Verne Julio - El Soberbio Orinoco

133
EL SOBERBIO ORINOCO Julio Verne

Transcript of Verne Julio - El Soberbio Orinoco

Verne, Julio - El soberbio orinoco

Digitalizado por kamparina e hyspastes. Agosto de 2005http://biblioteca.d2g.com

EL SOBERBIO ORINOCO

Julio Verne

1COINCIDEN DOS EXPEDICIONES EN EL ORINOCOCorra el ao 1893 cuando, en Venezuela y en la biblioteca de la Universidad de Ciudad Bolvar, tres famosos gegrafos mantenan una animada discusin que ya duraba tres largas horas.El tema lo mereca, porque se trataba de aclarar si el soberbio Orinoco, el famoso ro de Sudamrica y arteria principal de Venezuela, se diriga en su curso superior de este a oeste como los mapas ms recientes sealaban o vena del sudoeste, y en este caso, el Guaviare o el Atabapo no deban ser considerados como afluentes.Quien ms energa desplegaba era el profesor Varinas, quien sudando por su reluciente calva tesoneramente se empeaba en afirmar:Se equivocan ustedes. Es el Atabapo!Y yo digo que es el Guaviare! afirm una vez ms el no menos vehemente don Miguel.Contradiciendo a sus dos colegas, la opinin de don Felipe era la que han adoptado los modernos gegrafos. Segn stos, los manantiales del Orinoco estn situados en la parte de Venezuela que confina con el Brasil y con la Guayana inglesa, de forma que este ro es venezolano en todo su recorrido.Pero en vano don Felipe procuraba convencer a sus dos amigos, que adems tampoco estaban conformes en otro punto no menos importante, cuando por ejemplo don Miguel afirmaba:El Orinoco nace en los Andes colombianos, y el Guaviare, que pretende usted que es un afluente, es todo el Orinoco colombiano en su curso superior, venezolano en el curso inferior.Error! volvi a insistir don Varinas. El Atabapo es el Orinoco y no el Guaviare!De la pared de la gran sala colgaba un mapa y don Felipe se puso a estudiar la evidencia que le daba la razn contra sus dos colegas. Precisamente, y slo sobre la provincia de Bolvar, un gran ro minuciosamente dibujado trazaba su elegante semicrculo marcando sus afluentes, el Apura, el Guaviare y el Atabapo con otros muchos ms que formaban el gran Orinoco.Por qu entonces el seor Varinas y don Miguel se obstinaban en buscar las fuentes de la principal arteria venezolana en las montaas de Colombia, y no en los macizos de la sierra Parima, vecina del monte Roraima, gigantesco mojn de 2.300 metros de altura, donde se apoyan los ngulos de los tres estados, Venezuela, Brasil y la Guayana inglesa?Justo es advertir que no slo aquellos dos gegrafos sostenan sus aseveraciones. La discusin duraba ms de siglo y medio pese a la exploracin de Daz de la Fuente en 1706 cuando remont el Orinoco, as como cuando ms tarde lo hizo Robert Schomburg en 1840 y posteriormente el francs Chaffanjn. Venezuela segua siendo un inmenso pas con muchas amplias zonas an sin explorar en sus 972.000 kilmetros cuadrados, y debido a ello apunt a sus amigos don Felipe:Qu les parece si buscamos la solucin entre los tres?Cmo? indag el enrgico don Varinas, bastante perplejo.No comprendemos dijo a su vez don Miguel.Pues es muy sencillo, amigos mos. Los tres organizaremos una expedicin!Se refiere a remontar el ro? quiso concretar don Varinas.Exactamente! reafirm don Felipe, muy satisfecho de su idea. Se trata de subir hasta el pueblo de San Fernando, hasta el punto en que el Guaviare y el Atabapo vierten sus aguas, a algunos kilmetros el uno del otro. As les demostrar que esos ros no son ms que afluentes del Orinoco Y no el Orinoco mismo!Hereja! sigui sosteniendo don Varinas. No lo podr demostrar usted, don Felipe!Y usted qu dice, don Miguel?Que ah est su error. El Guaviare no es simplemente un triste ro tributario!Por favor, amigos: quiero que termine esta discusin y por eso se me ocurri lo del viaje. Quiz esta nueva expedicin fijar el curso del Orinoco definitivamente, admitiendo que no lo haya hecho ya el francs Chaffanjn.No lo hizo! rechaz al instante Varinas.Por mi parte acepto manifest don Miguel.Y yo! afirm Varinas.Pues no se hable ms: haremos los preparativos para el viaje volvi a decidir don Felipe, con su voz tranquila y penetrante.No hay que extraar que esta solucin, nacida en el curso de una prolongada disputa, pronto trascendiera al mundo cientfico y entre las clases superiores de Ciudad Bolvar, llegando incluso a apasionar a toda la repblica venezolana. La noticia de que los tres famosos gegrafos iban a partir para intentar resolver la cuestin del Orinoco y sus afluentes del sudoeste, produjo un gran efecto en el pas.No obstante, sera exagerar decir que por igual tal cuestin apasion a toda la poblacin venezolana, compuesta en aquel ao de 1893 de 2.250.000 habitantes, entre los que haba 325.000 indios, muchos de ellos viviendo en los bosques y la selva, 50.000 negros mezclados por la sangre de los mestizos, blancos, extranjeros o farangos, ingleses, italianos, holandeses, espaoles, franceses y alemanes. Y ello porque slo la menor parte hubiera podido discutir la mencionada tesis hidrogrfica.Pero como los habitantes de Ciudad Bolvar son demostrativos, apasionados y ardientes, los peridicos se mezclaron en la contienda y el pueblo hasta lleg a apostar sobre el posible vencedor, si es que llegaba a poder demostrar su tesis.Porque otro problema era: Ofreca el viaje serios peligros?Desde luego que s, sobre todo para viajeros que no pudieran contar ms que con sus propios recursos. Pero por otra parte, no vala la pena aquella vital cuestin algunos sacrificios por parte del Gobierno? No era sa la ocasin indicada para utilizar la milicia, que por aquellas fechas ya contaba con ms de 250.000 hombres en sus filas? Por qu no poner a disposicin de los tres exploradores una compaa del ejrcito para protegerles, ayudarles y llevar a feliz trmino el viaje?Don Felipe, don Miguel y don Varinas no pedan tanto: viajaran a sus expensas, sin ms escolta que los peones, los llaneros, los marineros y los guas que suelen vivir a lo largo de la ribera del ro, como otros esforzados de la ciencia ya haban hecho antes que ellos.De cualquier manera, los tres gegrafos haban decidido no subir ms arriba del pueblo de San Fernando, precisamente levantado casi en la confluencia del Atabapo y del Guaviare. Y ello porque, en los territorios atravesados por la parte alta del ro, era principalmente donde haba que temer los ataques de los indios.Precisamente en Ciudad Bolvar reinaba alguna inquietud sobre la suerte de dos franceses, que haban partido ro arriba haca un mes. Despus de haber pasado la confluencia del Meta, esos viajeros se haban aventurado a travs del pas de los indios quivas y de los guahibos, ignorndose lo que les haba sucedido.En verdad que si los indios sedentarios del oeste y del norte del gran ro son de costumbres ms dulces y se entregan a los trabajos agrcolas, no se poda decir lo mismo de los que vivan en las sabanas de la gran curva del Orinoco, pues tales hombres primitivos muchas veces se convertan en terribles bandidos, tanto por necesidad como por inters.Pero don Felipe, don Miguel y don Varinas no estaban dispuestos a detenerse ante nada. Y ese afn fue el que los llev a tomar contacto con otros personajes que, llegando desde la lejana Francia, tambin venan dispuestos a remontar el soberbio Orinoco.

* * *

Ignorando el revuelo que la prxima expedicin de los tres gelogos haba levantado en Ciudad Bolvar, sobre la cubierta de un barco francs un joven seal las costas venezolanas al decir a su compaero de viaje:Venezuela, Marcial! Pronto remontaremos el Orinoco.Pero quines son estos dos nuevos personajes? Por qu llegan desde la lejana Francia y despus de haber atravesado el Atlntico aspiran tambin a remontar el ro Orinoco? Cul es, realmente, el objetivo de tan largo viaje?De momento bastar con presentarles, dejando que el porvenir vaya, por s solo, contestando a todas esas preguntas. Aunque no hay duda de que se trata de dos franceses, dos bretones de Nantes de muy distinta edad y apariencia.El joven tiene facciones delicadas y es de regular estatura, aunque parece dotado de constitucin vigorosa para la edad de unos diecisis aos que confiesa. Su cara es algo severa, casi triste, cuando se entrega a sus habituales pensamientos; pero resulta encantadora cuando sonre y muestra una dulce mirada que colorea sus mejillas al hablar con extraos.El otro personaje es un cincuentn, que reproduce exactamente el tipo de sargento que ha servido mientras se lo han permitido, tomando el retiro como subteniente. Es uno de esos valientes militares que al licenciarse suelen quedar en las casas de sus antiguos jefes, devotos y gruones, pero que llegan a ser el facttum de la familia, que ven educar a los nios cuando no son educados por ellos mismos, que les miman, que les dan sus primeras lecciones de equitacin hacindoles cabalgar en sus rodillas, y las primeras de canto ensendoles las canciones del Regimiento.Y a este endurecido militar el joven Juan le ha impuesto ahora la obligacin de tutearle, de llamarle sobrino y l a su vez to: todo eso adems de prcticamente obligarle a que le acompae en aquella arriesgada aventura.Por eso el buen Marcial protest nada ms indicarle su sobrino las costas de Venezuela:No me gusta esto. Insisto que este viaje es una locura!Con dulzura pero al tiempo con decisin, el joven protest a su vez acercndose a su refunfuante compaero de viaje:Era preciso, Marcial! No puedo vivir siempre con esta duda!Una vez ms, el rudo ex sargento tena que aceptar. Por otra parte, ya era tarde para arrepentirse a la vista de las costas americanas. Recordaba que das atrs le haba ordenado comprar todo un equipo de explorador en el mejor almacn de Nantes, probndose el joven aquellas ropas que le permitan ocultar su verdadera identidad. Y tambin recordaba que cuando le hizo a su sobrino las primeras recomendaciones, Juan le haba insistido:Tengo que ir, Marcial! Debemos saber si an vive el comandante Kermor!Ante la evocacin de este nombre, el ex sargento se haba rendido. El comandante Kermor haba sido su jefe y mutuamente se haban salvado la vida en los campos de batalla, durante la guerra del segundo Imperio francs, que termin con el desastre de 1870.S: l tambin quera apurar las posibilidades de encontrar a su querido jefe, desaparecido de Francia haca ya muchos aos. Y si la nica pista que tenan del comandante Kermor estaba en Amrica, acompaara al decidido joven hasta all.Y eso aunque no le gustase prescindir de su uniforme, tener que llamar sobrino al joven y vestir unas ropas que le irritaban y que durante la travesa le hicieron gruir:Me revienta vestir as! Y sobre todo que ocultes tu verdadera personalidad, querido sobrino.Todo eso es necesario, Marcial le haba insistido el joven. No lo comprendes?Cuando embarcaron en Francia, el buen Marcial sinti nuevas zozobras. Cierto que se esmer en rodear a su joven acompaante de cuidados y atenciones, no perdindole de vista; pero ni durante un solo minuto dej de temer lo peor.Que por cualquier fatal casualidad le descubrieran!En cambio, Juan dio la sensacin de que andaba a sus anchas con aquellas ropas, que saba desenvolverse muy bien y hasta que era un perfecto muchachito que viajaba con su hurao to por placer.Menudo placer! haba refunfuado una vez ms el rudo Marcial, das antes de llegar a las costas americanas. Usted sabe que remontar el Orinoco no ser ningnAh, mi buen Marcial! le haba interrumpido su acompaante. Desde cundo un to le habla de usted a su sobrino?Ah, perdone! Quiero decir, perdona, Juan.No debes olvidar tu papel, o estaremos perdidos. Alguien podra sospechar!Es que tengo la cabeza muy dura.Tambin debes perfeccionar tu espaol. En Venezuela no se habla francs!Uf! Para un viejo soldado que ha hablado el francs toda su vida, resulta terrible aprender ese galimatas.Una vez dijiste que el comandante Kermor te ense algo de espaol.Pero de eso hace muchos aos. Ni haba nacido usted yMarcial!Otra vez met la pata! Perdona, Juan No logro acostumbrarme!Pues tienes que hacerlo, por lPor l lo hara todo, querido sobrino! Mira, Juan: si Dios me dijera: Sargento, dentro de una hora estrechars la mano de tu comandante, y diez minutos despus te partir un rayo, yo le respondera: Est bien, Seor; prepara el rayo y apunta al corazn.Al orle, el joven se aproxim al viejo soldado y le enjug las lgrimas rebeldes que brotaron de sus ojos al decir aquello, mirndole con ternura. A su vez Marcial le atrajo a su pecho y le oprimi entre sus brazos, hacindole decir al joven:Bueno, bueno, Marcial. Me estrujars!Perdone, quiero decir, perdona, Juan. Soy un bruto!Y un sentimental: por eso ests aqu conmigo, en esta barcaEncogindose de hombros, con visible resignacin en los gestos el ex militar suspir:Todo sea por el comandante Kermor!Cuando los dos viajeros llegaron al fin a tierras americanas, tras desembarcar en la Guayra, el verdadero puerto de Caracas, por un camino de hierro se trasladaron a la capital de Venezuela. Pero el hermoso espectculo de la bella ciudad no consigui distraer ni un solo instante al sargento Marcial y a su sobrino de lo que haban venido a hacer.En los das que pasaron all, se ocuparon en reunir datos relativos al viaje que iban a emprender, y que tal vez les arrastrara hasta las lejanas y casi desconocidas regiones de la repblica venezolana.Las indicaciones que posean eran sumamente escasas e imprecisas, pero esperaban completarlas en San Femando. Desde all, estaban decididos a continuar sus pesquisas hasta tan lejos como fuera necesario; aunque tuvieran que llegar a los ms peligrosos territorios del Alto Orinoco.Y si entonces el sargento Marcial trataba de ejercer su autoridad, si trataba de impedir que Juan se expusiera a los peligros de tal viaje, el viejo soldado conoca de sobra que chocara contra una tenacidad verdaderamente extraordinaria en un joven de aquella edad.Y el buen Marcial volvera a ceder otra vez. Con estos pensamientos el joven Juan se puso en camino de Ciudad Bolvar siempre acompaado del ex militar, desde donde deban volver a embarcar en el Simn Bolvar, que efectuaba el servicio del Bajo Orinoco, ascendiendo por la corriente del ro hacia regiones menos exploradas.Dios nos proteja! exclam el joven al ponerse en camino.l te oiga! se limit a desear Marcial.

