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    Charles Sylvain

    Hermann Cohen,apstol de la Eucarista

    Fundacin GRATIS DATEPamplona 2005, 2 edicin

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    Charles Sylvain Hermann Cohen, apstol de la Eucarista

    Introduccin

    La inesperada conversin y profesin religiosa del fa-moso pianista Hermann caus en la Europa de media-dos del siglo XIX un notable revuelo, que dio lugar, to-dava en vida del propio Hermann, a algunas publicacio-nes sobre el tema.

    Unos aos despus de su muerte, apareci la que ha

    sido, prcticamente hasta nuestros das, la biografa msextensa y completa del fundador de la Adoracin Noc-turna, la obra del cannigo Charles Sylvain, Vie du R.P. Hermann, en religion Augustin-Marie du Trs-Saint-Sacrement(Oudin, Poitiers 1881, 354 pgs.), de la quese hicieron numerosas reediciones hasta 1925.

    Esta obra, terminada en 1880, fue escrita partiendo defuentes seguras y numerosas: el Diario redactado porHermann desde el da de su bautizo; la carta que al dasiguiente de su bautismo dirige al padre Alfonso MaraRatisbonne; el relato de su vida mundana, escrito porobediencia; sus manuscritos de discursos y sermones;varios centenares de cartas; as como los testimonios defamiliares suyos y de varios de sus hermanos en reli-gin.

    Ya a principios de nuestro siglo se public en espaolun resumen de este libro, aunque sin dar el nombre de suautor: Vida del R.P. Hermann(Monte Carmelo, Burgos1905, 139 pgs.). Y algunos aos ms tarde vio la luzuna traduccin completa de la quinta edicin francesa,realizada por el padre Jaime de la V. de Misericordia, C.D.: El apstol de la Eucarista. Vida del P. Agustn Ma-ra del Santsimo Sacramento, C. D.(Editorial LitrgicaEspaola, Barcelona 1935, 454 pgs.). Pronto se dio a laimprenta una segunda edicin (Centro de Propaganda deSanta Teresa del Nio Jess, Barcelona 1944, 434 pgs.).

    Ms reciente es la biografa escrita por Dom JeanMarie Beaurin, Flche de feu; le Pre Augustin-Mariedu Trs Saint Sacrement, Hermann Cohen (1821-1871)(ditions France-Empire, Pars 1981 y ditions duParvis, Hauteville, Suiza, 1988, 397 pgs.).En esta obrase emplean documentos que Sylvain no conoci. DomBeaurin, benedictino de Fontgombault, en Francia, esnieto de Georges Raunheim, un sobrino del padreHermann.

    Ya en el prefacio de su obra, Dom Beaurin destaca lasantidad del padre Hermann, acerca del cual el padrecarmelita Marie-Amand, Vice-Postulador de las Causasdel Carmelo, en 1936, le confesaba:

    Todos los Carmelos que han conocido al padre Hermann, supe-riores y hermanos, han pensado y testimoniado que era un santo,un verdadero santo.

    Pues bien, con motivo de celebrarse en 1998 los cien-to cincuenta aos de la primera vigilia de la Adoracin

    Nocturna, fundada en Pars por Hermann Cohen el 6 de

    diciembre de 1848, la Adoracin Nocturna Espaola y laFundacin GRATIS DATE ofrecen el presente libro a loslectores de habla espaola y especialmente a los adora-dores.

    Se trata de una versin abreviadade la primera edi-cin espaola de la obra de Sylvain (1935). He resumidoo eliminado muchos comentarios del autor, pero en cam-bio he conservado todos los datos sobre Hermann Co-hen y los textos personales suyos, como las citas de su

    Diario, cartas, etc. Me he visto en la necesidad de modifi-car considerablemente la traduccin, ajustndola al espa-ol actual. Y he introducido tambin en el texto los sub-ttulos.

    Entre corchetes [de este modo] he aadido algunosdatos que hoy no pueden darse por sabidos. Al final de laobra ofrezco una Cronologa de Hermann Cohen, ascomo las fechas principales del Marco histricode suvida.

    Sea el Seor glorificado por la admirable obra de gra-cia y santidad que realiz en el padre Hermann.

    Y que este libro, por obra del Espritu Santo, encienda

    en los lectores aquel fuego de amor inmenso que ardien el corazn de Hermann Cohen hacia Cristo, realmen-te presente en la sagrada Eucarista.

    Jos Mara IraburuConsiliario diocesano de la

    Adoracin Nocturna EspaolaPamplona

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    1

    Nacimientoe infancia de Hermann

    Los CohenHermann Cohen naci el 10 de noviembre de 1820,

    hijo de David-Abraham Cohen y de Rosala Benjamn. Ellugar de su nacimiento fue Hamburgo, ciudad libre deAlemania, situada en la orilla derecha del Elba, no lejos

    de su desembocadura en el mar del Norte.Entre las numerosas familias judas, que desde hace

    siglos habitan en la ciudad, clebre por la actividad de sucomercio, los Cohen ocupaban un lugar preeminente porsu fortuna, as como por su inteligencia en los negocios.Descendan de la antigua tribu consagrada al serviciodel templo de Jerusaln. El nombre de Cohen, cuentaHermann mismo en sus Confesiones, significa sacerdo-te en hebreo, y los que llevan este nombre son los des-cendientes del gran sacerdote Aarn, de la tribu de Lev.Cuando los Cohennim se encuentran en la sinagoga, ejer-cen como un simulacro de sacerdocio; suben las gradasdel santuario, extienden las manos y bendicen al pueblo.

    Recuerdo, deca ms tarde Hermann, haber visto a mi padre y asus hermanos dar esta bendicin.

    El neojudasmo

    El culto judo, sin embargo, haba seguido en Hamburgolos progresos y usos de nuestra civilizacin moderna.Los que se decan ms ilustrados, entre los descendien-tes de Abraham, forjaron una especie de reforma, y crea-ron un neojudasmo. La misma lengua hebrea fue des-cuidada: se predicaba en alemn, se haba dejado de leerel Talmud,y otras varias innovaciones haban hecho des-aparecer poco a poco los viejos vestigios del antiguo ritode la sinagoga. Los Cohen se haban colocado del ladode los reformadores, y acudan con sus hijos a las asam-bleas de stos.

    Primeras vivencias religiosasEl pequeo Hermann experimentaba cierta repugnancia

    instintiva por tales novedades, y senta mayor interspor las ceremonias antiguas que se haban conservado.

    Cuando vea, dice, al rabino subir las gradas del santuario, des-correr la cortina y abrir una puerta, me hallaba en solemne espera.

    Su alma senta ya como el presentimiento y la necesi-dad del infinito que haba de llenarla un da. Estas cere-monias, a pesar de lo que tenan de majestuoso e impo-nente, dejaban siempre, sin embargo, un gran vaco ensu corazn.

    Mi expectacin no era nunca satisfecha cuando vea a los levi-tas sacar con mucha solemnidad un gran rollo de pergamino sem-brado de letras hebraicas y rematado por una corona real, envueltoen una bolsa de magnfico pao. Llevaban entonces y ponan congran ceremonia el rollo en un atril; quitaban el envoltorio y lacorona; lo desenrrollaban y lean las santas Escrituras, impresas enhebreo. Estaba yo lleno de ansiedad durante toda la ceremonia.

    Buscaba ya explicarse el sentido de la ceremonia, yhubiera querido penetrar sus misteriosas significaciones;pero sus dudas quedaban sin resolver, y sus investiga-ciones sin respuesta. Como no entenda el hebreo, laspalabras de la Escritura nada le decan. Esta aficin a lasceremonias religiosas, estas aspiraciones misteriosas desu alma, no eran como una primera llamada de la graciadivina? Puede suponerse esto sin dificultad, tanto mscuanto que Hermann afirma que a estas primeras aspira-

    ciones de su infancia se juntaba una gran inclinacin ala oracin.

    Algunas veces, por la maana, invitaba a su hermanitaa unrsele, y ambos entonaban cnticos en lengua alema-na, cantaban salmos y recitaban oraciones. Y ya enton-ces estos dos corazones infantiles experimentaban emo-ciones y enternecimientos al invocar al Dios de Is-rael. Era como el preludio de las emociones y alegras,muy diferentes en profundidad y sublimidad, que debanexperimentar un da en presencia del Tabernculo, queencierra al autor mismo de la ley y al verdadero pan devida. Estas impresiones pasaron, sin duda, pero dejaronhuellas profundas en el alma del nio, ya que despus de

    ms de treinta aos no las haba olvidado an.Sus padres le hicieron aprender el hebreo; pero las lec-ciones consistieron sobre todo en escribir el alemn concaracteres hebraicos, segn costumbre entre los judos,a fin de conservar entre ellos el secreto de su correspon-dencia.

    En el colegioDavid Cohen era un opulento negociante, y quiso dar a

    sus hijos esmerada educacin, en consonancia con sufortuna. Hermann y su hermano mayor, Alberto, fueronmandados al colegio ms renombrado de la ciudad, diri-gido por un protestante. En l tuvieron que sufrir bastan-

    te de parte de sus condiscpulos, en su mayora protes-tantes. A causa de la religin que profesaban, fueron ob-jeto de burlas despectivas y de dichos groseros; perosoportaron estas pruebas con la calma y la tenacidadjudas, sabiendo que la tempestad no durara, y que un dau otro encontraran la ocasin de un desquite cierto y ven-tajoso, desde el punto de vista de los intereses materiales.

    Este desquite Hermann intent tomrselo en seguida,procurando con sus xitos escolares que se acallasen losprejuicios, y eclipsando por su saber a todos los condis-cpulos de su edad. Su inteligencia le permiti alcanzarfcilmente tal resultado, y maniobr con tanta habilidady fortuna que pronto obtuvo la estima de sus maestros yel afecto de los dems colegiales.

    Si el xito coron sus esfuerzos, tambin le desarrolldesmesuradamente el germen de la vanidad, que ms tardelo arrastr a grandes y dolorosos descarros. Lejos deatajar el mal, sus padres haban favorecido en ms deuna ocasin el defecto, colmndolo de caricias y con-descendiendo a todos los caprichos del pequeo dolo.Esta preferencia pareca justificada por las raras disposi-ciones del nio para el estudio.

    La msica

    A los cuatro aos y medio, viendo que su hermanoaprenda el piano, inst a su familia para obtener el mis-mo favor. Su madre, que nada saba rehusarle, accedio atal deseo. Pronto se dieron cuenta de las extraordinariasdisposiciones del nio para la msica: adelant a su her-mano en poco tiempo, y a los seis aos tocaba ya alpiano todos los aires de las peras en boga, y ms de unavez se entreg a improvisaciones que sorprendan a laspersonas ms capacitadas para juzgarlas.

    1. Nacimiento e infancia de Hermann

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    Charles Sylvain Hermann Cohen, apstol de la Eucarista

    EstudiantePareca que haba de ser superior en todo.En lengua francesa, dice, en latn y dems ciencias que nos

    hacan aprender, en todo era lo mismo: cual otro Jacob, arrebatabael derecho de primogenitura a mi hermano, atraa haca m las re-compensas y los elogios, y de tal modo saba hacer resaltar misuperioridad, que mi pobre hermano ha debido de sufrir mucho porculpa ma.

    Orgullosa de su Hermann, la seora de Cohen haba

    soado con hacer cursar a su hijo las clases de la Uni-versidad, y lo alent a que correspondiera a tales deseos.Los adelantos del chico en latn y griego fueron tan rpi-dos que a los nueve aos estaba en disposicin de poderseguir los cursos de tercero en el Instituto.

