Garland, Curtis - Panico en Las Estrellas

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    Coleccin HROES DEL ESPACIO N 195 Publicacin semanalEDITORIAL BRUGUERA, S. A.CAMPS Y FABRES, 5 BARCELONA

    ISBN 84-02-09281-0Depsito legal: B. 40.317 - 1983Impreso en Espaa - Printed in Spain1 edicin en Espaa: enero, 19841 edicin en Amrica: julio, 1984 Curtis Garland - 1984 - texto Almazn - 1984 - cubierta

    Concedidos derechos exclusivos a favor de EDITORIAL BRUGUERA. S. A.Camps y Fabrs, 5 Barcelona (Espaa)

    Impreso en los Talleres Grficos Ce Editorial Bruguera, S. A.Parets del Valles IN- 152, Km. 21, 6501 Barcelona 1984

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    CAPITULO PRIMERO

    Despert.La primera mirada fue torpe, confusa. Tard en ver cmo se aclaraban

    las formas turbias, ms all de aquel muro transparente que las deformabapor su estructura cncava.

    Despus, no slo pudo ver con ms nitidez, sino que los recuerdosacudieron a su mente. Supo dnde estaba y por qu estaba all.

    Respir con fuerza. Aire limpio penetr en sus pulmones. Trat demover los dedos de sus manos. Result. Tambin pudo accionar sus pies auno y otro lado. Not cmo el torso suba y bajaba con el ritmo de larespiracin.

    Estoy vivo dijo para s. Y adems, fsicamente bien. Mentalmente,tampoco parece que me ocurra nada.

    Despus movi todo el cuerpo. Se desprendi de las bandas plsticasque le sujetaban dentro de aquella urna cilndrica de materia cristalina,inmediatamente, la tapa de la urna se abri en forma automtica. Era loprevisto. Erguido, mir en torno suyo. Le lleg el suave zumbido de losordenadores en funcionamiento, el parpadeo de luces multicolores de lospaneles de las computadoras, desde la vecina sala de mandos autnomos.

    Todo en orden murmur en voz alta, ms para orse su propia vozque por necesidad de expresar sus pensamientos con sonidos.

    Un poco ronca, pero era su misma voz. El tiempo transcurrido no habacambiado todas esas cosas, cuando menos. Hizo una serie de flexiones. Elcuerpo estaba entumecido, pero respondi bastante bien.

    Ya no hay duda volvi a hablar. Y su voz reson en el silencio delmbito amplio que le rodeaba. Ninguna duda. Ha resultado bien.

    Para confirmarlo, se encamin hacia las computadoras. Sus pasosfueron algo torpes y lentos, pero seguros en su ritmo y fuerza. Lleg antelas pantallas por las que desfilaban incansablemente cifras y grficos decompleja estructura, resultado de la actividad electrnica constante de losmecanismos encargados de controlar y mantener todo aquello en perfectoorden.

    Puls unas teclas. Unas cifras saltaron rpidamente a una de laspantallas. Los ojos humanos las estudiaron atentamente. Movi la cabeza,aprobador.

    Perfecto dijo. Nada ha salido mal. Todo tal y como fue previsto.

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    Supongo que estos mismos datos habrn sido ya enviados puntualmente ala base de seguimiento.

    Se apart de las computadoras. Acababa de recordar lo msimportante. Tambin eso tena que ser confirmado de inmediato. Respecto almecanismo que mantena aquella gran nave en marcha a travs dedistancias inconmensurables, y a todos los sistemas vitales de a bordo enperfecto ensamblaje, ya no caban dudas. Funcionaba la ruta, la velocidad, elaire respirable, la gravedad artificial, la presin, la temperatura, todo.

    Ahora faltaba saber si tambin la vida a bordo continuaba sin novedad,como en su propio caso. Despus de todo, l no era el nico ocupante de lanave Nbula-7. Slo un miembro de la tripulacin. Y no el ms importante.

    Camin hacia la puerta oval. All detrs estaban los dems. Todos ellos.Era la Cmara Vital. Ellos mismos le haban puesto ese nombre, ya que alldeban mantenerse con vida durante aquel periodo de tiempo que ningn serhumano, hasta el momento, haba sido capaz de superar biolgicamente.

    Que l ocupara otro lugar, cerca de los ordenadores, tena suexplicacin. Era el encargado de su funcionamiento, y adems el vigilante aquien correspondi en todo momento el control y seguridad del resto delinslito pasaje. Era, en suma, el responsable directo de que las cosas fueranbien y continuaran yendo as posteriormente, tras el Gran Sueo, como ellosirnicamente lo haban definido.

    Por eso ocup la urna solitaria, slo con las computadoras como vecinassuyas. En cierto modo, Enola Gay era una amiga suya, una entraablecompaera.

    Sonri, moviendo la cabeza, mientras pensaba en eso y llegaba ante lapuerta oval, hermtica ante sus ojos.

    Enola Gay... repiti. Aquel pobre piloto que hace doscientos aosbautiz con ese nombre el primer ingenio nuclear de la historia de la Tierra,poco podra imaginar que el mismo nombre de su mquina de matar iba aserle aplicado dos siglos ms tarde a una supercomputadora casi inteligente,casi sensible y casi humana... Aquel artefacto slo serva para destruir. Estavez, el nombre es para un ingenio que sirve para vivir, para llegar a lasestrellas, adonde jams lleg el Hombre. Si existe el cielo o el infierno msall de este cielo que ahora recorremos nosotros, posiblemente se sienta elpobre diablo algo aliviado en su tremenda carga de conciencia...

    Dej de divagar. Puls el botn electrnico de la cerradura. La puertaoval cedi suave, silenciosamente, hundindose en el metlico muro.Penetr por la obertura, a la cmara llamada por ellos Vital.

    All estaban. Los seis. Los contempl, mientras caminaba hacia ellos

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    sobre el suelo bruido, bajo el resplandor de las luces situadas tras losblancos paneles, que daban una claridad uniforme y blanquecina, casiespectral, al recinto destinado al largo sueo de los viajeros.

    La suspensin animada ha terminado murmur. Cien aos desueo a concluir de un momento a otro, amigos mos. Os sorprender verque con esta clase de sueo, ni siquiera la barba crece en nuestra piel, ni lasuas aumentan una sola pulgada, al contrario de lo que les sucede incluso alos muertos...

    Le hizo sonrer su macabro sentido del humor. Se imagin lacomplacencia de su comandante, el capitn de astronautas Lee Starks,cuando saliera de aquella cpsula cristalina en que dorma profundamentedesde hacia un largo siglo, y viera que su nave funcionaba perfectamente,que estaban lejos, muy lejos del planeta Tierra, a cien aos de distancia delmismo, en un remoto confn del espacio.

    Las seis urnas se alineaban perfectamente ante l. All dorman todos:el capitn Starks, Velda Vinder y Morgana Rand, las dos nicas mujeres dela expedicin, Kurt Faldon, Ingram Bows, Lem Kasdar... Todos. As hastacompletar los siete tripulantes de la Nbula-7.

    Con su peculiar sentido del humor, Faldon haba dicho all en la pista dedespegue de la lejana Tierra, el da en que iniciaban su fantstico periplo porlos espacios:

    Somos siete tipos privilegiados. Deberan llamarnos los SieteMagnficos...

    Y se rea al decir esto, imaginando quiz aquella aventura como unaepopeya digna de aquel viejo y lejano Oeste que a l tanto le entusiasmabadesde nio, una gran colonizacin de nuevas regiones hacia una remotafrontera nunca alcanzada.

    Se detuvo ante la primera urna. La morena belleza color canela oscurode la sensual Morgana Rand, fue lo primero que vislumbr. Reposabaapaciblemente en el interior de la urna, como dormida. Su pelo rizoso, suslabios carnosos y su tersa piel oscura le daban un encanto mrbido y exticoque siempre le haba gustado. Pero saba que tanto Morgana como Veldaviajaban all en calidad de astronautas y no de concubinas, aunque habacabido en lo posible, al hacer las previsiones del largo viaje a las estrellas,de que el sexo ocupara tambin una parte inevitable de su existencia en elCosmos, lejos de todo planeta habitado.

    Dej de nuevo de dar rienda suelta a sus pensamientos. Camin unospasos. Junto a la morena Morgana estaba Velda Vinder, con el contraste desu rubia y estilizada belleza nrdica, los azules ojos cubiertos por sus finos

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    prpados y doradas pestaas, enfundada en el plstico metalizado de su rojotraje espacial. Ms all estaba Lee Starks, el comandante de vuelo, conFaldon, Bows y Kasdar a continuacin.

    Les examin atentamente. Todo pareca en orden. Dorman tantranquilamente como durmiera l durante un siglo entero. Era como si nohubiera pasado el tiempo y estuvieran en su mundo de origen, a mediadosdel siglo XXI. Pero no era as. El indicador de tiempo y distancia de lacomputadora Enola Gay se lo haba dicho claramente un momento antes:haban transcurrido exactamente cien aos desde su sopor inicial. Y ladistancia recorrida era ingente, increble, puesto que la velocidad delNbula-7 haba sido muy superior a la imaginada en principio.

    Y ahora, amigos, a despertar sonri acercndose al tablero dondeseis botones numerados activaran el regreso a la vida de sus camaradas. l,como encargado de la seguridad a bordo, tena esa misin desde unprincipio. Fue el ltimo en dormir y sera el primero en despertar. As habaocurrido. A continuacin, deba devolver a la conciencia a sus hibernadoscompaeros.

    Bastara presionar cada uno de aquellos botones, para que las cmarascristalinas se abriesen una a una, dejando fuera de su hermetismo aislante alos seis durmientes.

    Despus, todo seguira de forma rutinaria, automtica, tal y comoestaba programado en la computadora. Empezaran a respirar, despertarancomo l despert, y tras los saludos de rigor y las mutuas felicitaciones, lavida se reanudara a bordo como si nada hubiera pasado, como si cien aoshubieran sido solamente unas pocas horas de reposo para cada uno de ellos.

    Arriba, muchachos sonri Dorian Kerr, el sptimo viajero delNbula-7. Y apret uno tras otro los seis botones del regreso a la vidanormal.

    * * *

    Las numerosas pantallas de la computadora central continuaban,inmutables, su constante desfile de cifras, grficos y clculos complicados,que el cerebro electrnico iba resolviendo con fra precisin. Todos losproblemas de a bordo, todos los mil y un mecanismos de la gran navecsmica, se resolvan all dentro. La mquina lo controlaba todo, lo asimilabatodo, lo registraba todo. Y as desde cien aos antes. Estaba programadapara cumplir igual misin durante milenios.

    De repente, sus circuitos parecieron sufrir una alteracin. Fue como unacrisis sbita. Igual que cuando los nervios de un ser humano se transmutan

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    en un poderoso shock. Aquellos nervios de metal y de microordenadores,tambin se sobresaltaron por un instante.

    Y todas las pantallas de la sala de computadoras, se cubrieron de colorrojo vivo, luminoso. Se apagaron cifras y grficos, aunque la mquina seguafuncionando.

    En cada una de las pantallas, repetidamente, surgi la misma frase,escrita con aquellas letras fluorescentes de la computadora, en un verdelvido que destacaba sobre el fondo rojo:

    TODOS MUERTOS. TODOS MUERTOS. TODOS MUERTOS...En la Cmara Vital, un alarido de horror escap de la garganta de un

    ser humano, del nico ser humano vivo a bordo del Nbula-7...

