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Contenido Introducción .................................................................................................... 7 Pensadores (A-Z) ............................................................................................ 13 Siglas y bibliografía básica ........................................................................... 961 Índices particulares ....................................................................................... 963 1. Temas principales. Siete diccionarios en uno ........................................... 963 1. Pensadores clásicos 2. Condenados o amonestados 3. Maestros espirituales y místicos 4. Compromiso práctico, moral 5. Hombres de Iglesia 6. Filósofos 7. Literatos 2. El primer milenio ......................................................................................... 967 1. Pensadores bíblicos o del siglo I 2. Gnósticos y apologetas (s. II) 3. Padres prenicenos (s. III) 4. La crisis arriana 5. Padres de la Iglesia 6. Pensadores de las iglesias orientales, del siglo VI al X 7. Pensadores de la Iglesia occidental (ss. VI-X) 3. De la Reforma gregoriana a la modernidad. Siglos XI-XVIII ...................... 968 1. Las cristiandades de Oriente 2. La nueva cristiandad occidental. Siglo XI-XII 3. Escolástica latina. Siglo XIII-XIV 4. Renacimiento y humanismo. Siglos XV y XVI 5. Reforma protestante: siglos XVI-XVII 6. Contrarreforma católica, el Barroco: siglos XVI-XVII 7. Ilustración. Siglo XVIII 4. Siglo XIX-XX: las grandes rupturas .............................................................. 971 1. Ruptura y creatividad racional 2. Ruptura social 3. Ruptura antropológica 4. Tradicionalismo católico 5. Situación actual, las tres confesiones ......................................................... 972 1. Nueva teología protestante 2. Nueva teología católica 3. Nueva teología ortodoxa. La aportación rusa 6. Apéndice. Divisiones especiales .................................................................. 975 1. Órdenes medievales. Dominicos 2. Órdenes modernas. Jesuitas 3. La gran tradición

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  • Contenido

    Introduccin .................................................................................................... 7

    Pensadores (A-Z) ............................................................................................ 13

    Siglas y bibliografa bsica ........................................................................... 961

    ndices particulares ....................................................................................... 963

    1. Temas principales. Siete diccionarios en uno ........................................... 9631. Pensadores clsicos2. Condenados o amonestados3. Maestros espirituales y msticos4. Compromiso prctico, moral5. Hombres de Iglesia6. Filsofos7. Literatos

    2. El primer milenio ......................................................................................... 9671. Pensadores bblicos o del siglo I2. Gnsticos y apologetas (s. II)3. Padres prenicenos (s. III)4. La crisis arriana5. Padres de la Iglesia6. Pensadores de las iglesias orientales, del siglo VI al X7. Pensadores de la Iglesia occidental (ss. VI-X)

    3. De la Reforma gregoriana a la modernidad. Siglos XI-XVIII ...................... 9681. Las cristiandades de Oriente2. La nueva cristiandad occidental. Siglo XI-XII3. Escolstica latina. Siglo XIII-XIV4. Renacimiento y humanismo. Siglos XV y XVI5. Reforma protestante: siglos XVI-XVII6. Contrarreforma catlica, el Barroco: siglos XVI-XVII7. Ilustracin. Siglo XVIII

    4. Siglo XIX-XX: las grandes rupturas .............................................................. 9711. Ruptura y creatividad racional2. Ruptura social3. Ruptura antropolgica4. Tradicionalismo catlico

    5. Situacin actual, las tres confesiones ......................................................... 9721. Nueva teologa protestante2. Nueva teologa catlica3. Nueva teologa ortodoxa. La aportacin rusa

    6. Apndice. Divisiones especiales .................................................................. 9751. rdenes medievales. Dominicos2. rdenes modernas. Jesuitas3. La gran tradicin

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  • 4. Nuevos retos, pensadores nuevos5. Un elenco de pensadores hispanos6. Un diccionario con mujeres

    ndice general de pensadores ...................................................................... 981

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  • Introduccin

    Este diccionario recoge la vida y obra de unos mil ciento cincuenta pensadorescristianos que han definido y siguen definiendo la historia religiosa y cultural noslo de Espaa y Europa (Occidente), sino del mundo entero. Ms que pensa-miento, el cristianismo es experiencia y compromiso de vida, pero es una expe-riencia que ha enriquecido el pensamiento de miles de millones de personas. Poreso me ha parecido conveniente recoger de un modo unitario la vida y obra de lospensadores cristianos ms significativos.

    Podra haber empezado con Jess, el primer cristiano, precisando los rasgosprincipales de su mensaje y doctrina, para que sirvieran de referencia a todos los si-guientes, pero he preferido tomarlo como punto de partida para tratar slo de aque-llos que, de modos diversos, se han apoyado en l para elaborar su pensamiento,desde mediados del siglo I ( Pablo de Tarso, Marcos, etc.) hasta principios del XXI( Ratzinger, Rowan Williams, etc.). As recojo por orden alfabtico alrededorde mil ciento cincuenta pensadores, incluyendo entre ellos no slo a telogos y fil-sofos, sino tambin a literatos, juristas o msticos, es decir, a personas que han pen-sado y expresado aquello que est en el fondo del movimiento cristiano.

    ste es bsicamente un diccionario a favor, y as escucha especialmente lavoz de aquellos que han sentido y vivido como propio el cristianismo. Pero noquiere ser proselitista (no hace propaganda del mensaje de Jess), ni se cierra s-lo en aquellos que han sido favorables a su mensaje, sino que incluye tambin lavida y argumentos de muchos que en la modernidad se han opuesto de algn mo-do al cristianismo (al menos al oficial), como han podido ser Marx o Nietzsche,pero pensando desde el interior del mismo cristianismo.

    Como todo diccionario, ste es tambin muy incompleto, como advertir pron-to quien acuda al ndice general. He querido introducir a todas las grandes figu-ras del pensamiento cristiano antiguo y, en general, estoy convencido de que helogrado hacerlo, en una lnea oficial. Pero es posible que falten en mi lista al-gunos adversarios antiguos como Celso, o pensadores de las iglesias no calce-donianas (sobre todo de tradicin siraca). Faltarn tambin muchos filsofosque se podran tomar como cristianos, sobre todo a partir del siglo XVI, y tambinmuchos cientficos y artistas. Pero esas omisiones resultan inevitables, pues de locontrario este libro se hara infinito.

    La omisin ms dolorosa afectar sin duda a los pensadores del momento ac-tual, entre los que he citados a bastantes, pero he podido olvidar o relegar a otros,segn mi conocimiento y criterio, que puede ser parcial, aunque no creo que ha-ya sido partidista. Resulta difcil discernir a los pensadores importantes del mo-mento actual, valorando su importancia, antes de que el paso del tiempo borre sumemoria o la conserve acrecentada. Por eso es normal que en este campo haya la-gunas, que espero me perdonarn aquellos que deban estar y no estn. Quiz enuna nueva edicin del libro podr introducirles con justicia.

    Dicho eso, he de aadir que he querido escribir un diccionario positivo y abier-to, haciendo lugar para todas las tendencias, desde una perspectiva catlica, esdecir, universal. Por eso caben aqu los catlicos confesionales, hombres y mu-jeres, pero tambin los ortodoxos y los protestantes, y, de un modo, especial aque-llos que han sido condenados o notificados por alguna instancia oficial, pre-cisamente por aquello que han pesado. He querido que puedan caber todos losque han desarrollado un pensamiento vinculado al cristianismo.

    Empleo para cada pensador un mismo esquema. Tras su nombre pongo las fe-chas de su nacimiento (y de su muerte, si es que pertenecen al pasado), con la in-

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  • dicacin de su iglesia (catlico, ortodoxo, etc.) y algn otro dato que ayude a si-tuarlo: nacin o cultura, orden religiosa a la que pertenece, en el caso de que seareligioso, partidario de una lnea teolgica o social, etc. A continuacin presentolos rasgos principales de su pensamiento y recojo algunas de sus obras o librosms significativos. En algunos pocos casos (sobre todo en pensadores de la ac-tualidad) me ha resultado imposible fijar el ao de nacimiento, pues ste es un da-to que algunos tienden a ocultar (y as he querido respetarles).

    La mayora de las entradas son breves: varias lneas (menos de una pgina).Pero en aquellos casos que me parecen ms significativos (de Orgenes a Rah-ner, de Toms de Aquino a Congar, de Lutero a Barth, de Kant a Girard, de Cal-vino a Ignacio de Loyola, de Bonhffer a Luther King, por poner unos ejemplos)he querido extenderme escribiendo varias pginas, hasta ofrecer casi un tratadode su vida y obra. El lector los distinguir pronto; ellos forman la espina dorsal demi diccionario.

    ste es un diccionario, no un libro de texto. Por eso, no desarrolla de manerasistemtica el pensamiento cristiano en cuanto tal, sino que hace algo previo: pre-senta de un modo esquemtico a una serie de grandes pensadores que han defi-nido la historia y la cultura de Occidente (y del mundo), pues ella resulta insepa-rable de la aportacin cristiana. Si queremos saber lo que somos, debemosconocer lo que han sido y han dicho los grandes pensadores cristianos cuya viday obra recoge este libro.

    Como indicar en la bibliografa, existen ya varios libros de conjunto (enci-clopedias, obras generales) que han desarrollado el mismo tema, especialmenteen ingls; hay adems una serie casi inabarcable de informaciones electrnicas,que servirn de ayuda a los interesados y curiosos, siempre que sepan discernirlos datos (as lo hace, por ejemplo, el BBK: Biographisch-Bibliographisches Kir-chenlexikon: http://www.bautz.de/bbkl/). Pero no existe, que yo sepa, en perspec-tiva hispana, ningn texto de conjunto que recoja y valore la vida y obra estos milciento cincuenta pensadores cristianos, como yo hago en este libro, desde unpunto de vista catlico, aunque abierto a todas las confesiones y formas de cul-tura cristiana.

    Este diccionario es fruto de cuarenta aos de estudio y enseanza de teologa,y as condensa lo que ha sido un elemento esencial de mis lecturas y mis reflexio-nes, que he venido recogiendo en apuntes de clase, resmenes de libros, recensio-nes y esquemas de trabajos anteriores, sin olvidar mi contacto personal con mu-chos autores actuales, a quienes he podido presentar as de primera mano. Lamisma atalaya de mi vida profesional me ha permitido observar y anotar la viday obra de muchos pensadores que aqu incluyo de un modo agradecido. En esa l-nea he de aadir que este diccionario resulta inseparable del conjunto de mi vidade lector, profesor y autor de libros de fondo cristiano.

    He dicho que no existe en castellano nada parecido, pero debo matizar ese jui-cio recordando el trabajo memorable de P. Santidrin, titulado casi como el mo,Diccionario breve de pensadores cristianos (Estella 31999; 1 ed. de 1991), que hacumplido una funcin importante en nuestro espacio social, cultural y religioso.Guillermo Santamara, director de publicaciones de Verbo Divino (editorial don-de P. Santidrin haba publicado su libro), me ha sugerido que retome y amplelos motivos principales de aquel libro, matizando su ttulo, pues ya no se trata deun diccionario breve, sino simplemente de un Diccionario de pensadores cris-tianos, con pretensiones un poco ms amplias y sistemticas. Por eso, he co-menzado recordando a P. Santidrin y agradeciendo a Verbo Divino su confian-za al pedirme que elabore este nuevo diccionario, que ahora ofrezco a modo decontinuacin y complemento de mis dos anteriores: Diccionario de la Biblia (Es-tella 2007) y Diccionario de las tres religiones (Estella 2009, en colaboracin conA. Aya).

