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José Joaquín Blanco (Ciudad de México, 1951) es narrador, poeta, crítico, cronista, autor de una de las obras imprescindibles de la lite- ratura mexicana contemporánea. Entre sus ensayos literarios se en- cuentran La literatura de la Nueva España: Conquista y Nuevo Mundo y Esplendores y miserias de los criollos (Cal y arena, 1989) y Crónica litera- ria. Un siglo de escritores mexicanos (Cal y arena, 1996). Los 1 MPRESCINDIBLES El lector novohispano UNA ANTOLOGÍA DE LA UTERATURA MEXICANA COLONIAL Selección y prólogo de José Joaquín Blanco

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José Joaquín Blanco (Ciudad de México, 1951) es narrador, poeta,crítico, cronista, autor de una de las obras imprescindibles de la lite-ratura mexicana contemporánea. Entre sus ensayos literarios se en-cuentran La literatura de la Nueva España: Conquista y Nuevo Mundo yEsplendores y miserias de los criollos (Cal y arena, 1989) y Crónica litera-ria. Un siglo de escritores mexicanos (Cal y arena, 1996).

Los 1 MPRESCINDIBLES

El lector novohispanoUNA ANTOLOGÍA

DE LA UTERATURA MEXICANA COLONIAL

Selección y prólogode José Joaquín Blanco

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la miran como un específico contra la gonorrea. Lemeryen su tratado de las drogas, describe sus virtudes de estamanera: "El cáñamo contiene mucho aceite y poca sal,es muy bueno para las quemadas y para el zumbido delos oídos; la semilla está reputada por muy buena paracombatir la lascivia; tomada por muchos días apaciguala tos."La dosis es desde un escrúpulo hasta una drag-ma; en el Diccionario econ6mico se hallan referidas estasmismas virtudes; en más número y tratadas con exten-sión en el Compendio de las plantas usuales por monsieurChomel, doctor regente de la facultad médica de París.

¿Pues si un médico mandase el uso de la semilla delcáñamo en virtud de su utilidad en los usos médicos, ig-norando, como es creíble ignore, los abusos que tienenlos indios en esta semilla, que conocen por pipiltzintzin-tu, no redundaba un gravísimo daño por cuanto seministraba a su ignorancia un nuevo incentivo para per-manecer en aquellas creederas pecaminosas? ¿Qué por-ciones de la referida semilla se habrán consumido en elHospital Real de esta corte ordenadas por los médicosencargados en la cura de la multitud de indios queanualmente se atienden en este hospital con intenciónmuy sana, respecto de los médicos, y daño espiritual delos indios? Estoy persuadido que algunos de ellos, aquienes se les habrá administrado en sus dolencias, re-cobrada su salud temporal, habrán quedado muy arrai-gados en el abuso de los Pipiltzintzintlis. Parece hedemostrado la virtud de los decantados Pipiltzintzintlis,por lo que habremos de decir con el lenguaje de losteólogos, que son malos por prohibidos, no prohibidospor malos.

Francisco Xavier Clavijero

carlosurani
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oven aún, Clavijero (1731·1787) sufrió el des-tierro a que el rey condenó a todos losjesuitas. EnItalia, pobre, se dedicó a una vasta tarea: escri-bir clara y sistemáticamente la Historia antigua

de México, reivindicando la cultura mexica a la queparangonó con las grandes civilizaciones de la antigüedadclásica occidental. Su fin era defender a la patria, pero "alescribir me he propuesto como principal objeto la verdad".

Por esos años, los ilustrados europeos habían dado con lamoda "científica" y "filosófica" de pretender que todo en elNuevo Mundo era aberrante, estúpido y subdesarrollado, lomismo las plantas que los animales y los indios y, desde lue-go, también los españoles: El desprecio a todo lo no-europeoy no-racional, lo mismo alcanzaba a las religiones indígenasque al catolicismo, a los climas tropicales que a las lenguasautóctonas.

En su "Sexta disertación ", y en toda su obra, Clavijero em-prende la mayor defensa del continente americano, de las ci-vilizaciones indígenas y de la cultura española que conoció "su siglo. El jesuita mexicano tuvo la razón contra los enci-clopedistas europeos.

Durante más de un siglo se conoció sólo la versión italia-na, hasta que se rescató la original castellana (EditorialPorrúa).

Lo han estudiado Gonzalo Aguirre Beltrán, Luis Gonzálezy González y Enrique Florescano, entre otros autores.

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De Historia antigua de México

Sexta disertación. La cultura de los mexicanos

Pauw, enfurecido siempre contra elNuevo Mundo, lla-ma bárbaros y salvajes a todos los americanos, y los re-puta inferiores en sagacidad e industria a los másgroseros y rudos pueblos del antiguo continente. Si sehubiera contentado con decir que las naciones america-nas eran en gran parte incultas, bárbaras y bestiales ensus costumbres, como habían sido antiguamente mu-chas de las más cultas naciones de Europa, y como sonactualmente algunos pueblos de Asia, Africa y aun Eu-ropa; que las naciones más civilizadas de América eranmuy inferiores en cultura a la mayor parte de las nacio-nes europeas; que sus artes no estaban tan perfecciona-das, ni sus leyes eran tan buenas ni tan bien ordenadas,y que sus sacrificios eran inhumanos y algunas de suscostumbres extravagantes, no tendríamos razón pa-ra contradecirle. Pero tratar a los mexicanos y peruleroscomo a los caribes y los iroqueses, no hacer caso de suindustria, desacreditar sus artes, despreciar en todo sus

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690 FRANCISCO XAVIER CLAVIJERO

leyes, y poner aquellas industriosas naciones a los piesde los más groseros pueblos del antiguo continente, énoes obstinarse en envilecer al Nuevo Mundo y a sus ha-bitantes, en lugar de buscar la verdad como debía hacer-lo según el título de su obra?

Bárbaros y salvajes llamamos hoy día a los hombresque, conducidos más por capricho y deseos natural-es que por la razón, ni viven congregados en sociedad,ni tienen leyes para su gobierno, ni jueces que ajustensus diferencias, ni superiores que velen sobre su con-ducta, ni ejercitan las artes indispensables para reme-diar las necesidades y miserias de la vida; los que,finalmente, no tienen idea de la divinidad, o no han es-tablecido el culto con que deben honrarla.

Pues bien, los mexicanos y las demás naciones deAnáhuac, así como los peruleros, reconocían un ser su-premo y omnipotente, aunque su creencia estuviese,como la de otros pueblos idólatras, viciada con mil erro-res y supersticiones. Tenían un sistema de religión, sa-cerdotes, templos, sacrificios y ritos ordenados al cultouniforme de la divinidad. Tenían rey, gobernadores ymagistrados, tenían tantas ciudades y poblaciones tangrandes y bien ordenadas, como haremos ver en otradisertación; tenían leyes y costumbres, cuya observanciacelaban magistrados y gobernadores; tenían comercio ycuidaban mucho de la equidad yjusticia en los contra-tos; tenían distribuidas las tierras y asegurada a cadaparticular la propiedad y posesión de su terreno; ejer-citaban la agricultura y otras artes, no sólo las necesa-rias a la vida, sino aun las que sirven solamente a lasdelicias y al lujo.

¿Qué más se quiere para que aquellas naciones nosean reputadas bárbaras y salvajes?La moneda, responde

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Pauw, el uso del fierro, el arte de escribir y los de fa-bricar navíos, construir puentes de piedra y hacer cal.Agrega que sus artes eran imperfectas y groseras, suslenguas escasísimas de voces numerales y de términospropios para explicar las ideas universales; y sus leyesinexistentes, porque no puede haber leyes donde reinala anarquía y el despotismo. Todos estos artículos exi-gen un examen particular.

1. LA FALTA DE MONEDA

Pauw decide que ninguna nación de América era cultay civil, porque ninguna usaba de moneda, y para fundarsu aserto alega un lugar de Montesquieu: "Aristopa,habiendo naufragado, llegó a nado a una plaza inmedia-ta; allí vio delineadas en la arena algunas figuras de geo-metría y se llenó de júbilo, creyendo haber arribado aun pueblo griego y no a una nación bárbara. Imagína-te que por algún accidente llegaras a un país descono-cido; si allí encontraras alguna moneda, no dudaríasque habías llegado a un pueblo culto."! Pero si Montes-quieu concluye bien del uso de la moneda la cultura deun pueblo, Pauw infiere muy mal el defecto de culturade la falta de moneda. Si por ésta se entiende un pe-dazo de metal acuñado con la efigie del príncipe o delpueblo, la falta de ella en una nación no demuestrabarbarie.

"Los atenienses, dice Montesquieu, como no usabanlos metales, se valían para moneda de bueyes, como losromanos de ovejas." Y de aquí tuvo origen, como sabentodos, el nombre pecunia, pues los romanos pusieron

1 L 'esprit des lois, Lib. 18, cap. 13.

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en la primera moneda que acuñaron la efigie de las ove!"jas de que se servían antes para sus transacciones. Lo'griegos eran, sin duda, una nación muy culta en tiem't\po de Homero, pues no era posible que en una nació "'inculta se educase un hombre capaz de componer l~Iliada y la Odisea. Pero los griegos en aquel tiempo nconocían la moneda acuñada, como aparece de las mimas obras de aquel famoso poeta, el cual, cuando qui I

re significar el valor de alguna cosa, lo explica por e~número de bueyes o de ovejas que valía, como en la':IUada (VII), cuando Glauco dice que dio sus armas de;'oro, que valían cien bueyes, por las de Diomedes, que>eran de cobre y no valían más que nueve bueyes. Siempre que menciona alguna adquisición por contrato, n;habla más que de cambio o permuta. Y en aquella con'troversia antigua entre los sabinianos y proculeyanosj ..dos sectas de jurisconsultos, los primeros sostenían que!;podía hacerse verdadera venta y compra sin precio; ale..,:gando para esto ciertos lugares de Homero, en los cua-sles se decía que compraban y vendían los que no hacíanqmás que permutar.

Los lacedemonios eran un pueblo culto de Grecia, a<,pesar de que no usasen moneda, y de que entre las leyes"fundamentales de Licurgo, hubiese la de no comerciar:"sino por permuta. Los romanos no tuvieron moneda>',acuñada hasta el tiempo de Servio Tulio, ni los persas-]hasta el reino de Darío Hystaspe, y no por esto deben.]llamarse naciones bárbaras en los tiempos que precedie-ron a aquellas épocas. Los hebreos eran civilizados, a lo'menos hasta el tiempo de sus jueces, y no sabemos que.estuviese entre ellos en uso la moneda grabada, sino entiempo de los macabeos. Luego la falta de moneda acu-ñada no es prueba de barbarie.

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Si por moneda se entiende un signo representativodel valor de todas las mercaderías, como la defineMontesquieu, es indudable que los mexicanos y todaslas demás naciones de Anáhuac, a excepción de los bár-baros chichimecas y oto míes, se servían de moneda ensu comercio. ¿Qué era el cacao, que constantementeusaban para proporcionarse en el mercado todo loque necesitaban, sino un signo representativo del valorde todas las mercaderías ? El cacao tenía su valor fijo yse daba por número; pero para ahorrarse la molestiade contar cuando las mercaderías importaban milla-res de almendras, sabían ya que cada saco de ciertotamaño contenía tres uquipilli o veinticuatro mil almenodras. Pues équíén no ve que el cacao es mucho mejormoneda que los bueyes y las ovejas, de que se valíanantiguamente los griegos y los romanos, y la sal, queusan ahora los abisinios? Los bueyes y las ovejas nopodían servir para adquirir las mercaderías pequeñas yde poco valor, y cualquiera enfermedad u otra desgra-cia que sobreviniese a esos animales, podía empobrecera los que no tenían otro capital. "Se emplea el metalpara moneda, dice Montesquieu, para que sea más' dqJradero el signo. La sal de que se valen los abisinios tit:ne el defecto de ir continuamente disminuyendo.";":'"

El cacao, por el contrario, podía s~rvir para C~aI~"mercadería, se transportaba y custodiaba más fácilrti~y se conservaba con menos diligencia. '¡':"}~i¡~

El uso del cacao en el comercio de aquellasnes parecerá tal vez un mero trueque; pero nopue~ habiendo varias especies de cacao, n?como moneda el tlalcacahuatl, cacao menudo.,ban en su bebida cotidiana, sino más bien otrat;de inferior calidad y menos útiles para alímenti .

694 FRANCISCO XAVIER CLAVIJERO;

circulaban incesantemente como moneda! y no tenían':casi otro uso que el de emplearse en el comercío." Ci- ',e

tan estas especies de moneda todos los historiadores de:México, así españoles como indios. Las otras cuatro es- \pecies de que hemos hablado en nuestra Historia (Lib;:VII) constan por el testimonio de Cortés y de Torque-]mada. Cortés afirma en su última carta a Carlos v, que:habiendo estudiado el comercio de aquellas nacionea.'[halló que en Tlachco y otras provincias comerciabancon moneda. Si él no hubiese oído hablar de monedaacuñada, no hubiera restringido el uso de ella a Tlachcoy a alguna otra provincia, pues bien sabía, sin que le,fuera necesario hacer nuevos estudios, que en los mer-acados de México y Tlaxcala, en los que había estado 1muchas veces, utilizaban como moneda, además del ca~:.cao, ciertas pequeñas telas de algodón llamadas por:ellos patlolquachtli, y del oro en polvo metido en plumas:de pato. Sospecho, sin embargo, de lo dicho en aquellugar de mi Historia, que había también moneda acu-ñada, y que tanto los pedazos sutiles de estaño quemenciona el mismo Cortés, como los de cobre en figurade T, de que habla Torquemada (Lib. 14, cap. 14) comode especies de moneda, tenían alguna imagen autori-zada por el soberano o por los señores feudatarios.

Para impedir todo fraude en el comercio, nada, a ex-cepción de los víveres ordinarios, se podía vender fue-ra de la plaza del mercado, en que había, como yadijimos con el apoyo de muchos testigos oculares, el

! Hernández, Rerum medicarum N. Hisp. Thesauri, lib. 3, cap, 46,, En la misma capital de México, donde se acuñan anualmente diecio-cho o veinte millones de pesos fuertes en oro y plata, la gente pobreusa todavía el cacao para adquirir en el mercado algunas cosas depoco valor.

HISTORIA ANTIGUA DE MEXlCO 695

más bello orden que pueda imaginarse. Allí estaban lasmedidas prescritas por los magistrados, los comisarios,que circulaban incesantemente, observando cuanto ocu-rría, y jueces de comercio encargados de conocer de los

.litigios suscitados entre los negociantes, y de castigar los\delitos que allí se cometían. ¿y no obstante esto debe-

\ rá decirse que los mexicanos eran inferiores en indus-tria a los pueblos más groseros del antiguo continente,entre los que hay algunos tan rudos y obstinados en subarbarie que no ha bastado en tantos siglos el ejemplode las otras naciones de su continente para darles aconocer las ventajas de la moneda?

2. EL USO DEL FIERRO

El uso del fierro es una de las cosas que Pauw exige parallamar culta a una nación, y por falta de él cree bárba-ros a todos los americanos. Y así, si Dios no hubiesecriado aquel metal, todos los hombres deberían ser bár-baros forzosamente, según la opinión de este filósofo.Mas en el mismo lugar de su obra en donde echa encara la barbarie a los americanos, nos da los materialesque podríamos desear para rebatirlo. Afirma que "entoda la extensión de América se encuentran muy pocasminas de fierro, y el que hay allí es tan inferior en cali-dad al del otro continente, que no puede emplearse niaun para hacer clavos". Dice que "los americanos po-seían el secreto, ya perdido en el antiguo continente, dedar al cobre un temple igual al que recibe el acero; queGodin mandó en 1727 (querrá decir 1747, pues en 1727todavía no había ido al Perú Godin) al conde de Maure-pas un hacha vieja de cobre perulero endurecido, y

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habiéndola observado el conde de Caylus, reconocióque casi se igualaba en dureza a las antiguas armas decobre de que se servían los griegos y los romanos, loscuales no empleaban el fierro en muchas de las obrasen que nosotros lo empleamos ahora, o porque enton-ces era más caro, o porque su cobre templado era demejor calidad que su acero". Añade que Caylus, admi-rado de aquel arte, se persuadió (aunque en esto lo im-pugne el mismo Pauw) que ese instrumento no era obrade aquellos peruanos embrutecidos que los españolesencontraron al tiempo de la conquista, sino de otranación más antigua e industriosa.

