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Mesoamérica a la llegada de los españoles Las culturas de Mesoamérica desarrollaron complejos sistemas de gobierno, creencias religiosas, conocimiento científico y formas artísticas. Dentro del área, los pueblos compartieron rasgos que iban desde la dieta y el vestido hasta los tipos de templo y los dioses. Las cosechas más típicas eran de maíz, los frijoles y el chile. Las tortillas de maíz, un alimento básico, se preparaban con piedras de amasar y moldes de arcilla. Los nobles usaban habitualmente túnicas de algodón ricamente bordadas, mientras que la gente del común se vestía con prendas de paño y simples frazadas. Entre los elementos arquitectónicos comunes se encuentran los grandes templos levantados sobre altos plintos escalonados y los juegos de pelota donde se practicaban juegos de significación religiosa. Entre los logros intelectuales de Mesoamérica se cuentan distintos sistemas de escritura jeroglífica, avanzados estudios astronómicos y un calendario muy complejo y preciso. Las prácticas y creencias religiosas compartidas por estas culturas incluyen deidades comunes, culto a los antepasados y sacrificios humanos. Los rasgos y tradiciones de Mesoamérica se desarrollaron en diferentes regiones y se extendieron por las diversas sociedades debido a los contactos interregionales. Para la época de la conquista española, que comenzó en 1519, la práctica totalidad de las sociedades mesoamericanas compartían estas características. Al desarrollo cultural contribuyó la diversidad ambiental de Mesoamérica. La división entre tierras altas y bajas producía diferentes plantas, animales y recursos en las diferentes regiones. Esta variedad alentó entre las sociedades unas relaciones basadas en el mutuo beneficio. Por ejemplo, los productos de las tierras bajas, como el algodón y el cacao (utilizado para hacer chocolate), se cambiaban por productos de las tierras altas, como obsidiana (un cristal volcánico utilizado para fabricar herramientas) y basalto (piedra de la que se hacían morteros para moler maíz). Los arqueólogos dividen la historia cultural de Mesoamérica en cinco periodos principales: paleoindio (antes de 8000

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Mesoamérica a la llegada de los españoles

Las culturas de Mesoamérica desarrollaron complejos sistemas de gobierno, creencias religiosas, conocimiento científico y formas artísticas. Dentro del área, los pueblos compartieron rasgos que iban desde la dieta y el vestido hasta los tipos de templo y los dioses. Las cosechas más típicas eran de maíz, los frijoles y el chile. Las tortillas de maíz, un alimento básico, se preparaban con piedras de amasar y moldes de arcilla. Los nobles usaban habitualmente túnicas de algodón ricamente bordadas, mientras que la gente del común se vestía con prendas de paño y simples frazadas. Entre los elementos arquitectónicos comunes se encuentran los grandes templos levantados sobre altos plintos escalonados y los juegos de pelota donde se practicaban juegos de significación religiosa. Entre los logros intelectuales de Mesoamérica se cuentan distintos sistemas de escritura jeroglífica, avanzados estudios astronómicos y un calendario muy complejo y preciso. Las prácticas y creencias religiosas compartidas por estas culturas incluyen deidades comunes, culto a los antepasados y sacrificios humanos. Los rasgos y tradiciones de Mesoamérica se desarrollaron en diferentes regiones y se extendieron por las diversas sociedades debido a los contactos interregionales. Para la época de la conquista española, que comenzó en 1519, la práctica totalidad de las sociedades mesoamericanas compartían estas características. Al desarrollo cultural contribuyó la diversidad ambiental de Mesoamérica. La división entre tierras altas y bajas producía diferentes plantas, animales y recursos en las diferentes regiones. Esta variedad alentó entre las sociedades unas relaciones basadas en el mutuo beneficio. Por ejemplo, los productos de las tierras bajas, como el algodón y el cacao (utilizado para hacer chocolate), se cambiaban por productos de las tierras altas, como obsidiana (un cristal volcánico utilizado para fabricar herramientas) y basalto (piedra de la que se hacían morteros para moler maíz). Los arqueólogos dividen la historia cultural de Mesoamérica en cinco periodos principales: paleoindio (antes de 8000 a.C.), arcaico (8000-1500 a.C.), preclásico o formativo (1500 a.C.-292 d.C.), clásico (292-900 d.C.) y posclásico (900-1527 d.C.). Cada una de estas etapas supuso una serie de importantes desarrollos interrelacionados. El periodo paleoindio abarca la época en que Mesoamérica, junto con el resto del continente americano fue ocupado por primera vez por bandas nómadas de cazadores-recolectores, cuyos antepasados habían emigrado desde Asia. Durante el prolongado periodo arcaico, los grupos mesoamericanos se establecieron en poblados permanentes y desarrollaron la agricultura como su principal medio de subsistencia. El mayor logro cultural del periodo arcaico fue el cultivo del maíz, que se convirtió en el alimento básico de la dieta mesoamericana. Durante el preclásico se desarrollaron las primeras sociedades complejas, con grandes poblaciones sostenidas por la agricultura extensiva. Estas sociedades se segmentaron en una clase dirigente y otra popular. El desarrollo de estrechos vínculos entre las elites de las diferentes regiones hizo de Mesoamérica una entidad cultural definida, donde los pueblos compartían una ideología religiosa y una forma de gobierno, a pesar de estar divididos en sociedades distintas, con centenares de lenguas diferentes.

