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  • Urge una estrategia poltica para las grandes transformaciones por Serge Halimi

    Ao XIV, nmero 144 u septiembre 2013 Precio del ejemplar $ 1.950Edicin chilenaRegiones I, II, XI, XII y XV $ 2.200

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    MONDEdiplomatique

    An Creemos en los Sueos

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    -La historia reciente en los textos escolares

    40 aosdel golpe

    cvico-militarpor Costa Gavras, Armand Mattelart, Jorge Arrate, Camila Vallejo, Miguel Rojas-Mix,

    Mario Amors, lvaro Ramis, Jorge Magasich, Thomas Huchon, Daniel Henrquez, Carlos Boch, Daniela Erices, Bruno Muel, Libio Prez y Vctor Hugo de la Fuente

    -Los intereses detrs del conflicto en Egipto

    Edici

    n espe

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    Libro: $2.950

    DVD: $3.990

    -Debate sobre los microcrditos

    -Marketing sonoro invade las ciudades

    -Nuevo lenguaje en los pases del Golfo

    -La democracia como valor universal

    -El arte y la poltica

    -Ciencia ficcin en frica

    -El falansterio de Marinaleda

    -La relacin entre texto e imagen

  • 2 | LE MONDE diplomatique | septiembre 2013

    ediciones internacionales de Le Monde Diplomatique

    ALEMANiA. Die Tageszeitung. (Kochstrasse 18, 10969 Berln); 90.000 ejemplares, supl. mensual. www.monde-diplomatique.de BrAsiL. Instituto Plis (Rua Arajo 124, So Paulo); 40.000 ejemplares, mensual.BOLiViA. (Av. Arce, esquina Clavijo, edificio Hermes, departamento 1001, La Paz); 4.000 ejemplares, mensual. BuLgAriA. Les Amis du Monde diplomatique. (Rakovski 78, 1.000 Sofa); 4.000 ejemplares, mensual. chiLE. editorial An Creemos en los Sueos S.A. (San Antonio 434, Local 14, Santiago); 10.000 ejemplares, mensual. cOLOMBiA. Tebeo Comunicaciones S.A. (Avenida 19, N 4-20, Bogot); 10.000 ejemplares, mensual. cOrEA DEL sur. Sociedad Le Monde Corea. (Sel); 5.000 ejemplares, mensual.crOAciA. Sociedad Masmedia. (Ulica Baruna Trenka 13, Zagreb); 10.000 ejemplares, mensual.EsLOVENiA. Novinarski Klub. (Tavcarjeva 15, Lubljana, eslovenia); 1.000 ej., mensual.EspAA. ediciones Cybermonde SL. (Aparisi i Guijarro N 5, 2, 46003, Valencia); 25.000 ejemplares, mensual.grEciA. eleftherotypia. (Minoos 10-16, 11743 Atenas); 200.000 ejemplares, suplemento semanal, www.enet.gr/huNgrA. Sociedad LMD Hungary Kiad KFT. (1026 Budapest, Szilgyi e. Fasor 101); 5.000 ejemplares, mensual.iNDiA. Hard News. (Gautam Nagar 110049, Nueva Delhi); 40.000 ejemplares, suplemento mensual en ingls.irN. Sedaye edalat. (60/6 rue Sarve, Ave Vali Asr, Tehern); 5.000 ejemplares, suplemento mensual.irLANDA. Village. (44 Westland Row, Dublin 2); suplemento semanal en ingls.itALiA. Il Manifesto. (via Tomacelli 146, Roma 00186); 90.000 ejemplares, suplemento mensual, www.ilmanifesto.it/MondeDiplo/LuxEMBurgO. Tageblatt. (44, rue du Canal, 4050 esch-sur Alzette); 30.000 ejemplares, suplemento mensual en alemn.MuNDO ANgLfONO. The Guardian Weekly. (The Guardian Weekly, 75 Farrington Road, London eC1M 3HQ); distribucin por suscripcin, suplemento mensual. MuNDO rABE. La versin rabe es editada por la filial Le Monde diplomatique editions Arabes disponible por suscripcin (www. mondiploar.com); publicada en varios diarios de Medio Oriente, el Golfo y el Magreb.NOruEgA. Diplo AS. Distribuido en Noruega, Suecia, Finlandia y Dinamarca (Tostrup Terrasse 1, 0271 Oslo); 30.000 ej., supl. mensual, www.diplomatique.netpOLONiA. Livres et presse. (Rue twarda, 60, Varsovia); 10.000 ejemplares, mensual. pOrtugAL. Campo da Comunicaao. (Rua D. Manuel II, 33, 5, 4050-345, Porto); 20.000 ejemplares, mensual. puErtO ricO. Semanario Claridad. (Calle Borinquena 57, Urb. Santa Rita, San Juan, 00925, Puerto Rico); 20.000 ejemplares, suplemento semanal.ruMANiA. Dans le mme bateau. Mensual.rusiA. Novaya Gazeta. (Potapovskiy pereulok, Mosc, 101990); 90.000 ejemplares, suplemento quincenal.sErBiA. Nin. 30.000 ej.,supl. semanal.suDfricA. Die Vrye Afrikaan. (POBox 675, Durbanville, 7551, Sudfrica); suplemento mensual en afrikaans.suizA. el semanario WochenZeitung. (Hardturmstrasse 66, Postfach 8031, Zurich); 20.000 ej., suplemento mensual.VENEzuELA. (Cuarta av. Res Unin. Torre B. Local e y F, Caracas), 5.000 ejemplares.

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    Proyecciones gratuitas en Le Monde DiplomatiqueCada martes a las 18 horas presentamos un documental en la Librera Le Monde Diplomatique,

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    Martes 3 de septiembre: Nosotros gobiernoCon la presencia de la directora del documental Andrea Chamorro

    Jueves 5 de septiembre: Documental La Memoria de la Msica Con la presencia del cantautor valenciano Feli Ventura, filmado en Chile, Argentina y Uruguay.

    Martes 10 de septiembre: Documental Ms fuerte que la metrallaCon la asistencia del director Pepe Burgos

    Martes 24 de septiembre: LA ESPIRAL de Armand Mattelart (primera parte) Los mecanismos del plan destinado a destruir el proyecto de socialismo democrtico de Allende.

    Martes 1 de octubre: LA ESPIRAL de Armand Mattelart (segunda parte )

    Todas las proyecciones son a las 18 horas en San Antonio 434, local 14.

    Calendario de fiestas nacionales 1 al 30 de septiembre 2013 1 Libia Fiesta Nacional Uzbekistn Independencia Rep. Eslovaca Fiesta Nacional 2 Vietnam Fiesta Nacional 3 Qatar Fiesta Nacional San Marino Fiesta Nacional 6 Swazilandia Independencia 7 Brasil Independencia 8 Andorra Fiesta Nacional Rep. de Macedonia Independencia

    9 Corea del Norte Fiesta Nacional Tayikistn Independencia15 Costa Rica Independencia El Salvador Independencia Guatemala Independencia Honduras Independencia Nicaragua Independencia Liechtenstein Fiesta Nacional16 Mxico Independencia Papa-Nueva Guinea Independencia

    18 Chile Independencia19 San Cristbal y Nevis Independencia21 Armenia Independencia Belice Fiesta Nacional Malta Independencia22 Mal Independencia23 Arabia Saudita Independencia 24 Guinea-Bissau Independencia30 Botswana Independencia

  • Encerrar la conmemoracin de los 40 aos del golpe de Estado a lo ocurrido el martes 11 de septiem-bre de 1973 es lanzar -conscien-temente o no- un manto de silencio sobre la historia previa y, principalmente, sobre los procesos posteriores, sobre todo aque-llos que an afectan la vida y los derechos de las personas, la mayora de ellas sin si-quiera haber vivido esos aos.

    El golpe cvico-militar fue la respuesta de las clases dominantes a lo menos a dos fenmenos importantes: el agotamiento del modelo econmico que desde los 60 haba comenzado a reducir las tasas de ganancias y el sostenido avance del movi-miento popular en la conquista de nuevos derechos hasta configurar un proyecto po-ltico revolucionario y socialista. Las res-puestas a estos dos procesos se materiali-zaron, primero, en El Ladrillo que prefi-gur el modelo neoliberal hasta ahora do-minante y, segundo, en la aplicacin siste-mtica del terrorismo de Estado sin el cual habra sido prcticamente imposible apli-car las medidas neoliberales que barrieron con las conquistas de los trabajadores con-seguidas en dcadas de lucha. El resultado del terrorismo de Estado est documenta-do en los informes Rettig y Valech.

    Las transformaciones contrarrevolu-cionarias emprendidas por la dictadura

    cvico-militar fueron de tal magnitud que 40 aos despus muchas de ellas perma-necen, con toda su carga antidemocrtica y con el esfuerzo ininterrumpido de sec-tores sociales que cotidianamente buscan legitimarlas.

    Es el caso del Estado de Excepcin construido desde la legalidad constitu-cional. El terrorismo de Estado dej co-mo herencia a las nuevas generaciones de chilenos un conjunto de principios doctri-narios y leyes que limitan derechos en el mejor de los casos, criminaliza las luchas sociales y permiten el intento de aplasta-miento de las manifestaciones y protestas sociales. As sucede, por ejemplo, con la Ley Antiterrorista que es aplicada inten-samente en los territorios mapuches, que incluso permite el uso de testigos sin ros-tros para acusar a los activistas. La doc-trina heredada inspira nuevas legislacio-nes, como la llamada Ley Hinzpeter que busca limitar la protesta social. A modo de ejemplo, los estados de excepcin se ins-talan con toda su materialidad en momen-tos como el terremoto de 2010, cuando los militares tomaron el control de las zonas ms afectadas.

    El Estado de Excepcin necesita tam-bin de la impunidad como doctrina, as como instituciones como la justicia mili-tar como mecanismo auxiliar y comple-

    mentario. 40 aos despus del inicio del terrorismo de Estado la verdad y la jus-ticia es incompleta y la impunidad se ha proyectado hasta el presente. Por los cr-menes de ms de tres mil muertos docu-mentados en informes oficiales, solo me-dio centenar de represores cumple conde-nas de crcel. Esa impunidad permanece en el ADN de las fuerzas armadas y poli-ciales de hoy. De otra forma no se explica, por ejemplo, que ninguno de los cinco in-tegrantes de la patrulla de infantes de ma-rina identificados como autores del asesi-nato a golpes del cartonero David Riquel-me, ocurrido en pleno toque de queda en Hualpn unos diez das despus del terre-moto, est sentenciado. La causa est en la justicia militar.

    Tambin en tribunales militares estn los crmenes de Jos Huenante Huenante, detenido y desaparecido por tres carabi-neros en septiembre de 2005, as como el asesinato del joven Manuel Gutirrez ba-leado por policas durante una noche de protestas de 2011.

    La Constitucin de 1980, su doctri-na, las leyes excepcionales emanadas de ellas y todo el andamiaje jurdico es la co-raza protectora de la mayor herencia del pinochetismo civil y militar: la dictadura del mercado. El neoliberalismo, junto con generar pobreza y desigualdades sociales

    crecientes, produce concentracin econ-mica bajo la hegemona del sector finan-ciero. Los grupos econmicos vinculados a unas pocas familias controlan vertical-mente los sectores ms dinmicos de la economa (finanzas, minera, agroexpor-tacin, forestal, etc.) y su poder es tal que se impone por sobre los poderes democr-ticos. Recin 20 aos despus de gobier-nos civiles asoma un debate ms de fondo sobre la necesidad de una reforma tribu-taria que roza las fabulosas utilidades de estos supermillonarios. La dictadura del mercado est presente en todas las es-feras de la vida cotidiana de las personas, en la educacin, la salud, las pensiones, el transporte, el consumo bsico y muchas otras reas como ha ido quedando en evi-dencia con los abusos, los empleos preca-rios o la carencia de derechos de quienes necesitan acceder a estos bienes.

