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Revista Ejército Octubre 1942. Spanish Army Magazine Oct. 1942

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ejércit

REVISTA ILUSTRADADE

LAS ARMASY SERVICIOS

NUM. 33

.

OCTUBRE. 1942

SUMARIO

Sobre la cooperación.

Coronel Alamán. —

La forma física.

Capitán Ynglés. —

Las Orde

nanzas.

Capitán López Sánchez. —

Tiró de costa: Corrección del tiro en las baterías de

largo alcance. Teniente Coronel Pérez Sánchez- Osorio. ¿Qué es una dirección de tiro de

costa? Comandante Martínez Lorenzo.

El sentido español y militar de Sancho. Reivindi

cación.

Capitán Jurídico García Rodríguez.

Para una psicología del combatiente.

Capitán

Martínez Bande. —

El Arma

Química

y la Táctica.

Teniénte Coronel De Dueñas. —,

El

Grupo de reconocimiento. Capitán Pagés.

Cosas de antaño. General Bermúdez de Castro.

Accidentes en las municiones.

Teniente Coronel Manilas. —

Morteros de 81. Ejecución del

tiro.

Teniente Coronel Rodríguez Cano. —

Vacuna y vacunación.

Capitán Piédrola. —

Ser

vicio de escucha radioeléctrico.

Capitán Pardo.

Información.

Bibliográfica.

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PSe,.

PRECIOS DE ADQUISICION

Paro milirore,.en suscripcióncolectivapor intormedio.del Cucro. 3,00

Poro militare,, en ssscripcióndirecto por trimestre,odelantados. 3.25

Poro ol pCsbhcosrmgeneral (por semestresodelarttodo,14,50

Estronjero6,50

mero suec5,50

TARIFAS DE ANUNCIOS A DISPOSICIO’NDE LOS ANUNCIANTES

Correspondencia sobre colaborociórt:al DIRECTOR

Correspondenciaodministrotiva al Comandantedo Infogteria CAMILOVISEDOALBORS

edoec(ón y Admrnistración, MADRID, Alcalá, 13,

Teléf ano 25254 • Correspondencia.Aportado d* Correos37

‘jeícito

ruth/ui

iIuIruiuIui

III’Iui 111’11141ff/erhifio,.

DI,.ctors ALFONSO FERNÁNDEZ

Ceros.;

doE.Se.

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$OQE LA

E Nla contienda de

1914-1918,

la guerra de pósicio

nes, contraria a las doctrinas que uno y otro bando

sustentaban a sus comienzos, no tardó en adquirir ca

rácter de endémica, fracasando cuantas tentativas se hi

cieron con propósito de volver a la guerra de movimiento,

única capaz de conducir militarmente a resultados decisi

vos. La maniobra resultaba imposible si no iba precedida

de una dura y difícil acción de ruptura frontal, que ñunca

llegó a feliz términó en tierras frañcesas, donde, sin duda,

estaba la solución militar del conflicto. Ninguna acción

ófensiva prosperó allí lo necesario y suficiente para tras

poner el marco táctico; más o menos tarde, el ariete del

ataque terminó humillándose ante la coraza de una de

fensa con clara noción de la profundidad.

No es, pues, de extrañar que fuese aumentando el nÚ

mero de lós que creían la defensiva superior a la ofensiva,

sobre todo cuando entre las fuerzas de los’ dos adversa-

nos (hombres, armas y moral) existe cierto equilibrio.

Secuela natural de dicho concepto fué ‘la marcada ten

dencia, en los primeros tiempos de la postguerra, nó sólo

de aumentar la fabricaciÓn y rendimiento de las armas

de defeisa, sino de construir líneas fortificadas perma

nentes de proporciónes gigantescas, cual la Maginot, que

pregonaban una aspiración de’seguridad basada en la de

fensiva, o de preconizar la ‘guerra’ de bloqueo, que era

tanto como excluir la decisión militar.

Mas no tardó en sobrevenir la controversia y pesar

seriamente en los ánimos la voz y el voto de quienes

creían factible restablecer la guerra de movímiento, des

pojando a la defensivá de su inmerecido, cetro. Este cri

terio trajo consigo el afán de disponer de armas’ y de me

,dios netamente ofensivos, capaces de imponerse a los de

defensa. Como es natural, los ojos,se volvieron entonces

hacia aquellos elementos y métodos nacidos al calor de

la Gran Guerra, que, posibles crisálidas de nuevas for

,mas estratégicas y tácticas, parecían ser indicadores del

buen camino hacia el logro, anhelado de la vuelta a la

libre acción, es decir, a la maniobra de estilo y a las ba

tallas clásicas. En tal sentido, el arma aérea y los carros

de combate tenían rango de primeras figuras; la moto

rización era una valiosa promesa; otros elementos podían

completar el elenco bélico.

Pero, como sucede siempre que lo nuevo alumbra, sur

gieron apreciaciones rabiosamente particularistas: viene

la époáa jalonada por Douhet, que, encerrando su punto

de vista en el marco estricto de las condiciones geomili

tares de, su Italia, ve en la Aeronáutica el arma capaz de

decidir por sí misma; y Fuller pronostica que la estabili

dad sería vencida apocalípticamente por ingentes escua

dras de blindados terrestres. Estas dos’teorías tan dis

pares acabarán uniéndose como consecuencia de tercera

idea en discordia, según la cual un conjunto armónico

de aviones y carros

fuerza ofensiva y móvil

daría

al traste con la fuerza defensiva y estacionária.

Mas ello no significa cese de la pugna entre las armas

-

‘de ataque y las de defensa, qúe mejoran simultáneamente;

pues ,no sólo se juzga atrevida en demasía la decisión de

renunciar a la guerra de posiciones, sino que se considera

necesario seguir valiéndose de ésta, aunque respondiendo

a un plan preconcebido de economizar unidades y mediospropios, fijar fuerzas’ del enemigo o cerrarle el paso a de-

terminada regiones.

Por otra parte, no puede tampoco asegurarse que el

poder ofensivo de los medios, de combate modernos haya

conseguido un predominio rotundo sobre el de los de de

fensa; los resultados que los alemanes han -conseguido y

consiguen actualmente contra los ataques rusos, son

buena prueba de que la defensiva puede ser todavía muy

fuerte y eficaz.

«Realizando el’ maridaje antedicho, aun ,no se había

llegado a la verdad, de gestación ‘siempre laboriosa, por

que el hombre, en su individualismo vanidoso e intransi

gente, hijo a veces de la sobérbia, se resiste a aceptarla.

Pero una vez más, siguiendo eterna ley, la verdad acabó

imponiéñdose: el arma aérea carece aún de la condición

esencial de permanencia;, carros y aviones pueden des

truir, pero no aniquilar totalmente a un enemigo ven

cido, y menos aún ocupar el terreno. La acción indepen

diente de dichas dos armas, que además habrían de em

plearse sin límites, no da la solución soñada; se hace

evidente que es indispensable la intervención de otros

elementos de lucha: Unidades de Infantería motorizada

o transportada, con ,refuerzo de Artillería y ZapadGres,

orgánicamente unidas o no a los carros de combate, y

contando con la ayuda directa o indirecta de la aeronáu

tica, y en colaboración éstrecha coñ Unidades acorazadas-

especiales, se cónsidera como el complejo capaz, pcir su

armonía, y eficacia, de, poder llevar la lucha a campo

Coronal de IntentarlaALAMAN, del S. de E. M.

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/

libre. No cabe renunciar a- la Infantería si se quiere triun

far, aprovechar el efecto de las armas, conquistar térreno

y mantenerlo ocupado.

La Infantería afirma y ratifica así sus viejos fueros,

que pareció estar a punto de perder; aunque modificada

su organización, que afecta a su estructura, la batalla

continúa reclamando imperiosamente su presencia en

ella, precedida unas veces de los mastodontes de acero,

comó en Polonia y en la primera fase de la- batallá del

Oeste, desarrollándose otras el ataque en forma inversa

ala anterior, rompiendo las D. 1. la defensa para abrir

paso -a las blindadas, que, persiguiendo entonces sin tre

gua al enemigo, acaban de desarticularlo y, si cábe, des

truirlo, aspiración suprema; así suele suceder ahora en

Rusia, igual que antes había ocurrido en la segunda fase

de la campaña de, Occidente y en el teatro balcánico,

-

donde el terreno condicionó de manera especial el em

pleodel arma blindada, en tiempo, lugar y modo, con

virtiendo- en realidad la advertencia qúe, al iniciarse la

ofensiva contra Yugoeslavia, hiciera un eminente crítico

alemán: “Los medios mecanizados del Reich no habían

-

sjdo creados para planchar sistemas orográficos-”, frase

de la cual los españoles debemos tomarbuénanota.

Elemento preponderante en todas las operaciones ha

sido la Infantería, en su forma clásica-y en su especialidad

alpina: -Divisiones de Infantería normales y de montaña.

fueron, por ejemplo, las que irrumpieron en Yugoslavia,

salvan do su frontera• con Alemania; alpinas, las primeras

que asomaron a los golfos de Salónica y Orfani, y tam

bién las que izaron la banderá de la cruz gamada- en las

cumbres del Olimpo; poco después, la ocupación de las

célebres Termópilas, lograda merced a un esfuerzo extra

ordinario de los cazadores alpinos del Reich, abre el ca-

mino de Atenas a las demás tropas alemanas. Y son mu

chos los nombres del teatro de guerra oriental a los qüe

encontramos asociada en primer término la acción de

grandes Unidades normales, entre las que brilla con luz

. -

propia nuestra División, honra y orgullo de España.

Yla llamada Infantería del aire (lo genérico no pro-

viene precisamente del medio de transporte, sino de la

ulterior acción del transportado), desde el momento en

quearriesgadamente pone pie en el suelo, se convierte de

hecho en Infantería pura, pese al matiz orgánico de aqué

lla, que no desvirtúa su coincidencia específica con-la

deabolengo terrestre. La existencia y empleo de esta jo-

vény ya gloriosa Infantería del aire da asimismo idea de

- cooperación

particularizada en edte caso en la Aviación,

-

que, salvando obstáculos naturales y artificiales, tras de

positar o dejar caer a los •infantes en lugar prefijado,

los apoya y protege luego durante el cumplimiento de

-.

sus misiones: formar una cabeza de desembarco sobre

costa enemiga; empleo en el flanco y retaguardia del ad

- -

versario para ocupación de puntos importantes (acción

ofensiva y defensiva a la vez) o cortarle la retirada;.des

trucciónde obras, etc.

-

Ladefensiva presenta análogo complejo de acciones,

oportuna y pondéradamente coordinadas en intensidad,

tiempo y espacio: las Divisiones normales de resistencia,

bien pertrechadas de armás y medios a propósito, aguan-

-

-

tan la embestida enemiga; llegado el momento, s lan

zado al contraataque, cu’o núcleo principal estará a me---

nudo constituidO por Unidades blindadas; la Aviación

participa activamente antes, durante y después de la ba

-

talla, observando el campo contrario, cerrando el acceso

-

al cielo propio y atacando objetivos terrestres (tropas,

servicios, comunicaciones, etc.). Buena y reciente prueba

de ello nos la ofrecen las actuales operaciones del nordeste

africano, donde lementos de tierra, mar y aire actúan

conjuntamente en armónica combinación.

Al acabar el conflicto español, una opinión alemana

condensó como sigue la enseñanza de él obtenida: “Exi

tos apreciables

-

püeden siempre alcanzarse si se logra

una cooperación estrecha de todas las armas alrededor

-

de lalnfantería,-hasta lograr con ello el máximo efecto

posible de fuerza. Cumpliendo este requisito- preliminar

el atacante ha podido lograr económicamente resultados

de importancia.”

- -

-“La continuidad del movimiento depende de que se

mantenga la continuidad de la cooperación de las armas

y de que no se interrumpan los servicios.”

“En el futuro, esta regla deberá formar la base de

todas las reflexiones. Sólo podrá existir progreso efectivo

cuando una voluntad firme y autorizada sepa suprimir

enérgicamente cualquier empeño de las Armas para pro

ceder con independencia, es decir, si esta voluntad sabe

obligar al arma aérea y a la blindada a encuadrarse en

la mencionada acción de conjunto”

-

- “Si se logra organizar una fuerza aniquiladora y pene

trante,y se consigue a la vez la continuidad y la coopera

ción más amplia y absoluta, la guerra contará con proba

bilidades para encontrar el camino de la libre acción que

lleva a la decisión por la batalla; de lo contrario, se im

pondrá fatalmente la lucha de posiciones fuera del ám

bito castrense; la desmoralización será la que decida.”

La guerra actual da fe de qüe, hasta la.fecha, la actua

ción de los Ejércitos del Eje responde con fidelidad a di

cho criterio.

Reconociendo, sin regateos, a la Aviación su indiscu

tible autonomía para ciertas misiones, como son las de

acción a larga distancia y la lucha por el dominio del

aire, puede asegurarse que, desde el punto de vista téc

nico, es posible prolongar, sin lagunas, el movimiento

ofensivo, merced al adecuado

-

empleo de la motorización

y mecanizació.n estrechamente coordinadas entre sí, y

contando con el apoyo directo del Arma aérea, llamada

con frecuencia a colaborar íntimá y directamente en las

operaciones terrestres, actuando sobre toda la superficie

en la cual combaten los Ejércitos de tierra.

Lo expuesto puede resumirse en una palabra que por

sí sOla tiene el más alto valor de doctrina y de necesidad:

cooperación,

que entraña idea de sincronismo audaz e

inteligente, aunque no de uniformidad,

-

por aquello de

que, al decir de Moltke, en la guerra lo que evolucione

será lo que persista, adaptándose la forma a la circuns

tancia y manteniendo al enemigo en la duda del modo,

y también porque quien aspira a lograr éxitos decisivos,

debe estar capacitado para tomar resoluciones audaces,

sin temor a fracasos parciales.

Cooperación, pues,-sin usura ni particularismo, m4xime

cuando hoy cabe dominar rápidamente considerables ex

tensiones de terreno, al ganar, como no podía sospecharse,

la acción en profundidad y la maniobra en posibilidades.

Día tras día, los partes de la actual guerra europea

constituyen testimonio elocuente de que la cooperación

se realiza en grado superlativo, demostrándose a través

de ellos que, hoy por hoy, si se quiere merecer y conseguir

rápidamente la victoria, es más indispensable que nunca

aunar los esfuerzos en aire, mar y tierra, formando apre

tado haz el espíritu, la inteligencia y la voluntad.

-

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Cierto es que todo el mundo tiene el íntimo convenci

miento de la trascendente necesidad de la cooperación,

sin otra tasa que la natural. Los reglamentos, las órdenes

y las instrucciones la incorporan más o menos explícita

mente a sus textos bajo formas diversas, a fin de coordi

nar todos los esfuerzos con vistas a fines comunes. Pero

el cumplimiento estricto de tales prescripciones no es,

en realidad, más que una parte de la verdadera coopera

ción; el espíritu debe completar la letra, haciendo que,

ya se trate de individualidades, ya de formaciones o de

Armas, se anulen los compartimientos estancos y se ma

nifieste espléndida la generosa y firme voluntad de ayuda

mutua, de acuerdo con las misiones y situaciones del mo

mento; el interés general, único a considerar, así lo exige.

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BIBLIOTECA MILITAR PARA EL OFICFAL

MANDADA PUBLICAR POR O. DE 20 DE NOVIEMBRE DE 1940. D, O. NÚM. 267.)

Ha publ.ic.ad9 en Septiembre

LA .DIVISION. - Empleo táctico.

Coronel Torrente.

-

Precio: 7 pesetas.

E L C. E. - Empleo táctico.

T. Coronel González de Mendoza.

-

Precio: 8 pesetas.

En estas dos obras sus autores, muy experimentados en la enseñanza de la táctica moderna en sus cátedras de la

Escuela de Estadd Mayor, exponen los principios, procedimientos y métodos de acción en el empleo de las dos Grandes

Unidades normales básicas en la constitución de los Ejércitos actuales. La lectura y meditación de estas óbras es indis

pensable para orientarse y comprender bien el confuso panorama del campo de batalla. Escritas con criterio moderno y

bajo la preocupación de las armas áctuales, seducen también al lector por su estilo original, claro y agudo. Son obras que

interesan a’todos los oficiales. No es posible el uso y desarrollo inteligente de la iniciativa sin una clara conciencia del con

junto y de las doctrinas, ideas y principios conque el mando se informa en el reparto de misiones en sus unidades.

PRiMERA SECCION (Tratados extensos de’téc

nica militar):

La División. Empleo’ tdctico.—Coronel de Infan

tería Emilio Torreote Vázqoez, del Servicio de

Estado Mayor. Precio: 7 Ptas.

El C. E. Empleo táctico. —Teniente Coronel de

Estado Mayor Angel González ,de. Mendoza y

Doroier. Precio: 8 Ptas.

Telefonla Militar.

Capitán Fernández Amigo.

Precio: ¡2 Ptas.

SEGUNDA SECCION (Colección de Tratados

Prácticos de Campaña):

-

Empleo de ¡a Ártll lerla.

General MartineZ de

Campos. Precio: 8 Ptas.

Mando y Estado Mayor.—Tenieflte Coronel López

Muñiz. Precio: 6Ptas.

ArtIl lerla.

-

Tiro y su preparación .Comandante

Carmona. Precio: 8 Ptas.

Transrnlslones.—Comandante Guiloche.

-

Defensa antiaérea. Tiro y empleo de las armas.

Capitán Lorenzo.

ObátrucciofleS. Destrucciones y obstáculos.

Co

mandante Gornzari.

Sanidad en campaña.

Teniente Coronel Sancho.

Cerros y anticarros. Empleo táctico.

Teniente

Coronel Mantilla.

TERCERA SECCION (Historia, Biografía, Psico

logía, Legislación, etc):

Lstudios militares. Almirante. (De la Colección de

clásicos militares).—En impresión y próximá a

aparecer.

Aparecen

en

este mes de. Octubre:

raflsniISiOfleS._C0maqdant0 Guiloche.

Delensa antiaérea. Tiro y empleo de las armas.—Capitán Lorenzo.

Obstrucciones.Destrucciones y obstáculoS._Comafldante Górozari.

Sanidaden ‘catnpafia.—Teniente Coronel Sancbo.

Carros y anticarros. Empleo táctico.

Teniente Coronel Mantilla.

Cinco obras de la Colección de Tratados Prácticos

de Campaña; del.más extraordinario interés.

Obras publicadas hasta ahora, por esta Biblioteca:

Infantería. Normas para el Com-balede Pelotón, La Defensa

Pasiáa.—Comandante Crespo. Precio:

Sección, Compañia y Batallón.—.COrOflelBarrue- 9Ptas.

co. Precio: 6Ptas.

‘.

Pasode Ríos y ‘Restablecimiento de Caminos.—

lafanterfa. Combate del Regimiento. —Teniente Comandante Ruiz López. Precio: 8 Pta8.

Coronel Torrente. Precio: 6 Ptas.

Artillería de Costa.—Comandaflte Martinez Loren

zo (D. Vicente). Precio: 8 Ptas.

Fortificación de Campaña.—Comandante Villar.

Precio: 8 Ptas.

Defensa Química de las Unidades.

Teniente

Coronel Castresana. Precio: O

Ptas.

Intendencia. Servicio de Campaña.—Comandafl

te Fuciños. Precio: 6 Ptas

Farmacia. Servicio de Campaña.

Comandante

-

Peña. Precio: 6 Ptas.

El Servicio de información en Campafla.—Coman

dante Mateo Marcos. Precio: O Ptas.

6-

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LA

FIfiCA

apitán de Infantería

FEDERICO YNGLES.

de la Escuela de E. F.

NO confundiendo la educación con las llamadas formas

sociales

aunque, naturalmente, necesitemos de

éstas en forma perentoria para an dar entre nuestros

semejantes—, sabemos que aquélla es:

Según Denzel: Desenvolvimiento armónico de las facul

tades físicas, interectuales y morales.

Según Platón: Dar al cuerpo y al alma toda la bellera

y perfección de que son susceptibles.

Según Herbart: Afte de edificar, construir y dar las for

mas necesarias.

-

• Según Spencer: Preparación para

vivir

la vida comple

ta. Así expresada, se compone o se divide la educación

en: Educa,ción física, Educación intelectúal y Educación

(ética o de la voluntad; moral, estética o del sentimiento,

y religiosa).

La física se propone tres fins:fisioMgica o de desarrollo;

figiénica’o de previsión de toda perturbación de la salud,

y estética o de belleza.

El fin de la educación intelectual está en conseguir del

educando el mayor desarrollo posible de todas sus facul

tades naturales, intentando

que

el alumno alcance lo que

ordinariamente llamamos cultura; ha de ser, tanto “inten

siva”, que va a desarrollar una determinada capacidad,

cuanto “extensiva”, que da al educando cuantos conoci

mientos son indispensables para su vida.

La formación teórica, exclusivamente verbalista, que

vuelve la espalda a toda experiencia y toda destreza, lejos

de poder ser llamada eduçación intelec

tual, puede considerarse como el peor obs

táculo para la consecución del fin que di-

cha educación se propone.

El fin de la educación ética es el des

arrollo de la voluntad, una voluntadfuerte,

madre de todas las virtudes individuales,

una voluntad buena, que engendra aún

otras virtudes más elevadas, las que tie

nen por fin el bienestar de nuestros seme

jantes. El fin de la educación estética o

de los sentimientos es, según Barth, la.

propia perfección y la felicidad ajena.

Alguien ha dicho qtie los sentimientos go

biernan al mundo; y aun cuando no sea

absolutamente exácto, no se puede negar

que los sentimientos dan nobleza y dig

nidád a la vida, y que las mismas ideas

se elevan y ennoblece,n cuando descan

san sobre sentimientos cul

tivados.

No puede, pues, eviden

temente, existir educación

cuando, falte una de estas

partes del todo. La ley de

c

..

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4,

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-:

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la universalidad puede condensarse así: “La edu

cación debe desenvolver todas las facultades hu

manas”; es decir, ha de atender al desenvolvi

miento de las facultades físicas, las morales, inte

lectuales, estéticas’y religiosas; o, lóque es lo niis

mo, ha de ser ntegr’al.

Tiene su fundamento esta ley, por una parte, en

la unidad del hombre en su triple aspecto: físico,

psíquico, psicofíico; si todo en el hombre es. uno,

y todas sus partes están tán íiitimamente relacio

nadas que jamás llegan a romper esa unidad, la

• -

educación habrá de atender a todas ellas, sin din-

• girse exclusivamente a unas1 con perjuicio evidente

de las otras.

El medio de educación por excelencia es el ejer

cicio; ejercitar al discípulo según los principios del

método es eL camino o medio para realizar el fin.

Sólo mediante el ejercicio conseguiremos el des

envolvimiento de las! potencias del educando.

Según sean éstas, así será aquél; es decir, que el

ejercicio debe proporcionarse a la capacidad del

educando. Si el ejercitio es menor que su capad-

-

dad, no se perfecciónará y será, por tanto, inútil;si es mayor, en cambio, podría sobrevenir el!ago

taniiento. Tiene un límite el ejercicio, y es la fati

ga; debe, pues, llegarse hasta ella, pero sin exce

derse, p9rque se expondría el educador a poner en

grave peligro la salud del edu’cañdo.

Para determinar la cantidad dé ejercicio, se tra

tará d&que éste sea excitante, para lo cual habrá

de tenerse presente que: lo qUeno fatiga, no educa;

-pero llevando sumo cuidado de no rebasar el limite

de la facultad, ya que entoncés sobrevendría el

agotamiento.

-

Hay un errór extendidísimo que supone laedu

cación física ligada

á

las estampas de esos artistas

circenses que nos asustan con sus feas hipertrofias;

- y presuponeñ que para practicar y adquirir la edu

cación física se précisan enormes pesas, grááiles

trapecios, torturantes anillas, absurdas paralelas,

y que algún día nos veremos vestidos con unas feas

-

mailas y llenos de medallas, llegando

a

romper

entre nuéstros dedos deformes perras gordas. La

educación física es algo más, y muchísimo menos

que esto: es algo más bello, es algo más útil que

no nos! va a obligar a hacer títeres, ni muchísimo

menos. , -

Señalo de intento que la educación físicaes algo

más, porque necesitamos, en primer lugar, un

•cuerpo; esto es,un recipiente, en donde ir después

desarróllando el intelecto e inculcando la moral

pura y sana, que es, en fin de cuentag, la gran razón

de existencia y el .mo4o de encaminarnos recta

mente al f in para que fuimos creados.

• Pudiera creerse que se desprende de esto una

preponderancia del cuerpo sobre ‘el- espíritu, que

nos llevaría a una adoración de aquél, a un con

cepto pagano de la vida: nada más lejos de nuestro

ánimo; y corrobora nuestra opinión la de un- célé

bre Cardenal, el Cardenal Cayetano, de no dudosa

buena intención, que decía: “A cuerpos mejores

corresponden evidentemente mejores almas.” Ve

mos, por ello, que esto no nos separa, el crear un

cuerpo sano y lo más perfecto posible, del fin que

perseguimos en la Tierra.

Conocidísimo es el aforismo de que la fun&ón

crea el órgano, y que la función mejora y pdfec

ciona el órgano creado; viendo, por ello, la nece

sidad de una ponderación de todas nuestras fúnciones., para el buen funcionamiento del conjunto.

- El organismo humano está constituído por un

conjunto de’ sistemas en los, que, por una debida

ponderación funcional, llegamos a obtener un con

junto armonioso y perfecto, sin preponderancias

de unos sobre otros que nos hagan olvidar algunos

para dedicar atención preferente a ls otros.

A primera vista parece que la educación física

presupone que debemos dar una preponderancia

al sistema muscular sobre todos los demás, y que

su fin es crear “hermosos” tipos de cargadores de

muelle o buenos mozos de cuerda, que nada tienen

que ver con un individuo educado físicamente;

antes bien, aquéllos son la negación del procedi

miento, ya que la educación física, pretende lograr

el individuo fuerte, que no tiene ninguna relación

con el forzudo. Aquél es el que logra una

perfectaS

armonía funcional que le hace apto para afrontar

las más variadas y duras pruebas de la vida, con

la mayor capacidad de resisténcia y alegría; y ‘ne

cambio, el forzudo puede llegar a levantar un gran

peso muchísimas veces o a empujar y transportar

grandes fardos; pero algunas de sus grandes fun

cionés pueden llegar a ser francamente malas y a

poner en’ serio peligro la integridad de ese muscu

loso conjunto.

El sistema muscular debe, pues, tener una acti

vidad prudente dentro del ‘conjunto del organis

mo, ni tan pequeña que produzca la atrofia, ni tan

grande que lo hipertrofie; debe ser un ponderado

término medio que produzca la -función para la

que fué concebido; per.o eso sí, sin dejarle nunca

en un reposo exagerado que debilite su función,

ni en una actividad tan exagerada que nos lo des

gaste y nos lo arri4ne.

En nuestra profesión, en que es tan indispensa

ble el constante ejemplo en todo; en nuestros res

pectivos empleos debemos -dar una permanente -

prueba dé un dinamismo sin límite; nuestra profe

sión es profesión de campo; campo es actividad

física coústante, es aguantar malos tiempos, es

estar expuesto a viento, nieve, frío y calor; y todo

ello sin merma de nuestra integridad exterior, que

nos permita en cualquier momento y en cualquier

condición ‘el cúmplir con nuestra alta y delicada

misión.

-

Por ello precisamos mantenernos en una for

ma de actividad constante que nos dé dinamis

mo permanente, alegría a nuestros, actos, ejem-

8

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• -U.. • .... -

4

1

1 .

pb para nuestros subordina

dos, que no podrán murmu

rar de fatigas, durezas y pri

vaciones si el que es más las

da cima con facilidad.y ente

reza.

A esta forma física se le da

una importancia grande çn to

das las naciones, hasta el punto

de que en un cierto ejército su

cedió, ya hace muchos años,

que como festejo de inaugura

ción de un curso académico se

incluyó un partido de hockey

entre profesores de los que

constituían la plantilla dci ci-

tado Centro docente, que no

era un especialista-en estas dis

¿iplinas, ni muchísimo menos.

Y es tal la importancia pie

se da al mantenimiento de la

forma física, que sé del caso de

un Çomandante que volvió al

serviéio activo después de mu

cho tiempo de supernumerario

y de vida que no respondía a

las necesidades castrenses, y al

presentarse a su Coronel, éste

le recibió con la siguiente con

sideración: “Me extraña, mi Co

mandante, lo descuidado que

se encuentra; está usted gordo

y ya no parece militar; espero

que pronto tomará el aspecto

que merece el réspeto a nuestra

profesión.”

En mi visita a la Academia

Militar de Kalsberg (Suecia),

que está en las afueras de Es

tocolmo, que es un modelo de

sobriedad, hay un magnífico

gimnasio de grandes proporcio

nes, en el éual la actividad es

constante;- y presenciando yo

una

lección de ejercicios de

aplicación militar, tan magní

ficos y fuertes éran, que yo,

que acababa de recorrer el

país y en el que había pre

senciado cosas que • parecían

increíbles, cosas inesperadas en

límite de posibilidades huma

nas, y que lógicamente no- de

bía asustarme de nada, al ver la dureza de aque

llos ejercicios, que excedían, a mi parecer, de los

límites prudenciales, a pesar de observar la mag

nífica constitución física de aquellos aspirantes a

Oficiales, al hacérselo observar al Coronel Director,

que amablemente dirigía mi visita, me dijo: “Tenga

r

-

-

usted en cuenta que éstos son militares.” Y esto,

en un país que no es militarista, que no hace ape

nas de esto una profesión y en que una gran parte

de aquellos muchachos no sigue la carrera de las

armas, sino que después de ejercerla por algún

tiempo, pasan a la reserva para. no gravar a su

/

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país y que éste .pueda tener-un ejército eficiente

con poca gente en activo. Y todo ello también, y

no es cosa de olvidárlo, en un país en qué la acti

vidad física es mantenida a lo largo de toda la

vida, y llega la necesidad de

tina

prudente activi

dad física a constituir una segunda naturaleza.

Nosotros podremos tolerar al que sea gordo, por

causas que sean ajenas a él mismo, bien por coñs

titución especial congénita o por alguna causa que

• -

se adentre en la Patología; pero de ninguna manera

al que lo sea por falta consciente de actividad físi

ca, que le permite soportar en las mejores condicio

nes una buena serie de partidas de chamelo o corre-

lativa en una atmósfera nauseabunda de un mal-

-

oliente café; pero que es incapaz de montar a caba

llo, correr, saltar, nadar, marchar por ‘montaña y

de llegar a ser, sin discusión, el primero de su Uni

dad’en cualquier momento, y su guía y conductor.

Con aire libre, alimentación sana y actividad

prudente, las célebres’ tres aes, se logra’ un mante

nimiento físico suficiente para el cumplimiento de

nuestra ruda, agradable y sagrada misión, yi que

tampoco se vaya a caer en el extremo de creer que

pretendo hacer de cada Oficial un perfecto atleta,

un bruto olímpico de la antigüedad, pues nada más

lejos de nuestra misión que esa aberración que

su

poñdría ‘la preponderancia física sobre las cualida

des intelectuales y morales, que’en nosotros,.a fuer

za de tener’valor, llegan a no tener precio. Sí quiero

presentarlo como un buen y necesario derivativo

fisiológico de las largas horas de

vigilia

sobre los

intrincados problémas que la vida nos va poniendo

en el cumplimiento de la profesión más compleja de

cuantas se conocen, porque requiere más fe, más

capacidad, más preparación constante y más sacri

ficio que ninguna -otra; ya nos-dijo Jesucristo que

-. al que da con gusto la vida por sus hermanos, no

puede pedírsele más.

De’todos es de sobra conocido que en paz y en

guerra rinde más. el que más resiste a la fatiga,

pues si se tiene muy buen deseo y la constitución

física no responde, no es posible humanamente

hacer nada que no- sea descansar y reponerse.

Desgraciadamente, la edad, con el inexorable avan

ce del tiempo, nos ‘impone sevidumbres dolorosas

que acaban con el espíritu mejor templado. Contra

este avance de las

nieves

del tiempó parece que

nada podemos hacer, y nada hay más lejos de la

verdad. Cón un sentido real de lo que significa lii

actividad prudente pueden, evidentemente, retar

darse los síntomas de la vejez que nos impidan

cumplir con nuestros deberes.. Así, pues, hay que

afanarse en retardar en lo posible los’ achaques pro

pios de la edad, y hacer que si éstos pueden apare

cer a los sesenta, no lo hagan a los cincuenta.

Para esto basta una adaptación funcional eficiente’

a lá constitución y a la edad: ni todos necesitamos

lo mismo a la misma edad, ni tampoco a edades

distintas.’ No temamos tampoco el hacer ejercicio,

1.0

sin ser en el que practiquemos un destacado cam

peón. Es defecto corriente en España hacer depor

té para destacar en él, no por el placer que nos

-reporte ni por la necesidad que sintamos del mis

mo., Nada más inadecuado que al compararnos con

las figuras destacadas del deporte que practicamos,

nos sintamos ridículos y nos alejemos de su bene

ficiosa práctica; cada individuo tiene sus posibili

dades y su momento, y si ese pasa, tendremos que

cambiar de deporte; y desde jugar un partido de

rugby, d&polo o hacer un combate de boxeo, hasta

una hora de marcha a velocidad moderada, hay

una gama tan extensa, que todos encontraremos

en este asunto “cuerda con que ahorcarnos”.

-

A los Oficiales, la guerray su preparación nos

impone grandes penalidades y nos exige un tem

pie de espíritu y una forma física nada corriente.

Examinando nuestra actuación en elcombate y’su

preparación, observamos qué no podemos, a pesar

-de la creciente y deseada motorización, prescindir

de nuestra propia capacidad maniobrera; tenemos,

pues,qñe marchar frecuentemente en etapas superiores a lo previsto normalmente, etapas cuya du

ración nos la impondrá una necesidad táctica o es

tratégica que nunca podremos supeditar a una ra

zón de posibilidades fisiológicas, pues en mil oca

siones tendremos que dar, sacando fuerzas de

flaqueza, más de lo que humanamente cabía espe

rar. Ahora bien: el soldado puede, al llegar al vivac

o campamento, pensar en descansar, y así debe

hacerlo en lo que permita el servicio, pues unos

pocos no lo harán que lo hagan los más; pero para

el Oficial deberá aposentar a su tropa, proporcio

narle comida, municionarla, montar los servicios

necesarios, vigilar su perfecta realización; en una

palabra: el Oficial descansará poco, o mucho menos

que el soldado, aparte de la fatiga que implica y

redunda en lo físico, de la constante preocupación

del que ejerce el mando: la responsabilidad pesa

mucho, y a buen seguro que su descanso será menos

‘reparador que el del buen soldadito, sobre el que

no pesa ninguna responsabilidad y además tiene

unós hermosos veinte años. Próximo a la entrada

en éombate, el Oficial no es un inconsciente ejecu

tor: es un fiel intérprete de las decisiones del Man

do, y esto hará que el que primero interrumpa el

descanso sea él; el que impulsará’ su Unidad, él será,

‘y por ello más movilidad y más actividad física

tendrá que desenvolver. Pero en el período de crisis

del combate, ea los últimos trescientos, y ya en los

doscientos, y finalmente en ‘los últimos cien metros,

él tiene que ser el mentor, tiene que ser el director

y conductor de sus soldados’ al asalto, él tiene que

ser el primero, él tiene que llevar a su gente con

la palabra y el gesto, y él precisa por ello que si el

espíritu está pronto, no decaiga la carne; ésta tiene

-

que devolvér entonces todo lo que almacenó en

horas y horas de actividad física prudente, de un

mantenimiento físico eficiente por la práçtiça çous

s

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fa

•:.i

• -

1

tante. y dirigida de ejercicios físicos racionales y

perfectamente adaptados a su edad y constitu

ción; pero ejercicios que hayan mantenido a su

cuerpo en la mejor forma física posible, que hagan

de él el primero de su Unidad y que su imagen

sea vivo ejemplo de una actitud digna de ser

imitada. -

Todo esto no se puede conseguir más que por

medio de la práctica consciente y dirigida de los

deportes, para después devolver todos los valores

físicos, -morales e intelectuales acumulados en su

práctica en el deporte supremo, compendio de

todas las virtudes, que es la guerra.

Por todo lo dicho, quiero hacer un repaso á la

ligera de los deportes que más pu&den contribuir

al mantenimiento de la forma física, tan ardiente

mente deseada. Por su práctica podremos conse

guir algo más: adquirir cualidades morales e inte

lectuales complementarias de la función física y

que se adquieren insensiblemente hasta llegar a

formar parte de nuestro ser físico, tan íntimamente

unidos, que su escisión no la podríamos ni llegar

siquiera a concebir. Haremos, pues, una ligera ex

posición y un ligero análisis de éstas, para que sirva

de guía a todos, y razonaremos la bondad de su

práctica constante y las ventajas de ellas den-

vadas.

Los deportes referidos, cuya práctica interesa,

entre otros, pueden ser:

• •

Gimnasia educativa.

Atletismo.

Natación.

Deportes de montaña.—De verano, de in

vierno.

-

Equitación.

Esgrima.

- -

Tiro con arma corta y l.rga.

• Deportes de combate (boxeo, jiu-jitsu).

Pelota.

Juegos de equipo.

Penthalon moderno.

En ofro artículo analizaré estos deportes, dando

ligeras normas sobre su práctica, ventajas que re

portan y cualidades que crean y desarrollan, para

el mejor conocimiento de todos y que su práctica

sea lo más beneficiosa posible.

Fotos Valmitjana, de los ejercicios de la E. de E. F

u

Q

•1

e.

A

1

1

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OkDfÑANZÁÇ

(OMENTAIOE UNA

TICULO

Capitan de Ingenieros

JOSE LOPEZ SANCHEZ

COMENTAR un articulo de las Orde

nanzas...

El comento supone explicación de una

obra; para que se entienda más fácilmente:

nuestras Or4enanzas militares, atribuidas al

Rey Qarlos III, son consideradas por la crí-

-

tica docta como modelo en su clase, precisa

mente por la correcta expresión de sus pro

fundos conceptos y por lá çlaridad meridiana

de su castizo léxico.

Querer proyectar la luz temblorosa de un

ínfimo gusano sobre la coruscación del sol,

es tanto como abandonar en el desierto una

arena o como verter una gota de agua en el

mar. Al intentar cumplir el propósito habre

mos de pensar despacio en la clase de co

mentario que es factible sobre un puñto tan

concreto —y a la par tan complejo— como

el art. 27 de las Ordenanzas.

El estudio de las Ordenanzas, frondoso en

matices, rico en contenido, implica un cono

cimiento profundo de la filosofía del mando.

Que el comentario sobre las Ordenanzas

constituye empeño insuperable es ya una

verdad proverbial. Suscitense, si ello ofrece duda, las célebres y eter

nas discusiones sobre una de las comas del art. 21 de las Ordenes

generales para Oficiales, sobre la colocación de la que no se atrevieron

reyes, legisladores y literatos.

Las Ordenanzas tienen, como su propio nombre indica, una ínti

ma trabazón entre sus partes y la armonía del conjunto. Cada uno

de sus artículos tiene entre sí la relación que un eslabón tiene con

otro eslabón de la misma cadena. ¿Cómo mover uno sólo sin estreme

cer a los demás?

1. — LAS ORDENANZAS

Por su esencia, constituy€n las Ordenanzas un perfecto Tratado

de Etica militar; y, como tal, una ciencia delas costumbres. Su factor

principalísimo es el hecho moral. Su asunto primordial lo constituyen

acciones deliberadas, humanas. Y su aspecto particular considera los

actos según que se ajusten o no a las normas de su rectitud. Ilustran

nuestro entendimiento para darnos a conocer líneas claras de con

ducta, normas para dirigir nuestros actos con acierto hasta en los

detalles más insignificantes de nuestra función. Su importancia es

extraordinaria y tiene una íntima relación con las demás ciencias del

espíritu.

Sus antecedentes.

Hay que buscarlos en el Código de las Siete

12

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Partidas, considerado siempre

como puro manantial de nuestra

lengua, de nuestrá literatura y

ordenanza militar. La Partida II

es, para el Oficial amante de su

oficio, venero inagotable y riquí

simo. Allí se desfloran, resuelven,

desatan o terminan cuestiones

gravísimas de organización, polí

tica militar, ceremonial, jérar

quía, táctica, estrategia o polier

cética. Y todo ello exiuesto, na

turalmente, con sabrosa frase e

inimitable estilo.

Este Código inmortal, audaz en

su época, es; en principio, la pie

dra angular de nuestras Ordenan

zas. El protoplasma básico de

todo el ulterior esfuerzo codifi

cador.

Redactado en el siglo XII, mu

chas de sus atrevidas innovacio

nes no tuvieron aplicación hasta

muchos años después. La orga

nización militar, la táctica y la ordenañza siguieron igual durante el siglo ‘XV.

Y el primer jalón hacia los ejércitos permanentes en nuestra Patria fué la me

tódica y gloriosa conquista dé Granada, en tiempo de ‘los Reyes Católicos,

que inflamó el espíritu militar. Faltaba, por tanto, hasta entonces, la niateria

prima para el florecimiento de reglamentos técnicos y ordenanzas orgánicas

o penales.

Los Reyes Católicos, el Cardenal Cisneros, Hernán Cortés, Carlos V, Felipe II,

el Duque de Parma, etc., fueron dando, sucesiva y oportunamente, ordenanzas,

bandos, reglas y disposiciones fijando extremos relativos a la disciplina militar,

organización, contabilidad, sueldos y demás asuntos del Ejército.

-

Pero el verdadero puntp de arranque de nuestro Código fundamental militar,

en su sentido más complejo y moderno, hay que buscarlo en una notabilísima

obra del Maestre de Campo don Sancho de Landoño, redactada eñ 1568: “Dis

curso sobre la forma de reducir la disciplina militar a mejor y antiguo estado.”

En el siglo XVII se comienzan a perfilar con más nitidez las Ordenanzas que,

para el buen régimen del ejército, son publicadas en 1603 por Felipe III; en xórx

se publican otras revisando y mejorando las anteriores, hasta que, al fin, Feli

pe IV publicó otras nuevas en ¡632, ampliación notable de las precedentes, que

estuvieron en vigor cerca de un siglo y que, innegablemente, sirvieron de base

a toda la legislación militar posterior.

Casi todas las nuevas promulgaciones de ordenanzas fueron precedidas por

un decaimiento general de la disciplina. Es digno de señalar aquí incidental

mente, para darle adecuado relieve, la prescripción categórica que contienen de

que los soldados no fuesen condenados a penas afrentosas por ningún delito, y

que para poner freno a .la indisciplina, a la revuelta o al motín, no existía el

procedimiento sumarísimo ni la pena capital, reservada exclusivamente para los

desertores frente al enemigo.

La severidad máxima era la expulsión del servicio militar. Y si en rigor era

suficiente para .atajar todos los males, ello constituye un índice del elevado ¿on

cepto del honor de las armas en aquellos tiempos.

Esta Ordenanza siguió en vigor, sin ser modificada, hasta ‘Felipe V, quien,

con las de Flandes, introdujo modas y traducciones de origen galo: de aquí nacie

ron los Consejos de Guerra de Cuerpo para el pronto castigo de los delitos contra

la disciplina. Después, las “Segundas de Flandes”, de ¡702. Más tarde brota un

efluvio torrencial de Ordenanzas de toda índole: ¡704, ‘706, ¡707, 1710,

1711..., hasta que, en 1728, aparece la primera Ordenanza digna de tal nombre

desde las promulgadas por. Felipe IV, en 1632, a que hemos hecho mención con

anterioridad. Redactadas por una Junta, cuyo trabajo fué revisado dos años más

tarde por dos Oficiales generales del Ejército; ordenada su redacción por Luis XIV,

atribúyesele la obra a Puigsegur “embuchado” francés al que sirvió de “tapa

dera” una Junta de españoles.

De 1728 a ¡768, fecha en que aparecieron las que actualmente nos rigen, hay

un rosario de nombres que nos evocan otras tantas aportaciones meritísimas a

esta ingente, labor: Vallecillo, Marqués de Mina, Sebastián de Eslava, Conde de

Aranda, quien presidió otra Junta para una nueva redacción de las que el 22 de

octubre de 1768 aparecieron, y que, pese a su falta de método y lenguaje desigual,

encierran principios que se adelantaron medio siglo a su época y contienen hon

dos matices de belleza moral que son escuela, siempre renovada, de alto estilo y

calidad. No se ¿naltece en ellas la ilustre prosapia de la sangre como en las

de ¡632. El abolengo y los privilegios de las llamadas castas nobles se ve forzado,

‘aceder su paso ,a una nueva aristocracia de tipo más profundo, que echa sus

raíces en la conducta honrada y en el alclarecido proceder. Y por entre las as

perezas irremediables de la profesión no deja de ser un “consuelo” aquel art. x.° de

las Ordenes generales para Oficiales, que entonces permitían “llegar hasta el Rey

conla representación de su agravio”.

¿Por qué la insistente predisposición de atribuir a Carlos III todo el mérito,

valor y patrociñio de nuestras ordenanzas? Su reinado duró desde 1759 hasta

¡788. En él fueron, en efecto, promulgadas; pero eso dista mucho de la vulgar

creencia de suponerle autor material o primordial de tan notable texto, y ni aun

siquiera de la prodigiosa labor recopiladora y codificadora que representa, de la

que no podía ser garantía suficiente ni su bondad natural, ni sus buenas dispo

siciones para el estudio, ni su cultura, bastante extensa, aunque no suficiente

mente profunda para el logro personal de tan insigne empeño.

El tiempo, el desuso y la razón suprema de que el Derecho es siempre más

ágil que la Ley, explica claramente el motivo de estas evoluciones constan-

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tes; j8xi i8r5, 1820 1821 ¡822 1834 1835 . 1836

1841...

son otras tantas fechas que nos señalán hitos en

su transformación necesaria hasta llegar a nuestros días,

en que los retoques sufridos no han desfigurado la traza

secular de las Ordenanzas de 1768, aún latentes y vigen

tes, con sus naturales- mutilaciones y rectificaciones.

-

Después de este esfuerzo gigantesco y enial a través

de los siglos, habremos de reconocer, sin meternos en

más profundidades, que cuando abrimos las páginas de

las Ordenanzas no estamos en presencia de un libro vul-’

gar, sino de un verdadero devocionario, que hay que

pronunciar militarménte con unción religiosa y asimilar

con avidez de verdad teológica; bello remanso para la

turbulencia del ánimo en los múltiples momentos de

fatiga y penuria que el oficio nos brinda a cada instante.

Los Cabos.;.

II.

COMENTARIODEL ART. 27.

“Los cabos,-en so trato con los soldados, seráo

sostenidos y decentes; darán a lodos el usted, les

llamarán por su propio nombre y nunca se valdrán

de apodos ni permitirán que los soldados entre

si useo de voces ni cbanzae de mala crianza.”

Si anonada la magnitud de las obligaciones deL sol

dado, las del Cabo producen verdadero asombro; pues

nada más pasear la vista por tan exuberante panorama

asalta la conciencia el encendido rubor de pensar si cuan

tos somos Oficiales merecemos el honor insigne de llevar

unos galones,

bien puestos,

de Cabo, en la bocamanga.

-

Al soldado se le exige mucho: vestir con propiedad,

cuidar sus armas, subordinación, marchar con soltura y

aire, hacer fuego con prontitud y orden, valor, obedien

cia pronta y ciega, exactitud en el servicio, respeto, cor

tesía, pulçritud, aseo, instrucción acreditada; resigna

ción, porque se le ‘prohibe manifestar su tibieza o des-

-

agrado en el servicio, ni sentimiento de la fatiga que

exige su obligación, austeridad en el alojamiento que,

tuvieró; intrepidez con el armablanca al enemigo cuando

su Comandante se lo ordene, acudir con prontitud y si

lencio a las armas; resistencia física y cuantas otras pesen

-

sobre su vigilancia, atención, lealtad, patriotismo, inicia

tiva y talento, estando de facción.

-

Pasar inádvertidamente sobre la magnitud de estas

vitales funciones es tanto como cerrar los ojos a la dia

fanidad de los Evangelios.

Pero, además, el soldado, cuando tiene jefes dignos a

su cabeza (tal jefe, tal tropa) es el verdadero artífice del

-

honor y de la gloria nacional: en la hora decisiva aflora

de las entrañas de la Patria para establecer ésa corriente

multisecular de lo heroico, que jamás se extingue y es

apto siempre para enfrentarse con las cosas, de espaldas

á

la frivolidad, bajo la especie de lo eterno.

Y he ahí la integridad de su hombría. Su dignidad

inmaculada es un valor intangible e inagotable. Su alma’

no se siente anquilosada por la rigidez del Código. Es po

sitivamente libre, porque las alas de su espíritu se des

pliégan, sin entorpecimiento, en el infinito ámbito de la

disciplina. Y es tanto más libre, cuanto mejor y más

conscientemente sabe y quiere obedecer.

Del sostenimiento perfeqto ‘y sin estridencias de esa

desigualdad natural nace el concepto exaéto de la jrar-,

quía y del mando, y la réalidad evidente de la libertad

de. los hombres capaces de engendrar pueblos fuertes y

unidos.’

Si el Cabo, como obligación primera, ha de ‘saber todas

las del soldado, enseñarlas y hacerlas cumplir, no cabe

duda que, además de poseer las virtudes y cualidades

de su inferior inmediato en grado superlativo y ejemplar,

ha de tener condiciones no triviales de talento, aptitudes

‘didácticas y caráctér; es decir, que es el primer jefe y

maestro del soldado, a quien con la constancia de su

buen ejemplo conduce a la gloria por el camino de la fe.

Se hará querer y respetar, que equivale tanto como

suponerle con generosidad de corazón y rectitud de con

ciencia; no disimulará jamás las faltas de subordinación,

-

que es lo mismo que reconocerle personalidad, facultades

discrecionales de apreciación, sentido ponderable y ener

gía; influirá en los de su Escuadra amor al oficio y muchá

exactitud en el cumplimiento de las obligaciones: para

infundir amor hay que sentirlo profundamente, y el amor

implica sacrificio, renunciación, deSprendimiento y guerra

sin cuartel a la egolatría y a la concupiscencia; y-la exac

titud en el cumplimiento,’ a veces penoso, de la obliga

ción requiere entereza y voluntad; será firme en el mando,

es decir, íntegro, constante, enérgico, y para hacerlo con

acierto necesita tener una clara visión de la relatividad

de sus funciones y de la dignidad de su empleo; graciable,

en lo que pueda; indulgente, sin claudicar de su deber,

sin traicionar ‘su obligación, sin menoscabar el prestigio

de su autoridad; será comedido en palabras, aun cuando

reprenda; es decir, circunspecto, prúdente y jamás ven

gativo; cuidará... revistará.., reconocerá... estará subordi

nado al Sargento... tendrá autoridad para arrestar... mar

chará a la cabeza.., visitará con frecuencia a los enfer

mos... detendrá, designará centinela para las armas...

asegurará que no se equivoque la consigna... prevendrá...