    Entonces se present una dificultad: los alumnos quefrecuentaban dicha clase no tenan menos de catorceaos, y se vea ms de un inconveniente en que entraraen sus filas un nio tan pequeo. No seran de temer loscelos y los malos tratos de los mayores? Adems, losmdicos declararon que esta misma precocidad podraser funesta a la salud del nio, cuyo cerebro tena nece-sidad de reposo, y se decidi que se quedara an un ao

    en casa.Deja el colegio

    Este ao deba ejercer penosa influencia en el corazndel sensible nio. En el colegio no le haban enseadoningn principio serio de religin. Referente a ella, todala instruccin consista en un curso de historia bblica.La vivsima imaginacin de Hermann se haba impresio-nado e inflamado, sin duda, con el relato de las aventu-ras de Jos vendido por sus hermanos, de Moiss mila-grosamente salvado de las aguas. El paso del mar Rojo,los relmpagos y truenos del Sina alternativamente ha-ban hecho germinar en su mente la idea de la grandeza ydel podero del Dios de Israel; pero su corazn no habarecibido ninguna direccin, y su alma, entregada a smisma, se hallaba expuesta a todas las seducciones de lavida.

    Las primeras impresiones religiosas, de las que hemoshablado, parecen haber desaparecido por completo a laedad en que sali del colegio. En su familia, a su alrede-dor, en todas partes no vea sino gente ocupada en cues-tiones materiales, cuya mirada slo alcanzaba los intere-ses personales, que se limitaban a los placeres, al disfru-te y a los honores del tiempo.

    Nuestra casa, dice, era como un hormiguero en que se iba yvena: mercancas por todas partes, por todas partes gente quecontaba dinero, y la sola diferencia que yo vea entre estas gentes

    atareadas no estaba indicada ms que por la cuanta de la fortuna, ala cual se rendan todos los honores.

    Precoz pianista

    Con tales ejemplos a la vista, desprovisto de prcticareligiosa, lo pusieron en manos de un profesor encarga-do de perfeccionarle en el arte musical. Cmo era el talprofesor, l mismo lo cuenta. Tena reputacin de hom-bre genial, y esto bastaba para justificar a los ojos delvulgo todos sus caprichos y extravagancias. Impune-mente poda contraer deudas, vestirse de manera extra-a, tener las ms locas y escabrosas aventuras; su pre-tendido genio lo cubra todo con su gloria, y no habanadie en Hamburgo lo bastante osado para vituperar susdesrdenes y cerrarle la puerta.

    Como lo vea admirado de todos, dice Hermann, quise prontoimitarle, y empec a seguir su conducta fantstica. Le gustaba lacaza, y yo pasaba el da entero con l, los pies en el agua; le gustabael juego, y demasiado pronto, desgraciadamente, me aficion a l.Le gustaban los caballos, todos los placeres, y como hallaba la

    bolsa de sus admiradores siempre abierta para satisfacerle todas lasfantasas, empec a meterme en la cabeza que no haba existenciams feliz en la tierra que la de un artista. Mi maestro deca amenudo a mi madre: Hermann tiene genio. Esto me alentaba anms.

    Nio prodigio

    Pronto se present una circunstancia que puso de re-lieve la energa y el talento del nio. El mismo artistahaba compuesto una pieza para piano extremadamente

    difcil y que ejecut con gran xito en un concierto p-blico. Celoso de este xito, Hermann resolvio aprender aescondidas el papel, y en cuanto se crey en disposicinde poderlo tocar de manera satisfactoria, rog al profe-sor tuviera la bondad de hacrselo estudiar. Profunda-mente ofendido por la jactancia de su alumno, le respon-di con una bofetada. Mas Hermann replic llorando:prubelo usted a lo menos, y ver si no lo consigo. Lamadre, que estaba presente, apoy la peticin del chico,y el profesor, de bastante mal humor, mand a su alum-no que se sentara al piano; pero pronto desarrug el ceo,y maravillado de la manera como la pieza es tocada porlos deditos del nio, no halla mejor modo de demostrar

    su gozo que llevndoselo consigo a la taberna y a casade los amigos, para mostrarles el pequeo prodigio.Este xito parece haber decidido de una manera defini-

    tiva la vocacin de Hermann. Su madre consiente en quesiga la carrera de artista. El seor Cohen present a talesproyectos ms de una objecin; pero habindole hechoperder toda su fortuna desgraciadas operaciones de co-mercio, que se juntaron a las consecuencias de la revo-lucin de 1830, dej de oponerse a la realizacin de losdeseos del hijo y de la madre.

    No intentaremos siquiera describir el gozo del nio,que vea abrrsele un seductor porvenir:

    xitos, dice, honores, la celebridad, los placeres en que los

    artistas pasan parte de su tiempo, los viajes, las aventuras, todoello se pintaba con colores rosados en mi imaginacin, extraordina-riamente desarrollada para mi edad.

    Los teatrosEl padre Hermann ha descrito varias veces, en sus ser-

    mones y en las Confesiones, los estragos que hizo en-tonces en su alma la frecuentacin de los teatros, dondelo conducan bajo el pretexto de que oyera buena msi-ca. Y dice cmo, jovencito an, su imaginacin sobreex-citada se complaca en tomar en serio el papel de loshroes de teatro. No soaba ms que con aventuras no-velescas, citas misteriosas, conquistas brillantes y fan-tsticos proyectos.

    Arda en deseos de llegar a la edad en la cual podra realizartodos estos sueos.

    Primer viaje

    Qu era del corazn del muchacho en medio de vidasemejante? Un rasgo de egosmo, por l mismo conta-do, nos muestra a lo vivo lo que el orgullo y las leccionesdel teatro haban hecho del corazn de un nio deonceaos, de ordinario tan sensible al cario y tan sensible alos dolores de la separacin.

    Debiendo su maestro ir a Francfort, haba propuesto ala familia Cohen que le dejaran llevarse consigo de viaje aHermann. Fue una gran fiesta para el nio-artista: parte

    de sus sueos iban a realizarse, y estaba impaciente dever las novedades cuyas maravillas se imaginaba.

    El viaje era largo. Se trataba de la primera separacin,y la familia, entristecida, quiso acompaar al pequeoviajero. Para prolongar la dulzura de la compaa, atra-ves el Elba. Hermann se mostr insensible a esta demos-

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    tracin de ternura, y mientras su madre le cubra decaricias y de lgrimas, dirigindole las recomendacionesms afectuosas y previsoras, l se mostraba impacientey slo aspiraba a la hora de la libertad y del adios.

    Este viaje de algunas semanas le encant, desarrollan ms el poder de su imaginacin, y volvi a Hamburgocon el propsito todava ms firme, si cabe, de ser un granartista. Se arroj, pues, con ardor por esta nueva va.

    El latn, el griego y el hebreo se haban olvidado; pero, en cam-bio, aade, a los doce aos aprend muchas otras cosas cuyo cono-cimiento fue funesto para mi alma.

    Primeros triunfosLos adelantos que hizo fueron tan rpidos y maravillosos

    que se juzg haba llegado la hora de presentarlo al p-blico. Su maestro deba dar un concierto en Altona, conel concurso de otros dos de sus alumnos de mucha msedad, profesores ya, y honr a Hermann admitindole afigurar en la solemne reunin. El nio fue aplaudidsimo.

    Entonces se decidieron a presentarlo en un teatro dems importancia, ante un pblico ms difcil y entendi-do, en Hamburgo mismo, su ciudad natal. El xito exce-

    dio al de los das precedentes. Todo lo que la ciudadcontaba de distinguido y de ilustre se haba dado citapara or al pequeo prodigio; la sala estaba atestada, y alda siguiente la ciudad entera no hablaba sino del talentoextraordinario de Hermann.

    Se comprende que tales xitos embriagaran su infantilimaginacin, y la madre, an ms feliz acaso que suhijo, ya no vea obstculo alguno a la realizacin de lossueos que su amor materno acariciaba desde haca mu-cho tiempo en favor de su idolatrado Hermann. Comotodas las madres dignas de tal nombre, se resolvi atodos los sacrificios para hacer de su hijo un verdaderoartista. Lo condujo primeramente a la corte del Gran

    Duque de Mecklemburgo-Strelitz, luego a su vecino elprncipe heredero, el Gran Duque de Schwering. Y ha-biendo enterado la seora de Cohen a los prncipes de sudeseo de llevar a su hijo a Pars, las Altezas le ofrecieroncartas de recomendacin para sus ministros plenipoten-ciarios cerca del Rey de Francia. Luego colmaron decaricias y regalos al joven Hermann.

    Regresamos, dice, triunfantes a Hamburgo.

    Pequeo accidenteA pesar de los xitos y satisfacciones de la vanidad,

    Hermann continuaba siendo todava un nio, y estuvo apunto de comprometer todo su porvenir por seguir el

    deseo de golosinas.Le gustaba mucho el dulce, y un da fue secretamentey en silencio hasta la despensa, y con prontitud introdu-jo la mano en el tarro de confitura. Desgraciadamente, eltarro de cristal estaba roto, y con la avidez precipitadaque puso Hermann en cometer el inocente latrocinio, secort en la mano de manera tan grave, que el ndiceestuvo casi desprendido por una ancha y sangrienta he-rida. Imagnese el dolor de la madre y la desesperacindel chico.

    Sin embargo, el mal no fue tan grande como se temien un principio. Hermann cur bastante pronto; pero sumadre ya no hablaba ms de ir a Pars. Sin embargo,

    nuestro joven ambicioso no haba olvidado la promesamaterna, y con sutileza y oportunidad, le record el com-promiso contrado de llevarlo a Pars.

    Qu diran, en efecto, en Mecklemburgo si no se ser-va de las cartas de recomendacin que le haban facili-tado tan amablemente? Adems, qu poda hacer desde

    entonces en Hamburgo? No le haba enseado su maes-tro todo lo que saba? Por qu detenerse de este modoen el camino de la celebridad y romper un porvenir quecon tan brillantes aspectos se presentaba?

    Por su parte, la madre no quera ms que dejarse con-vencer.

    El seor Cohen trabajaba penosamente para recons-tituir los elementos de su fortuna, y, ante los grandesgravmenes que sobre l pesaban, no opuso ninguna di-ficultad a la partida de su mujer y de sus hijos.

    Primera composicin musicalMientras se hacan los preparativos, Hermann compu-

    so una cantata en honor de su madre para solemnizar elda de su fiesta. Esta primera composicin musical, apesar de la juventud de su autor, estaba ya marcada porel profundo sentimiento religioso que encontramos casisiempre en las diferentes obras de este artista en la mis-ma poca de sus mayores triunfos en sociedad y de susms graves desrdenes.

    Se consider que la cantata era digna de la imprenta, ysus amigos, con el maestro al frente, se dedicaron a real-zar, en los diarios de la localidad, los mritos de la obra.Hermann acogi los elogios con entusiasmo, se hinchde orgullo, y, creyndose ya un hombre de genio, partisin caberle duda alguna de su triunfo definitivo.

    ParsSu suficiencia es tan grande que ni siquiera juzga ne-

    cesario prepararse y estudiar antes de comparecer anteel pblico. Su madre le hace intilmente amables repro-ches; pero, segn l confiesa,

    haba ya perdido todo respeto, desobedeca abiertamente y mecrea independiente.

