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0 PONENCIA: Trabajo y condiciones de vida: los sectores medios de Santiago del Estero en la década de los noventa AUTORAS: María Emilia Isorni - Graciela Saber Intitución: Instituto de Estudios para el Desarrollo Social (INDES). Universidad Nacional de Santiago del Estero. Argentina. _________________________________________________________________________ Ponencia presentada en el XXIII Congreso Internacional de LASA 2001: GEN11, Washington D.C., Septiembre 6-8.

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PONENCIA: Trabajo y condiciones de vida: los sectores medios de Santiago del Estero en

la década de los noventa

AUTORAS: María Emilia Isorni - Graciela Saber Intitución: Instituto de Estudios para el Desarrollo Social (INDES). Universidad Nacional de Santiago del Estero. Argentina. _________________________________________________________________________ Ponencia presentada en el XXIII Congreso Internacional de LASA 2001: GEN11, Washington D.C., Septiembre 6-8.

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Trabajo y condiciones de vida: los sectores medios de Santiago del Estero en la década de

los noventa

María E. Isorni - Graciela Saber I - Introducción

El presente trabajo tiene por propósito analizar el proceso de declinación,

vulnerabilidad y transición hacia situaciones de riesgo de los sectores medios de Santiago del Estero en la década de los noventa, tomando en consideración dimensiones económicas, sociales y culturales. Se trata del estudio de una situación que se ha instalado con carácter de persistencia en el escenario argentino actual y en particular en el local, además de ser una temática candente y significativa aunque casi ausente en la agenda de discusión provincial. En esta presentación se pretende brindar información sobre la manera en cómo los cambios acontecidos en el mercado de trabajo han incidido en el proceso de caída de estos sectores, las significaciones que los actores involucrados construyen respecto del mismo, las alteraciones que se reconocen en las condiciones de vida, así como el conjunto de definiciones y estrategias que se despliegan para amortiguar o evitar la caída.

Aunque las líneas argumentativas estructural – constructivistas inspiraron la problematización del objeto de indagación, este estudio no implica una estricta estructuración teórica en busca de verificación de modelos de relaciones posibles, más bien se trata de reconstruir un segmento de la realidad interrelacionando diversas dimensiones a partir de un hilo conductor: la centralidad y reconocimiento social que tiene el trabajo como factor de integración y desarrollo social (Castel, 1997; Díaz, 1995; Blanch, 1996). Tal es su centralidad que pese a que las transformaciones en el sistema productivo vienen impactando negativamente en el mercado de trabajo, no sólo reduciendo los puestos de empleo, sino modificando las condiciones de trabajo por otras desventajosas, menos seguras, más inestables, más precarias, tomando características novedosas que, por desconocidas, sumen en la angustia a gran parte de la población, aún así es la llave que abre o cierra la posibilidad de permanecer siendo parte de la sociedad.

Aquellos que hasta no hace mucho tiempo atrás se mantenían al margen de los procesos de debilitamiento y vulnerabilidad social, como es el caso de los sectores medios argentinos, hoy en día sufren en carne propia los efectos de la crisis, no como resultado de acontecimientos naturales ni de catástrofes inexorables (Minujin, 1997), sino como efecto de un largo proceso de deterioro que se inicia en la segunda mitad de los 70 y que se manifiesta dramáticamente, en mayor cuantía, en la segunda mitad de los 90 (Isorni, Saber, Gómez, 2001).

Los cambios desfavorables en el mercado de trabajo ponen en jaque a los hogares que han sido impactados por ellos, alterando sus condiciones de vida, es decir, el conjunto de recursos y poderes efectivamente utilizables: capital económico, cultural, social y simbólico (Bourdieu, 1998). Tanto el capital económico como el cultural constituyen el principio a partir de los que se estructura el espacio social, mientras que el simbólico y social (reconocimiento, consagración, relaciones sociales que se pueden movilizar en un momento determinado, etc.) permiten a quienes los poseen obtener un rendimiento diferencial del capital de base, es decir, son sobreañadidos que posibilitan mejores jugadas en el espacio social. En ese espacio concreto las personas y los grupos se definen por sus

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posiciones relativas, que pueden alterarse por los cambios en el volumen y la estructura del capital que poseen. Esas condiciones objetivas impactan a su vez en el espacio social representado, es decir, en el espacio de los estilos de vida que como son captados a través de las categorías de percepción contribuyen a definir nuevas maneras de usar y consumir bienes que marcan la distinción/diferenciación. Frente a las nuevas condiciones objetivas, pueden advertirse diversos movimientos sociales que pueden llegar a implicar hasta desclasamientos (Bourdieu, ob. cit), modificando habitus1, estrategias2 y estilos de vida.

Nuestra población destinataria son los sectores medios pertenecientes al aglomerado urbano Santiago del Estero – La Banda. Su delimitación connotativa no es tarea sencilla ya que en la provincia son vastos y multiformes, poseen cierta nitidez ocupacional pero incluyen una larga enumeración de categorías, actividades y formas productivas. Tal vez por ello sea notoria la falta de nitidez y univocidad en cuanto a la extensión y comprensión del término implicado. Desde una perspectiva empírica y a nivel urbano puede decirse que es cuantiosa y polifacética su presencia. Los estratos medios más altos o por así llamarlos más antiguos estarían conformados por restos de familias aristocráticas que han sufrido procesos de pérdidas patrimoniales, por ciertos profesionales, por antiguas familias vinculadas al comercio y otras actividades privadas y por estratos superiores de la conducción del estado; los medios propiamente dichos o por así llamarlos más nuevos, significativamente más numerosos que los anteriores, son el resultado de diversos procesos ocurridos en los últimos cuarenta años y su surgimiento está sustentado en la expansión del empleo en el sector público, se trata de profesionales, técnicos y empleados de los escalafones intermedios y superiores de la administración pública, alrededor de un tercio de la población económicamente activa urbana, insertos en la administración estatal o en actividades conexas con la educación, la salud, la seguridad (Zurita, 1999).

Desde el punto de vista metodológico, en el artículo se combina la exploración con la descripción a partir del análisis de datos secundarios y de los obtenidos mediante entrevistas semi y no estructuradas. El trabajo con datos secundarios posibilitó la organización de la exposición a partir de las condiciones de contorno poniendo énfasis en los cambios operados en la economía y en el mercado de trabajo en la Argentina para situar y contextualizar la problemática, también se presenta el análisis de los cambios en la provincia con particular detalle de los de orden normativo e institucional porque contribuyen en la explicación y comprensión de la cuestión que se trata. Los datos de primera mano obtenidos a través de las entrevistas cualitativas son expuestos conforme al hilo conductor conceptual y de acuerdo a la siguiente tipología: los que fueron: historias de declinados; acumulando desventajas: historias de vulnerables; los que aún se mantienen: historias de transición. Los casos que se presentan fueron seleccionados intencionalmente de un total de cincuenta, los criterios de selección fueron pensados

1 El proceso de enclasamiento da lugar a la conformación de determinado habitus, que se define como los esquemas de percepción y acción que constituyen un sistema de disposiciones adquiridas en forma duradera por el individuo en el curso de su historia. El habitus se refiere a formas duraderas de ser y actuar, es, por lo tanto historia acumulada, lo social incorporado de manera durable en el cuerpo como una segunda naturaleza (Bourdieu, 1988; 1998). 2 Las estrategias se refieren según Bourdieu a conductas con sentido práctico generadas por el habitus que les permiten a los agentes orientarse y moverse en el espacio social. En este sentido involucra un proceso de racionalización, aunque no necesariamente. En este trabajo se aludirá también al concepto “estrategias adaptativas” cuyo fin es resguardar o sustituir prácticas habituales (Kessler, 1998), son por lo tanto distintas de las de supervivencia.

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conforme al potencial teórico y la representación de cada uno respecto de diversas situaciones objetivas así como de los cambios registrados en relación al trabajo y las condiciones de vida.

Este artículo3 es un intento, aunque incompleto, de contribuir al esclarecimiento de esta problemática, instalada con potencia paradigmática en el escenario de los 90. Debe entendérselo como una primera aproximación a la reconstrucción objetiva y desde la perspectiva de los actores de esta realidad. De este modo y desde aquí aspiramos a nutrir la reflexión, al menos entre quienes compartimos el interés por lo social y miramos la dimensión humana de los procesos sociales.

