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1 http://www.inpas.cl/ MÓDULO DE FORMACIÓN BÁSICA CRISTOLOGÍA I PLAN DE FORMACIÓN PARA LAICOS ARQUIDIÓCESIS DE SANTIAGO Esta ficha está realizada en base al texto Cristología 1, correspondiente al Plan de Formación para Laicos del Instituto Pastoral Apóstol Santiago, publicado el año 2007. El texto se encuentra en constante renovación y su publicación ha sido autorizada por Inpas. Se prohíbe la reproducción total o parcial sin autorización expresa del titular.

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http://www.inpas.cl/

MÓDULO DE FORMACIÓN BÁSICA

CRISTOLOGÍA I

PLAN DE FORMACIÓN PARA LAICOS ARQUIDIÓCESIS DE SANTIAGO

Esta ficha está realizada en base al texto Cristología 1, correspondiente al Plan de Formación para Laicos del Instituto Pastoral Apóstol Santiago, publicado el año 2007. El texto se encuentra en constante renovación y su publicación ha sido autorizada por Inpas. Se prohíbe la reproducción

total o parcial sin autorización expresa del titular.

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© Fundación Instituto Pastoral Apóstol Santiago - Arzobispado de Santiago Moneda 1845

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Santiago de Chile

ISBN: 956-8188-19-3 Registro de Propiedad Intelectual: 137.178

Santiago, 3ª edición abril de 2011

Material elaborado por:

José Luis Fernández de Valderrama MSpS

Prohibida la reproducción total o parcial sin autorización expresa

del titular del Copyright.

Diseño e Impresión: Gráficanueva Ltda. 689 0380

Printed in Chile/Impreso en Chile

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Introducción

Presentamos a continuación el módulo de Cristología I, correspondiente a la Formación Básica del Plan de Formación. Se trata de un documento dirigido a los formadores, que pretende ayudarles a desarrollar los contenidos mínimos de este módulo en las diferentes instancias formativas.

Este módulo forma parte del Plan de Formación de Laicos de la Arquidiócesis. Por ello, es de

suma importancia que los formadores conozcan íntegramente el Plan y sus criterios fundamentales antes de abordar la programación concreta del módulo. A fin de facilitar esta tarea, se ha incorporado una primera parte que sintetiza brevemente sus elementos principales. De todas maneras, es aconsejable que los formadores amplíen esta información con el documento completo del Plan de Formación. Esta primera parte incorpora además algunas sugerencias para la programación y evaluación del módulo.

La segunda parte es la “ficha técnica” del módulo. Especifica los objetivos, contenidos

mínimos, criterios metodológicos y criterios de evaluación a los que este módulo debe responder como parte del Plan. Estos elementos han de ser respetados con la mayor rigurosidad posible a fin de que, realizados por distintos formadores y en distintos ámbitos, sean homologables, lo que permitirá una efectiva progresión en el proceso formativo de las personas que participen.

La tercera parte es el desarrollo sintético y narrativo de los contenidos mínimos. Puede ser

trabajada de diversas maneras según el formador lo estime conveniente. Es posible que le pueda servir, en todo o en parte, como apuntes para los alumnos. También que decida utilizarla como base o como material auxiliar para desarrollar el suyo propio. Puede ser enriquecida (respetando siempre los contenidos propios de los siguientes niveles del Plan), aunque no reducida en sus contenidos, en función del criterio del formador y de la realidad de sus destinatarios. Queremos resaltar que se trata de contenidos mínimos: esto es, no hemos pretendido un desarrollo acabado de la materia, sino únicamente señalar qué aspectos no pueden quedar fuera de su desarrollo, a fin de garantizar la coherencia y la integralidad de los diversos niveles del Plan. Tómese, por tanto, como un documento base sobre el que el formador ha de realizar su elaboración pedagógica. Al finalizar esta tercera parte, se indica la bibliografía básica utilizada en la confección del módulo y alguna bibliografía complementaria. Esperamos que este material pueda servir de ayuda para los profesores, formadores, animadores o guías de los procesos formativos de nuestra Arquidiócesis y para sus destinatarios, ofreciendo una mayor coherencia entre los diferentes cursos que desarrollan los organismos arquidiocesanos.

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ÍNDICE INTRODUCCIÓN ÍNDICE PRIMERA PARTE – LA FORMACIÓN BÁSICA Introducción 1. Destinatarios 2. Objetivo general 3. Contenidos 3.1. Los módulos formativos 3.2. Las áreas de contenido 4. Los criterios metodológicos del Plan de Formación 5. Formas de realizar los módulos de Formación Básica 6. Sugerencias para la programación y evaluación del módulo

SEGUNDA PARTE – FICHA TÉCNICA DEL MÓDULO CRISTOLOGÍA I 1. Datos generales 2. Objetivos del módulo 3. Contenidos mínimos 4. Criterios metodológicos 5. Criterios de evaluación

TERCERA PARTE – DESARROLLO DE CONTENIDOS MÍNIMOS Introducción Esquema general 1. Introducción al Nuevo Testamento y a los Evangelios

1.1. El Nuevo Testamento 1.2. Nociones generales sobre el Nuevo Testamento 1.3. ¿Qué son los Evangelios? 1.4. Contenido y finalidad de los Evangelios

2. Jesús de Nazaret

2.1. Jesús, personaje histórico 2.2. Jesús, personaje evangélico

3. La Resurrección de Jesús

3.1. Introducción 3.2. Los acontecimientos 3.3. El significado de estos acontecimientos 3.4. Jesucristo, revelación del misterio de Dios y del hombre

4. La Infancia de Jesús

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4.1. Sentido y finalidad de los relatos de la Infancia 4.2. Los orígenes de Jesús en Mateo 4.3. Los orígenes de Jesús en Lucas 4.4. En conclusión

5. El Bautismo y las tentaciones de Jesús

5.1. El Bautismo de Jesús en los evangelios 5.2. Significado e implicaciones 5.3. Los relatos de las tentaciones 5.4. Significado de las tentaciones

6. El Mensaje de Jesús: El Reino de Dios

6.1. El Rey en el Antiguo Testamento 6.2. Jesús proclama y realiza el Reino de Dios 6.3. Características del Reino de Dios 6.4. Exigencias del Reino

7. Las Bienaventuranzas 7.1. Introducción 7.2. Las Bienaventuranzas: el programa del Reino 7.3. En conclusión

8. Actitudes fundamentales de Jesús

8.1. Jesús ante su Padre Dios 8.1.1. La opción fundamental de Jesús

8.2. Jesús ante la Ley 8.3. Jesús ante el Templo 8.4. Jesús ante los poderosos 8.5. Jesús ante los marginados 8.6. Confrontación con la vida

9. La ética y el seguimiento de Jesús

9.1. La ética de Jesús 9.2. El amor, norma suprema de la moral evangélica 9.3. El seguimiento de Jesús 9.4. Exigencias del seguimiento de Jesús

10. La Pasión y Muerte de Jesús

10.1. Introducción 10.2. La Pasión y Muerte de Jesús en los Evangelios 10.3. Su significado 10.4. El Misterio Pascual: Muerte y Vida

+ BIBLIOGRAFÍA GENERAL

- Bibliografía básica - Bibliografía complementaria

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PRIMERA PARTE

LA FORMACIÓN BÁSICA

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INTRODUCCIÓN El módulo que presentamos se inserta en el nivel de Formación Básica del Plan de Formación para Laicos de la Arquidiócesis de Santiago. Este nivel pretende facilitar la integración de la fe y la vida, ayudando a las personas a estructurar la vida desde la fe en Jesús. Consta, como todos los niveles del Plan de Formación, de un "tronco común", dirigido a todos los laicos y de un "tronco específico", dirigido a los laicos que son llamados a prestar algún servicio específico. El módulo que presentamos forma parte del tronco común. 1. DESTINATARIOS Los destinatarios de los módulos de la Formación Básica son personas creyentes que han recibido una formación inicial a través de la catequesis o de procesos comunitarios. Es posible que algunos de ellos estén prestando ya un servicio eclesial concreto, tal como ministro extraordinario de la Eucaristía, animación litúrgica o catequesis. 2. OBJETIVO GENERAL

Profundizar en la experiencia cristiana, orientando y estructurando la vida personal desde la fe en Jesús y conseguir una visión global de la vida y el mundo desde la fe.

Todos los módulos del tronco común de la formación básica se enmarcan en este objetivo

general, esto es, han de contribuir, desde su perspectiva, a lograr este objetivo. Esto implica que habrán de tener un fuerte contenido experiencial y preocuparse de la vinculación con la vida cotidiana de los formandos.

Este objetivo se desglosa posteriormente, en las áreas y en los módulos, en objetivos de

carácter cognitivo, actitudinal y procedimental, a fin de procurar la integralidad de la formación.

3. CONTENIDOS 3.1. Los módulos formativos

Los módulos formativos son lo que podría equivaler a "cursos" o "talleres". Son un conjunto de objetivos y contenidos que tienen sentido en sí mismos (por ejemplo, Introducción a la Biblia), y que, al mismo tiempo, se pueden coordinar con otros módulos formando procesos o cursos de más duración. La duración mínima para realizar un módulo es de 20 horas cronológicas. 3.2. Las áreas de contenido

Como todo el tronco común del Plan de Formación, el de la Formación Básica consta de

cuatro áreas de contenido, cada una de ellas compuesta por dos o tres módulos. Estas áreas son las siguientes:

a) Persona y sociedad - Incluye todos aquellos contenidos relacionados con el desarrollo y

la madurez personal: conocimiento personal, elementos de psicología y antropología, comunicación y relaciones interpersonales, etc; que ayudan a una madurez cristiana y a

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una adecuada personalización de la fe. Sin embargo, nadie es fuera de la sociedad en la que vive, por lo tanto, esta área incluye también los contenidos referentes al análisis y el conocimiento de la realidad en la que vivimos, fundamentales para una adecuada inserción y presencia cristiana en el mundo. En la Formación Básica, esta área consta de dos módulos:

Madurez personal.

Economía, cultura y participación social.

b) El Dios de Jesucristo - Recoge contenidos más propiamente teológicos: Jesucristo, la Trinidad, la revelación, la Sagrada Escritura, creación y escatología y antropología cristiana. En la Formación Básica, incluye tres módulos:

Introducción a la Biblia y al Nuevo Testamento.

Cristología I.

Antropología Cristiana I.

c) Iglesia y comunidad cristiana - Esta área trabaja los contenidos de carácter eclesiológico: qué es la Iglesia, su historia, el Magisterio eclesial (con especial referencia a la DSI) y los carismas, ministerios y servicios en la Iglesia. En la Formación Básica, incluye dos módulos:

La Iglesia, Pueblo de Dios. María, madre de la Iglesia.

Liturgia y sacramentos.

d) Vida cristiana - En esta área se incluyen contenidos cuya característica principal es aglutinar conceptos de las tres áreas anteriores y vincularlas con la vida. Así, incluye los elementos de espiritualidad, oración, liturgia y celebración, vida comunitaria, compromiso profesional, familia… Es un área destinada a trabajar especialmente la integración fe-vida que señalábamos anteriormente, sin olvidar por ello que todas las dimensiones que se trabajen en cualquiera de las áreas tengan esta orientación. En la Formación Básica, incluye tres módulos:

Fe cristiana y seguimiento de Jesús.

Moral fundamental.

Presencia cristiana en el mundo I.

Los módulos pertenecientes a una misma área configuran una cierta unidad, por eso es conveniente conocer también los otros módulos que la integran, a fin de adquirir una visión más global del proceso.

4. LOS CRITERIOS METODOLÓGICOS DEL PLAN DE FORMACIÓN

Todo el Plan de Formación trabaja con unos criterios metodológicos comunes, que cada

profesor habrá de adecuar al módulo formativo que desarrolle y a los destinatarios con los que trabaje. Estos criterios son los siguientes:

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1. Aprendizaje significativo1. Generar aprendizajes significativos en las personas, significa que las personas establezcan conexión entre los nuevos contenidos que aprenden y sus conocimientos y aprendizajes previos, y entre estos contenidos y sus experiencias vitales. Sólo se “aprehende” lo que resulta significativo para la persona, lo que adquiere sentido. Esto implica también facilitar que las personas jerarquicen sus aprendizajes: no todo tiene la misma importancia. Optar por un aprendizaje significativo implica, por lo tanto, partir de la experiencia y de los conocimientos previos de las personas, considerándolas como sujetos activos que construyen su propio aprendizaje, y cuidar que los nuevos aprendizajes se incorporen a la red de significados que el formando interioriza, esto es, que se constituyan parte de su experiencia y su conocimiento.

2. Un aprendizaje activo. Sólo se aprende lo que se hace, lo que se lleva a la práctica.

Cualquier secuencia metodológica que se adopte ha de procurar que el aprendizaje tenga consecuencias concretas en la vida de las personas, les lleve a la acción y a la coherencia entre la fe y la vida.

3. Integrando lo simbólico y lo celebrativo. La celebración, la fiesta, los signos, son

elementos pedagógicos de la mayor importancia que la pedagogía de la Iglesia ha integrado de forma muy rica. La dimensión simbólica de la vida condensa de modo especial los significados que se aprenden e interiorizan, al mismo tiempo que genera nueva experiencia y nuevos significados. Por eso, en la programación concreta de los procesos formativos será necesario que se tenga muy presente esta dimensión a través de la liturgia, la celebración y, en los niveles iniciales especialmente, buscando signos concretos que celebren y consoliden las opciones que se van tomando.

