IRAK ¿QUé FUTURo lES ESpERa? - jrs.net · Malcolm Bonello El Servicio Jesuita a Refugiados es una...

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JESUIT REFUGEE SERVICE IRAK ¿QUé FUTURO LES ESPERA? AFGANISTáN EL P. PREM HA SIDO LIBERADO ABRIL 2015 ITALIA MALAWI SIRIA FRANCIA p. 4 p. 6 p. 13 p. 16 N O 59

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JESUIT REFUGEE SERVICE

IRAK¿QUé FUTURo lES ESpERa?AfgAnIstánEl p. pREm ha SIdo lIbERado

ABRIL 2015

ItALIA

MALAWI

sIRIA

fRAnCIA

p. 4

p. 6

p. 13

p. 16

nO 59

EDItORIAL

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fOtO DE pORtADA

En EstA EDICIón

editorial

Nos congratulamos por la liberación del p. prem 3

italia

Era un extraño y me invitaste a entrar 4

MalaWi

Conocer el árbol por sus frutos 6

Foco en oriente Medio

norte de irak

¿Qué futuro nos espera? 9

llaMaMiento

Ud. puede ayudar al equipo del JRS en Irak 12

siria

¡No celebremos el V aniversario del conflicto! 13

sudáFrica

Xenofobia: un crimen contra Sudáfrica 14

Francia

dentro de la frontera 16

rdc | ReflexióN

las huellas de la resurrección 19

sudáFrica | CoNtRapoRtada

Refugio 20

Hanna y su bebé, nacida en diciembre de 2014 en un campamento de refugiados en el recinto de la parroquia de Mar Eliya, en Erbil, en el norte de Irak. (Peter Balleis SJ/JRS)

peter Balleis sJ | director internacional del JRS

El 21 de febrero, el P. Alexis Prem Kumar SJ (en la foto con su familia), director del JRS en Afganistán, secuestrado durante una visita a una escuela local patrocinada por el JRS, fue, por fin, liberado tras ocho meses y 20 días de cautiverio. Su regreso con su familia, sus compañeros jesuitas y el JRS nos ha dado una inmensa alegría a todos nosotros, así como a muchos amigos de todo el mundo, que rezaron por él día tras día.

Desde su liberación, el P. Prem no ha dejado de mostrar su profunda gratitud a todos aquellos que lo tuvieron presente en mente y oración durante esos difíciles y oscuros meses en los que estuvo encadenado bajo la vigilancia de guardias armados. Me dijo que dos

cosas lo mantuvieron esperanzado todo ese tiempo: la oración diaria y la confianza en que el JRS haría todo lo posible para lograr su liberación.

Si bien la firme esperanza del P. Prem le mantuvo optimista, el equipo del JRS en Afganistán trabajó sin descanso por su liberación, a través del trabajo diario del equipo de gestión de crisis en Roma y Nueva Delhi. La experiencia del P. Prem hizo crecer nuestra confianza en los esfuerzos de nuestros colegas afganos y del gobierno de la India de llegar hasta sus captores y lograr su liberación. Expresamos nuestro más profundo agradecimiento al Gobierno de la India por sus esfuerzos y por el éxito.

El entorno en el que trabajamos hoy en día es cada vez más hostil. La simple realidad es que el JRS, al igual que otras organizaciones humanitarias, tiene que ser aún más consciente de los riesgos e implementar procedimientos de seguridad locales en cada una de sus regiones. Sin perder de vista el movimiento de los grupos extremistas hostiles en muchos ámbitos en los que trabaja, el JRS seguirá centrándose en las necesidades de los refugiados. El JRS no detuvo ni redujo sus servicios en Afganistán durante el período de incertidumbre y angustia del P. Prem. Al final, el amor expresado en nuestro servicio se impuso y demostró ser más fuerte que cualquier mal.

nos congratulamos por la liberación del p. prem

Ya sabéis que soy prem Kumar, que estuve en afganistán desde 2011, que me secuestraron el 2 de junio de 2014 y que ahora he vuelto a la vida. Y eso es gracias a vuestras oraciones, esfuerzos sinceros y trabajo en equipo… ¡Gracias!

Servir está disponible gratuitamente en inglés, español, francés e italiano. el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) lo publica dos veces al año.

DIRECtORPeter Balleis SJ

EDItORADanielle Vella

DIsEÑADORMalcolm Bonello

El Servicio Jesuita a Refugiados es una organización católica internacional creada en 1980 por Pedro Arrupe SJ. Su misión es acompañar, servir y defender la causa de los desplazados forzosos.

Jesuit Refugee ServiceBorgo S. Spirito 4, 00193 Roma, Italia

TEL: +39 06 69 868 465FAX: +39 06 69 868 461

[email protected]

servir

ABRIL 2015 nO 59

e-sERVIR

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matando a su primo de 20 años e hiriendo gravemente a un buen amigo. “Vinieron a por mi madre, por su trabajo”, recuerda Mark. “Sobrevivimos gracias a Dios. Cuando se me llevaban, le dijeron a mi primo que volviera a dormir. Apenas se dio la vuelta, lo golpearon en el cuello y lo mataron. “El resto de la familia sobrevivió porque los vecinos accionaron sus alarmas antirrobo y alertaron a la policía”. La madre de Mark no esperó. Junto con sus hijos, salió del país.

Mark aún tiene las cicatrices de ese ataque. “Tengo una marca aquí, en el cráneo, y en el brazo. Pero las heridas emocionales son las que no se borran; los últimos segundos que pasé con mi primo me acompañarán siempre. Cada día pienso: ¿Y si me hubiera resistido? ¿Qué hubiera pasado de hacer esto o aquello? Pero ahora también asumo que vivir significa honrar su sacrificio”.

Como tantos otros refugiados, Mark ha descubierto que su fe cristiana le sostiene profundamente a la hora de sobrellevar su terrible experiencia: “Nuestra fe en Dios nos mantiene en pie, a pesar de las constantes

pruebas que enfrentamos, y mientras buscamos respuestas al dolor sufrido”.

