Restaurants y Bares Centro de Lima

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La guía de la butifarra: los 10 mejores lugares para disfrutarlas en Lima Jamón del país, pan francés, salsa criolla y lechuga. Simplicidad y contundencia conforman uno de los sánguches más venerados y tradicionales del país, la espectacular butifarra , sin duda uno de los emblemas comestibles de nuestra identidad. Tras elaborar un sondeo en el que participaron cientos de nuestros lectores, aquí te presentamos cuáles son los templos culinarios más recomendables para disfrutarla en Lima. 1. CORDANO Al costado del Palacio de Gobierno se alza uno de los locales gastronómicos más emblemáticos de nuestro rico centro: el bar y restaurante Cordano, local que tiene más de 100 años. Una de sus más grandes insignias es, sin duda, su espectacular butifarra. Un sánguche que sabe a tradición. ¿DÓNDE IR? Jr. Ancash N° 202, Lima 2. CARBONE Aquí otro lugar que sabe a historia. Sin pretensiones, contundente y a muy buen precio. Así es la butifarra que se sirve en este local tradicional. “Este lugar que va a cumplir un siglo tiene el mejor jamón del país del Perú y uno de los mejores del mundo”, opina Carlos Gerardo Colfer, uno de nuestros lectores. ¿DÓNDE IR? Esq. Cailloma y Huancavelica, Lima 3. BAR QUEIROLO En el Centro Histórico las butifarras son emblema y otro de sus grandes representantes es este criollísimo bar tradicional. Sola es maravillosa, pero acompañada de un buen chilcano es incomparable. ¿DÓNDE IR? Jr. Camaná 900 (esquina con Jr. Quilca), Lima

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EVIDENCIAS DE RESTAURANTES Y BARES DEL CENTRO HISTORICO DE LIMA

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La guía de la butifarra: los 10 mejores lugares para disfrutarlas en LimaJamón del país, pan francés, salsa criolla y lechuga. Simplicidad y contundencia conforman uno de los sánguches más venerados y tradicionales del país, la espectacular butifarra, sin duda uno de los emblemas comestibles de nuestra identidad. Tras elaborar un sondeo en el que participaron cientos de nuestros lectores, aquí te presentamos cuáles son los templos culinarios más recomendables para disfrutarla en Lima.

1. CORDANOAl costado del Palacio de Gobierno se alza uno de los locales gastronómicos más emblemáticos de nuestro rico centro: el bar y restaurante Cordano, local que tiene más de 100 años. Una de sus más grandes insignias es, sin duda, su espectacular butifarra. Un sánguche que sabe a tradición.

¿DÓNDE IR? Jr. Ancash N° 202, Lima

2. CARBONEAquí otro lugar que sabe a historia. Sin pretensiones, contundente y a muy buen precio. Así es la butifarra que se sirve en este local tradicional. “Este lugar que va a cumplir un siglo tiene el mejor jamón del país del Perú y uno de los mejores del mundo”, opina Carlos Gerardo Colfer, uno de nuestros lectores.

¿DÓNDE IR? Esq. Cailloma y Huancavelica, Lima

3. BAR QUEIROLOEn el Centro Histórico las butifarras son emblema y otro de sus grandes representantes es este criollísimo bar tradicional. Sola es maravillosa, pero acompañada de un buen chilcano es incomparable.

¿DÓNDE IR? Jr. Camaná 900 (esquina con Jr. Quilca), Lima

4. BUTIFARRAS Y CHAMPÚS MESCUITA (PARQUE KENNEDY)En medio del parque Kennedy decenas hacen una cola que por las noches parece nunca acabarse. Llegan a probar las veneradas butifarras de Elías Mescua, quien hace casi una década vende sus delicias en el lugar. Imposible no incluirlas.

¿DÓNDE IR? Parque Kennedy, Miraflores

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5. ANTIGUA TABERNA QUEIROLOEn el corazón de Pueblo Libre se encuentra este templo de este sánguche de bandera, el cual no tiene nada que ver con el bar que se alza en el centro de Lima. No hay duda que en lo que a butifarras se refiere, nuestros lectores apuestan por la tradición.

¿DÓNDE IR? Av. San Martín 1090, Pueblo Libre.

6. DON DANTEGracias al apoyo de la gente, este restaurante relativamente nuevo logró hacerse un lugar entre tantos emblemáticos templos de este abanderado nacional. Su butifarra destaca por poderosa y porque en su preparación se utilizan ingredientes de calidad.

¿DÓNDE IR? Jirón Iquique 370, Breña.

7. PALERMOOtro de los preferidos de nuestros lectores es esta sanguchería que se ancla en múltiples distritos de la capital y que desde hace años viene conquistando mientras mezcla comodidad y buen comer.

¿DÓNDE IR? Av. Palermo Cda.2 La Victoria Av. Benavides 2520 Miraflores Av. 28 de Julio 331 Miraflores Plaza Lima Sur, Av. San Borja Norte Cda.4, San Borja Av. El Polo, Cda. 2, Surco

8. EL CHINITOAunque su gran especialidad es su pan con chicharrón, muchos también apuntan que sus butifarras son deliciosas y altamente recomendables. Esta cadena de restaurantes conquista con su sabor desde 1960, siendo el local que se ubica en el Jr. Chancay el más emblemático y tradicional.

¿DÓNDE IR? Jr. Chancay 894 (Esq. con Zepita), LimaParque de la amistad (Patio de comidas), SurcoAv. Caminos del Inca 2495, Surco

9. SÁNGUCHES MOUNSTRUOSFuiste a gozar de la noche en Barranco. Sales del bar, discoteca o antro. Te mueres de hambre. ¿Qué mejor que reponer energías con una monstruosa (en el buen sentido de la palabra) butifarra? Este local que atiende hasta las 3 de la mañana ofrece múltiples sánguches criollos, perfectos para saciar aquel antojo post juerga.

