Tomo III, Núm. 48, 30 de noviembre de 1845

8
51 SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL. 377 EL PALENQUE. Estrado del viaje de D. Antonio del Rio, á lat rui na* del Palenque en 1787. 1 manuscrito de del Rio, habría esta- do oculto A la vista del mundo sabio, á no ser que una feliz circunstancia no lo hubiese traído A las manos de Mr. Warden, Cónsul general que fné de los Estados Unidos, corresponsal del instituto de Francia y miembro de su sociedad real de Anticuarios, quien comunicó 1a noticia á la sociedad de geografía de Parla, habiendo publicado en Lóndres en 1822 una obra cuyo titulo es: «des- cripcion de las ruinas de una antigua ciudad descu bierla en el Palenque, pueblo de Goatemala en la América española, sacada de la relación original manuscrita del capitán D. Antonio del Rio.» En el tres de mayo de mil setecientos noventa Í siete, el capitán D. Antonio del Rio, por órden el Rey de España, llegó á dichas ruinas del Palen- que, acompañado de los indios que debían facilitar su esploracion. lié aquí los detalles que contiene su relación. Bajo el nombre de Casas de piedra, se conocían AÑO X— 3 0 1)15 NOVIEMBRE DE 1845. unos ruinas situadas A la distancia de cinco leguas del Palenque nuevo, última población al Norte en el distrito del CArnien, provincia de Ciudad-Real de Cliiapas. A dos leguas de una cadena de monta- ñas que separa la república de Goatemala del de- partamento de Yucatán, corre el riachuelo Micol, que hacia el O. va Ajuntarse con el gran rio de Tu- lija, cuyas aguas se dirigen del lado de la provin- cia de Tabasco. Desde Micol se comienza A subir Aestas ruinas, y la distancia de cerca de media legua, en el lugar donde recibe un pequeño riachuelo llamado Oto- lum, se encuentran grandes peñascos que hacen difícil el paso durante otra media legua. Encum- brando A la altura, se perciben catorce edificios de piedra, de los que hay unos eu peor estado que otros, pero que sin embargo dejan ver disliulauien- te muchas piezas ó habitaciones. Al pié de una de las mus altas montañas de la cordillera de que he hablado, se observa un plano ó superficie rectangular de novecientos pies (trescien- tas varas) de largo y la mitad de aucho, en el cen- tro de la cual, y sobre uuo base de veinte varas de altura, se halla situada In mayor de las construccio- nes que allí se han encontrado: eslA rodeado por otros cinco edificios al Norte, cuatro al Mediodía uno al Sudoeste y tres al Este. Restos de otros edi - 48

Transcript of Tomo III, Núm. 48, 30 de noviembre de 1845

Page 1: Tomo III, Núm. 48, 30 de noviembre de 1845

5 1 SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL. 377

EL PALENQUE.

E s t r a d o d e l v ia je de D . A n to n io d e l R io , á l a t r u i

n a * d e l P a le n q u e e n 1 7 8 7 .

1 manuscrito de del Rio, habría esta­do oculto A la vista del mundo sabio, á no ser que una feliz circunstancia no lo hubiese traído A las manos de Mr. W arden, Cónsul general que fné de los Estados Unidos, corresponsal

del instituto de Francia y miembro de su sociedad real de Anticuarios, quien comunicó 1a noticia á la sociedad de geografía de Parla, habiendo publicado en Lóndres en 1822 una obra cuyo titulo es: «des- cripcion de las ruinas de una antigua ciudad descu bierla en el Palenque, pueblo de Goatemala en la América española, sacada de la relación original manuscrita del capitán D. Antonio del Rio.»

En el tres de mayo de mil setecientos noventaÍ siete, el capitán D. Antonio del Rio, por órden el Rey de España, llegó á dichas ruinas del Palen­

que, acompañado de los indios que debían facilitar su esploracion. lié aquí los detalles que contiene su relación.

Bajo el nombre de Casas de piedra, se conocían AÑO X — 3 0 1)15 NOVIEMBRE DE 1 8 4 5 .

unos ruinas situadas A la distancia de cinco leguas del Palenque nuevo, última población al Norte en el distrito del CArnien, provincia de Ciudad-Real de Cliiapas. A dos leguas de una cadena de monta­ñas que separa la república de Goatemala del de­partamento de Yucatán, corre el riachuelo Micol, que hacia el O. va A juntarse con el gran rio de Tu- lija, cuyas aguas se dirigen del lado de la provin­cia de Tabasco.

Desde Micol se comienza A subir A estas ruinas, y la distancia de cerca de media legua, en el lugar donde recibe un pequeño riachuelo llamado Oto- lum, se encuentran grandes peñascos que hacen difícil el paso durante otra media legua. Encum­brando A la altura, se perciben catorce edificios de piedra, de los que hay unos eu peor estado que otros, pero que sin embargo dejan ver disliulauien- te muchas piezas ó habitaciones.

