Revista Izquierda 2

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Año I núm. 2 julio 2011 $15.00 m.n. IZQ UIERDA Flavia Bonasso Los desaparecidos de la guerra de Calderón Sobre los procesos revolucionarios del mundo árabe Explotación de mexicanos migrantes en Canadá Cupón de descuento para ver a la Trouppe p. 24

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Revista de análisis político

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Año I núm. 2 julio 2011 $15.00 m.n.IZQUIERDA

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Los desaparecidos de la guerra de Calderón

Sobre los procesos revolucionarios del mundo árabe

Explotación de mexicanos migrantes en Canadá

Cupón de descuento para ver a la Trouppe p. 24

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editorialPara prever una tormenta hoy no es necesario ser meteorólogo ni adivino. Hay nubes negras por to-das partes: tortura, dinero, armas, muertos, drogas. La guerra desatada por la administración de Felipe Cal-derón ha cobrado ya 40 mil vidas y dejado al menos el doble de viudas y huérfanos —en español no existe todavía una palabra para referirse a quienes han per-dido a un hijo, pero tal vez los mexicanos debamos in-ventarla en los próximos años.

La industria de la droga, por su parte, florece cada vez más, sobre todo en las regiones en las que el Ejér-cito ha salido a las calles a combatirla. Y es que en rea-lidad no ha habido una guerra contra el narco, sino a favor de que el Cártel de Sinaloa domine a los demás. Toda esta sangre se ha derramado no para exterminar al crimen organizado, sino para que Chapo Guzmán lo controle.

Eso no es lo peor: lo más grave de todo es que esta situación puede degenerar en una violencia mucho mayor en el próximo sexenio; una violencia que ya na-die pueda contener, y que finalmente obligue al go-bierno mexicano a pedir la intervención de Estados Unidos.

Hoy, todos los demás problemas de nuestra socie-dad, juntos, son pequeños en comparación con esa amenaza que se cierne sobre nuestras vidas. La tarea más importante que tiene la izquierda en este mo-mento es, por tanto, detener esta estúpida guerra.

La buena noticia es que ya se ha encendido la chis-pa: se han realizado varias manifestaciones en diversas ciudades del país exigiendo terminar con la violencia. No sabemos si los inspiradores de este movimiento —el poeta Javier Sicilia, Emilio Álvarez Icaza y sus allegados— estén o no a la altura de la tarea que la ca-sualidad ha puesto en sus manos; sólo sabemos que el día de hoy una parte de la sociedad está atenta a lo que hagan, y tiene sus esperanzas puestas en ellos.

Debemos decir, sin embargo, que han tenido re-cientemente algunos problemas, que podrían hacer que sus esfuerzos se malogren.

Al llamado de Javier Sicilia han acudido sujetos de orígenes muy diversos: una muy buena parte de ellos son individuos de clase media que nunca antes habían participado en manifestaciones públicas, que en gene-ral tienen una mala impresión de los partidos —y de toda la política en general—, y que se sienten identi-ficados con este poeta cristiano indignado en contra de toda la clase política. También han llegado a este movimiento los partidarios de López Obrador y del SME, lo que evidentemente ha causado ciertos con-flictos con el primer sector que hemos descrito.

Se han sumado igualmente pequeñas organizacio-nes revolucionarias, que preferirían un movimiento en el que no participaran ni el obradorismo ni es-tos sectores de la clase media sin experiencia política.

Para estos grupos es inadmisible que Javier Sicilia busque acuer-dos con el gobierno que ha asesinado a sus parientes y amigos; para ellos no se trata de buscar la concordia, sino la lucha del pueblo en contra de un gobierno opresor.

Lo que ha sucedido recientemente entre estos tres sectores es una muestra de lo que ha pasado siempre en la historia de la izquierda mexicana.

El 10 de junio se organizaron en Ciudad Juárez nueve me-sas de trabajo para construir el Pacto Nacional Ciudadano que enarbolaría este movimiento, y que, una vez terminado, Ja-vier Sicilia firmó. Sin embargo, poco después él y la dirección del movimiento rechazarían el contenido de dicho documen-to, que recoge más bien las perspectivas del ala radical, que ha presionado a su dirección para definirse claramente en contra del gobierno de Calderón.

Sicilia y sus amigos más cercanos han marcado claramente sus diferencias con ellos (Emilio Álvarez Icaza declaró incluso que se saldría del movimiento si las posiciones de estos grupos llegaran a predominar), reafirmando que buscan la concordia y no la lucha, y han dejado que se les deslicen también comen-tarios en contra de López Obrador, lo que ha causado bastante molestia entre los partidarios de este último.

La situación es difícil para la dirección del movimiento, porque no puede ceder a las posiciones de ninguna de las tres partes sin perder a las otras dos. Y además porque, para ser ho-nestos, los tres sectores son perfectamente legítimos y tienen parte de razón en lo que dicen y buscan.

Consideramos que Javier Sicilia y Álvarez Icaza tienen la capacidad de llegar a acuerdos con los diferentes integrantes de su movimiento para mantener a todos en el mismo barco. Más aún, que tienen la responsabilidad de hacerlo, por el mero hecho de que un barco que se rompe se hunde, y porque de su llegada a buen puerto depende la suerte de más de 100 millo-nes de personas.

Si actúan con inteligencia, podrían desatar un movimien-to ciudadano sin precedentes en la historia de nuestro país; un movimiento que detuviera la guerra, que hiciera posible no ya un proyecto alternativo de nación, sino cualquier proyecto de nación, el que sea.

Esperamos que entiendan la responsabilidad que tienen en sus manos, y esperamos también que, como nosotros, mu-chas personas más acudan a su llamado, y busquemos juntos los acuerdos necesarios para sostener este movimiento y hacerlo cre-cer. Hoy no hay nada tan importante como eso.

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La democracia del stunam

René D. Jaimez

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El laberinto del gatoJaime Ortiz

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Javier Torres Cruz: Crónica de un asesinato anunciadoColectivo Contra la Tortura y la Impunidad

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Los desaparecidos de la guerra calderonistaSubVersiones/AACI

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Explotación de mexicanos migrantes en CanadáEntrevista con Andrea Gálvez

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Director: Antonio Álvarez [email protected]ón: René D. Jaimez [email protected]ón: Arlen Pimentel [email protected]: Beleguí Vicente Salcedo [email protected]

Diseño Editorial: Flavia Bonasso

Síguenos en: “Revistae Izquierda”Correo electrónico: [email protected]

Tiraje: 10 000 ejemplares Periodicidad: mensual

directorio

La tiranía de la mano invisibleAntonio Álvarez

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Los derechos laborales de los futbolistasCarlos de Buen Unna

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Se permite la reprocucción de los textos y el material gráfico de esta revista siempre y cuando se cite la fuente.

Certificados de licitud de título y contenido, y de reserva al uso exclusivo del título, Instituto Na-cional del Derecho de Autor, en trámite.

Editor responsable: Antonio Álvarez.

El Comité Editorial de la revista Izquierda no coincide necesariamente con las opiniones vertidas en todos sus artículos. Hemos decidido que sea un espacio para el diálogo entre diversas tendencias políticas de izquierda, porque promovemos su uni-dad independientemente de sus diferencias.

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Sobre los procesos revolucionarios del mundo árabeEntrevista con Julien Salingue

índice

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De acuerdo con datos de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (cndh), desde el 2006 hasta hoy, es decir, desde que Fe-lipe Calderón preside el gobierno del país, hay 5 397 personas des-aparecidas. Dos tercios hombres, casi siempre jóvenes, y un tercio mujeres. Por motivos políticos, trata de personas y guerra con el narcotráfico. A esto se suman los 11 300 secuestros de migrantes ocurridos en seis meses (de abril a septiembre de 2010), según afir-ma la cndh en su informe sobre el 2010.

Los desaparecidos de la guerra calderonista

SubVersiones/Agencia Autónoma de Comunicación Independiente

Todas las entrevistas fueron recabadas en la marcha del 8 de mayo del Movimiento “Estamos hasta la madre”

Si vuelves, te espero en esta hamaca donde quedan aún nuestras risas inconclusas.

Hermano, si vuelves torturado y perdedor estaré en el portón aguardando los pasos.

Si es que no puedes retornar, si tus sueños aniquilaron,

si desapareciste tras un manto de ironías, seguiré esperándote en la vieja hamaca

donde no existen los olvidos.

Gustavo Tisocco

Miles de padres desesperados buscan a sus hijos

El destino de muchos de ellos ha sido, sin embargo, la muerte. Aunque ni siquiera esto puede ser una certeza para sus familiares. En el 2009 un miembro del cártel de los hermanos Arellano Félix confesó que había disuelto en ácido a por lo menos 300 personas. En abril pasado un sica-rio de 20 años, capturado a raíz de la “Matanza de Tamaulipas”, confesó haber participado en 200 asesinatos.

Así, hay muchos más casos escalofriantes. Se han encontrado cada vez más exhumaciones clandestinas —las llamadas narcofosas— en Mi-choacán, Sinaloa, Nuevo León y Guerrero. En San Fernando, Tamau-lipas, se hallaron ocho fosas en las que se encontraron 183 cadáveres, y recientemente en Durango se han hallado 180 cuerpos. La mayoría no han sido identificados.

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Cientos de familiares recuerdan el último día en que vieron a su ser querido con vida, lo último que les dijo, qué es lo que llevaba puesto antes de ser desaparecido.

Los “levantados” por grupos armados (soldados, si-carios o policías) de los que nadie vuelve a saber, los que salen en su automóvil con un destino al que jamás llegaron, los que simplemente no vuelven a ser vistos después del trabajo, todos los mexicanos que de un mo-mento a otro no aparecen, son claramente los desapa-recidos de la guerra de Calderón.

En la mayor parte de los casos se trata de jóve-nes trabajadores sin ningún vínculo con organizacio-nes criminales. Son también periodistas, empresarios o mujeres y hombres que se defienden del abuso o que buscan justicia. Son “cualquiera”, pero no un número más en las estadísticas de muerte, sino cualquiera con nombre y apellido.

“Es la suerte”, se suele decir en algunos lugares del norte del país. Salir de una fiesta, visitar a los padres en Torreón, ir de vacaciones a Monterrey, estar en el lugar y la hora equivocados. Vidas y familias mutiladas, des-pertar de un día a otro en una pesadilla interminable. ¿Cuestión de suerte?, ¿cosa del azar?

Violencia y dictadura, encubiertas o evidentes, son los hilos recurrentes que tejen la historia de toda Amé-rica Latina. Advertencia, control, terror con fines de poder, que pronto pierde cualquier tipo de escrúpulo. Hace sólo unos años “bastaba con no meterse” —eso se decía en México—, ahora ya nadie se salva; la impuni-dad es tanta que los criminales —de ambos bandos— ahora secuestran, roban, mutilan, torturan y asesinan sin ningún reparo.

El riesgo se va extendiendo a toda la sociedad. Se trata de un terrorismo en el cual no es fácil identificar la línea divisoria entre los bandos en guerra y la socie-dad civil; entre el terror provocado por el crimen orga-nizado y el terrorismo de Estado.

