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1 Las actividades de subsistencia en México frente a la globalización: los piloncilleros de la huasteca potosina Patricia Moctezuma Yano El Colegio de San Luis, A.C. Resumen El impacto de la globalización en la restructuración del agro mexicano se manifiesta a través de distintos procesos. La mundialización está presionando, desde distintos ángulos, a los actores sociales para que adecuen sus estrategias de subsistencia a las nuevas demandas productivas y comerciales a nivel mundial. Al respecto, encontramos diferentes respuestas. Algunos campesinos han abandonado, parcial o totalmente, sus actividades de subsistencia; mientras que otros las han podido mantener e incluso fortalecer, gracias a la posibilidad de recurrir a otras ofertas laborales extradomésticas. El caso de San José Peketzén, comunidad tenek de la huasteca potosina, nos ejemplifica los diferentes obstáculos productivos, tecnológicos, comerciales, y aquellos relativos a la valoración mercantil del piloncillo, para conservar su producción como la base de su sustento familiar. La zona piloncillera: una microregión de la husateca potosina San José Peketzén es una de tantas comunidades productoras de piloncillo que pertenece a la cabecera municipal de Tancanhuitz de Santos, ubicada en una región socioeconómica conocida como la microregión piloncillera de la huasteca potosina, la cual se ubica en la parte oriente del estado de San Luis Potosí y está conformada por los siguientes municipios: Aquismón, Tancanhuitz de Santos, Ciudad Valles, Coxcatlán, Ebano, Huehuetlán, San Antonio, San Martín Chalchicuautla, San Vicente Tancuayalab,

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Las actividades de subsistencia en México frente a la globalización: los piloncilleros de la huasteca potosina

Patricia Moctezuma Yano El Colegio de San Luis, A.C.

Resumen El impacto de la globalización en la restructuración del agro mexicano se manifiesta a

través de distintos procesos. La mundialización está presionando, desde distintos ángulos, a

los actores sociales para que adecuen sus estrategias de subsistencia a las nuevas

demandas productivas y comerciales a nivel mundial. Al respecto, encontramos diferentes

respuestas. Algunos campesinos han abandonado, parcial o totalmente, sus actividades de

subsistencia; mientras que otros las han podido mantener e incluso fortalecer, gracias a la

posibilidad de recurrir a otras ofertas laborales extradomésticas. El caso de San José

Peketzén, comunidad tenek de la huasteca potosina, nos ejemplifica los diferentes

obstáculos productivos, tecnológicos, comerciales, y aquellos relativos a la valoración

mercantil del piloncillo, para conservar su producción como la base de su sustento familiar.

La zona piloncillera: una microregión de la husateca potosina

San José Peketzén es una de tantas comunidades productoras de piloncillo que

pertenece a la cabecera municipal de Tancanhuitz de Santos, ubicada en una región

socioeconómica conocida como la microregión piloncillera de la huasteca potosina, la cual

se ubica en la parte oriente del estado de San Luis Potosí y está conformada por los

siguientes municipios: Aquismón, Tancanhuitz de Santos, Ciudad Valles, Coxcatlán,

Ebano, Huehuetlán, San Antonio, San Martín Chalchicuautla, San Vicente Tancuayalab,

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Tamasopo, Tamazunchale, Tampacán, Tampamolón, Tamuín, Tanlajas, Tanquián de

Escobedo, Axtla de Terrazas y Xilitla.1 (Ver mapas p: 12 )

Es una región de clima semitropical con gran riqueza de fuentes acuíferas (cascadas,

ríos, nacimientos de agua, entre otros), y en términos orográficos es muy accidentada por

las cordilleras que se entrecruzan con las elevaciones de Sierra Madre Oriental. Al interior

de la huasteca potosina existen diferencias climatológicas importantes, desde el clima

cálido subhúmedo hasta el trópico húmedo, y la zona norte es afectada por la canícula, los

ciclones y nortes (Julio Baca, 1996).

De acuerdo a Baca la huasteca potosina se puede dividir en tres grandes zonas

agrícolas: la zona cafetalera ubicada en la sierra alta de la parte oeste de la región; la zona

citrícola-piloncillera localizada en la sierra baja de la porción centro sur; y la zona cañera-

ganadera que se concentra en el área de la planicie y lomeríos suaves en la parte noreste de

la Huasteca.

San José Peketzén pertenece a la zona citrícola–piloncillera que abarca los

municipios de Ciudad Valles, Aquismón, Xilitla, Axtla, Tancanhuitz, Huehuetlán,

Coxcatlán, Tancanhuitz, Tamazunchale, Coxcatlán y Tampacán. El 76% de la población es

indígena: una mayoría náhuatl, siguen los teenek o huastecos, y una minoría pame.2

