Orquesta Sinfónica de Montreal Kent Nagano director ...

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| 19 TEATRO COLÓN 2do. ciclo / Temporada 2019 Función Nº 8 Martes 8 de octubre, 20:00 hs Main Sponsors PROGRAMA WOLFANG A. MOZART (1756-1791) Concierto para violín y orquesta n.3 en Sol mayor, K. 216 Allegro Adagio Rondo Intervalo GUSTAV MAHLER (1860-1911) Sinfonía n.5 en Do sostenido menor Trauermarsch: In gemessenem Schritt. Streng. Wie ein Kondukt. Stürmisch bewegt, mit grösster Vehemenz. Scherzo: Kräftig, nicht zu schnell. Adagietto: Sehr langsam Rondo Finale: Allegro – Allegro giocoso - Frisch Orquesta Sinfónica de Montreal Kent Nagano director Alexandra Soumm violín

Transcript of Orquesta Sinfónica de Montreal Kent Nagano director ...

Función Nº 8 Martes 8 de octubre, 20:00 hs
Main Sponsors
PROGRAMA
WOLFANG A. MOZART (1756-1791) Concierto para violín y orquesta n.3 en Sol mayor, K. 216 Allegro Adagio Rondo
– Intervalo –
GUSTAV MAHLER (1860-1911) Sinfonía n.5 en Do sostenido menor Trauermarsch: In gemessenem Schritt. Streng. Wie ein Kondukt. Stürmisch bewegt, mit grösster Vehemenz. Scherzo: Kräftig, nicht zu schnell. Adagietto: Sehr langsam Rondo Finale: Allegro – Allegro giocoso - Frisch
Orquesta Sinfónica de Montreal Kent Nagano director Alexandra Soumm violín
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WOLFANG A. MOZART (1756-1791) Concierto para violín y orquesta n.3 en Sol mayor, K. 216
Los cinco conciertos para violín que nos legara la pluma mozartiana fueron crea- dos en un breve lapso de tiempo. A excep- ción del primero, escrito en el año 1773, las obras restantes para este género fue- ron compuestas en ágil sucesión durante el año 1775.
Por ese entonces y, tras haber transcurrido la mayor parte de su niñez y adolescencia dispensando sus dotes de intérprete vir- tuoso y genialmente precoz compositor a través del continente, Wolfgang se hallaba establecido nuevamente en Salzburgo, su ciudad natal. Esos años al servicio del Arzobispo Colloredo no sólo serían los más fértiles en lo que hace a su producción de obras sacras sino también en la abundante creación de serenatas, divertimentos y conciertos para diversos instrumentos.
Si bien sobresaliera desde temprana edad como un virtuoso del teclado, Wolfgang era asimismo un destacado violinista. Su padre Leopold, conocido en toda Europa como pedagogo de este instrumento desde que publicara, el mismo año del nacimiento de su hijo, un eficaz método para la enseñanza del violín, animó siempre al joven a seguir superándose en la ejecución de este instru- mento. “No tienes idea de lo bien que tocas el violín”, escribiría a su hijo en 1777, manifes- tando asimismo que Wolfgang podría ser uno de los más grandes violinistas del con- tinente si tan solo se tomara un poco más en serio asimismo en cuanto intérprete de este instrumento.
En este aspecto, sin la existencia de docu- mentación que lo demuestre, probable- mente el joven de 19 años haya escrito para sí mismo los conciertos para violín, como una forma más y por cierto usual en la época, de seguir dando a conocer su
labor tanto como compositor e intérprete. También es posible que haya creado estas obras para uno de sus amigos, el violi- nista italiano Antonio Brunetti, quien asi- mismo se hallaba al servicio de la corte en Salzburgo. Para ese entonces el concierto para violín, cuya tradición proveniente de Italia con modelos como Vivaldi, Tartini y Geminiani había alcanzado su primacía durante la primera mitad del siglo, había dejado su sitio preeminente en favor de los conciertos para teclado. Sería esta la razón por la cual Mozart centraría sus creaciones posteriores para este género en el teclado.
De entre sus cinco composiciones para violín y orquesta, el Concierto n° 3 en Sol mayor, marca un punto de inflexión por la notable madurez que presenta su escri- tura, en especial si se lo compara con la obra anterior para esta formación, culmi- nada con una diferencia de tan solo tres meses. A través del mismo Mozart des- plegó como nunca antes en este género un verdadero diálogo entre la orquesta y el solista. En este sentido es probable que sus experiencias en la composición de música para la escena, donde el grupo orquestal se convertía en un vehículo de creciente importancia en la traducción del drama, estuvieran influyendo en su escri- tura de conciertos, como sucedería aún más estrechamente en sus años vieneses.
