Para una crítica del fetichismo literario

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Colecci6n: Serie: .Director: Portada: Manifiesto Teoría y crítica Juan Carlos Rodríguez César Bobis Althusser, Poulantzas, Balibar, Macherey, Sollers,Guyotat Para una crítica del fetichismo literario Selección e introducción: Juan M. Azpitarte Almagro. o Akal editor, 191'1 Ramón' Akal GonzMez Sánchez Barcáiztegui, iO • Teléf. 2'10435 . Madrid-? ISBN: Depósito legal: M. Impreso en España - Printed in Spain Compuesto e impreso en Breogén, l. G., S. A. Torrejón. de (Madrid) . I AKAL EDITOR

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Artículos de Althusser, Balibar, Sollers, y otros.

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Colecci6n:Serie:

.Director:Portada:

ManifiestoTeoría y críticaJuan Carlos RodríguezCésar Bobis

Althusser, Poulantzas, Balibar,Macherey, Sollers,Guyotat

Para una crítica del fetichismoliterarioSelección e introducción: Juan M. Azpitarte Almagro.

o Akal editor, 191'1Ramón' Akal GonzMezSánchez Barcáiztegui, iO • Teléf. 2'10435 . Madrid-?ISBN: 84~7:i39~OY:i-H

Depósito legal: M. 29101~1975Impreso en España - Printed in SpainCompuesto e impreso en Breogén, l. G., S. A. Torrejón. de ~rdoz(Madrid) . I

AKAL EDITOR

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Colección:Serie:

.Director:Portada:

ManifiestoTeoría y críticaJuan Carlos RodríguezCésar Bobis

Althusser, Poulantzas, Balibar,Macherey, Sollen, 'Guyotat

Para una crítica del fetichismoliterarioSelección e introducción: Juan M. Azpitarte Almagro.

o Akal editor, 191'1Ramón Akal GonzitezSánchez Barcáiztegui, .0 . Teléf. 2'1043' . Madrid.7ISBN: 84..7a39-0~a-HDepósito legal: M.29101 ..1975'Impreso en España. Printed in SpainCompuesto e impreso en Breogán, l. G., S. A. Torrej61) de ~rdoz(Madrid)

AKAL EDITOR

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Los art iculos que se incluyen en ('ste volumen aparecieron el)edi~'itín original con los siguientes títulos y en las siguientes puhlicartones:

B.llihar·\1ac!lt'rey: «Sobre la literatura como forma ideol<Ígica,). Sur111 littéruturc comm« forme idl:ol(J!¿,it/uc, littér.uurc, núm. 13,Iévricr 1974. P¡ígs, 29·49. Traducción de juan A. Iklll'm.

P. Sollers: (;0:otas sobre literatura v enseñanza». litt ératurc el en­.lci!.!,,11I'n¡"1I1 (SO/l'l). Promessc, núm. ~Ú·37. PrintelllpsW74. Pri­girus 11~·117. Traducción de .f. \1. Azpitarte.

0:icns Poulantzas: «Nota a propósito del lenguaje ':1 la líterat(lm dl'1torulit arismo». No/e apropns du tot alitarismc. TcI Qut'!,nÜm. 5~.

Prinrcmps 1973. P.igs. 74·X1. Traducción de Juan ~1. Azpit<lrtl'.

Louis Alrhusscr: (.El pintor de lo ahst rucio». Revista Leo, núm. 89.Bogol.}, septiembre, 1967.

l.ouis Althmsl'r: «Los 'desajustes' del discurso en el Contrato Soci,¡!,•.Sur le Contrat social (J.n Décalagcsl. Cabicrs pour I'A1¡'I!YSC, número x, Fd. du Senil. París, 1969. PoÍgs. 5-43. Tradun:i<'m>lIc .ju.in\1. Azpitarte.

«Las vías de investiaación de Picrre (;uyotat,). Picrre Cuyo!a! éx­pliquc les coie: de sa rccbcrcbc. Enrrcv. con C. Ihckrs·C\t-nwntv Aime GUl'dj. I.a Nouvclle Critique, núm. 42, murs 1971. Pá­ginas 61·67, Traducción de José Carlos (;allegos.

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UNiVERSITV lIBRAR\'NEW MEXiCO STA"fE ""-¡il'¡'t't~¡';::H1'~'t"W

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Introducción

1. Desde las reflexiones sobre la literatura propias delpositivismo académico (hoy todavía dominante) hasta unaconsigna preñada de tan múltiples connotaciones teáricas ypolíticas como la de «Cojamos el fusil y la pluma», hay unavasta alternativa que revela un campo no estático, sino muyal contrario: un campo que basa sus condiciones de existen­cia en el cambio. De tal cambio pretende ser un botón demuestra este volumen y en general los anteriores volúmenesde esta colección «Manifiesto» en su serie «Teoría y crítica»aunque desde diferentes perspectivas, unas más propia11;tente«críticas» y otras más propiamente encaminadas a elaboraruna teoría de la producción y del discurso literario: e1jaefi­nitiua, como su nombre indica.

Si una cierta corriente ideológica, una cierta problemáticao una cierta concepción del mundo caracterizada por susplanteamientos teáricos rigurosos se ha abierto paso en de­terminados niveles de forma decidida y decisiva. el terrenoestricto de «lo literario» -reconozcámoslo- ha sido eneste sentido uno de los «parientes pobres». Cierto l/J(econmala suerte: por ejemplo, un texto decisivo de MarxiY En­gels, Los grandes hombres del exilio, permaneciói1Jéditohasta 1930, (cosa que ocurrió por otra parte COI1 casilodossus textos sobre literatura), fecha en la/que apareci6e4itadoen Moscú. Si bien el texto fue en un principio d{'sdelqSma­nos de los propios autores a las de un agente deJa3~;R'ifíflprusiana. posteriormente fue Bernstein el que se en§Jlri6:4eocultarlo, incluso borrando las alusiones que de él nen la correspondencia entre los dos viejos de laS;ii'(({';';; J

Tal ocultamiento [ue en cierto modo un c."labón)it(l')~.cnesa «mala suerte» con que antes señalamos queel~ri1/"itoliterario se ha visto tratado desde la perspectioa diqMelictl(otros eslabones. el estalinismo, el lukarsianifimn. 1a c.óe­xistencia, etc.v. La obra de Marx y Engels ana;;za laideolo­.".ía pcaueño-burguesa democrática de la que eran ponlMore.rIOfi a!r111a'1rJ emigrados a Londres después de las derrotasdr' 1R49, ideología pcrsoniiicada en este caso por GottlriedKinlse! )' JtI «Literatura», Kinhel. después de renegar de supm/('fi()'1 de teóloRo, luchó [unto a Engels para acabar preso

I En Promrsse, núm. 36-37. Jlá~!;, t 1-73. puede encontrarse elC':ap T e1,.1 tr-x'o \'('rtirio al fran("~o¡ con una notahi1fo¡iml1 nresenrnciónrif" Ienn lo"i" Hn llck hine, a quien se debe también la traducción<1(,1 origin»] ak-mñn.

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y protagonizar un «conmovedor» proceso hasta su libera­ción en 1850 2

Marx y Engels analizan aquí, pues, un contexto de de-rrota, o sea un contexto -yeso en ellos ya no es nueuo-««tradicional», En última instancia, los derrotados han sidoKinkel y sus compañeros, precisamente los adversarios dela revolución, y es esta condicián de adversarios la que hayque desenmascarar, la de los emigrados políticos que sermo­nean sobre «el pueblo», «la opresián», etc. Es decir, hay queexponer esa ideología, hay que crearla en el mismo sentidoen que a veces hay que crearse los enemigos. Como señalaHoudebine, aún teniendo en cuenta la diferencia de contex­tos, los elementos analizados permanecen aún vigentes, sobretodo por la crítica ideol6gica tan diversificada que se ejerceen el texto de Marx y Engels.

Pero aún siendo este texto de una importancia capital,aquí s610 lo reseñamos como un ejemplo de lo dicho ante­riormente, y así volvemos a lo que estrictamente nos intere­sa: el fetichismo que rodea al terreno de «In literario» (quetodos los escritores .'V estudiosos han sufrido «en su propiacarne», como dice Sollers en este volumen) mientras queotros dominios como el urbanismo, la educacián escolar lasociología, etc., han sido explorados y estudiados o al me~osest!~ comenzando a serlo desde una rigurosa perspectivateorice, como no hace mucho señalaba Poulantzas 3. Creemosque no es preciso concretar aquí tal fetichismo literario:desde la ideologia de la «creación», de la «inspiración», dela «belleza», del «artista», etc., por un lado, hasta la litera­tura concebida más allá de las clases y como algo dependien­te de la racionalidad o irracionalidad(Luka'cs) de las bo­mologjas con estructuras económicas (Goldmann), etc.. U".icamen~e a partir de la superación de este fetichismo

lt/~rarto podrian superarse la mavorla de las estériles polé­micas que han embargado a la crítica contemporánea, sobretodo la que enfrenta los términos «revolución en la literatu­ra/liter~tu~a en la reooluciám y que, como sabemos, es lacaracteristica de todos los movimientos de vanguardia euro­peos, desde el [uturismo soviético hasta el surrealismo 4. El

~ . La presentación de Houdebine antes citada contiene preciosasnotrcias a~erca del asunto. También puede consultar el lector el lihrode Mehring: Carlos Marx, Ed. Grijalho. Barcelona, 1968 pá~i-nas 206·210. '

J N. Poulantzas: MarxÍJme: du gbetto ti l'nffensive. Le NouvelObservateur. 9 dicbre, 1974.

4 Toda~ra ho~, dand.o positivas muestras de la pervivcncia detal~s mecanrs,:"os ideológicos, de la pervivcncia del [eticbismo literano, un escritor ,tan «engagé» como García Márquez piensa que «eldeber de un eS~rttor revolucionario es escribir bien». Vid. l MciluDuque: ~arra/ll1a y neocoloniaie en América La/h1<1. Fd. Crisis.Buenos AIres, 1974; pág, 125. «Escribir hien», preguntaríamos nos­otros,. /para qué o para quién? ~Para la Academia? ,1Para la R("-volución? .

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final obligado de tales movimientos en radicales compromi­sos pol~tico~ (de un signo o de otro -recordemos el casode A!artnettt y el fascismo- y condicionados en última ins­tencia por la peculiar coyuntura ideol6gico-política en quecada uno se encontré) surge como inevitable según tales es­quemas. Ya Barthes señalaba hace algún tiempo -1956- 5

cámo ~n.un sentido hist6rico los movimientos de vanguardiaeran facllmente recuperables por la burguesía, precisamentela ~uerza contra la tJ.ue estos movimientos pretendían ir; elartista de vanguardIa cumplía asi en nuestra sociedad lamisma [uncián cubierta por el hechicero en las sociedadesprimitivas: señalar lo «anormal. para un mayor resplande­cer de la «norma».

2. No obstante, dentro de las vanguardias, hay aúndiscursos más «desplazados», discursos más di/lcilmente di­geribles por la burguesia, que utiliza para tales casos-s-comoseñala Sollers en el articulo en este libro contenido--todoslos elementos represivos a su alcance, de manera prtn,~~iJ~1 'Vcomo fácilmente se comprende, el manicomio,etc.>~~sdeNietzsche hasta Bataille, desde Artaud hasta Lautréa111Jjnt,la palabra «locura» atraviesa cualquier discurso identifica­ble en mayor o menor medida a una perspectiva burguesa.De ahi que Sollers (que en este caso, como verá el lector, serefiere en concreto a Sade) pretenda sobre todo centrar suatenci6n sobre aquellos discursos que de una maneradp,,!és­tica podrlamos caracterizar a partir de un cierto «d~$~~asa­

miento» o «desfase» con respecto a las vanguardias,<i~"tro

de las que estos escritores pudieron o ;'0 haber",ifitadoformalmente: el caso de Artaud y su polémica salitlil Jelsurrealismo seria ilustrativo de tal cuesti6n. Sobre estQ$dis­cursos es sobre los que Sollers (y la revista Te] Qu~l:~~.ge­neral) viene llamando la atenci6n con el objeto det~i\,.ei­vindicaci6n en una-tarea de lucha ideológica de la qt,l~('" 1-4d,en el sentido de proporcionar instrumentos váli.· raincidir en estos discursos, no estarla ajeno.

La historia de las tentativas materialistas 4pl, alcampo de la literatura no ha sido -como se despren,~~i;i.rlodicho- demasiado sugerente en el terreno te6rico.R.~~~'Jtiraqul las investigaciones de la «sociologia de la .. lit~r~~ura»(bestia negra hace algunos años del «esteticismo»-xqtlecuenta hoy con algunos verRonzantes eplgonos lJuedecualquier forma no pueden hacer olvidar su «glpripso.,.pasado) no viene al caso por demasiado conocides. debati­das, etc. La misma noci6n que ;ustifica gran parte de lasconcepciones tt6ricas de esta escuela. la nocián de «rfflejo ..,es la que, como verá el lector, se encuentra en la base dealRunas arRumentacíones de la critica nueva,' tal es el caso

• Vid. E" la va"f.NllrJia, ¿J~ fuI t~atro~. en E"sayos criticor.Ed, Selx Barral. Barcelona, 1967; p4RS. 97·100.

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del trabajo de Balibar y Macherevcontenido en este libr«¡que, como decimos, parte de esta noción de «rclleio» (Jaratratar. de. introducirla en una Prohlemática teórica distintncomo anteriormente había hecho ya Macherey en Pour unethéorie de la production littéraire 6.

Los presupuestos generales de Macherey eran allí 1Mmismos: la literatura es una forma ideolóf!,Íca producto deuna determinada práctica social. Macherev, levendn al f-e­nin «lector» de Tolstoi, acentuaba la relación «I1('C('sar;{T» en­tre la obra literaria y la historia. dos unidades. Tal relaciónno es casi nunca inmediata, nos dccla, sobre lodo {Jnr las de­terminada! contradicciones ideológicas de cualquier época ode cualquier estmctura bist árica. De ésta. el escritor (Tolst oien este caso) nOJ ofrecería un determinado «punto de viii/a».tanto por la exposición en sí de los hechos como Por lo queno expone, por lo que se calla. La ideología explícita conteni­da en la obra no debe interesarnos puesto que bav otras víasmás cortas e incluso adecuadas para llegar a elld: la «t,Mm)del escritor, su «pensamiento», etc. Interesa más el trabnmespecífico mediante el cual el autor percibe el proceso bis­tárico, percepcián que no hay que confundir nunca con elsaber teárico, entre otras cosas, tmraue sus medios son mu»distintos a los de éste. De ahí aue la obra nunca tiueda «ac­ceder directamente a 'a realidad histrJrica» ni ser «un refleiodirecto de lo real». En los estudios de Lenin es preciso puesresaltar los rasgos en los aue éste destaca el trabaio del es­critor propiamente dicho. Para Afacherev, 'a orif!,inalidad deLenin consistiria en la especial interpretación que éJte hacede la re!f1eíón entre ideologh del escritor-trabaio del escritor.Préuost 7 lo ha mostrado claramente comparando asimismola lectura que Leni" hacede T olstoi v las aue sobre el mismoefectúan otros teáricos como Trotskv v Pleianoo, tirra auie­nes lo dominante en Tolstoi sería su idt'oln(J,a reaccionaria-su «hostilidad a la vida nueva» (Trotsk») 8_ Que nredo­minaría sobre cualtltlit'r aspecto de su trabajo de escritor y/a posible validez del mismo.

La obra es pues, esencia/mente, un reflejo, una expre­si6n, un espejo, pero un espejo, para Macherey, cuva relacióncon el objeto que refle;a es parcial: «El espeio opera unaelección, selecciona, no rellei« la totalidad de la realidad»(Pour une théorie ... pá.v,. 143), incluso no relleia CMaJ, Si110relaciones de contradicción, contradicciones bistáricas, Enuna palabra, el' t'spe;n es 1111 esneio «quebrado», brisé, porrecoger litera/mente la célebre fórmula de Macherey.

• Ed. Maspero. Parfs, 1971., E. Prévost: Lift~'atJl'e, politique. ide%gie. Ed. Sociales.

Parfs. 1973: ",{~. 111-128.• L. Trotsky: Sobre .,u )' ctÚtJlra. Alianza Editorial. Madrid.

1969; pdgs. 20-3'.

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El nuevo texto inserto en este volumen parte, com.o Je­ciamos, de los mismos presupuestos generales aunque,mear­parando nuevas iuvestigaciones, como ocurrecon el problemadel que venimos hablando y, que se plantea aho~a a la lu%de los estudios de D. Lecourt al respecto. La, Imag~n. del«reflejo en un espejo» es aba~~onad~ ya por «emptnste»y sustituida por una doble cuestton erticuled«: por una p~rtela de la objetivdiad y por otra parte la de la exac~1tuddel reflejo. Además, estudiar la literatura como forma Ide~.

lógica exige ponerla en relación con los.Apar~to~ ,ldeol6gl­cos de Estado donde tales formas se realizan bistéricamen:«,concretamente con el Aparato escolar y con el desarr~llo dedeterminadas prácticas lingüísticas de la .lengua «nacto~al»,

de la lengua «común», etc. A partir ~el trtu~/o e~ F~~nc~a dela burguesía, ésta impone una umformacl6n lzngulstlca através del Aparato escolsr? constituyendo la «leng~~o­

mún», Tal proceso comport.~ una palpable contradicci.~~¡lt~a.da directamente con el Ap~rato escolar; en tanto.q~~¡é:ste

'necesita reproducir la division de las. ~l~ses ~oc~tf!es:~lJitJi.visión se realizaría en él como una división lingwst1f:~~no

precisamente entre lenguas ~iterentes .(lengua delpu~blo,patois, lengua de la burguesta, etc.), stno sobre la ~as~ deuna lengua común a partir de la,que se establece..n, dIstIntasprácticas. Concretamente la de la lengua ense1ltltla~n laescuela o lengua elementaly lengua o lengua;e literat~~e5~ya

énseñanza quedaría reseruada a la ~nseñan%a s~cund".r',f'~ ala superior. De ahí la práctica de ,la «redaccI6n"',(l!~Seefectúa en la escuela primaria a fin 'de aprender unal~"guacon la que eiercer las funciones fu.nda1('entales_ de tall~fg~ade forma correcta. Por el contrerto, a '~a ensenan~as~~~rlor

corresponderían prácticas que enseñaran a manel~,;!~,.len­

gua;e más «creador», capazde expre~ar la «fantast,,,...!;~~~¡,{ yque, en definitiva, obligaran al manelo de textos lll~ 14familiarizarse con la,literatura10.

, Vid. los trabajos de R. Balibar y D. LapOft~ 'I\l~Macherey citan en su articulo y del que toman laS, Ideas. '1,tinuación se expresan. . .. . . . .,'"<'!.'.

10 «La relación entre las disciplinas literarias y su obJc:~~)~~te­ratura propiamente dicha, ~llas artes, historia. légica, filO5()ffajj;m~~~I,religión) tiene como fu~CI.6~, dominante ~o .tanto el co~ < . ,te)de tal objeto como la definícién y el aprendizaje de reglas,de < •... t15y de prácticas destinadas a establecer en los «letrad~» ., ,rel~l~rleS«culturales» entre ellos y esos objetos. Ante todo. sa~rln~H~ejartales objetos para consumirlos como «conviene». Saber «leer.,() sea«degustar», «apreciar. un texto.clásico, .saber «utilizar la~ Jecci~nesde la historia» ( ... ) Por su relación particular, las letras olas~\Jma.

nidades dan de esta forma un cierto saber: no el saber científico desu objeto ni tampoco un saber sobre el mec~n.is,,!,o de su objct~,s~nouna cierta erudición necesaria para la familiaridad, un savolr·/alre,muy precisamente un saber-como-hacer-para apreciar-j~zgat! .:,.l>aradegustar-consumir-utilizar tal objeto.: (L. Althusser: PhJlosoplJle ~tphilosophie spontanée des savants. Ed. Maspero, Parfs, 1974; pág)-

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La contradicci6n se plantea así dentro de una mismaideología que es la dominante. El lenguaje literario} expresiónde contradicciones ideolágicas, no sería así algo exterior} algoneutro y que actuaría como mero vehículo} cosa que} segúnMacherey, se traslucía en sus propias investigaciones ante­riores. Ahora} continúan los autores, estamos en condicio­nes de afirmar que el lenguaje en el que la obra expresa suscontradicciones constituye también parte de esas contradic­ciones.

La cuestián, globalmente considerada} parece radicar-como afirma Juan Carlos Rodríguez 11_ en la temáticaideológica economicista surgida en la fase actual de la ideo­logía burguesa} temática de la que emanaría directamente unenunciado como el de trabajo «útil», o sea aquel que directa­mente participa en las relaciones de producción} en la «cir­culación», etc. De ahí la subsiguiente marginación de las ac­tividades «inútiles» o no participantes directamente en lasrelaciones de producción: el arte} la literatura y en generallas «disciplinas literarias» (como las llama Althusseri, consi­deradas desde esta perspectiva como «lujos», «bobbies»,como actividad «complementaria» y «enriquecedora» del es­píritu} etc. La primera etapa escolar y su enseñanza de la

. lengua elemental, la práctica de la «redacción», serían ense­ñanzas «útiles» para aquel que vaya a desempeñar en U1/

futuro la plaza de «trabajador manual», mientras que lasotras etapas) con su enseñanza del lenguaje de la «fantasía»,«poético», «creativo», van destinadas a los agentes del «tra­bajo intelectual», que al haber superado el nivel «pragmá­tico» de sus conocimientos son «verdaderos sujetos» que«opinan», «mandan» y que «eligen» ya su puesto «prag­mático» dentro de las relaciones de producción. La interpre­tación de las tesis de Vernier} Balibar, etc., ojrece a JuanCarlos Rodríguez una seria objeción en cuanto que tales tesispretenden explicar el fenómeno literario exclusivamentedesde ellas. Esto último habría que buscarlo en la específicacoyuntura ideológica en la que se han forjado los estudiosliterarios en Francia durante las últimas décadas) coyunturaque bien pudiera actuar latentemente en estas investigacionessobre dos ejes:

a) El sociologismo a lo. M'ax Weber según el cual lainstitución crearía la ideologlá. Al igual que la iglcsiaprotcs­tante crearía la religián protestante (M. W.), la escuela bur..guesa crearía la lengua «común» y sus diferentes prácticas, y

na 40. Subraya L. A.). Las palabras de Althusser, aún referidas engeneral a lo que él llama «disciplinas literarias», encajan perfectamenteen este contexto, naturalmente referido .1 lo que Balibar y Macherevsitúan en la enseñanza superior, aquella reservada 11 las únicas clasescapaces de «degustar» las «disciplinas literarias».

11 Teoría e historia de la produccián idcolágica. LJJ p,¡'·:a;;.\literaturas burguesas. Ed. AkaL r..1adrid, 1975.

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por tanto, desde abi la división social de los diversos agentesde la producción. La cuestión habría que plantearla de formaradicalmente inversa: los Aparatos no crean la ideología,sino que «tienen pur función principal elaborarla e incul­carla» 12.

b) Identificación entre proceso lingüístico y literario,especificando éste último por constituir un écart con respectoa la norma lingiiística común. Juan C. Rodríguez recuerdaque este proyecto proviene directamente de Spitzer y de lafenomenología en general, proyecto al que Balibar y Mache­rey habrían añadido una base «material» como es la Escuela,etcétera, Aunque el lector pudiera concluir de aquí una radi­cal descalificación de la obra de Balibar y Macherey en virtudde la comparación entre ellos y Spitzer que hace Juan CarlosRodríguez, ello se debería sobre todo al carácter de. reduc­ción in extremis que el citado texto se ve obligado ae~table­

cer de las posturas de Balibar y Macherey a las po#'tr~s dela estilistica alemana respecto a los dos puntos cla~~fque

obturan en efecto las posturas de Balibar y Mach~~~(f: lalingüisticidad exclusiva de la literatura y la espeqi/~~~ci6núnica de ésta como un uso superior o como un écart/c-ón res­pecto a la lengua común, puntos establecidos en nuestrtJapar­tado «b», Pero creemos que sólo si el lector es muyapresu­rado podría deducir de aquí una identificación plena y totalentre ambas posturas (j. C. R., sólo señala, por lo#emás,tal identificación en ese caso exclusivo de la relaci6~h~Nor­malEcart»). Aparte de esto, la aportación de JJ~li~ar yMacherey supone desde luego un avance radical resp~~toi(J losplanteamientos tradicionales, y además -y .esto<fs lomás importante- un intento de moverse en unapr9~lemá­tica ideológica completamente ajena y distinta alQ~>presu­

puestos en que se sustentó la critica positivista/letJom~no­

lógica de los años 30-50.3. La reseña de Poulantzas al libro de Fay

Los lenguajes totalitarios posee para el lector unrés. Por lo pronto, se trata de un texto de luchq;directa. En segundo lugar, el libro de Faye acab~:carse en España para mayor gloria de una ciert~i.;, .. nteque Poulantzas define aquí. perfectamente: laqU;~'m\:tc~'feal espectro del fascismo considerando a éste comoªI'~~;;:~~/e­rente del Estado capitalista, etc., sin tener en CUffJt'!.9U.etanto uno como otro pertenecen a la misma matriz:.;a~f.;sta"ode la burguesía. Según Poulantzas, el pres~indir de.l'!.{ufhade clases en los análisis lleva a Faye a un discurso tan.rldlcu­lo como admirado: el discurso que sirvió y sirve a la social­democracia para mantener sus actitudes y análisis no s610ya en el sentido histórico, sino en su aplicación a coyunturas

11 N. Poulantzas: Pascismo y dictadura. Ed, Siglo XXLMaJrid,1973; pág. 361 (Subraya N. P.).

1.5

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concretas actuales que embargan ti casi todos los paises euro­peos. En la misma línea de Faye puede consultar el lector ellibro de Arendt Los orígenes del totalitarismo, de tambiénreciente publicaci6nen España.

Pero es curioso anotar o conocer las opiniones de Fayecuando casualmente el «espectro» del fascismo se cierne ine­vitablemente sobre Europa. La idea, machaconamente repe­tida en estos últimos tiempos por Poalantzas, no se basaprecisamente en el análisis de los «discursos» fascistas (pro­yecto de Faye), sino en una comple¡iJad dialéctica que di/l u

cilmente podr/ll11Ios resumir aqu/ en una nueva «relación»entre las metrópolis imperialistas y muy posteriormente enla asunci6n de una «nueva» pequeña burguesía como ele­mento determinante del «espectro» antedicho 13. En unaépoca como la actual, en.la que se insiste en el papel hist6­rico de las burgueslas nacionales y en la que el término de«pequeña-burgues/a» pretende dar lugar a «penetrantes»estudios de «sociolog/a» de la literatura (como ocurre --denuevo-- en España, y por supuesto en otros sitios, aunquecon una estulticia menos virulenta),. el recordar que la ideo­lag/a pequeño-burguesa habla actualmente de lascismos «ro­jos» y que sus agentes o portadores pueden provocar unacrisis de Estado, es un gran mérito que el lector no puedeobviar. La cuesti6n afecta a la coyuntura presente y se en­cuentra claramente relacionada con otra que un vieio maestrode Poulantzas ya se encarg6 de suscitar a prop6sito del «hu­manismo». Pero esa es otra historia que también el lectorno necesariamente avispado recordará.

4. El corto texto de Sollers merecerla párrafo aparte,tanto por la ignorancia editorial a la que en España se lesuele someter (en virtud de su «dificultad» de lectura cues­ti6n que, como verá el lector, aquE no ofrece probl~ma, ode o~ras razones que no vienen al caso, como por el objetopreaso de su trabajo: la enseñanza de la literatura o sea lapráctica de la literatura dentro del Aparato estatal'de la en­señanza. Desd~ la Es~uela hasta la Universidad pasando porel «BUP», la Ideologla que recubre la enseñanza de la lite­ratura es.siempre la misma, salvando matices. Esto es lo queSollers viene a mostrarnos meridianamente. Por otra parte,en nuestro país, donde con cierta'periodicidad comienzan 4someterse a revisión planes de estudio en los que se discutesobre la «validez» actual de ciertas materias, su sustituciónpor otras más «útiles», etc., el problema de la ideología glo­bal que reina tanto en/el Aparato escolar como en otros ni­veles más ele~ados y que.recubrirá la enseñanza de cualquierade las matenas a estudiar, tal problema, digo, debería ser

u La explicitaci6n más clara de tales cuestiones en el libro deN. Poulant~as: Les classessociales dans le capilalisme aujourd'hui.Ed. du SeUlI, París. 1974.

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en nuestro país una «cuestión palpitante», como lo ha cons­tituido, por ejemplo, en Francia, donde el asunto ha mere­cido y merece la atcncián debida 14, En definitiva, se trataríade obligar a los enseñantes a interrogarse sobre su propiosaber y de donde les ha venido o les viene lo que a su vezcotidianamente enseñan. De ahí derivarían las cuestiones delcómo, del porqué, del cuándo enseñan. Para enseñar la li­teratura es preciso tener una concepción determinada de lamisma, y tal coucepcián recubrirá forzosamente todos losanálisis, toda su enseñanza. Demostrar tal cuestión exigiríade nuevo un planteamiento rabiosamente histórico, historiaque obligarla boyal escritor (o al enseñante) a «rompa,olvidar, refundir todo lo que ha aprendido sobre la literatu­ra», como dice Sollas en su artículo.

Antes de ligur el capital texto de Sollers con el de Cuyo­tat -teá'ricamellte inseparables-e- hay que decir una palabrasobre algunos términos concretos utilizados en este artículopor Sollas a propósito de Sade. Al decir que Sade hablai«f1Jnombre del despilfarro, del gasto inútil, de la pérdi~~;'~c

identidad del sujeto» (au nom de la dépcnsc, de la PCl'.tgt~C

la vacillation du sujct ), Sollas retoma literalmente térm..i"osde Bataillc: el despilfarro, la pérdida, frente a la ideolog)aclúsica del «ahorro», de la invasión; por ejcmplo, iniertirel sexo para la reproducción humana frente al despilfarrodesexo en el caso concreto de Sade.

5. Cuyotat ha leído «muy poco de Bataille», La~~tre.

vista de C. Backes y Aimé Gucd] con el novelista dal~~e

1971 y constituye sin duda, 'un más que fiel exponent~dc:

los formidables esfuerzos de Guyota! por investigar y rev9lu­cionar el campo de la escritura. Las reflexiones giran sopretodo en torno de su tí/tima novela Edén, Edén, Edcn,<portanto sobre una práctica de la escritura. Guyotat aitalil,qsuevolución intelectual, su . formación cultural, sus COf1l~~~f)Scon ciencias como la etnología o la semiología, su adspri; ·:.~1al P. C. F. o sus contactos con Tcl Qucl, las difklfl/; .l'«métodos» de su trabajo, la ligazón entre escritura y>:lidad, etc. Un año más tarde, y en un coloquio or·p.~r '.. ..llpor Tcl QlIcI sobre Arla~1d y Bataille'tf'uyotat rf·t~ml~~.!~>Ce~¡su exposición -Lenp'u~/e ~el cuerpo.' -:-:- esta ulll1~la,~~!qtica para describir su hlJto~ra .sexuul y [ijar las rdaCIO!15S'i~:1t·trc escritura y diucrsas practicas sexuales o, como drrraSollcrs, para resaltar el «valor de uso» de la se:walidadH.l

'4 Por limitarnos al terreno que nos interesa y rilar s{llounos'jemplos puede verse el monognifico oc l.ittératun', núm. 7. octo

hre 1972 titulado l.c discours d(' l'école sur les tcxtcs, o d núm. 1de 'Ullér;lure/Jcience/idi-olop,Í(', mai'Íl~in, ~972, titulado 1:~·".~c'iR1I(·'mcnt de la littératurc, o uunbién n(· 1cnscigncmcnt Jc' I~ 11I!('r~/Ur('et des manucls, en F. Vernier: L'écnture l." les 1('x/('J, 1',0: Sociales,París. 1974; págs. 171·225. . "..

., Vid. Gaurhier, Guyotat y otros: Ar/duJ. U11Ion générale d édi-tions. París, 1973; págs. 163~181.

172

Page 9: Para una crítica del fetichismo literario

enjrcutarse COl1 ese radical «valor de cambio» que tal sexua­lidad posee en la sociedad actual.

Para Guyotat, y en general para Tel Quel, el trabajo deescritura dentro de una concepción teórica adecuada no /le­garon mil/ca a realizarlo los surrealistas por la sencilla razáude que éstos no trabajaron al nivel de las condiciones deposibilidad de la escritura de! texto, condiciones que des­pués de su «revolución» permanecieron intactas. En concep­tos como e! de «escritura automática» se deja ver e! profundoidealismo de las concepciones surrealistas y de su práctica.La sintaxis, la retórica, cualquier elemento-sostén de la escri­tura de siempre, no sólo no desaparecen sino que quedanincluso dentro de una problemática teórica que parte dedios y que permanece por tanto prisionera en su círculo,Como ya lo demostró Houdcbinc 16. Desde Zbdánou hastaPlcjanou, desde Stalin hasta Trotsky, la historia se haría tanestéril como interminable, pero al menos ilustrativa de algo:de la explotación que el revisionismo actual hace del surrea­lismo y que ya es hora de denunciar de forma terminante(Aragón, etc.).

El trabajo de Guyotat y e! de Tcl Quel en general, haypues que situarlos a un nivel tan superestructural como es elde la sintaxis. Dentro de lo que Altbusser definió hace untiempo como «autonomía relativa de la superestructura» esdonde hay que situar 'la diferencia entre los distintos nivelesde práctica. De tal forma, Guyotat quiere referirse a la es­trecha ligazán o incluso a la identificación entre una «prácticapoliticav de la producción del texto y su propio trabajo sin­táctico. Es lo que deiine como la «lucha cotidiana» contra111la sintaxis, un vocabulario, ctc.ilo que se inscribe «en unalucha generalizada de lleno contra el poder... » En dciiniti­t:a, la produccián de su texto es una práctica política ligadaa un claro efecto de lucba idcolágica, «autánomamente rcla­tioa», podríamos añadir nosotros, de la pertenencia, de lattnián «orf!..tÍnica» por ejcmplo a un partido político. Delluevo habría que recordar lo dicho anteriormente a prop,)­Jito de las uangnardias y de! cambio de terreno con respectoa movimientos anteriores de! mismo tipo.

6. Desde e! punto de vista del turista más burdo e ;'10­ccntc que rechaza a Cremonini como 1111 pintor «exprcsiouis­ta» hasta e! del más «entendido» que colocaría a Crcmoniuien la estética de «lo feo», de la «deformación», es la idcolo­I!.ía de! «C01/StmlO», la idcologia de 1(1 «dcgustacián», la queaquí actúa de forma determinante. De cualquier forma, loque interesa resaltar de este artículo es que alguien comoAlthusser se fije en una pintura «[ormal-abstracta» e iutcntcdefinirla desde fuera. Una pintura o una «obra de arte», se-

l' El «concepto» de escritura automática: SIl slgnijicado y [un­ctán en el discurso ¡J,·olój!.ico de André Breton, en Literatura e ideo­logías, Comunicación, núm. 18; págs. 99·121.

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gún Altbusser, no pueden pintar o exponer directamente(necesariamente) relaciones sociales, pero a pesar de todo,poseen un claro e inevitable efecto ideológico, provocado eneste caso parla ausencia de figuras concretas, de [igura: hu­manas en las que directamente pudiéramos reconocernos.Pintura «abstracta", cjectiuamcnte, pero con una abstracciánque no puede esconder la certeza de estar pintada para hom­bres concretos, aunque no represente ni «figure» hombresconcretos.

Al igual que Altbusser en el anterior artículo preconizael abandono de la ideología del artista en «comunión» consu obra, con su artículo sobre Rousseau el mismo autorabandona el terreno del fetichismo crítico que ha'acompañadotambién al estudio del discurso teorico y muestra CU1110 estediscurso y el literario propiamente dicho se relacionan ycomplementan a la hora de responder a las preguntas pro­puestas por la ideología. El discurso teórico, una vez.t¡~t:ha

«fracasado» en su proyecto de respuesta, puede tran~fcrirtal proyecto al discurso literario, discurso que en el caso deRousseau «Iriunfará», elaborando en su seno una salida«llascontradicciones que la «filosofía» había constituido en UIZ

círculo cerrado.Altbusser, en su famoso y ya clásico comentario a UIl

montaje del Piccolo Teatro 17, después de reflexionar sobreel concepto clave brecbtianode «identificación», /lellada acabo entre la ideología espontánea 'livida por losesee;cta­dores, identificación por tanto «social», afirmaba que laobra creaba por encima de «lo. dicho» explícitamente>porboca de «personajes», etc., una serie de estruclurascomple­¡as basadas en las diferentes relacion~s que ll!s diversos ele­mentos de la obra establecen entre SI. Por e¡emplo:1l1ladodel tiempo «cronológico», l~ o~ra poseía un tie~e9\«¡(~i~­léctico» en el que la «conaencta» de los personllJes ihasalir fuera de sí, contrastar con la realidad: en unadestruirse. En definitiva, la pieza posee una dinállliestructura latente que hace que un aparente melod,., .e­da convertirse, por medio de un montaje adecuado, º,>~~ees lo mismo, de una lectura adecuada, en un producl~<t1tUj'

distinto.Si exponemos a grandes rasgos estas idea~ de AJl"~~sse'

no es sino para recalcar el hecho de que la lltera/uraposecmedios suficiellles y a la vez precisos como para elabClr'!rU1zaproblemática idt,'ológica al mismo tiempo que la despeda:.a.Por ello, no es de extrañar la solución propuesta por11/hus­ser al discurso /ilosó/ico de Rousseau: su Iran/ert',zc~a. a unlugar, alma estructura poseedor~ ~de l?s ~"'.edlos sU/lClentt'Jpara resolverel impasse. Lacuestion, bistéricement« plantea--il- -El «P¡ccolo... Berlola:.~; y Brt"cbl (Nolas ecerc» de. "n teatro",aler;alisla). en UI revol"C'Íolf It'or;c" de M"rx, Ed, Siglo XXI.Buenos Aires, 1968.