    Es un diccionario de pensadores cristianos. Por formacin y docencia, me he fi-jado ms en las ideas que en la vida de los mil ciento cincuenta pensadores querecojo en este libro. Pero las ideas son inseparables de la vida, de manera que hedebido situar a cada pensador en su contexto social y religioso, recogiendo tam-

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  • bin sus obras principales, para escribir as una especie de Quin es Quin (Whois Who) en la historia del pensamiento cristiano. Ciertamente, como he dicho ya,en muchos casos, slo he podido ofrecer algunas referencias eruditas, pero enotros me he detenido a dialogar con los pensadores evocados, trazando de prime-ra mano, y con cierta extensin, el sentido de su vida y pensamiento, hasta ofre-cer as una especie de pequeo manual de teologa y cultura cristiana.

    Esta larga hilera de mil ciento cincuenta pensadores cristianos ha definido noslo mi vida, sino tambin la vida y la cultura de Occidente, pues ellos nos han he-cho capaces de pensar como pensamos y de ser lo que ahora somos. Ellos no sontodo, pues a su lado hay otros muchos hombres y mujeres importantes (en elcampo de la filosofa y la ciencia, de la historia general o la poltica), pero son sinduda muy significativos. La historia de los ltimos dos mil aos no est hecha s-lo de cristianismo, pero los pensadores cristianos han influido mucho en ella, co-mo podr ver quien se asome a la gran ventana abierta de este diccionario.

    Slo en los ltimos siglos (tras el Renacimiento y la Ilustracin) la filosofa y laciencia, la poltica y el arte de Occidente (con la economa y las comunicaciones)se han independizado del cristianismo, en un proceso que est llegando ahora(principio del siglo XXI) a su momento decisivo. Precisamente por eso resulta con-veniente recoger la vida y las aportaciones de aquellos que han sido en otro tiem-po forjadores del pensamiento cristiano, adelantando al mismo tiempo, unas cla-ves para comprender lo que puede suceder en el futuro, acudiendo para ellos a losnuevos pensadores cristianos.

    Este diccionario mira de esa forma hacia el pasado y as recoge la memoria ylas aportaciones de aquellos que nos precedieron, como una enciclopedia de pen-sadores cristianos antiguos. Pero, al mismo tiempo, se abre hacia el futuro, puesse fija de un modo especial en aquellos pensadores cristianos de la actualidad quepueden aportar una palabra de esperanza en medio de los cambios y crisis deltiempo presente.

    Ortodoxos y heterodoxos, mujeres y hombres. ste es un diccionario de pensa-dores, es decir, de hombres y mujeres que han descubierto y desarrollado, desdediversos planos, el sentido y las implicaciones de su cristianismo. Por eso no seocupa, en general, de corrientes o escuelas (como la escolstica o el marxismo),sino de personas, aunque, como en toda regla, habr algunas excepciones, que jus-tificaremos en cada caso (como los gnsticos y los Salmanticenses), pero en lamayora de los casos slo se ocupa de personas.

    Es un diccionario de pensadores cristianos, en sentido extenso, es decir, de per-sonas que se mueven dentro de una sociedad cristiana, sea de un modo confesio-nal, en lnea catlica, ortodoxa o protestante (como pueden ser Congar, S.Boulgakov o Barth), o en lnea no confesional e incluso crtica (como podran ser

    Kant, Hegel, Nietzsche o Unamuno). Es un diccionario escrito desde una pers-pectiva catlica e hispana. Por eso otorga cierto predominio a los autores catli-cos que escriben en lengua castellana (en Espaa, aunque tambin en Amrica La-tina), pero sin olvidar a los de otro espacio cultural (ruso, germano, anglosajn,etc.) y los de otras confesiones (ortodoxos, protestantes, etc.). De un modo espe-cial me he fijado en los herejes o distintos, condenados por antiguos concilios onotificados en los ltimos aos por la Congregacin para la Doctrina de la Fe.

    Pertenezco a la Iglesia catlica, pero entiendo la catolicidad en un sentido ex-tenso, desde el proyecto de universalidad mesinica de Jess y desde una opcinpositiva por el ecumenismo, y en esa lnea recojo por igual la vida y obra de pen-sadores cristianos no catlicos. No he querido separar a unos de otros (desde unaperspectiva hispana o catlica), sino integrarlos, desde sus diversas perspectivas,dentro del gran camino del pensamiento cristiano. En esa lnea, al comienzo decada entrada he procurado destacar la procedencia de cada pensador (alemn, es-paol, francs, argentino, etc.) y su identidad eclesial (catlico, protestante, etc.),pero sin que ello sirva como juicio de valor, sino como orientacin para el mejorconocimiento de su vida y obra.

    S muy bien que el pensamiento cristiano lo han elaborado de un modo oficialcasi siempre los varones, por ello resultan mayora en este diccionario. Pero hequerido poner de relieve la aportacin de casi cien mujeres, que han influido tam-

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  • bin de manera poderosa en la visin del cristianismo y que lo harn con msfuerza en un prximo futuro (llegando a ser mayora en el campo del pensamien-to cristiano). As lo indicar el ltimo de los ndices particulares que aado al fi-nal del diccionario.

    Una limitacin. No entran los judos estrictamente dichos. Ms difcil que fijar laidentidad intracristiana de cada pensador ha sido trazar la diferencia respecto deotros grupos religiosos muy cercanos, como son los musulmanes y, en especial,los judos, que comparten con el cristianismo no slo la Biblia (Antiguo Testa-mento), sino una parte considerable de su historia cultural. En este campo he de-bido tomar una opcin problemtica: he prescindido de los judos que no han op-tado expresamente por el cristianismo, aunque la divisin entre judasmo ycristianismo resulta muchas veces extremadamente tenue.

    Por eso no he podido incluir a Espinosa y Freud, ni tampoco a M. Buber y E.Levinas y a otros muchos, que deberan hallarse en un diccionario ms extensodel pensamiento occidental (e incluso cristiano), por el influjo que han tenido ytienen en el pensamiento, pues en Occidente (dejemos a un lado el mundo mu-sulmn) judos y cristianos ha estado tan estrechamente vinculados que es muydifcil separarlos. A pesar de ello, he preferido mantener la separacin, dejando aun lado a los judos estrictamente dichos, de los que se ocupa adems otro dic-cionario de esta misma editorial y coleccin (J. Maier y P. Schfer, Diccionario deljudasmo, Estella 1995).

    He tomado esta opcin por fidelidad a lo que ha sido la herencia especfica-mente cristiana y, sobre todo, por respeto a los judos, cuya identidad y diferenciaquiero mantener, sin decir que ellos son criptocristianos, ni apropiarme de su pen-samiento, por ms importante que sea para la cultura de Occidente y para el mis-mo cristianismo. De todas maneras, con cierta vacilacin, he introducido a variospensadores de origen judo que han optado expresamente por el cristianismo (co-mo E. Stein) o se han movido en un rea ms cristiana (como Marx, Berg-son o S. Weil). Sea como fuere, la demarcacin resulta difcil de establecer y esprobable que muchos no estn de acuerdo con las opciones que he tomado en ca-da caso.

    Utilizando otro criterio, hubiera sido preferible escribir un Diccionario de lospensadores de las tres religiones, que sirviera de complemento a mi libro anterior(Diccionario de las tres religiones). Pero ello hubiera supuesto otra extensin y untratamiento distinto, por la riqueza y la diversidad de los pensadores judos y mu-sulmanes. Por eso, sin renunciar a la posibilidad de ofrecer ms adelante una obraconjunta en esa lnea, escrita desde la perspectiva de las tres religiones, he prefe-rido elaborar y publicar por separado este Diccionario de pensadores cristianos,aun a sabiendas de sus limitaciones.

    ste es un diccionario personal, pues soy responsable de casi todas sus entradas.He sido durante casi cuarenta aos profesor de Teologa, en el Colegio Mayor dePoio y en la Universidad Pontificia de Salamanca, y he tenido ocasin de estudiar(e incluso de conocer) a muchos pensadores actuales de los que me ocupo. Porotra parte, el ao 1980-1981 tuve que impartir ya un curso de historia de la teolo-ga, con mi amigo Eliseo Tourn, y con esa ocasin decidimos elaborar juntosun proyecto como ste. Pero otras ocupaciones nos robaron el tiempo necesario,y la muerte prematura y dolorosa de mi amigo (en 1996) me dej solo en la tarea.Este diccionario refleja segn eso mis opciones y mis conocimientos, en la lneade lo que hubiera hecho Eliseo Tourn, gran historiador, y recoge de un modo es-pecial a los autores con quienes he tenido un contacto ms extenso, porque hansido mis profesores (en Salamanca o Roma, en Amrica Latina o Alemania) o por-que he tenido ocasin de escucharles y de conversar con ellos, de un modo direc-to o indirecto, en los lugares donde he residido, estudiado y enseado.

    De todas maneras, en algunos casos, he pedido y recibido la ayuda generosa dealgunos amigos, especializados en los pensadores de los que han tratado: P. Caste-lao ha escrito la entrada Tillich; A. lvarez Valds se ha ocupado de Lagran-ge y J. Martnez Snchez de M. Porete. Por otra parte, C. Morano y F. Rosiquehan tenido el gesto de ayudarme a componer las entradas de pensadores vincu-

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  • lados a la Institucin Teresiana: P. Poveda, J. Segovia, A. Galino. De un modoigualmente amistoso, el telogo filipino M. Ofilada ha preparado las entradas de al-gunos pensadores hispano-filipinos: Abesamis, Beltrn, De Mesa y Mirasol, N.del Prado, Gonzlez Daz, y Lumbreras. Tambin me ha ofrecido su ayuda M. Emi-lia Castellano, con dos entradas: Isabel de la Trinidad y Edith Stein. Finalmen-te, Mercedes Navarro ha tenido el gesto de ayudarme a componer la lista de pen-sadoras; por desgracia, no he podido introducir a todas las mujeres que ella me haindicado, pero sin su ayuda este diccionario hubiera sido mucho ms pobre.

    Especial mencin y agradecimiento merecen, por su cercana y su colabora-cin, dos pensadores y amigos. Uno es Julio Puente Lpez, especialista en teolo-ga moral y en filosofa personalista, autor de un libro clsico (Ferdinand Ebner.Testigo de la luz y profeta, Madrid 22008), que me ha ayudado a elaborar no slo laentrada Ebner, sino otras varias de moralistas y antroplogos, ofrecindomedatos que yo no hubiera podido encontrado sin su ayuda. Otro es Fernando To-rres Antoanzas, gran conocedor del pensamiento literario, que escribi su tesisdoctoral sobre Dios en Cervantes (Don Quijote) y que ha sido conmigo profesor deHistoria de las Religiones en la Universidad Pontificia de Salamanca, hasta queprescindieron de sus servicios. A l le he pedido que escriba las entradas refe-rentes a los grandes pensadores religiosos de la literatura hispana: Berceo, Cal-dern, Cervantes, Gracin, Lope de Vega, J. Manrique, Rodrguez de Montalvo, F.de Rojas y F. Quevedo. Sin su aportacin, este diccionario habra quedado a me-dias. Sus entradas, extraordinariamente densas y, en general, ms amplias que lasmas, han hecho posible que este libro abra una ventana a los grandes escritorescristianos de la literatura clsica espaola. Es justo que su nombre aparezca jun-to al mo en la portada interior.

    Siete reas. Divisin temtica e histrica. ste es un diccionario de pensadores,no de telogos sin ms. Ciertamente, se detiene de un modo especial en los telo-gos, pues ellos son quiz los ms significativos entre aquellos que han pensado elcristianismo, pero hay otros que no pueden llamarse telogos y que, sin embargo,han reflexionado sobre el misterio cristiano y lo han expuesto de un modo inten-so y con un gran influjo (poetas y msticos, narradores e historiadores, filsofos,juristas y socilogos, por no hablar de los msicos, pintores, arquitectos, etc.).

    Significativamente, los primeros pensadores cristianos no han sido telogosprofesionales, sino ms bien narradores (evangelistas), poetas (autores de himnoslitrgicos), catequistas (como la mayora de los escritores del Nuevo Testamentoo del cristianismo primitivo), hombres o mujeres de experiencia espiritual (comolos gnsticos). Los telogos estrictamente dichos (como Orgenes) han sido alprincipio ms escasos o han venido ms tarde, aunque despus ocuparn un lu-gar especial y dominante, a partir del siglo XIII d.C.