Este último, debe enfatizarse, también es uno de los detonadores de la guerra contrainsurgente que también están desplegando Calderón y los gobiernos estatales contra organizaciones sociales y movimientos de resis-tencia en Chiapas, Guerrero, Oaxaca y otros estados.

El duelo negado: “es un calvario lo que se vive”

“Los que se quedan” son quienes los lloran, quienes los buscan, quienes los sueñan y los esperan. Pero no sólo eso, son los que tienen que pasar por un vía crucis jurídico, plagado de corrup-ción, irregularidades y maltratos. Los familiares de los des-aparecidos pasan de la denuncia a las investigaciones que no llevan a ninguna parte; de la soledad en busca de justicia —y en contra del sistema de “justicia”— a la persecución, al exilio e, incluso, a la muerte.

Venimos (a la marcha) para que el gobierno vea que aquí se-guimos. Hace ya más de un año que el Ejército secuestró a mi familia: Nitza Paola Alvarado, de 31 años; José Angel Alvarado de 30, y Rocío Irene Alvarado de 18. Ellos fueron secuestrados el 29 de diciembre de 2009 por elementos del Ejército en el ejido Benito Juárez, Chihuahua. Así que lle-vamos ya más de un año buscándolos, exigiéndole al gobier-no que nos los regrese. No ha hecho absolutamente nada. El caso ya está en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Lo último que hicimos fue pedir ante la onu que la investigación no la llevaran los militares, sino que fuera una autoridad del fuero común. Cuando hicimos esa peti-ción, este año, nos dieron 12 horas para que abandonáramos Ciudad Juárez.

Hablaron por teléfono para avisarnos que teníamos 12 horas, que ya cerráramos la boca, que ya la habíamos abierto mucho. Y pues abandonamos Ciudad Juárez, abandonamos las casas, los trabajos, los niños dejaron las escuelas, y hasta ahorita estamos escondidos, varios miembros de la familia no quisieron venir por temor. Y pues no se vale que las víctimas seamos las que tenemos que estar escondiéndonos, huyendo del propio gobierno, cuando los criminales son ellos.

No vamos a parar hasta que el Ejército nos diga dónde está mi familia. Sabemos que es el Ejército, ya tenemos el nombre del capitán que llevó a cabo la detención, está la aceptación de otro militar del 35º Batallón de Nuevo Casas Grandes, con cargo A Mayor, que él acepta, pero aun así el gobierno no hace nada contra los responsables.

Puede encontrarse el texto completo en agenciasubversiones.com

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Juventudes truncadas

No son pocos los familiares que, desgarrados por la pérdida de sus seres queridos, se ven obligadas a huir, pues quedarse en muchos casos significaría la muerte. Al momento sería difícil documentar la cantidad de personas que han abandonado sus lugares de residencia huyendo de las amenazas y de la violen-cia extrema que se vuelve insufrible.

Las familias Alvarado, López Alonso, Chavana Leal, Gar-za González, Treviño Rodríguez, Moreno León, Otero, Mer-cado Ortega, Fernández, Medina Enríquez, Rojo Martínez y miles más, no han podido tener la paz del luto. En medio de la desesperación y el dolor, con el nudo en la garganta con-vertido en piedra, los padres y las madres buscan a sus hijos, peregrinando entre la podredumbre de los laberintos judicia-les, en los que no sólo no hay soluciones, sino que hay más dudas y coraje, luego esa incertidumbre que se convierte en impotencia.

“Que por lo menos me devuelvan a mis hijas”, dice el padre de la familia Castro Campillo, originario de Jalapa Veracruz, con la voz quebrada y tras las gafas oscuras que resguardan ese dolor que, de tan grande, no es posible expresarlo con palabras. A su mujer y a sus hijas se las llevaron el 6 de enero de este año y hasta la fecha no sabe nada de ellas. ¿Qué dicen las autori-dades? “Nada, absolutamente nada. Y aprovecho este espacio para poder mandar un mensaje a estas personas, para que me las regresen, que me las regresen sanas y salvas. Creo que se lo merecen, salen de la escuela, apresuradas para poder incorpo-rarse en la vida productiva, y no se vale que pase esto”.

Muchos de los familiares han tomado en sus manos la in-vestigación, e incluso llegan a saber quiénes son los respon-sables. El padre de José Mario Moreno, de Ciudad Obregón, Sonora, va denunciando el caso de seis jóvenes desaparecidos —entre ellos su hijo—, mostrando una pancarta con sus retra-tos y cargando una copia del expediente completo.

Las autoridades —dice— lo que han hecho es hacerse pende-jas, nada más. Tengo un hijo que está desaparecido, Jorge Ma-rio Moreno León, junto con dos amigos suyos, Giovani Otero y José Francisco Mercado Ortega. Mario Medina Enríquez murió la misma noche que los corretearon y los balacearon sa-liendo de un antro, el día primero de julio del 2010. Yo hablé

con los secuestradores, le hablaba a Jorge Mario y me contestaban ellos; ya al último me lo pasaron para que me despidiera, y ya no volví a saber nada de él.

Después de la balacera mi hijo se escapa y va a dar a un pueblito, entra en un Oxxo y en las cámaras se ve cómo entran los sicarios a comprar ahí, se salen y luego vuelven a entrar pero ya armados. Entonces lo sacan, lo esposan y se lo llevan. Sale en las cámaras, grabado, pero el Ministerio Público se hizo pendejo; yo solici-té por medio oficial los videos para que no se fueran a extraviar o borrar. ¿Y sabe qué hicieron los del Mi-nisterio Público del fuero común? Hicieron pedazos la evidencia, la desaparecieron. Cambiaron de Ministerio Público a los tres días de que pusimos la denuncia, y hasta la fecha no me han querido contestar. O sea, ellos ya saben quién fue. Fueron los policías los que hicieron esto, los policías levantaron a mi chamaco.

Por si fuera poco, a la negativa de respuesta por par-te de los aparatos de impartición de justicia, sigue la difamación de las víctimas: “Luego dijeron que los muchachos andaban mal, que eran gente de los Bel-trán Leyva, y que uno de ellos era hijo de un capo, pero Mario Enrique Díaz era hijo del doctor Díaz, el di-rector de salud de ahí de Hermosillo, y el papá de José Francisco Mercado es don Goyo, que vende tacos de canasta dentro de la Universidad.”

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Cierren la boca

Ante esta vorágine de guerra y sangre, algunas res-puestas surgen desde la sociedad, que no tiene a na-die a quién recurrir, mas que a ella misma, para no ser espectadora y víctima inerme de los asesinatos. La re-sistencia de las comunidades purépecha de Cherán en Michoacán y la defensa armada parcialmente exito-sa de vecinos de Zacatecas ante el narco, son signos dramáticos pero importantes de esta ya “guerra civil” que se está viviendo, pero también de las iniciativas y respuestas de autodefensa y autoorganización de la gente.

Por el contrario, la respuesta gubernamental a la desesperación es tajante y ya conocida: cierren la boca. Y entonces ¿cómo se sale de la pesadilla?, ¿cómo se cu-ran las heridas?, ¿cómo se sigue viviendo?

Miles de madres, padres, hermanos, que no tienen un nombre que importe a los medios nacionales e in-ternacionales —la mayoría—, quedan anónimos en medio de su dolor, en medio de su búsqueda y del llanto ahogado que provoca la impotencia. La heri-da no puede cerrar; por el contrario, la impunidad hace las heridas dolientes e interminables, no hay luto posible.

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En el estado de Guerrero hay una gran tradición de lucha social; muchas generaciones han defendido su derecho a la educación, a la tierra y a una vida digna. Pero el gobierno las ha reprimido. Mediante la acción de grupos policiales, militares y paramilitares, ha bus-cado instalar el terror en la mente y los corazones de los guerrerenses, con el fin de que renuncien a su deci-sión de organizarse.

El día 18 de abril Javier Torres Cruz, líder campe-sino ecologista, fue asesinado por un grupo de sica-rios llamados los Arreola, paramilitares al servicio del cacique y narcotraficante Rogaciano Alba Álvarez.

Muchos sucesos violentos vivieron Javier Torres y su comunidad, La Morena, antes de que él fuera al-canzado por los matones.

Javier Torres Cruz, como muchos otros campesi-nos, se transformó en luchador social al darse cuenta de la necesidad de organizarse para defender su tierra. Comenzó con una coordinación comunitaria en la lu-cha contra los incendios forestales, y posteriormente se formó en la Organización Campesina Ecologista de la Sierra de Petatlán y Coyuca de Catalán (ocesp). Durante este tiempo, los sicarios de Rogaciano Alba (ex alcalde de Petatlán y ex dirigente de la Unión Re-gional Ganadera del Estado de Guerrero) asesinaron y persiguieron a ecologistas, como Rodolfo Montiel y Teodoro Cabrera.

Uno de los principales objetivos de este hostiga-miento era, y sigue siendo, expulsar a las comuni-dades campesinas de la zona para apropiarse de su

tierra, por lo que las incursiones de militares y sicarios fue-ron en aumento; la resistencia de Javier Torres y su organiza-ción por permanecer en sus tierras se convirtió en cuestión de supervivencia.

La persecución contra Javier Torres y su familia se hizo aun más intensa en 2007, cuando él y su hermano Isaías denuncia-ron ante la pgjdf a Rogaciano Alba como presunto autor in-telectual del asesinato de la defensora de derechos humanos Digna Ochoa y Plácido.

Digna Ochoa fue defensora de los campesinos ecologistas Rodolfo Montiel y Teodoro Cabrera, quienes fueron deteni-dos y torturados para conseguir que firmaran una confesión por portación de arma de fuego exclusiva del Ejército y de-litos contra la salud. En 2001 Digna fue encontrada muerta en su domicilio. Aunque se pretendió que fue un suicidio, hay razones de sobra para pensar que se trató más bien de un cri-men de Estado.

En 2008 Javier Torres fue detenido en un retén militar por miembros del 19 Batallón de Infantería y entregado a sica-rios de Rogaciano. Resulta evidente la relación y complicidad de las fuerzas militares con el narcotráfico. Afortunadamen-te, Javier logró escapar y volver a su comunidad, aunque en un estado de salud deplorable, luego de 10 días de tortura y amenazas.

Esta detención-desaparición fue documentada por va-rias organizaciones de derechos humanos, entre ellas la Co-misión de Defensa de Derechos Humanos del Estado de Guerrero (coddhum), que solicitó medidas cautelares al go-bierno estatal para garantizar la seguridad de Javier Torres y su familia.

Javier Torres Cruz: Crónica de un asesinato anunciadoUn caso de complicidad entre el cacique y narcotraficante Rogaciano Alba, los paramilitares, el Ejército y el gobierno

Colectivo Contra la Tortura y la Impunidad

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dar responsabilidades y sancionar a los militares que dispararon por la espalda a un grupo de hombres y mujeres campesinos desarmados. Contra Anselmo y Huber se han dictado sentencias de 9 y 11 años de prisión, respectivamente.

