Ensayo Final Corregido

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES IZTACALA SISTEMA UNIVERSIDAD ABIERTA Y EDUCACIÓN A DISTANCIA LICENCIATURA EN PSICOLOGÍA 0300 EL CAMPO APLICADO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 9331 MÓDULO TERCER SEMESTRE UNIDAD 3. “APLICACIÓN DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD EN CAMPOS ESPECÍFICOSACTIVIDAD 2 “ENSAYOTUTORA: DRA. SANDRA CEREZO RESENDIZ NOVIEMBRE 2012 DEL CIOPPO PAULA GARCÍA CARRILLO ELIZABETH GAXIOLA SOSA SACNICTE

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES IZTACALA

SISTEMA UNIVERSIDAD ABIERTA Y EDUCACIÓN A DISTANCIA

LICENCIATURA EN PSICOLOGÍA

0300 EL CAMPO APLICADO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD

9331

MÓDULO TERCER SEMESTRE

UNIDAD 3. “APLICACIÓN DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD EN CAMPOS ESPECÍFICOS”

ACTIVIDAD 2 “ENSAYO”

TUTORA: DRA. SANDRA CEREZO RESENDIZ

NOVIEMBRE 2012

DEL CIOPPO PAULA

GARCÍA CARRILLO ELIZABETH

GAXIOLA SOSA SACNICTE

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Adolescencia y depresión. Una aproximación desde la Psicología de la Salud

El objetivo de este trabajo es presentar a la depresión como un problema contemporáneo apremiante por sus niveles de generalización y afectación de la población específicamente en la población infantil y adolescente. Recientemente se ha discutido la pertinencia de utilizar esta categoría para diagnosticar a niños y adolescentes, dado que hasta no hace mucho se consideraba que la depresión sólo podía afectar a las personas después de la pubertad. Sin embargo, como se mostrará en este ensayo, existe bastante literatura sobre la depresión en la adolescencia aunque es importante ser muy cuidadosos a la hora de distinguir un estado transitorio, característico de las respuestas subjetivas frente a los drásticos cambios vividos en esta etapa del ciclo vital, del diagnóstico trastorno depresivo, cuando se procede a la evaluación, construcción de una hipótesis clínica y tratamiento de los sufrimientos que puede padecer el adolescente. La depresión es uno de los trastornos más comunes y la causa numero uno a nivel mundial. En términos de la carga o el peso que ocasionan las enfermedades en el mundo, la depresión mayor fue la cuarta causa más perjudicial en el año 1990 y llegará a ser la segunda en el año 2020. La depresión en la adolescencia debe considerarse un problema que impacta en diferentes áreas del desarrollo. Los trastornos depresivos pueden afectar al desarrollo social, emocional y cognitivo, así como a la calidad del vínculo que se establece entre el niño y sus padres. Confieren, además, un mayor riesgo para las conductas suicidas y de abuso de sustancias, y repercuten en el funcionamiento socio-familiar y académico del niño.

1. ¿Qué es la depresión?

1.1. Definición y etiología

La depresión es uno de los trastornos mentales más comunes. De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), la prevalencia de los trastornos mentales a nivel mundial es de aproximadamente 851 millones de personas y constituyen alrededor del 15% de la carga mundial de enfermedad. En el 2020 la depresión mayor será la segunda causa de carga de enfermedad asociada a problemas como el incremento de la mortalidad, la tasa de suicidios y homicidios,

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comportamientos agresivos y consume de drogas. En México se estima que la depresión afecta al 40% de la población cuando menos una vez en la vida (Salgado, 2008).

La clasificación más ampliamente aceptada por la comunidad médica y científica internacional es la Clasificación Internacional de Enfermedades, de la Asociación Psiquiátrica Americana. De acuerdo con ella un episodio depresivo típico se caracteriza, tanto en los casos leves como moderados o graves, porque: “el paciente sufre un decaimiento del ánimo, con reducción de su energía y disminución de su actividad. Se deteriora la capacidad de disfrutar, el interés y la concentración, y es frecuente un cansancio importante, incluso después de la realización de esfuerzos mínimos. Habitualmente el sueño se encuentra perturbado, en tanto que disminuye el apetito. Casi siempre decaen la autoestima y la confianza en sí mismo, y a menudo aparecen algunas ideas de culpa o de ser inútil, incluso en las formas leves. El decaimiento del ánimo varía poco de un día al siguiente, es discordante con las circunstancias y puede acompañarse de los así llamados síntomas “somáticos”, el despertar matinal con varias horas de antelación a la hora habitual, el empeoramiento de la depresión por las mañanas, el marcado retraso psicomotor, la agitación y la pérdida del apetito, de peso y de la libido. El episodio depresivo puede ser calificado como leve, moderado o grave, según la cantidad y la gravedad de sus síntomas”. (CIE-10, 2003, p.320)