1. La huasteca potosina pertenece a una macroregión integrada por los estados de Hidalgo, Querétaro, Veracruz y Tamaulipas e incluso algunos geógrafos señalan que, de acuerdo a una serie de criterios socioeconómicos, políticos, históricos, naturales (flora, fauna, tipo de suelos y climas semi tropicales y tropical húmedo, orografía e hidrografía), la parte de la sierra alta de Puebla también pertenece a las huastecas. Sin embargo existen discrepancias en cuanto a la conceptualización de esta región; algunos estudiosos defienden la existencia de esta región, mientras que otros visualizan este concepto simplemente como una herramienta metodológica y cuestionan la veracidad de los criterios que la hacen una región (Ruvalcaba, 1998). 2. Teenek es un término que los mismo indígenas huastecos utilizan para referirse a ellos como grupo étnico y para distinguir su idioma. La gente usa el término teenek o huasteco como sinónimos. Según Baca, de acuerdo a la revisión que realizó de los escritos de Meade, los primeros asentamientos humanos en la actual huasteca potosina fueron en las aldeas de Tancanhuitz, Tamposoque y Ebano y a partir de ahí surgieron otros poblados. Posteriormente el grupo de los huastecos se estableció en Tamuín, Tantoc y Xilitla y en su mayoría tenían lengua y rasgos físicos que se cree tuvieron origen en un grupo maya que llego a la costa norte del Golfo de

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Los habitantes de la zona citrícola–piloncillera viven en un alto grado de

marginalidad y su principal actividad es la caña para producir piloncillo, siembran maíz y

en menor medida frijol para la subsistencia, a veces también calabaza, y en ocasiones

ajonjolí como cultivo comercial. Hasta la fecha, los indígenas conservan la técnica de

tumba-rosa y quema y sus cultivos son de temporal. En cuanto a la tenencia de la tierra

predomina el ejido y usualmente los indígenas tienen entre una y cinco hectáreas, aunque

en su mayoría tan sólo dos hectáreas y muchos de los más jóvenes padres de familia

carecen de tierras. De hecho, un gran problema en esta región es la falta de tierra suficiente

para una considerable mayoría dado la explosión demográfica y la lucha para conseguir

tierra entre mestizos, indígenas y nuevos habitantes de la región.

Los campesinos de esta zona citrícola–piloncillera acostumbran tener pequeños

huertos en donde siembran cítricos como naranja, limón, mandarina y otras frutas como

mamey, distintas variedades de plátano y mango, matas de piña, y desde 1995 algunos

campesinos han sembrado el liche con miras a la exportación de este fruto a Japón y

Estados Unidos, pues actualmente se cotiza en $20 kilogramo, mientras que la naranja bajó

en el último año hasta los 20 centavos por kilogramo. También algunos habitantes de la

zona han incursionado en el cultivo de plantas de ornato, como la palmilla (palma

chamaedora), que desde 1990 ha incrementado su presencia en el mercado nacional y

norteamericano.

La introducción de los cítricos y el café dinamizó de una manera extraordinaria esta

microgregión de la huasteca potosina desde mediados del siglo XX. Este hábitat era

México; como etnia estaban organizados en señoríos independientes entre sí y sólo se unían en casos de guerra. En el siglo XV lo mexicas dominaron totalmente la Huasteca y como consecuencia sus pueblos tuvieron que adoptar la organización política, económica, social y religiosa que les fue impuesta. Poco tiempo

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descrito por diferentes geógrafos y botánicos como una zona rica en vegetación y maderas

preciosas para la exportación del palo de moral y palo rosa. Barthas nos ilustra el impacto

de estos productos agrícolas en la reconfiguración del paisaje y la vida económica que a

partir de 1970 observaron los municipios de Aquismón, Coxcatlán, Huehuetlán, San

Antonio, Tampamolón, Tancanhuitz y Tanlajás. (Barthas, 1993, pp: 183- 199).

Además de la terrible deforestación y sus implicaciones ecológicas, la introducción

de estos productos agrícolas colocaron a estos municipios en un nuevo panorama, pues se

registraron muchos cambios en el uso y la tenencia de la tierra, y modificaciones en las

relaciones y diferencias entre indígenas y mestizos. Estos cambios llevaron al cultivo de la

caña para la producción del piloncillo a una nueva etapa productiva y comercial; en algunos

casos a una relación complementaria con los cítricos y el café; en otros al desplazamiento

total o parcial de la producción de pilón; y en algunos más, al mantenimiento de la

producción piloncillera como especialización ocupacional a través del apoyo de los

ingresos percibidos en actividades económicas extracomunitarias, como precisamente es el

caso de muchas familias de San José Peketzén, quienes como otros campesinos e indígenas

del país han estado al margen de los supuestos beneficios de la restructuración del agro

mexicano, caso concreto en la huasteca, y ante la imposibilidad para competir con los

agroindustriales en ofrecer sus productos en el mercado mundial por diferentes factores

que veremos aquí.3

La presencia del cultivo de la caña y la producción de pilón es una historia larga en

la huasteca potosina. Barthas señala que la introducción de la caña se realizó a mediados

duró la dominación mexica, ya que en las primeras décadas del siglo XVI tuvo lugar la conquista de los españoles (Baca, 1992: 89-90)

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del siglo XIX cuando la mayoría de los molinos eran de madera, y posteriormente hacia

1940 llegaron los molinos de hierro los cuales tienen una mayor capacidad para moler la

caña.4

La producción del piloncillo es una tarea que recae sobre los varones por ser ellos

los que realizan la mayor parte del proceso productivo, y sobre todo, por llevar a cabo las

tareas más pesadas de esta producción: 1) la siembra y el corte de la caña, y 2) la

preparación del melado (jarabe que se obtiene por evaporación del jugo de la caña antes de

concentrarlo al punto de cristalización). Sin embargo es un trabajo en donde intervienen

también las mujeres y los niños, veamos pues como se hace el pilón y cual es la división del

trabajo familiar para llevar a cabo su preparación.