Al pié de una de las mus altas montañas de la cordillera de que he hablado, se observa un plano ó superficie rectangular de novecientos pies (trescien­tas varas) de largo y la mitad de aucho, en el cen­tro de la cual, y sobre uuo base de veinte varas de altura, se halla situada In mayor de las construccio­nes que allí se han encontrado: eslA rodeado por otros cinco edificios al Norte, cuatro al Mediodía uno al Sudoeste y tres al Este. Restos de otros edi -

4 8

Page 2: Tomo III, Núm. 48, 30 de noviembre de 1845

378 SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL.

(Icios se cslienden tam bién al Este y al O este, á lo el otro al campo. En esta parle «leí edificio se venlargo de las moulaños y á cerca de tres ó cuatro todavía los restos de algunos pilares con bajos r e ­leguas de radío, lo que hace suponer que esta c iu -h ie r e s que represen tan , A lo que se cree, el sacrifi- dad com prende una eslension de siete á ocho le -¡c ió de algún infeliz indio.guas; pero que dism inuye considerablem ente y A | Volvieudo del lado de Mediodía, hay una to rrepoco mas de media legua hácia el punto situado de diez y seis varas de a ltu ra , que contiene otracerca del rio M icol, en donde term inan las ruinas, to rre in terio r, con ventanas para dar luz A los esca-

El sitio es herm osísim o, el clim a delicioso y el .Iones que conducen á su a ltu ra , suelo fértil. Los zapotes, los aguacales, los cam o- I Después de las cuatro cám aras ya m encionadas, tes, la yuca, el plátano y o tros fru tos silvestres, ere- hay o tras dos de m ayores dimensiones, m uy bien cen en abundancia. Los ríos abundan en peces, y 'adornadas, á lo menos según el modo grosero de los se encuentran en ellos la m ojarra , el bobo y la lo r- indios, y que pueden haberles servido de oratorio.luga, asi como carapachos, ostras y conchas.

En el in terio r del ediOcio grande, es de un e s ­tilo de arqu itec tu ra que se aproxim a á la gótica; su construcción rudo y maciza, le asegura una gran duración. Se en tra al lado del E ste por un pórtico ó corredor que tiene tre in ta y seis varas de largo, y por una puerta de tres de a ltu ra . Está sosteni­do por pilares pulidos de forma rec tangu lar, sin pedestales ni bases, encim a de los cuales hay cua­tro piedras cuadradas, unidas, de m as de una te r ­cia de espesor, que forman un alquilrabe con dos especies de escudos en estuco, como adornos esle- riores; en fin, sobre estas piedras hay otro trozo también rectangu lar de vara y dos tercias de a n ­cho , sobre dos de largo, que se esliendc sobre dos pilares. Algunos medollones ó relieves en estuco que representan diversas figuras de la misma mate ria , parece han debido serv ir de decoración A las habitaciones: y se presum e, po r los restos de las cabezas que pueden distinguirse todavía, que estas figuras eran ios bustos de una série de reyes ó se­ñores del país. E n tre los m edallones se ve cons­tru id a una clase de ventanas sem ejantes A nichos, que pasan de una eslrem idad A la o tra de la m u ra ­lla. Unas son cuadradas, o tras tienen la forma de una cruz griega, y o tras tam bién que com pletan esta figura, tienen dos te rc ias de alto sobre ocho pulgadas de profundidad.

Después de este corredor hay una plaza cua­drada, 6 la que se baja po r una escalera de siete escalones. La parle hacia el N orte está toda a rru i­nada; pero se puede ver todavía que en otro tiem po tenia un corredo r y una cám ara sem ejan­te á las de la p arle de Este. Al Sur hay cuatro pequeños cuartos, que no tienen sino una ó dos venlauilns sem ejantes ó las ya descriptas. E l lado Oeste es igual en todos sus puntos A su paralelo, A escepcion de los adornos que le decoran, que son m ucho mas groseros.

Las figuras son una especie de m áscaras g ro tes­cas con corona y larga barba como la de un ch i­bo, y á los lados cruces griegas.

Avanzando en la misma dirección, se enenen- tra otro patio de igual anchura al an terior; pero menos largo, con un pasadizo que le com unica con el lado opuesto. En este pasadizo hay dos cám aras «anejan tes A aquellas de que se lia hablado, y una galería in te rio r de la que un lado m ira al patio y

E ntre los adornos hay algunos estucos esm altados; las cabezas griegas representan objetos sagrados. Pasados los oratorios, hay aposentos que se cstien- den de N orte A S ur, de veinte y siete varas de an ­cho sobre siete de largo; pero que no contienen ningún objeto digno de n o ta r, sino es una piedra de forma elíp tica , cuyo diám etro m ayor es de vara y cuarta , y e l m enor de una vara; esta piedra está incrustada cerca de una vara de a ltu ra del pavi- m icnlo. Unjo esta piedra hay un trozo unido y rectangular de dos varas de ancho, sobre una y cuatro pulgadas de largo y 7 pulgadas de espesor, colocado sobre i pies coiuo una m esa, con una figura en bajo relieve que parece sostenerla. En

. .los bordes de esta mesa, asi como sobre m uchas .¡'p iedras y estucos, hay caractères ó símbolos cuya