Desde la perspectiva cognitivo conductual, la depresión es entendida como un cuadro de debilitamiento o inhibición generalizada del comportamiento como consecuencia de una pérdida, retirada o disminución del refuerzo desde el entorno social. La conducta pierde su valor instrumental, al verse desposeída de los efectos que habitualmente le acompañaban. En consecuencia, el volumen del comportamiento se reduce y ello, a su vez, reduce la probabilidad de re obtener el refuerzo. Las vías que pueden conducir a un bajo nivel de reforzamiento son: la ineficacia del propio reforzador, la escasez de acontecimientos reforzantes asequibles y la falta de conductas sociales necesarias para alcanzar los reforzadores asequibles. La habilidad en la emisión de respuestas interpersonales, que desencadenan en los otros un máximo de refuerzo positivo y un mínimo de rechazo o castigo social, es un recurso esencial en la prevención de la depresión.

Los acontecimientos incontrolables no llevan necesariamente a tales déficits, sino que son las atribuciones causales dadas por el individuo a los acontecimientos incontrolables las que determinan el alcance y duración de éstos. Las atribuciones causales del sujeto adquieren una importancia crucial en la presentación de la depresión, determinando la intensidad, generalidad y cronicidad de sus déficits de indefensión, así como su posterior autoestima. Son las atribuciones internas

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acerca de acontecimientos negativos las que producen un bajo nivel de autoestima.

1.2. Características y síntomas

Según la Clasificación Internacional de las Enfermedades, las pautas para el diagnóstico de la depresión es la presencia de cinco o más de los siguientes síntomas durante un período de 2 semanas, que representan un cambio respecto a la actividad:

Estado de ánimo bajo o tristeza. Pérdida de interés o capacidad de disfrutar o placer Trastornos del sueño, insomnio o hipersomnia Culpabilidad o baja autoestima Pérdida de energía o fatiga Falta de concentración Trastorno del apetito, pérdida o aumento de peso Pensamientos o actos suicidas Agitación o enlentecimiento de los movimientos o del habla Disminución de la libido y concentración Sentimientos de inutilidad o de culpa excesiva o inapropiados

1.3. Factores de riesgo

En cuanto a los factores psicosociales algunos clínicos están convencidos de que los acontecimientos vitales desempeñan un papel esencial o primario en la depresión, otros que sólo un papel relativo en el inicio y en la temporalización del trastorno. Por otra parte, los datos clínicos recalcan la importancia de evaluar la vida familiar del paciente e identificar los posibles factores estresantes relacionados con el entorno familiar.

Así mismo, según investigaciones de la OMS un factor genético está implicado claramente en el desarrollo de los trastornos del estado de ánimo, aunque el patrón de transmisión genética sigue mecanismos complejos. También han señalado que la probabilidad de sufrir trastornos del estado de ánimo decrece a medida que se aleja el grado de parentesco.

1.4. Epidemiología y estadísticas

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La depresión afecta dos veces más a las mujeres que a los hombres. El riesgo de esta enfermedad aumenta de 2 a 3 veces cuando existe una historia familiar de depresión. La edad de más alto riesgo es entre los 25 y los 44 años, la cual coincide con la etapa de mayor productividad en el empleo, así como con los años de maternidad.

En nuestro país, un estudio reciente muestra los siguientes datos: el índice de recurrencia fue del 59%, ya que estas personas reportaron más de un episodio depresivo. La edad promedio en la que se inició este padecimiento se ubicó en la segunda mitad de la tercera década de la vida y se evidenció que la proporción respecto al género fue de dos mujeres por cada hombre afectado. En relación con la severidad de los episodios depresivos, los cuadros moderados presentaron la mayor frecuencia con 48.1, los severos ocuparon el segundo lugar con 30.8, y finalmente los episodios de leve intensidad con 21.1 por cada 100 casos.

La prevalencia de trastornos depresivos en adolescentes es de aproximadamente 8.6% con una discapacidad de 7%. La duración media de un episodio depresivo mayor es de 7 a 9 meses en casos referidos a psiquiatría y de 1 a 2 meses en la población general; se estima que el 90% de los episodios depresivos mayores remite al cabo de 1 a 2 años y 10% se prolongan más allá de ese período. En los estudios de seguimiento se observa que la depresión tiende a persistir a través de los años, alrededor de 20 a 60% después de 1 a 2 años de remisión y de 70% después de 5 años. (Vicente y Cols)

1.5. Depresión y sistema inmune: algunos hallazgos de la psiconeuro-inmunología

La psiconeuroinmunología es un campo científico inter disciplinar que se dedica al estudio e investigación de los mecanismos de interacción y comunicación entre el cerebro (mente/conducta) y los demás responsables del mantenimiento homeostático del organismo, los sistemas: nervioso (central y autónomo), inmunológico y neuroendocrino, así como sus implicaciones clínicas (Solomon, 1998). La comunicación entre estos sistemas utiliza un “lenguaje bioquímico” a través de sustancias producidas por esos mismos sistemas, entre las que principalmente se encuentran las hormonas, los neurotransmisores y las citocinas.