¿DÓNDE IR? Av. Avenida Nicolas De Pierola 117, Barranco

10. MIENTRAS TANTOEl hoy cerrado Juanito de Barranco era una de las más grandes instituciones gastronómicas en lo que a la preparación de este sánguche se refiere. Sin embargo, tras su clausura,

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algunos de sus dueños abrieron Mientras Tanto, bar que mantiene vivo el legado de este bar tradicional. Este fin de semana, el lugar ofrece una promoción especial: butifarra más chilcano a solo S/.13.

La barra del Hotel Maury - Un lugar clásico para los amantes del pisco sour. Jr. Ucayali 310 - Hotel Maury.

Tel: 428-8188.

El Bolivarcito - Indispensable probar su pisco sour "Catedral". Jr. de la Unión 926 - Hotel Bolivar. Tel: 619-

7171.

Bar Cordano - Uno de los más antiguos y bohemios de Lima, fue fundado en 1905 y declarado Patrimonio

Cultural de la Nación. Jr. Ancash 202. Tel: 4270181.

Bares del Centro de Lima: Yield Bar, Planeta Bar y De Grot BarEl Yield Bar, Planeta Bar y De Grot Bar representan un buen recorrido de bares del centro. Desde el subsuelo

hasta los aires, roquea y vuela sobre el Centro de Lima.

Bares del Centro de Lima: Yield Bar, Planeta Bar y De Grot Bar (Foto: Oveja Negra)

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Bohemios históricos, periodistas, roqueros y artistas han sido partícipes de la vida nocturna del

Centro de Lima. Abraham Valdelomar inmortalizó el desaparecido Palace Concert a principios

de siglo 20. Los estudiantes de la antigua casona de San Marcos eran asiduos clientes de

bares y restaurantes que servían cerveza. Muchos de aquellos establecimientos han

aparecido en obras literarias como La Catedral o Aquí se está mejor que al frente. El Centro de

Lima se reinventa cada cierto tiempo para ofrecer a las nuevas generaciones un espacio para

divertirse. Demos una vuelta. 

De Grot Bar - Ruta propuesta: Planeta Bar + Munich + El Directorio – + Yield Bar + De Grot

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Entrar al centro de Lima equivale a introducirse al corazón de la ciudad. De Grot La cueva en�� �

holandés mantiene la misma tradición del bar que solía ocupar este espacio subterráneo: el famoso y�

conocido Negro Negro de los años 40, 50 y 60. Allí un pianista ciego tocó las canciones de moda,

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Vargas Llosa departió sobre literatura, se originó la Asociación de Artistas Aficionados e

incluso, según cierta leyenda, el Che Guevara se tomó unas chelas en la oscuridad. Los pufs y

las fotos advierten una onda relajada, de cultura y tranquilidad. Cuando inicia la noche, la música va

por los 80 y 90, pero también se aceptan pedidos. De cuando en cuando se presenta teatro y

música en vivo sobre sus tablas. Ofrecen tequeños y chicharrón de pollo con papas fritas y

ensalada.

Info: Nicolás de Piérola 955. T. 997 764 414. Mi a D desde las 18hrs.

Yield Bar – Ruta propuesta: De Grot + El Zela + Planeta Bar + Yield Bar

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Lo más roquero de la plaza San Martín se llama Yield Bar cuyo nombre se inspira en el famoso disco�

de Pearl Jam, un local donde la música llena cada una de sus esquinas.�  Sus mesas de madera, una

barra bien acondicionada, un espejo y su segundo piso son sinónimo de juergas rocanroleras

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a todo pulmón. Otra zona bajo los portales y frente a la plaza permite un aire más tranquilo. Es un

lugar amistoso, donde Gustavo Morán búscalo de nuestra parte puede contarte varias� �

historias. Los tragos representativos son el Green Yield a base de pisco, polvo de coca, Sprite�

y hojas de menta y el Pincho lo mismo pero con Vortex.� � �  De comer, las hamburguesas Pink Floyd,

Guns N Roses, Nirvana y Pearl Jam dan la hora.�  También hay tequeños y picarones.

Nicolás de Piérola 923. T. 965 397 251. Ma a J de 15 a 2hrs; V a S de 15 a 5hrs.

Planeta Bar Terraza Rock – Ruta sugerida: De Grot + Yield Bar + Planeta Bar + Rincón

Cervecero + Munich + El Directorio

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La noche sobre del Centro es un cuadro que solo puede apreciarse en el Planeta Bar. Funciona desde

hace 2 años en el sexto piso del edificio San Martín. Su entrada es un ascensor al que uno debe llamar

3 veces. El tema cósmico está presente en sus 3 zonas: el salón, el privado y la solicitada

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terraza. Desde ella se ofrece una de las mejores vistas de la ciudad hacia la iluminada plaza

San Martín y otros distritos de Lima. Su bebida principal es el Inkaria, un trago cusqueño. Para

el hambre hay chicharrón de pollo y tequeños.

Jirón de la Unión 892, piso 6. T. 991487932 y 98105*5643. J de 18 a 1hrs y V/S de 18 a 3hrs.

POR LOS VIEJOS BARES DEL CENTRO DE LIMA (NVA.VERS.)