4. De carácter testimonial. La transmisión de la fe se realiza primeramente por el

testimonio. El formador actúa como modelo de referencia para los formandos. La metodología ha de favorecer siempre, en lo posible, el contacto personal que posibilita el testimonio y el aprendizaje por modelado. Esto requiere, asimismo, que los formadores sean ante todo testigos de la fe que vivan en coherencia con ella.

5. Comunitario2. Jesús formó a sus discípulos en comunidad. La comunidad es

simultáneamente el sujeto que forma (a través del formador) y el horizonte del proceso, al mismo tiempo que una opción pedagógica. Este criterio implica privilegiar, cuando sea posible, la formación en grupos y comunidades pequeñas, y, en cualquier situación, favorecer situaciones de aprendizaje donde el formador no sea el único emisor, sino que todos puedan decir su palabra, dialogar y buscar juntos (trabajo en grupos).

6. Orientado a la autoformación. Todo el proceso ha de contribuir a que las personas

puedan ser cada vez más protagonistas de su propia formación. Esto permitirá que se desarrolle una actitud de formación permanente contando con las herramientas necesarias para ello, y requiere favorecer en los procesos y en las actividades formativas la toma de decisiones personales y la capacidad de discernimiento necesaria para buscar y seleccionar en cada momento las herramientas que necesitan para continuar creciendo en su fe.

7. Adaptado en el lenguaje. Es de suma importancia la utilización de un lenguaje adecuado

a los destinatarios concretos de cada actividad o proceso. La profundidad de los

1 Cf. Directorio General de Catequesis 114-117.

2 Cf. ibid., 86.

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contenidos no es sinónimo de la oscuridad en el lenguaje, como a veces pensamos. Los contenidos más complejos pueden y deben ser “traducidos” a un lenguaje adecuado a sus destinatarios, utilizando para ello diversos lenguajes: hablado, escrito, audiovisual o simbólico, de acuerdo con las características de los destinatarios.

5. FORMAS DE REALIZAR LOS MÓDULOS DE LA FORMACIÓN BÁSICA

Los módulos de la formación básica se pueden realizar de formas diferentes:

En cursos o talleres de 20 horas de duración, por ejemplo en Escuelas de Verano o Invierno. En este caso, los contenidos mínimos que desarrollamos a continuación habrán de ser adecuados metodológicamente para ello. Habrá que tener en cuenta también que las personas tendrán una formación previa diferente: habrá algunos que participen por primera vez en un curso o taller y otros que ya hayan realizado módulos del tronco común o específico, ya que ningún módulo de la Formación Básica exige requisitos formativos previos. Por ello, será preciso no dar por supuesta ninguna formación previa más allá de la Iniciación Cristiana.

En Escuelas de Formación Básica, realizadas en decanatos, zonas u otras instituciones, donde se desarrollan a lo largo de un curso de 200 horas de duración todos los módulos de la Formación Básica. En este caso, los participantes serán más homogéneos y estarán todos ellos insertos en un proceso formativo común. Por eso, los contenidos mínimos que se presentan habrán de coordinarse de forma armónica con el resto de los módulos.

Dentro de cursos formativos para servicios eclesiales, por ejemplo, animadores de comunidades. En este caso, habrán de coordinarse con el resto de los módulos del tronco común y con los correspondientes del tronco específico, y es de esperar que acentúen especialmente aquellos aspectos de mayor relevancia para el servicio concreto.

En procesos comunitarios, dentro de una comunidad de vida. En ese caso, los contenidos mínimos que presentamos habrán de transformarse en fichas de trabajo, e integrarse dentro de un proceso comunitario más amplio, que incluya también revisión de vida, espacios para compartir, oración y celebración.

6. SUGERENCIAS PARA LA PROGRAMACIÓN Y EVALUACIÓN DEL MÓDULO Como hemos señalado, aquí únicamente se indican los objetivos y contenidos mínimos del módulo para poder ser homologado con el resto del Plan de Formación. Al profesor, formador o guía que lo desarrolle corresponde, por lo tanto:

a) Desarrollar con mayor profundidad los contenidos, acentuar algunos o añadir otros aspectos que considere relevantes para sus destinatarios concretos.

b) Adaptar el lenguaje al grupo de participantes con el que trabaja.

c) Buscar y desarrollar la metodología concreta y las actividades de aprendizaje adecuadas

para el grupo de participantes y el contexto en el que se desarrolla la formación.

d) Desarrollar los métodos concretos para la evaluación del módulo.

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Estos aspectos se concretan en la programación de cada profesor. Una programación ha de

incluir, al menos, los siguientes aspectos: 1. Un pequeño análisis de los destinatarios del módulo y de su contexto. No es lo mismo

desarrollar este módulo en una zona de Santiago que en otra, para jóvenes o para adultos, para personas con formación universitaria o con educación básica. Es importante que el formador se informe adecuadamente de esto.

2. Los objetivos concretos. Éstos vienen definidos en el propio módulo, si bien es posible

añadir algunos o matizar otros en función de la realidad concreta.

3. Los contenidos que se desarrollarán. Es conveniente que, antes de realizar la programación, el formador lea los contenidos mínimos que se proponen de forma completa, para asegurarse de incluirlos en su programación.

4. La secuencia metodológica y la dinámica de las sesiones, teniendo en cuenta los

criterios metodológicos antes expuestos.

5. La forma en la que se va a evaluar. Los módulos del Plan de Formación no se consideran superados con la mera asistencia, ya que van a permitir posteriormente el acceso a otros módulos de mayor nivel de complejidad que no podrían ser aprovechados si no hay un aprendizaje real en los participantes. Por eso, es imprescindible realizar una evaluación donde el formador pueda contrastar el aprendizaje de los alumnos.

Para ello, la ficha técnica del módulo incorpora criterios de evaluación, que se refieren a los mínimos de aprendizaje que se exigen para superar el módulo. A los formadores corresponde buscar los mejores instrumentos para la evaluación. Por otra parte, es muy importante que evalúen también la realización pedagógica del módulo. Para ambos tipos de evaluación es conveniente que consulten el Plan de Formación, que sugiere diferentes instrumentos para realizarla.

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SEGUNDA PARTE

FICHA TÉCNICA DEL MÓDULO

CRISTOLOGÍA I

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1. DATOS GENERALES

Nivel 1 – Formación Básica

Área de Contenido: El Dios de Jesucristo

2. OBJETIVOS DEL MÓDULO

+ Objetivos Cognitivos:

Conocer en profundidad desde la Palabra la persona de Jesús, su relación con Dios como Padre y el proyecto del Reino.

- Conocer los rasgos fundamentales de la persona y la vida de Jesús. - Reflexionar sobre el significado de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. - Profundizar en su mensaje del Reino de Dios. - Reflexionar sobre las implicaciones del seguimiento de Jesús.

+ Objetivos actitudinales:

Consolidar la adhesión personal a Jesús y su proyecto de vida.

- Favorecer una actitud de acogida y de adhesión a la Persona de Jesús. - Desarrollar una actitud de permanente referencia al mensaje de Jesús y su propuesta

de vida. - Orientar y estructurar la vida personal desde la fe en Jesús y el proyecto de Dios para

el ser humano.

+ Objetivos procedimentales:

Tener las herramientas que favorezcan el discernimiento para la coherencia fe – vida.

- Capacitar para el conocimiento de Jesús en los Evangelios. - Capacitar para el conocimiento de los elementos fundamentales del mensaje de Jesús. - Conocer las características esenciales del seguimiento de Jesús.

3. CONTENIDOS MÍNIMOS Cualquiera que sea el tratamiento pedagógico que se realice, el Módulo Cristología I incluye los siguientes contenidos mínimos:

- Introducción al Nuevo Testamento y a los Evangelios. Nociones generales sobre el Nuevo Testamento y contenido y finalidad de los Evangelios, como forma de acceso a la persona de Jesús.

- Jesús de Nazaret, personaje histórico y personaje evangélico. - La Resurrección de Jesús: los acontecimientos, su significado, su relevancia para nuestra

fe. Jesucristo, revelación del misterio de Dios y del hombre.

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- La Infancia de Jesús. Sentido y finalidad de los relatos de la Infancia. Los orígenes de Jesús en Mateo y en Lucas.

- El Bautismo y las tentaciones de Jesús en los evangelios, su significado y sus implicaciones.

- El Mensaje de Jesús: El Reino de Dios. El Rey en el Antiguo Testamento. La proclamación y realización del Reino de Dios en Jesús. Las características del Reino de Dios. Las exigencias del Reino.

- Las Bienaventuranzas: el programa del Reino. - Actitudes fundamentales de Jesús: Jesús y el Padre, la opción fundamental de Jesús,

Jesús ante la Ley, Jesús ante el Templo, Jesús ante los marginados. - La ética y el seguimiento de Jesús. La ética de Jesús. El amor, norma suprema de la

moral evangélica. El seguimiento de Jesús y sus exigencias. - La Pasión y Muerte de Jesús. Su narración en los Evangelios; su significado; el Misterio

Pascual. 4. CRITERIOS METODOLÓGICOS

Queremos señalar que en este módulo de Cristología I, que corresponde a lo que se suele llamar Cristología Bíblica, no se abordan las cuestiones de la Cristología dogmática (que se ven en la Formación Superior), y resaltar, por tanto, la importancia que tiene para el módulo el contacto directo con la Palabra de Dios.

Pero además, queremos llamar la atención sobre la necesidad de tener presente los criterios metodológicos del Plan de Formación, pues, como es obvio, no se pretende únicamente conocer “los datos” bíblicos sobre la persona de Jesús, sino fundamentalmente crecer en el conocimiento y adhesión a su persona y proyecto de vida, para vivir con mayor autenticidad y coherencia nuestra vida cristiana. 5. CRITERIOS DE EVALUACIÓN

Los objetivos nos indican la dirección hacia la que queremos caminar en el desarrollo del

módulo con los participantes. Sin embargo, es sabido que no todas las personas avanzan de la misma manera. No pretendemos que todos los participantes logren al cien por cien los objetivos propuestos, pero necesitamos establecer unos mínimos que sí han de haber logrado para que se pueda considerar que han superado el módulo, y, por tanto, pueden acceder a otros que lo incluyen como requisito. Esta evaluación es fundamental para respetar el carácter procesual del Plan de Formación y permitir una progresión en la formación y el aprendizaje.

Así pues, consideraremos que una persona ha superado el módulo si constatamos que:

Ha descubierto los rasgos principales de la persona de Jesús que nos presentan los Evangelios.

Ha conseguido un conocimiento y comprensión básicos de los elementos fundamentales del mensaje del Reino y de la propuesta de vida de Jesús.

Ha asimilado la revelación del rostro paterno de Dios y del verdadero rostro del ser humano que nos aporta Jesús.

Ha comprendido cuáles son los misterios centrales de la vida de Jesús y su significación para nuestra vida.

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Ha entendido el significado fundamental de la Pascua de Jesús.

Ha comprendido y asimilado que el seguimiento de Jesús tiene implicaciones y exigencias concretas para la vida personal, comunitaria y social.

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TERCERA PARTE

DESARROLLO DE CONTENIDOS MÍNIMOS DE

CRISTOLOGÍA I

José Luis Fernández de Valderrama, msps

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INTRODUCCIÓN

Para el desarrollo de los contenidos hemos tenido fundamentalmente en cuenta cuatro obras: Martín Irure y Jesús M. Larrañeta, Catequesis Bíblicas, Ed. CCS, Madrid 1997; Carlos Junco Garza y Ruy Rendón Leal, La Palabra nos congrega, Ed. Paulinas, México 1986; José Ramón Busto Sáiz, Cristología para empezar, Sal Terrae, Santander 1991; y el Catecismo de la Iglesia Católica. Cada capítulo del módulo está pensado para desarrollarlo en dos horas, completando las veinte horas del módulo. El capítulo primero e introductorio reproduce casi íntegramente (excepto el último punto) el capítulo tercero del Módulo de Introducción a la Biblia y al Nuevo Testamento, y por lo tanto solamente sería necesario en caso de que no se hubiera realizado dicho Módulo; en caso contrario se puede obviar y dedicar más tiempo a los demás capítulos.

En general los contenidos son sencillos y sintéticos, pero abundantes en citas bíblicas, con la finalidad de trabajarlos en permanente contacto con la Palabra. Al final de algunos capítulos, se señalan algunas pistas para iluminar y buscar su aplicación a la vida. Por último, se señalan algunas obras como posible bibliografía complementaria. ESQUEMA GENERAL

Introducción 1. Introducción al Nuevo Testamento y a los Evangelios

1.1. El Nuevo Testamento 1.2. Nociones generales sobre el Nuevo Testamento 1.3. ¿Qué son los Evangelios? 1.4. Contenido y finalidad de los Evangelios

2. Jesús de Nazaret

2.1. Jesús, personaje histórico 2.2. Jesús, personaje evangélico

3. La Resurrección de Jesús

3.1. Introducción 3.2. Los acontecimientos 3.3. El significado de estos acontecimientos 3.4. Jesucristo, revelación del misterio de Dios y del hombre

4. La Infancia de Jesús

4.1. Sentido y finalidad de los relatos de la Infancia 4.2. Los orígenes de Jesús en Mateo 4.3. Los orígenes de Jesús en Lucas 4.4. En conclusión

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5. El Bautismo y las tentaciones de Jesús.

