LCDE022 - Curtis Garland - Yo Lazaro

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YO, LAZARO

Yo, LzaroCurtis Garland

La Conquista del Espacio/022

Depsito Legal: B 44.018-19701 Edicin: Enero 1971

CURTIS GARLAND - 1971 sobre la parte literaria

MIGUEL GARCA - 1971Sobre la cubierta

...Pero algunos de ellos aadieron: "Y ste que abri los ojos del ciego no podra haber hecho tambin que este hombre no muriera?". Estremecindose de nuevo, Jess lleg al sepulcro, que era una cueva con una piedra superpuesta...Quitaron, pues, la piedra. Entonces Jess levant los ojos a lo alto, y dijo: "Padre, yo te doy las gracias por haberme escuchado. Yo bien saba que me escuchas siempre; pero lo he dicho por este pueblo que me rodea, para que crea que T me enviaste". Y despus de decir esto, grit con voz potente: "Lzaro, sal fuera!" Sali el muerto, con los pies y las manos atados con vendas, y con el rostro envuelto en un sudario. Dceles Jess: "Desatadlo y dejadlo ir."

San Juan, 11: Versculos 37, 38, 41, 42, 43 y 44.(Nuevo Testamento)

PRLOGO

Se qued mirndome fijamente. Muy fijamente.Dijo algo extrao, algo que no pude entender.Usted no puede hacerme nada, amigo.No? dud. Por qu no puedo hacerle nada?Sera un crimen. Usted me tiene que respetar.Era una sabandija. Pero todo estaba de su parte y l lo saba. Me miraba desafiante, burln. Conoca las leyes.Las leyes...A veces, no existe cosa ms injusta. Pero estn escritas por los hombres para que sean respetadas.Usted es un canalla dije despacio, apretando mis fuertes manos, estrujndolas casi, con ira.Tendr que probarlo, amigo se burl l. Y no es tan fcil, no crea. Nuestro mundo es un mundo organizado. No s de qu jungla ha venido usted, pero yo s mis derechos, y no permitir que nadie los pise.Trat de ser paciente, de no perder el control de m mismo:He trabajado para usted estos tres meses. Debo cobrar, puesto que ya no me necesita y, adems me han robado aqu mis ahorros, cuanto posea...Eso tendr que probarlo y no creo que pueda ri l. Ya le dije que admito que tena usted ahorros, admito que trabaj en mi granja, pero... nada de eso puede demostrarlo ante la ley. Yo se lo entregu a usted para que me guardase ese dinero...Lo siento, amigo mene la cabeza con acritud. Tampoco puede probarlo. Tiene algn comprobante?No era necesario. Las personas honradas...No se fe de las personas honradas. No las hay ri, cnico. Yo me quedo con su dinero. O mi esposa se queda con l, qu ms da? No puede probar nada. Se tiene que largar. No hay ley que lo ampare. Adems, usted parece extranjero. Cul es su nombre?Janos, Janos Siodmak dije, tmido.Lo ve? Un cochino extranjero. No, no probar nada a nadie. Vamos, vamos, lrguese.Empec a enfurecerme. No quera, pero me enfurec.Suponga que no me voy. Suponga que le hago escupir todo lo que hizo y dijo.Tendra que matarme ri l. Y eso no va a hacerlo usted. Es la pena capital en este Estado.Y me dio un empelln, incluso una patada en mi espalda. No debi hacerlo. A la vez, deca insultante:Ya aprender a conocer a la gente y no fiarse de nadie. Estos golpes son los que le curten a uno, imbcil. Vamos, fuera de mi casa! Fuera, extranjero...Vivir mil aos... Eso tena gracia. Mucha gracia.Pero los golpes e insultos no tenan gracia. No eran justos. El mundo nunca es demasiado justo con uno.Me enfurec. Me volv. Y le mat...Yo, le mat. Yo, Janos Siodmak. Yo. Yo, que puedo usar cien, mil nombres, Incluso uno lejano. Uno... LzaroYo, Lzaro, mat a aqul hombre. All mismo.

* * *

Le mat dijo uno de ellos. Le mat, s. Pero diablos cmolo hizo?Contemplaron una vez ms el cuerpo del granjero, sin huellas de violencia, Pero bien muerto.Luego, los policas contemplaron, perplejos, al hombre alto, enjuto, de grandes manos y rostro sombro. Uno de los detectives camin hacia l decidido.Ese hombre est muerto. Reventado por dentro mascull. Le mat usted, lo ha admitido. SI, perocmopudo matarle? Con qu le golpe y en qu forma, para provocarle tal destrozo interior?El hombre se encogi de hombros.Sencillamente, lo mat dijo una vez ms.Infiernos, ya lo s! se enfad el polica. Pero tuvo que haber un medio, un arma, un procedimiento.No, ninguno. No hubo ninguno neg l, calmoso.Eso es imposible, amigo. No me venga con historias. Le golpe bajo una ducha, hasta matarle?No haba ninguna ducha. No haba agua. Le mat ah mismo, seor.Es cierto afirm el forense, junto al cadver. No hay huellas de agua, aqu.Que me ahorquen s entiendo esto jade furioso el detective. Usted no le golpe, pero est triturado. Veamos, Siodmak., dijo llamarse as? Janos Siodmak.Eso es, s.Bien, Siodmak. Usted le mat. Cmo?Quise matarle. Eso es todo. Lo quise...As de sencillo. Exasperado, el polica se frot el mentn, contemplando con ira al extrao personaje.Bueno, eso va a aclararlo de una maldita vez por todas ante el fiscal mascull. Pero nadie va a librarle de la cmara de ejecuciones, amigo.El homicida se encogi de hombros, indiferente.Al menos s me dir los motivos que tuvo para hacer esto gru el polica.Ninguno dijo el convicto apaciblemente. Era una mala persona. Las malas personas deben morir. Matar no es tan malo. Se mata en las guerras. Se mata cuando es necesario. Esa vez, era necesario hacerlo.Eso era todo. El detective farfull algo y orden llevar al asesino. Luego, jur rabioso entre dientes.