    Los xitos que obtuvo en las diferentes ciudades enque pararon, en la corte de Hannover, en Cassel, enFrancfort, etc., los elogios que le prodigaban los artistasms reputados justificaban a sus propios ojos su jactan-cia, y eran otros tantos argumentos irrefutables que opo-na a las sensatas y prudentes observaciones de su ma-dre.

    Metz fue la ltima etapa de los viajeros, y como sinduda no haban tomado las oportunas medidas, se vieronamenazados de quedarse en dicha ciudad ms tiempo delque hubiesen deseado. En la diligencia pblica no queda-ban ms que sitios incmodos que ofrecerles. Como estopasaba en el mes de julio y el calor era considerable, laseora de Cohen vacilaba en ponerse en camino, ms en

    inters de sus hijos que la acompaaban que por ella mis-ma. Pero Hermann estaba impaciente por llegar a Pars;y de tal modo insisti para partir inmediatamente, que sumadre dej de poner dificultades. Para Hermann, Parsera el non plus ultra de la felicidad y de la gloria, y suemocin creca a medida que se iban acercando a la ca-pital.

    Cuenta despus que poco antes de llegar a Pars, mo-lestaba a los que le rodeaban preguntndoles a cada ins-tante,

    Se ve ya Pars? Se divisa alguna torre? Alguna cpula?

    A cada respuesta negativa volva a caer anhelante so-

    bre la banqueta. Por fin, el conductor grit: Ah est Pa-rs.Experiment a estas palabras una verdadera conmocin elctri-

    ca y no supe cmo manifestar mi gozo.

    El pobre pequeo ignoraba lo que le esperaba en lagran ciudad. Despus de tantos aos pasados en febril

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    Charles Sylvain Hermann Cohen, apstol de la Eucarista

    agitacin, demasiado a menudo culpable, deba hallar unagloria y una felicidad bien diferentes de las que l busca-ba, y cuya imperiosa necesidad senta su noble corazn.

    2

    El artista

    Franz LisztA pesar de las cartas de recomendacin que nuestros

    viajeros llevaban, las cosas no marcharon al principiopor s solas a pedir de boca. Se trataba de dar un maes-tro al nio, y las opiniones pronto estuvieron divididas.Unos se inclinaban por el melanclico Chopin, otros pre-feran el clsico Zimmermann, los terceros al fogosoLiszt.

    Se decidi ante todo que seguira los cursos del Con-servatorio de msica para aprender composicin. Peropara el piano la cuestin pareca difcil de resolver. Des-pus de haber tomado una leccin de Chopin y otra deZimmermann, se le condujo a casa de Liszt. ste, sinembargo, estaba tan ocupado que empez rehusando en-cargarse de un nuevo alumno. Ante las insistencia de lapersona que lo haba presentado, el artista acab consin-tiendo en or a Hermann.

    La primera audicin bast para modificar la resolucinde Liszt. A partir de entonces adopt al jovencito como asu alumno preferido, y pronto no pudo estar sin l. Liszttena entonces veintids aos. La fama deca de esteartista que era piadoso, humilde y casto. Estaba dotadode genio verdaderamente superior, de nobles impulsosde generosidad, y posea un ascendiente realmente fas-cinador [cf. carta de Hermann al padre Alfonso MaraRatisbonne].

    xitos mundanosDesde la maana, Hermann iba a casa del maestro,

    que a menudo lo retena todo el da, lo conduca en socie-

    dad, lo presentaba a las grandes damas del arrabal deSan Germn, lo haca sentar al piano y l mismo daba laprimera seal de los aplausos.

    Cuando acababa de tocar el instrumento, que bajo suspequeos dedos produca armonas incomparables, to-dos y cada uno queran ver de cerca al pequeo genio.Lo rodeaban, lo acariciaban, lo tomaban en brazos, lobesaban; se trataba de un nio de doce aos, y todas lasgrandes seoras se consideraban felices prodigndole lasmanifestaciones de su admiracin.

    Esta admiracin pronto franque los umbrales de lossalones, los peridicos lo llenaron de elogios, y los es-cultores, y los pintores se disputaban el honor de retra-tarle. Adems, era tan hermoso el nio con su larga ca-bellera que le caa con descuido sobre los hombros, lacara franca y cndida, los ojos vivos y brillantes. Susxitos fueron tales que el mundo se disputaba el honorde tenerlo en casa y las invitaciones eran tan numerosas

    que, para corresponder a todas, era necesario repartirlas veladas entre cinco o seis casas, haciendo slo unacorta aparicin en cada una de ellas.

    Pronto no hubo grandes cenas ni grandes saraos sinsu presencia. Hallaba un gusto inmoderado en todas es-tas fiestas, y olvidaba en medio de los homenajes de queera objeto, en medio de todos los placeres de que gusta-ba saciar sus odos y sus ojos, que su madre le esperabaen casa sufriendo preocupaciones mortales, temiendo

    siempre que ocurriera alguna desgracia a su Hermann,quien volva a veces a hora muy avanzada de la noche.

    El tirano de la familia

    Pero las angustias maternas le impresionaban poco, yse haba convertido, como l mismo dice, en el tiranode la familia. Al da siguiente de estas prolongadas vela-das, no se deba hacer el menor ruido en la casa, por-que Hermann dorma, a menudo hasta medioda. De-jmosle hablar a l mismo y revelarnos sus exigencias:

    Si estudiaba el piano, se deba andar de puntillas, porqueHermann estudiaba. Cuando compona msica, el cuidado haba deser an mayor: Hermann compona... Si se trataba de vestirme parair en sociedad, mi tirana entonces llegaba al colmo. Mi madre y mihermanita estaban ocupadas a mi alrededor, y mi hermano menordeba, con frecuencia bajo la lluvia, atravesar la calle para ir a bus-carme un coche. Una sola de mis salidas costaba ms que la comidade toda la familia para el da entero. Mi madre desde su infanciahaba vivido en la opulencia, y si bien en esta poca an tena rentasbastantes para ella, se vea sin embargo obligada a imponerse durossacrificios para criarnos y educarnos; lo haca con gusto, pero yopareca no comprenderlo ni quererlo comprender. Los halagos deque me rodeaba la buena sociedad me persuadieron de que yo eraun ser excepcional, y que el talento, el genio que posea, la situacinque ocupaba exigan vida brillante. Los mos tambin se hallaban unpoco en tal ilusin, y nadie se extraaba cuando mi madre me servalos mejores bocados, y cuando en todo haca gran diferencia entremi hermana, mis hermanos y yo.

    En la vanguardia progresistaLa sociedad, en la cual haba sido introducido, debadesarrollarle an ms estos malos instintos, corromperleel corazn naturalmente bueno, y torcerle la inteligenciarecta y elevada. Desde principios del invierno de 1834[teniendo, pues, Hermann catorce aos], su maestro, elcual no poda prescindir de su joven discpulo, reuna ensu casa las principales lumbreras literarias, artsticas ypolticas del da. La reunin constaba slo de hombres,a excepcin de George Sand. Se vea all a Lamennais*,a un jefe del saint-simonismo y a varios adeptos delfurierismo.

    *[Flicit de Lamennais (1782-1854), sacerdote, poltico, es-

    critor francs, propugna un catolicismo liberaly democrtico,por el que la Iglesia ha de conciliarse con el mundo moderno. Sudoctrina fue condenada por la Iglesia en 1832 y 1834, y lapostat].

    Liszt, al reunir a su alrededor una asamblea semejante,no llevaba otra intencin sino la de hallarse en medio depersonajes clebres, sin distincin alguna de mritos, decastas ni de opiniones. Casi todas las opiniones polti-cas, los sistemas sociales, las novedades filosficas delda contaban con representantes en dichas reuniones.Hermann se hallaba, pues, entre los hombres clebresque entonces privaban, en numerosas tertulias, y poresta razn su maestro quiso que ocupase un lugar entrelas lumbreras que acudan a su casa, y le invit a sus

    veladas.Puzzi

    En ella conoci a George Sand*, a la cual Liszt lo pre-sent. Esta mujer se hallaba entonces en el apogeo de su

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    gloria literaria, y aunque Hermann no haba ledo anninguna de sus novelas, sin embargo, la haba odo nom-brar ms de una vez con elogio, por lo que hizo todo loposible para llamar su atencin y obtener sus cumpli-dos. Como no le faltaban ingenio ni gentileza, logr sa-tisfacer los caprichos de la clebre escritora. sta, du-rante toda la velada, no se interes ms que por el pe-queo Puzzi, e insisti encarecidamente para que fuesea visitarla.

    *[Escritora francesa (1804-1876), modelo romntico de mu-jer liberada. Casada, con dos hijos, abandon a su familia yconvivi sucesivamente con Mrime, Musset y con algn otro;once aos con Chopin].

    Liszt, en la intimidad, sola poner sobrenombres cari-osos y caractersticos a sus amigos. De la palabrapuzzig,que significa lindo, gracioso, haba formado Puzzi, paradesignar a su alumno querido, que pronto fue slo co-nocido bajo tal nombre en los salones y en los peridi-cos.

    George SandLa seora Sand haba encontrado encantador el nom-

    bre de guerra del nio, y contribuy no poco a propa-garlo. Aquella noche Hermann volvi al lado de su ma-dre orgulloso de su nueva amistad.

    No saba exactamente, dice, en qu consista mi celebridad;pero oa hablar de ella con la mayor admiracin, como del ingeniocontemporneo ms excelso. Lo que ms contribuya hacermeclebre, fue precisamente mi intimidad con la autora deLelia. Metenan celos, se me consideraba mil veces feliz por tener privanzacon persona tan extraordinaria, que atraa poderosamente la aten-cin de las gentes. Cuando la gente me vea, se agolpaba a mialrededor, me preguntaban, me pedan la descripcin del interiorartstico de su casa compuesto ciertamente de extraos objetos;iban hasta el extremo de hallarme algn parecido con ella; comoella, yo tena hermosos cabellos que me caan sobre los hombros;como ella, tez plida... Pronto mi nombre fue ya inseparable del

    suyo, y al poco tiempo el pblico invent mil cuentos fantsticose inverosmiles sobre lo que suceda en la guardilla de la seoraSand.

    En honor a la verdad, debo decir que siempre he debido enalte-cer su bondad para conmigo. A veces me retena das enteros juntoa ella. Cuando escriba, le preparaba cigarrillos, de los que hacagran consumo para excitar su cerebro. De vez en cuando me hacaponer al piano: yo tocaba y ella continuaba escribiendo. No habaledo an ninguno de sus libros; pero lo que haba odo decir deellos bastaba para imponerme silenciosa actitud, llena de respeto,mientras ella compona sus novelas, con tanta impaciencia espera-das por el librero y que con tanta avidez lea el pblico. QuisieraDios que siempre hubiese permanecido en la ignorancia de taleslibros! Hubiera debido limitarme al conocimiento de la autora! Almenos no habra perdido lo que de ideas sanas y morales an mequedaba.

    No seguiremos al joven Hermann en la descripcin delos desrdenes morales que la lectura de las novelas deGeorge Sand produjeron en su imaginacin. No vivams que de fantasmas y sueos que le perseguan nochey da, llegando a tal extremo que descuidaba por com-pleto el estudio del piano. Su madre estaba muy lejos decompartir el entusiasmo del jovencito por la nueva amis-tad. El instinto materno no le haba engaado respecto alas consecuencias que podan resultar de ella; peroHermann ya no era un nio; el orgullo y el ambiente enque haba vivido hasta entonces lo haban emancipadoantes de sazn, y las splicas de su madre fueron inti-les.

