que debemos amar aparece en el

versículo 8 del capítulo 4. Debemos amar porque Dios es amor. El

amor es la esencia de lo que Dios es. El amor es la esencia del ser de

Dios. Si usted dice que es nacido de Dios, entonces su rasgo

distintivo debe ser el amor.

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En los versículos 10 y 11, Juan dice que debemos amar

porque se nos ha dado el gran ejemplo del amor. Juan señala a Jesús,

muriendo en la cruz, y dice: “En esto consiste el amor [...], si Dios

nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros”.

Así que uno demuestra que ha aceptado el evangelio cuando ama con

amor agape.

En el versículo 16, Juan escribe: “Dios es amor; y el que

permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él”. Piense que

Dios lo rodea completamente, como un Dios que quiere amar a las

personas que sufren a través de usted. El amor es lo que es Dios.

Dios es amor. Por lo tanto, si usted mora en este amor, que es Dios,

usted morará en Dios y Dios morará en usted. Cuando ocurre eso,

créame, usted encuentra otra forma de saber que cree y tiene vida

eterna.

Juan dice en el versículo 17 del capítulo 4 que debemos

amarnos unos a otros porque, si lo hacemos, podemos tener

confianza en el día del juicio, en el estado eterno. Al pensar en el

juicio, ¿cree usted que podrá acercarse al tribunal de Cristo con

confianza? Juan nos dice que, si amamos como deberíamos hacerlo,

podemos acercarnos al juicio con confianza.

Juan escribe, en el versículo 17, que debemos amar por que

como él es, así somos nosotros en este mundo. Somos, en este

mundo, la esencia de Cristo. Si Cristo está en nosotros y este amor

agape se revela y se expresa a través de nosotros, entonces se

cumplirá que “como él es, así somos nosotros en este mundo”.

Juan nos dice en el versículo 18 de Primera de Juan 4 que

debemos amarnos unos a otros porque “el perfecto amor echa fuera

el temor”. Si usted amara perfectamente, eliminaría el temor. Cuando

usted entiende el amor de Cristo, y especialmente lo que significa

amar a Dios y amar a su hermano, entenderá cómo el amor perfecto

puede echar fuera el temor. Tememos perder nuestra vida y todo lo

que tenemos. Si amamos a Dios completamente, ya hemos entregado

nuestra vida a Dios y le hemos dado todo. Entonces, ¿qué tenemos

que temer?

Luego Juan nos dice, en el versículo 20 del capítulo 4, que

debemos amarnos unos a otros porque el amor vertical por Dios y el

amor horizontal por el hermano son inseparables. El hombre que dice

amar a Dios, pero odia a su hermano, es un mentiroso. Debemos

amarnos unos a otros porque el que ama a Dios debe amar a su

hermano también.

La décima razón por la que debemos amarnos unos a otros

está en forma de mandamiento: “Y nosotros tenemos este

mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano”.

En un sentido, la décima razón de Juan por la que debemos amarnos

unos a otros debería ser la única razón que necesita darnos: Jesús nos

ordenó amarnos unos a otros.

En el capítulo 5, Juan nos dice que la fe es la clave de nuestra

seguridad cuando escribe: “Esta es la victoria que ha vencido al

mundo, nuestra fe”. Vencemos al mundo con nuestra fe. Y si usted

tiene esta fe vencedora, ésta es otra afirmación de su seguridad.

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En el capítulo 5 Juan nos dice que hay tres testigos en nuestra

experiencia que nos dan seguridad. Cuando Juan menciona el agua,

probablemente esté refiriéndose al bautismo por agua. La esencia del

bautismo por agua es que hace que sea imposible ser un discípulo

secreto de Jesucristo.

La Segunda y Tercera Carta de Juan

En Segunda y Tercera de Juan, el énfasis está en la verdad

que enseñó Cristo. Juan suena como un teólogo en estas dos cartas

porque está preocupado por la verdad que enseñó Jesús y por que nos

mantengamos firmes en nuestro compromiso con esa verdad. Su

mayor gozo es saber que sus hijos andan en la verdad enseñada por

Jesús. Esa verdad ya estaba siendo distorsionada y pervertida cuando

Jesús escribió estas breves cartas.

El apóstol del amor exhorta a los líderes para que sean duros

con las personas que no enseñan lo que Jesús enseñó. La herejía, o

perversión de la enseñanza de Jesús, comenzó muy temprano en la

historia de la iglesia, porque en estas cortas epístolas uno escucha

decir al apóstol: “Si las personas no creen que Jesús es el Cristo, si

no pasan esta prueba doctrinal, no las inviten siquiera para almorzar.