5.1. El Bautismo de Jesús en los evangelios 5.2. Significado e implicaciones 5.3. Los relatos de las tentaciones 5.4. Significado de las tentaciones

6. El Mensaje de Jesús: El Reino de Dios

6.1. El Rey en el Antiguo Testamento 6.2. Jesús proclama y realiza el Reino de Dios 6.3. Características del Reino de Dios 6.4. Exigencias del Reino

7. Las Bienaventuranzas

7.1. Introducción 7.2. Las Bienaventuranzas: el programa del Reino 7.3. En conclusión

8. Actitudes fundamentales de Jesús

8.1. Jesús ante su Padre Dios 8.1.1. La opción fundamental de Jesús 8.2. Jesús ante la Ley 8.3. Jesús ante el Templo 8.4. Jesús ante los poderosos 8.5. Jesús ante los marginados 8.6. Confrontación con la vida

9. La ética y el seguimiento de Jesús

9.1. La ética de Jesús 9.2. El amor, norma suprema de la moral evangélica 9.3. El seguimiento de Jesús 9.4. Exigencias del seguimiento de Jesús

10. La Pasión y Muerte de Jesús

10.1. Introducción 10.2. La Pasión y Muerte de Jesús en los Evangelios 10.3. Su significado 10.4. El Misterio Pascual: Muerte y Vida

+ BIBLIOGRAFÍA GENERAL

- Bibliografía básica - Bibliografía complementaria

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1. INTRODUCCIÓN AL NUEVO TESTAMENTO Y A LOS EVANGELIOS 1.1. El Nuevo Testamento

En la Biblia, la Palabra de Dios, nos encontramos con la revelación del misterio de Dios en la historia y con el plan de salvación que tiene para nosotros.

El Antiguo Testamento es la etapa de la preparación, de la promesa, de la antigua alianza. El

fin principal de esa etapa era anunciar y preparar la venida de Cristo (cf. Lc 24,44; Jn 5,39; 1Pe 1,10). Cuando llegó la plenitud de los tiempos (cf. Gal 4,4) envió Dios a su Hijo (cf. Heb 1,1-2), la Palabra hecha carne (cf. Jn 1,14). Jesús a través de su vida, muerte y resurrección realizó la plenitud de la revelación y de nuestra salvación.

En los escritos del Nuevo Testamento se recoge el testimonio de la vida y el mensaje de Jesús, que realiza nuestra salvación, estableciendo la Nueva y Eterna Alianza entre Dios y los hombres, y los inicios de la predicación del Evangelio, respondiendo al envío de Jesús a continuar su obra de salvación entre todos los hombres (cf. Mt 28,18-20; Mc 16,15-16).

En el Nuevo Testamento y de una manera especial en los Evangelios, Jesús nos habla, nos sigue hablando cada día. Ellos nos acercan profundamente a Jesús para conocer no sólo sus palabras, sino sobre todo sus actitudes, su entrega fiel al Padre, su solidaridad con todos los hombres, especialmente con los pobres y marginados. En ellos encontramos el maravilloso proyecto que Dios tiene para cada uno de nosotros. 1.2. Nociones generales sobre el Nuevo Testamento

a) El Nuevo Testamento está formado por 27 libros:

- Los 4 Evangelios (Mateo, Marcos, Lucas y Juan) que narran la vida y el mensaje de Jesús.

- Los Hechos de los Apóstoles que narran los comienzos de la vida de la Iglesia. - Las 21 cartas que nos hablan de la vida de las primeras comunidades

cristianas y nos enseñan como van aplicando a su situación el Evangelio de Jesús. Son: las 13 cartas de S. Pablo (Rom, 1 y 2 Cor, Gal, Ef, Flp, Col, 1 y 2 Tes, 1 y 2 Tim, Tit y Flm); la carta a los Hebreos; las 7 cartas "católicas" (St, 1 y 2 Pe, 1, 2 y 3 Jn y Jds).

- Y el libro del Apocalipsis, de carácter profético.

b) La formación del Nuevo Testamento:

Jesús, con sus palabras y obras, con su vida, lleva a cabo la obra de la salvación, inaugurando entre nosotros el Reino de Dios. Jesús no escribió nada. Los Apóstoles, fieles al mandato de Jesús, empiezan a predicar la Buena Nueva y a hacer presente la salvación realizada por el Señor.

Al pasar el tiempo y aumentar las comunidades sienten la necesidad, para conservar la memoria, de ir poniendo por escrito lo dicho y realizado por Jesús. Así surgen, primero pequeñas recopilaciones de las palabras y de los hechos de Jesús, que luego son la base de los cuatro evangelios. El resto de los escritos surgen como respuesta a inquietudes, necesidades o problemas de las diferentes comunidades y de algunas personas.

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c) Fechas y autores de los libros.

La composición de los distintos libros se puede situar entre los años 50 y 100 de nuestra era. El primer escrito parece ser la primera carta de Pablo a los Tesalonicenses, y los últimos, el evangelio de Juan y su primera carta.

Los autores de los libros son los evangelistas y apóstoles, aunque posiblemente algunos

estén escritos por discípulos de los apóstoles, recogiendo la doctrina apostólica. 1.3. ¿Qué son los Evangelios?

Evangelio significa "buena noticia". Los primeros cristianos llamaban así a la obra y al mensaje salvador de Jesús. A partir del siglo segundo la palabra "evangelio" empezó a designar a los escritos que hoy conocemos como los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan.

Los Evangelios nos presentan la vida, doctrina, pasión, muerte y resurrección de Jesús que

ha sido constituido en Nuestro Señor y Salvador. De esta forma nos comunican la "buena noticia" de salvación en Cristo, para que el hombre se convierta a Dios y a sus hermanos y viva en comunidad.

Aunque su forma externa es la de una narración histórica, en realidad su intención más

profunda es de tipo pastoral. Los evangelios no son sólo la narración de unos acontecimientos históricos, sino la “proclamación del gran acontecimiento de la salvación”. En este sentido, los Evangelios son auténticas catequesis acerca del Señor. Los Evangelios son, ante todo, un testimonio de fe. Quienes los escribieron querían comunicar una experiencia que había cambiado radicalmente sus vidas.

De los cuatro Evangelios, los tres primeros (Mt, Mc y Lc) presentan entre sí tales semejanzas

que pueden ponerse en columnas paralelas y tener una "visión de conjunto con una sola mirada" (sinopsis), de ahí que son llamados sinópticos. 1.4. Contenido y finalidad de los Evangelios

El Evangelio fue primero vivido por la comunidad primitiva y después redactado. Los primeros cristianos alimentaron su fe apoyándose en el mensaje de Jesús, transmitido por la predicación de los apóstoles (testigos oculares).

Con el paso del tiempo y ante las diversas situaciones que van viviendo las comunidades, ven

la conveniencia de recoger las palabras y los hechos de Jesús. Con estos materiales los evangelistas elaboran los Evangelios que conocemos, dirigidos o pensados para comunidades cristianas concretas. Por eso el único Evangelio (la Buena Noticia), se transmite desde cuatro ángulos diversos, teniendo en cuenta diferentes situaciones de las comunidades cristianas.

Por lo tanto, los evangelistas no pretenden hacer una crónica exacta de los acontecimientos,

ni una presentación fotográfica de la vida de Jesús, ni intentaron reproducir materialmente las palabras y obras de Jesús. Sino que recogiendo el testimonio de los testigos, la tradición oral y los primeros escritos, seleccionan, ordenan y adaptan para sus comunidades las palabras y los hechos, la vida y la obra de Jesús, como anuncio de la Buena Noticia de la Salvación e invitación a la conversión y a la fe, viviendo en el seguimiento de Jesús.

Los evangelistas, basándose en la vida de Jesús, pero iluminada e interpretada a la luz de la resurrección y bajo la guía del Espíritu, nos transmiten "la memoria" de Jesús, para ponernos en

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contacto con Él, con sus actitudes y criterios fundamentales, para que nosotros que confesamos a Jesús como Hijo de Dios, lo sigamos realmente.

El hecho de que los evangelistas no pretendan transmitirnos al pie de la letra los

acontecimientos y las palabras de Jesús, nos ayuda a entender las diferencias que encontramos en ellos. Por ejemplo: las bienaventuranzas son distintas en Mateo (cf. 5,1-12) y en Lucas (cf. 6,20-26); también el Padrenuestro (cf. Mt 6,9-13 y Lc 11,2-4); y las palabras de Jesús en la cruz (cf. Lc 23,34.43.46; Jn 19,26-27.28.30; Mc 15,34; Mt 27,46). Cada uno seleccionó y adaptó para sus comunidades lo dicho y hecho por Jesús. 2. JESÚS DE NAZARET 2.1. Jesús, personaje histórico3 Si tenemos en cuenta los criterios históricos modernos, son pocos los datos históricos que tenemos de Jesús. Es hijo de María y nació el año 6 ó 7 antes de Cristo. Fue discípulo de Juan el Bautista durante un tiempo, probablemente en torno a Qumran, el Mar Muerto y el río Jordán, pero se separa de él y se dedica a predicar la llegada inminente del Reino de Dios, comenzando por su región, en Cafarnaum, el centro de Galilea.

Si no hay documentos históricos sobre Jesús, es porque fue uno más entre los judíos comprometidos de su época. Sin embargo, los datos que aportan los evangelistas sobre la actuación de Jesús y sobre su tiempo, coinciden con lo relatado por el historiador judeo-romano Flavio Josefo.

Jesús es galileo. Los galileos vivían su religiosidad un tanto al margen (y despreciados) de Jerusalén. Soportaban el mayor peso de los impuestos, frente a la casi exención de la aristocracia de Jerusalén (tenida por colaboracionista con Roma). El ambiente galileo vibraba con todo mensaje que hablara de acabar con la opresión. Hay que tener en cuenta, que según los sinópticos, Jesús se limitó a predicar en Galilea y sólo subió a Jerusalén para culminar su misión.

Jesús, en continuidad con los profetas, anuncia la llegada del reino mesiánico. Pero este reino no se instaurará mediante una revolución política. Jesús anuncia que la esperada actuación de Dios en este mundo comienza ya, que ya se nota su presencia. Anuncia la llegada inminente del Reino de Dios, que llega gratuitamente y para todos, siendo sus primeros destinatarios los más pobres. El Reino de Dios está vinculado a la persona de Jesús, o sea, a la aceptación de su persona y predicación; lo que significará un punto de conflicto en la vida de Jesús. Jesús tiene éxito al comienzo, es seguido al principio por sus signos, por su predicación de la inminente llegada del Reino de Dios, con la que se va a hacer presente la felicidad que todo el mundo desea. Pero enseguida la predicación de Jesús empieza a entrar en conflicto. La llegada del Reino de Dios supone el final de la estructura política y religiosa sobre la que se mantiene Israel: la ley y el templo (cf. Jn 11,50s). Y esto no es del gusto del judaísmo, ni fariseo ni saduceo. En segundo lugar, ¿es verdad que el Reino llega con Jesús? En torno a este punto se va a jugar la condena a muerte. ¿Jesús trae un mensaje de parte de Dios o es un impostor? Ciertamente Jesús no logró convencer a las autoridades de la legitimidad de su misión. Y en tercer lugar, ¿es verdad que el Reino de Dios está ofrecido a todos gratuitamente, sin que lo tengamos que merecer? Si nosotros tenemos que merecer el amor de Dios, entonces Jesús es un falso profeta.

3 Cf. M. Irure y J. Larrañeta , Catequesis Bíblicas, 147-149.

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Jesús asume el conflicto cuando decide subir a Jerusalén, pues sabe que significa enfrentarse a las autoridades. Esto provoca las deserciones entre sus seguidores. Jesús lo sabe y lo asume. Asume la muerte que prevé le va a sobrevenir y ofrece su vida por el Reino de Dios. 2.2. Jesús, personaje evangélico

Cuando nos acercamos a la persona de Jesús en los Evangelios, tenemos que tener en cuenta dos realidades, que aunque parecen evidentes, a veces olvidamos. En primer lugar, que Jesús es un hombre histórico concreto; un judío, que vive en el ambiente judío de su época y que practica la religión judía. Y en segundo lugar, que los evangelistas al escribir después de la muerte y resurrección de Jesús, presentan una imagen “divinizada” del Jesús histórico; o sea, nos presentan a Jesús con la luz nueva que nace de la fe pascual; desde la fe en Jesús como Hijo de Dios. Esto no quiere decir que los evangelistas se inventen la persona histórica de Jesús ni su mensaje, pero nos transmiten solamente los aspectos del Jesús histórico que pueden ayudar más a sus comunidades y siempre iluminados desde la fe.

Tenemos que cuidar siempre el afirmar con la misma intensidad la humanidad y la divinidad de Jesús. Jesús es hombre al cien por ciento e Hijo de Dios al cien por ciento. Muchos cristianos, en el fondo de su corazón, no conciben a Jesús como un hombre auténtico; le atribuyen quizás un auténtico cuerpo de hombre, pero no una auténtica psicología y una auténtica vida de hombre. Algo así como si el Hijo de Dios se hubiera puesto un vestido de hombre (el cuerpo), pero no fuera hombre realmente.