La relación entre los tres sistemas cuenta con notables evidencias en cuanto al intercambio de información que se produce entre ellos. Entre ellas encontramos funciones localizadas en el cerebro que contribuyen a la emisión de la repuesta

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inmune; que la superficie de las membranas de algunos inmunocitos contiene receptores para la demanda de una cantidad de hormonas, neuropéptidos y neurotransmisores; y también que el timo, el bazo, los nódulos o la medula ósea, que son controlados por fibras noradrenérgicas del sistema nervioso simpático, están bajo el control del sistema nervioso autónomo.

Se ha hipotetizado que los efectos de determinados factores psicológicos median cambios en la función inmune y en el desarrollo de algunas enfermedades y que existen estrategias de intervención en cambios conductuales que muestran cambios en la función inmune (Ader, 2001).

En la actualidad, parece bastante aceptado que el estrés juega un papel importante en la génesis de la depresión y que es una de las causas fundamentales de ésta (Gotlib y Hammen, 1992). Gran parte de la evidencia clínica acerca de la depresión depende de una historia previa de adversidades y estrés psicosocial (Dohrenwend, 1998).

Por otro lado también se sabe que en la depresión se puede observar un perfil bioquímico similar, endocrino e inmunológico, al que se produce en situaciones de estrés, como: liberación espontánea de IL - 1b, IL-6 e inmunodesviación Th2 (Klinger, Herrera, Díaz, Jhann, Ávila y Tobar, 2005); así como actividad del eje HHC: Hipercotisolisemia, perturbación de los ritmos circadianos de cortisol, ausencia de respuesta al test de supresión de la dexametasona e hiperactividad de la hormona CRH (Sandín, 2001)

Las relaciones entre el estrés y la depresión son muy variadas, pudiendo existir vulnerabilidad genética o exposición a eventos estresantes en periodos críticos (gestación o infancia temprana), así como exposición a las situaciones estresantes durante cualquier época de la vida que para determinado individuo sean experimentadas como “fuera de su control” y en las que se encuentra con una percepción de no poder o no saber hacerles frente.

Una idea de investigación en depresión y su relación con el sistema inmune es la centrada en los cambios de humor provocados por las citocinas, éstos se asemejan mucho a los producidos por la depresión. El papel que juegan las citocinas en la depresión comenzó a considerarse cuando se comprobó que el interferón producía síntomas similares (conductas de enfermedad) a los de la depresión, la cual está asociada a incrementos de interleucinas como la IL-1, IL-6 y el TNF-a, estas citocinas son potentes moduladores de CRH, la cual produce activación del eje HHC caracterizada por incrementos en ACTH y cortisol, ambos elevados cuando se evalúa depresión mayor (O’Brien, Scott, y Dinan, 2004).

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A pesar de que se acumula evidencia en el sentido de una mayor probabilidad de riesgo de tener un trastorno depresivo en pacientes que están recibiendo citocinas como tratamiento para el cáncer o infecciones virales, existe un gran debate en la comunidad científica en este sentido. La administración de citocinas terapéuticas proporciona un modelo cuasi experimental para estudiar los mecanismos bajo los que subyacen los efectos de las citocinas en el humor, los pensamientos, y las funciones vegetativas.

Aunque los factores de vulnerabilidad que pueden proporcionar riesgo de depresión no han sido aun identificados, la reducción de los niveles de serotonina, a través de su precursor triptófano, probablemente relacionado con la inducción de la enzima indolamina 2,3 – dioxygenasa, puede presentar un mediador importante en el desarrollo del humor depresivo en los pacientes tratados con citocinas (Capuron y Dantzer, 2003; Schiepers, Wichers y Maes, 2005).

Otra línea de estudios está marcada por los efectos de la depresión puede producir en otros aspectos del individuo. Así, asociado a la depresión se observa el incremento de la morbilidad y la mortalidad. La depresión podría contribuir a incrementar la enfermedad, incluso la mortalidad, descontrolando el sistema inmune. A la vez, la depresión puede estimular directamente la producción de citocinas proinflamatorias que influyen en una serie de condiciones asociadas con la edad, como la enfermedad cardiovascular, osteoporosis, artritis, diabetes tipo 2, algunos tipos de cáncer, enfermedad peridontal, así como en la fragilidad de estas personas. (Kiecolt – Glaser y Glaser, 2002).

