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La desventura del Dique San Roque - Jorge Bernal Homenaje a su centenario. Los hombres. 1 La desventura del Dique San Roque (Homenaje a los hombres que construyeron el viejo Dique) Por Jorge Bernal Protagonistas: El Suquía: Lo representa el Dr. Fernando Fracchia. Ing. Stavelius: Lo representa el Dr. Benjamín Kapeica. Ing. Cassaffousht: Lo representa el Ing. Jorge Bernal. Nota: esta narración fue presentada en el año 2005 en Facultad de Arquitectura, de Inge- niería y en el Fogón de los Arrieros.

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La desventura del Dique San Roque - Jorge Bernal Homenaje a su centenario. Los hombres.

1

La desventura del

Dique San Roque

(Homenaje a los hombres que construyeron el viejo Dique)

Por Jorge Bernal

Protagonistas:

El Suquía: Lo representa el Dr. Fernando Fracchia.

Ing. Stavelius: Lo representa el Dr. Benjamín Kapeica.

Ing. Cassaffousht: Lo representa el Ing. Jorge Bernal.

Nota: esta narración fue presentada en el

año 2005 en Facultad de Arquitectura, de Inge-

niería y en el Fogón de los Arrieros.

La desventura del Dique San Roque - Jorge Bernal Homenaje a su centenario. Los hombres.

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Hay una mesa. Dos sillas y un banco más alto. En las si-

llas se sientan Cassafouhst y Stavelius, sus brazos apo-

yan sobre la mesa. Atrás más alto El Suquía los juzgará

y los condenará. Comienza Stavelius. La iluminación es

completa. En la pantalla una imagen uniforme gris.

Los fantasmas de la ingeniería.

STAVELIUS:

Habla Stavelius con tono suave, lento y preciso.

En la pantalla aparece la frase “Los fantasmas de la in-

geniería”.

Soy Stavelius, inglés de origen. Soy uno de los tres hombres

condenados por el Suquía. Antes de mi ruina espiritual quiero contarles

los sentimientos de quienes admiré y destruí.

Las noches en vela, ojos abiertos al miedo. En horas largas y do-

lorosas madrugadas. Son las ocultas cargas que posee el ingeniero de

obras. Es el peaje que pagan los que diseñan, calculan y dirigen. Los

que tienen el coraje de animarse a la ingeniería.

Es la única profesión que desafía a las fuerzas de la gravedad.

Una provocación a las instantáneas de viento o a impresionantes ener-

gías de un terremoto. Practicar, ejercer y profesar la ingeniería requiere de valor que llegado el momento de la puesta en funcionamiento de la

obra se transforma en temor, miedo.

De solo pensar en la caída o colapso de la obra dan ganas de

suicidarse en un rincón. De solo pensar en eso dan ganas de haber sido

bombero, peón de puerto, jardinero, pero menos ingeniero. La leyenda

de los capitanes de barco que mueren en el naufragio, son los últimos en

saltar al bote salvavidas perdura en la mente del ingeniero ante el fraca-

so de una obra. Quieren desaparecer junto a ella.

La luz completa se reduce a Cassaffouhst. El res-

to en penumbras.

CASSAFFOUSTH:

Señores autoridades, profesores, alumnos de esta querida Uni-

versidad de Córdoba. Soy el Ing. Cassaffousht y tengo el honor de dar-

les una grata noticia: en nuestra Facultad de Ingeniería, con nuestros

profesores y alumnos se realizará el proyecto del futuro Diques San

Roque. Será el embalse más grande del mundo hasta ahora construido.

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STAVELIUS:

Mientras habla, en pantalla aparecen las siluetas

de obras dibujadas en carbonilla. Puente Gral. Bel-

grano, Puente Encarnación Posadas, Puente Victoria

Rosario, Yacyretá, Itaipú.

Las obras de ingeniería perduran en el tiempo, tanto que superan

al hombre mismo que las diseña y construye. Las obras configuran la

ciudad, el puerto, las rutas. Quedarán allí como improntas de la tarea

del ingeniero. Eso lo sabe, pero también vive con ella las pesadillas de

su comportamiento. Las obras serán testigos del transcurso, del creci-

miento, madurez y envejecimiento de quien las diseña y construye.

Toda la inteligencia, toda la mente puesta al servicio de un dise-

ño o cálculo no es suficiente para soportar el dolor de un fracaso. Esos

pensamientos revientan por el peso de la culpa, del castigo que así

mismo se somete el ingeniero; muchas veces termina en la locura.

Locuras leves, casi tenues imperceptibles, otras disfrazadas de

un abandono total a la profesión y las más dolorosas la pérdida de iden-

tidad. El abandono del sentido de vida. Aquí, en este momento de pesar

tan abrumador el ser pasa al no ser.

Comprender las angustias y vivencias de los ingenieros es posi-

ble si nos metemos en la vida de algunos de ellos. Saber de sus éxitos,

fracasos, sufrimientos y locuras. Entenderlas nos llevará a comprender-

los.

El viejo Dique San Roque oculta una historia real lejos más

cruel que la leyenda misma, ésta, la que cuentan los guías turistas en su

final dramático contiene un fraude a la memoria de quienes lo constru-

yeron.

En este relato de lo acontecido hace más de cien años, cada uno

de los personajes cuenta lo suyo.

En la pantalla la imagen satelital del valle de

Punilla. En el avance del parlamento del Suquía, la ima-

gen se acerca hasta el inicio de la quebrada.

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EL SUQUÍA:

Soy el Suquía, miles de miles de años construyendo mi quebra-

da. La formé con mis antiguas y cristalinas aguas.

