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La unidad de los cristianos y la
perenne reforma de la Iglesia
Facultad de Teología
22 de junio de 2017
Introducción al tema
¿Qué entendemos por ecumenismo?
“Por "movimiento ecuménico" se entiende el
conjunto de actividades y de empresas que,
conforme a las distintas necesidades de la Iglesia
y a las circunstancias de los tiempos, se suscitan
y se ordenan a favorecer la unidad de los
cristianos”. (UR 4)
¿Cómo afecta la división de los cristianos
a la Iglesia?
“(…) las divisiones de los cristianos impiden
que la Iglesia lleve a efecto su propia plenitud de
catolicidad en aquellos hijos que, estando
verdaderamente incorporados a ella por el
bautismo, están, sin embargo, separados de su
plena comunión. Más aún, a la misma Iglesia le
resulta muy difícil expresar, bajo todos los aspectos,
en la realidad misma de la vida, la plenitud de la
catolicidad.” (UR 4)
Del Numquam ecclesia reformabitur
a la necesidad de una perenne reforma
“Puesto que toda la renovación de la Iglesia consiste esencialmente en el aumento de la
fidelidad a su vocación, por eso, sin duda, hay un movimiento que tiende hacia la
unidad. Cristo llama a la Iglesia peregrinante hacia una perenne reforma, de la que la
Iglesia misma, en cuanto institución humana y terrena, tiene siempre necesidad
hasta el punto de que si algunas cosas fueron menos cuidadosamente observadas,
bien por circunstancias especiales, bien por costumbres, o por disciplina
eclesiástica, o también por formas de exponer la doctrina —que debe
cuidadosamente distinguirse del mismo depósito de la fe—, se restauren en el
tiempo oportuno recta y debidamente.
Esta reforma, pues, tiene una extraordinario importancia ecuménica” (UR 6)
Dos inspiraciones íntimamente
vinculadas y los pasos consecuentes
Dos propósitos íntimamente unidos
En la visión de Juan XXIII los dos motivos que
lo llevaron a convocar el Concilio se
encontraban íntimamente relacionados entre
sí:
El aggiornamento de la Iglesia
La promoción de la unidad de los cristianos
(Cf. JUAN XXIII, Discurso Gaudet Mater Ecclesia, AAS 548 (1962) 786-792)
Gestos y decisiones de Juan XXIII
Creación del Secretariado para la Unidad, cuya misión era:
tender puentes hacia los otros cristianos,
funcionar como comisión preconciliar.
La única comisión preparatoria que, por decisión del PapaRoncalli, continuó sus trabajos durante todo el Concilio.
El Secretariado representó un papel decisivo en laselaboración de otros textos, como Dei Verbum y Dignitatishumanae, que abrieron un nuevo horizonte de comprensiónde la revelación y de la misma Iglesia en un nuevo contexto.
Contexto histórico
Esa ‘conversión’ de la Iglesia católica se producía en el contexto de unverdadero kairós ecuménico.
En la primera mitad del siglo XX, en muchas de las iglesias protestantes sebuscaba realizar la ‘catolicidad evangélica’, lo que significaba revalorizar laeclesiología, la vida litúrgica y la restauración de formas de vida comunitaria.
En 1961, el Consejo Mundial de Iglesias había celebrado su tercera asamblea,incorporándose entonces las iglesias ortodoxas y orientales casi en sutotalidad, así como el Consejo Misionero Mundial. De este modo se reuníanen la única estructura del CMI la mayoría de las iglesias cristianas no católicasy las tres inspiraciones originales del movimiento ecuménico:
la misionera;
el ecumenismo práctico o del servicio (Life and Work);
y el ecumenismo doctrinal (Faith and Order).
El movimiento ecuménico se hacía así ‘más ecuménico’.