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El periodo clásico contempla el máximo desarrollo de los primeros estados mesoamericanos dignos de tal calificativo, gobernados por reyes cuyo poder se asentaba sobre religiones oficiales y grandes y poderosos ejércitos. En estos estados se levantaron grandes y populosas ciudades y extensos sistemas comerciales. Existía una acusada estratificación social, entre cuyas clases se contaba un artesanado profesional y un campesinado, junto con una clase gobernante establecida. Tras el colapso de las grandes civilizaciones del periodo clásico, asistimos durante el posclásico al ascenso de otras sociedades en las que priman los canales comerciales a gran distancia y la potencia militar. Durante este periodo se dio una cierta secularización del estado, lo que implicaba que, aunque la religión seguía ocupando un papel importante, no estaba tan mezclada con la política y la economía. Los ejércitos adquirieron importancia en la medida en que protegían las rutas comerciales y servían para adquirir bienes y mano de obra mediante la conquista de otros estados. Fueron estas sociedades las que se encontraron los españoles, quienes iniciaron su conquista a principios del siglo XVI.

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LA CONQUISTA

La Conquista de México se refiere principalmente al sometimiento del estado mexica o azteca, logrado por Hernán Cortés en el nombre del rey Carlos I de España y a favor del Imperio español entre 1519 y 1521. El 13 de agosto de este último año, la ciudad de México-Tenochtitlan cayó en poder de los conquistadores españoles, después de dos años de enconados intentos bélicos, políticos y conspirativos, en los que participaron junto con los españoles, los pueblos indígenas previamente avasallados por los mexicas, en un afán por rebelarse —aprovechando la alianza con los recién llegados— de las condiciones de sojuzgamiento en que vivían. Este hecho marcó el inicio de la colonización española y el nacimiento del México mestizo.

Hubo posteriormente otras expediciones y campañas militares, tanto de Hernán Cortés como de sus capitanes, entre 1521 y 1525, en la zona central, norte y sur del territorio del actual México, las cuales fueron sentando los primeros límites del Virreinato de Nueva España. Desde esta base inicial, la conquista fue continuada con la incorporación de otros territorios por diversos conquistadores y Adelantados: California, la península de Yucatán, la zona occidental conocida como Nueva Galicia, la zona noreste conocida como Nuevo Reino de León, la zona norte en donde se encontraba la Nueva Vizcaya y otros territorios de América del Norte y Central. A partir de estos acontecimientos, que modificaron drásticamente la geopolítica mundial en los albores del siglo XVI, discurrirían aproximadamente tres siglos de dominación colonial española.

A continuación se muestra la cronología más completa sobre los  eventos que presidieron a la conquista por parte de los españoles al mundo mesoamericano:  

17 de abril de 1492: Se firman las Capitulaciones de la Santa Fe, documentos en los que los reyes españoles le dan autorización y financian el viaje de Cristóbal Colón a las en ese entonces “Indias”.

