La Lectio Divina

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La Lectio Divina – P. Bernardo Olivera, ocdo La tradición de la lectio divina Cuando le pidieron a Jesús: ¡Señor, enséñanos a orar!, la enseñanza no se hizo esperar. Y Jesús entregó su Palabra vivificada por su Espíritu. a- La tradición de los padres En este primer apartado consideraremos sucesivamente los siguientes puntos: la historia y el alcance del término, las conviccionesque guían la lectura, las características que la caracterizan y los cuatro sentidos de la Escritura según los Padres y autores medievales. 1º- Historia y alcance del término El sentido de la expresión lectio divina conoció una evolución a lo largo de los siglos. En un primer momento designaba al mismo libro de las Escrituras; es así como san Cipriano dirá: “Tengan siempre la lectio divina entre las manos”. Se referirá, asimismo, al texto de la Escritura: “Es poca cosa hacer escuchar la trompeta de nuestra voz al pueblo, sin consolidar la fe y las virtudes de los fieles por medio de la lectio divina”. Como así también designará el texto litúrgico proclamado en la Iglesia; a esto se refiere san Cesáreo de Arlés al decir: “Me alegro de verlos acudir a la Iglesia para escuchar las lecciones divinas”. Luego, cuando se comenzó a leer y estudiar la Biblia fuera del recinto de la Iglesia, este estudio tomó el nombre de lectio divina. Por último, el sentido se amplió hasta implicar la lectura y el estudio de los comentarios patrísticos que ayudaban a comprender la Escritura y, en un sentido más amplio aún, la lectura de las obras cuyo tema era la vida espiritual. Con Orígenes (escritor de la época patrística) aparece ya con nitidez la práctica de la lectio divina. Sin duda él la aprendió de sus maestros judíos; ellos poseían y cultivaban un modo peculiar de escrutar la Escritura y de “aplicarse” a ella. Los autores de la época patrística, cada uno a su manera, desarrollan las concepciones del gran maestro de Alejandría sobre la función de la lectio en la vida cristiana. Entre los Padres sobresalen san Jerónimo, san Gregorio Magno y, en plena Edad Media, san Bernardo de Claraval. Aunque la lectio divina era un bien de toda la Iglesia, terminó muy pronto siendo monopolio de las vírgenes, ascetas y monjes. San Juan Crisóstomo no se cansaba de exhortar a sus fieles a escuchar con todo silencio y religioso recogimiento la palabra divina, pero comprueba con dolor que sus consejos no son oídos:

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La Lectio Divina P. Bernardo Olivera, ocdo

La tradicin de lalectio divina

Cuando le pidieron a Jess: Seor, ensanos a orar!, la enseanza no se hizo esperar. Y Jess entreg su Palabra vivificada por su Espritu.

a- La tradicin de los padresEn este primer apartado consideraremos sucesivamente los siguientes puntos: lahistoriay elalcancedel trmino, lasconviccionesque guan la lectura, lascaractersticasque la caracterizan y loscuatro sentidosde la Escritura segn los Padres y autores medievales.1- Historia y alcance del trminoEl sentido de la expresinlectio divinaconoci unaevolucina lo largo de los siglos. En un primer momento designaba al mismo libro de las Escrituras; es as como san Cipriano dir:Tengan siempre lalectio divinaentre las manos.

Se referir, asimismo, al texto de la Escritura:Es poca cosa hacer escuchar la trompeta de nuestra voz al pueblo, sin consolidar la fe y las virtudes de los fieles por medio de lalectio divina.Como as tambin designar el texto litrgico proclamado en la Iglesia; a esto se refiere san Cesreo de Arls al decir:Me alegro de verlos acudir a la Iglesia para escuchar las lecciones divinas.Luego, cuando se comenz a leer y estudiar la Biblia fuera del recinto de la Iglesia, este estudio tom el nombre delectio divina.Por ltimo, el sentido se ampli hasta implicar la lectura y el estudio de los comentarios patrsticos que ayudaban a comprender la Escritura y, en un sentido ms amplio an, la lectura de las obras cuyo tema era la vida espiritual.Con Orgenes (escritor de la poca patrstica) aparece ya con nitidez la prctica de lalectio divina.Sin duda l la aprendi de sus maestros judos; ellos posean y cultivaban un modo peculiar de escrutar la Escritura y de aplicarse a ella.Los autores de la poca patrstica, cada uno a su manera, desarrollan las concepciones del gran maestro de Alejandra sobre la funcin de lalectioen la vida cristiana. Entre los Padres sobresalen san Jernimo, san Gregorio Magno y, en plena Edad Media, san Bernardo de Claraval.Aunque lalectio divinaera un bien de toda la Iglesia, termin muy pronto siendo monopolio de las vrgenes, ascetas y monjes. San Juan Crisstomo no se cansaba de exhortar a sus fieles a escuchar con todo silencio y religioso recogimiento la palabra divina, pero comprueba con dolor que sus consejos no son odos:Quin de vosotros, decidme por favor, de los que estis aqu de pie sera capaz, si se lo preguntara, de repetir un salmo u otro cualquier pasaje de las divinas Escrituras? Nadie en absoluto... Qu excusa podis alegar contra estos reproches? Yo no soy monje me contestar alguno, sino que tengo mujer e hijos y he de cuidar de mi casa. Pues justamente lo que lo ha echado todo a perder es que pensis que la leccin de las divinas Escrituras conviene slo a los monjes, cuando a vosotros os es ms necesaria que a ellos... peor que no leer las Escrituras, es pensar que su lectura es cosa ociosa.Les transcribo el testimonio que nos dio el obispo vietnamita, preso del rgimen comunista, F. X. Nguyen van Thuan sobre su contacto con la palabra durante su encarcelamiento:Cuando lo haba perdido todo y estaba en la prisin, pens prepararme un vademecum que me permitiera vivir la Palabra de Dios en aquella situacin. No tena ni papel ni cuadernos, pero la polica me provea de folios en los que tena que escribir las respuestas a las muchas preguntas que me formulaban. Entonces, poco a poco, empec a guardarme algunos trozos de papel, y logr hacer una pequea agenda, en la cual da a da pude escribir, en latn,ms de 300 frases de la Sagrada Escritura que recordaba de memoria. La palabra de Dios as reconstruida fue mi vademecum cotidiano, mi cofre precioso del cual sacara fuerza y alimento