De todo lo que dice Pauw saco yo cuatro consecuen-cias importantes: 11Que los americanos tuvieron el ho-nor de imitar en el uso del cobre a las dos naciones máscélebres del antiguo Continente; 21Que se portaron sa-biamente no sirviéndose de un fierro tan malo, que nopuede ser útil ni aun para hacer clavos, y usando uncobre al que daban el temple del acero; 31Que si no su-pieron el arte de trabajar el fierro, poseían el sin.gularísimo de templar el cobre como el acero, que nohan podido restaurar los físicos europeos del siglo ilu-minado, y 41 Que tanto se engañó Caylus en el juicioque hizo de los peruanos, como Pauw en el que ha he.cho de todos los americanos.

Estas son las consecuencias legítimas que debendeducirse de la doctrina de nuestro filósofo sobre eluso del fierro, y no la de la falta de industria comoél pretende. Querría yo saber de él mismo si se re-quiere mayor industria para labrar el fierro como lo la-bran los europeos, o para labrar sin fierro toda suertede piedra y madera, fabricar algunas especies de armas,y hacer sin fierro, como hacen los americanos, las más

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curiosas obras de oro, plata y piedras. El uso preciso delfierro no prueba gran industria en los europeos. Inven-tado por los primeros hombres fácilmente, pasó de unosa otros, y así como los americanos modernos lo recibie-ron de los europeos, los antiguos europeos lo reci-bieron de los asiáticos. Los primeros pobladores deAmérica conocieron sin duda el uso del fierro, pues lainvención de él fue casi coetánea al mundo, pero pue-de creerse que sucediera lo que conjeturamos (PrimeraDisertación) que, no habiendo encontrado al principiolas minas de aquel metal en los países ·septentrinales deAmérica en donde entonces se establecieron, se perdióen los descendientes la memoria.

Mas finalmente, si son bárbaros los que no tienen eluso del fierro équé serán aquellos a quienes falta el usodel fuego? Pues en toda la vasta extensión de Américano se han encontrado una nación, ni aun una tribu, porruda que sea, que no haya sabido el modo de hacer fue-go y servirse de él para usos comunes de la vida; peroen el mundo antiguo se han encontrado pueblos tanbárbaros, que no tenían ni uso ni conocimiento del fue-go. Tales los habitantes de las islas Marianas, a los cua-les era enteramente desconocido aquel elemento antesde la llegada de los españoles, como testifican los his-toriadores de aquellas islas. ¿y con todo esto querrá per-suadirnos Pauw de que los pueblos americanos son mássalvajes que todos los salvajes del mundo antiguo?

Por lo demás, tanto yerra Pauw en lo que dice delfierro americano, como en lo que piensa del cobre. EnNueva España, el reino de Chile y en otros muchos paí-ses de América se han descubierto infinitas minas debuen fierro, y si no estuviese prohibido allí el trabajar-wlas por no perjudicar al comercio de España, podría

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América ministrar a Europa todo el fierro necesario,como la provee de oro y plata.

Si Pauw hubiera sabido hacer sus investigaciones so-bre América, hubiera encontrado en el cronista Herre-ra (Dec. 4, lib. 6, cap. 7) que aun en la isla Española-hubo fierro mejor que el de Vizcaya. Hubiera tambiénencontrado en el mismo autor,' que en Zacatula, provin-cia marítima del reino de México, hubo cobre de dos ca.lidades: uno duro, del que se servían en lugar de fierropara hacer hachas, machetes y otros instrumentos deguerra y de agricultura, y otro ordinario y flexible, queempleaban en ollas, barreños y otros vasos para los usosdomésticos, y así no tenían necesidad del ponderadosecreto de endurecer el cobre.

Mi sinceridad me obliga lo mismo a defender los ver-daderos progresos de la industria americana que a re.chazar las imaginarias invenciones que se atribuyen a lasnaciones del Nuevo Mundo. El secreto que verdadera-mente poseían los americanos, se lee en Oviedo, testi-go ocular y muy entendido e inteligente en metales:"Los indios -dice-5 saben dorar muy bien los vasos decobre o de oro bajo, y darles un tan excelente y encen-dido color, que parece oro de veintidós quilates y más,lo que ellos hacen con ciertas yerbas. Esta obra sale tanbuena que si algún platero de España o de Italia tuvie-se este secreto, se haría de seguro muy rico."

• Descripción de las Indias occidentales, cap. 10.• Sumario de la Hist. Nat. de las Indias occidentales, Cap. 84.

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3. ARTES DE FABRICAR NAVIOS y PUENTES Y HACER CAL

Si a otras naciones puede echarse en cara la ignoranciaen el arte de construir navíos, esta censura no debe ha-cerse a los mexicanos, porque, no habiéndose adueña-do -de las costas sino en los últimos tiempos de sumonarquía, no tuvieron necesidad ni oportunidad depensar en semejante construcción. A las naciones queocupaban las playas de ambos mares antes de que losmexicanos se apoderasen de ellas, les bastaban las ca-noas que usaban para la pesca y el comercio con lasprovincias vecinas, para que, libres de ambición y ava-ricia, que han sido por lo común las causas de las nave-gaciones largas, ni solicitaban usurpar los Estadoslegítimamente poseídos por otras naciones, ni queríantransportar de países distantes los preciosos metales queno necesitaban.

Los romanos, a pesar de haber fundado su metró-poli muy inmediata al mar, estuvieron nada menosque quinientos años sin construir navíos," hasta quela ambición de ampliar sus dominios y apoderarsede Sicilia les hizo fabricar navíos para pasar aquelestrecho. ¿Qué maravilla es que las naciones ameri-canas, que no sentían tales estímulos para abandonarsu patria, no inventasen navíos para poderse transpor-tar con menos riesgos a países distantes? Lo cierto esque el no haber inventado navíos no arguye falta de

s •Apio había puesto toda la diligencia posible para socorrer a losmarmetinos. Para conseguirlo había que pasar el estrecho de Mesina,y la empresa era temeraria o, más bien, peligrosa, y aun, según las másprudentes apariencias, imposible. No tenían los romanos armada na-val, .no solamente barcas toscamente fabricadas, que podrían comopararse con las canoas de los indios." Rollin, Hist. rom., Lib. ll.

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industria en aquellos que no tenían ningún interés ental invención. ~,

No es así en la de los puentes. Pauw afirma ( Parto 5) " ,s~ct. 1 que no había uno solo de piedra en toda Amé-

rica cuando fue descubierta, porque los americanos nosabían fabricar arcos, y que el secreto de hacer cal fueabsolutamente ignorado en toda la América". He aquít~~s proposicion~s que son otros tantos errores grose-risimos. Los mexicanos sabían hacer puentes de piedra,y entre los restos de su antigua arquitectura se ven aúnhoy, en el río de Tula, los grandes y fuertes pilares quesostenían el puente que allí había. Las reliquias de losantiguos palacios de Texcoco, y mucho más su temas-ca,m, dan a conocer e~uso antiguo de los arcos y de lasbovedas en los mexicanos y las demás naciones deAnáhuac. Diego Valadés, que anduvo en el reino de~éxico, poc~s años después de la conquista y permane-CIÓ en el treinta años, nos muestra en su Retórica cristia-na.la i~agen de un pequeño templo que vio allí, que nodeja mnguna duda en esta materia.

En orden al uso de la cal, es necesario todo el atrevi-miento de Pauw para afirmar, como lo hace, que el se-cret? .de hacerla era absolutamente ignorado en todaAmérica, pues consta, así por el testimonio de los con-quistadores españoles como de los primeros misioneros,que no solamente usaban las naciones del reino de Mé-xic~ de cal, si~o que blanqueaban muy bien y poníancunosamenre lisas y bruñidas las paredes de las casas ytemplos.

Consta por las historias de Bernal Díaz, Gómara,~errera, Torquemada y otros, que a los primeros espa-noles que entraron en la ciudad de Cempoala parecie-ron de plata las paredes del palacio principal, porque

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estaban pulidamente blanqueadas y resplandecientes.Consta, finalmente, por las pinturas de los tributos queestán en la Colección de Mendoza, que las ciudades deTepeyacac, Tecamachalco, Quecholac, etc., estaban obli-gadas a pagar anualmente al rey de México cuatro milsacos de cal. Pero aun cuando nos faltasen todos estosdocumentos, bastarían para demostrar la verdad decuanto decimos y confundir la temeridad de Pauw losrestos de los antiguos edificios que todavía se ven enTexcoco, Mitla, Huatusco y otros muchos lugares deaquel reino.

Por lo que respecta al Perú, aunque el padre Acostaconfiese que en él no estaba en uso la cal y que aque-lla nación no fabricaba ni arcos ni puentes de piedra,y esto bastase a Pauw para decir, según su petversalógica, que el uso de la cal era ignorado en toda Amé-rica; con todo esto, el mismo Acosta, que.no era hom-bre vulgar, ni exagerador, ni parcial de los americanos, .alaba mucho la maravillosa industria de los peruleros ensus puentes de totora o junco en la desembocadura dela laguna de Titicaca y en otros lugares en donde lasuma profundidad no permite hacer puentes de piedra,o la extraordinaria rapidez de los ríos hace peligroso eluso de las barcas. Declara haber pasado por esos puen-tes y pondera la facilidad y seguridad del tránsito.

Pauw llega a decir que los peruleros no conocían eluso de las barcas, que no supieron hacer ventanas en losedificios y aun sospecha que sus casas estuviesen sin te-cho. Despropósitos los más groseros que pueden saltara la cabeza a un escritor de América. Da a entender queno sabe qué cosa sean los bejucos de los puentes perule-ros y que no se ha formado idea justa de los ríos de laAmérica meridional. Hay muchas cosas que oponer a

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Pauw en esta materia; pero los omitimos por venir aotros artículos más esenciales.

4. LA FALTA DE LETRAS

Ninguna nación de América conocía el arte de escribirsi por él se entiende el de explicar en papel, pieles, telau otra materia semejante, cualquier suerte de palabrascon la diferente combinación de algunos caracteres;pero si por arte de escribir se toma el representar y dara entender cualquier cosa a los ausentes y a la posteri-dad con figuras jeroglíficas y caracteres, es cierto que talarte era conocido y tenía gran uso entre los mexicanos,acolhúas, tlaxcaltecas y todas las demás naciones cultasde Anáhuac.

Buffon, para demostrar que América era una tierraverdaderamente nueva y nuevos igualmente los pue-blos que la habitaban, alega, como hemos dicho, que"aun aquellas naciones que vivían en sociedad igno-raban el arte de transmitir los hechos a la posteridadpor medio de signos duraderos, a pesar de haber halla-do el arte de comunicarse de lejos y de escribirse anu-dando cordones". ¿Pero aquel mismo arte de que sevalían para tratar con los ausentes, no debía tambiénservi~ par~ hablar a la posteridad? ¿Qué eran las pintu-ras históricas de los mexicanos sino signos duraderospara transmitir la memoria de los acontecimientos, asía los lugares como a los siglos remotos? Buffon se mues-tra tan ignorante en la historia de México como doctoen la historia natural. Pauw, aunque concede a losmexic~nos aquel arte, que injustamente les niega Buf-fon, sm embargo, para desacreditarlo alega algunas

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razones e innumerables despropósitos que no podemosdisimular.

Dice que los mexicanos no tenían jeroglíficos, que laspinturas no eran más que "diseños groseros; que pararepresentar un árbol pintaban un árbol; que en sus pin-turas no se advertía ningún vestigio del claroscuro niidea alguna de la perspectiva o de imitación de la natu-raleza; que no habían hecho progreso alguno en aquelarte, por medio del cual procuraban perpetuar la me-moria de las cosas pasadas y de los acontecimientos";que la única copia de pintura histórica de los mexica-nos, sustraída del incendio que hicieron los primerosmisioneros, es la que el primer virrey de México man-dó a Carlos V, que publicaron después Purchas en In-glaterra y Thevenot en Francia; que esta pintura es tantosca y mal ejecutada que no se puede discernir si tra-ta, como dice el intérprete de ella, de ocho reyes deMéxico o de ocho concubinas de Moctezuma ...

En todo esto da a conocer Pauw su ignorancia, yde ella nace su temeridad en escribir. Pero édeberá dar-se más fe a un filósofo prusiano que sólo ha visto lasgroseras copias de Purchas, que a los que han visto ydiligentemente estudiado muchísimas pinturas origina-les de los mexicanos? Pauw no quiere que éstos se hayanvalido de jeroglíficos, porque no se piense que les conce-de alguna semejanza a los antiguos egipcios. El padreKirker, célebre investigador y panegirista de las anti-güedades egipcias, en su obra CEdipusLEgiptiacus, y AdriánWalton en los prolegómenos de la Biblia políglota, son dela misma opinión que Pauw, sin otro apoyo que la referi-da copia de Purchas; pero Motolinía,? Sahagún, Valadés,

7 Toribio de Motolinía en sus manuscritos, especialmente en la expo-sición del calendario mexicano; Bemardino Sahagún, en su Diccionario

704 FRANCISCO XAVIER CLA VIJER:

Torquemada, Enrico Martínez, Sigüenza y Góngora, yturini, que supieron la lengua mexicana, conferenciarcon los indios, vieron y con diligencia estudiaron muchí4simas pinturas antiguas, dicen que entre los diverso'modos que tenían los indios de representar los objetos"era uno el de los jeroglíficos y pinturas simbólicas.,

Lo mismo testifican Acosta y Gómara en sus hist~rias, el Dr. Eguiara en el erudito prefacio de su Biblió~teca mexicana, y los doctos españoles que publicaron ca 'nuevas adiciones la obra de Gregario García Sobre e't:origen de los indios. El P. Kirker fue muy bien impugJ'nado por el Dr. Sigüenza y Góngora en su Teatro de vir.$;,tudes políticas. Lo cierto es que Kirker se contradicesabiertamente, pues en el tomo 1 de CEdipus .Egiptiacui~al comparar la religión de los mexicanos con la de lo,egipcios, confiesa claramente que las partes de que s~:'componía la imagen del dios Huitzilopochtli tenían"muchos arcanos y misteriosas significaciones. i,

Acosta, cuya Historia es justamente apreciada por;Pauw, en la descripción qué hace de aquella imagen,~dice: "Todo este adorno que hemos dicho y el demás,'que era mucho, tenía sus particulares significaciones, se..;;'gún declaraban los mexicanos." En la descripción del'ídolo de Tezcatlipoca se explica en estos términos: "La

visi-versal de la lengua mexicana; Diego Valadés, en su Ret6rica cristia-na, Perugia (1579), dedicada al papa Gregorio XIII; Enrico Martínez,en su Historia de la Nueva España; Sigüenza y Góngora en su Ciclografiamexicana y en Teatro de virtudes políticas, y Torquemada, en su Monar.quía indiana, Valadés trató a los mexicanos treinta años, Torquemadamás de cuarenta, Motolinía cuarenta y cinco, Sahagún setenta, Estefue el hombre más instruido en los secretos de aquella nación, Esnecesario gran orgullo para inclinarse más a las propias escasas lucesque a las de tantos hombres incomparablemente más ilustrados,

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coleta de los cabellos la ceñía una cinta de oro bruñi-do, y en ella, por remate, una oreja de oro con humospintados en ella, que significaban los ruegos de los afli-gidos y pecadores que oran cuando se encomendabana éL.. En la mano izquierda tenía un mosqueador deplumas preciadas, verdes, azules, amarillas, que salíande una chapa de oro reluciente muy bruñido, tanto queparecía espejo, en que daba a entender que en aquelespejo veía todo lo que se hacía en el mundo. 00 En lamano derecha tenía cuatro saetas que significaban elcastigo que por los pecados daban a los malos, etc."¿Qué son todas estas y otras semejantes insignias de losídolos mexicanos de que hemos hecho mención ennuestra Historia (Libo VII) sino símbolos y jeroglíficosmuy semejantes a los de los egipcios?