La depresión parece seguir siempre a una reacción del estrés prolongada y muy intensa ante estímulos nocivos o amenazantes. Por tanto, si el individuo no sabe (proceso cognitivo) reaccionar antes una determinada situación se sentirá incapaz y no obtendrá por tanto refuerzo (Lazarus, 1968); o se siente indefenso, sin control sobre la situación estimular (Seligman, 1975), es muy probable la aparición de síntomas y/o conductas depresivas. Algo parecido va a suceder si el organismo no es capaz de hacer frente a la infección, el organismo interpreta que no es capaz de vencer en la lucha y muestra de conductas depresivas.

Ya que el eje inmunológico puede ser el responsable del mantenimiento en relación con el medio externo e interno, cualquier proceso que module sus acciones, ya sea estresante o relajante, es capaz de repercutir globalmente en el organismo, modificando las concentraciones hormonales en plasma o los parámetros bioquímicos, generando patrones electroencefalográficos específicos y por tanto, repercutiendo en la salud física y psíquica del individuo (Infante y Peran, 1998). De este modo cualquier variable psicológica puede influir en la aparición o en el curso y desenlace de una determinada enfermedad en la que

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esté implicada el sistema inmune. Como los determinantes psicológicos que influyen en la conducta pueden venir directamente del SNC o indirectamente a través de la respuesta de estrés, cualquier cambio en la conducta que esté asociado a características de la personalidad o a estilos de afrontamiento en situaciones de emergencia (estresantes), así como estados emocionales negativos, podría afectar al sistema inmunológico. También puede ser que, en algunas ocasiones, los individuos ven una amenaza donde no la hay (o la exageran) resultado de ello la adquisición de una fobia; o bien no tienen recursos de afrontamiento adecuados en un momento dado o tienen ideas equivocadas acerca de cómo puede funcionar el mundo.

En otro orden de relación entre creencias y emociones estarían los referentes a la espiritualidad y las prácticas religiosas, que también parecen ejercer efectos beneficiosos para la salud y el sistema inmune (Kaye, 2002; Yates, 2004). Sin embargo, esto no es algo nuevo, ya desde los años 30 del siglo XX se habían realizado estudios con personas que practicaban la meditación.

Ante la escases de resultados altamente exitosos que relacionen la psicoterapia con el sistema inmunológico, pero sabiendo de su probada efectividad como tales en estados emocionales (estrés y/o depresión) reduciendo el malestar y contribuyendo con ello a mejorar la salud del individuo, estaremos esperanzados, en que en un futuro, los estudios puedan aunar los criterios en cuanto a variables (dependientes e independientes), así como en los tratamientos, con la finalidad de arrojar luz en lo que se refiere a la influencian de la psicoterapia en la respuesta inmunológica.

2. Adolescencia y depresión. Un problema de Salud Pública

2.1. Edad como variable que influye en las modalidades de presentación de la depresión

La adolescencia es una etapa de transición que supone importantes transformaciones a nivel biológico, cognitivo y social, las cuales aparecen en mayor proporción comparándolas con las que se suscitan en otros periodos de edad (Craig, 1997). Para el adolescente los cambios físicos, así como en las relaciones que establece con su grupo de referencia y amigos, implican un proceso de transformación en el concepto de sí mismo, que lo llevará a adquirir nuevas ideas, valores y prácticas y por lo tanto a construir una identidad propia (Fize, 2007). Todo esto, demanda en el joven el desarrollo de estrategias de afrontamiento que le permitan consolidar su autonomía y éxito tanto personal como social (Blum, 2000). Por ello es importante distinguir el carácter transitorio y

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hasta cierto punto común de la depresión en esta etapa, de una enfermedad peligrosa con consecuencias devastadoras para el sujeto. Así, para diagnosticar depresión se deben tener en cuenta una serie de elementos: forma y gravedad del episodio; funcionalidad del adolescente en su medio; consciencia del trastorno; capacidad de afrontamiento intra-psíquico.

Tanto para Freud como para Lacan, quienes escogieron deliberadamente el término pubertad al de adolescencia, ésta es una época en la que se reactualiza la efectuación de un número importante de elecciones e implica una rectificación de lo construido en el tiempo lógico de la infancia, teniendo en cuenta que lo traumático se refiere al encuentro del viviente con el orden simbólico. Pero en la adolescencia el trauma sexual adquiere nuevas coordenadas: si la respuesta a los enigmas del deseo del Otro habían sido durante la infancia del orden identificatorio, ahora el Otro se muestra insuficiente, está castrado. Por otro lado, el adolescente es un extraño para sí mismo y esa diferencia tan grande dentro de sí no puede hacerla coincidir con ningún saber previo. “Se abre el abismo del sin sentido, donde se anidan la depresión y los fantasmas de muerte”.