II - El contexto del análisis

No resulta fácil captar en toda su extensión el panorama de vulnerabilidad generalizada que sufre la sociedad argentina en su conjunto y en particular los sectores medios, para ello hace falta retrotraerse en el tiempo, recorrer el camino de los años y señalar fases y momentos estructurales para contribuir a su comprensión. Las décadas de los 50 y 60 y parte de los 70 se caracterizaron por los procesos de integración social y económica de trabajadores y ciudadanos provenientes de diversos estratos sociales, facilitado, entre otras cosas, por los mecanismos de acceso a los bienes que por entonces producía la Argentina. Esta cuestión que se hacía visible en la cohesión e inclusión social4, desde el punto de vista del mercado de trabajo, se resolvió en el doble espacio de la asalarización y las políticas redistributivas y de protección al trabajo. Como resultado la clase media creció significativamente, entre 1947 y 1970 trepó del 41% al 48% impulsada por técnicos, profesionales, vendedores y empleados administrativos (Murmis y Feldman, 1997). Cuando todo indicaba que en Argentina el desarrollo y el bienestar social tendrían un carácter lineal y progresivo, con el fin del período sustitutivo de importaciones y la entrada al ciclo recesivo de la economía en la segunda mitad de los 70, comenzó a evidenciarse el deterioro de la sociedad laboral. El desempleo, la precariedad laboral, la caída del ingreso medio y variadas formas de subutilización de la mano de obra, emergieron afectando la situación socioeconómica de la población aún de aquellos que tenían perspectivas ciertas de futuro como es el caso de los sectores medios, quienes comenzaron a advertir que el sueño de progreso era desplazado por la pesadilla del empobrecimiento. En los 80 el deterioro de los términos de intercambio, la contracción de los flujos netos del exterior y un alto endeudamiento externo afectaron directamente los niveles y la estructura de la producción y el empleo. Crecieron el desempleo y el subempleo y bajó el poder adquisitivo de los salarios ; en particular los sectores medios vieron disminuir

3 Esta ponencia es parte de la investigación “Trabajo y condiciones de vida: el empobrecimiento de las clases medias de Santiago del Estero en los noventa”, aprobada y financiada por el Consejo de Ciencia y Técnica de la Universidad Nacional de Santiago del Estero. 4 El concepto de inclusión se refiere a la posibilidad que tienen los miembros de una sociedad de acceder a los derechos sociales. Su contrapartida, la exclusión, implica la imposibilidad de acceso sin ayuda, sufrimiento de la autoestima, inadecuación de las capacidades y riesgo de estar relegado a sobrevivir del asistencialismo y estigmatización. Para un desarrollo más desagregado ver Minujin, Alberto, 1998 “Vulnerabilidad y exclusión en América Latina” en Bustelo, E. y A. Minujin (ed.) Todos entran. Propuestas para sociedades incluyentes, Unicef/Santillana, Santa Fé de Bogotá.

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ostensiblemente sus ingresos entre un 27% y un 33% (Tenti Fanfani, 1997).La industria perdió dinamismo al tiempo que se incrementaba el trabajo en servicios, la informalidad y la precarización en las relaciones laborales. Como resultado comenzó a predominar la exclusión laboral y social y la evidencia de signos de deterioro sin retorno en algunas de las fracciones de la clase media nacional. Por primera vez en la historia argentina, los sectores medios comienzan a vivenciar una especie de “cuesta abajo” o descenso colectivo. En los 90, el país inicia una etapa de reestructuración económica, política y social a través de las medidas de apertura, ajuste y desregulación aplicadas por el Estado Nacional. Este proceso agudizó, desde el punto de vista del mercado de trabajo, la creciente incapacidad del aparato productivo de generar empleos y puestos estables, lo que fue acompañado por un marco normativo que institucionalizó relaciones y modos de contratación desventajosos para los trabajadores. Por estas y otras razones se insiste en que estamos asistiendo al “ fin del trabajo” (Rifkin, 1997 ; Monza, 1998), no como un adiós apocalíptico que sería como finiquitar descarnadamente el trabajo, sí en el sentido de pleno empleo, es decir, esa fórmula típica dada por un trabajo estable, socialmente protegido y con niveles de remuneración creciente. Estas situaciones hacen pensar que se está institucionalizando lo inestable y las nuevas formas precarias contribuyen a debilitar al trabajador, quien se encuentra hoy en día frente a otras asechanzas como el aumento sin precedentes de la desocupación (generada por un modelo que provoca población excedente), un Estado que se retira no sólo de la regulación de las relaciones laborales sino también de la asistencia a los procesos de reestructuración del trabajo, y la debilidad notoria de los sindicatos y otras organizaciones laborales. Estas son las cuestiones más específicas y novedosas de la década que parecen atentar contra los lazos de integración social acrecentando las condiciones de vulnerabilidad5. El problema actual no es sólo la reproducción ampliada de la pobreza sino la desestabilización y declinación de sectores que hasta no hace mucho tiempo atrás estaban en condiciones de garantizar una aceptable integración social. El mal funcionamiento del mercado sigue empujando hacia abajo a contingentes, todavía no cuantificados, de población perteneciente a estratos medios. A muchos de ellos sólo la educación y su capital social y simbólico los distancian de los pobres de siempre. Pero es necesario señalar que también ya comienza a evidenciarse un proceso de distanciamiento hacia el interior de dichos sectores, donde los “ganadores” buscan asumir patrones de conducta y consumo más cercanos a los de los sectores altos tradicionales, al mismo tiempo que los “perdedores” inician un proceso de integración hacia abajo incorporando a sus condiciones de vida estrategias típicas de los sectores bajos. 5 La inclusión parcial en algunas de las esferas política, social y cultural implica vulnerabilidad o riesgos e inseguridad a futuro (Castel, 1998; Minujin, op. cit.) o acumulación de desventajas (Kessler y Golbert, 1996). Pero en una sociedad en la que el mercado de trabajo opera como la base de los mecanismos de cohesión social, la crisis del mismo es la principal fuente de obstáculos, por eso la problemática de la vulnerabilidad se dirime en términos de la relación de los individuos con el mercado laboral (Beccaria y López, 1997).

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III - Santiago del Estero en los noventa: cambios en el mercado laboral urbano

Con el propósito de interpretar los cambios desfavorables experimentados por los

sectores medios santiagueños en la década de los noventa, conviene situarlos a partir del análisis de algunos factores vinculados al funcionamiento de la economía y del mercado de trabajo de ese período, para definir el contexto desde el cual es posible comprender esos cambios.

Durante la década se ha asistido a diversos ciclos cambiantes de la economía provincial que, a veces, con diferentes pulsaciones han ido acompañando los vaivenes de la del país. El mercado de trabajo reflejó, en cierto sentido, en su comportamiento el alto grado de inestabilidad e incertidumbre que caracterizó a la economía nacional. Superada las implicancias negativas del proceso hiperinflacionario de fines de los 80, el mercado de trabajo en los comienzos del plan de convertibilidad exhibió un mejoramiento de los indicadores básicos: caída de la tasa de desocupación y subas en las tasas de actividad y empleo. Las condiciones desmejoraron como efecto del “tequila” hasta alcanzar en octubre de 1996 una tasa récord de desempleo (12,4%) y una caída extrema en las tasas de actividad y empleo. Tras un breve repunte entre 1997 y 1998 experimentaron un nuevo retroceso sin recuperación hasta el presente.

Resulta imprescindible señalar que, pese a que las tasas de desempleo provincial se sitúan dentro de las más bajas del país6 desde antes de promediar la primera mitad de los 90 la desocupación se ha transformado en el principal problema social y económico exhibiendo connotaciones paradigmáticas y niveles de persistencia emblemáticos. Lo novedoso de la década es que el desempleo afecta en proporciones crecientes a las personas con mayor nivel de educación. Según datos de la EPH, en el aglomerado urbano más importante de la provincia (Santiago del Estero – La Banda que concentra las dos terceras partes de la PEA urbana santiagueña), en octubre del 92, el desempleo entre los que completaron el nivel primario era de 2,1%, seis años después trepaba al 4,3%, entre los graduados universitarios la tasa era de 0,6% y en octubre de 1998 ascendía a 4,6%. Esto significa que las probabilidades de no conseguir un empleo casi se han equiparado para los diferentes niveles educativos y ponen al descubierto las condiciones de mayor vulnerabilidad de los más educados sobre todo si son jefes y se atiende al hecho de que cada vez más la gente alcanza niveles educativos más altos mientras la generación de puestos de trabajo se estanca o retrae (Isorni, 2001).

Hay que tener presente el escaso dinamismo que la economía provincial ha tenido y tiene en la creación de empleo, cuestión que queda de manifiesto en la sobrerepresentación del sector público por un lado, y en una exigua demanda de mano de obra por parte del sector privado por el otro. Pese a que esta constatación permite ubicar a la provincia en la

6 Sin embargo la tasa de desocupación sólo proporciona una visión parcial e insuficiente que ha llevado con frecuencia a esperar una asociación inversa entre su nivel y el grado de desarrollo del ámbito geográfico correspondiente. Cuando se toma en consideración otros mecanismos de ajuste del mercado de trabajo como pueden ser la tasa de actividad, de empleo, entre otros, es posible explicar la contradicción que se advierte entre una baja tasa de desempleo respecto a los valores nacionales en un contexto de subdesarrollo económico. Hacia 1999 la tasa de actividad era del 31,7% lo que quiere decir que de cada 1000 santiagueños, sólo 317 participan del mercado de trabajo, guarismo que se ubica 11 puntos por debajo de la media nacional. A esta constatación cabría agregar una tasa de empleo en permanente disminución lo que fortalece la hipótesis de una importante retracción de la oferta de trabajo en el mercado laboral provincial.

