Teologos Dominicos - Iniciacion Teologica 01

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INICIACIÓN TEOLÓGICA BIBLIOT H E R D E R

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INICIACIN TEOLGICA

BIBLIOT

H E RD ER

BIBLIOTECA HERDERSECCIN DE TEOLOGA Y FILOSOFAVOLUMEN 15

INICIACIN TEOLGICAPOR UN GRUPO DE TELOGOS

INICIACIN TEOLGICAi TOMO PRIMERO

LAS FUENTES DE LA TEOLOGA DIOS Y LA CREACIN

BARCELONA

BARCELONA

EDITORIAL HERDER

EDITORIAL HERDER

Versin espaola por los PP. Dominicos del Estudio General de Filosofa de Caldas de Besaya (Santander), de la obra Jnitiation Thologique i y n, del P. A. M. HENRY, O. P. y un grupo de telogos, publicada por Les Editions du Cerf, Pars 1952.

Primera edicin 1957 Segunda edicin 1962 Tercera edicin 1967

NIHIL OBSTAT. Los Censores: RR. PP. TEFILO URDNOZ Y CNDIDO ANIZ, O. P., Doct. S. Teolog. IMPRIM POTEST. FR. ANICETO FERNNDEZ, O. P , PRIOR PROVINCIAL

NIHIL OBSTAT, ANTONIUS SOLANO, T. O. P., Censor

PRLOGOSIMPRIMATUR. Santanderii, 5 maio 1956JOSEPHUS, EPISCOPUS SANTANDERIENSIS

Editorial lierder, Barcelona 1957

N.Rgto. 9199-59 Dpto. legal 3653 - 58

ES PROPIEDAD

PR1NTED IN SPAIN

Imprenta Altes, S. L. - Calle Tuset, 17 - Barcelona

PRLOGO A LA EDICIN ORIGINAL Los numerosos movimientos que desde hace algunos aos han operado en la Iglesia de Francia su conocida renovacin de vida. movimiento de Accin Catlica, movimiento misional, movimiento litrgico, movimiento de retorno a las fuentes cristianas implican grandes exigencias. Por doquier se oye el mismo ruego: Dadnos una teologa! Es preciso confesar que, en general, los sacerdotes quedan des^ concertados ante esta splica. Y no es que la literatura religiosa, sea pobre en Francia. Si se la compara con la de otros pases, se ve, por el contrario, que est particularmente desarrollada y que pose^ excelente calidad. Pero, qu encontramos en ella? Por una parte, un nmero impresionante de monografas e intros ducciones. Casi todos los temas de teologa han sido reestudiados d^ treinta aos a esta parte. A ttulo de ejemplo y por ser breves citemos simplemente los libros de la Bibliothque catholique de$ sciences religieuses (Bloud et Gay). Es de lamentar que esta colees cin no haya sido terminada, pues la mayor parte de las monografa^ publicadas son excelentes. Citemos tambin las colecciones ms recin^ tes: Thologie (AUBIER) y Unam Samctam (d. du Cerf). Ser^ necesario hacer mencin tambin de las publicaciones que han contris buido a poner en manos de todos las fuentes de la fe de la Iglesia traducciones nuevas, comentarios a la Sagrada Escritura, exposN ciones teolgicas de los libros sagrados, ediciones de los Padres d^ la Iglesia, ediciones litrgicas. Para no citar tampoco aqu ms qu^ algunas colecciones, sealemos las series de la Bible de Jrusalem y de Sources Chrtiennes (d. du Cerf), Verbum salutis (BEAUCHESS NE), Tmoins de Dieu y Lectio divina (d. du Cerf) y los libros de 1^ coleccin Lex orandi para la liturgia. Evidentemente, esta enumes racin es muy incompleta y no pretende recordar ms que las colecN ciones principales, las claves de bveda de la literatura religiosa. Existen, por otra parte, una serie de sntesis teolgicas, cada un^ de las cuales encierra un arsenal de datos, pero que carecen de 1^ ordenacin de una teologa construida a partir de un principio recto* y unificador. Son, adems, por lo comn, ediciones inasequibles par^ sacerdotes y seglares a causa de su precio y poco cmodas por si^ volumen. Entre tales compendios se debe mencionar, en primer lugar la serie de Diccionarios (de Teologa catlica, de Arqueologa cris s tiana y Liturgia, de la Biblia, de Derecho cannico, de Historia y Geografa eclesisticas, etc.), cuyo xito, brillante en el perodo

Prlogos

Prlogos

que media entre las dos guerras mundiales, parece renacer con la publicacin de Catholicisme por M. JACQUEMET. Pero esta misma empresa, que deba contar siete volmenes y que verosmilmente importar muchos ms, lograr llegar a trmino ? Es necesario citar tambin las Enciclopedias (Tu es Petrus, Liturgia, etc.) editadas por Bloud et Gay, y, por lo que se refiere a la Biblia, la preciosa Initiation biblique (Descle). Todo esto es fruto de una pltora de pensamiento y vida que honra a los telogos franceses. Sin embargo, hablando propiamente, ninguna de estas obras es una teologa completa y ordenada. Ninguna rene todo el saber teolgico bajo la perspectiva de un solo principio que sea capaz de unificar y-dar razn de cada uno de los elementos. La presente edicin trata de llenar esta laguna. * A quines se dirige esta obra? Especialmente hemos pensado en los estudiantes eclesisticos, en las religiosas y en los seglares. /. Los seminaristas y jvenes religiosos escolsticos.

Sin duda que para ellos existen otras cosas. Los cursos que les son explicados representan una Suma de teologa. Poseen, adems, para reforzar estos cursos, todas las monografas a que hemos hecho referencia. Pero los cursos son muy diversos, tanto en su mtodo como en su inspiracin. Frecuentemente se propone un manual que sirve de gua y punto de referencia en medio de esta diversidad. Pero, si existen manuales, no- siempre corresponden a la ciencia que hoy se espera de los clrigos. Un manual, por lo dems, se esfuerza ordinariamente por resumir la teologa y dar clara y sucintamente en una serie de tesis, probadas ya de antemano, las conclusiones teolgicas que se deben retener. Nada dista ms del propsito de nuestra obra. Por el contrario, hemos querido limitar en lo posible este desarrollo de conclusiones que los telogos se esfuerzan extremadamente en deducir de los principios. En cambio, hemos tratado de poner en claro las fuentes de la fe y los principios que deben regir la reflexin del creyente y la argumentacin del telogo. Precisamente, a causa de esta limitacipn voluntaria en cuanto al desarrollo de conclusiones teolgicas, no pretendemos presentar una teologa completa de tal manera que dispense a los seminaristas de acudir a otras obras. Especialmente para ellos no es ms que una iniciacin teolgica. Para que llene este cometido de iniciacin, hemos puesto al final de cada captulo un conjunto de reflexiones y sugerencias que el tratado precedente puede despertar al telogo que quiera profundizar en l, y al mismo tiempo una bibliografa crtica que permitir a todos un mayor desarrollo de esta iniciacin en todos sus aspectos.

Ms que un resumen y un conjunto de tesis y de pruebas, querramos que esta teologa fuese un gua o pedagogo, en cuanto un libro puede serlo. Los jvenes eclesisticos de los siglos x n y XIII estudiaban toda la teologa exclusivamente en la obra de un maestro, en las Sentencias de PEDRO LOMBARDO. Por sumarias e imperfectas que fuesen aun en esta obra las distinciones y cuestiones, si se compara con las sumas del siglo XIII, tenan al menos la ventaja de ofrecer a la inteligencia un principio de unificacin y armoniosa sntesis de todo el saber teolgico. La formacin, o si se quiere educacin, de la inteligencia del telogo exige, realmente, que le sea presentado un principio rector y un ensayo de sntesis. En virtud de dicho principio, la inteligencia del telogo podr al punto comparar eficazmente diversas sntesis, enjuiciar otros ensayos que se ofrezcan, progresar en el saber teolgico y construir, si es capaz, una sntesis propia ms perfecta. Sin un principio y sin una sntesis, los estudiantes podrn retener mejor o peor sus tesis, pero no llegarn nunca a ser telogos, no progresarn, ni estarn en condiciones de resolver los casos que puedan presentrseles ( a qu podran atenerse para hacerlo ?); las cuestiones tampoco despertarn su inters, y el planteamiento de nuevos problemas y la adaptacin de los antiguos a nuevos medios culturales les sumirn en el mayor embarazo. Por eso hemos procurado reunir un equipo de redactores para la composicin de esta obra lo ms homogneo posible. No puede resultar una teologa de la colaboracin de telogos de diversas escuelas. La homogeneidad, como se podr observar, no es contraria a la amplitud ni universalidad de esta teologa, elimina simplemente contradicciones en los diversos tratados, o al menos opuestas perspectivas. Dichos redactores pertenecen todos a la escuela tomista ; en posesin de una tradicin de siete siglos les ha sido fcil reunirse y presentarse dotados de un mismo espritu. Ms adelante (en el captulo sobre el mtodo teolgico) podrn encontrarse otras razones complementarias en favor de esta homogeneidad de equipo. 2. Las religiosas.

Si hay que lamentar, por lo comn, falta de cohesin y de unidad doctrinal en la enseanza de los jvenes eclesisticos, en los conventos de religiosas, ordinariamente, ya es cuestin de carencia de doctrina, incluso elemental. Esta carencia es tanto ms grave cuanto que las religiosas, lo mismo activas que contemplativas, han experimentado en los tiempos actuales cierta emancipacin de sus estatutos, en favor de su entrega a la enseanza, educacin, asistencia social, funciones que exigen un nivel correspondiente de cultura. La emancipacin de la mujer en cualquier medio lleva consigo una elevacin de cultura; paralelamente, el desarrollo actual de los estatutos de monjas y dems religiosas postula un perfeccionamiento de su cultura teolgica.

Prlogos Ahora bien, ante estas exigencias, las religiosas se encuentran todava sin recursos. El ya viejo manual de Boulanger sigue siendo frecuentemente el maestro de postulantes y novicias. Despus de lo cual, la instruccin de las profesas, abandonadas a s mismas, se reduce a las conferencias que les son dadas por sus Superioras o Maestras que en algunas ciudades reciben especial formacin por medio de cursillos y a las plticas espirituales que sus capellanes, cargados de trabajo, por obligacin les dirigen. Si se hiciese un balance de los medios de cultura de las religiosas y se comparase con los de otras asociaciones seglares femeninas, la comparacin acaso no resultase siempre ventajosa a las primeras. La responsabilidad de esto recae sobre los que tienen la misin de suministrar estos medios de cultura. Las religiosas estn esperando una teologa. Por eso hemos pensado en ellas, inmediatamente despus de la juventud eclesistica. 3. Los seglares.

PRLOGO A LA EDICIN ESPAOLA Hace mucho tiempo que en el campo de la teologa se senta la necesidad de una obra de las caractersticas de sta, que, con el acertado ttulo de Initiation thologique, se public en Francia bajo la direccin de los Padres Dominicos y que Editorial Herder presenta hoy al pblico, traducida por un grupo de Profesores de la misma Orden. Una obra que, sin ser de divulgacin, porque es un estudio profundo de las realidades teolgicas, es asequible en su mtodo, amena en su estilo e interesante en su problemtica. Por eso mismo no pretende sustituir a ninguna. Los autores han intentado llenar una laguna ofreciendo un verdadero tratado de teologa para uso de todos los que quieran iniciarse en la ciencia sagrada, y hay que reconocer que lo han logrado cumplidamente. En la traduccin hay que hacer notar algunas modificaciones. Con nimo de hacer la obra ms breve y, por consiguiente, econmicamente ms asequible, se han suprimido algunas tablas cronolgicas y algunos apndices, que ms parecan acomodarse a una edicin crtica que a las especiales y recomendables caractersticas de esta obra. Algunos captulos del n i volumen de la edicin fran~ cesa (n de la edicin espaola) han sido refundidos y abreviados por los mismos autores, ya que sobrepas con mucho lo calculado y deseado en la edicin original. El iv volumen de la edicin francesa ( n i de la edicin espaola) no ha sufrido modificacin alguna. Hemos mejorado tambin nuestra edicin incluyendo en la bibliografa otras obras de relevante valor y de fcil acceso a los lectores espaoles e hispanoamericanos. Con ello presentamos una obra de mximas garantas cientficas y literarias y de seguridad doctrinal.JOS TODOL, O. P.