    Entre republicanos

    En casa de George Sand se hablaba mucho de polti-ca. La repblica contaba en ella numerosos partidarios;las palabras libertad e independencia estaban confrecuencia en los labios de todos aquellos hombres, pa-

    labras que exaltaban la ardiente cabeza del pequeo Puzzi.Si una revolucin hubiese estallado entonces, yo habra tomado

    en seguida un fusil, y hasta me senta dispuesto a morir por unacausa que ni siquiera conoca.

    LamennaisEntonces conoci ms ntimamente a Flicit de La-

    mennais.Sucedi esto durante el famoso proceso de abril de 1835.

    Lamennais estaba entre los defensores y, si no me equivoco, entrelos acusados. El entusiasmo de los republicanos por este infortuna-do sacerdote era grandsimo... A su casa me haba conducido Liszt.Lamennais me sent sobre sus rodillas y me puso la mano sobre lacabeza para bendecirme. Sac luego un pequeo volumen de sumesa, lo abri en la primera pgina y traz estas palabras: Recuer-do ofrecido a mi pequeo Puzzi querido, por F. de Lamennais.Eran las Palabras de un creyente*.

    *[El papa Gregorio XVI, en la Singulari nos, de 1834, conde-n esta obra y el catolicismo liberal de Lamennais. ste apostatentonces, y en sus escritos posteriores fue derivando hacia acti-tudes pantestas, racionalistas y socialistas].

    Hermann lee con avidez esas pginas que respiran re-belda y odio. Devora los sofismas y mentiras que la

    exaltacin mstica y la palabra de fuego, que en ellasarden, hacen penetrar de manera tan profunda en lasmentes y corazones inocentes e inexpertos.

    No soaba, dice, ms que con batallas, prisiones, libertad, igual-dad.

    Cartas de un viajero

    Lamennais era para l un orculo, de cuyos labios gus-taba quedar suspenso y cuyas lecciones recoga con frui-cin. Se acuerda usted de Puzzi, sentado a los pies delsanto de Bretaa, el cual le contaba cosas tan bellas conbondad y sencillez de apstol?, escriba ms tarde GeorgeSand a Liszt.

    Estos tres ingenios parecan encarnizarse en el jovencitopara corromperle la inteligencia y transmitirle el orgulloexcesivo de que estaban posedos. Por la misma poca,en efecto, Liszt dio un concierto. Lo ms distinguido delmundo elegante y aristocrtico se haba dado cita en lasala. Pareca que Hermann no tena que representar nin-gn papel en tal concierto; pero su maestro no quisosepararse de l, quiso que permaneciera a su lado, y Geor-ge Sand, al dirigir entonces una de sus Cartas de unviajero a laRevista de Ambos Mundos (Revue des Deux-

    Mondes), hizo un seductor retrato de Puzzi, aunque, se-gn l mismo cuenta, no hice en este concierto sinovolver las pginas a mi maestro.

    George Sand escribe un da a Liszt: A la luz de lasbujas, a travs de la aureola de admiracin que os coro-na y os envuelve, quiero, mientras vuestros dedos siem-bran de nuevas maravillas las maravillas de Weber, en-contrar vuestra mirada afectuosa que baja haca m yparece decirme: me comprendes, hermano? A tu almaes a la que hablo. S, mi joven amigo; s, artista ins-pirado; comprendo esta lengua divina y no puedo hablar-la. Por qu, al menos, no ser pintor para fijar en vues-tras facciones las claridades celestes que las encienden eiluminan, cuando Dios baja sobre vos, cuando una llamaazulada corre sobre vuestros cabellos, y la ms casta delas musas se inclina hacia vos para sonreros?

    Mas si pintara ese cuadro no quisiera olvidar al en-

    cantador personaje de Puzzi, vuestro amado alumno.Rafael y Tebaldo, su joven amigo, no comparecieron ja-ms con mayor gracia ante Dios y ante los hombres quevosotros dos, queridos hijos mos, cuando os vi una no-che, a travs de la orquesta de cien voces cuando todocallaba para escuchar vuestra improvisacin, y el nio,

    2. El artista

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    Charles Sylvain Hermann Cohen, apstol de la Eucarista

    de pie detrs de vos, plido, emocionado, inmvil comouna estatua de mrmol, y, sin embargo, tembloroso comouna flor a punto de deshojarse, pareca aspirar la armo-na por todos sus poros y entreabrir los puros labiospara beber la miel que le derramabais. Se dice que lasartes han perdido su poesa; en verdad, no me apercibode ello. Los das ms hermosos de Italia, han producidonunca ms santa y piadosa vida de artista que la vuestra,Franz? Y, para no hablar de otros varios que todos cono-

    cemos, y a quienes tenemos obligacin de reverenciar,form el cielo alma ms bella, inteligencia ms exquisi-ta, figura ms interesante que la de nuestro Hermann, omejor dicho, de nuestro Puzzi? Pues es menester quesiga llevando an por mucho tiempo este lindo nombrede guerra que habis santificado desde vuestra infancia,y que os ha trado la felicidad [Cartas de un viajero].

    Elogios parecidos eran a propsito para hacer perderla cabeza a un chico de catorce aos. l mismo nosinforma que, en sus numerosos viajes, princesas rusas ypolacas, personas de distincin y de saber, le pregunta-ban si no era el Puzzi de que hablaba George Sand.

    Era como un pasaporte que me daba derecho de entrada en

    todos los salones de Europa.xito musical y melancola

    Al da siguiente del concierto, Liszt dijo a su alumno:ahora Puzzi ha de tener tambin su concierto. Se pu-sieron en seguida al trabajo, y grandes carteles anuncia-ron pronto a todo Pars que el joven Hermann deHamburgo, de doce aos de edad tena entonces cator-ce cumplidos, dice en sus Confesiones, alumno de Liszt,dara un concierto. Las damas de la corte, de la diploma-cia y de la nobleza concurrieron todas a dicho concierto,y el xito del melanclico Puzzi no tuvo lmites.

    Sin embargo, en medio de tales triunfos, de tantos elo-

    gios exagerados, de estas fiestas embriagadoras, Hermannno era feliz. Su amor propio pareca satisfecho, se creadispensado de continuar los estudios; pero una tristezaindefinible, un vaco inmenso le haban invadido el almay extendan en toda su persona un tinte melanclico queno escapaba en manera alguna a la perspicacia de susadoradoras; pareca hasta aadir un atractivo ms a losencantos de su persona. Las mujeres lo llamaban el me-lanclico Puzzi; pero l buscaba en vano correspondera los deseos de su alma con nuevos gozos y xitos msbrillantes. Senta ya sin duda la necesidad insaciable delinfinito, que slo el Dios de la Eucarista puede satisfa-cer en este mundo. Pero la hora de la luz no haba llega-do an, y todava haba de beber largo tiempo en la copa

    de todos los placeres humanos y de las ambiciones to-das de la tierra, a fin de que comprendiera mejor la vani-dad de los mismos.

    Liszt en GinebraDe pronto una triste noticia vino a afligir el corazn

    del joven: Liszt anuncia a sus alumnos que ha decididodejar Pars por algunos aos. Hermann quera a su maes-tro, tena para su persona y genio una especie de culto, yel anuncio de su partida fue para l como la cada de unrayo. Le pareca perdido su porvenir. Habase compe-netrado con el estilo, haba adoptado el mtodo, com-partido los gustos del maestro y, en cierto modo, se ha-

    ba identificado con l. Qu iba a ser de l ahora? Quinpodra jams reemplazar a Liszt cerca de l?

    Su sentimiento era tanto ms vivo cuanto que se echa-ba en cara no haber aprovechado, como hubiera debido,las lecciones recibidas y haberse dejado distraer del es-tudio serio por los xitos de saln. Fue a encontrar a

    Liszt, arrasado en lgrimas, y se ech a sus pies, supli-cndole que se lo llevara consigo.

    A dondequiera que vaya usted, le dijo, le seguir. Aunque hayade ir al cabo del mundo, aunque deba viajar a pie mendigando elpan, estoy dispuesto a acompaarle a todas partes.

    Pero Liszt pareca permanecer insensible a las spli-cas y a las lgrimas. La profunda adhesin de su alumnosin duda le enterneca, pero no era libre para dar el con-sentimiento, y dej para ms tarde dar una respuesta que

    no poda decidir por s solo. Cada da Hermann renova-ba sus instancias, y no sabramos expresar con qu gozooy por fin caer de los labios de Liszt: bueno, consien-to en ello, vendrs a juntarte conmigo en Ginebra dentrode tres meses.

    Ido su maestro, Pars pareca no tener ya ningn en-canto para l, y no frecuentaba ya la sociedad sino conindiferencia y casi con desdn.

    Slo estaba a mi gusto, dice, en casa de la seora Sand, cuyapresencia me recordaba a mi maestro. En aquel entonces, Sandfund el peridico El Mundo, en compaa de Lamennais, al cualLiszt al partir me haba recomendado que fuera a ver. A mi modo dever, las producciones de ambos ingenios parecan destinadas a serel origen de una nueva era para la humanidad doliente, y a traer unsiglo de oro sin fin, una felicidad sin nubes, la felicidad en fin que yoestaba buscando incesantemente con tanto ahnco.

    Sand le dio esperanza de que se encontraran en Gine-bra, y cuando son la hora de partir, dej Pars sin ao-ranza alguna.

    Profesor en Ginebra con LisztLa seora de Cohen no vacil en seguirle a Ginebra,

    temiendo con razn los peligros que su hijo no dejara deencontrar en su camino, llevado de su exaltada imagina-cin y ardiente corazn. Quera estar junto a l a fin deapartarle de tales peligros, o a lo menos para ayudarle aque triunfara de ellos. Dej al menor de sus hijos en un

    colegio, vendi lo que tena en Pars, y parti con Hermanny su hija, de once aos de edad tan slo.

    Liszt esperaba a su querido Puzzi, y ste se puso se-riamente al estudio; pero se present casi en seguida unacircunstancia inesperada que vino a dificultar el cursodel mismo. La ciudad de Ginebra quera fundar un Con-servatorio de msica, y propuso a Liszt que se sirvieraencargarse de las lecciones de piano. El gran maestrohall indigno de su fama encargarse indistintamente detodos los cursos. Consinti en tomar para s a los alum-nos ms hbiles, y propuso para los dems y para losprincipiantes a uno de sus alumnos ginebrinos, el seorSchad, y al pequeo Puzzi.

    No se acept a ste ltimo sin dificultad a causa de supoca edad; pero acabaron por rendirse ante los deseosde Liszt y el talento verdaderamente extraordinario deeste nio de trece aos. Hermann, como ya hemos di-cho, sola atribuirse dos aos menos, lo que no perjudi-caba en nada, antes al contrario, la reputacin de peque-o prodigio de que gozaba. Hermann fue, pues, acepta-do, y a consecuencia de la partida de su compaero,pronto se qued como nico profesor del Conservato-rio. Fue invitado a tocar en un concierto dado por laSociedad Filarmnica de la ciudad, y pronto tuvo unnmero considerable de alumnos, adems de los delConservatorio. Gan mucho dinero, y como pudo dis-

    poner casi libremente del mismo, comenz ya esa vidade despilfarro loco y de lujo en la que ms tarde buscaremociones y la felicidad.