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tipología de “aglomeraciones con un rol burocrático dominante” (Roffman, 1996), no parece ser el sector público el que haya jugado un papel directamente determinante en la escalada de la desocupación, aunque sí de manera indirecta a través de los regímenes de jubilación anticipada, de retiros voluntarios y traspaso de organismos provinciales a la nación y al dejar de constituirse en un creador neto de empleo.

Tampoco la industria resulta ser relevante para explicar la desocupación global debido al escaso peso de esta actividad en el empleo urbano, sin embargo cabe señalar que este sector sufrió con marcada contundencia los embates de la crisis ya que entre 1993 y 1994 desaparecieron cerca de 1000 puestos asalariados industriales, por colapso de algunas empresas o reestructuración en términos de mano de obra de otras (Díaz, Isorni, 2001). Estas cifras son de alguna magnitud considerando que se trataba de puestos estables y protegidos y sobre todo si se tiene presente las dificultades por las que deben haber atravesado quienes resultaron expulsados, teniendo en cuenta las limitaciones que imponen la edad y la calificación en sintonía con los requerimientos que caracterizan, hoy en día, a las demandas de mano de obra.

Tampoco pueden tener peso explicativo en las alzas del desempleo el comportamiento de las otras ramas de actividad debido al rol subalterno y dependiente que han tenido históricamente. De modo que quienes contribuyeron en mayor medida en la escalada de la desocupación son los nuevos trabajadores y la construcción7 a lo que cabría agregar el impacto de las cuestiones normativas e institucionales más arriba señaladas.

Desde una perspectiva empírica, interesa destacar el comportamiento del desempleo según estratos ocupacionales de los jefes de hogares asalariados8. En el cuadro 1 se puede observar que los valores de los estratos medios siguen la tendencia del promedio del aglomerado excepto en el último bienio ya que en dichos estratos la tasa se mantiene constante. En el balance entre los años extremos de la serie, el indicador de desocupación en los sectores medios se había incrementado sensiblemente, con un salto abrupto en 1996, año en el cual alcanzan su mayor profundidad los efectos de la crisis recesiva de 1995. Si bien los guarismos son exiguos respecto del promedio provincial y nacional, la tendencia registrada resulta ilustrativa de la mayor vulnerabilidad de los sectores medios respecto al desempleo.

Con relación al deterioro de los ingresos reales, de fundamental importancia en la eventual declinación de los sectores medios, debe decirse que en el aglomerado urbano Santiago – La Banda, según datos de la EPH, se advierte un mejoramiento del ingreso medio real de los hogares a partir de la implementación de la convertibilidad y hasta 1993. Desde 1994, coincidentemente con el efecto tequila, este indicador refleja un descenso constante que lo lleva en 1996 a valores inferiores a los del punto de partida en 1991 (Díaz, 1998). Sin embargo esta reducción no afecta a los trabajadores por igual y en ello tienen especial importancia dos medidas tomadas desde el Estado respecto de las remuneraciones del sector público: el recorte de los salarios superiores en 1993 (Decreto – Ley 6015/93) con la homogeneización que impuso la fijación de un piso salarial para las categorías menores a partir de 1994, lo que produjo el achatamiento de la distribución y 7 Como dato ilustrativo merece señalarse que en el primer semestre del año 2001, la construcción ha perdido alrededor de 400 puestos de trabajo que se hacen visibles en los seguros de desempleo solicitados en el Anses local (El Liberal, 8 de Agosto de 2001). 8 Para más detalles estas cuestiones pueden consultarse en Díaz, R y M.E. Isorni, 2001, “Precarización del trabajo y vulnerabilidad en los hogares de sectores medios de Santiago del Estero – La Banda”, ponencia presentada en el 4° Congreso Nacional de Estudios del Trabajo, Buenos Aires, Argentina, Agosto/2001.

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consecuentemente un acercamiento en las diferenciales de ingreso. Esto se refuerza en 1995 con el Decreto 147/95 del Poder Ejecutivo de la provincia que dispone de un nuevo recorte salarial para las categorías de la administración pública que percibían por encima del piso fijado (Gómez, Isorni, Saber, 2000).

Cuadro 1: Indicadores de precariedad y vulnerabilidad Santiago-La Banda

INDICADOR 1992 1994 1996 1998 2000

Tasa de desocupación (%)

Hogares c/jefes ocupaciones estrato

medio

Promedio aglomerado

1,7

2,3

1,4

4,6

4,0

12,4

3,2

4,8

3,5

10,5

Indice ingreso total real de los hogares (1992=100) Hogares c/jefes ocupaciones estrato medio • Públicas • Privadas

Promedio hogares aglomerado

100,0 (100,0) (100,0)

100,0

103,0 (105,3) (108,4)

105,1

89,7 (81,7) (114,1)

87,4

91,2 (88,1) (103,8)

88,6

81,2 (80,4) (88,3)

86,4

Indice ingreso real1 de los jefes

(1992=100) Jefes c/ocupaciones estrato medio • Públicas • Privadas

Promedio perceptores aglomerado

100,0 (100,0) (100,0)

100,0

109,5 (111,3) (105,5)

126,9

101,3 (99,2) (106,8)

97,1

111,7 (116,1) (106,2)

96,4

97,1 (100,2) (93,8)

95,6 Fuente: Díaz, Isorni, 2001, op.cit. 1Llevado a valores constantes con el Índice de Precios al Consumidor (INDEC)

Según un estudio recientemente realizado, en los hogares de sectores medios sus

ingresos reales se contrajeron casi un 20% entre comienzos y fines de los 90 (cuadro 1) reflejando con claridad la mayor vulnerabilidad en estos sectores, al menos de aquellos hogares que dependen del trabajo asalariado del jefe (Díaz, Isorni, op.cit.). Allí mismo es posible advertir, considerando exclusivamente el ingreso de los jefes empleados del sector público, la misma trayectoria que la del ingreso total de sus respectivos hogares y en cierto sentido reflejan los cambios de la política salarial en la administración provincial. En el

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caso de los ingresos de los hogares la falta de compensación de los trabajadores secundarios explicarían los guarismos.

Por su parte, otras cuestiones que son importantes de destacar, a la hora de un examen de las condiciones de contorno y su eventual incidencia en la declinación y vulnerabilidad de los sectores medios, son los cambios de naturaleza institucional y normativo vinculados a la introducción de una mayor flexibilidad en el mercado de trabajo a través de la sanción de la Ley de Empleo de 1991 y las reformas de 1994, 1996 y 1998 que contribuyeron a una mayor precariedad de los puestos de trabajo. Esta mayor precariedad no sólo es el resultado de esas normativas, sino también son consecuencia del proceso de privatizaciones que implicó más que una mera transferencia de personal del sector público al privado, significó la pérdida de estabilidad y la mayor desprotección laboral de quienes se vieron afectados por las medidas. A lo que cabría agregar las reducciones de trabajadores prevista en las condiciones de transferencia a través de la figura del “retiro voluntario” de personal, que por su edad e instrucción difícilmente hayan logrado reinsertarse en el mercado de trabajo. A estos efectos negativos se suma el aumento del trabajo en negro, que si bien no cuantificado, es posible inferirlo en los rubros servicios a terceros y especialmente en el comercio en el que existe una fuerte proporción de trabajo no declarado.

Como síntesis interesa destacar que la concentración del empleo en el sector terciario – en especial el sector público provincial y el comercio – la exigua representación de la industria, los bajos niveles de participación laboral y la vigencia de generalizadas situaciones de subutilización, son rasgos del empleo urbano provincial en el presente. IV – Los casos Los que fueron: historias de declinados

Se trata de familias cuyos ingresos totales se encuentran por encima aunque muy cerca de la línea de pobreza - fijada por el INDEC en $ 490 por cada cuatro miembros del hogar -, no alcanzan a cubrir una canasta familiar básica, pero no tienen necesidades básicas insatisfechas. Perdieron hace poco tiempo el equilibrio y cayeron al vacío al desaparecer las redes de contención social, integran una franja que reviste el carácter de declinados después de haber atravesado por condiciones de vulnerabilidad. Caso 1

Susana de 35 años es jefa de hogar a cargo de dos hijos de 12 y 9 años de edad. Al referirse a su posición en el hogar, ella afirma : “yo soy la única que trabaja, soy el único sostén de los chicos ya que el padre no me ayuda en nada, tal vez por que nunca nos casamos”. Su ocupación es la peluquería, trabajo que realiza desde hace quince años y para el cual se capacitó después de haber concluido los estudios secundarios.

