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Función Nº 8 Martes 8 de octubre, 20:00 hs
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PROGRAMA
WOLFANG A. MOZART (1756-1791) Concierto para violín y orquesta n.3
en Sol mayor, K. 216 Allegro Adagio Rondo
– Intervalo –
GUSTAV MAHLER (1860-1911) Sinfonía n.5 en Do sostenido menor
Trauermarsch: In gemessenem Schritt. Streng. Wie ein Kondukt.
Stürmisch bewegt, mit grösster Vehemenz. Scherzo: Kräftig, nicht zu
schnell. Adagietto: Sehr langsam Rondo Finale: Allegro – Allegro
giocoso - Frisch
Orquesta Sinfónica de Montreal Kent Nagano director Alexandra Soumm
violín
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Comentarios al programa
WOLFANG A. MOZART (1756-1791) Concierto para violín y orquesta n.3
en Sol mayor, K. 216
Los cinco conciertos para violín que nos legara la pluma mozartiana
fueron crea- dos en un breve lapso de tiempo. A excep- ción del
primero, escrito en el año 1773, las obras restantes para este
género fue- ron compuestas en ágil sucesión durante el año
1775.
Por ese entonces y, tras haber transcurrido la mayor parte de su
niñez y adolescencia dispensando sus dotes de intérprete vir- tuoso
y genialmente precoz compositor a través del continente, Wolfgang
se hallaba establecido nuevamente en Salzburgo, su ciudad natal.
Esos años al servicio del Arzobispo Colloredo no sólo serían los
más fértiles en lo que hace a su producción de obras sacras sino
también en la abundante creación de serenatas, divertimentos y
conciertos para diversos instrumentos.
Si bien sobresaliera desde temprana edad como un virtuoso del
teclado, Wolfgang era asimismo un destacado violinista. Su padre
Leopold, conocido en toda Europa como pedagogo de este instrumento
desde que publicara, el mismo año del nacimiento de su hijo, un
eficaz método para la enseñanza del violín, animó siempre al joven
a seguir superándose en la ejecución de este instru- mento. “No
tienes idea de lo bien que tocas el violín”, escribiría a su hijo
en 1777, manifes- tando asimismo que Wolfgang podría ser uno de los
más grandes violinistas del con- tinente si tan solo se tomara un
poco más en serio asimismo en cuanto intérprete de este
instrumento.
En este aspecto, sin la existencia de docu- mentación que lo
demuestre, probable- mente el joven de 19 años haya escrito para sí
mismo los conciertos para violín, como una forma más y por cierto
usual en la época, de seguir dando a conocer su
labor tanto como compositor e intérprete. También es posible que
haya creado estas obras para uno de sus amigos, el violi- nista
italiano Antonio Brunetti, quien asi- mismo se hallaba al servicio
de la corte en Salzburgo. Para ese entonces el concierto para
violín, cuya tradición proveniente de Italia con modelos como
Vivaldi, Tartini y Geminiani había alcanzado su primacía durante la
primera mitad del siglo, había dejado su sitio preeminente en favor
de los conciertos para teclado. Sería esta la razón por la cual
Mozart centraría sus creaciones posteriores para este género en el
teclado.
De entre sus cinco composiciones para violín y orquesta, el
Concierto n° 3 en Sol mayor, marca un punto de inflexión por la
notable madurez que presenta su escri- tura, en especial si se lo
compara con la obra anterior para esta formación, culmi- nada con
una diferencia de tan solo tres meses. A través del mismo Mozart
des- plegó como nunca antes en este género un verdadero diálogo
entre la orquesta y el solista. En este sentido es probable que sus
experiencias en la composición de música para la escena, donde el
grupo orquestal se convertía en un vehículo de creciente
importancia en la traducción del drama, estuvieran influyendo en su
escri- tura de conciertos, como sucedería aún más estrechamente en
sus años vieneses.
El primer movimiento del Concierto en Sol mayor se inicia, por
cierto, con el ritornello del aria de Aminta “Aer tranqui- llo”,
perteneciente a su ópera Il re pastore, compuesta unos meses antes.
Este tema pleno de elegancia y gracia es introducido por la
orquesta y variado por el solista en su primera aparición. La
estructura de este movimiento responde al clásico allegro de
sonata, con un desarrollo que se inicia en modo menor y la
consecuente reexposición, con sutiles variaciones, del material
original.