El hombre histórico Jesús de Nazaret es la encarnación del Hijo de Dios, que nos revela el nuevo rostro de Dios. En Jesús Dios abraza toda nuestra humanidad (menos el pecado) y nos da su vida para salvarnos y llevarnos a Él. Y en Jesús se nos revela el proyecto de humanidad que Dios tiene para nosotros, que no excluye lo humano, sino que busca la liberación integral del hombre y el desarrollo pleno de todo lo que es verdaderamente humano. Quizás valga la pena que nos detengamos un momento a pensar y tomar conciencia de cómo vemos nosotros a Jesús; cuáles son nuestras imágenes sobre Jesús; nuestra imagen preferida de Él. Si ponemos el acento en la humanidad o en la divinidad; si disminuimos o aumentamos la importancia de una u otra... Puede ayudarnos el hacer una especie de “credo” personal en Jesús. N.B.: Si no se ha realizado el Módulo de Introducción a la Biblia y al Nuevo Testamento, se puede recurrir a su cuarto capítulo para conocer el contexto histórico en el que vivió Jesús: la situación social, económica, política y religiosa, con sus diferentes grupos (cf. además: la introducción al Nuevo Testamento de la Biblia de América, de la Casa de la Biblia; Juan Mateos y Fernando Camacho, El horizonte humano, El Almendro, Córdoba 1998, 15-55; Joachim Jeremias, Jerusalén en tiempos de Jesús, Cristiandad, Madrid 1977). 3. LA RESURRECCIÓN DE JESÚS4 3.1. Introducción

La resurrección de Jesús es la piedra angular de la fe cristiana. Si Cristo no ha resucitado vana es nuestra fe (cf. 1Cor 15,17). Este acontecimiento experimentado por los apóstoles, transforma radicalmente su vida. Por eso, como ya vimos, todos los escritos del Nuevo Testamento están

4 Cf. ibid., 153-155; J.R., Busto, Cristología para empezar, 105-110.

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hechos a la luz de la fe que nace de la Pascua. ¡Jesús sigue vivo! Dios lo ha resucitado y lo ha constituido Señor. Jesús es el Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios, nuestro Salvador.

Con la luz de la fe en el Resucitado se relee toda la vida de Jesús, sus palabras y sus hechos, para ser anunciados como la Buena Noticia de la Salvación, que es llamada a la conversión y a la adhesión personal a Jesús (la fe), para vivir en su seguimiento.

Por eso también nosotros empezamos por la resurrección de Jesús, antes de ver su vida y

mensaje en la Palabra de Dios. 3.2. Los acontecimientos

Después del tremendo y doloroso acontecimiento de la muerte de Jesús en la cruz, los apóstoles viven la asombrosa experiencia del encuentro con Jesús ¡que vive! ¡Cristo ha resucitado! Pero su resurrección no es la reanimación de un cadáver; Jesús vive una existencia nueva junto a Dios.

La resurrección de Jesús fue un acontecimiento real, pero no fue un acontecimiento puramente histórico, sino «meta-histórico» porque supera y transciende las leyes comunes de lo histórico. Los evangelistas nos presentan este acontecimiento a través de dos realidades o signos que se complementan mutuamente.

En primer lugar nos hablan del sepulcro vacío, como un signo «negativo»: Jesús no está en el sepulcro (cf. Mt 28,1-8.11-15; Mc 16,1-8; Lc 24,1-12; Jn 20,1-10). Y en segundo lugar, la experiencia «positiva» de las apariciones de Jesús a distintas personas: a María Magdalena (cf. Jn 20,11-18); a las mujeres (cf. Mt 28,9-10); a los dos caminantes de Emaús (cf. Lc 24,13-35); a los "once" (cf. Lc 24,36-43; Jn 20,19-20.24-29). Nosotros podríamos añadir, además, la transformación que se produce en la vida de estas personas cuando son invadidos por la fuerza del Resucitado, como otro signo positivo de la resurrección de Jesús.

Los relatos de las apariciones son la forma como los primeros testigos de la resurrección nos

cuentan su experiencia del encuentro con el Señor resucitado; y se trata de una experiencia inefable, mística, pues es un encuentro directo con Dios. Así pues, tratan de transmitirnos algo de esta experiencia «inexpresable» a través de las categorías que tienen a su alcance. Hay cinco elementos presentes en todos los relatos: a) Una situación concreta: están los apóstoles o las mujeres; b) Jesús les sale al encuentro inesperadamente; c) Jesús les saluda; d) hay un reconocimiento, a veces costoso; e) el Resucitado les da una misión (cf. Mt 28,8-10).

Los relatos nos van mostrando, también, dónde nos podemos encontrar con el Señor resucitado: en el partir el pan, en la Palabra, en el camino de la vida, en la comunidad - iglesia (cf. los discípulos de Emaús y el encuentro con María Magdalena).

Después los evangelistas nos muestran, de diversas formas, las ascensión de Jesús y la

donación del Espíritu Santo (cf. Mc 16,19-20; Lc 24,50-53; Hch 1,4-12; 2,1-13; Jn 20,21-23), para anunciarnos la plena glorificación de Cristo, su no presencia visible entre nosotros y la nueva presencia en el Espíritu.

3.3. El significado de estos acontecimientos

Estos acontecimientos nos hacen ver que la muerte de Jesús no ha sido un fracaso, sino un paso a la VIDA. La Nueva y Verdadera Pascua: el paso de la muerte a la Vida (cf. Lc 24,18-27). Son

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la glorificación plena que el Padre da a su Hijo (cf. Jn 17,5.24; Flp 2,6-11). Son el SI de Dios al estilo de vida de Jesús, a su opción fundamental.

Jesús ha sido fiel a Dios y Dios ha sido fiel a Jesús. Dios no ha abandonado a Jesús y lo ha

resucitado de entre los muertos. ¡Jesús vive!, no ha acabado, no está muerto. Y vive en todo lo que es y en lo que fue. No sólo en el sentido que pervive un líder en sus ideas y en sus seguidores. Jesús está vivo para nunca más morir; está vivo en el ser de Dios. “Decir que Jesús ha resucitado significa que Jesús tenía razón. Es decir, Dios es como Jesús dijo que era, como Jesús lo reveló. Y los hombres nos hemos de relacionar con Dios como Jesús dijo, y nos debemos relacionar entre nosotros como Jesús se relacionó con nosotros, entregando su vida por los que amaba... El sentido de la historia de la humanidad y de la vida está en ser como Jesús... Jesús es el hombre como Dios quiere que sea el hombre. Ser hombre es ser como Jesús.”5 El sentido de la vida es ser y vivir como Jesús.

Estos acontecimientos son la señal de que Jesús está vivo, pero ya no es visible en el mundo. Se ha ido a la derecha del Padre y desde allí nos ha enviado al Espíritu para que empiece el tiempo de la Iglesia, el tiempo del testimonio hasta que Él vuelva de nuevo al final de los tiempos (cf. Ap 22,20; 1Cor 16,22).

Este acontecimiento transforma la vida de los discípulos, e invadidos por la presencia y acción del Espíritu se convierten en hombres nuevos: en su manera de ser y de pensar, en sus actitudes, en sus valores y horizontes. Se sienten perdonados y convertidos y aceptan los valores del Reino predicado por Jesús, comprometiéndose a quitar de su existencia todo lo que sonara a muerte (egoísmo, envidia, celos, avaricia, violencia...) y a desarrollar sólo los valores que fluyen de la vida y que engendran vida (entrega, generosidad, servicio, ayuda, amor...).

En la resurrección de Jesús tenemos ante nuestros ojos, hecho realidad, el acontecimiento del fin. En el Resucitado contemplamos el término hacia el que caminamos, todo el sentido de nuestra existencia. Por su resurrección Jesús es constituido Señor sobre el mundo entero. Mediante su Espíritu, el Señor prolonga en el presente de la Iglesia el hecho histórico del pasado, su muerte-resurrección, reviviendo constantemente su eficacia salvadora. “Jesús resucitado congrega a la Iglesia. La Iglesia es el grupo de personas que confiesan que el Señor vive y que orientan su existencia (desde lo que contemplan y aceptan en el acontecimiento de la Resurrección): Dios nunca abandona al hombre justo, (aunque a veces pueda parecer lo contrario); merece la pena ser como Jesús y realizar en nuestra vida su mismo itinerario, convencidos de que en ese itinerario de Jesús es donde está el sentido del mundo y el sentido de la historia”6 y de la vida de cada uno de los hombres. 3.4. Jesucristo, revelación del misterio de Dios y del hombre 7 Nuestros primeros hermanos en la fe comprendieron muy bien que la fe en el Resucitado relativiza todo concepto previo acerca de Dios y del hombre. En Jesucristo se nos revela el misterio de Dios y del hombre.

5 J.R. Busto, op.cit, 108-109.

6 Ibid., 110.

7 Cf. ibid., 111-115.

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“Muchas veces y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros antepasados por medio de los profetas, ahora en este momento final nos ha hablado por medio del Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por quien hizo también el universo” (Heb 1,1-2). Dios sale a nuestro encuentro y podemos llegar a Él por múltiples caminos. Pero los cristianos reconocemos que Dios ha salido a nuestro encuentro de una manera nueva y sorprendente en Jesucristo, el Hijo de Dios. Y por lo tanto, Jesucristo se convierte para nosotros en el lugar privilegiado de la revelación de Dios: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí... El que me ve a mí, ve al Padre” (Jn 14,6.9; cf. 1,18). Por esta razón, nosotros no podemos aplicar sin más nuestras ideas previas sobre Dios a la persona de Jesús; sino que iremos confrontando nuestros conceptos sobre Dios con lo que nos revela Jesús en su persona, en sus palabras y en sus obras; iremos acercándonos con humildad al conocimiento del Padre en lo que nos revela la vida de su Hijo entre nosotros.

Pero Jesús no sólo revela al Padre, sino que para el cristiano revela también lo que está llamado a ser el hombre y la mujer. Para el creyente la persona humana de Jesús es la imagen más perfecta de Dios; en Jesucristo, el Hijo de Dios, se realiza verdadera y plenamente la imagen de Dios, y por lo tanto en Él descubrimos de una manera plena lo que significa ser hombre y mujer, cuya esencia consiste en ser imagen de Dios. Por eso Jesús nos revela lo que está llamada a ser realmente la persona humana. Y este proyecto lo realizaremos en la medida que reproduzcamos en nosotros la imagen de Dios. “Estamos llamados a reproducir la imagen de su Hijo” (Rom 8,29)8.

Precisamente porque creemos que en Jesús se nos revela quién es Dios y quién es el

hombre, el conocimiento y seguimiento de la persona de Jesús son fundamentales para nuestra vida cristiana. De hecho así lo entendieron nuestros primeros hermanos en la fe y esa necesidad da origen a la redacción de los Evangelios, como ya hemos visto. Y esta necesidad vital es la que fundamenta también nuestro curso: ¿quién es Jesús? ¿qué hizo? ¿cómo vivió? ¿cómo realizó en su persona, su vida y actuación el proyecto, el ser imagen de Dios?

Nosotros vamos a acercarnos a la persona de Jesús fundamentalmente a través de la

Palabra, sin olvidar, como nos recuerda Puebla, que “Jesucristo, exaltado, no se ha apartado de nosotros; vive en medio de su Iglesia, principalmente en la Sagrada Eucaristía y en la proclamación de su palabra; está presente entre los que se reúnen en su nombre (cf. Mt 18,20) y en la persona de sus pastores enviados (cf. Mt 10,40; 28,19ss) y ha querido identificarse con ternura especial con los más débiles y pobres (cf. Mt 25,40)”9. 4. LA INFANCIA DE JESÚS10 4.1. Sentido y finalidad de los relatos de la infancia

Hasta hace muy poco tiempo, los llamados "evangelios de la infancia" (Mt 1-2; Lc 1-2) se han entendido y se han leído como si fueran una especie de biografía sobre los primeros años de Jesús. Desde hace medio siglo, los estudiosos de la Biblia coinciden en atribuirles un gran contenido teológico, semejante al profundo y elaborado prólogo de San Juan, aunque Mateo y Lucas utilicen un género literario diferente. Los cuatro evangelistas pretenden presentar al Hijo de Dios, hecho hombre, en quien creen después de que ha resucitado y a quien siguen sus respectivas comunidades. 8 Cf. ibid., 114.

9 Documento de Puebla, 196.

10 Cf. M. Irure.y J. Larrañeta, Catequesis Bíblicas, 159-166.

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Así pues, los relatos de la infancia son «presentaciones» de Jesús como Hijo de Dios: ¡Jesús viene de Dios! Como todo el Evangelio no pretenden hacer una biografía de Jesús, sino que son el "anuncio, la buena noticia" de que Dios nos ha enviado a su Hijo para nuestra salvación. Y esto es lo que quieren anunciarnos Mateo y Lucas desde el inicio de su Evangelio; y además lo hacen de una forma distinta teniendo en cuenta a las comunidades a las que se dirigen. 4.2. Los orígenes de Jesús en Mateo

Mateo nos presenta a Jesús desde el inicio, a través de la genealogía, como hijo de Abraham, hijo de David, el Mesías Salvador, el Emmanuel. Insiste en afirmar que en Jesús se cumplen las profecías del Antiguo Testamento (como hará en todo su Evangelio), resaltando su condición divina de Mesías enviado para la salvación universal.

Mateo nos presenta a Jesús como Hijo de Dios, afirmando su condición divina desde el inicio, por su concepción virginal en el seno de María; aunque, como buen judío, resalta la figura de José (cf. Mt 1,18-24).

