Ritos Funerarios de Kent Hannah

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  • ndiceNota sobre los nombres propiosislandeses

    Nota sobre la pronunciacin islandesa

    Prlogo

    Captulo uno

    Captulo dos

    Captulo tres

    Captulo cuatro

    Captulo cinco

  • Captulo seis

    Captulo siete

    Captulo ocho

    Captulo nueve

    Captulo diez

    Captulo once

    Captulo doce

    Captulo trece

    Eplogo

    Nota de la autora

  • Agradecimientos

    Crditos

    ALBA

  • Ritos funerarios

    Hannah Kent

    TraduccinLaura Vidal

  • ALBA

  • A mis padres

  • Nota sobre los nombrespropios islandeses

    Es tradicin en Islandia usar patronmicos(para los nombres de persona). As, elapellido de un nio se forma a partir delnombre de pila de su padre seguido de lossufijos son o dttir. Agnes Magnsdttir setraduce literalmente por Agnes Hija deMagns. Debido a este sistema, los parientesconsanguneos de una familia islandesa puedentener todos apellidos distintos.

  • Nota sobre lapronunciacin islandesa

    Las consonantes () y () se pronuncian,aproximadamente, como la d y la z castellanas.

    Cuando llevan acento grfico, las vocalestienen una pronunciacin especial. Al lectorespaol le interesan sobre todo las siguientes:

    se pronuncia au, se pronuncia ie, y se pronuncia ou.

  • El dgrafo se pronuncia ai.

  • Me port peor con quien ms quera.Saga Laxdla

  • Prlogo

    Dicen que debo morir. Dicen que le rob elaliento a unos hombres y que ahora ellos debenrobarme el mo. Supongo, entonces, que todossomos llamas de vela, brillantes de grasa,parpadeando en la oscuridad y en el aullidodel viento, y en la quietud de la habitacinescucho pisadas, pisadas espantosas que seacercan, que vienen a apagarme y a sacarme lavida del cuerpo en forma de corona de humogris. Me fundir con el aire y con la noche.Nos apagarn a todos, uno a uno, hasta quequede nicamente su luz, bajo la que se venellos. Dnde estar yo entonces?

    A veces me parece verla otra vez, la granja,

  • ardiendo en la oscuridad. A veces siento lapunzada del invierno en los pulmones y meparece ver las llamas reflejadas en el ocano,esa agua tan extraa, tan trmula por la luz.Hubo un momento aquella noche en que mevolv a mirar. Me volv a mirar el fuego, y sime lamo la piel, an noto el sabor a sal. Ahumo.

    No siempre ha hecho tanto fro.Oigo pisadas.

  • Captulo uno

    Edicto

    El 24 de marzo de 1828 habr subastapblica en Illugastair de las posesiones devalor que ha dejado el granjero NatanKetilsson. Hay una vaca, unos pocoscaballos, una silla de montar, una brida ymuchos platos y fuentes. Todo ello sevender si hay ofertas aceptables. Laspertenencias irn al mejor postor. Si nopuede celebrarse la subasta debido al maltiempo, se cancelar y se celebrar al dasiguiente, siempre que el tiempo lo permita.

    BJRN BLNDAL,comisionado de la comarca

  • 20 de marzo de 1828A la atencin del reverendsimo Jhann

    Tmasson:Le agradezco su inestimable carta del da

    14 en que expresaba su deseo de serinformado de cmo procedimos al entierrode Ptur Jnsson de Geitaskard, de quien sedice fue asesinado y quemado en la noche del13 al 14 de este mes, junto con NatanKetilsson. Como sabe su ilustrsima, hubocierta deliberacin sobre si sus huesosdeban o no ser enterrados en tierraconsagrada. Despus de ser juzgado ante elTribunal Supremo, deba ser condenado ycastigado por hurto, robo y posesin depropiedad ajena. Sin embargo no hemosrecibido carta alguna de Dinamarca. Elmagistrado del juzgado comarcal declar

  • culpable a Ptur el 5 de febrero del pasadoao y lo sentenci a cuatro aos de trabajosforzados en la Rasphuis de Copenhague, peroen el momento de su asesinato se encontrabaen libertad. Por tanto y en respuesta a supregunta, le informo de que sus huesosfueron enterrados por el rito cristiano, juntocon los de Natan, puesto que nada nos hacapensar que pudiera inclursele con aquellos aquienes les est denegada la sepulturacristiana. Dichas personas estn definidasexpresamente en una carta de su majestad elrey del 30 de diciembre de 1740, en la quese enumeran todos aquellos individuos a losque no se podr enterrar por el rito cristiano.

    BJRN BLNDAL,comisionado de la comarca

    30 de mayo de 1829

  • Rev. T. Jnsson Breidablstadur,Vesturhp

    Al reverendo segundo orvardur Jnsson:Espero que la presente le encuentre bien y

    prosperando en la administracin de la obradel Seor en Vesturhp.

    En primer lugar, quiero expresarle misfelicitaciones, si bien con cierto retraso, porhaber completado con xito sus estudios enel sur de Islandia. Sus parroquianos dicen deusted que es un joven diligente y apruebo sudecisin de trasladarse al norte paracomenzar su capellana bajo la supervisin desu padre. Es para m motivo de considerablealegra saber que todava quedan personashonradas deseosas de cumplir con su deberante los hombres y ante Dios.

    En segundo lugar, y en mi capacidad decomisionado de la comarca, le escribo pararequerirle un servicio. Como sabr, nuestra

  • comunidad se ha visto recientementeensombrecida por un crimen. Los asesinatosde Illugastair, cometidos el pasado ao, consu atrocidad se han convertido en emblemade la corrupcin y la impiedad de estecondado. En tanto comisionado de lacomarca de Hnavatn no puedo tolerar el malcomportamiento social y, si obtengo, comoes de esperar, la autorizacin del TribunalSupremo de Copenhague, mi intencin esejecutar a los asesinos. Con este suceso en lacabeza solicito su colaboracin, reverendosegundo orvardur.

    Como recordar, inclu el relato de losasesinatos en una carta destinada a lacomunidad eclesistica hace casi diez meses,con rdenes de que se dieran sermonesreprobndolos. Permtame que le explique denuevo lo sucedido, esta vez con objeto deproporcionarle una consideracin ms

  • fundamentada del crimen.El ao pasado, en la noche del 13 al 14 de

    marzo, tres personas cometieron un actograve y abominable contra dos hombres delos que quiz haya odo hablar: NatanKetilsson y Ptur Jnsson. Ptur y Natanfueron encontrados entre las ruinascalcinadas de la granja de este ltimo,Illugastair, y un examen detenido de suscadveres revel heridas de naturalezadeliberada. Este descubrimiento condujo auna pesquisa, a la que sigui un juicio. El 2de julio del pasado ao las tres personasacusadas de estos asesinatos dos mujeres yun hombre fueron declaradas culpables porel tribunal comarcal que yo mismo presid, ycondenadas a ser decapitadas: El que hirierea alguno, hacindole as morir, l morir. Eltribunal comarcal, reunido en Reikiavik el 27de octubre del pasado ao, ratific las

  • condenas a muerte. El caso est siendo ahorajuzgado en el Tribunal Supremo deCopenhague y es probable que mi sentenciaoriginal prevalezca tambin all. El nombredel reo es Fririk Sigursson, hijo delpegujalero de Katadalur. Las mujeres son dossirvientas llamadas Sigrur Gumundsdttiry Agnes Magnsdttir.

    Los reos estn ahora mismo bajo custodiaaqu en el norte, y aqu permanecern hastasu ejecucin. El reverendo Jhann Tmassonse ha llevado a Fririk Sigurdsson aingeyrar y Sigrur Gumundsdttir ha sidotrasladada a Midhp. Agnes Magnsdttir ibaa ser retenida hasta su ejecucin en Stra-Borg pero, por razones que no soy libre dedivulgar, ser trasladada a un nuevoemplazamiento en Korns, en el valle deVatnsdalur el mes prximo. Est descontentacon su gua espiritual y ha hecho uso de uno

  • de los pocos derechos que le quedan pararequerir otro sacerdote. Ha pedido que seausted, reverendo segundo orvardur.

    Me dirijo a usted a este respecto no sincierta vacilacin. Soy consciente de que susresponsabilidades se han limitado hasta elmomento a la educacin espiritual de losfeligreses ms jvenes de su parroquia, loque, si bien de indudable valor, es de escasaconsecuencia poltica. Es posible que ustedmismo admita que carece de la experiencianecesaria para guiar a esta mujer condenadahasta el Seor y su infinita piedad, en cuyocaso no objetara su reticencia. Es una cargaque vacilara en asignar hasta al msexperimentado de los hombres de Iglesia.

    No obstante, en caso de que aceptara laresponsabilidad de preparar a AgnesMagnsdttir para su encuentro con el Seor,precisar visitar Korns con regularidad

  • siempre que el tiempo lo permita. Deberadministrarle la palabra de Dios e instarle alarrepentimiento y a la aceptacin de laJusticia. Le ruego que no permita que elorgullo halagado influya en su decisin,como tampoco el parentesco, si es queexiste alguno entre usted y la rea. En todosaquellos asuntos en que no sea capaz deelaborar su propio consejo, reverendo,busque el mo.

    Le ruego entregue su contestacin alportador de esta carta.

    BJRN BLNDAL,comisionado de la comarca

    El reverendo segundo orvardur Jnssonestaba en la casa del pegujalero contigua a laiglesia de Breidablstadur reparando la

  • chimenea con piedras nuevas cuando oy a supadre carraspear desde la puerta.

    Fuera hay un mensajero que viene deHvammur, Tti. Pregunta por ti.

    Por m?La sorpresa hizo que una de las piedras se le

    escapara de la mano. Cay en el apretadosuelo de tierra y estuvo a punto de darle en elpie. El reverendo Jn chasque los labios enseal de desaprobacin, asom la cabeza porel marco de la puerta y empuj con suavidad aTti para que saliera.

    S, para ti. Est esperando.El mensajero era un criado vestido con un

    abrigo rado. Antes de hablar mir a Tti condetenimiento.

    Reverendo orvardur Jnsson?

  • Soy yo. Hola. Bueno, en realidad soyreverendo segundo.

    El criado se encogi de hombros.Tengo una carta para usted del comisionado

    de la comarca, el honorable Bjrn Blndal. Del interior de su abrigo sac un papelpequeo y se lo dio a Tti. Tengoinstrucciones de esperar aqu mientras la lee.

    La carta estaba caliente y hmeda de lasropas del criado. Tti rompi el lacre y, trasreparar en que haba sido escrita aquel mismoda, se sent en el tajo situado a la entrada dela casa y empez a leer.

    Cuando termin la carta de Blndal levantla vista y vio que el criado le miraba.

    Y bien? le urgi ste con una cejalevantada.

  • Perdn?Su contestacin para el comisionado. No

    tengo todo el da.Puedo hablar con mi padre?El criado suspir.Adelante.Tti encontr a su padre en la bastofa,

    alisando despacio las mantas de su cama.S?Es del comisionado de la comarca.Tti le tendi a su padre la carta desdoblada

    y esper mientras la lea, sin saber qu debahacer. El rostro de su padre mientras doblabael papel y se lo devolva era impasible. Nodijo nada.

    Qu debo contestar? pregunt Tti porfin.

  • Eso es decisin tuya.No la conozco.No.No es de la parroquia, verdad?No.Por qu ha preguntado por m? No soy ms

    que el reverendo segundo.Su padre se volvi hacia su cama.Tal vez esa pregunta deberas hacrsela a

    ella.El criado se haba sentado en el tajo y se

    limpiaba las uas con la punta de un cuchillo.Vamos a ver. Entonces, qu respuesta

    tengo que darle al comisionado de la comarcade parte del reverendo segundo?

    Tti contest antes de ser consciente de sudecisin.

  • Dile a Blndal que ver a AgnesMagnsdttir.

