98 Naturaleza y Finalidad de La Teologia
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Naturaleza y finalidad de la Teología
APUNTES DE FE Y CULTURA
Prof. Luis Enrique Pérez Guevara - USAT
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Cuestiones introductorias al estudio de la teología
LA TEOLOGÍA: NATURALEZA Y FINALIDAD
“También la teología, como ciencia, tiene un
puesto legítimo en la Universidad junto a las otras
disciplinas. Ella, como le corresponde, tiene principios y
método propios que la definen precisamente como
ciencia… puede proyectar luz sobre las cuestiones
específicas, planteadas por la cultura actual” (Ex corde
Ecclesiae, 29).
Introducción
Para algunos estudiantes existe la dificultad de comprender el por qué
estudiar teología en la universidad, el por qué incluir asignaturas teológicas en
una malla curricular que está orientada a desarrollar competencias
profesionales. Para otros más, el estudio de la teología es propicio para
afrontar las inquietudes de su fe, esperan encontrar las respuestas que les
permita reforzar las profundas convicciones cristianas que ya poseen pero que
los nuevos retos de esta cultura las ponen a prueba. Evidentemente nuestra
universidad católica, apuesta por una formación de las personas y a este fin,
dirige de modo particular, las asignaturas de esta índole.
Esta es la misión de la Iglesia realizada de modo particular en la
enseñanza superior: impartir el pensamiento cristiano en función de construir
una sociedad con el aporte de hombres y profesionales de buen desempeño y
preparados esmeradamente en el saber y en la fe (cfr. CONCILIO VATICANO
II, Declaración sobre la Educación Católica Gravissimum educationis, n. 10).
Sin embargo, el cómo concretizarlo en la vida cotidiana es una exigencia
constante y necesaria a lo largo de todo el estudio.
En consecuencia, es importante que antes de profundizar en los
contenidos fundamentales de la teología, intentemos responder a unas
primeras interrogantes para comprender su naturaleza y su finalidad: ¿qué es
la teología? ¿podemos considerarla una ciencia o solo un cuerpo de doctrinas
religiosas heredadas de nuestros padres o la Iglesia? ¿en qué se fundamenta
para que sus contenidos sean aceptados como verdades y no sólo limitarse a
ser expresión de quienes libremente así lo quieran?¿se puede afirmar que la
teología tiene un carácter científico y una metodología?¿qué conocimientos
pretende presentarnos y con qué fin?
El porqué
de la Teología en la
universidad
¿Qué es? y
¿Cuál es su finalidad?
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1. LA TEOLOGÍA, CONOCIMIENTO SOBRENATURAL DE DIOS
“La teología busca la comprensión de la verdad revelada”
(Ex corde Ecclesiae, 29)
¿Qué es teología? De la etimología de sus vocablos griegos
theos y logos, obtenemos una noción primaria de la teología:
conocimiento de Dios. Sin embargo, esta simple noción no expresa
toda la riqueza y profundidad de la teología, que en nuestro caso, es la
teología cristiana y católica. Además que, en su desarrollo hace
referencia a otros elementos importantes: presupuestos, fuentes,
objeto, método.
“Llamamos teología a la actividad de los creyentes que tratan de
comprender más profundamente la Palabra de Dios y de exponerla de
manera ordenada y sistemática, en base a la Sagrada Escritura, la
Tradición de la Iglesia, y la razón humana iluminada por la fe”
(MORALES, 1998).
La teología, en su sentido estricto, es una actividad de una
persona concreta: el creyente, el hombre o mujer de fe. En tal sentido,
notamos dos aspectos fundamentales. Por un lado, se trata de una
reflexión o ejercicio de la razón humana y por otro, que esta actividad
no es meramente racional sino que se encuentra guiada por la fe. De
este modo, no podemos concebir la teología como un sistema de
contenidos o argumentos puramente elaborados por el hombre sino
que a partir de un conocimiento que le viene de afuera (y esto es la
Revelación), el creyente reflexiona guiado por quien le presenta dicho
conocimiento: Dios, su origen propio y específico. Tampoco podemos
considerar que procede de una simple curiosidad intelectual o que ella
se dedique a satisfacerla, sino que las verdades que presenta la teología
tienen repercusiones en la vida misma de cada persona, por la
confrontación que supone también el llamado a una conversión
auténtica.
En tal sentido, podemos decir que existe en la actividad
teológica la presencia de dos sujetos: Dios que da a conocer verdades al
hombre (Revelación) y el hombre que acogiéndolos (con acto de fe)
reflexiona sobre ellos (iluminados por la fe) y más aún, no de modo
espontáneo sino sistemático y ordenado (rigor teológico). El creyente
es quien realiza la actividad teológica teniendo como insumo todo
cuanto Dios le ha revelado. Además, como veremos más adelante, esta
actividad se encuentra enmarcada en un contexto eclesial.
Especificidad
de la Teología que
estudiaremos
Definición
Aspecto fundamental:
Ejercicio de la razón
humana guiada por la fe
Presencia de dos sujetos
y actividad propia del
creyente
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Dicho lo anterior, podemos notar que la teología es considerada
esencialmente como conocimiento sobrenatural ya que se basa en lo
que Dios ha revelado a los hombres y por medio de Jesucristo. Aquí
tiene su punto de partida. Esta es la garantía de su ser conocimiento
válido y de proveernos verdades de carácter sobrenatural,
precisamente porque procede de la autoridad de quien revela: Dios,
que no puede engañarse a sí mismo y no puede engañarnos
(Constitución Dogmática sobre la fe católica, capítulo 3). Es intención
de Dios que lleguemos a un conocimiento pleno de la verdad como lo
dice la Escritura: “Dios, nuestro Salvador… quiere que todos los hombres
se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad” (1 Tim 2,3-4). De
este modo, con la ayuda de la razón iluminada por la fe, el creyente o el
teólogo está pronto a dar las razones necesarias de lo que creemos.
Finalmente, es conocimiento sobrenatural dado que es un tipo
de conocimiento que el hombre no puede alcanzar con sus solas
fuerzas de la razón sino gracias a la Revelación divina de Dios
(Catecismo, 50). El hombre obtiene este conocimiento gracias a la
bondad amorosa de Dios.
Conocimiento natural
El conocimiento sobrenatural que podemos tener de Dios con
la ayuda de la fe y la Teología, la distinguimos de lo que llamamos
conocimiento natural. Es decir, al conocimiento que el hombre posee o
adquiere con el solo uso de su razón sin una intervención sobrenatural
de Dios como es propiamente la Revelación. Se parte de los efectos
para llegar a una causa. Así por ejemplo, el hombre tras mirar la
naturaleza o creación, piensa sobre el por qué de ello y descubre que el
sentido de todo solo se explicaría con la presencia de un ser
inteligente.