Hace diez años su actividad laboral le permitía vivir holgadamente, incluso podía ahorrar y gracias a esos ahorros pudo construir su casa y el salón para trabajar. Cuando compara su situación pasada con la actual, señala “desde hace cinco años las cosas comenzaron a desmejorar, disminuyeron gradualmente mis clientas y por supuesto mis ingresos, por ejemplo si tengo en cuenta los meses buenos puedo decir que de ganar $900 bajé a $500.”

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Entre las causas que explican su actual declinación en términos de ingresos, Susana incluye la retracción del consumo con relación a servicios hoy considerados por muchos como prescindibles o en sus palabras “servicios de lujo”. Decepcionada y con tristeza afirma : “ya casi no tengo clientela fija los viernes o sábados, a ellas tampoco les alcanza como antes, suprimieron el peinado semanal y la tintura se aplican en la casa, sólo las veo cuando necesitan un corte, en esa ocasión solicitan todos los servicios”.

En el pasado la actividad laboral de Susana estuvo ligada, en gran medida, a una clientela fija con patrones de consumo representativos de sectores medios, acudían a la peluquería dos y hasta tres veces por semana y requerían todo tipo de servicios, “desde lavado de cabeza hasta pies y manos”. En el presente, lo típico son los clientes ocasionales, van y vienen de manera indefinida, “me siento y espero, a veces la espera es infructuosa, otras con algo de suerte logro hacer para el día”. Hoy demandan un único servicio “vienen a cortarse o a peinarse casi nunca lavo y peino, pero es dinero en efectivo que utilizo para las necesidades de cada día”.

Los fines de semana trabajaba con “dos chicas a comisión, porque el trabajo es mayor” pero como la demanda disminuía día tras día, decidió prescindir de ellas. En su lugar incorporaba a estudiantes de peluquería a cambio de práctica, experiencia “y alguno que otro truquito”. Desde hace dos años ha adoptado otra estrategia para atenuar la caída, “por consejo de una clienta abogada invité a mi hermana Valle a vivir con nosotros y de paso me ayuda en la peluquería, de esa manera no gasto en ayudantes, solucioné mi problema y el de mi hermana que vivía sola y estaba desocupada”.

Frente a la situación Susana no se rinde, permanentemente despliega estrategias comerciales propias del rubro y cuando las comenta expresa : “realizo cortes por $5 los días martes y miércoles ; ofrezco al cliente productos a precios diferenciados ; atiendo los días lunes y a veces los domingos si me lo piden ; además intento extender la red de clientes a través de los ya conocidos : me dicen mira tengo una amiga...me dan el teléfono y yo las contacto ;...”

Si bien hoy Susana lucha para no seguir cayendo, percibe con tristeza la distancia con el ayer. Sus condiciones de vida, a pesar de sus esfuerzos, desmejoran día a día: no compra lo de antes, no puede mejorar las cosas que se deterioran, salidas ya no tiene, vacaciones tampoco, vive al día con lo poco que le entra por su trabajo “. . .y a esta altura qué puedo hacer?, lo único que sé es ser peluquera”. Le preocupa el mañana, particularmente el mañana de sus hijos, y deposita todas sus esperanzas en la educación de ellos, muy apesadumbrada por el momento que vive señala “ojalá Dios me dé fuerzas y energías para no caer, deseo tener los medios necesarios para la educación de mis hijos porque soy consciente de que es siempre una garantía para afrontar con menores desventajas lo que vendrá”.

Caso 2 Estela tiene 42 años, se casó a los dieciocho con Daniel actualmente de 45, ambos

tienen estudios universitarios incompletos. Viven en una casa de propiedad con sus cuatro hijos de 20, 13, 12 y 9 años. El mayor estudia en la universidad estatal, los otros concurren a escuela privada. Estela es la jefa del hogar, en palabras de ella “todos los problemas los soluciono yo, además soy la proveedora económica del hogar, antes era el hombre el jefe, ahora las cosas han cambiado desde que la mujer trabaja, se libera y toma decisiones”. Estos señalamientos dejan traslucir nostalgia por otros tiempos y poco convencimiento en

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la expresión como para sostenerse en la posición que los avatares de la vida le tenían reservada.

Actualmente es vendedora ambulante de productos de repostería, prepara y vende alfajores de maicena, masas vienesas, tortitas alemanas, etc. “para una clientela selecta”. Si bien adoptó como estrategia una forma de trabajo típica de sectores populares, su capital social y simbólico de clase media define una manera muy particular de presentar los productos (con moños, cintas de celofán, en cajas forradas) para una clientela también de clase media y media alta.

La historia de Estela eriza la piel, el deterioro comenzó a sentirse cuando Daniel tuvo que cerrar un supermercado que tenía en sociedad con sus hermanos “nací en el supermercado y por culpa de los hiper, de la competencia desmedida, las deudas se acrecentaban día a día, era imposible sostener semejante monstruo, así que tuve que cerrar y vender hasta el auto para pagar parte de las deudas. Nos quedamos en la vía, con una mano atrás y otra adelante”. Desesperanzado comenzó a buscar un empleo que no lo consiguió hasta que decidió instalar una pequeña verdulería en un “carrito” en la vereda de su casa. En parte se solucionaban algunos problemas, pero aparecían otros como las exigencias de la municipalidad por el pago de tasas por la venta ambulante, es cuando decide alquilar. Consiguió después de mucho buscar “un localcito a $150 por mes, una enormidad para mi presupuesto, pero opté por alquilarlo porque estaba muy bien ubicado para ganar una buena clientela”.

Mientras tanto Estela había iniciado estudios universitarios “con la esperanza de conseguir un trabajo bien remunerado”. Ingresó en la Licenciatura en Sistemas al tiempo que confeccionaba y vendía ropa de cama y de mesa. Con este trabajo, Estela, que había sido hasta entonces ama de casa, contribuía en una pequeña proporción al depreciado presupuesto familiar. En medio de múltiples penurias económicas y cuando la situación se tornaba cada vez más insostenible se decide por una cambio de actividad, muy incentivada por sus compañeros de universidad “decidí hacerle caso a mis amigos de la universidad y poner en juego lo que sé : cocinar, además conocía a un montón de gente para asegurarme la clientela”. Le costó mucho ejecutar la idea, se trataba de un trabajo “poco digno para mi condición, según mi esposo”. Luchando tenazmente logró la anuencia de su esposo y hasta alguna que otra ayuda.

Cuando piensa en los cambios vividos, Estela siente impotencia y bronca, señala “yo antes vivía muy bien, teníamos casa, auto último modelo, salíamos de vacaciones hasta dos veces al año. . . ahora estoy muy mal porque hemos ido caminando pero por una escalera invertida, hacia abajo”. La vida la puso frente a múltiples asechanzas “te imaginas, trabajo yo sola, gano 600 pesos por mes, me puedes decir cómo es posible soportar esto? . . . estoy 16 horas diarias para hacer los productos y estoy peor que antes...me salieron várices de tanto estar parada, tengo cansancio mental de tanto pensar para que las cosas salgan bien”. Mientras tanto sigue apostando a la educación “lentamente pero sin pausa”. Hace poco ganó una ayudantía estudiantil en la universidad “es un gran logro, no por lo que gano pero sí porque tengo obra social y además por los antecedentes, siempre pensando en que el título me sirva laboralmente”. Desde hace un mes la única que aporta económicamente al hogar es ella ya que Daniel es un desempleado. Lo que producía no le alcanzaba para cubrir las deudas más imperiosas, de modo que “me decidí, no me quedaba otra alternativa, cerré y a buscar, qué no sé. . .”. Hoy Daniel vive sumido en la desesperanza, sus fuerzas se debilitaron y hasta bajó los brazos, su esposa reflexiona al respecto “. . .ya con lo del super fue de terror, ahora le agregamos otra, ya no

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quiere ni pensar. . . él siempre fue medio depresivo, ahora no lo puedo sostener, yo si sigo es por los chicos exclusivamente”.

Estela comparte con su familia la elaboración de los productos que vende además de todas las actividades de la casa, “los chicos menores vienen de la escuela para ayudar en la limpieza, la cocina y principalmente en el trabajo de repostería, se ponen el delantal y a cumplir con los pedidos. Los más grandes y mi marido también ayudan, aunque a él últimamente le cuesta mucho por su estado psicológico”. En general, este trabajo se ha transformado en un microemprendimiento familiar en el cual participan activamente los hijos, generando ideas y estrategias para mejorar la venta, “ellos me dicen : mamá colocá moñitos a las bolsitas, no las abroches ; para Pascuas armemos un puesto de venta en la universidad, nosotros lo atendemos , lo mismo podemos hacer en julio para la feria artesanal”.