Aquellos aos segu adelante porque la palabra de Dios era antorcha para mis pasos, luz para mis senderosCuando estaba en la crcel escrib: Observa una sola regla: el Evangelio. Esta constitucin es superior a todas las dems. Es la regla que Jess dej a sus apstoles (Mt 4,23). No es difcil, complicadalegalista como las dems; al contrario: es dinmica, suave y estimulante para tu alma. Un santo alejado del Evangelio es un santo falsoEn las Reglas monsticas de los siglos IV al VI lalectioes considerada como una de las prcticas fundamentales y se le reserva una parte importante de la jornada monstica. Las generaciones de monjes medievales aprendieron de los Padres a hacer de lalectiouna luz para el espritu:Como la luz alegra los ojos, as la lectio el corazn(Alcuino). Sobre todo, aprendieron a convertirla en una fuente de oracin:La Sagrada Escritura es el pozo de Jacob de donde se extrae el agua que inmediatamente se derrama en la oracin(Arnoldo de Bohries).Desde fines del siglo XII, edad de oro de la espiritualidad monstica, la expresinlectio divinay la realidad? comienza a desaparecer. En laDevotio Modernaes suplantada por la oracin mental, ejercicio independiente de lo que luego se llamar lectura espiritual. Y esta ltima se nutre ms de la hagiografa popular, manuales de vida interior y obras de meditacin que de la Sagrada Escritura... Pero en nuestros das se experimenta un retorno a lalectio divinaen su sentido ms propio; bastan leer a este respecto las exhortaciones del Concilio Vaticano II.Tratemos ahora de precisar brevemente elalcance evocativo del trmino.Es difcil encontrar en nuestra lengua una palabra equivalente y que exprese todo su contenido. De hecho, no la hay.No basta hablar de lectura: se indica con ello algo demasiado superficial y poco comprometido. Ni siquiera el trmino estudio resulta mejor: si bien indica una actividad ms intensa, se sita a un nivel intelectual y fcilmente se convierte en sinnimo de investigacin cientfica. Se trata de lectura, s, pero de una lectura peculiar: en lalectiose lee por leer y no por haber ledo.El adjetivo divina es tambin rico en significado. No slo implica un sentido objetivo: lectura que tiene por objeto la Palabra de Dios tal como se encuentra en la Sagrada Escritura; sino que tambin posee un sentido subjetivo: lectura hecha con Dios, corazn a corazn, con los ojos de la Esposa, en la intimidad de un dilogo de amor.La expresin es, por lo tanto, intraducible en las lenguas modernas. Digamos que en lalectio divinase lee a Dios con el Espritu de Dios. Algunos autores monsticos primitivos, entre ellos Pelagio se sirven de una frmula equivalente que nos puede ayudar a captar el sentido de lalectio: vacare Deo,es decir, dedicarse a Dios, tomarse vacaciones en l!La imposibilidad de traducir la expresin nos invita a hacer una descripcin ms completa de lo que ella implica; nos valemos para ello de los datos de la tradicin. Lalectio divinaes una lectura personal de la Palabra de Dios, por la cual uno se esfuerza en asimilar su verdad y vida. Es una lectura hecha en la fe, en espritu de oracin, creyendo en la presencia actual de Dios que me habla por medio del texto sagrado, esforzndome por estar asimismo presente, en espritu de obediencia y de completo abandono tanto a las promesas cuanto a las exigencias divinas. En definitiva, lalectio divinaes: una lectura meditada, sobre todo de la Biblia, prolongada en oracin contemplativa; es decir, una lectura:-Sin prisas: apacible, reposada, desinteresada, leyendo por leer y no por haber ledo.-Comprometida: en la que se dona toda la persona, inteligencia, voluntad, imaginacin, sentimientos, cuerpo...-Recogida: en actitud de fe y amor, buscando un contacto vivo y vivificante con la Palabra de Dios.-Sapiencial: su meta es la comunin, el estar con Dios, gustar a qu sabe Dios.En la Edad Media, lalectioera un ejercicio espiritual, inseparable de lameditatio.Esta era una prctica de memorizacin integral, muscular y auditiva, una verdaderaruminatiode la Palabra. Lalectiotenda a gustar elsaporde la Palabra de Dios con elpalatum cordis,constitua una oracin, una lectura-orada cuyo fin era una experiencia sapiencial,la contemplatio.En el mbito monstico medieval lalectio divinaformaba parte de la disciplina por la cual conforme a la etimologa de esta palabra el monje se dejaba amaestrar como discpulo por Dios. Era uno delos exercitia spiritualiaque daba a la vida monstica sus dos caractersticas esenciales: ascesis exigente y orientacin contemplativa. Lalectioera y es una de las formas de la oracin monstica; busca hacer real la continua atencin a Dios que la tradicin ha designado como oracin continua omemoria Dei.Es asimismo inseparable, volvemos a repetirlo, de la meditacin, oracin y contemplacin. Hecha en privado encuentra su complemento en lacollatio (confero:confrontar, contribuir), es decir en el coloquio o dilogo espiritual en el que se intercambian las ideas y experiencias motivadas por el texto y se aclaran las dudas y problemas que el mismo suscita.2- Las convicciones que guan la lecturaEl pensamiento conduce la vida. Las concepciones de fondo guan las aplicaciones prcticas. Importa individualizarlas en el caso de lalectio.Se trata de captar la visual de fe, el teln de fondo, sobre la cual la antigedad cristiana recibi el mensaje de Dios consignado en la Escritura. De esta visual depende, ms que de cualquier otro elemento, el modo como que lean la Biblia.Laconviccin de fe ms fundamentalque gua la lectura, en palabras de san Cipriano aconsejando a Donato, era sta:S asiduo tanto a la oracin como a la lectura. Cuando oras hablas t con Dios, cuando lees habla Dios contigo.Esta conviccin pas de generacin en generacin. En nuestros das, el Concilio, citando el texto de Ambrosio, pone en nuestras manos este rico legado de la tradicin:Recuerden que la lectura de la Sagrada Escritura debe acompaarse de la oracin para que se realice el dilogo de Dios con el hombre, pues a Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus palabras(Dei Verbum n 25).Pero, sin dudas, la formulacin ms encantadora de este dilogo divino y humano es la de san Jernimo. Escribiendo a la joven virgen romana Eustoquia, le dice:Sea tu custodia lo secreto de tu aposento y all dentro recrese contigo tu Esposo. Cuando oras, hablas a tu Esposo; cuando lees, l te habla a ti.Esta conviccin profunda hace exclamar a uno de tantos:Oh dulce coloquio, oh suave entretenimiento!(Guillermo Firmat).A su vez, esta certeza se asienta sobreotras ideas-fuerzaque ahora no es posible sino indicar brevemente.