En términos específicos, “la depresión infanto-juvenil constituye una situación afectiva de tristeza, mayor en intensidad y duración, que ocurre en esta edad cuando se dan una combinación de síntomas que lleva a un cambio en su conducta y sentimientos, afectando el normal desarrollo. Es relativamente frecuente y se asocia a una morbilidad significativa aunque infradiagnosticada en niños y adolescentes (aproximadamente dos tercios de los adolescentes con depresión clínica no están reconocidos ni tratados)” (Rodríguez, A. y col., p 270).

2.2. Vulnerabilidad y depresión

En cuanto a los factores de riesgo o las variables asociadas a la depresión en la adolescencia existe una correlación entre depresión y síndrome de riesgo que por su trascendencia amerita un estudio a profundidad del tema.

Es importante aclarar que los factores individuales, familiares, redes de soporte y socioambientales se asocian a la depresión en jóvenes pero la relación causal aún no es clara.

Factores familiares: variables que influyen en el desarrollo de la enfermedad

- Vínculo padre- hijo

- Factores socioeconómicos y cambios en la estructura familiar

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- Separación de los padres

- Violencia entre la pareja parental

- Abuso físico hacia los niños

- Maltrato en la infancia de diversos tipos

Soporte social

- Aceptación del grupo de pertenencia

- Relación con los pares y soledad

- Déficit en las habilidades sociales

- Ser mujer

- Relaciones afectivas poco saludables: demanda excesiva, sobreprotección, etc.

Conductas problema co-ocurrentes

La depresión adolescente ha sido asociada a abuso de sustancias y suicidio.

2.3. Prevención de la depresión en adolescentes: alcances y límites

La prevención se estructura en tres niveles: prevención primaria con el objetivo de reducir la aparición del trastorno, la prevención secundaria que es para detectar lo más precozmente posible la aparición de trastornos y disminuir su impacto. Por último, la prevención terciaria cuyo objetivo es la intervención encaminada a disminuir las repercusiones negativas de la enfermedad desarrollada. En 1994 el Institute of Medicine de EEUU acortó el concepto de prevención, siendo las estrategias destinadas a evitar el desarrollo de un trastorno, esta clasificación distingue entre prevención (evitar el trastorno) y formas de intervención (una vez presentado el trastorno).

Los programas preventivos están fundamentados en las teorías cognitivo-conductuales de la depresión y emplean estrategias y técnicas desarrolladas desde este enfoque para su tratamiento. El tratamiento cognitivo-conductual busca que la persona desarrolle habilidades y formas de comportamiento que reducirían la experiencia depresiva. Los programas se han centrado en el desarrollo de factores protectores a nivel individual de tipo cognitivo y en las

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bases teóricas de la depresión mencionadas por autores como Beck, Lewinshon y Seligman. Los programas están enfocados al fortalecimiento de competencias parentales y de vinculación madre-hijos, en general los talleres están destinados a la enseñanza y entrenamiento de estrategias y técnicas como:

Aumento de las actividades placenteras. Entrenamiento de habilidades sociales Automonitoreo y autorefuerzo Entrenamiento en la resolución de problemas Entrenamiento en relajación Reestructuración cognitivo. Interrupción de pensamientos. Autoinstrucciones.

Se requiere potenciar la prevención mediante el fortalecimiento de programas propios de investigación que respondan a las necesidades y características de la realidad que muestra en los adolescentes.

3. Trastornos depresivos en la adolescencia

3.1. Distimia

Cualquier niño puede sentirse triste en un momento determinado, pero para recibir el diagnóstico de episodio depresivo mayor debe cumplir los criterios diagnósticos de DSM-IV o CIE-10 (si utilizamos la clasificación internacional de enfermedades de la OMS). Aunque los criterios para diagnosticar un episodio depresivo mayor así como el trastorno distímico son los mismos en niños y adolescentes que en adultos, el cuadro clínico puede variar considerablemente según el nivel de desarrollo del niño. Por ejemplo, los niños generalmente presentan más síntomas de ansiedad, quejas somáticas, alucinaciones auditivas, rabietas y problemas de conducta. Conforme el nivel de desarrollo cognitivo va progresando, los niños de más edad pueden ser capaces de mostrar componentes cognitivos de su humor disfórico y baja autoestima, así como sentimientos de culpa y de infelicidad. Los adolescentes suelen manifestar más problemas de apetito y del sueño, delirios, ideación o intentos autolíticos, así como mayor repercusión funcional en su vida social y familiar que los niños. Además tienden a presentar menos síntomas neurovegetativos y quizás una mayor irritabilidad que los adultos con depresión mayor.

3.2. Trastorno bipolar

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El trastorno bipolar se desarrolla en un 20-40% de niños y adolescentes deprimidos con depresión mayor. Diferentes factores se asocian a una mayor vulnerabilidad al desarrollo de trastorno bipolar: comienzo precoz del episodio depresivo, enlentecimiento psicomotor, síntomas psicóticos, historia familiar de trastorno bipolar o de depresión con síntomas psicóticos, y/o el desarrollo de hipomanía inducida farmacológicamente.