El hombre se pregunta sobre Dios y se abre a la trascendencia
esperando encontrar en ella las respuestas. De muchas maneras el
hombre de todos los tiempos ha expresado esta búsqueda mediante
creencias o en una serie de prácticas que brotan de una espiritualidad,
un culto o una filosofía. Esta experiencia humana en toda su variedad
demuestra que el hombre es por naturaleza un ser religioso.
Podemos distinguir, un conocimiento pre filosófico o
espontáneo. Éste brota en todo hombre, que sin especulaciones
intelectuales o complejas reflexiones científicas o filosóficas, percibe o
manifiesta la creencia en un ser superior al que puede darle
atribuciones exclusivas. Este tipo de conocimiento, además, no
presenta rigurosidad en su elaboración, es incipiente y puede ser muy
La naturaleza
propia de la Teología
Don de Dios
Conocimiento adquirido
por la razón humana
La apertura a la
trascendencia señala su
naturaleza religiosa
Tipos
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subjetivo. En cambio, la búsqueda de respuestas que satisfagan al
intelecto humano, basado en argumentaciones racionales desde
simples hasta muy complejas da lugar a distinguir un segundo tipo de
conocimiento natural, pero al que en un sentido más estricto y
específico consideramos propiamente como conocimiento natural: es
el científico o filosófico. Aquí se llega a afirmar la existencia de Dios y
darle algunas atribuciones partiendo de la observación y la reflexión de
la realidad siguiendo un análisis rigoroso que pretende
argumentaciones válidas para demostrarlo o por el contrario, para
negarlo tal como lo hace el ateísmo. Este tipo de conocimiento acerca
de Dios, se ampliará en el siguiente tema.
Luego de haber mencionado que la Teología es conocimiento
sobrenatural de Dios, es importante que tengamos en cuenta algunos
presupuestos necesarios para realizar la actividad teológica; es decir,
para profundizar en todo aquello que Dios nos ha revelado, hay que
tenerlos en cuenta.
2. PRESUPUESTOS DE LA TEOLOGÍA
La fe “La fe es la respuesta del hombre a Dios que se revela y se entrega a él,
dando al mismo tiempo una luz sobreabundante al hombre que busca el sentido
último de su vida” (Catecismo, 26).
Precisamente por ser propiamente un conocimiento
sobrenatural, la teología hace que la fe sea considerada su presupuesto
absoluto. Es la base y la raíz de la teología. Quiere decir, que es
imprescindible que toda persona como afirmó San Agustín, “crea para
entender”1. La teología presupone la fe en el Dios vivo de la Revelación
judeo-cristiana que hemos heredado los cristianos. Una buena teología,
por tanto, se hace desde dentro de esta misma fe centrada en Cristo.
Vista así la fe y, sin dejar de ser también un acto sencillo del creyente,
la teología desarrolla esa dimensión intelectual del mismo acto de fe
ayudada de la razón iluminada y sostenida por la misma fe. De modo
que se enriquece de lo que descubre en la Revelación mediante las
fuentes de la teología. Se trata, por tanto, de una fe reflexiva, fe que
piensa, que comprende, pregunta y busca.
Con este primer presupuesto, podemos decir que la teología se
convierte en una teología arrodillada debido a su naturaleza
sobrenatural y, en consecuencia, nunca podrá desprenderse del todo
de su aspecto contemplativo y no deberá hacerlo para no perder su
propia naturaleza y origen específico. Por esta razón, la fe se convierte
en el distintivo de quien hace o estudia teología, como lo afirma Juan
Conocimiento científico
filosófico
La fe en la Revelación
Sobrenatural de Dios, es
el presupuesto absoluto
Dimensión intelectual de
la fe
Aspecto contemplativo
de la Teología
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Pablo II: “Hacer teología es una tarea exclusivamente propia del
creyente en cuanto creyente, una tarea vitalmente suscitada y en todo
momento sostenida por la fe”. Sin olvidar que está puesto frente a los
misterios divinos de Dios, el que hace teología, recibe los misterios
revelados de Dios con adoración, los profundiza con veneración y los
adhiere con confianza filial. Esta ha de ser su actitud primera y
permanente y no la de simplemente escrutar o analizar de un modo
puramente intelectual y mucho menos la de cuestionar maliciosa o
infundadamente lo que la teología le presenta.
La fe, por tanto, es necesaria para hacer teología y sin ella se
reduciría a puras especulaciones acerca de Dios y de lo que ha
comunicado a los hombres. Sin la fe, en consecuencia, las conclusiones
a las que podríamos llegar pueden ser reducidas, tergiversadas y
erróneas, cuanto menos inverosímiles o absurdas. Con la fe, la teología
puede comprender los misterios de Dios y de su voluntad comunicada
en la Revelación, aunque como veremos luego, no se puede agotar
completamente el conocimiento de la esencia y la acción divina de
Dios con la comprensión del intelecto humano aun cuando éste es
iluminado por la fe. En tal sentido, la fe es asentimiento al misterio de
Dios aún cuando supere los límites de la razón humana. Esto no
significa irracionalidad o pasividad del ejercicio intelectual ante un
dato revelado por Dios o verdad de fe sino, todo lo contrario, es
reconocer el límite de la razón humana ante la inmensidad de Dios.
Tampoco significa imposibilidad de alcanzar certezas sino que
efectivamente las alcanzamos porque vienen de Dios. Conviene
recordar que la teología estudia un conocimiento de naturaleza y
origen sobrenaturales.
No se puede hacer teología o reflexionar teológicamente si no
se tiene fe. En otras palabras, no podremos comprender lo que ha
revelado, sus palabras o sus hechos, el modo de ser de Dios o iluminar
situaciones humanas a la luz de la voluntad divina de Dios, si no
llevamos con nosotros el necesario acto de la fe. Es decir, la confianza
de parte del hombre en todo lo que Dios ha revelado. La fe es por tanto
no sólo necesaria, sino esencial para la teología y en quienes inician su
estudio.
En una audiencia general tenida por Juan Pablo II en Roma
(27.III.1985), dijo a los asistentes: “en el conocimiento mediante la fe, el
hombre acepta como verdad todo el contenido sobrenatural y salvífico de
la revelación”. En este tipo de conocimiento que nos ofrece la teología
podemos tener la plena certeza de estar en la verdad sobre todo
aquello que Dios nos ha dado a conocer mediante la Revelación en
Jesucristo.
Actitud
primera y permanente
Con la fe, la Teología
puede comprender los
misterios de Dios de
modo cierto aunque
limitado
Fe es confianza en lo que
Dios ha revelado al
hombre
En la Teología tenemos
certezas sobre Dios, a las
que asentimos
plenamente
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El acto de fe a la luz de las Escrituras
La fe no designa una descripción abstracta o meramente
conceptual o resultado de un puro sentimiento, sino la expresión del
que cree, a ejemplo de los grandes creyentes que encontramos en la
Escritura como Abraham a quien llamamos nuestro padre en la fe (cfr.