Proceso productivo del piloncillo

La producción del piloncillo es un trabajo artesanal por su rustico grado de

tecnología, lo cual no debe confundirse con algo sencillo. Hacer pilón es un trabajo de

hecho muy pesado empezando por el corte de caña en un clima caluroso y húmedo.

Denominamos trapiche a todo el conjunto que integran las herramientas, los insumos, y el

lugar de trabajo que generalmente se localiza cerca del terreno de la caña, aunque algunos

campesinos tienen su caña atrás de la casa y por lo tanto ahí tienen su trapiche. En el lugar

de trabajo hay un tendejón hecho de palos de madera y otates, techo de palma o bien de

3. A lo largo de esta presentación se utilizan piloncillo y pilón como sinónimos. El pilón es la forma usual de los indígenas para referirse al melado solidificado. 4. Originaria de Melanesia , la caña de azúcar llega en 1480 a las islas canarias y de allí llega a América por Cristóbal Colón y la introdujo a Cuba y Puerto Rico. Y fue Hernán Cortés que la trajo a la Nueva España (Scharrer, 1997). Durante el siglo XVII se desarrolló la construcción de los ingenios y se multiplicaron los pequeños y medianos trapiches en las zonas cañeras de la Colonia . Hacia 1842, la región huasteca se

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hoja de caña, en donde se encuentran distribuidas unas mesas de madera para colocar los

moldes de barro que guardan el pilón. Son recipientes de paredes gruesas y en forma de

vaso que provienen del estado de Hidalgo y que los campesinos compran en los mercados

de las cabeceras municipales de Tancanhuitz y Tanlajás. Para el piloncillo blanco se usan

moldes que miden unos 10 centímetros de alto y cada pilón pesa entre 150 y 250 grs., y

para el pilón prieto se utilizan otros de unos 20 centímetros de alto y cada pilón pesa entre

500 y 700 grs.

Debajo de este tendejón se resguarda la familia del sol esperando el cocimiento del

jugo de la caña, ahí colocan sus palas de madera, o remos como le nombran los

piloncilleros, que utilizan para menear o batir el jugo de la caña durante su evaporación y

conversión en melado. También guardan en dicho tendejón los cucharones con los que

vierten el dulce a los moldes, así como otras herramientas como las carretillas o cajas de

madera para transportar el pilón. A un lado de este tendejón generalmente existe otro donde

se encuentra la “puntera”, nombre que se le da a la batea de lámina donde se cuece el jugo

de la caña (los piloncilleros más pobres la tienen al aire libre). Y junto a la puntera está el

molino.

Existen molinos de diferente capacidad. La mayoría de los productores tienen del

número uno y con un animal de carga es suficiente para la extracción del jugo de caña, pero

otros tienen del # 2 y del # 3 mismos que requieren de la fuerza de más de un caballo. La

diferencia entre ellos es el tamaño de los cilindros que lo componen. Para los productores el

molino es la herramienta más difícil de conseguir por su alto precio, por ejemplo un molino

mantenía de productos como: el piloncillo, maíz, frijol, arroz, venta de cueros, aguardiente de caña, la cría de cerdos, el almidón de yuca, y la exportación de maderas preciosas (Baca, 1995:90)

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nuevo del #1 cuesta aproximadamente $10,000.5 De hecho, muchos intermediarios del

piloncillo también suelen hacer negocio mediante la venta de molinos o animales de

tracción que ofrecen a los piloncilleros en pagos diferidos asegurando así la venta regular

del pilón al caprichoso precio del negociante.

Usualmente el campesino corta la caña el día anterior a su procesamiento en el

molino o bien el mismo día de madrugada. Pero en ese caso, mientras alguien corta la caña,

otro familiar de manera simultánea va introduciendo varas de caña al molino y arreando al

caballo para que camine, y con esa fuerza tracción, se extrae el jugo. El líquido cae en una

batea de madera o directamente a latas mantequeras con capacidad de 20 litros. Se

transporta el jugo hasta la puntera que es una tina en forma rectangular hecha de madera y

metal que mide entre 90 y 1.20 metros de ancho, por dos o dos y medio metros de largo,

con una altura de unos 30 centímetros, cuya base es una lámina galvanizada que soporta el

fuego directo. Esta tina descansa sobre un horno hecho de piedra y barro que en su interior

tiene parrillas metálicas. El horno tiene una boca por donde se introduce el combustible, en

este caso leña y bagazo de la caña exprimida en faenas anteriores y que es almacenada y

secada para esta fase. Los piloncilleros se refieren por “punto” al fruto de todo este

proceso, es decir, a la cantidad de pilón que logran obtener de cada evaporación, y el

término “punto” se refiere al momento en que el melado alcanza su consistencia, y de ahí se

deriva el nombre de “puntera” para refiere a la batea donde se realiza dicha cocción.