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    CAPTULO II

    Muertos.Todos muertos...Era imposible. Era intolerable aceptarlo. Pero era la cruda, feroz

    realidad. l era el nico que segua con vida a bordo. El nico...Dorian Kerr, demudado, tambaleante, logr apartarse del muro y

    contemplar de nuevo aquel horror, aquellos cuerpos dentro de las cabinas.En una pantalla, ante l, donde debiera haberse reflejado en caso denormalidad la temperatura, presin sangunea y estado de salud de los seisviajeros en grficos minuciosos, apareca solamente una palabra repetidaseis veces:

    MUERTO, MUERTO, MUERTO, MUERTO, MUERTO, MUERTO...Seis grficos en blanco. Negativos. Sin indicador de pulsaciones, de

    palpitaciones cardacas, de actividad cerebral. Datos, cardiogramas yencefalogramas, todo ello ausente. Una lnea plana. Y encima, la palabraterrible, contundente, definitiva: MUERTO.

    Muerta la negra Morgana, muerta la rubia Velda, muerto el comandanteStarks, muertos Faldon, Bows, Kasdar...

    No, Dios mo, no. No puedes hacerme esto, Seor... Dime que no esposible, que estoy soando, que an no he vuelto en m, que todo esmentira, que lo estoy imaginando... o que las mquinas se han equivocado...

    Pero no. Saba que no. Saba que estaba despierto, que las mquinasno se equivocaban, que aquella atrocidad no era mentira ni imaginacin, queestaba ante seis cadveres encerrados en las cabinas de hibernacin que sehaban convertido, a lo largo de aquellos cien aos, en sus cristalinosatades...

    Camin unos pasos, tambalendose, incierto. Se inclin sobre loscuerpos para comprobar, una vez ms, la espantosa realidad. Un escalofrorecorri su espina dorsal y eriz los cabellos de su nuca.

    Oh, no, no... jade, trmulo, lvido el rostro, a punto de caer.Porque los cuerpos empezaban a no ser ya lo que eran cuando se

    alzaran las tapas de materia cristalina. Al contacto con el aire de la nave, lamutacin escalofriante se estaba comenzando a producir.

    Aquellos rostros se cubran rpidamente de manchas grisceas, lasfosas nasales destilaban un humor acuoso, ligeramente rojizo, los labios

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    prietos burbujeaban, empezando a mostrarse tumefactos, blancos, conllagas que tambin surgan de forma casi espontnea en sus manos. Unftido hedor comenz a brotar de los cuerpos inmviles.

    Estn descomponindose, se pudren por momentos al contacto con elaire... jade convulso Dorian. Oh, cielos, es demasiado horrendo parapresenciarlo...

    Sinti nuseas. Corri a la puerta oval, sali por ella disparado, vomitsobre el suelo de la cmara de computadoras. La puerta se cerr tras lautomticamente.

    Lvido, desencajado, se dej caer de espaldas contra el muro metlico,quedndose sentado en el suelo, la mirada estpidamente fija en aquellafrase an impresa en verde sobre rojo, en cada pantalla de la computadora:Todos muertos.

    En ese momento, Dorian comenz a llorar. A llorar de formairreprimible, pattica, casi infantil...

    * * *

    Todo segua igual a bordo.La gigantesca nave surcaba el negro vaco estelar, rumbo a lejanos

    lugares, ya muy atrs el Sistema Solar, en ruta a otras galaxias. Lasmquinas, con una precisin matemtica, cumplan su labor minuto aminuto, aun sin la ayuda de manos humanas.

    Slo Dorian, plido, solitario, erguido en el puente de la nave,contemplaba en un enorme visor frontal de forma panormica, toda la vastainmensidad del Cosmos, los astros salpicando la lejana, las nebulosasfosforescentes brillando all a lo lejos en la eterna noche del vaco estelar.

    No quera pensar. No quera recordar nada. El trabajo poda mantenerlealejado de pensamientos que le causaran dao y desesperacin. La idea denavegar eternamente por el Universo en soledad absoluta, era algodemasiado espeluznante, demasiado atroz para imaginarlo siquiera.

    Cierto que la muerte, piadosa, acudira alguna vez a reunirse con l,para llevarle a hacer compaa a sus infortunados camaradas, pero para esopodan faltar muchos aos, lustros, dcadas, generaciones incluso. l erajoven an, muy joven. Y la media de vitalidad en la Tierra en los ltimosaos del siglo XXI haba alcanzado fcilmente la centena. Poda sobreviviran ochenta aos as, solo ante todo y frente a todo, Robinson en lasestrellas, nmada solitario en el Cosmos. La idea le horrorizaba, pero noquera pensar siquiera en el suicidio, en la muerte voluntaria para terminarcon aquella pesadilla. Siempre consider al suicida como un cobarde que no

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    desea enfrentarse a su propio problema y responsabilidad, a su infortunio yadversidad. Ahora se preguntaba si no sera a veces tambin un valiente queprefera la negrura silenciosa y eterna de la muerte al caos enloquecedor dela vida.

    No debo pensarlo siquiera jade, horrorizado. No quiero ni debomorir. Mi misin es sta. Si la desgracia quiso que los dems muriesendurante su largo sueo en hibernacin, yo debo continuar. Si el destino meha preservado la vida, por qu cortarla de raz con mis propias manos? Porqu rechazar lo que Dios me concede, tan injusta como misteriosamente?

    A veces miraba aquella puerta oval, hermtica frontera entre la vida yla muerte, entre su solitario mundo de vivo y el horror de lo macabro. Eracomo resistir junto a un panten, como respirar da y noche junto a unacripta donde yacen los seres amados. l no haba tenido familia, ninguno delos voluntarios del Proyecto Olimpus la tena, o de otro modo no hubieransido admitidos para viajar por una posible eternidad a travs del espacio.Todos ellos, al tomar la Nbula-7, saban que dormiran durante cien aos,para esperar a iniciar su tarea cuando hubiera transcurrido ese tiempo, lejosde todo lo conocido por el hombre en sus vuelos espaciales y en susexploraciones con sondas automticas. Por eso no vacilaron en abandonar laTierra, aun sabiendo que al despertar del letargo, ya nadie de cuantos lesdespidieron en la partida continuara con vida en el planeta. Y si alguna vezregresaban, habran transcurrido tantas generaciones, que incluso losbiznietos de aquellos que ahora vivan habran dejado de existir muchotiempo atrs.

    Pero todo eso se haba derrumbado de repente. Un fallo en elmantenimiento automtico de las cmaras de hibernacin de la sala general,haba provocado la muerte durante el sueo a los seis que all se hallaban.Milagrosamente, slo una cmara funcion constantemente: la suya, fuerade la estancia destinada al resto de la tripulacin.

    Haba podido detectar y localizar el fallo en la memoria de Enola Gay.Ello sucedi, segn el registro de la computadora, unos treinta aos atrs.Dur apenas un par de minutos, y de inmediato se repar por sus propiosmedios. Pero ya era tarde. Esos dos minutos fueron fatales para loshibernados. Su actividad vital dej de funcionar. La suspensin animadasufri un brusco deterioro, y los cuerpos entraron en colapso fulminante. Nosufrieron, eso es cierto. Murieron en pleno sueo, sin duda alguna. Peromurieron.

    Haca veinticuatro horas que descubriera el terrible hecho, y an no lehaba sido posible conciliar el sueo. Tena miedo incluso a dormirse, por si

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    no llegaba a despertar. Sabia que sa era una idea ridcula, por que estesueo era otra cosa, una simple funcin fisiolgica y no un letargo enhibernacin como el otro. Pero estaba lleno de temores, de angustias, deinquietudes.

    Ahora, los cuerpos continuaban encerrados en sus urnas, a las quehaba inyectado aire helado para contrarrestar los efectos de ladescomposicin y congelar los cadveres a una temperatura adecuada, quelos mantuviese sin corrupcin, salvo la iniciada ya en el primer momento.Quera tomarse algn tiempo para cumplir con una dolorosa pero inevitabletarea: lanzar cada cuerpo al vaco mediante el proyector de materias de abordo, dejando que flotasen eternamente en el espacio, dentro de sus urnas,como atades extraos en un fantstico e infinito cementerio en el quereposaran durante una eternidad, siempre en movimiento. La marcha de lanave era regular, no haba planetas ni mundos cercanos que hicieran ejercersu atraccin sobre la misma, y una reciente lluvia de meteoritos qued muyatrs, rechazada por la barrera repelente que de inmediato la computadoraactivase al anunciar el peligro.

    Haba algo de majestuoso en la navegacin estelar del Nbula-7, atravs del ocano negro y vaco del Universo. Pero Dorian Kerr no podaahora gozar de esa maravillosa sensacin que tanto haba anhelado hastainiciar aquel viaje, a causa de las sombras ideas que torturaban su menteen estos momentos.

    Cansado, dej los mandos conectados al piloto automtico de lacomputadora, y fue a tomar algo a la cabina de alimentacin. No tenaapetito, pero saba que deba de comer algo y tomar algn lquido paramantenerse fuerte y dueo de s. Eligi del men deshidratado un pur delegumbres y un poco de pescado. Para beber, opt por el caf.

    La mquina proveedora pronto puso ante l una bandeja plstica con loelegido, tras la elaboracin automtica de los alimentos previamentedeshidratados para aquel viaje. Haba alimentacin para siete personas enaquella nave, capaz de durar doscientos aos. Para l solo, exista comida ybebida para una eternidad. Pero es seguridad respecto a la alimentacindistaba mucho de tranquilizarle y complacerle. Hubiese preferido compartirlotodo con sus camaradas que vivir as, en soledad constante, hasta el fin desus das. Ya haba transmitido a la Tierra su informe de lo ocurrido, pero anno obtena respuesta. Quiz las comunicaciones tras aquel largo siglo deespera, no funcionasen del todo bien en su planeta. Podan haber sucedidotantas cosas all en todo ese tiempo...

    Comi con buen apetito, y se sinti mejor al final. Incluso se permiti

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    fumar un cigarrillo, cosa que no prohiba ninguna norma de a bordo. Aunqueahora, bien poco podan importarle ya las normas a Dorian Kerr, el nicoastronauta vivo.

    El ruido le sobresalt.Gir la cabeza. Tena que provenir de algn mecanismo de la

    computadora, porque l y la mquina eran lo nico vivo a bordo. Pero elzumbido de su funcionamiento le pareci normal y rutinario, sin justificaraquella especie de chasquido, percibido en alguna parte.

    Se encogi de hombros. Despus de todo, no poda ser nada serio niimportante. Si hubiese habido gente viva a bordo, hubiera pensado en unapisada o en el crujido de una puerta al entreabrirse, pero no era as.

    Cuando el ruido se repiti, no pudo evitar un respingo de sobresalto. Yse puso en pie vivamente, mirando en torno con prevencin.

    Nada. La mquina continuaba, inmutable, su tarea cotidiana. No emitasonido especial alguno. La soledad en torno suyo era absoluta. Mir a lapuerta oval, casi por instinto. Como esperaba, segua tan hermtica como lla dejara. Slo poda abrirse o cerrarse si alguien accionaba el resorteelectrnico correspondiente.

    Dnde diablos son eso? se pregunt, seguro de no haber odo malpor dos veces.