Ni siquiera las saluden. No tengan nada que ver con ellas”.

Juan escribe su segunda carta a “la señora elegida”. Si uno lo

toma literalmente, este es el único libro de toda la Biblia dirigido a

una mujer. Aparentemente Juan tenía una relación pastoral con esta

señora elegida.

Pero Juan tenía, también, personas problemáticas, como

Diótrefes, “al cual le gusta tener el primer lugar entre ellos”, según

Juan. Describe a este hombre en los versículos 9 y 10 de Tercera de

Juan. Los pastores de hoy podrán encontrar consolación en el hecho

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de que este amado y anciano apóstol Juan tenía un hombre en su

iglesia que tiene que haber sido un dolor constante para él.

Capítulo 14

La Carta de Judas

En la inspirada carta de Judas, encontramos un libro de un

capítulo que es muy parecido al segundo capítulo de Segunda de

Pedro. La preocupación de la persona que escribe esta muy breve

carta son las herejías, o los falsos maestros. Un hombre llamado

Judas escribió esta carta. Los estudiosos concluyen que este hombre

era otro de los hermanastros terrenales de Jesús.

Judas nos dice que había planeado escribir un tratado sobre la

salvación, pero cambió de opinión porque había personas que no

enseñaban la doctrina correcta. Estaban enseñando que, dado que

Dios era un Dios de gracia, nunca disciplinaría a sus hijos. Judas está

preocupado por personas que parecen estar alejándose de la fe porque

han oído y creído esta enseñanza.

Judas se centra en el capítulo 14 del Libro de Números, donde

leemos que toda una generación del pueblo elegido de Dios murió en

el desierto. Dieron vueltas durante cuarenta años porque no tuvieron

la fe para invadir Canaán. Dios hizo dos excepciones. Caleb y Josué

entraron en la tierra de Canaán porque creyeron en el Señor

plenamente y lo siguieron.

Judas recuerda a los falsos maestros acerca de la muerte de

esa generación. Estos falsos maestros estaban diciendo a la gente que

uno puede hacer lo que le plazca y Dios no hará nada al respecto,

como si Él fuera una especie de abuelito inofensivo. La Biblia nos

enseña que el carácter amoroso de Dios tiene otro costado, un

costado de ira y juicio, porque Dios es un Dios santo.

Otro ejemplo que Judas da es el de los ángeles caídos. Judas

escribe que los ángeles caídos fueron echados al abismo sin fondo.

Dios no se quedó sentado simplemente viendo a los ángeles que no

hacían su voluntad, sin hacer nada al respecto.

El tercer ejemplo de Judas es el de Sodoma y Gomorra: cómo

estos dos pueblos perecieron por el fuego y el azufre. Judas enfatiza

el juicio de Dios, a través de estos ejemplos que comparte con los

falsos maestros y las personas que creen en sus falsas enseñanzas.

Judas nos dice que estos falsos maestros son como “espuma

sucia que dejan las olas violentas en la playa”. Son como “árboles

frutales sin fruta”. Son como “estrellas errantes que cruzan

velozmente hacia la negra oscuridad que Dios ha preparado para

ellas”. El destino de las estrellas errantes es similar al de los ángeles

caídos.

Judas está muy preocupado por quienes han sido víctimas de

esta falsa enseñanza. Escribe que debemos intentar recuperar a estas

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Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis

33

personas. Debemos tratar de arrebatarlas del fuego sin quemarnos

nosotros mismos.

Judas concluye su carta con algunas exhortaciones para

aquellas personas que han sido reclamadas. Son exhortaciones

sencillas y prácticas acerca de mantenerse fieles a la verdad. Me

gustan estas exhortaciones de Judas. Él dice: “... orando en el

Espíritu Santo” (v. 20). Y luego, me gusta esta frase: “Conservaos en

el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor

Jesucristo para vida eterna” (v. 21).

Durante muchos siglos, los pastores han usado la bendición

final de Judas para cerrar sus cultos: “Y a aquel que es poderoso para

guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria

con gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y

majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén”

(vv. 24, 25).

Capítulo 15

El Libro de Apocalipsis

En los primeros versículos del Libro de Apocalipsis, leemos

que el apóstol Juan estaba en la isla de Patmos a causa de su fe. Al

comparar las Escrituras con la tradición, llegamos a la conclusión de

que Juan estaba exiliado en esta isla remota. Los eruditos discrepan

con relación a si estaba allí solo o era uno entre los trabajadores

esclavos. Mientras estuvo allí, experimentó una revelación de

Jesucristo. La palabra “apocalipsis” es una palabra griega que

significa ‘descorrer un velo’, es decir, ‘revelar’.

