Ficha Teórica - Las Vanguardias Artísticas

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Ficha teórica – Las vanguardias artísticas en el siglo de la Bestia Elaborado por el Prof. Ezequiel Pérez 1- El siglo XX El siglo XX ha sido atravesado por algunas de las tragedias más significativas de la humanidad. Si bien son varias los acontecimientos que han convertido al siglo XX en un período de rupturas y conflictos, podríamos establecer que este siglo comienza, en realidad, en 1914, año signado por la Primera Guerra Mundial. Luego del asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria las principales potencias europeas entraron en guerra, agrupándose en dos bandos: por un lado Francia, Rusia e Inglaterra; por el otro el imperio austro-húngaro, Italia y Alemania. El carácter de esta guerra no tiene precedentes ya que, en palabras del filósofo alemán Walter Benjamin, produjo una crisis en la experiencia de los sujetos que comenzaban a transitar el siglo XX. Los soldados que volvían de la guerra no tenían nada para contar: no podían traducir en términos lingüísticos o en imágenes qué era lo que había sucedido en el frente de batalla. El siglo comienza, entonces, con un profundo vacío: había que encontrar otra forma de expresión, nuevos medios que pudieran dar cuenta de la tragedia vivida durante los años de la guerra. El poeta ruso Osip Mandelstam, escribió en 1920 un poema en el que se refiere al siglo como una “bestia”. Este es un claro ejemplo de los primeros intentos del arte por dar una respuesta a esa nueva experiencia que empezaba a abordarse desde diversos medios: Siglo mío, bestia mía, ¿quién sabrá Hundir los ojos en tus pupilas Y pegar con su sangre Las vértebras de las dos épocas.

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Introducción a las vanguardias artísticas siglo XX

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Ficha teórica – Las vanguardias artísticas en el siglo de la Bestia

Elaborado por el Prof. Ezequiel Pérez

1- El siglo XX

El siglo XX ha sido atravesado por algunas de las tragedias más significativas de la humanidad. Si bien son varias los acontecimientos que han convertido al siglo XX en un período de rupturas y conflictos, podríamos establecer que este siglo comienza, en realidad, en 1914, año signado por la Primera Guerra Mundial. Luego del asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria las principales potencias europeas entraron en guerra, agrupándose en dos bandos: por un lado Francia, Rusia e Inglaterra; por el otro el imperio austro-húngaro, Italia y Alemania.

El carácter de esta guerra no tiene precedentes ya que, en palabras del filósofo alemán Walter Benjamin, produjo una crisis en la experiencia de los sujetos que comenzaban a transitar el siglo XX. Los soldados que volvían de la guerra no tenían nada para contar: no podían traducir en términos lingüísticos o en imágenes qué era lo que había sucedido en el frente de batalla. El siglo comienza, entonces, con un profundo vacío: había que encontrar otra forma de expresión, nuevos medios que pudieran dar cuenta de la tragedia vivida durante los años de la guerra.

El poeta ruso Osip Mandelstam, escribió en 1920 un poema en el que se refiere al siglo como una “bestia”. Este es un claro ejemplo de los primeros intentos del arte por dar una respuesta a esa nueva experiencia que empezaba a abordarse desde diversos medios:

Siglo mío, bestia mía, ¿quién sabráHundir los ojos en tus pupilasY pegar con su sangreLas vértebras de las dos épocas.

En el poema de Mandelstam se ve claramente cómo el siglo se inaugura con un movimiento que marcará los años posteriores: la destrucción. La pregunta del poeta ruso nos muestra el intento desesperado por comprender un momento que se escapaba a toda definición. Habría que revisar y redefinir, entonces, el modo en que se entendía el mundo hasta aquel momento. Ya no podían utilizarse las categorías de la filosofía del siglo anterior, ya no podía entenderse la realidad a partir de los conceptos clásicos: se habían acabado las certezas de los grandes sistemas filosóficos que habían triunfado en el siglo XIX.

