Santiago MARTÍNEZ HERNÁNDEZ en La Corte La Ignorancia Vive

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 Cuadernos de Historia Moderna. ISSN: 0214-4018 2010, vol. 35, 35-67  En la Corte la ignorancia vive […] y  […] son poetas todos . Mecenazgo, bibliofilia y comunicación literaria en la cultura aristocrática de corte Santiago MARTÍNEZ HERNÁNDEZ  Universidade Nova de Lisboa Recibido: 20 de abril de 2009 Aceptado: 10 de febrero de 2010 RESUMEN El presente trabajo tiene por objeto destacar algunas particularidades de las relaciones que establecie- ron los nobles de corte con el mundo letrado a lo largo del Siglo de Oro. Muchos fueron los aristócra- tas que patrocinaron el trabajo de poetas, dramaturgos e historiadores, por interés personal o de linaje o guiados por una sincera erudición. Son incontables los testimonios que evidencian los estrechos vínculos que unieron a nobles y autores. Cervantes, al igual que Lope de Vega, Luis Vélez de Gueva- ra, Grabiel Lobo, Anastasio Pantaleón de Ribera o Manuel de Faria e Sousa, dirigieron sus obras a los más poderosos para garantizarse su favor. Sin embargo, el propósito de estas páginas es esbozar algunos aspectos de la comunicación literaria, en el sentido más amplio de la expresión, presentes en la cultura aristocrática de corte. Por ello, los epistolarios nobiliarios, siempre un archivo rico e inago- table de noticias, muestran el papel relevante que alcanzó la práctica literaria, en sus distintas modali- dades, en la cultura nobiliaria cortesana del Siglo de Oro hispánico. Palabras clave: España, Siglo de Oro, Corte, aristocracia, comunicación literaria, ocio y  patronazgo 'En la corte la ignorancia vive y son poetas todos': Patronage, bibliophilia and literary communication between the Court Nobility and the Spanish Golden Age Literature. ABSTRACT This paper examines the links between the Court Nobility and the literary world of the Spanish Golden Age. For different reasons many aristocrats patronized the work of poets, dramatists and historians. They were stimulated by personal interests, by an idealistic commitment to scholarship or  ________  Investigador Post-doctoral integrado en el Centro de História de Além-Mar , Faculdade de Ciências Sociais e Humanas de la Universidade Nova de Lisboa. Agradezco a los profesores Germán Vega García-Luengos, Elizabeth Wright, Marc Vitse y Patrick Williams su interés por el presente texto y sus oportunas apreciaciones. Confío haber sabido aprovecharlas. El presente texto se inserta dentro del proyecto de investigación  Propaganda y representación. Lucha política, cultura de corte y aristocracia en el Siglo de Oro Ibérico , dirigido por Fernando Bouza Álvarez (Departamento de Historia Moderna de la Universidad Complutense de Madrid) y financiado por el Ministerio de Cien- cia e Innovación (HAR2008-03678).

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  • Cuadernos de Historia Moderna. ISSN: 0214-4018 2010, vol. 35, 35-67

    En la Corte la ignorancia vive [] y [] son poetas todos.

    Mecenazgo, bibliofilia y comunicacin literaria en la cultura aristocrtica de corte

    Santiago MARTNEZ HERNNDEZ Universidade Nova de Lisboa

    Recibido: 20 de abril de 2009 Aceptado: 10 de febrero de 2010 RESUMEN El presente trabajo tiene por objeto destacar algunas particularidades de las relaciones que establecie-ron los nobles de corte con el mundo letrado a lo largo del Siglo de Oro. Muchos fueron los aristcra-tas que patrocinaron el trabajo de poetas, dramaturgos e historiadores, por inters personal o de linaje o guiados por una sincera erudicin. Son incontables los testimonios que evidencian los estrechos vnculos que unieron a nobles y autores. Cervantes, al igual que Lope de Vega, Luis Vlez de Gueva-ra, Grabiel Lobo, Anastasio Pantalen de Ribera o Manuel de Faria e Sousa, dirigieron sus obras a los ms poderosos para garantizarse su favor. Sin embargo, el propsito de estas pginas es esbozar algunos aspectos de la comunicacin literaria, en el sentido ms amplio de la expresin, presentes en la cultura aristocrtica de corte. Por ello, los epistolarios nobiliarios, siempre un archivo rico e inago-table de noticias, muestran el papel relevante que alcanz la prctica literaria, en sus distintas modali-dades, en la cultura nobiliaria cortesana del Siglo de Oro hispnico.

    Palabras clave: Espaa, Siglo de Oro, Corte, aristocracia, comunicacin literaria, ocio y patronazgo

    'En la corte la ignorancia vive y son poetas todos': Patronage, bibliophilia and literary communication between the Court Nobility

    and the Spanish Golden Age Literature. ABSTRACT This paper examines the links between the Court Nobility and the literary world of the Spanish Golden Age. For different reasons many aristocrats patronized the work of poets, dramatists and historians. They were stimulated by personal interests, by an idealistic commitment to scholarship or ________

    Investigador Post-doctoral integrado en el Centro de Histria de Alm-Mar, Faculdade de Cincias Sociais e Humanas de la Universidade Nova de Lisboa. Agradezco a los profesores Germn Vega Garca-Luengos, Elizabeth Wright, Marc Vitse y Patrick Williams su inters por el presente texto y sus oportunas apreciaciones. Confo haber sabido aprovecharlas. El presente texto se inserta dentro del proyecto de investigacin Propaganda y representacin. Lucha poltica, cultura de corte y aristocracia en el Siglo de Oro Ibrico, dirigido por Fernando Bouza lvarez (Departamento de Historia Moderna de la Universidad Complutense de Madrid) y financiado por el Ministerio de Cien-cia e Innovacin (HAR2008-03678).

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    simply to continue a long-established family tradition. On the other hand, writers like Cervantes, Lope de Vega, Luis Velez de Guevara, Gabriel Lobo, Anastasio Pantalen de Ribera and Manuel de Faria e Sousa decided to address their works to the most powerful courtiers, in the hope of gaining their favour and, ultimately, their own advancement. This paper addresses some important aspects of this literary relationship of the aristrocratic court culture. The rich collections of noble and literary correspondence provide a huge body of evidence which facilitate a deeper understanding of the ways in which literature was patronised by the Spanish nobility of the Sixteenth and Seventeenth centuries and the consequences of this patronage in the development of the Spanish Golden Age literary life.

    Key words: Spain, Golden Age, Court, culture aristocracy, literary, comunication, patronage

    Slo me cuentan de las academias donde acuden todos los seores y muchos de los poetas1.

    El noble de corte lee, regala, presta, intercambia y adquiere libros; tambin los

    hace trasladar manuscritos, discurre sobre su contenido, sufraga a sus autores y respalda las ediciones, negocia con libreros y ajusta sus precios segn sus priorida-des; acude a academias literarias, a menudo patrocinadas y presididas por l, en donde escucha, platica, jalea, interrumpe e incluso recita sus propias rimas cuando no escamotea las ajenas. Asiste a comedias y autos. Participa en tertulias y cencu-los menos concurridos al amparo de antecmaras, huertas y casas particulares, y all observa ocioso, interviene y representa en compaa de damas y galanes obras breves, compite en justas poticas por simblicos galardones, ofreze discursos e incluso canta. Lo que hoy denominamos Siglo de Oro en otro tiempo ya era visto como un tiempo de ingenios nobiliarios. El propio Lope de Vega escribi a don Juan de Aguijo, Veinticuatro de Sevilla, que ningn siglo han conocido Espaa tantos prncipes que con tal gracia, primor, erudicin y puro estilo escriban versos, como son tan evidente ejemplo el conde de Lemos, el de Salinas, el marqus de Cerralvo, el comendador mayor de Montesa, el duque de Osuna, el marqus de Montesclaros y el doctsimo duque de Ganda2. Bien es cierto, que no todos eran dignos de merecer un galardn semejante pues como poco despus denunciara don Francisco de Borja y Aragn, prncipe de Esquilache, cualquiera era capaz de le-vantar una rima y de ganar la admiracin del vulgo, pues y de lo bien, o mal que el otro escribe, / es el ms aplaudido y ms perfecto. / As en la Corte la ignorancia vive: / y en parte donde son poetas todos, / Virgilio campos y rboles cultive3.

    El estudio de la Corte de los Austrias espaoles puede ser abordado desde infi-nitos puntos de vista. Uno de los que ofrece una perspectiva ms compleja y a la

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    1 Carta de Lope de Vega al duque de Sessa, Madrid, comienzos de abril de 1612?, [87], VEGA CARPIO, Flix Lope de: Obras Completas. Prosa III, Epistolario, ed. de Antonio Carreo, Madrid, Biblioteca Castro, 2008, pp. 107-108.

    2 Carta de Lope de Vega a Juan de Arguijo, Veinticuatro de Sevilla, sin fecha, ibidem, p. 270. 3 ARCO, Ricardo del: El Prncipe de Esquilache, poeta anticulterano, Archivo de Filologa Ara-

    gonesa, III (1950), p. 102.

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    vez fascinante es el del mecenazgo literario de la nobleza, en nada ajeno a la cultu-ra poltica de este estamento privilegiado. Las fuentes con las que cuenta el histo-riador modernista para profundizar sobre las relaciones de la nobleza con el poli-drico universo letrado, no siempre bien conocidas y por desgracia escasas, son una valiosa herramienta de trabajo que complementa las informaciones proporcionadas por la documentacin archivstica. Las investigaciones que se han centrado en el anlisis de los diferentes procesos y manifestaciones literarias que se desarrollaron en los siglos ureos han producido innegables aportaciones sobre los mecanismos de relacin entre autores y patronos. El patrocinio nobiliario de la obra de poetas, de certmenes, academias y espectculos teatrales, as como su inclusin en dedi-catorias y encomios o el uso poltico otorgado a buena parte de la pera literaria, constituyen una fuente inagotable de informacin para el estudio de la cultura de corte4. Los testimonios de estas prcticas, retratados en las propias pginas de las obras, o en los epistolarios, a menudo ignorados, de los grandes ingenios prximos al poder vanse los significativos casos de Lope de Vega, Gngora y Quevedo aportan informaciones muy relevantes que remiten a algunos aspectos significados del funcionamiento de la comunicacin literaria en la corte madrilea de los siglos XVI y XVII y de la erudicin letrada de la nobleza.

    Qu decir de las relaciones, avisos y gacetillas que circularon con generosidad, debidas a autores como Andrs de Almansa y Mendoza, Jernimo de Barrionuevo, Jernimo Gascn de Torquemada, entre otros, todos a sueldo de grandes nobles. En este sentido, debe tenerse muy presente que buena parte de estos hombres de letras sostuvieron una actividad literaria paralela a la que ejercan oficialmente como secretarios o preceptores de sus seores. stos satisfacan sus ambiciones patroci-nando las obras para satisfacer una magnificencia pblica que necesitaba ser ali-mentada, pero tambin por gusto personal y deleite sincero. Fue en las academias donde convergieron los intereses literarios de nobles y poetas, los unos volcados en un simple y sincero disfrute ocioso, los otros interesados en promocionar su obra y en merecer el aplauso de patronos y acaso de rivales. Desde que Jos Snchez5 y Willard King6 se ocuparon del origen y de la evolucin de estos parnasillos en los siglos XVI y XVII, han sido escasas, si bien no menos importantes, las aportacio-nes que han continuado profundizando sobre este relevante fenmeno cultural que tanta repercusin alcanz en el mundo hispnico de la Alta Edad Moderna. Los brillantes trabajos de Stephen Greenblatt7, Anne J. Cruz8, Harry Sieber9 y ms re-________

    4 EGIDO, Aurora: Literatura efmera: oralidad y escritura en los certmenes y academias del Siglo de Oro, Edad de Oro, VII (1988), pp. 69-87.