    El criado abri mucho los ojos.Entonces, la carta era sobre eso?Voy a ser su consejero espiritual.El criado le mir con la boca abierta y de

    pronto rompi a rer.Seor murmur. Cogen a un ratn para

    que domestique a un gato.Y dicho aquello, mont en su caballo y

    desapareci detrs del oleaje de colinas,dejando a Tti muy quieto y sosteniendo lacarta lejos del cuerpo como si temiera quefuera a arder.

    Steina Jnsdttir estaba apilando estircol

  • seco en el corral de la pequea casa de turbade su familia cuando escuch el ruido decascos de caballo al galope. Se sacudi elbarro de la falda, se puso de pie y se asompor uno de los laterales de la choza para vermejor la carretera que recorra el valle. Seacercaba un hombre vestido con una chaquetacolor rojo intenso. Lo mir enfilar hacia elpegujal y, tras sobreponerse a un amago depnico que la asalt al darse cuenta de quetendra que saludarle, retrocedi a la parte deatrs de la casa y, una vez all, se escupiapresuradamente en las manos paralimpirselas y se limpi los mocos con lamanga. Cuando volvi a la parte delantera, eljinete esperaba.

    Hola, muchacha. El hombre mir desde su

  • montura a Steina y su falda mugrienta conexpresin perpleja. Veo que he interrumpidotus faenas. Steina le mir fijamente mientrasdesmontaba pasando una pierna con eleganciapor encima del caballo. Para ser un hombre tancorpulento aterriz con ligereza. Sabes quinsoy?

    La mir esperando ver un atisbo decomprensin.

    Steina neg con la cabeza.Soy el comisionado de la comarca, Bjrn

    Audunsson Blndal. Hizo un pequeo saludocon la cabeza y se ajust la chaqueta que,segn repar Steina, estaba adornada conbotones de plata.

    Viene usted de Hvammur murmur.Blndal sonri con paciencia.

  • S, soy el supervisor de tu padre. Hevenido a hablar con l.

    No est en casa.Blndal frunci el ceo.Y tu madre?Han ido a visitar a unos parientes al sur del

    valle.Entiendo.El comisionado mir fijamente a la joven,

    que se revolva y diriga la vista nerviosahacia los campos. Unas pocas pecas en la narizy la frente interrumpan una piel que por lodems era clara. Tena los ojos castaos yseparados y un espacio grande entre los dosdientes delanteros. Resultaba algo desgarbada,decidi Blndal. Repar en las espesas mediaslunas de mugre que tena bajo las uas.

  • Tendr que volver ms tarde sugiri porfin Steina.

    Blndal se puso tenso.Por lo menos, puedo entrar?Bueno. Si quiere Puede atar el caballo

    ah. Steina se mordi el labio mientrasBlndal pasaba las riendas alrededor de unposte situado en el corral y a continuacin sevolvi y casi corri adentro.

    Blndal la sigui agachando la cabeza paraentrar por la pequea puerta de la casa.

    Volver hoy tu padre?No fue la brusca respuesta.Qu contrariedad se quej Blndal

    avanzando a trompicones por el oscuro pasillomientras Steina le guiaba hasta la bastofa. Sehaba vuelto corpulento desde su

  • nombramiento como comisionado de lacomarca y estaba acostumbrado a la viviendams espaciosa que les haban proporcionado al y a su familia, hecha de madera deimportacin. Las chozas de campesinos ygranjeros haban empezado a repugnarle, consus techumbres apretadas hechas de turba delas que en verano salan nubes de un polvo quele irritaban los pulmones.

    ComisionadoDe la comarca.Perdn, comisionado de la comarca.

    Mamma y Pabbi, quiero decir, Margrt y Jnvuelven maana. O pasado maana,dependiendo del tiempo. Steina hizo un gestoen direccin al rincn ms cercano de laestrecha estancia, donde una cortina de lana

  • gris separaba la bastofa de un diminutocuarto de estar. Sintese aqu dijo. Voy abuscar a mi hermana.

    Lauga Jnsdttir, la hermana pequea deSteina, estaba escardando un exiguo sembradosituado a poca distancia de la casa. Al trabajarinclinada no haba visto llegar al comisionado,pero s escuch a su hermana llamarla muchoantes de tenerla delante.

    Lauga! Dnde ests? Lauga!Lauga se enderez y se limpi las manos

    manchadas en el delantal. No contest a suhermana, sino que esper paciente a queSteina, que corra tropezndose con las faldas,la viera.

    Te he buscado por todas partes! exclamSteina sin aliento.

  • Se puede saber qu te pasa?Est aqu el comisionado de la comarca!Quin?Blndal!Lauga mir a su hermana.El comisionado Bjrn Blndal? Sunate,

    Steina. Tienes mocos.Est en el cuarto de estar.Dnde?S, mujer. Detrs de la cortina.Le has dejado ah solo?Lauga tena los ojos de par en par. Steina

    frunci el ceo.Por favor, ven a hablar con l.Lauga la mir furiosa y acto seguido se quit

    el delantal con un gesto rpido y lo dej caerjunto al perejil.

  • De verdad que a veces se te ocurre cadacosa murmur mientras caminaban deprisahacia la casa. Dejar a un hombre comoBlndal mano sobre mano en nuestra bastofa.

    En la sala de estar.Y qu diferencia hay? Supongo que

    tambin le has servido suero del de los criadospara beber, no?

    Steina se volvi a su hermana con expresinde pnico.

    No le he ofrecido nada.Steina! Lauga ech a correr. Va a

    pensar que somos unas campesinas!Steina mir a su hermana sortear matorrales.Es que lo somos mascull.

  • Lauga se lav deprisa la cara y las manos y lecogi un delantal limpio a Kristn, la criada dela familia, quien se haba escondido en lacocina al or la voz de un extrao. Encontr alcomisionado de la comarca sentado a lapequea mesa de madera de la salita leyendoun trozo de papel. Despus de disculparse porla descorts recepcin de su hermana, Lauga leofreci un plato de picadillo de cordero froque el comisionado acept satisfecho, si biencon cierto aire de estar ofendido. Laugapermaneci de pie y callada mientras stecoma, mirando los labios carnosos cerrarsesobre los bocados de carne. A lo mejor iban aascender a su Pabbi de alguacil comarcal aalgo todava ms importante. A lo mejor ledaban un uniforme, o un estipendio de la

  • corona danesa. Quiz habra vestidos nuevos.Una casa nueva. Ms criados.

    Blndal rasc el plato con el cuchillo.Le apetece un poco de skyr con crema,

    comisionado de la comarca? pregunt Laugamientras le retiraba el plato vaco.

    Blndal agit las manos delante del pechocomo para declinar la oferta y a continuacinse detuvo.

    Bueno, de acuerdo. Gracias.Lauga se sonroj y fue a buscar el requesn.Y no dira que no a un poco de caf

    aadi el comisionado mientras Laugaagachaba la cabeza para pasar al otro lado dela cortina.

    Qu quiere? pregunt Steina acurrucadajunto al fuego de la cocina. Solo te oigo a ti

  • dando zancadas por el pasillo.Lauga le pas el plato sucio.An no ha dicho nada. Quiere skyr y caf.Steina intercambi una mirada con Kristn,

    quien puso los ojos en blanco.No tenemos caf dijo Steina despacio.Claro que s. La semana pasada lo vi en la

    despensa.Steina vacil.Me Me lo he tomado.Steina, ese caf no es para nosotras! Lo

    guardamos para ocasiones especiales.Pero qu ocasiones especiales? El

    comisionado no nos visita nunca.Para el comisionado de-la-co-mar-ca,

    Steina!Los criados estn a punto de llegar de

  • Reikiavik, as que igual tenemos luego.Pero eso es luego. Ahora qu hacemos?

    Exasperada, Lauga empuj a Kristn endireccin a la despensa. Skyr y crema! Dateprisa.

    Quera ver a qu saba dijo Steina a modode explicacin.

    Demasiado tarde. Trae un poco de lechafresca. Trelo todo cuando est preparado.Bueno, mejor no, que lo traiga Kristn. Ttienes pinta de haber estado revolcndote en elbarro con caballos.

    Lauga dirigi una mirada feroz al estircolen el vestido de Steina y volvi al pasillo.

    Blndal la esperaba.Jovencita, supongo que te estars

    preguntando por qu honro a esta familia con

  • mi visita.Me llamo Sigurlaug. O Lauga si lo prefiere.Muy bien, Sigurlaug.Es por algo de mi padre? EstHa ido al sur, s, lo s. Me lo dijo tu

    hermana y Ah, mira. Aqu est.Lauga se volvi y vio a Steina aparecer

    desde la otra habitacin llevando la cuajada,crema y bayas en una mano mugrienta y laleche en la otra. La mir enfadada cuandoSteina por accidente se enganch con laesquina de la cortina y la meti en el skyr. Porfortuna el comisionado no pareca darse cuentade nada.

    Seor! farfull Steina. Dej el cuenco yla taza en la mesa delante del comisionado y acontinuacin hizo una reverencia torpe. Que

  • le aproveche.Gracias contest Blndal. Olfate el skyr

    para comprobar si era bueno y levant la vistahacia las dos hermanas. Esboz una pequeasonrisa.

    Quin es la mayor?Lauga dio un codazo a Steina para empujarla

    a hablar, pero sta sigui callada mirando conadmiracin el rojo brillante de la chaqueta deBlndal.

    Yo soy ms joven, comisionado de lacomarca dijo por fin Lauga, y sonri dejandover los hoyuelos de sus mejillas. Un ao.Steinvr cumple veintiuno este mes.

    Todo el mundo me llama Steina.Las dos sois muy bonitas dijo Blndal.Gracias, seor. Lauga le dio otro codazo a

  • Steina.Gracias murmur sta.Las dos tenis el cabello claro de vuestro

    padre, aunque ya veo que habis sacado losojos azules de vuestra madre dijo elcomisionado haciendo un gesto con la cabeza aLauga. Empuj el cuenco hacia ella sin haberlotocado y cogi la leche. La olisque y volvi adejarla en la mesa.

    Por favor, seor. Coma dijo Laugahaciendo un gesto hacia el cuenco.

    Gracias, pero de pronto me encuentro ahto.Blndal rebusc en el bolsillo de suchaqueta. Bien, esto preferira haberlohablado con el amo de la casa, pero puesto queel alguacil de la comarca Jn no est y esteasunto no puede esperar a su regreso, veo que

  • tendr que contrselo a sus hijas.Cogi la hoja de papel y la desdobl sobre

    la mesa para que la leyeran.Supongo que estis al tanto de lo ocurrido

    el ao pasado en Illugastair dijo.Steina dio un respingo.Se refiere a los asesinatos?Lauga asinti y abri mucho sus ojos azules

    con repentina solemnidad.El juicio se celebr en su casa.Blndal inclin la cabeza.S. Los asesinatos de Natan Ketilsson, el

    herborista, y de Ptur Jnsson. Como estatragedia tan desafortunada y dolorosa sucedien la comarca de Hnavatn, en m recay laresponsabilidad de trabajar con el magistradoy el juzgado comarcal en Reikiavik para llegar

  • a un acuerdo respecto a los acusados.Lauga cogi el papel y camin hasta la

    ventana para leerlo a la luz.As que ha terminado todo.Al contrario. El pasado octubre los tres

    acusados fueron encontrados culpables deasesinato e incendio premeditado por eltribunal de este pas. El caso ha pasado ahoraal Tribunal Supremo de Copenhague,Dinamarca. El rey Y aqu Blndal hizo unapausa para dar ms efecto a lo que iba adecir. El rey en persona debe conocer delcrimen y corroborar mi sentencia de muerte.Como t misma puedes comprobar, los tres hansido condenados a la pena capital. Coincidirsconmigo en que se trata de una victoria de lajusticia.

  • Lauga asinti distrada mientras segualeyendo.

    No los envan a Dinamarca?Blndal sonri y se balance en la silla de

    madera de manera que los tacones se las botasse le despegaron del suelo.