* * *

Cuando Juan y Marcial se acercaron a los muelles para embarcar en el Simn Bolvar, el gento all congregado casi no les permita avanzar. Gran nmero de amigos y partidarios de los tres famosos gegrafos se haban dado all cita para despedirlos, y la gente gritaba agitando banderitas.Viva el Guaviare!Viva el Atabapo!Viva el Orinoco!Propenso siempre a refunfuar y sobre todo a proteger a su joven compaero de viaje, el sargentoMarcial a su vez se puso a protestar para evitar tantos empujones:Pero qu diablos pasa aqu?Hacindose cargo de la situacin por los vtores y los comentarios de los entusiastas, el joven razon:Debe ser que despiden a alguna expedicin cientfica dispuesta a remontar el Orinoco.Pues es lo que nos faltaba; yo preferira ms tranquilidad.Embarcaron en medio de las exclamaciones de los mozos que llevaban los fardos y de los marineros que acababan sus preparativos para desamarrar, y a pesar del ensordecedor silbido de las calderas y de los mugidos del vapor huyendo por las vlvulas, no dejaron de escuchar el tremendo bullicio de los muelles.Desde cubierta vieron a los tres gegrafos que embarcaban entre otros muchos pasajeros, la mayora de ellos traficantes que transportaban mercancas al interior del pas o las conducan a los puertos de las riberas del gran ro.Venezuela pertenece por completo a la zona ecuatorial, por lo que su temperatura media est comprendida entre los veinticinco y los treinta grados centgrados; pero es variable, como suele ser en los pases montaosos. Entre los Andes del litoral y los del Oeste, el calor adquiere la mayor intensidad, es decir, en la superficie de los territorios donde jams llegan las brisas marineras. Incluso los vientos generales, los alisios del Norte y del Este, no consiguen suavizar los rigores del clima.Sin embargo, aquel da, por estar el cielo cubierto y amenazar lluvia, los pasajeros no sufrieron excesivo calor. La brisa que vena del Oeste, en sentido contrario a la marcha del vapor, produca a los viajeros sensacin de bienestar.Unas horas despus, el Simn Bolvar pas a la vista de la isla Orocopiche, donde si el Orinoco no llega a tener ms que novecientos metros de anchura, ms arriba la dobla y hasta triplica y desde la cubierta Juan pudo contemplar claramente la inmensa planicie, en la que aparecan muchos cerros solitarios y lejanos.Antes del medioda, el capitn de la nave indic a los pasajeros de primera que pasaran al comedor, dndose la casualidad de que el sargento Marcial y Juan quedaron sentados frente a los tres famosos gegrafos que cortsmente les saludaron. Pero Marcial se limit a soltar un leve gruido y, siempre muy conciso, cuando don Felipe, don Miguel y don Varinas se presentaron, slo indic:Me llamo Marcial: ste es mi sobrino Juan.Naturalmente, los tres gegrafos eran el centro de atencin y fue as que ellos sostuvieron el peso de la conversacin. Como se saba el objeto por el que haban emprendido el viaje, los dems pasajeros se acercaban e intercambiaban palabras con ellos, llegando incluso el sargento Marcial a interesarse y a no encontrar inconveniente en que su sobrino tambin satisficiera su curiosidad.La comida era variada, pero de inferior calidad. De cualquier manera, es menester no mostrarse muy exigente en los barcos que remontan el Orinoco y, realmente, durante tales navegaciones se considera gran suerte hallar lonchas de carne fresca en el men que sirven los camareros.Como la discusin Atabapo-Guaviare-Orinoco segua entre los tres gegrafos y cada uno aduca sus razones, lleg un momento en el que el sargento Marcial pregunt, al quedar sentado frente a los tres cientficos:Y qu inters puede tener eso? Que un ro se llame de una manera u otra, siempre ser agua que corre siguiendo una pendiente natural.Los tres gegrafos se miraron entre s, pero por ser el ms calmoso don Felipe rechaz:Sin duda, seor mo; pero si no hubiera estas cuestiones, de qu serviran los gegrafos? Y si no hubiese gegrafosNo podramos aprender geografa tuvo que reconocer un tanto mohno el mismo sargento Marcial.De pronto, con cierto tono irnico, el vehemente Varinas indag mirando directamente a los ojos al compaero del joven silencioso:Usted es militar, verdad?Lo soy Y a mucha honra! estall el ex sargento. Lo dice usted por la pregunta tonta que hice, caballero?Oh, no! No debe molestarse; simplemente fue curiosidad.Deseando volver a suavizar la charla, el joven intervino al anunciar a sus compaeros de mesa:A m me sirven de gua las relaciones de los viajes de Chaffanjn.Excelente explorador su compatriota! alab siempre amable don Felipe. Sin embargo, hoy en da ya est superado. Lo digo porque existen zonas del Orinoco que Chaffanjn no visit y que es preciso explorar ms.Tambin sonriente, el profesor don Miguel se ofreci al joven:Si a usted le interesan las cosas del Orinoco, tanto mis colegas como yo gustosamente quedamos a su disposicin. El viaje ser largo y podremos tener amenas charlas queA mi sobrino le basta y sobra con el libro de Chaffanjn volvi a intervenir con cierta sequedad el sargento Marcial.Confuso por tal brusquedad, don Miguel musit:Perdone, mi ofrecimiento fueUna severa mirada del joven hizo que el robusto ex militar se ruborizase, empezando a balbucear:Perperdnenme ustedes a m. Creo que otra vez met la pata. Juan y yo les agradecemos sus ofrecimientos, pero no creo que nos interese el ro tanto como a ustedes.Es natural intervino Varinas. Al fin de cuentas, aqu los gegrafos somos nosotros.Lo peor de aquella tensa tirantez que se haba creado en la mesa era que la lluvia haba empezado en el exterior y nadie poda salir a cubierta. Era preciso seguir sentados all, observndose mutuamente y manteniendo una forzada conversacin que, sobre todo al pobre Marcial, le pona en vilo.Y todo por lo que l saba; por aquella condenada doble personalidad del muchachoLa tarde empez a caer y el vapor pas al Oeste de la embocadura del Caura. Este ro es uno de los ms considerables afluentes de la ribera derecha que vienen del Sudeste a travs de los territorios de los Panares, Inao, Arebatos y Tapanitos, y riega uno de los ms fecundos y pintorescos valles de Venezuela.Los pueblos ms prximos a las riberas del Orinoco estn habitados por mestizos civilizados, muchos de ellos de origen espaol, y los ms lejanos no dan asilo ms que a indios an salvajes, guardianes de ganado, llamados gomeros porque se ocupan tambin de la recoleccin de las llamadas gomas farmacuticas que extraen de ciertos rboles.Ms arriba de la embocadura del Caura, el Orinoco presenta una anchura de unos tres mil quinientos metros, dado que normalmente las pertinaces lluvias tropicales contribuyen en gran medida a su gran caudal, elevndose muchas veces el nivel de las aguas.Debido a esto fue preciso que el capitn del Simn Bolvar maniobrara con suma prudencia, bordeando la isla Tucuragua a la altura del afluente de tal nombre. El barco experiment algunos choques con troncos de rboles que arrastraba la corriente, en el instante en que don Miguel anunciaba a sus compaeros de mesa:Nosotros tres partiremos de San Fernando. Tambin van ustedes hacia all?Pues nosotrosEl joven Juan se interrumpi al tener que mirar a su compaero de viaje que bruscamente se haba levantado, para anunciar sin ms transicin a los cientficos:Disclpennos, seores Ya es tarde y tenemos que retirarnos.Los tres gegrafos quedaron vivamente sorprendidos. Estaba muy claro que aquel hombre recio y arrogante no aceptaba ninguna clase de pregunta sobre los motivos de su viaje con el muchacho, dando pruebas de una actitud que muy bien poda calificarse de grosera.Pero por qu?Buenas noches escucharon musitar al joven, ruborizndose por la actitud seca de su forzudo compaero. Han sido ustedes muy amables y yoVamos, Juan; tienes que dormir insisti Marcial. Y con leve inclinacin de su enrgica cabeza, a su vez se limit a desear: Buenas noches, seores.Nada ms quedar ante la mesa solos, la conocida vehemencia del profesor Varinas qued una vez ms de manifiesto al estallar:Qu grosero! Habis visto? Ni tan siquiera dej contestar al muchacho a la pregunta que le hizo usted, don Miguel.Creo que ese muchachito est dominado por su to.To? volvi a ironizar Varinas. Si lo es, resulta un to que muestra aspecto de grun tutor.Compadezco al joven que ha cado bajo su rgida tutela contest a su vez don Felipe, pues tiene que soportar sus brutalidades.Pues yo les digo que ese to y sobrino excitan mi curiosidad. Si remontan el Orinoco, ser para algo, no?No se preocupe usted, Varinas recomend don Felipe. Y no olvide que realizamos este viaje como gegrafos No como detectives!Don Felipe tiene razn apoy don Miguel.Es que me irritan estas cosas! Trata al muchacho como si fuera un nio y a m me pareceFuera del saln comedor, la charla se desarrollaba a su vez entre el muchacho y Marcial, que empez a pedir:Perdona, pero tena que hacerlo.Por qu, Marcial?Porque charla que te charla, tienes un fallo y esos tipos son muy listos.Y muy amables! Y en cambio, tQu pasa? No estoy representando bien mi papel?Regular solamente, porque te muestras muy nervioso.Y hay para estarlo! Menuda risa, si llegan a saber quin eres realmente.Tranquilzate, hombre; ya has odo que esos gegrafos tambin se dirigen a San Fernando.Lo o!Pues es posible que hayan odo hablar del comandante Kermor.Ante el silencio de su recio compaero, el muchacho aadi:Sabemos que el comandante Kermor pas por San Fernando hace unos catorce aos. Esta carta lo atestigua!S, peroCrees que se encontrar todava all, Marcial?No s Es mucho tiempo! Son muchos aos!No s lo que dara por tener una pista ms concreta que esta carta que lleg a mis manos.Ahora vamos a descansar.Al da siguiente, en las primeras horas, el Simn Bolvar, cuyos fuegos haban sido mantenidos, volvi a ponerse en camino despus que la tripulacin hubo embarcado y apilado en el primer puente la madera cortada en los bosques ribereos.El vapor haba anclado durante la noche en una de las dos bahas del pueblo de Motaico. Cuando sali de ella, el coquetn conjunto de casitas en otra poca centro importante de las misiones espaolas desapareci pronto tras un ngulo de la ribera.Durante el da se pas por la aldea de Santa Cruz, formada por una veintena de casas en la ribera izquierda, para ms tarde rebasar la isla de Guanars, en otra poca residencia de los misioneros.Lleg un momento en que fue preciso franquear varios raudales, producidos por la inesperada estrechez del ro ms grande y caudaloso de Venezuela. La madre Naturaleza empezaba a mostrarse caprichosa, tanto por lo que respecta al Orinoco como las grandes extensiones de tierra que fecundaba. La selva se haca a cada hora ms densa y tupida y pareca que todo lo ahogaba aquel verdor propio de las zonas tropicales, donde se agrupaban poderosos y altos rboles, prueba de la rabiosa fertilidad del suelo.Desfilando ante ellos en sucesin sin lmite, Juan y Marcial podan ver troncos chaparros retorcidos, como