El 18 de abril un grupo de sujetos armados embos-có y atacó a Javier Torres, quien transitaba en compa-ñía de su hijo por el Puerto de la Mosca. A pesar de que la familia solicitó la intervención de la Policía Es-tatal para impedir ese crimen, ésta no respondió, con el argumento de que no quería meterse en problemas.

Los responsables de la muerte de Javier Torres no son sólo los sicarios y el cacique y narcotraficante Ro-gaciano Alba; también lo son el gobierno federal y el estatal, por no haber actuado adecuadamente para ga-rantizar la seguridad de Javier y su familia, y no haber aceptado que la cidh implementara las medidas cau-telares pertinentes, con lo que ocasionaron este terri-ble desenlace.

Este asesinato no debe quedar impune. Los gobier-nos federal y estatal tienen el deber de:

• Aclararlasatrocidadescometidasporlossicariosdel cacique y narcotraficante Rogaciano Alba Ál-varez desde su inicio.

• Sancionarlosabusosmilitaresquesecometenenla sierra de Petatlán desde hace muchos años.

• Detener y condenar a los homicidas de JavierTorres.

• Investigar laresponsabilidaddeRogacianoAlba(hoy preso en el penal de máxima seguridad del Altiplano) como autor intelectual del asesinato.

• Detener la persecución contra la familiaTorresCruz y garantizar su seguridad e integridad física y psicológica.

• LiberaraAnselmoTorresyHúberVega.

Solicitamos a la población su solidaridad participan-do en la acción urgente que podrán encontrar en el si-guiente link:

http://www.espora.org/limeddh/spip.php?article525

También se denunció ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (cidh), que solicitó al gobierno que le informara sobre la situación de seguridad de Javier y su familia.

Los gobiernos federal y estatal se limitaron a emitir tales recomendaciones por escrito, sin que se diera el debido acer-camiento a Javier o a su familia, por lo que realmente nunca se logró garantizar su seguridad. Ambos niveles de gobierno se negaron a que la cidh implementara ella misma alguna medi-da cautelar, argumentando que ellos ya lo habían hecho.

Durante 2009, la comunidad de La Morena fue invadida por elementos del Ejército al menos en seis ocasiones, en las que golpearon a mujeres y niños, robando algunas de sus per-tenencias e interrogándolos, bajo amenaza de muerte, sobre el paradero de Javier Torres. Estas violaciones a derechos huma-nos fueron puntualmente denunciadas, pero el Estado no asu-mió la responsabilidad correspondiente.

El 16 de febrero de 2010, algunos elementos del Ejér-cito volvieron a subir a la comunidad y encontraron a va-rios de sus pobladores trabajando en el campo. Les dispararon sin mediar palabra: así fue asesinado Adolfo Torres Rosas y quedó herido Isaías Torres Rosas (ambos primos de Ja-vier). Además de eso detuvieron a Anselmo Torres Quiroz (abuelo de Javier) y a Húber Vega Correa (amigo de la fami-lia), quienes permanecen hasta el día de hoy presos en el pe-nal de Acapulco por presuntos delitos contra la salud. Estos hechos fueron denunciados y actualmente está abierta una investigación en el Ministerio Público Militar para deslin-

¿Qué es una acción urgente?

Una acción urgente es un documento divulgado por cualquier ciudadano u organización de defensa de los dere-chos humanos para dar a conocer a la opinión pública, a las autoridades del gobierno competentes y a los me-dios de comunicación, violaciones de derechos humanos y/o del derecho internacional humanitario, con el fin de obtener respuestas inmediatas frente a las solicitudes realizadas en dicha acción.

Se caracterizan porque las situaciones o acontecimientos que se describen en ellas pueden ser prevenidos o contrarrestados (amenazas, hostigamientos, desapariciones forzadas recientes, retenciones, posibilidades de que un detenido sea torturado o muera a raíz de una enfermedad no tratada) por la presión obtenida con la opor-tuna intervención de la población civil y de organismos defensores de los derechos humanos.

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¿Considera usted que los eventos actuales del mundo árabe tienen un origen común? La irrupción en la escena política y social de centenas de miles de tunecinos, seguidos por millones de egipcios, y rápidamen-te continuada por diversos movimientos en otros países árabes, revela procesos de cambio profundos que agitan las sociedades del mundo árabe y de todo el planeta.

La expresión política del rechazo a las dictaduras se combinó con la expresión social del rechazo a las consecuencias de décadas de políticas económicas neoliberales, agravadas por la crisis.

En estos países había tasas de crecimiento elogiadas por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, pero ya no se podía esconder más que se basaban en el considerable enriquecimiento de pequeñas élites a costa de la inmensa ma-yoría de la población.

Campesinos que ya no podían vivir de su trabajo, obreros mal pagados por compañías multinacionales, jóvenes titulados condenados al desempleo o al subempleo de supervivencia, se encontraron confrontados al alza vertiginosa de los precios de la canasta básica y sujetos a la especulación, al deterioro de las condiciones de vida, a la ausencia total de perspectivas, a la caí-

da en la pobreza y a un sentimiento de humillación reforzado por el comportamiento arrogante de una élite exclusivamente preocupada por su enriquecimiento.

En Túnez, como en Egipto, los movimientos populares que expulsaron a los dictadores a inicios del 2011 fueron prece-didos por fuertes movilizaciones obreras que habían logrado organizar huelgas generales,1 aunque limitadas a ciertas regio-nes (en 2008 en la meseta de Gafsa en Túnez, y en Mahalla el Koubra, en la meseta del Nilo en Egipto).

En estas condiciones, la exigencia de democracia, presenta-da por una juventud cada vez más educada y abierta al mundo gracias a los medios de comunicación e información moder-nos (como el Internet), tomó la forma de un choque frontal contra sus gobiernos.

1 La huelga general es un paro de labores de toda la población de una región o país, como medida de presión política al gobierno en turno.

Los aparatos de represión de estos países estaban habituados a aplastar a una minoría de opositores iden-tificados, pero no sabían qué hacer contra un movi-miento de masas dispuesto confrontar el poder hasta sus últimas consecuencias.

¿Qué rasgos comunes comparten los diferentes movimientos que han sacudido recientemente al mundo árabe?Si el origen de estos eventos debe ser buscado ante todo dentro de la esfera económica, me parece que el “rasgo común” dominante es de orden cultural.

Lo interesante en las movilizaciones multitudina-rias de Túnez y Egipto, y lo que explica probablemente la determinación y el valor admirables de los mani-festantes de todos los países donde se están dando las revueltas populares, es la reconquista de una digni-dad golpeada por décadas de humillación, derrotas e impotencia.

La memoria común compartida por los pueblos árabes había sido profundamente afectada por una

serie de fracasos que vienen desde la de-rrota de 1967 frente a Israel y llegan has-ta la agresión imperial en contra de Irak, en la que participaron numerosos regíme-nes árabes.

Los progresistas se enfrentaban a la idea generalizada de que los pueblos árabes no

habían conocido nunca, ni conocerían, otra cosa que fracasos, y que sus dirigentes eran todos de una mane-ra o de otra “cómplices”, “colaboradores”. Este canda-do mental estalló gracias a la experiencia práctica de la fuerza y de la dinámica de la movilización popular.

Otro rasgo común —decisivo para todos los que compartimos la convicción de que estas revoluciones apenas comienzan y que la emancipación completa no será posible salvo por un cambio profundo del siste-ma— es el rol central de la lucha de la clase trabajado-ra para lograr la primera victoria, que es la partida del dictador todopoderoso.

En los procesos revolucionarios tunecino y egipcio se combinan desde luego diversas tendencias y pers-pectivas: para algunos lo más importante es la oposi-ción al dominio imperial de Occidente; para otros, la exigencia de democracia; otros más hacen reivindica-ciones sociales e igualitarias. La influencia respectiva

En Túnez, como en Egipto, los movimientos populares que expulsaron a los dictadores a inicios del 2011 fueron precedidos por fuertes movi-lizaciones obreras que habían logrado organizar huelgas generales

Sobre los procesos revolucionarios del mundo árabe

Entrevista con Julien Salingue*

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de cada una de estas corrientes varía según el país y el grado de desarrollo alcanzado por la lucha popular.

Pero los ejemplos de Túnez y de Egipto mostraron que en algún momento la fuerza alcanzada por el movimiento no po-día avanzar mas que por medio de una huelga general capaz de paralizar el país y, por lo tanto, de atentar contra el núcleo de los intereses de los grandes empresarios locales y extranjeros. Se demostró, pues, que la lucha en contra de las dictaduras te-nía que llevar al movimiento todavía más lejos: hacia un en-frentamiento con el capital mismo.

En Egipto, por ejemplo, la huelga general lanzada el 9 de febrero permitió articular las reivindicaciones sociales con las reivindicaciones por las libertades democráticas, y dar así el tiro de gracia al régimen de Moubarak.

¿Cuál es el futuro previsible del mundo árabe?No tengo la intención de prever los eventos futuros de un pro-ceso en curso, pero puedo señalas ciertas tendencias.

La fuerza del movimiento iniciado por los pueblos tunecino y egipcio excluye la hipótesis de un retorno a la “normalidad”, es decir, el simple remplazo de dictadores por regímenes supuesta-mente democráticos encargados de proseguir las mismas políti-cas por medios más conformes a los estándares occidentales.

En Túnez, la agitación social mantenida y la fuerza del debate democrático atestiguan el mantenimiento de una dinámica re-volucionaria que perdura aun después de la partida del dictador Ben Ali y de la caída de dos gobiernos posteriores a su fuga.

A pesar de este fenómeno no debemos perder de vista la existencia de una auténtica tentativa contrarrevolucionaria bajo el impulso de Arabia Saudita, que tuvo una primera vic-toria reprimiendo duramente el movimiento popular demo-crático de Barein.

En Libia, la insurrección popular inicial amenaza con trans-formarse en una guerra civil basada en la división territorial cre-ciente, alimentada por las maniobras de los países occidentales.

La situación de los distintos países árabes no es igual, aun-que existen rasgos comunes. La profunda miseria que sufren las masas en Yemen no tiene equivalente en Qatar. La cólera popular del pueblo egipcio se alimentaba también del recha-zo a la complicidad de Moubarak con Israel en la invasión de Gaza, mientras que los sirios protestan contra el régimen dic-tatorial de Assad y por mejores condiciones de vida.

Las movilizaciones son señales fuertes de un despertar ára-be. Esto sólo es el primer capítulo de un proceso que conoce-rá éxitos y fracasos, pero lo esencial el día de hoy es reconocer que se ha puesto en marcha un movimiento de naturaleza revolucionaria.

Por primera vez en décadas, los vientos vuelven a ser favo-rables para las ideas de libertad; ahí donde algunos sólo veían futuro para los fundamentalistas islámicos o los discípulos ára-bes de los neoliberales occidentales. Esta ocasión histórica no debe desaprovecharse.

