Revista Psicologia del Comportamiento Anormal n2

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Psicologia del Comportamiento Anormal

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Departamento de Psicología. Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”.

Bulevar Los Próceres y Jardines de Guadalupe, San Salvador, Centro América.

Tel.: (503) 2210-6600

Gabriela Cruz Aguilar

Mario Alberto García

Olga Natalia González

Claudia Patricia Saldaña

Raymond Francisco Villalta

La presente revista expone tres trastornos no orgánicos relacionados con el ciclo del sueño: el

sonambulismo, los terrores nocturnos y las pesadillas. Se ha recopilado información pertinente que

pueda ser utilizada para la correcta instrucción informativa de estos trastornos, así como también

para diferenciar entre los distintos trastornos del sueño no orgánico. Se incluyen recomendaciones

por los autores para mejorar los hábitos de sueño de los niños y niñas, que pueden servir para padres

y cuidadores, además de comentarios de expertos que sustentan la información expuesta.

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Contenido

El sueño

• El sueño normal

Los trastornos no orgánicos

• Importancia

• Parasomnias

Sonambulismo

Terrores nocturnos

Pesadillas

Recomendaciones

Fuentes externas a la calidad de sueño

¿Qué dicen los expertos?

• Casos clínicos

Algunas novedades de la calidad del sueño

Diferencias entre los sueños de niños y adultos

Referencias

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El sueño

La complejidad del estudio del sueño se

debe en gran medida a que el sueño no es

un estado homogéneo sino que presenta

continuas variaciones objetivables

mediante técnicas poligráficas, las cuales

permiten estudiar la organización del

sueño diferenciado en distintas fases.

Elcio (2009)

¿Cómo es el sueño normal?

Ser capaz de dormir bien toda la noche es

un hito importante del desarrollo

psicomotor que depende de factores

genéticos, constitucionales y madurativos,

sobre los que el ambiente ejerce un papel

modulador. En la evolución y maduración

del ritmo vigilia-sueño en la infancia,

hacia los 4-6 meses de vida se consolida

el periodo de sueño largo nocturno y se

establece el ritmo circadiano de la

temperatura corporal. La incapacidad de

ser autónomo para dormirse a los 6-9

meses de edad es un buen predictor de

problemas para iniciar el sueño a los 2

años.

Los trastornos no orgánicos

Los trastornos relacionados con el sueño

son frecuentes durante la infancia. En la

mayoría de los casos son trastornos leves

o transitorios y son de fácil manejo por

los padres o el pediatra general. En otras

ocasiones, sin embargo, son persistentes,

graves o de difícil manejo y requieren

estudios complejos y tratamiento

especializado.

Se piensa que estos trastornos son

debidos a una interacción entre causas

genéticas, madurativas, orgánicas y

psicológicas, y suelen darse en etapas

claves del desarrollo del niño

(escolarización, problemática familiar,

etc.). Cuando aparecen en la niñez se

considera un trastorno funcional que

desaparecerá cuando el niño crezca.

¿Hay que tomarles importancia?

Las parasomnias son un tipo de trastorno

de sueño. Un trastorno que no hay que

dejar sin importancia. Se solía pensar que

esto no tenía perjuicio alguno para el

individuo, pero usualmente se ha notado

que aparece junto a otras dificultades

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para el sueño como problemas

respiratorios o el síndrome de piernas

inquietas. Tiene cierta relación con

futuros problemas psiquiátricos.

Es bastante usual que se confunda con

ataques epilépticos mientras el infante

duerme. Es conveniente que se haga un

análisis diferencial por medio de la

consulta a un o una especialista. Las

parasomnias se dividen en varios tipos.

Entre ellas está el sonambulismo, los

pavores nocturnos (o terrores nocturnos)

y pesadillas.

¿Cómo son estas parasomnias?

La importancia de los trastornos del sueño

reside en que cada vez hay más evidencias

disponibles acerca de la influencia de

estos trastornos en el desarrollo físico,

cognitivo, emocional y social de los

niños. Es importante conocer en detalle

estos trastornos para acudir a

los especialistas.

Llort (2013)

Se debe prestar atención a ciertas

conductas del infante para el diagnóstico

de una parasomnia. Existen aspectos a

tomar en cuenta. (Ver más en Pin

Arboledas, 2000):

• La hora habitual del episodio

• Movimientos estereotipados o

conductas rítmicas en el episodio.