    No.Lauga le mir confusa.Entonces, seor, disculpe mi ignorancia,

    pero dnde los van a?No termin la frase. Blndal volvi a apoyar

    la silla en el suelo y se levant para reunirsecon Lauga junto a la ventana, ignorando aSteina. Escudri a travs de la vejiga decerdo seca que haca las veces de cristal yrepar en una venilla retorcida en la, por lodems, lisa superficie. Se estremeci. Su casa

  • tena ventanas de cristal.Sern ejecutados aqu dijo por fin. En

    Islandia. En el norte de Islandia, para serexactos. El magistrado que presidi el juicioen Reikiavik y yo decidimos que resultara vacil, deliberando ms econmico.

    De verdad?Blndal frunci el ceo a Steina, que le

    miraba con desconfianza. Alarg la mano y lequit el papel a su hermana.

    S. Aunque no voy a negar que la ejecucintambin proporciona a esta comunidad laoportunidad de ser testigo de lasconsecuencias que tiene cometer un delitograve. Hay que proceder con delicadeza.Como bien sabes, inteligente Sigurlaug, loscriminales de esta talla son por lo general

  • enviados para su castigo al extranjero, dondehay crceles y esas cosas. Y puesto que se hadecidido que los tres sean ejecutados enIslandia, en la misma comarca en la quecometieron su crimen, necesitamos algn tipode lugar de custodia hasta que se hayandecidido la fecha y el lugar de la ejecucin.

    Como tambin sabes, no disponemos defbricas ni de un edificio pblico en Hnavatnen el que alojar prisioneros. Blndal sevolvi y se sent en la silla. Por eso hedecidido que vivan en granjas, en casas debuenos cristianos que los animen a arrepentirsedando buen ejemplo y que se beneficien deltrabajo que estos prisioneros harn mientrasaguardan su sentencia. Blndal se inclinsobre la mesa hacia Steina, quien le miraba

  • fijamente con una mano en la boca y la otraasiendo con fuerza la carta. Islandeses continu, capaces de cumplir con susobligaciones como alguaciles del gobiernodndoles alojamiento.

    Lauga mir con asombro al comisionado.No se les puede tener bajo custodia en

    Reikiavik? susurr.No. Eso entraa unos gastos. Agit una

    mano en el aire.Steina entrecerr los ojos.Los van a alojar aqu? Con nosotros?

    Solo porque el tribunal de Reikiavik quiereahorrarse los gastos de mandarlos fuera?

    Steina dijo Lauga con tono de advertencia.Vuestra familia ser recompensada dijo

    Blndal con el ceo fruncido.

  • Y qu se supone que tenemos que hacer?Encadenarlos a los postes de las camas?

    Blndal se puso de pie despacio.No tengo eleccin dijo, y su voz sonaba

    repentinamente baja y peligrosa. El cargo devuestro padre supone una responsabilidad.Estoy seguro de que no pondr objecin. AKorns le faltan manos para trabajar, y luegoest el problema de la situacin econmica devuestra familia. Se acerc a Steina y mir sucara pequea y sucia en la penumbra.Adems, Steinvr, no voy a poner a los tresreos en tus manos y en las de tu familia. Solo auna de las mujeres. Le apoy una pesadamano en el hombro y no se inmut cuandoSteina dio un respingo. No te dan miedo laspersonas de tu mismo sexo, verdad?

  • Despus de que Blndal se hubiera ido,Steina volvi a la salita y recogi el cuenco deskyr sin tocar. La crema se haba coagulado enlos bordes. Temblaba de impotencia y furia yapoy con fuerza el cuenco contra la mesamientras se morda el labio inferior. Grit ensilencio deseando que el cuenco se rompierahasta que la oleada de ira pas. Despusvolvi a la cocina.

    Hay momentos en los que me pregunto si noestar ya muerta. Esto no es vida; esperar en laoscuridad, en silencio, en una habitacin tanmsera que he olvidado a qu huele el airefresco. El orinal est tan lleno de misdesperdicios que como alguien no venga a

  • recogerlo pronto va a rebosar.Cundo fue la ltima vez que vino alguien?

    Todo es ya una larga noche.El invierno era mejor. En invierno las gentes

    de Stra-Borg estaban tan encerradas como yo.Todos compartamos la bastofa cuando lanieve aislaba la casa. Tenan lmparas para lashoras de vigilia y, cuando se terminaba elaceite, velas para ahuyentar la oscuridad.Entonces lleg la primavera y me trasladaron ala troje. Me dejaron sola, sin una luz, y nohaba manera de medir las horas, de distinguirlos das de las noches. Ahora mi nicacompaa son los grilletes en mis muecas, elsuelo de tierra, un telar desmontado,abandonado en un rincn, un huso viejo y roto.

    Igual ya es verano. Oigo las pisadas de los

  • criados resonar en el pasillo, el crujir de lapuerta cuando entran y salen. A veces oigo larisa aguda y estridente de las criadas cuandoestn charlando fuera y s que el tiempo se hasuavizado, que el viento ha perdido losdientes. Y cierro los ojos e imagino el valle enlos largos das de verano, el sol calentando loshuesos de la tierra hasta que los cisnes acudenen tropel al lago y las nubes se retiran paradejar ver lo ms alto del cielo: un azul muybrillante, tan brillante que te dan ganas dellorar.

    Tres das despus de que Bjrn Blndalvisitara a las hijas de Korns, su padre,alguacil de la comarca de Vatnsdalur, Jn

  • Jnsson, y su mujer Margrt emprendieron lavuelta a casa.

    Jn, un hombre ligeramente encorvado decincuenta y cinco inviernos, con cabellosrubios casi blancos y orejas grandes que ledaban aspecto de ingenuo, caminaba delantedel caballo guindolo por las riendas yavanzando por el terreno desigual con lafacilidad que da la prctica. Su mujer, a lomosde la yegua negra, estaba cansada del viaje,aunque no lo habra admitido. Iba sentada conla barbilla ligeramente erguida y la cabezasujeta por un cuello delgado y trmulo. Conojos entornados pasaba la vista de una granja aotra a medida que dejaban atrs las casas depegujalero del valle de Vatnsdalur y solo loscerraba cuando sufra un ataque de tos. Una

  • vez ste ceda, se inclinaba sobre el caballopara escupir y a continuacin se limpiaba laboca con una punta del chal mientrasmurmuraba una breve plegaria. De tanto entanto su marido inclinaba la cabeza al orla,como si le preocupara un poco que pudieracaerse del caballo, pero por lo demsproseguan el viaje sin interrupcin.

    Margrt, exhausta por un nuevo ataque deflemas, escupi en la hierba y se presion elpecho con las palmas de las manos hastarecuperar el aliento. Su voz, cuando habl, eraronca.

    Mira, Jn. Los de s tienen otra vaca ms.Eh?Su marido estaba absorto en sus

    pensamientos.

  • Que digo insisti Margrt y carraspe:que los de s tienen otra vaca ms.

    Ah, s?Me sorprende que no te hayas dado cuenta.Ya.Margrt parpade en la luz del atardecer y

    distingui los contornos imprecisos de lagranja de Korns en la distancia, delante deellos.

    Ya casi estamos en casa.Su marido gru en seal de conformidad.Te da qu pensar, a que s, Jn? Nos

    vendra bien otra vaca.Nos vendran bien muchas cosas.Pero otra vaca estara bien. Tendramos

    ms mantequilla. Y podramos contratar a otrobracero para la cosecha.

  • Con el tiempo, Margrt, cario.Con el tiempo estar muerta.Sus palabras sonaron ms amargas de lo que

    habra sido su intencin. Jn no contest y selimit a murmurar al caballo para azuzarlo yMargrt dirigi una mueca a la parte posteriorde su sombrero con barboquejo, deseando quese diera la vuelta. Cuando Jn continuavanzando, tom aire profundamente y se pusoa mirar de nuevo hacia Korns.

    La tarde llegaba a su fin y la luz declinabasobre los campos de heno, expulsada del cielopor nubes bajas que se formaban al este. En lasmontaas, manchas de nieve aparecanalternativamente sucias y grises y, al instante,cuando las nubes cambiaban, de un blancoextraordinario. Aves de verano sobrevolaban

  • raudas los prados para cazar los insectos quealeteaban sobre stos y se oa el balidoquejumbroso de las ovejas mientras eranconducidas por muchachos valle a travs hacialas granjas.

    En Korns, Lauga y Steina salieron de la casapara coger agua del arroyo de la montaa.Lauga se frotaba los ojos deslumbrada por elsol y Steina balanceaba distrada el cubocontra un costado al ritmo de sus pisadas. Nose hablaban.

    Las dos hermanas haban trabajado losltimos das en completo silencio,dirigindose la palabra nicamente para pedirla pala o preguntar qu barril de bacalao

  • salado haba que abrir primero. El silencio,que haba empezado despus de la ria quesigui a la visita del comisionado, habaestado teido de rabia y de preocupacin. Elesfuerzo que supona hablar el mnimo posiblela una con la otra las haba dejado exhaustas aambas. Lauga, exasperada por la obstinacin yla torpeza de su hermana, no dejaba de pensaren lo que diran sus padres de la visita deBlndal. La reaccin descorts de Steina alanuncio del comisionado poda afectar a suposicin social. Bjrn Blndal era un hombrepoderoso y no deba de haberle gustado queuna mocosa le llevara la contraria. Es que nose daba cuenta Steina de hasta qu puntodependa la familia de Blndal? Queobedecerle no supona ms que cumplir con su

  • deber?Steina se esforzaba por no pensar en

    absoluto en la asesina. El crimen la habahecho sentirse enferma y recordar la maneratan insensible con que el comisionado leshaba obligado a hacerse cargo de ella la hacaatragantarse de furia. Lauga era la hermanapequea y por tanto no tena por qu decirle loque deba o no deba hacer. Cmo iba ella aconocer los pormenores de las formalidadesnecesarias para con hombres gordos vestidoscon chaqueta roja? No, era mejor no pensar enello en absoluto.

    Steina dej que su hombro cediera por elpeso del cubo y bostez generosamente. A sulado, Lauga no pudo evitar bostezar tambin ypor un breve instante sus miradas se

  • encontraron y se produjo un reconocimientomutuo de la fatiga compartida, hasta que unaorden brusca de Lauga de que se tapara la bocahizo que Steina se pusiera a mirar al suelofuriosa y con el ceo fruncido.

    Suaves haces de la luz del atardecer lescalentaban la cara mientras caminaban hacia elarroyo. No soplaba viento y el valle estaba tansilencioso que las dos mujeres aflojaron elpaso para adaptarse al aire pausado. Seacercaban al saliente rocoso que rodeaba elarroyo cuando Lauga, al girarse para soltar sufalda del espino en el que se habaenganchado, repar en un caballo en ladistancia.

    Ay! dijo sorprendida.Steina se volvi.

  • Y ahora qu pasa?Lauga seal hacia el caballo con la cabeza.Son Mamma y Pabbi dijo sin aliento.

    Han vuelto. Escudri la bruma que creaba laluz del sol sobre los campos. S, son ellos dijo, como si hablara para s misma.Sbitamente nerviosa, le tendi su cubo aSteina y le hizo un gesto a sta para quesiguiera caminando hacia el arroyo. Llnalos.Puedes con los dos, no? Ser mejor queVoy yo. A encender el fuego.

    Lauga le dio un empujn a Steina en elhombro con ms fuerza de lo que haba sido suintencin y se gir sobre sus talones.

    Las zarzas a lo largo del sendero se leengancharon en las medias mientras caminabade vuelta a la granja llena de alivio. Ahora

  • Pabbi podra ocuparse del comisionado y deAgnes Magnsdttir.