Es patente la necesidad que tienen los seglares de alcanzar un nivel de cultura superior al del catecismo que bastaba en otro tiempo. Es tambin un hecho que los seglares, gracias a Dios, no soportan ya quedarse al margen de la cultura catlica, ni el que sta contine siendo privilegio de los clrigos. Recientemente se ha escrito con desenfado: Es, sin duda, una injuria la prevencin, renovada sin cesar, que lleva a los eclesisticos a proponer a los seglares una espiritualidad adaptada a su mediocridad espiritual y a su ignorancia... Para halagar a los fieles es frecuente, en cambio, entregarse a una especie de demagogia inconsciente... Las exigencias crecientes de los seglares trtese de cristianos o de incrdulos que desean ponerse en contacto con la Iglesia reclaman esta teologa. Hemos pensado que tambin ellos deben ser beneficiarios de esta obra. * Dicho esto, nos queda solamente justificar el plan de nuestra obra. Pero esto exige algunas explicaciones que sern dadas en los captulos inmediatos, a los cuales remitimos al lector. Antes de cerrar este prlogo sanos permitido rendir homenaje al llorado P. Sertillanges. Apenas le pusimos al corriente de nuestro proyecto, hace ya cinco aos, acept fraternalmente la colaboracin y se entreg sin tardanza a la tarea. Su captulo sobre la creacin fu el primero que se nos remiti. Se debe a los dems colaboradores y en primer lugar a nosotros el que se haya retardado la publicacin. Quisiramos que esta palabra sirviese, a la vez que de excusa, de piadoso reconocimiento.A.-M. HENRY, O. P.

PLAN DE LA OBRAPrlogo, por A.-M. H E N R Y , O. P .

TOMO I

LIBRO I. Cap. Cap. Cap. Cap. Cap. Cap. Cap. Cap. Cap.Cap.

LAS F U E N T E S DE LA TEOLOGAa la Sagrada Escritura, por A. M. DUBARLE, O. P .por I. DALMAIS y A.-M. H E N R Y , O. P .

I. II. III. IV. V. VI. VIL

Las fuentes de la fe, por P . A. LIG, O. P .

IntroduccinLa liturgia,

El Derecho Cannico, por P . BOUCHET, O. P . Los Padres de la Iglesia, por T H . CAMELOT, O. P .Los smbolosMAIS

de la fe, por T H . CAMELOT, O. P .

El eco de la iradicin en las Iglesias de Oriente, por I. DALO. P .

VIII. Los Concilios ecumnicos, por T H . CAMELOT, O. P . IX. El eco de la tradicin en el arte, por A. M. H E N R Y , D. DELALANDE, O. P . y F . P . V E R R I .

X.

La teologa, ciencia de la fe, por A. M. H E N R Y , P . A. LIGy T H . CAMELOT, O. P .

LIBRO

II. DIOS Y SU CREACINDIOS EXISTE

PARTE PRIMERA.

Cap. Cap. Cap.

I. La revelacin de Dios, por C H . LARCHER. I I . Dios existe, por H . PAISSAC, O. P . I I I . Dios es Padre, Hijo y Espritu Santo, por J. ISAAC, O. P .PARTE SEGUNDA. DIOS CREA

Cap.

IV.VI.

La creacin, por D. SERTILLANGES, O. P .Los ngeles, por P- BENOIST D ' A Z Y , O. S. B.

Cap.Cap.

V. El mal en el mundo, por F . PETIT, O. Praem.V I I . La octava de la creacin, por M. L. DUMESTE y D. DUBARLE, O. P .

Cap.

Cap.

VIII.

El hombre, por B. HANSOUL, O. P., y La justicia original, porI. DALMAIS, O. P .

PARTE TERCERA.

DIOS GOBIERNA

Cap. Cap. Cap. Cap.

IX. X. XI. XII.

El misterio Los ngeles El hombre, El designio

del gobierno divino, por M.-D. P H I L I P P E , O. P . en el gobierno divino, por P . BENOIST P ' A Z Y , O. S. B. cooperador de Dios, por A.-M. HENRY, O. P . de Dios, por L. BOUYER, C. O.

Plan de la obra

TOMO II

SIGLAS BBLICASAbd Act Agg Amos A.poc Bar Cant Col 1-2 Cor Dan Deut Eccl Eccli Eph Esdr Esther Ex Ez Gal Gen Hab Hebr lac ler lob Ioel loh 1-3 l o h Ion los Is Abdas Hechos de los apstoles Ageo Amos Apocalipsis Baruc Cantar de los Cantares Colosenses Corintios Daniel Deuteronomio Eclesiasts Eclesistico Efesios Esdras Ester xodo Ezequiel Calatas Gnesis Habacuc Hebreos Santiago Teremas Job Joel Evangelio segn San Juan Epstolas de San Juan Jons Josu Isaas Iud luda Iudith Le Lev Mac Mal Me Mich Mt Nah Neh Nura Os Par Petr Phil Philem Prov Ps Reg Rom Ruth Sap Soph Thess Thren Tim Tit Tob Zach Jueces San Judas Judit San Lucas Levtico Macabeos Malaquas San Marcos Miqueas San Mateo Nahum Nehemias Nmeros Oseas Paralipmenos San Pedro Filipenss Filemn Proverbios Salmos Reyes Romanos Rut Sabidura Sofonas Tesalonicenses Lamentaciones Timoteo Tito Tobas Zacaras

TEOLOGA MORALCap. I. La bienaventuranza, por M.-J. L E GUILLOU, O. P . Cap. II. Los actos humanos, por J. DLTBOIS, O. P . Cap. III. Las pasiones, por A. P L , O. P . Cap. IV. Las virtiides, por V. GRGOIRE, O. P . Cap. V. El pecado, por V. VERGRIETE, O. P . Cap. VI. La ley, por V. GRGOIRE, O. P . Cap. V I L La gracia, por M. M E N y A.-M. H E N R Y , O. P . Cap. V I I I . La fe, por P . A. L I G , O. P . Cap. IX. La esperanza, por A. OLIVIER, O. P . Cap. X. IM, caridad, por A. OLIVIER, O. P . Cap. XI. La prudencia, por A. RAULIN, O. P . Cap. XII. La justicia, por A. GIRARD y L. LACHANCE, O. P . Cap. X I I I . La religin, por J. MENNESSIER, O. P . Cap. XIV. Las virtudes sociales, por M.-J. GERLAUD, O. P . Cap. XV. La fortaleza, por A. GAUTHIER, O. P . Cap. X V I . La templanza, por P . LAFTEUR, O. P. Cap. X V I I . Los carismas, por V. POLLET, O. P . Cap. X V I I I . I^as vidas, por T H . CAMELOT e I. MENNESSIER, O. P . Cap. X I X . Los estados, por A.-M. H E N R Y , O. P .

1-2

1-2 1-2

1-4

TOMO III

LA ECONOMA DE LA SALVACINCap. Cap. Cap. Cap. Cap. Cap. Cap. Cap. Cap. Cap. Cap. Cap. I. La Encarnacin, por H.-M. MANTEAU-BONAMY, O. P . II. La Redencin, por M. MELLET, O. P . III. La Santa Virgen, por M. M. PHILIPON, O. P . IV. La Iglesia, por P . A. LIG, O. P . V. Los sacramentos, por A.-M. ROGUET, O. P . VI. El bautismo y la confirmacin, por T H . CAMELOT, O. P V I L La eucarista, por A.-M. ROGUET, O. P . V I I I . La penitencia, por M. MELLET, O. P . IX. IM extremauncin, por J. ROBILLARD, O. P . X. El orden, por P.-M. G Y , O. P . XI. El matrimonio, por A.-M. HENRY, O. P, XII. El retomo de Cristo, por A.-M. HENRY, O. P .

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OTRAS SIGLASActa Apostolicae Seis, Roma 1909 ss. "Biblioteca de Autores Cristianos", Madrid. Contra Gentiles. Codex luris Canonici. Consejo Superior de Investigaciones Cientficas, Madrid. " L a Ciencia Tomista", Salamanca 1910 ss. Dictionnaire de Thologie Catholique, Pars. HENRICI DNZINGER, Encjiiridion Symbolorum, Herder, Friburgo Barcelona 3 o 1955. La edicin espaola lleva por ttulo: El Magisterio de la Iglesia. EB Enchiridion Btblicum, Roma 1927. PL, P G MIGNE, Patrologiae Cursus complctus; Series latina, Pars 1884 s s ; Series graeca, Pars 1857 ss. PUF Presses Universitaires de France, Pars. RSR "Revue des Sciences Rligieuses", Pars. ST Suma Teolgica. AAS BAC CG CIC CSIC CT DTC Dz

Libro Primero LAS FUENTES DE LA TEOLOGA

Captulo Primero

LAS FUENTES DE LA FEpor P. A. LIG, O. P.

SUMARIO:I. L A PALABRA DE D I O S Y LA TRADICIN

Pgs.19

1.

El Seor ha hablado Qu es la palabra de Dios Dnde encontrar la palabra de Dios La palabra de Dios, realidad siempre presente La tradicin, conciencia de la Iglesia La teologa de la tradicinY TRADICIONES APOSTLICAS. P R E S E N C I A D E L E V A N G E -

19 20 22 22 24 2420

II.

ESCRITURAS

LIO VIVIENTE EN LA IGLESIA

1. La conciencia objetiva de la Iglesia 2. Escrituras y tradiciones 3. Biblia e Iglesia 4. La Escritura y nuestra feIII. LOS OJOS DE LA TRADICIN"

2627 28 28

1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10.

Ambigedad del trmino Iglesia Iglesia docente e Iglesia discente Infalibilidad de la fe del pueblo de Dios Infalibilidad de la comunidad y magisterio jerrquico El magisterio ordinario y universal El magisterio extraordinario Magisterio y dogma Naturaleza del dogma Crea la Iglesia nuevos dogmas? El magisterio ordinario: el Papa, los obispos

29 29 30 30 31 31 32 33 34 36 3840 40

CONCLUSIN ORIENTACIONES DE TRABAJO Y BIBLIOGRAFA

I.

LA PALABRA DE DIOS Y LA TRADICIN

El Seor ha hablado. Existen numerosas religiones. Lo especfico del cristianismo consiste indudablemente en la naturaleza de la relacin personal de amistad y familiaridad que une al Dios vivo con el hombre creyente, o, en otros trminos, en el hecho de proceder totalmente de una ini-

1.