Pauw dice que los mexicanos no hacían otra cosa quepintar un árbol para representar un árbol; mas, dígame,équé pintaban para representar el día, la noche, el mes, elaño, el siglo y los nombres de aquellas personas que que-rían dar a entender? ¿Cómo podían representar el tiem-po y otras cosas que no tienen figura, sin valerse desímbolos o caracteres? "Tenían los mexicanos -dice elya celebrado Acosta- sus figuras y jeroglíficos con quepintaban las cosas en esta forma; que las cosas que teníanfigura las ponían con sus propias imágenes, y para lascosas que no había imagen propia, tenían otros carac-teres significativos de aquello y con esto figuraban cuan-to querían, y para memoria del tiempo en que acaecíacada cosa tenían aquellas ruedas pintadas, que cada unade ellas tenía un siglo, que eran cincuenta y dos años ..."(Libo 6, cap. 7.)

Mas he aquí otra piedra de escándalo para la igno-rancia de Pauw. Se burla de las ruedas seculares de

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los mexicanos, "cuya exposición -dice- se atrevió adar Carreri siguiendo a un profesor español, llamadoCongora, que no se atrevió a publicar la obra que ha-bía prometido sobre este asunto, porque sus parientesy amigos le aseguraron que contenía muchos errores".Parece que Pauw no sabía escribir sin errar. Aquelprofesor a quien siguió Gemelli Carreri, no era cas-tellano sino criollo, nacido en la misma ciudad deMéxico, ni se llamaba Congora, sino Sigüenza yGóngora; no imprimió su Ciclografía mexicana, quefue la obra de que se valió Carreri, no porque te-miese fa censura del público sino por el costo excesi-vo de la impresión en aquellos países, que ha impedidoigualmente la publicación de tantas obras excelentes, asídel mismo Sigüenza y Góngora como de otros hombresdoctísimos.

Decir que los parientes y amigos de Sigüenza yGóngora lo disuadieron de publicar esa obra porqueencontraron en ella errores, no es un descuido por in-advertencia, sino una manifiesta mentira de intentopara deslumbrar al público. ¿Quién ha comunicado aPauw una anécdota tan extraña, ignorada en la NuevaEspaña, en donde es tan cara la memoria y tan célebrela fama de aquel gran hombre, y en donde los literatosse lamentan de la pérdida de aquella y de otras precio-sísimas obras del mismo autor? ¿Qué podía temerSigüenza y Góngora de la publicación de las ruedas me-xicanas, publicadas ya en Italia por Valadés más de unsiglo antes y descritas por Motolinía, Sahagún, Gómara,Acosta, Herrera, Torquemada y Enrico Martínez, todoseuropeos, y por los historiadores mexicanos, acolhúasy tlaxcaltecas, Ixtlixóchitl, Chimalpáin, Tezozómoc,Niza, Ayala y otros?

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Todos estos historiadores están de acuerdo conSigüenza y Góngora en lo que mira a las ruedas mexica-nas de siglo, año y mes, y solamente discordan sobre elprincipio del año y los nombres de algunos meses porlas causas que hemos expuesto en nuestra Historia (Lib.VII). Por lo demás, todos los autores que han escrito deesta materia, así españoles como americanos que sonmuchísimos, convienen en que los mexicanos y las de-más naciones de aquellos países se valían de tales rue-das para representar su siglo, año y mes; que su sigloconstaba de 52 años, su año de 365 días, distribuidos endieciocho meses de veinte días y a más de esto cincodías, que llamaban nemontemi; que en un siglo contabancuatro periodos de trece años y que aun los días se con-taban por periodos de trece; que los nombres y Carac-teres de los años eran solamente cuatro: conejo, caña,pedernal y casa, los cuales sin interrupción se alterna-ban siempre con diversos números.

"No puede ser -dice Pauw- porque tal uso suponeuna larga serie de observaciones astronómicas y de co-nocimientos muy precisos para regular el año solar, yéstos no pueden acordarse con la prodigiosa ignoranciaen que estaban sumergidos aquellos pueblos. ,¿Cómo ha-brían podido perfeccionar su cronología los que no te-nían voces para contar arriba de diez?" Está bien. Si losmexicanos tuvieron efectivamente aquel modo de regu-lar el tiempo, no deberán llamarse bárbaros y salvajes,sino más bien cultos y cultísimos, porque no puedeser sino una nación cultísima la que tiene una larga se-rie de observaciones y conocimientos precisos de astro-nomía. Pues la certeza de esta regulación del tiempo enlos mexicanos es tal que no puede dudarse. Y si eltestimonio unánime de los escritores españoles sobre la

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comunión de los mexicanos no permite dudar de ella,dcómo podrá dudarse del método que tenían aquellasnaciones de computar los siglos y los años, ni la confor-'midad de él con el curso solar, estando uno y otro uná-nimemente testificado por todos los autores españoles.jmexicanos, acolhúas y tlaxcaltecas? A más de que el tes-timonio de los españoles en esta materia es de un peso \mucho más grande, pues ellos se empeñaron más, se-gún dice Pauw, en desacreditar a las naciones america-nas hasta poner en duda su racionalidad. Es necesario, {pues, creer lo que dicen los historiadores sobre aquellas .•~ruedas, y confesar que los mexicanos no estaban sumer-:gidos en la profunda ignorancia que supone Pauw. En'cuanto a lo que éste dice de la escasez de voces nurne-!rales en la lengua mexicana, demostraremos en otraparte su error e ignorancia.

No puede saberse -replica Pauw- el contenido de laspinturas de los mexicanos, porque los españoles no po-dían entenderlas sin que se las explicasen los mexicanos, .y "ninguno de éstos ha sabido hasta ahora lo que bastapara traducir un libro". ¡Cuántos despropósitos eri tan'pocas palabras! Para que los españoles pudiesen enten-sder las pinturas mexicanas no era necesario que los'mexicanos supiesen la lengua española, pues bastaba;que los españoles entendiesen la mexicana; ni para ex-.plicar una pintura se requiere tanto cuanto para tradu-cir un libro. Pauw dice que no ha habido hasta ahora un,.,español que pueda pronunciarla, y que por la incapací-]dad de los mexicanos ninguno de ellos ha aprendidohasta ahora la lengua española; pero lo uno y 1<' otro).distan mucho de la verdad. .

De la lengua mexicana hablaremos en su lugar. La cas-]tellana ha sido siempre comunísima entre los mexicanos,']

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y hay muchísimos que la hablan tan bien como los mis-mos españoles. Muchos de ellos escribieron en castella-no su historia antigua y aun la de la conquista de México,algunos de los cuales he alabado en el catálogo de losescritores que puse antes en mi Historia. Otros traduje-ron libros latinos al castellano, castellanos al mexicanoy mexicanos al castellano, entre los cuales son dignos departicular mención Fernando de Alva Ixtlixóchitl, tantasveces citado por mí, Antonio Valeriano, de Azcapotzalco,maestro en lengua mexicana; del historiador mexicano ycelebrado por él con grandes elogios Juan Bernardo, deHuexotzinco; Francisco Bautista Contreras, de Cuauh-náhuac; Fernando Rivas y Esteban Bravo, de Texcoco;Pedro de Gante, Diego Adrián y Agustín de la Puente, deTlatelolco.8

.Sabemos por la historia de la conquista que la céle-bre india doña Marina aprendió con suma prontitud yfacilidad la lengua castellana, y que hablaba muy bienla mexicana y la maya, más diversas entre sí que lafrancesa, la hebrea y la ilírica. Habiendo sido, pues, entodos tiempos muchísimos los españoles que han apren-dido el mexicano, como demostraremos después, ymuchísimos también los mexicanos que han aprendidoel español, épor qué no han de haber podido los mexi-canos instruir a los españoles en la significación de laspinturas?

En cuanto a las copias de las pinturas mexicanaspublicadas por Purchas y Thevenot, es cierto que enellas no se advierten las proporciones ni las leyes de laperspectiva; pero habiendo sido aquellas groseras

8 Sobre lo que decimos de los indios traductores véanse Torquemada,Monarquía indiana; Pinelo, Epítome de la biblioteca occidental; Eguiara,Biblioteca mexicana, y Betancourt, Teatro mexicano.

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copias grabadas en madera, pudo ser que los autoresaumentasen los defectos de las originales; ni debemosadmirarnos de que ellos tal vez omitiesen alguna cosaperteneciente a la perfección de las pinturas, pues sabe-mos que omitieron enteramente las copias de las pintu-ras 21 y 22 de aquella colección y las imágenes de lasciudades en la mayor parte de las otras, y a más de estocambiaron las figuras de los años correspondientes a losreinados de Ahuízotl y Moctezuma 11, como hemos di-cho, al hablar de las diversas colecciones mexicanas ennuestra Historia (tomo 1).

El caballero Boturini, que vio en México las pinturasoriginales de aquellos anales y de la matrícula de tri-butos que se contienen en las copias publicadas porPurchas y Thevenot, lamenta los grandes defectos come-tidos en esas ediciones. En efecto, basta cotejar las co-pias publicadas en México en 1770 por el arzobispoLorenzana con las publicadas en Londres por Purchasy en París por Thevenot, para ver la gran diferenciaque hay entre las figuras de las unas y las otras. Pero nome empeño en sostener la perfección de las pinturasoriginales copiadas por Purchas; antes bien no dudoque hayan sido imperfectas, como eran casi todas laspinturas históricas, en las que, contentándose los pin-tores con los contornos y el colorido de los objetos, nocuidaban de las proporciones, del claroscuro ni de laperspectiva. Ni era posible que observasen aquellasleyes de arte, atendida su extraordinaria prontitud enhacer tales pinturas, de que testifican. Cortés y BernalDíaz, testigos oculares.

Mas veamos las consecuencias que deduce Pauw. Heaquí sus argumentos: los mexicanos no observan las le-yes de la perspectiva en sus pinturas, luego no podían

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por medio de ellas perpetuar la memoria de sus acon-tecimientos; los mexicanos eran malos pintores, luegono podían ser buenos historiadores, Mas siempre que sequiera usar de una lógica de esa naturaleza, deberá tam-bién decirse que todos los que al escribir no lo hacencon buena letra, no pueden ser buenos historiadores,pues lo que son las letras para nuestros historiadores,eran las figuras para los mexicanos; y así como puedenescribirse buenas historias con mala letra, pueden repre-sentarse bien los hechos con pinturas groseras: bastaque unos y otros historiadores se hagan entender.

Pero esto puntualmente es lo que Pauw no sabe encon-trar en las copias de Purchas; protesta que, habiendoconfrontado de diversas maneras las figuras de ellas conla interpretación unida allí, jamás pudo descubrir ningu-na conexión; que como se interpretan de ocho reyes deMéxico, también podrían interpretarse de ocho concubi-nas de Moctezuma. Pero esto mismo podría decir si sele presentase el libro Chun.yum del filósofo Confucio, es-crito en caracteres chinos, con su interpretación a unlado en lengua francesa. Compararía de varios modosaquellos caracteres con la interpretación, y no sabiendoencontrar conexión alguna, podría decir que como in-terpretan aquel libro de las nueve condiciones que debetener un buen emperador, así también podrían interpre-tarse de nueve concubinas o de nueve eunucos de algúnemperador antiguo, pues casi tanto entiende él de carac-teres chinos como de figuras mexicanas. Si pudiera abo-carme con Pauw, le haría ver la conexión que tienenaquellas figuras con su interpretación; pero como loignora debe estar al juicio de los inteligentes.

El cree, y nos quiere hacer creer, que sólo las pin-turas cuya copia publicó Purchas, hayan escapado del

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incendio que hicieron los primeros misioneros; peroesto es falsísimo, como hemos hecho ver contra Ro-bertson al principio de nuestra historia. Las pinturasescapadas de aquel incendio fueron tantas, que suminis-traron la mayor parte de los materiales para la historiaantigua de México, no menos a los escritores españolesque a los mismos mexicanos. Todas las obras de Fernan-do de Alva Ixtlilxóchitl, Domingo Chimalpáin, Fernan-do Alvarado Tezozomoc, Tadeo de Niza, Gabriel deAyala y de los otros nombrados en el catálogo de los es-critores con que principia nuestra Historia, han sidohechas con el auxilio de un gran número de pinturasantiguas. El infatigable Sahagún se valió de muchísimaspara su Historia de la Nueva España. Torquemada citacon frecuencia las pinturas consultadas por él para suobra. Sigüenza y Góngora heredó los manuscritos y laspinturas de Ixtlilxóchilt, y se proporcionó otras muchasa grandes expensas, y después de haberse servido deellas las dejó a su muerte, juntamente con su preciosabiblioteca, al colegio de San Pedro y San Pablo de losjesuitas de México, en donde vi y estudié algunas dedichas pinturas.

En los dos siglos pasados se presentaban frecuen-temente por los indios en los tribunales de México pin-turas antiguas, como títulos de propiedad o de posesiónde algunas tierras, y por esta razón había intérpretes ins-truidos en la significación de tales pinturas. Gonzalode Oviedo hace mención de aquel uso en los tribunalesen tiempo de Sebastián Ramírez de Fuenleal, presiden-te de la Real Audiencia de México, y porque importa-ba mucho la inteligencia de semejantes títulos para ladecisión de algunos pleitos, había antes en la universi-dad de México un profesor encargado de enseñar la

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ciencia de tales pinturas, jeroglíficos y caracteres mexi-canos. Las muchas pinturas recogidas pocos años hacepor Boturini y expuestas en el catálogo de su Museoimpreso en Madrid en 1776, como también las que he-mos citado en otra parte, demuestran que no tan pocascomo piensan Pauw y el Dr.Robertson, escaparon delincendio de los misioneros.

Finalmente, para confirmar más cuanto hemos escri-to en nuestra Historia, y para hacer entender a Pauw lavariedad de las pinturas mexicanas, expondremos aquíen compendio lo que dejó escrito el doctor Juan José deEguiara y Eguren" en el erudito prefacio de su Bibliote-ca mexicana. Había, dice, entre las pinturas mexicanas al-manaques, llamados por ellos tonalamatl, en los cualesse publicaban sus pronósticos sobre las mutaciones deltiempo. Una de estas pinturas trae el Dr. Sigüenza yGóngora en su Giclografía mexicana, como testifica él ensu Libra astronómica. Otras contenían los horóscopos delos niños, en que se representaban sus nombres, el díay signo de su nacimiento y su ventura; de esta clase depinturas hace mención Gerónimo Román en su Repúbli-ca del mundo (Parte 2, tomo 2). Otras eran dogmáticasy contenían el sistema de su religión. Otras históricas,otras jeroglíficas, etcétera.

Es verdad -añade el celebrado autor- que las pin-turas que se hacían para el uso común y familiar, eran

9 Eguiara, digno de perpetuarse en nuestra memoria por su índoleamabilísima, su incomparable modestia, su gran literatura y por elcelo con que trabajó hasta su muerte en servicio de su patria, nacióen México hacia fines del siglo XVII. Fue muchos años profesor deteología en aquella universidad e imprimió algunos tratados teológicosmuy apreciados, en un tomo en folio. Fue rector, y finalmente, can-celado de la misma universidad y dignidad de aquella iglesia metro-politana, amado siempre y reverenciado por toda clase de personas,

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claras y las entendía fácilmente cualquiera; pero las quecontenían los arcanos de la religión estaban llenas de je-roglíficos cuyo sentido no podía comprender el vulgo.Había gran diversidad entre las pinturas, tanto respec-to a los autores como por lo que miraba al modo dehacerlas y al fin y uso de ellas. Las que hacían paraadorno de los palacios eran perfectas; pero en otras,que contenían un sentido arcano, se veían ciertos carac-teres y algunas figuras monstruosas y horribles. Los pin-tores eran muchos; pero escribir caracteres, componeranales y tratar materias concernientes a la religión y lapolítica, eran empleos propios de los sacerdotes. Has-ta aquí el doctor Eguiara.