Así, conforme se exprime el jugo de la caña, se vierte en la puntera donde se deja

hervir lo necesario. Con un remo de madera se menea el líquido hasta el fondo, el cual

paulatinamente se torna de un estado líquido color ámbar a un estado más espeso de tono

5. Barthas menciona que los molinos de hierro se introdujeron aproximadamente en 1940. Menciona también que de 1940 a 1965 la producción de piloncillo observa un gran dinamismo en la región. Su destino se

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café obscuro. La duración de este proceso depende de varios factores: de la fuerza del

horno, de la pericia de quien atiza el fuego, y de la cantidad y calidad del jugo de caña; ya

que de septiembre a noviembre la caña tiene, como dicen los piloncilleros, poca azúcar;

entre junio y agosto guarda mucha agua, y estos factores hacen que el melado tarde un poco

más y rinda menos en cantidad de piloncillo. En esos meses generalmente evaporan entre

10 y 14 latas de caña de azúcar y para llegar al punto tardan unas cuatro horas, con un

rendimiento en piloncillo de entre 35 y 45 kg.

En cambio, entre diciembre y mayo, cuando “rinde bonito la caña”, como dicen los

piloncilleros, una evaporación se hace con 20 o más latas, y como la caña tiene mucha

azúcar y poca agua, entonces el punto se consigue de manera más precisa, aunque por ser

más cantidad de jugo la evaporación tarda entre 5 y 7 horas, y rinde entre 60 y 70

kilogramos.

Una vez que el productor detecta con el remo que el jugo hecho melado se está

espesando, entonces empieza a hacer pruebas. Vierte un poquito en un trozo de madera y

lo restriega con el remo. Si el melado todavía permanece como miel al contacto del aire es

porque todavía no está listo, pero si se torna sólido y café, entonces ya está. En ese

momento se pasa a una batea mas chica (rectangular de 90 x 1.20 x 30) que no está sobre el

horno y se deja enfriar una media hora. Hasta aquí la mayor parte del proceso lo llevan a

cabo los varones, sobre todo la cocciòn y evaporación del jugo se considera un trabajo

netamente masculino.

Una vez que el pilón está listo se vierte con un cucharón de madera en los moldes de

barro. Se dejan pasar escasos 20 minutos en el molde para que los pilones terminen de

tomar una consistencia totalmente sólida puedan ser desprendidos del molde. En esta tarea

concentraba para el autoconsumo y el abasto de las destilerías clandestinas locales. (Barthas, 1993: 191)

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es común que tomen parte los niños y las mujeres. Entre algunas familias piloncilleras, los

hombres se encargan de todo el proceso y la mujer únicamente les lleva los alimentos al

trapiche; ya que el trabajo del pilón inicia muy temprano, a las cuatro o cinco de la mañana,

para terminar a las doce del día y evitar así las horas de mayor calor; pues de por sí es una

tarea que, como ellos dicen, calienta mucho el cuerpo. De hecho, es común encontrar a

algunos hombres que tienen dañados sus ojos porque, según ellos, “el calor del pilón se los

ha cocido”, y cuando uno los mira, da la impresión de que tienen una nube, y los

productores se quejan de cierta disminución visual.

San José Peketzén: una comunidad de piloncilleros

San José Peketzén se localiza a unos 15 kilómetros aproximadamente de la cabecera

municipal de Aquismón. El actual patrón de asentamiento data de 1970 cuando a través de

un programa de congregación poblacional que implemento el Estado a través de la SAHOP

se creó el actual San José y se proporcionaron ciertos servicios, como atención médica,

escuela, agua, luz, y camino de terracería para acceder a la carretera federal, para lo cual se

requirió que los habitantes se congregaran ya que vivían en caseríos dispersos en la sierra

alta.

La comunidad tiene un kinder, una escuela primaria federal, y se imparten cursos de

telesecundaria. Existe una clínica COPLAMAR que brinda servicio a los de Peketzén y

otros ejidos vecinos también productores de piloncillo (Tamarindo 322 habitantes, Linares

287 hab., la Garza 484 hab y Ahuitolt 162 hab). De acuerdo al censo realizado por la clínica

en diciembre del 2000, la comunidad cuanta con 762 habitantes, 393 hombres y 369

mujeres. Se registraron 254 individuos como económicamente activos sin distinción de

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hombres o mujeres. San José tiene 535,00 hectáreas de ejido; 380,00 fueron expropiadas en

el años de 1943 a Joaquina Trápaga de Meade y son terrenos laborables para cultivos de

temporal, y 155,00 se le expropiaron a la ex hacienda de la Palmira, propiedad intestada de

Eluterio de la Garza, y se trata de terrenos de agostadero y un 80% son tierras de labor.6

Los adultos conservan el tenek como lengua materna, algunas señoras adultas

entienden poco español y lo hablan aún menos, aunque los jóvenes y los niños en su

mayoría sólo lo entienden. Los adultos se asumen como indios tenek, algunas mujeres

conservan su indumentaria tradicional y prácticas de la vida comunitaria, como la

manufactura de enseres, comales y ollas para el autoconsumo.