LIBRO PRIMEROCUANDO LE CONOC A L

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Debera decir que conoc a Lzaro un da que iba a ser, para m, el primero de una nueva y sorprendente existencia.Lzaro, o l, que de ambas maneras describa yo a m hombre. Al hombre sorprendente y portentoso que me fue dado conocer de la forma ms inslita.Tambin de una forma trgica, siniestra y oscura.Entonces conoc a aquel hombre. A mi personaje. Al ser a quien haba ido a ver, perdiendo horas de sueo, de descanso. Y tambin perdindome una cita muy agradable con una chica tan atractiva como era Doris. Pero ste era mi trabajo. Uno nunca saba cundo deba dejarlo todo parir a alguna parte a enfrentarse con algo que poda ser excitante o ingrato.Esta vez tocaba lo ingrato. Lo muy ingrato.Siempre es ingrato ir a ver morir a un hombre.Sobre todo, en una cmara de gas. En una penitenciaria. Acusado de asesinato. Sin posible apelacin.Ese era el caso de mi personaje. El iba a ser ejecutado esa madrugada. Y yo tena que asistir.Cuando mi coche me condujo a aquel lugar capaz de producir un escalofro a cualquier delincuente del Estado de California, yo solamente saba que el sujeto se llamaba Janos Siodmak, era de origen centroeuropeo, de una familia emigrante, y su muerte en la cmara de gas, por ser la primera en el Estado de California tras un largo perodo en que la pena capital estuvo en suspenso, tena al parecer cierto morboso inters para los lectores de mi peridico.Yo saba todo eso cuando entr en el edificio rigurosamente vigilado y controlado que era San Quintn, cosa de media hora antes de la sealada para la ejecucin.Lo que no saba es que un asesino llamado Janos Siodmak, primera vctima de la reimplantada pena de muerte en el Estado, iba a significar tanto en mi vida misma,.,despus de muerto l.No poda saberlo. Y si alguien me lo hubiera anunciado, le hubiese tomado por el ms loco del mundo.Sin embargo, as sucedi. Y as comenz. En la penitenciara de San Quintn. Minutos antes de ser llevado a la cmara de gas el recluso Janos Siodmak, convicto de asesinato en primer grado.Es su nombre?S. De familia hngara, segn parece me confirm un funcionario de la penitenciara.Cmo es el tipo?Siodmak? el penitenciario se encogi de hombros. No s...No sabe? me sorprend. Cre que era usted el encargado de proporcionar datos a la Prensa.Y as es. Pero lo que puedo facilitarle son datos fros y concretos. Cifras, nombres y cosas as. Usted me pregunt por l como persona.Y no lo sabe?Es difcil decirlo desvi su mirada. Es un hombre... raro.Raro? Usted estar habituado a ver asesinos, delincuentes de todo tipo.Por eso lo digo. Este no es como los dems.Acaso teme... teme que sea inocente? suger, pensando rpidamente en la posibilidad fascinante de un gran reportaje en tomo a un tremendo error judicial.No, eso no. Es ms, creo que es culpable. Endemoniadamente culpable. Tambin l lo cree.Lo cree? Supongo quelo sabe.Ah est lo raro sacudi la cabeza el hombre con aire perplejo. Es un tipo extrao. A veces, parece dudar de si es justo o no es justo matar...Le han examinado los psiquiatras? suger.S. Es perfectamente normal. Nada en su mente. Pero se encierra en s mismo. Rechaza a la gente, no acepta la camaradera, la cordialidad, la compasin... A veces, es duro y amargo; otras de un cinismo desconcertante, agresivo.Lstima murmur. Me gustara hablar con l antes... antes de que todo empiece.No puede ser. No se autorizan entrevistas. Se le permitir verle, pero nada ms.Ya sacud la cabeza. Cmo acogi... la noticia de que esto es definitivo?Ni bien ni mal. Se encogi de hombros. Y dijo algo sobre el destino del hombre...Claro volv a bostezar, pero no de sueo. Me haba despejado. Senta nerviosismo. Un raro nerviosismo. Mir a otros compaeros de la Prensa, duchos en tales crnicas. Hablaban y fumaban o tomaban whisky, como si estuvieran en el descanso de un partido de ftbol.Si quiere ver al reo, venga invit en voz baja, sealando una puerta. Slo un momento, claro. Est el alcaide con l. Y el reverendo estar dentro de unos minutos en su celda. Los dems tienen tambin derecho a verle, si lo desean. Pero estn habituados a estas cosas. No se molestan por nada.Le segu. Me llev por un corredor. Tuve que exhibir mi pase., y el resguardo que justificaba mi carencia de armas u objetos peligrosos, firmado por el oficial de la zona, antes de ser introducido en una cmara desnuda, de muros grises, fra como una tumba. All haba un panel en la pared. Lo desliz silenciosamente.Estaba frente al condenado a muerte.Un vidrio transparente, como un ventanal, nos separaba. El me contempl fijamente a travs de ese vidrio. Me miraba con rara fijeza. Luego, se frot el rostro levemente sombreado por la barba de un par de fechas.No tema ri l. No es lo que cree. No le est viendo. Es un espejo por su lado.Oh, eso es distinto dije, con alivio. Y volv a contemplar al hombre.Era l. Yo entonces no lo saba an. No poda saberlo. Pero era l,..Me defraud un poco su aspecto vulgar, su rostro enjuto, su pelo gris, a mechones, su mirada febril... No, sa no me defraud. Era una mirada extraa. Profunda, inquieta, ardiente y taladrante. Casi tem que pudiera atravesar el vidrio que finga ser un espejo en su celda.Vamos ped, tras respirar con fuerza. Ya est todo visto...El alcaide ya entra ahora seal, cuando abandonbamos la cmara. Y el reverendo viene detrs... Son los ltimos momentos, antes de iniciar la marchaMir, antes de que cerrase el visor. Me estremec. Los ojos febriles estaban fijos en m. Ojos profundos, no muy grandes, color mbar rojizo, ardientes. Era una sensacin demasiado vivaz. Yo no poda dudar del celador de San Quintn, pero... sent como si nuestras miradas se cruzasen a travs de lo imposible.Salimos. Regres a la cmara de invitados de Prensa, polica, mdicos y dems personas habituales.Todos ellos mantenan aquella indiferencia propia de los que estn hartos de ver una misma cosa con cierta frecuencia. Y eso que la pena capital haba estado abolida en el Estado de California...Fumaban, charlaban, pedan bebidas refrescantes o caf, sin la ms leve emocin en sus gestos y ademanes. Les admir. Hubiera querido estar en su misma situacin, pero eso no me era posible.Me acerqu a una mquina de servir caf, para proveerme de uno sin azcar y tratar de alejar con l de mi estmago aquella sensacin de vaco.Estaba tomando uno de los recipientes de cartn encerado, cuando son la voz a mis espaldas:Seor Raines, por favor... Venga un momento.Me volv. Era el celador. Tena una expresin rara, un aire de viva desorientacin, de aturdimiento tal vez. Asinti, con la cabeza, confirmando su llamada. Dej el caf. Haba algo grave en sus ojos, serios y entornados. Camin hacia l.Venga me pidi. Ha ocurrido algo extrao. Tiene que acompaarme.A dnde? ped, perplejo.A la celda del condenado a muerte.Pestae con viveza. Me alegr de no haber tomado previamente el vaso de caf.Qu ocurre ahora? indagu. Esto tambin forma parte de la rutina?No. En absoluto me neg. Es ms, resulta una excepcin inaudita. Nunca ha sucedido antes.Estaba completamente aturdido. Trat de entender algo, pero l ya caminaba rpido, saliendo de la cmara de invitados. Le segu. Creo que nadie se haba dado cuenta de lo que suceda.Por qu sucede ahora conmigo, si nunca sucedi antes? quise saber.Lo ignoro iba delante de m y le vi encogerse de hombros. Lo nico que s, es que la ley fija taxativamente que nadie puede negarse a la ltima voluntad de un condenado a muerte.Y eso qu quiere decir?Eso quiere decir que la ltima voluntad de Janos Siodmak, antes de ser ejecutado en la cmara de gas...es la de verle a usted durante cinco minutos, a solas.Verme a m! Am?S me mir con sus ojos profundos, color mbar ardiente perdidos all, en el fondo de sus sumidas cuencas. Verle a usted.Por qu? Ni siquiera me conoce.Le vi sonri. Seal el espejo, tras de nosotros. Me volv, con un respingo. En la celda especial de la ltima noche, el espejo metalizado reflej ntidamente nuestras imgenes, la televisin y la radio situadas en el muro opuesto, la mesa con la cena final, oppara y bien condimentada. Haba cenado bastante, observ. Tambin not que haba una copa de champaa mediada.Pero... pero no es posible rechac, sorprendido. Ese espejo...Un espejo no es ms que un cristal. Se puede ver a travs de los espejos. Usted no lo intent nunca?No, nunca. Y no creo que me pudiera ver.Cmo, entonces, supone que pude verle? la sombra de una tenue sonrisa flot en sus labios delgados.No lo s me senta inquieto, desasosegado, dentro de aquella celda de lujo, pese a la presencia del alcaide de San Quintn, de seis celadores armados y del reverendo de la prisin, agrupados all afuera.Hay cosas que unos hombres pueden hacer, y otros no recit como el que reflexiona en voz alta. Es cuestin de tiempo...Y yo tengo tanto tiempo...Le contempl. Tal vez estaba loco. Tiempo... Si algo no contaba ya para l, era precisamente el tiempo. Mir de soslayo mi reloj de pulsera. Las seis menos doce minutos. A las seis era el momento.No, no es lo que piensa dijo, y le o rer suavemente, sin apenas distender sus labios. Ese tiempo que usted calcula ahora, es el tiempo suyo, no el mo.El tiempo es el mismo para todos, Siodmak repliqu, algo secamente.Tal vez hubo una leve turbacin en el fondo ambarino de sus pupilas. Tal vez tenga usted razn sin proponrselo, seor Raines. El tiempo es igual para todos, pero no todos nos movemos en l a la misma velocidad ni en la misma direccin.Hay teoras filosficas y todo eso, pero la verdad material es incontrovertible.Filosofas... pareci hacerle gracia la palabra. Seor Raines, alguien dijo una vez que hay ms cosas en la tierra y en el cielo de las que puede comprender la filosofa del hombre...Hamletrecord. Acto primero.Admirable sus ojos fueron ahora tremendamente burlones, clavados en m. Pero los minutos pasan, se agotan. Y eso s que forma parte desutiempo, que en este momento tambin esmo.Dijo que quera verme y hablarme a solas. Por qu?Eso ya lo pregunt antes. Le dije que le vi a travs del espejo y usted no quiso creerme. Yo no hablaba deeseespejo seal vagamente al muro. Hablaba de otro espejo ms profundo y difcil de atravesar. Entre usted y yo se estableci una sbita corriente que nos puso en contacto. Ustedsupoentonces que yo le mirabaS musit. Es cierto.Seor Raines, no tema por m. Voy a morir ahora, pero la muerte no siempre es como la gente cree. La muerte tampoco es igual para todos. Existen conceptos que saltan ciertas reglas inmutables en apariencia. Es difcil de explicar y no hay tiempo para ello sbitamente. me tom por un brazo. Seor Raines,quiero que nos veamos de nuevo maana.Maana.Sent que el cabello se erizaba en mi nuca. Un escalofro recorri mi espina dorsal con sutiles vibraciones.Janos Siodmak hablaba de maana. E iba a ser ejecutado slo diez minutos ms tarde...Era como si leyera mis pensamientos y yo lo saba. Su mano, nervuda y flaca, de largos dedos fibrosos y fuertes oprima mi brazo con fuerza. Era como sentir una tenaza helada en tomo. Con el hielo de la muerte.Siodmak, no entiendo nada de esto susurr. Usted parece negarse a admitir que...Yo no niego nada me cort en seco. Es usted quien se niega a admitir lo que no entiende. No le pido que entienda. Slo le ruego que vaya a verme.A verle...adonde?Eso est mejor suspir. Una pregunta correcta y breve, aunque s en qu sentido lo hace. No,no le pido que vaya al cementerio ni a sacarme de la tumba. Sera grotesco y no tendra sentido. Nadie reclamar mi cadver para los funerales. El Estado acostumbra a hacer esos trmites cuando no hay familia ni amigos. Evtelo usted. Reclame mi cadver y el derecho a encargar mis funerales.Tieneque hacerlo entiende?Me envolva en su mirada ardiente. No afirm perosupeque lo hara.Entonces acuda a una funeraria de San Francisco, a Hillman Mortuory, en Russian Hill. Encrgueles todo lo referente a mi bito. Janos Siodmak ser llevado all, como usted encargue. Despus de morir yo, el alcaide de la prisin le har entrega de algunas pertenencias mas. Entre ellas habr dinero para costear esos gastos.La hora, Siodmak habl, tajante, el celador. Seor Raines, termin el tiempo concedido.S, s, ya voy y me enjugu la transpiracin de la frente, casi aliviado. Mir a mi interlocutor, como disculpndome. Ya les oy, Siodmak. Ahora debo irme.Lo s. Promtame que har lo que le pido. Solamente eso. Y maana, por la noche, pase por Hillman Mortuory para verme.Esta vez afirm, aturdido. El insisti, con voz ronca, mientras la puerta de la celda se abra:Promtalo.Lo... prometo murmur, tratando de salir precipitadamente de la celda. Pero an me oprima la fuerza del brazo. Y le o decir algo entre dientes.Algo que me caus un inexplicable horror, una sorpresa violenta:Gracias, seor Raines... Gracias por todo. S que lo har. Y no se asuste. No piense nada lgubre. A veces, la muerte es una idea en la mente del hombre. Slo eso... A veces, un hombre no puede morir. Y yo... yo, amigo... no voy a morir ahora. Porque ya antes he muerto miles de veces, sin llegar a dejar de ser lo que ahora soy...Entonces me solt. Los celadores, rgidos y grises, con la fra dureza de su oficio, con sus armas automticas en las manos, con su gesto helado y deshumanizado, se interpusieron entre Janos Siodmak y yo. Casi me impidieron verle, Y yo tampoco intent contemplarle ms, sal! despavorido de la celda de la muerte. Corr por el pasillo, a zancadas, hacia el lugar desde donde deba presenciar obligadamente la ejecucin.Poco despus, estaba sentado en mi localidad, junto a otros reporteros, mdicos y policas, asistiendo a la macabra ceremonia, en su glido y penoso ritual.La cmara hexagonal estaba all, frente a nosotros, con su puerta abierta, con la silla rgida, encima del recipiente de cido donde un sistema automtico lanzara el producto qumico que, al disolverse, provocara el gas letal. Las ventanas, como ojos de buey de un siniestro y horrendo navo de macabras singladuras, permitiran que todos nosotros asistiramos a la rpida agona de un ser humano masacrado por la justicia.Cuando apareci Janos Siodmak, figura gris entre grises celadores, su aspecto no era mejor ni peor que el de cualquier otro reo. Slo que caminaba erguido y sus ojos parecan una burlona despedida a muchas cosas.Inevitablemente, cruzamos la mirada los dos, cuando l pisaba el umbral de acceso a la cmara de la muerte. Me contempl un segundo o dos, no ms. Yo tambin a l. Me estremec. Vi su sonrisa, su aire indiferente por todo. Creo que incluso movi sus labios y musit algo. Algo que no entend...Despus, el reverendo recit algo que s nos lleg claramente:Yo soy la resurreccin y la vida; el que cree en m, aunque muera, vivir. Y todo el que vive y cree en m, no morir para siempre...Me estremec. Una idea delirante e increble asalt mi mente por unos instantes.Janos Siodmak haba dicho: Yo no voy a morir ahora.Porque ya antes he muerto miles de veces sin llegar a dejar de serlo que ahora soy.Las palabras de Jess an palpitaban como algo vivo en mis odos. Versculos de un captulo bblico significativo: la resurreccin de Lzaro.Lzaro...La puerta se cerraba ya, tras el reo, y el proceso tremendo de la muerte judicial llegaba a su fin.Yo procur olvidarlo todo. Y pensar solamente lo lgico, lo razonable, lo natural Un hombre estaba muriendo. Al otro da, Janos Siodmak sera solamente un cadver esperando sepultura. Para l no habra un Mesas que le alzara de su sepulcro.O s?

2

Me detuve ante el edificio.Hillman Mortuory era una vieja casa de piedra, pero no tena nada de ttrico, salvo en el negocio que albergaba en su planta baja. Por lo dems, ni Russian Hill es un lugar que haga pensar en fantasmas, ni el actual negocio de pompas fnebres pone los pelos de punta a nadie.Dentro del recinto, todo resultaba sobrio, asptico, fro y funcional. Cortinajes color violeta, una oficina que poda haber sido igualmente de bienes races, y un empleado corts que me atendi.Pagu al contado la totalidad de la factura. Sobr una moneda de dlar. La contempl, pensativo, y la guard en mi bolsillo. Era lo nico que me quedaba del extrao asesino ejecutado, juntamente con su llavero, su sencillo monedero-billetero de piel gastada... y su medalla.Aquel haba sido el legado que el alcaide de San Quintn me diera horas antes en la madrugada de la ejecucin, tras terminar el ritual y, con l, la vida del reo, cuya muerte clnica certificaron los mdicos forenses de tumo. Sobre esas cosas, no acostumbraban a equivocarse en las penitenciaras.Cuando abandon el edificio de Hillman Mortuory y baj por Russian Hill en automvil me par un instante en su calle tranquila, de empinada pendiente, como casi todas las de San Francisco, bostezando d sueo y cansancio.Observ la billetera. Ni un documento de identidad, ni un papel o documento. Slo el dinero que yo haba entregado a Hillman por un entierro digno. Las llaves resultaban raras en s. Ms por su mezcla, dentro de un feo y viejo aro oxidado, de manchas oscuras, que por ellas independientemente. Haba diversas llaves, de estilos y formas diametralmente opuestas. Vi una llave plana, otra de aos atrs, ms gruesa, una gtica, de bella forma, un llavn dorado tambin poco frecuente, e incluso una diminuta llave de oro, de bellsimo arabesco, perdida entre las dems.Pero las llaves no parecan significar gran cosa ni explicaban nada desuutilidad. De modo que las dej con el billetero y contempl el ms curioso objeto de todos. El medalln.Conservaba una delgada, fina cadenita de oro. Era ovalado. No era de oro, sino de un metal oscuro, con mezcla de hierro. Tena por un lado un grabado azul, en algo que pareca lapislzuli. Una cruz. Pero una cruz rematada en un lazo en su parte superior. Yo la haba visto antes: la Cruz Ansata.La Cruz egipcia. En muchos dibujos y motivos del Antiguo Egipto, simboliza la Vida y la Eternidad.Por el otro lado, no habla nada. Solamente una superficie de metal negro, pero con seales de que algo habla sido arrancado de ella. Se vean pequeos fragmentos como de esmalte o cosa parecida, pero nada ms.Mis ojos contemplaron largamente la Cruz Ansata. Vida y Eternidad...Yo soy la resurreccin y la vida... Yo antes he muerto miles de veces, sin llegar a dejar de ser lo que soy... No voy a morir ahora... Quiero que nos veamos de nuevo maana..,Estaba sudando copiosamente. Haca calor y en San Francisco hay mucha humedad. Pero nunca descubr tanta transpiracin en mi piel. Met todos los objetos en el compartimento de guantes deltablier, y emprend rpida marcha, Russian Hill abajo, hacia Market.No quera pensar. Vala ms no pensar.Y,desde luego, no irla esa noche a Hillman Mortuory. No ira a ver el cadver del asesino ejecutado, antes de su inhumacin a primeras horas del da siguiente.Me lo haba propuesto. Estaba firmemente decidido. Hice ya cuanto pude por el muerto. Se lo haba prometido. Y cumpl la promesa. Eso era todo.No ir me dije en voz alta, con energa. No ir...