    Rousseau y VoltaireLa estancia de Hermann en Ginebra culmina la obra de

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    su propia desmoralizacin intelectual y moral, ya bas-tante avanzada en Pars. El recuerdo de Jean-JacquesRousseau* est vivo en dicha ciudad, baluarte principaldel calvinismo. Y el de Voltaire**, que habit slo a algu-nas leguas de la ciudad, no es menos considerable. Des-lumbrado por la celebridad de ambas figuras, grandesmodelos de impiedad y de corrupcin, Hermann quiereconocerlos ms a fondo: a menudo va a admirar la esta-tua del primero, situada en una graciosa y encantadora

    isleta del lago.*[Filsofo nacido en Ginebra (1712-1778), propugna una vuelta

    a la naturaleza, y tiene enorme influjo en ambientes ilustrados,especialmente por sus teoras polticas y pedaggicas].

    **[Escritor, historiador y filsofo francs (1694-1778), pa-triarca de la Ilustracin francesa, racionalista violentamente anti-cristiano, de gran influjo en su poca. Desde 1758 vivi en elcastillo francs de Ferney].

    Se complaca en la lectura de sus Confesiones, y loque an le quedaba de noble y elevado en el alma, des-apareci pronto, poco a poco. Constantemente oa elo-giar a Voltaire, vea instaladas, sobre las mesas de lossalones de las casas que frecuentaba, sus obras magn-ficamente encuadernadas. Quiso ir en peregrinacin aFerney, y pronto no conoci nada ms grande que losdos temibles filsofos del siglo XVIII.

    Es imposible, exclamaba ms tarde, decir cunto se depravaronentonces mis opiniones.

    Lo que lea en los libros infames de estos autores, lovea poner en prctica ante sus ojos.

    Las circunstancias me llevaron, a la sazn, aade, a frecuentarla intimidad de una familia ilegtima. Una dama de la alta sociedadviva casi abiertamente con un artista, y vi en la realidad lo quetodava no haba visto ms que en las novelas.

    Claro est que oa censurar por la sociedad ms sanaesta conducta; pero como nadie se apartaba de su trato,y como perseverasen en la vida culpable, a pesar de las

    crticas de que eran objeto, conclua que las pasionesson invencibles, y que es intil intentar resistir a su im-petuosidad. Entonces los compadeca y casi los admira-ba.

    Hallaba sublime, dice, el nimo de esta mujer que todolo haba dejado, casa, madre, hijo, para seguir su locapasin. Tal estado le pareca lleno de poesa, y anhela-ba ya que llegase el da en que podra aspirar a pasincapaz de arrollar tantos obstculos y aceptar tantos sa-crificios.

    Agnosticismo ilustradoEn dicho saln, como en tantos otros reputados por

    honestos y cristianos, vea figurar sobre la mesa o en labiblioteca laImitacin [de Cristo], ricamente encuader-nada, al lado de las obras de Rabelais; Bossuet al lado deLamennais; la santa Biblia al lado de Molire, y as apren-da a colocar al mismo nivel todas las religiones y todaslas creencias. En compaa de los pintores, poetas ymsicos, que diariamente asistan a la tertulia, oa insul-tar las convicciones, envilecer la virtud, mofarsede lahonradez, profesar las ms descabelladas doctrinas ylas ideas ms falsas.

    Atrado por el cristianismoA estos ejemplos y tentaciones estaba expuesto este

    nio de quince aos, cuyo orgullo se vea halagado por

    todas las seducciones. En tal ambiente, con todas esasideas, ocurra por entonces en el alma de Hermann algoinexplicable. A veces experimentaba aspiraciones haciael cristianismo.

    Su maestro, Lamennais, le invitaba a que ilustrase suinteligencia con la lectura de algunas obras filosficas, y

    un da le regal una Biblia en la que l haba escrito estaspalabras del Salvador, que parecan la noble confesin yla pattica aoranza de un corazn lleno de virtuososdeseos, pero demasiado dbil para seguirlos: Bienaven-turados los que tienen el corazn puro, porque ellos ve-rn a Dios. Hermann se conmovi mucho al recibir elregalo, y confes inocentemente que tena el deseo deconvertirse al cristianismo, aadiendo, sin embargo, queignoraba si deba abrazar la religin catlica o la protes-

    tante, no sabiendo cul de las dos era preferible.Esta veleidad pas pronto, y adems sabemos que el

    maestro nada hizo para animarlo en el propsito. No te-na el corazn cerrado a todo noble sentimiento. Amabasobre todo a Liszt, y nos cuenta con qu ardor tom supartido, cuando el famoso Thalberg amenazaba eclip-sarlo en Pars con la ostentacin de su talento y con sugenio al tocar. Pero la pasin intervino aqu tambin paradesfigurar la nobleza del agradecimiento. Y para exaltar yvengar a su maestro, lleg a la denigracin y hasta lacalumnia. Prohiba a sus alumnos que estudiaran las com-posiciones de Thalberg y consideraba, por su parte, comoun honor ignorarlas y no querer tocarlas.

    Primera tentacin del juegoLa sociedad de Ginebra era brillante. Polonia y la Fran-

    cia legitimista contaban en ella los ms nobles e ilustresrepresentantes. Haba aficin a la msica, y se dio unconcierto en el cual Hermann acompa a un prncipeilustre, que acept cantar con su hermosa voz en benefi-cio de los pobres.

    Despus del concierto el prncipe obsequi a todos losartistas, que en l haban tomado parte, con una espln-dida cena, la cual se prolong hasta muy avanzada lanoche, y varios invitados, de madrugada, organizaron unjuego de azar.

    Creo que fue la primera vez que vea esta clase de juegos, cuentaHermann. Segu con avidez todas las fases de la fortuna de losjugadores: fuertes sumas en plata y oro fueron perdidas y ganadas.Ped permiso de que se me dejara arriesgar a mi vez algn dinerillo.Fue el principio de una pasin que ha hundido los aos ms hermo-sos de mi juventud en un abismo de torturas y de faltas, sin dejarmeun momento de reposo.

    Excursin a ChamonixHubo, sin embargo, un pequeo intervalo en la vida de

    fiebre y de trabajo. Sand haba prometido ir a Ginebra, yjuntos deban recorrer parte de Suiza y visitar el valle deChamonix. Como tardase en llegar, la pequea coloniaginebrina tom la delantera. El viaje haba de contribuir aaumentar la celebridad del pequeo Puzzi.

    Todo fue singular y extravagante en la excursin: tra-jes, conversaciones, bromas, motes y nombres supues-tos. Se puso en obra todo lo que la imaginacin fantsti-ca de aquellos artistas pudo inventar de ms extravagan-te y ms raro para llamar la atencin del pblico. Hermannllevaba una preciosa tnica de la edad media, color caf,ribeteada de terciopelo, y un pantaln de casimir blanco.La cabeza, con la cabellera muy lozana y rizada, tocadacon un elegante gorro. Pareca un pajecito.

    George Sand, que encontr a los viajeros en Chamonix,escribe en la Revista de Ambos Mundos: Lo primerocon que tropiezoes con lo que el fondista llama lajoven-

    cita: Puzzi, a horcajadas sobre el saco de noche, y tancambiado, tan crecido, la cabeza cargada de tan largoscabellos oscuros, el talle cogido en unablusa de tal modofemenina, que, a fe ma, estoy por completo desorientada,y sin reconocer al pequeo Hermann, le quito el sombrerodicindole: Hermoso pajecillo, indcame dnde est Lara.

    2. El artista

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    Charles Sylvain Hermann Cohen, apstol de la Eucarista

    Del fondo de una capota inglesa sale, a estas pala-bras, la cabeza rubia de Arabella; mientras me abalanzohacia ella, Franz me salta al cuello, Puzzi lanza un gritode sorpresa; se forma una confusin inefable de besos yabrazos [Cartas de un viajero]. Y de este modo el nom-bre de Puzzi, debido a la pluma de la autora de moda, diode nuevo la vuelta al mundo.

    El rgano de Friburgo

    En Friburgo, Liszt toc el rgano clebre de Mooser.Interpret un fragmento de suDies ir. El instrumentoretumbaba como la voz del Dios fuerte, dice Sand, y lainspiracin de nuestro gran msico haca revolotear elinfierno y el purgatorio enteros de Dante bajo las estre-chas bvedas de molduras pintadas de rosa y gris perla.Escuchemos a Puzzi dar cuenta de sus impresiones:

    Liszt toca el gran rgano, colosal arpa de David, cuyos sonesmajestuosos dan una vaga idea de vuestra grandeza, oh Dios mo!No estuve entonces penetrado de una impresin de santidad? Nohicisteis vibrar en mi alma un presentimiento religioso? Cul era,pues, la emocin profunda que experimentaba cada vez que, en miinfancia, tocaba u oa tocar el rgano, emocin tan viva que estuvoa punto de comprometerme la salud y que me fue severamente

    prohibida?... Oh Jess bien amado! Estabais a la puerta de micorazn, y yo no abra!.

    Regreso a Pars

    Entre tanto, Liszt, deseoso de reconquistar el terrenoque haba perdido a causa de su ausencia y de los xitosde Thalberg, dej Suiza y regres a Pars. Hermann qui-so seguirle. Haba logrado en Ginebra una posicin muylucrativa, el nmero de sus lecciones no haba cesado deaumentar. Su madre, temiendo para l la vida de Pars ynecesitando ella misma una vida reposada y tranquila, lerogaba que se quedase. Liszt mismo una sus consejos alos de la pobre madre; pero nada, ni las lgrimas de sumadre, ni la perspectiva de un brillante y asegurado por-

    venir, ni siquiera los esfuerzos de su maestro, pudieronvencer la resolucin que haba tomado. Quera partir, yfue preciso que, despus de quince meses de residenciaen Ginebra, su madre tomara de nuevo el camino de lagran ciudad, al precio de ms de un sacrificio.

    Liszt slo tuvo que aparecer para triunfar. Su talentose haba formado an ms por el estudio y, por otraparte, su presencia haba bastado para despertar la ad-miracin de que siempre haba sido objeto.

    Camino de perdicinLos presentimientos, los temores de la seora de Co-

    hen no eran vanos. Hasta entonces, al parecer, al menos,

    la virtud de su hijo haba resistido a ms de una seduc-cin. Pero en Pars se fue completamente a pique. Sesepar de su madre, alquil piso aparte; y, como dice,qued libre de hacer todo el mal que quisiera.

    Las lecciones de msica, aade, me proporcionaban dinero, y eldinero me facilitaba placeres. Mi vida fue entonces el abandonocompleto a todos los caprichos y a todas las fantasas. Era msfeliz? No, Dios mo. La sed de felicidad que me abrasaba no sesaciaba con esto.

    Nos describe luego la vida de los artistas con los quesola vivir y entregarse a toda clase de desrdenes. Prontolleg a perder hasta los modales distinguidos y cortesesque haba contrado en su trato con la nobleza. Se entre-g al juego con una pasin que no conoci tregua ni fin,

    jugando a todo evento, sin medida ni prudencia, buscandoslo las emociones que las grandes variaciones imprevis-tas del azar ocasionan. Tena un piano en casa, pero per-maneca mudo. Despus de la noche pasada en el juego oen toda clase de desrdenes, pasaba parte del da en unsueo pesado y poco reparador.

    Tal gnero de vida no poda durar. Pronto se cans delos amigos vulgares y groseros, y no tard en experi-mentar profundo digusto por esta vida vergonzosa. En-tonces se hall solo en su cuarto, y la soledad le pes.

    Empec, dice, a sufrir de la enfermedad que roe la turba de losociosos: penetra hasta en los mismos sitios en que se van a buscarlas distracciones, se enseorea de casi todos los corazones.