Hoy les contaré mis últimos días, mis postreras horas. Antes de

doblegarme al hombre, antes de desaparecer; castigué a todos, a malos

y buenos, a valientes y cobardes, a brillantes y mediocres. No perdoné a

nadie.

Ahí el testimonio de mis infiernos. Ahí apenas emergiendo de

las aguas. Son las ruinas del viejo dique San Roque.

La imagen del viejo dique apenas emergiendo de

las aguas y con el lago al fondo. Luego la imagen desde

el lago con la vista de los dos cerros.

Mis cerros lo están mostrando con vehemencia para ayudarme

en la memoria. Fue la obra más grande del siglo XIX de todo el mundo.

Allí se concentró la mayor cantidad de hombres que recuerda la historia

de una obra de ingeniería. Lo he visto, lo presencié. Muchos dejaron sus

vidas; accidentes, caídas, derrumbes, rencillas, enfermedades. Murie-

ron. Dos de esos miles, les perdoné la vida, para una pena mayor. Dos

hombres; ellos fueron quienes me mataron.

Desde los acueductos de Cajamarca, construidos por mis Incas

en el Perú hace 3000 años, jamás se atrevieron a una obra hidráulica de

tanta magnitud como el dique. Mi muerte marca un hito en la historia de

la ingeniería en América Latina.

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Mis restos cadavéricos no son más que un fino hilo de quietas

aguas en ese cauce ahora desnudo, impúdico, obsceno. Piedras privadas

y lampiñas.

En imagen las piedras lavadas, secas, del fondo

del cauce. Son las que están frente a la usina de Bamba.

Redondas, curvas y lisas de tanto peso en mis caricias. Ahora yo

reducido a la más vergonzante de las aguas; apenas humedad. Mis anti-

guas piedras por milenios sumergidas, ahora rendidas y calentadas por

el sol, me aplastan.

Se conmoverán por la historia, la verdadera. Antes la leyenda, la

falsa, como un bruto artesano se las vendí barata y ordinaria. La historia

falsificada y adulterada, como “Recuerdo de Córdoba” la tienen la ma-

yoría de los argentinos.

En imagen la feria del choripan, lo más desorde-

nada posible. Que tape al cerro y al viejo Dique.

La entrada de mi quebrada está cubierta por una febril actividad

del choripan, de las baratijas, cacharros, eso: “Recuerdos de Córdoba”.

El visitante queda atrapado por ese mercado del desconcierto. El desor-

den y la confusión se adueñan de los escasos metros cuadrados de mi

ladera. Los turistas, los hombres, los cordobeses dan la espalda a los enigmas y hechizos que encierra el lugar.

Pero detrás de la feria, clavada en mi piedra están las placas de

bronce, allí escrita, la historia. Nadie presta atención, se las muestro;

dos son quienes encierran todo el drama y la tragedia.

Las placas de bronce.

Separadas muy pocos metros entre sí, pero muchos años en sus

fechas de colocación:

Dique San Roque 1886 / 1889

Nuevo Dique San Roque 1939 / 1944

Dos diques. Me metieron dos diques.

Ahora la imagen de los dos Diques. Al fondo la

quebrada.

Miren al lago verán la larga sombra sumergida, la mancha lineal

de aguas oscuras. Es el primer dique. Está intacto pero inservible. Use y

tire. A eso lo condené; a un deshecho íntegro, a una basura.

Montado sobre esa chatarra de cal y canto, armé la leyenda. La

primera leyenda de la ingeniería civil Argentina.... “ Ese es el viejo di-

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que. Decían que se venía abajo y el ingeniero que lo construyó, ahí jus-

to del medio se tiró al agua. Se suicidó..”.

No fue así. La historia es otra.

Increíble; el hombre miserable. Desperdicio y desprecio de ver-

dades. Hambriento de patrañas fáciles. Todas sus desventuras y desdi-

chas. Siempre ambición materialista. Eso materiales, material, por fin la

Cal. Esa piedra calcinada fue odio, venganza, locura, sangre, muerte.

Una roñosa piedra cocida.

La cal fue mi condena. También la de estos dos hombres. Esa es

la historia. Una parte, una traza, un minúsculo fragmento. Un segundo

en el año. Un minuto en siglos. Los haré hablar a dos de los ingenieros

despedazados. Al fino lacre y a la sucia lacra. A la moral y la inmorali-

dad. A la ciencia y la barbarie.

Se ilumina el personaje de Stavelius. Nervioso,

rápido en las palabras, algunas mezcladas en inglés.

Tiene un sobre en la mano que lo agita.

STAVELIUS:

Por fin, estoy en la Argentina desde hace dos años, mi país In-

glaterra, ya no me interesa. El presidente de los argentinos es un cordo-

bés Juárez Celman. Este Buenos Aires es lo más alejado del mundo que hay. Me han recibido con calidez y valoran mis conocimientos sobre la

ingeniería.

Levanta el sobre, lo vuelve y lo muestra.

STAVELIUS:

Aquí, en Bs As con estos documentos soy el ingeniero de más

prestigio. Son las constancias y certificados de la Sociedad de Ingenie-

ros de Londres. Además para los argentinos la tonada inglesa y ser in-

glés ya es toda una garantía. Es tanto el trabajo que hay en este país. Es-

tá todo por hacer.

Imagen de Argentina en pantalla.

STAVELIUS:

A las pocas semanas de llegar he conseguido trabajo y dinero.