    El proceso de desmontar el estado ex-cepcin y la dictadura del mercado re-quiere de mayor democracia, de aquella que intenta transformar las instituciones, la que se manifiesta germinalmente en las organizaciones que se movilizan por sus derechos, que se expresa electoralmente pero sobre todo en las movilizaciones, en el control ciudadano sobre territorios co-mo ha sucedido en Punta Arenas, Aysn, Calama, Freirina o Copiap. Es un proce-so lento en el que los protagonistas miran ms atrs de estos 40 aos, para buscar enseanzas y aprendizajes, porque saben que las transformaciones democrticas fueron y son posibles. g

    *Editor general de la edicin chilena

    de Le Monde Diplomatique.

    LE MONDE diplomatique | septiembre 2013 | 3

    Ms all de los 40 aospor Libio Prez*

    Hace cuatro dcadas los altos mandos de las Fuerzas Ar-madas cometieron graves delitos de sublevacin y re-belin al derrocar a un gobierno legal-mente constituido y suspender la Cons-titucin. Paralelamente instauraron un rgimen dictatorial con una feroz repre-sin. Ni los ejecutores del golpe ni los civi-les con los que se conjuraron han sido juz-gados (1), hasta ahora reina la impunidad.

    El rgimen cvico-militar, que dur 17 aos, liquid el proyecto de socialis-mo democrtico e instaur una dictadu-ra, que fue un laboratorio en la aplica-cin de polticas neoliberales en el mun-do, reduciendo el rol del Estado, privati-zando lo ms posible, haciendo hasta de la educacin y la salud simples mercan-cas. Una de las consecuencias fue am-pliar las desigualdades, siempre a favor de los ms poderosos.

    Quienes sucedieron a la dictadura si-guieron administrando el modelo econ-mico e incluso ampliaron las privatizacio-nes (apertura de la explotacin del cobre a las transnacionales, el agua...).

    Por su parte, los que dieron el golpe de Estado y eliminaron la Constitucin, hoy tienen la desfachatez de plantear que la Constitucin de la dictadura solo debe modificarse segn las normas que all se establecen. Ms sorprendente an es que opositores a la dictadura tengan la misma posicin y -junto a la derecha- se nieguen a llamar a una Asamblea Constituyente pa-ra elaborar y aprobar democrticamente,

    con un plebiscito, una nueva Constitucin.Llama la atencin que en nuestro pas

    los aos de la Unidad Popular no sean muy conocidos ni reivindicados, ms bien han sido denigrados, mientras que Salvador Allende -con razn- ha gana-do en prestigio y es mucho ms valorado, sin embargo la gran obra de Allende es, precisamente, la Unidad Popular. Las fuerzas polticas que fueron partcipes de ese proyecto no lo han reivindicado, en parte -seguramente- porque hoy ya no tienen esas posiciones revoluciona-

    rias de transformacin de la sociedad, puesto que ni siquiera plantean, por po-ner un solo ejemplo, la nacionalizacin del cobre.

    Con el paso del tiempo, resalta an ms la figura de Allende y su clarividencia. Bas-ta recordar su discurso sobre el comienzo de la globalizacin neoliberal, en la ONU, el 4 de diciembre de 1972, criticando el poder y el accionar nefasto de las transna-cionales, cuyos presupuestos superan al de muchos pases... Los Estados aparecen in-terferidos en sus decisiones fundamentales -polticas, econmicas y militares- por orga-nizaciones globales que no dependen de nin-gn Estado y que no responden ni estn fis-calizadas por ningn parlamento, por nin-guna institucin representativa del inters colectivo.

    Quisiramos destacar el compromiso y la fidelidad de Allende, hasta su muer-te, con las causas sociales y polticas de los ms pobres y al mismo tiempo su realismo poltico, su capacidad de agitar, de educar y sobre todo de unir fuerzas en torno a un programa popular, dirigiendo ese gigan-tesco movimiento que llev al pueblo al gobierno en 1970.

    Hay que recuperar la memoria de un presidente que hizo de la tica su ms alto valor, que muri en el bombardeado pala-cio de La Moneda, recalcando su combate por un socialismo democrtico y revolu-cionario. Allende no es un simple mrtir, no se debe olvidar que bajo el gobierno de la Unidad Popular Chile recuper el co-bre, profundiz la reforma agraria, de-

    fendi la enseanza pblica y gratuita, cre el rea social de la economa, promo-vi la participacin popular en las deci-siones. Con Allende los chilenos recupe-raron la dignidad.

    Desde luego que la Unidad Popular co-meti errores y Allende actu a veces con cierta ingenuidad (2), pero los errores no justifican, en ningn caso, el golpe de Es-tado, que fue un crimen contra el pueblo y la democracia. Como ha quedado de-mostrado, la Unidad Popular y Allende fueron vctimas de las transnacionales, del imperio estadounidense, de los gran-des empresarios chilenos y de la traicin de los militares golpistas. Jams se debe confundir a las vctimas con los verdugos, nunca el error de una vctima justifica el crimen contra ella.

    El ejemplo de Salvador Allende hoy vive en los combates de los estudiantes y de los pueblos, tanto en Chile como en Amrica Latina. Su ejemplo nos ayudar a conquis-tar ese otro mundo tan necesario y posible con el que tantos soamos. g

    1. Ver Eduardo Contreras, A 40 aos, Juicio a los golpistas civiles, Edicin chilena de Le Monde Diplomatique, abril 2013 y tambin Jorge Magasich, El golpe cvico-militar y el terrorismo, en este ejemplar de septiembre 2013.2. Ver documental El ltimo combate de Salvador Allende. Cuando temprano el 11 de septiembre de 1973 no logra ubicar a Pinochet, Allende le dice a Carlos Jorquera, Pobre Pinochet, debe estar preso.

    *Director de la edicin chilena de

    Le Monde Diplomatique.

    Un crimen sin culpables?Por Vctor Hugo de la Fuente*

    Golpe de Estado de 1973

    Roser Bru, la Memoria I, 1973

  • Aquel hombre -del que la actual generacin de cincuentones de nuestro pas nos trasmite sus recuerdos de nios cuando vean o escuchaban hablar al Compaero Presidente- posee como pocos chilenos, una vigencia planetaria fuerte y vigorosa. Las ideas de Allende no son solo las ideas de la poca que le toc vivir, sino las ideas de un espacio de tiempo mucho ms am-plio: son las ideas en pos de la emancipa-cin de Amrica Latina.

    Lleg a La Moneda luego de tres inten-tos fallidos, militante socialista que apost siempre a una amplia convergencia popu-lar que se opusiera al bloque imperialista y oligarca que acumulaba capital a costa de la riqueza chilena. La de Allende era una apuesta que se denomin pacfica pues busc llegar al Gobierno mediante sufra-gio universal, contraviniendo las lecturas de su propio partido que en 1967, en Chi-lln, quiso dar por cerrada la va institucio-nal y llamaba a la conquista armada del po-der en Chile.

    Y con esas particularidades que lo ha-cen un indito luchador social, se compro-meti y avanz en un ambicioso progra-ma de transformaciones sociales: Hemos triunfado para derrotar definitivamente la explotacin imperialista, para terminar con los monopolios, para hacer una seria y profunda reforma agraria, para controlar el comercio de importacin y exportacin, para nacionalizar, en fin, el crdito, pila-res todos que harn factible el progreso de Chile, creando el capital social que im-pulsar nuestro desarrollo seal en los balcones de la FECH el da de su histrico triunfo electoral.

    Los mil das de la Unidad Popular fue-ron para el pueblo chileno un indito pro-ceso que signific un gran sacrificio y, de la mano de ste, un empoderamiento real en el devenir de nuestra sociedad. Fueron mil das donde a travs de los partidos polti-cos populares, los sindicatos, federaciones, cordones industriales y Juntas de Abasteci-

    mientos y Precios (JAP) germin un poder popular en Chile que se enfrent directa-mente con el capital forneo y los intereses imperialistas en nuestro territorio, que rea-lizaban permanente sedicin con el objeti-vo de desestabilizar a Allende, incluso antes de su ascenso, con el asesinato del Coman-dante en Jefe del Ejrcito, Ren Schneider.

    La experiencia de Allende y su ambi-cioso programa no fue una experiencia derrotada, sino que interrumpida. Su figu-ra no es solamente la imagen pica de un presidente idealista cayendo abatido o suicidndose en La Moneda y dejando un proceso truncado. Allende supo otorgarle actualidad histrica y universal al proble-ma de la transformacin revolucionaria de nuestro pas y nuestro continente, trazan-do un camino que gran parte de Latinoa-mrica recorre hoy, en otro contexto y con otras correlaciones de fuerza internacio-nales. Cada da que los gobiernos del con-tinente que han nacido de las luchas socia-les y que poseen un programa emancipa-dor, avanzan en sus objetivos centrados en la dignidad del ser humano, podemos res-pirar el legado de Allende.

    Sin embargo, el camino trazado por Allende no es fcil: requiere de una mira-da a largo plazo, y de una tenacidad que pocos partidos y organizaciones tienen en la mirada cortoplacista que rige la polti-

    ca. Pero como todo buen camino, recoge sus ms altas garantas de xito en la vista segura que pone sobre el objetivo princi-pal: la superacin del capitalismo salvaje y el porvenir de la humanidad. Es la arti-culacin de un amplio proceso de ruptu-ras con la democracia institucional bur-guesa, por un lado, y el modelo econmi-co capitalista, lo que sustenta el proyecto allendista. Toda verdadera ruptura con el orden imperante es un proceso, y no un acontecimiento nico que parte la historia por la mitad. Lejos de eso, la historia y es-pecialmente la historia de los movimien-tos y procesos revolucionarios avanza en zancadas ms bien largas. Qu es lo que separa a Allende de la inspiracin social-demcrata?: el hecho de que los objetivos revolucionarios, incluso de inspiracin le-ninista, se mantienen intactos en el hori-zonte que gua el qu hacer actual.

    Hoy, cuando el pueblo de Chile retoma las riendas de la historia gracias a la fuerte y consistente emergencia de los movimien-tos sociales y los trabajadores, es cuando ms vigencia cobra Salvador Allende.

    Su significacin actual tiene que ver con la tarea de generar un nuevo articu-lado de ideas, una nueva concepcin es-tratgica sobre cmo debemos construir un nuevo Estado para un nuevo tipo de sociedad. Segn el pensamiento allen-

    dista, tal concepcin estratgica debera poner en el centro al menos tres cosas; la particularidad nacional de cada pro-ceso, una poltica de alianzas justa que mantenga la independencia de los secto-res explotados y oprimidos y el carcter democrtico del proceso revolucionario, siendo este ltimo punto indispensable y fundamental.