    5 SNCHEZ, Jos: Academias literarias del Siglo de Oro espaol, Madrid, Gredos, 1961. 6 KING, Willard: Prosa novelstica y academias literarias en el siglo XVII, Anejos del Boletn de

    la Real Academia Espaola, X, Madrid, Imprenta Silverio Aguirre Torre, 1963. 7 GREENBLATT, Stephen: Renaissance self-fashioning from More to Shakespeare, Chicago, Uni-

    versity of Chicago Press, 1980. 8 CRUZ, Anne J.: Self-Fashioning in Spain: Garcilaso de la Vega, Romanic Review, 83-4

    (noviembre 1992), pp. 517-38; Art of the State: The Academias Literarias as Sites of Symbolic

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    cientemente Alison Weber10, Mas i Us11, Vlez-Sinz12 y Alain Bgue13 han pro-fundizado sobre nuevos frentes interpretativos en un campo historiogrfico an abierto.

    La escasez y dispersin de las fuentes han contribuido a atenuar el ritmo de las investigaciones e incluso a desanimar la continuidad de las mismas en la creencia de que tales limitaciones se deban a la insignificancia de su presencia en Espaa, al contrario de lo que aconteci en Italia o en Francia; este ltimo caso abordado por Frances A. Yates14. Esta percepcin errnea pudo haber estado influida por la consideracin, tambin equivocada, de que la aristocracia hispana era en su mayo-ra iletrada, brbara e inculta. Dos posturas diferentes en apariencia pero muy prximas y desde luego no excepcionales, permiten contradecir apreciaciones tan exageradas y carentes de fundamento como las anteriormente referidas. Son los casos de dos significados magnates castellanos. El primero, el dcimo almirante de Castilla, cuya relacin con las letras se tradujo en un digno menosprecio de la gra-mtica, por otra parte compartido por una mayora de sus colegas de privilegio. Don Juan Gaspar Enrquez de Cabrera escribi unos Fragmentos del ocio que en-treg a la imprenta y entre los cuales incluy unas rimas de su mano. Sin otro que-hacer al que dedicar su tiempo que no fuera el ocio, se aventur a ello con parsi-monia y artificiosa indiferencia15. Paradojas de un estamento que a menudo disfrutaba y comparta la compaa y el ingenio de los literatos pero que insista conscientemente en procurarse una fama de ignorante. De hecho, entre las instruc-ciones que el conde-duque de Olivares entreg a su yerno, el marqus de Toral, para su buen gobierno figuraba una que le recomendaba que no afectis ni profes-sis la cultura, porque es peligro grande que corren los de capa y espada ageno a su professin y vicio sin duda de que es menester huir16.

    ________ Economies in Golden Age Spain, Calope: Journal of the Society for Renaissance & Baroque His-panic Poetry 1 [1-2] (1995), pp. 72-95; Las Academias: literatura y poder en un espacio cortesano. Edad de Oro XVII (1998), pp. 49-57.

    9 SIEBER, Harry: The Magnificent Fountain: Literary Patronage in the Court of Philip III, Bulle-tin of the Cervantes Society of America, 18.2 (1998), pp. 85-116.

    10 WEBER, Alison: Lope de Vegas rimas sacras: Conversion, Clientage, and the Performance of Masculinity, Publications of the Modern Languages Association of America, 120 (2005), pp. 404-21.

    11 MAS I US, Pasqual: Academias y justas literarias en la Valencia barroca, Kassel, Reichenber-ger, 1996.

    12 VLEZ-SINZ, Julio: El Parnaso espaol: canon, mecenazgo y propaganda en la poesa del Si-glo de Oro, Madrid, Visor Libros (Biblioteca Filolgica Hispnica), 2006.

    13 BGUE, Alain: Las academias literarias en la segunda mitad del siglo XVII. Catlogo descrip-tivo de los impresos de la Biblioteca Nacional de Espaa, Madrid, Bibliteca Nacional, 2007.

    14 YATES, Frances A.: The French Academies of the Sixteenth Century, Londres, 1947. 15 Se ocupa de esta obra y de su gnesis Fernando Bouza, vase BOUZA, Fernando: Imagen y pro-

    paganda. Captulos de historia cultural del reinado de Felipe II, Madrid, Akal, 1998, pp. 206-210. 16 Citado en KAGAN, Richard: Olivares y a la educacin de la nobleza espaola, en ELLIOTT, J.

    H. y GARCA SANZ, . (coords.): La Espaa del Conde Duque de Olivares, Valladolid, Secretariado de Publicaciones, 1991, pp. 227.

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    El otro, el conde de Saldaa, que patrocin la presentacin que hizo Lope de Vega, de su revolucionario Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo en la Academia que fundase en 1611. No fue casual que el Fnix diera a conocer su c-lebre tratado en la que entonces era la ms encumbrada de cuantas academias lite-rarias se daban cita en Madrid. Era el lugar en donde iba a encontrar la repercusin que necesitaba. Para don Diego Gmez de Sandoval, conde de Saldaa, fue una muestra ms de su celebrada y venturosa empresa lrica.

    Sin perder de vista este tipo de actitudes y de relaciones con el mundo letrado, nuevas interpretaciones surgen del estudio de la correspondencia nobiliaria. Cier-tamente, las cartas de nobles, tan fecundas en otros muchos aspectos, ponen al al-cance del investigador testimonios de primera mano acerca de la participacin de la nobleza en la vida literaria de corte. Los epistolarios, extraordinarios repertorios documentales para el conocimiento del singular habitus cultural nobiliario, no han merecido la atencin deseable por parte de los especialistas. Las misivas son en s mismas, con frecuencia, verdaderas piezas literarias. Aunque es bien cierto que la bsqueda y localizacin es, a menudo, una tarea ardua y desesperanzadora, pues son miles las cartas ledas y muy escasas las noticias obtenidas dignas de relevan-cia. Sin embargo, al margen de esta cuestin formal y esttica, es necesario hacer hincapi en que su consulta puede aportar nuevas fuentes de interpretacin en torno a la controversia que surgi entre clamo y espada, entre letras y armas. Sean, pues, las siguientes pginas apenas un apresurado vistazo a lo que debi ser un recurso habitual en una nobleza, la de corte, que hizo de la comunicacin literaria un ele-mento cotidiano de ocio y erudicin.

    * * * * *

    Poco despus de iniciada la segunda parte del Quijote, an convaleciente de su debilidad pero resuelto en retomar sus andanzas, el hidalgo manchego entablaba elocuente y sensato parlamento con su sobrina y su ama, quienes porfiaban, sin xito, por evitar una nueva partida. Aseguraba don Alonso que haba dos caminos [] por donde pueden ir los hombres a llegar a ser ricos y honrados. Uno era el de las letras, el otro el de las armas. El bueno de Quijano confesaba poseer ms armas que letras, y que el motivo de semejante inclinacin no era otro que el haber nacido debajo de la influencia del planeta Marte, circunstancia que le haba forzado a seguir por su camino17. De este modo abundaba Cervantes sobre una controversia que, trasladada a la corte, enfrentaba dos posturas, aparentemente irreconciliables, que polemizaban sobre el uso y el valor otorgado a las letras, la de

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    17 CERVANTES SAAVEDRA, Miguel de: Don Quijote, ed. de Alberto Blecua, Madrid, Espasa Calpe, 1991, II, 6, p. 360. Una visin reciente sobre el muy transitado debate de armas versus letras, en CRUZ, Anne: Arms versus Letters: The Poetics of War and the Career of the Poet in Early Modern Spain, en CHENEY, P. y ARMAS, F. de (eds.): European Literary Careers: The Author from Antiquity to the Renaissance, Toronto, University of Toronto, 2002, pp. 186-205.

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    los nobles y la de los letrados. Mientras para los primeros era motivo de aficin gustosa y de erudicin pero no concedan la virtud necesaria para el ejercicio del gobierno, para los segundos era la razn de un oficio cuyo aprendizaje haba sido adquirido en colegios mayores y universidades, por el que perciban un estipendio y adquiran el derecho a participar de los asuntos de Estado18.

    El espacio cortesano, antao ocupado casi en exclusividad por la nobleza, a quien estaba reservado segn sus privilegios seculares el gobierno del reino por delegacin regia, haba sido ganado por los letrados. Su formacin haba propicia-do que los llamados hombres de la pluma fueran piezas muy valiosas de la buro-cracia hispana de los Austrias19. La instauracin de una nueva forma de despacho, consagrada con la consulta escrita establecida por Felipe II, concedi en la prctica una indudable preeminencia a los hombres de letras, secretarios, contadores y li-cenciados, que pronto coparon buena parte de los consejos y magistraturas, hacien-do de su oficio una posicin cortesana de indudable valor poltico20. Su lugar, aun-que discutido, fue consolidndose de manera gradual, permitiendo en breve tiempo conquistar las presidencias de los ms significados consejos y chancilleras regias, as como las titularidades de secretaras de Estado, juntas y otras instituciones de relevancia.

    Reconociendo el valor que las letras impriman sobre el ejercicio de gobierno, la nobleza fue concediendo paulatinamente mayor importancia a la instruccin letrada en la educacin de sus vstagos, en buena medida para contrarrestar la influencia de los togados. Recuperar aquel lugar fue una tarea compleja y no siempre agrade-cida y digna de alabanza para muchos. La nueva sociedad cortesana haba impuesto nuevas formas de relacin en el singular universo ulico, refinando las maneras y estableciendo un exclusivo lenguaje corporal, visual, oral y escrito, reservado a los privilegiados que podan interpretarlo. Desde entonces, aunque con mayor vigor durante el reinado de Felipe II, la Monarqua se gobern desde los gabinetes, los despachos y las covachuelas del Alczar de Madrid y de El Escorial. La flamante nobleza cortesana, que haba dejado sus estados al cuidado de administradores, se comunicaba habitualmente y manejaba sus asuntos a travs de la inevitable corres-pondencia epistolar.

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    18 Una aproximacin a esta controversia en BOUZA, Fernando: El mecenazgo real y el libro: im-presores y bibliotecas en la corte de Felipe II, en Las sociedades ibricas y el mar a finales del siglo XVI. La corte. Centro e imagen del poder I, Madrid, Sociedad Estatal para la Conmemoracin de los centenarios de Felipe II y Carlos V, 1998, pp. 131-155.

    19Cfr. EXTREMERA EXTREMERA, Miguel ngel: La pluma y la vida. Escribanos, cultura escrita y sociedad en la Espaa Moderna (siglos XVI-XVIII), Litterae. Cuadernos sobre Cultura Escrita, 3-4 (2003-2004), pp. 187-2006.

    20 Al respecto, vanse las esclarecedoras contribuciones de Jos Luis Gonzalo sobre la poderosa figura del secretario Mateo Vzquez de Leca vase GONZALO SNCHEZ MOLERO: Jos Luis, Mateo Vzquez de Leca, un secretario entre libros. 1. El escritorio, Hispania, LXV/3, n 221 (2005), pp. 813-846.