• Duración del episodio

• Horarios de sueño y alimentación

• Respuesta de maniobra de los

encargados

• Evolución psicomotora (previa y

posterior)

• Abandono de la cama

• Somnolencia diurna

• Recuerdo/Amnesia posterior

• Sintomatología diurna o nocturna

• Presencia/Ausencia de síntomas

durante el día

• Descartar efecto de fármacos

1. Sonambulismo

Aproximadamente un 15% de los niños

han sido sonámbulos alguna vez, y el 3%

suelen presentar episodios frecuentes. El

sonambulismo es la repetición automática

durante el sueño, de conductas aprendidas

durante los periodos de vigilia. El niño

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está profundamente dormido cuando

sucede el episodio. Tiene lugar después

de dormir dos o cuatro horas. El niño

suele levantarse y comenzar a rondar en

el lugar. Los ojos se mantienen abiertos y

a veces habla, pero con pronunciación

muy pobre. Puede realizar conductas

como lavarse, vestirse, comer, abrir

puertas y ventanas. Los intentos de llamar

su atención o despertarle suelen ser

inútiles. Normalmente el episodio finaliza

con el regreso del niño a la cama y el

olvido del episodio a la mañana siguiente.

Generalmente el episodio dura alrededor

de 10 minutos. (Ver más en Sierra y

Ramos, 1991)

Suele iniciarse entre los cuatro y ocho

años, y desaparece espontáneamente

hacia la adolescencia.

Cuidado Infantil (2010)

Los sonámbulos muestran una limitada

capacidad para responder a los estímulos

ambientales. Incluso pueden no presentar

respuesta si se enciende la luz o son

llamados por su nombre en voz alta. Los

ojos se encuentran con frecuencia abiertos

y pueden aparecer movimientos

coreiformes y episodios enuréticos. No es

raro tampoco, que se puedan producir

daño durante este episodio de

sonambulismo, como el caer por las

escaleras o la ventana. (Ver más en

Navarro y Tortajara, 1994)

Las complicaciones más comunes de esta

parasomnia están relacionadas con

traumas físicos, ya que pueden tropezar o

caer. Otros pueden ser la ocurrencia de

caries o el aumento de peso, ya que

muchos sonámbulos comen.

La principal precaución que deben tomar

los padres es, evitar que el niño pueda

hacerse daño durante el episodio. Es

recomendable que no duerma en camas

muy altas, evitar objetos peligrosos en la

habitación y cerrar con llave puertas y

ventanas. Si el problema es muy intenso y

angustioso para los padres, se puede

intentar el tratamiento con diazepam

durante un breve espacio de tiempo.

También en este caso se puede utilizar la

técnica de despertar al niño 15 minutos

antes de su ocurrencia.

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El diagnóstico diferencial hay que

establecerlo principalmente con otros

trastornos de la activación, tales como

"arousals" confusionales o terrores

nocturnos, que algunos autores

consideran una variante con el mismo

proceso patofisiológico.

¿Por qué mi hijo tiene sonambulismo?

Según la doctora Larissa Hirsh, editora

medica del Centro Nemours de Medicina

Infantil del Hospital Alfred I. Dupont de

Nueva York, el sonambulismo puede ser

un indicador de que ciertas partes del

cerebro pudieran no relajarse

adecuadamente al momento de dormir.

Pudieran, también, desencadenarse por

cambios bruscos en los patrones normales

de sueño del niño, tales como

enfermedades o fiebre, fatiga, estrés o

ansiedad.

Se piensa que ocurre al comienzo del

sueño, en la etapa inmediata denominada

sueño de movimientos oculares lentos.

Los niños suelen permanecer más tiempo

en esta etapa del sueño en comparación

con los adultos. Pudiera estar relacionado

con una deficiencia de magnesio y es

posible que algunos cambio hormonales

en la etapa previa a la pubertad lo

desencadene.

2. Terrores Nocturnos

Los terrores nocturnos se dan antes del

llamado sueño profundo (en el que se dan

los sueños), el niño que lo padece

presenta activación fisiológica como

elevación del ritmo cardiaco, sudoración,

entre otras. Se caracteriza por llanto

brusco e inconsolable y expresión de

miedo intenso en el niño, con

manifestaciones vegetativas muy

intensas. El niño no reconoce a los padres

y no se tranquiliza con su intervención.