¿Cómo reaccionarán las potencias occidentales?Las potencias occidentales necesariamente se opondrán a los movimientos populares. Las declaraciones hipócritas de apoyo a las exigencias democráticas de los pueblos en rebelión con-tra las dictaduras no deben engañarnos. Quienes las pronun-cian son los mismos que desarrollan políticas racistas contra los musulmanes, que aplican políticas de austeridad contra los trabajadores pobres de los países que dirigen, que quieren ha-cer pagar a los pueblos las deudas contraídas por los dictadores, y que quieren cerrar sus fronteras a los refugiados víctimas de

las políticas del fmi y del Banco Mundial, particular-mente en África.

Ya sea que se trate del petróleo, de las bases milita-res estadounidenses o de la importancia estratégica del Medio Oriente, las potencias occidentales son directa-mente contrarias a estos pueblos.

La lenta destrucción de Irak, la intervención arma-da en Libia, la complicidad con el régimen ultrarreac-cionario de Arabia Saudita, la defensa incondicional del Estado de Israel, son los verdaderos indicadores de las intenciones de los dirigentes occidentales.

Los regímenes que ellos apoyaban tenían la vocación de controlar y reprimir a los pueblos árabes víctimas de estas políticas, y todos los dictadores eran tolerados siempre y cuando cumplieran este mandato de Occi-dente. La irrupción de estos grandes movimientos so-ciales es un obstáculo mayor al mantenimiento de la política de dominación neocolonial.

Las potencias occidentales intentarán detener el mo-vimiento para poder desarrollar una estrategia alterna.

¿Qué repercusiones podrían tener estos eventos en América Latina?Al no ser un especialista de América Latina, evitaré hacer pronósticos riesgosos. Creo sin embargo que, desde un punto de vista general, y esto es cierto para cualquier otra región del mundo donde se desarrolla una lucha por la emancipación, cada uno debe apren-der de los procesos revolucionarios reales, vivos y por lo tanto observables.

Por medio de sus luchas y movilizaciones, los pue-blos tunecino, egipcio y de otros países vuelven a dar vida a hipótesis planteadas a la luz de experiencias his-tóricas precedentes.

Todas las discusiones sobre la articulación de las rei-vindicaciones sociales y democráticas; sobre las alianzas políticas para fortalecer el movimiento social; sobre la construcción de sindicatos independientes y de gran-des partidos progresistas e incluso revolucionarios… se encuentran puestos sobre la mesa, sujetos a la discusión de millones de personas que avanzarán por la experi-mentación práctica y no solamente por el debate teóri-co de algunas minorías depositarias de las lecciones de la historia.

No digo esto para disminuir el lugar de la teoría ni de la historia, ni el rol esencial de los partidos, pero en estos momentos en los que la historia ya no se cuen-ta, sino que se escribe a diario en la lucha, el rol de los progresistas es participar plenamente en el movimien-to para aprender y también para ayudarlo a que avance en la dirección correcta.

En Europa teníamos la costumbre de tener los ojos puestos sobre las experiencias de Bolivia, Venezuela, Brasil, etcétera. Ahora podemos también aprender de los procesos revolucionarios actuales en el mundo árabe.

Quizá los progresistas de América Latina también puedan sacar provecho de eso.

* Profesor de ciencias políticas y estudiante de doctorado en la Universidad París 8. Su tema de investigación es el movi-miento nacional palestino y la situación política, social y eco-nómica de Cisjordania y Gaza.

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En México se cree en el mito de que Canadá es un país que pudo enriquecerse sin explotar a sus trabajadores ni aprovecharse de naciones más débiles. En ese sentido, se le ve como el opuesto de Estados Unidos; como un modelo de lo que deberían ser los países ricos. Y ésa es también la idea que tienen muchos canadienses sobre su propio país. Tú fuiste una trabajadora migrante en Canadá, y después has colaborado por años en una asociación que defiende a los migrantes mexicanos y guatemaltecos en ese país. Desde esa posición, ¿qué podrías decirnos al respecto?

Creo que el mito de Canadá como un país que res-peta los derechos humanos y laborales está basado un poco en su aislamiento geográfico, pero también cultural y mediático. En realidad, desde hace dos siglos la econo-mía canadiense se ha construido sobre la explotación de mano de obra cautiva en ciertos sectores de la economía, principalmente en el campo. A principios del siglo xx, por ejemplo, en las granjas se empleó a huérfanos britá-nicos, a quienes se daba sólo casa y comida; posterior-mente se trabajó en condiciones similares con prisione-ros de guerra alemanes y japoneses, con veteranos pola-cos, e incluso hasta muy recientemente con prisioneros del fuero común. Y más tarde, claro, con trabajadores migrantes del Caribe, México y América Central.

Lo curioso es que esta explotación no es ilegal. Se hizo toda una construcción jurídica de programas especiales para la contratación de ciertos grupos, y además la sociedad lo considera algo legítimo. Eso se debe en cierta medida al racismo, pero no solamente. Se piensa: “son distintos a nosotros, el nivel de vida de sus países es con mucho inferior al de la sociedad canadiense, y deberían estar agradecidos de trabajar en estas condiciones, que yo no aceptaría, pero que cual-quier persona de su país, en su lugar, desearía tener”. Si se menciona que un migrante mexicano gana la mitad o 70% del salario de un canadiense, la típica respuesta es “sí, pero en México recibiría la décima parte”.

Esta historia viene de más atrás. Un buen ejemplo de eso es el ferrocarril transcanadiense —permitió la unificación de todas las provincias de ese país, la co-municación de costa a costa—, que se construyó con mano de obra asiática. Se importaron miles de traba-jadores que dejaron prácticamente la vida en esa labor, pero que al terminarla fueron expulsados; tenían sólo un permiso de trabajo temporal. Hay varios ejemplos

Entrevista con Andrea Gálvez

Explotación de mexicanos migrantesen Canadá

más de eso en la historia de Canadá. La línea de análisis bá-sico es la creación de categorías de trabajadores de segunda clase, con los que el canadiense promedio no se identifica, y que son destinados al trabajo más peligroso, difícil y peor re-munerado de la economía.

¿Cómo opera actualmente esta forma de explotación sobre los trabajadores mexicanos?El día de hoy alrededor de 16 000 campesinos mexicanos via-jan a ese país dentro del Programa de Trabajadores Agrícolas Temporales México-Canadá. Se trata de un programa legal y legitimado socialmente, de acuerdo con el cual cada trabajador firma un contrato privado de trabajo temporal con el emplea-dor, pero que al mismo tiempo está suscrito en un memorán-dum de entendimiento firmado por los gobiernos de México y Canadá. Si uno lo lee, parece un buen contrato, pero a la hora de su aplicación nos enfrentamos a varios problemas.

En primer lugar, el estatus migratorio de los trabajadores les impide acceder a infinidad de instituciones y agencias en-cargadas de proteger sus derechos; a eso se suman la barrera del idioma y el aislamiento cultural y geográfico. Llegan a co-munidades rurales con muy poca población hispana.

No hay coherencia en los programas para facilitar a los mi-grantes el acceso a las instituciones que los protegen. En una ocasión a mí me tocó, por ejemplo, pasar horas explicándole a una enfermera de Quebec que el trabajador accidentado al que llevé al hospital sí tenía derecho a que lo atendiera. Y eso fue un caso excepcional, pues normalmente no tienen a nadie que los ayude. Los gobiernos provinciales no están obligados a proporcionar ni información ni servicios en español, y esto provoca que en los hechos, por muchos derechos que tengan los trabajadores, no los pueden ejercer.

En segundo lugar, y esto es tal vez lo más importante, los tra-bajadores llegan a Canadá con permisos de trabajo cerrados, lo que quiere decir que sólo pueden trabajar para un patrón, y que,

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gresar a México, ahí te vamos a atender, nos vamos a encargar de ti”. Al dejar Canadá y firmar ese docu-mento, pierden una buena parte de sus derechos ante los seguros que los protegían; al llegar a México lo que se les ofrece es un pase para los servicios públicos de salud, que cubren en el mejor de los casos la aten-ción médica —que el trabajador hubiera tenido de todos modos en Canadá—, pero el trabajador se que-da sin su ingreso. En Canadá no sólo tiene derecho a la atención médica, sino también a 90% de su salario mientras no pueda laborar, y hasta su recuperación. Esto muestra la complicidad de los consulados mexi-canos y la Secretaría del Trabajo con los granjeros y las autoridades canadienses para imposibilitar el ejercicio de los derechos que tienen los trabajadores mexicanos migrantes en Canadá.

Nosotros hemos intentado que los trabajado-res regresen para continuar con los trámites legales corres pondientes, pero ya no se les da la visa. Si bien esto es responsabilidad completa del gobierno cana-diense, nuestras autoridades no han planteado este problema durante las negociaciones anuales. Esto es una violación de sus derechos humanos.

¿De qué casos de abuso has sido testigo?Puedo mencionar el caso del trabajador Andrés Ro-sas Salazar, originario del Estado de México. Él tuvo un accidente de trabajo en el 2007; se hizo una hernia umbilical cargando tarimas de macetas de flores. Se dio cuenta el mismo día, le avisó al empleador y pidió atención médica, pero el empleador se la negó. Con-tactó entonces al personal consular que está, según el contrato y según el memorándum de entendimiento, encargado de que los trabajadores reciban atención médica cuando es necesario, pero tampoco lo quisie-ron llevar al doctor. Insistió entonces con el emplea-dor, quien finalmente lo llevó a una clínica privada, donde efectivamente le detectaron la hernia, pero no se lo informaron.

La secretaria de la granja lo acompañó como tra-ductora (ése es uno de los problemas que tenemos: el trabajador nunca recibe la información de primera mano de parte del personal médico). Regresando a la

si el contrato se rompe, deben regresar a su país —su permiso de estancia depende directamente de su permiso de trabajo—. Esto permite muchos abusos, porque el trabajador está cautivo.

Por ejemplo, si uno de ellos es despedido de manera in-justificada, tiene el derecho de defenderse de manera legal, y tendría todas las de ganar, pero como tiene que regresar a su país las posibilidades de ganar un juicio desaparecen. En más de 37 años del programa, no ha habido un solo caso de un mexicano que presente una querella y la gane ante un tri-bunal canadiense estando en México. Peor aún, los consula-dos no han presentado hasta la fecha ninguna demanda por despidos injustificados. Con más de 350 000 trabajadores que han viajado a Canadá desde 1974, esta ausencia de procesos da miedo. El hecho de que los permisos de trabajo temporal sean cerrados, se traduce directamente en una incapacidad de negociar de tú a tú las condiciones laborales. Los trabajadores que han estado indocumentados en Estados Unidos y viajan a Canadá resumen muy bien esta diferencia: “en Canadá, si te toca buen patrón, ya la hiciste. Si te toca uno malo, no puedes hacer como en Estados Unidos: agarrar tus chivas e irte. Te aguantas o te aguantas, y si no te parece, hay miles de campe-sinos esperando tu lugar”.