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Page 10: Para una crítica del fetichismo literario

i. de este modo, parece ser correcta. Pero en ·la actualidad)'según el proceso dialéctico operado en el terreno de l~literatura en virtud del impacto de ésta con el materialismodialéctico (impacto del que Brecbt -se sabe- es uno delos máximos responsables), la cuestión, digo, parece quepuede cambiar de terreno. Sollers, en un texto que [eruoro-

.samente recomendamos al lector 18, recoge la tesis de Brecbtsegún la cuál el escritor actual, recurriendo a las ciencias, alos nuevos «continentes» científicos, transformará su hastaahora «arte» en una ciencia, o por lo menos en una técnicaprod~ctiva. En ese instante, según Sollers, se trastocarían lasrelaciones entre discurso literario y discurso filosófico entreliteratura y filosofía. La filosofía -s-retomando a Althdsser­n~ podría sop~rtar la idea de un conocimiento objetivo pro­pIO que cambla~a su práctica tradicional. Si existe filosofíaes porque no ~xI.ste una teoría de la filosofía, porque ésta nose conoce objetiuamente. Tal es su condición fundamentalde supervivencia. Sollers permite en este pensamiento unimpune cam.bio de términos,! pro,pone sustituir en los pá­rrafos anteriores la palabra fllosofla por la de literatura: lacuestión seguiría estando planteada adecuadamente. El cam­bio operado según la táctica brecbtiana en la literatura, en supráctica, remoledarla también completamente la relación ac­tual entre los dos discursos, que en esencia se reduce ahoraa una dependencia compleja de la literatura con respecto ala filosofia, complejidad que generalmente se resume en unasumir la literatura lo que la filosofía no puede asumir. Lasciencias desplazan un terreno en el que la filosofía, de formaobligada, tiene que trabajar, de manera que también la fi­losofía h~ de desplazarse dejando un hueco que es el quellena la literatura; a tal hueco Sol/ers llama «lo imaginario».De cualquier forma, las investigaciones se sitúan en las mis­mas perspectivas y conclusiones -salvando niveles de estu­dio: Althusser se limita a sugerir una vla- que las de Al­tbusser.

La nueva práctica de la literatura no suplirá las lagunasdel discurso filosófico, no tendrá digamos que «pensar» loque éste no puede «responder» en el campo de «lo imagi­nario». Esta nueva práctica de la literatur«, esta nueva «li­teratura», al incorporar «la enseñanza de las ciencias»(BrechO)' la extensión masiva del nuevo inconsciente ideo­lógico materislist« y dialéctico no irá a la zaga de la filosofíapara cubrir 1.. retirada de ésta ni tampoco formará con ellauna pareja que, en una perspectiva idealista, necesariamentetiene que oponerse a la pareja que forman las ciencias y lapolítica. Literatura y filosofía, en fin, se doblarían la una ala 'otra produciendo un conocimiento especifico en cada caso,

l' La lucha ideológica en la escritu,a de vanl.uardÜl. Comunica.';6n. núm. 18; págs. 67-81.

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pero de cualquier lorma nuevo. El problema que antes esbo­zábamos a prOPósito de las vanguardias, el dilema de Maya­Itovski o de Breton cobraría aquí una nueva perspectiva: unaescritura que, reconociendo la dialéctica, la historia, el in­consciente, creara su propio estatuto teórico. De cua/~uierforma, éste ha sido el gran valor de todas las vanRuard,as Yde su lucha, que, con independencia de sus resultados prácti­cos generalmente preciosos, han comenzado a abrir lo quepodríamos llamar un nuevo «continente».

JUAN M. AZPITARTE A.

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Page 11: Para una crítica del fetichismo literario

Sobre la literatura como forma ideológica *

Etienne Balibar y Piare Afacherey

¿Existe una teoría marxista de la literatura? ¿En quéconsiste? Pregunta clásica, y a menudo casi académica. Tra­taremos de examinarla en dos tiempos y de proponer al­gunas hipótesis nuevas l.

1. LAS TESIS MARXISTAS SOBRE LA LITERATURA

Y LA CATEGORÍA DEL «REFLEJO»

1.1. ¿Es posible una «estética marxista»?

No pretendemos emprender la realización de una his­toria de las tentativas que han tratado de dar cuerpo a estaidea, ni de las controversias que tales cuestiones hanptovo­cado. Señalemos simplemente que la constitución de/una«estética» (y, de un modo especial, de una estética litera­ria) ha remitido siempre al marxismo -en conjunto-e; porseparado-e- a dos tipos de problemas:

por una parte, ¿cómo explicar la modalida,~3i~eo­lógica particular del «arte», del «efecto'·csté­tico»?;de otra, ¿cómo analizar y explicar lade clase (o las posiciones de clase, qtl~

ser contradictorias), en la lucha ideól~;.;"declases, de un «autor», o más materialment.e,deun texto «literario»?

De estos dos problemas. el primero está clarament~iilTt­portado, impuesto a la teoría marxista por la ideolo~ía.cIp­minante que requiere al marxismo para producir tina estética,

• Sur la IiIItCrct!lIrt eomme [arm« idtologiqtlt. Lillératurt,· nú­mero 13. íévrier, 1974; pli~s. 29-49. Traducción de Juan A. Bollón.

1 Este estudio reagrupa extractos de la presentación del librode Renée Balibar (con la colaboración de Genevieve Merlín y GillcsTret), LtJ 1""'((Iis lictiis, le rapport des styles lettéraires au Iraf1(t1~sn.uional, Editions 1luchctte, Colection «Analyses», dirigida por 1.ou15Allhusscr.

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Page 12: Para una crítica del fetichismo literario

pa~a «rendir cuenta» .(como Lessing como H 1Taine, como Valéry y tantos otros) d' l eger, comoart~, del efecto estético del arte. De m~d~rte~ed~ala obh"t de;:,;::::~e asl al marxismo desde el exterioiprov':'~doe~:

- o bien negan~o tal cuestión con lo que «se de­muestra» .!\U Incapacidad para explicar, no tantou.na «realidad» como un «valor» absoluto de lostrernpos ~~errios (valor con porvenir desd~que. la religión se tambalea);

- o bien aceptándola, 10 que le conduce a consa­grarlos «valores» estéticos, o sea, a sometersea etl~s: resultado aún más satisfactorio que elarterJOr. para la ideología dominante, que obligaa marxismo a reconocer en su seno los «valores»de las clases dominantes, resultado que poseepor tanto, un interés político mucho más grand~en una época en la que el marxismo es la ideo­logia de masas de la clase obrera.

I .Por .el contrario, el segundo problema se «induce» desde;u In:erl?r por la teoría y la práctica del marxismo, sobre. ~ oPIo te'lreno, pero de una manera que puede seguir

sien o .orma. y mecánica. A este respecto, el criterio quese nÉÍeslt.a aplIcar es evidentemente el criterio de la práctica

cnteno ~e la práctica ciendfica: habrá que pregun~tarse enton~es SI,. para el marxismo, el hecho de plantear alos textos literarios la cuestión de su posici6n de clase haresuelto !a ~~ertura de un campo de conocimientos nuevosy, en prmctpro, de problemas nuevos. Se dirá que la con­hraprueba de una. f~rt:1lulación correcta de esta cuestión es.ac:r apar~er .0bJetlvamente, en el campo mismo del mate­rl~1rsmo histórico, zonas enteras de problemas no resueltoso Incluso. no. reconocidos en absoluto como problemas. .

El cnteno de la práctica política propiamente dicha en

ltanto que también se ejerce en el terreno de la litera~ra·~ mínlmo que p~ede pedírsele entonces a una teoría mar:

XIsta es que comience a producir transformaciones realesefect!'s prácticos por si mismos, ya sea en el modo de pr;duccién de los textos literarios y de las «obras de arte- vas~a en el modo de «consumo» social. Pero, ¿pueden ~ón­siderarse como transformaciones reales por el mero hechode dotar a !os profesionales del arte y de la literatura (escri­rores v amstas, pero también enseñantes v estudiantes) deuna ideoloJtla marxista de la forma y de "la fund6n socialdel arte (aunque esta operación pueda representar en sumomento un cierto interés político inmediato)? (O por elsólo hecho de procurar al marxismo (y a quienes hacen deél la base de su «concepcién del mundo»)105 medios para

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degustar y consumir a su vez y a su modo las obras de arte?La experiencia prueba en efecto que es perfectamente posi­ble sustituir los temas ideol6~icos que reinan en la «vidacultural», temas de origen burgués o pequeño-burgués, pornuevos temas «marxistas», es decir, formulados en el len­Auaie de la -teorla marxista, sin modificar realmente el lugardel arte y de la literatura en la práctica social ni por consi­guiente la rc[ación práctica de los individuos y de las clasessociales con las obras de arte que producen y consumen.Prcci~amente, esta producción veste consumo son siempreconcebidos y practicados bajo la modalidad det «arte» engeneral (ya sea «comprometido», «socialista»,' «proletario»),

etcétera l.En los clásicos del marxismo existen, sin embargo, ele-

mentos que pueden facilitar el camino. No una «estética»),ni una «teoría de la literatura», como tampoco hay entreellos una «teoría del conocimiento». Pero. a través .de sumodo de practicar la literatura y de la posición teóricªqueello implica, realizando en último análisis una posid~~dcclase revolucionaria, han expuesto al~unas tesis sob~~ .10que son, en general. los efectos literarios, tesis quepl1edentamhién (si se las sabe integrar en la problemática delma­terialismo histórico) convertirse en tesis para el aoálisiscientífico, y por tanto histórico. de [os efectos literarios 2.

Estas tesis, muy generales, bastan para mostrar de en­trada .que los dos tipos de problemas entre los ques.eire­parten las tentativas marxistas son un único y mism~(fJro­blema: el de poder analizar la naturaleza Y la forma derealización de las posiciones de clase en la producdórl'lite­raria v en su resultado (los' «textos»), las «obras» conoclchl!\como 'liter:uias), lo que es al mismo. tiempo definir y explicarla modalidad ideológica de la literatura. Pero ello significaque este problema debe ser planteado en fl1nción~~~<}~nateoría de la historia de los efectos literarios, descubri~~~J~;l,()Sprimeros elementos de su rc1ación con su base m:lt1;~~'~~i;':1~csu constituci6n proaresiva (pues no existe desde·'t~~:r.laeternidad] y de sus transformaciones tendenciales (mlc~yn(lsubsisten inalterados para siempre).

1.2. La catep,oría materialista Jel refle;o

Exoliquémosnos. T.as tesis de los clásicos del m:lrxi~rnOsohrc la literatura velarte se ordenan a partir ele la t-are­goría filosófica esencial del reileio. Comprender bien el sen­tido de esta cate~oría es poseer la clave de la concepci<'lnmarxista de la literatura.

En los textos marxistas sobre la concepción materialista

2 Lenin ha ~xfl1icitado claramente estas tesis en su serie de arorlculos sobre Tolstoi,

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Page 13: Para una crítica del fetichismo literario

de la literatura, los de Marx y Engcls sobre Balzar, o losde Lenin sobre Tolstoi, es en tanto que reflejo material, re­flejo de la realidad objetiva, como la literatura es concebidacomo una realidad histórica, en su forma misma, que el aná­lisis científico trata de aprehender.

Esta concepción ha sido enunciada así por Mao Tsé-Tungen sus Intervenciones en las conversaciones sobre literaturay arte en Yenán, «En tanto que formas ideológicas. lasobras literarias y las obras de arte son el producto del reflejo,en el cerebro del hombre, de una vida social dada.» Comovemos. lo que permite en primer lugar la categoría de re­flejo a los teóricos del marxismo es designar el índice derealidad de la literatura: la literatura no «llueve del cielo».no es el producto de una misteriosa «creación). sino de lapráctica social (o mejor de una práctica social), ni es tampocouna actividad (dmaginaria), aunque produzca efectosimagi­narios, sino «el producto del reflejo», por tanto necesaria­mente un proceso material, «de una vida social dada).

La concepción marxista inscribe pues la literatura en sulugar en el sistema completo, desigualmente determinante,de las prácticas sociales reales: en el nivel de las superes­tructuras ideolóp,icas, como una forma ideológica entre otras,correspondiendo a una base de relaciones sociales de pro­ducción históricamente determinadas v transformadas. e his­tóricamente ligada a otras formas ideológicas. Subrayémos­lo de entrada, hablar de formas ideológicas no entraña aquíningún formalismo, pues tal concepto del materialismo his­tórico no hace referencia a lo «formal» (en tanto que pu­diera distinguirse de un «contenido»), sino a la unidad ob­jetiva de una formación ideológica: luego volveremos sobreesto. Subrayemos igualmente que, enunciando esta primeratesis, muy general (pero absolutamente indispensable), elmarxismo no se anticipa para nada a la cuestión «¿De qtu~forma ideológica se trata, en la instancia ideológica propia­mente dicha?» Y, por consiguiente, no se compromete enningún proceso de «reduccíóm de la literatura a la moral,a la religión, a la política, etc.

Sin embargo, la concepción marxista del reflejo ha dadolugar a tal suma de malentendidos y deformaciones, queconviene que nos detengamos en ella un instante. Nos ayu­daremos con las conclusiones que Dominique Lecourt 3 hasabido extraer recientemente de una atenta relectura deMaterialismo y Empiriocriticismo.

Dominique Lecourt muestra que la categoría marxista yleninista del reflejo comporta, según un orden necesario qm.'es constitutivo de ella, dos aspectos, o mejor dos problemas

J Dominique Lecourt, Une crise C'I son enicu (Essai sur la posi.tion de Lénine en philosophie), colección «Théorie», Maspero, Parls,1973.

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sucesivos, articulados el uno con el otro (hay, .según la. formu­lación de Dominique Lecourt, no una tesis slmpl~, sino unadoble tesis del reflejo de las cosas en el pensamlento~l

El primer problema, que el materialismo debe re~ta. ~edsiempre en. su prioridad, es el problema d~ la oh/etlV' adel reflejo; corresponde a la pregunta: ~exlSte (o no) unarealidad material reflejada en el pensamiento y ~el que esdeterminante? Concierne pues igualmente, por vli.id con­secuencia, la pregunta: ¿es el J'.Cn.samient~ ~n~ rea l. a ma­terial determinada? El materialismo dlalectlco. afirma laobjetividad del reflejo, la objetividad del pens~mlento cO~lreflejo: a la vez, su determinación I?Or la r~altdad materl~ •que lo precede y que le sigue siendo Irreductible, y su propiarealidad material. d

El segundo problema, que sólo puede ser plantea o co­rrectamente sobre la base del primero, es en ~I caso del co­nocimiento científico el problema de la ex~cttttld del.l'efle­jo; corresponde a la pregunta: ~i el pensamiento/efleJ~ipnarealidad material, ¿puede reflejarla exactament;. , o~,¡,,~r,,len qué condiciones (históricas, que hacen mterv~2-~~;Jarelación dialéctica de la «verdad absoluta» con la «,.,~~~~drelativa») puede el pensamiento reflejarla exa~~a!1'ent~~Lasolución de este problema es entonces el anñlisis del<~ro­ceso de la historia de las ciencias, en su autonomía relativa.En lo que aquí nos concierne: ,vemos que ,este segundo pr?­hlema corresponde a la cuesnon: .t» que '~rma de~ef~el0se trata? Pero esta cuestión no tiene sentido mater;I~I~sta

más que después del enunciado de la primera y de la .af~l'l'1la-

ción de la objetividad del reflejo. ./ .Resulta de este análisis, del que simrlement; reprp~ucl­

mos las líneas generales, que la cate~orla. marxlsta~eli~<re­

[lejos es esencialmente distinta de ..~na imagen, la~J:l'l~fenempirista y sensualista de la reilcxián en nr~ «~sp~I().~•.<EIreflejo del materialismo dialécti~o es ~tn «reflel? ~tne~pe .c.)0,

e incluso en la historia de la filosofía. es la un!ca;~ c~

ción efectiva de la ideología empirista de la relaciónsnmienro con 10 real como reflejo especular (v porvcrsihlc). Esto afecta fundamentalmente a la con"de 1:1 catcnorfa marxista del «reflejo», tal comoat:ª<.ccc/psde evocarla: piensa la distincián de dos preguntas Y.i~~:~l'­

riculación seaún un orden irreversible en el que Sel'~~Jl~a

el punto de "'ista materialis.ta... ;>i

Tales aclaraciones se aplican inmediatamente al prCl~!~l11a

de b «teoría de la literatura». Manteniendo .ri.gnroc;:l~ente

(''it:1 complejidad .. se eliminan de raíz (los .cflClcnltades.;co­trientes. eme no son más que aparcntrmontr Invcrsrls;,laqnenlnntca ('1 [ormalismo v la que resulta c1d uso «crtncr» o«normativo» de 1:t noción de realismo. Por un Indo. lnnrc­kno;jcín ete estudiar el senundo aspecto «por sí m!~mo).

independientemente del primero. Por otro, la confusión de

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Page 14: Para una crítica del fetichismo literario

los dos aspectos, que subordina el primero al segundo in-virtiendo asf el orden materialista. '

Pero la definición rigurosa del «reflejo. tiene ventajatal como la desarrolla Lenin: permite articular el uno conel .otro, co'!10 • est~n en la realidad, los dos aspectos quedebe.n ser ~Istln"ndos y ordenados: la literatura como for­ma ideolégíca (entre otras) y el proceso especlííco de laproducci6n literaria. Trataremos de mostrarlo brevemente.

1.3. La literatura como forma ideológica

. Importa «localizar. la producci6n de los efectos lite­rarios en el conjunto hist6rico de las prácticas sociales, Parafl?d~r .pensar esta determinación objetiva de una maneradlalectl~a 'y no mecanicista, es preciso pensar la relaciónde la «IIterato.ra. con la «historla», no como la relación (lacorrespondencia) de dos «órdenes.., sino como el desarrollode la~ formas de u.na c?ntradicción interna. Es preciso pensarque lIteratura e historia no están constituidas exteriormenteI~ una a la otra (incluso bajo la forma de una historia de laIlteratu~a de un lado y de una historia social y rolrtica de?tro): SI~O que están de entrada en una relación interna de''!1hrrc(lc'ón y de articulación. condición de existencia hist6­nca de algo como una literatura. Tal relación interna es laque plantea ~e fo~a general, la definici6n de la literaturacomo forma IdeoI6~lca.

. . ;ero esta definición no es fecunda más que con Íacon.tlclon ~e de~a~rollar inmediatamente sus implicaciones: la!'orm.as Ideolo~lcas..como se sabe, no son simples sistema!'

d.e «(Id~as» o de «dl~C1.1r~Os» sino que se realizan en el fun­clon~mlento ~ la hl~torla de prácticas determinadas, bajorelaclo~es sociales determinadas. que Althusserha propues­}d de~l~nar para las sociedades de clases, como Aparat~c;

e~lof!.tcos de ES/aJo (A. 1. E.). La existencia objetiva d~la lirerarura es,pues ¡.nseparable de ciertas prácticas en cier­!OS A. T. E. Mas precIs~mente, como se verá, la literatura estnsera:ahle de determinadas prácticas /inJ!.üísticas (si havun~ «literatura francesa» es que hav una práctica 11' •• , •dpl fr'· . n~U1stlca. «( d ay"c'ffi'b t o, meJor un conjunto contradictorio de prác.

ncas e ~ r~nces» como Íengua nacional); y es insearahled~ las Practtcas l'sco/ares. que no definen solamentel"los 1í~Ite~, de S~I consumo,. sino los límites internos de su pro~,~l("CIOn misma. RelaCionando la existencia obieríva de lnIlteratllra con este conjunto de nrácticas· se-d f· l' ,tos , . J t'· , . e men os pun-J . ,Che. a~o~'o marer!:1

1e!ique hacen de la literatura una reali-

Cl:t<. rsrorrca V !iOCI:1 .

, Por lo. ta.nto. ~iremo~ en primer hraar que lA literaturae~ta con"tltlllda históricamente -"'n la'p h .. • '" l' ora Urptll'fa-c~lmo ~m .~,o~'"nto efe hpchos de len~ua (o mejor: de . rác-tlca" Imgulstlcas especiales), insertados tendendalment~ en

2R

un proceso general de escolarización, en el que producenefectos de ficción necesarios para la reproducción de laideología burguesa como ideología dominante. La literaturanos aparece así sometida, muy generalmente, a una tripledeterminación: «lingüística», «escolar» e «imaginaria» (esteúltimo punto, al que ahora después volveremos, obliga arecurrir al psicoanálisis para la explicación de los efectosliterarios).

La determinación «lingüística» resulta fundamentalmentede que el trabajo de la producción literaria tiene por' mate­rial y por objetivo (pues contribuye directamente a consti­tuirla) la existencia de una lengua común que codifica losintercambios lingüísticos: la literatura se separa de ella deuna manera determinada (no arbitraria), que atestigua larealidad de su punto de partida. Hemos esbozado, en la pre­sentación del trabajo de R. Balibar y D. Laporte sobre ElFrancés Nacional 4, las líneas maestras de una explicacióndel proceso histórico de constitución de la «lengua c9~P9»'tales que su trabajo nos permite comenzar a percibirlaª.rI-Je­mos subrayado, después de ellos; que .la lengua comg~,<en

tanto que lengua nacional, ligada a la forma políticaidela«democracia burguesa», es el resultado histórico de lüéhasde clases particulares. Hemos indicado que la lengua nacio­nal común, análoga en esto al derecho burgués y por otraparte estrechamente ligada a él, tiene por función prin5ipaldar una forma unitaria, universalista y por lo mismo,<garatoda una época, progresista, en una nueva dominaci~9'Lde

clase: remite pues a una contradicción social, constantem~n.te

reproducida en el proceso que la sobrepasa. ¿Cuáles st)filostérminos de esta contradicción?

Esta contradicción es el efecto de las condicioneshisró­ricas en las que se establece la dominación económica,~()lí.

tica e ideológica. de la clase burguesa: por ello eSPPC;:.9is(),no sólo, en la base, la transformación de las relaci eproducción bajo el efecto del modo de producció~

lista, sino también una transformación radical de la.snes ideológicas, de la superestructura. Podemos desig.. "/a¡.transformación como la «revolución cultural» burgu~s~';po.

niendo así de relieve que supone no sólo la forma(.:ióQ .dcuna ideología nueva sino su realización, en tanto queitteo·logía dominante, en los nuevos aparatos ideológicos de<IJ:sta·do, y una recomposición completa de la relación entre losdiferentes A. 1. E. La característica principal de esta-transformación revolucionaria, que se extiende durante más dClIll

siglo, pero que se prepara) bajo formas disparatadas e in­completas, desde mucho antes, es que hace del aparato es-

----¡- R:I~~Ú-bar, D, Lapor~c, Le Francais National . constit ution .!:'la langue national al'époque de la réoolution démocrutiqu« bourgcoss«,presentación por E, Balibar y P. Machercy, Ed. 1Iarhcttc, col. (.:\[1;I]Y,

ses». París, 1974,

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Page 15: Para una crítica del fetichismo literario

colar el aparato dominante de sujeción a la ideoJo~ía dorni­nante: sujeción de Jos individuos, pero también y sobre todosujeción de la ideología misma de las cIases dominadas. Espor lo que todas las contradicciones ideol6~icas reposan enconsecuencia, en último análisis, sobre las contradiccionesdel aparato escolar, convirtiéndose en contradicciones some­tidas a la forma escolar, en la forma escolar.

Comenzamos a saber bajo qué forma se manifiestan lascontradicciones sociales en el aparato escolar: no pueden exis­tir más que en la unidad formal de la escuela «única» y«unificadora», son producidas por esta unidad misma, queresulta de la cohabitación de dos aparatos, o de dos redescontradictorias s: los que se pueden designar como «prima­ria-profesional» y como «secundaria~superior», retomandola delimitación institucional de los «grados de enseñanza»que ha servido durante largo tiempo en Francia para mate­rializar esta contradicción. La división escolar, que tiendea reproducir, en una sociedad fundada sobre la venta y lacompra de fuerzas de trabajo individuales, una división declases sociales, asegurando en la forma de la unidad (en par­ticular de la unidad nacional) la dominación ideológica bur­guesa, se realiza desde los primeros momentos y a todo lolargo de la escolarización, como una división lingüística.Entendámonos bien: allí todavía, la forma unitaria es el me­dio esencial de la división y de la contradicción. La divisiónlingüística inherente a la escolarización no es, contrariamen­te a lo que se podría observar en ciertas formaciones socialesprecapitalistas, una división entre «lenguas» diferentes (una«lengua del pueblo», dialecto, «patois» o argot, y una «len­gua de la burguesía»): supone al contrario una lengua co­mún, es la contradicción de prácticas diferentes de una mismalengua. Fundamentalmente es, en y por la escolarización, lacontradicción del/rancés elemental, enseñado en la escuelaprimaria, y del/rancés literario, fundamentalmente reservadoa la enseñanza secundária y superior. Sobre esta base sedesarrolla a continuación la contradicción entre las prác­ticas escolares (sobre todo entre la práctica «primaria» dela redacción-narración, ejercicio de «simple» aprendizaje dela lengua «correcta», que expresaría la «realidad», y la prác­tica «secundaria» de la disertación-explicación de textos,ejercicio formalmente «creador», que supondría la utilizacióny la imitación de los textos literarios); y de ahí, la contradic­ción entre prácticas escolares, y por tanto entre prácticasideológicas, y por tanto entre prácticas sociales. Lo que se.nos presenta así en la base del proceso de producción lite­raria, es una relación desigual (e incluso, según la forma

J Sobre tal punto remitimos a los dos primeros capítulos dellibro de Baudelet y Establee, L'école capitaliste en France, Maspe­ro, 1972.

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propiamente escolar, una re.lación ,de p~opieda~ desi~al),contradictoria, a una misma ideologia, la ideología dominan­te. Pero esta relación contradictoria no existiría si la ideo­logía dominante no tuviera que luchar constantemente porsu propia dominación.

A partir de este análisis (del que sólo indicamos sus lí­neas maestras) podemos ahora comprender un punto esen­cial: la objetividad de la literatura, su relación con la reali­dad objetiva, que la determina históricamente, no es unarelación con un «objeto» que ella representa, no es una re­lución de representación. No es tampoco pura y simplementeuna relación instrumental, de utilización y de transforma­ción de su material inmediato: las prácticas lingüísticas es­colarmente determinadas. Precisamente a causa de su carác­ter contradictorio, las prácticas lingüísticas no son utiliza­bles como una simple materia prima: toda utilización es in­tervención toma de posición, toma de partido (en sentidogeneral) e~ la contradicción,.y p~r lo tanto c~>ntribuci~~ac­tiva a su desarrollo. La obietiuidad de la ltteratura.~~<suintervención necesaria en el proceso de determinación,ydereproducción de las prácticas lin~üísticas. co~tr~dict~ri,tlsdeuna lengua común, donde se realiza la ejicacia ideolágica dela escolarización burguesa.

Esta posición del problema abole la vieja prá~t!ca idea­lista: «¿qué es la l~teratura~», que no e~, la cuestiónde .~uobjetividad determinada, s100 la cuestI?n de su .. e~~BcIauniversalmente artística y humana. y decirnos que la~§~le,

porque nos muestra. de entrad~ una forma mate,rial dcJun­cionarniento de la literatura, mserta en un proceso ql.l~ laliteratura no basta para determinar, aunque le sea indispen­sable. Concretamente, si la producción literaria tiene porbasematerial y específica, tomada y trabaja~a d~s~e. eli~tFrior

(por un trabajo de fic~ió~ re~lan.~;a~o 1OdeflDldame~i~~),lacontradicción de las practicas lingüísticas escolares, e~i~~~iJaliteratura constituye por sí misma uno de los tér"!ci <deesta contradicción, con relación al cual debe tambi' r·minarse el otro término. Porque, dialécticamente,J.,<r.lavez producto y condición material de la división Iil)~~~stica

en la escolarización término y efecto de las contra(hC~lpnes

de su historia. No tiene nada de extraño, en tales conclicio­nes, que la ideología literaria, que forma parte. d~ lalit~t¡.l­

tura misma, se empeñe en negar est~ base obJeuv,a,en.rrpresentar la literatura como. «estilo», como 1Oven~l~mindividual, consciente o inconsciente, como obra de creación,etcétera, es decir, como cualquier cosa exterior (y superior)al proceso de escolarización, que sería precis~ difundir y«comentar» en un esfuerzo sobrehumano y s10 esperanzade poderla circunscribir jamás; así pues, 10 que está en telade juicio en esta negación constitutiva es la objetividad dela literatura como forma ideológica histórica, la forma par-

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Page 16: Para una crítica del fetichismo literario

\~~~~F/.~<·~~nC()ll.ta·lucha de clases. El mandamien-~~}~:;\ÍJ$.~P 'de la idealogía literaria es: «Hablarás9~1~~f9~~s de !& lucha de clases salvo de aquella~t=tC:~r:rlll1a .•.¡nmedlatamente». .

>/.~¡'o al mismo . tiempo, la cuestión de la relación de la,~tura con.. la Ideología dominante se encuentra plan­

.~~ien térrn,rno~ ~uevos: escapa a su vez a una confronta­~l()nde esenc~as u!Uversales, .en la que se han visto encerra­cla~muchas discusiones marxrstas. Reconocer en la literatura-Ullá. forma .ideológica determinada no es, no puede ser, «re-d~cIr» la. Iiteratura a .las ideologías morales, políticas, reli­giosas, e incluso estéticas que son definibles desde fuera deella. No se trata en modo alguno de hacer de estás ídeolo­gías (esto es, de temas o enunciados ideológicos más o menosperfec,tamente «separables») el contenido al que la literaturavendría a aportar una forma especial. Una' tal división estodavía mecanicista, más aún: coincide con el modo segúnel cual. la .ideol.og!a. literaria desconoce, desplazándola, su~et.ermmacI6n histórica, Se ahoga en la falsa dialéctica inde­finida de la «forma» y el «contenido» donde cada uno delos. términos artificialmente distinguid¿s puede darse alter­nat1vam~nte como lo esencial y como lo inesencial tan pron­to reducida a su contenido (ideológico), tan pront~ reducidaa su forma (<<propiamente» literaria). Determinar la lite­ratura como formació!1 ideológica particular significa plantearun prob~ema}~uy diferent~: el de la especificidad de losefectos tdeologlCos producidos por la literatura y el delmodo (mecanismo) según el cual los produce. Tal era, re­cordér;n~slo, l~ seg~nda cuestión implicada en la categoríamateriallsta dialéctica del «reflejo•.

2. EL PROCESO DE PRODUCCIÓN DE LOSEFECTOS, ESTÉTIC.oS LITERARIOS

Desde el momento en que, gracias al uso correcto de lacategoría marxista del reflejo, estamos en condiciones derechazar el falso dilema de la crítica literaria (¿Hay que ana­lizar la literatura desde el interior -a.Ia búsqueda de suesencia-e-, o desde el exterior -a la búsqueda de su fun­ción-?);desde el momento en que sabemos que no espreciso reducir a la literatura, ni a ella 'misma, ni a otracosa que no sea ella misma, sino analizar su especificidadideológica 6, podemos tratar de esbozar la disposición de losconceptos materialistas que intervienen en este ¡nálisis, ayu­dándonos con los resultados del trabajo de R. Balibar. Unesbozo' así no tiene, téngase en cuenta, mds que un valor

• Idea avanzada ya por P. Machery, en Pou« une tbéone de laproduction lilléraire. Maspero,tco1ecci6n «Th&>rie., 1966.

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provisionr.l, per~l. permite. a~reciar, L~c?h.('.~·ell~~a int.~rn~,l~e~nucstr« nllh:L·p.... ion nulen~lltsl~l de l.l ltlL:1 .uu: ,1, y Sl~ l.

rL'nLi~l con L'l conjunto de los ÚHKL'plOS del l11~ltcrlídlSIllOhi:--tÚrico. .

Estos conceptos nos ~lp~lre(l'dn en tres uempos: (011-

(iL'men ~l la vez a lu n~ltltr<llczíl de las (()lIt"'I'!/((lO~/('S 1l.1IL'

rl'ílliz:m v l\csí1rrolLlIl lus fornucilH1es ilkol~')glc1s ltterí~n~lst lo que ;lOSlltroS llamamos llls textos lite~'artos), después ~lmodo de it/clItiji('dCÚ¡1/ ideoll;g¡c~l proJlH':ldo por el tr~l~)~lJOde lu !ic(Ú)1/ literaria, y por Iin el 1~I~ar del e/,ce/() eS!t'lIC()

. literario en el proccso Je reprollll~~lOn de la Illeolog1í.l 1.10-minan te. Explil}uémosnos esql1em~ltlcamente.

2.1. La complejidad específica ~e las,l?rmacio1Jt:sliterarias: conlrúJiccio1/es Ideolog1cas Yconflictos lingÜislicos

Al comienzo de un análisis materialista se planteará lasiguiente proposición: las producciones literarias no. q~R~nser estudiadas desde el punto de vista de su ulli~ad~pa~~ptee ilusoria, sino desde el punto de vista de su dlversldad"rna­

terial. Lo que hay que investigar en los textos no .so~Llossignos de su cohesión, sino los índices de las contradIccIonesmateriales (históricamente determmadas) que los producen,y que vuelven a encontrarse en ellos bajo la forma dec~n-Ilictos, desigualmente resueltos. •..•

En otros términos el análisis materialista de lali~~ra-tura en la misma medida en que investiga contradif:si~l1esdcte~minantes, recusa por principio la noción de «la()l)~a»,es decir, la representación ilusoria de la umd?d ~el· te.xto,como una totalidad completa, que se basta a SI Imsm~,pcr­ícctu en su género (en el doble sentido del término:);ala"\'l;Z pcriectamentc conseguida y perfectamc.l~te acaba~~)•.pmás exactamente no tiene en cuenta la -noclon de la¡«(y la correlativa 'de s~ «~?tor» personal] ~ás que~.explicarla como una ilusión ~ecesarla inscrtta en Lgía literaria que acompaña sIemp~e. toda prodUCCle>t1ria. El texto es prodUCIdo en condICIOnes que lo repre...¡.....a.ncomo una obra acabada, que manifiesta un ordencsel1~~al,que expresa un proyecto subjeti~o, o el e~pírit~. de:" unaépoca a los que' se puede inmediatamente Idcnuflcar;me·diante una lectura erudita o ingenua. Pero el texto noes-ensí mismo nada de eso: es, por el contrario, materialmenteincompleto, chocante, incoherente, porque re~ulta de laeficacia conflictiva, contradictoria, de uno o varios pro~esosreales superpuestos que no quedan abolidos en él salvo demanera imaginaria 7.

7 Recusar el mito de la obra como-unidad, como perfección, n~}('S adoptar el mito inverso (el. Tel Quel) de la obra como anti-

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Page 17: Para una crítica del fetichismo literario

Dicho m.is explicitumcntc: lo que produce el texto lite­rario es íundamcnralmcntc la eficacia de una o varias COI1­

tr¡/di(~'ÚJ1h'J ideologicas en tanto que precisamente tales con­tradiccioncs no pueden SlT realmente resueltas CII la idcolo­gia. Se tr.ua, en último análisis, de la eficacia de posicionesde clase contradictorias en la idcologí«, y como tales, incon­ciliubles. Bien entendido que tales posiciones ideoll)gicascontradictorias no son, en sí mismas, puramente «literarias»:lo que nos volvería allevar al círculo cerrado de la «litera­tura»: son posiciones ideológicas, prácticas o teóricas, quecubre~ todo el campo de las luchas de clases ideológicas,l~or ejemplo, el de las posiciones religiosas, jurídicas, polí­ncasvquc corresponden ;1 conyunturas determinadas de lalucha oc clases propiamente dicha. Sin embargo, sería vanopretender reencontrar en los textos el discurso «original»,y. como descarnado, de esas posiciones ideológicas, «ante­rlOr~lente» a su realización literaria: pues ellas no puedenprecisamente ser formuladas más que ('11 la forma material~(' UI1 ~exto literario. Entendemos por tanto que se enun­c~i.~n bajo .la forma que representa al mismo tiempo su solu­ClOl1 l1JJ~l.e./:J'lnl",0 m~Jor:. que las desplaza sustituyéndoles lasco~t~i.llltcclon~~ tmagmariamente conciliables en la ideologíareligiosa, política, moral, estética o sicológica.

, Trat~mos de explicitar este fenómeno un poco más toda­v~a: ~a Íiteratura, diremos, «comienza» con la solución ima­gmaria de las contradicciones ideológicas irreconciliablescon .la representación d~ una tal solución: tampoco en est~senuo.o ~Iremos que la literatura represente, es decir, figure(por .1~agenes, alegorías, símbolos o argumentos) una talsolución realme11t: preexistente (repitámoslo, lo que produce!a lJte.ratura,. es Justament~ que una tal solución real sea.imposible), s100 en el sentido de la «puesta en escena» dela presentación como solución de los términos mismo; deuna contradicción insalvable, al precio de desplazamientosy de sustIt~clOnes mas o menos numerosas y complejas. Paraq~e.?aya literatura, son los términos mismos de la contra­dicción (y por tanto, elementos ideológicos contradictorios)l~s q.ue han de ser. enunciados de entrada en un lengllaj~especial; ~n. lenguaje de «comprornisns , que realice desdeel pr:n~/p~o .la ficción de ~u posible conciliación. O mejor:u.~ lenguaje de «compromiso» que haga surgir tal concilia­-'IOn .como «natural», y finalmente como inevitable y n _resana. e

, .En PO!"r UI1~ th(~o~ie de .la productlon littéraire, a pro­posuo de Iols~()1 .(segun Lcnin), a propósito de Verne deBalzac, se hahl<1 intentudo va demostrar según e t . Y .