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    La escritura haba alcanzado tal supremaca sobre la comunicacin que escasas cuestiones escapaban a su control. En este sentido, no fueron pocos los caballeros que emularon a Felipe II, el monarca papelero que con su gobierno de despacho rega los destinos de su vasta Monarqua de Reinos desde su bufete, con recado de escribir y papel siempre a mano. La generalizacin de la tramitacin de las consul-tas por escrito contribuy a que la oratoria, una de las mximas manifestaciones de la cultura nobiliaria, quedase en un segundo plano. El intuitivo don Diego Fernn-dez de Crdoba, primer caballerizo del rey, al tanto de los avisos y rumores de la corte, confes apesadumbrado al duque de Alba en cierta ocasin, que hasta un mayordomo, de quien deb[e]ra tenerse poca memoria, requera que todo cuanto le fuera advertido se le diera luego por la pluma, anotando en billetes cada hora, que no es amanecido, ni ora de comer, ni anochecido, quando entran los uaos o Negretes o Santoyos con papeles escritos, y no de su mano, sobre cosas que llega-das al cabo, no montan ni un alfiler. El devenir de la corte, lamentaba Crdoba, transcurra como el duque sabe, a visto y gozado por la senda que marcaba la tirana de papeles y ms papeles, y estos crecen cada da21.

    Buena muestra del voluntarismo nobiliario surgido para tratar de restaurar su antigua preeminencia poltica fueron las incontables instrucciones de herederos que se compusieron, a lo largo de los siglos ureos, para consejo y aviso de los futuros seores. En ellas, y sin descuidar las enseanzas propias que exiga la flamante caballera cortesana, se insista sobre la importancia de la educacin letrada de los nobles. As, por ejemplo, en la que el cuarto duque de Medinaceli, don Juan de la Cerda y Silva, a la sazn virrey y capitn general de Sicilia, compuso para su hijo y heredero el marqus de Cogolludo, Juan Luis de la Cerda Manuel, entre otras mu-chas cuestiones relativas a su formacin y comportamiento, el magnate adverta sobre los grandes beneficios del estudio. El padre, inflexible en lo relativo a los deberes de su sucesor, le recordaba que no deba malgastar su tiempo en ningn gnero de juego, dineros, ni otra cosa, ni por pasar tiempo, pues era ms sensato que continuara el leer y escrebir y las lecciones de gramtica, instndole a que si desobedeca su consejo sabe[d] luego que os enviar a Meina22.

    En la misma lnea, sin intimidacin ni amenaza de castigo, el conde de Portale-gre, don Juan de Silva, compuso unas instrucciones para su hijo don Diego, que glosaban las que el seor de Grajal, don Juan de Vega, dedicase a su heredero, en las que se incluan unas sabrosas adiciones, alejadas, como el mismo padre recono-ca, del orador Tulio y del Cortesano de Castilln que caminan por la cum-

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    21 Carta de Diego de Crdoba al duque de Alba, Madrid, 1 de febrero de 1571, en BERWICK Y DE ALBA, Duquesa de: Documentos escogidos del Archivo de la Casa de Alba, Madrid, 1891, pp. 99-103.

    22Instruccin recogida por PAZ Y MELI, Antonio: Series de los ms importantes documentos del archivo y biblioteca del Excmo seor Duque de Medinaceli, elegidos por su encargo y publicados a sus expensas por A. Paz y Melia, 1 Seria Histrica. Aos 860-1814, Madrid, 1915.

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    bre23. En ellas los prrafos dedicados a encomiar los beneficios derivados de una esforzada educacin son toda una declaracin de intenciones sobre la relevante misin concedida por la nobleza al aprendizaje de sus vstagos. Aconsejaba el conde que no se descuidase el conocimiento de la lengua latina, pues era de gran utilidad para que entendis y leis expeditamente los mejores autores en prosa y en verso, aunque sea[n] los ms escuros. En este sentido, adverta que no querra que penssedes que la falta desto sera slo falta de letras, sino que hagis cuenta que os ve[ndr]a a faltar una parte del entendimiento y del uso de la ran, pues os faltara el medio de entender lo que rezis y an de hablar propriamente vuestra lengua portuguesa o castellana. Igualmente, don Juan subrayaba el provecho de aprender la matemtica, la esfera y la cosmografa, as como entender algunos libros de Euclides y algo de arismtica, porque lo uno y lo otro, a su juicio, des-pierta el entendimiento para todo y especialmente para comprehender la disposi-cin y sitios de las tierras que se pueden ofender o defender, los esquadrones, alo-jamientos, fortificaciones y la architectura, cosas todas de importancia para no estar obligado a callar en materias que estis obligado a saber.

    El conde prosegua su discurso pedaggico mostrando los rditos de la lectura de libros latinos e historia principalmente y de doctrina moral y tambin de poe-sa, as como de griego y filosofa, que para todo tenis tiempo, y estimaris des-pus mucho haverle gastado en esto. Conclua con un me havis de agradecer el consejo si le tomredes, y prosegua con un singular aviso en el que se recomen-daba a don Diego que aunque llegsedes a saber mucho destas cosas, no mostra-se pblicamente que tratis con libros, porque peor es parecer letrado que dexar de serlo24. Tan certero juicio proyecta de manera harto elocuente la singular relacin que estableci una nobleza culta con el mundo letrado durante buena parte de la Edad Moderna. El conocimiento de las letras y de otras artes deba ser, en opinin del conde, un ejercicio de sabidura prudente y discreta, que permitiera sostener una disimulada despreocupacin o indiferencia por todo aquello que para otros, los letrados, era la razn de su oficio.

    Para buena parte de la nobleza la erudicin nunca deba ser motivo de compe-tencia o rivalidad con los hombres de la pluma, pues la nobiliaria era una condi-cin, una naturaleza excepcional, que al igual que el ingenio, el valor y la honesti-dad, tan solo se adquira con el nacimiento y se transmita por la sangre, pese a que necesitara ser pulida y cultivada a travs de una formacin adecuada. De cualquier modo, otros nobles nunca excusaron su atraccin por el universo letrado y se mani-festaron como excelentes poetas, historiadores, arquitectos y genealogistas. Es ms, algunos pudieron ser recordados de manera elogiosa por su generoso patrocinio y su sensibilidad literaria. As, el cronista Esteban de Garibay pudo destacar del mar-________

    23 Copia de carta del conde de Portalegre a su hijo don Diego de Silva, octubre de 1592, Bibliote-ca de la Real Academia de la Historia de Madrid [RAH], Coleccin Salazar y Castro, Z-9, f. 18v.

    24 Instruccin de Juan de Vega a su hijo adicionada por el conde de Portalegre (1592), en BOU-ZA, Imagen y propagandaop. cit. (1998), pp. 228-229.

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    qus de Velada, don Gmez Dvila, ayo del prncipe don Felipe (futuro Felipe III), que fue caballero mui afiionado a las letras y a los profesores dellas25. Mientras Alonso Lpez de Haro record, en su clebre Nobiliario (Madrid, 1622), que el cuarto conde de Monterrey, don Jernimo de Acevedo y Ziga, era muy dado a las letras, mientras que su hijo y sucesor, don Gaspar de Acevedo y Ziga, fue un gran seor y cavallero de grandes virtudes y valor, tan aficionado a los letras co-mo el conde su padre26.

    Casos notables como los mencionados abundaron pero fueron un hecho inusual en un estamento como el nobiliario, tan amplio, proteico y singular, en el que quie-nes posean mayores recursos y gozaban de mayores prerrogativas e influencia en la corte eran las Casas tituladas. Fueron, salvo contadas excepciones, los aristcra-tas los que cultivaron con mayor esmero su inclinacin por todo tipo de manifesta-ciones literarias. En este sentido, Alonso Quijano, el maduro hidalgo manchego, cuya menguada hacienda se consuma en la adquisicin de libros, no fue sino una singularidad entre una numerosa caballera urbana y rural ajena a las letras, aunque no iletrada. Y como tal, aquella excepcin notable acab por erigirse en una virtud meritoria entre los autores que accedan a los favores y el amparo de algn gran seor. Entre los ingenios conseguir la proteccin de un patrn era cuestin de su-pervivencia, no slo literaria, sino vital, por ello habitualmente cada obra sola incluir una solcita dedicatoria, en mayor o menor medida exagerada, con la que alcanzar lo que se pretenda27. Resulta significativo el tono del encomio que el or-tgrafo cartagenero Nicols Dvila incluy, en 1635, en su Compendio de la Orto-grafa castellana, al elevarla al juicio de don Fernando Arias de Saavedra, conde de Castellar, en cuya persona, afirmaba, concurran tanto virtud como aficin a las Letras, dos cualidades que por la mayor parte andan encontradas con la No-bleza i desvalidas con la calidad28.

    La realidad que viva la mayora de autores era modesta cuando no descarnada y miserable. Tan solo unos pocos merecieron el privilegio de ser incluidos entre la nmina de servidores de los grandes magnates y gozaron de salario y alojamiento digno29. Lo habitual era andar solicitando patrocinio sin esperanza cierta de xito y

    ________

    25 Tomo octavo de las Obras no impresas de Estevan de Garivay, RAH, Ms. 9/2116, libro LIII, f. 57r.

    26 LPEZ DE HARO, Alonso: Primera parte del Nobiliario Genealgico de los Reyes y ttulos de Espaa, Madrid, Luis Snchez, 1622, pp. 578-579.

    27 Sobre la relevancia de la dedicatoria, CHARTIER, Roger: Poder y escritura: el prncipe, la bi-blioteca y la dedicatoria (siglos XV-XVII), Manuscrits, 14 (1996), pp. 193-211.

    28 Dedicatoria recogida en la obra de VLGOMA Y DAZ VARELA: Dalmiro de la, Mecenas de li-bros. Su herldica y nobleza, Burgos, s.e., 1966, p. 20.

    29 Otros carecieron de esa fortuna, como el ms que decepcionado Manuel de Faria e Sousa, al servicio del segundo marqus de Castelo Rodrigo, don Manuel de Moura Corte-Real, durante ms de dos lustros, quien nunca ocult un profundo rencor por su antiguo seor, a quien, entre otros muchos defectos, sealaba por su escassima liberalidad e hipocresa. Remitimos a su minucioso relato auto-biogrfico en SOUSA, Manuel de Faria e: The Fortuna of Manuel de Faria e Sousa. An

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    a costa de demasiados sinsabores30. Quizs por ello, Cervantes, desengaado de la grandeza del duque de Bjar, a quien haba dedicado la primera parte de su genial obra, sin recibir, al menos que sepamos, una prueba de consideracin que corres-pondiera justamente a su ofrecimiento, se reserv un elegante menosprecio hacia los seores que se permitan rechazar la obra de un poeta31. En boca de don Quijote situ un certero lamento a propsito del escaso nmero de nobles a quienes se po-da ofrendar una obra e insistiendo que an eran muchos menos los que merecan tan alto honor: Y no porque no lo merezcan, sino que no quieren admitirlos, por no obligarse a la satisfacin que parece se debe al trabajo y cortesa de sus auto-res32. A pesar de esta decepcin, don Miguel intent procurarse, tambin sin for-tuna, el favor del conde de Lemos, cuando este fue nombrado virrey de Npoles, quien finalmente opt por el servicio de los hermanos Lupercio y Bartolom Leo-nardo de Argensola, poetas zaragozanos anteriormente protegidos por el duque de Villahermosa, don Fernando de Aragn33.

    Pese a su profunda desilusin, Cervantes no escatim rimas para evidenciar su profunda admiracin por algunos de los ms conspicuos ingenios nobiliarios del momento, probablemente con el propsito de congraciarse con ellos y merecer su gracia. En el captulo segundo del Viaje del Parnaso dedic algunas estrofas a en-salzar las virtudes lricas de los condes de Salinas, Villamediana y Saldaa, y del prncipe de Esquilache -prncipe de los ingenios, como le llam tambin Luis Vlez de Guevara34. Cuatro poetas, escriba, vienen aqu en poca distancia con maysculas letras de oro escritos, que son del alto assumpto la importancia; de tales cuatro, siglos infinitos durar la memoria, sustentada en la alta gravedad de sus escritos ________ autobiography, edicin de Edward Glaser, Mnster Westfalen, Aschendorffsche Verlagsbuchhandlung, 1975.

