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CARLOS DE SIGÜENZA y GONGORA

SEIS OBRAS

INFORTUNIOS DE ALONSO RAMIREZTROFEO DE LA JUSTICIA ESPAÑOLA - ALBOROTO Y MOTINMERCURIO VOLANTE - TEATRO DE VIRTUDES POLITICAS

LIBRA ASTRONOMICA y FILOSOFICA

Prólogo

IRVING A. LEONARD

Edición, Notas y Cronología

WILLIAM G. BRYANT

BIBLIOTECA AYACUCHO

lNFORTVNIOSQ.VE

ALONSO RA11IREZ~ATVR.AL.DE LA CIVDAD DE S. JUAN

DE PVERTO RICOtaáecio.tfffi en poder de Inglefls Piratas qfle loaprt!aro1J

en las lslas Pbiiipinsscomo navegando por fi Iolo, íin derrota.haíla

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DESCRIVELOS

D. earlos de Siguenzay GongoraCoJinographo, J Cathedratico d~ t7vlathem.1.tica-s.

det Re) N. Señor en la Academia Ol1exic¡¡n,;.

CON LICENCIA EN MEXICOpo: l<»l1e:cd<ro.dcl, Viudo deBcrn"do C:lde,on: enlH.Ued~

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INFORTUNIOS DE ALONSO RAMIREZ 1

Al excelentísimo señor don Gaspar de Sandoval Cerda y Mendoza, conde de Galve,gentilhombre (con ejercicio) de la cámara de Su Magesrad, comendador deSalamea y Seclavin en la Orden y Caballería de Alcántara; alcaide perpetuo de losreales alcázares, puertas y puentes de la ciudad de Toledo y del castillo y torres dela de León; señor de las villas de Tórtola y Sacedón; virrey, gobernador y capitángeneral de la Nueva España, y presidente de la Real Chancillería de México, etc. 2

Si suele ser consecuencia de la temeridad la dicha, y es raro el error a que lafalta disculpa, sobrábanme, para presumir acogerme al sagrado de vuestraexcelencia, estos motivos a no contrapesar en mí (para que mi yerro seainculpable) cuantos aprecios le ha merecido a su comprensión delicada sobrediscreta la Libra astronómica y filosófica que, a la sombra del patrocinio devuestra excelencia, en este mismo año entregué a los moldes. Y si al relatarlosen compendio quien fue el paciente, le dio vuestra excelencia gratos oídos,ahora que, en relación más difusa, se los represento a los ojos, ¿cómo podré dedejar de asegurarme atención igual?; Cerró Alonso Ramírez en México elcírculo de trabajos con que, apresado de ingleses piratas en Filipinas, varandoen las costas de Yucatán en esta América, dio vuelta al mundo; ycondoliéndose vuestra excelencia de él cuando los refería, ¿quién dudará elque sea objeto de su munificencia en lo de adelante?, sino quien no supiere elque templando vuestra excelencia con su conmiseración su grandeza tanrecíprocamente las concilia que la iguala sin que pueda discernir laperspicacia más lince cuál sea antes en vuestra excelencia lo grande, heredadode sus progenitores excelentísimos, o la piedad connatural de no negarse,compasivo, a los gemidos tristes de cuantos lastimados la solicitan en susafanes. Alentado, pues, con lo que de ésta veo cada día prácticamente y con elseguro de que jamás se cierran las puertas del palacio de vuestra excelencia alos desvalidos, en nombre de quien me dio el asunto para escribirla consagro alas aras de la benignidad de vuestra excelencia esta peregrinación lastimosa,

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confiado desde luego, por lo que me toca, que, en la crisis altísima que sabehacer con espanto mío de la hidrografía y geografía del mundo, tendrápatrocinio y merecimiento, etc.

Besa la mano de vuestra excelencia,

DON CARLOS DE SIGÜENZA y GÓNGORA. 3

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Motivos que tuvopara salir de su patria, ocupaciones y viajesquehizoporla Nueua España, suasistencia4 en México hastapasar a las Filipinas.

Quiero que se entretenga el curioso que esto leyere por algunas horas con lasnoticias de lo que a mí me causó tribulaciones de muerte por muchos años. Yaunque de sucesos que sólo subsistieron en la idea de quien lo finge se suelendeducir máximas y aforismos que, entre lo deleitable de la narración queentretiene, cultiven la razón de quien en ello se ocupa, no será esto lo que yoaquí intente, sino solicitar lástimas que, aunque posteriores a mis trabajos,harán por lo menos tolerable su memoria, trayéndolas a compañía de las queme tenía a mí mismo cuando me aquejaban. No por esto estoy tan de parte demi dolor que quiera incurrir en la fea nota de pusilánime; y así, omitiendomenudencias que, a otros menos atribulados que yo lo estuve, pudieran darasunto de muchas quejas, diré lo primero que me ocurriere por ser en la seriede mis sucesos lo más notable.

Es mi nombre Alonso Ramírez y mi patria la ciudad de San Juan dePuerto Rico, cabeza de la isla que, en los tiempos de ahora con este nombre ycon el de Borriquén? en la antigüedad, entre el Seno Mexican06 y el marAtlántico divide términos. Hácenla célebre los refrescos que hallan en sudeleitosa aguada cuantos desde la antigua navegan sedientos a la NuevaEspaña," la hermosura de su bahía, lo incontrastable del Morro" que ladefiende, las cortinas y baluartes coronados de artillería que la aseguran,sirviendo aun no tamo esto, que en otras partes de las Indias también se halla,cuanto el espíritu que a sus hijos les reparte el genio de aquella tierra sinescasez a tenerla privilegiada de las hostilidades de corsanres. Empeño es ésteen que pone a sus naturales su pundonor y fidelidad, sin otro motivo, cuandoes cierto que la riqueza que le dio nombre por los veneros de oro que en ella sehallan, hoy por falta de sus originarios habitadores que los trabajen y por la

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vehemencia con que los huracanes procelosos rozaron los árboles de cacao quea falta de oro provisionaban de lo necesario a los que lo traficaban y, por elconsiguiente, al resto de los isleños se transformó en pobreza.

Entre los que ésta había tomado muy a su cargo fueron mis padres, y asíera fuerza que hubiera sido, porque no lo merecían sus procederes, pero ya es.pensión de las Indias el que así sea. Llamóse mi padre Lucas de Villanueva, yaunque ignoro el lugar de su nacimiento, cónsrame , porque varias veces se leoía decir, que era andaluz; y sé muy bien haber nacido mi madre en la mismaciudad de Puerto Rico, y es su nombre Ana Ramírez, a cuya cristiandad ledebí en mi niñez lo que los pobres sólo le pueden' dar a sus hijos, que sonconsejos para inclinarlos a la virtud. Era mi padre carpintero de ribera," eimpúsome (en cuanto permitía la edad) al propio ejercicio; pero reconociendono ser continua la fábrica y temiéndome no vivir siempre, por esta causa, conlas incomodidades que, aunque muchacho, me hacían fuerza, determinéhurtarle el cuerpo a mi misma patria para buscar en las ajenas másconveniencia.

Valíme de la ocasión que me ofreció para esto una urquece '" del capitánJuan del Corcho, que salía de aquel puerto para el de la Habana, en que,corriendo el año de 1675 Y siendo menos de trece los de mi edad, merecibieron por paje. No me pareció trabajosa la ocupación, considerándomeen libertad y sin la pensión de cortar madera; pero confieso que, tal vezpresagiando lo porvenir, dudaba si podría prometerme algo que fuese bueno,habiéndome valido de un corcho para principiar mi fortuna. Mas, ¿quiénpodrá negarme que dudé bien, advirtiendo consiguientes mis sucesos a aquelprincipio? Del puerro de la Habana, célebre entre cuantos gozan las islas deBarlovento, así por las conveniencias que le debió a la naturaleza que así lohizo como por las fortalezas con que el arte y el desvelo lo ha asegurado,pasamos al de San Juan de Ulúa en la tierra firme de Nueva España, donde,apartándome de mi patrón, subí a la ciudad de la Puebla de los Angeles,habiendo pasado na pocas incomodidades en el camino, así por la aspereza delas veredas que desde Jalapa1 l corren hasta Perore;'? como también por losfríos que, por no experimentados hasta allí, me parecieron intensos. Dicen losque la habitan ser aquella ciudad inmediata a México en la amplitud quecoge, en el desembarazo de sus calles, en la magnificencia de sus templos y encuantas otras cosas hay que la asemejan a aquélla. Y ofreciéndoseme (por nohaber visto hasta entonces otra mayor) que en ciudad tan grande me sería muyfácil el conseguir conveniencia grande, determiné, sin más discurso que éste,el quedarme en ella, aplicándome a servir a un carpintero para granjear elsustento en el Ínterin que se me ofrecía otro modo para ser rico.

En la demora de seis meses que allí perdí, experimenté mayor hambreque en Puerto Rico, y abominando la resolución indiscreta de abandonar mipatria por tierra a donde no siempre se da acogida a la liberalidad generosa,haciendo mayor el número de unos arrieros, sin considerable trabajo me puse

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en México. Lástima es grande el que no corran por el mundo grabadas a pumade diamante en láminas de oro las grandezas magníficas de tan soberbiaciudad. Borróse de mi memoria lo que de la Puebla aprendí como grandedesde que pisé la calzada en que, por parte de mediodía (a pesar de la granlaguna sobre que está fundada), se franquea a los forasteros. y siendo uno delos primeros elogios de esta metrópoli la magnanimidad de los que lahabitan, a que ayuda la abundancia de cuanto se necesita para pasar la vidacon descanso que en ella se halla, atribuyo a fatalidad de mi estrella habersido necesario ejercitar mi oficio para sustentarme. Ocupórne Cristóbal deMedina;':' maestro de alarife y de arquitectura, con competente salario enobras que le ocurrían, y se gastaría en ello cosa de un año.

El motivo que tuve para salir de México a la ciudad de Oaxaca14 fue lanoticia de que asistía en ella con el título y ejercicio honroso de regidor donLuis Ramírez, en quien, por parentesco que con mi madre tiene, afiancé, yaque no ascensos desproporcionados a los fundamentos tales cuales en queestribaran, por lo menos alguna mano para subir un poco; pero conseguídespués de un viaje de ochenta leguas el que, negándome COn muy malaspalabras el parentesco, tuviese necesidad de valerme de los extraños por nopoder sufrir despegos sensibilísimos por no esperados, y así me apliqué aservir a un mercader trajinante que se llamaba Juan López. Ocupábase éste enpermutar con los indios mixes, chontales y cuicarecas por géneros de Castillaque les faltaban, los que son propios de aquella tierra, y se reducen a algodón,mantas, vainillas, cacao y grana. Lo que se experimenta en la fragosidad de lasierra que, para conseguir esto se atraviesa y huella continuamente, no es otracosa sino repetidos sustos de derrumbarse por lo acantilado de las veredas,profundidad horrorosa de las barrancas, aguas continuas, atolladeros penosos,a que se añaden en los pequeños calidísimos valles que allí se hacen muchosmosquitos y en cualquier parte sabandijas abominables a todo viviente por sumortal veneno.

Con todo esto atropella la gana de enriquecer, y todo esto experimentéacompañando a mi amo, persuadido a que sería a medida del trabajo larecompensa. Hicimos viaje a Chiapa de Indios1 5 y de allí a diferentes lugaresde las provincias de Soconusco'" y de Guatemala; pero siendo pensión de lossucesos humanos inrerpolarse con el día alegre de la prosperidad la nochepesada y triste el sinsabor, estando de vuelta para Oaxaca enfermó mi amo enel pueblo de Talisraca'? con tanto extremo que se le administraron lossacramentos para morir. Sentía yo su trabajo y en igual contrapeso sentía elmío, gastando el tiempo en idear ocupaciones en que pasar la vida con másdescanso; pero con la mejoría de Juan López se sosegó mi borrasca, a que sesiguió tranquilidad, aunque momentánea supuesto que en el siguiente viaje,sin que le valiese remedio alguno, acometiéndole el mismo achaque en elpueblo de Cuicatlan, le falró la vida. Cobré de sus herederos lo que quisierondarme por mi asistencia, y despechado de mí mismo y de mi fortuna, mevolví a México; y queriendo entrar en aquesta ciudad con algunos reales,

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intenté trabajar en la Puebla para conseguirlos, pero no hallé acogida enmaestro alguno, y temiéndome de lo que experimenté de hambre cuando allíestuve, aceleré mi viaje.

Debíle a la aplicación que tuve al trabajo cuando le asistí al maestroCristóbal de Medina por el discurso de un año y a la que volvieron a ver en mícuantos me conocían el que tratasen de avecindarme en México, y conseguílomediante el matrimonio que contraje con Francisca Xavier, doncella huérfanade doña María de Poblere, hermana del venerable señor don Juan dePoblete.!" deán de la Iglesia Metropolitana, quien, renunciando la mitraarzobispal de Manila por morir, como Fénix, en su patrio nido, vivió paraejemplar de cuantos aspiraran a eternizar su memoria con la rectitud de susprocederes. Sé muy bien que expresar su nombre es compendiar cuanto puedehallarse en la mayor nobleza y en la más sobresaliente virtud, y así callo,aunque con repugnancia, por no ser largo en mi narración, cuanto me estásugiriendo la gratitud.

Hallé en mi esposa mucha virtud y merecíle en mi asistencia cariñosoamor, pero fue esta dicha como soñada, teniendo solos once meses deduración, supuesto que en el primer parro le faltó la vida. Quedé casi sin ellaa tan no esperado y sensible golpe, y para errarlo todo me volví a la Puebla.Acomodóme por oficial de Esteban Gutiérrea, maestro de carpintero; ysustentándose el tal mi maestro con escasez, ¿cómo lo pasaría el pobre de suoficial? Desesperé entonces de poder ser algo, y hallándome en el tribunal demi propia conciencia, no sólo acusado sino convencido de inútil, quise darmepor pena de este delito la que se da en México a los que son delincuentes, quees enviarlos desterrados a las Filipinas. 19 Pasé, pues, a ellas en el galeón SantaRosa,"? que Ca cargo del general Antonio Nieto, y de quien el almiranteLeandro Coello era piloto) salió del puerro de Acapulco" para el de Cavite elaño 1682.

Está este puerto en altura de 16 grados 40 minutos a la banda delSeptentrión, y cuanto tiene de hermoso y seguro para las naos que en él seencierran tiene de desacomodado y penoso para los que lo habitan, que sonmuy pocos, así por su mal temple y esterilidad del paraje como por falta deagua dulce y aun del sustento que siempre se le conduce de la comarca, yañadiéndose lo que se experimenta de calores intolerables, barrancas yprecipicios por el camino, todo ello estimula a solicitar la salida del puerro. 22

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Sale deAcapu!co para Filipinas; dícese la derrota de este viajeyen lo quegastó el tiempo hasta que lo apresaron ingleses.

Hácese esta salida con la virazón por el Oesnoroeste o Noroeste, que entoncesentra allí como a las once del día; pero siendo más ordinaria por el Sudoeste y

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saliéndose al Sur y Sursuduesre , es necesario para excusar bordos esperar a lastres de la tarde, porque pasado el sol del meridiano alarga el viento para elOesnoroeste y Noroeste y se consigue la salida sin barloventear. Navégasedesde allí la vuelta del Sur con las virazones de arriba (sin reparar mucho enque se varíen las cuartas o se aparren algo del meridiano) hasta ponerse en 12grados o en algo menos. Comenzando ya aquí a variar los vientos desde elNordeste al Norte, así que se reconoce el que llaman del Lesnordeste, y Leste,haciendo la derrota al Oessuduesre, al Oeste y a la Cuarta del Noroeste seapartarán de aquel meridiano quinientas leguas, y conviene hallarse entoncesen 13 grados de altura. 23

Desde aquí comienzan las agujas a nordestear, y en llegando a 18 gradosla variación, se habrán navegado (sin las quinientas que he dicho) mil y cienleguas; y sin apartarse del paralelo de 13 grados cuando se reconozcanordestea la aguja solos lOgrados (que será estando apartados del meridianode Acapulco mil setecientos setenta y cinco leguas), con una singladura deveinte leguas o poco más se dará con la cabeza del sur de una de las islasMarianas21 que se nombra Guam,:'? y corre desde 13 y hasta 13 grados y 25minutos. Pasada una isletilla que tiene cerca, se ha de meter de 100 leguascon bolinas haladas para dar fondo en la ensenada de Umatac, 26 que es lainmediata; y dando de resguardo un solo tiro de cañón al arrecife, que alOeste arroja esta isler illa, en veinte brazas, o en las que se quisiere porque esbueno y limpio el fondo, se podrá seguir.

Para buscar desde aquí el embocadero de San Bernardino se ha de ir alOeste cuarta al Sudoeste, con advertencia de ir haciendo la derrota como serecogiere la aguja, y en navegando doscientas noventa y cinco leguas se darácon el Cabo del Espíritu Santo, que está en 12 grados 45 minutos; y si sepuede buscar por menos altura, es mejor, porque si los vendavales seanticipan y entran por el Sursuclueste o por el Sudueste, es aquí sumamentenecesario estar a barlovento y al abrigo de la isla de Palapagy"? del mismocabo.