    Por eso, este diccionario de pensadores incluye a moralistas y juristas, a msti-cos y literatos, es decir, a hombres y mujeres que han pensado sobre el misteriocristiano, desde diversas perspectivas. Es evidente que incluye a los pensadoresque ms han influido en el cristianismo y en la cultura de Occidente. Pero hayotros cuya presencia aqu resulta ms dudosa y discutible: podan haber apareci-do y no aparecen, mientras otros quiz sobran. No puedo justificar en cada mo-mento mi opcin, aunque espero que resulte positiva. Perdonen desde ahora aque-llos que encontrarn omisiones o lamentarn presencias menos oportunas. Nopuedo ofrecer aqu ms datos, pues el mismo ndice general y los ndices particu-lares ayudarn a comprender mis opciones. Slo quiero aadir que los hombres ymujeres que aparecen en este diccionario pueden dividirse en siete reas, comopodr verse en los ndices particulares del final del libro:

    1. Pensadores clsicos de la Antigedad cristiana y de las grandes iglesias, co-mo pueden ser Tertuliano y Dionisio Areopagita, Toms de Aquino y Duns Esco-to, S. Boulgakov, Barth o Rahner.

    2. Pensadores condenados o sancionados, sea en la Antigedad (como Arrio yNestorio), sea en los tiempos modernos (Schillebeeckx, Boff o Dupuis).

    3. Autores espirituales, vinculados a las grandes tradiciones msticas, monsti-cas y contemplativas, a lo largo de la historia cristiana (Gregorio de Nisa o Eva-grio Pntico, Juan de la Cruz y Teresa de Jess).

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  • 4. Representantes del pensamiento prctico, en especial juristas y moralistas(desde Graciano y Raimundo de Peafort hasta Hring y M. Vidal).

    5. Tambin he incluido algunos que estn vinculados a la administracin de lasiglesias, desde un punto de vista prctico (desde Gelasio e Inocencio III, hasta lospapas modernos, como Po X, Po XI y Juan Pablo II).

    6. He introducido tambin a los filsofos cristianos, o vinculados con el cristia-nismo, desde san Agustn hasta Descartes, desde Kant hasta Zubiri.

    7. He incluido finalmente una serie de literatos (y artistas) cristianos, espe-cialmente de lengua castellana, destacando de un modo especial a los maestrosdel Renacimiento y Barroco espaol (de Luis de Len a Gracin, de Lope de Ve-ga a Caldern de la Barca, de quienes se ocupan extensamente las entradas deF. Torres).

    Las siete reas anteriores pueden servir de ayuda a la hora de organizar este li-bro, de manera que podramos hablar de siete diccionarios en uno. Pero estos mis-mos pensadores cristianos pueden dividirse conforme a otros criterios y, en espe-cial, segn el tiempo en que han vivido, como he puesto tambin de relieve en losndices particulares, en los que distingo tres grandes etapas:

    1. En el primer milenio se pueden trazar las siguientes divisiones: Autores b-blicos (s. I), gnsticos y apologetas (s. II), padres prenicenos (s. III), crisis arriana(s. IV), Padres de la Iglesia, pensadores de las iglesias orientales (ss. V-X), pensa-dores de las iglesias latinas (ss. V-X).

    2. De la Reforma gregoriana a la modernidad. Con el nuevo milenio, siglo XI, seinicia una nueva etapa en la historia cristiana, en la que distingo los siguientesmomentos: cristiandades de Oriente (ss. XI-XV), nueva cristiandad occidental (ss.XI-XII), escolstica latina (ss. XIII-XIV), Renacimiento y humanismo (ss. XV y XVI),Reforma protestante (ss. XVI-XVII), Contrarreforma catlica (ss. XVI-XVII), Ilustra-cin (s. XVIII).

    3. Siglo XIX-XX: las tres grandes confesiones. En esta apartado recojo algunos delos telogos contemporneos ms significativos de las tres confesiones: protes-tantes, catlicos, ortodoxos.

    Pero con esto acaba ya la introduccin y dejo que los mismos lectores vayan altexto y valoren (disfruten) la vida y obra de los mil ciento cincuenta pensadoresque siguen. El ndice general podr ayudarles mejor y tambin los ndices parti-culares, donde divido y organizo de algn modo a los diversos pensadores. La bi-bliografa, centrada de un modo especial en diccionarios de este tipo, podr si-tuarles mejor ante los temas, lo mismo que algunos ndices particulares (depensadores catlicos, protestantes ortodoxos, lo mismo que de mujeres).

    As termina (por ahora) la larga confeccin de este largo diccionario, que em-pec en Salamanca (hasta el 2003), segu en Madrigalejo del Monte (hasta co-mienzos de 2009) y he terminado en un pueblo llamado San Morales (paradojade nombre!). Saben mis amigos lo que me ha costado terminarlo y lo sabe, sobretodo, Mabel, mi mujer, que ha debido soportar con muchsimo amor y gran pa-ciencia mi larga y extraa enfermedad de diccionario, que ha llegado a cansarincluso al mismo Bizkor, tan listo y paciente.

    Slo me queda dar nuevamente las gracias a todos los que me han acompaa-do en la travesa de este diccionario, y particularmente a M. Puy Ruiz de Larra-mendi, por su paciente y sabia labor de correctora de texto y estilo.

    A todos ellos se lo ofrezco y devuelvo, recordando de un modo especial a lospensadores que ms me han acompaado y enseado y que son ya muy mayoreso que han muerto, como J. M. Delgado y E. Tourn, ambos mercedarios.

    Xavier PikazaSan Morales de Tormes

    Verano de 2010

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  • ABELARDO (1079-1142)

    Filsofo y pensador cristiano, quees tan importante y representativo porsu aventura biogrfica (sus relacionescon Elosa) como por su creacin in-telectual, a pesar de que ella es muyimportante. Estudi Filosofa con Gui-llermo de Champeaux (en la EscuelaCatedralicia de Pars) y ense Dialcti-ca en Melun y Corbeil. Ms tarde estu-di Teologa con Anselmo de Laon ydesde 1113 ense Dialctica y Teologaen Escuela Catedralicia de Pars. stosson los rasgos bsicos de su pensa-miento: a) Abelardo es (con Ansel-mo y Ricardo de san Vctor) el mayorrepresentante del primer racionalismomedieval (del siglo XII), que quiere su-perar y recrear la herencia anterior, detipo platnico-monstico, antes de lasntesis escolstica. Ha sido partidariode una bsqueda racional de la verdad;se interes por la lgica y por el anli-sis del lenguaje, a travs de un mtodode oposiciones (de un sic et non, si yno) que iluminan el camino de la com-prensin de la realidad. b) Abelardofue un crtico del lenguaje y estaba em-peado en superar un realismo neopla-tnico, que identificaba la verdad conlas ideas eternas. A su juicio, la verdadse expresaba en el lenguaje, en un con-texto de bsqueda racional, iluminadapor la fe cristiana, que segua siendopara l la luz final de todo conoci-miento. c) Abelardo fue un iniciadordel mtodo cientfico: busca las razo-nes y discute los temas, siguiendo un m-todo de argumentacin (sic et non), afavor y en contra, que ser esencial enesencial en la filosofa e incluso en lateologa posterior. Lgicamente, algunosdefensores de la tradicin, que quie-ren transmitir y defender lo que siem-pre se ha dicho, ms que replantearlode un modo consecuente, le han ataca-do y acusado ante las autoridades ecle-sisticas, que lo condenaron. d) Abe-lardo fue un telogo marcado por supropia aventura vital, vinculada a suamor fracasado por Elosa, lo que nos

    permite comparar su vida con la deotros representantes del amor fracasa-do o imposible en el mundo de la granteologa cristiana: Orgenes, que secastr, para pensar mejor; Agustn,que expuls a su esposa, para cen-trarse en la iglesia; Bonhffer, queno pudo culminar su noviazgo porquelo mataron. Ellos marcan la dificultadque ha existido en vincular amor hu-mano y teologa. En ese contexto, laaventura de Abelardo resulta teol-gicamente muy significativa, como in-dicar, marcando primero su calami-dad afectiva y despus la calamidadde su pensamiento.

    1. Una calamidad afectiva

    Esta calamidad afectiva de Abe-lardo est marcada por su encuentrocon Elosa, que l mismo ha contadode manera desenfadada e intensa en suHistoria calamitatum (texto latino enPL 178, 113-182; versin cast. en His-toria calamitatum y otros textos filosfi-cos, Oviedo 1993, 13-127). Abelardoera un clrigo intelectual, pero no or-denado, de manera que pudo habersecasado y de hecho se cas con Elosa,en un matrimonio frustrado, fracasa-do, calamitoso.

    a) Haba en Pars una muchachita,de nombre Elosa, sobrina de un can-nigo llamado Fulberto, mujer de granbelleza y de muchsimas letras. Ascomienza el captulo cinco de las cala-midades de Abelardo, a quien el to ca-nnigo confi la educacin de su hija,ofreciendo as la ocasin de que nacie-ra entre ellos el amor:

    Totalmente enardecido de amorpor la muchachita, busqu la ocasinde llegar a intimar Qu ms dir?Nos unimos primero en una mismamorada, y despus en una misma pa-sin. Y as, con ocasin del estudionos entregbamos por completo alamor, y los apartes secretos que elamor deseaba nos los brindaba el tra-bajo de la leccin. De manera que,abiertos los libros, se proferan ms

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  • palabras de amor que de estudio, ha-ba ms besos que doctrinas. Ms ve-ces iban a parar las manos a los senosque a los libros; el amor desviaba losojos hacia los ojos con ms frecuenciaque los diriga hacia las palabras es-critas. Para suscitar menos motivos desospecha, el amor no el furor dabaazotes de vez en cuando: con afecto,no con ira, para que as sobrepasaranen suavidad a cualquier ungento. Yqu ms? Ningn paso de amor deja-ron de dar los vidos amantes, y aa-dieron cuanto el amor pudo imaginarde inslito. Y al tener poca experienciade estos goces, con ms ardor nos d-bamos a ellos y menos se trocaban enhasto. Y cuanto ms se apoderaba dem el deleite, menos tiempo tena parala filosofa y para dedicarme a la ense-anza (cap. 5).

    sta es la historia humana del amorentre un filsofo, aprendiz de telogo, yuna joven estudiosa. Vivieron as variosmeses de afecto y estudio, y mostraronsu amor de manera que todos los estu-diantes de Pars lo supieron, menos suto, que fue, como suele pasar, el lti-mo en enterarse. Evidentemente, tuvie-ron que separarse en lo externo, mien-tras el amor creca:

    La separacin de cuerpos eraunin mxima de espritus, y mscreca el amor al negrsele alimento,y haber pasado por la vergenza noshaca ms desvergonzados... No mu-cho despus la nia supo que estabaencinta, y con gran jbilo me lo dijoen seguida por escrito, consultndo-me qu pensaba yo que deba hacer-se. Entonces, una noche, segn lo quehabamos concertado, en ausencia desu to la sustraje a hurtadillas de lacasa de ste, llevndola sin demora ami patria. All vivi en casa de mi her-mana hasta que dio a luz un varn alque llam Astrolabio (cap. 5).

    Parece que el mismo cultivo delamor y el cuidado del nio Astrolabiotena que exigir el matrimonio de losdos amantes, con una vida posterior defidelidad, trabajo compartido y educa-cin del nio. Pero las cosas se compli-caron, como veremos.

    b) Abelardo quiere y realiza un matri-monio secreto. Es hombre de palabra.Reconoce su error y est dispuesto a re-pararlo, como l mismo propone al ca-nnigo Fulberto, responsable de Elosa.

    Y para apaciguarlo, me ofrec adarle mayor satisfaccin de la que

    poda esperar, unindome en matri-monio a la que haba corrompido,con tal de que ello se hiciera en se-creto, para no daar mi reputacin.