Tras unos 5-15 minutos, el episodio cede,

el niño se vuelve a dormir y no recuerda

nada la mañana siguiente. Aparece de

forma típica entre los 2 y 4 años. No hay

que despertar al niño, solo vigilar para

que no se haga daño.

Sánchez (2012)

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La actitud de los padres debe ser

moderada, cautelosa, vigilando para que

el niño no se haga daño o que no se caiga

de la cama. Si los padres se acercan a

tranquilizarlo, la situación empeora.

Algunos niños reaccionan levantándose y

corriendo por toda la casa, tropezando

con sillas, puertas y murallas lo que

puede ocasionarles traumas físicos. El

episodio finaliza espontáneamente, en

segundos o pocos minutos.

Los padres deben saber que es innecesario

despertar al niño y sólo se le debe

acompañar durante el episodio para evitar

que se caiga. Se ha descrito un

procedimiento que parece ser eficaz, y

consiste en anotar los momentos de la

noche en los que aparecen los episodios y

posteriormente despertar al niño unos 15

minutos antes del ataque. Si los episodios

son muy frecuentes, y quedan descartados

otros factores precipitantes durante el día

(fiebre, cansancio excesivo, privación de

sueño, uso de medicamentos), puede ser

razonable intentar un tratamiento con

diazepam.

La tensión emocional y la fatiga parecen

incrementar la aparición de estos

episodios. Hechos traumáticos recientes

como hospitalizaciones, separación de la

madre o la muerte de un ser querido.

Estos pueden ser factores de riesgo que

pueden desencadenar y mantener los

episodios.

Ante los terrores nocturnos, se puede

hacer la aplicación de técnicas que

enseñen al niño a afrontar los sueños que

le provocan ansiedad. Se puede entrenar

la relajación o hacer que el sueño pierda

su carácter amenazante. Hay niños que

desarrollan la capacidad de desconectar o

finalizar el sueño cuando este pasa a ser

amenazante, es decir que son conscientes

de que están soñando pese a estar

3. Pesadillas

Son fenómenos parecidos a los terrores

nocturnos, pero se diferencian por una

cosa: el niño puede explicar claramente

qué es lo que ha soñado y lo que lo ha

despertado. Se da en el sueño profundo o

MOR (Movimientos oculares rápidos).

Normalmente describe hechos que le

generan angustia o que le producen

miedo, que por lo general, se relacionan

con elementos vividos durante el día:

situaciones amenazadoras o atemorizantes

que han podido ver en televisión,

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películas de terror o situaciones que son

producto de su imaginación así cómo

monstros. También se relaciona con

ciertos conflictos con sus amigos o

hermanos. La pesadilla tiene que ser

siempre la misma para que se considere

un trastorno.

Azcona (2010)

Aparecen entre los 4 y 8 años, no hay

confusión ni desorientación y suele ser

más difícil volver a dormir tras la

pesadilla. No requieren tratamiento en la

mayoría de los niños, pero si persisten a

edades posteriores, es necesaria una

intervención especializada. Hay ciertos

criterios para poder diagnosticar las

pesadillas como un trastorno. El

aparecimiento constante de estas, es

necesario una revisión clínica. Suele ser

un trastorno que es diagnosticado más

que todo a niñas entre 4 y 8 años.

Durante la pesadilla no suelen aparecer

movimientos, ni vocalizaciones. En caso

de que aparezcan palabras, gritos o

sacudidas es porque estas alertas suelen

anunciar el final de la pesadilla.

En este caso lo más importantes es buscar

los factores precipitantes (programa de

televisión, película de terror, ansiedad por

conflictos con hermanos, familiares o en

la escuela) e intentar tratarlos. Si las

pesadillas no son tan frecuentes, se debe

aconsejar a los padres a que acudan a la

habitación del niño y lo tranquilicen sin

hablarle del contenido del sueño, o

intentar distraer su atención hablándole de

algo agradable. Asegurarse de que es

verdaderamente una pesadilla lo que ha

preocupado al niño y no un intento de él

para ser atendido por los padres.

Los Boscos (2012)

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Aunque las pesadillas no suelen suponer

un riesgo, por sí mismas, para la salud del

niño, si pueden producir un cierto temor a

dormir. Es en estos casos cuando se

puede alterar el patrón de sueño y

aparecer secundariamente la somnolencia

excesiva, irritabilidad, ansiedad, etc.