3 de agosto de 1492: Zarpa, del puerto de Palos, Cristóbal Colón. 12 de octubre de 1492: Cristóbal Colón llega a las Bahamas, día oficial del

descubrimiento de América. 15 de marzo de 1493: Colón regresó a España donde les cuenta a los reyes

sobre su descubrimiento y le financian otras expediciones. 1511: Inician las expediciones en busca de oro por parte de los españoles,

Diego Velázquez es proclamado primer gobernador de Cuba. 1519: Después de la segunda expedición y su fracaso, se hizo una tercer al

mando de Hernán Cortés, llega a Cozumel donde encuentra a Gerónimo de Aguilar, español que había naufragado mucho tiempo antes y conocía el idioma de los nativos, Cortés lo usó de interprete con los mayas. Al llegar a antigua ciudad de Potochan, ahora Grijalva (Tabasco) tuvo un enfrentamiento con unos

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mayas, Hernán resulta vencedor y los mayas les dan regalos entre ellos a una doncella de nombre Malintzin la cual conocía el náhuatl y el maya.

Julio de 1519: Se funda la Villa Rica de la Vera Cruz, lugar de donde surgirían las expediciones al interior del territorio mexicano.

En Cempoala los españoles se alían con una tribu que era enemiga de los mexicas, estos se hacían llamar Totonacas. Posteriormente se internó más al interior del territorio, donde tuvo otros encuentros hostiles con los Tlaxcaltecas pero al final logro hacer otra alianza con ellos. El avance a Tenochtitlán seguía en pie.

8 de noviembre de 1519: Hernán Cortes junto con su ejército de españoles y aliados indígenas entran a la ciudad capital de imperio mexica: Tenochtitlán. 

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LA COLONIA

Para la historia de México el periodo conocido como la Colonia o Virreinato empieza en el siglo XVI, cuando los españoles, al mando de Hernán Cortés conquistaron la antigua México-Tenochtitlan. Así fundaron la Nueva España, nombre que los conquistadores le dieron a la actual ciudad de México. También se conoce esta etapa con el nombre de virreinato porque el país, durante el tiempo que duró, fue gobernado por un representante del rey de España que tenía el título de virrey. Es muy raro que haya épocas que abarquen exactamente una cifra decimal redonda, pero en nuestra historia colonial así es, ya que se considera que esta etapa empieza estrictamente en el año de 1521, cuando cayó en poder de los españoles la antigua ciudad de México-Tenochtitlan, y termina en 1821, año en el que se declaró la Independencia de México.

Así pues el periodo de la Colonia abarca 300 años y está usualmente dividido en tres periodos: el primero, y más antiguo el que corresponde al siglo XVI y abarca todo lo que pasó en la Nueva España desde 1521 hasta 1600; el segundo, el del siglo XVII , que comprende lo sucedido entre 1601 y 1700, y finalmente, el tercero y último, el del siglo XVIII mexicano y que va de 1701 y 1800.

Los 21 años que faltan para llegar a 1821 ya pertenecen al siglo XIX, y todavía son parte de la historia de la Colonial, aunque los historiadores les conceden a esos años finales del Virreinato el apelativo de periodo, “de transición”, ya que la lucha iniciada por Miguel Hidalgo y Costilla contra el dominio del gobierno español en la Nueva España había comenzado en 1810 dando lugar así al nacimiento de México.

La importancia de la época de la Colonia es determinante tanto para la historia de nuestro país como nación independiente como para la historia de todo Occidente, ya que, a partir de ese momento, América entró a formar parte del mundo que hasta entonces conocían los europeos.

En la época de la Colonia la religión católica ganó nuevos e importantes territorios, cambió el lenguaje, la traza de las ciudades, las manifestaciones culturales y artísticas y se inició el mestizaje o sincretismo, es decir la mezcla entre los conquistadores y los conquistados, combinación que definió el carácter actual que tienen hoy todas las naciones llamadas latino o hispanoamericanas.