    El matrimonio era posible porqueAbelardo era slo clrigo con rdenesmenores. Sin duda, Abelardo es buenamante y hombre honrado, pero es va-nidoso y, en el fondo, pone su carrerapor encima del amor de Elosa y de suhijo, proponiendo y realizando un ma-trimonio en secreto.

    As lo desea Abelardo y eso es lo quehacen:

    Nacido, pues, nuestro pequeo, yhabindolo encomendado a mi her-mana, volvimos ocultamente a Pars; yal cabo de unos das, tras velar y orarsecretamente, de noche, en una iglesia,all mismo muy de maana nos uni-mos con la bendicin nupcial, en pre-sencia de su to y de algunos amigos,mos y suyos. Despus nos retiramospor separado y en secreto, y en ade-lante no nos vimos ms que de tardeen tarde y a escondidas, tratando deocultar lo que habamos hecho.

    Se trata de una historia absoluta-mente triste, por el nio a quien aban-donan en manos de una ta, sin reco-nocer el fruto de su amor, y por elsecreto del matrimonio, celebrado denoche, a escondidas, como si fuera al-go malo. Tambin es triste por la pocavalenta de Abelardo, que se mostrarms tarde un gran filsofo, pero queha sido mal amante y mal marido. Enese contexto se sitan sus largas digre-siones espiritualizantes sobre la difi-cultad de conciliar la ciencia y la vidaesponsal, sobre las ventajas del celiba-to para el cultivo del conocimiento.Ellas expresan la dificultad que en sucontexto haba para vivir de un modocristiano y normal un matrimonio.

    c) El amor de Elosa. Ella no quierecasarse, porque le quiere a l, y noquiere destruir su carrera intelectual.

    Regres al punto a mi patria, e hi-ce volver a mi amante para convertir-la en mi esposa. Pero ella no lo apro-baba en modo alguno, y se opona afondo por dos motivos: mis riesgos ymi deshonra. Aseguraba que su tonunca podra aplacarse con una repa-racin, como en efecto se vio msadelante. Preguntaba cmo habra deobtener reputacin por unirse conmi-go, si yo mismo la perda, rebajndo-nos por igual a ambos....

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  • Conforme al relato de Abelardo,Elosa se opona al matrimonio con losargumentos normales de la filosofa yla ascesis de tu tiempo, poniendo de re-lieve las dificultades que para la tareaintelectual de Abelardo implicaba la vi-da de casado. Pero en el fondo de esosargumentos late un amor ms alto ha-cia Abelardo. Elosa no piensa en subien, sino en el de Abelardo, cuya feli-cidad ella busca, por encima de todo.

    Aada ella, por fin, que me seramuy peligroso hacerla volver (volver aPars, para casarse), y que le sera msgrato y para m ms honroso ser lla-mada amante que esposa, a fin de queslo el afecto me guardase para ella, yno me obligara fuerza alguna de lazonupcial. Y que, separados por algntiempo, sentiramos al encontrarnosgoces tanto ms gratos cuanto ms es-paciados. Procurando persuadirse, odisuadirme, con estas razones y otrassemejantes, y no pudiendo doblegarmi insensatez ni soportando ofender-me, con muchos suspiros y lgrimaspuso as fin a su discurso: slo nosfalta como remate una cosa dijo,que, al perdernos los dos, al amor an-terior le siga un dolor no menos gran-de; y en esto, como todo el mundo sa-be, no le falt espritu proftico.

    d) La venganza del cannigo. Hanvuelto a Pars, se han casado como lquera y como el to haba convenido,pero con eso no acaban los problemas,sino que empiezan los ms duros. Sedivulga el matrimonio, ella quiere ne-garlo para defender a Abelardo, perono puede. Abelardo, por su parte, paradefenderse (y para mantener la rela-cin a escondidas), la mete en unconvento, aunque sin velo (es decir),sin voto de castidad. A partir de aqucomienza la venganza:

    Sabido esto, su to y sus parien-tes pensaron que esta vez yo los ha-ba engaado por completo, y que,hacindola monja, me quedaba fcil-mente libre de estorbos. Indignadsi-mos por ello, y conjurados contra m,estando yo una noche acostado ydurmiendo en una habitacin secretade mi albergue, y tras sobornar condinero a un sirviente mo, me casti-garon con crudelsima y oprobiosavenganza que caus pasmo al mun-do; a saber, amputndome aquellaspartes de mi cuerpo con las que yohaba cometido lo que lamentaban.Habindose dado en seguida a la fu-

    ga, a dos de ellos que pudieron serapresados se les arrancaron los ojos ylos genitales: uno era el mencionadosirviente que, siendo de mi confian-za, fue llevado a la traicin por su co-dicia (cap. 7).

    ste es el comienzo de una historiaemocionante y triste. Hubiera sido her-moso que se casaran ahora del todo,abiertamente, en pblico, ante el mun-do entero, l eunuco, ella amante apa-sionada. Habra podido ser un ejemplode filosofa cristiana. Pero quiz noestaban los tiempos maduros para ellos,ni tampoco estaba maduro Abelardo. Elto Fulberto recibe una pequea multay puede seguir de cannigo, quiz comosigno de una institucin que castra a losque quieren ser distintos.

    Abelardo ser de ahora en adelanteeunuco sabio. Sabe que los eunucosson para la Biblia (al Antiguo Testa-mento) como apestados, que no puedenentrar en la Iglesia (cf. Lev 12,24; Dt13,1). Tanto l como los responsablesde aquella Iglesia siguen en un plano deAntiguo Testamento. l tomar los h-bitos en la Abada de Saint-Denis (juntoa Pars) y ser de ahora en adelante unsabio sin amor, un dialctico genial, pe-ro sin alma verdadera, un hombre dedolor. Elosa, por su parte, se har mon-ja de verdad, sin dejar de ser amante.

    Confieso que, en medio de tantoabatimiento, me empuj hacia el re-fugio de los claustros monsticosms bien la confusin de la vergen-za que el deseo de una vida nueva. Yaentonces Elosa, siguiendo de buengrado mis rdenes, haba tomado elvelo, ingresando en un monasterio.As pues, ambos recibimos a la vezlos sagrados hbitos (cap. 8).

    Abelardo es un buen profesor, unode los hombres ms sabios del siglo XII,uno de los precursores de la moderni-dad, pero un hombre castrado por untipo de Iglesia (representada por el ca-nnigo). Elosa, en cambio, ser unamonja amante... Vivir en el convento,ser fiel a la regla, pero seguir aman-do a Abelardo de una forma sublime,escribindole unas cartas que siguensiendo testimonio de fidelidad radical yapasionada en el amor. Quiz sea ella,Elosa, la que debera entrar en unahistoria de pensadores cristianos, mu-cho ms que l, que fue inteligente e in-trpido, pero que quiz no supo ponerel amor por encima de todas las cosas.

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  • 2. Una calamidad teolgica

    La Historia de las calamidades deAbelardo tiene dos partes. La primera,que hemos expuesto ya, es de tipo afec-tivo (sus relaciones rotas con Elosa).La segunda es de tipo intelectual, puescondenan su teologa.

    Sucedi entonces que me puse adiscurrir acerca del fundamento mis-mo de nuestra fe mediante analogaspropias de la razn humana, y acomponer un tratado de teologa So-bre la Unidad y Trinidad divina paramis alumnos, que me pedan razoneshumanas y filosficas y me implora-ban argumentos inteligibles ms queverbalismos, afirmando ser super-fluas las citas no seguidas de com-prensin, y que no puede creerse loque no se entiende primero, y que esridculo que alguien predique a otroslo que ni l ni sus alumnos puedencaptar con el entendimiento, pues elSeor mismo arguye que son ciegosque guan a ciegos (Mateo, XV, 14).Habiendo visto y ledo muchos estetratado, complaci en general mu-cho a todos, ya que en l pareca dar-se satisfaccin, por igual, a todas lascuestiones acerca de su asunto. Ypues tales cuestiones eran considera-das como las ms difciles de todas,cuanta mayor seriedad presentabantanta mayor sutileza se juzgaba querequera su solucin; muy irritadospor ello mis adversarios promovie-ron contra m un concilio (cap. 9).

    Estas razones trinitarias, que l qui-so desarrollar, fueron causa de su se-gunda condena, que ahora fue de pala-bras (quisieron quitarle las razones, nolos genitales, como antes). Se reuni unConcilio en Sens (el ao 1140), cuandol era ya hombre venerable (anciano)para aquel tiempo. Haba expuesto susrazones con la misma fuerza con que enotro tiempo haba expresado su amorhacia Elosa. Pero una segunda vez fuecondenado. Abelardo apel al Papa yescribi una apologa de su mtodo y desus planteamientos teolgicos, expli-cando el sentido de las proposiciones desu obra, que haba sido condenada. Pe-ro tambin apelaron al Papa los firman-tes del Concilio de Sens y san Ber-nardo, pidiendo que se condenara aAbelardo, cosa que hace el Papa, ratifi-cando el ao 1141 la condena anterior.stos son, segn el Concilio y el Papa,algunos de los errores de Abelardo:

    1. El Padre es potencia plena; elHijo, cierta potencia; el Espritu San-to, ninguna potencia. 2. El EsprituSanto no es de la sustancia [v. 1: de lapotencia] del Padre o del Hijo. 3. ElEspritu Santo es el alma del mundo.4. Cristo no asumi la carne para li-brarnos del yugo del diablo... 6. El li-bre albedro basta por s mismo paraalgn bien... 8. Dios no debe ni pue-de impedir los males. 9. De Adn nocontrajimos la culpa, sino solamentela pena. 10. No pecaron los que cru-cificaron a Cristo por ignorancia, ycuanto se hace por ignorancia no de-be atribuirse a culpa. 11. No hubo enCristo espritu de temor de Dios. 12.La potestad de atar y desatar fue da-da solamente a los Apstoles, no asus sucesores... 16. El diablo mete lasugestin por operacin de piedras ohierbas. 17. El advenimiento al findel mundo puede ser atribuido al Pa-dre. [De la Carta de Inocencio II, Tes-tante Apostolo, a Enrique obispo deSens, 16 de julio de 1140]: Nos... decomn acuerdo con nuestros herma-nos los obispos cardenales, por auto-ridad de los Santos Cnones hemoscondenado los captulos que vuestradiscrecin nos ha mandado y todaslas doctrinas del mismo Pedro Abe-lardo juntamente con su autor, y co-mo a hereje les hemos impuesto per-petuo silencio... (DH 721-729).

    Esta condena de Abelardo ha de en-tenderse en el contexto de las disputasde su tiempo, situando adems susproposiciones dentro del sentido deconjunto de su obra. Es posible que al-gunas de sus afirmaciones fueranarriesgadas, pero ellas iniciaban un ca-mino de dilogo racional que gran par-te de la teologa posterior de la Iglesiaha ratificado, de manera que el con-junto de la teologa posterior ha segui-do ms el camino de Abelardo que elde aquellos que le condenaron porsegunda vez. La primera condenahaba sido haca poco ms de veinteaos, cuando los matones de Fulbertolo castraron (el ao 1119). La segundaes ahora, el ao 1140, cuando el Con-cilio de Sens lo condena y el Papa ra-tifica la sentencia (1141). Haba que-dado sin genitales. Ahora queda sinrazones en una Iglesia que le obligaa perpetuo silencio, quitndole la pala-bra. As se retira al Monasterio de Saint-Marcel, en Chalon-sur-Sane, donde alos pocos meses muere (1142). Pero le

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  • queda tiempo para terminar su obraprincipal (Sic et non) y, sobre todo, pa-ra escribir el libro que le ha hecho fa-moso entre los pensadores cristianos:la Historia de sus dos calamidades, unade castracin corporal, otra de castra-cin de pensamiento. As podemos de-cir que Abelardo es uno de los pensa-dores cristianos que pueden tomarsecomo testimonio de un amor frustra-do, de un tipo de castracin humana.El cristianismo deba haber sido uncamino para expresar el amor en ple-nitud, pero, por razones distintas, al-gunos de los grandes telogos de lacristiandad (como Orgenes y Agus-tn) fueron tambin unos castrados,como Abelardo. En un sentido muydistinto, Bonhffer no pudo culmi-nar su camino de amor. Muri Abelar-do, pero Elosa vivi todava 22 aos,conservando y cultivando el amor deun modo intenssimo. Abelardo fue ungran filsofo y un amante trgico, perono pudo (o no quiso) ser ejemplo deamor cristiano, por no querer del todoa Elosa, por abandonar a su hijo.