En el caso de trabajadores enfermos o accidentados, año con año asistimos cientos de casos de campesinos que no recibieron la atención médica necesaria, ya fuera por negli-gencia del empleador o del personal consular. Si bien las condiciones del contrato incluyen seguro médico en caso de enfermedad natural o accidente laboral, el proceso de re-clamación recae enteramente, por cuestiones lingüísticas y migratorias, en el criterio de los agentes de enlace, y no en la validez de la reclamación del trabajador ante el seguro. A esto se añade la práctica de recomendar sistemáticamente al migrante que regrese a su país para “recuperarse”. Una vez en México, la protección del seguro médico general se reduce en monto y tiempo, pasando de un límite de 50 000 dólares a uno de 3 000, con una duración máxima de un mes. El consulado requiere el consentimiento del trabajador para autorizar su repatriación, con lo que se exime de responsabi-lidades tanto al empleador como a la Secretaría de Relacio-nes Exteriores. El problema es que este consentimiento rara vez está fundamentado en una información completa.

Año con año tenemos, entonces, casos de trabajadores que se accidentaron a los que el consulado les dijo “te puedes re-

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eso, ni tampoco recibir visitas. Una vez a la semana salen acompañadas por capataces a hacer sus compras, y por lo regular no se les permite hablar con nadie. Debido a eso tenemos poca información de primera mano sobre su situación, aunque de lo poco que se ha podido ave-riguar, gracias a que algunas mujeres se han atrevido a denunciar su situación (y no públicamente, sino de for-ma individual), se sabe de casos de acoso psicológico y sexual, y de violaciones. Aunque normalmente no quie-ren hablar con nosotros por miedo a ser descubiertas.

¿Existe un movimiento sindical de los trabajadores migrantes?Es difícil hablar de un movimiento sindical fuerte en el sector agrícola: se trata de un movimiento incipiente, frá-gil y que ha sabido ganar luchas en los últimos 5 años tras muchos sacrificios. En Canadá no existe algo como la Ley Federal del Trabajo, que todos los estados deban res-petar, sino que cada provincia tiene su propia legislación laboral. En algunas, entre ellas las dos más importantes (Ontario y Quebec), está prohibida la sindicalización en las granjas, bajo el argumento de que Canadá es un país de pequeñas granjas familiares a las que sería criminal enfrentar con el poder de los grandes sindicatos, pero desde hace más de 50 años eso ha dejado de ser así. Si bien es cierto que la propiedad de las granjas está mayo-ritariamente en manos de familias —Wal-Mart también lo está—, esto no habla en absoluto de su rentabilidad y capacidad de integrarse a un mercado mundial: se trata de agroindustrias con cientos de empleados y que venden en todo Canadá y exportan a Estados Unidos.

La ufcw, para la que trabajo, ha llevado campañas de sindicalización en Manitoba, Columbia Británica, On-tario y Quebec. En las primeras dos se ha conseguido el derecho a la sindicalización, en Ontario acabamos de perder el juicio, y en Quebec está permitida para los in-vernaderos pero no para las granjas, y estamos luchando legalmente para que en ellas esto también sea posible.

En cuanto a los migrantes con permisos de trabajo temporal que participan en la lucha por el derecho a la sindicalización, lo más habitual es que haya represalias, despidos y amenazas. Lo terrible de la situación es que mientras estamos tratando con autoridades o emplea-dores canadienses, existen recursos legales que usamos y que nos han dado resultados. Sin embargo, una vez que las autoridades mexicanas intervienen para casti-gar a los trabajadores, desaparecen los recursos jurídicos que los protegen. Así, si el empleador despide a un líder sindical, lo demandamos ante los tribunales laborales canadienses. Pero si la Secretaría del Trabajo decide ex-cluir a un trabajador del Programa, no podemos hacer absolutamente nada.

Es algo que el movimiento sindical ha denunciado desde hace aproximadamente 15 años, pero también in-vestigadores y académicos han reportado la existencia de listas negras. Era muy difícil demostrarlo, pero está-bamos seguros de que había un flujo de comunicación secreto entre el empleador, los consulados de México en Canadá y la Secretaría del Trabajo para bloquear el acceso a trabajadores “indeseables”. Y cuando digo in-

granja ella le dijo “tienes un problema estomacal, está muy bien, reposa un rato y después regresas a trabajar”.

Entonces, entre idas y venidas con el consulado y el empleador, se pasó un mes más trabajando. Claro que en ocasiones tenía que descansar, pero regresaba a sus labores porque ya no tenía dinero para comer ni enviar a su familia, y el tiempo en que no laboraba no se lo pagaban, porque no había ningún certificado médico que probara su condición.

Finalmente nos pidió intervenir, y nosotros lo lle-vamos al hospital. Esa misma noche lo operaron de urgencia: tenía una hernia umbilical estrangulada, y el diagnóstico del doctor fue que le hubiera faltado poco para morir. Una vez que salió del hospital, la Comisión de Derechos Humanos decidió intervenir en el caso (porque salió en un periódico de circulación nacional); abrió una investigación contra el empleador, de la que, después de dos años, resultó que efectivamente, por su estatus migratorio y por su origen nacional, el traba-jador había sufrido discriminación; el empleador y el consulado habían atentado contra su integridad.

Lo curioso de este asunto es que aun en un caso así, en el que, excepcionalmente, las autoridades cana-dienses intervinieron, condenaron al empleador y lo obligaron a indemnizar al trabajador, en cuanto éste regresó a México la Secretaría del Trabajo lo bloqueó: lo que quiere decir que no le permitieron regresar nunca a Canadá, y lleva cuatro años sin poder trabajar. Por su parte, el empleador pagó la indemnización, y año con año sigue recibiendo trabajadores migrantes.

De acuerdo con las estadísticas oficiales cana-dienses, cada año mueren en promedio 50 migrantes que llegan a ese país con permiso de trabajo tempo-ral, y hay que decir que esta cifra no toma en cuenta a los que mueren poco después de volver, como con-secuencia de los maltratos de los que fueron objeto.

¿Podrías hablarnos del caso particular de las mujeres trabajadoras?Es algo curioso, porque no hay muchas. Anualmente llegan 16 mil trabajadores, de los cuales sólo unas 320 son mujeres. Esto evidentemente es una discrimina-ción, que viola tanto las leyes canadienses como las mexicanas. El argumento oficial es que es un trabajo demasiado pesado para las mujeres, pero en las gran-jas hay muchas labores que podrían realizar perfecta-mente. La verdadera razón de eso es que pueden em-barazarse, y si parieran allá, sus hijos serían ciudada-nos canadienses con plenos derechos, además de que el Estado y el empleador cargarían con los gastos.

En Canadá sería inadmisible que un granjero discriminara de ese modo a las mujeres, entonces le pasan la responsabilidad a la Secretaría del Trabajo mexicana, que ha sido cómplice de esto reclutando casi exclusivamente hombres.

Ahora bien, en cuanto a las mujeres que sí han podido llegar, sufren un control mucho mayor. Los hombres pueden salir de las granjas fuera de su ho-rario de trabajo (aunque no haya muchos lugares a dónde ir), pero a las mujeres no se les suele permitir

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deseables me refiero no solamente a los que han participado en campañas de sindicalización, sino también a los que simplemente se acercan a recibir servicios otorgados por el sindicato o la Alianza de Trabajadores Agrícolas; incluso a trabajadores que estuvieron enfermos o que tuvieron un accidente de trabajo, o que denunciaron tratos ilegales o injustos.

Hasta hace poco, eso era sólo una sospecha —aunque bien fundamenta-da—, pero ahora tenemos por fin una prueba.

¿Cuál es esa prueba?Un funcionario anónimo filtró recientemente varios documentos de la Se-cretaría del Trabajo de México; uno de ellos nos da las pruebas que necesi-tamos. Voy a relatar esa historia:

Hace tres meses, el trabajador Víctor Robles, presente en una de las gran-jas que estaban en proceso de sindicalización, recibió una llamada del Ser-vicio Estatal de Empleo que gestiona el programa en Tlaxcala, en la que se le dijo que hubo un problema, y que su visa no había salido, por lo que tendría que ir a México para aclarar su situación. El trabajador llegó a las oficinas de la Secretaría del Trabajo en el Distrito Federal, y ahí le informa-ron que su visa canadiense no había salido. El trabajador quiso confirmar esa información, y regresó a las pocas semanas a esas oficinas. Ahí se encontró con otro funcionario, que al verificar su expediente le dijo: “no, el motivo de que no regreses a Canadá no es la visa, sino que andabas en el sindicato”.

Cuando llamaron a la persona responsable de la primera decisión, el funcionario Ener Sosa, éste desmintió la versión de la represalia por sindi-calización, pero le dijo que de todos modos ya estaba fuera del Programa, que podía regresarse a su casa.

Por fortuna, entre los documentos filtrados que recibimos estaba un re-porte del caso de este trabajador, en el que ese mismo funcionario, Ener Sosa, indicaba claramente: “recibimos una llamada del consulado de Méxi-co en Vancouver, para avisar que este trabajador no debía volver a Canadá, porque está inmerso en cuestiones de sindicalización”. Y el estatus de su expediente decía “entrada inadmisible a Canadá”.

Tenemos la certeza de que esto fue parte del movimiento para eliminar el sindicato dentro de la granja Sidhu en Columbia Británica, pero casos como éste tenemos muchísimos año con año. Desde 2006, los participantes en las campañas de sindicalización tuvimos que enfrentar amenazas, despidos, repatriaciones forzadas, etc. La diferencia ahora es que, por primera vez, lo podemos probar legalmente. El caso se encuentra ya frente al tribunal laboral correspondiente en Canadá, y el sindicato ha señalado al gobierno mexicano, representado por el Consulado de México en Vancouver, como responsable de represalias antisindicales en dos granjas de la provincia. Mientras tanto, estamos desarrollando un frente común de repudio ante esta situación con académicos, organizaciones sociales, trabajadores y miembros del movimiento laboral aquí en México para difundir información y exigir transparencia y respeto a los derechos fundamentales de estos trabajadores.

La represión del movimiento sindical migrante está inscrita en una di-námica generalizada de ataque a los movimientos sociales de parte de la ad-ministración actual, en particular en lo que concierne al movimiento laboral independiente y organizado. El gobierno mexicano no sólo se ha mostrado incapaz de negociar ventajosamente las condiciones de vida y de trabajo de sus migrantes en Canadá, sino que obstaculiza y reprime todo intento de los mismos campesinos de hacer uso del sistema legal canadiense para asociarse y negociar colectivamente, por ellos mismos, sus condiciones de trabajo.

Egresada de la uqam en ciencias políticas, Andrea Gálvez González fue coordina-dora por Quebec de la Alianza de Trabajadores Agrícolas (con diez centros de aten-ción para campesinos migrantes en todo el territorio canadiense), y hoy es el enlace para México del Sindicato para la Alimentación y el Comercio (ufcw por sus siglas en inglés). Internacional

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El gobierno mexicano no sólo se ha mostrado incapaz de negociar ventajosamente las condiciones de vida y de trabajo de sus migrantes en Canadá, sino que obstaculiza y reprime todo intento de los mismos campesinos de hacer uso del sistema legal canadiense para asociarse y negociar colectivamente, por ellos mismos, sus condiciones de trabajo.