‘cuidará de llevar los centineles. .. a las obligaciones de

aquéllas y órdenes de la plaza añadirá las

suyas propias...

Será, en síntesis, confianza y descanso de sus jefes.’

En resumen: la función, magna en dimensiones y cali

dades, es digna de la etimología-de este nombre:

cabo,

de

caput,

cabeza: caudillo, capitán; jefe.

Antiguamente no se daba este nombre a una catego

ría determinada, sino para indicar la persona investida

de la autoridad suprema-de una tropa.

El empleo de la palabra cabo, que hoy es una abrevia

tura de la locución cabo de Escuadra, aparece al iniciarse

la organización metódica de las milicias, durante, el si

glo XVI; fué entonces escalón intermedio entre el alfé

réz y, el soldado. Felipe V dividió esta función en la de

Cabo y Cabo segundo de Escuadra.

Más, tarde se transformó en Brigadier y Mariscal de

Logis. Reapareció en el siglo XVIII. En 1803 se subdi

bide en Cabo primero y segundo, diferencias que luego

se)orraron para resucitar en España después de’nuestra

Revolución nacional.

Aunque en la actualidad ‘no subsiste el nombre de

segundo cabo, creado en x8oo para sustituir al Capitán

general en aúseúcias, muerte o enfermedades, suele lla

marse ¡sí a los Segundos Jefes de las Regiones militares;

en sutratoconlossoldadoéseránsostenidosy decentes.

La necesidad de esta forma de proceder es hija legí

tima de las cualidades que a él se k exigen para su ascenso

y del ambiente de elevación moral que debe. respirarse

en los cuarteles. Nosotros entendemos, sin que ello supon

ga una censura, que los Cabos han de ser sostenidos y

decentes en su trato con los soldados... y con todo el

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mundo: con sus compañeros, con sus superiores, con el

elemento civil y hasta con ellos mismos, por el decoro

de la autoridad que encarnar’ y el mayor realce del uni

forme que visten.

darán a todosel usted...

Por una razóu elemental de cortesía y buena educa

ción. Y porque el

-

trato excesivamente familiar con los

inferiores quebranta los estrechos vínculos de la disci

plina militar, que debe conservarse siempre en el grado

más alto de tensión espiritual.

les llamaránporsupropionombrey nuncasevaldrán

de apodos...

Si a la Bandera se le r inde homenaje y honor por ser

el símbolo de la Patria, al nombre del soldado, por humil

de que fuere, se le deberá la máxima consideración.

El nombre es la más delicada herencia de una estirpe

clara y de una conducta recta. Sólo los delincuentes y

gentes de mal vivir lo ocultan bajo un apodo •que, en el

mejor de los casos, es una demostración de chabacano

gusto. Por esto no deben emplearse nunca, ni aun en

broma; porque implica, para la persona que nada tiene

que ocultar, una humillación o una ofensa que puede y

debe evitarse a todo trance.

ni permitiráque lossoldadosusenentresI de voces,

ni chanzasde malacrianza.

Las voces, en la Milicia, son un defecto muy arraigado

en todos los empleos. Se suele confundir el tono impera-

- tivo, la vehemencia o el ardimiento natural que ha de

sentir todo aquel que ejerza un mando de tropas, con la

chillería ruidosa, el tono subido de las palabras y la.ges

ticulación desmedida..

La chanza es siempre molesta y violenta, y por esto

mismo lleva en sí, como el rayo, el germen de disolución,

con sus consecuencias fatales.

La mala crianza es incompatiblé con la educación esme

rada de todo militar y, por consiguiente, intolerable en

todas las jerarquías.

En todo caso, el olvido de los magistrales preceptos de

este artículo constituye una falta de delicadeza imperdo

nable en quien, por la grandeza de su Patria y el honor

de las Armas con que la sirve, está obligado a no producir

con sus extravagancias personales el menor entorpeci

miento a este mecanismo eficaz que se desenvuelve al-

calor de una disciplina férrea.

EPILOGO

El art. 27 u otro cualquiera importante de las Orde

nanzas despertará siempre un sentido profundo del deber

y de la disciplina, con el cortejo inseparable de sus atri

butos, abnegación, valor, honor, bravura, amor a la glo

ria, espíritu militar, compañerismo, espíritu de Cuerpo

o Arma, probidad y lealtad

Todo elló hace falta para ser buen Cabo. La exigencia

es máxima.

Si el Cabo es símbolo y encarnación de la jerarquía,

su elección y nombramiento no deben ser nunca para el

Mando preocupación intrascendente, y la Oficialidad

toda jamás debe olvidar aquel precepto’ tan importante

del art.

.2.0

de las Obligáciones del Capitán, que dice lite

ralmente: “Sostendrá las facultades de cada empleo.”

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Corrección del tiro en las Baterías de. lárgo- alcance

Teniente Coronelde Artilleria

ANTONIÓ PEREZ SANCHEZ-OSORIO

de la Escuela de Aplicación

NUESTRO

Reglamento de Costa razona las causas

que motivan la corrección del tiro por el nlmero

de cortos observados, causas que hacen recurrir a este

procedimiento, y por las cuales sedesecha el método fun

dado en la medición de los desvíos, al tener en cuenta

los medios disponibles.

Dado elmáxin’io alcance de los grandes calibres que

artillaban nuestras costas en la época en que se escribió

el Reglamento y su lentitud de fuego, el sistema respon

día perfectamente, obteniéndose el rendimiento apete

cido. La evolución experimentada, én general, por todo

el material de Artillería, ha permitido en el de costa

ángulos de elevación, por lo menós, de 4o°; las ánimas

de los supercalibres han pasadó, desde 35 y 40 calibres

de longitud, a o y

55;

los, proyectiles han mejorado no

tablemente su coeficiente de forma, y todas estas inno

vacones se traducen en grandes alcances, que’ en la ac

tualidad son mayores de 45 kilómetros.Los tiros a largo alcance tienen que basarse en élemen

tos lo más precisos posiblé, tanto de preparación como

de observación.

El tiro de costa es contra blanco móvil, animado de

veloóidades que pueden llegar, en los modernos buqttes

de ‘línea, principales objetivos de lbs grandes calibres,

hasta

30

nudos; aproximadamente,

55

metros pór se

gundo. En el tiro contra blanco fijo siempre se logra

por la observación corregir -la fracción de error sistemá.

tico, que debida a causas imposibles de prever, no admite

corrección a priori; ésta tiene que realizarse durante el

tiro, y su valor viene dado por la separación existente

entre el centro del blanco y el de impactos de la des-

carga. Cuando el blanco es móvil, como la corrección

16

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por la observación correspondiente a una posición y una

distancia dada del blanco, es aplicada para otra poición

y distancia distintas de la anterior, siempre nos quedará

una fracción del error sistemático por corregir. Así, si a

la distancia

D

elerror es

E

comolo aplicamos para corre

gir la distancia D’ de error E’ siempre nos que4ará la

fracción R

=

E

E’ cuya corrección es imposible rea

lizar. La ecuación que debemos resolver en el tiro de

costa es:

X=D±C±E±R.

X

=

distancia exacta al blanco;

D

= distancia telemétrica;

C

=

fracción del error sistemático que se corrige a

priori;

E

=

fracción del error sistemáticó dado por la observa-

ción;

R = fracción del error, que queda por corregir.

Vemos, pues, que cuanto más exactos sean los valores

de

D,’ C

y

E,

menor será el de

R,

y él tiro se centrará más

rápidamente; de aquí el interés en encontrar los valores

correspondientes a estas expresiones éon la mayor preci

Sión posible, utilizando elementos o procedimientos de tal’

naturaleza que hagan mínimos los errores cometidos.

En cuanto al valor de

D

losúnicos aparatos prácticos

conocidos hasta el día para determinar la distancia son’

los telémetros; las medidas vendrán afectadas de los erro

res sistemáticos y accidentales propios del aparato que se

utilice. La fórmula dé precisión de los telémetros

dD

daD2

B.A.2o6365

Aplicada a los distintos tipos conocidos: monostáticos,

base vertical, y gran base horizontal, da errores •de tal

magnitud para todos los que no son de gran base hori

zontal, que’ los hace por completo inaceptables. Como, ‘por

otra parte, se puede admitir, aproximadamente, que los

errores crecen en razón directa al cuadrado de la distan

cia, el interés en la elección de la base en esta clase de

telémetros de gran base horizontal ‘hace que no nos limi

temos a la clásica décima parte del alcance máximo.

Hemos podido comprobar que las bases telemétricas: en

el Extranjero para materiales de 45 kilómetros de alcan

ce, llegan hasta valores que sobrepasan en mucho la clá

sica cifra antes citada, llegando hasta 12, y aun más,

kilómetros, lo que supone valores tres o cuatro veces ma

yores a los por nosotros admitidos;

Es, pues, indiscutible la necesidad, para tiros de largo

alcance, ‘de los sistemas telemétricos dgran base hori

zontal, siendo el ideal disponer de estos elementos para

•los supercalibres y materiales intermedios. Como sistema

.

auxiliar es necesario, para casode averías o interrupcio

nes momentáneas de la gran base,. dotar a las baterías

de telémetros monostáticos o de base vertical, si se dis

pone de cotas apropiadas que permitan proporcionar los

datos bien a los aparatos directores de tiro o a las direc

ciones elementales, que siempre se tendrán instaladas

como elementos auxiliares.

Otro de los términos de la ecuación que precisa calcu

larse con gran exactitud es el valor de C, o sea la fracción

del error sistemático que se puede corregir previamente;

necesitamos, por lo tanto, conocer los distintos valores

correspondientes a las correcciones previas. El tener rea

lizado el ajuste de batería es condición indispensable, ya

que ello nos’ proporciona el medio de conócér el error

sistemático debido a losdiversos elementos que intervie

nen en el tiro. Las medidas y fórmulas empleadas para

todas las correcciones antes citadas han de ser las más

exactas, dentro de las posibilidades.

El tercero y último término que interviené en la ya

citada ecuación es el valor de

E;

y como es de más exac

titud y se consigue mayor rapidez córrigiendo el tiro por

la medición de los desvíos observados que siguiendo el

método del número de cortos de la descarga, tenemos

forzosamente que recurrir a esta.med’ición. En el tomo ‘II

del Reglamento, anexo 1 y capítulo 1, al tratar de la

observación del tiro se dictan los preceptos para ésta;

los que, como es natural, se limitan solamente a deter

minar el’signo de los disparos. Se éstablece como con di

ción primordial que la observación del tiro debe hacerse

desde el Puesto de Mando, situado en las proximidades

de la Batería; y aunqüe se dan normas para todas las

demás observaciones, tanto terrestres como aéreas, sólo

se’ citan las primeras a título de información, ya que dice

textualmente: “Pero teniendo en cuenta que la observa

ción lateral ha de exigir, por su gran separaéión de la

Batería, enlaces telefónicos ‘directos con ella, y que por

la fijeza de los observatorios y contar los anteojos con

limbos azimutales, es posible y práctica la organización

de bases de observación para situar las posiciones de

blancos e impactos con mayor exactitud, no es recomen-

dable aumentar la complicación del sistema explicado

con la determinación de alcance, ya que tanto’ ufto como

‘el otro procedimiento de observación bilateral

han de

ser pocas veces empleados en Artillería de costa.”

Cuando se trata de corregir a grandes distancias, no

hay más remedio que recurrir a la observación lateral

para obtener los valores de

E

con la mayor exactitud

posible. Los desvíos se medirán desde el observatorio en

la forma que seguidamente explicaremos; pero antes de

seguir adelante queremos sentar el principio de la sepa

ración de correcciones, para obtener un buen rendimiento

en el tiro; es decir, primero corregiremos hasta centrar

en dirección, y después centraremos en alcance.

La corrección en dirección es más fácil de hacer y

mucho más rápida, ya que siempre es factible “medir el

valor de la componente lateral de la velocidad del blanco”

de forma continua, y, en su çonsecuencia, calcular una

correcta predicción. Los desvíos angulares, fáciles de me

dir desde el Puesto de Mando, situado en las proximi

dades de la Bateríá, permitirán introducir las correccio

nes adecuadas para centrar el tiro.

Partiendo del centrado en dirección, fácilmente llega

remos al centrado en alcance; para ello supongamos

(figura x) situada en

B

la Batería y en

O

el observatorio;

desde éste’ y con gran exactitud se podrá medir, con un

anteojo apropiado, la magnitud angular de los desvíos

correspondientes a ca’da impacto; y encontrada la media,

admitamos que su valor angular es el

MO4,

el que, dado

por teléfono al Jefe de la Batería, será traducido en me

tros por intermedio de una tabla apropiada.

Veamos cómo se construye esta tabla: es indiscutible

que el Capitán conoce en todo momento la posición del’

blánco por sus coordenadas polares; pues bien: para cada

orientación y cada distancia corresponde un valor en

metros del desvío.

En efecto: refiriéndonos a la posiciói 6 del blanco,

Figura 1.

/

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observamos que se forman los triángulos

B60

y

M60;

en el primero tenemos conocido

B6,

distancia telemétrica,

que supondremos es de 24 kilómetros;

BO,

base que la

fijamos en 12 kilómetros, y el ángulo

6B0,

que en este

caso es de 30°, ya que para facilitar la direéción BP,

origen de orientaciones, la suponemos confundida con

el norte geográfico; caso de que así no fuera, bastaría

restar del azimut del observatorio el del blanco para obte

ner el valor del ángulo citado. Resuelto el triángulo, nos

da, para valor de 06, el de ¡4.900 metros, y para el án

gulo

B60,

el de 23°50’; en el triángulo

M60

conocemos

el ladó 06, que es de, ¡4.900 metros; el ángulo

M60,

como antes hemos visto, es de 23°50’, y el ángulo

M60,

medido desde

O,

y que supondremos s de 6°3O su reso

lución nos da para M6 el valor de 3.550 metros; es decir,

que cada lo’ medidos, para esta posición del blanco,’supo

nen un desvío de 91 metros, y si el anteojo está graduado

en milésimas, una de ellas representa 30 metros. Supuesto

el mismo desvío para otra posición cualquiera, por ejem

pio, la

1,

y resuelto el triángulo

¡NO,

nos da para valor

del’ ángulo NOx el de 4°2o’; lo que supone para cada

¡o’de medida undesvío de ¡36_metros, y para una milé

sima,

45

metros.

-

Vista la forma de construir la tabla, y como es necesa

rio realizar la medida añgulardeJosdesvíos, uno a uno,

para poder encontrar su valor medio,’y el moderno ma

terial de costa siempre debe utilizar la puntería continua

da, no debe hacerse fuego por descargas de Batería, dis

parando todas las piezas al mismo tiempo, porque al en

contrarse éstas en todo momento ‘listas para el disparo’,

con la sola limitación del tiempo de carga, ya que los

datos de tiro llegan a los receptores de forma continua,

puede seguirse un ritmo éntre disparos de dos o tres se-

•gundos, con objeto que desde el observatorio puedan me

dirse los desvíos angulares correspondientes a los impac

tos, cada uno por separado y distanciados el tiempo indis

pensable para hacer la medición.

Si la Batería tiene un gran sector de tiro, serán sufi

cientes, dos óbservatorios en la fonna que. indican las

figuras 2’y

3,

que constituirá el caso general, ya que el

mayor sector, así como las vistas directas sobre el mar,

son condiciones que deben reunir los asentamientos de

todo el material de costa; normas que siempre hemos

tenido en -cuenta y que hemos podido comprobar en nues

tra reciente visita al Extranjero.Si las Baterías tienen ya montado el sistema telemé

trico de gran base horizontal, sus extremos constituyen

los mejores observatorios. En aquellas Baterías que aun

no tengan establecido el sistema telemétrico antes citado,

se necesita’ instalar los observatorios en la forma, ya des

crita, adaptándolos al terreno, sin temer ni desechar el

‘establecimiento de largas líneas telefónicas, ya que las

buenas comunicaciones son tanto en costa como en cam

paña indispensables para la preparación y corrección

del tiro.-

De todo lo que hemos dicho deducimos que para poder

realizar el ‘tiro a largo alcance se necesita:

I.° Telémetro de gran base horizontal.

2.° Aparatos calculadores de gran exactitud.

30

Observatorios laterales.

En su ejecución se observárán las normas siguientes:

¡a

Se centrará primero en dirección.

2a Se centrará ‘en alcance.

3a Las correcciones seguirán el método basado en

medición de los desvíos angulares.

4a La traducción de desvíos angulares en alcance se

efectuará median te la correspondiente tabla.

El caso que hemos considerado supone que el blanco

es visible; es decir, desde el Puesto de Mando, estaciones

telemétricas y observatorios, se ve el blanco; para ello se

precisa disponer desde estos lugares de un horizonte visi

ble algo mayor que el máximo alcance de las piezas. No

siempre se tendrán cotas apropiadas para ello, y en mu

chas ocasiones, cuando se trate de costas bajas será impo

sible visar un horizonte de tanta amplitud. ¿Han de

prescindir las Baterías del tiro sin visibilidad? Indudable

mente, no; ya que la ocultación por humos es artificio

empleado por todas las Escuadras, y se consigue el tiro

sin visibilidad, bien por aparatos especiales emisores de

ondas dirigidas,, cuyo secreto es celosamente mantenido,

y que al interponerse una pantalla metálica, casco del

buque, refleja estas ondas y permite ,deducir la dirección

y distancia, aplicables para largos alcances, bien por ins

talaciones apropiadas de hidrófonos, situados en la costa

cuando las distancias son ‘menores, o por el auxilio de

aviones, durante el día, ‘que proporcionan los datos y

corrigen el tiro.

En este último caso, si el avión ve la Batería y el blan

co, se necesitan solamente instalaciones radiotelefónicas;

en el caso más frecuente de tener el avión sólo visibilidad

sobre el blanco, se precisan instalaciones radiogoniomé

tricas de onda corta montadas en tierra, que reciben’los

datos emitidos desde el avión por procedimientos bien

sencillos; pero que requieren, como en todo lo concer

niente a la Artillería de costa, personal especializado.

Vemos, pues, cuánto se ha complicado el problema del

tiro: al Puesto de Mando llegan múltiples líneas telefóni

cas y de corriente, para las comtinicaciones y motores de

los receptores; el problema no puede simplificarse, como

se. hacía antiguamente, sino que hay que abarcarlo en

toda su magnitud; las Baterías tienen que prepararse,

mediante instalaciones apropiadas, para poder realizar el

— tiro sin visibilidad, actualmente de’más frecuente aplica

ción que el hasta ahora usual en costa, y que será segu

ramente el solo utilizado por aquellas Baterías destinadas

a la prohibición én determinados puntos del litoral.

Figuro 2.

Figura 3U

18

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Surgen estas líneas con el único deseo de divulgar; no

se escriben para los artilleros, que, familiarizados con las

Baterías de costa, encontrarán simples y elementales las

descripciones que aquí hacemos, procurando en ellas, más

que los detalles de tecnicismo profesional, las generali da-

des que puedan ser comprendidas fácilmente, aun por

aquellos que estén totalmente apartados de esta rama mi

litar. Son principalmente nuestras explicaciones para los

compañeros de otras Armas, que en muchas ocasiones

manifestaron su deseo de conocer —sin detalle, tan sólo

en líneas generales— en qué consiste una dirección de

tiro de costa.

 Para que una pieza de costa haga fuego sobre un deter

minado blanco, es necesario, al igual que en tódas las

bocas de fuego, apuntarlá; es decir, darle la dirección

pieza-blanco y la elevación correspondiente a la distan

cia a que se encúentre éste. Pero como los blancos nor

males de las Baterías de costa son blancos de movi

miento, animados de velocidades en algunos casos supe

riores a

30

nudos (millas por hora), la determinación de

la dirección y la distancia al blanco en cualquier instante,

no es suficiente; pues durante el tiempo que se tarda en

dar los datos de puntería a las piezas y que éstas queden

apuntadas, y el que tarda el proyectil en recorrer su tra

yectoria, el blanco se habrá desplazado de la posición que

ocupaba en el instante dicho.

Es, por lo tanto, necesario determinar por sucesivas

observaciones la ruta y la velocidad del blanco, y en

función de estos datos predecir la futura posición que ha

de ocupar y los datos de puntería que hay que dar a las

piezas para que la trayectoria del proyectil disparado con•

estos datos encuentre al blanco en un punto predetermi

minado de su ruta.

Esta concepción tan elemental y simplista requiere en

su realización práctica el empleo de uncierto número de

aparatos calculadores, ligados entre sí por elementos y

medios de transmisión convenientes y apropiados, que,

simplificando la resolución matemática de los problemas

que el tiro contra blancos en movimiento plantea, permi

tán obtener el máximo rendimiento de las costosas Bate

tenas de Artillería de costa, encargadas de la defensa de

los puntos vitales de litoral contra ataques que provengan

de la zona del mar y que dan lugar a los modernos siste

mas de dirección de tiro.

Decimos modernos sistemas de dirección de tiro, por

que el problema del tiró de costa ha surgido desde la pri

mera vez que se entabló el duelo entre el cañón a bordo

y el cañón en la costa; pero así como en sús primeros.

tiempos se recurrió a procedimientos elementales y aun

de circunstancias, por la poca velocidad de los blancos

navales y las condiciones del tiro de los buques de guerra,

hoy día se utilizan sistemas perfeccionados, tan comple

tos y precisos, que, al menos teóricamente, resuelven me

cánica y automáticamente todos los problemas que con

el tiro de costa se relacionan.

Definición.La definición que mejor expresa el verda

dero concepto de un sistema de dirección de tiro es la

que indicó el ilustre Teniente Coronel de Artillería

D. Juan Costilla Arias, que rindió su vida por la Patria,

vilmente asesinado por los rojos en el Taller de Precisión,

donde trabajaba en la construcción de la dirección de tiro

que lleva su nombre, y que, maestro entre maestros en

la especialidad del tiro de costa, dió prestigio y realida

des a esta importante rama artillera. Decía así:

“Un sistema de dirección de tiro es el conjunto de apa

ratos o elementos necesarios a preparar, ejecutar y corre

gir el tiro de una Batería con la mayor precisión posible.”

Si esquematizamos cualquier sistema de dirección de

tiro moderno, podemos referirnos a la figura i. Un puesto

telemétrico T,

halla de modo que podemos admitir con

tinuo, la distancia y dirección (orientación con relación

a la línea referencia, generalmente la norte-sur) del blan

co, lo cual permite, por transmisión de estos datos a la

central

C,

que -en ésta se materialice gráficamente la ruta

del blanco o que se determine la ley de su movimiento

LL1L1

Figura 1.&

descomponiéndole en sus componentes, lateral (direc

ción) y longitudinal (distancia).

-

Conocida esta ley de movimiento, o ley de variación dé

sus componentes, se pueden determinar los datos de pun

tería que corresponden a las piezas por

predicción

al cabo

de cierto tiempo; pero çomo los datos que halla el telé

metro son los que corresponde a su posición topográfica

con relación a las piezas, generalmente separado de ellas,

hay que

reducir

estos datos telemétricos a datos de Bate

ría, y sobre estos últimos

predecir.

Los datos predichos hay que

corregirlos,

es decir, adap

tarlos a las piezas, primeramente por las

correcciones gene

rales,

comunes para todas las de la Batería (temperatura,

viento, etc.), y después- con las

correcciones particulares,

para cada una de ellas (desgaste, cota, etc.).

Estos datos predichos y corregidos son enviados desde

la estación central

C

a las piezas

P,

en donde se ponen

en los

aparatos de puntería

de las mismas, y con ellos se

efectúa la puntería y se hace fuego.

Desde el puesto de

observación O

se observa la descarga

y se deduce la corrección que es necesario introducir en

los datos de puntería, corrección quese

transmite

a

Comandante de Artillería VICENTE MARTINEZ LORENZO

19

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para tenerla en cuenta en los datos de punteria de las

-

descargas sucesivas.

Como se comprende claramente, el ciclo que acabamos

de indicar requiere unos mecanismos de

transmisión,

‘y

todo elló, juntamente con otros

elementos auxiliares,

cons

tituyen el sistema de dirección de tiro.

Cada uno de ellos lo consideraremos separadamente y

de un modo general, conforme a las normas al principio

establecidas como básicas para este trabajo.

1.0 TeJemetría.

Es el elemento primordial y básico

para el servicio en fuego de Jas Baterías de costa, ya que,

aparte otras razones, el monótono pánorama de la su

perficié del mar no proporciona referencias para una

apreciación de ditancias a simple vista.

Los telémetros o sistemas telemétricos que se em

plean son:

telémetros de base vertical (como el López-Palomo,

Zaragoza, etc;);

telémetros de base horizontal monostáticos (una

solá estación, como los modelos Barr-Stroud, de

hasta nueve metros de base),, que pueden ser de

coincidencia o estereoscópicos;

telémetros de gran base horizontal, poliestáticos

(dos o más estaciones, como el sistema Cóstilla o

Braccialini).

No consideramos necesario en estas líneas descender a

detalles, que, por otra parte, se encuentran en los regla

mentos descriptivos, ni aun a, datos de carácter general,.

no útiles al objeto que nos hemos propuesto, y que pue

den hallarse en el tomo

Artillería de Costa,

de las edicio

nes EJERCITO; sólo es conveniente hacer constar aquí

que no existe ninguna razón de orden técnico o científico

que dé prioridad a algunos de los tipos citados sobre cual

quiera de los otros dos. En cuanto a otras razones que

aconsejen determinada preferencia, se podrían deducir

después de que se resuman de modo general las cualida

des y circunstancias que afectan a cada uno de ellos.

Telómetros de base vertical.

permiten una determinación fácil y continua dedistancias, con poca fatiga para el operador;

su límite de alcance eficaz es algo menor que el de

las piezas modernas de calibre intermedio o secun

dario;

— su precisión es grande en distancias cortas y xztedias,

cuando están instalados en cotas superiores a los

6o metros;

ocupan poco espacio;

generalmente están proyectados y construídos para

• cotas determinadas, lo.que no permite su intercam

biabilidad, si bien existen modelQs que se pueden

utilizar en cualquier posición, efectuando un re

glaje conveniente;

son muy útiles en cotas apropiadas.

Monostdticos de base horizontal.

su limité de alcance eficaz es menór que el de’las

piezas modernas;

puedén utilizarse en cualquier posición;

son de fácil y rápido, manejo;

no permiten una determinación continua de distan

cias, ya sean de coincidencia o estereoscópicos, por

fatiga visual del operador;

a grandes distancias es necesario multiplicar el nú

mero de apáratos

-

De gran base horizontal poliestáticos.

de gran precisión a cualquier distancia con base

proporcionada;

por requerir varios puestos presenta la dificultad

de la designación de objetivos.

Como resumen de lo anterior se desprende que no

existe ningún sistema que se pueda llamar perfecto; pero

“siendo axiomático en Artillería de costa que una Bate

ría debe iisponer de más de una estación telemétrica

principal”, se deben dotar las Baterías de sistemas tele

métricos, que se complementen, ya que ‘de este modo,

además de tener las distancias con más exactitud por

promediación, se evita el que, en caso de interrupción

(interna o externa), se quede el sistema de dirección de

tiro sin el dato fundamental de-las distancias al blanco,lo cual, en el orçlen táctico, es importantísimo.

Es decir, que cada Batería de costa debe tener, por lo

menos, dos sistemas telemétricos complementarios, y

tratando de concretar posibilidades y necesidades, esti

mamos que las Baterías de calibre secundario deben tener

un telémetro monostático de ‘base horizontal, de alcance

eficaz próximo a los 55 kilómetros, y un telémetro de

base vertical, si en las proximidades de la posición exis

ten cotas superiores a los 70 metros. Las Baterías de cali

bre intermedio deben dotarse de dos telémetros monos

táti,cos de base horizontal, con alcance eficaz de unos

20

kilómetros, para promediar distancias, y un telémetro

de base vertical, si en las proximidades de la Batería

existen las cotas antes citadas.

Las Baterías primarias modernas deben ‘poseer el má

ximo de recursos telemétricos, a fin’ de garantizar contracualquier eventualidad la determinación de la distancia;

y

ásí,

estimamos que deben dotarse principalmente de

dos telémetros monostáticos dé base horizontal, de al

cance eficaz próximo a los 25 kilómetros, de un sistema

de gran base horizontal formado por tres puestos telemé

tricos en triángulo y un, telémetro de base vertical, ya

que, sin duda alguna, en la mayoría• de los casos habrá

en las proximidades de la Batería primaria cotas apro

piadas para esta clase de telémetros.

Si los recursos anteriores se consideran a primera vista

excesivos, no hay que olvidar que la distancia al blanco

es el dato fundamental para el tiro de costa, ya que la

dirección puede orillarse, empleando la puntería directa,

que todas las Baterías de cañones de costa deben estar

en condiciones de efectuar, prediciendo esta dirección,

en los aparatos de puntería de las piezas.Será conveniente indicar que los modernos telémetros

de coincidencia de base horizontal van provistos de apa

ratos llamados

igualador de escalas,

los cuales permiten

‘adaptar a ellos transmisores electromecánicos de distan

cias, sin necesidad de que un sirviente auxiliar introduzca

en el transmisor las distancias que a viva voz dé el tele-

metrista, como sucedía en los modelos arftiguos, por no

ser proporcionales los giros del prisma desviador y las

distancias.

Como los telémetros van provistos de graduaciones azi

mutales, orientadas con el cero,-origen en la dirección re

feréncia Norte-Sur, común a todas las Baterías de un

mismo frente marítimo, al mismo tiempo que determinan

la distancia al, blanco hallan la orientación de la, línea de

Partes que comprende.

Comoresumen de lo ante

rior, todo sistema de dirección de tiro automática com

prenderá los elementos siguien’tes:

-

 

Telemetría.

2.° Reducción.

30 Predicción.

4.° Corrección ‘general.

-‘

5.° Corrección particular.

&° Aparatos de puntería.

7.’ Transmisores.

8.0 Observación.

,9•0 Elementos auxiliares.

20

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situación; es decir, determinan la posición del blanco por

coordenadas polares.

2.° Reducción.

Refiriéndonos a la figura 2.&, té

nemos que el telémetro

T,

al visar al blanco

B,

determina

la distancia

D

(telémetro-blanco) y la orientación

O,

con

relación a la línea Norte-Sur; distancia y orientación que

hay que reducir a la distancia

D’

y orientación

O’

del

punto medió de la Batería (centro origen de datos), ya

sea ésta de magistral recta o esté colocada por secciones

o en pozos aislados escaqueadós; esta reducción es nece

saria, por la indispensable separación que ha de existir

entre el telémetro y la Batería, para que el campo visual

del primero no se perjudique por los rebufos, trepidacio

nes, etc., de las piezas y al mismo tiempo no sea batido

ni cegado por los disparos enemigos lanzados contra las

mismas.

La reducción indicada sé efectuaba’ antes .por la reso

lución gráfica del triángulo

PTB;

pero hoy en día, o bien

los telémetros llevan reguilas reductoras, o mecánica-’

mente se resuelve trigonométricamente con aparatos

calculadores el citado triángulo, del cual sé conocerán

siempre los lados

PT

y

TB

y el ángulo

PTB,

pudiéndose

hallar

D’ = PB

(distancia verdadera de la Batería al

blanco o distancia reducida); en cuanto a la orientación,

se comprende claramente su obtención, pues en el caso de

la figura, la orientación verdadera o reducida

O’

es la

suma de la telemétrica y el ángulo de paralaje en el blan

co, cuya determinación trigonométrica por medio de su

tangente es aproximadamente la relación de la base

PT

a la distancia

D’.

El plano director de que están dotados todos los pues

tos de mando de Batería, y en el cual están matemática

mente señaladas las posiciones

P

y

T,

y graduados ‘sus

respectivos sectores azimutales, dan por lectura directa

los datos réducidos; efectivamente (fig. 3.a), por los datos

telemétricos se sitia la regla

D

de forma que por coorde

nadas polares fije la posición del blanco, y moviendo la

regla

D’

(perteneciente a la: posición de la Batería) de

forma que pase por el punto fijado, se hallará, por lec

tura en la escala de distancias de la misma regla, la que

corresponde a la distancia verdadera, y por lectura en

el sector graduado correspondiente, la orientación que le

corresponde.

3•0 Predicción.

Los datos hallados por el telémetro

y reducidos al centro origen de datos serian suficientes

para hallar los datos iniciales de tiro, si el’ blanco fuese

fijo; pero tratándose de blancos en movimiento y con

forme a lo que al principio se ha indicado, hay que piie

decir la posición que ocupará el blanco en el instante de

caer los proyectiles, para modificar los datos antes cita

dos en la cuantía correspondiente a esta corrección por

‘desplazamiento del blanco o predicción, la cual’ se deter

mina partiendo de la hipótesis de que desde el momento

en que se hace fuego, y mientras el proyectil recorré su

trayectoria, el blanco sigue una ruta rectilínea con velo

cidad constanté, ‘hipótesis admitida como fundamental

en todos los predictores de tiro modernos.

Es, por tanto, básico para la predicción el hallar las

condiciones de movimiento del blanco que se han de ad

mitir constantes; es decir, hallar su rumbo y su velocidad.

Esta determinación puede hacerse: o bien señalando en

un plano(mesas trazadoras) las posiciones del blanco

-

separadas un intervalo de tiempo determinado, y la recta

o vector que una a dos posiciones sucesivas señalará el

espacio recorrido en dicho tiempo, y, por lo tanto, su

velocidad y también su rumbo, o bien se determina la

variación angular de la orientación en un tiempo deter

minado y de la distancia en el mismo tiempo; es decir,

se obtienen las leyes de ariación,de estos datos en fun

ción del movimiento del blanco.

-

Los modernos sistemas de dirección de tiro descompo

nen el vector de movimiento del blanco en la unidad de

tiempo, en sus componentes, lateral (variación en direc

ción) y longitudinal (variación en alcance), cuyos valores

se ‘emplean en los aparatos calculadores.

Determinada la ley de variación de las componentes,

el aparato pre4ictor multiplica su valor por el tiempo

correspondiente a la duración de trayectoria, y estos pro

ductos se suman a los datos predichos antes citados,

obteniendo mecánica y continuamente las orientaciones y

distancias de las diferentes ,posiciones que irá ocupando

el blanco en el momento de caer al mar ‘los proyectiles en

descargas sucesivas; es decir, las distancias y orientacio

nes predichas. Por lo tanto, vemos que los datos hallados

en el telémetro y reducidos al’ centro origen de datos se

incremeñtan en la central de dirección de tiro, en los

valores de la predicción; todo ello mecánicámente, con

aparatos multiplicadores y elementos diferenciales, de los

que existen variados y artificiosos modelos.

Si la determinación de los datos telemétricos fuese con

tinua y la reducción tuviese igual carácter de continuidad,

también se efectuaría ‘la predicción continuamente; pero

como hay intermitencias o sóluciones de contimiidad,

hay que recurrir a un mecanismo que se llama

reloj de

alcances

y

direcciones,

que hace las veces de un telémetro

de marcha automática.

Este aparato está proyectado de forma que, una vez

conocidos los datos y su ley de variación (en sus compo

nentes), haciendo que una aguja del reloj señale en un

cuadrante graduado el dato inicial conveniente (distan

cia u orientación), al ponerse en marcha el reloj, la aguja

seguirá marcando de acuerdo con las posiciones del blan

có (reducidas), mientras éste no varíe su ley de movi

miento, admitida constante, perinitiéndonos ello la obten

ción de datos de mañera continua y de igual modo una

predicción continua, que es lo que da origen a la puntería

continuada.

40 Correccióngeneral.

Los datos predichos hay que

módificarlos por las correcciones, que, afectando por igual

a todas las piezas de la Batería, se llaman correcciones

generales. Estas son de dos clases: unas debidas a las con

diciones atmósféricas, que alteran la densidad balística

(presión barométrica, temperatura y estado hidrométrico),

la velocidad y dirección del viento y la temperatura de

la pólvora, y otras producidas por causas desconocidas

 

Figura 2.

21

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que producen errores sistemáticos longitudinales y late

rales, que hay que determinar por la observación del tiro,

y, en su consecuencia, corregirlo.

Los observatorios meteorológicos de los sectores arti

lleros de costa determinan, en función de la presión ba

rométrica, de la temperatura del ambiente y del estado

higrométrico, el valor de la densidad balística, y como el

incremento positivo o negativo de esta densidad con

relación al valor tomado para la densidad normal produce

una variación en alcance, se deterijiina ésta resolviendo

mecánicamente la fórmula correspondiente y sumando

algebraicamente su resultado a la distancia predicha por

medio de un eslabón diferencial.

El viento balístico lo obtiene en los citados observato

rios el servicio aerológico del sector de costa, determi

nando su valor (intensidad y dirección) en zonas de di

versas alturas, y calculando después en la central de la

dirección de tiro las componentes longitudinal y lateral

del mismo, con relación a la línea de tiro, pues la primera

modifica el alcancé y la segunda la dirección.

Con aparatos multiplicacores. se calcula automática

mente el valor de las correcciones que corresponden al

alcance y a la dirección por razón del viento balístico, y

estos valores se suman algebraicamente a los datos cita

dos por otros eslabones dil’erenciales

La temperatura de la pólvora, si es diferente de la que

se tomó como normal para el calculo de la tabla de tiro

(o, lo que es lo mismo, para el trazado de las levas del

aparato calculador), produce variación en la. velocidad

inicial y, por lo tanto, en el alcance, lo cual se puede de

terminar matemáticamente, o también empleando un

aparato calculador, y después corregir con su valor los

datos predichos; generalmente se traauce la variación en

alcance a variación en el coeficiente balístico y, junta

mente con otras causas modificativas, se introducen por

este solo concepto en los datos predichos.

Los errores que se aprecien por la observación del tiro,

debidos a causas acciaentales no previstas por no coio

cidas, se corrigen en mecanismos apropiados, tanto para

el alcance como para la direccjón, con arreglo a los mé

todos de tiro, cuyo detalle constituye lo que se llama vul

garmente

reglas de tiro,

aunque su propia denóminación

sea

métodos de tiro.

 

Correccionesparticulares.

— Los datos predichos

modificados por las correcciones de carácter general, con

forme se acaba de indicar, hay que adaptarlos a cada

pieza,. con las modificaciones particulares que correspon

den a cada una de ellas por las causas siguientes: separa

ción de la pieza al centro origen de datos, cota de la pieza

sobre el ‘nivel del mar (o dzterencia de cofa con relación

al ,centrá origen de datos, según la tabla de tiro sea para

cofa cero o para la cofa de dicho punto), desgaste del

rayado, variación del volumen de la recámara, errores

deducidos del ajuste, etc.

En las Baterías primarias modernas, cada pieza tiene

en la central de la dirección de tiro un corrector particu

lar (panel de pieza), de donde salen ya los datos para los

aparatos receptores de cada una de ellas; pero en las de

calibre inferior suele emplearse un corrector para toda la

Batería, aunque sus aparatos receptores de datos de pun

tería, construídos especialmente para la situación topo

gráfica de las piezas, corrige los datos por posición, efec

tuando en ellos la reducción correspondiente, de modo

análogo a la reducción de los datos telemétricos a datos

de centro origen de datos.

6.° Aparatosde puntería.

Los datosde tiro resul

tantes después de las fases que acabamos de indicar se

transmiten de modo contiñuo y automático a las piezas,

donde se reciben en unos receptores apropiados, ligados

con los transmisores de la central. Estos receptores son,

-

en líneas generales, una aguja ó índice colocado en un

disco o esfera, graduada conforme al dato que recibe y

colocada cerca del aparato de dar la correspondiente’pun

-

teríaa la pieza (alcance o dirección); al moverse la pieza,

se mueve sobre el mismo disco o esfera’ otra aguja. o

índice concéntrico con el anterior, de forma que la coin

cidencia de los dos índices supone la puntería de la pieza

en dirección o en elevación, según el dato a que corres

ponda el receptor.

‘ -

Los datos que se envían a las piezas varían según se

emplee la puntería directa, en la cual el apuntador de di

rección visa al blanco por su alza óptica, o la punteríá

dirigida, en la cual se pueden cerrar las ventanillas de

puntería, ya que lo mismo la elevación que la dirección

se reciben de la central.

7.° Transmisores.

Según acabamos de indicar, los

datos de distancia y dirección, desde que se obtienen en

el telémetro hasta que llegan a los aparatos receptores de

las piezas, siguen un ciclo modificativo (reducción, pre

dicción y corrección) de un módo automático, que re

quiere para su realización el empleo de medios de trans

misión que satisfagán al trinomio

precisiÓn-rapidez-segu

ridad,

y que, ligando entre sí los diversos elementos

calculadores citados, completen el sistema de dirección

de tiro.

Hasta hace no muchos años, el único medio de trans

misión empleado en las Baterías de costa era el teléfono,

y aunque este medio es todavía insustituíble para’ el ejer

cicio del mando en todos sus aspectos, llevando la sensa

ción directa del mismo hasta los más apartados rincones

de la Batería (repuestos, talleres y demás servicios), los

datos en el ciclo citado han de seguir otro cauce por me

dios de transmisión electromecánicos que satisfacen las

condiciones del trinomio expresado en el párrafo anterior.

Existen tres medios de transmisión utilizables: moto

res paso a paso de corriente continua, motores selfsin

cronoé y el sistema basado en el puente de Wheastone;

sin embargo, el empleado por nuestras Baterías de costa

es el de los motores paso a paso, de corriente continua,

que se construyen en los talleres de Experiencias Indus

triales de Aranjuez.

8.° Observación. Se efectúa ésta en las Baterías

de costa desde úno o más puestos de observación, dota

dos de óptica conveniente que permita apreciar los des

víos de los disparos a las distancias normales de combate.

Es conveniente utilizar anteojos ‘estereoscópicos con pla

cas reticulares, que faciliten la determinación de la me

dida de la separación longitudinal y lateral de los impac

tos; la segunda, para la corrección en dirección, y la pri

Figura

50

22

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mera, en el caso general, sólo necesitará conocer el sen

tido del desvío, si se aplica la corrección en alcance por

el número de disparos cortos; en otro caso, se apreciará

su magnitud y signo.

9.° Elementosauxiliares.

-

Para completar un sis

tema de dirección de tiro automático, además de los ele

mentos que ligeramente hemos indicado en los párrafos

anteriores, se utilizan los sigüientes:

Inclinó metro. Aparato que, en función de la distan

cia al buque y de su eslora, determina su rumbo o, mejor

dicho, su inclinación con relación a la línea de situación;

con la suficiente aproximación paraomar

este dato como base inicial en el reloj de

alcances y direcciones.

Mesa -trazadora. —

Plano sobre el cual

se desplaza un brazo o radio giratorio pro

visto de un lápiz y que, accionado mecá

nicamente por los datos del sistema te

lemétrico, señala con intervalos de tiempo

de treinta segundos la posición del blanco,

materializando de este modo su ruta y per

mitiendo comprobar su rumbo y su velo

cidad por lectura directa del espacio reco

rrido en la unidad de tiempo.

Telefonos. —

Antes se empleaban los ti-

-

pos mural; pero hoy día se utilizan con

preferencia los de tipo

peto y cabeza,

de

los que se están dotando a todas las Ba-

-

tenas de costa, con el modelo que cons

truye la fábrica F. E. N. Y.-A., de El Fe

rrol del Caudillo.

-

Transmisores de órdenes. —

Estos, apar

te de los teléfonos, se emplean para un

-

número reducido de órdenes de frecuente

empleo en el servicio de las piezas en fue

go, funcionando por motores paso a paso,

-

y

que son de gran utilidad para ligar a las piezas con la

central directora del tiro, evitandó el error del servicio por

fonía, tan importante en los momentos más críticos del

combate

-

Reloj avisador de impactos. -—

Cuyo objeto es evitar que

los operadores de las estaciones o puestos de observación

tengan que estar continuamente visando al blanco, lo que

produciría una gran fatiga

-

visual y el consiguiente error

en la observación; para ello se emplean unos relojes que,

pulsados y puestos en marcha en el momento de produ

cirse el disparo, si previamente se han graduado para la

distancia de tiro, hacen sonar un timbre o un zumbador

cinco segundos antes de la caída del proyectil; es decir,

cinco segundos antes de finalizar el tiempo corres pon-

diente a la duración de la trayectoria -a la distancia de

tiro, advirtiendo al observador del momento en que debe

esmerar o efectuar la observación.

-

Otros elementos.

Los Capitanes de Batería de costa,

cualquiera que sea el puesto en que se sitúen para la di

rección del tiro de su Unidad (aunque es aconsejable que

durante el fuego

vean

el blanco que baten y la caída de

sus proyectiles), dispondrán en sus inmediacjones de grá

ficos y tablas de corrección, correctores nomográficos,

etcétera, que consideren precisos para prever el caso. de

que falle el ciclo del sistema de dirección de tiro que em

pleen y tengan que recurrir al método elemental de de

terminar- los datos por plano director, del-cual, sin excusa

alguna, deben estar provistas todas las Baterías de costa

y puestos de mando, con arreglo al modelo reglamentario.

Resumen.

Explicado lo anterior, fácil será ya com

prender el funcionamiento del sistema de dirección de

tiro, representado esquemáticamente en la figura 4.5,

siguiendo la norma de las descripciones publicadas por el

mencionado Teniente coronel Costilla.

-

Supongamos que el sistema consta de una estación

-

telemétrica constituída por un telémetro monostático de

base horizontal, con apara-to reductor de distancias y di

recciones.

-

El telémetro transmite a la estación central los datos

de distancia y dirección, ya reducidos al centro origen de

-datos de la Batería; las distancias reducidas hacen mo

ver una aguja en la esfera de distancias, y las direcciones

reducidas actúan de igual modo sobre la aguja de la esfera

de direcciones. (Si fuesen dos telémetros, se moverían en

cada esfera dos agujas, una por cada telémetro, exigién

dose en este caso la previa sincronización de ambos telé

metros, llevando las agujas a los extremos de las gradua

ciones. Una tercera aguja, llamada promediadora, por

-

medio de un volante señalaría una graduación en cada

esfera, promedio de la que marcasen las dos agujas; pero

en el caso que nos ocupa, la aguja única de cada esfera

hace el papel de promediadora.)

-

Al moverse las agujas de las esferas citadas, se las hace

seguir por -unos contraíndices, y sus movimientos se

transmiten al calculador de las componentes del blanco,

en el cual, por observaciones sucesivas en intervalos dé

tiempo determinados, se deducen las dos componentes,

longitudinal y lateral de la velocidad del blanco, con re

lación a la línea de tiro, cuyos valores se introducen sepa

radamente en el corrector general, a fin de que la compo

nene longitudinal afecte a la distancia y la componente

-

lateral a la dirección.

Si en. este momento se pone en marcha el reloj, los

contraíndices de las esferas de distancias y direcciones

girarán automáticamente con una velocidad constante,

dependiente de l6s valores introducidos en el corrector

general para las componentes del, blanco, y si las medi

ciones preliminares del telémetro fuesenexáctas, no cabe

duda que estos contraíndices irían constantemente coin

cidiendo con las agujas que señalaban datos reducidos;

pero este efecto no se obtendrá rápidamente, y será ne

cesaria una fase de tanteos hasta conseguir aproximada

mente esta coincidencia. Estos tanteos se hacen variando

en el sentido conveniente los valores de las componentes

introducidas en el corrector.

-

El movimiento de lós contraíndices que marcan dis

tancias y direcciones, combinadocon el de los botones

Mesa ¿cazadoca

Figura 4•a

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que introducen los valores de las componentes, hace ac

tuar a los predictores, obteniéndose los valores de la pre

dicción, que de modo continuo y automático se van

sumando algebraicamente a las distancias y direcciones

reducidas.

Por medio de botones y esferas convenientemente ga

duadas se introducen en el corrector los incrementos de

alcancé y dirección correspondientes a las causas si

guientes:

variación de la densidad balística;

corrección por desvío en alcance y dirección;

corrección por efecto del viento balístico.

Causas que, juntamente con la prediccióii, constituyen

las correcciones generales comunes para todas las piezas

de la Batería.

Del corrector general, los datos de distancia y direc

ción, reducidos al, centro origen de datos y corregidos

como se acaba de indicar, pasan al panel de cada pieza,

en el cual se modifican a su vez por las correcciones par

ticulares de cada una de ellas, y que en párrafos ante

riores hemos indicado (velocidad inicial, corrección por

-

posición, diferencia de cota, etc.).

Del panel de pieza pasan los datos a los receptores de

puntería de las piezas,. desplazando unas agujas en las

esferas correspondientes; los sirvientes de puntería, accio

nando unos volantes, dan movimiento a la pieza en ele

vación y dirección, el cual se refleja en unos contraíndi

ces de las mismas esferas, y la perfecta coincidencia de

índice y contraíndice en cada una de ellas indicará que

la pieza está apuntada y en condiciones de hacer fuego.

Esta puntería será continua, porque de igual carácter

es el ciclo que acabamos de indicar.

Las correcciones debidas a la observación del tiro -se

-transmiten desde el observatorio o desde el puesto de

mando a la estación central, en donde se introducen en

la cuantía que corresponda, según el método de tiro que

se emplee.

-

Con lo-hasta aquí dicho queda terminado el propósito

que expresamos al comienzo de estas líneas de generali

zar y vulgarizar lo que es un sistema de dirección de tiro

de costa, sirviendo también para aquellos que no tuvie

ron ocasión de familiarizarse con estos modernos apara

tos para el tiro contra blancos en movimiento; con estas

ideas fundamentales tienen una base para un estudio más

profundo, cuando las necesidades del servicio les obliguen

a ello.

-24

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CapItán

JurtdICo

JOSE MARIA

GARCIA

RODRIØUEZ

:dcn-...

UN soldado español que había-estado en Italia mucho tiempo, vino a España;

q

wn mísero villorrio que se

llanici La Muela, muy cerca -de Zara gozas de donde-era natural. 4lLí la tierra es en ext’emo arenisca y

estéril; las casas, que no llegarán a -veinte, incómodas y pajizas; los -moradores, tan- pobres, que con ser el más

rico el padre de este soldado, disponía con dificultad de seis reales;. Y sucedió que a sus co.nvfcinos-, cuando

les re/ería las cosas notables de la Italia espai’iola de aquel entonces,. lujo -de edificios, riqueza en -las posadas-,

atavíos en las damas, historias de amor bordadas al ie de Pavía, urbe buena, flor de las ciudades, c1a-ra

- poderosa y pía, cbmo ya en el medievo se le .llamaba; .o en Milán, plaza de armas de nuestros Ejércitos; en lii

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regalada y hermosa Mantua; bajo el claro çielo de Nápoles; junto a las altas montañas de Génova, o en Flo

rencia,

flor de las flores,

uno de los circunstantes, de esos pegados al terruño, que ninguna cosa grande com

prenden, preguntóle la razón de haber dejado tan buena tierra y de haberla cambiado por un tan pobre país...

Y el soldado le tapó la boca diciéndole que había vuelto tan sólo por amor a la Patria, a la misma Patria por

la cual arries gara su vida... Así volvió cierto día, pero manco y descalabrado, el ingenioso hidalgo Miguel

de Cervantes y Saavedra. Traía acopio de ilusiones: ilusión de la tierra e ilusión de la obra inmortal que le

bullía en el cerebro; y de la sal de la vida, apenas el recuerdo de la futilidad de las cosas humanas, que hizo

• gritar al Sabio en el Eclesiástico: Envejece toda carne como el heno, como la hoja que brota en árbol verde...