La lengua de señas del Salvador

Esta revelación le fue dada en forma de señales a Juan, lo

cual significa que fue dada a Juan en “lengua de señas”. Los judíos

tenían una hermosa “lengua de señas” bíblica, y vemos esa lengua de

señas evidenciada en Apocalipsis. Recordará que la palabra “señal”

es una de las palabras favoritas de Juan (Juan 20:30, 31; 2:11; 21:25).

En Apocalipsis, estos símbolos o señales son señales bíblicas. Usted

las encontrará en otras partes de la Biblia, y si las encuentra cuando

aparecen en otras partes de la Biblia, y las entiende allí, pueden

ayudarlo a entender lo que significan en el Libro de Apocalipsis.

Al estudiar Apocalipsis, hágase una tabla. Como necesitará

varias hojas para esta tabla, le recomiendo un cuaderno grande con

varias páginas. Trace rayas verticales para hacer varias columnas. En

la primera columna de esta tabla escriba la palabra “Señales”. Haga

una lista de señales o símbolos que aparecen en este libro en la

primera columna (por ejemplo: el caballo blanco, el mar de cristal,

las cuatro bestias, los siete candelabros, etc.).

En la segunda columna ponga como título “Revelación

personal”. Pida al Espíritu Santo que quite el velo para mostrarle lo

que significan las señales. Escriba su propia revelación personal en la

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Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis

34

segunda columna.

Arriba de la tercera columna, escriba: “Referencia bíblica”, e

indique dónde se encuentra esta señal específica en alguna otra parte

de la Biblia. Si tiene acceso a buenos comentarios, escriba en la

columna siguiente lo que dicen que significa cada señal.

Luego, en la última columna de esta tabla, escriba su

conclusión final. Si hace esta tarea en su totalidad, debería tener una

tabla de 150 páginas para el Libro de Apocalipsis.

Claves que descifran el Libro de Apocalipsis

Cuando usted aprecia la hermosa lengua de señas de la

revelación que recibió Juan, se dará cuenta de que es casi como si

fuera un libro escrito por Dios para el pueblo de Dios en clave. Como

ocurre con todo mensaje codificado, para entender el mensaje hace

falta tener las claves para descifrar el código.

LA PRIMERA CLAVE

La primera clave es el Espíritu Santo. Uno no puede entender

cosas espirituales sin el Espíritu Santo. Esto es especialmente cierto

cuando se trata del Libro de Apocalipsis. Jesús dijo a los apóstoles

que les daba el Espíritu Santo, al que Él llamó el Consolador, y que

éste les hablaría acerca de las cosas futuras.

LA SEGUNDA CLAVE

La segunda clave para este mensaje codificado es que estos

símbolos o señales son símbolos bíblicos. Si usted fuera un judío

familiarizado con el Antiguo Testamento, estas señales no le

resultarían extrañas. Por ejemplo, en el capítulo 4 se abre una puerta

al cielo y vemos una persona sentada en un trono. Es como una

piedra de jaspe y de cornalina, y alrededor del trono sobre el cual está

sentado hay un arco iris como de esmeralda.

Un judío sabría que, según Éxodo 28, el sumo sacerdote debía

usar un pectoral incrustado con una piedra preciosa por cada una de

las 12 tribus de Israel. La primera piedra preciosa era cornalina, que

representaba a la tribu más antigua de Israel, la tribu de Rubén. La

última piedra era de jaspe, que representaba a la tribu de Benjamín.

La esmeralda era la séptima piedra, y representaba a Judá. En hebreo,

estos nombres tienen un significado. Rubén significa ‘¡He aquí mi

hijo!’. Benjamín significa: ‘hijo de mi diestra’, y Judá, ‘alabanza’.

Por lo tanto, lo que tenemos aquí, en lengua de señas, es lo siguiente:

cuando miramos a través de la puerta hacia el cielo, hay un trono y

Uno sentado en ese trono que se nos describe a través de estas

piedras preciosas que nos dicen: “¡He aquí mi Hijo, el Hijo de mi

diestra! ¡Alábenlo!”.

Hay una frase que se encuentra varias veces en el último libro

de la Biblia: “Yo soy el Alfa y la Omega”. La primera letra del

alfabeto griego es alfa; la última, omega. Solemos interpretar esto

como: “Yo soy el principio y el fin”. Tendremos la revelación de

Uno, Jesucristo, quien es en sí mismo el principio y el fin.