Cuando reflexiona sobre los cambios en sus condiciones de vida Estela señala: “ mi vida cambió enormemente: hace seis años que no salgo ni a tomar un café, los amigos los perdimos todos con esto de tanta lucha, tanto esfuerzo para caer tan abajo, ahora sólo podemos ir de vez en cuando al parque”. Recuerda que hace diez años no se compra “ni un alfiler. Arreglo una y mil veces las cosas, les cambio detalles, no compro nada, a los chicos sí, de vez en cuando y sólo de oferta”. Con mucha angustia Estela recuerda otros momentos mejores y enumera una lista interminable de resignaciones, pero lo que mucho le duele es “no poder mantener mi casa, se viene abajo y no puedo hacer nada, sólo cambio los muebles de lugar como efecto psicológico; tuvimos que vender el auto. . . hace 8 años que despedí a una empleada doméstica porque no podía pagarle, por entonces tenía esperanzas en el futuro y me decía a mí misma: pronto vas a tener de nuevo ayuda”. Y continúa “vacaciones no tenemos, comemos de buena calidad pero siempre de oferta, las compras las hago si puedo con la plata que entra día por día, antes llenaba carros mensuales en el super”

Estela siente cansancio físico y anímico, advierte que el miedo se está apoderando de ella y piensa “qué va a ser de mi familia si me pasa algo?, yo soy el único sostén que tienen”. Se le nota su cansancio, con mirada perdida en el vacío dice “ el futuro se va construyendo con sueños, con planes, pero con lo que me pasa. . . mis sueños están en el estante de los olvidos, siento que se están desvaneciendo”. Pese a todo, pese a que las relaciones con su pareja son cada vez más difíciles, Estela sigue luchando, tratando de no bajar los brazos, motivada especialmente por la construcción del día a día de sus hijos y en procura de la educación de ellos “eso no resigno, al contrario lo privilegio, si trabajo tanto es por la educación de ellos para que accedan a una vida más digna, para que no tengan que andar como su madre”. La angustia de sentirse excluida se está apoderando de ella y aquello que hasta no hace tanto era un trabajo digno, según sus propias palabras, no parece serlo tanto hoy cuando advierte de modo dramático la caída y su propia autoestima, cuando no avizora un horizonte que le permita desempolvar sus sueños pensando en un futuro mejor.

Acumulando desventajas: historias de vulnerables Se trata de familias cuyos ingresos totales oscilan entre $800 y $ 1500, duplican y

hasta triplican la línea de pobreza, les alcanza para cubrir una canasta básica de alimentos y no tienen necesidades básicas insatisfechas. Son los que están perdiendo el equilibrio y a

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punto de caer porque se enfrentan a limitaciones en el acceso a las vías de inclusión social y han declinado significativamente sus condiciones de vida.

Caso 3 Juan tiene 55 años, es analista de sistema, desde hace veinte años está casado con

Eugenia de 45 y tienen 3 hijos de 19, 18 y 15 años. Eugenia es Licenciada en Cooperativismo, título que supo obtener hace poco tiempo atrás.

La historia de esta familia es la crónica de un largo deterioro que comienza cuando a Juan, luego de 23 años como Supervisor del Consejo de Educación lo “jubilan por decreto” a los 50, en sus palabras: “volvía de cumplir con una beca de actualización en España y me encuentro con un telegrama en el que se me informaba que quedaba jubilado por decreto del poder ejecutivo provincial amparado en la Ley 5020”. Cuando cuenta esto, Juan se para, se retuerce las manos y se le ponen brillosos los ojos, Eugenia comenta “tuvo gripe y depresión, pensé que mi marido se moría. ..” . Salió a flote mediante tratamiento médico. Recuperado comenzó la búsqueda incesante de un trabajo que tardaba en presentársele, como a tantos otros jefes de hogar desempleados del país. Dificultades y restricciones aparecían por doquier en un mercado altamente selectivo y segmentado entre otras cosas por la edad, se prefiere jóvenes: “pasó más de dos años hasta conseguir este trabajo, claro soy grande, ese era uno de los principales problemas”; y como a tantos se le quebró la identidad y la autoestima, “. . .me destrozaba la vida verlo golpear puerta tras puerta, ofreciéndose aunque sea para chofer. . . pasaba el tiempo y veía que se desmoronaba, hasta ya no se consideraba el jefe de esta familia pese a mis esfuerzos por hacerle entender que el jefe seguía siendo él”. Hace dos años y medio trabaja “en negro” en una empresa de informática “tuvimos que aceptarlo, no es lógico ni legítimo, aunque sea la práctica corriente, estoy como en el aire pero es lo único que queda”, gana $600 por mes y no sabe hasta cuando. Eugenia hace veinte años que trabaja en la universidad estatal como administrativa, apenas llega a $700 “pese a los años de servicio y mi categoría”, ella es jefa de la sección de publicaciones e información; hace poco más de un año consiguió una ayudantía “gracias a mi título, yo me esforzaba porque sabía que recibiéndome de algo iba a servir”.

Cuando reflexiona comparando su situación con la de principios de los 90, Eugenia dice: “hemos ido para atrás lentamente y sin pausa, Juan tiene su jubilación y un trabajo, nos matamos laburando y ni siquiera puedo tener servicio doméstico, durante 15 años de matrimonio he tenido la misma persona en casa hasta que un buen día le digo: Susy (empleada doméstica) yo te amo, se me destroza el corazón pero no puedo pagarte el sueldo, y me quedé sin empleada”. Piensa en todas las cosas que fueron resignando y señala: “antes de esta hecatombe yo iba al super y llenaba dos carros, ahora con medio carro se te va medio sueldo. . . .mis hijos estaban acostumbrados a tomar soda, ahora hiervo seis litros de agua todas las mañanas y eso tienen que tomar. . . .ellos siempre tuvieron dos pares de zapatillas, ahora sólo puedo comprarles una, pero no te creas ni siquiera de marca son, y la usan hasta que se rompa. . . antes cuando traíamos a mi hija del boliche, repartíamos a todas sus amigas, hace más de un año sólo dejamos a las que nos quedan de paso. . .televisión por cable ya no tengo y hace cinco años no compro el diario todos los días”. Un buen día se pusieron a pensar que “dada la miseria” había que priorizar y recortar más aún y “llegamos a la conclusión que en lo único que no vamos a ceder es en la educación de la mejor calidad para nuestros hijos para que no la pasen tan

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cruel”, uno de los hijos, el mayor, estudia en la “mejor universidad de Tucumán” gracias a una hermana de Eugenia que le presta un departamento y lo ayuda en su manutención; los otros dos siguen yendo a escuela privada.

Pese a que permanentemente despliegan estrategias adaptativas a fin de amortiguar los efectos de las desventajosas condiciones objetivas y pese a como afirma Juan “se vive una situación que socava los valores y la moral, es casi imposible salir ilesos de este batacazo” la familia está cada vez más consolidada “cada vez nos sentimos más unidos, nos protegemos y colaboramos para salir adelante”.

Para Juan y Eugenia el futuro es “re negro en todo sentido”, muy dolorida señala: “yo a mis hijos les digo como la gota que perfora la roca que se preparen bien y que se vayan, es preferible ser un argentino libre y digno fuera de este país que un esclavo, un sometido, viviendo aquí” . La falta de expectativas, la desesperanza se ha apoderado de ella “aquí no quedan valores porque este país es del inescrupuloso, ellos están bien, ser honesto hoy es un defecto, te arrinconan, este país no tiene futuro, si yo pudiera me iría porque aquí hay mezclas fatales, el que imparte justicia está tan o más involucrado que el reo”. Eugenia expresa sus sentimientos espontáneamente, tiene necesidad de hablar, hace catársis, se enoja, se queja y finalmente deposita “en el allá”, en el contexto, la responsabilidad de su caída.

Caso 4 Alfredo tiene 55 años, desde hace veinte está casado con Mirtha de 48 años y tienen

dos hijos de 19 y 10. Alfredo es ingeniero industrial y su esposa es profesora de música. Hace 8 años que tiene una librería en su casa, vende libros a pedido “porque sino

uno se clava”, regalería y fotocopias, gana aproximadamente $700.- por mes y aporta a regañadientes para su jubilación. Durante 27 años fue empleado de Grafa (industria textil, hasta hace 8 años atrás próspera, tenía más de 400 empleados), ingresó como operario y llegó a ser Gerente General de Planta, ganaba $ 8.000.- por mes. Alfredo comenta: “las cosas empezaron a andar muy mal, las ventas habían decaído ostensiblemente y comenzó el proceso de reestructuración de la empresa, la entrada de las importaciones atentaron contra toda posibilidad de supervivencia de la empresa, casi cierran las puertas, en vez de eso redujeron personal y me tocó a mí, quedé sin trabajo de la noche a la mañana”. Vale la pena recordar que en la década desaparecieron 1000 puestos de trabajo en ese sector, socialmente protegidos y estables, al respecto Alfredo señala “era una trabajo muy bueno, bien remunerado, tenía todo tipo de beneficios sociales y cobertura en salud, la obra social excelente, además me pagaban vehículo, combustible, todo . . .todo, y de la noche a la mañana lo he perdido, me he quedado sin nada, ahora trabajo en algo para lo que no estudié, tengo una enorme carga horaria y gano muchísimo menos, uno se siente como en las nubes, intentando comprender lo incomprensible”. Para Alfredo el ser un subocupado por calificación lo afecta considerablemente, pero no le queda otra más que aceptar y no bajar los brazos, con la plata de la indemnización puso un kiosco y después la librería.