    BIBL. Entre las obras de Abelardo, conteni-das en PL 178, se incluyen: Logica; Dialecti-ca; De unitate et trinitate divina; Theologiachristiana; Introductio ad theologiam; Dialo-gus inter philosophum, Judaeum et Christia-num; Sic et non; Ethica seu scito se ipsum;Commentariorum super S. Pauli epistolamad Romanos. La ms conocida es, como hedicho, la Historia calamitatum. Entre lasversiones modernas al castellano, cf. Dilo-go entre un filsofo, un judo y un cristiano(Zaragoza 1988); tica o concete a ti mis-mo (Madrid 1991); Historia Calamitatum yotros textos filosficos (Oviedo 1996); Cartasde Abelardo y Elosa (Madrid 2007). Cf. M.Fumagalli, Introduzione a Abelardo (Roma1988). R. Jolivet, Abelardo, Dialettica e Mis-tero (Miln 1996); L. Feuerbach, Abelardo yHelosa y otros escritos de juventud (Grana-da 1995); El amor de Abelardo (Madrid1993); C. Riera, Cartas de Abelardo y Helo-sa; precedido de En favor de Helosa (Palmade Mallorca 2008); H. Santiago-Otero, LaCtedra y el plpito frente a frente: PedroAbelardo y San Bernardo (Madrid 1983); E.Gilson, Elosa y Abelardo (Pamplona 2004).

    ABESAMIS, Carlos (n. 1934)

    Telogo catlico filipino, nacido enNaga City, Bicol. Es jesuita, estudi enInnsbruck, Austria, con diversos profe-sores, entre ellos Karl Rahner. Tam-bin estudi Biblia en el Pontifico Ins-tituto Bblico de Roma (1966-1968)con Luis Alonso Schkel. Cofundador

    del Socio-Pastoral Institute, adems deprofesor en diversos centros jesuitas yconferenciante renombrado. Le intere-sa el desarrollo de una teologa indge-na desde el contexto del Tercer Mundo,desde las exigencias de los pobres yoprimidos. As aboga por una teologade la liberacin filipina, anclada en lanocin de la salvacin ntegra de la per-sona, que no slo se limita a lo espiri-tual. As entiende el cristianismo comoencarnacionismo, dentro del contextode la historia de un pueblo que se reali-za como transformacin total.

    BIBL. Salvation: Historical and Total (QuezonCity 1978); What is Inside the Wooden Bowl?(Ano Po ang Laman ng Mangkok?) How Notto Move Towards a Contextual Theology (Ma-nila 1997); A Third Look at Jesus (QuezonCity 1999).

    M. Ofilada

    ADAM DE PERSEIGNE (1145-1221)

    Monje cisterciense francs, abad delmonasterio de su nombre. Era hijo deagricultores y fue primero cannigoregular y monje benedictino, antes dehacerse cisterciense. Era un hombrecon gran fama de santidad y de sabi-dura y se dice que dialog con el abad

    Joaqun de Fiore sobre sus revela-ciones y que colabor en la predica-cin de la Cuarta Cruzada.

    BIBL. Hay edicin latina y traduccin fran-cesa de sus cartas en Jean Bouvet (ed.),Adam de Perseigne. Lettres. Texte latin, intro-duction et notes (SCh, Pars 1960). Hay tam-bin escritos suyos en The Cistercian World:Monastic Writings of the Twelfth Century(Nueva York 1993). La Editorial Monte Car-melo (Burgos) est preparando una edicincastellana de sus cartas, poniendo de relievesu honda espiritualidad cisterciense, en la l-nea de los escritos de Bernardo y Aelredode Rielvaux. Resulta notable su forma deentender la amistad, desde una perspectivaintelectual y afectiva. A su juicio, el cristia-nismo es experiencia de cercana amorosa.

    ADAM DE SAN VCTOR (s. XII)

    Cannigo de la Orden de San Agus-tn, de origen bretn, de la Abada deSan Vctor de Pars. Fue compositormusical y poeta religioso, autor de se-cuencias e himnos, cantados en la li-turgia de su abada y extendidos des-pus al conjunto de la Iglesia catlica.Se puede citar como ejemplo una se-cuencia litrgica para ser cantada en lacelebracin del da de la Trinidad, fies-

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  • ta que los cannigos de la Abada deSan Vctor (entre los que destac Ri-cardo de San Vctor) fueron de los pri-meros en celebrar litrgicamente enOccidente:

    Al proclamar la unidad venera-mos la Trinidad con una misma reve-rencia; afirmamos que existen trespersonas diferentes... Padre, Hijo,Espritu Santo; son un solo Dios; ysin embargo cada una de las tres per-sona posee algo que es propio. Tie-nen una sola fuerza, una sola volun-tad, tienen un solo esplendor, unasola claridad: cada persona es lo mis-mo que la otra... El Hijo es igual alPadre, pero esto no suprime toda dis-tincin en lo que afecta a sus perso-nas. Siendo igual el Padre y el Hijo,su vnculo espiritual o Espritu pro-cede del uno y del otro... No hay enDios nada fuera de Dios: no hay fue-ra de l causa ninguna....

    BIBL. Cf. H. Spitzmller, Pesie latine chr-tienne du Moyen Age (Pars 1971, 647-651).Las Sequentiae de Adn de S. Vctor han si-do editadas en PL XCCCVI, col. 1423-1534;G. Vecchi (ed.), Adam de S. Victor: Lirichesacre (Bolonia 1953).

    ADAM, Karl (1876-1966)

    Telogo catlico alemn. Fue profe-sor de Dogmtica en la Universidadde Tubinga, donde escribi sus obrasms conocidas: La esencia del catolicis-mo (Barcelona 1955, original de 1924)y Cristo nuestro hermano (Barcelona1953, original de 1929). Dentro de suvisin del catolicismo destaca su con-cepcin de la Iglesia como cuerpo deCristo y comunidad fraterna ms quecomo institucin jurdica. En su cristo-loga pone de relieve a Cristo como her-mano de los hombres, frente al riesgode un monofisitismo latente en la teolo-ga catlica, que de hecho haba olvida-do su carcter humano, y frente al ries-go de una cristologa de la gloria,centrada slo en Cristo Seor. La teolo-ga de K. Adam ha influido en el des-pertar del pensamiento catlico alemndel siglo XX, aunque su postura respec-to del nazismo haya sido ambigua.

    BIBL. Cf. tambin Glaube und Glaubenswis-senschat (Rottenburg 1923); GesammelteAufstze zur Dogmengeschichte und Theolo-gie der Gegenwart (Augsburgo 1936). Han si-do traducidas al castellano: El Cristo denuestra fe (Barcelona 1958); Jesucristo (Bar-celona 1970).

    AELREDO DE RIELVAUX (1110-1167)

    Llamado tambin Elredo. Monje cis-terciense y telogo britnico, nacido enNorthumberland, hijo de un sacerdotecasado, llamado Eilafs. Educado juntoal rey, a cuyo servicio estuvo, tena graninflujo en la corte y nobleza de Esco-cia, conoci a los 24 aos a los cister-cienses de Rielvaux, en Yorkshire, don-de profes como monje. Fue maestrode novicios y escribi para ellos el Spe-culum Caritatis (1143). De 1147 hastasu muerte ejerci como abad, realizan-do una gran labor no slo en el mo-nasterio, sino en la vida social y polticadel entorno. Fue un gran predicador,un hombre que atraa a las multitu-des, y a su muerte el monasterio con-taba con 140 monjes y unos quinien-tos hermanos legos. La espiritualidadde Aelredo se funda ante todo en laBiblia (evangelio de Juan), en la reglade san Benito, en las confesiones desan Agustn y en los escritos de san

    Bernardo.Las obras de Aelredo surgieron a

    peticin de sus amigos monjes y tie-nen una finalidad pastoral, centradaen el seguimiento de Cristo y en elamor mutuo entre los hermanos. Ael-redo es el mejor exponente de la espi-ritualidad del amor mutuo (de frater-nidad y amistad). En esa lnea se lepuede llamar el doctor de la amis-tad, entendida en sentido radical, co-mo amor de Dios que se expresa en laamistad de los hermanos, tal como de-ben vivirlo los monjes, no slo ellos,sino con todos los cristianos. Por eso,l define a Dios como amistad, nosimplemente como caritas: DeusAmicitia Est (cf. De spirituali amicitia,PL 195, 669-670). Dios es amistad quese expresa y concreta en la historiade los hombres, como puso tambin derelieve, en ese mismo tiempo, Ri-cardo de San Vctor. sta es la verdadsuprema del pensamiento bblico ycristiano que la filosofa oficial de Oc-cidente ha tendido a olvidar, presen-tando a Dios como Esencia y Physis(es decir, como naturaleza) ms quecomo Amor y Persona.

    BIBL. Sus escritos han sido editados en Bea-ti Aelredi abbatis Rievallensis Opera omnia(PL 195) y en Opera omnia, CChr. CM 1(Turnhout 1971). En castellano: La amistadespiritual (Madrid 1969 y Burgos 2002); Ser-mones litrgicos: primera coleccin de Clara-val (Burgos 2008).

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  • GREDA, Mara de (1602-1665)Teloga y vidente catlica. Se llama-

    ba Mara Coronel y Arana, naci y vi-vi en greda, Alta Castilla (Soria), yfue desde los 16 aos religiosa de lasConcepcionistas de la misma villa. Susfamosas experiencias espirituales deconocimiento interior y de visin expe-rimental de la vida de Jess y de suMadre, con transformaciones interio-res y exteriores, la convirtieron en lu-gar de referencia cristiana para milesde personas de todas las clases socia-les, incluido el rey de Espaa, de ma-nera que logr un gran influjo social ypoltico. Fue al mismo tiempo gran es-critora, directora de almas y mujer ca-rismtica, de manera que se cuentande ella muy diversas historias de mila-gros. Sin embargo, su aportacin mssignificativa al pensamiento cristianoest vinculada a sus cartas al rey y a suobra histrico-espiritual sobre la Ms-tica Ciudad de Dios. Las cartas, publi-cadas por F. Silvela. Cartas de la Vene-rable Madre Sor Mara de Agreda y delSr. Rey D. Felipe IV I-II (Madrid, 1885-1986), tienen hoy un valor ms hist-rico que teolgico y sirven para situarun momento clave de la historia deEspaa y de Europa, vinculado al de-clive del imperio hispano y a la cadadel sueo catlico de los Austrias, mi-rado desde una perspectiva providen-cialista.