Cuántas ideas, cuántos amores y obras habrán nacido en las mesas de este bar, pienso mientras espero que el mozo del Cordano me sirva el café. La tarde se ha inundado de una luz rojiza, agónica, avisando la pronta llegada de la noche. Siguiendo una especie de itinerario sentimental decido andar por los bares del centro de Lima, no sólo por el deseo de tomarme una buena cerveza fría sino también para abrirme paso entre la historia, la memoria, los recuerdos de los que están llenos estos lugares. Si bien los bohemios de la vieja guardia (hablo de nuestros abuelos y hasta tatarabuelos) y la intelectualidad peruana de hace medio siglo gastaban sus noches y paseaban sus fantasmas en bares como el Palais Concert, el Palermo (en un inicio de los italianos Coccella y luego de los japoneses Kuniyoshi), el Negro Negro, el Superba (de cuyo letrero se dice que se cayó una R y se quedó así), el Zela, el Chino Chino, hoy desaparecidos; hay bares de no muy larga data que reciben a la nueva bohemia y que se mezclan con otros que han resistido lo implacable del paso del tiempo y que sin embargo se siguen queriendo, como a tiernos abuelos siempre dispuestos a darnos cariño.

Compendio de historia peruana en las mesas de un bar...

Entre ellos está precisamente el Cordano ubicado en la esquina de Carabaya y Ancash (al lado del Palacio de Gobierno) y cuyas puertas

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batientes vienen recibiendo bohemios desde 1905. Perteneció a una familia de inmigrantes italianos (los hermanos Luis y Antonio Cordano), hoy es administrado por los trabajadores quienes son una especie de enciclopedias humanas con mil y una historias por contar como que aquí, a la sombra del Palacio de Gobierno, se planificaron golpes de estado; que los provincianos que llegaban a la ciudad por la estación de Desamparados (preciosa construcción ubicada justo al frente) tenían su primer contacto con Lima en sus mesas; que presidentes como Manuel Odría, Alan García o intelectuales como don Luis Alberto Sánchez y otros se dieron tiempo para venir a probar la sazón de los cocineros, ya es célebre el "Acorazado de bolsillo" (tacu-tacu, con su sábana de lomo montado con huevo y plátano frito) o sus contundentes sándwiches con jamón. Este bar junto a la zapatería "Vallejo", la cual pertenece a un sobrino nieto del gran poeta peruano César Vallejo; y a los restos del Hotel Comercio, en los altos del edificio, donde se hiciera célebre el descuartizador que cometió el primer gran crimen de la historia policial limeña y cuyo caso remeció a la sociedad en la década de los 30, fue declarado en 1996 "Monumento Histórico y Artístico" por el Instituto Nacional de Cultura.

Sigue llegando gente, hay como una especie de nostalgia, los pensamientos tienen de fondo alguna carcajada. Los recuerdos del pintor Victor Humareda (quien dejó algunos de sus lienzos como parte de pago) y del genial poeta Martín Adán (quien escribió muchos de sus poemas en las servilletas de este bar) parecen disolverse en las volutas de humo que despiden los cigarros. Pago y salgo. Miró al fondo de la calle Ancash las torres de la iglesia de San Francisco como alfileres agujereando el cielo.

Un rincón para arrullar al Pisco Sour

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Camino por el atrio de la Catedral mientras observo la Plaza Mayor bellamente iluminada. Sin apuro y sin pausa me abro paso entre familias y vendedores y continúo persiguiendo las huellas de los viejos bohemios de Lima. Ahora cruzo la esquina del jirón Huallaga y tomo Carabaya. Camino una cuadra hasta la esquina con Ucayali y ya estoy en un lugar mítico: El Bar Maury, donde tomara forma uno de los símbolos de la nueva identidad peruana.Se debe entrar por la puerta principal del Hotel Maury (calle Ucayali) hacia un lobby con aspecto decadente y añejo pero encantador. A la izquierda una pequeña entrada que nos conduce al bar. Por los vitrales de la ventana se cuelan los últimos destellos del día que se mezclan a las luces suaves de las lámparas lo cual le da al sitio una atmósfera de tranquilidad e intimidad inigualables. Detrás de la barra de caoba un callado señor dirige el bar con presteza y cortesía. Es Don Eloy Cuadros, una de esas personas con los que uno agradece cruzarse. Ha atendido a "presidentes, cardenales mismos, decanos de las universidades, congresistas, de la cancillería, diplomáticos, artistas, jugadores, toreros" y le ha llovido elogios de todas partes del mundo pero él sigue allí, sencillo y gentil como seguramente fue cuando en 1958 vino a Lima, dejando su Pacaraos natal, para laborar aquí. Para entonces no imaginó que terminaría siendo uno de los más reconocidos barmen de Lima. Ya habrá contado la historia mil veces pero lo sigue relatando con emoción y con una mirada que cuelga en el vacío del tiempo, rememorando. Heredero directo de los ya históricos Graciano Cabrera y Aquiles Condory, de quienes aprendió los secretos de un buen barman y de la preparación del Pisco Sour.Mucho se ha hablado de la creación de esta deliciosa bebida. Se sabe que tuvo su primera versión en el Bar Morris (que se cerró en 1933) del jirón de La Unión, basada en el whisky sour. "Es aquí donde toma el cuerpo", me dice con orgullo don Eloy. "El pisco sour se vendía antes como una limonada. Un pisco sour transparente que no se le ponía la clara de huevo que aquí lo iniciamos. Ese es el

