El Hueco - Walter Adet

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1 EL HUECO Walter Adet

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Poemario del escritor salteño.

Transcript of El Hueco - Walter Adet

  • 1

    EL HUECO

    Walter Adet

  • 2

    A Rodrigo

  • 3

    INDICE

    Barqueros

    Aniversario ... 4

    El cuerpo ...6

    Cantos de hogar 7

    La torre 9

    Adn 9

    Cancin del lunes 10

    Cancin de los cuatreros 11

    Boca de Mar 12

    Los pensativos 13

    Parbola del nio 14

    Orden social 15

    Trapo Negro 15

    Las Nubes 17

    Cancin 19

    Lejos de aquella luz 19

    Ulises 20

    Luna del pueblo 20

    Elega 22

    Carta 23

    Despedida de Walter Adet 24

    Texto de contratapa de la edicin original 25

  • 4

    Barqueros

    Nufragos en su cuerpo

    los barqueros,

    que cantan hacindose a la mar.

    Nufragos en el agua de su cuerpo

    y en tierra firme

    sin desembarcar.

    Soy el nufrago,

    un hombre que se busca

    aferrado a s mismo para no hundirse en los

    dems.

    Aniversario

    I

    Cuanto caer de no tocar el suelo,

    en tanto los dems andan silbando

    y allas en tu cuerpo

    de venas quebrajosas

    agobiando a pipas de tabaco.

    Cuando del tiempo tan slo sabes

  • 5

    que un almanaque dura todo el ao,

    donde otra vez regresa

    sin monaguillos de hongos,

    no hostias gordas,

    el da de tu santo.

    Ahora que tocas fondo en lo insondable.

    Cunto caer mientras andan silbando!

    Desde tu biblia en que no es una oveja

    la que descarra

    sino todo el rebao.

    II

    Y qu le brindars a tu crispada

    emanacin del tiempo a tus arterias,

    entre las remazones

    de tu cuerpo,

    con su rastrojo dndote cosechas.

    Qu apagn en los ojos

    del que palpa

    el espesor de un hueso en letra

    y letra!

  • 6

    III

    Sueas que nacen libros

    de hoja en hoja

    bajo tus uas

    en gotas de fuego,

    libros que dejars

    para que crezcan

    rboles de raz sin filamento;

    resucitados entre los que un da

    removern sus lpidas de viento.

    Cincuenta y nueve aos

    que has cumplido

    a ser mendigo de otro nacimiento!

    El cuerpo

    Cuntos ahorros de que me sustento

    guardo por ms de medio siglo, el pobre;

    oro bajo su mscara salobre

    nquel en su metfora de viento.

  • 7

    Para pagarle ni siquiera en cobre,

    ni con el bronce de su monumento,

    sino en metal de no contar el cuento

    dndole de plomo y

    hasta que le sobre!

    Porque hay un rbol najo mi dominio

    y es un pino con hojas de aluminio,

    un pino a cuya sobra de retiro.

    Por asaltar el banco donde ahorro,

    en esta edad, cuando pedir socorro

    es otra forma de pegarse un tiro.

    Cantos de hogar

    I

    Qu se dir el abuelo

    cuando le burbujea

    la boca,

    en el asilo?

    Ahora que ni reza ni blasfema,

    que sus labios

  • 8

    ondulan sin sonido.

    Con el bastn

    que lo tiene en su puo

    atizando rescoldos del camino.

    En el Hogar, rumindose

    la barba.

    Casa de dos ambientes, el adis y el

    olvido!

    II

    Por qu le habr tocado

    Justamente

    a l en esa familia

    en el asilo?

    La del silln

    que le tiende sus brazos

    y lo acuna dormido.

    Venir a encariarse

    con l

    habiendo tantos

    ancianos adoptivos.

  • 9

    La torre

    Yo anunci monumentos

    a los pjaros,

    eclipses de luna en los espejos.

    Cort las flores

    de un jardn

    sin dueo.

    Desde mi torre de marfil

    cuyas ventanas dan al stano.

    Desde la que anunci

    y agradec.

    Adn

    Caes rbol y todo

    de la vida,

    manzana metafsica de Newton.

    Caes a formular

    correctamente

    la Ley

  • 10

    en este mundo.

    (Yo estoy de pie

    porque gan la inercia.

    Porque no hay fuerzas

    ni

    para

    caer.)

    Cancin del lunes

    Fumas y cabes en un cenicero,

    contemplas apagada

    por el fuego

    tu casa;

    y miras las traicin

    del hombre al hombre,

    vspera

    de otro da

    sin maana.

  • 11

    (La traicin,

    Esa mano

    que lava la otra

    mano,

    cuando las dos

    emponzoan

    la cara.)

    Cancin de los cuatreros

    Desde mi casa de huno

    cachorritos de vino,

    revolcndose a lomos de un caballo.

    Y qu cosecha, entonces,

    la de los diablos en el camposanto!