    La Mstica Ciudad de Dios (edicinmoderna en greda 1982) es una exten-sa biografa histrico-teolgica de laVirgen Mara, escrita segn ella pormandato de la misma Virgen, que le varevelando los diversos momentos de suvida. Se trata de una obra que hoy defi-niramos de imaginacin teolgica,pero que nos ha apasionado a todos losque, en un momento de la vida, lahemos ledo. Sor Mara de greda des-cubre (invenit: encuentra-inventa) eltranscurso de los acontecimientos ypensamientos interiores y exteriores dela Madre de Jess, en un despliegue in-menso de connaturalidad emotiva eintelectual. De esa forma rehace, comoquiz nadie ha hecho, los rasgos mssignificativos de la figura de la Madre deDios, tal como los vive una mujer ymonja del Barroco, desde un puebloperdido de la montaa de Soria, bajo elMoncayo. sta es una obra que dividi alos lectores y a las inquisidores (la In-quisicin espaola la aprob, pero la ro-

    mana la conden el ao 1681, revocan-do despus la condena). Universidades ypapas discutieron de una forma apasio-nada sobre ella, queriendo descubrirdogmas o antidogmas y proyectandoquiz sobre el libro algo que el libro nopoda ofrecer (una teologa dogmtica).La Mstica Ciudad de Dios es una de lasobras cumbre del imaginario religiosodel Barroco. Es difcil comprender la es-piritualidad y el ideario religioso de estetiempo si no se atiende a una obra comosta. Es normal que siga levantando po-lmicas, que se expresan sobre todo enel proceso de beatificacin de la M.greda, nuevamente abierto.

    BIBL. Cf. Epistolario espaol Cartas de sorMara de Jess de greda y de Felipe IV I-V (Madrid 1958) Cf. L. Garca Royo, LaAristocracia espaola y Sor Mara de Jessde Agreda (Madrid 1951); R. Fernndez, Ar-te, devocin y poltica la promocin de lasartes en torno a Sor Mara de Agreda (Soria2002).

    AGRIPA DE NETTESHEIM (1486-1535)Filsofo, alquimista y telogo ale-

    mn, uno de los hombres ms famososdel Renacimiento. Estudi en Coloniay Pars, fue profesor de hebreo, caba-lista y ocultista. Llev una vida irregu-lar. Se le vincula a Lutero, pero es msimportante por sus aficiones ocultistasy por sus crticas a la institucin quepor su posible relacin con la Reformaprotestante. Critic la filosofa escols-tica y tambin las estructuras de laIglesia, queriendo encontrar la unidadentre la Escritura cristiana y la filoso-fa oculta (magia, esoterismo). Su obrams importante (De occulta philoso-phia, libri tres, 1531) vincula elementosde magia y cbala, astrologa y alqui-mia, medicina y filosofa natural, des-de una perspectiva animista. Confor-me a la visin de Agripa, el mundoconstituye un todo orgnico dirigidopor un espritu universal, que se mani-fiesta en la Escritura juda y cristiana,pero tambin (al mismo tiempo) en lascombinaciones de la magia y de la c-bala. Es tambin importante por su de-monologa. A su juicio, el Dios ocultolo dirige y lo gobierna todo a travs deespritus y almas, de manera que eluniverso constituye un todo orgnico,donde cada elemento influye en los de-ms, a travs de un tipo de combina-cin sagrada. Por eso, siguiendo en lalnea de Marsilio Ficino, quiere de-

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  • sarrollar una ciencia universal, que ex-plore y despliegue los poderes ocultosde la naturaleza, de un modo ms m-gico que cientfico.

    BIBL. Cf. tambin De nobilitate et praecce-llentia faemini sexus (1229, sobre la supe-rioridad de las mujeres; versin cast. De lanobleza y preexcelencia del sexo femenino,Barcelona 1999); De incertitudine et vanita-te de scientiarum et Artium (1527, sobre laincertidumbre y vanidad de las ciencias ylas artes, nueva edicin en Universidad deValencia 2000). Sus obras se siguen publi-cando en ediciones populares y cientficas.Entre ellas, adems de las citadas: Las cere-monias mgicas (Barcelona 2004); Filosofaoculta, magia natural (Madrid 1992).

    AGUIRRE, Rafael (n. 1941)

    Exegeta y telogo catlico espaol.Ha estudiado en la Universidad Grego-riana, en el Instituto Bblico de Roma yen la Escuela Bblica de Jerusaln, don-de ha residido con frecuencia. Ha sidoprofesor de exgesis del Nuevo Testa-mento en la Universidad de Deusto-Bilbao, donde ha creado una escuela,centrada en el estudio de los textos y delas tradiciones bsicas del Nuevo Tes-tamento. Ha colaborado con I. Ella-cura y J. Sobrino en el desarrollo dela teologa latinoamericana, siendo, almismo tiempo, el principal promotorde los estudios de sociologa bblica enel mundo cultural hispano. Se ha preo-cupado por estudiar el entorno culturaly poltico de la historia de Jess y de loslibros del Nuevo Testamento, marcan-do una nueva poca en la exgesis his-pana, no slo a travs de su obra, sinode las obras de sus discpulos.

    1. Jalones de una vida

    R. Aguirre es un intelectual abiertoa los diversos espacios de la cultura so-cial y religiosa del tiempo antiguo y dela actualidad, tanto desde la perspecti-va occidental, como desde el CercanoOriente (Palestina) y desde Centroa-mrica, donde ha enseado durantemuchos aos. Esta apertura a los di-versos horizontes culturales y socialesle ha permitido desarrollar unas dotesespeciales para el trabajo en equipo,como muestra el volumen homenajeque algunos de sus amigos le han ofre-cido: Carmen Bernab y Carlos Gil(eds.), Reimaginando los orgenes delcristianismo. Relevancia social y ecle-sial de los estudios sobre Orgenes del

    cristianismo (Estella 2008). De la intro-duccin de ese libro quiero tomar al-gunas ideas (y ciudades) centrales desu trayectoria personal e intelectual: a)R. Aguirre ha fundado su conocimien-to teolgico en la Roma del Vaticano II,donde lleg el ao 1962, cuando empe-zaba el Concilio, para permanecer allsiete aos, en un ambiente teolgicomarcado por la presencia de grandesfiguras (Rahner, Kng, Congar o Schi-llebeeckx), que pasaban por los grandesseminarios y colegios de estudiantes.En ese contexto opt por el estudio dela Biblia, porque era un campo de en-cuentro histrico y cultural, abierto alfuturo de la Iglesia. b) La segunda ciu-dad intelectual de R. Aguirre es Jerusa-ln, donde estudi despus en LcoleBiblique et Arqueologique (con R. de

    Vaux, P. Benoit y J. M. Boismard).Su estancia en Jerusaln, que se haampliado despus durante muchosaos, como becario del Instituto Bbli-co y Arqueolgico Espaol, le ha per-mitido conocer por dentro la historiade Jess, encarnada en una tierra, enuna gente. c) R. Aguirre ha sido y siguesiendo un hombre de Bilbao, en el Pa-s Vasco, tierra de historia rica y con-flictiva que l ha analizado y estudiadoen las colaboraciones que ha venidopublicando en diversos medios, reuni-das despus en libros como: El tnelvasco: democracia, Iglesia y terrorismo(Alegra de Oria 1998). d). R. Aguirrees un hombre riguroso en el estudio delos temas centrales de la investigacinbblica, desde la perspectiva del anli-sis social y cultura, en dilogo con al-gunos de los investigadores ms des-tacados del ltimo tercio del siglo XX( Theissen, Malina, etc.).

    2. El origen mltiple de la IglesiaR. Aguirre ha sido y sigue siendo

    uno de los analistas religiosos mssignificativos de la problemtica cul-tural, social y poltica de Espaa, des-de la vertiente del cristianismo. En elmomento actual, se esfuerza por pre-cisar los diversos elementos que sevinculan en el surgimiento del cristia-nismo primitivo (varias lneas de jude-ocristianismo, comunidades pauli-nas...), no para quedarse simplementeen el pasado (con afn arqueolgico),sino para recrear desde el pasado elpresente de las iglesias cristianas. Lacita que sigue recoge, a mi juicio, los

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  • elementos bsicos de su proyecto his-trico-teolgico:

    En primer lugar, quiero indicarque estudiamos el pasado no porquebusquemos recetas para el presente,pero s nos mueve el deseo de recu-perar posibilidades perdidas y abrirperspectivas nuevas. En el cristianis-mo de los orgenes llama la atencinla libertad de expresin, el contrastede opiniones incluso la seriedad delos conflictos. Ya s que las cosashan cambiado mucho y que, con elpaso del tiempo, las instituciones ha-cen ms firmes y ms precisas sus re-glas; pero... pienso por ello que la mi-rada a los orgenes invita a ampliar lalibertad de expresin en el seno de laIglesia, a no zanjar precipitadamentelos debates. Tengo la impresin deque a veces se habla de forma con-tundente y rpida de temas muycomplejos. Hay un tipo de cuestionespara las que quiz sera oportuno unlenguaje menos pontifical y ms fra-terno que hiciera posible una mayorparticipacin de la comunidad en laelaboracin de la voz de la Iglesia.

    En segundo lugar, el estudio crti-co de los orgenes introduce la histori-cidad en la consideracin de las es-tructuras eclesiales, lo cual es muyserio, porque la Iglesia puede darse supropia normatividad y esto es plena-mente legtimo, pero no puede justi-ficar precipitadamente con argumen-tos teolgicos un proceso histrico.Fijmonos en que Pablo no repite elmensaje de Jess; Jess anuncia cons-tantemente el Reino de Dios, y esta ex-presin prcticamente desaparece delas cartas de Pablo. Ms an: Pabloapenas cita palabras de Jess, sinoque en sus cartas solamente se en-cuentran algunas alusiones a palabrasdel Maestro. Creo que Pablo es fiel aJess, pero con creatividad y libertad.Para nuestro tiempo dira que hay queevitar una consideracin anquilosadade las declaraciones doctrinales y dog-mticas.

    En tercer lugar, deseo referirme ala pluralidad de modelos eclesiolgi-cos que encontramos en el NuevoTestamento. Estn las comunidadespaulinas a su vez muy variadas, pe-ro tambin las judeocristianas. Estapluralidad nos ensea que la unidadde la Iglesia no significa en absolutouniformidad. Por tanto, el ecumenis-mo tendr que entenderse sobre todocomo el reconocimiento recproco dela pluralidad de las diversas Iglesias,

    bien entendido que esto no elimina lanecesidad de unos consensos bsicoscuya obtencin puede ser difcil, pe-ro que no se identificarn con todoslos perfiles de ninguna de las Iglesiasactualmente existentes.

    En cuarto lugar, cada vez me pare-ce con ms intensidad que nuestra si-tuacin tiene ms similitudes con lade Pablo. Imaginemos a Pablo cuandollegaba a feso, a Corinto, a Atenas, atodas aquellas grandes ciudades don-de estaban las ms famosas escuelasde filsofos y llegaban los ms diver-sos cultos, muchos procedentes deOriente. Eran ciudades cosmopolitas,un hervidero de vidas, ideas y nego-cios, donde Pablo no es extrao queun tanto atribulado se preguntara, alllegar a ellas, por dnde empezar aanunciar el evangelio. Pues bien, ten-go la impresin de que en Europa oc-cidental estamos en una situacinpaulatinamente parecida a la de sanPablo: los cristianos somos cada vezms una minora en medio de un oca-no de indiferencia religiosa. Qu hi-zo Pablo? l, por supuesto, no partici-paba en los cultos pblicos, l eramuy crtico con muchos de los valoressocialmente hegemnicos y estableci-dos. Sin embargo, Pablo no se enfren-t directamente contra el culto impe-rial habra sido suicida ni pretendierigirse en interlocutor directo del im-perio habra supuesto una ingenui-dad. Creo, por el contrario, que loque Pablo intent fue introducir losvalores evanglicos en el tejido social.l iba estableciendo comunidades do-msticas, socialmente bien asentadas,con estructuras giles y flexibles quepodan extenderse, con capacidad deacogida, que establecan relacionescon comunidades de otras ciudades.