Una vocación y una gracia
“(…) este Sacrosanto Concilio (…), una vez
expuesta la doctrina sobre la Iglesia, impulsado
por el deseo de restablecer la unidad entre
todos los discípulos de Cristo, quiere
proponer a todos los católicos los medios, los
caminos y las formas por las que puedan
responder a esta divina vocación y gracia.” (UR
1)
Los aportes siempre vigentes del
Concilio Vaticano II al ecumenismo
1. Una visión renovada de la Iglesia
La riqueza de la visión mistérica de la Iglesia en su arraigo trinitario y sutensión escatológica que encontrará su consumación sólo en la Trinidad;
Una visión que, al mismo tiempo, permite concebir la Iglesia a imagen dela Trinidad como una comunión de personas, de carismas y ministerios,así como de iglesias locales en la iglesia universal;
La afirmación de la dimensión histórica de la Iglesia, Pueblo de Diosperegrino, que contrarresta la tentación de sacralizar todos los aspectosde ciertas realizaciones eclesiales, condicionadas por los rasgos propiosde una determinada época y una cultura, dejando espacio, y a vecesincluso exigiendo, verdaderos procesos de renovación y reforma;
Y, por último, el reconocimiento de que fuera de la Iglesia católica no hayun vacío eclesial, ya que el modo en que se concibe la relación entreIglesia de Cristo e Iglesia católica permite reconocer que fuera de éstahay muchos elementos de santidad y verdad que estructuran verdaderasiglesias y comunidades eclesiales.
2. Elementos relativos a una metodología
El diálogo:
“(…) en segundo lugar, "el diálogo" entablado entreperitos y técnicos en reuniones de cristianos de lasdiversas Iglesias o comunidades, y celebradas enespíritu religioso. En este diálogo expone cada uno,por su parte, con toda profundidad la doctrina de sucomunión, presentado claramente los caracteres de lamisma. Por medio de este diálogo, todos adquierenun conocimiento más auténtico y un aprecio másjusto de la doctrina y de la vida de cada comunión(UR 4).
La ‘jerarquía de verdades’En ningún caso debe ser obstáculo para el diálogo con los hermanosdel sistema de exposición de la fe católica. Es totalmente necesario quese exponga con claridad toda la doctrina. nada es tan ajeno alecumenismo como el falso irenismo, que pretendiera desvirtuar lapureza de la doctrina católica y obscurecer su genuino y verdaderosentido.
La fe católica hay que exponerla al mismo tiempo con más profundidady con más rectitud, para que tanto por la forma como por las palabraspueda ser cabalmente comprendida también por los hermanosseparados.
Finalmente, en el diálogo ecumenista los teólogos católicos, bienimbuidos de la doctrina de la Iglesia, al tratar con los hermanosseparados de investigar los divinos misterios, deben proceder con amora la verdad, con caridad y con humildad. Al confrontar las doctrinas noolviden que hay un orden o "jerarquía" de las verdades en la doctrinacatólica, por ser diversa su conexión con el fundamente de la fe cristiana.”(UR 11)
El diálogo (II)
“Conviene conocer la disposición de ánimo de los hermanos separados.
Para ello se necesita el estudio que hay que realizar con un alma
benévola guiada por la verdad. Es preciso que los católicos, debidamente
preparados, adquieran mejor conocimiento de la doctrina y de la historia
de la vida espiritual y cultural, de la psicología religiosa y de la cultura
peculiares de los hermanos.
Para lograrlo, ayudan mucho por ambas partes las reuniones destinadas a
tratar, sobre todo, cuestiones teológicas, donde cada uno pueda tratar a
los demás de igual a igual, con tal que los que toman parte, bajo la
vigilancia de los prelados, sean verdaderamente peritos. De tal diálogo
puede incluso esclarecerse más cuál sea la verdadera naturaleza de la
Iglesia católica. De esta forma conoceremos mejor el pensamiento de los
hermanos separados y nuestra fe aparecerá entre ellos más claramente
expresada.” (UR 9)
Las dos ‘finalidades del diálogo’
Gracias al diálogo se adquiere no sólo un conocimientomás exacto y una apreciación más justa de la doctrina yla vida de cada comunión, sino que lleva a que cada unoexamine la propia fidelidad a la voluntad de Cristo sobre laIglesia, y se vea impulsado a emprender “animosamente latarea de renovación y de reforma” (UR 4).
La búsqueda conjunta de clarificación y de una eventualsuperación de las divergencias doctrinales que handividido a los cristianos, ya que en la visión católica esimpensable la plena comunión eclesial sin unidad en laprofesión de la misma fe” (UR 22).
Un modo de concebir el camino ecuménico
El diálogo entre cristianos, cuyos fundamentos seencuentra en la eclesiología, se realiza en el seno de unacomunión real, aunque imperfecta, y busca su plenitud enrespuesta a una vocación.
El diálogo adquiere así una dimensión teológica y teologalque lo sustrae a la tentación de reducirlo a un meroejercicio humano o a una diplomacia entre iglesias.