    Hay que ver al borracho

    quebrar su damajuana

    para saber quin somos

    en el hueco,

    de la cruz

    de un caballo

    robado.

  • 12

    Boca de Mar1

    (a Arturo Dvalos,

    que arroj su ropa

    por la borda.)

    Porque fuiste marino en el obraje

    y en el mar obrajero y no marino,

    es que si desandabas un camino

    te seguan el monte y el oleaje.

    Y porque como piedra de molino

    pasaba la cordura en tu equipaje,

    pudo sobrar ese bal de viaje;

    alta marea la de tu destino.

    Y porque fuiste tan cordero y lobo,

    sagaz y simple, confidente y parco

    y sediento y austero ante una jarra,

    puede ser hoy una ola un algarrobo,

    mvil un puerto, tierra firme un barco

    y la boca del mar una guitarra.

    1 Versin modificada por el autor de , de En el sendero gris (1962).

  • 13

    Los pensativos

    Son los que conocieron

    en la arena

    el reloj de las horas verdaderas.

    Deslizan en las cosas

    traslucidas monedas,

    lminas,

    una estiba

    de escamas

    impalpables.

    Son los que caen

    dentro de sus ojos

    y desde all contemplan

    empozados, la vida;

    la ven hundidos

    en el tembladal.

  • 14

    Parbola del nio

    a Cristin.

    Como desde un baldo

    de cementerio

    conoce al tiempo

    cardador de huesos

    y llora y llora

    hasta que le hacen

    cario.

    Escoria de oro el tiempo

    y el sueo.

    que no deja dormir.

    Y llora porque todo

    no es ms que la miseria.

    Conoce al tiempo,

    a los hombres del hueco,

    la inundacin que los dej sin agua!

    Las almas combustibles del infierno!

    Dice .

  • 15

    Orden social

    Ensean a escribir en las escuelas y a leer

    entrelineas en las crceles,

    persuaden a los gatos regndolos, rocindolos.

    Contradecirlos

    es hacer un nido

    en el sombrero

    del espantapjaros.

    En la otra vida

    allanarn la imprenta

    donde publica hojas

    inditas el rbol.

    Trapo Negro

    A Roberto Maehashi.

    Trapo negro ese saco deslomndose,

    como la piel del diablo desollado tras el tapial

    del cementerio;

    tirado all, leoso,

    qued de un pordiosero

  • 16

    y yo entro en l a manotazos

    con ojos huecos.

    Voy a los costurones del mendigo

    donde la luz es de hueso molido

    y me hundo en l a preguntarle cundo

    se le qued el camino,

    por qu estoy en su manto desfondado

    mientras la noche siembra

    sus carbones del olvido.

    Desde que al verlo as, crucificado,

    me rend con los brazos abiertos y de espaldas

    en sus remiendos,

    me arrodille enfundndolos y trasmino mi piel

    la cruz del hombre, su calvario de hilos

    ahuesados.

    Pero eso es lo que siento caminar en mis pasos,

    Siempre cada vez ms yndose a menos.

    Ahora que yo soy l desde la noche

    en que bajo su ropa

    me vest con su cuerpo.

  • 17

    Trapo

    negro,

    bolsa de la limosna!

    como manto de perro.

    Las nubes

    I

    Ya ser intil

    esperar que caiga,

    en mi taza de leche,

    la mosca blanca;

    ahora que no basta la salud,

    porque ha llegado la vejez

    a la sensacin

    y hay en el mundo a toda hora un eclipse

    de hombres.

    (Ser viejo es darle calcio

    a la gangrena.

    cuelgan colgando

    telaraas

    negras.)

  • 18

    II

    Dnde la vide

    contemplar las nubes,

    con ojos

    de albail

    ante un baldo?

    La vida en sueos de mi voz flua

    con tal envin

    que la cre destino.

    El agua de la vida sin compuertas.

    Nubes entre linyeras

    a paso de horizonte por los

    caminos.

    Ya no hay huellas

    del agua,

    ni alas de mosca

    blanca.

    Se lo ha llevado

    la creciente

    al rio!

    a Eduardo, hermano

  • 19

    Cancin

    Se pregunto

    .

    Lejos de aquella luz

    Es una luz cernida en telaraas

    la que nos deja el alba

    en la ventana,

    lejos de aquella inmensa, cuando el agua

    del cielo

    desbordaba la copa de los rboles.

    En la plaza de flores,

    en la plaza de nunca

    jams.

  • 20

    Ulises

    Imagin darle otro

    nombre al fuego

    y bautizar el agua,

    resolvi que ni el tiempo saciara

    la sed que lo colmaba.

    Como no poner en marcha

    Un monumento!

    Se le lloran los ojos cuando canta.

    El tiempo y en su barba rastrojos de

    la luna.

    Ciclope que lo mira

    con el ojo del hacha!

    Luna de pueblo

  • 21

    -nos dijimos los dos en este pueblo

    donde los padres nos han puesto el mundo desde

    su abismo.