Ante todo, un vivsimo sentido de la trascendencia de la Palabra,letra venida del cielo(Elredo de Rieval), frente a la cual palidece todo lenguaje humano. En la Edad Media se ama hablar deSu Majestad, la Escritura(Ruperto de Deutz); un poema canta:Reina la pgina del cielo(Neckman). Se multiplican los adjetivos para calificarla: pgina divina, sagrada, celeste, eterna... pues Ella nos permitebeber en la fuente del conocimiento de Dios(Ruperto de Deutz). Para Guillermo de san Thierry la Escritura es unbeso de eternidad, preludio de la contemplacin del cielo.Mucho antes, San Jernimo no vacilaba en afirmar:El Reino de los cielos es el conocimiento de la Escritura.Y si la Escritura era un Libro trascendental lo era por ser un Libro Vivo. Bajo sus frmulas se esconde la misteriosa presencia de Dios que nos interpela cuando la leemos. Cuando se escuchan sus palabras, al decir de san Gregorio Magno,es como si viese su propia boca.La inspiracin, para los Padres, es una realidad siempre en acto:Como el Espritu de vida toca el alma del profeta (autor inspirado), as tambin toca el alma del lector(san Gregorio Magno); por esto mismo:Las Escrituras santas han de leerse y entenderse con el mismo Espritu con que fueron escritas(Guillermo de San Thierry). La Palabra es fecundada milagrosamente por el Espritu (Annimo), el cual contina animndola con su soplo asegurndole as una perenne juventud. Por lo tanto, la Escritura no transmite meramente un mensaje, implica una presencia: es Alguien, es el Dios Vivo. De aqu deriva su eficacia salvfica:Aqu se halla la verdadera vida, dir san Bernardo,y mi espritu no tiene otra que la meditacin de tales misterios; y tambin:En el seno profundo de la Palabra sagrada buscar para m espritu y vida, y sta es mi porcin pues creo en Cristo.Y este Libro Vivo, en su totalidad, converge en Cristo:Toda la Escritura divina es un solo libro, y ste nico libro es Cristo(Hugo de San Vctor). Cristo es laPalabra breve, pero viva y eficaz(San Bernardo), laPalabra abreviada(Idem)que resume toda la revelacin y el hecho decisivo que recapitula toda la historia de salvacin:Las muchas palabras que Dios ha pronunciado son una sola Palabra que se ha hecho carne(Ruperto de Deutz).Por consiguiente, leer la Escritura es buscar a Cristo y encontrarlo:Cuando leemos la Escritura tocamos la Palabra de Dios, tenemos ante la mirada al Hijo de Dios, como en un espejo y confusamente(Idem). Para san Agustn,el Evangelio es la boca de Cristo. Y todo es gracia, pues Cristoel libro mismo, digno es de abrirse a s mismo(San Bernardo). Por lo tanto, leer la Escritura es andar en bsqueda de Cristo:La Iglesia con todo su ardor busca en la Escritura a Aquel a quien ama(Onorio). En este sentido, interpretan el Cantar de los Cantares Orgenes, Ambrosio y Bernardo; para ellos la exgesis no es una tcnica sino una mstica. El sentido de la Escritura no es una verdad impersonal, es Cristo.Concluyendo, abrir la Biblia es encontrar a Cristo, an ms, es comer a Cristo. San Jernimo tiene esta frase famosa:Desconocer las Escrituras es desconocer a Cristo. Y tambin es suya sta otra que puede llegar a sorprendernos:Yo creo que el Evangelio es el cuerpo de Cristo... Y aunque las palabras quien no comiere mi carne y bebiere mi sangre pueden entenderse tambin del misterio (de la Eucarista), con todo, las Escrituras, la doctrina divina, son verdaderamente el cuerpo y la sangre de Cristo. Esto explica que en otro lugar el Doctor Bblico aconseje:Conocer las mismas venas y carnes de la Escritura. Esta comparacin entre la Escritura y la Eucarista es una constante de la tradicin cristiana. El Concilio tambin la hace suya (cf Dei Verbum 21,26).3- Las caractersticas que la calificanUna visin teolgica tal como la que hemos indicado origina un tipo concreto de lectura. Veamos sus principales caractersticas o condiciones que la hacen posible.Ante todo, se trata de una lectura preparada por laascesisy lo que ella implica. De hecho, segn la parbola del sembrador, la semilla de la Palabra hay que recibirla en un terreno acogedor. Es necesario un esfuerzo asctico que desemboque en lahumildady en lapuritascordis. Con este ltimo trmino se indicaba en la antigedad la ausencia de cualquier afecto a las creaturas que separase del amor de Dios y del sentido de su presencia. Se trata de una libertad total en vistas a una dedicacin total. La doctrina de la tradicin es bien clara a este respecto:A los impuros no se les muestra la Verdad, no se les entrega la Sabidura(San Bernardo). La pureza afina la mirada de la fe y permite la actitud humilde necesaria para entender la Palabra. La Escritura, deca por experiencia san Agustn,no es cosa hecha para los soberbios.Nos cuenta Juan Casiano que algunos hermanos admirados de las luces espirituales del Abad Teodoro le preguntaron acerca del sentido de algunos pasajes difciles de la Escritura. La respuesta del anciano fue harto clara y elocuente: El monje que suspira por conocer a fondo las divinas Escrituras no debe preocuparse demasiado de hojear los comentarios, sino enderezar sobre todo el cuidado de su espritu y el ardor de su corazn a purificarse de sus vicios y pecados. Una vez que stos desaparecen, se disipa el celaje de las pasiones que interceptaban la visin del alma, y entonces contempla con naturalidad los misterios que entraa el texto sagrado....En laColacinXIV, Casiano desarrolla ampliamente, por boca del Abad Nesteros, la necesidad de la pureza de corazn para penetrar el mensaje bblico.Si deseis llegar a la luz de la ciencia espiritual no a impulsos de la vana jactancia, sino por amor a la pureza, inflamaos ante todo en el deseo de esta beatitud, de la cual se ha dicho: Bienaventurados los puros de corazn, porque vern a Dios. Slo la pureza de alma, ilustrada por la luz del Espritu Santo, permitepenetrar hasta el corazn de las palabras celestiales y contemplar con la mirada pura del alma los misterios ms profundos y escondidos. Y la razn es muy sencilla:No se encierra en un vaso ftido y corrompido un perfume de calidad, una miel excelente, un licor precioso; porque el vaso, penetrado como est de esencias malsanas, contaminar, queramos o no, el perfume ms oloroso antes que recibir de l alguna suavidad o fragancia. Y esto es tan importante que Nesteros no se cansa de exhortar: Tienes que apresurarte, pues, si quieres llegar a alcanzar la ciencia verdadera de las Escrituras, a fijarte, en primer lugar, de una manera estable, en la humildad de corazn. Esta te conducir no a la ciencia que hincha, sino a la que ilumina por la consumacin de la caridad. Porque es imposible que el alma que no es pura consiga el don de la ciencia espiritual.La situacin de pureza de nuestro corazn es, adems, correlativa a nuestra comprensin de la Escritura:A los hombres carnales les parece la Escritura como terrena; a los