¡significación es desconocida.A la eslrem idad del últim o aposento y á nivel

del suelo, hay una abertu ra de dos varas de ancho sobre lina de largo, que conduce por una escalera A un pasadizo subterráneo, en el que se descubren o tras aberturas. Había en esta escalera y á d is ­tancias regulares, descansos que tenían cada uno una puerta . A la segunda se vé uno -obligado á ilum inar con hachas para con tinuar bajando por

juna pendiente suave. Esta escalera, que vuelve en áng u lo s derechos, tiene en su eslrem idad o tra puerta que com unica A un aposento que tiene se ­sen ta y cuatro varas de ancho, y casi el mismo largo que las anteriores. Hay en o tra un dep arta ­m ento sem ejante, ilum inado po r ventanas que r e ­ciben la luz sobre un corredor que m ira al medio dia, y que conduce al in te rio r del edificio. Los ú n i­cos objetos dignos de se r notados son algunas p ie ­dras pulidas de dos varas y media de largo sobre una y inedia pulgadas de ancho, colocadas sobre cuatro cuñas de forma cuadrada, de m anipostería, que se elevan cerca de media vara del suelo. Estas

Ciiodras están dispuestas en forma de alcoba, lo que mee pensar que han podido serv ir de lugar para

dorm ir.En medio de este edificio, hay o tro sim ado so ­

bre una em inencia de cerca de siete varas de eleva­ción, y cuya arqu itec tu ra es por el mismo estilo, su Tonna es la de un paralelógram o; está sostenida por pilares cuadrados, y tiene una galería in te rio r en la que se nota un salon de veinte varas de largo sobre tres de ancho, con un fronton en que están re -

Page 3: Tomo III, Núm. 48, 30 de noviembre de 1845

SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL. 379

presentadas figuras que tienen niños en los brazos, todas del tamaño natural. Estos bajos relieves se bailan ejecutados en estuco, y los personagcs cstón sin cabeza. En lo in te rio r de la galería y i cada lado de la puerta que dá al salón, hay tres piedras de una vara en cuadro, cubiertas de figuras simbólicas en bajo relieve.

Dejando esta parle del edificio, y atravesando las ruinas de m uchos o tros que acaso eran aposen­tos dependientes del edificio principal, se baja á un pequeño valle descubierto, que conduce á una c a ­sa donde se encuentra , como la an terio r, una gale­ría y un salón, en cuya puerta hay un adorno en estuco, cuyo estilo prueba, A lo que parece, la su perslicion de sus autores. Al E ste del mencionado edificio, se encuentran otros tres pequeños, forman do un triángulo: cada uno de ellos es un aposento cuadrado de diez y ocho varas de largo, sobre once de ancho, de la m isma couslrucion de los primeros; pero que tienen sobre el techo dos especies de torre cillas de tres varos de alto , cargadas de adornos y de divisas en estuco. En lo in te rio r del prim ero de estos aposentos, y á la estrem idad de la gale­ría casi enteram ente destruido, hoy un salón que tiene un cuortilo en cada eslreinidad, y en el c en ­tro de cada uno de ellos, un oratorio de mas de tre s varas cuad radas, presentando h cada lado de la entrada, una piedra colocada perpendicular- m ente, sobre la que hay representado un hombre en bajo relieve.

El frontis del oratorio está ocupado por tres p ie­dras que representan asuntos alegóricos. La deco ración esterior es una especie de m oldura en peque­ños ladrillos de estuco, cargados de bajos relieves; el piso del oratorio está m uy unido y tiene ocho

^ das de grueso. Después de haber cavado á la ndidad de media vara, se encontró un peque­

ño vaso de vajilla de varro de cerca de un nió de diá­m etro , jun to horizonlalm ente con otro de la m is­m a forma y tamaño. A una tercia mas abajo, h a ­bía una piedra de forma c ircu lar, bajo de la cual se descubría en una cavidad cilindrica , una lanza arm ada de una punta de pedernal, 2 pequeñas p i­rám ides cónicas y la figura de un huevo en piedra cristalizada (que es com unm ente conocida en este país con el nom bre de cliaillaj adem as dos ja rrita s con sus cubiertas que contenian pequeñas piedras y un pedazo de verm cllon. Todos estos objetos se encontraron en el centro del o ratorio , en donde se descubren pequeñas piedras paralelas en los ángu­los interiores cerca de la entrada.

Los otros dos edificios son sem ejantes en su construcción, y nojvarian sino en los asuntos alegó­ricos representados en sus bajos relieves.

El frontispicio del segundo oratorio , consiste en tres piedras como en las an teriores, y habiendo hecho una escavacion, se encontraron los mismos objetos que se habian descubierto en el p rim er o ra ­torio , y lo mismo sucedió en el tercero.

Los aposentos del N orte están casi enteram ente

destruidos, po r lo que no ha podido darse ninguna descripción de ellos. En la dirección S. O. se en ­cuentran un edificio cuya arqu itectu ra es sem ejan­te ó la de los anteriores; tiene un corredor y un salón sin adornos ni bajos relieves.

Se han reunido en este aposento y cavando en otros lugares de las ru inas, un vaso de barro que contenía algunas piezas de chailla en forma de la n ­cetas, o tro con algunos huesos y dientes

En los lugares cercanos al palacio de Palenque, hay tam bién o tras ruinas.