    Fue hasta la mquina y puls las teclas, preguntando si haba algunadeficiencia mecnica a bordo. La respuesta en pantalla fue concreta einmediata:

    TODO EN ORDEN. SIN FALLOS MECNICOS.Arrug el ceo, apurando su cigarrillo, que aplast mecnicamente,

    antes de introducirlo en el aspirador de desperdicios, en cuyo interiorpenetr, para disolverse por completo. Tabale sobre el panel de lacomputadora, indeciso.

    No me enga la imaginacin se dijo. O ese ruido. Era un rocepeculiar... Pero no hay nada a bordo que pueda producirlo...

    Sin duda estaba en un error. Porque para su sorpresa, el ruido serepiti por tercera vez. Y ahora con mayor intensidad. Fue como el golpeseco de una puerta al cerrarse. Salt sobre s mismo, girando en redondo, lamirada dilatada y los nervios en tensin.

    Todo segua igual. Como si nada pudiera suceder a bordo. Quietud,silencio, soledad absoluta a su alrededor. Pero el ruido era real.

    Y ahora estaba seguro de algo que eriz su cabello. Ese ruido habasonado dentro de la Cmara Vital. Detrs de la puerta oval hermticamentecerrada. Donde estaban los seis cadveres.

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    Le tembl la mano al dirigirla hacia una panoplia donde reposabanhasta siete armas de fuego sofisticadas, todas ellas provistas de cargasperforadoras de rayos lser concentrados. Tom una de ellas con dedosnerviosos.

    Es absurdo se dijo. No puede haber nadie a bordo. Es intilempuar un arma, pero...

    Y avanz, con ella en ristre, hacia la puerta oval.

    * * *

    Esperaba encontrar cualquier cosa horrible. Cualquiera. Pero no lo queencontr tras aquella metlica puerta silenciosa y hermtica, cuando sehubo hundido en el panel y le permiti cruzar su curvo umbral al otro lado.

    Se movi despacio, cauteloso, bajo la cruda iluminacin blanquecina yuniforme, entre paneles de vitrofibra y conductos de aire asptico yperfectamente acondicionado que daban una cierta gelidez deshumanizada alos ambientes del interior de la gran nave galctica Nbula-7. Su mirada semantena fija en los seis tubos cristalinos donde reposaban sus amigosmuertos. Nada pareca cambiado, nada alterado. Y, por supuesto, la cmarase mostraba a sus ojos tan vaca como en su interior visita para hacer eltremendo y macabro descubrimiento. Cualquier olor a fetidez haba sido yaeliminado por la poderosa succin de aire viciado que producan losmecanismos de climatizacin y ambientacin de la nave.

    Aun as, crey advertir ahora un vago hedor inconcreto, algonauseabundo flotando en el ambiente. Apret con ms fuerza su pistolalser, y dio unos pasos ms, dirigiendo tan slo una vaga mirada decomprobacin a los recipientes de hibernacin convertidos tan trgicamenteen cmaras letales y fretros cristalinos para sus desdichado ocupantes.

    Se le hel la sangre en las venas y no pudo dar crdito a sus ojos.No haba nadie en ellos.Absolutamente nadie. Ni el menor rastro de los seis cadveres. Velda,

    Morgana, Starks, Faldon, Bows, Kasdar...Todos haban desaparecido de sus recipientes.Una horrible sensacin de angustia se apoder de l. Contuvo el aliento,

    domin su instintivo pavor y trat de mantener fra la mente, cosa que noresultaba demasiado fcil en aquellas circunstancias. Gir una miradacircular en torno suyo, a lo largo y ancho de toda la amplia cmara vaca.

    No puede haber ocurrido jade. Es... es imposible. Ellos... ellosestaban muertos. Y aqu slo hay una puerta, la oval. Nada ni nadie puedesalir de aqu sin cruzar por la sala de computadoras, donde si yo no los

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    llegase a ver, la propia mquina detectara su presencia, informndome deello y proyectando la imagen de inmediato en las pantallas de control...Adems... los muertos no se mueven. No en la Tierra, cuando menos.

    Se apoy en el fro muro luminoso. Senta un fro sudor perlando lafrente. Le temblaban ligeramente las piernas. La pistola en su mano parecaridcula. Nadie puede enfrentarse al vaco, a la nada, con un arma.

    Me pregunto si habr cruzado alguna frontera oculta del Universo, siestar flotando ahora ms all de todo lo conocido, donde los muertosresucitan, donde cielo e infierno son posibles, tal vez cerca de Dios... o deldiablo.

    Era una idea demencial, lo saba. Pero no se le ocurra otra. l mismohaba contemplado los cuerpos de sus camaradas, haba comprobado sufallecimiento, haba confirmado que las constantes vitales haban dejado deexistir aos y aos atrs, e incluso haba visto con sus propios ojos cmo latumefaccin de lo corrupto, de lo que se descompone, emerga en forma deplacas repugnantes a sus labios, ojos y piel.

    Y sin embargo...Sin embargo, ninguno de ellos estaba ahora all. Era como si una

    mgica fuerza desconocida los hubiera arrancado de sus cpsulas cristalinaspara volatilizarlos en lo imposible.

    Algo ms sereno, Dorian se dijo que era preciso buscar la explicacinplausible, la fra lgica que poda explicar lo inexplicable y razonar loirracional. No era fcil, pero logr rehacerse y comenzar a recapacitar contotal lucidez, apartando de s oscuras ideas de supersticin y de terror.

    Paulatinamente, comenz a explorar la cmara pared por pared. Sedetuvo ante las rendijas de los suministradores de aire y los tubos delacondicionamiento climtico. Eran conductos amplios, un dedal de galerasmetlicas que formaban las entraas de la nave, como retorcidas tripasrgidas a lo largo y ancho de su vientre de metal. Medit, examinando lasplacas enrejadas que cubran sus accesos.

    Eran fciles de quitar y poner nuevamente, y sus mangotes haran elresto, dejndolas encajadas en sus sitios sin necesidad de remaches o detornillos, eso ya lo saba l. Pero aquello no poda explicar ni remotamente elmisterio. Para sacar de all seis cadveres haca falta alguien capaz dehacerlo. Alguien lo bastante fuerte y astuto, lo bastante vigoroso y capaz deactuar en casi total silencio.

    Y en la nave nunca hubo nadie, salvo l y sus seis camaradas muertos.De haber existido un polizn a bordo, las sensibles instalaciones deseguridad lo hubiesen detectado de inmediato, dando su informacin a la

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    computadora central. Enola Gay jams recibi semejante informacin.Volvi a los receptculos cristalinos, que estaban cerrados como si

    hubiera alguien dentro. Alz sus tapas presionando los resortes precisos.Contempl el interior totalmente vaco. Su mano tante el fondo de cadauno de ellos. Mir con repugnancia sus dedos.

    Haba algo en ellos. Algo viscoso, repugnante. Algo parecido a pus, amateria hedionda, maloliente y pegajosa. Rastros de putrefaccin. Residuosde cadver corrompido. Eso alejaba toda posibilidad de un error en susapreciaciones o en las de la mquina. Ellos estaban muertos y bien muertos.

    Pero entonces, dnde estaban ahora? Cmo salieron de all? Porqu?

    Es para volverse loco jade Dorian, hablando consigo mismo.Tengo que localizarles. Lo intentar como sea. La computadora! S... Ella esla nica que puede ayudarme en este trance. Aqu no resuelvo nada,mirando esos atades vacos. Puede que se los hayan llevado por esos tubosde conduccin de aire renovado, pero quin y por qu? Es preciso encontraruna respuesta, la que sea...

    Regres, trompicando, a la sala de computadoras. Se acerc a EnolaGay, centro ciberntico de toda la nave. Comenz a teclear, excitado,escribiendo cuanto haba acontecido en la cmara vecina y cuanto l podadeducir. Una vez transmitida toda esa informacin al cerebro electrnico,esper respuesta.

    No tard en llegar. Era desoladoramente ambigua y oscura, muy lejosde lo que l poda esperar:

    DATOS INSUFICIENTES. IMPOSIBLE LLEGAR A UNACONCLUSIN. NO CAPTO NINGUNA PRESENCIA VIVA A BORDOSALVO LA DE DORIAN KERR.

    Eso poco aclaraba. Slo l estaba vivo all. Pero eso no era lo queexplicaba lo acontecido, precisamente. Aun as, insisti sobre la mquina,irritado. Pidi informacin de todas las zonas de la nave. Las pantallascomenzaron a emitir lneas onduladas y cambiantes. Por fin, en todas ellasaparecieron zonas de la nave, perfectamente enfocadas por los objetivos delcircuito cerrado de seguridad. Pudo as visualizar la sala de controles, la deenerga propulsora, las turbinas, la zona de aprovisionamiento, la deldespegue de la micro-nave de emergencia, los largos corredores del sectorC, destinado a los accesos a distintas zonas de reparaciones y de ajustes, lagranja hidropnica...

    No. La granja hidropnica, no. Su pantalla apareca oscura, sin imagen.Dorian no pudo ver reflejado en ella el amplio estanque artificial, repleto de

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    Curtis Garland Pnico en las estrellas16

    algas, y los invernaderos en derredor, en su vergel de plantas exuberantes,gracias a las placas de alimentacin por energa solar hiper-concentrada.

    Qu ocurre con la Granja? pregunt en voz alta. Y transmiti lapregunta al cdigo de la computadora.

    La pantalla central se ilumin con parpadeos en rojo y una palabraconcreta apareci en ella: AVERIADA.

    Averiado el circuito de control que permite ver la Granja? insistil.

    La mquina se limit a ampliar ligeramente la informacin:ZONA CON CONTROL ELECTRNICO AVERIADO. IMPOSIBLE

    RECIBIR IMAGEN DEL MONITOR.Por qu est averiada? pregunt, tenso. Antes no lo estaba.Era como hablar con alguien vivo. Se haca la pregunta en voz alta, en

    un constante monlogo, y la repetan sus dedos tecleando sobre la mquinacodificada. La respuesta fue ambigua:

    NO HAY INFORMACIN. INTENTO DE REPARACIN EN VANO.Maldita sea! bram, incorporndose airado y mirando a la mquina

    con autntica ira. Cre que eras perfecta, Enola Gay. Y eres slo unamquina. Tendr que comprobar por m mismo lo que sucede all. No megusta que se haya oscurecido el objetivo de televisin de la Granja, laverdad.

    Recuper su pistola lser y conect todos los circuitos de seguridadautomticos, para poder seguir desde cualquier punto de la amplia nave loque suceda en los dems... excepto, naturalmente, en la zona averiada, queahora estaba en sombras: la granja hidropnica, su meta en estosmomentos.

    Tambin tom de un estante el pequeo emisor-receptor de sonido y deimagen, que ados a su mueca mediante el magneto de atrs. Aquellaespecie de cajita de fsforos hecha de metal, posea una pantallita diminutay un micrfono y audfono, para estar en constante comunicacin con lacomputadora central y con todos los puntos de Nbula-7. Una palabra suya,previamente codificada, permitira a Enola Gay actuar como cerebroorganizador y poner en movimiento los sistemas de mxima seguridad o deemergencia de a bordo. Ahora que la zona de la granja hidropnica estabaen zona oscurecida, no saba lo que poda suceder y era preferible adoptartodas las precauciones adecuadas.