Pero no tuvo fortuna, y no queráis preguntar por menudencias de su vida: que si la hija, que si la virtud, que

si la doncellez... Dejadio en paz. A nadie importan, si no es chismoso, otras historias de amores que las de sus

ro píos amores... Nos importa a todos, en cambio, la vida entera de la Patria; y sólo eso —pese a las desilusio

nes—’llevaba en su corazón cuando viejo tenía puesto el pie en el estribo y sentía a la muerte acongojar su

carne. Bien lo sabéis: la vida de la galera, que Dios se la preste ‘a quien la quiera. No tuvo allí el ingenioso

hidalgo Miguel de Cervantes lucidos días de gloria, bonanzas, hartazgos y buena vida. Sus palabras son que

en aquellas marítimas casas, lo más del tiempo maltratan las chinches, roban los forzados, enfadan los

marineros, destruyen los ratones y fatigan las maretas. Y no eran, que digamos, envidiables los panoramas

de la Tierra: mucho servir, mucho madrugar y trasnochar; el arcabuz a cuestas lloviendo, tronando o venteando;

y en la posada, ni luz con que acostarse, lumbre con que enjugarse, an que comer o

VinO

que beber. Arriesgar

la vida muerto de hambre y la conciencia echando mano de lo ajeno bara remediar las propias necesidades...

Eso de andar muy bien vestido de terciopelo carmesí, con los ojos en blanco mirando al cielo, lleno el sombrero

de plumas y de ci’ntillas las ligas, esmaltado, bien en claro, un mote en servicio de una dama, y haciendo

oír a la pálida luz de la Luna flamenca, redonda y amarilla como un doblón, una, allí exótica, cancioncilla

leonesa... Los tales, ni son soldados ni lo han sido nunca —eso, bien lo sabía él, que por toco se queda sn vida

en muchas ocasiones, y en la mejor que vieron los siglos—, a menos que se les tome or aquellos valientes leones

en la paz y cuervos en la guerra, de que habló Tertuliano, que piden la ayuda de San Pies, abogado en las tugas

para alejarse cuanto antes del peligro... La guerra es para hombres muy enterós y qu’ tienen muy puesto en

su sitio el corazón.

Poneos ahora en su caso, si or encima de lacerías y fatigas os sumiesen en una mazmorra negri y llena

de humedad, hambriento y ai5aleado de esbirros. Poneos en su caso, si encima os pudiesen llegar rumores de

que el Rey Don Felipe no anda.tan listo como debiera en rocuraros la libertad, sobre todo cuando la imacien

cía es un acicate que crisa los nervios y rompe la serenidad del más templado, y admiraos de que aquel inge

nioso hidalgo, lejos de anílanarse, en Argel, a punto está de crearles muy serios conflictos a sus guardianes...

Y ahora, dejadme repetir que vuelto a su Patria manco y descalabrado, sin la honra y dinero que pudo tensar

en ganar,’ no hace labor derrotista. Escribe feb,ilmente —él dice aue traduce o que lee— esa Crónica de Cide

Hamete Benengelí, autor arábigo, cifra

y

resumen de nuestra hidalguía

y

heroicidad, que si tiene una rata

de humor que han querido ex’Motar en -ro1,ia defensa los cobardes, tiene una grandeza militar

y

española

eterna, alrededor de’aquel hidalgo de lanza en astillero, adara antigua, roín flaco y galgo corredor, sin

escudero, aunque fuese del tienvf,o de Fernán González.

y

enfermo de vaguidos. Los que con clarividencia le

miraron, viéndole con alegría, le toma,i’onpor modelo de temple humano y gloria patria. El estaba bien tranquilo

en su casa,con su olla un toco más de vaca que de carnero, su saiicón bara las noches, castellanísimas lente

jas los viernes, las manos en la cabeza los sábados y el sabroso yno muy abundante banquete dewe palomino

los domingos. Amén de Tascalzas de velludo 1,ara las fiestas, los cuidados de nn ama que no pasaba de los cua

renta, de los remilgos de una sobrina que frisaba en los veinte y-la uehlerina sociedad de -cura y barbero.

El bueno del hidalgo salió de su hogar calladamente, corno hacen siempre los mozai’betesque buscan, más or

afán de aventuras y gloria que de dinero, el regazo inolvidable, duro, pero caliente, de la Milicia. Y tese a que

no fué muy afortunado en su i5rimera salida, en una venta entre distraídas mozas y un ventero no menos ladrón

que-Caco, ni menos maleante que estudiante o paje,

comiendo truchuelas en vez de lentejas, apedreado de

arrieros

y

aumentando los males de los oprimidos en vez de remediarlos, volvió a salir —Dios se lo-premie—,

en busca de aventuras... Y le menudearon, sin darle lugar a reposo. La de los molinos de viento, la dél vizcaíno,

la de los batanes, la del yelmo de Mambrino; batallas descomunales con unos -pellejos de vino, pendencias con

los cabreros... y or un éxito con los disciplinantes a coSta de su sudor, más cardenales que un saco de golpes...

Y- el discretísimo. señor cura, y el donoso barbero, harto tranquilos en su casa, y por toda tarea arrancar al

- -

hidalgo de’aquellos cami’nos de heroísmo que llamaban locuras... ¿No os suena todo ello a la vida que vivimos,

si süstituímos a los personajes de Cervantes or aquellos otros que dicen Más quiero gallina que águila en mi

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casa? Y otra vez tendencias con el ama y con la sobrina, y razónamientos con aquel trástulo de los patios sal

maticenses que se llamó Sansón Carrasco, y otra vez —bendita locura española— el héroe a la aventura inau

dita de la cueva de Montesinos, a la justicia verdadera hecha en el retablo de Maese Pedro, y al adagio latiné

del Primum est navigare, camino de Barcelona... y una novedad que añadir a los palos y moleduras: pellizco

y arañazos... Así la vida, hasta que Dios se lo llevó; que en otro caso, la continuara. Y no cerréis todavÍa con

siete llaves su sepulcro, que volverá a salir cualquier día a continuar sus justicias y aventuras, como a ganar

batallas volvió el Cid después de muerto. Y no sólo el Cid, que España es el país de las grandezas. Tampoco

después dé muerto se le menguó la victoria a D. Juan Alfonso de Alburquerque, ricohómbre de los tiempos anta

ñones del Rey Don Pedro, el único que tuvimos... Pero fijaos bien: cuantos miraron el lado heroico de la aven

tura, cuantos encontraron en Don Quijote la imagen fiel del hidalgo perdido al pie de las dunas flamencas,

en Bomel, en ambas pérdidas de Breda —no en su ganada or Ambrosio Spmnola—, en La Esclusa, con Mateo

Serrano; en Rocroy y, si queréis, delante de Casale Saint-Evasio, y no en Pavía ni en Roma; en la jornada

de Los Gelves, y no con Cisneros en Orán; en Aljubarretacon el Rey Don Juan, y no en Toro con el Rey Fer

nando... se olvidaron con desdén de aquel labrador vecino suyo, hombre de bien (si es que este título se puede

dar al que es pobre), pero de muy poca sal en la mollera, tomándole por un medroso, infeliz costal de refranes

y malicias detrás de su gordura, y no muy garbosa personilla. Sigios y siglos le dejaron en su oprobio, como

si él no fuese también cristiano viejo —nada de marrano, ni de converso, ni de judíó— y español como el que

más. No quieró hablar de quienes partieron, porque sí, en dos campos la inmortal obra cervantina —interre

tación gruesa—, separando idealismo y realismo, y atribuyen y vinculan únicamente lo primero en Don Qui

jote y lo segundo en Sancho. Y aún los malintencionados pretendieron burlar y ridiculizar lo primero, por

mor de aquello dé que es preciso estar en la vida. Pero ninguna de ambas cosas es verdadera: tiene Sancho su

alma en su almario y sobran pinceladas de realidad en los heroísmos de Don Quijote.

Mirad a Sancho. Don Quijote plantó bandera de enganche en su propia casa, corno galán capitán que al

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albor despertaba una villa dormida con el estruendo y ruido de sus.pí/anos’y cajas. 4cudió a la recluta el pobre

villano, no como mozo hecho un señor papagayo que piensa llegar por la fuerza de sus manos y bravura de sus

‘hechos a ganar un puésto en la mesa de un príncipe —ese tal tiene al ingenioso. hidalgo por modelo—, sino

como ganapán caviloso que, harto de las estrecheces de su casa, sale no muy confiado a buscar fortuna. Por de

pronto, no muy seguro en su corazón de que Dios se la dé. Pensando quizá en aquello de que uien no se arriesga

no pasa el mar;. y aun así, a fuerza de ruegos, promesas y persuasiones.;. Afirmo que no muy convencido se

determinó Sancho a servir de escudero a Don Quijotes es a la esperanza de que por stn quítame allá esas pa fas

podría llegar a ser Gobernador de alguna ínsula, por cuanto salió sin despedirse de su mujer y de sus hijos,

que mujeres y heroísmos siempre se avinierón mal; y, al parecer, tanto en guerras como en aventuras se deben

evitar los hombres casados’.

- . . -

Así, pues, acom’odóse Sancho lo mejor que pu4o sobre su asno, llevó sus buenas alforjas por consejo de

Don Quijote, su b.ota, e iba caballero como un patriarcá —acongojado un poco or el recuerdo de la mujer y

de los hijos—, aunque el cronista arábigo no lo cuente, y con no pocas ganas de verse ¿obernador de la rome

lida iniula. Era la -mañana y heríales de soslayo el sol por los campos de Montiel,- veteados por castellanísimo-s

recuerdos de luchas y bastardías. Por donde añoraba correr y salvarse del dogal conque su hermano le estrechaba,

el Rey Don Pedro, que era rubio, buen puntero de, ballesta. Hombre que usaba vivir mucho a su voluntad.

Mostraba ser muy justiciero; mas tanta era la su justicia e fecha de tal manera, que se tornaba en crueldad.

- A cualquier mujer que bien le parecía, no cataba que fuese casada o por casar: todas las quería para sí;

ni curaba cuya fuese. E por muy pequeño yerro daba gran pena; ‘a las veces penaba e mataba a ‘los hom

bres sin porqué, a muy crueles muertes.

0yo

privado un judío que llamaban Samuel Leví,

léese en la

Crónica

de Don Pero Niño, quizá también porque prendido en el embrujo de la judería burgalesa —mujeres hermosísi

mas-son bíblicos nombres— le.dió a beber amores de fuentes malignas... Como veis, palpitaban los recuerdos

españoles al lado de la magra figura del hidalgo y redonda del escudero, que iban —los dos-.-- a sus aventuras...

¡Ay

Y

¿qué sería de aquella Man-Gutiérrez, que no valía dos maravedís para ser Reina y que para Condesa

necesitaba Dios y ayuda?... . - -

—Ericomiéndalo tú a Dios, Sancho—respondió Don Quijote—, que Elle dará lo que más le convenga

pero no apoques tu ánimo tanto, que te venas a contentar con menos que con ser Adelantado...

En el aíre límpido flotó la respuesta de Sanchó. Como un amén detrás ‘de una oración...

Y apareció la primera. Pero, ¿cómo, de ínsulas? ¡Sí, sí Molinos de viento, y gracias, para el escudero;

gigantones, para el hidalgo... ¡ Vamos ‘Aquello fué como para sacar de quicio a todos los que sostienen que es

preciso

estar en la vida.

Desaforados gigantes, decía Don Quijote; y Sancho le remendaba la lección diciéndole

que ni tal rosa: molinos, y con buenas aspas... .A fin de cuentas, correr para remediar males y atender a su

amo molido. La aventura fué para que si Sancho, en realidad, llevase un realista dentro de su corazón, echase

mano del ronzal de su rucio y se lo trajese, pian pianito, para su casa. ro si por codicias de ínsulas y mientras

- lluevan los golpes sobre costillas ajenas, cualquiera puede, con cierta resignación, seguir en achaques de aven

turas, y iino la segunda: dos frailes de San Benito y la señora vizcaína con su criado de la misma’ tierra.

Perdonadle a Don Quijote el caer de lleno dentro del canon Si quis suadente diabolo violentas manus impo

suerit...; porque, si efectivamente arremetió contra uno de ellos con tanta furia y denuedo que si no se tira el

fraile de la mula hubiese quedado malherido o muerto, es la verdad que no lo hizo tentado por el demonio, sino

luchando contra la mala voluntad de encantadores’ enemigos suyos que le escamotearon el cuarto donde tenía

los libros, le habían óonvertido en molinos los gigantes y aun ahora querían deshacerle la mejor de las que se

le presentaran.’.. Sancho, a falta de ínsula que ganar, le comenzó a quitar los hábitos al caído, porque le tocaban

legítimamente como despojos de la batalla que su señor había ganado. Es ley de guerra. Los ‘mozosde los frailes

—que en esto llegaron y que no’ enteñdían de burlas— arremetieron con Sancho; dieron con él en el sueló, y

sin dejarle pelo en las barbás le molieron a coces y le dejaron tundido. En resumen: que esta broma fué ya

para que Sancho dejase las andanzas y volviese a su hogar con su barriga grande, talle corto y zancas largas...

Tanto más que después de la aventura se corría el riesgo de tener que habérselas con un enemigo bastante

más real que vestigios y gigantones: la Santa Hermandad, de la que convenía librarse, aun no teniendo culpa,

pues los santos cuadrilleros —si a Mateo Alemán hemos de creer— eran, por lo general, gente nefanda y desal

mada. Como,. además, se notificaban de unos -a otros y de población en población, pelos y señales del terse

guido, resultaba bastante fácil, por un quítame allá esas pafas, que le diesen ,a cualquiera, cosido a saetazos

el

finis vitae...

Pues pese a todo ello, no retrocedió el buen Sancho. ¿Dónde se ha visto el español de pro que deje

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‘y

Dibujo del Coronel La garde.

la empresa por miedo al peligro? Precaverse puede ser de sabios; pero huir no es de españoles.

Y

‘Sancho, en

vez de re/u giarse en la tranquila hospedería de su hogar, fué con su amo a parar entre los cabreros y a recibir

un meneo de los yangüeses, del que le quedaron al escudero tan impresos los golpes en la memo’ia como en la

espalda. ¿Se curó? Ni por esas. Llevóle su malaventura a que en los enrevesados amóres de Maritornes con

el arriero fuese la moza de partido a dar con su cuerpo contrahecho, sus pelos como crines, su aliento a ‘ensa

lada fiambre y. su fidelidad de cumplir —porque era mujer de bien, ‘según ella— ciertas palcibras, al duro,

estrecho y fementido lecho de don Quijote,

mientras moría y ardía el arriero con la fiebre ‘desus malos deseos.

Don Quijote la toiió por princesa y robó los puños del amador; la moza, que era medrosica —con,la algarabía

de la pendencia—, se re/u gió en la camci de Sancho, que disfrutaba de las delicias de un buen sueño, y que sin-’

tiendo sobre sí aquel ovillo, comenzó a golpearla, y ella a él. Acudió al estruendo un cuadrillero de la Santa Her

mandad Vieja de Toledo, el cual, asiendo su media vara y la caja de lata de sus títulos, entró a oscuras en el

aposento dando voces de

“iTénganse a la Justicia, ténganse a la Santa Hermandad!... Ciérrese la puerta’ de

la venta; miren no se vaya nadie, que han muerto aquí a un hombre... Cuando luego se hizo la luz y vió

al cuadrillero en camisa, con su taño en la cabeza y en la mano un candil, la cara de no muy buenas ul gas

y pocos amigos, Sancho, tocado de la locura de su señor, éxclamó ya:

—Señor, ¿si’será éste, a dicha, el moro encantado que nos vuelve a castigar, si se dejó algo en el tintero?

—No puede ser el moro—respondió Dcn Quijote—, porque los encantados no s’ dejan ver de nadie.

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—Si no se dejan ver, se dejan sentir—dijo Sancho—; si no, díganlo mis espaldas.

No paró aquí la cosa.... y adelante con los infortunios. En aquella venta qupor su mal imaginó ser castillo

Don Quijote, el sandio hostelero —no tan sandio, ‘porquede/endía sus dineros, ganados de peor o mejor modo,

que esto va en el trato— armó nueva gresca, de la qu.esi salió indemne nuestro caballero, no así Sancho Panza,

que cogido por cierta gente alegre, bien ntencionadú, maleante y juguetona, metiéndole en la manta del huésped

dieron en elevarle de cara al cielo, y a recogerle ¿n un regazo que al infeliz manteado se le antojaba abismo.

Mientras, su amo impotente, detrás de las bardas del corral, hacía tán inútiles como barrocos aspavientos.

Quiza de las desventuras que ‘en toda su vida le acaecieron, de ninguna se quejó el su/rido escudero con

-

tanta amargura como de ésta del manteamiento, ni por un tan largo tiempo tuvo el recuerdo mordiéndole los

ímpetus aventuriles, ni tan celosamente clavado en el alma su ultraje. Hay sn esto una faceta de hombría espa

niola que tampoco púede desconocerse. Junto a la fidelidad —virtud militar— por su señor, también un senti

miento de honor vivo, que luce culzndo de la injuria se queja, y cuando recuerda’ su rusticidad, pero tcmbién

su buen entronque de cristiano viejo. Si fuese tan sólo el rústico y el zafio que nos quieren pintar, hubiese tenido

la grolesca y grosera habilidad del murciélago de que habla en su Crónica, con ironía, aquel buen fray Salim

bene de Adam, de la orden de San Francisco: En cierta ocasión tuvieron lucha las aves con los cuadrúpedos,,

y el murciélago, refudiado en su, cuchitril, pensó durante el día qué bando podría tomar. Decidió que ninguno

le convenía tanto como el de los vencedores. Mas a la noche estaba’todavía indecisa la victoria, y él tuvo que salir

a ganarse su cotidiano sustento. Encontró a las aves, que le detuvieron, y él les dijo: “Dejadme pasar. ¿No veis

que tengo alas y que. soy de los vuestros?... Encontró luego a las alimañas y apoyándóse en las membranas

comenzó pesadamente.a moverse, mientras gritaba: ,“No me hagáis daño. ¿No eis que estoy con vosotros?”

Y por indecisa que estuviese la fortuna, él se la tenía tan asegurada como el más linajudo medroso.

Pero Sancho Panza, lejos de hacerlo así, siguió al hidalgo contra viento y marea y contra infortunios.

Quizá, como Cerv’antes en alguna ocasión dijo, le llevó ala guerra la necesidad; pero, una vez en ella, portóse

como el primero. ¿Se portaban así, por ventura, la señora ama y la señora sobrina, el bachiller Sansón Carrasco

y el barbero? EntreS bachiller, barbero, ama y sobrina, ‘y nuestro pobre villano —hombre de bien en cuanto

un pobre puede serlo—, ¿no advertís una clara diferencia de valor moral? ¿No habéis oído decir muchas veces

que por encima del valor innato está ese otro valor de los que cumplen con su deber? Pues Sancho le cumplió

siembre. Tembláronle las carnes, aun con miedo infundado, como en aquella temerosa aventura de los batanes, con

tanto regocijo terminada, pero ¿quién es el que.ignora que la carne es flaca, yque han de apretarse los dientes a?ci

no rendirse al dolor, cuando sobra corazón para morir? Y en adelante, por una felice ocasión como la del cuéro

muerto y el yelmo de Mambrino, el desagradecimiento de aquel Ginesillo de Pasamonte —que Dios confunda—,

descarado.ladrón del rucio, para que a último de cuentas volviesen consus malos disfraces y engañosas palabras

el señor cura y el barbero, y recibiere Don Quijote por pago de todos sus desvelos en des/acer entuertos, vengar

agravios, amparar doncellas y consolar viudas, un mentido eñcantamiento... Para el escudero, ni siquiera ese

pago. ¿No ós resuenan en los oídos las palabras de su mujer, que en cuanto lovió venir alzó la voz, lo primero,

para preguntarle sobré la salud del asno? Y. luego, en lós más dolorosos’momentos, aquellas otras: Pero, con

tadme ahora, amigo, ¿qué bien habéis sacado de ‘vuestras escuderías? ¿Qué saboyana me traéis a mí? ‘iQué

zapaticos a vuestros hijos? Y Sancho respondió que cosas de mayor consideración que esas traía, y en su casa

habÍa de descubrir. Traía la ilusión, el gustoso saber de no haber cosa en el mundo mejor que ser hombr.e hon

- rado, escudero de un’caballero andante, büscad’orde aventuras... ¿Esto es zafismo y vaciedad? ¿Esto es ser codi

cioso. y no tener otras intenciones que el lucro y el amontónar ganancias? ¿No os admira que casi olvidado de

aquellas aventu’as, de alguna de las cuales salió manteado, y de otras molido, le parezca linda cosa esperar

los sucesos, atravesando montes, escudriñando selvas, pisando ‘peñas, visitando castillos, alojando en

ventas con toda discreción sin pagar, ofrecido sea al diablo, el maravedí?

Pero la historia no ha terminado todavía. Cuando pudo el hidalgo ponerse en trance de emprender nueva

marcha en busca de aventuras, no podí,a dejar de citar a su inseparable compañeró en ellas, para emprender-

• las nuevamente junts. Y el escudero —decidido en su corazón a acompañarle— en principio quiso sabe

•‘—cázurrería-— la certeza de sw salario. Cuánto era —poco o mucho— lo que en el negocio podía ganar. Y pue

Don Quijote, metido a discurrir pr sí, recordaba de algún Íiempo en que algún caballero andante hubiese dado

salario conocido a su escudero, y no le encontró, forzado se vió a hacer presenté a Sancho que, aun sintiéndolo,

debería prescindir de sus servicios. Trabajaran todos los escuderos a merced que más vale buena esperanza

que ruin posesión — y buena queja que mala paga. La esceña es de las más finamente conmovedoras- de

Quijote, para quien ,heditadamente la relea, y de las que dan una más desbordante luz sobre el auténtico carác

ter y buen sentir de Sancho Panza. Cervantes dice que cuando oyS la firme resolución de su amo, se le anubló

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el cielo y se le cayeron las alas del corazón, porque tenía creído que su señor no se iría sin él por tódos los

habéres del mundo. Se engañaba, porque frente al deber que le atraía con toda su alma, ya no su familia,

que tiempo antes la había dejado atrás, ni sus amistades, que en realidad muy poco merecen la pena en el aspecto

heroico, pero es que ni tan siquiera su propio camarada podía apartarle... Las hinchadas palabras de Sansón

Carrasco, socarrón famoso, en poco se le dieron; y Sancho, enternecido, llenos de lágrimas los ojos: ‘No se dirá

- por mí, señor mío, el pan comido y la compañía deshecha... Y salid, ya lo creo que salió, una .vez más en

busca de aventuras, detrás del hidalgo, como soldado de su oficial.

A poco que hurgásemos en su corazón; por este mismo argumento dl pan comido y la compañía deshecha,

tropezaríamos —y perdonadme que una vez más no pueda ocultar mi cariño y mi admiración por los tiempos

del Rey Don Pedro y los hombres de su época— con el escudero del ricohombre don Alfonso Ferrández Coronel

¿i

quien, por haber sido fiel su señor y, por consiguiente, traidor al Rey, había hechó Don Pedro cortar las

manos, exhibiéndole sus, muñecas inútiles, y que le pidió entrar en la villa d Aguilar para morir con su eñor,

también en rebeldía por’recelbs muy grandes que tomarade Don Juan Alfonso de Alburquerque... y el Rey

Don Pedro se lo concedió. La Historia calla lo que después jué de aquel hombre fiel... De Sancho, no; de Sancho

sabemos la posterior ventura que le llevó al ansiado gobierno de la ínsula, y del ánimo de poseerla, no por alzarse

a mayores y salir de sus casillas, sino por saber a qué sabe él ser Gobernador.... Conocemos igualmente el des

graciado fin ‘de.su gobierno, las interminables andanzas de la pareja aventurera y, en definitiva, porque como

el Sabio dice en el,Eclesiástico, envejece toda carne como el heno y como la hoja que brota en árbol verde,

la muerte de Don Quijote, mucho menos interesante que cuando estaba loco, pues no hubiese salido del anónimo

ni eternizado nuestra Patria, si se hallase: toda su vida con aquella lucida razón que le entró a la hora de la

-muerte. Es entonces cuando en la ¿lefinitiva escena, lleno Sancho de sentido español, le acon

seja que no se deje morir, que no hay locura parecida a dejar un hombre este mundo comido

por la melancolía; y es Sancho quien le pide que no sea perezoso, que se levante del lecho y

-.

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— ——-- -. - ‘-‘ — : ••— ‘

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• salga de nuevo en busca de aventuras o cuando menQ$a vestirse hábitos de pastores, or si posible fuera lograr

una buena andanza. Y aun le quiere convencer de que, en apiriencia, se.le dé a su muerte un carácter heroico.

Le pesa de verle así morir en un lecho, y ansÍa sacarle a un campo, donde pueda decirse que por habérle malcin

chado al escuálido

Rocinante,,

murió derribado... Y sueña con vencidos de hoy que pueden ser vencedores ma

ñana, como siempre fue’ la Milicia. Desde David, que parecidos conceptos mandó recordar a Joab el día en que.

le anunciaron la murte de Unas Hetheo, hasta el valeroso caído bajo el peso de un no culpable infortunio.

Ya Cervantes, otra cosa no nos dejó de Sancho qie una mundanal alusión a eso de que el heredar algo borra

¿a pena que es natural que el muerto deje... Y ya no hay auténticá historia que más nos pueda añadir ni contar.

Ni decir lo que fué de Sancho hasta su muerte. Pero imposible se nos hace creer que pudiese retornar a la arada,

a la vida de rúsUco pegado al terruño, al trabajo de gleba de arañar un toco de pan... Eran rústicos los conquis

tado*es que fueron a América, y quedaron allá. Fueron por codicias de gobiernós y de ínsulas, como Sancho,

y llegaron a Virreyes y a Maiqueses los hijos naturales, y a leones y adelantados los más míseros desharrapados.

‘Esta es lame jor reivindicación y el mejor elogiode Sancho. Su fidelidad a una obra dura de soldado humilde

qse se ha de ganar con valentía venciendo toda flaqueza. No miréis más allá, no le analicéis en detalles menudos,

no tracéis ni descubráis, rasgo por rasgo, su anatomía, porque corréis el peligro grave de calumnianle, como

calumniaréis al ingenioso hidalgo Miguel de Cervantes y Saavedra, si os ponéis a pensar en ‘su vida, que si•

la hija, que si la. virtud, que si la doncellez... • .

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Capitón de Artillería ,JÓSE MANUEL

del Regimiento n.° 74.

MARTINEZ BANDE,

1. Ocurre que la guerra, para la inmen’sa mayoría de los

combatientes, acaece precisamente en los años críticos en

que el adolescente, que ya no es niño, pero tampoco hombre

maduro, se abre a la vida plena, no de las puras ideas, como

cuando llega al uso de razón, sino de esas ideas influidas

por las pasiones exuberantes de la mayor edad. Hasta en.

tonces el hombre puede llevar una simple vida interior;

puede vivir dentro de sí, sin importarle gran cosa lo que

ocurre en el mundo. Cuando llega ese momento en que se

verifica, podríamos decir, el fenómeno de crecimiento in

tensivo, el hombre se siente primro atraído y luego acaba

volcando su genio, poderoso o débil, en todo ese conglome

rado que es la vida social. Antes puede vivir et sí; ahora

vive, por lo menos, en parte, fuera de sí. En esto está todo

el drama humano: en la lucha entre lo exterior, que trata

de invadirnos, y lo interior, que trata de no dejarse invadir.

“Esta unidad de ¿inamismo dramático entre ambos ele

mentos — yo y el mundo — es la vida.” (Ottega.)

•La guerra sueleprecipitar los acontecimientos; la realidad

que se forja ante el combatiente es infinitamente superior

•a la realidad cotidiana. El jovón del campo, el estudiante,

el obrero, se ven un día transportado’s de su vivir elemental

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al escenario gigantesco donde se muere luchando. Frecuen

temente, el guerrero nace

Alejandro, Napoleón

—;.

pero

lo ordinario, en el tipo medio de hombre, no es que naica

con alma de combatiente, sino que se encuentra un día com

batiendo, forzado por esa serie de circunstancias que empu

jan a los Estados a la lucha armada. Entonces, aquel mundo

que llevaba en potencia en sus entrañs aparece ante él, y

aparece con todas las prisas y todas las exigencias, precoz-

mente. Esta es una de las rázones por la que el que pasa una

guerra se siehte, tras acabar ésta, como si hubiese vivido

demasiado, como si no fuesen tan sólo tres o veinte lós años

transcurridos, sino muchos más. Es que. e l mundo, qué en

ocasión normal habría ido apareciendo poco a poco, surgió

de repente, reclamando, en un instante, toda atención y

todo esfuerzo.

2.

Pero aun hay que considerar otro factor importantí

simo: el hecho de actuar el combatiente como elemento de

una gran colectividad.

Es ya sabido: s.° que lo que caracteriza al individuo ais

lado es su inteligencia, su capacidad de analizar friamente

los hechos, discerniendo, pesando valores y llevando a la

práctica estas cualidades por medio de su trabajo, intelec

tual o manual; y

2.°

que, en cambio, las multitudes se d is

tinguen por su sensibilidad, que les permite llegar a saber•

de las cosas por medios intuitivos, respondiendo a los estí

mulos exteriores en forma de simpatía u odio. Si decimos

que las minorías son masculinas y las multitudes femeninas,

no expresamos dos términos opuestos, sino dos estados del

ser humano.

Al llegar el soldado al cuartel se integra en una muche

dumbre, y al situirse en el campo de batalla se coloca en

un escenario adecuado para todo movimiento general y

sensitivo, en el que el magnetismo de unos pocos hombres,

poderosos y activos, deciden la suerte común; escenario en

el que se verifica un cambio radical en la persenalidad de

iquel invividuo que siempre vivió para sí.

3. Lo que primero nós presenta ese escenario es una

exaltación de lo extraño a uno mismo. En la vida cotidiana,

el hombre, salvo algún caso,raro y fuera de regla vive para

él — o para sus más próximos semejantes; por ejemplo, la

familia—, en un afán de conservarse y perdurar. En un

ambiénte así, la ley es el triunfo de la pequeña dimensión

de lo egoísta. Pero al ser trasladado ai frente, el hombre se

encuentra con que la única norma allí existente es un some

timieito de ese egoísmo a algo que es contrario a él. Se opera

así un cambio en las dimensiones del alma humana y en l a

unidad de medida de los actos humanos.

Es curioso ver cómo esos cambios suponen una total de

formación de kas r eglas de conducta social. Y no por puro

capricho, sino porque así debe ser. Esto explica el asombro

del no coihbatiente ante muchos actos realizados pot los que

lo son, y que no comprenden a primera vista. El hombre que

no va a la guérra siente una especial incomprensión hacia el

soldado que regresa con unos días de licencia. Lo siente

bronco, rudo, violento; pero le siente, sobre todo, extraño.

Anda distinto y habla otro lenguaje y tiene otras maneras.

No cabe duda que en la krmación de.ese abismo que separa

las dos psicologías han obrado la vida al aire libre, el peligro

y el trabajo; pero, sobre todo, ha obrado el clima moral..

El combatiente no comprende cómo hay seres que viven

para su conservación, cuando él, durante mucho tiempo,

jugó a .no conservarse; el no combatiente, que se preocupa de

vivir, no. s expliça el hecho de existir sin esa preocupación.

Y así nacen virtudes propis de cáda psicología, virtudes

que si no son muchas veces distintas en su fondo, sí lo son

en su tamaño. Delitos, máximos delitos de la vida de paz,

son el robar, el matar. Dehtos, máximos delitos de la gue

rra, son la traición, la cobardía. En un hombre civil, la

traición a un superior puede quedar reducida a una indemni

zación de daños y perjuicios. En un soldado, el robo puede,

en ocasiolTes, verse cotregido en forma que no se vea apar

tado del contacto social. Delitos todos y todos penados, pero

en diferente escala y medida.

¿Es por puro capricho? No; es que en la vida civil el orden

es lo primordial; un orden basado en derecbos y en deberes

del hómbre con el hombre y con la colectividad; un orden

basado en la convivencia pacífica. Y el orden en la guerra

es muy distinto; no porque no reconozca derechos y deberes;

puede decirse que los exalta mucho más, porque los enfoca

bajo un prisma, especial, alumbrado por la idea ábsoluta,

que todo ibsorbe y todo lo arrastra, de la misión que hay

que cumplir. Una idea que, más que idea,. es mezcla de sen

timientos y pasiones, cuyo conjunto forma una unidad bo

rrosa. Cabe decir que una guerra es una pasión extraordina

ria que no ciega las inteligencias directoras, sino que las

empuja, y tras ellas a todos, altos y bajos, hácia un mismo

destino.

4. Las realidades históricas no se ven bien en el instante

de vivirlas. Entonces la misma fuerza del momento es como

una luz que ciega. Quemados en su llama nos movemos, y

la luz hace que todo sea cantidad y medida. Cuando se v ive

así, sólo nos interesa lo absoluto, y por eso queremos medirlo

todo bajo esa dime.nsión sin límite. Esto explica el porqué

de la intransigencia dél combatiente. Quiere que todo sea

infinito, porque ilimitado es el valor del alma humana y de

la vida y la muerte. Cuando todo cesa, cuando llega la paz

y se aleja del frente para sumergirse en la vida de retaguar

dia, se llena de angustia al ver que hay cosas de valor pe;

queño, o de valor grande, pero siempre comensurables.

Este es el punto sensible de las guerras en el plano de lo

humano: el punto en que. acaban o se suspenden. Por eso

el futuro de las naciones que intervienen en una lucha ar

mada reside en la forma en que la masa que hizo aquélla es

conducida, y en la capacidad de esa masa para hacerse cargo

de que una realidad histórica cesó y viene otra en su lugar.

La Historia lo demuestra. Ttas las guerras vienen las revo

luciones, los cambios de estructura en los Estados, los giros

en el destino de los pueblos. Las revolucionas postguerra no

son sino el aprovechamiento de esas desazones de los pue

blos que las sufren. La cuesta abajo de las revoluciones demo

ledoras o la cuesta arriba de las constructivas se apoyan

siempre sobre el malestar de los que fueron soldados y ven

que tias aquella vida a

lo grande

en sacrificios y heroísmos

viene otra, chiquita y municipal. A su vera se mueven quie

nes les halagan sus bajas pasipnes para prometerles el pa

raíso perdido, que quizá entrevió en lIs trincheras, o quie

nes les excitan en aquellas virtudes galvanizadas por el fuego

para que no cesen, para que realicen en la paz la vida sin ta

cha de la guerra.

5. ¿Qué vida es ésa que tanto deslumbra, pese a sus

rigores? ¿Por qué se acuerda el combatiente de aquellos días?

Podemos repetir aquí aquellas palabras de Cervantes que

hablan bien de la cruda realidad de la vida del soldado:

“Es pobre como la misma pobraza, que en el día de la batalla

le pondrán la borla en la cabeza, hecha de hilas, para cu

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o

rarle de algún balazo que le habrá pasado las sienes o le

habrá estropeado de brazo, o pierna.” Y, sin embargo, la

guerra deslumbra, por lo meios a algunos, no ya sólo antes

de ir a ella, que podría significar una. inconsciencia ante lo

que se ignora, y aun en ella; que alguien interpretaría como

la acción excitante de un vino de calidad, sino ‘después,

cuando los hechos quedan fríos, con su verdadero valor.

Gran, ‘cosa que unos la quieran y el resto diga con el viejo

refrán: “Ir a la guerra ni casar no se ha de áconsejar.”

¿Qué vida es ésa? Creo que está aún por hacer el análisis

de la guerra como cl&ma húmano y, consiguientemente, del

guerrero como hombre’. Porq’ue al soldado se le ha querido

ver siempre’— y, en realidad, otra cosa no se podía

como

un Individuo más, que en vez de trabajar en una oficina o

en un taller, desarrolla su actividad en el campo de batalla.

En principio es así; pero el campo de batalla no ci un recinto’

urbano cualquiera, y la milicia no es una profesión liberal.

Esa vida de guerra ‘que ahora impreiiona taato al mundo,

considerándola como algo ‘excepcional y pasajero, fué én

otras épocas la vida cotidiana. Es preciso apartar de sí la

idea aparatosa, que es l a primera que captamos en un nofi

ciario de cine, formada por las imágenes de convoyes, de

tanques, de grandes’piezas de artillería, baraúnda de metal

y fuego. porque así como lbs principios de la guerra son eter

nos? eternas son igualente sus leyes morales. El Cid, que

era una época entera, tenía por arma el caballo, y por refu

‘gio, un elemental castillo ioquero. Pero en su alma bullían

las mismas virtudes elemeñtales que en el combatiente de

una Panzerdivisión. - -

La vida actual ha desfigurado tanto la projia vida, que

ha hecho ‘de todo. un puro Iraude. La ciudad moderna se ca

racteriza por la subversión de los valores niorales, y al-supri

mir de golpe la raíz religiosa de nuestra naituraleza, ha suprí

mido igualmente las elenentakí vçrdades. ActiTaaln»nte el

hombre se ve como medida, y con ello 2a achicado su trabajo

y su misión. Bastaría situarle ‘abstractamente en su cultura

e i,r cónstituyendo todo su entramado moral rara volver las

cosas a su cauce.

- -

Por de pronto, no -somos fin de nosotros mismos. Áhqra

bien el hombre moderno, desde el Renacimiento, se ha he

cho objeto de, sus afanes. Esto que parece monstruoso, el

que un ser f inito sea mcta y cámino, ‘lo vemos claramente en

la lucha ciudadana: cada cual piensa en el d ía siguiente, y si

trabaja, ‘es para conseguir una mejoría inniediata.

6.

Pero ese hombre, dislocado, raptado de su propio des

tino, es llevado-a la guefra. Por muy elemental qu sea, com

prende rápidamente que allí hay uba cosa que hacer, que

en ‘su jecución tomarán parte todos y que de la perfección

con que- la obra resulte depende la salvación, no de él sola

mente, ,sino de él y de los demás; y más aún de los que no

estáh allí presentes, entre los que se encuentran sus padres,

su familia, sus vecinos, sus amigos, sus compatriotas. Percibe

que la lucha es de vida o muerte, y que hay que volcar en ella

todo esfuerzo y todo afán. Y como resultado de esas refle

xiones nace esto, sencillamente: la existencia de un destino

común, de ese destiiio común que seguramente ignoró siem

pre. Mas he aquí que el soldado, al mismo ‘tiempo que la sen

sación anterior, siente, otra muy distinta. Es la sensación

de una iniñensidad, en la que se p ierde; inmensidad hecha,

por-una parte, de naturaleza, de cielo y tierra, y por otra,

de algo que es como fuego, como acción, que fluye por do

quier e invade el aire del último’ confín. El hombre dd ciudad,

hecho a abarcar tan sólo la anchura de la calle y la franja de

cielo entre tejados, se encuentra de repente cnn algo que

siempre ignoró: el horizonte. El hombre del campo, que, aun-

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que no sepa su nombre, sabe bien lo que es ese horizonte, se

encuentra con la otra fuerza, eú la que el hombre de ciudad

reparó menoi: con el ardor frenético. Pequeño se ve el sol

dado ante sí. Primeramente se siente minúsculo ante el con

junto; poco a poco se van fijando los contornos de las cojas,

y entonces su reducida dimensión personal se compara con

la extraordinaria dimensión hacia la que nunca su atención

paró. El hombre se ve así frente a sus necesidades elemen2

tales Entre ellas, y en primer lugar, eFhogar, cuyo alcance,

nunca se comprende exactamente hasta que de él se carece:

hogar que no es sólo refugió material, sino proyección funda

mental de nuestra personalidad en el mundo.

De esa ansia de hogar y de aquel conócimiento de la .exis

tencia de un destino común nace un amor de humanidad.

El calor que la camaradería -produce, y que aquel soldado

añora en la iíaz de la retaguardia, produce esa fatiga, ese

ahogo de los que vuelven, de la guerra. Porque además de

esa treménda evolución que. sufré el soldado, hay algo quizá

más decisivo aún: el encuentro con la propia vida, con la

exactitud de -la vida. Ya supone un paso decisiyo el hallar

un destino, no particular de cada uno, sino general, de todos.

Pero al lado de este íntimo encuentro hay otra serie de en

cuentros, con lo que podríamos llamar las cosas del mundo

y de uíao mismo. Digo

cosas

por no penetrar demasiado en

ese vasto entramado que es la esfera de las intimidades de la

conciencia. En esas cosas van: las que satisfacen las necesi

dades primarias: la’comida, el. sueño, el descanso, etc. Cosas

que en la vida ordinaria aparecen desfiguradas. Por ejemplo,

no se come siempre pór puro apetito, sino muchas veces por

-

gusto al deleite. Pero.en la guerra, el comer adquiere siem

-

pre su significado exacto de satisfacçión de una necesidad

i4eludible.

Van también aquí laj cosas de. a conciencia, que apare

cen ante el soldado tangibles, cumo figuras de carne y hueso;

figuras que están “ahí”, ante él, reclamando sus derechos.

Así, el deber, el trabajo, la voluntad de sacrificio; virtudes

que no son propias de la guerra, aunque suenen a veces como

puramente militares. Virtudes que son esenciales de la con

vivencia humana y que, aunque duela el realizarlas, com

pensan sobradamente con sus frutos el dolor de la realiza

ción, .poue a su sombra nace una vida más justa, un aire

más respirable para el pulmón del hombre moral.

Y, en fia,’ i ran iquí igualmente las posas de fuera, las que

nos presenta el universo, la paz de la armonía del cielo y de

li tierra. Pórque entre la “vuelta a la Naturaleza”, de Rous

seau, y la vida de hormiguéro de l as grandes urbes, hay un

-

término medio qué es equilibrio. La ciudad antigua -era otra

cosa: sus calles no nos cerraban y era poco el andar que

-

había que hacer para topar con el confín. En general, se

ha mirado la vida campesina con un criterio de novela cursi

o con una intención de propaganda política. Y sin extender

nos más sobre el tema, podemos, sí, decir que en el hombre

-

hay una necesidad de horizontes, una necesidad que ha crea

do el sábado a medio trabajo y la excursión de fin de semana,

que sólo buscan un antídoto contra el humo de la ciudad,

que intoxica los pulmones y, algo más, el alma.

Y ante todo y sobre todo, está, en la guerra, la devolución

al hombre del sentido de la misma vida, ilue anida precisa

nente en el hecho del posible morir. El afán humano, en

cuanto se perdió a través de los años tormentosos la aspira

ción religiosa, ha sido el huir de la muerte, el no quererse

dar cuenta de que éste es el fin de toda vida. Ingenuo e hipó

crita, el hombre hizo por no enterarse de su destino, divini

zando lo natural, dando geometría, que es perfección, a las

plantas (véase Leonardo)y a lá forma bumana (véase cual-

quier obra del XVI). Pero en duanto se desfigura el propio

destino, se desfigura uno mismo, sin ser por eso otro ser dis

tinto. Esta es la razón de la falsedad absoluta que ha rodeado

la vida contemporánea. Es la ventana que aparece en algu

nos edificios del pasado siglo, pintada sobre la pared, junto

a la ventana verdadera, o el hormigón que imita sillería,

muy actual.

-

7.’ Es tremendo pensar que ha sido a la sombra de la gue

rra donde ha tenido lugar la devolución a la vida de sti sen

tido auténtico, precisamente eñ el lugar en que se negaba

esa vida. Pero este trágico hecho puede aprovecbarse, y así,

las guerras, si inevitables, no serían estériles. La misión de

este siglo es hacer examen de conciencia y recobrar lo per

dido. Si los sufrimientos actuales del mundo son capaces de

hacerlo, no serán vanos.

- La guerra realiza la vida en sus íntimas esencias; pqne al

desnudo la cruda realidad humana y eleva a primer plano

las hiás elementales actividades vitales.

Hay hombres para todo. Hay quieñes toman la vida en

serio y quienes jtiegan con ella. Para los primeros, la paz,

“su paz”, está en que a cada hecho se le reconozca su exacto

valor y sea lo que deba ser y se considere como malo lo que

malo es. Para ellos, sólo en un muúdo así construído es res

pirable el aire y firme él suelo. Ahora:bien: desde que se dejó

de creer y se sustituyó el

se#

por el

conocer

y se hizo crítica y

opinión personal de todo, el mundo quedó escindido en miles

de células, bajo el imperativo de una desconfianza; descon

fianza absolutamente lógica, porque sólo se conf.ía en lo que

se aprecia real y verdadero. Cautela, cuquéría, papeleo, ofi

cinisffio, letra muerta; ésta es la herencia que nos dejó el

tiempo pasado, cuando el hombre de acción, guerrero, afir-

mativo, fué sustituído por el discreto. “Procede con discre

ción o perderás lademanda”, dice uno de los personajes de

Tirso de Molina, con un magnífico espíritu curial. En tiem

pos del Cid no se hubieran pronunciado Sas palabras: la

demanda se hubiera gritado, si era preciso, a oídos del Rey,

y después se hubiera defendido por las armas.-

Los que no piensan así, los no cautos, no comprenden este

mundo de picapteitos y hombres de negocios; en él se s ien

ten cohibidos, cuando no se indignan sin fruto alguno, ru

dos, aldeanos, y una infinita angustia se posa en su corazón.

Aqüella yida de la guerra en que el dolor era dolor y la ale

gría alegría, en que se móría de verdad, y no como en el

teatro; aquella vida, con todas sus fatigas, era su vida.

Y aunque no fuese de ese tipo de soldados a los que la guerra

río pesa, aunque pasasen muchas penalidades; el a lma que

daba a salvo.

8.

En este siglo de lucha, en que andamos todos coii e

agua por el esternón, se piensa, como única solución salva

dora, en una vida de guerra para la vida de paz, ‘o sea un

clima duro para la vida blanda.

- Porque nó se crea que lo que el mundo necesita y anda bus

cando a ciegas es una serie de soluciones políticas de tal o

cual tipo. La solución política sólo salva la piel, el momento,

la crisis del año. La raíz del mal ya fué señalada, y está bien

expresiva en los recuerdos que deja la vida de campaña.

Por eso se invocan lemas elementales de colegio de primeras

letras, que, al fin y al cabo, son los únicos lemas: Dios

Patria, hogar, servicio, hermandad, etc. Lo que cabalmente

seta destruídci a la larga de los años, con la discreta filoSofía

de la opinión personaL Opinión personal o de cada unq para

sí, olvidándose de que el hombre no es para sí, sino para

fuera de sí, parrí lo que fué destinado.

36.

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L-CT

Teniente Coronel de infanterfa DIEGO DE DUEÑAS,

dei Servicio de Defensa Química.

1. — MODIFICACIONES ¡QUE PUDIERA INTRODtJCIR EL

AGRESIVO QUIMICO SOBRE LA TACTICA GENERAL Y

SU VALORACION

Desde el punto de vista de la Táctica, corta es la vida del

Arma Química, pues su empleo queda reducido a la guerra

europea de 1914-1918; y máspuede decirse que, por la mo

dalidad de dicha guerra y por lo variado de su empleo, sólo

ensayos se hicieron de esta nueva Arma que se presentó en el

campo de batalla, tomando pronto carta de naturaleza con per

sonalidad propia; y si bien es verdad que en acciones coloniales

fué también empleada, por sedo en pequeña escala, y dadas las

características del indígena, su armamento y la clase de guerra

irregular no se han sacado consecuencias que puedan tomarse

en consideración.

No obstante estar proscrito su empleo por las poteñcias vence

doras de la citada guerra europea, a cuya proscrición se unieron

todos los demás países, pueda decirse que no ha habido nación

que no se aplióase a la investigación da nuevos agresivos y a

experimentar con los conocidos y aceptados, con gran sorpresa,

por supuesto. Es nuestro país uno de los

-

que menos impor

tancia dió a su estudio; quizá por razones excesivamente caba

llerescas.

-

Pero io, se puede volver la espalda a la realidad; tenemos que

reconocer que en el campo de batalla su aparición fué acogida

or todos los combatientes con la consideración de arma pode

rosa en sus resultados, y sus mayores detractores han sido los

que más se aplicaron a éxpericñentarla en la paz; extremos que

-

no dejan lugar a dudas sobre su posible aceptación; y si bien,

por razones fáciles de comprender, no se hace nunca alusión más

-

que a los medios de protegerse contra ella, és d e suponer que su

empleo no sólo está previsto, sino secretaménte reglamentado,

pues “se reservan la libertad de acción para obrar, caso de que el

adversario los emplee”. No se precisan más comentarios.

Es indudable que el empleo del agresivo químico no ha hecho

variar los principios fundamentales del combate; peró, por su

modu de actuar , manera de comportarse, necesidad de protegerse

contra él y hasta por la fantasía con que se le ha rodeado, los

factores que en él intervienen están grandemente mediatizados;

esto es: el fuego, el movimiento, el aprovechamiento del terreno

y la moral del soldado.

Veamos su influencia sobre cada uno de estos factores.

A. EL FUEGO.

El radio de acción del proyectil químico

no está limitado por un cono de dispersión más o menos rcdticido,

como ocurré con los explosivos, sino que el espacio batido llega

hasta donde el agresivo empleado, o sus vapores transportados

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por el viento, tengan suficiente concentración para actuar sobre

el

organismo

humano; o sea que su radio de acción en condiciones

dptimas es muy grande, de varios kilómetros, cuando se trate

de emisiones normales. El combatiente que sufre sns efectos tiene

forzosamente, que hacer nso de loa apáratos de protección, y no

puede obtener de sus armas el rendimiento normai, por las di

ficultades de utilizar los aparatos de puntería. y él cuidado

que hay que tener de evitarse golpes rudos que originen falta de

ajuste, y con el l o la ineficácia de la protección, sin contar con

que el empleo de prodnctos fumígenos, en

-

acciones de cega

miento de armas, y observntorios, disminuye lógicamente la efi

cacia del tiro.

t ÉL MOVIMIENTO.—Ante el empleo del agéesivo químico,

él combatiente tiene forzosamente que hacer uso de los aparatos

de protección, y ya acabamos de decir’ que eso resta ‘capacidad

combativa al soldado; el campo visual es, naturalmente, más res

tring4do’; la función respiratoria se hace cnn bastante dificultad

para tropas que no tengan una instrucción muy perfecta, y con

molestias para las que la tienen; dificultades que se aumentan con

el ejercicio violento a que obliga el desarr,ollo del combate.

Ante el agresivo ‘de infección es necesario efectuar un cuida

doso reconocimieuto del terreno duiante el avance, en evitación

de aumentar el número de bajas, lo que se hace con el consi

guiente perjuicio de la celeridad; y al tropezarse con una zona

infectada de mediana ámplitud, es preciso recurrir a la desim

pregnación de pasifios para el t ránsito de las tropas, lo qué obliga

a detenciones forzotas. Esto es más que suficieute para vér cómo

el movimiento también está mediatizado por el Arma Química.