    Empuj la puerta de la casa y ech a andarpor el pasillo que daba a la cocina, a laizquierda. En ausencia de la seora, Kristn sehaba tomado la tarde libre para visitar a lafamilia, pero en el hogar an humeaba el fuegode la maana. Lauga lo llen rpidamente deestircol seco y, con las prisas, estuvo a puntode ahogar las llamas que enseguida brotaron.Cmo reaccionara su padre a la noticia quehaba trado el comisionado? Cunto tiempoestara la prisionera retenida en Korns? Nisiquiera tena la carta que les haba enseado;durante la discusin Steina la haba arrojado alfuego.

    Con todo y con eso, pens Lauga mientras

  • colocaba una olla sobre las llamas, en cuantoPabbi se enterara se hara cargo de todo.

    Atiz un poco el fuego con el fuelle y acontinuacin recorri el pasillo para asomar lacabeza por la puerta. Un nuevo escalofro depnico le recorri la espina dorsal. Qu harasu padre? Meti la cabeza dentro de la casa yfue a la despensa a ver qu encontraba parahacer un caldo. Solo quedaba un poco decebada. Seguan esperando a que los bracerosvolvieran de comprar provisiones a loscomerciantes del sur.

    Al cruzar la puerta Lauga estuvo a punto detropezar en el umbral; fue al almacn a cogerun poco de cordero para la cazuela. No tenasentido cortar cordero ahumado en aquellapoca del ao, pero s haba una o dos

  • morcillas que haban sobrado del invierno,muy amargas, pero sabrosas.

    Comeremos juntos en la bastofa. Entoncesse lo contar, decidi Lauga. Oy el sonidode los cascos del caballo en el suelo de tierradel patio exterior.

    Komi i sl! Sali de la casasacudindose el polvo del estircol de lasmanos y alisndose deprisa el pelo debajo dela cofia. Me alegro de que estis de vueltasanos y salvos.

    Jn, su padre, hizo que el caballo aflojara elpaso hasta detenerse y le sonri desde debajode su sombrero. Alz una mano desnuda amodo de saludo y dio un paso adelante paradarle a su hija un beso rpido y formal.

    Pequea Lauga, qu tal os las habis

  • arreglado? Se volvi hacia el caballo parasoltar unos pocos paquetes que iban atados allomo.

    Hola, Mamma.Margrt baj la vista hacia Lauga y la mir

    con afecto, aunque apenas movi los labios.Hola, Sigurlaug dijo.Tienes buen aspecto.Sigo viva contest la madre.Ests cansada?Margrt ignor la pregunta y desmont con

    torpeza. Lauga abraz a su madre con timidez,luego pas la mano por el lomo de la yegua ynot el temblor de su hocico y el alientocaliente y hmedo en la palma de la mano.

    Dnde est tu hermana?Lauga mir hacia el saliente rocoso donde

  • estaba el arroyo, pero no vio movimientoalguno.

    Ha ido a buscar agua para la cena.Margrt levant las cejas.Pensaba que estara aqu para recibirnos.Lauga se volvi de nuevo hacia su padre,

    que estaba dejando en el suelo los pequeospaquetes que haba desatado de la montura.Inspir aire profundamente.

    Pabbi, hay algo que tengo que contartedespus.

    El padre empez a desatar la apretadacuerda alrededor del cuello de la yegua.

    Una muerte?Cmo?

  • Hemos perdido algn animal?Ah, no, nada de eso contest Lauga y

    aadi, por si acaso: Gracias, Seor. Dio unpaso para acercarse a su padre. Podracontrtelo a solas dijo en voz baja.

    Su madre la oy.Lo que tengas que decir nos lo puedes decir

    a los dos, Lauga.No quiero que te lleves un disgusto,

    Mamma.Me llevo muchos dijo Margrt

    repentinamente sonriente. Es lo que pasacuando tienes que cuidar de hijos y de criados.

    A continuacin, despus de decirle a sumarido que no pusiera lo que faltaba pordesatar en ningn charco, Margrt cogi unoscuantos paquetes y se dirigi al interior de la

  • casa, seguida de Lauga.Para cuando lleg Lauga con los cuencos de

    caldo, Jn haba entrado en la bastofa y sehaba acomodado junto a su mujer.

    He pensado que os sentara bien unacomida caliente dijo Lauga.

    Jn la mir, delante de l, sosteniendo labandeja.

    Puedo cambiarme antes?Lauga vacil y a continuacin dej la

    bandeja en la cama junto a su madre, searrodill y empez a desatar los cordones dealrededor de los zapatos de Jn.

    Hay algo que tengo que contaros.Dnde est Kristn? pregunt Margrt

    cortante mientras Jn se recostaba apoyado enlos codos y dejaba que su hija le sacara el

  • calcetn mojado.Steina le dio medio da libre contest

    Lauga.Y dnde est Steina?Pues no lo s. Por aqu cerca, en alguna

    parte. El estmago de Lauga se retorca depnico, consciente del escrutinio de suspadres. Pabbi, mientras estabais fuera nosvisit el comisionado de la comarca susurr.

    Jn se incorpor un poco y mir a su hija.El comisionado de la comarca? repiti.Margrt cerr los puos.Qu quera? pregunt.Tena una carta para ti, Pabbi.Margrt mir a Lauga.Por qu no mand a un criado? Ests

    segura de que era Blndal?

  • Mamma, por favor.Jn haba guardado silencio.Dnde est la carta? pregunt.Lauga consigui quitarle el zapato del otro

    pie y lo dej caer al suelo. Del cuero sedesprendi barro.

    Steina la ha quemado.Se puede saber por qu? Ay, Seor!Mamma, no pasa nada. S lo que deca.

    Pabbi, nos obligan aPabbi! la voz de Steina se oa desde el

    pasillo. A que no adivinas a quin tenemosque tener encerrada en casa?

    Encerrada? Margrt se gir parainterrogar a su hija mayor, que acababa deentrar con gran energa en la habitacin.Steina, ests empapada!

  • Steina se mir el delantal mojado y seencogi de hombros.

    Se me cayeron los cubos y tuve que volvera llenarlos. Pabbi, Blndal nos obliga a tenera Agnes Magnsdttir en casa!

    Agnes Magnsdttir? Margrt se volvihacia Lauga horrorizada.

    S, Mamma, la asesina! exclam Steinamientras se desataba el delantal mojado y loarrojaba de cualquier manera a la cama situadajunto a ella. La que mat a Natan Ketilsson!

    Steina! Estaba a punto de explicarle aPabbi

    Y a Ptur Jnsson, Mamma.Steina!Oye, Lauga, solo porque quisieras

    contrselo t

  • No deberas interrumpirNias! Jn se puso en pie con los brazos

    extendidos. Ya basta. Empieza por elprincipio, Lauga. Qu ha pasado?

    Lauga vacil y a continuacin empez acontar a sus padres todo lo que recordaba de lavisita del comisionado. A medida que recitabalo que recordaba haber ledo en la carta, se ibaponiendo colorada.

    Antes de que terminara, Jn empez avestirse otra vez.

    Estoy segura de que no pueden obligarnos!Margrt le tir a su marido de la manga peroste la rechaz, negndose a mirar la cara deconsternacin de su mujer.

    Jn murmur Margrt. Mir a sus doshijas, ambas sentadas con las manos en el

  • regazo y observando a sus padres en silencio.Jn volvi a ponerse las botas y se anud los

    cordones alrededor de los tobillos. El cuerocruji cuando los apret.

    Es demasiado tarde, Jn dijo Margrt.Vas a Hvammur? Estarn dormidos.

    Entonces les despertar.Jn descolg su sombrero de su clavo, cogi

    a su mujer por los hombros y la apart consuavidad de su camino. Con una inclinacin decabeza a modo de despedida a sus hijas, salide la habitacin, recorri el pasillo y cerr lapuerta de la casa a su espalda.

    Y ahora, qu hacemos, Mamma? Lavocecilla de Lauga llegaba desde un rincn dela habitacin.

    Margrt cerr los ojos e inspir

  • profundamente.

    Jn volvi a Korns algunas horas despus.Kristn, que haba regresado de su tarde librepara encontrarse con una severa reprimenda deMargrt, miraba a Steina con expresin dereproche. Margrt haba dejado de tejer yestaba considerando obligar o no a lasmuchachas a hacer las paces cuando escuch lapuerta de la casa abrirse con un crujido y laspesadas zancadas de su marido en el pasillo.

    Entr Jn y de inmediato mir a su mujer.sta tens la mandbula.

    Y bien? Margrt invit con un gesto a sumarido a sentarse en su cama.

    Jn intent desatarse los cordones de sus

  • zapatos.Por favor, Pabbi dijo Lauga

    arrodillndose. Qu ha dicho Blndal? Altirar de las botas perdi el equilibrio y setambale hacia atrs. Va a venir aqu?

    Jn asinti.Es tal y como dijo Lauga. Van sacar a

    Agnes Magnsdttir de su lugar de custodia enStra-Borg y la traern aqu, con nosotros.

    Pero por qu, Pabbi? pregunt Lauga convoz queda. Qu hemos hecho mal?

    No hemos hecho nada mal. Soy alguacil deesta comarca. No pueden ponerla con ningunaotra familia. Es responsabilidad de lasautoridades, y yo soy una de ellas.

    En Stra-Borg hay autoridades de sobra. El tono de Margrt era amargo.

  • Pero hay que sacarla de all. Hubo unincidente.

    Qu pas? pregunt Lauga.Jn mir la hermosa cara de su hija menor.Estoy seguro de que no fue nada importante.Margrt solt una breve carcajada.Y vamos a aceptar esto sin ms? Como

    perros apaleados? Su voz se convirti ensiseo. Esa Agnes es una a-se-si-na, Jn!Tenemos que pensar en las nias, incluso enKristn! Somos responsables de otraspersonas!

    Jn dirigi una mirada significativa a sumujer.

    Blndal tiene intencin de recompensarnos,Margrt. Es una custodia remunerada.

    Margrt hizo una pausa y, cuando habl, su

  • tono de voz se haba calmado.Igual deberamos sacar a las nias de aqu.No, Mamma! No quiero irme exclam

    Steina.Sera por vuestra seguridad.Jn carraspe.Las nias estarn seguras contigo, Margrt

    suspir. Y hay otra cosa. Bjrn Blndal harequerido mi presencia en Hvammur la nocheen que llegue aqu la mujer.

    Margrt abri la boca horrorizada.Ests diciendo que la tengo que recibir

    yo?Pabbi, no puedes dejar a Mamma sola con

    ella exclam Lauga.No estar sola. Estaris todos. Habr

    alguaciles de Stra-Borg. Y un reverendo.

  • Blndal lo ha organizado todo.Y qu hay tan importante en Hvammur

    para que Blndal te necesite all precisamentela noche en que nos mete a una criminal ennuestra casa?

    MargrtNo. Insisto. Es injusto.Tenemos que hablar de quin va a ser el

    verdugo.El verdugo!Van a estar todos los alguaciles de la

    comarca, incluidos los de Vatnsnes, queviajarn con el grupo de Stra-Borg.Dormiremos all esa noche y volveremos alda siguiente.

    Y mientras, yo me quedo sola con la mujerque mat a Natan Ketilsson.

  • Jn mir a su mujer con expresin calmada.Tendrs a tus hijas.Margrt iba a aadir algo, pero despus se

    lo pens mejor. Mir a su marido enfadada,cogi su labor y empez a mover furiosa lasagujas.

    Mientras Steina miraba a su padre y a sumadre con el ceo fruncido y recoga la cena,sinti nuseas. Sostuvo el cuenco de madera enlas manos y examin los restos de corderoflotando en el caldo grasiento. Despacio, cogisu cuchara, se llev un trozo a la boca yempez a masticar hasta que localiz con lalengua un pedazo de cartlago dentro de lacarne. Se resisti al impulso de escupirlo y lodeshizo con los dientes antes de tragrselo ensilencio.