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cuerpo que hoy tiene". Desde entonces los esfuerzos que este hombre ha hecho por mantener viva la tradición y el consumo del Pisco Sour son notables. Tanto así que en sociedad con el periodista Raúl Vargas lograron lo impensable: por Resolución Ministerial 161-2004-PRODUCE del 22 de abril de 2004, se declaró "el primer sábado del mes de febrero de cada año, como el día del Pisco Sour, a nivel nacional"."Cuando nosotros celebramos el día del pisco cada año yo veo gente diferente, ya no son los que venían sino otros... son gente nueva que no los había visto antes pero vienen por el pisco sour y es un gusto. Me piden la receta les doy y se van a prepararla a sus casa. Es muy bueno eso". Don Eloy no tiene problemas en compartir la receta para hacer un buen jarabe de goma, lo da a quien se lo pida. "Yo hago mi propio jarabe, yo no compro". Dicen que padre no es el que procrea sino el que cría, el pisco sour no pudo tener uno más cariñoso. Uno que lo protegió de nuestro olvido y nuestra indiferencia por mucho tiempo y que esperó pacientemente hasta que lo redescubramos para sentirnos un poco más apegados a ésta, nuestra casa.La gente empieza a llegar con las primeras sombras que abrazan la ciudad. Rostros que se ven en la televisión y otros anónimos disfrutamos con igual placer tomando el elixir que las manos de don Eloy producen. Sonrío silenciosamente al pensar que estoy en lo que quizá sea el único bar en el mundo en el que han tenido como parroquiano a un caballo. Sí, un equino de nombre Dárdanos que ganó su segunda internacional en el 63 en lo que entonces era el hipódromo de San Felipe. En el paroxismo de la alegría los dueños del rucio no tuvieron mejor idea que traerlo al bar a tomarse una champañera llena de pisco sour, "vino después de haber corrido con sed y de un gran sorbo se lo tomó y después lo botó... bañó de pisco sour a todo lo que estaba al lado de él. Un caballo, es difícil que en otro bar lo reemplace eso", me cuenta un emocionado Eloy. Desde entonces el bar tomó el nombre del caballo pero recuperó el del Maury con la llegada de los nuevos dueños. El tiempo pasa

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despaciosamente, estoy hechizado por todas las cosas que este buen hombre me cuenta pero ya no le puedo quitar más tiempo por más que quiera. Le doy la mano y gentilmente me invita a regresar cuando lo desee. Gracias Don Eloy.

Los divos también se embriagan

Bajo una cuadra por Ucayali hasta el Jirón de la Unión y camino por toda esta peatonal abriéndome paso entre los ambulantes y el olor a comida; miro, con inusitada calma en medio del apuro citadino las hermosas casas Art Noveau y luego desemboco en la hermosa plaza San Martín. Allí está imponente el hotel Bolívar conocida como la "Catedral del Pisco Sour". Me pregunto si ese sobrenombre no tiene algo que ver con el hecho de que el Bolívar es uno de los escenarios de la gran novela de Vargas Llosa "Conversación en la catedral". A su lado, el bar el "Bolivarcito" cuyos ventanales nos dan una imagen soberbia de la plaza iluminada.

Entro y pido un "Chilcano" de Pisco peruano, con ganas de entonarme mientras imagino a Ava Gardner bailando sobre la barra del Grill después de la docena de "Catedrales" que la diva tuvo por ocurrencia mandarse mientras que más allá Orson Welles ríe y también cae víctima de los encantos de nuestro pisco. Y desde una de las ventanas del hotel, Mick Jagger mira la bruma limeña buscando satisfacción. El ambiente es cálido, confortable pero hay que continuar.

Bunker bohemio

Ahora me abro paso entre la cantidad de gente que ha hecho de sus peregrinaciones nocturnas por el centro todo un hábito. Cruzo Colmena y Quilca y de súbito un piano remece la noche y me invita a indagar por el lugar desde el cual viene ese sonido. Estoy en el 1044

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del jirón de la Unión y tengo ante mí una puerta estrecha, una escalera que desciende y un escueto anuncio de neón: "Bar Munich".

Bajo, el enmaderado le da al lugar un encanto especial, una calidez que se agradece. Me cuentan los mozos que Helga y Hans (ella alemana y él suizo) tuvieron por idea poner un bar en Lima en la primera mitad del siglo pasado. Trajeron un decorador suizo, madera norteamericana y un piano alemán. Adornaron el lugar a la usanza de un bar helvético y la leyenda hizo el resto. Con el paso de los años el negocio se fue asentando pero no nuestra política, en una de las tantas crisis que tuvimos fue envuelto Hans a quien se le acusó de entenderse con unos conspiradores. El suizo no lo soportó por mucho tiempo y cortó de raíz: se descerrajó un tiro de su rifle; dicen los trabajadores que consumó todo dentro del mismo bar.

Helga vendió el negocio a los trabajadores y se fue. En la barra Santos, que dirige todo desde la allí, me atiende con suma cortesía; me dice que el Munich está en los registros municipales desde 1954 pero se sabe que funciona desde mucho tiempo antes. Siento el peso de una mirada, los ojos de una mujer me miran detrás del cristal de sus lentes y le sonrío. Dicen que es fácil para los solitarios reconocerse. Miro mi chopp y continuamos la cháchara. "Sabe joven, ni cuando el centro estaba lleno de ambulantes y era un sitio peligroso cerramos".

La luz difusa de los faroles me dejan ver unas siluetas al fondo, advierto que son extranjeros tratando de hacer una coreografía etílica mientras el pianista toca "Zorba el griego". Interrumpo a don Mario Castro en uno de sus descansos. "Maestro, ¿me permite un minuto?", "dos" me responde él. Orondo, gentil, ocurrente, dicharachero, con su voz chillona este autodidacta del piano me acepta una cerveza y resume en minutos su historia en el bar. Trabaja aquí desde el 77, con algunas interrupciones; le encanta

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congeniar con la gente, hacerles bromas. Me confiesa que desde el rincón en donde le toca estar trata de hacer lo mejor para que la gente esté satisfecha, para crearles un espacio íntimo. Hablando con viejos parroquianos se ha enterado que el "Munich" antes que fuera bar era un night club al que llamaban el "Gallo rojo" y que hasta la Tongolele, leyenda cuyas enloquecidas caderas y brillantes lentejuelas animaban las noches de bohemia en los 40´s, dejó aquí su sensual impronta. "Acá ha venido a tomar todo el mundo, sé que ha venido desde García Márquez cuando estuvo en Lima y era un muchacho y el mismo Bryce Echenique hasta Abimael Guzmán cuando era profe".