Cuando compara su situación actual con la que tenía hace 8 años, señala: “recuerdo, el país estaba mal pero para mí era mi mejor momento, tenía un hermoso trabajo, ahorraba, salíamos dos y hasta tres veces por año de vacaciones.. .y después el gran salto hacia abajo, trabajas y trabajas para pagar impuestos y, a veces no puedes, no te queda otra, empiezas a priorizar, y empiezas a no pagar no porque no quieras sino porque no puedes”. Hoy Alfredo racionaliza los gastos, y aunque no quiere evadir, su situación lo

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conduce a veces a eso, planifica, recorta, de lo contrario “mi standard de vida se va cada vez más hacia abajo. . . .y lo que más me duele son las privaciones que sufren mis hijos”. Tiene mucha bronca contenida, pega en la mesa, se levanta, se toca mil veces la cabeza y continúa “no les podemos comprar ni siquiera ropa a los chicos, no tengo un peso para ponerle a la casa, las paredes de uno de los cuartos están llenas de humedad y no las puedo arreglar, esto es de terror”. A Alfredo le cuesta tremendamente aceptar su situación actual, no se acostumbra, tampoco se resigna, adoptaron distintas estrategias para amortiguar la caída, por ejemplo Mirtha, que no trabajaba, desde hace dos años es profesora de música en un colegio privado, gana $ 500 por mes y a veces prepara clases especiales que las organiza a cambio de que a su hijo se le permita seguir concurriendo a ese colegio sin pagar la cuota mensual. La institución del trueque ha comenzado a funcionar en mayor cuantía y a propagarse entre los hogares de sectores medios que no les queda otra para sobrellevar la crisis, se intercambian distintas mercancías y servicios y hasta se organizan jornadas destinadas a ello, un papel central en este sentido tiene el diario más viejo de la provincia que desde sus páginas convoca regularmente a esta práctica.

Alfredo siente angustia e impotencia y trata de continuar pese a los problemas, cuando reflexiona señala: “aunque reforcemos los lazos familiares para preservarnos y contrarrestar los problemas, los malos tiempos nos afectan, los nervios y las tensiones a veces se descargan en la familia, hay conflictos que uno trata de superarlos para seguir adelante”. “De los amigos nos hemos alejado porque cuando tienes problemas se apartan, claro que es comprensible, ellos también están en la lucha. Aunque uno no desee, los problemas económicos dejan poco espacio para los amigos, no tienes tiempo ni ganas” Sin embargo, Alfredo comenta que en las fiestas, como las ventas crecen y no tiene para pagar a empleados, “dos muchachos amigos me ayudan”.

Para Alfredo el futuro no existe, en sus palabras: “ no veo futuro, está todo muy negativo, ni siquiera la educación puede servir para contrarrestar, sirve capacitarse pero no es lo fundamental, sino mira lo que me pasa. . . .la lucha es diaria, no se puede pensar en el mañana”. Agobiado por el presente, Alfredo siente el peso de la realidad sobre sus hombros, apostó y pese a todo apuesta a la educación pero no se cansa de señalar que eso no basta para superar la crisis, y en tal sentido su pensamiento no se aleja mucho de las señales que hoy en día emiten la economía y los mercados de trabajo.

Caso 5 Angel de 43 años está casado con Graciela, también de 43, hace dieciocho años.

Ambos tienen estudios secundarios completos. Tienen tres hijas de 17,15 y 9 años. Angel es jefe de sección en la Dirección de Estadísticas de la Provincia, esa

categoría la tiene desde hace diez años pero hace veintiuno que trabaja allí. En 1992 asciende varios escalones y con ello ostensiblemente sus ingresos, el futuro se presentaba promisorio y no había necesidad de que Graciela trabajara, “las chicas eran muy pequeñas, necesitaban de la madre así que de común acuerdo decidimos la renuncia de mi esposa a su cargo en el hospital regional”. Pasó escasamente un año cuando sobrevino el santiagueñazo, el 16 de diciembre de 1993, una protesta callejera sin precedentes en la historia de la provincia especialmente iniciada por los sectores medios que cuestionaban además de la corrupción local, las cesantías en la administración y las reducciones salariales. Por decreto del poder ejecutivo provincial en 1993 y posteriores de los dos años siguientes se efectivizó el recorte de los salarios superiores, afectando especialmente a los

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sectores medios. A partir de allí la familia de Angel tuvo que amoldarse a vivir con el 40% menos de los ingresos habituales lo que provocó un angustiante desmejoramiento en las condiciones de vida. Ganaba $ 1.350 y ahora cobra $ 870 de bolsillo más alguna que otra entrada por “trabajitos técnicos” que realiza habitualmente.

Cuando compara su situación con la de antes del recorte señala “ . . . y ahora estoy peor, pero eso es un tanto relativo porque me las rebusco para conseguir alguna platita aparte . . . .”. Como estrategia compensatoria Angel realiza trabajos de investigación que paga el gobierno nacional “ . . .mientras eso esté no hay mayores dramas, el problema va a ser si me falta . . .claro que ahora trabajo el doble y gano casi lo mismo”. Mayores esfuerzos que sin embargo no se dejan sentir en las condiciones de vida, “planificamos cada gasto, las decisiones generalmente las tomo yo solucionando cada problema al paso, no te queda otra, a la casa no la arreglo desde hace cinco años. Hace tres que no podemos salir de vacaciones. . . . antes salíamos todos los fines de semana, generalmente a cenar con amigos, ahora sólo una vez al mes”. Mientras tanto, Graciela busca trabajo y no consigue “necesito para completar el presupuesto básico de la casa, para que Angel no trabaje tanto, además las chicas están grandes y puedo dejarlas sola”. Sin embargo, pese a los esfuerzos realizados, movilizando “las relaciones que uno tiene”, no consigue por razones políticas “ aquí todo trabajo es moneda de cambio político, si no sos del partido y de la Señora Nina (vicegobernadora de la provincia) olvídate, ojalá alguna vez esto desaparezca, aunque no creo, somos un pueblo sojuzgado”. Graciela siente que su situación no va a cambiar, porque para lograrlo tendría que resignar sus ideales y “por el momento no estoy dispuesta, tal vez mañana sí, en caso de necesitar más”.

Tanto Angel como Graciela se preservan en familia, luchan por mantenerse unidos, “si surgen problemas, los arreglamos ahí no más, no podemos estar peleados, para qué vamos a renegar, que aunque sea esto ande bien, aquí no se pueden meter los políticos, aquí depende de nosotros por eso estamos bien”. Ellos, como tantos otros sienten que el país está cada vez peor, que las cosas están mal encaminadas, y que la culpa la tienen los que mandan “mientras sigan robando de nuestros bolsillos vamos cada vez más abajo . . . me da mucha bronca, me hago mala sangre, pero después pienso que si los políticos no se calientan yo no me voy a hacer problema sólo”.

Piensa en el futuro y avizora un horizonte sombrío “no creo que las cosas cambien, la desocupación no la van a bajar, siguen produciendo tecnología que ahorra mano de obra y la capacitación, si bien es importante, no garantiza mejores posibilidades de trabajo, ahí ves como hay ingenieros, contadores que hacen cualquier cosa por poca plata . . . tengo compañeros profesionales que ganan menos que yo”. Ambos sienten impotencia, perciben la devaluación de la educación y luchan por no bajar los brazos, aunque consideran que no son dueños de su destino “aquí todo está manejado por los políticos, si ellos quieren vamos a mejorar”, y como tantos otros depositan en los “otros distantes” las responsabilidades de su situación.

Los que aún se mantienen: historias de transición Se trata de familias cuyos ingresos totales oscilan entre $ 1.500 y $ 2.500,

cuadruplican y hasta sextuplican la línea de pobreza. Son los que aún se mantienen porque lograron conservar, pese al proceso nacional de transformación perverso, algunas “herramientas vitales” para hacer frente a la crisis, aunque hayan declinado parcialmente sus condiciones de vida.

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Caso 6 Héctor y María, de 62 y 61 años, tienen tres hijos casados que no viven con ellos.

Sus trayectorias laborales ejemplifican los cambios operados en el mercado en el contexto de las medidas de ajuste y desregulación implementadas por el gobierno nacional a principios de la década de los noventa.