J , S os pnn-

nyuralt,za, \'jn!enl:l transgr~si()n de todo ord l' o"f ." ' ucn. .a lllverSlOn es unaIglltJ PrJ\'J q~lada d~ la C()lls~rvaci6n iocol(ígÍ<:a: «Frecucnte' .

un bello desorden COi un efecto del arte» (Boilcau). mente

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cipios materialistas, la contradicción compleja .que produceel texto literario: en cada caso, de manera particular, lo quepuede identificarse como el proyecto ideoló~ico del autor yque expresa una posición de clas~ determinada, no. es. ,dehecho más que uno de los términos de la contradicción,de la que el texto presenta la síntesis imagiJ~aria con posi­ciones adversas sin poder por otra parte abolir su real alte­ridad. De ahí la idea de que el texto literario no es tantola expresión de una ideología (su «puesta en palabras»),como su puesta en escena, su exhibición, operación en laque la misma ideología se 'resuelve de al~l~na manera contrasí misma, puesto que no puede ser exhibida ~e tal manerasin mostrar sus límites, hasta el punto preciso en que semuestra incapaz de asimilar realmente la ideología adversa.

Pero había algo que permanecía en esta descripción os­curo y eludido. Era, en cada página y en cada línea de. escri­tura, el proceso de producción literaria, que presenta lascontradicciones de un discurso ideológico al mismoliempoque la ficción de su unidad, y en consecuencia des~l?<=()nci­liación, bajo la condición misma de esta ficción. En .. ~t~ostérminos, es el mecanismo específico del «comp'~c:)~iso»literario lo que escapaba aún, en la medida en que~lprin­cipio de un análisis materialista quedaba ejecutado~n unadescripción demasiado general. Los análisis de R. Balibar nospermiten, según parece, remontar esta dificultad, ync:)sola­mente completar las tesis precedentes, sino rectificarlas ytransformarlas.

¿Qué nos muestra R. Balibar? Que el discut~()~JO el«lenguaje» especial, propiamente literario, en el que~~l'lre­

presentadas las contradicciones ideológicas, no eSJ>Or símismo exterior a los conflictos ideológicos, como lltl.a ves­tidura, un velo neutro y neutralizante, que vendría d#igolpea recubrir los términos, En relación con tales confli~;~(l~n('

es, pues, secundario, sino constitutivo, implicé1(lo.1n~~)~i:~.d('ahora en su producción. Pues este Ienguaic estJ f,,,';' {¡Jopor los ejectos de una contradicción idcoló1?)cal.l aun nivel elemental, y que nos remite a la haseJñtoda literatura: está producido en su. especificitodas las variantes individuales que ella autoriza)~,~ivel

de los conflictos linJ!.üísticos determinados históri$~'nfmepor el desarrollo, en la formación social burguesa,de/!~.;IF.n.gua «común», democrática, y de la escolarizacióngen~r.:t1i..zada impuesta a todos los franceses, sean o no culti"'~ªhs.

Tal es, esquemáticamente, el principio de la complejidadde las formaciones literarias, cuya producción requiere con:diciones materiales propias a la formaci6n social burguesa,transform.ándose con ella: solución imaginaria de laso con­tradicciones ideológicas en la medida en que son formuladasen un lenguaje especial, a la vez diferente de la lenguacomún e interior a esta (porque la lengua común es por sí

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misma la.realización de un conflicto interno), realizando yenmascarando, en una serie de formaciones de compromiso,elccnflicto que la constituye. A este desplazamiento de lascontradicciones es al que R. Balibar llama el «estilo» lite­rario, cuya dialéctica comienza a analizar. Dialéctica des­tacable, pues consigue producir el efecto y la ilusiánde unaconciliacion imag¡'z~ria de términos irreconciliables, despla­Z~Ul~o todo el conjunto de las contradicciones ideológicas,hacia el terreno de una de entre ellas, o de uno de sus as­pectos, el de los conflictos lingüísticos. Así la solución ima­ginaria no tiene otro «secreto» que un desarrollo un aumen­to d.e la contradicción: ella es evidentemente, si se la sabe~nahzar y desenredar, la prueba de su carácter irreconci­liable.

Todo esto ,Il:0s ll~va ~ esbozar los principales aspectosdel efecto esteuco literario como efecto ideológico parti­cular.

2.2. Ficción y realismo: El mecanismode la identificación literaria

.En primer lugar debe!D0s detenernos un instante, aúna riesgo de hacerlo demasiado esquemáticamente en un as­pecto del. efecto literario que ya ha aparecido al~sivamente:el mecanismo de la identi/icació1t literaria. Brecht es el pri­mero que, en la tradición marxista, ha resaltado este aspectofundamental: que los efectos ideológicos de la literatura (ydel teatro, con las transformaciones específicas que ello su­~ne) pasaban materialmente por un proceso de identifica-

.CIO? del lecto~. (o del espectador) a los personajes, a los«héroes» (positivos ? ne~a~i~os), en el cual se constituyea. la yez ~a «c~n~lencla» fICtICIa de los personajes y la «con­CIenCIa» ideológica del lector.

Pero. está claro que todo proceso de identificación eneste sentId~, ~eposa sobre la constitución y el reconocirr:ien­~o de, l~s md!vIduos como sujetos (para emplear la nociónIdeolo~lca mas general, elaborada por la filosofía a partir?e .l~ ideología jurídica, y que «toma curso legal» bajo unaI~ftmdad de nombres en las diversas regiones de la ideolo­gra burguesa). Así pues, toda ideología, como lo muestraAlthusser en su estudio Ideología y Aparatos ideológicos deEstado &" debe prácticamente «interpelar a los individuoscomo sujetos», de manera que se reconozcan como talescon los derechos y los deberes, y los comportamientos obli­gados que. de ellos se derivan. Pero cada una lo hace a sumanera: ~hcho de o.tra forma, cada una da al «sujeto» (vpor. lo mismo ~amblén, a los otros sujetos, reales o imagi~nanas, que c,stan enfrente y de donde le viene la intcrpre-

• La Pensée, núm. 151, junio, 1970.

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tación de la ideología, dirigida a él personalmente) uno ovarios nombres que le son propios. En el caso de la litera­tura, estos nombres son los de los Autores (firmas), ele susObras (títulos], de sus Lectores y de sus Personajes (con suestado civil. ya real. ya imaginario). Pero sobre todo. en elcaso de la literatura. la constitución de los sujetos y el em­plazamiento de sus relaciones de reconocimiento mutuo(porque incluye en su círculo a las «personas» «concretas»o «abstractas» que el texto pone en escena) pasa necesaria­mente por el rodeo de In [iccián, y de su apreciación. Hemosvuelto pues a una cuestión muy general, y muy clásica: ¡Enqué sentido puede decirse que la literatura es específicamente«ficción»? Abramos aquí un paréntesis.

. Cuando se habla de la ficción en literatura. elel modomás corriente. es en primer lugar para designar ciertos «gé­neros» literarios privilegiados como obras de ficción: asíla novela. el cuento, la novela corta; o más ampliamente:para designar 10 que. no importa en Qué «génerm> tradicio­nal. puede volver a incluirse en el relato novelesco.ng(e1hecho de «contar una historia». ya sea la de otros o l~d~pva

nronia, la de un individuo o la de una idea. En este se~~~do,la idea de ficción se convierte alegóricamente en defitli(¡!ionde la literatura en f!.eneral, porque todo texto literariocom­porta una fábula o una intriga, figurada o absttactas.queordena en un «tiempo» verosfmil o inverosímil. lineal o>ca~ilineal. una sucesión de acontecimientos coherentes o,inco­herentes (que pueden. en una literatura formalista. redltcirsea puros acontecimientos verbales). Cualquier definici9P,dela literatura en general como ficci6n comnorta nues,.~~gtlnnarece, un primer elemento. que es la referencia a llnRf:l­bula. imagen análoga de la «vida».

Además, volviendo a considerar una vicia nroble1'T'l~ticafilosófica que desde Platón ha estado ligada a la consti~nfi6nde una teoría del conocimiento. definir la Íiteraturn c.omoficción es siempre confrontar la ficción del cHsc11rso~realidad, natural o histórica, de la que el discl1l'~iuna transposición o una reposición más o menos~ªsemin las diversas modalidades de serneianza o de';:."f;e­[anza, el discurso valdrá por su adecuación o inadec'l,~~i~r'

Sin entrar más en detalles, basta con recono('ere~t~.\$S­

rrnctura ideo16gka simple nara eomnrendcr ránidam('~!$illl~olietarietaet que liga a la definición de la literatnrac(,)rpoficción con un cierto uso de la carcgotla de rf't11i.'iff1(1.

El realismo es. en nrirner lur,llr. como todo rlf'1"1ü"etnsabe. la palabra clave de una escuela: flor nnn litrrlltrt.ra«realista». contra 110a literatura de «pura ficrión\\. rl\~("('H·.de maln ficción. Adt"más es, de nuevo, una c'r(;nicióndt" 1:'1literatura en general: cualquier literatura sC'rí:'l renllsm. rlcuna u otra manera, repre~entllcion de In fl"nlict:1CL inc1n!'\o vsobre todo CUAndo nos da de la realidad una imagen que

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no eslade la percepci(ín inmediata, cotidiana, común a to­dos .. L1S «orillas» del realismo pueden entonces alejarsehastad infinito.

Pero la idea del re:,'isl1lo no es, como se ve, la opuestaa Iü ficción. no se diferencia de ella verdaderamente, puestoque es tumhién Í« idea de 1II1 modelo, y tic su reproducción,sea ClW\ sea su complejidad. Al menos durante el fugaz ins­Linte de una apreciación, Lil modelo es necesariamente ex­terior a la representación y a su norma, aunque esta a veceses imposible de nombrar.

Tras esta breve exposición. podemos volver al problemaque nos habíamos planteado, Con relación a esta problcm.i­t ica idealista clásica, los análisis marxistas, tan provisionalesy embrionarios como se quiera, deben necesariamente operartina profunda transformación crítica. Notemos a título deindicio que ni los clásicos de! marxismo, ni tampoco Grams­ci ni Brecht que pueden servirnos aquí de guías, han tratadojamás de la literutura en términos de «realismo». La cate­goría de reflejo, cuyo lugar decisivo en la problcmñticamarxista hemos resaltado, no remite al realismo sino al mate­rialismo, lo cual es profundamente diferente. El marxismono puede definir la literatura crt general por su realismo o~or e! realismo. Y, por la misma razón, no puede definir laliteratura en general como ficción en el sentido clásico.

La literatura no es ficción, imagen ficticia de lo real,porque no. pu.ede definirse simplemente como figuración,como aparrcncm de una realidad. La literatura es, conside­r:índola d~ modo mucho más complejo, producción de tinacierta realidad, y en absoluto (jamás se insistirá demasiadoen esto) de una realidad autónoma, original, sino de unare:llidad material, y también producción de un cierto efectos~)Cial (volveremos sobre este punto en la conclusión). LaII.te~atura no cs. pues ficción, sino más bien producción deII~Clones. o mejor:. producción de electos de [iccián (yenprimer lugar medios materiales para producir efectos deficción ).

. Correlarivarncnre, la literatura, como «reflejo de unaVIda SOCIal determinada» históricamente (Mao) no es lareproducción «real!sta» de esta vida, ni incluso y sobretodo cuando se quiere y se proclama como tal, porque, in­clus~ en este caso, no puede reducirse a la simplicidad deuna Imagen, Aunque lo cierto es que el texto literario pro­~uce ~n electo de realidad. De forma más exacta, el textoliterario produce a la ucz un efecto de realidad v un efecto~Ic ficción, privilegiando unas veces uno y otras 'veces otro.I~terpretando al uno por el otro e inversamente, perostempre sobre la base de esta pareja.., Dicho. de otra manera, de nuevo descubrimos que fic­

e.lon, ~callsmo, no son t,anto los conceptos de la producciónliteraria como las nociones producidas por la literatura.

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Esto tiene importantes consecuencias: significa que el mo­delo, la referencia real «exterior» al discurso que suponenficción y realismo, no funciona aquí como punto de apoyono literario, no discursivo, anterior al discurso (sabemosya que este punto de apoyo, este primado de la realidad prác­tica, es mucho más complejo y diferente a una «representa­ción»), pero funciona como un efecto del discurso. Es eldiscurso de la literatura el que induce, el que proyecta ensu seno la presencia de lo «real» sobre el modo alucinatorio.

¿Pero cómo es posible esto materialmente? ¿Cómo pue­de el texto afectar así a lo que enuncia, a- lo que describe,a lo que pone en escena (o «a los» que pone en escena)como una señal de realidad alucinatoria, o por el contraste,con una señal de ficción, separándose de lo «real» en unadistancia ínfima? También sobre este punto, en el detallede sus análisis demostrativos, los trabajos de los que ha­blamos nos proporcionan los elementos de una respu~sta:nuevamente nos envían a los efectos y a las formas d~<un

conflicto lingüístico fundamental.A propósito de diversos textos de la literatura frá~~esa

«moderna», cada uno cuidadosamente fechado en réla<:ióncon la historia de la lengua común y de la escolarizaci6n,R.Balibar habla de producción de «franceses ficticios». ¿Quéhay que entender por esto? Evidentemente, no «falsos»franceses, elementos de una «falsa» lengua francesa,Plles­to que los enunciados literarios figuran también~~.Luncierto uso práctico de ciertos individuos (comenzandop~telde los autores de los diccionarios, que no ilustran <P9,asídecirlo sus rúbricas más que con ejemplos literariosjrTam­poco se trata simplemente de franceses (de discursosifran­ceses, de usos de la lengua francesa, de formas léxicas y sin­tácticas francesas) producidos en una ficción, en elsefitido,por ejemplo, en que los personajes de un relato, t:lrfl~t~nficticios, producirían discursos ficticios en una leng9~ . cti-cia. Se trata -por el contrario--, de enunciados seseparan siempre, por uno o varios rasgos pertinentc$( @sque se intercambinn en la práctica, fuera del discltts. e-rario, incluso si son todos sintácticamente «correctos»:PQr:.que son «formaciones de compromiso» 1ingüisticas<e;~tr~

US0S socialmente contradictorios. en la práctica .. yiJ]'oftanto, de manera tcndcncial, mutuamente exehl~h'(l5.c\~~to..en estas formas de compromiso hay necesariamentelHgllrpuru la reproducción, más o menos traicionada, p('fOrcto­nocible, del francés, «simple», del francés «c0I1'Hín,).deIfrancés «;1 secas», ('S decir. del [rancis qu« es o"'-(',¡,;d(IC"la ('JCU('/,I primari« como «rltril \' si", plt'» cxprcs).in clc< Idrealidad», En el libro de R, Bulibar se encontrar.in numero­sos ejemplos que «hublurñn» inmediatamente a Clhb uno,despertando 0 reavivando recuerdos grner:llnll'ntl' frduzl1­dos, Es esta presencia y estn reproducción las que producen

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en el texto, tratándose de un personaje que se describe o alque se le hace liablar. o tratándose dc lo que el «autor» tomade su cuenta sin nombrarlo. un electo «natural», un efectode «realidad», aunque sea por WM sola [rase, enunciadacomo de pasada. Cualquier otro enunciado aparece entoncespor comparación como «discutible», como «reflexionado»en una subictivid.nl: pero es preciso para ello que figurenprimero en el texto enunciados que aparezcan como of,j('/;­ros: ellos son quienes constiruvcn ('11 el texto mismo la refe­rencia alucinatoria con respecto auna «realidad» a la queuno se aproxima o de la que uno se aleja.

Volvernos así. con unas últimas apreciaciones. a la enes­tión inicial: 1:1 literatura, o rn.is bien los textos litcrnrios.producen un efecto 'idcológico de identificación que Brcclir .p.r:l~i'lS a las condiciones rridlegi:ldas de una prricricn rnnrc­rialisrn v revolucionaria del teatro. es el primero en haherdcsign:ldo por Sil concepto. Pero no hnv identificación m-isque de un suicto ro» otro suteto (evenrualmcnte «consinon: ismCl »): «Madarne Bovarv, SCl\' \'O~), ejemplo siempre citad;,.~lrm:ldo Gusta\'o fbuhert). Y no hav sujeto más que por bintcrpclacián de un individuo en sujeto tior un Snicto que10 nomhr:l, como lo muestra Alrhllsscr (<<hÍ eres Uno cual­quiera, v es a ti a quien Yo me dirijo»: «HipócrimIer-ror. misemejante, mi hermano», otro eiernnlo siempre citado. fir­m~do C:h:'lrles Raudelairet La literatura, en el fnnrion:l­ml~nto interrninnhlo de sus textos, no cesa de «producir»sutctos, de ponerlos al día v de insertarlos en el mundo. Ynosorro« .decimCls, de forma voluntarinrncnte paradóiica So­bre el mrsrno nlano: la literatura no cesa de transformar aSil manera individllO<; (reales) en sujetos. v de dotar n losslljetm. de unn individualidad casi real. alucinadora. Par:lpm~lIC1r sujet~s (<,(nerson:ls» v «personnics»], es preciso.segun el mecanismo fnncIament:ll de,toda ideologí:l hllrpuesa.otvonrrlns a los «obictos», es decir. a las «cosas», nrcsen­t~rlos en \: contra un mundo de COS;lS «reales». casi fuera deSI, ~ero srernnre en rclarián con ~l (suieto). El efecto delreal,smo es la hase de esta interpebción ene hace «vivir»a Jos personajes o simnlemente a los discursos, v que nrov('!('~a 10s. lectores a una toma de nartido sobre lo~ conflictos li­rcranos como tomarían partido sobre los conflictos realesaunque ~o~ menos riesnos. Se trata de la tierra sohre la q;,;s(' m1l1t1rllcan lo, «sujetos. oue va hemos nomhrrtdo: elÁutor v Sl1 Le:tor, nero también el Autor v sus Personajes ven COnseCtle~nCla el T.ecror v sus Personajes, por mediaciónd.('~ Autor. El Autor identificado con sus Personajes, o iden­tIfIcado <'/:11 contrario» con alguno de sus Iueces, y lo mismopa~a el Lector. Y, por tanto, el Autor, el Lector, los Perso­n:l.!<-,s Ircnre a sus cornunes Sujetos abstractos: Dios o laJIistoria, o el Puehlo, o el Arte. La lista no está cJ~u~urada

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ni es c1ausurable: por definici6n, el trabajo de la literaturaconsiste en agrandarla y variarla indefinidamente.

2.3. El electo estético literario como electode dominacián ideolágica

El análisis (teoría, crítica, ciencia, etc.), de la literaturasiempre se ha dado a sí mismo por objeto, bien en una pers­pectiva espiritualista la esencia de las Obras y de los Auto­res, o mejor todavía, la esencia de la Obra (de Arte) y de laEscritura, transcendentes a la historia, incluso y sobre todocuando aparecen como una expresión privilegiada de ella(todo ello en una perspectiva espiritualista), o bien, en unaperspectiva positivista, pero siempre idealista, el conjuntode los «hechos» literarios, datos que se pretenden objetivosy documentales, y que van desde los materiales biográficov estilístico a esos «hechos generales» que son las «leyes» deíos géneros, de los estilos, de las épocas ... Desdeüñ puntode vista materialista, se hablará más bien de an~1i.zar loselectos literarios (o más explícitamente los efectosi~stéticos

literarios): efectos irreductibles a la ideología «en generah>,precisamente en la medida en que son efectos ideológicossingulares (religiosos, jurídicos, políticos, etc.), de los que

-dependen y de los que difieren.Un efecto así debe ser finalmente descrito a un' triple

nivel, según los tres aspectos de un mismo procesdisocial yde sus formas históricas sucesivas: como producid()/haio re­laciones materiales determinadas; como un m01Tl~t'lto delproceso de reproducci6n de la ideología dominantei;y porconsiguiente en sí mismo como efecto de dominación ideo­lógica. Mostrémoslo brevemente.

El efecto literario es producido socialmenteenüin pro­ceso material determinado: es el proceso de COfl~fi!\lción,

es decir, de fabricación y de composición de12s textos:dicho de otra manera, es él «trabajo» literario...· ltra-bajo, el escritor no es ni el creador ahsoluto'ix':iA' .';' " lascondiciones mismas a las que está sometido (ante;~~I~;,,;(7omose ha visto, ciertas contradicciones objetivas enil~i(i(lf'olCl­gía) ni, a la inversa, el soporte transparente ein~~~ncial.a través del que se mnnifestatía en realidad la pot~ngi~anó­

nima de una inspiración, o la de una historia,sea(c1e 1111aépoca, o incluso de una clase (10 que, e~ el. fondQ, viene aser 10 mismo). Pero es un agente material. instalado-en uncierto lugar intermedio, en condiciones que no ha cre~dosometido a contradicciones que por definición no domina.por una cierta dioisián del trabaio social. característica de Insuperestructura ideológica de la sociedad burguesa, y que élindividualiza. .

El efecto literario es producido como efecto comnleio: nosolamente, ya se ha visto, porque su principio es la resolu-

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ción imaginaria de una contradicción en el el.emento de otracontradicción, sino porque el efecto producido es. a la. ~eze indisolublemente la materialidad del texto (1a dl~posl~lónde sus frases) y su reconocimiento como text? «literario»,su reconocimiento «estético». En otros términos, es a lavez un resultado material v un efecto ideológico particular,o más bien es la producción de un resultado material batoun efecto ideológico particular, que lo inviste ine~cusab!e­mente. Es (poco importante en el fondo la t~r~mologla.que no registra más que variantes) el reconocirmenro deltexto en su carácter de «encanto», de «belleza», de «ver­dad», de «sentido», de «valor», de «profundidad», de «es­tilo» de «escritura», de «arte», etc. Es finalmente el reco­nocimiento del texto «a secas», pues en nuestra sociedad,s610 el texto literario vale como texto en sí absolutamente,revelador de su propia forma, mientras que, recíprocamente,todo texto, desde el momento en que aparece «escrito», valecomo texto «literario». y este reconocimiento incluye todaslas modalidades indisociablcs históricamente de la lecturade los textos: lectura «gratuita», sólo por «placer», lectura«crítica» del comentario más o menos teórico, más o meno"«científico» de su contenido v de su forma, de su signifi­cación v de su escritura, de ;11 «textualidad» (i neologismorevelador") -y la base de todas estas lecturas: la lectura­explicación escolar de textos. que condiciona todas las otras.

Por este hecho, el efecto literario no es solamente produ­cido en un proceso determinado, sino que se inserta en unproceso de reproducción de otros efectos ideológicos; noes ya solamente efecto etc causas materiales. sino efecto so­bre individuos socialmente determinados, a quienes obligamaterialmente a tratar los textos literarios de' una maneradeterminada. Dicho de otra mnncra, el efecto literario, comoefecto ideológico, no pertenece simplemente al dominio dela «sensación», del «sentimiento» o del «juicio» estéticos,y por consiguiente de ideas estéticas y literarias, sino quecompromete un comportamiento práctico, a los rituales acti­vos dd consumo literario y de la práctica «cultural».

He aquí por qué es posible (y necesario) en el análisisdel efecto literario producido al mismo tiempo y por niediodel texto t rnt ar exactamente sobre la misma liase t.mro :11«autor» como al «lector». Tanto al «proyecto» del autor.tal como es enunciado. va en e: texto mismo (intcarudo ensu «f<lch~Hb» narrativa); V:1 [unto ;11 texto (en cl('cl;lr~1Ci()nesde intención. () en LIs motivacione-s «inconscientes» que t r.u.ide invc-st inar un psicP:Ill<llisis de los autores y de las ohrn-. l.

como las interprc tacioncs, las críticas v los corncntrr ios (J'''-'

el texto suscir., en StlS lectores rn.is o menos ilust rndos.1rnport a poco saber si las interpretaciones traducen o no

lo que es «realmente» el provecto del autor (pues el prll-

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yecto del autor no es la causa de los efectos de su textosino uno de esos efectos). Precisamente, las interprctacio.nes y los comentarios manifiestan a la luz del día el efectoestético (literario). Es literario el texto reconocido comotal, y es reconocido como tal precisamente en el tiempo y cnla medida en que provoca prácticamente interpretaciones,críticas, «lecturas». Por esto un texto puede muy fácilmen­te dciar realmente de ser literario, o convertirse en tal encondiciones que al principio no existían.

Freud es el primero en haber seguido este camino cuan­do, en su análisis del trabajo del sueño, y más generalmenteen su método dc análisis de las formaciones de compromisodel inconsciente, definió lo que hay que entender por «texto»del sueño: Freud no concede importancia a la restitución.de forma cerrada, aislada, del «verdadero» texto manifiestode un sueño; de todos' modos no accede a él más que porel intermedio de un «relato del sueño» que es ya un~·/trans­

posición, en la cual, por sus efectos de dcsplazamie~,~~,de

condensación, de figuración, el retroceso continúa t~~;i~ndoimportancia. Así, considera que el texto del sueño,ppjetode análisis y de explicación al mismo tiempo que medi8, porsus mismas contradicciones, de su propia explicación', noes sólo el texto manifiesto inicial, el relato del que sueña.sino también todas las asociaciones «libres» (es decir,c'omose sabe, las asociaciones obligadas, las impuestas por el con­flicto psíquico inconsciente), los «pensamientos latery!~s» alos que el relato del sueño (o más generalmente el sírl~()ma)

puede servir de pretexto y que a su vez suscita.De la misma manera, el discurso critico, el discurso de

la ideología literaria, comentario perpetuo de la «belleza» yde la «verdad» de los textos literarios, es la contiIlw~ci0nde las asociaciones «libres» (en realidad, obligadasy:prede­terminadas) que desarrollan y realizan los efectos id~' . itos'del texto literario. Hay que considerarlas, en un~ a-ción materialista de texto, no ya como por encima o.como las aproximaciones de su explicación, sino a} mnivel, o más exactamente al mismo nivel que sU«~'>;,¡i"~.~»narrativa, ya sea figurada, alegórica de ciertas noci~~~~,~e­

nerales (como en la novela, la autobiografía), va sS~J~ir~~­tamente «abstracta», no figurativa (como en el ensa~'~;DJ()-<

ral v político), de los que constituyen la prolonr.acJ~rl¡!<:n­dencial. Independientemente de toda cuestión9c ni~~it'i­dualidad del «autor» v del «lector» o del «crítico»,s?;l'lenefecto los mismos conflictos ideológicos. resultantesén.unúltimo análisis de las mismas contradicciones históricas o desus formas transformadas, lasque producen la forma deltexto y la de sus comentarios.

Aquí tenemos el índice de la estructura del proceso dereproducción en el que se inserta el efecto literario. ,;Cuílles en efecto la «materia prima» del texto literario (pero

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materia prima que aparece siempre ya transformada porél)? S0n contradicciones ideológicas que no son específica­mente literarias, sino políticas, religiosas, etc.: en últimoanálisis realizaciones ideológicas contradictorias de posicío­nes de clase determinadas en la lucha de clases. (y cuál esel «efecto» del texto literario (al menos, v luego volveremossobre ello, sobre aquellos lectores que lo reconocen comotal prácticamente. es decir, esencialmente los de las clasesdominantes cultivadas)? Es provocar otros discursos ideolá­giros, que a su vez pueden, llegada la ocasión, ser reconoci­dos como literarios, pero que muy frecuentemente son «sirn­nles» discursos estéticos, morales, religiosos y políticos, enlos que se realiza la ideología dominante.

Podemos pues decir que el texto literario es el operadorde una reproduccián de la ideología en su conjunto. Dichode otra manera, provoca, por el efecto literario que soporta.l~ producció:, de «nuevos» discursos, en los que se realiza~Iempre (baio formas constantemente variadas) la mismaideología (con sus contradicciones). Permite a los individuosabroniarse la ideología y convertirse en los «libres» porta­dores de ella, es decir, en los «libres» creadores. El textoliterario es un operador privilegiado de esta relación l1rác­rica de los individuos con la ideología en la sociedadhur­guesa, que asegura su reproducción: en la medida misma enque p~ovoca e.l disc,urso i?eol6gico a partir de su propiocontenido, ya investido bajo el efecto estético. en la formade ob:a de arte, ese discurso no aparece como impuesto~ecántcamente, revelado (como un dogma religioso) a indi­viduos que deherían repetirlo fielmente, sino como protmes­lo a la interpretación. a la variación selectiva, v finalmentea la aproniacién subjetiva, personal, de los individuos. Es11n operador, ?rivilegiado del sometimiento ideolónico enla _forma «cnnca» y democrática de la «libertad de pensa­miento» '.

. En estas condiciones, el efecto estético es siernnre tarn­hlé!" un efecto de dominación: sujeción de los inrlividllos a1:1 Ideología dominante, y dominación de la ideología de bclase dominante.. Es .oues, ~ecesariamente, un efecto df'.'iigual. (me no f'C;nrodncido untformemente sobre los individuos, sobre torlo<l11~ no es nroducido de la misma manera con relación a l:1sclases sociales diferentes v antagonistas. «Sujeción» dehf'~ntf'~rlerc;f' también en relación tanto con respecto a la clase( 0rnln~(h como a la clase dominante, pero en dos sentidos

di ~ S<' puede sugerir que no hay literatura religiosa propiamente11. ~. al menos no antes de la época hurguesa, antes de que la

n".ll1t.l¿n hava de ser jncllkacia corno una forma -~uhordjnada v-con­

t:,1I11( tOtla- de la ldt"olopfa burguesa misma. Por el contrario laIl!('ratllra como tal, y la. i.deol?gÍ:t estética, juegan un papel deci~ivoen la lucha contra la relrgJ()n, ideología de la clase feudal dominante.

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diferentes. Formalmente, la literatura, como formaci6nideo­lógica realizada en la lengua común, se ofrece y se destinaa todos, y no distingue entre los lectores más que en relacióncon la variedad de sus gustos, de su sensibilidad natural oadquirida. Pero prácticamente, sujeción significa, para losmiembros de la clase dominante cultivada, la adquisiciónde una «libertad» de pensar en la ideología, una sumisiónvivida y practicada como maestría más o menos extendida.Mientras que para los que pertenecen a las clases explotadasde trabajadores «manuales», o incluso de obreros cualifica­dos y empleados, de esos franceses que, según las estadísticasoficiales, no «leen» jamás o lo hacen muy raramente, y noencuentran en la lectura más que la confirmación de su[nferioridad, sujeción significa dominación y represión, porel discurso literario, de un discurso juzgado como «desgas­tado» y «defectuoso», impropio para la expresión complejade las ideas y de los sentimientos.

Este punto es esencial para nuestro análisis: itD.~rta

en efecto mostrar que esta diferencia no se establ~~~inmás, como una simple desigualdad de lectura y de cOIl~l.l.IX'l0'condicionada por otras desigualdades sociales; está implJ.papaen la producción misma del efecto literario, y materialmenteinscrita en la construcción de su texto. _

Pero, se dirá, ¿cómo comprender que, en la estructuradel texto literario, se vea implicado no sólo el discur~c.l~elos que practican efectivamente la literatura, sino tatl:1piény sobre todo el discurso de los que la ignoran, y a~1.li~nesella ignora; no solamente, según un juego de palab1:~~,undoble uso profundamente revelador, el discurso de. l()~que«escriben» (libros) y los «leen», sino el discurso de l()$.queno sabrían hacerlo, puesto que simplemente «saben/l~c:r yescribir»? Esto no se puede comprender más quer~$~i)t\l­yendo y analizando, en su lugar de~erminante, elcf> 'ctolingüístico que produce el detalle mismo del textoy que opone dos usos antagonistas, desiguales Y;,bargo, inseparables de la lengua común: de un lad.ti> . a­mente, el francés «literario», el que se aprende efi.:>. .....e­ñanza secundaria y superior, del otro el francés «sitn.p!c:»,«común», que, bien lejos de ser espontáneo, se/ll~re~~etambién en la escuela primaria. El uno no es «simple~/l1:1ásque por su relación d~sigual con el otro, el cual,porc:~~~esólo hecho es «literario»: esto es lo que prueba el a;l'l.~hSlScomparado: e histórico, de sus formas léxic~s y (má~aún)sintácticas, que R. Balibar es una de las pnmeras en .estu-diar sistemáticamente.

En otros términos, si en el estado actual de la cuestiónla literatura puede y debe servir en la escuela primaria demedio para fabricar y al mis:n0 tiempo dominar, aisla~ y ha­cer retroceder al «francés Simple» de las clases dominadas,es con ·la condición de que el francés simple esté a su vez

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presente en la literatura como uno de los términos de sucontradicción constitutiva, más o menos deformado y enmas­carado, pero también necesariamente traicionado y exhibidoen reconstrucciones ficticias, y es, fundamentalmente, por­que el francés literario, realizado en los textos literarios, esa la vez tendencialmente distinguido de la lengua «común»(y opuesto a ella), interno a su proceso de constitución y deevolución histórica, desde el momento en que, por una nece­sidad material del desarrollo de la sociedad burguesa, eseproceso pasa por la escolarización generalizada. He aquí porqué al principio podíamos afirmar que el uso de la literaturaen la escuela, el lugar de la literatura en la escolarización,no es más que el reverso del lugar de la escolarización en laliteratura, de manera que la estructura misma y el papelhistórico del aparato ideológico de Estado actualmente do­minante es lo que está en la base de la producción de losefectos literarios', He aquí por qué podíamos al principiodenunciar, en la pretensión del escritor y de los lectorescultivados' a elevarse por encima del simple ejercicio esco­lar, y a evadirse de él, la negación misma de su prácticareal.

El efecto de dominación que realiza la producción lite­raria. supone así ~a pres~ncia, i~terior a la misma ideologíadominante, de la ideología dominada: ella supone la «reacti­vac.ión» continua de la contradicción, pero con el riesgo ideo.lógico que de ello resulta; en realidad vive de este riesgo mis­~o, q~e es la causa eficaz de su poderío. He aquí, por qué,dlaléctlca~ente, el operador de la reproducción ideológica,en la sociedad burguesa, democrática, pasa tendencialmentepor los efectos del «estilo» literario, por las formaciones dec.ompr?miso lingüísticas. En el texto literario (yen el efectoliterario que produce), que opera la reproducción de la ideo­logía de la clase dominante como ideología dominante, lalucha de clases no está abolida: puede siempre en nuevascondiciones materiales, ser retomada y desarroliada y con­ducida sobre las posiciones de la clase explotada h~sta en-tonces dominada también ideológicamente. '

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~ota a propósito del lenguaje y laliteratura del totalitarismo *

Nicos Poulantzas

Los estudios sobre el fascismo han estado casi ausentesde Francia durante largo tiempo y nos resultaría difícil ex­poner b~evemente las causas. Pero tal estado de cosas pareceIr cambiando desde hace algún tiempo con la crisis abiertaen las metrópolis imperialistas, con la aparición de nuevasformas ~e. Estado fuerte y también con la acumul~<;ión delas condiciones de procesos eventuales de fascist~~~~.~!1

P~ro el discurs~ ,sobre,e,l fascis~o, en la medie.t~.~~·quese refiere a ,una crzszs politica, es s10 duda, uno. d~;;;!~~<quedesvelan mas clarame~te las posiciones político-ideQ}<Sgicasde sus autores: este discurso no permite salirse parla tan­gente [Cuéntos: respetables liberales y humanistas.jse hande~enmascarado al. estudiar el ~ascismot Pero hayapn algomas grave: el peligro del [ascismo en Europa eshOX muyrea~. Razón de J?ás para acrecentar la vigilancia con~~~pecto

a c~ertos estudios actuales sobre el fascismo y ql.1~·~()rrenel riesgo, por algunos aspectos en ellos contenidos ':•. dé tenerefectos mistifican tes y desmovilizadores. '

Bajo esta pers.pectiva ~ab~aré de la obra recie~te/ªéJ. P.Faye Los lengua/es totalitarios 1, obra que testimonia unacantidad de trabajo' y una erudición considerables;9º~a deun hombre «de ~zquierda~ por encima de toda dlldaA:Cjaréa otros el trabajo de quitar la corteza al «métoq "s la

i~~~~~a cI¿; :~:;~): ~ l;:¡:'d~:u l~~~~~~é a ver~~' túa

.En efecto, he aquí la tesis principal de Faye:l~;i.designa a la vez un proceso o una acción real yelesta acción, el «poder de narrar ideas», tiene efec>.... <5breel proceso real y sobre la acción histórica 2 (enú1-~~~~iihS­tancia, es preciso decir las «palabras»: «vamosa(tg~qr(laBastilla» para ir efectivamente a tomarla). Esta tesisYBareceen principio a un marxista de una banalidad bastan~~i;V'ulgar:no es. preciso adoptar aires de grandeza para reenu['lciar que«las Ideas que se apoderan de las masas se conviérrén en

* Npté apropos du to:~litarismc. Te1 Quel, núm. 53. Printemps,1973; pags, 74-81. TraducCl(>n de Juan M. Azpitarte A.

I Traducción española en Ed. Tauros, Madrid. 1974.2 Vid. Teoría del relato, recogido en LOJ Lcn¡;ua;t'J totalitarios,

edición citada, págs. 23, 40.

