El Eslabón de Cristal Cuento Infantil

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Cuento infantil de Andreu Martín y Jaume Ribera

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  • 1. Cumpleaos feliz

    Haba dos carteles pegados en la puerta. En uno pona: S, la fiesta es aqu!, en gran-des letras de colores dibujadas por el propio Hc-tor. En el otro, debajo, Feliz cumpleaos, Hctor, con la letra de Aurora, su madre, un poco vacilan-te a causa del principio de artritis que sufra. Den-tro de la casa, los muebles del comedor haban sido retirados para hacer sitio a una gran mesa monta-da con cuatro caballetes y dos puertas, una encon-trada en un contenedor y la otra sacada para la ocasin de la habitacin de sus padres. Un mantel de papel las cubra a ambas. La altura de los caba-lletes no era uniforme, de modo que la mesa que-daba un poco inclinada, pero no lo suficiente como

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    para que los platos de plstico con patatas fritas, ganchitos y los refrescos de la marca blanca del supermercado se deslizaran por ella y se precipita-ran al suelo. Haba unas doce sillas; la mayora eran diferentes, ninguna era moderna y tres de ellas presentaban un aspecto tan frgil que el he-cho de usarlas podra considerarse un deporte de aventura.

    Hctor estaba sentado en una de las sillas sa-nas y montaba un castillo de naipes sobre la mesa desequilibrada. Ya tena dos pisos e iba a por el ter-cero. Cualquiera que le hubiera visto le habra su-puesto libre de toda preocupacin, pero no era as: Hctor siempre recurra a trabajos mecnicos o f-sicos cuando estaba muy nervioso, con la esperan-za de que absorbieran toda su atencin y le libra-ran de la desazn. Raras veces lo consegua.

    Habra sido mejor empezar la fiesta a las seis dijo Armando, su padre, moviendo la cabe-za. La gente come tarde los sbados y ponen muchas pelis buenas en la tele en la sobremesa... No es extrao que se retrasen.

    Claro dijo Aurora. Adems, he ledo que llegar en punto a una fiesta se considera de mala educacin.

    Hctor mir a sus padres con el as de trbol temblndole en las manos.

    Y si no vienen?

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    No os pelis, por favor! grit de repente desde un rincn la abuela Nina, que padeca de-mencia senil y de vez en cuando sala con comen-tarios que no venan a cuento de nada. No te-nis por qu! Hace un da muy bonito! No llueve!

    Cierto: el da era radiante, con apenas unas nubes muy blancas, definidas y dispersas en el azul intenso del cielo, gracias a lo cual no corran peli-gro de mojarse a causa de las goteras. El tejado no admita ms reparaciones y la nica solucin que tenan cuando llova consista en colocar cazos y ollas bajo las goteras, tarea en la que Hctor era un experto. A aquella casa en el vecindario la llama-ban La Casa de las Ollas.

    Tranquila, madre, nadie se est peleando dijo Aurora. Pero la abuela, despus de su arre-bato, se haba quedado dormida y su respuesta fue un sonoro ronquido.

    Claro que vendrn insisti entonces Ar-mando con una carcajada exagerada, destinada a subrayar su incredulidad ante la posibilidad de que la fiesta pudiera echarse a perder. No faltara ms! Acaso no has ido t a todas las fiestas de tus compaeros de clase?

    Hctor no contest. No saba qu decir. Se estaba sintiendo invadido por una sensacin de pnico. Antes de las cinco haba sido solo apren-sin, pero a medida que pasaban los minutos y no

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    apareca ningn invitado, su estado de nimo se haba ido ensombreciendo y lo que haca unos das le haba parecido una posibilidad inquietante pero remota empezaba a transmutarse en casi una certe-za. No quera ni mirar el reloj, pero, aunque cerra-ra los ojos, el tictac implacable sonaba dentro de su cabeza. Claro que contaba con que algunos de los invitados fallaran, eso ya lo haba dado por hecho, pero todos? Incluidos sus mejores amigos?