Mark, su madre y su hermana se sienten parte de una familia en los Capuchinos. Pero la aceptación no es automática. Marcos sabe que, al principio, acoger a un extraño conlleva dudas y recelos. “No es una decisión fácil aceptar a alguien en tu hogar, dejarlo entrar en tu ‘espacio privado’. Pero es posible: en estos meses, he visto cómo se pasó de la sospecha al afecto y al amor. Ahora me siento parte de la comunidad”.

Otros también apoyan a esta familia keniana. Mark no escatima en elogios para el Centro Astalli - JRS, sobre todo hacia su abogada. “Yo no hubiera podido maniobrar por el sistema legal sin la ayuda de Francesca. Ella realmente llevó nuestro caso y nos consiguió el estatuto de refugiado”.

Francesca también presentó a Mark, a su madre y a su hermana a un grupo parroquial de 20 familias. “Nos invitaron a su iglesia para contar nuestra historia y nos hicimos amigos. ¡Son tan buenos con nosotros! A veces asistimos a sus reuniones. Pasamos la Nochebuena con una familia.

Como decía antes, esto es lo que necesitan los refugiados: sentirse bienvenidos, no ser vistos como una carga”.

Pero aún quedan algunos obstáculos para la familia de Mark. Por citar uno, él sabe que conseguir un trabajo es muy difícil. Pero es optimista y agradecido por tantos “ángeles de la guarda”. Su última palabra: “¡Ójala todos los refugiados tuvieran una bienvenida como esta! Pero no es así. Muchos están en peores condiciones e incluso durmiendo en las calles... Mi corazón está con ellos. Este amor, este apoyo para empezar de nuevo que hemos recibido, es lo que se merecen todos los refugiados”.

*No es su nombre real

Mark* no tenía ni idea de que el Papa Francisco había instado en septiembre de 2013 a las congregaciones religiosas a abrir sus conventos vacíos para acoger a los refugiados. Pero incluso si hubiera escuchado la noticia, tampoco le hubiera prestado demasiada atención. En aquel momento, este joven de 27 años trataba de salir adelante con su vida en Nairobi. Las cosas iban bien: tenía una agencia de investigaciones con unos amigos, acababa de ser aceptado como administrativo en el Parlamento de Kenia, y estaba a punto de terminar su maestría en Estudios Internacionales.

Apenas seis semanas después, sucedió lo impensable. Un ataque

de corte político obligó a Mark, a su madre y a su hermana de 10 años a huir de Kenia. La familia llegó a Roma en busca de asilo. Allí una comunidad de los Capuchinos, una orden religiosa masculina, les abrió sus puertas. Su hospitalidad era la respuesta a las muchas oraciones de Mark.

Cuando le pido que me hable de su nuevo hogar, Mark responde con otra pregunta: “¿Basta con ofrecer a los refugiados un lugar donde dormir y cenar?”. Su actitud no es de confrontación. Mark es muy respetuoso y su voz es calmada, un gigantón amable. Él mismo se contesta: “Lo que más necesitamos es amor y compasión para recuperar la dignidad que nos quitaron. Necesitamos saber

que no todo está perdido, sanar nuestras heridas y reconstruir nuestras vidas, y, ¡ójala!, poder curar a otros que también están heridos”.

Mark encontró la compasión en la comunidad que le acogió. Aparte de un hogar, le dieron el apoyo pastoral que necesitaba con urgencia para sentirse en plenitud. “Durante los primeros meses, la realidad se cobró su peaje. Estaba amargado y casi perdí la esperanza. Gracias al asesoramiento que recibí, ahora por lo menos puedo hablar de lo que pasó”.

Lo que pasó es que, de noche, unos sicarios irrumpieron en la casa de Mark, en Kenia, y se lo llevaron como rehén,

Yo era un extraño y me invitaron a entrar

pApA fRAnCIsCO dURaNTE SU VISITa al CENTRo aSTallI - JRS EN 2013.

Danielle Vella

El sentimiento de pertenencia es crucial para los refugiados. En Malta, la pequeña refugiada de la foto sin duda se siente en su hogar. (Darrin Zammit Lupi)

Alessia Giuliani

Queridos religiosos y religiosas, los conventos vacíos no son nuestros, son para la carne de Cristo, que son los refugiados. El Señor nos llama a vivir con generosidad y valentía la acogida en los conventos vacíos. Desde luego, no es algo simple; se necesita criterio, responsabilidad, pero también se necesita coraje.

ITalIa ITalIa AcompAñArAcompAñAr

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El hijo de Peter* murió cuando un vehículo irrumpió repentinamente por una estrecha y difícil curva del campamento de Dzaleka de Malawi y lo arrolló. Un anciano refugiado, Peter, que ya había sufrido bastante dolor en su vida, lloraba amargamente al recordar a su hijo durante una reunión del grupo de apoyo. Semanas más tarde, cuando dibujó su ‘árbol de la vida’, Peter musitó: “Usted sabe, si la fruta verde cae del árbol al suelo, otras crecerán en su lugar, porque el árbol tiene sus estaciones”.

Esta revelación le llegó a Peter tras asistir durante semanas al grupo de apoyo organizado por el JRS para refugiados ancianos. Guiados por consejeros, los refugiados hicieron, juntos, un camino de curación, empezando tímidamente a compartir sus experiencias. Tras recorrer

dolorosos recuerdos y sueños rotos, al final del programa los participantes vieron que podían pensar en el pasado y el presente de una manera nueva y hasta liberadora. Sienten que son importantes y que han forjado amistades, que cuidan unos de otros en el espacio social del programa.

La oportunidad de compartir es, sin duda, uno de los más poderosos beneficios del programa. Una mujer mayor y sola, Protasia Gathendoh, puso en marcha el proyecto al ver que los refugiados ancianos no estaban en las actividades psicosociales que el JRS ofrecía en Dzaleka. Cuando sondeó la posibilidad de hacer algo, Protasia descubrió que muchos refugiados mayores de 60 años estaban solos.

Lo peor, dice, son los que tienen que valerse por sí mismos.