    Hay un tipo de cristianismo quetiene los das contados. Nuestra si-tuacin se parece ms a la del cris-tianismo de los orgenes. Aquellosprimeros seguidores de Jess no crea-ron guetos aislados en su sociedad,en absoluto, pero influyeron y trans-formaron la sociedad imperial no envirtud del poder de sustitucin, sinoporque crearon desde abajo una redde comunidades participativas, gi-les, con capacidad de adaptacin yde extensin en las que la fe se ex-presaba como generadora de frater-nidad, superadora de tribalismos ydiscriminaciones, solidaria con losms necesitados, en las que encon-traban identidad y reconocimiento

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  • gentes marginadas o desorientadasen el mare mgnum del imperio. Encontra de lo que a veces se dice (queel cristianismo se extendi porque undeterminado emperador lo convirtien la religin oficial y lo impuso des-de arriba, desde el poder poltico),los emperadores Constantino y Teo-dosio acabaron reconociendo al cris-tianismo como la religin oficial por-que ya desde haca tiempo era unaideologa emergente que responda anecesidades muy sentidas, que se ha-ba ido extendiendo y convirtiendoen hegemnica en el seno del tejidosocial del imperio (cf. Correo Digi-tal, El mito de los orgenes de la igle-sia, 15 de noviembre de 2004).

    BIBL. Son numerosos los trabajos colectivosque ha dirigido o en los que ha colaborado.Entre ellos: Pedro en la Iglesia primitiva (Es-tella 1990); Evangelios sinpticos y Hechosde los Apstoles (en colaboracin con A. Ro-drguez) (Estella 1992); Los milagros de Je-ss: perspectivas metodolgicas plurales (Es-tella 2002). Entre sus obras individuales, cf.Exgesis de Mateo 27,51-53. Para una teolo-ga de la muerte de Jess en el evangelio deMateo (Estella 1980); Del movimiento de Je-ss a la Iglesia cristiana (Estella 1998); Lamesa compartida. Estudios de Nuevo Testa-mento desde las ciencias sociales (Santander1994); Ensayos sobre el cristianismo primiti-vo. De la religin poltica de Jess a la reli-gin domstica de Pablo (Estella 2001).

    AGUSTN DE HIPONA (354-430)

    Obispo y telogo latino del norte defrica. Su aventura vital, unida de for-ma inseparable a su teologa, ha mar-cado hasta hoy la cultura y la vida cris-tiana de Occidente. Nadie ha influidotanto como l en el desarrollo del pen-samiento medieval cristiano, tanto enel plano de la filosofa, como en la teo-loga y la vida eclesial.

    1. Una aventura vital e intelectual

    El pensamiento de Agustn se ha ex-presado de muchas maneras y en di-versos libros de tipo filosfico y teol-gico, antes y despus de su conversinal cristianismo (286) y de su eleccincomo obispo de Hipona (395). Agustnfue un retrico y un pensador con in-creble capacidad de penetracin enlos problemas de la vida. Haba nacidoen Tagaste, en el norte de frica (ac-tualmente Argel). Estudi retrica enCartago y siendo casi un adolescentetom una concubina (una mujer de se-

    gundo rango, a la que podra despusabandonar, para casarse con una espo-sa de su mismo nivel). Tuvo con ella unhijo llamado Adeodatto (el ao 372) ycon ella sigui casado por lo menosdoce aos (hasta el 384).

    Cultiv desde el principio el amorpor la filosofa (ya el ao 372 ley elHortensio de Cicern), inclinndose ha-cia un tipo de platonismo. Pero le preo-cup, sobre todo, el problema del mal,en sentido intelectual y existencial, y seinscribi como oyente (auditor) en laiglesia de los maniqueos ( Mani), enla que permaneci casi diez aos (de los19 a los 28), mientras enseaba Retri-ca en Tagaste y en Cartago (del 374 al383). Turbado interiormente, se trasla-d a Miln, donde fue tambin maestrode Retrica (384) y donde ley de unmodo ms intenso los libros de algunosplatnicos (Plotino y Porfirio) que lepermitieron superar el dualismo radicalde los maniqueos, buscando un tipo debondad superior, de tipo religioso. Allescuch tambin los sermones de san

    Ambrosio, con su interpretacin ale-grica de textos de la Biblia, y de esaforma puro replantear los temas cen-trales del maniquesmo, descubriendoel carcter espiritual de Dios, el valorpositivo de la vida. Desde esa base pu-do comprender la diferencia del cris-tianismo, de manera que su conver-sin filosfica (al platonismo) vino adesembocar en una conversin religio-sa (cristiana), estrictamente dicha.

    La conversin de Agustn (ao 386)tiene diversos elementos de tipo perso-nal social, intelectual y emotivo, que nopodemos juzgar ni valorar sin ms des-de nuestra perspectiva moderna, peroque deben tenerse en cuenta para en-tender su trayectoria y su pensamientoposterior. Lgicamente, en nuestra pers-pectiva, desde la raz del evangelio, unavez convertido, Agustn podra (debe-ra) haber legalizado (cristianizado) elmatrimonio inferior que mantena conla madre de su hijo, integrando de esaforma su vida familiar en un contextode evangelio. Pero, en contra de eso, lexpuls (o dej marchar) a su esposa,iniciando un camino de renuncia filo-sfica y cristiana al matrimonio quemarcar toda su historia y teologa pos-terior. En una lnea que puede compa-rarse a la de Orgenes, Agustn iden-tifica el cristianismo radical y labsqueda de la felicidad contemplativa

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  • (el conocimiento de Dios) con el sacri-ficium phalli, es decir, con la renunciaa la vida conyugal.

    El ao 386 Agustn abandona suctedra de retrica en Miln y se re-tira a una finca cercana, en Casiciaco,con su madre y unos amigos, para de-dicarse al estudio y a la meditacin. Elao 387 se bautiza y vuelve a frica,tras la muerte de su madre en Ostia. Alllegar a Tagaste vende sus bienes y re-parte el producto de la venta a los po-bres, retirndose a una pequea pro-piedad para iniciar una vida monacal,escribiendo despus su famosa Regla,que ha servido de inspiracin para nu-merosas comunidades, a lo largo de lossiglos, siendo an observada por losdominicos y otros grupos de religiosos.El ao 391 viaj a Hipona para fundarun monasterio, pero la comunidadcristiana lo elige sacerdote, para queayude a su obispo Valerio. Acepta condolor la eleccin. A la muerte de Vale-rio, el ao 395, es elegido obispo. Des-de ese momento hasta su muerte (el430), Agustn desarrolla una vida de in-tensa actividad, dirigiendo su dicesis,escribiendo sobre diversos tipos decuestiones teolgicas y enfrentndose,con sus escritos y su pastoral, a los nu-merosos movimientos herticos de suzona y de otros lugares de donde le es-criben, pidiendo consejo sobre temasvinculados con los donatistas, arria-nos, pelagianos, priscilianistas, etc. Ensu vida y en su obra se condensa y re-fleja toda la vida de la Iglesia y de la so-ciedad de su tiempo. Desde esa basequiero evocar cuatro de sus obras mssignificativas: Confesiones, Regla, Ciu-dad de Dios y Sobre la Trinidad.

    2. Confesiones. El pecado de san AgustnDebo empezar citando las Confesio-

    nes, uno de los libros ms influyentesde la historia universal. Nadie hasta en-tonces se haba sentido obligado a darcuenta de su vida, para presentarla an-te la comunidad creyente. Pero Agustnse sinti obligado a hacerlo, pues su vi-da anterior y su conversin eran he-chos pblicos, conocidos por gran can-tidad de personas, en la Iglesia y en lasociedad civil; y as lo hizo tras habersido consagrado obispo (el ao 395),para presentar ante todos su vida an-terior, en forma de oracin ante Dios,de reconocimiento personal de su pasa-

    do y de presentacin de su vida anteaquellos que quisieran conocerle. Setrata ciertamente de un libro de ora-cin, donde confiesa la grandeza deDios. Tambin es una obra de examenpersonal, en la que se atreve a reconci-liarse consigo mismo. Evidentemente,es un hombre sincero y as, con todasinceridad, presenta en pblico el desa-rrollo de su vida hasta la conversin.

    Escribi esta obra en tres aos (del397 al 400), pasados casi catorce desdesu conversin, y lo hizo como obispo,para exponer su vida ante aquellos quequisieran conocerla. Suele decirse queAgustn confiesa en esta obra susgrandsimos pecados. Pero, desdeuna perspectiva actual, los pecados noson tales o, por lo menos, no son tan te-rribles, de manera que podemos lla-marles errores de juventud, pasiones decrecimiento, libertades sexuales... Sinembargo, nos parece muy importanteel tema de su relacin afectiva con unamujer de condicin social inferior conla que se haba casado y con la que tie-ne y educa un hijo al que interpreta co-mo dado por Dios (le llama Adeoda-to). Segn el Derecho romano, setrataba de un verdadero matrimonio,aunque temporal, hasta el momento enque Agustn encontrara una mujer derango superior con la que pudiera ca-sarse en matrimonio entre iguales.

    Los doce largos aos de convivenciade Agustn con esa mujer resultan fun-damentales para interpretar su vida ysu conversin, su experiencia filosfi-ca y su forma de entender el cristianis-mo. Lgicamente, hoy no podemosproyectar sobre Agustn nuestra visinde las relaciones afectivas y persona-les. Pero, en lnea de Evangelio, po-dramos esperar que, tras convertirseal cristianismo, l hubiera formalizadosu relacin con aquella mujer, sin aban-donarla, para buscar otra de condicinms alta (como quera su madre, M-nica) o para quedar clibe, entre ungrupo de amigos clibes (como l deci-dir de hecho).

    Desde nuestra perspectiva, el verda-dero pecado de Agustn no fueronsus posibles devaneos de adolescencia,ni sus iniciaciones sexuales ms o me-nos furtivas, ni mucho menos su ma-trimonio de ms de doce aos con lamadre de su hijo, sino el hecho deabandonarla, pues l la haba queridoy ella le entreg su vida, marchndose

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  • cuando l se lo exigi, sin pedirle nadaa cambio (ni siquiera a su hijo), comoel mismo Agustn confiesa:

    Mientras tanto, mis pecados semultiplicaban. Cuando se retir demi lado aquella mujer con la cualacostumbraba dormir y a la cual es-taba yo profundamente apegado, micorazn qued hecho trizas y cho-rreando sangre. Ella haba regresadoa frica no sin antes hacerte el votode no conocer a ningn otro hombrey dejndome un hijo natural que dem haba concebido. Y yo, infeliz, nosiendo capaz de imitar a esta mujer eimpaciente de la dilacin, pues tenaque esperar dos aos para podermecasar con la esposa prometida y, nosiendo amante del matrimonio mis-mo, sino slo esclavo de la sensuali-dad, me procur otra mujer. No co-mo esposa ciertamente, sino parafomentar y prolongar la enfermedadde mi alma, sirvindome de sostn enmi mala costumbre mientras llegabael deseado matrimonio. Pero con es-ta mujer no se curaba la herida cau-sada por la separacin de la primera;sino que pasada la fiebre del primeroy acerbo sufrimiento, la herida se en-conaba, ms me dola. Y este dolorera un dolor seco y desesperado(Confesiones 6, 15).

    ste es, a nuestro juicio, el peca-do ms grave, del que Agustn ni si-quiera se confiesa. sta fue la voluntadde su madre Mnica, que quiso que labandonara a su mujer anterior, paracasarse con una de posicin ms eleva-da... ste fue el error de Agustn, queno supo comprender el dao que hacaa su mujer. Fue un yerro de omisinevanglica y humana, el nico pecadograve de Agustn que, por vivir unamor presuntamente ms alto, expulsa la mujer con la que haba convividodoce aos... Ciertamente, era un hom-bre de lucidez extraordinaria, uno delos ms lucidos y sinceros de la histo-ria del cristianismo occidental. Peroestuvo ciego ante algo que, a nuestrojuicio, resulta muy importante: no des-cubri el valor personal de la mujercon la que se haba casado, aunquefuera en un matrimonio entre desigua-les. Jurdicamente, segn el Derechoromano, l tena el derecho de expul-sar a su mujer. Pero el cristianismo de-bera haberle capacitado para actuarde otra manera, es decir, para no ex-pulsarla.