Sepa, pues, Pauw, que en las pinturas mexicanasalgunas eran meras imágenes de los objetos; habíatambién caracteres, no para componer palabras comolos nuestros, sino significativos de cosas, como los de losastrónomos y algebristas. Algunas pinturas eran des-tinadas a explicar precisamente las cosas o los con-ceptos, y, por decirlo así, a escribir, y en éstas no secuidaba de las proporciones ni de la belleza, porquese hacían de prisa y con el fin de instruir el entendi-miento, no de agradar a los ojos; pero en las que se ne-cesitaba imitar a la naturaleza y que se ejecutaban conla lentitud que requieren las obras de esta clase, se

por su vida inmaculada y su doctrina. Después de haber renunciadoel obispo de Yucatán, al que lo destinó el rey católico por sus relevan.tes méritos, publicó en México un tomo en folio de la Biblioteca mexi.cana, P~a cuya obra, ~ más del inmenso trabajo de recoger, ordenar yperfeccíonar los materiales, hizo llevar a grandes expensas de París unaimprenta completa y bien provista de caracteres romanos, griegos yhebreos ..Su muerte (1763) no le permitió ver concluida aquella obra,que hubiera hecho gran honor a su patria.

•HISTORIA ANTIGUA DE MEXICO '11

observaban las proporciones, distancias, actitudes)'las reglas del arte, aunque no con toda aquella per-fección que admiramos en las buenas pinturas de Euro-pa. Por lo demás, yo quisiera que Pauw me mostrasealgún pueblo grosero o medio culto del antiguo con-tinente, que haya puesto tanta industria y diligenciacomo los mexicanos para eternizar la memoria de susacontecimientos.

El Dr. Robertson, al hablar de la cultura delos mexi-canos en su Historia de América (Lib. 7) expone los pro-gresos que hace la industria humana para llegar a lainvención de las letras con cuya combinación puedaexplicar todos los diferentes sonidos de la palabra. Es-tos sucesivos progresos son, según él, de la pintura ac-tual al simple jeroglífico, de éste al símbolo alegórico,después al carácter arbitrario, y finalmente, al alfabeto.Si alguno, pues, pretende en su historia saber hasta quégrado llegaron los mexicanos, no podrá ciertamente adi-vinarlo, porque aquel razonador histórico habla con tan-ta ambigüedad que algunas veces parece que cree quehabía llegado apenas el segundo grado, esto es, al desimple jeroglífico, y otras que los juzga adelantados has-ta el cuarto del carácter arbitrario.

Mas diga lo que quiera, lo cierto es que todos losmodos referidos de representar los conceptos, a excep-ción del alfabeto, los usaban los mexicanos. Sus carac-teres numerales y los significativos de la noche, día, año,siglo, ciclo, la tierra, el agua, la voz, el canto, etc., énoeran por ventura verdaderos caracteres arbitrarios o deconvención? He aquí, pues, que los mexicanos llegaronhasta donde han avanzado después de tantos siglos decultura los famosos chinos. No hay otra diferencia en-tre unos y otros, sino que los caracteres chinos se han

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716 FRANCISCO XAVIER CLAVIJERO

multiplicado con tal exceso que no basta la vida de unhombre para aprenderlos.

El mismo Dr. Robertson, lejos de negar, como hacetemerariamente Pauw, las ruedas seculares de los me-xicanos, confiesa su método en el cómputo de losti.e~pos, y dice que habiendo observado que en losdieciocho meses de veinte días cada uno, no quedabacompleto el curso del sol, añadieron los cinco díasnemontemi. "Este estrecho aproximamiento a la exactitudfilosófic~ -añade- m~estra.con mucha claridad que porlos mexicanos se habla aphcado aquella atención a lasinvestigaciones especulativas, a las cuales los hombres enel estado de su rudeza jamás han acostumbrado volver elpensamiento" (Lib. 7).

¿Qué hubiera dicho si hubiera sabido, como sabemosnosotros, así por el testimonio gravísimo del doctorSigüe~za y Góngora como por nuestras propias ob-s~rvaclOnes sobre la cronología mexicana, que los me-xicanos no solamente contaban trescientos sesentay cinco días en su año, sino que también, advertidosdel exceso de casi seis horas del año solar sobre el civilremediaron esta diferencia por medio de trece díasintercalares que añadían a su siglo de cincuenta y dosaños?

5. LAS ARTES DE LOS MEXICANOS

~~spués de ~aber hecho Pauw una ignominiosa descrip-cron del Peru y de la barbarie de sus habitantes, hablade México, "de cuyo estado -dice (Parte 5, sect. 1)- sehan contado tantas falsedades y maravillas como delPerú; pero lo cierto es que estas dos naciones eran casi

HISTORIA ANTIGUA DE MEXICO 717

iguales, ya se coteje su policía, ya se consideren sus artese instrumentos". La agricultura estaba entre ellos aban-donada, y la arquitectura era también mezquina; suspinturas eran groseras y sus artes muy imperfectas; susfortificaciones, palacios y templos son meras ficcionesde los españoles. "Si los mexicanos -dice- hubierantenido fortificaciones, se hubieran puesto a cubierto delos mosquetes, y aquellos seis mezquinos cañones defierro que llevó Cortés, no hubieran arruinado en unmomento tantos baluartes y trincheras ... Las paredes desus edificios no eran otra cosa que piedras grandespuestas unas sobre otras. El ponderado palacio en don-de vivían los reyes de México, era choza; por lo queHernán Cortés, no encontrando habitación propor-cionada en toda la capital de aquel Estado, que habíaconquistado recientemente, se vio precisado a fabricarde prisa un palacio, el cual subsiste hasta ahora." Noes fácil enumerar todos los despropósitos de Pauw enesta materia; omitiendo los que pertenecen al Perú,examinaremos cuanto escribe contra las artes de losmexicanos.

De su agricultura hemos hablado en otros lugares,cuando hicimos ver que los mexicanos, no solamentecultivaban con suma diligencia todas las tierras de suimperio, sino que también se criaron con maravillosaindustria nuevos terrenos para cultivar, formando en elagua aquellas huertas y campos flotantes que con tan-tos elogios han celebrado los españoles y los extranje-ros, y que hasta ahora son admirados por cuantosnavegan por aquellas lagunas. Hemos también de-mostrado, sobre la deposición de muchos testigos ocu-lares, que no sólo las plantas útiles al sustento, alvestido y a la salud, sino también las flores y otros

718 FRANCISCO XAVIER CLAVIJERO HISTORIA ANTIGUA DE MEXICO 719

vegetales que sirven únicamente a las delicias de la vida,eran cultivadas por ellos con suma diligencia. HernánCortés en sus cartas a Carlos V y Bernal Díaz en su His-toria, hablan con admiración de las huertas de Iztapala-pa y de Huaxtepec que vieron, y el Dr. Hernández ensu Historia natural dice que vio aquellas huertas cuaren-ta años después. El mismo Cortés, en una carta a Car-los v, de 30 de octubre de 1520, dice: "Es tan grandela multitud de habitantes en estos países, que no hay niun palmo de terreno que no esté cultivado." Es necesa-rio ser muy obcecado para no dar crédito al testimoniounánime de los autores españoles.

Hemos expuesto igualmente, sobre la fe de éstos, lagran diligencia de los mexicanos en criar toda clase deanimales, en cuyo género de magnificencia excedióMoctezuma, como ya dijimos, a todos los reyes del mun-do. Los mexicanos, por otra parte, no podían criar unatan estupenda variedad de cuadrúpedos, reptiles y aves,sin tener gran conocimiento de su naturaleza, instintoy modo de vivir.

Su arquitectura no era comparable con la de loseuropeos; pero era muy superior a la de la mayor par-te de los pueblos asiáticos y africanos. ¿Quién se atre-verá a comparar las casas, palacios, templos, baluartes,acueductos y calzadas de los antiguos mexicanos, conlas miserables chozas de tártaros; siberianos, árabesy de aquellas tristes naciones que viven entre el CaboVerde y el de Buena Esperanza? Pero ni aun con lasfábricas de Etiopía, de gran parte de la India y delas islas de Asia y Africa, entre ellas el Japón. Bastaconfrontar lo que han escrito de unas y otras los auto-res que las vieron, para desmentir a Pauw, quien ha teni-do el atrevimiento de publicar que todas las naciones

americanas eran inferiores en industria y sagacidad alos más groseros pueblos del antiguo continente.

Dice que el ponderado palacio de Moctezuma no eramás que una choza; pero Cortés, Bernal Díaz y el Con-quistador Anónimo, que tantas veces lo vieron, afirmantodo lo contrario. "Tenía -dice Cortés, hablando delrey Moctezuma- en esta ciudad [de México] casas parasu habitación, tales y tan maravillosas, que no creeríapoder jamás explicar la excelencia y grandeza, por loque no diré más sino porque no las hay iguales en Es-paña." Así escribe este conquistador a su rey, sin temorde ser desmentido por sus capitanes y soldados, quetenían a la vista los palacios mexicanos. El ConquistadorAnónimo en su curiosa y sincera relación, hablando delos edificios de México, dice: "Había hermosas casas deseñores tan grandes y con tantas habitaciones yjardines,altos y bajos, que nos dejaban atónitos por la admira-ción. Entré por curiosidad cuatro veces en un palacio deMoctezuma, y habiendo andado por él hasta cansarmejamás lo vi todo. Acostumbraban tener alrededor de ungran patio cámaras y salas grandísimas; pero, sobretodo, había una tan grande que dentro de ella podíanestar sin incomodidad más de tres mil personas; era tal,que en el corredor que estaba encima se formaba unaplazuela en la cual treinta hombres a caballo hubieranpodido jugar a las cañas."

Expresiones semejantes se leen en la Historia de Ber-nal Díaz. Consta por la deposición de todos los historia-dores de México que el ejército de Cortés, compuestode seis mil y más de cuatrocientos entre españoles,tlaxcaltecas y cempoaltecas se alojó todo en el palacioque había sido del rey Axayácatl y sobró también parala habitación del rey Moctezuma y de sus familiares, a

720 FRANCISCO XAVIER CLAVIJERO HISTORIA ANTIGUA DE MEXICO 721más de los almacenes en que se guardaba el tesoro delrey Axayácatl. Consta por la deposición de los mismoshistoriadores la magnificencia y bellísima disposicióndel palacio de las aves, y Cortés añade que en los depar-tamentos que había podían alojarse cómodamente dosgrandes príncipes con toda su corte, y describe menuda-mente sus pórticos, galerías y jardines. El mismo Cor-tés dice a Carlos v que en el palacio del rey Nezahulpilli,en Texcoco, se alojó con seiscientos españoles y cua-renta caballos, y que era tan grande que podían estarcómodamente otros seiscientos. De un modo seme-jante habla del palacio del señor de Iztapalapa y de otrasciudades, alabando la estructura, belleza y magnifi-cencia. Tales eran las chozas' del rey y de los. señoresmexicanos.

Decir, como Pauw, que Cortés mandó construir pre-cipitadamente aquel palacio porque no encontraba ha-bitación proporcionada en toda la capital, es un erroro, para hablar con más propiedad, es una gran menti-ra. Es verdad que Cortés durante el asedio de Méxicoquemó y arruinó la mayor parte de aquella gran ciudad,como él mismo testifica, y con este designio pidió y con-siguió de sus aliados algunos millares de operarios, queno tenían otro empleo que el de ir arruinando los edi-ficios, según los españoles iban avanzando, para que noquedase a sus espaldas ninguna casa desde la cual pu-dieran dañarlos los mexicanos. No es pues de admirarque Cortés no hubiese encontrado una habitación pro-porcionada en una ciudad que él mismo había destruí-do, pero no fue la ruina tan general que no quedase unnúmero de buenas casas en el cuartel de Tlatelolco, enlas cuales hubieran podido cómodamente alojarse todoslos españoles con un buen número de aliados. "Después

de que quiso nuestro Señor -dice Cortés en su últimacarta a Carlos v- que esta gran ciudad de Temistitanfuera conquistada, no me pareció bien residir en ellapor muchos inconvenientes, y así me fui con toda migente a residir en Coyoacán."

Si fuera cierto lo que dice Pauw, bastaba decir que noquedó en México porque no había casa en donde estar.El palacio de Cortés se fabricó en el mismo sitio en don-de estaba antes el de Moctezuma. Si Cortés no hubieraarruinado este palacio, hubiera podido habitar cómoda-mente en él, como habitaba aquel monarca con toda sucorte. Es, pues, falso que subsista al presente el palaciofabricado por Cortés, pues éste se quemó el año def692 en una sedición popular. Pero, sobre todo, esfalsísimo que las paredes de los edificios mexicanos nofuesen más que piedras grandes puestas unas sobre lasotras sin unión alguna, como lo prueba el testimonio detodos los historiadores, y los fragmentos de los edificiosantiguos de que hablaremos en su lugar. Y así no hay entoda la cita de Pauw ni una proposición que no sea unerror.

No contento Pauw con aniquilar las casas de losmexicanos, se pone también a combatir sus templos, eindignado contra Solís porque afirma que los de Méxi-co no bajaban de dos mil, entre grandes y chicos, dice:"No ha habido jamás un número tan grande de edificiospúblicos en ninguna ciudad desde Roma hasta Pekín;por lo que Gómara, menos temerario o más sabio queSolís, dice que contando siete capillas pequeñas, no seencontraron más que ocho lugares destinados a guardarlos ídolos de México" (Part. 5, seco 1). Para que se veacuánta es la infidelidad de Pauw en citar los autores,quiero copiar aquí el lugar de Gómara que se refiere.

722 FRANCISCO XAVIER CLAVIJERO

"Había -dice aquel autor de su Crónica de la Nueva Es-paña (Cap. 80)- muchos templos en la ciudad de Méxi-co, esparcidos por las parroquias o barrios con sustorres, en las cuales estaban las capillas y los altares paraguardar los ídolos ... Casi todos tenían una misma figu-ra, y así lo que diremos del templo principal bastarápara dar a conocer todos los demás." Y después de ha-ber hecho una menuda descripción de aquel gran tem-plo, en que pondera su elevación, amplitud y belleza,añade: "A más de estas torres que se formaban con suscapillas sobre la pirámide, había otras cuarenta y másentre pequeñas y grandes en otros teocalli menores, 10

que hay dentro del recinto de aquel templo principal,todos los cuales eran de la misma figura de aquél.,,Otros teocalli o ctíes había en otros lugares de la ciudad ...Todos estos templos tenían sus casas propias, sus sacer-dotes y sus dioses, con todo lo necesario a su culto yservicio." Y así, el mismo Gómara, que al decir de Pauwno enumera en México más que ocho lugares destina-dos a guardar los ídolos, incluyendo en dicho númerosiete capillas pequeñas, enumera claramente más de,cuarenta templos dentro del recinto del principal, a másde otros muchos esparcidos por las parroquias o ba-rrios. ¿Quién podrá fiarse de Pauw después de una fal-sificación tan manifiesta?

Es verdad que Solís se mostró poco advertido enponer como cierto aquel número de templos que los

10 Teocalli (casa de Dios) llamaban los mexicanos a sus templos. En-tre los españoles, algunos los llamaron templos, otros adoratorios,otros mezquitas, como acostumbrados al lenguaje de los sarracenos,y otros cúes, palabra tomada de la lengua haitiana. A más de estosnombres daban también a los templos pequeños los de sacrificaderosy humilladeros (lugares de sacrificios y de adoración).