EL MATRIMONIO.(Conclusión.)

a recicn casada al sa lir de la casa p a te rn a , era conducida por dos m u ­chachos jóvenes, vestidos con un trnge llamado p re te c to , los cuales la tenían cada uno de una m ano , y o tro llevaba delante ella el hacha del him eneo,

lie era de pino blanco, y que los am igos de los esposados cuidaban de levantarla en el aire de

modo que no se sirviesen de ella para hacer a l ­gunos m aleficios, porque á esta antorcha se le a tribu ían grandes virtudes. M ientras que se c o n ­ducía á la recien casada á lu casa de su esposo, lodos los que formaban el acompañamiento can­taban el h i m e n , h im en e o . Se invocaba tombicn á T a ta s s io que se Labia casado con una de las Sabi­nas robadas por los rom anos, y cuyo m atrim onio Labia sido muy feliz. Se llevaba detrás de la recien casada una rueca y un huso, para enseñarle que debía ocuparse en h ilar, y unas cestitas que con te­nian sus adornos, y o tras bagatelas para el uiño que debía nacer. Al llegar á la puerta de la casa de su m arido, que se hallaba adornada de guinaldas de llores y de follage, se le presentaba agua y lu e ­go, para significarle, que debia ten er parte en la fortuna de su m arido; y se le rociaba con agua lustral, á fin de qnc en trase pura y costa en la c a ­sa. Se le preguntaba también por.su nom bre, á lo cual respondía C o y a ; porque no e ro permitido á los recieu casados en aquel dia decir su verdadero nom bre, y el esposo tomaba el de Cayo. Entonces la desposada le decia: si tú eres C u y o , yo soy C a ­y o ; es decir, si tú eres el Señor, yo soy la Señora. Los recien casados lom aban el nom bre de C a y o para dar á entender que serian tan buenos esposos como C o y a C e c ilia , m uger deTarqtiino el Anciano. En seguida la joven esposa frotaba la puerta con grasa de puerco y de lobo, para alejar los so rtile ­gios y los encantos, después de lo cual las m ugeres

Page 4: Tomo III, Núm. 48, 30 de noviembre de 1845

380 SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL.

la levantaban en alto , y la hacían pasar por enci­ma del um bral de la puerta , sin tocarlo , por estar consagrado A los dioses Penales y la diosa Vesta. No bien acababa de en tra r , cuando se le presenta­ba un anillo que contenia las llaves, para enseñarle que debía cuidar del m enage y m ecanism o de la casa; se le hacia sen ta r sobre un vellón de lana de oveja inm olada, para advertirla la obligación que tenia de hacer lela para vestir é su m arido y d sus hijos. Poco después daba principio el festín nupcial, el que solia se r siem pre espléndido, y duran te el cunl los flautistas tocaban diferentes himnos. Des­pués de la cena, las m ugeres llamadas prónuba conducían A la esposa al cuarto del esposo, y la dejaban en el lecho nupcial llamado genial (por es­ta r hecho en honor del genio del marido,) la cual antes de c e rra r la puerta , arrojaba nueces á los m uchachos, y entonces una m ultitud de jóvenes de ambos sexos cantaban el epitalam io, que no liabia sido basta el liempo de Catullo mas que una colee cion de canciones libres, llamadas versos obscenos. Al día siguiente de la boda, daba el m arido A sus pa­dres y A sus am igos un magnifico convite, que los latinos llamaban repolla, y duran te el cual sentada ella A su lado sobre la misma cam a, usaba con él de palabras tan poco reservadas, que para designar en general una conversación libre, solía decirse, es conversación propia de recien casados. Después del últim o festín , el recien casado hacia sacrificios A Jú p ite r, A Juno, A Venus y A otros dioses domésticos. E n tre nuestros antepasados, los m atrim onios eran felices, porque su base principal era la austeridad de las costum bres. Plus ibi boni mores oalent quam alibi bonce leges. Alli, dice Tácito, tienen mas poder las Inicuas costum bres que las buenas leyes cutre las demas naciones. Esta grande unión, como lo observaba el presidente H enautl, podía consistir principalm ente en que los maridos no recibían do te de sus m ugeres. En los prim eros tiempos, ellas les llevaban algunas arm as, presente m ilitar que se resen tía de la rudeza de la época, pero no se t r a ­taba jam ás de tie rras ni dinero que debiesen llevar al m atrim onio; la elección gratuita del hom bre ase­guraba A la m uger del am or que él le profesaba, y el desinterés del m arido la tenia en m ayor depen­dencia. Lejos de llevar las m ugeres cosa alguna al m atrim onio, sus m aridos eran los que las dotaban, l ’o r un carlulacio que se halló en la abadía de San Pedro en V alli.de setecientos cincuenta años de an tigQedad, se manifiesta la donación hecha A este con vento por Hildegarde, condesa de Am iens y viuda de Valeron conde de Vexin. E sta señora declara en este docum ento, que ella dá A la abadia de San P e­dro una tie rra que lia recibido de su señor al ca ­sarse, según el uso de la ley sálica, que obliga, di re ella, A dotar A sus mugeres. En m uchos países del O riente, se dá grande im portancia A la elección del dia destinado al casam iento. Los antiguos Persas n o se casaban sino al com enzar el equinocio de la