En soplando brisas se navegará por la costa de esta misma isla cosa deveinte leguas, la proa al Oesnoroeste, guiñando al Oeste porque aquí se afijala aguja, y pasando por la parte del Leste del islote de San Bernardino, 28 se vaen demanda de la isla de Capul, que a distancia de cuatro leguas está alSudueste. Desde aquí se ha de gobernar al Oeste seis leguas hasta la isla deTicao; y después de costear las cinco leguas yendo al Noroeste hasta la cabezadel Norte, se virará al Oessudueste en demanda de la bocana que hacen lasislas de Burias y Masbate. Habrá de distancia de una a otra casi una legua, yde ellas es la de Burias la que cae al Norte. Dista esta bocana de la cabeza deTicao cosa de cuatro leguas.

Pasadas estas angosturas, se ha de gobernar al Oesnoroeste en demanda dela bocana de las islas de Marinduque y Bantón, de las cuales está al sur de laotra tres cuartos de legua, y distan de Burias diez y siete. De aquí al Noroeste

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cuarta al Oeste se han de ir a buscar las isletas de Mindoro, Lobo y Galván.Luego por entre las angosturas de Isla Verde y Mindoro se navegarán al Oesteonce o doce leguas, hasta cerca de la isla de Arnbil , y las catorce leguas quedesde aquí se cuentan a Mariveles/" (que está en 14 grados 30 minutos) segranjean yendo al Nornoroeste, Norte y Nordeste. Desde Marivcles ha de iren demanda del puerto de Cavite30 al Nordeste, Lesnordeste y Leste comocinco leguas por dar resguardo a un bajo que está al Lesnordeste de Marivelescon cuatro brazas y media de agua sobre su fondo.

Desengañado en el discurso de mi viaje de que jamás saldría de mi esferacon sentimiento de que muchos con menores fundamentos perfeccionasen lassuyas, despedí cuantas ideas me embarazaron la imaginación por algunosaños. Es la abundancia de aquellas islas, y con especialidad la que se goza enla ciudad de Manila, en extremo mucha. Hállase allí para el sustento yvestuario cuanto se quiere a moderado precio, debido a la solicitud con quepor enriquecer los sangleyes" lo comercian en su Parián.V que es el lugardonde fuera de las murallas, con permiso de los españoles, se avecindaron.Esto, y lo hermoso y fortalecido de la ciudad, coadyuvado con la amenidad desu río y huertas, y lo demás que la hace célebre entre las colonias que tienenlos europeos en el Oriente, obliga a pasar gustosos a los que en ella viven. Loque allí ordinariamente se trajina es de mar en fuera; y siendo, por eso, lasnavegaciones de unas a otras partes casi continuas, aplicándome al ejercicio demarinero, me avecindé en Cavire.

Conseguí por ·este medio no sólo mercadear en cosas en que hallé gananciay en que me prometía para lo venidero bastante logro sino el ver diversasciudades y puertos de la India en diferentes viajes. Estuve enMadrastaparán.V' antiguamente Calamina o Meliapor.>" donde murió elApóstol Santo Tomé, ciudad grande cuando la poseían los portugueses, hoyun monte de ruinas, a violencia de los estragos que en ella hicieron losfranceses y holandeses por poseerla. Estuve en Malaca, llave de toda la India yde sus comercios por el lugar que tiene en el estrecho de Singapur, 35 Ya cuyogobernador pagan anclaje cuantos lo navegan. Son dueños de ella y de otrasmuchas los holandeses, debajo de cuyo yugo gimen los desvalidos católicosque allí han quedado, a quienes no se permite el uso de la religión verdadera,no estorbándoles a los moros y gentiles, sus vasallos, sus sacrificios.

Estuve en Baravia.F' ciudad celebérrima que poseen los mismos en la]avaMayor y adonde reside el gobernador y capirán general de los Estados deHolanda. Sus murallas, baluartes y fortalezas son admirables. El concursoque allí se ve de navíos de malayos, macasares.V siarneses.:" bugisesr'?chinos, armenios, franceses, ingleses, dinamarcos, portugueses y castellanosno tiene número. Hállanse en este emporio cuantos artefactos hay en laEuropa y los que en retorno de ellos le envía la Asia. Fabrícanse allí, paraquien quisiere comprarlas, excelentes armas. Pero con decir estar allícompendiado el universo lo digo todo. Estuve también en Macao,"? donde,

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aunque fortalecida de los portugueses que la poseen, no dejan de estarexpuestos a las supercherías de los tártaros'v' (que dominan en la gran China)los que la habitan.

Aún más por mi conveniencia que por mi gusto, me ocupé en esto, perono faltaron ocasiones en que, por obedecer a quien podía mandármelo, hice lopropio; y fue una de ellas la que me causó las fatalidades en que hoy me halloy que empezaron así. Para provisionarse de bastimentas que en el presidio deCavire ya nos faltaban, por orden del general don Gabriel de Cuzalacgui'Vque gobernaba las islas se despachó una fragata de una cubierta a la provinciade Ilocos 4 3 para que de ella, como otras veces se hacía, se condujesen. Eranhombres de mar cuantos allí se embarcaron, y de ella y de ellos, que eranveinte y cinco, se me dio el cargo. Sacáronse de los almacenes reales y se meentregaron para que defendiese la embarcación cuatro chuzos y dos mosquetesque necesitaban de estar con prevención de tizones para darles fuego, portener quebrados los serpentines. Entregáronme también dos puños de balas ycinco libras de pólvora.

Con esta prevención de armas y municiones y sin artillería, ni aunpedrero alguno aunque tenía porras para seis piezas, me hice a la vela.Pasáronse seis días para llegar a llacas; ocupáronse en el rescate y carga de losbastimentas como nueve o diez; y estando al quinto del tornaviaje barloven­teando Can la brisa para tomar la boca de Mariveles para entrar al puerto,como a las cuatro de la tarde se descubrieron por la parte de tierra dosembarcaciones; y presumiendo no sólo yo sino los que conmigo venían, seríanlas que a cargo de los capitanes Juan Bautista y Juan Carball044 habían ido aPangasinán y Panay" en busca de arroz y de otras cosas que se necesitaban enel presidio de Cavite y lugares de la comarca, aunque me hallaba a susotavento proseguí con mis bordos sin recelo alguno, porque no había de quétenerlo.

No dejé de alterarme cuando dentro de breve rato vi venir para mí dospiraguas a todo remo, y fue mi susto en extremo grande. reconociendo en sucercanía ser de enemigos. Dispuesto a la defensa como mejor pude con misdos mosquetes y cuatro chuzos, llovían balas de la escopetería de los que enella venían sobre nosotros, pero sin abordarnos, y tal vez se respondía con losmosquetes haciendo uno la puntería y dando otro fuego con una ascua; y en elínterin partíamos las balas con un cuchillo para que, habiendo municiónduplicada para más tiros, fuese más durable nuestra ridícula resistencia.Llegar casi inmediatamente sobre nosotros las dos embarcaciones grandes quehabíamos visto y de donde habían salido las piraguas, y arriar las de gaviapidiendo buen cuartel, y entrar más de cincuenta ingleses con alfanjes en lasmanos en mi fragata todo fue uno. Hechos señores de la toldilla, mientras apalos nos retiraron a proa, celebraron con mofa y risa la prevención de armas ymuniciones que en ella hallaron, y fue mucho mayor cuando supieron el que

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aquella fragata pertenecía al Rey y que habían sacado de sus almacenesaquellas armas. Eran entonces las seis de la tarde del día martes, cuatro demarzo de mil seiscientos ochenta y siete. 46

II!

Pónense en compendio los robos y crueldades que hicieron estos piratas enmar y tierra hasta ffegar a América.

Sabiendo ser yo la persona a cuyo cargo venía la embarcación, cambiándome ala mayor de las suyas, me recibió el capitán con fingido agrado. Prometiómea las primeras palabras la libertad si le noticiaba cuáles lugares de las islaseran más ricos y si podría hallar en ellos gran resistencia. Respondíle no habersalido de Cavite sino para la provincia de llacas, de donde venía, y que así nopodía satisfacerle a lo que preguntaba. Instóme si en la isla de Caponiz, que adistancia de catorce leguas está Noroeste Sueste con Mariveles, podría aliñarsus embarcaciones y si había gente que se lo estorbase; díjele na haber allípoblación alguna y que sabía de una bahía donde conseguiría fácilmente loque deseaba. Era mi intento el que, si así lo hiciesen, los cogiesendesprevenidos no sólo los naturales de ella sino los españoles que asisten depresidio en aquella isla y los apresasen. Como a las diez de la noche surgierondonde les pareció a propósito, yen estas y otras preguntas que se me hicieronse pasó la noche.

Antes de levarse, pasaron a bordo de la capitana mis veinte y cincohombres. Gobernábala un inglés a quien nombraban maestre Bel ; teníaochenta hombres, veinte y cuatro piezas de artillería y ocho pedreros, todosde bronce. Era dueño de la segunda el capitán Donkin; tenía setentahombres, veinte piezas de artillería y ocho pedreros, y en una y otra habíasobradísimo número de escopetas, alfanjes, hachas, arpeos, granadas y ollasllenas de varios ingredientes de olor pestífero. Jamás alcancé por diligenciaque hice el lugar donde se armaron para salir al mar; sólo sí supe habíanpasado al del Sur por el estrecho de Mayre,"? y que, imposibilitados de poderrobar las costas del Perú y Chile que era su intento, porque con ocasión de untiempo que entrándoles con notable vehemencia y tesón por el Leste les duróonce días, se apartaron de aquel meridiano más de quinientas leguas, y nosiéndoles fácil volver a él, determinaron valerse de lo andado, pasando a robara la India, que era más pingüe. Supe también habían estado en islas Marianasy que, batallando con tiempos desechos y muchos mares, montando los cabosdel Engaño y del Bojcador.r'" y habiendo antes apresado algunos juncos ychampanes de indios y chinos, llegaron a la boca de Mariveles, a donde dieronconmigo. Puestas las proas de sus fragatas (llevaban la mía a remolque) paraCaponiz ,"? comenzaron con pistolas y alfanjes en las manos a examinarme de

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nuevo y aun a atormentarme. Amarráronme a mí y a un compañero mío alárbol mayor; y como no se les respondía a propósito acerca de los parajesdonde podían hallar la plata y oro por que nos preguntaban, echando mano deFrancisco de la Cruz, sangley mestizo, mi compañero, con cruelísimos tratosde cuerda que le dieron, quedó desmayado en el combés-" y casi sin vida.Metiéronme a mí y a los míos en la bodega, desde donde percibí grandesvoces y un trabucazo; pasado un rato y habiéndome hecho salir afuera, vimucha sangre, y mostrándomela, me dijeron ser de uno de los míos, a quienhabían muerto y que lo mismo sería de mí si no respondía a propósito de loque preguntaban. Díjeles con humildad que hiciesen de mí lo que lespareciese, porque no tenía que añadir cosa alguna a mis primeras respuestas.Cuidadoso desde entonces de saber quién era de mis compañeros el que habíamuerto, hice diligencias por conseguirlo, y hallando cabal el número, mequedé confuso. Supe mucho después era sangre de un perro la que habíavisto, y no pasó del engaño.

No satisfechos de lo que yo había dicho, repreguntando con cariño a micontramaestre, de quien por indio jamás se podía prometer cosa que buenafuese, supieron de él haber población y presidio en la isla de Caponiz, que yohabía afirmado ser despoblada. Con esta noticia y mucho más, por haber vistoestando ya sobre ella ir por el largo de la costa dos hombres montados, a quese añadía la mentira de que nunca había salido de Cavite sino para Hacas, ydar razón de la había de Caponiz, en que, aunque lo disimularon, me habíancogido, desenvainados los alfanjes con muy grandes voces y vituperios, dieronen mí. Jamás me recelé de la muerte con mayor susto que en este instante,pero conmucáronla en tantas paradas y pescozones que descargaron en mí queme dejaron incapaz de movimiento por muchos días. Surgieron en parte dedonde no podían recelar insulto alguno de los isleños, y dejando en tierra a losindios dueños de un junco de que se habían apoderado el antecedente día alaciago y triste en que me cogieron, hicieron su derrota a Pulicóndor.P: islapoblada de cochinchinas en la costa de Cambodia.V donde, tomado puerto,cambiaron a sus dos fragatas Cuanto en la mía se halló, y le pegaron fuego.

Armadas las piraguas con suficientes hombres, fueron a tierra y hallaronlos esperaban los moradores de ella sin repugnancia; propusiéronles noquerían más que proveerse allí de lo necesario, dándoles lado a sus navíos yrescatarles también frutos de la tierra por lo que les faltaba. O de miedo, opor otros motivos que yo no supe, asintieron a ello los pobres bárbaros;recibían ropa de la que traían hurtada, y correspondían con brea, grasa ycarne salada de tortuga y con otras cosas. Debe ser la falta que hay de abrigoen aquella isla o el deseo que t ienen de lo que en otras partes se hace enextremo mucho, pues les forzaba la desnudez o curiosidad a cometer la másdesvergonzada vileza que jamás vi. Traían las madres a las hijas y los mismosmaridos a sus mujeres, y se las entregaban con la recomendación de hermosasa los ingleses por el vilísimo precio de una manta o equivalente cosa. 53

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Hízoseles tolerable la estada de cuatro meses en aquel paraje conconveniencia tan fea, pero pareciéndoles no vivían mientras no hurtaban,estando sus navíos para navegar, se bastimentaron de cuanto pudieron parasalir de allí. Consultaron primero la paga que se les daría a los pulicóndorespor el hospedaje; y remitiéndola al mismo día en que saliesen al mar,acometieron aquella madrugada a los que dormían incautos, y pasando acuchillo aun a las que dejaban encinta y poniendo fuego en lo más del pueblo.Tremolando sus banderas y con grande regocijo, vinieron a bordo. No mehallé presente a tan nefanda crueldad, pero con temores de que en algúntiempo pasaría yo por lo mismo, desde la capitana, en que siempre estuve, oíel ruido de la escopetería y vi el incendio.

Si hubieran celebrado esta abominable victoria agotando frasqueras deaguardiente, como siempre usan, poco importara encomendarla al silencio;pero habiendo intervenido en: ello lo que yo vi, ¿cómo pudiera dejar deexpresarlo, si no es quedándome dolor y escrúpulo de no decirlo? Entre losdespojos con que vinieron del pueblo, y fueron cuanto por sus mujeres ybastimentas les habían dado, estaba un brazo humano de los que perecieronen el incendio; de éste cortó cada uno una pequeña presa, y alabando el gustode tan linda carne, entre repetidas saludes le dieron fin. Miraba yo conescándalo y congoja tan bestial acción, y llegándose a mí uno con un pedazome instó con importunaciones molestas a que lo comiese. A la debida repulsaque yo le hice, me dijo que, siendo español y por el consiguiente cobarde,bien podía para igualarlos a ellos en el valor, no ser melindroso. No me instómás por responder a un brindis.

Avistaron la costa de la tierra firme de Cambodia al tercero día y,andando continuamente de un bordo a otro, apresaron un champán lleno depimienta. Hicieron con los que lo llevaban lo que conmigo, y sacándole laplata y cosas de valor que en él se llevaban sin hacer caso alguno de lapimienta, quitándole timón y velas y abriéndole un rumbo, le dejaron ir algarete para que se perdiese. Echada la gente de este champán en la tierrafirme y pasándose a la isla despoblada de Puliubi,'4 en donde se hallan cocosy ñame con abundancia, con la seguridad de que no tenía yo ni los míos pordónde huir, nos sacaron de las embarcaciones para colchar un cable. Era lamateria de que se hizo bejuco verde, y quedamos casi sin uso de las manos pormuchos días por acabarlo en pocos.

Fueron las presas que en este paraje hicieron de mucha monta, aunque nopasaran de tres, y de ellas pertenecía la una al rey de Siam y las otras dos a losportugueses de Macao y Goa. Iba en la primera un embajador de aquel reypara el gobernador de Manila, y llevaba para éste un regalo de preseas demucha estima, muchos frutos y géneros preciosos de aquella tierra. Era elinterés de la segunda mucho mayor, porque se reducía a solo tejidos de sedade la China en extremo ricos y a cantidad de oro en piezas de filigrana que porvía de Goa se remitía a Europa. Era la tercera del virrey de Goa, e iba a cargode un embajador que enviaba al rey de Siam por este motivo.

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Consiguió un ginovés (no sé las circunstancias con que vino allí) no sólo laprivanza con aquel rey sino el que lo hiciese su lugarteniente en el principalde sus puertos. Ensoberbecido éste con tanto cargo, les cortó las manos a doscaballeros portugueses que allí asistían por leves causas. Noticiado de ello elvirrey de Goa, enviaba a pedirle satisfacción y aun a solicitar se le entregase elginovés para castigarle. A empeño que parece no cabía en la esfera de loasequible correspondió el regalo que para granjearle la voluntad al rey se leremitía. Vi y toqué con mis manos una como torre o castillo de vara en altode puro oro, sembrada de diamantes y otras preciosas piedras, y aunque no detanto valor, le igualaban en lo curioso muchas alhajas de plata, cantidad decanfora, ámbar y almizcle, sin el resto de lo que para comerciar y vender enaquel reino había en la embarcación.

Desembarazada ésta y las dos primeras de lo que llevaban, les dieronfuego, y dejando así a portugueses como a siameses." y a ocho de los míos enaquella isla sin gente, tiraron la vuelta de las de Ciantán habitadas demalayos, cuya vestimenta no pasa de la cintura y cuyas armas son crises.P?Rescataron de ellos algunas cabras, cocos y aceite de éstos para la landa yotros refrescos; y dándoles un albazo a los pobres bárbaros, después de mataralgunos y de robarlos a todos, en demanda de la isla de Tambclán'? viraronafuera. Viven en ella macazares; y sentidos los ingleses de no haber halladoallí lo que en Otras partes, poniendo fuego a la población en ocación quedormían sus habitadores, navegaron a la grande isla de Borneo y, por haberbarloventeado catorce días su costa occidental sin haber pillaje, se acercaron alpuerto de Cicudana'" en la misma isla.