    No poda ser. No poda ser que todos hubieran renunciado

    a su fiesta para ir a la de Bijou.Cmo odiaba a Bijou!Bijou era la chica nueva de aquel curso. La pa-

    sada primavera, sus padres haban comprado la mansin de la colina y, tras reformarla durante todo el verano, en otoo se trasladaron all a bordo de un coche de lujo seguido por cinco camiones de mudanzas. En el pueblo no se haba visto nada pa-recido desde la visita del Gran Circo Americano. El padre de Bijou, el seor Buenaventura Schreder, era millonario gracias a sus fbricas de tapones de cera para los odos, modelo patentado (tapones de cera para los odos!), y la familia se haba mudado al pueblo por prescripcin mdica, a causa de una alergia que sufra su esposa y que le impeda vivir en sitios ms dignos de aquella familia, como el Taj Mahal o el Palacio de Buckingham. Si Bijou y Hc-

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    tor iban al mismo colegio era porque en Pinonegro no haba otro, y tambin porque la madre de Bi-jou, ms sensata que su marido, se negaba a en-viarla a un internado suizo de lujo.

    Bijou, que en francs quiere decir Joya, era un apelativo ridculo que le haban puesto sus tas de Pars y que ella haba adoptado en detri-mento de su nombre verdadero, que era, ni ms ni menos, que el de Federica.

    Las cinco y veinte. Aurora se haba asomado a la puerta y oteaba la calle como un rostro plido con ganas de bronca, ansioso de ver aparecer a los indios. No se vea a nadie.

    Pues es un poco raro, eh? dijo. Se-guro que pusiste bien la hora en las invitaciones?

    S, mam.Pues s que es coincidencia que todos se re-

    trasen.Venga, Aurora, no seas ceniza t tambin!

    dijo Armando. Cmo no van a venir? Son sus mejores amigos!

    Pero pronto van a dar y media y yo no los veo por aqu dijo la madre de Hctor.

    Si no vienen, tocaremos a ms patatas fritas y ganchitos contest Armando, sonriendo, mientras mova la cabeza rechoncha y adornada con un bigote excesivo. Pero no tendremos esa suerte!

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    Hctor odiaba esa actitud de su padre, un es-tado de nimo permanente que le induca a en-contrar ventajas en las adversidades y calamidades que constantemente les acaecan, ya fueran eco-nmicas, que eran las ms frecuentes, o de cual-quier otro tipo. Y tambin le enojaba su actitud servil y sumisa ante la gente que tena ms poder o dinero que l, es decir, ante cualquiera.

    Pero tampoco poda culparle por su optimis-mo con respecto a la fiesta. No le haba contado nada, ni a l ni a su madre, de la que organizaba Bijou.

    La semana anterior, dos das despus de que Hctor entregara las invitaciones a sus compae-ros de clase, Bijou le entreg otra a l. Vena den-tro de un sobre de color rosa, impresa a cuatro tin-tas y con el texto adornado con un exceso grfico de flores y arabescos:

    Ests invitado a mi fiesta de cumpleaos.Se celebrar en los jardines y salones de la Mansin

    de la Colina.Habr msica, magia y otras sorpresas.

    El prximo sbado 2 de diciembre.No faltes!

    Hctor se qued sin habla al leerla.Pero es tu cumpleaos?!

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    Bijou abri mucho aquellos ojos azules que provocaban comentarios de admiracin por don-dequiera que fuera y que, decan, dejaban rendido a sus pies a todo el que los miraba.

    Ah, no. Mi cumple es en verano, pero, como en verano no hay cole, celebro la fiesta para los compaeros de clase cuando me parece bien.

    Pero el sbado es mi cumpleaos! Y yo ce-lebro mi fiesta!

    Bueno, y qu? Nadie te lo prohbe dijo Vernica Salado.

    S, que cada uno elija a cul va y ya est dijo su hermana Vanesa, con una risita.

    La gemelas Vero y Vane eran las ms chismo-sas del colegio. Fascinadas por el estilo, la riqueza y la pijera de Bijou, la seguan a todas partes como perritos falderos. A Hctor le ponan muy nervioso porque tenan la lengua muy afilada y siempre se las arreglaban para avergonzarle por cosas que no eran culpa suya, como, por ejemplo, por el hecho de que sus padres fueran pobres. Hizo un esfuerzo para hacer abstraccin de su presencia y le dijo a Bijou:

    Oye, tienes que cambiar la fecha. Yo orga-nic la ma antes y, adems, el sbado es mi cum-pleaos.