Los trastornos depresivos pueden afectar al desarrollo social, emocional y cognitivo, así como a la calidad del vínculo que se establece entre el niño y sus padres. Confieren, además, un mayor riesgo para las conductas suicidas y de abuso de sustancias, y repercuten en el funcionamiento socio-familiar y académico del niño.

3.3. Trastorno depresivo no especificado

La llamada depresión enmascarada hace referencia a una depresión que no muestra trastornos del ánimo, presentando otros síntomas como hiperactividad, conductas antisociales, conducta agresiva y trastornos del aprendizaje. El concepto de los equivalentes depresivos hace referencia a la presencia de quejas somáticas, fundamentalmente dolores (de barriga, de cabeza, etc.), como las que aparecen en la fobia escolar, en un niño que no muestra síntomas depresivos. Ahora es bien conocido que aquellos niños con depresión enmascarada y/o equivalentes depresivos realmente sí presentan síntomas depresivos y que la falta de detección de estos síntomas tiene que ver fundamentalmente con deficiencias en la exploración psicopatológica más que con la ausencia de síntomas depresivos.

3.4. Depresión mayor

La prevalencia en los adolescentes es de casi el 8.6% con discapacidad de 7%, con diferencias respecto al sexo, las mujeres tienden a padecerlo más que los hombres. En el trastorno depresivo mayor se encuentra un grave trastorno del ánimo depresivo o irritable diario casi la mayor parte del día durante por lo menos dos semanas. Este trastorno puede alterar el desarrollo del niño a adolecente ocasionando discapacidad en sus funciones sociales, escolares y emocionales.

4. Factores asociados

4.1. Relación entre depresión y conflictos familiares

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Las relaciones familiares de los niños y adolescentes deprimidos suelen caracterizarse por la existencia de conflictos, maltrato, rechazo, y problemas de comunicación con pobre expresión de afecto positivo y apoyo. Los padres pueden estar también ellos mismos deprimidos o padecer otros trastornos psiquiátricos u otras enfermedades que condicionen una reducción de la efectividad de la educación parental. No obstante, estos problemas en el estilo educativo de los padres pueden ser secundarios a la interacción con un niño deprimido, irritable o desafiante.

Existe suficiente evidencia como para afirmar que experiencias adversas en la infancia (muerte o separación de los padres) incrementan el riesgo de depresión o ansiedad en la edad adulta.

4.2. Rendimiento escolar

Algunos estudios encuentran que los trastornos depresivos pudieran estar asociados a problemas que influyen en el rendimiento escolar como el surgimiento de un sentimiento de incapacidad para afrontar las exigencias académicas y poco entusiasmo frente al trabajo escolar, se ha visto la relación entre la depresión y la baja autoestima, expectativas negativas acerca del éxito académico, problemas de conducta e interpersonales, victimización o aislamiento, delincuencia juvenil y adicción a sustancias nocivas. El nivel socioeconómico es un factor que incide en el aprovechamiento escolar aunado a la depresión.

Las relaciones particulares de la dinámica familiar con el rendimiento académico de ciertas asignaturas pueden estar mediando la manera en que los sujetos perciben su competencia académica, lo que a su vez puede contribuir a la inducción de episodios depresivos. La presión que siente el adolescente por rendir satisfactoria- mente en aquellas materias en las que las expectativas socia- les son altas e importantes y no lograrlo, le puede conducir a devaluar su autoimagen y la percepción de ayuda de sus padres.

4.3. Factores socioambientales

La pobreza favorece síntomas depresivos en los jóvenes, vivir en vecindarios caracterizados por problemas sociales como crimen, etc. No participación en actividades escolares o comunitarias, así como la falta de oportunidades para acceder a la escuela y trabajo. Otro factor sociambiental está relacionado con el bajo rendimiento académico.

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5. Tratamiento e intervención

El tratamiento de la depresión en niños y adolescentes comprende intervenciones psicoterapéuticas, sociofamiliares y farmacológicas. La planificación terapéutica se realizará sobre la base del diagnóstico, de la edad y de las características clínicas y sociofamiliares del paciente. La intervención incrementa su utilidad cuando se combinan diversos tipos de tratamiento. Una buena propuesta de modelo incluiría estrategias de intervención que incidan sobre las alteraciones afectivas, cognitivas, conductuales y biológicas, pero también en la familia y en la escuela.

La depresión leve puede mejorar por sí sola sin tratamiento o con asesoramiento sobre cómo afrontar los problemas. Resultan eficazmente la autoayuda y las terapias psicológicas.