Hállanse en el territorio de este lugar muchas preciosas piedras, y enespecial diamantes de rico fondo; y la codicia de rescatarlos y poseerlos, nomuchos meses antes que allí llegásemos, estimuló a los ingleses que en laIndia viven pidiesen al rey de Borneo (valiéndose para eso del gobernador 'queen Cicudana tenía) les permitiese factoría en aquel pataje. Pusiéronse lospiratas a sondar en las piraguas la barra del río, no sólo para entrar en él canlas embarcaciones mayores sino para hacerse capaces de aquellos puestos.Interrumpióles este ejercicio un champán de los de la tierra en que se venía departe de quien la gobernaba a reconocerlos. Fue su respuesta ser de nacióningleses y que venían cargados de géneros nobles y exquisitos para contratar yrescatarles diamantes. Como ya antes habían experimentado en los de estanación amigable trato y vieron ricas muestras de lo que en los navíos queapresaron en Puliubi les pusieron luego a la vista, se les facilitó la licenciapara comerciar. Hiciéronle al gobernador un regalo considerable y consiguie­ron el que por el río subiesen al pueblo (que dista un cuarto de legua de lamarina) cuando gustasen.

En tres días que allí estuvimos reconocieron estar indefenso y abierto portodas partes; y proponiendo a los sicudanes no poder detenerse por muchotiempo y que así se recogiesen los diamantes en casa del gobernador, donde se

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haría la feria, dejándonos aprisionados a bordo y con bastante guarda,subiendo al punto de medianoche por el río arriba muy bien armados, dieronde improviso en el pueblo, y fue la casa del gobernador la que primeroavanzaron. Saquearon cuantos diamantes y Otras piedras preciosas ya estabanjuntas, y lo propio consiguieron en otras muchas a que pegaron fuego, comotambién a algunas embarcaciones que allí se hallaron. Oíase a bordo el clamordel pueblo y la escopetería, y fue la mortandad (como blasonaron después)muy considerable. Cometida muy a su salvo tan execrable traición, trayendopreso al gobernador y a otros principales, se vinieron a bordo con granpresteza, y con la misma se levaron, saliendo afuera.

No hubo pillaje que a éste se comparase por lo poco que ocupaba y suexcesivo precio. ¿Quién será el que sepa lo que importaba? Víle al capitán Beltender a granel llena la copa de su sombrero de solos diamantes. Aportamos ala isla de Barurinán dentro de seis días y, dejándola por inútil, se dio fondo enla de Puliurnán ,"? donde hicieron aguada y tomaron leña; y poniendo entierra (después de muy maltratados y muertos de hambre) al gobernador yprincipales de Cicudana, viraron para la costa de Bengala por ser más cursadade embarcaciones; y en pocos días apresaron dos bien grandes de morosnegros, cargadas de rasos, elefantes, garzas y sarampures; y habiéndolasdesvalijado de lo más precioso les dieron fuego, quitándoles entonces la vida amuchos de aquellos moros a sangre fría y dándoles a los que quedaron laspequeñas lanchas que ellos mismos traían para que se fuesen.

Hasta este tiempo no habían encontrado con navío alguno que se lespudiera oponer, yen este paraje, O por casualidad de la contingencia o porqueya se tendría noticia de tan famosos ladrones en algunas partes, de donde creohabía ya salido gente para castigarlos, se descubrieron cuatro navíos de guerrabien artillados, y todos de holandeses a lo que parecía. Estaban éstos asotavento, y teniéndose de 10060 los piratas cuanto les fue posible, ayudadosde la obscuridad de la noche mudaron rumbo hasta dar en Pulilaor.?' y serehicieron de bastimentas y de agua, pero no teniéndose ya por seguros enparte alguna y temerosos de perder las inestimables riquezas con que sehallaban, determinaron dejar aquel archipiélago.

Dudando si desembocarían por el estrecho de Sunda62 o de Singapur,eligieron éste por más cercano, aunque más prolijo y dificultoso, desechandoel otro, aunque más breve y limpio, por más distante o, lo más cierto, pormás frecuentado de los muchos navíos que van y vienen de la Nueva Baravia,como arriba dije. Fiándose, pues, en un práctico de aquel estrecho que ibacon ellos, ayudándoles la brisa y corrientes cuanto no es decible, con banderasholandesas y bien prevenidas las armas para cualquier caso, esperando unanoche que fuese lóbrega, se entraron por él con desesperada resolución y locorrieron casi hasta el fin sin encontrar sino una sola embarcación al segundodía. Era ésta una fragata de treinta y tres codos de quilla, cargada de arroz yde una fruta que llaman bonga,63 y al mismo tiempo de acometerla (por no

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perder la costumbre de robar aun cuando huían); dejándola sola los que lallevaban, y eran malayos, se echaron al mar y de allí salieron a tierra parasalvar las vidas.

Alegres de haber hallado embarcación en qué poder aliviarse de la muchacarga con que se hallaban, pasaban a ella de cada uno de sus navíos sietepersonas con todas armas y diez piezas de artillería con sus pertrechos, yprosiguiendo con su viaje, cama a las cinco de la tarde de este mismo díadesembocaron. En esta ocasión se desaparecieron cinco de los míos, ypresumo que, valiéndose de la cercanía a la tierra, lograron la libertad conecharse a nado. A las veinte y cinco días de navegación avistamos una isla (nosé su nombre) de que, por habitada de portugueses según decían opresumían, nos apartamos; y desde allí se tiró la vuelta de la NuevaHolanda.v' tierra aún no bastantemente descubierta de los europeos yposeída, a lo que parece, de gentes bárbaras, y al fin de más de tres mesesdimos can ella.

Desembarcados en la costa los que se enviaron a tierra con las piraguas,hallaron rastros antiguos de haber estado gente en aquel paraje; pero siendoallí los vientos contrarios y vehementes y el surgidero malo, solicitando lugarmás cómodo, se consiguió en una isla de tierra llana, y no hallando sóloresguardo y abrigo a las embarcaciones sino un arroyo de agua dulce, muchatortuga y ninguna gente, se determinaron dar allí Carena para volverse a suscasas. Ocupéronse ellos en hacer esto, y yo y los míos en remendarles las velasyen hacer carne. A cosa de cuatro meses o poco más, estábamos ya para salir aviaje; y poniendo las proas a la isla de Madagascar, o de San Lorenzo,'? ConLestes a popa, llegamos a ella en veinte y ocho días. Rescatáronse de losnegros que la habitaban muchas gallinas, cabras y vacas, y noticiados de queun navío inglés mercantil estaba para entrar en aquel puerro a contratar Conlos negros, determinaron esperarlo, y así lo hicieron.

No era esto como yo infería de sus acciones y pláticas, sino por ver silograban el apresarlo; pero reconociendo cuando llegó a surgir que venía muybien artillado y con bastante gente, hubo de la una a la otra parte repetidassalvas y amistad recíproca. Diéronles los mercaderes a los piratas aguardientey vino, y retornáronles éstos de lo que traían hurtado con abundancia. Ya queno por fuerza (que era imposible) no omitía el capitán Bel para hacerse dueñode aquel navío como pudiese; pero lo que tenía éste de ladrón y de codicioso,tenía el capitán de los mercaderes de vigilante y sagaz, y así, sin pasar jamás abordo nuestro (aunque con grande instancia y con convites que le hicieron, yque él no admitía, le procuraban), procedió en las acciones con gran recato.No fue menor el que pusieron Bel y Donkin para que no supiesen losmercaderes el ejercicio en que andaban, y para conseguirlo con más seguridadnos mandaron a mí y a los míos, de quienes únicamente se recelaban, el quebajo pena de la vida no hablásemos con ellos palabra alguna y que dijésemoséramos marineros voluntarios suyos y que nos pagaban. Contravinieron a este

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mandato dos de mis compañeros, hablándole a un portugués que venía conellos; y mostrándose piadosos en no quitarles la vida luego al instante, loscondenaron a recibir seis azotes de cada uno. Por "ser ellos ciento cincuenta,llegaron los azotes a novecientos, y fue tal el rebenque y tan violento elimpulso con que los daban que amanecieron muertos los pobres al siguientedía.

Trataron de dejarme a mí y a los pocos compañeros que habían quedadoen aquella isla, pero considerando la barbaridad de los negros moros que allívivían, hincado de rodillas y besándoles los pies con gran rendimiento,después de reconvenirles con lo mucho que les había servido y ofreciéndome aasistirles en su viaje como si fuese esclavo, conseguí el que me llevasenconsigo. Propusiéronme entonces, como ya otras veces me lo habían dicho, elque jurase de acompañarlos siempre y me darían armas. Agradecíles lamerced, y haciendo refleja a las obligaciones con que nací, les respondí conafectada humildad el que más me acomodaba a servirlos a ellos que a pelearcon otros por ser grande el temor que les tenía a las balas, tratándome deespañol cobarde y gallina y por eso indigno de estar en su compañía, que mehonrara y valiera mucho, no me instaron más.

Despedidos de los mercaderes y bien provisionados de bastimentas.salieron en demanda del Cabo de Buena Esperanza en la costa de Africa, ydespués de dos meses de navegación, estando primero cinco días barlovcn­teándolo, lo montaron. Desde allí, por espacio de un mes y medio, se costeóun muy extendido pedazo de tierra firme hasta llegar a una isla que nombran«de piedras>" 66 de donde, después de tomar agua y proveerse de leña, con lasproas al Oeste y con brisas largas dimos en la costa del Brasil en veinte y cincodías. 67 En el tiempo de dos semanas en que fuimos al luengo de la costa y susvueltas disminuyendo alrura, en dos ocasiones echaron seis hombres a tierraen una canoa; y habiendo hablado con no sé qué portugueses y comprándolesalgún refresco, se pasó adelante hasta llegar finalmente a un río dilatadísimo,sobre cuya boca surgieronen cinco brazas, y presumo fue el de las Amazonas,si no me engaño.

IV

Danle libertad los piratas y traea la memoria lo quetoleró ensuprisión.

Debo advertir, antes de expresar lo que toleré y sufrí de trabajos y penalidadesen tantos años, el que sólo en el condestable Nicpat y en Dick, quartamaestredel capitán Bel, hallé alguna conmiseración y consuelo en mis continuasfatigas, así socorriéndome, sin que sus compañeros los viesen, en casiextremas necesidades como en buenas palabras con que me exhortaban a lapaciencia. Persuádome a que era el condestable'" católico sin duda alguna.

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Juntáronse a consejo en este paraje, y no se trató otra cosa sino qué se haría demí y de siete compañeros míos que habían quedado. Votaron unos, y fueronlos más, que nos degollasen, y otros, no tan crueles, que nos dejasen entierra. A unos y otros se opusieron el condestable Nicpat , el quertamacsrrcv?Dick y el capitán Donkin con los de su séquito, afeando acción tan indigna ala generosidad inglesa.

-Bástanos -decía éste-e- haber degenerado de quienes somos, robandolo mejor del Oriente con circunstancias tan impías. ¿Por ventura no estánclamando al cielo tantos inocentes a quienes les llevamos lo que a costa desudores poseían, a quienes les quitamos la vida? ¿Qué es lo que hizo estepobre español ahora para que la pierda? Habernos servido como un esclavo enagradecimiento de lo que con él se ha hecho desde que lo cogimos. Dejarlo eneste río donde juzgo no hay otra cosa sino indios bárbaros es ingratitud.Degollado, como otros decís, es más que impiedad, y porque no dé voces quese oigan por todo el mundo su inocente sangre, yo soy, y los míos, quien lospatrocina.

Llegó a tanto la controversia que, estando ya para tomar las armas paradecidirla, se convinieron en que me diesen la fragata que apresaron en elestrecho de Singapur y con ella la liberrad para que dispusiese de mí y de miscompañeros como mejor me estuviese. Presuponiendo el que a todo ello mehallé presente, póngase en mi lugar quien aquí llegare y discurra de quétamaño sería el susto y la congoja con que yo estuve.

Desembarazada la fragata que me daban de cuanto había en ella ycambiado a las suyas. me obligaron a que agradeciese a cada uno separada­mente la libertad y piedad que conmigo usaban, y así lo hice. Diéronme unastrolabio y agujón, un derrotero holandés, una sola tinaja de agua y dostercios de arroz; pero al abrazarme el condestable para despedirse, meavisócómo me había dejado, a excusas de sus compañeros, alguna sal y tasajos,cuatro barriles de pólvora, muchas balas de artillería, una caja de medicinas yotras diversas cosas. Intimáronme (haciendo testigos de que lo oía) el que siotra vez me cogían en aquella costa, sin que otro que Dios lo remediase, mematarían y que para excusarlo gobernase siempre entre el Oeste y Noroeste,donde hallaría españoles que me amparasen; y haciendo que me levase,dándome el buen viaje o, por mejor decir, mofándome y escarneciéndome,me dejaron ir.

Alabo a cuantos, aun con riesgo de la vida, solicitan la libertad, por serella la que merece, aun entre animales brutos, la estimación. Sacónos a mí y amis compañeros tan no esperada dicha copiosas lágrimas, y juzgo corríangustosas por nuestros rostrOS por lo que antes les habíamos tenido reprimidasy ocultas en nuestras penas. Con un regocijo nunca esperado suele deordinario embarazarse el discurso, y pareciéndonos sueño lo que pasaba, senecesitó de mucha refleja para creernos libres. Fue nuestra acción primeralevantar las voces al cielo engrandeciendo a la divina misericordia como mejor

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pudimos, y con inmediación dimos las gracias a la que en el mar de tantasborrascas fue nuestra estrella. Creo hubiera sido imposible mi libertad sicontinuamente no hubiera ocupado la memoria y afectos en María Santísimade Guadalupe de México, de quien siempre protesto y viviré esclavo por loque le debo. He traído siempre conmigo un retrato suyo, y temiendo no leprofanaran los herejes piratas cuando me apresaron, supuesto que entoncesquitándonos los rosarios de los cuellos y reprendiéndonos como a impíos ysupersticiosos los arrojaron al mar; como mejor pude se lo quité de la vista yla primera vez que subí al tope le escondí allí.

Los nombres de los que consiguieron conmigo la libertad y habíanquedado de los veinte y cinco (porque de ellos en la isla despoblada de Puliubidejaron ocho, cinco se huyeron en Singapur, dos murieron de los azotes enMadagascar y otros tres tuvieron la misma suerte en diferentes parajes) son:Juan de Casas, español, natural de la Puebla de los Angeles en Nueva España;Juan Pinto y Marcos de la Cruz, indios pangasinán aquél y éste pampango;Francisco de la Cruz y Antonio González, sangleyes; Juan Díaz, de Malabar,y Pedro, negro de Mozambique, esclavo mío. A las lágrimas de regocijo porla libertad conseguida se siguieron las que bien pudieran ser de sangre por lostrabajos pasados, los cuales nos representó luego al instante la memoria eneste compendio.

A las amenazas con que, estando sobre la isla de Caponiz, nos tomaron laconfesión para saber qué navíos y con qué armas estaban para salir de Manila ycuáles lugares eran más ricos, añadieron dejarnos casi quebrados los dedos delas manos con las llaves de las escopetas y carabinas, y sin atender a la sangreque lo manchaba nos hicieron hacer ovillos de algodón que venía en greñapara coser velas; continuóse este ejercicio siempre que fue necesario en todo el ,viaje, siendo distribución de todos los días, sin dispensa alguna, baldear ybarrer por dentro y fuera las embarcaciones. Era también común a todosnosotros limpiar los alfanjes, cañones y llaves de carabinas con tiestos de lozasde China molidos cada tercero día, hacer meollar, colchar cables, faulas ycontrabrazas, hacer también cajetas, embergues y mojeles. Añadíase a esto iral timón y pilar el arroz que de continuo comían, habiendo precedido elremojado para hacerlo harina, y hubo ocasión en que a cada uno se nos dierononce costales de a dos arrobas por tarea de un solo día con pena de azotes (quemuchas veces toleramos) si se faltaba a ello.

Jamás en las turbonadas que en tan prolija navegación experimentamosaferraron velas; nosotros éramos los que lo hacíamos, siendo el galardónordinario de tanto riesgo crueles azotes, o por no ejecutarlo con toda priesa oporque las velas como en semejantes frangenres?? sucede solían romperse. Elsustento que se nos daba para que no nos faltasen las fuerzas en tan continuotrabajo se reducía a una ganta (que viene a ser un almud) de arroz que sesancochaba como se podía, valiéndonos de agua de la mar en vez de la sal queles sobraba y que jamás nos dieron; menos de un cuartillo de agua se repartía

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a cada uno para cada día. Carne, vino, aguardiente, bonga, ni otra alguna delas muchas miniestras que traían llegó a nuestras bocas; y teniendo cocos engrande copia, nos arrojaban sólo las cáscaras para hacer bonote, que eslimpiarlas y dejarlas como estopa para calafatear; y cuando por estar surgidoslos tenían frescos, les bebían el agua y los arrojaban al mar.