C. EL APROVECHAMIENTO DEL TERRENO.

Para pre

caverse de la acción de los proyectiles explosivos es suficiente la

‘construcción de abrigos o trincheras, c’olocarse en los ángulos

muertos o zouasdesenfiladasque se presentan en el terreno; así

como la utilizacióu de muros o caminos cubiertos, al amparo de

- , .

los c uales pueden las tropas estacionarse, marchat a cubierto,

establecer depósitos circunstanciales de material-y colocar armas

que dif iculten o impidan la acción del enemigo.

Para el úgresivo químico, estos obstáculos no sólo no tienen

ninguna eficacia, sino que, por el contrario, pueden ser los luga

res mál peligrosos por la tendencia de los aeriformes a adumularse

en las partes más bajas del terreno. y causar mayores efectos en

los lugares de escasa ventilación.

,Como los ataques püeden ser de largá duración, se siente la

necesidad ‘de introducir modificaciones en las obras de fortifica

ción para evitár que penetre el agresivo en aquellos lugares donde

ha dé descansar y comer el personal que no sea iudipensable,

así como para el establecimiento de los puestos de curación, en

fermerías, .depósitos de víveées, etc., lo que pone de manifiesto

cómo también el Arma Química interviene en el aprovecbamieuto

del terreno.

D.

LA

MORAL DEL COMBATIENTE.

La posibilidad 4e

que el aire que se r espira o el t erreno que se p isa pueda ser peli

groso, crea un estado emotivo euel combatiente que se manifiesta

bajo la forma de merma de capacidad combativa, y solamente

puede contrarrestarse, en parte, por una sólida instrucción y una

gran disciplina de gases.

Contribuye a e sta necesidad el m odo de obrar el agresivo en la

acción extensiva ya citada, pues éste puede ocasionar gran can

tidad de ‘bajas en un reducido espacio, y auuqué el ataque no

sea de mucha amplitud, el combatieñte ‘sir reducirse conéide

rablemente los éfectivos de su Unidad en un corto espacio de’

tiempo..

Unase a esto lo que hemos dicho de la disminución del reudi

mieuto que sacis de su arma y de la ±ayor lentitud de los movi

mientos, y se compteuderá que el f actor moral, que tanta impor

taucia tiene’ cii el combate, está también influenciado por el

Arma Química.

,Se ve, pues, que durante el desarrollo del combate no se puede

por menos de tener muy presente este Arma,’ al igual que ocurre

con las demás, y,por tanto, precisa sea valorada con exactitud,

sin incurrir en excesos despreciativos’ ni exagerados, sino justi

preciándola como jo’ es: un Arma más, un medio más de que dis

pone el Mando para la realización de su plan de operaciones, qu

como todas las ‘demás, coadyuve al.fin común:, la ocupación d

terreno, y, por consiguiente, de una manera especial actúa é

beneficio de la Infaistería, que es ,la encargada de lograrlo, s

qué en ningún caso pueda considerársela por sí sola como. reso

lutiva de la acción; pero colabore con gran eficacia en accione

,ofensivas y defensivas ypuede ofrecer al Mando un medio má

de obtener la’ sorpi-esa táctica y basta la estratégica.

II.

LA TÁCTICA DEL ARMA QUIMICA EN EL ATAQU

A.

IMPORTAÑCIATÁCTICA DE LOS GRUPOS DE ACR

SIVOS.

La clase de agrésivos a emplear es función de la opera

ción a r ealizar y de la finalidad táctica que se persiga.

En toda acción que lleve consigo la inmediata ocupación d

una zona determinada de terreno no se deben emplear agre

sivos de ipfección, que obligan’ a diáminuir la velocidad en ‘

progresión, pqr tenerse que efectuar el reconócimiento del te

rreno, por el que se realiza el desplazamiento, así como por

necesidad de proceder inmediatamente al saneámiento de l a zon

infectada; esto es, a realizar la desimpregnación total de’

zona ocupada para poder permanecer en ella sin riesgo de con

taminación.

En su consecuencia, en las acciones de carácter ofensivo se in

dica claramenté el empleo de loé agresivos comprendidos en

grupo de los aeriformes; que, por lo general, son fugaces, y al s

desplazados por el viento permiten a las tropas atacantes mar

char detrás de la nube, próximos ‘a ella, pudiendo hacerlo si

necesidad de usar los aparatos de protección, salvo el caso de variar

la dirección del vieñto, conservando, por tanto, íntegra su caia

cidad ‘combativa.

Lo dicho no prejuzga que en el desarrollo’ de una acéión ofen

siva n,o se puedan emplear los agresivos de infección, pues situa

ciones tácticas pueden presentarse que requieran su empleo

ya que para conteñer contraataques del adversario a los flancos

ya para asegurar la maniobra de un ala que, al no poder distraer

un número considerable de fuerzas’ éu la vigilancia del flanco

descubierto, fía al Arma Química el cstablecmiento de una zon

de prohibición, para lo que están indicados los agrelivos d

infección.

-

rara las acciohes de carácter defensivo está, en cambio, per

fectamente definido el uso de estos agresivos de infección, s iempr

que en las direcciones de su empleo no se t enga prevista la ejecu

ción’de, cozitraataques, pudiendo asimismo cmplearse’ todos lo

agresivos aeriformes sin más limitación que la que impone

estado meteárológico, extremo que nunca se debe olvidar

tratar del Arma Química, y cuyá prognosis ‘se nos puede da

coSi ‘bastante seguridad, con cuarenta y ocho horas de ántici

pación.

Para las’áccioncs de desgaste están indicados tanto los aerifor

‘mes como-los de infección, y principalmente los irritantes sem

permanentes, que por su gran actividad permiten con mu

pcqueáas concentraciones obligar al enemigo a tener colocado

continuamente los aparatos de protección, sufriendo las moles

tias que esto lleva consigo y, con ellas, la pérdida de capacidad

combativa.

, ‘ ‘

Se ve, pues, que no se puede determinar con rigidez qué grup

de ágresivos es el que se ha de emplear para las acciones defensivas

u ofensivas, puesto que ambos, son utilizables en cada caso

mandando, como siempre, la situación del, momento, y sólo

perfecto conocimiento de las posibilidades queel Arma Química

puede prestar ha de decidir el empleo del más adecuado.

No obstante, y con éaráctér de gran amplitud, se puede admiti

que los agresivos fugaces aeriformes son los más indicados cuand

se trate de ocupar el’ terreno inmediatamente después de su em

pleo, y los de infección tienen más características defensivas,

debiéndose añadir en este caso, al establecerse zonas de prohibi

ción, el Mando canalizs el ataque del adversario, y por tanto

en cierto modo, es dueño de l a iniciativa, tan importante en tod

acción resolutiva.

También hay que agregar que algunos agresivos sólo precisan

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modificar su manera de comportarse para que tengan aplicación

en casos en que parecían contraindicados, como ocurre con los

persistentes y sus vapQres.

B.

EL A RMA QIJIMICA EN LA OFENSIVA.

Puede inter

venir de manera muy eficaz en todas las fases del combate, desde

su preparación hasta la persecución, siendo grandes los resultados

-que de ella se pueden esperar, cuando su empleo sea oportuno,

porproporcionar el Mando medios considerables que le permiten

alcanzar los fines que se propone con un menor desgaste de sus

fuerzas. Veamos cómo puede coadyuvar 6on las demás Armas

en las diversas fases del éombate. o

e) En la preparación.

El empleo por la aviación de coope

ración de los agresivos del terreno sobre los pecesos y vías de

comunicación en la retaguardia de la zona donde so proyect el

ataque obliga forzosamente a su desimpregnación y, con ello, al

retraso de la llegada de los elementos qué, para contener el ata

que, ha de acumular el contrario, lo que lleva consigo:

paralizacioñes sucesivas de los elementos de t ransporte, con

grate perjuicio de la celeridad y de su aprovechamiento, al

efectuar con los mismos medios nuevos transportes;

atascamientos en las vías de comunicacióu por las deten

ciones citadas, de gran importancia, sobre todo si los prepa

rativos propios se ban efectuado en secreto y obliga a rea

lizar con precipitación relativa estos desplazamientos;

la necesidad de dcsimprcgnar y hasta inutiliúr el material

uc baya sido 4lcanzado por el agresivo o sus vapóres;

o

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hacer inhabitables puntos importantes que se consideren

apropiádos para la concentración de las reservas del adver

sario, lo que exige una forzosa alteración en el desarrollo

de las órdenes de su Mando;

disminuir la moral y capacidad combativa de dichas reser

vas, que, antes de llegar a la zona de acción, sufren las

molestias consiguientes que. lleva consigo la presencia del

agresivo

b) Marcha de aproximación. Es el momento en que, por

las dificultades de crear zónas peligrosas que puedan entorpecer

lamarcha de las tropas, el Arma Química tiene la menor de sus

intervenciones, a seméjanza de lo que ocurra con las demás

Armas. Además, la rapidez con que se suceden las situaciones

dificulta el establecimiento del material específico, por falté de

tiempo.

No obstante lo dicho, su empleo por la aviación de coopéración

-

yartillen a con proyectiles de infección tiene una gran importan-

--cia; pues al batir los emplazamientos de la Artillería contraria,

las incapaciea péra la continuación del fuego, por tener que pro

ceder a su desimpregnaeión.

-

- c)

Toma de contacto y ataque.

Desde que se verifica la

toma de contacto hasta la fase final del ataque, el empleo del

-

Arma Química está indjcado, sin más limitaciones que las que

iqipongan las condiciones, meteorológicas que ya hemoa mencio

--

nado,y -sus posibilidadps son muy grande,s.

-

-

Enlas acciones de hostigamiento y desgaste están indicados

desde el momento en que la distancia al enemigo lo permita;to

dos los agreÁivos que no sean de infección son apropiados, espe

cialmente los éofocantes e irritantes, que, ónidos a la acción de

-

loshumos y nieblas, obligan al continuo uso de los aparatos de

protección, con merma de la capacidad combativa y, por ende,

-

de la moral, que tan necesario es c onservar en su más alto grado

en las fases finales del combate.

Un acertado empleo de los medios--fumígenoi, unido a la acción

- -

delos agresivos aer iformes, facilita grandemente el avance, pues

al propio tiempo que por la dificultosa visión de las fuerzas pro

pias, amparadas por la’ocultación, los tiros del adversar io se hacen

másimprecisos; por la acciód del agresivo se obliga a la colocación

-

dela máscara, que tanto resta facultades al combatiente, y dis

-

ñiinuye considerablemente la ya dificultosa precisión de sus fue-

gos,)ermitiendo que la propia progresión sea más rápida y la

- -

moral más elevada ante la mayor facilidad del avance y disminu

cióndel número de bajas, con lo que’ se l ogra qué, al llegar a la

-

última fase del afaque, el asalto, la tropa se encuentre en condi

ciones óptimas ante un enemigo que tiene las suyas bastante que

brantadas, y cuya moral desciende considerablemente ante la

imprecisión

-

de

-

su fuego, la ineficacia de sus esfuerzos y las moles

tias que está sufriendo durante un tiempo en que precisa hallarse

-

físicamente en las mejores condiciones para soportar y resistir el

choque final.

- -

Elempleo de agresivos irritantes, y hasta de lós de infección,

no debe escatimarse en los tiros de contrabatería; su uso sobre los

observatorios es-de graá importancia, por la precisión de que sus

emplazamientos sean abandonados siquiera circunstancialmente,

y al perder el Manilo contrario sus principales órganos de infor

-

mación, se le p riva de su intervención directa en la lucha o se l e

dificulta grandemente.

- -

Aquellas posiciones del adversario y zonas de terreno que no

se considere precisa su inmediata ocupación, pueden hacerse inha

bitablespor medio de los agresivos de infección; tales pueden

ser las situadas a los flancos de la zona de ataque, con lo qué se

reduce el frente propio considerablemente, con beñeficio de la

-

penetración, y al propio , tiPmpo se logra crear zonas de prohibi

ción a los coiitráataqnes que pueda desencadenar el contrario en

dichas direccionés

-

Llegados a la fase final, el asalto, se suspende la acción de los

agresivos para dar lugar a que el v iento baga respirable la - atmós

-

fera, y permita al atacante poder actuar sin necesidad -de utilizar

los medios de protección individual, y -con ello poder disponer de

-

la plenitud de sus facultades para ocupar el terreno y establecer

rápidamente sus- a rmas en los nuevos asentamientos, para actuar

con rapidez ante posibles reacciones del adversar io. Diez- minutos

son suficientes para que,- ‘con viento normal, quede el terreno

libre de agresivos, espacio de tiempo que emplean las fuerzas para

-

reorganizarse y prepararse para el asalto.

‘ -

d)

La persecución.

La explotación del éxito es el comple

-

mdnto de la ventaja conseguida, y- por elio no debe cscatimarsc

medio alguno para que aquél sea el mayor posible.

La utilización de los agresivos por la Artillería y- Aviación de

cooperación está perfectamente indicada por el desconcierto que-

produce, sobre todo énte la acción de sorpresa, siendo el Mando,

según sus proyectos, el que ha de designar -cuál es el que más

conviene en ese momento. Los puentes, cruces de caminos y demás

lugares de paso forzoso alejados de la zona de combate, o que no

vayan q ser transitados, deben ser sometidos a s u a cción para difi-

cultar las comúnicaciones.

-

El empleo de los agresivos irritantes obliga al uso de la más

cara, y, con las molestias consiguientes, se

-

logra que la moral

de las fuerzas en retirada, ya un tanto mermadas, descienda

aun más.

- -

Se ve; pües, que casi en todos los momentos del combate ofen-

éivo el empleo del Arma Química tiene una perfecta aplicación,

siendo los resultados que se pueden esperar tanto mayores cuanto

mayor sea el conocimiento que de ella se tenga, por la oportunidad

de su empleo, quedando únicamente por decir qúe “la Infantería

debe estar muy compenetrada con su uso, para avanzar con dcci-

sión pegada a la nube de sus, desplazamientos y l ograr, siempre

que sea posible, las ventajas que proporciona la sorpresa de su

empleo”.

- -

-

III.

EL ARMA QUIMICA EN LA DEFENSA

A.

ÉN EL COMBATE DEFENSIVO.

Los problemas que

presenta- la utilización del Arma Química son más comple

jos de lo que a primera vista pudiera parecer; pero los resul

tados que de ella se pueden lograr son verdaderamente

-

consi

derables.

-

Su primera intervención la podemos tener en los momentos de’

la ruptura de hostilidades, aplicada a la acción de cobertura.

En los planes de operaciones.proyecta4os por los Altos Estados

Mayores, en previsión de las campañas a realizar, debe figurar

lo que pudiéramos llamar “defensas químicas permanentes” o

barreras químicas. Los puntos de paso obligado del territorio

nacional que estén situados en las posibles -lineas de invasión,

deben ser cuidadosamente estudiados y prep’arad6s para la acción

del agresivo de infección en amplias y sucesivas zonas, en el sen

tido de la penetración, que por procedimientos eléctricos se esta

blecen instantáneamente en el momento preciso y ocasiona un

forzoso retardo en la mateba, por tenerse que proceder a su des-

impregnación; barreras que sucesivamente serán olirnentadas o

sostenidas por la acción de la Aviación, sacándose de estos retra

sos las consecuencias naturales de tiempo y espacio, que pueden

ser de capital interés.

--

Para su empleñ general, lo primero que interesa al Mando,

con el mayor detalle posible, es la manera de comportarse los fe-

-

nómeoos meteorológicos en la zona que ocupa, deducida de los

datoi estadísticos; a f in de, poder hacer el cálculo de las posibili

dades que de su empleo puede hacer.

-

- -

El detallado estudio del terrenó que media entre las posiciones

propias y las del contrario es de capital importancia; pues de él,

del meteorológico, que hemos citado anteriormente, unido al

conocimiento de la manera de actuar de los diversos agresivos,

deduce cuáles son las zonas más apropiadas para la infección y

cuáles son las más propicias para la utilización de los agresivos

aeriformes,, pudiendo de antemano establecer un esquema bas

tante detallado de su utilización y hacerse los trabajoi previos

para la instalación de los medios y artificios apropiados, así como

confeccionar la orden que regule su empléo; y llegado el momento

de utilizar este Arma, sólo precisa comunicar al personal la puesta

en marcha de l a agresión, lo que se hará con ispidez4 por estar a

-

punto todos los elementos precisos. Es decir, que se debe

-

y

-40

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puede tener previsio desde los primeros momentos la utiliza.

ción del Arma Química para el cumplimiento de sus misiones,

que son: -

creación de zonas infectada en sentido longitudinal,

-

que

prohiban al contrario su utilizacinu en los ataques que des-

encadene, canalizando así el combate, y

armonizar

su em

pleo con el de las armas, automáticas, aumentando con ello

-

su rendimiento;

-

el desencadenamiento de acciones de desgaste, principal

mente cnando la información acuse la coñcentración de ele

mentos por parte del adversario, para detúrollar acciones

ofensivas;

tiros de contrabatería con agresivos de infección de gran

eficacia por sus efectos, que obligan a retirar él material o,

al iúe’nos, desmoutarlo, para proceder a su d’esimpregnación

y la del terreno;

la acción sobre observatorios, que prive al Mando contrario

de’ tan valiosos elementos;

creación de zonas de ocultación que permitan hacer durante

el

día

traslados de fuerzas y cambios de emplazamiento de

las armas;

— y, finalmente, lograr la acción de sorpresa empleando agre

sivos aeriformes de gran toxicidad, o del grupo de los rompe

máscaras, con lo que se puede causar un grau quebranto,

sobre todo si se escogen los momentos en que, por estar las

tropas entregadas al descanso, tardan más en reaccionar

ante la presencia del peligro que no se espera.

Pero no todo han de ser ventajas las que ofrezca el Arma Quí

mica, pues hay que considerar la contrapartida lógica: su empleo

por el adversario. Ante esa posibilidad, en toda situación de

fensiva precisa tener previsto con toda meticulosidad y máxi

mo detalle el plan de defensa contra la acciód química del ad

versario.

De la misma manera que en toda acción defensiva está pre

visto el plan de fuegos por la Artillería, armas automáticas y

demás elementos cóu que para estas situaeioiies se cuenta, a

fin

de que llegado el momento de su utilización no se precise más que

desarrollar con rapidez el plan previsto, de igual forma tiene que

elaborarse el plan de defensa contra la acción del Arma Química;

plan que ha de comprender a todos los elementos de que se, dis

ponga, por pequeños que éstos sean, no sólo en la línea de van

guardia, sino hasta las reservas y ann más atrás; pues se precisa

prever la acción sobre las comunicaciones, centros de aprovisio

namiento y depósitos de material, ‘contra los agresivos aeriformes,

en toda la extensión que pueda alcanzar la nube en su penetra

ción, que en condiciones óptimas es de bastantes kilómetros, y

además contra los de infección que pueda lanzar la Aviación.

E. EN LA GUERRA DE POSICION. Eñ esta modalidad de

la guerra nació el Arma Química; por, eso su aplicación clásica,

su, empleo en la máxima amplitud, está, indiscutiblemente, en

esta forma de combatir, que, aunque muy atacada por los entu

siastas de la maniobra, sigue mostrándose necesaria, siquiera sea

temporalmente,

y por ello el posible empleo del Arma Química

tiene que ser muy tenido eu consideración para sacar de ella todo

el rendimiento que es capaz de prestar.

En razón de la distancia en que

se encuentran los adversarios,’

todos los medios son apropiados para al uso de l os agresivos quí

micos,

si bien

debe tenerse en cuenta que la mayor concentración,

y por ello el mayor rendimiento, se logra con las emisiones; pues

al emplearse los agresivos aeriformes en proyectiles (cañón,

mortero o proyector), no se logran tan elevados efectos tóxi

cos, porque la nube se eleva al producirse focos térmicos y ex

pansivos.

Por todos los médios posibles se debe tratar de couseguir la

‘acción de sorpresa, forma de alcanzar un rendimiento proporcio

nal a sus posibilidades,’ dado el perfeccionamiento de los medios

de defensa; sorpresa que puede lograrse por la elección, del mo

mento, oportuno (las primeras horas del día), por la ácción simul

tánea sobre el lugar deseado de proyectiles

-o

bombas en concen

tración suficiente para crear rápidamente

una atmósfera de toxi

cidad tal que no dé ligar a utilizar las defensas sin antes sufrir su

efecto, concentración que sobre zonas extensas es casi imposible

de conseguir.

Sn primera aplicación como, elemento bélico fué para próducir

la rotura de un frente, efecto que se logró y en todas’ las acciones

similares 4ue desde su aparición hicieron los dos bandos conten

.dicntes recurrieron. siemjrc al empleo del agresivo aeriforme,’ s in

el cual no se logró el éxito, siquiera fuese éste momentáneo.

En las acciones de desgaste y hostigamiento fueron empleados

por los alemanes, franceses e ingleses con verdadera profusión y

resultados altamente satisfactorios, llegando con intermitencias a

alcanzar una duración de tres días, teniendo la tropa que estar

siempre con las defensas preparadas para su inmediata utilización,

lo que creó un estado de continua zozobra y hasta obligó a u tili

zar la máscara para domir;’el quebranto que con estas acciones

se causa es grande y no precisa ni comentarlo.

La utilización de los agresivos ‘denominados rompemáscaras

suele preceder al de los sofocantes, y se logran positivos resulta

dos con su empleo al lograr que durante un corto período de tiempo

se respire la atmósfera creada; por la imposibilidad del uso de los

aparatos de protección de que disponga el personal, debido a los

grandes trastornos que ocasiona

- -

Su empleo pór la Artillería, intercalado Sn proyectiles explosi

vos ea cantidad suficiente durante sus concentraciones, y una

vez que su empleo no se espera, ha sido la forma más general de

su utilización por los alemanes e ingleses, con buenos resultados,

obligando a todo el personal a utilizar sus defensas, con las mo

lestias consiguientes, tan pronto se iniciaban los bombardeos.

‘El uso de los agresivos de infección adquiere también gran

amplitud. La inutilización de los asentamientos de las Baterías

y armas, así como de los observatorios, se logra fácilmente con

su empleo, por la imposibilidad de que todo el personal disponga

de los medios de protección especial para ellos, que además de ser

muy caros tienen poca duración y entorpecen grandemente los

movimientos; la inbabitabiidad de la zona es fácil de lograr,

si bien sea temporalmente, p,ero la reiteración de la infección logra

el resultado apetecido.,

Para la acción de desgaste también está muy indicado este

grupo de agresivos, contra los que no hay protección fácil, puesto

que la contaminación no precisa que sea directa y en, e l momento

‘de la acción, sido que sobréviene igualmente a largo período.

También están indicados los agresivos de infección al sospe

charse la proximidad de un ataque enemigo, por crear zonas bu-

transitables que pueden incluso obligar a modificarlo o sus

penderlo.

La acción contra las reservas por Aviación y Artillería pesada

es, lo mismo que se ha dicho

gI

tratar de la defensiva, de gran

importancia,

41

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L,AS

grandes Unidades rápidas, como las ordinarias,

necesitan atender a la exploración y la seguridad; al

mismo tiempo que ellas van adelantando kilómetros, sus

ojos tienen que ser empujados adelante para que vean

por dónde y cómo van, y quién y cómo viene. La expio-

ración la realiza, en primer lugar, la Aviacióñ, que se

lanzá sobre el enemigo y fiscaliza sus movimientos; pero

por la intérmitencia de su acción, las pausas que le im

ponen la noche y los agentes atmosféricos dejará de actuar

en ciertos momentos, preciosos para un enemigo inteli

gente y capaz de &provecharlos. La División blindada

necesita algo más permanente y ligado a ella, medios

-propios que la pongan a cubierto de las sorpresas, que

establezca los primeros contactos y que ocupe material

mente aquellos puntos necesarios para la acción que debe

llevar a cabo, arrebatándoselos al enemigo. Estudiare

mos primero las características de estos medios, para de

ellas deducir su composición, tratando de’formar un todo

homogéneo que nos pueda satisfacer y, a la vez, llene to

dos los cometidos que en el campo hán de corresponderle.

GENERALIDADES. —Ante todo, riecesitaremos ve

locidad, ya que Primero habremos de despegarnos de una

gran Unidad muy velçz en sus desplazamientos, y des

pués ten dremo& que alcanzarla al terminar el servicio

encomendado; elegir los medios más rápidos será lo me

jor; siempre será tranquilizador disponer de un margen

de unos cuantos kilómetros sobre el grueso, ganando en

‘la carretera el ,tiempo que luego. nos ha de ser imprescin

dible para realizar los servicios con la debida minuciosi

dad. ‘También nos hace falta potencia: el enemigo vende

‘caras sus-noticias, y en todo caso, sieinpreleserámásagra

dable obtenerlas a nuestra costá y en su propió provecho,

que no facilitarlas. Así es’ que necesitaremos arrancárse

laspór la fuerza, y cuando él se lance sobre nosotros para

-

adquirirlas, no permitírselo. Vamos a ver qué armas ne

cesitaremos: ante todo, fusiles ametralladores, que con

poco personal en línea nos proporcionan fuegos potentes;

después -armas anticarro, y por último, armas de acom

pañamiento de tiró rasante y curvo, que nos permitan

arrollar las resistencias enemigas que indudablemente

-

hemos de encontrár; y que serán de categoría parecida a

la nuestra. En las armas de acompañamiento podemos

ceder algo; la acción que hayamos de desarrollar no ha

de ser muy intensa; nosotros no tenemos que empeñarnos

-

en combatir, sino en ver y hacer saber al Mando lo’visto,

por ‘todo lo cual podemos’ cambiar algún cañón y algún

itiortero por -medios de’ transmisión. Examinando cuáles

serán más convenientes, elegimos entre todos la radio,.

-

cerrándo el capítulo de nuestras necesidades especiales

con la demanda de medios para que una cortadura en

un camino, curso de agua nó muy grande, minas, etc., no

lleguen a constituir un obstáculo infranqueable.

MATERIAL. —

La rapidez nos la da el motor de asc

lina, y entre lós vehículos dotados de él, preferimos la

motocicleta con carro lateral, capaz de llevar sobre sí

tres hombres con sus armas y municiones. Vamos a expli

car el porqüé de esta preferencia. Si comparamos la móto

cicleta con el automóvil, por muy ligero que sea éste,

-

siempre aquélla será más barata en su aspecto económico

y más ágil en el táctico; menos vulnerable, más. fácil de

abandonar por el personal y más manejable por los tres

hombres que transporta, los cuales serán siempre capa

ces de hacerla iiasar sobre las dificultades que el terreno

pueda presentar. Sobre la moto sola, tiene la ventaja de

que en el combate es capaz de seguir a los hombres em-

peñados en el fuego,’ ya que el conductor no se ha de se-

-

parar de ella, y aquéllos se ven libres de las preocupacio

nes que el material impone. La flexibilidad, contra la

creencia equivocada tan extendida, es mayor con tres

ruedas en triángulo que no con dos en línea. Y en el as

pecto de economía de fuerzas y medios nos permite po

ner en fuego dos hombres (además del conductor, que

--

GRUPO

2eCc’iiidi;il

j4’

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41d&,14a4a441o&

Capitán de CaDallería ANGEL PAGES

De la Escuela de Aplicáclón.

queda con la máquina), con un motor y tres ruedas, en

tanto que con la moto sola necesitamos dos motores y

cuatro ruédas para obtener el mismo resultado: Así, el

gasto de gasolina se ,reduce a la mitad, lo mismo que el

número de motores, y el de cubiertas, a las tres cuartas

partes, para los mismos efectivos.

‘ -

Técnicamente necesitamos una motocicleta con carro

latera! de un mínimo de 20 caballos, límite que no es exa

gerado, pues todas las marcas algo acreditadas tienen

modelos superiores; como la Scott, de 30 C.. V.; Harley

Davidson modelo U. H., de 38; B. M. W. modelo R. 66,

de 3o;-Triumph

5.i,

de

28,5,

C. V. El modelo elegido ten

drá tres o cuatro marchas adelante y una atrás, además

de un desmultiplicador sobre todas ellas para utilizarlas

en,el campo. La rueda del cárro lateral debe ser motriz

y llevar freno, -haciendo la transmisión por medio de un

eje y un pequeño diferencial, que, unido a una junta uni

versal, nos, respetará el adelanto y caída que debe llevar

la rueda colocada- al costado, necesitando, finalmente,

que ef silencioso sea’ lo más perfecto posible. La moto

sola queda para los enlaces.

Los coches y camiones que son imprescindibles se han

-

de unificar todo lo posible, empleando en aquéllos que

-

lleven

armas

de- acompañamiento a remolque, modelos

que dispongan de doble eje trasero, con el fin de aumen

tar la adherencia y la carga útil, ya que habrán de trans

portar los sirvientes y municiones de las citadas armas

por toda clase de terrenos.

- -

-

ARMAMENTO.

El F A. ya lo hemos aceptado como

-

esqueleto del plan de fuegos de esta Unidad, dando aho

ra como-cifra aceptable la de i8 dentro de cada Escua

drón. Además, todo combatiente (excepto los,condücto

res con pistola) llevará su fusil correspondiente, pudiendo

darse a los Jefes de Pelotón y Sección la pistola ametra

lladora. Los F. A. con afustes especiales serán utilizados

en ocasiones como bases de fuego, flanqueos, etc.; tam

bién serán necesarias armas de acompañamiento; necesi

tamos fusiles y cañones antitanque, ametralladoras anti

aéreas de

20

milímetros y cañones de acompañamiento.

De las armas citadas podríamos abandonar las ametra

lladoras antiaéreas, pesadas de transportar, que necesi

tan tiempo para su entrada en acción, cuyo rendimiento

pueden compensar en parte los F. A., utilizados en tiro

‘de

42

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7/17/2019 RET 033 Octubre 1942

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 .

contra aviones; Del empleo de. las ametralladoras de

20 milímetros en tiro contra tierra nada diremos, por la

dificultad de enmascarar su gran altura, inconveniente

no compensado en rendimiento dado el pequeño calibre.

Los fusiles antitanques se deben incluir a razón de uno

por Escuadrón, siempre que el modelo que se adopte sea

superior a los I milímetros de. calibre y de un peso in

ferior a los 20 kilogramos. Como cañones de esta clase

son útiles los de calibre 4,5, y por la necesidad de llevar

los en la extrema vanguardia, ñecesitamos, además de

los ordinarios, los llevados por los A. A. C.

Los A. A. C. no necesitan, por sus misiones, tenér más

blindaje que para resistir el impacto de fusil y la me

tralla de los proyectiles de Artillería, pues no se trata de

un carro de combate

.

que haya de desafiar los antitan

ques enemigos y destruirlos. El carro sabe de antemano

que éxisten sus armas rivales, y va a su encuentro; el

A. A. Ç tiene que descubrirlas y evitarlas. He aquí una

diferencia esencial que nunca debemos olvidar. El A. A. C.

es para ver e informar, y como estas misiones las ha de

desarrollar frente a Unidades parecidas, es natural que.

le demos medioá adecuados para cómbatirlas, medios

necesarios que no se pueden regatear, al mismo tiempo

que no debe concederse nada superfluo. En los fraccio

namientos táctiqos mínimos, al menos uno de los coches

llevará radio; puede parecer un atraso no querer dotar

de este medio de transmisión a todos los A. A. C.; pero

hay que tener en cuenta que el aparato que han de llevar.

tiene que asegurar un alcance de xoo kilómetros en tele

fonía,, y ocupará más espacio que el que llevan los carros

de combate, que con un radio de 5 kilómetros tienen cu

biertas sus necesidades.

Concretando: El A. A. C. debe disponer de un eje de

lantero y dos traseros (las cadenas son más ruidosas, y

con el dispositivo antes citado se logran, suficientes apti

tudes para moverse en el terreno); doble conducción para

poder sustraerse rápidamente a la acción enemiga; ruedas

de esponja; velocidad máxima verdad de 90 kilómetros

por hora; cuatro velocidades delante y dos atrás, con re

ductor todas. Estará armado con cañón de 45 milímetros

y ametralladora o ametralladora y radio; irá provisto de

botes de humo y será conveniente que el armamento se

pueda utilizar en tiro antiaéreo. Tres o cuatro hombres

de tripulación y tonelaje variable, que dependerá del tipo

que, llenando las condiciones indicadás, se adopte. De

intento no hemos dado en ninguno de los vehículos cita

dos el radio de acción; éste será función de las misiones

que les hayamos de asignar,, y se podrá aumentar por

medio de depósitos suplementarios;

200

kilómetros de

autonomía nos bastarán en todo caso.’

Por último, y con respecto al armamento, nos quedan

los morteros y cañones de acompañamiento. De aquéllos

es preferible uno de 8i milímetros, a dos de

50,

y con dos

Secciones de cañones de 75 nos basta para completar la

Unidad. Estos cañones son de menos calibre y más lige

ros que el corriente de campaña; van montados sobre rue

das de goma, como los anticarro.

FRACCIONAMIENTO TACTICO. —

Esta Unidad ha de

ser del tipo clásico, para lo cual, atendiendo en lo posible

a la homogeneidad, la hemos de dividir en Escuadrones

de A. A. C., Escuadrones de motociclistas y Escuadrones

pesados. Desde luego, el nervio de este grupo y ‘su fuerza

i±pulsora residenen los motociclistas, que han de ser la

base del combate, por lo cual los dispondremos en tres

Escuadrones a tres Secciones, y cada Sección dividida en

tres Pelotones de dos’ Escuadras cada uno. Cada Escua

dra la, . constituyen dos motocicletas con carro lateral,

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llevando cada una tres hombres, uno conductor y otros dos

para el servicio del fusil ametrallador de cada Escuadra.

El arma va en la primera moto colocada en el soporte que

la une al carro lateral, llevando en éste municiones ade-.

-

más de las transportadas en la segunda máquina, totali

zando 2.500 disparos por fusil ametrallador. Los dos,

hombres transportados en esta segunda motocicleta serán

los .proveedores de su arma durante el fuego.

Además de estas Secciones, se dota a cada Escuadrón

de otra pesada, también de tres Pelotones, los dos pri

meros a dos Escuadras,- llevando cada una un F. A. coñ

afuste especial (arma en una moto, trípode más pesado

y antiaéreo en otra), con, un total de 12.500 disparos por

máquina. La tercera Escuadra llevará nn mortero de

.8z milímetros. Completará el Escuadrón un Pelotón de

mando, que llevará un fusil antitanque.

El’Escuadrón A. A. C. debe tener tres Secciones de dos

Pelotones, y cada Pelotón tres coches; uno, por lo menos,

con radio. El Escuadrón pesado constará de cuatro Sec

ciones: la primera, antitanque, con tres piezas de 4,5 re

molcadas, como se ha indicadó; la segunda y tercera se

rán las de cañones de 7,5, .y la cuarta estará constituida

por Zapadores, con material de puentes hasta 25 metros

de longitud, detección de minas y explosivos.

La plantilla del Grupo se completará con la P. M.; una

Sección de Transmisiones, que dispondrá, al menos, de

una estación de T. S. H. pesada, para enlace con la Divi

sión; otras dos medias para enlace con los A. A. C., y cua

tro ligeras sobre motocicletas para asignarlas a los desta

camentoS que se lancen; y algún material telefónico, -que

bastará por ser ‘transportado eñ medios autos todo el

personal y material. También deatro de esta Unidad

deP. M. se incluyen los recambios, herramientas, com

bustible, víveres, y un escalón de municiones para el

Grupo.-

-

PERSONALE:uNsTRuccJoN.—EstasUnidades que

se-lanzan con sus propios medios lejos de los gruesos de

ben estar dotadas de Mandos entre cuyas cualidades pre

domine la iniciativa, ya que se han de encontrar en si

tuaciones en las que la pronta reácción es la clave del

éxito y muchas veces la única salida. No hay que creer

por esto que han de arrostrar mayores peligros, no; no se

trata de condenados a muerte encargados de transmitir

por radio el aliento del último que quede vivo. Las esta

dísticas llevadas en los Ejércitos empeñados en la pre

-

sente gtierra acusan que el tanto por ciento de bajas es el

mismo o algo inferior al de las demás Unidades. Esto

‘con personal instruído que conoce su oficio, ya que, de no

ser así, no serían -condenados a muerte, pero pueden ser

suicidas. La instrucción inculcará a Mandos y tropas el

-

conocimiento dé su potencia, que, unida a una perfecta

utilización del terreno, les dará la audacia consciente,

característica de estas fuerzas, sin la que no sirven para

nada.

-

Los conductores lo- serán en la acepción exacta de la

palabra, teniendo de mecánicos lo suficiente para no

quedarse en la carretera por una bujía engrasada y para

saber cuándo han de llamar al equipo de reparaciones,sin intentar problemáticos arreglos, que a la larga hacen

la misma labor.que la arena dentro de un cilindro.

Dentro del Grupo motociclista, tienen una importancia

extrema los Suboficiales, a cuyo cargo estarán los mandos

de Pelotón; de coche, en la Unidad A. A. C.; de pieza,

en las armas de acompañamiento; de los equipos T. S. H.

y de los de reparaciones y-aprovisionamiento.

-

Por la sola

enumeración de las responsabilidades que sobre el’ Sub

oficial han de pesar vemos a qué extremo ha de llegar su

instrucción. Forma el cañamazo sobre el que descansa la

-

eficacia de ‘todo el Grupo, y constituyen- a modo de cen

tros nerviosos, cuya utilización aislada no mata, pero

paraliza un brazo o un dedo, que en la lucha en que nos

hemos de empeñar nos será indispensable.

-

EMPLEO TACTICO.

Este Grupo és el órgano de

exploración de la División blindada. Además de este en

cuadramiento, tiene también cabida en la exploración de

Cuerpo de- Ejército de composición ordinaria o División

con misión especial, ‘para lo cual estarán organizados in

dependientemente aquellos que hayan de destinarse a

este empleo, afectándolos en el momento preciso.

Vamos a ocuparnos solamente del caso del Grupo pro

pio de la División blinctada. El empleo en los otros-casos

es análogo.

- -

Depende directamente del Jefe de la División, del cual

recibirá las órdenes, informes y datos óomplementarios

sobre el servicio encomendádo. Como consecuencia de

ellos, el Jefe del Grupo distribuirá misiones, fijará la com

posición de los destacamentos que hayan de desempeñar

las, y durante la ejecución cuidará especialmente de im

pulsar extremadamente a sus Unidades, manteniendo a

toda costa el enlace con ellas y con el Jefe de la División,

y apoyando con el grueso a las partidas lanzadas.

Las misiones ‘principales de las’ diferentes Unidades

dentro del Grupo son las siguientes:

-

Escuadrón A. A. C.: su misión fundamental es la explo

ración.

-

Escuadrones motociclistas: son los que con su empleo

y potencia de fuego han de llevar adelante a la’ agrupa

ción. Muy-aptos para la conquista’ de puntos importantes

del terreno, permiten al Grupo forzar la exploración den

tro de líneas enemigas algo organizadas.

El Escuadrón pesado apoya con sus cañones a los moté-

ciclistas, los protege con la Sección anticarro y con la de

Zapadores hace posible el paso de obstáculos.

-

Sección de transmisiones: mantiene la ‘comunicación

con la División, con los destacamentos lanzados y den

tro de los diferente escalones de la columna en marcha.

El Grupo puede extender su acción en un frente de

30 kilómetros, llegando a despegarse de su División

50;

durante el día hace una media de 30 a 40 kilómetros-hora,

y solamente 15 a 20 de noche; su jornada en veinticuatro’

horas será de 250 kilómetros. Por sus aptitudes es capaz

de llenar los cometidos siguientes: exploración, seguridad

del despliegue, destacamento avanzado, flanqueos y per

secución.

EXPLORACION. —

En las grandes Unidades blinda

das, la exploración se hace, en primer lugar, por la Avia

ción en una profundidad de 250 kilómetros ante nuestras

vanguardias, dirigiendo sus vuelos hacia aquellos puntos

más interesantes de las comunicaciones que nos pueda

dar la ‘idea de los -propósitos del enemigo. Las noticias

obtenidas se completan con reconocimientos más minu-

ciosos en una profundidad de 15o kilómetros. Con todas

las noticias adquiridas se dala información a la División

de cuanto le puede interesar. El detalle necesario a esta

Unidad se puede lograr gracias a los dos medios de que

se dispone:

- - -

1.0 Aéreo: bastará -con dos patrullas de tres avioñes.

2.°

Terrestre: con el Grupo de reconocimiento.

La exploración aérea divisionaria trabaja

50

kilómetros

delante de la terrestre y en unión con ella, a través del

Mandó de ‘la División; pudiendo siempre, por medio de

éste, solicitar al Jefe de la exploración en tierra determi

nados informes sobre puntos concretos que le interesen.

La exploración terrestre se efectúa por medio de desta

camentos con misiones independientés, los cuales se des

pliegan como -un abanico 30 kilómetros a vanguardia, o

-

sea a una hora de marcha, que en caso de necesidad puede

reducirse con sólo ‘aumentar ligeramente la velocidad

las ‘Unidades que precedan al grueso de la División. La

formación tipo de los destacamentos exploradores será

de una Sección de motociclistas y un Pelotón A. A. C.,

siendo conveniente sujetarse a esta proporción en caso

de mayores efectivos. El destacamento avanzará por sal-

-‘

44

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9

1--.

tos con los A. A. C. en cabeza, siendo determinados los

altos por lás curvas del camino, ‘alturas del terreno, etc.

No hay que creer que por tratarse de Unidades motori

zadas los saltos han de ser de mayor longitud; ésta viene

impuesta por el terreno, y el tiempo se gana por la mayor

velocidad en los desplazamientos. Así es que como regla

general, las paradas han de tener la suficiente duración

para reconocer ampliamente, pudiendo incluso salir de

su coche el Jefe para con los prismáticos preparar el mo

vimiento siguiente con todas las garantías necesarias.

En estos destacamentos han de estar todos los hom

bres enterados de la orden récibida; no llevarán sobre sí

documentación alguna, y normalmente’ no recibirán ar

mas de acompañamiento, ni pesadas, que necesitan de un

tiempo para emplazarse que, aunque mínimo, es incom

patible con la rapidez que han de mantener en todo mo

mento estas fuerzas.

Una vez descubierto el enemigo, se procurará evitarlo

y seguir hábilmente la misión, no combatiendo sino en

último, extremo, y cuando haya que recurrir a este medio

para seguir el servicio se llevará a cabo la acción ‘con toda

energía, recayendo en los motociclistas el peso del com

•bate, apoyados por los A. A. C., que cuidarán de intervé

nir desde los flancos, nunca mezclados con los tiradores,

ya que además de que atraen el fuego, hay que insistir en

que el A. A. C. no

es un carro de combate, sino de explo

ración.

Su conducta más ,corriente en estos casos será pro

teger y. facilitar el avance de los tiradores con fuegos de

flanco y, a ser posible, de revés. Terminado el fuego, se

reanudará la marcha, recogiendo las motos a los tiradores,

no retrocediendo éstos én busca de ellas y adelantándose

los A. A. C. unos mil metros para proteger a los motoci

distas que se encuentran en su único -momento de debili

dad. Como ya se ha dicho, los A. A. C. marcharán siempre

en cabeza, menos cuando sea seguro el encuentro cori el

enemigo en peblados o terreno cubierto, donde se procu

rará establecer el primer contacto con los tiradores, para

en seguida cóntinuar la acción conjunta.

Alcanzado el objetivo o límite del servicio, se estable

cerá defensivamente el destacamento, combinando los

fuegos de los motociclistas y A. A. C., enmascarando los

emplazaniientos y disponiéndose a résistir hasta la he-

-

gada de las Unidades siguientes, ya que,’dados los medios

que lleva y el enemigo que ha de encontrar, está en con

diciones de mantenerse por sí mismo cierto tiempo hasta

la llegada del refuerzo. Debe buscarse el éxito en que to

dos los recónocimientos alcancen al mismo tiempo la

misma línea, pues el apoyo mutuo se habrá logrado en

el plan preliminar, no dejando intervalos excesivos que

dejen espacios sin intervención de nuestras fuerzas.

En el conjunto del Grupo, las misiones se repartirán

entre los Escuadrones motociclistas, dándole a cada uno

como zona de acción la mitad del total asignado al Grupo.

El Capitán se reservará el resto de sus Secciones no lan

zadas con los destacamentos, así como

las

armas pesa

das; elegirá pira la marcha los caminos más adecuados

para poder acudir rápidamente al punto más peligroso.

Igual procederá el Jefe del Grupo, que conservará el ter

cer Escuadrón motociclista y e! Escuadrón pesado, así

-

como los A. A. C. no asignados a los destacamentos.

También llevará consigo, en los casos en que la reciba, la

artillería asignada como medio suplementario. En caso

de que la reserva esté constituida por dos Escuadrones,

convendrá utilizar un doble eje de marcha.

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1

-E

-

General

LUIS BERMUDEZ DE CASTRO

(,Jw

respetuoso,modesto e incógnito investigador me envía

desde el Archivo de Simancas, con oficio de traza mi

litar, el dibujo curiosísimo que acompaña estas líneas; y

copia de la. carta del Rey Felipe IV al Marqués de Aytona,

tanibién aquí transcrita a continuación. Dice así el simpático

Monarca español, cuya imagen nos dejó el maravilloso pm

.., cel de Velázquez:

Archivo General de Simancas. Estado

-

Legajo 2241- Año de 1634.

Copia hecha en Simancas Artilugio para qie los sol-

por el Capitán de Infan- dados pasen los ríos y

tena y escritór don José canales, hecho en Fian-

Ferrer deCouto, 5863. des.

Carta del Rey al Marqués de Aytona, sobre que se cons

truyan ciertos ingenios para pasar el agua:

“En carta de i6 de marzo del año pasado de 1632 es

criví a la

S.a

Infanta mi tía (que-esté en gloria>, que

habiéndose examinado aquí por el Marqués de Leganés,

‘mi Capitán Gral. del Artillería de España, y apra-vado

la proposición hecha por

Miguel Florencio Vilangrev,

de

un instrumento de cuero empegado, conforme al dibujo

incluso, para que la gente de guerra pueda pasar por el

agua, S. A. mandase hacer de dos a tres mil delios en esos

Estados, donde se harán mejor y a menor costa, para

que sirvan acá en las ocasiones a mis armadas, lo mejor

y más barato que pudiese, y se imbiasen, en acabándose,

a mis magacenes reales destos reynos, para usar delios

cuando convenga. Asta aora no se ha tenido notiéia de

que esto haya llegado a efeto. Informaros eis del estado

que hubiere, y si se ha dado principio a la fábrica de los

dichos instrumentos, háréis qué se -acabe- y que se cum

pia lo que tocante a ello escriví a mi tía, y si no hubiere

ningún estado, daréis orden que se cumpla y ejecute lo

que tengo mandado, y avisaréisme de lo que se fuere

haciendo y se os ofreciere en ello.

Dé Madrid a

27

de hebrero de 1634.”

Traigo a las columnas de la Revista EJERCITO este

pequeño tema, porque enuno de los magníficos números del

periódico alemán

Signal

hube de leer el admirable artículo

“Paso a la Artillería”, donde, entre noticias interesantísi

mas sobre, la aportación al progreso del Arma de los True-’

nos,

de Alemania e Italia, no se consignaba nada de cuanto

España había contribuído a los adelantos artilleros, que

algo fué, por lo menos en su organización, ya que el cargo

de Capitán General del Artillería fué invención epqñola,

y recayó en el secretario de Fernando el Católico, Ramírez

de Madrid, ejemplo de virtudes y de muerte heroica-en el

campo de batalla.

Yo ignoro si en Alemania, antes de idear las balsas de

goma que usan los aviadores cuando caen al mar, y la estu

penda Infantería al atravesar los ríos a viva fuerza, era co

nocido el artilugio español,precursor, casual o coincidente, de

las balsas germánicas; el caso es que el invento no puede estar,

siendo más útil, y lo fué ciertamente en’Flandes, porque no

de otro modo nuestros Tercios inmortales asaltaban los bar

cos de guerra holandeses, cual sucedió en el sitio de Bonmel.

Claro está que no se puede comparar la eficacia de uno

y otro aparato: el español resulta un embrión, pues deja

dentro del agua la mitad del cuerpo; y bien sinceramente

muestra sus defectos el autor, al dibujar un pie del arcabu

cero sin zapato, lo que demuestra la facilidad de perderlos.

Pero a los soldados españoles, como ahora a los alemanes

y a los de la División Muñoz Grandes, no les preocupa6a ni

entorpecía mojarse, no ya los pies, sino de los pies a la ca

beza, y arribar a’tierra y arrastrarse por ella para avanzar

a cubierto, y lanzarse a la bayoneta, todo con mayores faci

lidades que antes, pues mojada la pólvora, se inutilizaba el

arcabúz; pero siempre quedaba la espada de temple tole-

- dano, y secábase la ropa al calor de la pelea.

De que el inventor era español no cabe dudar, porque el

apellido, habida cuenta de que en aquella época la V se pro

ounciaba cual la U, no puede ser más catalán o valenciano:

Vilangreu, y de que ya entonces se ‘comprendió la eficacia

para la Infantería de dotarla de artefactos propios para

cruzar corrientes de agua tampoco es dudable, porque el

Rey manda que le envíen a sus magacenes reales buen

- golpe de los dichos ingenios de cuero empegado.

La penüria de España se trasluce a través de las reales

renglones: piensa el IV de los Felipes que, construidos en

Flandes, costarán más baratos, pues pudo mandarlos hacer

en Córdoba, donde siempre se trabajó el cuero (desde los

tiempos de los árabes), a la perfección. No es extraño: la

guerra de los Treinta años traía tan revuelto al mundo

como la actual; nuestros galeones de Indias tropezaban con

piratas ingleses, franceses, holandeses y suecos, y raro era

el que se salvaba de caer en manos enemigas; teníamos gue

rra en Italia, en Alemania, con la que estábamos unidos,

y en los Países Bajos; y un adversario tan formidable como

el Cardenal Richelieu, al que algunos historiadores deno

minan el Cisneros francés, sin que se pareciese a nuestro’

46’

-

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Artilugio de cuero

“empegado” idead9

en Flandes en el si

glo XVIII para que

las tropas españolas

pasasen los ríos y ca

nales. (Archivo de Si-

mancas. Estado. Le

gajo 2.241.)

Copia

de ambos dibujos he

cha en Simancas por

D. Josd Ferrer Couto,

natural de El Ferrol,

capitán de Infantería,

director de “El Cro

nista”, de New-York,

periódico españolista.

energías inagotable. Di galo sí en aquel.

mismo año, la espléndida victoria de Nord

lin gen, en que españoles, bávaros, húnga

ros y loreneses derrotaron cumplidamente

a los iuecos, que venían alcanzando triunfos

eran los mantenedores de la reforma reli

giosa. ‘Aijuí los españoles mostraron que en

los Tercios perduraba la tradición gloriosa.

Había en medio del campo en que iban a

encontrarse los adversarios una alturita, que -

era la llave del terreno; los suecos quisieron

ocuparla, encontrándola ya establecida y

atrincherándose a la vanguardia española,

merced a un jesuita —el padre Camasa—,

r

r--’

•4

-

-

-‘

i

-t

.4

-,.t

inimitable franciscano más que en lo pólítico, porqae en lo

demás, ni por elforro.