Para la depresión moderada – grave, lo más recomendable es combinar una medicación con terapia psicológica.

El tratamiento más adecuado depende de cada caso concreto y de tus preferencias. Lo principal es utilizar un tratamiento que funcione, dándole el tiempo necesario para que esto ocurra.

Entre los instrumentos utilizados para evaluar la depresión están:

Escala para Depresión de Zung. Inventario de Depresión de Kovacs. Escala de Depresión del Centro de Estudios Epidemiológicos de

Radloff (1977). Diversas mediciones derivadas del DSM-IV. Cuestionario de Depresión de Lang y Tisher (1997). Inventario de Depresión de Beck (Beck, Steer, y Brown, 2006).

Los instrumentos para identificar las relaciones familiares:

Escala de Comunicación Padre-Adolescentes de Barnes y Olson (1982).

Escala de Clima Social en la Familia de Moss, Moss y Trickett (1992). Inventario de Acontecimientos Vitales en la Infancia y la Adolescencia

de Moreno y Del Barrio (1992). Escala de Satisfacción Familiar de Graviria, Rodríguez y Álvarez

(2002). Escala de Ambiente Familiar de Villatoro et al. (1997).

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Cuando uno experimenta sentimientos de tristeza o depresión, puede ser difícil ponerse en marcha para hacer cualquier cosa. Consejos para sentirse mejor:

Manejo del estrés: Si los problemas parecen asfixiarte, considera uno a la vez. Disfruta con las pequeñas cosas, consigue tiempo para ti mismo. Aprende a reconocer cuando necesitas parar, todos tenemos un límite. No seas demasiado severo contigo mismo.

Actividad física: Aumenta tu actividad física consigue aire nuevo y natural cada día. Rutina regular de ejercicio es ideal. Una actividad dirigida en grupo pueda mejorar el cumplimiento de tu

objetivo más fácilmente. Si tienes duda sobre el tiempo de ejercicio, consulta a tu medico.

Dado el contexto psicosocial de la depresión lo ideal es un tratamiento combinado. A continuación se presentan diferentes tipos de terapias.

5.1. Terapias cognitivo-conductuales

La terapia cognitivo conductual se concentra en modificar los estilos negativos de pensamientos y de conducta que contribuyen a desencadenar y mantener la depresión. Se basa en la premisa de que los pacientes deprimidos tienen distorsiones cognitivas en el modo en que se ven ellos mismos, ven su entorno y el futuro, y en que estas distorsiones cognitivas contribuyen a su depresión. La duración de los tratamientos cognitivo-conductuales no es larga (aproximadamente 12-20 sesiones). Los programas preventivos están fundamentados en las teorías cognitivo-conductuales de la depresión y emplean estrategias y técnicas desarrolladas desde este enfoque para el tratamiento de la depresión, el tratamiento cognitivo-conductual busca que la persona desarrolle habilidades y formas de comportamiento que reducirían la experiencia depresiva. Los programas se han centrado en el desarrollo de factores protectores a nivel individual de tipo cognitivo, las bases teóricas de la depresión mencionan autores como Beck, Lewinshon y Seligman. Los programas están enfocados al fortalecimiento de competencias parentales y de vinculación madre-hijos, en general los talleres están destinados a la enseñanza y entrenamiento de estrategias y técnicas como:

Aumento de las actividades placenteras.

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Entrenamiento de habilidades sociales. Automonitoreo y autorefuerzo. Entrenamiento en la resolución de problemas. Entrenamiento en relajación. Reestructuración cognitivo. Interrupción de pensamientos. Autoinstrucciones.

5.2. Terapia interpersonal

La terapia interpersonal ayuda a las personas con depresión a identificar y manejar los problemas específicos en la relación con la familia, amigos, compañeros y otras personas.

5.3. Terapia psicodinámica

En la terapia psicológica vas a trabajar con un especialista que te escuchará y ayudará con estrategias para mejorar la depresión, te enseñará a tener pensamientos realistas, cómo resolver problemas, metas que alcanzar y a mejorar las relaciones con los demás. La psicoterapia sería de primera elección en depresión leve-moderada y la más utilizada es de tipo cognitivo-conductual. La psicoterapia dinámica viene clínicamente explicitada, por algunos autores, según grupos de edad. Según estos autores durante la primera infancia la depresión implica a menudo disfunción familar y psicopatología paterna o materna, por lo que el terapeuta proporcionará a los padres apoyo, asesoramiento y educación en cuanto a la crianza del niño y un asesoramiento o psicoterapia para sus propios problemas. En el niño preescolar, la terapia por el juego se considera la mejor intervención. En el niño de edad escolar, principalmente en casos en que exista una resistencia y una falta de cooperación, la introducción de juegos estructurados y después menos estructurados ayudará en la terapia individual.