  • Despus de decidir que tengo que marcharmede aqu, los hombres de Stra-Borg a veces meatan las piernas por la noche, igual que hacencon las patas delanteras de los caballos, paraasegurarse de que no me escapo. Parece quecon cada da que pasa me ven ms como unanimal, como a otra bestia de ojosinexpresivos a la que tienen que alimentar conlo que encuentran y mantener a cubierto. Medejan a oscuras, me niegan el agua y el aire, ycuando necesitan moverme me atan y me llevanadonde les place.

    Aqu nadie habla conmigo. En invierno en labastofa poda or mi propia respiracin yempez a darme miedo tragar, por si todos en

  • la habitacin lo escuchaban. Entonces losnicos sonidos que hacan compaa a uncuerpo eran el crujido de las hojas de la Bibliaal pasarse y susurros. Distingua mi nombre enlos labios de los dems y saba que no lopronunciaban en una bendicin. Ahora, cuandopor ley estn obligados a leerme las palabrasde algn decreto, hablan como si se dirigierana alguien situado a mi espalda. Se niegan amirarme a los ojos.

    T, Agnes Magnsdttir, has sido declaradacmplice de asesinato. T, AgnesMagnsdttir, has sido declarada culpable deincendio premeditado y conspiracin deasesinato. T, Agnes Magnsdttir, has sidocondenada a muerte. T, Agnes. Agnes.

    No me conocen.

  • Yo callo. Estoy decidida a cerrarme almundo, a endurecer mi corazn y a aferrarme alo que todava no me han robado. No puedodesfallecer. Me aferrar a lo que soy pordentro, me asir con fuerza a todas las cosasque he visto, odo y sentido. Los poemascompuestos mientras lavaba y segaba ycocinaba hasta tener las manos en carne viva.Las sagas que me s de memoria. Voy a hundirtodo lo que he perdido y a sumergirme en elagua. Si hablo, ser en forma de burbujas deaire. No podrn guardarse mis palabras paraellos. Vern a la ramera, a la loca, a laasesina, a la hembra chorreando sangre sobrela hierba y riendo con la boca llena de tierra.Dirn Agnes y vern la araa, a la brujaatrapada en la tela que su propio destino ha

  • tejido. Quiz vean tambin el cordero concuervos sobrevolndolo en crculos, balandopor la madre perdida. Pero a m no me vern.Yo no estar all.

    El reverendo orvardur Jnsson suspir alsalir de la iglesia al aire fresco y hmedo de latarde. Haba transcurrido poco ms de un mesdesde que haba aceptado la oferta de Blndalde visitar a la rea y no haba dejado decuestionarse su decisin un solo da. Por lasmaanas se senta agitado, como si acabara dedespertar de un mal sueo. Incluso mientrasdaba su paseo diario hasta la pequea iglesiade Breidablstadur para rezar y pasar un ratosentado en silencio, los nervios le atenazaban

  • el estmago y el cuerpo le temblaba como siestuviera exhausto por la ambivalencia de suspensamientos. Y aquel da no haba sidodistinto. Sentado en el duro banco mirndoselas manos, se dio cuenta de que deseaba estarde verdad enfermo, enfermo de gravedad, paraas no tener que hacer el viaje a caballo aKorns. Su renuencia y su disposicin asacrificar su sagrada salud le horrorizaron.

    Es demasiado tarde ya se dijo a s mismomientras recorra el triste jardn delcementerio. Has dado tu palabra al hombre ya Dios, no hay vuelta atrs.

    En una ocasin, antes de que muriera sumadre, el jardn de la iglesia haba estadolleno de pequeas plantas que, en verano,enmarcaban con brotes color prpura los

  • bordes de las tumbas. Su madre deca que losmuertos hacan que las flores se mecierancomo si saludasen a quienes visitaban elcementerio despus de cada invierno. Perocuando muri, su padre arranc todas lasflores silvestres y desde entonces las tumbasyacan desnudas.

    La puerta a la granja de Breidablstadurestaba entornada. Cuando Tti entr, el calorpesado de la cocina y el olor a sebo derretidode la vela del comedor le dieron nuseas.

    Su padre estaba inclinado sobre la marmitaborboteante pinchando algo con la punta de uncuchillo.

    Creo que debera irme ya anunci Tti.Su padre levant la vista de la marmita de

    pescado y asinti.

  • Se supone que tengo que llegar a ltimahora de la tarde para conocer a la familia deKorns y estar presente cuando Bueno,cuando llegue la criminal.

    Su padre frunci el ceo.Ve, entonces, hijo.Tti vacil.Crees que estoy preparado?El reverendo Jn suspir y descolg la

    cazuela del gancho sobre las brasas.Eso tienes que saberlo t.He estado rezando en la iglesia. Me

    pregunto qu habra pensado mam de todoesto.

    El padre de Tti parpade despacio y apartla vista.

    Y t que piensas, padre?

  • Un hombre debe ser fiel a su palabra.Pero ha sido una decisin adecuada?

    Me me gustara complacerte.A quien debes complacer es al Seor

    murmur el reverendo Jn mientras trataba desacar el pescado del agua caliente con la puntadel cuchillo.

    Rezars por m, padre?Tti esper una respuesta, pero no hubo

    ninguna. Es posible que piense que l estmejor preparado que yo para reunirse con unaasesina pens. Quiz est celoso de que meescogiera a m. Mir a su padre lamer unfragmento de pescado que se haba quedadoadherido a la hoja del cuchillo. Me haescogido a m, se repiti.

    No me despiertes cuando vuelvas dijo el

  • reverendo Jn cuando su hijo se dio la vuelta ysali de la habitacin.

    Tti ensillo su caballo y mont.Ha llegado el momento susurr

    quedamente. Apret con suavidad las rodillaspara espolear al caballo y se volvi a mirar lacasa de pegujalero. La delgada voluta de humoprocedente de la cocina se disipaba en lamansa llovizna de la tarde.

    Mientras atravesaba las altas hierbas de losvalles que rodeaban la iglesia, el reverendosegundo intent pensar en qu deba decir.Debera mostrarse amable y cordial? Osevero e impenetrable, como Blndal?Mientras cabalgaba ensay varios tonos de vozy saludos diferentes. Quiz deba esperar a vera la mujer. Un escalofro inesperado le

  • recorri el cuerpo. No era ms que una criada,pero tambin una asesina. Haba matado a doshombres. Los haba sacrificado como aanimales. Pronunci la palabra en voz bajapara s. Asesina. Moringi. Se le deslizabapor la boca como si fuera leche.

    A medida que recorra la pennsula norte consu delgado filo de ocano en el horizonte, lasnubes empezaron a dispersarse y la suave luzrojiza de finales de junio inund el paso demontaa. Haba gotas de agua que brillabanrelucientes en el suelo y las colinas parecanrosas y calladas, atravesadas por sombraslentas a medida que las nubes cambiaban deposicin en el cielo. Pequeos insectosavanzaban serpenteando, encendidos comomotas de polvo en un haz de luz de sol, y el

  • olor dulce y hmedo de la hierba, casi listapara la siega, flotaba en el aire fresco de losvalles. El temor que Tti haba sentidofirmemente asentado en su estmago sedisolvi mientras admiraba en silencio lacampia que le rodeaba.

    Somos hijos de Dios se dijo. Esta mujeres mi hermana en Cristo y yo, como suhermano espiritual, debo guiarla de vuelta acasa. Sonri y puso el caballo en tlt.

    La voy a salvar musit.

  • Captulo dos

    3 de mayo de 1828Undirfell, Vatnsdalur

    La rea Agnes Magnsdttir naci en Flaga,en la parroquia de Undirfell, en 1795.Recibi la confirmacin en 1809, edad a lacual se escribi de ella que tena unexcelente intelecto; y un conocimiento y unacomprensin del cristianismo slidos.

    As consta en el libro parroquial deUndirfell.

    P. BJARNASSON

    Me han sacado de la habitacin y me hanpuesto otra vez los grilletes. Esta vez

  • mandaron a un alguacil del juzgado, un hombrejoven picado de viruelas y sonrisa nerviosa.Es un criado de Hvammur, reconoc su cara.Cuando separ los labios pude ver que losdientes se le estaban pudriendo dentro de laboca. Tena un aliento horrible, aunque no peorque el mo; s que apesto. Tengo costras demugre y de lo que mi cuerpo supura: sangre,sudor, aceite. No recuerdo la ltima vez queme lav. Noto el pelo como una cuerdaengrasada; he intentado mantenerlo trenzado,pero no me dejan tener cintas, y supongo que alalguacil deb de parecerle una criaturamonstruosa. Quiz por eso sonrea.

    Me sac de aquella habitacin espantosa yotros hombres se unieron a nosotros mientrasme conduca por un pasillo sin iluminacin.

  • Caminaban en silencio, pero notaba supresencia a mi espalda; notaba sus miradascomo si fueran manos fras en el cuello. Luego,despus de meses en una habitacin llena solode mi aliento ftido y del hedor del orinal, mellevaron por los pasillos de Stra-Borg hastael jardn embarrado. Y estaba lloviendo.

    Cmo explicar lo que fue respirar denuevo? Me sent como si acabara de nacer. Metambale en la luz del mundo y di grandesbocanadas de aire fresco de mar. Mi almafloreci en aquel breve instante mientras meconducan fuera. Me ca, me manch las faldasde barro y volv la cara hacia arriba como enuna plegaria. Podra haber llorado, tal era elconsuelo que me proporcionaba la luz.

    Un hombre se agach y me levant del suelo

  • como se arranca un cardo que ha echado racesen un sitio al que no pertenece. Al principio nosaba qu hacan all todas esas personas,hombres y mujeres por igual, todos quietos ymirndome en silencio. Entonces comprendque no era a m a quien miraban. Comprendque aquellas personas no me vean a m. Yoera dos hombres muertos. Era una granjaardiendo. Era un cuchillo. Era sangre.

    No saba qu hacer delante de aquellaspersonas. Entonces vi a Rsa mirando desdecierta distancia agarrada a la mano de su hijita.Fue un consuelo ver a alguien a quienreconoca y no pude evitar sonrer. Pero lasonrisa fue un error. Desat la ira de la genteall reunida. Las caras de las criadas setorcieron y el grito repentino y breve de un

  • nio rompi el silencio: Fjandi! Demonio!Rasg el aire como la explosin de agua de ungiser. Se me borr la sonrisa.

    Al or aquel insulto la gente parecidespertar. Alguien dej escapar una risitanerviosa y una mujer mayor hizo callar al nioy se lo llev. Uno a uno, se marcharon paravolver dentro a seguir con sus tareas hasta queme qued sola con los alguaciles bajo la finalluvia, con las medias rgidas por el sudorreseco y el corazn quemndome bajo la pielmugrienta. Cuando me volv, Rsa habadesaparecido.

    Ahora estamos cruzando el norte de Islandiaa caballo, atravesamos esta isla que flota ensus aguas, en su ocano taciturno. Perseguimosnuestras sombras montaa a travs.

  • Me han amarrado a la silla como un cadvercamino del cementerio. A sus ojos ya soy unamujer muerta, destinada a la tumba. Llevo losbrazos atados delante del cuerpo. Mientrasavanzamos en esta procesin espantosa loshierros me pellizcan la carne hasta que la veosangrar. Ya me he acostumbrado a que mehagan dao. Algunos de los vigilantes deStra-Borg me marcaron el cuerpo conpequeos gestos de violencia, trazaron lacrnica de su odio con una seal aqu,mediante cardenales que florecen comocmulos de estrellas bajo la piel, humo negro yamarillo atrapado bajo el tegumento. Supongoque algunos de ellos conocan a Natan.

    Pero me llevan hacia el este y, aunque voyatada como un cordero camino del matadero,

  • doy gracias por volver a los valles donde lasrocas dan paso a la hierba, incluso si voy amorir aqu.

    Mientras los caballos avanzan con dificultadentre los matojos me pregunto cundo mematarn. Me pregunt dnde me van a meter, aalmacenar como la mantequilla, como la carneahumada. Como un cadver a la espera de queel suelo se descongele antes de que puedanenterrarme igual que a una piedra.