La segunda gran preocupación de Mateo es presentar a Jesús como descendiente de David:

el Mesías davídico libertador del pueblo, pero no sólo de Israel, sino del universo entero. Esta presentación la realiza haciendo una comparación con Moisés y mostrando a Jesús como la superación del más grande libertador hebreo, abriéndose a todo el mundo, para lo que se sirve de los Magos como hilo conductor de toda la historia (Se pueden comparar fácilmente los inicios de la historia de Moisés con el relato del nacimiento de Jesús; cf. Ex 1-4). Jesús, además de ser el hijo de David y el nuevo Moisés, es el Mesías universal. 4.3. Los orígenes de Jesús en Lucas

La presentación de Lucas tiene la misma pretensión de anunciar a Jesús como el Hijo de Dios, el Mesías y Salvador universal, pero lo hace de una forma distinta teniendo en cuenta tradiciones judías y elementos de la cultura griega, para ser comprendidos por los destinatarios de su Evangelio. Utiliza el esquema de anunciación de los personajes bíblicos (Isaac, Gedeón, Sansón, Samuel...) y también el esquema griego del paralelismo, en el que se presentaba a un héroe comparándolo con otro.

De esta forma nos presenta el nacimiento de Jesús comparándolo con el de Juan el Bautista (los dos relatos se pueden ir leyendo en paralelo: Lc 1,5-25 y 1,26-38), mostrando la superioridad de Jesús sobre Juan. En el relato de la anunciación María ocupa el lugar central, aceptando y entregándose incondicionalmente al plan de Dios. También Lucas afirma la concepción virginal de Jesús y proclama su fe en la divinidad y origen divino de Jesús. 4.4. En conclusión

Mateo y Lucas no pretenden realizar una crónica de la infancia de Jesús. Su objetivo es plasmar unas reflexiones teológicas, donde se reflejen el origen y la condición divina de Jesús, el hombre excepcional que el judaísmo esperó para instaurar el reino de paz y de justicia. La comunidad cristiana debe ver a Jesús como culmen y realización de la promesa.

Ambos concuerdan en los temas teológicos fundamentales: revelación de la verdadera personalidad de Jesús, hijo de Abraham e hijo de David (cf. Mt 1,18s; Lc 2,5); es el Cristo, el Mesías esperado y que realiza las Escrituras. Los dos revelan los estrechos lazos entre Jesús (engendrado

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por el Espíritu) y Dios. Ambos insisten en la concepción virginal de Jesús y subrayan el tema de la universalidad de la salvación (cf. Mt 2,1s; Lc 2,31-32). Pero no debemos olvidar, que Mateo, Lucas y Juan, en su prólogo, nos anuncian que el Hijo de Dios se ha hecho carne, hombre, uno de nosotros. Dios ha querido realizar la obra de nuestra salvación a través de la «encarnación» del Hijo; o sea, no desde el poder y la imposición, sino desde el abajamiento y la radical solidaridad con nosotros. Es, como si desde el inicio, los evangelistas nos hicieran una doble advertencia. Tenemos que estar atentos para saber descubrir la revelación del misterio de Dios y del proyecto que tiene para nosotros, en la persona, la vida y el mensaje de Jesús de Nazaret. Y nos advierten, también, sobre la forma como nosotros continuamos la misión salvadora de Jesús, que no puede ser otra que desde la encarnación y la solidaridad. 5. EL BAUTISMO Y LAS TENTACIONES DE JESÚS11 5.1. El Bautismo de Jesús en los evangelios

El relato del bautismo de Jesús nos lo han transmitido los cuatro evangelistas. Los cuatro tienen conciencia de que este acontecimiento constituye un comienzo, el punto de arranque de la actividad de Jesús. Durante los tres primeros siglos del cristianismo no se celebró expresamente el nacimiento de Jesús. Este acontecimiento quedaba englobado en la Fiesta del Bautismo, momento en el que Jesús «nació» a su misión pública salvadora.

La descripción del bautismo de Jesús nos es presentada en los cuatro evangelios de una

forma grandiosa y solemne, para mostrarnos la importancia y el significado de este acontecimiento en su vida. Vamos a tratar de ver ambas cosas analizando los relatos de cada evangelista.

Marcos (1,9-11) nos da la versión más sobria del hecho. Para él lo importante viene después del bautismo: Jesús vio rasgarse el cielo y al Espíritu que bajaba hacia Él en forma de paloma, y escucha la voz dirigida a él: "Tú eres mi Hijo amado". Marcos ve en el bautismo de Jesús la llegada del Mesías, tal como anunciaron los profetas (cf. Is 40,3ss).

Mateo (3,13-17) es más explícito. Jesús va a bautizarse al Jordán; Juan se resiste (Jesús es superior a Juan), pero Jesús quiere "cumplir toda justicia". Se abren los cielos y el Espíritu se posa sobre Él. Es el encuentro directo entre Jesús y el Espíritu. Ahora la voz del cielo se dirige a todos los presentes: "Este es mi Hijo amado..." (3,17), como si también fuera dirigida a nosotros.

Lucas (3,21-22) expresa de forma más original el carácter inaugural del bautismo de Jesús, colocando al Bautista en la cárcel antes de que Jesús fuera a bautizarse (3,19-20). Así, con Juan terminaría la historia de Israel y con el bautismo de Jesús comenzaría el tiempo de salvación por excelencia. Jesús se bautiza junto con otros, en medio del pueblo. Una vez bautizado, se puso en oración (3,21), como en todos los momentos decisivos de su misión, según Lucas, se dejó llenar por el Espíritu y escuchó la voz del cielo.

Juan, aunque no describe el bautismo de Jesús, nos muestra a Juan Bautista dando testimonio de su bautismo: "He visto al Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre Él" (1,32). Juan Bautista contrapone a su bautismo con agua el bautismo con Espíritu Santo de Jesús, y ése es, en concreto, la prueba de que Jesús es el elegido de Dios.

11

Cf. ibid., 169-172; 177-180.

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5.2. Significado e implicaciones

En los relatos evangélicos se quiere mostrar a la comunidad cristiana que en Jesús se encarna y realiza el ideal del Mesías esperado y anunciado por los profetas: se rasgan los cielos (cf. Is 63,19); desciende el Espíritu sobre Jesús (le unge como profeta para anunciar su mensaje de liberación, cf. Is 11,2-5; 42,1; 61,1ss) y se escucha la voz del cielo que proclama que Jesús es el Elegido, el Siervo de Yahvé que es el Hijo amado.

El Bautismo de Jesús nos es presentado como el momento de toma conciencia o inicio de su misión, en la línea del profetismo bíblico: llamada a la conversión y proclamación de la llegada del Reino, y recibe el envío y la confirmación de parte de Dios para realizar su misión de salvación.

El bautismo cristiano supone el compromiso de compartir con Jesús la vida y la proclamación del mensaje del Reino. El cristiano bautizado queda penetrado, como Jesús, por el Espíritu y recibe la fuerza para luchar por el Reino. Es el mismo Espíritu el que descendió sobre Jesús en el Jordán, bautizó a la Iglesia en Pentecostés y sigue actuando en quienes, por el bautismo, deciden llamarse y ser cristianos. De esta manera, el cristianismo continúa el compromiso de revivir el ideal y la misión de Jesús. 5.3. Los relatos de las tentaciones

En continuidad con el relato del Bautismo de Jesús, en el que se nos anuncia su unción por el Espíritu y el inicio de su misión, los evangelios sinópticos nos muestran a Jesús, llevado por el mismo Espíritu, para ser tentado por el demonio (cf. Mc 1,12-13). Con frecuencia esto de la tentación nos suena extraño a los cristianos, pues en general pensamos que es algo malo. Pero no es así, la tentación en sí carece de moralidad. Más bien, nos habla de las distintas posibilidades que tenemos de realizar una acción y la necesidad de descubrir la que corresponde al plan de Dios.

Y esto es lo que nos quieren mostrar los evangelios. Jesús en su bautismo toma conciencia de que es el Mesías enviado por Dios para la salvación del mundo, pero ¿cómo realizar esta misión? A lo largo de la vida de Jesús se le presentan varias posibilidades de realizarla ¿cuál es la que corresponde al deseo de Dios? Los sinópticos sintetizan en un relato el interrogante y la búsqueda que acompañó toda la vida de Jesús y su opción; lo que Juan sintetiza en una frase (cf. Jn 12,27). 5.4. Significado de las tentaciones

¿Cuáles son estas tentaciones, o posibilidades de realizar la misión, que se le presentaron a Jesús durante su vida? El relato de Marcos es muy escueto, pero si nos fijamos en Mateo y en Lucas se nos habla de tres tentaciones, con pequeñas diferencias y en distinto orden. Vamos a seguir el plan de Lucas.

Lucas 4,1-4: La acción transcurre en el desierto, evocando los cuarenta años de Israel por el desierto. En la prueba donde fracasó Israel triunfará Jesús. ¿Hay algo más necesario que saciar el hambre? Y si es necesario ¿por qué no hacer un milagro? Jesús opta por lo humano, por realizar su misión confiando y aceptando los planes de Dios sin recurrir a lo extraordinario, al milagro fácil y a la solución brillante (cf. Dt 8,2). Jesús no hará uso de ningún poder excepcional para cumplir su misión.

Lucas 4,5-8: En lo alto del monte, recordando Dt 34,1-4, a Jesús se le presenta la posibilidad de conquistar la nueva tierra sin necesidad de luchar y sufrir. Es la tentación de ejercer un dominio absoluto, de realizar un mesianismo político (que por cierto era lo que esperaba el pueblo). Jesús recuerda al demonio que no se puede adorar más que a un sólo Señor (cf. Dt 6,13), señalando la

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distancia que existe entre el poder terreno y el mundo de Dios. Es la tan habitual tentación del poder, que pone en peligro la integridad del compromiso con Dios.

Lucas 4,9-12: Ahora se nos presenta una tentación de tipo religioso: ganarse la admiración y veneración del pueblo con la ayuda de lo portentoso, de la intervención divina espectacular; o sea, imponer desde arriba el reconocimiento de su mesianismo y de su divinidad. Jesús opta por el camino marcado por su Padre, que supone el ocultamiento en su condición humana y el respeto a la libertad del hombre.

Lucas 4,13: Es el epílogo, que nos manda a la última tentación del demonio en los relatos de la pasión (cf. 22,3.42; 23,35-37), en la que Jesús reafirma su opción por realizar la voluntad del Padre, aunque pase por la entrega de la vida y no por lo portentoso, ni por el poder, ni por la imposición.

Los sinópticos nos quieren enseñar, en síntesis, como la instauración del Reino implica lucha y esfuerzo para mantenerse fiel al plan de Dios. A Jesús se le presentó la posibilidad (el deseo, la tentación) de llevar a cabo su obra por medios portentosos. Pero optó por lo sencillo, por lo humano, por el lento germinar de la semilla, por la paciencia de la espera, por la libertad del hombre.

Jesús sintió la tentación de realizar su misión acomodando el poder con el querer de Dios. Su opción demostró que son irreconciliables. La Iglesia, a lo largo de la historia, ha vivido la misma tentación, y su opción no siempre ha sido la misma de Jesús. Y la Iglesia que somos nosotros también vivimos las mismas tentaciones, y nos tendremos que preguntar si nuestras opciones son las mismas que tomó Jesús. 6. EL MENSAJE DE JESÚS: EL REINO DE DIOS 6.1. El Rey en el Antiguo Testamento

En el antiguo Israel el rey, a diferencia de otros pueblos, no es divinizado. Todos son conscientes de que el verdadero rey de Israel es Yahvé (cf. 1Sam 8,7; 12,12). El rey no es un ser divino, sino que está, como todo el pueblo, sujeto a la ley y a la alianza, conforme a ella debe regular su vida y su actuación (cf. Dt 17,18-20). Cuando no es fiel el profeta interviene para acusarlo y denunciarlo (cf. 2Sam 12,1-15; Is 7; Jer 22,10-30).

La función del rey es doble: debe asegurar la paz con los demás pueblos y debe implantar la justicia y el derecho para defender a los oprimidos y desvalidos. Desgraciadamente la monarquía en Israel y Judá, salvo honrosas excepciones, fue un fracaso en esta doble tarea (cf. Ez 34; 1Sam 8,10-18).

Ante este fracaso se da la promesa del reinado universal de Dios sobre todas las naciones (cf. Zac 14,9; Is 24,23). Para llevar a cabo este reinado Dios se valdrá de su Ungido (o Cristo), que es el futuro rey del linaje de David (cf. Jer 23,5-6; Is 11) que implantará la justicia y el derecho defendiendo al oprimido (cf. Is 9; 11; 29,20; 61,1ss). 6.2. Jesús proclama y realiza el Reino de Dios

La misión de Jesús es anunciar e inaugurar el Reino de Dios. Y en el contexto del Antiguo Testamento podemos descubrir lo que significa la proclamación y realización del Reino de Dios por Jesús.

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Juan Bautista anuncia la llegada inminente del Reinado de Dios, y las exigencias que comporta de conversión, cambio de vida y actitudes (cf. Mt 3,1-12). Y aunque Jesús da un giro a la concepción de Juan, podemos decir que con Él termina el periodo de preparación para el tiempo del Reino de Dios (cf. Lc 16,16).

El tema central de la predicación de Jesús es el Reinado de Dios (cf. Mt 4,17.23; Mc 1,15; Lc

8,1); afirma que para eso ha sido enviado (cf. Lc 4,43). En torno al Reino giran sus enseñanzas y parábolas (cf. Mt 13). Los apóstoles son enviados por Jesús a predicar el Reino de Dios (cf. Mt 10,7; Lc 10,9-11) y acompañan a Jesús en ese ministerio.