Realicé algunas obras de Bs. As. Trabajé en el puerto. También hice

riego en San Juan. Ahora en el ferrocarril de Salta a Tucumán. Jamás

pensé que la Argentina tuviera tanta potencia, tantas ganas de estar en

las primeras del mundo. Ahora soy Vice Presidente de la Asociación

Argentina de la Ingeniería Civil, que depende del Estado.

La imagen satelital de Córdoba capital.

STAVELIUS:

Tengo el trabajo que quiero, los porteños están convencidos de

mis cualidades y virtudes. Son soberbios pero aceptan todo, porque aquí

lo que no hay son ingenieros. He llagado en el momento justo, en el lu-

gar preciso.

Más no puedo pedir... Pero hay algo que me atormenta, me des-

vela: una obra, una en especial que me interesa en grado sumo. Será la

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obra más grande del mundo. La más osada. Hacer esa obra y morir es

suficiente.

Valle de Punilla. Stavelius la señala, los dos ce-

rros de la quebrada. La imagen permanece.

Esta aquí !!!. Aquí en el centro de este país!!!.

EL SUQUÍA:

Estás ciego por la codicia. Yo, El Suquía, soy el centro.

STAVELIUS:

No entiendo !!!. Estos argentinos son arrogantes y soberbios.

Construirán el dique de mayor embalse hasta ahora nunca construido.

Están locos. El más grande del mundo. Se construirá aquí y no, no pue-

do quedar afuera !!!. Allí tengo que estar, me necesitaran, ya me llama-

rán !!!. Sabrán quien es el Ing. Stavelius.

EL SUQUÍA:

Alguien ya lo sabe. Sólo, yo El Suquía te conoce, he vivido den-

tro tuyo. Ahora más que nunca serás poseído por mis correntadas y cre-

cidas. Te llevaré despacio. Estarás allí, te lo aseguro. Nadie, nadie, me-

nos tu mínimo cerebro, imagina la forma que llegarás a mis cuestas.

En imagen el Presidente Juárez Cellman.

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STAVELIUS:

Este es el problema !!. Este es el presidente de los argentinos, es

un cordobés. Juárez Cellman. Lo metió el mismo Roca. El General Ro-

ca. No entiendo como Roca. Roca !!! Lo trae de Presidente. Celman es

un inútil, un títere, justo aquí en Bs. As. La Argentina es Bs.As. y nunca

debe ser gobernada por otro que no fuera un porteño.

Es tener un francés como ministro de Inglaterra. Córdoba es

francesa y Buenos Aires, la Argentina es toda inglesa. Este imbécil es

mi problema !!!. Me dijeron que dará el proyecto a gente de Córdoba.

Los porteños lo reventarán. Con Bs. As no se juega, porque Bs. As es

Inglaterra.

La imagen del Congreso Nacional.

STAVELIUS:

Ahí está, lo hizo con éxito!!!. No lo puedo creer. Celman, pre-

sentó el proyecto del Dique en el Congreso y se lo aprobaron !!!. Yo

afuera. No soporto el fastidio, la bronca. Encima los proyectistas son

todos argentinos.

Una pausa, unos segundos.

No sólo el Dique, el embalse, los riegos, la energía. Es increíble

el proyecto que se trajeron bajo el brazo. Estos delirantes quieren hacer un canal desde el lago San Roque hasta Santa Fe. Quieren negar el

Puerto de Bs. As. Esto es peor que las invasiones inglesas!!!.

...Peor cordobeses !!!. Un profesor de hidráulica de Córdoba pa-

dre de la criatura. Esta Argentina está al revés. Cómo un criollo proyec-

tando la obra más grande !!!. Un mestizo con nombre francés; Cassaf-

fousth ¡!!.

La imagen de Cassaffousth en pantalla.

CASSAFFOUSTH:

Señor presidente del Congreso. Señores diputados. Buenas no-

ches. Soy el Ing. Cassaffousth. Me pidieron que exponga en detalle el

proyecto del Dique y además que los instruya de mis antecedentes. Soy

profesor de hidráulica de la novel Facultad de Ingeniería de Córdoba.

Además fui rector de la Universidad. Estudié y me recibí de ingeniero

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civil en la Politécnica de París, fui compañero de curso de Gustavo Eif-

fel y he trabajado en su empresa hasta la construcción de la Torre de Pa-

rís. Luego regresé a mi patria para prestar mis servicios a esta querida

Nación y en especial a esta nuestra Córdoba.

Otra vez la imagen del portal de ingreso a la

quebrada del Suquía.

CASSAFFOUSTH:

No hay en el mundo un lugar tan estratégico para colocar un di-

que con un gran embalse que éste. La naturaleza la ha dotado a la pro-

vincia de Córdoba con el amplio valle de Punilla y en su extremo en su

final; la gran puerta, el portal, las dos colosales columnas de roca graní-

tica. Es la entrada a la cuesta del Suquía. Pocos lugares con tan extraor-

dinaria geografía. El abrupto final del valle con dos imponente cerros.

Este es el lugar !!! Antes el valle, después la quebrada cortada

por miles de miles de años por las aguas del Suquía.

Señala el portal.

CASSAFFOUSTH:

Les puedo asegurar que lo más importante del Dique ya lo hizo

la Naturaleza; los dos soportes, las dos paredes, los dos marcos. A noso-

tros nos toca colocar el murallón, la puerta de cierre.

Imagen del proyecto (está en el libro de Frías).

Con ella cerrada se acumulará agua en el valle, formando un

inmenso lago. Con toda esta agua podemos evitar las inundaciones de

nuestra Córdoba, regar los altos, generar la energía hidráulica que ya en

otros países se transforma en eléctrica. Crear canales para navegación.

