Un torbellino de miradas a la glándula tiroidesÍndice Prólogo 15 José Luis Díaz Introducción...

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Un torbellino de miradas a la glándula tiroides Su historia a través del arte, el mito y la ciencia

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≈ leer el cuerpo

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Carlos Valverde-R. ≈ Alejandro Ortiz Bullé Goyri

Un torbellino de miradas a la glándula tiroidesSu historia a través del arte, el mito y la ciencia

México 2015

≈ leer el cuerpo

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Primera edición: 9 de diciembre de 2014

D. R. © 2015 UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICOCiudad Universitaria, Delegación Coyoacán, 04510, México D. F.Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial

ISBN 978-607-02-6243-2 (colección)ISBN 978-607-02-6245-6

Esta edición y sus características son propiedad de la Univesidad Nacional Autónoma de México.

Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio, sin autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales.Impreso y hecho en México

Valverde  Rodríguez,  Carlos,  autor.  Un  torbellino  de  miradas  a  la  glándula  tiroides:  su  historia  a  través  del  arte,  el  mito  y  la  ciencia  /  Carlos  Valverde-­‐R.,  Alejandro  Ortiz  Bullé  Goyri.  -­‐-­‐  Primera  edición.  192  páginas    ISBN  978-­‐607-­‐02-­‐6243-­‐2  (colección)  ISBN  978-­‐607-­‐02-­‐6245-­‐6    1.   Tiroides.   2.   Tiroides   -­‐-­‐   Enfermedades     -­‐-­‐   Historia.   3.   Bocio.   4.   Enfermedades   en   el   arte.   5.  Medicina  y  arte  I.  Ortiz,  Alejandro,  autor.  II.  Título  RC655.V35  2014  

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¿Qué hay en el cerebro que la tinta pueda trazar, que no haya imaginado para ti mi espíritu fiel?

¿Qué hay de nuevo por decir, qué de nuevo por registrar que pueda expresar mi amor o tu caro mérito?

Soneto CVIIIwilliam shakespeare

A la sal de mi vida

A la dueña y señora del portal de la alegría

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Agradecimientos y reconocimientos

A Carmen Aceves, Instituto de Neurobiología, unam, por su amable asesoría y orientación científica.

A Ma. del Pilar Galarza Barrios, iimas, unam, por sus invaluables búsquedas y recuperaciones de fuentes bibliográficas.

A Amaya Clunes por sus orientaciones sobre danzas mesoamericanas en Guatemala y el material gráfico generosamente facilitado.

A Natanael Ortiz Navarro, Facultad de Filosofía y Letras, unam, por su apoyo en el rastreo de obra artística y recuperación de fuentes y bibliografía.

A Yarel Esparza Moctezuma, Facultad de Filosofía y Letras, unam, por su eficaz apoyo y asistencia de investigación.

A Gissaeli Cruz Valadez, Facultad de Filosofía y Letras, unam, por su labor de asistencia en búsquedas y rastreo iconográfico.

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Índice

Prólogo 15José Luis Díaz

Introducción 27Carmen Aceves

Bocio, cretinismo e hipotiroidismo. Un recorrido por su historia

La glándula tiroides. Su historia a través del arte, el mito y la ciencia 31Introducción 31

La mirada y la palabra que construyen una identidad 34Bocio: el signo de una glándula desconocida 34Yodo: materia prima escasa y esencial 35Ver sin comprender 37

Tratados de medicina y la milenaria farmacopea china 38

La iconografía del bocio en las culturas antiguas 39Asia Occidental y Oriente Medio 41El bocio y el arte en la América precolombina 43La danza de Huehuechos en Guatemala, un testimonio viviente 47

De viajeros, eruditos y enciclopedistas 51

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Creencias y supersticiones. Magia y religión 53El bocio en la medicina medieval 53El bocio en el arte y el imaginario popular 55