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fuerzas materiales» o para insistir sobre la eficacia especí­fica de la ideología.

Creo que no se trata de nada de esto. El fondo del asun­to, aún cuando de nuevo aquí la originalidad de Faye nosea tal, es que la historia es asunto de palabras} que sonlas ideas las que hacen la historia y que es la historia de losdiscursos, lugar originario, la que marca el proceso de lahistoria. Por otra parte, Faye, hagámosle justicia, no se es­conde: rápidamente nos enteramos, en la pág. 43 de su1ntroduccián-Teoría del relato} que «la simple potencia decontar puede cargarse de efectos» y que «uno de los primerosde estos efectos es la lucha de clases». ¡La lucha de clasescomo uno de los primeros efectos del relato es una cuestión,confesémoslo, que no está mal del todo!

¿Cuál es el resultado? En un texto que tiene alrededorde 900 páginas, no hay ninguna alusión a las clases ni a lalucha de clases/ salvo en algunas páginas de la Introduc­ción, donde se refuta por simplista la explicación del fascis­mo por las «subvenciones del gran capital» 3.

Faye nos pone en guardia: he aquí a donde condu­ciría una explicación del fascismo en términos de clase.Como si hacer un análisis de clase del fascismo, o un aná­lisis de la lucha de clases en la crisis política que condujoa ella fuera centrarse alrededor de las subvenciones delgran capital.

Pero podríamos pensar que, en un texto en el que sonanalizados los diversos componentes de los discursos fas­cistas y donde son expuestas las sintaxis formales de tales.discursos, no puede esperarse la presencia de detalles dela lucha real de las clases en el orden de exposición. Noentro tampoco en tal problema porque todavía no hemosllegado. En efecto, el objetivo de Faye no es emprender unanálisis de estos discursos en su lugar propio, contribuyen­do así al análisis de un campo específico, sino simplementeel de dar una historia del fascismo a partir de las palabrasutilizadas en estos discursos e ilustrar su tesis según lacual son las palabras las que hacen la historia. Esto ofreceunos resultados sorprendentes: a lo largo del texto se asistea una historia de los acontecimientos del nazismo sin ele­varse por ningún concepto del nivel común. La descripciónde los acontecimientos está presente de manera constante.Nada falta: ni la descripción detallada del putsch de Baviera,ni las peripecias diarias de los diversos actores. Descripciónorganizada, si podemos llamarla así, alrededor de las pala­bras que enuncian tales actores: las palabras que crean elsuceso.

. Solamente tomaré un ejemplo: el capítulo referente al

J Teoría del relato. Ed. cit., paigs. 118 y sigs.

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impacto del nazismo en el campo 4. Encontramos aquí unadescripción detallada de las diversas peripecias "del movi­miento campesino durante el proceso de fascistización delas diversas aventuras de los actores y de los círculos nazisen el campo, pasando alegremente, según el hilo marcadopor los recitantes, desde Schleswig-Holstein hasta Prusiaoriental y hasta Baviera. Pero ni por un instante Faye pa­rece rozar la idea de que en el campo existen clases socialesy una lucha intensa entre ellas, ni de que tales clases y tallucha revisten de hecho formas muy diferentes en Prusiaoriental por un lado y por otro en las partes de Alemaniaque habían comenzado y parcialmente realizado reformasagrarias durante el proceso de la revolución democráticaburguesa y que el impacto del nazismo estuvo revestido aquícon formas diferentes.

Dejemos sin embargo a un lado la pretensión del autorde explicar el fascismo por las palabras para ver los efectosque reviste la ausencia de la lucha de clases en el"an.aJ.isismismo que Faye hace de los discursos fascistas. Dir~)l'-lpi­dariamente que tal ausencia tiene como efecto la noj~'pre­

hensión de la complejidad ideológica del fascismo. Eni'~~ec­

to, los discursos fascistas no están enunciados en un. campocerrado de «lo ideológico en general» sino en la articulaciónde diversas ideologías y sub-conjuntos ideológicos referidosa las clases en lucha. Olvidar aquí la lucha de clases espri­varse de los medios para situar esas diversas ideologí~sy

arrinconarse en una simple descripción por yuxtapos,icignde los discursos en cuestión.

Ejemplo: uno de los fenómenos ideológicos más illlPor­tantes del fascismo y que explica en cierto modo su impactopopular consiste, por parte de los discursos fascistas',ellJarecuperación de algunas consignas o de algunos temas<~(so­

cialízantes». Ello depende de la crisis ideológica gener";.l~~~a :de las formaciones sociales durante el proceso de q - ',:

zación a la vez que de la compleja naturaleza de el 1fascismo y de su funcionamiento político preciso eocode esa coyuntura.);

Tal aspecto de la cuestión no ha escapado en ~1)So~I~~()a la atención de Faye. Pero, ¿cómo procede nuestro.a~~p.t'?

Encontramos en su texto una yuxtaposición extraordin.'-l~i~­mente confusa, sin pies ni cabeza, de los diversos discll.t'~~s,desde los nacionales-conservadores a los nacionales.b~l~h~­viques, y al ala izquierdizante de los hermanos Strasser.<Elhilo qúe une a tales discursos consistiría en la atril~uc.ión dehomologías o de identidades en las «palabras» socializantesempleadas.

Por supuesto que esto no tiene fundamento por la sen-cilla razón de que esas diversas palabras se encuentran car-

• Los lengua¡es totalitarios. Ed. cit., págs. 493 y sigs,

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gadas en tales discursos de connotacior:es muy, diferentessegún las ideologías de clase que los subtiende. El prol:le~adepende de una cuestión teórica de al.tura, q~e es, nI. masni menos, la de las condiciones de la «influencia» ?e Cl~r~asideologías sobre otras en el contexto de la lucha ideologicade clases. Bajo su forma más simple, el problema .sabem~sque aparece identificado con el de los ~fectos de la Id~ologIadominante sobre la ideología obrera. En el caso preCISO delfascismo se trata al mismo tiempo del movimiento inverso,es decir,' de los efectos sobre las otras ideologías o sub-con­juntos ideológicos de los componentes que pertenecen a laideología de la clase obrera. Ahora bien, es evidente quetales efectos revisten formas diferentes según los camposideológicos sobre los que actúan; ya Marx, e~ el Manifi~st?,hablaba del socialismo feudal (¡claro que SI!), del socialis­mo burgués, del socialismo pequeño-burgués, etc. Ell.o quie­re decir en Una o en mil palabras, que es absurdo indagaruna «coherencia» de tales discursos dentro de los términosque ellos mismos enuncian. Es fácil percibir, bajo la más~ar.a

del empleo en estos discursos de idénticas palabras sociali­zantes -o de palabras distintas por lo demás-e- paralelismosconsiderables que gobiernan a los diferentes intereses querecubren los diversos discursos en los que estas palabrasse emplean. Esas palabras, desde Moeller hasta O ..St~a.sse~,revisten sentidos completamente diferentes. No es inútil CI­tar a este respecto El fascismo italiano de Togliatti, reciéneditado en Francia por las Ediciones sociales. En este textode 1935 (cuando Togliatti ha dado ya por tanto el giro re­visionista que conducirá al Frente nacional), el autor señala:«En Italia y en Alemania se observa la aparición de nuevosconceptos en la ideología fascista. En Italia se habla de su..perar el capitalismo dándole los elementos de organización.Aquí vuelve el elemento social-demócrata. Pero se arramblatambién con el comunismo. La ideología fascista contieneuna serie de elementos heterogéneos. Sirve para soldar con­juntamente diversas corrientes en la lucha por la dictadurasobre las masas trabajadoras y para crear con tal objeto ungran movimiento con el fin de volver a ligar estos elementosOs pongo en guardia contra la tendencia a considerar J3ideología fascista como algo sólidamente constituido, aca­bado, homogéneo» 5.

En la lucha de cIases es por tanto donde se sitúan lasdiferencias, pero también las razones de la emergencia,enel seno de todos estos discursos, de temas comunes. Fayc,errando en el primer punto, falla igualmente en el segundo:puede decirse, sin exagerar apenas, que para él, el orden detal emergencia y sus causas se refiere finalmente a las rela­ciones «ínter-individuales» -de diversos tipos- entre sus

5 Le [ascisme ttalicn. Ed. Sociales, París 1971, pág. 13.

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autores. De ahí su obsesión por cuestiones del mayor interés:quién fue el primero en decir tal palabra, quién conoce aquién, quién estuvo con quién, quién cenó con quién, quiénera el primo de quién; todo ello le conduce a una investiga­ción fastidiosa que podríamos designar como el comadreode las palabras. La sombra degradada que se perfila detrásde todos estos análisis de Faye -por 10 demás, esto no seesconde- 6, es la de K. Mannheim, la de aquel que habk) ,por si no lo saben, de la [reiscbtoebcnde 1ntelligentz, «in­telectuales» -en sentido amplio- que, en los «círculos»,en los «cenáculos», en los «salones», en los «grupos», etcé­tera, intercambian palabras para producir, si llega el caso,la historia.

Pero tengamos en cuenta que estos «recitantes» son fun­cionarios de ideologías de clase y que el problema tampocose reduce a una simple extensión de la correa de transmisión,o sea al de los que comandan a estos intelectuales o alg€sus relaciones inter-individuales con los miembros de>la.sclases cuyos intereses representan.

Volvamos a la cuestión del aspecto «socializante» y(aveces «anti-imperialista» -temática de las «naciones pr()l~-.

tarias»- de algunos discursos fascistas. Ello comporta elproblema de las relaciones de tales discursos con los de losauténticos representantes del proletariado en esa época, so­bre todo los del Partido comunista alemán y los de la.ln­ternacional comunista. Al respecto, puede observarse cla~Q­

mente que los términos funcionan de manera completam.tl'ltcdiferente según los representantes de las diversas ideolog!ªs.Sobre este terreno puede situarse de forma precisa la cues­tión de tales «relaciones». Dicho esto, no hay duda de .queciertos errores de la Internacional no han contribuid()~

ilustrar a las masas alemanas sobre las diferencias realesi~~­tre los idénticos términos empleados: me refiero en par­ticular al famoso episodio «Scblageter» en el contextnacional-bolchevismo y que tuvo por protagonista.Radek. ¿Qué interpretación resulta del texto de Fa.un episodio que parece apasionarle? 7. La respuesta'~.I­pletamente natural, se dibuja en filigrana en su texto,p~F?

aún nos enteramos mejor leyendo la entrevista en Le M.~!.I~f:sobre su obra, en la que el entrevistador, con un cand()rcls­licioso no se resiste a plantearle la pregunta. No doy~l

lector 'ni una posibilidad .sobre mil de adivinar ~al interpre­tación: en el contexto de un campo cerrado de intelectualesque intercambian palabras, los «extremos», é'no es cierto?se tocan. Lo dudaremos. Se conoce esta fórmula vacía y pre­tenciosa de la burguesía y que actualmente vuelve a apare­cer: comunistas (izquierdistas) y fascistas acaban por en­contrarse; el fascismo rojo, etc.--. - Teoría del re/ato. Ed. cit., pág. 66.

7 Los lenguajes totalitarios. Ed. cit., págs. 238 y sigs,

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Pero /0 cierto 1.'.\. que ni siquiera raye mismo 1/0 va tanlt"jD:i. 1'.lhll'l1do ollutcado ~l peligro, a.unyue un poco tardedespués de la aparición en tran.cés del libro ~e ll. A,re~dt, sedefiende de él expresamente. Sin embargo, VIsta su opnca ge­ncral precisada por sus análisis sobre el episodio Radek,no hay nada asombroso en el hecho de que Faye dé pief.ícilm~nte a una interpretación parecida en la coyunturaactual.

y aún hay más: el conjunto de los discursos fascistasplantea por otra parte un problema capital que no concierneúnicamente al fenómeno fascista y que tiene actualmenteuna gran importancia. Tal problema es el del sub-conjuntoideológico pequeño-burgués, el de la «ideología pequeño­burguesa», y por otro lado el de la pequeña burguesía comoclase y su funcionamiento en coyunturas concretas. ¿P~ede

hablarse de una ideología pequeño-burguesa en e! nusmosen tido en e! que se habla de una ideología burguesa u obre­ra? ¿Cuáles son los componentes específicos de cada una?¿Por qué y en qué medida el sub-conjunto ideológico pe­queño-burgués funciona como refuerzo necesario y comocaja de resonancia de los efectos de la ideología burguesasobre la clase obrera y de los efectos de la ideología obrerasobre la ideología burguesa? ¿Cuáles son, en esta serie derelaciones, las transformaciones que tal sub-conjunto imponea esas ideologías? Muchos problemas que Faye ni siquieraha rozado.

Pero, como cabría esperar, tales ausencias luminosas .tienen en Faye efectos que van aún más lejos. De hecho, laignorancia deliberada de la lucha ideológica de clases le im­pide, por una parte el descubrir las palabras y los términossignificativos de los discursos fascistas, por otra el situarexactamente a este respecto las relaciones y las diferenciasde la ideología fascista y de la ideología burguesa «clásica»democrático-parlamentaria. De esta forma, Faye se encuentra.obligado forzosamente a dar toques impresionistas y concualquier otra vía de análisis de! discurso cerrada. En efecto,el gran hallazgo de Faye en este dominio y que él mismoanuncia con e! triunfalismo propio de los que demuestranlo evidente, consiste en articular toda su exposición alrede­dar de las palabras de Estado total. Esto no es del todonuevo como acaba de recordárnoslo oportunamente la re­ciente edición en francés del libro de H. Arendt sobre e!totali tarismo escrito en 1951 8. De pasada revelaré que enuna carta a Le Monde fechada e! 17 de noviembre, Fayecaracteriza al libro de Arendt como un «gran libro», lo quepor otra parte no k ha impedido e! no citarlo una sola vezen su libro. Pero en fin, vamos a lo importante: ¿Por quéhaber tomado como punto de articulación decisivo e! térmi-

• Los orígenes del totalitarismo. Ed. Taurus, Madrid, 1974.

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no de Estado total? ¿Quizás, porque puede ser el términocomún y e! empleado más a menudo por los diversos dis­cursos fascistas? ¡Pero no.es el único! ¿Entonces?

La respuesta que sobresale a lo largo del texto de Fayees la siguiente: El término de Estado total es a este respectoprivilegiado, incluso aislado de su contexto, ya que pareceseñalar desde la diferencia entre los discursos fascistas y losotros discursos políticos burgueses «clásicos» hasta la dife­rencia «real» de funcionamiento del sistema político o formade Estado fascista y los otros regímenes políticos «demo­cráticos» burgueses. Quien no ignore completamente losestudios sobre el fascismo habrá reconocido aquí el tema porexcelencia de los análisis políticos burgueses, desde H.Arendt y C. Friedrich hasta R. Aron. Lo que aquí .se pos­tula es una pretendida oposici6n radical entre los discursosy el régimen «fascista» y los discursos y regímenes «de,!,o­créticos», articulada precisamente alrededor de la cue~~16n

del Estado total. ¿Qué forma toma este argumento en~ªye

dentro del dominio de las ideas que es el que le int~~~~ª?El mismo nos lo confiesa: «Aquí (en el discurso del Es~adototal) se invierten muy expresamente los conceptos •• cons­truidos por el pensamiento político occidental, desde Lockehasta Rousseau» '. No se puede ser más claro.

Tampoco puede uno equivocarse mejor. En efecto, esapretendida «inversién», con la que nos ha cansado'is610puede ser mantenid~.ignorando --de forma .J:trosera.Joque Faye designa púdicamente como «pensamrento polítICOoccidental» (¡Vaya, hombre!), y cayendo en las trampas delapologetísmo burgués, que si por alao distingue tanc1~ara­mente a los dos es para glorificar la dictadura «democrátlca~burguesa y lavarse las manos con respecto a sus respon~~bl­Iídades en el advenimiento del fascismo. Tal es de~~M'~ola f6rmula vacía «Iiberalismo-humanismo !7er~us fascIsn¡l~~'o «democracia versus totalitarismo». Es preciso estª 'para no ver que, de forma ~onjunta, los discnrs()sdemocracia liberal V del fascismo se nutren de la.'I'1'\.!:,c~.fuente. que es ·Ia ideología política. burguesa. ¿~uánd()..q!a­blos el «oensamiento político OCCIdental» ha sido .. loJ«tn­verso» del discurso que subtiend~ al fascism?? Seamo,se­rios. Que Faye relea en este sentido a !Vfaql11ave~o.al-Job­bes' a los fisi6cratas. a los famosos «liberales» Ingleses, aMontesquieu (v ya hace tiempo que Althusser pusoaquflos puntos sobre las fes), aBo Constant, C1u~ ~l1elva sobreel «caso» Hegel y sahrá a qué atenerse. El unten caso queaquí constituirla problema es el de Rousseau, pero eso esefectivamente otra historia. '. .

Bien entendido que esto no qmere. decir :ff absolutoque los discursos fascistas sean el despliegue lineal de los

• Teort« d~l relato. Ed. cit., pág. 82.

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«gérmenes» contenidos en el pensamiento y en el discursopolítico «democrático» burgués y que entre los dos habríauna línea de continuidad directa. No quiero volver ahorasobre análisis que· efectué en otr~ ocasión ID: • diré simpl~­mente que para situar las diferencies, habda SIdo necesarioefectuar un análisis en términos de luchas de clases de losdiversos estadios y fases del capitalismo, de las articulacio­nes diferenciales de los diversos aparatos Ideológicos y re­presivos en raz6n de las formas de Estado capitalista, de lacrisis política precisa que corresponde al fascismo. De cual­quier forma uno de losmedios más seguros de equivocarel problema' es atenerse a 10 que los autores mismos -l~sliberales, los fascistas- creen (y expresan en su lenguajecotidiano) que está su diferencia, o sea atenerse a las rela­ciones de oposici6n que el relato mismo asigna a lostérminos: precisamente a la verborrea ritual Estado total­democracia liberal; esto es tan sólo una forma de desplaza.miento imaginario de la diferencia, incluso un ocultar lasverdaderas relaciones. El término de Estado total s610 re­viste significación sintomática en sus relaciones constituti­vas con las nociones de «enemigo», de «nación», de «fa­milia», de «corporación», etc., que marcan los discursosfascistas en el terreno de la lucha ideológica de clases. Porotra parte, es inútil insistir sobre el hecho de que la ideolo­gía no existe solamente en las ideas, sino que se «materia­liza» y se encarna en rituales y actos materiales y dentrode aparatos ideológicos cuyo funcionamiento diferencial di­huja la figura de las verdaderas relaciones entre formasde Estado capitalistas.

Dos palabras para concluir: lo que se desprende final­mente de la lectura de [a obra de Faye es la impresi6n deso­ladora de un embrollo prodigioso. Tanto trabajo, que porotra parte proporciona al lector informaciones muv aprecia­bles, para tratar de tender una mano caritativa a H. Arendtv a las investigaciones sobre el totalitarismo, no merecía lanena francamente por parte de un intelectual progresista,de un «demócrata sincero».

Llego así de forma natural a H. Arendt. No s610 porquelos análisis de su «gran libro» -Faye dixit- dependende forma efectiva de los mismos principios que los de Faye,sino también, porque en covunturas extrañas que surgen amenudo en el sereno cielo de las ideas, tales principios co­rren el riesgo de funcionar del mismo modo dentro del apa­rato cultural-informativo.

De entrada, hay que agradecer la aparición en francésele los escritos de Arendt de los años cincuenta sobre el to­talitarismo. J.os lectores franceses deben conocerlos termi­nantemente. Los orígenes del totalitarismo (1951) de H.

10 Fascismo y dictadura. Ed. Siglo XXI. Madrid. 1973.

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Arendt, que hizo escuela, fue una de las biblias de las demo­cracias anglo-sajonas-alemanas durante los años de la «gue­rra fría». La línea principal político-ideológica de este libroes conocida: comunismo = fascismo, Stalin = Hitler, los«anormales» -comunistas-fascistas- se asemejan, y viva lademocracia occidental; aquí es donde radica efectivamentela cuestión.

No insistiré sobre tal cuestión: hay que tener en cuentael contexto político-histórico en el que el libro se escribió.No pensemos que solamente alguien como el mismo W.Reich pudo tomar esa dirección. recomponiendo en tal sen­tido su Sicologia de masas del fascismo; y no solamenteasimilando bolchevismo y fascismo por un lado y a Staliny a Hitler por otro, sino cambiando y edulcorando al mismotiempo y al hablar del Occidente -y de nuevo aquí radicala cuestión- palabras como «capitalismo», «burguesía»,«proletariado». Basta con comparar la traducci6n de lapri­mera edición del libro, aparecido en francés en edidqri.pi­rata -excelente traducción que no disgusta a los esp~(!ia­

listas- y la edición recompuesta aparecida en tradtl~ción

francesa en Ed. Payot -traducción reputada como «seria»y por 10 que se nos dice que habría que preferirla a la pri­mera (i!)- para convencerse.

Diré, sin embargo, algo de las explicaciones y análisisque hace H. Arendt del nazismo en sí, puesto queáquíefectivamente es donde encontramos las analogías c()t11aobra de Faye. Brevemente: H. Arendt es a unaexpli¿~~i6n

«socio-política» del régimen nazi lo que Faye al anáIi~i~de

los discursos fascistas, Nada extraño por otra parte si . sepiensa en la ausencia de la lucha de clases en los dos y enlos principios articulados de análisis, que giran en H. Arendtsobre la oposición radical entre democracia y Estado Jota­litario y en Faye sobre la oposición radical entre ·«n~l'Isa­

miento político occidental» y discurso de! Estado total. Deesta forma, en e! análisis y explicación del fascismo po 0-

sición a la democracia liberal que hace H, Arendr. el1q a-mos descripciones tan edificantes como oposiciones;~nírnicas entre sociedades de clase o de intereses v sodegádc~

de masa atomizadas; entre e! reino de los «derechos<delhombre- v su ocaso: entre un «Estado liberal» qu~iqeia

en n<1Z a la gente -la historia del lechero de ChllrrhilEV el Estado totalitario que la agohia: entre sociedadesiám«representantes democráticos» v sociedades con élites auto­ritarias: entre sociedades con «propaganda ilustrada'> v so­cir-dndes con sistemáticos ndocrrinnmicnros v engaños pú­hlicos: entre sociedades con instituciones «autónomas» entreel individuo v e! Estado v sociedades con insti turiones esta­ralizadas: entre sociedades con cornnetición política «libre "r lt1 r:11ista » v sociedades con Estado monolítico. v \';1 meparo. Casi de lo único de lo que Arendt nos ha salvado es

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la psicología de la «personalidad autoritaria»; de ello seencargó Adorno, como sabemos.

Por otra parte, todo esto es tanto mis destacable cuantoque tal corriente de pensamiento anglo-sajón no estli ligadaa la corriente «conservadora-reaccionaria» de la «mayoríasilenciosa», sino que procede precisa y principalmente de losliberales -los liberals- que, en otras ocasiones, no handejado de erigirse en condencias críticas e infelices de lasociedad occidental. Hay que señalar, sin embargo, Queincluso en USA hubo, por parte de los radicales -losradicals-« análisis sobre el nazismo (sobre todo la obra deFr. Neumann Beemotbs de otra altura y alcance que los deArendt, pero que, a pesar de los esfuerzos de Wright Mills,quedarán, como corresponde, casi desconocidos.

En cuanto a H. Arendt no podemos sino repetir, muta­tis mutandis, las observaciones hechas a propósito de Faye:el fascismo y las otras formas de estado burgués son todasa la vez formas del Estado capitalista. Lo que tampoco quie­re decir, sin embargo, que no existan importantes diferen­cias entre tales formas o que entre ellas haya una simplecontinuidad lineal. Pero 10 que no consigue H. Arendt essituar de forma precisa las relaciones y las diferencias vexplicarlas. Dicho esto, no cabe duda de que cuando Arendtse aplica a análisis concretos sobre el fascismo encontramoscon frecuencia informaciones y descripciones muy intere­santes que contrastan con las ineptitudes de algunos de susepíaonos: Kornhauser, por ejemplo. Pero aquí no estli elproblema.

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Notas sobre literatura y enseñanza *

Pbilippe Sollers

1. Partimos de un hecho: la contradicci6n -frecuen­ternente antagonista- que actualmente existe entre prácticaliteraria de «vanguardia» y enseñanza de la literatura. Conalgunas excepciones, tal contradicción permanece muy vivahoy e incluso se intensifica. Representa el pese' cada vezmás evidente de una préctica --completamente transformadadesde hace un siglo-- sobre un saber sin práctica.

2. Tal situación está inscrita en la forma enl!1,9uela burguesía accede al poder del estado. La burgUes~.~f;~stáobligada a tener una concepción idealista, «neutra»,~I'ldos

terrenos precisos: la historia y el sujeto. Siendo suicl~lo­

gía prioritariamente el humanismo abstracto, desarrolla. unaconcepción positivista del-lenguaje. En su presentaciólldelmundo un escritor debe ser un elemento moral, a-hist§rico.alguien' que promulgue «valores» universales en una~i~~~xisacorde con un principio de economfa. Por 10 que r~~~taal relato burgués, este debe ser, por definición, la.~~yelafamiliar de la burguesía: cómo se reproduce ésta, C§J1'l,o>secasa, cómo se divorcia, se reúne, triunfa, fracasa, .ca.lcula.Atesoramiento del sentido.

3. Desde el siglo XVIII, el materialismo mec~~i~~taburgués engendra su irreductible contradicción: Sad~¡u adehabla en nombre del despilfarro, del gasto inútil, .•~... r­dida de identidad del sujeto. En nombre de la r;ehistórica. Consecuencia: dos siglos de censura-<".,ésta le sucede una censura desplazada a otro niV'~I:lcurso universitario. •.•• ».~

4. Por definición, la enseñanza burguesa dela./l~~.~~a­tura está obligada a censurar las dos causa1idadesre~J';~i~~toda producción literaria: la lucha de clases, la sextl~f'~~~'Ante la creciente dificultad para silenciar esas do~ reaJ~~~;~~~tan activas, la ideología burguesa tend~rá a «re!nterp~~~llr..las» enfrentándolas: lucha de clases Sin sexualtdad(ense­ñanza«marxista» burguesa), o sexualidad sin lucha de clases(enseñanza idealista).

5. a) La negación de la lucha de clases en el terreno

* Littbature et enseignem~nt (Not~s). Promess«, ~úms. 36-37.Printemps, 1974; págs. 113·117. Traducción de ]. M. Azpttarte.

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de la corlcepci6n del lenguaje se nota sobre todo en la vo­luntad de enseñar una lengua muerta a cuerpos vivos. Nose quiere saber cómo evoluciona una lengua, por qué, bajoqué presiones, cómo y por qué vuelve a entrar en un procesode interconexión con otras lenguas, etc. b) La negación dela sexualidad se notará sobre todo en la maníaca sublimaciónque suele hacerse de los «valores literarios» o en el hechode poner el acento sobre talo cual «excepción» local (reco­nocida al mismo tiempo que condenada, a la vez valorizadav encerrada). Se enseña un cuerpo muerto con lenguas vivas.Una lengua muerta en un cuerpo muerto: tal es el sueñode cualquier dominación burguesa o de lo que esté en víasde negar a serlo.

6. La familia prohibe el descubrimiento de la sexuali­dad en la lengua. La escuela coloca tal prohibición al servi­cio de una historia idealista. Cualquier escritor sabe, porhaberlo sufrido en su propia carne, que es preciso, en unalucha a muerte, resistir frente a esas dos esterilizaciones.

7. Nadie enseña la literatura: se enseña a anestesiarla violencia que encubre la literatura. De ahí que la lite­ratura sea el «eslabón débil» de la ideología burguesa vdesu transmisión del saber: puesto que la literatura o es inte­rrogación del saber o no es nada. La burguesía «pierde» a susescritores después de la Comuna v no los vuelve a encontrarya nunca. Desde entonces hasta hoy, su única esperanza eles-lvacfón ideológica consistirá en coincidir con aquellos sis­temas sociales que traten de restaurar el poder de la hnr­guesía en el terreno ideológico. Tal «restauración» se funda.como por azar, sobre dos principios: el asilo psiquiátrico vla censura literaria. Llegada la hora se puede verificar quela represión política es paralela a la represión sexual y a 1,represión de la lengua. Artaud fue encerrado en vida nor laburguesía francesa. Hoy todavía 10 estaría en la U.R.S.S.

8. La práctica literaria es dramática: hace vivir a unalengua viva, a un sujeto vivo, en una historia real. Ninounnsociedad ha podido acreditarse verdaderamente sin admitirtal situación.

9. En condiciones determinadas, un escritor puede es­tar ligado a un proceso revolucionario. Ejemplos: los flltll­risras soviéticos (Mayakovski}, Brecht, Lou Sin en Chin».Tal ligazón se onera en la lucha revolucionaria. en momen­tos de agudo enfrentamiento entre 10 viejo v 10 nuevo. Porotra parte. un escritor puede. él sólo, transformar las cate­gorías de la racionalidad en la lengua. Es decir. pasar 1101'

«loco». Estas dos realidades están ligadas. Pero, (quiénquiere darse cuenta?

10. La cuestión se plantea respecto a la articulaciónentre. por una parte. la trnnsforrnación de lns relaciones so­ciales y ele 1:1 conrención ele la historia. v flor orra la tr:m~­

formación del sentido y de la simbolización. Tal cuestión

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pasa por el reconocimiento del materialismo histórico delmaterialismo dialéctico y por el reconocimienro del incons­cien te freudiano. Dicho de otro modo: por el fin de la meta­física.

11. La literatura es de entrada una práctica. La con­cepción metafísica del mundo tenderá cada vez más a creery a hacer creer que el' «comentario» sobre la literatura «re­emplaza» a la literatura.

12. Pueden hacerse excelentes trabajos universitariossobre Freud: así nunca se obtendrá la verdad de dos rninu­tos de práctica analítica. Pueden hacerse excelentes trabajosuniversitarios sobre Marx: nunca se obtendrá así la verdadde dos minutos de práctica política. Pueden hacerse exce­lentes trabajos universitarios sobre literatura moderna: nun­ca se obtendrá así la verdad de 10 que se pone en juego endos minutos.

13. El «saber académico» sospecha cada vez <m~s quesu «neutralidad» es una ficci6n. Mientras más los9~pecha,más refuerza su control sobre la ficción.

. 14. ¿Quién habla? ¿De qué? ¿Qué clase? .. ~'~é in­consciente? ¿Qué manera de vivir? ¿Qué conce~ipn delmundo? ¿Qué relaci6n con las ciencias, con el saber? ¿Quésexualidad? ¿Qué lecturas? ¿Qué no-lecturas?

1'. El formalismo ha dicho: existe la práctica del len­guaje. Pero sigue siendo un misterio para quién y porqué.La metafísica (bajo cualquiera de sus formas) n()i};q~iere

saber nada de tal práctica. Círculo cerrado.16. ¿Cómo podría la universidad enseñar erl1'l~mcismo

y recomendar a la vez la práctica revolucionaria?.i¿~mo

podría enseñar el psicoanálisis y recomendar a la veiJa Ii­beraci6n sexual? ¿Cómo podría enseñar la literaturai,yacep­tar que alguien transforma la lengua, el orden delj~~~:tado,de la sintaxis, etc.P

17. ¿Por qué un escritor es precisamentesldebe romper, olvidar, refundir todo lo que se lesobre la «literatura»? (y, progresivamente, soblo restante). ¿Por qué está precisamente delarlltarea sin límites? .ijiD.

18. Nada más simple que hablar un lenguaje'Q)'(')Jª~rnasobre una lengua clásica: se trata en metalengual~z;~~:¡l.1tlalengua arcaica. La dificultad radicaría en hablar,si~rieu­tralidad (esto es: diciendo «yo» y asumiendo toda.s!~~..<:(:,"­tradicciones de este «yo») y en una lengua viva,4é u nalengua viva. ¿Seda esto una enseñanza? Por supuesto que sí.

19. Un enseñante vale 10 que vale la forma en que seenseña a sí mismo. El sistema actual de reproducción y detransmisión del saber no le permite afianzarse en esta posi­ción de auto-enseñanza. ¿Por qué exigir, además, que sele escuche?

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20. No perder de vista el punto fundamental: la mi­seria de lectura. El país que practica el culto de su literaturaes un país donde nadie o casi nadie lee.

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Las vías de investigaciónde Pierre Guyotat *

Catberine Backes-Clément y Aimé Gued]

CATHERINE BACKEs-CLÉMENT: ¿C6mo organizas tu tiem­po cuando escribes?

PIERRE GUYOTAT: En mi práctica, hay «tres niveles deescritura». En principio, un texto «salvaje» que escribo des­de los catorce años; más tarde comencé a escribir textos«cultos». Un texto que entonces estaba ligado a la mastur­bación, escrito durante la misma experiencia sexual, puesla redacción peri6dica está siempre ligada a una inm~alta

práctica sexual -y prohibida en tanto que inmediata;i.~~~epunto es capital-, interrumpida cada vez por el org.sl:ll0.Creo que este fenómeno fundamental no me es particll1ar:desde el comienzo, el deseo sexual ha estado siempre ligadoal deseo de escribir. Descubrir el secreto es, pues, decirque, finalmente, el ansia sexual, el deseo, la investigacióndel orgasmo' han sido siempre, de hecho, la investigaciónde una determinada cantidad de texto escrito, y a la inv~rsa.

Hay, por otra parte, un texto de notas, todo un. engtrilecaudal de notas; y por fin, el texto llamado «cultC?~,esdecir, Éden, Éden, Eden y Tombeau pour '00000 solda/s.Todos estos textos se acumulan en una jornada. La jorllada

. comienza a las 9 h. y termina hacia las 2 h. de -la m~íí.na

(desde las 9 h. de la mañana hasta las 13 h., desde lasl~<h.hasta las 21 h. y desde las 22 h. hasta las 2 h. de la m- );únicamente un texto es insertado de manera regular~

horario, el texto salvaje, escrito, sobre todo, de noc)..".rante la redacción' cotidiana del texto culto hay rn~.·"~sde pausa, que no son momentos de pausa en el textc;»'x [t<l'aunque se preferiría que yo hubiese proporcionado algtlo(}sen él (es un reproche clásico de la crítica burguesa).

Escribo a máquina; s6lo las notas y el texto salvaje~s~ánescritos forzosamente a mano; cuando, con la máquill~deescribir, mecánicamente, se inscribe una innovaci6n de. ()~denfonético, lingüístico u otro, me paro para anotar inmediata­mente este descubrimiento al momento de producirse. Estaanotaci6n simultánea puede estar seguida de otras notas

* Pierre Cuyo/al explique les uoies de sa recbercbe. Entrev. conC. Backes-Clément y Aimé Guedi, La Nouvelle Critique. núm. 42,mars, 1971; págs. 61-67. Traducción de José Carlos Gallegos.

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perfiladas en las innovaciones hec~las la v~s~era, por ~jemplo,y que no tuve tiempo o no quise .escrlblr enseguida paratener así la confirmación proporcionada por una nuevapráctica. y a menudo, e.:~ ~sta página de notas, tras l~ ~otaque indica este descubrimiento (o Igual un desc~t?nml,en­to que yo podría hacer más tarde, pero, ql~e no sera Ins~nto,

de hecho, hasta la semana o el mes siguiente) la c.ontInua­ción del «texto culto» producido, pero rnanuscruo, queminutos más tarde será mecanografiado. Es por esto por l?que rengó una gran cantidad de notas e? las qu~, aproxi­madamente, se halla la cuarta parte del libro escruo. Pues,durante toda una jornada, hay una interacción permanent~

entre los diferentes niveles del texto: hay escritura, CO?tl­nuarncntc, escritura ... Apenas el texto «culto» esta escfl~o,una página «salvaje» es comenzada, frecuenten:ente, solodesde el punto de vista de los accesorios, de las SltuaClOne~,de la figuración animal, mobiliaria o humana. Gran canti­dad de detalles y anotaciones son tomados en el textosalvaje, ya antiguo también, que no vuelvo a, Y:er, perodel que me acuerdo; así fue utilizado ya en 1 ombcau ...Una secuencia importante de Tombcau, la del per.ro y ~lniño fue embrionariamente escrita en una parte muy anti­gua 'de ese texto «salvaje». También en Tombcau, la se­cuencia del carbón, por ejemplo; toda una serie de secuen­cias están en germen en este trabajo salvaje. Así pues, eltexto salvaje es fundamental para mí, el texto «sal ua]c»evacúa una rcprcsián sexual en bruto (económicamente«prostit ucional», sintácticamente rct árica y linJ!,Üísticam,enteargática); entonces, el texto «culto» puede elaborarse libre­mente, 'impersonalmente.

CATIIERINE I3ACKES-CLl~MENT: ¿Puedcs precisar quétextos Ices ¿ interoicncn en las notas para formar parte dela escritura del texto «culto»?

PI ERRE GUYOTAT: Hablemos en primer lugar de losescritores con los que se me relaciona: Bataille, Gcnct,Sadc, Frcud. Freud: fragmentos. He leído muy poco deBat.iillc, algunos textos teóricos y de ficción. No he leídoa Genet hasta el 68, es decir, después de la publicación deTombcau. En cuanto a Sadc, no he leído una sola línea,salvo las cartas desde la prisión a su mujer, antes de diciern­hre de 1969, es decir, ocho meses después de finalizar Édcn.Pero, hasta 1964, hasta Asbby, leí mucho a los autoresingleses, Lawrencc, James, etc.; todos esos textos en los queel sexo no está explícito, pero donde su inminencia escritaproduce un espacio tan dramático de los cuerpos, C0l110 enJames, por ejemplo. Por lo demás, Asbby participaba eneste movimiento, en este espacio premonitorio del sexo.