El turismo. Córdoba con un lago, justo en el centro del país.

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Controlaremos las aguas del Suquía a 30 km de Córdoba y la

acumularemos a más de 300 metros de altura. Imaginen toda esa ener-

gía potencial allí guardada y controlada.

EL SUQUÍA:

Cassafousth ¡!!. Porqué a mi ¡!!. Tu ciencia, tu sabiduría, tu inte-

ligencia me lapidarán. Sí me ahogarás con mis propias piedras. Lo sé;

harás tu obra y después de ella, atrás de tu dique, de tu paredón, allí

mismo me matarás.

CASSAFFOUSTH:

Lo haremos con todo lo que posee Argentina, ingenieros, técni-

cos, mano de obra y con nuestros propios materiales. La piedra la tene-

mos en el mismo cauce del Suquía. Fabricaremos por primera vez en

Latinoamérica la cal. Esa cal tan cara y escasa que llega en buques de

Inglaterra para Buenos Aires y de Francia para Córdoba. Esa cal tan

castigada por los miles de kilómetros en la travesía atlántica. Luego en

tren hasta Córdoba y a lomo de mulas hasta el Dique. Con el Dique la

Argentina cambiará.

EL SUQUÍA:

La Argentina cambiará. Yo El Suquía morirá. Pobre Argentina;

no serás la misma después de mi muerte. Vivirás un centenario duelo.

CASSAFFOUSTH:

Sigue en imagen el proyecto. Se alterna con los

dibujos de Anales de la Ciencia.

Este es el Dique que debemos construir. Necesitamos 3.000 to-

neladas de cal, 600.000 toneladas de piedra, 45 toneladas de dinamita,

25 máquinas de vapor con grúas, 5.000 obreros, tres campamentos para

que vivan, coman y duerman. Quien me acompaña en el proyecto y di-

rección será el Ing. Dumesnil, francés y compañero de estudio en Fran-

cia, experto en estas nuevas cuestiones de la ingeniería hidráulica.

STAVELIUS:

Están locos estos criollos !!!. En hacer este Dique.

Señala el Dique, golpea la mesa. Allí inmóvil

también Cassaffouhst.

No puede ser que estos brutos sean capaces de proyectar y diri-

gir esto.

Stavelius por primera vez se levanta, lo ignora al

Suquía y vuelve a señalar la imagen del Dique en panta-

lla. Habla con viva voz, casi a los gritos.

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La única habilidad es el lazo y la boleadora. Se bajan del caballo

y en vez de humildes jinetes, ahora prepotentes ingenieros !!!. Que tal,

de gauchos matreros, cautivos de la indiada, dejan la vincha, la lanza y

zás, proyectistas del dique mayor!!!. No lo puedo creer.

Pero ahora sí, locos de remate en producir su propia cal. Inglate-

rra, la corona !!, jamás lo permitirá. Estos criollos no aprendieron de la

madre Patria que los obligaba a no producir. Todo había que comprar a

Europa. Acá en América del Sur, acá los criollos y los indios, cueros !!.

Cueros y nada más. No aprendieron estos bárbaros que la Argentina es

la huerta y el gallinero de Europa. Que es eso de construir, de producir

!!!.

Vías de un ferrocarril que se apoyan en las lade-

ras de la quebrada.

Son peores que los gallegos; o acaso no saben que los ferrocarri-

les son de la corona. Que Buenos Aires es de la corona, que Boca Ju-

niors, que River, que Racing, que News All Boys, que la Forestal en el

Norte. A los franceses les dejamos el Chateau Carreras, pero allá meti-

do en Córdoba.

Así se arregló en Europa!!!, Bs. As para los ingleses y nada más

que Córdoba para los Franceses, que se creen que van a venir a fabricar

cales. Lo harán, pero morirán en el intento.

La sola construcción del Dique es un acto de soberbia, esto que

los criollos tengan el embalse más grande del mundo. Y yo afuera de

este asunto !!!. No lo soporto. Encima ahora que van a fabricar sus pro-

pias cales casi al pie del Dique. No saben estos brutos Argentinos que

Inglaterra no se los permitirá, menos aún Francia.

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EL SUQUÍA:

Stavelius; ganso ambicioso ¡!! No ¡!. Seré Yo, El Suquía, antes

de mi muerte los condenaré al más preciso suplicio.

En la imagen aparece la figura de Bialet Massé.

STAVELIUS:

Este catalán roñoso, médico, agrimensor, abogado, que es mago

también !!!. Este individuo ganó la licitación de la obra. Que tiene en la

cabeza cal y canto para pensar en construir el Dique. Este es Bialet

Masse. Este petiso retacón, barbudo sucio. Vino de Mataró, de España,

con el título de médico. En San Juan estudió agrimensura, y lo peor se

recibió. Encima se casó Zulema Laprida, nieta del presidente del con-

greso que proclamara la Independencia en 1816. Luego se instaló en

Córdoba y obtuvo el título de abogado en la vieja universidad de San

Carlos. Que pasa en Argentina !!! además de cueros, reparten títulos !!!.

Este animal tiene todos los diplomas. Dentro de poco será obispo o car-

denal !!!

SUQUÍA:

Soy el Suquía milenario, encierro todas las historias y leyendas

del valle. Soy dueño del destino de aquellos que me alteran. A Jerónimo

Luis de Cabrera lo hice padecer por haber puesto Córdoba en mi lecho.

En imagen el Negro Bamba cayendo al vacío

desde su cueva.

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Al Negro Bamba lo perseguí y en su locura lo cobijé en mi cue-

va. No le doy la razón a Stavelius, es un tramposo y embustero. Ya ve-

rán hasta donde llega este infame inglés.