el del olivo, cubiertos de hojas consistentes y de fuerte olor que llegaba desde las orillas hasta ellos. Palmeras copernicias de extendidas ramas formando gavillas y desplegadas como gigantescos abanicos; palmeras moriches que forman lo que se llama el morichal, es decir, un pantano, pues tales rboles tienen la propiedad de extraer el agua del suelo hasta formar fango a sus pies.Adems vean copaiferas, gigantescas mimosas, con una honda hendidura, hojas de fina contextura y de un rosa plido. En los bosques se vean a millares elegantes ramilletes de sensitivas, adormideras y rboles del tinte.Entre toda esta vegetacin saltaban bandadas de monos, casta que pulula en los terrenos venezolanos, y de la que hay ms de seis especies, tan inofensivas como ruidosas, cuyo estridente parloteo asusta a los que no conocen los bosques tropicales. Y al mismo tiempo, tambin de rama en rama saltaba todo un mundo alado; trupiales, que son los primeros tenores de estos orfeones areos, y cuyo nido pende en el extremo de un largo bejuco; escochetes de las lagunas, pjaros encantadores y graciosos; y ocultos en las hendiduras de los troncos y en espera de la noche para salir, numerosos guarharos, llamados as en esas zonas, pero ms conocidos por petreles, que cuando se lanzan desde las altas copas de los rboles parecen ser lanzados como las flechas, como movidos por resorte.Observando todo aquel maravilloso panorama, el sargento Marcial suspir:Me gustara andar por una de esas riberas, cazando con mi fusil.Para matar monos? quiso divertirse su joven amigo.Monos, no. Pero estoy seguro que, internndonos en esas selvas, encontraramos caza mayor.Aun no habiendo estado nunca en las selvas que bordean el soberbio Orinoco, el sargento Marcial tena razn. Cualquiera que se interne en ellas muy bien puede tropezar con los felinos, grandes y pequeos, tales como los jaguares, los pumas y los ocelotes, siempre al acecho en los grandes bosques. Y hasta tal vez tropezar con osos, aunque tales plantgrados suelen tener el genio amable.Respecto a los habitantes humanos de aquellas zonas que iban dejando atrs, eran generalmente mestizos, mezclados a algunos centenares de indios, ms dispuestos a ocultarse en el fondo de sus cabaas de paja, que a mostrarse fuera, sobre todo las mujeres y los nios.Bah! Esos tipos son pequeajos e inofensivos exclam hasta con cierto desdn el ex militar.Qu esperabas? Gigantes con fuerzas de titn?El que tiene un hambre de titn soy yo.Pues vamos al saln-comedor yNo! Prefiero que nos sirvan en nuestros camarotes.No es muy civilizada tu actitud, Marcial reproch el joven. Nos echarn de menos y eso es tanto como hacerles un feo a esos hombres que tan amablemente compartieron nuestra mesa.Lo s y lo siento. Pero no puedo evitar que me tiemblen las carnes cada vez que pienso que si te descubrenSon buena gente. Creo que hasta podramos fiarnos de ellos.No! volvi a rechazar. Se reiran de m, o me llamaran loco por haberte permitido este viaje.Pero por qu, mi buen Marcial?Porque t slo eres unaNo pudo terminar: la mano del muchacho tap su boca y con la voz susurrante le pidi:Chist! Calla! Puede orte alguien, por favor.Lo ves? se desquit el hombre rudo. A ti tambin te asusta que descubran tu secreto.Naturalmente que los tres gegrafos echaron a faltar en el saln-comedor al ex militar Marcial y a su joven sobrino, pero Varinas se limit a comentar, mientras daba cuenta de un buen filete:Lo dije! Esa pareja nos oculta algo.Vamos, vamos, don Varinas intervino conciliador don Felipe. Tienen derecho a comer en sus camarotes, si as lo desean.No les gustar nuestra compaa apunt don Miguel.Y por qu no? Creo que somos gente culta y civilizada, corteses y amables. Nuestro comportamiento creo que fue totalmente correcto con los dos. Incluso el muchacho nos result simptico y yoDon Varinas.Diga, don Felipe.Quiere dejar de darle vueltas al asunto? No nos interesan los problemas ajenos, sino llegar a fijar, y de una vez por todas, si el Orinoco es el Orinoco o bienAlzando la mano con el tenedor en ristre, al instante don Varinas apunt:Esa es la principal cuestin, don Felipe! Al llegar a San Fernando les demostrar que el Atabapo esY dale! cort don Miguel. Ser yo quien demuestre que es el Guaviare quienY siguieron as, cada uno sosteniendo sus razones en una discusin que pareca no tener final, pero que precisamente por eso serva a los tres gegrafos para mantener vivas sus respectivas esperanzas durante el viaje.El viaje prosigui siempre Orinoco arriba sin ningn percance, hasta que el Simn Bolvar fue acercndose a la ensenada de una poblacin llamada Las Bonitas.2INVITADOS POR EL GOBERNADORJustamente en Las Bonitas, tena su residencia el gobernador del territorio del Caura, zona regada por este importante tributario del Orinoco.El pueblo ocupa, en la orilla derecha del ro, el sitio en el que en otra poca se asentaba la misin espaola de Altagracia. Poda decirse que los misioneros haban sido los verdaderos conquistadores de aquellos pueblos americanos que el correr del tiempo y la historia convertira en hispanoamericanos. Esto es: en venezolanos, en aquel caso.En ese apartado rincn venezolano las novedades diarias no eran muchas, por lo que s constitua una de ellas, y de las ms entretenidas y apreciadas!, el hecho de la llegada de algn barco. Debido a esto no resultaba extrao que el mismo gobernador en persona acudiese a los muelles, sobre todo conocedor de que tres famosos gegrafos remontaban el ro al objeto de sus estudios hidrogrficos.Nada ms descender del barco Marcial y Juan vieron al grueso y orondo gobernador de Las Bonitas recibir y dialogar animadamente con los tres gegrafos, aunque mirando de vez en cuando a los dos franceses como con la intencin de acercarse a ellos, para tambin saludarles. El vivaz ex sargento comprendi la maniobra y quedamente avis a su joven acompaante:Atencin! Ese gordinfln trata de acercarse a nosotros y seguramente nos coser a preguntas.No sera correcto rehurse, Marcial.Pero mejor sera que se ocupase de sus cosas.Si el gobernador nos interroga, est en su derecho. Por otra parte, no me negar a contestar. Hasta es posible que obtengamos de l algunos informes!Gru sordamente el ex sargento, se acerc ms al joven con aire protector al ver que decididamente el hombre grueso caminaba hacia ellos, para indagar con amable y obsequiosa sonrisa muy venezolana:Ustedes son franceses, verdad?S, seor gobernador! respondi el joven, descubrindose corts ante el grueso personaje, elegantemente vestido.Y su compaero, joven?Mi to tambin es francs, seor. Un antiguo sargento retirado.Aunque el ex sargento Marcial an estaba poco familiarizado con la lengua espaola, comprendi perfectamente que se referan a l. As que enderez el corpachn, convencido de que un sargento del 72 de Lnea vala tanto como un general o un gobernador venezolano. Ante su taconazo sigui escuchando que aquel hombre deca:No creo ser indiscreto al preguntarles si piensan seguir su viaje ro arriba.Por supuesto, seor; no lo es. Seguiremos!Por el Orinoco o por el Apura? insisti.Por el Orinoco.Quiz hasta San Fernando de Atabapo?Hasta ese pueblo, seor gobernador sigui contestando el joven. Y tal vez ms lejos, si los informes que esperamos recoger all lo exigen.Los tres gegrafos tambin se haban acercado, y al gobernador, lo mismo que a don Felipe, no poda menos que impresionarles vivamente el tono resuelto de aquel joven y la sencillez de sus respuestas, porque realmente toda su actitud inspiraba simpata. Pero precisamente contra esas visibles simpatas trataba Marcial de defender a su sobrino. Pareca que no quera que se le mirase tan de cerca, ni que otros extranjeros, gobernadores o no, demostraran el buen efecto que les causaba su gracia natural y personal encanto. Y lo que ms irritaba al ex militar era que don Felipe no ocultaba los sentimientos que le inspiraba el joven.Para l, el gobernador de Las Bonitas poco importaba, porque se quedara all, en aquel poblado cumpliendo sus misiones; pero aquel don Felipe era algo ms que un simple pasajero del Simn Bolvar, puesto que con los otros dos gegrafos deba remontar el ro hasta San Fernando y eso implicaba que las preguntas podan seguir.Por lo dems, como en aquellos instantes no poda enviar a su Excelencia a paseo, tuvo que dejar que el joven tomase parte en aquella conversacin que visiblemente le irritaba. Y ms cuando el gobernador pregunt directamente:Van ustedes a San Fernando?S, seor gobernador.Bien, pues Debido a mi autoridad, me permito preguntarles, con qu objeto?El joven no se inmut al apuntar:Con el objeto de obtener algunos datos, seor.Datos? Sobre qu, joven?Sobre el comandante Kermor, seor.Qued algo pensativo el grueso personaje, se pellizc el labio inferior con los dedos, antes de repetir quedamente:El comandante Kermor? Es la primera vez que oigo pronunciar ese nombre. Y la verdad, no tengo noticia de que, desde Chaffanjn, ningn francs haya sido visto por all.Pues el comandante Kermor, sin ninguna duda, estuvo en San Fernando, incluso algunos aos antes.Vaya, vaya, joven! Y en qu funda usted su afirmacin?En la ltima carta del comandante Kermor que se ha recibido en Francia. Carta dirigida a uno de sus amigos en Nantes y firmada por l.Todo esto es muy interesante! exclam el gobernador.El personaje se dio cuenta del vivo inters que tambin ponan en la charla los tres gegrafos, por lo que inesperadamente invit:Pero qu hacemos hablando aqu? Me hacen el honor de ser mis invitados?Nuevo movimiento de recelo por parte del inquieto Marcial, que el joven ataj al aceptar:El honor ser para nosotros, seor gobernador.Le agradezco que acepten, joven. Ah! Son tan pocos los extranjeros que nos visitan, que les recibo con los brazos abiertos, cranme.No queremos causarles molestias. NosotrosSeor le ataj el grueso personaje. Su rigidez militar me asombra. Bien est para un viejo soldado como usted seguir en el barco, mientras no prosigue el viaje. Pero qu me dice de este jovencito, que podr asearse, baarse, cambiarse y descansar mucho mejor en mi residencia?Precisamente por eso, seorNo se hable ms! cort la autoridad suprema de Las Bonitas. No es que disponga de un palacio, pero s de una buena casa, donde todos ustedes sern bien recibidos.Al or aquello, con ms alarma en los ojos, el recio Marcial indag, al sealar a los tres gegrafos:Y ellos, ellos tambin seor?Por qu no? pregunt con extraeza el gobernador. Son famosos cientficos los tres! Tanto don Felipe como don Miguel, y no digamos don Varinas!, sern el ornato de mi casa, si aceptan.Encantados, Excelencia casi dijeron a la vez los tres.Pues no se hable ms: en mi casa y ante una buena mesa, continuaremos nuestra agradable charla. Les parece?Marcial fue a objetar an algo, pero un discreto pisotn del joven le hizo frenar la lengua al orle decir:Es usted la amabilidad en persona, seor.Y usted parece un excelente muchacho. Para sus pocos