El primer movimiento del Concierto en Sol mayor se inicia, por cierto, con el ritornello del aria de Aminta “Aer tranqui- llo”, perteneciente a su ópera Il re pastore, compuesta unos meses antes. Este tema pleno de elegancia y gracia es introducido por la orquesta y variado por el solista en su primera aparición. La estructura de este movimiento responde al clásico allegro de sonata, con un desarrollo que se inicia en modo menor y la consecuente reexposición, con sutiles variaciones, del material original.
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Orquestado este concierto para dos oboes, dos cornos y cuerdas, Mozart presenta en el segundo movimiento de la obra una novedad tímbrica que junto a la magistral, equilibrada e inspirada construcción de sus frases colaboró en hacer de este uno de sus adagios más memorables. El compositor reemplazó aquí los oboes por flautas, siendo esta la única aparición de las mismas en todo el concierto, creando una atmósfera de ensueño mediante la delicada utilización de las cuerdas con sordina. La belleza de este movimiento central ha encendido los más notables comentarios a través del tiempo. Uno de ellos se debe a Albert Einstein quien manifestara que el mismo “pareciera haber caído directamente del cielo”.
El movimiento final es un vivaz rondeau que se inicia exultante presentando un sencillo tema principal. El mismo se alterna con sectores en los cuales se presenta nuevo material enriqueciendo el discurso mediante inquietantes modulaciones a Sol menor ó variaciones respecto del tempo ori- ginal, como sucede en el tercer episodio del mismo, en el cual Mozart coloca una breve serenata a cargo del violín acompañado por el pizzicatti de las cuerdas simulando una mandolina. El concierto, cuyo manuscrito está fechado el 12 de septiembre de 1775, culmina con la misma gracia y sutileza que emanara a través de todo su recorrido.
GUSTAV MAHLER (1860-1911) Sinfonía n.5 en Do sostenido menor
El año 1901 marcaría un punto de inflexión en la vida de Mahler, tanto a nivel artístico, como laboral y personal. Luego de recu- perarse de una hemorragia intestinal que estuvo a punto de acabar con su vida, pre- suntamente generada por las constantes tensiones y discusiones en las que se veía envuelto como director de la Filarmónica de Viena, decidió renunciar a ese cargo, man- teniendo sí el puesto de Director Musical de la Hofoper de la capital imperial.
Mientras tanto comenzó a alejarse de la estética del Cuerno mágico de la juventud:
ese conjunto de cantos populares recopi- lados a comienzos del siglo anterior por Clemens Brentano y Achim von Arnim que había sido el centro de su inspiración como compositor hasta entonces. El poeta Friedrich Rückert pasó al frente de sus intereses literarios y comenzó entonces a escribir durante mediados de ese año las primeras canciones que formarían parte de los Kindertotenlieder (Canciones a los niños muertos).
También en 1901 adquirió Mahler una edición completa de las obras de Johann Sebastian Bach editada por la Bachgesellschaft, ocupando el estudio de los motetes a ocho voces del Kantor de Leipzig, buena parte del tiempo que pasó convaleciente. Así como se sumer- gió en la polifonía bachiana se dedicó al estudio de la escritura contrapuntística en los últimos cuartetos para cuerda de Beethoven. Y mientras tanto, la villa vera- niega que estaba haciendo construir desde el año anterior para su recreación estival en Maiernigg, junto al lago Wörther, en la región de Carintia, era por fin culminada al comenzar el verano.
Todos esos cambios en su vida se verían plasmados entonces en su siguiente obra sinfónica, la Quinta, en la cual se alejaría de la escritura de sus cuatro creaciones anteriores para el género, signadas por las melodías de El cuerno mágico de la juventud así como por una vocación programática.
Decidido a crear una obra orquestal basada casi exclusivamente en elementos musicales se propuso generar una escritura polifónica de una alta densidad, esculpiendo un monumento que se centraría en un estudiado y complejo equilibrio contrapuntístico.
Con ese objetivo comenzó a escribir esta obra en cinco movimientos a partir del tercero de los mismos, durante los meses de verano de 1901, disfrutando por primera vez de la tan preciada soledad que le otorgaba una pequeña cabaña de madera
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que había mandado construir en el bosque, dentro del predio de su nueva villa.
Con la llegada del otoño y su regreso a Viena para hacerse cargo de la Ópera, la obra quedó en pausa pero, mientras la nieve blanqueaba ya las calles de la ciudad, tuvo lugar otro suceso que impactaría tanto en su existencia como en esta sinfonía en Do sostenido menor. Durante una cena, en el mes de diciembre, conoció a Alma Schindler, una joven compositora dos décadas menor que él, que se convertiría en su esposa en marzo siguiente.