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Las relaciones, las correspondencias, las posturas sexualesreemplazadas o presentidas de hecho, por toda una figura­ción psicológica: como se elabora en James o en Faulkner,una actitud completamente nueva en la novela tradicional,mucho más nueva que en Proust, el cual me ha resultadosiempre imposible de leer. Por otra parte, libros de historia,gran cantidad de textos griegos y latinos; pero durante laredacción de Éden, especialmente manuales, simples manua­les de ciencias, de astronomía, de biología, zoología, quí-

. mica, física, una gruesa guía médica africana (una medicinapeculiar, por consiguiente, con muy poco de anatomía, perocon abundantes indicaciones sobre la manera de cuidar unafractura o una enfermedad, sobre los síntomas, por ejemplo).Estos síntomas son extremadamente numerosos en el texto,sobre todo en la secuencia final, donde el comparsa machoestá en el último grado de la tuberculosis. .

CATHERINE BACKEs-CLÉMENT: Esto hace pensar enJaforma en que Lautréamont copiaba, en su texto, una paiXtlt1de enciclopedia sobre los pá;aros: es una práctica de integ,a..,ci6n que, sin citarla, lo transforma en. otro texto.

PIERRE GUYOTAT:Hay, en ciertos momentos, ensayos,no de perífrasis, sino de formulaciones lo más científicasposibles, formulaciones que no he calcado del «Larousse»u otros manuales sino que he trabajado a partir de «crec;l'1"cías» personales, erróneas y naíves, respecto a procesos~~7

micos y microscópicos... Estas «creencias», confron.ta.d.scon toda nitidez a las definiciones científicas, proclucenf~r­

mulaciones completas, es decir, cuyo funcionamientode.&recubrir a la vez la exactitud científica, simbólica y, sobre·todo, semántica y fonética. Si estas creencias subsistían.~~,es porque una fonética las permitía. Es un trabajo 1111.1complicado.

CATHERINE BACId:s-CLÉMENT: Otra cuestián:que, durante la redaccián de los textos, hay siemprea tu alrededor. ¿Puedes hablarnos de la relacián en/feamúsica y la elaboraci6n del texto?

PI ERRE GUYOTAT: Tombcau es un libro escritocoll1()Éden pero menos inscrito, es un libro menos desplegagO,mucho más vertical que Éden. En la medida en que es«lírico», el impacto de la música ~ctuaba sobre la for~~la­ción lírica, que algunos han considerado como me~a.f~slca,

pero que no Io ~~. Tombeau er~ d.e hecho un descub,rl.mlentoconvulsivo y lírico del materialismo. Pues la mustca, eneste caso, toca más bien la «temática», mientras que en Edcn,la música toca, alcanzado el límite textual, mucho más. ~re·cisnrnente: es por esto por lo que mi campo de audición

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está entonces considerablemente restringido: en la uoz, vo­ces japonesasvafricanas, árabes, sudameric.uH1S,. jazz, todo elconjunto de mad~igali~t<ls itali~nos, ~k\n~everd1. He trata~omuchas veces de incluir un período de nu texto en un peno­do melódico de Montcverdi e igualmente de imitar el timbre,el volumen' de ahí la utilización muy frecuente, en el mismotexto de 'términos como «modulé». La escenografía, laescena es casi musical, porque el menor ruido orgánico esinmediatamente modulado por el viento que pasa. Todoruido es inmediatamente desviado: ello produce la tensióndel texto la inextricabilidad de la textura, en la medidaen que ningún sonido, en el texto, viene solo. El sonidode las joyas, por ejemplo, cualquier sonido sistema de ondas,es desviado por un golpe de aire, o detenido por la salpica­dura de una sustancia orgánica sobre las joyas. De ahí, muylógicamente, este fondo timbrado, a nivel fonético, que sepuede detectar sobre todo en las fuertes secuencias finales.

CATHERINE BACKES-CLÉMENT: Es completamente fun­damental entender la colocación, en su justo lugar, de larelación entre la voz, el texto y el cuerpo. Siempre se hasituado esta relación en una especie de acústica idealista: lavoz es, de algún modo, la voz de Dios, a través del zarzalardiente, en el desierto, en el espacio y el tiempo de la meta­física y la teología. Se trata más bien, y tú lo pruebas, deuna relación «pulsional» que pasa por el cuerpo y se hacepalabras. No hay ecuación entre el lenguaje musical y ellenguaje escrito -uno sustituible por el otro-, sino unaintrincada relación entre el cuerpo que emite la voz y elcuerpo que emite las palabras. Por otra parte, la voz nollega -como en el tema idealista de la voz de la inspira­ción- pero toca, como el texto escrito, al principio de rela­ción entre el cuerpo y el mundo exterior: por qué toca, sim­plemente.

PIERRE GUYOTAT: Haya este respecto una cosa muyimportante: la utilización simultánea de fenómenos corpo­rales internos que tienen, sin duda, una importancia tangrande como la música en tanto que factor externo; digamosque los procesos del cuerpo que escribe tienen una importan­cia fundamental en el texto. Esto, unido, por otra parte, a lautilización que hago de los manuales y de mi saber empírico,antiguo, más reciente, confirmado por la lectura de los ma­nuales. Hay una experiencia directa de mi cuerpo al mismotiempo que escribe, es decir, que, con frecuencia, un acon­tecimiento orgánico restituye un impulso al texto, porejemplo un ruido de tripas, una subida de fiebre, provocaninmediatamente en el texto un cambio de dirección en laproducción clínica de la figuración. Un acceso de fiebre, porejemplo, que yo siento como obligado a utilizar de inme-

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diato, puede muy bien producir, en ese momento. un cambiode clima en el texto, es decir un cambio de temperatura,un presagio tempestuoso o una pánica subida de savia en untronco cortado. Simultáneamente, el texto tiene su raíz enel cuerpo que funciona y en este mismo cuerpo que escribe.

De momento, hay en mí adecuación (10 cual no quieredecir ausencia de lucha) entre los diferentes elementos queme componen: memoria, mente, organismo, patología, etc. Yeste movimiento irresistible, y de momento controlable, delos diferentes niveles los unos hacia los otros, es finalmenteel nudo del texto. Es el incesante surgir de lo reprimido-y cuanto más se expulsa, más, hay- represión por otraparte colectiva, es decir, social, que produce este texto­límite. Esto no es de ningún modo el uso de la droga, dela bebida, de cualquier castidad o, al contrario, de cualquierorgía; es preciso destruir radicalmente este mito. Si Baude­laire tomó estimulantes, le concernía a él, y es otro proble­ma. De momento, por mi parte tengo ya mucho que ha5~r

con lo que pasa en el interior, con esa batalla interna'i~~~secreción, dosificada al máximo de su eficacia, de una r~pre'T

sión que no me es específica, lo repito.

CATHERINE BACKES-CLÉMENT: Así pues, cualquier inter­pretacián tendente a clasificarte, sea entre los d.esviadosdeuna cierta sociedad, sea entre los poetas malditos, sea,.alcontrario, para denegar este juicio diciendo que gozas detl'faperfecta salud o una perfecta normalida~, son enun~ia~~7recusables: decir «no es normal», o decir al contrano.ssesperfectamente normal», es excluir o rechazar lo que tú haces,lo que introduces por el texto.

PIERRE GUYOTAT: Lo cual, justamente en el ptirp~f

caso el de los «desviados», permite arrojar al autor e.ry 1.111

ghet~o, apartarlo de sus fuentes de ingreso y, sobredel trabajo de publicación y edición que se hace, la rn.~de las veces, a sus espaldas, considerándole comoji]que no (',:tá preocupado más que de su «yó»: .. y <'luedé/."lllestar muy contento por «poseen> el «genio»: IJ S<;gll~~~(~caso, como un medio de recuperarle para la soclal-democra<'Hao la burguesía. .

Yo pienso que no hay corporallda~1 «n~r~al» o «all(~F­mal»; hay simplemente una corporahdad-lunJtc, (e~~lcclr.tal como opera en el límite de la masa y de lo wdn.¡dr';'ll)en la que, me parece, un inconsciente cultural ~reco-latHlp(traducciones escolares de los grandes alllor~s :1I1lIg.1~OS. anti­gua esclavitud, lectura pueril de las. tragedIas. de.Sofocles ~.resúmenes de otras grandes tragedias) trabnjn, Impulsa eltcxtoqllc produzco y así será por mucho tiempo.

AIMÉ GUED): ¡Es el mismo cuerpo, dices el que fU!1-

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ciona y escribe.' Sea, lo que has dicho sobre ello aclara bas­tante la fórmula. Pero si es verdad que un aumento de fiebre}UI1 ruido de tripas} un acontecimiento orgánico cualquierase traducen por un cambio de direccián en el acto de escri­bir, se inscriben en este acto} ¿no es también verdad quete incumbe después el retener o no, en el texto que has lla­mado «culto», estos diferentes cambios de-orientación segúnel efecto global que tú quieras producir? De no ser así} eltexto estaría dependiendo íntimamente de su historia corpo­ral y esta historia resulta, a mi entender, difícilmente comu­nicable.

Lo que yo querría saber es si obras con posibilidad deelección en tus notas} si hay construccián a nivel del conjun­to, elección} desecho, etc.

En otros términos: cuando escribías Éden, escuchabas}has dicho, dos tipos de música. Una música vocal y otra or­questal. Esta última por su organizacián, su construccián,"l/Jora bien} ¿c6mo se manifiesta tal elemento de construc­ción? ¿Aparece para contrapesar la inmediatez de la escrituraorgánica?

PIERRE GUYOTAT: Las partituras axiales respecto a unaconstrucción previsible (fuga, variación) sirven, si mal norecuerdo, para impulsar, para arrancar el texto en su con­junto cuando se comienza atrabajar, provocando gran canti­dad de textos; mientras que el otro tipo de música (vocal,recitativa, melopea) impulsa al texto en sus detalles, en susístole.

CATIIERINE BACKES-CLl~MENT: La utilización de la no­ción de fantasía -a condición de precisar bien su definiciónpara evitar cualquier ambigüedad-s- permite, creo} aclararparte de este enredo del organismo y el texto. No se trata}de ningún modo, de decir que tú fantaseas, lo cual sería to­mar la fantasía como UlM representación embellecida deescenas. Pero si se concibe la fantasía como mise en scencdel cuerpo, que se expresa por una estructura gramaticalprecisa, generalmente una frase -sujeto, verbo, com ple­mento-, el verbo (la acción) toma entonces preponderanciasobre lo representado. Frcuil explica (en Se pega a un niúo ),que la fantasía, para tal individuo, admite las combinatorias-se pe}!.u a un niña, yo soy un niño pegado, yo pef!,o a unniño, y la estructura del verbo permanece inuariablc. Creolfue se puede pensar que determinados escritores uttcgranlo orgánico en una cierta forma de- mover su fantasía pro­moviéndola en el estado del texto, mientras que otrosdisimnlan lo orp..único, el cuerpo, bajo sofisticados oropelestntugiuarios. Me parece que en la prcmcdit acián del textoque t ú pro.lurc«, se trut« de poner en palabras, «lo m,ÍJcerca posible» si se pucd« decir así, la materialidad corporal,

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en relaci~n a la [antasta concebida como combinatoria estruc­turada. ,E~ la razón, creo, de la ilusión de monotonía: unasola y unu:a frase que se prolonga} porque repite la mismaestructura verbal a través de variantes y mutaciones. .Estásde acuerdo? '

. PI~RRE GUYOTAT: Sí, estoy de acuerdo; mi utilizacióntn.me~lata del proceso ?rgáni.c~ sirve, sobre todo, para dis­tribuir el texto, no la figuración ... el texto.

CATHERI,N~ BACKE~.CLÉMENT: Por supuesto que esteproceso. organice no strue para repartir la figuración. Eltexto sobredetermina a la fantasía -será necesaria éxpti­carlo-:- de una manera tan particular que transforma la[uncián y las modalidades sin tocar la estructura. La figu­ración es también un,a 4e las "!aneras de ser de la fantasía, yuna .de las caracteristicas mas esenciales del idealIsmo· esconsiderarla como la manera de ser de la fantasía y la <'¡~kaEs el sentido habitual del verbo «fant.asear».' .

PIERRE GUYOTAT: Sí, es verdad en la medida enqllesetrataba de una orientación, una desviación, un cambió detex.to .que era e,xi~id~ por ese ac~ntecimiento orgánico,acon­tecirmento orgaruco Justamente ligado a -y producido en­un cuerpo cl;lYo estado es particular, puesto que es uncuer­po que esc~l~~, un cuerpo-texto. por así decirlo. Pu~syano hay posibilidad de fantasear, todo es adecuado,sitnUl­táneo.

CATHERINE BACKES-CLÉMENT: Pasamos a la segundaparte de esta entrevista. ¿Cómo leer el texto? Y mas/ton­cretamente, puedes explicar cómo es preciso entendera;¡.Il..r­gelia en el texto} cómo el texto se inscribe en la l~c:~~i4eclases y, por último, la lucha que se establece en tOJ(o)§allibro, la represión} la censura actual y el riesgo qu~senta la lectura de este libro.'

PI ERRE GUYOTAT: Desde el momento en que todé<~~~s­tra literatura o toda la crítica de la ideología domiQ~nte

donde quiera que opere, tiende a hacer pasar cualquiert~~~o

-incluso, teórico o científico- como pornográfico, nopJ.le­de exigirse a un lector que aborde sin prejuicios desfaVQra­bies un texto que trata de lo real sexual.

¿Por qué el sexo, en su figuración social, no fueenpri­mer lugar, analizado en la escritura (el dinero. el adulterio ..los sentimientos, erc., lo fueron abundantemente en otrostextos mayores) y, en segundo lugar, leído con gravedady atención? (Las novelas del dinero. del adulterio, de la«conquista» del poder, del amor posible e imposible, no sonconsiderados «monótonos» ni «escandalosos»). Yo reparo,

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v todo esto es muy coherente, que la burguesía sabe vend~rtodavía muv bien su mercancía literaria en todas partes. Es,PUl:S, muy importante que nosotros, comunistas, ~ech~ccm~sdel initivamerue y en los hechos, esta mercancia literariade la burguesí~, y dirijamos una atención cada vez: másrigur. rsa, cada vez !11ás audaz, al hecho sexual.¿y q~e otraclase que la que está explotada en su fuerza de trabajo y ensu fuerza sexual puede producir este gigantesco y urgentetrabajo? . .

Yo escribía frecuentemente con el presentimiento de queciertas secuencias deberían, para ser comprendidas, ser re­medadas (es decir, no realizadas) por el lector, casi teatral­mente, considerando en este caso el remedo como una libe­ración y por consiguiente como una neutralización delproceso fantasmático de representación. De ahí las co~s~­cuencias que de este texto pueden extraerse en el dominiodel teatro, por ejemplo.

Este texto fue escrito, pues, por un organismo: tal orga­nismo era -al menos eso pienso- el de un marxista, el dealguien que siendo marxista, siendo escritor, siendo poeta,debe plantearse la cuestión, digamos, de la celebración defiguras, de hechos marxistas, de hechos revolucionarios. Esteproblema se me planteó, o sea, que no «entré» en la Van­guardia por el sesgo de la teoría, sino que estaba ya digamosdesde hacía algún tiempo aunque de una manera aislada.

Se puede leer una carta que escribí a los dieciséis años(publicada), donde ya comienza mi preocupación por la ló­gica en poesía; testimonio, pues, del arraigo de lo que ac­tualmente propongo.

Pero yo tuve durante mucho tiempo esa espina que po­see todo joven marxista, todo joven poeta, cscritorvdotudode un «medio de expresión» (aunque no me guste el tér­mino) particular: la de servir a la causa de una manera di­recta. Ahora bien, este virus lo tuve particularmente durantela redacción de Tombeau y hasta después de mayo del 6H,tr ..iduciéndose en un dilema la mayoría de las veces dolo­roso; actualmente estoy escribiendo un texto que pone enescena una figuración sexual, expresamente subtendida porhechos de clase, de opresión y de especie a especie,anima­les, hombres, etc., a pesar de saber que este texto me pro­porcionará muchos más disgustos que satisfacciones ... Du­rante mucho tiempo me he sentido bajo esta amenaza, o seala de reprocharme continuamente (a mí mismo y a otros,cvidcnterncnte ) el hecho' de escribir lo que escribo mientrasla lucha se intensifica en la mayoría de los países, sean sub­desarrollados o de otro tipo.

Tras mi inscripción en el Partido Comunista, en mayode 196H, se me pidiÓ que hiciera un texto cuyo tema fuesela frase de Breton: « La úruca palabra de libertad es todoaquello que aún me exalta». Yo lo hice, y fue mi último

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«gallo» a este nivel. A medida que me sumergía en el tra­bajo del texto, paralelamente reflexionaba más aún sobreesta adhesión y los problemas que planteaba, y esta cuestiónde la celebración poética desapareció completamente, poruna parte en la medida en que me sentí ligado de hechoa las masas, a una clase, a un pensamiento y a una acción,y por otra me di. cuenta de .la experiencia de la lucha coti­diana contra una sintaxis, un vocabulario, una gramáticaideológica en desuso y muy bien determinada ... tal luchame confirmó finalmente que mi trabajo se inscribía muyprecisamente en una lucha generalizada de lleno contra elpoder y contra la ideología dominante, contra el idealismo.

A partir de aquí se puede situar el texto, Éden, en supráctica específica, en la lucha de clases, en una prácticapolítica. Además, esa vieja creencia que pretende que al­guien, considerado como un «visionario», debe estar "librede cualquier ligazón política o teórica, me obligó' a recha­zar de golpe todas las tentativas de recuperación de LqUefui objeto. Corté brusca y súbitamente con esta adh,~s¡?n

y con la publicación de Bordels Boucberie1 en la re•.••.••.v.•.•••.,••.•.••..•.•..i,•.•,.•,.,.s...•.••,t.• aTel Quel. . .

Tel Quel y el Partido son los dos únicos lugares dop.depor primera vez encontré interlocutores.

No se tiene idea de la dificultad que existe para esta­blecer, a excepcián de estos dos casos, un diálogo científicosobre la escritura. Lo demás, se reduce a un intercambiofrecuentemente generoso de exclamaciones, de estereotig()s,que no hace sino reprimir la problemática del texto~

Descubrir los «secretos» de la escritura y, sobretgdo,ligar la práctica de la escritura con la práctica política,esalgo que no se me perdona.

Pues bien, en lo que concierne a la lucha de clases)~8r

qué no considerar finalme~t~ que este libro ~s verd~~~~a•.mente el teatro de una practica (10 cual no quiere d~8~~\lnespectáculo), de una práctica cotidiana ex~rema? . e«violenta» (tomando «violenta» en su sentido rlcontra el lenguaje opresivo que sirve para ocultar .trealidades, lo real de la lucha, lucha política de clases

samente. . . . <.LJ•. ,. As], la palabra misma de «violencia» la he. suprl~f(10del vocabulario del texto, o la palabra «ensuciados, .•g~rejemplo, ha sido reinvestid.a de. un sentido par~icular,s~~lÍnsu etimología l. Todo esto implica mucho trabajo, un esf~er.zo físico y mental intenso, en la medida en que uno estátentado, como se suele decir, a escribir «bien». Yo trapajoen la supresión, en el aniquilamiento de ciertas palabras,de ciertos giros, preposiciones, conjunciones, pronombres,

I Souillé, esp.: manchado, mancillado, adjetiyo del v. souiller,probablemente de un derivado del lato popo del bajo latín: [suculus],fr.: porcelet, esp.: cochinillo. (N. del T.).

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éte •. y ste 'traba]o es el de un cambio total de la len-etc tera. e. , . las ú ,

, od r escribir un texto de 280 pagmas, con as urucasgua. po e .. J di d f

1 bras que en este momento. consiuero 19nas. e igururpa a ra .. bai d 1n el vocabulario materialista, es un tra ajo enorme e que~ún no se tiene una idea suficientemente exa~ta r que prác­ticamente obliga a atropellar, a arrancar, a aniquilar todo ~lvocabulario que sustenta nuestra literatura y, por ~onsl­guiente, nuestro lenguaje cotidiano, Se trata, d,e,una dIrect.aexperiencia de lucha, de ahí mi rechazo definitivo a térmi­nos como el de «creación», en particular.

AIMÉ GUED]: ¿Por qué ese título, Éde~, Eden, Eden..yesos signos no traducidos en el encabezamIento. de la prt­mera página?

PIERRE GUYOTAT: Creo que existen varias explicaciones. posibles. Tres veces está escrita la palabra «Eden» ~ se

pueden pronunciar tres tipos de «Éden». s~xual, t.res tIpOSde zona de liberación del sexo por surgtrmento cientffico:animal, vegetal, humano. También hay, integrados en estostres procesos, fenómenos muy importantes de temperatura,climas, temperatura de las piedras, etc.: la tormenta, porejemplo, es un fen6meno orgásmico. Por otra parte, hay unafonética invocatoria que reenvía a recuerdos de lecturas dela infancia, como por ejemplo la exclamación de los soldadosen la retirada de los Diez mil, cuando llegan a la orilla delmar, Invocacíón, pues, al borde de algo que es una zonaliberadora: tierra prometida, mar, ocurriéndoseme que, deun modo biográfico preciso, es una invocaci6n en zonas queconozco bien y a las que me gustada mucho volver lo máspronto posible; una invocación también en lugares más le­janos, que no conozco aún, pero donde sé que arraigará unnuevo texto.

También al principio del texto está el prologando, sipuedo llamar así a una inscripción hecha de barras, cruces,círculos, puntos, etc., reinvertidos; es una inscripción tua­regh en caracteres tillinagh. Esta frase más o menos signi­fica: «y ahora ya no somos esclavos».

La sociedad tuaregh se fundamentaba -todavía en 1968tuvo lugar la venta de una niña en un centro de cultura delHoggar- en la esclavitud, en el vasallaje. El texto no estátraducido y yo desearía que la lectura de tal texto se acom­pañase de algunas incursiones por los diccionarios (baratos),¿por qué no? Esto no puede sino reforzar la lectura dellibro; por ello hablo de un texto «inscrito» mucho más que«escrito», en la medida en que impone operaciones exterio­res al libro y en que estas operaciones lo inscriben más aúnen la memoria (¿qué se recuerda en un texto? Texto, no«representacíón», ritmos, no «escenas»); por otra parte,encontré que era mejor no traducirlo en el sentido en que

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manifiestamente se tiene una especie de compendio en unapequeña línea, en un pequeño espacio, signos de puntúa­ci6n, algunos muy libres, cuya frecuencia es muy grandeen el texto. Esto puede resultar también como una voluntadde insertar el texto en la realidad alfabética, en el alfabe­to de la realidad escrita.

AIMÉ GUED]: ¿Por qué privilegiar el coito de maneratan sistemática? Hay en la repetición de este acto algo queraya en la provocación;

PIERIlE GUYOTAT: Sí, el escándalo, hablemos de ello.El lector-policía denuncia inmediatamente al texto leyendoen él una pseudo-biografía del autor: «maníaco delirante»,«obsesionado por el acto sexual» (para evitar decir «obsesosexual»), «falsificador», son términos que reclaman el co­rreccional y la camisa de fuerza. Refiriéndose a Tom#cau,la crítica burguesa hablé a la sumo de «delirios», de «sa.n~a­

miento indispensable para escribir un texto mejor»,i·~tc.;con respecto a Éden, se ha llegado hasta el diagnóstico, eincluso la terapéutica (es decir, la prohibición). Hay, pues,un gran porcentaje de riesgo en este trabajo-límite, cuandose sabe lo que esto puede acarrear: Sade, que no hizo lamilésima parte de 10 que hacían en su tiempo las. gentesde su clase en el terreno de la «perversión» sexual, fuee.l'lce­rrado durante catorce años, y Artaud, al que su famili~llizo

encerrar por simples «perturbaciones» debidas al Va1Q~de

su pensamiento (etristeza por sobreabundancia de~ílsa­miento», escribía a principios del s. XIV Ramon LluU),>todoesto es reciente, ¿no? Y yo ya sé, por lo que respecta amicuerpo, lo que una sociedad y una familia tienen el de~echode ahogar.

El solo. hecho de que a la vez haya sexo y com9n~~IDoprovoca inmediatam~nte un compacto tir~teo de a~t.' 'a·.

Si hay provocación, ésta es tnconsaente y .••.•~. ade la voluntad de afirmar ese lazo ya indisoluble~ 1sexo y la política, no desde un punto de vista ~ocia(;­erara: la «sexualidad» y la opresión, la «sexuahdad~(~l'liJaguerra, etc., todo lo qu~ es «scxu~lidad» (hasta la. fei~iJ'1~i­caci6n de una «sexualidad» particular, «perverslOn~ifll.1es610 la clase dominante puede «pagarse»), todo lo. ql.l~e,s«violencia guerrera», «violencia sexual», «odio que parezcaamor», etc, No es esto, sino el SEXO ,como jundam.entode cualquier comportamiento, de cualquier acto y de cual­quier lengua (Freud y Lacan). De ahí. que el sexo se en­cuentre, por una parte, forzosamente ~mculado en. el textoa la práctica social, política, pero también a la escritura porotra, y que de esta forma desnude al texto c?mo texto, Lasreiteradas acusaciones de «monotonía» provienen, pues, dela negativa a ver el sexo desde este ángulo del drama; y el

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«descubrimiento del secreto» cobra así una importancia deci­siva a nivel de la explicación del funcionamiento de lostextos (la crítica no. puede ser entonces más que cicntliica,si no lo es, apela objetiva e irrevocablemente a la censura).En la medida, en fin, en que: este texto está orgánicamenteligado a un cuerpo en trabajo, ¿cómo afirmar que estametonimia del deseo y del texto es monótona? ¿Por quéentonces tantos de nosotros «hacemos el amor» tantas vecesy por qué es tanto en el texto? Se quiera o no, gran partede los procesos orgánicos inscritos en este texto están liga­dos al sexo (vómitos, defecaciones, fiebres): JI el sexo no essino el soporte de esa serie de procesos, el eje al que regre­san siempre y de ahí esa (como mínimo sorprendente) acu­sación de «repetición», al tratarse de hechos raramenteescritos hasta ahora, y que están en su realidad «ordinaria».Éden . a diferencia de .los textos de Sade, opera en otroespacio que no es el de la perversión sistematizada (siempre,por ejemplo, en la inminencia de la coprofagia).

AlMÉ GUED]: La escritura del sexo en el libro excluyecualquier sacralizacián del mismo, lo cual me parece impor­tante; pero,.en última instancia, el sexo se encuentra sacra­lizado de otra forma, por esa especie de copulaci6n c6smicay, como decías a propásito de Éden, copulaci6n humana, ani­mal, vegetal, mineral...

PIERRE GUYOTAT: En el libro anterior también existíala misma figuraci6n final: una pareja, pero una pareja sola,en una isla surgida del caos y del diluvio, con animales alcomienzo de su evoluci6n. Mientras que en Tombeau setrataba de una pareja idealizada (dos adolescentes que se«seguían» a través del texto) completamente desocializada,completamente apartada de la Historia, al comienzo absolu­to ... esto es históricamente impugnable... en fin, un diluviotal que todo desapareci6... Aquí, es completamente diferen­te: hay una pareja en la que, al contrario, todas las particu­laridades sociales están acentuadas: las relaciones, por ejem­plo, del señor feudal (que está tuberculoso, extinguiéndose:tal es también, no lo olvidemos, una realidad etnológica muyprecisa, una intensa realidad política) con su esclavo (akli)se hacen cada vez más brutales, puesto que desde la estacao la lanza, se llega a la sangre: el esclavo, que ya no puedeser sexualrnente utilizado por dinero, es ensartado por supropietario. Aún más, en la totalidad del texto, las relacio­nes sexuales son siempre relaciones de clase, y esto hastaen el más minucioso detalle; es preciso ver precisamente enla totalidad del texto, quién goza y quién sufre, quién estáenci~a y quién. debajo, etc., y estudiar tal disposici6n enrelacián permanente con la escritura. . .

Es preciso ver también los accesorios, la ficha de pago, .

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por ejemplo, que tiene una gran importancia. Me parerc que.desde el punto de vista económico, d texto funciona toral­mente; de hecho, nada éstéi d.ulo, todo est;' cambiado. Porúltimo, hay accesorios modernos o pseudo.. modernos. tete­ras, etc., y toda una pequeña instrumentación elemental.Por tanto, si esto fuese un «celen». ya estaría ('('hado a pcr­der.

Estimar que yo pretendo resolver todo esto mediante unretorno a la elementalidad ('S falso (aunque. de cualquierforma. hoy día necesitarnos mucho tal elementalidad). r:lanálisis antropológico de la secuencia final sería extremada­mente importante (y de hecho se hará l. La figuración no {'S

del todo edénica, a pesar (le las apariencias: está la bestia,el mono, que trata de salir, surgir de su especie, <le su nivel

- histórico, etc.: es preciso, pues, leer este texto como resta­bleciendo en los hechos la nocián cit'l1tí/iCtl de ghl(,.fis. en­mascarada, deformada desde hace siglos por el 11Iil() de«Adán y Eva», Nosotros estamos muy lejos de una «vi~i~n*idealista, de una «visión» utópica; en una palabra, cst~l1'I0s

en otra problemática que no .es la de la «creación» (cori'o«c»mavúscula o minúscula).

o Hay, en suma, tres lugares: un lugar interior y OOSCXh.'­

riores que rodean, que contornean al primero, lugar cerrado:el lugar cerrado es, por otra parte, el de la esccnografla cx­clusivamente macho, mientras que los dos lugares abi~rtos

son, al contrario, los de la escenografía heterosexl1ªl,EIburdel es un lugar cerrado, la cabaña de 1" aduanad(jndese hacen los aparcamientos machos, también. En el Hijrdelmacho -es importante-, donde se realizan los «rc1aci()nessólo entre hombres», las mujeres, en el exterior, miran; yen el paroxismo de la escenografía macho, los hombl'es<sedesplazan por el jardincillo para ir a copular bajo la.. miI'l~lade las mujeres acostadas tras la valla que lo rod~ . 'lYaquí gran cantidad de hechos psicoannlíticos, inforll} 'spara leer atentamente. Además, los lugares ahiertQ nsiempre recubiertos por un lugar cerrado y a lai ..... 'frecuentemente hay pasajes entre un lugar cerradQ\i<tir<labierto (el jardín del burdel, las barracas de In aduana~~c1campo y la tienda del desierto).

Yo he visto esta realidad. No está tan alejada de lo quehay escrito en el texto por tina parte y, por otra,terel>iloque es preciso escrutar ante todo la escenografíascxutl!para detectar los múltiples movimientos embrionarios-alerebelión, a nivel de la libertad de uso del cuerpo CWazzag,a quien está implícitamente prohibido copular, eyacula Iur­tivamcnte), a nivel de la reivindicación de una necesidad(el akli repitiendo su escurrimiento hacia la marmita dc hu­bas). Es de notar también la marcha irresistible dc \X!azz;tghacia las mujeres, de una a otra parte del cerco, su ll.umulu

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al cuerpo hembra, y otros muchos hechos relevantes de estafundamental pulsián social.

En cuanto al «edén» final, está marcado por la enferme­dad, por la intemperie. El torbellino final ataca a l?s .cue:­pos no protegidos, pero, del mismo ~od?, en la irrrsoriatentativa de protección hay una precisa Jerarquía: l?s se­ñores se guarecen bajo la piel curtida, mientras los animales\' esclavos cavan hoyos.. Es preciso señalar que todas las figuras hu~anas (ma­chos y hembras), todas jóvenes, son «bellas», mcl~so elcojo. Está escrito que la piel es fresca (sonrosada, Jaspea­da, ctc.), en cuerpos hermosos, pero en los marcados. p.orherencia de la sub-alimentación o por accidentes de trabajo,la opresión sexual actúa aún con más fuerza ... la señal delfardo llevado sobre, la cabeza, sobre los hombros, sobrelas espaldas, sobre los riñones (no es indiferente señalarque, en toda la escenografía sexual, son precisamen~e estaspartes del cuerpo las abrazadas por el gozador-dominante),

¿Por qué, por último, negarse a ver política en. el texto,en Tombeau y Éden, con el pretexto de que está integradolo sexual? ¿Y por qué, en fin, no querer leer que lo queel nómada recom pone COI1 las joyas, sobre el cuerpo de lamujer, es el al/aiJelo de una lengua en trance de extmcián?

Éden es un texto en el que se abre camino una «orali­dad» 2 devoranre, permanente, pánica; escribe 10 que nopuede escribir un bebé ni incluso un feto, y el texto sealimenta del texto, como el [cto de la placenta. Es la fasefetal, el' texto está empalmado al texto, y de ahí esa incxtri­cabilidad junto a esa fragilidad que da palpitación al texto.Con respecto a esto, la función del bebé es muy importante;hay también, incontestablernenre, una evocación bíblicainconsciente (el árbol, la leche, las cabras, el niño envueltoen pañales, la mujer y el hombre sorprendidos por la.intem­perie, las serpientes, etc.), en la que hay que ver únicamenteel resurgir de una interrogación inmemorial sobre el origen,v nada más.. El inconsciente habla: en la organización de este libroes preciso ver el hecho de que soy marxista.

Éden no permite, a mi entender, una interpretación re­accionaria o anarquista. porque el texto está ahí, demasiadocoherente, demasiado riguroso. Y un texto que simultánea­mente integra sexo, escritura, política, no puede ser «recu­perado» en nombre dc uno u otro de esos términos, es decir,impunemente mutilado.

El prohlema de la «comunicación está, pues, planteado.Creo que el solo hecho de que se pueda. apropósito de estetexto, hablar ele figuración. justifica la legibilidad del texto.

1 Noción psiconnalíticn. califica el deseo referido a un objetoparcial' dependiente de la [boca] (se relaciona con la 'Jau oral],primera estructura del niño). (N. de «la Nouv. Crit.).

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Yo no he pc,dido I1UrIC\ pensar en el «problema- de la co­

municación sino en rc'acion con una práctica política, mate­rialista. Cualquier (ltJ'í\ aproximación a esta cuestión corres­ponde para mí al (. correo del corazón». Escribo el texto, nopara encantar, consolar o rellenar no sé qué momento de.ocio del «lector», sino para hacer avanzar la lengua, paraproducir Historia)' 1/0 «bistorias»,

Libros de Pierre Cuyo/al:

Sur un cbeual, Le Seuil, 1961.

Asbhy, Le Seuil, 1964.

Tombeau pour 500.000 soldats, N. R. F., 1967.

Ed Ed Eden N. R F. 1970. Prefacios de Michel Leiris, Roland. en, en, , .

Barthes y Philippc Sollers.

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Page 38: Para una crítica del fetichismo literario

El pintor de lo abstracto *

Louis Althusser

Un día en que me encontraba en los Salones de laBienal de Venecia en donde Cremonini exponía sus ad­mirables lienzos, dos franceses entraron, lanzaron un parde miradas al azar, y se dirigieron de nuevo hacia la puerta,mientras el uno le decía al otro en voz alta: «¡No tiene in­terés: expresionismo!» Más tarde he vuelto a encontrar esamisma expresión calificativa en la pluma de los críticos dearte, Pero tratar de aplicar a Cremonini el término «expre­sionismo» es índice patente de un malentendido. AUl'lettle,después de todo, sólo se trata dé! malentendido eri!''llleestá prisionero todo juicio crítico (y por consiguieilte;i,:t~~a

estética), que no va más allá de ser el comentario, incb.isiveteórico, del consumo estético. El malentendido domlnantcdentro de la crítica de arte contemporánea. La cual, cuandono reviste su «juicio» con las galas del esoterismo de, unvocabulario en donde los cómplices de una carencia de cono­cimiento sólo se comunican su complicidad, y se arriesga ahablar un lenguaje desnudo, descubre a los ojos de todo>elmundo el hecho de que no es más que una rama delcarnpode la degustación. Es decir, de la gastronomía.

Para «ver» a Crernonini, y sobre todo para hahlál' delo que Cremonini nos hace ver, hay antes que nadárqueabandonar las categorías de la estética del consunio.>iSenecesita una mirada distinta de la de la concupisq~n:(:ia

o de la degustación de los «objetos». Toda su fu"r depintor figurativo proviene en efecto del hecho «1Cremonini no pinta «objetos» (esos corderos despedesos cadáveres torturados; esas piedras; esas plan~

sillón 1900), ni «sitios» (el mar; vista del pesado esgB~7oarticulado de una isla; vista de una ventana abiertaspbreel espacio; ese balcón suspendido en el cielo; eS~lsaISB1)ascon lechos y armarios barnizados; ese lavamanos dedud()~a'

limpieza; ese compartimento di' un tren que marcha!~:Dlánoche), ni «horas) o «instantes» (el amanecer cll<lndotom­pe la aurora; la noche; el mediodía de un patio apla~H.,dopor

el sol en donde juegan unas chiquillas). Crcmonini-pinrurelaciones, aquellas en que se inscriben los objetos, los si­tios, v las horas. Crcmonini es un pintor de la abstraccián.No U;l pintor abstracto, dedicado a «pintan) un puro posi­hlc ausente en una forma o una materia nuevas. sino un

* Revista ECO, núm. R9, Bogotá, septiembre, 1967.

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:!)!i1111.

I¡¡~

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pintor de lo abstracto real,'· el cual «pinta», en un sentidoque será necesario precisar, relaciones reales (las cuales,como tales, son necesariamente abstractas) entre los «hom­bres» y sus «cosas». O más bien, y si se quiere darle aesa frase toda la plenitud de su sentido, entre «las cosas»y sus «hombres».