Para entender cabalmente la complejidad de la época de la Colonia en México habría que analizar, en un principio, dos tipos de dominación española: la conquista militar y la conquista espiritual, y después, adentrarse en cómo fue el establecimiento de las ciudades españolas, cuál la situación de los naturales, cómo estaba constituido y cuál

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era el funcionamiento del gobierno colonial; la importancia de las autoridades eclesiásticas, las nuevas formas de moral y también el terror que inspiró el Santo Oficio todo ello sin olvidar, por supuesto, los estratos o castas de los que estaba compuesta la sociedad colonial. No menos importante fue, por supuesto, el arte y la cultura en la Colonia que en cada siglo XVI, XVII y XVIII tuvo manifestaciones particulares, la vida cotidiana y el surgimiento del criollismo, de donde salió el conjunto de hombres que, finalmente, habrían de terminar con la Colonia y con la dependencia que, de España, tenía México antes de llamarse como hoy se llama.

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LA INDEPENDENCIA

El periodo de nuestra historia conocido como la Guerra de Independencia empieza (estrictamente hablando) la madrugada del 16 de septiembre de 1810, cuando el padre Miguel Hidalgo da el llamado "Grito de Dolores" y termina el 27 de septiembre de 1821 (11 años después) con la entrada triunfal del Ejército Trigarante, encabezado por Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero, a una jubilosa Ciudad de México. El objetivo principal de este movimiento (armado y social) era liberar a nuestro territorio del yugo español y que, en cada rincón de la Colonia se olvidase por completo el concepto del virreinato.

Como es lógico de suponer, antes de 1810 hubo antecedentes ideológicos notables encaminados "por esa hambre de libertad" que ya operaban, principalmente, en las mentes de los criollos (personas nacidas en México pero de padres europeos); se sabe incluso que, antes de estallar la Independencia, uno de los grandes pensadores de la época, fray Melchor de Talamantes, había logrado circular varios escritos subversivos en los que se afirmaba que el territorio mexicano, por tener "todos los recursos y facultades para el sustento, conservación y felicidad de sus habitantes", podía hacerse independiente y que, además de posible, la Independencia de México era deseable porque el gobierno español no se ocupaba del bien general de la Nueva España, como sí se ocuparía un gobierno libre, constituido por netamente mexicanos.

Etapas de la Independencia

De acuerdo con los especialistas, el estudio del desarrollo histórico de este importante movimiento revolucionario se puede entender mejor si se revisan, detenidamente, los siguientes cuatro momentos o etapas más trascendentales:

Primera etapa

Abarca desde el Grito de Dolores (16 de septiembre de 1810) hasta la batalla de Puente de Calderón (en el actual municipio de Zapotlanejo, Jalisco, el 17 de enero de 1811), cuando la muchedumbre dirigida por Hidalgo -con su famoso estandarte guadalupano en mano- peleaba con más pasión y arrojo que estrategia. En este momento, cuando el cura de Dolores llegó a su cita con la historia en el Puente, sus fuerzas se calculan en alrededor de cien mil hombres (entre criollos, indios, mestizos y gente de las castas). Por su parte, los realistas, soldados leales al virrey y a la corona española, debían rondar entre los 50 mil efectivos.

Segunda etapa

En este periodo entra en escena José María Morelos y Pavón. Éste va desde principios de 1811 hasta la toma del Fuerte de San Diego en Acapulco (en agosto de 1813).

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Durante este tiempo, los insurgentes se anotaron varios triunfos siendo los más sonados los obtenidos en las regiones del centro -en Cuautla, donde llegaron a romper un importante cerco- y en el sur -en Acapulco y Chilpancingo, donde incluso gestionó el primer Congreso de Anáhuac- de la actual República Mexicana.

Tercera etapa

Ésta se caracteriza por un gran desorden. Con la muerte del “Siervo de la Nación” (fusilado en Ecatepec, en el Estado de México), se crea un gran vacío en el mando del grupo insurgente y los realistas, aprovechando esta situación, al mando del temible General Félix María Calleja logran rehacerse y recuperar la ofensiva. En esta etapa se rinde el último reducto importante insurgente y, técnicamente, los leales a la corona han ganado la guerra. Sólo unas cuantas partidas, como la que comandaba Vicente Guerrero (en el sur), siguieron en pie de lucha. Este periodo acaba en febrero de 1821 con la firma del trascendental “Plan de Iguala”.