Sus cónyuges han muerto o desaparecido. Sus hijos no están cerca: tal vez vivan en otros lugares, tal vez hayan sido asesinados. De vuelta a su pueblo, otra familia podría haberlos amparado, pero en el campamento las personas mayores terminan solas, se quedan solas.

Cuando deciden unirse al grupo de apoyo, la base es la confianza. “La creación de un espacio seguro supone un lugar donde los participantes puedan confiar mutuamente sobre qué significa la vida para ellos, sobre lo que cada uno vivió en su país y en una situación de refugio de más de 10, 15 años”, dice Protasia.

“Recordar y llorar las pérdidas en la vida de los refugiados es como pelar cebollas: con las primeras capas no hay problema, pero a medida que te acercas al

corazón, el olor hace brillar tus ojos. Al ahondar en el recuerdo, los refugiados experimentan la profundidad de un dolor silenciado largo tiempo”.

Protasia recuerda que una mujer le espetó: “¡Usted hizo que me acordara de estas cosas de nuevo!” Protasia respondió: “Entonces, ¿cómo lo recuerda ahora?” La respuesta fue: “Bueno, el dolor está ahí, pero también puedo reconocer la conexión de estos recuerdos en mi vida. Perdí la propiedad, el empleo, la seguridad, la ciudadanía, me veo como refugiada, y me duele pensar que no tengo ninguna solución duradera. Pero me consuela saber que todavía estoy viva y que he sobrevivido”.

Protasia está radiante cuando relata esto. “Entonces le dijimos que ella era una superviviente, nos fijamos en su resiliencia. Y la gente empezó a contar qué hicieron para sobrevivir, y eso les ayudó”.

El viaje al pasado no es fácil. Lágrimas, cansancio y sentimientos de culpa se cobran su precio. “Puede haber momentos en que la víctima se sienta culpable por no haber hecho todo lo posible para proteger a sus seres queridos, o se sienta avergonzada por no luchar. Nosotros decimos que lo que hicieron para sobrevivir era muy importante, que no deben sufrir por lo que podrían haber hecho mejor”.

El ‘árbol de la vida’ es un ejercicio que lo amalgama todo. Se anima a cada persona a dibujar su historia en forma de árbol: las raíces son nuestros antepasados; el tronco, nuestra experiencia; las ramas, nuestras relaciones; las hojas, son las cosas que salen bien. Los frutos pueden ser maduros, lo que hemos logrado, o inmaduros, nuestros sueños rotos.

El enfoque en las fortalezas y la forma en que se pueden utilizar en el presente es crucial. “Les

animamos a pensar en lo que significa resiliencia”, dice Protasia. “Significa hacer lo que tengo que hacer en el día. Así que sacamos otra herramienta, el ejercicio de las 24 horas, preguntando: ¿qué hago con cada hora de mi día? Lo que es sorprendente es cómo viven la vida en el campamento: todo lo que hacen desde que se levantan hasta que van a dormir es importante. Ellos pueden aprender nuevas habilidades, apoyarse mutuamente y no sentirse excluidos. Y para nuestros mayores es importante saber que hagan lo que hagan, eso tiene valor y significado”.

Después de que ocho grupos de apoyo asistieran al programa de 10 semanas durante dos años, ahora hay un “espacio social totalmente abierto” para quienes quieran. Es algo más que partidas de cartas, música y una taza de té. “El beneficio general del programa es la forma en que se cuidan unos a otros”, dice Protasia.

Conocer el árbol por sus frutos

El grupo de apoyo del JRS ha ayudado a los refugiados ancianos a darse cuenta de que su tiempo es valioso y que importa lo que hagan con él. Ellos pueden y deben seguir aprendiendo y participando en la vida de la comunidad.

Dzaleka, Malawi

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Pongamos el ejemplo de Joseph*, de setenta años y que vive solo. “Si te quedas solo durante mucho tiempo, la gente comienza a preguntar, ¿por qué no tienes amigos?” Joseph necesitaba más y más alcohol para lidiar con su aislamiento. Decía que nadie quería hablar con él, excepto cuando bebían; de no ser así, se quedaba solo otra vez. Hablamos con los demás y animamos a Joseph a interesarse en las actividades comunes, a ir acompañado a su huerto. Joseph lo hizo y, a pesar de que continúa bebiendo, ha comenzado a contactar con otros y esto ha marcado la diferencia”.

Luego estaba Unita*, que empezó a faltar a las actividades porque tenía una pierna hinchada. “Pedimos si alguien podría ir a buscarla por lo que las mujeres comenzaron a ir en grupos de dos y de tres”, recuerda Protasia. “A partir de ahí, decidieron empezar a

reunir algún dinero para comprar productos en un mercado abierto semanal y revenderlos en el campamento. Hacía tiempo que querían organizar un pequeño negocio como este y, finalmente, lo hicieron”.

El proceso es laborioso pero real. Los consejeros dejan claro que las actuales dificultades y las cicatrices de traumas pasados se mantendrán, pero se pueden asumir, aprender a vivir y crecer con ellos, sobre todo en la comunidad. En el grupo de apoyo, cuentan la historia de una palmera para aclarar este punto. Me voy a saltar eso, pero toda esta charla de los árboles me hace recordar algo que Jesús dijo: reconocerás un árbol por sus frutos...

*No son sus nombres reales

puntO InfO

El campo de refugiados de dzaleka está a 45 km. al N.E. de la capital de malawi, lilongwe. aunque es un campo abierto, los refugiados necesitan un permiso escrito para salir. El JRS ofrece, principalmente, educación y otras capacitaciones a los refugiados, especialmente niñas, niños y jóvenes cuya educación ha sido interrumpida, retrasada o incluso denegada. la principal necesidad expresada por los refugiados es trabajar para ganar dinero y comprar cosas necesarias o no previstas por el aCNUR, y, con menos frecuencia, comida, ropa y menaje de cocina, atención médica, así como techos adecuados para sus casas.

En Dzaleka, como en cualquier otro campo, existe el riesgo de que los refugiados ancianos terminen sintiéndose aislados y arrinconados.

Foco en oRieNte Medio¿Qué futuro nos espera?