La mayoría se dedica al cultivo de la caña para producir piloncillo, siembran maíz

para la autosubsistencia y ajonjolí para la venta. Algunos tienen también pequeños huertos

cuya extensión varia entre 500 metros cuadrados y dos hectáreas) donde tienen árboles

frutales incluyendo el café. No faltan los pequeños negocios de abarrotes o la venta de pan

y carnitas como formas de autoempleo.

Pocos son los campesinos que se dedican a los cítricos y el café ya que básicamente

son para el autoconsumo. Sin embargo, cuando el precio del pilón baja mucho, o bien llega

la temporada en la que la caña no rinde bien para hacer pilón (junio-agosto), entonces la

venta de los frutos ofrece a los campesino un mínimo ingreso. Pero para obtener ingresos

realmente significativos, entre las familias de los piloncilleros es usual que los hijos salgan

a desempeñar algún trabajo fuera de la comunidad.

De acuerdo a la información hasta ahora recabada, esta estrategia se ha

incrementado a partir de 1980. Antes de que se abriera la carretera Federal (1940), y

cuando San José Peketzén era un asentamiento disperso en la sierra, pocos individuos salían

6. Información obtenida del acta de posesión y deslinde del ejido de San José Peketzén.

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a trabajar fuera de la huasteca potosina. Generalmente se trataba de hombres, en su mayoría

ya adultos y con responsabilidades de un hogar e hijos, que iban a trabajar como jornaleros

haciendo, por ejemplo, cercas para los pastizales, o limpiando algún terreno, o bien al corte

de la caña en los ingenios como los de Ciudad Valles y otros al norte de la región.

Pero la carretera y los servicios de transporte han facilitado el acceso a ofertas

laborales extracomunitrias; así se registra la presencia de los peketzeños en el sector

servicios y agropecuarios en otras partes del estado de San Luis Potosí, como en Río Verde

para el corte de la naranja, y en Ciudad Valles para trabajar de jardineros, cargadores,

mozos, etc. Por su parte, las mujeres salían a prestar sus servicios como empleadas

domésticas en Aquismón, Tancanhuitz y otras cabeceras municipales como también en

Ciudad Valles. Desde 1980 muchas jóvenes laboran en esta ciudad como: meseras,

empleadas en diversos negocios, y personal de limpieza en hoteles y oficinas. Asimismo,

cada vez hay más jóvenes que van a estudiar la preparatoria a Tancanhuitz, por ejemplo, e

incluso algunos llevan a cabo estudios posteriores.

La explosión demográfica, el mayor grado de escolaridad al que ahora tienen acceso

los jóvenes, las crisis del precio del pilón y la naranja, así como la escasez de tierras son

factores que impulsan año con año a que más y más jóvenes y adultos en edad media, o sea

aquellos que tienen entre 25 y 45 años, salgan de la comunidad en busca de otras fuentes de

ingresos. Aquellos que tienen mejores posibilidades económicas y contactos suelen irse a

Monterrey o Matamoros en Tamaulipas, y en menor proporción, a la ciudad de San Luis

Potosí y el Distrito Federal. Así en Peketzén hay expertos mecánicos, soldadores, albañiles,

vidrieros y algunos ingresan al ejercito con miras a estudiar una carrera; y las mujeres por

lo general trabajan como empleadas domésticas.

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La importancia que están tomando los ingresos percibidos en ocupaciones

extradomésticas colocan a la producción piloncillera como actividad para la subsistencia en

un nueva dinámica, por lo que es urgente atender a la migración en la restructuración de la

vida rural de estas comunidades huastecas. ¿Es posible pensar que las nuevas ocupaciones

van a alejar a las futuras generaciones del piloncillo? , ¿o más bien la producción

piloncillera cambiara sus funciones como precisamente la de subsistencia?

Barthas y Baca ya habían señalado la posible desaparición de esta actividad dado el

estado de desamparo tecnológico, productivo y comercial en que la encontraron entre 1992

y 1996 (Barthas 1993: 225; Baca, 1995:95).Ambos señalan algunos problemas relativos a

la calidad del piloncillo, como la falta de control sobre la temperatura y el pH durante su

evaporación, además de la incapacidad tecnológica para retirar las impurezas de basura y

cenizas que acarrea la extracción del jugo de caña y la cocción del mismo, todo lo cual se

traduce en la imposibilidad de poder abarcar otros consumidores mediante la venta de un

pilón más puro. Aunque algunos campesinos se las han ingeniado para tratar de obtener un

melado más limpio, para lo cual, una vez que hierve, le retiran las impurezas con una

coladera para venderlo como insumo en la elaboración de distintos alimentos dulces. Aún

así, prevalecen otros problemas como el bajo precio del pilón y las dificultades para la

venta directa al consumidor de dicho insumo.

Pese a la importancia que ya tenían las actividades extracomunitarias para cuando

Barthas y Baca realizaron su investigación sobre los piloncilleros, ninguno menciona su

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relevancia y sostienen la posible desaparición de esta actividad para la subsistencia cuando

en realidad todavía perdura como muy relevante7.