    30 El caso de Lope de Vega ha sido brillantemente abordado hace algunos aos por la profesora Elizabeth Wright, vase WRIGHT, Elizabeth: Pilgrimage to Patronage. Lope de Vega and the Court of Philip III, 1598-1621, Lewisburg-London, Bucknell University Press-Associated University Presses, 2001. Tambin Gonzlez de Ameza profundiz en las complejas relaciones entre el propio Lope y el duque de Sessa, GONZLEZ DE AMEZA, Agustn: Lope de Vega en sus cartas. Introduccin al episto-lario de Lope de Vega, Madrid, Tipografa de Archivos, 1935-1943, 4 vols.

    31 Sobre las relaciones de Cervantes con Bjar, vase ROJO VEGA, Anastasio: El Duque de Bjar, Cervantes y Juan de Navas, en DEZ FERNNDEZ, J. I. (ed.): El mecenazgo literario en la Casa Ducal de Bjar, Burgos, Fundacin Instituto Castellano y Leons de la Lengua, 2005, pp. 211-262.

    32 CANAVAGGIO, Jean: Cervantes. En busca del perfil perdido, Madrid, Espasa Calpe, 1992, p. 230. 33 Merece ser destacada la ltima aportacin de Isabel Enciso sobre el mecenazgo nobiliario y

    ms concretamente el liderado por el conde de Lemos, ENCISO ALONSO-MUUMER, Isabel: Nobleza y mecenazgo en la poca de Cervantes, Anales Cervantinos, LX (2008), pp. 47-61.

    34 As aparece mencionado en un pasaje de VLEZ DE GUEVARA, Luis: El Diablo Cojuelo, Madrid, Imprenta Real, 1641, Tranco octavo.

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    El gran conde de Salinas, por sus raras obras, que en los trminos tocan de

    divinas, el de Esquilache prncipe, que cobra de da en da crdito tamao, el conde de Saldaa, cuyas plantas tiernas pisan de Pindo la alta cumbre, y el de Villamediana, el ms famoso de cuantos entre griegos y latinos alcanzaron el lau-ro venturoso. A tan excelso cuarteto sumaba el de Alcaices Marqus insigne, quedando pues en el mundo cinco fenices, cada cual de por s ser coluna que sustente y levante el edificio de Febo sobre el cerco de la luna35. Fernando de Vera y Mendoza, en su Panegyrico por la poesa, tambin abund sobre la calidad lrica de la interminable nmina de caballeros poetas que, a co-mienzos del reinado de Felipe IV, poblaban la corte de Madrid:

    Los versos del Marqus de Alenquer pueden ser freno a Italia, e invidia los del Prncipe de Esquilache[ ] El Conde de Cantillana es de los que mejor imitan a Garcilaso. El Marqus de Belada escrive tan bien versos como prosa [] El Marqus de Malpica escrive bien [ y] el Marqus de Castelrodrigo, eminente36.

    Aunque entenda que el noble era poeta por ingenio y no por oficio, y como tal se acercaba a las rimas por entretenimiento ocioso, como proyeccin de su elo-cuencia, hubo casos, excepcionales no obstante, como los del prncipe de Esquila-che37, o los de los condes de Villamediana, la Roca, Salinas y Rebolledo, entre otros, que llegaron a publicar su obra. Esquilache incluso lleg ms lejos en su particular cruzada al arremeter en sus metros contra los gramticos presumidos, los nuevos poetas romancistas o los poetas cultistas38. Sin embargo, y aunque algunos nobles fueran de verso fcil, incluso culto y renombrado, pocos llegaron a publicar obra. Esta renuencia obedeca a que quienes andaban entre musas no acep-taban ser considerados poetas o confundidos con ellos, pues a menudo ni entendan ni se dejaban tiranizar por la mtrica. El caballero don Francisco de Portugal expu-so, en su Arte de galantera, las notables desemejanzas que separaban al poeta del que compona versos por placer y erudicin, pues en esto, como en otras muchas cuestiones, el noble sostena una singular mesura, de tal modo que hazer un copla ________

    35 CERVANTES, Miguel: Viaje del Parnaso, Madrid, Viuda de Alonso Martn, 1614 , II, ff. 13v-4r. 36 VERA Y MENDOZA, Fernando de: Panegrico por la poesa, edicin facsmil, Valencia, 1968

    [Montilla, 1627], ff. 51v-52v. 37 JIMNEZ BELMONTE, Javier: Las Obras en verso del prncipe de Esquilache: amateurismo y

    conciencia literaria, Londres, Tamesis, 2007. 38 ARCO, op. cit., pp. 111-112 y 118.

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    era entendimiento y muchas parto de necedad. El galn, sentenciaba el autor, no ha de ser poeta, mas ha de hazer versos, aunque no sea ms que por no pedillos prestados39. Invencin del ingenio nobiliario, los versos, como los motes, los jui-cios o las sentencias, nacan de una innata elocuencia, quedando desacreditado quien siendo necio para componer sus propias rimas acuda a las ajenas para sor-prender y concitar el aplauso. Aunque como en todo, hubo ms que notables ex-cepciones y no muy bien conocidas ni entonces ni ahora.

    Cuenta Manuel de Faria e Sousa, en su prolija relacin autobiogrfica, que co-rra por la corte una sospecha que muy pocos se haban ocupado de confirmar. En Madrid se le atribuan errneamente a su seor, el marqus de Castelo Rodrigo, unas rimas que fray Fernando de Vera y Mendoza -primognito de don Juan Anto-nio de Vera y Figueroa, futuro conde de la Roca- haba incluido en un librillo de poetas espaoles y, singularmente, seores titulado Panegrico en honor de la Poesa40. Por este y otros mritos, don Juan distingua a don Manuel de Moura por insigne en esta habilidad potica. El ofendido secretario portugus aseguraba que los versos eran cosa suya y se encontraban entre los seis tomos que publiqu des-pus de entrar a servirle. Ciertamente se tena por seguro, como el mismo Faria confesaba, que su amo los haba sacado en mi nombre por no ofender su grandeza poniendo el suyo en semejantes escritos. El poeta insista en que jams el mar-qus hizo ni una mala copla y que incluso haba llegado l mismo a confiarle que aunque estuviese un ao por hacer una, no saldra con ello. No era la primera vez que esto ocurra, pues se haba atribuido el Eptome de las historias portuguesas, obra tambin del prolfico Faria, al propio Moura41.

    De igual modo que Cervantes, otros muchos poetas buscaron y, para su fortuna, encontraron patrocinio, aunque no siempre generoso como el del autor portugus, entre aquella aristocracia que gustaba de su compaa y de su obra, por aficin sincera o para dar mayor lustre a sus Casas. En ocasiones, los ms celebrados a menudo cambiaron de patrn cuando la ocasin fue propicia42. Luis Vlez de Gue-vara, que haba sido protegido del arzobispo de Sevilla don Rodrigo de Castro y posteriormente del conde de Saldaa, no desperdici ocasin, cuando qued hur-fano de patrn, para dedicar El Diablo Cojuelo (Madrid, 1641) al entonces duque de Pastrana y prncipe de Melito, don Rodrigo de Silva y Mendoza, a quien men-cionaba en su breve pero desmedido encomio inicial como patria general de los ingenios, donde todos hallan seguro asilo. ________

    39 PORTUGAL, Francisco de: Arte de galantera, Lisboa, Imprenta de Juan de la Costa, 1670, p. 71. 40 Pensaba Faria que el Panegrico era obra de Juan Antonio de Vera y que lo haba publicado con

    el nombre de su hijo, vase VERA Y MENDOZA, Panegrico porop. cit. 41 Madrid, Francisco Martnez, 1628. SOUSA, The Fortuna of Manuel de Faria op. cit.

    (1975), p. 228. Sobre Faria vase tambin CURTO, Diogo Ramada, Cultura escrita (sculos XV a XVIII), Lisboa, Imprensa de Cincias Sociais, 2007, en especial el captulo 6, Uma autobiografa de Seiscientos: a Fortuna de Faria e Sousa, pp. 145-188.

    42 Para una aproximacin al patronazgo literario durante el reinado de Felipe III remitimos a la aportacin SIEBER, op. cit., pp. 85-116.

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    El conde de Saldaa, don Diego Gmez de Sandoval, segundognito del duque de Lerma, fue uno de los ms notorios mecenas literarios de la corte de Felipe III, merced a su sensibilidad e influencia y a sus grandes recursos como esposo de la heredera de la Casa Ducal del Infantado. Lope de Vega, Cervantes, el propio Vlez de Guevara, Soto de Rojas, Salas Barbadillo y Antonio Hurtado de Mendoza, por citar slo algunos de los ms sealados, fueron autores que se beneficiaron de su generoso patrocinio. Por su parte, Lupercio y Bartolom Leonardo de Argensola, como mencionamos anteriormente, fueron amparados por el conde de Lemos y, junto con Antonio Mira de Amescua, Jernimo de Barrionuevo y otros, le acompa-aron durante su virreinato partenopeo. Los poetas Antonio de Sols y Pedro de Espinosa fueron acogidos por el conde de Oropesa y el duque de Medina Sidonia respectivamente, mientras el cardenal infante don Fernando de Austria, hermano de Felipe IV, otorg su favor al poeta y dramaturgo Gabriel Bocngel y Unzueta, quien fue su bibliotecario43. Francisco de Quevedo encontr cobijo con el tercer duque de Osuna y, cado este en desgracia, con el de Medinaceli, mientras su ac-rrimo rival Luis de Gngora se preciaba de merecer los favores del marqus de Ayamonte. El cuarto Osuna, don Juan Tllez Girn, cuando tan solo era marqus de Peafiel, se hizo con los servicios de Luis Vlez de Guevara. Por su parte, el conde duque de Olivares se procur, entre otros, los oficios de Francisco de Rioja, del marqus Virgilio Malvezzi, del conde la Roca y de don Antonio Hurtado de Mendoza44, mientras el marqus de Velada y San Romn se rodeaba de ingenios de la talla del poeta madrileo Anastasio Pantalen de Ribera, quien juzgaba a su due-o como un grande honrador de ingenios 45.

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    43 ARELLANO, Ignacio: De prncipes y poetas en el Siglo de Oro, en DEZ FERNNDEZ (ed.), op. cit., pp. 28-29.

    44 Sobre la trayectoria del poeta ulico de Felipe IV, vase la ya clsica pero imprescindible obra de DAVIES, Gareth, A poet a t court: Antonio Hurtado de Mendoza (1586-1644), Oxford, The Dolphin Book Co. Ltd, 1971.