    Allende no fue ingenuo ante el inmi-nente peligro de un golpe de Estado y se-al desde el primer da el modo de evitar-lo: la fuerza vital de la unidad romper los diques de las dictaduras y abrir el cauce para que otros pueblos puedan ser libres y puedan construir su propio destino. Esa unidad que tan esquiva ha resultado entre los sectores revolucionarios, progresis-tas y democrticos, resulta cada vez ms una obligacin para poder realizar efecti-vamente programas transformadores en nuestras sociedades.

    Como deca Allende, la lucha del pueblo de Chile no es una lucha de generaciones, menos el monopolio de un solo partido, la lucha debe ser de los trabajadores, de los estudiantes, de los profesionales y de las mltiples organizaciones sociales y polti-cas dispuestas a asumir el desafo de la uni-dad a pesar de las diferencias, porque han comprendido la labor histrica en la que vivimos.

    Y esto, porque necesitamos recuperar-nos de las terribles consecuencias que nos dej la dictadura si queremos vivir real-mente en democracia. Chile resolvi el problema del dictador, pero an no resuel-ve su legado, el modelo poltico, econmi-co y social que nos impusieron civiles y mi-litares a costa de la sistemtica violacin a los derechos humanos.

    En la actual batalla por recuperar de-rechos sociales debemos sealar que no es compatible el respeto y la garanta de nuestros derechos con la hegemona del mercado, no es compatible la democracia con el capitalismo neoliberal.

    Con mayores posibilidades de realizar una accin mancomunada desde distintos sectores de un continente que materializa la movilizacin social en proyectos polti-cos de transformacin y emancipacin, el allendismo retorna con fuerza y su lega-do revolucionario cobra ms vigencia que nunca. g

    *Ex presidenta de la FECH.

    Este texto es publicado originalmente por la

    edicin francesa y circula simultneamente en las

    32 ediciones impresas de Le Monde Diplomatique

    en el mundo.

    El legado del presidente

    4 | LE MONDE diplomatique | septiembre 2013

    Al cumplirse cuarenta aos del golpe de Estado que instal los 17 aos de dictadura militar en nuestro pas, hablar de Allende no es solo hablar del pasado. Es tambin hablar de presente y de futuro.

    Allende en las luchas de hoypor Camila Vallejo Dowling*

    Guillermo Nez, Serie Territorios, 2011 (Gentileza Galera Trece)

    Libros en venta a $2.950 en libreras, locales FeriaMix y Le Monde Diplomatique San Antonio 434, local 14, Santiago. Consultas al telfono 2664 20 50 - Por internet: www.editorialauncreemos.cl

  • La madrugada del 5 de septiem-bre de 1970 Salvador Allende sali al balcn del viejo case-rn que la Federacin de Estu-diantes de la Universidad de Chile tena frente a la Biblioteca Nacional, en la Ala-meda. No haba un lugar ms simblico para dirigir sus primeras palabras al pas como futuro Presidente, porque su bau-tismo de fuego se produjo precisamente en la Universidad de Chile en la segun-da mitad de los aos 20, cuando lleg a Santiago para estudiar Medicina, tras cumplir el servicio militar de manera vo-luntaria. En 1931 particip activamen-te, como miembro del Grupo Avance (su primera experiencia militante), en las picas luchas que condujeron a la cada de la dictadura del coronel Carlos Ibez y durante un breve periodo fue vicepresi-dente de la FECh. Un ao despus, tom parte en la efmera Repblica Socialista de junio de 1932, lo que le cost varias se-manas de crcel y ser procesado por una corte marcial.

    Descendiente por va paterna de una familia que tuvo un papel destacado en la lucha por la independencia nacional y despus en la pugna por la democrati-zacin del pas desde las filas del Partido Radical y la masonera (con el ejemplo lu-minoso de su abuelo Ramn Allende Pa-dn), hijo de un abogado que termin sus das como notario de Valparaso, Salvador Allende Gossens (Santiago de Chile, 26 de junio de 1908) asumi desde muy joven un compromiso social y poltico inusual en un muchacho de su clase social. Fren-te a la caricatura del pije Allende, siempre vestido de manera elegante, que tantas ve-ces dibujaron sus adversarios (y algunos de sus compaeros), resplandece su tem-prana participacin en talleres de alfabe-tizacin de las clases populares tanto en el Liceo Eduardo de la Barra del puerto co-mo en la FECh y su colaboracin solidaria en consultorios mdicos vinculados a los sindicatos anarquistas en Santiago y al PS en Valparaso.

    1933 marc el rubicn en su trayec-toria al tomar parte en la fundacin del Partido Socialista en Valparaso. Su as-censo fue verdaderamente meterico: secretario regional del PS desde 1935, vi-cepresidente del Frente Popular porteo desde 1936, elegido diputado en marzo de 1937, responsable local de la campaa presidencial de Pedro Aguirre Cerda que

    llev al histrico triunfo del 25 de octu-bre de 1938 y subsecretario general del PS desde diciembre de este ao. Y el 28 de septiembre de 1939 Aguirre Cerda le design ministro de Salubridad cuando tan solo contaba con 31 aos. Su trabajo al frente de esta importante responsabi-lidad durante dos aos y medio muestra muy bien su capacidad para diagnosti-car los grandes problemas nacionales, explicarlos de manera pedaggica (co-mo aquella exposicin sobre la vivienda frente al aristocrtico Club de la Unin en 1940) y sealar las soluciones legisla-tivas y ejecutivas para corregirlos (como la emblemtica reforma de la Ley 4.054 que suscribi el 11 de junio de 1941 y que terminara alumbrando el Servicio Na-cional de Salud en 1952).

    Tambin en los aos 40 su trayectoria fue especialmente meritoria. Entre enero de 1943 y agosto de 1944 le correspondi ocupar la secretara general del Partido Socialista. En 1945 fue elegido senador por primera vez. En 1947 y 1948 se distan-ci del sector anticomunista del socialis-mo y critic firmemente la persecucin del Partido Comunista por el Gobierno de Gabriel Gonzlez Videla. Y cuando la mayor parte de sus compaeros apost por la opcin populista de Ibez para la contienda presidencial de 1952 supo rea-grupar junto a los comunistas en el Frente del Pueblo a las fuerzas de izquierda que

    apostaron por un camino singular en el contexto de la guerra fra.

    En 1958 ya con el socialismo reu-nificado y la izquierda fortalecida en el Frente de Accin Popular, qued a 33.000 votos de La Moneda y fue el can-didato ms votado por el electorado masculino. Algunas irregularidades en el escrutinio y la inopinada aparicin de un curioso personaje, el cura de Cata-pilco, le privaron de la victoria, que co-rrespondi a Jorge Alessandri. En 1964 la batalla presidencial le enfrent con un viejo amigo, Eduardo Frei Montalva, pe-ro tambin con la CIA y el Gobierno de Lyndon Johnson, que financi una in-creble campaa de propaganda antico-munista que ya haba dado resultado en Italia en 1948. Su tercera derrota no le in-dujo ni a moderar sus posiciones, ni tam-poco a aceptar el estruendoso proceso de radicalizacin (retrica) de su partido a partir del Congreso de Chilln de 1967.

    Muy pronto advirti de las limitacio-nes del programa reformista de la Demo-cracia Cristiana y de la hipocresa de la Revolucin en Libertad. La masacre de la Pampa Irigoin y la creacin del MA-PU le dieron la razn. La fundacin de la Unidad Popular en octubre de aquel ao reafirm su correcto anlisis poltico: por primera vez, junto con la izquierda marxista confluan fuerzas tradicional-mente centristas (Partido Radical), de inspiracin cristiana (el MAPU) y otros sectores (API y PSD). La campaa de 1970 termin de alumbrar un inmenso movimiento popular que abri las puer-tas de la historia aquel inolvidable 4 de septiembre de 1970.

    Despus vinieron sesenta das de una tensin poltica extrema, en los que la derecha, el fresmo, el poder econmico (con el emblemtico viaje de Agustn Ed-wards a Washington el 14 de septiembre) y el Gobierno de Nixon, la ITT y la CIA conspiraron para impedir la investidura de Allende por el Congreso Pleno. Fra-casaron porque la Democracia Cristiana estaba dirigida por su tendencia progre-sista y las Fuerzas Armadas encabezadas por un general ejemplar, Ren Schneider, asesinado por la ultraderecha y la CIA.

    El 3 de noviembre, Salvador Allende se terci la banda presidencial y se inici uno de los procesos polticos que mayor esperanza despertaron en el siglo XX. Un periodo lleno de dificultades, tam-

    bin -obviamente- de errores de la Uni-dad Popular, pero en el que sobre todo brillan los inmensos logros del Gobier-no presidido por Allende y del pueblo chileno: la nacionalizacin del cobre, la reforma agraria y la erradicacin del la-tifundio, la creacin del rea de Propie-dad Social y la participacin de los tra-bajadores, una poltica internacional no alineada y verdaderamente ejemplar, un proyecto cultural inigualado en la histo-ria nacional (Quimant, el Tren Popular de la Cultura, el crecimiento y apertura a los obreros de la Universidad Tcnica del Estado) y un programa de medidas sociales muy completo (con el medio li-tro de leche como expresin cotidiana de ese bello cartel creado por los artistas plsticos de la UP: La felicidad de Chile empieza por sus nios). Y sobre todo el desarrollo verdaderamente conmovedor de la conciencia revolucionaria del pue-blo, su alegra y su permanente moviliza-cin en defensa del camino al socialismo en democracia, pluralismo y libertad.

    Salvador Allende representa ante la humanidad aquel proyecto poltico, aque-llos aos inolvidables incluso para quie-nes no los vivimos. Aquel tiempo de las ce-rezas, similar al cantado en la bella can-cin de la Comuna de Pars, un siglo antes.

    Han transcurrido ya 40 aos y Chile enfrenta grandes desafos para conquis-tar una verdadera democracia. En es-te camino vivir siempre la memoria de Salvador Allende. De aquel muchacho que conversaba y jugaba al ajedrez con el viejo anarquista Juan Demarchi en su modesto taller de carpintera del Cerro Cordillera de Valparaso, del militante del Grupo Avance, del fundador del Par-tido Socialista, del mdico con profunda vocacin social, del masn orgulloso de sus antepasados, del diputado, ministro y senador, del candidato presidencial que uni a la izquierda y de aquel inmenso y hermoso movimiento popular que quiso construir un Chile mejor.

    Recordar a Allende exige ir ms all de la inmensa tragedia del 11 de septiembre de 1973 (y despus), de su heroica muer-te en La Moneda. Recordar a Allende re-quiere recorrer su apasionante trayecto-ria poltica y la historia de la izquierda en el siglo XX. g

    *Periodista e historiador espaol. Autor de

    Allende. La biografa (Ediciones B, 2013)

    Allende siemprepor Mario Amors*

    Recordar al estadista a 40 aos de su ltimo combate

    LE MONDE diplomatique | septiembre 2013 | 5

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  • En primer lugar debo precisar un par de cuestiones que han sido recurrentes consultas de los lectores. Algunos han in-terpretado que tend a encasillar las can-didaturas de Allende de 1952 y 1958 en una matriz frentepopulista, una pro-yeccin de la izquierda de 1938, y a las de 1964 y 1970 en posiciones ms radicales. Si eso surge de mi texto, he incurrido en una simplificacin. Reafirmo, sin em-bargo, que es posible considerar las dos primeras candidaturas como una pro-yeccin del esfuerzo unitario de 1938 sin por ello desvincularlas de las campa-as de 1964 y 1970. En particular, pien-so que la mirada externa sobre Allende, sobre todo la estadounidense, se modi-fic fuertemente por el triunfo de la Re-volucin Cubana en 1959. De este modo, mientras antes la izquierda chilena po-da ser analizada como un factor emer-gente pero en un marco incontestable de dominio norteamericano en Amrica Latina, a partir de la Revolucin Cubana la izquierda chilena pas a representar un grave peligro para los intereses estra-tgicos de Estados Unidos. Es evidente, adems, que la experiencia cubana mo-dific y radicaliz el pensamiento de la mayora de las corrientes que consti-tuan el allendismo.