Para algunos autores las pesadillas

constituyen una expresión del proceso

evolutivo de maduración del sistema

psíquico y la puesta en marcha de

mecanismos defensivos.

Las pesadillas que aparecen con

frecuencia, se han asociado a niños con

un perfil de inseguridad o algún motivo

familiar, escolar u otro. Son habituales

también, en niños que han estado

separados de sus madres durante un largo

periodo de tiempo o si han sido

hospitalizados y han pasado lejos de ella.

Al finalizar el episodio, es importante que

los padres acudan al dormitorio del hijo y

lo escuchen pero sin entrar en demasiados

detalles acerca del contenido del sueño.

No abrumarlo con demasiadas

explicaciones (por ejemplo intentar

demostrarle que los monstruos solo

existen en su imaginación). A la mañana

siguiente se puede hablar sobre lo

sucedido para intentar averiguar si hay

algo que le preocupa en especial. El

hablar sobre lo sucedido en un ambiente

calmado y lúdico siempre resulta una

gran herramienta terapéutica. Puede

también, según la edad del niño, utilizarse

el dibujo como medio para sacar fuera el

miedo y plasmarlo en un papel donde

podrá manipular la historia. Cada niño es

diferente y así sucede con la vivencia de

la pesadilla, por tanto, cada padre debe

ajustarse a las peculiaridades de cada

episodio.

Una técnica muy útil en las pesadillas es

la “varita mágica”. Primero se le pide al

niño que cuente lo que ha soñado,

prestándole mucha atención, para que el

sepa que nos interesa lo que le ha pasado.

Luego se le hará una pregunta:

-¿y la varita mágica?

Y el responderá:

-¿qué varita?

En ese momento se le dice que en la parte

de debajo de su cama hay una varita que

al tomarla, eso hará que el miedo

desaparezca. Puede parecer algo

demasiado fácil, pero suele funcionar.

Claro que no necesariamente debe ser una

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varita, puede ser una espada, una vara o

un bastón.

las pesadillas como tales. Mejor

expuestas en el siguiente cuadro.

Si no funciona el que sea algo imaginado,

puede crear junto con el niño su propia TERRORES

PESADILLAS

varita y que la ponga en su mesa de noche

o debajo de la cama

NOCTURNOS

El sonambulismo y los terrores nocturnos

están estrechamente relacionados. Ambos

son considerados como trastornos de los

mecanismos del despertar y se presentan

fuera de las etapas más profundas del

sueño. Muchos enfermos tienen

antecedentes familiares o personales de

cualquiera de estos trastornos. Además

ambos son mucho más frecuentes en la

Vocalización

intensa (gritos)

Incremento

marcado de la

actividad

vegetativa

(taquicardia,

sudor)

Poca o ninguna

vocalización

Poca actividad

vegetativa

infancia, lo que pone de relieve el papel

que juegan en su causa factores ligados al

desarrollo. Ambos tienden a estar

Difícil despertar Despertar fácil,

incluso espontaneo

relacionados con trastornos psicológicos

importantes. Debido a las semejanzas

clínicas y patogénicas entre el

sonambulismo y los terrores nocturnos y

al hecho de que el diagnóstico diferencial

entre ambos trastornos consiste

normalmente en determinar cuál de ellos

predomina.

Hay algunas diferencias necesarias de

mencionar entre los terrores nocturnos y

Se mueven mucho,

puede acabar en

sonambulismo

No suele quedar

recuerdo de lo

sucedido

Aparece en las

primeras dos

horas del sueño

Se mueven poco

durante el episodio

Se suele contar lo

que se experimenta

durante el episodio

Aparecen

transcurridas tres

horas desde el

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Se vincula al

sueño NREM

inicio del sueño

Se vincula al sueño

REM

• Colocar al niño en su cama

adormilado pero no dormido, así

puede aprender a dormirse solo.

Factores externos en la calidad del sueño

¿Qué recomendaciones hay para prevenir

las parasomnias?

Hay algunos aspectos importantes para

mejorar los hábitos del sueño del niño:

• Temperatura, luz y nivel del ruido

de la habitación (debe ser

templada, oscura y tranquila).

• Si el niño comparte habitación,

asegurarse que no despierte al

niño.

• Evitar el ejercicio físico a últimas

horas de la tarde antes de ir a la

cama.