Pero Jesús no sólo anuncia, sino que también realiza el reinado de Dios. Su presencia y

manifestación, sus obras y palabras, sus signos y milagros, y sobre todo su muerte y glorificación hacen presente el Reino de Dios. Los evangelistas afirman cómo las curaciones (cf. Mt 4,23-25), la expulsión del demonio (cf. Lc 11,20) y sobre todo la proclamación de la Buena Noticia a los pobres (cf. Mt 11,2-6; Lc 7,18-23), son señales de la presencia del Reino de Dios. Con Jesús empieza el Reino (cf. Lc 16,16). 6.3. Características del Reino de Dios

+ El Reino como victoria sobre el mal:

El Reino de Dios que se ha hecho presente en Jesús significa la victoria sobre el mal (cf.Lc 11,20; Jn 12,31; 16,11) y sus diversas manifestaciones: odio, violencia, injusticia, opresión, etc. Es el acontecimiento de salvación y de gracia (cf. Mc 2,16-17; Lc 7,34), de liberación a los oprimidos por los males físicos o morales (cf. Lc 4,16-21; 13,10-17), de hermandad y solidaridad (cf. Lc 6,27-35; Mt 5,43-48; 25,31-46). Quizás en esta línea se deba entender el mensaje original de las bienaventuranzas (cf. Lc 6,20-26; Mt 5,1-12): los oprimidos son bienaventurados porque ya ha llegado el Rey, cuya función es implantar la justicia y el derecho defendiendo a los oprimidos.

+ Reino de Dios valor absoluto:

El Reino de Dios es el valor absoluto de nuestra vida. Es el tesoro escondido y la perla por lo que se deja y se vende todo lo demás (cf. Mt 13,44-46). Por eso hay que buscar primero el Reino y todo lo demás vendrá como añadidura (cf. Mt 6,33). Por ser el valor absoluto exige la conversión (cf. Mt 4,17), como veremos más adelante.

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+ Reino de Dios en el mundo:

Los valores que se desprenden del Reino (justicia, verdad, amor, paz, etc.), hay que vivirlos y construirlos desde este mundo. El Reino de Dios no consiste en pura interioridad o espiritualización, sino que abarca todas las esferas de la vida personal y comunitaria (cf. Lc 19,8-10). Por eso exige un nuevo estilo de vida: poner en práctica la Palabra de Dios (cf. Mt 7,21-27; 13,18-23); vivir las bienaventuranzas (cf. Mt 5,1-12; Lc 6,20-26); ser luz del mundo y sal de la tierra (cf. Mt 5,13-16); desprenderse de las riquezas (cf. Lc 18,21-27), etc. En una palabra: seguir el camino de Jesús (cf. Mt 16,24-28).

Jesús declara ante Pilatos que su reino no es de este mundo (cf. Jn 18,36), o sea, no sigue los caminos y criterios del "mundo" (como realidad opuesta a Dios y a su plan), como son los bienes materiales, el prestigio o el poder que se absolutizan; pero está en el mundo, para transformarlo de acuerdo al proyecto de Dios.

+ Reino de Dios de comienzos humildes:

Contrariamente a las expectativas de los judíos, el Reino de Dios es de comienzos humildes, como la semilla (cf. Mt 13,4-9), o el grano de mostaza (cf. Mt 13,31-32) o la levadura (cf. Mt 13,33). Es una realidad que ya ha comenzado (cf. Mt 12,28; Lc 17,20-21) y que se desarrolla lentamente en la tierra (cf. Mc 4,26-29).

+ Reino de Dios universal:

Todos los hombres estamos llamados a construir el Reino de Dios y a ingresar en él; no sólo los judíos, sino también los gentiles (cf. Mt 8,11-12; 21,43; 22,1-10). Sin embargo, esta universalidad pasa por el amor preferencial de Jesús por los pobres, los marginados y los pecadores (cf. Lc 4,16-22; 6,20-23; 7,22-23; 15,1-2; Mt 9,10-13).

+ Reino en tensión:

Jesús mismo, en su vida y actuación, vivió la tensión y el conflicto. Es acusado de endemoniado (cf. Mt 12,22-28; Jn 10,19-21), de comilón y borracho (cf. Lc 7,31-35), de estar fuera de sí (cf. Mc 3,21), de ser un revoltoso (cf. Lc 23,2). Si realiza el bien, es perseguido y quieren matarle (cf. Jn 10,31-33). Y Jesús anuncia, también, que la realización de su misión traerá tensión (cf. Lc 12,51-53; Mt 10,34-36; Jn 14,27) y que sus discípulos la van a experimentar en su propia vida (cf. Mt 10,16-23; Lc 21,12-19; Jn 15,20-21; 17,14).

+ Reino escatológico:

El Reino de Dios está ya presente en el mundo, pero su plenitud se dará al final de los tiempos (cf. Lc 22,16-18). Nosotros vivimos la etapa intermedia, en la que con nuestras palabras y obras colaboramos a la edificación del Reino iniciado por Jesús, dando así testimonio de Él (cf. Jn 15,27; Hech 1,8; 8,12). En nuestra oración imploramos "venga tu Reino" (cf. Mt 6,10;Lc 11,2).

+ El Reino de Dios se va realizando en la tierra:

Se va realizando cuando cualquier hombre o comunidad, independientemente de su religión, lucha por la Verdad, la Paz, la Justicia, la Solidaridad y el Amor. Allí donde se viven estos valores, está presente el Reino de Dios, que llegará a su plenitud al final de los tiempos, cuando Cristo vuelva de nuevo y entregue el Reino a su Padre (cf. 1Cor 15,24).

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6.4. Exigencias del Reino

El Reino de Dios por ser el valor esencial, hay que adquirirlo a toda costa y exige una respuesta libre y radical: la conversión (cf. Mt 4,17; 22,11-14). La conversión no es un simple sentimiento interior, sino que es algo que se manifiesta en la opción desde la que construimos nuestra existencia y en las actitudes que tomamos hacia Dios y los hermanos (cf. Lc 19,1-10; Jn 8,1-11). La conversión es un nuevo nacimiento (cf. Jn 3,3), en el que acogemos la vida nueva que Dios nos regala por la donación de su Espíritu y empezamos a vivir como hijos del Padre y hermanos de todos los hombres, al estilo de Jesús, por Él, con Él y en Él, siendo hijos en el Hijo.

La verdadera conversión exige renunciar a nuestras seguridades: poder, sabiduría (cf. Jn 7,47-52), riquezas (cf. Lc 16,13), para ponernos como niños en una actitud de confianza y de apertura al Señor y a su Reino (cf. Mt 18,1-4; 19,14).

De la respuesta radical, la conversión, se desprenden muchas actitudes concretas: vivir las bienaventuranzas (cf. Mt 5,1-12; Lc 6,20-26); tener una actitud de niño (cf. Mt 18,1-4; 19,14); estar en constante búsqueda del Reino y su justicia (cf. Mt 6,33); dejarlo todo (cf. Lc 18,29; Mc 10,29); soportar las persecuciones (cf. Mt 5,10); cumplir la voluntad del Padre (cf. Mt 7,21) en el amor y la solidaridad (cf. Mt 25,31-46); poner en práctica la Palabra de Dios (cf. Mt 7,21-27; 13,18-23).

El Reino de Dios está allí donde Dios reina, allí donde Él y su proyecto son el valor absoluto,

allí donde las opciones, las actitudes y la entrega de Jesús se hacen carne en nuestra vida y transforman la realidad y la historia en Historia de Salvación. La pregunta fundamental que nos tenemos que hacer los cristianos no es, pues, dónde está el Reino, sino si Dios reina en mí y hago presente el Reino con mi vida. 7. LAS BIENAVENTURANZAS 7.1. Introducción

Como ya vimos, muy posiblemente el significado original de las bienaventuranzas sea el anuncio de que los oprimidos son bienaventurados, porque ya ha llegado el nuevo Rey que establecerá la justicia y el derecho. Anuncian la llegada del Reino de Dios, como una buena noticia para los que actualmente son los más desgraciados.

Nos manifiestan quién es Dios: no es neutral; está del lado de los pobres. Son los predilectos de Dios, no por méritos propios o porque sean mejores que los demás, sino porque así es Dios: ama gratuitamente a quien lo necesita y quiere velar por los que se encuentran desamparados de toda ayuda humana.

Pero de esta forma, se nos manifiesta también que el Reino de Dios que inaugura Jesús, es la construcción de una nueva sociedad y de unas nuevas relaciones humanas. El mensaje de las bienaventuranzas es la proclamación de un don (el amor, gratuito e incondicional, de Dios por los más desvalidos, que se hace presente y real en Jesús) y se convierte en tarea para los seguidores de Jesús, enviados a continuar la construcción del Reino. Por eso, las bienaventuranzas se convierten también para el cristiano en programa de vida, en el programa del Reino. “Dios renueva y potencia al hombre comunicándole su propia vida (el Espíritu); dotado de ella, es tarea y responsabilidad del hombre crear una sociedad verdaderamente humana.

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El primer paso para la creación de la nueva humanidad es el cambio de vida, la conversión que pide Jesús en conexión con el anuncio del Reino. Sin un cambio profundo de actitud por parte del hombre, que lo lleve a romper con el pecado y la injusticia, no hay posibilidad de comenzar algo nuevo. Pero la opción del hombre por el Reino de Dios supone además un compromiso personal, como el que hizo Jesús en su Bautismo, de entregarse por amor, para construir una humanidad diferente, de acuerdo al proyecto de Dios. Y, como en el caso de Jesús, el compromiso de entrega a los demás pone al hombre en sintonía con Dios, y la respuesta de Dios es la comunicación de su Espíritu, la infusión al hombre de su fuerza de vida y amor, que lo capacita para esta tarea”12. 7.2. Las Bienaventuranzas: el programa del Reino

Veamos, pues, siguiendo el Evangelio de Mateo (5,3-10), en qué consiste este programa para la construcción del Reino, para la realización de la nueva sociedad donde reine Dios.

“Las condiciones para que se realice la nueva sociedad son dos: la renuncia a toda ambición,

expresada en la opción por la pobreza (5,3: Dichosos los que eligen ser pobres), y la fidelidad a esa renuncia a pesar de la oposición que suscita (5,10: Dichosos los que viven perseguidos por su fidelidad).

La opción por la pobreza, es la puerta de entrada al reino de Dios, es decir, abre la posibilidad

de una sociedad nueva, porque extirpa la raíz de la injusticia, la ambición humana que lleva a la acumulación de la riqueza, a la búsqueda del prestigio social y al dominio sobre otros (cf. 1Tim 6,10). Optar por la pobreza significa tomar partido por Dios y, con Él, por el bien del hombre y la propia plenitud (cf. 6,24; Col 3,5)”13.

La comunidad de personas que ha realizado esta opción y se mantiene fiel a ella, “irá suscitando en la humanidad un movimiento liberador. Los oprimidos encontrarán en el nuevo tipo de relación humana una esperanza y una alternativa a su situación. La liberación se expresa de tres maneras: los que sufren por la opresión encontrarán el consuelo (cf. 5,4); los sometidos heredarán la tierra, es decir, gozarán de plena libertad e independencia (cf. 5,5); los que ansían justicia verán colmada su aspiración (cf. 5,6)”14.

Después de abrir el horizonte de la liberación, las bienaventuranzas describen las relaciones humanas propias de la nueva sociedad, que crean a su vez la nueva y verdadera relación con Dios. Esta comunidad se caracteriza por la solidaridad activa (y experimentarán la solidaridad de Dios –cf. 5,7), por la sinceridad de conducta que nace de la ausencia de ambiciones (y experimentarán la presencia continua de Dios en su vida – cf. 5,8) y por la tarea de procurar la felicidad de los hombres (y tendrán la experiencia de Dios como Padre y lo harán presente en el mundo – cf. 5,9)15.

“La sociedad injusta centra la felicidad en el egoísmo y el triunfo personal; la alternativa de Jesús, en el amor y la entrega. Mientras la primera, a costa de la infelicidad de muchos va creando la "felicidad" de unos pocos, encerrados en sí mismos e indiferentes al sufrimiento de los demás, en la sociedad nueva el esfuerzo se concentra en eliminar toda opresión, marginación e injusticia, procurando la solidaridad, la fraternidad y la libertad de todos. De este modo, Jesús invita a romper con el sistema injusto y a esforzarse por crear la nueva relación humana, sin la cual es imposible la

12

J. Mateos y F. Camacho, El horizonte humano, 67-68. 13

Ibid., 68-69. 14

Ibid., 70-71. 15

Cf. ibid., 71.

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relación auténtica con Dios. Jesús proclama "hijos de Dios" a los que procuran la felicidad de los hombres, mostrando así que Dios es incompatible con la opresión, el sometimiento y la injusticia”16. 7.3. En conclusión Las bienaventuranzas no son un discurso bonito de Jesús. Tampoco expresan solamente la bienaventuranza que Dios nos promete para el más allá. Y desde luego no pueden ser un motivo para la resignación, la pasividad y la indiferencia, dejando todo para el futuro mejor que Dios ha prometido. “El Reino de Dios está ya aquí en medio de vosotros” (Lc 17,21). Dios quiere “que tengamos vida y vida en abundancia” (Jn 10,10).