Diéronnos en el último año de nuestra prisión el cargo de la cocina, y nosólo contaban los pedazos de carne que nos entregaban sino que también losmedían para que nada comiésemos. ¡Notable crueldad y miseria es esta! , perono tiene comparación a la que se sigue. Ocupéronncs también en hacerlescalzado de lona y en coserles camisas y calzoncillos, y para ello se nos dabancontadas y medidas las hebras de hilo; y si por echar tal vez menudos lospespuntes como querían faltaba alguna, correspondían a cada una que seañadía veinte y cinco azotes. Tuve yo otro trabajo de que se privilegiaron miscompañeros, y fue haberme obigado a ser barbero; y en este ejercicio meocupaban todos los sábados sin descansar ni un breve rato, siguiéndosele acada descuido de la navaja, y de ordinario eran muchos por no sabercientíficamente su manejo, bofetadas crueles y muchos palos. Todo cuantoaquí se ha dicho sucedía a bordo, porque sólo en Puliubi y en la isladespoblada de la Nueva Holanda, para hacer agua y leña y para colchar uncable de bejuco, nos desembarcaron.

Si quisiera especificar particulares sucesos, me dilatara mucho, y Conindividuar uno u otro se discurrirán los que callo. Era para nosotros el día dellunes el más temido, porque haciendo un círculo de bejuco en torno de lamesana y amarrándonos a él las siniestras, nos ponían en las derechas unosrebenques y habiéndonos desnudado, nos obligaban con puñales y pistolas alos pechos a que unos a otros nos azotásemos. Era igual la vergüenza y el dolorque en ello teníamos al regocijo y aplauso con que festejaban.

No pudiendo asistir mi compañero Juan de Casas a la distribución delcontinuo trabajo que nos rendía, atribuyéndolo el capitán Bel a la quellamaba flojera, dijo que él lo curaría y por modo fácil (perdóneme la decenciay el respeto que se debe a quien esto lee que lo refiera); redújose éste a hacerlebeber, desleídos en agua, los excrementos del mismo capitán, teniéndolepuesto un cuchillo al cuello para acelerarle la muerte si le repugnasen; y comoa tan no oída medicina se siguiesen grandes vómitos que le causó el asco y conque accidenralmere recuperó la salud, desde luego nos la recetó con aplausode todos para cuando por nuestras desdichas adoleciésemos.

Sufría yo todas estas cosas, porque por el amor que tenía a mi vida nopodía más; y advirtiendo había días enteros que los pasaban borrachos, sentíano tener bastantes compañeros de quiénes valerme para matarlos y alzándomecan la fragata irme a Manila; pero también puede ser que no me fiara de ellosaunque los tuviera por no haber otro español entre ellos sino Juan de Casas.Un día que más que OtrO me embarazaba las acciones este pensamiento,llegándose a mí uno de los ingleses que se llamaba Cornelio y gastando larga

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prosa para encargarme el secreto. me propuso si tendría valor para ayudarlecon los míos a sublevarse. Respondíle con gran recato, pero asegurándometenía ya convencidos a algunos de los suyos (cuyos nombres dijo) para lopropio. consiguió de mí el que no le faltaría llegado el caso, pero pactandoprimero lo que para mi seguro me pareció convenir.

No fue esta tentativa de Cornelio sino realidad, y de hecho había algunosque se lo aplaudiesen. pero por motivos que yo no supe desistió de ello.Persuádome a que él fue sin duda quien dio noticia al capitán Bel de que yo ylos míos lo querían matar, porque comenzaron a vivir de allí en adelante conmás vigilancia abocando dos piezas cargadas de munición hacia la proa dondesiempre estábamos y procediendo con gran cautela. No dejó de darme todaesta prevención de cosas grande cuidado, y preguntándole al condestableNicpat, mi patrocinador, lo que lo causaba. no me respondió otra cosa sinoque mirásemos yo y los míos cómo dormíamos. Maldiciendo yo entonces lahora en que me habló Cornelio, me previne como mejor pude para la muerte.A la noche de este día, amarrándome fuertemente contra la mesana,comenzaron a atormentarme para que confesase 10 que acerca de quereralzarme con el navío tenía dispuesto. Negué con la mayor constancia quepude y creo que a persuasiones del condestable me dejaron solo; llegóse ésteentonces a mí y, asegurándome el que de ninguna manera peligraría si mefiase de él, después de referirle enteramente lo que me había pasado,desamarrándcme, me llevó al camarote del capitán.

Hincado de rodillas en su presencia, dije lo que Cornelio me habíapropuesto. Espantado el capitán Bel con esta noticia, haciendo primero el queen ella me ratificase con juramento. con amenaza de castigarme por nohaberle dado cuenta de ello inmediatamente, me hizo cargo de traidor y desedicioso. Yo, con ruegos y lágrimas, y el condestable Nicpat, conreverencias y súplicas, conseguimos que me absolviese, pero fue imponiéndo­me con pena de la vida que guardase el secreto. No pasaron muchos días sinque de Cornelio y sus secuaces echasen mano, y fueron tales los azotes con quelos castigaron que yo aseguro el que jamás se olviden de ellos mientrasvivieren; y con la misma pena y otras mayores se les mandó el que ni conmigoni con los míos se entrometiesen, prueba de la bondad de los azotes sea el queuno de los pacientes que se llamaba Enrique recogió cuanto en plata, oro ydiamantes le había cabido y, quizás receloso de otro castigo, se quedó en laisla de San Lorenzo sin que valiesen cuantas diligencias hizo el capitán Be!para recobrarlo.

Ilación es, y necesaria, de cuanto aquí se ha dicho poder competir estospiratas en crueldad y abominaciones a cuanto en la primera plana de esteejercicio tienen sus nombres, pero creo el que no hubieran sido tan maloscomo para nosotros lo fueron, si no estuviera con ellos un español que sepreciaba de sevillano y se llamaba Miguel. No hubo trabajo intolerable enque nos pusiesen, no hubo ocasión alguna en que nos maltratasen, no hubo

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hambre que padeciésemos, ni riesgo de la vida en que peligrásemos que noviniese por su mano y su dirección, haciendo gala de mostrarse impío yabandonando lo católico en que nació por vivir pirata y morir hereje.Acompañaba a los 'ingleses, y esto era para mí y para los míos lo más sensible,cuando se ponían de fiesta, que eran las Pascuas de Navidad y los domingosdel año, leyendo o rezando lo que ellos en sus propios libros. Alúmbrele Diosel entendimiento para que, enmendando su vida, consiga el perdón de susiniquidades.

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Navega Alonso Ramírez y sus compañeros sin saber dónde estaban ni lapartea que iban; dícense los trabajos y sustos quepadecieron basta varartierra.

Basta de estos trabajos que, aun para leídos, SOn muchos por pasar a otros dediversa especie. N o sabía yo ni mis compañeros el paraje en que noshallábamos ni el término que tendría nuestro viaje, porque ni entendía elderrotero holandés ni teníamos carta que entre tantas confusiones nos sirvierade algo, y para todos era aquella la primera vez que allí nos veíamos. En estasdudas, haciendo refleja"! a la sentencia que nos habían dado de muerte sisegunda vez nos aprisionaban, cogiendo la vuelta del Oeste me hice a la mar.A los seis días, sin haber mudado la derrota, avistamos tierra que parecíafirme por lo tendido y alta; y poniendo la proa al Oesnoroeste, me hallé el díasiguiente a la madrugada sobre tres islas de poco ámbito. Acompañado deJuan de Casas en un cayuco 72 pequeño que en la fragata había, salí a una deellas donde se hallaron pájaros rabones73 y bobos,"? y trayendo grandísimacantidad de ellos para cenizarlos,"? me vine a bordo.

Arrimándonos a la costa, proseguimos por el largo de ella, y a los diezdías se descubrió la Trinidad, 76 y al parecer grande. Eran entonces las seis dela mañana, y a la misma hora se nos dejó ver una armada de hasta veinte velasde varios portes, y echando bandera inglesa me llamaron con una pieza.Dudando si llegaría, discurrí el que viendo a mi bordo cosas de inglesesquizás no me creerían la relación que les diese, sino que presumirían había yomuerto a los dueños de la fragata y que andaba fugitivo por aquellos mares; yaunque con turbonada que empezó a entrar, juzgando me la enviaba Diospara mi escape, largué las velas de gavia, y con el aparejo siempre en la mano(cosa que no se atrevió a hacer ninguna de las naos inglesas), escapé con laproa al Norte, caminando todo aquel día y noche sin mudar derrota.

Al siguiente volví la vuelta del Oeste a proseguir mi camino, y al otro porla parte del Leste tomé El Barbado."? Estando ya sobre ella se nos acercó unacanoa con seis hombres a reconocernos, y apenas supieron de nosotros ser

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españoles y nosotros de ellos que eran ingleses, cuando, corriendo pornuestros cuerpos un sudor frío, determinarnos morir primero de hambre entrelas olas que no exponernos otra vez a tolerar impiedades. Dijeron que siqueríamos comerciar hallaríamos allí azúcar, tinta, tabaco y otros buenosgéneros. Respondíles que eso queríamos, y atribuyendo a que era tarde parapoder entrar, con el pretexro de estarme a la capa aquella noche y conasegurarles también el que tomaríamos puerro al siguiente día, se despidie­ron; y poniendo luego al instante la proa al Leste, me salí a la mar.

Ignorantes de aquellos parajes y persuadidos a que no hallaríamos sinoingleses donde llegásemos, no cabía en mí ni en mis compañeros consueloalguno, y más viendo que el bastimento se iba acabando y que, si no fuera poralgunos aguaceros en que cogimos alguna, absolutamente nos faltara el agua.Al Leste, como di je, y al Lesnordeste corrí tres días y después cambié la proaal Noroeste, y gobernando a esta parte seis días continuos, llegué a una islaalta y grande; y acercándome por una punta que tiene al Leste a reconocerla,salió de ella una lancha con siete hombres para nosotros. Sabiendo de mí serespañol y que buscaba agua y leña y algún bastimento, me dijeron ser aquellaisla de Guadalupe, donde vivían franceses y que con licencia del gobernador"(que daría sin repugnancia), podría provisionarrne en ella de cuanto necesitasey que, si también quería negociación, no faltaría forma, como no les faltaba aalgunos que allí llegaban. Dije que sí entraría pero que no sabía por dóndepor no tener carta ni práctico79 que me guiase y que me di jesen en qué partedel mundo nos hallábamos. Hízoles notable fuerza el oírme esto, einstándome que de dónde había salido y para qué parte, arrepentidoinmediatamente de la pregunta, sin responderles a propósito me despedí.

N o se espante quien esto leyere de la ignorancia en que estábamos deaquellas islas, porque habiendo salido de mi patria de tan poca edad, nuncasupe (ni cuidé de ello después) qué islas son circunvecinas y cuáles susnombres; menos razón había para que Juan de Casas, siendo natural de laPuebla en lo mediterráneo de la Nueva España, supiese de ellas, y con másrazón militaba lo propio en los compañeros restantes, siendo todos originariosde la India oriental, donde no tienen necesidad de noticia que les importe deaquellos mares; pero, no obstante, bien presumía yo el que era parte de laAmérica en la que nos hallábamos.

Antes de apartarme de allí les propuse a mis compañeros el que meparecía imposible tolerar más, porque ya para los continuos trabajos en quenos veíamos nos faltaban fuerzas, con circunstancia de que los bastimentaseran muy pocos, y que, pues los franceses eran católicos, surgiésemos amerced suya en aquella isla, persuadidos que haciéndoles relación de nuestrosinfortunios les obligaría la piedad crisriana a patrocinarnos. Opusiéronse aeste dictamen mío con grande esfuerzo, siendo el motivo el que a ellos, por sucolor y por no ser españoles, los harían esclavos y que les sería menos sensibleel que yo con mis manos los echase al mar que ponerse en las de extranjerospara experimentar sus rigores.

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Por no contristarlos, sintiendo más sus desconsuelos que los míos,marcé't" la vuelta del Norte todo el día y el siguiente al Nornordeste, y poresta derrota a los tres días di vista a la Barbada, y de allí, habiéndola montadopor la banda del Sur y dejando La Antigua por la babor, después de dos díasque fuimos al Noroeste y al Oesnoroeste, me hallé cercado de islotes entre SanBartolomé y San Martín, dos grandes islas. Costóme notable cuidado salir deaquí por el mucho mar y viento que hacía, y corriendo con sólo el trinquetepara el Oeste, después de tres días descubrí La Española, una isla grandísima,alta y montuosa; pero habiendo amanecido cosa de seis leguas sotaventandode ella para la parte del Sur, nunca me dio lugar el tiempo para cogerlaaunque guiñé al Noroeste. Gastados poco más de otros tres días sinrematarla, reconocidos Beata y Alto Velo,81 dos islotes, eché al Sudoeste, ydespués de un día sin notar COSa alguna ni avistar tierra, para granjear loperdido volví al Noroeste. Al segundo día de esta derrota, descubrí y meacerqué a Jamaica,82 una isla grande; vi en ella, a cuanto permitió ladistancia, Puerto Real con algunos cayuelos fuera y muchas embarcacionesadentro.

Apenas vi que salían de entre ellas dos balandras con bandera inglesa parareconocerme; cargando todo el paño me atravesé a esperarlas, pero por estaacción o por otro motivo que ellos tendrían, no atreviéndose a llegar cerca, seretiraron al puerro. Proseguí mi camino, y para montar una punta que salíapor la proa goberné al Sur y, montada muy para afuera, volví al Oeste y alOesnoroeste hasta que a los dos días y medio llegué a Caymán Grande, isla decinco o seis leguas de largo pero de poca altura, de donde salió para mí unabalandra con bandera inglesa. A punto cargué el paño y me atravesé, perodespués de haberme cogido el barlovento, reconociéndome por la popa, ymuy despacio se volvió a la isla. Llaméla disparando una pieza sin bala, perono hizo caso. No haber llegado a esta isla, ni arrojádome al puerto de laantecedente era a instancias y lágrimas de mis compañeros, a quienes apenasveían cosa que tocase a inglés cuando al instante les faltaba el espíritu y sequedaban como azogados por largo rato.

Despechado entonces de mí mismo y determinado a no hacer caso en lovenidero de sus sollozos, supuesto que no comíamos sino lo que pescábamos yla provisión de agua era tan poca que se reducía a un barril pequeño y a dostinajas, deseando dar en cualquiera tierra para (aunque fuese poblada deingleses) varar en ella, navegué ocho días al Oeste y al Oesudueste, y a lasocho de la mañana de aquél en que a nuestra infructuosa y vaga navegación sele puso término (por estar ya casi sobre él), reconocí un muy prolongado bajode arena y piedra; no manifestando el susto que me causó su vista,orillándome a él como mejor se pudo por una quebrada que hacía, lo atravesésin que hasta las cinco de la tarde se descubriese tierra. Viendo su cercaníaque, por ser en extremo baja y no haberla por eso divisado, era ya mucha,antes que se llegase la noche hice subir al tope por si se descubría otro bajo dequé guardarnos, y manteniéndome a bordo lo que quedó del día, poco

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después de anochecer di fondo en cuatro brazas y sobre piedras. Fue esto consólo un anclote, por no haber más, y con un pedazo de cable de cáñamo dehasta diez brazas ajustado a orro de bejuco (y fue el que colchamos en Puliubi)que tenía sesenta; y por ser el anclote (mejor lo llamara rezón)83 tan pequeñoque sólo podría servir para una chata,84 lo ayudé con una pieza de artilleríaentalingada con un cable de guamutil de cincuenta brazas. Crecía el viento alpeso de la noche y con gran pujanza, y por esto y por las piedras del fondopoco después de las cinco de la mañana se rompieron los cables.

Viéndome perdido, mareé todo el paño luego al instante por ver si podíamontar una punta que tenía a la vista, pero era la corriente tan en extremofuriosa que no nos dio lugar ni tiempo para poder orzar; con que arribandomás y más y sin resistencia, quedamos varados entre mucaraS en la mismapunta. Era tanta la mar y los golpes que daba el navío tan espantosos que nosólo a mis compañeros, sino aun a mí que ansiosamente deseaba aquel sucesopara salir a tierra, me dejó confuso, y más hallándome sin lancha paraescapados. Quebrábanse las olas no sólo en la punta sobre que estábamos sinoen lo que se veía de la Costa con grandes golpes, y a cada una de los que acorespondencia daba el navío, pensábamos que se abría y nos tragaba elabismo. Considerando el peligro en la dilación, haciendo fervorosos actos decontrición y queriendo merecerle a Dios su misericordia sacrificándole mivida por la de aquellos pobres, ciñéndome un cabo delgado para que lo fuesenlargando, me arrojé al agua. Quiso concederme su piedad el que llegase atierra donde lo hice firme; y sirviendo de andarivel'? a los que no sabíannadar, convencidos de no ser tan difícil el tránsito como se lo pintaba elmiedo, conseguí el que (no sin peligro manifiesto de ahogarse dos) a más demedia tarde estuviesen salvos.