En El siglo, el filósofo francés Alain Badiou analiza el poema de Mandelstam y llega a la siguiente conclusión:

La “bestia” de este siglo mencionada por Mandelstam no es otra que la escisión. La pasión del siglo es lo real, pero lo real es el antagonismo. Y

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por eso la pasión del siglo ya se trate de los imperios, las revoluciones, las artes, las ciencias, la vida privada, no es otra que la guerra “¿Qué es el siglo?”, pregunta el siglo. Y responde: “Es la lucha final” (Badiou, 2009: 58).

El siglo XX se convierte entonces en un enigma que habrá que descifrar, una lucha continua atravesada por la destrucción de los saberes previos y la búsqueda de nuevas formas de expresión. Por supuesto, el arte no quedó afuera de esta crítica.

2 - Vanguardias artísticas

El concepto de “vanguardia” tiene una fuerte impronta militar y hace clara referencia a ese espíritu de conflicto y guerra que mencionábamos anteriormente. Desde la Edad Media, el término vanguardia se utiliza para referirse a la formación que batalla al frente del ejército. Es la primera que golpea al enemigo pero también es la que primero cae.

Si pensamos en lo que significaría este término al traducirlo en términos artísticos, inmediatamente nos daremos cuenta de que las vanguardias artísticas propusieron una fuerte crítica a sus propios medios de producción, es decir, al arte. Este gesto tendría sus consecuencias: al criticar al arte estaban poniendo en duda la institución que los albergaba y los convertía en artistas.

El crítico Peter Bürger define a los movimientos artísticos que tuvieron lugar a comienzos del siglo XX como vanguardias históricas para diferenciarlas de las vanguardias que aparecieron en el siglo XIX. Estas últimas cuestionaron a los movimientos artísticos anteriores y los procedimientos que utilizaban para crear sus obras pero no pusieron en duda el valor del arte ni reflexionaron acerca de los modos de producción y distribución de las obras hasta ese momento. En cambio, para Bürger, las vanguardias históricas son autocríticas y llevan a cabo un cuestionamiento más radical:

Fernand Léger “La escalera”

…con los movimientos históricos de vanguardia, el arte, en tanto parte del sistema social, entra en un estado de autocrítica. El dadaísmo, el movimiento más radical de vanguardia europea, no practica una crítica a las corrientes artísticas que la precedieron, sino que apunta contra la institución arte, tal

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como esta se conformó en la sociedad burguesa. En el concepto institución arte deberían incluirse el aparato productor y distribuidor de arte como también las ideas dominantes sobre el arte en una época dada, las cuales definen esencialmente la recepción de las obras (Bürger, 2009: 31).

Un claro ejemplo de esta autocrítica que menciona Bürger es la obra de Marcel Duchamp. En 1917 el artista francés expuso en el museo de Nueva York un urinario al que tituló “La fuente”. La obra es un fuerte gesto hacia la institución arte y una crítica a los museos y a la concepción clásica de belleza.

El arte ya no estaba destinado a plasmar la belleza, concepto clave para la teoría estética hasta el siglo XIX. “La fuente” prepara el territorio para una serie de discusiones que tendrán como objeto la crítica a la sociedad burguesa que establecía valores para todos los ámbitos

e la producción humana y los hacía ingresas a la lógica del mercado. Pensemos en la obra de Duchamp: cualquiera de nosotros estaría encantado de gastar muchísimo dinero para tener colgado en el living de nuestras casas a la Gioconda, pero ¿quién pagaría para poner en su casa un mingitorio producido

en serie? La pregunta que sugiere la obra de Duchamp marcará a las vanguardias históricas, abriendo un nuevo debate: ¿Qué es el arte?