* * *

Saba que vendra, seor Raines.Fue lo que me dijo Hillman, al abrirme la puerta de su negocio, a las once de la noche. Me estremec. El cielo estaba encapotado por nubes oscuras y cargadas. Haba mucha humedad y el aire ola a sulfuro. Iba a llover muy pronto. Posiblemente incluso habra tormenta. Como en los viejos filmes de terror...Hillman me dijo eso, porque yo le haba advertido que no acudira ya a ningn formulismo ms. Tal vez lo dijo casualmente, pero yo crea advertir en l una sonrisa irnica que me inquiet.Me condujo al interior de su negocio. Haba una especie de pequea capilla o lugar donde el difunto era velado por sus parientes y amigos.. Si los haba. En este caso, no habla nada de eso. El fretro estaba solo en un tmulo recubierto de oro y violeta. Las luces, tamizadas y suaves, no daban al lugar ningn aire siniestro. La msica suave, estereofnica, era una grabacin litrgica que daba un aire de solemne paz al recinto.Va a velar a su amigo? me pregunt Hillman.No negu, comete. Estar slo unos momentos. Y no era mi amigo.Est bien, seor Raines sonri apaciguador. Le dejo aqu a solas.No es preciso rechac. Puede quedarse. Va a ser slo un minuto...Pero Hillman se haba marchado ya entre los cortinajes color prpura. Me qued slo en la cmara de velatorios. Slo entre bancos pulcramente barnizados, entre cortinajes violeta y msica religiosa. Delante del tmulo con el atad de Janos Siodmak.No s cmo haba hecho esto. No s porque estaba all. Toda mi conviccin, mi firme decisin de no volver a Russian Bill, se haban ido volatilizando a medida que transcurra el da, como un azucarillo en el agua. Al fin, tom el coche y acud all, A dar el adis final a Siodmak. Esta vez s. Definitivamente. No podra decir el pobre diablo, all donde Dios quisiera tenerle ahora de acuerdo con sus mritos, que no haba cumplido con creces mi promesa. Dej mi sombrero sobre un banco. Camin hacia el fretro sin ninguna aprensin. No soy de las personas que sientan un miedo especial a la muerte ni a los que murieron. Tampoco creo en aparecidos ni en cosas as. Hace mucho tiempo que dej de ser nio.Sub dos escalones alfombrados, donde se hundan blandamente los zapatos, sin producir ruido. Me inclin.Como en las novelas, el fretro estaba vaco. Su acolchado interior color lila, apareca tal y como lo viera al adquirir la caja oblonga. All no haba nadie.Saba que vendra, seor Raines...Me volv. Esta vez no era Hillman quien lo deca.No era Hillman, no. Podr resultar paradjico, incluso inaceptable, pero no me sorprenda en absoluto. Esta vez, no. Ni me estremec, ni sent terror alguno.S suspir. He venido, Siodmak. He venido a verle como promet...De modo que... era cierto?S. Era cierto. No le menta, seor Raines. Nunca le ment.Ya inclin la cabeza. La sacud con aire perplejo. Tiene gracia...Qu es lo que tiene gracia?Esto. Que me est ocurriendo esto a m... y no me sorprenda.S. Eso resulta gracioso convino Siodmak, apacible, apoyando sus manos nervudas y grandes, de largos dedos, en el respaldo de la primera fila de asientos del saln de velatorios. Confieso que esperaba verle ms... ms aturdido, ms inseguro.Lo estoy, sinceramente. Pero por otro lado, creo que deba esperarlo.Supongo que s. Usted deba esperarlo. Supe siempre que lo entendera. Apenas le vi la primera vez.La primera vez... repet, inseguro. Cundo fue eso realmente?Se lo dije. Cuando mir por el cristal que pareca un espejo.Ya le dije que nadie puede ver a travs de un espejo.Y... qu es un espejo? sonri l. La imagen repetida de uno mismo, de lo que le rodea. Cuando uno ni siquiera pertenece a aquello que lo circunda, qu valor puede tener un espejo?Me volva loco. Y en cierto modo, crea entender algo en sus palabras. Espejo, imagen, reflejo, repeticin... Un espejo transparente acaso. Para l tambin, aunque de distinto modo que para m... No, no lo entenda bien. Haba algo raro en todo aquello.Mir a mi alrededor, al lugar irreal y lgubre en que nos encontrbamos. La funeraria, el hombre resucitado, sus extraas palabras, su comportamiento...De repente vi que no estbamos solos. Me sobresalt.Cre que no haba nadie aqu, sino usted y yo dije.Siodmak mir a la penumbra de la sala, al fondo de la misma, casi junto a los cortinajes. Asinti con suavidad, como si no viera nada anormal. Sin embargo, sus palabras me extraaron.Deb temerlo murmur. No todos son tan crdulos...Qu ha dicho? me interes.Esos dos hombres del fondo. No saba que estuvieran.No los conoce?No.Sern empleados de esta empresa aventur yo.No neg l, rotundo. No lo son. Ni clientes.Cmo puede saberlo?No lo entendera. Pero lo s. Son asesinos.Asesinos? me sobresalt.No vienen a por usted sonri difusamente en la penumbra su rostro indefinido. Slo a por m.Eso lo entiendo menos. Se supone que usted est muerto.No paraellos.Ellos?Esa gente ri entre dientes. Esta vez no es demasiado difcil la cosa. Son vulgares esbirros. Gente insignificante, aunque siempre peligrosa. Quieren matarme.Es difcil matar a un hombre que muri en la cmara de gas...Me mir con una sonrisa indefinible. Luego, de modo inesperado, me tom de un brazo.Venga dijo. Nos vamos. Tal vez no nos sigan.Le segu. Pero se equivocaba. Nos siguieron. Lenta, silenciosamente. Empec a sentirme preocupado.Podramos llamar a la polica dije. Pero temo que me tomasen por un chiflado.S. Lo que la gente no entiende, siempre lo considera una locura. Ya entiendo eso. Vamos, salgamos de aqu... si nos dejan.No nos dejaron.Haba ms de dos personas all, dentro de la funeraria de la colina. Ante nosotros, se alzaron otros cortinajes. Emergieron hasta cuatro individuos, tan silenciosos, hoscos y llenos de inquietantes presagios como los anteriores. Mir atrs. Los otros dos venan sobre nosotros.No hay salida dijo uno, glacialmente.No, no hay salida afirm otro, rotundo. Es mejor que no huyan. Usted puede quedarse dijo un tercero, dirigindose a m. Nos llevamos a su amigo.No es mi amigo dije. Pero me gustara saber por qu quieren llevrselo...No pregunte. Es peligroso silabe el que hablara primero. Nos obligara a llevarle tambin.Tenan algo raro aquellos seres. Eran... eran como robots, como mquinas. Rgidos, envarados, inexpresivos, duros y fros. Hablaban mecnicamente, con voz uniforme, sin expresar emociones.Siodmak, extraamente, pareci entender lo que pasaba por mi cerebro en ese momento.S, tiene razn le o musitar. Sonmquinas.Mquinas? repet, estupefacto, pensando que entre todos se estaban burlando de m.Siodmak sonrea con tristeza. Los misteriosos hombres nos cerraban toda posible salida.Usted no entiende muchas cosas, Pero eso es lo que ellos son. Robots humanos. Por eso le dije que esta vez, no haban venido personalmenteellos. Enviaron a sus esbirros, los mecnicos. Esperan que sean tiles esta vez. Los han perfeccionado mucho, no hay duda.Lo suficiente para que no pueda usted destruimos silabe uno, glacialmente.Lo ve, amigo? suspir Siodmak. Simples muecos infernales, mquinas de matar o de dominar... Lo de siempre...E inesperadamente, cuando pareca que no tenamos posible evasin, Janos Siodmak hizo lo que yo no poda esperar.Alz un brazo. Solamente uno. El hombre que tena ms prximo a l emiti un agudo grito, extrao y metlico. Los dedos formidables de aquel hombre que volviera de la oscuridad de la Muerte, golpearon suavemente al parecer, en el rostro del individuo.Ocurri algo inaudito.El rostro de aquel hombre se descompuso, se arrug extraamente y dentro de su cuerpo hubo como un estallido de piezas mecnicas complicadas y difciles. Cay al suelo como fulminado, emitiendo chispazos lvidos por las cuencas de sus ojos.Fue como la seal de batalla abierta. El resto de los raros personajes, fuesen hombres o robots, se lanz sobre nosotros impetuosamente. Yo pegu a uno de ellos y sent el dolor en mis nudillos, repentinamente desollados y sangrantes, al golpear el metal o la materia dura, acerada, que era su rostro hermtico.Asustado, mir hacia Siodmak. Mi compaero era infinitamente ms eficaz que yo en semejante lucha increble. Estaba usando sus brazos como aspas de molino, pero sin apenas golpear a los enemigos. Era como un simple toque mgico. Algo, una rara energa, flua de la mente y brazos de aquel hombre. Vi caer uno tras otro, a todos los adversarios, con aspecto de figuras mecnicas descompuestas, como juguetes averiados.Estupefacto, vi finalmente a dos que se haban encaramado sobre sus espaldas y parecan decididos a apoyar sus manos enguantadas en la nuca de Siodmak.No lo consiguieron. A l le bast agitar su cuerpo, para proyectarlos lejos de s. Y cuando intentaron incorporarse, la mirada del extranjero se fij en ellos, agit una mano esgrimiendo algo y lo lanz sobre ellos.Hubo un fogonazo, un violento chisporroteo, y los dos seres, fuesen de lo que fueren, se disolvieron, en un estallido de piezas rotas, de metales, de electrodos y algo blando, parecido a carne, que se desprendi de sus formas metlicas, de increbles androides. Se quedaron all quietos, inmviles para siempre, convertidos en extraa y sutil chatarra.Me qued mirando con estupor a mi asombroso compaero. Siodmak, sin dar importancia a lo sucedido, se encogi de hombros. Fue a donde yacan los dos robots abatidos y recogi algo del suelo, lo que les arrojara un momento antes, causndoles su violento final.Era increble. Se trataba solamente de un objeto vulgar, inofensivo por completo. Un simple lpiz metlico.Y no pareca ser otra cosa. Siodmak sonri. Pareca leer fcilmente mis pensamientos:Es slo eso: un lpiz, amigo mo. No necesito ms. Cualquier objeto puede tener la fuerza que se desea. Nuestro poder est en la mente. Por desgracia, no siempre eso es posible hacerlo. Con esa clase de enemigos, s. Un ser humano vulgar, un androide... Todo ello es fcil de aniquilar. Peroellos...Quines sonellos}quise saber, intrigado.Olvdelo sonri. No tiene por qu saber nada de nada. Es peligroso.Pero usted me hizo llamar, He visto... he visto la lucha ms asombrosa e increble que jams pueda soar seal a los muecos. Cuando relate esto en mi peridico, nadie va a creerme...Usted no relatar nada en su peridico, Raines me ataj l, bruscamente. Sera un disparate absoluto. No lo har, entiende?Pero, por qu no? Soy periodista, es mi misin...No sea necio. Cuando publicara eso, quin iba a creerlo?Estn esos... seres, lo que sean seal al montn de aparentes hombres mecnicos. Ser mi prueba.No la tendra nunca. Esa prueba desaparecer pronto. En cuantoellossepan que fracasaron otra vez conmigo y... no se lo dije?Mir, aturdido. Siodmak tena razn.Estaba ocurriendo ante mis propios ojos. Aquel montn de inanimados seres, fuesen mquinas, hombres artificiales o diablica creacin de una mente siniestra y genial... estaban desapareciendo.Ante nosotros, paulatinamente, todo se disgregaba, se disolva en un humo suave, tenue, tras derretirse en goterones aquellas formas, sus ropas, todo ello.Cielos, no mascull. Se evaporan...!Me precipit sobre ellos, tratando de conseguir algo, de recuperar siquiera un fragmento, algo de todo aquello.Siodmak grit a mis espaldas, tratando acaso de frenarme. Yo no me di por aludido y, cuando trat de tocar aquel humeante montn que pareca disolverse bajo la accin de un cido invisible, me sacudi, lanzndome atrs.Qu mil diablos...? mascull, furioso, incorporndome dolorido.No debi hacerlo dijo l, calmoso.Ellosno le dejaron. Los que desean terminar conmigo. Conmigo, que estoy muriendo constantemente desde el principio del mundo,...