    Ms tranquilo, aunque sintindose profundamente inseguro, abandonla cmara de computadoras para dirigirse a uno de los ascensores que leconduciran al Nivel Cero, donde se hallaba la Granja Hidropnica Central, en

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    la que algas y plantas vivan su existencia a bordo como si en vez de unvehculo espacial, fuese su mundo un planeta habitable e iluminado por unradiante sol. Despus de todo, era vital para los seres humanos, si aquelproyecto csmico hubiera llegado a ser realidad, que llevasen consigo en tanlargo periplo espacial la compaa de planetas, de vegetacin, de algascapaces incluso de servir de reserva alimenticia en caso de mximaemergencia.

    El ascensor le llev vertiginosamente a travs de las tres plantassuperpuestas de la vasta nave, hasta el Nivel Cero o inferior. Sali de lacabina circular y avanz por el largo corredor desierto, crudamentealumbrado, pistola en mano, en su estanque y sus invernaderos. El jardndel Nbula-7, el vergel que viajaba por el Cosmos dentro de una nave demetal hecha por el hombre, estaba all, cerca de l ya. Tal vez inofensiva ydesierta, como siempre, con slo la vida vegetal de sus especies y con elcalor que irradiaban las placas solares de concentracin lumnica y trmica.

    O tal vez no.Si algo o alguien se haba introducido a bordo de la nave en aquellos

    cien aos de viaje silencioso, poda estar all, acechando en las sombras,oculto en la espesura del frondoso follaje, en las bvedas acristaladas quepermitan el paso del calor solar acumulado en las placas superiores.

    Dorian lleg ante la vidriera. Apretaba con fuerza su pistola lser.Presion el resorte de acceso. La puerta cedi, deslizndose el panelcristalino a un lado. Por el momento, todo pareca normal. Mir en su micro-receptor de pulsera. La imagen de la diminuta pantalla era la del corredor. Alpasar al umbral, se oscureci, por completo, sin emitir imagen alguna delinterior de la granja.

    De modo que todos los circuitos estn averiados pens. Nofunciona ningn objetivo de esta zona...

    Se movi cautelosamente, tras encender las luces de la granja desde elmismo umbral, proyectores verticales de luz cayeron sobre los helechos querodeaban la ovalada forma del estanque repleto de algas. Alrededor, vagosresplandores verdosos iluminaron los invernaderos encristalados, donde lasplantas parecan fantasmales seres silenciosos, acechndole malignos.

    Dorian avanz paso a paso. La puerta vidriera se cerr suave,apagadamente, tras de l, como suceda siempre. Se sinti extraa,terriblemente solo dentro del centro floral de la nave.

    Y, sin embargo, un escalofro recorri su espina dorsal cuando tuvoconciencia exacta de que alguien le acechaba, vigilando en alguna parte.

    Entonces estuvo seguro de que aquella soledad era falsa. No, no estaba

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    solo.Pero la certeza de que alguien ms comparta con l aquel recinto, era

    infinitamente peor que la sensacin de absoluta soledad.

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    CAPTULO III

    Paso a paso. Movimiento a movimiento. Sigiloso como un felino, cautocomo un combatiente en la jungla, enfrentado a un enemigo invisible.

    As se mova Dorian Kerr por la vasta extensin de la granja, donde laszonas de luz y de sombra se alternaban en inquietante mezcolanza. En elfondo, saba que tena miedo, que senta un vago e indefinible temor o algoinconcreto. Pero trataba de dominar esa angustiosa sensacin, intentaba portodos los medios controlar cualquier brote de pnico y llegar como fuese alfondo de la estremecedora cuestin iniciada con unos sonidosincomprensibles y la desaparicin de seis cuerpos humanos totalmentedesprovistos de vida.

    Sus ojos no perdan detalle. Cualquier juego cambiante en la luz y losvagos movimientos de la densa hojarasca, en torno a la quieta superficie deagua salada del estanque, le haca apretar con mayor fuerza la culata de suarma, con el dedo tenso sobre el resorte de disparo. Notaba sus nerviostirantes como cables, su epidermis vibrando presa de una excitacincrispada, constante, que poda estallar de pronto en una crisis de violencia,de rabia, de clera... o de terror loco y desquiciado.

    Por fortuna, lograba conservar un cierto dominio de su mente en esosinstantes de mxima tensin, y su lucidez le permita no dispararse en unequivocado comportamiento que poda ser tan intil como peligroso.

    Rode el estanque lentamente. Por un momento, su propia imagenreflejada en la superficie salpicada por los brotes de algas, le sobresalt.Empezaba a resultar extrao incluso verse a s mismo reflejado en algunaparte. Era ya tanta la adaptacin al hecho incontrovertible de que no podraver jams a ningn otro ser humana, que su mismo fsico le resultaba raro,inslito.

    Se contempl a s mismo en las aguas, como si viera a un desconocidocon la mirada fija en su persona. Sonri amargamente y mene la cabeza.

    Pobre diablo dijo, hablando consigo mismo. Acabarscompletamente loco en este manicomio vaco...

    Y alarg una pierna, removiendo con su bota plstica y ligera lasuperficie acuosa. Las ondas concntricas agitaron el estanque, borrando suimagen como si fuese simple humo en el aire.

    Entonces oy el sonido. A sus espaldas.

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    Se puso rgido. Le cost mucho dominarse, no darse media vueltarpida, comenzando a disparar rayos lser contra los invernaderos. Semantuvo quieto, como si nada hubiera captado, contemplando su botamojada con aire perplejo, mientras sus sienes y su corazn palpitaban alunsono de modo desacompasado, casi violento.

    Est ah... pens. Lo que sea... est ah, a mis espaldas... muycerca.

    Otra vez. El mismo sonido. Un vago roce. Hubiera podido ser el agitarsede los arbustos del invernadero, movidos por un viento sutil. Pero en la naveno haba viento. Ninguna brisa poda mover aquellas plantas para producirruido alguno.

    Se retir lentamente de la zona del estanque, como si no hubiera odonada, y reanud su marcha en torno a los helechos, hacia el invernadero. Sesaba escudriado vigilado por aquella vida que se mova a su espaldasigilosamente, entre la espesura lujuriosa. Y no se quera volver. No an.Era preciso darle ms confianza al ser... o lo que fuese aquello.

    Unos pasos ms. De repente, otro roce. Se estremeci. Lo que estabatras l, no pareca querer pasar inadvertido. Ya no ocultaba los ruidos queproduca. Por ello mismo, se dispuso a volverse.

    Pero antes de eso, algo roz su nuca. Y una voz apagada, suave, musitsu nombre:

    Dorian... Soy yo.

    * * *

    Se volvi.Se volvi, con la sangre congelada en sus venas, sintiendo un escalofro

    que agitaba todo su cuerpo en un repentino acceso de terror difcil decontrolar. Esperaba cualquier cosa, tras aquel contacto estremecedor en sunuca, tras or aquella voz pronunciando su nombre casi dulcemente...

    Cualquier cosa, menos lo que le fue permitido ver en ese momento.Oh, Dios, no susurr. No es posible!Y la voz le respondi con igual dulzura:Claro que es posible, amigo mo. No lo ves?Ante l, sonriente, risuea, estaba la rubia, suave belleza nrdica de

    Velda Vinder.Como si nunca hubiera estado muerta, sin rastro de vida en aquella

    cpsula de materia cristalina. Como si l no hubiera visto signos depurulencias y descomposicin en su cadver.

    Era ella. Ella misma. Hermosa, llena de vida, dulce y suave como

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    siempre haba sido, contemplndole con aquellos grandes ojos azules que lamuerte haba tenido que cerrar para siempre.

    Y eso no era todo. Velda era quien le haba rozado con su mano yllamado por su nombre. Pero all, caminando junto a las plantas delinvernadero, hacia ellos, se mova con total naturalidad Morgana Rand,erguida en todo el esplendor de su morena belleza, sensual en sus cimbreosde caderas, en la vibracin de sus fuertes senos, en la sonrisa de susgruesos labios.

    Las dos mujeres... vivas! Como si nada hubiera ocurrido. Como si todohubiese sido un sueo, y ste el increble despertar.

    No puedo creerlo musit. Yo os vi... Estabais... estabais muertaslas dos, Velda...

    La rubia sonri, moviendo negativamente la cabeza.Bien ves que no, Dorian replic. Ni Morgana ni yo podemos estar

    muertas si estamos aqu contigo. Y los dems tampoco.Los... dems? Dnde estn? jade Dorian, lvido.All seal los invernaderos. Vendrn enseguida. Por qu ests

    tan sobrecogido, tan extrao, querido Dorian? Somos tus compaeros deviaje, tus camaradas.

    Lo s sobradamente gimi el joven, sintiendo correr el fro sudorpor su rostro repentinamente crispado. Pero esto no tiene sentido, Velda.No tiene ningn sentido. Sencillamente, eso no puede estar ocurriendo.

    Pero ocurre.S, maldita sea. Ocurre. Por qu? Cmo? Responde a eso, Velda.

    Cmo volvisteis a la vida, por qu abandonasteis vuestras cpsulas sinhaceros notar, qu estis haciendo aqu ahora, por qu el circuito cerrado detelevisin se averi en esta zona cuando llegasteis vosotros a ella,ocultndoos de m como si fuerais culpables de algo? Cuando tenga unarespuesta satisfactoria a todo eso, podr creer lo que estoy viendo, admitirque sois realmente vosotros y no una visin infernal lo que se presenta antem, Velda.

    La rubia sonri tristemente y cambi una mirada con Morgana. Daba laimpresin de que estuvieran tratando de razonar con un nio o unsubnormal.

    Ests muy alterado, Dorian apunt la inconfundible voz profunda deMorgana, aterciopelada y sensual. Ser mejor que vengas con nosotros yluego todo quedar aclarado.

    Ir? Adnde? pregunt Dorian, excitado. Al infierno? A laoscuridad de la muerte quiz? Pensis llevarme acaso con vosotros a la

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    eternidad?Velda ri suavemente. Morgana solt una carcajada.Evidentemente, Dorian, no sabes lo que dices coment Velda,

    irnica. Tanto te asusta nuestra presencia? Es un poco decepcionantepara nosotras dos. Llegamos a pensar que te gustaramos una u otradurante el viaje. Y como va a ser tan largo... Lo que nunca imagin es quepudiera causarte miedo.

    Yo tampoco, Velda gimi Dorian. Pero os dije lo que pienso, lo quenecesito saber imperiosamente ahora mismo. Yo os vi muertas, digis lo quedigis. La computadora confirm el diagnstico.

    Las mquinas se equivocan tambin sonri Morgana, burlona.Os vi huellas de descomposicin, llagas de corrupcin en vuestras

    bonitas caras! clam Dorian Kerr, frentico.En nuestras caras? Velda se acerc a l, qued bajo uno de los

    proyectores verticales de luz dorada, que ilumin su plida y sedosa pielintensamente, arrancando fulgores de oro puro a su cabello. Mrala.Contmplame de cerca, toca mi piel si quieres. Es ste el rostro de unapersona corrompida? Ves acaso alguna imperfeccin en mi semblante o enel de Morgana?

    Evit tocarla, casi aterrado. Pero examin aun contra su voluntadaquella epidermis suave, aterciopelada. No, no haba rastro alguno depodredumbre all. Nada que denotase muerte o composicin. Ni la menorhuella de necrosis.

    Y sin embargo... Sin embargo, pens, aquello segua sin tener sentido.No puede ser jade. Algo ha ocurrido a bordo. No s si un milagro

    o un horror que escapa a mi entendimiento. Tal vez hemos llegado aregiones donde lo racional deja de serlo y donde la vida y la muerte seconfunden.