Cuarta etapa

Ésta transcurre del 24 de febrero de 1821 hasta el 27 de septiembre de ese mismo año cuando el Ejército Trigarante, al mando del ex realista, Agustín de Iturbide, entra triunfal, junto con Vicente Guerrero, a la Ciudad de México. El contingente, compuesto por los soldados del General Iturbide (ya convertidos) y los insurgentes que aún quedaban, avanzó por la actual calle de Madero en el Centro Histórico del DF hasta alcanzar la popular plancha del Zócalo. Con este pasaje terminó formalmente la lucha por la Independencia de México.

LA CONSTITUCION DE 1857

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La Constitución de 1857 significó un parteaguas en el siglo XIX. Sostenía el principio básico del liberalismo político: igualdad ante la ley, con lo cual acabó de con los fueros y los privilegios del ejército y la iglesia. Reivindicaba las garantías individuales y los derechos políticos. Los constituyentes no pudieron establecer el principio de libertad de cultos, por la presión de los conservadores. Aún así, la iglesia –con una errónea lectura de los tiempos- se opuso terminantemente a ella y amenazó con excomulgar a todos aquellos funcionarios públicos que la juraran.

La Constitución llevó al país a 10 años de guerra. De 1857 a 1861, liberales y conservadores se enfrascaron en la guerra de Reforma para establecer sus proyectos de Nación. Derrotados, los conservadores buscaron el apoyo de Francia para establecer un imperio (1862-1867), al final triunfó la República liberal encabezada por Benito Juárez.

Aunque la Constitución de 1857 se convirtió en la bandera de los liberales y luego de la República, dadas las circunstancias del país, el presidente Juárez se vio obligado a gobernar sin la Constitución; el Congreso lo dotó con facultades extraordinarias para enfrentar la situación del país. Juárez convirtió la carta magna en bandera política, en la razón moral para encabezar la resistencia, lo cual le permitió justificar actos como su permanencia en el poder en 1865 –año en que concluía su periodo presidencial-, lo cual fue considerado una flagrante violación a la ley suprema, en la forma de un golpe de estado.

Paradójicamente, con la Constitución de nuevo en vigor luego del triunfo de la República, el presidente Juárez fue el primero que intentó violarla al tratar de reformarla por medio de un plebiscito que no estaba contemplado en la ley suprema. Fue el escándalo político del año 1869 y quedó demostrado que la suerte de la Constitución dependía de la voluntad del gobernante. En los albores del porfiriato (1877), Justo Sierra señaló “la Constitución es un bello poema… tiene veinte años de vida y nadie la ha puesto en práctica”.

El presidente Díaz gobernó por encima de la ley suprema del país, no obstante que en todo momento se argumentó que se actuaba dentro de la Constitución. La necesitaba para otorgarle legitimidad a su régimen, aunque encontró la forma de darle la vuelta. El intelectual Andrés Molina Enríquez escribió: “El señor general Díaz comprendió demasiado bien que no era posible gobernar bajo el imperio riguroso de esas leyes, porque él llevaba a la anarquía, pero también comprendió que su carácter sagrado las hacia punto menos que inviolables, y supo apurar la facultad”.

Las garantías individuales y los derechos políticos contenidos fueron ignorados o subordinados al progreso material y las contradicciones sociales no tardaron en aparecer hasta que tomaron forma a través de la revolución mexicana. Luego de 30 años de dictadura, hacia 1910, la Constitución era letra muerta.

PORFIRIATO

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El periodo de 1876 a 1911 está marcado dentro de la historia de nuestro país como porfiriato, y se refiere al gobierno de Porfirio Díaz, quien ocupó la presidencia del país durante el lapso antes mencionado, con la excepción de 1880 a 1884, donde el presidente de la patria fue Manuel González. Pero a partir de 1884, y hasta el quinto mes de 1911, la gran figura política nacional fue la del general Porfirio Díaz.

Esta etapa del país coincide con  un momento particular del desarrollo capitalista que ha sido llamado imperialismo. Este periodo, en un ámbito internacional, tuvo como principal característica un nuevo tipo de colonialismo, en el cual los grandes países capitalistas de Europa y Estados Unidos ya no se preocuparon por controlar de una manera directa el resto del mundo, sino mediante la apropiación de los recursos naturales y su mano de obra, por ejemplo la tierra, los minerales, los metales preciosos y la fuerza de trabajo entre otras cosas más. El control que ejercieron estos países se hizo realidad a través de la inversión de capitales en los países en vías de desarrollo o recién liberados de estructuras de dominio colonial, lo que trago consigo importantes cambios, como el surgimiento de la clase obrera en países industrializados aceleraron la producción y exportación de alimentos y materias primas en los países que no eran participes de este desarrollo. Así los países implementaron medidas económicas favorables al capital extranjero, lo que finalmente  los convirtió  en países  mono exportadores de café, carne, azúcar, trigo, algodón y estaño entre otros.