3

El Caleidoscopio comenz a moverse ante mis ojos. Era un singular, extrao, fascinante, nico Caleidoscopio.Nunca haba visto uno igual. Ni siquiera de nio, cuando ese juguete simple y deslumbrante me fascinaba, con sus fragmentos de vidrios de colores, sus espejos en ngulo y el giro del cilindro, que mova los trozos de vidrio, imaginando, en su juego de reflejos, un maravilloso mundo imposible, de formas irisadas.Los hubo muy bellos entonces. Pero ninguno era como ste.Hubo muchos caleidoscopios en mi infancia. Ninguno en m adolescencia, donde era mucho ms fascinante el capricho de un disco de ltima moda, un magnetfono o un aparato para filmar pelculas en color. Luego llegaron otros caprichos, otros juguetes: chicas, chicas, chicas. A veces simples prostitutas exuberantes, el delirio ingenuo de los jvenes hacia las formas rotundas y opulentas. A veces, una vecina, una muchacha esbelta, bonita y agraciada.Luego... nada apenas. Amistades, una profesin, un trabajo, unas cervezas, unos wiskis, aburrimiento, un cine, un teatro, ms aburrimiento, un partido de ftbol o de basket, trabajo, aburrimiento.Esa era la vida. La vida de cualquier hombre medianamente afortunado. La vida de Mark Raines, por ejemplo. Era periodista, escriba a veces libros de un xito relativo, pero nada en m era brillante ni esplendoroso. Igual pude haber sido comisionista, o vendedor de marisco en Fishermans Wharf.Esto era distinto. Estaba aquel Caleidoscopio.Un juguete mucho ms fascinante que el cilindro inocentn y rudimentario de mi infancia, el disco o la pelcula de mi adolescencia, los senos exuberantes de la meretriz de mi pubertad repleta de delirios sexuales incipientes, o el absurdo juego humano de trabajar, aburrirse...El Caleidoscopio de Janos Siodmak.Cuando puse mis ojos en l, creo que dej de ser el Mark Raines que todos haban conocido. Creo que por primera vez, me sent tremendamente pequeo, tremendamente insignificante, como aplastado por una grandiosidad fuera de todo humano concepto.El Caleidoscopio era pequeo. Muy pequeo y tridimensional, adems. Como cualquier visor estereoscpico, de venta al pblico, tena la apariencia de unos modernos binoculares, en un material oscuro, fro y rgido.Cuando tuve en mis manos ese visor binocular oscuro, lo manipul con sorpresa. Luego, mir a mi interlocutor.Estbamos en la azotea del edificio de Hillman Mortuory, sobre el bello panorama de la zona martima de San Francisco, las luces de Columbus Avenue a nuestros pies, y ms lejos, tras la ondulacin urbana de Telegraph Hill, el mar con los remolcadores y embarcaciones.Qu es, exactamente? pregunt.La figura al trasluz se movi hacia m. Siodmak era una alta silueta casi fantasmal, pero profundamente slida, humana y firme, movindose con la energa y lentitud de quien no tiene dudas sobre su fuerza.Utilcelo me invit, sin duda sonriendo, aunque yo no vea de su cara sino una negra mancha contra el fondo luminiscente. Entonces lo sabr.Aun as, me gustara previamente saber lo que es. Parecen unos prismticos.Prismticos? esta vez s sonri, sin duda alguna. Alguna luz lateral se reflej en el blanco deslumbrante de sus dientes uniformes, iguales y pulcros. Creo que esa palabra define aquello que es para ver algo distante, a travs de un prisma lenticular, no?Ms o menos me fastidiaba, a veces, su modo afectado y sinuoso de expresar las cosas, como si pretendiera humillar a los dems. Hasta en eso era Siodmak ferozmente humano. Todos gustamos de aplastar con nuestra pretendida superioridad a los dems... Aad, seco: Conozco muy bien los alrededores de esta ciudad. No necesito prismticos.Utilice sos insisti. Ver a mucha distancia.Supongo que no ver Hong Kong con ellos...Hong Kong? rio suave, entre dientes. No me refera a esa clase de distancias. Raines, amigo. S, posiblemente vea Hong Kong. Pero no el Hong Kong que supone. Como puede ver el propio San Francisco, pero no el luminoso y moderno que se extiende a sus pies como un milln de lucirnagas caprichosas... Tal vez vea el feo, tosco y desigual de 1906, con su terremoto y su incendio...Distancia... me estremec, mirando los prismticos que manoseaba en mis manos nerviosas. Distancia...en el Tiempono en el Espacio.Espacio y Tiempo son una misma cosa. Vida y Muerte, son una misma dimensin ri el desconcertante ajusticiado que resucit. Vamos, mire por ah, Raines, se lo ruego.S, lo har estudi el objeto de apariencia vulgar, con el mismo aire con que podra hacerlo contemplando la autntica, mtica e imposible piedra filosofal de los antiguos alquimistas. Pero antes una pregunta ms...Preguntas, preguntas... bostez Siodmak, hastiado. Siempre pregunta algo, Raines.Es mi oficio. Los policas y los periodistas preguntan siempre.Todo el mundo pregunta. Y seguir preguntando durante siglos, durante toda una eternidad.Usted no? repliqu, vivaz.Yo, como usted. Como todos. Soy un ser humano.Slo los superhombres no mueren, Siodmak le objet, seco.Falso. No hay superhombres. Slo animales, plantas, hombres, materia. Ninguna materia produce superhombres. Slo hombres.Empezaba a sentirme enloquecido. Un hombre que mataba por contacto, mentalmente... Seres mecnicos, robots asesinos enviados por alguien...De sbito, tuve la sensacin de que algo ocurra. De que otro peligro nos acechaba. Me puse rgido, Y supe que no era una corazonada ma...No se mueva musit Siodmak. S, ha captado mi onda mental. Pude hacerle leer mis pensamientos. Es una buena cosa. Cuidado, amigo. Hay peligro.Peligro? murmur, tenso. Qu clase de peligro, Siodmak?Tras de nosotros. Un ave.Un ave! me estremec, pensando en algo horrible que no poda entender.No es un ave de las que usted conoce. Es el nuevo truco.Ellosinsisten. Casi me sorprenden esta vez vi sus ojos ardientes, sumidos, profundos. Casi... Pero no del todo, muchacho. No del todo...Le vi ponerse rgido. Luego, vi en sus ojos reflejado como en un doble espejo, un sombro, siniestro pjaro que vena hacia nosotros. No pude evitarlo. Gir la cabeza, grit roncamente, corriendo por el lugar.Era un animal rgido, translcido, viscoso y luminiscente. Se precipit sobre m, no sobre Siodmak, y vi un raro pico agudo, centelleante, acerado, directo hacia mis ojos...Usted grit, atrayendo sus clulas sensibles al sonido! rugi Siodmak, convertido todo l en actividad repentina. Qu locura, qu locura...!Se interpuso en el camino. El extrao pjaro, o lo que fuese, fue hacia sus ojos. Lleg cerca de ellos. El pico agudo, luminiscente, roz sus prpados. El pjaro detuvo en seco su raro vuelo vertical. Y con un chasquido lvido, se hizo aicos.Como vidrio, como puro cristal de gran fragilidad. Vi pulverizarse, hacerse vapor en el aire, cada cristalino fragmento del ave fantstica y siniestra...Qu... qu sucedi? jade, al volverse Siodmak hacia m, sonriente.Un ave dirigida mentalmente. Otra mquina ingeniosa y cruel. Vaciados mis ojos, mi poder mental cedera mucho. Sera mi mina y, posiblemente, la victoria deellos...Ellos. Siempreellos. No quise preguntar nada. No ahora.Gracias por salvarme dije. Hablemos de esa medalla con la Cruz Ansata...La Cruz. Smbolo de Vida Eterna ri. No tuvo importancia salvarle. Estaba obligado a hacerlo. S, hablemos de la Cruz.Y de alguien ms, Siodmak apremi, con repentina clarividencia.Alguien...se estremeci. Me miraba desde la penumbra. Ardan las pupilas de mbar puro.Quin, Siodmak? pregunt.Respir hondo. Hubo un silencio largo y terrible. San Francisco, sus luces y su vida, su pulso y su ritmo, eran como algo remoto, como una galaxia asombrosa.Qu importa eso? jade.Quin? insist, casi cruel.Otro silencio, otra inspiracin profunda, otro jadeo. Al final, una respuesta. Una respuesta extraa, indescifrable, acaso indefinida y nebulosa como la remota claridad en el Cosmos:Lisia. Permanec absorto. Repet lo que pareca un extico nombre lejano:Lisia?S... musit.Quin es?Era ella..Ella? repet de nuevo, como un eco.S. Ella. Lisia, la mujer amada.Amada... por quin?Por... porl.l?ciertamente, s era yo un eco dcil. Quin esl?Yo.Usted... eslmachaqu.El...El enamorado de Lisia.Eso es pareca un suplicio extraerle las palabras. Se torturaba, sufra. Sus manos, patticas, eran fibras vivas estrujndose entre s. Su piel, al recibir un distante reflejo fugaz se revel hmeda, brillante de transpiracin.Elpase, con aquel visor, prismtico o lo que fuese, en mis manos. Quin esl realmente?Un hombre. Yo, Raines. Por favor, no ms preguntas...Un hombre. No un nombre.No, no. Hay mil nombres. Mil seres diferentes. Un solo hombre.Lzaro?Puede ser se pas una mano por el rostro sudoroso, con un jadeo. Lzaro, slo es un nombre. Uno ms. Betania es un lugar en el Tiempo y el Espacio. Como lo fue Tebas, Sodoma y Gomorra, Babel, Sumeria, Babilonia, Esparta, Creta, la Atenas de la Acrpolis y la furia de Zeus, como el mundo de los Mayas, de los Incas, como Bizancio o Canan, como Damasco o Bagdad, en los tiempos de las Cruzadas, como la Venecia del Renacimiento o la China de Marco Polo como el mundo de hoy... o los mundos del maana, como los lugares habitados de nuestra Galaxia, de Orion, de Sagitario, de Lira, de Andrmeda o de las Plyades... ayer, hoy y maana...O como el planeta Tierra en nuestro futuro, hacia los alucinantes aos del siglo XXX y del siglo XL, tan decisivos para el curso y el destino de la Humanidad...Hablaba como en xtasis, como seguro de cuanto afirmaba, pretrito, presente o futuro. Como si l hubiera podido conocer aquella Babilonia distante en el Tiempo, o aquel porvenir de la Humanidad, diez o veinte siglos despus...Y yo estaba seguro de que sus ojos, sus increbles y ardientes ojos color mbar, eran como globos de luz y de fuego, mientras al contemplarme a m parecan estar mirando a lugares increblemente remotos y perdidos en el mar infinito del Tiempo...Me mantuve en silencio. Luego, pregunt:Pero Lisia...Lisia... hubo en su voz como un estremecimiento, como un espasmo a la vez clido, tierno, sensible y tambin amargo, dolido, triste, pattico Lisia mi gran amor...Dnde est ella, ahora?Ah... me seal con un dedo largo, huesudo tenso, tembloroso, fuerte y estremecido, mi visor oscuro, los binoculares misteriosos que me ofreciera poco antes. Ah, Raines. En esos binoculares encontrara a Lisia...Es hermosa?Hermosa como ninguna otra, s... suspir l.Le ama ella tambin?Tambin.Entonces... dnde est el problema?El problema est ah volvi a sealar, insisten te, el visor. Ah, Raines... En la Distancia, EnesaDistancia, que nadie puede salvar, ni siquiera yo mismo... a no ser con la ayuda de alguien Con la ayuda de un amigo capaz de sacrificarse por m, de correr el gran peligro de ser otro nmada en el Tiempo, otro absurdo y cansado viajero de distancias que no se pueden recorrer sino por uno mismo, lenta y angustiosamente...Y usted ha pensado que yo... me asust de repente, sintiendo que se erizaban mis cabellos.S, Raines musit, implorante. Y de nuevo, como en la celda de San Quintn aquella noche anterior, oprimi fuertemente mi brazo, para persuadirme de algo que estaba por encima de todo lo razonable, He pensado en usted... como antes pens en otros...Yo no puedo rechac. Yo tengo mi mundo, mi vida, mi destino...Todos los hombres tienen su destino. Es mala cosa rebelarse contra l.Pero usted me pide justamente eso. Me pide que me rebele para buscar... para ayudarle a usted a buscar... a alguien a quien ama. A alguien llamado... Lisia.S. Usted entiende. Saba que entendera. S, Raines.No puedo alegu. Est mi vida, mi circunstancia, mi instante en la Eternidad, en el devenir de los tiempos. Usted, Siodmak, parece darme a entender que es... slo un nufrago perdido en un mar demasiado inmenso, demasiado remoto para poderle tender un salvavidas. Flota usted en el Tiempo.S, s! gimi. En el Espacio, en el Tiempo, en la Vida, en la Muerte... Entiende al fin,entiende}Entend siempre. No s de dnde es, de dnde viene, adonde va... pero s algo. Es una forma de Lzaro especial. No s si fue Lzaro una vez, o lo es siempre, por los siglos. Pero ni vive ni muere. No puede vivir ni morir. Es un hombre que mata, que muere... y resucita, porquenunca muere del todo. Porque est por encima de esas ecuaciones que obligan al hombre a unas leyes ya aceptadas al nacer. Usted rompi el equilibrio, no s an por qu...Mire, mireahsolloz, sealando el visor. Est la respuesta...No necesito mirar para decirle esto, Lzaro, Siodmak... o como quiera que le llame. S que usted busca su lugar en el Tiempo. Y busca en l a Lisia, a la mujer amada. Pero para ayudarle a encontrar todo eso, alguien debe sacrificarse. Otro hombre, otra persona. Yo, en este caso.S, Raines...Yo no puedo hacerlo.Qu le sujeta? Un oficio de periodista gris, mediocre? Un sueldo regular, unos ahorros, un automvil, una vida con televisor, frigorfico, aire acondicionado y ciudades saturadas de contaminacin? Es eso. Raines?No negu, sereno. No es eso, Siodmak. Es ms.Su familia? S que no tiene familia. No tiene a nadie. Vive solo.Tampoco es eso. No tengo familia, es cierto. Pero algn da puedo tenerla. Es eso lo que ha olvidado. Usted, tan obsesionado por el amor, por valores eternos, que estn por encima del hombre y su circunstancia y que hacen de l un ser universal e imperecedero, ha olvidado precisamente lo que ms importa en mi fatigada, aburrida vida actual.No... jade aturdido. No me diga que ese algo es... que puede ser...S. Es eso que piensa, justamente. Es... el amor.El amor... casi gimote. Pero usted... ustedno estaba enamorado,..Tiene razn. Cometi un error. Un error de tiempo solt una leve carcajada casi hiriente. Tiene gracia... Usted, precisamente, cometer un error as... Pens en m como el hombre a quien vio ayer, anoche en la penitenciara de San Quintn, a travs... de un espejo. El hombre con quien se entrevist luego en la celda. No pens en que el tiempo es algo ms que el presente y el pasado. Es, tambin, futuro. Y mi futuro comenzaba justamente al morir usted...No... no le entiendo...Siodmak, mi amor lleg precisamente hoy, esta maana, cuando usted... cuando usted se enfriaba en una mesa del depsito de cadveres de San Quintn.Cielos, no!S, Siodmak. Yo, esta madrugada, de regreso a casa, me detuve en un bar que frecuentaba hace tiempo. Haca al menos dos o tres aos que no iba por all. Entonces hubo en el negocio una chica encantadora. Una camarera del turno de noche, joven, atractiva, inteligente. Dej el trabajo para presentarse a algo mejor, como empleada de una alta empresa comercial. Vala para ser ms, mucho ms que una camarera... mov la cabeza con desaliento. Pero no todo el mundo tiene suerte. No todos obtenemos lo que realmente merecemos. Muchos llegamos ms all de lo que en justicia nos corresponde. Otros... no llegan nunca. El caso de Marsha fue se. Marsha... musit. Ellaes... es Marsha?S. Marsha. Ligeramente pelirroja, memela, atractiva... e inteligente. Peronosirve para ciertas cosas. Y no tiene suerte. Volvi a la cafetera. El dueo y la clientela estn encantados por ello. Ella, no tanto. Pero lo prefiere a su anterior experiencia.La volvi a ver anoche. Supo que la amaba. Que ya antes la haba amado, aunque trat de decirse a s mismo que no...Eso es le mir, con sorpresa y admiracin. Usted entiende bien las cosas.Soy viejo de siglos habl l, tristemente, Siga, Raines. La ama. Bien, eso est bien. Incluso piensa sacarla otra vez de la cafetera, casarse con ella.No le pido que entienda eso, Siodmak. Pero para m, eso es amor. Y por Marsha, estoy dispuesto a continuar aqu, en mi momento, en mi tiempo. A pesar de cuanto me diga. A pesar de cuanto vea por este... por este Caleidoscopio, como usted le llam.Le entiendo, sin embargo dijo el resucitado calmosamente. Le entiendo y le felicito, Raines. El amor hacia una mujer hace diferentes a los hombres.Mejores... o peores? sonre, irnico.No s. Diferentes suspir, moviendo la cabeza. Por favor, no me culpe de nada. Respeto sus sentimientos. Perdone si quise forzarle a algo que ahora ya no sera justo. Ya hizo suficiente por m.No tiene que disculparse. Hice todo esto muy gustosamente le tend el visor. Tome. Prefiero no saber ms de usted. Seguramente no nos veremos ya.Nunca ms asinti l, despacio. Pero no hizo accin de tomar el visor. Le deseo felicidad y suerte. Tambin a esa chica, a Marsha. Toda la felicidad que Lisia y yo jams pudimos tener...Pero... por qu, Siodmak? quise saber, profundamente intrigado. Por qu no poder ser feliz un hombre con una mujer, sea en la poca que fuere?El permaneci unos momentos silencioso. Mantuvo su mirada en m, con fijeza sorprendente y casi molesta. Luego, desgran calmoso sus palabras. Que, como siempre, fueron como un trallazo brusco e inesperado contra mi sensibilidad y contra mi entendimiento:Es que... en algo se equivoc usted, Raines, como nos equivocamos todos los humanos, no importa dedndeo decundoseamos. Lisia me ama. Yo a ella tambin. Pero Lisia y yo... no coincidimos sino una sola vez en nuestras vidas. Porque Lisia y yo... pertenecemos a diferentes mundos y pocas. A Lisia y a m, Raines,nos separan millones de aos en realidad...