Rm 4; Heb 11,8). En Gen 12,1-9 Dios pide a Abraham, dejar su tierra y
marchar hacia el lugar que Dios le mostraría, donde lo bendeciría con
una grande muchedumbre. La fe como presupuesto de la teología,
tiene este primer sentido, a lo que llamamos acto de fe (del segundo
sentido de este vocablo se hablará en otro apartado).
En las distintas experiencias bíblicas de hombres y mujeres
creyentes, el acto de fe nos indica un dinamismo interior cuyos algunos
aspectos son: 1) la escucha de lo que Dios comunica, 2) se percibe la
autoridad divina de Dios que habla, 3) consecuentemente el creyente
obedece para finalmente, 4) ponerse en camino y arrastrar la
incertidumbre humana. Notamos que el acto de fe es algo puntual
porque se inicia en la escucha del sujeto pero también indica un
camino progresivo porque dispone el ser de todo el hombre a Dios
(inteligencia, voluntad, libertad), impulsa a obedecerle y a marchar
incluso cuando la incertidumbre le muestre al hombre que está lejos de
la meta final o sin que conozca aún todas las etapas que deberá
recorrer para llegar a ella. Pero también vislumbramos en el acto de fe,
una seguridad en Dios y en lo que ha revelado.
A la luz de los evangelios, el acto de fe consiste en la respuesta
al llamado de Jesucristo que hace el discípulo, es decir, el que le sigue
más de cerca abandonando la masa de los espectadores. Aquí el acto de
fe incluye conversión interior, el cambio de mentalidad y la apertura de
la inteligencia humana a los misterios revelados por Jesucristo, el Hijo
de Dios como también la entrega de la vida del discípulo en las manos
del Maestro. La fe está enmarcada en un encuentro personal con Jesús
(Mc 1,17; 10,21; etc.) y en la certeza que El es el Camino, la Verdad y
Vida. Es seguridad en el poder de Jesús que puede ayudar a los
hombres y mujeres en toda situación humana (Mc 2,5; 5,34; 10,52; Mt
8,13; 15,28). Por tanto, la fe es aquí un acto interior de confianza plena
en el poder de Jesús y son sus acciones como sus palabras las que
favorecen la disposición a la fe en sus oyentes y más aún, en sus
discípulos.
San Pablo destaca el hecho de que por la fe en Dios se acepta
un mensaje de vida acerca de Jesucristo, muerto y resucitado por
nosotros (Rm 4,25); la fe que puede parecer no evidente y ser necedad
La fe como
acto es expresión del
que cree
Aspectos del acto de fe
El acto de fe es respuesta
personal a Cristo y
favorece la buena
disposición para
comprender su Palabra
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para algunos (1 Cor 1,22) pero es interior y tiende a expresarse en una
confesión o lo que llamamos también profesión externa como, de suyo
lo es, el Credo Apostólico o Fe de la Iglesia, es decir, fe expresa el
conjunto de todas las verdades reveladas, el contenido de la Revelación
creído y proclamado por la Iglesia. Este es el segundo sentido del
vocablo fe.
San Juan, además de señalar la fe como un impulso interior que
lleva al hombre a reconocer libremente la divinidad de Jesús, la vincula
al oír (Jn 4,42; 20,8) pero especialmente al conocer. Creer y conocer, en
los escritos del Apóstol Juan, tiene la misma connotación: “Creemos y
sabemos que Tú eres el Santo de Dios” (Jn 6,67). Creer y conocer son
intercambiables (Cfr. 1 Jn, 4,16) y existe un dinamismo entre estos dos
matices del mismo acto de fe: “Creed las obras para que lleguéis a
conocer” (Jn 10,38). En consecuencia, la fe es participación en el
conocimiento que Jesús como Hijo tiene de Dios, Padre suyo y Padre
nuestro. Por otro lado, podemos ver que Juan lleva el acto de la fe a
una esfera cognoscitiva de la misma, pero no la convierte en mera
iluminación de la mente o enriquecimiento intelectual de Dios sino
que, la fe es siempre principio y raíz de una vida nueva en Jesucristo
que lleva al cambio de mentalidad y del corazón.
Características del acto de fe
Dicho todo lo anterior, podemos finalmente señalar unas
características fundamentales del acto de fe: 1) implica un asentimiento
de toda la persona; 2) es libre e incondicionada y por tanto, contiene
rasgos intensamente personales; 3) es razonable; 4) es un don gratuito
y sobrenatural porque viene de Dios y, 5) lleva consigo un modo de
vivir que pasa por la conversión interior.
Con el acto de la fe, el creyente acepta verdades y misterios que
no son evidentes para la razón como lo afirma el Concilio Vaticano II:
“Por la fe creemos ser verdadero lo que nos ha sido revelado por Dios, y
lo creemos no por la intrínseca verdad de las cosas, percibida por la luz
natural de la razón, sino por la autoridad del mismo Dios que se revela,
que no puede engañarse ni engañarnos” (Constitución Dogmática sobre
la fe católica, capítulo 3).
Dado que la razón humana necesita de evidencias, el acto de fe
se convierte en un obsequio intelectual, es decir, cree y acepta como
verdadero y real lo que no ve con absoluta claridad ni puede
fundamentar racionalmente con una demostración como lo hacen las
ciencias fácticas. La razón se fía de Dios.
La fe como
conjunto de las verdades
reveladas o Fe de la
Iglesia
Creer es conocer a Dios a
través de Cristo
Características del acto de fe
El acto de fe es obsequio intelectual
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Es también eclesial (6). En otras palabras, el creyente no cree en
general ni tampoco la fe es simple opinión o se construye
arbitrariamente basándose en una percepción subjetiva o colectiva, un
sentimiento, un hecho aislado de toda la unidad de la fe en la
Revelación de Dios como se ha dado en la historia o al margen de lo
dispuesto por la voluntad divina de Dios. El acto de fe es eclesial,
porque sin dejar de ser acto de una persona en singular, ésta la recibe
de parte de Jesucristo en el seno de la Iglesia fundada por él, su Cuerpo
Místico y continuadora de los designios salvíficos de Dios.
La razón
Pero en la teología, la fe – como actitud o impulso - no es
únicamente fe creída o fe vivida sino una fe pensada porque interviene
la razón humana para darle fundamento. Es decir, a la hora de hacer
teología o reflexionar teológicamente, es necesario tener en cuenta
también el uso de la razón que ayude a la comprensión de los misterios
que Dios ha revelado. Su función es hacer que la fe sea razonada
aunque, como ya habíamos dicho, queda abierta al misterio que la
sobrepasa.