    Las tertulias, bailes, teatros no le ofrecan ya alicientealguno. Iba a ellos, sin embargo, esperando ahogar el

    aburrimiento; pero continuaba sintindose solo, seguaaburrindose. Y al recordar el vaco y aislamiento en quese hallaba su corazn, exclamar ms tarde en la felizsoledad del Carmen:

    Ahora tambin estoy solo, pero qu diferencia! Mi soledadest habitada por ti, oh Jess mo! Ests conmigo todos los das demi vida, y t me rodeas, me llenas el alma. Antes, un vaco espan-toso me entristeca cuando estaba solo, y buscaba la distraccin enmalos libros o en el trato de mis semejantes... Ahora, todo lo con-trario. Quisiera siempre estar solo contigo, oh Dios mo! Qugrata es esta soledad a dos!En el Carmen, Dios solo y yo[inscrip-cin de las paredes de los Carmelos]. Qu verdad es! Dios solo yyo, y los das pasan volando deliciosamente!

    Vuelve con su madre

    Hermann se acord entonces del hogar materno. Re-cord las lgrimas y lamentos de su madre para volverloal mismo, el da siguiente de su huida. Se reproch lainsensibilidad que demostr entonces, y un poco poregosmo, otro poco por amor filial, resolvi reintegrarsea casa de su madre y vivir en familia. En ella fue recibidocon tanto amor como lo fuera el hijo prdigo.

    La princesa de Belgiojoso

    Una nueva amistad vino pronto a cambiar el curso desus ideas y a modificar sus costumbres. Fue presentadoa la sazn en casa de la princesa de Belgiojoso, riquismay muy a la moda. Acogido con complacencia, se convir-ti en el husped solcito de la gran dama, feliz en dis-pensar su alta proteccin al joven y brillante artista. Loreciba a cualquier hora del da, y le dejaba el cuidado depreparar los festejos; en una palabra, Hermann se habaconvertido en el hombre indispensable de las reunionesy conciertos en casa de la princesa. Entr as en relacincon todas las celebridades polticas que frecuentaban lossalones de su protectora. Los diplomticos y grandesseores tenan por Hermann toda clase de atenciones.

    Tal sociedad era muy diferente de la que haba visto encasa de George Sand y en la de Liszt, y las ideas republi-canas que haba adquirido se hallaban cohibidas en eseambiente por completo aristocrtico y autoritario.

    Hermann no se hall embarazado por ello, y de buengrado realiz una metamorfosis tan completa como r-pida. Hasta hizo gastos considerables para vestir con lujo;pero el sastre, a quien no pagaba, sin duda por un restode sus ideas democrticas del pasado, se mostr exigen-te, y hasta amenazador. Como haba descuidado las lec-ciones, se hallaba sin dinero.

    Qu hacer? Pens en dar un concierto. El orgullo y lapereza le haban impedido estudiar, incluso haba des-cuidado las relaciones de todos aquellos que le hubieranpodido servir ahora. Encontraba tan fcil y cmodopresumir en los salones de la princesa! El concierto notuvo xito. Excepto la princesa y sus amigos, no haba

    casi nadie. Sinti profundamente este fracaso en su amorpropio. El pariente de la princesa, que lo haba introduci-do en casa de la misma, quiso disminuir su amargura, yse inform del objeto con que haba dado tal concierto;no atrevindose a confesar la verdad, Hermann pretextque haba destinado el producto del mismo a sufragar

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    los gastos de un viaje a Hamburgo. N*** le dijo enton-ces que partiera, que le prestara la suma necesaria hastaque mejores tiempos le permitiesen reembolsarla.

    Enamorado idealista

    He aqu, pues, a Hermann, verdadero judo errante, decamino para regresar a Hamburgo. All permanece sloel tiempo necesario para enamorarse de una pianista dePars, cuya celebridad le haba seducido. Tiene tal entu-

    siasmo por ella que se le ofrece a vengar los ultrajes quela misma haba recibido en Pars, y se propone nadamenos que exterminar a todos los enemigos de esta mujer.La edad de la artista pareca, sin embargo, ponerla al abri-go de toda aventura, y era a lo menos bastante para enfriarla ardiente imaginacin de aquel joven perdonavidas.

    Pero Hermann no respiraba desde haca tiempo sinoun aire novelesco e ideal; su cabeza y su corazn noaspiraban ms que a hechos deslumbrantes, slo soa-ban con historias extraordinarias y caballerescas, y es-taba lejos de darse cuenta del ridculo de que se cubra.Su edad, su inexperiencia de la vida, la celebridad pre-coz y tan singular de que disfrutaba, bastaban para dis-

    culparlo a los ojos del pblico.En Pars con Mario

    Volvi a Pars, donde trab amistad con el clebreMario. Este joven italiano, desterrado de su pas por cir-cunstancias trgicas, a pesar de la nobleza de origen, sevio obligado para vivir a aceptar las ofertas del directorde la Opera. Su voz era de amplitud extraordinaria, desonoridad llena de expresin simptica. Desgraciadamenteno saba an dirigirla, no haba hecho ningn estudiomusical, y cantaba sin arte.

    Hermann se encarg de acompaarle al piano, y pron-to se hicieron tan buenos amigos que fueron insepara-

    bles. Mario estaba entonces de moda: no se hablaba msque de l en la sociedad de Pars, era la lumbrera del da,el tema de todas las conversaciones, el hroe de todaslas tertulias. Como Hermann era amigo suyo, compartiesta popularidad, como antes Liszt lo haba asociado a lasuya. Es verdaderamente curioso, observa l mismo, quecasi siempre se hubiese hallado en la intimidad de losartistas en el preciso momento en que stos llamabantoda la atencin del pblico.

    As se hallaba l mismo puesto de relieve, vea crecersu propia reputacin, y el nombre de Hermann era parasiempre inseparable del de Mario, convertido casi enalumno suyo, como el de Puzzi estaba unido a los deLiszt y George Sand. Dios, que lo preparaba a otra cele-bridad y le destinaba otro teatro, lo haba sin duda deci-dido as para que luego su apostolado fuese ms fecun-do y su misin ms fcil.

    Hermann estaba, adems, separado de sus antiguosamigos. Sand estaba en provincias, y Liszt, despus dehaber vivido durante algn tiempo con esta mujer tanextraordinaria, haba partido para Italia. Por eso Her-mann, sin perder nada del afecto que haba profesado asu antiguo maestro, se entreg a Mario y a su fama conel mismo celo que haba desplegado para la gloria deLiszt.

    Hemos llegado al ao 1837, y aqu acaban las Confe-

    siones que el padre Agustn Mara del Santsimo Sacra-mento [Hermann] escribi en la pequea celda del Car-men. Empezadas con la intencin de publicar las miseri-cordias del Seor, tena sin duda la esperanza de termi-narlas. Pero, convertido en religioso y predicador,Hermann ya no se perteneca: nuevos deberes absorbie-

    ron su vida, y no pudo dejarnos el testimonio completode su humildad y de su amor, purificado por las lgrimasdel arrepentimiento. Por eso ahora, durante los diez aosque nos separan del grande acontecimiento que cambia-r el curso de su existencia, nos ser difcil seguirle enlos ms ntimos detalles, segn lo hemos hecho hastaaqu.

    Diversos viajes

    Dos pasiones le dominaron durante estos ltimos aos:el juego y los viajes. Acabamos de verlo con Mario enPars. Al principio del invierno sigue a su nuevo amigo aLondres, donde ambos obtienen los mismos triunfos queen Pars. Hermann da lecciones de piano, y no puede darabasto a las demandas que la aristocracia le dirige. Ter-mina la temporada con un brillante concierto y, rico aho-ra, parte para un viaje por Italia, en donde encontrar asu querido maestro.

    Su estancia en la tierra clsica de las artes y de la poe-sa ejerci saludable influencia en su alma de artista. Lasmejores impresiones de su infancia salieron del letargoen que se hallaban sumidas y volvi a componer suaves

    y melanclicas armonas.Hermann viva a lo grande, y sus economas se agota-ron demasiado aprisa a su modo de ver. Con dolor searranc del hermoso cielo, de la vida embriagadora y degrandezas, para tomar de nuevo el camino de Londres.Le sostena una esperanza, la de rellenar el bolsillo y vol-ver pronto a beber nuevas y dulces inspiraciones en lafuente de lo bello. En efecto, la primavera prxima lovea llegar a Miln, lleno de generosos deseos y de ar-dientes resoluciones.

    Sus perasSe puso a la obra, y compuso dos peras, una de las

    cuales fue representada ms tarde en Verona. Estos in-tentos no le reportaron ningn provecho; gast muchopara ponerlas en escena, y, hay que confesarlo, el xitoestuvo lejos de responder a la tentativa.

    Sin embargo, estas obras musicales no carecen de va-lor. La juventud del autor puede explicar el poco xitoque tuvieron. Quizs podra tambin encontrarse la ra-zn en el atractivo religioso y melanclico que constituacomo el fondo de todas sus composiciones. Algunas me-lodas de dichas peras estaban tan impregnadas de estesentimiento, que ms tarde no vacil en tomarlas paraalgunos de sus cnticos y de sus himnos religiosos.

    La seora de Cohen no abandonaba a su hijo, segua

    con ternura y solicitud sin igual todos sus trabajos, y leayudaba envindole sus economas. En 1842, se decidia ir a reunirse con l en Venecia, con la esperanza de quela vida sera ms fcil compartida en familia. Hermannrecibi a su madre y a su hermana con verdadero gozo;no las haba visto desde haca largo tiempo, y desde en-tonces su corazn haba experimentado una honda pena.

    Por otra parte, en 1841 una trama de las ms infer-nalmente urdidas haba logrado separarlo de Liszt, yoriginar una violenta enemistad entre aquellos dos hom-bres que hasta entonces haban permanecido tan fiel-mente unidos entre s.

    Esta violenta ruptura y el punzante dolor que le haba

    ocasionado lo empujaron, dice, haca la sima del msespantoso escepticismo [Carta al padre Alfonso MaraRatisbonne]. Pero su corazn, naturalmente amante yapasionado, no era idneo en absoluto para persistir en lpor mucho tiempo. Y la presencia de su madre y de suhermana contribuy poderosamente, no lo dudamos, a

    2. El artista

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    Charles Sylvain Hermann Cohen, apstol de la Eucarista

    cicatrizar la herida que durante mucho tiempo estuvosangrando.

    Hermann era ya conocido y acogido en Venecia pornumerosas e ilustres familias que en ella se encontrabanentonces. La temporada fue brillantisima. Nuestro jovenartista compuso numerosas piezas para piano, llev vidams tranquila, y su madre, completamente dichosa, sealegraba de haber encontrado de nuevo a su querido hijo.Por aquel entonces, trab Hermann ntima amistad con

    Adalberto de Beaumont, hombre de gran mundo, artistay dibujante, en compaa del cual lo encontraremos enPars.

    Viajes incesantesLa temporada pas rpida y feliz para la madre y el

    hijo. Pero, en el mes de marzo, Hermann manifest eldeseo de volver a Pars. La primavera no estaba anavanzada, y el viaje no se presentaba sin peligros ni fati-ga. Sin embargo, cuando Hermann quera algo, su ma-dre no saba negarse a ello. As pues, partieron. El 15demarzo losviajeros atravesaron el San Gotardo y llegaronfelizmente sanos y salvos a Pars, despus de haberse

    librado de los peligros de los primeros aludes desprendi-dos de las montaas por los rayos del sol.