«Ven> esas cosas en los lienzos de Crcmonini implicaal mismo tiempo ingresar en otro tipo de relaciones: lasque mantiene el «artista» con su «obra», o más precisa­mente, la obra con Sil artista. En lo que a esto concier­ne, la crítica del arte moderno piensa casi siempre esasrelacion~s e~. ~l misterio de la subjetividad del pintor,el cual inscribirla su «proyecto creador» en la materialidadideal de su «creación». La estética del consumo y la estéticade l~. creación no' son en realidad más que una y la mismaestética: ambas reposan sobre las mismas categorías ideo­lógicas básicas. En primer lugar, la .categoría del sujetocre~d~r. o cons~midor (productor de una obra, productor d~un JUICIO estético), dotado de todos los atributos de la sub­jetivi?ad (libe~t.ad, proyect~, acto de creación y de juicio;necesl~ad estetlca,. etc.), En segundo lugar, la categoríad.e} obieto (los «objetos» representados, dados en la figura­cI~n por la obra, la obra como objeto, producido o consu­mido). La subjetividad de la creación sólo resulta en esafor~~, el re~lejo en ~spejo (y ese reflejo es la ideologíaesteuca propiamente dicha) de la subjetividad del consumo.La. «obra» es solamente fenómeno de la subjetividad delartista, ya sea ésta subjetividad psicológica o estético-tras­cendental. Cremonini nos lleva a concebir que el «misterio»de la «interioridad» de un pintor, de su «proyecto creador»sólo es su obra misma. Las relaciones del pintor con su«obra», no son nada distinto a las «relaciones» que el pin­tor «pinta». Al hacer ver las relaciones de las cosas con sushom?res, Crem~nini nos hace ver, al mismo tiempo, no lasrelaciones del pintor con su obra, las cuales no tienen exis­t~ncia estética, sino las relaciones de una «obra» con supintor, las cuales son a la vez las relaciones de esa obraCOIl 1I0$0/ros.

~~a ,la historia personal de la obra de Leonardo Cre­mornru solo es cornentano a esta necesidad: la refutaciónde la pura subjetividad de la producción reflejo en espejode la subjetividad del consumo. '

Esta. historia reviste tanto y tan notable interés, no porhabc.r Sido comenzada por este o aquel objeto y habersecontinuado por talo cual otro, sino por los /,mblt'mas af ron­tad~s: y cuya his~(~ria sólo e~ el planteamicnto, l•• transfor­mael?n y la. soluclc~n progresivas y tenaces dc aquéllos.

E~ realid,ad, Crcmonini ha «comenzado» [siempre senecesita «C(~menz?r,> con algo) por la J!.(·oloJ!.íd. las arrnazo.nes, las articulaciones, amontonadas por la gravedad y la

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historia, del cuerpo pasivo de una isla, adormecidas en elpesado olvido de las rocas, a orillas de un mar puro, de unhorizonte sin materia. Pero ya en este momento, Cremo­nini es todo lo opuesto a lo que son los pintores de «ol»jetos», a los paisajistas. Al pintar los peñascos sólo pinta deéstos lo que ellos ignoran: su gravcd••J, su peso, y su me­moria (olvido), es decir t su dijcrcncia con nlgo completa­mente distinto a ellos, con aquello que constituye el suelode los hombres.

Cremonini ha proseguido y ha pasado al IJel!.cta/: elcrecimiento explosivo de un bulbo, el largo grito de lostallos mudos, el brotar estridente de una flor, mostrándoseen el aire como un páiaro de silencio. En esas presencias elpintor sólo «pinta» ausencias: el ritmo, el brotar, el crujidodel tiempo, «figurado» en esas plantas tomadas en instan­tánea, es decir, eternas -y el grito de esa voz, «figurada»en algo completamente diferente, en gestos, trayectos ysuspenso.

El pintor pasó luego a los enimales: corderos in~~YHes,cuyos huesos, al atravesar los cueros, chirrían en l~i:\pa.rá­lisis del movimiento; rebaños semejantes a las roc~~<l\CU­

muladas sobre las que pacen; perros fijados en unc~Jº debronce; bestias despedazadas que yacen entre homhrcSqueamontons.. cadáveres de hueso, y parecidos a los cadáveresque cargan sobre sus descarnadas espaldas. Al pintar losanimales, sólo «pinta» de éstos los huesos articula4º~,. ta­liados en la misma materia de la roca: articulncionesqp~;ljan

sido fijadas en la muerte, durante la vida misma del~if;~.ida.

y muy pocos hombres, a los que fija en la mismaJ1'l~~Fria.Los animales y sus hombres, los mismos muertos vi'l()s,. ro­deudos por la piedra que unos y otros son, y por el.~i!r~ endonde se piensan libres. Entonces, ¿qué es lo que «rHnta»en realidad Cremonini? Semejanzas (rocas, huesos, l1flr, 'les.hombres), allí en donde residen diferencias -y «pi .'esas semejanzas, «pinta» diferencias: sus animalhombres están a la distancia de la naturaleza quejado nuestra «idea», es decir, la ideología domil"l'~

hombre·<i;itPor último, Cremonini ha llegado a los homh~C:$, que

ya rondaban entre las bestias.En esta forma, el pintor había recorrido y rcJlr9~J;Ú.ci­

do, en su historia personal de pintor. todo el dclo(!§tlllaHistori •• (rocas, plantas, animales, hombres), pero m()~tri"'ldo

que todo dios, aunque éste fuese el pintor, estaba allst.'ntl.".excluido. desterrado. ~ Había reproducido esta historia enSil «orden» material, orden que podría decirse «matcriu­lista»? ~La tierra, las plantas, lo vivo; el hombre, en fin?

Es ohvio que cierta ideología de la relación directa delhombre con la naturaleza ha inspirado dcsdc el comienzola obra dc Crcrnonini. Lo que lo fascina todavía persona]-

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Page 40: Para una crítica del fetichismo literario

mente cuando «ve» el brazo de un sillón o una herramien­ta es el hecho de que prolongan las articulaciones de losmiembros óseos, humanos y animales; y que esas articula­ciones no son otra cosa que juegos emparentados con losjuegos originarios que componen las relaciones del equili­brio-dcsequílibrio de las palancas de gravedad de sus rocas.De allí el sentido que ha podido tomar para éle! orden enque h.t reproducido esta Historia, al mismo. tiempo que havivido JU historia. Podría ser el orden de un Génesis (inclusi­ve materialista), es decir, de una [iliaciátt a partir de un ori­gen que contiene el verdadero sentido de las cosas, laverdadera relación del hombre con la naturaleza, con sus«objetos», y ante todo la relación ejemplar del artesano consus materiales., sus herramientas y sus productos.

Es muy posible que ese «proyecto» ideológico haya ins­pirado, es decir, haya atormentado a Cremonini, y que lailusión que contenía haya hecho parte integrante del agen­ciamicnto de los medios que han concluido por producirsus lienzos y su propia historia. Pero el resultado (lo únicoque existe para nosotros: sus lienzos, de los cuales estamoshablando) es justamente algo completamente distinto, ab­solutamente diferente a ese proyecto «ideológico». y losacercamientos (las semejanzas) entre las formas de los cua­tro órdenes (geológico, vegetal, animal, humano) no son enrealidad el principio organizativo dominante. Están some­tidos en sí mismos a otro principio de organización: el delas dijcrencias, En un determinado momento, Cremonini hapodido crea que pintaba sólo «parecidos», «semejanzas»,«isomorfismos», necesarios para la elaboración de su «pro­yecto» ideológico de la filiación de las formas (rocas,-plantas,osamentas articuladas, herramientas, gestos... ) En realidad,desde muy pronto, esos parecidos han estado sometidos auna h'gic'l totalmente diferente: la de las diferencias, lascuales Crernonini no ha dejado ni un sólo instante de «pin­tan>. Y en primer lugar, la diferencia con ese proyecto ideo­lágico de la [illacián de las formas. Todo esto puede «verse»claramente en la última etapa de la pintura de Cremonini:los «hombres».

Los hombres. Esos hombres tendrán al principio, ten­dr.in durante mucho tiempo la forma de esas «cosas», delas «cosas». Cuerpos y figuras de piedra,traicionando ensus objetos y sus gestos sus orígenes primordia]es:jllsta­mente esos huesos transpuestos en herramientas, esos flacoscodos articu lados como los brazos de las sillas, esas mujeresapoyadas romo los barrotes de hierro de S\lS balcones. LoshOIl1I)1"(:s. l-'iguras fijas en su esencia, CI1 su pasado, en S\l

origen. ('S decir, en su ausencia, la cual los hace ser ]0 queSOIl, sin haher podido vivir, ni h:llwrse preguntado por qué.Las «cosas». F<;a<; herrallli<':Ilt:ls, esos utcnsjlios, esos muros,paredes que separan el interior del exterior, la sombra del

aire, la cual hace lucir la capa de los barnices em.pleados, lalimpidez cruda del cielo. Los hombres. Confeccionados enla materia de sus objetos, por ella rodeados, capt~rados, cap­tados, y para siempre definidos; rostros cor~oldos por, elaire, roídos y como amputados (rostros casi ~e. 4emas),gestos y gritos fijos en la inmutable pesantez, urIsIón. deltiempo humano reducido a la eternidad, a aquella eternidadque es propia de la materia. _

Entonces comienza, hace unos poc~s anos, a apare~er

lo que. sordamente hablaba en esa Historia: las relaf'o­IlCS de los hombres entre sí. No es casual que este obJ~tohaya tomado en Cremonini la f~rJ.Da de ~na explotaciónde los espejos, ante todo de los viejos .espeJos de los hoga­res populares, de los sórdidos armarlos 1?OO: los hom­bres enfrentados a su única riqueza, a ese .mlserable ~asadoen donde se miran. Se miran. No: más .~Ien, son ml.rados.Son sus espejos, su miseria, lo que los fija, esos espejos lesenvían, a pesar de ellos mismos, a. ~sar de cuanto •. 9a~an,su único bien inalienable: su propia Imagen. .

Sin embargo, esas mujeres no se ven ~tr~rs~~~iisUespejo mientras hacen su toilette, no se ve m sIqU1er~esa

muchacha cuyo deseo desnudo vemos nosotros, SOJ)fC:. lasuperficie del espejo que tiene junto.: son sus es~)os losque las ven, y ven el círculo de su ~Ista, esos espejos que,sin embargo, están ciegos. Los eSPc:Jos ven a los ~om.br,:shasta en el sueño y en el amor: el Implacable refIe)0'i1ndl­ferente a su modelo, ve para nosotros a esos.seres de9~.l'pe,de sueño, de deseo y de vigilia, hasta .en el CIelO sus~n~ldode su vértigo. Así y todo, en esos lienzos, las al,tur4cs/sonverticales: puertas, ventanas, paredes, muros! están ahf. endonde se «pinta» la implacable ley que gobierna, hasta ensu fatigada carne, a los hombres: el peso, la grllveJaJ/d~lamateria, es decir, de su vida.

Nadie podrá sostener que es cos~ del azar la .preel surgimiento de esas grandes verticales de las p~

de los muros de Cremonini justamente en el mOl1Jeque acaba de pintar en sus espejos el inexorabl'ecque domina las relaciones de los hombres entre Sf:~~;iasrelaciones de los objetos con los hombres. En el clrcpl~delos espejos está «figurado» un remitirse a t?tal~entec~ife­rente al de las semejanzas de las formas, mscrlto.~~mr?de la ideología de la [iliacián. El círculo de los espelos«fl­gura» el hecho de que los obj~tos,Y sus formas, a~mq~et!,s­tuviesen emparentados entre SI, soll~ lo son por. girar .en· elmismo círculo, porque csnin sometidos a la misma ley, lacual domina ahora. de manera «visible», las relaciones (lelos objetos con sus hombres. • .

Adcnuis, ese círculo es realmente un círculo: «gira enredondo», ha perdido todo origen; p(:ro , al tiempo, conel origen, parece haher perdido igualmente toda «dctermi-

RI

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nación en última instancia». Los hombres .y sus objetos nosremiten a los objetos y sus ~ombres y vl,ceversa, s!e~.pre,sin fin. Sin embargo, el sentido de ese circulo. esta flJa~opor su diferencia: esta diferencia no es ?tra que la prcscncra,al lado del círculo, de las grandes verticales de la gravedad,las cuales «figuran» en esa presencia algo dis~int.{) .411 remit~r.se perpetuo de los indivi<.~u(~s-!lUmanos a .lo~ mdlvlduos;ob)e­tos y viceversa, hasta ~l, infinito. Algo,dlS!I!tto a ese c~rculode la existencia ulcolágjca: la determinación de ese circulopor su di!t.:rc11l:ia, por otra estructura, n.o circu~ar, por unaley de naturaleza diferente, gravedad. Irreductible a tod,oGénesis, y que atormenta en lo sucesivo, .c~n su ausenciadeterminante, todos los lienzos de Crernonini".

En las últimas obras el círculo no necesita, para ser«pintado», de la presencia física de los. espejos. Se con­vierte directamente en el círculo de lo mtenor y lo ex­terior el círculo de las miradas y los gestos tomados el}el círculo de las cosas. Algunos ejemplos: en el interiordel apartamento de los vecinos, visto por la venta~a, losvecinos miran ese otro interior desde donde son mirados.O los carniceros sagrados confundidos con el gigantescocadáver del buey abierto entre el que escarban (círculo delhombre y la bestia), los cuales se vuelven hacia la vitrina(círculodel interior y el exterior) en donde la prohibiciónha puesto a una niña que huye antes de haberlos miradosiquiera (círculo del deseo y la prohibición). O el juego «sinreglas» de los niños que aparecen corriendo por entre losmuebles, juego sin reglas puesto que la única que lo gobiernaes la ley de conclusión de un espacio cerrado, el único cuer­po de su «libertad». En el mundo «acabado» que los dorni­na, Cremonini «pinta» así (es decir, «figura» por el juegode las semejanzas inscritas en las diferencias) la historia delos hombres como una historia fallida, desde los prime­ros juegos de la infancia hasta el anonimato de los 1'03­

tros (de niños, de mujeres, de hombres), por la abstracciánde sus lugares, de sus espacios, de sus objetos; es decir, «enúltima instancia», por la abstraccián real que determina yresume esas primeras abstracciones: las relaciones que con­dicionan sus condiciones de vida.

Yo no puedo decir, pues esto no tendría ningún scnti­do, que se puedan «pintar» las «condiciones de vida»,pintar relaciones sociales, pintar relaciones de produccióno formas de la lucha de clases en una sociedad dada l. Perose puede «pintar» a través de sus objetos las relaciones vi­sibles tales como esas relaciones figuran, por su disposición,

I Es, a mi llIodo dl' ver. l'1 rrror ~h' la pucstu en escena de (;('or.,l:/',f Dandin, rl'alizado\ por I{ogn PI:IIll'hllll. al menos tal como la hevisto en A\'irIlOI1. ('11 [ulio dl' \9(,(): no se puede poru-r en escena.en persona, clases soci.ik-s, en 1111 texto en que st'llo Sl' tratan algunosde SIIS «l'fl'ctos estructurales».

la ausencia det(.'rminada que las gobierna. La estructuraque rige la existencia concreta de los hombres, es decir, quele da forma a la ideología vivida de las relaciones de loshombres con los objetos y con los hombres, no puede, encuanto estructura, recibir figuración en presencia, en perso­na, en positivo; en relieve. Sólo puede estar por huellas yefectos, en negativo, por indicios de ausencia, en hueco,Ese vacío, que «figura» una ausencia determinada, estáinscrito muy precisamente en las diferencias pertinentesque se han mencionado acá: en el hecho de que un objetopintado no es conforme a su esencia, esté relacionado conotro distinto a él; en el hecho de que las relaciones habitua­les (por ejemplo, las relaciones hombres-objetos) estén in­vertidas y desacuñadas; en el hecho, en fin, que lo resumetodo, de que Cremonini no puede pintar el círculo sin pin­tar al mismo tiempo, junto y a alguna distancia de él, peroal mismo tiempo, algo que recusa su ley, y «figura» la,efi­cacia de otra ley, no ausente en nadie: las grandes~t'r-

ticales. .: '.,Lo que sucede con los rostros humanos es un últti'np

efecto de esta necesidad, de la eficacia de las re/adanesabstractas que son el objeto ausente de la pintura de Cremo­nini. Ante esos rostros deformados, a veces aparentementemonstruosos, si no deformes, se ha afirmado que se tratade expresionismo. Hacerlo es consecuencia de que 'seihapermanecido anclado en una ideología humanista-reli$i(>sade la función del rostro humano en el arte, al mismo tiefl'lf>oque en una ideología idealista de lo feo (141 estética delo.feoes la ideología del expresionismo), la cual confunde la>dc­formaci6n con la deformidad. La función ideológica hp.tna­nista-religiosa del rostro humano es ser el sitio de moradªid~l

«alma», de la subjetividad, y por consiguiente laprp~~a

visible de la existencia del sujeto humano, con todala/f~~f~za ideológica del concepto de sujeto (centro a par' 1cual el «mundo» se organiza, porque el sujeto humacentro de su mundo, como sujeto percipiente, com();;;~/

activo «creador», como sujeto libre, y por consiguiel).t,ponsable de sus objetos y de su sentido).

A partir de esas premisas i~eológicas es ~at~r~ICJti;~>~1rostro humano sólo pueda ser pintado en su tndlvldualt~",aidentificable, por lo tanto reconocible (bajo tales ocu~~~srasgos individualizantes ), y recon~i~le hasta en lasv~rla­ciones de su singularidad (tales sentimientos, que «expresan»la calidad y la función religiosa de ese sujeto, centro yJuen­te de su «mundo»). La estética de la deformidad (de lo feo)no es, en su principio ,mismo, la. crítica. y la rev~ación deesas categorías ideoI6glco-humamstas, sino una slmp.le. va­riación de ellas. Por lo tanto, los rostros de Crernonini .noson expresionistas. Y no lo son pues no son deformes, smoque están deformados: su deformación es sólo una ausencia

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determinada de forma, «figura de su anonimato», y esteanonimato es lo que constituye la revocación efectiva de lascntcgoríus de la ideología humanista.iPara ser más precisos,la deíormación que Crcmonini hace sufr1.r a sus rostros esuna deformación determinada, en el sentido en que tal de­Ionuucióu no sustituye una identidad por otra sobre unrostro, en que no le da a los rostros una «expresión» deter­minada (del alma, del sujeto), en ~ugar de darle tal o ~~alotra. Lo que hace es quitarles, al privarlos de tuda expreston,la función ideológica que esta expresión asegura en las corn­plicidades de la ideología humanista del arte. Si los rostrosde Crcmoniui están dejormados, es que esos rostros notienen la [orma de la individualidad, es decir, de la s.ub~c~j­oidad, en la cual los «hombres» reconocen desde un pnnciproque el hombre es el sujeto, el centro, el autor, el «creador»de sus objetos y de su mundo. Los rostros humanos deCremonini no pueden ser vistos, se niegan a la visión, esdecir no pueden ser indcnrificados como portadores de laIunción ideológica de expresar sujetos..Por ello están tan«mal» representados, se hallan apenas en estado de bocetos,como si, en lugar de ser los autores de sus gestos, sólo fuesenlas huellas de éstos. Están llenos de una ausencia: una au­sencia puramente negativa, la de la función humanista queles es negada y que ellos niegan. Y una positiva, determi­nada: la de la estructura del mundo que los determina,que los hace ser los seres anónimos que son, efectosestructurales de las relaciones reales que los gobier­nan. Si esos rostros son «inexpresivos», por ser no-indivi­dualizados en la forma ideológica de sujetos identificables,es por una sola. razón: no son la expresión de su «alma»,sino la expresión, si se quiere (pero ese término no es el másadecuado: sería mejor decir: el efecto estructural) de unaausencia, visible en ellos, aquella de las relaciones estructura­les que gobiernan su mundo, sus gestos y hasta su libertadvivida.

Todo el «hombre» está completamente presente en la .obra de Crcmonini, y precisamente por no estar, porquesu doble ausencia (negativa y positiva) es su existencia mis­ma. Por ello su pintura es profundamente antihumanista ymaterialista. Por ello su pintura le prohibe al espectadorlas complicidades de la comunión en la participación com­placiente en el pan del humanismo, complicidad en la queel espectador es confirmado en su ideología espontánea porsu figura «pintada». Por ello, finalmente, su pintura lc pro­hibe al mismo pintor reconocerse, en cuanto «creador» ycomplacerse en los cuadros (Iue pinta: pues esos cuadros sonla refutación en acto de la ideología de la creación, aunquetal creación fuese meramente estética. Ese verdadero dt;Ccl­

lage le prohibe a Cremonini repetirse, es decir, complacerseen ese reconocimiento, y no puede repetirse porque su pin-

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tura le prohibe ese reconocrmrcnto. Si Cremonini no cesade descubrir, y por consiguiente de cambiar, no CS, comoen otros, por gusto o por puro ejercicio de virtuosismosino por la lógica misma de lo que ha venido haciendo siern­prc, y ~esde el principio, a despecho inclusive de su puntode partida y del «proyecto ideológico) de que ha partido.El que un individuo pueda abstraerse hasta ese punto de supintura, es decir, rechazar en ella todos los beneficios de lacomplacencia del reconocimiento de sí, el que una pinturapueda hacer abstracción hasta ese punto de su pintor (esdecir, rchusarse a ser su propio espejo ideológico, el reflejode la ideología de la «creación estética»], es algo que estáprofundamente ligado a la signijicacián de esta pintura. SiCremonini «pinta» relaciones «abstractas», si Cremoninies ese pintor de la abstracción que se ha intentado definir,sólo puede pintar esta abstracción a condición de estar pre­sente en su pintura bajo la forma que determinan las rela­ciones pintadas por él. Bajo la forma de su aUJefrcia,esdecir, bajo la forma de su propia ausencia.

Es justamente este antihumanismo radical de la ohrade Cremonini lo que le da un poder tal sobre esos «hom­bres» que somos todos nosotros., No podemos «recono­cernes» (ideolégicamente) en sus cuadros. y es por el hechode no podernos reconocer en esos cuadros por 10 que noses posible, en la forma específica que nos proporciona el ,arte (en este caso concreto, la pintura), reconocernos. SiCremonini s610 «pinta» en realidad al «hombre) --esasrelaciones «abstractas» que lo constituyen en su ser,quedefinen su individualidad y su libertad-s-, es porque sabetambién que toda obra pintada s610 llega a serlo para servista, y vista por hombres vivos, «concretos). capaces dedeterminarse, cuando menos en parte, en los límites ohieti­vos, determinados, de su libertad, por la «visión» de 10<lu<;son. El camino de Cremonini sigue el abierto a los h0!1l~'~~spor los grandes pensadores revolucionarios, teóricos y;.;;~~líticos, los grandes materialistas, quienes cornprendieroJlz~~J~la libertad de los hombres pasa, no por la complacenciad.l'su reconocimiento ideológico, sino por el conocimiento delas leyes de su servidumbre, y que la «realidad) de sl1indi.­vidualidad concreta" pasa por el análisis y el dominio de ·1asrelaciones abstractas que los gobiernan. A su manera, asunivel, de acuerdo a sus medios propios. en el elemento no.de la filosofía o de la ciencia sino en el de la pintura. Crc­monini sigue el mismo camino. Ese pintor de 10 abstracto,como los grandes filósofos y sabios revolucionarios, no pin­taría, y no pintarla la «abstracción» de su mundo, si no pin­tara para hombres concretos, los únicos hombres existentes.para nosotros,

Toda obra de arte nace de un proyecto a la vez e-sté­tico e Ideológico. En el momento de existir, como obra de

Page 43: Para una crítica del fetichismo literario

arte, produce ('11 cu.tnto tal (por el tipo de crítica y de cono­cimiento que csratuve frente a la idcologfn que nos permitever) un efecto idl'ol,lgil.'n, Si, tal como In ha anotado recicn­n-mente Roger Estal-lct en un artículo muv breve :!. la «cul­tura» es el nombre común del concepto marxista de idcolo­gi«, la obra de arte no pertenece, en cuanto objeto estético,~t la «cultura». m.is de 1,) que pueden pertenecer a esa «cul­turu» un instrumento de producción (una locomotora, porejemplo l, o los conocimientos de índole cicnt Ifica. Pero,como cualquier otro objeto, comprendido un instrumento deproducción y un conocimiento, e inclusive el corpus de lasciencias, una obra de arte puede convertirse en un elementode la ideologla. es decir, inscribirse dentro del sistema derelaciones que constituyen lo ideológico, en donde se reflc­jan. en una relación imaginaria, las relaciones que los «hom­bress (es decir, los miembros de las clases sociales. en nues­tras sociedades de clases) mantienen con las relaciones cstruc­rurales que constituyen sus «condiciones de existencia». Sepodría inclusive Ilegar él adelantar la proposición siguiente:sien~o la ~unción .específic;l de la obra de arte dar a rcr, porla distancia que Instaura consigo misma, la realidad de laideología existente (de tal o cual de sus formas). la obra dearte no puede dejar de ejercer un efecto directamente ideo­lógico. mantiene por consiguiente con la ideología relacio­nes tan estrechas como cualquier otro obieto y no es posiblepe~sar l~ obra de arte. en su existencia específicamente es­tética. Sin tener en cuenta esa relación privilegiada. con lai~eología. ~s d~ir, sin tener en cuenta su electo ideolágicodl!'ecto e inevitable. Lo mismo que un gran filósofo, lomismo que un gran político revolucionario tienen en cuentaen sus propios pensamientos los ejectos históricos de lasposiciones que toman, en el seno mismo del sistema riW.1fOSOy objetivo de su propio pensamiento. el gran artista. igual­mente, no puede dejar de tener en cuenta, en su obra en sudisposi~ión y su economía interna. los electos ideoiógicosn~cesarlamente producidos por su existencia. La perfecta lu­cidez o no de ese asumir los efectos ideo16~icos, es un pro­blema. de.o/ra. índole. De todas maneras, sabernos que la«conciencra- viene en segundo lugar. inclusive cuando pien­sa, de acuerdo a los principios del materialismo SlI posiciónderivada y condicionada, ,

¡ l\p.lrccido en )a revista Demorrat¡r Ncuocllc, núm. 6, 1966.

Lectura de Rousseau: Los «desajustes»deldiscurso en el «Contrato Social» •

Louis Altbusser

Para interrogar a la filosofía de la que somos herederos 1.

podemos partir de esta simple comprobación: toda grandoctrina se piensa a sí misma en un objeto específicamentefilosófico. y en sus efectos teóricos. Ejemplos: la Idea pla­t6nica, el Acto aristotélico, el Cogito cartesiano. el Sujetotrascendental kantiano, etc. Estos objetos sólo tienen ..exis­tencía teórica dentro del campo propio de la filosofía. Elcontrato social es, dentro de la doctrina de Roussea~,iun

objeto teórico de la misma naturaleza: elaborado, con!i~rui.

do por una reflexión filosófica que extrae de él .ciertosefectos teóricos definidos.

Yo quisiera sugerir a propósito del objeto filospfico«contrato social» de Rousseau, que un examen del modode funcionamiento teórico del objeto filosófico fundamen­tal de una teoría puede ilustrarnos sobre la fundónobjetiva de esa teoría filosófica, y de manera más Pt~~isa,

sobre los problemas que elude en los «problemas» mismosque elige.

El análisis esquemático del funcionamiento te6ricodelobjeto contrato social nos sitúa, en efecto, delante del si­guiente hecho: tal funcionamiento s610 es posiblep~r;.e1

«juego» de un desajuste teórico interno (Desajuste,I1~.~.}Ja

«solución» del «problema» político por el «contratoi.s,· '»es s610 posible por. el «juego» teórico de ese Desajtl~obstante, el «contrato social» tiene como función irl.aencubrir el juego de ese Desajuste sin el cuál no es ;"¡T!1.esu funcionamiento. Encubrir quiere decir: negar yresb~q~r.De hecho, el funcionamiento del Contrato social1i:lj(ld'Desajuste l. sólo es posible por la remisión y la trnnsft,'rl'n~cia de ese Desajuste 1 bajo la forma de un Desajuste U'HIlehace posible así el funcionamiento teórico de la soh1cióncorrespondiente, El Desajuste II remite entonces pÜrdmismo mecanismo a un Desajuste IlI, el cual rernitc.vsiem­pre según el mismo principio. a un Desajuste IV. De-este

* Sur le Contrat Social ([~s Décalages l. Cabiers pour /'Analvs«.núm. 8. Ed, du Seuil, París, 1969; págs. 5·4.~. Traducción de Juan M.Azpitarte, .

I Las p:fginas que van a leerse pertenecen a un curso dictado enL'école Normale Supéril'ure en 1965·66.

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Page 44: Para una crítica del fetichismo literario

modo nos vamos. a encontrar con la existencia de una ca­dena de desajustes teóricos en la que cada nuevo desajustese encarga de hacer «funcionar» la solución correspondiente.que es por su parte efecto de la solución primera. En lacadena de las «soluciones» (contrato social, alienación-inter­cambio, voluntad gcncral-volnntad particular, etc... ), dis­tinguircmos de esta forma la presencia de otra cadena, quehace teóricamente posible la primera: la cadena de los Des­ajustes pertinentes que, en cada etapa, permiten el «funcio­namiento» teórico de las soluciones correspondientes. Laconfrontación de estas dos cadenas, de su «lógica» propia, yde la lógica muy particular de su relación (represión teóricadel Desajuste) puede disponernos para comprender la fun­ción teórica del sistema filosófico en el que Rousseau sepropone pensar la política. ,

Este tipo de análisis, si demostrara estar fundado, pre­sentaría además un doble Interés:

1) hacer inteligible la problemática de Rousseau y losefectos teóricos de esa problemática (incluidos los disposi­tivos aparentemente técnicos de la organización del poder,la distinción de sus órganos, el mecanismo de su funciona­miento).

2) hacer inteligible la posibilidad de varias «Íecturas»de El contrato social de Rousseau y las subsiguientes ínter­pretacíones (kantiana, hegeliana, etc... ). Ya no considera­remos que estas interpretaciones son simplemente arbitra­rias o tendenciosas. sino fundadas, en su posibilidad. en eltexto mismo de Rousseau: precisamente en el «juego» per­mitido por el «espacio» de los Desajustes técnicos constitu­tivos de la teoría de Rousseau. Tales interpretaciones flOdránservirnos, a su vez, de índice y de prueba de la existencianecesaria de los Desajustes.

Nuestro análisis versará esencialmente sobre el capítuloVI del Lihro I de El contrato social.

1. PI.ANTEAMIF.NTO DEI. PROlH.EMA

A. Resultado de los capítulos l-V

El capítulo VI del libro I sostiene a todo Rl CmlfrafnSncial, puesto que plantea v resuelve el problema que cons­tuve ln cuestión fundamental (ese «abismo teórico»] de lavida polítlca.

Esa cuestión fundamental está planteada en los siguientestérminos: .

• «Encontrar una forma de asociación que de(if'neb y "ro.te,:'! con toela 1:1 furr7'1 común a la' persona v los hienes etecarln asociado. v por la cuál. uniéndose cada uno a tociosno nhc(te7.ca. sin crnbarno, más que a sí mismo v permanezca

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tan libre como antes. Tal es el problema fundamental CUV3

solución <la El contrato social» (l. VI. páA. 90)2 [16]. 'Ahora bien, el capítulo VI, que formula de este modo

la cuestión, está precedido por cinco capítulos.El capítulo 1 anuncia solamente la solución:« ... El orden social es un derecho sagrado que sirve de

hase a todos los demás. No obstante, este derecho no procedede la Naturaleza; luego se funda en convenciones. Se tratade saber cuáles son estas convenciones. Antes de llegaraello, debo explicar 10 que acabo de adelantar» (1. l. pági·na 58) [6].

Rousseau lo explica en los capítulos n a V: negativaa fundar la sociedad en la naturaleza o en convenciones ile­gítimas.

En el n, Rousseau demuestra que la necesidad no puedetener como origen la familia. En el 111, Que no podría fun·darse más que en el «derecho del más fuerte». En ~llV,

que no podría reposar en «convenciones» que consagraranlos efectos de la violencia (sumisión del esclavo a suarno,de una nación a su vencedor).

En el V, Rousseau extrae la conclusión de que «htl~/queremontarse a un primer convenio», Primero en de"rechqfrente a todos los convenios posibles, en particular frente aese convenio llamado «contrato de sometimiento». Que unpueblo podrfa establecer -según Grocio-s- con el R~y alque se sometiera,

«Antes. pues. de examinar el acto por el cual un"H~bloelige un rey. convendrla examinar el acto por el cllalunpueblo es pueblo. Pues siendo este acto necesariamentean­rerior al otro. es el verdadero fundamento de la sociec1ad»)(1. V. pá~. 86) [15].

Y en el último pará~afo de este capítulo V. Rou~sf."audesecha una última objeción respecto al principiotTl~ál'O­

ritario:«l.llley misma de la pluralidad de los sufraJ!iQ~ f"~

su1tado de la convención. y supone la unanimidad] lbmenos una vez» rr. V. pá~. 86) r15].

Con esta última tesis. Rousseau rechaza la teo,,!:!l&-­kiana del ('arácter «natural» (en el sentido físico <d~l ter­mino) de la ley de' mayoría. La mayoría no pt"rtenc(".ealcuerpo social como la gravedad al cuerpo físico. StttX\ne\110acto de convención anterior en derecho a su e!litirmlacion:supone. pues, un acto unánime de convención que 10 adoptacorno lev.

Descartada toda hif'Ótesis de un fundamento naturaldel cuerno social, l1esechad'l la referencia clásica a los

J T.o~ textos cft'l r(lntral ~!\t¡{n dtadn~ ~r~ín la rdidñn H:llh·w:1cho; (A\1hit"rl. rT.os números entre eorcheres remiten A 1a ('dkión<'1<'1 rm,f'llIn S(lr;,,! dt' A~\Ii1ar. Madrid. 1969. Traducción de Con­suelo R('r~('~. N. del T"].

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Page 45: Para una crítica del fetichismo literario

falsos contratos surgidos de la fuerza, el capítulo V des­emboca así en dos resultados:

1) Es preciso elucidar la cuestión del contrato origi­nario, anterior en derecho a todo contrato: el contrato quese establece en el «acto por el cual un pueblo es U11

pueblo»;2) Como la ley dc la mayoría sólo puede funcionar so­

bre la base de un primer convenio uruinime que la adoptay la establece, el contrato por el cual «un pueblo es unpueblo» implica la unanimidad.

B. Planteamiento del problema

El capítulo VI puede entonces plantear el problema entodo su rigor. Este planteamiento comprende tres momen­tos: a) las condiciones del planteamiento del problema: b)los límites absolutos del planteamiento del problema y e) elplanteamiento propiamente dicho del problema.

a) Las condiciones dol planteamiento de! problema

Tales condiciones están expresadas en el primer pará­grafo del capítulo VI:

«Supongo a los hombres llegados a ese punto en quelos obstáculos que se oponen a su conservación en el estadonatural vencen con su resistencia a las fuerzas que cada in­dividuo puede emplear para mantenerse en ese estado.Entonces, ese estado primitivo no puede ya subsistir, v elgénero humano perecería si no cambiara su manera de ~er\)O. VI. pág. 89) [16].

Examinemos los términos importantes de estas dos Ira­ses, que definen las condiciones objetivas del plantcarnicn­to del problema. '

La primera condición es que los «hombres) hayan «lle­gados a un «punto) que no es más que un punto límite, unpunto crítico en su existencia: el que separa la vida del gé­nero humano de su muerte. Este «punto» crítico mortalpara el género humano nos remite al Segundo Discurso: esel estado de ?uerra completamente desarrollado.

Este punto es crítico v mortal porque es el lugar deuna contradicción, insuperable en ese estado, entre los«ohstriculoss que se oponen a la vida del género humano ,.las «fuerzas» que los individl10splleden oponcrles. ,;Quéson esos «ohstáculos»> ~QlI{- son esas «[ucrzas»] "

1" l.os «obstñculos»

No S(' trata de obstáculos exteriore-s. No provienen el,.. 1:1

nat nralezn (catástrofes. cataclismos. dific1Jlt:ld('s «naturales­--<lima. recursos-e- en la procillccicín ele las slIhsisft'ncia~.

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etcétera.). Sabemos que la Naturaleza se ha aquietado, queya no está en guerra contra sí misma, desde que los hom­bres la cultivaron: las catástrofes. no son más que humanas.Tampoco los «obstéculos» provienen de otros grupos hu­manos.

Tales obstáculos son meramente internos a las relacioneshumanas existentes y nevan un nombre: los efectos del es­tado de guerra generalizado, competencia universal, e in­cluso, en el claro de una «paz) precaria, amenaza constanteque cada uno siente pesar sobre sus bienes, su libertad y suvida. Estado de guerra debe entenderse en sentido fuerte,como lo definiera Hobhes antes que nadie: estado que esuna relación constante y universal existente entre los hom­bres, independiente pues de los individuos, por pacíficosque sean. Tal estado define su condición misma: están so­metidos y condenados a él sin poder encontrar refugio al­guno en el mundo que los protege de sus efectos implacables,ni tampoco alguna tregua del mal que los aflige. '

Esos «obstáculos» «se oponen a la conservación» dCfl()shombres «en el estado de naturaleza». Aquello que s~<'V~amenazado por el estado de guerra es lo que constituy~láesencia última del hombre: su vida libre, su vida simpl~l1'l~n.te, el instinto que 10 «conserva» en vida, 10 que Rousseaullama en el Segundo Discurso «el amor de sí».