Poca diligencia demostró el Marqués de Aytona en la

construcción de los artefactos; pudo fabricarlos en seguida

del encargo del Rey, pues a la.muerte de la Infanta Gober

nadora quedó él sin muchos qüehaceres, ya que Ambrosio

Spínola, sucesor de la Infanta, habla marchado a Italia,

llevándose tropas, crédito y tradiciones; posiblemente la

- destitución de Aytona y iu relevo por el Marqués de Santa

Cruz (hombre de mar que no se desenvolvía bien en tierra)

debióse al disgusto del Monarca. -

Aytona es una de las figuras representatiias de la época:

embajador en Roma, Virrey z Aragón, señor de Blanes y

Comendador de la Fresneda, sus hechos militares son des

conocidos ; este género de tipos, con sus apatías e indolen

cias, hacían fracasar todo& los buenos propósitos de Fe

lipe IV, digno dç que hubieran servido mejor, pues todavía

conservaba España, y sobre todo el Ejército, un caudal de

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&re&tado profesor de Arte Militar en los Estudios de San

Isidro, de Madrid, donde se

leía

“Re Militan” a soldados

áspirantes a oficial y a estudiantes.que pensaban ahorcar

los manteos. Por cierto que, mal hallados los profesores de

disciplinas civiles con los futuros mílites (,ia apuntaba el

antimilitarismo), expulsaron la cátedra, que hubo de refu

giarse en el Real Alcázar.

Pues este padre jesuita, que tenía dentro un magnífico

soldado, acompañaba al Maestre de Campo General, Mar

qués de Leganés, como confesor, amigo, ayudante, Jefe de

Estado Mayór y Comandante principal de Ingenieros; él

dirigió la batalla, y el resultado fué un pri1nv.

Los suecos, acostumbrados a vencer,. no se habían visto

las caras aún con los Terciós españoles, y aquel día — 5 de

septiembre de’1634 — debían de tener gana de pelea, porque

se arrojaron con ciego coraje y casi en masa sobre la flaca

vanguardia atrincherada; el aplomo, la serenidad y. la fir

meza de los Tercios rechazaron por siete veces las furiosas

embestidas, pese á la lluvia de granadas de los 8o cañones

enemigos, sin perder una sola pulgada de terreno. Cuando

el grueso de los dos contendientes’entró en lucha, los suecos

estaban vencidós, y la derrota convirtióse en caza y aniqui

larniento. Innumerables prisioneros, entre los cuales todoi

sus generales, menos uno; 12.000 cadáveres, 300 banderas,

4.000 furgones y las 8o piezaá de: Artillería quedaron en

poder de los españoles, y sus aliados. Los vencedores div idié

ronse en ucinas columnas y

executaron

la victoria de ma

nera que el Ejército sueco, tan potente y orgulloso, dejó de

existir; y casi casi también la causa protestante, porque los

príncipes y las reliquias de las tropas que defendían el pro

testantismo vagaban fugitivos y hambrientos, temerosos de

que les encontiasen los soldados católicos; desaparecieron

pues, de escena; los españoles se encaminaron a las Flan

des, y de los demás, cada mochuelo s fué a su ólivo.

El pánico llegó a Bruselas mucho antes que los españo

les, a quienes se recibió en todas partes con palmas y Te

déum, y los astrosos soldados, descalzos y desnudos, pudie

ron reponerse de una campaña tan dura y tal vez la más

sangrienta de la guerra de los Treinta años.

Traigo a colación este suceso, porque si todos los servido

res de Felipe IV hubiesen poseído la traza moral, intelec

tual y dinámica del padre Camasa, España habría rectifi

cado el rumbo decadente iniciado en elperiodo de Felipe III,

de quien decíasé ea las gradas de San Felipe que había sido,

conjuntamente con el no establecimiento de la Corte de las

Españasen Lisboa, los dos únicos erroresdel gran Felipe II.

Lo que las histórias generales y particulares y las crónicas

y relaciones callan como muertos, es lo que hicieron los es

pañoles y sué amigos con las

15.000

mujeres que acompa

ñaban a los suecos; mujeres propias con su correspondiente

chiquillería, pues el heroico y romántico Gustavo Adolfo,

en holocausto a la.’moral más pura, no sólo permitía, sino

que recomendaba a sus soldadoé (gente honradisima en ver

dad) que llevasen consigo a sus familias, en contraposición

con sus enemigos en religión,’ como los españoles, que ea

vez de ser seguidos por sus esposas, lo eran por barraganas.

Mas como cada país tiene su temperamento, pareciales me

jor a los españoles (y lo era) que sus mujeres se estuvieran

“la patita quebrada y en caia”, para que la moral no se que-

brantase, haciendo de La barraganía una institución reglada

y organizada, que evitaba males y horrores a los pueblos ocu

pados por tropas, de cualquiera nación que fuesen; y buen

ejemplo, o, mejor dicho, ejemplo malo, el de los ingleses,

que no dejaban tras sí otro rastro que espantosas escenas.

Encargá basedel mando y gobierno de la columna femenina

un Capitán de policía: el

Barrachel,

a quien no envidiaban

la suerte sus compañeros, porque no era empresa baladí man

tener la disciplina estre aquellos ejemplares del peor pedazo

de la costilla de Adán. Cóstumbres de antaño, que si se an

tojan hoy un tanto escabrosas, tienen un fondo de moralidad

‘precisamente encaminado a evitar las malas libertades.

Llegar. a Flandes Leganés y salir Aytona, llamado a

Madrid por el Reí’, fué la misma -cosa. ¿Cumplimentó el

vencedor de Nordlin gen la ordena real concerniente a la

construcción de las balsas individuales de cuéro empegado?

Seguramente sí; y aunque ningún cronista, que yo sepa, cite

el artilugio para andar por el agua valiéndose de la misma

paleta-remo que usan los soldados alemanes, es de notar

que las inundaciones no se reproducen. Pudiera ser porque

ellas estropeaban las praderas, dejando los pastos inservi

bles; pastos que constituían la mayor riqueza del país, y los•

holandeses prefirieran el’coscórrón al bollo; mas tampoco

es increíble que. las balsas hiciesen inútiles las inundacio

nes, ya que con ellas no se interrumpían los servicios ni aun

los combates. -

Se sabe indubitablemente que la primera inundación que

sorprendió, como era lógico, a los españoles, les inspiró la

idea de construirse zancos, con los cuales marchaban a la

vigilancia de sus convoyes, ante los asombrados ojos del

enemigo, que vela, sin apenas creerlo, caminar a los solda

dos sobre la superficie de las aéuas al modo milagroso de

Jesús, cuando, nimbado por el halo luminoso de su divini-

-dad, se apareció frente a las barcas pescadoras. De las bal

sas de cuero-no hay noticia concreta; debieron de emplearse

en la defenia de Blonmél, pues los españoles atacaron al

asalto los barcos de guerra de la flota angloholandesa, tomán

dolos, y carecían de embarcaciones. A nado no pudo ser la

hazaña, porque la pólvora mojada inutilizaba el arcabuz,

mientras que en la balsa se podía llevar en alto, y la bando

‘lera con la pólvora y las balas, y la mecha encendida.

- TambiÓn es posible que el artilugio se empleara para la

construcción del puente de Amberes por los carpinteros, que

tenían que estar en el agua trabajando, y los soldados de

protección del trabajo contra los ataques de las lanchas in

cendiarias inglesas; así cómo en el momento del asalto a la

inexpugnab,le plaza- por el célebre puente, guardándolo del

enemigo y colaborando al choque en la brecha desde la orilla

del Escalda.

‘ -

Y es una satisfacción para el español de amor propio, el

que un aparato del que -los intrépidos soldados alemanes

han sacado tanto provecho, sea de origen completamente

hispano; es decir, que nos toca una chispita de gloria en

el éxito de esos botes fluviales y marítimos, para los que no

existe río caudaloso ni mar encrespado; qúe han salvado

miles de vidas de pilotos y han permitido millares de proe

zas premiadas con la envidiable Cruz de Hierro.

- ¡No se dará poca importancia, dindé esté, el alma del ca

talán, valenciano omallorqufn Miguel Florencio Vilangreul

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EL conocimiento de las causas que producen los acci

dentes ¿n las municiones es de gran interés, pues per

mite la adopción de las medidas necesarias para evitar

la repetición de dichos accidentes, así como para establecer

las responsabilidades con miras a la toma de sanciones por

negligencia.

Para que sea verdaderamente eficaz este conocimiento de

causa, debe realizarse de un modo escrupuloso y riguroso,

pues no es fácil muchas veces deciirse por su verdadero

origen, debido a una destrucción total o parcial de la muni

ción provocadora del accidente, así como la desaparición de

testigos presenciales del hecho; y esto puede dar lugar a

escasez de elementos de juicio y a que en muchos casos no

pódamos pasar del terreno de las hipótesis. Nuestro es

fuerzo debe tender a limitar lo más posible las causas pro

bables, con la mayor garantía de acierto al dar nuestro pa

recer.

Se entenderá por accidentes ocurridos en las municiones

todo funcionamiento anormal en. lás mismas, cualquiera

que sea la gravedad de sus consecuencias y las circunstan

cias en las cuales se produce; es decir, que puede pcurrir du

rante el tiro, en un transporte, en una manipulación y aun,

si ocurre en reposo, en un almacén o en un depósito.

Se pueden clasificar los accidentes en las municiones en

• dos categorías:

El accidente aislado, que se produce una vez y no se re-

pite con iguales características y en un intervalo muy largo,

y el accidente en serie, que se repite en espacios de tiempo

• cortós y en una misma especie de municiones. Las causas

del accidente .en serie son mucho más fábiles de localizar

que en el accidente aislado, pues las consecuencias para

una investigación de las causas •y naturaleza del hecho se

forma en un gran número de experiencias y sobre una base

de discusión mayor y más sólida que la que ofrecería uña

LAS

NItJNICION[S

experienciaaisLada.e observa, por ejemplo, la repetición del accidente cuando

e ha hecho modificación bien en la munición en si o bien

en su empleo, y cuando antes de estas modificaciones no

se había registrado la menor anomalía, o también sólo ocu

rre en un lote determinado de munición, mientras que los

lotes restantes se comportan normalmente. Se puede decir

con certidumbre que la serie de accidentes es debida a un de-

• • •

fectocrónico en la elaboíaci5n de la munición nueva, a una

modificaciónen municiones ya empleadas anteriormente o

• •

aun defecto generalizado en lote de municiones.

• •

Teniente Coronel do Artillería Será,por lo tanto, relativamente fácil, bienporun exa

FRANCISCO MARIÑAS GALLEGO •men detallado de todas las partes de las municiones defec

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NO OBSERVACIONDE LAS PRESCRIPCIONESREGLA

MENTARIAS

Esta, falta de observación de lo establecido en tiempo de

páz sobre la manipulación de las municiones es una causa

bastante frecuente de accidentes; sería muy largo enumerar

todos los casos en que por una ignorancia o negligencia ,del.

personal dan lugar a accidentes.

Citemos1 a título de ejemplo, el disparo con un proyectil

sucio de barro o tierra; banda de forzamiento deteriorada;

-

una colocación retrasada del proyectil en la• posición de

carga;-la intrdducción durante largo tiempo de ún proyectil

éxplosivo en un cañón recalentado por un tiro. rápido; el

atornillado incompleto de la espoleta cebo sobre el proyectil;

el empleo de una espoleta mal armada después de haberla

desmontado por curiosidad: la apertura demasiado rápida

del cierre después dé un fallo del disparo; una carga de pro

yección incdmplet por desengarce del proyectil en su trans

porte; el ajrir una caja de pólvora con herramientas de hie

rro, en lugar de ser de bronces el tener trapos grasientos es

pontáneámente inflamables en el interior del depósito; la

descarga de un vehículo dejando caer las municiones o las

cajas de muniéiones; la suciedad de los depósitos; el des

montar

.

por curiosidad artificios que funcionando pueden

provocar el incendio o destrucéión, en masa del depósito;

colocación del cebo en el proyectil mal hecho; la presencia

de bn tapón de tierra o trépo en el cañón de un fusil.

Podemos decir que la mayor parte de estas infracciones en

tas prescripciones reglamentarias son, debidas a un defecto

de instruccióno negligencia delpersonal, y sé puede evitar

perfeccionando al límite dicha instrucción y explicando al

personal la gravedad de las consecuencias que pueden re

sultar por una negligencia.

DEFECTOS EN EL MATERIAL

En las diligencias abiertas para investigar las causas de

accidentes ocurridos en el curso de un tiro se examinará

minuciosamente el arma con la cual ‘se produjo el accidente.

La existencia: de erosiones en el ihteriordel ánima de la pieza,

y aun en ciertos casos en el exterior del tubo basta cuando

tuosás o reproduciend voluntariamente el accidenie, o bien

sea por la combinación de los dos métodos, el t ratar de de

ducir por eliminaciones sucesivas el órgano constitutivó de

la munición que ha sido causa sistemática del acéidente.

Como ejemplo de lo que decimos podemos mencionar lo

subedido en Francia en l a guerra europea en 1916, al poner

en servichi proyectiles de 75 con una carga de fósforo, y que

dió lugar a una serie de aécidentes en explosiones prematu

ras en el ánima de la pieza, comprobándose que era debido

a una fijación defectuosa del cartucho que contenía el

fósforo:

Una serie ‘de accidentes producida en Francia ,tambinen

la primavera de,1917, dando grán número de disparos cortos

en el cañón modelo 1915 Saint-Cbamond, con éarg de

balistita, y que tenía por causa el pavonado de los granos de

balistita antes de su corte.

/

.

En el caso de accidente aislado, lai dificultades se com

prendé que serán muy grandes para sentar un juicio sobre la

causa, debido a la imposibilidad de poder disponer, sea para

un examen detallado, sea para reproducir la experiencia, de

una munición rigurosamente iguaf a la que provocó él acci

dente.

Así es que, en esté caso, como ya dijimos.aiites, se comen- MALA CONSERVAClONDE LAS MUNICIONES

zará por restringir el campo de las hipótesis,, separando las

causas que’ de una manera clara se ve que no han interve

nido en el hecho; pero dna vez efectuada la eliminación, nos

quedan todavia variás hipótesis, y en ambós casos nos será

muy’ difícil el discernir cuál de entre ellas es la indiscqtible.

Con el f in de poner un’ordeú en nuestra inestigaçión, cla

sificaremos las ‘éausas de accidentes en las” municiones en

cinco casos generales:

, .

1.0 Sabotaje o’mala voluntad.

2.° No observación de las prescripciones reglamentarias

-

sobre el empleo o mánipulación de las muñiciones.

3.0

Mala conserváción de las municionñs.

4.0 Defectos en el inaterial.

50

Defectos de fabricación.

Los accidentés que provienen de la mala conservación de

las municiones podrían lógicamente. entrer dentro de la

categoría precedente; pues en lo que respecta a la conserva

ción de las municiones, abstracción hecha de los casos de

fuerza mayor que se presentan en t iempo de guerra, lo cual

obliga en muchos casos a la elección de depósitos ‘en malas

‘condiciones, el papel del personal podemos decir que en este

caso és importantísimo. Una pólvoia en buenas condiciones,

expuesta al sol, podría dar lugar, en el t iro, a presiones anor

males excesivas que pueden llegar a ser peligrosas; cuando

hay mucha humedad o grandes fríos, en algunaS pólvoras

‘como la balistita, pueden producir aumento en la disper

sión, con aumento de disparos cortos.

La alteración espontánea de una munición bien elabo

borada y en buenas condiciones de conservación es un caso

SABOTAJE

muyraro y excepcional. Las visitas periódicas a las cuales

son sometidos en los, pélvorines o depósitos, así como el ré

La presunción de sabotaje es bastante difícil de establé- conocimiento que se efectúa antes de toda entrega a las

cer; en ciertos casos (explosión die un depósito dé municiones

:

‘Unidades, unido a los análisis y pruebas reglamentarias que

en período de luchas éiviles, agitaciones sociales o en tiempo - periódicamente se efectúan en pólvoras-z explosivos, deben

de guerra, sin ‘ intervención directa del enemigo) se puede permitir el no conservar ni entregar, má rñuniciones que

- ‘ ‘considerar esta hipótesis coiho verosímil y ‘aun probable; aquellas que estén en perfecto, estado.

pero en l a mayor parte de l os casos restantes será casi alem- A veces ócurre que una clase de proyectiles están clara

pre imposibleafirmar si s e -trata de un defecto de fabrica- mente deteriorados, mientras que lbs inmediatos permane

ción o de una acción de mala fe cometida véluntariamente. ‘ cen intactos; entonces convendrá, en caso de accidente, exa

minar con todo cuidado lis municiones colocadas en las mis

mas condiciones de conservación, e investigar el lugar y’

origen antiguo o moderno de las municiones dañadaá. Esto

sólo-podrá efectuarse en laboratorios y, talleres disponiendo

de personal técnico ‘y h erramental indispensable para la

ejecución de operaciones minuciosas y delicadas que son

necesarias.

-

50

«5

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tienen cierto grado para provocar un funcionamiento pre

maturo del proyectil.

Entre los deterioros más frecuentes son: desgaste del áni

ma, cobreado, las erosiones, desgaste del cono de unión al

ánima, juego exagerado de muñones, longitud insuficiente

o descentrado del percutor, disminución de elasticidad en el

resorte de percusión etc.

DEFECTOS EN LA FABRICACEON

• DE LAS MUNICIONES

Supongamos, en’ el caso de un accidente aislado, que he

mos ya descartado las hipótesis de sabotaje, negligencia,

mala conservación y defectos del material. La única hipó

tesis que nos queda• por considerar es la referente a un

defecto de la fabricación de la munición.

E muy dificil, y a veces imposible, el descubrir las causas

o defectos en la fabricación a que puede ser imputable el acci

dente ocurrido.

• Los defectos -de fabricación pueden ser atribuidos a cau

sas generales y a particulares. Entre las generales se pueden

citar:

-

1.0 Calidad de las prfmeras materias empleadas

para la fabnicación.

2.° Aumento en

la tolerancia de fa

bricación y en las

pruebas de recep

ción.

3.0 Controlinsu

ficiente.

:4,0

Empleo .de

procedimientos de

fabricación que no

han sido sanciona

dos por la expe

riencia.

5.0 Puestaen ser

vicio de municiones

o materiales no su

ficientemente pro

bados.

6.6 Trabajos de

fectuosos ‘en la fa

bricación.

Las cinco prime

ras causas no debe

n ser consideradas

n tiempos norma

es, pues serán pro

ias únicamente de

iempo de guerrá.

stos defectos afec

rán generalmente

lotes enteros y

arán lugar a acci

entes en serie, y

cuya causa, como hemos ya mencionado; puede ser fácil

mente localizada.

Sólo, pues, estudiaremos en detalle las causas particulares

relativas a defectos de fabricación propiamente dichos; es

decir, a defectos de falsricacfón premeditados o accidentales;

la determinación de unos u otros es prácticamente imposible

de establecer.

La experiencia muestra que estos errores, si no comple

tamente evitables, no constituyen más que casos excepcio

nales. Las pruebas de recepción de lotes fabricados, no te

niendo lugar más que sobre un núero restringido de mues

tras elegidas de los lotes, no pueden, claro es, suministrar

más que una cierta probabilidad de garantia de buena fa

bricación. Pero no se debe olvidar que en el curso de la fa

bricación todos los elementos constitutivos de la munición

sufren, por parte del fabricante, en los escalones de mecani

zación, montaje y carga un control incesante y excesivamente

riguroso. Es necesario tener en cuenta, además, que, debido

a un defecto de amor propio, muy desarrollado en los obre

ros del ramo, el temor dé una sanción pecuniaria, de un

despido temporal o definitivo, en caso de negligencia com

probada, y de la cual puede ser el obrero identificado fácil

mente por los procedimientos de control empleados en los

“establecimientos’constructores, basta para hacer raras, si no

imposibles, por lo menos en tiempo de paz, las negligencias

- . . voluntariaso acci

dentales’ del obrero..

Pero si los casos son

felizmente excepcio

náles, son, en cam

bio, variados en ex-

-

tremo, por lo• que

-

conviene mencionar

los más corrientes

errores que, se co-

Cargas.

Disposición defec

tuosa de los haces,

que ocasiooa retar

dos de inflamación

o da lugar a varia

ciones de velocidad,

co el pioyeetil, sus

ceptibles de hacer

funcionar la espole

ta, si ésta ha tenido

tiempo de mohtarse.

Carga incompleta:

el proyectil se detie-,

ne o debilita su

marcha en el ánima,

y la espoleta fun

ciona.

Cuerpos extraños

en la pól.vbra, que

quedan en el ánima

y aminoran la velo

cidad del proyectil

en el siguiente dis-’

paro, pudiendo pro

vocar la explosión

prematura.

meten.

“.l”.

44,, 4,..,. p,.,.fl.,d4.,.

‘51

Page 53: RET 033 Octubre 1942

7/17/2019 RET 033 Octubre 1942

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Proyectiles.

Falta de solideí en el proyectil, como temple excesivo, ra

jaduras en la banda de forzamiento, que pueden provocai su

ruptura en la presión inicial de partida.

Proyectil deformado con compresión del explosivo; en el

momento de partida del disparo, el proyectil sufre una de

formación elástica, con compresión brusca de la carga ex

plosiva, la cual puede detonar.

Porosidad en el culote o defecto de impermeabilidad del

mismo que hace que los gases inflamados de la carga de pro

yección se infil tren por el culote e inflamen el explosivo.

Engarce defectuoso de la banda de forzamiento, que es

rechazada por los gases .y produce una debilitación en la

marcha del proyectil y posible funcionamiento de la es

poleta.

Centrado defectuoso del proyectil , ocasionandó bandazos

en el ánima, susceptibles de hacer funcionar la espoleta o

desorganizar el explosivo que puede inflamarse por fricción

o comresión.

Carga explosiva.

Densidad de cafgainsuficiente para impedir el movimiento

brusco de ella en el momento del disparo.

Existencias de grietas o huecos en el interior de la carga,

la cual, por-frotación, puede inflamarse en el momento de

salida del proyectil.

Presencia de picratos, debido a un barnizado defectuoso

en proyectiles cargados de picrinita.

Adherencia defectuosa del bloque de tril ita en los proyec

tiles con cargas moldeadas, y que puede hacer el papel de

martillo al choque de proyección y, por tanto, inflamarse

Espoletas.

Compresión insuficiente del fulminante, o que, debido a la

compresión del fulminante de los cebos, partículas del mis

mo, pueden extenderse por el mecanismo de la espoleta y

detonar por choque o fricción.

- -

Poca elasticidad del resorte de seguridad, que no opone la

suficiente resistencia al percutor o a su movimiento cuando

la acelaración cambia de sentido.

Montaje defectuoso de los elementos de la espoleta.-

Mala fijación de los cebos, que sufren en el choque inicial

un golpe susceptible de hacerlos .detonar.

Todo esto, someramente expuesto, puede servir de base al

tratar de hacer un informe sobre las causas a que obedeció un

accidente ocurtido, localizando a- qué parte del proyectil

puede ser achacado, evitando, como sucede generalmente,

que la culpa se la l leven las espoletas, muchas veces inocen

tes de lo ocurrido.

En los accidentes, en- el tiro, de las bocas de fuego, cierto

- detalles pueden suministrar, a falta de otras- pruebas, las cau

sas de los mismos; por ejemplo: la naturaleza de la detona

ción, pues el aspecto del humo producido debe ser mencio

nado, porqué indicará si la dtonación fué completa o in

completa. También debe averiguarse el lugar del ánima

donde se produjo la explosión.

El funcionamiento de la espoleta cebo provoca, en efecto,

siempre la detonación completa del proyectil; claro es que

admitiendo que la carga y multiplicador estén en buen es

tado de conservación. Por otra parte, el mecanismo de las

espoletas de inercia, aun las instantáneas, exige para montar

y funcionar un cierto- tiempo, durante el cual el proyectil

recorre un cierto trayecto en el ánima.

Se puede admitir con garantía de certeza:

1.0 Que una explosión en el ánima de Ja pieza, con deto

nación completa, permite suponer el funcionamiento de la

espoleta.

.° Una eáplosión en la posición de carga o posición pró

xima es debida, probablemente, a causas ajenas a la es

poleta.

3.0

La explosión en el ánima con detonación incompleta

no es, en principio, culpable a la espoleta, cualquiera que sea

el lugar en que se produzca.

Muchas veces, una detonación completa .o funcionamiento

de la espoleta no puede decir que ésta sea defectuosa, pues

ha podido tener lugar la explosión por una debilitación de

la marcha del proyectil , provocada por causas extrañas.

Se tratará siempre de recoger los trozos de la munición y

del tubo, su examen, sobre todo si se t rata de pedazos.bas

tante grandes, sobre los que se pueda observar, sea las de

formaciones características, sea trazos de explosivo no de

tonado, puede suministrar indicaciones sobre la causa ori

ginal del áccidente.

-

En resumen: la investigación de la causa determinante de

un accidente de municiones, sobre todo en caso de accidente

aislado,

presenta numerosas dificultades, y se llega con fre

cuencia a simples hipótesis que dejan pesar la culpabilidad

sobre uno o varios elementos de la munición sospechosa.

Hay un gran interés, sobre todo en tiempo de guerra,

en restringir lo más posible el número de accidentes imputa

bles a una causa extraña a la propia munición. Este resul

tado, que ya de por sí sería un gran adelanto, no podrá ser

obtenido más que por una difusión de los conocimiedtos

fundamentales sobre la constitución y funcionamiento de

las municipues, sus principales propiedades y los motivos

que han hecho dictar las reglas por su empleo, manipulación

y conservación.

, •

3

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7/17/2019 RET 033 Octubre 1942

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IB

eaL4T44€frc7

OBSE1tVACION

Sin una buena observación de tiro, a pesar de la preci

Sión con que hayamos hecho la preparación, corremos el

riesgo de qne nuestro fnego resulte ineficaz. El fin de la

observación es poder, determinar el punto de caída de los

proyectiles con respecto al blanco, para poder hacer lss

córreccioues necesarias . El mismo observatorio que ha ser

vido para la p reparación del tiro se u tiliza también para la

observación y corrección de éste.

La observación se hace con el goniómetro sobre la

plancheta del observatorio, situando en ella los puntos de

explosión y llevando los datos por snperposición, como se

hacía en la preparación del tiro, a la de la pieza.

Si, por excepción, el observatorio está instalado en la

inmediación de los morteros, los desvíos que se aprecien

servirán directamente púa las, piezas.

Si el observatorio está aproximadamente en e l plano de

tiro, la observación es más sencifia, porque el sentido de

los desvíos es el mismo para el observador y piezas. Situadó

el observatorio topográficamente con respecto a las piezas

y blancos, se puede trabajar aquí también con la doble

plancheta en la forma conocida. Caso de no tener plancheta,

los desvíos apreciados ‘desde el observatorio en dirección

se traducen según la relación de las distancias, en la forma

que se d emuestra a continuación. Sea

P

la pieza (fig.’ 27),

O

el observatorio y

B

el blanco;

A

es el impacto: Desde

O

la desviación se aprecia en milésimas, y el problema con

siste en saber la corrección que debe hacerse en la pieza:

BA/OB=m milésimas 5

OBX

tn= PBX n

RA/PB

=

‘n milésimas n

=

re X OB/PB

Lo que nos dice que las milésimas que debe corregir la

-

pieza son las apreciadas desde

O,

multiplicadas por la re

lación de las distancias

OB/PB.

Si, como es f recuente, el observatorio es l ateral, me pa

rece lo más conveniente servirie de la doble plancheta

como procedimiento sistemático. Se ha de apreciar la di

rección de la explosión y la distancia ‘al observatorio

O;

caso de no ser posible, se calculará a ojo la distancia del

punto de explosióii al blanco.

Si se p uede disponer de dos observatorios a un lado y a

otro de la l ínea de tiro, el r esultado es ideal; pero ha de ser

a condición de que la situación topográfica de los dos esté

bien determinada, y también la de la pieza directriz con

respecto a ellos; porque de otra forma no hay posibilidad

de relacionar los datos de un observator io con los del otro.

Estos observatorios han de estar enlazados por teléfono

para que el director del tiro situado en uno de ellos reciba

las observaciones del otro. En este caso se habrán de super

poner las planchetas de los observatorios y la de l a pieza;

con el goniómetro de cada observatorio’ se mide la desvia

cióu de cada impacto con respecto al blanco y se traduce

el resultado automáticamente a la plancheta de pieza. No

creo sean precisas más aelaracionesni ejemplos para com

prender todo esto.

‘ , ,

El observatorio debe construirse con arreglo a las nor

mas generales de enmascaramiento, bien conocidas; pero,

en previsión de que el observatorio sea deseubierto, con

viene tener otro preparado para que la observación no

cese, aunque el primero sea batido.

TABLA DE TIRO

Las tablas de tiro del Reglamento contienen las desvia

ciones probables.

Hemos creído conveniente ampliarlas , y representamos

la Tabla número 1, cuya utilidad se demostrará claraménte

más adelante. Eriestas tablas hemos calculado los’desvíos

totales y, además, la dispersión total longitudinal, el desvío

probable frontal y el desvío total frontal, en milésimas.

TenIente Coronel

de Infanterla

ALBERTO RODRIGUEZ

CANO

53.

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7/17/2019 RET 033 Octubre 1942

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En las tablas se puede observar que, si b ien la dispersióñ crece

en metros con la distancia, la dispersión calculada en milésimas

disminuye, en general, al aumentar la distancia.

que al r ealizar l tiro, el centro de mpactos coincide exactamente

con el Centro del blanco. En esas condiciones, si se hace un dis

paro, como la dispersión longitudinal es de. 110 m., puede dar.

TABLA N.° i.—Ampliación de la tabla del tiro del mortero de 8i

Alcances

.

Cargas

Angulo

.

de

elevación

D. P. L. D: T. L.

D T L

‘.

en mi simas

D. P. F.

D.. P. F.

en

milésimas

D. T. F .

D. T. F.

en

milésimas

300

400

500

.

6o

700

800

900

2

-

3

- ‘

500.00’

76°-40’

.

73°-00’

68°-40’

64°oo’

58°-,o’

49°-lO’

5,8

,8

6,3

7,1

.9,3

9,9

22,0

46

47

50

59

66

80

96

153 ‘-

227

ioo

g8

-

200

206

i,6

i,6

2,6

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r,7

2,9

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5

3

3

2

2

2

23

23

23

14

24

15

i6

43

32

16

‘25

lii

19

1

600

700

Soo

900

,I000

1100

‘200

1300

1400

.

1500

.i6oo

-

3

2

6

.,

2

.

.

O

78°-30’

-

76°-40’

75°-00’

72°-50’

700.50

68°-lo’

‘ .

66°-oo’

63°-oo’

6o°-oo’

550.50’

500’3o’

9,2

9,9

-

10,7

12,5

‘22,3

23,0

23,8

i,5

25,3

i6,r

17,7

74

-

79

86

92

98

204

110

,r6

III

129

142

223

223

107

102

98

94

92

89

87

86

88

3,4

3,7

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4,0

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,

5,2

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5

4

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3

3

30

32

32

34

35

‘ 37

38

39

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42

-

46

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39

35

34

32

30

29

28

27

26

8oo

900

1000

1100

2200

2300

1400

2500

2600

2700

2800

2900

,

2000

2200

1100

ó

2

5

.

.,

2

78°-So’

77°-30’

.

76°-lo’

. 74°-40

73°-lo’

71°-3o

70°-O0’

68°-oo’

66°-xo’

64°-lo’

62°-oo’

590-30’

.

56°-30’

53°-Oo’

48°-lo’

.

10,4

11,2

11,9

21,6

13,3

23,9

14,5

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i,6

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.

16,5

16,9

27,3

17,6

29,2

,

83

90

95

101

.

io6

III

si6

Izi

125

229

231

236

139’

242

254

104

lOO

95

.

92

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85

.

‘83

8,

78

76

73

72

.

69

68

70

.

5,5

5,5

.,

5,5

5,5

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.

So

5,2

5,5

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7,1

7,5

7,9

8,4

9,0

7

6

5

5

5

4

4

4

4

4

4

4

-

-4

4

44

44

45

45

47

48

50

52

54

57

So

64

67

71

55

4944

40

37

36

-

34

33

32

31

31

32

35

32

33

CORRECCION DEL TIRO

El

objeto de todo el artificio del tiro de esta arma, como el

de todas, es hacer que el centro de impactos coincida con el cen

tro del blanco. A eso van encaminadas todas las operaciones que

hemos descrito hasta ahora; pero por muy bien que se hayan rea

lizado las operaciones preparatorias, seguramente. el fuego no será

desde el primer momento ejecutado de manera ideal; hay datos

que no pueden tenerse en cunta

y- errores inherentes a todas las

Fignra 27.

operaciones que se realicen. En ocasiones, por Ja rapidez con que

se presente el objetivo o por el deseo del Mando de que el fuego

se rompe seguidamente de recibir la orden, no es posible realizar

ninguna operación previa a l a ejecución del tiro, y los datos nece

sarios de distancia y deriva los hemos de conseguir como conse

cuncia de la observación del tiro.

En uno.u otro caso, antes del tiro de eficacia’hay que hacer

el tiro de corrección. Este tiro se lleva a cabo en dos tiempos:

L°, conseguir que el haz de dispersión del mortero, correspondiente

a una distancia y a una deriva, comprenda al blanco (que el b lanco

esté dentro ‘de la zona de dispersión); y 2,°, hacer, dentro de lo

posible, que el centro de impactos coincida con el Centro del blanco.

Antes de seguir adelante debemos f ijar el criter io de lo que debe

entenderse por un ‘disparo corto o largo, dcsviadci a la derecha

o a la izquierda. Para ello supongamos que el tiro está perfecta

mente preparado sobre un objetivo situado a 1.200 m.;

es

decir,

por ejemplo, 40 ni. delante del blanco. Si sólo ‘se t iene en cuenta

el resultado de este disparo, parecerá que el tiro es corto y que se

necesitaría alargarlo; cierto que, a- juzgar por esa observación,

puede ser corto; pero también puede ser perfecto; el que quiera

corregir el tiro sin tener presente la dispersión total del arma, no

acabará nunca. Así, he visto a muchos Oficiales hacer tiro de

mortero y no conseguir hacer una buena ,córrección por no confor-.

--

marse a lo que es el agrupamiento del mortero; en ningún caso

hay que esperar a dar en el blanco para terminar el período de

-corrección. El dar en un punto concreto, aun después de bien corre-

-

gido el t iro, es cuestión de suerte o de un consumo ‘de municiones

que se estudiará más adelante.

Pero es necesario pensar que el mortero no es arma de preci

sión y no se consigue nada con los Constantes y pequeños despla

zamientos de ‘puntería.

Primer período del tiro de corrección. Tiene por objeto hacer

que el objetivo quede dentro de la dispersión del mortero que tira

con una distancia y deriva. La corrección debe hacerse primera-.

mente en dirección y después en alcance; pero si se dispone de

un buen observatorio, se puede hacer la ‘doble corrección simul-

táneamente; el proceder es diferente según se pueda apreciar el

sentido de los desvíos o, además del sentido, la magnitud de éstos.

Caso en que sólo se puede determinar el sentido de los desvíos

Se opera por el procedimiento de la

horquilla. Paia

más- fácil com

prensión, supongamos corregido el

tiro

en dirección, y vamos a

hacer la horquilla en alcance. Se hace un disparo con la distancia

apreciada; si r esulta corto, se alarga el tiro utilizando un nuevo

ángulo de proyección. Los saltos de alza deben ser como mínimo

-

de una dispersión tótal, porque si se hace de menos se superpo

nen en parte las dispersiones y no hay posibilidad de comparar

un disparo con otro.

- -

Si disparamos, p.ej., on 63° y dos suplementos, o sea, a 1 .300 m.,

y resulta corto, y hacemos Otro disparo a 61°, o sea con alcance

54

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de 1.366 m., la dispersión del primero, que es de 116 m., y la. del

segundo, que es de 120 m., estarán en la forma que representa

usos en l a figura 28, a escala ‘ en ella se ve cómo con la

primera puntería se puede dar en A, y con la segunda en B.

En fin: si t iramos con la primera puntería a 1.300 m., la segunda

debe ser como mínimo una dispersión más alejada; o sea, para eí

caso, a 125 m.; es decir, que habrá de tirar-

se a 1.425 m., que corresponden a un ángu

lo de 59°-Sl’. En ese caso, el salto de alza

es de 3°-3’ ,

Con el criterio de que loi agrupamientos

correspóndientes a los diferentes disparos

qúe se hagan en el período de horquilla

sean aproximadamente tangentes, he calcu—

lado aproximadamente los saltos de alza

que habrían de hacerse, suponiendo que

el tiro es progresivo; es decir, que los pri

meros disparos se supone han caído éor tos.

En el cuadro que va a continuación va en

uní columna la distancia y en la siguiente

la disminución del ángulo de tiro,. para

que, como digo,el nuevo disparo corres

pondiese a una dispersión tangente con la

primera. Para explicar cómo he hecho el

cálculo, pongo el siguienté ejemplo: supon

go que tiro a 1.300 m. con dos suplemen

tos; la d ispersión a esa distancia es en lon

gitud de 116 m.;la mitad,58m.Eldisparo

siguiente debe hacerse con el ángulo de tiro

correspoñdiente n un aumento de la dis

tancia que está compuesto de dos sumén

dos: uno, los 58 m. que ya conocemos,

-y el otro debería ser la mitad de la

longitud del agrupamiento que tenga el

mortero a la distancia de tiro en que el

nuevo agrupamiento sea tangente al an

teriqr. A 1.400 m., el agrupamiento es de

122 m. de longitud; así que, aproxima

Figua 28. darnente,la diferencia entre ‘uno y otro

tiro debe ser deS8+61= li9m.El

- .

primerdisparo a 1.300 m, se ha tirado con

63°; el segundo, correspondiente a la distancia 1.420 m., calcu

lando por interpolación, se debe hacer con uii ángulo de 59°-lO;

o sea, que se ha disminuido el ángulo de elevación en 3°-SO’

-

Un suplemento Dos suplementos Tres suplementos

itaca dei uses dci

.

Saltes del

ólca,ons .

ó,gulo de

eleecoló,,.

.

slounceo-

ángulo de

elevación. Alcances.

ángulod,

elevación.

300

400.—.

- .

300

tao

700

Soo

z°40’

-

I°30’

2°50’

2°50’

4°23’

7°o5’

,

too

700

Soo

900

1000

1100

1200

1300

1400

2500

z°55’

I°20’

I°57’

2°30

2°2o’

3n1’

3°50’

5°20’

70

8oo

900

1000

1100

1300

1400

2500

ióoo

1700

itoo

1900

2000:

I’4’

1012’

I°30’

1530’

I°49’

z°42’

2°22’

2°20’

2°42’

2°55’

3°24’

4°24’

5°50’

entonces se tira con el alza intermedia; ésta, probablemente,

será bñena para batir el blanco. En efecto: supongamos que esos

ángulos son los correspondientes a 1.000 y 1.100 m., a cuyas dis

tancias los agrupamientos prácticamente son tangentes; tirando

a 1.050, se ve en la f igura 29 que tenemos muchas probabilidades

de comprender al blanco dentro de la zona de dispersión corres

pondiente; pero si e objetivo es

A

y a 1.000 m., el proyectil da

en 1; y al tirar a 1.100, da en 2, al tirar con la nueva alza hemos

alejado.el tiro del objetivo. Sobre esto volvere-

-

mas en un instante.

Cáso en que se puede determinar la magnitud

y. sentido de los dezvíos.

Entonces haremos de

ana vez los transportes necesarios, siempre ma

yores que las dispersiones; así, p. ej., si hemos

tirado a 1.000 m. y el impacto está a 250 m.

-

más cerca que el blanco, alargaremos el tiro

200 ó .300 in. (la dispersión total longitudinal a

1.000, es de 98 m.); así, y casi de una vez, con-

seguiremos nuestro objeto.

Por uno u otro procedimiento hemos acerca-

-

da loé impactos al blanco. Si uno de e llos dista

de éste aproximadamente la dispersión, se debe 2

corregir en una dispersión. En efecto: sea A el

blanco e

1

él impacto.

.

(Fig. 30.) Sin tener en

cuenta las desviaciozies laterales, las dispersio

nes extremas a que puede pertenecer

1,

son las

dibujSas enla figura 30, cuyos centros son

C y C’. De otra manera dicho: todos los tiros

cuyos centros de impactos estén en la línea CC’,

pueden dar en 1; si tracisportamos el tiro el

-

valor de una dispersión, el centro de impactos

-

pasará de la línea

CC’

a la

CC’,

y el blanco

tal

A

quedará batido con una gran probabilidad.

A -

Si el impacto dista del blanco media dispe

rsión o menos, el blanco puede estar, con res

peeto a los .agrupamientos extremos a que el

impacto pueda pertenecer, en la forma que se

indica enia figura 31. Hay aproximadamente la

zñitad de probabilidades favorables: si

1

corres

ponde a un centro de-impactos que está en la

línea

CI, A

no estará batido; pero si corres-

Figura 29.

ponde a un centro de impactos que está en la

línea CI, A estará batido. Es preciso seguir tiracido; s ilos impac

tos rodean el blanco, estamos en el tiro de eficacia; pero si caen

más lejos del blanco que el p rimitivo impacto, se debe hacer la co

rrección según la desviación que se observe: si ésta es igual o ma

yor que la dispersión, se corrige en una dispersión; pera si la des.

viación no varía mucho de lapriknera, se corregirá sólo con me

dia dispersión.

. -

Tiro dé rectificación. Con la primera parte del tiro de correc

ción se ha conseguido que el blanco quede detitro de la zona de

dispersión. Es ,forzos? entrar en el tira de eficacia, porque no

podemos llegar a más eoñ un número limitado de granadas. En el

tiro de eficacia se débe seguir la observación; y durante él tam

bién se puede perfilar aún más la precisión del tiro; es decir, llevar

el centro de impactos al centro del blanco. Este es el objeto del

tiro de rectificación.

-

Antes de seguir adelante, observemos la figura 32; en ella hemos

representadouna dispersión del mortero (se trata de la dispersión

a 1.200 m.). Si esta dispersión se d ivide en dos partes iguales por

una línea normal a la del tiro, el agrupamiento debe quedar divi

dido en dos par tes iguales; s i cada uná de las dos mitades se divide

en cuatro partes iguales, el agrupamiento queda dividido en las

ocho zonas iguales representadas en la figura, en la que se indica

cómo quédan repartidos los impactos. Observemos ahora la figu

ia 33; si el blanco estuviese en

BB,

por elda 100 disparos debe

rían ser dos cortos y 98 largos; si estuviera en CC, serían nueve

cortos y 91 largos. Recíprocamente, si al t irar con el ángulo corres-U

pondiente a 1.200 una serie de disparos, diese uno más lejos del

blanco y nueve más écrca, éste se encontraría. aproximadamente

en CG; deberíamos alargár el tiro en dos desviaciones probables,

o aproximadamente 25 ap.; o sea, disminuir 45’-

Detodo esto se deduce que la regla de aumentar o disminuir

de 2 e n 2 g rados no puede dar lugar más que a errores.

Para facilitar el cálculo de los ángulos que corresponden.a las

.distancias que resultan de incrementar las dispersiones en la forma

que indicamos, he puesto en la Tabla n.° 2; los ángulos correspon

dientes a t odas las distancias de 20 en 20 m., calculados por inter

polacióu:

. . -

En- fin: alargando o acortando el tiro de la manera dicha, se

llega a eueuadrar el objetivo eptrc un impacto corto

y

otro larp,

55

Page 57: RET 033 Octubre 1942

7/17/2019 RET 033 Octubre 1942

http://slidepdf.com/reader/full/ret-033-octubre-1942 57/83

-

Cuando la observación es perfecia se puede, ya se ha dicho,

hacer la co±rección simultáneamente en alcance y dirección,

valiéndose siempre de la doble plancheta. Pongamos un ejemplo:

—sea la pieza

P

y el objetivo

A.

(Fig. 34.) Tiramos un primer dis

paro a 1.100y da en 1, más de 200 corto y 136 milésimas a la

derecha. Como la dispersión tiene una anchura de 31 milésimas

(verTablas), y en pfofwididad es de 104 m., la corrección será,

de 31

x

4- 124 milésimas, y aumentaremos el alcance en

200 metros y el

tiro

se hará, por tanto, a 1.300 m. Con esos datos

EJECUQON DEL VRO

Probabilidades de dar

tu

un Maneo. Primerasnente estudiate

mos la

probabilidad de

dar en un blanco de una dimensióuMml.

tada y la otra indefinida, p. ej., una trinchera de gran lóngitud

perpendicular a la llaca de tiro. Supongamos el tiro bien corre

gido; es decir, que la trinchera queda en la zona del 50%

del

agrupamiento; la trinchera tiene 2 metris de ‘anchura y el nio

tero está asentado a 1.100 metros. A esta distancia, La aona de

TABLA N.°

2.

hacemos un nne’vo disparo, que puede dar en 2, a 14 milésimas

a. la derccha y 40 m.

A; o

sea, a menos distancia de media dis

persión. Se tira una serie de disparos con los mismos datos y 54

observa que de 10 dan 5 delante y 5 detrás del blanco; 2 han d’ado

a la izquierda y 8 a la derecha. Eu alcance, el tiro está perfecta

mente corregido; en dirección hay que rectificar ‘transportando el

tiro’ una desviación probable a la izquierda’; o sea, 3 milésimas.

La rectificacióñ se debe estar ejecutando constantemente, para

lo cual, siempre que sea posible, se tirará por descargas, por el

orden del núméro de los morteros. ‘La pieza directriz será la que

efectúe el primer, disparo ‘de cada descarga.

La corrección de las otras piezas no es posible llevarla a cabo

con la meticulosidad que con la pieza directriz. Cuando algún

mortero haga un agrupamiento anormalmente ‘distinto del que le

corresponda, se hace con él l a misma corrécción explicada en tér

minos generales; pero antes será conveniente vigilar si está bien

situado en paralelismo en la puntería de vigilancia.

La rectificación debe llcvarie a cabo tirando los morteros a la

velocidad que corresponda, para no perder el efecto de sorpresa

y satisfacer el deseo del Mando, que querrá se t ire pronto y bien.

Se puede hacer la corrección de la Unidad de morteros en bloque,

tirando todos ellos por0descargas y corrigiendo a todos ellos én

bloque, según el resultado. El procedimiento es óostoso y poco

seguro.

Si se dispone de tiempo suficiente, ‘es conveniente hacer la correc

ción sobre un blanco

auxiliar

sin importancia táctica: una casilla, un

árbol ch el centro de la zona a batir; de ahí se pasa a l os objetivos

pór transportes de tiro, para’cutrar desde luego en tiro de eficacia.

e.

56

50 es de 26 metros de a nchura. .Para el cálculo se s upon

que

los proyectiles caen perfectamente distribuidos en esa faja de

‘,26 metros. Cada proyectil que caiga en esa zona tiene la proba

bilidad de 2/26 de cacr’en la trinchera; o sea, un

7,7

. Hemos

cdnsiderado los que caen en la zona del 50 %; o sea que sólo

consideramos la mitad de los proyectiles disparados; si tenemos

en cuenta todos los que se disparen, la probabilidad de cada uno

de caer en l a-trinchera será de l a mitad; o sea, 3,85 . El número

de disparos teóricamente necesarios para dar en la trinchera es

100/3,85 26.

Si la misma trinchera está en la dirección de la línea de

tiro

y a l a misma distancia, y suponemos el tiro igualmente centrado,

las probabilidades de dar en el blanco on mayores. La zona del

50

%

cu este sentido es de 8,9 metros. La probabilidad de dar

es de’ 2 /8,9

=

22,4

.

La cantidad de granadas necesarias para

tener la’ seguridad teórica de dar una en el blanco, es 100/11,2 9.

Esto nos demuestra la superioridad del tiro de enfilada sobre el

frontal.

Para calcular las probabilidades de dar a una casamata de

6 mtros de frente por 4 de f ondo, a la misma distancia, se deter

minan las probabilidades de dar a una faja indefinida de 4 metros

de anchura perpendicular a la línea de tiro, y la de dar a una faja

de 6 metros en la dirección del tiro.

,La probabilidad de dar a una faja de 4 metros es 26 2

°‘

La de dar a la zona de 6 metros es dej----j—

= 34%.

Un suplemento ‘Dos suplementos Tressuplementos

5t,tsncla,

500

-

20.

40.

60..

So

400

20

eo

So

500

20

40.

So..

So

500.

Angolo

So’

79°20’

780401

750

77°20’

76°40’

75’56’

75°12’

74°2S’

730441

73°

72°S’

71°rS’

700241

S9’32”

SS°4o’

SIolanolos 5,5400 5Ato,olos Angula,

620

S7’44’ Soo

, , , .

7S°30’

40 65048? 20

. ,

. .

7S°S’

So

. ‘. , ,

8o

,

55052’

S4°5S’

40

, ,

So

. ,

, .

, .

77’46’’

77°24’

700

.,,,. 540

So

. , . . ‘

77°2’

20

,,,,,

6a°5o’ 700

, , , ,

7S°40’

40

So

610401

So°3o’

20

‘ ,

40

, ,

,

- .

76020?

76°

So 59’2c’

So

. , , .

7540?

800 55020? . So

-

,‘. ‘

75°20’

20 56°24’

-

Soo

- , . .

75°

40

. . ‘ . . .

54°38’ 20

- , . .

74°34’

So 52°32’ 4°

. - . -

74’8’

So 51051 6o

- - . .

73°42’

900 49°20’

-

So

- - , .

900

. . - -

20

- - . -

40

. . . .

So

. - , ,

So

. . , -

¡000

. . . .

20

. . .

.

40

. - . .

So

. , . .

So

¡loo

. - . .

7°i5’

72°50’

72°2S’

72°2’

71035?

71°14’

70°50’

70°20’

Sg°5o’

Sg°ao’

S5°o’

SS°ao’

slolo,olas Angulas sl,lanoias A,galó,

1120.

. - -

57°52’ Søo.

, ,

-

7S050?

40

. , , -

67°24’ 20

, - - - 75034’

So

. , , .

-SS°5S’ 40

. , ,

,

705’

So

. . . . -

55025’ So

. . , . 75°2’

2200

- , . .

SS’ So

. , , -

77°46’

20

. .

40

. ,

. -

. .

65°24’

6°4S’

900

. , ,

20

...,

-

77030’

77014’

So

, . , .

54°12’ 40

,,.,.

76’55’

So

, , , -

S3°36’ So

,,,..

7S°42’

2300

, . . .

63° So

. , , .

7S°2S’

20

. , , - S2°i4’

1000

,‘ , ,

-

76010’

40

, . ,

6o

. . . -

So

. . . .

6104SF

SIoI2’

So°5’

20

. . .

40

. ,, ,

So

. . ,

.

73°52’

.

730341

.

73°3S’

2400

. . . .

10

.,,,‘

40

. . , .

So

. , . .

So

, - - .

50°

59°I0’

58020?

57O3’

35°40’

So

. , , .