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Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis

35

Adoración eterna

En los capítulos 4 y 5, uno encuentra un hermoso tiempo de

alabanza y adoración que tiene lugar en el estado eterno. Algo

hermoso está sucediendo allí. Dios el Padre está dirigiendo el centro

de la adoración en el cielo fuera de sí mismo y hacia su Hijo, el

Cordero, que parece haber sido muerto. Dios está diciendo: “Adoren

a mi Hijo. Adórenlo por lo que ha hecho, a la luz de lo que era, lo

que es y lo que será por siempre. ¡Adoren a mi Hijo!”.

Dado que estos símbolos son símbolos bíblicos, uno puede

ver por qué las personas que organizaron los libros de la Biblia

colocaron al Libro de Apocalipsis último. El requisito previo para

entender Apocalipsis, el último libro de la Biblia, es entender los

restantes 65 libros.

Hay algunos otros símbolos bíblicos que me gustaría usar

como ilustración de esta importante clave. Observe, por ejemplo, en

Apocalipsis 1:4, 4:5 y 5:6, donde se mencionan “los siete espíritus de

Dios”.

Las personas que asignan una gran importancia a los números

en la Biblia nos dicen que el número 7 es el número de la perfección

o de lo completo. Esto sugeriría que los siete Espíritus de Dios

representan al Espíritu compuesto, integral y completo de Dios, o la

expresión perfecta de Dios. En su esencia, Dios es espiritual. Sin

embargo, muchos eruditos creen que la expresión “los siete espíritus

de Dios” nos retrotrae a una profecía de Isaías.

En su profecía, el príncipe de los profetas nos da una gran

imagen mesiánica que presenta a los “siete espíritus de Dios”. La

profecía de Isaías se cumple en esta revelación dada al apóstol Juan

acerca de los siete espíritus de Dios. Isaías escribió: “Saldrá una vara

del tronco de Isaí, y un vástago retoñará de sus raíces. Y reposará

sobre él el Espíritu de Jehová; (1) espíritu de sabiduría y (2) de

inteligencia, (3) espíritu de consejo y (4) de poder, (5) espíritu de

conocimiento y (6) de temor [o reverencia] y (7) el espíritu de

adoración de Jehová” (Isaías 11:1-3).

Isaías nos está diciendo que, cuando venga el Mesías,

Jesucristo será la expresión completa de Dios, quien, en su esencia,

es un Espíritu. Según Isaías, Jesucristo no sólo expresará esta

séptuple esencia espiritual de Dios, sino que también, en su

humanidad, mostrará una Vida que es verdaderamente llena del

Espíritu o controlada por el Espíritu. Juan nos está diciendo que la

profecía de Isaías se cumplió cuando vino Jesús.

Vemos siete candelabros ante un trono en el cielo. Se nos dice

que estos siete candelabros representan los siete espíritus de Dios.

Entonces leemos: “Y miré, y vi [...] un Cordero como inmolado, que

tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de

Dios enviados por toda la tierra” (5:6).

Los estudiosos creen que los cuernos representan el poder, y

que los ojos representan la sabiduría en la Biblia. Por lo tanto, este

Cordero, que parecía como si hubiera sido inmolado, es una

expresión de los siete espíritus de Dios. Y esta expresión del Espíritu

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Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis

36

de Dios en siete partes también expresaba el poder y la sabiduría

perfectos de Dios cuando fue muerto.

El Espíritu del Señor fue muy importante en el ministerio de

Jesús. Jesús tenía el espíritu de conocimiento, lo que significa que

tenía un conocimiento perfecto de la Palabra de Dios. También tenía

el espíritu de inteligencia, lo que significa que tenía un entendimiento

perfecto de la Palabra y la voluntad de su Padre.

Jesús tenía también el espíritu de sabiduría, porque vivió

perfectamente la Palabra de Dios, y enseñó a otros cómo aplicar la

Palabra de Dios. Y luego, el espíritu de consejo forma parte de esta

expresión perfecta del Espíritu de Dios. Al compartir Jesús la Palabra

de Dios y su aplicación a la vida de las personas con las que trataba,

demostraba el espíritu de consejo. Cuando compartía la Palabra de

Dios con las personas y éstas la aplicaban a su vida, el Espíritu Santo

ungía esa Palabra con gran poder. Era allí cuando el espíritu de poder

se expresaba a través de Jesús.