    Nuestro letargo se termin, eso es todo sonri Velda apoyando susmanos marfileas en el brazo de Dorian, que no pudo evitar un escalofro alsentir ese contacto. Estamos llenos de vida todos, y dispuestos a viajarjuntos en esta nave hasta donde nos sea posible. No es se el ProyectoOlimpus, Dorian? No estamos aqu para cumplir la misin de llegar a lasestrellas, lo ms lejos posible, y fundar una colonia terrestre en lo msremoto del espacio?

    S, Velda, eso es cierto. Pero sigo sin entender nada... y tengo miedo.Miedo de nosotras? suspir Morgana con aire entristecido,

    apoyando tambin su mano color caoba en el hombro de Dorian. Queridoamigo, eso es lo menos galante que jams nos dijo un compaero...

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    Perdonad murmur el joven, desorientado, confuso como nuncaantes llegara a estarlo. No s qu me ocurre, no entiendo nada de nada...Quiz todo esto sea un sueo y, al despertar, me encuentre de nuevo soloen la nave. Sera tan hermoso imaginar que, realmente, nada ha sucedido,que seremos los siete los que sigamos a bordo de este navo csmico,unidos en la gran aventura, para bien o para mal...

    Y eso es lo que va a ocurrir, cario musit Velda. Eres el msatractivo y joven de todos nuestros compaeros. Morgana y yo vamos aluchar duro durante todo este tiempo para tratar de seducirte. Tendrs queelegir a una de las dos... o resignarnos a tenerte que compartir ambas.

    Las mir, alucinado todava. En circunstancias normales, eso hubierasido halagador. Sentirse amado por dos mujeres, deseado por Velda y porMorgana, dos hembras de tan diferente y seductora condicin... Pero ahora,todo eso le resultaba tan escalofriante, tan estremecedor como todo lo queestaba viviendo durante los ltimos minutos.

    Dnde... dnde estn los dems? insisti. Me gustara hablar conel comandante...

    Ah vienen dijo Morgana, sealando a los invernaderos. Ya lostenemos aqu a los cuatro...

    Era cierto. Diablicamente cierto. Dorian, fascinado, identific lassiluetas de sus cuatro camaradas, movindose entre los helechos y lasflores, a veces ntidamente dibujados por las luces verticales, y otrasborrosamente confundidos con las sombras de las zonas oscuras. No habaerror posible. Poda reconocer la alta figura atltica de Lee Starks,comandante del Nbula-7. La de Kurt Faldon, bajo y rechoncho, la delgada yescurridiza silueta de Ingram Bows, la vigorosa y fuerte de Lem Kasdar...

    Eran ellos, sin duda alguna. Ellos que, como las dos mujeres, volvan dela tumba del espacio, como si nada hubiera ocurrido. Incluso le lleg la vozjovial y autoritaria del capitn Starks, saludndole cordialmente:

    Hola, Kerr, por todos los diablos. Estaba deseando verle. Qu ocurrea bordo, para que no nos hayamos entrevistado todava?

    Fue eso lo que ms le irrit y sublev. Aquella apariencia absurda denormalidad, cuando nada poda ser normal, cuando eran ellos y no lquienes faltaban a las normas de un mnimo comportamiento lgico, inclusoadmitiendo que estuvieran vivos y todo lo anterior hubiera sido unainexplicable cadena de errores y de impresiones falsas.

    Dorian sali de su marasmo, estuvo ms seguro que nunca de que todoaquello no era normal, resultaba tremendamente falso, exageradamenterutinario y correcto...

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    Ellos estaban muertos. Muertos! Poda jurarlo. Y los muertos no hablanas, no sonren, no se mueven, no actan como seres vivos... No hacennada. Los muertos slo son eso: carne en descomposicin, carne inerte,nada.

    Basta! rugi Dorian, airado, revolvindose contra aquellos seres, yafuesen humanos, simples espectros o demonios. No soporto ms! Todoesto es una gran mentira, una infame farsa! Estis muertos, todos muertos!Sois cadveres, espectros, zombis o almas en pena, no s, pero nopertenecis ya al mundo, a la vida, a nada real ni tangible, por mucho quepretendis engaaros o engaarme! No, no pienso caer en vuestra oscuratrampa, en vuestra siniestra trama para aprehenderme en ella como unaaraa a la mosca indefensa! Luchar contra vosotros, os destruir si espreciso, de una vez por todas, pero jams creer vuestras mentiras!

    Velda y Morgana le escuchaban, extraamente silenciosas,inexpresivas, con su sonrisa casi insultante, burlona, escptica. Los otroscuatro seguan acercndose a l lenta, pausadamente. Como fantasmassurgidos de las tinieblas de la muerte.

    Ests loco, Dorian le dijo framente Velda, moviendo la cabeza yagitando as sus sedosos cabellos dorados blandamente. Totalmente loco,no sabes lo que dices. Ven con nosotros, comprobars que todo eso es falso,absurdo, que no tiene sentido nada de cuanto dices...

    Le puso las manos en los hombros, trat de atraerle hacia ella, clavandoen l una mirada pattica, profunda, tierna y envolvente, capaz de derretiruna piedra o la ms dura costra de hielo.

    Dorian estuvo a punto de ceder durante una fraccin de segundo.Luego, reaccion. Logr salir de su hechizo malfico, aunquedificultosamente.

    No! aull, exasperado. Aparta de m!Y dio un golpe violento, un manotazo brusco, tratando de apartar

    definitivamente a la cautivadora rubia de s. Lo hizo con demasiado mpetutal vez, y eso incluso logr sorprender a su bella interlocutora.

    Lo cierto es que su mano, con violencia, golpe la mejilla de VeldaVinder. Fue un seco, spero bofetn. Y ocurri algo espantoso.

    Velda se ech atrs. Pero ya era tarde. Algo en su rostro, parecido auna simple cscara de huevo o una superficie de vidrio, se haba quebradocon chasquido sordo.

    Su cara se rompi. Fue eso exactamente lo que ocurri, ante los ojosdesorbitados y llenos de horror de Dorian Kerr.

    La cara de Velda se abri, agrietndose, se hizo pedazos una parte de

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    ella, y se desprendi en fragmentos, revelando un horrendo, escalofrianteinterior tras el bello rostro femenino...

    Un alarido de supremo espanto fluy de los convulsos labios de Dorian.

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    CAPTULO IV

    Velda... No, no... jade. Eso no... Es peor an que cualquiermentira, Dios mo.

    Ella estaba emitiendo ahora un sonido que no eran palabras ni resultabahumano. Su boca, parcialmente, estaba rota tambin. Parte de sus labios,como si aquella cabeza estuviera construida en escayola pura, se habandesprendido, junto con un trozo de mejilla, de nariz y de pmulo, dejandoen su lugar un atroz boquete negro, profundo, hueco, del que flua unamateria verdosa, blanda, viscosa, como gelatina de un fruto repugnante. Unhedor a putrefaccin, a suprema podredumbre, emerga por aquel huecodiablico, mientras una especie de jadeo, de estertor, de babeante susurro,escapada por la incompleta boca de la bella muchacha.

    Tambin Morgana haba cambiado ahora. Su moreno rostro de bellezanegra reflejaba una transformacin repulsiva, un odio atroz e infinito en susojos dilatados, vidriosos, mientras sus gruesos labios modulaban obscenaspalabras dirigidas a Dorian:

    Cerdo, bastardo... Hijo de perra miserable... Mira qu hiciste..., miralo que has osado hacer a uno de nosotros... Slo por eso mereces hundirteen la podredumbre, en el fango eterno de la muerte pestilente...!

    Se mova hacia l. Amenazadora, maligna. Tambin los cuatro hombres,ahora silenciosos, fros, implacables. La propia Velda, con su repulsiva caraincompleta, destilando purulencias verdosas y malolientes, se mova hacial, alargaba sus manos, que le parecieron repentinamente lvidas,engarfiadas y perversas...

    Dorian comprendi que era una situacin desesperada. Ignoraba el mal,la clase de dao que aquellos seres de ultratumba podan causarle, perosupo con plena certeza que no poda ser nada bueno, que aquel horror era laamenaza ms espantosa y delirante que se poda imaginar, algo que estabams all de lo fsico, ms all de lo humano, aunque no entendiera bien qupoda ello ser exactamente.

    Por eso, en vez de luchar, se lanz a la carrera hacia la salida de lagranja hidropnica, escap sin sentirse avergonzado por ello, temerosoincluso de ms leve contacto fsico con aquellas criaturas que deban deestar muertas y que, sin embargo, parecan gozar de una nueva vida tanespantosa como la propia circunstancia de su retorno de entre los muertos.

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    Logr eludir la lentitud de la rubia mujer, y correr velozmente endireccin a las amplias vidrieras que daban acceso al exterior del recintodestinado al cultivo de vegetales de todo tipo a bordo del Nbula-7. Tras del, supo que los cadveres vivientes se movan ya, intentando cortarle elpaso, darle alcance como fuese.

    Se volvi, ya en la puerta, mientras accionaba con una mano el resortede salida. Se estremeci, aterrado, al descubrir que su temible enemigoestaba ms cerca de lo que imagin. Lee Starks y Kurt Faldon habanlogrado moverse hbilmente, cerrndole en parte el paso, y estaban aescasa distancia de l, mirndole con una helada expresin en la que Dorianno capt calor ni amistad alguna, sino todo lo contrario: algo helado eindefinible que causaba escalofros.

    Rpido, dirigi su pistola lser en esa direccin y avis roncamente:Quietos ah o disparo sobre vosotros, aunque no quiero hacerlo!No le hicieron caso. El comandante de a bordo y el qumico Faldon se

    movieron unos pasos ms en direccin a l, mientras las puertas de lagranja comenzaban a deslizarse silenciosamente. Dorian no vacil lo msmnimo.

    Dispar.Su pistola vomit un centelleante rayo azul, de cegadora brillantez, que

    hendi el aire como una lnea incandescente, y fue a estrellarse a pies desus extraos camaradas. Un alud de chispas se levant del suelo, entresibilantes estallidos de pavimento desintegrado. Una bocanada de fuego azulenvolvi a los dos hombres, que retrocedieron, instintivamente, alzando susbrazos en gesto de autoproteccin.

    Lo siento, pude haberos destruido pero no tuve valor para ello! clam Dorian, saltando fuera del recinto vegetal, y conectando de nuevo elsistema de disparo de su arma.

    Pero aquella advertencia pareca haber sido suficiente, al menos demomento, para Starks y Faldon. Estaban inmviles, como sorprendidos porel impacto ante sus pies, que haba abierto un negro y humeante boquete enel pavimento de la granja. Era extrao que ellos, que usaban habitualmentelas mismas armas que l, se sorprendieran de la accin de una carga lser.Pero estaba demasiado alarmado para preocuparse de eso, y slo pens encorrer pasillo adelante, huyendo del pabelln destinado a la flora acutica yterrestre, sin prdida de tiempo alguno.

    Estaba seguro de que, pese a todo, ellos iban a seguirle. Y eso leproduca un miedo indefinible y angustioso. Gir la cabeza cuando yaalcanzaba el final del corredor y abra la puerta de uno de los ascensores de

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    la nave. Sinti un escalofro. Velda, Morgana y los cuatro hombres estabanante la puerta cerrada, accionando el sistema de apertura.