Bocio y cretinismo: binomio de una enfermedad desconocida 56El tonto o idiota. Paradojas del personaje y su imagen 57Enanos, locos e idiotas en palacio 58Entre el cielo y el infierno 59Los asilos. Segregación y castigo 63

La tiroides: una glándula en busca de función 63Las miradas que asocian y comienzan a explicar 65La mirada del médico y el bautismo de la glándula 67

Bocio, tiroides y cretinismo: primeros indicios 69Bocio. El crecimiento anormal de la glándula tiroides 69Bocio, cretinismo y función cerebral 69

Las paradojas del binomio bocio-cretinismo 70Desconcierto y profusión de términos 71Cretinos artificiales 73

Informe del comité para investigar lo concerniente al myxoedema 76Diferentes nombres una sola enfermedad 77

De trasplantes y extractos. Redescubrimiento de la organoterapia 78 Organoterapia: jugos y elíxires 78Los extractos de la glándula tiroides 80Demencia mixedematosa 81

El yodo y la función de la glándula tiroides 82Cenizas de algas, yodo y bocio 83Bocio. Una enfermedad carencial 84

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¿Qué tienen y qué hacen los extractos tiroideos? 85Los extractos y el balance metabólico 86Los extractos y su proteína rica en yodo 86Extractos, renacuajos y desarrollo 87

Bocio. La respuesta compensatoria a una deficiencia 89

Las hormonas de la glándula tiroides 90Los cristales ricos en yodo 90Yodo radioactivo 91La glándula produce más de una hormona 92

Las fronteras del conocimiento 93Algunos de los derroteros y fronteras actuales 93

Recapitulación 95

La crónica visual del signo y el símbolo 97

El arte: un auxiliar de la investigación médico-científica 99

El bocio en la tradición plástica de Occidente 101De Bizancio al Renacimiento 103

Artes plásticas como fuente iconográfica para el estudio del bocio 107Mi nombre es tonto 122Los aquelarres, los locos y el periodo negro de Francisco de Goyaen el estudio del hipotiroidismo 125El Niño de Vallecas vs. El olmeca 132

El Niño de Vallecas: un caso típico de hipotiroidismo y un ícono pictórico 135

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Viñetas, notas y divertimentos 141

Personajes 143El rey Chicomacatl sentado en su trono 143Paracelso 145Andreas Vesalio (1514-1564) 147Bernard Courtois (1777-1838) 149Jean Baptiste Joseph Dieudonné Boussingault (1802-1887) 150Charles Edward Brown-Séquard (1817-1894) 153Emil Theodor Kocher (1841-1917) y las identidades del cretinismo 154(Sir) Víctor Alexander Haden Horsley (1857-1916) 156George Redmayne Murray (1865-1939) 157

Notas y Divertimentos 159¡Ah, el yodo…! 159Vapores en la niebla 160Tiroides desecada 162Hay ajolotiiis... 162Coman Algassssss... 164Mentira tanta falsedad... 165

Referencias 171

Índice onomástico 186

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Prólogo

La metamorfosis del Niño de VallecasJosé Luis Díaz*

Militat omnis amansOvidio

La integración biológica, verbal e icónica que nos propone la presente obra es de trascendencia médica, pictórica, poética y simbólica por la convergencia que ofre-ce de diversas formas de conocer.

El conocimiento es uno de los bienes humanos más necesarios, preciosos y disfrutables pues su obtención y aplicación ha favorecido la conservación y el auge de nuestra especie en un medio ambiente mutable, severo e inhóspito. Es por ello que la naturaleza del conocimiento constituye parte esencial de la filo-sofía desde sus albores tomando formas tan diversas como teorías rivales de la naturaleza del conocimiento y el significado, o de los fundamentos cognoscitivos de la ética, la estética, la política o la técnica. Además de esta tradición, el cono-cimiento constituye la materia prima de la ciencia pues se adquiere, se disfruta y se manifiesta como información en principio certera y comprobada del mundo, aunque siempre mejorable y corregible. El conocimiento científico también asu-me diversas formas, como leyes formuladas matemáticamente, nociones precisas y justificadas por observaciones acuciosas y comprobables sobre el origen del universo, de la vida o de la mente, o con frecuencia como imágenes directas o modelos representativos de lo más inmenso, lo más diminuto, lo más complejo, lo más recóndito o lo más extraño que nos rodea o constituye. Un tipo apa-rentemente distinto de conocimiento se manifiesta en las refinadas estructuras