Una breve historia de las diversas concepciones de la razón
Deteniéndonos en nuestro discurso de la razón como
presupuesto de la teología, resulta útil tener en cuenta algunas
anotaciones breves e históricas al respecto. A lo largo de la historia el
término razón ha recibido distintas definiciones que ha dado forma a
nuestro actual concepto. El término latino ratio significa cálculo y es la
traducción del término griego logos. En este sentido, razón designa la
explicación, justificación, argumentación, teoría o ciencia. Con
Aristóteles (383/382 – 322 a.C.), se indica la característica definitoria
que distingue al hombre de los demás seres vivientes: animal que da
razón de las cosas. Esto, por otro lado, alude al lenguaje que posee y
con el que puede comunicarse dentro de un contexto social, lo que lo
identifica también como animal social.
El poder dar cuentas de las cosas que comprende y mediante las
palabras que posee para expresarlas señalan la naturaleza racional del
hombre y la característica interna que posee la razón humana, según la
concepción original del término. Ella comprende algo que está más allá
del conocer inmediato de lo sensible, para llegar a saber de todo ello a
través de los conceptos, las ideas y los razonamientos, es decir, a través
del pensamiento.
El acto de fe es
eclesial porque la Fe es
de la Iglesia
La ayuda de la razón
para comprender
Concepciones históricas de la razón
La razón conoce algo que está más allá de lo
sensible
El acto de fe es obsequio intelectual
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Vemos entonces que, en sentido original y amplio, designamos
con el término razón, lo que caracteriza singularmente al ser humano
distinguiéndolo de los seres irracionales. Es lo que posee de modo
natural, lo que de suyo le es propio. En el lenguaje coloquial, lo usamos
para indicar el sentido común frente a una situación concreta. Es el ser
razonable, es decir, poner orden dentro de sí mismos o en el mundo
que nos rodea y que depende de nosotros. Es también la potencia
principal que posee la humanidad y de la que dispone para su
supervivencia y más aún, la que le ha permitido su gran desarrollo.
De igual modo, observamos que la razón se diferencia de la
sensibilidad, del sentimiento, de la experiencia y de la voluntad. No se
opone a ellas sino se complementa con ellas en la medida que el
hombre conoce y actúa. Esto quiere decir que, el hombre en su modo
de pensar, actuar y, finalmente, en su modo de vivir, utiliza esta
facultad cognoscitiva intelectual, puesto que procede discursiva y
conceptualmente al captar una realidad externa a él o provocada
dentro de él como puede ser una experiencia de tipo moral o religioso.
Con la Ilustración, Idealismo y el Modernismo, el término
razón, asume nuevas concepciones que imperan hasta el día de hoy en
nuestra cultura. Por este motivo, es importante mencionarlas aquí.
Para la Ilustración, la llamada razón ilustrada, es constitutiva
del hombre y con la que puede y debe atreverse a saber. Es el medio
innato de progreso y signo expresivo de la dignidad humana que debe
estar libre de oscurantismo y de la ignorancia. Consecuentemente se
encuentra segura de sí misma y de su capacidad de saber por sí misma.
De este modo se muestra también crítica de todo saber tradicional
incluyendo lo religioso a la que se le irá negando un rango propio de
saber. La razón crítica de Kant (1724-1804) declara que, en efecto, la
razón es incapaz de conocer las esencias de las cosas y de abrirse a toda
la realidad. Para él, hay una razón pura (expuesta en su obra Crítica de
la razón pura, 1781), la que se halla epistemológicamente separada de
Dios, del mundo y del alma, que son en ella meras ideas o ficciones
mentales. Existe también una razón práctica (expuesta en su obra
Crítica de la razón práctica, en 1788) que se limita a determinar la
voluntad por una ley moral, excluyendo de este modo, que exista una
ley de índole divina que tenga que regir la vida humana.
Con el Idealismo se da un paso adelante. La razón apunta al
ideal de la ciencia o saber absolutos teniendo por sujeto último a la
humanidad, es la proclamación de una super razón, que trasciende y
absolutiza todo, porque se siente capaz de deducir y captar también las
realidades metafísicas supremas e indeducibles. Por último, la razón
científica moderna, llamada también razón instrumental, es la versión
Lo que
caracteriza el conocer y
el conocimiento
propiamente humanos
Lo razonable se
diferencia de lo
experimental, no se
opone a ello, lo
complementa
La razón ilustrada
La razón científica moderna
El acto de fe es
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más reciente de la razón ilustrada. Ésta sin contenido propio y sin
principios, está muy vinculada a una racionalidad de la técnica. Aquí la
razón es únicamente el instrumento intelectual humano para un
procedimiento o método al servicio del progreso científico o es la
fundamentación normativa del conocimiento y de los actos humanos.
Este último, prevalece en muchos ámbitos de la cultura de hoy y se
encuentra desacreditada por su incapacidad de hacer un mundo más
justo, porque ha acarreado una deshumanización del hombre mismo.
La razón en el lenguaje de la teología: razón teológica
De los múltiples y variados textos que forman parte de las
enseñanzas de la Iglesia, los referidos a la razón, en el sentido en que lo
abordamos aquí, señalan dos matices que definen a la razón humana.
Se reafirma que originalmente la razón es la facultad intelectual
de conocer, que posee el hombre como criatura que participa de la
correspondiente perfección increada. De este modo, la razón engloba
también a la fe. Es también la facultad creada de conocer el nexo
intrínseco de las cosas, procediendo de lo sensible a lo inteligible con
las fuerzas naturales que posee el hombre. En este último sentido, la
razón se distingue de la fe. Por tanto, tenemos un doble orden del
conocimiento (cfr. Constitución Dogmática Gaudium et Spes, 59). La
razón humana es “una luz natural” (cfr. Constitución Dogmática Dei
Verbum, 6). “La fe y la razón convergen en una sola verdad” (cfr.
Gravissimum educationis, 10).
La concepción teológica de la razón admite que exista un cierto
oscurecimiento de esta facultad humana como consecuencia del
pecado, no tanto en sí misma sino por la defectuosa inclinación de la
voluntad del hombre. Consecuentemente, la razón humana encontrará
dificultades en su ejercicio, aún mayores en cuestiones morales y en las
que se relacionan con el fin último de la misma vida humana.
La Iglesia, ha afirmado y mantenido siempre que la razón
humana, apoyada en los datos que le provee la experiencia, puede
llegar a descubrir la existencia de un Dios Creador, así como los
deberes éticos que vinculan la conciencia. Esto forma parte de un
conocimiento natural. Lo que añade la acogida de la Revelación - por la
fe - se llama, como hemos dicho, conocimiento sobrenatural, el
conocimiento que profundiza propiamente la teología. Los
fundamentos de este conocimiento también puede demostrarlos la
razón humana y la razón puede alcanzar un mayor conocimiento
iluminada por la fe. En definitiva, la posición de la Iglesia frente a la
función de la razón en la comprensión de las verdades reveladas por
Existe un doble orden
del conocimiento: la
razón y la fe
Existe un cierto oscurecimiento en la
razón humana
La razón apoyada en datos de la experiencia
puede descubrir que Dios existe
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Dios no ha sido de desprecio o rechazo, cuanto más, como es lógico,
aprecia la razón porque puede ofrecerle al hombre verdaderos
conocimientos, particularmente en lo moral, que le ayuden a
comprender la misma realidad de modo natural o racional. Como
veremos luego, las pruebas racionales de la existencia de Dios son una
preparación para que el hombre acoja la Revelación por la fe.