Como una consecuencia, la vida de las iglesias, incluso de laIglesia católica, está llamada a vivir ese proceso como unverdadero examen de conciencia acerca de su fidelidad aCristo, y a sacar las consecuencias prácticas en vista de unanecesaria renovación y reforma, que un día permitiránllegar a la común celebración eucarística.
Releyendo el Concilio
Una de las mejores hermenéuticas de las
afirmaciones conciliares relativas al diálogo las
ha hecho Juan Pablo II, al hablar del diálogo
como un diálogo de conversión (Cf. UUS 33-35),
y que invita a las comunidades cristianas a vivir
verdaderos procesos de conversión.
El diálogo no se reduce al intercambio de ideas,
sino que está llamado a ser un verdadero
‘intercambio de dones’ (Cf. UUS 28).
3. La centralidad del ecumenismo espiritual
La práctica del ecumenismo excede el diálogo como intercambio teológico.
A ese respecto cumple una función decisiva el conjunto de elementos
presentes en capítulo II de UR y, sobre todo, la relación entre los números 6, 7
y 8, donde emerge la íntima correspondencia entre reforma de la Iglesia,
conversión del corazón y oración unánime.
El Concilio afirma que “el auténtico ecumenismo no se da sin la conversión
interior”, ya que de allí brotan y maduran los deseos de unidad (cf. UR 7).
Al mismo tiempo, la conversión del corazón y la santidad de vida, junto con la
oración por la unidad de los cristianos, se consideran “como alma de todo el
movimiento ecuménico” y por eso “pueden llamarse ecumenismo espiritual”.
(cf. UR 8).
Nunca antes en ámbitos ecuménicos oficiales se había afirmado con tanta
claridad la dimensión teologal.
4. Una hoja de ruta abierta a las mociones del Espíritu
El Concilio no ha dejado una hoja de ruta indicando los pasos a dar, ni una visión de
la unidad a realizar, ni considerado a la Iglesia católica como el único sujeto que debe
señalar esos pasos y marcar los tiempos en el camino hacia la unidad, sino que se ha
incorporado al ‘único movimiento ecuménico’; una gracia y una vocación común a
todos los cristianos.
Sin embargo, “la acción ecuménica de los católicos tiene que ser plena y
sinceramente católica, es decir, fiel a la verdad que recibimos de los Apóstoles y de
los Padres, y conforme a la fe que siempre ha profesado la Iglesia católica, y
tendiendo al mismo tiempo hacia la plenitud con que el Señor desea que se
perfeccione su Cuerpo en el decurso de los tiempos”.
Bajo la guía del Espíritu, el Concilio deseaba que no se pusieran obstáculos “a los
caminos de la Providencia” y se evitara prejuzgar “los futuros impulsos del Espíritu
Santo”.
Situados en una etapa histórica del pueblo de Dios, los Padres conciliares dejaron
abiertos caminos para futuras posibilidades, conscientes de que el “propósito de
reconciliar a todos los cristianos en la unidad de una sola y única Iglesia de Cristo,
excede las fuerzas y la capacidad humana”, depositando por eso toda la esperanza
“en la oración de Cristo por la Iglesia, en el amor que el Padre nos tiene, en la fuerza
del Espíritu Santo” (UR 24).
Los desafíos del momento
presente
La situación actual
Camino recorrido: necesidad de cosechar los
frutos
Cambio de contexto: entre la indiferencia y la
afirmación identitaria
Ante los desafíos presentes tener en cuenta
las dos finalidades del diálogo ecuménico
La renovación y reforma de la Iglesia (eldesafío del ecumenismo ad intra de la Iglesiacatólica);
La superación de las divergencias doctrinales(los desafíos ad extra).
Sólo en el juego entre ambas finalidades esposible pensar pasos en vista de una superaciónde la presente situación.
1. Los desafíos en las relaciones ecuménicas
Desde el diálogo como camino para la
superación de las divergencias doctrinales
habría que señalar al menos dos desafíos:
• La recepción de los resultados alcanzados
• Los temas a abordar en los futuros diálogos
Para la recepción de los resultados de los
diálogos
Para sortear las dificultades actuales habría que prestar mayoratención a los acuerdos que la Iglesia católica ya ha firmadooficialmente:
• Los acuerdos cristológicos con las iglesias pre-calcedónicas
• La Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación con laFederación Luterana Mundial
Estos textos tienen un gran valor simbólico, ya que han zanjado encada caso ‘la’ cuestión central motivo de las rupturas históricas; enel primer caso la de los siglos V/VI y, en el segundo, la del siglo XVI.