3 - La crítica al arte

Como veíamos en el apartado anterior, la institución arte se ve puesta en duda a partir del surgimiento de las vanguardias históricas. Entre los preceptos que pone en cuestionamiento este movimiento podríamos señalar la crítica a la concepción del arte como representación de la realidad. Como señala Alain Badiou, la pasión del siglo XX fue la pasión por lo real, es decir, una y otra vez se preguntaron los artistas y los filósofos cuál era el alcance de lo real y cómo debíamos acceder a esta realidad.

a) - ¿Qué es el arte? o el abuso de la belleza

Hasta el siglo XX el concepto de arte estaba estrechamente ligado a la concepción de belleza. Este concepto se va a poner en el banquillo de los acusados a partir del surgimiento de las vanguardias. En su Historia social de la literatura y el arte, Arnold Hausser sostiene que el arte moderno es “fundamentalmente feo”:

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…olvida la eufonía, las atractivas formas, los tonos y colores del impresionismo. Destruye los valores pictóricos en pintura, el sentimiento y las imágenes cuidadosas y coherentes en poesía, y la melodía y la tonalidad en música. Implica una angustiosa huida de todo lo agradable y placentero, de todo lo puramente decorativo y gracioso (Hausser, 2004: 489).

El arte pierde así su función tradicional: la de proporcionar un momento de armonía y belleza al espectador. Esta búsqueda de lo disonante que Hausser asocia al concepto de fealdad es, en última instancia, una de las formas en que las vanguardias intentaron acercarse a lo real. Si la realidad estaba dominada por la lógica del mercado, el arte debía convertirse en algo a-funcional y mostrar el velo que cubría a los sujetos y le impedía reconocer los verdaderos lazos que construían la sociedad en la vivían. Es decir, en términos del teórico Theodor W. Adorno, la función principal del arte a partir de las vanguardias es el de convertirse en un enigma, en un cuestionamiento absoluto hacia la realidad burguesa. A la lógica del mercado que otorga funciones y valores, el arte le opone una obra inclasificable, que no sirve para agradar al público o entretenerlo y que no puede ser definida en términos de su utilidad.

¿Qué función puede tener “La fuente” de Duchamp? Ya dijimos que no es una obra que pondríamos en nuestras casas como arte decorativo. Tampoco sigue las normas tradicionales de lo bello. “La fuente” se convierte en un cuestionamiento, una pregunta que vuelve sobre la idea misma de arte y pone en tela de juicio los saberes previos: el arte no puede definirse a partir de su función:

Es posible que el urinario de Duchamp fuera bello en términos de forma, superficie, blancura. Pero, en mi opinión, la belleza, aun estando allí, era secundaria para la obra, cuyas intenciones eran por completo distintas. Duchamp, sobre todo en sus readymades de 1915-1917, quería ejemplificar la disociación entre el arte y la estética. “Algo que quiero dejar muy claro es que la elección de esos readymades nunca fue dictada por el goce estético”, declararía retrospectivamente en 1961. “La elección se basó en una reacción de indiferencia visual combinada con una total ausencia de buen o mal gusto…en realidad, una anestesia absoluta (Danto, 2012: 45)

¿Qué es el arte para las vanguardias? Esta es una pregunta central ya que define lo que el siglo XX ha entendido por arte. El problema es que el arte se convierte en un concepto indefinible: ya no se está seguro de su función ni se pueden establecer las normas o características que una obra debería tener para ser considerada dentro de la esfera del arte.

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Afiche del movimiento vanguardista Dadá (Theo van Doesburg)

Esto queda evidenciado en el “Manifiesta dadaísta” escrito en 1918 por el artista Tristán Tzara. Allí se expone que el movimiento Dadá surge “…de una necesidad de independencia, de desconfianza hacía la comunidad. Los que están con nosotros conservan su libertad. No reconocemos ninguna teoría. Basta de academias cubistas y futuristas, laboratorios de ideas formales. ¿Sirve el arte para amontonar dinero y acariciar a los gentiles burgueses?”. Tzara agrega que “Dadá no significa nada”, no se le puede dar un significado preciso sino que es un movimiento en continua redefinición: “Toda obra pictórica o plástica es inútil”.

El arte, entonces, se aleja de los parámetros tradicionales de la belleza y comienza a buscar nuevas formas de expresión, en donde la fealdad tiene también su lugar. Por supuesto, la consecuencia principal de este movimiento es que el arte ensancha sus fronteras y ya no se nos presenta como una unidad a la que podemos definir fácilmente a partir de un concepto.

b) ¿Mímesis?