Fue así como al retornar a Maiernigg, el verano siguiente, Mahler no lo hizo solo sino con su mujer, que dedicó esos meses a ser la copista de las partes orquestales ya escritas de la Quinta, mientras acunaba en su vientre a la primera hija de ambos. Durante ese verano el compositor culminó la obra, a la cual consideró la más moderna y abstracta de sus creaciones, entendiéndola como adelantada a su tiempo.
Las revisiones de la Quinta comenzarían pocos meses después, cuando la probara,
sin público y durante ensayos, con la Filarmónica de Viena. Los cambios que realizaría a la partitura se sucederían durante años, hasta poco antes de su fallecimiento: tal era el interés y la atracción que despertaba para él mismo esta obra.
Una marcha fúnebre, Trauermarsch, inaugurada por el marcial toque de una trompeta solista da inicio a esta sinfonía. Esa fanfarria es un gesto que enlaza, de alguna manera, esta creación con las anteriores que escribiera para el género, ya que es una cita a la fanfarria del primer movimiento de su Cuarta Sinfonía.
Dos sectores de trío se intercalan entre los oscuros pasos de la marcha. Un torbellino de ideas en un complejo devenir contrapuntístico es lo que nos depara el primero de esos sectores tras el cual, el retorno de la severa fanfarria inicial sumará en su final la cita de Nun will die Sonn’ so hell aufgeh’n (Ahora el sol saldrá radiante) la primera de las Canciones a los niños muertos. Intenso será también el segundo trío, antes que retorne, inexorable, cual un eco que no dejará de resonar, el toque de la trompeta.
Si bien la sinfonía está dividida en cinco movimientos Mahler estructuró la partitura orquestal en tres grandes partes. La primera abarca a los dos primeros movimientos como un todo. Es así como el segundo, en La menor y presidido por la indicación Stürmisch bewegt, mit grösster vehemenz. (Tempestuosamente movido, con gran vehemencia) y estructurado en forma de allegro de sonata viene a ser una respuesta al anterior: toma materiales de aquel pero contrasta con la marcialidad del primero mediante sus amplias líneas y su inquieta movilidad.
La Parte II de la sinfonía se corresponde con el tercer movimiento. Un Scherzo: Kräftig, nicht zu schnell (Fuerte mas no demasiado rápido), el más dilatado de los movimientos de esta sinfonía está escrito,
Emil Orlik, retrato de Gustav Mahler, 1902.
dejando atrás las sombrías tonalidades anteriores, en un brillante Re mayor. Aunando los formatos del rondó y la sonata Mahler modifica aquí el carácter de la obra de la mano de dos danzas caras al espíritu austríaco: el vals y el Ländler. Y si el primero de los dos tríos que aquí se intercalan bien puede evocar la elegancia de los salones vieneses, el segundo, con el inconfundible llamado del corno, evocando a los cornos de caza, parece zambullirse en la imagen de los pueblos alpinos.
La tercera y última parte de la obra se inicia con un Adagietto, que ha trascendido a la sinfonía que lo contiene. Sus anhelantes aspiraciones motívicas, su transitar a través de embriagantes modulaciones y cromatismos, lo han convertido en una pieza que frecuentemente es interpretada en forma independiente.
Su tema principal está inspirado en otro de sus Lieder sobre texto de Rückert, Ich bin der Welt abhanden gekommen (Me he retirado del mundo), el cual había creado en agosto de 1901.
La intensidad de sus líneas melódicas, sutileza y envolvente carácter nostálgico hicieron de este movimiento el elegido para ser interpretado el 8 de junio de 1968 durante el funeral del asesinado Robert Kennedy, realizado en la catedral de St. Patrick en Nueva York bajo la dirección de Leonard Bernstein.
No obstante sería el gran cineasta italiano Luchino Visconti quien sentara un sello indeleble en lo que hace a la independencia y magnitud del Adagietto al constituirlo el centro de la banda sonora de Muerte en Venecia, película del año 1971 inspirada en la novela homónima de Thomas Mann.
La sinfonía concluye con una gran celebración contrapuntística en la forma de un Rondo-Finale, la cual contiene cuatro episodios fugados que parecen rendir homenaje tanto a Bach como a Beethoven.
Poco antes del estreno, que tuvo lugar el 18 de octubre de 1904 en Colonia, con Mahler al frente de la Orquesta Gürzenich, el compositor escribió a su esposa Alma:
“¡Cielos!, ¿Qué hará el público ante este caos en el que nuevos mundos son engendrados por siempre, tan sólo para derrumbarse en la ruina al momento siguiente?¿Qué dirán de esta música primitiva, de este mar de sonido espumoso, rugiente y furioso, de estas estrellas danzantes, de estos pasajes iridiscentes, brillantes y que quitan el aliento?
Claudia Guzmán
Tobías GERSHMAN
Ailén KLOSKO
Lautaro FIGUEROA BALCARCE
Categoría 1 I CABA