| plenilunio. En Roma no se casaban las viudas sino en los dias de las kalendas, de los idus y de las n o ­nas. Esta superstición duró mucho liempo en E u ro ­pa después de la predicación del Evangelio. Se ob­servaban con mucho cuidado los preságios siniestros. El encuentro de una m uger em barazada, de un gato, de un corzo, de un lagarto, una serpiente, etc . eran considerados como un mal agüero por los padres cuando iban A pedir uua joven en m atrim onio, y por lo reg u la rse suspendía la pretcnsión hasta otro dia, ó se dejaba para o tro tiem po. Pero era grande su satisfacción y en tera su confianza, cuando encon­traban en el cam ino un lobo, una araña, un pichón, una cigarra , un escuerzo. San Agustín atacó, aunque en vano, estas creencias, y se celebraron con este objeto diferentes concilios y sínodos. El concilio de Aix Cbapelle en 830 . prohibió que se celebrasen m atrim onios en los domingos. Esta prohibición se hizo ostensiva después A las fiestas solem nes y de precepto. El sfnodo diocesano de M oni Cassin, con­denó el uso tan antiguo en Italia de hacer rom per un huevo A la recien cosada al e n tra r en la cosa de su esposo, y de echarle trigo sobre la cabeza. D i­ferentes concilios han prohiliido en F rancia los tu- m ullos conocidos bajo el nom bre de cencerradas delan te de las casas de las personas que contraben segundo m atrim onio. También lanzaron escomunio- nes contra el delito llamado ligadura, que fue de­clarado en 1579 por el concilio de M elun, po r una maldad abominable, y por una inspiración de S ata­nás. En los prim eros siglos del cristianism o la p ro ­hibición del m atrim onio se estendia basta el sétimo grado; algunos concilios tal como el de Toledo en el siglo V I , prohibían absolutam ente toda unión en tre las personas de una misma familia. En el pais que está admitida la poligamia, la unión de un hom ­bre con diferentes m ugeres es considerada como le- gal. Existen también diversas clases de esposas y A su lado concubinas, autorizadas por la ley é inves­tidas de ciertos derechos especiales. La T urquía es boy el único estado europeo en donde rigen tales leyes. Con todo eso, hasta casi el siglo noveno de nuestra e ra , existía en E uropa, y aun en Francia* cierto concubinage, que sin conceder A la concubi­na las prerogativas de esp o sa , transm itía A los hijos los m ism os derechos que A los legllimosi Estos usos antiguos se conservan hoy en parte en diferentes puntos de Alemania, en donde se halla introducido el m atrim onio de la mano izquierda en favor de personages poderosos, que satisfacen sus afecciones sin afectar la variedad de su rango. La regla de la indisolubilidad absoluta que se balda se ­guido antes de la revolución, fne anulada por una ley de 20 de Setiem bre de 1792, que in trodujo en Francia la libertad del divorcio; pero con tal latitud, que en 1803, el código civil se vió en la precisión de reducirla A lim ites mas estrechos. La ley de 8 de Mayo de 181G suprim ió enteram ente el divor­cio, no consistiendo mas que la separación quo ad

prim avera. Los A tenienses preferían el liempo ilelÜfAorum que dicen los teólogos, ó lo que es lo uiis-

Page 5: Tomo III, Núm. 48, 30 de noviembre de 1845

SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL. 381

m o, la liherlad de no cohabitar que el código civil había tam bién establecido, pero solam ente en se ­gundo orden desde 1830 se ha agitado nuevam ente la cuestión de divorcio en el seno de las cám aras legislativas.

TIPOS DE LA REPUBLICA MEJICANA.

i las relaciones fidedignas del viajero interesaron siem pre al filósofo y al hom bre filántropo; no dudam os lla­m ar la atención suya al describir a l­gunas im presiones que hemos recibí do recorriendo países rem otísim os, ó

detallando las observaciones que duran te diez años de perm anencia en tre los indios, hem os podido ha ccr. Vamos ó d ar á conocer algunos tipos de seres hum anos, en los que la civilización Europea ha im ­preso pocas huellas, á pesar de haberlos sacado de la vida salvaje; y en una relación som era de usos, costum bres y hábitos, hijos de la naturaleza, presen­ta r vivo, aunque silencioso, el com bate de la civili­zación con la ignorancia.

En o tros artículos nos hem os ocupado de Jalis co y de T epic, poblaciones bellas y civilizadas, ricas y com erciales en el departam ento de Jalisco: sines- lendernos demasiado , hemos hecho ostensibles las raíces que la civilización Europea ha ido echando en aquel pais de oro , todavía sin esp lo lar lo bastante: hoy vamos á presen tar al lec to r un cuadro de los tipos originales é indígenas, que ven casi con in ­diferencia al eslrangero a teso rar riquezas para ellos desconocidas.

T res son los tipos de que vamos á ocuparnos, del ludio, del Lépero, y del Ranchero.

Está ya fuera de duda que los prim eros pohla dores del continente mejicano en traron po r el No roesle, y que la Am érica estubo algún tiempo uni da á la A sia, como lo acred itan varios célebres via jeros.

Los Cbichimecas (I) y otoniés. los Toltecas y Aztecas fueron las principales tribus que pohla ron e l Anahuac (2) ó R e p o n ce rca d e l a g u a . Despar­ram ándose después en diversas direcciones De estas tribus decienden los indígenas de la República me jicana , que en un lodo son iguales á los naturales de Ja India.