Judith Behnen, Oficina de la Misión Jesuita, Alemania

Kamala está llorando. “Lo hemos perdido todo”, dice esta mujer de 45 años. “Teníamos una casa en Mosul, unos ingresos, e invertimos mucho en la educación de nuestra hija. Para nada... Todo se esfumó, incluso nuestra identidad. Es peor que la muerte. ¿Qué futuro nos espera aquí?” Kamala señala el contenedor que ahora llama hogar. Intentó hacerlo confortable. Hay una alfombra, un reloj, cajas con ropa, alimentos cubiertos con sábanas y colchones ordenadamente apilados en la pared para ganar algo de espacio.

COntEnEDOREs En EL RECIntO DE LA IgLEsIALa de Kamala es una de las 80 familias desplazadas que viven en

el recinto de la iglesia de Mangesh, un pequeño pueblo en el norte de Irak. Desde el verano pasado más de 700.000 iraquíes han huido a la región autónoma del Kurdistán para escapar del Estado Islámico (EI). Musulmanes y cristianos vinieron de Mosul y de la ciudad de mayoría cristiana de Karakosh y alrededores, mientras que los yazidíes provenían de las aldeas de las montañas de Sinjar. Con la ayuda de la parroquia local y el apoyo financiero de organismos internacionales, las primeras tiendas de campaña del recinto de la iglesia han dado paso a los contenedores más estables y protegidos del frío. Los refugiados agradecen tanta hospitalidad, pero, tras seis meses de espera, están inquietos y ansiosos por el futuro.

COntROLEs MILItAREsMangesh se encuentra a unos 100 km. de Mosul. Pero desde que el EI conquistó la segunda ciudad de Irak, los refugiados dudan en poder volver a corto plazo, a pesar de las declaraciones de los EE.UU. e Irak de recuperar Mosul. Los combatientes peshmergas kurdos están golpeando de nuevo al EI y ya controlan las tres vías principales a Mosul. Los puestos de control militares están por todas partes para evitar espías y que el EI invada territorio kurdo. “De repente, es una ventaja ser cristiana; eso es algo nuevo en Irak”, dice Sarab Mikha con una sonrisa. “Como cristianos no somos sospechosos de apoyar al EI por lo que podemos pasar sin problemas”.

Un campo de desplazados en los terrenos de la parroquia de Mar Eliya en Erbil, la capital de la provincia del Kurdistán (Peter Balleis/JRS)

malawI NoRTE dE IRaKAcompAñAr

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DAR A Luz En un hELICóptERONuestro viaje continúa a Feshkhabour, un pueblo en la frontera sirio-iraquí. El río Tigris separa a los dos países. Las familias yazidíes han buscado refugio en las ruinas de una granja y han plantado algunas tiendas de campaña. El viento aúlla a través del paisaje desolado y una fina capa de nieve cubre las colinas. Unos pequeños calentadores de queroseno son la única fuente de calor y las lonas de plástico apenas aislan los edificios frente al viento.Noura, una yazidí, nos invita a la casa que se construyó. “Esto era un establo”, dice. “Aquí vivían los animales, no las personas”. En un rincón, una joven saca a su bebé pequeño y desnutrido de una cuna. “Es mi primer hijo”, dice Hadiya. “Hemos escapado del EI por las montañas de Sinjar sin nada que comer. Un helicóptero vino a rescatarnos y allí nació él. Lo llamamos Behwar, que, en nuestro idioma, significa: sin hogar”.

OpORtunIDADEs En EL KuRDIstán Perder el hogar es indescriptiblemente doloroso para todos los refugiados. Pero al menos en el norte de Irak hay oportunidades. “En comparación

con otros lugares que acogen a un gran número de refugiados, el Kurdistán es una isla de estabilidad en una región turbulenta. Se está desarrollando y su economía emergente ofrece oportunidades de empleo”, dice el director internacional del JRS, Peter Balleis SJ. “Muchos de los refugiados tienen una buena formación y una experiencia laboral sólida por lo que es posible la integración local si se salvan las barreras del idioma”.

La mayoría de los refugiados hablan árabe, no kurdo. Por esto no es tan sencillo que los niños refugiados vayan a las escuelas locales ni que sus padres encuentren un trabajo. Los programas de educación del JRS están abordando este problema. “Una de nuestras tareas más urgentes es preparar a los niños mediante la educación informal y con clases de kurdo e inglés, lo que les permitirá asistir a las escuelas locales”, continúa el P. Balleis. “Lo mismo sirve a los adultos. Aprender kurdo es clave para convivir y crear un futuro aquí”.

sOÑAnDO COn LA sEguRIDADAfaaf no ve su futuro en el Kurdistán. Huyó de Karakosh y ahora vive con otras 400 familias en un centro comercial

sin terminar de Erbil. Ella quiere reunirse con su familia en Alemania. Uno de sus hermanos lleva doce años en Colonia. Encontró un trabajo y se construyó una casa. “Alemania es segura. Es como el cielo”, dice Afaaf. Es muy duro para gente como Afaaf y Kamala tener que pensar en las oportunidades que tienen a mano y no en la esperanza de un paraíso lejano. Ellos han visto el infierno en su propio país y ya no creen que un futuro en paz sea posible en Irak. Solo el tiempo puede demostrar si tienen razón en su evaluación sombría de lo que les aguarda.

REgREsO DE sIRIA A IRAKSarab coordina los proyectos del JRS en el norte de Irak. Creció en Bagdad, donde estudió informática y psicología. Recuerda que “en 2006, un grupo terrorista islamista secuestró a mi hermano y amenazó a toda nuestra familia. Pagamos el rescate y huimos”. Su madre ahora vive en Canadá, su hermana en los EE.UU. y su hermano en Suecia. Sarab fue a Siria. “No fue fácil empezar una nueva vida en Damasco. Al principio, trabajé como limpiadora en una empresa de informática y una noche me puse a hablar con el jefe. Él se sorprendió al ver que podía ayudarle con un problema informático. A través de él conocí a los jesuitas en Damasco y les ayudé a poner en marcha proyectos de ayuda para los refugiados iraquíes y

posteriormente para los sirios; aunque siempre he soñado con volver a Irak para hacer algo por mi gente”.

