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( C omunidad de L ectores L OM ) CL Septiembre - Octubre - Noviembre 2013 año IX - N°34

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El libro de Miguel Lawner fue lanzado el pasado 23 de julio en la sala A1 del Centro Cultural

Gabriela Mistral (GAM)

Cerca de trescientas personas acudieron al evento en que el premiado urbanista nacional Miguel Lawner lanzó su libro Memorias de un arquitecto obstinado, publicado en conjunto por LOM ediciones, la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile y Ediciones Universidad del Bío-Bío. La actividad contó con la participación del grupo de arquitectos Aparcoa y la cantante chilena Isabel Aldunate. Una selecta colección de imágenes inéditas del trabajo de Lawner fue exhibida, entre ellas, exposiciones de su obra en Dinamarca y Alemania.

Arquitecto humanista

Miguel Lawner Steiman nació en Santiago en 1928. Realizó sus estudios secundarios en el Instituto Nacional. Se tituló de arquitecto en 1954 en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Chile, donde fue nombrado profesor de la cátedra Composición Arquitectónica y Urbanística.

Junto a su esposa, Anamaría Barrenechea, y Francisco Ehijo formó la ofi cina BEL Arquitectos, sociedad que por cincuenta años conquistó numerosos premios en concursos nacionales. Fue fundador y secretario de redacción de la revista de arquitectura AUCA entre 1965 y 1970. En 1970 fue designado director ejecutivo de la Corporación de Mejoramiento Urbano, Cormu, institución que asumió obras como la remodelación del Parque O´Higgins y la construcción del edifi cio de la UNCTAD, hoy Centro Cultural Gabriela Mistral.

Tras el golpe militar fue arrestado, permaneciendo recluido durante dos años en diferentes centros de detención. Exiliado en 1975, recibió refugio en Dinamarca, donde ejerció como profesor de postgrado en el Foreign Students Department. A su regreso en Chile en 1984, presidió el Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz y la ONG Taller de Vivienda Social. En la actualidad, es miembro del directorio del Centro de Estudios Nacionales de Desarrollo Alternativo, Cenda.

Fue electo director nacional del Colegio de Arquitectos de Chile y fue su vicepresidente en 1994. En 1992, esta

Memorias de un arquitecto obstinado

Gran asistencia en la presentación del libro

institución le confi rió el Premio Alberto Risopatrón en virtud de su destacada acción gremial. En 2003, la Universidad La República le otorgó el Premio al Arquitecto Humanista. En los últimos años ha emprendido la restauración de una casona para el Museo de la Solidaridad Salvador Allende y la rehabilitación de la casa de Londres 38, centro de tortura de la DINA, para destinarlo a un espacio de la memoria.

 En 2003 publicó La vida a pesar de todo, que contiene dibujos realizados en el campo de concentración de isla Dawson y en los otros lugares donde estuvo confi nado; Retorno a Dawson (2004); y Allende, presencia en la ausencia (2008).

ÍNDICE

Memorias de un arquitecto obstinado (lanzamiento) /01

Recomendados octubre-noviembre-diciembre /02

La vía chilena a la informática

Revolucionarios cibernéticos (reseña) /08

Chile 1971, de Raymond Depardon (fotografí a) /10

Martes once: la primera resistencia (adelanto) /13

Maquinaria Chile (comentario) /15

La Constitución tramposa (adelanto) /17

La lectura oligárquica de nuestra historia

Memoria, política y pedagogía (comentario) /19

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RESEÑA

Hay bastantes relatos de las escasas pero brillantes coyunturas históricas donde las masas de humillados y desposeídos han emergido cual ejércitos de terracota para emanciparse de los órdenes injustos. Hay desgarradoras memorias de los aplastamientos de esos intentos sociales de materializar utopías liberadoras y solidarias. Pero hay pocos testimonios de esos largos y desconocidos periodos históricos a través de los cuales sobrevive y se reproduce la llama libertaria bajo la estabilidad ahogante de los dominios imperiales. Este relato viene a alumbrar esos pasadizos clandestinos.

Los ejércitos de terracota es una novela de difí cil clasifi cación que reúne refl exiones y episodios conmovedores y revolucionarios, protagonizados por personajes opuestos al conformismo político: el viejo anarquista Rioja, el Tupa, el Nazareno, Farías, la carioca del MST, el guerrillero zapatista de la pipa y todos los que pueblan el relato siguen conspirando desde el margen, trabajando tozudamente para preñar la historia y levantar en alguna latitud algún ejército enterrado.

¿Será un relato de aventuras clandestinas? ¿Una urdimbre poética de la voluntad de resistir? ¿Un diálogo existencial de “topos” poseídos por una incontrolable voluntad de horadar el orden establecido? ¿Un guión para una película sudaca de bandidos justicieros? ¿Un escandaloso testimonio de que los adalides del cambio revolucionario también pecan de amores humanos y gozos cotidianos? Mejor será abandonar todo

intento de clasifi cación y arrojarse a este libro, cuyas líneas contribuyen, con humor y amor a la vida, al nuevo ciclo emancipador que nos convoca y que, en realidad, nunca nos ha dejado de convocar. “La guerrilla es como la niebla”, dice el viejo anarquista, “que aquí se disipa a los ojos del enemigo y se vuelve a condensar para aparecérsele más allá”.

¿QUIÉN ES GAIZKA SOPELANA?Nació en Bilbao, País Vasco, en 1961. Es hijo de Andoni

Sopelana, uno de los resistentes vascos que volaron el monumento dedicado al general antirrepublicano Emilio Mola y que posteriormente fueron encarcelados en la prisión de Larrinaga (Bilbao). Asimismo, es nieto de Manolo Sopelana, partícipe y organizador de la fuga del campo de concentración de Gurs (Francia), y de Hermógenes Aduri, gudari (soldado del Ejército vasco) del batallón Avellaneda en la Guerra del 36. Ha sido detenido en varias ocasiones por participar en manifestaciones pro amnistía. Fue encarcelado y posteriormente canjeado, junto con otros presos, por la liberación del político Javier Rupérez. Es afi cionado a la poesía y autor de la novela Los contrabandistas del Bidasoa (2000). Vive en el exilio desde 1981 como internacionalista solidario.

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RESEÑA

En el prefacio del libro, Boaventura de Sousa Santos plantea la siguiente pregunta: “¿Por qué el pensamiento crítico, emancipatorio, de larga tradición en la cultura occidental, en la práctica no ha emancipado la sociedad?”. Según el autor, esta interrogante ha encontrado dos respuestas: por un lado, que de hecho la emancipación social y política posible ha sido realizada y, por otro, que el potencial emancipatorio de este pensamiento está intacto y solo hay que seguir luchando de acuerdo con las orientaciones que derivan de él.

De Sousa Santos considera que ambas respuestas son débiles y en este libro se propone identificar algunas vías para formular una respuesta fuerte, en base a construcciones teóricas y epistemológicas posibles a partir de las luchas sociales de los últimos treinta o cuarenta años, expresadas en la emergencia de movimientos sociales en varios continentes, con demandas fundadas en universos culturales no occidentales.

“A partir de ellos es posible mostrar, por un lado, que la opresión y la exclusión tienen dimensiones que el pensamiento crítico emancipatorio de raíz eurocéntrica ignoró o desvalorizó y, por otro, que una de esas dimensiones está más allá del pensamiento [considerado] válido”, lo que se ha producido por la vasta destrucción de conocimientos propios de los pueblos causada por el colonialismo europeo. En este sentido, el fi n del colonialismo político no signifi có el fi n del colonialismo en las mentalidades y subjetividades, en la cultura y en la epistemología; por el contrario continuó reproduciéndose de modo endógeno.