Y luego, el espíritu de adoración fue muy obvio en la vida de

Jesús. Isaías nos dice que su deleite estaba en el espíritu de

adoración. Cuando leemos los cuatro Evangelios, vemos que, cuando

Jesús no estaba ministrando a las personas, pasaba la noche solo o se

levantaba antes del alba para orar a su Padre en adoración.

Una puerta abierta hacia el cielo

En 4:1, leemos que, cuando se le invitó a Juan a que subiera

para que se le mostrara “lo que tiene que suceder después de esto”,

fue el sonido de una trompeta lo que introdujo a Juan en su

revelación del cielo. Muchos creen que este es un símbolo bíblico

que indica el arrebatamiento de la iglesia. El apóstol Pablo dice que

el arrebatamiento de la iglesia será anunciado por el sonido de una

trompeta (ver 1 Tesalonicenses 4:16; 1 Corintios 15:52).

Cuando Juan mira a través de esta puerta abierta al cielo, ve

un trono que es el símbolo central en el cielo. Delante de ese trono en

el cielo, Juan ve un mar de cristal. En la tienda de adoración y el

templo de Salomón, había un lavacro donde el sacerdote se lavaba al

acercarse como intercesor a favor de un pecador. El mensaje era que

debíamos ser lavados antes de poder acercarnos a un Dios santo. Los

sacerdotes repetían continuamente este acercamiento a Dios a favor

de los pecadores porque los pecadores necesitaban el perdón

habitualmente. En este mar de cristal frente al trono, el agua queda

solidificada en un cristal, que representa una limpieza permanente y

eterna.

En el capítulo 5, aparece un libro sellado con siete sellos, y

todos los que están en el cielo están intentando encontrar a alguien

para que rompa los sellos y abra el libro. Nadie está calificado para

abrir este libro ni dispuesto a hacerlo. Este simbolismo bíblico nos

retrotrae al Libro de Rut y el concepto de pariente redentor. Cuando

un hombre como Booz quería redimir a una mujer como Rut, las

deudas de la mujer estaban selladas en un rollo. No se le permitía

romper los sellos y mirar en el rollo hasta que demostrara sus

calificaciones y su disposición de redimirla.

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Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis

37

El mensaje de esta escena celestial es que el cielo está lleno

de personas que necesitan redención, pero no hay nadie allí que esté

calificado o dispuesto a redimirlos. Juan lloró mucho porque no

había ningún redentor. Luego escuchamos las buenas nuevas: “No

llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha

vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos” (5:5). El

significado del simbolismo es que Él está calificado y está dispuesto

porque ha vencido para redimirnos. Él nos ha redimido.

Cuando se abre la puerta hacia el cielo leemos que hay

veinticuatro tronos pequeños alrededor del trono que está en el cielo,

y sobre estos pequeños tronos están sentados veinticuatro ancianos.

Estos ancianos representan al liderazgo del pueblo de Dios, tal vez

las doce tribus de Israel y los doce apóstoles.

LA TERCERA CLAVE

La tercera clave, que nos ayuda a descifrar este mensaje

codificado de Dios para su pueblo, es la tarea que se le encomendó a

Juan. Esa tarea constituye el bosquejo de la revelación que recibió

Juan en la isla de Patmos. Apocalipsis 1:19 nos da esa tarea y ese

bosquejo. A Juan se le dijo: “Escribe las cosas que has visto, y las

que son, y las que han de ser después de estas”.

En el primer capítulo de Apocalipsis, leemos acerca de la

experiencia de Juan. Lo que él vio en el capítulo 1 constituía la

primera parte de su tarea, cuando se le dijo que “escribiera las cosas

que has visto” y que dirigiera esa revelación escrita a las siete

iglesias que estaban en Asia Menor en ese tiempo.

A Juan se lo hizo dar vuelta para ver, así como se lo hizo dar

vuelta a Moisés para ver a Dios en la zarza ardiente en el desierto

(Éxodo 3:3, 4). Juan se dio vuelta y vio la voz que le estaba hablando

y, cuando se dio vuelta, la voz le habló. Observe los verbos que Juan

usa al relatarnos su experiencia para nosotros. “Me volví”, dice, “y

vuelto, vi. Cuando le vi, caí como muerto a sus pies”. El simbolismo

parece ser que el requisito previo para tener una experiencia profunda

con Dios es volvernos.

El apóstol Juan estaba completando la primera parte de su

tarea cuando registró esa experiencia. Luego de decirle a Juan que

“escribiera las cosas que has visto”, se le instruye que “escriba las

cosas que son”. Juan completó la segunda parte de su tarea en los

capítulos 2 y 3, cuando escribió las cartas a las iglesias de Asia

Menor.