    Iban a seguirle.La seguridad de que sus compaeros no cejaban en darle alcance, le

    caus autntico terror ahora. Estaba solo con ellos en la nave. Solo frente aseis personas que, clnicamente, haban muerto sin lugar a dudas. Personasque parecan normales, como si nada hubiera ocurrido, como si la muerte noexistiera, que se comportaban normalmente, y que, sin embargo, apenasgolpeadas, se deshacan, se rompan, como si en vez de piel, carne yhuesos, estuvieran hechas ahora de arcilla seca o de yeso moldeado Sucaparazn era quebradizo y frgil como un vidrio. Y debajo...

    Debajo, record con horror, haba solamente putrefaccin, corrupcinmaloliente y viscosa...

    Dios mo, no entiendo lo que est sucediendo aqu, pero eso no tienesentido gimi, mientras las puertas del ascensor se cerraban al entrar l, yla cabina sala disparada a gran velocidad, abandonando el Nivel Cero pararegresar al Cuarto, donde estaba la sala de computadoras, la cmara dehibernacin y el puente de mando de la Nbula-7.

    Estaba convencido de que ellos le seguiran tambin ahora, quiz abordo de otro ascensor, y que no parecan tener prisa especial poralcanzarle. Despus de todo, quiz pensaban que el tiempo no tenademasiada importancia, que estaban solos con l en la nave y que, tarde otemprano, llegaran hasta Dorian Kerr de modo inexorable y fatal.

    La idea le estremeci. Al abandonar el ascensor en el Nivel Cuatro, se leocurri una idea. Abri el panel de ascensores y desconect las cinco cabinasde que dispona la nave. Luego, arranc unas conexiones. Eso impedira queellos tomasen un ascensor para subir en busca suya. Pero no poda impediren modo alguno que utilizasen las rampas de comunicacin entre losdistintos niveles, caminando por su propio pie... o penetrando por losconductos del aire acondicionado y de la climatizacin, como quiz hicieronpara abandonar por su propio pie la cmara de hibernacin cuando les creamuertos.

    Un sudor fro pen su frente. Cuando lleg a la cmara decomputadoras, cerr la puerta de entrada y la desconect desde el interior.Ahora, era imposible que nadie llegase all por ese acceso.

    Pero estaban las tuberas. Eran amplias y los paneles enrejados slo seadheran magnticamente a todas sus salidas. Nada ms fcil que usarlascmo ddalo de caminos. Ya lo haban hecho una vez.

    Mir en derredor. La sala de computadoras tena tres de esas aberturas,

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    con su reja metlica. Por cualquiera de ellas podan llegar sus camaradas.Esa sola idea era capaz de aterrorizarle. Saba bien cundo se enfrentaba aalgo que no comprenda ni poda combatir. sta era una de esas ocasiones,quiz la peor que una mente humana pudo jams imaginar.

    Mientras conectaba todas las pantallas de nuevo, para seguir losmovimientos de sus adversarios a travs del sistema de monitores de abordo, estudi alguna solucin para aquellas rejas. Y crey encontrarla.

    Rpidamente tom cable elctrico de un armario de material, y trabajactivamente en l. Una pantalla le revel la presencia de los seis, caminandolenta y mecnicamente, sin cruzar palabra entre ellos, por el largo corredorque conduca a las rampas de subida. Parecan saber muy bien lo que sehacan. Haban notado la desconexin de los ascensores y emprendan lamarcha por uno de los caminos de que disponan.

    Aplic las conexiones a los sistemas de alimentacin elctrica y luegollev los cables hasta los paneles enrejados que cerraban las tuberas delaire interior de la nave. Se apart, satisfecho, y arroj contra cada una deesas rejillas un objeto. El destello de luz chisporroteante se produjo en todoslos casos.

    La alta tensin circulaba hasta esos paneles. Si alguien tocaba uno deellos, quedara de inmediato electrocutado. Eso le tranquiliz un poco. Porese camino, ellos no podran llegar hasta l. Ahora s estaba totalmenteaislado en la cmara de computadoras. Dispona de la mquina deautoservicio de alimentacin y de la cabina de material de recambio. Eracomo una pequea fortaleza donde poder resistir, en caso de emergencia,durante muchsimo tiempo. Desde all lo controlaba todo, y no poda sercontrolado.

    Pero un suceso imprevisto le redujo bastante la moral recin adquirida.Dirigi una ojeada a las pantallas. Descubri que todas, excepto la que lereflejaba a s mismo, estaban ahora oscurecidas, sin imagen.

    Qu diablos ocurre ah fuera? mascull. Los monitores no puedenhaberse averiado al mismo tiempo...

    Trat en vano de conectarlos para seguir la ruta de Velda y los dems.No apareci imagen alguna en pantalla. Slo lneas. Rpido, puls el tecladode la computadora central pidiendo informacin. Enola Gay la dio deinmediato. Y no era nada alentadora para l:

    DESCONECTADOS TODOS LOS MONITORES POR CORTE DELCABLE CENTRAL.

    El cable central! De nuevo not su frente humedecida por un sudorglacial. Eso demostraba que ellos eran muy astutos. Y que el peligro

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    Curtis Garland Pnico en las estrellas30

    aumentaba por momentos.Haban logrado cortar el cable que enlazaba con todos los diversos

    monitores a travs de la nave, dejando aislada totalmente la cmara decomputadoras del resto de la Nbula-7. Ahora le sera imposible seguir lapista a sus compaeros de viaje, saber dnde estaban. Los ojos electrnicosdel circuito cerrado de televisin ya no funcionaban, tras la interrupcin dela lnea.

    Esos malditos... jade, dejndose caer en el asiento situado frente ala computadora central. Actan con toda maldad e inteligencia. Dios mo,pero qu les ha ocurrido, para convertirse de repente un puado de buenosamigos en unos monstruos repugnantes? Tal vez sea una enfermedadespacial, algo que les hizo parecer muertos y les convirti en seresdistintos... Pero esa podredumbre que asomaba por la cara rota de Velda...Qu clase de seres son ahora todos ellos? Qu hay de los autnticos enesas horrendas caricaturas humanas?

    Desolado, se llev las manos a la cabeza. Y entonces lo vio.Su piel. Justo en sus dedos de la mano izquierda. Record. Eran los

    dedos que haban abofeteado a Velda, los que rompieron el caparazn de surostro como si fuese de barro seco.

    Algo se haba adherido a los dedos ndice y corazn. Aquello eraextrao, repulsivo. Una especie de caparazn verdoso, adherido a suepidermis, cubra las yemas de ambos dedos. Recordaba unos moluscosprendidos al casco de un viejo barco o a unas rocas marinas. Trat dearrancarlos y no le fue posible. Notaba una extraa frialdad en aquellosdedos, all donde la misteriosa materia, de duro contacto, cubra la piel.

    Tras varios intentos, llev sus dedos a la llama de un encendedor. Sequem ligeramente pero la materia no se alter ni se quem. Empez aasustarse. Antes no haba notado aquella cosa. Tal vez no estaba all. Y siestaba no era visible.

    Eso sugera una idea espeluznante. Era algo que creca? Sedesarrollaba acaso, al contacto con la piel humana?

    No... No me gustara empezar a verme invadido por... por estarepugnante costra maldita mascull, irritado, mirando con odio aquellamateria endurecida, de un verde lvido, que recordaba exactamente el de lamateria purulenta que escapaba por el roto facial de Velda Vinder.

    Rpidamente, tom una decisin tajante. Desenvain su fino cuchilloelctrico, un estilete con carga electromagntica en su empuadura, queconverta la delgada y aguda hoja en una especie de bistur elctrico de granpotencia y efectividad. Regul previamente la intensidad del fluido sobre su

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    Curtis Garland Pnico en las estrellas31

    hoja, y luego, resuelto, cort sobre sus dedos, apretando labios y dientescon fiereza.

    Brot la sangre, cayendo sobre un recipiente que situara al afecto. Segpiel y carne, en las yemas de ambos dedos. Tambin ello cay al mismorecipiente, chorreando sangre. Lo mir, impvido, y luego regul de nuevo lacarga elctrica del cuchillo, aplicando ste a los dos cortes profundos.Hume la carne chamuscada, y la hoja candente cauteriz las heridas deforma dolorosa. Tras esa decidida accin, con el sudor corriendo por surostro de forma copiosa, a causa del dolor, Dorian Kerr situ el recipientecon su contenido bajo el proyector espectrogrfico de la bioanalizadora delcomputador, especie de prodigioso laboratorio consistente tan slo en esemecanismo. Desde all, de forma automtica, afluy al cuerpo de Enola Gaytoda la informacin bioqumica de la materia analizada, y su cerebroelectrnico comenz a funcionar, en un anlisis complejo y total.

    Cuando la pantalla de anlisis de la computadora comenz a mostrarseales de febril actividad, Dorian tom el recipiente con los fragmentos desus dos dedos y la sangre derramada, y todo ello lo introdujo en el trituradorde residuos. Convertido todo ello en simples tomos, se volatiliz all en elespacio exterior, vomitado por los expulsores de basuras. No quera tener niun instante ms, dentro de la nave, aquella materia desconocida que, trasestar adherida a su propia piel, le causaba una repugnancia y undesasosiego realmente grandes.

    Esper pacientemente a que la computadora terminara el anlisis de lamateria sometida a su examen electrnico. Cuando ello sucedi, la pantallase ilumin en color verde, y comenzaron a surgir los datos en caracteresrojo brillantes dando cuenta del resultado final.

    Dorian pas por alto los fros y matemticos datos cientficos, paraconcentrar su mirada en el resumen final del anlisis.

    No le gust. Lanz una imprecacin de horror, y se precipit sobre lamquina, para comprobar mejor la lectura de la pantalla, con suescalofriante informacin.

    Aquellas palabras parecieron grabarse a fuego en sus retinas, en supropio cerebro, y no porque estuvieron impresas precisamente en vivo tonorojo.

    Las reley, todava sin dar crdito a lo que vea:MATERIA ANALIZADA DE NATURALEZA ORGNICA

    DESCONOCIDA. NO ES HUMANA, PERO POSEE VIDA PROPIA DEIGNORADA NATURALEZA. AUNQUE FALTA ALGUNA INFORMACINMS, PARECEN CORPSCULOS DE CLULAS MUTANTES VIVAS Y CON

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    Curtis Garland Pnico en las estrellas32

    TODA SEGURIDAD INTELIGENTES.Inteligentes. Vivas. Mutantes.Clulas vivas, dotadas de inteligencia y capacidad de mutacin. Eso

    eran aquellos horribles corpsculos adheridos como crustceos a su piel,igual que desconocidos y horripilantes parsitos...

    Algo que, adems de todo eso, no era humano. Y proceda de Velda. Lollevaba ella dentro de s... Comenzaba a entender todo aquel espantosocaos, y la teora que su mente edificaba distaba mucho de ser alentadora nireconfortante para l.

    En el momento en que estaba empezando a darse cuenta de laaterradora realidad, sucedi algo imprevisto a bordo.

    Una repentina, violenta sacudida, conmovi toda la nave. Dorian se violanzado con fuerza contra el muro, y una de las computadoras despidi unchisporroteo sbito.

    Al mismo tiempo, las pantallas se encendieron en rojo, parpadeandocon rapidez, y mostrando un aviso apremiante en todas ellas:

    ALERTA ROJA. MXIMA EMERGENCIA.

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    CAPTULO V

    Tras dos nuevos zarandeos gigantescos, que hicieron ir rebotando aDorian de pared a pared, como una pelota, la nave se estabiliz, sin que elguio rojo de mxima alerta dejase de mostrarse en las pantallas.