La razón, inseparable de la fe
Su presencia, particularmente en la Teología, es inseparable,
intensa y necesaria. Evidenciamos que el hombre - ser racional, que
piensa – ha alcanzado no sólo grandes conocimientos de todo lo creado
expuestos de modo sistemático en las distintas ciencias sino que, con
ello, ha alcanzado un cierto dominio sobre ella. En la Teología, el uso
adecuado de la razón humana, permite al hombre acercarse a los
misterios revelados por Dios, el Dios de Jesucristo, con el fin de
contemplarlos y exponerlos con el máximo rigor que sea posible y con
la veneración merecida por su naturaleza sobrenatural. Pero también,
con el estudio teológico de cuanto Dios le ha revelado, consigue
iluminar estos conocimientos que adquiere por las ciencias y, descubrir
el auténtico sentido de la vida del hombre, de la ciencia y la finalidad
de su dominio de la creación.
La razón recibe la luz de la fe. En la medida que el creyente usa
adecuadamente la razón, es decir, de modo respetuoso, ordenado y
metódico en asuntos de fe, hace que la teología como ciencia sobre
Dios, sea verdadero y sólido conocimiento, y se proteja de peligros y
deformaciones, como pueden ser el fideísmo, el racionalismo, la
superstición, la magia y otras prácticas o actitudes irracionales. En
cambio, como sucede normalmente, los misterios de Dios contenidos
en la Escrituras y la Tradición, mueven a la reflexión y el estudio de los
mismos. De este modo tendremos una fe perfecta y sabremos dar
razones a otros de lo que creemos. Así lo afirmaban San Hilario:
“leamos lo que está escrito y entendamos lo que leemos. Así
cumpliremos con la obligación de tener una fe perfecta” (De Trinitate,
8,14). En San Agustín, podemos notar que formaba parte de un
programa de vida que planteaba a los fieles: “Oíd, reflexionad, creed y
comprended” (Sermón 118,2).
Con el uso de la razón, particularmente de la filosofía, podemos
contar con el sentido crítico necesario y las comprobaciones necesarias
que permitan al entendimiento humano la claridad cada vez mayor de
su fe. Este uso de la razón en la Teología sigue también el estilo propio
de la inteligencia y las leyes comunes a todo saber. Intenta, por tanto,
La razón ofrece
verdaderos
conocimientos a la fe y la
moral
Es inseparable de la fe
Con la razón, podemos dar argumentos de lo
que creemos por fe evitando el fideísmo y el
racionalismo
El uso de la razón le da rigor científico a la
Teología
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analizar datos, comprobar su valor, descubrir relaciones y definir
objetos delimitando sus propiedades y elementos constitutivos.
En los contenidos de la Revelación, hay verdades que pueden
demostrarse por la razón humana o cuyos fundamentos se pueden
conocer racionalmente como por ejemplo: Dios existe, la dignidad
humana, la conciencia y la ley moral inscrita en la naturaleza humana,
etc. Pero hay otras verdades que exceden las capacidades ordinarias de
la razón humana. Éstos son indemostrables por definición pero se dan
razones del por qué creer en ellos. En otras palabras, se busca mediante
la reflexión o actividad teológica, una iluminación del misterio
revelado pero no pretende comprobarlo. En éstas, la fe no entra en
conflicto con la razón ni la cancela, sino que la eleva y perfecciona
mediante un acto libre y meritorio. La razón, por ejemplo, no puede
demostrar el misterio propiamente dicho de la Trinidad o de la
encarnación del Hijo de Dios, pero puede con su capacidad aducir
pruebas a favor de este misterio revelado por Dios y creído por la fe.
Debemos constatar que muchas de las dudas de fe que se
suscitan radican precisamente en esta frontera de lo indemostrable y,
que ponen al hombre entre el creer o reafirmar su fe o el distanciarse o
más aún, alejarse definitivamente. Un consciente acto de fe ante este
dilema resulta necesario y salvador.
Por último, la real armonía existente entre la razón y la fe
rechaza la teoría de la doble verdad, la que sostiene que habría una
verdad según la razón, y otra verdad según la fe. Esta teoría no es
válida puesto que dejaría abierta la posibilidad que lo que es verdadero
en un ámbito podría no serlo en el otro. Esta teoría subyace muchas
veces en algunas confrontaciones suscitadas entre un descubrimiento
científico y lo que la Escritura enseña, por ejemplo, respecto al origen
del universo o del hombre, entre otros.
Objetivos de la razón teológica
Además de las características que hemos señalado de la razón y
de la fe como de la relación de ambas, aquí queremos referir cuáles
serían los objetivos o cometidos de la razón teológica (cfr. MORALES,
1998:88-90), término con el que identificamos la relación entre ambas:
Trata de fundamentar hermenéuticamente los preámbulos de la
fe, y hacer ver que la Palabra de Dios merece ser aceptada y creída por
una persona normal y porque éste tiene razones para aceptarla y
creerla. La fe no es, por tanto, un salto a la oscuridad de lo irracional.
Hay verdades
reveladas demostradas
por solo la razón y otras
verdades que la exceden.
En estas últimas la razón
es elevada y
perfeccionada
El acto de fe ante la
frontera de lo indemostrable
Se rechaza la teoría de la doble verdad
Objetivos de la razón teológica o del uso de la
razón en la teología
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La teología procura entender cada vez mejor las verdades de la
fe, advirtiendo su sentido y profunda unidad. Las verdades de fe no
están desarticuladas ni se opone alguna de ellas a las demás sino que
todas se encuentran perfectamente unidas por proceder de una misma
y única fuente: Dios.
La teología descubre la importancia y las conveniencias de
cuanto Dios ha revelado para la existencia humana y para interpretar
correctamente los afanes del mundo. Para hacerlo no se apoya en
meras abstracciones sino que tiene en cuenta el sendero marcado por
la intervención histórica del Dios revelado. Recoge las distintas
objeciones contra la fe y muestra que ésta tiene mucho que decir a
favor de sí misma. Analiza los ataques contra las creencias cristianas
dándoles sólidos fundamentos, corrige malos entendidos, exposiciones
insuficientes o parciales de la doctrina cristiana. Hace pasar el
contenido de la fe desde una percepción personal – también eclesial –
de la Revelación a una expresión universal y pública, que pueda ser
comunicada y enseñada a otros.