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Orquestado este concierto para dos oboes, dos cornos y cuerdas,
Mozart presenta en el segundo movimiento de la obra una novedad
tímbrica que junto a la magistral, equilibrada e inspirada
construcción de sus frases colaboró en hacer de este uno de sus
adagios más memorables. El compositor reemplazó aquí los oboes por
flautas, siendo esta la única aparición de las mismas en todo el
concierto, creando una atmósfera de ensueño mediante la delicada
utilización de las cuerdas con sordina. La belleza de este
movimiento central ha encendido los más notables comentarios a
través del tiempo. Uno de ellos se debe a Albert Einstein quien
manifestara que el mismo “pareciera haber caído directamente del
cielo”.
El movimiento final es un vivaz rondeau que se inicia exultante
presentando un sencillo tema principal. El mismo se alterna con
sectores en los cuales se presenta nuevo material enriqueciendo el
discurso mediante inquietantes modulaciones a Sol menor ó
variaciones respecto del tempo ori- ginal, como sucede en el tercer
episodio del mismo, en el cual Mozart coloca una breve serenata a
cargo del violín acompañado por el pizzicatti de las cuerdas
simulando una mandolina. El concierto, cuyo manuscrito está fechado
el 12 de septiembre de 1775, culmina con la misma gracia y sutileza
que emanara a través de todo su recorrido.
GUSTAV MAHLER (1860-1911) Sinfonía n.5 en Do sostenido menor
El año 1901 marcaría un punto de inflexión en la vida de Mahler,
tanto a nivel artístico, como laboral y personal. Luego de recu-
perarse de una hemorragia intestinal que estuvo a punto de acabar
con su vida, pre- suntamente generada por las constantes tensiones
y discusiones en las que se veía envuelto como director de la
Filarmónica de Viena, decidió renunciar a ese cargo, man- teniendo
sí el puesto de Director Musical de la Hofoper de la capital
imperial.
Mientras tanto comenzó a alejarse de la estética del Cuerno mágico
de la juventud:
ese conjunto de cantos populares recopi- lados a comienzos del
siglo anterior por Clemens Brentano y Achim von Arnim que había
sido el centro de su inspiración como compositor hasta entonces. El
poeta Friedrich Rückert pasó al frente de sus intereses literarios
y comenzó entonces a escribir durante mediados de ese año las
primeras canciones que formarían parte de los Kindertotenlieder
(Canciones a los niños muertos).
También en 1901 adquirió Mahler una edición completa de las obras
de Johann Sebastian Bach editada por la Bachgesellschaft, ocupando
el estudio de los motetes a ocho voces del Kantor de Leipzig, buena
parte del tiempo que pasó convaleciente. Así como se sumer- gió en
la polifonía bachiana se dedicó al estudio de la escritura
contrapuntística en los últimos cuartetos para cuerda de Beethoven.
Y mientras tanto, la villa vera- niega que estaba haciendo
construir desde el año anterior para su recreación estival en
Maiernigg, junto al lago Wörther, en la región de Carintia, era por
fin culminada al comenzar el verano.
Todos esos cambios en su vida se verían plasmados entonces en su
siguiente obra sinfónica, la Quinta, en la cual se alejaría de la
escritura de sus cuatro creaciones anteriores para el género,
signadas por las melodías de El cuerno mágico de la juventud así
como por una vocación programática.
Decidido a crear una obra orquestal basada casi exclusivamente en
elementos musicales se propuso generar una escritura polifónica de
una alta densidad, esculpiendo un monumento que se centraría en un
estudiado y complejo equilibrio contrapuntístico.
Con ese objetivo comenzó a escribir esta obra en cinco movimientos
a partir del tercero de los mismos, durante los meses de verano de
1901, disfrutando por primera vez de la tan preciada soledad que le
otorgaba una pequeña cabaña de madera
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que había mandado construir en el bosque, dentro del predio de su
nueva villa.
Con la llegada del otoño y su regreso a Viena para hacerse cargo de
la Ópera, la obra quedó en pausa pero, mientras la nieve blanqueaba
ya las calles de la ciudad, tuvo lugar otro suceso que impactaría
tanto en su existencia como en esta sinfonía en Do sostenido menor.
Durante una cena, en el mes de diciembre, conoció a Alma Schindler,
una joven compositora dos décadas menor que él, que se convertiría
en su esposa en marzo siguiente.
Fue así como al retornar a Maiernigg, el verano siguiente, Mahler
no lo hizo solo sino con su mujer, que dedicó esos meses a ser la
copista de las partes orquestales ya escritas de la Quinta,
mientras acunaba en su vientre a la primera hija de ambos. Durante
ese verano el compositor culminó la obra, a la cual consideró la
más moderna y abstracta de sus creaciones, entendiéndola como
adelantada a su tiempo.