    Tambaleante, Dorian se precipit sobre la mquina central y pidiinformacin. La pantalla se la dio de inmediato:

    CHOQUE DIRECTO CON CUERPO CELESTE. FALLARON LOSSISTEMAS DE PROTECCIN POR CAUSA DESCONOCIDA. ABIERTAPROFUNDA GRIETA EN SECTOR DG-102 DE LA NAVE. PRDIDA DEENERGA Y ESCAPE DE AIRE RESPIRABLE. LOS SISTEMASAUTOMTICOS DE REPARACIN FUNCIONAN.

    Dorian, angustiado, pidi nueva informacin, con una sola pregunta:Qu ha producido ese choque?Qu clase de cuerpo celeste es el del impacto sobre la nave?La mquina trabaj a travs de sus millones de clulas fotoelctricas de

    alta sensibilidad instaladas a lo largo y ancho de toda la nave e incluso en sufuselaje externo. Y dio la informacin requerida:

    CHOQUE PRODUCIDO CON UN OBJETO QUE PARECE SER UNANAVE ESPACIAL DE PEQUEAS DIMENSIONES. LA NAVE PERMANECEADHERIDA AL CASCO DE NBULA-7 TRAS EL IMPACTO.

    Dorian pestae. Una nave espacial en aquellas regiones del Cosmos, amiles y miles de millones de millas de distancia del Sistema Solar!

    Qu clase de nave puede ser? se pregunt en voz alta. Estartripulada?

    No saba si Enola Gay podra responder a eso, pero al menos lo intent,pidiendo datos al respecto. La mquina cumpli bien su cometido.

    SE DETECTA VIDA DENTRO DE LA NAVE IMPACTADA. POR LOSDATOS RECIBIDOS, PUEDE SER VIDA HUMANA.

    Vida humana! Oh, cielos, no es posible! jade Dorian, esperanzadoy angustiado a la vez.

    Despus de la horrible experiencia con sus propios camaradas, que andeambulaban por la nave, como espectros, dominados acaso por aquellamateria orgnica llegada de no sabia dnde, y que posea vida e inteligenciano humanas, poda esperar ahora algo bueno de una presencia humanacerca de l, en tan remotos confines csmicos? Qu clase de seres seran

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    los que se pudieran alojar dentro de aquella misteriosa nave?Mientras las pantallas no cesaban de parpadear su apremiante aviso,

    que automticamente pona en funcionamiento los sistemas automticos deregeneracin situados a bordo de la nave, Dorian Kerr mediaba sobre suactitud ante aquella circunstancia realmente imprevista. Estaba preparadopara todo, menos para contactar con un hipottico vehculo sideral a bordode cual pudiese haber vida humana a tan enorme distancia del planetaTierra.

    Tambin le preocupaba el hecho de que los sistemas de proteccinexterna, que impedan a la Nbula-7 chocar con cualquier cuerpo, pudieranhaber fallado tan estrepitosamente. Eso no era normal. La inquietante ideade que los muertos resucitados pudieran tener algo que ver en ello, le rondpor la cabeza. Tal vez saban lo suficiente como para manipular lasinstalaciones y provocar desconexiones a bordo que pudieran facilitar unacatstrofe. Lee Starks, como comandante astronauta, y Lem Kasdar comoexperto en sistemas de navegacin espacial, saban perfectamente haceralgo as, pero eran ahora realmente ellos mismos, o una burda y horrendacopia de los autnticos camaradas que emprendieron con l aquel largo viajea las estrellas?

    Las pantallas comenzaron a hacer ms lento su parpadeo. Esosignificaba que la situacin ms grave comenzaba a pasar. Los sistemas dereparacin funcionaban, evidentemente, por fortuna para el destino de lanave y de s mismo.

    Tengo que explorar esa otra nave se dijo Dorian, hablando consigomismo, como ya estaba habitundose a hacer ltimamente, dada su soledada bordo, que por un fugaz y hermoso momento en la granja hidropnica,haba llegado a pensar que haba terminado.

    Y decidido a todo, se ajust su traje espacial y su casco protector paraenfrentarse a la atmsfera externa, ms all de los lmites protectores de lanave.

    Ello significaba correr un riesgo, y lo saba. Tendra que salir de lacmara de computadoras, enfrentarse al peligro que representaban ahorasus seis compaeros de viaje, deambulando an por el interior de la Nbula-7, y en lugar desconocido para l.

    A estas horas, ellos tenan que saber del choque, tal vez se habandirigido al punto de impacto. Si haba alguien con vida a bordo, deba deaveriguarlo. Y, a ser posible, si no era hostil, impedir que los seres que semovan ahora por la gran nave pudieron causarle un dao irreparable.

    Desconect uno de los tubos de ventilacin y acondicionamiento de

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    atmsfera, quitndole el cable conductor de electricidad. Luego, se introdujopor l, tras aplicar de nuevo la rejilla, confiando en que no fueseprecisamente aqul, de los tres posibles, el primero que intentaran utilizarsus actuales adversarios, si pretendan introducirse en la cmara decomputadoras para dominar totalmente la nave, como tema que era supropsito.

    Avanz agazapado por el grueso tubo que, como un angosto pasadizo,le condujo al exterior, a una desierta zona de la nave, que escrutatentamente en todas direcciones, arma en mano, antes de moverse hacialos accesos al fuselaje exterior, en el sector mencionado por la computadora,que era el DG-102.

    En su cauteloso camino por interminables y desiertos pasillos de crudaluz asptica, no encontr a nadie. Corra cuanto le era posible, sobre sucalzado suave, esponjoso, incapaz de producir ruido sobre el blancopavimento, y pronto alcanz las proximidades del punto de impacto. All,varias luces de emergencia parpadeaban con rapidez, avisando de la zona depeligro. Dorian, protegido por su escafandra plstica, dentro de la cualrespiraba el aire condensado que llevaba en su atavo espacial, avanzresueltamente.

    Se vio ante el punto exacto de impacto. Las mquinas reparadorasactuaban con mecnica precisin taponando huecos y aplicando material alboquete producido por el choque. Ms all, a travs de un hueco anconsiderable, en el desgarrado fuselaje de la nave, se vea el negro infinitosalpicado de estrellas y nebulosas. Unos indicadores luminosos avisaban queall no exista aire respirable, ni presin ni gravedad. Pero la indumentaria deDorian poda afrontar todo eso sin riesgo. Su calzado llevaba un sistemamagntico para mantenerle sujeto al suelo metlico, y la presin y el aireprecisos ya los facilitaba su equipo espacial.

    Sali por el boquete al exterior. Camin por el casco de la gran navecomo si fuese un insecto. Ante la grandiosidad del Cosmos, siempre lesobrecoga su propia e insignificante pequeez. Se movi hacia la otra nave,contemplndola atentamente, sin soltar en ningn momento su pistola lser,adaptada ahora mediante un simple giro de resorte a una posible accin enpleno vaco.

    Era una nave peculiar aquella. De color negro, y forma oval, se adheraa la sper-nave terrestre por simple principio de gravitacin. Reducida detamao, no pareca factible que pudiesen viajar dentro de ella ms de dos otres personas. Sobre la misma haba unos signos extraos grabados, querecordaban vagamente los antiguos caracteres persas de escritura, en una

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    pintura o barniz de tonalidad dorada, vagamente luminosa. Dorian nocomprendi lo que quera decir, pero esos signos le revelaron algo, cuandomenos: aquella escritura le era por completo desconocida. Por tanto, aunquepareciese fantstico, la nave no era terrestre. Aunque hubiese vida humanadentro, no proceda de su mismo planeta. Era, tal vez, el primer indicio en lahistoria de la Humanidad, que daba a entender la existencia de vida humanafuera del planeta Tierra. Eso, si la mente electrnica de Enola Gay estaba enlo cierto en sus deducciones.

    Toc la capa externa de la nave con sus manos enguantadas. Aquelmetal pareca liviano pero muy resistente. El impacto no haba causadosiquiera la ms leve abolladura en el mismo, mientras la Nbula-7, pese aser inmensamente mayor, sufra serios desperfectos. Busc una posibleabertura. Aparentemente, aquella nave no posea ventanas o visores alexterior de ningn tipo. Posiblemente slo vean lo de fuera gracias a unsistema de televisin, imagin Dorian.

    Comenz a tantear, en busca de alguna escotilla o resorte para abrirla.La superficie del extrao huevo volador, pareca tan tersa como si fuese unobjeto vaco por dentro, al que no haba motivo para entrar ni del que nadietena por qu salir. Pero Dorian saba que eso no era as. Estaba seguro deque, en alguna parte, exista esa entrada.

    Golpe con su pistola repetidas veces en el casco de la pequea nave.Eran golpes espaciados, como una seal. Si era escuchada, como imaginaba,sabran dentro de aquel extrao vehculo que nadie pretenda hacerles dao.

    Esper un tiempo sin recibir respuesta. En la soledad inmensa del vaco,sus golpes no producan ruido. Era como si todo fuese sordo y mudo. Elsonido no se propagaba. Incluso el que producan los sistemas de reparacinde su nave, era all fuera totalmente inaudible. Pero las vibraciones de esosgolpes s tenan que ser perceptibles dentro de la nave.

    Respir profundamente, dirigiendo una ojeada en derredor suyo. All,en la remotsima distancia, crey advertir un cmulo de pequeos cuerposcelestes, girando en torno a una remota estrella amarillenta. Deban de serla Tierra y los dems planetas del Sistema Solar, dando vueltas en torno alSol. Haca cien aos que dej aquello atrs. La idea le sobrecogi ahora conms intensidad que dentro de la nave. Empezaba a darse cuenta de lamagnitud de su aventura, de la grandeza inconmensurable de su viaje atravs de los mundos y de los espacios, rumbo a alguna lejana estrelladonde morir un da, cumplida la misin de explorar el Universo.

    Aunque l no poda ya transmitir informacin a la Tierra desde aquellaenorme distancia en espacio y tiempo que ahora le separaba de all, saba

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    que los sistemas de seguimiento de las actuales generaciones terrestres,estaran captando desde la vasta distancia, da a da, el curso de su viaje.Los incidentes externos de aquella travesa sobre los negros mares del vaco.Saban que haba llegado lejos, muy lejos. Pero siempre ignoraran lo quesuceda a bordo de aquella nave, destinada a no volver jams a su punto deorigen.

    De repente, se irgui, tenso, rgidos sus miembros. Sus ojosasombrados contemplaron la superficie de la pequea nave negra y oval.

    Se comenzaba a abrir una escotilla en su casco. Un resplandor doradoemerga de su interior. La radiante luz amarilla contrastaba ms, junto a lanegrura infinita del Cosmos.

    Contuvo el aliento. Al fin correspondan a sus seales. Alguien, dentrode la nave, actuaba en respuesta a sus golpes sobre el fuselaje. Comprendique estaba a punto de enfrentarse con un momento estelar en el transcursode los siglos y los milenios. El enfrentamiento de un humano con otro, enregiones inexploradas y remotas del Universo. Quizs el encuentro de dosculturas, dos formas de vida, dos razas.

    Estaba preparado para todo. Sus ojos fascinados se clavaban en aquellamgica abertura que, como el prodigio d un cuento de hadas, iba amaterializar ante l a una criatura, a un ser hasta entonces jams visto porun terrestre. Tal vez a un hombre. O quiz un ngel. O un demonio.