Cabe mencionar, por último, que mediante un constante y
renovado lenguaje teológico en fidelidad con el Depósito de la fe,
dialoga con cada cultura. Ella le presenta el mismo y único mensaje
salvífico a cada cultura y toma de ella nuevos caminos y formas que le
permitan llegan a todos.
El lenguaje humano
Dado que la Revelación no trae su propio lenguaje sino que se
expresa a través del lenguaje humano, éste último se convierte en
condición imprescindible de la ciencia teológica. Esta acción divina de
Dios para comunicarse con nosotros, lo notamos aún con mayor
claridad en las Escrituras. En el Antiguo Testamento, Dios habla a
través de los profetas. Por excelencia nos ha hablado a través de
Jesucristo. Vemos a Jesús, el Hijo de Dios, que para darnos a conocer
los misterios de su Padre, recurre constantemente a las parábolas, lo
que permitía comprenderlos. Pero no solo son palabras puesto que
existen otros medios con que, humanamente hablando, comunicamos
un mensaje como son los gestos y las acciones: los milagros y otros
hechos asombrosos por Jesús nos revela quien es él y quien es su Padre.
Otros hechos y símbolos también comunican: la cruz, el vino, el pan,
etc.
El uso del lenguaje es la actividad racional por excelencia.
Dicho de otro modo, lo comunicado a través del lenguaje humano
deriva de la razón y se constituye en ella. Además, debido a la
Comprensión
cada vez mayor dentro
de la unidad de las
verdades de fe
En la comprensión de lo
revelado por Dios, la
historia es importante
El diálogo con cada cultura
Dios para comunicarse asume la condición humana. Este es el fundamento para
afirmar que podemos hablar de Dios
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singularidad del ser humano, el lenguaje no es instintivo puesto que no
tiene una base exclusivamente biológica o morfológica sino que se
encuentra en conexión con la esencia racional del ser humano, es el
rango propiamente de la condición humana. Jesucristo, el Hijo de Dios,
ha asumido la misma condición humana y con ello, de modo excelso,
también la Palabra de Dios se ha hecho palabra humana. Él mismo es
la Palabra que Dios comunica. En consecuencia, todo misterio de fe, se
hace accesible al hombre y por tanto, puede conocerle con certeza. A la
luz de la historia, vemos que Dios para manifestarse al ser humano
asume una cultura determinada, el pueblo de Israel. Esta acción de
Dios en la historia resalta aún más su iniciativa de, no solo acercarse al
hombre lo más posible y comunicarse con él sino que éste también
puede acceder a él y a sus misterios.
Sabemos que todo lenguaje contiene signos, significado y
referencia. Los signos son las palabras, gestos e imágenes, que forman
el aspecto exterior o simbólico del lenguaje. El significado (sentido)
constituye el aspecto semántico del lenguaje y es el mensaje (la cosa
significada) que contiene. La referencia es el valor o realidad hacia los
que se orienta el sujeto con los signos que emplea. Este último puede
ser un objeto, una persona, un hecho histórico. De este modo, en la
teología, el sistema lingüístico humano se ha convertido en el cauce
para acceder, profundizar, comprender, explicar, fundamentar y
trasmitir todo cuanto Dios ha dado a conocer en la Revelación.
No obstante que el lenguaje humano es realmente muy rico,
para hablar de Dios presenta límites. Para superarlos al hablar de Dios
y de sus misterios revelados, la Teología recurre a la analogía. Con ella,
purifica y refina nuestro lenguaje limitado y convencional, haciendo
capaz, en alguna medida, para significar lo que de por sí es infinito:
Dios. La analogía, es un modo de utilizar las palabras, de modo que,
bajo determinadas condiciones, digamos algo acerca de lo que Dios es
y hace. En tal sentido, la analogía cumple un rol importantísimo en la
teología especulativa, porque ayuda al lenguaje a tener sentido y no sea
meramente ficticio o vacío de significados.
Ayuda a evitar dos extremos en los que no hay de caer el
lenguaje teológico. Un error es afirmar que nada podemos decir de
Dios, porque como ser divino e infinito, está por encima de la
capacidad del lenguaje humano para hablar de algo. En consecuencia,
este extremo afirma que, los nombres atribuidos a Dios no significan
nada puesto no son inteligibles para nosotros. Serían, en cambio,
metáforas, imágenes, símbolos, con una finalidad práctica ya que
sugieren un comportamiento o una respuesta adecuada al misterio
divino del cual hablamos.
En la Teología
todo misterio de Dios se
hace accesible a la
comprensión humana,
de modo que podemos
tener certezas sobre
Dios
El uso de la analogía
Uno de los errores es afirmar que nada
podemos decir de Dios
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El otro error o extremo acerca de la analogía consiste en afirmar
que los términos teológicos pueden emplearse unívocamente tanto
para hablar de Dios como para hablar del hombre. Es decir, tendrían el
mismo sentido o significado tanto en Dios como en el hombre o en la
realidad usada en la analogía. Consecuentemente, estaríamos
afirmando que significan básicamente lo mismo.
El fundamento de la analogía y del uso que hacemos de él en la
Teología está en la misma Creación porque “Si el hombre es criatura de
Dios posee una inteligencia que le permite conocer su principio, y
entonces usa palabras humanas que reflejan en alguna medida nombre
de Dios. Pero como Dios no es un ser humano, no puede ser nombrado
como el hombre se nombra a sí mismo y a los objetos de su mundo”
(MORALES, 1998:116). Presupone, entonces que, entre lo creado y su
Creador existe una cierta semejanza, la que nos permite dentro de sus
propios límites, un lenguaje común a ambos.
A este punto, conviene distinguir un lenguaje positivo y otro
negativo. Cuando decimos, por ejemplo, Dios es bueno, estamos
afirmando lo mismo que cuando digo que un hombre es bueno, esto es
la vía positiva. Pero, lo afirmo en sentido algo diferente, lo que se
conoce como vía negativa. Puede afirmarlo también en el sentido
máximo del mismo término, esto es la vía de eminencia. Mediante el
lenguaje, los términos pueden indicar explícitamente la vía que
utilizamos cuando afirmamos algo de Dios, sea la positiva, negativa o
la eminencia. En la primera, atribuimos a Dios determinadas
perfecciones como la bondad, justicia, amor, etc. En la segunda vía,
eliminamos en Dios todas las cualidades que resultan incompatibles
con su naturaleza como la corporeidad, temporalidad, materia, etc., y
otras, como la vida, bondad, etc., que en cuanto a su modalidad o
modus operandi difieren de nosotros y que no podemos comprender
en sí mismas por su naturaleza divina. La última, las atribuciones
dadas a Dios son en grado sumo, en tal sentido, son propias de su ser
divino. Es importante tener en cuenta lo que enseñó el IV Concilio de
Letrán: “entre el Creador y la criatura no puede afirmarse tanta
semejanza, sin que haya de afirmarse una desemejanza aún mayor” (DS
806).