Las revisiones de la Quinta comenzarían pocos meses después, cuando
la probara,
sin público y durante ensayos, con la Filarmónica de Viena. Los
cambios que realizaría a la partitura se sucederían durante años,
hasta poco antes de su fallecimiento: tal era el interés y la
atracción que despertaba para él mismo esta obra.
Una marcha fúnebre, Trauermarsch, inaugurada por el marcial toque
de una trompeta solista da inicio a esta sinfonía. Esa fanfarria es
un gesto que enlaza, de alguna manera, esta creación con las
anteriores que escribiera para el género, ya que es una cita a la
fanfarria del primer movimiento de su Cuarta Sinfonía.
Dos sectores de trío se intercalan entre los oscuros pasos de la
marcha. Un torbellino de ideas en un complejo devenir
contrapuntístico es lo que nos depara el primero de esos sectores
tras el cual, el retorno de la severa fanfarria inicial sumará en
su final la cita de Nun will die Sonn’ so hell aufgeh’n (Ahora el
sol saldrá radiante) la primera de las Canciones a los niños
muertos. Intenso será también el segundo trío, antes que retorne,
inexorable, cual un eco que no dejará de resonar, el toque de la
trompeta.
Si bien la sinfonía está dividida en cinco movimientos Mahler
estructuró la partitura orquestal en tres grandes partes. La
primera abarca a los dos primeros movimientos como un todo. Es así
como el segundo, en La menor y presidido por la indicación
Stürmisch bewegt, mit grösster vehemenz. (Tempestuosamente movido,
con gran vehemencia) y estructurado en forma de allegro de sonata
viene a ser una respuesta al anterior: toma materiales de aquel
pero contrasta con la marcialidad del primero mediante sus amplias
líneas y su inquieta movilidad.
La Parte II de la sinfonía se corresponde con el tercer movimiento.
Un Scherzo: Kräftig, nicht zu schnell (Fuerte mas no demasiado
rápido), el más dilatado de los movimientos de esta sinfonía está
escrito,
Emil Orlik, retrato de Gustav Mahler, 1902.
dejando atrás las sombrías tonalidades anteriores, en un brillante
Re mayor. Aunando los formatos del rondó y la sonata Mahler
modifica aquí el carácter de la obra de la mano de dos danzas caras
al espíritu austríaco: el vals y el Ländler. Y si el primero de los
dos tríos que aquí se intercalan bien puede evocar la elegancia de
los salones vieneses, el segundo, con el inconfundible llamado del
corno, evocando a los cornos de caza, parece zambullirse en la
imagen de los pueblos alpinos.
La tercera y última parte de la obra se inicia con un Adagietto,
que ha trascendido a la sinfonía que lo contiene. Sus anhelantes
aspiraciones motívicas, su transitar a través de embriagantes
modulaciones y cromatismos, lo han convertido en una pieza que
frecuentemente es interpretada en forma independiente.
Su tema principal está inspirado en otro de sus Lieder sobre texto
de Rückert, Ich bin der Welt abhanden gekommen (Me he retirado del
mundo), el cual había creado en agosto de 1901.
La intensidad de sus líneas melódicas, sutileza y envolvente
carácter nostálgico hicieron de este movimiento el elegido para ser
interpretado el 8 de junio de 1968 durante el funeral del asesinado
Robert Kennedy, realizado en la catedral de St. Patrick en Nueva
York bajo la dirección de Leonard Bernstein.
No obstante sería el gran cineasta italiano Luchino Visconti quien
sentara un sello indeleble en lo que hace a la independencia y
magnitud del Adagietto al constituirlo el centro de la banda sonora
de Muerte en Venecia, película del año 1971 inspirada en la novela
homónima de Thomas Mann.
La sinfonía concluye con una gran celebración contrapuntística en
la forma de un Rondo-Finale, la cual contiene cuatro episodios
fugados que parecen rendir homenaje tanto a Bach como a
Beethoven.
Poco antes del estreno, que tuvo lugar el 18 de octubre de 1904 en
Colonia, con Mahler al frente de la Orquesta Gürzenich, el
compositor escribió a su esposa Alma:
“¡Cielos!, ¿Qué hará el público ante este caos en el que nuevos
mundos son engendrados por siempre, tan sólo para derrumbarse en la
ruina al momento siguiente?¿Qué dirán de esta música primitiva, de
este mar de sonido espumoso, rugiente y furioso, de estas estrellas
danzantes, de estos pasajes iridiscentes, brillantes y que quitan
el aliento?
Claudia Guzmán
Tobías GERSHMAN
Ailén KLOSKO
Lautaro FIGUEROA BALCARCE
Categoría 1 I CABA