EL EntusIAstA EQuIpO DEL JRs En octubre de 2014, Sarab regresó a Irak para coordinar los proyectos del JRS en Erbil, la capital kurda. Las comunidades cristianas locales en la ciudad acogieron a los refugiados con calidez y eficiencia. Todo está muy bien organizado. Un equipo de 20 personas del JRS ha comenzado a trabajar en cuatro lugares dentro y en los alrededores de Erbil, visitando a las familias e impulsando programas psicosociales y educativos. Casi todos los del equipo son desplazados. Muchos vienen de Karakosh o Mosul; otros, como Sarab, pasaron años en Siria antes de huir de la guerra civil en

ese país para regresar a casa, donde todo sigue igual de inseguro. La mayoría son jóvenes con estudios que trabajan con empatía y fuerza.Abeer era maestro en Karakosh. Ahora, visita a las familias desplazadas en una de las colonias de contenedores de Erbil. Rupina es armenia y ya había trabajado con el JRS en Siria. Volvió a encontrarse casualmente con Sarab en Erbil. Mithal, artista, tenía un taller de cerámica en Mosul. Todo lo que queda de su obra son unas cuantas fotos en su teléfono móvil. Las muestra con una mezcla de orgullo y pena. Hoy, es la supervisora del programa de artes y oficios para niños y jóvenes. La Hna. Rajaa y la Hna. Raed son dos Hermanitas de Jesús, que se han unido al equipo; la comunidad de Mosul se refugió con sus hermanas en Erbil.

Abouna Zakka (izda.) es un sacerdote ortodoxo de la aldea de Marga, cerca de Mosul. A Sarab Mikha, que trabaja para el JRS, se le escapan las lágrimas al escuchar su historia. Abouna Zakka abandonó Marga junto a otras 80 familias huyendo del EI. Ahora viven en contenedores en el recinto de la iglesia de la aldea de Mangesh, en la región de Dohuk, en el norte de Irak. (Peter Balleis SJ/JRS)

El bebé Behwar nació en el helicóptero que rescató a su madre, Hadiya, en las montañas de Sinjar, adonde miles de cristianos y yazidíes huyeron para escapar de las atrocidades del EI. (Judith Behnen)

Sarab Mikha bromea con unos niños que viven en un asentamiento de contenedores creado por la iglesia local para acoger a los refugiados en Erbil. (Peter Balleis SJ/JRS)

NoRTE dE IRaK NoRTE dE IRaK

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Servir

En los últimos meses, se ha hecho casi imposible no escuchar noticias sobre los avances y las atrocidades del Estado Islámico (EI) en Siria e Irak. Cientos de miles de personas han huido de las barbaridades de este grupo terrorista. En el Kurdistán, norte de Irak, el JRS está trabajando hombro con hombro con la Iglesia local para ayudar a los refugiados. Queremos que nuestros proyectos educativos y de apoyo psicosocial de nueva creación les den el consuelo y la esperanza que tanto necesitan. por favor, ayúdenos a ayudarles.

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Sufraga los costes de formación de un adulto durante tres meses.

Paga la educación de un niño durante un año.

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leyendo en un contenedor convertido en una biblioteca… un lugar seguro donde aprender. (Judith behnen)

¡no celebremos el quinto aniversario del conflicto!Elias Sadkni completó su maestría en Conflictos, Seguridad y Desarrollo en la Universidad de Sussex en 2013, tras lo cual regresó a Siria. Vive en Alepo, donde es director adjunto del JRS en Siria.

Es complicado hablar de Siria. Trato de no mostrar mis sentimientos; tal vez porque no sé muy bien qué siento por lo que sucede, o simplemente porque tengo miedo de enfrentarme a la verdad. La situación en Siria es demasiado compleja para definirla en una palabra: devastadora, impactante y deprimente... La única realidad que veo es que estamos perdiendo la esperanza de vencer a esta mortal guerra.

La necesidad más importante es la voluntad de poner fin a esta guerra. Pero hasta ahora esa voluntad está desaparecida y nada se puede hacer. Todos los intentos por encontrar alguna solución que no sea completa serán en vano. La guerra va más allá de Siria, pero al mismo tiempo la solución debe comenzar desde el interior de Siria.

La población, y en particular la sociedad civil siria, desempeña un papel importante. Aunque recientes, las entidades de la sociedad civil trabajan con gran profesionalidad. Sin embargo, su impacto suele limitarse a los aspectos sociales del conflicto y no se ha dejado sentir en las vías políticas o militares.

Creo en un posible papel positivo para la comunidad internacional cuando -y solo cuando- se base en las perspectivas locales y surja de las realidades sobre el terreno. Las organizaciones internacionales pueden apoyar las iniciativas

propuestas por los sirios para hacer frente a las consecuencias y sobre todo a las causas de la guerra. Sin embargo, el papel más significativo es que los gobiernos presionen por una solución que ponga fin al sufrimiento y den protección a los refugiados.

Quise poner en práctica lo aprendido. Cuando comenzamos el proyecto del JRS en Alepo, éramos solo ocho personas apoyando a 25 familias necesitadas. Hoy, este proyecto cuenta con 200 empleados y está llegando a más de 10.000 familias. Sí, yo creo que una persona puede marcar la diferencia, porque la inspiración y la esperanza se transmiten a terceros.

Distribución de alimentos en la Ciudad Vieja de Homs para los residentes que regresaron tras la firma del alto el fuego. (Tomy Kilahji/JRS)

Foco en oRieNte Medio

Foco en oRieNte Medio

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puntO InfO

los sirios están ahora en su quinto año de una de las guerras más brutales del siglo XXI, un trágico aniversario este mes de marzo. a medida que la cifra de muertos crece sin control, los sirios se sienten más desesperados y divididos, y al mismo tiempo abandonados y atacados por todos. El JRS apremia a la comunidad internacional a tomar la iniciativa para allanar el camino a un diálogo político serio y, más importante aún, para que cese la violencia contra la población civil y los trabajadores humanitarios. Nuestro clamor al mundo es: “¡No celebremos el quinto aniversario del conflicto sirio!”