¿QUIÉN ES BOAVENTURA DE SOUSA SANTOS? Es doctor en Sociología del Derecho por la Universidad de

Yale y profesor catedrático de Sociología en la Universidad de Coímbra (Portugal). Es director del Centro de Estudios Sociales y del Centro de Documentación 25 de Abril de esa misma universidad, y, además, es profesor distinguido del Institute for Legal Studies de la Universidad de Wisconsin-Madison. Se lo considera uno de los principales intelectuales en el área de ciencias sociales, con reconocimiento internacional, con especial popularidad en Brasil, principalmente, después de su participación en varias ediciones del Foro Social Mundial en Porto Alegre. Es uno de los académicos e investigadores más importantes en el área de la sociología jurídica a nivel mundial.

Sus escritos se dedican al desarrollo de una “sociología de las emergencias”, que según él pretende valorizar las más variadas gamas de experiencias humanas, contraponiéndose a una “sociología de las ausencias”, responsable del desperdicio de la experiencia. Veinte de sus libros han sido traducidos al español, entre ellos De la mano de Alicia. Lo social y lo político en la posmodernidad (Bogotá, 1998), Una epistemología del Sur. La reinvención del conocimiento y la emancipación social (Buenos Aires, 2009) y Renovar la teoría crítica y reinventar la emancipación social (Buenos Aires, 2006). Descolonizar el saber, reinventar el poder fue editado por primera vez en Uruguay (2010). co

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NUEVAS FICCIONES

A simple vista, los poemas que integran este volumen se asimilan a la prosa. Sin embargo, bastará acercarse a la orilla del río para descubrir que a través de él no corre agua, sino sangre. “Un instante después las ciudades y las montañas / hechas añicos fl otaban como si fueran minúsculos / pedazos de papel en las corrientes”. La escritura de Zurita, a veces apacible, otras delirante, arrastra y socava a su paso las ya tenues fronteras que separan la realidad del sueño.

En una entrevista, el poeta dijo: “Siento que lo que hago, lo que me toca hacer, es interpretar los sueños de la tierra y recoger fragmentos de ella para la gente”. El trabajo poético, entonces, trenzado con la épica y la profecía, tiene un trasfondo colectivo. Y Zurita parece entender que, si el único y verdadero trasfondo colectivo es la muerte, el camino más difí cil de recorrer es el de la esperanza.

¿QUIÉN ES RAÚL ZURITA?Nació en Santiago, en 1950 es una de las

voces más importantes de la poesía chilena y latinoamericana. Fue una fi gura clave de la cultura disidente durante la dictadura. Entre sus obras más reconocidas están: Purgatorio (1979), La vida nueva (1994), Poemas militantes (2003), Zurita (2011). El año 2000 recibió el Premio Nacional de Literatura y en 2006 el Premio Casa de las Américas de Poesía (Cuba).

MORFINA

Morfina es una nouvelle con dos narradores. Uno, el doctor Bomgard, inaugura el relato celebrando que ha sido transferido a una capital de distrito. “Gran cosa”, imagina que pensará el lector, pero luego de vivir un año y medio en la localidad rural de Gorelovo, leyendo el periódico de la semana anterior con una lámpara a petróleo y viajando kilómetros en trineo para atender un parto,

el doctor Bomgard tiene buenos motivos para sentirse feliz. Hasta que recibe una carta de Poliakov, el joven médico que ha tomado su lugar. El mensaje, garabateado en el reverso de una receta que prescribe una solución de morfi na al 4 %, dice así: ¡Querido colega! Disculpe por escribirle en este trozo. No tengo papel a mano. Estoy severa, gravemente enfermo. No tengo a nadie que me ayude, […]. Le ruego que me visite lo antes posible. Aunque sea por un día. Aunque sea por una hora.

El otro narrador y protagonista de la historia es este personaje que, por medio de su diario, nos transmite magistralmente cómo ha llegado a convertirse en morfi nómano.

¿QUIÉN ES MIJAÍL BULGAKOV?Nació en Kiev en 1891 y murió en Moscú en 1940. Estudió

medicina, pero abandonó la profesión para dedicarse a la literatura. De su trabajo en alejadas provincias rurales proviene el ciclo Notas de un médico joven, al que pertenece Morfina. Tras un breve periodo de éxito durante los años veinte, sus libros fueron prohibidos o deliberadamente ignorados. E n t re s u s o b ra s m á s destacadas están últimas destacan Corazón de perro (LOM ediciones, 2004) y El maestro y Margarita. 4

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RESEÑA

“¿Por qué otra biografí a de Recabarren?”, se pregunta el historiador Julio Pinto. Sin duda, el impulsor del movimiento obrero y fundador de la izquierda chilena contemporánea es una de las fi guras más conocidas de nuestra historia política y social. Sin embargo, “biografí as propiamente tales” solo existen cinco, y todas fueron escritas hace más de veinte años. Es decir, antes de que la denominada “nueva historia” irrumpiera en la escena nacional y abriera no solo la posibilidad de concebir “la vida misma” de un sujeto como propósito historiográfi co, sino también el acceso a un volumen importante de conocimientos acerca de las primeras décadas de nuestro siglo XX. En este sentido, la intención de Julio Pinto ha sido “focalizar la trayectoria vital específi ca de Recabarren y dilucidar cómo ella interactuó con los procesos más amplios en que le tocó desenvolverse”.

Para proporcionar un conocimiento acerca del conjunto de su vida, Julio Pinto escribe sobre la base de los folletos, libros, artículos periodísticos, proclamas y discursos parlamentarios que dejó Recabarren. Pero además considera una importante selección de referencias extraídas de escritos ajenos, obra tanto de simpatizantes como de detractores. Finalmente, hace dialogar al personaje con su tiempo, pues recoge los procesos más amplios que le tocó presenciar y enfatiza aquellos en los que asumió un papel protagónico. “Es eso”, señala, “lo que autoriza a catalogar este estudio no como una mera biografí a individual, sino como una biografí a histórica”.

En palabras de Julio Pinto, “a cuarenta años del golpe de Estado, y a cien de la fundación del Partido Obrero Socialista, esta nueva biografía de Recabarren puede aportarnos elementos importantes de reflexión y contraste para entender mejor

nuestro complejo e incierto comienzo de siglo. Tan complejo e incierto como el que en su momento debió enfrentar el protagonista de este libro”.

¿QUIÉN ES JULIO PINTO VALLEJOS?Es licenciado, magíster y doctor en Historia por la

Universidad de Yale, EE.UU., con especialización en América Latina contemporánea. Académico jornada completa de la Universidad de Santiago de Chile, se ha desempeñado también como docente en las universidades Católica de Chile y de Talca, y como profesor invitado en la Universidad Estadual Paulista de Brasil y en la Universidad Autónoma Metropolitana de México. Entre otros libros, en LOM ediciones ha publicado: Historia contemporánea de Chile, cinco volúmenes (1999-2002), en coautoría con Gabriel Salazar; ¿Revolución proletaria o querida chusma? Socialismo y alessandrismo en la pugna por la politización pampina (1911-1932), en coautoría con Verónica Valdivia (2001); Trabajos y rebeldías en la pampa salitrera, en coautoría con Luis Ortega; Cuando hicimos historia, como editor y compilador (2005); Desgarros y utopías en la pampa salitrera (2007), y ¿Chilenos todos?, en coautoría con Verónica Valdivia (2009).