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Los derechos laborales de los futbolistas

Carlos de Buen Unna

El futbol profesional es uno de los ámbitos en nues-tro país en el que menos se respeta el derecho del trabajo. El monopolio que los empleadores ejercen a través de la Federación Mexicana de Futbol, con el apoyo de muchos medios de comunicación de todo tipo, pero sobre todo de la televisión comercial, les ha permitido establecer sus propias reglas y sus propios medios de solución de los con-flictos, siempre a favor de los clubes, sin someterse a las disposiciones de la Ley Federal del Trabajo.

Un jugador que quiera acudir a las juntas de concilia-ción y arbitraje para hacer valer sus derechos, sabe que se enfrentará no sólo a la empresa que lo contrató sino a todo ese gran aparato, e independientemente de la suerte que corra en el juicio, seguramente verá terminada su carrera como futbolista. Y es que los equipos podrán ser los gran-des enemigos en la cancha, pero fuera de ella se comportan como las grandes familias sicilianas.

Uno de los pocos casos bien conocidos es el de Carlos Albert, quien demandó al viejo Necaxa, al que ganó el jui-cio después de muchos años de litigio, pero no volvió a ju-gar profesionalmente.

Incursionó después en la radio y la televisión, y alternó un buen tiempo con José Ramón Fernández. Ambos des-tacaron entonces como los críticos más feroces del futbol organizado, hasta que Televisión Azteca decidió que sus intereses en el futbol eran compatibles con los de Televisa, y Albert, que no estuvo dispuesto a renunciar a sus princi-pios, tuvo que salir de esa televisora.

En el ejercicio profesional de la abogacía me ha tocado estar en contacto con el futbol profesional en diversas oca-siones. Sirvan mis experiencias como ejemplos.

Hace algunos años Islas, portero del Toluca —quien ha-bía defendido en varios campeonatos mundiales la camise-ta de la Selección Argentina—, decidió dar por terminado su contrato de trabajo por incumplimiento de dicho equi-po, que le debía sueldos atrasados, y demandarlo ante la Junta de Conciliación y Arbitraje.

Al notificar la rescisión al Club, fue citado por la Federación Mexicana de Futbol, que le hizo saber que, si quería seguir jugando, debía retirar su deman-da y someterse al arbitraje de la propia Federación. Una bonita solución en la que el patrón es juez y parte. Islas se negó, confiado en que podría regresar a jugar a Argentina, pues no tenía mayor interés en seguir en México. Sin embar-go, la Federación no le devolvió su car-ta internacional, documento con el que la fifa, sede mundial de la gran familia, controla a los jugadores profesionales de todo el mundo. El final de la histo-ria fue bastante triste: Islas no solamen-te retiró su demanda, sino que además pagó al Toluca alguna cantidad de dine-ro que supuestamente le había adelan-tado, pues su contrato era por tres años y había cumplido uno solo. De esa ma-nera recuperó su carta y pudo seguir ju-gando. Y la Ley, ¡bien, gracias!

Me tocó también asesorar a la Aso-ciación de Futbolistas Profesionales (afp) unos años después, cuando los jugadores de la Selección Nacional se habían negado a acudir a una gira por Europa, pues si mal no recuerdo, ese año era el primero en que se establecía el draft, esto es, el sistema de transferen-cia de jugadores entre los equipos, con-trolado por las propias empresas, que supuestamente tenía por objeto regular ese mercado. Por cierto, ¿no dice el artí-culo 3 de la Ley Federal del Trabajo que el trabajo no es un artículo de comercio? El caso es que los jugadores convocados estaban muy nerviosos, pues en su au-

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sencia se negociarían sus contratos, sin intervención alguna de su parte. La afp, dirigida por tres destacados jugadores (que por cierto son ahora entrenadores), Javier Aguirre, Alfredo Tena y Víctor Manuel Aguado, en un esfuerzo inédito logró reunir a los seleccionados, quienes tomaron la decisión de no acudir a la gira hasta que no se les otorgara alguna garantía de que sus in-tereses serían respetados. Tristemente la solidaridad no alcanzó a todos. Carlos Hermosillo, el Chepo de la Torre y Roberto Ruiz Esparza se alinearon con los intereses de la Federación. A pesar de ellos, en esa ocasión y otras posteriores, la afp logró acuerdos importantes a favor de los jugadores.

La afp fue, por cierto, lo más cercano que ha habido en México a un sindicato de futbolistas profesionales. Por desgra-cia, los intentos de convertir a la Asociación en un sindicato se frustraron, pues mis tres amigos descuidaron el tema de la su-cesión y cuando concluyó su periodo no hubo quien continuara con el proyecto. Después la Asociación se desvió de sus fines y yo le perdí la pista.

Muchos años atrás, en los tiempos del ya citado Carlos Al-bert, Antonio Mota, Enrique Borja y otros viejos ídolos, hubo un primer intento de constituir un sindicato. Pero se combi-naron la represión y la cooptación, y dicho organismo, aunque llegó a obtener su registro, nunca funcionó. En tiempos muy re-cientes, otro sindicato se constituyó legalmente y obtuvo su re-gistro de las autoridades laborales, pero por lo visto no ha tenido una actividad muy destacada, pues hasta donde sabemos no ha suscrito un solo contrato colectivo de trabajo, y un sindicato que no negocia colectivamente no sirve de gran cosa.

Es obvio que muchos aficionados se preguntarán para qué queremos un sindicato en el futbol. Pensarán tal vez que una huelga sería sumamente nociva para el futbol mexicano y si así no estamos tan bien en el ámbito internacional, los conflictos laborales nos dejarán en peor estado. Estamos convencidos de que no es así. La indefensión no hace buenos ciudadanos ni buenos deportistas. El mejor futbol del mundo, tanto en Eu-ropa como en América Latina, tiene sindicatos, y a pesar de las reglas de la fifa y de las federaciones nacionales, que tratan de proteger los intereses de los clubes, los jugadores hacen valer sus derechos ante los tribunales y no por ello dejan de jugar, pues sus sindicatos los defienden. Son mejores jugadores y su futbol es mejor.

Muchos mexicanos siguen creyendo, no sólo en el ámbito del futbol o del deporte profesional, sino en todos los aspectos, que el derecho del trabajo protege indebidamente a los trabaja-dores, que solapa su desidia y su flojera y los hace cada vez más irresponsables. Siguen pensando que la indefensión de los tra-bajadores es la mejor vía para incrementar la productividad de las empresas. Tal vez por eso el sector patronal mexicano no sea mejor que nuestro futbol.

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La democracia del stunam

René D. Jaimez

Leticia Aguilar permaneció el pasado 26 de abril hasta después de las 11 de la noche en el edificio del Sindicato de Trabajadores de la unam (stunam). Esperaba los resultados de las elecciones que se cerraban ese día y que dejaban a la oposición democrática del sindicato sin lugar en el Comité Ejecutivo por primera vez en su historia.

Había dedicado casi 30 años al trabajo sindical en defensa de los dere-chos de los trabajadores y en contra del charrismo, hoy representado por Agustín Rodríguez y la corriente sindical “Roja, Frente Flores Magón”, que no sólo estaba asegurando otro periodo a la cabeza del stunam (con lo que completará ya los 20 años en el cargo), sino que también estaba consiguiendo, finalmente, dejar completamente fuera a la oposición de un sindicato cada vez más oficialista y patronal.

En los setentas el stunam formó parte de esa ola de sindicatos demo-cráticos e independientes que se oponían a las formas tradicionales del sindicalismo mexicano; que se identificaban con el socialismo y que esta-ban dispuestos a luchar no sólo por concesiones económicas a los traba-jadores de su gremio, sino también por la construcción de una sociedad más justa, democrática y con mayores posibilidades de realización para sus integrantes.

Pero esos años parecen haber quedado atrás: hoy pasamos por una de las crisis más importantes que ha vivido el sindicalismo en nuestro país; desde el cierre de Luz y Fuerza del Centro hasta el renacido impulso a una reforma laboral que desmantela derechos de los trabajadores. El hecho de que la oposición haya quedado completamente fuera del stunam es otro síntoma de esto mismo.

¿Por qué los trabajadores de la unam han votado una y otra vez, duran-te 17 años, por el mismo líder que permitió la reforma a la ley del issste, que tiene una muy pobre defensa de los derechos de los trabajadores, que no ha conseguido un solo aumento salarial significativo y que está dis-puesto a reelegirse hasta la muerte, sin tener ningún interés en realizar una apertura democrática?

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¿Intimidación? Sí. Se amenaza a los trabaja-dores con no poder recomendar a sus familiares para que ingresen a trabajar a la universidad, o con no poder acceder a reclasificaciones tabula-res y otros derechos si no votan por la Roja. En-tre otras cosas se les pide que fotografíen con su celular la boleta electoral después de haber ta-chado su voto; la Roja tiene su padrón de simpa-tizantes en la misma mesa en que se encuentra el padrón sindical.

¿Fraude? Sí, sin duda hay múltiples prácticas fraudulentas que se generan desde el poder que les da tener el control del sindicato. Como en el resto de la democracia mexicana, aquí también se da el infaltable embarazo de urnas, la resurrec-ción de los muertos y el conocido carrusel.

¿Financiamiento? Sí, indudablemente la pla-nilla Roja recibe importantes financiamientos para la realización de sus campañas, en las que hacen grandes comidas en todas las dependen-cias, regalan playeras, gorras, imprimen cualquier cantidad de propaganda y organizan eventos lú-dicos que cuentan con grupos musicales de la talla (y el costo) de la Sonora Santanera, cuando en las planillas de oposición se sigue aplicando “la vaca” para juntar el dinero de los volantes y la propaganda.

Pero el problema no se explica sólo por eso: en realidad si la oposición fuera más fuerte es-tas estrategias no les serían suficientes a quie-nes siguen teniendo el sindicato universitario en sus manos. Hay elementos en la cultura del tra-bajador universitario que permiten no sólo que Agustín Rodríguez pueda volver a ganar, sino que lo mantienen ahí con cierta legitimidad.

Desde hace dos años trabajo en un proyec-to de investigación antropológica que indaga las actitudes de los empleados de la unam en su proceso de trabajo y en su participación sindical, que explican su parcial aceptación de sus condi-ciones de explotación y de las formas de organi-zación del sindicato. He vivido como auxiliar de intendencia de la institución y he reflexionado en los elementos culturales cotidianos que legiti-man a Agustín Rodríguez. Uno de esos elemen-tos es el sexismo.

Debido al sexismo, la mayoría de las secre-tarias son mujeres, de la misma manera en que sólo hay hombres en los puestos de jardinería y mecánica: la feminización y la masculinización de los puestos de trabajo en la unam sigue sien-do casi total, cuando la tendencia mundial es la opuesta.

Agustín Rodríguez es un hombre autoritario, de personalidad fuerte, con un constante discur-so de protección paternalista de los trabajadores, mientras que su principal opositor, José Castillo, es más bien reflexivo, busca los consensos y tiene un discurso democrático que señala que deben ser los mismos trabajadores los que tomen las riendas del sindicato.