aos, demuestra una educacin y una madurez dignas de elogio, jovencito.La mirada que de soslayo le lanz el gobernador al serio Marcial, fue todo un poema. Era como si con los ojos mudamente le estuviera reprochando: Pero usted no, amigo. Usted es rudo y hasta grosero! De no ser por su joven amigo No le invitara a mi mesa!El almuerzo fue sencillo, pues no se puede esperar de un gobernador de provincia tan remota como aqulla, lo que del presidente de la Repblica de Venezuela; pero los invitados fueron objeto de una cordialsima acogida e incluso los criados de la casa se mostraron en todo momento atentos a servir los deseos de los invitados, quienes, efectivamente, con mayores comodidades que en el barco, pudieron asearse, cambiar de ropa y presentarse a la mesa frescos como rosas.Claro est que, inicialmente, primero se habl de la misin de los tres gegrafos. Pero el gobernador, como hombre listo, se guard muy bien de tomar la defensa del Orinoco, del Guaviare o del Atabapo, para que la discusin entre los tres cientficos no prosperase.Lo esencial era que aquella charla no terminase en disputa y, quiz por eso, deseando cambiar el curso de la charla, el dueo de la casa volvi a apuntar, mirando alternativamente a Marcial y a su joven acompaante:De manera que ustedes dos tambin seguirn ro arriba, hasta San Fernando, verdad?As es, seor afirm el joven.Y creo recordar que me dijo que era para buscar datos sobre, sobreSobre el comandante Kermor, seor.Ah, s! Kermor Kermor. Un francs quien, por lo visto, escribi una carta a un amigo en Francia, no es as?S, seor.Deduzco de ello que ese comandante Kermor permaneci algunos aos en San Fernando?Debi ser as, puesto que esa carta aparece fechada en el da 12 de abril de 1879.Al or aquello, el dueo de la casa exclam:Eso me asombra, amigos mos!Por qu, seor?Mi querido muchacho, porque en esa fecha yo me encontraba, precisamente, en San Fernando. S; tena el puesto de gobernador de Atabapo entonces. Y les digo que si un francs, tal como ese comandante Kermor que nombran, hubiera aparecido por mi territorio, con toda seguridad yo me habra enterado. Y les doy mi palabra que mi memoria no recuerda nada de eso!La precisa informacin del gobernador pareci causar una profunda impresin al joven. Su rostro delicado, animado durante la conversacin, pareci perder el color. Sus ojos se humedecieron y se le vio hacer un gran esfuerzo para poder decir:Mi to y yo agradecemos mucho el inters que se toma por esto, seor. Pero aunque usted no haya odo hablar nunca del comandante Kermor, estoy seguro de que l se encontraba en San Fernando el da 12 de abril del ao 1879.Seguro, joven?El muchacho extrajo un sobre de uno de sus bolsillos al afirmar:Seguro, seor! Puesto que desde dicho punto envi la ltima carta que de l se ha recibido en Francia. sta!Rein el silencio en la mesa y todas las miradas quedaron clavadas en la carta que les mostraba el joven, hasta que fue roto por don Felipe al decir:Y qu haca un comandante francs en San Fernando por esas fechas?Como siempre andaba receloso desde que haban emprendido aquel largo viaje, el ex sargento Marcial fulmin al gegrafo con los ojos al exclamar:Ah! Tambin usted quiere hacer preguntas, amigo? El seor gobernador pase, pero ustedesPero una vez ms tuvo que frenar su mal humor ante la muda indicacin de la mano de su joven acompaante, que pretendi contestar a la pregunta al decir:Ignoro lo que haca el comandante Kermor en San Fernando, por esas fechas, don Felipe. En todo caso, es un secreto que quiz mi to y yo descubramos si Dios permite que nos reunamos con l.Ante todo, les dir que mi pregunta no fue para molestarles aclar el gegrafo, mirando directamente a los ojos de Marcial.Pero fue una pregunta impertinente! insisti el ex militar.Caballeros! exclam el gobernador, imponiendo la paz.Luego guard silencio, pareci reflexionar y directamente clavadas las pupilas en el muchacho, indag:Dgame, joven Qu lazo le une a usted con ese comandante Kermor?El joven pareci dudar, y antes de contestar mir un instante a su recio y serio acompaante, pero al fin inform para sorpresa general:Es mi padre!Su su padre? repiti como un eco don Varinas.Tras el breve silencio que sigui a tal afirmacin, el grueso gobernador pareci que volva a meditar, como haciendo esfuerzos para recordar al decir:Pues insisto en que en esa fecha que dice no conoc a nadie en San Fernando que se llamase Kermor. Slo recuerdo que lleg un francs, pero a se todo el mundo le conoca, porque se trataba del famoso explorador Chaffanjn.Fue cuando realiz su ascensin Orinoco arriba? quiso concretar don Felipe.Exactamente! confirm el dueo de la casa.Y est seguro que no lleg ningn extranjero ms? insisti el joven.Pues no Aunque recuerdo perfectamente al padre Esperante.Esperante?S, un misionero, quiero decir.Francs, seor?No, mi joven amigo. Al menos, que yo recuerde hablaba el espaol.No pudo ser mi jefe manifest con cierto orgullo el calmado Marcial, al aadir: El comandante Kermor siempre fue un francs Y de pies a cabeza!He odo hablar del padre Esperante dijo al salir de su prolongado silencio don Miguel. No fund ms tarde una misin ro arriba, en Santa Juana?Exactamente! confirm el gobernador.La firmeza nuevamente apareci en los ojos expresivos del joven, que expres su decisin al informar:Pues si en San Fernando nadie nos puede dar razn de mi padre, tendremos que seguir subiendo hacia esa misin.Todos volvieron a centrar las miradas en el joven, con cierta alarma. Incluso el silencioso indio que les serva lo hizo y, tambin mudamente, aquel criado se santigu. Todo aquello resultaba tan expresivo en si, que el dueo de la casa se consider obligado a decir:Ms arriba de San Fernando? Eso es muy peligroso, joven!Arriesgadsimo! remach don Varinas.Una locura! opin don Miguel.No es aconsejable terci ms prudente don Felipe.Marcial busc con sus vivaces pupilas los ojos de aquellos tres entendidos uno a uno, antes de formular a su vez una pregunta que deseaba decir muchas cosas:Los indios, seores?Las tribus salvajes y otras cosas inform don Felipe.Por ejemplo?Por ejemplo, ya han viajado lo suficiente por el Orinoco, como para darse cuenta del ambiente que les rodea. En toda su costa la vegetacin es exuberante, tupida, inmensa! En estas circunstancias, la Naturaleza se muestra frtil y hasta si usted quiere, hermosa y maravillosa Pero es un peligro!Don Felipe quiere referirse a las lagunas, a los mosquitos, a los muchos insectos. Tambin a los animales, a las crecidas inesperadas de los ros, a sus desbordamientos y a mil peligros ms ampli a su vez don Miguel.Nada de todo eso nos importa rechaz con firmeza el joven.Pues deben tenerlo muy en cuenta insisti don Felipe. Por algo a este ro se le suele llamar El Soberbio Orinoco!Es como un mundo aparte terci don Varinas, secundando a sus compaeros.Escuchando aquellos argumentos, pero guiado por los que le dictaba el corazn, ahora fue el joven el que busc los ojos de todos al inquirir:Pero no comprenden? Se trata de localizar a mi padre!Pasando una de sus manazas sobre el hombro de su joven compaero, como deseando justificar la vehemencia en las exclamaciones anteriores, Marcial inform:Hace dieciocho aos que mi jefe, el comandante Kermor, abandon sin ningn motivo aparente Francia sin despedirse ni de sus ms ntimos amigos. Ni tan siquiera de m!Por el silencio que sigui comprendi que esperaban que siguiera y ampli:Todos los esfuerzos para conocer al principio los motivos de su desaparicin y su paradero, fueron intiles.Recordando, el gobernador seal al joven al decir:Y esa carta qu dijo?El muchacho volvi a mostrarla, al informar:Est fechada en San Fernando hace catorce aos. Pero nos ha llegado hace poco tiempo a nuestras manos.Uf! Es un dato muy dbil, joven.Y algo confuso objet don Miguel.Como una quimera dijo don Varinas.Catorce aos es mucho tiempo apunt el gobernador.Pero siempre hay una posibilidad insisti el joven. Por eso pensamos que debemos empezar all las pesquisas, en San Fernando, donde mi padre envi esta carta.Mi joven amigo, usted y su to han demostrado mucho nimo y mucha esperanza!, al emprender un viaje tan largo. Cruzar el Atlntico desde Francia a Venezuela ya es dejar medio mundo atrs, pero les aseguro que eso no es nada comparado con los riesgos que pueden correr, si realmente intentan subir por el ro ms arriba de San Fernando.La parrafada haba sido de Don Felipe y mirndole directamente a los ojos, el joven afirm:Los correremos! Nada nos detendr!Nada?Nada, don Felipe!Me admira su valor, joven: pero hay un factor contra el que el nimo ms decidido, nada puede.A qu se refiere, don Felipe?A algo contra el que no se puede luchar. El tiempo!Se refiere a esos catorce aos, desde que mi padre escribi esta carta?Exactamente! Su padre pudo haber pasado por San Fernando, puesto que lo demuestra esa carta que tiene que fue fechada all. Pero un militar, un hombre como debi ser el comandante Kermor Cranme que me cuesta trabajo admitir que puede pasar nada menos que catorce aos en un lugar tan remoto y perdido como se.Sus razonamientos son justos terci don Miguel.Lo mismo opino! remach don Varinas.A no ser queEl grueso gobernador se interrumpi, para solicitar antes de seguir:Me prometen que no se ofendern?Marcial y el muchacho se miraron sin comprender, hasta que el joven anim:Adelante, seor. Le damos nuestra palabra.Pues a no ser que el comandante Kermor est huyendo de algo y por ese motivo desapareciera de Francia sin despedirse de nadie. Esa podra ser una razn: como lo sera pasar catorce aos medio escondido en San Fernando, desde donde decidiera escribir esa carta que a ustedes les ha puesto sobre su pista.Nada ms terminar de exponer sus pensamientos, Marcial olvid la promesa hecha por su sobrino de no ofenderse y crey conveniente ponerse en pie para casi gritar:Eso que ha dicho es ofensivo, seor!Por favor, Marcial rog el joven.No! Esto s que no lo soporto! Nadie puede dudar de la honorabilidad de mi jefe! El comandante Kermor siempre fue un caballero, seores!Pero hombre No se ponga as! empez a excusarse el dueo de la casa medio sonriente. Slo fue una idea, intentando encontrar explicacin a todo esto yY le parece digno apuntar que el comandante Kermor puede estar huyendo de algo? Huir es de cobardes, y mi jefe nunca lo fue!Yo no dije que sea un cobarde, hombre. Slo suger que quiz a veces pasan cosas en la vida queNo pretenda arreglarlo!Slo pretende excusarse, Marcial terci el joven.Marcial decidi sentarse muy digno y tieso, pero ni aun as el gobernador perdi su buen humor. Como buen venezolano era dado a la broma y su comentario fue sin dejar de sonrer al ex militar:Amigo mo, sabe que resulta usted graciosamente quisquilloso? De no tratarse de un problema tan serio como el de localizar al padre de su sobrino, le aseguro que al verle tan ofendido Me habra dado una buena panzada de rer!Pues no son graciosas insinuaciones, seor.Le