HISTORIA ANTIGUA DE MEXICO 723

primeros historiadores expresaron solamente por con-jeturas; pero Pauw se da también a conocer pocoavisado en comprender entre los edificios públicos aunaquellas capillas pequeñas que los españoles llamarontemplos. De éstos había innumerables: todos los quevieron aquel país antes de la conquista testifican con.cordes que, tanto en los lugares habitados como en loscaminos y en los montes, se veían por todas partessemejantes edificios, los cuales, aunque pequeños yenteramente diversos de nuestras iglesias, fueron lla-mados templos porque estaban consagrados a losídolos. Así por las cartas de Cortés como por la His-toria de Bernal Díaz, sabemos que apenas daban unpaso los conquistadores sin encontrarse con algún tem-plo o capilla.

Cortés dice haber contado más de cuatrocientos tem-plos en sólo la ciudad de Cholula. Pero había una grandiferencia en cuanto a tamaño entre unos y otros tem-plos. Algunos no eran más que pequeños terraplenespoco altos sobre los cuales había una capilla para el ído-lo tutelar. Otros eran de una grandeza y amplitud es-tupendas. Cortés, cuando habla del templo mayor deMéxico, protesta a Carlos V que no es fácil describir suspartes, su grandeza y las cosas que allí se contenían; queera tan grande que dentro del recinto de la fuertemuralla que lo circundaba podía caber un pueblo dequinientas casas. No hablan de otro modo de éste yotros templos de México, Texcoco, Cholula y otras ciu-dades, Bernal Díaz, el Conquistador Anónimo, Sahagúny Tovar, que los vieron, y los historiadores mexicanos yespañoles que escribieron después y se informaronbien, como Acosta, Cómara, Herrera, Torquemada,Sigüenza y Cóngora y Betancourt.

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Describe Hernández una a una las setenta y ochopartes de que se componía el templo mayor. Cortésañade que entre las altas torres de los templos que her-moseaban esa capital, había cuarenta tan elevadas quela menor de ellas no era inferior en altura a la famosaGiralda de Sevilla. Fernando de Alva Ixtlilxóchitl hacemención en sus manuscritos de la torre de nueve planosque su célebre tatarabuelo Nezahualcóyotl edificó alcreador del cielo, al cual parece haber sido aquel famo-so templo de Texcutzinco que con tantos elogios pon-dera Valadés en su Retórica cristiana.

Toda esta nube de testigos depone contra Pauw. Contodo esto, él no quiere creer aquella gran multitud detemplos en México, porque "Moctezuma 1 fue-dice- el que dio a aquel pueblo la forma de ciudad;del reino de este monarca hasta el arribo de los espa-ñoles no habían corrido más que cuarenta y dos años,espacio de tiempo que no bastaba ciertamente para fa-bricar dos mil templos." He aquí tres aserciones que sonotros tantos errores: l!!Es falso que Moctezuma 1 diesea México la forma de ciudad, pues sabemos por la his-toria que aquella corte la tenía desde el tic:mpo del pri-mer rey Acámapitzin; 22 Es falso también que desde elreinado de Moctezuma 1 hasta el arribo de los españo-les no corrieran más que cuarenta y dos años. Moctezu-ma comenzó a reinar, según vimos en la II Disertación,el año de 1436 y murió el de 1464, y los españoles nollegaron a México antes de 1519; luego desde el princi-pio de aquel reinado hasta el arribo de los españoles,corrieron ochenta y tres años, y de la muerte de aquelrey cincuenta y cinco; 32 Pauw se muestra enteramenteignorante de la estructura de los templos mexicanos, nosabe cuán grande fuese la multitud de operarios que

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corría en la fábrica de los edificios públicos, y cuánta laprontitud de ellos en fabricarlos. Se ha visto algunasveces en la Nueva España fabricar en una sola noche unpueblo entero (aunque compuesto de chozas de made-ra cubiertas de paja) y conducir a él los nuevos colonossus familias, animales y todas sus propiedades.'!

Por lo que mira a las fortificaciones, es cierto e indu-bitable, por el testimonio de Cortés y de todos los quevieron las antiguas ciudades de aquel imperio.P que losmexicanos y todas las otras naciones que vivían en so-ciedad usaban murallas, baluartes, estacadas, fosos ytrincheras. Pero aun cuando ninguno de estos testigosoculares hiciese fe; bastarían las fortificaciones antiguasque aún hoy día existen en Cuauhtochco o Huatusco yjunto a Molcaxac, de que hemos hablado en otra parte,para demostrar el error de Pauw. Es verdad que talesfortificaciones no eran comparables a las de Europa,porque ni su arquitectura militar se había perfecciona-do .tanto, ni ellos necesitaban ponerse a cubierto de laartillería, de la que no tenían noticia; pero dieronbastantes muestras de su industria al inventar tantassuertes de reparos para defenderse de sus enemigosordinarios. Cualquiera, por otra parte, que lea la uná-nime deposición de los conquistadores, no dudará deltrabajo que les costó expugnar los fosos y las trincherasde los mexicanos en el asedio de la capital, a pesar deque tuvieron un tan excesivo número de tropas aliadasy las ventajas de las armas de fuego y los bergantines.

11 Torquemada, Monarquía indiana, Lib. 3", cap. 33.12 De las antiguas fortificaciones hacen frecuente mención Cortés (cartasa Carlos v), Pedro A1varado y Diego Godoy (cartas a Hernán Cortés),Bernal Díaz (Historia), el Conquistador Anónimo, Alfonso de Ojeda(Memorias) y Sahagún (Historia): todos testigos oculares.

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La terrible derrota que padecieron los españoles alretirarse de México, no permitirá jamás que se dude delas fortificaciones de aquella capital, que no estaba cir-cundada de murallas, porque su situación la hacía bas-tante segura con los fosos que había en las.tres calzadaspor donde podían asaltarla los enemigos; pero otras ciu-dades, que no estaban en una situación tan ventajosa,tenían murallas y otros reparos para su defensa. El mis-mo Cortés hace una exacta descripción de las murallasde Cuauhquecholan.

Mas épara qué perder el tiempo en acumular tes-timonios y otras pruebas de la arquitectura de losmexicanos, cuando éstos nos han dejado en las tres fa-mosas calzadas que construyeron en la misma laguna yen el antiguo acueducto de Chapultepec, un monumen-to inmortal de su industria?

Los mismos autores que hablan de la arquitectura delos mexicanos" testifican también la excelencia de losplateros, tejedores, grabadores de piedras y trabajado-res de obras de pluma. Muchos fueron los europeos quevieron semejantes obras y se admiraron de la habilidadde los artífices americanos. Sus obras vaciadas fueronadmiradas por los plateros de Europa, según afirmanalgunos autores europeos que entonces vivían, y entreellos el historiador Gómara, el cual tuvo algunas obrasen sus manos y oyó el parecer de los plateros sevillanos,que no se creían capaces de imitarlas (Caps. 39 y 79). ¿yen dónde se encontrará jamás quien sea capaz de hacerlas obras maravillosas que hemos dicho en nuestra His-toria, y testificadas uniformemente por muchísimos es-critores, como aquella, por ejemplo, de haber vaciadoun pescado que tenía las escamas alternativamente unade oro y otra de plata?

HISTORIA ANTIGUA DE MEXICO 727

Cortés dice en su segunda carta a Carlos V que lasimágenes de oro y pluma se trabajaban tan bien por losmexicanos, que ningún artífice de Europa podría hacer-las mejores; que, en cuanto a las joyas, no se podríacomprender con qué instrumentos se hicieron obras tanperfectas, y que las de plumas eran tales que ni en sedase podrían imitar. En su tercera carta al mismo CarlosV, cuando habla del botín de México, le dice que entrelos despojos de los mexicanos encontró ciertas rodelasde oro y plumas y otras labores de la misma materia tanmaravillosas, que no siéndole posible dar una justa ideapor escrito, las manda a su majestad para que con suspropios ojos pueda asegurarse de su excelencia y perfec-ción. Estoy cierto que Cortés no hubiera hablado así a surey de aquellas labores que le mandaba para que las vie-se por sus ojos, si no hubiesen sido tales como él las re-presentaba. Casi en los mismos términos que Cortéshablan todos los autores que vieron semejantes obras.Bernal Díaz, el Conquistador Anónimo, Gómara, Her-nández, Acosta y otros de los cuales hemos tomado loescrito sobre esta materia en nuestra Historia.

El doctor Robertson," aunque reconoce el testimo-nio unánime de los antiguos historiadores españoles ycree que éstos no tuvieron intención de engañarnos,afirma que todos exageraron por la ilusión de su enten-dimiento, originada del calor de su imaginación. Bellasolución de la que podría cada uno valerse para no darcrédito a ninguna historia humana. é'I'odos pues nosengañamos, sin exceptuar ni al clarísimo Acosta, ni aldocto Hernández ni a los plateros de Sevilla, ni al reyFelipe 11, ni al sumo pontífice Sixto V, admiradores

is Historia de la América, Lib. 7.

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todos y panegiristas de aquellas obras mexicanas? ¿To-dos tuvieron la imaginación exaltada, aun los que escri-bieron años después del descubrimiento de México? Sí,todos. Sólo el escocés Robertson y el prusiano Pauwhan tenido en la fantasía, después de dos siglos y me-dio, el temperamento que se requiere para formar unaidea justa de las cosas, acaso porque el frío de sus paí-ses habrá enfriado el calor de su imaginación.

"Ni se debe juzgar -añade Robertson- del grado desu mérito [de las obras mexicanas] por estas mismas des-cripciones; pero sí considerando algunas muestras desus artes, que se conservan todavía ... Muchos de susadornos de oro y plata, así como diversos instrumentosempleados en la vida común, están depositados en elmagnífico gabinete de cosas naturales y artificiales,abierto últimamente por el rey de España. Personas decuyo juicio y gusto puedo fiarme, me han asegurado queestos ponderados esfuerzos de su arte son tontas repre-sentaciones de objetos comunes o imágenes de figurashumanas o de algunos animales sin gracia ni propie-dad." Y en la nota agrega: "En la armería del palacioreal de Madrid se muestran series de armas que se di-cen de Moctezuma; están compuestas de láminas sutilesde cobre bruñido. En opinión de jueces inteligentes sonmanifiestamente orientales. Las figuras de los adornosde plata que se ven arriba y representan dragones, con.firman la misma opinión. En su factura son infinita-mente superiores a cualquiera otro esfuerzo del arteamericano ... La sola muestra indudable que he visto delarte americano en la Gran Bretaña, es una copa de oro fi-nísimo, que se dice fue de Moctezuma ... Está representa-da en esta copa la cara de un hombre. Por una parte elrostro lleno, por otra el perfil y por la tercera la parte

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posterior de la cabeza ... Las facciones son toscas perotolerables, y ciertamente muy groseras para suponerlaobra española. Esta copa la compró Odoardo, conde deOrfond, cuando estaba en el puerto de Cádiz." Hastaaquí Robertson, a cuyos argumentos respondemos.

l!l Que no ha tenido razón para creer que aquellastoscas obras son verdaderamente mexicanas. 2!l Que nosabemos si las personas de cuyo juicio se fió, hayan sidotales que merezcan nuestra fe, pues hemos observadoque se fía muchas veces del testimonio de Gage, Corral,Ibáñez y otros autores enteramente indignos de ser creí-dos. Es posible también que las personas que juzgarontales obras, tuviesen la imaginación caliente, pues esmás fácil, según la condición de nuestra naturaleza co-rrompida, calentarse la imaginación contra una naciónque en favor de ella. 3!l Que es mucho más probable queaquellas armas de cobre creídas "por jueces inteligentesmanifiestamente orientales", sean verdaderamentemexicanas, porque el testimonio de todos los escritoresde México asegura que aquellas naciones usaban seme-jantes láminas de cobre en la guerra, y que con ellas secubrían el pecho, los brazos y los muslos para defender-se de las flechas, y no sabemos que jamás se haya usa-do por los habitantes de las islas Filipinas (a los queRobertson atribuye dichas armas) o por algún otro pue-blo que comerciase con ellos. Los dragones representa-dos con aquellas armas, en lugar de confirmar, comocree Robertson, la opinión de los que las creen orien-tales, confirma más bien la nuestra, pues jamás ha ha-bido nación alguna en el mundo en la cual se hayausado tanto en sus armas las imágenes de animalesterribles como entre los mexicanos. Ni debe causaradmiración que éstos tuviesen idea de los dragones,

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pues tuvieron también la de los grifos, como testificaGómara.!' 42 Que aunque sean toscas las imágenes foromadas en las obras de oro y plata, éstas podrían ser porotra parte excelentes, maravillosas e inimitables, porqueen aquellas obras deben considerarse dos artes ente-ramente distintas, y no conexas, la del diseño y la delvaciado; y así podría aquel pescado del cual hemos ha-blado arriba, ser mal formado en cuanto a la figura y,sin embargo, ser maravillosa y sorprendente aquella al.ternativa de escamas de oro y plata, hecha de vaciado.52 Finalmente, eljuicio de algunas personas enterarnen-te desconocidas sobre aquellas pocas obras dudosas quehay en el real gabinete de Madrid, no puede prevalecera la unánime declaración de todos los historiadores anotiguos, los cuales vieron innumerables obras ciertamen-te mexicanas.

Por todo lo dicho hasta ahora, se ve la gran injusticiaque Pauw hace a los mexicanos, creyéndolos inferioresen industria y sagacidad a los pueblos más groseros delantiguo continente. El P. Acosta al hablar de la industriade los peruleros, dice: "Si estos hombres son bestias,júzguelo quien quisiere; que lo que yo juzgo de ciertoes que, en aquello a que se aplican, nos hacen grandesventajas" (Lib. 6, cap. 8). Esta ingenua confesión de uneuropeo de tanta crítica, de tanta experiencia y de tan.ta imparcialidad, éno vale más que todas las invectivasde un filósofo prusiano y que todos los discursos de unhistoriador escocés, mal instruidos de las cosas de Amé-rica o prevenidos contra los americanos?

" "Algunos señores tenían en sus armas un grifo volando o llevandoentre las garras un venado." Crónica de la Nueva España. cap.71.

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Pero aun cuando concediésemos a Pauw que la in-dustria de los americanos en las artes sea inferior a lade los otros países del mundo, nada debería inferirse d~esto contra las almas de los americanos o contra el cli-ma de la América, pues es indudable que las invencio-nes y progresos de las artes, en la mayor parte, se debenmás bien a la suerte, la necesidad y la avaricia que alingenio. Los hombres más industriosos en las ar~es, noson siempre los más ingeniosos sino, por lo comun, l.o.smás necesitados o los más inclinados al oro. "La esterili-dad de la tierra -dice bien Montesquieu-e" hace a loshombres industriosos ... es necesario que se propor-cionen lo que no les tributa la tierra. La fertilidad deun país lleva consigo a un tiempo la facilidad de susten-tarse y la desidia." "La necesidad -dice Robertson-es el estímulo y la guía del género humano para lasinvenciones" .

Los chinos no serían ciertamente tan industriosos sila excesiva población de su país no les hiciese difícilsu propio sustento; ni en Europa se hubieran hecho tan-tos progresos en las artes, si hubiera faltado el alicientede los premios o la esperanza en los artesanos de me-jorar su fortuna. Sin embargo, los mexica~os pue~enelogiar sus muchas invenciones, capaces de mmortahzarsu nombre, cuales son, a más de sus famosas obras de mol-de y los mosaicos de plumas y conchas, la del papel,"

l' L'esprit des lois, Lib. 18. cap. 4.16 Véase en nuestra Historia (Lib. "H) las diversas clases de papelmexicano: de algodón. maguey. palma silvestre y seda. La invencióndel papel es sin duda más antigua en América que en Egipto. de don-de pasó a Europa. El papel de los mexi~anos no era c~mparable e~lfinura con el de los europeos; pero aquellos no lo hacían para escrr-bir, sino para pintar.