Siendo así, podemos concluir que, no obstante las limitaciones
mencionadas del lenguaje para hablar de Dios, existe la confianza de
hablar de Dios a todos los hombres. Con el lenguaje expresar lo que
creemos, dirigirnos a Dios, rendirle el culto merecido, etc. Y esto es
posible debido a la capacidad de la razón para conocer a Dios, tal como
lo manifiesta el Magisterio de la Iglesia (Cfr. Catecismo, 39). El lenguaje
humano, por tanto, es el modo ordinario de expresar la Revelación y
Un segundo
error es aplicar a Dios un
concepto humano de
modo unívoco
El fundamento del uso
de la analogía en la
Teología
Vías positiva, negativa y
de la eminencia
El lenguaje humana es el modo ordinario de
expresar la Revelación
La razón conoce algo que
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para el quehacer y el desarrollo de la Teología, particularmente,
mediante la analogía.
3. CARÁCTER CIENTÍFICO Y METODOLOGÍA
Resulta necesario hablar del carácter científico de la teología
debido a las críticas u objeciones que ha recibido de otros ámbitos
científicos pero que estos se inician con el modernismo y provienen de
algunas filosofías. Cabe mencionar, además, que el carácter científico
ha sido puesto también a una observación profunda por parte de
algunos teólogos católicos y de la reforma protestante. La cuestión de
la cientificidad de la teología es un planteamiento que nos lleva al
Medievo si bien será en el Modernismo de inicios del siglo XX cuando
recibirá los más grandes cuestionamientos.
Para discernir si es o no una ciencia seguiremos un método
sencillo: confrontar la actividad teológica con lo que entendemos por
ciencia. Si reúne los requisitos exigidos por la ciencia, será ciencia. De
lo contrario, habría que negar su carácter científico. En tal sentido, no
es menos importante, tener presente que, a lo largo de la historia del
pensamiento humano se ha entendido de modos diversos la ciencia y
en función de la visión del mundo y la capacidad del hombre para
conocerlo. Paralelamente, el concepto de verdad o de verdadero
conocimiento dependerá de un nuevo concepto de ciencia ya que
ciencia y verdad se identifican.
Reúne las características que la definen como ciencia
Citaré aquí un texto tomado del artículo de Benjamín Monroy,
profesor de la Universidad Gregoriana de Roma, titulado Teología,
ciencia y sabiduría.
“Cuando santo Tomás defendió que la teología era una ciencia
lo hizo de cara al aristotelismo. ¿Cómo definía Aristóteles la ciencia?
Según él, la ciencia “es un conocimiento cierto y siempre válido,
resultado de la deducción lógica. Es ‘cierto’ porque procede de
evidencias primarias e indemostrables. Es ‘deductivo’ porque es capaz
de unir sus conclusiones, mediante los necesarios razonamientos, a
principios universalmente válidos”2. En algunos de sus elementos, esta
definición de ciencia choca frontalmente con la esencia del trabajo
teológico. En efecto, podemos admitir que la teología es un
conocimientos cierto y siempre válido; sin embargo, la manera como
llega a este conocimiento no es, básicamente, por deducciones lógicas
(no es teodicea), sino porque Dios mismo se lo ha dado a conocer
(Revelación). Según R. LATOURELLE, la definición de Aristóteles
Planteadas sobre todo
por el modernismo de
inicio del siglo XX
Confrontaremos la
actividad teológica con
la actual definición de
ciencia
Concepto aristotélico de ciencia
El acto de fe es
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difícilmente se aplica a la teología por dos cosas: 1) la verdad revelada
no es vista, sino creída; 2) los misterios cristianos no son objeto de
experiencia o de evidencia, sino de testimonio y de fe. Por eso, Juan
DUNS ESCOTO decía, con razón, que “el concepto de ciencia, para ser
atribuido a la teología, debería sufrir un cambio de tal magnitud que
terminaría por conservar muy poco de su primer significado”3. Aún así,
santo Tomás aceptó el concepto aristotélico de ciencia pero
ampliándolo. El prototipo de la ciencia, dice SANTO TOMÁS, no es la
ciencia humana sino la ciencia divina. La ciencia divina se prolonga y
vive en las ciencias humanas. Por tal motivo, la teología se
consideraba la ciencia por excelencia.
A lo largo de la Edad Medía predominó esta concepción
escolástica según la cual la teología era la ciencia de las ciencias. Pero
los errores de una teología arrogante que se consideraba “la reina de
las ciencias” -por ejemplo, la condenación de las teorías de Galileo-
hicieron que se cuestionara seriamente su carácter científico. Es
comprensible que vinieran los ataques positivistas. Durante algunos
siglos existió un choque entre las ciencias positivas y la teología.
Afortunadamente, ahora hay un acercamiento entre ambas. La
teología reconoce la autonomía de las ciencias humanas y las ciencias
humanas reconocen el valor de la teología.
¿Cuál es el concepto actual de ciencia? Ya no es el concepto
de Aristóteles. Nuestro concepto de ciencia es más elástico. En efecto,
si preguntamos a los filósofos y científicos ¿qué es la ciencia?, nos
daremos cuenta que no responden siempre de la misma manera. El
filósofo GUSTAVO BUENO cree que esta pregunta sólo puede ser
respondida en profundidad por la filosofía. Distingue cuatro
significados de ciencia: “En primer lugar, el concepto de ciencia como
«saber hacer», un concepto según el cual la ciencia se mantiene aun
muy próxima a lo que entendemos por «arte», en su sentido técnico...
En segundo lugar reseñaremos el concepto de ciencia como «sistema
ordenado de proposiciones derivadas de principios»... La tercera
acepción de ciencia, la que tiene como denotación a las llamadas
«ciencias positivas» o ciencias en el sentido estricto, corresponde al
«estado del Mundo» característico de la época moderna europea, la
época de los principios de la revolución industrial... La cuarta
acepción de ciencia es una extensión de la anterior a otros campos
tradicionalmente reservados a los informes de los anticuarios, de los
cronistas, a los relatos de viajes, a las descripciones geográficas o
históricas, a la novela psicológica o a las experiencias místicas.
Si buscamos la definición de ciencia en obras de divulgación
no encontraremos una definición unívoca. Es interesante la
descripción de la naturaleza de la ciencia hecho por el científico y
teólogo J. POLKINGHORNE. Nos pone en guardia frente a una
concepción demasiada elevada de la ciencia: “la imagen que mucha
gente tiene en su mente acerca de cómo procede la ciencia es,
excesivamente simple. Esta engañosa caricatura describe los
Teología
ciencia por excelencia
Ciencia de las ciencias
Actual concepto de ciencia, “saber hacer”
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descubrimientos científicos como el producto de confrontar
predicciones teóricas claras e indefectibles con los resultados de
experimentos inequívocos y determinantes. La perfecta
correspondencia entre ambos vendría entonces a establecer una verdad
científica incuestionable. Pero de hecho, una vez más, la realidad es
más compleja e interesante que todo eso”. Deshecho el mal entendido,
reportó algunas definiciones de ciencia: “En su sentido más amplio se
emplea para referirse al conocimiento sistematizado en cualquier
campo”. O también: “conjunto de conocimientos socialmente
adquiridos o producidos, históricamente acumulados, dotados de
universalidad y objetividad que permiten su transmisión, y
estructurados con métodos, teorías y lenguaje propios, que apuntan a
comprender y posibilitan orientar la naturaleza y las actividades
humanas”. En fin, R. LATOURELLE afirma que por ciencia se entiende
hoy “toda disciplina que posea un objeto y un método propio y lleve a
una síntesis comunicable”4. Y justamente esto lo tiene la teología. Por
eso, podemos decir sin dudas ni temores que la teología es una
ciencia.