repito que slo intent buscar una explicacin a la misteriosa desaparicin del comandante Kermor, as como su estancia en un lugar tan remoto como San Fernando.Yo admito tambin que son demasiados aos para que mi padre siga all terci el muchacho. Pero como por algn sitio debamos empezar, mi to y yo pensamos que al menos all podrn darnos alguna pista.Superada al fin la leve tensin entre el dueo de la casa y el iracundo Marcial, al llegar a los postres de aquella comida los criados indios, siempre eficaces y silenciosos como estatuas, sirvieron buena cantidad de pltanos, ya al natural, ya con el condimento de jarabe de melaza, que transformaba los frutos en una especie de confitura.Y como todos los presentes daban por sentado que ningn otro argumento podra hacer desistir al joven de proseguir su viaje, incluso osando palmear las recias espaldas del serio Marcial con una de sus manos regordetas, el simptico y humorista gobernador prometi:Les ayudar en lo que pueda, mi pundonoroso amigo.Cmo, seor? quiso concretar el impaciente joven.Pues no s Pidiendo a los indios que estn bajo mi mando que investiguen por ah. En el interior, ms all de las riberas del ro, hay poblados indgenas: quiz alguien haya odo hablar del comandante Kermor, no?Se lo agradeceremos mucho, seor.Bah! No tiene importancia. De algo ha de servir mi mando en esta regin! De esta forma, si tienen que regresar sin averiguar nada, quiz yo pueda decirles algo.Es usted muy amable.Entre otras muchas cosas, lo primero que van a necesitar es contratar una embarcacin.No sigue el Simn Bolvar ms arriba?Contina el viaje, pero no precisamente hacia San Fernando. Desde aqu tuerce por el tributario Cuchivero, para navegar luego por el Manapire y pasando la isla Taruma finalizar el viaje en los muelles de Caicara.Qu fastidio! volvi a refunfuar Marcial.No vuelva a preocuparse, hombre le anim nuevamente el gobernador. Aqu podrn contratar una piragua.Yo conozco un mestizo, cuyo negocio es navegar por el ro apunt don Felipe. Y como nosotros tambinSe interrumpi al or que Marcial rechazaba:Gracias, don Felipe. Ya nos apaaremos.3DOS PIRAGUAS RO ARRIBAAl da siguiente, una vez los cinco invitados del gobernador se despidieron de su amable anfitrin, tanto los tres gegrafos como Marcial y el joven muchacho se dispusieron a alquilar una embarcacin.Pero el reclutamiento de los marineros necesarios no resultaba cosa fcil: era menester buscar hombres diestros y osados, pues la mayora del tiempo las piraguas tienen que navegar contra el viento durante la estacin de las lluvias, y siempre contra la corriente durante los quinientos kilmetros que haba desde Las Bonitas hasta llegar a San Fernando.Quinientos kilmetros de ro durante los cuales a veces hay que enfrentarse con impetuosos raudales muy peligrosos, as como tramos llenos de puntiagudas rocas o caprichosos bancos de arena, que obligan a rodeos y enormes esfuerzos, y es que el Orinoco tiene sus caprichos, sus cleras como el ocano, y no se le afronta sin innumerables riesgos y peligros.No obstante, un gran nmero de indgenas tienen como nico oficio el contratarse para navegar por el ro. Pero puede uno fiarse totalmente de tales marineros? A decir verdad, slo medianamente. Y ello porque a veces resultan rapaces, no muy expertos y suelen desertar cuando las dificultades aumentan y llegan a temer por su propia vida.Por otra parte, como los viajeros tienen que tratar con el patrn de tales piraguas y el precio del flete se fija, no por la distancia que se ha de recorrer, sino por el tiempo que la embarcacin ha de prestar servicios, pensando que al reclutar una tripulacin y una sola piragua los gastos y los riesgos se reducan, los tres gegrafos decidieron hablar con el adusto Marcial, mxime conociendo los motivos del viaje del joven muchacho al que deseaban ayudar.Tratando sobre esto los tres cientficos se preguntaron entre s: Conseguiran domar la ferocidad de aquel ex sargento? Les permitira estrechar las relaciones con su joven sobrino? Triunfaran de la desconfianza, en verdad inexplicable, del antiguo soldado? Dulcificaran las miradas del cancerbero? Difcil sera, pero don Felipe se arriesg y buscndoles por los muelles le abord:No le parece que sera ms conveniente, ms ventajoso, ms seguro y hasta ms agradable hacer el viaje juntos hasta San Fernando en una misma embarcacin?Ante el gesto adusto de Marcial, don Miguel consider oportuno remachar:Escogiendo una piragua de dimensiones suficientes, los cinco podremos viajar en condiciones ms favorables.Marcial mir a los tres gegrafos y al encararse con don Varinas indag:Y usted no tiene nada que aadir?Slo esperar que usted y su sobrino decidan. Estoy de acuerdo con mis compaeros.Pues yo no! fue la seca respuesta.Ccmo? balbuce don Felipe.Lo siento S, lo lamento, don Felipe se dulcific algo Marcial, pero slo con esa negativa puedo contestarles.Pero por qu? Y en todo caso, al menos una negativa puede darse en forma ms corts.No soy ningn diplomtico, don Felipe, sino un rudo ex soldado.De todas formasFue cuando el joven se adelant, diciendo al intervenir:Caballeros, les ruego perdonen la rudeza de mi to. Su intencin no ha sido ofenderles. Lo que ustedes nos proponen atestigua gran cortesa por su parte, y en cualquier otra circunstancia habramos sido los dos muy dichosos en aprovecharnos de su buena voluntad. Pero nuestro deseo es tener una embarcacin para nosotros solos, de la que podamos disponer siempre, segn las circunstancias, pues es posible que los informes que nos den nos obliguen a cambiar nuestro itinerario, a permanecer en algn poblado o en otro.Hizo una pausa y al fin resolvi:En una palabra, amigos: tenemos necesidad de la ms completa libertad.Muy bien, joven: no pretendemos molestarles en nada.Al contrario, don Felipe: no nos molestan ustedes.Sin embargo En fin: pese a su negativa, si podemos ser tiles en algoSe lo agradezco por mi to y por m, don Felipe. Y en caso necesario, crea usted que no dudaremos en acudir a ustedes.Con gesto retador, don Felipe mir al ex militar, y consciente de que la negativa del joven era influencia suya, le ret:Oye usted, seor sargento?Oigo, seor gegrafo.Don Felipe tendi su mano al joven que se la estrech cordialmente, lo que hizo que Marcial frunciera el ceo cuando los otros dos tambin parecieron ignorarle a l. Pero se veng al quedar nuevamente solos al decir:Ya viste cmo despach a esos tipos.Lo vi, Marcial. Groseramente!Tiene gracia! Lo hago por tu seguridad y encimaEso te lo agradezco, pero lo podras hacer todo de una forma ms amable.Bobadas! Todo, mientras no descubran quin eres. Y para eso, cuando ms lejos de la gente Mejor!Al fin tuvieron suerte y contrataron la embarcacin de un mestizo indio llamado Vlez, con quien acordaron que si el viaje de sus dos pasajeros prosegua ms all de San Fernando sobre el curso del Alto Orinoco, l y su tripulacin de nueve indios banivas gustosamente les llevaran, pues afirm:No teman: yo ya navegu alguna vez por all.Las piraguas ms pequeas del Medio Orinoco estn labradas en el tronco de un rbol grueso, entre otros, el del cachicamo. Pero aqulla era de las ms grandes, con juncos muy unidos entre s, redondeadas en los flancos y levantndose en gran arco en la popa. Estas embarcaciones, construidas con bastante solidez, resisten al arrastre sobre los bajos fondos y a los choques del acarreo, cuando es preciso transportarlas ms all de los caudales infranqueables.En su centro se endereza un alto mstil sostenido por un estay y dos obenques, al que se apareja una vela cuadrada utilizable para el viento de popa. Una especie de pagaya, que sirve de timn, est dirigida por el patrn, colocado en la popa. La parte anterior de la piragua est descubierta desde la armazn del mstil hasta la proa. En este sitio est la tripulacin durante el da y duerme tambin all por la noche: tripulacin compuesta, generalmente, por diez indios; el patrn y nueve hombres.En la parte posterior tienen un cobertizo, especie de camarote general, donde van los pasajeros de categora. Y all se haban instalado Marcial y su sobrino cuando en el instante de partir una voz conocida les grit:Eh! Pensaban marcharse sin nosotros?De un manotazo, Marcial descorri la lona, mir al exterior y fulminando con las pupilas a una embarcacin muy parecida a la suya, anunci:Ah estn esos pesados! No se despegan de nosotros!Pero al joven le dio alegra la noticia, tambin sali al exterior y agitando su mano dese, al reconocer a los tres gegrafos:Buen viaje, amigos!Les seguimos! Tambin estamos dispuestos a partir les grit don Miguel.Eso si no les molesta! voce fuerte don Varinas.Los marineros de una y otra embarcacin suban los ltimos bultos desde el muelle, cuando en aquella obligada espera el joven an celebr, comunicndose con los tres gegrafos a gritos:No nos molesta, don Varinas! Dicen que en las orillas hay ladrones y a veces asaltan las embarcaciones. Si las nuestras marchan cerca, mejor.Cierto, muchacho. Hoy mismo he odo que una pandilla de indios quivas mandada por un portugus evadido del penal de Cayena, opera ro arriba.Contra su costumbre, al or aquello Marcial se adelant para caminar sobre cubierta y acercarse al mximo a la vecina embarcacin, para indagar:Dijo un portugus, evadido del penal de Cayena, don Felipe?Eso dije: creo que se llama Alfaiz o algo as.Incapaz de contenerse, cerrando con fuerza los puos, Marcial reneg visiblemente irritado:Diablos! Parece mentira, pero debe ser, s, debe ser-Observando la extraa reaccin de su compaero de viaje, el joven tambin se adelant y atosig al indagar:Qu pasa, Marcial? Por qu pones esa cara?Qu cara pongo, caray?Te conozco bien. El bigote y las cejas te se alteran cuando te preocupa algo.No me preocupa nada.Tienes que decrmelo! Al or el nombre de ese portugus huido de Cayena, tu rostro se alter.Sapos y culebras! S: creo que tengo que decrtelo.Quieres hablar de una vez, por favor?Bueno, hace muchos aos tu padre fue testigo de cargo contra un soldado portugus llamado as. Aquel Alfaiz era una mala bestia!Qu hizo?Asesinar! Robar y matar cruelmente! Y tu padre, como jefe del Regimiento, tuvo que declarar contra l.Dios santo! Y t crees, crees que ser el mismo?Al menos le mandaron a Cayena, para que cumpliera la condena de veinte aos que le echaron.O sea que, desde Francia, le enviaron aqu. A Amrica!S, a la Cayena francesa. Pero antes jur vengarse de tu padre, aunque fuese lo ltimo que hiciera en su perra vida!El joven se puso a temblar, pero deseando darse nimos a l mismo record:No habr cumplido an su condena y seguirVolviendo a irritarse, Marcial seal a la vecina embarcacin y record bruscamente:No acabas de or que escap del penal?Ah, s, perdona! Y t temes Temes que cumpla su venganza, verdad?Tipos as jams olvidan. Son rencorosos hasta la muerte! Y yo conoc bien a ese Alfaiz, te lo aseguroAcercndose al hombre corpulento, el muchachito musit:Tengo miedo, Marcial! Ahora