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RESEÑA En Alemania, la caída del muro de

Berlín dio origen a un verdadero género narrativo: la novela de reunificación. Es cuento largo de Günther Grass, Nuevas vidas de Ingo Schulze, La torre de Uwe Tellkamp y En tiempos de la luz menguante de Eugen Ruge son algunos de los más connotados ejemplos. Sugiero que nos besemos hace algo más que aumentar la lista. Publicada originalmente en 2009, la novela de Rayk Wieland constituye una parodia del género.

Veinte años después del suceso de 1989, el señor W. recibe una invitación de la A.D.P.C.A. (Asociación de Desconocidos Poetas Clandestinos de Alemania) para participar en el simposio “Poetas. Dramas. Dictadura. Efectos colaterales y riesgos de la literatura clandestina en la RDA”, un evento que tiene por objetivo “conferirle una voz a la literatura perseguida y reprimida en la antigua RDA”. El problema es que, por lo que sabe de sí mismo, el señor W. nunca ha sido escritor, mucho menos escritor oprimido. “Igual en ese país escribía cualquiera”, dice, igual “por los medios deambulan de vez en cuando personas que aparecieron un día en playas distantes, sin saber quiénes son ni de dónde vienen. […]. ¿Por qué no habría yo de ser un poeta perseguido de la clandestinidad que se ha extraviado para sí mismo y para el mundo?”.

Pero el asunto es más pedestre: durante los ochenta el señor W. mantuvo correspondencia con Liane, una muchacha que vivía en Münich y, de vez en cuando, garabateó algún poema de amor, sobre todo “para llenar las páginas”. Y como nunca consultó su expediente de la Stasi por considerarlo “muy, cómo decirlo, estúpido”, ignoraba que sus cartas habían sido interceptadas y que él había sido procesado operacionalmente “por descalifi car el orden estatal”.

Así, Rayk Wieland toma distancia al mismo tiempo de la condena y del culto a la RDA. Como señala Anne Nordman, “tomarse para la risa el hecho de haber sido espiado no integra el catálogo de las reacciones típicas”. En este sentido, Sugiero que nos besemos “pulsa una nota afectiva inusual en la relación con la RDA” y parodia al género que ha narrado su historia con afectación, da lo mismo si nostálgica o indignada. Para el protagonista del libro, “un servicio de inteligencia que se interesa por las protuberancias pubescentes de un chico de dieciséis años tiene que estar tocado en lo más íntimo de su centro cerebral, completamente gagá”. Lo interesante es que el juicio de Wieland no se restringe al tiempo pasado. Las instituciones que hoy reclaman su presencia están preocupadas por reivindicar a “una armada lírica que estuvo a punto de arruinar a la RDA con rimas privadas”. Por este motivo, aunque el señor W. declare que él es “absolutamente apolítico”, el sentido de su afi rmación depende de lo que por “política” queramos entender.

¿QUIÉN ES RAYK WIELAND? Rayk Wieland nació en 1965 en Leipzig (Alemania).

Aprendió el oficio de electricista, estudió Filosofía y fue redactor de prensa y radio. Desde el verano de 2009 trabaja como escritor y periodista de televisión en Hamburgo. Ha publicado las novelas Kein Feuer, das nicht brennt (München: Kunstmann Verlag, 2012) e Ich schlage vor, dass wir uns küssen (München: Kunstmann Verlag, 2009), traducida al español como Sugiero que nos besemos y publicada en 2013 por Beatriz Viterbo y LOM ediciones.

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RESEÑA

¿De qué hablamos cuando hablamos de nueva constitución y asamblea constituyente? Entender cómo nuestra “carta fundamental” actual ejerce su abuso, qué cerrojos tiene, y, lo más importante, conocer algunos de los caminos posibles que conducen a una nueva constitución, son algunos de los cometidos de La Constitución tramposa. Ahora bien, el autor, Fernando Atria, no se contenta únicamente con defi niciones ni indicaciones de manual, sino que ahonda y complejiza los problemas al recrear discusiones, con sus posibles argumentos y contraargumentos, que en conjunto apuntan hacia un solo lugar: consolidar la urgencia de una nueva constitución, es decir, de un nuevo fundamento de origen popular.

Es por esto que Atria hace hincapié en la urgencia de concientizar al pueblo acerca de la legitimidad y necesidad de la demanda de una nueva constitución, antes incluso de discutir en detalle los mecanismos posibles para acoger esa demanda. La premura por determinar los mecanismos puede ser contraproducente, incluso hasta el punto de repetir los eventos de 2005 y mantener la neutralización. “Si [...] lo que se intenta hacer es responder lo más rápido posible a la demanda de nueva constitución mediante un ‘gran acuerdo’, no ocurrirá otra cosa que una reedición del fracaso del 2005: se dictará una reforma constitucional que se presentará como si fuera la solución al problema constitucional [...], solo para observar pocos años después que todo quedó igual”.

E n t o n c e s , a n t e s d e b e s u r g i r e l convencimiento popular de que necesitamos un nuevo fundamento. No podemos llegar a esa instancia sin un apoyo y convicción masivos. De otro modo, serán una vez más los emperadores de la política quienes detenten aquello que es propio y originario del pueblo: el poder constituyente.

¿QUIÉN ES FERNANDO ATRIA?Es abogado y profesor de Derecho en la Universidad

de Chile y la Universidad Adolfo Ibáñez. En 1999 obtuvo su doctorado en la Universidad de Edimburgo (Escocia). Durante los últimos años ha participado activamente en el debate ciudadano sobre las reformas educacional y constitucional. Ha publicado artículos sobre estos y otros temas de derecho en diversos medios y revistas especializadas tanto latinoamericanas como europeas. Algunos de sus libros son: On Law and Legal Reasoning (2002), Mercado y ciudadanía en la educación (2007), La mala educación: ideas que inspiran al movimiento estudiantil en Chile (2012), Veinte años después: neoliberalismo con rostro humano (2013). También es coautor del libro El otro modelo: del orden neoliberal al régimen de lo público (2013).

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Reseña del libro Revolucionarios cibernéticos. Tecnología y política en

el Chile de Salvador Allende,de Eden Medina1.

Qué duda cabe, el proyecto Synco es uno de los acontecimientos más extravagantes que han sucedido en la historia de nuestro país. Su existencia permaneció por años escondida en los archivos de las instituciones que participaron en él, en la memoria de sus arrojados perpetradores y en los pocos medios que cubrieron el suceso con estupefacción. Eso, hasta que Eden Medina, tenaz investigadora norteamericana, encontró indicios de su existencia en un viejo libro sobre la Unidad Popular y quiso hacer de esta aventura el objeto de su investigación doctoral. El resultado de ese afortunado accidente es Revolucionarios cibernéticos, la crónica de una aventura tecnológica y política sin precedentes.