espirituales, cosa celestial y divina. Y aquellos que la vean como envuelta en espesas tinieblas, son ahora capaces de sondear su profundidad o sostener su fulgor con la mirada(Casiano). Concepcin que tambin comparte san Gregorio Magno:Como es el que escruta la Escritura tal se muestra el texto sagrado. Has progresado en la vida activa? Avanza contigo. Has llegado a la estabilidad y la constancia del espritu? Se detiene contigo. Has entrado por la gracia de Dios en la vida contemplativa? Vuela contigo.Junto a la ascesis conducente a la pureza de corazn, dado que el fin de lalectioes un conocimiento vital, es necesario que la lectura se ubique en unclima de oracin. Y no slo en un clima de oracin sino que la lectura ha de estar entretejida con momentos de oracin. Slo la oracin humilde y confiada puede hacer que la Palabra nos abra y muestre sus secretos.Orad para entender, deca san Agustn. Guillermo de san Thierry recomienda vivamente las interrupciones, durante la lectura, dedicadas a la oracin; stas, lejos de molestar, ayudan a comprender el texto. Esta enseanza es constante; ya recomendaba el Abad Pafnucio:Cuando se trata de aprender la ciencia de la ley... imploren diariamente del Seor que sea su maestro y alumbre sus ojos para poder alcanzarla. Quizs nos llame la atencin o escandalice el ejemplo de un anciano: pas siete das con sus noches en oracin a fin de entender un pasaje difcil de la Escritura!.Elsilencio, lacalma interior, elrecogimientoson tambin condiciones imprescindibles. Permiten que confluyan en la escucha todas las energas interiores: las de la cabeza y las del corazn. Slo acoge quien se recoge. Orgenes sentenciaba:Nadie puede penetrar el sentido del Evangelio si no ha descansado como Juan, en ntimo coloquio, sobre el pecho de Jess. Y san Bernardo bendeca:Bienaventurada el alma que percibe en el silencio las pequeas pulsaciones del murmullo divino y repite frecuentemente con Samuel: Habla, Seor, que tu siervo escucha.Todo esto implica, claro est, unalecturaperseveranteyasidua. Tal como los monjes sirios que, al decir de san Juan Crisstomo, perseveraban en la lectura comoclavados en sus libros. San Jernimo recomendaba a la virgencita Eustoquia:Lee con mucha frecuencia... que el sueo te sorprenda con el libro en la mano, que cuando caiga tu rostro, vencido por l, lo reciba la pgina santa. Y de san Martn de Tours deca su bigrafo, Sulpicio Severo:No pasa jams una hora o un momento en el que no se aplicase a la oracin o no atendiese a la lectura.Slo as se cumple lo prometido por san Gregorio:Si nos unimos a ella con asidua frecuentacin, penetramos su pensamiento como en un coloquio familiar.Nesteros recomienda aplicarse asiduamente a la lectura hasta que starepeticin continua acabe por imbuir e impregnar la mente. Lectura y repeticin (meditacin o rumiacin) van de la mano. La matrona romana Paula, nos lo asegura san Jernimo,no cantaba otra cosa que los salmos y no hablaba ms que del Evangelio; en su hora postrera, prxima a expirar,repeta los mismos versculos.... De uno de sus monjes, afirmaba Pedro el Venerable querepeta y rumiaba su boca sin descanso las palabras sagradas. Lo mismo se cuenta de Juan de Gorze:repeta sin cesar los salmos, con silencioso murmullo, al igual que el zumbido de una abeja.El ejercicio de repeticin constante de la Palabra es causa y efecto de la memorizacin bblica; no se conceba la oracin sin dicha prctica. Esto explica la siguiente norma de las Reglas de san Pacomio:En general, nadie en el monasterio quedar sin aprender a leer y sin retener en su memoria algo de las Escrituras, como mnimo, el Nuevo Testamento y el Salterio. Pero no se trataba de memorizar y de repetir como un loro; a un jovencito que se jactaba de saber y de poder repetir de memoria toda la Escritura, un anciano le respondi:Has llenado el aire de palabras. Muy diferente juicio mereci Neposiano por parte de san Jernimo, el joven,por la asidua lectura y la meditacin prolongada, haba hecho de su pecho una biblioteca de Cristo.Escuchemos, finalmente, a san Gregorio recomendando a su hijo espiritual Teodoro, mdico del Emperador, la lectura asidua de la Palabra de Dios:Tengo que dirigirte una queja, ilustre hijo Teodoro. Recibiste gratuitamente de la Santsima Trinidad la inteligencia y los bienes temporales, la misericordia y el amor, pero, ests constantemente inmerso en los asuntos materiales, obligado a frecuentes viajes y dejas de leer diariamente las palabras de tu Redentor. No es la Sagrada Escritura una carta del Dios todopoderoso a su criatura? Si te alejaras por un tiempo del emperador y recibieras de l una carta no descansaras ni dormiras hasta despus de leer lo que te haba escrito un emperador de la tierra. El Emperador del cielo, el Seor de los hombres y de los ngeles, te ha dirigido una carta en la que se refiere a tu vida, y t no te ocupas de leerla con fervor. Aplcate, te lo ruego, a meditar cada da las palabras de tu Creador. Aprende a conocer el corazn de Dios en las palabras de Dios.Pero, sobre todo, la lectura serdilogo con Dios. El dilogo radica en la conviccin, como ya hemos dicho, de que Dios, por la Escritura, nos habla. Esto conduce a la actitud bblica fundamental: escuchar. De ac surge la relacin religiosa: de hecho slo en el dilogo el prjimo se me presenta como persona. Se trata de un dilogo maravilloso en el que Dios mismo nos hace sus interlocutores: nos dirige su palabra y nosotros le podemos responder.Este dilogo se articula en una serie de actos o momentos fundamentales. Habr que esperar a Guigo II, Prior de la Gran Cartuja, para que esta articulacin se exprese en una forma sistemtica y orgnica (el texto donde habla de esto est escrito a modo de carta al final de estos apuntes). En los siglos anteriores a Guigo, los elementos que l clasifica ya se encontraban todos presentes y eran ampliamente ilustrados y, sobre todo, vividos. Pero no se pensaba en clasificarlos, no existan las exigencias de nuestra lgica, bastaba la lgica de la vivencia.La lectura orada se expresaba, pues, con una serie de trminos que en movimiento ascendente se ubican as: lectura, reflexin, estudio, meditacin, oracin y contemplacin. En realidad el estudio y la reflexin entraban en el mbito de la meditacin. Guigo slo retiene, por consiguiente, lectura-meditacin-oracin-contemplacin. Considera estos cuatro actos como los grados de una escala ascendente cuya parte inferior apoya en tierra y cuyo trmino superior penetra en los cielos. El punto de partida, de este maravilloso itinerario, es la lectura y la meta final, la contemplacin. Toda la experiencia religiosa, hasta la cima de la experiencia mstica, depende de la Escritura! Los Padres no saben dar a la espiritualidad otro fundamento que la Biblia.Las cuatro experiencias de lalectiodivinase encuentran ntimamente ligadas. Son cuatro momentos