que por fin quiz es posible encontrar a mi padre, ese canalla tambin puedeTranquilzate, por favor. Slo fue un presentimiento.Y si ronda con esa partida de indios quivas por aqu? Don Felipe dijo que suelen asaltar las embarcaciones.Tengo el rifle y no les ser tan fcil. Y los indios de la tripulacin lucharan, al menos para defender sus vidas, a nuestro lado.Dese seguir animando a su joven acompaante y, al sealar a la vecina embarcacin por primera vez reconoci:Y adems, llevaremos buena compaa. Esos tres gegrafos parecen hombres valientes y decididos.Lo ves, Marcial? No te alegras ahora de que nos sigan en su embarcacin?Por Cristo que s! Esto vara las cosas. Te prometo que, en la primera ocasin, me disculpar con ellos.Por fin las maniobras terminaron y las dos embarcaciones, casi a la par, empezaron su recorrido por el Medio Orinoco. Qu largas horas, qu montonos das habran de transcurrir a bordo de aquellas piraguas!Aunque tal monotona no existira para don Felipe y sus dos compaeros, ya que mientras llegaban al confluente del Guaviare y del Atabapo, tendran que tomar notas geogrficas, completaran el reconocimiento hidrogrfico del Orinoco, estudiando la disposicin de sus muchos afluentes no menos numerosos tiene en el total de su recorrido ms de trescientos y de sus muchas islas.S; tendran que establecer las situaciones de sus raudales, y rectificar, en fin, los errores de que an estaban llenos los mapas de tales territorios.Que el tiempo transcurre velozmente para los sabios que quieren saber ms.4SE ACERCAN LAS TORTUGAS GIGANTESMientras las dos embarcaciones proseguan durante das su viaje, ro arriba una frgil piragua tripulada por dos jvenes exploradores franceses era atacada saudamente por los rebeldes indios quivas.El ataque se inici desde la ribera izquierda y las flechas empezaron a llover peligrosamente sobre ellos. Como cartgrafos, Germn Paterne y su amigo Jacques no eran ningunos novatos y el primero indic:Rema con fuerza, Jacques! Hay que ganar la otra orilla, o esos tipos nos agujerearn la piel!Y t afina la puntera, Germn! Hay que mantenerlos a raya!Inicialmente y no deseando causar la muerte a nadie, Germn Paterne emple su rifle tan slo para disparar al objeto de hacer huir a los furiosos indios. Pero en vista de que no cesaban en su ataque y que alguna de aquellas flechas envenenadas les poda alcanzar causndoles una muerte segura, decidi:Ya os ensear, salvajes!No obstante, procur dirigir sus balas para tan slo herir a los quivas que, envalentonados, empezaron a penetrar en el ro. El rifle de repeticin no dejaba de tronar, y aunque uno de los indios result herido en una pierna, el nutrido grupo de sus compaeros redobl el ataque lanzando alaridos guerreros.Remando con todas las fuerzas de sus musculosos brazos, baado en sudor por el esfuerzo pero sin cesar en su intento, Jacques Helloch dijo al amigo:Nuestra nica salvacin est en esa otra orilla. Ellos no tienen piragua y no podrn cruzar el ro.Pues aviva, Jacques. La selva nos ofrecer proteccin!Eso si no encontramos a otro grupo por all. Andan revolucionados por ese portugus llamado Alfaiz!S, buscan desesperadamente armas de fuego.Pues no cogern nuestros rifles.Si no remas ms rpido Lo conseguirn!Jacques Helloch era un joven de veintitrs aos, natural de Brest, a quien despus de una brillante carrera el Ministerio de Instruccin Pblica de Francia haba encargado aquella expedicin al Orinoco en compaa de su amigo Germn Paterne, de unos veintiocho aos. Los dos eran cartgrafos de gran porvenir, aunque de no conseguir esquivar aquel ataque de los indios rebeldes pronto se convertiran en cadveres.Como buen explorador, Jacques Helloch era de temperamento atrevido, resuelto, audaz, aunque uniendo al valor la prudencia de que haba ofrecido claras pruebas en varias ocasiones.Era de esos hombres que agradan sin hacer esfuerzos para agradar, de modo natural, extrao a todo intento de hacerse valer.Germn Paterne, no menos determinado que su antiguo compaero de colegio, pero de diferente carcter, generalmente iba donde Jacques Helloch le conduca, sin hacer objecin alguna; y mxime en aquella ocasin en la que, o se salvaban juntos, o moran unidos para siempre por aquellas salvajes flechas envenenadas.La desilusin de los dos amigos fue grande cuando, tras alcanzar la orilla opuesta del ancho ro, pudieron observar que los tenaces indios quivas no daban la partida por perdida: se lanzaban al agua de cabeza uno tras otro, sin duda con la malvola intencin de darles caza.Qu tozudos! exclam Jacques.Vamos, Germn, aunque se empeen en seguirnos les llevamos buena ventaja.S, tendrn qu cruzar a nado y eso nos dar tiempo.Veloces y escurridizos se filtraron en la espesa selva, ignorando que unas millas ro abajo dos embarcaciones ascendan al caer de aquella tarde que poda ser para ellos la ltima de sus vidas.El mestizo Vlez se acerc al siempre vigilante Marcial al preguntar, sealando a una de las orillas:Qu le parece aquella ensenada, seor? Es un sitio tranquilo para pasar la noche.Decida usted, Vlez, conoce mucho mejor que yo estos parajes.En aquellos das el ex militar haba tenido tiempo de aprender que la brisa cesa por las noches en tales regiones, por lo que en el Orinoco no se navega ms que durante el da. Y no slo por esto y porque los pasos por los posibles bancos de arena cambian caprichosamente en pocas horas y es preciso ver claro para poder dirigir la embarcacin, sino tambin porque los marineros nativos tienen necesidad de descansar.La maniobra de amarre se efectu con suma facilidad tanto en una como en la otra embarcacin, y fue cuando todos saltaron a tierra cuando claramente percibieron un ligero temblor que pareca hacer vibrar la hierba.Extraados, mirndose unos a otros sin llegar a comprender, al guardar silencio pudieron escuchar un ruido sordo que se poda confundir como el lejano zumbido de la tormenta que quiz se aproximaba. Como era el ms experimentado en aquellos parajes, todas las miradas quedaron centradas en el patrn Vlez, quien con aire vacilante neg:No es la tormenta, porque el cielo est sin nubes y la poca brisa viene de levante.Entonces De dnde viene esta agitacin y ese ruido? quiso concretar don Felipe.No s, seor No s repiti una y otra vez el mestizo.Realmente aquello resultaba inexplicable, a menos que inesperadamente llegase hasta ellos un reflujo de la corriente del ro o alguna crecida impetuosa, puesto que todo se puede esperar del caprichoso Orinoco.Al fin, tras mucho observar y al seguir escuchando aquel ruido sordo, el mestizo Vlez apunt:Puede ser un temblor de tierra en la sierra Matapey y que las sacudidas se propaguen hasta bajo el lecho del ro.Es como un zumbido sordo que viene del este opin don Miguel.Durante ms de una hora el extrao rumor fue en aumento: pareca que se efectuaba una especie de deslizamiento, un poderoso arrastre en la superficie del territorio. Y pesado y cadencioso, ese deslizamiento se transmita hasta la ribera derecha del ro, como si el suelo estuviera turboso. Siendo el ms reflexivo, don Felipe propuso que deban subir a alguna colina cercana y al poco, desde la altura ganada de unos treinta metros, todas las miradas se dirigieron hacia el este.La inmensidad verdosa se extenda ante ellos, descubrindoles la vasta planicie como un ocano de hierbas. Pero aquel mar no estaba en calma, dado que ofreca la impresin de estar movido en sus profundidades, hasta que las pupilas ms jvenes del muchacho indicaron:All! Es una polvareda inmensa!Sin embargo, no es el viento lo que lo motiva observ don Varinas.Y adems Est ese rumor! dijo Marcial.Entonces No hay explicacin admisible! opin don Miguel.Los marineros nativos haban salido corriendo hacia las dos embarcaciones para, una vez all, acurrucados, esconder su miedo bajo las esteras que les servan de lecho. El mestizo Vlez lo observ y entre dientes silb:Me temo que, de seguir esto as Nos quedaremos sin hombres!Por Dios pidi Marcial. Vaya a hablarles y tranquilcelos.Y cree que me harn caso, si antes no descubrimos qu es este fenmeno, seor?De pronto, la mirada de don Felipe qued clavada en la inmensa nube de polvo y crey identificar:Son animales! Miles y miles de animales movindose!Imposible! rechaz Marcial.Pues slo ellos pueden causar ese ruido y la polvareda. No hay otra explicacin!Pero qu clase de animales?Don Felipe dej pasar algunos angustiosos minutos, antes de poder precisar, siempre la vista clavada en el mismo punto lejano:TORTUGAS! Son son TORTUGAS!Extraadsimo an ms que todos los presentes, el joven repiti entre incrdulo y perplejo:Dijo tortugas, don Felipe?S, hijo, s Miles y miles de tortugas gigantes! Miren todos all! Miren bien!Sin dejar de observar, tenso los nervios como todos, don Miguel palme con seco golpe su amplia frente de sabio y exclam:Claro! Son tortugas! Qu estpido he sido al no pensarlo antes! Esos animales han debido ser espantados por las sacudidas de algn leve terremoto. Sin duda, arrojados por las aguas del ro Tortuga o del Saupure, vienen buscando refugio en el Orinoco, arrastrados por el poderoso instinto de conservacin.Es cierto! record a su vez don Felipe. Otras veces han sucedido fenmenos as.Era esta explicacin natural, y adems la nica admisible. La sierra de Matapey y sus alrededores haban debido ser conmovidos profundamente por aquel temblor de tierra. Y en tales condiciones, semejante invasin de tortugas gigantes se haba producido fuera de los meses de marzo y abril, en que se efecta de manera regular, aunque en cantidades muy inferiores.Cada vez ms claramente poda distinguirse que las miles y miles de tortugas gigantes avanzaban en masa compacta, oprimidas las unas contra las otras, chocando y resbalando constantemente entre s. Ello haca que resultase una inmensa superficie de escamas que cubra varios kilmetros cuadrados y que no dejaba de moverse de forma inquietante.Por donde pasen lo arrasarn todo! predijo don Felipe.La terrible escena se completaba con algo tambin inesperado y sorprendente, pero en el fondo a la vez lgico. Sobre esta superficie movible se agitaban a su vez como un centenar de animales que, para evitar ser aplastados, haban buscado refugio sobre los caparazones de las tortugas.Y all, sorprendidos por aquella inusitada invasin, corran y saltaban monos, jaguares, pumas y otros muchos animales, que se mostraban excitados al mximo y a veces se atacaban mutuamente. Algunos cadveres yacan sobre aquellos duros caparazones, cuyo movimiento ondulatorio deba resultar muy molesto para todo aquello con vida que tan precariamente se viera obligado a permanecer all.Todo resultaba tan terrible, tan dantesco y a la par inesperado, que las pupilas jvenes del muchacho quedaron como hipnotizadas y sus labios exclamaron:Dios mo! Es Es extraordinario! Nunca Nunca so poder contemplar una cosa as!Siempre alerta y protector, Marcial se acerc al indicar con prudencia:Pues mejor ser no mirar