Las bienaventuranzas son la proclamación del programa del Reino, del proyecto de Dios para nosotros. Son un don y una tarea. En Jesús y el Espíritu, Dios se hace don para nosotros, nos entrega su vida y su amor gratuito e incondicional. Y enriquecidos por su Don, nos confía, a los seguidores de Jesús, la tarea de continuar la construcción del Reino; la tarea de construir una sociedad nueva, la familia de Dios, donde todos seamos y vivamos como hijos y hermanos, con la dignidad y plenitud de vida que Dios quiere para todos sus hijos, y por la que nos entregó a su propio Hijo. “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16). 8. ACTITUDES FUNDAMENTALES DE JESÚS

Es imposible agotar toda la riqueza de la personalidad de Jesús, pero queremos reflexionar, al menos, sobre algunas de sus actitudes fundamentales, pues también se nos revela Jesús a través de ellas, con el objetivo de hacerlas nuestras y que se reflejen en nuestra vida. 8.1. Jesús ante su Padre Dios

Jesús vive una relación tan íntima y especial con Dios que se dirige a Él llamándole «Abba» (papá, padre. cf. Mc 14,36). Algo totalmente inusitado e impensable para un judío. De hecho nunca se usa esta expresión en todo el Antiguo Testamento y en la época de Jesús hasta se evitaba pronunciar el nombre de Dios y se utilizaban sinónimos (como por ejemplo: el Altísimo, Señor, etc.).

Jesús habla de «mi Padre» (cf. Mt 7,21; 10,32; 11,27; Lc 2,49; Jn 6,32.40; 14,23; 15,1) y de «vuestro Padre» (cf. Mt 5,16; 6,14-15; Mc 11,25; Jn 20,17). Jesús nos viene a mostrar que Dios es nuestro Padre (cf. Mt 6,9; Lc 11,2), a quien nosotros podemos acudir con gran confianza (cf. Mt 7,7-11; Lc 11,9-13). Así nos revela plenamente la misericordia y ternura de Dios hacia todos los hombres. Nosotros somos hijos de Dios (cf. Jn 1,12; 1Jn 3,1) porque recibimos el Espíritu que nos hace clamar: Abba, Papá (cf. Rom 8,15-30; Gal 4,6).

Jesús nos habla también de la relación que vive con su Padre. Jesús y el Padre viven unidos, son uno (cf. Jn 10,30; 17,21), de tal forma que quien conoce a Jesús conoce al Padre (cf. Jn 8,19). Su Padre está con Él (cf. Jn 16,32), y Él es el Hijo que nos puede revelar los secretos del Padre (cf. Jn 1,18; 6,46; Mt 11,25-27).

Jesús es el enviado del Padre (cf. Jn 5,36; 6,38-39.44; 7,29). Por eso su alimento es cumplir su voluntad y llevar a cabo su obra (cf. Jn 4,34) hasta el final (cf. Jn 17,4; 19,30). Toda la vida de

16

Ibid., 71-72.

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Jesús se realiza en un clima de oración: en los momentos importantes (cf. Lc 3,21), en la intimidad (cf. Lc 5,16; 6,12; 9,18) y públicamente (cf. Lc 10,21-22; Jn 11,41-42; 17). Y así termina su vida: con una oración a su Abba (cf. Mt 27,46; Mc 14,36; 15,34; Lc 23,46). 8.1.1. La opción fundamental de Jesús De una forma sencilla, clara y sintética, podríamos decir que la opción fundamental de Jesús; la razón, el motor y la fuerza de todas sus actitudes y acciones; aquello por lo que vivió y entregó la vida, fue realizar la voluntad del Padre; Él vivió para la voluntad de Dios. El motor que mueve a Jesús, lo que da sentido a su vida, es el cumplimiento de la voluntad de Dios. “Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra” (Jn 4,34; cfr. 6,38). 8.2. Jesús ante la Ley

Como ya sabemos, la Ley era para los judíos lo más importante y central de su vida; hasta el punto que la habían exagerado ampliándola en 613 preceptos que regían hasta los más pequeños actos de la vida de cada día (cf. Mc 7,1-23; Mt 23,16-25). Jesús reacciona ante esta realidad y se opone totalmente: quebranta el ayuno (cf. Mc 2,18), descuida las purificaciones legales (cf. Mc 7,21-23), toca a los leprosos (cf. Mc 1,40-42), hace curaciones violando el sábado (cf. Mc 3,1-6; Lc 13,10-17; 14,1-6; Jn 5,1-18; 7,21-24; 9,14). De esta forma coloca al hombre y las relaciones de amor y solidaridad por encima de todo (cf. Mc 2,27).

Jesús libera al hombre de la ley y le hace ver que ésta sólo tiene su sentido en el auténtico amor a Dios y al prójimo (cf. Mc 12,29-31). Por eso Jesús, el nuevo Moisés, supera y lleva a plenitud la ley (cf. Mt 5,17-48), mostrándonos así una meta superior: ser perfectos como el Padre (cf. Mt 5,48). Ya no se trata de la ley por la ley; se trata ahora de lograr la perfección a través del amor (cf. Mt 7,12). Esta meta se alcanzará en la medida en que el hombre se adhiera no a la ley, sino a la persona de Jesús y a su estilo de vida. 8.3. Jesús ante el Templo

El Templo constituía para el judío el centro religioso y cultual, el lugar de encuentro con Dios (cf. 1Re 8). Además, debido a las peregrinaciones que tenían que realizar año tras año (cf. Ex 23,17; Dt 12,2-12; 14,23; 16,5-6.11), significaba una fuerte suma de ingresos. Jesús expulsa a los vendedores del templo, la casa de su Padre (cf. Jn 2,13-17), y además anuncia la destrucción del templo (cf. Mt 24,2) y su reconstrucción en tres días (cf. Mt 26,61; Jn 2,19-22), declarándose Él superior al Templo (cf. Mt 12,6).

Con estas actitudes nos muestra Jesús que su persona, una vez resucitada de entre los muertos, es el lugar de encuentro entre el hombre y Dios. Al sustituir el culto material que se realizaba en el templo por un culto en Espíritu y Verdad (cf. Jn 4,23-24), nos hace ver que el único culto agradable a Dios, es el culto de la vida diaria, del amor y de la justicia (cf. Mt 12,7), de la reconciliación fraterna (cf. Mt 5,23-24), de vivir realizando la voluntad del Padre (cf. Rm 12,1-2). 8.4. Jesús ante los poderosos

Jesús sabiendo que su misión salvífica no la llevaría a cabo únicamente anunciando con palabras tranquilas la Buena Nueva del Reino, se nos manifiesta también en una actitud valiente y libre, denunciando el mal que descubre en la sociedad de su tiempo, especialmente la ambición, que, como ya vimos, es el primer obstáculo para la construcción del Reino.

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Jesús denuncia ante el poder económico el peligro de las riquezas (cf. Lc 18,24), ya que poner el dinero como valor absoluto se opone a Dios (cf. Lc 16,13; Mt 6,24), nos estorban para ver al prójimo necesitado (cf. Lc 16,19-31) y se convierten en fuente de injusticias (cf. Lc 16,9; 19,8). Por eso exige a sus discípulos la renuncia a sus bienes para realizar el proyecto del compartir (cf. Lc 12,33; 14,33; 19,8).

Ante el poder político Jesús se muestra totalmente libre y crítico. Denuncia la actuación de

Herodes (cf. Lc 13,32; Mc 8,15), «desacraliza» el poder y el estado (cf. Mt 22,15-22) y ante Pilatos se muestra libre y crítico de su situación (cf. Jn 19,8-11).

Ante el poder religioso, representado por los escribas, fariseos, saduceos y sumos

sacerdotes, Jesús se muestra valiente para denunciar su legalismo, su hipocresía, ambición y opresión que ejercen sobre el pueblo (cf. Mt 23,1-36; Lc 11,37-54). 8.5. Jesús ante los marginados

Jesús nace (cf. Lc 2,1-7), vive (cf. Lc 9,58) y muere (cf. Mt 27,39-50; Gal 3,13; Rom 8,3; 2 Cor 5,21; Col 2,14) como marginado. Durante su vida lo acusan de comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores (cf. Mt 11,19), perturbado mental (cf. Mc 3,21), revolucionario (cf. Lc 32,2; Mt 27,63), contado entre los delincuentes (cf. Lc 22,37), muere fuera de la ciudad como un “maldito colgado de un madero”.

Jesús hace una opción fundamental por los marginados; son ellos los destinatarios de su misión (cf. Lc 4,17-19). Su predicación a los pobres es señal de que Él es el Mesías (cf. Mt 11,4-6). Por eso ellos son los bienaventurados (cf. Lc 6,20-23) ya que viene el Rey que implantará la justicia y transformará la realidad de opresión y marginación en que viven (cf. Lc 1,52-53; 4,16-22). Convive con todos ellos: prostitutas, samaritanos, leprosos, pobres, niños, viudas, ignorantes, enfermos, etc. En sus parábolas de misericordia (cf. Lc 15) resalta su interés y su bondad hacia el pecador, lo mismo en las actitudes concretas que tuvo hacia ellos (cf. Lc 7,36-50; Jn 8,1-11). Jesús se identifica con los pobres y marginados desde adentro, en su vida y en su práctica; su identificación es tan plena, que en base a nuestra solidaridad con ellos seremos juzgados (cf. Mt 25,31-46). 8.6. Confrontación con la vida Como vimos al inicio del curso, no pretendemos únicamente conocer los datos bíblicos sobre la persona de Jesús, sino fundamentalmente crecer en el conocimiento y adhesión a su persona y a su estilo y proyecto de vida, para vivir con mayor autenticidad y coherencia nuestra vida cristiana, y responder y realizar con mayor plenitud el proyecto que Dios tiene para nosotros.

Por eso nos parece oportuno terminar este capítulo, en el que hemos reflexionado sobre las actitudes de Jesús, realizando una confrontación con nuestras actitudes de vida. Señalamos a continuación algunas preguntas, a modo de pistas, que nos puedan servir para realizar dicha confrontación.

- ¿Qué tipo de relación tenemos con Dios? - ¿En nuestra relación con Dios crees que nos comportamos como verdaderos hijos suyos, de tal forma que nuestra confianza y seguridad estén puestas en Él? - ¿En nuestras comunidades e instituciones las leyes están al servicio de los hombres, especialmente de las personas más desamparadas? - ¿Ponemos el bien del prójimo, el amor y la solidaridad, por encima de "nuestras

pequeñas leyes" (costumbres, tradiciones, intereses, necesidades...)?

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- ¿El culto que realizamos en nuestros templos tiene realmente una proyección a la vida (amor, servicio, justicia, solidaridad, reconciliación fraterna)? - ¿Nos sentimos libres ante los poderosos para anunciar los valores del Evangelio y denunciar todo lo que se opone al plan divino? - ¿Qué implica para nosotros hacer una opción preferencial por los pobres, como lo hizo Jesús? ¿Qué actitudes concretas debe engendrar en nuestra vida?

9. LA ÉTICA Y EL SEGUIMIENTO DE JESÚS 9.1. La ética de Jesús17

La ética pretende regular el comportamiento moral del hombre. La ética puede fundamentarse sobre la religión (moral religiosa) o sobre la razón humana (ética filosófica). En ambos casos, se fijan unos valores que hay que intentar alcanzar y traducirlos en actitudes y comportamientos.

Teniendo en cuenta lo que hemos visto en los temas anteriores, podemos afirmar que Jesús marcó un ideal ético a sus seguidores, pero fundamenta el comportamiento moral sobre bases diferentes a las exigencias del judaísmo ortodoxo y a las de cualquier tipo de filosofía.

Desde el Evangelio de Jesús, la base ética del cristiano será la «teología del amor». La realización del hombre no estará en función del cumplimiento de normas legales, sino en el compromiso vital con un Dios que es amor, que ama y que desea ser amado. Jesús no fue un moralista, ni propuso una moral concreta. La ética de Jesús se revela a través de su vida. Jesús muestra quién es Dios, cómo actúa y cómo, en consecuencia, debe obrar el creyente en ese Dios que se manifiesta en Jesús.

Jesús revela a Dios como Padre («Abba»). Es un Padre misericordioso y cercano a todos, pero muy especialmente amoroso con quienes necesitan misericordia y perdón. Para éstos (pobres, incultos y pecadores) el Evangelio se convierte en Buena Noticia. A quienes hasta ese momento se les cerraba la puerta de la salvación, se les va a proclamar dichosos y amados preferencialmente por el Padre Dios. 9.2. El amor, norma suprema de la moral evangélica18

Jesús no se limita a denunciar la ineficacia del sistema moral farisaico, sino que además brinda un nuevo programa de vida, en el que la norma suprema es el amor. Mateo, en el sermón del monte (cf. Mt 5-7), nos muestra el ideal del comportamiento cristiano hacia el que hay que tender, en confrontación con el cumplimiento de las leyes judías. Es más fácil regirse por la ley que por la ley del amor. La ley indica lo que se debe evitar; el amor, lo que en cada momento se debe hacer. No ama necesariamente quien cumple la ley; pero, quien ama cumplirá la ley. Dar culto a la ley es tan absurdo como despreciarla.

La ética de Jesús es mucho más exigente que la judía. El cristiano debe situarse más allá del

marco legal. La moral evangélica se sitúa más allá de la ley. No se trata tanto de observar leyes, cuanto de ajustar la propia existencia a la vida y programa de Jesús.