LIBRO SEGUNDOCUANDO LE AYUD A L

1

Y... qu sucedi entonces, Mark?Tom un sorbo de whisky con hielo y clav mis ojos en Marsha. Sacud la cabeza.No me dirs que te has credo a pies juntillas todo lo que te he contado dije, sorprendido.Por qu no haba de creerlo? murmur ella, enarcando sus cejas color cobre suave. Lo has relatado t. Y no acostumbras a mentir.Pero... pero, Marsha, esta historia..., esta historia es un puro disparate! gem.Lo es para ti? me pregunt Marsha, dulcemente, tomando su propio combinado y acercndose despacio al asiento que yo ocupaba en su departamento de Fremont Street.No, pero... pero es diferente.Diferente? En qu?Yo he conocido a ese hombre, a Janos Siodmak o como quiera que se llame realmente. He odo de sus labios la historia completa y he... he visto el Caleidoscopio.Hubo un breve silencio. Marsha se sent junto a m. Su falda permiti que yo apreciase la belleza de sus muslos, pero no fue un gesto procaz, sino perfectamente natural. La mir de soslayo Ella ni siquiera me mir para preguntar:Y...viste algo, Mark? Viste la verdad de la vida de Siodmak?S suspir, bajando la cabeza, con un estremecimiento. Vi la verdad. No detodasu vida, o como quieras llamarla, sino de parte de ella. Hubiera sido imposible seguir su deambular por los siglos y los siglos...De modo que es cierto. Siodmak no muri.No, no muri. Nunca muere del todo.Ni resucita. Sencillamente, sigue viviendo.Eso es. Sigue viviendo, porque tiene que vivir para desandar lo andado.Y... cunto le queda?Dios mo... susurr, pasndome una mano temblorosa por la frente. No es fcil decirlo. Ni concebirlo siquiera. Son cifras que escapan a nuestra razn.Tanto es?Tanto es, s. Siglos, miradas de aos, de distancia en el Tiempo y el Espacio... Oh, Marsha, cmo puedes aceptarlo as de sencillamente, sin pensar que estoy loco, borracho o que te estoy engaando miserablemente?Pero l te lo dijo.S...Y t lo comprobaste en ese visor, en... en el Caleidoscopio...S, s! me irrit incluso su tono dulce, amable, sereno, como persuasivo y de vuelta de muchas cosas que nadie medianamente sensato aceptara ni en sueos. Oh, Marsha, trata de entenderlo... Ese hombre procede de otro lugar en el Tiempo, incluso de... OTRO PLANETA.Otro planeta... en otra Galaxia complet ella, apaciblemente.Maldita sea, eso es gru, furioso. Eso puede suceder, incluso en nuestros das, por mucho que se hable de conquistas espaciales?Sucede.;, no?La lgica demoledora de Marsha me exasperaba. Era la nica que pareca aceptar lo inaceptable, como si lo que yo dijese fuera artculo de fe. Cuando aquella noche haba pretendido hablarle del asunto, cien veces estuve a punto de emborracharme antes que revelarle una sola palabra de lo que saba. Y, sin embargo...S, sucede tuve que convenir. Y me tuvo que suceder...a m.Te eligi Siodmak. Me pregunto por qu, Mark...Se equivoc. Crey que era su hombre. Alguien capaz de sacrificarse estpidamente para devolverle a su lugar en el Tiempo y el Espacio... o para unirle a su amada imposible, la hermosa Lisia.Es raro que un hombre como l se equivoque, no te parece?Me estremec. El comentario de Marsha no era ninguna tontera. Ya se me haba ocurrido a m anteriormente, aunque lo desech, dicindome que todos podemos equivocamos. Incluso l...Pues se equivoc. No pens que existira un nuevo factor en mi vida: t.Mark, sera terrible que por mi culpa, ese infortunado ser no llegara nunca a ocupa, su lugar en la eterna armona de los tiempos. No me lo perdonara jams.Aspira a un amor imposible. Quiere a Lisia en su planeta, en su remota poca futura, cuando el Hombre no exista ya en la Tierra y s en otros mundos de galaxias infinitamente lejanas, a cientos de millones de aos-luz me quej. Y Lisia... Lisia era una noble egipcia, hace ya cuatro mil aos, Marsha... en nuestro planeta Tierra.Me lo acabas de contar. Y lo presenciaste por tus propios ojos, no?Dios mo... solt el vaso de whisky, irritado, nervioso. El Caleidoscopio, Marsha. El Caleidoscopio... Si hubieras visto t... Si te hubiese sido posible asistir como yo, al extraoballetdel Tiempo y del Espacio, en tomo a ese desventurado nufrago del Cosmos.Mark, tuvo que ser fascinante.Fascinante y terrible a la vez musit, absorto.Record el Caleidoscopio en mis manos, el visor ante mis ojos... Mis ojos maravillados que, repentinamente, a travs de lo que parecan unos sencillos binoculares, penetraban en la prohibida dimensin del Espacio Tiempo, para conocer la increble, alucinante historia de l, aquel hombre a quien nunca sabr si llamar Lzaro, Siodmak... o Aureo.Aureo, como se llamar dentro de cientos de siglos, cuando l nazca, all en el Futuro, all en una Galaxia increblemente remota, en los confines mismos del Universo...