Pero los castigaré a estos ingenuos soñadores a Bialet y a Cas-

saffousht. Que todos presten atención; no me equivoco en mis correnta-

das, remolinos o remansos, nada es caótico en mis aguas azarosas. Los

políticos, los técnicos, la Iglesia, serán mis armas. Antes de mi muerte

le mostraré a Jerónimo su centenario error.

En imagen las fotos del libro de Frías; el cam-

pamento, las máquinas de vapor.

CASSAFFOUSTH:

Señores diputados la obra ha comenzado con todo éxito. Se rea-

lizaron todos los relevamientos topográficos, y la llegada de las prime-

ras máquinas, muchas de ellos a lomo de mula. Las excavaciones de la

base del dique las estamos realizando con fuertes explosivos. Logramos

instalar una gigante grúa movida por una máquina de vapor, única en

toda América. Por otro lado quiero informarles que también se iniciaron

la construcciones de los hornos de cal, dado que los resultados obteni-

dos en los ensayos realizados en la Universidad determinan que la pie-

dra caliza de muy buena calidad...

En pantalla aparece el horno de cal “La Argentina”.

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STAVELIUS:

Ya lo comenzaron, están trabajando más de 3.000 hombres y si-

guen aumentando. Cuentan el cerro parece una ciudad. Desde Buenos

Aires vemos ese coloso que está tomando forma como un monstruo, el

más grande de América. El gigante afecta a todos. No es posible ahora

comenzaron a llegar a Bs As las cales del pie del Goliat. Hasta aquí lle-

gan, los corralones las ofrecen a un precio cinco veces menor que las de

Inglaterra y Francia. Encima los criollos la compran, la usan, dicen que

es buena. No lo puedo creer. Las cales importadas se están enmohe-

ciéndose en los depósitos. Después de un tiempo son inservibles. Que

hacen los ingleses que no actúan, que hace Bs As !!! que le rompieron

el mercado de la importación. Ya verán, les explico, en el…

Interrumpe el Suquía.

SUQUÍA:

Continúan alterándome. Ahora no sólo construyen un paredón

en mis magníficos cerros. También construyen las vías férreas para me-

terse con una máquina infernal de fuego y vapor en mi valle. Mi íntima

quebrada¡!!

Me duelen las heridas de las excavaciones sacándome piedra ca-

liza. Siento las explosiones, huelo el humo de la dinamita. Todo por esa maldita cal, tantos intereses hay en ella que...

CASSAFFOUSTH:

Es una verdadera batalla, no crean ni piensen en la batalla en sí.

Eso es el desenlace, el final de toda una estrategia, de sucesos y oportu-

nidades. Lo nuestro es todo lo que acontece antes de la batalla. Nos lle-

vó más tiempo organizar el campamento para los 3.000 obreros que to-

do el proyecto técnico. Dar de comer dos veces al día a los 5.000 obre-

ros. Nunca imaginé esa tarea, debimos traer ganado, vacas, ovejas, ins-

talar la panadería, un matadero, un molino de harina. El hospital de

campaña. Es descomunal, toda una ciudad. Tuvimos que preverlo todo.

En pantalla se mantienen las fotos o imágenes de

la obra en construcción.

Pero lo extraño y difícil, imposible de controlar son las violentas

crecidas del Suquía. Nos arrasó dos campamentos, llevó hasta el guin-

che a vapor y los desarmó toda la estructura de andamios en el lecho. El

Suquía, tan extraño, que conducta !!!.

Pero además desde Bs As comienzan a cuestionar la obra. Los

ingleses están ofuscados, dejamos de comprarles las cales. También los

franceses. Están enfurecidos, mucho más cuando se enteraron que nues-

tras cales pueden ser vendidas incluso en Bs As.

Han contratado ingenieros y técnicos de todos lados para rebatir

nuestro proyecto, anularlo antes de su terminación. Entre ellos está un

tal Stavelius. Es inglés según noticias no es ingeniero. Es siniestro, te-

mo que algún día nos cruzaremos en...

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STAVELIUS:

Bueno, basta !!!. Lo hemos logrado. Se terminó la estrella de

Juárez Cellman, el burrito cordobés ya se va, ya se va !!!. Ahora, aquí

en Bs As nadie más protegerá al Dique. Todos quedarán sin poder, sin

defensas, es la oportunidad del nuevo presidente. De Pellegrini debe ser

la tarea de destruir ese monstruo que se agiganta y tapar los hornos de

cal. La Argentina debe volver a comprar la cal a Europa.

Encima eso; el arrogante catalán Bialet con Casaffousth, le po-

nen nombre a la calera, es un insulto, la bautizaron “La Argentina”. Es-

to es peor que una declaración de independencia. No saben donde se

metieron...

Otra vez la imagen de los hornos de cal primiti-

vos. Se apaga y queda una imagen gris uniforme en pan-

talla.

CASSAFFOUSTH:

Cuando tenía 16 años, estaba en el Nacional de Bs As mi padre

se suicidó. Esto fue una tragedia para mí. Lo he sobrellevado y luchado

para salir del trauma. Ahora trato de comprender las angustias, la de-

sesperación y tristeza que llevó a mi padre al suicidio.

Ahora lo entiendo, cuando yo estoy en la gloria. No puedo creer mi protagonismo en la ingeniería.

No tengo 40 años y soy el responsable de la obra hidráulica más

grande que se construye en el mundo entero. Además con Bialet hemos

logrado cales mejores que las inglesas y francesas. Hemos reducido los

costos del Dique. No puede haber mejor prestigio y fama. Así lo siento.