En resumen, el capítulo 1 relata las cosas que Juan vio cuando

tuvo su experiencia. Los capítulos 2 y 3 son la segunda parte de su

tarea, que era “escribir las cosas que son”, es decir las cosas que

existían en las siete iglesias. Estas iglesias –Éfeso, Esmirna,

Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea– eran iglesias reales.

¿Recuerda que en el capítulo 1 de Apocalipsis Juan vio siete

candelabros de oro? Su revelación de Cristo era que Él estaba en

medio de estos candelabros. Se le dice a Juan que los candelabros

son iglesias. También se le dice que Aquel que está en medio de los

candelabros es Cristo. Si bien esas iglesias tienen muchísimos

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problemas, el Cristo resucitado y vivo está en medio de sus iglesias.

No importa cuánto les falte a estas iglesias para llegar a ser lo que

deben ser, nunca olvide esto: Cristo estaba en medio de sus iglesias.

La carta a la iglesia de Éfeso dice, básicamente: “Tú ya no

amas”. Esto me intriga porque Timoteo era el sobreveedor de esa

iglesia. Pablo dijo a la iglesia de Filipos que les enviaba a Timoteo

porque no conocía a nadie que amara como él. Era, por naturaleza,

una persona que se ocupaba de los demás. Ahora parece como si a la

iglesia que estaba bajo la supervisión de Timoteo, el Cristo

resucitado le estuviera preguntando: “¿Qué ocurrió con el amor de

ustedes?”. Si usted siente que es una persona a través de quien el

Señor ama a los demás, no olvide nunca que puede perder esa

experiencia de ser un vehículo a través de quien Cristo ama a las

personas que le ha encomendado a usted que ame con el amor de Él.

LA CUARTA CLAVE

La mayor parte de la tarea encomendada a Juan comienza al

principio del capítulo 4: “las cosas ... que han de ser después de

estas” (1:19). Gran parte de Apocalipsis tiene que ver con las cosas

que ocurrirán en el futuro.

Para centrarse en la clave número cuatro usted debe entender

la cronología de los capítulos 6 al 19 en este libro. Los capítulos 4 y

5 son una lengua de señas que describe la adoración que tendrá lugar

en el cielo. Pero cuando uno llega al capítulo 6, el tono cambia y se

vuelve muy difícil de entender.

La serie de sucesos que se conoce como la Segunda Venida

de Jesucristo cubre un período de tiempo largo. Pasa mucho tiempo

desde el primer suceso hasta que tiene lugar el último suceso.

Exactamente cuánto tiempo depende de cómo usted interprete estos

sucesos y cómo los ordene cronológicamente. Uno de los sucesos

más breves es el período de siete años conocido como “la Gran

Tribulación”. Jesús se refirió a él en su discurso del Monte de los

Olivos (Mateo 24:21-29).

Muchos estudiosos creen que la Gran Tribulación será un

período de siete años. Esta Gran Tribulación es lo que describen los

capítulos 6 a 19 de Apocalipsis. Todos esos capítulos, a partir del 6,

cuando salen esos caballos, hasta la mitad del capítulo 19, se centran

en un breve período de siete años entre todos los sucesos que se

denominan “la Segunda Venida de Jesucristo”.

La Gran Tribulación se muestra en esta parte de Apocalipsis

como una serie de juicios. Al leer la revelación que hace Juan de

estos juicios, se rompen siete sellos. ¡Cada vez que se rompe un

sello, hay un juicio tremendo y terrible! Entonces uno lee acerca de

siete trompetas. Cada vez que suena una de estas siete trompetas, hay

un juicio tremendo.

Los sellos se rompen en el capítulo 6, y las trompetas suenan

en los capítulos 8 y 9. Luego, en el capítulo 16, leemos acerca de

siete copas. Las copas son derramadas, y cada vez que ocurre esto,

hay un juicio.

Hay quienes creen que estos juicios de los sellos, las

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trompetas y las copas son juicios consecutivos. Otros creen que es un

mismo período de juicio presentado de tres formas diferentes. Entre

estos tres juicios tenemos información, que aparentemente es un

comentario agregado acerca de los juicios. Sin embargo, estos

comentarios, en los capítulos 7, del 10 al 15, y del 17 al 19,

definitivamente no están en orden cronológico.