    Un segundo tema sobre el que he si-do consultado es respecto al concepto de dictadura del proletariado. Uno de los principales puntos de mi examen de la Unidad Popular es que los partidos que la integraban no tenan una total sinto-na con la elaboracin que Allende llam va chilena al socialismo. En el caso del Partido Comunista esta falta de sin-tona se expres mayormente en un pla-no puramente terico y en relacin pre-cisamente con este concepto, como lo ha sealado el propio Luis Corvaln en uno de sus libros. No ignoro que dicha idea, en la interpretacin comunista chile-na, es una manera clsica de denominar una forma particular de democracia en la que el proletariado ejerce la hegemo-

    na. El punto es otro: el concepto tena (y tiene) una carga generada por el uso del trmino dictadura y por su prc-tica en los pases de Europa del Este. En este sentido, constitua una pieza que no calzaba en el engranaje conceptual sos-tenido por Allende. En todo caso, es ade-cuado precisar que era una idea no slo parte del bagaje terico comunista sino tambin del que inspiraba a otros sec-tores de la Unidad Popular y del propio Partido Socialista.

    Allende fue un orfebre de la poltica y supo aunar las diferencias en un ideario bsico compartido. Reitero: aunar, ms que zanjar. Allende era un demcrata en su prctica poltica, respetaba a los par-tidos como expresiones de voluntad co-lectiva, negociaba, limaba, comprome-ta, convenca. Nunca fue un lder con rasgos autoritarios, siempre acept las crticas que le hacan los suyos y nunca las descalific aunque no las compartie-ra. No es que le faltara carcter, capaci-dad de mando o claridad de propsitos. Por el contrario, tena una recia persona-lidad uno de cuyos rasgos destacados era el coraje. Pero las decisiones que adopt durante su gobierno calibraron cuidado-samente la opinin colectiva de quienes lo apoyaban. Si bien he sostenido que las diferencias de parecer en el allendismo eran legtimas y que no existen procesos revolucionarios, como era el de la Uni-dad Popular, que fueran lineales, con fre-no y acelerador bajo total control y con una direccin nica sin dificultades, ad-mito que esa diversidad -a veces una con-traposicin de puntos de vista- hizo ms difcil la aplicacin del mtodo de Allen-de. El hecho influy en los meses finales de su gobierno, al fracasar el dilogo con una Democracia Cristiana que le exiga una rendicin prcticamente incondi-cional. Si se miran los acontecimientos con las ventajas que dan cuarenta aos de perspectiva, pudiera conjeturarse que Allende demor en exceso la con-vocatoria a plebiscito y que seguramente influy en la toma de decisiones la postu-

    ra contraria de la mayora de la direccin socialista. Tambin es posible especular sobre qu hubiera ocurrido si en vez de adoptar la opcin menos radical en ma-teria militar, es decir la de no ejercer las facultades legales para reemplazar los altos mandos de las Fuerzas Armadas, el gobierno de la Unidad Popular hubiera procedido a hacerlo. El General Carlos Prats supuso que una resolucin de ese tipo se adoptara al asumir Allende, pe-ro ms tarde desaconsej usar ese instru-mento legal por temor a que estallara un conflicto dentro de las Fuerzas Armadas y eso apresurara a los golpistas. En fin, cuatro dcadas despus de la batalla, po-demos y debemos analizar todas las al-ternativas, aunque sin olvidar que entre 1970 y 1973 cada decisin no poda ser extensamente analizada y las circuns-tancias exigan adoptar opciones que de-ban definirse al instante.

    Allende no tena aversin al riesgo, pero lo calibraba. El clculo que Allende debi hacer durante su vida poltica fue siempre difcil. En su poca universitaria discrep de sus compaeros de izquier-da en el Grupo Avance y fue exonerado de la agrupacin. En la primera mitad de los aos cuarenta culmin su disputa de lide-razgo con Marmaduke Grove y el Partido Socialista se dividi. En 1951 renunci a su militancia, junto a un reducido grupo de adherentes, en protesta por el apoyo del socialismo a la candidatura presidencial de Carlos Ibez. En 1961 acept la deci-sin de la direccin partidaria y fue can-didato a senador por Valparaso, una cir-cunscripcin donde tena muy escasas posibilidades de vencer. En aquellos aos defendi la va no violenta al socialismo como una opcin vlida para la realidad de Chile en la Conferencia de la OLAS, donde la inmensa mayora promova la va armada. En 1964 intent discretamen-te abrir un puente con el radicalismo lai-co -accin que no dio resultado- cuando la derecha se volc a la candidatura de Frei Montalva, y desafi de este modo la es-tricta lnea poltica de los socialistas que rechazaban todo acuerdo con partidos considerados pequeo burgueses. A fines de la dcada acompa personalmente a guerrilleros provenientes de Bolivia para

    garantizar su seguridad. Y en su gobierno asumi riesgos desde el primer momento y todos los das.

    Allende fue un poltico de una espe-cie hoy da extinta. Tras la dictadura, quienes ejercimos posiciones dirigen-tes pisbamos sobre huevos. La llamada transicin a la democracia se vea frgil, asediada por los oscuros personajes del pinochetismo, que conservaban las ms importantes palancas del poder. Trans-curridos los primeros aos las direccio-nes polticas y de gobierno se sintieron ms tranquilas cuando el piso se hizo tie-rra firme. Y ms cmodas. La comodidad se convirti en conformismo y el confor-mismo en autoalabanza. Y las lites en castas de matriz conservadora. Durante un cuarto de siglo la poltica chilena evi-t los bordes, los acantilados, las corni-sas. El temor al vrtigo y a la cada libre en el vaco fueron los espantos que alent la derecha para consolidar la timidez po-ltica como conducta. Al cumplirse cua-renta aos del golpe militar de 1973 hay sntomas de una voluntad masiva y con-sistente de recuperar de modo fecundo el espacio indispensable de los bordes. All es donde se tensiona la pugna poltica, social y cultural y se descubren nuevas platabandas, caminos y territorios poco explorados o desconocidos que afloran desde el terreno escarpado.

    Entonces, la figura de Allende pasa a ser objeto de una silente pero obvia dis-puta. Por una parte estn los que acen-tan su idealismo, su sensibilidad social, su herosmo, cualidades todas que efec-tivamente tuvo, pero evitan las aspere-zas de su vida poltica, los rebordes de sus actuaciones. De este modo Allende se convierte en un recuerdo nostlgico, objeto de repetidos ritos que principian a erosionar su significado ms valioso. Por otra parte, las generaciones ms j-venes comienzan lentamente a hacerse cargo de la herencia que les han oculta-do. Empiezan a mirar a Allende en la di-mensin de su audacia, en su capacidad de asumir riesgos, de situarse en las ori-llas, donde el terreno es resbaladizo, pa-ra lograr la extensin de la frontera. No slo les interesan las bondades del per-sonaje, tambin el debate sobre aciertos y errores, sobre abordajes e indecisiones y, en especial, respecto a lo que Allende significa como tentativa deslumbrante de empujar ms all los lmites de lo que parece posible, de convertir los imposi-bles en objetivos alcanzables a travs de la lucha social.

    El gran marxista peruano Jos Carlos Maritegui dijo, refirindose al valor de la historia y de la experiencia y sus lmi-tes: ni calco ni copia. La recuperacin de Allende, una tarea todava pendiente, debiera inspirarse en el criterio de Ma-ritegui. El pasado no es modelo para in-ventar un futuro. Todo futuro tiene una memoria que lo alimenta pero que no pone barreras a la inspiracin indispen-sable para descubrir nuevos espacios y nuevos senderos para conquistarlos. g

    *El presente texto es el postfacio de la segunda

    edicin del libro de Jorge Arrate, Salvador

    Allende: sueo o proyecto?, Editorial LOM,

    Santiago de Chile, agosto de 2013.

    Allende y los riesgos de la justicia socialpor Jorge Arrate*

    6 | LE MONDE diplomatique | septiembre 2013

    Allende es inagotable. Su perfil poltico, sus circunstancias y el proyecto que levant le otorgan la singularidad de un sujeto nico e irrepetible. Esta caracterstica hace que Allende y el allendismo sigan produciendo nuevos reflejos a medida que pasa el tiempo. La imitacin es imposible, entonces el aura del original no deja de producir destellos confiables, es decir intiles para la falsificacin y en cambio indispensables para despertar la inspiracin que requieren las obras nuevas. Por eso, luego de releer el libro Salvador Allende: sueo o proyecto?, despus de cinco aos de su publicacin, pienso en matices que quisiera precisar y reflexiones que aadir. Sin embargo, he respetado el texto original y en esta segunda edicin me he limitado a algunas correcciones ms bien formales y a exponer unos ngulos no considerados en 2008.

  • El primer cenculo que rene ci-viles que acarician la opcin militar con militares, es el club Cofrada nutica del Pacfico Austral. All se encuentran, desde 1968, altos oficiales navales como Toribio Me-rino, Patricio Carvajal, Arturo Troncoso, Pablo Weber y Jos Radic Pardo (quien lle-var el Plan Z a la revista Qu Pasa), con unos pocos civiles cuyo nmero se ir am-pliando, reconoce Arturo Fontaine. Est Agustn Edwards y tres de sus hombres: Roberto Kelly (ex marino futuro ministro ODEPLAN), Hernn Cubillos (ex marino y futuro ministro de Relaciones Exterio-res) y Fernando Lniz (administrador de Edwards y luego ministro de Hacienda), entre otros (1). En 1972 se integran el gene-ral Sergio Arellano y el general de carabi-neros Arturo Yovanne, organizadores del golpe en sus instituciones. Aparentemente, la Cofrada contina funcionando despus del golpe, y cuenta entre sus miembros a Jorge Ehlers, ex cadete naval, director de deportes bajo la dictadura e implicado en el asesinato del edecn Araya en 1973 (2).

    El segundo grupo es una organizacin empresarial constituida en Via del Mar en septiembre de 1971, con un propsito explcito: el derrocamiento del rgimen del seor Allende, afirma su fundador Or-lando Senz (3), presidente de la SOFOFA. Llega a tener 70 personas dedicadas a or-ganizar la crisis econmica y el desorden social que infundan pnico en la pobla-cin y la incite a clamar por una interven-cin militar. Este grupo organiza el paro de octubre 1972 y el de julio-agosto 1973. Dispone de cinco cuentas en Europa, Esta-dos Unidos y Amrica latina, copiosamen-te alimentadas: Plata de la CIA? Plata de la ITT o de otras empresas transnaciona-les? se no era nuestro problema., explica Senz. El dinero se lo entregaba a Lon Vi-larn (presidente de los camioneros); a Pa-blo Rodrguez ( jefe de Patria y Libertad); a Pedro Ibez (lo que corresponda al PN); a Felipe Amuntegui (lo que corresponda a la DC) y a Jaime Guzmn, (encargado de los gremialistas). El grupo se reunir pron-to con oficiales navales (4).