Gracias a la vida !!!.

SUQUÍA:

Ingenuo, crédulo, pobre profesor de facultad !!! Que corta será

tu gloria !!!.

He permitido por milenios a los indios habitar mi quebrada, mi

cuesta, mi valle. En ella se han recostado para alimentarse, para beber,

para adorarme. Han caminado mis cauces secos, bracear en mis aguas

profundas. Jamás me alteraron, nunca me tocaron. He crecido y encogi-

do libremente. Nada ni nadie puso obstáculos en mi andar.

Han llegado estos blancos, de otra raza. En estos últimos 300

años tuve que lavar la sangre de mis indios. Llevar y digerir sus cadáve-

res atravesados por las ambiciones de estos blancos insaciables. He vis-

to el crimen, el abuso, la violación en mis orillas.

Blancos de apetitos y ambiciones infinitas, ahora van contra mí.

Me matarán, meterán un muro en cuesta, cerrarán mi portal, allí donde

escondí por miles de miles de años la vida mas intensa de mis antepasa-

dos.

Ya hice mi tarea con el gestor político, con Juárez Celman; lo

destruí en la misma Buenos Aires. Ahora voy en busca de CASSAF-

FOUSHT y BIALET MASSE, lo haré con el personaje más siniestro de

toda América. Con Stavelius.

La imagen de Cassaffousht y Bialet Masse juntas.

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STAVELIUS:

Otra vez, al revés ¡!! No lo puedo creer !!!. Esto es un milagro,

alguien, quién !!! Quién me entrega este tesoro!!!.

En pantalla el presidente Pellegrini.

No me dejaron participar en el proyecto y ahora el mismo presi-

dente Pellegrini me encomienda un informe sobre la estabilidad del Di-

que. Quién por Dios me envía semejante satisfacción!!!, de la nada aho-

ra soy el centro. Mañana viajo en el ferrocarril inglés hacia Córdoba.

Allí me recibe el gobernador Pizarro para comenzar mi dictamen. Mi

juicio. El diseño de la condena a Cassaffousht y Bialet Masse.

Vuelve la imagen gris.

SUQUÍA:

Imbécil !!!, idiota !!, retrasado, cadáver de la envidia !!! gusano

de la ambición. Soy el Suquía quien te buscó para esta insalubre tarea.

STAVELIUS:

Aquí está el ingeniero inglés, aquí está Stavelius en Córdoba.

Todo gira a mi alrededor. Soy el eje, soy el destino de varios hombres.

Soy el dueño del Dique más grande de la historia. Todo depende de

mí!!!

SUQUÍA:

Serás el verdugo despreciado en la historia de la ingeniería. Tor-

pe !!! Ladino inepto. De dónde tu alegría !!!. No te das cuenta que sos

el primero en condenarte.

STAVELIUS:

Mañana subo las sierras para conocerlo, por fin. Huidizo y mal

parido Dique. Ahí me tendrás; tendrás que someterte. Yo Stavelius de-

cidiré por tu existencia. Mañana recorreré las orillas del Suquía hasta el

murallón.

La desventura del Dique San Roque - Jorge Bernal Homenaje a su centenario. Los hombres.

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SUQUÍA:

Cretino !!! El instante que pises mis orillas, te convertirás por

siempre en el hombre más despreciable, insignificante, minúsculo. Tan-

to que hasta el odio te resultará ropa suelta. No hay talle para tu micros-

cópica alma. Ridículo enano!!!. Soy yo el Suquía quien te atrae. Yo soy

quien ordena.

STAVELIUS:

La decisión la tengo. Antes de salir de Bs As la tenía. El dicta-

men casi me lo dicta el presidente Pellegrini. El Dique se derrumbará y

Córdoba se inundará. Nada más me queda esta formalidad de visitar las

obras y buscar las palabras más duras, las frases más condenatorias, las

ideas brutales para estos dos aventureros Cassaffousht y Bialet Masse.

La verdad que fue una sorpresa para mí el beneplácito y satis-

facción que produjo el informe en toda Córdoba, hasta la Iglesia emitió

muy buenos juicios a mi favor. Me siento como el ángel tutelar que vine

a liberar a los habitantes de la ciudad maldita de sus angustias y zozo-

bras. Hay que demoler el dique y castigar los responsables.

Además cumplí sobradamente con lo encomienda, dejar en claro

que las cales de Córdoba no sirven, que las cales Argentinas no se de-

ben utilizar; hay que continuar utilizando las cales de Inglaterra.

En pantalla el manuscrito de la orden de arresto.

Con el sello Gobierno de Córdoba.

SUQUÍA:

Atienda bien, la orden del Gobernador Pizarro: “Orden de pri-

sión contra toda persona que resulte complicada en este grave y delica-

do asunto, para de este modo desagraviar un tanto a la sociedad y a la

ciencia resentida por la aparición repentina de tanto sabio improvisado,

para que a la sombra de los calabozos y bajo el silencio que os mismos

proporcionan puedan con más tranquilidad perfeccionar sus conoci-

mientos técnicos”.

La imagen gris uniforme en pantalla.

STAVELIUS:

Terminé mi tarea ¡!!. Ahora viajo rumbo a Bs. As en este tren

inglés, como las cales.