    Esas cosas no me las dicen. En lugar de ellome ponen grilletes y me llevan de un lado aotro, y voy adonde me llevan como una vaca yno me resisto porque lo que me espera es peor.La soga y el cruel final. Agacho la cabeza, voyadonde me llevan y confo en que no sea a latumba, an no.

  • Las moscas son una tortura. Se meamontonan en la cara y en los ojos y noto elpataleo minsculo de sus alas y patas. Lasatrae el sudor. No puedo espantarlas, losgrilletes pesan demasiado. Fueron hechos paraun hombre, aunque estn muy bien apretadoscontra mi piel.

    Con todo, me consuela estar movindome,notar el calor de un caballo bajo las piernas,notar que algo est vivo y no sentir tanto fro.He pasado tanto tiempo medio congelada quees como si tuviera el invierno instalado en eltutano. Das interminables de habitacionesoscuras y miradas de odio bastan para recubrirde escarcha los huesos de cualquiera. As que,decididamente, es mejor estar al aire libre.Incluso con todas estas moscas, es mejor estar

  • yendo a alguna parte que pudrindomedespacio en una habitacin igual que uncadver en su atad.

    Ms all del zumbido de los insectos y delritmo de los caballos al paso oigo un rugidolejano. Quiz es el ocano, el bramidoconstante de las olas batiendo las arenas deingeyrar. O quiz lo estoy imaginando. El marse te mete en la cabeza. Como deca Natan, unavez le permites entrar ya no te deja en paz.Igual que una mujer, deca. El mar es unpesado.

    Fue en aquella primera primavera enIllugastair. La luz haba llegado como si lapersiguieran, temblorosa y con ojos comoplatos. El mar estaba liso. Natan empujaba labarca por su piel de plata y le clavaba los

  • remos en el costado.Tranquilo como un cementerio dijo,

    sonriendo con los brazos luchando contra laresistencia del agua. Oa el crujir de la maderay la reprimenda susurrada de los remos alabofetear la superficie del agua. Prtate biencuando me haya ido.

    No pienses en l.Cunto tiempo llevamos a caballo? Una

    hora? Dos? El tiempo es escurridizo como elaceite. Pero no han podido pasar ms de doshoras. Conozco estos pagos. S que nosdirigimos al sur, puede que hacia Vatnsdalur.Es extrao cmo se me aferra el corazn a lascostillas en un momento. Cundo fue la ltimavez que vi esta parte del pas? Hace unospocos aos? Ms? No ha cambiado nada.

  • Es lo ms cerca que estar ya nunca de casa.Estamos cruzando las extraas colinas en la

    boca del valle y oigo el graznido de loscuervos. Sus siluetas oscuras son comopresagios de mal agero contra el azulbrillante del cielo. Todas aquellas noches enStra-Borg, en aquel camastro triste y hmedo,me imaginaba que estaba al aire libre, dandode comer a los cuervos de Flaga. Son unospjaros crueles, los cuervos, pero sabios. Y alas criaturas debera amrselas por susabidura, si no es posible hacerlo por subondad. De nia sola observar a los cuervoscongregarse en el tejado de la iglesia deUndirfell con la esperanza de averiguar quiniba a morir. Me sentaba en la valla esperandoa que uno agitara las plumas, esperando a ver

  • en qu direccin apuntaba con el pico. Ocurriuna vez. Un cuervo se pos en el tejado demadera y apunt con el pico hacia la granja deBakki, y un nio pequeo se ahog esa mismasemana, lo encontraron hinchado y gris roabajo. El cuervo lo supo.

    Sigga no saba nada de pesadillas ni defantasmas. Una noche que estbamos juntashaciendo calceta en Illugastair omos,procedente del mar, el chillido de un cuervoque nos hel los huesos. Le dije que nuncadeba llamar o alimentar a un cuervo de noche.Los pjaros que omos graznar en laoscuridad son espritus le dije, y teasesinarn en cuanto te vean. La asust.

    Me pregunto dnde estar Sigga ahora.Tambin por qu se negaron a encerrarla

  • conmigo en Stra-Borg. Se la llevaron unamaana cuando yo estaba con los grilletespuestos y no me dijeron dnde la retenan,aunque lo pregunt ms de una vez.

    Lejos de ti me dijeron. Con eso essuficiente.

    Agnes Magnsdttir!El hombre que montaba a mi lado me miraba

    con expresin severa.Agnes Magnsdttir. He de informarte que

    sers retenida en Korns hasta el momento detu ejecucin. Est leyendo algo. Parpadea ybaja la vista hacia sus guantes. En tantocriminal condenada por el tribunal de estacomarca, has perdido tu derecho a ser libre. Dobla el trozo de papel y se lo mete en elguante. Hars bien en borrar de tu cara esa

  • expresin enfurruada. Las gentes de Kornsson amables.

    Aqu tienes tu sonrisa, hombre. Te gusta?Ves mis labios separarse? Me ves losdientes?

    Se adelanta a mi yegua y tiene la espalda dela camisa hmeda de sudor. Lo han hecho apropsito? A Korns nada menos.

    Ayer, cuando estaba encerrada en la troje deStra-Borg, Korns me habra parecido unparaso. Escenario de infancia, el ro, la hierbareluciente, los montculos de cspedrezumando agua en primavera. Pero ahora medoy cuenta de que supondr una humillacin.La gente del valle me conocer. Me recordarncomo era de beb, de nia, de mujercorriendo de una granja a otra y pensarn en

  • los asesinatos y olvidarn a la nia, a la mujer.No me atrevo a mirar a mi alrededor. Fijo lavista en la crin del caballo, en los piojos quela infestan, y no s si son de la yegua o mos.

    El reverendo Tti se encorv para asomarsepor la pequea puerta y parpade en la luzrosada del sol de medianoche. Una procesinde caballos bordeaba el prado msseptentrional de la granja en direccin a lacasa. Busc una mujer entre los jinetes. Con lamarea dorada de heno de fondo, las siluetasparecan pequeas y negras.

    Margrt sali de la casa y se coloc detrsde l.

    Espero que dejen a algunos hombres, para

  • asegurarse de que no nos mata a todos mientrasdormimos.

    Tti se volvi y mir la expresin dura de lacara de Margrt. Tambin ella guiaba losojos para ver a los jinetes y tena la frentefruncida de arrugas. Se haba recogido elcabello gris en dos trenzas tirantes y despusenrolladas, y se haba puesto su mejor cofia.Tti repar en que se haba quitado el delantalsucio con el que le haba recibido antes,aquella misma noche.

    Van a salir tus hijas?Estn tan cansadas que no se tienen en pie.

    Las he mandando a las dos a la cama. Noentiendo por qu tienen que traernos a lacriminal en mitad de la noche.

    Para evitar molestar a los vecinos, supongo

  • observ con tacto el reverendo.Margrt se mordi el labio inferior y una

    mancha de rubor se extendi por sus mejillas.No me gusta compartir mi casa con hijas

    del Demonio dijo en un susurro. ReverendoTti, tiene que quedar claro que no queremossu compaa. Si no quieren tener a esta mujeren Stra-Borg, que se la lleven a una isla.

    Todos tenemos que cumplir con nuestraobligacin murmur Tti mientras observabala procesin girar y dirigirse hacia el corral.Sac una caja de carey con rap del bolsillodel pecho del chaquetn y cogi un pellizco.Despus de colocarlo con delicadeza en elhoyuelo junto al nudillo del pulgar izquierdo,agach la cabeza y aspir por la nariz.

    Margrt tosi y escupi:

  • Incluso si eso significa que nos degellencomo a cerdos en plena noche, reverendo Tti?Usted es un hombre, joven, s, pero un hombrede Dios. No creo que lo matara a usted. Peroa nosotras? A mis hijas? Seor, pero cmovamos a poder dormir tranquilas?

    Dejarn aqu a un alguacil musit Ttimientras volva a centrar su atencin en unjinete solitario que se diriga hacia ellos amedio galope.

    Eso espero. De lo contrario pienso ir yomisma a Stra-Borg.

    Margrt se retorci las manos delante delestmago y fij la vista en una pequeabandada de cuervos que volaba silenciosacruzando la cordillera de Vatnsdalsfjall.Parecan espirales de ceniza en el cielo.

  • Es usted hombre de tradiciones, reverendoTti? pregunt Margrt.

    Tti se volvi hacia ella mientras sopesabala pregunta.

    Si son nobles y cristianasSabe lo que anuncia una bandada de

    cuervos?Tti neg con la cabeza.Una conspiracin, reverendo. Una

    conspiracin. Margrt levant una cejadesafindole a llevarle la contraria.

    Tti mir a los cuervos posarse en el alerodel establo.

    Es eso cierto, seora Margrt? Yopensaba que eran aves de mal agero.

    Antes de que Margrt tuviera tiempo decontestar, el jinete que se acercaba a ellos a

  • medio galope lleg al linde del pradodelantero.

    Komi i sl og blessu grit.Drottin blessi yur. Y que el Seor te

    bendiga a ti tambin contestaron al unsonoMargrt y Tti.

    Esperaron a que el hombre hubieradesmontado antes de acercarse a l.Intercambiaron los besos propios del saludoformal. El hombre estaba empapado de sudor ydesprenda un fuerte olor a caballo.

    Est aqu dijo sin aliento. Creo que laencontraris cansada por el viaje. Hizo otrapausa para quitarse el sombrero y pasarse unamano por el pelo hmedo. No creo que os dproblemas.

    Margrt resopl. El hombre le sonri con

  • frialdad.Tenemos rdenes de quedarnos aqu esta

    noche para asegurarnos de que as es.Acamparemos junto a este prado.

    Margrt asinti solemne.Siempre que no pisoteen la hierba.

    Quieres un poco de leche? Suero con agua?Gracias contest el hombre. Tu

    amabilidad ser recompensada.No hace falta. Margrt frunci los labios.

    Solo aseguraos de que esa zorra se mantienelejos de los cuchillos de mi cocina.

    El hombre solt una risita y se volvi paraseguir a Margrt hacia la casa de turba.Cuando pas junto a Tti, ste le retuvo por elbrazo.

    La prisionera ha pedido hablar conmigo.

  • Dnde est?El hombre seal el caballo ms alejado de

    la granja.Es la que tiene cara de amargada. La criada

    ms joven se queda en Midhp. Dice que estesperando un veredicto de apelacin.

    De apelacin? Pero no las habancondenado a muerte?

    Mucha gente de Vatnsnes confa en queSigga reciba el perdn del rey. Es demasiadojoven y dulce para morir. El hombre hizo unamueca. No como sta. Tiene bastante geniocuando le da la gana.

    Y tambin ha apelado?El hombre ri.Me parece que no tiene mucho que hacer.

    Las simpatas de Blndal estn con la ms

  • joven. Dice que le recuerda a su mujer. sta encambio Vaya, que Blndal quiere darejemplo.

    Tti mir hacia los caballos, ahora reunidosen el extremo del prado. Los hombres habanempezado a desmontar y a abrir los fardos.Solo una persona continuaba a caballo. Tti seinclin para acercarse al hombre.

    Qu nombre debo usar? Cmo llamoa?

    Agnes a secas le interrumpi el hombre.Responde al nombre de Agnes.

    Hemos llegado. Los hombres de Stra-Borgestn desmontando a poca distancia de laachatada casa de pegujalero de Korns. Hay

  • dos siluetas a la puerta, una mujer y un hombre,y el jinete que me ley la supresin de misderechos camina hacia ellos. No viene nadie asoltarme los grilletes. Igual se han olvidado dem. La mujer agacha la cabeza para volverdentro, tosiendo y escupiendo igual que unavieja bruja, pero el hombre se queda hablandocon el alguacil de Stra-Borg.