2

Imgenes, imgenes, imgenes...Color, luz, sonidos incluso. Sonidos de otros lugares en el Tiempo o el Espacio. Colores increbles, luces deslumbrantes en parpadeos y cambios inverosmiles...Era aquel Caleidoscopio. Aquel prisma binocular, jugando con formas, cromatismos, fulgores, dimensiones, materias, nebulosas, centelleos, vibraciones armnicas, que unas veces parecan luz, otras sonido.De todas esas confusas formas, brot algo, al fin.Brot luz clara, brotaron formas, seres, momentos, retazos de inslitos instantes en el ms remoto pasado de la Humanidad terrena... y en el ms delirante y lejano confn del futuro estelar.Eso es lo que vi en el Caleidoscopio. Eso es lo que narr a Marsha. Eso es lo que evoqu, de nuevo, cuando Marsha misma me habl, en su apartamento californiano, ntimo y clido, de lo fascinante que tuvo que ser mi inmersin visual como simple testigo inslito de una historia que era en s la historia misma del Hombre.El Hombre, personificado en un ser a quien yo conoca como l, como Lzaro, como Siodmak el asesino... y luego, en otro fabuloso e inaccesible plan dimensional, espacial y csmico, como Aureo, el hombre del Planeta Habitado Z-2306, a cosa de mil o dos mil aos de distancia de nuestra Era Cristiana...

* * *

Aureo se acababa de decidir.Su fra, lcida mente de hombre inteligente y cultivado conforme a los ms modernos mtodos psicodidactas, haba tomado la determinacin final. Era peligrosa. Pero era mejor que nada. Era una rebelin. Un quebrantamiento de las leyes. Por ello, era una osada, una temeridad. Casi un suicidio. Pero a veces, morir no importaba demasiado. Haba cosas ms importantes que eso. Mucho ms, sin duda.l era una de esas cosas importantes. Si una cosa era una persona. Y en Z-2306, an una Persona, era oficialmente una Cosa. Posiblemente lo sera hasta el fin del tiempo. Ese era el Sistema. El Gran Sistema. La obediencia era total.Tenaque ser total. Otra cosa, era la muerte.La Muerte.Una de las grandes problemticas del Homnido Inteligente de Z-2306. Cuando eran solamente bestias medianamente inteligentes, no haba problemas. Cuando eran hombres primarios los problemas eran elementales. Cuando fueron civilizados, eran algo ya ms complejas sus problemticas. Cuando pasaron al perodo de Supercivilizacin, todo eso se enreves considerablemente. Y ahora, cuando alcanzaban ya su perodo de Supraintelectual y Sobresensitivo, cuando eran telpatas, sus cerebros funcionaban como centros electrnicos remotos, programados con milimtrica precisin, el problema humano haba dejado de ser humano, para convertirse en un problema de la sociedad toda. La Ultra-Sociedad del Gran Sistema, y sus tremendos y tirnicos mtodos de control de la mente.Aureo no estaba de acuerdo con nada de eso. Era rebelde. Un rebelde por naturaleza. Como humanoide que era, deba someterse a las reglas. Todos los humanoides inteligentes han de hacerlo. Lo haban hecho siempre, no importaba en qu planeta, sistema solar o Galaxia se encontrasen. Las investigaciones y sondas telepticas siderales, haban sido concretas en eso. Incluso en un viejo, remoto, extinguido y triste mundo diminuto, perdido en una triste galaxia remota, un planeta llamado Tierra cosa de mil siglos atrs, cuando an haba vida en l, esas reglas inmutables existieron. Los humanoides eran seres inteligentes, animales con razn y con intelecto. Eso comportaba ciertas obligaciones: obediencia, disciplina, acatamiento, ferocidad dirigida, gobernantes... Nadie saba por qu haba que hacer guerras, por qu haba que matar, destruir, obedecer, callar, ser cruel, ser egosta, si se quera sobrevivir. Pero todos lo hacan. Nadie saba por qu eran precisos unos entes pretendidamente superiores llamados gobernantes, pero existan. Eso formaba parte del juego. Y nadie rompa las reglas.No se poda cambiar lo establecido. Y menos en el Gran Sistema que en ningn otro anterior, de Z-23G6 o de cualquier otro planeta o planetoide habitado en las galaxias.Aureo, sin embargo, lo iba a intentar. Acababa de decidirse, a su regreso de la guerra biolgica contra el Asteroide R-107, cuyos habitantes fueron aniquilados. El mat a muchos de ellos. Para algo era un buen militar, un excelente soldado, un gran jefe en el campo de batalla. Aureo extermin, por s solo, con sus armas telebiolgicas, a millones de seres. Eso formaba parte de las rdenes, de la disciplina y todas esas cosas. Haba que matar. O morir.Y Aureo no quera morir. Nadie quiere nunca morir.Pero Aureo no era feliz con ese recuerdo de millones de seres inmolados, slo porque se le orden hacerlo y el Gran Sistema le condecor y premi por elloA veces, hubiese preferido formar parte de los campos de exterminio. A fin de plenlas, qu era un hombre muerto, aunque fuese l mismo? Un cadver. Slo eso. Qu era un hombre vivo, aunque fuese l mismo? Un asesino de millones de otros seres con igual derecho que l a respirar en su mundo.Y por asesinar, se repartan medallas, condecoraciones, menciones de honor, grandes ascensos, nombramientos importantes, ttulos y premios.Tambin ellos, los Vencedores, los Matadores, moriran en el gran carnaval de los humanos. Servirla de algo ante el Creador, alardear de los millones de enemigos asesinados en nombre de un smbolo?Aureo, en su planeta Z-2306, pensaba que no. No le importaba que el Gran Sistema pensara de otro modo, y que pensar de distinta manera al Sistema, implicaba un delito de disciplina a castigar con la muerte inmediata, en la Cmara Desintegradora. No importaba ya. No ahora, cuando acababa de cruzar los umbrales delTransCrono...El TransCrono...Era uno de los pocos inventos que no le asustaban. Cualquier invento, en una poca supercivilizada, era peligroso, temible, inquietante. El hombre era vencido por s mismo implacablemente. Su propia obra le aniquilaba. La tortura, inventada por el Hombre, sirvi para torturar al Hombre. La crueldad, manejada por el Hombre, sirvi para ser cruel con el Hombre.Ahora les tocaba a ellos. El Hombre exiga obediencia o muerte. La Muerte, caa inexorablemente sobre el propio Hombre. Ahora, unos cuantos dictaban la Ley. Un da, otros seran los encargados de hacerlo, y sobre las actuales cabezas rectoras caera tambin la pena implacable. Era justo, pero ridculo.Aureo cerr la puerta delTransCrono. Le haba costado mucho alcanzar aquel recinto de privilegio, con sus complicados, cuadros de mando, sus millares de clulas fotoelctricas, sus centros de supraenerga nueva, sus controles de precisin inaudita. Ahora, nadie le iba a sacar ya de all. No en Z-2306, ciertamente. No en la Galaxia Vulp.Sonri, seguro de s. Su poderosa mente, su naturaleza superdesarrollada le dict lo que deba de hacer. Para entonces, ya los microagentes voladores habran transmitido su informe de emergencia a los centros de Control Social. En breve, las temidas Patrullas de la Seguridad Crono-Csmica, estaran buscando vidamente su paradero.Pero para entonces, sera tarde. Aureo sinti deseos de rer. Y ri. Ri como nunca. Ri como un loco, mientras situaba las coordenadas de las diferentes esferas de Tiempo y Espacio en el cuadro Crono-Galctico preciso. Luego, cuando oprimi los botones rojos y el gran botn azul de transporte, respir hondo.No supo ms. No sinti ms. Solamente estuvo seguro de que su cuerpo se disgregaba, se volatilizaba primero en molculas, luego en tomos, finalmente en clulas lumnicas, vertiginosas, que, dispersas en alud, fueron absorbidas por el Tele-Transporte a travs de un abismo insondable de siglos, de aos-luz de distancia, de mundos, espacio, csmicos confines, galcticas distancias inconmensurables...

3

No... musit ella. No es posible. No pueden haberme elegido a m...Lo siento, seora. Fuiste elegida. Sabes que no existe posible apelacin.Pero yo... yo soy la hija nica del gran Zoreb!Seora, el gran Zoreb muri hace ya tiempo. Y el Gran Sacerdote ha decidido que t alcances el gran honor de ser la principal concubina del Faran.Concubina del Faran! Nunca! Yo no deseo serlo, no quiero ser una vulgar amante, una ms en su harn de casi doscientas doncellas. Solamente podra ser su esposa, no su concubina...Ya tiene esposa el joven Faran, seora habl el servidor anciano, canoso, enjuto y leal. Sabes que tiene esposa joven, hermosa y noble.Tambin soy yo joven, hermosa y noble replic ella, arrogante, irguindose altiva, junto al estanque de flores de loto, entre los abanicos de sus esclavas nubias, que hacan suaves ondulaciones en la clida tarde junto al Nilo. Por qu he de ser amante y no esposa como mnimo aunque no sienta amor por el Faran?Terrible sacrilegio el de tus palabras, seora se quej su fiel y anciano sirviente. El Faran desciende del dios Amn, y por tanto es divino y merecedor de respeto y amor. T debes aceptar, seora, el gran honor.Nunca! grit ella. Nunca, Nerod. No puedo ni debo hacerlo. Mi estirpe me obliga. Mi dignidad me exige.Aun as, ests obligada...No se irgui, caminando con sus pies menudos, calzados de bellas sandalias de hojas de palma trenzadas. Sus prpados pintados de verde, sus mejillas de suave carmn, y las anaranjadas uas, formaban, con su collar predilecto, anch, de discos y placas unidas con eslabones, la indumentaria propia de cualquier dama de la nobleza, con dignidad y bienes. Sus blancas ropas de lino, finas y tenues, permitan ver sus formas virginales, rosadas, en un perfil digno de uno de los ms bellos bajorrelieves de los artistas de la poca.Mi seora, el Faran te amar, te respetar y dignificar, como hijo del dios Amn que es prob a convencerla el fiel y viejo Nerod. Trata de entenderlo, te lo ruego. De otro modo, la desgracia y la ruina caeran sobre esta casa que heredaste de tus padres. Nac con honor y mantendr ese honor hasta morir replic ella, altiva arrogante, con un relampagueo de ira en sus bellsimos ojos rasgados, oscuros y profundos. Sus facciones de mujer de belleza singular, mezcla indescriptible de sensualidad e ingenua dulzura, revelaron energa. No me unir al harn del Faran.Negarte, sera la muerte, mi seora.Morir es mejor que perder la dignidad.Morir nunca es mejor que cualquier otra cosa, ni siquiera el honor protest Nerod. Morir es lo ltimo.O lo primero. Se nace porque as lo dispone Amn. Se muere porque lo reclama Anubis. Bien, Nerod. Yo acepto eso. Pero no acepto la vergenza, el ultraje.No es tanto como eso, ser la principal y favorita concubina del Faran...El Faran es casi un nio an, y ama locamente a su esposa rechaz ella. No me ha elegido l.Quin sino, mi seora? El, por inspiracin directa del dios Amn...Di ms bien por inspiracinmuydirecta del Gran Sacerdote Manek cort tajante la hermossima dama egipcia. Pase junto a los lotos, contemplndose tristemente en el terso y cristalino espejo de las aguas.Mi seora... se horroriz Nerod, inclinando la cabeza. Eso no puedes decirlo, o la maldicin de los dioses caer sobre ti y sers sacrificada en el Templo...Dije la verdad. Manek, como muchos de nuestros sacerdotes, son quienes se benefician del harn de escogidas bellezas que el joven Faran ni siquiera mira. Son como buitres esos horribles seres rapados, de rostro de ave y de ojos crueles y feroces. Los detesto.Mi seora... jade Nerod, aterrado, clavando sus .ojos dilatados en la puerta del jardn de la residencia, junto al Nilo y los senderos de mrmol que conducan a los grandes mausoleos faranicos.Ella volvi la cabeza. Ahog una exclamacin. Palideci levemente bajo sus afeites de gran dama egipcia de la nobleza, Pero no revel miedo al encararse al Gran Sacerdote Manek, altsimo y enjuto.Mi seora, escuch tus palabras dijo sarcstico el Gran Sacerdote, sealndola con mano larga y huesuda, que tembl ligeramente. Luego, grit a los hombres de la guardia armada del Faran, que le escoltaban en todo momento: Prendedla por injurias monstruosas contra su Rey, sus dioses y sus sacerdotes!Los soldados avanzaron, decididos. Rodearon a la hermosa Lisia, hija nica del gran Zoreb. Era la prisin.Y con ella la pena de muerte para la sacrlega. Era la ley.Y Manek la hara 'cumplir por encima de todo,..Esa noche sera juzgada Lisia por sacrilegio y ofensas al Faran y a los dioses. Nadie poda salvarla.Cuando se inici el juicio en el Gran Templo de Amn, una especie de chispa de luz, de centelleo sbito entre los astros del firmamento se form por un instante.Luego, sus haces se proyectaron sutiles hacia el desierto. Y entre palmeras, a las mrgenes del Nilo, dos mil aos antes de que Cristo naciera en un trozo de tierra llamado Galilea, un milagro se produjo, sin que nadie fuese testigo de ello, salvo la noche.La luz, se convirti nuevamente en materia, tras un viaje de millones de aos por el espacio, en sentido inverso a la marcha del Tiempo.Esa materia, era un hombre. Ese hombre, era un lejano ser galctico igual a los humanoides terrestres^ por una extraa ley creadora difcil de esclarecer.Ese hombre, se llamaba Aureo, all en su momento y en su lugar.Ahora, solamente fue un hombre. Un hombre que, buscando ropas de un egipcio cualquiera, desnud a un mendigo, tras golpearle, para esconderse en alguna parte. Un hombre que entr en el Gran Templo de Amn, buscando refugio. Y sin saber dnde estaba realmente.Un hombre que, apenas vio a Lisia en el proceso poltico-religioso contra ella, supo que la amaba. Que por primera vez amaba. Y que la hara suya, por encima del Tiempo y del Espacio.