Ambos se iniciaron como trabajadores del Estado, en puestos estables con goce de todos los beneficios sociales. Él era técnico en ingeniería del Banco Nacional de Desarrollo y ella docente en un establecimiento de enseñanza primaria. Cuando lo recuerdan expresan : “hace diez o doce años nuestra situación era muy decorosa, teníamos una enorme casa que la manteníamos prolijamente y auto nuevo, no faltaban las vacaciones ni una intensa vida social”. Dos de sus hijas seguían estudios superiores en la universidad privada de la provincia, las cosas parecían no salirse de sus carriles y “aunque sabíamos que la jubilación estaba próxima no era para nosotros una gran preocupación, incluso teníamos proyectos laborales y de pareja para cuando el momento llegue”.

En 1992 comenzaron las dificultades y el futuro se tornó incierto e inseguro. El inminente cierre del Banco de Desarrollo obligó a Héctor al “retiro voluntario”, tenía 56 años cuando tenazmente buscó reinsertarse sin resultados positivos, en palabras de Héctor “la edad era un límite difícil de salvar” . Como los meses pasaban instala en su casa un taller de tornería mecánica : “en realidad era mi hobby en otras épocas, a partir de mi situación se transformó en una alternativa para generar ingresos . . . . del tallercito salía para cubrir gastos de impuestos y parte de los gastos familiares”. Con el escaso dinamismo de las fuerzas económicas provinciales es comprensible que el cuentapropismo se transforme en el refugio de los que como Héctor buscan una nueva ocupación formal.

Paralelamente al retiro voluntario de su esposo, María se jubila como docente y como el deterioro económico se hacía sentir apela a sus relaciones para conseguir un contrato de servicios en un establecimiento educativo privado, en el que ya no trabaja. De esta manera, ambos iban afrontando los desafíos que se les presentaban, con dificultades, pero sin pausa y en procura de actividades más estables.

Al cabo de un tiempo, Héctor, además del taller, logró sumar una nueva actividad laboral “verifico y evalúo siniestros para una Compañía de Seguros, cobro por cada servicio realizado, no tengo beneficios sociales, que no importa ya que tenemos cobertura por el lado de mi señora, tampoco efectúo aportes, considero que no es conveniente hacerlo por el sistema previsional actual”. Se trata de un trabajo precario como los que proliferan hoy en día, no se sabe hasta cuando, pero resultan las únicas opciones. También María apeló al cuentapropismo, aprovechando su capacitación y el lugar que tenía en su casa para instalar una peluquería. Son actividades inestables pero perciben buenos ingresos, entre 1500 y 2000 pesos, según el ritmo de trabajo; aunque no les alcanza debido a que ayudan económicamente a una de sus hijas cuyo esposo se encuentra desocupado.

Sus condiciones de vida han sufrido los embates provocados por el proceso de reforma estructural, ambos coinciden en señalar que sus pérdidas materiales fueron cuantiosas: “vendimos joyas y objetos de gran valor económico y afectivo para que nuestra hija menor pudiera concluir sus estudios secundarios. . . a la casa no la vendimos por falta de comprador, no hay plata en el medio, lo terrible es que ni siquiera podemos darle una mano de pintura”. Los esfuerzos son cada vez mayores y sin embargo “estamos peor. . .trabajamos más horas y no podemos darnos ciertos gustos a los que estábamos

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acostumbrados: al cine no vamos, tampoco a comer afuera, el único entretenimiento es la tele, pagamos cable”.

A María se le ve el cansancio y la nostalgia de tiempos mejores. Percibe y define su situación presente con angustia y decepción respecto de sus expectativas para esta etapa de su vida, señala “ la edad avanza y no tenemos derecho a descansar. . .vamos camino al descenso, nos vamos precipitando en cascada”. También las relaciones de familia se han visto afectadas, especialmente con su pareja “la situación de lucha diaria alteran nuestras relaciones, desde que la depresión por la que atraviesa Héctor, a partir de su retiro voluntario, me ha colocado en el lugar del sostén afectivo y el pilar de la casa”, señala María.

Cuando piensan en el futuro avizoran un horizonte sombrío “creemos que las cosas van a empeorar, las señales de la economía son desastrosas. . .el Señor Menen nos ha cambiado la vida, hace 6 años aún teníamos esperanzas, hoy ya no”. Pese a su amargura y a su mirada cruda de la realidad, María señala “si bien nosotros hemos tenido que reducir nuestras expectativas deseamos que las cosas no empeoren, no para nosotros, ya estamos grandes y hemos conocido mejores épocas, sí por nuestros hijos y nietos”.

Caso 7 José, mediano empresario de 47 años está casado con Adela, tiene tres hijos de 21,

18, y 16 años. A principios de los años ochenta, por propia decisión abandona sus estudios universitarios en La Plata y regresa a Santiago del Estero para trabajar con su padre en la compra venta de cueros. Este rubro, la barraca, fue siempre la actividad laboral de la familia paterna y considerada por José como “una actividad dura, rústica, que les permitía ganar muy buen dinero” A comienzos de la década de los noventa, José recuerda que la situación económica era “óptima”, su padre se había retirado de la actividad y él junto a dos hermanos consolidaron e incrementaron el capital de la firma, logrando adquirir valiosos bienes muebles e inmuebles para uso laboral y también con vistas al confort y seguridad de la familia.

En palabras de José “esta favorable situación nos incentivaba a instalar nuestra propia curtiembre. La Ley de Convertibilidad generó confianza, emprender la curtiembre significaba dar un alto valor agregado a la producción primaria y poder ingresar competitivamente al mercado interno e internacional”. Sin embargo el emprendimiento, concretado en el año 1997, no resultó. José afirma “el esfuerzo de comprometer capital genuino propio, confiados en los créditos que no llegaron, a pesar de las políticas anunciadas, los altos costos internos, los servicios caros, y la apertura de la importación que recortó la demanda nacional, nos llevó al descenso paulatino. La toma de dinero bancario a corto plazo nos oxigenaba para no detenernos, esperanzados en la promoción industrial para las medianas empresas que según las autoridades era un hecho. La promoción no llegó y el endeudamiento creció más allá de las posibilidades, lo que desembocó en una convocatoria de acreedores”.

Actualmente, en una tregua para el pago de las deudas, pero al mismo tiempo con una gran preocupación con relación a las futuras responsabilidades, José se dedica más al rubro compra, acopio y venta de cueros, y en mínima proporción a la exportación de cueros curtidos, teñidos y preparados para el calzado según la demanda del mercado texano

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estadounidense, lo que significa “reducir la producción y mantener una capacidad productiva ociosa”.

De manera paralela al retroceso y disminución de su actividad laboral, José despliega estrategias para generar otros ingresos : “alquilo los camiones fuera de temporada; durante las fiestas de fin de año instalé un local de venta de pirotecnia” , pero también apeló al trabajo secundario “mi hijo que solamente estudiaba, ahora atiende también un negocio de videos instalado por mí”. Tampoco están ausentes las estrategias adaptativas con el fin de sobrellevar la situación : “reduje considerablemente el número de empleados tanto en la barraca como en la curtiembre, muchas veces yo mismo viajo manejando los camiones, opté por planes de pago para los servicios de luz y agua,..”. En total sus ingresos oscilan entre 2.000 y 2.500 pesos cuando antes obtenía más de 5.000 mensuales. De manera acorde a la nueva situación, se resignaron gastos en el ámbito familiar : “se recortaron las recreaciones tales como el pago de cuotas en clubes, la compra de revistas, las reuniones con amigos y las salidas familiares”.

Para José muchas preguntas están aún sin respuestas. Considera que se jugó al apostar a la inversión productiva y al desarrollo industrial de la provincia. Sin embargo, señala : “¿por qué la política provincial no acompañó esta apuesta ? ¿por qué apostó en otra dirección ? ¿ por qué desconoce una realidad, cuando el rubro es de baja oferta y de alta demanda en mercados externos al ser el producto de calidad ?...”. Al no encontrar argumentaciones válidas, en José se asocian sentimientos de impotencia, frustración y desasosiego : “la recuperación es imposible, para que seguir golpeando puertas, sin políticas industriales y de apoyo al mediano empresario cada vez será peor”

Su presente laboral es dificultoso, lo vive con disconformidad y pesimismo. No cree que las cosas cambien y aunque sus hijos valoran su capacidad de trabajo y el esfuerzo que realiza cada día, desea que no lo imiten “por que obtendrán sus mismos resultados”. Se siente abandonado por el gobierno provincial y no espera nada, tanto que ronda en su cabeza la firme idea de levantar la curtiembre e instarla en otra provincia de la región con políticas industriales diferentes y de apoyo al mediano empresario.