Nosotros proponemos que la migración ha venido a replantear la tradicional

importancia del pilón y su relación de complementariedad con la producción de cítricos y

café. Hemos detectado distintos casos, o sea diferentes respuestas de las familias

piloncilleras de acuerdo a: 1) los medios de producción para dedicarse al cultivo de la caña

y la elaboración del melado, en concreto: tierra, trapiche, mano de obra familiar, así como

el respaldo de un pequeño huerto productor de frutas para completar los ingresos; y 2) en

relación a factores externos que facilitan, o bien en otros casos entorpecen, la adquisición

de dichos medios, por citar algunos, el apoyo técnico o económico que han recibido estos

campesinos en diferentes momentos por parte del Estado y otras instancias como: 1) las

ONG´S o Asociaciones Civiles (de las actuales tenemos: Coalición de Organizaciones

Democráticas, Urbanas y Campesinas CODUC; Consejo Nacional de Abasto y

comercialización, Fondo Regional Teenek); 2) las organizaciones encabezadas por las

uniones de ejidatarios en la huasteca potosina (como la Toknal Quicha encabezada por los

piloncilleros de la cabecera municipal de Tancanhuitz8) ; y 3) las mismas iniciativas de los

campesinos para mantener esta ocupación y promover mejores condiciones para la venta

7. De acuerdo al censo del Instituto Nacional Indigenista de 1999 se registro que las comunidades de las siguientes cabeceras sembraron tantas hectáreas de caña para pilón: Aquismón 869.00 hectáreas Tancanhuitz 1,138.00, Coxcatlán 1,627.00, San Antonio 1,082.00 y Tanlajas 1,820.00, en total 6,536.00 hectáreas. 8. En la década de los ochenta el Instituto Nacional Indigenista apoyo a los campesinos de San José Peketzén y otras comunidades piloncilleras de la región organizándolas bajo una unión que se llamaba el Toknal Quicha , que en teenek significa “amanecer trabajando”, que hace alusión a lo temprano que se deben levantar los campesinos para hacer el pilón. Bajo este programa se construyeron algunas bodegas para almacenar el producto, ya que la humedad difícilmente permitía su conservación. En ese entonces, los campesinos lograron mantener un ritmo continuo de producción y se les pagaba a buen precio el producto. Además también se les dio asesoría y algo de insumo para combatir plagas. Se les facilitó también semillas de diferentes tipos ( “cubano”, POJ y Mex 55) para plantar nueva caña. Sin embargo, hacia fines de los ochenta cesó el apoyo del INI por falta de presupuesto y con ello los productores nuevamente quedaron a la deriva y en las manos de los intermediarios.

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del pilón (como la unión de diferentes comunidades indígenas bajo el Parlamento Indio

encabezado por exautoridades de la cabecera municipal de Tanlajás), entre otros actores

sociales.

Así, nosotros coincidimos con Barthas y Baca en que el pilón es una ocupación

enfocada a la subsistencia, pero a diferencia de ellos consideramos que esta actividad no

cumple el mismo papel para todos los campesinos, ni como oficio ni tampoco como fuente

de ingresos.

Al respecto, Barthas si menciona la relación existente entre el grado de desarrollo

del pilón como actividad para la subsistencia y la importancia que se le otorga al interior de

cada familia, o en su propia hipótesis: “…nuestra hipótesis es que , en cada región, el nivel

del salario mínimo está en correspondencia con el umbral de reproducción de las unidades

de producción agrícola…” (Barthas, 1993:228). Sin embargo, la autora no tomo en cuenta

la decisión o apreciación de los actores sociales, o sea de los piloncilleros, respecto a su

oficio; ya que como veremos, existen grandes diferencias respecto a la valoración cultural y

económica entre las generaciones de adultos y la de los jóvenes, quienes en su mayoría

afirman que “el pilón es sólo para sobrevivir, y si ellos quieren algo más, como estudiar, o

vestir mejor, entonces deben salir a trabajar. Dicha apreciación aunada a la escasez de

tierras por la práctica sociocultural de heredarla preferentemente al hijo varón mayor lo

mismo que el molino de caña, coloca al resto de los hijos en franca desventaja para

continuar el oficio.

En este orden de cosas, con el objeto de captar las distintas apreciaciones

sociocuturales y productivas en torno al quehacer del melado, distinguimos en San José

Peketzén tres tipos de productores. Aquellos para quienes el pilón es una especialización

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ocupacional, lo cual significa que durante la época de caña (septiembre a mayo) se dedican

sólo a esta tarea sin recurrir a otras fuentes de ingresos, ya que a la semana pueden hacer

como mínimo dos puntos cada tercer día, y por cada punto, obtienen al menos 70

kilogramos de piloncillo, y si el kilogramo lo pagan a $2,80 el kilogramo, entonces dos

puntos, o sea 140 kgr x $2,80 da un total de $392 x 3 veces a la semana, esto es $ 1,176,00.