VI

Sed, hambre, enfermedades, muertes con que fueron atribulados en estacosta; hallan inopinadamente gente católica y saben estar en tierra firmede Yucatán en la Septentrional América. 8 6

Tendría de ámbito la peña que terminaba esta punta como doscientos pasos ypor todas partes la cercaba el mar y, aun tal vez por la violencia con que lahería, se derramaba por toda ella con grande ímpetu. No tenía árbol ni cosaalguna a cuyo abrigo pudiésemos repararnos contra el viento que soplabavehementísimo y destemplado; pero haciéndole a Dios nuestro Señorrepetidas súplicas y promesas, y persuadidos a que estábamos en parte dondejamás saldríamos, se pasó la noche. Perseveró el viento y, por el consiguiente,no se sosegó el mar hasta de allí a tres días; pero, no obstante, después dehaber amanecido, reconociendo su cercanía nos cambiamos a tierra firme, que

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distaría de nosotros como cien pasos y no pasaba de la cintura el agua dondemás hondo. Estando todos muertos de sed y no habiendo agua dulce encuanto se pudo reconocer en algún espacio, posponiendo mi riesgo al alivio yconveniencia de aquellos míseros, determiné ir a bordo, y encomendándomecon todo afecto a María Santísima de Guadalupe, me arrojé al mar y llegué alnavío, de donde saqué un hacha para cortar y cuanto me pareció necesariopara hacer fuego. Hice segundo viaje y a empellones o, por mejor decir,milagrosamente puse un barrilete de agua en la misma playa, y noatreviéndome aquel día a tercer viaje, después que apagamos todos nuestraardiente sed, hice que comenzasen los más fuertes a destrozar palmas de lasmuchas que allí había para comer los cogollos, y encendiendo candela.f'? sepasó la noche.

Halláronse el día siguiente unos charcos de agua (aunque algo salobre)entre aquellas palmas, y mientras se congratulaban los compañeros por estehallazgo, acompañándome Juan de Casas, pasé al navío, de donde en elcayuco que allí traíamos (siempre con riesgo por el mucho mar y lavehemencia del viento) sacamos a tierra el velacho, las dos velas del trinquetey gavia y pedazos de otras. Sacamos también escopetas, pólvora y municionesy cuanto nos pareció por entonces más necesario para cualquier accidente.

Dispuesta una barraca en que cómodamente cabíamos todos, no sabiendoa qué parte de la costa se había de caminar para buscar gente, elegí sin motivoespecial la que corre al Sur. Yendo conmigo Juan de Casas, y después dehaber caminado aquel día como cuatro leguas, matamos dos puercosmonteses, y escrupulizando el que se perdiese aquella carne en tantanecesidad, cargamos con ellos para que los lograsen los compañeros.Repetimos lo andado a la mañana siguiente hasta llegar a un río de aguasalada, cuya ancha y profunda boca nos arajó los pasos, y aunque por haberdescubierto unos ranchos antiquísimos hechos de paja, estábamos persuadi­dos a que dentro de breve se hallaría gente; con la imposibilidad de pasaradelante, después de cuatro días de trabajo nos volvimos tristes.

Hallé a los compañeros con mucho mayores aflicciones que las que yotraía, porque los charcos de donde se proveían de agua se iban secando, ytodos estaban tan hinchados que parecían hidrópicos. Al segundo día de millegada se acabó el agua, y aunque por el término de cinco se hicieron cuantasdiligencias nos dietó la necesidad para conseguirla, excedía a la de la mar enla amargura la que se hallaba. A la noche del quinto día, postrados todos entierra y más con los afectos que con las voces, por sernas imposible elarticularlas, le pedimos a la Santísima Virgen de Guadalupe el que, pues erafuente de aguas vivas para sus devotos, compadeciéndose de los que ya casiagonizábamos con la muerte, nos socorriese como a hijos, protestando noapartar jamás de nuestra memoria, para agradecérselo, beneficio tanto. Biensabéis, Madre y Señora mía arnanrísima, el que así pasó. Antes que se acabasela súplica, viniendo por el Sueste la turbonada, cayó un aguacero tan copioso

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sobre nosotros que, refrigerando los cuerpos y dejándonos en el cayuco y encuantas vasijas allí teníamos provisión bastante, nos dio las vidas.

Era aquel sirio no sólo estéril y falto de agua sino muy enfermo, y aunqueasí lo reconocían los compañeros, temiendo morir en el camino, no habíamodo de convencerlos para que lo dejásemos; pero quiso Dios que lo que norecabaron mis súplicas lo consiguieron los mosquitos (que también allí había)con su molestia, y ellos eran, sin duda alguna, los que en parte les habíancausado las hinchazones que he dicho con sus picadas. Treinta días se pasaronen aquel puesto comiendo chachalacas, 88 palmitos y algún marisco; y antes desalir de él por no omitir diligencia pasé al navío que hasta entonces no sehabía escatimado, y cargando con bala toda la artillería, la disparé dos veces.

Fue mi intento el que si acaso había gente la tierra adentro, podía ser queles moviese el estruendo a saber la causa y que, acudiendo allí, se acabasennuestros trabajos con su venida. Con esta esperanza me mantuve hasta elsiguiente día, en cuya noche (no sé cómo), tomando fuego un cartucho de adiez que tenía en la mano no sólo me la abrasó sino que me maltrató unmuslo, parte del pecho, toda la cara y me voló el cabello. Curado como mejorse pudo con ungüento blanco que en la caja de medicina que dejó elcondestable se había hallado, y a la subsecuente mañana, dándoles a loscompañeros el aliento de que yo más que ellos necesitaba, salí de allí.

Quedóse (ojalá la pudiérmos haber traído con nosotros, aunque fuera acuestas, por lo que en adelante diré), quedóse, digo, la fragata que en pago delo mucho que yo y los míos servimos a los ingleses nos dieron graciosamente.Era (y no sé si todavía lo es) de treinta y tres codos de quilla y con tres aforros,los palos y vergas de excelentísimo pino, la fábrica toda de lindo gálibo, ytanto que corría ochenta leguas por singladura con viento fresco; quedáronseen ella y en las playas nueve piezas de artillería de hierro con más de dos milbalas de a cuatro, de a seis y de a diez, y todas de plomo; cien quintales, .porlo menos, de este metal, cincuenta barras de estaño, sesenta arrobas de hierro,ochenta barras de cobre del Japón, muchas tinajas de la China, siete colmillosde elefante, tres barriles de pólvora, cuarenta cañones de escopeta, diez llaves,una caja de medicinas y muchas herramientas de cirujano.

Bien provisionados de pólvora y municiones, y no otra cosa, y cada unode nosotros con escopeta, comenzamos a caminar por la misma marina lavuelta del Norte, pero con mucho espacio por la debilidad y flaqueza de loscompañeros; y en llegar a un arroyo de agua dulce, pero bermeja, que distaríadel primero sitio menos de cuatro leguas, se pasaron dos días. La considera­ción de que a este paso sólo podíamos acercarnos a la muerte, y con muchapriesa, me obligó a que, valiéndome de las más suaves palabras que me dictóel cariño, les propusiese el que, pues ya no les podía faltar el agua y comoveíamos acudía allí mucha volatería que les aseguraba el sustento, tuviesen abien el que, acompañado de Juan de Casas, me adelantase hasta hallarpoblado de donde protestaba volveríacargado de refresco para sacarlos de allí.

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Respondieron a esta proposición con tan lastimeras voces y copiosaslágrimas que me las sacaron de lo más tierno del corazón en mayor raudal.Abrazándose de mí, me pedían con mil amores y ternuras que no lesdesamparase y que, pareciendo imposible en lo natural poder vivir el másrobusto ni aun cuatro días, siendo la demora tan corta, quisiese, como padreque era de todos, darles mi bendición en sus postreras boqueadas y quedespués prosiguiese muy enhorabuena a buscar lo que a ellos les negaba suinfelicidad y desventura en tan extraños climas. Convenciéronme suslágrimas a que así lo hiciese, pero pasados seis días sin que mejorasen,reconociendo el que yo me iba hinchando y que mi falta les aceleraría lamuerte, temiendo ante todas cosas la mía, conseguí el que, aunque fuese muya poco a poco, se prosiguiese el viaje.

Iba yo y Juan de Casas descubriendo lo que habían de caminar los que meseguían, y era el último, como más enfermo, Francisco de la Cruz, sangley, aquien desde el trato de cuerda que le dieron los ingleses antes de llegar aCaponiz le sobrevinieron mil males, siendo el que ahora le quitó la vida doshinchazones en los pechos y otra en el medio de las espaldas que le llegaba alcerebro. Habiendo caminado como una legua, hicimos alto, y siendo lallegada de cada uno según sus fuerzas, a más de las nueve de la noche noestaban Juntos, porque este Francisco de la Cruz aún no había llegado. Enespera suya se pasó la noche, y dándole orden a Juan de Casas que prosiguierael camino antes que amaneciese, volví en su busca; hallélo a cosa de medialegua ya casi boqueando, pero en su sentido. Deshecho en lágrimas y con malarticuladas razones, porque me las embargaba el sentimiento, le dije lo quepara que muriese conformándose con la voluntad de Dios y en gracia suya mepareció a propósito, y poco antes del mediodía rindió el espíritu. Pasadascomo dos horas, hice un profundo hoyo en la misma arena, y pidiéndole a laDivina Magestad el descanso de su alma, lo sepulté, y levantando una cruz(hecha de dos toscos maderos) en aquel lugar, me volví a los míos.

Hallélos alojados delante de donde habían salido como otra legua y aAntonio González, el otro sangley, casi moribundo; y no habiendo regalo quépoder hacerle ni medicina alguna con qué esforzarlo, estando consolado, o detriste o de cansado, me quedé dormido, y despertándome el cuidado a muybreve rato, lo hallé difunto. Dímosle sepultura entre todos el siguiente día, ytomando por asunto una y otra muerte, los exhorté a que caminásemos cuantomás pudiésemos, persuadidos a que así sólo se salvarían las vidas. Anduvié­ronse aquel día como tres leguas, y en los tres siguientes se granjearonquince, y fue la causa que con el ejercicio del caminar, al paso que se sudaba,se resolvían las hinchazones y se nos aumentaban las fuerzas. Hallóse aquí unrío de agua salada muy poco ancho y en extremo hondo, y aunque retardó portodo un día un manglar muy espeso el llegar a él, reconocido después desondarlo falrarle vado, con palmas que se cortaron se le hizo puente y se fueadelante, sin que el hallarme en esta ocasión con calentura fuese estorbo.

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Al segundo día que allí salímos, yendo yo y Juan de Casas precedíendo atodos, atravesó por el camino que llevábamos un disforme oso y, no obstanteel haberlo herido con la escopeta, se vino para mí; y aunque me defendía yocon el mocho como mejor podía, siendo pocas mis fuerzas y las suyas muchas,a no acudir a ayudarme mi compañero, me hubiera muerto. Dejárnoslo allítendido, y se pasó de largo. Después de cinco días de este suceso, llegamos auna punta de piedra, de donde me parecía imposible pasar con vida por lomucho que me había postrado la calentura, y ya entonces estaban notable­mente recobrados todos 0, por mejor decir, con salud perfecta. Hechamansión y mientras entraban en el monte adentro a buscar comida, me recogía un rancho que, con una manta que llevábamos, al abrigo de una peña mehabían hecho, y quedó en guarda mi esclavo Pedro. Entre las muchasimaginaciones que me ofreció el desconsuelo en esta ocasión fue la másmolesta el que sin duda estaba en las costas de la Florida en la América y que,siendo cruelísimos en extremo sus habitadores, por último habíamos dereunir las vidas en sus sangrientas manos.

Interrumpióme estos discursos mi muchacho con grandes gritos, dicién­dome que descubría gente por la costa y que venía desnuda. Levantémeasustado, y tomando en la mano la escopeta, me salí fuera y, encubierto de lapeña a cuyo abrigo estaba, reconocí dos hombres desnudos con cargaspequeñas a las espaldas; y haciendo ademanes con la cabeza como quien buscaalgo, no me pesó de que viniesen sin armas y, por estar ya a tiro mío, les salíal encuentro. Turbados ellos mucho más sin comparación que lo que yo loestaba, lo mismo fue verme que arrodillarse y, puestas las manos, comenza­ron a dar voces en castellano y a pedir cuartel. Arrojé yo la escopeta y,llegándome a ellos, los abracé; y respondiéronme a las preguntas queinmediatamente les hice. Di jéronme que eran católicos y que, acompañandoa su amo que venía atrás y se llamaba Juan González''? y era vecino del pueblode Tihosuco, andaban por aquellas playas buscando ámbar;90 dijeron tambiénel que era aquella costa la que llamaban de Bacalar91 en la provincia deYucatán.

Siguióse a estas noticias tan en extremo alegres, y más en ocasión en quela vehemencia de mi tristeza me ideaba muerto entre gentes bárbaras, el darlea Dios y a su santísima Madre repetidas gracias; y disparando tres veces, queera contraseña para que acudiesen los compañeros, con su venida, que fueinmediata y acelerada, fue común entre todos el regocijo. No satisfechos denosorros los yucarecos, dudando si seríamos de los piratas ingleses y francesesque por allí discurren, sacaron de lo que llevaban en sus mochilas para quecomiésemos; y dándoles (no tanto por retorno cuanto porque depusiesen elmiedo que en ellos veíamos) dos de nuestras escopetas, no las quisieron. Abreve rato nos avistó su amo, porque venía siguiendo a sus indios con pasoslentos; y reconociendo el que quería volver aceleradamente atrás para meterseen lo más espeso del monte donde no sería fácil el que lo hallásemos,

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quedando en rehenes uno de sus dos indios, fue el otro a persuasiones ysúplicas nuestras a asegurarlo.

Después de una larga plática que entre sí tuvieron, vino, aunque consobresalto y recelo según por el rostro se le advertía y en sus palabras sedenotaba, a nuestra presencia; y hablándole yo con grande benevolencia ycariño y haciéndole una relación pequeña de mis trabajos grandes, entregán­dole rodas nuestras armas para que depusiese el miedo con que lo veíamos,conseguí el que se quedase con nosotros aquella noche para salir a la mañanasiguiente donde quisiese llevarnos. Díjonos, entre varias cosas que separlaron, le agradeciésemos a Dios por merced muy suya el que no mehubiesen visto sus indios primero y a largo trecho, porque si teniéndonos porpiratas s'e retiraran al monte para guarecerse en su espesura, jamás saldríamosde aquel paraje inculto y solitario, porque nos faltaba embarcación paraconseguirlo.

VII

Pasan a Tibosxco, de allí a Valladolid, dondeexperimentan molestias;llegan a Mérida; vuelve Alonso Ramírez a Valladolid, y son aquéllasmayores. Causa porque vino a México y lo que de ello resulta.

Si a otros ha muerto un no esperado júbilo, a mi me quitó la calentura el queya se puede discurrir si seria grande; libre pues de ella, salimos de allí cuandorompía el día, y después de haber andado por la playa de la ensenada unalegua, llegamos a un puerrecillo donde tenían varada una canoa que habíanpasado. Entramos en ella, y quejándonos todos de mucha sed, haciéndonosdesembarcar en una pequeña isla de las muchas que allí se hacen, a queviraron luego, hallamos un edificio, al parecer antiquísimo, compuesto desolas cuatro paredes y en el medio de cada una de ellas una pequeña puerta y acorrespondencia otra en el medio de mayor altura (sería la de las paredes deafuera como tres estados). Vimos también allí cerca unos pozos hechos a manoy llenos de excelente agua. Después que bebimos hasta quedar satisfechos,admirados de que en un islote que bojeaba doscientos pasos se hallase agua ycon las circunstancias del edificio que tengo dicho, supe el que no sólo éstesino otros que se hallan en partes de aquella provincia, y mucho mayores,fueron, fábrica de gentes que muchos siglos antes que la conquistaran losespañoles vinieron a ella. 92

Prosiguiendo nuestro viaje, a cosa de las nueve del día se divisó una canoade mucho porte. Asegurándonos la vela que traían (que se reconoció ser depetate o estera, que todo es uno) no ser piratas ingleses como se presumió, mepropuso Juan González el que les embistiésemos y los apresásemos. Era elmotivo que para cohonestarlos se le ofreció el que eran indios gentiles de la

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sierra los que en ella iban y que, llevándolos al cura de su pueblo para que loscatequizase, como cada día lo hacía con otros, le haríamos con ello unestimable- obsequio, a que se añadía el que, habiendo traído bastimentas parasolos tres, siendo ya nueve los que allí ya íbamos y muchos los días que sinesperanza de hallar comida habíamos de consumir para llegar a poblado,podíamos, y aun debíamos, valernos de los que sin duda llevaban indios.Parecióme conforme a razón lo que proponía, y a vela y remo les dimos caza.Eran catorce las personas (sin unos muchachos) que en la canoa iban; yhabiendo hecho poderosa resistencia disparando sobre nosotros lluvias deflechas, atemorizados de los tiros de escopeta, que aunque eran muycontinuos y espantosos iban sin balas, porque siendo impiedad matar aaquellos pobres sin que nos hubiesen ofendido ni aun levemente, di rigurosaorden a los míos de que fuese así. Después de haberles abordado le hablaron aJuan González , que entendía su lengua, y prometiéndole un pedazo de ámbarque pesaría dos libras y cuanto maíz quisiésemos del que allí llevaban, lepidieron la libertad. Propúsome el que si así me parecía se les concediese, ydesagradándome el que más se apeteciese el ámbar que la reducción deaquellos miserables gentiles al gremio de la Iglesia Católica, como meinsinuaron, no vine en ello. Guardóse Juan González el ámbar, y amarradaslas canoas y asegurados los prisioneros, proseguimos nuestra derrota hasta queatravesada la ensenada, ya casi entrada la noche, saltamos en tierra.