* * *

El Caleidoscopio segua su historia remota, revelndola en imgenes limpias, increbles, como una inslita pelcula tridimensional, filmada ms all de este mundo y de estas dimensiones...A veces, las imgenes se tornaban difusas, se diluan en fondos mortecinos o demasiado brillantes, difuminndose en el Tiempo o el Espacio. Luego, volvan, acaso ms claras y ms tersas que nunca.As, conoc el final de la historia de Lisia y del hombre que lleg en una chispa de luz, procedente de galcticos confines. La historia de un imposible amor separado por millones y millones de aos de distancia.Pero... l salv a Lisia.S mir a Marsha cansadamente. Mov la cabeza afirmando. Salv a Lisia.De qu modo?Se enamor de ella. Fue una de esas cosas inexplicables, casi imposibles. Un brote de pasin, de afn de posesin, de amor, de afecto, de ternura, de voluntad de proteccin. Todo lo que forma un gran cario.Pero... pero l era un extrao suspir Marsha. Un... un aliengena, como dicen tcnicamente, no es cierto? Cmo pudo conocer la lengua egipcia, cmo se entendi con Lisia?Recuerda que vena de una galaxia donde su mundo estaba supercivilizado, con un grado fabuloso de desarrollo mental. Telepata, lectura rpida de ideas, de conceptos, aprendizaje vertiginoso de idiomas, de giros de lenguaje, incluso de pensamientos, costumbres, usos y procedimientos. En dos horas el Extrao era un egipcio ms. En suma, un terrestre ms.Escuch el proceso contra Lisia, en el Templo de Amn.S. Advirti la falsedad de las acusaciones del lascivo Manek, capt la honesta y altiva sinceridad de ella... Para entonces, ya la amaba. Aun siendo culpable, la hubiera salvado. Pero Lisia era inocente. Y la salv.Cmo pudo hacerlo?Por el ms sencillo mtodo que conocen los humanos desde que el mundo es mundo: atacando a las tropas, raptndola a ella, escapando en medio del estupor general ante la osada del desconocido. Y as, llegando con Lisia lejos de la capital faranica, lejos de los temibles tecncratas que, como tantas veces, controlaran el poder en un pas del mundo. All, supo decirle a Lisia su amor, sus sentimientos, en la ms pura lengua egipcia. Y ella, rendida, supo responderle y comprender que ya nunca podra amar a nadie que no fuese el hombre que la haba salvado, el oscuro Tanak que la rescatara de la muerte... En un desierto, entre lotos, juncos y arroyuelos de agua del Nilo, se declararon su amor, se juraron eterna fidelidad... una egipcia y un ser de otra galaxia separados por millones de aos-luz en cualquier dimensin csmica, humana y temporal, Pero a ellos eso no les importaba. Era una locura. Una bendita y hermosa locura.Y despus...?Despus... Aureo, o Tanak... muri, Muri! dijo con estupor ella. Imposible!Muri, Marsha afirm roncamente. Las lanzas de la guardia del Gran Sacerdote le haban herido de muerte, y agoniz entre los brazos de Lisia, junto al curso de un arroyo repleto de lotos y tallos de papiro.T viste el fin de Tanak?Lo vi suspir. En el Caleidoscopio. Limpia y ntidamente, como a ti te veo ahora. Pero pronto entend la gran verdad. Cuando volv a verle morir en Summer, en las Termopilas, en Sodoma y Gomorra, en Babel, en Israel, en Roma, en Grecia, en Cartago, en Bizancio, en Arabia, en el Imperio Incaico, en la Revolucin Francesa, en la Primera Guerra Mundial, en Hiroshima, en Corea, en Vietnam, en una silla de la cmara de gas de San Quintn...Y supiste que realmente... NUNCA MUERE.Eso es. Nunca puede morir. Es su destino.Pero... por qu, Mark? Hay un fundamento cien tfico o humano para eso?No hay ninguno. Hay una razn cronolgica y suprema: Aureo, Tanak, Lzaro, Siodmak como quieras llamarlo, ese ser, ese amigo extrao a quien yo llamo l... TODAVIA NO HA NACIDO REALMENTE. Su mundo existe en una galaxia inaccesible para siempre, pero an en formacin, convulsionado por cataclismos geolgicos, como la Tierra lo fue en los tiempos de la Prehistoria. Su gente, su tiempo, su raza, sus ciudades, su pueblo, su Gran Sistema tirnico y dominador de la mente humana, AUN N FUE CREADO siquiera. Y l debe seguir adelante, debe continuar su peregrinar por los tiempos, los mundos y las pocas, en espera de su momento, en espera de que un da, dentro de millones de aos, pueda ser quien realmente es.Millones de aos, son una eternidad para el hombre, en su dimensin actual. Demasiado tarde, comprende que desea morir... y no puede. No, Marsha. Una cmara de gas, una lanza, una bala, un terremoto, una hecatombe, una bomba atmica, no puede terminar con una vida que, realmente, an no ha empezado. Ni vive ni muere. Pero en realidad recorre los tiempos como un ser errante. Tal vez muchos no quisimos nunca entender lo que significa eso, lo que Jess quiso decir al hablar de que quien El crea, vivir eternamente.Pero l... l ama a Lisia. Y Lisia muri hace dos mil aos, Mark... Pereci con el Antiguo Egipto...Es cierto. Lisia muri hace dos mil aos, en nuestro concepto del Tiempo. El, nuestro Lzaro galctico, an no naci, en ese mismo concepto limitado de nuestra mente. Pero, es posible fundir las coordenadas sobre Tiempo-Espacio, para unirles de nuevo?No lo s, Mark. Slo me pregunto una cosa. Si fuera posible...dndese uniran esas coordenadas?En Egipto, Marsha. En Egipto. O en mi poca. En una de ambas pocas y lugares. Pero en ambos casos, significa amarse desesperadamente, huir, luchar... y terminar muriendo.Nos volvimos los dos. No sabamos cmo haba llegado, pero Janos Siodmak estaba all, en la puerta del apartamento de Marsha.

* * *

Debo reconocer que ella se port magnficamente.Ni un grito, ni un gesto de temor, ni un histerismo. Sencilla y llanamente, fue hacia l. No le conoca. No le haba visto nunca. Aun as, le pregunt suave:Siodmak... Amigo, pase, por favor. Sintese. Supongo que usted es... l.S, tuve que venir seal hacia m. Le busco a l, seorita. No quiero causarle a usted problema alguno. No lo tendr... si no sabe demasiado.Lo malo es quesdemasiado le replic ella, con voz fra, serena y claraPor qu dijo eso? Es que piensa causarme algn mal?Oh, no. Yo, no. Fui educado en la violencia, crec violento y sigo siendo violento sonri, como tmida excusa. No tengo la culpa. Me ensearon a matar, y he seguido matando durante siglos, no importa dnde, cmo ni en nombre de qu o de quin. Pero a usted no le podra hacer dao, crame. No podra... Lstima que sepa tanto. Lstima...Acabemos cort belicoso, ponindome bruscamente en pie y yendo hacia l con arrogancia. A qu viene todo eso? Qu est queriendo decir, Siodmak?Quiero decir que ya me va a ser posible volver a mi propio lugar en el Universo y en el curso de los hechos csmicos. Pero sin Lisia. Sin esperanzas. Slo para morir. Raines.Morir? Usted? solt una leve carcajada despectiva. Sabe queno puedemorir.En mi poca, s. Y eso va a sucederahora.Ahora! le mir, asombrado. Se ha vuelto loco? Estn a millones de aos-luz y de aos de todo tipo, de ese punto en el Espacio-Tiempo donde naci y donde debe morir.Millones de aos-luz que no fueron nada para m, cuando elTransCronome traslad dijo l, penosamente, con una sonrisa triste. Entiende ahora? Cualquiera, una vez reparado el mal qu hice a ese aparato de traslado especial y cronolgico, podraseguirme, buscarme donde estuviera. Es lo que ocurri. Me han encontrado. Me van adevolvera mi tiempo y mi galaxia.Pero, quin? casi grit.Ellos suspir. Los patrulleros de la Seguridad Crono-Csmica. Estn ya abajo, Raines. Y eso no es lo peor. Van a llevarle conmigo. A usted... y a quien sepa tanto como usted. Lo lamento por ustedes dos... pero van a acompaarme. Ellos no le dejarn escapar bajo ningn concepto. Ellos son invencibles. Yellosesperan ya.