    Pero Hermann, apenas ha tocado el suelo de la granurbe, en seguida parte para Londres, en donde empiezade nuevo las lecciones, da conciertos, y a fines de junioest de nuevo en Venecia.

    En ella lo dejaremos, y no vamos a seguirle ya enestos viajes incesantes, cuya frecuencia difcilmente sepodra imaginar si l mismo no hubiese mencionado ensus notas los pases y ciudades que recorri hasta elmes de octubre de 1846, en el que lo hallaremos de nue-vo en Pars, en la misma casa de su amigo, Adalberto deBeaumont, en la cual se instal a la vuelta de un largo

    viaje por Alemania.

    3

    El golpe de la gracia

    El arte de la vida mundanaEstablecido en Pars en casa de su amigo, Hermann

    continu su vida de artista, poniendo en prctica los con-sejos recibidos de un hombre que ejerci grande influen-cia en los destinos de su juventud. La ciencia de la felici-dad, le haba dicho, consiste por entero en el arte deinspirar buena opinin de s mismo a las personas dequienes se tiene necesidad, por un buen comportamien-to muy prudente y por un trabajo serio. Todo esto, lerepeta a menudo, basta para crearse una posicin des-

    ahogada y puede con ventaja reemplazar al nacimiento ya la fortuna. Segn tales criterios se dirigi,no pareciendo peor que las tres cuartas partes de las gentes que

    me rodeaban, dice [Hermann en carta al padre Ratisbonne], tole-rndolo todo en los dems, permitindome a m mismo toda licen-cia, haciendo a veces algn favor, si la ocasin de ello se presentabapor s misma, y devolviendo sin escrpulo alguno mal por mal, si

    se me provocaba a ello de cualquier manera. Y dgame, no es stala vida de casi todos los jvenes de la buena sociedad, de las tertu-lias elegantes y del mundo artstico? No exagero, lo aseguro, todoslos jvenes que he conocido vivan como yo, buscando el placerdondequiera que se ofreciere, deseando la riqueza con ardor, a finde poder seguir todas sus inclinaciones, y satisfacer cualquier ca-pricho. En cuanto al pensamiento de Dios, no se les presentabajams a la mente, limitando todas sus preocupaciones y deseos alas cosas y placeres de la tierra, no teniendo de la moral sino aquelrespeto exterior y prudente, que permite no tener altercado algunocon la justicia humana.

    Hasto

    Hemos dicho que la pasin del juego se haba apodera-do de todas las facultades de Hermann; le dominaba y enl perdio considerables sumas. Pero en vano buscaba lafelicidad en las embriagueces del juego. Dios le habaenvenenado la copa de todos los gozos humanos, y suslabios vidos no encontraban ms que una amargura in-agotable y siempre creciente. Dios quera atraerlo hacias por el hasto del mundo. Tena el corazn bastantenoble y la mente bastante elevada para amarlo y servirloen cuanto lo hubiere conocido.

    El mes de Mara en santa ValeriaEsta hora estaba prxima. El feliz convertido ha con-

    tado l mismo al padre Alfonso Mara Ratisbonne lasoperaciones de la gracia divina en su alma*.

    *[Alfonso-Mara Ratisbonne (1814-1884) nace en Estrasbur-go, de una familia israelita muy distinguida. A los quince aos,sufre mucho cuando su hermano Teodoro se convierte al catoli-cismo y se hace sacerdote. A los veintiocho aos, estando enRoma, a punto de casarse y siendo celoso del judasmo, pordesafo, le acepta a un catlico llevar la medalla milagrosayrezar cada da elAcordosa la Virgen Mara. Das ms tarde,entra en la iglesia de San Andrea delle Fratte, y se dice: quiglesia tan fea. Cae despus de rodillas junto al altar de SanMiguel, ante una visin de la Virgen Mara, tal como aparece enmi medalla. La conversin fue instantnea y total. Como su

    hermano Teodoro, l fue tambin un sacerdote ejemplar. Cf. T. deBussires, Conversin de Mara Alfonso Ratisbonne, Balmes,Barcelona 1951].

    Un viernes de mayo de 1847 [cuando Hermann tenaveintisis aos], el prncipe de la Moscowa le rog sesirviera reemplazarle en la direccin de un coro de afi-cionados en la iglesia de santa Valeria, sita en la calle deBorgoa. Hermann viva en la vecindad y all fue congusto. En el acto de la bendicin [con el Santsimo Sa-cramento], experiment

    una extraa emocin, como remordimientos de tomar parte enla bendicin, en la cual careca absolutamente de derechos paraestar comprendido. Sin embargo, la emocin era grata y fuerte, ysenta un alivio desconocido.

    Volvi a la iglesia los viernes siguientes, y siempre enel acto en que el sacerdote bendeca con la custodia a losfieles arrodillados, experimentaba la misma impresin.Senta un escalofro involuntario, y habra derramadoabundantes lgrimas si el respeto humano no lo hubieraretenido. No saba cmo explicar estas emociones des-conocidas, extraordinarias, poderosas, que se apodera-ban de l siempre en las mismas circunstancias. El mesde mayo pas, y con l las solemnidades musicales enhonor de Mara. Pero Hermann, sin darse cuenta exactadel fuerte instinto que lo dominaba, cada domingo volvaa santa Valeria para asistir a misa.

    Deseos de instruccin catlicaViva entonces Hermann con Adalberto de Beaumont,

    de cuya biblioteca cogi un viejo devocionario, en extre-mo polvoriento, el cual haba servido en otros tiempos ala madre de su amigo, y que no haba sido abierto desdequin sabe cunto tiempo. Mil pensamientos venan a su

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    cabeza, y le consuman el corazn aspiraciones ardien-tes, enardecidas hacia un ideal desconocido.

    En los primeros das de julio, manifest a la Duquesa deRauzn el estado inexplicable de su alma, y acab al finrogndole que lo pusiera en relacin con un sacerdote ca-tlico. Experimentaba el vivo deseo de instruirse en losdogmas de una religin hacia la cual se senta arrastradode una forma irresistible. Pero el demonio trabajaba tam-bin, por su parte, y varias circunstancias, una indisposi-

    cin de la Duquesa, unos conciertos, una alegre excursinal campo, vinieron a oponerse a la pronta realizacin de susproyectos.

    El sacerdote LegrandFinalmente,despus de varios otros retrasos y franqueados algunos obst-

    culos, conoc al sacerdote Legrand, promotor fiscal del arzobispode Pars, y le cont lo que me haba pasado. Me escuch coninters, y luego me exhort a la calma, a la perseverancia en misdisposiciones presentes, y a la confianza absoluta en las vas que ladivina Providencia no dejara de indicarme. Me entreg luego elCompendio de la doctrina cristianade Lhomond.

    La benvola y amable acogida del eclesistico me impresion

    vivamente e hizo caer de un golpe uno de los prejuicios ms slida-mente arraigados en mi mente. Tena miedo de los sacerdotes!...Desgraciadamente no los conoca ms que por la lectura de lasnovelas que nos los representan como hombres intolerantes, quesin cesar tienen en los labios las amenazas de la excomunin y lasllamas del infierno. Y me encontr en presencia de un hombreinstruido, modesto, bueno, franco, que lo esperaba todo de Dios ynada de s mismo! En tales disposiciones part para Ems, ciudad deAlemania, para dar un concierto...

    En la parroquia alemana de EmsApenas hube llegado a dicha ciudad, visit al prroco de la

    pequea iglesia catlica, para quien el sacerdote Legrand me habadado una carta de recomendacin. El segundo da despus de millegada, era un domingo, el 8 de agosto, y, sin respeto humano, a

    pesar de la presencia de mis amigos, fui a or misa.All, poco a poco, los cnticos, las oraciones, la presencia

    invisible, y sin embargo sentida por m de un poder sobrehuma-no, empezaron a agitarme, a turbarme, a hacerme temblar. En unapalabra, la gracia divina se complaca en derramarse sobre mcon toda su fuerza. En el acto de la elevacin, a travs de misprpados, sent de pronto brotar un diluvio de lgrimas que nocesaban de correr con grata abundancia a lo largo de mis mejillas...Oh momento por siempre jams memorable para la salud de mialma! Te tengo ah, presente en la mente, con todas las sensacionescelestiales que me trajiste de lo Alto... Invoco con ardor al Diostodopoderoso y misericordiossimo, a fin de que el dulce recuerdode tu belleza quede eternamente grabado en mi corazn, con losestigmas imborrables de una fe a toda prueba y de un agradecimien-to a la medida del inmenso favor de que se ha dignado colmarme.

    Experiment entonces lo que sin duda san Agustn debi desentir en su jardn de Casicaco al or el famoso Tolle, lege...[tomay lee]; lo que usted, mi querido Padre, debi experimentar en laiglesia de San Andrs de Roma, el 20 de enero de 1843, cuando laSantsima Virgen se dign aparecrsele...

    Recuerdo haber llorado algunas veces en mi infancia; pero ja-ms, jams haba conocido lgrimas parecidas. Mientras me anega-ban, senta surgir de lo ms profundo de mi pecho herido por miconciencia, los remordimientos ms dolorosos por toda mi vidapasada.

    De pronto, y espontneamente, como por intuicin, empec amanifestar a Dios una confesin general interior y rpida de todaslas enormes faltas cometidas desde mi infancia. Las estaba viendoall, puestas ante m por millares, horribles, repugnantes, asquero-sas, que merecan toda la clera del juez soberano... Y al mismo

    tiempo senta tambin, por una calma desconocida que prontovino aextenderse sobre mi alma como blsamo consolador, que elDios de misericordia me las perdonara, desviara de mis crmenessu mirada, que tendra piedad de mi sincera contricin y de miamargo dolor... S, sent que me conceda su gracia, y que al perdo-narme, aceptaba en expiacin la firme resolucin que haca de amarlosobre todas las cosas y desde entonces convertirme a l.

    Al salir de esta iglesia de Ems, era ya cristiano. S, tan cristianocomo es posible serlo cuando no se ha recibido an el santo bautis-mo...

    Devocin a la Virgen MaraAl salir de la iglesia, Hermann encontr a la esposa del

    embajador de una de las ms antiguas cortes de Europaante el gobierno francs. La buena seora pronto com-prendio que a Hermann le haba pasado algo extraordina-

    rio en vista de su emocin y de sus palabras exaltadas.Le interrog, y, embriagado por la felicidad, ste le contlos beneficios de que la gracia divina le haba colmado.

    La seora me dijo, aade Hermann, que deba atribuir todas lasgrandes gracias que sobre m se haban derramado a la intercesin dela Virgen Mara, a la que deba consagrar un culto especial. Luegome dio una estampa del misterio de su gloriosa Asuncin.

    [Como en seguida veremos, el 28 de agosto fue bauti-zado. Y unos das despus escriba:]

    Cada paso que desde este da he tenido la dicha de dar en elcamino de Cristo y aunque me quedan muchsimos que dar, sinembargo, los que he dado son enormes, si miro hacia atrs, ohfelicidad, todos los pasos, todos los adelantos, los debo de manerabien evidente a nuestra madre comn, a la buena y santa Virgen,

    refugio de pecadores, que cada da he implorado con fervor para querogara por m a su adorable Hijo, Nuestro Seor y Salvador.