Gastóse el día siguiente en moler maíz y disponer bastimento para los seisque dijeron habíamos de tardar para pasar el monte, y echando por delante alos indios con la provisión, comenzamos a caminar; a la noche de este día,queriendo sacar lumbre con mi escopeta, no pensando estar cargada y noponiendo por esta inadvertencia el cuidado que se debía, saliéndoseme de lasmanos y lastimándome el pecho y la cabeza con el no prevenido golpe, se mequitó el sentido. No volví en mi acuerdo hasta que cerca de medianochecomenzó a caer sobre nosotros tan poderoso aguacero que, inundando elparaje en que nos alojamos y pasando casi por la cintura la avenida, que fueimprovisa, perdimos la mayor parte del bastimento y toda la pólvora, menosla que tenía en mi granie1. Con esta incomodidad y llevándome cargado losindios porque no podía moverme, dejándonos a sus dos criados para que nosguiasen habiéndose Juan González adelantado, así para solicitarnos algúnrefresco como para noticiar a los indios de los pueblos inmediatos adondehabíamos de ir, el que no éramos piratas, como podían pensar. sino hombresperdidos que íbamos a su amparo.

Proseguimos por el monte nuestro camino sin un indio y una india de losgentiles que, valiéndose del aguacero, se nos huyeron; pasamos excesivahambre hasta que, dando en un platanal, no sólo comimos hasta satisfacernossino que, proveídos de plátanos asados, se pasó adelante. Noticiado por JuanGonzález el beneficiado de Tihosuco (de quien ya diré) de nuestrosinfortunios, nos despachó al camino un muy buen refresco, y fortalecidos conél llegamos al día siguiente a un pueblo de su feligresía que dista como una

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legua de la cabecerea y se nombre Tila,93 donde hallamos gente de parte suyaque, con un regalo de chocolate y comida espléndida, nos esperaba. Allí nosdetuvimos hasta que llegaron caballos en que montamos y, rodeados deindios que salían a vernos como cosa rara, llegamos al pueblo de Tihosucocomo a las nueve del día.

Es pueblo no sólo grande sino delicioso y ameno; asisten en él muchosespañoles y entre ellos don Melchor Pacheco.>" a quien acuden los indioscomo a su encomendero. La iglesia parroquial se forma de tres naves y estáadornada con excelentes alrares.?? y cuida de ella como su cura beneficiado ellicenciado don Cristóbal de Muros, a quien jamás pagaré dignamente lo quele debo y para cuya alabanza me faltan voces. Saliónos a recibir con el cariñode padre y, conduciéndonos a la .iglesia, nos ayudó a dar a Dios Nuestro Señorlas debidas gracias por habernos sacado de la opresión tirana de los ingleses,de los peligros en que nos vimos por tantos mares y de los que últimamentetoleramos en aquellas costas; y acabada nuestra oración, acompañados de todoel pueblo, nos llevó a su casa.

En ocho días que allí estuvimos a mí y a Juan de Casas nos dio su mesaabastecida de todo, y desde ella enviaba siempre sus platos a diferentespobres. Acudióseles también, y a proporción de lo que con nosotros se hacía,no sólo a los compañeros sino a los indios gentiles en abundancia. Repartióéstos (después de haberlos vestido) entre otros que ya tenía bautizados de losde su nación para catequizados, disponiéndonos para la confesión de queestuvimos imposibilitados por tanto tiempo, oyéndonos con la paciencia ycariño que nunca he visto; conseguimos el día de Santa Catalina que noscomulgase. En el ínterin que esto pasaba, notició a los alcaldes de la villa deValladolid (en cuya comarca cae aquel pueblo) de lo sucedido; y dándonoscarta así para ellos como para el guardián de la vicaría de Tixcacal.Y'' que nosrecibió con notable amor, salimos de Tihosuco para la villa con subeneplácito. Encontrónos en este pueblo de Tixcacal un sargento queremitían los alcaldes para que nos condujese, yen llegando a la villa y a supresencia, les di la carta. Eran dos estos alcaldes, como en todas partes seusan; llámase el uno don Francisco Zelerún,"? hombre a lo que me pareciópoco entremetido y de muy buena intención, y el otro don Ceferino deCasrro.?"

No puedo proseguir sin referir un donosísimo cuento que aquí pasó.Sabiéndose, porque yo se lo había dicho a quien lo pregunraba, ser esclavomío el negrillo Pedro, esperando uno de los que me habían examinado a queestuviese solo, llegándose a mí y echándome los brazos al cuello, me dijo así:

-¿Es posible, amigo y querido paisano mío, que os ven mis ojos? ¡Oh,cuántas veces se me han anegado en lágrimas al acordarme de vos! ¡Quién medijera que os había de ver en tanta miseria! Abrazadme recio, mitad de mialma, y dadle gracias a Dios de que esté yo aquí.

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Preguntéle quién era y cómo se llamaba, porque de ninguna manera loconocía.

-¿Cómo es eso? -me replicó. -Cuando no tuvisteis en vuestrosprimeros años mayor amigo, y para que conozcáis el que todavía soy el queentonces era, sabed que corren voces que sois espía de algún corsario y,noticiado de ello el gobernador de esta provincia, os hará prender y sin dudaalguna os atormentará. Yo, por ciertos negocios en que intervengo, tengo consu señoría relación estrecha, y lo mismo es proponerle yo una cosa queejecutarla. Bueno será granjearle la voluntad presentándole ese negro, y paraello no sería malo el que me hagáis donación de él. Considerad que el peligroen que os veo es en extremo mucho. Guardadme el secreto y mirad por vos; siasí no se hace, persuadiéndoos a que no podré redimir vuestra vejación si loque os propongo, como tan querido y antiguo amigo vuestro, no tiene forma.

-No soy tan simple -le respondí- que no reconozca ser vuestramerced un grande embustero y que puede dar lecciones de robar a los mayorescorsarios. A quien me regalare con trescientos reales de a ocho que vale, leregalaré con mi negro, y vaya con Dios.

No me replicó, porque, llamándome de parte de los alcaldes, me quité deallí. Era don Francisco de Zelerún no sólo alcalde sino también teniente, ycomo de la declaración que le hice de mis trabajos resultó saberse por toda lavilla lo que dejaba en la playas, pensando muchos el que por la necesidad casiextrema que padecía haría baratas, comenzaron a prometerme dinero porqueles vendiese siquiera lo que estaba en ellas, y me daban luego quinientospesos. Quise admitirlos y volver con algunos que me ofrecieron su compañía,así para remediar la fragata corno para poner cobro a lo que en ella tenía; peroenviándome a notificar don Ceferino de Castro el que debajo de graves penasno saliese de la villa para las playas, porque la embarcación y cuanto en ellavenía pertenecía a la cruzada, me quedé suspenso, y acordándome delsevillano Miguel, encogí los hombros. Súpose también cómo al encomenderode Tihosuco, don Melchor Pacheco, le di un cris y un espadín mohoso queconmigo traía y de que por cosa extraordinaria se aficionó; y persuadidos porlo que dije del saqueo de Cicudana a que tendrían empuñadura de oro ydiamantes, despachó luego al instante por él con iguales penas, y noticiado deque quería yo pedir de mi justicia y que se me oyese, al segundo día meremitieron a Mérida.

Lleváronme con la misma velocidad con que yo huía con mi fragatacuando avistaba ingleses, y sin permitirme visitar el milagroso santuario deNuestra Señora de Izarnal,"? a ocho de diciembre de 1689 dieron conmigomis conductores en la ciudad de Mérida. Reside en ella como gobernador ycapitán general de aquella provincia don Juan José de la Bércena.I?" ydespués de haberle besado la mano yo y mis compañeros y dádole extrajudi­cial relación de cuanto queda dicho, me envió a las que llaman Casas Realesde San Cristóbal;"?' ya quince, por orden suyo, me tomó declaración de lo

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mismo el sargento mayor Francisco Guerrero; y a 7 de enero de 1690,Bernardo Sabido,102 escribano real, certificación de que, después de habersalido perdido por aquellas costas, me estuve hasta entonces en la ciudad deMérida.

Las molestias que pasé en esta ciudad no son ponderables. No hubovecino de ella que no me hiciese relatar cuanto aquí se ha escrito, y esto nouna sino muchas veces. Para esto solían llevarme a mí y a los míos de casa encasa, pero al punto de mediodía me despachaban todos. Es aquella ciudad, ygeneralmente toda la provincia, abundante y fértil y muy barata. Y si no fueel licenciado don Cristóbal de Muros mi único amparo, un criado delencomendero don Melchor Pacheco que me dio un capote y el ilustrísimoseñor obispo don Juan Cano y Sandoval, 103 que me socorrió con dos pesos, nohubo persona alguna que, viéndome a mí y a los míos casi desnudos ymuertos de hambre, extendiese la mano para socorrerme. Ni comimos en lasque llaman Casas Reales de San Cristóbal (son un honrado mesón en que sealbergan forasteros), sino lo que nos dieron los indios que cuidan de él, y seredujo a tortillas de maíz y cotidianos frijoles. Porque rogándoles una vez alos indios el que mudasen manjar, diciendo que aquello lo daban ellos(póngase por esto en el catálogo de mis benefactores) sin esperanza de que selo pagase quien allí nos puso y que así me contentase con lo quegratuitamente me daban, callé mi boca.

Faltándome los frijoles con que en las Reales Casas de San Cristóbal mesustentaron los indios, y fue esto en el mismo día en que, dándome lacertificación, me dijo el escribano tenía ya libertad para poder irme dondegustase, valiéndome del alférez Pedro Flores de U reña, paisano mío, a quiensi, a correspondencia de su pundonor y honra, le hubiera acudido la fortuna,fuera sin duda alguna muy poderoso; precediendo información que di con losmíos de pertenecerme y con declaración que hizo el negro Pedro de ser miesclavo, lo vendí en trescientos pesos con que vestí a aquéllos y, dándolesalguna ayuda de costa para que buscasen su vida, permití (porque se habíanjuramentado de asistirme siempre) pusiesen la proa de su elección donde losllamase el genio.

Prosiguiendo don Ceferino de Castro en las comenzadas diligencias pararecaudar con el pretexto frívolo de la cruzada lo que la Bula de la Cena measeguraba en las playas y en lo que estaba a bordo, quiso abrir camino en elmonte para conducir a la villa en recuas lo que a hombros de indios no eramuy fácil. Opúsosele el beneficiado don Cristóbal de Muros, previniendo erafacilitarles a los corsantes y piratas que por allí cruzan el que robasen lospueblos de su feligresía, hallando camino andable y no defendido para venir aellos. Llevóme la cierra noticia que tuve de esto a Valladolid. Quise pasar alas playas a ser ocular testigo de la iniquidad que contra mí y los míos hacíanlos que, por· españoles y católicos, estaban obligados a ampararme y asocorrerme con sus propios bienes; y llegando al pueblo de Tila con amenazas

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de que sería declarado por traidor al Rey) no me consintió el alférez Antonio'Zapata el que pasase de allí) diciendo tenía orden de don Ceferino de Castropara hacerlo así.

A persuasiones y con fomento de don Cristóbal de Muros, volví a laciudad de Mérida; y habiendo pasado la Semana Santa en el santuario delzamal, llegué a aquella ciudad el miércoles después de Pascua. Lo quedecretó el gobernador) a petición que le presenté, fue tenía orden delexcelentísimo señor virrey de la Nueva España para que viniese a su presenciacon brevedad. No sirvieron de cosa alguna réplicas mías, y sin dejarme aviarsalí de Mérida domingo, 2 de abril; viernes 7 llegué a Campeche; jueves 13en una balandra del capitán Peña salí del puerto. Domingo 16 salté en tierraen la Vera Cruz. Allí me aviaron los oficiales reales con veinte pesos, ysaliendo de aquella ciudad a 24 del mismo mes, llegué a México a 4 de mayo.

El viernes siguiente besé la mano a su excelencia) y correspondiendo suscariños afables a su presencia augusta, compadeciéndose primero de mistrabajos y congratulándose de mi libertad con parabienes y plácemes, escuchóatento cuanto en la vuelta entera que he dado al mundo queda escrito, y allísólo le insinué a su excelencia en compendio breve. Mandóme (o por el afectocon que lo mira o quizá porque, estando enfermo, divirtiese sus males con lanoticia que yo le daría de los muchos míos) fuese a visitar a don Carlos deSigüenza y Góngora, cosmógrafo y catedrático de matemáticas del ReyNues-tro Señor en la Academia Mexicana y capellán mayor del Hospital Realdel Amor de Dios de la ciudad de México (títulos son éstos que suenan muchoy que valen muy poco, y a cuyo ejercicio le empeña más la reputación que laconveniencia). Compadecido de mis trabajos) no sólo formó esta relación enque se contienen sino que me consiguió con la intercesión y súplicas que enmi presencia hizo al excelentísimo señor virrey, decreto para que donSebasr ián de Guzmán y Córdoba.J'" factor, veedor y proveedor de las cajasreales, me socorriese, como se hizo. Otro para que se me entretenga en laReal Armada de Barlovento hasta acomodarme, y mandamiento para que elgobernador de Yucatán haga que los ministros que corrieron con el embargoo seguro de lo que estaba en las playas y hallaron a bordo) a mí o a mi odarariosin réplica ni pretexto lo entreguen todo. Ayudóme para mi viático 10 5 con loque pudo, y disponiendo bajase a la Vera Cruz en compañía de don JuanEnríquez Barrero, 106 capitán de la artillería de la Real Armada de Barloven­to, mancebo excelentemente consumado en la hidrografía, docto en lascrencras matemáticas y, por eso) íntimo amigo y huésped suyo en estaocasión, me excusó de gastos. 107

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NOTAS

I Siendo esta narración la obra más leída y comentada de Sigüenza y Góngora, existennumerosas ediciones, todas basadas en la edición que apareció en el tomo 20 de la Colección delibros raros y curiosos que tratan de A.mérica (Madrid, 1902), edición buena para la época perodefectuosa. Para esta edición hemos utilizado la primera de 1690, actualizando, según elcriterio de la Biblioteca Ayacucho, la lengua, y para la mayor comprensión hemos incluido enel texto los nombres modernos de los pueblos e islas. En caso de una enmienda señalamos enletras cursivas en las notas la grafía de la primera edición. Es recomendable la edición de AlbaValles Forrnosa (San Juan de Puerto Rico: Editorial Cordillera, 1967). Tiene preparada nuestrodocto amigo Alan B. Soons una edición crítica del texto.

2 Virrey de Nueva España de 1688 a 1696 y gran amigo de Sigüenza. Durante sugobierno Sigüenza publicó cinco de las obras que se incluyen en esta edición.

~ El 26 de junio escribió e! doctor Diego de la Sierra, juez provisor y vicario de!arzobispado, la acostumbrada suma de licencia. La aprobación fue escrita el mismo día por donFrancisco de Ayerra Santa María, oriundo de Puerto Rico, capellán del convento real de JesúsMaría. Autor de- un soneto a la muerte de sor Juana Inés de la Cruz y Otro en alabanza deSigücnza, Ayerra contribuyó tres poesías a las dos justas Iirerarias que describió Sigüenza en suTriunfo penenico (683), por las cuales le otorgaron el primer premio. La estrecha amistad delos dos amigos le causó a Sigüenza dificultades, corno explica). Rojas Garcidueñas: «Sigüenaey Góngora refiere que la tarde del 18 de enero de 1683 se publicó el certamen poético 'cuyacomposición, para que fuese acertada, se encomendó al licenciado don Francisco de AyerraSanta María'; nunca fue Sigüenza parco en elogios y menos podía serlo tratándose de ese suamigo y de ocasión tan solemne, así le dedica larga tirada de extrema Iaudanza en la que lellama nada menos que 'erudita enciclopedia de las floridas letras' y dice luego 'y tanto que deél, mejor que del otro a quien alababa Vclusiano, se puede decir: Legí de est, quidquid ah boccontingerít ignorari'; pero eran tiempos aquellos en los que, entre eruditos y teólogos, se hilabamuy delgado y a poco de que la obra de Sigüenza hubo salido de las prensas de Juan de Ribera,el agustino Fray José Sicardo se percató de que aquel 'Otro' ----que Sigüenza posponía al PadreAyerra- era nada menos que San Agustín, parecióle cosa grave e injuriosa como tal ladenunció a la Inquisición.» Triunfo perténíco. prólogo de José Rojas Garciduenes (México:Ediciones Xóchitl, 1945), pp. 14-15.

Véanse A. Méndez Plancarre, Poetas nooobispanos (1621-1721), Parte Segunda (México:Imprenta Universitaria, 1945), pp. XV_XVI, IXVIII n. 6, 24-29; Cesáreo Rosa-Nieves, Franciscode Ayerra Santa María, poeta puertorriqueño (San Juan: Editorial Cordillera, 1963) y «Franciscode Ayerra Santa María (1630-1708), primero poeta puertorriqueño», Revista de/Instituto deCultura Puertorriqueña, X (1967), l.

4 Estando o hallándose presente.

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5 Nombre indígena de la isla de Puerto Rico, cuya grafía y etimología se ha discutidomucho. Véase Rubén del Rosario, «Consideraciones sobre la lengua en Puerto Rico», 21conferencias de literaturapuertorriqueña (San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1960,pp. 25-27, y Luis Lloréns Torres, América, estudios históricos y filológicos (San Juan: Ed.Cordillera, 1967), pp. 154, 179 Y 203.

6 Llamébase así durante la época virreinal el mar Caribe.

7 Antes de reemprender el viaje a España los navegantes se surtían de agua potable en laisla. Los nombres de los pueblos Aguada, Aguadilla y Aguas Buenas atestiguan estaimportancia de la isla. Véase Adolfo de Hosros , HistoriadeSanJuan, ciudadmurrada(San Juan:Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1979), pp. 477-82.

8 La construcción de las obras de la fortaleza San Felipe del Morro, empezada en 1533, seterminó tal coma existe hoy día en 1650. Sobre la historia del fuerte, A. de Hosros , Historia,pp. 177-265.