    45 El poeta remiti en cierta ocasin al marqus, entonces gobernador y capitn general de Orn, un quaderno de versos escrito de su mano, con la complicidad de un compaero de vejmenes, para que juzgase su hechura y calidad. Escriba no ai duda sino que los Poetas somos locos. Quin creer que embi estas Musas mas a VE (con la solenidad del pergamino) en que ellas no esperaron al nombre de V. E. [] Hseme puesto aqu que ese pequeo librillo va a lograr el amparo de V. E. (i escrvole con el ndice de la mano derecha entre las cejas) pero al fin va a tierra de Moros, citado en la edicin de las Obras de Anastasio Pantalen de Ribera, editadas por Rafael Balbn Lucas, vase PANTALEN DE RIBERA, Anastasio, Obras de Anastasio Pantalen de Ribera, edicin de Rafael Balbn Lucas, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Cientficas, 1944, IV, pp. 73-74 y 81. Para situar al caballero remitimos a la breve semblanza que le dedicamos, vase MARTNEZ HERNNDEZ, Santia-go, Gusto, aficin y bibliofilia. Prcticas de lectura en la nobleza espaola: a propsito de los mar-queses de Velada y los libros, en CTEDRA, P. M. y LPEZ-VIDRIERO, M. L. (dirs.), La memoria de los libros. Estudios sobre la historia del escrito y de la lectura en Europa y Amrica, tomo I, Sala-manca, Instituto de Historia del Libro y la Lectura, 2004, pp. 781-801; y Aristocracia y gobierno. Aproximacin al cursus honorum del Marqus de Velada, 1590-1666, en ARANDA PREZ, F. J. (co-ord.), La Declinacin de la Monarqua Hispnica en el Siglo XVII, Cuenca, Ediciones de la Universi-dad de Castilla-La Mancha, 2004, pp. 155-167.

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    Las disputas por hacerse con los servicios de los ms afamados poetas y drama-turgos derivaron, a menudo, en pendencias y posturas irreconciliables. Tan estre-chos vnculos entre autores y patronos, que en el caso del duque de Sessa y Lope de Vega alcanzaron su cenit, fueron astutamente fomentados tanto por los mecenas como por los beneficiarios de su patrocinio. Mientras estos ltimos encontraban cobijo y merecan un trato de favor, a menudo ruin, los seores alcanzaban mayor consideracin entre sus iguales, al tiempo que promocionaban los intereses de sus Casas y se valan de los servicios de los poetas y hombres de letras para publicitar las excelencias y los mritos de sus linajes, para hacer desaparecer indignidades y traiciones, y para desacreditar a rivales y adversarios46. Pero tambin acudan a ellos para su deleite y ocio personal, para su divertimiento, por simple y sincera necesidad de holganza47. A modo de ejemplo, la asistencia a comedias a menudo sola vincularse al galanteo, por ello el marqus de Osera pudo excusar su entrada en una comedia que se celebr en el Retiro por ser cosa pesada para de ordinario a quien no galantea por su condicin de casado48.

    Podran traerse aqu innumerables ejemplos de tan provechosa relacin, pero basten slo los tres siguientes. El primero habla de la vinculacin del marqus de Velada, Gmez Dvila, ayo de Felipe III, con el cronista fray Luis de Ariz, en cuya clebre Historia de las Grandezas de la Ciudad de vila, y al tratar la ejecutoria del linaje Dvila, omiti deliberadamente referir la implicacin directa de los seo-res de la Casa en las Comunidades de Castilla y su posterior proscripcin, dado que

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    46 Vase SIEBER, op. cit. (nota 7), p. 89 y PROFETI, M. Grazia y REDONDO, Agustn (eds.), Repr-sentation, criture et pouvoir en Espagne a lepoque de Philippe III (1598-1621), Firenze, Alinea, 1999. Remitimos para estas cuestiones a la obra de BOUZA, Fernando, Corre manuscrito. Una historia cultural del Siglo, Madrid, Marcial Pons, 2001, en especial al captulo VIII, De memoria, archivos y lucha poltica en la Espaa de los Austrias, pp. 241-288. Tambin MARTNEZ HERNNDEZ, Santiago, Memoria aristocrtica y cultura letrada. Usos de la escritura nobiliaria en la Corte de los Austrias, Cultura Escrita & Sociedad, 3 (2006), pp. 58-112. Sobre el uso de la stira potica como arma polti-ca remitimos a EGIDO, Tefanes, Stiras polticas en la Espaa Moderna, Madrid, Alianza Editorial, 1973; PELORSON, Jean-Marc, La politisation de la satire sous Philippe III et Philippe IV, en La contestation de la societ dans la Litterature espagnole du Sicle dOr, Toulouse, Universit de Toulouse-Le Mirail, 1981, pp. 95-107; ETREROS, Mercedes, Stira poltica en el siglo XVII, Madrid, Fundacin Universitaria Espaola, 1983; GARCA GARCA, Bernardo, La stira poltica a la privanza del duque de Lerma. Lo conflictivo y lo consensual en Castilla (1521-1715). Homenaje a Francisco Toms y Valiente, GUILLAMN LVAREZ, F. J. y RUIZ IBEZ, J. J (eds.), Murcia, Universidad de Murcia, 2001, pp. 261-293.

    47 BOUZA, Fernando: Realeza, aristocracia y mecenazgo [del ejercicio del poder modo clamo], en EGIDO, A. y LAPLANA, J. E. (eds.), Mecenazgo y Humanidades en tiempos de Lastanosa. Homena-je a la memoria de Domingo Yndurin, Zaragoza, Instituto de Estudios Altoaragoneses e Institucin Fernando el Catlico, 2008, pp. 76-77.

    48 Era ya tarde, y tarde de primer da de Pascua. No obstante, me encamin a casa de Sada pero encontr a don igo de Toledo que me persuadi le llevase al Retiro, a la comedia. Hzelo as pero no entr en ella por ser cosa pesada para de ordinario a quien no galantea, Diario, domingo, 1 de junio de 1659, Archivo de los Duques de Alba [ADA], Fondo Condes de Montijo, Caja 17, sin foliar.

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    supona una herida ya restaada y de la que era prudente no dar cuenta49. Los mar-queses de Caete, por su parte, en su esfuerzo por vindicar la memoria de don Gar-ca Hurtado de Mendoza, mancillada por los versos de Alonso de Ercilla, respon-dieron a las humillaciones con ms rimas. En La Araucana, el poeta haba dado rienda suelta a sus rencores personales, escamoteando los mritos guerreros del general Mendoza, a quien haba acompaado en sus campaas por Chile. Lope de Vega, Cristbal Surez de Figueroa y Gaspar de vila escribieron panegricos, al tiempo que se encomendaba a nueve dramaturgos una comedia, muy del gusto del nuevo rey, Felipe IV. Antonio Mira de Amescua, el conde de Basto, Belmonte, Ruiz de Alarcn, Luis Vlez de Guevara, Fernando de Ludea, Jacinto de Herrera, Diego de Villegas y Guilln de Castro fueron los encargados de editar la obra. El empeo en mitificar la memoria del conquistador cundi menos de lo que hubieran deseado los comitentes y finalmente fue Ercilla quien recibi los laureles50.

    Similar propsito persiguieron los marqueses del Valle, descendientes del gran Hernn Cortes, afanados en rescatar del olvido las hazaas del conquistador de Mxico, olvidadas en la Espaa de las ltimas dcadas del siglo XVI, a consecuen-cia de la implicacin de dos de sus dos hijos, don Martn, segundo marqus, y don Luis, en la frustrada conspiracin que, entre 1565 y 1566, pretendi convertir el virreinato de la Nueva Espaa en un reino independiente bajo el cetro de los Cor-ts. Ambos fueron juzgados y exculpados, pero la Casa perdi sus riqusimas pose-siones, que slo le fueron parcialmente devueltas en 1581. Para recuperar el favor de Felipe II y restaurar el prestigio perdido, don Martn encomend a Gabriel Lobo Laso de la Vega alumno de Ercilla una apologa de su Casa y linaje. En 1588 vio la luz el poema pico El Corts valeroso y mexicana al que, adems de Lobo, con-tribuyeron con sus rimas Luis Vargas Manrique, Mateo Vzquez de Leca, Jerni-mo Corts, Lucas Gracin Dantisco y el capitn Francisco de Aldana. 1594 vio una segunda edicin, conocida como la Mexicana, aprobada por el propio Ercilla. En 1601 public Lobo dos nuevos encomios, los Elogios en loor de los tres famosos varones don Jaime, rey de Aragn, don Fernando Corts, marqus del Valle y don lvaro de Bazn marqus de Santa Cruz y tres romances incluidos en su Romance-ro para mitificar al hroe51. Los poemas picos de Lobo consiguieron reavivar las glorias del vencedor de Moctezuma y con ello ensalzar el patrimonio simblico de los marqueses del Valle.

    Libelos, papelones, composiciones poticas, comedias, panegricos, crnicas, semblanzas, biografas, nobiliarios y stiras salidas de las plumas de poetas y otros ________

    49 Nos ocupamos de la formacin de la memoria del linaje en MARTNEZ HERNNDEZ, Santiago, Memoria aristocrtica y cultura letrada. Usos de la escritura nobiliaria en la Corte de los Austrias, Cultura Escrita & Sociedad, 3 (2006), pp. 39-63.

    50 Sobre esta pugna literaria vase VEGA GARCA-LUENGOS, Germn: Las hazaas araucanas de Garca Hurtado de Mendoza en una comedia de nueve ingenios. El molde dramtico de un memo-rial, Edad de Oro, 10 (1990), pp. 199-210.

    51 Sobre la provechosa relacin entre Lobo y los marqueses del Valle, WEINER, Jack: Cuatro en-sayos sobre Gabriel Lobo Laso de la Vega (1555-1615), Valencia, Universitat de Valncia, 2005.

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    autores, convenientemente dirigidas por sus protectores, tambin sirvieron como eficaz arma poltica. Papeles e impresos fueron utilizados sin mesura para socavar reputaciones y desacreditar adversarios polticos, cuando no para promocionar carreras cortesanas y enderezar ejecutorias de dudosa calidad. La literatura, al igual que la historia, prest grandes servicios a los intereses de los poderosos.

    A la vista de las inclinaciones literarias de buena parte de la nobleza cortesana, no sorprende que, pese a los escrpulos que muchos manifestaron respecto del mundo letrado, algunos de los ms conspicuos aristcratas fueran autores -algunos con seudnimo como el marqus de Osera que utilizaba el nombre de Fabio Cli-ment- y publicaran sus obras. Merecen ser rescatados de la memoria, entre otros muchos, don Juan de Borja, conde de Ficalho y Mayalde, el almirante de Castilla, los condes de Salinas, de la Roca, de Rebolledo y de Villamediana, el prncipe de Esquilache52, la condesa de Aranda y los marqueses de Aun y de San Felices, entre otros, insignes representantes de la Repblica de las Musas53. Sin duda algu-na, semejantes fines y gustos encontraron un espacio privilegiado y un ambiente propagador en las numerosas academias, reuniones y tertulias de corte que durante el Siglo de Oro alcanzaron una significacin sin precedentes. En efecto, a lo largo de los siglos XVI y XVII la nobleza haba encontrado en la corte un mbito propicio para desarrollar sus aspiraciones polticas y sus inquietudes artsticas e intelectua-les, siendo las academias literarias las que acabaron por encauzar los intereses ociosos de la aristocracia ms culta. La necesidad de iniciar a los jvenes caballe-ros en las prcticas y usos cortesanos fue una de las razones de la consolidacin de las academias mediado el siglo XVI. Igualmente la aficin literaria de una nobleza culta encontr pronto proyeccin en aquellos parnasos que tanto inters concitaron entre los seores, contribuyendo, en buena medida, a estimular la produccin litera-ria y a estrechar los lazos entre sus miembros. Bien es cierto que tales juntas de caballeros haban venido desarrollndose desde mucho tiempo atrs en residencias nobiliarias o en las cmaras y alcobas del alczar real, pero en el Quinientos alcan-zaron una relevancia sin precedentes.