74055’

1100

. . , .

74°40’

20

. . , .

74°22’

40

. , . .

7404’

So

. , . -

73°45’

2500

. . , .

55°5o’ So

. . , .

73°25’

20,.

. . -

54°45’ ¡200

. , . -

73°I0’

40

. . . .

53°42’ 20

, , , .

72°50’

So

. .

So

. .

., .

. .

52°30’

51°34’

40

. . - .

72°30’

SO

. . . .

72°50’

zSoo

. , , .

3o°5o’ So .

. . ‘

71°5o’

1300

. . . .

71°30’

20, . . .

71012?

40

. . - .

70°54’

So

. . . .

70°35’

So.

. . . 70°IS’

1400.

. . .

70°

20

. , . .

59°35’

40

. . . .

Sg°12’

So

.‘ . . .

S8°4S’

So

. , . .

1500

- . . .

SS

slsts,4os

2520

4°-

So..

So.

i600.

20,

40,

So,

So,

2700.

20.

40

So,

So,

¡500

30

4°.

So,

So

1900.

20,

4°.

So

So

2000

20

40,

So

5°.

2200

20,

40,

So,

So,

2200

Angulon

67°3S”

67°16’

56054’

65°33’

5S’xo’

55’45’

64°35’

S4°34’

S4°xo’

53’44’

S°xS’

62052’

Si°zS’

Si’

--

SI’

600301

500

59030?

55°54’

S°iS’

37’42’

57°S’

s’sO3en

55°45’

54°24’

- ,

5t°42’

- . 530

- -

324’

- .

51°S’

- ,

50°12’

49°I6’

48030’

Page 58: RET 033 Octubre 1942

7/17/2019 RET 033 Octubre 1942

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La probabilidad compuesta se establece multiplicando las pro

babilidades simples así: 7,7/100 )< 34/100 261/10.000 2,61%.

Serán precisos para dar teÓricamente uno en el blanco, 100/2,61

38 proyectiles.

Consumo de municiones. Si en los ejemplos anteriores supone

mos que se necesita que den en el objetivo cierto número de pro.

yectiles, el consumo se determinará multiplicando el número de

disparos indispensables para obtener un impacto favorable por los

proyectiles necesarios para batir el objetivo. Por ejemplo, si se

consideran necesarias 5 granadas para destruir la casamata, se

babrán de emplear 38

x

5

=

190 proyectiles.

Distancia y efkaeia Para demostrar en un cuadro la influen

cia de la distancia en la eficacia, bemos calculado el número de

proyectiles necesarios para dar seguramente en una trinchera de

6 metros de frente por 2 de ancbura. He aquí el cuadro:

Primera carga Segunda carga Tercera carga

(un suplemento)

(dos suplementos) (tres suplementos)

5I,taiwla,

Prcyeclile

Dbtaaclas Pmyntllea Dlsta,clas PmySllas

5005°

40050

6oo

700

272

IQ6

Soo305

900

333

5005 80 222

2000

545

6oo

66 900 244 2200

. 400

7008

Sooxoc

2000

2200

278

303

1300

435

2400476

900230 2200

345

1500500

2300

2400

2500

370

400

35

xeoo553

270088

2800625

.

z6oo 476 2900666

2000769

2200

833

2200

909

Al observar este cuadro se nota cómo es mucbo más favorable

ara la eficacia del tiro el empleo de cargas de proyección menores

para la misma distancia. Así, por

ejemplo, vemos que a 800 metros

se bate el blanco del ejemplo se

guramente con 100 granadas y un

solo suplemento; con dos suple

mentos son necesarias 222, y con

tres suplementos son necesarias

303. Esto se justifica porque con

mayores cargas el ángulo de pro

yección es mayor. La única ven

taja de las cargas mayores es la

del mayor ángulo de! proyección

que emplean, y que con él pueden

salvar mayores obstáculos; pero 1

generalmente aun con los menores

• ángulos se salvan grandes masas -

cubridoras. En todo caso, ya se

sabe que a mayores ángulos de

-

elevación para la misma distan

cia, mayor es el consumo de mu-

A

niciones.

A

Tiro contra tropas. Primera- -

mente deberemos considerar el

radio de acción de una granadac

Es muy cierto que algunos frag

  mentos de la granada se proyec-

-

tan al bacer explosión hasta cer

cade 100 metros; pero éste no le

Figura

30. podemos considerar como el ra-

Figura

31.

dio de acción; si nos contentáse- -

nos con lanzar granadas espaciadas en 150 metros, el objetivo no

estaría batido. Para realizar un ‘tiro verdaderamente destructor

contra tropas que aprovechen los accidentes del terreno, tenemos

que calcular como radio de acción útil de cada granada no más

de 5 metros. Un círculo de 5 metros de radio tiene un área de

75 metros cuadrados; para batir una hectárea hace falta que cal

gan en eh. 140 granadas. Eso es precisamente lo estipulado para

batir una hectárea con granadas rompedoras del cañón de 75 cm.

El criterio que tengo de batir un frente es hacer que en él y

con una profundidad que será la zona del 50

%

‘de la dispersión

- a cada distancia, sea imposible la permanencia sin sufrir fuerte

mente los efectos del fuego. -El consumo de municiones dependerá,

como es natural, de la distancia; porque como la dispersión crece

con ella, para tener la misma densidad será preciso mayor con

sumo de municiones.

-

Con el criterio expuesto hemos hecho un cuadro que ponemos

a continuación, en el cual van las granadas que se necesitan a cada

distancia para batir un frente de 100 metros. Para - el cálculo

Un suplemento Dos suplementos

Tres suplementos

Disfasia P,oy,,tlI,, 51,taaolas P,oy,ctil,s Di,tmicla, Proyacilla

300

400

500

eoo

700

Soo

32

32

-

34

8

44

52

óoo

700

Soo

900

2000

2200

o

53

57

6’

64

6g

soo

900

2000

2200

2200

2300

55

6o

64

67

72

74

900

-

64

-

2200

2300

2400

2500

xeoo

74-

77

82

86

g

2400

2500

xboo

2700

x8oo

79

8x

83

86

88

-

2900 90

.

2000 92

-

2200 94

2200 202

hemos multiplicado la longitud de la zona del 50

%

en sentido

del alcance por 100, y luego por 2, y el producto lo hemos divi

dido por ‘75.

En este cuadro se ve, al contrario de lo que hemos dicho cuando

se tiataba de un blanco de dimensiones limitadas en las dos direc

ciones, que contra un frente es de mayor utilidad el emplear ángu

los de proyección mayores y cóu mayores cargas. No hay contra

dicción entre uno y otro resultado, ya que para el cálculo de este

último cuadro sólo se ha tenido en cuenta una sola dimensión del

agrupamiento; en esta regla hay, sin embargo, excepciones, como

se puede ver por el examen atento del cuadro.

TIR0:sIN PREPARACION, PREVIA Y SIÑ ESPERA

-

El jefe de la Unidad no ha tenido tiempo de preparar el tiró;

sencillamente, se ha adelantado con el personal del observatorio

y con el teléfono, para comunicar con las piezas. Se supone que

ni- siquiera pned’e precisar la situación de las piezas con respecto

a donde él se establece para realizar la observación.

Se procede de la siguiente forma: Supuestos lós morteros en

paralelismo, se hace una descarga aproximadamente a la distan

cia que se crea que está el blanco, en la siguiente forma: la pri

-

mera pieza, tira, p. ej., a 1.000 rn.; la segunda tira a 100 m. más

y corregida a la deriva a la izquierda como si tirase a L100, en

convergencia; la tercera tira otra dispersión más allá, a 1.200 me

tros, y con la corrección de convergencia como si el tiro fuese

a 1.200; la,euarta tira a 1.310, con el escalonamiento de conver

gencia dicho. Así, la deicarga antera, teóricamente, debe estar

en una línea recta, y nos dará idea exaótamente de la correcciÓn

que sleba hacerse en la deriva. Con nuevas derivas deben hscerse

otras descargas hasta corregir en dirección, y entonces seguirá la

‘corrección en alcance, ya muy facilitada por la observación dé las

descargas efectuadas.

-

OBJETIVOS’ DEL MORTERO -

Dependen de la forma de su trayectoria, de las dimensiones de

su dispersión, de la velocidad de su tiro, de la fuerza viva de su

proyectil, de la potencia de éste, etc

,-- .-

-

57

Page 59: RET 033 Octubre 1942

7/17/2019 RET 033 Octubre 1942

http://slidepdf.com/reader/full/ret-033-octubre-1942 59/83

Un tiro contra, objetivos pequeños será un error, como ya se

ha demostrado antes, sobre todo cuando se dispone de armas de

acompañamiento de gran precisión. El tiro da enfilada, dada la

forma de la dispersión, será siempre de gran utilidad. Se emplea

eficazmente contra un paso obligado; pará neutralizar o inmovi

lizar un enemigo en un frente relativamente extenso; páa esta

blecer uña bacera da protección; los objetivos más típicos del

mortero son los situados en contrapendientes, más difíciles de

batir por los cañOnes, sobre todo si el ñnuJo de pendiente es

grande.

‘En todo se ha ,de tener en cuenta la mayor o menor dificultad

del municionamiento: si se trata de la defensa de una posición,

las municiones no escasearán;

-

pero avanzando la Unidad con

sus propios elementos no se po

__

drá’poner gran número de gra

7’

‘ 2 nadasa disposición’ de las piezas,

/

yesto será en gran parte lo que

/ -

condicionaráel empleo de la

/

Unidadde Morteros.

/

7

En operaciones ofeniivas, la

¡ ___________

Unidad de Morteros se s ituará en

/ unaposición de espera para que

/

1€ pueda ser utilizada en el mo-

¡

meutopropicio para que actúe

-

.

deforma rápida y brutal con el

máximo de rendimiento. El arte

25

del empleo de estas armás se ad.

_________

1.200.1 quiereen los constantes ejercicios

en el campo; el conocimiento de

su técnica de’ tiro nos dará la

________ ____________

pauta en cada caso.

1 :

CLASESDE TIRO

Por la distribución del tiro en

el frente, puede ser: concentra

,do, en régimen de p aralelismo o

abierto. Por la distribución en

sentido de profundidad, el tiro

puede ser progresivo o regresivo.

‘Tiro concentrado. Consiste en

Figura

32.

dirigirtodos los tiros de los mor:

teros al sitio a que apunta la pie

za directriz. Supongamos los mor-’

teros en paralelismo; se resuelve muy fácilmente: se mide el f rente

formado por las cuatro piezas, se reduce a milésidias de la dis

tancia al objetivo y se divide por tres. Supuesto que. la pieza

directriz es la de la izquierda, la segunda corrige una tercera

parte a la izquierda; la tercera corrige dos terceras partes y la

cuarta el total de milésimas medidas. Supongamos el frente de

los morteros de 30 m. y la distancia al blanco de 1.000 m.; el

frente de los m6rteros es, pues, ‘de 30 milésimas; el segundo de

los morteros corrige 10 milésimas a la izquierda; el tercero, 20,

y el cuarto, 30.

El tiro en paralelismo se ejccuta cuando conviene batir un’

fresite mayor, p. ej., en el caso anterior, en que los morteros ocu

pan un frente de 30 m, si queremos batir un frente de unos 40.

El tiro abierto se ejaenta cuando el frente a batir es franca

mente mayor que el ocupado por los morteros. Supongamos qué

queremos batir un frente de 200 m. ,a nna distancia de 1.000 rn.

Se Ruede resolver el problema de tres maneras:

Primer procedimiento: Llevando al tiro concentrado de todos

os morteros recorriendo simultáneamente todo el frente.

Segundo procedimiento: Dar a cada mortero la cuarta ‘parte

del frente a batir. Se divide, pues, el blanco en cuatro partes

iguales: supuestos los ‘morteros apuntados en paralelismo sobre

el extremo del blanco, p. ej., se corrigen las pnnterias con arreglo

a lo que se podría llamar escalonamiento de divergencia. En el

ejemplo, el mOrtero base, que suponemos el de la izquierda, apun

taría al extremo izquierdo del blanco; el segundo ‘mortero apun

taría aSO milésimas a la derecha; ,el tercero, a 100 milésimas

a la derecha, y el cuarto, a 150. Pero si el egundo ‘mortero

tirase en paralelismo, darla a 10 milésimas a la derecha del

extremo izquierdo; el transpOrte de tiro para’ él debe ser sólo de

50— 10 = 40 milésimas el tercero, 100 —20 = 80, y el cuarto,

150

30

=

120. La fórmula para esta divergeicia suponiendo

cuatro morteros es, para el segundo, la tercera par te en milésimas

del frente a batir menos la tercera parte en milésimas del frente

que ocupan ‘los morteros; para el tercer mortero, esa resta mu!.

tiplicada por 2,’ y para el cuarto, la misma multiplicada por 3.

Queda en el e jemplo cada mortero con un frente a batir, de 50 m.

o sea de 50 milésimas’ en el caso. Hace’,cada uno el tiro repar

1JE

A JA

‘Figura 33.

tiendo las granadas en su frente. Si, p. ej., debe tirar 25 granadas,

las reparte de 2 en 2 milésimas.

Tercer procedimiento: Hacer saltos en paralelismo. En el caso

del ejemplo, bate la Sección en paraleissiso los 30 m. del frente,

más 34 m. de la dispersión; considerando solamente 50 m., el

frente puede ser batido en cuatro veces. Para eso empiezan todos

por corregir 10 milésimas a la derecha; después, 50; luego, otras 50

y, por fin, 50.

En el ejemplo se ha exagerado el frente con respecto a lo que

seguramente habría de tener eni a realidad, para facilitar la com

prensión.

Tiro progresivo. Se ejecuta con saltos de alza de media dis

persión, lo mismo que el tiro regresivo.

Clases de tiro en relación con la intensidad del fuego. El tiro

en este aspecto puede ser de destrucción, da sfeutralización, de

barrera, de prohibición y de hostigamiento.

El’tiro de destrucción

puede rcfer irse a la destrucción de obras,

alambradas, etc. El consumo de municiones es enorme; así que

como no se disponga de un número extraordinario de ellas, no

creo nos, debamos hacer ilusiones acerca del resultado que poda

usos conseguir de este tiro.

Si se trata de un tiro de destrucción contra tropas bien estaS

Mecidas en el terreno, el consumo de municiones o, más bien, la

densidad, puede ser aproximadamente-el doble que en el tiro de

neutralización.

1’ 1

100 —0

98 —2

-

G/,/”

91—9

75

—25

Cfl

—50

25 _75

9

—91

9

—96

 —100

58

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El

tiro de neutralización

}ttt+4ff4_ jZi)i

será%l más corriente con

tra tropas, estén o no en

obras de fortifzcacion por

 

;tft prt

-

tIrI

que con la densidad de

140 granadas por hectá

rea, creemos que el ene

Ç

migoquedará neutraliza

  do; aunque tuviese pocas

-

L* bajas. Este tiro ha •sido

•realmente estudiado yaal

ablar del tiro contra

tropas.

El

tiro de prÉshilsición

se

realiza sobreun paso obli

gado pbr ráfagas intensas

con intervalos distintos,

con objeto de que sor

prenda.

El tiro de

hostigamiento

tiéne una intensidad pro

porcional al objeto que se

desea conseguir; la irregu

laridad ha de ser la nor

ma en este tiro.

La clase del tiro se t ie

no que poner claramente

en el estado que el Co

mandante de la Unidad

de Morteios debe lleñar

al preparar su tiro: En lo

que se refiere al repartó

del tiro en el frente y uro

furididad (tiro abierto, et

cétera), se hace constar en

la casilla de Observacio

nos y en las derivas dife

-

rentes queso deben tomar,

y también en los ángulos

  de elevación. En lo que

se refiere a la intensidad

del tiro, se expresará cla

ramente en la casilla co

rrespondiente, si bien las

casillas que se refieren al

consumo de municiones y

al tiempo de tiro nos di

cen las clases de tiro de

—— •-.

que se trgta.

La

velocidad del tiro

es

Figura 34.

asuntode tal importancia,

- -

quesi no se tiene en cuen

-

tano podremos decir qué

clase de tiro se e stá haciendo. Se dice que contra tropas son ne

cesarias 140 granadas por hectárea; pero si este tiro lo ejecutá

semos en una hora, el peligro sería bien pequeño para las tropas

que quisiésemos batir, porque seguramente no citarían allí tanto1

tiempo estacionadas. La característica del tiro debe ser su accióne

brutal e i nesperada; y para ello, naturalmente, el t iempo de eje-a

cución del tiro debe ser muy corto. El tiro ideal contra tropas

será el que se realice en

dos minutos.

Los tiros de probibicióu y

hostigamiento se pueden ejecutar más lentamente.

Suponiendo que el mortero tira con tiro acelerado 5 g ranadas

por minuto, y que este tiro le puede sostener durante dos minu

tos con seguridad, tenemos en principio la norma para determinar

el número de

morteros

necesario

para

ejecutar una

misión.

Ya se

comprende queen este sentido no será posible exigir-a dos mor-

tenis que ejecuten un tiro de neutralización en un freute de 100 in,

a 1.200 de distancia.

-

TIRO DE MASAS

Supongamos que una Compañía de Morteros recibe orden de

batir uno o varios objetivos. El Capitán puedo aaentar las tres

Secciones juntas; pero si no tiene sitio adecuado para s ituar juntas

las tres Secciones, o no conviene colocarlas juntas para que las

Secciones puedan atender mejor a objeti+os particulares, sin per

juicio de concentrar el t iro en un mismo objetivo cuando conven

ga, habrá de buscar asentamientos independientes para cada

Unidad de su Compañía. Cuando se trate de la Compañía reunida,

el problema se resuelve igual que hemos dicho para una Sección:

el observatorio da los datos a la. p ieza directriz y l os morteros se

ponen en paralelisnlo; después se hace el tiro en convergencia,

o como nos convenga.

-

Si las Secciones están separadas, el Capitán instala el observa

torio y hace la preparación del tiro para cada Sección en la forma

que hemos estudiado. En la planchdia del observatorio se sitúan

las piezas directrices de cada Sección, y se bace el canevás del

campo de batalla con los objetivos que le háyan designado o los

que el Capitán crea más adecúados para ser batidos con su Uni

dad. Si no se dispone de excelente telémetro será necesario medir

una base para determinar las distancias a l os objetivos. Para ello

nos serviremos de la plancheta ya conocida y se t rabajará s iempre

gráficamente. La base debe ser bastante grande, con objeto de

que el error en las determinaciones sea más pequeño. Respecto

al empleo de la plañcheta, no creo que sea necesario ampliar más

la descripción después de lo que hemos dicho anteriormente.

-

Señalada la dirección de vigilancia de las piezas directrices,

hay que determinar las derivas de cada pieza directriz y las distan-

-

cias para cada uno de los blancos. Los datos se enviarán a las

Secciones para que los tengan en su poder y los empleen al reci

bir la orden de batir un objetivo.

-

La observación y corrección del tiro se coxnplica; lo mejor es

hacer la corrección independientemente sobre un blanco auxiliar

colocado aproximadamente en la dirección de vigilasicia; y a partir

de ahí, estar en condiciones de entrar en_tiro de eficacia sobre el

objetivo que se presente.

Si se dispone de un lnen plano, se sitúan en él e l ohservitorio

y las piezas directrices. Pero como el plano no sea de la escala

1/20.000, no será, excusado realizar toda la preparación por medio

de la plancheta, tal como hemos dicho. El trabajo en ésta será,

de todas maneras, más fácil, porque se p ueden vaciar en ella los

datos utilizables del plano, como las distancias.

- -

Las piezas directrices se apuntarán tomando como blanco anxi

iar el goniómetro del observatorio, en la forma que ya hemos

xplicado. En caso necesario, también se puede utilizar un blanco

uxiliar ola dirección del norte magnético o e l meridiano Lambert.

59

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1—y

LA

vacuna

‘‘

la vacunación antitífica-paratífica

son de gran interés en el medio militar; por

ello consideramos interesante exponer su historia,

su eficacia y la ±édnica que actualmente se sigue

para su fabricación en el Laboratorio Central del

Instituto de Higiene Militar, conforme a los moder

nos estudios e investigaciones.

Dividiremos la exposición en cuatro capítulos,

terminando con algunas consideraciones acerca de

las vacunas asociadas.

HISTORIA ANTIGUA

Tiene sus antecedentes en la observación de quelos enfermos que habían padecido la enfermedad

y habían sobrevivido a ella, no la volvían a pa

decer, y en los principios generales de los descubri

mientos geniales de Jenner para la viruela, y de

Pasteur para el carbunco y otras enfermedades.

Experimentalmente, Fraenckel y Simmonds in

ocularon cultivos virulentos a pequeñas dosis, e igual

mente Chantemesse, que en 1867 intentó la inmu

nización del ratón con bacilo tífico muerto por el

calor. A éstas siguieron las investigaciones de Widal,

Sanarelli y Bruschetini.

Fué nuestro Ferrán el que, en 1887, intentó en

Barcelona, ya en el terreno clínico, la vacunación

del hombre con virus vivo de laboratorio, cuya ate

nuación debía producirse a causa del cultivo extra-

orgánico en el medio artificial.

El méritó de haber propagado y difundido este me

dio de profilaxis corresponde a los Médicos Militares.

Los alemanes Pfeiffer y Kolle, en 1896, practica

ron. inoculaciones de cultivos muertos a dos suje

tos, observando en el suero de su sangre propieda

des bactericidas y aglutinantes; con es-a vacuna se

inmunizó a las tropas que luchaban

en el sur de Africa, en el año

1905,

según describe Schian en “Deutsche

Mi1itr-Zeitschrift”; Kuhn y Muse

hoid fueron los- que iniciaron dicha

campaña.

Pero las aplicaciones a gran esca

la en el hombre se le deben a Wright,

que primeramente lo aplicó en la Ar

mada inglesa, y que después, con

Leishman, en

1900,

y como miem

Los grmenestifico, parattfico A y parati.

fico B, sembrados en estos tubos,perpecúan las

razas y sirven para sembrar tubos con caldo

de cultivo. El caldo en el que han crecido estos

g menes se siembra en frasco de cristal pla

nos o de Roux, que se llevan a la estufa para

que crezcan a las veinticuatro horas:

se

emul

sionan las colonias con líquido de Eyrode, y

la suma de ellas son las Emulsiones Madres.

bros de la Comisión Antipestosa en el Ejército inglés

de las Indias, realizaron

4.000,

pasando de -ioo.ooo

las efectuadas n Egipto, Chipre y Africa del Sur;

entre esas últimas, las de las fuerzas expedicionarias

al Transvaal.

Igualmente, en

1909,

Ruseil vacuna en los Esta

dos Unidos al Ejército- y a la Armada; y en Fran

cia lo hacen Vincent y Çhantemesse con las tropas

de los confines argelinomarroqu! es. Como observara

Vincent que eran frecuentes las infecciones paratí

ficas, ideó en

1910

utilizar una vacuna mixta de

triple efecto, a la que llamó T. A. B., por contener

bacilos tíficos y paratíficos A. y B., tratando con

ello de inmunizar para todas aquellas infecciones;

fué utiliiada, en

1911,

en las tropas de Argel y

Túnez; y posteriormente, basándose en las demos

traciones de Wassermann de que no había propor

cionalidad directa y constante entre el poder tóxico

y el inmunizante, utiliza diez cepas de tífico, cinco

de A. y cinco de B, de muy diferentes regiones de

Francia, Argelia y Marruecos.

Estas campañas de vacunación alcanzaron reso

nancia en el Congreso Internacional de Medicina de

1913,

y por entonces se empieza a practiçar en el

Ejército. español. En dicho año se inició la vacuna

cióncon carácter voluntario en nuestro Ejército de

Marruecos, dándose carácter obligatorio a la misma

en

1915

.pra aquellas localidades en que la fiebre

-

tifoidea era endémica, hasta que en

1920

se declaró

• obligatoria para todo el Ejército.

En el Ejército francés, aunque declarada regla

mentaria desde marzo de

1914,

el número de efecti

vos vacunados al comenzar la campaña era mínimo,

siendo después cu3ndo se hizo en masa, hasta el

punto de que en febrero de

1915

se dió por termi

nada; pero co-mo en la primavera de

1916

se obser

Capitán Médico GONZALO PIEDROLA iL

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vae un nueio aumento de casos por desfallecimient.

de la inmunidad; se practicó la revaçunación anual,

qu ya no se abandonó hasta el fin de las hostilidades.

Las primeras vacunaciones sólo se hicieron con

tífico; pero observándose varios casos de ,fiebre’s

pa.ratíficas (Sacquepé, Burnet, Leboeuf, Bram y

Weissmbech), se apreció la necesidad de vacunar

contra ellas, siendo Widal el que reguló la modali

dad de aplicación. Empezando a utilizarse.esta vacuna mixta en septiembre de

1915,

en octubre ya de

creció la morbilidad.

‘Una historia moderna o de perfeccionamiento -de

la vacuna antitífica nos obligaría a extendernos

mucho. Nos limitarémos, pues, a expresar que por

-las necesidades militares se tendió a limitar el nú

mero de -inyecciones, y de cuatro que eran pasaron

a -tres; luego, a dos.y hasta una, técnica que..hoy no

se admite como buena. Los estudios1e los Servicios

Sanitarios Germánicos, Franceses e Ingleses insis

ten en que para- obtener un. resultado de garantía

de inmunidad son necesarias, al menos, tres inyec

ciones. -- - -

El uso de -una, criticado ya por Ranque y Senez,

ha sido completado por las minuciosas investigacio

nes de Chalier y Le-Dru, encaminadas a comprobar

el valor de la inmunización y la duración de la mis

ma, que le llevan a la conclusión de que con dos

dosis sería aquélla menos sólida y duradera, persis

tiendo algún inyectado como refractario a la vacu

na; lo que no ocurriría con el empleo de las tres

dosis; y las de Lohier y Paraise (“Revista de Inmu

nología”,

1939),

que en el Servicio de Infecçiosos de

Val-de-Grtce observa que los trivacunados con

T. A -B.son mucho menos susceptibles de adquirir la

infección que los que han sido- inyectados dos veces.

¿ES DE EVIDENTES

RESULTADOS LA VACUNA-

-

CLON ANTITIFOPARATLFICÁ?

-.

-Acudiremos en primer lugar a las estadísticas,

para hacer resaltar la morbilidad antes y después

de la puesta en práctica de la vacunación, -y el con

traste de morbilidad y mortalidad en personal vacu

- nado y sin vacunar. -

,Las estadísticas.. de las guerras antiguas daban

cifras muy elevadas; así, por ejemplo, en la franco-

prusiana hubo una morbilidad de 8oo por io.ooo,

y mortalidad de

12%;

y en-la civil americana-enfer

maron- 3.180 por cada io.ooo combatientes, y mu

rieron

25

por cada io enfermos. -

La- primera estadística numerosa de vacunados

fué en las Indiás, donde sevió el contraste de una

morbilidad de 7,29 por i.ooo, y letalidad de.

1,2

%

en los vacúnados, .por una morbilidad de

21,5

por

i.ooo y letalidad .de 4,08 %, en los no-vacunados.

En el Ejército Expedicionario.al Marruecos fran-

-

cés, en

1912,

las cifras de morbilidad fueron de

16,84 pcir io.ooo’ en los no vacunados, y i,8.por

io.ooo en los vacinados.

En el Ejército italiano -que fué a Tripolitania y

Cirenaica en

1912-13,

la morbilidad de los no vacu

-nados era de 353 por io.ooo; mientras que en los

vacunados con vacuna Pfeiffér y Kolle, descendió

a 71- por io.ooo; y los con vacuna Vincent, a 3 or

10.000. - - ,- -

1,

——

-—

‘_ - - —

1,3

1,?

1,1

1/o

0,9

0,R

--

—— —— —— —— -— ——

--

——

.

0,7

.

0,6

o,

— ——

O,

.—.

—— ——- —— ——

0,3

— ——

— —— ..

0,2

1

Ç

J_

=

- -— --

.

-

.

,-

._

.-

iE

-

EJzRcrrOALEMÁN’

DE

CAMPAÑA

BJERCTTOALEMÁNL GUM%NICION

F.JERCtTQPRUSTANO,MEDIADECINCOAÑOs

(907/08

a

1911/12)

Gráfico

0

2.

Total de atacados defielire tifoidea en las tropas alemanas en

2914/15;

-

0/enfermos. -

Los resultados de toda la campaña antitífica en

‘el Ejército alemán de 1914-1918, fueron expuestos

por Hunermann y Krehl al Congreso de Varsovia

de 1918.

Exponemos en gráficos dichos resultados, que en

resumen’ son: la disminución de la morbilidad tífica-

total, de un modo lisonjero, en el tercero y cuarto

..año; y el decrecimiento en 1915, cuando la vacuna-.

ción había sido practicada.

Así, se -llegó’ a,que -un. frente de

30

Divisiones

- -Gráfico n.° i.

Casos totales de tifoidea, disenterla, cólera y tifus exantemdtie.

en

°/,,

del numero de individuos. (Ejército alearán de gaarnieitM

- - -

y én campaáa.)

Las cifras inferiores se refieren al Ejército de guarniei4n.

f.1’ -

-

Ql

Ql

Ql 11 -

QQ. fr .0 Ql

11Ql -U O 0

------

1.5

61

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estuviese completamente libre de estas infecciones,

lo que hacía decir a Hunermann “Qué ciudad im

portante, con ün contingenfe de

30

Divisiones, puede

envanecerse de verse libre de esta enfermedad?”

2’ —

— —

— - -

rl

i i —,—..—..— .—. — — —

-j

- Este mismo autor calcula la mortalidad en los no

vacunados en g,6 %; después de la primera inyec

ción descendió a 8,7 %; después de la segunda, a

6,6 %; tras la tercera, a 5,3 %, y una vez repetida

la revacunación preventiva, a 2,6 .

Hay que recordar la resistencia inicial a la vacu

nación; pero por la energía de las autoridades sani

Mortalidad tifoidea por 10.000 en. la poblacién total en España.

o,

AÑOS

13 IV 15 16 II 8 192021122324

G:r áfico n.°

4

Mortalidad £ifoidea por 1.000 en el Ejército español.

tarias superiores, por el açatamiento de los jefes del

Ejército a las prescripciones facultativas y por el

incremento amenazador del tifus, en el avance ale

mán por el Este, en Polonia, y por el Oeste, en Bél

gica y ‘Francia, se venció la resistencia y se vacunó

• toda la fuerza..

En la guerra de

1914-18,

el Ejército italiano tuvo

un descenso de morbilidad de

179

por io.00o’ en

1915,

a

2

por io.ooo en

1919,

o sea más baja 4ue

en tiempo de paz.

Posteriormente, la morbilidad de los Ejércitos

permaneció a un nivel muy bajo, r aun descendió

pau]atinamente, persistiendo la morbilidad en cifras

del

i

al 3 por io.ooo.

El Ejército español, en los años

1921-1922,

como

consecuencia de la campaña en Marruecos, tuvo

37,7 por io.ooo de morbilidad, cifra que descendió,

en el año

30,

a 3,5 por io.ooo. (Véanse gráficosad

juntos.)

. .

En nuestra Guerra de Liberación hubo, desde el

i8 de julio de

1936

al 30 de abril de

1939, 5.239

casos

de fiebre tifoidea y paratíficas, con 851 fallecimien

tos; indudablemente, cifras erróneas, pues si bien las

muertes se anotaron, hubo muchos casos etiqueta

VVC4VUCO8 V8CUTCOV F09LOV

VOLUNTARIA LOCALIZADA

AÑOS 10 11 12 13 14

15

ib ,7 18 19 20 21 20 23

,

5 26

Gráfico n.° 5.

Descenso de la cifra de mortalidad por 1.000 en el Ejército español,

debido a la vacunacjéro.

dos’ como “infección intestinal” que no se incluye

ron. Resulta así, aparentemente, una morbilidad pe

queña

.

y una mortalidad grande, siendo causas de

error el tipo inicial de movilización, el que las fuer

zas de Milicias no fueron vacunadas al principio y

el trasiego ininterrumpido del campo rojo.

Sin embargo, la vacunación y las revacunaciones

anuales fueron sistemáticas en el Ejército, dando

idea de ello el que se fabricaba en el Laboratorio

del Instituto de Higiene Militar, veinte litros de

vacuna diaria, y que el total de centímetros cúbicos

elaborados fué de

5.451.745.

Por último,, citaremos estadísticas en la poblá

ción civil de Vialatte y Bolpinger, que hace dscen

der la mortalidad, de

1,5

en lós no vacunados,

a 1,8 en los vacunados;y las de Sohier y Paraise

que siguen:

Formas graves

Formas mortales.

lUVIa lU74 1871O_!P_

-,

e .

20

-

Ir

17

15

18

ji

12

11

lo

9

8

7

6

5

4

.3

2

3

e

———--E1i7DDALIDS TIFOIDEAS EJ EL F. JE IT O A7.UE

Di

CAMAI1IO

EJ 0370/71 ¡E L’E 11170110E3$.

.7074L

OS *TACAIIIS

DO PItEES TIFOIDEA DOlEL IJEJCTTO

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5

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5

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V004NACJON

OBUlETOOlA

IT

.6

1.7

1

E

O

o

O

/

3,4

3,3

3,2

3,1

3,0

2.9

2,8

2,7

2,6

0,3

1,2

1,7

1,8

17

1,8

1,3

1,2

1,1

1,0

0,0.

0.9.

Vacunados

6,25

2,34

No vacunados

22,2

714

62

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7/17/2019 RET 033 Octubre 1942

http://slidepdf.com/reader/full/ret-033-octubre-1942 64/83

En este

matraz

están recogidas las emulsiones de los

diversos frascos de Roux, sembrados con un mismo

germen, firmando la llamada Emulsióiz Madre, y

muertos

por la adición de formol al 2 por 1.000.

Ea cada centímetro cúbico hay 12.000.000.000 de

górmenes, y en el matraz, la astronómica cifra de

10.800.000.000.000 de bacilos. El recuento de ellos

se püede hacer opacirné’tricamente por comparación

con emulsiones ya conocidas y valoradas, o bien por

el procedimiento de diluciones sucesivas seguidas

de recuento microscópico y de multiplicación de la

cifra hallada por las diluciones hechas.

¿Creen todos los sanitarios en su eti

cada? No; e incluso hay quien le niega

todo valor, creyendo más en el perfec

cionamiento de las medidas higiénicas.

A’éstos debemos argüirles:

1.0

Que en

las antiguas campañas militares había

h6spitales enteros dedjcados a tíficos, y cuando se

implantó la vacunación (sin gran modificación en

las medidas higiénicas) quedaron reducidos a salas,

primero, y a casos aislados en los departamentos de

irife’cciosos, después. Tal sucedió en nuestra campaña

de Marruecos.

2.°

Que los casos que aparecen en los

cuarteles son précisamente en ordenanzas y destinos,

clases de tropa que suelen rehuir ld. vacunación.

30 Las diferencias de frecuencia de estas afecciones

en uno y otro sexp, poniendo en parangón las esta

dísticas anteriores con las posteriores a la puesta en

prácticá de la vacunación en los ejércitos; así,, en

Francia, de

1911

a

1914,

por cacta roo casos se daban

66 en el sexo masculino y 34 en el femenino; y de

igi8 a

1922,

de cada ioo casos,

25

eran masculinos y

‘75 femeninos, por conservar poder inmunizante los

varones vacunados en el Ejército.

4,0

Se observa en

las poblaciones (sobre todo en aquellas en que, por

no tener aguas potables, el tifus es endémico) que es

más frecuente en las’ mujeres y en los varones de

menos de veinte años; es decir, en los no vacunados,

pues al ingresar en filas se vacunan aquéllos siste

máticamente. 5.°. La observación de que en estas

mismas capitales, los que:llegan nuevos (pues los

naturales se benefician de una inmunización progre

siva por vía entérica) caen enfermos, a menos que

se hallen vacunados anteriormente, como hacen mu

chos de. ellos, por ejemplo, estudiantes, al ir a residir

en aquéllas. 6.° Que los fracasos que de cierto pre

senta esta vacunación, son cada vez más escasos, a

medida que se conocen los nuevos fundamentos que

reseñamos en la “Historia moderna de la vacuna

ción” (elección de colonias, número de dosis, etc.).

Podemos, pues, decir, que se admite generalmente

que la vacunación antiti/o paralítica aumenta consi

derable,nente el estado refractario de’ la colectividad,

disminuyendo el número de casos y su gravedad en

gran porcentaje, debiendo ser completados sus bene

ficiosos efectos con la adopción de las medidas higié

nicás convenientes.

Por último, anotaremos que en la campaña ‘actual

‘en Francia, desde septiembre de

1939

a junio del

40,

sólo ha habido algunos centenares de casos, como

asimismo que han sido escasos los aparecidos en los

campos de concentración; mientras que fueron mu-

cho más numerosos los de disentería, de origen baci

lar y de modo de propagación parecido, pero ‘para

los que no existen métodos de inmunización segu

ros. Por otra parte, según las noticias que nos llegan

en revistas y radios extranjeras, las cifras de mor

bilidad y mortalidad no han tenido aumento, ni en

las fuérzas combatientes, preparadas por, inmuniza

ciones preventivas, ni en las capitales inglesas o ale

manas, .donde los bombardeos, que mezclan aguas

residuales y de bebida, las emigraciones de ciudades

costeras al interiór, movilizaciones generales, aglo

meraciones y vida común en refugios, llegada de tro

pas lejanas, etc., han obligado a la vacunación en

masa de la población civil.

VARIANTES DE VACUNAS

Desde el punto de vista de

vitalidad de los gérme

ijes, existen: 1.0 Vacunas con-gérmenes vivos ate

nuados por el calor a 500, como la de Castellani.

Técnica peligrosa.

2.°

Bácilos -sensibilizados,

.

o sea

puestos en contacto con suero antitífico aglutinante

y esterilizados a

500,

como la dé Besredka. 3.° Con

gérmenes autolizados, como la de Vincent, que a gér

menes cultivados en agar los emulsiona en suero

fisiológico, los tiene dos o cuatro días en la estufa,

centrífuga, y el líquido que sobrenada esterilizado

por el éter es la vacuna; y 4.° Gérmenes muertos.

Dentro de este último grupo separaremos las va-

cunas según su vía de introducción, en: 1.0, Vía intra

venosa (técnica de Friedberger y Morehi). 2.° Vía

rectal

por enema vacunal con láudano (técnica de

Courmon y Ro.chaix). 3.° Vía digestiva, basada en

quela fiebre’ tifoidea no deja en pos de sí tal canti-’

dad de antiduerpos que expliquen suficientemente la

inmunidad, no pudiendo tampoco explicar la fago

citosis las nuevas condiciones de resistencia”de los.

curados. De ahí que Besredka, en su bilivacuna, -

considere por exclusión a los.elementos fijos del teji

do receptivo (mucosa ntestiría1) como sede de la re

sistencia; aun siendo de eficacia ‘poco duradera e

intensa, requiere su téciiica gran cantidad de gérme

nes matados en buenas condiciones antigénicas (pre

sencia de Vi) y adición de bilis, que facilita su absor

ción’. 4.° Vía subcutánea, muy usada, con gérmenes

1

63

-

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muertos por: a) calor,como la ce Wright y Lish- traumatismo, pues sólo se’ usa el’formol al

2

por

man, que añaden posteriormente lisol al 2’,5 %como i.ooo, puesto en contacto con las emulsiones madres

antiséptico para mantenerla estéril; b) anestésicos, durante cuarentá y ocho horás, a 370, (Véase técnica

que pueden ser el cloroformo (Harison), ‘cloruro de reseñada brevemente en las tres adjuntas foto-

etilo (Thiroloix) o por el éter, como la utilizada grafías.)

hasta el a,ño 1936 por el Ejército español, según la La preparación de la ‘vacuna por este procedi

técnica de Vincent. Utiliza el éter al io

%,

que des- miento es fácil, económica,, y la reacción. local y ge

pués lo hace desaparecer por vacío o a ‘la estufa; neral es escasa,

c) por la acción de rayos ultravioleta (Renaud); Detalles adicionales de su preparación son los re

d) por agitación continua a °, como las dePfeiffer petidos controles,’ tanto microscópicos como por

y Kolle y Rusell, que añaden para conservación siembras en caldo comün y en agar Veillon, para

ácido fénico la primera, y tricresol la tercera; e) anti- asegurarse del buen éstado de los gérmenes de la

sépticos, como la de Ranque y Senez, que matan a vacuna y de la ausencia de microbios extraños, sean

los gérmenes con solución yodoyodurada y después aerobios o anaerobios, y el utilizar para la diluéi6n

neutralizan con hiposulfito de sosa; o la que se usa las soluciones 1 ylI del líquido de Tyrode-Trende

actualmente en el Laboratorio Central de’ Análisis, lenburg, cuyo papel tampón es de utilidad.

‘que utiliza formol al

2

por i.00o, con una concentra

ción de i.ooo millones de bacilos de Eberth por’ VACUNAS

ASOCIADAS

centímetro cubico;

500

millones de Para-A y

500

de Para-B. 5•0 Vía intramuscular, usada en la vacu-, De una manera cómodapara el sujeto, producen

na de Le Moigni, Pinoy y Sezary, que hacen una simultánea inmunidad para ‘distintas a’fecciones.

emulsión de cultivos en gelosa y adicionan una pre- Corresponde el mérito de iniciación de estos traba

paración oleosa especial, la esterilizan a 570 durante jos a Vincent (al que tanto debe la vacunación anti

veinticuatro horas y adicionan eugenol como anti- tífica), que en

1892

inyecta a conejos bacilos tíficos

séptico. 6.° La

vía int’racuta’nea,

usada moderna- y estreptococos, y en

1910

propone la mezcla T A. B.

.mente por Grasset y a’doptada en algunos países. Más recientemente, por varios investigadores y

Utiliza una endoanatoxina que prepara tratando por técnicas distintas (Ramon y Zoeller) se ha demos-

el calor a 370 y por el formol a extractos de bacilos trado que la varia concurrencia de antígenos aumen

muertos por el calor. En una estadística muy nume- ta en muchos casos la protección que pueda conferir,

rosa (más de

500.000),

dice que en la práctica no da y con mayor actividad de inmunización que utilizan-

reacción local ni general, con una morbilidad de do aquélla separadamente.

0,2

por r.ooo. ‘Castellani crea su tetravacuna T. A. B. y vibrio

Teniendo en cuenta todo lo dicho hasta ahora, nes coléricos; Hidedtake, Yaoi-Hirosi y Sudzuki, en

la vacuna antiti/o paratífica elaborada en el Labora- trabajos realizados en

1940

en el Instituto de Enfer

tono Central del Instituto de Higiene Militar utiliza medades Infecciosas de Tokio, asocian antivariólica

bacilos tíficos Para-A y B, que al crecer en los medios y T. A. B.

‘ ‘ -

de cultivo lo hacen dando colonias lisas, y que al En el Ejército francés, el Laboratorio Central de

examen microscópico son formas bacilares y flage- Investigaciones asocia la T. A. B. y anatóxinas tetá

ladas; se rechazan las colonias rugosas y los gérme- nica y diftérica, comprobándose por Sacquepé, Pilotnes de formas alargadas ramosas y filamentosas, y Jude quela inmunidad para cada una es más ele-

Estos gérmenes son de varias cepas o razas, tanto vada que usándolas solas; graciasa estos estudios,y

para los tíficos como en los paratíficos, recientemen- a la iniciativa de los Generales Rouvilion y Norvan,

te aislados; y de diversos puntos de origen, se declaró obligatoria, en 1936, para los Ejércitos de

Además, los gérmenes se someten al mínimo de Mar. Aire y Tierra, con la técnica de tres inyeccio

nes de2 c. c.- 3 c. c. -3 c. ,c., con

una revacunación anual de 2 c. c.

El Ejército argehtino utiliza una

vacuna’compuesta de T. A. B., ana

toxinas tetánica y diftérica y neumo

cocos; y el italiano, desde 1938 utiliza

la asociación de T. A. B. y de anato

xina tetánica.

Una vez valoradas las E. M. y comprobada su

esterilidad, se reúnen las cantidades de cada ger

men para que la dilución final sea en cada

centí

metro

cúbico mil millones de tífico, quinientos

millones de paratífico A y quinientos mdlones

de paratíf ico B. Ampollas de 10 c.c. pendientes

del ‘control definitivo, etiquetado. y almacenaje.

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sEIcwEScucHkRÁoIn

Caplt*n de IngenteroePEDRO PARDO RIQUELME

del RaOiml.nte de Transmisfenee del Aire.

C0N el título Servicios de Escucha y Cifra apareció

en esta Revista un artf culo del Teniente Coro

nel Sarmiento, muy interesante y de suma actua-.

lidad. De la escucha en general, entre otras cosas,

dice: “Al generalizarse los medios de transmisión

radiotelegráficos, fuente inagotable de escritos, cuyo

análisis, por los criptólogos, adquiere fecundidad

insospechada por hábil encauzamiento de la escu

cha... Otras modalidades de la escucha: noticias,

boletines de prensa y difusión de propaganda...”

Esto basta, por sí solo, para darse cuenta de la

importancia que actualmente tiene la escucha radio

eléctrica, tanto en paz como en guerrá.

No conozco nada escrito, en concreto, sobre la

organización de un Servicio de esta clase; y sin des

cubrir nada nuevo, tomando datos de varios sitios

y deduciendo consecuencias de ellos, pretendo hacer

ver su gran importancia, y al mismo tiempo dar una

norma para la organización de este Servicio, de ma

nera que pueda sacársele el mayor rendimiento po

sible.

No hace falta decir que en la época actual este

Servicio tiene tanta importancia en paz como en

guerra, tanto por la lucha de propaganda y contra-

propaganda, como porque si los movimientos sos

pechosos de tropas en las fronteras de una nación o

en las de sus colonias han sido registrados a tiem

po, puede evitarse la sorpresa, .que según estamos

viendo, han sufrido alguno países n la guerra ac

tual. -

IDEAS PARA

EL MONTAJE DE. UN SERVICIO

DE ESCUCHA RADIOELECTRICO’

Posibilidad

de

realizarlo y ventajas que proporciona.

De la propiedad de las estaciones radiotelegrá

ficas de irradiar sus ondas en el espacio en todas

direcciones, se deduce la posibilidad de captar los

despachos y señales de una estación por medio de

un receptor .situado dentro del alcance de aquélla.

Una escucha metódica y constante, realizada por

personal especializado y receptores apropiados, es

capaz de poder recoger y reunir despachos captados

a las estaciones que interese, constituyendo ella solá

una fuente magnífica de multitud de informes, algu

nos de los cuales consignamos a continuación:

Proporcióna datos sobre la categoría de la esta

ción y su relación con las demás. Basta para ello

llevar una ficha de cada estación, y a la, vista de

ella ver que la estación con la cual comuniquen más

las otras ha de pertenecer, seguramente, aun Cuar

tel general o cabecera de Unidad importante.

Las estaciones que comuniquen entre sí y no lo

hagan con otro grupo de estaciones, puede deducir e

que pertenecen a agrupación distinta de las otras.

Las estaciones que estén cerca de otras evitarán

emplear. igúales longitudes de onda, para no pertur

barse mutuamente.

Cuanto más próximas estén de nuestras fronteras,

las estaciones trabajarán con menores longitudesde onda.

Las agrupaciones importantes emplearán estacio

nes de mayor potencia que las agrupaciones pe

queñas.

Si durante la marcha del enemigo para establecer

contacto lgramos descubrir y localizar algunas de

sus estaciones, nos podrán dar a conocer su situación,

e incluso su eje de marcha y dirección.

El orden de despliegue dél adversario nos lo daría

la localización y situación en planos radioeléctricos

de sus estaciones, pudiendo presumir los lugares de

mayor ‘densidad de fuerzas.

Caso de una obligada retirada por nuestra parte,

si se han hecho las destrucciones a fondo de nues

tros medios de transmisión el enemigo empleará en

mayor escala la radio, y podremos seguir más fácil

mente sus movimientos y concentraciones.

Análogamente, caso de aprovechamiento del éxito

y persecución, al no.poder construir líneas el enemi

go, por la rapidez de su retirada, sus estaciones de

retaguardia entrarán en funciones con mayor inten

sidad de trabajo y nos servirán para saber dónde

tiene establecidas sus segundas líneas y zonas de

repliegue.

Cuando una agrupación ocupa por. primera vez un

Jugar, su estación comprobará su buen funciona

miento y sus posibilidades de enlace con las otras

del sector, delatándose •y pudiendo verse por el

fichero si nos es desconocida o no.

Un aumento en el servicio, comparado con el que

ordinariamente cursan las estaciones, nos indicará

un casi seguro movimiento de fuerzas, pues ese

auménto del servicio, puede provenir de la transmi

sión de órdenes, pedidos de material o transportes,

estado de fuerzas, etc., en mayor cantidad que en

tiempo dé calma.

Un buen escucha radioeléctrico debe ser capaz dé

conocer, por la transmisión que recibe cotidiana

mente de una misma estación, el estado de ánimo

del que transmite:, si lo hace con nervosismo o pre

cipitación, será signo de que algo importante sabe.

o supone va ‘a ocurrir. ‘ .

65

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•Un silencio anormal en éstaciones de campamen

tos que tuvieran ordinariamente servicio activo,

puede indicar un relevo o que ha sido abandonado

el campamento. -

La desaparición de una red de estaciones, hará

suponer la retirada de las Unidades a las cuales

Modelo núm. r. MODELODE BOLETÍN

ANVERSO

.

(Tamallocúarliiia)

BOLETJN

N.°

RECEPTOR

N.°OPERADOR

ASo Mes

Dio ‘Hora T E X T O

N.°

Calificación -—

INDIcATIvos

de.,.,...,a.

.

INTENSIDAD

VELOCIDAD

-

•ONGITUD

DE

ONDA

--

DATOSDELRECEI’TOR

Tono: -

Volumen:--

.

.

.

Grados dei Dial:

.

.

OBSERVACIONES

.

.

ARCHIVADORN.-

REVERSO

pertenecía; y si se localiza esa .red en otro punto,

podren’ios saber dónde fueron trasladadas esas Uni

dades.

La densidad de las re’des puede ser un indicio de

la,densidad de fúerzas.

Las estaciones y puestos de mando van siempre

cerca las unas de los otros. Por lo tanto, los despla

zamientos de esas estaciones pueden denotar los des

plazamientos de los puestos de mando.

La escucha de estaciones de campos de aviación

enemigos nos puede indicar, egún su servicio, la

importancia del campo en cada momento, ypuede

llegar a proporcionar en ciertos momentos buenos

informes a la cazá propia, a la artillería antiaérea

e incluso a la defensa ‘pasiva.

Muchas más ventajas’ puede proporcinar una es

cucha radioeléctrica perfectamente organizada y do

tada d medios; pero lo apuntado anteriormente

creo es suficiente

para que pueda verse su grán

importancia.

Las estaciones dedicadas únicamente al Servicio

de escucha lograrán mejorar su rendimiento adop

tando antenas especiales en cada caso. Pueden em

plear antenas directivas, si se desea escuchar en una

dirección determinada, o antenas no directivas si

se desea escuchar en todas direcciones.