5.4. Tratamiento farmacológico

En la terapia farmacológica los principales fármacos utilizados en el tratamiento de la depresión se denominan antidepresivos. Estos medicamentos funcionan incrementando en el cerebro la actividad y los niveles de ciertas sustancias químicas denominadas neurotransmisores, que ayudan a mejorar su estado de ánimo. La farmacoterapia sería de primera elección en: depresión

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moderada-severa, depresión psicótica y cuando no hay respuesta a psicoterapia en depresión leve-moderada. Para aquellos pacientes que requieren tratamiento farmacológico, los inhibidores selectivos de recaptación de la serotonina (ISRS) son el fármaco de elección, aunque la presencia de comorbilidad puede determinar la elección inicial de otros fármacos. Así, en un niño con depresión mayor y trastorno por déficit de atención con hiperactividad sería preferible iniciar tratamiento con un antidepresivo tricíclico, bupropion o venlafaxina antes que con un ISRS. Dado la elevada tasa de recidivas, se recomienda la terapia de continuación para todos los pacientes durante al menos 6 meses. Los antidepresivos deben ser continuados a la misma dosis que se precisó para tratar la fase aguda del episodio depresivo. Al final de la fase de continuación, los pacientes que no requieran más tratamiento, deberán proceder a la retirada del fármaco progresivamente en el plazo de unas seis semanas. En los casos en los que el paciente deba seguir tomando tratamiento farmacológico o fase de mantenimiento (habitualmente en trastornos depresivos recurrentes), el clínico deberá considerar la duración (desde 1 año a indefinidamente).

Niveles de prevención:

La prevención se refiere a los servicios ofrecidos antes de que se presente el problema que uno desea prevenir, por ejemplo un episodio de depresión mayor o el comienzo de alguna adicción, por ejemplo al tabaco.

El tratamiento se refiere a intervenciones enfocadas a reducir o terminar con un problema después de que este se ha desarrollado. Por ejemplo, aliviar la depresión o acabar con un episodio de depresión mayor, o ayudar a un fumador a dejar de fumar.

Mantenimiento se refiere a mantener la mejoría lograda cuando el tratamiento da resultado o a evitar una recaída.

Formas de brindar servicios:

Profesionales son personas licenciadas que tienen la formación académica para poder ofrecer tratamiento psicológico o médico: psicólogos, psiquiatras, trabajadoras sociales y enfermeras en salud pública.

Asistentes profesionales son personas no licenciadas para ofrecer tratamiento, pero han aprendido los métodos para enseñar cómo llevar a cabo ciertas estrategias útiles como parte de intervenciones preventivas o de tratamiento.

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Voluntarios son personas que proveen ayuda informal a necesitadas, pero no necesariamente enseñan o conocen métodos formales.

Compañeros de ayuda mutua son personas que están enfrentado a una misma situación o que comparten el mismo problema.

Avances tecnológicos se refieren al uso de aparatos electrónicos, medios de comunicación, cintas de audio y video, CD’s, DVD’s, computadoras, incluyendo el sistema Internet.

Material impreso se refiere a libros, periódicos, volantes e instrucciones escritas, destinados a prevenir o mejorar los problemas de salud general o de salud mental.

Papel del profesional mental:

Este marco le permite al profesional de salud mental considerar varias formas de contribuir profesionalmente:

Diseñar y promover los servicios profesionalmente. Vincular a los usuarios con los servicios apropiados. Evaluar la efectividad de los distintos tipos de proveedores de servicio.

6. Conclusiones

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En este ensayo se presentó un recorrido por los conceptos fundamentales asociados a la depresión como trastorno mental. Se comenzó con una definición general sobre las características del trastorno depresivo mayor, sus causas, síntomas y factores de riesgo así como lo relativo a la epidemiología. Posteriormete, se definió qué es la adolescencia y cómo se manifiestan los trastornos depresivos en esta etapa del clico vital. Entonces, comenzamos con un planteamiento general del problema para efectuar después su acotamiento a sus modalidades de presentación en la adolescencia, considerando la articulación entre factores de riesgo y depresión, así como los niveles y principales estrategias para su prevención. Para finalizar este trabajo es importante mencionar que el diagnóstico se basa en una cuidadosa evaluación diagnóstica psiquiátrica, donde se debe incluir entrevistas con el niño, sus padres, y otros posibles informantes (profesores, pediatras, etc.), de igual manera el tratamiento de la depresión en niños y adolescentes comprende intervenciones psicoterapéuticas, sociofamiliares y farmacológicas en diferentes niveles, donde la adecuada planificación terapéutica se debe realizarar sobre la base del diagnóstico, de la edad y de las características clínicas y sociofamiliares propias de cada paciente, por último, toda intervención incrementa su utilidad cuando se combinan diversos tipos de tratamiento y se le da el debido segumiento y control.

7. Referencias

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