    El tercer grupo fue revelado por el gene-ral areo Nicanor Daz (ministro del Tra-bajo de la dictadura) en 1990. Resuelto a botar a Allende se rene los lunes en ca-sa de Hugo Len Puelma (presidente de la Cmara chilena de la Construccin y mi-nistro de Obras Pblicas de 1975 a 1979). Lo componen, entre otros, los presidentes de las asociaciones de patrones: Julio Ba-zn (Confederacin de Colegios Profesio-nales); Alfonso Mrquez de la Plata (So-

    ciedad Nacional de Agricultura, ministro de Agricultura de la dictadura); Orlando Senz (SOFOFA) y Manuel Valds (Confe-deracin Nacional de Empleadores Agr-colas). Yo s -afirma Nicanor Daz- que hubo contacto con los marinos, con los capi-tanes de navo que estaban metidos en el bai-le. Por ejemplo, el almirante Patricio Car-vajal se presenta en la oficina del general Daz, a una reunin golpista, acompaado de Hugo Len (5).

    Al mismo tiempo, funciona un comit coordinador golpista que se rene sema-nalmente en la oficina de Cubillos, en la editorial Lord Cochrane, para decidir so-bre las campaas de prensa. Lo componen Roberto Kelly, Ren Silva Espejo (director de El Mercurio), Arturo Fontaine (subdi-rector), Orlando Senz, Hugo Len, Jaime Guzmn, Carlos Urenda, Jorge Ross, Ed-mundo Eluchans y otros. Kelly y Cubillos son llamados buzos tcticos pues se su-mergen en la Marina gracias a sus contac-tos con Merino, Troncoso y Castro (6).

    Entre las acciones organizadas en es-tos crculos sobresalen las impresionantes olas de terrorismo fro y artero, como las calific Salvador Allende. Un verdadero frenes destructor un tanto olvidado por la historiografa.

    Balance del terrorismoLa primera ola terrorista interviene duran-te el paro de octubre 1972: miguelitos des-truyen miles de neumticos, de camiones, de automviles y tambin de ambulancias, y se registran 52 atentados contra torres elctricas, vas frreas y empresas pbli-cas. La segunda ola, del 25 de julio de 1973 al golpe, es 25 veces mayor: se perpetran ms de mil atentados que provocan inmen-sas destrucciones y vctimas mortales.

    Ya el 9 de agosto Allende denuncia la ola fascista que sacude a Chile: 215 aten-tados, con destrucciones materiales in-crebles y cuatro muertos, que han dejado 25 hurfanos. Cuatro das despus el Pre-sidente precisa: 21 atentados contra ca-miones; 77 contra buses; 16 contra bom-bas bencineras; 37 a vas frreas; 10 contra puentes importantes; 6 contra oleoductos; uno contra un tnel y otros tantos contra servicios pblicos, luz, agua, casas parti-culares, canales de TV slo anoche en Santiago estallaron 14 bombas. Su palabra queda inconclusa pues un atentado deja sin electricidad la zona central.

    El ltimo balance del terrorismo es pre-sentado por el secretario general del PS, Carlos Altamirano, el 9 de septiembre: en-tre el 23 de julio y el 5 de septiembre se han perpetrado 1.500 atentados, 24 al da, uno

    cada hora, con un saldo de ms de 10 muer-tos, ms de 117 heridos, aparte del gigantes-co dao econmico (7).

    Entrenados en la ArmadaParte de estos atentados tienen su origen en la Armada. Desde 1972, los marinos constitucionalistas escuchan a oficiales pronunciar encendidas arengas contra el gobierno, mientras les dan instruccin mi-litar antisubversiva contra enemigos co-mo los comunistas y el MIR. Y, ms grave, advierten que estn entrenando grupos de extrema derecha (8).

    En noviembre de 1972, aparece una bomba sin explotar en el jardn de la casa del almirante Ismael Huerta, un golpista de la primera hora. El almirante Merino se queja del caos y exige dar con los culpa-bles de ultraizquierda.

    Investigaciones da con los autores en junio de 1973: se trata de un grupo dirigi-do por Jorge Young Montesinos, un ex ofi-cial de la Armada emparentado con Ismael Huerta, que haba lanzando una bomba contra la casa de la inspectora del Liceo de Nias de Via, Luca Kirberg, por co-munista; otra contra la residencia del mi-nistro de la Corte de Apelaciones Sergio Agero, pues no era duro con los detenidos de izquierda; y otra contra un depsito de combustible del palacio presidencial del Cerro Castillo, que no explot.

    La bomba hallada en el jardn del almi-rante Huerta fue arrojada por Arturo Pi-nochet, un sobrino del futuro dictador, tal vez involucrado para desestabilizar a su to, hasta entonces catalogado como un general leal (9).

    La segunda huelga insurreccional se desata con el asesinato del edecn Arturo Araya la noche del 26 de julio. Investiga-ciones sortea una intensa campaa de des-informacin que acusa a cubanos y escol-tas del Presidente y consigue detener a los culpables: Guillermo Claverie, Guillermo Bunster y otros, conducidos por el ex ca-dete naval Jorge Ehlers. Sern indultados por Pinochet y varios ingresan al Coman-do Conjunto. Una interesante investiga-cin del periodista Jorge Escalante indica que hubo otros involucrados y que Arturo Araya fue ultimado por un tirador aposta-do en un balcn frente a su casa. El asesino actu por encargo de algunos sectores de la Armada y polticos (10).

    Poco antes, el 13 de julio, haba ingresa-do ilegalmente a Chile el jefe de Patria y Li-bertad Roberto Thieme (exilado en Ecua-dor para escapar al juicio por su partici-pacin en el Tanquetazo) e informa a la prensa que inicia las acciones. El Gobier-no ordena su captura que se concreta el 22 de julio. Pero das antes oficiales de la Ar-mada le piden una reunin urgente.

    Aunque prfugo, Thieme se rene con el capitn Hugo Castro (luego ministro de Educacin) y otro oficial. Le informan que el 25 de julio se inicia el nuevo paro que busca paralizar al pas y crear las con-diciones para dar el golpe. Piden que Pa-tria y Libertad contribuya volando vas frreas, carreteras y oleoductos, pero evi-tando daos mayores; para eso la Armada les indicar los objetivos y les proporcio-nar explosivos (11).

    Un objetivo fue el gaseoducto de la ENAP que va de San Fernando a San Vi-cente. Los explosivos eran de tal poder que, cerca de Curic, volaron un tramo de 30 metros dejando nueve heridos y dos muertos por quemaduras. Como en el caso del edecn, una campaa de prensa acusa a un tal Sabino Romero, transfor-mado en un terrible comandante Sabi-no, quien estara bajo fuerte proteccin porque saba mucho, explica El Mercu-rio del 17 agosto. Pero la Corte de Apela-ciones de Talca lo pone en libertad por fal-ta de mritos. Los verdaderos culpables conocidos- nunca han debido responder por el atentado ni por las muertes.

    Otro objetivo fue la torre de alta ten-sin volada con explosivos facilitados por Hugo Castro y detonados por un grupo vinculado a Patria y Libertad dirigido por el ex oficial naval Vicente Gutirrez. Priv de suministro elctrico la regin central e interrumpi la comunicacin del Presi-dente. Y seguirn otros atentados

    Impresiona que cierta prensa nunca ha calificado de infiltracin o motn las re-uniones conspirativas entre civiles como Senz, Claro, Len, o los hombres de Ed-wards, con altos jefes militares, ni siquiera cuando Kelly y Cubillos se sumergan en la Marina. Tales trminos son reservados para referirse a las reuniones que, poco an-tes del golpe, sostuvieron los jefes del PS, del MAPU y del MIR con un grupo de ma-rinos constitucionalistas que denunciaban el golpe inminente (12). Aunque ha queda-do demostrado que escuchar una denun-cia de complot contra el gobierno legtimo no es delito (Oscar Garretn, el nico par-lamentario juzgado por esto, fue absuelto por la Corte Suprema, por unanimidad), los textos navales se empecinan en hablar de infiltracin. Hasta hoy. g

    1. Como Jorge Ross, Enrique Puga, Isidoro Melero, Lord Dramon, Alfredo Barriga, Marcos Cariola, Emilio Sanfuentes.2. Arancibia Patricia, 2005, Conversando con Roberto Kelly V. Recuerdos de una vida, Ed. Biblioteca Americana, 109-111; 117-118 ; Fontaine Arturo, 1988, Los Economistas y el Presidente Pinochet, Ed. Zig-Zag, Santiago, 16-17 ; Reportaje de canal 13, Antesala del golpe.3. El Mercurio, 29/9/2002.4. Verdugo Patricia, 2003, Allende. Cmo la Casa Blanca provoc su muerte, Ed. Catalonia, 117. Orlando Senz, entrevistado en la emisin Informe Especial, Cuando Chile cambi de golpe, TV Nacional, agosto de 2003.5. Marras Sergio, 1990, Confesiones. Entrevistas de Sergio Marras, Ed. Ornitorrinco, 106.6. Arancibia, 2005, 128-130 ; 134.7. Salazar Gabriel, 2010, Conversaciones con Carlos Altamirano. Memorias crticas. Ed. Debate, 366.8. Testimonios en Magasich Jorge, 2008, Los que dijeron No. Historia del movimiento de los marinos antigolpistas de 1973, Ed LOM.9. Vega Luis, 1983, La cada de Allende. Anatoma de un golpe de Estado, Ed. La Semana, Jerusaln, 220-223.10. La Nacin, 7-4-2005.11. Fuentes Manuel, 1999, Memorias secretas de Patria y libertad y algunas confesiones sobre la Guerra Fra en Chile, Ed. Grijaldo, 295-297. Thieme repite este episodio y da en nombre de Hugo Castro en [La Nacin, 12-2-06], entrevistado por Jorge Escalante.12. Reuniones descritas en Magasich, 2008, vol II, 83-108.

    *Historiador

    El golpe cvico-militar y el terrorismopor Jorge Magasich*

    Los orgenes del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973

    LE MONDE diplomatique | septiembre 2013 | 7

    Hoy se sabe que el golpe, designado a menudo como golpe militar, fue en realidad iniciado por civiles que se pusieron en relacin con militares. Fue entre presidentes de corporaciones patronales, propietarios de medios de comunicacin, editorialistas de El Mercurio, que se decidi hacer campaas de prensa, embestidas institucionales, huelgas insurreccionales para paralizar el pas y tambin olas de ms de mil atentados terroristas contra infraestructuras -stas con ayuda de marinos golpistas- que provocaron impresionantes destrucciones y muerte de personas. Los pocos responsables que pudieron ser aprehendidos, como el grupo que atent contra el edecn Arturo Araya, terminaron indultados despus del golpe o se beneficiaron del cierre de los casos por tribunales cmplices, que perpetraron el delito de prevaricacin ms importante de la historia.

    de nuevo abrirn las grandes alamedas(sin el se)

    En varias transcripciones del ltimo discurso de Salvador Allende se antepone el pronombre se -que no fue pronunciado-, al verbo abrirn. Basta escucharlo: Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarn otros hombres este momento gris y amargo donde la traicin pre-tende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho ms temprano que tarde, de nuevo abrirn las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.Conviene restituir este texto original por un elemental respeto al discurso tal cual fue dicho y por-que el pronombre personal se transforma la oracin en oracin impersonal, lo que altera el conte-nido: dicho as las grandes alamedas se abrirn por s mismas. Cuando en realidad, Salvador Allen-de anuncia que sern los Trabajadores de mi Patria -el sujeto de la frase- quienes, a travs de su accin colectiva, volvern a emprender la construccin de una sociedad mejor.