* Departamento de Historia y Filosofía de la Medicina, Facultad de Medicina, unam y Academia Mexicana de la Lengua.

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estéticas de todas las artes que simulan o recrean, a diferencia y en contrapunto de la universalidad de la ciencia, aquello que es más particular, emotivo, cuali-tativo y significativo. No es tampoco sorprendente que un sector muy señalado del conocimiento humano haya sido adoptado y muchas veces impuesto por las religiones, no sólo en sus postulados teológicos y relatos míticos de significación ubicua sobre mundos espirituales y seres sobrenaturales, sino sobre aquellos otros temas de relevancia tan inmediata y práctica de cómo vivir y del porqué elegir o repudiar ciertas pautas de conducta o ciertas creencias que conforman una cos-movisión, una forma de ser y estar en el mundo. Es posible defender que estas diversas plataformas del conocimiento humano como son las diversas ciencias, humanidades, artes, mitos o religiones, finalmente se encuentran, se relacionan y se reúnen en la operación del aparato cognitivo humano, pues las facultades mentales de percepción, emoción, pensamiento, razonamiento, imaginación, en-soñación, memoria, decisión, voluntad, atención y conciencia se involucran para constituir las creencias, saberes y conocimientos que nos incumben, guían y ubi-can en el mundo mediante el entendimiento, el afecto, la inteligencia y la acción deliberada.1

Uno de los conocimientos de mayor relevancia y calado es el que se refie-re a la representación de nuestro propio ser, al cuerpo humano como especie, a la imagen propia como individuos diferenciados y a lo que constituye la salud y la enfermedad. Es así que el conocimiento médico es algo peculiar en el conjunto del saber pues tiene elementos de las diversas formas de conocer arriba mencionadas. Por una parte la medicina es una ciencia basada en el conocimiento sistemático, vasto y creciente de los mecanismos biológicos de la salud y la enfermedad, pero es también una praxis artesanal; es decir, una habilidad enriquecida por la experien-cia clínica de tratar con enfermos. Además de esto, la medicina ha involucrado a diversas manifestaciones estéticas en referencia al cuerpo y su entorno, en especial a la literatura y las artes plásticas pues la salud o la enfermedad, la belleza o la fealdad son conceptos complejos de raíces tanto biológicas como culturales que se

1 La plataforma única del conocimiento humano con tres ángulos (ciencia, arte, sabiduría) que en parte se trasla-pan y en otra avanzan en direcciones diversas se postula y recrea en José Luis Díaz, El ábaco, la lira y la rosa. Las regiones del conocimiento, 2ª ed., México, fce, 2011.

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han manifestado en todas las épocas en las letras, la pintura o la escultura. La se-paración tácita y aparente entre ciencias, artes y religiones que ha dominado en los últimos tiempos ha determinado que las esferas de los conocimientos filosóficos, biomédico-clínicos, artísticos, sociales y religiosos de la enfermedad se hayan tra-tado por separado; esto tiene en cierta medida la justificación de que constituyen saberes y manifestaciones particulares que requieren de especialistas para ser ade-cuadamente analizadas y valoradas. Sin embargo vivimos en tiempos posmodernos críticos y rebeldes, no porque haya cundido una ideología política revolucionaria, sino porque la propia metamorfosis del saber ha desdibujado los contornos no sólo de las disciplinas académicas y sus fronteras para crear interdisciplinas o el re-ciente enfoque transdisciplinario, sino también porque han ocurrido intentos cada vez más frecuentes de relacionar las ciencias, las artes y la cosmovisión mítica y religiosa. Una de las áreas donde esto ha ocurrido crecientemente es la medicina y el presente libro es una adecuada y espléndida muestra de ello.