4

Ellos.Los agentes o patrulleros de la Seguridad CronoCsmica. Gentes llegadas de otra Galaxia remota, de otro lugar en el Tiempo, en un futuro fabulosamente lejano e inaccesible para nosotros. Record los robots humanos, el pjaro mortal.Y Ellos estaban all. Esperndonos. A l, a m... y a Marsha.Marsha!No... musit, con un jadeo. A Marsha no. No es posible..Ellos me miraron. No me gust cmo miraban. No me gustaba su aspecto. No me agrad nada en ellos. Pero dependamos, justamente, de... de ellos.Su respuesta hel la sangre en mis venas:Es penoso, seor. Hemos de llevarles con nosotros.A todos. Sus mentes transmiten claramente cuanto saben. Es demasiado.No pueden hacemos dao por ello... rechac.Lo siento. No pueden quedarse aqu, sabiendo todo eso. Nadie puede conocer el futuro. Est prohibido, entiende? Es ley de seguridad mutua. Un da, alguien podra crear aqu unTransCronoy... Comprende ahora?Claro que comprenda, malditos fuesen todos ellos. Lo haba comprendido desde un principio.Morir toda mi generacin y cien ms, antes de que un chisme parecido sea factible en nuestro mundo trat de argumentar, desesperado.Ellos me atajaron.No siga dijo el que hablaba en nombre de todos. Es ridculo hablar de esto. Usted se expresa en teora. Nosotros no queremos saber su futuro. No nos preocupa. Pero s nos preocupa lo que pueda un da perjudicar a nuestro planeta, por lejano que est.Es un rapto acus. Imagino que la palabra suena ridcula tambin, pero es as. Nos devolvern, al menos, a nuestro planeta y a nuestro tiempo?Se miraron entre s. Hubo encogimientos de hombros.Pudiera ser convino uno. Pero no prometemos nada. No necesitamos prometer. Es una orden; vamos ya, seor Raines. Usted y su prometida. En marcha.No! aull. Me niego!Y comet la estupidez de abrir sbitamente el cajn cercano de mi mesa de trabajo, junto a la cual me hallaba. Extraje mi pistola automtica y les encaon.Fue un error desastroso.

* * *

Ellos resolvieron la situacin con pasmosa sencillez.Yo deba de haber comprendido ya que no tena la menor posibilidad de que la cosa saliera bien, pero necesit un fracaso rotundo para convencerme.Al esgrimir el arma, se limitaron a mirarse rpidos entre s. Luego, uno de ellos extrajo algo de su bolsillo. No era un arma convencional, en el sentido que uno posee sobre tal clase de elementos. Tan slo vi entre sus dedos una especie de valo oscuro, que despidi un destello.El centelleo me deslumbr un instante Luego, supe que estaba paralizado, inmvil como una estatua, aunque me era dado ver todo, sentir cunto suceda a mi alrededor e incluso escuchar sus voces.Marsha, asustada, lanz un gemido. Uno de ellos la tranquiliz:No debe asustarse, seorita. No le ocurrir nada. Simplemente, hemos evitado que cometiera la estupidez de manejar esa arma rudimentaria. Hubiese podido matar a uno de nosotros, y eso significara la pena de muerte en nuestro mundo.Pero est... est...S, est inmvil sonri tristemente el individuo, encogindose de hombros. Nada irreparable, por cierto. Saldr de su inmovilidad en poco tiempo.Quiere decir usted...?Quiero decir que va a venir con nosotros en ese estado. As no crear problemas. Pero le garantizo que, una vez en nuestro propio Tiempo, l volver a ser quien era.Debe hacerles caso, seorita habl apaciblemente Siodmak. Lo harn como dicen. En cambio, de haber matado Raines a alguno de ellos, nadie le hubiera librado de ser ejecutado por asesino.Se puede asesinar a un ser que todava no ha nacido? pregunt Marsha vivamente.Ellos se miraron entre s. Siodmak tuvo un amago de sonrisa.Excelente argumentacin, seorita aprob. Les ha desorientado.Habla en pura teora cort uno de los hombres, el que utilizara contra m su curiosa onda luminiscente, causante de mi parlisis fsica, tan en desacuerdo con el resto de mis sensaciones. Conforme. Para ustedes, seorita, no existimos an. Pero el hecho fsico es que estamos aqu, por encima de cualquier otra ecuacin o hiptesis. Viajar en el Tiempo rompe un poco ciertos conceptos humanos y aunque la vida y la muerte parezcan factores inalterables, hay una realidad que aplasta con su lgica: si Raines hubiera disparado esa arma, uno de nosotros estara muerto ahora. Y morir fuera del propio Tiempo, en las actuales circunstancias, es morir, en definitiva.No en el caso de l seal a Siodmak, con gesto profundamente reflexivo.No, no en su caso confirm gravemente el miembro de aquella extraa patrulla de una polica de remotas galaxias y remotsimos tiempos futuros. El no supo manejar debidamente los sistemas delTransCrono. Se desplaz indebidamente, alter una serie de leyes establecidas, y ahora vive al margen de ellas, como vive al margen de nuestra ley y, prcticamente, de la de todos los tiempos. Aureo no ha sido nunca un hombre encuadrado en una sociedad. Fue asesino, rebelde, evadido, y todo aquello que penan nuestras leyes, como las penan en su tiempo. De ah que casi siempre haya vivido en la violencia, dentro de cada poca que le toc vivir.Hablaban con elocuencia, con seca eficacia y agresividad. Eran inteligentes, fros, lcidos y contundentes. Eran hombres duros, acerados, de mente cultivada, msculos poderosos, facciones hermticas.As eran ellos. Yo les escuchaba, admirado de su contundencia verbal y mental. Pero a alguien no podan impresionar, porque les conoca sobradamente bien. Y ese alguien era el propio Aureo, el hombre a quien yo conoca como Janos Siodmak, el recluso ejecutado en San Quintn, haca slo unas horas.Y Siodmak, Aureo, o como uno quisiera llamar al hombre de las mil vidas y las mil muertes, les replic tan fra, desapasionadamente como ellos mismos:En esencia, es cierto cuanto decs. Pero sabis que la forma dista mucho de ser exacta y fiel a la verdad. Yo nunca he negado ser una asesino. Es ms, siempre trat de explicar las causas que hicieron de m un hombre ligado a la violencia, aunque no he estado jams seguro de que pudiese persuadir a nadie de mis razones ntimas. Pero si he matado, es porque aprend a matar. Si he asesinado, es porque asesinar es una asignatura obligada en ese perfecto Sistema del que vens vosotros ahora a rescatar al fugitivo que se rebel a seguir siendo lo que era. Si he huido de mi mundo es porque solamente fui iniciado en el odio, el crimen y la crueldad, por una sociedad y unas leyes injustas e implacables.La sociedad y la ley casi siempre resultan injustas suspir Marsha, pensativa. O al menos lo parecen...No es lo mismo, seorita rechaz angustiado l. Existen otras formas de legislar y de existir. No las de ese Gran Sistema deshumanizado, feroz en su intolerancia, incomprensin y estructura mecnica, fra, impersonal. Estamos dominados por cerebros helados, por seres que no sienten ni aman, cuyas normas son tan fras y brutales como las de un campo de prisioneros en los tiempos actuales, o las de una masacre militar en las pocas de espartanos y persas. Se extermina, se cultivan las especies, se crean formas de vida en laboratorios especiales y se combate el amor, los sentimientos y la ternura, hasta convertir al hombre en robot.Le entiendo, Siodmak murmur Marsha. Sus ojos brillaban, fijos en l. Le entiendo. Usted escap a todo eso.Lo intent, al menos.Y encontr algo, apenas sali de su tiempo y de su lugar csmico: el amor. Encontr a una mujer a quien ayud contra la crueldad de su tiempo, y en ella pudo hallar lo que se le haba prohibido y negado en su existencia. Por eso am a Lisia. Por eso la amar siempre.S... murmur Siodmak, con una expresin pattica en su anguloso rostro. Volvi a brillar una llama vital magnfica en el fondo ambarino de sus pupilas. S, usted me entiende. Fue el primer rostro de mujer que vi, fuera de mi poca, en un mundo tambin decididamente cruel, porque creo que la crueldad creci paralela con el hombre mismo. Y lo que por ella senta, jams he vuelto a sentirlo desde entonces.Ya basta cort tajante el jefe del grupo galctico. Hemos hablado demasiado aqu. No hay prisa para nada, fuera de nuestro tiempo. Pero tampoco debemos demorar el regreso. Usted debe prepararse para acompaamos. Su prometido tambin vendr. Y naturalmente, el rebelde evadido, Aureo, para responder de sus graves delitos ante los jueces de su tiempo. Cost mucho dar con l en el laberinto de los Tiempos, pero ahora que lo hemos encontrado, no va a serle fcil eludir de nuevo el peso de la justicia de su poca.Y a nosotros... qu va a sucedemos? pregunt Marsha, tensa la voz.Lo pregunta an? murmur Siodmak con sarcstica amargura. Les obligarn a permanecer all hasta que decidan algo que hacer con ustedes. Ese algo ser convertirles en un medio experimental., o en cadveres.Hizo un gesto de impotencia. Sus largos brazos cayeron a lo largo de su alta, enjuta figura. Sus ojos se clavaron en el suelo, sus manos recias, nervudas, tuvieron una crispacin spera y como exasperada.Me pregunt si era cansancio, la inutilidad de la lucha perdida de antemano... o la resignacin ante el destino inexorable. Posiblemente de todo un poco. No se poda luchar contra aquellos hombres.Existen medios de viajar a... adnde vamos ahora? pregunt Marsha, levemente temblorosa su voz.Existen medios, s sonri el jefe de la Patrulla de Seguridad Crono-Csmica. Pero no los convencionales que ustedes entienden como tales. Ni vehculos ni naves csmicas o galcticas. Simple y pura proyeccin de materia, pasando por un estado de pura luz y de ondas invisibles, capaces de trasladarse a velocidades inconcebibles para el hombre, dentro de las coordenadas del Espacio-Tiempo previamente fijado. La proyeccin comenzar en cuanto yo lo disponga. Ser un largo, largusimo viaje. Pero para ustedes y nosotros, ese largo viaje no existir. Ser como una dcima de segundo, y al formar nuevamente materia, al agrupar las ondas primero, la luz despus, y la masa de ncleos atmicos posteriormente, en un punto del Espacio-Tiempo, habremos llegado a destino. Para su mundo habrn transcurrido justamente esos millones de aos que nos separan a ustedes y nosotros. Las cosas volvern a su sitio, excepto en dos circunstancias de las que seremos responsables: su presencia en el Planeta Habitado Z-2306 all en nuestra lejana Galaxia Vulp.Marsha no dijo nada. Tampoco Siodmak. Yo, menos que nadie, sometido a inmovilidad y silencio, a un papel pasivo de testigo incapacitado de actuar o exponer algo.Se hizo un silencio. El que antes empuara el arma lumnica que me inmoviliz, ahora procedi a extraer lo que, a simple vista, pareca un vulgar receptor de radio, pequeo y oblongo, de metal bruido. Tena unos resortes o botones laterales. Puls ambos, en diferente direccin. Luego, alz el pequeo objeto ligeramente. Este emiti un zumbido, una vibracin, primero casi inapreciable, pero que fue ganando en intensidad. Marsha tap sus odos. Siodmak entorn los ojos, helada su expresin. Yo segu en mi hermetismo esttico.La vibracin subi de grado. Se hizo insostenible. Todo vibr. Especialmente, nosotros todos. Vi los cuerpos temblar, incluso los de nuestros captores.De repente, la vibracin pareci distender mis molculas todas, estir mi cuerpo, lo distorsion, como los de todos cuantos me rodeaban. Vi una ramalazo de luz, un cambio de colores, y unos cuerpos extraamente alargados, deformes, como imgenes distorsionadas en una serie de espejos de feria.Finalmente, sent que yo estallaba. Y estall.Estallamos todos en un raudal sbito de luz. Dej de sentir, de ver, de ser yo mismo. Me sent etreo, elevado, como flotando, proyectado sin forma alguna hacia alguna parte.La luz me engull, luego todo qued atrs, y la luz se hizo sombra, oscuridad total y profunda. Flot en la Nada, o dej de flotar, de ser, de existir. No poda saberlo. Ya nada saba.Ya, ni siquiera era yo.

5 Cuando volv a serlo, fue en el instante siguiente.O una eternidad despus. No era fcil de saber eso. No haba existido para m tiempo ni distancia algunos, en aquel estallido etreo, acaso csmico, en que mi cuerpo, mi ser, mi sensibilidad y mi mente fueron simple luz primero, oscuridad despus y ahora volvan a adoptar las dimensiones que siempre tuvieron las que jams cre que pudieran perder.Pero aquel momento pudo estar hecho de miradas de siglos, de una autntica dimensin eterna de pocas, instantes, vidas y existencias fsicas. Aquel breve segundo en que cre flotar sin ser yo mismo, nadie sabra nunca lo que dur.Lo cierto es que tan sbitamente como lleg la vibracin disolvente, regres la forma vital, con todas sus normales circunstancias. Yo, Mark Raines, fui Mark Raines otra vez.Pero, dnde? Cun