    A mi izquierda hay risas, dos alguacilesestn meando en el suelo. Lo huelo en el aireclido. Como de costumbre, nadie ha reparadoen que no he comido ni dado un sorbo de aguaen todo el da; tengo los labios ms astilladosque la lea. Me siento igual que cuando erapequea y estaba hambrienta, como si loshuesos se hicieran ms grandes que el cuerpo,como si el esqueleto estuviera a punto de

  • escabullrseme con un escalofro. He dejadode sangrar, he dejado de ser mujer.

    Uno de los hombres camina hacia mcruzando el prado a zancadas grandes yrpidas. No le mires.

    Hola, Agnes. Soy soy el reverendoorvardur Jnsson. Soy reverendo segundo enBreidablstadur, en Vesturhp.

    Est sin aliento.No le mires. Es l. Es la misma voz.Tose, a continuacin se inclina como si fuera

    a besarme segn la costumbre, pero vacila, daun paso atrs y casi se tropieza con un matojo.Estoy segura de que ha olido el pis en mismedias.

    Has pedido que sea tu confesor?Su voz es indecisa.

  • Levanto la vista.No me reconoce. No s si sentirme aliviada

    o decepcionada. Tiene el pelo tan rojo comoantes, tan rojo como el sol de medianoche. Escomo si los mechones de su pelo hubieranabsorbido la luz igual que una madeja el tinte.Pero tiene la cara ms vieja. Ms delgada.

    Has pedido que sea tu confesor? repite.Cuando le miro a los ojos aparta la vista y se

    seca nervioso el sudor sobre el labio superiordejando un reguero de motas oscuras. Rap?No quiere estar aqu.

    La lengua se me ha hinchado dentro de laboca y no consigo moverla para formarpalabras. Pero de todas maneras, qu iba adecirle, tal y como estn las cosas? Mepellizco las costras de las muecas, donde los

  • hierros me rozan la carne y de la superficiebrotan burbujas de sangre. Se da cuenta.

    Bueno, tengo Me alegro de haberte visto,pero es tarde. Tienes que estar bien,volver a visitarte pronto.

    Saluda torpemente con la cabeza y se aleja,tropezando de tanta prisa como lleva. Se vaantes de que pueda hacerle saber que loentiendo. Me extiendo la sangre fresca por elbrazo mientras le miro dar traspis hacia sucaballo.

    Ahora estoy sola. Miro los cuervos yescucho a los caballos comer.

    Despus de que los hombres de Stra-Borgcomieran y se retiraran a sus tiendas para

  • dormir, Margrt recogi los cuencos sucios demadera y entr en la casa. Alis las mantas conque se tapaban sus hijas, ya dormidas, ycamin despacio por la pequea habitacin,inclinndose para recoger las briznas de hierbaseca que haban cado de la turba entre lasvigas del techo. Se desesper al comprobar lacantidad de polvo que haba en la estancia. Lasparedes haban estado en otro tiemporecubiertas de madera noruega, pero Jn habaquitado los paneles para pagar una deuda quetena con un granjero del otro lado del valle.Ahora, los muros de turba desnudos rociabancon tierra y hierba las camas en verano, y eninvierno se reblandecan, produciendo unmoho que goteaba sobre las mantas de lana einfestaba los pulmones de la familia. La casa

  • se desintegraba, era una covacha que estabacontagiando su estado de descomposicin a sushabitantes. El ltimo ao dos criados habanmuerto de enfermedades causadas por lahumedad.

    Margrt pens en la tos que la aquejaba einstintivamente se llev una mano a la boca.Desde que llegaron las noticias delcomisionado sus pulmones haban estadoexpectorando putrefaccin con cada vez mayorregularidad. Cada maana se levantaba con unpeso en el pecho. No saba si lo causaba eltemor por la llegada de la criminal, o laescoria acumulada en sus pulmones durante lanoche, pero le haca pensar en la tumba. Todose desmorona, pens.

    Uno de los alguaciles haba ido a buscar a

  • Agnes donde la haban dejado atada con loscaballos. Margrt solo haba acertado aatisbarla cuando sali de las habitaciones enpenumbra de la casa para llevar la cena a loshombres: una leve mancha azul, el borrn deuna falda bajando de un caballo. Ahora elcorazn le lata con fuerza. Pronto tendra a laasesina delante. Le vera la cara; notara sucalor en aquel estrecho espacio. Qu debahacer? Cul era el comportamiento adecuadofrente a aquella mujer?

    Si Jn estuviera aqu pens. Me dira loque debo decirle. Hace falta un hombre, unhombre bueno, para manejar a una mujer quese ha cavado su propia fosa.

    Margrt se sent y pellizc distrada lahierba en la palma de su mano. Llevaba casi

  • cuatro dcadas dando rdenes a los distintoscriados que haban trabajado para su maridoen casi tantas granjas como aos, y sinembargo su inseguridad y aprensin la hacansentirse aletargada. Esta mujer, esta Agnes noera una criada, pero desde luego tampoco unainvitada ni una indigente. No se merecacaridad y sin embargo estaba condenada amuerte. Margrt se estremeci. La luz de lalmpara jugaba con su sombra sobre lostablones del suelo.

    Desde la entrada lleg ruido de pisadassordas. Margrt se puso de pie rpidamente yal abrir los puos la hierba que haba recogidorevolote y cay al suelo. La voz del alguacilreson de entre las sombras del comedor.

    Seora Margrt de Korns? Traigo a la

  • prisionera. Podemos entrar?Margrt inspir profundamente y se puso

    recta.Por aqu indic.El alguacil entr primero en la bastofa y

    salud con una amplia sonrisa a Margrt, quienestaba de pie muy rgida, las manos aferrandola tela de su delantal. Mir hacia dondedorman sus hijas y not el latido del pulso enla garganta. Hubo un momento de silenciomientras el alguacil parpadeaba paraacostumbrarse a la dbil luz y a continuacin, yde forma abrupta, meti a la mujer en lahabitacin.

    Margrt no estaba preparada para lasuciedad y el lamentable aspecto de la mujer.La criminal llevaba lo que pareca ser un

  • vestido de faena de sirvienta, de lana burda,pero tan manchado y lleno de porquera que elcolor azul original apenas se distingua bajo lagrasa marrn que le cubra el cuello y losbrazos. Una ancha capa de barro seco estirabala tela mantenindola extraamente separadadel cuerpo de la mujer. Las medias azuldesvado estaban empapadas, cadas a la alturade los tobillos y una de ellas se haba roto ydejaba ver un trozo de piel plida. Loszapatos, que parecan ser de piel de foca, sehaban reventado por las costuras, peroestaban tan cubiertos de barro que eraimposible ver lo estropeados que estaban. Nollevaba cofia y tena el pelo apelmazado por elbarro. Le colgaba por la espalda en dos trenzasoscuras. Se le haban soltado varios mechones,

  • que le caan lacios alrededor del cuello.Pareca que la hubieran sacado a rastras deStra-Borg, pens Margrt. La mujer escondala cara, miraba fijamente al suelo.

    Mrame.Agnes levant despacio la cabeza y Margrt

    hizo una mueca de disgusto al ver la mancha desangre reseca en la boca de la mujer y lasvetas de mugre que le recorran la frente.Haba un hematoma amarillo que se extendadesde la barbilla a uno de los lados del cuello.Los ojos de Agnes parpadearon desde el suelohasta fijarse en los de Margrt y su intensidadpuso nerviosa a sta, pues en contraste con lasuciedad de la cara parecan an ms claros ypenetrantes. Margrt se volvi hacia elalguacil.

  • A esta mujer le han pegado. El alguacilmir a Margrt buscando algn indicio dehumor y, al no encontrar ninguno, baj losojos. Dnde estn sus cosas?

    Solo tiene la ropa que lleva atada a laespalda. Los funcionarios se quedaron con lodems en pago de su manutencin.

    Estimulada por un repentino arrebato de ira,Margrt seal los hierros en las muecas dela mujer.

    Es necesario mantenerla atada como sifuera un cordero para el matadero?

    El alguacil se encogi de hombros y sepalp las ropas buscando una llave. Con unospocos movimientos giles liber a Agnes delas esposas. sta dej caer los brazos a amboslados del cuerpo.

  • Puedes irte le dijo Margrt al alguacil.Cuando me vaya a dormir uno de vosotrospuede entrar, pero ahora quiero que me dejisun rato sola con ella.

    El alguacil abri mucho los ojos.Ests segura? pregunt. Es peligroso.Como he dicho, te llamar cuando me vaya

    a la cama. Puedes esperar a la puerta de lacasa y as te aviso cuando lo necesite.

    El alguacil vacil y a continuacin asinti yse march con un saludo militar. Margrt sevolvi hacia Agnes, quien segua de pie,inmvil, en el centro de la habitacin.

    T dijo, ven conmigo.Margrt no quera tocarla, pero la falta de

    luz dentro de la casa la oblig a cogerla delbrazo para guiarla a la habitacin correcta.

  • Not los huesos de su mueca y la sangrereseca en las yemas de los dedos. Ola a orinarancia.

    Por aqu. Margrt camin despacio haciala cocina y agach la cabeza para pasar bajo elmarco de la puerta.

    La cocina estaba iluminada por las brasasmoribundas del fuego en el hogar alzado sobrepiedra y por un pequeo agujero en el techo deturba que haca las veces de chimenea. Alsuelo de tierra prieta llegaba una luz rosa muydbil que tambin iluminaba el humosuspendido en el aire. Margrt condujo aAgnes al interior y a continuacin se gir y lamir.

    Qutate la ropa. Tienes que lavarte si vas adormir en mis mantas. No pienso dejar que

  • infestes esta casa con ms piojos de los que yatiene.

    El rostro de Agnes era impasible.Dnde hay agua? dijo con voz ronca.Margrt vacil y a continuacin se volvi

    hacia un caldero de gran tamao puesto sobrelas brasas. Meti la mano, sac los cubiertosque haba dejado en remojo y a continuacin lolevant y lo dej en el suelo.

    Aqu dijo. Y est templada. Ahora dateprisa, es ms de medianoche.

    Agnes mir el caldero y de repente se tir alsuelo. Al principio Margrt pens que se habadesmayado, pero enseguida repar en suequivocacin. Mir cmo Agnes inclinaba lacabeza sobre el borde del recipiente y sellevaba puados de agua grasienta a la boca,

  • atragantndose y bebiendo con la mismaansiedad que un animal en poca de sequa. Elagua le caa por la barbilla y la garganta y legoteaba sobre los pliegues retiesos delvestido. Sin pensar en lo que haca, Margrt seinclin y apart la frente de Agnes del caldero.

    La mujer cay hasta apoyarse en los codos ydej escapar un sollozo mientras el agua lesala a borbotones de la boca. Al orlo aMargrt le dio un vuelco el corazn. Agnestena los ojos entornados y la boca abierta.Pareca una de esas personas que Margrthaba visto demenciadas por la bebida, o porun tormento o por la pena que se instala cuandola muerte cae con todo su peso sobre un hogar.

    Agnes gimi y se pas el dorso de la manopor la boca y a continuacin por el vestido.

  • Apoy las manos en el suelo y trat de ponerseen pie.

    Tengo sed.Margrt asinti mientras el corazn segua

    latindole con fuerza. Trag saliva condificultad.

    La prxima vez, pide una taza dijo.

    El reverendo Tti lleg a la casa de pegujalerode su padre cerca de la iglesia deBreidablstadur empapado en sudor. Habacabalgado desde Korns, clavando los taconesen los flancos de su caballo mientras el vientole abofeteaba la cara y haca aflorar la sangreen sus mejillas.

    Redujo el paso y gui la jaca, que echaba

  • espuma por la boca, hasta un poste situado a laentrada a la casa. Desmont con piernastemblorosas. El viento haba arreciado ycuando le atraves el apretado tejido de lasropas not cmo la piel empapada de sudor seenfriaba y comenzaba a picarle. Tena lamandbula apretada y le temblaban las manosmientras enrollaba las riendas en la estaca.