La medicina constituye un área confluyente de las diversas plataformas de conocimiento, pues sus fundamentos de tipo anatómico, fisiológico o patológico en las ciencias biológicas son ciertamente decisivos, pero también lo son sus bases de conocimiento práctico; ello demanda una teoría del conocimiento especial: una epistemología clínica basada no sólo en el saber científico, sino en la adecua-da relación médico-paciente, en la ética, la compasión, el servicio y la disposición de curar, lo cual perfila al médico como un cura laico y sensible a la cosmovisión, personalidad, nicho cultural y familiar de su paciente. Pero además de la enfer-medad como entidad biológica y el padecimiento como entidad psicológica y de experiencia, la medicina implica a la cultura y la sociedad como ámbito compar-tido y mutante de los conceptos y reglas relevantes a la salud, a su pérdida y su recuperación. Al retratar la enfermedad las artes recuerdan y estipulan no sólo la individualidad del padecer de un enfermo, sino también la circunstancia: ese entorno físico, social o histórico que indisolublemente conforma la existencia humana en sus diversas manifestaciones. Este polo personal de la medicina es precisamente el objeto de las artes cuando se enfocan sobre la enfermedad, el padecer y la cultura al explorar al enfermo, un ser humano particular que sufre una patología.

En este contexto de la enfermedad retratada en las artes encontraremos en La montaña mágica de Thomas Mann al joven tuberculoso Hans Castorp, ávido

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de conocimiento; en el lienzo de José de Ribera a la estrambótica Mujer barbuda que amamanta a un infante; al desesperado burócrata en la hora de su muerte creado por León Tolstoy en La muerte de Iván Illich, y a tantos enanos, locos o “fenómenos” retratados en el arte de todos los tiempos, en especial el europeo desde el medioevo hasta la fecha, como es el Niño de Vallecas plasmado en el cua-dro de Diego Velázquez que la presente obra destaca y estudia. Estos retratos no necesariamente ayudan a comprender los factores biomédicos de la enfermedad en sus niveles biológicos subpersonales, pero ciertamente se adentran y nos con-frontan con el padecer y el ámbito particular del enfermo, con lo cual se abre una ventana al mundo del artista y del modelo. Pero, como también comprobamos en el presente libro, ocurre que, en el camino inverso, la información biomédica viene a enriquecer la contemplación y la interpretación de las obras de arte que repre-sentan enfermedades y enfermos.

La medicina se expresa y ejerce en un continuo que va desde la generalidad de la enfermedad definida como un tipo taxonómico y diagnóstico, como son los conceptos de diabetes, infarto del miocardio, enfermedad de Parkinson, melano-ma, cretinismo o bocio, hasta la particularidad de cada enfermo de esos y tantos otros padecimientos: hay enfermedades y hay enfermos. Se trata de la diferencia entre tipo y ejemplar que se establece entre una categoría general como la rosa, la mesa o el bocio y cada caso particular de esa categoría: aquella rosa, esta mesa o el bocio de Cleopatra que se trata en este libro. A diferencia de muchas ciencias en las que los casos particulares sólo tienen interés como integrantes de una ca-tegoría general, en la medicina los hechos individuales tienen un valor particular que muchas veces justifica su publicación como “casos” en revistas especializadas. El clínico se ve obligado a tomar los casos en cuenta en toda su individualidad para mejor ejercer su profesión pues su principal objeto de estudio es un sujeto como él: un prójimo y un semejante que no sólo se debe reconocer sino aliviar, tal es el pacto de la clínica. Es precisamente en este camino de rasgos tan singu-lares donde arte y ciencia convergen, pues el retrato artístico del enfermo, de su padecer y del marco de referencia, constituye no sólo un divertimento estético para el médico, sino fuente múltiple de conocimientos y significados personales y científicos. A través de la contemplación de la obra de arte, el estudioso no sólo participa del gozo estético que en este caso paradigmático abarca y trasciende la