Los indios, en general, llevan el sello de la sen ­cillez y rudeza, caravléres de lodos los pueblos pri-

(1) Hombres muy bárbaros y silvestres, que solo se m»n- teoisn de cora, y por eso tes pusieron el nombre de Chichi- mecos.

(3) Este nombre fué dido antiguamente al p«is llamado por los Españoles Nueva España y hoy República mejicana an­tes de la conquista solo se designaba con este nombre al valle de Méjico y i lúa leiritorios circunvecinos.

milivos. Son de color cobrizo, pero varían acciden­talm ente; los que viven en las sierras son mas o s­curos que los que habitan en los pueblos civiliza­dos: aquellos andan sin som breros, y por lo común desnudos, aunque no to talm ente. En el no rte son los indios bien formados, de alta esta tura , de fuer­te m usculatura, fiero m irar y co lor som brío, con pelo largo, lacio y de un negro relucien te , que dan á la fisonomía un a ire espresivo y gallardo. Los del centro de la república, los que viven en las ciudn - des y en Ins villas p rin c ip a les , son de talla mas aplastada, de seca contestura , de nariz gruesa y muy chala , ojos negros y redondos, y de una ap a ­riencia de endeblez y eslenuacion.

Sus costum bres son sencillas, apacibles y risue­ñas , como las de todas las tierras m ontuosas, en que la vida pastoral lia dominado largos años, de­jando en ellas un cierto sabor de patriarcalism o.

La hospitalidad es la v irtud que mas respetan los indios; y ia venganza su vicio predilecto y do- m inante. Al blanco le aborrecen in terio rm ente, p e ­ro tam bién reconocen su superioridad y lo acolan en lo c sle rio r, en especial tratándose del Español, cuya franqueza y liberalidad em peñan su sumisión y respeto.

Es ademas el indio m uy codicioso y aficiona­do á la bebida (la del mescal, aguardiente del pais); y dado á la lascihia, llegando á cam biar su inuger con facilidad, sin mas (rato , ni convenio, que h a . berse juntado uno con la de o tro. Los incestos son muy com unes en tre ellos, porque no.conociendo el honor ni la afrenta, nada hay que los pueda r e ­trae r de la inclinación de sus apetitos. Su a lim en ­to consiste en la tortilla de maiz que le muele y amasa la india, la cual moja en una salsita de c h i­le; sazonada con o tros ingredientes que la dan un gusto m uy esquisilo y sabroso. Sus vestidos son varios según la provincia á que pertenecen, pero los que usan com unm ente cuando se avecindan en los poblados, ó están cu c ierto modo civilizados; se componen de sandalias, gregüescos de cuero, y una ropilla de lana ó algodón que se m ete por la cabeza y se ajusla-á la c in tu ra con un correon, lle­vando descubiertos, aun en tie rra fría, los brazos y las piernas. E n algunos pueblos solo el que está c a ­sado tiene el derecho de llevar som brero; o tros se visten de pellejos de anim ales, particularm ente de venado, y todos son por lo general muy afectos al abalorio, y á las lelas de co lor de grana: son po r lo general m uy suspicazcs y desconfiados, pero se debe c reer que esto proviene del modo con que los han tratado los Españoles desde la conquista. En toda la esleRcion de la nación varían sus usos, asi como sus idióiuns, que seria muy largo describir en esta secilla noticia. Las ocupaciones mas c o r­rien tes de aquellos que viven cerca de grandes po­blaciones, son in troducir el fru to de sus pequeñas labores y c rias, algo de caza y de pesca. E l perro y el asno son los inseparables compañeros de fa­tigas del pobre iudio.

Page 6: Tomo III, Núm. 48, 30 de noviembre de 1845

382 SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL.

También son muy aficionados ¿ la música y al baile, y aunque aquella es tnonolona como igual m enle sus cantos, bailan con bastante compás y arm onía, dando alguna significación á sus c o n tra ­danzas. La m úsica se halla bastante atrasada. Su orquesta se reduce a l tam bor y chirim ía 6 p i­lo. El prim ero es sem ejante al tam bor m arcial, sin mas diferencia de la de aquel, que por dejarle las cuerdos flojas, em ite un sonido ronco y desa­gradable, asi como el pilo ó chirim ía le producen tan agudo como ingrato. E s la m úsica que general­m ente acompaña á las imágenes que salen de pue­blo en pueblo á colectar limosnas para sostener el culto. Ademas los em plean para sus diversiones y bailes.

Eu algunas poblaciones del in te rio r am bos ins trunientos se lian perfeccionado un poco mus en cuanto á lo apacible del sonido, porque el tam boril es del tamaño de uu pandero; se toca con una sola m ano, m ientras que la o tra sirve pura sostener y m anejar una especie de (laiililla de sonido mas gra to que el de la chirim ía.

Las m ugeres se distinguen de los hom bres úni cam cnlc eu ser m as laboriosas y tener mus supers lición.

E l tra je de la india consiste en zagalejos burdos camisa de algodón y rebozo.

Se distinguen tam bién por su vigor en cam inar á pié, haciendo viajes largos sin la m enor pena n fatiga, cargadas con los fru tos de su industria , que son algunas crias, caza y pesca para irlos á vender al m ercado. Su vida es bastante prolongada, y se bailan esentas de los achaques propios de las mu geres entregadas al lujo y n la molicie.