En  América latina este periodo tuvo como principal característica, que sus élites políticas adoptaron, de manera  entusiasta, las políticas de liberalismo y cambio de apertura   de mercados promovidos por los países metropolitanos. La producción de materias primas  para la exportación atrajo la inversión  extranjera a la región. Los países  de Latinoamérica, México entre ellos, cubrieron  las nuevas demandas que tenían los dueños del capital, quienes se sirvieron de los estados nacionales para invadir la agricultura y apoderarse de los principales recursos naturales. Para extraer  las materias y facilitar la introducción de los equipos y mercancías, el capital financiero estimuló la construcción de puertos y ferrocarriles y, para que funcionara todo esto, de servicios públicos.

ASPECTO POLITICO

México estaba envuelto  en una profunda crisis general, pero en especial económica  a causa de las diversas guerras que lo habían azotado; los caminos estaban  plagados de bandidos, la delincuencia en las ciudades a la orden del día, el trabajo escaseaba y las inversiones  extranjeras no arribaban a México ante la falta de garantías, tales como seguridad y de más servicios.

La reelección del general Díaz  lo hizo ser el hombre más importante  de México  por espacio de treinta años. En este tiempo sucedieron muchas cosas

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sobresalientes en el país: se logró alcanzar la estabilidad  política; se registró  un extraordinario  crecimiento económico, disminuyó considerablemente la delincuencia  y el bandolerismo casi desapareció como fenómeno social. Pero a la par de estos grandes cambios a favor de la patria, también hubo grandes abusos  tales como: despojo de la propiedad comunal  indígena; se fortaleció  el latifundismo; se reprimió con mano dura, mediante la ley  fuga  o la pena de muerte, a quienes alteraran el orden público o se opusieran  al régimen; se ataco la libertad de prensa y la gran parte de la población se mantuvo en la pobreza.

Al empezar el mandato del general Díaz  la mayoría de sus colaboradores eran liberales, pero al terminar el siglo XIX el llamado grupo de los “científicos” había alcanzado una gran influencia dentro del mandato del general. Para los liberales  su principal lema  era la libertad, pero para el grupo de los científicos  era el progreso, este grupo  ejerció una fuerte influencia en el pensamiento del general, la filosofía del régimen fue el positivismo y su lema “Orden y progreso”

En este periodo no se puede hablar de una democracia, ya que esta fue  ficticia y la única antirreleccionista era la muerte. Por su permanencia indefinida en el poder, el régimen porfirista era, en los últimos años, un gobierno gerontocrático: la edad promedio de sus ministros, senadores y gobernadores era de 70 años; hacia 1910, Porfirio Díaz tenía 80 años.

Ante la situación, el general Díaz se propuso básicamente dos objetivos: el primero, pacificar a como diera lugar el país; el segundo, promover con todos los medios a su alcance el crecimiento económico, pero el presidente Díaz tenía bien claro que sin crecimiento económico, la paz  social nunca se alcanzaría.

ASPECTO ECONÓMICO

Para promover el crecimiento económico del país durante su periodo el general promovió políticas liberadoras  de la economía nacional y México mostró una gran apertura al capital extranjero. Los principales países que  trajeron su capital al país fueron: Inglaterra, con concesiones mineras y administrando el Istmo de Tehuantepec, España con la industria de  hilados y tejidos, y por supuesto nuestro vecino del norte al cual se le dieron las concesiones para la construcción de ferrocarriles. Este crecimiento económico no favoreció a todas las regiones del país, era notorio que este crecimiento solo llego a las grandes metrópolis tales como Guadalajara, Monterrey y por supuesto la capital del país, era también notorio que las regiones del sur del país eran las que mostraban un mayor atraso.

En cuestión de números el avance económico era basto, para 1880 el total de las inversiones extranjeras era de 110 millones de pesos, para 1910 dicho monto era  de 3400 millones.