17

Cf. M. Irure y J. Larrañeta, Catequesis Bíblicas, 219-223. 18

Cf. Ibid.

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Frente al temor, el cristiano debe relacionarse con Dios por el amor; y este amor se manifiesta en el amor al prójimo. La entrega y el compromiso nacen del amor que une al creyente con Dios y con sus semejantes. Es la doble dimensión del amor (cf. 1Jn 4,16-21). 9.3. El seguimiento de Jesús

Una de las constantes más claras en el Evangelio es el hecho que Jesús, tan pronto como inicia su misión, reúne un grupo de personas que lo seguían, que vivían como Él, que se conocían entre ellos y compartían el mismo destino. Es el grupo de los discípulos de Jesús, en el que estaban los «doce» (cf. Mt 10,1-4), los 72 (cf. Lc 10,1-20) y un grupo muy numeroso (cf. Lc 6,17; 19,37).

Algunos de ellos han sido llamados explícitamente por Jesús, respondiendo positivamente al llamado, lo dejaron todo y le siguieron (cf. Mt 4,18-22; Mc 2,13-14). Otros, en cambio, a pesar del llamado, no han querido seguirlo, como sucedió con el rico (cf. Lc 18,18-23) u otros (cf. Jn 6,66).

Para ser discípulo de Jesús es necesario e indispensable «seguirlo» (cf. Mt 10,38; Jn 8,12; 10,27). Se le sigue a Jesús porque Él es el Maestro (cf. Mt 8,19; Lc 7,40), porque Él es el Camino, la Verdad y la Vida (cf. Jn 14,6), es decir, el camino vivo y verdadero que conduce al Padre.

Seguir a Jesús no significa imitar, reproducir una imagen, ni hacer lo mismo, sino algo más profundo y radical, que podría sintetizarse en un «unirse a», «confiar en», «vivir con», «obedecer», lo que según Juan equivale a «creer» (cf. Jn 8,12). Seguir a Jesús es seguir su camino (cf. Lc 9,57-62).

Seguir a Jesús es participar en su suerte, compartir el mismo destino del Maestro: no tener dónde reclinar la cabeza (cf. Lc 9,57-58); ser odiados y perseguidos por el «mundo» (cf. Jn 15,18ss); llevar su cruz (cf. Mc 8,34s); beber su cáliz (cf. Mc 10,38); compartir su cruz y su gloria (cf. Mt 8,19.22; 16,24; Jn 12,26).

El seguimiento de Jesús se vive en el abajamiento, la «kénosis», reproduciendo en la historia

su camino, sus actitudes y sus sentimientos: “Tened entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo: El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando la condición de siervo...” (cf. Flp 2,5-11; cfr. Jn 13,12-16). 9.4. Exigencias del seguimiento de Jesús

A lo largo de los temas anteriores ya hemos estado viendo, explícita o implícitamente, las diversas exigencias para los discípulos de Jesús. Recordamos que la conversión es la exigencia radical y recopilamos las otras brevemente.

La fe que consiste en escuchar y poner en práctica la Palabra de Dios. El verdadero discípulo

de Jesús es el que escucha y practica la Palabra del Señor (cf. Lc 8,19-21; 11,27-28), es el que observa la voluntad de Dios (cf. Mt 10,29).

El amor y la unidad explicitados en obras serán el distintivo de los cristianos y la causa de credibilidad de que Jesús es el enviado del Padre (cf. Jn 13,34-35; 17,21-23). Este amor se hace palpable en la solidaridad con los marginados (cf. Mt 25,31-46; Lc 10,29-37) y en el perdón ilimitado (cf. Mt 18,15-34).

El discípulo debe esforzarse por vivir la igualdad, evitando la ambición y la arrogancia (cf. Mt

18,1-10; 23,8-12) y debe ser el último de todos, el servidor de los demás (cf. Mt 20,20-27; Lc 22,26-

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27; Jn 13,12-17). Si alguien debe ser preferido, serán los más pequeños y necesitados (cf. Lc 4,16ss; Mt 18,1-4; 19,13-15).

Y la vida de oración debe ser parte constitutiva de la existencia del discípulo (cf. Mt 6,5-15;

14,23). La Virgen María nos es presentada como el modelo y prototipo de los discípulos de Jesús (cf.

Lc 8,19-21; 11,27-28). Es la Virgen orante (cf. Hch 1,14), oyente de la Palabra y practicante (cf. Lc 1,38.45; 2,19.51), la Virgen oferente (cf. Jn 19,25-27). María oyendo y practicando la Palabra de Dios, en la doble vertiente del amor hacia Dios y hacia los hermanos, nos muestra el camino fundamental del seguimiento de Jesús. 10. PASIÓN Y MUERTE DE JESÚS19 10.1. Introducción

Nosotros empezamos el acercamiento a Jesús en los Evangelios desde el acontecimiento de su resurrección, pues afirmábamos que desde la fe en el Resucitado, la primera comunidad cristiana, relee e interpreta toda la vida de Jesús. Ahora, una vez hecho este camino, podemos acercarnos a la contemplación del misterio de la pasión y muerte de Jesús, y tratar de descubrir su significado para nuestra vida.

Los relatos evangélicos de la pasión y muerte de Jesús son historia hecha por creyentes, interpretada a la luz de la fe pascual. A la luz de la Resurrección, la comunidad primitiva llega a reconocer plenamente la identidad de Jesús, el sentido de su vida, de su sufrimiento y de su muerte. Son recuerdos y testimonios transfigurados por la fe pascual, más interesados en el profundo sentido de los hechos que en su exacto desarrollo. 10.2. La pasión y muerte de Jesús en los Evangelios

Jesús llega a intuir su muerte violenta (cf. Mt 8,31-32; 9,30-32; 10,32-34). La causa de la muerte de Jesús hay que buscarla en su misma vida. Su muerte es incomprensible sin su vida, y ésta lo es sin aquél para quien él vivió: su Dios y Padre.

Jesús anunció el Reino de Dios, la liberación total y definitiva; llamó a la conversión no sólo exterior sino en profundidad; actuó con libertad; increpó a los externamente «piadosos» y «buenos»; mostró predilección por los pobres y pecadores; antepuso el servicio al poder, la justicia al culto; fue poco formalista en la observancia de la ley, amigo de los que no la observaban, abierto a los que no la conocían... Por todo ello, por su radical libertad y su enfrentamiento con los poderes, sobre todo religiosos, Jesús molestaba y decidieron quitárselo de en medio. La muerte fue la consecuencia lógica y prevista de su estilo de vida.

Jesús no buscó la muerte. En la angustia de Getsemaní ("Pase de mí este cáliz") vivió la profundidad del fracaso humano, la angustia de la soledad y el abandono de quienes le habían acompañado. Jesús, confortado por el Padre, supera el peso de su muerte y se levanta respirando una serenidad que no le abandonará hasta el final. Esta serenidad, hecha de entrega y confianza en su Padre, hará exclamar al Centurión: "Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios" (cf. Mc 15,39).

19

Cf.ibid., 227-231; y J. R. Busto, op. cit., 133-154.

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10.3. Su significado

La muerte de Jesús ha sido un asesinato (cf. Hch 2,23; 3,15; 4,10), no fue algo casual, sino que se debió a la oposición que fue creando la persona, la actividad y la doctrina de Jesús. Fue condenado por la autoridad religiosa por blasfemo (cf. Mt 26,57ss). Fue condenado por el poder civil por sedicioso y agitador de masas que pone en peligro la seguridad del imperio (cf. Jn 19,12; Lc 23,8-12). Los poderosos llevaron a la muerte a aquél que era un reproche vivo de su modo de vivir y actuar (cf. 1Ts 2,15).

Pero también podemos decir que Jesús murió voluntariamente por nuestra salvación, para liberarnos del pecado y de todas sus consecuencias (cf. 1Ts 5,9-10). Jesús, libre y voluntariamente optó por un género de vida, y aceptó los riesgos que comportaba (cf. Jn 10,17-18; 12,27; 13,1-3; 18,5-6) y por lo mismo aceptó «libremente» -no pasivamente- la muerte que otros le causaban. Jesús asume la muerte que implica vivir fielmente el proyecto del Padre en un mundo de pecado. “Dios no quiere la muerte de Jesús, como tampoco quiere nuestro sufrimiento”. Pero lo que sí quiere Dios es “la fidelidad, la respuesta amorosa a la entrega amorosa del Padre”. “Dios quiere el amor fiel de Jesús; y el amor fiel de Jesús, en un mundo de pecado, lleva aparejada la muerte en cruz”20. “En Jesucristo la humanidad entera y la creación en su conjunto han alcanzado su realización” plena, porque ha realizado plenamente el proyecto de Dios para el hombre, respondiendo libre y fielmente al amor incondicionado de Dios con su amor y entrega total. “Jesús muere para salvarnos, precisamente porque el pecado ataca, y a veces mata, a quienes aman a Dios con todas sus consecuencias”21.

Jesús, muriendo en la cruz, expía los pecados de la humanidad (cf. Rm 3,25); resucitando, venció a la muerte (secuela del pecado) y restauró la vida. Cuantos creyentes compartan la muerte de Jesús se integrarán también en su vida plena (= Resurrección).

La actitud de Jesús ante el sufrimiento ilumina y transforma el sufrimiento del hombre. Jesús sufrió y murió por alguien, no por algo: por obedecer la voluntad de Dios y por solidaridad con los más necesitados. Jesús fue un ser-para-los-demás; totalmente para Dios y para los hombres. Por eso es el único y verdadero Sacerdote; porque sólo Él consigue la comunión entre Dios y el hombre, y lo realiza siendo totalmente de Dios y radicalmente solidario con el hombre.

Teniendo como referencia la actitud de Jesús, podemos decir, también, que la actitud del cristiano ante el sufrimiento y la muerte, excluyen el masoquismo, el dolorismo, la resignación, la evasión, pero también la explicación. Jesús no responde al porqué del sufrimiento, sino que sufre con nosotros. Jesús dio sentido a su sufrimiento viviéndolo por los demás en el servicio a Dios y en la solidaridad con los hombres que sufren. Y creemos que esa manera de vivir el sufrimiento recibió de Dios el sí de la Resurrección. Dios nos ha regalado la salvación en Cristo Jesús; “ya estamos salvados en Cristo; ya estamos sentados en los cielos con Cristo (Ef 2,6). Sin embargo estamos sentados todavía en esperanza. El haber recibido el Espíritu de Jesús es tener las primicias de esa salvación. El sentido de la vida humana es ser hombres como Jesús, reproducir la imagen del Hijo, corresponder al amor

20

J. R. Busto,139-140. 21

Ibid.,141.

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incondicionado del Padre hasta la entrega de la propia vida, como hizo Jesús. Eso es lo que ahora ha de ser realizado en mi propia existencia; ésa es la tarea que tengo por delante”. “El hecho de que Jesús haya vencido a la muerte y al pecado y que Él haya correspondido al amor gratuito de Dios, ha conseguido que el conjunto de la creación haya correspondido ya. Pero yo no he perdido mi individualidad personal ni mi libertad. Todo lo de Jesús tiene que irse realizando en mí, y conmigo en todos los que están a mi lado: el resto de la humanidad”22. 10.4. El Misterio Pascual: Muerte y Vida Queremos concluir el módulo recordando tres números del Documento de Puebla, que nos parecen una buena síntesis y conclusión de todo lo que hemos visto en el curso. “Cumpliendo el mandato recibido de su Padre, Jesús se entregó libremente a la muerte en la cruz, meta del camino de su existencia. El portador de la libertad y del gozo del Reino de Dios quiso ser la víctima decisiva de la injusticia y del mal de este mundo. El dolor de la creación es asumido por el Crucificado que ofrece su vida en sacrificio por todos: Sumo Sacerdote que puede compartir nuestras debilidades: Víctima Pascual que nos redime de nuestros pecados; Hijo obediente que encarna ante la justicia salvadora de su Padre el clamor de liberación y redención de todos los hombres.

Por eso, el Padre resucita a su Hijo de entre los muertos. Lo exalta gloriosamente a su derecha. Lo colma de la fuerza vivificante de su Espíritu. Lo establece como Cabeza de su Cuerpo que es la Iglesia. Lo constituye Señor del mundo y de la historia. Su resurrección es signo y prenda de la resurrección a la que todos estamos llamados y de la transformación final del universo. Por Él y en Él ha querido el Padre recrear lo que ya había creado. (...) En el centro de la historia humana queda así implantado el reino de Dios, resplandeciente en el rostro de Jesucristo resucitado. La justicia de Dios ha triunfado sobre la injusticia de los hombres. Con Adán se inició la historia vieja. Con Jesucristo, el nuevo Adán, se inicia la historia nueva y ésta recibe el impulso indefectible que llevará a todos los hombres, hechos hijos de Dios por la eficacia del Espíritu, a un dominio del mundo cada día más perfecto; a una comunión entre hermanos cada vez más lograda y a la plenitud de comunión y participación que constituyen la vida misma de Dios. Así proclamamos la buena noticia de la persona de Jesucristo a los hombres de América Latina, llamados a ser hombres nuevos con la novedad del bautismo y de la vida según el Evangelio para sostener su esfuerzo y alentar su esperanza”23.

22

Ibid., 154. 23

Puebla 194, 195, 197.

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+ BIBLIOGRAFÍA GENERAL

- Bibliografía básica:

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CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, Montevideo 1992.

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- Bibliografía complementaria:

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