El baterista que lo acompaña, Leo Agosto, a quien los habitúes del bar conocemos como el "Tío Bareta", por su clásica gorrita, lo llama para seguir haciendo de la noche una fiesta. Antes de irse me aseguro que la muchacha me siga viendo y le hago un pedido a don Mario: "Maestro, tóquese Dos gardenias para ti" "¿Para mí?" Me responde y se retira riendo. Sus manos son animales frenéticos sobre el teclado, mientras que don Leo con elegancia despierta con sus bates el ritmo de la alegría en nuestros corazones. Es hermoso estar aquí pienso, sentirse protegido mientras arriba la ciudad es una barca naufraga en el mar de su propio delirio. La chica de lentes se ha ido con dos amigas y yo me quedo odiando mi poca pericia para decir "Hola"; salgo de esta especie de bunker de la bohemia y me disuelvo en la noche con la esperanza de encontrarla.

Boleros cantineros para la soledad

Continúo mi recorrido, ahora por jirón Quilca, recientemente adornada con farolitos, limpio, lleno de restaurantes bien acondicionados. Los punk, los góticos, neo-hippies, yuppies y extranjeros se mezclan en esta calle que ya es un clásico en cuanto a movida (contra) cultural se refiere. Cruzo la esquina con Camaná. A

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través de los barrotes de los grandes ventanales del Queirolo veo a la gente disfrutando sus cervezas.

Estentóreas sonrisas, parejas que se acarician, ancianos que juegan a los dados, todos refugiados en estos ambientes que desde los inicios del ciclo pasado albergan a la bohemia de todos los tiempos. Avanzo, la melodía de un valsecito sirve de anzuelo para mi curiosidad. Entro al "Don Lucho" (Quilca 216). A don Luis Ayudante, ferreñafano de pura cepa, las locas ilusiones lo trajeron a Lima a buscar la prosperidad. Casi lo tildan de loco cuando un 29 de mayo de 1972 se le ocurrió abrir este bar en la calle donde tenía por competencia a los chinos, japoneses y al Queirolo, ni más ni menos.

Me voy a una de las mesas del "mezanine" como él le llama al altillo que domina la segunda planta. En la mesa del costado un grupo de chicos sueltan una retahíla de palabras que me dan una idea de su conversación: Hegel, Mao, nacionalismo, reggeton y muchas carcajadas. Identifico el rostro de algunos poetas en ciernes y músicos de fama local. Pido una cerveza y me voy a la rocola que desde 1975 le da el fondo musical al sitio, arrullando con sus canciones las penas de los contrariados de amor y avivando la alegría de los despreocupados.

Cuenta don Luis que esas rocolas salieron en venta en los Estados Unidos en los años 50´s, "es la alegría de la gente que viene", dice con orgullo. Cosa que entiendo pues es la única de esa época que funciona en el centro y posiblemente en Lima. Bajo y me pongo una de José José y otra de Los Compadres. Saboreo un trago y me pierdo en mis ideas. El bar es encantador, no es una de esas pasarella fashion que parecen otros lugares y a los cuales se va para mostrarse ni tampoco es uno donde se permita el achoramiento. Miro en silencio los inmensos cuadros que adornan este sitio: una tapada limeña en la plaza de armas, el palacio de Torre Tagle. Alguien pone

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Chacalón y regreso en el tiempo a esta Lima nueva, tan mía, tan de nadie. Es hora de volver a casa, la noche ha sido grata aunque la chica no volvió a aparecer. Igual, siempre habrá una oportunidad para encontrarte, para esperarte. Te dejo mi esperanza para otra noche. Lima ha vuelto a vivir y junta a ella sus bares. Felizmente.

Pablo

TIPS

- En el bar Cordano sólo se acepta la venta de bebidas alcohólicas si es que se compran con comida. Después de las 5 o 6 de la tarde se venden cervezas u otros tragos libremente.

INFORMACIÓN IMPORTANTE

BAR RESTAURANT CORDANO SR LTD

Ancash 202 - 4270181

PreciosCerveza: 5.50 - 6.50 / Gaseosas: 2.20 - 2.70 /Sandwich : Jamón del norte 8.50 / del país 8 / con queso 5.50

BAR HOTEL MAURY

Jr. ucayali 201 (esquina con Carabaya) - 4288188 - [email protected] los días de 11 a.m. a 10 p.m.

PreciosPisco sour simple 9, doble 18, catedral 20Cervezas 5 , Copa de vino 8Gaseosas 4 soles

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Vinos blancos y tintos peruanos chilenos argentinos, españoles y alemanes

BAR MUNICH

Jirón de la Unión 1044 (Sótano) - Lima CercadoTeléfono Casa 347 - 1181 / Celular [email protected] Lunes a Sábado: desde las 05:00 p.m.