A tal estado de guerra perpetuo y universal nos tomare­mos la libertad de llamarlo estado de la alienaci6n humana.Es una «anticipación» teórica. Aunque Rousseau hnhlªy.usa el concepto de alienación, no 10 emplea para designat'il(')sefectos del estado de guerra. Explicaremos por qué no~to·

mamos este derecho.

2. Las «fuerzas,.

A esos «obstáculos» «resistentes», se oponen las «fllet­zas» dispuestas por «cada individuo» para mantener. enese estado natural.

Esas fuerzas están constituidas por los atribut~hombre natural, llegado al estado de guerra. Sin está~iprecisión, el problema del contrato social no se pued~icfl-

tender.Cuando Rousseau, en el Contrato, habla de esas«i~n~r-

zas», es evidente que no habla de las «fuerzas» del h0l'llbre"en el «primer estado de naturaleza», en el que apenas<nosencontramos con un animal libre cuyas «facultades intelec­tuales y morales» son nulas. Nos encontramos con un ani­mal convertido, bajo el doble efecto de las Catástrofes Na­turales y del Gran Descubrimiento (~etalurgia), e~ un sersocial de facultades desarrolladas y alienadas. El animal delprimer estado de naturaleza tenía como «fuerza: su cuer­po (vida) + su libertad. El hombre del estado de guerra ge-

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neralizado posee fuerzas muy distintas. Sigue teniendo sucuerpo (sus fuerzas ffsicas han decrecido), pero posee fuer­zas intelectuales y, además, «hienes».«Cada miembro de lacomunidad se da a ella en el momento en que la comunidadse forma en la situación en que se encuentra entonces: él ytodas sus fuerzas, de las que forman parte los bienes queposee» (I. IX. pá~. 118) r221. Estos bienes los ha «adqui­rido» durante el desarrollo de su existencia social, que haprovocado el desarrollo de sus facultades intelectuales y«morales».

Por tanto, las «fuerzas» del individuo del estado deguerra pueden resumirse como sigue: fuerzas físicas (vida) +fuerzas intelectuales y «morales» + bienes + libertad. Lalibertad figura siempre alIedo de la «fuerza»: « ...como lafuerza y la libertad de cada hombre son los primeros instru­mentos de su conservación ...»(1, VI, p'~. 90) [161.

No hacemos esta comparación por gusto de señalar di­ferencias: sino porque la comprobación de esas diferenciases el índice de un desarrollo, alienación del homhre en ('1seno mismo del estado de naturaleza como resultado delproceso histérico que culmina en el estado de guerra.

Podemos advertir esta transformaci6n por la presenciade los «bienes» entre las «fu('rzas» del individuo v por laaparici6n de una nueva categoría de la existencia humana:la cateeoría del interés. «Si la oposición de los interesesparticulares ha hecho necesaria la creación de las socieda­des ... » (11, l. páJt. 135) [27]. Basta con hacer un paraleloentre esta definici6n de la condición del Contrato (la opo­sicién de los intereses particulares) y los efectos del estadode guerra generalizado, para ver que el nroceso de socializa­ción de los hombres ha transformado. al mismo tiemoo quesus facultades. su «amor de sf» en interés narticular. Cuandoel interés particular se refleja en el individuo adopta laforma abstracta (y subjetivaldel amor vpronio, alienacióndel amor de sr. Pero el contenido objetivo del interés narti­cular lo vincula directamente a la naturaleza del estado deJ%tlerra. "La categoría del -inrerés narrlcular denuncia ensegui­da su fundamento universal. Sólo hay interés particular enfunción de otros intereses particulares que rivalizan dentrode la competencia universal. Esto es 10 que traduce la frAsede Rousseau que acabamos de citar: «l..a oposición de losintereses particulares ... » 5i~nificA Que el interés narrlcularestñ constituido por la oposición universal que es la esenciadel estado de guerra, No hav de entrada individuos que ten­gllO caefA uno su interés particular. de modo que la orsosiciénlntervendrla deseués, como un accidente. La orosicién esntimordlal: es ella la que consrituve al individuo como Ilar­ticular que tiene un interés particular. CUAndo se recuerda elacaparamiento de las tierras (de las que son desprovistos los«supernumerarlos»l que provoca el estado de guerra en el

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sentido universal de estado, y todos los efectos subsiguientes:ricos y pobres, fuertes y débiles, amos y esclavos, se compren­de el sentido contenido en la intervención aparentementeanodina de los «bienes» en la enumeración de los elementosconstitutivos de las «fuerzas» de los individuos llegados al es-tado de guerra. "

Es importante señalar la categoría del interés particular,específica del estado de las relaciones sociales existentes enel estado de guerra. Literalmente, el animal" humano del pri­mer estado de naturaleza no tiene interés particular, porquenada puede oponerlo a los demás hombres, ya que aún estáausente la condición de toda oposición, es decir, las relacio­nes necesarias. Sólo el hombre desarrollado-alienado ad­quiere poco a poco, en virtud de las relaciones a las que lolleva la dialéctica de la socialización forzada, el beneficio(si así se puede decir) de la categoría del interés particular,forma que adopta el amor propio en la sociedad naciente.El interés particular sólo llega a ser verdaderamente tal,iensu radicalidad, en el estado de guerra. El interés partk41"rfigura con todas las letras en las condiciones de la creació~<:~ela sociedad: «Si la oposición de los intereses particula~~sha hecho necesaria la creación de las sociedades, es el aCUer­do de estos mismo intereses lo que la ha hecho posible.»[27]. Retengamos este texto.

3. La contradiccián mortal: obstáculos/fuerzas

Si los obstáculos son puramente humanos e internos,si son los efectos del estado de guerra, es evidente quehisfuerzas de cada individuo no pueden superarlos, pues haríafalta que los individuos fuesen más fuertes que las fuerz.asmismas a las que están sometidos y que los hacen serloque son, más «fuertes», cada uno por su cuenta, queJasrelaciones implacables (universales y perpetuas) que lOsenvuelven, las del estado de guerra.

Los individuos están envueltos en ellas de unam»i ·:a·muy particular. Tales «obstáculos» no son exteriores;cisemos: entre las «fuerzas» de los individuos y esos 09Sf~~~t­los existe un vínculo íntimo, que nos autoriza a hablaria.~lestado de guerra como de un estado de alienación univers.l1I.En efecto, ¿qué son esas relaciones universales constitUtivasdel estado de guerra? Esas relaciones que envuelven aJosindividuos no son otra cosa que el producto de su activi­dad. Las relaciones, por consiguiente, no son externas alosindividuos y estos no pueden cambiarlas desde afuera. Lasrelaciones son consustanciales a los individuos. Todo eldes­arrollo de la historia humana se produjo en una dialécticatal que los efectos de la primera socialización forzada des­arrollaban, pero también alienaban a los individuos; derechazo, esta primera alienación llcvó a desarrollar, alicnán-

Page 47: Para una crítica del fetichismo literario

dolas cada vez más, las relaciones sociales existentes. Mien­tras «subsistió el bosque», los hombres podían escapar enparte a la tiranía de las relaciones sociales, y a los efectosalienantes de su sujeción. Cuando sobrevino el «fin delbosque», toda la tierra fue puesta en cultivo, y acaparadapor sus primeros ocupantes, por los fuertes que los suplan­taban, y ya no hubo refugio para la libertad humana. Loshombres se vieron forzados al estado de guerra, es decir, ala alienación. Fue así como se vieron envueltos en las mismasrelaciones que su actividad había producido: se convirtieronen los hombres de esas relaciones, elienados como ellos,dominados por sus intereses particulares, impotentes contraesas relaciones y sus efectos, expuestos a cada instante a lacontradicción mortal del estado de guerra. Mortal por laamenaza que hacía pesar sobre sus vidas y su libertad, enadelante inseparables del interés particular en el que esalibertad sólo encontraba su expresión alienada. Contradic­ción en el sentido propio del término, ya que el estado deguerra es la libertad y la actividad humana vueltas contra símismas, amenazándose y destruyéndose a si mismas envirtud de sus propios efectos.. Contradicción no solamenteentre los individuos y sus fuerzas por un lado, y los «obs­táculos» humanos de la competencia universal por el otro,sino también (en función de la naturaleza de ese estado dealienación universal) entre cada individuo y él mismo, en­tre el amor de sí y el interés particular, entre la libertad yJa muerte.

Tal es la razón última de ese «punto» crítico en el queel «estado primitivo» ya «no puede subsistir»: «el génerohumano perecería sino cambiara su manera de ser».

b) Los limites absolutos del plantetlmiento del problema

Estas condiciones (estado de guerra por un lado, lasfuerzas de cada individuo por otro) son las que definen loslímites absolutos del planteamiento del problema. Aparecenreunidas en el segundo parágrafo del capítulo VI: «Ahorabien, como los hombres no pueden engendrar nuevas .fuer­zas, sino solamente aunar y dirigir las que existen ... »

El interés de este texto es el de definir de manera rigu­rosa el campo teórico del problema y el de indicar que noes posible ninguna solución que hiciera intervenir un ele­mento exterior a ese campo mismo. No habrá pues solucióntrascendente, recurso a un tercero, ya sea Dios o el azar. Lasolución no puede encontrarse fuera de los datos existentes,cuya inexorable presencia se acaba de establecer. La únicasolución posible, interior a ese campo teórico constituidopor los hombres y las relaciones alienadas de las que sonautores y víctimas, es la de «cambiar su manera de ser».Rousseau «toma a los hombres tal como son» (1, 1, pág. 55)

lJ-l

[.5l. Toma a sus fuerzas tal como son. Los hombres no dis­ponen más que de esas fuerzas. Ninguna solución en elmundo puede cambiar ni la naturaleza de esas fuerzas, nila naturaleza de los «obstáculos» a los que ellas se enfren­tan. La única salida es la de jugar sohre la «manera de ser»de los hombres, sohre la disposición de esas fuerzas:« ...como los hombres no pueden engendrar nuevas Iucr­zas, sino solamente aunar y dirigir las que existen, no lesqueda otro remedio, para subsistir, que formar por agrega­ción una suma de fuerzas que pueda superar la resistencia,ponerlas en juego mediante un sólo móvil y hacerlas actuarde consuno» (1, VI, pág. 89) [16 l.

Todo El contrato social está definido por los límites ah­solutos del campo teórico en el que se plantea el problema.Se trata de crear una fuerza capaz de- superar los «obstácu­los» contra los que se estrellan las fuerzas de cada indivi­duo, de crear esa fuerza instaurando nuevas relaciones. entrelas fuerzas existentes (unión, en lugar dc oposición): .«Fam­biar la manera de ser» de los hombres. Esto significa~l~l~a­mente plantear el problema del contrato en función.~~Janaturaleza de los individuos y de sus fuerzas.

e) El planteamiento del problema

¿Qué es el individuo existente, con~iderado .comosl~je­to de fuerzas definidas? Se puede resumir el conJunto;<.y.da+ fuerzas físicas + fuerzas Inrelectuales-moralcs + b,l,fneslibertad bajo la forma: fuerzas + libertad.

y he aquí el problema definitivamente planteado:i.Si la fuerza y la libertad de cada hombre son los p~ll1le­

ros instrumentos de su conservación, ¿cómo los cornprome­terá sin perjudicarse y sin descuidar. las atenc.ionesq~~ sedebe a sí mismo? Esta dificultad aplicada a mi temaB~,g~eenunciarse en estos términos:

«Encontrar una forma de asociación que denend~teja con toda la fuerza común a .l~ persona y los hi... ..ecada asociado, y por la cual, uniéndose ~ada uno a.>''':'E'':7~'no obedezca, sin embargo, más que a sí mismo y pcrnl~~~~ca

tan libre como antes.» .<i ..La solución debe buscarse en una «forma de aSOCla~l(}h»o

particular q~e asegure la «uni?n» de las «fu~rzlls»d.e:losindividuos, s10 perjudicar a los 1Ostyurnentos ~e su con~srv~·ción: sus fuerzas (incluyendo en estas sus bienes). y su li-

bertad. 1 . . lui 1 ). INo perdamos de vista que fuerzas ( uencs me tlll. os --

libertad = interés particular. Releamos la segunda frase dclLibro 1 cap. 1: «Procuraré aunar siempre I~ que el derechopermite' con lo que el int~rés. ¡~rcscribe, a. ~tn de qll;uno seencuentren separadas 1.1 Justicia y la utilidad» (p.l~. '5 '5)

[5].

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Page 48: Para una crítica del fetichismo literario

2. LA SOLUCIÓN DEL PR.OBLEMA: DESAJUSTE 1

La solución del problema planteado reside en la natura­leza del acto por el cual un pueblo es un pueblo: ese actoes un contrato.

Aparentemente Rousseau retoma la solución tradicionalde la escuela del Derecho Natural, que concibe en el con­cepto ;urídico de contrato el origen de la sociedad civil y delEstado.

¿En qué consiste un contrato? ¿Cuáles son sus elemen­tos constitutivos? Reducido a su expresión esquemática, uncontrato es un convenio celebrado entre dos Partes Inter­vinientes (que llamaremos Parte Interviniente N," 1 oPI. 1 Y Parte' Interviniente N.O 2 o PI. 2) para proceder aun intercambio: toma y daca. Ejemplo: en el contrato desometimiento clásico entre el Pueblo y el Príncipe, la PI.!es el Pueblo, y la PI.2 el Príncipe. El intercambio versa so­bre los siguientes «términos»: el Pueblo promete al Prín­cipe obediencia, y el Príncipe promete garantizar el bien delpueblo (ante todo por el respeto de las Leyes fundamen­tales). Con la única excepción de Hobbes, en quien el con­trato posee una estructura completamente inédita, los juris­consultos y filósofos del derecho natural por lo general hanrespetado la estructura jurídica del contrato (intercambiode toma y daca entre dos PI.) en el uso que han hecho desu concepto para «resolver» el problema del «origen» dela sociedad civil y política.

También Rousseau retoma el concepto jurídico, peroinmediatamente advierte que «las cláusulas de este contratoestán de tal modo determinadas por la naturaleza del acto,que la menor modificación las haría vanas y de nulo efecto»(l, VI, pág, 90) [16]. En el Emilio es más explíci to: «elpacto social es de una naturaleza particular y sólo propia deél.v.» (Garnier, pág. .589). En realidad, la «naturaleza delacto» de ese contrato es tal, que la estructura del contratosocial en Rousseau se encuentra profundamente modificadacon respecto a su modelo juridico estricto. Bajo el conceptojurídico de contrato, nos encontramos con un contrato ex­cepcional, de estructura paradójica.

La paradoja de ese contrato particular está contenidaenteramente en su cláusula central.

Sus «cláusulas, bien entendidas, se reducen todas a unasola: la alicnaciáu totai» de cada asociado con todos sus de­rechos a tod'l la comunidad» (1, VI, p.íg, 90) [17].

El misterio' del Contrato Social csni contenido en estasp?,cas pnluhras, rmis precisamente en el concepto de aliena­cion toral. Esta Vl'Z es el mismo Rousseau quien hahln (lealienación.

• 1" ., , I I .(c ',n¡l/l'nanon» en a eu. en. Preferimos el término «alienación».

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. ¿Qué es la, alienación? Rousscau ya ha definido el tér-mino ,~n el capI~ulo IV del Libro 1 (pág. 70) [lO). ,

«SI un particular, dice Grocio, puede alienar su libcr­tad y hacerse esclavo de un amo, ¿por qué todo un pueblono ha tic 'poder alienar la suya y hacerse súbdito de un rey?I I~y ~qU1 muchas palabras equívocas que necesitarían ex­plicación, pero atengámonos a la de alienar. Alienar es dar ovender. Ahora bien, un hombre que se hace esclavo de otrono se tia, se vende, al menos por su subsistencia; pero unpueblo, ¿por qué se vende?»

Lo que resalta de esta definición de alienación es la dis­tinción entre «darse» (acto gratuito sin intercambio) y «ven­derse» (acto no gratuito, que implica la contrapartida deun intercambio). De ahí que:

«Decir que un hombre se da gratuitamente es decir unac?sa absurda e inconcebible; acto tal es ilegítimo y nulo,SImplemente porque el que lo realiza no está en su sano.juicio», sino loco. Ahora bien, «la locura no hace derecho~(págs. 71..72) [10·11 l.'

El esclavo, en rigor, se vende, puesto que negocia s:~sometimiento, al menos contra su subsistencia. En ,rigor:pues esta concesión de Rousseau no es más que un artiticiode demostración, para. hacer resaltar que, incluso sobreelprincipio que la sostiene, la tesis del contrato de esclavitudno puede ser extendida al contrato de sometimiento (políti­co). En efecto, un pueblo no puede venderse: el pueblo no .rc­cibe, ni aún del rey, en contrapartida de su sometímíentó;esa subsistencia que por lo menos el esclavo recibe de$t.lamo. Un pueblo que creyera venderse (en un ventajoso con­trato de intercambio) en verdad se da por nada, lo da todopor nada, incluyendo su libertad.

Libertad: he aquí la gran palabra descubierta que np$permite superar -Ias ficciones, hasta aquí admitidas, parjrefutar a Grocio. Se puede vender todo lo que se qui(toma y daca), pero uno 110 puede vender su libertad. \

«Renunciar a la propia libertad es renunciar a la d.1dad del hombre, a los derechosde la humanidad, inclussus deberes. No hay compensación posible para quien rentiri~'cia a tOdo. Renuncia tal es incompatible con la natural~~~del hombre, y privar tic toda libertad a su voluntad esp~iTvar de toda moralidad a sus acciones» (1, IV, pág. 73) [llJi

Conclusión formal de este capítulo IV sobre la aliena:ción: la alienación total es ilegítima e inconcebible, porquees contradictoria en sus términos: «incompatible con la na­turaleza del hombre».

Sin embargo, es esta misma alienación total la que consri­tuye la cláusula única del Contrato Social: <da alienación to­tal de cada asociado con todos sus derechos a toda la co­munidad».

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7

Page 49: Para una crítica del fetichismo literario

No hay equívoco posible: la libertad esta incluida en«todos los derechos» de cada asociado.

Detengámonos un momento en esta paradoja. Podemosdecir: la alienación total del Contrato Social es la solucióndel problema planteado por el estado de alienación univer­sal que define al estado de .guerra, que culmina en la crisisque resuelve el Contrato Social, La alienecián total es la so­lución al estado de alit,ltación total.

Evidentemente, como ya hemos observado, Rousseau noemplea el término alienación para designar el mecanismoy los efectos del estado de guerra. Pero, sin embargo, hemosseñalado que teníamos el derecho de emplear ese términoanacrónico para designar lo que Rousseau piensa acerca dela naturaleza del estado de guerra. La ventaja de esta sus­titución de términos es la de hacer «jugar» esa conversiónde sentido, ese cambio de «manera de ser», única soluciónofrecida a los hombres, sobre un concepto único: alienación.

Antes del Contrato, estamos en el «elemento» (en elsentido hegeliano) de la alienación, sin ningún recurso ex­terior. Esta alienación tiene su base en los hombres mismosque la sufren. La esclavitud del estado de guerra es unaverdadera alienación del hombre, obligado a dar su libertadpor nada, a cambio de una pura ilusión, la de creerse libre.Estamos en el elemento de la alienación, pero ésta es incons­ciente e involuntaria.

Para esta alienación total no hay más solución que lamisma alienación total, pero consciente y voluntaria.

Si es así, volvemos a encontrar, en la solución misma,lo que hemos llamado los limites absolutos de toda soluciónposible. La solución no puede venir de fuera; no puede ser,aún dentro del mundo de la alienación, exterior a la leyúnica que gobierna este mundo. La solución sólo es posible~ condición de «jugar» sobr~ l~ «manera de ser» de esa leyImplacable, y no puede consistir más que en volver a tomaren su origen esa misma ley, alienación total «cambiando sumanera de ser»~ su modalida~. Es lo que por otra parteRousseau enuncia muy conscientemente al decir que hayque buscar el remedio al mal en su propio exceso, En unapalabra, hay que hacer de una alienación total forzada unaalienación total libre. •

Pero h~ aquí el escándalo: ¿cómo una alicnacián totalpue~e .~~r libre, cu~noo sa~m~~, po~ el capítulo 1V, que esaasociacion de tc~m!~os (alienación, libertad) es incomparihh-,es una contradiccíón absoluta? La solución, apenas entre­vistu, vuelve a hundirse en Jo imposible. La misma soJl1ci(')J~pues. requiere una solución.

Tal solución de la solución está contenida en el Dcsuius­t<; entre las Partes 1nrcrvinicntes en· el aun trato (Des­ajuste J).

Las Jos Parles InlervinienÚs y su Dessieste

En efecto, hasta ahora no hemos examinado más queun aspecto del contrato social: lo que ocurre entre las dosPartes Intervinienres (PI.) bajo la forma de la alienacióntotal. Pero, ¿quiénes son estas PI?

Son, por una parte los individuos tomados uno por unoy. por otra parte, la «comunidad». Luego, PI.I = el indi:viduo y PI.2 = la «comunidad».

El contrato es un acto de intercambio entre la PI.t y laPI.2. Sa!xm~s lo que da en este acto de intercambio la PI.I:todo (alienacIón total). Pero aún no sabemos lo que da laPI.2.

PI.I (individuo) PI.2 (comunidad)(alienación total) --. +- ( ? )

(intercambio)

Si ahora nos preguntamos: ¿qué daral la PI.2?, n~~f§n.contraremos con una «pequeña» dificultad hasta ahor~:,,~d.

vertida: <quién es la ~I.2? La «comunid~d». Pero, ¿q9~esla comumdad? La umón, la asociación de los individ\Jos> yde' sus «fuerzas». ¿No es esto claro y suficiente?Sinem..bargo, todo el misterio del mecanismo del contrato resideen la naturaleza singular de esta PI.2.

En una palabra, he aquí la dificultad: en todo co~.~~to,las dos Partes Intervinientes existen anterior y. ex~~~i,pr.mente al aeto del contrato. En el contrato social de Rqtl~..usólo la PI.I obedece a estas condiciones. La PI.2,eÍ'l~.bio, escapa a eUas. No existe anteriormente al corit.l"ato,por una buena razón: eU~ misma es el producto del oont1'8to.La paradoja del Contrato Social es, pues, la de reunir~~psPI., una de las cuales existe anterior y exteriormenteil1~g.trato, .pero no la otra, que no es ni anterior ni ext .,,'contrato, puesto que es el producto mismo del coñmejor aún, su objeto, su fin. En esta diferencia dte6rico entre las dos Partes Intervinientes en eleinscribimos el Desa;uste l.

¿Qué es la comunidad? ¿Quiénes la componen?L()smis..mos individuos que figuran, a titulo individual, enla(~Jf~,

es decir, en el otro polo del intercambio. En la PI.2)'~f~(.)figuran a título individual, sino todos «como cuerpo~'im>rtanto en otra forma, en otra «manera de ser», justa~enteen la forma de un «todo», de una «unión», y esa es I l1 eo­munídad. Esta diferencia de «forma» no es más que urilldi..ferencia de forma: los mismos individuos figuran en las dosPI... Pero no es una «pequeña» diferencia: es la soluciónmisma del contrato, inscrita en una de sus condiciones, laPI.2.

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Page 50: Para una crítica del fetichismo literario

Rousseau lo sabe, pero. es sintomático observar que lebasta reflexionar esta singularidad de la estructura del con­trato social para enmascararla y negarla en los términos mis­mos con los que la señala, He aquí dos ejemplos:

En el Emilio:«El pacto social es de una naturaleza particular y s610

propia de él en cuanto el pueblo s610 contrata consigo mis­mo... » (Garnier, pág. 589).

Justamente: no se puede decir que el pueblo «contrataconsigo mismo» más que por un juego ·de palabras, que estavez designa a la PI.1 con el término «pueblo», que rigurosa­mente, sólo puede aplicarse a la PI.2, la comunidad (ya queel contrato tiene por objeto el pensar el acto por el cual «unpueblo llega a ser un pueblos).

y en 1:;1 Contrato Social mismo:«Por esta fórmula se ve que el acto de asociación impli­

ca un compromiso recíproco del público con los particulares,y que cada individuo al contratar, por decirlo así, consigomismo, resulta comprometido en un doble aspecto: comomiembro del soberano frente a los particulares, y comomiembro del Estado frente al soberano» (1, VII, pág. 104)[ 19].

Aquí, la diferencia de «forma» que distingue a la PI.lde la PI.2, o en otras palabras, la diferencia entre el indi­viduo en la forma del aislamiento y el individuo en la formade la comunidad, que define a la PI.2, es pensada en la cate­goría de la individualidad. El Desajuste es confesado y almismo tiempo anulado en el «por decirlo así» de «cadaindividuo, al contratar, por decirlo así, consigo mismo... »

Resumamos este análisis:La «particularidad» del Contrato Social es ser una con­

vención de intercambio celebrada entre dos Partes Inter­vinientes (como en todo contrato), la segunda de las cualesno preexiste al contrato, ya que es un producto de éste. La«solución» que es el contrato está, pues, preinscrita en unade las condiciones mismas del contrato, la PI.2, ya que éstaPL2 no es preexistente al contrato.

Desajuste interno a los elementos del contrato: entreel status teórico de PI.l y el de P1.2.

Vemos así que Rousseau, consciente de este Desajuste,no puede evi tur su enmascaramiento, por los términos mis­mos .llue emplea cuando lo advierte: de hecho anula esteDesajuste designado ya a la PI.l con el nombre de la 1>1.2(d pucblo ), y a la PI.2 con el nombre de la Pl.Lf cl indi­viduo). Rousscau es lúcido, pero no puede más, No puederenunciar a este Desajuste, que es la solución misma, bajola forma del procedimiento, que inscribe a ese Desajuste noen la sol11ción , sino en las condiciones de la solución. Poreso, cuando Rousscau encuentra en persona ese Desajuste,lo trata por denc.·gild<ín: llamando a PI.l con el nombre

lOO

.de PI.2 y a PI.2 con el nombre de PI.1. Denegación esrechazo.

Es~e Desajuste puede ser reconocido entonces entre elcontenido del concepto jurídico de contrato, que RousseauImpo.rta a su problemática para garantizarla, y el contenidoefectivo de su contrato. Si tomamos como referencia elcontrato ~n su concepto jurídico y si consideramos que ROl1S­

seau lo tle?e por el concepto del contenido que nos da, po­demos decir: el contrato de Rousseau no corresponde a suc?ncepto. De hecho, su Contrato social no es" un contrato,

. sl.no el acto de constitución de la Segunda Parte Intervi­-, mente para. l!n c.ontrato posible, que ya no es entonces el

contrato ongmano, El. Desajuste ~ntre el contrato social ysu concepto tlen~ ~I m!smo contenido que el Desajuste queacabamos de definir. SI se superponen los términos del con­trato jurídico en su concepto, y los términos del contratosocial de Rousseau, se obtiene una diferencia pertinente unDesajuste, que se .refiere a la PI.2.¡'

De estas observaciones esqueméticas puede exf\ '..seun~ primera conclusión, concerniente al tipo singular te­lacién existente entre el concepto jurídico de contratelconcepto de Contrato social. ¿Por qué Rousseau estáiobli­gado a pensar lo que dice en un concepto que no es el:ton­cepto de 10 que dice? ¿Por qué este recurso? ¿Por qué esterecurso necesariamente falseado? ¿Qué efectos «eSpera»Rousseau de este recurso falseado? O más bien,p~~~nohabl~r el lenguaje de la subjetividad, ¿qué efectos. rig~~ne­cesanamente este recurso? Estas preguntas noso~~n~lln

sobre la funci6n garantizada por ese objeto filosóficosi~~larque es el Contrato social. El Desaiuste entre el cOI\~rato(tomado del Derecho existente) y el objeto filosóficollrtifi.cial Contrato social no es una pura y simple diferencia: etccontenido te6rico: todo Desajuste es también el In '. deuna articulación en la desarticulación que constituyeajuste. En este caso: articulación de la filosofra decon el Derecho existente, por intermedio de unconceptos reales (que sancionan una práctica real)trato, y con la ideología jurfdica existente. La nattll'~e

la funci6n garantizada por el pensamiento filosófico. de".).~­sean puede elucidarse, sin duda, mediante el estudi%i~~'¡l~sarticularionts que la vinculan con las realidades delDeÍ'~~,~.de la Política, etc., en las desarticulaciones que, hajol~if~r­

ma de Desaiustes teóricos. la constituyen en filoso!it'!)<ellesa filosofía que precisamente es.

Otra conc1usi6n: si consideramos ese De~aiusteI .• ·• esevidente que, por razones perfectamente objetivas. in~C'titm¡

en el espado teórico del «[nego» que abre, autoriza diferen­tes «lecturas» de Rousseau,

Los «ju{'~OS) de palabras con los que el mismo Rons­sean anula el «juego) del espacio teórico abierto por el Des-

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Page 51: Para una crítica del fetichismo literario

ajuste autorizan. en el sentido fuerte. las lecturas kantian~y hegeliana del Contrato social. El «juego» de .pa~a~ras quellama a la PI.2 con el nombre de la PI. 1 (el individuo «alcontrato. por decirlo ¡\sí consigo rnisrno») aut~ri7.a de in­mediato una lectura kantiana del Contrato social (d. Cas­sircr). El «juego- de palabras que llama a ti PI. 1. con .elnombre de la PI.2 (<<el pueblo sólo contrata- consigo mis­rno») autoriza de inmediato una lectura hegeliana. En elprimer caso. el contrato es la anticipución de una teoría dela Moralidad. que pronuncia su nombre en ciertas fórmulasva kantianas (la libertad como obediencia a la ley que unose ha dado. etc.). En el segundo caso; el contrato es la an­ticipación de una teoría del Pueblo. como totalidad. mo­mento del Espíritu objetivo. cuyas determinaciones funda­mentales encontramos en varias ocasiones (las condicioneshistóricas de posibilidad del contrato. la teoría de las costurn­bres, de la religión, erc.). En ambos casos, el objeto filosó­fico Contrato social está privado de su función originaria. Nila moralidad kantiana, ni el pueblo hegeliano están constitui­dos por un «contrato». Basta, por 10 demás, con leer a Rous­seau atentamente para advertir que su Contrato no es uncontrato.

y puesto que hablamos de las posibles «lecturas» deRousseau -ignoro si ya ha sido intentada, pero si no se hahecho, podemos seguramente predecirla- el Desajuste per­mite una admirable lectura fenomenológica (husserliana)del Contrato, como acto de constitucián originario de laPI.2, es decir, de la comunidad jurídica, o en otras palabrascomo acto de constitución originario ele la idealidad iurldica.sobre el «fundamento» de las «síntesis pasivas», de las queel Segundo Discurso nos. ofrece admirables descripcionesque sólo esperan su comentador.

Bien entendido que. el Desajuste que así permite obje­tivamente «lecturas» kantiana, hegeliana, o husserliana eleRousseau, permite también. a Dios gracias. una lectura «rous­seauniana» de Rousseau, Más aún: sin una puntualizacióny una definición rigurosa de este Desajuste. es imposibleuna lectura «rousseauniana» de Rousseau. Pues para leer aRousseau en Rousseau, hay que tener en cuenta: 1) la exis­tencia objetiva de ese Desajuste en Rousscau; 2) la nega­ción de ese Desajuste por Rousseau, y 3) el carácter igual­mente necesario de la existencia de ese Desajuste. V efe sunegación, que no surgen como accidentes en el ncnsamien­to efe Rousseau, sino que 10 constitnven v 10 determinan.Tener en cuenta ese Desajuste y su ncaación es tener encuenta un hecho teórico v sus efr-ctos teóricos. que riacntoda la lógica del pensamiento ef(' Rousseau, es decir. a b\'CI': Sil posihilicll1cl v sus imposibilidades, que correspondenJI una sola v misma lógica: 1:1 (le Sil Desajuste constitutivoen Sil negación misma. Si el Contrato social no es IIn ron-

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trato, sino el acto de consti turión (ficticio) de la SegundaParte Interviniente (es decir, la introducción forzada de la«solución»], de la misma manera se puede decir que ci Des­ajuste no es lo que Rousseau dice de él (su concepto enRousseau nunca es más que la negación de su hecho con­sumado). sino el acto deconstitución de la filosofía mismade Rousseau, de su objeto teórico y Jc su lógica.

A partir de aquí, es evidente que esta lógica no puedeser sino doble: en la cadena lógica de Ios problemas pen­

. sados habita constantemente una segunda cadena, la cadenalógica de los Desajustes que los siguen como su sombra,es decir. que los preceden como su «verdad» arbitraria.

.3. EL CONTRATO y LA ALIENACIÓN

Podemos volver ahora a la alienación total. Esta era lasolución, pero imposible por ser impensable. El Desajuste 1la ha vuelto posible al hacerla pensable.

Si la alienaci6n total es posible a pesar de la contradic­ción de su concepto, es a causa de la naturaleza de la< Se­gunda Parte Interviniente, donde figuran los mismoshom­bres que en la PI .1. Es posible porque es puramente internaa la libertad de los individuos: es posible porque los hom­bres se dan totalmente, pero a sí mismos.

Para pensar la innovación de Rousseau, hay que. v()lvera los contratos clásicos. Las dos Partes Intervinientes .enéstos son anteriores al contrato y diferentes entresf: porejemplo. el pueblo y el príncipe. y, por ello, siempre setrata de un contrato jurídico de intercambio: toma y daca.No sólo el contrato es un intercambio: si se quiere empleara este respecto la categoría de la alienación, es una alienaciónparcial. El individuo no cede más que una parte .d~:SllSderechos a cambio de su seguridad (una excepción:~~),­bes, del 'que hablaremos). En Rousseau, el escándaloi'.c.~n­siste en que el individuo de~e.darlo todo, da~se pot,../P'sin ninguna reserva. para recibir algo «:1 cambio», all~ti.,~~éel intercambio ya no tiene sentido. O más bien: para/queadquiera sentido la posibilidad de un intercambio.espre­ciso que inicialmente tenga 111~ar ese don total que nOiPl1~deser objeto de ningún cambio. Rou~s~au pl~ntea, pue~,co~ocondición a prioride todo intercambio posible esa altenac161ltotal. que no puede ser paRada con n~":f!,tín cambio. ~:rcons­titución de la Segunda Parte Interviniente, es decir, dc lacomunidad no es entonces un intercambio. sino la constl­rución de ia condición de posibilidad a priori ele todo in­tercambio (real. empírico). Dentro de un momento retorna­remos esta conclusión.

Esta teoría de la alienación total le permite a Rousseaudecidir te6ricamente el «aterrador» problema que Hobbcs,

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ese «diablo», planteaba a toda la filosofía política (y a lafilosofía sin más). El genio de Hobbes consistió en haberplanteado el problema político con un rigor implacable ensu teoría del estado de guerra como estado, y en haberafirmado que el contrato que funda la sociedad civil no eraun contrato de intercambio de toma y daca entre dos Par­tes Intervinicntes, También el contrato de Hobbes se fun­da en una alienación total, en la que los individuos convienenentre sr en beneficio de una Tercera Parte Interviniente, quees Interviniente en cuanto toma todo (el poder absoluto),pero no Interviniente en el Contrato, ya que es exterior aél y no le entrega nada. Esta Tercera Parte Interviníenteestá, asimismo, constituida por el Contrato, pero como suefecto exterior al contrato y. a sus Partes Intervinientes (to­dos los individuos contratan unos con otros para darlo todoal Príncipe: contrato de donación, se ha dicho, pensando enlos modernos contratos de seguros de vida, es decir, en untérmino que vale su peso en Hobbes, como seguro contrala muerte). Alienación total en la exterioridad, a un Terceroexterior, constituido por el Contrato en Príncipe absoluto,eso es Hobbes. Naturalmente; en este «sistema» se encuen­tran fallos: ¿qué «garanda.» hay contra el despotismo de'un Príncipe que ni siquiera está ligado por el intercambiode una promesa? ¿Cómo confiar en su «interés»? ¿Cómorepresentarle (y pensar) sus «deberes»?

La grandeza teórica de Rousseau consiste en hacersecargo de ]0 más terrible de Hobbes: el estado de guerracomo estado universal y perpetuo, el rechazo de toda solu­ción trascendente, y el «contrato» de alienación total, Re­nerador del poder absoluto como esencia de todo poder.Pero el arma de Rousseau contra Hobbes consiste en trans­formar la alienación total en la exterioridad en alienacióntotal en la interioridad: la Tercera Parte Interviniente pasaa ser entonces la Segunda, el Príncipe se convierte en elSoberano, que es la comunidad misma, a la que los indivi­duos libres se alienan totalmente sin dejar su libertad, yaque el Soberano no es más que la comunidad de esos mis­mos individuos. Finalmente. el rechazo de. toda trascenden­cia había tomado -en Hohbes- la forma de la trascen­dencia de hecho de la exterioridad del Príncipe al contrato.Rousseau permanece sólo en la inmanencia, sin nin,mn re­curso a un tercero. aunque fuera un hombre. Acepta la Jeyinmanente al estado de guerra de Hobbes: sólo cambia sumodalidad.

'El heneficio que de esto extrae Rousseau es ser más«hohbeslano» que el mismo Hobbes, y conservar la conquis­ta teórica del pensamiento de éste. El cuerpo social de Rous­sean posee, en efecto. todas las catcgorlas del Príncipe deJlohhes. La comunidad posee todos los atributos <le un in­(Iivic1uo natural, pero traspasados al «elemento» de In unión:

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no se trata aquí de 1In individuo real (tal hombre, o talnsamhlea que es el Príncipe), sino de una totalidad moral, de!a ~e~sona moral constituida por la alienación de todos los!nJIYlduos. Que el poder sea absoluto por esencia, que seaInalienable, que sea indivisible, que no pueda «errar» todasestas tesis escandalosas de Hohhes son retomadas,' una auna, por Rousseau, pero convertidas a un nuevo sentidoque es el que les confiere la interioridad de la alienacián.