de un nico movimiento del espritu. Hugo de Montagne lo dice con frmula precisa:Mientras leo, oro, y mientras oro contemplo. Los grados, entonces, no se suceden unos a otros, sino que son como los ramales de una misma cuerda, son elementos coexistentes, y no solo coexisten sino que tambin se sobreponen entre s y a veces presentan notas tan semejantes que se distinguen con dificultad. Con imgenes y descripciones sencillas nos ensea Guigo cmo se articulan estos cuatro momentos y cul es el sentido de cada uno de ellos. Prestmosle atencin por un instante: La lectura busca la dulzura de la vida bienaventurada. La meditacin la descubre. La oracin la pide. La contemplacin la saborea.La lectura pone como un slido alimento en la boca. La meditacin lo mastica y desmenuza. La oracin percibe el gusto. La contemplacin es la dulzura misma que alegra y alimenta.La lectura es como la corteza. La meditacin como la mdula. La oracin, la peticin de lo deseado. La contemplacin, el gozo de la dulzura ya alcanzada.La lectura aparece en primer lugar, como el fundamento; ella proporciona la materia y nos lleva a la meditacin. La meditacin busca atentamente qu es aquello que debe ser deseado; cavando, descubre un tesoro, y lo muestra, pero no puede alcanzarlo por s misma, y nos remite a la oracin. La oracin, alzndose con todas sus fuerzas hacia Dios, le pide el deseado tesoro: la suavidad de la contemplacin. Esta, cuando llega, recompensa el esfuerzo de las tres anteriores, embriagando al alma sedienta con la dulzura del roco celestial.La lectura es un ejercicio exterior. La meditacin, un acto de la inteligencia interior. La oracin, un deseo. La contemplacin, algo por encima de los sentidos. El primero es el grado de los que comienzan. El segundo, de los que progresan. El tercero, de los devotos. El cuarto, de los bienaventurados.Estos grados, de tal modo estn conectados entre s, y de tal modo se ayudan recprocamente, que de poco o nada sirven los precedentes sin los subsiguientes, y nunca o casi nunca se pueden adquirir los subsiguientes sin los precedentes.De todo esto podemos concluir que la lectura sin la meditacin es rida. La meditacin sin la lectura es engaosa. La oracin sin la meditacin es tibia. La meditacin sin la oracin es infructuosa. La oracin devota alcanza la contemplacin, pero la contemplacin sin la oracin es un hecho raro o milagroso.Quizs estos otros textos de la tradicin medieval puedan tambin iluminarnos y sacar a luz algo que Guigo omiti o expres de otra manera:Vosotros, los que oris como de paso y os detenis largo tiempo en la lectura; los que ardis en deseos de leer y sois tan fros para orar. Tened esto en cuenta. La lectura debe servir para la oracin y disponer para el amor. Cuando lees, aprendes algo de Cristo; cuando oras, entablas con l una conversacin familiar. Y cunto ms provechoso es hablar con l que hablar de l!(Gilberto de Hoyland).Cuando lea, que busque el sabor, no la ciencia. La Sagrada Escritura es el pozo de Jacob de donde se extrae el agua que inmediatamente se derrama por la oracin. No ser necesario, pues, ir al oratorio para comenzar a orar, sino que en la misma lectura habr ocasin para orar y contemplar(Arnoldo de Bohries).Buena es la lectura, mejor la meditacin, pero la oracin es ptima. La lectura ilumina la inteligencia; la meditacin consolida el nimo; la oracin alimenta y engorda... He aqu la cuerda de tres ramales que, segn Salomn, difcilmente se rompe. En estos tres elementos se cifra toda la vida de nuestro espritu. Sin estas tres alas espirituales nadie llega a ser verdaderamente espiritual(Annimo del siglo XII).La lectura te propone, como en un espejo, qu es lo que has de hacer. En el trabajo de la meditacin buscas y hallas el modo prctico de obrar. Con la asiduidad en la oracin alcanzas del cielo el auxilio necesario para obrar. Cooperando t con tu trabajo, ms confiando en la ayuda divina, es cmo realizas las buenas obras. Cuando estas cuatro cosas, por su ejercicio, han llegado a ser habituales, conducen al alma ya purificada a la contemplacin de las cosas del cielo(Adam de Perseigne).No leas las Santas Escrituras slo para saber, que es curiosidad; ni para hacerte famoso ni vanagloriarte, que es vanidad; ni, mucho menos, para injuriar a quienes no amas plenamente, lo cual es inicuo. Utiliza, ms bien, la lectio divina como espejo donde vea el alma, como en imagen propia, sus fealdades para corregirlas y sus bellezas para aumentarlas. Recuerda que lo que lees es Palabra de Dios, quien impuso su ley, no tanto para leerla y conocerla, como para practicarla y cumplirla... Procura, adems, retener lo que lees... Hecho esto, vete, y, cerrado el libro, entrgate a tu soliloquio(Esteban de Salley).Hay tres gneros de meditacin: sobre las creaturas, sobre las Escrituras y sobre las costumbres... En la meditacin sobre las Escrituras hay que considerar: la lectura que ofrece la materia para conocer la verdad; la meditacin que la adapta, la oracin que la eleva; la operacin que la aplica y la contemplacin que exulta con ella(Hugo de San Vctor).La contemplacin comnmente se refiere a cualquier acto por el cual uno, separndose de actividades exteriores, se dedica solamente a Dios. Esto puede suceder de dos maneras: ya sea cuando el hombre escucha a Dios que le habla, y esto sucede en la lectura; o cuando l le habla a Dios, lo cual tiene lugar en la oracin. La meditacin, empero, se refiere a estas dos maneras como un camino medio entre ellas. Dios nos habla en las Escrituras; nosotros, por la meditacin, nos hacemos presentes a El con la inteligencia y el corazn; as, presentes ante El o tenindole presente, podemos hablarle mediante la oracin. Por este motivo Hugo seal tres partes en la contemplacin: lectura, meditacin y oracin(Santo Toms de Aquino)4- Los cuatro sentidos de la EscrituraAunque nos repetimos, afirmmoslo una vez ms: Cristo es el centro y sentido de la Sagrada Escritura. Esta afirmacin es obvia para el Nuevo Testamento, pero es tambin vlida para el Antiguo. En efecto, Jess mismo dijo:Moiss escribi de m(Jn 5,46); y nos enselo que haba sobre l en todas las Escrituras(Lc 24,27; 4,16-24).Los autores del Nuevo Testamento, en un acto contemplativo, descubren el sentido cristiano de la Antigua Alianza. Los ejemplos, a este respecto, son abundantes (Mt 26,21; Jn 3,14; 6,49-50; Rm 2,29; 1Cor 10,1-11; 2Cor 3,6-16; Gal 4,21-31; Heb 10,1).Por su parte, los primeros exgetas cristianos, al comenzar a desarrollar el comentario del Antiguo Testamento se vieron obligados a establecer unas tcnicas y a formular un mtodo con su correspondiente terminologa. Entre las tcnicas de exgesis espiritual utilizadas nos interesa ahora la Alegora. Nacida en Alejandra por inspiracin de Orgenes, se desarrolla en occidente por medio de san Agustn y san Gregorio Magno, para alcanzar su cumbre en la Edad Media. Al hacer esto, los Padres no consideran estar haciendo nada nuevo sino sencillamente:Tomando de san Pablo apstol la semilla del sentido espiritual, procuremos cultivarla en cuanto el Seor, por vuestras oraciones, se digne iluminarnos(Orgenes).Para Orgenes y sus seguidores hay bsicamente dos sentidos bblicos: el literal (llamado tambin sentido histrico, lgico, gramatical y directo) y el espiritual. Pero este ltimo presenta tres aspectos a cada uno de los cuales corresponde un sentido especfico denominado de varias formas, a saber:- Aspecto mstico o mistrico: sentido alegrico, analgico o dogmtico.