Fuentes de la teologa d a t i v a amorosa de Dios, de una palabra dirigida por Dios a la humanidad. Las religiones naturalistas o csmicas cuyo origen es el temor del hombre a fuerzas misteriosas e impersonales que le rodean, todas las religiones que se apoyan en una preocupacin sacral sin trmino personal, arrastran una religiosidad enteramente distinta del cristianismo. Cuando el Antiguo Testamento habla de Dios se trata de un Dios vivo, de un Dios que vive porque es personal, el cual se contrapone a los dioses no vivos, que no pueden decir: Yo. La actitud religiosa ms afn al cristianismo sera antes que la de estas religiones la de aquella que se puede llamar religin, de la conciencia moral: el hallazgo que hace el hombre de buena voluntad que, con sentido de la gravedad de su destino, prescinde de lo fantstico para vivir en la fidelidad. Fidelidad en qu y a quin? E n la donacin de s, en la aceptacin de la verdad y en orden a un Ser personal an no conocido que recibe el homenaje de todos los autnticos valores espirituales sin mezcla de limitacin. U n hombre asi ha escuchado ya una palabra de Dios y ha mostrado ante esta llamada su fidelidad. E s t ya a u n paso del dilogo cristiano. Porque, efectivamente, Dios ha hablado al hombre de un modo ms explcito que en la oscuridad de su conciencia, donde se deja tan slo vislumbrar sin inspirar la certeza de su amistad. El Dios vivo se ha vuelto hacia los hombres para unirse a ellos y llegar a ser su bien esencial incuestionable, por encima de toda aspiracin de felicidad de que son capaces. Esto lo ha hecho Dios por medio de su palabra. 2. Q u es la palabra de D i o s .

Fuentes de la fe Muchas veces y en muchas maneras habl Dios en otro tiempo a nuestros padres por ministerio de los profetas; mas ltimamente, en estos das, nos habl por su Hijo, a quien constituy heredero de todo, por quien hizo tambin el mundo (Hebr 1, 1-2). Tenemos pues en Cristo la revelacin definitiva de los designios de Dios. La presencia de Dios que realizaba su palabra en el seno del pueblo judo ha venido a ser presencia total en la persona de Cristo resucitado, cuyo misterio resume todo el plan divino. E n este misterio de Cristo, la humanidad entera se halla inserta dinmicamente de un modo gratuito. Hacer amigos suyos a los hombres y reunirlos en una comunin de destino divino, tal era desde la eternidad el plan de Dios. Este plan alcanza su plenitud con Cristo. La Palabra de Dios es desde ahora la realidad de Cristo como Dios y como hombre resucitado, el cul es promesa de una gloria a semejanza de la suya para toda la humanidad. Como no cabe superacin del misterio de Cristo, por eso la revelacin queda en l consumada. Slo resta pues esperar, fieles a la palabra, su total cumplimiento. A todo lo largo del Nuevo Testamento la Palabra de Dios recibe calificativos convertibles con el misterio de J e s s : palabra de salud (Act 13, 2 6 ) ; palabra de reconciliacin (2 Cor 5, 19); palabra de amor (Act 1, 3 ) ; palabra de vida (Phil 1, 16; 1 P e t r 1, 2 3 ) ; palabra de verdad (2 Cor 6, 7 ; Eph 1, 13 ; Col 1, 5 ; 2 Tim 2, 15); palabra del Reino (Mt 13, 19); palabra de la Cruz (1 Cor 1, 18). Expresiones todas que se resumen en sta: el misterio de Cristo, designio del corazn de Dios realizado con Cristo y su obra salvadora. Dios se ha dignado revelarme a su Hijo para que yo le predique entre los gentiles escribe San Pablo (Gal 1, 16; cf. Rom 16, 25-26; 1 Cor 2, 7-10; E p h 1, 8-10; 3, 3-7 y 8-12; 6, 19; Col 1, 26-27). La consumacin de la historia sagrada queda ya realizada en Cristo; falta slo que se extienda a todos. La revelacin referente a Cristo queda as completa. El Antiguo Testamento revelaba solamente la imagen participacin real ya de lo que haba de venir. El Nuevo Testamento revela la verdad de todo lo cumplido y de lo que contina cumplindose en el pueblo creyente. N o obstante, esta revelacin definitiva conserva para la Iglesia presente un carcter proftico. La revelacin de Jess, a pesar de estar ya cumplida, debe ser todava esperada; es la prxima revelacin del Seor, gloriosa manifestacin (1 P e t r 4, 1 3 ; 5, 1; cf. Le 17, 3 0 ; 1 Cor 3, 1 3 ; 2 Thess 1, 7), que ser tambin la de todos nosotros ya ahora hijos de Dios, aunque an no se ha manifestado lo que hemos de ser. Sabemos que cuando aparezca seremos semejantes a l, porque le veremos tal cual es (1 Ioh 3, 2 ; cf. Rom 8, 18). Ms an, todas las criaturas esperan la revelacin de los hijos de Dios (Rom 8, 19). Toda la Revelacin desde su comienzo se ordena, preparndola, a esta revelacin escatolgica encerrada en la frmula Dios todo en todos, y que implica una presencia plena de Dios vivo y el agrupamiento de todos los hombres en la plenitud de Cristo.

E n el Antiguo Testamento hay que concebir esta palabra ms como la manifestacin de una presencia viviente en el seno de un pueblo, que como la comunicacin de una doctrina, sin excluir absolutamente esta ltima forma. Tal manifestacin adopta lo mismo la forma de hechos que de palabras propiamente tales: El brazo de Yahv a quin fu revelado? (Is 53, 1). A los hombres de Dios, los profetas, pertenece el interpretar el sentido de estos hechos y hacer conocer a propsito de los mismos las miras de Dios sobre la historia y la vida del pueblo. De este modo Yahv, por su palabra, no revela tanto lo que es en s mismo cuanto lo que el pueblo debe ser para l y lo que l es para Israel: su plan de adopcin o, como dice Jeremas, los designios de su corazn (Ier 23, 20). P a r a el pueblo que escucha o ve la palabra de Dios, sta significa una intimacin, un apremio, una manifestacin operante que requiere aceptacin y que convierte, que juzga al que no la recibe; una palabra que realiza lo que significa dentro de aquel que le presta acogida. Como bajan la lluvia y la nieve de los altos del cielo y no vuelven all sin haber empapado y fecundado la tierra y haberla hecho germinar, dando la simiente para sembrar y el pan para comer: as la palabra que sale de mi boca no vuelve a m vaca, sino que hace lo que yo quiero y cumple su misin (Is 55, 10-15).

Fuentes de la teologa

Fuentes de la fe

No deben separarse la revelacin que Jess ha hecho de su misterio y el testimonio de la predicacin apostlica poseedora de valor normativo (cf. Ioh 16, 12-13; Gal 1, 8-9; 2 Tim 1, 13-14). Mas despus de los Apstoles no hay lugar en la Iglesia para un verdadero profetismo. No queda sino anunciar a Cristo, vivir e interiorizar la Revelacin de la gracia en espera de la Revelacin de la gloria. sta es la misin de la Iglesia, que, en nombre de Cristo, posee el ministerio del Evangelio. La revelacin encierra una doctrina; Dios nos aborda como seres conscientes, a quienes se entrega suscitando en ellos un consentimiento del espritu objetivamente determinado. Pero Dios en tanto nos quiere como discpulos en cuanto nos quiere salvar; igualmente cuando la Iglesia ensea es siempre para engendrar las almas a la vida de Dios y hacer nacer en ellas al Dios vivo. La palabra de Dios en el Nuevo Testamento, mucho ms que en el Antiguo, se afirma como soberana, poderosa y eficaz en el hombre que la recibe por la fe. Creer en la Palabra y guardarla en el corazn es ya posesionarse de su contenido y entrar como partcipe en el misterio de Cristo. La palabra.de salud descansa sobre todo hombre como una interpelacin de Dios en Jesucristo. Aduzcamos tan slo algunos textos: Por eso, incesantemente damos gracias a Dios de que al oir la palabra de Dios que os predicamos, la acogisteis no como palabra de hombre sino como palabra de Dios, cual en verdad es, y obra eficazmente en los que creis (1 Thess 2, 13). La palabra de Dios es viva, eficaz y tajante ms que una espada de dos filos, y penetra hasta la divisin 'del alma y del espritu, hasta las coyunturas y la mdula, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazn (Hebr 4, 12). La palabra creca y se fortaleca por la virtud del Seor (Act 19, 20). 3. Dnde encontrar la palabra de Dios.

Que la religin cristiana es ante todo palabra de Dios, es evidente. Pero nuestro cristianismo actual ofrece un gran nmero de creencias, de ritos, de costumbres, determinado nmero de afirmaciones. Es todo esto Palabra de Dios o hay que extraerla ms bien por depuracin de estos elementos? Cmo cerciorarse de la continuidad entre el hecho de la revelacin y la enseanza religiosa que la Iglesia propone? Estas cuestiones son importantes para el que quiera apoyar su esperanza en la Palabra de Dios y no en una simple palabra humana. No hay cristianismo autntico que no diga referencia siempre actual a la palabra soberana que fundamenta la nueva creacin en Cristo. Las pginas siguientes intentan precisar dnde se encuentra la palabra de Dios. 4. La palabra de Dios, realidad siempre presente.

actual, contempornea, como Dios en su eternidad, a todo hombre preocupado por su sentido absoluto. La revelacin ha sido cerrada en la era apostlica. No se darn ya ms profetas en la Iglesia. Con ello se excluye en primer lugar toda interpretacin de la expresin palabra siempre actual que indujese a pensar en un enriquecimiento o variacin por parte de Dios del contenido objetivo de su revelacin. Se trata solamente de una actualidad de la palabra dirigida a los hombres en Jess y proclamada por los Apstoles. Si esto es as, si el depsito de la fe permanece siempre el mismo, ello supone una transmisin, una tradicin. Con ello llegamos a una nocin importante: la tradicin. La revelacin ya clausurada se convierte en tradicin. Dnde pues encontrar la palabra del Dios vivo ? En la tradicin. Pero, a fin de que esta respuesta obtenga para todos el sentido que debe tener, es preciso despojar la idea de tradicin de todo aquello que de conformista pueda afectarla. Qu representa pues la tradicin evanglica? Ser acaso la transmisin de mano en mano de un texto de fe, un libro santo, o un Credo... ? As es desde luego; pero es preciso dotar esta idea de un contenido ms rico, mas comprensivo, ya que de otro modo esa tradicin convendra tambin a una simple sociedad jurdica fundada sobre textos legislativos sin lugar para el Espritu. Es efectivamente en la Iglesia ' y en la Iglesia actual, donde debemos ir a buscar la Palabra de Dios; pero all la hallaremos viva y actual como en su origen, y no ya como objeto en una vitrina de museo. La Iglesia es un cuerpo espiritual viviente cuya alma es el Espritu Santo; hablo a fieles para quienes la Iglesia es un Pentecosts continuado, porque en su interior acta fecundo el don de Dios. Dios pues contina pronunciando actualmente en la Iglesia la Palabra transmitida ya en la poca proftica y apostlica. La fe de la Iglesia no se limita a una adhesin puramente exterior. Se trata de una verdad viviente, personal, interiormente poseda. La Iglesia conoce a Cristo y su misterio desde dentro, como lo que constituye su misma esencia, con conocimiento rico y realista: como se conoce al ser con quien unen lazos de amistad. La Iglesia es fiel a Cristo con fidelidad de amor y no solamente con fidelidad jurdica. As, pues, la tradicin significa a la vez e indisolublemente el contenido de la revelacin y la facultad de reconocer y juzgar tal contenido. La Iglesia, como depositara de la Palabra de Dios, que constituye su vida misma, est dotada del poder de adquirir conciencia de ella, de formularla, de expresarla en toda su vida, de comprenderla con perenne lozana, de declarar incluso en virtud de una mayor penetracin subjetiva, aspectos antes inadvertidos, como1. Observacin importante: Al hablar aqu de Iglesia no distinguimos Comunidad creyente e Institucin jerrquica. Ms adelante se precisarn los trminos.

La Palabra de Dios es una realidad que, aunque histricamente parece estar situada en el pasado, permanece no obstante siempre

Fuentes de la teologa sucede tambin en la vida personal en que una palabra de amistad encierra siempre ms de lo que se ve de momento. 5. L a t r a d i c i n , c o n c i e n c i a d e la Iglesia.