    Tras su conversin, Agustn pensque la mejor manera de responder a lallamada de Dios era vivir en celibato,dedicado al cultivo de los valores supe-riores, alejado de los peligros de lacarne, y as lo hizo, marcando con suopcin y con su teologa de alejamien-to sexual gran parte de la historia pos-terior del cristianismo en Occidente.Haba otra respuesta, que Agustn noquiso o no pudo ver (quiz influido porel maniquesmo anterior y por un tipode idealismo espiritualista griego, con-trario a la carne). Esa respuesta, queen aquel tiempo era muy posible (Agus-tn poda haber sido obispo y casado),habra marcado de un modo distinto elpensamiento cristiano.

    3. Vida fraterna en comunidad. La ReglaComo he puesto de relieve, san

    Agustn no pudo escribir un verdaderoDe Matrimonio, es decir, un tratadocristiano de vida conyugal, pues se loimpedan sus condicionamientos per-sonales, intelectuales y eclesiales. Fueuna pena, pues su ejemplo poda habercambiado la vida cristiana en Occiden-te. Agustn no supo descubrir el valorms alto del matrimonio cristiano, pe-ro vio y cant el valor de la vida frater-na en comunidad de clibes. En esalnea escribi el ms profundo e influ-yente de todos los tratados de vida re-ligiosa de la historia cristiana, al me-nos en el mbito latino. Sin duda, laRegla de Benito ha influido ms enla vida monacal, pero la de Agustn re-sulta ms amplia y ha podido fundarvarios tipos de vida religiosa.

    Tras su conversin, primero en Ta-gaste (ao 387), despus en Hipona(desde el 391) e incluso despus de ha-ber sido nombrado obispo (395), Agus-tn quiso vivir en comunidad, pidiendoa sus colaboradores que hicieran lomismo. Se trataba bsicamente de unacomunidad de clrigos, al servicio delas tareas eclesiales. Pero tambin fun-d una comunidad femenina, dirigidapor su hermana, para la que escribiuna carta sobre los principios de la vi-da comunitaria, segn el evangelio.Esa carta y dos sermones son la basede la Regla de San Agustn (cf. Ep. 211,en PL 33 y Regula ad servos Dei, PL32), que es la base de la vida religiosaen Occidente, asumida no slo por losagustinos propiamente dichos (entre

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  • los que podemos citar a Kempis,Erasmo y Lutero), sino tambin porlos miembros de otras muchas rdenesy congregaciones que la siguen toman-do como fundamento de su vida. Quie-ro destacar aqu dos rasgos de esa Re-gla, que ofrece un ideario prodigiosode vida cristiana, tanto en su principio(amor mutuo) como en la forma de en-tender la funcin mediadora del su-perior.

    a) Principio: amor mutuo.Ante todas las cosas, queridsi-

    mos Hermanos, amemos a Dios ydespus al prjimo, porque estos sonlos mandamientos principales quenos han sido dados. 2. He aqu lo quemandamos que observis quienes vi-vs en comunidad. 3. En primer tr-mino, ya que con este fin os habiscongregado en comunidad, vividunnimes en la casa: tened una solaalma y un solo corazn orientadoshacia Dios. 4. Y no poseis nada pro-pio, sino que todo lo tengis en co-mn, y que el Superior distribuya acada uno de vosotros el alimento yvestido, no igualmente a todos, por-que no todos sois de la misma com-plexin, sino a cada uno segn lo ne-cesitare; conforme a lo que leis enlos Hechos de los Apstoles: Tenantodas las cosas en comn y se repar-ta a cada uno segn lo necesitaba.5. Los que tenan algo en el siglo,cuando entraron en la casa religiosa,pnganlo de buen grado a disposi-cin de la Comunidad... (Regla 1-5).

    ste es el principio y compendio dela Regla y de la vida cristiana en co-munidad de clibes. En la raz y fun-damento de esta vida no se pone nin-gn tipo de organizacin superior,ninguna idea metafsica, ninguna ex-periencia mstica especial. En ella nose empieza aludiendo ni siquiera a laIglesia, aunque es evidente que en elfondo de este tipo de vida se encuentrala experiencia de la Iglesia de Jerusa-ln, segn Hch 2 y 4. El centro y com-pendio es el amor, en sus dos formas (aDios y al prjimo). Lo que Agustn pre-tende es la creacin de una comunidadde amor en el plano del alma (nivel in-telectual y volitivo) y del corazn (nivelafectivo).

    b) Mediaciones, amor comunitario.El fin de la vida religiosa es el surgi-miento de un espacio de comuninpersonal celibataria. La Regla de Agus-tn no alude todava a votos (que

    vendrn ms tarde, en el siglo XII-XIII),ni a mediaciones institucionales estric-tas (basta con que un grupo de perso-nas se rena desde Dios, para vivir encomunin). Ella no establece horarios,ni tareas concretas, ni tipos de comu-nidades. Slo se fija en el amor mutuo,cultivado a travs de la vida comn, laoracin y un tipo de trabajo, muy cen-trado en lo intelectual. Slo a partir deese supuesto y en un segundo momento,como mediacin al servicio del amorcomunitario, habla de un superior oresponsable del amor (no del poder) enla comunidad. La figura del superior(que no tiene autoridad ministerial) seinscribe segn eso dentro del compro-miso comunitario del conjunto de loshermanos: corresponde principal-mente al superior local (= prior o pri-mero) hacer que se observen todas es-tas cosas (= Regla) y si no lo fueren nose transija por negligencia sino que secuide de enmendar y corregir (Regla45). Ese superior no se encuentra porencima sino dentro de la fraternidad.No es signo de Dios por su poder sobrelos hermanos, sino por su autoridadcomo animador del grupo.

    4. Funciones de la autoridadEn la lnea anterior, el superior apa-

    rece como mediacin importante en lavida fraterna. Por eso su oficio incluyeel corregir y enmendar a los hermanos,para mantener y promover la fraterni-dad. Segn eso, el superior no se hallafuera sino dentro de la fraternidad ylgicamente debe compartir la vida delconjunto de los hermanos. En otraspalabras, segn Agustn, la vida cristia-na no exige jerarqua, sino slo frater-nidad, segn el evangelio. No hay je-rarqua, pero hay animacin fraterna.a) Servicio: El que os preside (= prior)no se sienta feliz por mandar con au-toridad sino por servir con caridad...(46). La autoridad es ministerio deamor (no de poder) y se expresa por laayuda que el superior ha de ofrecer alos restantes miembros de la comuni-dad, apareciendo as como criado(= siervo) de los hermanos (cf. Mc10,38-45 par) y mostrndose dichosoal servirles. b) Ejemplo: Mustrenseante todos como ejemplo de buenasobras (46). sta es su autoridad. Elsuperior agustino es un maestro de vi-da; no un director espiritual (como elabad benedictino), ni gestor de una ad-

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  • ministracin (como ciertos poderes ci-viles), sino alguien que puede ofrecerun ejemplo de vida, un gur comunita-rio. Por eso se dice que debe precedercon honor a los hermanos, es decir,caminar primero. Le han dado esa ta-rea (honor) y lo debe asumir, sabiendoque ha de ser siervo de todos. c) Amor:Busque ms ser amado que temido...sirva con caridad (46). Hacerse que-rer, ste es el principio de toda autori-dad. Por eso, el superior ha de ser al-guien que tiene el carisma del amor(de hacerse querer, de ser amado), sus-citando as una comunin (de amigoso/y hermanos). Ciertamente, amar esservir, pero tambin dejarse. d) Temordivino: Ha de dar cuenta a Dios de to-dos vosotros (46), sabiendo que cuan-do ms elevado se halla entre vosotrosms peligro corre de caer (47). De es-ta forma subraya Agustn el riesgodel poder, como lo ha hecho toda latradicin evanglica: ser superior esun gozo (servicio de amor), pero es tam-bin un riesgo, no slo en este mun-do (utilizando a los otros a la fuerza)sino tambin ante el reino futuro. Elque manda tiene un riesgo mayor deperderse. Por eso pide la regla que seruegue por los superiores, no slopara que lo hagan bien sin ms bienpara que no se condenen tomandola autoridad como medio para suegosmo.

    5. Tareas concretas de la autoridadPartiendo de lo anterior se pueden

    formular algunas las tareas especialesdel superior, entendido como hermanomayor o como padre que se ocupa delos problemas y personas de la comuni-dad. a) Corrija a los inquietos (46). In-quietos son los turbulentos, los fogosos,los que todo lo emprenden y cambian,los que nunca estn tranquilos con na-da. No son malos, no aparecen aqu co-mo perversos sino como intranquilos.Corregir significa en este caso moderar:procurar que surja y se cultive la pazcon este tipo de personas. Corregir sig-nifica acompaar y guiar en la paz a losque estn siempre en riesgo de perderla paz. b) Consuele a los tmidos (46).Consolar es dar fuerza, ofrecer nimo,ayudar en el camino a los que pareceque son incapaces de caminar. No setrata aqu del gesto paternalista de darun cariito sino de la actitud creado-ra de ofrecer fortaleza, de animar a los

    que se encuentran faltos de nimo. Hayhermanos tmidos, que no se atrevena decir, pensar, hacer... que buscan uncobijo en el convento. Funcin del su-perior es dar alma: hacer que los re-ligiosos sean capaces de actuar, deasumir el camino comunitario, de reali-zarse como personas, en libertad.c) Acoja a los dbiles (46). Acoger es re-cibir, ofrecer un lugar de vida, un espa-cio de confianza... En algn sentido eslo mismo que consolar (dar nimo),pero tiene un matiz ms receptivo, deescuchar y recibir a los miembros msdbiles de la comunidad. La casa reli-giosa aparece de esa forma como lugardonde los miembros ms enfermos yfrgiles se pueden sentir comprendidosy valorados. Funcin del superior esofrecerles lugar de vida en la conjuntode la comunidad, sin que ellos puedanser manipulados por nadie. d) Sea pa-ciente con todos (46). Esto es evidente-mente lo que ms necesita el superior:la paciencia ante los fallos y carenciasde los otros... Saber esperar, saber en-tender, saber dar tiempo a las cosas...sta es la funcin suprema del supe-rior: animar la vida comunitaria conpaciencia grande. El convento no es lu-gar de perfectos sino casa de personasmuchas veces mediocres. La pacienciaes bsica para que esta casa funcione.

    Esta Regla de san Agustn, que ashemos condensado, constituye uno delos textos ms significativos e influyen-tes del pensamiento cristiano de Occi-dente. Millones de personas que nohan entendido ni ledo los grandes tra-tados teolgicos de Agustn, ni han se-guido sus disputas eclesiales, han es-cuchado y cumplido esta regla, tantoen la vida religiosa formal (en variasrdenes y congregaciones) como enotros estilos de vida cristiana. As lo hadestacado, por ejemplo, T. Vias, enuna tesis doctoral titulada: La amistaden la vida religiosa: interpretacin agus-tiniana de la vida en comunidad (Ma-drid 1995).

    6. Pensamiento cristiano. Momentos bsicosDespus de su conversin (ao 386-

    387) y en especial despus de su nom-bramiento como obispo (ao 395),Agustn desarrolla una inmensa laborteolgico-pastoral, que aqu slo pode-mos evocar, pues resulta imposible de-tenernos en cada uno de sus temas.

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  • a) Plano personal: teologa del pecadooriginal y de la gracia. Toda su vida fueun intento de comprender y soportarlos males de este mundo. Por eso fuepor un tiempo seguidor de Mani,profeta gnstico que en el fondo defen-da la existencia de una divinidad per-versa que nos oprime desde fuera, demanera que no somos responsables, si-no vctimas del mal que cometemos.Su conversin al cristianismo eclesis-tico va vinculada al descubrimiento delvalor superior de la gracia y del amorde Dios que todo lo funda y lo llena.Segn eso, Agustn se ha convertido alplatonismo ortodoxo (el mal no exis-te, no hay Dios perverso) y al cristia-nismo eclesial: en la Iglesia de Jess sepuede vivir desde el amor y superar losmales de este mundo.

    Desde