    Las academias de corte trascendieron con el tiempo su vocacin exclusivamente literaria para erigirse en autnticos cenculos de formacin aristocrtica, como la que constituy y presidi el tercer duque de Alba, don Fernando lvarez de Tole-do, en la dcada de 1560, y que se convocaba bien en las casas de don Juan de Sil-va en Toledo bien en el Alczar madrileo. El auge de las academias coincidi con el establecimiento de la capitalidad de la Monarqua en Madrid y con el consi-guiente asentamiento de las grandes Casas nobiliarias en la villa castellana. Otras,

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    52 CABR, Mara Dolores: El prncipe de Esquilache, poeta de Aragn, Argensola. Revista de Ciencias Sociales del Instituto de Estudios Altoaragoneses, 4 (1950), pp. 327-346.

    53 Una nmina del amplio repertorio de composiciones surgidas del ingenio nobiliario puede verse en la obra de PREZ DE GUZMN, Juan: Los prncipes de la poesa espaola. Coleccin de poesas en su mayor parte inditas de prncipes, grandes y ttulos, Madrid, Imprenta de Manuel G. Hernndez, 1892.

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    sin embargo, surgieron y se acomodaron en ciudades vinculadas a gobiernos virreinales como Npoles, patrocinada por el conde de Lemos54, o en urbes principales como Sevi-lla (conde de Gelves), Zaragoza (duque de Villahermosa), Toledo (condes de Fuensali-da y de la Mora), Valencia55 y Lisboa56, adems de en las pequeas cortes nobiliarias como la de los almirantes de Castilla y condes-duques de Benavente, contribuyendo a la formacin de muchos de los futuros servidores de la Monarqua57.

    Los monarcas permitieron e incluso sostuvieron algunas de aquellas academias, que llegaron a reunirse en las cmaras de las numerosas residencias reales y conta-ron con el patrocinio de destacados miembros de la familia real como el prncipe don Carlos58. La propia infanta Isabel Clara Eugenia, gobernadora general de los Pases Bajos, lamentaba en 1615 no haber recibido con la suficiente antelacin del marqus de Velada un ejemplar de Don Quijote, pues aunque haba entretenido con l su tiempo durante el Carnaval, hubiera dado cuenta de l para alguna representa-cin59. Muchas actuaciones patrocinadas igualmente por los Grandes tuvieron una acogida privilegiada en los espacios escnicos que proporcionaba el propio Alczar de Madrid60. Dada su vocacin pedaggica, fueron ampliamente toleradas, pues contribuyeron a la domesticacin de una nobleza a menudo rstica e iletrada y al entretenimiento de las elites palatinas. A pesar de la imagen erudita y ceremoniosa que en muchos casos se les atribuy, las academias no dejaron de ser, en el fondo, juntas de caballeros en las que los asuntos a tratar, con demasiada frecuencia, poco tenan de trascendentales negocios de estado, de cuestiones filosficas o de disqui-siciones morales. El prior don Antonio de Toledo, caballerizo mayor de Felipe II y comendador mayor de Castilla, aseguraba al marqus de Villafranca en 1571, des-________

    54 Sobre la celebrada academia partenopea de los Ociosos, vase FERNNDEZ MURGA, Flix: La Academia napolitano-espaola de los Ociosos, Roma, 1955. Para una visin global del mecenazgo del conde de Lemos remitimos a la obra de ENCISO ALONSO-MUUMER, Isabel: Nobleza, poder y mecenazgo en tiempos de Felipe III: Npoles y el conde de Lemos, Madrid, Actas, 2007.

    55 MAS I US, op. cit., pp. 47-173. 56 Un vistazo a las academias lusas en PALMA-FERREIRA, Joo: Academias literarias dos sculos

    XVII e XVIII, Lisboa, Biblioteca Nacional, 1982. 57 Pionera fue la investigacin de Juan Prez de Guzmn sobre la realidad de las academias litera-

    rias del Siglo de Oro. Continu su senda la obra de SNCHEZ, op. cit. (nota 5). Las nuevas aportacio-nes se deben a BARELLA, Julia: Bibliografa: Academias literarias, Edad de Oro, VII (1988), pp. 189-95 y CRUZ, op. cit. (1992 y 2002). Una ajustada descripcin de las academias, fundamentada en el testimonio de Lope de Vega, fue abordada por Agustn Gonzlez de Ameza en su Introduccin al epistolario de Lope de Vega, GONZLEZ DE AMEZA, Lope de Vega en sus cartasop. cit.

    58 BOUZA, Fernando: Corte es decepcin. Don Juan de Silva, Conde de Portalegre, en MART-NEZ MILLN, J. (dir.): La corte de Felipe II, Madrid, Alianza Editorial, 1994, pp. 459-462.

    59 Tan byn os agradezco a don Quyjote que a sydo todo my pasatiempo estas Carnastollendas y sy ubyera llegado ms temprano quy ubyramos sacado algo dl para alegrallas pero no faltar alguna ocasyn, Bruselas, 6 de marzo de 1615, vase MARTNEZ HERNNDEZ, Santiago: Significa-cin y trascendencia del gnero epistolar en la poltica cortesana: la correspondencia indita entre la infanta Isabel Clara Eugenia y el marqus de Velada, Hispania, 217 (mayo-agosto 2004), p. 509.

    60 Carmen Sanz Ayn se ha ocupado recientemente de estas cuestiones en su Discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia titulado SANZ AYN, Carmen: Pedagoga de Reyes. El teatro palaciego en el reinado de Carlos II, Madrid, Imprenta Taravilla, 2006.

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    de El Escorial, que muy pronto haban de reunirse junto al cardenal de Burgos y al duque de Alba en los afamados Jardines que ste ltimo haba plantado en la Aba-da, primigenia sede de la Academia, para discurrir acerca de lo que nadie poda imaginar:

    Yo os digo, cierto, que si nos vemos, que nos hemos de holgar, y tengo por muy gran sperana, que ha de ser esto y que nos hemos de ver juntos en el Abada, vos y el Duque [de Alba] y el Cardenal [Francisco Pacheco de Toledo] y yo, y que ha de ser este invierno y que ha de pensar el mundo que hemos de estar discutiendo sobre lo passado y presente y por venir, y que hmonos de estar cayndonos de risa de que tan gran chorlito has sido y quan desdichado en amores61.

    Sea como fuere los caballeros acadmicos refinaban sus modales, adquiran

    experiencia al relacionarse con los ms veteranos, al tiempo que fortalecan sus vnculos, procurando merecer el favor del soberano gracias a su buena forma-cin y obtener su confianza para el desempeo de las obligaciones requeridas tanto en oficios palatinos como de gobierno o de milicia. En ellas se formaron algunas de las generaciones de cortesanos ms brillantes de los siglos XVI y XVII, siendo el germen de los Liceos y Colegios de Nobles del Siglo de las Lu-ces62. No extraa, pues, que el que fuera comendador mayor de Castilla y prn-cipe de Pietrapercia, embajador en Roma y virrey de Npoles, don Juan de Z-iga, integrante de la Academia del duque de Alba, afirmara, no sin cierta jactancia, que ninguno de los de la Academia salimos hombre de pueblo63.

    Las academias nobiliarias ganaron rpidamente poder poltico, erigindose en reductos del pensamiento y de la cultura poltica aristocrtica. Desde aque-llos plpitos se clamaba por una mayor participacin en la direccin de la Mo-narqua, de la que se consideraban apartados por una elite letrada que se haba consolidado en el gobierno de Juntas y Consejos. Esta reivindicacin, latente desde el siglo XVI, cuando los hombres de letras comenzaron a ganar espacio poltico y competencias en la administracin real, se proyect sobre una pol-mica recurrente que incida sobre la tensa rivalidad que enfrentaba a los oficios de la pluma con los de la espada. Desde la nobleza se defenda la imposibilidad de que slo las letras otorgaran el derecho para alcanzar un oficio dirigente y compartir as con el rey el gobierno, pues tal responsabilidad era una tarea que

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    61 Carta del prior don Antonio de Toledo a don Garca de Toledo, marqus de Villafranca, El Es-corial, 1 de junio de 1572, Archivo Duques de Medina Sidonia [ADMS], Fondo Marqueses Villafran-ca, leg. 4341, s. f.

    62 Cfr. ANDJAR CASTILLO, Francisco: El Seminario de Nobles de Madrid en el Siglo XVIII. Un estudio social, Cuadernos de Historia Moderna. Anejos, Ingenios para el mundo: sociedad, saber y educacin en la Edad Moderna, III (2004), pp. 201-25.

    63 Carta de Juan de Ziga a Cristbal de Moura, Roma, 26 de marzo de 1568 recogida en BOUZA, op, cit. (1994), p. 461.

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    competa en exclusividad a quienes, por nacimiento y por sangre, gozaban de ese privilegio indiscutible64.

    Disputas aparte, las academias, incluso las menos concurridas, se regan por unos estatutos y se organizaban de modo jerrquico, todo ello para respetar su buen orden. Desgraciadamente, y aunque se han perdido muchos de los regis-tros de las ms celebradas, disponemos de escasos pero detallados testimonios con los que se puede reconstruir su funcionamiento. Las ordenanzas de la Aca-demia que, bajo la presidencia del conde de Fuensalida, se reuna en la ciudad de Toledo, al modo de las madrileas, muestran el propsito y los fines de aquella junta65. La primera de las condiciones que deba cumplir toda acade-mia, cuyo fin era que perdurase un empleo tan virtuoso como el de la Poesa, era un patronazgo. Resultaba, pues, forzoso que tome la proteccin della una persona principal en su casa, a la sombra de cuia autoridad vaya propagan-do66. Gracias al mprobo trabajo de Alain Bgue, contamos con un extraordi-nario catlogo descriptivo de los impresos que generaron las academias litera-rias, tanto las ordinarias como las peridicas, en la segunda mitad del siglo XVII, que rene en total un corpus de treinta y cinco impresos. Un extraordina-rio testimonio que permite comprobar el formato, la estructura, los medios, la participacin, el patrocinio -casi siempre nobiliario- y la duracin de tales eventos67. En el inventario figura la que convoc el marqus de Jamaica el 30 de diciembre de 1672 en la ciudad de Cdiz, con ocasin del aniversario de la reina regente Mariana de Austria, y a la que acudieron el duque de Veragua y su hermano, don lvaro Coln de Portugal. La justa se dedic al condestable de Castilla68. Otras citas relevantes fueron, por ejemplo, la Academia de Inge-nios, que presidi el poeta Luis Vlez de Guevara en 1637. El Buen Retiro acogi una magnfica fiesta literaria con ocasin de la sucesin imperial de Fernando II. Entre los jueces que dirigieron la contienda potica figuraron el prncipe de Esquilache, el conde de la Monclova, don Luis de Haro, don Gas-

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    64 Para todo lo relativo a esta interesante reclamacin BOUZA, Fernando: Comunicacin, conoci-miento y memoria en la Espaa de los siglos XVI y XVII, Salamanca, Seminario de Estudios Medieva-les y Renacentistas, Sociedad Espaola de Historia del Libro y Sociedad de Estudios Medievales y Renacentistas, 1999, pp. 15-129 y tambin del mismo Servidumbres de la soberana grandeza. Criti-car al rey en la corte de Felipe II, en ALVAR EZQUERRA, A. (dir.): Imgenes histricas de Felipe II, Madrid, Centro de Estudios Cervantinos, 2000, pp. 141-179.

    65 A esta Academia, como a las que patrocinaban los condes de Saldaa (Madrid) y de Lemos (Npoles), se refera don Diego Duque de Estrada, que fue miembro de las tres, en sus Memorias, DUQUE DE ESTRADA, Diego, Memorias, prlogos de Jos Mara de Cosso y Segundo Serrano Ponce-la, Sevilla, Ediciones Espuela de Plata, 2006, pp. 63-64.

    66 Para el documento remitimos a BLECUA Jos Manuel: La Academia potica del Conde de Fuensalida, en Sobre poesa de la Edad de Oro, Madrid, Gredos, 1970, pp. 203-208.