Ahora bien, en nuestro actual concepto de ciencia van unidas
las dos fuentes principales del conocimiento: la experiencia y la razón.
Algunas ciencias enfatizan la experiencia (las ciencias positiva) y otras
la razón (ciencias racionales). ¿A cuál de las dos pertenece la teología?
Algunos la consideran una ciencia especulativa. Otros la colocan entre
las ciencia experimentales. SANTO TOMÁS creía que la ciencia
teológica es especulativa porque debe empezar mostrando la
existencia de Dios. En cambio, K. BARTH sostiene que una ciencia
debe empezar con determinados supuestos y que el supuesto de un
Dios que se comunica a sí mismo (Revelación) es el punto de partida
más adecuado para la teología. La teología trabaja, pues, sobre la
experiencia. Dios se ha revelado en la historia. Este es el punto de
partida y la fuente principal de toda la teología”.
La Teología, como hemos visto, reúne todas las características
que definen una ciencia. La actividad teológica es esencialmente una
actividad intelectualmente rigurosa, crítica que se realiza con sentido
creyente, puesto que mientras se analiza se procura fidelidad a la
Revelación y al sentido eclesial de la fe. Su finalidad, no es la de ser
mera especulación sino responder a las preguntas de los hombres y
mujeres de hoy, de cada cultura a partir de la Revelación como un
hecho realmente sucedido. En consecuencia, la teología busca estar en
permanente diálogo con las otras ciencias y aportar luces para que todo
ámbito científico realice su pleno sentido y cumpla responsablemente
cada una de sus acciones. Recobra aún un mayor aporte la labor
teológica y pastoral de la Iglesia, a favor de la vida humana frente a
toda práctica científica experimental que atente contra ella.
Como toda ciencia, la teología posee un objeto determinado de
estudio, una metodología definida y los conocimientos están
Toda ciencia cuenta con
un objeto y método
propio, lleva a una
síntesis comunicable
El punto de partida y fuente principal de la
Teología es la experiencia de Dios que
se ha revelado
Aporte de la Teología a las demás ciencias en
fidelidad a lo revelado por Dios
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sistematizados. La ciencia teológica “es una exposición racional y
coherente de un objeto bien preciso como son los mismos misterios
revelados, examinados a la luz de principios bien definidos, que termina
en una comprensión más honda de esos misterios”(ibid, pág. 221).
Críticas al carácter científico de la teología
Se considera una pretensión científica de la teología ya que
propone aceptar necesariamente la Revelación divina
incondicionadamente, puesto que – afirman - no se pueden hacer
preguntas y que esto contradice a la misma concepción de toda ciencia.
La falta de evidencias de los principios teológicos y la verificación de
sus conclusiones, son otras de las críticas. En tal sentido, la teología
sería solo una ayuda espiritual y no se le consideraría una ciencia
puesto que toda ciencia tiene principios que se evidencian y
conclusiones debidamente comprobadas.
Para muchos autores modernos, la teología no puede ser
ciencia, sencillamente porque los objetos de fe se consideran a priori
como irreales y no aptos para un tratamiento intelectual riguroso y
objetivo. Esta acusación proviene de una concepción positivista de la
ciencia que se remonta a la Ilustración, cuando la construcción de
nuevos modelos científicos se hacía ya no a partir de lo teológico sino
de la autonomía racionalista y sectorial de cada ciencia y la
enciclopedia comenzó a ocupar un lugar cada vez más preponderante,
lo que desplazó la visión unitaria de todas las ciencias como lo era las
sumas (sumae).
Ya no se busca conocer la esencia de las cosas o sus causas (el
qué, el por qué) y a partir de esto, el sentido de todo conocimiento (la
finalidad última). Se busca entender cómo son las cosas, lo medible (el
cómo) y la manera de utilizarlas o instrumentalizarlas (el para qué).
Importa, ante todo, la utilidad de reunir y procesar datos mensurables
y numerables. Se impone lo empírico, experimentable en lugar de lo
pensable o razonado. Se pierde por tanto la búsqueda del fundamento
de todo saber, su sentido último. A juicio de Ratzinger, en su obra
Introducción al Cristianismo, será el italiano Giambattista Vico (1668-
1744) y su fórmula Verum ipsum factum, lo verdadero es lo hecho, lo
que da inicio a concebir como ciencia o conocimiento verdadero lo que
nosotros mismos hemos hecho (factum). El hombre sabe en la medida
que es constructor o hacedor; por lo mismo, sólo conoce aquello que él
mismo hace, el resto sólo lo piensa. Ciencia sería lo construido por la
mente humana.
A este punto, podemos responder señalando que la teología se
apoya en hechos históricamente demostrables, en una experiencia
Objeto y
método de la Teología
Crítica de la pretensión
científica y la falta de
evidencias o verificación
Crítica de ser una ciencia a priori
Predominio de lo empírico, lo factum y no
lo pensable o razonado
Naturaleza y finalidad de la Teología
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creyente a partir de tales hechos, mediante el que descubre una
persona que se ha revelado: Dios en Jesucristo. Sobre la base de este
anuncio, la teología encuentra su principal fundamento de su ser y con
ello la existencia de misterios invisibles para los sentidos, son
intensamente reales y profundamente comprensibles para la mente
humana iluminada por la fe. De este modo, el lenguaje de la teología
no es ficticio, un conjunto de términos vacíos o que representen
simples proyecciones de una religión o ideología sino la exposición de
verdades conocidas por la fe, conocimientos verdaderos creíbles.
Tampoco puede decirse que es sólo para orientar espiritualmente a las
personas sino verdades que repercuten directamente sobre la misma
existencia humana. Es un conocimiento que busca no sólo orientar al
hombre a manera de un modo de pensar o actuar, sino la de darle el
auténtico sentido de la vida, salvarlo y hacerlo partícipe de una
comunión con Dios. Por estas últimas razones, la teología es mucho
más que una ciencia.
Anotación importante:
Sobre las fuentes de la Teología, se hablará en la segunda unidad
de nuestra asignatura.
La Teología
parte de un hecho
histórico