  • La identidad de las iglesias mis-mas se van a redefinir profun-damente a partir de ese mo-mento. De all que la mirada histrica al rol de las iglesias durante la dictadura no puede remitirse a un simple repaso de hechos y nombres sino que de-be adquirir una dimensin hermenuti-ca, en cuanto crtica a las ideologas (y de las teologas) que pugnaban por dar senti-do a la encrucijada chilena. Un intento de interpretacin puede emerger desde un juego de espejos con otro acontecimiento similar, como puede ser la dictadura nazi en Alemania. En cuanto proyecto ideol-gico el Tercer Reich propuso una reinter-pretacin total del curso de la historia y del sentido de la vida, por lo que reclam una catarsis completa en la teologa cris-tiana. Por supuesto, un paralelo entre el rgimen hitleriano y la dictadura pino-chetista es un ejercicio precario, que no resiste equivalencias aritmticas. Pero en cuanto acontecimientos ambos mo-mentos permiten lecturas sincrnicas, a pesar de la asimetra de sus horrores.

    La iglesia del Reich y la Iglesia Con-fesanteEl ascenso nazi llev a profundas divi-siones en las iglesias europeas. En el ca-so catlico una parte de los obispos, en-cabezados por el obispo de Mnster, el cardenal Clemens von Galen, ofrecieron fuerte oposicin y resistencia a Hitler, pe-ro otros, como el austriaco Alois Hudal, el eslovaco Josef Tiso, o el croata Aloysus Stepinac van a colaborar de forma activa con su proyecto. En las iglesias protestan-tes la divisin tuvo relacin con el inten-to nazi de utilizar al cristianismo como sea de identidad alemana, subordinado a la ideologa oficial, en tanto religin na-cional. En 1933 impuso la unificacin de las distintas iglesias protestantes en una nica Iglesia del Reich (Reichskirche) e impuso como Reich Bishop al capelln militar de Knigsberg, Ludwig Mller. Se elabor una nueva teologa, purgada de elementos judos y antinacionales, para otorgar al nazismo un carcter mesinico y escatolgico, sustentada en el Fhrer-prinzip que demandaba obediencia ab-soluta al lder. Esta nueva doctrina opuso el cristianismo positivo, nazificado, al cristianismo negativo, contaminado por el materialismo judo y el marxismo. La Iglesia del Reich introdujo el prrafo ario por el cual excomulg a sus miem-bros con antecedentes raciales judos,

    glorific los principios de sangre, raza y suelo, y argument la necesidad de des-truir a los enemigos ideolgicos. Toda di-sidencia a la posicin oficial se consider una politizacin indebida de la iglesia. En enero de 1934, Mller decret que to-da participacin de un pastor en la polti-ca de la Iglesia ser considerada como una infraccin a la disciplina eclesistica y la falta implicar la suspensin inmediata en sus funciones.

    En reaccin surgi en 1934 la Iglesia Confesante (Bekennende Kirche), lla-mada as por la confesin de Barmen por la que un campo de protestantismos alemn rechaz la subordinacin al Es-tado y el mesianismo hitleriano, inspira-dos por la teologa dialctica de Karl Barth. Para los confesantes la fe cristia-na no constitua un objeto cosificable, si-no una acontecerque emerge en la vida y exige respuesta. Van a establecer la ofici-na Grber, un equipo humanitario des-tinado a proteger a los perseguidos por razones polticas y raciales. Clausurada en 1940, los miembros de la oficina fue-ron enviados a campos de concentracin. Muchos miembros de la Iglesia Confe-sante terminarn luchando junto a la re-sistencia directa al rgimen y perdiendo la vida en ello. La figura ms emblemti-ca es el pastor Dietrich Bonhoeffer, que participar junto al grupo de oficiales de la Abwehr (2) en el atentado contra Hitler del 20 de junio de 1944. La conciencia de la Iglesia Confesante se condensa en el fa-moso poema del pastor Martin Niemller: Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guard silencio, porque yo no era comunista. Cuando encarcelaron a los socialdemcratas, guard silencio, porque yo no era socialdemcrata. Cuan-do vinieron a buscar a los sindicalistas, no protest, porque yo no era sindicalista. Cuando vinieron a llevarse a los judos, no protest, porque yo no era judo, Cuando vinieron a buscarme, no haba nadie ms que pudiera protestar (3).

    La iglesia del rgimenEn el caso chileno, la Junta Militar recu-rri desde el primer momento a la legiti-macin religiosa de su poder, ostentando una interpretacin mesinica de su actua-cin: Al terminar esta breve exposicin, pido al Altsimo que nos ilumine y nos d fuerzas para afrontar las difciles tareas de Gobierno, y a mis compatriotas, la fe y el sacrificio para salvar a la Patria, dolida y enferma, de la dura prueba a que el desti-no la someti, quizs si para sealarle con este golpe, cul ser su verdadera misin (4). Se trata de un argumentario dualista en que se opone la civilizacin cristiano-occidental y el marxismo-leninismo, la espiritualidad y el materialismo ateo, los vencedores y los vencidos, la Virgen del Carmen y el caos terrorista. El golpe de Estado se interpreta como la respues-ta de Dios ante una catstrofe social y poltica. La represin violenta como el sacrificio necesario a la misin salv-fica de las Fuerzas Armadas. Pinochet sostiene en 1974: Ustedes saben que el pueblo oraba por su salvacin y que aho-ra (conmigo) se siente libre y apartado del mal (5). Y en 1977: Ustedes saben que el movimiento del 11 de septiembre fue es-pecialmente dirigido a salvar la parte es-

    piritual del pas. Es as que quin analiza el pronunciamiento militar de 1973 y es-tudia casualmente cmo se produjo lle-ga al convencimiento de que aqu estuvo presente la mano de Dios (6). Los medios de comunicacin, controlados unnime-mente por el rgimen, difundirn la doc-trina de esta nueva Iglesia patritica, por medio de las homilas televisadas del capelln militar Florencio Infante en Te-levisin Nacional o del presbtero Ral Hasbn en Canal 13.

    A este discurso se sumar en bloque un sector del catolicismo especialmen-te influido por el nacional-catolicismo espaol, sacerdotes como Osvaldo Lira y obispos como Emilio Tagle, de Valpa-raso. Este sector rechazaba de forma di-recta o indirecta el Concilio Vaticano II y particip en las sombras de las maniobras golpistas. Por va de Wikileaks se ha cono-cido que el nuncio Stero Sanz influy en el entonces Secretario de Estado Vaticano Giovanni Benelli con el afn de minimizar las denuncias de violaciones a los dere-chos humanos, que ya llegaban a odos de Roma. Un informe secreto de la embajada de EEUU en Italia afirma que Benelli til-d de exagerada la cobertura de los acon-tecimientos en Chile como posiblemente el mayor xito de la propaganda comunis-ta (7). Una postura an ms abiertamen-te favorable al rgimen tendr el sucesor de Stero Sanz, el nuncio Angelo Sodano.

    Las evanglicasLa adhesin de las iglesias evanglicas se busc por medio de prcticas clientelares, favoreciendo la penetracin del neo-pen-tecolastilismo norteamericano, represen-tado por telepredicadores como Pat Ro-bertson o Jimmy Swaggart. Esta estrategia se inspir en los documentos de Santa Fe, elaborados por la CIA desde inicios de los 80 y que instigaron la propagacin de teo-logas fundamentalistas en Amrica Lati-na. David Stoll ha calculado que Estados Unidos destin entre $200 y 300 millones de dlares a este objetivo durante la dcada de los 80, con el doble objetivo de debilitar la resistencia a la poltica estadounidense y a la vez para canalizar la subjetividad social hacia una actividad religiosa (8).

    A pesar de su religiosidad ostentosa, Pinochet no tuvo el menor resquemor a la hora de reprimir a los sectores eclesiales que se oponan a su proyecto. La violencia simblica se canalizar bajo la acusacin de politizacin ilegtima del clero. Y la violencia directa dejar en el camino a los sacerdotes Joan Alsina, Gerardo Poblete, Miguel Woodward, Antonio Llid y An-dr Jarln. La prctica de la tortura no ex-cluy ni por motivos de religin o de gne-ro, como testimoni Sheila Cassidy en su Audacity To Believe (9). 106 sacerdotes y 32 religiosas se vieron obligados a aban-donar Chile durante los primeros cuatro meses despus del golpe de Estado. Mu-chos otros los seguiran en los aos veni-deros, siendo los casos ms notorios los de Jos Comblin en 1978, Pierre Dubois, Da-niel Carouette y Jaime Lancelot en 1986. Incluso en abril de 1976 un grupo de jve-nes pinochetistas (entre ellos el actual mi-nistro Andrs Chadwik) apedrearon a los obispos Enrique Alvear, Fernando Arizta y Carlos Camus al arribar al aeropuerto de Pudahuel.

    La Iglesia de la SolidaridadFrente a la brutalidad de la iglesia del r-gimen dictatorial nacer de forma espon-tnea una Iglesia confesante que el 4 de octubre de 1973 ya haba levantado su pro-pia oficina Grber: el Comit Pro Paz, fruto de la voluntad del cardenal Ral Sil-va Henrquez y del obispo luterano Her-mut Frenz. Disuelto en 1975 la accin hu-manitaria se mantuvo en el mbito catli-co por la Vicara de la Solidaridad y en el campo protestante por medio de FASIC. A nivel de base la resistencia tendr ml-tiples expresiones: La Vicara de la Pasto-ral Obrera, coordinada por Alfonzo Baeza colaborar a salvaguardar y reconstruir las organizaciones sindicales. La coor-dinadora de comunidades cristianas en sectores populares, con sacerdotes como Mariano Puga, Jess Rodrguez, Roberto Bolton levantar procesos participativos y fortalecer la asociatividad poblacional. El Movimiento Contra la Tortura Sebas-tin Acevedo, fundado por el jesuita Jos Aldunate, recurrir a la no violencia acti-va para poner en evidencia las violaciones sistemticas a los derechos humanos. La lista de religiosas sera largusima: Blanca Rengifo, Odil Loubet, Elena Chan, Fran-cisca Morales, Mara Cristina Lepeley, Karoline Mayer, Mara Ins Urrutia, Ani-ta Goossens. Y sacerdotes como Esteban Gumucio, Sergio Torres, Enrique More-no Laval, Ronaldo Muoz, Manuel Dono-so, Arnoldo van der Mer, Rafael Marotto, Gerardo Pappen, Jos Pepo Gutirrez, y tantos otros. En el mbito protestante la Confraternidad Cristiana de Iglesias (10) quebr con el estereotipo del mun-do evanglico como refugio de las ma-sas con el testimonio de la pastora Juana Albornoz, los obispos Enrique Chvez, Isaas Gutirrez, Jos Flores, Sinforiano Gutirrez, y los pastores Edgardo Toro, Jos Crdenas y Juan Seplveda.