Los aspectos básicos de la historia dicen más o menos así: abrumado por la complejidad creciente en la gestión de las empresas públicas, como consecuencia de la fuerte política de nacionalización emprendida por el Gobierno, el subdirector de la CORFO, un joven Fernando Flores, solicitó en 1971 la asistencia de Staff ord Beer, un barbado experto en management, cuyas ideas cibernéticas ofrecían un novedoso método de manejo empresarial. Flores le hizo una propuesta difí cil de rechazar: la posibilidad de aplicar sus teorías ya no a una empresa o un holding productivo, sino a la mismísima economía de un país. Y no a la de uno cualquiera. Se trataba nada menos que del inédito proyecto chileno de conciliación entre socialismo y democracia impulsado por la Unidad Popular. Beer no dudó en aceptar y se embarcó por más de dos años en el diseño y la implementación de un sistema de gestión fundado sobre un modelo de organización empresarial que emulaba el funcionamiento del sistema nervioso humano.

Con una prosa entretenida, a medio camino entre la crónica periodística y el texto especializado, el trabajo de Medina formula una interesante reflexión acerca de las relaciones que existen entre tecnología y política. Para la autora, las particulares circunstancias del proyecto socialista

La vía chilena a la informática

Por Matías Wolff Cecchi

chileno permitieron la utilización de la cibernética de una manera que probablemente no podría haber sido replicada por ninguna superpotencia. Esa imbricación entre historia y técnica la conduce a sostener que la tecnología es política. No se trata del mero subproducto material de un contexto o la manifestación menor de un discurso o una idea. Ella es ese discurso y esa idea. Por este motivo, la autora señala que su intención no ha sido “sacar a la luz los movimientos políticos que se ocultan tras un proyecto tecnológico a través del desmenuzamiento de una dicotomía entre lo social y lo técnico”, sino relevar “precisamente la ausencia de esa dicotomía”.

Según Medina, la cibernética fue difuminando algunas fronteras fundacionales de la ciencia tradicional como las que dividen lo técnico de lo teórico, lo natural de lo cultural o el fenómeno de su concepto. Y aunque esa condición la haya expuesto a fuertes críticas que increparon su falta de rigor y su propensión a la especulación o directamente a la charlatanería futurista, su desarrollo a partir de mediados de los años cuarenta desde las ya míticas Conferencias Macy ha permitido la emergencia de importantes especulaciones acerca del funcionamiento de las organizaciones y los sistemas de la más diversa índole. El auge de la computación, Internet o la actual ciencia cognitiva no se puede comprender sin ese antecedente directo.

1 La versión completa de esta reseña fue publicada en Revista Pléyade, núm. 11 (2013): 133-136. 1 La versión completa de esta reseña fue publicada en Revista

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Tomando entonces una perspectiva análoga al gesto emprendido por su objeto de estudio, la investigadora interpreta los aspectos centrales del proyecto de Allende como coextensivos a la pretensión de Beer. En su tesis, tanto la Unidad Popular como el proyecto Synco serían respuestas “a las preguntas relacionadas con cómo conservar la estabilidad de un sistema y al mismo tiempo facilitar sus cambios […], garantizar la cohesión del todo sin sacrifi car la autonomía de sus partes, y […] encontrar el equilibrio entre las formas de comunicación verticales y horizontales”.

El primer lugar donde Beer aplicó esa lógica –nos cuenta Medina– fue al interior del proyecto. Las ideas del inglés crearon “una cultura de trabajo que ponía énfasis en la amistad, en tomar riesgos, en el aprendizaje independiente y en la creatividad”. Esto signifi có la creación de una red de colaboradores de la más diversa índole –desde el diseñador alemán Gui Bonsiepe, responsable del ya mítico Ops Room, a la participación de esos “cibernetistas chilenos”, Humberto Maturana y Francisco Varela– que fueron apuntalando la iniciativa desde su propia experiencia técnica y teórica. La urgencia del proyecto, así como el perfi l de sus participantes, permitió por otra parte que este adoptara una mirada mucho más pragmática que conceptual a la hora de concebir las soluciones que debía entregar. Siguiendo un criterio que hoy llamaríamos performativo, Beer creía que era mucho “más importante comprender lo que las cosas hacen que cómo funcionan”. Tanto el hardware –la red de télex que conectaría las distintas empresas; el ordenador central que computaría los datos– como el so� ware –el programa de modelamiento económico con que operaría el sistema− y la jerarquización de los dispositivos regulatorios concebidos para gestionar los distintos niveles, obedecerían desde el primer momento

a este principio.

Ahora bien, la corta vida de Synco, producto del golpe de Estado que lo cortó de raíz, dejó pendiente la conclusión acerca del real grado de concordancia entre socialismo y libertad cibernética. Su utilidad más célebre –la coordinación de las reparticiones públicas que permitió hacer frente al Paro de Octubre– tuvo mucho más que ver con el hardware comunicacional instalado que con los principios de autonomía tan preciados para su conceptor. Y aunque resulte paradójico, la historia ha ido demostrando que ideas de autogobierno como las propuestas por Beer fueron reinterpretadas mejor en el sentido de las transformaciones que comenzó a vivir el capitalismo a partir de esa fecha. La gubernamentalidad neoliberal vio en las fantasías cibernéticas un terreno fértil para elaborar sus mecanismos de gestión de recursos técnicos y humanos. Fernando Flores, como observa Medina, jugó un papel importante en este traslado, mientras Beer se retiraba a meditar y escribir en una cabaña de los bosqu es de Gales.

De este modo, la lectura de Revolucionarios cibernéticos nos muestra no solo que experiencias marginalizadas como la de Synco resultan ser manifestaciones directas de procesos que la historia más tradicional creía haber clausurado. También nos convence de que los derroteros de esas iniciativas pueden no estar siempre en la línea que pretendieron, lo que hace su pesquisa aún más interesante desde el punto de vista historiográfi co y político. Revolucionarios cibernéticos no se queda por lo tanto en el blando calor del homenaje, sino que invita a extender la refl exión hacia terrenos más ásperos, abiertos solo por la perspicacia de Medina y su notable investigación.

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1 Textos: entrevista a Raymond Depardon, por Philippe Séclier, mayo 2013.

Raymond Depardon, creador de la agencia Gamma, y luego integrante de la prestigiosa Magnum, visita Chile en 1971. El país celebra el primer aniversario del triunfo electoral de Salvador Allende, y el fotógrafo viaja al sur mientras espera que se concrete su encuentro con el presidente. Ahí, señala, encuentra “su distancia”, algo así como la separación indicada para retratar lo propio: “Yo ya había visto a mi padre trabajar con bueyes, pero era demasiado joven para tomar fotos […]. Veía a la gente con sus trajes, llevando sus pequeños sombreros negros. En algo se parecían a mi familia, sobre todo a mis abuelos, y era como si fi nalmente hubiera hecho un viaje en el tiempo. Había por fi n encontrado mi ‘distancia’”.

Conmovido, Depardon retrató “las caras de un mundo en vías de desaparición”. Más de cuarenta años después, estas fotografí as vuelven a los chilenos a través del libro Chile 1971.

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“Sentía pasión por la fotografí a, pero en el fondo no sabía bien lo que eso signifi caba. Comencé como aprendiz, luego seguí como independiente y terminé por entrar en la agencia Dalmas como fotógrafo. Entonces solo tenía dieciocho años. Recorrí el mundo entero bastante rápido…”.

“…Los etnólogos fueron los primeros en plantearse la pregunta esencial: ¿Qué es lo que hacemos aquí?… Pledge enseguida me habló de Chile, me explicó que allí pasaban cosas muy interesantes desde la llegada al poder de Salvador

Allende. En 1971, justamente, se cumplía el primer aniversario de la Unidad Popular y, por consiguiente, era también la ocasión de hacer un balance del primer año de Allende como presidente de la república chilena…”.