9 El que trabaja en obras navales.

10 «Vaso de carga; y sirve ordinariamente en varios parages de Indias, para el transporte degranos, y otros géneros», Diccionario de Autoridades, reproducción de la Editorial Gredas,Madrid, 1963-1964, que abreviamos «Autoridades». Para Joan Corominas la voz es del francés'hourque', de origen germánico, tal vez del neerlandés 'hulke'. Diccionario crítico etimológico, IV(Madrid, Gredas, 1971), pp. 651-52.

11 En 1518 Juan de Grijalba visitó el pueblo de Xalapa, dominado por Nahucaupareptl , oCofre de Perore. Se conocía después de 1720 por el nombre de Xalapa de la Feria, debido algran mercado donde se vendía el cargo que había llegado desde las Filipinas. Actualmente sellama Jalapa de Enrfquez. Perer Gerhard, A Guide to the Historicei Geography 01New Spain(Cambridge: Universiry Press, 1972), pp. 373-78.

12 En el siglo XVII había para los viajeros una venta en el pueblo de Perore, donde sefundó en 1754 la doctrina San Miguel de Perore, Gerhard, pp. 376-79.

13 Después de dispersar los rumulruanres de la famosa noche del alboroto de los indios,don Antonio Desa afirma en su informe, fechado en México el 16 de junio 1692: «volví a salirafuera para procurar por todos medios se atajase el fuego que iba trasminando todo el palaciopara cuya consecución pasé a la casa de la Morada de Cristóbal de Medina, maestro mayor dearquitectura, y habiendo hecho le cargasen por estar impedido, 10envié y pasé a la calle Tacubaen busca de herramientas... » Alboroto y motin, ed. I. A. Leonard, p. 108.

14 Huaxaca, como en otros documentos de la época.

15 «la provincia de Chiapa tiene más de 25 pueblos, el principal y cabeza es Chiapa de losIndios, de donde toma nombre todo el Obispado; es uno de los mejores y mayores de indios,no sólo de la Nueva España, sino de todas las Indias: tiene más de 10.000 indios vecinos todosde mucha policía y razón, son muy hábiles e ingeniosos, aprenden con facilidad cualquieroficio que consiste en arte, son muy acaballerados, corteses y bien criados, y todos los más sonmuy buenos hombres de a caballo, y así tienen muy buenos caballos y hacen muy buenasfiestas, corren cañas y sortija, que pudiera parecer muy bien en la corte de Su Magesrad.»Antonio Vázquez de Espinosa, Compendio y descripción de las Indias Occidentales, ed. B. VelascoBayón (Madrid: Atlas, 1969), p. 144. Cf. Thomas Gage, The English-American; A New Survey01 the West Indies, 1648 (London: George Routledge, 1928), pp. 164-67.

16 «La provincia y gobernación de Soconusco es del distrito de este obispado. Está en lacosta del mar del Sur, ferrilísima de cacao; es de temple muy caliente, todos los años vienen aella de la Nueva España de México y de la Puebla de los Angeles muchas recuas con harinas yOtras mercaderfas, así de la tierra como de España a cargar de cacao." vázquea, Compendio, p.145.

17 Desde 1950 se llama la villa de Tlalixtac de Cabrera. Gerhard, Guide, pp. 29-51.

18 «El Ilustre Señor D. Juan de Poblete, natural de México, Cura de Santa Cathalina,Canónigo Magistral por oposición de Michoacén, y de allí Chantre, Arcediano, y Deán deMéxico, renunció la Mitra de la Nueva Segovia, y la del Arzobispado de Manila, tan estudiosoque tenía al Maestro de las sentencias en los márgenes con singulares annotaciones de su letra,

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tan asistente al Coro, que más parecía vivir en la Iglesia que en su casa, donde como Religiosoabstinente en el comer, modesto en el vestir, era exemplar en sus virtudes; la rema que tenía larepartía a pobres con tal secreto, que sólo él y el que recibía la limosna lo sabían, y así muriópobre de bienes temporales, y rico de virtudes en 8 de Iulio de 680 años. Mandóse enterrar enel Colegio de las Niñas, donde espera la resurrección universal. Tuvo por Hermano alIlustrísimo Señor D. Miguel de Poblere , Arzobispo de Manila, a un sobrino D. ]oseph MilIán,que le sucedió en el Arzobispado, y a D. Chrisróbal Millán, Prebendado de la Santa Iglesia deMéxico, su Hermano, y una Matrona Hermana, Doña María Poblere, Viuda del SecretarioJuan de Ribera que le asistió muchos años, y que en su casa sacaba los paneciros de SantaTheresa milagrosamente en el agua formados, maravilla que celebró México por singular,] sedeclaró por tal, cuya relación es forzosa.» Fr. Agustín de Verancurr , «Tratado de la ciuda deMéxico», en Teatro mexicano (México, 1698), p. 19, Y a continuación la relación de lospeneciros de doña María Poblere, de quien era «doncella huérfana» la esposa de AlonsoRarnírez.

19 Durante los siglos virreinales los reos fueron condenados a destierro en las Filipinas. En1598 se quejaba Antonio de Morga de la cantidad de ellos y de su excesiva libertad. Yen otroinforme, fechado el 26 de abril, 1827, Manuel Bernaldez Pizarra recomendó que dejaran demandar criminales a las islas. Véase E. H. Blair y J. A. Roberrson, The Philippine lslands,1493-1898,55 vals. (Cleveland, Ohio, 1903-1909), vol. 10, p. 93; vol. 19, p. 143; vol. 51,p. 211. En el Archivo General de la Nación hay una cédula real que permite a los virreyesrecoger a los vagabundos recién llegados a San Juan de Ulloa y mandarlos a las Filipinas.Reales cédulas 1, folios 39-40. Véase también Juan de Palafox y Mendoza, Ideaspolíticas, ed. J.Rojas Garcidueñas (México: Universidad Autónoma, 1946), pp. 148-49.

20 El galeón Santa Rosa llegó a Cavite el día de San Juan Bautista y volvió a Acapulco elaño siguiente bajo en mando del general Antonio Nieto. Blair , Pbilippmes, vol. 42, pp.191-213. William 1. Schurz dice que el galeón fue renovado en Acapulco en 1766. TheManila Galleon (New York: Dutton, 1959), pp. 198-99 y pássim.

21 Habiendo regresado a Acapulco en 1683, el virrey le nombró castellano ad ínterim deAcapuleo. Se le atribuye la restauración del castillo y parece que volvió a las Filipinas pocodespués, puesto que fue encargado de resolver una disputa en Macén. Blair, Philippines, voL42,213-14 Y 195. En 1697 el viajero Giovanni Gemelli Careri escribió que «el sábado 2 (defebrero) entré a ver el pequeño castillo, el cual, como no tiene foso ni baluartes, es sólo notablepor su buena artillería de bronce, suficiente para defender el puerto de cualquier enemigo».Viaje a la Nueva España, ed. Francisca Perujo (México: Universidad Nacional, 1976), p. 11.

22 «En cuanto a la ciudad de Acapu1co, me parece que debiera dérsele más bien el nombrede humilde aldea de pescadores (tan bajas y ruines son sus casas, hechas de madera, barro ypaja) que el engañoso de primer emporio del mar del Sur y escala de la China.. Acapuleonecesita proveerse, en lo que toca a su sosrenimienro, en otros lugares; y por ello vivir cuestacaro, no pudiéndose gastar menos de un peso de a ocho al día por una buena mesa! Lahabitación, además de ser muy caliente, es fangosa e incómode.» Gemelli Careri , Viaje, pp.7-8. Según el cronista Antonio de Robles, la nao de China salió el Viernes Santo, 28 de marzo.Diario de sucesos notables (1665-1703), 3 tomos, ed. Antonio Castro Leal (México: EditorialPorrúa, 1946), voL II p. 16. Además de ser cronista de la época, Robles fue amigo deSigüenza y albacea de su testamento.

23 El camino a las Filipinas que describe el autor es el más acostumbrado del siglo XVII.Véase el excelente estudio ya citado de William Lytle Schura, The Manila Gaileon.

24 En 1521 Magallanes visitó las islas de las Velas Latinas, y por el comportamiento de losnaturales, las llamó de los Ladrones. Sólo en el siglo XVII fueron escala fija en el camino a lasFilipinas. Con la llegada de los jesuitas y el primer gobernador, Juan de Santa Cruz(1668-1672), la corona tornó posesión de las islas, llamándolas islas Marianas por la reinaMariana de Austria, viuda de Felipe IV.

25 Guen, Fray Juan de San Antonio escribió que la isla San Juan Bautista también sellamaba Yguan o Guajan. The Philippine Chronicles 01 Fray San Antonio, tr. D. Pedro Picorneli(Manila: Casalinda and Historical Conservation Scciety, 1977), pp. 54-55.

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2(, Humata, Se cree que fue la ensenada de Umarac donde echó anda Megallanes en 1521.«Sailing along the sourhem coasr we then carne ro the tcwn of Umacag where ships anchor forrcfreshmenrs. The governor has ahouse here and he comes here with his guard ro welcome thePhilippine gallean on irs arrival.» San Antonio, Cbronide, p. 56.

27 Palapa. El pueblo de Palapag está en la isla de Sámar, al sur del estrecho de SanBernardino.

28 Para llegar a Manila los galeones tenían que pasar por las islas, entrando por el estrechode San Bernardino, que está al norte de la isla Sárnar, donde se encuentra el cabo del EspírituSanto.

2\1 Aiarive!ez, Está en la entrada de la bahía de Manila, donde se encuentra hoy díaCorregidor .

.'>0 El puerto de Cavire, dentro de la bahía, fue fundado por Legaapi.

31 Nombre dado a los residentes chinos en Filipinas. Sobre el origen, véase Btair,Pbilippines. vol. 1, p. 39; 3, p. 74; 23, pp. 219-20, Ypdssim.

_,2 "Parián, probablemenre de paria del tamul pareiyan. teñedor de bombo, ya que éste erauno de los oficios principales de los parias." José Pedro Machado, Diccionario etimológico dalíngttapm·tllg/teJa (Lisboa: Ed. Confluénia, 1952). Gonzalo Ronquillo de Penalosa, gobernadorde las Filipinas 0580-1583), hizo construir el Parián, o mercado, para los sangleyes. Para A.Vézquez de Espinosa, «de la otra banda del rfo Pass¡ hay otra Triana, que es un grande y buenpueblo de más de 3.000 vecinos, que se llama Tundo, donde viven los chinos y sangleyes, enque se hace esta ciudad muy populosa y abastecida; estos sangleyes son todos los más oficialesmuy hábiles, curiosos y sutiles en todos oficios, y así ponen tienda del que les parece que másse usa y tiene mejor salida, y dentro de pocos días ponen por difícil, que sea de suerte, que sontan hábiles, que todos cuantos oficios quieren usan con gran primor, como mejor le está comosi roda su vida le hubieran ejercitado en ellos, y así este lugar de estos chinos o sangIeyes, quehan venido de la gran China por ser cristianos es de mucha importancia para la ciudad, porqueen él hallan cuanto han menester." Compendio, Pp- 184-85. Véase Ch'en Ching-Ho, TheChinese Commsnity in the Sixteenth Century Pbiiippines (Tckyo: Centre for East Asian CulturalStudies, 1968) y Alberto Sanramarla, O. P., «The Chinese Parian; el Parián de los sangleyes»en The Cbínese in tbe Pbilippines, 1500-1700,1 (Manila, 1966). pp. 67-132.

Después de la destrucción de los cajones de ropa en la plaza mayor durante el famosoalboroto de los indios en México en 1692, se construyó un mercado para el gremio de loschinos, es decir los tratantes de Filipinas. Llamado también el Parián, el mercado existía hasta1828, cuando fue saqueado en el motín de la Acordada y fue derruido por orden de Santa Annaen 1843. Véase Colección de documentos oficiales relativos a la construcción y demolición del Parián(México, 1843).

3,') En 1639 la ciudad de Madrás fue fundada por el inglés Francis Day, quien construyó lafortaleza San Jorge en Madrasparam, o Madraspatnam, al norte de Santo Tomé y Mylapore.Para los cristianos de India Madrás es importante por el santuario del apóstol Santo Tomás,quien sufrió el martirio a manos del rey de Mylapore en 53 de nuestra era. Fray DomingoNavarrete visitó el mame en 1670 y dejó una curiosa descripción del santuario. The Travels andControiersies 01Friar Domingo Navarrete, ed. J. S. Cummins, Vol II (Cambridge: UniversityPrcss, 1962), pp, 297-302.

En el «Prólogo al lector» del Paraíso occidental (1684), Sigúenza y Góngora se refiere a laestancia del mismo santo en tierra americana. Refiriéndose a sus escritos que quedaban enmanuscrito, dice: «Cosas son estas, y otras sus semejantes que requieren mucho columen, y asíprobablemente morirán conmigo, (pues jamás tendré con qué poder imprimirlo debido a migran pobreza). Quiera Dios Nuestro Señor no sea así lo que tengo averiguado de la predicaciónde Santo Tomás Apóstol en esta tierra, y de su Christiandad primitiva." Sobre este escrito,véase L A. Leonard , Sigüenza y Góngora, pp. 97-99.

34 Medras también se llamaba antiguamente Calamina, como consta en Pedro SebasnénCubero en su Peregrinación y en Giovanni Botero en su Relationi anioerseli.

35 Sincapura, como en otros textos de la época.

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-'6 Actualmente se llama Djakarra, cerca del estrecho de Sunda que separa las islas Sumarray Java. Desde 1609 tenían los holandeses gobernador en Batavia, y cuando visitó la ciudadAlonso Ramírez ocupaba el cargo Jan Camphuijs.

:17 Habitantes de Macasar, pueblo en la isla Célebes .

.'>I:l Síaneses .

.'19 Serán los habitantes de Bajus o Bugis, pueblo más importante de Célebes.

40 Como ejemplo de lo difícil de localizar algunos de los nombres que menciona Sigüenza,Biair registra las siguientes formas por Macan: Macao, Macam, Nacan, Macán, Macau,Machan y Machao. Hay que tener en cuenta también que lo esencial de esta narración se loCOntÓ Alonso Ramírez.

41 Naturales de Tartana, al norte de China. Blair, Philippines, vol. 3, p. 205.

42 El santiaguista Gabriel de Curuzealegui y Arriola, almirante y regidor de Sevilla, llegóa Manila el24 de agosto de 1684 y sirvió de gobernador hasta su muerte en 1689. Después dela muerte de Curuzealegui, sirvió de gobernador ad interim el oidor don Alonso de AbellaFuertes, hasta tomar posesión el 19 de julio, 1690, otro santiaguista, don Fausto Cruzar yGóngora, gobernando hasta 1701. Será el gobernador pariente de Sigüenza y Góngora, quienmenciona a Domingo Jirnoza Perris de Cruzare y Góngora, «mi tío» en el Alboroto y motín, ed.1. A. Leonard, p. 29. Véase también Robles, Diario, III, pp. 254, 267 Y 271.

4'> Provincia al norte de Manila en la isla de Luzón.

44 Capitanes mencionados en Blair, Pbilippines, vol. 24, pp. 175-76 Yvol. 29, p. 197.

45 La provincia de Pangasinam está en Luzón, al sur de llacas. Panay es otra isla al sur deMindoro.

4r, Por estos mismos días estaba muy cerca el famoso WiHiam Dampier, autor del famosoVoyage RONnd tbeWor!d, edirado por Sir Albert Gray (London: Argonaut Press, 1927), véase lapágina 260. Creemos que se trata de un capitán BeH que también estaba cerca de las islas porlas mismas fechas, tema que seguimos investigando.

47 Los navegantes holandeses Joris van Spilberg y Jakob LeMaire pasaron al Atlántico en1615 sin dar con el estrecho de Magallanes. LeMaire describió la travesía en Gest ende¡'V'est-lndische Spiegei (Leyden, 1619), y el estrecho todavía lleva su nombre.

48 Los cabos Engaño y Boxeador están en el extremo norte de la isla de Luzón.

49 Caponiz, nombre dado a tres islas en la costa de Zamales en la provincia de Luzón, alnorte de la entrada a la bahía de Manila. Véase el mapa del padre Murillo de Velarde,reproducido en Old Maps 01tbe World, V (Cleveland: Bloch, 1959).

50 «Espacio en la cubierta superior desde el palo mayor hasta el castillo de proa»(Diccionario de la lengua española de la Real Academia, publicado por Espasa Calpe,decimonovena edición, 1972, que abreviamos en adelante Diccionario).

51 Pelicondon, será error de imprenta por Pulo Cóndor, isla que también se llamaba ConSon en la costa sur de Cochin China, actualmente el Vietnam. La palabra malaya 'pulo'significa isla o isleta. Blair , Pbiiippines, vol. 4, p. 207, n. 30. Como Otros escritores, Sigüenzaescribe 'pulí'.

52 También se escribía 'Camboja' o 'Camboxa'.

B W¡Uiam Dampier menciona también esta costumbre de los puiocóndores: «They are sofree of rheir Women, rhac they would bring them aboard and offer rbem to us ; and many ofOUr Men hired them for a small Maner.» Neo Voyage, p. 268.

54 Puiiubi, isla en la bahía de Siam, 40 leguas al oeste de Pulocondor, según Dampier.New Voyage, p. 271.

55 En el texto se lee 'sianeses', a pesar de haber escrito poco antes el autor Siam.

56 Puñal o «arma blanca, de uso en Filipinas, de menor tamaño que el campilán y quesuele tener la hoja de forma serpenreada.. Diccionario. Del malayo pasó al portugués y luego alespañol. Véanse Hobson-jobson, A. Glossary 01cQ/loquial Anglo-Indian Wordsand Pbrases and ofkindred terms (London, 1903), y J. P. Machado, Diccionario, 'cris'.