Si esto ha sido posible en cuestiones tan fundamentales en la‘jerarquía de verdades’, debería serlo en otros ámbitos. Por esohabría que prestar mayor atención al método allí utilizado.
El ‘consenso diferenciado’
Sobre el fundamento de la confesión
común de fe de luteranos y católicos hoy,
son posibles dos interpretaciones, diversas
en su lenguaje, que no se presentan como
excluyentes sino complementarias.
El método en los acuerdos cristológicos
Este método, dejando de lado el vocabulario de la controversia (persona,
naturaleza), ha intentado poner el acento ante todo en la intencionalidad de los
padres de Calcedonia, y señalar cómo en el corazón de la formulación cristológica
se encuentra el momento de la teología negativa, expresado en los cuatro
adverbios tradicionales (sin cambio, ni confusión, sin separación, ni división) cuya
intención ha sido evitar dos errores, aquel que ponía en riesgo la unidad del sujeto
en Cristo, y aquel que, salvando la unidad, no llegaba a explicar la perfección de la
divinidad y la humanidad.
De este modo, este método parece distinguir tres niveles:
• la fe eclesial
• el conocimiento especulativo de esa fe
• y, por último, su expresión lingüística.
Esta distinción tiene un valor enorme, ya que no han sido pocos los momentos de
la historia en que se ha confundido el conocimiento eclesial de Jesucristo, tal como
lo ofrece la fe, con su conocimiento especulativo, fruto de la reflexión sobre esa
misma fe, y con el conocimiento discursivo de Jesucristo, ofrecido por las
expresiones lingüísticas que buscan comunicar la reflexión sobre la fe.
Los temas a abordar
• Los aspectos pendientes de las cuestiones
doctrinales clásicas: eclesiología, ministerios,
sacramentos, etc.
• Las cuestiones relativas a la ética/moral que
exigen la búsqueda de presupuestos
comunes. En el ámbito de los diálogos, los
intentos han sido por el momento pocos y
los resultados no siempre satisfactorios. Se
trata de una cuestión urgente y difícil.
2. La necesidad de que la Iglesia católica se
‘repiense’ a sí misma
El movimiento ecuménico habría llegado a un momento talde madurez en el camino recorrido que los pasos futurosno dependen ya sólo, ni en primer lugar, de las relacionesintereclesiales.
Los pasos dados y los frutos alcanzados han hecho que lascuestiones ecuménicas se planteen hoy como desafíos alinterior de cada una de las iglesias; de la superación de esosdesafíos dependería el futuro del movimiento ecuménico. Esel momento de verificar la solidez y coherencia delcompromiso asumido.
Esto señala la importancia de la primera finalidad del diálogoseñalada en UR 4: el examen de la propia fidelidad a Cristo yla invitación a la renovación y la reforma de la Iglesia.
Renovación y reforma, pero ¿cómo?
La Iglesia católica, al reconocer que en ella se da la plenitud de los medios
de salvación, entre ellos el carisma del servicio a la unidad visible, lleva
sobre sus espaldas la mayor responsabilidad: la mano tendida de la
comunión (cf. Ga 2,9). El Papa Francisco, al ver su servicio de ‘pontífice’
como aquel ‘de tender puentes’, parece ser consciente de ello y estar
dispuesto a retomar la propuesta de Juan Pablo II de repensar el ejercicio
del ministerio petrino en el marco de la sinodalidad de la Iglesia.
Hay, además, otros temas que se relacionan con este: la relación entre
iglesia universal e iglesias locales; la relación en la iglesia local de los
ministerios ordenados y el sacerdocio común de los fieles; el modo de
formular el discurso sobre la fe, etc.
La lista de temas puede ser larga, lo que es claro es que ese proceso,
como el mismo movimiento ecuménico, debe ser un itinerario teológico y
teologal, guiado por el Espíritu, cuya meta última no la podemos predecir.
El lugar siempre central del
ecumenismo espiritual
La oración por la unidad
• Es verdad que la búsqueda de la unidad es un camino a recorrer, pero su
realización depende totalmente de la gracia Dios. Nosotros no manejamos
los tiempos, si bien podemos poner obstáculos al cumplimiento de la
voluntad divina.