PreciosCerveza jarro gde: 15 soles, chico: 12 solesChopp grande: 10 soles / Chico: 6 solesJarra sangria grande: 25 / Chica: 18Cuba / Perú libre : 7 / Chilcano : 7Pisco sour: 10Gaseosa : 3 soles

PiqueosChicharron de pollo : 18 / Pollo frito : 10 / Lomo criollo: 20 / Piqueo Munich: 25Sandwichs: Chorizo o salchicha : 5 / Lomito: 6 soles

BAR RESTAURANTE EL BOLIVARCITO

Jr. de la Unión 926 Lima619-7171 Fax: [email protected]: Pisco simple 6 soles / Catedral 12 soles / Algarrobina 7 soles / Chilcano de Pisco 6 solesLong Drinks: Gin TOnic 12 soles / Ging con gin 12 soles / Bloody M !2 solesBitters: Vermouth Cinzano 8 soles Fernet Branca 12 solesCafés, Jugos, Sandwichs

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BAR RESTAURANT DON LUCHO

Jr. Quilca 216 - Lima 1 (a 1 cuadra de la plaza San Martín)Teléfono: 4314361 - 92935200Lunes a Jueves : 9 a.m. - 12 p.m.Viernes a Sábado: 9 a.m. - 3 am

PreciosCervezas: Litro 100 : 7 / Normal : 4Vinos: Queirolo : 20 / San Lorezo - Borgoño : 15Pisco + gaseosa : 35Choritos : 3.50 docena - 0.50 unidad.Ceviche de pescado o mixto: Fuente 20 / Plato 10Cabrito a la norteña : 12(Preparan al instante)

Más sobre bares antiguos de LimaEn diciembre de 2008, publicamos una serie de entregas titulada “Bares y tabernas de Lima”, en que hablamos del Juanito de Barranco, el Münich del jirón de la Unión, el Queirolo de Pueblo Libre, el Superba de San Isidro, el Carbone del centro de Lima y el Rovira de El Callao. Injustamente, omitimos al bar más antiguo que hoy funciona en Lima, el célebre Cordano, ubicado en la esquina de Pescadería y Desamparados. El Cordano fue fundado en enero de 1905 por los inmigrantes genoveses Virgilio Boitano y los hermanos Fortunato y Andrés Cordano; luego, fue regentado por los sobrinos Antonio y Luis Cordano. Hacia finales de los setenta (1978), sin embargo, los Cordano decidieron traspasar el negocio a sus mozos. Ocho de ellos, no han dejado de empujar, cada mañana, la legendaria puerta de madera y vidrio. Durante más de 100 años, ha sido el rincón de políticos, intelectuales y trasnochadores. Incluso, varios presidentes cruzaron la calle para degustar legendarios platos que aún se sirven en las mesas de mármol y granito, como los riñoncitos al vino o los sesos a la romana; asimismo, los sánguches de jamón del norte o los chilcanos de pisco.Pero también nos olvidamos de algunos bares ya desaparecidos de Lima, muy conocidos en la década de los cincuenta, como El Palermo, que se ubicaba en la segunda cuadra de La Colmena, a pocos metros del Parque Universitario. Tenía un local amplio, el más grande que se recuerde en la zona. La atención era esmerada pero nada especial en los servicios de la cafetería, el restaurante y el bar. Sus 22 mesas familiares, alfombradas de aserrín, acogían casi las 24 horas del día a un público que reunía a profesores y estudiantes de la universidad de San Marcos y alguno que otro de la Universidad Católica; la mayoría procedía de las Facultades de Letras y de Derecho. Pero también eran clientes muchos periodistas porque, al cierre de la edición, redactores y reporteros de La Prensa, La Crónica y El Comercio, se daban cita en El Palermo. Juntos pero no confundidos, se podía ver al novelista José María Arguedas y al maestro Raúl Porras Barrenechea, a los poetas Alberto Escobar y Francisco Bendezú, al estudiante de historia Pablo Macera, y al pedagogo Oscar Franco. A los periodistas Pedro Álvarez del Villar y al crítico y poeta Augusto Salazar Bondy. Al filósofo Víctor Li Carrillo y al estudiante de Derecho Félix Arias Schereiber. Al sociólogo Aníbal Quijano y al narrador Eleodoro Vargas Vicuña -en el 55, recién llegado de Arequipa-, al poeta Juan Gonzalo Rose y al historiador Emilio Choy, al cuentista Oswaldo Reynoso y al crítico de cine Hugo Bravo, a las estudiantes de Letras Esperanza Ruiz, Nécida Coronado y Evelina Gayoso. Todos, jóvenes personajes que vivieron la férrea dictadura militar del General Odría. Para muchos, fue la extensión del Patio de Letras de la Universidad de San Marcos. El negocio fue fundado por la familia italiana Cocchella que, a principios de los 50, lo vendieron a una familia japonesa, los Kuniyoshi (el jefe del clan era don Santiago Kuniyoshi).

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También fue famoso El Zela, en uno de los portales de la Plaza San Martín, donde acudía el pintor Sérvulo Gutiérrez y gente de la Universidad Católica. Otro era El Negro-Negro, en un sótano de la Plaza San Martín. Fue un centro nocturno muy especial. Decorado al estilo parisién por la artista francesa Odile Marley, con la colaboración de Juanito Pardo de Zela, le dieron un ambiente intelectual que hizo de este local el lugar predilecto de artistas, literatos y personajes de la más fina bohemia de los años 50, que algunos llaman los “años felices”. Era “el Ateneo de la intelectualidad del momento, que venía de la Segunda Guerra Mundial…”, dice uno de los habitués de ese inolvidable centro nocturno que ofrecía el placer de conversar, brindar, escuchar música, ver teatro (especialmente comedias) y exposiciones de pintura y, finalmente, hacer bohemia. Funcionaba a media luz, con un jazz de fondo que tocaba un pianista invidente: Freddy Ochoa. Sus dueños eran los hermanos Leo y José Barba, este último padre del ex congresista José Barba Caballero. A la entrada del Negro-Negro había una galería-librería, cuyos dueños eran Paco Moncloa y Sebastián Salazar Bondy, uno de los intelectuales más importantes de esos años. La librería funcionaba hasta poco más de la medianoche. Entre sus más asiduos concurrentes estaban: Sérvulo Gutiérrez, Alfonso Tealdo, Juan Ríos, Catita Recavarren, el torero Juanito Doblado, Alberto Brun, Carlos Eduardo Zavaleta, Fernando de Szyszlo, Blanca Varela, Edgardo Pérez Luna, Alfonso Grados Bertorini, etc.También eran conocidos El Chino-Chino y, especialmente La Catedral, inmortalizado por la novela Conversación en la Catedral, de Mario Vargas Llosa. Fue una conocida chingana de obreros, artesanos y desocupados; estaba ubicada al borde del cuartel primero de la vieja Lima, en las inmediaciones del Puente del Ejército y de la avenida Argentina (al final de la avenida Alfonso Ugarte). Allí fueron las conversaciones entre Santiago Zavala y Ambrosio Pardo (hoy se encuentra en estado ruinoso).