La escucha radioeléctrica nos proporciona el medio

de oír lo transmitido; pero si la unimos la radiogo

niometría, podremos entonces fijar en un plano la

situación del punto emisor; y efectuando esa opera

ción

con diversas estaciones captadas podríamos

formar un “plano radiotelegráfico”

de

esas esta

ciones.

Muchas son las.ventajas que éstos nos pueden

próporcionar.

Un cambio de emplazamiento de una

estación, como’

ha de

ir unido a cierto espacio

de

tiempo, grande o pequeño,

de silencio, puede ser

conocido por nosotros si al volver a funcionar la

estación la fijamos otra vez en el plano.

MONTAJ’E

DE UN SERVICIO DE ESCUCHA.

RADIOELECTRICO. De lo dicho anteriormente’

puede deducirse cómo ha de montarse este impor

tante Servicio.

Se necesitará un personal especializado en recep

ción radiotelegráfica, con práctica suficiente parapoder distinguir las estaciones unas de otras, por su

.potencia, su tono,

su.manera particular de transmi

tir y mil detalles que sólo la práctica constante y

una gran paciencia son capaces de proporcionar.

Este personal tendrá a mano unos boletines en

los que anotará sus observaciones, con un encasillado

indicando fecha, hora, longitud de onda, intensidad

de recepción, velocidad, texto, indicativos y obser

vaciones particulares de la escucha.

Estos boletines se reunirán en una Oficina

cen

tral, la que, a la vista de ellos, formará su fichero y

anotará diariamente las novedades; pudiendo, a

fuerza de cuidado y tiempo, llegar a poder clasificar

las fichas por agrupaciones, teniendo presente cuáles

estaciones son las que más enlazan entre sí.

Irán anotados en esa ficha, junto con los datos

del boletín, todos los indicativos que vaya usando.

la

estación y

fechadel cambo de ‘indicativo (pues

puedé servir de base para saber cada. cuánto tiempo

se verifica ese cambio y facilitar el conocimiento del

nuevo indicativo), longitudes

de

onda que emplea

según la hora del día. y estación del año, aparato

o aparatos receptores que han captado esa estación,

e incluso qué personal servía el aparato, indicando

graduación de todos los controles de dichos apara

tos, tono, volumen y grados del dial.

Se necesitarán aparatos receptores en número pro-

66

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porcional a la importancia que quiera darse al ser

vicio.

Estos aparatos estarán divididos para dos clases

de misiones. Uno, para la escucha de estaciones co

nocidas y localizadas; otros, para la busca de nuevas

estaciones y de las conocidas que lleven tiempo en

silencio.

Son importantísimos cuantos datos puedan obte

nerse también por otros medios, sobre indicativos y

longitudes de onda corrientemente empleadas según

tipo de estación y potencia de las mismas.

El servicio puede ser permanente o no, según la

importancia del momento o los medios con que se

cuente.

Si se quieren tener planos radiotelegráfios, será

impiescindible el empleo del radiogoniómetro para

Modelo núm. 2. MODELO DE FICHA DE ESTACIÓN

ANVERSO (Tamaúocuartilla)

1

-

ones-eonSaL..... — ._.

Longitud de onda_

Velocidad-—

— - — -

—— .__-_-.——

Doletlnn.°

Archivo—

Calificación —

Núm

e naocatsvo

Día..

hO,,

Receptor ss.0 .

Operador

To.,,

Vojumen

A ntenS,aaco.

REVERSO

:.II

OBSERVACIONES,DEDUcCIONESYRESUMEN

LI

Localización,cambiosdeemplazamiento,épocasdesile,icio,unionesbilate

rolesconotrasredesoagrupaciones,horasfijasocorrientesdetransmisión,

poder fijar en un plano los puntos de emisión. Para

fijar ideas, vamos a indicar esquemáticamente de

qué debe constar el servicio completo:

i.° Una Oficina de centralización de despachos

y explotación de informes, instalada en las inmedia

ciones del director del servicio, o enlazada con él

de una manera secreta y rápida. No debe emplearse

la radio, ni aun con cifrados, para este enlace.

A esta oficina deberán remitirse todos los despa

chos y boletines recogidos por todos los servicios de

escucha.

Se sacará copia de. los despachos, remitiendo una

Modelo núm. 3. MODELO DE FICHA DE AGRUPA

CIÓN O RED

ANVERSO

(TamaOfolio)

Unidad aque pertenece la agrupaciin oredSector de emplazamiento .

REVERSO

oBsERvACIONES

GNERALES

al director del Servicio o al Centro que éste órdene.

Con la otra copia se formará un archivo clasifica

do por estaciones y numerado.

A la vista de los boletines (Modelo n.°

i)

y datos

recibidos, se formará un fichero, anotando en la

ficha (Modelo n.° z) de cada estación todos los datos

enumerados; y al respáldo, el número de clasifica

ción del archivo, en donde podamos encontrar datos

más explícitos en caso necesario.

Se tendrá otro fichero con fichas (Modelo n.° 3)

que indiquen redes completas, o estaciones que ten

gan una gran relación entre ellas, con los datos pre

cisos y el número de la ficha de cada estación que

forme parte de la red o agrupación.

Todo esto se llevará lo más al día posible, y es

mejor pecar por más que por menos en lo que se

refiere a datos anotados.

Quincenalmente, o cuando ordene la Superiori

dad, formulará un boletín con el resumen de la

labor realizada durante ese tiempo, haciendo cons

tar en él todas las estaciones que están bajo el con

trol del Servicio, e indicando las nuevas controladas

y las desaparecidas.

Se llevará un libro índice con hojas para los recep

tores, que se denominarán por números; otras hojás

con las letras o signos convencionales para denomi

nar a cada operador y, finalmente, otras de doble

A7 F

7A 6

lUnidad aquel cambios de

pertevece emplazamiento otras redes

A Indica nombre del sector zona del terreno o Ejército (Tierra, Mar, Aire)

en que

esté enclavada la red.

7 Ihdica nomlte de cada redo agrupación dependiente de un mismo A.

F Indica número de orden correspondiente a cada ficha de unesmisma agru

pación o red.

7 indica número correspondiente a cada red o agrupación.

A Indica nombre de cada essaciin correspondiente a una misona red o.agru

paciin.

 Indica número de orden correspondiente

a

cada ficho de una misma esta

ción.

Unidad a ene 1,ertenece,etc., etc.

67

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7/17/2019 RET 033 Octubre 1942

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énrada desfinadas a estac.ones y redes. (Mode

lo n° 4.)

2.° Varios Centros de goniometría y escucha,

compuesto cada uno de:

Cn goniómetro para hacer medidas.

Varios receptores para recoger despachos; descu

brir nuevas estaciones y orientar la labor del gonió

metro, ya que la única misión de éste debe ser medir

y no escuchar.

30

Un enlace seguro, secreto y rápido entre los

ciones pertnaí’ientes y de campós de aviación.

El receptor o receptores dedicados a la escucha

comenzarán su trabajo por ondas medias, y en días

sucesivos irán pasando a las intermedias y cortas;

pero siempPe procurando encontrar, una vez loca

lizada una estación, la corresponsal de la misma,

caso de lograr su indicativo.

Todas estas normas podrán variarse según las cir

cunstancias, y será la práctica del servicio la que las

precisará al cabo de algún tiempo.

Modelo núm. 4

MODELO DE HOJAS DEL LIBRO. INDICE Tamaño folio

¼.,araaLerlsLleas

.,._.,.._,.._-

1

(

Características._

-

Antena empleada, características

MarcaModelo.

-

Caracteristicas._,_.....

.......

Antena empleada, características

(3.a)

INDICE DE ESTACIONES INDICE DE REDES O AGRJJPACIONES

Centros y la Oficina de centralización. El servicio

será permanente, a ser posible. -

A los operadores se les darán boletines como los

ya indicados, que rellenarán con la mayor escrupu

losidad, poniendo sumo interés y teniendo muy pre

sente todo lo indicado que pueda servirles para facilitar su labor, sin olvidar que es un servicio en el

cual la paciencia y constancia es la base principal

para alcanzar el éxito.

Cada receptor se dedicará, a ser posible, a longi

tudes de onda distintas, principalmente medias

(de

200

a 3.ocio metros), intermedias (de 50 a

200)

y cortas (de io a

50

metrOs), que serán seguramente

las empleadas únicamente.

Otros receptores pueden dedicarse a las esta-

A los datos suministrados por estos medios pueden

sumarse los conseguidos en otras dependencias o

centros que puedan ayudar a esta labor de escucha,

a los que se les entregará boletines para que los re

llenen, recogiéndoseles cada cierto número de días,

siempre que el empleo, de este medio de ,ayuda

tenga las garantías suficientes de discreción y se

guridad.

Toda estación de radio afecta a cualquier servi

cio debe escuchar en sus tiempos de reposo, y enviar

cuantos datos pueda obtener al Servicio de Infor

mación.

Este Servicio de escucha no hay que decir que se

complementa en sumo grado con los informes pro

cedentes del Servicio de Espionaje.

/

INDICE DE RECEPTORES

Marca....._

...

Modelo

..

Antena empleada,características-—

(ln)

REcEPTOR N.° 1

RECEPTOR N.° 2

RECEPTOR N.° 3•

INDICE DE OPERADORES

 2.5)

OPERADOR

OPERADOR

OPERADOR

-

Clasificadas por indicativos

Clasificadas por fichas

Indicativos Fichas Fichas Indicativos

(4.

Clasificadas por agrupaciones

Clasificadas por Fichas

Agrupación o Unidad Fichas Fichas Agrupación o Unidad

68

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A NUESTRA COLÁBOIACION

Las páginas de EJERCITO están abiertas a la coláboración de todós los Oficiales, sea cua1quira

su categoría, escala y situación.

Remuneramos invariablemente los trabajos que se publiquen con una cantidad no menor de

trescientas pesetas, que puede elevarse hasta setecientas cincuenta cuando el mérito lo justifique.

El tipo de artículo de Revista no debe exceder de 25 a 30

cuartillas de

i renglones. Correspon

dencia para colaboración, al Director de EJERCITO.

UN CONCURSO MUY INTERESANTE

Deseamos recibir de

nuestr colaboración trabajos ‘que desarrollen temas sobre Educación Moral.

Estos trabajos están dirigidos a lograr dos fines: actuar en el perfeccionamiento moral del Oficial y propor

cionarle ideas que le. auxilien en su obligada tarea de educador y creador de la moral militar del soldado.

A continuación indicamos un conjunto de conceptos que no’ están ordenados ni ligados por un riguroso

método de Psicología o de Etica, y que se exponen únicamente como sugerencia de temas para los trabajos.

Cada autor puede desarrollar uno de éstos o varios, a voluntad, y adoptar los que se indicán u otros expre

sados y agrupados de distinto modo, siempre que se encaminen al fin que se persigue.

Los trabajos deben tener de 15

a

20 cuartillas de 15 renglones. Los que sean admitidos quedarán de pro

piedad absoluta de la Revista EJERCITO, y adquirida definitivamente aquélla mediante el pago de

setecientas

cincuenta pesetas por cada articulo admitido; es decir, que si varios de los admitidos son de un mismo autor,

se atribuirá la cantidad expresada a

cada artículo. La Revista podrá insertarlos en cualquiera de sus publica

ciones, incluso la Editorial, si conviniera, como resultado

del concurso,

editar

uno o varios libros con ellos.

Los trabajos que aspiren a tomar parte en este concurso deberán ser enviados al Director de EJERCITO

antes del 35 de diciembre del corriente año.

Las verdades eternas.—La aspiración natural hacia la

Divinidad.—Fundamentos del espíritu militar en los

sentimientos religiosos.

Hablad al soldado.—.Eficacia de la palabra.—La conver

sación.—Las lecciones de la instrucción teórica—La

conferencia.—Sencfllez, amenidad, agudeza.

Conceptos fundamentales; la Bandera como símbolo; el

Caudillo, la Jura de la Bandera.

El espíritu militar.—Valor, obediencia y disciplina—El

orgullo de la profesión y del Cuerpo.—La relación afec

tiva mutua entre superiores ‘e inferiores.—Camaraderia

y humanitarismo.—El saludo, la cortesía—La, veraci

dad y el trabajo.—El comportamiento en la vida social.

El cnartel,—La vida en común y su efecto sobre el sol

dado.

La Instrucción.—Ojeada sobre los servicios de campaña.

La destreza, la responsabilidad, la iniciativa en el com

bate. La moral por la instrucción.

Ojeada sobre los servicios de guarnición.

El uso del mate

rial y del ganado.—Lo que cuesta, cómo se malgasta,

cómo se cuida y se aplica útilmente.

Higiene anímica y corporal.—Alegrfa y confianza—El

continente digno y el buen humor.—La cólera y los

modales descompuestos—Las enfermedades, el con

tagio, el alcohol, el juego, las malas costumbres.—La

mala compañía.

El libro.—El saber, la aplicación.—La lectura y la escri

tura.—Las buenas lecturas.—La mala palabra.

El licenciamiento.—Ojeada sobre la éstancia en el cuar

tel.—Resultadós obtenidos y utilidad del sacrificio

réalizado.—Consejos de iudadanía.—Consejos para la

movilización,

11

Invitamos a toda la Oficialidad a la colaboración

en Guión, revista ilustrada de los Mandos subalternos del.

Ejército, editada por la Revista EJERCITO, y que ha empezado a publicarse

en

junio último.

Los autores que nos envíen sus trabajos pueden obtener una satisfacción inapreciable utilizando las páginas

de

Guión,

cuya resonancia se deriva de su gran tirada, para hablar a nuestras laboriosas Clases de Tropa e influir

provechosamente sobre su moral y cultura.

Los trabajos publicados en

Guión

serán remunerados con una cantidad que variará de

ciento cincuenta a qui

nientas pesetas, según su importancia.

Correspondencia, al Director de

Guión.

ji

1:

u

u

El hombre.—Su misión y destino.—Sociabilidad.—De

beres esenciales, de la ciudadanfa

La Patria.—Cómo nace, se engrandece y decae la Nación.

El Estado y su construcción jerárquica.

España y los espafloles.—Ventajas y desventajas geográ

ficas del solar nacional—Sus riquezas y sus defectos

materiales—Influencias del amb4ente geográfico sobre

el español; virtudes y defectos—El ideal hispano, sus

defensores y enemigos.

La guerra.—Sus origenes y’ causas.—Sus caracteres esen

ciales, su finalidad y factores.—El Eército.—La Na.

ción en armas.—Deberes del ciudadano para la defensa

nacional.

El mando militar—La jerarquía y el ascendiente.—La

responsabilidad, la iniciativa.—La disciplina activa y

pasiva—El entusiasmo, el sacrificio, ambición, amor

a la gloria.

El soldado español.—Sus características naturales.—Pre

paración, educación e instrucción premilitares.

La Historia—La Raza—Los períodos de grandeza.—

Los descubrimientos y las conquistas—El decairnien

to.—La leyenda negra.

El Levantamiento Nacional de 1936.—Su origen y resul

,tados.—El espíritu nuevo.

69

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Están constituídas las “tropas rápidas” por todos aque

llos equipos combatientes, que para su locomoción utili

zan algún medio o vehículo auxiliar, tal como los de mo

tor (autos y motocicletas), bicicleta o caballo, los cuales

les permiten una más fácil progresión por toda clase de

terrenos, así como la mejor utilización, por sorpresa, de

su potencia de choque y fuego en los lugares decisivos del

campo de batalla; se clasifican con este nombre genéricoS

las siguientes Unidades:

Regimientos acorazados.

Agrupaciones cazatanques de las Divisiones acorazadas.

Regimientos de Infantería motorizados.

Batallones motociclistas.

Agrupaciones de exploración acorazadas.

Agrupaciones de exploración parcialmente motorizadas.

Regimientos de Caballería.Agrupaciones ciclistas.

Evidentemente que todas estas Unidades vienen a cons

tituir una magnífica descendencia de la Caballería, y,

como ella, han de estar imbuídas del espíritu jinete, que

constituirá su esencia y especial modo de actuar. Ahora

bien: entre ellas hay que distinguir aquellas en que el

vehículo que las transporta constituye, por sus especiales

características de armamento y blindaje, el verdadero

medio de lucha de que disponen; tales son las tropas aco

razadas propiamente dichas, que constituyen una espe

cie de cuerpo especial que conjuga armoniosamente sus

características de blindaje, armamento y rapidez de mo

vimientos mientras en las restantes tropas mencionadas,

el vehículo mecánico o hipomóvil constituye únicamente

Infantería motorizada

y

Batallonesmotociclistas.—

Estas tropas, que constituyen, respectivamente, la In

fantería propiamente dicha y el arma móvil de las Divi

siones acorazadas, tienen la misión de aniquilar la úl

tima resistencia del enemigo, una vez que éste haya sido

abatido por la acción de ruptura de los carros de com

bate, ocupar el terreno conquistado por éstos y mante

nerle contra los intentos adversarios de reconquistarlo,

asegurando también los flancos de los mencionados ca

rros de combate durante las etapas y vivaques. Por otra

parte, y en aquellos casos en que la División acorazada

marche a través de una zona de terreno en que los carros

de combate tengan dificultades para sus cómodos movi

mientos, entonces todo el peso de la lucha recaerá sobre

las Unidades de que se trata.

Para los Mandos superiores constituyen estas Unida

des una preciosa ayuda, sobre todo cuando se trata de

desarrollar empresas de gran profundidad en el interior

del dispositivo enemigo, o de resolver las apremiantes

crisis que requieren una rápida intervención. Encuadra

das en las agrupaciones de vanguardia, se acomodan de

una manera excelente en las operaciones de ocupación de

ciertos sectores de terreno que pueden ser de importan

cia para el posterior desarrollo del combate, o bien, como

han tenido ocasión de demostrarlo reiteradamente en las

recientes campañas, puedeçi envolver al enemigo introdu

ciéndose por las brechas abiertas por los carros, cayendo

de improviso sobre sus reservas y columnas de aprovisio

namiento, dislocando y encerrando en sus cinturones de

fuego a las tropas del adversario.

En la defensa actúan como reserva a disposición del

Mando, que acudirá con ellas a los lugares más amenaza

dos, encauzando o deteniendo los desbordamientos pro

ducidos por un ataque contrario. En la persecución hos

tigan y desbordan la retirada enemiga. Finalmente, en la

retirada detienen al contrario hasta agotar su propia ca

paçidad de resistencia, consumiendo los últimos disparos

y escapando después a toda marcha, burlando así su per

secución inmediata.

Constitución

y

arte de combatir de la Infantería moto

rizado. —

Esta Infantería se encuentra organizada en

Brigadas. Cada Brigada se compone, por lo general, de

dos Regimientos, y cada uno de éstos, de varios Batallo

nes. El Batallón está dividido en Compañías ligeras de a

tres Secciones y una Compañía pesada.

El armamento de la Compañía de tiradores está cons

Tropas rápidas

No hace falta esforzarse mucho para adivinar lo que un valioso medioauxiliar de transporte, que les coloca

se entiende por “tropas rápidas”, pues bien se deja ver •en condicion’es ventajosas de poder utilizar el armamento

que siempre han existido en el Ejército tropas que, por del infante o j inete, teniendo éste que abandonarle en el

su mayor movilidad, han de merecer la denominación momento de la lucha que él por sí mismo ha de decidir.

de rápidas. Sin embargo, en los Ejércitos modemos, por A estas cuatro clases de tropas (Infantería mótorizada,

la mayor abundancia de los medios automecánicos y la Batallones motociclistas, jinetes y ciclistas) son a las que

íntegra supervivencia de los hipomóviles, estas tropas nos vamos a referir, por ser en puridad las específica-

han aumentado en número y complejidad de composi- mente rápidas; y si bien todas, las cuatro, se r igen en su

ción y cometidos, por lo que ahora es cuando adquiere empleo por análogos prkncipios estratégicos y tácticos,

carta de naturaleza en la terminología militar reglamen- su diferencia esencial consiste en el grado de movilidad

tana de aquellos países de más avanzada y completa téc- mayor o menor con que actúan.

nica militar, así como de mayor potencial bélico, tal como

Alemania, que es, al parecer, la que poseç la supremacía

en cuanto a los conceptos teóricos y realizaciones prác

ticas del empleo de las mismas.

Según estas consideraciones, nada ha de ser más útil

para la mejor comprensión de la manera especial de ser

de estas tropas, queel exponer, bien sea a grandes rasgos,

las características de su composición y empleo en el pais

anteriormente mencionado; bieñ entendido que en la

exposición que sigue hemos de valernos de datos fide

dignos provinentes de las publicaciones oficiales editadas

por el Alto Mando del Ejército alemán, haciendo omisión

expresa de nuestra opinión personal, con objeto de evitar

todo motivo de mixtificación.

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tituf do por un gran número de ametralladoras ligeras, al

gunas ametralladoras pesadas y morteros de trinchera,

con lo cual se encuentra capacitada para llevar a cabo

pequeñas ‘acciones combativas de una manera indepen

diente. La Compañía pesada, por el contrario, pone a

disposición del Batallón elementos más potentes de lu

cha, tales como cañones contra carros, cañones ligeros de

Infantería y Zapadores de combate. Todas estas armas se

emplean en aquellos lugares donde la lucha presenta ca

racteres más decisivos, o donde más provecho se puede

obtener de su manera peculiar de actuar.Cada Pelotón de tiradores dispone de un camión blm-.

dado para su transporte. Dicho camión, cuyo tren de ro

daje está constituído por ruedas delanteras y puente pos

tenor de cadena (oruga), que le permite marchar sin in

convenientes por toda clase de terrenos; lleva sus table

ros laterales blindados, protegiendo de esta manera a ‘la

tripulación del fuego de fusil y cascos de metralla.

La Plana Mayor del Batallón cuenta con un Ayudante

y un Oficial auxiliar, así como enlaces motoristas, tele

fonistas y rádiotelegrafistas necesarios para establecer las

comunicaciones con sus distintas Unidades.

El Regimiento dispone, además de los Batallones, de

una Compañía pesada de cañones de Infantería, utili

zando sus potentes efectos en destruir los nidos de resis

tencia del enemigo o en aquellos lugares donde su acción

sea decisiva. Por lo demás, la Plana Mayor del mismo

cuenta con una Sección de enlaces motoristas, otra Sec

ción de transmisiones y una Sección de cañones contra

carros. Finalmente, estos Regimientos estarán completa

dos con los trenes de víveres, municionés, impedimenta

y carburantes.

Según lo expuesto, vemos que el punto fuerte de los

Regimientos de Infantería motorizada reside en su rapi

dez y capacidad de marcha por toda clase de terrenos, lo

que, unido a su potente armamento y conveniente blin

daje, les permite operar en estrecha colaboración con las

Agrupaciones de carros de combate, aportando su gran

potencia combativa y permitiendo explotar el éxito de

las mismas, siempre que maichen en su proximidad in

mediata.

Respecto a su manera especial de combatir, imaginémo

nos la siguiente estampa:

El Regimiento de carros de combate avanza resuelto

en acción ofensiva. Aun no se distingue al enemigo; de

trás de los carros marcha la Infantería motorizada trans

portada en sus vehículos. Resuenan las primeras descar

gas contra los “tanques”

i).

Estos arrollan las posiciones

enemigas, e inmediatamente detrás, con sus ametralla

doras montadas en la parte delantera de los camiones,

somete con sus fuegos aquellos nidos de resistencia que,

debido a su perfecto enmascaramiento, hayan pasado

inadvertidos a la acción destructora de los carros.

Súbitamente aumenta la resistencia. El fuego de las

armas pesadas enemigas se opone a la marcha de la In

fantería. A una señal, los tiradores saltan de sus vehícu

los, marchando éstos automáticamente a cubrirse en la-

retaguardia. Los Pelotones de tiradores abren el fuego

con sus ametralladoras ligeras. Las ametralladoras pesa

das y los morteros de trinchera entran en posición, lan

zando inmediatamente sobre los contrarios una granizada

de granadas y proyectiles.

Las Compañías de tiradorespelean duramente contra

la tenaz resistencia enemiga. El Jefe del Batallón hace

entonces uso de sus cañones ligeros de Infantería, ani

quilando con sus fuegos los últimos puntos”deapoyo de

éste.

Los cañones contra carros aseguran los flancos del dis

 i) Denominación cón que también se conoce a los carros

de combate, y que proviene de un ‘artificio de enmascara

miento que emplearon los ingleses en la anterior guerra

mundial, haciéndolos pasar por tanques de agua.

positivo contra los posibles ataques de los carros enemi

gos, o bien apoyan con su fuego de rompedoras los ata

ques de la Infantería. La Sección de Zapadores despeja

los barreamientos de toda índole (alambradas, minas, et

cétera) con que el contrario intenta detener la progresión

del ataque. Por fin se consigue vencer la última resisten

cia del enemigo y la Infantería conquista sus obje

tivos.

Días después, el curso de un río obstruye la marcha de

la División acorazada. Los puentes existentes sobre el

mismo han sido volados. Las patrullas de la retaguardia

enemiga se eñcuentran prestas a la defensa en la orilla

contraria. Nuestra Infantería se esfuerza entonces por

crear uña cabeza de puente, como condición previa para

posibilitar la prosecución del ataque de los carros. Bajo

la protección de sus armas pesadas y en colaboración con

los zapadores de asalto, que los cubren de posibles contra

ataques enemigos, consiguen asegurar el paso los infan

tes, y pocas horas más tarde pasan los carros sobre im

provisados puentes, continuando, seguidos otra vez de

cerca por la Infantería, acomodada en sus camiones, Ja

persecución del enemigo.

Consjitución

y

arte de combatir de los Batallones moto

ciclistas. —

Los Batallones motociclistas tienen una cons

titución, armamentos y equipos análogos a los de los ti

radores motorizados. Son las tropas más rápidas del

Ejército de tierra, conjugándose en los mismos, una gran

velocidad en carretera con unagran maniobrabiliddd en

el campo de batalla. Sus potentes motocicletas les- per

miten transportarse fácilmente tanto por las carreteras,

caminos y sendas, como a través del campo, en su apro

ximación al objetivo. La rapidez con que pueden pasar

de la posición de marcha a la de combate, unido a la

gran potencia de sus fuegos, les hace aptos para la sor

presa y eficaz empleo en aquellos lugares del campo de

batalla en que su presencia puede ser decisiva. Su acción

se caracteriza por la facilidad con que aparecen y se es

fuman en los lugares más insospechados para el enemigo,

haciéndole sentir el efecto de sus armas ofensivas. Una

de las misiones para la cual se revela como insustituíble,

es en la de exploración, con sus servicios anexos de reco

nocimiento .y enlace, en aquellas operaciones de protec

ción, seguridad y ocultamiento. En una palabra: que

puede. denominárseles con propiedad “húsares mo

dernos”.

-

Un ejemplo vivo de su modo de actuar nos lo representa

el siguiente relato de una de las escaramuzas llevadas a

cabo en la pasada campaña del Oeste por una de tales

Unidades.

Desde el amanecer avanza ya la agrupación de explo

ración, protegiendo los flancos de la División. Mientras

lo?’tanques de reconocimiento marchan distantes algu

nos kilómetros a vanguardia, ávidos de captar los más

leves indicios del enemigo, sigue tras ellos, distribuída

en Pelotones de marcha, el grueso de la columna. A la

derecha, sobre la carretera principal, progresan los carros

de combáte; el flanco izquierdo permanece al descu

bierto.

Auxerre, nuestro objetivo de la jornada, queda a nues

tra espalda y a la izquierda-al caer de la tarde, esperando

entonces, mientras los impacientes cañones contra carros

entran en acción,- que los Pelotones de la derecha alcan

zan nuestra altura después de haber vencido algunas re

sistencias. En todo apenas ha transcurrido una hora es

casa, y cuando llega la oscuridad, Auxerre pasa a nues

tro poder. Ha llegado la hora de descansar para seguir la

progresión a la mañana siguiente. Sin embargo, esto no

es así, pues en vez de la orden de descanso, llega la si

guiente: “Pelotón de reconocimiento X de la x, Com

pañía, reforzado por una Sección de motoristas, marchará

en misión de descubierta por la carretera principal unos

6o kilómetros adelante hasta Avallon. Informará si Aya-

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llon se encuentra libre de enemigos. La Agrupación le se

guirá a una distancia de X kilómetros. ¡Cumplimiento

inmediato!”

¡Todavía 6o kilómetros! Bajo la influencia de esta idea

debemos sacudirnos hasta los últimos residuos de fatiga.

En resumen: ¡una jornada de ioo kilómetros de marcha!

El Pelotón de reconocimiento se pone en marcha. Pri

mero, dos vehículos de reconocimiento; después, la Sec

ción de tiradores motoristas, y como guardando la reta

guardia, un tercer carro de combate. Con los nervios en

tensión, el Jefe del Pelotón de exploración, que marcha

en el carro de punta, inquiere con la vista en la oscuri

dad. Su tensión interna, así como su concentración ex

terior, se transmite de carro en carro, de máquina en

máquina, hasta el último vehículo que dirige sus armas

hacia la retaguardia. Unos cincuenta rostros, con los

ojos doloridos por la persistencia del polvo de la. jor

nada, exploran atentos al través de la noche, ¿Cuánto

tiempo transcurrirá hasta que demos de nuevo con el

enemigo?

La carretera es magnífica,, llana y ancha. Unicamente

el alquitrán, reblandecido por el sol del día, se adhiere a

las cubiertas, lo que, unido a los chinarros que saltan,

organizan un monótono concierto bajo las aletas o salva-

barros. Como obedeciendo a una orden suprema, se rasga

el velo de las nubes y aparece radiante. la luna, que con

u pálida luz nos permitirá ampliar nuestro campo visual

hasta el punto de podernos evitar la desagradable, sor

presa de los barreamientos. La carretera permanece libre:

únicamente las acostumbradas columnas de fugitivos de

la población civil yacen, descansando, en los bordes de

las carre.teras. Los caballos estáñ desenganchados y los

hombres duermen diseminados por las cunetas. El campo

goza de una pacífica tranquilidad, sin huellas de lucha

ni indicios de destrozos en sus caminos.

Allá lejos, en el horizonte, surge un destello rojo que

se eleva hacia el cielo.

Una mirada al cuentakilómetros: todavía 30 kilómetros

hasta Avallon. Atravesamos rápidamente varias locali

dades sumidas en sueño. Si sus habitantes supieran...

De pronto surgen ante nosotros dos luces brillantes: se

trata de la entrada de un túnel al través del cual pasa la

carretera por debajo’ de un monte. Tampoco existen ba

rreras en este lugar. Un’tractor francés nos impide mar

char más de prisa; hacia la mitad del túnel y algo más

allá encontramos la primer güardia enemiga con el fusil

suspendido; una pequeña parada y la desarmamos, lle

vándola con nosotros. Esta pausa nos distancia del trac

tor, que inmediatamente volvemos a alcanzar a la salida

del túnel, haciéndonos también cargo de su tripulación,

‘así como del resto de la guardia del túnel, que se encuen

tra alojada en una casa próxima. Nuestros tanques y

ametralladoras se encuentran vigilantes sobre el paisaje

circundante. El Jefe del Pelotón’ de exploración se de

cide por esperar en este lugar a ue se incorpore el resto

de la columna para poder continuar.

Pegmientos de CabalIera.

Estos Regimientos están

constituidos por varias Agrupaciones de Escuadrones de

jinetes, de. ametralladoras y pesados. El armámento de

los jinetes es análogo al de los infantes. A la espalda lle

van la carabina; las ametralladoras las llevan sobre bas

tes especiales, en los caballos; y las armas pesadas, tales

como ametralladoras pesadas, morteros de trinchera y

cañones anticarro y de Infantería, las transportan sobre

vehículos con tracción hipomóvil o automóvil, así como

también, en ciertos casos, remolcados por tractores de

todo terreno. Los Jefes de los Regimientos tienen a su

disposición Secciones de Zapadores y Transmisiones.

Estos Regimientos van encuadrados en las Divisiones

de Caballería, .constituyendo la Caballería de Ejército.

Sus cualidades de velocidad, maniobrabilidad y potencia

de fuego les hacen aptos para una multiplicidad de mi

siones, y con’ una diestra dirección pueden aventajar a

un enemigo que, aunque superior en número, sea más

lento en sus movimientos. La gran ventaja de los Regi

mientos de Caballería es su gran capacidad de efectuar

rápidamente los despliegues, lo que aumenta considera

blemente las posibilidades de sorpresa. Por su maniobra

bilidad se encuentra en mejores condiciones que la In

fantería para envolver los flancos y retaguardia del con

trario. Finalmente, por su misma movilidad son los más

adecuados, para ser empleados tanto en la persecución

como en la protección de las retiradas.

Su agilidad’ les permite atravesar fácilmente toda clase

de bosques, dispersándose en parejas y aun en jinetes

aislados, aventajando en su marcha a las demás tropas;

en la travesía de los cursos de agua, sumergidos hasta las

cinchas o nadando, vencen toda clase de obstáculos.

En el combate, si el enemigo ofrece una resistencia tenaz,

saltan de sus caballos y expulsan al enemigo de sus po

siciones casi sin lucha, únicamente bajo, el torbellino de

fuego de sus máquinas automáticas. Después, el resto de

los Escuadrones se lanza en una persecución endiablada

sobre los fugitivos. Si éstos, en un respiro, hacen inten

ción de detenerlos, entonces se apean de sus caballos con

la rapidez del relámpago y hacen cantar de nuevo a sus

máquinas. De esta manera, alternando el hostigamiento

a caballo con el combate a pie, presionan constantemente

al adversario, destrozándole la moral y aniquilándole de

finitivamente.

Sus marchas son de 6o, 70 y hasta roo kilómetros dia

riós; esto a pleno sol o entre nubes de polvo, lluvia to

rrencial y caminos enfangados, prolongándose a veces es-

tas jornadas durante semanas enteras. Es una competi

ción de resistencia entre el jinete y el noble animal.

Batallones ciclistas.

Las tropas ciclistas llevan’ con

sigo o sobre sus máquinas sus armas ligeras (carabinas,

pistolas, subfusiles y ametralladoras ligeras), mientras

sus armas pesadas (ametralladoras pesadas, cañones de

Infantería, morteros de trinchera y cañones anticarro) son

transportados o arrastrados por vehículos automóviles de

todo terreno. Su constitución está inspirada en servir

como Infantería de apoyo a la Caballería de Ejército.

Por lo demás, forman una tropa de gran movilidad, que,

tanto en su puesta a punto como en su entretenimiento, no

requiere grandes dispendios,. Silenciosas y ágiles mar

chan las bicicletas en columna sencilla o doble por las

márgenes de las carreteras y caminos, y aun por las vere

das o campo traviesa. No se intimidan fácilmente por los

malos caminos, barreamientos, inclemencias del tiempo,

nieblas, u oscuridades, y en algunas ocasiones sobrepasan

en su marcha 20 kilómetros hora) a la Caballería y aun

a los vehículos automóviles de sus camaradas de tropas

rápidas. Su potro de acero, ciertamente que no posee la

potencia ni la velocidad de’ los automóviles; tampoco po

see la maniobrabilidad del caballo, pero tampoco se deja

traicionar por los relinchos, runruneo y claqueteo de los,otros medios de marcha. No necesita cuidados de sumi

nistros en carburantes,, aceites y forrajes su ocultación y

enmascaramiento es p’iucho más sencilla en el campo de

batalla, y si se trata de encontrarles alojamiento, es ope

‘ración fácil y requiere menos vigilancia y espacio que

para los autos y caballos. Su recomposición es menos

difícil y costosa.

Por todo ello, las bicicletas constituyen un equipo de

combate apto para colaborar con éxito en todas aquellas

misiones en que se pretenda el efecto de sorpresa y subsi

guiente quebrantamiento de la moral del adversario.

(be varias Revistas.

Traducción y ordenamiento:

Comandante de Artillería Pedro Salvador Elizondo.)

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“Por la Editorial VDI, de la Unión de Ingenieros Ale

manes, y en colaboración con los más renombrados espe

cialistas de la técnica industrial militar, se han editado

en los últimos años una serie de folletos o manuales que

tratan de una manera sencilla y amena los problemas

más atrayentes de esta parte de las ciencias militares.

Por creerlo de interés vamos a transcribir a continuación

una parte de la magnífica exposición que hacen sus auto

res, Cranz y Eberhard, en el libro titulado

Die nuezeit

liche entuicke1ung der Schusswaffen

(La evolución moder

na de las armas de fuego), al tratar el terna que encabeza

estas líneas.”

La mayoría de los Ejércitos de la segunda mitad del

siglo XVIII estaban armados con arcabuces y mosquetes

de ánima lisa y sistema de avancarga, con el clásico en

cendido de la carga de pólvora por medi de eslabón y

pedernal; es decir, saltando una chispa, y de ahí el nom

bre con que también se les conoce de antiguas armas de

chispa. Su principal inconveniente era la dificultad de

poder tirar con el tiempo lluvioso. Su escasa precisión no

trascendía tanto en aquellos tiempos en que la lucha se

llevaba a cabo a escasas distancias’ y, en su mayor parte,

en orden de formación de línea de a tres, de los cuales

el primer individuo permanecía rodilla en tierra la ma

yoría de las veces, y los otros dos, de pie, bastando en

tonces, por lo general, mantener el arma de fuego hori

zontal para batir la múralla. humana situada enfrente. La

lucha iniciada con el fuego de masas, que solamente permi

tía, en los famosos Ejércitos de Federico el, Grande, una

velocidad de fuego de dos disparos por minuto, se decidía,

en definitiva, por el asalto a la bayoneta o arma blanca.

Con la Revolución Francesa se originó un cambio fun

damental en la táctica del combate en orden cerrado,

pues las indisciplinadas masas francesas no se avenían

bien a esta forma de lucha, esparciéndose en grupos de

tiradores diseminados por el campo de batalla. La idea

de la masa de fuegos conseguida hasta entonces por medio

de la Infantería hubo que obtenerla a base de la Arti

llería, modalidad que si bien ya había iniciado Federico

el Grande, no fué implantada de una manera sistemática

hasta que lo hizo Napoleón 1, que con ello fué realmente

el verdadero creador de la Artillería de campaña.

Cambiada, como decimos, la táctica de la lucha entre

la Infantería, se hacía patente la necesidad de disponer

de un arma de mayor precisión y mayor comódidad en

su manejo, no solamente en posición de a pie, sino en la

posición de tumbado, con la que buscaba el cobijo en los

accidentes del terreno. Esta circunstancia exigía el em

pleo de la retrocarga, y si bien esta clase de fusiles era ya

conocida en el siglo XV, Napoleón 1, que se dió cuenta de

lo esencial de tal cualidad, estableció valiosos premios para

el que lograra la construcción de ün fusil práctico con carga

posterior. Sin embargo, todavía transcurrieron algunos

decenios hasta verse lograda prácticamente esa solución.Durante los comienzos del siglo XIX, los esfuerzos de

los investigadores se dirigieron principalmente a conse

guir un tipo de fusil militar más perfeccionado, con el

cual se consiguiera uná mayor precisión, más alcance,

una trayectoria más definida y, sobre todo, procurar la

independencia de las condiciones atmosféricas para el

tiro. Esta independencia que acabamos de mencionar

llegó a conseguirse con el empleo del fulminato de mer

curio, que, introducido en pequeñas cápsulas denomina

das fulminantes, permitían el encendido de la carga de

proyección por medio del procedimiento denominado de

percusión. (Los primeros ensayos fueron efectuados por

Forsith en Escocia, 1807, siendo perfeccionados por Egg,

en Alemania, el año de 1818.) El aumento de la precisión,

alcance y rasancia de la trayectoria se consiguió con la

sustitución de las ánimas lisas por las rayadas, aunque al

principio de utilizar éstas la carga se hacía todavía por

la boca dé las mismas. Dicha transformación no llegó a

conseguirse en la mayoría de las naciones (excepto Pru

sia, como veremos más adelante), sino tras un gran es

fuerzo para vencer muchas dificultades y aun incornpren

siones (entre los años 1830-1860), siendo curioso de notar

que en el año 1850, un alto general dejara escrito en su.

testamento que sobre su tumba no se hicieran las salvas

con fusiles de ánima rayada.

La utilidad del rayado del ánima en forma de espiral

parece ser que no fué muy bien conocida en aquellos

tiempos. Mientras unos creían que el movimiento rotato

rio que adquiría el proyectil facilitaba su penetración y

conducción en el aire, otros suponían que su principal

efecto era conseguir un hermetismo o ajuste más per

fecto del proyectil en el ánima, aprovechando mejor la

energía impulsora de los gases de la pólvora.

Ahora bien: en los fusiles de avancarga en los cuales

había necesidad de introducir el proyectil por la boca,

empujándolo después cuidadosamente por medio de la

baqueta, si la carga era fácil, tenía que ser a expensas del

juego necesario y coñsiguiente inconveniente al disparar

el proyectil. Para evitar esto, Minie, en 1829, empleó el

sistema conocido con el nombre de “Principio de expan

sión del proyectil”, el cual consistía en el empleo de un

proyectil alargado con cabeza puntiaguda y

.

que lleva

practicado un orificio cónico en el culote, donde se intro

ducen los gases de impulsión, dilatándole y efectuando

un ajuste perfecto sobre las paredes del ánima. Claro está

que este sistema no es peculiar del rayado en espiral,

pues podrá emplearse con el mismo éxito en los rayados

paralelos al eje y aun en las ánimas lisas.

La peculiaridad más esencial del rayado en espiral

consiste en la posibilidad de una mejor utilización de los

proyectiles puntiagudos en lugar de los clásicos esféricos,

con la consiguiente ventaja de poder emplear proyectiles

de mayor peso, o en el caso de igual peso de proyectil, un

fusil de menor calibre. Estas dos circunstancias influyen,

indudablemente, de una manera favorable en vencer la

resistencia del aire, siempre que el eje longitudinal del

proyectil permanezca lo más próximo posible a la tangente

en los distintos puntos de la trayectoria descrita por el

centro de gravedad del mismo, durante su recorrido.

Ocurre, sin embargo, que en esta dirección la posición

del proyectil no es la más estable (lábil), siéndolo, en cam

bio, cuando el mencionado eje está situado en dirección

transversal a dicha tangente (posición estable). En la

práctica existen dos medios de conseguir la mencionada

posición de tangencia.

El primer medio consiste en acondicionar el culote del

proyectil de manera que actúe de forma análoga a la de

una flecha. Esta disposición logrará mantener constante

mente dicha tangencia, aun en el caso de que por circuns

tancias especiales llegue a desviarse en pequeños ángulos;

esto es debido a la acción de la resultante de la resistencia

del aire que actuando obre la parte posterior del proyectil

(detrás de su centro de gravedad) origina un par de rota

ción que obliga al proyectil a adquirir su posición primitiva

tangente a la trayectoria. Según esto, en un proyectil que

esté conformado de manera de flecha, la posición de tan

gencia a la trayectoria no será la lábil, sino la estable.

Esta solución de dotar al proyectil de aletas en su

parte posterior, dándole una forma análoga a la de una

flecha, ha sido muy empleada en las bocas de fuego de

ánima lisa, tales como las escopetas de caza (proyectil

Witzleben), . y aun en la Guerra Mundial, en los lanza-

minas y morteros de trinchera de ánima lisa. No obstante,

existen ciertas circunstancias que impiden un uso dema

siado extendido de esta clase de proyectiles, pues, a más

de la considerable longitud que es necesario dar al pro

yectil, existe el peligro de que si las aletas no están per

Laevoluciónyprogresodelasarmasportátiles.

7,3

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fectamente dirigidas al centro de gravedad del proyectil,

se origine un efecto de viraje análogo al que se produce

al remar o al que se origina en un barco cuando se le obli

ga a virar en un amplio círculo.

El segundo medio para conseguir la estabilidad del

proyectil en el aire consiste en dotarle de un movimiento

de rotación análogo al de un trompo o peonza (girosco

pio), y el cual fué ya persentido y utilizado en la antigüe

dad de una manera práctica. En el Ejército romano, al

lanzar las jabalinas, se procuraba dotarlas de un movi

miento de rotación, al impulsarlas, con objeto de conse

guir esa estabilidad durante su movimiento; para lograr

esto se utilizaba una correa sujeta por uno de sus extre

mos a la mano del lanzador, y que, después de estar

enrollada en la lanza o jabalina, se ajustaba en la parte

posterior de la misma por medio de un anillo que llevaba

en su otro extrerño, de manera que al lanzarla, la hacía-

adquirir un movimiento de rotación alrededor de su eje

longitudinal durante todo su recorrido. En la Edad Me

dia también se conocieron los dardos con correas arrolla

das a lo largo, y que por efecto del aire hacían girar a los

mismos durante su movimiento. Ya en los tiempos en

que se utilizaban las bocas de fuego con ánima lisa se in

tentó el empleo de proyectiles dotados de orificios o ca

nales periféricos, así como nervios exteriores, todos ellos

en forma de espiral, con objeto de conseguir su rotación

en la atmósfera (Hale, Bessemer, Mackencie, Hartmann),

por efecto del aire que pasa a su través. En los proyectiles

de artillería, a causa de su gran masa inerte, este efecto

de rotación producido por la resistencia del aire es más

pequeño, siendo bastante más favorable en los proyecti

les, o balas de fusil. (Entre otros, se encuentran los proyec

tiles o balas de caza sistema Stebdebach y Brennecke.)

La solución definitiva se consiguió, sin embargo, con

la adopción de las ánimas rayadas, que forzaban al pro

yectil, impulsado por los gases de la pólvora que actúan

sobre su culote, a adquirir una rotación alrededor de su

eje longitudinal. Estos fusiles de ánima rayada fueron

empleados ya, aunque en casos aislados, en el año

1500,

obteniéndose buenos resultados. En el año 1631, el conde

Guillermo de Hesse, y en el año 1641, el príncipe Max de

Baviera, armaron ya algunas Compañías de sus Ejércitos

con carabinas de ánima rayada. En tiempos de Federicoel Grande también había algunas Unidades de cazadores

equipados con armas de ánima rayada. Sin embargo, como

ya hemos dicho, el empleo sistemático de los mismos sola

mente tuvo lugar después del año ¡830. manteniéndose

los calibres existentes para las armas de ánima lisa (17,5

a i8, milímetros). Unicamente los Estados del sur de

Alemania y en Austria (fusil Lorenz), se empleó el calibre

de

13,9

milímetros. Suiza fué la que disminuyó más el

calibre, cuando en 1844 adoptó el de ¡0,5 milímetros.

Prusia fué la que primero se decidió a adoptar el fusil

rayado con sistema de retrocarga (1841). Su inventor, el

alemán Dreyse, fué uno de los que, estando trabajando

en una fábrica de fusiles de París, en el año ¡807, se pre

ocupó de la propuesta o concurso organizado por Napo

león 1 con este objeto. Sus ensayo no empezaron a tener

éxito hasta el año ¡836, en que fué presentado al Ejército

prusiano, que a su vez no lo adoptó definitivamente hasta

el año 1841. El fusil adoptado por Dreyse, conocido con

el nombre de fusil de percutor, tuvo que habérselas con

las dificultades inherentes a la manera de conseguir un

cierre perfecto de la parte posterior del ánima, con ob

jeto de evitar los posibles peligros originados por un au

mento de presión imprevista en la recámara, a causa de

cualquier obstáculo que pudiera presentarse en el ánima

y que detuviese al proyectil durante su movimiento.

El fusil Dreyse, de cerrojo o percutor, utilizaba un sis

tema, de cierre análogo a los cerrojos actuales, en los cua

les,!al actuar sobre el gatillo, se dispara el percutor, gol

peandosobrela7cápsula fulminante o cebo de la carga

de proyección. El proyectil utilizado por dicho fusil cons

tituía una sola pieza con la carga de proyección, ence

rrada en un cartucho de cartón, y con su correspondiente

cebo o fulminante. Este sistema facilitaba grandemente

la carga del proyectil, aumentando la velocidad de fuego,

que venía a ser cuádruple qúe la del fusil Lorenz con sis

tema de avancarga. El calibre del fusil era de 15,43, mien

tras el del proyectil era solamente de 13,6 milímetros;

el ajuste o conducción del proyectil al través del ánima

se conseguía por medio de una especie de cucurucho de

cartón adaptado en el culote del proyectil, y que por

efecto de la presión de los gases de la pólvora se ensan

chaba, ajustándose sobre -las rayas del ánima. La cáp

sula fulminante, o cebo, no iba colocada como en la ac-

tualidad, en la parte posterior de la carga de proyección,

sino que iba colocada entre esta carga y la bala, teniendo

necesidad de atravesar toda la pólvora de la carga de pro

yección la aguja percutor, antes de efectuar la percusión

sobre la misma. La causa de adoptar esta disposición se

debía a la creencia extendida por aquel entonces, de que

el fuego del cebo solamente se transmitía de delante ha

cia atrás cuando se quería conseguir un encendido co

rrecto de la misma.

La necesidad de efectuar varias operaciones para efec

tuar la carga del fusil Dreyse, así como la notable inferio

ridad en que se encontraba con respecto al fusil rayado

de sistema de avancarga Lorenz (menor alcance, preci

sión, rasancia y otras condiciones balísticas) hicieron que

fuera únicamente Prusia la que aceptó este modelo, du

rante los años de ¡84, al i866, y esto a pesar de los repro

ches de toda índole que se dirigían a la Administración

prusiana aun por’ su mismo Príncipe Regente Guillermo,

más tarde Emperador Guillermo. Sobre todo, a finales

de ¡859 y principios del 186o, la unanimidad era absoluta

en suprimir el uso de tal fusil. Muy otra fué la opinión al

final de la victoriosa campaña del ¡866, en que todos los

Estados se apresuraron a adquirir e implantar el sistema

de retrocarga, Surgió entonces una verdadera epidemia

de sistemas de retrocarga: cierres cilíndricos o de cerrojo,

cierres de charnela o de lengüeta, cierre de martinete,

cierre de torno- o molinete. Inglaterra, se decidió por el

cierre de charnela ‘o lengüeta, adoptado por su nuevo sis

tema de fusil. Sneyder, una variación del fusil Enfield;

Rusia adoptó el fusil Krnka; Suiza, el fusil sistema Mil

bank-Amsler; Bélgica, el fusil Albini-Brandlin, y España,

el sistema Berdan; todos ellos con el mismo sistema ‘de

cierre de. charnela, El sistema de cierre de martinete fué

adoptado, entr otros países, por los Estados Unidos y

por Baviera, con su fusil de u milímetros sistema Wer

der; aun en la actualidad existen algunos fusiles que han

adoptado dicho sistema, tales como el fusil Remington,

de uso civil. El sistema de cierre de molinete fué em

pleado -por Austria en su fusil Werndl M/67. Francia in

trodujo en el año 1867 el uso del fusil Chassepot, de

¡1

mi

límetros de calibre, una bala de 24,8 gramos de peso y

una carga de proyección de 4,9 gramos. El cierre -de este

fusil era el mismo que el Dreyse. En Alemania se empren

dieron investigaciones para sustituir el antiguo Dreyse

‘de ¡5,43 milímetros de calibre, por uno de xi milímetrós

que dispusiera a su vez, de un cierre cilíndrico menos com

plicado; en este estado se encontraba cuando comenzó

la guerra de 1870-71. En esta campaña se pusieron frente

a frente, por primera vez, fusiles de retrocarga con ánima

rayada; ambos disponían del mismo cierre, aunque el

francés era de calibre más pequeño u milímetros). En

vista de la superioridad incontrastable del fusil Chas

sepot, los alemanes se vieron obligados a cambiar la tác

tica de su Infantería, cambiando al mismo tiempo su fu

sil por el bávaro de ti milímetros Werder, que, por lo

menos, igualaba las cualidades balísticas del francés.