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El capital extranjero dominaba, casi de manera absoluta, la minería, la explotación petrolera, la banca y los, ferrocarriles. En el sector minero, por ejemplo de las 1030 compañías que operaban en 1910, 840 eran estadounidenses, 148 nacionales y el resto de otros países. Cálculos aproximados  estiman que, para 1910, del total  de las inversiones extranjeras 38% eran estadounidenses, 29% inglesas y 27% francesas, mientras que el resto se distribuía entre otras de menor importancia. En un lapso de treinta años, las inversiones inglesas pasaron de  9.2 a 90.7 millones de libras esterlinas; las francesas,  de 15 a 1,675 millones de francos; en tanto las estadounidenses pasaron de 30 a 1,008 millones de dólares. Como resultado de estas inversiones diversos sectores registraron un extraordinario crecimiento: en veinte años se triplicó la producción de plata; el valor de la producción de cobre pasó de 260 mil a 32 millones de pesos, la producción de henequén paso de 3 mil pacas anuales al iniciar este periodo y a un millón de pacas al termino del mismo, en contrate la producción  de productos para el consumo interno  disminuyo, un ejemplo claro de esta paradoja es la baja en la producción de  maíz.

Las exportaciones aumentaron durante el periodo 600%. Este modelo económico, apoyado en las inversiones extranjeras y orientado a satisfacer  las demandas del mercado mundial, es llamado por los economistas “dependiente” con “crecimiento hacia a fuera”, es decir, que el resultado del crecimiento económico no es resultado del proceso de maduración de las fuerzas productivas nacionales, sino de factores externos. 

MODERNIZACIÓN DE LA INFRAESTRUCTURA

El periodo en el cual el general Díaz estuvo al frente de la presidencia del país se caracterizaron por la modernización de la nación; esto significa que arribaron los avances tecnológicos más sobresalientes de la época. Este crecimiento se vio claramente marcado en dos ramas de la vida nacional en lo económico y lo administrativo.

La modernización económica fue posible principalmente a la expansión del ferrocarril, que facilitara el acceso rápido a todas las regiones distantes y el traslado de  mercancías, otro avance que ayudó al desarrollo de la economía fue el tendido de la red telegráfica y telefónica. El ferrocarril era considerado la “palanca del progreso”.

En 1876 México tenía aproximadamente 580 kilómetros de vías férreas; para 1884 se había elevado a 5,731, en tanto que en 1910 el tendido ferrocarrilero alcanzaba  ya los 24, 288 kilómetros. Con el ferrocarril las exportaciones a Estados Unidos se vieron notablemente favorecidas: al finalizar el siglo XIX, alrededor del 70% del total de las exportaciones mexicanas tenían como destino el vecino país del norte. Esto provocó una grave y notable dependencia económica hacía  el país de las barras y las estrellas, circunstancia que hizo que

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Porfirio Díaz exclamara “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”

Las principales obras realizadas en México durante el mandato del General Díaz son las siguientes: el gran canal del desagüe, el hospital general, el teatro general hoy bellas artes, el palacio de correos entre otros. En esta época, la ciudad de México se confrontaba en belleza con las mejores ciudades de Europa.

ASPECTO SOCIAL

Al finalizar el régimen, hacia 1910, México tenía aproximadamente  15 millones de habitantes, de los cuales 11 millones eran campesinos que sobrevivían con salarios que iban entre los 25 y 30 centavos diarios. En términos generales podemos distinguir cuatro clases  de trabajadores en las haciendas: los peones acasillados o gañanes, de residencia permanente; los trabajadores eventuales; los arrendatarios y los medieros o aparceros.

EDUCACIÓN Y CULTURA

Durante el Porfiriato más de diez millones de habitantes no sabían leer ni escribir, aunque como en todos los aspectos del Porfiriato este sector también tenía  claros y oscuros, como se ha podido notar el sur del país era el más afectado y las grandes metrópolis desarrollaron un gran índice de alfabetización.

El gobierno trato de hacer algo por la educación y por ello creó una serie de instituciones que enlistare  a continuación:

En 1891 creó el Consejo Superior de Instrucción Pública y en 1905 fue elevado al rango de secretaría.