• Organizar horarios académicos,

sociales o de ocio, que no

interfieran con el horario de

sueño.

• Restringir todo aparato electrónico

de la habitación antes de dormir.

(televisión, celular, computadora).

Algunas investigaciones relacionan el

aumento del apetito con un incremento de

la cantidad total de tiempo que dormimos.

Otros autores relacionan el triptófano

(aminoácido presente en las proteínas de

origen animal: productos lácteos) con un

efecto facilitador del sueño. Todos hemos

escuchado aquello de que un “buen vaso

de leche calientita se concilia el sueño”.

En el lado contrario, el consumo excesivo

de bebidas excitantes (coca-cola, café, té,

e incluso el chocolate negro) dificultan la

conciliación o mantenimiento del sueño.

Por tanto es necesario cuidar si el niño

tiene estos hábitos a la hora de irse a la

cama.

Usualmente a estos trastornos del sueño,

no se les toma mucha importancia. Se

suele pedir ayuda profesional si se ve

acompañado de otras problemáticas. De

hecho, hay que descartar otros síntomas

en base a un diagnóstico diferencial. Es

común que los terrores nocturnos o el

sonambulismo puedan confundirse con

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ataques epilépticos. Para ello, se definen

algunos de esos diagnósticos:

Para diferenciar los terrores nocturnos de

los ataques epilépticos el médico debe

tener en cuenta que los episodios

comiciales rara vez se presentan

solamente durante el sueño y que un

registro electroencefalográfico anormal

apoya el diagnóstico de epilepsia.

Es necesario diferenciar el sonambulismo

de los ataques epilépticos psicomotores.

La epilepsia psicomotriz rara vez se

presenta únicamente durante el sueño.

Durante un ataque epiléptico el enfermo

no responde en absoluto a los estímulos

ambientales mientras que aparecen

frecuentemente movimientos

perseverantes de tragar o frotarse las

manos. La presencia de descargas

epilépticas en el E.E.G. confirma el

diagnóstico, a pesar de que un trastorno

convulsivo no excluye que haya

sonambulismo.

¿Qué dicen los expertos?

Estas problemáticas, no necesariamente

se dan de forma pura o única. Es decir,

usualmente vienen acompañados de otras

problemáticas.

Casos Clínicos

Primero:

Los terrores nocturnos se manifiestan

como problemas emocionales y de

conducta durante el sueño. Pueden tener

comorbilidad con otras parasomnias. El

punto de vista de los pacientes rara vez se

ha tenido en cuenta, esto es importante

porque normalmente un terror nocturno se

describe como imposible de ser registrado

como recuerdo, o fue recordado como un

evento borrosa.

Se informa aquí un caso de terror

nocturno acompañado por los recuerdos

recuperados paciente.

Un niño de 8 años de edad, infección

femenino se presentó con fiebre> 38 º C.

Cuarenta minutos después de irse a la

cama, ella se puso de pie y habló sobre

las ilusiones de los animales con

contenido atemorizante. Ella estaba

llorando, desorientado, respiración rápida,

con sudoración profusa. Episodios

repetidos 1-2 veces por noche. La mañana

siguiente ella era incapaz de recordar el

evento por completo, y sólo podía

recordar fragmentos de la misma. La

llevaron al hospital, donde no se

encontraron alteraciones clínicas y fue

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enviado a casa tratado con acetaminofén.

El examen neurológico,

electroencefalografía y la tomografía

craneal fueron reportados como normales.

Segundo:

Bastiada (2011) presenta un caso clínico

que puede servir de ejemplo para entender

mejor estos fenómenos.

Cuidado Infantil (2010)

El caso es el siguiente: se presenta una

niña de ocho años, referida por su

médico, con el motivo de consulta de un

incremento de los terrores nocturnos por

noche (de 3 a 4). Se afirma que la niña ya

los padecía desde la edad de 3 años pero

se ha incrementado. Bastiada detecta que

al problema de los terrores nocturnos le

acompañan múltiples fobias y ansiedad

generalizada. Y llevaría un proceso de

psicoterapia aplicada por dos años.