    Fervor en ParsEl da siguiente de este da bendito, impaciente por con-

    tar las emociones del mismo al sacerdote Legrand,Hermann deja Ems y regresa a Pars. A su llegada estdesconocido, verdaderamente transformado por la gra-cia, que de manera tan profunda lo ha conmovido. Seencierra en su cuarto, estudia la doctrina del cristianis-mo, pero le ha descendido ya de Arriba la fe, cuyas prc-ticas observa como si estuviese ya bautizado.

    Las oraciones de la maana y de la noche, la meditacin, la misa,las vsperas y funciones de la Iglesia, las abstinencias, la castidad,todo lo observaba con facilidad y diligencia, dice.

    Cuando asista a misa, experimentaba profundo dolory un sentimiento inmenso al ver que los fieles se acerca-ban a la mesa eucarstica. Derramaba entonces lgrimasardientes de deseo y de amor.

    Y hoy, por no haber tenido an el gozo de haber hecho la prime-ra comunin, no me es dado asistir a este instante supremo sinllorar por la privacin que me hace morir.

    Catequesis con el padre LegrandEl sacerdote Legrand le reciba cada anochecer, le

    preparaba la inteligencia mediante una slida instruccin,luminosa, llena de vida y calor, y le dispona el corazn

    ensendole el arte de orar y vencerse. El 15 de agosto,el sacerdote Teodoro Ratisbonne* deba administrar elbautismo, en su capilla de la calle de Regard, a cuatroisraelitas convertidos.

    *[Teodoro Ratisbonne (1802-1884), judo converso, sacerdo-te, fundador de la Congregacin de Nuestra Seora de Sin (1842)].

    Bautismo de cuatro judosEl sacerdote Legrand persuadio al joven catecmeno

    para que asistiera a dicha ceremonia. La emocin queexperiment fue tan viva que tuvo necesidad de violentarseen gran manera para no dejar su sitio y correr a arrojarsea los pies del sacerdote, para suplicarle que le concediera

    tambin el santo bautismo.Todo vena a propsito para conmoverlo. El sacerdote

    mismo era un hijo de Israel, y, a su alrededor, un coro dejovencitas, dirigidas por religiosas, todas ellas tambinconvertidas del tallo de Jess, todas ellas oriundas deAbrahn, como yo, repetan el canto ms sublime, de-

    3. El golpe de la gracia

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    Charles Sylvain Hermann Cohen, apstol de la Eucarista

    can la oracin que ms capaz era de conmover el cora-zn de un hijo de la tribu de Lev:

    Jess de Nazaret, rey de los judos, ten piedad de los hijos deIsrael!

    Jess, divino Mesas esperado por los judos, ten piedad delos hijos de Israel!

    Jess, el deseado de las naciones, Jess de la tribu de Jud,Jess que curaste a los sordos, a los mudos y a los ciegos, repi-tiendo ellas siempre ten piedad de los hijos de Israel!

    Cordero de Dios, que borras los pecados del mundo, perdna-los, porque no saben lo que hacen!

    Capilla de Nuestra Seora de SinEstas admirables letanas, compuestas por el padre

    Ratisbonne, se recitaban cada da en la capilla de Nues-tra Seora de Sin. Y las jvenes hurfanas que las repe-tan han sido ellas mismas objeto de la piedad mise-ricordiosa de Jess, que invocaban para sus hermanos,sumidos an en las tinieblas.

    Esta solemnidad determin su resolucin de recibir elbautismo en la misma capilla en que todo le recordaba labondad de Aqul que haba sido enviado para salvar a lasovejas perdidas de Israel. Se haba pensado primeramente

    en la iglesia de los Carmelitas, en la que el sacerdoteLegrand celebraba misa cada da. Y el sitio, al principio,le haba seducido por haber sido santificado con el mar-tirio de tantos sacerdotes en la poca de la Revolucin; yen l haba venerado conmovido los restos de sangre delos hroes de Cristo, de que estn salpicadas an lasparedes del antiguo convento.

    Pero en cuanto hubo conocido la capilla de la calle deRegard, edificada en recuerdo de la conversin milagro-sa de su hermano en judasmo, el padre [Alfonso] MaraRatisbonne, abandon toda vacilacin, y le pareci quela Providencia se la destinaba para ser la cuna de su nue-va vida.

    El nuevo nombre: AgustnEl da del bautizo fue fijado para el 28 de agosto, da en

    que la Iglesia celebra la fiesta de san Agustn, el ilustreconvertido de la gracia divina. La eleccin del da y delnombre que se dio a Hermann en el santo bautismo,parecen no haber sido el resultado de una coincidenciafortuita.

    En efecto, ya antes de saberse el da escogido por elsacerdote Legrand para la administracin del sacramen-to, la seora Duquesa de Rauzn le haba destinado elnombre de Agustn. El recuerdo y el ejemplo del grandoctor parecen seguirle por todas partes. La primera vez

    que estuvo en Nuestra Seora de las Victorias, el vene-rable sacerdote Desgenettes predic sobre la vida de sanAgustn. Incitaba a los fieles a que se preparasen a la fiestadel santo, y aseguraba que sta haba sido siempre ocasinde las conversiones ms inesperadas y milagrosas.

    Sin saberlo y por una casualidad rara a lo menos,Hermann ocupaba un asiento frente al altar dedicado asan Agustn. Su compaero, el padre Teodoro Ratisbonne,despus del sermn, le hizo observar tal circunstancia.Varios de los libros que sus amigos le enviaron comoregalo trataban tambin del gran Obispo de Hipona o dealgunos de sus admirables escritos.

    ltima preparacin y ltimos combates

    El gran da se acercaba y su catequista le preparaba almismo por una novena de oraciones, escogidas todasalternativamente del oficio de la Santsima Virgen y deloficio de difuntos. Durante estos nueve das Hermannse recluy en la ms absoluta soledad. Slo sala de su

    casa para ir a escuchar la palabra del padre TeodoroRatisbonne o la del sacerdote Legrand.

    Hermann estaba gozoso, viendo que se acercaba el dade su rescate. Pero el demonio deba hacer un ltimoesfuerzo para arrancar esta alma a Jesucristo, o a lo me-nos para turbarla en la hora suprema. La noche queprecedio al bautismo, el espritu malo

    le envi un sueo lleno de representaciones seductoras y lerenov vivas imgenes que crea para siempre desterradas de su

    memoria.Pudo apropiarse al pie de la letra las palabras de san

    Agustn: Cada futilidad de futilidades, cada vanidad devanidades, antiguas amigas mas, procuraban retener-me, me asan por mi vestido de carne y me murmura-ban: Nos abandonas?... Que tu misericordia, Diosmo, aleje del alma de tu servidor lo que me sugeran![ConfesionesVIII,11,26].

    Oprimido por estas visiones horribles,jadeante, me echo fuera de la cama, me arrojo a los pies del

    crucifijo, y all, los ojos llenos de lgrimas, suplico el socorro mise-ricordioso del Todopoderoso, la asistencia de la santsima y pursi-ma Virgen Mara. Y en seguida la tentacin huye.

    Se levanta, fuerte y atrevido, como un gigante, pararecorrer la gran carrera que el Seor ha colocado antel. Esta primera victoria ser como el presagio de otrosmuchos triunfos.

    El bautismo: 28 de agosto de 1847El mismo Hermann lo describe [en carta al padre Al-

    fonso Mara Ratisbonne]:El sbado, 28 de agosto, a las tres de la tarde, la capilla de

    Nuestra Seora de Sin brillaba con un resplandor rara vez visto.Las ms bellas y frescas flores adornaban el altar resplandecientecon mil luces; la campana del convento dejaba or su ms alegrerepique; una piadosa muchedumbre llenaba la nave; un coro dejovencitas, cubiertas con largos velos blancos, arrodilladas a loslados de la nave, cantaban las letanas por la conversin de losjudos; el rgano mezclaba sus acordes a estos cantos armoniosos.El sacerdote Legrand, asistido del padre Teodoro Ratisbonne, hizoentonces su entrada en la iglesia y se delant hacia el altar.

    Yo segua, tembloroso y sin embargo firme, llevando a mi dere-cha a mi padrino el doctor Gouraud, ms insigne an por sus virtu-des que por su nacimiento, y a mi izquierda, a mi madrina, la seoraDuquesa de Rauzn, ms ilustre si cabe por su piedad que por sunacimiento, y cuyos mritos se perpetan en sus hijas. A donde-quiera que volviese la mirada, hallaba, pues, apoyos slidos e in-quebrantables, y jams vino criatura al mundo ms buenamenterodeada por sus hermanas y hermanos, que lo fuera yo, simplecatecmeno, al acercarme al altar. Dios sea para siempre benditopor ello!

    No seguiremos al joven nefito cuando describe conentusiasmo todas las ceremonias que preceden y acom-paan al santo bautismo. El asombro, la admiracin, elagradecimiento y el amor que experimentaba no cono-can lmites. Cuando sinti correr el agua que se derra-maba sobre su frente y que el nombre de Hermann fuecambiado por los de Agustn-Mara y Enrique,

    de pronto, dice, mi cuerpo se estremeci, y sent una conmo-cin tan viva, tan fuerte, que no sabra compararla mejor que alchoque de una mquina elctrica. Los ojos de mi cuerpo se cerraronal mismo tiempo que los del alma se abran a una luz sobrenaturaly divina. Me encontr como sumido en un xtasis de amor, y, comoa mi santo patrn, me pareci participar, en un impulso del cora-zn, de los gozos del Paraso y beber el torrente de delicias con las

    que el Seor inunda a sus elegidos en la tierra de los vivos...Estaba tan emocionado, que an hoy no recuerdo sino muyimperfectamente las ceremonias que siguieron. Recuerdo, sin em-bargo, que me vistieron con el hbito blanco de la inocencia y queme pusieron en las manos el cirio encendido, smbolo de la verdadque acababa de aparecer a mis ojos, y en mi corazn hice el jura-mento de vivir y morir para conservarla y defenderla.

  • 5/27/2018 SYLVAIN, Ch. Hermann Cohen, Ap stol de la Eucarist a. Pamplona, 2005.pdf - slide...

    http:///reader/full/sylvain-ch-hermann-cohen-apostol-de-la-eucaristia-pamplon15

    La pattica parfrasis de un pasaje de la epstola a los Roma-nos, aplicada a la ceremonia por el sacerdote Legrand, resuenatodava en mis odos. El apstol enumera todas las razones quetiene para esperar la salvacin de los verdaderos hijos de Abrahn.Y yo soy tambin uno de ellos, y bendigo al Dios que me ha sacadode la esclavitud de Egipto para colocarme en el nmero de sushijos.

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    El nefito

    Puesto a prueba por el mundo

    Hermann, el joven y orgulloso artista, ya no exista. Lagracia del santo bautismo lo haba cambiado y converti-do, lo haba derribado, como a Saulo en el camino deDamasco. Claro est que hallaremos an en l la mismanaturaleza fogosa, apasionada y enrgica, pero ya noobrar sino bajo la accin de la gracia, y dar verdadera-mente pasos de gigante en la va de la perfeccin.

    l hubiese querido dar inmediatamente un adis eter-no al mundo, ir a pedir asilo al grato y pacfico retiro deun convento, para consagrarse exclusivamente al servi-cio del Seor; pero las deudas contradas en el juegoeran grandes; y haba que pagarlas. Estas obligacionesde conciencia y de honradez lo retuvieron an en el mun-

    do, con el cual tuvo que continuar sus relaciones.Seguramente en ello haba un inmenso peligro para

    esta alma completamente nueva en la vida cristiana. Con-denado a ver casi cada da los luga