Fuentes de la fe Habiendo recibido esta predicacin y esta fe... la Iglesia aunque diseminada por el mundo entero la conserva con cuidado cont si habitase en una sola casa; de igual modo cree en ella como si tuviese una sola alma y un solo corazn; la predica, enseria y transmite con tan unnime acuerdo como si tuviese una sola boca (Adv. haer. 1, 3). Ireneo retiene el aspecto paulino de la continuidad de la tradicin por la apostolicidad; pero hace adems hincapi en el carcter viviente y contemporneo de la verdad evanglica en la Iglesia. E s una tradicin que consiste no en letra escrita, sino en palabra viva {non per Hueras tradita sed per vivam vocem). c) E n el contexto general de una nueva concepcin de la duracin histrica, varios pensadores cristianos del siglo x i x hubieron de profundizar en la nocin de tradicin viviente como fuente actual d e la fe en la Palabra de Dios. Su investigacin se orienta en dos sentidos: i.) Reconocimiento de un cierto desarrollo orgnico del depsito transmitido; 2. 0 ) Valoracin de la accin del Espritu Santo, alma d e la Iglesia, como principio trascendente de todo conocimiento salvfico y de toda continuidad, incluso de la misma continuidad jerrquica. Moehler, en Tubiga, dentro del ambiente del pensamiento romntico alemn, el cardenal Franzelin en Roma, en un medio cientfico antagnico: he aqu dos pensadores que no pueden ser ignorados por quien trate de estudiar la tradicin. Desde el nacimiento de la Iglesia escribe Moehler Cristo y su Espritu actan en la comunidad. En su desarrollo, la Iglesia es una continuacin ininterrumpida de lo que era ya en su aparicin, creacin siempre nueva de Cristo. La Iglesia no envejece. Las generaciones y los hombres pasan; la Iglesia permanece y Cristo y su Espritu aseguran la permanencia de la Palabra, la continuidad de la doctrina y una recta comprensin de ambas. No puede pues darse unin con la doctrina de Cristo y la fe de los Apstoles sin estar en comunin con la doctrina universal de la Iglesia; porque esta doctrina se difunde vitalmente en la Iglesia por medio de una generacin espiritual siempre efectiva bajo el Espirita Santo. La misma Iglesia que procura el nacimiento espiritual a la vida divina sin la cual el sentido del Evangelio es inaccesible, es tambin la que asegura por una tradicin activa el desarrollo ininterrumpido y sin corrupcin de la doctrina cristiana... La Iglesia, como persona moral, debe tener conciencia de su ser en la unidad de la fe (citado en la seleccin de J. R. GEISELMANN, Geist des Christentums und des Katholizismus xiv, pp. 450-51). P o r tanto, a la pregunta, dnde se encuentra la palabra de Dios por la cual hemos arriesgado vida y muerte?, podemos responder de modo general, contando con las precisiones que vendrn despus: en la tradicin viviente y actual, que constituye la conciencia realista de la Iglesia de Cristo animada por el Espritu Santo.

Muchas veces he pronunciado ya la palabra conciencia, para designar la tradicin. Pienso, efectivamente, que esta nocin personalista de conciencia de la Iglesia expresa analgicamente muy bien la realidad en cuestin. Se entiende aqu conciencia en cuanto designa al mismo tiempo e indisolublemente el objeto de la conciencia y la facultad activa de juicio, conciencia-objeto y coiiciencia-sujeto. P a r a evitar equvocos, precisemos: i.) Se trata de una conciencia de orden intelectual susceptible de objetivacin, y aun de formulacin, y no de un ciego sentido vital; 2.) Interiormente esta conciencia posee ntegro su objeto desde su punto de a r r a n q u e ; 3.0) Los fieles captan el contenido de la conciencia en la medida que es formulado; pero la formulacin no siempre agota el contenido y, en definitiva, el contenido en cuanto vivido por la Iglesia es lo principal a travs de las sucesivas formulaciones que pueden manifestarlo. 6. L a teologa d e la t r a d i c i n .

P a r a ilustrar esta exposicin demasiado sucinta presentamos las grandes etapas de la reflexin teolgica referentes a esta realidad de la tradicin. Son tres etapas: a) E n San Pablo, en primer lugar, el tnnino paradosis tiene gran importancia, pues designa ya el acto de transmitir ya el objeto transmitido. Aduzcamos estos t e x t o s : Manteneos, pues, hermanos, firmes y guardad las enseanzas que recibisteis, ya de palabra, ya por nuestras cartas (2 Thess 2, 15). Retn la forma de los santos discursos que de m oste, inspirados en la fe y en la caridad en Cristo Jess. Guarda el buen depsito por la virtud del Espritu Santo que mora en nosotros (2 T i m 1, 13-14). San Pablo insiste, como se ve, en la transmisin externa, continuidad de Jess a sus Apstoles, y de stos a sus discpulos, continuidad sin innovacin. b) San Ir neo, obispo de Lyon, es, a fines del siglo 11, el gran telogo de la tradicin. E n la coyuntura de la lucha contra los gnsticos que interpretaban la Escritura con uria pretendida tradicin secreta, Ireneo responde: nuestra tradicin no es secreta, es la enseanza de los Apstoles transmitida oralmente a los cristianos de generacin en generacin por medio de la predicacin, poseda por las Iglesias locales en continuidad perfecta con la palabra de su apostlico fundador.

Fuentes de la teologa

Fuentes de la fe Considerando que esta verdad y disciplina se hallan contenidas en los libros escritos y en tradiciones no escritas que han llegado hasta nosotros, transmitidas como de mano en mano, desde los Apstoles, quienes las recibieron bien de labios del mismo Cristo, bien por inspiracin del Espritu Santo; Siguiendo los ejemplos de los Padres ortodoxos, Recibe y venera, con igual sentimiento de piedad y reverencia, Todos los libros tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, pues unos y otros tienen por autor al mismo y nico Dios, E igualmente las tradiciones, referentes bien a la fe, bien a las costumbres, por cuanto han sido dictadas ya oralmente por Cristo, ya por el Espritu Santo, y conservadas en la Iglesia catlica ininterrumpidamente... (Sesin iv, 8 de abril de 1546; Dz 783).

II. ESCRITURAS Y TRADICIONES APOSTLICAS PRESENCIA DEL EVANGELIO VIVIENTE EN LA IGLESIA

Estamos empeados en la bsqueda de esa Palabra de Dios, interrogante de toda existencia moral, respuesta absoluta a los problemas planteados por el destino del hombre, presencia vivificante y renovacin en la gracia para los que la reciben y la guardan. Porque nuestro creer se limita exclusivamente a esta Palabra. Ahora bien, la Palabra de Dios reposa y vive en la Iglesia; podemos decir con ms precisin en la tradicin viviente y actual que constituye la conciencia realista de la Iglesia de Cristo, animada por el Espritu de Verdad. Una conciencia espiritual es posesin de un objeto de modo indivisible, de otro ser en el propio ser, y, adems, facultad de percibirlo, es decir, de reconocer reflexivamente tal posesin. Hay aqu dos aspectos que se implican mutuamente. Hablar del objeto es evocar el poder de afirmarse frente al mismo, y, a la inversa, ese poder de afirmacin implica siempre capacidad de reconocer el objeto. Hablando de la conciencia de la Iglesia, que es la tradicin, podemos referirnos bien a su aspecto objetivo (el contenido de la Palabra de Dios), bien a su aspecto subjetivo (facultad de reconocer y de afirmar esta misma palabra), bien a ambos aspectos juntos. Vamos, en plan de anlisis, a estudiar sucesivamente uno y otro aspecto. Convendr sin embargo advertir que, a causa del mtodo, varias cuestiones planteadas en el presente captulo no sern resueltas hasta ms tarde. 1. La conciencia objetiva de la Iglesia.

2.

Escrituras y tradiciones.

Es indudablemente la Palabra de Dios... pero es necesario avanzar ms. Volvamos sobre la analoga de la conciencia humana: para conocer el pensamiento de un espritu hay que recurrir a lo expresado por l. Cules son pues las expresiones que la tradicin da de s misma? Un texto del Concilio Tridentino va a darnos la respuesta. En l se expone, con motivo de la hereja luterana, el lugar que la Iglesia concede a la Escritura; texto de gran importancia que repetir el Concilio Vaticano. He aqu la traduccin ntegra del mismo:El sacrosanto, ecumnico y general Concilio Tridentino legtimamente reunido en el Espritu Santo, bajo la presidencia de tres legados de la Sede Apostlica, Con el perpetuo propsito de eliminar los errores y conservar en la Iglesia la pureza del Evangelio, prometido primero por los profetas en la Sagrada Escritura, promulgado ms tarde por boca de Nuestro Seor Jesucristo, Hijo de Dios, el cual mand luego a sus Apstoles que lo predicasen a toda criatura, como fuente de toda verdad salvfica y de toda disciplina moral;

Este texto exige un comentario: i. El Concilio a lo que nosotros hemos denominado tradicin lo llama Evangelio conservado en la Iglesia, fuente de toda verdad salvfica y de toda prctica moral. Este Evangelio es la palabra de Dios confiada a la predicacin apostlica. 2.0 Los libros santos no son pura y simplemente el Evangelio viviente; lo contienen, son su forma escrita, una expresin. Como fuente queda siempre la tradicin. 3. 0 Al lado de los libros sagrados la Palabra de Dios viene expresada tambin en tradiciones no escritas (que no hay que confundir con la tradicin), instituciones del culto, prcticas, fundadas por Jesucristo o por los Apstoles bajo el dictado del Espritu Santo, transmitidas despus con fidelidad en la vida de la Iglesia desde su origen. 4.0 Estas tradiciones se refieren a la fe y a las costumbres esenciales que no se deben confundir con aquellas costumbres piadosas y diversas prcticas que aparecen y desaparecen en la vida de la Iglesia, con el cambio de los tiempos, lugares y culturas (tradiciones eclesisticas). Por tanto, la palabra de Dios no est contenida nicamente en la Escritura. Vive tambin en la Iglesia en forma de cultos y costumbres (pensemos sobre todo en los sacramentos): tal es la primera conclusin. La segunda no es menos importante: Escrituras y tradiciones apostlicas han de ser juzgadas a la luz de la tradicin viviente, de la comunin viviente y consciente que une la Iglesia a Cristo. En virtud de esto sucede que la realidad de la comunin de los santos, enseada en las epstolas de San Pablo, ha sido comprendida mejor a la luz del culto espontneo tributado a los mrtires. Escrituras y tradiciones, he aqu dos expresiones de la Palabra que se connotan una a otra: las tradiciones reciben su explicacin de la Escritura y lo que en el Evangelio escrito se contiene sumariamente es aclarado por las tradiciones, portadoras a su modo del misterio de Cristo. Cuando la vida de la Iglesia pone de relieve, bajo la forma de un nuevo dogma, algn aspecto de este misterio, implcito hasta

Fuentes de la teologa entonces en la tradicin, habr que asociarlo a una u otra expresin de la Palabra de Dios en la Iglesia. En numerosos casos se podr tambin poner de manifiesto cmo se ha verificado la deduccin. As el dogma del pecado original ha sido afirmado principalmente a partir de la prctica del bautismo de los nios. Sin esta prctica no se podra haber ledo quizs tan fcilmente este dogma en San Pablo. Se comprende tambin as que Po x n al definir la Asuncin de Mara afirme que este dogma se apoya en las Sagradas Escrituras, aun cuando histricamente la manifestacin de este aspecto del misterio cristiano no responda precisamente a la profundizacin de un determinado texto escriturario, 3. Biblia e Iglesia.