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belleza y la fealdad,2 sino que adquiere saber sobre un caso, sobre el entorno cul-tural que lo alberga y sobre su devenir. Como sucede con el resto de las ciencias, el conocimiento no sólo se plasma en tablas, fórmulas, modelos o conceptos, sino en imágenes y símbolos de tal forma que el giro pictórico se convierte en un valioso recurso epistémico, es decir, de conocimiento, entendimiento e interpretación de objetos, hechos y procesos.3

El libro que tenemos en las manos recapitula la historia y la actualidad del conocimiento de una glándula endocrina, la glándula tiroides, de sus hormonas y sus funciones tanto normales como de exceso y defecto, a la par que ofrece una compilación y revisión amplia y grata de retratos de su patología más frecuente y ostensible en el devenir artístico de varias culturas. De esta forma la obra reúne una pléyade de ejemplos artísticos de bocio –la hipertrofia visible de la glándula–, y de cretinismo –su aciago corolario mental–. Podría decirse que el ensayo cons-tituye un híbrido de conocimiento precisamente por esa convergencia entre las ciencias, las artes, los mitos y la cultura a la que nos hemos referido, pero puede especificarse que es un híbrido en varios sentidos. Por una parte está el hecho asombroso de que el conocimiento científico de una función puntual de la fisio-logía corporal compete a diversos sucesos cosmológicos, geológicos, fisiológicos, psiquiátricos o estéticos, y por otra, el patente valor epistémico del arte que retrata el padecimiento de la glándula. En efecto, el lector podrá enterarse que la pequeña glándula tiroides, de tan modesta apariencia, cumple una amplísima y vital fun-ción anabólica a través de sus hormonas, en particular de la tiroxina, pues ésta, liberada a la sangre, llega a todas las células del cuerpo donde es desyodada para,

2 La enfermedad no suele ser convencionalmente hermosa aunque sí morbosamente fascinante. Baste recordar el lienzo clásico de Rembrandt La lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp, que data de 1632. En éste destacan las expresiones faciales de emociones intensas y polares por parte de los alumnos del profesor Tulp que diseca un cadáver (objeto de horror y fascinación). Los términos morbo y morboso designan no sólo a la enfermedad y el padecimiento, sino al interés denominado malsano por ellas, o bien a la atracción que los humanos solemos desplegar hacia lo desagradable, hacia el mal o hacia el sexo. Dista de ser en vano que el sustantivo mal se aplique a la enfermedad física y a la corrupción moral.

3 Véase María del Pilar Lema Quintana, “El morbo: ¿sólo atracción malsana?”, en Espejismo, Departamento de Filología de la Universidad de Poznan, disponible en http://www.espejismo.republika.pl/morbo1.html (con-sultado el 28 de mayo de 2014).

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convertida en triyodo-tironina, activar el metabolismo y la función de los órganos en cuestión. Entre éstos destaca el cerebro, lo que explica la afección psicoló-gica por la disfunción tiroidea. Aprenderemos aquí que las hormonas tiroideas requieren e incorporan en su molécula un elemento químico, el halógenoyodo, que originalmente proviene del estallido de las estrellas masivas en ese cataclismo llamado supernovas y que en nuestro planeta escasea en las regiones montañosas de tierra adentro, lo que causa entre sus habitantes la mala función de la glándula tiroides y con ello su crecimiento compensatorio llamado bocio y el cretinismo subsecuente. Además aprenderemos que estas hormonas no sólo son esenciales en el metabolismo de todas las células del cuerpo humano, sino en funciones tan míticas y simbólicas como las metamorfosis de los batracios, de tal forma que la escasez de yodo en las lagunas del altiplano de Mesoamérica previene que el ajo-lote trasmute a su forma adulta como salamandra y permanezca en estado juvenil. En La jaula de la melancolía. Identidad y metamorfosis del mexicano ,4 el antropólogo Roger Bartra ha usado este hecho biológico del altiplano como audaz metáfora de la indefinición del mexicano y de la cultura política nacional entre lo primitivo o subdesarrollado (el ajolote) y lo moderno y maduro (la salamandra).5