Después de la mencionada guerra, Alemania empezó

a’utilizar su magnífico fusil Mauser de u milímetros,

M/71; Rusia lo hizo con su fusil Berdan M/72;-Inglaterra,

el Henri Martini, de 11,43 milímetros, el mismo que con-.

74

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siguió tan resonantes triunfos en la campaña de Turquía,

en Plewna 1877); Holanda, con el Beaumont, de xi milí

metros; Italia, con el Vetterli, M/71, de 10,4 milímetros.

El fusil Mauser alemán (P. Mauser, en Oberndorf, Würt

temberg) tenía un peso de la bala de

25

gramos, una

carga de proyección de 5 gramos y una velocidad inicial

de 430 metros por segundo; la posición del alza correspon

diente a su mayor alcance, era de i.6oo metros; su cierre,

análogo al Dreyse, aunque mucho más sencillo. También

poseía otras propiedades más ventajosas que el anterior;

entre otras, que no disponía del suplemento de cartón

para obtener el ajuste entre el proyectil y el ánima, ven

ficándose éste por medio del fonikdo de la bala; es decir,

que ésta poseía un calibre algo más elevado que el exis

tente entre los campos de las rayas, viéndose obligado a

ajustarse fuertemente a las rayas bajo el impulso de los

gases de la carga de proyección. También desapareció la

aguja percutora del cierre, quedando reducida a la forma

actual de percutor, que percutía sobre la cápsula fulmi

najite colada en el culote del cartucho. Los movimientos

necesarios para efectuar el cierre del cerrojo quedaron

notablemente reducidos, pus solamente se hacían nece

sarios tres. También disponía el cerrojo de un pestillo o

seguro que impedía el disparo del mismo cuando estaba

echado, aun cuando se actuase sobre el gatillo.

Las ventajas de una mayor velocidad de fuego se pusie

ron claramente de manifiesto durante las campañas de

1864, i866,

1870-71

y 1877-78. En Suiza se intentó,

en 1869, aumentar aún más esta velocidad, introduciendo

el modelo Vetterli, con depósito de cartuchos; en éste se

conseguía introducir uno detrás de otro en la recámara,

los distintos cartuchos contenidos en el mencionado de

pósito; todo ello con un simple abrir y cerrar el cerrojo

al principio se pusieron muchos prejuicios al empleo del

citado depósito, pues se temía que hicieran explosión los

cartuchos antes de ser introducidos en la recámara y ce

rrar el cerrojo, y que faltasen las municiones en el mo

mento que fuesen más necesarias. La controversia enta

blada sobre las ventajas e inconvenientes del depósito

de cartuchos fué decidida en 1884 por Alemania, que

adaptó sobre la parte anterior de la caña de su fusil un

depósito tubular capaz de contener ocho cartuchos.

Francia respondió a esta innovación del fusil denomi

nado M/71/84 con la adopción en i886 de su fusil Lebel,

de 8 milímetros; este fusil disponía al principio de un al

macén tubular, que fué sustituído después por uno en

forma,de caja. Otras naciones respondieron con la cons-.

trucción de fusiles con depósito de cartuchos de distin

tas clases: unos adoptaban depósitos tubulares; otros, de

tambor, y otros, de forma de caja. El sistema de depósito

tubular en el cual los cartuchos iban colocados en forma

longitudinal a lo largo del fusil, tenía el inconveniente de

que, al disminuir su número (por efecto de los disparos),

variaba la situación de su centro de gravedad, lo que

perjudicaba la puntería de un disparo al otro. Tampoco

se ofrecía bastante cómodo el empleo del depósito de tam

bor. Por esta causa, la mayoría de las naciones adoptaron

el depósito en forma de caja, situado en la parte media

de la cajadel fusil, y conteniendo una cantidad variable

de artuchos que oscila entre 5 y

lo.

Con la adopción del fusil Lebel de 8 milímetros, Fran

cia se coloca de .nuevo delante de Alemania (i888). Tam

bién fué puesta de manifiesto por los suizos, Comandante

Rubin y Profesor Hebler, en Zurich, la mayor ventaja del

empleo de calibres inferiores a u milímetros. Ellos seña

laron, por medio de investigaciones y del cálculo, que a

disminuir el calibre del proyectil por debajo de II milí

metros y al aumentar al mismo tiempo la velocidad ini

cial del mismo, se conseguía para análogas condiciones de

puntería o ángulo de elevación, un alcance más elevado

y una mayor rasancia de la trayectoria, y, por consi

guiente, de mayor precisión y eficacia, por tener una

mayor cantidad de espacio vertical batidoidurante la

rama descendente de la misma. Por otra parte, con el

invento de las pólvoras sin humo, a base de la nitrocelu

losa, que producen mayor cantidad de gases de combus

tión para la unidad de peso así como una mayor tempe

ratura o dilatación de los mismos, Alemania se decidió

por el empleo del calibre de 8 milímetros (más exacta

mente, de 7,9 milímetros) en el año 1888. Al nuevo fusil

se le dió el nombre de M/88, y tenía una bala de 14,7 gra

mos, mientras el M/71 la tenía de

25

gramos; su velocidad

inicial era de 640 metros por segundo, contra 430 el M/71;

la carga de proyección era de 2,63 gramos de pólvora de

laminillas, en comparación con 5 gramos de pólvora ne

gra del M)7i; el número de cartuchos que podía transpor

tar un soldado era de uo contra 8o. En el año 1898

se obtuvo aún una disminución en la carga de proyección,

que de 14,7 gramos vino a pesar io gramos, que empleaba

una pólvora de menos humo y llegaba a producir veloci

dades iniciales del orden de los 895 metros por segundo.

Al mismo tiempo también se modificó ligeramente el ce

rrojo del fusil, llegando al modelo que se conoce con el

distintivo de M/98. Conjuntamente con el proyectil nor

mal “S” (Spitz), puntiagudo, de io gramos de peso, se

introdujeron otros dos algo más pesados: el “SmK”

(Spitzgeschesz mit Kern aus Stahl)

,

bala puntiaguda con

núcleo de acero para el tiro de perforación, y el “sS”

(schweres spitzgeschosz) o proyectil puntiagudo pesado,

con objeto de aumentar el espacio vertical batido en los

grandes alcances, como los conseguidos con la ametra

lladora. Estos dos últimos proyectiles tienen la forma oji

val no solamente en su punta, sino también (aunque

menos pronunciada) en su culote. Una forma parecida

tiene el. proyectil francés conocido con el nombre de

bala “D” de Infantería. Su diámetro mayor es de 8,2 mi

límetros; en la parte posterior este diámetro es de 7,4 mi

límetros; su longitud es de 4,9 calibres, en lugar de 3,54

calibres que posee el proyectil o bala, “S”; su peso es de

12,8 gramos.

Si volvemos la vista a la evolución de las armas de re

petición no automáticas, vemos que se observa una dis

minución creciente del calibre y peso del proyectil, al

mismo tiempo que se aumenta la velocidad inicial.

Esta disminución progresiva del calibre y peso de la

bala, así como el aumento progresivo de la velocidad ini

cial y la rasancia de la trayectoria, son debidos, induda

blemente, a profundas y meditadas consideraciones:

1a El peso tótal del arma debe ser siempre lo más

pequeño posible, puesto que ha de ser transportada por

el soldado durante largos espacios, además de que ha de

permitir una fácil y cómoda puntería. Los límites adop

tados son, generalmente, entre 4 y 4,7 kilogramos. Ya

desde tiempos de Federico el Grande se había previsto

esta coyuntura. El fusil de chispa del tiempo de la guerra

de los Siete Años pesaba 4,75 kilogramos. Por otra parte,.

el efecto del retroceso del arma no debía ser demasiado

fuerte, con objeto de ser fácilmente soportada, la reacción

producida sobre el hombro del tirador. Obtendremos una

aproximación considerando que el movimiento máximo

del fusil hacia atrás ha de igualar al máximo del proyectil

hacia adelante, y como consecuencia la energía máxima

del retroceso ha de igualar a la energía que posee. el pro

yectil al abandonar la boca de fuego, en la proporción de

la masa de la bala a la masa del fusil. Dentro de esta con

sideración, deberá siempre tenerse en cuenta, para los

limites de peso del arma, con objeto de su cómodo trans

porte y fácil puntería, el que acabamos de mencionar,

de 4,7 kilogramos; ‘y para la reacción de retroceso más

tolerable, con un límite de

2

kilográmetros.A causa de esto,

el limite fijado para el producto de la masa del proyectil

(compuesto exactamente por el peso del mismo, más 1,7

del peso de la carga de proyección) por la velocidad inicial,

no deberá exceder fundamentalmente de u5 kgm./s.

Teniendo en cuenta todas, estas consideraciones, y si

nos referimos especialmente a los efectos del retroceso y

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las nolestias producidas por el mismo al soldado, se po

drá enunciar la siguiente regla: Si queremos man teríer el

retroceso dentro de los límites de tolerancia, aumentando

al mismo tiempo la velocidad inicial con objeto exclusivo

de obtener un mayor alcance, deberemos. disminuir pro

porcionalmente el peso de la bala; si por el contrario, y

en las misrtias circunstancias anteriores de retroceso, que

remos aumentar el peso del proyectil, con objeto de ob

tener una mayor energía de caída del mismo, deberemos

al mismo tiempo disminuir proporcionalmente la veloci

dad inicial del mismo. Un ejemplo claro de lo que acaba

mos de manifestar lo presenta el fusil M/98 con sus pro

yectiles “S” y “sS”, empleados ambos para distancias de

2.000 metros: el peso del primero, para conseguir más al

cance, es de io gramos; su velocidad inicial, de 895 metros

por segundo, y la energía de choque, solamente

12

kilo

grámetros; mientras el segundo proyectil, empleado para

mayor efecto sobre el blanco, posee un peso de 12,85 gra

mos, una velocidad inicial de 785 metros por segundo y

una energía de choque de 40 kilográmetros.

2a Además de las condiciones o exigencias a que

debe satisfacer un fusil referentes al retroceso, deberá

cumplir otras muchas referentes al calibre, longitud, for

ma y material de que está constituído el. proyectil, así

como la manera de desarrollarse el proceso de combustión

de la carga de proyección, la magnitud y la marcha de la

presión de los gases de la pólvora. También se tendrá en

cuenta la resistencia del cañón, cerrojo y proyectil; la es

tabilidad longitudinal del mismo durante el recorrido de

su trayectoria;la dispersión; el número de cartuchos con

tenidos en el depósito; la forma de la trayectoria bajo el

influjo de la resistencia del aire, etc.

Respecto a este último punto, deberá procurarse que

la forma de la trayectoria sea lo más favorable posible;

es decir, que la resistencia del aire no influya desfavora

blemente sobre la mism,a, haciéndpla diferir lo menos

posible de la correspondiente a la teórica del vacío. Un

ejemplo puede aclarar la decisiva influencia que ejerce

la resistencia del aire cuando el peso del proyectil es rela

tivamente pequeño. Si se considera la trayectoria en el

vacío del proyectil “S”, con su velocidad inicial de

895 mIs. y un ángulo de elevación de 4° 30’ (que corres

ponde a una posición del alza para los

2.000

metros),

se obtendrá un alcance, medido sobre la horizontal de

la boca del arma, de 12700 metros, poseyendo el pro

yectil una velocidad remanente igual a la de salida

(895 m./s.), y el ángulo de caída sería igual alde par

tida (° 30’); por el contrario, en la atmósfera corriente

el alcance será de 2.000 metros solamente (16 por ioo

del correspondiente al vacío); la velocidad remanente será

de 153 m./s. (17 por ‘00 de la inicial 895 m./s.); la ener

gía remanente, 12 kgm. (en lugar de 408 kgm. que co

rresponde al vacío), y, por último, un ángulo de caída

de

13°

2’ (en lugar de 4° 30’) Vemos, pues, que la tra

yectoria real incidirá en el terreno con una inclinación

mucho mayor, lo que lleva consigo, que la zona vertical

batida en el blanco sea mucho menor que la que corres

ponde en el vacío.

La influencia de, la resistencia del aire sobre la trayectoriá del proyectI viene determinada por el coeficiente

balístico (para una determinada velocidad inicial e igual

ángulo de proyección), y cuanto menor sea éste, tanto

más se aproximará la trayectoria real a la teórica calcu

lada para el vacío. Este coeficiente balístico es inversa

mente proporcional al peso por unidad de sección del

proyectil y directamente proporcional al coeficiente de

forma. Vemos, pues, que entra en juego un nuevo coefi

ciente, de forma que, a su vez, ha de ser más favorable,

o sea más pequeño, cuanto más afilada sea la cabeza del

proyectil (siempre que la velocidad con que tenga que ir

animado el proyectil sea mayor que la del sonido:

333 m.Js.); támbién parece que favorece a este coeficiente

la forma ligeramente ojivada del culote de la bala, pare-

ciendo, por el contrario, perjudicial para la estabilidad

del mismo en su recorrido la forma de torpedo de la bala

Por tódo lo expuesto se ve que la limitación del retro

ceso del armá exige que el producto de la masa del pro

yectil por la velocidad inicial esté comprendido dentro d

ciertos límites; que en igualdad de las restantes caracte

rísticas, el aumento de alcance exige un aumento de l

velocidad inicial; y que, finalmente, se obtendrá un valo

mínimo para el coeficiente balístico y, con ello, una mayor

aproximación a las condiciones teóricas de la trayectoria

en el vacío, bien aumentando la masa del proyectil para

el mismo calibre, bien disminuyendo el calibre para l

misma masa del proyectil, o bien, finalmente, afilando l

punta del proyectil cuando el peso y el calibre perma

nezcan invariables.

a La velocidad inicial no puede aumentarse excesi

vamente por impedírselo una serie de circunstancias ínti

mamente ligadas unas con otras y que señalamos a con

tinuación. Para conseguir una elevada velocidad inicial

se hace necesario aumentar considerablemente la carga

de proyección, lo que a su vez lleva consigo el aumento

de la longitud del cañón para que la combustión tenga

lugar completamente en el interior del ánima, dado que

no puede aumentarse excesivamente la vivacidad de la

pólvora, debido a las considerables presiones que podrían

originarse. Por otra parte, el aumento de longitud de

cfión viene limitado por consideraciones de peso y dmanejabilidad, por cuya causa no hay, más remedio qu

emplear pólvoras de cierta vii.racidad, con el subsecuente

aumento de presión de los gases y la necesidad de aumen

tar el espesor de las paredes del tubo y resistencia de

cierre o cerrojo; es decir, que volvemos a lo mismo: a

aumento de peso del arma y los inconvenientes del can

sancio durante las grandes marchas a pie y dificultades

de puntería. Aui cuándo se hiciera caso omiso de est

último inconveniente, todavía habría que tener en con

sideración el retroceso considerable al mantener el mismo

el peso del proyectil, por lo cual habrá que disminuir ést

en la misma proporción que aumente la velocidad inicial

Esto tampoco es una solución, pues, a pesar de la gran

velocidad inicial, el pequeño peso influirá desfavorable

mente sobre la trayectoria del proyectil; es decir, que

para el mismo ángulo de proyección, el alcance será menor, así como la energía remanente y el espacio batido

vertical. Para formarnos una idea clara de lo que acaba

mos de exponer, imaginém000s que se efectúa un tiro co

un proyectil de aluminio con la misma forma que el “S

y con una velocidad inicial de 2.000 m./s., utilizando e

fusil M/98 y con un ángulo le proyección de 32° (es decir

el ángulo que corresponde al alcance máximo,

3.400

me

tros, con la bala “S”) la rama ascendente de la trayec

toria empezará siendo extraordinariamente rasante, pue

a los 174 metros de la boca, la tangente a la misma for

mará con la horizontal un ángulo de 31° pero a la

misma distancia la velocidad habrá caído a 780 m./s

En el vértice, la velocidad será ya solamente de 65 m./s.,

y, por consiguiente, la rama descendente de la trayecto

ria será extraordinariamente curvá, el ángulo de caída

será de

770

(en lugar de

32°

en el vacío). La velocidadremanente en el punto de caída será de

72

m./S. (en lu

gar de 2.000 m./s. en el vacío), y el alcance será de 1.60

metros, o, lo que es lo mismo, el

0,44

por 100 del alcan

ce que corresponde al vacío, que es de

410.000

metros.

También puede verse de una manera clara todo lo que

acabamos de decir, si examinamos las cifras de la tabla

que damos a continuación, correspondientes a los tre

modelos de proyectiles empleados en el fusil alemán

M/98, referidas a un alcance de 2.000 metros:

T. Ve. Ta Ta

seg. mfs. Kgm.

.

 

Clase de proyectil.

Proyectil “sS’

Proyectil “smK”

Proyectil “S”.

yo. P.

mis. gr.

785 12,85

8i

JI,55

895 lO

5,3

251 40 0,0515 0,1056

5,9 201 24 0,0611 0,1389

6,8 153 Í2 0,0788 0,2316

76

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En este cuadro, y0 representa la velocidad inicial;

P, el peso del proyectil en gramos; T, la duración de la

trayectoria; Ve, la velocidad remanente en el punto de

caída (en m./s.); E, la energía remanente en kilográme

tros; tang, la tangente del angulo de proyección, y tang,

la tangente del ángulo de caída.

a El problema de la disminución del calibre no deja

de ofrecer inconvenientes, sobre todo cuando esta dismi

nución es considerable (por debajo de

5

milímetros, por

ejemplo) y se intenta disparar un proyectil de determinado peso a una distancia y con una rasancia también

determinada. En efecto: para distribuir la masa del pro

yectil en la pequeña sección del mismo, babrá que au

mentar desconsideradamente la longitud del mismo; pero

cuando la longitud excede de

5,5

calibres, será muy difí

cii mantener la estabilidad del mismo durante la primera

parte de la trayectoria, a causa de la granresisténciá que

ofrece el aire, lo cual puede evitarse aumentando la mcli-’

nación del rayado, siempre que no se sobrepase de ciertos

límites que pudieran impedir el que el proyectil no to

mara las rayas. Además, aunque se consiguiera estabili

zar el proyectil en la primera y más pendiente parte de

la trayectoria, al llegar a las proximidades del vértice

(cuando se tira a grandes distancias), es decir, en las pro

ximidades del punto de mayor curvatura de la misma, se

obtendrá una superestabilidad que hará adquirir al pro

yectil una posición transversal a la misma. Por otra parte,.

con una disminución excesiva del calibre se llegaría a ob

tener tan pobres efectos sobre los combatientes, que el

arma dejaría de cumplir la misión para la que fué creáda.

Si llegamos a apurar el calibre hasta el l ímite, es decir,

que éste tuviera la forma de una aguja, entonces obten

dríamos la conocida conclusión del experimento del fa

quir. En definitiva, esta disminución del calibre para un

determinado peso del proyectil, y si rio queremos aumen

tar considerablemente la longitud del mismo, nos con

duce a la elección de materiales, para su construcción, de

un peso específicó más elevado que ‘elque corresponde al

plomo y al acero.

Las consideraciones técnicas que acabamos de hacer,

referentes al aumento de la velocidad inicial y disminu

ción. del calibre y peso del proyectil, pueden represen

tarse cuantitativamente por medio de fórmulas mate

máticas; sin embargo, nos vamos a limitar a resumir sus

resultados cualitativos en las siguientes ‘líneas:

1.0

La velocidad inicial deberá elegirse lo más elevada

posible, siempre que se intente obtener un mayor alcance,

una mayor rasancia de la trayectoria, una mayor zona

batida y una mayor energía en sus efectos.

2.° Esta velocidad inicial no podrá elevarse, sin em

bargo, más allá de ciertos límites, fijados por la energía

de retroceso, la longitud del ánima, la presión de gases

admisible y la resistencia y peso del arma.

3.° También viene limitada la disminución del cali

bre (para una misma clase de material con que está hecho

el proyectil) por la longitud total del mismo, que a su vez

está ligada con la estabilidad a lo largo de la trayectoria;

por lo demás, el peso del proyectil deberá ser lo más pe

queño posible, si se tiene en cuenta que hay que vencer

la resistencia del aire, la energía del retroceso, el peso del

fusil y el número de cartuchos que hay que transportar

según las dotaciones.

4.° Sin embargo, el calibre y el peso del proyectil no

pueden disminuir más allá de ciertos límites, por impe

dirselo, entre otros factores, el alcance, la.rasancia de la

trayectoria, la magnitud del espacio batido, la energía de

penetración en el blanco y la capacidad de herir a loscombatientes.

Partiendo de esta premisas y después de haber efec

tuado numerosas experiencias, la mayoría de los Etados

han concluido por aceptar un fusil que reúne análogas

características. Durante la guerra de 1914-18, no se ob

servó una gran superioridad de unos fusiles sobre otros,

como ocurrió en la guerra de 1870-71. Casi sin excepción

se eligió un calibre aproximado a los 8 milímetros. Uni

camente Italia adoptó el calibre de 6, milímetros (fusil

M/91); ‘sin embargo, la ordenada máxima del mismo,

para un alcance de 2.000 metrós, era de 72,3 metros;

es decir, casi igual a la del fusil alemán con proyectil “S”,

que tiene una ordenada máximade 74,4 metros para el,

mismo alcance. Para un alcance de

400

metros, la orde

nada máxima del fusil alemán es algo más pequeña que

la del italiano, por lo cual la rasancia de éste será mayor

para los grandes alcances, y la de aquél, para los peque

ños. Lo mismo puede decirse de la bala “S” alemana, con

respecto a la bala “D” francesa. Para alcances de 400 me

tros,, la ordenada máxima del “S” es de 0,39 metros, y

la del “D”, 0,52 metros; la velocidad residual del primero

es 586 m./s., y la del segundo,

532

m./s.; por el contrario,

para alcances de 2,000 metros, la ordenada máxima del

“S” es 74,4 metros, y la del “D”, 41,5 metros; mientras la

velocidad remanente del primero es 153 m./s., y la del

segundo, 242 mis. Es decir, que á distarcias cortas, la

rasancia del-fusil alemán es mayor que la del ‘francés,

mientras a grandes distancias sucede lo contrario.

Por otra parte, si consideramos que el peso de muni

ciones que transporta un infante es de 3 kilogramos,

vemos que el soldado alemán solamente puede llevar con

sigo 526 cartuchos, y’ el francés, io8. Y si en vez de la

bala “S” tomamos en consideración la bala “sS”, enton

ces los dosfusiles puede considerarse que son casi iguales.

Respecto a la construcción de los fusiles, en todos los

países se ha adoptado el cierre cilíndrico rotatorio o ce

rrojo clásico con dos o tres tetones, y depósito de cartu

chos en la caja, con capacidad para ó hasta io cartu

chos. Todos los fusiles tienen 4 rayas de inclinación cons

tante y hacia la derecha (solamente Inglaterra tiene, en

su fusil Lee, 7 rayas hacia la izquierda; Francia también

tiene rayado hacia la izquierda). Casi todas las cargas de

proyección empleadas son de nitrocelulosa; únicamente

Inglaterra e Italia emplean ésta mezclada con pequeñas

cantidades de nitroglicerina. El resto de las pequeñas di

ferencias existentes entre unos y otros modelos pueden

apreciarse en el cuadro que sigue (según Zimmerle):

CARA CTERISTICA S

Fusil

Austriaco

M/95

Fusil

Francés

M /o6Ji5

Fusil

Alemán

“5,,.

Fusil

Inglés

51/03

Calibre en milímetros

Alza máxima en milímetros

Alza mínima en milímetros

.

Longitud del rayado en calibres.’

Peso del proyectil en gramos

Carga de proyección en gramos

Número de cartuchos que pueden transportar.

Peso del fusil en kilogramos;

Velocidad inicial m./s.

Caiga en la sección del proyectil, gr/cm.2

Fusil

Ruso

MJos

Fusil

Suizo

M/o 9

Fusil

Italiano

8

1.950

375

25

15,8

2,75

100’

3,6

620

31

5

2.400

400

24

jz,8

2,90

SS

4,2

71o

25,5

7,9

2.000

400

24

10,05

3,05

150

4,’

St35

20,4

7,7

2.350

182

24

¡3,86

2,01

,100

3,8

6to

7,

.920

285

9,6

3,25

550

4,05

SS

25

7,5

2.000

300

27

11,3

3,20

150

4,5

825

25,6

6,

2.000

45°

52,20

10,5

2,25

162

3,8

710

32,7

.7,

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7/17/2019 RET 033 Octubre 1942

http://slidepdf.com/reader/full/ret-033-octubre-1942 79/83

!n cuanto al futuro desarrollo de las armas de fuego

portátiles, vamos a limitarnos a mencionar algunas hipó

tesis que han aparecido en las obras modernas; en primer

término, es uña opinión cada vez más extendida en los

medios técnicos que el arma del futuro para la Infantería

ha de ser la ametralladora, y cuanto mayor sea la distan

cia a que se mantenga la lucha, tanto más ha de quedar

relegado el empleo del fusil’ no automático, que vendrá a

ser el arma especial del tirador individual, apta única-

mente para las pequeñas distancias. En el caso de que

esto sea una realidad, el fusil alemán, con su proyectil “S”

de gran rasancia, tendrá indiscutibles ventajas, que di

fícilmente han de ser sobrepasadas por otra arma, a dis

Carros de combate ingleses.

tancias pequeñas. En segundo término, parece admitirs

que la longitud actual del cañón del fusil es excesiv

En tercer término, también parece acentuarse la idea

rebajar el diámetro del proyectil, siempre que para n

disminuir desfavorablemente sus cualidades balísticas,

emplee para el núcleo de la bala un metal más pesad

que el plomo, tal como el wolframio o tungsteno. Por ú

timo, también hay quien mantiene la creencia de que

tiempo no muy lejano se llegue a utilizar cierta clase

vainas que se quemen con la carga de proyección, tran

formándose completamente en gases, ahorrándose en es

caso los inconvenientes del almacenaje y utilización post

rior de las vainas, cuando no el dilapidado de las misma

(Carro de combate de Infantería—28 toneladas—”Mark II” (“Waltzing Matilda.”)

Tomado de un folleto editado por el Ministerio de Pro

paganda británico, la revista alemana

Motor Schau

pu

blica, en su número del mes de agosto del corriente año,

una seri’e de datos y esquemas referentes a este carro de

combate de carácter ofensivo, y cuya misión principal

es combatir las fortificaciones de campaña. A continua

ción publicamos una reseña del mismo, tomada de la

mencionada revista.

Caracgerísticas. —

El chasis, que posee io cangrejos,

está impulsado por un motor de 200 HP; la transmisión

está situada en la parte posterior; está armado con un

cañón de 40 milímetros, una ametralladora de 7,7 muí

T?Y

e

itt

metros y dos pistolas de nieblas; la tripulación es

4 hombres; peso, 28 toneladas métricas; velocidad, 26 k

lómetros-hora; longitud, 6 metros; anchura, 2,55 metros

y altura,

2,50

metros; autonomía,

70

kilómetros.

Figura

a

Sección longitudinal del “Waltzing Ma

tilda”. — i.

Salpicadero o tablero de instrumentos.—

2. Périscopio. —3. Palanca para la tapa de la mirilla.—

4. Entrada para el conductor.

5. Palanca para la pue

ta de entrada del conductor.

6. Palanca de manipu

lación de la torreta giratoria.

7. Aparato de punterí

del cañón.

—-

8. Cañón de -40 milímetros.

9. Lámpar

de señales.

xo. Cúpula del puesto de mando.

ix

¿ ¿M&&

Figura

1a

78

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7/17/2019 RET 033 Octubre 1942

http://slidepdf.com/reader/full/ret-033-octubre-1942 80/83

ntena. —

¡2.

Aparato de radio. —

13.

Altavoz. — ¡4.

royectiles del cañón.

¡5. Compresor.

¡6. Control

el aceite.

¡7. Filtro de gasolina.

¡8. Bomba de ga

olina.

19. Dínamo.

20. Bomba de aguá.

21. Fil

ro del aceite de engrase. 22. Ventilador. 23. Radia

or.

24. Caja de la transmisión.

25. Tubería de re

orno de la bomba de aceite, — 26. Tubería de salida de

bomba de aceite.

27. Eje de trans1Tisión.

28.-

mba de aceite para el mecanismo de la torretagirato

ia.

29. Asiento para el cargador.

30. Basa de la to

reta giratoria.

—31.

Palanca de manipulación de la to

reta giratoria. —32. Asiento para el apuntador. —33.

Hombrera o culatmn para la puntería del cañón.

34. Pa

lanca disparadora del cañón y ametralladora.

35. De

pósito para los cartuchos vacíos. —36. Recipiente de

aire. —37. Asiento para el conductor. —38. Colector.—

39. Palanca de dirección—

40.

Cambio.

41.

Varilla

de embrague.

42. AceIrador.

43. Pedal de em

brague.

-

Figura 2a

Vista de la cabina de conducción del

“Waltzing Matilda”. —

i. Lámpara de penumbra.

2.

Reloj.

3. Periscopio.

4. Puesta en marcha.

5. Am

perímetro.

6. Contacto.

7. Conmutador.

8. Conmutador de luces laterales y posterior.

9. Palanca para

Figura

22

Figura 3.

Figura 4. Figura

5.4

79

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7/17/2019 RET 033 Octubre 1942

http://slidepdf.com/reader/full/ret-033-octubre-1942 81/83

COrtar ia puertá de entrada del conductor.

ro. ‘Pedal

de embrague. — u. Palanca de dirección; —

12.

Colector.

13. Cambio.

14. Varilla de embrague.

— i5.

Puerta de

entrada del conductor.

i6. Almohadilla frontal.

Mirilla con cristal de seguridad.

18. Conmutador.—

19. Palanca para la tapa de la mirilla.

20. Termómetro

para el agua de refrigeración.

21.

Manómetro para el

aceite.

22.

Manómetro para el aire.

23.

Acelerador.

24. Asiento reglable para el conductor.

25. Velocíme

tro.

26. Botón de la bocina.

Figura 3.

a_Vista del alojamiento del motor del “Waltzing

Matilda”.

i.

Blindaje del radiador.

—2.

Cable de ace

ro para el remolque. —3. Tubo de escape.

4. Mangue

ta del radiador.

— .

Bomba de gasolina.

6. Asidero

para fijar el radiador.

7. Ventilador.

8. Volante del

motor. — 9. Depósito de aceite de reserva. — ¡o. Cerrojo

para fijación del blindaje protector.

u. Dínamo.—

12. Radiador rebatible.

13. Escape de vapor.

—‘

¡4.

Radiador rebatido.

15. Mangueta del radiador.

Figura

4.a_Vista de la cabina del’tirador del “Waltzing

Matilda”.

—x. Ventilador.

2.

Almohadilla frontal.—

3. Periscopio.

4. Cañón de

40

milímetros.

— .

Ántáoj

de puntería. — 6. Manivela de manipulación de la torre

giratoria. 7. Palanca para la manipulación, por med

de aceite, de la torreta giratoria.

8. Hombrera o cul

tín.

9. Palanca disparadora del cañón y ametralladora

ro. Lámpara de señales.

u. Ametralladora Besa.—

12.

Depósito para los cartuchos vacíos.

Figura

5. a_Vista posterior de la cabina del tirador d

“Waltzing Matilda”. —

u. Cúpula del puesto de mando

2. Lámpara de penumbra.

3. Periscopio.

4. Protec

tor de cabeza.

5. Protector de cabeza para el cargado

6. Cañón de 40 milímetros.’—7. Hombrera o culatín.-—

8. Munición de la ametralladora.

9. Depósito para lo

cartuchos vacíos.

io. Almohadilla frontal, de goma.—

u.

Mirilla con cristal antibala.

¡2.

Cristales de reserva

13.

Prismas de reserva para el periscopio. —j4. Micr

fono.

15. Batería para la radio. u6. Aparato de ra

dio.

17. Altavoz.

i8. Asiento del comandante.—19.

Prismas de reserva para el periscopio.

20. Depósito d

municiones de niebla. —21. Depósito para el aparato d

señales y sus municiones. Proyectiles de

40

milímetros

MisioñesdelaCaballeríaenlaguerramoderna.

¿Tiene alguna misión la Caballería en la guerra mo

derna? La Caballería actual, poderosamente armada, sin

perder su extraordinaria capacidad para moverse a tra

vés de toda clase de terrenos, puede ser empleada en to

das las ocasiones de la guerra, siempre que se trate de ex

plotar su.cualidad primordial: “la movilidad”, y más es

pecialmente en aquellas regiones mal dotadas de carre

teras.

Y puede ser empleadas porque una División de Caba

llería que se mueve en el campo puede desplegar y adop

tar formaciones dispersas en tres o cuatro segundos, en

las que, si ha montado un adecuado servicio de seguridad,

puede hacer frente a ios ataques de la Aviación y los ca

rros sin temor a experimentar grandes pérdidas.

Si las Unidades del arma están bien instruídas y se da

a sus Jefes, hasta el del Escuadrón, la iniciativa necesaria,

puede moverse con gran rapidez en cualquier terreno y es

apta para hacer frente por sus medios a muy difíciles si

tuaciones. Estas grandes Unidades de Caballería pueden

ser sumamente útiles.

Se han difundido extraordinariamente las acciones de

las Divisiones acorazadas alemanas, que, irrumpiendo a

través de una brecha y rebatiéndose sobre los flancos de

ella, han creado el desorden y hecho cundir el desaliento

en el enemigo.

Cortando comunicaciones; sorprendiendo Cuarteles ge

nerales y reservas; destruyendo depósitos de aprovisiona

miento; aterrorizando a los habitantes, han producido la

desmoralización, que impidió a los Ejércitos adversarios

oponer firme resistencia a las Divisiones alemanas de. In

fantería que les seguían. No instruídos para atender a

tales situaciones tácticas, gracias a la iniciativa y recur

sos de los Jefes de Batallón, los Mandos superiores y

Estados Mayores se encontraron impotentes. Por su

puesto, sabemos que los Ejércitos aliados no poseían las

armas para. resolver tales situaciones. Los franceses no

poseían una arma aérea capaz de neutralizar en lo más

mínimo la alemana. La Aviación inglesa, aunque en mu

cho mayor número, hubiera podido prestar una gran

ayuda, de haber sido puesta a las órdenes del Jefe del

Ejército, en vez de ser una fuerza independiente sin coope

rar con los Ejércitos. De hecho no se puede contar con la

cooperación, si la Aviación no está sujeta a las órdenes

del Jefe de Ejército como parte componente de él. Quizá

tuvo más importancia que los Ejércitos aliados no tenían

cañones antitanques apropiados y en número suficiente

y organización adecuada; tenían solamente un número

inadecuado de tropas mecanizadas que no supieron em

plear; en conclusión, no tenían Caballería moderna.

En estas condiciones, no puede extrañar que los ale

manes lograran éxitos decisivos. Pero, para el porvenir

no cabe disculpa en. un Ejército que no esté preparado

moralmente para hacer frente a estas situaciones, ni qu

no esté dotado de las armas apropiádas para hacer frent

a estas formaciones.

Ahora lo que debemos preguntarnos es la manera d

usar de nuestra moderna Caballería en tales situaciones

En primer lugar, debemos tener Caballería en número su

ficiente. Un puñado de Caballería, como hasta ahora ha

bíamos concebido, no puede alcanzar resultados impor

tantes. En una situación en que nuestro propio Ejército

está siendo atacado y en el que las Divisiones enemiga

motorizadas esperan hacer lo que hicieron las Divisione

acorazadas en Francia, una fuerza adecuada de Caballerí

moderna puede desempeñar un importante papel.

Recordando la facilidad con que la Caballería es capa

de maniobrar a campo traviesa y su potente armamento,

se daría, en una situación tal, a las fuerzas necesarias d

Caballería la misión de contener y atacar la columna d

tropas mecanizadas enemigas que han irrumpido a trav4

de nuestras líneas o se mueven en rededor de nuestros flan

cos. Usando líneas interiores, nuestra Caballería acortaría

las distancias y encontraría al enemigo en un determinado

punto por el cual le es forzoso pasar. Así, guardando la

fuerzas de Caballería en la retaguardia de nuestras línea

de combate en el espacio entre carreteras, se está en con

diciones de atacar de flanco a cualquier columna motori

zada enemiga que avance por una cualquiera de las ca

rreteras. Desde luego, las. tropas mecanizadas podrían

usarse para este cometido, si las carreteras son de tip

conveniente y tienen la dirección adecuada; en- el cas

contrario, si el terreno en cuestión presenta dificultades

para ser atravesado por las máquinas, la Caballería es l

única arma que, posee la movilidad requerida y que tien

la flexibilidad suficiente para salir del apuro en caso d

“dar en hueso”. Los Batallones móviles de antitanques,

que marchan por la carretera para hacer frente al ataqu

enemigo, deben ser destacados por la reserva general id

dichas tropas; pero la Caballería tiende a atacar de flan

co, por sorpresa, a ser posible, y sobre todo, a las tropa

motorizadas que actúan en colaboración con los tanques

Las tropas mecanizadas propias pueden emplearse e

80

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7/17/2019 RET 033 Octubre 1942

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tácar las principales fuerzas enemigas en una defensa

ctiva apropiada o estar ya ocupadas en otra misión, o

ambién, faltas de fuerza, evitar el combate contra fuer

as superiores del enemigo, excepto en caso de contra-

aque. Pueden ser empleadas como refuerzo de la Caba

lería. Todo aquello de que disponemos debe ser usado.

Si esta fuerza de Caballería, sin el apoyo de tanques,

aca el flanco enemigo y algunos de los tanques de éste

e vuelven contra ella, disponemos de los cañones anti

anques. Si éstos son insuficientes, po4emos retirarnos

in muchos daños, gracias a lo abierto de huestra formaión y la velocidad de marcha a campo traviesa. En la

etirada podríamos movernos en una dirección que resul

ara molesta para los tanques enemigos. Por ejemplo: si

columna mecanizada enemiga marcha hacia el sur y

estra Caballería la ataca por el fiando oriental, caso de

ue algunos tanques salgan de la columna para atacar

os, y nos viéramos en la imposibilidad d rechazarlos

ediante los cañones antitanques, podríamos retirarnos

dirección nordeste. Los tanques enemigos, que llevan

a misión específica hacia el sur, seguramente no segui

ían a la Caballería, que podría entónces revolverse

acia el oeste, para atacar de nuevo a la columna, al

anzando, probablemente, a las tropas de Infantería mo

He aquí magníficas oportunidades para ejercer las do

es de mando y el espíritu de iniciativa.

Si la Caballería logra atacar el flanco de una columna

otorizada, debe poner primeramente todas sus ame-.

ralladoras en acción y luego a sus tiradores. Tal vez si

Infantería motorizada es sorprendida, algunos Escua

rones pueden atacar montados.

Una Caballería numerosa podría causar molestias en

s campamentos de tropas mecanizadas durante la no

e. Esta sería una oportunidad para la Artillería divisio

ria, así como para los cañones antitanques.

Todo ello podría constituir una especie de guerra de

errillas contra las trcipas mecanizadas enemigas que se

ubieran alejado demasiado de las Divisiones de apoyo

e Infantería del ejército principal. La Caballería, en la

uerra moderna, debe aprender más y más a operar de

cuerdo con la iniciativa de los ‘Jefes de Escuadrón.

unca se insistirá demasiado sobre este punto.

Es un

oncepto totalmente distinto del que presidía a la anti

ua organización, basada en mucha interdependencia y

Mando extremadamente centralizado.

Otra misión de nuestra Caballería sería la de guardar

s flancos de nuestras Divisiones de Infantería. A pesar

las opiniones de algunos de nuestros escritores civiles

oradores, la fuerza principal de un Ejército consiste en

visiones de Infantería, como se pone de manifiesto en

l gran número de Divisiones de Infantería que se hallán

presencia en todos los Ejércitos que luchan en Europa,

sia y Africa hoy.

Otra misión consiste en actuar como fuerza de cober

ra para el Ejército a4ueavanza en ofensiva. Si nuestras

visiones mecanizadas están efectuando un amplio mo

miento envolvente y se hallan lejos del resto del Ejér

to, los Ejércitos necesitan Caballería en su vanguardia.

puede exigirse esto solámente de la Infantería moto

izada. Es demasiado vulnerable para ser sorprendida.

a Infantería motorizada debe ser cubierta por tropas

otorizadas o por Caballería. Si el terreno es de tal na

raleza que los tanques ligeros y los carros armados no

ueden desplegar, debe usarse la Caballería para que el

umplimiento de la misión pueda efectuarse con la de

da seguridad. Desde luego, cuando el enemigo no tiene

aballería, no existe tanto peligro de que las tropas mo

rizadas sean sorprendidas por un ataque de flanco.

eben contar con carros exploradores y carros que se

ueven en vanguardia o en las carreteras próximas.

n embargo, un enemigo enérgico y con recursos puede,

cluso sin caballería, inducir a una columna motorizada

a que caiga en una trampa de tropas escondidas a la dere

cha y a la izquierda de la carretera.

En la defensa de líneas .fluviales, el papel de la Caba

llería se convierte en esencial. En los espacios entre ca

rreteras, la Caballería puede situarse donde los vehículos

se mueven con dificultad. La Infantería motorizada es

extremadamente valiosa en tales situaciones; pero la

Caballería es también esencial no tan sóló para patrullar

en las amplias extensiones situadas entre las carreteras,

sino también para resistir a una columna enemiga que

ha forzado un vado y penetrado en sectores en que los

motores no pueden llevar tropas. La combinación de tro

pas motorizadas y Caballería es ideal para coiistituir las

reservas de un Ejército que mantiene una línea fluvial.

Si nuestro Ejército está efectuando una retirada orga

nizada, tal como parece intentan hacer los- rusos, una

amplia fuerza de Caballería en cada Ejército es de inesti

mable valor. No tan sólo puede moverse en las zonas de

retaguardia, como hemos descrito, sino sorprender y ata

car de flanco a las formaciones y divisiones mecanizadas

y motorizadas del enemigo que hayan logrado irrumpir

a través de las fuerzas propias principales; pero también

efectuar acciones contra las Divisiones de Infantería ene

miga.

Hemos tratado hasta ahora solamente de situaciones

defensivas. Consideremos ahora situaciones en las cuales

nüestro Ejército ha adquirido la iniciativa y avanza.

Consideremos primero las fuerzas aéreas: no cabe duda

de-que alguna fracción de ellas debe quedar permanente

mente asignada a cada uno de nuestros Ejércitos de tie

rra. El Gran Cuartel General del Aire atenderá a las mi

siones que asigne el General Jefe de los Ejércitos; pero

deben reservarse también algunas fuerzas aéreas para los

Cuerpos y Divisiones de Caballería, que cuenten con avio

nes de observación y bombarderos ligeros.

Nuestras Divisiones mecanizadas necesitarán de la ín

tima cooperación de las fuerzas aéreas del Ejército. El

éxito de las Divisiones acorazadas alemanas en Francia

y otros teatros de la guerra se debió, y esto en parte no

pequeña, a la cooperación de la Aviación alemana, que

trabajó libre de la oposición de las fuerzas aéreas aliadas,

mandadas independientemente. Con este apoyo es pro

bable que en el futuro alcance proporciones extraordina

rias el uso de fuerzas acorazadas. No obstante, y a pesar

de lo brillante que pueda ser el futuro para fuerzas aco

razadas como arma del Ejército, es probable que cual

quier enemigo contra el cual tengan que luchar nuestros

Ejércitos, estará más preparado para enfrentarse con

nuestras fuerzas mecanizadas que lo estuvieron los Ejér

citos aliados para oponerse hasta ahora a las Divisiones

acorazadas alemanas. Las Aviaciones enemigasse opon

drán a nuestras fuerzas acorazadas o neutralizarán la

Aviación de apoyo. Al mejorarse la calidad de los caño

nes antitanques y la organización de las tropas antitan

ques, las tropas acorazadas tenderán a ser menos audaces

y a separarse menos de la fuerza principal del Ejército.

Por lo menos deberá existir un vínculo entre el Cuerpo

principal de un Ejército y las Divisiones acorazadas lan

zadas muy adelante. La Caballería, en gran número, po

dría ser este vínculo.

-

Por lo tanto, por lo que se refiere a operaciones ofen

sivas, tenemos una misión para la Caballería moderna.

Como enlace entre la Infantería, que se mueve lenta

rpente, y las fuerzas acorazadas rápidas, la Caballería

puede jugar el doble papel de protección para nuestros

principales Cuerpos y de apoyo para las vanguardias

avanzadas. Naturalmente, hay que reconocer que estas

tropas acorazadas avanzadas fían en su propio sostén, en

forma de Infantería motorizada transportada en camio

nes o carros de cadena. Al mismo tiempo debe recono

cerse que la Infantería motorizada, incluso en carros de

transportes acorazados, es muy vulnerable al ataque aé

reo o de flanco por tropas que pueden marchar a campo

81

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traviesa, tales cono la Caballería. Carros de transporte

acorazados pueden ser deshechos por los antitanques y la

artillería de la Caballería.

Como antiguamente, una de las misiones de nuestra

Caballería será el atacar el flanco del enemigo que se re

tire ante nuestras fuerzas principales. Amenazado de

frente por las Divisiones de Infantería; amenazado y des

moralizado por las fuerzas acorazadas, que convergirán

contra los flancos de retaguardia, las fuerzas enemigas

en retirada caerán en el desorden y huída gracias a los

ataques de flanco, entre las Divisiones acorazadas avan

zadas y la Infantería en marcha hacia adelante. La capa

cidad de la Caballería de marchar a campo traviesa tiene

gran importancia en esta misión.

Otra vieja misión tiene más importancia aún, Acciones

retardatrices contra las reservas enemigas, ya sea sola o

en cooperación con las fuerzas acorazadas. Si el uso de

tropas paracaidistas toma mayor importancia, la res

puesta la dará la Caballería.

Por lo tanto, la Caballería conserva la mayor parte de

sus antiguas misiones, y las que han sido asimiladas por

las fuerzas aéreas y acorazadas tan sólo han sido ligera

mente modificadas. Los cambios, en cuanto a las misio

nes de la Caballería y los procedimientos tácticos de rea

lizarlas, son debidos a las consideraciones siguientes:

La Caballería posee mucha más densidad de fuego que

antes con sus cañones antitanques y ametralladoras.

La Caballería ya no puede cargar en formación cerrada.

De hecho esto quedó descartado hace más de medio si

glo, salvo en el caso •de encueptros súbitos de pequeñas

Unidades. En el caso de grandes Unidades, la combina

ción de la acción montada con la de los jinetes a pie debe

ser más frecuente en un ataque que’la de una operación

puramente con elementos montados. La acción a pie, es

pecialmente defensiva, será la más corriente.

La Caha

llena debe marchar fuera de las carreteras. Su movilidad

a campo traviesa le permite hacerlo mucho mejor que otras

armas. Debe aprender a moverse en orden disperso. La

Caballería debe poder llevar consigo municiones y provi

siones para una semana. La Caballería no puede operar en

países

faltos de agua por más de dos o tres días.

Debe concederse más iniciativa y libertad de acción

que anteriormente a los Jefes de Escuadrón.

Podemos sistematizar las misiones de la Caballería en

una lista, si recordamos que no puede haber reglas para

su empleo, salvo una, y es que debe ser empleada según

sus poderes y limitaciones y sus características: facultad

de operar a campo traviesa. Puede cooperar fácilmente

con otras armas; pero una Unidad de Caballería tan am

plia, de la envergadura de una División, debería tener

su aviación propia.

Reseniende las misiones de la Caballería.

50 Reconocimiento y protección en beneficio de otras

tropas.

2.° Acción defensiva contra tropas enemigas acora

en el cual las fuerzas acorazadas envuelven y atacan

flanco o la retaguardia, nuestra Caballería puede coop

rar atacando los flancos enemigos entre las fuerzas aco

razadas y el núcleo principal de Infantería.

7.0 Operaciones a campo traviesa contra tropas para

caidistas.

8.° Cualquier misión importante que pueda la Caba

llería realizar mejor que otras tropas.

Por lo tanto, la Caballería no ha sido sustituída,

puede serlo, por fuerzas acorazadas o aéreas. Cualquier

que sea la importancia que tengan las fuerzas armadas

aéreas en el pensamiento de los soldados profesionales

de los civiles, y por brillante que sea el futuro de ésta, n

sustituye a la Caballería. Lo necesitamos todo.

En vista del gran éxito de las Divisiones acorazadas

germanas en la guerra y la aureola de que se las ha do

tado, es comprensible que el profano quiera descartar l

Caballería, de la cual conoce muy poco. Es menos com

prensible el porqué quiere suprimir a la Infantería tam

bién, puesto que en todos los periódicos puede leer

gran número de Divisiones de Infantería que se han em

pleado y están siendo usadas. Es realmente extraordina

rio que cualquier soldado profesional se contentara co

poco o-ninguna caballería cuando las posibilidades d

nuestra Caballería moderna son tan grandes.

Por lo meno

un Cuerpo de Caballería debería formar parte de cad

Ejército.

La guerra moderna es una mesa revuelta. Çada hombr

es un guerrero hábil en el uso de sus armas, tratando

ser más listo y mejor luchador que su enemigo, fiero

agresivo tanto en la defensiva como en la ofensiva, e

durecido por las prácticas de marcha. Capaz de resistir

fatiga y de pasarse sin comida o agua durante largos p

ríodos, indiferente a bombas y proyectiles, animado p

el deseo de chocar con el enemigo, alegre en las dificulta

des y capaz de guardar su propia salud y su fuerza co

el único fin de derrotar al enemigo.

Es un barullo de locura entre pequeñas Unidades; cad

Jefe de una Unidad, desde la Escuadra para arriba, deb

ser capaz de luchar su propia batalla, cooperando

mismo tiempo con otras Unidades.

Estas cualidadés son necesarias en todas las Arma

pero aun- más en la Caballería. Un Cuerpo de Caballer

en un Ejército daría al General Jefe que supiera usarl

una sensación de seguridad, de fuerza y de completa pr

paración para cualquier eventualidad. Cuando la inici

tiva de los Jefes de Escuadrón esté muy desarrollada,

Caballería puede hacer frente a cualquier cosa. Tanto at

cando y derrotando a un enemigo, o aguijoneándole

retirándose ante fuerzas superiores sin perder contact

y sin dejar de proteger a un Ejército contra la sorpres

o contra el libre avance de la Infantería, carros o fuerz

combinadas del enemigo.

Una vez más, muchas personas comparan el mov

miento de la Caballería a cinco o seis millas por hora, c

la velocidad de tropas mecanizadas o motorizadas, en u

movimiento estratégico; pero la Caballería, como la I

fantería .o la Artillería, puede moverse por ferrocarril

camiones hasta el lugar de empleo en el mismo tiempo