Fuentes de la fe fiesta su fe y sus prcticas en referencia a la Escritura y a las tradiciones, tiene plena conciencia de ello. Sucede lo mismo que cuando los discpulos exponen el pensamiento del maestro apoyndose en una formulacin textual, pero descubriendo bajo las palabras toda la riqueza intelectual en que haban sido informados. Es frecuente que se pida a la Escritura al mismo tiempo demasiado o demasiado poco. Si la Escritura es leda en el Espritu que la anima, presenta la ventaja de la estabilidad de un texto fijq ideal e integralmente; el carisma de la inspiracin (distinto de la revelacin) nos certifica su fidelidad como transcripcin de la Palabra. Aparte de esto, la Palabra de salvacin se presenta bajo forma de exhortacin edificante muy conforme a su contenido. Con esto queda suficientemente afirmada la necesidad de la lectura de la Escritura para encontrar a Cristo, para reconocerle en ella a la luz del Espritu presente en la comunidad de los creyentes. Algunos telogos catlicos han afirmado, al combatir al biblismo hertico, que la lectura personal de la Escritura no es necesaria para la salvacin. Hay aqu una afirmacin desafortunada y unilateral, y en definitiva paradjica, de la insuficiencia de la Escritura. Toda lectura catlica de la Escritura, aun cuando se haga en privado, es una lectura en comunin, en el interior de la tradicin; sin la Iglesia el creyente no descifrara la verdadera Escritura de Dios ni en la Biblia ni en su alma. Ya Tertuliano objetaba a los herejes partidarios de la Escritura sola: All donde se encuentra la verdadera doctrina y la verdadera fe cristiana (en la Iglesia), all se encontrar tambin la verdadera Escritura Santa, su verdadera explicacin, y las verdaderas tradiciones cristianas (De praes. haer., 19). Queda por precisar ahora el papel de la Iglesia docente y discente en el reconocimiento de la Palabra de Dios; en otros trminos : los criterios de la conciencia de la Iglesia.III. L o s OJOS DE LA TRADICIN

Deseis saber se pregunta San Agustn cmo se han producido las herejas ? Las Escrituras, bueas en s mismas, eran mal interpretadas, y era esta mala interpretacin lo que se defenda con audacia y firmeza (In Ioannis Evangelium tr. XVIII, cap. i ; PL 35, 1536). La equivocacin de los herejes consiste en tratar la Escritura como si se bastase a s misma y como si fuese un texto didctico; pero un texto no didctico como la Biblia debe siempre ser ledo dentro de un contexto de sntesis: la sntesis expresada y la sntesis pensada. Y, en definitiva, todo texto debe leerse en el contexto del pensamiento de que ha salido. Ahora bien, quien tiene en s el pensamiento vivo de Cristo es la Iglesia de Pentecosts: por tanto, slo poseyendo contacto con ella se puede estar seguro de encontrar a Cristo en la Escritura, de comprender lo que hay de obscuro o dicho incidentalmente en ella sin encallarse en las angosturas o en el arcasmo de un texto dado y, en fin, de establecer la distincin entre la expresin sociolgica y la expresin absoluta de la redaccin. La Iglesia no juzga la Palabra de Dios, es por el contrario contempornea y testigo de la Palabra; sin embargo tiene poder sobre la interpretacin hecha de la Palabra escrita, a causa de una mayor fidelidad interior. Emite su juicio sobre una interpretacin de la Palabra, sobre una lectura demasiado externa de la misma, pero no juzga la Palabra, la Escritura. La frmula sera Escritura en la Iglesia, no Escritura e Iglesia o Iglesia y Escritura. 4. La Escritura y nuestra fe.

La tradicin se nos ha presentado hasta ahora como una conciencia viviente y actual de la Palabra de Dios en la Iglesia de Cristo. Pero es necesario que esta Palabra pueda ser reconocida inequvocamente y afirmada en toda su pureza y con clara distincin de cualquier palabra puramente humana. La tradicin, conciencia de la Iglesia, tiene poder discriminativo, posee sus ojos. 1. Ambigedad del trmino Iglesia. Hemos empleado hasta ahora de un modo impreciso la nocin compleja de Iglesia. Iglesia-institucin, o Iglesia-cuerpo mstico? Uno y otro, puesto que ambos conceptos expresan la sola y nica Iglesia de Cristo en la tierra. Cristo, efectivamente, es fundador de la Iglesia en un doble sentido. En primer lugar, porque l es, a partir de su Resurreccin, aquel en el cual Dios ha realizado, como

Cristo, objeto de la fe, es hallado en las expresiones de la tradicin, expresiones que son medidas sin cesar por su fuente nica. Quiere esto decir que las expresiones son relativas, pero nos autorizar esto para hacer caso omiso de ellas y atenernos nicamente a su fuente ? De ningn modo. La asistencia del Espritu que garantiza la tradicin viviente no dispensa en absoluto de la sumisin a sus expresiones autnticas. Porque Dios que ha comunicado el pensamiento de su corazn es tambin el autor de la Escritura y las tradiciones. Tales expresiones son normativas y la Iglesia, que siempre mani-

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primognito de entre los mortales, su eterno designio de hacer de la creacin la Iglesia de su gloria: el Seor es el fundamento sobre el cual se edifica la Iglesia (cf. Eph 2, 21-22). En segundo lugar porque ha dejado una institucin de salvacin durante el tiempo que media entre su Ascensin y su ltima venida. Por medio de ella las generaciones sucesivas se acogen a la accin salvfica por la cual Dios completa la realizacin de su eterno designio, inaugurado en la persona misma de Jess resucitado. La Iglesia procede de Cristo y es su prolongacin con una dependencia siempre actual, lo mismo en cuanto a su humanidad divinizada que en cuanto a su poder de mediador. Es comunidad de gracia y de vida nueva en Cristo; es instrumento de gracia por Cristo. Tiene en si la Palabra y la verdad de Dios, yx mediante su predicacin es recibida esta palabra, externa en su principio. El mismo espritu de Cristo anima estos dos aspectos inseparables de una Iglesia que permanece en estado de crecimiento poseyendo ya la prenda de su estatura definitiva y eterna. 2. Iglesia docente e Iglesia discente.

i Ioh 2, 20 y 27). Pero siendo el Espritu de verdad tambin Espritu de unidad, solamente la unanimidad de la comunidad cristiana en la confesin de la fe es conciencia subjetiva autntica de la tradicin. Se puede por tanto afirmar que el primer criterio infalible de la tradicin consiste en la unanimidad del sentido cristiano, unanimidad que no constituye un magisterio. Frecuentemente es difcil establecerla en concreto; donde mejor se manifiesta es en el culto y en la piedad. Por lo dems, no tenemos con ella nada ms que uno de los criterios de la tradicin cuya funcin en el estadio terrestre de la Iglesia est articulada en dependencia de los criterios del Magisterio de los cuales vamos a tratar. 4. Infalibilidad de la comunidad y magisterio jerrquico.

Esta distincin nos es bien conocida. Manifiesta que la Iglesia jerrquica ha recibido la misin de predicar el Evangelio y que est asistida, ella sola, por el Espritu de Cristo para determinar objetivamente lo que forma parte de la tradicin. Quiere esto decir que esta funcin activa de ella implique pura actitud pasiva en la comunidad de los fieles? Frente a una concepcin excesivamente jurdica y unilateral de la Iglesia docente se han abierto paso a lo largo de la historia otras concepciones de tipo proftico que aspiran a situar el juicio de la tradicin en la interioridad de la fe y del amor de la comunidad cristiana. La teologa rusa del siglo xix particularmente concibe el Cuerpo ntegro de Cristo a modo de un concilio disperso por todo el mundo, pero siempre actualmente convocado (lo que es designado con la palabra sobornost) en la unidad del Espritu Santo. En este caso la Iglesia docente sera la boca por la cual es expresada ntegramente la verdad de Cristo, reconocida activamente por su Cuerpo total. 3. Infalibilidad de la fe del pueblo de Dios.

La Iglesia jerrquica tiene como misin, conferida por Jess, predicar y explicar la Palabra de salvacin. La fe es obra conjunta de la predicacin exterior y de la luz interior del Espritu Santo. No se debe, por tanto, oponer en modo alguno los dos criterios de verdad que son el magisterio y la fe unnime. El mismo Espritu es el que asiste al magisterio y el que ilumina los corazones. En la vida concreta de la Iglesia ambos criterios operan en una perpetua interaccin, con prioridad objetiva, no obstante, del carisma jerrquico, que se encuentra en la enseanza y el juicio; el magisterio se asegura de la armona de su predicacin con la fe comn y esta fe comn encuentra su piedra de toque en la predicacin jerrquica. Pero notemos cuidadosamente que esto no equivale a hacer del magisterio un mero rgano declarativo de la Iglesia creyente; l posee en s la fidelidad de Cristo independientemente del consentimiento de la Iglesia, aun cuando afirmndose en comunin con ella. Nada ms normal que el Papa consulte a los obispos y a los fieles antes de definir un dogma; pero esto no implica en modo alguno una duda acerca de la infalibilidad inherente a su poder docente. 5. El magisterio ordinario y universal.

Jess ha dejado al pueblo de la Nueva Alianza su Espritu y su Institucin como prenda de su presencia y de su fidelidad. Ahora bien, sin descuidar en nada el carisma de verdad de la Institucin animada por el Espritu, es preciso reconocer que este mismo Espritu de verdad es fuente de discernimiento y conocimiento interior en los fieles. Ya Jeremas haba profetizado como don de los tiempos mesinicos este conocimiento interior de Dios que San Juan anuncia como parcialmente realizado en el Espritu de Pentecosts, como anticipo de la interioridad plena de la visin beatfica (Ier 31, 33-34;

Existen tres expresiones del magisterio en la Iglesia: magisterio ordinario y universal, magisterio extraordinario y magisterio ordinario simplemente. Solamente las dos primeras funciones gozan de infalibilidad. Con fe divina y catlica deben creerse ensea el Concilio Vaticano todas las verdades que se encuentran contenidas en la Palabra de Dios, escrita o tradicional y que la Iglesia propone para creerlas como divinamente reveladas, bien las proponga por un juicio solemne, bien por medio del magisterio ordinario y universal (sesin 111, cap. 3 ; Dz 1792). El magisterio, ordinario y universal est constituido por la predicacin unnime de los obispos, sucesores de los Apstoles. Solamente el colegio de los obispos en comunin con su centro, el obispo de Roma, goza del carisma de la infalibilidad, prometido por Jess al colegio apostlico con Pedro a la cabeza (cf. Mt 28, 20). El epteto

Fuentes de la teologa universal alude precisamente a la unanimidad de la enseanza de las iglesias locales. Este magisterio es el eje d e la tradicin expresada en la Iglesia: recae sobre la totalidad del depsito viviente de la Palabra y se expresa por medio de la catequesis y de la liturgia. L a importancia doctrinal de los Padres de la Iglesia se debe a que ellos son los primitivos testigos por escrito. Las encclicas de los Papas de nuestros das son con mucha, frecuencia el eco de esta enseanza ordinaria y universal. Aquel que quiera ver la verdad escribe Ireneo en el siglo* n i , puede en cada iglesia considerar la tradicin de los Apstoles manifestada en el universo entero... sta es la plena demostracin de que existe una sola y misma fe vivificadora, conservada en la Iglesia y transmitida en la verdad. 6. El magisterio extraordinario.

Fuentes de la fe virtud de su suprema autoridad apostlica define que una doctrina acerca de la fe o las costumbres debe ser sostenida por la Iglesia Universal, entonces goza, merced a la asistencia divina que le ha sido orometida en la persona del bienaventurado Pedro, de aquella infalibilidad con que el divino Redentor ha querido dotar a su Iglesia para definir las doctrinas de fe y costumbres; por consiguiente, tales definiciones del Romano Pontfice son irreformables por s mismas y no precisamente por el consentimiento de la Iglesia (sesin iv, Constitucin Pastor Aeternns; Dz 1839). Convendr notar que todas las condiciones exigidas por el Concilio son necesarias complexivamente para que tenga lugar una definicin papal infalible. De aqu que procedan con ligereza e ignorancia aquellos catlicos inclinados a atribuir esta prerrogativa a cualquiera de las intervenciones del Sumo Pontfice. De hecho el Papa habla ex cathedra muy raras veces. 7. Magisterio y dogma.