V - A modo de conclusión Sin duda, la clase media transita hoy por un complicado camino hacia abajo, la dura cotidianidad le arrebata su verdadera pertenencia social por obra y gracia del torbellino económico y malestares en el mercado de trabajo, fenómenos instalados paradigmáticamente en el escenario de los noventa. Son trece millones de personas, que representan el 35% de la población argentina9, las que actualmente sufren los vaivenes de la economía y adversas condiciones laborales que actúan como los principales enemigos frente a aquella pertenencia. La brecha tan temida que amenaza con fracturar en dos a la sociedad se desliza por el interior de la clase media dejando como saldo disímiles situaciones que corroboran la heterogeneidad típica de estos sectores. En efecto la crisis no parece haber afectado a todos por igual, algunos ya están quedando en el camino como es el caso de los declinados, otros se han tornado excesivamente vulnerables en tanto que otros aún se mantienen como “pertenecientes a” en un delicado equilibrio. 9 La Nación, 27 de Mayo de 2001.

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Pese que a nivel nacional el proceso de declinación adquiere un carácter generalizado, los casos aquí tratados demuestran singularidades explicables a partir del contexto provincial del cual emergen. Es decir, existen episodios y cambios decisivos que, a pesar de surgir de un marco global, adoptan en la realidad local el carácter de hitos que marcan el derrotero declinante de las familias estudiadas, ejemplo de ello son los decretos del ejecutivo provincial respecto al recorte de las remuneraciones del sector público, la aplicación de regímenes de jubilaciones anticipadas y de retiros voluntarios, el traspaso de organismos provinciales a la nación, la reestructuración de las empresas en términos de mano de obra, además de los cambios de naturaleza institucional y normativa vinculados a la mayor flexibilidad en los mercados de trabajo. Sin duda es el trabajo, con su centralidad y el reconocimiento social que tiene en nuestra cultura, como factor de integración y desarrollo social, el que abre o cierra la posibilidad de permanecer siendo parte de los sectores medios, pese a asistir a transformaciones desventajosas en el mercado laboral. Cuando el capital económico, operacionalizado en el tipo de trabajo e ingresos percibidos es afectado negativamente, ya sea por disminución y/o recorte salarial, por desempleo u otras formas precarias de inserción laboral, se va definiendo un nuevo espacio social en el que las personas y los grupos se resitúan advirtiéndose movimientos sociales que llegan hasta la declinación (desclasamiento). En efecto, es posible reconocer en todos los casos analizados la pérdida ostensible de ingresos acompañada de nuevas formas laborales precarias e inestables (por ejemplo, pasar de supervisor docente a trabajador en negro en una empresa informática; de gerente general de planta a comerciante-librero; de dueña de supermercado a vendedora ambulante; de técnico bancario a trabajador en negro en una compañía de seguros). Estos cambios fueron posicionando a las familias estudiadas en diversas situaciones, algunas acumularon tantas desventajas desde el punto de vista económico, social y simbólico que están a punto de revestir el carácter de excluidos sociales (es el caso de los declinados). Otras en cambio, pese a enfrentar serias limitaciones en el acceso a las vías de inclusión porque vienen acumulando desventajas, su pertenencia a la clase media no se discute (es el caso de los vulnerables). Por último, se encuentran aquellas que aún conservan relativamente los ingresos a las que estaban acostumbradas, con lo cual tienen mejores chances para hacer frente a la crisis (es el caso de las que están en transición). Esta identificación del heterogéneo escenario de los sectores medios permite reconocer la construcción de otros habitus en el que nuevas y viejas formas de actuar y ser se entremezclan, permitiendo a los agentes orientarse y moverse en hasta nuevos espacios sociales. Desde allí, se definen variadas “estrategias adaptativas” cuyo fin es resguardar o sustituir prácticas habituales : a) estrategias para mejorar la eficiencia de los recursos (consumo de alimentos de segunda marca, compra diaria de artículos para comer, mínima o nula compra de indumentaria, despido de empleados -particularmente el doméstico-, prácticas de trueque, venta de objetos suntuarios, supresión o reducción de vacaciones y salidas con amigos, venta del auto y hasta de la casa, planificación permanente del gasto,...); b) estrategias que afectan el tamaño y estructura de la familia (incorporar nuevos miembros a la familia para compartir y unificar gastos); c) estrategias destinadas a la generación de recursos (diversificación de la oferta en los comercios de propiedad, alquiler de infraestructura ociosa y reorganización del trabajo para afrontar la reestructuración productiva; aceptación de trabajos mal remunerados para gozar de obra social; multiempleo; búsqueda de una ocupación por parte de esposas e hijos; inserción

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laboral como empleados o en microemprendimientos familiares de aquellos miembros del hogar). Las estrategias por permanecer “allí donde más se quiere” parecen no tener fronteras, algunos hasta sueñan con irse para volver a ser lo que eran. Mientras tanto se cambian prácticas e incorporan nuevas, hasta aquellas típicas de sectores más bajos, como por ejemplo el trueque, experiencia novedosa de reingeniería social que se está instalando en los sectores medios como oportunidad para reinventar el mercado a través de la economía social apelando a la confianza, la reciprocidad y la solidaridad. En general las familias aquí analizadas se han visto compelidas a muchas resignaciones, entre las cuales el esparcimiento y la calidad de vida son las más significativas. En cambio, la educación es el último bastión que suelen resignar porque el capital cultural les permite “seguir sintiéndose de clase media” frente a la caída económica que lleva varios años. Sin embargo, se advierten matices en las situaciones presentadas: para algunos la inversión en educación, hoy como ayer, sigue siendo la cuestión a priorizar, tal vez porque aún pervive en el imaginario colectivo la idea de que la educación es un canal de movilidad ascendente. Otros, en cambio, relativizan el poder de la educación y saben que necesitan buscar un plus de ventaja para posicionarse como antes y hacer frente a la crisis “...sirve capacitarse pero no garantiza mejores posibilidades de trabajo...”. Un hallazgo interesante se vincula con la idea de que el cuesta abajo, hoy a diferencia de ayer, no se lo vive de “puertas adentro” porque se advierte, tanto en los casos presentados como en otros no comentados, que se está asumiendo la caída, necesitan hablar y contar lo que les pasa, se está rompiendo el aislamiento relacional y ya no atribuyen lo que les sucedió a un problema personal, depositan en “los otros distantes” la responsabilidad de su debilitamiento social y se consideran víctimas de un proceso socioeconómico y político más amplio así como los representantes de aquellos a quienes las reformas dejaron afuera. Todo lo cual marca un conjunto de definiciones negativas que los actores realizan respecto de su vida presente y futura a lo que se suman sensaciones de agobio, frustración, desesperanza, pesimismo, deterioro de la autoestima, depresión, bronca por lo que perdieron e incertidumbre por lo que vendrá que evidencia el derrotero declinante de estas familias. Para muchos el “futuro es hoy”, no existe el mañana porque “...el futuro se va construyendo con sueños, con planes, pero los sueños están en el estante de los olvidos, están desvaneciéndose...”. Pese a que no avizoran un horizonte siguen luchando para no descender. En esa lucha, instalada de modo emblemática en el escenario de los noventa, las redes sociales parecen desaparecer ya que en la mayoría de los casos analizados se advierte mucha soledad para enfrentar la crisis. Una expresión de uno de los entrevistados tal vez resulte ilustrativa “...de los amigos nos hemos alejado porque cuando tienes problemas se apartan, claro que es comprensible, ellos también están en la lucha...”. Sin embargo, en la mayoría de los casos se han fortalecido los vínculos parentales como estrategia de contención afectiva y para preservarse de las asechanzas del mundo exterior. En cambio, en otros pocos, el debilitamiento y degradación de las relaciones de pareja parecen haberse instalado para quedarse. Un párrafo especial merece el posicionamiento de la mujer en tiempos de crisis, ya que ella demuestra versatilidad en la generación de alternativas económicas cuando el principal proveedor de la familia queda sin trabajo o disminuyen sus ingresos. En tal sentido, la “rotación en la fuerza de trabajo”, es decir, la mujer pasa a ser el principal

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sostén de la familia se ha instalado en el presente contexto, a lo que cabría agregar la fuerza y entereza que demuestran para continuar siendo también el sostén afectivo del hogar. En síntesis, se puede afirmar que las pérdidas de capital económico, social y hasta simbólico parecen haber alterado seriamente las condiciones de vida de las familias analizadas entre las que sólo les queda el capital cultural como última esperanza. Finalmente queremos señalar que lo que hasta aquí se ha dicho es sólo un intento de comprensión y sensibilización de una realidad instalada paradigmáticamente en los noventa. Ni los casos tratados ni las conclusiones a las que se arriban agotan la complejidad de la temática abordada por lo que este estudio dista de ser exhaustivo. La intención era aportar para comprender que el debilitamiento de los sectores medios se debe a una situación de cambios estructurales perversos, tal vez el tomar conciencia de esto permita en el futuro generar nuevas estrategias que posibiliten reubicaciones sociales. A eso apostamos, . . .por eso este artículo. Bibliografía BECCARIA, LUIS y NÉSTOR LÓPEZ (1997), “Notas sobre el comportamiento del

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