De esta forma el conocimiento científico de la tiroides, de sus hormonas o del yodo como elemento indispensable para la salud mental se torna en ese tipo de información sorprendente y esencialmente grácil que cumple toda ciencia que revela la maravillosa y escondida urdimbre del cosmos: tal es la fertilidad estética de la ciencia. Pero en el otro sentido se nos presenta la fertilidad sapiencial del arte para realizar el híbrido. En efecto, la revisión de las manifestaciones del bocio en las artes, lleva a los autores no sólo a recorrer diversas plásticas del mundo, sino también a realizar interpretaciones de relevancia para la propia ciencia. Natural-mente que no se trata de descubrimientos moleculares a través de la pintura, pero sí de esta forma de entendimiento científico y en particular médico que necesa-

4 El tema biológico me remite a épocas de estudiante cuando en el laboratorio del doctor Guillermo Soberón, hacia 1967, se estudiaban ciertos mecanismos bioquímicos de la metamorfosis del ajolote. Sólo era necesario agregar unas gotas de yodo al recipiente en donde nadaban los ajolotes traídos de Xochimilco para que en unos días se diera la mágica metamorfosis a la salamandra terrestre; mágica no por ser de causa oscura sino por la maravilla de su mecanismo biológico en progresiva e incitante revelación, cual anfibia Salomé.

5 Roger Bartra, La jaula de la melancolía. Identidad y metamorfosis del mexicano, México, Grijalbo, 1987.

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riamente tome en cuenta los factores históricos, culturales, personales y experien-ciales. De hecho, en el desarrollo del presente libro veremos que estos factores llevaron al descubrimiento de la tiroides, en particular la anatomía de la glándula, por Leonardo da Vinci, mucho antes de que fuera reconocida y bautizada por la ciencia. La convergencia en Leonardo del científico y el artista al reconocer y dibujar por primera vez la glándula tiroides es un logro y un ejemplo del híbrido entre ciencia y arte, si los hay.

Vale la pena explorar un poco más la relevancia estética de la ciencia, el evocar las prodigiosas y hermosísimas imágenes del macrocosmos obtenidas por los modernos telescopios en órbita o del microcosmos por los microscopios elec-trónicos de barrido, las cuales tienen un valor artístico bien reconocido. Este valor estético funciona no sólo como un agregado a su significado documental e infor-mativo, sino que es algo consustancial a la información plasmada de manera re-presentativa: el conocimiento pictórico es estético en sí mismo. La segunda faceta que conviene retomar en el contexto del presente libro es la relevancia científica de muchas piezas artísticas, en este caso las que revelan una patología glandular y mental. Entendámonos: no se trata solamente de la relevancia académica que tiene un lugar tradicionalmente fundamentado en las humanidades, tanto en las investigaciones estéticas, musicales, filológicas o históricas del arte, sino de la re-levancia que estos conocimientos tienen para la propia ciencia, como sucede con la derivación de las leyes de la turbulencia en el conocido e impresionante cuadro La noche estrellada y otros de Vincent van Gogh.6 La visión que tiene el cientí-fico viene a proporcionar una lectura diferente de la pieza artística, es decir: una novedosa o distinta écfrasis. Como se recordará, la écfrasis es la descripción por medio del lenguaje de una pieza de arte visual, es una representación verbal de una representación pictórica que implica una transformación de códigos, convir-