“Por mis orígenes rurales, la reforma agraria me parecía más interesante para tratar que las minas instaladas en el norte del país… [En el sur] Veía a la gente con sus trajes, llevando sus pequeños sombreros negros; en defi nitiva, lo opuesto a los clichés de América del Sur, y sobre todo de

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los campesinos mexicanos, que se podían ver en el cine de la época”.

“Este reportaje fue muy importante para mí, me abrió a otra fotografí a, en el sentido de que me permitió darme cuenta de que no estaba obligado a ir a todos los consejos de ministros en París o a las visitas ofi ciales de presidentes, que era lo cotidiano de las agencias…”.

“Lo que me saltó enseguida a los ojos revisando las imágenes hoy son las caras de un mundo en vías de desaparición, que me conmovieron en su época y aún me conmueven”.

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Libro de investigación del periodista Ignacio Vidaurrázaga, próximo a ser

publicado por LOM ediciones.

El libro es el resultado de tres años de investigación y

reúne testimonios de varios sobrevivientes que, en diversos

lugares de Santiago, combatieron ese día del golpe de Estado.

Esos relatos son contrapuestos con las confesiones de

militares que actuaron entonces y que en 2011 declararon ante

el ministro Carroza por casos de violaciones a los derechos

humanos. De este modo, se ven recreados los enfrentamientos

en Tomás Moro, La Moneda, el cordón Cerrillos, Mapocho,

y varios lugares de la zona sur de la capital, un escenario de

actos épicos y desesperados.

El libro está compuesto por dos partes: la primera es la

reconstrucción de esas veinticuatro horas del 11 de septiembre

de 1973, minuto a minuto, y esencialmente en base al cruce

de fuentes. La segunda es una selección de entrevistas

a historiadores, exmiembros del GAP, hijos de caídos y

exmilitares que fueron perseguidos, que aporta contextos y

fundamentos de por qué se estuvieron en esos lugares y las

razones de su disposición combativa.

La intención de esta reconstrucción es mostrar la actitud

de resistencia más allá de Salvador Allende. También para

hacer visibles los grises de este momento, la retórica de las

armas, buscando el predominio del punto de vista de los

desconocidos que tomaron las armas, los olvidados y ocultos

por las conveniencias de la transición y también a causa de los

miedos propios. Hombres y mujeres que pasados los sesenta

años se atreven a hablar o vuelven hablar, pero esta vez con

detalles nuevos de combates, hostigamientos y resistencias.

A continuación, fragmentos de la presentación de este

libro por parte del autor:

“Escribí esta larga crónica con la convicción de que las

historias de los vencidos son intentos y fuerza a metabolizar.

Lo hice pensando que los actos de resistencia de ese 11 de

septiembre, cuarenta años atrás, de alguna forma también se

expresan hoy en los estudiantes, los mapuches, las mujeres,

Adelanto de publicación

Martes once:la primera resistencia

los tocopillanos, los trabajadores contratistas y otros que

retornan a las calles de Chile para empujar sus viejas y nuevas

demandas y constituirnos nuevamente como pueblo”.

“Con esta investigación quisiera aportar con una vuelta de

tuerca en el conocimiento de los pormenores de ese día, y para

eso me sitúo desde el testimonio y las voces de los vencidos en

armas, de quienes ese martes dispararon, trasladaron armas o

protegieron heridos, vieron morir a otros y, al fi nalizar el día,

fueron detenidos o alcanzaron a evadirse para ser apresados

tiempo después, luego pasaron a la clandestinidad o tuvieron

que irse al exilio. Es ese el lugar que he querido asumir como

periodista-cronista”.

“Este es un libro que trata sobre los que fueron vencidos,

pero no quedaron derrotados”.

“Creo que uno escribe por muy distintos motivos. En mi

caso, he buscado responder preguntas que he ido acumulando

en el transcurso de décadas. Me he colocado en el lugar de

los jóvenes de 18 años, de 25, de 30 y hasta de más de 40 que

no vivieron el golpe del 73. Y por eso, este es un libro que no

supone conocimientos previos sobre ese tiempo, más allá de

algunos muy esenciales. Asumir esa opción ha signifi cado

muchas notas y procurar que el relato esté acompañado con

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infografí as, recortes de prensa, etc. Y que lo dominante sean

las múltiples voces y las fuentes cruzadas, y que uno, desde

el rol de autor, logre mimetizarse y casi agazapado conduzca

y oriente el fl ujo del relato”.

“También creo que la motivación responde a lo que

hubiese querido saber ese día, a mis 18 años de estudiante

secundario del cuarto medio A del Liceo de Aplicación,

cuando era un dirigente estudiantil del FER y militaba en el

MIR, al igual que mi hermano Gastón”.

“Opté por que nuestros entrevistados fueran muy

heterogéneos, cuidando solo un rasgo común: haber sido

protagonista de actos armados ese día 11”.

Las declaraciones de los militares ante la justicia

“Posteriormente y en momentos en que había avanzado

mi plan de entrevistas, durante el 2012 me llegarían, desde

manos amigas, los tomos de la investigación judicial por la

muerte del presidente Salvador Allende a cargo del ministro

Mario Carroza. De inmediato, al conocerlo, asumimos que con

ese material se transformaba el propósito del libro. Desde las

entrevistas iniciales pasamos a buscar que estas calzaran en

un amplio perímetro los movimientos de las tropas con los

testimonios de los combatientes sobrevivientes. Porque por

primera vez, de manera sistemática, teníamos las voces de

diversos ofi ciales de Ejército pertenecientes a los distintos

regimientos que cercaron y asaltaron La Moneda. Ahora, los

pañuelos color naranjos y los brazaletes blancos con tortugas,

contraseñas de los golpistas ese día, se corporizaban en un

capitán o un mayor con nombre y apellidos”.

“Varias decenas de exofi ciales debieron, durante el 2011,

concurrir a prestar declaraciones judiciales sobre sus roles ese

día, cuando eran hombres de 22 a 35 años, tan jóvenes como

los defensores de La Moneda o los que cruzaban Santiago

con autos cargados de armas esa mañana. Ciertamente, no

ignorábamos que el carácter de ser una declaración judicial

podía restarles signifi cación a sus dichos, sin embargo para

nuestro objetivo eran valiosos insumos a la hora de componer

el rompecabezas de la operación militar del Golpe.

“Para esta investigación, esas confesiones de subtenientes,

tenientes, capitanes y mayores tienen el mérito de que son

prácticamente lo único que existe ante el silencio institucional

sobre cómo se hizo operativamente el Golpe. Antes, solo

habían estado disponibles vaguedades o apuestas ególatras

de los generales Pinochet, Brady, Baeza, Palacios, Leigh, Díaz

Estrada, etc. Desde esas nuevas declaraciones judiciales,

relacionadas con otras fuentes documentales y audiovisuales,

además de nuestros entrevistados, nos fue posible inferir

planes, órdenes y tensiones de los mandos durante el

transcurso de esas difí ciles horas”.

De víctimas a resistentes

“En Chile, a diferencia de otros países, es aún infrecuente

que se asuma: fui un resistente… estuve en la resistencia, y que

ello se traduzca de inmediato –al menos en la mayoría de los

casos– en motivo de orgullo y reconocimiento social. Aquí

la dictadura instaló los conceptos de subversivo y terrorista

y estos han perdurado en el tiempo. Quizás ello explica que,

transcurridos cuarenta años, aún existen personas que

por razones de trabajo o familiares todavía no se deciden

a compartir las experiencias de resistencia armada que

tuvieron ese día o durante los 17 años siguientes”.