LA QUINTA CLAVE

La quinta clave que destraba el mensaje de esta revelación es:

ser humilde acerca de la cronología de estos sucesos que se cubren en

Apocalipsis. Soy muy humilde acerca de la posible cronología que

sugiero. Según Jesús, nadie sabe el día y la hora cuando llegará el

fin; no lo saben los ángeles y ni siquiera el Hijo de Dios. Sólo el

Padre lo sabe (Mateo 24:36). Cuando los apóstoles y los primeros

discípulos preguntaron a Jesús acerca de sus planes para restablecer

el reino de Israel, les respondió básicamente que no les correspondía

a ellos conocer los tiempos o las sazones de estos sucesos porque el

Padre había decidido no revelarlo (ver Hechos 1:7). Ahora bien, si

los ángeles no saben, si el Hijo de Dios no sabía, si sólo el Padre

sabe, ¿cómo podemos nosotros ser otra cosa más que humildes al

intentar compaginar una cronología de “los tiempos y sazones” de

estos sucesos?

Uno de estos sucesos es el arrebatamiento de la iglesia. Luego

de que la iglesia sea quitada del mundo, como es de esperar, ocurre la

Gran Tribulación en la tierra. Luego tenemos la propia Segunda

Venida de Cristo, cuando Él vuelve, no para sacar a su iglesia del

mundo, sino para venir a la tierra y reinar con su iglesia. Algunos

creen que ese reino será un reino literal que durará mil años. Los

creyentes están divididos en cuanto a cómo interpretan estos sucesos.

No importa cuál es la cronología que usted deduzca y cómo

interprete estos sucesos, muchos creyentes discreparán con usted. Sea

humilde respecto de su cronología y su interpretación de estos

sucesos.

LA SEXTA CLAVE

Nuestro objetivo al leer el Libro de Apocalipsis debería ser

adorar más que entender. Esto es sumamente importante. Se promete

una bendición a quien lea este libro y guarde sus dichos (ver 22:18).

Hay muchas verdades devocionales en este libro, especialmente en

las cartas a las iglesias, que son instructivas y devocionales. Hay

mucha verdad en Apocalipsis que entendemos y somos exhortados a

obedecerla. Los creyentes tienden a adorar la comprensión de este

libro en lugar de adorar a Dios y al Cristo resucitado que dio esta

revelación a Juan.

El apóstol amado ejemplifica esta clave en dos ocasiones

cerca del final del libro. Leemos que Juan cayó a los pies del ángel

que interpretó todos estos símbolos para él y adoró a ese ángel.

Ciertamente podemos entender por qué haría esto, pero el ángel le

dijo: “No, no lo hagas. Yo soy un siervo de Dios, tal como tú y tus

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Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis

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hermanos y hermanas, que testifican de su fe en Jesús” (ver 19:10,

22:8).

Esta es una clara declaración del propósito de leer el Libro de

Apocalipsis. Ese propósito no es entenderlo todo, sino leerlo de la

misma forma que uno lee el Evangelio de Juan: para ver a Jesús.

Luego, ¡adore al Jesús que usted ve y adore a Dios! Deje que

Apocalipsis aumente su sentido de sobrecogimiento, asombro y

adoración. Y, al leer este libro, entre en la presencia de Dios.

LA SÉPTIMA CLAVE

La séptima clave es hacer la pregunta: “¿Por qué nos ha dicho

Dios estas cosas acerca del futuro?”. Como hemos visto tantas veces

antes, cuando Dios descorre el velo y nos dice algo acerca de cómo

terminará todo, tiene un propósito.

La aplicación parece ser ésta: “A la luz del hecho de que lo

que les he mostrado detrás del velo ocurrirá, ¿qué clase de personas

deberían ser ustedes ahora mismo, en esta dimensión actual? ¡Qué

vidas tan santas deberían estar viviendo!”. Dios quiere tener un

impacto en nuestras vidas presentes y cotidianas a la luz de todo lo

que nos ha revelado en el último libro de la Biblia.

LA OCTAVA CLAVE

Cuidado con interpretar sus propios deseos al mirar detrás del

velo y ver lo que ocurrirá con relación al estado eterno. La Biblia nos

dice todo acerca de la vida más allá de la tumba usando símbolos.

Muchos interpretan este tipo de pasajes según como quieren que sea

el estado eterno. La verdad de esta revelación no está determinada

por nuestra expresión de deseos. Si realmente quiere saber acerca de

la vida más allá de este mundo y la tumba, deberá leer este libro con

una mente abierta.