    No fue nada de eso lo que surgi de la nave, en medio del nimbo de luzamarilla. Dorian Kerr, estupefacto, lanz una exclamacin de asombro quese ahogu dentro de las paredes cncavas de su escafandra transparente.

    El ser viviente ya sala del interior. El resplandor dorado lo dibujntidamente contra el negro fondo del espacio estrellado.

    No era un demonio. Ni un ngel. Ni siquiera un hombre.Pero s era humano.Slo que era... una mujer.

    * * *

    Una mujer...La ms hermosa e increble mujer que viera jams Dorian en toda su

    existencia. Como surgida de una leyenda o de un mito increble, como unadiosa o un hada fantstica e irreal. Y, sin embargo, pese a todo ello,tremendamente humana.

    Era alta, esplndida y arrogante. Vesta una indumentaria espacialliviana, que se adhera a su cuerpo turgente y esbelto a la vez. Suescafandra no exista, era ms bien una ligera mscara cristalina, adherida a

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    su cabeza como un molde de vidrio. El tejido de su traje csmico era de unindefinible tono opalescente, un color extrao y ambiguo. En cambio, sucabello era intensamente plateado, como hebras argentferasdesprendindose sedosas y lisas desde su bien moldeado crneo, pequeo yarmonioso. La piel era tan blanca que posea una cierta tonalidad azulada,en contraste con el color dorado oscuro de sus grandes ojos rasgados yfascinantes.

    Apenas pis la superficie convexa de metal negro que formaba el cascode su pequea nave, dirigi una mirada profunda a Dorian, desde aquellosdos lagos de oro lquido que eran sus pupilas. Luego, inesperadamente,vacil. Sus labios se movieron bajo la mscara de vidrio. Labios suaves,carnosos, de un rojo tenue, que modularon extraas e incomprensiblespalabras:

    Ulaq an obers dufy end farsaj neid...Y se le cerraron los ojos, su cuerpo vacil, y hubiera cado sobre el

    fuselaje del vehculo espacial, de no mediar rpidamente los brazos deDorian, sujetndola con fuerza e impidiendo su cada.

    Not escaso peso en sus brazos, a causa de la ausencia de gravedad enel vaco, pero s advirti que aquel tejido metlico y flexible del atavo de ladesconocida mujer, se adhera a sus manos y brazos como una ventosacompleta. Posea una adherencia magntica especial, que quiz impeda deese modo que pudiera apartarse de su propia nave, si caa al exterior.

    Confuso, indeciso por completo, vacil Dorian, con ella en brazos,inmvil bajo la bveda inmensa de estrellas, sin saber qu hacer. A susespaldas, las mquinas reparadoras de Nbula-7 estaban ya finalizando sulabor de cierre de los desgarros producidos, y pronto las huellas del impactose habran borrado de la superficie de la nave.

    Inesperadamente, en el vaco, una voz son ntidamente en los odos deDorian, penetrando por el sistema de comunicacin de su escafandra contoda limpieza:

    Espero que hayamos encontrado una persona amiga en usted. laEmperatriz Shamoa lo necesitaba ms an que yo...

    Asombrado, se volvi hacia la escotilla de luz dorada. Una segunda ysorprendente persona estaba surgiendo de las entraas de aquel vehculomisterioso, llegado de slo Dios saba dnde.

    Era un hombre. Mucho ms alto an que la joven que yaca en susbrazos ahora, poda decirse que hubiera resultado un gigante en la Tierra.Su estatura, casi rozando los siete pies, se vea realizada por el negrointenso y brillante de su traje espacial, que pareca modelado en azabache

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    metlico y flexible. Otra mascarilla similar de materia cristalina envolva sucabeza oval, alargada, de calvo crneo puntiagudo y rostro sin vello ni pelo,ni tan siquiera en las cejas, lo que le daba un aspecto extrao e inquietante.Sus ojos, redondos y fros como los de un pez, posean una rara coloracinambarina con reflejos violceos. Miraban con singular fijeza a Dorian Kerr enestos momentos.

    Dios mo, usted... coment el joven astronauta, atnito.S afirm el hombre extrao, hablando con suave modulacin, a

    travs de algn sistema vibrtil situado en su mscara cristalina, quepermita difundir el sonido a travs del vaco. He sido yo quien he habladoen su propia lengua, amigo.

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    Curtis Garland Pnico en las estrellas40

    CAPTULO VI

    Dorian no sala de sorpresas en los ltimos momentos.A la aparicin increble de la hermosa mujer del pelo plateado, se una

    ahora la presencia de otro ser, ste masculino, que era capaz de hablar ensu propio idioma, a cien aos de distancia del planeta Tierra, cuando sumisteriosa y bellsima compaera lo haba hecho en otra lenguacompletamente desconocida para l.

    Me temo que todo esto no tiene sentido murmur, moviendo lacabeza sin salir de su perplejidad.

    Todo tiene sentido en la vida sonri plidamente el extrao. Nonos va a invitar a entrar en su nave?

    Oh, por supuesto admiti rpidamente Dorian. Pero... pero leadvierto que no todo est en orden ah dentro. Tengo un grave peligro queafrontar, algo muy difcil de narrarle...

    No tema dijo el otro con asombrosa calma y seguridad. Sea lo quesea, no puede ser peor que esto. Nuestra nave sufre una avera interna muygrave. Pierde aire y su sistema de climatizacin est daado. El froempezaba a ser insostenible ah dentro.

    Creo que mis mecanismos podrn repararlo, si es preciso ofreciDorian, tratando de afrontar la increble situacin con la mayor normalidadposible. Ahora, pasen adentro. Su nave no se desprender de la ma, estmuy bien adherida.

    Gracias dijo el desconocido, siguindole. Por ese peligro queexiste ah dentro, nada tema. Creo que podremos afrontarlo sin dificultades.

    La seguridad del extrao en ese punto, dej pasmado a Dorian. Sinresponder nada, el joven emprendi la marcha, siempre con la bella damaen sus brazos como dulce y grata carga, regresando al interior de la Nbula-7 cuando ya se iba a cerrar por completo el desgarro en su fuselaje.

    El misterioso ser mir en torno suyo con inters cuando se hall en lagran nave. Se limit a ponderar con su fra voz:

    Veo que su civilizacin es muy adelantada. Esta es una excelentenave. Y de grandes proporciones. Su galaxia est muy distante?

    Mi galaxia? repiti Dorian, asombrado. Me temo que estamostodava en ella, seor. No creo que haya podido viajar tan lejos. Esta navees rpida, pero no tanto como para salvar distancia as en slo cien aos.

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    Curtis Garland Pnico en las estrellas41

    Cien aos? Es lo que lleva viajando aqu? le mir curioso.Parece muy joven.

    Lo soy. Slo que...Creo entenderle sonri su interlocutor. Letargo. Suspensin

    animada, no es eso? Habr dormido durante muchos aos.Durante los cien manifest Dorian con cierta sequedad.Sigui adelante, preguntndose con perplejidad cmo saba aquel

    individuo de suspensin animada y todo eso. Y por qu habl de otragalaxia. De dnde procedan ellos?

    Iba mirando en torno, cauteloso, temiendo lo peor. Ni siquiera lafantstica e imprevisible presencia de aquellos dos desconocidos en su nave,poda hacerle olvidar la cruda realidad de la existencia de sus antiguoscamaradas, ahora convertidos en siniestros zombis, quiz convertidos enuna mutacin horrible a causa de la materia orgnica introducidamisteriosamente en la nave.

    No tema dijo el extrao, sorprendindole de nuevo. No detectonada.

    Aun as, no se fe dijo, algo molesto la clase de peligro quearrastramos aqu, no resulta fcil de detectar.

    Para m, s. S siempre cundo hay peligro cerca. Por eso le dije queno tema nada. De momento, no lo hay.

    La autosuficiencia del desconocido comenzaba a serle particularmenteirritante. No le gustaba su forma de aseverar las cosas, su tremendaseguridad en todo. Pero por otro lado tena que admitir que el tipo erasorprendente en muchas cosas. Sobre todo, en su modo de hablar su lenguay en cuanto pareca saber de los mtodos terrestres, pese a ser, sin dudaalguna, procedente de un lugar muy distinto.

    Ahora tendremos que utilizar un camino muy poco cmodo avis.Sobre todo, para usted que es tan alto. Es el nico que queda accesible. Hebloqueado los dems, para evitar que alcancen fcilmente mis enemigos lasala desde donde se controla toda esta nave. Ojal lleguemos all y nosencontremos con que ya est invadida.

    El otro no dijo nada, limitndose a asentir. Pese a su enorme estatura,se agach cuando era necesario para utilizar en su marcha la amplia tuberade la renovacin de aire y clima. A medida que se acercaban a su punto dedestino, Dorian senta crecer su preocupacin. Sin soltar a la inconscientejoven, empu con una mano su pistola lser. El desconocido observ lamaniobra en silencio. luego, habl al reanudar la marcha:

    No creo que haya peligro en el lugar adonde vamos.

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    Curtis Garland Pnico en las estrellas42

    Dorian se limit a encogerse de hombros, esperando que la sutilintuicin de que el otro alarde fuese una realidad. Al llegar ante la rejilla desalida, escudri la sala.

    No se vea seal alguna de presencia viviente all. Las pantallas seguana su ritmo, ofreciendo las muestras del trabajo constante de la computadoracentral en el control de la nave, el zumbido de los mecanismos era elhabitual, y todo apareca en orden. Quiz el individuo que iba tras l habaacertado, despus de todo.

    Desmont la rejilla y pasaron al interior. Como supona, estaba tal ycomo lo dejara. Las puertas cerradas y bloqueadas, y las otras dos rejillascon sus cables de alta tensin conectados.

    No toquen por nada del mundo esas otras rejillas. Ni sta cuandohayamos entrado avis Dorian.

    Lo s afirm l. Es alta tensin. Resulta elemental, amigo mo.Otra vez la molesta perspicacia de aquel hombre, se enfureci Dorian,

    al escuchar sus palabras. Y lo malo es que volva a tener razn. Se dabacuenta de todo inmediatamente.

    Deposit a la platinada dama sobre un asiento alargado y cmodo,conect el cable a la rejilla que acababa de encajar, y respir aliviado,comprobando mediante las terminales que la ruta continuaba normalmente yque las averas externas haban quedado definitivamente reparadas. Pero losmonitores de situacin interior seguan en sombras. Era imposible detectarla presencia de sus seis mortales enemigos de ahora en parte alguna de lanave.

    Veamos qu le sucede a esta dama dijo Dorian, abriendo elbotiqun. No parece sufrir heridas...

    No, no las tiene convino el otro, despojndose de su mscaracristalina y respirando el aire bien acondicionado de la cmara. Se inclin yquit tambin a su compaera aquella mscara para respirar en el vaco. Sinella, la belleza de la joven casi era an ms deslumbrante. La examin ensilencio. Sufre un desvanecimiento causado por shock nervioso y porrespirar aire impuro demasiado tiempo. Deme eso, creo que pronto serecuperar.

    Tom de manos de Dorian un pomo de sales y un tonificadorautoinyectable. Examin ambas cosas pensativo. Luego sonridesmayadamente.

    Medicina elemental dijo, devolvindoselo. Es lo ltimo de suciencia mdica?

    Lo ltimo de hace cien aos dijo Dorian, molesto. Habrn

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    Curtis Garland Pnico en las estrellas43

    progresado ahora.S, es posible. No sabe nada de psico-hipno-medicina?Pues... no neg Dorian, intrigado. Es curacin hipntica acaso?Elementalmente