y aprovechar el tiempo para apartarnos de ese terrible rodillo. Eso es peor que una carga de caballera, seores! Peor que el caballo de Atila, que por donde pasaba ya no volva a crecer la hierba.Buen estratega, seor Marcial le felicit don Felipe, ofrecindole la mano amistosa. Es preciso avisar a los dems y de tomar precauciones.La mejor precaucin es apartarse de su camino Y lo ms rpido posible!Corran ya loma abajo, cuando agitada la voz el muchacho empez a oponer:S, pero Y las embarcaciones? Van directamente al ro y Las destrozarn!Comprendindole como siempre, Marcial termin aquel temor al decir en voz alta:Tiene razn! Y eso significara no poder seguir el viaje. Lo que a su vez impedir que mi sobrino y yo continuemos intentando buscar al comandante Kermor queOlvide eso! objet don Varinas. Salvar las vidas es lo primero!Esperen! pidi el jadeante muchacho. No podran ser desviadas las tortugas de su camino?Cmo? volvi a estallar Varinas algo irnico. Asustndolas con los sombreros?Y comprendiendo que haba sido algo brusco al responder al muchacho, acudi a sus conocimientos cientficos para intentar suavizar, al aadir:Esos bichitos llegan a medir hasta ms de un metro de largo y algunos pesan media tonelada. Son quelonios de un caparazn dursimo y se multiplican como las moscas. Precisamente el ro Tortuga lleva ese nombre por ellas, porque ponen miles y miles de huevos en sus mrgenes y una vez al aoCree que nos sobra tiempo para ponerse a dar clases de zoologa, seor Varinas?La pregunta llegaba de labios de don Felipe y su compaero acept:Tiene razn, pero slo quera informarles que nada puede detener a esa enorme masa de tortugas.Posiblemente a tiros insisti el muchacho.Hijo mo, haran falta caones, y de grueso calibre!, para detenerlas. Su duro caparazn rechazara las balas.Bien, don Felipe, pero si apuntamos a sus cabezasAun aceptando que todos furamos tan excelentes tiradores como debe serlo su to Marcial, las que siguen a la primera fila nada sentiran y pasaran sobre sus compaeras muertas.Y su incontenible avance seguira volvi a sentenciar Varinas.Impaciente, soltando una fuerte patada sobre el suelo tembloroso, el ex sargento mascull encarndose con todos:Pues algo hay que hacer, diantre! Si estuviramos en la guerra mi experiencia servira de algo, pero en circunstancias tan desconocidas para mYa lo tengo! exclam de pronto el joven.Eh? Vamos, habla, por favor! apremi Marcial.El fuego! Slo una barrera de fuego las har desviar su trayectoria!Excelente idea! aceptaron don Felipe y Varinas.Pues manos a la obra! apremi Marcial.Al instante se volvi hacia don Miguel al solicitar:Corra hacia las embarcaciones, rpido! Avise a Vlez para que ponga a todos sus hombres a trabajar tambin.Voy para all!Tanta prisa se dio don Miguel, que sus cuarenta y cinco aos le hicieron tropezar y caer rodando colina abajo. Pero se levant velozmente, prosigui la carrera y se puso a gritar:Eh, Vlez Vlez! Por favor!Lleg jadeante al ro y desde all indic al mestizo:Haga que sus marineros salgan de ah, Vlez!Imposible, seor Estn muertos de miedo!Pues ms pasarn si las tortugas llegan hasta aqu. Es preciso formar una barrera de fuego!Fuego? Es una locura, seor! Con tanta vegetacin que nos rodea puede arder toda la selva.No, si lo hacemos bien. Los otros ya estn trabajando en ello!Al poco, la voz recia y autoritaria del mestizo Vlez se oa tronar dentro del chamizo de su nave:Arriba, gandules! O es que queris morir como la estpida avestruz, con la cabeza bajo tierra?Aquellos pobres hombres, casi primitivos y supersticiosos, perezosamente empezaron a bajar de la embarcacin. Pero en vano intent el bueno de don Miguel detenerlos para indicarles lo que se necesitaba de ellos. La mayora se lanz a la carrera, no tardando en perderse entre la franja de la ribera en busca de una seguridad personal que ardientemente anhelaban.Cansado de gritar y perseguirles, el fatigado gegrafo jadeante se apoy en unos arbustos para reflexionar, molesto pero sin ira:Pobres diablos! El problema sigue siendo el mismo La falta de solidaridad.Regresaba para avisar a sus compaeros, cuando inesperadamente unos disparos tronaron en la lejana. Don Miguel qued petrificado, pero nuevamente camin al pensar que alguno de los suyos se habra puesto a disparar contra las tortugas.Sin embargo, tras ascender nuevamente la loma pudo comprobar que no era as. Ellos tambin mostraban extraeza y esforzndose por mirar al horizonte a travs de las nubes de polvo escuch decir a don Varinas:Disparos!S, don Varinas advirti a su vez don Felipe. Disparos que no ha hecho ninguno de nosotros.Una vez ms, la aguda vista del joven les indic:All all! Sobre la masa de las tortugas!Sobre las tortugas? Imposible! rechaz Marcial. Ningn hombre puede estar con vida sobre esa masa queTodas las miradas quedaron centradas en el mismo punto, perfectamente localizado porque los estampidos de los disparos partan de all.Dos hombres! volvi a indicar el muchacho.Era cierto.Sobre aquel mar movible de caparazones, dos seres humanos precariamente se esforzaban por mantenerse en equilibrio, que a monos, pumas y otros animales tambin les costaba sostener. Pero quines eran aquellos hombres?Debido a la distancia no se les poda ver bien, pero al juzgar por sus ropas, no eran indios yapuros, ni mayopos ni de ninguna otra de las muchas tribus de la cuenca del Orinoco. Tambin poda adivinarse que valientemente se defendan de los pumas y fieras que pretendan atacarles, en una desesperada disputa de aquel movedizo suelo que las circunstancias seguramente tambin les haba hecho aceptar.Pues, o eso o haber muerto quiz arrollados, aplastados por aquellas miles de tortugas.En realidad, olvidando todo dramatismo, el espectculo resultaba inslito: dos hombres luchando desesperadamente por sobrevivir.El joven muchacho rompi el silencio del grupo al reconocer en voz alta, esforzando la vista:Son dos valientes!Lo son admiti a su vez Marcial. Pero lo malo es que nada podemos hacer por ellos.Cierto musit a su vez don Felipe. Nuestros disparos no llegaran hasta all. Y adems, aun corriendo el riesgo de acercarnos, podramos darles a ellos yPero hay que ayudarlos! casi grit el joven.Cmo, muchacho?Haba tanta resignada desesperacin en la voz fatigada de don Felipe, que el joven tambin reclin la cabeza y por un instante dej de contemplar la pica pelea de los dos desconocidos contra las fieras. Slo el eco de los disparos le anunciaban que aquellos valientes continuaban luchando.Pero tema que, ante tantas dificultades acumuladas, pronto tuvieran que darse por vencidos5EL FUEGO SALVADORMientras, ignorando que desde lejos eran observados, con todas las potencias del ser slo atentas a lo que poda significar vivir o morir, Jacques Helloch y Germn Paterne no daban reposo a sus armas.Por dos veces ya haban recargado las recmaras de sus rifles y eran conscientes de que no podran hacerlo una tercera. Y eso aunque la suerte de su excelente puntera siguiera favorecindoles, eliminando a una fiera tras otra.Sencillamente, ya no les quedaba ms municinPero los hombres de verdad suelen crecer en los momentos ms difciles y ansiando animar al amigo, Jacques Helloch jale:Duro con ellos, Germn! Esto es como tirar en una feria!S, s Lo dirs por lo mucho que se acercan, no?Esos mininos estn recibiendo lo suyo. Otro ms! Te juego a que tumbo ms que t.Acepto la apuesta, Jacques, pero Me la podrs pagar?No seas agorero, Germn. Trae mala suerte!Acaso la podemos tener peor, chico?Era cierto: que una cosa es tener que luchar a tiro limpio contra las fieras en plena selva, pero con los pies firmemente pisando el suelo, y otra muy distinta obligado a hacerlo sobre aquel movible tapiz de caparazones de alocadas tortugas huyendo.En cualquier instante, cualquier cosa poda suceder. Resbalar, ser engullido por el tropel de tortugas que les aplastaran, o bien ser alcanzado por alguno de los feroces pumas que les disputaban el terreno.O terminar la municin.Y no obstante, lo ms admirable era el alegre y animoso talante con el que aceptaban los dos hombres aquella prueba suprema de su destino. Una vez ms lo mostr Jacques Helloch al decirle al amigo:Fantstico, Germn! Jams haba vivido una aventura tan extraordinaria!Pues ojo no resbalar O no lo contars!Un enorme puma salt felinamente hacia el hombre al que crea su presa, pero un certero balazo en su cabeza pareci paralizarle por un instante en el aire. Qued como suspendido, lanzando a la tarde su gruido de rabia y muerte, retorcindose por el dolor en una crispacin que puso de manifiesto sus poderosos msculos de criatura perfectamente dota da para matar.Luego descendi, desplomndose sobre la movediza plataforma, hasta que de alguna manera su musculoso cuerpo empez a desaparecer, seguramente para ser triturado por el paso de miles de pesadas tortugas que parecan dispuestas a no detenerse jams.Ese se llev su buena racin de plomo, Jacques.Uf! Cre que iba a fallar -suspir el vencedor.Nuevamente atrada la mirada por el sorprendente espectculo, desde la distancia, las pupilas del joven se sentan atradas como por poderoso imn. Y un pensamiento torturante brot en la mente al decir en voz alta:Y si uno de esos hombres es mi padre, Marcial?Qu idea tienes! No s cmo has podido pensar que el comandantePudiera ser, no?S, pudiera, pero no creo que Quieres no atormentarte ni preocuparme a m?El enfado no pas a mayores porque, en aquel instante, don Felipe reclam:Miren, miren! Lo estn consiguiendo!Es cierto! Las fieras huyen!Oh, Dios mo! Uno de ellos se cae exclam el angustiado muchacho. Le triturarn las tortugas!Mirando al joven, Marcial comprendi todos sus temores. Pens que en cierta forma caba la posibilidad de que uno de aquellos hombres fuese el comandante Kermor. Y aun no siendo as, por humanidad deban ayudarles. Por eso emple el timbre ms tonante y autoritario de su recio vozarrn para indicar a su vez:Tenemos que ayudarles! Y pronto, seores!Pero cmo? indag tmidamente don Miguel.Como sea, pardiez! No hablamos antes de emplear una barrera de fuego?S, peroPues al trabajo!Tiene razn! al fin se decidi don Felipe. Nosotros tambin lo necesitamos: las tortugas vienen hacia aqu y hay que detenerlas, desviarlas al menos.Dando ejemplo, incluso algo alocadamente, Marcial ya se haba puesto a arrancar con sus fuertes manazas retamas y hierbajos, aunque escuch que don Felipe peda:No, amigo mo, no As no. Tiene que ser lea que arda bien y dure al menos algunos minutos!All! La arrancaremos de aquellos arbustos indic don Varinas.Al instante todos se pusieron a trabajar, arandose los brazos, lastimndose las manos, pero consiguiendo cada uno una brazada de ramas y retamas secas, que corran a depositar sin darse reposo en donde don Felipe preparaba la barrera de fuego.Don Varinas, don Miguel, Marcial y el joven muchacho vieron secundada la accin por el mestizo Vlez, que al fin tambin acudi con tres marineros indgenas e informar