Max Horkheimer analizó la familia autoritaria (que bien podría ser la mexicana) y señaló que la figura del padre autori-tario es el mejor entrenamiento para una sociedad autoritaria, ya que puede ser reemplazada por la figura del jefe autorita-rio y del autoritarismo mismo del Estado. El individuo llega a desear esa autoridad sobre él para poder sentirse seguro y pro-tegido; sin ella se siente vulnerable. He registrado múltiples testimonios de trabajadores en los que dicen no confiar en la oposición debido a que les da una sensación de “debilidad” o que “les falta carácter”, mientras que justifican a Agustín al sostener que él “roba, pero sabe robar”.

Agustín representa el papel del padre autoritario, del “hom-bre de verdad”, encarna las cualidades del “macho”, y ese factor cultural genera confianza en los trabajadores, los motiva a se-guir votando por él, aunque esta identificación se haga de ma-nera inconsciente. El sexismo explica en parte la permanencia de líderes charros en la dirección de los sindicatos de tradición democrática.

Leticia Aguilar, siete días después de la votación, abando-nó el recinto donde se celebraba el Consejo General de Repre-sentantes cuando se anunciaba que la oposición aliada bajo el nombre de “Sindical Incluyente” había conseguido sólo 19.80% de la votación de los 22 000 agremiados del sindicato, por lo que habían quedado a dos centésimas (unos cuarenta votos) de alcanzar el porcentaje que les hubiera permitido ocupar cuatro secretarías, porque los estatutos reformados por Agustín Ro-dríguez no piden 2% —como en el resto del país—, sino 20% de la votación para que puedan obtener algún cargo, de mane-ra que, aunque aproximadamente 37% de los votantes se ma-nifestaron por opciones diferentes a la planilla de Rodríguez, ésta ocupa ahora la totalidad de los cargos. Ésta es la democra-cia del stunam.

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Antonio Álvarez

IHace poco más de 250 años, al médico del rey Luis xV, de Francia, se le ocurrió una idea novedosa y extravagante —diríamos, una locura—. Pensó que el mercado podría gobernar una nación y hacerla pros-perar mucho mejor que cualquier rey. Tuvo la audacia de proponer que el Estado dejara libres a los indivi-duos para producir, vender y comprar lo que quisieran y del modo en el que desearan hacerlo, y dijo que eso, lejos de provocar el caos, llevaría a la sociedad a una abundancia y una estabilidad nunca antes vistas.

Este curioso personaje era François Quesnay, cu-yas ideas, al contrario de lo que uno hubiera esperado, fueron triunfando con el paso de los años en las cor-tes de Europa. Muchos otros economistas posterio-res, hoy más famosos que él (principalmente Adam Smith y David Ricardo) las desarrollaron, y la socie-dad ha sido gobernada desde entonces cada vez más por el mercado y menos por sus gobernantes. Debido a eso me parece importante exponer brevemente di-chas teorías en este artículo.

La idea es la siguiente: si a un individuo egoísta se le deja libre para conseguir dinero del modo que quiera, entenderá pronto que lo mejor que puede ha-cer para su propio beneficio es producir bienes que los demás deseen comprar, y venderlos a un precio al que estén dispuestos a pagarlos. Si nadie quisiera sus pro-ductos, sabría que debe bajar su precio, mejorar su ca-lidad o cambiar de giro.

La tiranía de la mano invisible

Del mismo modo, si una comunidad de personas necesitara cierta mercancía con urgencia, algunos de sus integrantes entenderán relativamente pronto que podrían hacer muy buen dinero fabricándola. Aún más: cada productor se vería empujado por sus com-petidores a ofrecer bienes cada vez mejores y más ba-ratos, pues de no hacerlo así sus clientes le darían la espalda y se irían con ellos. De esa manera, toda la so-ciedad, impulsada por su egoísmo, se vería llevada a producir los bienes que más necesitaran los demás y al precio más bajo posible.

En una palabra: si se dejara libres a los individuos para producir, comprar y vender, muy pronto todos se verían arrastrados por su propia avaricia a trabajar muy duro por el bien de los demás, como jamás lo podría hacer ni el más sabio y bondadoso de los gobiernos.

¿Por qué alguien en un mundo así desearía ro-bar, si fabricar honradamente productos de calidad y buen precio le dejaría mucho más dinero? ¿Por qué al-guien querría engañar a sus compradores con un mal producto, si venderles lo mejor haría que volvieran a comprar en el futuro, asegurando así para siempre su prosperidad?

De esta manera, se piensa, una sociedad de egoístas dejados en libertad puede vivir en perfecta armonía; como si una mano invisible bajara del cielo a poner mágicamente un orden entre ellos. De hecho, esa fue precisamente la imagen que comenzó a utilizarse para explicarse el fenómeno. Se habla de “la mano invisible del mercado”, que pone su propio orden en una socie-dad sin ley, donde cada quien produce, compra y vende lo que le da la gana.

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IIParece mentira, pero los gobiernos de todos los países del mundo, con el tiempo, comenzaron efectivamente a dejar que sus sociedades fueran regidas por el mercado. Y eso no trajo la catástrofe; por el contrario, las naciones en las que hubo más libertad de comercio prosperaron por encima de las otras.

Naturalmente, el nuevo orden traído por la mano invisible del mercado trajo problemas, pero lo que necesito dejar claro antes de continuar, y de explicar dichos problemas, es el hecho sorprendente, demostrado por la historia, de que los nego-ciantes egoístas, con libertad para producir, comprar y vender lo que deseen, pueden generar un orden, bueno o malo, sin ne-cesidad de que un gobierno los organice, sin necesidad siquie-ra de organizarse entre ellos.

No es necesario que los seres humanos nos pongamos de acuerdo democráticamente, ni siquiera que una autoridad central controle nuestras relaciones: podemos conseguir un orden social basado en el egoísmo desatado de cada quien.

Ahora hay que decir algo más: ese orden formado por la mano invisible del mercado es el orden en el que vivimos. Lo que tenemos que entender es que no somos regidos por nues-tros presidentes, ni por la onu, ni siquiera por los grandes co-merciantes y empresarios: el poder en nuestra sociedad lo tiene la mano invisible del capital, y tanto los presidentes como la onu y los magnates que mueven los hilos del poder detrás de ellos, siguen obedientemente sus dictados, y eso por una razón muy simple: porque es la mejor forma que tienen de hacerse más y más ricos.

IIIAhora podemos comenzar a explicar qué clase de mundo trajo el gobierno de la mano invi-sible; en qué clase de personas nos converti-mos una vez que, creyéndonos incapaces de dirigir el rumbo de nuestra sociedad, entrega-mos nuestros destinos al gobierno azaroso del dinero.

Las nuevas clases socialesBajo el poder del mercado libre, algunos de es-tos negociantes egoístas van quebrando por la competencia de los otros, y éstos a su vez quie-bran frente a otros más, que se van volvien-do cada vez más ricos. De ese modo, al final va quedando una minoría reducida de grandes empresarios frente a una multitud de trabaja-dores desposeídos que deben ponerse al servi-cio de aquéllos por un salario para sobrevivir.

Lo primero que tenemos que decir, enton-ces, es que la mano invisible no generó una sociedad de negociantes egoístas libres en constante competencia comercial; sino una sociedad de trabajadores asalariados al servi-cio de una pequeña minoría de magnates que controlan los gobiernos de sus países y las con-diciones en las cuales se comercia.

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Las ideas Antes de que el mercado se adueñara de las naciones de Europa, el préstamo con in-tereses era terriblemente mal visto, y la Iglesia lo consideraba pecado. Con el tiempo esa visión fue cambiando: los préstamos no sólo arruinaban a gente desesperada que se veía obligada a endeudarse, sino que servían también para el surgimiento de nuevas empresas con ideas innovadoras.

El préstamo bancario fue una herramienta fundamental del desarrollo mercantil, los bancos florecieron y las ideas que se tenían de ellos cambiaron. Podríamos decir que la mano invisible salió de las fronteras del mercado y comenzó a influir también en la mentalidad de las personas.

Los burgueses (comerciantes y empresarios plebeyos) antes eran rechazados de las reuniones sociales de la nobleza, y se hubiera visto como un deshonor que la hija de un aristócrata contrajera matrimonio con uno de ellos, pero con el tiempo estos casa-mientos se volvieron una costumbre. La nobleza y la burguesía comenzaron hablarse con una familiaridad cada vez mayor.

Los nobles empobrecidos por el mercado vendían sus títulos nobiliarios, y los aventureros que llegaban a enriquecerse los compraban. El viejo orden y la vieja men-talidad —y no sólo la economía— estaban siendo transformados por la mano invisi-ble del mercado.

La política y la guerraLos guerreros españoles se llenaban antes de honor y gloria saqueando la plata del continente americano, pero fueron derrotados por los comerciantes ingleses y ho-landeses que se dedicaron, más humildemente, a venderles productos de calidad y a bajo precio, con lo cual se quedaron finalmente con ese metal precioso antes saquea-do. La mano invisible del mercado le quebró el cuello a la vieja honra de la aristocra-cia guerrera.

Ahora las nuevas guerras de conquista ya no se harían para saquear las riquezas de los otros pueblos, sino para controlar mercados donde se venderían las propias rique-zas; parece absurdo, pero resultó ser algo mucho más rentable.

Los aristócratas fueron haciéndose negociantes, y los más grandes negociantes se volvieron aristócratas. La nueva forma de enriquecerse fue desplazando a las anterio-res, y poco a poco todo el orden político fue cambiando. El nuevo mundo formado por el mercado necesitaba también un nuevo tipo de instituciones políticas, y las creó.

Llegaron al mundo la libertad de prensa y esta especie de democracia dudosa en la que vivimos, pero no sólo eso; vino al mismo tiempo toda la corrupción y el cinis-mo que trae también el mercado, y a los que nosotros estamos ya tan habituados.

Los gobernantes honestos son mejores que los otros, ni duda cabe, pero todo el mundo sabe que no son buenos para el desarrollo mercantil: ahuyentan a los inversio-nistas extranjeros, entorpecen las negociaciones secretas entre políticos y empresarios, que tan buenas ganancias dejan. Una política llena de mentiras y traiciones es como el aceite que lubrica la maquinaria de la economía mundial: sería ingenuo suponer que una sociedad en la que 1% de los habitantes vive a costa del trabajo del resto pueda funcionar correctamente sin corrupción ni crímenes de Estado.

Las leyes del mercado libre, efectivamente, llevan a los negociantes egoístas a pro-ducir bienes atractivos y baratos, pero no es lo único que provocan; influyen en nues-tras vidas de otras maneras que los economistas no ven o no quieren ver: la invasión de Irak equilibró la oferta y la demanda de petróleo, y se hizo con ese fin; las guerras mundiales consiguieron eliminar el desempleo asesinando a millones de personas; la destrucción de ciudades enriquece enormemente a las compañías que las reconstru-yen. Muchos alimentos son tirados al mar cada año por falta de compradores.