- Aspecto moral: sentido tropolgico, prctico o propiamente espiritual.- Aspecto escatolgico: sentido anaggico.Esta concepcin se plasm didcticamente, en el siglo XIII, en la siguiente frmula clsica o doctrinal que tiene por autor a Agustn de Dacia:Littera gesta docet,la letra ensea los hechos,(la historia es el fundamento)Quid credas allegoria,la alegora lo que has de creer,(la alegora edifica la fe)Moralis quid agas,la moral cmo has de obrar,(la tropologa edifica el amor)Quo tendas anagogia,la anagoga lo que has de esperar,(la anagoga edifica la esperanza)Como se podr apreciar, la exgesis espiritual de los cuatro sentidos bblicos, se fundamenta en la siguiente afirmacin: todo lo que Dios quiere decirnos en la Sagrada Escritura se refiere al misterio de Cristo, prefigurado en el Antiguo Testamento (alegora), presente en los hechos del Nuevo, interiorizado en el alma de cada cristiano (tropologa), y consumado en la gloria (anagoga).Los sentidos bblicos implican, por consiguiente, una triple conversin:la alegora, del Cristo prefigurado al Cristo presente;la tropologa, la reforma de la propia vida en Cristo;la anagoga, la adecuacin del presente por el futuro.La alegora significa, adems, una conversin del entendimiento;la tropologa, de las costumbres;la anagoga, de los deseos.La alegora es el sentido del dogma y edifica la fe;la tropologa, de la moral y edifica la caridad;la anagoga, de la mstica y edifica la esperanza.San Bernardo de Claraval, en pleno siglo XII monstico, nos invita a buscar el sentido espiritual de la Escritura pues la misma Escritura lo ha invitado a l: Hemos de quitar, hermanos mos, la herrumbre de la plata, para que sta brille con mayor claridad... En la plata estn significadas las palabras divinas y, aunque pasara esto en silencio, no por eso vosotros lo ignoraras. Por eso dice el salmista: Las palabras del Seor son castas como plata probada por el fuego. La herrumbre de esta plata es la superficie de la letra, o sea el sentido histrico. Si dejndolo de lado, quieres dilucidar ms profundamente la Sagrada Escritura, resaltar el sentido espiritual, el cual te alimentar. Por eso dice Salomn: Quita la herrumbre de la plata y saldr un vaso pursimo. Quita la herrumbre de la plata quien sin adherirse por completo a la superficie de la letra no se abraza a ella, antes bien abraza la inteligencia espiritual oculta debajo de ella, con la cual el alma se alimenta llena de gozo, y elevada por el amor de Dios, se sacia con esta piadosa refeccin.Tngase presente que los sentidos espirituales se encuentran germinalmente en la Sagrada Escritura, crecen por la meditacin y penetracin contemplativa de los creyentes. De ac que diga San Gregorio Magno:Las palabras de la Sagrada Escritura crecen en inteligencia (sentido) segn lo que en ellas sienten los lectores.Existe, pues, una ntima relacin entre los sentidos de la Escritura y lalectiodivina. Gracias a ella podemos gustar los diferentes niveles de comprensin de la Palabra de Dios.Valindonos del libro de Josu tratemos de ejemplificar los cuatro sentidos bblicos y relacionarlos con el proceso de lalectio:- Sentidoliteral,la letra: Dios salva por medio de Josu a fin de hacer descansar al pueblo en la tierra prometida. Esto es lo que aprendemos por una atentalecturadel texto.- Sentidoalegrico, basado en la unidad y analoga de los dos Testamentos: El Padre nos salva por medio de su Hijo Jess a fin de introducirnos en el descanso final. Este sentido es fruto de una asidua meditacin orante.- Sentidotropolgico,que permite la aplicacin moral de la normatividad de la historia salvfica comprendida segn la alegora, es una etapa de la historia de salvacin que prolonga la vida de Cristo en nuestras propias vidas: Hay que escuchar la Palabra y ponerla en prctica a fin de no caer en la desobediencia y quedar en el camino. Es tambin fruto de lameditaciny laoracinque se encarnan en la vida.- Sentidoanaggico, en el que la historia salvfica, experimentada como historia de la unin con Dios, se convierte, por laoraciny lacontemplacin, en un ya en tensin hacia la plenitud que an no es.Consideremos ahora cada uno de los cuatro sentidos de la Escritura. Pero no perdamos de vista la ntima relacin que existe entre ellos; as como existe una relacin ntima e inseparable entre los cuatro momentos del proceso de lalectiodivina.I- La letra manifiesta los hechos de la historiaLa historia, la realidad de los hechos, el sentido literal del texto, es el fundamento de todo.La historia y el sentido literal son importantes en la interpretacin de la Escritura. Pero no cualquier historia, sino la historia bblica, la historia en sentido teolgico, esa historia universal en la que Cristo es la causa ltima de todos los acontecimientos. En este sentido, la historia, y el sentido literal de la Escritura que la narra y trasmite, es consubstancial a la reflexin cristiana.La historia, sinnimo de lalittera, preserva la memoria de los hechos, pero no manifiesta la plenitud de los mismos. Por ejemplo, que Cristo muri en la cruz es un acontecimiento, cuyo sentido fundamental o primario, el histrico o literal, slo declara o expone el hecho pero sin profundizar su ms hondo sentido. De ac que los Padres, al hablar del sentido literal, hablen de lasuperficie de la historia(San Gregorio Magno). Pero no por esto, lo volvemos a repetir, los Padres menospreciaban el sentido literal, de hecho lo comparaban al cuerpo asumido por el Verbo de Dios:La letra es la carne del Verbo(San Bernardo).Toda la Escritura, Antiguo y Nuevo Testamento, posee un sentido literal. El sentido literal del Antiguo Testamento est llamado a crecer hasta la altura y medida adulta de Cristo. Por su parte, los sentidos espirituales del Nuevo Testamento se identifican con su sentido literal.

II- La alegora ensea lo que hemos de creer y edifica la feDel sentido literal se pasa al espiritual, que ha de comenzar por la alegora:En las palabras de la Escritura debe, ante todo, hermanos carsimos, mantenerse la verdad histrica, y despus debe averiguarse el sentido espiritual mediante la inteligencia de la alegora; pues fcilmente se comprende el sentido de la alegora cuando se apoya en la raz de la verdad histrica(San Gregorio Magno).