No era ningún juego de niños

“Otro de nuestros entrevistados, Sergio Parrau, hasta el momento en que nos juntamos a realizar la entrevista, en diciembre de 2011, había permanecido en un discreto silencio de casi 39 años, sin hacer públicas o compartir sus vivencias como participante de los enfrentamientos armados en la población La Legua, o formando parte de la columna encabezada por Arnoldo Camú, Agustín, jefe del aparato militar del PS. Con seguridad ese fue el único destacamento armado de poco más de un centenar de combatientes –hombres y mujeres– que armados con fusiles AK cruzó ese día la comuna de San Miguel, en la zona sur de Santiago, para librar durante más de diez horas diversos enfrentamientos con fuerzas de Carabineros y de la FACH. Pese a todo, no pudieron cumplir su objetivo de constituir una columna conjunta con combatientes del PC y el MIR para ir a La Moneda a rescatar a Salvador Allende”.

“Ese día once, Parrau estaba en la Planta Sumar Poliéster cuando vio aproximarse un helicóptero Puma del Ejército, mientras otros le disparaban desde la copa de agua a 30 o 50 metros de altura. A propósito de esto él recuerda:

Yo disparé en contra de ese helicóptero y no sé adónde iría a parar. Cada uno disparaba individualmente, no había un orden. Como éramos atacados, me refugié detrás de un poste y desde ahí disparé: sentía pasar las balas cerca, era un combate, no era ningún juego de niños. Disparábamos tiro a tiro, porque había que cuidar el parque… uno no sabía qué había por delante, si íbamos a estar todo el día o parar. Recuerdo que luego, desde Sumar, nos trasladamos a otro lado con Camú.

“Posteriormente, cuando apenas habían transcurrido menos de dos meses, a comienzos de febrero de este año, Sergio fallecería de un ataque cardiaco fulminante, dejando tras de sí la consternación entre los suyos, y este, su único y póstumo testimonio”.14

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Estos poemas fueron escritos (…) / en el lugar de los hechos: / montañas y humo de la ciudad de Santiago. / Son un homenaje a mi generación. / La batalla por los recuerdos colectivos / no está perdida. Estas palabras, que abren el nuevo libro de José Ángel Cuevas, podrían servir como epígrafe a toda su poesía. Una poesía situada en el dramático devenir de este país. En ese devenir como experiencia cotidiana, como vivencia. Una poesía escrita ahí, en el lugar de los hechos. Una poesía escrita para reivindicar a los vencidos. Para preservar su utopía perdida de la derrota fi nal que es el olvido.

Maquinaria Chile y otras escenas de poesía política se llama este libro. De alguna manera, eso es lo que ha hecho Cuevas en todos sus libros. Desmontar los mecanismos con que funciona esa maquinaria implacable en que se transformó el país después del Golpe. Descifrar el guión tras las escenas, a menudo dramáticas, de la vida dentro de esa máquina.

El libro empieza con un sueño: Kiko Rojas duerme en su casa de Conchalí, el pobre, / y sueña que es 11 Sept. de 1973. / Que viene la Federación Obrera de Chile / (Foch), galopando por el medio del desierto / con Recabarren a la cabeza / salitreras 1910 / una polvareda de armas, gente. Esa polvareda abre paso en el sueño a la narración de lo que no fue. La historia del 11 como ucronía. Nadie puede / ni podrá decir que el pueblo de Chile / fue vencido en un par de horas. Kiko Rojas sueña la lucha, el momento decisivo, la victoria fi nal. El río Mapocho arrasa con los batallones traidores. / pedazos de edifi cio les caen encima / El capital fi nanciero / se evapora. El sueño de Kiko Rojas que sueña la victoria imposible, hasta despertar: Se para el Golpe / la gente sale a la calle / hay respeto por los muertos / Allende habla desde la Plaza Bulnes / Kiko Rojas despierta. / El sueño fi naliza. Ni hubo respeto por los muertos, ni Allende habló desde ninguna parte, ni Recabarren vino galopando desde el desierto. Estos poemas de Cuevas hablan justamente del reverso de ese sueño. Del despertar de pesadilla que fue nuestra realidad de ahí en adelante. Hasta el día de hoy.

Este libro es un aporte informativo sobre estos últimos cuarenta años, ha dicho su autor. Más que un aporte

informativo, yo diría una entrega más del largo documental subjetivo que ha escrito Cuevas durante estos años. Un documental personal sobre la historia reciente del remoto y presuntuoso. De los días vividos en el interior de esta máquina, de este animal: Chile es un tremendo animal, donde todos estamos metidos sufriendo y gozando.

La Unidad Popular. El país bajo estado de sitio; el terror. La épica cotidiana de la resistencia durante los años ochenta. Los años de la transición a ninguna parte. La patria convertida en un supermercado gigantesco. El pueblo de Chile degradado, idiotizado en las fi cciones del consumo, las tarjetas plásticas, los autos nuevos. El recorrido es largo y da cuenta de la escala del trabajo de Cuevas. De una escritura sostenida por la historia amarga de las últimas décadas, atravesada por ella.

Solo un par de poemas, un par de imágenes.

“¿Y qué dentro de los campos de concentración como lugar?” El poema así titulado, con la frialdad de una reconstrucción de escena, dispara al lector preguntas como estas: ¿Cuántos caben dentro de una pieza de interrogación, oh, pueblo de Chile? ¿Quién hace la comida en los campos de

Comentario a Maquinaria Chile de José Ángel Cuevas (LOM ediciones, 2012)

Contesten prontoPor Jaime Pinos (en carcaj.cl)

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concentración? ¿Se les da comida a los interrogados? ¿Y a los interrogadores? ¿Y cuando cae la lluvia sobre los techos de zinc qué? ¿Y los vómitos de los interrogados? ¿Quién los limpia? ¿O hacen comérselos a ellos mismos / los interrogados? ¿Llevan un camisón, un número en la frente marcada de cenizas? ¿Dónde habrán quedado los guetos / ruinas / parrillas, picanas, tarros con mierda, alambres de púas, magnetos? Los campos de concentración como lugar, como escena de los crímenes. Los detalles prácticos, la domesticidad de esa realidad macabra que fue el exterminio. Nuestra versión de la banalidad del mal. El descubrimiento reciente del cuartel de exterminio Simón Bolívar, nuestro propio Auschwitz, ha dejado claro que aún estamos lejos de comprender hasta dónde llegó la organización de lo siniestro en este país. Estas preguntas que Cuevas dispara en el poema son una forma de obligarnos a no desviar la mirada, a pesar del tiempo transcurrido. De interpelar al lector, de exigirle recordar: Usted, señor lector, ¿qué opina?

En “Carta a Chile” el poeta se aleja y desde esa distancia, desde otro lugar, hace un llamamiento al pueblo de Chile: Oye, No se endeuden. Ni se encalillen / no hagan más caso del aparato de televisión / al que pasan pegados. / Es apenas un objeto electrónico y tonto / en manos de unos cuantos chuscos de mierda / que quieren dirigirles sus mentes y se las han dirigido. El poeta le hace un llamado a dejar esta vida, a salir del sistema, a rebelarse contra la dictadura del dinero y de las cosas. A dejar de ser engranajes de la Maquinaria Chile y retomar la lucha: ¡Vuelvan a la lucha! ¡Hay tanto que hacer! / Recuperar nuestro lugar. Por algo somos lo que fuimos. ¿O no?