    Cuando Hctor acab la frase, ya haca rato que Bijou negaba con la cabeza. Implacable.

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    No la cambiar. No puedo.Claro que puedes!Las gemelas subrayaban la conversacin con

    risitas idiotas.No, no puedo dijo Bijou. Vienen los

    Tacapop y el gran mago Kreena y aadi como un juez pronunciando una sentencia inapelable: Y este sbado es la nica fecha que tienen libre, me lo dijo pap.

    En tu fiesta van a actuar los Tacapop y el mago Kreena? dijo Hctor, admirado muy a su pesar.

    S. Se supona que era una sorpresa, pero qu ms da. Yo que t sera listo y cambiara la fe-cha de la fiesta.

    Nosotras ya lo sabamos puntualizaron Vero y Vane a do para que quedara claro que for-maban parte del crculo ms ntimo de Bijou y que tenan acceso a informacin privilegiada.

    Bijou ya se haba dado la vuelta para seguir repartiendo invitaciones, insensible a su problema. Hctor, sin poder contenerse, la agarr del brazo:

    Oye...!Y, entonces, la mano de Vane se cerr sobre

    su mueca y dijo:Hctor..., es verdad que tu madre en la

    sala de fiestas les limpia el trasero a los que van a los lavabos?

  • 18 El eslabn de cristal

    Hctor enrojeci y se qued mudo. Su madre trabajaba como seora de los lavabos en la nica sala de fiestas de Pinonegro. Y eso le avergonzaba. Y tambin el trabajo de su padre, que estaba en el servicio de limpieza del ayuntamiento, es decir, barriendo las calles. Nunca saba cmo reaccionar cuando se burlaban de l por eso. A veces, incluso l mismo se senta tentado de recriminarles a sus padres por no haber sido capaces de encontrar unas ocupaciones ms valoradas.

    Sin darse cuenta haba soltado a Bijou, y Bi-jou y sus dos escuderas se alejaron de l.

    Hctor no poda cambiar la fecha de la fiesta. Tanto su padre como su madre trabajaban los sba-dos. Haban pedido el da libre y lo haban consegui-do para ese sbado concreto, pero el prximo era imposible, pues haba feria en el pueblo y tanto el alcalde como el propietario de la sala de fiestas con-sideraban que necesitaban tener en pie de guerra a todos sus empleados. El siguiente fin de semana era festivo con puente incluido y, despus, ya empeza-ban las vacaciones de Navidad.

    Hctor haba pensado que la mayora de sus compaeros elegiran su fiesta. Despus de todo, l llevaba aos en la escuela y Bijou era una re-cin llegada. Claro que algunos, como Vane y Vero, preferiran la fiesta pija de Bijou, pero los ms cercanos a l no le fallaran. Se lo haban ase-

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    gurado cuando se lo fue preguntando a unos y a otros:

    Cuento contigo, verdad?Claro, por supuesto.No faltara ms.Ahora, al recordarlo, empezaba a imaginar

    miradas evasivas acompaando a ese tipo de res-puestas.

    Le faltaban solo dos cartas para completar el castillo de naipes, y las manos le temblaban mien-tras intentaba colocarlas las dos a la vez, cuando en el reloj de la iglesia sonaron las campanadas que anunciaban las cinco y media de la tarde.

    Por qu no llamas a David? dijo su padre. Es uno de tus mejores amigos y tiene mvil, no?

    Hctor asinti con la cabeza y se desplaz hasta la mesita donde tenan el telfono. Marc el nmero de David, se lo saba de memoria. Le tem-blaban los dedos al pulsar las teclas. David tard un poco en contestar:

    S? Quin es?David?Qu? Qu dices?Se le oa mal a causa del ruido que le rodeaba,

    murmullos de conversaciones y risas y, de repente, como si se desencadenara una tormenta, el arran-que de una msica de ritmo contagioso a un volu-men atronador.

  • 20 El eslabn de cristal

    La misma msica que ahora empezaba a orse tambin procedente de la casa de la colina, ate-nuada por la distancia, pero perfectamente identi-ficable. Qu bien nos lo vamos a pasar, el ltimo gran xito de los Tacapop.

    El castillo de naipes se derrumb sobre la mesa. Hctor solt el telfono, corri hacia su ha-bitacin y, de bruces en la cama, se ech a llorar.