Ella informa que hubo progresos

significativos para enfrentar estos

trastornos. Se utilizaron en el caso

técnicas cognitivo-conductuales,

relajación, respiración profunda y

“biofeedback”. Resultó eficaz la empatía

paciente y psicoterapeuta,

autoinstrucciones, papel del juego del

intercambio de rol, expectativas positivas

hacia la exposición, enfrentamiento,

motivación generada a consecución de

objetivos y hacia la participación activa,

el refuerzo y autorrefuerzo aplicado a

mínimos progresos. Esto permitió mayor

percepción de control.

Tercero:

Otro caso sería el presentado por Rojí y

Carrasco, en que una niña presenta

pesadillas recurrentes luego de haber sido

atacada por un perro. Alicia –nombre de

identificación de la niña- fue intervenida

quirúrgicamente, se menciona que ella

tiene miedos frecuentes a los perros, un

estado de ánimo predominantemente

triste y pesadillas recurrentes.

Alicia afirma que no hay mayor

problema, hasta que se le aborda

directamente. Sus pesadillas están

cargadas por los eventos experimentados.

Vive en un estado de alerta constante y

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con un profundo temor a la muerte o que

se repita lo ocurrido.

Para el enfrentamiento de la problemática

concerniente a los trastornos del sueño, se

trazaron objetivos encaminados a

disminuir el miedo a los perros, a través

de la desensibilización. Aumento de

conductas de prevención y discriminación

del riesgo relativo.

Luego de 19 sesiones, se realizaron

postest para medir el impacto de lo

realizado y hubo mejoras significativas.

En los siguientes meses de seguimiento,

reportan que las pesadillas dejaron de

aparecer, así como los otros motivos por

los que se acudió a terapia.

Algunas novedades en la calidad del

sueño

Con los nuevos cambios en la era de la

globalización, estos trastornos del sueño

también han experimentado cambios. Más

bien se podría decir que se trata de un

aumento de casos de sonambulismo,

como lo relata el Europa Press (enero,

2013). Varias asociaciones recalcan que

hay mucha relación entre este trastorno y

el uso de ordenadores y consolas en los

cuartos de los niños y niñas. Esto, junto

con ir a dormir tarde, provocaría que el

cuerpo esté constantemente deprimido.

Aparte se revela que estas problemáticas

tienen una gran carga genética.

Otras nuevas observaciones las hace el

Centro Médico de la Universidad de

Maryland, en cuanto que en los terrores

nocturnos puede también verse una

especie de sonambulismo. Es decir, los

niños y niñas que padecen terrores

nocturnos, pueden caminar dormidos.

Hay ciertas curiosidades en cuanto a los

tratamientos que ambos exponen ante los

problemas del sueño mencionados. Puede

decirse que parecerían más mecanismos

de prevención. Están mencionados por

ejemplo la higiene del sueño; referida a

respetar los horarios, no usar aparatos con

luz (teléfonos móviles, tabletas, consolas

de videojuegos, entre otras) en la cama

antes de dormir.

También se mencionan otras formas

posibles de tratamiento. Para los terrores

se indica, terapia de charlas y reducción

de estrés; y en casos más difíciles,

benzodiacepina puede ser útil. Para el

sonambulismo, habrían terapias

conductuales basadas en despertares

precoces. Y también el uso de algunos

fármacos en otros casos.

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Diferencia entre el sueño del niño y el

adulto

La duración habitual del sueño

experimenta variaciones en el transcurso

de la vida. En la evolución asociada a una

edad aparecen diferencias cuantitativas y

cualitativas.

Un niño recién nacido duerme entre 16 y

20 horas; tiene de 5 a 6 periodos de

vigilia-sueño y fracciones de sueño de 3

horas de duración. A los tres meses el

número de horas dedicadas a dormir se

reduce a 14-15 horas, aproximadamente.

El bebé cada vez duerme más que todo,

por las noches aumentando de esta forma

la vigilia durante el día. A los seis meses

duerme unas 14 horas, la mayor parte por

la noche, aunque todavía sigue haciendo

dos periodos de sueño al día. A medida

que el niño crece el número de horas que

necesita dormir se va reduciendo y, la

mayoría, no precisa dormir durante el día

y si lo hacen es con siestas de poca

duración.

En cuanto a la proporción de sueño

profundo y sueño ligero, se sabe que el

sueño profundo de un adulto ocupa el

80% del tiempo y el sueño ligero un 20%,

mientras que en un niño el sueño ligero

ocupa la mitad del tiempo que pasa

durmiendo.

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Terrores nocturnos y la varita

mágica para las pesadillas

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