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~7 Creemos que se refiere Tamburlan al grupo de islas Kepulauan Tambelan que estánentre Borneo y Binran . La mayor se llama Tambelán.

58 Será Sukadana en la costa oeste de Borneo, o Bomey como en otros escritos de la época.

59 Será acrualmenre Tiomon en la costa de Malasia, al norte de Singapore.

60 Puede ser error de imprenta por lar, mencionado por Morga y hoy día es J ohore eninglés. Véase, Antonio de Morga, Sucesos de las islas Filipinas, ed. José Rizal (París, 1890), p.2. En la Biblioteca Lilly de la Universidad de Indiana se conserva el ejemplar de los Sucesos quepertenecía a don Carlos de Sigüenza. No hemos podido, sin embargo, averiguar ningún influjode Morga en el escrito de Sigüenza.

61 En su popular Peregrinación queha hecho por la mayor parte del mundo (Zaragoza, 1688),Pedro Sebastién menciona la isla de Pululaor (p. 239). Creemos que se trata de la isla Aur(Puloaur o Puliaur) cerca de la de Tiomán.

62 El estrecho de Sunda está entre Java y Sumacra; el de Singapore, entre Sumarra yMalasia.

63 «Después de haber comido, y así también en todas las horas del día, acostumbran teneren la boca cierta hoja verde de una hierba llamada por ellos buyo, la cual mezclan con un frutoque llaman bonga, ya estas cosas añaden cal muerta hecha de conchas marinas, y mastican todojunto tragando el jugo y humor que sale de ello, el cual primero es verde y amarguillo, peropor los efectos que de ella se ven, pues ayuda mucho a la digestión, despierta y conforta lossentidos de Venus, conserva las encías y los dientes y da un aliento muy bueno y oloroso. Suhoja la produce una planta semejante a la de los frijoles y cultivada precisamente comoaquéllos, apoyándola a algún palo o rama o pequeño arbusto, sobre los cuales se va enroscando.Los españoles, tanto los hombres como las mujeres, acostumbran también masticarla y tenerlasiempre en la boca, ya que una vez probada no se pueden luego estar sin ella; yo la masticaba debuena gana alguna vez, y sentía una satisfacción y fortificación de estómago, que me dabamayor vigor que el que da el vino, en vez del cual estos indios acostumbran ofrecer en susvisitas cortésmente a los amigos el dicho buyo. «Prancesco Carlerri , Razonamiento osde mi viajealrededor del mundo, edición y traducción de Francisca Perujo (México: Universidad NacionalAutónoma de México, 1976), pp. 93-94. Y J. Rizal apunta en su edición de los Sucesos deA. deMorga (p. 206, n. 15, Y p. 275) que «bonga es el nombre que se da a la areca en Filipinas, ybuyo llaman al betel, o a la mixtura que de él se hace».

64 Nombre dado a la costa de Australia. Darnpier , New Voyage, pp. 310-16.

65 Hoy día la República Malagasy, la isla de Madagascar fue conocida por Marco Polo,pero sólo en el siglo XVI fue visitada por los navegantes y sobre roda por los piratas. En 1500Diego Dias la nombró San Lorenzio.

66 Creemos que se trata de la isla Santa Elena. Véase. G. C. Kirching , «The Loss andRecaprure of St Helene, 1673>" en Mariner'J Mirror, XXXVI (1950), pp. 58-68.

67 Explica Dampier por qué los navegantes, después de abandonar Santa Elena, seacercaban a la costa del Brasil: «Ships might shape their course so as ro keep on the Africanshore, and pass between Cape Verd and Cape Verd Islands; for rhat seems ro be the direcresrcourse re England. Bur experience often shewes us, rhat rhe farrhesr way about is rhe nearestway home, and so it is here. For by srrifing ro keep near the African Shore, you meet wirh rheWinds more uncertain, and subject ro calms; whereas in keeping the midway berween Africaand America, or rather nearer the American Continenr, till you are North of the Line, youhave a brisk consrant gale.» New Voyage, p. 366.

68 «El que hace veces de sargento en las brigadas de artillería de marina» (Diccionario).

69 Forma española del inglés 'quarrermesrer', cabo de mar.

70 «Acontecimiento fortuito y desgraciado, que coge sin prevención» (Diccionario).

71 Lo mismo que 'reflexión', «vale consideración, o segundo reparo que se hace sobre elasunto o materia que se trata o discurre". Sebasnén de Covarrubias, Tesoro de la lenguacastellana o española, ed. de Martín de Riquer (Barcelona: S. A. Harta, 1943).

72 «Embarcación de una pieza, más pequeña que la canoa, con el fondo plano y sin quilla»(Diccionario) .

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73 Los pájaros cebones son más propios de las Filipinas. En su viaje a las islas el padreNavarrece los describió así: «What I an many more admire is, rhar in being no bigger in Bodythan an ordinary Chicleen, tho long legg'd, yet ir lays an Egg Iarger rhan a Goose, so that theEgg is bigger rhan rhe Bird irself and no Man living would judge thar rhe Egg should becontain'd wirh¡n ir,» J. S. Cummins apunta en su edición de The Traiels and Controoersies ofFriar Domingo Navarrete, citando la Enciclopedia Británica, que éste es «un ejemplo de lo queparecía fantástico en las narraciones de los viajeros y que, rechazado por muchos, más tarde severificó». Tmsets, Vol. I (Cambridge: Universicy Press, 1962), p. 117.

74 «Hay unas aves que llaman pájaros bobos, y son menores que gavinas, y tienen los piescomo los anadones, y pósanse en el agua alguna vez, y cuando las naves van a la vel~ cerca de lasislas, a cincuenta o cien leguas de ellas y estas aves ven los navíos, se vienen a ellos, y cansadosde volar, se sientan en las entenas y árboles o gavias de la nao, y san tan bobos y esperan tanto,que fácilmente los toman a manos, y de esta causa los navegantes los llaman pájaros bobos: sonnegros, y sobre negro, tienen la cabeza y espaldas de un plumaje pardo oscuro, y no son buenosde comer, y tienen mucho bulto en la pluma, a respecto de la poca carne; pero también losmarineros se los comen algunas veces. lo) Gonzalo Feméndez de Oviedo, Sumario de la naturalhistoria de las Indias, ed. José Miranda (México: Fondo de Cultura Económica, 1950), p. 169.Véase Blair, Pbilippines, Vol. 42, p. 31l.

75 Americanismo, cocinas.

76 Para facilitar la lectura, hemos incluido en el texto los nombres de las islas en el Caribe,los cuales figuran en el margen la primera edición. Es posible que el autor descubriera losnombres después de haberle entregado el manuscrito al impresor.

77 Actualmente Barbados, al noesre de Trinidad.

78 Ocupada por los franceses en 1635. El gobernador de 1677 a 1695 fue Pierre Hencelin.David P. Henige, Colonial Gooemors from tbe Fifteenth Century to the Present (Madison:Universiry of Wisconsin Press, 1970), p. 3l.

79 «El que por el conocimiento del lugar en que navega dirije a ojo 1 rumbo de lasembarcaciones» (Diccionario).

80 «Poner en movimiento una embarcación en el mar; gobernarla o dirigirla» (Dicciona­rio).

81 El domingo, 19 de agosto, 1498, Colón visitó estas islas, llamándolas Madama Beata yAlto Velo, actualmente Beata y Alta Vela. «Farallón o islote muy aIro, cerca de la costaseptentrional de la isla Española, que se descubre a mucha distancia entre la punta de la Beatay la isla de Vaca.» Antonio de Alcedo, Diccionario geográfico de las Indias Occidentales o América,ed. Círiaco Pérez-Busramanre (Madrid: Atlas, 1967), p. 44.

82 Ocupada por los ingleses, Jamaica fue, como Medagascar, muy frecuentada por losbucaneros. Desde 1655 ya tenía gobernador inglés.

8., «Ancla pequeña, de cuatro uñas y sin cepo, que sirve para embarcaciones menores»(Diccionario).

84 También se llama 'chalana', «embarcación menor, de fondo plano, proa aguda y popacuadrada que sirve para transportes en parajes de poco fondo» (Diccionario),

85 «Cabo que va del árbol mayor al trinquete, cuerda colocada en diferentes sitios delbuque, a manera de pasamano o maroma tendida entre las dos orillas de un río, mediante lacual pueden palmearse embarcaciones menores» (Diccionario). Aquí, una cuerda entre el barcoy la tierra.

86 Imposible es precisar dónde Alonso Ramírez y los suyos llegaron a tierra firme. Dadaslas descripciones que nos ofrece la narración, debiera ser la playa al norte de la bahía de laAscención, o tal vez la de Chetumal, entre Yucarén y Belice.

87 Amencanisrno, «lo mismo que luz encendida o fuego y se usa generalmente en rodaAmérica». Alcedo, Diccionario, IV, p. 282. Véase, Francisco Santamarfa, Diccionario deamericanismos (México: Robredo, 1942).

88 Ave de México del tamaño de una gallina. Cuando está volando grita desaforadamente,y de ahí le viene el nombre.

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89 M. C. García Berna! proporciona datos sobre dos encomenderos en Yucatán durante elsiglo XVIII; en 1679 Juan González de Alcaudete tená 71 indios y Juan González de Ulloa en1658 tenía una encomienda de 35 indios en Campeche y en 1688 tenía otra con 246 nativos.Yucdtán, población y encomienda bajo los Al/sI/"ias (Madrid: Consejo Superior de InvestigacionesCientíficas, 1978), pp. 248, 485, 496 y 246. En 1688 tenía la encomienda de Tihosuco doñaInés Zapata, viuda de Francisco Muñoz Zapata, encomendero desde 1641 (p. 518).

90 Tejosuco y Teiosoco, pueblo encomendado al sur de Valladolid. Jorge Ignacio -RubioMañé dice que en 1685 «después de sus hazañas en Campeche los bucaneros se dirigieron alCaribe y entraron en la bahía de la Ascensión. Desembarcaron en la costa oriental de Yucaténcon cerca de quinientos hombres, se internaron y llegaron a una próspera población, lavanguardia de la colonia española en el levante yucateco, el pueblo de Tihosucc. Lo saquearony destruyeron. Siguieron su marcha hacia el noroeste, con la mira de hacer lo mismo en la villade Valladolid". Anota el mismo investigador que «recuperó Tihosuco la prosperidad en elsiglo XVIII, llegando a ser rico granero de Yucatán. En la Guerra de Castas, 1847-1852 fueroralmente destruido. Hace unos quince años comenzó a poblarse de nuevo, quedando dentrode la jurisdicción del territorio de Quinanra Roo». lntrodsccion al estudio de losvirreyes de NuevaEspaña, 1535-1746, JI (México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1959), pp.128-29~

91 Antonio de Alcedo se refiere al «playón grande y hermoso, en la costa y provincia deYucatán», Diccionario, 1, p. t31. La villa de Salamanca de Bacelar, fundada en 1544 por elcapitán Gaspar Pacheco, fue destruida en 1652 por los piratas ingleses y luego abandonada.Perer Gerhard, Tbe Soetbeest Prontier 01 Neto Spain (Pnnceron: Princeron University Press,1979), p. 9.

92 Sobre la arquitectura maya y una descripción de los pozos de agua, todavía es útil ladescripción de Joho Lloyd Srepbens, lncidents cf Travel in Yucatán, 11 (Norman: Universiry ofOklahoma Press, 1962), pp. 24, 35-36.

9., _Pueblo de unos 20 indios que en 1688 pertenecía a la duquesa de Alburquerque, doñaAna de la Cueva Enríquez. Garcfa Bernal cita el pueblo 'Tela' (p. 532, no. 45) y Gerhard,'Ha' y 'Tilá' (pp. SO, 156-57)~

94 Cuando el saqueo de Lorencillo y Grammont, «D. Luis de Briaga mandó tocar a rebato,reunió trescientos hombres bajo el mando de D. Ceferino Pecheco , encomendero deTihosuco». Juan Francisco Melina Salís, Historia de Yucatán durante la dominación espeiiota, 11(Mérida de Yucarén, 1910), p. 317.

En 1544 Alonso y Melchor conquistaron los pueblos de Chactemal y Yaymil, y luego en1547 el de Salamanca de Bacelar. Descendientes de los hermanos fueron encomenderos en lapenínsula, aunque no figuran entre los de Tihosuco en los estudios de Garete Berna! yGerhard.

'-)) La iglesia se llamaba San Agustín Tihosuco. Gerhard, Soutbeast, p. 78.

'-)6 Pueblo encomendado de 618 indios en 1688, siendo encomendero don José de SalazarMontijo. Garcla Bernal , p. 531; Gerhard, Soatbeest, pp. 85-86.

<Ji Tal vez pariente de doña Catalina Manuela de Cealerum, pensionista de la encomiendade Tixhualahtun en Valladolid. Existe un título a favor de ella del 6 de junio de 1692,confirmado en 1699. Garcfa Bemal, pp. 234 Y 546.

98 Zepberino de Castro, encomendero en 1688 de 120 indios en el pueblo de Yalcoba en laprovincia de Valladolid, habiendo heredado la encomienda a don Tomás de Castro Velasco, supadre. García Beranel, p. 527.

99 Ytramal, al noreste de Mérida, fue la antigua Izamarul, centro religioso maya. Sobre lasruinas de la primitiva pirámide construyeron los franciscanos un templo, yen 1559 fray Diegode Landa trajo de Guatemala dos imágenes de la Inmaculada, una para Mérida y otra paraIzamal. Nuestra Señora de Izamal, coronada en 1949, es la patrona de toda la península.Bernardo de Lizana, Historia de Yecatán (1633) y Srephen, Incidents 01Travel, pp. 283-85.

lOO Juan José de la Bárcena, gobernador de Yucarán, 1688-1693. M. C. Garcfa Bemalofrece un extracto de una carta suya al rey, 1" de mayo de 1689, en La sociedad de Yucatán

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(Sevilla: Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1972), p. 100. Véase J. F. Malina Salís,Historia, 1I, pp ..¿22-29.

101 Casa en el barrio de San Cristóbal en Mérida.

IO~ Garcfa Bernal cita una certificación de Bernardo Sabido, «escribano real y público deMérida», fechada el 12 de noviembre de 1681. Sociedad, pp. 391 Y 403.

103 En 1681 el padre Cano escribió la «Licencia del ordinario» de la Exposición astronómicadel padre Kino, yel año siguiente dio la aprobación eclesiástica para la Libra astronómica de donCarlos de Sigüenza. De este religioso escribió Agustín Vetancurt: «El Señor Doct. D. JuanCano Sadobal, natural de México, Canónigo, Maestreescuela, yJuez Provisor del Arcobispado,y Obispo de Yucarán, cuyas letras fueron conocidas». «Tratado de la ciudad de México» enTeatro mexicana. p. 19. Véanse A. Alcedo, Diccionario, IV, p. 231 Y j. l. Rubio'Mañé,lntrodeccion. IlI, p. 164, n. 125, donde se lee: «Por bula del 17 de diciembre de 1682 fuepromovido a obispo de Yucatán y tomó posesión en Mérida el 8 de agosto siguiente. Secaracterizó en esa mitra por su energía en promover reformas sociales, por su actividad eninstalar varias parroquias en diversos pueblos de su vasta diócesis, estableciendo tambiénescuela de primeras letras en [Odas, y por la suma caridad que ejercía, refiriéndose que en unaocasión de nortes invernales se despojó de su capa y la puso en los hombros de un mendigo quese quejaba del frío. Murió en esta mitra, en Mérida, el 20 de febrero de 1695.»

104 Otro amigo Íntimo de Sigüenza y Góngora, a quien debemos haberse "salvado delnaufragio» la Libra astronómica y filosófica del catedrático y astrónomo. Véase la introducción ala Libra astronómica.

lO) Las ediciones modernas de esta obra ofrecen 'viaje', palabra que aparece en la ediciónde 1902, en lugar de 'viático', «prevención, en especie O en dinero, de lo necesario para elsustento del que hace un viaje» (Dícaonerio).

10(, En 1686 este discípulo predilecto del autor había hecho un viaje de reconocimiento delSeno Mexicano en busca de una posible población francesa establecida en aquellas playas.Sigüenza no deja de referirse a este amigo en varios escritos suyos, siendo el último la"Contestación a Andrés de Arriola», escrita el9 de mayo, 1699, donde le llama «un ángel enlas costumbres, véase Feo. Pérez Salazar, Biografía, p. 140. sobre este alumno de Sigüenza, I.A. Lconard, Documentos inéditos de donCarlos deSigüenza y Góngora (México, 1963), pp. 44-45,52, 73 Y 108.

107 Después de llegar a Veracruz, Juan Enriquez Barroto participó en la batalla contra losfranceses en Santo Domingo que narra Sigüenza en el Trofeo de la justicia española. «Catorceoficiales, veinte artilleros con su Condestable, Cornelis Camelia, ocho marineros, cincogrumetes y tres pajes .. acompañaron a Enríquez Berroro, y creemos que entre éstos estabaAlonso Ramfrez , quien llegó a ser capitán de mosqueteros y a quien llama en el Trofeo (p. 29)«don Alonso Ramírez», Véase Jorge 1. Rubio Mañé, Introducción al estudio de IOJ virreyes deNueva España. III (México, 1961), p. 34.

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