SIRIa DefenDer

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La xenofobia asoma, de nuevo, su feo rostro en nuestro país. Al menos cinco personas han muerto, tres de ellas sudafricanas, como consecuencia de los saqueos violentos de tiendas de propiedad extranjera en los alrededores de Johannesburgo. Más de 80 han sido destruidas.

Medios sensacionalistas, dirigentes políticos y policía presentan estos ataques como crímenes comunes y no de xenofobia. Algo difícil de sostener cuando solo se saquearon tiendas de extranjeros. Pero la verdad es que un ataque contra extranjeros en Sudáfrica es un ataque a los sudafricanos, y a todo lo que representan, y esto es un crimen. Los ataques son una cuestión de

liderazgo civil, político y religioso que debemos tomarnos en serio.

Los recientes acontecimientos recuerdan a los de 2008, cuando más de 100.000 personas fueron desplazadas y 63 murieron en ataques xenófobos. Lo que los medios no dicen es que cada año, desde entonces, a excepción de 2009, muchos más han muerto en ataques xenófobos. Solo en 2013, 240 refugiados fueron asesinados en este país. Mientras tanto los municipios aprueban leyes locales para excluir a los extranjeros de la economía y aislarlos de la comunidad.

Dado que la xenofobia parece arraigada en el paisaje sudafricano, es importante desmontar sus mitos más comunes:

Mito 1 Sudáfrica está invadida por inmigrantes y refugiados. Sudáfrica alberga una de las poblaciones más altas solicitantes de asilo en el mundo (estimada en 315.000). En general, sin embargo, tiene poca inmigración: apenas el 4% de su población nació en el extranjero, unos dos millones de personas.

Mito 2 los inmigrantes y, en especial, los refugiados se quedan con los trabajos locales. Cada vez son más las investigaciones, realizadas en países tan diversos como Uganda, Tanzania, Dinamarca y Australia, y también en Sudáfrica, que muestran que los refugiados y los inmigrantes aportan nuevos y

Xenofobia: un crimen contra sudáfricaDavid Holdcroft SJ, director regional del JRS en África austral

exitosos modelos empresariales de servicios, crean empleos y generan ingresos para los sudafricanos. Su presencia beneficia a la economía. Después de los recientes ataques, los sudafricanos pobres lo corroboraron lamentándose por la pérdida de los spaza-shop somalíes, que ofrecen buenos servicios, pequeños créditos para los tiempos difíciles, y víveres a buen precio.

Mito 3 al aceptar inmigrantes, Sudáfrica corre el peligro de perder sus culturas. Aquí la experiencia de Australia es ilustrativa. Las sucesivas olas de inmigrantes han cambiado la estructura de la sociedad australiana de una manera que nadie podría haber previsto. Ha habido tensiones, pero este genuino experimento multicultural ha forjado un país receptivo a un mayor comercio con más socios que antes.

Mito 4 la inmigración alienta el terrorismo. Los atacantes de Charlie Hebdo “se sentían franceses, pero fueron considerados (por muchos franceses) como extranjeros”. Si no incluimos a los inmigrantes en el desarrollo de nuestra sociedad es probable que aumente la desafección.

Mito 5 los sudafricanos son poco acogedores. En mi experiencia, los sudafricanos son tan hospitalarios como cualquier raza de la tierra: la xenofobia tiene sus raíces en otro lugar.

EL CAMInO A sEguIREl primer paso es llamar a estos ataques violentos contra extranjeros por su nombre: xenófobos y, por tanto, criminales. Los autores deben ser procesados para que todos aprendan que la violencia no es un lenguaje legítimo

para expresar quejas.En segundo lugar, es vital reunir

a la comunidad, políticos y líderes religiosos para hablar de las causas de los ataques. Estos radican en la falta de esperanzas y de futuro de una sociedad en la que muchos jóvenes entran en la edad adulta con una educación deficiente, pocas perspectivas y sin voz política. Tampoco sienten que los dirigentes se preocupen por ellos o les escuchen.

Las raíces de la xenofobia se encuentran en una maraña de razones: la gran disparidad de la riqueza y la exclusión social y económica de muchos sudafricanos. Gran parte de la comunidad no percibe el contrato social que hace que una sociedad sea algo significativo para todos sus componentes. La falta de rendición de cuentas a una circunscripción local es una característica particular de Sudáfrica que debe ser corregida.

Las iglesias tienen un papel crucial al ver la humanidad como algo que trasciende a lo nacional o étnico. Deben resistir cualquier impulso de definir las comunidades en términos etnoculturales.

Nos consuela que el propio Jesús luchó contra las fuerzas de un racismo que buscaba chivos expiatorios, y que fue una extranjera quien le impulsó a repensar por completo su misión. Somos beneficiarios directos de la intercesión de la mujer sirofenicia y debemos ver al extranjero como una oportunidad para reflexionar y reconfigurar nuestros valores y vidas.

REfLEXIón

En un episodio del Evangelio de marcos (7:24-30), Jesús deja la tierra judía para ir al territorio pagano de Tiro. Una nativa de esa región, una sirofenicia (griega con una religión y una cultura diferentes) pide a Jesús que sane a su hija poseída por un espíritu maligno. Jesús responde: “deja que antes se sacien los hijos; no está bien tomar el pan de los hijos para tirárselo a los perros”. las palabras de Jesús nos sorprenden. parece compartir la opinión de su pueblo que desprecia a los no judíos como perros por no pertenecer al pueblo elegido. además, los sirofenicios, más desarrollados, explotan Galilea, la región natal de Jesús. pero ella responde: “Es verdad, Señor, pero los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que dejan caer los hijos”. a lo que él responde: “a causa de lo que has dicho, puedes irte: el demonio ha salido de tu hija”. la reacción de Jesús puede ser la nuestra: está en territorio extranjero, se encuentra a una desconocida que pide ayuda. Y responde ‘no’. pero la mujer regresa con humildad, inteligencia y coraje. Tal vez, en sus palabras, Jesús escucha la voz de su padre diciéndole que rompa la barrera de sus prejuicios y acepte la intrusión del otro que está en necesidad. Género, origen, cultura y religión separan a Jesús de la mujer. Ella le enseña a salvar esas diferencias. pABLO ALOnsO sJ, tomado de “God in Exile” (dios en el Exilio), JRS, 2005