E l parlo vieue ú ser para las indias un acto na­tu ra l, porque no le tienen como enfermedad. Dan á luz la c ria tu ra , si se ofrece, detrás del m e ta le (1) ' siguen moliendo con la m ayor frescura, pasando desde esta ocupación al labadero de algún rio ó de alguna fuente á lim piar la ropa ó tra e r agua para sus casas y haciendas.

LEPER O . -

E l Lépero es una variedad del iudio, cuya palabra significa lo mismo que A r a g ó n en español, y aplíca­se á c ierta clase de hom bres que lleva piulada en su frente la libertad que disfru ta, y en sus acciones movimientos la independencia en que se crió Los Léperos se encuentran en las poblaciones principa les de la república, dedicados úuicam enle á soste nerse de la vagancia, m uy sem ejantes 6 los Lázaro ni de Nápoles, y ó los chulos de M adrid. Despre cían al indio por considerarse de mas valia para vivir en la ciudad y tenerse por mas entendidos. Los medios de que se valeu para sostener sus vicios son el juego, la estafa, la rapiña y á veces el robo. No

(1) Piedra con que se amasa la harina para hacer tortilla con el mai< ó coa la misma harina.

tienen cosa ni hogar, ni otro vestido que un calzon­cillo con jareta y la frezada (1) que llevan al hom ­bro y les sirve de cama. Conten lo que se les an to ­ja y á cualquiera hora, pues andan siem pre vagan­do de lugar en lugar, pero jam ás salen del país ni saldrían aunque se les forzase, prefiriendo antes to ­do género de torm entos. En lo general tienen la habilidad de locar algún instrum ento , y algunos lle ­gan á saber lee r y escrib ir, sirviendo á veces de m em orialistas en lodo género de transacciones vul - gares. Su anim al favorito es el gallo, al que se e s ­tán contem plando á veces en cuclillas cerca de m e­dia hora. Es vicio dom inante en ellos la em bria ­guez, por el uso inm oderado que hacen de licores fuertes ó todas horas.

Sus m ugeres tienen casi los mism os defectos y propensiones que ellos- La Lépera es siem pre una inuger prostituida, siendo capaz de las acciones mas torpes en su estado de embriaguez. Sus vestidos va­rían en m uy poco, segim las provincias á que p e r­tenecen; pero en todas usan de enaguas, si iiien llevan los brazos, pechos y piernas desnudos; su m ayor lujo consiste en los zapatos, que lian de ser de raso, seda ó cosa sem ejante, aunque lodo su vestido sea lo mas ordinario; aborrecen á los es- trangero», solo aman su vida licenciosa, y los goces groseros que les proporciona su viciada ignorancia y malicia astuta.

RANCHERO.

Rajo este nom bre se indica en lo general ó todo habitante de los campos, pero restringiendo inas la acepción de la palabra, se aplica á los que usan el tra je im itado, pero lujoso, de un Ranchero, es de­c i r , un vecino rico de cualquiera lugar que ha querido vestirse como un campesino.

Ilay personas agenas de esta profesión, que por gusto ó capricho le visten, aunque, esto no es ya común desde que en tre los m ejicanos domina la moda de im itar á los estrangeros.

Hay trapes de esta clase modestos, y los hay riquísim os. La m anga (2) es del mas rico paño, dé una figura cuadrilonga, y la bocamanga de te rc io ­pelo guarnecida de franjas de oro ó de plata con lleco de la m isma lela, forrada de indianilla rive- leada con galón ó redecilla. Los calzones anchos, de cuero ó paño, sobre calzoncillo blanco, guarne­cidos aquellos en las costuras y estrem idades de trenzas de hilo de oro ó de plata, y galones, con bolones en las cerraduras de m etal am arillo ó b la n ­co, en analogía con el color de las guarniciones. Las bolas son siem pre de piel de venado, curtidas al efecto, y á cuyo beneficio toma el color de ave­llana m as ó m enos subido. Para darles la forma conveniente, se estam pan con un cincel varias labo-

(1) Es ona manía de jerga 6 de lanilla, maliiada de colores mas ó menos visiosos.

| (2) Especie de capole de monte, que se o s a b a e n e l siglo i) XIV J XV.

Page 7: Tomo III, Núm. 48, 30 de noviembre de 1845

SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL. 383

res en ellas; principahnunle, en la parte que queda al descubierto , sobreajuslada en la p ierna, en la que se da varias vueltas: y cuando lo dem ás del tra ge es de lujo, se adornan estas piezas con unas l i ­ras sobrepuestas con bordaduras que representan varias flores bordadas de hilo de oro y plata, en que suelen mezclarse sedas de varios colores y ga Ion al canto , quedando dicha lira colocada en d i­rección vertical de la rodilla al tobillo en la parte a n te rio r de la pierna. Estas botas se aseguran un poco mas abajo de la coyun tu ra , con cin tas tejidas de seda, á que se dan el nom bre de a ta d e r a s , cou botones en las estrem idadcs, revestidas de figuri­llas que representan flores, frutas y anim ales, tam ­bién de seda de diversos colores.