    Por qu lo hicieron?Qu pudo moti-var a tantos y tantas a resistir contra toda esperanza? En qu crea esta Iglesia de la Solidaridad? Dietrich Bonhoeffer logra dar alguna respuesta cuando afirma en su diario de prisin: hay que vivir como si Dios no existiese... Ante Dios y con Dios vivimos sin Dios. Dios se deja desalojar del mundo y clavar en la cruz. Dios es im-potente y dbil en el mundo, y solo as est en nosotros y nos ayudaSolo el Dios su-friente puede ayudar. (11) g

    1. Badiou, Alain. (1999). El ser y el acontecimiento. Buenos Aires: Manantial.2. Oficina de Inteligencia Militar.3. Sermn en la Semana Santa de 1946 en Kaiserslautern, titulado: Qu hubiera dicho Jesucristo?. De forma equvoca se suele atribuir a Bertolt Brecht.4. Augusto Pinochet. Discurso a un mes del golpe de Estado del 11.09.1973.5. Augusto Pinochet. Entrevista en 1974. Citado en: Lagos, Humberto (2001) El general Pinochet y el mesianismo poltico. LOM Santiago. p. 23-24.6. Ibid. p. 23-24.7. http://dotsub.com/view/4efa571e-4920-4244-8b04-d716b35ec5388. Stoll, David (1990) Is Latin America Turning Protestant?. California University Press. 9. Cassidy, Sheila (1977). Audacity To Believe, Collins, London.10. Conformado por las iglesias Misin Iglesia Pentecostal, Iglesia de Misiones Pentecostales Libres, Iglesia Wesleyana Nacional, Iglesia Evanglica Luterana en Chile, Iglesia Misin Apostlica Universal, Iglesia Misin Comunin de los Hermanos, Iglesia Unin Cristiana, Iglesia Evanglica Reformada,Iglesia Pentecostal de Chile e Iglesia Eben Ezer Pentecostal. 11. Dietrich Bonhoeffer (2008) Resistencia y sumisin Cartas y apuntes desde el cautiverio Sgueme, Salamanca.

    *Telogo, especialista en tica Aplicada.

    Las iglesias y la dictadura chilenapor lvaro Ramis*

    Elementos para una hermenutica histrica

    8 | LE MONDE diplomatique | septiembre 2013

    El golpe de Estado de 1973 constituye un acontecimiento, en el sentido de Alain Badiou: una singularidad universal, un hecho particular, localizado y temporal, pero que contiene una verdad universalizable, que abre a un nuevo horizonte de significados (1). Se trata de un momento de ruptura, que hace un agujero en el saber, que obliga a reinterpretar a todos los involucrados en l de una forma novedosa. Ni la iglesia Catlica ni las iglesias Evanglicas escapan a ello.

  • Era un martes de septiembre. Un triste amanecer que vio a un pequeo pas de Amrica Latina convertirse en el foco principal del planeta. Desde hace tres aos el gobierno de Salvador Allende, el primer socialista en conquistar el go-bierno a travs de las urnas, era objeto de todas las miradas.

    En Europa, esa tentativa indita repre-sentaba una esperanza, un sueo poltico y social: un pas ms justo, donde la demo-cracia sea una realidad. Mis padres eran parte de esa multitud de jvenes del viejo continente, como muchos otros franceses de izquierda. El golpe de Estado en Chile, y el fin de esa revolucin chilena, con empa-nadas y vino tinto, los marc para siempre.

    El 12 de septiembre de 1973, muchos franceses fueron a inscribirse en un parti-do poltico. La actual ministra de Justicia, Christianne Taubira, es un ejemplo del impacto del golpe sobre su toma de con-ciencia poltica. Al da siguiente del gol-pe comenz su militancia. Ella es solo un ejemplo, significativo por la trayectoria de su vida pblica y poltica, pero solo un ejemplo entre muchos ms.

    Durante la dictadura, mi pas, Francia, como muchos otros, se convirti en una tierra de asilo para muchos chilenos. Con

    la ayuda del Estado, pero tambin con un compromiso muy importante de la gente. Muchos ayudaron a los exiliados de Chile, en muchas partes, se crearon agrupacio-nes para permitir que se instalara en Fran-cia una dispora importante de chilenos.

    En mi pas, hay ms de mil calles, hos-pitales, centros culturales que tienen co-mo nombre Allende, Neruda, Vctor Ja-ra, entre otros. A veces me pregunto si los franceses no aman ms a esas figuras de la Historia de Chile que los propios chile-nos. Como si en Chile una gran parte de la poblacin no se hubiera dado cuenta de la suerte de haber tenido hombres y muje-res de tanto valor.

    Me da mucha pena ver que fue una lu-cha de decenas de aos para cambiar el nombre de la Avenida Nueva Providen-cia. De hecho, me cost mucho enten-der cmo era posible que en Chile todava existiese para algunos una nostalgia de la dictadura. Es decir, cmo despus de tan-tos aos era posible creer en la propagan-da pinochetista.

    La diferencia de tratamiento del lega-do de Allende en su pas y en los otros es impactante. Y revela la fuerza de algo que ningn tanque o bombardeo logr hacer desaparecer: el valor de la solidaridad. De estos valores que incrementan nues-

    tra fe en los grandes valores de la huma-nidad, y en la certeza de que estos valores tendrn que prevalecer, que no podrn ser destruidos, anunciaba desde la tri-buna de la ONU el Presidente Allende en 1972. Ms de 40 aos despus, hay que ad-mitirlo: Allende tena razn.

    De hecho, en el Chile de 2013 hay un olor de allendismo en la calle. El movi-miento estudiantil logr cambiar desde 2011 el esquema poltico del pas. El mo-delo heredado de la dictadura fue socava-do por jvenes que no solo reivindican el derecho a tener educacin gratuita, sino que quieren recuperar un proceso polti-co que fue aplastado en sangre. La UP no fracas sino que fue interrumpida por un golpe militar me sealaba Camila Vallejo hace poco, mientras reconoca que haba que luchar duramente para recuperar los derechos sociales que Pinochet, De Cas-tro y otros quitaron al pueblo de Chile.

    Pasaron los aos, y nadie olvid al Presidente. Sus enemigos tampoco... En muchas conversaciones a lo largo de mi trabajo en Chile vi que todava teman el retorno de una especie de allendismo en la poltica contempornea. Si vuelve algo como la UP me pongo UDI me grit una duea de casa que pertenece a la bur-guesa demcrata cristiana. Antes de ex-

    plicar que tema por la democracia al ver el PC junto al PS en la prxima eleccin presidencial

    Durante el rodaje del documental en Santiago, hace solo unos meses, pude vi-vir en carne propia a qu punto el temor de la calle provocaba en el gobierno el re-torno de un viejo reflejo: la represin sis-temtica de las marchas, y ms an, fui testigo del secuestro de un joven de 17 aos el pasado 8 de mayo. Grab la esce-na, y los oficiales vestidos de civil rompie-ron mi cmara. Las viejas costumbres no se pierden as como as.

    Pero hay una esperanza de cambio. Un sueo que, poco a poco, se convierte en al-go colectivo. De la educacin, las reivin-dicaciones pasaron a la salud, al cambio de Constitucin, la reforma tributaria, la nacionalizacin del cobre

    Mucho ms temprano que tarde, otros hombres abrirn las grandes alamedas, por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor, anunciaba Salvador Allende. Sern estos cabros? Quiero creerlo. Soamos? Vamos! g

    *periodista francs, autor del libro Salvador

    Allende : Lenqute intime Eyroles, 2010 y

    del documental Allende, cest une ide quon

    assassine, 2013.

    10 | LE MONDE diplomatique | septiembre 2013

    Soamos?por Thomas Huchon*

  • LE MONDE diplomatique | septiembre 2013 | 11

    El avin lo alcanc un tiempo despus, pero a tiempo. El 17 de noviembre sala de Chi-le rumbo a Pars, donde viv cerca de 20 aos con pasaporte de las Na-ciones Unidas que, socarronamente, los exiliados, llambamos bluyn por la te-la de su encuadernacin. Entonces volv. Volver fue el tango del exilio. Se equivo-c Gardel, me dije cuando pis la tierra del regreso, 20 aos son muchos. Muchas co-sas haban cambiado: el tono de la vida, la ciudad, el proyecto social y paro de con-tar Cmo fue el antes y cmo y cundo el despus? El despus est claro; comienza el 11 de septiembre de 1973. El antes es ms complicado. Hay un antes, de antes de los mil das de la Unidad Popular, y un antes durante.

    Cuando se me plantea qu ha cambia-do en Chile en estos 40 aos, por cierto no puedo responder ni con objetividad, ni con la experiencia de quien ha vivido des-de entonces en el pas y experimentado la historia en su da a da. Mi visin es subje-tiva. Hablo desde impresiones que van del exilio al desexilio. Gran parte est basada en la memoria, sin olvidar que la memoria es engaosa. En realidad, memoria es lo que se decide recordar. Recuerdo a Chile como Vctor Jara recordaba a Amanda, co-menzando con una historia que en cinco minutos qued destrozada.

    As, voy a hilar recuerdos para compa-rarlos con las impresiones del desexilio. Voy a hacer un tremendo esfuerzo para ser objetivo, pero que nadie me pida que sea neutral frente a la dictadura.

    A mediados de la dcada de los sesenta me traslad a Alemania, donde permanec investigando y recorriendo Europa hasta comienzos del 69. Volv con un proyecto cultural que se plasm en la creacin del Instituto de Arte Latinoamericano, desde donde se cre el Museo de la Solidaridad. Probablemente a causa del parntesis, vi-sualizo dos imgenes de Chile, el de an-tes de la Unidad Popular y el de durante la Unidad Popular. El triunfo de la UP abri, desde la izquierda, las puertas a la espe-ranza. Pero la lucha poltica se envenen a causa de la campaa del terror que des-

    encaden la prensa opositora y los des-bordes de determinados sectores de la iz-quierda. Vivimos situaciones que parecan escenificar la lucha de clases. As lo enten-di el propio Pinochet, que respondi ta-jante a un periodista: Aqu, seor, hemos suprimido la lucha de clases

    Chile antes de estos cuarenta aos, era un pas en el que haba ms pobreza, pero menos desigualdad. Un pas en el que, pe-se a que siempre hubo una frrea estruc-tura de clases, el cuerpo social no se en-contraba escindido. En la Escuela de De-recho fui compaero de muchos futuros prceres polticos y econmicos. Coinci-dimos en la Facultad con Ricardo Lagos y Anselmo Sule, figuras del radicalismo, con Orlando Letelier, socialista, Andrs Zal-dvar, demcrata cristiano. Compaeros de graduacin fueron Ricardo Claro, en-tonces muy lejos de ser un millonario con patrimonio de 4 mil millones de dlares, y Margarita Labarca, que representaba la historia del Partido Comunista. Pese a las diferencias ideolgicas, y sin perjuicio de discusiones y peleas en poca de eleccio-nes, todos vivamos, cuando no en franca amistad, al menos en un civilizado com-paerismo. Eso cambi ya en la poca de la Unidad Popular; y, por cierto, en mucha mayor medida despus del Golpe de Esta-do, donde se escindi el cuerpo social y los opositores al rgimen fueron perseguidos, asesinados y catalogados de antichilenos.