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la ,de te~ir con colores indelebles, hilar y tejer el pelomas sutil de los conejos y las liebres; las de hacer nava-jas de itztli; la de criar tan industriosamente la cochini-lla para va~erse de ella en los colores; la de la argamasaen los pavimentos de sus casas, y mil otras no menosapreciables que pueden verse en nuestra Historia y enlas obras de los otros historiadores de México, así como~as artes ?e los peruleros en las obras de Acosta y delmea Oarcilaso y en las Cartas americanas del conde Carli,

Pero équé maravilla que se encontrasen tales in.venciones en las naciones civilizadas, cuando en otrospueblos americanos menos cultos se hallaron artessingularísimas? ¿Qué invención, por ejemplo, más sin.gul~r y mara~illosa que la de domesticar los pecesmarmos y servirse de ellos para cazar a otros peces gran-des, como hacían los habitantes de las islas Antillas?Esta sola arte, de que hacen mención Oviedo;'? Gómarar ?tr?s autores, éno sería bastante para desmentir lasmJur~osas invectivas de Pauw contra la industria de losamericanos?

6. LA LENGUA MEXICANA

Las lenguas de América, dice Pauw, son tan estrechas yescasas de palabras, que no es posible explicar en ellas

17 Historia general y natural de las Indias (Lib 13 cap 10) S .d 1 h' . . , . ,y umaTloe a istoria de las Indias (cap, 8); Gómara, Historia general de las In.

dias (cap. 20). La especie de pez de que se valían los indios para darcaza a los peces grandes, como se sirven en Europa de los halconespara cazar o~ras aves, era muy pequeña" llamada por ellos guaican ypor los espanoles reverso. Véase en la Historia de Oviedo el modo dehacerlo.

HISTORIA ANTIGUA DE MEXICO 733

ningún concepto metafísico. "No hay ninguna de estaslenguas en que se pueda contar arriba de tres." No esposible traducir un libro, no digo en las lenguas de losalgonquines y de los guaranís o paraguayos, pero ni aunen las de México o del Perú, por no tener un númerosuficiente de términos propios para enunciar las nocio-nes generales."

Cualquiera que lea estas decisiones magistrales dePauw, se persuadirá sin duda que decide así después dehaber viajado por toda la América, de haber tratado contodas aquellas naciones y haber examinado todas suslenguas. Pero no es así. Pauw sin salir de su gabinete deBerlín, sabe las cosas de América mejor que los mismosamericanos, y en el conocimiento de aquellas lenguasexcede a los que las hablan.

Yo aprendí la lengua mexicana y la oí hablar a losmexicanos muchos años, y sin embargo, no sabía quefuera tan escasa de voces numerales y de términos sig-nificativos de ideas universales, hasta que vino Pauw ailustrarme. Yo sabía que los mexicanos pusieron el nomobre centzontli (400), o más bien el de centzontlatale (elque tiene 400 voces) a aquel pájaro tan celebrado porsu singular dulzura y por la incomparable variedad desu canto. Yo sabía también que los mexicanos contabanantiguamente por xiquipili, así las almendras de cacaoen su comercio como sus tropas en la guerra; que xiqui·pili valía ocho mil, y así para decir que un ejército secomponía, por ejemplo, de cuarenta mil hombres, de-cían que tenían cinco xiquipili.

18 En la misma sección 1" de la parte 5" de las Investigaciones filosofi-cas, en que afirma que no hay ni una lengua americana en que se puedacontar arriba de tres, dice que los mexicanos contaban hasta diez.

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Yo sabía, finalmente, que los mexicanos tenían vocesnumerales para significar cuantos millares y millo-nes querían; pero Pauw sabe todo lo contrario y no hayduda que lo sabrá mejor que yo, porque tuve la des-gracia de nacer bajo un clima menos favorable a lasoperaciones intelectuales. Sin embargo, quiero, porcomplacer la curiosidad de mis lectores, poner abajo laserie de los nombres numerales de que se han validosiempre los mexicanos." En la cual se ve que los que;

19 Ce 1Ome 2Sei 3Nahui 4Macuilli 5Chicuace 6Chicome ;,Chicuei :: SChiucnahui 9Matlacti 10Caxtolli 15

Con estas voces combinadas y unidas con los tres nombres pohualli(poalli 20, tzontli 400 y xiquipili S 000) explican cualquier cantidad.

Cempoali _ 20Ompoali 40Epoali 60Nauhpoali SOMacuilpoali 100Chicocempoalli 120 etc.Matlapoalli (diez veces 20) 200Caxtolpoalli (quince veces 20) 300

y así se va contando hasta que se llega a 400

Centzontli 400

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según dice Pauw, no tenían voces para contar más quetres, a pesar suyo las tienen para contar por lo menoscuarenta y ocho millones.

Del mismo modo podemos convencer el error de LaCondamine y Pauw en otras muchas lenguas de Améri-ca, aun de aquellas que se han reputado las más rudas,pues se hallan actualmente en Italia personas expe-rimentadas de aquel Nuevo Mundo y capaces de dar

Ontzentli SOOEtzontli 1 200Nauhtzontli 1 600Macuiltzontli 2 000Chicuacentzontli 2 400Matlactzontli (diez veces 400) 4 000Caxtoltzontli (quince veces 400) 6000Y así sigue hasta S 000

g:~~~::i.::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::'i~ ~~~~:;~~f~~;~ii';'::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::;: ~~~Macuilxiquipili 40 000Chicuacenxiquipili 4S 000 etc,Matlacxiquipili (diez veces S 000) SO 000Caxtoixiquipili (quince veces S 000) 120000Cempoalxiquipili (veinte veces S 000) 160000Ompoalxiquipili (cuarenta veces S 000) 320000 etc.Centzonxiquipili (cuatrocientas veces S 000) 3200000Ontzonxiquipili (ochocientas veces S 000) 6400000Matlactzonxiquipili (cuatro mil veces S 000) 32 000 000

Caltoltzonxiquipili (seis mil veces SOOO) 4S 000 000 etc.

Dije que tenían voces para contar cuarenta y ocho millones a lo me-nos, porque existen otras para llevar más adelante la numeración, perohay que valerse de palabras más largas, y las citadas bastan para des-mentir a Pauw.

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plena noticia de más de sesenta lenguas americanas;pero no queremos cansar la paciencia de los lectores.Entre los materiales recogidos para esta mi obra, tengolos nombres numerales de la lengua araucana, que ap.e~ar ?e ser la lengua de una nación más guerrera quecivil, tiene voces para explicar aun rnillones.w

No es menor el error de Pauw en afirmar que sontan esc~sas las lenguas americanas, que no son capacesd~ exphcar un concepto metafísico, lección que apren-dió de La Condamine. "Tiempo, dice este filósofo ha-blando de las lenguas de los americanos, duración, espacio,ser, sustancia, materia, cuerpo. Todas estas palabras y otrasmuc~as no tienen voces equivalentes en sus lenguas, yno solo los nombres de los seres metafísicos, pero nia:,.lU~e los s~res morales, pueden explicarse por ellossmo Impropiamente y por largos circunloquios." PeroLa Condamine sabía tanto de las lenguas americanascomo Pauw, y tomó sin duda este informe de algúnhombre ignorante, como sucede frecuentemente a losviajeros. Est~mos seguros de que muchas lenguas ame-ricanas ~o tienen la escasez de voces que piensa LaConda~me; pero omitiendo por ahora lo que mira a lasotras, discurramos sobre la mexicana, principal asuntode nuestra contienda.

.Es verdad que los mexicanos no tenían voces para ex-phcar los conceptos de la materia, sustancia, accidentey semejante; pero es igualmente cierto que ninguna

20 Ma~í en la lengua araucana, quiere decir diez; patuca, ciento; huaran-ca, ,mIl; patachuaranca, cien mil; maripatacahuaranca, un millón. Des-pues de terminada esta disertación he adquirido la serie de los~ombres numerales en la lengua otomí. Aunque esta lengua es con.siderada como ~na de las más rudas de México, tiene, sin embargo,voces para explicar cuantos millones se quieran.

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lengua, de Asia o de Europa, tenía tales voces ante~ quelos griegos comenzasen a adelgazar, abstraer sus Id.easy crear nuevos términos para explic.arlas. El gr.~n CICe-rón, que sabía tan bien la lengua latina y floreció en lostiempos en que estaba en su mayor perfección, a pesarde estimarla más abundante que la griega, lucha mu-chas veces en sus obras filosóficas para encontrar vocescorrespondientes a las ideas metafísicas de los griegos.¿Cuántas veces se vio precisado a crear nuevas vocesequivalentes en algún modo a las griegas, porque no lasencontraba entre las voces usadas por los romanos?Pero aún hoy día, después de que aquella lengua ~ue e,n-riquecida con muchas palabras i~ventadas por Clce~ony otros doctos romanos, que a ejemplo suyo ~e dedica-ron al estudio de la filosofía, le faltan términos paraexplicar muchos conceptos metafísicos, si no se recurreal bárbaro lenguaje de las escuelas.

Ninguna de aquellas lenguas que hablan los filóso~osde Europa, tenían palabras significativas de la maten a,la sustancia, el accidente y otros semejantes conceptos,y por lo tanto fue necesario que. los que filos~fabanadoptasen las voces latinas o las gnegas. Los.mexicanosantiguos, porque no se ocupaban en el ~StudlOde la me-tafísica, son excusables por no haber Inventado vocespara explicar aquellas ideas; pero no por esto es tan es-casa su lengua en términos significativos de cosas me--tafísicas y morales, como afirma La Condamine que sonlas de la América meridional; antes aseguro que no e,stan fácil encontrar una lengua más apta que la me,qc~na para tratar las materias de la metafísica, pues e$ dí-fícil de encontrar otra que abunde tanto en nombresabstractos, pues pocos son en ella los verbos deJp's¡fua·les no se formen verbales correspondientes a, lo~ wde

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los latinos, y pocos son también los nombres sustantivoso adjetivos de los cuales no se forman nombres abstrac-tos que significan el ser o, como dicen en las escuelas,la quiditad de las cosas, cuyos equivalentes no puedoencontrar en hebreo, ni en griego, ni en latín, ni enfrancés, ni en italiano, ni en inglés, ni en español, ni enportugués, de las cuales lenguas me parece tener el co-nocimiento que se requiere para hacer el cotejo. Puespara dar alguna muestra de esta lengua y por compla-cer a la curiosidad de los lectores, pondré aquí a su vistaalgunas voces que significan conceptos metafísicos y mo-rales, y que las entienden aun los indios más rudos."

La excesiva abundancia de semejantes voces ha sidola causa de haberse expuesto sin gran dificultad en lalengua mexicana los más altos misterios de la religióncristiana y haberse traducido en ella algunos libros dela sagrada escritura, y entre otros los de los Proverbiosde Salomón y los evangelios, los cuales, así como la

21 Voces mexicanas que significan conceptos metafísicos y morales:Tlamant1i: Cosa. Tlazot1aliztli: Amor.Seliztli: Esencia. Tlacocoliztli: Odio.Cualloti: Bondad. Tlamauhtilizt1i: Temor.Ne1tilizt1i: Verdad. Netemachiliztli: Esperanza.Cetilizt1i: Unidad. Tloque Nalucaque: El que tieneOmetilizt1i: Cualidad. en sí todas las cosas.Teotl: Dios. Ipoalnemoani: Aquél por quienTeojotl: Divinidad. se vive.Nejolnonotzaliztli: Reflexión. Amacicacaconi: Incomprensible.Tlachtopaittaliztli: Previsión. Cemicacjeni: Eterno.Nejoltzotzonaliztli: Duda. Cenmancanjeliztli: Eternidad.Tlalnamiquiliztli: Recuerdo. Cahuitl: Tiempo.Tlacahualiztli: Olvido. Cualtihuaní y Tectihuani: VirtudOenhuelitini: Omnipotente. Acuallotl: Malicia.Cenhueliciliztli: Omnipotencia. Tolchicahualiztli: Fortaleza.Tlacatl: Persona. Tlaíxjejecoliztlí: Templanza.Tlacajotl: Personalidad. J ollomachiliztli: Prudencia.

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Imitación de Cristo, de Tomás Kempis, y otros semejan-tes trasladados también al mexicano, no pueden cierta-mente traducirse a aquellas lenguas que son escasas detérminos significativos de cosas morales y metafísicas.Son tantos los libros publicados en mexicano sobre lareligión y la moral cristiana, que de ellos solos se podríaformar una buena biblioteca. Después de esta diserta-ción pondremos un breve catálogo de los principalesautores de que nos acordamos, así para confirmar cuan-to decimos como para manifestar nuestra gratitud a susfatigas. Unos han publicado un gran número de obrasque hemos visto. Otros, para facilitar a los españoles lainteligencia de la lengua mexicana, han compuesto gra-máticas y diccionarios.

Lo que decimos del mexicano podemos en gran par·te afirmarlo de otras lenguas que se hablaban en los do-minios de los mexicanos, como la otomí, matlatzinca,mixteca, zapoteca, totonaca y popoluca, pues igualmen-te se han compuesto gramáticas y diccionarios de todas

Tajot1: Paternidad.Nanjot1: Maternidad.Tlalcicpact1acojot1: Humanidad.Tejolia: Alma.Teixtamat1ia: La mente.Tlamatilizt1i: Sabiduría.Ixt1amachilizt1i: Razón.Ixaxiliztli: Comprensión.Tlaiximatilizt1i: Conocimiento.Tlanemilizt1i: Pensamiento.Necocolizt1i: Dolor.Nejo1tequipacholiztli: Arrepen-timiento.Ellehuit1izt1i: Deseo.Teitiliztli: Trinidad. etc.

Tlamelahuacachicahualizt1i: Jus-ticia.Jolhueilizt1i: Magnanimidad.Tlapaccaihjohuilizt1i: Paciencia.Tlanemactilizt1i: Liberalidad.Peccanemilizt1i: Mansedumbre.Tlat1acajot1: Benignidad.Necnomat1ilizt1i: Humildad.Tlaxocamatiliztli: Gratitud.Nepohualizt1i: Soberbia.Teojehuacatilizt1i: Avaricia.Nexicolizt1i: Envidia.Tlatzihualizt1i: PerezaCenjocojami: Criador de todo.

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estas lenguas y en todas se han publicado tratados dereligión, como haremos ver en el catálogo prometido.

Los europeos que han aprendido el mexicano, entrelos cuales hay italianos, franceses, flamencos, alemanesy españoles, han celebrado con grandes elogios aquellalengua, ponderándola al grado de que algunos la hanestimado superior a la latina y la griega, como hemosdicho en otra parte. Boturini afirma que "en la urbani-dad, elegancia y sublimidad de las expresiones, no hayninguna lengua que pueda compararse con la mexica-na". Este autor no era español sino milanés; no era hom-bre vulgar sino erudito y crítico; sabía muy bien, por lomenos, el latín, el italiano, el francés y el español, y delmexicano supo cuanto bastaba para hacer un juiciocomparativo. Reconozca, pues, Pauw su error y apren-da a no decidir en las materias que ignora.

Entre las pruebas en que quiere apoyar Buffon su sis-tema de la reciente organización de la materia en elNuevo Mundo, dice que los órganos de los americanoseran toscos y su lengua bárbara. "Véase -añade-la lis-ta de sus animales, y sus nombres son tan difíciles depronunciar que es de admirar haya habido europeosque se hayan tomado el trabajo de escribirlos." No meadmira tanto de su fatiga en escribirlos como de su des-cuido en copiarlos. Entre tantos autores europeos quehan escrito en Europa, la historia civil o natural deMéxico, no he encontrado ni uno que no haya alteradoy desfigurado los nombres de las personas, animales yciudades mexicanas, y algunos lo han hecho en tal gra-do, que no es posible adivinar lo que quisieron escribir.La historia de los animales de México pasó de las ma-nos de su autor el Dr. Hernández, a las de Nardo An-tonio Recchi, el cual nada sabía de mexicano; de las

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manos de Recchi pasó a las de los académicos Linces deRoma, los cuales la publicaron con notas y disertacionesy de esta edición se sirvió Buffon. Entre tantas manosde europeos ignorantes de la lengua mexicana, teníanque alterarse los nombres de los animales. Para conven-cerse de la alteración que sufrieron en las manos deBuffon, basta confrontar los nombres mexicanos que seleen en su Historia natural, con los de la edición roma-na del Dr. Hernández.