    En este casero donde rondan

    aullndonos los hombres y los ros.

    Done es una emboscada

    en el desierto, la vida.

    Vbora en combustin de sangre fra.

    La que desmemoriados recordamos,

    la vida.

    Y el mrmol una piedra con races.

    Y la salud que nos fum el tabaco.

    Aqu abajo la llaga de la luna

    madrejn del aullido en mi canto.

    Desde los tembladales del alcohol, en el

    hueco

    donde la sed masca lana de vidrio

    y a tocar fondo

    desde que suba

    y ondulaba en la luna

    el camino.

  • 22

    Aqu donde dejamos una huella,

    la sombra del que riega en rbol muerto.

    Telaraas visillos de la luna,

    perros de manicomio

    en este pueblo!

    Elega

    Duermes en tu aposento de races,

    donde todo el desierto te atraviesa

    y donde el mrmol es un tnel de humo

    en que cuaja la leche de las piedras,

    (Alguna vez dijimos

    conjurando un peligro:

    )

    Y yo an en la vida, entre los hombres,

    en este reidero de mendigos.

    Yo que tanteo el muro,

    Sus bloques de ceniza

    y los espejos ciegos de la noche.

  • 23

    Carta

    Cartas, papel de olvido!

    Yo no responda con la de mi canto

    y hasta ni me despido

    porque regresar desde dormido

    en esa carta, nadie sabe cuanto!

  • 24

    Despedida de Walter Adet

    Todo lo presagiaba. Todo l era un presagio. Pero a pesar de que

    podamos presumirlo desde hace tiempo, nos lleg de golpe la sorpresa: Walter

    Adet haba muerto. Muri viviendo y vivi para la vida: para nosotros y para

    l.

    Su caso es increble porque nunca acabar de morir completamente. Estn

    sus das sobre la tierra que tanto am; estn sus poemas llenos se savia y

    generosa lumbre. Acaso la existencia no es eso que jams se corta, que jams

    acaba si quien la lleva consigo es un alma elegida para no extinguirse?

    Yo siempre pens que su poesa est labrada como si fuese un oficio al

    que se entreg con denuedo, con pasin. Y l lo saba ms que nadie. Pocas

    veces se ha visto esa persistencia, ese agarrarse a los seres y las cosas como

    queriendo asirse a su propia tabla de salvacin.

    Comer, dormir, dejarse estar fueron accidentes menores, si se los

    compara con su afanosa bsqueda de la belleza. No era slo inspiracin la

    suya; era trabajo constante. Saba que cada signo, cada frase no entraba en

    cualquier intersticio del lenguaje, sino en el lugar que les correspondiera.

    As hizo de su obra un ejemplo para nosotros. Sin malgastar en vano una

    sola moneda luminosa que, en sus manos de orfebre, era casi la luz del da que

    pretende escaprsenos sin que nos demos cuenta. Hermosa avaricia de no

    desperdiciar lo inefable, de hacer que aquel tesoro que nos fue legado para la

    alegra del mundo no desaparezca.

    Ayer a la oracin me dieron la noticia. Y se encendi de pronto la tarde

    en un ltimo resplandor; su poesa se convertir desde ese momento en un

    smbolo de algo que forma parte de lo eterno.

    Ral Aroz Anzotegui.

    Limache (Salta), 10 de octubre de 1992.

    (Palabras pronunciadas en el sepelio de Walter Adet, en nombre de la

    Comisin Bicameral Examinadora de Obra de Autores Salteos)

  • 25

    Algunos de estos poemas figuran incluidos en una antologa personal

    (Los oficios, Anacreonte, 1987), pero de aquel bosquejo o anticipo de libro

    resulta hoy este hueco lacerado por la discordia y la nostalgia; a mitad de

    camino de camino entre el rechazo de lo humano y su exaltacin.

    Descoyuntada bsqueda entre el gesto crispado y el amor. Hueco en

    que se transforma aquel esbozo de , porque si

    abunda la vejez, con su cortejo de cadas, son ms los despeados en el hondn

    de su conciencia.

    Acaso estuvo un da en nuestra mano decidir y nos quedamos entonces

    en esta cueva, en este hueco de las pesadillas, pero habitable a cambio de

    ciertas condiciones.

    Tales como empeamos en derribar esa pared sin gota de cemento

    que nos separa a todos, pues poco ha de servirnos detenernos, perplejos, a

    presentir la tos de un bastn en la oscuridad.

    Dura misin as la del poema; censor que nos prohbe llenar carillas

    con carminados lpices labiales y que nos quiere ensabanados de cal viva.

    Que nos recuerda siempre, pero en secreto, sin decrnoslo: Matar el

    tiempo es ser suicida.

    W.A.

    (Texto de contratapa en la edicin original)

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    Edicin digital por Sebastin Mio, tomado de Walter Adet Obra Literaria,

    Secretaria de cultura de la provincia de Salta. Direccin general de accin

    cultural.