6 Un equipo de investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (unam), del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (csic) de España y de la Universidad de Oxford demostraron en 2008 que ése y otros cuadros del célebre pintor holandés presagiaban la significación matemática que le diera Andrei Kolmogorov en 1941 al proceso turbulento de un fluido mediante un estudio de la luminancia, pixel a pixel, obtenida directamente de la obra maestra ( J. Aragón, G. Naumis, M. Bai, M. Torres y P. Maini, “Turbulent Luminance in Impassioned van Gogh Paintings”, en Journal of Mathematical Imaging and Vision, vol. 30, núm. 3, 2008, pp. 275-283. Subrayo el adjetivo “apasionado” (impassioned) en una revista de matemáticas.

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tiendo un objeto plástico en un objeto verbal. Ahora bien, la descripción verbal de la pieza de arte no se limita a una narración del objeto en cuanto a su forma y su materia, sino especialmente a su contenido, aquello que la pintura, la foto, la escultura o la arquitectura representan. No se trata sólo de una descripción, sino de una representación verbal o conceptual de aquello que ya constituye una re-presentación plástica. Este procedimiento supone una operación cognitiva de alto nivel simbólico y epistémico, es decir un ejercicio del conocimiento que jerarquiza, ordena, modela e interpreta una obra de arte.

Para ilustrar mejor esto vale la pena destacar el caso de una de tantas pie-zas de arte analizadas en este libro, aunque por su tratamiento quizás sea la más trascendental. En efecto: podemos comprobar que en este ensayo se describe y se lee al célebre cuadro el Niño de Vallecas de Diego Velázquez desde una perspectiva distinta a la de un historiador del arte o de un teórico del Barroco: se lee desde la mirada de un endocrinólogo dotado de una particular sensibilidad por su proce-dencia y plataforma en coordinación con un experto en la ilustración plástica. Esta descripción y lectura subraya y matiza la patología del patético y turbador enano vizcaíno Lezcanillo retratado ahí con especial referencia a la deficiencia mental y su probable causa hormonal al manifestar patentes signos del hipotiroidismo que nuestros autores encuentran también en una figurilla olmeca de jade, con las necesarias diferencias de estilo, pero con las similitudes de la patología.

No es en apariencia muy distinta la lectura que hace el poeta hispano-mexi-cano León Felipe del mismo cuadro en su conocido poema “Pie para el Niño de Vallecas de Velázquez”, aunque éste subraya el dolor humano, la sabiduría de la ingenuidad, la compasión al deficiente o la rebelión contra la injusticia:

De aquí no se va nadie

Mientras esta cabeza rotadel Niño de Vallecas exista,de aquí no se va nadie. Nadie.Ni el místico ni el suicida.

Antes hay que deshacer este entuerto,antes hay que resolver este enigma.

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Y hay que resolverlo entre todos, y hay que resolverlo sin cobardía, sin huir con unas alas de percalina o haciendo un agujero en la tarima. De aquí no se va nadie. Nadie. Ni el místico ni el suicida.

El contenido del cuadro es indignante y enigmático para el poeta: el Niño de Va-llecas requiere de una explicación y de una solución. ¿Cuál es precisamente el tema del cuadro? No podemos saber con certeza la intención del circunspecto Diego de Velázquez al pintar con maestría inigualable bufones, enanos y deficientes mentales que por cientos albergaba la casa del rey en la corte de los Austrias en el siglo xvii, aunque a través del tiempo se suponga con argumentos justificados que el genial pintor sevillano restituía con el retrato una dignidad humana de la que sus modelos habían sido en buena medida privados. El poema de León Felipe ciertamente comparte esta interpretación humanista, pero el epígrafe del poema va más allá cuando dice: “Bacía, yelmo, halo, / éste es el orden, Sancho”, un fragmento supuestamente sacado del Quijote pero que aparentemente no existe como tal en el clásico texto de Cervantes, pero sí en el espíritu, pues la bacía7 que Sancho ha arrebatado al barbero es tomada por el yelmo de Mambrino8 por don Quijote, y finalmente deviene el halo de santidad que el poeta confiere a Lezcani-llo, el niño de Vallecas, un santo inocente.9

7 La bacía es el recipiente metálico circular, de borde ancho y con una escotadura semicircular que era usado por los barberos para remojar las barbas del cliente.