Por lo demás, es cierto que la dificultad en pronun-ciar una lengua a la que no estamos acostumbrados, yprincipalmente si la articulación de ella es muy diversade la de nuestra propia lengua, nos convence que seabárbara. La misma dificultad que experimenta Buffonpara pronunciar los nombres mexicanos, experimen-tarían los mexicanos para pronunciar los nombresfranceses. Los que están acostumbrados a la lengua es-pañola, tienen gran dificultad para pronunciar la alema-na y la polaca, y les parecen las más ásperas y duras detodas. La lengua mexicana no ha sido la de mis padresni la aprendí de niño y, sin embargo, todos los nombresmexicanos de animales que cita Buffon como prueba dela barbarie de aquella lengua, me parecen más fáciles depronunciar que muchos otros tomados de algunas len-guas europeas, de las cuales usa22 en su Historia natural.Tal vez parecerá lo mismo a los europeos que no están

22 Léanse los nombres siguientes de animales usados por Buffon, ycotéjense con los mexicanos puestos por él alterados.

Baurd mannet-jes. Scebeuschfafer.Brand-hirts, Sterzeczleck.Chemik-skcarzecjck. Niedzwiedz.Iidgiers-d uir. Przawiaska.Miszorzechowa. Meer-schwein.Stachel-schwein, Sezures, etc.

r742 FRANCISCO XAVIER CLAVIJERO

acostumbrados ni a una ni a otras lenguas; y no faltaráquien se admire de que Buffon se haya tomado el tra-bajo de escribir aquellos nombres, capaces de causarmiedo a los más valientes escritores. Finalmente, en loque respecta a las lenguas americanas, debe estarse aljuicio de los europeos que las supieron, más bien a laopinión de los que nada saben.

7. LEYES DE LOS MEXICANOS

Queriendo Pauw impugnar la antigüedad que atribuyóGemelli Carreri erróneamente a la corte de los mexica-nos, alega la "anarquía de su gobierno y la escasez desus leyes"; y tratando del gobierno de los peruleros,dice: "que no puede haber leyes en un Estado despóti-co, y caso de que las haya habido en algún tiempo, noes posible al presente hacer el análisis porque no las co-nocemos, ni podemos conocerlas porque jamás fueronescritas y su memoria debía faltar con la muerte de losque la sabían".

Ninguno había hecho mención de la anarquía delreino de México antes de que viniese al mundo Pauw,cuyo cerebro parece tener una particular organizaciónpara entender las cosas al contrario de todos los demáshombres. No hay uno tan ignorante de la historia deMéxico, que no sepa que aquellos pueblos estabansujetos a señores particulares, y todo el Estado a un su-premo jefe, que era el rey de México. Todos los historia-dores ponderan la gran autoridad de aquel soberano yel sumo respeto que le tenían sus vasallos: si esto esanarquía, serán sin duda anárquicos todos los Estadosdel mundo.

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El despotismo no se introdujo en México hasta los úl-timos años de la monarquía. En el tiempo anterior losmonarcas habían respetado siempre las leyes promulga.das por sus antecesores y celado su observancia. Aun entiempo de Moctezuma 11, único rey verdaderamente des-pótico, los mexicanos juzgaban según las leyes del rei-no, y el mismo Moctezuma castigaba severamente alos transgresores, no abusando de su poder, sino en aqueollo que podía servir al aumento de su opulencia y de suautoridad.

Estas leyes no estaban escritas, pero se perpetuaban enla memoria de los hombres, así por la tradición como porlas pinturas. No había súbdito que no las supiese, por-que los padres de familia no cesaban de instruir en ellasa sus hijos, para que evitando la transgresión precavie-sen el castigo. Las copias de las pinturas de las leyeseran sin duda infinitas, pues aunque fueron tan furiosa-mente perseguidas por los españoles, he visto, sin em-bargo, muchas. La inteligencia de tales pinturas no estan dificil a quien tiene conocimiento del modo con querepresentaban los mexicanos las cosas, de los caracteresque usaban y de sus lenguas; pero para Pauw serán tanininteligibles como las leyes de los chinos expresadas enlos caracteres propios de aquella nación. A más de esto,después de la conquista muchos mexicanos muy intelí-gentes escribieron en nuestros caracteres las leyes deMéxico, Acolhuacán, Tlaxcala, Michoacán, etcétera.Entre otros Fernando de Alva Ixtlilxóchitl escribió enlengua española las ochenta leyes publicadas antes porsu famoso tatarabuelo el rey Nezahualcóyotl, comohemos dicho en la Historia. Los españoles, pues, ave-riguaron las leyes y costumbres antiguas de aquellasnaciones con mayor diligencia que cualquiera otro

744 FRANCISCO XAVIER CLAVIJERO

artículo de la historia, porque su conocimiento impor-taba mucho al gobierno cristiano, así civil como eclesiás-tico, principalmente respecto a los matrimonios, lasprerrogativas de la nobleza, la calidad del vasallaje y lacondición de los esclavos. Se informaron a boca de losindios más instruidos y estudiaron sus pinturas. A másde los primeros misioneros, que trabajaron fructuosa-mente en esta empresa, Alonso Zurita, uno de los prin-cipales jueces de México, docto en leyes y enterado deaquellos países, hizo diligentes averiguaciones por or-den del rey católico, y compuso aquella utilísima obrade que hicimos mención en el catálogo de los escrito-res de la historia antigua de México. He aquí cómo pu-dieron saberse las leyes de los mexicanos sin haber sidoescritas por ellos.

¿Pero qué leyes? "Dignas muchas de ellas -dice el P.Acosta- de nuestra admiración, y según las cuales de-bían gobernarse aquellos pueblos aun en su cristianis-mo." En primer lugar la constítucíón de su Estado, enlo que mira a la sucesión a la corona, no podía ser másbien entendida, como que en ella igualmente se preca-vían los inconvenientes de la sucesión hereditaria y losde la electiva. Debía elegirse un individuo de la familiareal para conservar así el esplendor de la corona e im-pedir que el trono jamás fuese ocupado por un hombrede bajo nacimiento. No sucediendo el hijo, sino elhermano, no había peligro de que un empleo tan emi-nente y tan importante se expusiera a la indiscreciónde un joven inexperto o a la malignidad de un regenteambicioso.

Si los hermanos, pues, hubieran debido suceder se-gún el orden de su nacimiento, hubiera necesariamen-te tocado algunas veces la corona a un hombre inepto

HISTORIA ANTIGUA DE MEXICO 745

para el gobierno, y hubiera también podido sucederque el heredero presuntivo maquinase contra la vidadel soberano por anticiparse a la sucesión; uno y otroinconveniente se salvaba con la elección. Los electoresescogían entre los hermanos del rey muerto, y faltandoéstos, entre los hijos de los reyes anteriores, el más idó-neo para mandar la nación. Si hubiera estado en arbi-trio del rey nombrar los electores, hubiera podidoescoger a los que fuesen más favorables a sus designiosy ganar sus sufragios en favor de aquel hermano a quienmás estimara, y tal vez en favor del hijo, no atendiendoa las leyes fundamentales del Estado; pero no era así,pU,.eslos electores eran elegidos por el cuerpo de la no-bleza, la cual comprometía en ellos los sufragios de todala nación. Si el empleo de los electores hubiera sido per-petuo, hubieran podido éstos, abusando de su autori-dad, hacerse dueños de la monarquía; pero como en laprimera elección acababa la voz electoral, y se elegíanentonces nueve electores para la siguiente, no era tanfácil a la ambición usurpar la autoridad. Finalmente,para precaver otros inconvenientes, los verdaderos elec-tores no eran más que cuatro, hombres de la primeranobleza, de gran prudencia y de notoria probidad. Esverdad que ni aun después de tantas precauciones po-dían impedirse todos los desórdenes, épero qué gobier-no hubo jamás entre los hombres que no estuvieseexpuesto a mayores males?

La nación mexicana era guerrera y, por lo tanto, ne-cesitaba un jefe inteligente y experto en el arte de laguerra. ¿Qué arbitrio podía tomarse más conducente aeste fin que el de no elegir rey al que no hubieseobtenido por solos sus méritos el cargo de general delejército, y de no coronar al que después de su elección

746 FRANCISCO XAVIER CLAVIJERO

no hubiese proporcionado en la guerra las víctimas que,según su religi6n, debían sacrificarse en las fiestas de lacoronaci6n?

La prontitud con que los mexicanos sacudieron elyugo de los tepanecas y la gloria que adquirieron susarmas en la conquista de Azcapotzalco, debían natural-mente excitar la rivalidad y la desconfianza de sus veci-nos, y especialmente la del rey de Acolhuacán, quehabía sido y era también entonces el mayor rey de aque-lla tierra, y estando, por otra parte, todavía vacilante eltrono de México necesitaba de un fuerte apoyo que losostuviese. El rey de Acolhuacán, que había recuperadorecientemente, con el auxilio de los mexicanos, la coro-na que le había usurpado antes el tirano Tezozomoc,debía temer que algún súbdito poderoso siguiendo lashuellas de aquel tirano, excitase a la rebeli6n a una par-te de su reino y lo privara, como a su padre, de la co-rona y de la vida. El rey de Tlacopan, que ocupaba untrono nuevamente establecido y poco considerable, te-nía más que temer. Cada uno de estos reyes estaba porsí solo poco seguro y debía desconfiar de los otros dos;pero unidos los tres entre sí podían formar una poten-cia invencible. ¿ Y qué hacen? Forman una triple alian-za que asegure a cada uno de los otros dos, y a los tresde sus súbditos. Esta fue la alianza que afirm6 los tro-nos de Acolhuacán y Tlacopan y facilit6 a los mexicanossu conquista; alianza tan firme y tan bien ordenada quejamás se desconcert6 hasta el arribo de los españoles.Este solo golpe de política basta para demostrar el dis-cernimiento y la sagacidad de aquellas naciones; perohubo otros semejantes a éste que, si quisiéramos refe-rirlos todos, sería necesario copiar una buena parte dela historia.

HISTORIA ANTIGUA DE MEXICO 747

La forma judicial de los mexicanos y texcocanos nossuministra algunas lecciones útiles de política. La diver-sidad de grados en los magistrados servía al buen orden;su continua asistencia en los tribunales desde comenzarel día hasta la tarde, abreviaba el curso de las causas ylos apartaba de algunas prácticas clandestinas, las cua-les hubieran podido prevenirlos en favor de algunas delas partes. Las penas capitales prescritas contra los pre-varicadores de la justicia, la puntualidad de su ejecuci6ny la vigilancia de los soberanos, tenían enfrenados a losmagistrados, y el cuidado que se tenía de suministrar-les de cuenta del rey todo lo necesario, los hacía inexcu-sables. Las juntas que se tenían cada veinte días enpresencia del soberano, y particularmente la asambleageneral de todos los magistrados cada ochenta días paraterminar las causas pendientes, a más de precaver losgraves males que causa la lentitud en los juicios, hacíaque los magistrados se comunicasen recíprocamente susluces, que el rey conociese mejor a los que había cons-tituido depositarios de su autoridad, que la inocencia tu-viera más recursos y que el aparato del juicio hicieramás respetable la justicia.

La ley que permitía la apelaci6n del tribunal de Tla-catecatl al de Cihuacoatl en las causas criminales y noen las civiles, da a conocer que los mexicanos, respe-tando las leyes de la humanidad, reconocían que se re-quería más para creer a un hombre delincuente quepara declararlo deudor. En los juicios de los mexicanosno se admitía otra prueba contra el reo que la de testi-gos. Ni jamás se vio entre ellos usar la tortura parahacer por la fuerza de los tormentos culpable al ino-cente, ni valerse de las bárbaras pruebas del duelo, delfuego, del agua hirviendo y otras semejantes, que

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fueron antes tan frecuentes en Europa y en el díalas leemos con admiración en las historias. "No habráquien no se admire -dice sobre este asunto Montes-quieu-23 que nuestros mayores hiciesen depender el ho-nor, la fortuna y los bienes de los ciudadanos, de ciertascosas que no eran tanto de la jurisdicción de la razóncuanto de la suerte, y que se valiesen incesantemente delas pruebas que nada probaban y no tenían conexión nicon la inocencia ni con el delito."

Lo que ahora decimos de aquellas pruebas, dirá enlo sucesivo nuestra posteridad de la tortura, y no cesa-rán jamás de admirar que semejante prueba haya esta-do en uso generalmente por tantos siglos. El-juramentoera prueba de gran momento en los juicios de los mexi-canos, como hemos dicho en otra parte; porque comoestaban persuadidos de los terribles castigos que infali-blemente debían ejecutar los dioses en los perjuros,creían que ninguno se atrevería a perjurar; pero no sa-bemos que se permitiera esta prueba a los actores con-tra el reo, sino solamente al reo para purificarse deldelito:

Castigaban severamente los mexicanos todos aque-llos delitos particularmente repugnantes a la razón operjudiciales al Estado: el crimen de lesa majestad, elhomicidio, el hurto, el adulterio, el incesto y los otrosexcesos en esta materia contra la naturaleza; el sacri-legio, la embriaguez y la mentira. Se condujeron sa-biamente no dejando impunes estos crímenes; peropecaron en la pena, que en algunos delitos era excesi-va y cruel. No pretendo excusar los errores de aquellanación; pero tampoco puedo disimular que de cuanto

2. L 'esprit des lois, Lib. 28, cap. 17,

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hay reprensible en su legislación, se hallarán ejemplosen los más famosos pueblos del antiguo continente, ytales que harán parecer muy benignas las leyes de losmexicanos y más conformes a la razón.

Las célebres leyes de las Doce Tablas "están llenas-dice Montesquieu-A" de disposiciones cruelísimas ...vese en ellas el suplicio del fuego y las penas siempre ca.pitales." Y esta es la celebradísima compilación que hi-cieron los romanos de lo mejor que encontraron en lospueblos griegos. Pues si lo mejor de la cultísima Greciaera tal, équé sería lo que no era tan bueno? ¿Cuál habrásido la legislación de aquellos pueblos a los que llama.ban bárbaros? ¿Qué ley más inhumana y cruel que aque-lla de las Doce Tablas que permitía a los acreedoresdescuartizar" al deudor que no pagaba y llevarse cadauno su parte para satisfacción del crédito? Y esta ley nose promulgó en Roma en los groseros principios deaquella tan celebrada ciudad, sino trescientos años des.pués de su fundación.

¿Qué ley, por el contrario; más inicua que la del fa.moso legislador Licurgo, la cual permitía el hurto a loslacedemonios? Los mexicanos castigaban este delito tanpernicioso a la sociedad; pero no procedían a pena ca.pital sino cuando el ladrón no podía satisfacer y pagarla ofensa con su libertad y sus bienes. No era así res-pecto al hurto en los sembrados, porque éstos, estandopor su situación más expuestos a la rapiña, tenían ma-yor necesidad de la custodia de las leyes; pero aquella

,. L'esprit des lois, Lib. 14, cap. 15.25 Si plures forent, quibus reus esse judicatus, secare si vellent, aeque partiticorpus addicti sibi hominis permisserunt. Aula Celia, Noct. Atticc, Lib. 20,cap 1. Bien sé lo que dicen algunos juristas para justificar esta ley;pero también sé que no lo han conseguido.