La historia del arte manifestó muchos cambios en cuanto a su concepción de belleza y a los parámetros que definían qué debe y qué no considerarse una obra artística. Sin embargo, hubo una constante en las consideraciones estéticas de los principales movimientos artísticos desde la antigua Grecia hasta muy entrado el siglo XIX: el arte debía ser mimético. La tarea del arte era representar la realidad: es cierto, debemos aclarar, que las formas en que se representa la realidad en los diferentes momentos históricos son diversas y están gobernados por procedimientos y cosmovisiones propias de cada época.

Con el advenimiento de la modernidad y la invención de la fotografía,el concepto de mímesis se vio puesto en duda a la hora de hablar de arte ¿Cómo competir con la fotografía? Si se seguía pensando en el arte como imitación de la realidad, todas las

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demás artes quedaban obsoletas ante la perfección de la imitación fotográfica (Danto, 2013: 17).

Es por esto que muchas escuelas de vanguardia propusieron nuevas formas de representación de la realidad que no se abocaban a la imitación, sino que reflexionaban acerca de los procesos históricos, políticos y sociales desde diferentes perspectivas. Para citar uno de los tantos ejemplos de la reacción de las vanguardias al realismo y al arte como imitación de la realidad, podemos centrarnos en el Manifiesto del surrealismo de 1924, escrito por el francés André Bretón. El surrealismo estuvo fuertemente influido por el psicoanálisis, popularizado en los escritos de Sigmund Freud a comienzos del siglo. Por lo tanto, la realidad no se abocaba sólo a la vigilia sino que también incluía los sueños y las asociaciones que los artistas hicieran a partir de sus pensamientos. La imaginación se convertirá en el baluarte de los surrealistas: “Tan sólo la imaginación me permite llegar a saber lo que puede llegar a ser” sostiene Bretón en el Manifiesto surrealista y señala respecto al realismo:

…la actitud realista, inspirada en el positivismo, desde Santo Tomás a Anatole France, me parece hostil a toda forma de elevación intelectual y moral. Le tengo horror por considerarla resultado de la mediocridad, del odio y de vacíos sentimientos de suficiencia (Breton, 2006: 17).

La actitud del surrealismo frente a la lógica y el racionalismo será fuertemente crítica. De esta manera, intentarán llevar a cabo una representación alternativa de la realidad, en donde los sueños influyen en los comportamientos de los sujetos y la imaginación se convierte en un arma mucho más potente que el pensamiento lógico para entender la realidad.

c) La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica:

Una de las características centrales de las escuelas vanguardistas es que comenzaron a reflexionar sobre sus propios medios de producción. Es decir, el artista dejó de ser el genio que creaba desde su torre de marfil (concepción que tuvo su momento más acabado en el Romanticismo) para convertirse en un productor más que utiliza técnicas que pueden analizarse como cualquier otro trabajo emprendido por los

sujetos.

En “Cambbell´s soup”, Andy Warhol se propuso replicar una lata de tomate que se produce en serie y que podemos encontrar en cualquier supermercado ¿Qué diferencia a esta lata de todas las demás? ¿Por qué este objeto es considerado arte y no las latas que se venden en el mercado?

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El siglo XX brindó a los artistas medios de reproducción de las obras mucho más sofisticados que en los siglos precedentes. Uno de los inventos que ya hemos mencionado es la fotografía, pero no hay que olvidar que el siglo XX marca también el comienzo de un nuevo arte: el cine. Las condiciones en que se producen estas nuevas obras son completamente novedosas y es por eso que estas manifestaciones artísticas se sometieron a varios cuestionamientos y fueron resistidas por muchos críticos que parecían no considerar estas formas de producción como genuinas obras de arte.

Walter Benjamin señala en su ensayo “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica” (Benjamin: 1979) que en el siglo XX el arte adquiere características impensadas en los siglos anteriores. Uno de los grandes cambios que presentan estas obras es que se pierde el aquí y ahora de su producción (Benjamin lo llama “el aura” de las obras). El artista se convierte, entonces, en un productor más dentro de la sociedad y las obras que produce ponen en crisis el concepto de tradición ya que la reproducción de las obras atrofia el “aquí y ahora” de las mismas.