LA NOVENA CLAVE

Encontramos la clave número nueve en los capítulos 4 y 5. Al

mirar a través de la puerta abierta en el cielo, note que cada símbolo

mencionado en estos dos hermosos capítulos es presentado en

relación con su posición relativa a ese trono que es el centro del

cielo. El Cordero está parado en medio del trono. Los veinticuatro

tronos pequeños rodean el trono. Hay relámpagos y tronos que salen

del trono. Los siete candelabros ardientes están delante del trono; el

mar de cristal está ante el trono. La voz de muchos ángeles se

escucha alrededor del trono.

En los capítulos 4 y 5, vemos santos alrededor del trono de

Dios cantando una nueva canción. ¡Esto es hermoso! Sin embargo,

también vemos pecadores que saludan al Cordero que está sobre ese

trono, pero no se les asigna ninguna posición con relación al trono.

Debemos concluir que los pecadores lo están saludando desde el

infierno, porque no están en el cielo. ¡Esto es tremendo!

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Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis

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LA DÉCIMA CLAVE

Observe que en Apocalipsis se están contando dos dramas

simultáneamente. Se cuenta una historia celestial en los capítulos 4,

5, 19, 20, 21 y 22. Simultáneamente se cuenta una historia terrenal en

los capítulos 6, 8, 9, 16, 19 y 20. Los capítulos 19 y 20 se dividen

justo por el medio, ya que cuentan ambas historias.

LA UNDÉCIMA CLAVE

Esta es la revelación de Jesucristo, no un libro de

revelaciones. Desde el capítulo uno al veintidós, esta es una

revelación continua de Jesucristo. Así como usted buscó a Jesucristo

en el Evangelio de Juan, y aun en el Antiguo Testamento, busque a

Jesucristo en el Libro de Apocalipsis. Vea a Cristo revelado como el

Rey de reyes y Señor de señores absoluto.

LA DECIMOSEGUNDA CLAVE

A Juan se le dijo que tendría una revelación de las cosas que

sucederán después de estas (4:1). Dado que el Dios Todopoderoso es

un Dios justo y hay tanta injusticia en este mundo, tiene que haber

una justicia última como los juicios que se describen en esta

revelación dada al apóstol Juan.

LA DECIMOTERCERA CLAVE

Aun cuando debemos leer para adorar más que para entender,

lea esta revelación sabiendo que hay mucho que usted puede

entender. Hay una bendición prometida si usted lee este libro, si

realmente escucha el mensaje y si aplica ese mensaje a su vida (ver

22:18).

LA DECIMOCUARTA CLAVE

Una vez que usted haya leído este, el último libro de la Biblia,

compare al libro y cada uno de sus pasajes que son escatológicos

(que tienen que ver con las últimas cosas) con todos los demás

pasajes de la Biblia que nos hablan de las últimas cosas. Todos estos

pasajes de la Biblia, desde los profetas hasta las enseñanzas de Jesús

y los apóstoles, lo desafiarán con la pregunta: “¿De qué forma lo que

usted ha aprendido acerca de la naturaleza absoluta de las cosas por

venir ha afectado lo que cree y sus valores mientras vive su vida

hoy?”.

Aprendemos de esta revelación que los santos que cantan su

nueva canción alrededor del trono serán de toda tribu, lengua, pueblo

y nación (5:9). Cuando usted piensa en cómo llegaron a estar allí,

¿cómo afecta su perspectiva de la Gran Comisión de Jesucristo y la

obra del Señor, que está construyendo su iglesia en todo el mundo

hoy?

La Palabra de Dios comienza con la pregunta que Dios le

hace al hombre: “¿Dónde estás tú?”. La Biblia cierra

confrontándonos con otra pregunta tremenda: “¿Dónde estarás

cuando tengan lugar todos los sucesos descritos en esta tremenda

revelación de Jesucristo?”. En realidad, hay sólo dos posibilidades.

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Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis

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Usted estará en el cielo con los santos, cantando alrededor de ese

trono, o estará con los pecadores saludando al Cordero desde el

infierno. Por lo tanto, el lugar donde usted esté entonces será

determinado por dónde se encuentra ahora en su respuesta al

evangelio de Jesucristo.

A lo largo de los siglos de la historia de la iglesia, millones de

personas han sido movidas a la fe por la lectura del último libro de la

Biblia. Mi oración es que, si usted no ha confiado en Jesucristo como

su Salvador y lo ha coronado como su Rey de reyes y Señor de

señores, esta breve reseña de Apocalipsis lo lleve a tomar esas

decisiones que determinarán la calidad de su eternidad.