SUQUÍA:

Stavelius imbécil !!!. Lo hiciste mejor, superaste al demonio. No

lo sabes, en este momento estas en tu viaje de vuelta a Bs.As., pero te

cuento tu escrito, tu dictamen fue una guillotina precisa. Esta tarde, casi

al crepúsculo en la Facultad de Ingeniería, un ordenanza de guardapol-

vo gris interrumpió la clase de Cassaffousht para decirle que afuera lo

esperaban tres policías con orden de detención inmediata. Así lo lleva-

ron, con las manos aun blanquecinas de la tiza y pizarrón. Por la noche,

a las 22,00 golpearon la puerta de la casa de Bialet Masse, el mismo

atendió con ese ridículo camisón catalán. Así lo llevaron a prisión. Es-

tán en celdas separadas. Stavelius,...gracias !!!

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Stavelius, imbécil una vez más !!! A tu llegada a Bs As todos

sabrán que sos un impostor. Que jamás tuviste título alguno de ingenie-

ro...Que los certificados que trajiste de la Sociedad de Ingenieros de

Londres son falsos. Que los embaucaste a todos los Argentinos. Ellos

mismos, desde la presidencia no sabrán que hacer contigo, pero además

no podrán volver atrás con tu informe. Todos en una sola trampa. Stave-

lius... otra vez, gracias !!! Imbécil.

Se apaga totalmente la imagen. Se ilumina solo a

Cassaffousth.

CASSAFFOUSTH:

Esto es la prisión. Tan pulcro y aséptico en mi profesión y en la

universidad. Estas paredes carcomidas por las meadas de otros presos.

El olor insoportable, ácido, agudo, húmedo. Es un pesadilla. Me des-

pierto y seguro otra vez frente a mis alumnos.

Stavelius, se levanta y toma asiento entre el pú-

blico. Desaparece. Quedan solos Cassaffousth y atrás,

más alto El Suquía. Nada en pantalla. Oscura.

SUQUÍA:

Que tal la cárcel mi querido profesor. No despiertes, no tendrás

fuerzas para darte cuenta que esto es realidad. Mejor continua en tu sueño. Te quitaré todo, menos tu razón.

CASSAFFOUSTH:

Creo escuchar la voz de Bialet Massé. En la celda contigua. Por

momentos salgo del sueño y en forma precisa y certera estoy condena-

do. Mi familia, mis hijos, mi dique, mi facultad, mis alumnos, mi vida.

Prefiero la pesadilla, es mejor que la realidad. Esta forma de ol-

vidarme a mí mismo. Estoy con mi mente y toda mi inteligencia des-

pierta ante esta muerte. Mi cuerpo ya está separado de mis pensamien-

tos por esa guillotina que cayó la tarde, esa tarde en el aula.

CASSAFFOUSTH:

Los ruidos me llaman la atención. El ritmo de los pasos. Los

identifico. Distingo por diferencias, pequeñas. Cada guardia cárcel tiene

un código en la cadencia de las botas.

Es la cualidad del ciego. Así estoy. Los aromas a media mañana,

distintos al mediodía. Me entretengo con esto. Me ayudan a no pensar

en mi familia, que no viene, mis amigos que no llegan, los colegas pro-

fesores ausentes, mis queridos alumnos. Otras vez los ruidos, ahora lle-

gan de la calle, es un inmenso reloj, deben ser las 6, a lo lejos escucho

el lechero.

También a Bialet en voz alta, escribe, discute, pelea. Sólo casi

de madrugada. El asumió su propia defensa.

El sol, rasante sobre los ladrillos desnudos y sus juntas de barro.

Que preciso el panadero, cuando el rayo en la quinta hilada los ruidos

de su carro. Juntos, la luz y el pan. Extraña precisión. La cotaneidad de

la celda ocupa mi mente. Han pasado varios meses, más de un año en

esta celda.

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Las horas en el camastro son más extensas, no me interesa el día

ni la noche.

Me consuela y alivia perderme en esta idiotez. Estas paredes

congelan mis pensamiento lógicos. Pierdo la sensibilidad del entorno.

Me alivia mi propio silencio; dejé de hablar.

Este estado de coma vegetativo yo lo controlo, así lo quiero.

Otros; guardias, médicos, gente, llegaban y entraban a mi celda, se está

volviendo loco, decían. Dejaron de hablar en susurros. Con voz clara y

precisa diagnosticaban mi locura. Yo los miraba. Sin gestos y ellos

convencidos de ausencia de razón. Yo con toda la razón, la necesaria

del fraude.

Allí parados. Yo los escuchaba desde mi camastro. Extraña si-

tuación, yo volvía a tener poder. Mirar, escuchar y observar las conduc-

tas ajenas, todo desde una hendija de mi supuesta locura. Increíble, los

hombres. Que fácil observarlos desde esta postiza locura. Que increíble

las conductas, los hombres. Antes y después de mi mutismo.

SUQUIA:

Ingeniero; esa, su mente me mató. Ahora en mi cauce quedan las

desnudas, redondas y secas piedras, lavadas por millones de aguas. El

dique no se caerá. Ud. lo hizo bien. Le cuento; mi extinción fue instan-tánea; tanto lo que duró la bajada de la guillotina, de la compuerta de su

Dique. A Ud. le otorgo la locura, abríguese con ella, porque la razón no

la perderá.

CASSAFFOUSTH:

Los locos; son sensibles de la realidad del entorno. Ahora vengo

a descubrir esto. Ahora me entero que hay muchas cosas más allá de la

locura. Esto, de observar la gente sin que lo supieran.

A Bialet, no lo observaba; lo escuchaba. En mi oscuridad admi-

raba a Bialet, que lucha !!!, cómo peleaba el catalán. Todo el día en una

actividad frenética hablaba en voz alta, leía sus propios escritos. Los co-

rregía.

SUQUÍA:

El dique embalsó todas mis aguas. Está entero. Pero da miedo.