Pongamos un ejemplo para aclarar el concepto de Benjamin: cuando uno está frente a un cuadro del Renacimiento (imaginemos que vamos al Louvre y nos paramos frente a la Gioconda) la pintura nos trasmite algo de su “aquí y ahora”. En los trazos podemos reponer el momento histórico en el que fue creada,

imaginar la sociedad en la que fue concebida, vislumbrar la técnica que Leonardo utilizó para producirla. En cambio, no es necesario posicionarse “frente a” a una fotografía ya que uno puede encontrarse con esta imagen en cualquier lugar: la técnica utilizada está atravesada por el mecanismo de la cámara fotográfica. Esta obra, además, es factible de ser reproducida a gran escala, de llegar a mayor cantidad de gente. Pensemos en los cines y en las películas que podemos ver desde nuestras casas haciendo un click, en las imágenes reproducidas en internet, en los afiches producidos en serie que están en las calles, etc. Ya no tenemos que atravesar el océano para ver la obra de arte en cuestión: su “aquí y ahora” no es central para el arte del siglo XX.

Resumiendo, el arte ya no imita a la realidad y tampoco necesita de un tiempo y un espacio adecuado para ser apreciado. Las nuevas técnicas de producción artística masifican el arte y permiten que formas novedosas de percepción y producción se pongan en juego.

Las vanguardias se disuelven en el aire

Mona Lisa, versión de Andy Warhol

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Como dijimos al comienzo, las vanguardias surgen como una reacción al “siglo de la bestia”, es decir, al momento histórico en que la experiencia de los sujetos se ve trastocada por la guerra y la tragedia. Ante estos hechos, los artistas ponen en cuestionamiento las bases de la sociedad occidental y las certezas que hasta ese momento parecían intocables. Entre esas certezas están la idea de belleza, el concepto de “mímesis” y la función que el arte tuvo hasta el siglo XX.

Podríamos pensar en un movimiento suicida ya que las vanguardias martillaron el piso en el que se encontraban parados: golpearon para que la sociedad reaccionara también frente a los errores de la humanidad. Fueron muchas las escuelas de vanguardia que aparecieron a principio de siglo y muchas las propuestas que elaboraron para afrontar la realidad de aquella época. Lo cierto es que la mayoría de esos movimientos fueron efímeros: incluso algunos redactaron sus manifiestos y luego produjeron obras que no se correspondían con sus propios preceptos.

Fue un movimiento profundamente histórico, ligado a un momento de tensiones y catástrofes, que intentó dar respuestas a una realidad que no podía comprenderse a partir de los conceptos de los que disponía la filosofía y el arte hasta ese momento ¿Cómo explicar con palabras, imágenes o sonidos los estragos de la bestia?

Como en el campo de batalla, las vanguardias artísticas sacudieron la forma de ver el mundo de la sociedad occidental golpeando con manifiestos y proclamas que exigían una nueva concepción del mundo que partía de la imaginación y la reacción ante la realidad. Y en ese intento, los artistas fueron también los que primero cayeron.

Bibliografía:

Adorno, Theodor W. Teoría estética. Madrid: Taurus, 1971.

Badiou, Alain. El siglo. Buenos Aires: Manantial, 2009.

Benjamin, Walter. La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. Madrid: Taurus, 1979.

Breton, André. Manifiestos del surrealismo. La plata: Terramar, 2006.

Bürger, Peter. Teoría de la vanguardia. Buenos Aires: Las Cuarenta, 2009.

Danto, Arthur. ¿Qué es el arte? Buenos Aires: Paidós, 2013. El abuso de la belleza. Buenos Aires: Paidós, 2012. Después del fin del arte. Buenos Aires: Paidós, 1999.

Hausser, Arnold. Historia social de la literatura y el arte. Barcelona: Random House Mondadori, 2004.

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