Los arreos de su caballo se com ponen de la si­lla vaquera con sus grandes estribos; las arm as que sirven en tiem po de aguas están ajustadas eu la cabeza de la silla, que son dos pieles cu rtidas de

£elo de cabra, y que po r am bos costados bajan asta las piernas del caballo, y sirven para cub rir

las del ginele en caso de lluvia.Las m ugeres m ontan eu el cogin, quedando el

ginele á tu grupa, al revés de como se estila en Europa.

Los R ancheros m iran con una especie de coiu.

pasivo desprecio al hom bre tím ido 6 caballo, ó que tiene poca destreza en m anejarlo. Son grandes gi- neles, y á caballo ejecutan evoluciones y movi­mientos sum am ente dificultosos.

Las costum bres de los que viven en el in terio r, no tienen mas diferencia de las de los habitantes de las grandes poblaciones y de las costas, que el de se r mas puras, siendo en lo general laboriosos, hourados y hospitalarios.

Hemos dado una sucinta idea de cuadros que lian pasado á nuestra vista; descrip to costum bres que liemos observado con avidez, y m anifestado la situación de clases m iserables y ab y ec tas , para

uienes no ha lucido todavia la aurora de la ver- adera em ancipación, el dia de la regeneración so ­

cial. G randes reflexiones pudieran su r jir del bos­quejo que hem os trazado: pero nuestra pluma insu­ficiente para deducir las grandes consecuencias que del estudio de los países em anan, se ha concreta­do únicam cule á reun ir hechos que otros m as cer­teras inteligencias podráu esplolar. Nos darem os por satisfechos si hem os podido in teresar la cu rio ­sidad de nuestros lectores.

M adrid 5 de Noviem bre de 1815.V icente Calvo.

(Preparan los Españoles so espedidon para la conquista de Méjico.^

Page 8: Tomo III, Núm. 48, 30 de noviembre de 1845

3 8 i SEMANA NTORESCO ESPAÑOL.

M iA UNA HOJA DE JERANIO PERDIDA.

Alegoría.

Boj* que be poto estuviste en uní mano querida, y que mi esperanza fuiste cuando A la mil viniste....¿por qué te lloro perdida?

—Mascén de traje azul,¿qué buscas por lis alfombra»?—Mi ventura!—¿V é qué tu ventura nombras niña , con tanta amargura?—A una hoja verde perdida que ba poco estuvo en mi pecho.-¿Dó cayó?—A saberlo, de aquel trecho no me separára yo: que ella era todo mi bien, mi porvenir, mi ambición.....— Infeliz! llora....

'—Obi ¡Quién vé sin aOieeiun!.. perderse cuanto se adora!!—¿Y en una hoja que se seca— Que se olvida y que se pierde amor pusisteIHermosa, aunque te recuerde el tormento... mal hiciste,C ue ademas, es locura

r por una hoja asi, niña hermosa, cuando puedo darte aquí la reina de ellas... la roía.—tiricias por ello le doy,que aunque de tan suave esencia,buscando la rola estoy,que es su emblema — Preferencia—y yo la mia le di...no te lo puedo negar.-¿Luego estoy de mas aquí?—No... si 1a quieres buscar, pues la preferencia es una, y yo la mia entregué....-¡Mal me trata la fortuna!¿Sabras, hermosa por qué?...—No, á fél.................................... L. P. DB B.

LOS SUEÑOS DEL CORAZON.

Anhelaba presuroso tanta dicha prolongar, para poderla gozar, que aunque placer mentiroso... ¡Es tan triste despertar!

Pero disperté, Belisa, y hallé la realidad contemplando tu beldad,

Que pintó mi antes que te conocí y que exótico erey que en nuestro mu una que se pareciera.

fanusi*o c ie «»

Amar con suaves liaosmi corazón oprimía, y en prolongada igo*|a A ti, Belisa, mis brama suplicándote, estendi!.

Frenético demsnd*bs auxilio en mi desinomelo, y mi labio ¡ay Dio»! Desaba el afortunado suelt, que tu linda pIluM b o lla b a .

Abrasado en mi Ilusión era tu sombra constiate, y con paso vacilanlo, erraba mi corazón en torno de ti anhelante.

Tú lo veías, Belisa, que mi pasión escuchabas, y tus labios dilatabas con una dulce sonrisa que mi amor alimentabas....

Situación tan nngustiosa era un tormento cruel, y solo esperaba, hermosa, que me ItberUra de él, la que adoré como é Diosa....

jAbl... Bompe tal eslabón con tus dedos delicados, escuchando esta rancion,Íf veré realizados os sueños del coraron....

N. R. de Losada.

Tiempos pasados, Belisa, cuando no le conocía, tranquilo el pecho latía, y una encantadora brisa en sus sueños le mecía.

A N U N C I O S .

España pintoresca y artística de Yan-Halcn.

Sueños de paz, y ventura mi vida dulcificaban,Í al vivo me presentaban

s imagen de una hermosura, que mil Venus envidiaban.

¡Delicias del alma son ensueños de amor y gloria, que recrean la memoria alhagando al corazón su existencia transitoria!....

La dirección de esla publicación se ha mudado á la Plazuela de la Villa, n. 103. citarlo 2 / de la derecha, y este es el inolivo de no haber salido en eslas últim os sem anas las entregas que se rep a rti­rán 6 la m ayor brevedad.

MADBID, 1815: IMPRENTA DE VICENTE DE LALAMA

Cali» del Duque de Alba, n . t i .