El crecimiento económico y el equilibro entre la oferta y la demanda se alcan-za efectivamente, pero no sólo en el mercado: se consigue también influyendo en la cultura, la política, la guerra y también, como veremos ahora, en la ciencia y la tecnología.

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Vivimos en un mundo diseñado por el capital: las calles, las casas, la música, la comida, las personas, todo se ha transformado para ser competitivo

La cienciaLa competencia comercial no requiere fi-lósofos y científicos que busquen las ver-dades ocultas del mundo: necesita más bien diseñadores de maquinaria nueva y más eficiente. Para la ciencia, ahora, la búsqueda de la verdad es sólo un medio para conseguir una tecnología cada vez más rentable; es decir, para conseguir di-nero. La mano invisible invade entonces las universidades y los laboratorios.

Es una ingenuidad, pero los anteceso-res de la química moderna, los llamados alquimistas, con sus experimentos de la-boratorio buscaban ni más ni menos que el sentido de la vida. Con la técnica de la destilación, con la que hoy se hace alcohol, intentaban separar el alma de la materia. Los alquimistas decían buscar conver-tir el plomo en oro, pero era una mentira para que los reyes los siguieran alimen-tando mientras investigaban los secretos de Dios. Hoy sería difícil imaginar a un grupo de personas fingiendo buscar el en-riquecimiento para que se les permitiera seguir investigando las verdades ocultas del mundo. Esta ciencia, hoy llamada “química”, ha evolucionado mucho y con objetivos bastante más realistas: hacer co-mida chatarra, combustibles y nuevos ma-teriales de construcción.

En cuanto al derecho, el lector ya co-nocerá las formas que han desarrollado los abogados y jueces para beneficiar a los grandes negociantes y a los políticos con toda clase de trucos legales. Y esto tam-poco sucede necesariamente porque sean personas “malvadas”; quien no lo haga de ese modo no sabe si llevará comida a sus hijos el mes siguiente; el mercado los fuer-za a actuar así, porque hay miles de estu-diantes de derecho buscando su mismo empleo, y quien no se someta a las leyes del mercado puede ser fácilmente susti-tuido por otro menos escrupuloso que él. Y lo mismo sucede con el resto de las ra-mas del saber humano. Los médicos ga-nan una comisión por recetar el veneno que patentan todos los días las grandes farmacéuticas; los antropólogos investigan las culturas de los pueblos que las poten-cias del mundo planean invadir, etcétera.

Pero pasemos ahora a la más cruel de las transformaciones que ha llevado a cabo la mano invisible.

La técnicaCon el tiempo, los comerciantes pasaron de la compra de productos para la venta a la compra de los talleres en los que éstos se producían.

Cuando un negociante capitalista se adueña de un ta-ller, digamos, de ropa, la presión de la competencia co-mercial lo obliga a hacer ciertas modificaciones; cambios que no responden al deseo de producir mejores prendas de vestir, sino principalmente al deseo de aumentar las ganancias.

Se puede, por ejemplo, comprar telas de peor calidad, que parezcan igual de buenas; adquirir mejores máqui-nas, que cualquiera pueda utilizar, y no necesariamente ya los sastres y costureras especializados. También es po-sible hacer que los empleados trabajen más duro o du-rante más tiempo.

El resultado es que la tradición va muriendo, el oficio pierde su viejo valor; las máquinas, correctamente pro-gramadas, pueden imitar los viejos secretos de los sastres sin ninguna dificultad. Esto mismo sucede en todas las ramas de la producción: los viejos oficios y las tradicio-nes que se formaban en torno a ellos son eliminados. La mano invisible sigue desbordándose, y ahora altera tanto la forma en la que las personas se organizan para produ-cir como la tecnología con la que lo hacen. Y no se queda ahí: si debe diseñarse una técnica adecuada a la genera-ción de ganancias cada vez mayores, entonces se debe in-fluir también sobre la ciencia.

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VDespués de este relato podemos ver que, cuando los go-biernos del mundo entregaron su poder al mercado, des-ataron fuerzas mucho más grandes de lo que esperaban, y es que tomar la decisión de dejar de decidir acarrea siem-pre consecuencias graves e inesperadas. La mano invisible salió del mercado y comenzó a transformar la producción, los productos, a los sujetos que los consumen. Trascendió la materia y dominó incluso nuestros espíritus.

Los comerciantes y productores arruinados se convir-tieron ellos mismos en mercancías que debían ponerse al servicio de otros a cambio de un salario. Las leyes del in-tercambio libre de objetos terminaron convirtiéndonos a nosotros mismos en objetos para el intercambio. Los ob-jetos, la tierra, el aire, nuestro cuerpo, el honor: todo pue-de ser puesto a la venta, y las mismas leyes que nos obligan a producir bienes de calidad y a bajo precio nos arrastran también a vender todo lo demás. Y en realidad, en estos tiempos es poco realista no hacerlo.

Lo que tenemos finalmente es un mundo diseñado por el capital: las calles, las casas, la música, la comida, las per-sonas, todo se ha transformado para ser competitivo. Si queremos vivir, debemos hacer que nosotros mismos y nuestro entorno nos volvamos inversiones rentables. Y ni siquiera nos damos cuenta de que lo hacemos: nuestros mismos pensamientos son moldeados por la mano invisi-ble. Creemos que “así es la vida”, que “así es la naturaleza humana”, que siempre ha sido lo mismo. Ya no somos ca-paces de imaginarnos, por ejemplo, una forma de sociedad en la que no exista el dinero, aunque hace 600 años éste se empleaba muy rara vez, incluso en Europa. Nos resulta completamente extraño enterarnos, por ejemplo, de que antes el regalo era una institución económica mucho más poderosa e influyente que el intercambio, pero así era.

Ni siquiera la izquierda suele imaginarse hoy un mundo sin Estados nacionales ni ejércitos ni dinero, aunque éstas sean en realidad instituciones relativamente recientes.

En una palabra: incluso el pensamiento de quienes nos rebelamos en contra de esta sociedad ha sido moldeado por la mano invisible. No podemos imaginar siquiera un mundo realmente diferente, y si no podemos imaginarlo es, claro, mucho más difícil que logremos crearlo.

Quienes buscamos reformar el mundo no necesitamos tanto de la ética estricta y del espíritu de autosacrificio como de una visión clara. Lo más importante para noso-tros es entender que somos los únicos responsables de la vida que llevamos, y dejar de culpar a la naturaleza huma-na por todas las tonterías que hacemos. Y tal vez la más grande de todas esas tonterías haya sido dejar que el azar del mercado dominara nuestras vidas.

La personalidadEntre comerciantes se dice que un buen ven-dedor es el que realmente cree en su mercan-cía, no sólo el que finge hacerlo. Naturalmente, también podría fingir con la suficiente habili-dad como para conseguir el mismo resultado. Pero lo que nos interesa resaltar aquí es que en ambos casos debe influir sobre su propio espí-ritu para adecuarlo a una buena venta, ya sea que se convenza de algo que en el fondo no cree, o que se convierta en un excelente actor. También sabe que debe sacar ánimos de alguna parte, porque no se puede esperar que un ven-dedor deprimido tenga buena suerte.

El obrero, por su parte, entiende que debe ser hasta cierto punto servicial, para conser-var su empleo, pero también firme, para defen-der su salario y sus prestaciones. El mercado de trabajo le enseña con los años a maniobrar en-tre estas dos actitudes, de acuerdo con la fuerza que tiene frente a su empleador a cada momen-to. Y no es eso lo único que le enseña: el obre-ro no puede llegar 15 minutos tarde, no puede distraerse en la línea de producción. Tiene que enseñarse a sí mismo una serie de comporta-mientos para adecuarse al rigor de la situación en que se encuentra.

Algo similar nos pasa a todos. Quien mire hacia atrás con honestidad, hacia la historia de su vida, tendrá que admitir que aprendió a ser con el tiempo algo cínico e indiferente; a aceptar que “así son las cosas” y sacarles algo de provecho.

En resumen: uno debe adquirir cierta perso-nalidad adecuada al capital; una personalidad que no choque demasiado con la tiranía de la mano invisible. No sólo se deforman la econo-mía, la técnica y la política; también nosotros somos moldeados por el mercado.

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Me pareció ver un gato negro en los anaqueles donde están las cartas. Las cartas están en sobres. Los sobres se encuentran agru-pados en cincuentenas. Las cincuentenas están atadas. Los atados a su vez acomodados en pilas. Las pilas ocupan todo el espacio de los anaqueles. Los anaqueles se suceden uno tras otro cubriendo por completo todas las paredes. Las paredes de esta construcción for-man innumerables cuartos y pasillos. Los cuartos y pasillos se su-ceden unos tras otros comunicándose entre sí, a través de angostos marcos sin puertas.

En este lugar construido sin sentido alguno, muchas veces veo un gato negro, pero de inmediato desaparece, tal cual se desvanecie-ra en el aire, entonces pienso que sólo fue una ilusión, que en reali-dad no lo vi, que sólo me pareció ver un gato negro en los anaqueles donde están apiladas las cartas. Aquí camino días y noches orde-nando los atados de sobres, donde están las cartas que me has escri-to y las que yo te escribí y que jamás te envíe.

Hay días en que tengo dificultad para hacerlo, ya que el criterio de orden en los anaqueles es indistintamente por fecha, por tema o por el color del timbre postal; yo mismo lo he cambiado cada vez que me parece ver un gato negro merodeando en los anaqueles. En casi todas las cartas, te decía que interrumpí la escritura de la an-terior porque me pareció ver un gato negro, cosa que no es posible, porque en esta construcción nunca los ha habido. Aquí, además de anaqueles y pilas de atados de cartas, sólo hay una mesa en un pa-sillo, a la que me siento varias veces al día a contestar las cartas que me has escrito. Siempre que lo hago, siento una mirada y, al buscar de dónde viene, encuentro por un instante el brillo de los ojos de un gato negro en la estantería.

El laberinto del gato

Jaime Ortiz

Sin embargo, cuando logro olvidarme de ello, recorro una y otra vez toda la construc-ción, para ordenar las malogradas cartas que contestan las muchas que recibo de ti cada día. He olvidado cuántos años han pasado desde que recibí la primera, sé que son mu-chos e incontables, sé también que son los mismos años en que no nos hemos visto. Pero no siempre ha sido así, por eso tú me escribes, y yo, a cambio, siempre trato de contestarte, y a veces, como hoy, he conseguido terminar esta carta que ya he puesto en un sobre con timbres postales para llevarla al correo. Por eso ahora recorro apuradamente este laberin-to, doblo lo mismo a la izquierda que a la de-recha, mirando de reojo los incontables atados de sobres apilados con nuestras cartas orde-nadas por fecha, por tema o por el color del timbre postal. Cruzo una y otra vez los mar-cos sin puertas que comunican los cuartos con los pasillos y los pasillos con los cuartos, pero al llegar a la puerta de salida de esta construc-ción, no la cruzo, porque frente a mí se apa-rece un gato negro, y los gatos negros son de mala suerte.

Arte y literatura

A

Obal

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