Convencido de la armona entre los dos Testamentos, Orgenes puede afirmar:Nuestro Seor, fundamentalmente el mismo, aparece a travs de todas las Escrituras bajo mil aspectos variadsimos; cada personaje, cada acontecimiento proftico traza alguno de sus rasgos.Por consiguiente, el objeto central de la alegora es el misterio de Cristo, misterio que slo la fe contempla. Cuando a la luz de la fe trasponemos el Antiguo Testamento para penetrar el misterio de Cristo, crece la inteligencia de la fe. En este sentido,la alegora edifica la fe(San Gregorio Magno).La alegora puede tambin referirse a la Iglesia, en cuanto misterio Cuerpo y Esposa del Cristo Total.Slo el Antiguo Testamento se somete a la alegora, el Nuevo habla de Cristo y de la Iglesia en sentido literal. La alegora no est en el texto sino en las realidades que el texto narra. No se encuentra en la historia en cuanto narracin sino en cuanto acontecimiento. Es propiedad de lo que narra el texto, ledo en contexto cristiano a la luz de la fe, y no necesariamente del autor bblico.III- La tropologa ensea cmo hemos de obrar y edifica la caridadEl sentido tropolgico o moral de la Escritura es la proyeccin, en nuestras vidas, de los misterios de Cristo ofrecidos por el sentido alegrico. Permanece en ntima continuidad con ste. La inteligencia del misterio lleva dinmicamente a la accin que identifica con Cristo. Es precisamente esto lo que nos ensean los Padres monsticos medievales. Escuchmoslos:... lo que histricamente precedi en la Cabeza, se obre tambin moralmente en su cuerpo(San Bernardo).Hemos pasado ya las sombras de las alegoras y llegado a las cuestiones morales. Hemos asentado el fundamento de la fe; construyamos ahora sobre l el edificio de nuestras costumbres. El entendimiento est suficientemente ilustrado; tracemos ahora la norma de nuestro obrar, ya que slo merece llamarse sabio el que es guiado por el santo temor de Dios, aquellos cuya inteligencia recta va acompaada de buenas obras...(San Bernardo).No s que pueda haber modo ms eficaz de edificar la propia conducta que el detenerse a considerar con piedad y fe el Misterio(Ignacio de Igny).El sentido tropolgico es, pues, una etapa de la historia de la salvacin. Implica una toma de conciencia, hecha en la gracia, de nuestra comunin con Cristo por medio de nuestra realizacin de la Palabra. Encarna, aqu y ahora, la Palabra de Dios en nuestras vidas a ejemplo del cumplimiento pleno que recibi en Cristo. Por este motivo los Padres consideraron la Biblia como elLibr de la experiencia(San Bernardo). Se comprende tambin as por qu Jess dijo: Mi palabra es espritu y vida(Jn 6,63).Los maestros del sentido tropolgico, Orgenes y San Gregorio Magno, han dejado bien claro que el sentido tropolgico del Antiguo Testamento est lleno del soplo del Espritu, dado que el Antiguo Testamento en su sentido alegrico ms pleno no es otra cosa que el Nuevo Testamento.No se trata, entonces, de un sentido moralizante de la Escritura, sino de un sentido moral sobrenatural dependiente de la unin con Cristo por el amor. La Biblia es una historia a revivir. Las vidas de los santos, al decir de San Gregorio,esclarecen lo que dicen los dos Testamentos.Queda an por decir que cuando en la frmula clsica o doctrinal reducida a veces a tres trminos se antepone la tropologa a la alegora, esto no siempre implica una desconexin con el misterio de Cristo, ste permanece como teln de fondo.Por lo que respecta al sentido tropolgico o moral del Nuevo Testamento, es fcil darse cuenta que se identifica con el sentido literal. Es decir, en el Nuevo Testamento se pueden encontrar textos tropolgicos en sentido literal, como ser, exhortaciones, consejos, etc.IV- La anagoga muestra hacia dnde hemos de tender y lo que hemos de esperarLa palabra anagoga es una latinizacin del trmino griegoanagog, que significa subida o elevacin.Es el ms noble de los cuatro sentidos, el ltimo y ms alto logro de la exgesis espiritual. Busca las cosas superiores, invisibles, puras y ltimas.El misterio de salvacin obrado por Cristo, la Iglesia y la vida cristiana estn en movimiento hacia una consumacin. El cristiano que capta este dinamismo aprende a esperar. La anagoga edifica y alimenta la esperanza.La anagoga toma una doble forma en los autores medievales. La primera es el punto de llegada de la frmula clsica o doctrinal de los cuatro sentidos bblicos. La otra es coronamiento gratuito de la frmula espiritual del triple sentido.

La primera representa el aspecto objetivo, doctrinal y especulativo, se refiere a la escatologa del individuo y del universo:Manifiesta los misterios del siglo futuro(Casiodoro),disputa sobre la vida futura(Annimo). A estose refiere Casiano cuando escribe:La anagoga se eleva a los misterios espirituales a los secretos del cielo, ms augustos y sublime.La segunda mira al aqu y ahora. Se ordena a lacontemplacin de los misterios celestes(Aimon), a laobservacin de los misterios del siglo futuro(Orgenes). Se define no tanto por su objeto cuanto por la manera de aprehenderlo. Se identifica con una experiencia espiritual.Este segundo aspecto de la anagoga es el que prevaleci hacia fines del siglo XII. La anagoga as entendida, ms que cualquier otro sentido bblico, postula y reclama la santidad del lector. Slo se da en la experiencia mstica. Un hermoso texto de Garnier de Rochefort, en el que el sentido anaggico es presentado coincidentemente con el xtasis, demuestra su excelencia: Cuando el alma asciende los grados de una segura contemplacin, escrutando la palabra divina, contempla conjuntamente, segn la anagoga, los secretos celestes... El alma estupefacta es raptada en la contemplacin... mientras antes hablaba ahora enmudece. La abundancia empobrece a quien la pobreza haba enriquecido y, paradjicamente, mientras avanza disminuye, y as ms avanza cuanto ms disminuye.Esto mismo es lo que afirma Adam de Perseigne:El cuarto sentido es la anagoga, el cual conduce al alma hacia arriba, hacia la inteligencia o contemplacin de las cosas invisibles. Y otro tanto nos dice Garnier de Claraval: El alma es conducida tan alto que, sin necesidad de signos... libre de toda imagen, contempla con simplicidad su origen divino, infinito y superesencial... Es una cima alcanzada por pocos y se la llama conocimiento anaggico.No queda pues duda: el sentido anaggico en su forma ms espiritual se identifica con la experiencia mstica. Es una participacin en el Espritu Santo que vivifica la Escritura. Gracias a El las palabras de la Biblia son lugar, por excelencia, donde el Seor hace sentir y gustar la vida eterna. Alejandro de Cantorbery, monje benedictino del siglo XII, comentando las palabras del Cantar de los CantaresEl me ha introducido en su bodega(1,4), dice queesta bodega no es sino la Sagrada Escritura. En ella se encuentran cuatro barriles, cada uno de ellos representa uno de los cuatro sentidos bblicos. El ltimo barril es el de la anagoga; nadie puede alcanzarlo si Dios no se lo concede. Quien bebe de l gustar la suavidad del amor divino y quedar ebrio por la dulzura maravillosa de esta bebida.b- La tradicin de los hijosAcabamos de dar un vistazo general a la doctrina sobre lalectio divinaque nos han entregado los Padres y los autores espirituales. Si la tradicin es el pasado viviente en el presente, podemos hacernos una doble pregunta: cmo vivimos nosotros hoy la tradicin de lalectio? y qu entregamos a los que nos siguen y seguirn? Doble pregunta cuya respuesta nos permite hablar de: la tradicin de los hijos.En el espritu de todo lo ya dicho, ms que ofrecer una elaboracin acabada y sistemtica, nos limitaremos a hacer unas aclaraciones, y presentar unos consejos prcticos que ayuden al ejercicio diario de lalectio divina.1. Digamos, ante todo, que aceptamosdiferentes modoso grados delectio, segn graviten ms o menos directamente en