    67 BGUE, op. cit. 68 Ibidem, pp. 82-196.

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    par de Bonifaz, don Antonio de Mendoza y el bibliotecario del conde-duque de Olivares, Francisco de Rioja69. La asistencia a los parnasos, las academias estrictamente literarias, abiertas a ingenios, cronistas y autores en general, era un signo indiscutible de distincin nobiliaria por lo que a menudo contaban con una destacada presencia seorial, si es que no era un magnate su presidente. Por su parte, en los otros cenculos de corte, las que patrocinaban e integraban en exclusividad caballeros, de igual modo se recitaba y compona, pero tambin se discuta sobre poltica, arquitec-tura, matemticas y armas o sobre temas ms triviales como la belleza. En una improvisada junta de seores, al calor de un largo almuerzo, el almirante de Castilla y el marqus de Osera se disputaron el honor de componer en breve tiempo unos versos sobre la hermosura, tomando de cada dama de Palacio la parte ms perfecta que se eligi entre todos. Ambos magnates porfiaron, segn anot el propio marqus en su Diario, en formar el soneto, pero mientras el Almirante escriba un largo papel a Madrid, hice yo el soneto que ha corrido con gran aplauso70.

    Formar parte de una academia literaria, acoger y patrocinar la obra de poe-tas, e incluso poseer cierto ingenio potico meritorio fue un signo evidente de refinamiento que mereca un reconocimiento pblico. Los poetas, en un afn por preservar su obra, acabaron por convertir en virtud el amparo a las letras que profesaron algunos nobles. La literatura se hizo eco de estos empeos sien-do objeto de consideracin el caballero que dispensaba proteccin a las letras, no en vano muchos escritores aspiraban a obtener el amparo de patronos para poder vivir de su obra71. Bien a propsito resulta traer aqu los elogios que de-dic Alonso Jernimo de Salas Barbadillo, en su Cavallero Perfecto, a aquel don Alonso, digna imitacin de los Nobles, por acudir al socorro de los hombres de letras pobres, quienes gozaban de gajes y racin suya, de qual-quier facultad que fuessen profesores, porque l no slo atenda a dar abrigo a aquellos que seguan el estudio que l ms amava, que esto fuera premiar su misma inclinacin72.

    Pese a la significacin de las convocadas en tiempos de Felipe II, entre ellas la ya mencionada del duque de Alba y la que presidi don Diego de Acua, gentilhombre de la cmara del prncipe don Carlos, que rivalizaron por el con-

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    69 PREZ DE GUZMN Y GALLO, Juan: Las Academias literarias del siglo de los Austrias, La Ilus-tracin Espaola y Americana, 31 (1880), pp. 106-107; 32 (1880), pp. 123-124; y 33 (1880), pp. 139-142; ms recientemente JULIO, Mara Teresa: Academia burlesca que se hizo en el Buen Retiro a la majestad de Filipo Cuarto el Grande. Ao de 1631, Madrid-Frankfurt, Iberoamericana-Vervuert, 2007.

    70 Abril 1659, fragmento extractado del Diario recogido por el duque de Berwick y de Alba, Ber-wick y de Alba, Duque de: Noticias histricas y genealgicas de los estados de Montijo y Teba segn los documentos de sus archivos, Madrid, 1915, pp. 264-294.

    71 De estas cuestiones se ocupa VLEZ-SINZ, op. cit. 72 SALAS BARBADILLO, Alonso Jernimo de: El cauallero perfecto: en cuyos hechos y dichos se

    propone a los ojos vn exemplo moral y politico..., Madrid, Juan de la Cuesta, 1620, f. 105r.

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    trol del espacio cortesano, las academias de mayor lustre fueron, sin duda, las de la centuria siguiente. El Seiscientos asisti al nacimiento y al ocaso de mu-chas ms, como la que fundara el conde de Saldaa, don Diego Gmez de San-doval, entre 1605 y 1607 -y de la que fue secretario Lope de Vega- junto a don Antonio Dvila y Toledo y a los duques de Feria y de Pastrana, y cuyos fre-cuentes irregularidades y contratiempos propiciaron una existencia accidentad y efmera. Saldaa redobl sus esfuerzos y retom con ms ahnco si cabe su propsito cuando consigui su refundacin en 1611, con el apoyo de nuevos acadmicos, de igual y mayor grandeza que los anteriores, pues la amplia n-mina de ingenios alcanz a los duques de Cea, Pastrana, Hjar y Medinaceli, los marqueses de Velada, Alcaices, Povar, Peafiel, Almazn y Oran y los con-des de Lemos, Olivares y Villamor73.

    El flamante parnaso del conde de Saldaa mantuvo, durante buena parte del reinado de Felipe III, la fama de ser la junta, de las muchas que se reunan en la corte, a la que concurran caballeros de la ms alta consideracin. Lope de Ve-ga que fue su secretario, aunque por breve tiempo, dej testimonio de su exis-tencia y de la naturaleza de sus convocatorias, as como de sus frecuentes po-lmicas y algaradas, en su correspondencia diaria con el duque de Sessa.

    Los acadmicos abrieron la primera sesin la noche del sbado 19 de no-viembre de 1611, coincidiendo con las exequias de la reina Margarita de Aus-tria. Escriba Lope que el de Saldaa ha[ba] hecho una Academia y es esta la primera noche; continuaba anotando que todo quanto se ha escrito es a las honrras de la Reyna que Dios tiene. Burln, confesaba temer las consecuencias de la presentacin de su Cancin [de Hortensio], una composicin que [le] ha[ba]n obligado a escribir, confiando en que apenas se percibiese tanta ig-norancia entre tales ingenios74. Aquella velada inaugural no principi con buen pie, pues fue convocada a las seis de la tarde y el patrocinador no apareci has-ta cuatro horas despus, saliendo, escriba Lope, tales los poetas de hambre, cansancio y fro, lodos y quejas que no s si habr segunda, aunque me hicieron secretario y repartieron sujetos75. Se dieron cita en ella los duques de Feria [y] Pastrana, don Antonio de vila [hijo del marqus de Velada] y otros de menor jerarqua. Nada se disput por ser fiscal el propio conde de Saldaa, siendo, juzgaba Lope, ms bien intencionado que el rector de Villahermosa76. Apenas dos semanas ms tarde, el Fnix renunci a la secretara de la Acade-mia, porque no [haba] ms [que] lindos agrios. Alegaba en su descargo que o hablando o escribiendo obtena, con debida humildad del estilo del duque de Sessa cada da mayores obligaciones. Pese a su notable ausencia, la Aca-demia prosigui adelante, y para esta noche ay grandes cosas, y si no cosas, no ________

    73 SNCHEZ, op. cit., pp. 295-296. 74 Madrid, 19 de noviembre de 1611, VEGA CARPIO, op. cit., [62], pp. 79-80. 75 Madrid, 23 de noviembre de 1611, ibidem, [64], pp. 81-82. 76 Madrid, 30 de noviembre de 1611, ibidem, [65], p. 83.

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    faltarn Grandes, porque Pastrana y Feria sern ciertsimos, anotaba77. Conti-nu informando al duque sobre las desventuras de aquel dislocado cenculo. A finales de enero de 1612 anot escuetamente:

    La Academia dura; los seores la honran; yo no voy a ella, aunque siempre enbo un soneto a la Virgen, dama de mis aos, y pluguiera a Dios lo hubiera sido en los passa-dos; danme mis guantes, que es propina de aquel acto, y como a jubilado, me los env-an 78.

    Las academias madrileas dieron largo tiempo de qu hablar79. Lope aseguraba

    a su patrn que del devenir de las Academias slo le contaban que acuden todos los seores y muchos de los poetas. En una de aquellas, cuya identificacin elude, aconteci que en la postrera de las sesiones, se mordieron poticamente un licen-ciado, de nombre [Pedro] Soto [de Rojas], granadino, y el famoso Luis Vlez [de Guevara]. Segn parece lleg la historia hasta rodelas y aguardar a la puerta. Lamentando tanta desmesura, escribi el poeta tan acertado epitafio sobre la fortu-na de estos parnasos al asegurar que hubo prncipes de una parte y de otra; pero nunca Marte mir tan opuesto a las seoras Musas80.

    Desagradaba profundamente a Lope la presencia de ciertos caballeros en las academias, pues contribuan con sus polmicas y pleitos de honor a alborotar y descomponer su buen orden, adems de que con demasiada frecuencia interrump-an las sesiones o concluan con violencia los lances poticos en los que intervenan. As, por ejemplo, principiado el mes de febrero de 1612, inform a Sessa de la inauguracin de otra famosa Academia, que se llama El Parnaso, en la sala de don Francisco de Silva. Satisfecho con la novedad, aunque sin ocultar su inquie-tud acerca de su perdurabilidad, sentenci severo: no hubo seores; que an no deben de saberlo; durar hasta que lo sepan81.

    No obstante, y pese a lo que pueda parecer a la vista de tan excepcional genera-cin de rimados aristcratas, tan slo una minora se destac por su gusto literario y muchos menos an por su calidad potica. Aunque la erudicin termin por cons-tituir un signo indiscutible de distincin que elev a una nobleza culta y refinada por encima del conjunto estamental, lo cierto es que la inmensa mayora manifest abiertamente su desprecio por el mundo letrado hasta el punto de ignorar la gram-tica y escribir mal a propsito. Fueron escasos los nobles que no recibieron una ________

    77 Madrid, 1 de diciembre de 1611, ibidem, [70], p. 88. 78 Madrid, finales de enero de 1612 (?), ibidem, [76], p. 94. 79 El fenmeno de las academias, surgiendo por doquier y extinguindose con inaudita rapidez, se

    convirti pronto en objeto de stiras. Vase la que hace Vlez de Guevara en su Diablo Cojuelo, en especial en el Tranco dcimo. De sobra conoca el poeta esta realidad pues fue secretario en la del conde de Saldaa. Cervantes tambin, al final de la Primera parte de Don Quijote, hace alusin a unos ficticios versos de los acadmicos de la Argamasilla dedicados a la sepultura de don Quijote, a San-cho Panza, Dulcinea del Toboso y Rocinante, CERVANTES, op, cit. (nota 17) I, pp. 327-329.

    80 Madrid, principios de abril de 1612, VEGA CARPIO, op, cit., [87], pp. 107-108. 81 Madrid, principios de febrero de 1612, ibidem, [78], p. 97.

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    exquisita formacin, tanto a cargo de preceptores como en colegios mayores e in-cluso universidades, pero esta relacin con las letras en muy pocos casos implic una relacin provechosa posterior con los autores. Admirable, por tanto, debi de resultar para Lope de Vega la aficin literaria de su patrn, el duque de Sessa, don Luis Fernndez de Crdoba, cuyo mrito era el haber igualado el entendimiento a la condicin, y estas dos cosas a la sangre82.

    Alejados de cenculos tan concurridos y de tanto relumbrn como las acade-mias, la corte tambin propici el desarrollo de otras reuniones ms exclusivas aunque no por ello menos conocidas, que a menudo tenan lugar en las residencias de sus anfitriones, espacios privilegiados como libreras, jardines e incluso galeras de pinturas, en las que era frecuente encontrar retratos de insignes hombres de le-tras83. Recordemos que una de las excentricidades de don Gaspar de Haro y Guz-mn, marqus del Carpio, mecenas y anfitrin de reconocida fama, era conducir a sus visitas hasta el interior de su magnfica librera, mientras l departa rodeado de una exquisita comparsa84. No menos clebre era la Huerta del almirante de Casti-lla, prxima al Prado de Recoletos, donde don Juan Gaspar Enrquez de Cabrera sola reunir lo ms granado de la corte de Felipe IV. El marqus de Osera, privile-giado y perspicaz observador de los ltimos aos de la dcada de 1650, recordaba en su diario que en en casa del almirante, donde se canta muy bien y se ofrezen discursos y [donde] la conversacin suele ser buena, quando no se mezcla con dis-putas o murmuraciones85.