    Del mar haban llegado grandes nubarrones yla luz se marchaba deprisa a pesar de que elsolsticio de verano estaba an reciente. Tti sesubi el cuello hmedo y se cal firmemente elsombrero. Despus de dar una palmada alcaballo en la grupa, enfil la suave pendienteque conduca a la iglesia. Se senta igual queun trapo mojado que han retorcido para secarloy despus tirado al suelo hecho un gurruo.

  • Los das norteos, con sus obstinadostentculos de luz, el crepsculo interminable,lo ponan nervioso. Era incapaz de adivinarqu hora era, tal y como haca cuandoestudiaba en el sur.

    Empez a llover y la galerna arreci.Azotaba las hierbas altas, acercndolas a latierra antes de espolearlas de nuevo hacia elcielo. En la luz declinante, la hierba pareca deplata.

    Tti camin a grandes zancadas laderaarriba estirando los msculos y repasando suencuentro con la mujer. La mujer. La criminal.Agnes.

    A principio haba reparado en cmo, atada ala silla, hincaba las piernas abiertas a amboscostados del caballo para no resbalar. Luego

  • la haba olido; el tufo acre de un cuerpodesatendido, de ropas sin lavar y sudorreciente, sangre seca y algo ms procedente deaquellas piernas abiertas. Un hedor propio demujer. Al pensar en ello se sonroj.

    Pero no haba sido su olor lo que le habapuesto enfermo. Tena aspecto de cadverrecin desenterrado. El pelo oscuro ydespeinado en mechones grasientos y elmarrn grisceo de la suciedad incrustada enlos poros de la piel. Colores de leproso.

    Al verla haba sentido ganas de darse lavuelta y salir corriendo. Como un cobarde.

    Encorvado contra la embestida de la lluvia yel viento, Tti se reconvino interiormente.Qu clase de hombre eres que quieres echar acorrer en cuanto ves carne herida? Qu tipo

  • de sacerdote eres si no soportas la visin delsufrimiento?

    Lo que ms le haba perturbado haba sidouna magulladura especialmente intensa en labarbilla. De color amarillo aejo, como unayema de huevo seca. Se pregunt qu la habracausado. La mano ruda de un hombrecogindola por la garganta. Una cuerda sujeta alos grilletes. Una cada.

    Son tantas las maneras en que puedehacerse dao a una persona, pens Tti.Lleg al cementerio y empez a forcejear conla verja.

    Poda haber sido un accidente. Podahabrselo hecho ella misma.

    El reverendo se apresur a recorrer elcamino de piedra hasta la iglesia tratando de

  • no mirar las tumbas envueltas en sombras y lascruces de madera. Sac del bolsillo una llavetosca y entr. Al cerrar la puerta de madera sesinti aliviado, ya no se escuchaba el rugidoprofundo del viento. Dentro la paz era total.Solo se oa el chapaleteo suave de la lluviacontra la nica ventana de la iglesia, unagujero tapado con piel de pescado.

    Se quit el sombrero y se pas una mano porel pelo. Los maderos del suelo crujieroncuando se dirigi hacia el plpito. Vacil unmomento y mir con ojos entrecerrados elmural pintado detrs del altar. La ltima cena.

    El mural era feo: una mesa enorme con unJess achaparrado. Judas, merodeando en lassombras, tena aspecto de gnomo; resultabacmico. El artista era el hijo de un comerciante

  • local que tena una mujer danesa y contactos enel gobierno. En una ocasin, despus delservicio dominical, Tti haba odo alcomerciante hablar con el reverendo Jn yquejarse de los desconchones en la pintura delmural anterior. El comerciante habamencionado a su hijo, cuyo talento artstico lehaba procurado una beca en Copenhague. Si elreverendo Jn le permitiera expresar susingular devocin por la parroquia, estaraencantado de adquirir todos los materialesnecesarios y de donar la mano de obra de suhijo de manera que la iglesia no tuviera gastos.Naturalmente, el padre de Tti, siempre atentoa cuestiones de dinero, haba accedido a quese sustituyera el viejo mural.

    Tti lo echaba de menos. Era una ilustracin

  • bastante buena del Viejo Testamento, de lalucha de Jacob con el ngel, la cara delhombre enterrada en el hombro del espritucelestial y el puo aferrado a las plumassagradas.

    Tti suspir y se arrodill despacio. Dej elsombrero en el suelo, junt las manos cercadel pecho y empez a rezar en voz alta.

    Padre celestial, perdname por mispecados. Perdona mi flaqueza y mis temores.Aydame a luchar contra mi cobarda. Damefuerzas para resistir la visin del sufrimiento,de forma que pueda hacer Tu obra y procuraralivio a quienes lo padecen.

    Seor, ruego por el alma de esta mujer queha cometido un terrible pecado. Por favor,dame palabras que me ayuden a inspirarle

  • arrepentimiento.Confieso que tengo miedo. No s qu

    decirle. No me siento cmodo, Seor. Te loruego, guarda mi corazn del del horror queesta mujer me inspira.

    Sigui arrodillado un rato. Por fin se acorddel caballo con las riendas puestas bajo lalluvia; se levant y cerr con llave la puerta dela iglesia despus de salir.

    Al da siguiente Margrt se levant temprano.El alguacil, que haba dormido en la camasituada enfrente para protegerla de la criminal,roncaba. Su respiracin borboteante habaentrado en sus sueos y la haba despertado.

    Se dio la vuelta en la cama para mirar la

  • pared y se meti las puntas de la manta en losodos, pero los ronquidos irregulares delhombre le llenaban los pensamientos. Se habadesvelado. Se tumb boca arriba y recorricon la vista la habitacin sin iluminar hastadonde estaba tumbado el alguacil. Tena pelorubio y spero apelmazado en mechonesgrasientos y la boca abierta sobre la almohada.Margrt repar en las manchas que leensuciaban la barbilla.

    De manera que as es cmo me protegen deuna asesina pens. Me mandan a unmuchacho que duerme como un tronco.

    Ech un vistazo a la prisionera, acostada enuna de las camas de la sirvientas, en unextremo de la habitacin. Estaba quieta,dormida. Tambin sus hijas dorman. Margrt

  • se incorpor sobre los codos para poder vermejor.

    Agnes.Lo pronunci moviendo los labios en

    silencio.No me parece correcto llamarla por un

    nombre cristiano, pens Margrt. Cmo sehaban dirigido a ella en Stra-Borg?, sepregunt. Prisionera? Acusada? Rea? Quizlo haban hecho mediante una ausencia denombre, poniendo silencio donde deba haberido una palabra.

    Margrt se estremeci y se tap mejor con lamanta. Agnes tena los ojos completamentecerrados y tambin la boca. La cofia que lehaba dado Margrt se le haba soltado durantela noche, dejando escapar el cabello oscuro,

  • que yaca esparcido sobre la almohada igualque una mancha.

    Qu extrao ver por fin a la mujer despusde un mes esperndola, pens Margrt. Un meslleno de temor, adems. Un temor tenso, comoel hilo de una caa de pescar, enganchado aalgo que inevitablemente hay que arrancar delas profundidades.

    En los das y las noches despus de que Jnvolviera de su reunin con Blndal, Margrthaba tratado de imaginar cmo se comportaracon la asesina y qu aspecto tendra sta.

    Qu clase de mujer asesina a hombres?Las nicas asesinas que Margrt haba

    conocido eran las mujeres de las sagas eincluso stas, cuando mataban a hombres, lohacan con palabras, mediante rdenes dadas a

  • sirvientes para que asesinaran a sus amantes ovengaran la muerte de un familiar. Aquellasmujeres asesinaban a distancia, no seensuciaban las manos.

    Pero los tiempos de las sagas haban pasado,haba decidido Margrt. Esta mujer no es unpersonaje de una saga. Es una sirvienta sinhogar criada a base de gachas de musgo yprivaciones.

    Tumbada en la cama, Margrt pens enHjrdis, su sirvienta favorita, ya muerta yenterrada en el cementerio de Undirfell. Tratde imaginar a Hjrdis como una asesina. Tratde imaginar a Hjrdis apualndola mientrasdorma, del mismo modo en que haban muertoNatan Ketilsson y Ptur Jnsson. Aquellosdedos delgados empuando un cuchillo con

  • decisin, las pisadas silenciosas en la noche.Era imposible.Lauga le haba preguntado a Margrt si

    habra algn indicio externo de la maldad queconduce a una persona al asesinato. Indiciosdel Demonio: un labio leporino, un dientesaltn, una marca de nacimiento. Tena quehaber una advertencia, un modo de saber, deforma que las personas honradas estuvieranprevenidas. Margrt haba respondido que no,que todo eso eran, a su entender,supersticiones, pero Lauga no se habaquedado convencida.

    Por su parte, Margrt se haba preguntado sila mujer sera hermosa. Saba, como todas lasgentes del norte, que el famoso NatanKetilsson haba tenido un talento especial para

  • detectar la belleza. Las gentes lo considerabanun hechicero.

    La vecina de Margrt, Ingibjrg, haba odoque Agnes haba sido la causa de que Natanpusiera fin a su aventura con la poeta Rsa. Sehaba preguntado si ello significaba que lacriada era ms guapa que sta. No era tandifcil creer a una mujer capaz de asesinar siera hermosa, pens Margrt. Tal y como dicenlas sagas, Opt er flag fogru skinni. Amenudo las brujas tienen la tez clara.

    Pero aquella mujer no era fea, tampoco unabelleza. Llamativa, quiz, pero no de esas quedespiertan miradas hambrientas de hombresjvenes. Era delgada, muy delgada, delgadacomo un elfo, como dira un sureo, y deestatura ordinaria. En la cocina, la noche

  • anterior, Margrt haba pensado que la mujertena la cara bastante alargada, haba reparadoen sus pmulos altos y en su nariz recta.Magulladuras aparte, tena la piel clara, de unapalidez que acentuaba lo oscuro de su pelo. Unpelo poco comn. Es extrao que una mujertenga un pelo como se por estas tierras pens Margrt. Tan largo, de un color tanoscuro, casi negro.

    Se cubri con las mantas hasta la barbillamientras los ronquidos del alguacil resonabanincesantes. Cualquiera pensara que seavecina una avalancha, pens molesta. Sesenta cansada y con el pecho lleno de flemas.

    Detrs de sus prpados cerrados searremolinaron imgenes de la mujer. La formaanimal en que haba bebido del caldero. Su

  • incapacidad para desvestirse sola. Habaforcejeado con las cintas; tena los dedos tanhinchados que no poda doblarlos. Margrt sehaba visto obligada a ayudarla, usando lasuas para rascar el barro seco del vestido deAgnes de manera que pudieran desatarse lascintas. En el estrecho espacio de la cocina,llena de humo como estaba, el hedor de la ropay del cuerpo deteriorado de la mujer le habandado arcadas. Margrt haba contenido elaliento mientras despegaba la lana ftida de lapiel de Agnes y haba vuelto la cabeza cuandoel vestido se le desliz de los delgadoshombros y cay al suelo levantando motas debarro seco.

    Recordaba los omplatos de Agnes.Afilados como cuchillas, sobresalan de entre

  • la tela basta de su camisa, que amarilleabaalrededor del cuello y tena manchas de colormarrn mugriento alrededor de las axilas.

    Tendra que quemar todas las ropas antes deldesayuno. Las haba dejado en un rincn de lacocina la noche anterior, para no llevarlas a labastofa. La tela estaba infestada de pulgas.

    De alguna manera se las haba arregladopara limpiar toda la mugre y el barro delcuerpo de la criminal. Agnes haba tratado delavarse ella sola, pasndose dbilmente eltrapo hmedo por las extremidades, pero lamugre llevaba tanto tiempo instalada en su pielque pareca haberse fundido con los poros. Porfin Margrt, arremangada y con los dientesapretados, le haba quitado el trapo y la habafrotado con l hasta que no qued un milmetro

  • de tela limpia. Mientras la lavaba, y sinpoderlo evitar, haba buscado esasimperfecciones que Lauga haba pensado queseran visibles, la marca de la asesi