750 FRANCISCO XAVIER CLAVIJERO

misma ley que prescribía la pena capital contra el querobaba cierto número de frutos o de plantas, permitíaa los viandantes necesitados comer lo necesario pararemediar la necesidad presente. ¿Cuánto más racionalera esta ley que aquella de las Doce Tablas, que conde-naba sin distinción a ser ahorcado a cualquiera que to-maba alguna cosa de los sembrados ajenos?26

La mentira, pecado tan pernicioso a la sociedad, sedeja por lo común impune en muchísimos países delantiguo continente, y en el Japón se castiga frecuente-mente con la pena capital. Los mexicanos se alejaron deuno y otro extremo. Sus legisladores, sabedores del ge-nio o inclinación de la nación, advirtieron que si noprescribían penas graves contra la mentira y la embria-guez, hubiera faltado en los hombres el juicio para sa-tisfacer sus respectivas obligaciones, la verdad en losjuicios y la fe en los contratos. La experiencia ha hechoconocer cuán perjudicial ha sido a aquellas naciones laimpunidad de estos dos pecados.

Pero en medio de su severidad tuvieron cuidado losmexicanos de no envolver a los inocentes en el castigode los culpables. Muchas leyes de Europa y de Asia pres-cribieron la misma pena al reo de alta traición que atoda su familia. Los mexicanos castigaban este delitocon la pena capital; pero no privaban de la vida a losparientes del reo, sino solamente de la libertad; y no a .todos, sino a los que siendo sabedores de la traicióny no habiendo querido revelarla, se habían hecho tam-bién culpables. éCuánto más humana no es esta leyque las del Japón? "Aquellas leyes -de las cuales dice

'6 Qui frugem aratro quaesitam furtim nox pavit, secuit ve suspensus cererinecator.

HISTORIA ANTIGUA DE MEXICO 751

Montesquieu-é" que castigaban por un solo delito atoda una familia y a todo un cuartel; aquellas leyes queno saben encontrar inocentes en donde hay culpables."No sabemos que los mexicanos prescribiesen algunapena contra los que murmuraban del gobierno; pare-ce que no hadan gran caudal de aquel desahogo delamor propio dejos súbditos que tanto se teme en otrospaíses.

Sus leyes sobre los matrimonios eran sin duda máshonestas y decorosas que las de los romanos, griegos,persas, egipcios y otros pueblos del antiguo continente.Los tártaros se casan con sus hijas; los antiguos persasy los asirios tomaban a sus mismas madres; los atenien-ses y los egipcios a sus hermanas. En el reino de Méxi-co estaba severamente prohibido todo matrimonioentre personas unidas en primer grado de consanguini-dad y de afinidad, menos entre los cuñados cuando elhermano al morir dejaba algún hijo. Esa prohibición daa conocer que los mexicanos juzgaban mejor del matri-monio que todas las mencionadas naciones. Esa excep-ción demuestra sus sentimientos de humanidad. Si unaviuda pasa a segunda nupcia, tiene por lo común el dis-gusto de ver a sus hijos poco amados de un padre queno les dio la vida; a su marido poco respetado de aque-llos mismos hijos, que lo miran como extraño, y a loshijos de uno y otro matrimonio tan desunidos y discor-des entre sí, como si hubieran nacido de diversas ma-dres. ¿Pues qué mejor determinación (hablo según lasreglas de la política humana, por las que se guiabanaquellas naciones que no tenían conocimiento de lassantas leyes del cristianismo), qué mejor determinación,

'7 L 'esprit des lois, Lib. 14, cap. 15.

752 FRANCISCO XAVIER CLÁVIJERO

digo, podían tomar los mexicanos para remediar aque-llos males muy comunes, que la de casar a la viuda conel cuñado?

Muchas naciones antiguas de Europa, imitadas porno pocos pueblos modernos de Asia y Africa, compra-ban sus mujeres y, por lo tanto) ejercían sobre ellas unaautoridad mucho más grande que la que les concede elautor de la naturaleza, y las trataban más como esclavasque como compañeras. Los mexicanos no adquirían susmujeres sino por medio de lícitas y decorosas pretensio-nes; y aunque presentasen regalos a los padres, no erana cuenta del precio de una hija que pretendían, sinosólo un obsequio para conciliarse su benevolenciae inclinar su voluntad al contrato. Los romanos, apesar de que no tuviesen escrúpulos de prestar susmujeres," tenían, no obstante, derecho según las leyesde quitarles la vida, cuando fuesen sorprendidas enadulterio.

Esta inicua ley, que constituía al marido juez enpropia causa y más bien ejecutor de su sentencia, enlugar de impedir los adulterios, aumentaba los parrici-dios. Entre los mexicanos no era permitido a los mari-dos aquel infame comercio de sus mujeres, ni teníanautoridad sobre su vida. Era castigado con pena capitalel que quitaba la vida a su mujer, aun cuando la cogieseen adulterio. Esto es, decían, usurpar la autoridad de losmagistrados, a los cuales toca conocer de los delitos ycastigarlos según el tenor de las leyes. Antes de que sehubiese publicado por Augusto la ley Julia de Adulteris,

28 "En Roma, dice Montesquieu, era permitido al marido prestar aotro su mujer. Lo dice expresamente Plutarco. Se sabe que Catónprestó su mujer a Hortensia, y Catón no era capaz de violar las leyesde su patria." L 'esprit des lois, Lib. 25.

HISTORIA ANTIGUA DE MEXICO 753

no sabemos, dice Vives." que jamás se hubiese tenidoen Roma algún juicio en causa de adulterio: quieredecir que, por más de siete siglos, faltó a aquella cé-lebre nación la justicia en un punto tan grave y tanimportante.

Si después de haber hecho el cotejo de las leyes, sequiere hacer también el de los ritos nupciales de estasdos naciones, se encontrará entre ambas mucha supers-tición; pero se verá una gran diferencia: los de losmexicanos eran honestos y decentes, los de los romanosobscenos e infames, como veremos en otra parte.

Por lo que mira a las leyes de la guerra, es difícil quehayan sido justas en un pueblo guerrero. La grandeestimación que en ésta tiene el valor y la gloria mili-tar, le hace contar con el número de los enemigos a losque no lo son, y la ambición de conquistar lo excita atraspasar los términos prescritos por la justicia. Sin em-bargo, en las leyes de los mexicanos se ven tales rasgosde equidad, que harían honor a las naciones más cultas.No se podía declarar la guerra sin haberse antes exami-nado en pleno consejo las razones y sin que hubiesensido aprobadas por el sumo sacerdote. A más de esto,se debían anticipar las embajadas, y frecuentementeeran repetidas, dirigidas a aquellos a quienes se deter-minaba hacer la guerra, para obtener pacíficamente,por medio de algún ajuste, lo que se quería antes devenir el rompimiento.

•• Notas al cap. 5. lib. 3 de Civitate Dei. Muchos juristas dicen que alos maridos se les quitó la potestad sobre la vida de las mujeresadúlteras por la ley Camelia de Sicariis; pero sea lo que fuere, lo cier-to es que esta ley fue dictada por Sila hacia el fin del siglo VII deRoma, y así, en cuanto al tiempo, no hay gran diferencia entre estaley y la de Augusto.

754 FRANCISCO XAVIER CLAVIJERO

Semejantes dilaciones daban tiempo a sus enemigospara prepararse a la defensa, y a más de esto servían asu justificación, contribuían a su gloria, pues teníanellos por vileza hacer la guerra a enemigos despreveni-dos y sin haberlos antes solemnemente desafiado, paraque la victoria no se pudiese jamás atribuir sino al va-lor. Es verdad que no observaban siempre estas leyes;pero no eran por esto menos justas; y si hubo injusticiaen la conquista de los mexicanos, no fue ciertamentemenor en la de los romanos, griegos, persas, godos yotras célebres naciones. Uno de los grandes males quesuele traer consigo la guerra es el hambre, por las hos-tilidades que se hacen en los campos. No es posibleimpedir enteramente este mal; pero si ha habido algu-na cosa capaz de moderarlo fue sin duda la costumbrede los mexicanos y otros pueblos de Anáhuac de teneren cada provincia un lugar señalado para campo de ba-talla. No era menos conforme a la razón y a la humanidadaquella otra costumbre de tener en tiempo de guerracada cinco días uno entero de tregua y de reposo.

Tenían aquellas naciones formada una especie de jusgentium, en virtud del cual, si el señor, la nobleza yla plebe resistían las proposiciones hechas por el otropueblo O nación y remitida la decisión de las armas,quedaban vencidos, el señor perdía el derecho de sobe-rano, la nobleza el dominio óptimo que tenía sobre susposesiones, la plebe quedaba sujeta al servicio personal,y todos los que habían sido hechos prisioneros en elcalor de la acción, quedaban privados quasi ex delito dela libertad y del derecho a la vida. Esto se opone sinduda a las ideas que tenemos de la humanidad; pero lageneral convención de aquellos pueblos hacía menosreprensible la inhumanidad y los ejemplos mucho más

HISTORIA ANTIGUA DE MEXICO 755

atroces de las más cultas naciones del antiguo continen-te, hacen desaparecer aquel horror que a primera vistanos causa la crueldad de los pueblos americanos.

Entre los griegos, dice Montesquieu." los habitantesde una ciudad tomada a fuerza de armas perdían la li-bertad y eran vendidos como esclavos. No se puede cier-tamente comparar la inhumanidad que los mexicanostenían con sus prisioneros enemigos, con la que losatenienses usaban con sus propios ciudadanos. Una leyde Atenas, dice el referido autor, mandaba que cuandola ciudad estuviese sitiada, se hiciese morir toda la genteinútil. No podrá encontrarse ni entre los mexicanos nien ninguna nación del Nuevo Mundo algo culta, una leytan bárbara como esa del pueblo más culto de la an-tigua Europa; antes bien el mayor cuidado de los me-xicanos y de todas las naciones de Anáhuac cuandodebía ser sitiada alguna de sus ciudades, era el de po-ner en seguridad a sus hijos, las mujeres y los inválidos,o mandándolos a otras ciudades o a los montes. Asísustraían aquella débil gente del furor de los enemigose impedían, por otra parte, el excesivo consumo delos víveres.

El tributo que se pagaba al rey de Anáhuac era excesi-vo, y eran también tiránicas las leyes que lo prescribían;pero estas leyes fueron consecuencias del despotismointroducido en los últimos años en la monarquía mexi-cana, que en su mayor aumento no llegó al exceso deapoderarse de las tierras del imperio y de los bienesde los súbditos, que justamente censuramos en los mo-narcas asiáticos; ni jamás se oyó que los soberanos deAnáhuac hubiesen dictado leyes sobre los tributos

.0 L 'esprit des lois, Lib. 20, cap. 14.

756 FRANCISCO XAVIER CLAVIJERO

extravagantes y duros, como se han publicado muchí-simas en el mundo antiguo, por ejemplo, la del em-perador Anastasio, que impuso tributo hasta sobre larespiración: ut unusquisque pro haustu eris pendat.

Pero si censuramos en las leyes sobre tributos latiránica ambición de aquellos monarcas, no podemosmenos que alabar y admirar en sus leyes sobre el comer-cio, la cultura de aquellas naciones y la sabiduría de suslegisladores. El tener en cada ciudad o pueblo una pla-za destinada para el comercio de todas las cosas quepodían servir a las necesidades y delicias de la vida, con-tribuía a que reunieran todos los comerciantes en elmás pequeño espacio las mercaderías, y los ponían a lavista de los inspectores o comisarios, para que se evita-se todo fraude y desorden en los contratos. El tenercada mercadería su lugar determinado, contribuía albuen orden y a la comodidad de los que querían pro-veerse de ella. El tribunal de comercio, establecido enla misma plaza del mercado para ajustar las diferenciassuscitadas entre los negociantes y castigar prontamentecualquier exceso que allí hubiese, conservaba inviolableslos derechos de la justicia y aseguraba la tranquilidadpública. A estas sabias disposiciones se debe aquel or-den maravilloso que en medio de un número tan exce-sivo de negociantes admiraron los primeros españoles.

Finalmente, en las leyes relativas a los esclavos fue-ron los mexicanos superiores a las más cultas nacionesde la antigua Europa. Si se quiere hacer el cotejo de lasleyes de los mexicanos con las de los romanos, lacede-monios y otros célebres pueblos, luego se verá en éstasuna tal barbarie y crueldad que causa horror, y en aqué-llas una grande humanidad y un gran respeto a la leyde la naturaleza (no hablo ahora de los prisioneros de

HISTORIA ANTIGUA DE MEX1CO 757

guerra, de los cuales discurrir~mos después). ¿Qué leymás humana que aquella que hada nacer libres a todoslos hombres aun de padres esclavos; que dejaba alescla-vo el dominio de sus cosas y de lo que adquiría con lapropia industria o trabajo; que obligaba al señor a tra-tar al esclavo como hombre y no como bestia, que nole permitía una autoridad sobre su vida y aun lo pri-vaba de la facultad de poderlo vender en el mercadosino después de haber hecho constar jurídicamente suindocilidad ?

¡Cuán diversas de éstas eran las leyes de los romanos!Estos, por la suma autoridad que les concedían las le-yes; eran dueños, no sólo de todo lo que adquirían losesclavos con su trabajo, sino también de su vida," de lacual los privaban a su capricho; los trataban con la ma-yor inhumanidad y los hadan tolerar los más atrocestormentos, y para que se vea la índole inhumana de estanación, mientras ampliaban tanto la autoridad de losamos contra los esclavos, la restringían también enaquello que era en favor de éstos. La ley Fusia Caniniaprohibía a los amos el manumitir por testamento arri-ba de cierto número de esclavos. En la ley Silanianaestaba prescrito que cada vez que fuese muerto un amose hiciesen igualmente morir todos los esclavos suyosque habitasen dentro de la misma casa o en lugar inme-diato a ella desde donde se pudiese oír su voz. Si era

" ¿Qué hay de admirar que los romanos concediesen aquella bár-bara autoridad a los amos sobre los criados, habiéndola concedidoaun a los padres de familia sobre sus hijos legítimos? Endo liberis justijus vitae, necis, uenundandique potestas patrio Esta sola ley. publicadaen Roma por los primeros reyes, inserta después por los decemvi-ros en las Doce Tablas, basta para España, y Herrera en la Déc, 2, lib.7, cap. 12.

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muerto en algún viaje, debían morir todos los esclavosque hubiesen quedado con él, e igualmente todos losque no se hubiesen huido, aunque fuese manifiesta suinocencia. La ley Aquilia comprende bajo de una mismaacción la herida hecha a un esclavo y la herida hecha auna bestia ajena. A tal exceso llegó la barbarie de loscultísimos romanos. No fueron ciertamente más huma-nas las leyes de los lacedemonios, las cuales no conce-dían a los esclavos ninguna acción en juicio contra losque los insultaban o injuriaban.

Si a más de lo dicho se requiere cotejar el sistema deeducación que había entre los mexicanos con el de losgriegos, se reconocerá que no era tan grande la instruc-ción de los griegos en las artes y ciencias como la quetenían los niños yjóvenes mexicanos en las costumbresde sus padres. Los griegos se aplicaban más a ilustrar lamente, los mexicanos a rectificar el corazón. Los ate-nienses prostituían a sus jóvenes a la más excecrableobscenidad en aquellas mismas escuelas que estabandestinadas a instruirlos en las artes. Los lacedemoniosacostumbraban a sus hijos, según el precepto de Licur-go, a robar para hacerlos ágiles y sagaces, y los azotabancuando los cogían en algún robo, castigando en ellos,no el pecado, sino la poca industria en cometerlo. Maslos mexicanos enseñaban a sus hijos, juntamente con lasartes, la religión, la modestia, la honestidad, la sobrie-dad, la vida laboriosa, el amor de la verdad y el respetoa los mayores.

Esta es una breve pero verdadera muestra de la cul-tura de los mexicanos, tomada de su historia antigua,de las pinturas y las relaciones de los más exactos his-toriadores españoles. Así se gobernaban aquellos pue-

. blos inferiores en industria y sagacidad a los más rudos

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pueblos del antiguo continente. Así se gobernabanaquellos pueblos, de cuya racionalidad quisieron dudaralgunos europeos.