Sara y Yohannis han vivido en Sudáfrica como solicitantes de asilo durante 10 años, explotados y bajo un acoso continuo. Yohannis apenas puede recordar cuántas veces ha sido atacado. Una vez, en Johannesburgo, fue golpeado tan duramente que quedó inconsciente en la calle durante más de una hora. La foto de la izquierda y la de la página siguiente se tomaron en un viaje a las oficinas de la organización, Abogados por los Derechos Humanos, donde Sara y Yohannis acudieron en busca de ayuda para obtener la condición de refugiados. (Graeme Williams/JRS)

VeR taMBiÉN la contraportada

SUdáFRICa SUdáFRICa DefenDerDefenDer

16 17servir servir

Hacia el mediodía, Reporteros Sin Fronteras nos alerta de que no tienen noticias de un periodista sirio que debía haber llegado a Marsella. Llamo a la policía, que me dice que el periodista está en la zona de espera del aeropuerto y que aún no ha cruzado la frontera. Voy a visitarlo. Me entero de que lo envían de regreso por la noche y que no ha pedido asilo. La policía de fronteras no le informó que podía hacerlo... y él esperaba que apareciesen los de Reporteros Sin Fronteras. Le dije cómo presentar una solicitud de asilo. Lo hizo. Y mientras tanto asociaciones parisinas enviaron a las autoridades todos los datos que tenían sobre el periodista, que pudo entrar en Francia al día siguiente.

El periodista fue una de las muchas personas que terminan

dentro de la frontera. Si miran una frontera dibujada en un mapa, verán una fina línea trazada entre dos países. Pero si la miran con una potente lupa, sobre un mapa a gran escala, verán que, en realidad, hay gente dentro de esa línea.

Cuando alguien entra en Francia desde otro país que no forma parte del espacio Schengen, lo someten a una inspección en la frontera y, por razones varias, le pueden negar la entrada. Una posible razón es que tal vez no ha entendido que sus documentos -visado, billete de vuelta, carta de invitación- y fondos para el viaje deben estar en completo orden. Más en serio, el viajero puede tener un visado no válido o un pasaporte falso, o incluso estar sin papeles. Si está en tránsito, quizás la documentación para su destino final no esté en orden.

Cualquiera en esta situación podría terminar en una sala de espera en la frontera, si no lo pueden subir al barco o al avión en que llegó, o si ha solicitado asilo. También hay otro escenario: cualquier persona que conozca sus derechos puede pedir un ‘clear day’. Es decir, 24 horas de margen en las que puede contactar con familiares y un abogado.

Aquí, la policía de fronteras puede hacer lo que quiera. Si decide rechazar la entrada a alguien y reembarcarle inmediatamente, no hay quien le supervise, intervenga, controle o pueda oponerse a su decisión.

Según la ley, la policía de fronteras puede retener a alguien durante cuatro días, hasta que haya disponible un viaje de vuelta o el procedimiento de asilo inicial se haya completado. Mientras tanto,

el “no admitido” puede ponerse en contacto con un abogado, familiares, recibir visitas y la ayuda de las ONG humanitarias. Para prolongar la detención más allá de los primeros cuatro días, la policía necesita la autorización de un juez.

¿Qué hacen los visitantes de las organizaciones humanitarias en las salas de espera en la frontera? Me gustaría compartirles algunos ejemplos de mi experiencia personal. Uno de ellos es el del periodista sirio, ya citado. Aquí mi papel era asesorar en una situación de crisis. Por desgracia, sin embargo, los visitantes de las ONG no siempre están por allí para hacerlo.

En las áreas de espera, las compañías aéreas suministran las comidas. Durante más de una semana visité a un joven africano que recibía su comida fría mañana,

mediodía y noche. ¿Quién puede resistir un régimen de este tipo? Le pregunté si quería algo; respondió que arroz con salsa, pollo, pescado o cacahuetes. Dejé el puesto de policía y regresé con una bandeja de comida comprada y recalentada en el aeropuerto. Le pido al jefe de la policía que me permita entregarle la comida al joven. Él le manda a un joven guardia: “Cógelo, pero primero pasa el recipiente por el monitor de seguridad”. Este simple gesto de humanidad tiene un resultado no previsto: unos jóvenes guardias, sorprendidos, me preguntan por qué visito a las personas detenidas allí, y por qué vuelvo. Los jefes de policía llaman a las unidades donde duermen los detenidos “habitaciones”; los jóvenes guardias las llaman “cárceles”.

En otra ocasión, visité a un

hombre que acaba de llegar de Argelia y al que le encontraron algunas incoherencias en sus fondos para el viaje. Está angustiado porque la policía le dice que sospechan que ha llegado a Francia para robar, y está seguro de que van a escribir “ladrón” en su pasaporte. Le digo que no va a poder impedir que la policía lo suba de nuevo al avión esa misma tarde, y le explico todos los riesgos de una negativa a embarcarse, dejando claro que la elección es suya. También le digo que puede volver cuando solucione lo del alojamiento y el dinero y si su pasaporte y visado siguen siendo válidos. Por fin se calma porque siente que ya no está en un túnel sin salida... aunque el resultado final no es el que hubiera querido. Mi función básica es explicar la situación, todos los aspectos, sin tratar de

Dentro de la fronteraMichel Croc, JRS Francia

Cruzar las fronteras internacionales no siempre es sencillo, aunque – a veces especialmente si – se trate de una cuestión de vida o muerte. El joven de la imagen de la izquierda acaba de llegar a Malta

después de cruzar el mar de Libia.

Darrin Zammit Lupi Chrupka/Shutterstock MA8/Shutterstock

FRaNCIa FRaNCIa DefenDerDefenDer

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Reflexión

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Las huellas de la resurrección Felix Polten SJ, JRS RDC

La Pascua es la celebración de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. El Vía Crucis, con sus 14 estaciones, entra en profundidad en el sufrimiento y la muerte, y a veces en una 15ª estación, en la resurrección. Pero las huellas de la resurrección se pueden encontrar incluso en las primeras 14 estaciones. Al trabajar y vivir con el JRS en el este del Congo, la pasión y la muerte, por un lado, y la resurrección, por el otro, son una experiencia cotidiana.