8 El yelmo era un mítico casco de oro puro que hacía invulnerable a su portador y que fuera propiedad original del legendario rey moro Mambrino. Su posesión era ambición de los paladines de Carlomagno y de don Quijote.

9 En la intensa y desgarradora película Los santos inocentes de Mario Camus (1984), basada en una historia de Miguel Delibes ubicada en los feudos agrícolas de la época franquista, el personaje del campesino Azarías, magistralmente interpretado por Francisco Rabal, es un deficiente mental, quizás un cretino, que no se da cuenta de su deficiencia y de lo que ésta afecta a los demás: un santo inocente que ama a los pájaros más que a los humanos.

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Estamos ante otra metamorfosis: una vulgar bacía puede devenir simbóli-camente en el mágico yelmo de Mambrino y éste en halo de santidad del cando-roso cretino.10 El endocrinólogo bien puede completar la transformación desde antes de que emprendiera su viaje histórico en el lienzo de Velázquez: la deficien-cia de yodo deviene en bocio hipotiroideo y éste en el cretinismo ostensible en el Lezcanillo retratado por Velázquez, recreado por Fernando Botero o Alberto Gironella, y glosado por León Felipe, cuyo poema concluye así:

Y es inútil, inútil toda huida (ni por abajo ni por arriba). Se vuelve siempre. Siempre. Hasta que un día (¡un buen día!) el yelmo de Mambrino–halo ya, no yelmo ni bacía–se acomode a las sienes de Sancho y a las tuyas y a las mías como pintiparado, como hecho a la medida. Entonces nos iremos todos por las bambalinas. Tú, y yo, y Sancho, y el Niño de Vallecas, y el místico, y el suicida.

La interpretación del Niño, nueva metamorfosis tiroidea, deviene símbolo de in-justicia, dignidad y caridad en el poema del exiliado poeta, y se enriquece con los datos biológicos de su enfermedad y de su padecer mental en la presente écfrasis científico-humanista. Es decir, la toma de conciencia que implica todo verdadero conocimiento se plasma en la prodigiosa pintura de un ser marginal y deficiente, objeto de burla y morbo en una corte absolutista.

10 Véase el artículo de Jorge Chen Sham: “La responsabilidad humana: El poema ‘Pie para el Niño de Vallecas de Velázquez’ ”, en Revista de Filología, Lingüística y Literatura, vol. 30, núm. 2, julio-diciembre de 2004.

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25prólogo

En todo ello hay un exhorto humanista que naturaliza el arte y enaltece a la ciencia; un exhorto que llama a combatir y superar las miserias humanas de toda índole, en este caso la miseria de la enfermedad, del sufrimiento, de la discrimina-ción. La ciencia enlazada con el arte adquiere una misión de cambio y aplicación del conocimiento en su dimensión más humana y su manifestación más sapiencial, por lo que será justo y gratificante que el lector se encuentre en las páginas de este libro con Erasmo, Vesalio, Leonardo, Diderot, Velázquez, Goya, Brown-Séquard o Murray. En efecto, el libro reúne una historia de miradas, fantasías y creaciones sobre la tiroides y las entreteje con la búsqueda inacabable de conocimiento cien-tífico de este órgano tan decisivo como desconocido hasta hace poco tiempo. En esta singular reseña se entrecruzan mitos, leyendas y supersticiones con artistas, filósofos, literatos, médicos y científicos; convergen en ella lo sagrado y lo profano; la creatividad estética y la científica, los signos y los significados de la enfermedad. A través de este torbellino de miradas se fue develando la conformación y la fun-ción de la glándula tiroides. ¤

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