L a unanimidad de la predicacin episcopal a travs de la catolicidad es un hecho suficientemente firme para constituir la regla ordinaria de la tradicin en la vida corriente de la Iglesia. Mas si surgiese desavenencia sobre un punto de esta tradicin sera entonces difcil conseguir una prueba indiscutible de esta unanimidad. Entonces habra que recurrir a un Concilio ecumnico a fin de que la voz diseminada del testimonio apostlico pueda manifestar claramente su concordancia divina. El Concilio ecumnico que rene, en principio, todo el colegio episcopal en comunin con el Soberano Pontfice, posee la infalibilidad propia del magisterio ordinario y universal, enriquecida adems con cierta solemnidad en cuanto al modo de expresin. Los concilios particulares (de provincias eclesisticas, naciones), no gozan evidentemente de esta garanta. Cada una de las herejas importantes ha determinado la conciencia de la Iglesia a expresarse bajo la forma de un Concilio ecumnico. El de fecha ms reciente, Concilio Vaticano, 1870, ha afirmado la fe contra los errores nacidos del naturalismo y racionalismo modernos. 2 El Concilio ecumnico no es el nico criterio del Magisterio extraordinario de la Iglesia. Desde el simple punto de vista prctico resulta un procedimiento complicado. La conciencia infalible de la Iglesia tiene el recurso de poder expresarse con las mismas ventajas que la voz del Concilio por la voz personal del Sumo Pontfice. El Papa posee en virtud de las promesas del Seor (Mt 16, 16; Ioh 1, 4 2 ; 21, 15; Le 22, 32) el mismo carisma de infalibilidad en la proclamacin de la verdad catlica que el colegio episcopal. El Concilio Vaticano lo afirma en estos trminos: Cuando el Romano Pontfice habla ex cathedra, es decir, cuando en el ejercicio de sus funciones de Pastor y Doctor de todos los cristianos y en2. Observaciones: La lectura de los textos conciliares debe hacerse conforme a determinadas reglas de las cuales las ms importantes son: los cnones implican siempre afirmaciones de fe revestidas de infalibilidad; los textos de los captulos de suyo no gozan de este valor, a no ser que contengan frmulas solemnes y explcitas o que sean presentados bajo forma de smbolo de la fe; en cuanto a los considerandos de la definicin no se convierten en objeto de fe, en cuanto tales, aun cuando vengan en apoyo de una doctrina de fe.

P a r a hacer frente a errores e imprecisiones en la confesin de la Palabra de Dios, el magisterio extraordinario trata de expresar esta ltima en trminos lo ms precisos posible: en dogmas definidos. El pensamiento y su formulacin son cualidades ntimamente ligadas entre s en el conocimiento h u m a n o ; las palabras fijan provisionalmente el pensamiento y permiten profundizarlo ulteriormente, La verdad de salvacin obedece en la Iglesia a esta elemental pedagoga. La Iglesia conoce, en la conciencia y memoria constitutivas de la tradicin, el misterio de Cristo, y este conocimiento desborda toda formulacin. Sin embargo, no ha podido abstenerse de fijar desde muy pronto su creencia en frmulas litrgicas, smbolos de fe, catequesis ; de ellos se encuentran huellas incluso en los escritos del Nuevo Testamento. Se trata evidentemente de dogmas de fe, expresin del magisterio ordinario y universal en comunin viva con la fe ntima de la comunidad cristiana. E s t a actividad dogmtica se justifica indudablemente por la vida religiosa de la Iglesia. Lo mismo ocurre cuando se trata de dogmas de fe definidos: la proclamacin solemne de los dogmas tiene una finalidad principalmente social de afirmacin precisa y universal. La Iglesia la utiliza cuando existe una necesidad social; fuera de este caso se limita a la predicacin episcopal y a la fe comn ntima del Cuerpo de Cristo, juzgando que una formulacin ms tcnica no importa en s misma, de momento, ventaja alguna de carcter religioso. La Iglesia no procede en absoluto a definir dogmas d e c a el Cardenal Dechamps en el Concilio Vaticano a no ser cuando son negadas o puestas en duda verdades reveladas; n o llega a condenar errores contra la fe a n o ser cuando estos errores se han ya propagado (Collect. Lac. v i l , 397). Las declaraciones de los Padres del mismo Concilio son unnimes en este punto, y como un eco de la prctica constante de la Iglesia. Desde un punto de vista pastoral es importante sealar que los dogmas definidos no retienen, al ser formulados, otra cosa que el aspecto de verdad objetiva y enunciable de la revelacin, haciendo

Fuentes de la teologa abstraccin del carcter personal y de dilogo propio de sta. El dogma es algo as como una quinta esencia de verdad, pero que no pierde su dependencia de la Palabra viva. Es, asimismo, por naturaleza, parcial; slo expresa un determinado aspecto del misterio de que se trata. Se corre por ello el peligro de dedicar al objeto contro-. vertido tal atencin, que lo haga pasar a la categora de objeto principal. De ah la necesidad de situar cada definicin en el conjunto dogmtico que ofrece en su totalidad el misterio nico de Cristo. Por otra parte, la misma multiplicidad de los dogmas debe concebirse como una multiplicidad orgnica. El misterio de Cristo es polifactico y cada dogma particular nos manifiesta en la unidad del todo, uno de sus aspectos. La distincin de objetos est al servicio de la unin de la Iglesia con su Esposo por el conocimiento y el amor. Bajo este aspecto, se puede dar un sentido fecundo a la distincin entre dogmas ,o artculos fundamentales y dogmas secundarios. Se quiere expresar as la jerarqua de los dogmas cristianos segn que estn implicados ms o menos inmediatamente en la confesin funda* mental de Jess como Hijo de Dios y Salvador. Es sabido que los protestantes dan otro sentido a esta distincin que la hace equvoca y expuesta a favorecer interpretaciones errneas en los documentos ecumnicos. 8. Naturaleza del dogma.

Fuentes de la fe la realidad que se abre ante nuestra inteligencia de espritus creados. Es preciso admitir una realidad universal que, salvando las diferencias finitas o infinitas existentes entre las criaturas o entre lo creado y lo increado, manifieste a nuestro espritu un contenido invariable y una cierta semejanza de estructuras metafsicas. Esta realidad trascendente es el ser. En medio de la heterogeneidad de las realizaciones concretas del ser y ante todo entre su realizacin nica absoluta y las realizaciones participadas existe suficiente homogeneidad para que se puedan establecer, de unos seres a otros, relaciones intrnsecas; el ser es anlogo, y el espritu piensa dentro del mbito del ser. Tal implicacin ontolgica no es invento de los filsofos. Tiene apoyo en la afirmacin bblica de la unidad existente entre dos creaciones ordenadas la una a la otra, de que, se hace mencin en el prlogo del Evangelio de San Juan, en el prlogo de la Epstola a los Hebreos y en la Epstola a los Colosenses, cap. 1, 15-16. Dios en su primera creacin puso fundamentos para poder conocer el mundo de la fe, bajo la garanta de una revelacin de este mundo por la Palabra. As pues, cuando Dios manifiesta el misterio de su Voluntad en el mundo del espritu humano, lo hace apelando a estos fundamentos y refirindose a las afirmaciones realistas y universales de la inteligencia.. Dentro de la Palabra de Dios las palabras humanas adquieren un sentido peculiar que slo el creyente conoce verdaderamente, pero que se apoya, hablando desde un punto de vista natural, sobre una experiencia humana del espritu. Estamos ante el caso de una analoga en la fe, no de una simple analoga filosfica. Todo pensador religioso debe sin cesar precaverse de manejar demasiado fcilmente la analoga, separada de la afirmacin siempre actual de la Palabra de Dios, que le presta valor externo, y de la inteligencia de la fe, que posibilita su utilizacin ntima. Como dice San Pablo, conocemos como en un espejo e imperfectamente (1 Cor 13, 12). Falta que nuestras afirmaciones encuentren objetivamente el acto revelador por el cual Dios se nos comunica; son en efecto algo ms que smbolos no representativos. Aun cuando pueda parecer un poco falaz separar la afirmacin de fe y su formulacin, es preciso no obstante reconocer que las explicaciones precedentes exigen ser completadas, en lo concerniente al lenguaje empleado por la Iglesia en las definiciones dogmticas. No quedar comprometida la Palabra de Dios al ser traducida al lenguaje particular y de una determinada poca? No se habr abierto camino a un relativismo histrico entregando el dogma a la evolucin humana, con sus mltiples y sucesivas frmulas? Estas cuestiones se plantean ya acerca de los primeros redactores de la Palabra y especialmente a propsito de San Pablo y de San Juan. No pocas dificultades se desvanecen si se acepta que estos profetas, lo mismo que la Iglesia actual en su misin proftica, poseen, por divina inspiracin, el pensamiento de Dios y de Jesucristo de un modo realista, coherente, personal. Quien posee su

Dos elementos constituyen la cualidad dogmtica de una proposicin religiosa: i.) Que pertenezca a la palabra de Dios conocida por la revelacin; 2.0) Que sea propuesta en y por la Iglesia. El dogma no aade nada objetivamente a la Palabra de Dios; es ms bien la Palabra de Dios, tal como se presenta en la vida de la Ig'esia. Cuando el Concilio Vaticano califica como de fe divina y catlica el asentimiento del creyente ante la predicacin de la Iglesia, no intenta aadir al contenido objetivo y al motivo formal de la fe simplemente divina ni lo ms mnimo que se oponga a la Palabra de Dios ; quiere tan slo sealar que esta fe es entendida y recibida en la Iglesia (Const. de fide, cap 3 ; Dz 1792). La intervencin de la Iglesia plantea una cuestin delicada: Cmo puede la Palabra de Dios ser encerrada con propiedad en palabras humanas ? Cuestin sta que se plantea primeramente en el estadio de la afirmacin dogmtica e inmediatamente en el de su formulacin. Antes de reflexionar sobre ello situmonos en la certeza espontnea que posee el creyente del realismo de su adhesin. Sabe que su adhesin alcanza, de manera consciente, el misterio en la Palabra de Dios que le es presentada y no solamente con ocasin de la misma. Dios se ha dignado hablarnos en nuestro lenguaje humano y las palabras utilizadas no son totalmente ineptas para significar el misterio. El simple creyente posee la conviccin de salvarse tanto del antropomorfismo como del agnosticismo. El examen reflejo de esta conviccin vivida nos lleva a establecer que la realidad divina no tiene que ser completamente heterognea a

Fuentes de la teologa pensamiento como algo que mana del propio ser, es capaz de expresarlo de mltiples maneras convergentes, de retocar su formulacin, que podr ser incompleta, mas nunca inexacta. P a r a los creyentes, la Iglesia es un Pentecosts continuado en cuanto ella posee la garanta de ser el templo de la Palabra de Dios sobre Cristo. Su misin consiste en servir a la Palabra, proclamndola fielmente y traducindola en orden a la salvacin de los hombres. Deriva de esto: i.) La Iglesia, sin asirse demasiado a las palabras en s mismas, usa d e ellas como instrumentos contingentes para expresar lo absoluto del pensamiento. Ciertamente unas frmulas pueden ser mejores que otras, y caben a un mismo tiempo mltiples frmulas expresivas de -aspectos complementarios en la visin total del misterio. 2.0) Ninguna frmula dogmtica resulta caduca con el tiempo, aun en el caso de que las palabras empleadas hayan sufrido evolucin en su valor ordinario; el progreso de la formulacin dogmtica no se verifica por sustitucin, sino por integracin. L a frmula elegida por la Iglesia permanece siempre portadora del Misterio que la determin (por ejemplo, la expresin transubstanciacin que sucedi a la de conversin). 3.0) La Iglesia no introduce en sus frmulas un sistema filosfico en cuanto tal. 4. 0 ) L a Iglesia puede aceptar o rehusar una frmula segn que la juzgue o no apta en un determinado momento para expresar su verdad. P a r a adoptar una palabra la Iglesia espera generalmente a que tenga ya historia y a que haya perdido un contexto excesivamente particularista. E n ntima dependencia con los problemas ltimamente examinados est indudablemente el de la actitud de la Iglesia frente a los sistemas fitosficos. U n sistema que niega a la inteligencia la posibilidad de afirmaciones realistas absolutas no puede ser acogido dentro de la Palabra de D i o s ; un sistema dominado por el devenir que no tolera, ms all de sus relativismos, la afirmacin de una realidad metafsica invariable, no puede menos que estar en contradiccin con un dogma representativo del Absoluto. La Iglesia no puede menos de ponerse en guardia contra tales mentalidades. L o hace, sin embargo, como depositara de la Palabra de Dios. 9. C r e a la Iglesia n u e v o s d o g m a s ?