Recuperar nuestro lugar. Recordar, asumir que somos lo que fuimos. Imaginar una vida distinta. Volver a la lucha. La importancia de este libro, y de toda la poesía de José Ángel Cuevas, ha sido mantener vigente ese llamamiento y abierta esa posibilidad. Ahora que el país parece empezar a salir de una larga resaca, desde ese otro lugar que es la poesía, dice el poeta: ¿Ahora sí desean venirse para acá? Los árboles, el mar / Si quieren hablo con la gente de aquí. / A ver si pueden recibirlos por lo menos unos tres / cuatro millones que se vengan. / Y hacemos un país nuevo. / Podría ser. / Contesten pronto.

Otras obras de José Ángel Cuevas en LOM Ediciones: Poesía de la comisión liquidadora (1997), Diario de la ciudad ardiente (1998) y el libro del ciudadano 1973 (2003).

Los vencedores

los Vencedores están ahí, siempre ahí

vienen / dirigen / la llevan

en sus palacios

y fundos sofofa / sna / cni.

Los vencedores se ríen sacan la castaña con la mano [del gato.

Los vencedores Edwards / Ma� e / Piñera / Bulnes / Ossa

en las fotos Vida Social Cachagua Zapallar

los muy culeados.

Los vencidos se metieron a choros hace cuarenta años

a expropiar tierras y empresas monopólicas / bancos [que pasaron

al Estado. Le quitaron el cobre a los yanquis.

Los vencedores vencieron al pueblo unido

el pueblo unido no luchó ese día

(hubiera sido una masacre)

los vencedores usaron a las ff aa

Los hijos de los vencidos agüevonados hoy ven tele

hablan de fútbol profesional.

No se meten en política no se inscriben en los registros

quieren tener tarjeta Master

y un celular P.33 con música al oído se rapan se agujerean

la boca

sus padres trabajan todo el santo día.

Los vencedores se hacen los lesos / se ríen

de los vencidos

los vencidos se quedan tranquilos no se meten en nada

los que hicieron el trabajo sucio

se hacen los lesos.

Están juramentados.

Poema 10

Perdón por haberlos molestado

con hechos dolorosos / asesinatos espantosos.

Lo único que yo quería

era que se acabara la explotación

del hombre por el hombre, ¿recuerdan?

Y el trabajo enajenado que decía Carlitos M.

Pero terminó mal,

sacaron a pedazos a R. Díaz y Pincheira

quemados con soplete ay ay ay

Todos recordarán la Casa Arrieta

si fueron capaces de volar el auto

de su propio Comandante en Buenos Aires

y después Letelier, Tucapel… Era eso.

Perdonen que los haya molestado

con estos recuerdos tan amargos.

Yo sé que ustedes están en Otra.

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El año 2005, al momento de promulgar la Ley 20.050, que introdujo reformas a la Constitución de 1980, Ricardo Lagos dijo: “Chile cuenta [...] con una Constitución que ya no nos divide, sino que es un piso institucional compartido”. Su afi rmación fue obviamente celebrada por los miembros de la Concertación y rechazada por los de la Alianza. “Por muy importantes que hayan sido las reformas”, señaló el entonces senador Andrés Chadwick, “sigue siendo la Constitución de 1980. [...] Para que haya una nueva constitución se requiere de un proceso constituyente originario, no de un proceso de reformas”.

En el primer capítulo de La Constitución tramposa, Fernando Atria recuerda este episodio para ejemplificar cómo los actores políticos suelen entender las cosas (incluso las importantes) al revés. Aquellos que hoy se oponen a la asamblea constituyente y defi enden la Constitución actual dicen lo mismo que en 2005 manifestaban los partidarios de llamar a esa reforma “nueva constitución”. Por su parte, los que hoy son partidarios de la asamblea constituyente podrían reproducir con exactitud las palabras de Chadwick para explicar por qué en 2005 el orden constitucional realmente no cambió.

De esta revisión somera surgen dos afi rmaciones. La primera: es evidente que, en lo sustancial, seguimos viviendo bajo la Constitución que nos legaron Pinochet y Jaime Guzmán. La segunda: no podemos contentarnos con lo que

La Constitución tramposa, de Fernando Atria

Un nuevo fundamentoPor Matías Morales

los actores políticos están haciendo para entender los cambios políticos que se avecinan.

Y ese es, precisamente, el cometido de La Constitución tramposa: ayudar a entender de qué hablamos cuando hablamos de nueva constitución y asamblea constituyente; saber por qué estas son necesarias y por qué la Constitución de 1980 tiene un origen ilegítimo; comprender cómo nuestra actual “carta fundamental” ejerce su abuso, qué cerrojos tiene, y conocer algunos de los caminos posibles que conducen a una nueva constitución. Es así que Fernando Atria no se contenta únicamente con defi niciones ni indicaciones de manual, sino que ahonda y complejiza los problemas al recrear discusiones, con sus posibles argumentos y contraargumentos, que en conjunto apuntan hacia un solo lugar: consolidar la urgencia de una nueva constitución, es decir, de un nuevo fundamento.

El abuso

Para afirmar la necesidad de un nuevo fundamento se hace necesario entender, entre otras cosas, cómo la Constitución vigente ejerce su abuso. Fernando Atria escribe: “Por abuso de la forma constitucional entiendo la estrategia de insertar normas en el texto de la constitución (y sujetarlas, entonces, a su quórum de reformas) no porque estas sean en algún sentido fundamentales o constitucionales, sino solo

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porque son importantes para alguien que tiene poder en ese momento y que quiere asegurarse de su vigencia cuando haya perdido ese poder”. Y en el caso de la Constitución de 1980 se trata de un abuso innegable porque el “espíritu” de ese texto es inhabilitar al pueblo en su rol de agente político.

Una forma clara y sencilla de entender el estado de “interdicción política” en el que hemos vivido durante los últimos cuarenta años, señala Atria, es el reemplazo, al interior de la discusión política y de los medios en general, de la palabra “pueblo” por “gente”. “El pueblo es un agente político, la gente es una audiencia que sufre las consecuencias de las decisiones tomadas por la clase política”. Al pueblo se lo neutraliza. Entonces, aparece la gente y su sopor.

Es por esto que el autor de La Constitución tramposa hace hincapié en la urgencia de concientizar acerca de la legitimidad y necesidad de la demanda de una nueva constitución, antes incluso de discutir en detalle los mecanismos posibles para acoger esa demanda. La premura por determinar los mecanismos puede ser contraproducente: “Si [...] lo que se intenta hacer es responder lo más rápido posible a la demanda de nueva constitución mediante un ‘gran acuerdo’, no ocurrirá otra cosa que una reedición del fracaso del 2005: se dictará una reforma constitucional que se presentará como si fuera la solución al problema constitucional [...], solo para observar pocos años después que todo quedó igual”.

Entonces, antes debe surgir el convencimiento popular de que necesitamos un nuevo fundamento. No podemos llegar a esa instancia sin un apoyo y convicción masivos. De otro modo, serán una vez más los emperadores de la política

quienes detenten aquello que es propio y originario del pueblo: el poder constituyente.