La primera estación retrata la condena de Jesús: en todo el mundo, los desplazados forzosos, más de 50 millones de hombres, mujeres y niños, están condenados por las fuerzas del mal y no tienen la oportunidad de luchar contra su condena. Deben escapar, sin saber muy bien adónde ir ni cuándo o si van a poder volver.

Las estaciones tres, siete y nueve cuentan cómo Jesús cae tres veces bajo el peso de la cruz. Célestin mira el lugar en que se levantaba su pequeña choza con sus pocas pertenencias. Después de cinco días en la selva, regresó encontrándolo todo quemado por alguno de los innumerables grupos armados que luchan en Kivu del Norte. Es la tercera vez que él y su familia deben comenzar de nuevo. Hace siete años huyeron de su pueblo cuando fue atacado. Su huida desesperada les llevó a uno de los muchos campos de desplazados internos en la región. Pero no se quedaron por mucho tiempo: el campamento fue atacado y otra vez la familia tuvo que salir con rumbo desconocido.

influir en la elección del hombre.Luego, un día siete sirios

llegaron al puerto de Toulon sin visado. Querían pedir asilo, pero no en Francia. La policía pensó que debían aplicar el Reglamento de Dublín, que establece que un solicitante de asilo debe presentar su demanda en el primer estado de la UE por el que entre. Si los sirios se negaban, la única solución era enviarlos de regreso a Estambul. Las autoridades realmente no querían hacerlo, más aún cuando había un testigo... un servidor de ustedes. Llegamos a una solución “no ilegal”: se autorizó a los sirios a entrar en Francia, pero no tomaron sus huellas digitales, ya que no pidieron asilo, y se les dio un salvoconducto para el país de su elección.

Cuando vas como visitante a la zona de espera, entras en el dominio de los derechos

humanos. Muchos ejemplos: cuando se trata de la denegación de entrada, a veces la policía decide por sí misma. “Le exijo que se vaya de inmediato”. No es un comportamiento gratuito –“Si usted protesta, le rompo el pasaporte”–, puede ser incluso violento durante los intentos de embarque. “Se golpeó la cabeza en el ascensor”. Nuestro papel aquí es detectar, y compartir con las asociaciones, los hechos que deben hacerse públicos o ser llevados ante la ley.

Los visitantes de las salas de espera son pocos, por lo que ni pueden ayudar a todos aquellos que pasan por este difícil momento, ni controlar que se respeten sus derechos. Entonces, ¿qué hace que nuestras acciones sean eficaces cuando son, en definitiva, tan limitadas? Es la creencia cristiana bien conocida de que el mal teme

la luz y florece con facilidad si tiene la seguridad del secreto. Aunque los visitantes no siempre están presentes, pueden pedir entrar en la sala de espera en cualquier momento sin previo aviso. Y observaciones repetidas finalmente permiten llegar a niveles más altos, produciendo mejoras sustanciales en aquellos lugares donde muchos sufren y pocos pueden estar a su lado para tomar medidas.

Aunque los visitantes no siempre estén presentes, pueden pedir entrar en la sala de espera en cualquier momento sin previo aviso.

Gwoeii/Shutterstock Destellos de resurrección en medio del sufrimiento generalizado: La Hna. Regina del JRS en Masisi se encuentra con un viejo amigo en el campamento de Lubushere para desplazados internos en el este de la RDC. (Peter Balleis SJ/JRS)

Vivieron más o menos en paz en otro campamento, hasta la semana pasada.

La quinta estación muestra a Simón de Cirene ayudando a Jesús a llevar la cruz. Cada vez que Zawadi, de 11 años, lleva el bidón de 20 litros a sus espaldas, atado a la cabeza con un pedazo de trapo, sabe que la media hora de trayecto a pie desde la fuente supondrá un gran esfuerzo. Pero ella lo recorre feliz cuatro veces a la semana. Sin ella, su vecino de 77 años no tendría qué beber. Las piernas de Igabas ya no pueden caminar, y ella vive sola en una pequeña cabaña del campamento de Kalembe.

La estación sexta muestra a Verónica enjuagando el rostro de Jesús. Maombi está orgullosa con

su uniforme escolar y de poder asistir a la escuela secundaria en Kashuga. Faltó durante dos años porque su familia no podía pagar las cuotas escolares de todos sus hijos. La educación da a Maombi la esperanza de un futuro mejor más allá del campamento.

La gente que vive en el exilio necesita más que los momentos cotidianos de la resurrección. Necesita una nueva vida, una resurrección definitiva, no solo en el Reino que vendrá, sino, hoy, en este mundo. Esto debe suceder para que el Reino celestial sea una realidad, para que el plan de Dios para la familia humana se materialice, para que la vida, el amor y la paz tengan la última palabra, como en la Pascua.

FRaNCIa REpúblICa dEmoCRáTICa dEl CoNGoDefenDer

DAnDO A LOs REfugIADOs un EspACIO pARA COMpARtIR SUdáFRICa

jrssaf.org

www.jrs.net

Refuge, una nueva publicación del JRS, nos acerca a las frágiles y heroicas vidas de cinco refugiados que se vieron atrapados por los avatares de la historia y huyeron a Sudáfrica. Cada historia personal sugiere la pregunta de cómo un ser humano sobrevive a situaciones tan extremas como el despojo de todo, la persecución, la guerra civil, el genocidio, la violación y el encarcelamiento. Estas piezas también muestran los problemas

específicos que enfrentan los refugiados en Sudáfrica: la xenofobia y los crímenes contra extranjeros son temas siempre presentes. Ser “invisible” es un mecanismo de supervivencia para la mayoría de los refugiados, por lo que reconocemos la valentía de los que participaron en esta iniciativa. El libro forma parte del proyecto del JRS en áfrica austral de contar historias, dando voz a los refugiados y desplazados forzosos en espacios urbanos.

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