Fuentes de la fe indudablemente de afirmaciones dogmticas que no haban sido propuestas a la fe explcita de los creyentes. Comprese lo que eran el dogma mariano o el ejercicio de la primaca romana en la Iglesia de los primeros siglos y lo que son hoy da, y se impondr la evidencia de esto. La Iglesia posee conciencia de este hecho, a pesar de lo cual sigue afirmando su identidad con la palabra de Dios. Y en verdad que no parece preocuparse demasiado de proponer una teora conciliadora del principio y del hecho; sostiene el primero por su valor estructural y reconoce el segundo con perfecta certidumbre de su fidelidad, sin temor a contradecirse. Solamente en nuestros das, en su defensa contra las teoras transformistas o historicistas y bajo la influencia de una nueva concepcin cultural sobre la dimensin histrica, la Iglesia ha caminado hacia una conciencia ms refleja de su desenvolvimiento. (Const. de jide; Dz i8qo y 1818.) No obstante, desde un principio la Iglesia ha tenido la conviccin de que su tradicin era una realidad viva, que su propio tiempo no era menos fecundo para el conocimiento de Cristo que los tiempos apostlicos, en que se creaba el dogma (Ioh 2 1 , 12-13). La imagen apostlica del grano de mostaza (Me 4, 30-32), lo mismo que la funcin de verdad atribuida por Jess al Espritu (Ioh 14, 26), corroboran esta conviccin. Crezcan pues escribe en el siglo v San Vicente de Lerins y progresen intensa y ampliamente la inteligencia, la ciencia, la sabidura, tanto en cada uno como en todos, tanto en el individuo como en la Iglesia entera, al ritmo de las edades y al paso de los siglos; a condicin, sin embargo, de que sea respetando su propia naturaleza, es decir, en el mismo dogma, en un mismo sentido, en un mismo pensamiento (Commonit., XXIII [28] ; PL 50, 668). E n una materia en que el error est tan prximo a la verdad, el vocabulario tiene gran importancia; por eso se ha de preferir la expresin desenvolvimiento del dogma al de evolucin, pues aqul indica mejor la inmutabilidad del dato revelado y el carcter homogneo del desarrollo. H a de precisarse tambin que el dogma se desarrolla, pero no la revelacin, con lo cual se seala el carcter eclesistico del desenvolvimiento. P o d r hablarse de dogmas nuevos, sin que esto signifique que todo desarrollo deba desembocar en una definicin solemne, sino simplemente que la Iglesia expresa por s misma un aspecto del misterio en el que anteriormente no se haba insistido (por ejemplo en los dogmas marianos). E n otros casos dicho desarrollo se limitar a una precisin mayor de las frmulas en orden a una ms exacta comprensin de dogmas primitivos (como en los dogmas cristolgicos y eucarsticos). La labor teolgica ulterior consistir en tratar de vincular, en cada caso concreto de desarrollo dogmtico, el aspecto del misterio nuevamente aclarado a otro aspecto ms amplio del mismo que est contenido explcitamente en cualquiera de las expresiones de la tradicin: Escritura, institucin divino-apostlica, tradicin oral. Esta labor constituir una investigacin histrica que pondr de

L a Iglesia no puede aadir nada en absoluto a la Palabra de Dios. N o existe verdadera prioridad de una sobre otra sino ms bien inscripcin mutua. La revelacin proftica, en efecto, est ya cerrada y slo cabe esperar la revelacin escatolgica. Junto con esta doctrina de fe que la Iglesia ha defendido contra todos los seudoprofetismos (Montano en el siglo 11; Joaqun de Fiore en el siglo x n ) y contra el evolucionismo radical (Renn, Loisy), se impone el hecho siguiente : la historia de la Iglesia catlica manifiesta cambios que parecen afectar claramente a la Palabra de Dios en s misma. N o se trata solamente de cambios secundarios de orden disciplinar o pastoral; tampoco de simples formulaciones nuevas del depsito de la fe; sino

Fuentes de la teologa

Fuentes de la fe

manifiesto la multitud de factores que han concurrido al desarrollo dogmtico de que se trata: en primer lugar, sentimiento de fe y piedad en los fieles; reflexin de los telogos, refutacin de alguna hereja, circunstancias variadas de la vida de la Iglesia, e incluso, de modo indirecto, algunos factores profanos. Todos son instrumentos del Espritu de Cristo que introducen a la Iglesia en la Verdad total que es Cristo mismo. 10. El magisterio ordinario.

La jurisdiccin de la Iglesia sobre la verdad no coincide en extensin con el carisma de la infalibilidad. El magisterio ordinario por el cual proclaman la palabra de Dios cada obispo en su propia dicesis y el Papa para todo el pueblo cristiano, constituye un criterio que de la tradicin pasa al plano pastoral. El magisterio ordinario difunde la enseanza del magisterio infalible, asegura su proteccin y lo adapta a las diversas circunstancias. a) Enseanza del Papa. A este magisterio se refieren, en primer lugar, las encclicas pontificias. El Papa podra utilizar este gnero de documentos para proclamar una enseanza infalible. De hecho, las encclicas no han servido hasta ahora ms que para expresar el magisterio papal estrictamente ordinario. En ellas se recuerda a los fieles la fe comn de la Iglesia revistindola de actualidad; son propuestas doctrinas teolgicas enlazadas con la fe; se condenan ciertos errores que podran comprometer la fe. Por medio de estas circulares el Papa mantiene la unidad de doctrina y de gobierno con sus hermanos en el episcopado, de un modo adecuado a la actual coyuntura. Las encclicas de los Papas representan el magisterio propiamente ordinario en su ms alto grado; poseen la garanta de una asistencia del Espritu Santo de orden prudencial y pastoral, hecha excepcin de lo que en ellas hay de fe y es simple eco de la enseanza comn objeto propio del magisterio infalible. Por eso, las enseanzas de una encclica, aun cuando de suyo no sean irreformables, poseen algo ms que un valor puramente directivo. Los fieles estn obligados a seguirlas y no les es lcito escribir ni aprobar nada a ellas contrario, aunque su fe no est sometida a ellas a no ser de una manera indirecta. En el concierto de la predicacin apostlica universal la voz del Papa obtiene una autoridad particularsima a causa de la preeminencia de su poder apostlico en medio de los obispos. Precisemos ms an. En las encclicas, no van dirigidas a la je propiamente dicha de los fieles sino aquellas doctrinas que promulga la predicacin universal del Colegio de los obispos por medio de su jefe. Las otras afirmaciones o condenaciones doctrinales que vayan incluidas en las encclicas sern aceptadas como ciertas en virtud de la conexin que tengan con la fe y por razn de la confianza que el fiel debe a la Iglesia. En cuanto a las proposiciones teolgicas comunes contenidas en las encclicas sera temerario desentenderse de ellas: Si los Sumos Pontfices, en sus Constituciones escribe

Po x n , de propsito pronuncian una sentencia en materia disputada, es evidente que segn la intencin y voluntad de los mismos Pontfices, esa cuestin no se puede tener ya como de libre discusin entre los telogos (Humani generis, AAS, x x x n [1950] pg. 568; Dz 2313). Cuando se trata de disposiciones disciplinares es cosa clara que las que se refieran a la estructura misma de la Iglesia o de las costumbres cristianas exigen la misma actitud que las afirmaciones doctrinales. Pero las encclicas encierran frecuentemente disposiciones secundarias que tienen por fin salvaguardar el depsito revelado o la prctica orgnica de la caridad en el Cuerpo de Cristo en determinadas circunstancias. Tales disposiciones, de suyo relativas, deben sin embargo obtener la obediencia de los fieles hasta que la misma autoridad disponga otra cosa, ya que puede suceder que en estas materias una encclica haga caducar disposiciones de una encclica anterior, sin que ello afecte, claro est, a los principios inmutables que las haban inspirado. La voz del Soberano Pontfice emplea an otras formas mltiples de expresin de desigual importancia. Inmediatamente despus de las encclicas, aun antes de las alocuciones y los discursos, es preciso colocar los decretos del Santo Oficio aprobados y refrendados por el Papa mismo (in forma specifica). La fuerza de la autoridad pontificia est mucho ms restringida en los documentos del Santo Oficio en forma comn, lo mismo en los derivados de otras Congregaciones doctrinales de la Curia Romana. Todos ellos son reformables, si bien reclaman asentimiento de religiosa obediencia por parte del fiel solcito de proteger su fe. Por lo que se refiere al ndice promulga simplemente medidas disciplinares, sin incluir directamente un juicio doctrinal. Exige abstenerse de leer tal o cual escrito que se juzga peligroso para la fe o costumbres del comn de los fieles. b) Enseanza de los obispos. Considerados aisladamente, los obispos, por medio de sus cartas pastorales, de su predicacin, instruccin catequstica, promulgan una enseanza ordinaria, afianzada por la asistencia prudencial aunque no infalible del Espritu. En todo aquello que no afecta a la Palabra de Dios propuesta por el magisterio infalible, esta enseanza exige un asentimiento respetuoso y religioso, pero no forzosamente definitivo. La autoridad de tal enseanza es inferior a la del Papa y depende de la autoridad de la sede episcopal de la cual emana, as como tambin de la insistencia con que es propuesta. Los telogos, que pueden estar asociados al Sumo Pontfice o a los obispos, no gozan de ms autoridad que la que reciben, bien de aqullos, bien de la unanimidad docente o de creencia cuyos voceros acreditados son. Los simples sacerdotes no predican ni ensean sino por misin de su obispo o del Papa.