MVLL en La Catedral

Finalmente, en enero de 2009 muchos limeños lamentaron el cierre del histórico Piselli de Barranco, abierto en 1915, en la esquina de Pedro de Osma y 28 de Julio. Se trataba de una clásica bodega italiana, como muchas que se instalaron en Lima desde inicios del siglo XX, atendida por sus dueños. En este caso fueron los hermanos Orestes, Ángel y Antonio Piselli, quienes, detrás del mostrador, preparaban sándwiches y tragos, probaban la bondad de nuestro pisco, y ofrecían por igual mortadela italiana, jamón inglés, bacalao noruego, quesos y vinos franceses, según el diario El Comercio en su nota de despedida al célebre rincón barranquito. Al fondo, el Piselli albergaba el bar, con dos o tres mesas acomodadas, aunque los parroquianos brindaban de pie. Entre sus clientes estaba el poeta Martín Adán, quien se sentaba solo y mirando a la calle. Otro gran poeta, Juan Gonzalo Rose, hacía de las suyas en el Piselli: parado ante el mostrador pedía un capitán con presa: pisco, Cinzano y una aceituna. Con él llegaron otros poetas como César Calvo, Reynaldo Naranjo y el violinista de la Orquesta Sinfónica Nacional Luis Purizaga. Afortunadamente, meses después, el bar reabrió, en la misma esquina, pero en la acera de enfrente, trasladando todo el mobiliario, incluidas las mesas de fierro antiguo y la barra original hecha de cedro de Nicaragua. Caretas informó así: “Las nuevas sillas han sido hechas a la usanza clásica. Segunda vida para un reducto muy querido por la bohemia limeña, lugar favorito de poetas como Juan Gonzalo Rose y César Calvo, políticos de todas las tiendas –se recuerda un encuentro fortuito y tenso entre Jorge del Castillo y ‘Popi’ Olivera– y hasta John Wayne. El actor se hizo un asiduo del Piselli en la década del 50, cuando andaba en amores con la peruana Pilar Palette, que a la postre se convertiría en su tercera y definitiva esposa. Tal vez veía el Piselli y pensaba en sus westerns. O tal vez el chilcano y el capitán –trago casi extinto en estos días, pero aún presente en la carta– eran demasiado buenos”.Nota.- Nos queda reseñar qué fue de la suerte del Malatesta, otra célebre bodega y bar de la avenida Arenales.

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Categoría: General

 

Publicado por: Juan Luis Orrego Penagos 

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Bar el Cordano en 1924

En diciembre de 2008, publicamos una serie de entregas titulada “Bares y tabernas de Lima”, en que hablamos del Juanito de Barranco, el Münich del jirón de la Unión, el Queirolo de Pueblo Libre, el Superba de San Isidro, el Carbone del centro de Lima y el Rovira de El Callao. Injustamente, omitimos al bar más antiguo que hoy funciona en Lima, el célebre Cordano, ubicado en la esquina de Pescadería y Desamparados. El Cordano fue fundado en enero de 1905 por los inmigrantes