En cambio, en los meses de junio-agosto, cuando la caña tiene mucha agua rinde menos el

pilón, y se obtienen entre 35 kgr. y 45 kgr. por punto , o sea 35 kgr. x $2,80 ó 45 kgr. x

$2,80 = $ 98 ó $106, y si a la semana se hace pilón unas dos veces, entonces la ganancia es

de $196 ó $212 semanales respectivamente. Incluso en ocasiones para estos meses los

campesinos han agotado ya sus terrenos de caña porque concentraron su producción en el

período anterior, y en esos casos, recurren a trabajos extracomunitarios sólo mientras llega

otra vez la caña buena a partir de septiembre.

Al interior de este tipo de campesinos para quienes el piloncillo es una

especialización ocupacional distinguimos dos casos. El que podríamos denominar como

“los ricos” quienes casi todo el año tienen suficiente caña para al menos obtener dos puntos

por semana. Como mínimo poseen dos hectáreas y algunos hasta 4 ó 5 donde cultivan en su

mayoría caña y otro tanto menor en frutas. Por lo general pueden producir los dos tipos de

pilón, o sea prieto y blanco, de acuerdo a la demanda en el mercado, tienen molino y

animales de tracción para trabajar, y cuentan con mano de obra familiar masculina además

de la ayuda de las mujeres y los niños.

El segundo caso de piloncilleros lo representan los “campesinos de pocos medios”

quienes intentan hasta el último momento dedicarse únicamente a la producción del pilón,

pero como tienen menos tierra generalmente menos de dos hectáreas, pronto se les acaba la

caña y entonces se ven en la necesidad de recurrir a la mediería; arreglo a través del cual un

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campesino que tenga caña llega a moler a su molino y hace uso de su puntera, y del

piloncillo que salga, se lo dividen entre los dos. Unas veces pone el caballo el dueño del

molino y en otras ocasiones el poseedor de la caña. Son productores que no tienen los

medios para intensificar su cultivo (semilla nueva, fertilizantes, insumos para limpiar el

cultivo, o carecen de mano de obra masculina por encontrarse trabajando fuera del pueblo,

etc). Estos productores tienden a trabajar el pilón de septiembre hasta mediados de junio y

después se dedican a buscar trabajo fuera de la comunidad para completar con el poco pilón

que pueden hacer a medias.

Por último, distinguimos un tercer tipo de piloncillero representado por los

campesinos que tienen poca tierra para sembrar caña, hasta menos de una hectárea. Más

que un productor de piloncillo es un trabajador a destajo de los campesinos que poseen los

medios para hacer pilón; es decir, son campesinos que carecen de trapiche (molino,

animales, puntera y otras herramientas). Y por lo mismo se dedican a trabajar de jornaleros

en sitios circunvecinos, venden poca caña a los piloncilleros, o bien recurren a trabajar el

pilón a medias según sus contactos con dueños de trapiches.

Algunas reflexiones sobre el futuro del pilón y sus productores

La tipología de piloncilleros que presentamos nos permite observar las grandes

diferencias socioeconómicas y productivas entre los productores del melado, lo cual nos

permite concluir que una actividad para la subsistencia no significa lo mismo para todo un

grupo humano aparentemente homogéneo por compartir una forma de vida y cultura.

Este tipo de diferenciaciones entre productores agrícolas, como los del pilón, de

cara a la globalización nos parece que se va a recrudecer, y será nuestro próximo interés

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conocer las diferentes estrategias productivas y laborales que instrumentan los distintos

piloncilleros para mantener o bien abandonar esta actividad de subsistencia, para lo cual

será importante atender varios aspectos como los siguientes: el papel de los intermediarios,

la intervención de diferentes actores sociales, particulares y estatales, en la promoción del

pilón como fuente de ingresos, el interés o la necesidad de las nuevas generaciones para

continuar esta actividad, y muy importante, la falta de una valoración cultural y económica

al esfuerzo y tiempo que invierten los campesinos en la elaboración del pilón; y de la

apertura comercial mundial que pueda promover su consumo, principalmente como insumo

para la elaboración de otros productos con posible demanda en el mercado internacional,

sobre todo en los países del primer mundo, en donde el piloncillo es valorado por ser una

azúcar no nociva para la salud a diferencia de la azúcar refinada.9

El futuro del pilón depende en gran medida de los problemas que tienen los

productores para fijar ellos mismos el precio de su producto. Durante años los indígenas se

han visto intervenidos por carecer de los medios necesarios (camiones, choferes, clientes)

para ser ellos mismos los comerciantes de sus mercancías, lo mismo sucede con el caso de

la naranja y el café. Además, el campesino no tienen ningún control sobre el precio de sus

productos, sino que este lo fija la oferta y la demanda en el mercado, y el intermediario de

manera muy arbitraria atendiendo sus metas de ganancia, menospreciando el conocimiento

y la inversión del trabajo que significa hacer pilón.

9. Hacia 1996 algunos piloncilleros recibieron el apoyo técnico a través de un programa de SOLIDARIDAD y les facilitaron punteras de acero inoxidable y una chimenea con el objeto de eliminar más impurezas. Sin embargo esta ayuda fue para unos cuantos, y la realidad de las cosas, es que según los productores, el pilón sale casi igual de impuro que en la puntera tradicional. Este tipo de apoyos son soluciones temporales que no van a la raíz de los problemas que aquejan a los piloncilleros.