Lo que permanece

Sí, antes de los mecanismos está el pueblo que se reconoce a sí mismo como agente. Pero ¿qué hay después? Hace algunos días recibí un papel en la calle cuyos extractos pueden servir para perfi lar una respuesta:

“El pacto falso o la constitución fraudulenta son algunos de esos artilugios de enranciada fi sonomía que todos los que nos interesamos por las cosas comunes deberíamos conocer y rechazar. Solo así evitaremos que el lugar inmaterial de la política, que es esa voluntad fuerte y laboriosa de los espíritus libres que no temen hacerse cargo de su libertad, sea asaltado y corrompido por aquellos que creen que la política es solo materia: gobiernos, instituciones, partidos, votantes, leyes, etc.”.

“No olvidemos que la materialidad se corrompe y desgasta, puede ser reemplazada, reparada, parchada, embellecida, maquillada, repostulada, reformada y abolida. Los miembros más peligrosos de la sociedad han sido aquellos que han pretendido perpetuarse en el tiempo (haciendo uso de las multiherramientas de la materialidad política y sus artimañas) y reunir a todas las personas bajo el ala fétida de sus ideas totalizantes”.

Este ciudadano que difunde sus ideas entiende, al igual que Fernando Atria, aquello que no debemos olvidar: antes que las instituciones políticas, y después de ellas, estamos nosotros, el pueblo, que se reúne para construir, otorgarse y vivir su nuevo fundamento.

© A

rchivo Simenon

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En la presentación del libro Memoria, política y pedagogía,

de Graciela Rubio, el historiador Mario Garcés desarrolló algunos de los aspectos que le parecieron más

interesantes del libro.

A continuación fragmentos de esa presentación:

La lectura oligárquica del pasado

Consideremos brevemente estos dos grandes problemas que nos propone Graciela Rubio en su libro:

A propósito de las políticas de la memoria, nos indica: “En los gobiernos de la Concertación estas políticas se han movilizado desde la retórica del perdón, entendida como una mediación para la reconciliación…

“Aylwin asume públicamente de un modo personal la responsabilidad por la culpa, al reconocer la violación de los derechos humanos a manos de agentes del Estado durante la dictadura militar y pedir un perdón colectivo al momento de difundir el Informe Re� ig en 1991. Iniciaría, desde allí, un proyecto de pacifi cación nacional confi gurado a partir de una transacción de la Concertación con los militares y la derecha, secundada por la Iglesia Católica. Ello implicaría la aceptación tácita de la Constitución vigente y la decisión de neutralizar la acción de los movimientos de derechos humanos. La retórica del perdón como movilizador exclusivo de la reconciliación ha cruzado con distintos énfasis los gobiernos desde 1990 a 2004”.

En este proceso diversos actores van tomado postura y definiendo posiciones frente al pasado con líneas de argumentación que reiteran y refuerzan la tesis de la polarización social y política, de la violencia, del desquiciamiento, de la “Guerra Fría”, todo lo cual conduce a sostener la inevitabilidad del golpe de Estado, a la invisibilización de las víctimas, y la ausencia de historia, salvo de un discurso de causalidades de tipo historicista.

Este esquema predominante se altera con la elaboración y publicación del Informe Valech, en que las víctimas retornan a través del testimonio. Es verdad, la ciudadanía retorna;

La lectura oligárquica de nuestra historia

Por Mario Garcés

sin embargo, el enfoque oligárquico se mantiene en sus contornos.

“Hemos califi cado de oligárquica a esta visión dado que el orden vigente fue establecido por la derecha política ligada a posturas conservadoras que se sustentan en:

“La consideración de las ideologías como un referente ‘ajeno’ al deber ser de la política; que considera a la sociedad como sujeta a los principios del Estado-nación; y un mundo social que se constituye de visiones religiosas restringidas que aluden a la comunidad cristiana hispánica jerarquizada para consolidar el poder vigente”.

Desde esta perspectiva, la lectura que se puede hacer es perturbadora:

“Efectivamente los ‘eliminados’ fueron los culpables que debieron ser castigados por haber atentado contra dicho orden y quedan ellos y sus allegados excluidos de la sociedad actual que legitima dicho orden”.

Finalmente, mencionemos solo algunas líneas de argumentación: las estrategias de silencio que acompañan a los Informes de Verdad, es decir, lo que no se dice; la sustitución del perdón por la responsabilidad; los argumentos para el miedo y la banalización (que se pudiera repetir la UP); líneas todas que apuntan fi nalmente a la inevitabilidad del golpe… Es muy interesante desmontar esta línea de

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argumentación, porque nos acompaña hasta hoy como una suerte de sentencia de sentido común: a mayor confl ictividad social mayores posibilidades de un golpe de Estado.

Interpelaciones a la historiografí a

Por otra parte, me produjo gran empatía la idea de los déficits de historiografía en los debates y disputas de la memoria en Chile. Pero este es solo un aspecto del problema, ya que no se trataría de una producción historiográfica tradicional que llenara los vacíos existentes, sino que de un proceso más complejo –que se vincula con la pedagogía de la memoria– y que apunta a la posibilidad de que lleguemos a sentir que “compartimos un pasado en común”. Esta segunda perspectiva es por cierto mucho más crítica e interpeladora.

Con relación a los défi cits de historiografí a, me parece que pesan variados factores: la necesidad clásica de tomar distancia de los hechos, el positivismo, el objetivismo, la manera de resolver la cuestión de la verdad, etc. Es decir, nos pesa toda la formación que recibimos en nuestras escuelas de Historia.

Yo me he planteado estos problemas estudiando a los sectores populares durante la Unidad Popular. Ni siquiera la violación sistemática de los derechos humanos.

¿Qué descubro? Primero, que no es cosa de ir a una librería o una biblioteca y encontrar muchos trabajos sobre la UP; segundo, que la mayoría de los trabajos se refi eren a la historia del Estado, los partidos, los liderazgos, etc. Los he llamado trabajos de una orientación politicista: la sociedad civil no existe, existen el Estado y sus instituciones; los partidos y sus estrategias. Y tercero, la historia social de la UP solo emerge parcialmente en el testimonio y la historia oral y

local que hemos trabajado algunas instituciones y débilmente nuestras universidades.

Entonces, me parece que los défi cit de historiografí a favorecen las más diversas manipulaciones y banalizaciones del pasado (por ejemplo, la UP condujo a la violencia y el mal gobierno; el terrorismo preparaba la guerra fratricida, etc.), pero me pregunto si parte del problema no es que somos parte del modelo oligárquico que denuncia Graciela. Es decir, mientras la historia política sea la historia del Estado, no hay vuelta. La historia es la historia de unos pocos. Si la historia no revisa sus propias concepciones y nociones de la política, se rinde culto a la oligarquía. Más todavía, las corrientes socialistas del siglo XX son portadoras de un estatismo que, en la mayoría de los casos, terminaba por anular a la sociedad.

Vuelvo a los argumentos de Graciela, y en particular sobre las cuestiones relativas a la pedagogía de la memoria.

En primer lugar, me parece evidente que está el problema de las relaciones entre historia y memoria; lo más obvio que se puede decir al respecto es que historia y memoria hoy están imbricadas: el historiador no está al margen de los debates y disputas por la memoria y no hay posibilidad de una suerte de neutralidad ética.

En segundo lugar, que una historiografí a que cambia de lugar y se funde o se pone al servicio de la sociedad implica una pedagogía colectiva y hermenéutica, es decir, una pedagogía que es una invitación al recuerdo para nombrar e interpretar colectivamente lo vivido. Me parece que esta es la invitación de Graciela Rubio, una historiografí a que colabora socialmente para ir haciéndonos parte de un “pasado en común”.

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