• Dos figuras cercanas para señalar lo que significa la actitud a asumir. El Papa
Francisco suele hablar de un ‘camino’ a transitar. El Consejo Mundial de
Iglesias ha asumido como programa para estos siete años lo que ha dado en
llamar la ‘peregrinación’ hacia la justicia y la paz. Las dos figuras señalan el
movimiento, el desplazamiento, la desinstalación.
• De allí la importancia de la oración por la unidad, que es siempre una
oración de pobreza, a la espera de que Dios haga misericordia.
• Ahora bien toda verdadera oración implica sus riesgos; el mayor de ellos es
sin duda que esa oración sea escuchada. Difícilmente Dios nos concede lo
que le pedimos sin hacernos de algún modo instrumentos de su realización.
¡Deberíamos ser más conscientes de lo que implica una oración sincera!
Las intuiciones de los pioneros (I)
“¡Dios mío, tu Iglesia es tan latina, está tan centralizada! Cierto es queel Papa es el ‘dulce Cristo de la tierra’ y que nosotros sólo vivimos deCristo, vinculados a Cristo. Pero Roma no es el mundo; ni lacivilización latina, la humanidad. Dios mío, que has creado al hombre yque sólo has podido recibir una alabanza digna (o menos indigna),multiplicando no sólo las especies, sino también, dentro de una mismaespecie, las razas y las naciones. Dios mío, que, de esta manera, hasmanifestado no sólo un poco de tu gloria, sino toda la riqueza de tucreación y, sobre todo, de tu criatura racional. ¡Dios mío, Dios mío!,que quisiste que tu Iglesia, ya desde su cuna, hablara todas las lenguas;no para que alterara la expresión de la verdad ni, a fortiori, la verdadmisma, sino para que la verdad que sólo la Iglesia proclama fuerainteligible a todos los oídos humanos. ¡Dios mío ensancha nuestroscorazones! ¡Haz que los hombres nos comprendan y que tambiénnosotros comprendamos a los hombres, a todos los hombres!”
Y. Congar, Cristianos en diálogo, Estela, Navarra, 1967, 15
Criterios para una reforma verdadera según Y. Congar
• Busca promover la caridad y el bienestar pastoral, en lugar de ser simplemente el resultado de una teorización sistemática o deductiva;
• Tiende a fomentar la comunión, en particular superando los actuales puntos de vista contrastantes, que no expresan suficientemente la plenitud de la tradición católica;
• Se caracteriza por la paciencia y evita el temor de llegar a una solución inmediata de los problemas;
• Hace uso del ‘sentido común’, tratando de aplicar los principios tradicionales a las realidades de la situación vigente.
Y. Congar, Verdadera y falsa reforma en la Iglesia (1950)
Las intuiciones de los pioneros (II)
Según P. Couturier, la Iglesia se expresa bajo tres rostros:
El sacral: Dios que desciende, el Amor que se da, el agapè trinitario; los misterios de laencarnación, la redención, y la santificación: Cristo, la Cruz, y Pentecostés; la revelación y elcontenido de la Escritura que forma con la Tradición un complejo divino; la vida sacramental;la estructura fundamental de la Iglesia, la esposa santa salida del costado de Cristo; es elconstitutivo de la Iglesia nuestra Madre. La comprensión de lo sacral da el sentido de laIglesia, como misterio dado; un misterio donde todo es divino, nada humano. Porque es sacralla Iglesia es infinitamente santa e inmutable.
El eclesial: todo ese esplendor divino que, en la tierra, se nos comunica por la materia, porcomplejos magníficos y pobres de lo invisible y lo visible, de lo suprasensible y lo sensible. Losacral necesita de un continente, continente humano, y por ende perfectible, aunque haya sidoindicado por el Espíritu. Una mano humana pero guiada por el Espíritu. Continente nototalmente invariable ya que es humano, y que podría, parcialmente al menos, serreemplazado por otro; que el Espíritu puede mover en gestos diferentes o menos adaptados.Mientras que el sacral es un dato inmutable, como el gesto supremo de amor que se inmola,éste en cambio está abierto a nuevas invenciones siempre posibles, por eso el rostro eclesiales mudable, variable, perfectible.