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genoveses Virgilio Boitano y los hermanos Fortunato y Andrés Cordano; luego, fue regentado por los sobrinos Antonio y Luis Cordano. Hacia finales de los setenta (1978), sin embargo, los Cordano decidieron traspasar el negocio a sus mozos. Ocho de ellos, no han dejado de empujar, cada mañana, la legendaria puerta de madera y vidrio. Durante más de 100 años, ha sido el rincón de políticos, intelectuales y trasnochadores. Incluso, varios presidentes cruzaron la calle para degustar legendarios platos que aún se sirven en las mesas de mármol y granito, como los riñoncitos al vino o los sesos a la romana; asimismo, los sánguches de jamón del norte o los chilcanos de pisco.Pero también nos olvidamos de algunos bares ya desaparecidos de Lima, muy conocidos en la década de los cincuenta, como El Palermo, que se ubicaba en la segunda cuadra de La Colmena, a pocos metros del Parque Universitario. Tenía un local amplio, el más grande que se recuerde en la zona. La atención era esmerada pero nada especial en los servicios de la cafetería, el restaurante y el bar. Sus 22 mesas familiares, alfombradas de aserrín, acogían casi las 24 horas del día a un público que reunía a profesores y estudiantes de la universidad de San Marcos y alguno que otro de la Universidad Católica; la mayoría procedía de las Facultades de Letras y de Derecho. Pero también eran clientes muchos periodistas porque, al cierre de la edición, redactores y reporteros de La Prensa, La Crónica y El Comercio, se daban cita en El Palermo. Juntos pero no confundidos, se podía ver al novelista José María Arguedas y al maestro Raúl Porras Barrenechea, a los poetas Alberto Escobar y Francisco Bendezú, al estudiante de historia Pablo Macera, y al pedagogo Oscar Franco. A los periodistas Pedro Álvarez del Villar y al crítico y poeta Augusto Salazar Bondy. Al filósofo Víctor Li Carrillo y al estudiante de Derecho Félix Arias Schereiber. Al sociólogo Aníbal Quijano y al narrador Eleodoro Vargas Vicuña -en el 55, recién llegado de Arequipa-, al poeta Juan Gonzalo Rose y al historiador Emilio Choy, al cuentista Oswaldo Reynoso y al crítico de cine Hugo Bravo, a las estudiantes de Letras Esperanza Ruiz, Nécida Coronado y Evelina Gayoso. Todos, jóvenes personajes que vivieron la férrea dictadura militar del General Odría. Para muchos, fue la extensión del Patio de Letras de la Universidad de San Marcos. El negocio fue fundado por la familia italiana Cocchella que, a principios de los 50, lo vendieron a una familia japonesa, los Kuniyoshi (el jefe del clan era don Santiago Kuniyoshi).También fue famoso El Zela, en uno de los portales de la Plaza San Martín, donde acudía el pintor Sérvulo Gutiérrez y gente de la Universidad Católica. Otro era El Negro-Negro, en un sótano de la Plaza San Martín. Fue un centro nocturno muy especial. Decorado al estilo parisién por la artista francesa Odile Marley, con la colaboración de Juanito Pardo de Zela, le dieron un ambiente intelectual que hizo de este local el lugar predilecto de artistas, literatos y personajes de la más fina bohemia de los años 50, que algunos llaman los “años felices”. Era “el Ateneo de la intelectualidad del momento, que venía de la Segunda Guerra Mundial…”, dice uno de los habitués de ese inolvidable centro nocturno que ofrecía el placer de conversar, brindar, escuchar música, ver teatro (especialmente comedias) y exposiciones de pintura y, finalmente, hacer bohemia. Funcionaba a media luz, con un jazz de fondo que tocaba un pianista invidente: Freddy Ochoa. Sus dueños eran los hermanos Leo y José Barba, este último padre del ex congresista José Barba Caballero. A la entrada del Negro-Negro había una galería-librería, cuyos dueños eran Paco Moncloa y Sebastián Salazar Bondy, uno de los intelectuales más importantes de esos años. La librería funcionaba hasta poco más de la medianoche. Entre sus más asiduos concurrentes estaban: Sérvulo Gutiérrez, Alfonso Tealdo, Juan Ríos, Catita Recavarren, el torero Juanito Doblado, Alberto Brun, Carlos Eduardo Zavaleta, Fernando de Szyszlo, Blanca Varela, Edgardo Pérez Luna, Alfonso Grados Bertorini, etc.También eran conocidos El Chino-Chino y, especialmente La Catedral, inmortalizado por la novela Conversación en la Catedral, de Mario Vargas Llosa. Fue una conocida chingana de obreros, artesanos y desocupados; estaba ubicada al borde del cuartel primero de la vieja Lima, en las inmediaciones del Puente del Ejército y de la avenida Argentina (al final de la avenida Alfonso Ugarte). Allí fueron las conversaciones entre Santiago Zavala y Ambrosio Pardo (hoy se encuentra en estado ruinoso).

MVLL en La Catedral

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Finalmente, en enero de 2009 muchos limeños lamentaron el cierre del histórico Piselli de Barranco, abierto en 1915, en la esquina de Pedro de Osma y 28 de Julio. Se trataba de una clásica bodega italiana, como muchas que se instalaron en Lima desde inicios del siglo XX, atendida por sus dueños. En este caso fueron los hermanos Orestes, Ángel y Antonio Piselli, quienes, detrás del mostrador, preparaban sándwiches y tragos, probaban la bondad de nuestro pisco, y ofrecían por igual mortadela italiana, jamón inglés, bacalao noruego, quesos y vinos franceses, según el diario El Comercio en su nota de despedida al célebre rincón barranquito. Al fondo, el Piselli albergaba el bar, con dos o tres mesas acomodadas, aunque los parroquianos brindaban de pie. Entre sus clientes estaba el poeta Martín Adán, quien se sentaba solo y mirando a la calle. Otro gran poeta, Juan Gonzalo Rose, hacía de las suyas en el Piselli: parado ante el mostrador pedía un capitán con presa: pisco, Cinzano y una aceituna. Con él llegaron otros poetas como César Calvo, Reynaldo Naranjo y el violinista de la Orquesta Sinfónica Nacional Luis Purizaga. Afortunadamente, meses después, el bar reabrió, en la misma esquina, pero en la acera de enfrente, trasladando todo el mobiliario, incluidas las mesas de fierro antiguo y la barra original hecha de cedro de Nicaragua. Caretas informó así: “Las nuevas sillas han sido hechas a la usanza clásica. Segunda vida para un reducto muy querido por la bohemia limeña, lugar favorito de poetas como Juan Gonzalo Rose y César Calvo, políticos de todas las tiendas –se recuerda un encuentro fortuito y tenso entre Jorge del Castillo y ‘Popi’ Olivera– y hasta John Wayne. El actor se hizo un asiduo del Piselli en la década del 50, cuando andaba en amores con la peruana Pilar Palette, que a la postre se convertiría en su tercera y definitiva esposa. Tal vez veía el Piselli y pensaba en sus westerns. O tal vez el chilcano y el capitán –trago casi extinto en estos días, pero aún presente en la carta– eran demasiado buenos”.Nota.- Nos queda reseñar qué fue de la suerte del Malatesta, otra célebre bodega y bar de la avenida Arenales.