Fuentes ele la teologa

Fuentes de la fe a) Sealar en San Pablo el mltiple uso de la palabra jcapSooi? y los textos paralelos. H e aqu los lugares ms importantes: Rom 16, 17; 1 Cor 15, 1 ss; Gal 1, 9; Phil 4, 9; 1 Thess 4, 1-2; 2 Thess 2, 15; 1 Tim 4, 20; 2 Tim 1, 13-14; 2, 2, donde se podr ver que, para el Apstol, tradicin designa a la vez el acto de transmitir y el objeto transmitido. b) La monografa de D. VAN DEN EYNDE, Les normes de l'enseignement chrtien dans la littrature patristique des trois premiers sicles, Lovaina 1933, es una excelente introduccin a la teologa patrstica de la tradicin. Despus habr que emprender el estudio del libro 111 de Adversus haereses de SAN IRENEO DE LYON, obra fundamental. Una traduccin francesa con el texto original, introduccin y notas de ella nos es dada por F . SAGNARD, Coll. Sources Chrtiennes, Pars 1952. Igualmente puede ofrecer ayuda el artculo de H . HOLSTEIN, La tradition des Apotres ches saint Irne, R S S x x x v i (1949) 2, pgs. 229-70. Vase tambin el trabajo de J. SALAVERRI, S. L, El argumento de tradicin patrstica en la antigua Iglesia, "Rev. Esp. de Teol.", v (1954), pginas 107-119. c) P a r a conocer el pensamiento del Concilio de Trento sobre la tradicin, se puede consultar: J. SALAVERRI, S. L, La tradicin valorada come fuente de revelacin en el Concilio de Trento, Est. Eclesisticos x x (1945) pgs. 33-62; E D . ORTIGUES, critures et Traditions apostoltques au Concite de Trente, R S R x x x v i (1949) pgs. 271-299. El pensamiento de J. B. FRANZELIN se encuentra en su tratado De divina Traditione et Scriptura, Roma 1882. El de J. A. MOEHLER en L'unit de l'Eglise, traduccin con notas de la Coll. Unam Sanctam, Pars 1938. Acerca del mismo autor ha sido publicada una serie de estudios sobre la tradicin e n : L'Eglise est Une, hommage a Moehler, Pars 1939. La bibliografa de las cuestiones relativas al Magisterio se podr encontrar en el captulo sobre la Iglesia de la presente Iniciacin. 3. L o s lugares dogmticos.

CONCLUSIN

N o debe causar asombro tanta variedad de rganos declarativos de la t r a d i c i n y m e n o s a n la g r a d a c i n d e la a u t o r i d a d . L a p a l a b r a d e D i o s v i v e e n la I g l e s i a ; la u n a n i m i d a d d e la fe d e los c r e y e n t e s y el m a g i s t e r i o infalible n o s g a r a n t i z a n s u i n t e g r i d a d y s u c o n t i n u i d a d a b s o l u t a c o n J e s s ; p e r o esta P a l a b r a v i v e e n los h o m b r e s y f o r z o s a m e n t e e n t r a en c o n t a c t o c o n d o c t r i n a s h u m a n a s , c o n t a c t o q u e p u e d e s e r n o c i v o o f e c u n d o . E n la v i d a c o t i d i a n a d e la I g l e s i a c o r r e s p o n d e a la f u n c i n p a s t o r a l d e l m a g i s t e r i o o r d i n a r i o e n s u s m l t i p l e s v a r i e d a d e s el v e l a r lo m e j o r p o s i b l e p o r t o d o a q u e l l o q u e f a v o r e c e la integridad del m e n s a j e revelado. E s t a misin que se d e s e m p e a en t o r n o a la P a l a b r a d e D i o s i m p l i c a a p r o x i m a c i o n e s y a d a p t a c i o n e s : lo e s e n c i a l e s q u e a t r a v s d e t o d o e s t o q u e d e i n t a c t o y v i v o el m e n saje e t e r n o , la t r a d i c i n d e la p a l a b r a d e salvacin,, q u e n o es o t r a cosa que Jesucristo.

ORIENTACIONES

D E TRABAJO

Y

BIBLIOGRAFA

1.

Revelacin y misterio cristiano.

) Estudese la nocin bblica de [uatrjpov, sealadamente en San Pablo donde podr verse que l misterio es definido mucho menos por su incognoscibilidad que por la revelacin parcial que de l es dada. El misterio para San Pablo es el Cristo total, realizacin plena del plan divino. Cf. D. DEDEN. Le Mystre paulinien, en "Ephemerides Theologicae Lovanienses" 1936. 4 T o-443. b) La mejor analoga que puede ilustrar una reflexin teolgica sobre el Misterio es la del secreto de una conciencia personal manifestndose en la amistad. P e r o propiamente hablando no hay misterio en la naturaleza fsica. Cf. Chiers universitaires cathol., suppl., 1949. Resea de las 2e Journes Universitaires sobre Le Mystre. c) Cabe distinguir tres acepciones de misterio cristiano ntimamente liga* das:. I. misterio doctrinal, objeto de la revelacin; 2. misterio histrico, o sea la vida histrica de Jess que por ser obra del Verbo Encarnado posee un valor universal de salvacin; 3. misterio litrgico, el acto del culto cristiano en el cual el misterio salvador de Jess se encuentra realizado y aplicado a los fieles: los sacramentos. El misterio de Cristo se ha realizado temporalmente en los misterios de. su vida, prefigurados ya por los misterios de la historia de Israel; el misterio de Cristo contina realizndose en provecho de los fieles en los misterios del culto cristiano en los cuales se prolongan los del Seor. Acerca del misterio litrgico puede leerse La Maison-Dieu, x i v , nmero de'dicado a Dom O. Casel. 2. L a tradicin.

En los captulos siguientes se encontrar un estudio detallado de las expresiones y reglas de, la tradicin que acabamos de presentar sucintamente. Procederemos con el siguiente orden : A) Las expresiones de la tradicin: i. La Sagrada Escritura; 2. 0 Las instituciones: a) La liturgia; b) El derecho cannico. B) Los criterios de la tradicin: i. El magisterio ordinario y sus testimonios : a) Los Padres de la Iglesia; b) Los smbolos de la fe; c) El eco de la tradicin en las Iglesias cismticas de Oriente; 2. 0 El Magisterio extraordinario y los Concilios ecumnicos. Nota: Las instituciones constituyen a la vez expresiones de la tradicin y criterios de la misma. Tendran pues su lugar en A y en B; mas a fin de no multiplicar los estudios se unirn estas dos funciones en un mismo captulo.

No existe en espaol ni en francs ningn estudio de sntesis acerca de la tradicin, a no ser el breve artculo de A. MICHEL, Tradition, en D T C ; en alemn, v. Auc. DENIFLE, S. I., Der Traditionsbegriff, Mnster 1931. Un estudio de la tradicin un tanto completo habra de ser realizado en tres etapas:

Captulo II INTRODUCCIN A LA SAGRADA ESCRITURApor A.-M.SUMARIO:I. Q U E ES LA SAGRADA ESCRITURA

DUBARLE, O.

P.Pgs.

La constitucin progresiva del texto bblico ... El Antiguo Testamento El Nuevo Testamento La constitucin del canon bblico 2. Naturaleza de la inspiracin Datos del problema La causalidad instrumental del hagigrafo ... Naturaleza psicolgica de la inspiracin: accin sobre la inte ligencia; accin sobre la voluntad 3. Efectos de la inspiracin: la Escritura, palabra de Dios Poder de edificacin de la palabra de Dios ... Inerrancia de la palabra de palabra de Dios ... Inerrancia en cuanto a los hechos naturales ... Inerrancia en materias histricas Inerrancia en materia religiosa 4. El sentido literal y el sentido espiritualII. LA ESCRITURA Y LA REGLA DE FE 1.

i.

2.

Escritura e Iglesia L a fe de la comunidad y el recurso a la Escritura Escritura e interpretacin del magisterio eclesistico Interpretacin individual Canon escriturario y autoridad de la Iglesia ... . Escritura y tradicin Extensin del depsito escriturario Interpretacin de la Escritura y tradicin ... . La predicacin apostlica y la Escritura ... . La tradicin viviente y la Escritura Puesto de la Escritura en el pensamiento cristiano

BIBLIOGRAFA

Fuentes de la teologa

La Sagrada Escritura Los profetas posteriores son verdaderamente el eco de una predicacin proftica: Isaas, Jeremas, Ezequiel, y los Doce projetas menores; Daniel viene aparte. 3. Los Escritos constituyen un grupo mucho menos homogneo de composicin y de aceptacin tambin ms tarda. En ellos se pueden distinguir: Libros poticos y sapienciales: Job, Salmos, Proverbios, Qohleth (o Eclesiasts), Lamentaciones, Cantar de los Cantares. Libros narrativos: Rut, Ester, Esdras, Nehemas, Crnicas; un libro proftico, Daniel. Los ejemplares de la traduccin griega llamada de los Setenta han conservado otros libros y no han seguido exactamente el orden del hebreo. Adems de algunos apcrifos han aadido los libros cannicos siguientes: Narrativos: Tobas, Judit, 1 y 2 de los Macabeos; Proftico: Baruc, adicionado como apndice a Jeremas; Sapienciales: el Eclesistico (o Ben-Sirah, segn el original hebreo), la Sabidura, amn de algunos suplementos a Daniel y Ester. El Nuevo Testamento. Los escritos propiamente cristianos se pueden clasificar as: Libros histrico-legislativos: los Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Los tres primeros se llaman sinpticos porque muy frecuentemente se da entre ellos una semejanza tan estrecha que permite disponerlos en sinopsis. El de San Juan es posterior (fines del siglo 1) y ms independiente de la catequesis oral. Un libro histrico: los Hechos de tos Apstoles, que abarcan desde la Resurreccin del Salvador hasta la cautividad de San Pablo en Roma (hacia el 60-62); Epstolas apostlicas: trece epstolas en que San Pablo se menciona en el exordio, la epstola a los Hebreos, derivada indirectamente de la enseanza del mismo San Pablo, y siete epstolas llamadas Catlicas, si bien algunas de ellas se dirijan a comunidades particulares: la de Santiago, 1 y 2 de San Pedro, 1, 2 y 3 de San Juan, y la de San Judas; Un libro proftico: El Apocalipsis de San Juan. La constitucin del canon bblico. En lo esencial esta doble coleccin ha sido siempre considerada por las comunidades cristianas como sagrada y cannica. Sin embargo, algunos libros fueron durante algn tiempo objeto de duda y de discusin en la Iglesia antigua. stos reciben el nombre de deuterocannicos, en oposicin a los protocannicos, admitidos siempre unnimemente. o se han dado una despus de otra dos promulgaciones oficiales, fijando ambas listas corta y larga. Desde el principio el ncleo esencial de la Escritura se ha impuesto, sin que mediase el juicio solemne de la Iglesia, al asentimiento comn. Ms tarde, despus de un perodo de dudas, algunos apcrifos que haban

I.

Q U ES LA SAGRADA ESCRITURA

1. La constitucin progresiva del texto bblico. El cristianismo posee libros sagrados de origen divino que contienen el relato de su historia, la exposicin de su creencia y la ley de su conducta prctica. La escritura es un medio indispensable para conservar de una manera precisa un pensamiento complejo y era natural que la revelacin cristiana recurriese a este medio. Del mismo modo que Dios ha querido hablarnos por medio de su Hijo, hecho en todo semejante a" los dems hombres, excepto en el pecado (Hebr i, 2 1 ; 4, 15), as tambin ha querido que su palabra permaneciese entre nosotros segn los modos ordinarios del pensamiento humano. El conjunto que la Iglesia reconoce como cannico, es decir, como regulador de su fe y de su prctica (canon en griego significa regla), se fu constituyendo lentamente en el curso de catorce siglos, desde que Moiss dio su legislacin a Israel a su salida de Egipto hasta fines del primer siglo de la era cristiana. No todos los libros datan de la misma poca y no todos han gozado desde su aparicin de la autoridad que actualmente se les reconoce. Se distinguen dos grandes partes: Antiguo Testamento y Nuevo Testamento. El trmino testamento viene de la traduccin latina de una palabra griega que puede significar lo mismo alianza que testamento. La antigua alianza comprende en realidad toda una serie de iniciativas divinas desde los patriarcas a Moiss y a los profetas; la nueva alianza es la inaugurada por Nuestro Seor Jesucristo. El Antiguo Testamento. El antiguo Testamento comprende en el canon judo tres colecciones ms pequeas que corresponden a una divisin lgica, al menos parcialmente, y a la fecha ms o menos retardada de su aceptacin como Escritura inspirada. 1. La Ley (en hebreo Torah, o tambin Pentateuco segn una palabra griega que significa cinco receptculos, cinco libros) e