El eclesiástico: los ministros que prolongan en la Iglesia un servicio; los fieles; es el rostrohumano de la Iglesia, a veces, terrible y tristemente humano. La historia que es importanteconocer. La materia humana por la que y en la que se hace lentamente una prolongacióntrabajosa y nunca acabada de la encarnación de Cristo. La Iglesia es pecadora y en proceso desantificación porque es eclesiástica. Cuando se habla de la Iglesia, sin más, se puede, y se debedecir, que es santa, modificable y pecadora.
Una intuición transformada en camino a transitar
El Groupe des Dombes, deudor de la original
inspiración de P. Couturier, ha señalado
reiteradamente la importancia de que las
iglesias vivan una verdadera experiencia de
conversión en distintos ámbitos a fin de
facilitar de manera progresiva el camino hacia
la unidad.
Esa conversión que debe ser de actitud,
doctrinal y pastoral.
Una visión cercana a la de Juan Pablo II
“En el magisterio del Concilio hay un nexo claro entrerenovación, conversión y reforma. Afirma así: «La Iglesia,peregrina en este mundo, es llamada por Cristo a estareforma permanente de la que ella, como institución terrenay humana, necesita continuamente; de modo que si algunascosas, por circunstancias de tiempo y lugar, hubieran sidoobservadas menos cuidadosamente deben restaurarse en elmomento oportuno y debidamente» (UR 6). NingunaComunidad cristiana puede eludir esta llamada.
Dialogando con franqueza, las Comunidades se ayudan amirarse mutuamente unas a otras a la luz de la Tradiciónapostólica. Esto las lleva a preguntarse si verdaderamenteexpresan de manera adecuada todo lo que el Espíritu hatransmitido por medio de los Apóstoles (DV 7)” (UUS 16).
Una visión que se afirma y que confirma un
itinerario eclesial
“La comunión creciente en una reforma continua,realizada a la luz de la Tradición apostólica, es sin duda,en la situación actual del pueblo cristiano, una de lascaracterísticas distintivas y más importantes delecumenismo. Por otra parte, es también una garantíaesencial para su futuro. Los fieles de la Iglesia católicadeben saber que el impulso ecuménico del ConcilioVaticano II es uno de los resultados de la postura quela Iglesia adoptó entonces para escrutarse a la luz delEvangelio y de la gran Tradición. Mi predecesor, el PapaJuan XXIII, lo había comprendido bien rechazandoseparar actualización y apertura ecuménica al convocarel Concilio” (UUS 17)
Una distinción de términos para un
itinerario teologal
“La reforma de la Iglesia pasa por su teología,sus instituciones, sus maneras de proceder, laobjetividad de su lenguaje y de sus prácticas.Compromete decisiones que pueden aportarcambios. Pero sólo tienen posibilidades deéxito si son asumidas por el consenso delpueblo cristiano, persuadido de que debeaceptar esos cambios, si quiere dar untestimonio más fiel del Evangelio (...).
Groupe des Dombes, «Un seul Maître». L’autorité doctrinale dans l’Église,Bayard, Paris, 2005, n. 425.
Una distinción de términos para un
itinerario teologal (II)
“La conversión es una actitud espiritual, una dinámica(…). Es una exigencia respecto de la santidad de laIglesia. Es de alguna manera la cara interna de todareforma y su condición de posibilidad. Si es compartidapor todos los miembros del pueblo cristiano, crea unaemulación entre fieles y responsables y permite purificarel rostro deformado de nuestras comunidades.Esperamos que los diversos puntos de conversión queproponemos puedan concretizarse en reformasinstitucionales”.Groupe des Dombes, «Un seul Maître». L’autorité doctrinale dans l’Église, Bayard, Paris, 2005, n. 425.
“Sin embargo, una conversión no se decreta. Comporta un
elemento inesperado que la distingue de un acto voluntario
y deliberado. Es más que un simple cambio, incluso si implica
una evolución del pensamiento y puede llevar a una reforma
de la vida de la Iglesia. No obstante, puede ser preparada.
Una tal preparación supone que las iglesias, en todos los
niveles, se esfuercen en reconocer sus carencias, sus
imperfecciones, sus resistencias en relación con su vocación.
Todo llamado a la conversión, se inscribe en una perspectiva
semejante, esperando el ‘momento de gracia’ cuando, por la
fuerza del Espíritu, dará sus frutos”.
Ibid., n. 426.