Es un éxito de terror. Nadie quiere estar aguas abajo. A ellos, a los

creadores los mantengo encarcelados. Bialet es más duro que el mejor

de mis granitos. Es una roca. Atiendan la carta que le envía al Goberna-

dor, esto escribió Bialet:

“Señor Gobernador: Le escribo desde el Departamento

de Policía, donde estoy preso por el crimen de haber construido

el dique. Con la frente alta y dispuesto a sufrir las consecuen-

cias de haber emprendido y llevado a cabo esa obra, le garanti-

zo por mi honor que el dique es bueno y está bien… Lo que

conmigo se ha hecho es brutal y ha sido sólo porque hay el pro-

pósito deliberado de derribar el dique, para que no queda nada

que venga de Juárez Celman.

Bárbaros, no saben que la ingratitud es la peor de las

manchas. Esa obra sobrevivirá a los años y ese laurel no po-

La desventura del Dique San Roque - Jorge Bernal Homenaje a su centenario. Los hombres.

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drán arrancarlo de su frente y de la mía, en lo poco que me to-

ca. Me sacaron a las diez y media de la noche de mi casa, como

a un bandido, pero al día siguiente la sociedad cordobesa me

dió una muestra de aprecio que agradeceré siempre. Se repite

que el dique no sirve y que no hay otro remedio para deshacer-

lo. Eso me mataría. He de protestar y defenderlo a gritos, con

las uñas, como se pueda; pues sería un crimen de lesa civiliza-

ción. Será un infamia que me maten, pero será peor que se de-

rrumbe esa obra. Le ruego que no pida y no haga nada por mí,

pero le pido haga todo lo que esté a su alcance para que se con-

serve el dique.”

Este es Bialet, pero su sufrimiento será más largo.

CASSAFFOUSTH:

Me quitaron los cordones de los zapatos, el cinto, mi reloj, la

cadena. Estoy flojo, estas paredes (tantas he construido en mi vida) al

final me sostienen.

Es raro, no siento agravio en mi persona. Es la obra que la sien-

to.

El dique está metido en mí, su espíritu esta encajado como una

estaca entre esternón y la primer costilla. Nada me importa; la prisión, la vergüenza, la calumnia, el odio, tampoco mi ruina económica. A ve-

ces pienso en el murallón solo allá en la quebrada. Que adopte esta lo-

cura, todo se soporta mejor así. Pobre mi Dique.

SUQUIA:

Tu Dique no está solo. Todo el mundo piensa en él. Le tienen

miedo. Toda Córdoba esta temblando ante su caída, pero no se caerá, no

lo hará jamás. Pero lo condeno a la imagen del terror y angustia que

provoca este monstruo.

CASSAFFOUSTH:

Les cuento, esto es un secreto. Decidí depender de otros en el

espíritu y en el cuerpo. Me alimentan con cuchara. Mis manos quietas,

dormidas abajo. Duermo siempre. Abandoné mis parte bajas, me cago y

meo cuando quiero y como quiero. La gente me rodea de trapos. Toda

la celda está llena de trapos. No saben que hacer con mi cuerpo, mi al-

ma. Me hago en la cama. Están desesperados; los vigilo, los observo.

No saben que hacer con mi carne pegada al hueso y al alma. Si, algo

avanzaron. Me dejan totalmente desnudo. Que sensación, jamás lo ha-

bía sentido, estar días enteros desnudo.

SUQUÍA:

A eso te condeno, al más absoluto despojo. Descalzo, desnudo,

desamparado. Te otorgo lo tu me quitaste; los golpes de agua que te

arrojan los guardia cárceles. Esa licencia te concedo. Sólo por evitar

que tus deshechos, tu propia basura, tus inmundicias te maten.

Yo El Suquía fui condenado a esa humillante, vergonzosa des-

nudes. A mostrar mis partes tan profundas, tan íntimas, tan pudorosa-

mente guardadas por milenios; ésas mis piedras redondas, curvas, tor-

La desventura del Dique San Roque - Jorge Bernal Homenaje a su centenario. Los hombres.

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neadas, lisas, casi púdicas. Fue tu inteligencia que arrasó los velos de

aguas; me quitaste mis secretas y ocultas prendas. Así me dejarás ex-

puesto a la mirada curiosa, centenaria y morbosa de todos quienes lle-

guen a admirar tu dique y tu lago. Yo atrás, exhibido, desvestido.

A lo mismo te condeno. A ese antiestético desabrigo. No por

sorpresa instantánea. No por fugaz mirada. No ¡!. Lo tuyo es irrevoca-

ble. Yo El Suquía te observo, con tu misma expresión. Fuiste el primero

en mirarme sensual, voluptuoso y triunfalista. Lo hiciste cuando se

caían mis trajes y atavíos. Mis aguas.

Así, tan inteligente, tan despierto como antes. Con toda la luci-

dez y más aún. Tanto que nadie lo sabe. Tu mente decide presentar tu

más absoluta miseria. Sin nada ni nadie.

Estás loco por haber perdido todo, todo!!! menos tu razón.

Se ilumina la pantalla con la imagen del viejo y

nuevo dique. Sobreimpreso lo siguiente:

Carlos Cassaffousht muere en Gualeguay (Entre Ríos) en el 1900.

Bialet Massé en el mismo año escribe “Informe de la clase obrera Argentina”.

El viejo Dique San Roque de cal y canto sirvió a Cór-doba por más de 50 años.

El nuevo Dique se lo construyó en 1941 con un nuevo

producto; el hormigón armado. Se eleva el embalse

cinco metros.

fin