nuestro dilogo con Dios. Hablamos as de unalectio:Pura: que se basa en la Sagrada Escritura; su fin es la contemplacin de la misma realidad divina, la unin con Dios mediante la fe y el amor.2. Por lo general, al principio, conviene tomar los textos de la Misa del da. En especial el Evangelio. Esta forma litrgicadelectiopura parece ser la ms apta para los principiantes. Con la madurez que proporciona la prctica o por motivos circunstanciales se podr tambin ir haciendo unalectiopura temtica (siguiendo un tema a lo largo de toda la Escritura o de un grupo de libros) o continua (leyendo de corrido toda la Biblia, un conjunto de libros o uno solo de ellos).3. Cundohacerla ycuntotiempodedicarle? No hace falta decir que el momento ms apropiado para lalectioha de ser aquella hora del da en que mejor nos encontramos para dialogar con Dios. Obviamente, media hora antes de acostarnos, luego de una fatigosa jornada, no es la hora ms conveniente. La duracin puede variar de una persona a otra, pero creemos que hay que darle el tiempo suficiente requerido para entablar un dilogo fraterno con otra persona. En la medida en que se conoce y ama a alguien tanto ms se le escucha, responde y gusta estar con l4. Si bien consideramos el esquema medievallecti-(-contemplatio(meditatio-oratiocomo un mtodo de oracin contemplativa; podemos tambin decir que se trata de una descripcin de lo que naturalmente sucede si somos libres y tenemos tiempo para que suceda. La prctica suavizar las rigideces y har que los momentos se alternen en un orden siempre cambiante o se superpongan entre s. Ms que los peldaos de una escalera podemos considerarlos como los ingredientes de una dieta bien balanceada. 5. Lalectiopura se caracteriza por una ciertagratuidad. En esto se diferencia del estudio que presupone fines utilitarios. An ms, el estudio busca dominar y conquistar la palabra; lalectio, todo lo contrario: se rinde y doblega ante ella. Por eso, las interrupciones en la lectura, ocasionadas por el Seor, son los momentos ms importantes. Ms que una actitud de lector, debemos asumir una actitud de oidor del Seor que nos habla y sale al encuentro.6 Elcuerpotambin est invitado a participar. Ya sea mediante una postura apropiada (comenzar de rodillas...), gestos determinados (besar la Biblia y hacer la seal de la cruz al empezar y concluir...) o mediante una lectura audible.7. Elrespetoque tengamos al Libro Sagrado ser una muestra del amor que profesamos a la Palabra de Dios y de la captacin de la presencia que la Biblia evoca. Este respeto se expresar: en el cuidado material con que tratemos nuestra Biblia y en la actitud exterior que asumimos durante lalectio.8. En lalectiodiaria se ha de procurar que quede siempre algo en el fondo de lamemoria, para que asimilado, sea, a la mera evocacin de su recuerdo, frecuentemente rumiado en otras horas del da.9. Nada ms difcil de sobrellevar que la mudez de la Palabra; pero nadie que haya sabidoesperarha quedado desilusionado...10. Aunque lalectiopura no es siempre gratificante es, no obstante, un ejercicio de prctica diaria obligatoria. Se trata de una actividad delargo alientoque produce sus frutos con el correr del tiempo. Nadie cosecha al da siguiente de haber sembrado!11. A algunos puede ayudar, durante y terminada lalectiopura,tomar notade lo que va sucediendo y de lo sucedido. Pero, qu anotar y cmo hacerlo? En cuatro columnas paralelas ir anotando: a) Qu dice el texto en s mismo; b) Qu me dice a m habindolo ledo; c) Qu le digo yo a Dios motivado por la lectura y la meditacin; d) Qu ms sucedi.12. Sinteticemos las dificultades y tentaciones ms comunes junto con los medios que pueden ayudarnos a salir del paso:Prlogo

Dificultadesa-Agitacin o preocupacin por otras cosas.b-Expectativas y fines utilitarios.c-Perder el tiempo buscando un texto que nos caiga bien.Ayudasa-Serenarse y tomar conciencia de la cita con el Seor.b-Pedir gratuidad, desinters esperanza.c-Determinar el texto de ante mano, con preferencia, al inicio, el Evangelio del da.Lectura(qu dice)a-Este texto ya lo conozco!b-No entender lo que se lee.c-Convertir la lectura en un estudio que consume todo el tiempo.a-Recordar que lo importante, aunque sin despreciar la letra, es la realidad espiritual ala cual se refiere el texto. Una cosa es conocer la frmula qumica del agua y otra cosa es saborearla a la sombra de un sauce una tarde de verano.b-Buscar el contexto mayor (seccin y captulo), menor (lo que antecede y lo que sigue) y litrgico (los otros textos de la Misa y el clima de la fiesta o tiempo litrgico). Comparar con textos paralelos. Recurrir a las notas al pie de pgina. Determinar el mensaje central del pasaje mediante las palabras claves del mismo. Pedir ayuda al Seor!c-Limitarse a lo anterior y no consultar Manuales o Comentarios. El estudio de laBiblia ha de hacerse en otro momento.Meditacin(qu me dice)a-El texto no nos dice nada o se lo aplicamos al vecino.b-Divagues y distracciones.a-Releerlo en primera persona.b-Amar a la Palabra ms all de las palabras.c-No temer y comprometernos.d-Volver a la lectura y detenernos en las palabras claves, quizs escribindolas.Oracin(qu le digo)a-Silencio rido.b-Excesiva abundancia de palabras.c-Mantenerse en calma y paz. Rumiar lentamente una sola palabra o frase.d-Convertir en oracin el mensaje central y rumiarlo pacficamente.Contemplacin(con quien sabemos nos ama)a-Temor al subjetivismo o a la ilusin.b-Sueo!a-Transparencia con un gua y confianza filial en Dios.b-Elegir una hora ms conveniente y acostarse ms temprano la noche anterior.13. Recordemos que nuestralectioha de estarvitalmente relacionadacon todos los otros ejercicios o actos de piedad o instrumentos del arte espiritual, que se practican en nuestra vida religiosa. Casi diramos que el modo de vida religioso tiene por objetivo prximo la creacin de un medio ambiente o clima bblico en el cual la Palabra de Dios fructifique al ciento por uno.14. La Biblia no est destinada a informarnos sobre Dios sino atransformarnossegn la forma de Cristo. En este sentido es fuente de toda formacin. Prximos a concluir volvamos a darle la palabra a los Padres:La causa primordial y eficiente de todo aquello que fue, es y ser, es Dios. l es asimismo el ltimo fin de todo. Y as como l es el ser de toda existencia, es la vida de todo viviente y la sabidura de toda sabidura. Es as que la creatura ha sido creada segn esta forma, recibiendo de ella no slo el ser y la vida sino tambin el ser y el vivir sabiamente. Cuando el hombre se ha separado y desunido de esta forma se volvi miserable como un animal desprovisto de sabidura y comenz a ser y a vivir de una forma inspida. No le falta, sin embargo, ni el ser ni la vida, y puede reencontrar su forma primera gracias a la accin reformadora de Aquel que lo ha formado. La forma es la Sabidura; el camino por el cual uno retorna a la forma es la reformacin. Toda esta reformacin, que nos reconduce hacia la forma quitndonos nuestra deformidad, se fundamenta en tres cosas: la fe, la esperanza y la caridad; para que sabiendo lo que es necesario creer, esperar y amar, creamos, esperemos y amemos. La Sabidura, al transferirse en almas santas, hizo de ellas amigos de Dios y profetas, por los que nos entreg la Sagrada Escritura, fuente de toda formacin(Elredo de Rieval).15. Pero, atencin! Y con esto terminamos. La Escriturano es el fin, por lo tanto ha de ser amada por aquel ltimo fin a donde nos lleva. De ac que diga san Agustn:El hombre que est firme en la fe, en la esperanza y en la caridad y que las retiene inalterablemente, no necesita de las Sagradas Escrituras, si no es para instruir a otros.Que la Virgen Madre nos d parte en su fecundidad: su acogida y entrega fue tal que la Palabra se hizo Hijo en su seno. Y lo har, en la medida de nuestra asiduidad y perseverancia en lalectio divina.