    Sin embargo, no todas las juntas de caballeros, que todo apunta fueron muchas, alcanzaron tanta fama y ni tan siquiera llegaron a ser conocidas ms all del estre-cho crculo de quienes las integraron. Lo son ahora gracias a una lectura, a menudo

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    82 Carta de Lope de Vega al duque de Sessa, Madrid, febrero-marzo de 1617 (?), ibidem, [289], p. 321.

    83 Sobre esta ltima cuestin vase el trabajo de SANHUESA FONSECA, Mara: Armera del ingenio y recreacin de los sentidos: la msica en las academias literarias espaolas del siglo XVII, Revista de Musicologa, 21 (1999), pp. 497-530. Algunas de las ms singulares galeras de pinturas de perso-najes ilustres, como la que el biblifilo conde de los Arcos tena en su fortaleza madrilea de Batres, servan de escenario para el acomodo de sus magnficas libreras, vase KAGAN, Richard: The Count of Los Arcos as collector and patron of El Greco, Anuario del Departamento de Historia y Teora del Arte, 4 (1992), pp. 151-160 y MARTNEZ HERNNDEZ, Santiago: Discreto, artfice y erudito. Un retrato abocetado de don Pedro Laso de la Vega, conde de los Arcos, mayordomo de la reina Margari-ta y de Felipe IV (1559-1637), en MARTNEZ MILLN, J. y LOURENO, M. P. Maral (coords.): Las Relaciones Discretas entre las Monarquas Hispana y Portuguesa: Las Casas de las Reinas (siglos XV-XIX), vol. II, Madrid, Polifemo, pp. 1187-1220. El marqus de Villafranca, igualmente, dispona de una destacable librera 669 volmenes en su castillo de Villafranca del Bierzo instalada en una galera de la que colgaban 213 retratos de emperadores y personas de fama, vase MARTNEZ HER-NNDEZ, op. cit. Gusto, aficin y bibliofilia, p. 794.

    84 BOUZA, Fernando, Escribir en la corte. La cultura de la nobleza cortesana y las formas de comu-nicacin en el Siglo de Oro, en BENASSAR, Bartolom, BOUZA LVAREZ, Fernando, CTEDRA, Pedro M. y otros: Vivir el Siglo de Oro. Poder, cultura e historia en la poca Moderna. Estudios en homenaje al Profesor ngel Rodrguez Snchez, Ediciones de la Universidad de Salamanca, 2004, p. 93.

    85 Diario, lunes, 2 de junio de 1659, ADA, Fondo Condes de Montijo, Caja 17, sin foliar.

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    afortunada, de los numerosos epistolarios nobiliarios. En uno de estos, entre infini-dad de correspondencia dirigida al segundo duque de Lerma y de Uceda, don Fran-cisco de Sandoval y Rojas de la Cerda Padilla, nieto del que fuera gran valido de Felipe III, aparece una epstola cuyo contenido relata una junta celebrada en Valla-dolid. El informante es el conde de la Oliva de Plasencia -reputado genealogista y anticuario-, que refiere los pormenores de una curiosa tertulia que, a lo que parece, haba tenido lugar en su casa. La sesin se haba centrado sobre si ubo id o no le ubo. Contaba don Francisco Caldern de Vargas -con no poca fuerza, dada su fama de genealogista e historiador ilustre, adems de vstago y sucesor de don Rodrigo Caldern- que la tratada era materia tan indisputable que el ms atrevido de los asistentes slo a dicho que sus cosas [las del Cid] fueron moderadsimas. El aventurado acadmico tuvo la desgracia, en pago a su ignorante osada, de saborear un castigo similar al que le infligiera en otro tiempo Toms Tamayo de Vargas, cronista mayor de Indias, a Pedro Mantuano, cuando aquel rebati su dis-curso en defensa del padre Juan de Mariana. Oliva tuvo a bien deslizar en su carta la situacin exacta de la cita de la obra, titulada Historia General de Espaa del padre Mariana defendida contra las advertencias de Pedro Mantuano (Ma-drid, 1616). Era el fol. 257, por si VE lo quisiere ver, anotaba. Adverta, asi-mismo, que con solo referir dicho comentario, se excusaba de dar el nombre de su autor, pues an no merece esa piedad. Acusaba al propio Mantuano de haber sido el nico en solo esto, espaol segn dien, aunque dudaba de su condicin de tal, por ser quien intenta en su naturaleza quitar tan ilustres blasones a la me-moria de don Rodrigo Daz de Vivar. Ofendido, reconoca no carecer de noticia alguna sobre que entre autores estrangeros hubiese quien lo contradiga y aun-que ubiera algunos no importar, porqus de las ms constantes verdades que ay despus de las divinas. Por tal motivo excusaba especificarle apoyos porque solo fuera aer ndice de quantas historias antiguas y modernas tenemos y de muchas de las estrangeras86.

    Prueba de que en aquellas juntas de caballeros se discurra de casi todo, propi-ciando controversias y debates tan acalorados como el referido por el conde de la Oliva, pero tambin regocijos, risas y complicidades, es el significativo testimonio de don Alonso de la Cueva, embajador en Venecia, que evocaba, en carta a don Fernando de Borja, sesiones tan gratas como las disfrutadas con anterioridad a su marcha, que no hubiese trocado los ratos de la antecmara por cien embaxadas87.

    La convocatoria de las reuniones sola realizarse mediante la correspondiente invitacin escrita y de las sesiones daba cuenta un secretario, como ocurra en las academias. Igualmente se impriman o trasladaban las intervenciones de los asis-tentes, los textos de las comedias que se representaban o las composiciones poti-________

    86 Valladolid, 23 de octubre de 1630, Archivo Duques de Medinaceli [ADM], Archivo Histrico, Legajo 51, R. 8, sin foliar.

    87 Venecia, 23 de enero de 1608, Instituto de Valencia de Don Juan [IVDJ], Envo 19, Caja 28, tomo II, doc. 31.

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    cas que se recitaban. La asistencia a las representaciones satisfaca el gusto de quienes como don Antonio Sarmiento parecan tener cualidades para la actuacin. Era don Diego de Salcedo quien rogaba a su padre, don Diego Sarmiento de Acua el que en breve sera conde de Gondomar el consentimiento para que participase en una fiesta que iba a haer dentro de casa. Adelantaba Salcedo que el persona-je que ava de haer don Antonio es de un pastor en una gloga y que haba de ser en latn y en romane, que es cosa de estudiantes. Rogaba su licencia pues todos reciviremos mucho gusto en orle por la buena graia que tiene en deir y yo recevir particular merced porque soy el que hago esta fiesta88.

    Superando con creces las pretensiones de Salcedo, el prncipe de Stigliano, que contaba con suficientes recursos para satisfacer unos gustos muy particulares en cuanto a representaciones dramticas, pudo sostener, a comienzos de febrero de 1657, una comedia, a su costa y durante varios das. Pese a tratarse de un evento privado, la representacin no parece que persiguiera otro propsito que el de desta-car tanto la munificencia del magnate como la de la propia soberana, la reina Ma-riana, que usando de su prvida liberalidad, an en tienpos tan estrechos y calami-tosos, no obstante ser fiesta particular y no pblica, como denunciaba el cardenal Montalto a fray Juan de Muceros, ha mandado por ella repartir propinas a los Consejos como se hio extraordinaria y voluntariamente dos meses ha. Poltica debe de ser para que estos embaxadores se persuadan que no tenemos vaia la bol-sa pues nos sobra para arrojar89.

    La infinita correspondencia del erudito conde de Gondomar aporta testimonios de gran valor sobre otros formatos de reuniones festivas90. As, en mayo de 1608, don igo de Mendoza, marqus de Mondjar y conde de Tendilla, escribi a don Diego que con ocasin de la celebracin de la Cruz, y dada su devocin, iba a hacer la ms luida fiesta que pued[a]. Confesaba que no haba rufin que no tenga una deboin por donde pretenda salbarse y que la suya era aquella. Envia-ba su invitacin por mediacin de un caballero para que si v.m. se sintiere des-ocupado pudiera olla. Los versos que se an echo y los premios que se dieron yrn en Relain que ya se imprimen91.

    De la escritura epistolar, prctica por otro lado habitual en una nobleza cortesa-na acostumbrada a cumplir a diario con administradores, pretendientes, asentistas, ministros de Su Majestad y de la Iglesia, parientes y amistades, brotan innumera-bles testimonios sobre sus preferencias a la hora de ocupar su tiempo ocioso. Indu-dablemente las fiestas y los espectculos, las ceremonias y las celebraciones pbli-________

    88 Carta sin datar, Real Biblioteca, [RB], Ms. II/ 2308, doc. 241. 89 Madrid, 10 de febrero de 1657, volumen facticio de Cartas del Cardenal de Montalto,

    Biblioteca de los Condes de Orgaz [BCO], vila, sin foliar. Guardo una deuda de gratitud con don Luis Crespi por su infinita cortesa al franquearme las puertas de la casa familiar para la consulta de los ricos fondos documentales de la Casa Condal de Castrillo.

    90 Cfr. MANSO PORTO, Carmen: Don Diego Sarmiento de Acua, Conde de Gondomar (1567-1626), erudito, mecenas y biblifilo, Xunta de Galicia, 1996, pp. 85-121.

    91 S.l., 8 de mayo de 1608, RB, II/ 2133, doc. 65.

  • Santiago Martnez Hernndez En la Corte la ignorancia vive

    Cuadernos de Historia Moderna 2010, vol. 35, 35-67

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    cas civiles o religiosas consuman la mayor parte del tiempo nobiliario en la corte, y aunque solan ser jornadas para la participacin y el lucimiento, en muchos casos eran actos de obligada presencia y de escaso disfrute. As al menos lo entenda el marqus de Osera cuando confesaba a su hermano, en junio de 1659, que fue con-vidado el da del Corpus por el regente del Consejo de Aragn, don Miguel Marta, a asistir a los autos [sacramentales] en casa [d]el vizecanceller; aunque los vi en palacio con descomodidad y calor no an sido buenos, aseguraba. Pese a todo, volviera a verlos por cunplir con el agasajo del convite92.

    No obstante, otros entretenimientos menos transitados contribuan a llenar los momentos de inactividad o de indolencia. Las horas que lograban ser hurtadas al despacho de los negocios y a otros asuntos de importancia, solan ser dedicadas a atender aquellos pasatiempos con los se eludan las pesadumbres de la vida en pa-lacio o se satisfacan "cosas de gusto". El lusitano Jernimo de Atade, marqus de Colares, lea cuanto papel caa en sus manos. En sus cartas al cronista Juan Fran-cisco Andrs de Uztarroz presentaba Madrid como una corte leyendo93. Muchos eran los que, ajenos al devenir de otras preocupaciones o quiz desocupados tem-poralmente, se dedicaban a la prctica diaria de la lectura, en solitario o en compa-a, en silencio o a viva voz, de cartas, relaciones, avisos, nuevas, libros e impresos de todo tipo.

    Llegado a este punto, permtaseme hacer un brevsimo alto en la argumentacin, rogando al lector licencia, sin duda excusable, por lo excepcional del testimonio, para trasladar el relato algunos centenares de kilmetros al este de las costas de la Pennsula Ibrica, pero dentro de los lmit