En 1910 Justo Sierra reunió las escuelas  de especialidades y las organizó en una Universidad Nacional.

REVOLUCIÓN MEXICANA

Primera revolución social del siglo XX y la entrada de México a la modernidad

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El inicio de la Revolución Mexicana fue el 20 de noviembre de 1910, bajo el liderazgo de Francisco Madero, “Pancho Villa” (Doroteo Arango), Emiliano Zapata y Venustiano Carranza, entre  los más emblemáticos. Este levantamiento dio inicio a una guerra civil por más de 10 años contra el latifundio y la prolongada dictadura de Porfirio Díaz –héroe de la Batalla de Puebla contra las tropas de Napoleón III e impulsor de un crecimiento económico que incrementará las desigualdades sociales durante más de 30 años-,  y a favor de los derechos sociales, que significó más un millón de mexicanos muertos en batalla.

En efecto, bajo el mando de Francisco I. Madero, en los diferentes puntos de la República se levantaron las armas al grito de “sufragio efectivo, no reelección”, exigiendo la dimisión del General Porfirio Díaz. Si bien, la nación demandaba, además de estos derechos civiles y políticos, los principios democráticos y sociales esenciales como: la igualdad, la justicia, la equidad y la libertad. La Revolución Mexicana sentó así las bases pra la construcción de una nación socialmente democrática. 

El impacto de la Revolución: los derechos de los trabajadores

En 1906, antes del inicio del levantamiento armado, estalló una huelga en la Mina de Cananea, Sonora y, al año siguiente, otra en Rio Blanco, Veracruz. Entre las demandas básicas de estas luchas se encontraban: jornada laboral de ocho horas; establecimiento de salarios mínimos; indemnizaciones por accidentes laborales; otorgamiento de pensiones; descanso dominical obligatorio, y abolición de las “tiendas de raya” de las haciendas que mantenían permanentemente endeudados a los peones, entre otras. Ambos movimientos fueron precursores sustantivos de la Revolución Mexicana de 1910. 

De igual forma, el origen histórico de la seguridad social mexicana se encuentra en los movimientos y luchas sociales que se sucedieron durante el porfiriato, así como durante la Revolución Mexicana.

El fruto de la Revolución Mexicana: la Constitución de 1917 y el artículo 123

 La Revolución de 1910 dejó al descubierto una serie de anhelos y demandas populares que constituyeron sus principios fundamentales, y llegaron a establecerse en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, expedida por el Congreso Constituyente en 1917.

 En particular, las propuestas económicas, sociales y políticas de los trabajadores se enunciaron en el artículo 123 que determina las condiciones del trabajo y de la previsión social, tales como:

Derechos en materia de estabilidad en el empleo; vacaciones; salario mínimo; aguinaldo, y las condiciones laborales en general.

Jornada máxima de ocho horas.

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Prohibición a las mujeres y a los niños para participar en labores insalubres y peligrosas.

Establecimiento de un día de descanso por cada seis días de trabajo.

POSTREVOLUCIÓN

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El México posrevolucionario comprende el período entre 1929 y 1938, cuando habían concluido los enfrentamientos armados de la Revolución mexicana.

Fueron años en los que el país dejó de ser rural para volverse urbano; de fascinarse con el radio y la televisión; de comer y pensar como lo hacían nuestros vecinos del norte; de adoptar tradiciones y mezclarlas con las nuestras, de pelear por (o contra) el comunismo, y de imaginar (como en un relato de ciencia ficción) el día que el PRI ya no estuviera en el poder. 

Fueron tiempos de estabilidad, a pesar de muchos movimientos que alteraron la paz del Estado mexicano; de crecimiento económico y también de derrumbe; del crecimiento de una sociedad que se fue haciendo cada vez más compleja hasta llegar a lo que somos hoy. 

Fueron los años de la “dictadura perfecta”; de la “monarquía sexenal hereditaria”; de dos terremotos, dos campeonatos mundiales de futbol y una olimpiada; de masacres, fraudes electorales y de un país que tenía que ver hacia afuera para entender qué pasaba adentro. 

Fueron los años de la muy compleja y apasionante segunda mitad del siglo XX. Las décadas de nuestra historia contemporánea; la que vivimos y todavía recordamos; la que nos formó y no debemos olvidar.