    Ha cambiado la gente, se ha transfor-mado la ciudad, pero sobre todo han cam-

    biado los valores. Hemos transitado de una sociedad republicana con valores hu-manistas, a una sociedad de mercado con valores economicistas. Mi memoria urba-na guarda la imagen de dos ciudades, San-tiago y Valparaso. En Santiago constat el cambio. Desde un urbanismo de traza colonial, que tena como centro la plaza, habamos pasado a un urbanismo neoli-beral que tiene sus centros en los malls. Han cambiado las calles, y la toponimia no trae siempre buenos recuerdos. Hasta hace poco transitbamos por una avenida que conmemoraba el Golpe. Han desapa-recidos los cafs que animaban la vida noc-turna. No soportaron el toque de queda. Ya no est El Bosco, caf emblemtico pa-ra la bohemia intelectual, en el que incluso paraban los entierros de los habitus para ofrecerle al muerto su ltima copa.

    Y Valparaso? Ciudad hecha de esca-leras y sueos, un balcn en el mar, con las chicas de piernas ms lindas de Chile, de tanto subir y bajar graderas. Pancho, como le decan a la ciudad por la Iglesia San Fran-cisco, faro de los navegantes. Era entonces, sin duda, el puerto con ms magia del Pac-fico Sur. Ciudad noctvaga con restaurantes que abran a la una de la maana y un bar mtico, el Roland, con un Libro de Recuer-dos firmado por los ms grandes escritores que haban acompaado a Neruda a escan-ciar la noche. Valparaso, una ciudad llena de colores, haba perdido el color. Constato con alegra que ahora parece recuperarlo.

    Cuando menciono el proyecto social

    me refiero a dos servicios que son las gran-des plataformas de la democracia: la edu-cacin y la salud. Sobre la educacin ya los estudiantes han hablado. Ha cambiado ca-tastrficamente. No puedo dejar de pensar que en las condiciones actuales yo no ha-bra tenido los medios para ir a la univer-sidad. El proyecto de educacin neoliberal ha rentabilizado todo. En Chile ya no hay universidades pblicas, hay universidades estatales, que no son un servicio pblico; funcionan con los mismos criterios mer-cantiles de la educacin privada.

    El tema de la salud para m se revela en una ancdota que me dice todo. A fines de los 80 recib una llamada urgente que me comunicaba que mi madre haba tenido un derrame cerebral y que ningn hospi-tal la reciba si no se firmaba un cheque en blanco. Consegu que un amigo lo hiciera, y part en el primer avin. Encontr a mi madre llena de tubos. A su lado escuch a un enfermo que deca a su esposa: Has vendido el auto para pagar la clnica, no va-yas a vender la casa, porque t y los nios van a quedar en la calle y yo me voy a morir de todas maneras.

    Mientras la equidad no haga accesible los servicios sociales para personas de me-nos recursos, no habremos cumplido la ta-rea de restablecer la democracia. g

    *Dr. Honoris Causa Universidad de Santiago de Chile

    Profesor Adjunto Doctorado en Ciencias de la

    Educacin, Mencin Intercultural, Universidad de

    Santiago de Chile.

    Qu ha cambiado?: El antes y el despuspor Miguel Rojas Mix*

    El Golpe nos mostr un Chile distinto. Un Chile en el que nunca hubiramos credo si nos lo hubieran contado. Tenamos entonces una memoria democrtica, aunque la veamos amenazada: un golpe, s, posible; pero no as.

    Universidad de Santiago OPININ

    40 aos de exilios y desexilios

    Virginia Huneeus, Y este mar que tranquilo nos baa (detalle), 2013 (Exposicin en MAC Parque Forestal hasta el 15 de septiembre)

  • 12 | LE MONDE diplomatique | septiembre 2013

    EN INTERNET@

    n Allende vivewww.allendevive.cl

    n Chile agradecewww.chileagradece.cl

    n Memorias sin olvidohttp://memorias-sinolvido.blogspot.fr

    n Corporacin Parque por la Paz Villa Grimaldi

    www.villagrimaldi.cl

    n Londres38 espacio de memoriaswww.londres38.cl

    n Museo de la Memoria y los Derechos Humanos

    www.museodelamemoria.cl

    n Museo de la Solidaridad Salvador Allende

    www.mssa.cl

    n Punto Finalwww.puntofinal.cl

    n Revista HistoriaEl programa fiscal de Felipe IV para el Per y la gestin del virrey Chinchn (1629-1641); Sergio Grez, El Partido Democrtico de Chile: de la guerra civil a la Alianza Liberal (1891-1899); Trayectorias biogrficas de militantes de izquierda: una mirada a las lites partidarias en Chile, 1973-1990; Brasil bajo influencia napolenica y francesa; El Santiago de Ravinet. Despolitizacin y consolidacin del proyecto dictatorial en el Chile de los noventa. Instituto de Historia PUC N 46 enero-junio 2013 www.revistahistoria.uc.cl

    n Anales de Literatura ChilenaEscriben: Csar Daz sobre Jos Zapiola; Rafael Sagredo sobre Prez Rosales; Cecilia Snchez, Juan Durn Luzio sobre Francisco Solano; Alfredo Jocelyn-Holt y Gabriel Salazar sobre Ramn Subercaseaux; Lorena Amaro Castro sobre Martina Barros e Ins Echeverra; Daro Oses sobre Fernando Santivn; Sergio Grez sobre Gonzlez Vera: de muchacho anarquista a hombre de izquierda; Ignacio lvarez sobre Benedicto Chuaqui; Jaime Concha sobre Neruda y Hernn Loyola sobre Diego Muoz y Toms Lago.N 19, junio 2013

    n PolisLos Sistemas Participativos de Garanta en el fomento de los mercados locales de productos orgnicos; De la metropolizacin a las agrpolis: El nuevo poblamiento urbano en el Chile actual; Cinco dcadas de transformaciones en La Araucana Rural ; Procesos identitarios, campos familiares y nomadismo: la vida indgena en las fronteras de la modernidad/gubernamentalidad; Ruralidad, paradojas y tensiones asociadas a la movi l izacin del pueblo Mapuche en Pulmar (Neuqun, Argentina); Reflexin sobre el arte latinoamericano: Aproximacin testimonial; Actitudes, consumo de agua y sistema de tarifas del servicio de abastecimiento de agua potable; tica ambiental y desarrollo: participacin democrtica para una sociedad sostenible; Usos del pasado y guerra de las memorias en la Venezuela de la Segunda Independencia; Desigualdades sociales y tipos de territorios en Chile; Comunidades virtuales, nuevos ambientes mismas inquietudes: el caso de Taringa.N 34, 2013.E-mail: [email protected]

    n Nueva sociedadCuarenta y cinco aos de ocaso occidental. Cmo pensar el debate; Estados Unidos o el ltimo Estado hegemnico. El poder en la era del ascenso y la consolidacin del resto del mundo; Espejos y espejismos: las relaciones entre Amrica Latina y Estados Unidos; Las corrientes intelectuales en China actual; India: a pesar de sus limitaciones, una potencia emergente; China en frica: discurso seductor, intenciones dudosas; Transformaciones globales y cambios en las relaciones de poder. Impactos en Amrica Latina y el Caribe; Irn y Amrica Latina: ms cerca por una coyuntura de futuro incierto.N 246, julio-agosto 2013.www.nuso.org

    n Revista MalaEducacin, cultura y sociedadTiempos violentos; El miedo como instrumento poltico, por Ral Sohr; No te calles; La guerrilla urbana en Chile: el caso del FPMR; Cul violencia?; La defensa de los que luchan; En la crcel; Violencia en los medios; Violencia, historia, cultura; Nano Stern.N 8, 2013E-mail: [email protected]

  • Detrs de una crispada barba blanca se esconde su rostro. La montura de sus lentes est ajustada sobre su nariz con al-gn tipo de masilla que l mismo ha mo-delado para dejar el foco del cristal en el lugar preciso. Hace casi cincuenta aos que Bosch vive de su mirada. Habla con clido acento argentino mestizado por su prolongado exilio en Barcelona.

    Para nosotros Chile era lo mismo que para los catalanes Francia. O sea, donde se iba a comprar las revistas, los libros que aqu estaban prohibidos, donde se vean pelculas. La gente que viajaba a Chile, viajaba a la libertad en aquella poca. Yo siempre deca pero si ustedes nunca tu-vieron un golpe de Estado...putas, qu di-ferencia!, ustedes estn acostumbrados a la democracia-. Y cuando lleg Allen-de, ya era completamente eso. Chile era un ejemplo. La victoria de Allende para el mbito progresista en argentina fue la hostia, viste?.

    Carlos y Mempo Giardinelli, escritor y periodista exiliado despus en Mxico, fueron enviados por la editorial en sep-tiembre del 70 a hacer una breve entre-vista y un par de fotos a Allende recin electo Presidente.

    La imagen que me dio a mi fue de un tipo sencillo, te queds en pelotas con el tipo, porque vos tens un milico aqu que es un pedante de mierda, vos sabs cmo es la historia Allende era un tipo que podra ser tu viejo. Ojal hubiera sido mi viejo. La segunda vez fue un caos porque el director de Semana Grfica se niega a mandarnos a la asuncin, en noviembre, porque el tipo no era de izquierdas. Y nos miramos con Mempo y dijimos: nos va-mos a Ezeiza! Haba un avin oficial que vena de Pars con los cubanos, donde ve-nan Cortzar, Guilln... pero est lleno y no nos dejan subir.

    Bosch cuenta que tras su insistencia,

    consiguen un pasaje gratis en el siguien-te vuelo. Con tres Nikon y diez rollos de negativo, llegan a escuchar el traspaso de mando en un taxi y en La Moneda corren hasta el patio de los Naranjos, donde apa-rece Allende desde una escalera. Carlos le gana la vez a los dems reporteros y cami-na hacia atrs fotografiando al Chicho que viene hacia l. Ah saca una de las fotos que sobreviven en la tira de contactos, los negativos fueron incautados por la dicta-dura de Videla.

    Me quedo esperando hasta que baja y click-clack, yo retrocedo, retrocedo, me caigo sobre el jardn de flores y le saco la foto esa... Allende me dice: -Compaero, no me pise los pensamientos, que estn re-cin puestos-. (Re a carcajadas). Los edecanes me ayuda a levantarme! Des-pus de un rato, en el despacho presiden-cial le dije -muchas gracias, no se imagina lo que le agradezco porque para m esto es muy especial: un argentino que trae a la democracia- y se ri. Yo estaba lejano a lo que era la militancia, era un simpatizan-te de todo pero no militaba. Y me acuerdo mi despiste a nivel poltico, porque Mem-po tena una formacin poltica del carajo, revolucionaria, guevarista. Entonces, gra-cias a l con esa formacin, pude disfrutar de reuniones donde pasaban cosas que me entusiasmaban.

    Creo que ese fue un momento muy im-portante para mi, para decirme -Macho, tens que decidirte, tens que meterte en algo-. Yo creo que ah me convert en un tipo de izquierdas. Y al regreso fue don-de yo vi al Cura Mugica (2), lo busqu, me fui a la Villa, hice los afiches a favor de la vacunacin contra la Polio... Y despus el cura me dijo -vos tens que hacer algo, vos andate a verlo a Bonasso y and a trabajar al diario-.

    Se refiere a Miguel Bonasso, periodis-ta y escritor argentino, que en esa poca dirigi el diario Noticias (noviembre 1973

    agosto 1974), vinculado al movimiento guerrillero Montoneros. Ese mismo ao asume la presidencia argentina Hctor Cmpora, El To, en un clima de euforia y polarizacin que desemboc en la llama-da Masacre de Ezeiza al regreso del Gene-ral Pern en junio, donde el ala