entre jadeos el patrn de la embarcacin:Los otros han huido, pero stos nos ayudarn.Bravo, Vlez! anim don Felipe. Vayan depositando la lea hacia all. Haremos un semicrculo.Todos sudaban, todos queran emular al compaero y como la unin hace la fuerza y sta se resuelve en efectividad, pronto estuvo don Felipe en condiciones de anunciar:Atencin! El fuego se iniciar desde aqu.La intensa tarea a la que se haban sometido no les haba permitido reflexionar reposadamente, pero ahora que slo se trataba de esperar los resultados, ms sosegado el joven muchacho calcul, al observar las primeras llamas.Pero entonces Esos dos hombres tendrn tambin una barrera de fuego ante ellos!Es cierto! temi a su vez don Varinas.Por su parte, Jacques Helloch y Germn Paterne no dejaron de observar lo que ocurra. Ya no tenan que luchar contra los pumas y otros animales, pero aquellas llamas que se levantaban al fondo les anunciaba otro nuevo peligro.Fue Jacques Helloch quien primero advirti:Mira, Germn! Una barrera de fuego!Eso Eso demuestra que no estamos solos, Jacques!S, debe ser para desviar a las tortugas.Pero eso las har detenerse, se movern ms alocadamente y nosotrosCuidado, Germn! Mantn el equilibrio!Uf! No No puedo! Me Me resbalo!Jacques Helloch salt a su vez con suma agilidad de caparazn en caparazn, procurando afianzar sus pies para acudir en ayuda del amigo. Lleg en el instante justo cuando Germn ya apoyaba las manos, tirando de l por uno de los brazos al animar:Arriba!Uf! De de no ser por tiTe cre mejor equilibrista.No trabaj en ningn circo, amigo.Ni yo! Vamos a saltar hacia all.Apoyndose el uno en el otro mutuamente se mantenan en equilibrio, observando que en el constante avanzar de aquel mar de tortugas cada vez se acercaban ms a la barrera de fuego, que empezaba a extenderse ante ellos en semicrculo. Observndolo Germn coment con cierta alarma:Sabes que esa ayuda que alguien nos quiere prestar, puede ser nuestro final?Espero que no se empe Jacques Helloch, manteniendo su buen humor.Al otro lado de la barrera de fuego, Marcial se haba visto obligado a sujetar con ambas manos a su joven compaero. El muchacho pugnaba por soltarse y en su angustia rogaba:Djame, Marcial! Te digo que me sueltes!Ni hablar! Quieres achicharrarte?Pero no comprendes? Si las tortugas cambian de direccin, se llevarn a esos hombres.Corri hacia ellos don Felipe gritando a su vez:Esperen! Esperen! Hay otra solucin!Cul, don Felipe?Intentaremos gritarles que salten en esta direccin.Desafiando al fuego? argument Marcial.Ellos comprendern que deben hacerlo as.Est loco? Nadie se arroja al fuego voluntariamente!Nuestras voces se lo indicarn. Les gritaremos que es la nica salvacin posible!Don Felipe no quiso discutir ms, sus brazos se alzaron para agitarlos sobre su cabeza, indicando al resto del grupo:Aqu, aqu! Todos corriendo hacia aqu!En cualquier otra circunstancia, la escena habra parecido cmica. Sobre todo observando a don Miguel y don Varinas, que se lanzaron a correr como en reida competicin deportiva. Aunque vena desde atrs, la mayor agilidad del mestizo Vlez les adelant, pero sin dejar de animar al rebasarles:Vamos! Ustedes s que parecen tortugas!Uf! Ccmo se atreve? Yo les demostrar que mis piernas anCon esfuerzo supremo las extremidades inferiores del gegrafo calvo aceleraron, consigui rebasar a su colega don Miguel, pero al intentar imprimir mayor velocidad a sus pies y hacer lo mismo con el mestizo, cay cuan largo era!Nuevamente le rebas don Miguel, y al verle tendido en el suelo moviendo brazos y piernas, ni aun en aquellos instantes olvid la rivalidad establecida entre ellos tres y le indic:Vamos, Varinas! Se trata de correr No de nadar en su ro Atabapo, hombre!Por vida de! Slo resbal y yoMientras, la estrategia de la barrera de fuego empezaba a dar buenos resultados. Ante el calor que despedan las llamas, las tortugas de vanguardia empezaron a frenar su carrera, ms tarde se pararon y al hacerlo las primeras filas, el resultado fue una peligrosa aglomeracin.Unas se posaban sobre las otras, se pisaban, se aplastaban intentando proseguir el avance, pero pronto se detenan formando a su vez como una especie de muro que frenaba a las que seguan.Que el fuego es algo que, instintivamente, a todo animal viviente detieneEl grupo no quiso perder ms tiempo y, acercndose lo ms posible a las llamas, se puso a gritar a coro:Eh, ustedes! Salten!Salten hacia el fuego!No tengan miedo! Nosotros les ayudaremos!Por favor, salten! rog la voz casi infantil del joven muchacho.El mestizo Vlez demostr una vez ms ser hombre prctico, cuando anunci:Voy con mis marineros al ro!Para qu? rugi Marcial. Cuantos ms gritemos, mejor!Pero mejor ser traer algunos cubos de agua, seor. Esos hombres necesitarn ser bien rociados con ella, despus de traspasar las llamas.Buena idea, Vlez! aprob don Felipe.El patrn de la embarcacin roz el hombro del fatigado don Varinas al solicitar:Nos acompaa?Uf! No, no podra correr ms jade.Pero al instante se uni al corro que repeta:Salten! Salten ahora!Sobre las tortugas que se haban detenido ante la barrera de fuego, pero que no dejaban de moverse al intentar iniciar un giro, Jacques Helloch y Germn Paterne no dejaron de or aquellas voces. Y fue el ms joven de los dos amigos quien indic hacindose cargo de la situacin:No podemos elegir, Germn.Ests loco? Nos achicharraremos si saltamos ahora!Y si no lo hacemos? O atravesamos esas llamas O sabe Dios dnde nos llevarn las tortugas!Germn Paterne an vacil, pero al fin decidi:Te sigo, Jacques!Realmente, aquello s que era cosa de equilibristas, o de suerte. Se trataba ahora de ir saltando de caparazn en caparazn, pero con el suficiente tino de ir apoyando la punta de los pies sobre el centro mismo de cada uno de ellos.Y la tarea resultaba muy difcil, porque los animales no dejaban de moverse.Pero quiso el destino que se tratase de dos hombres jvenes, giles y fuertes, con los msculos bien adiestrados y el nimo bien templado, propio de todo explorador. De no haber sido as, ninguno de los dos lo habra logrado.Quien primero lleg al lmite de aquella inusitada carrera de obstculos fue Germn Paterne, quien reuni todas las fuerzas que le restaban para lanzarse en gran salto que deba llevarle al otro lado de la barrera de fuego.Se vio lanzado por el aire, entrar en la zona calurosa y al instante sentir en toda la piel de su cuerpo el desagradable abrazo de las llamas, que le obligaron a cerrar los ojos y sentir como si millares de finos alfileres le pincharan. El aire le falt en los pulmones pero su voluntad le hizo mantener la boca cerrada, aunque estallara.Y de pronto, el inmenso alivio corporal al sentirse al otro lado, mitigado por el encontronazo brusco de sus pies ya pisando terreno firme. Rod por el suelo y primero no pudo darse cuenta que haba perdido su casco de explorador y el rifle, que en ningn momento voluntariamente haba soltado. El calor continuaba siendo intenso, pero la piel al menos ya no le pinchaba.Se haba salvado! Lo haba conseguido!Pero al instante, nuevamente la angustia ascendiendo hasta su reseca garganta, que apenas pudo emitir:Y Jacques? Dondnde est?An agachado, mir con rapidez en torno suyo y al girar slo vio las llamas tras l. El ruido sordo de las tortugas an segua tras aquel fuego y temi lo peor. Confusamente record que el amigo le haba precedido en aquellos arriesgados saltos sobre las tortugas, por lo que si no haba cruzado las llamas era porque se haba cado.Cerr los ojos horrorizado, figurndose la escena. Jacques habra resbalado al fin y al caer sobre los caparazones de aquellos inquietos animales habra ido a morir bajo ellos, triturado materialmente por aquel movedizo rodillo.Oh, no! gimi.No caba pensar otra cosa, porque a ltima hora Jacques no habra dejado de saltar. Le conoca muy bien y saba que no era ningn cobarde. Incluso recordaba que de l haba sido la decisin de seguir el consejo de aquellas voces que les llamaban.Cuando Germn Paterne nuevamente volvi a abrir los ojos, aquella vez los sinti hmedos, pese al intenso calor que an le rodeaba. Pero al instante las pupilas se le iluminaron con una alegra que le llegaba desde lo ms hondo de su ser, como si brotase del mismo sitio de donde unos segundos antes haba partido su doloroso gemido de protesta.Porque su gemido por la prdida del buen amigo haba sido como una instintiva oracin. Si, una oracin que haba tenido, por lo sincera y profunda, una milagrosa recompensa.No lo poda creer, pero all, a pocos pasos de l y tendido sin duda inconsciente sobre el terreno, estaba el cuerpo de Jacques Helloch, con el rostro como reposando sobre una piedra.Al instante, mientras corra hacia l, comprendi lo que haba sucedido. Sin duda, al saltar y negar a poner los pies en el suelo al otro lado de la barrera de fuego, Jacques haba tenido mala suerte y al caer su cabeza haba chocado violentamente con aquella piedra.Slo debe estar desmayado! musit esperanzado.Aceler la carrera y se puso a llamar:Jacques! Jacques! Ests bien?No obtuvo respuesta y lanz el cuerpo hacia delante para obligar a las piernas a acelerar, forzndolas a mantener la vertical. As correra ms an.Jacques, amigo!Germn Paterne ignoraba que estaban siendo observados desde lejos por el grupo que les haban ayudado. La distancia era mucha y no pudo or la voz del joven muchacho que tambin se haba lanzado a la carrera anunciando a los suyos:Les ayudar!La voz del enrgico Marcial son atronadora:Eh, t! Ven aqu!Ese muchachito es una inquieta ardilla! coment el sudoroso don Varinas, sin dejar de pasar su empapado pauelo por la reluciente calva.Corre mucho ms rpido que usted, don Varinas le record su rival don Miguel.Saba que haca alusin a su carrera anterior, cuando se cayera y por eso rechaz, agitando en la mano el pauelo:Bah! Djeme tranquilo!Y tambin corre con ms estilo sigui bromeando don Miguel.Aquello era la manifestacin exterior de su contento. Todos se sentan felices de haber contribuido a salvar a los dos desconocidos, adems de haber podido desviar al ejrcito de tortugas.Asustadas como estn, terminarn desperdigndose y por grupos acabarn en el ro calcul don Felipe.Y no habr peligro para nuestras embarcaciones? quiso saber don Varinas.No creo, porque el semicrculo de fuego que hemos formado las llevar ms abajo.Al or aquello el mestizo Vlez se persign con suma rapidez al calcular:Ay, mamacita ma! Mis marineros son muy cobardes y huyeron ro abajo. Si esos bichos caminan hacia all Me los atraparn!El mestizo lanz una implorante mirada en torno suyo, pero por si acaso, don Varinas rechaz, volviendo a sudar:No, no, querido Vlez! Yo no puedo acompaarle para avisarles Ya le dije que soy incapaz de correr ms!Le acompaar yo se ofreci don Felipe.Pues vamos all, seor! Hay que avisarles!Y as, de paso volvern a la embarcacin.All slo quedaron don Miguel y don Varinas, puesto que Marcial tambin continuaba corriendo para perseguir a su joven