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Por su parte, los intermediarios tanto de la huasteca como los de otros estados de la

república, tienen medios para contactar y acaparar a los clientes no permitiendo el acceso

directo del productor al consumidor, por ejemplo, piloncilleros que no han podido contactar

directamente a los productores de tequila quienes compran un alto porcentaje del piloncillo

huasteco. Los abusos de algunos intermediarios han llegado incluso hasta el engaño y el

abuso de confianza hacia los indígenas, al llevarse el pilón de San José Peketzén sin

pagarlo, prometiendo volver sin cumplir, defraudando y llevando así a los productores a la

bancarota. Además hoy en día poco han prosperado los intentos por utilizar el pilón como

insumo para otros bienes de consumo. Hasta l970 había empresas familiares productoras

de agua ardiente de caña, pero luego se realizó una inspección sanitaria por parte del Estado

y se detecto bebida adulterada y esto, aunado al problema para cobrar impuestos, llevó al

cierre de estas unidades productoras. En Axtla hubo hasta fines del 2000 un programa de

apoyo por parte de una ONG´S para financiar un grupo de mujeres que hacía dulces y pan

hecho de piloncillo, pero se cancelo por mal manejo de fondos y disputas entre los

participantes en el proyecto.

En ocasiones existen apoyos temporales para la comercialización del piloncillo.

Actualmente, una organización conocida como AGROSIERRA compra el pilón con

regularidad a varias comunidades de ejidatarios sólo entre septiembre y mayo cuando sale

mejor el producto, y lo paga a un mejor precio que los intermediarios; el pilón prieto a

$3,00 ó $3.20 en lugar de a $2.80, y el blanco a $3,50 en lugar de a $3,00. Mas este apoyo

es por algún tiempo solamente y de todos modos es insuficiente para sacar a vender todo lo

que se produce en San José, así que los piloncilleros siguen necesitados y a merced de los

acaparadores, en su mayoría de los provenientes de Tancanhuitz.

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A diferencia de los pronósticos de Baca y Barthas sobre la posible desaparición de

la producción del pilón como actividad para la subsistencia, el caso de los peketzeños nos

muestra su continuidad y como los campesinos la adecuan, la articulan, a las nuevas ofertas

laborales comunitarias que atraen a tantos jóvenes. Incluso, encontramos casos de

productores que sólo de dedican al pilón por contar con los medios favorables.

Sin embargo la falta de tierras está siendo un problema cada vez mayor en la

continuidad del piloncillo. Aunado a la escasez , este problema tiende a complejizarse por

el interés de algunos agroindustriales por acaparar tierras, muchas veces limitándose a

rentarlas sin la presión de comprarlas, para invertir en cultivos de exportación, o la

ampliación de pastizales para el ganado. Son productores, en su mayoría mestizos o

pertenecientes a la vieja oligarquía potosina, que tienen todos los medios (materiales y de

relaciones sociales) para manipular los precios del jornal que pagan a los campesinos,

tienen facilidades (clientes y transporte) para colocar sus productos en el mercado, su

posición socioeconómica les permite ser sujetos de crédito de programas de apoyo o por

instituciones bancarias, y además la comercialización de productos agrícolas no es su única

actividad.

Las ventajas productivas y comerciales de estos agroindustriales han orillado a los

campesinos indígenas de bajos recursos y capacidad productiva como comercial a un

escenario de incertidumbre y mayor explotación. Asimismo, el mayor control que han

logrado tener estos agroindustriales sobre los recursos naturales de las comunidades,

aunado a los cambios del artículo 27 constitucional, y el debate que ha ocasionado en

México la disputa por la autonomía de los pueblos indígenas, son factores que han

colocado a los campesinos de la huasteca potosina, como los piloncilleros de San José

Peketzén, en una lucha aún más difícil por el uso y control de los recursos de su territorio,

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poniendo en riesgo sus actividades de subsistencia que por año han permitido la

reproducción socioeconómica de sus familias.

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Referencias bibliográficas

Barthas, Brigitte

1993 “Los productores de piloncillo: crisis y disyuntiva (el caso de la huasteca potosina)”, ORSTOM-CP, Universidad de Chapingo, México,pp:225-231

Baca del Moral, Julio

1995 “La producción piloncillera en la huasteca potosina” Revista Geografìa agrícola #21, Universidad de Chapingo, México, pp:89-96

1996 “Tendencias de la agricultura en la huasteca potosina”, Revista Geografía Agrícola

# 24, UACH, México y Universidad de Tolouse, Le Marail, México, pp:85-97 Ruvalcaba Mercado, Jesús (coord.) 1998 Nuevos aportes al conocimiento de la huasteca, UACH, CIESAS, INI, CEMCA,

Instituto politécnico nacional, México Scharrer Tamm, Beatriz 1997 Azúcar y trabajo: tecnología de los siglos XVII y XVIII en el actual estado de

Morelos, CIESAS, Instituto de la Cultura de Morelos, Grupo Editorial Miguel Angel Porrúa, México.