Consideremos tan 5610 una de esas tesis: el carácter poresen~la absoluto de todo poder soberano «dilosofema» quecont~ene, en su orden, el principio mismo de la concepciónkantiana de las condiciones de posibilidad a priori). Unaínfima y decisiva diferencia separa a Rousseau de Hobbesdesde el momento en que aquél considera que se encuentraprotegido de las «dificultades» de Hobbes, y en particular·de la «cruz,. de Jas «garantías» del contrato de aliena~i6n,que en la filosofía c1'sica adopta inevitablemente la)~~~rnadel problema del tercer hombre. Si surge un conflicto'W.fJ1~,Jienarbitrará entre el Pueblo y el Prfncipe? La soluciónd,é:'J--I()h­bes tiende 8 suprimir el problema. pero suprimiendo' alirn is­mo tiempo el derecho a la garantía. De allf provienen ,evMen­tes dificultades «de hecho». Rousseau afronta decidi<támentf'el problema. también 10 suprimir'. aunque sin suprimir elen superfluo. Hobbes «sentía. que para suprimir. ese)pro­blema hada falta que el contrato no fnera un contra~o;~~di­nario, cuya violación requiere siempre la intervenciót'l~~llntercer hombre. árbitro; esa es la razón de su contr:l~<ildealienación total, pero en la exterioridad. 10 que no: hacemás que transierir el problema a la individualidad delprrn­cipe (su interés. su conciencia, su deber). La ~eniali~ªd· deRousseau reside en haber visto que un flrohlema no·~~.re-

suelve suprimiéndolo mediante una simple translcre'.}~~~é :.d,.checho, sino volviéndolo realmente suneriluo. "',' .

Suponer la necesidad de un tercer hombre Jlar:.. . run conflicto entre dos PI. en un contrato. es. <:fl./ ,d.suponer la necesidad de un tercer hombre, exteri9, ,lasociedad civil de los contratantes. para <me ~sta flue~ .../ .: ,is­tir; por tanto. es suponer que 1:1 sociedad civil no~~i~t5'ya que deja fuera de sr la condición misma de su exi~t~~~ia:

ese tercer hombre. Luego, es suponer que, sin dedrlg~i~rnse permanece en el elemento anterior al Contrato~C)Fi:t1.que se trata el derecho a partir del hecho. las condiSion('s.a priori de todo intercambio a narrir de las condiciones .em­píricas del intercambio, etc. El nroblcrna (ld tercer-hombrese convierte entonces en el índice y 1:1 prueba de un malplanteamiento del problema político: no se ha obtenido esareducción radical que pone de manifiesto la esencia a prioriconstitutiva de 10 [urfdlco-político. En otros términos: in­vocar la necesidad dd tercer hombre es confesar qUlo,nín

10'5

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no se ha salido del elemento de la violencia y que se siguenpensando los problemas de la sociedad civil con las cate­gorías del estado de naturaleza y del estado de guerra.

En la teoría de la alienación total de Rousseau, esa «di­ficultad» desaparece: ya no se necesita un árbitro, es decir,un tercer hombre, porque si se me permite esta expresión,no hay un SC$!,unt!o Hombre, porque la Segunda Parte Inter­viniente es idéntica a la Primera, porque ahora los individuoss610 contratan consigo mismos, porque la alienación totales puramente interior. Entre los individuos (súbditos) y elSoberano no se requiere ~írbitro alguno, ya que el Soberanono es más que la unión de los mismos individuos, que exis­ten como miembros del Soberano, en la «forma» de launión.

¿Para qué sirve el Contrato social, ese objeto filosóficonuevo? Para «resolver» todos estos «problemas». Pero lasolución de tales problemas nunca es más que la eficacia deese Desajuste 1, que permite que un no-contrato funcionecomo contrato, es decir, que consiste en presentar a esaSegunda Parte Interviniente --que es de hecho la soluciánmisma- como una de sus condiciones. Los «verdaderos»problemas están en otro lado: hay que perseguirlos, pues elefecto del Desajuste 1 consiste en «expulsarlos» sin cesarante una pretendida solución. Hasta el momento en que sevea que los problemas, que todos suponían al comienzo,estdn en verdad al final, porque su «solución» ya figurabaal comienzo, aún antes de que aquellos aparecieran. Desajus­te es también inversión de sentido.

4. ALIENACIÓN TOTAL E INTERCAMBIO: DESAJUSTE II

Hemos dicho, un poco rápidamente, que el ContratoSocial no era un «verdadero» contrato, porque" no implicabaintercambio: la alienación total excluía todo intercambioeosible, en función misma de su carácter total. Sin em­bargo, el Contrato Social funciona también como un contratoiurfdico entre dos Partes Intervinientes: toma V daca. Elindividt!o 10 ~a todo. pero recibe algo a cambio. ia p:tradojade la alienación total que velarnos como un no-intercambio,condición de posibilidad de todo intercambio, nroduce. sinembargo. un intercambio. Aquí es donde inscribimos: Des.ajuste 11.

Así como Rousseau notaba el Desajuste 1 al observar '111("

el Contrato Social era de un tiro mm' «narticular». efel mis­mo modo connota el Desajuste n al decir que la alienacióntotal nrodnce un efecto «.finR,tllar'»:

«1.0 singular de esta alienación es que la comunidad nI­aceptar los bienes de los particulares. no sólo no los des~oi:1de ellos. sino 'lile les asegura su legítima rosesión , convierte

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1.. usurpacron en un verdadero derecho, y el disfmre enpropiedad ... ellos mismos han adquirido, por decirlo así,todo lo que han dado... » (1, IX, I,á~. 120) [24].

Comencé eligiendo el texto m~iss()rprendentc, el más«concreto», porque se refiere n los «bienes», a las «propie­dudes» de los individuos. Se hahrá notado, de paso, unnuevo «por decirlo asl» (índice de la negación del Desajuste,como en el caso precedente). En ese «todo» que ellos dan,figuran sus bienes, Los dan. pero para recibirlos tal como105 han dado (salvo las deducciones de los impuestos). ¿Talcomo los han dado? No: revestidos de la nueva «forma» dela propiedad, que sustituye a la simple posesión. Caso par­ticular preciso del cambio de la «manera de ser», producidopor el Contrato.

Otro texto es aún más categórico:«Se reconoce que todo lo que, por el pacto social, aliena

cada uno de su poder, de sus bienes, de su libertad,e~:sola­mente la parte de todo aquello cuyo uso importa ..... co-munidad, pero hay que reconocer ,también que elsp}é~~noes el único juez capaz de esta importancia» (11, l~~";pagi.

na 153) [33].Esta vez el descuento se efectúa en el seno misme)de la

alienaci6n total, es decir que es a ésta a quien se remite elresultado del intercambio de la alienación, que inm,ediata.mente se separa de ella. De allí que la alienación tot~l~¡'ar.

que solamente una parte de ese todo. No se podría~~lrJomejor: la alienación debe ser total para no serlo.~~~hls.

te 11.Estamos exactamente en la contabilidad de un inte.team·

bío. Escuchemos a Rousseau en el capítulo VIII dellib,ro 1(pág. 115) [21·22]. Es un balance contable:

«Reduzcamos todo este balance a términos fá(7~l~scomparar. Lo que el hombre pierde por el contrato "su libertad natural y un derecho ilimitado a todo]tienta y está a su alcance; lo que gana es la libert~la propiedad de todo lo que rosee. Para no enJ!~

estas compensaciones, hay que distinguir hien la lihtural, que no tiene otros límites que las fUer7.3!F(f~<J«ti.viduo, de la libertad civil, que está limitada rorhti~~l~ln­tad general , v la posesión, que no es más que el efcct~j""~,~,lafuerza o el derecho del primer ocupante, de la proni~~'~<.I..que sólo puede fundarse en un título positivo.»'

«Balance», «comparación», «pérdida», «~ananda»l.•Len­guaje contable. Lenguaje del intercambio. Resu1tndo:el· in-tercambio es ventajoso. .-

Estamos va en posesión de los dos extremos delaende­na. De un 11Ído. la alienación total. del otro, un beneficioreal. ¡Cómo una alienacÍ<ln total puede transmutarse en unintercambio ventajoso? ~C()mo una a1ienaci~n total, que nopodría recibir como intercambio nada equivalente, que se

107

Page 54: Para una crítica del fetichismo literario

nos mostró como condición de posibilidad de todo intercam­hin, puede adoptar inmediatamente, en sí misma, la formade un intercambio, y por añadidura ventajoso? ¿Qué meca­nismo produce ese efecto sorprendente?

Ese mecanismo es un mecanismo de autorregulación, deaurolimitnción de la alienación, producido en primer lugarsobre la alienación misma por su carácter de totalidad. Esemecanismo se identifica con las «cláusulas» del contrato. Sihay que respetarlas escrupulosamente, sin cambiar ni unaletra, es para asegurar el efecto de autorregulación y deautolimitación de la alienación misma.

«Las cláusulas de este contrato están de tal modo deter­minadas por la naturaleza del acto, que la menor modifi­cación las haría vanas y de nulo' efecto» (1, VI, página90) [16].

¿Qué cláusulas? Una cláusula formal: la igualdad en laalienación total. Pero también aIRO que no es una cláusula,sino una causa: el interés.

Le iJ!,ualdad. Cada uno da todo 10 que es y posee, inde­pendientemente de lo que posea. Todos los hombres soniguales en la alienación, ya que ésta es, para cada uno,total. Esta cláusula es formal, pues los hombres tienen po­sesiones desiguales, y ya sabemos que el intercambio es ven­tajoso para el que posee más, pues es el que corre peligrode perder más en el estado de guerra.

El interés. Este es el que hace «jugar» la cláusula formalde la igualdad, la que permite que el interés «juegue». «Lacondición es igual para todos, y siendo igual para todos.ninguno tiene interés en hacerla onerosa para los demás».~Por qué? El que quisiera «hacerla onerosa para los demás»la volvería onerosa para sí mismo, automáticamente, en fun­ción de la igualdad formal implícita en la alienación total.Es pues la igualdad la que desempeña el papel regulador.limitativo en el seno mismo de la alienación total. Pero estaigualdad formal serta letra muerta si a cada instante no lavolviera activa el interés de cada individuo. La reciprocidaddel contrato se basa en la igualdad formal producida por laalienación total. Pero esta reciprocidad sería vana v vacíasí, envuelto en ella, el interés individual no la hiciera «[u­gar» realmente.

«Las obligaciones que nos Iigan al cuerpo social no sonohliuatorins. sino en cuanto son mutuas, y su naturaleza estal que, cumpliéndolas, no se puede trabaiar para otro sintrabajar también pnr" sí mismo, ~ Por qué la voluntad ge­ncrnl ('S siempre recta y por qué todos quieren constante­mente la felicidad de cada uno de ellos, si no es porque nohay nadie que no se apropie esta palabra, rada mm, vque no piense en sí mismo al votar por todos? T.o <111~

prueba que la igl1aldrul de derecho y ln noción de justiciaque esta igu:1flbd produce proviene ele la preferencia que

tOR

caJa uno se da y, por consiguiente, de la naturaleza del horn-, hre; que la voluntad general, para ser verdaderamente tal,dclx.; serlo en su objeto así como en su esencia; que debepartir de todos para aplicarse a todos ... » (11, IV, pág. 153)L33J.

El asunto está claro: tras el derecho, tras la reciproci.dad, nunca hay nada más que «la preferencia que cada unose. da», nada más que individuos que sólo «piensan» en símismos, en «trabajar para sí mismos». El mecanismo de laalienación total impone a la «preferencia de uno mismo»al interés particular, una transformación que lleva, en unmismo movimiento, a la producción del interés general (ovoluntad general), y a la autolimitación de la alienacióntotal en alienación parcial; mejor dicho: el intercambioventajoso.

Este es uno de los puntos de la teoría de Rousseallquehace decididamente imposible toda «lectura» kanti~nttentérminos de moralidad. En rigor, la «alienación tot~,l¡~'>po­dría ser tomada como una expresión que designa la l~~~~~n­dencia del orden de la moralidad a todo interés. l)e;fc~laalienación tbtal sólo produce sus efectos en tanto encl1ªntosupone, en ella, la eficacia determinante del interés.>ParaRousseau, el interés (que es la forma del amor de sí.en elsistema de las relaciones sociales, estado de guerra o spcie­dad de contrato) nunca puede ser «puesto entre paréllt,(:~is»,

o «trascendido», sino por uno mismo. Sin la eficaciaf!~Jiin­terés no habría autorregulación, autolimitación del;¡';ulie.nación total, ni su conversión en «intercambio ventaj9so».Cada individuo recibe lo que da, y aún más, porque~lin­terés de cada individuo es activo en la alienacióntgtal.Querrá para los demás lo que quiere para sí mismo •erifllD­ción de la igualdad que impone la cláusula de la .al!(:l'Íáciqntotal. Pero no querría nada para los demás, si ant.~l()quisiera para sí mismo. El interés general no es elRde una conversión moral que separa al individuo d .pio interés: no es nuis que el interés individual for~

generalidad de la igualdad, limitado por ella, pero~'('f"!(;'Ptiempolimitando en sus efectos la alienación total que;~Hnªaesa igualdad general. ....•..

. Rousseau expone la lógica de este mecanism()$~'l~~panigraíos del capitulo VI que siguen inmeJiatament~~/la

exposición de cldusula de la alienación total. El últili191Í)sresume:

«En fin, como d.indose rada uno a todos no seda anadie. y corno no hay un sólo asociado sobre el cual no seudquicra el mismo derecho que u él se le cede sobre unomismo, se gana el equivalente de todo lo que se pierde, ynuis fuerza para conservar lo que se tiene» (1, VI. p.ígina92) [17].

Este contrato, que no es un intercambio. tiene PUt'S como

]09

Page 55: Para una crítica del fetichismo literario

efecto paradójicamente un intercambio..Comprendemos aho­ra por qué esa. alienación total. «incompatible con la na­turalezadel hombre» (1, IV), puede no ser contraria a ella.En el Contrato Social el hombre no se da por entero a carn-

. bio de nada. Más bien recibe lo queda y aún más en razónde que no se da más que a sí mismo. Hay que en~enl.lcr estoen el sentido fuerte: no se da más que a su propia libertad.

Ahora estamos en condiciones de precisar la naturalezadel Desajuste 11. .1;:1 Desajuste 1 radicaba en la diferenciade status teórico entre las dos Partes Intervinientes, y en elhecho de que el Contrato Social no era un contrato de inter­cambio, sino el acto de constitución de la Segunda ParteInterviniente.

Lo que fue «expulsado» en el primer momento, bajo elefecto del Desajuste 1, vuelve a aparecer en el segundo mo­mento, bajo la forma del Desajuste II: este falso éontratofunciona, no obstante, como un verdadero contrato, ya queproduce un intercambio, y por añadidura un intercambioventajoso. Lo que fue «expulsado» del primer momentoes ahora «recobrado» y pensado en el segundo momento.Pero al precio del Desajuste 11: entre la alienación total yel intercambio que esta produce, entre la alienación totaly el interés que asegura su autolimitacién, de tal modo quela autorregulacién realiza esa alienación total como inter­cambio.

Pero entonces podemos ir más lejos: en el mecanismoque inscribe la eficacia del interés de cada individuo en lanecesidad de la forma universal (y por tanto igualitaria) dela alienación total, existe un Desajuste de status teórico, nopensado, no asumido. En otras palabras: no es el mismo in­terés el que, por un lado, produce la alienación total y, porotro, actúa en ella para realizarla como intercambio. Este«problema» no pensado es «expulsado» y «rechazado». Lasolución misma es un problema: el problema que Rousseauplanteará en los términos del interés particular y del interésgeneral (o de la voluntad particular y de la voluntad general).Pero ya sospechamos que este «problema» mismo sólo pue­de «plantearse» a condición de un nuevo Desajuste 111.

Resumamos: el Desajuste I se refiere a la diferencia en­tre la PI.1 y la PI.2. El Desajuste 11 radica en la diferenciaentre la alienación total y el intercambio ventajoso. El Des­ajuste 111 aparecerá en el «problema» del interés general ode la voluntad general, o lo que es lo mismo, en el problemade la ley.

110

,. INTERÉS PARTICULAR E INTERÉS GENERAL,

VOLUNTAD PARTICULAR Y VOLUNTAD GENERAL:

DESAJUSTE III

Todas las observaciones siguientes suponen el conoci­miento del dispositivo y de la naturaleza de las Institucionessurgidas del Contrato social: el Soberano (o Poder legis­lativo), el Gobierno (o Poder Ejecutivo), la naturaleza delos actos del. Soberano (leyes), y del Gobierno (decretos),y la relación subordinada del Gobierno al Soberano de quienno es más que el «oficial», el «comisionado».

Este dispositivo pone de manifiesto dos órdenes derealidad:

l. Una realidad fundamental, esencial: la que corres­ponde al Contrato social y al Soberano;al poder legislativoya la ley. Aquí está la «vida» y el «alma. del cuerpoS()Cial.

2. Una realidad secundaria, cuya esencia es la de~r,de­

legación, ejecución, misión y comisión: el Gobiernoiy,~\lS

decretos.En una primera aproximación, se puede expre~~ila

diferencia de estos dos órdenes de realidad diciendoqtte laesencia de la primera es la generalidad y la de la segul'1cJa laparticularidad. Dos categorías que dominan, en su distinción,toda la «naturaleza», es decir, de hecho, todos los «pro­blemas» teóricos del Contrato Social. Veamos esto rná~r~e­tenidamente examinando el objeto por excelencia en~ICJuese realiza la esencia del Soberano: la ley. .

¿Qué es una ley? El acto propio del Soberano. ¿q~~lessu esencia? Ser general: a la vez en su forma y ens~fon­

tenido, como decisión de la voluntad general que 'ver~ª so-bre un objeto general. . ./.

« ... cuando todo el pueblo estatuye sobre todo el.R9~~lp.sólo se considera a sí mismo; y si entonces se esta~J narelación, es del objeto entero, desde un punto de i Iobjeto entero, desde otro punto de vista, sin ningun~

del todo. Entonces, la materia sobre la que se estgeneral, como la voluntad que estatuye. Este acto 'esllamo una ley» (11. VI, pág. 169) [40].

y Rousseau añade:«Cuando digo que el objeto de las leyes es sienl~~~·~e.

ncral, entiendo que la ley considera a los súbditos e?,~~r­po y las acciones como abstractas, jamás a un hombrec:~rnoindividuo v una accién particular.»

Consideremos esta doble generalidad de la ley. • •..1. La generalidad de la leyes la generalidad tIe su

forma: «cuando todo el pueblo estatuye sobre t~o el pue­blo ... » Todo el pueblo == el pueblo entero reunido. estatu­vendo sobre sí mismo en cuanto «cuerpo», abstracción he­cha de las voluntades particulares. La voluntad dé tal cuer-

111

Page 56: Para una crítica del fetichismo literario

viene de la preferencia que cada uno se da y, por consígulen­te, de la naturaleza del hombre» (11, IV, pág. 154) [33].

Como 10·señala un texto del Manuscrito de Ginebra, esapreferencia no es sino el otro nombre del interés particular:

«Como la voluntad tiende. siempre al bien del ser quequiere, como la voluntad particular tiene siempre por objetoel interés privado y la voluntad general el interés común,se desprende que esta última es o debe ser el único móvilverdadero del cuerpo social. .. pues el interés privado tiendesiempre a las preferencias, y el interés público a la igualdad».(En el Contrato, 11, J, págs. 135·136 [27] se retoma esteúltimo. párrafo.)

La paradoja que surge del cotejo de estos textos .es lade que el interés particular es presentado a la vez como elfundamento del interés general y como su contrario.. Para«resolver» esta contradicción, veamos como Rousseau latrata prácticamente con ocasión del problema te6ricC)vpJ.n­teado por las condiciones de calidad de los sulragios.. i !

En efecto, dentro del conjunto del pueblo, el obj~~~r~elos sufragios es la promulgación de las leyes, es d~J~,ladeclaración de la voluntad general. ¿Cómo proceder(paraconocer la voluntad general? El principio está planteadoen el capítulo 1 del Libro IV, pág. 363 [111]:

«La ley del orden público en las asambleas no con~istetanto en mantener en ellas la voluntad general como~l,'lha:·cer que sea siempre interrogada y que responda sieD'1ér~».

Este texto significa:1) que la voluntad general existe siempre, ya .ql.lees,

como lo enuncia el título mismo del capitulo, «indestruc-tible»; .

2) pero hay que poner en juego tres condicionespªraque ella pueda declararse. . ...T::C

Ante todo se le debe plantear una cuestión perlan·que por su esencia corresponda a ella, y.que no ver~un objeto particular, sino sobre un objeto general

~ Se.le debe plantear esa cuestión en formapertinc'>v¡.:ii •• einterrogue precisamente a la misma voluntad general.;~~()a voluntades particulares. .:.

Por último, es preciso que la voluntad general r~,~~)~~aa esa cuestión, es decir, que aunque realmente eXl.sl~r!i>;~o,esté «muda», como ocurre cuando «el vínculo sociaL estaroto en los corazones». . ••.•..••.•.•••.

Suponiendo que se le plantee una cuestión general y quela voluntad general no esté muda, hay que interrogarla enlas formas requeridas por SU mis"?a naturaleza, para queresponda a la cuestión planteada. Ese es todo el problemade las reglas de los sufragios. . '

«La voluntad general es siempre recta y tiende sl~mprca la utilidad pública; pero no se deduce que las delibera-

11 ~

8

Page 57: Para una crítica del fetichismo literario

dones del pueblo tengan siempre la misma rectitud» (11,111, pág. 145) [30].

En principio, la voluntad general es la resultante de las'voluntades particulares:

«...Quitad de esas mismas voluntades los más y losmenos que se destruyen entre sí, y queda como suma de lasdiferencias la voluntad general... del gran número de peque­ñas diferencias resultaría siempre la voluntad general»(ibid) [31 l.

Si tal es el principio del mecanismo de la declaraciónde la voluntad general, ¿por qué las deliberaciones del pue­blo pueden carecer de rectitud y, por ello, no declarar lavoluntad general? Para que ese mecanismo asuma su funciónhacen falta dos condiciones suplementarias:

«Si, cuando el pueblo, suficientemente informado, deli­bera, no tuvieran los ciudadanos ninguna comunicación en­tre ellos, del gran número de pequeñas diferencias resultaríasiempre la voluntad general, y la deliberación seria siemprebuena» (11, 111, pág. 14'> [31 lo

Por tanto, es preciso que el pueblo esté «suficientemen·te informado», es decir, que tenga «ilustración», lo que plan.tea el problema de su educación pclítíca,

Pero sobre todo hace falta (y es aquí donde todo se de­cide) que no existan en el Estado ni «facciones», ni «asocia­ciones parciales», ni, especialmente, una asociación parcialdominante, pues entonces lo que se «declara» no es ya lavoluntad general, sino una voluntad parcial, cuando no essimplemente una voluntad particular: la del grupo domi­nante.

«De modo que, para tener el verdadero enunciado dela voluntad general, importa que no haya sociedad particulardentro del Estado, y que cada ciudadano opine sólo por simismo» (11, 11I, pág. 146) [31 l.

Condición absoluta para Rousseau: que la voluntad ge­neral sea interrogada a1lf donde ella reside, en cada indi­viduo aislado, y no en tal o cual grupo de hombres, unidospor intereses que les son comunes, pero que no dejan deser particulares respecto al interés general. Para que la vo­luntad general se declare, es preciso acallar (suprim;r) (1 Io­dos los grupos, órdenes, estados, clases, partidos, etc. Cuandose forman grupos en el Estado, la voluntad general romienzaa callarse 'Y en definitiva enmudece.

«Pero cua~~o el nudo social ~mienza a relajarse y elE~tado a debilitarse; cuando los Intereses particulares ro­rmenzan a hacerse sentir y las pequeñas ciudades a influirsobre la grande, el interés común se altera... ., (IV I P'-gina 362) [110]. ' •

Observemos que la voluntad general no deja de subsis­tir, inalterable y recta: «constante, inalterable y pura peroestá subordinada a otras que pueden más». La pnae~ es~

114

en que, en el individuo más corrompido la voluntad gene­ral nun~a ~s.tá destruida, sino solamente 'eludida.

oEl IndIYlduo:. «Aún vendiendo su voto por dinero, noextingue en si m~smo la voluntad general, la elude. La faltaque comete consiste en cambiar los términos de la cuestióny responder a otra cosa distin!a de la que se le pregunta;de suerte,qu~, e~ lugar de decir con su sufragio: 'convieneal Estado, dice: conviene a tal hombre o a tal partido quese apruebe tal cosa'» (pág. 363) [111 lo

Est~mos ah?ra en condiciones de precisar la naturaleza yla función teórica del Desajuste 111.

o Nosotros decíamos: creemos saber qué es el interés par­tl~lar, ~ro no sabemos qué es el interés general. Ahora~len, se dice 9ue el interés general es el fondo común de losIntereses particulares. O sea que cada interés particular con­t!ene en sr mismo el interés general, y cada volunt~~i~ar­ticular .I~ voluntad general. Esta tesis está ref1ejada~~<laproposicién: la voluntad general es indestructible,>bjjlie­nable y siempre rect~. Lo que en definitiva signim;a;:;r~J'xin­terés general existe Siempre, la voluntad general existesiem­pre, sea o no declarada o eludida.

¿Qué es lo que separa al interés general de sr mismo, ala voluntad general de si misma? El interés particular. Es­tamos en plena contradicción: el interés particular eslai~s<~n­da del interés general, pero es también su obstáeulo.~~()rabien, todo el secreto de esta contradicción se basa>en<un«¡uego» de palabras mediante el cual Rousseau Hal'l1~?<l"()nun mismo nombre al interés particular de cada individuotomado aisladamente y al interés particular de gruJ'Clsso­ciales, Este segundo interés, que es un interés de gruP9¡declase, de partido, y no el interés de cada individuo,~1 esllamado particular por referencia al interés general." n«jueRa» de palabras para declararlo particular y decltieular el interés del individuo aislado. Este «jucg'labras es, una vez más, el índice de un Desajuste: <.1de status teórico entre el individuo aislado y losgrciales, siendo esta diferencia el objeto de una negaci~iT">s­crita en el uso común del concepto de interés particula,~.j.~~~<a

negación está inscrita con todas sus letras en su decl~r;2.~i<~.1lde impotencia: no deben existir en el Estado grupos~.~l~;l­nos. Declaración de impotencia, pues si 110 debe existir~es

que existen, Punto de resistencia absoluto: que no eSllnhe­cho de la Razón, sino un hecho sin más, irreductible:cEp,ri.mer encuentro con un problema real, después deestálarga«expulsión».

Pero justamente, la negación teórica, por el uso equívocode un sólo y mismo concepto (eintcrés particular»), de esehecho «resistente», permite a la teoría desarrollarse sin resis­tencia, en el comentario del par especular: interés particular-

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interés general. Sin embargo, si miramos las cosas másdetenidamente, en ese mismo par vemos en acción el Des-ajuste. ' e-

El interés general: su existencia tiene por puro y simplecontenido su declaración de existencia. Rousseau no dudaun sólo instante de la existencia de un interés general comofundamento de toda sociedad. Que la ideología del interésgeneral sea indispensable a las sociedades reales que sirvende referencia a Rousseau, es evidente. Pero en El ContratoSocial, Rousscau no trata nunca el interés general como unaideología o un mito. Su existencia real presenta para él tanpocas dudas que afirma su existencia inalterable e impertur­bable, incluso cuando la voluntad general que Jo declara haenmudecido. Aquí, el Desajuste teórico comienza a manifes­tar un Desajuste muy distinto: el que instaura esa filosofíaen el Desajuste que, desde su origen, ha establecido con loreal para nacer.

Lo mismo sucede, especularmente, con el interés parti­cular. Pues el interés general sólo es el reflejo especulardel interés particular. También el interés particular es objetode una declaracián de existencia absoluta. Las dos declara­ciones se responden, como un eco, porque versan sobre elmismo contenido y desempeñan la misma función. y estándesajustadas en relación a la misma realidad: los interesesde los grupos sociales, objeto de una negación indispensableal mantenimiento de las categorías especulares del interésparticular y del interés general. Así como el interés generales un mito, cuya naturaleza se advierte apenas se lo vecomo copia de su doble real, esos «intereses generales» queRousseau declara «particulares» porque corresponden agrupos humanos (órdenes, clases, etc.), del mismo modo elinterés particular «puro» del individuo aislado (lo que leviene de los orígenes constitutivos del estado natural) es unmito cuya naturaleza se advierte apenas se ve que posee

,su «doble» real en esos intereses generales de los gruposhumanos que Rousseau declara ,«particulares» porque domi­nan el Estado, o luchan por la conquista de su poder. Comoen Jos casos anteriores, distinguimos claramente el Desajuste,pero bajo la negación verbal de un juego de palabras: aquíla «contrada~za~ de lo particular y lo general, conceptosque, en propiedad, pertenecen exclusivamente al individuoy al Soberano, pero que sirven pafa reducir teóricamente elDesajuste introducido en el sistema conceptual de Rousseaupor el surgimiento de ese fenómeno irreductible: la existen­cia de los intereses de grupos sociales. El interés de estosgrupos ~ociales es I!amado o bien particular, o bien gene­ral, segun las necesidades de la Causa es decir las de lapareja especular ideolt)gica interés par'ticular/in;erés gene­ral, en la que se refleja la ideología de una dominación de

116

clase que presenta sus intereses de clase a los particularescomo su interés (general).

Desde ahora, el Desajuste nos aparecerá en- toda su amoplitud y bajo una nueva forma. Ya no concierne a tal o cualpunto interno de la teoría. Ya no se trata del status de laSegunda Parte Interviniente (Desajuste 1), ni del status delintercamhio en la alienación total (Desajuste Il). Esta vezse trata del Desajuste mismo de la teoría respecto de la rea­lidad; por primera vez la teoría encuentra grupos socialesexistentes. Llegados a este punto, podemos hacer una suge-rencia y una observaci6n. .

La sugerencia, Sería sin duda muy interesante rehacera la inversa el camino que acabamos de recorrer, partiendoesta vez del Desajuste nI como la razón de todos los «pro­blemas» y Desajustes anteriores. Seria partir de la desarti­culación de la filosofía de Rousseau, es decir, del plintoen que ella se articula con la ideología jurídica de la soci~4ad

en la que vive Rousseau, tomando, para constituirse enifilo­sofía ideológica de 10 político, la distancia de ese De~.~j~lS­

te ITI que la constituye. Mediante tal procedimiento lle~ªl\ra­mos al resultado de que la diferencia v la oposici6n dási~as

entre critica externa y crítica interna de una teoría filos6ficason un mito.

La observaci6n. Rousseau encuentra finalmente, en elobjeto al que apunta la negación del Desajuste 111 {loserupos sociales, órdenes, clases, etc.), lo mismo de lóigÚehabía partido como problema: el resultado del se~nd(')J3)is­curso. y esta comparación daría sin duda resultados~l"ti­nentes sobre los conceptos ideológicos que sostienen -toooel espacio teórico de El contrato social: libertad, amor de sí,igualdad, etc. En particular esa famosa libertad, solemne­mente adjudicada al hombre del. primer estado naturálQii f e­serva y depósito sagrado rara 10 que pudiera ocurrir. e~decir. para el Futuro de la Moral y de la Religión (;~la Voluntad General. es decir. el Interés General}, seque no es ni requerida ni utilizada por el hombre *'que todo el segundo Discurso prescinde Jlerfcctame,J.. :'~ella. y se vería rarnbién lo que ocurre con los grupos:~~~~­les: ¡no es acaso el cuerpo de los «ricos» el que tom:t¡l~iniciativa del Contrato social. cuvos argumentos en ~s~:~.~~(l

se denuncian: 1:1 empresa mnv ~ref1eox'iva» de la mayo(il'11­postura efeo la historia del Género Humano? El verd:i4~1'(lContrato Social. el «legítimo», encuentra así al cahodeldesrlaznmie:-nto de sus conceptos las mismas realidades cuvaexistencia y lógica implacable hahía descrito el segundo Dis­curso.

Una última observación. Si ("1 Desajuste TTT se refiereesta ve? al Desajuste de la teoría respecto dt' la realidad. vano se trata de una simple negnción frñrira. La ne:-gación nopuede ser sino "rlÍl'fira: negar b existencia de los grupos

117

Page 59: Para una crítica del fetichismo literario

humanos (órdenes, clases) es suprimir .précticamenre su exis­tencia. Aquí nosotros inscribimos: Desajuste IV.

6. EVASIÓN HACIA ADELANTE EN LA IDEOLOGíA,

o REGRESIÓN EN LA ECONOMíA: DESAJUSTE IV

La solución de las «dificultades teóricas» existentesqueda confinada a la práctica. Se trata de lograr la suprc­sión, en la realidad que ya no se puede evitar, de los grupossociales y sus efectos: la existencia de las órdenes, de lasclases sociales, de los partidos políticos e ideológicos, y desus efectos.

Recordemos las condiciones del «buen» funcionamientode la consulta a la voluntad general. Era preciso que el pue­blo tuviera ilustración, y que entre él y la voluntad generalno se interpusiera ningún grupo humano intermedio. Rous­seau acometerá ambas tareas en una sola y misma operación,que adoptará dos formas, siendo la segunda el reconocimien­to del fracaso de la primera, y viceversa. Evasión haciaadelante en la ideología y (o) regresión en la realidad. ElDesajuste IV que es enteramente «práctico» (aunque natu­ralmente implica efectos teóricos} «separa» las dos formasde esta tentativa-alternativa. Aqul doy algunas sumariasindicaciones.

1. La evasión hacia adelante en la ideología

Sus momentos esenciales se encuentran en la teoría delas costumbres, de la educación y de la religión civil. Ensu. principio, esta tentativa tiene por fin asentar los dispositi­vos prácticos de una reforma moral permanente, destinadaa anular los efectos de los grupos sociales de intereses queno cesan de surgir y actuar en la sociedad. Se trata de defen­der y restaurar sin cesar la «pureza» de la conciencia indi­vidual (por tanto, del interés particular, que es en sí elinterés general) en una sociedad en la que es acechazadapor los efectos perniciosos de los grupos «particulares».

Enumerando los diversos tipos de leyes, Rousseau dis­tingue las leyes políticas, las leyes civiles y las leyes cri­minales. Pero 10 esencial no se dice:

«A estas tres clases de leyes se agrega una cuarta, lamás importante de todas; que no se graba ni en mármol nien bronce, sino en los corazones de los ciudadanos: quedetermina la verdadera constitución del Estado; que adquie­re cada dfa nuevas fuerzas; que, cuando las otras leves envc­jecen o se extinguen, las reanima o las suple, conserva unpueblo en el espíritu de su institución y sustituye insensible­mente la fuerza de 1:1 autoridad por la del háhíto. Me refiero

118

a las costumbres, a los usos, y sobre todo a la opinión.parte desconocida por nuestros políticos, pero de la -cualdepende el éxito de todas las demás: parte de la que el granlegislador se ocupa en secreto, mientras que parece lirnirnrsea reglamentos particulares que no son sino el arco de labóveda, cuvas costumbres, més lentas en nacer. forman alfin la inquebrantable clave» (II, XII; p. 223) [57-58).

1.0 que interviene en estas leves-claves, no escritas, esla acción sobre la «voluntad particular» Que forma cuernocon las «costumbres». «Cuanto menos relación tengan lasvoluntades particulares con la voluntad general. o sea las cos­tumbres con las leyes ... » (lIT, 1, p. 242) [621. Pero las«costumbres» no son más que el penúltimo eslahón de unacausalidad que se puede representar de este modo:

Leyes -4 opiniones -~ costumbres -4 voluntad particularPor su lado. se les puede tener confianza. los. gT1tPo.c;

sociales actúan automáticamente. por su simple exist~.~cia

como por sus empresas y su influencia, sobre cadn n9~;d<"los momentos de este proceso. Es indispensable, T"\leS~f,ll1ese ejerza una contra-acción sobre cada una de laSC:l'lSnSintermedias. El legislador actúa por excelencia sohreho;¡leves. La educación. las fiestas. la religión civil. etc .. soh,.,.las opiniones. Los censores, sobre las costumbres. 'Pt'ro f.'1legislador sólo interviene en los oríaenes de la existend:lhistórica del cuerpo social. v los censores sólo puedf."nJ"pn­servar las buenas costumbres. no reformar 1:1s malas·¡:ror

consiguiente, la acción puede v debe ser co.nstante v efic~tanivel de las opiniones. De ahf la imrortancia de la educacotónde los ciudadanos por medios púhlicos (las fi("sta~) n1""lv~~dos (el Emilio): pero la educación no puede hastars~stnrecurrir a la religión, es decir, a 1:1 ideologín re~igiosa,:!~tl~roconcebida corno religión civil, o sea. en su functónd7éJª.~o-logfa moral y política. .,

Evasión hacia adelante en la ideología. como ..!••~.medio de proteger a la voluntad particular del ~on~I ....~los «intereses) llamados «T"articulares», o. sea SOCiales, {.;/./sfamosos gmpos «intermedios), Evasión hacia adelante.'pllesno tiene' un término. La solución ideológica, esa, ~(d~~~/.~ebóvedas que sostiene en el ciel,o, todo el ar~o po.lIttco,~ece.sita el cielo. Nada es tan frágIl como <;1 Cielo.

2. La regreslán en la realidad (econámica)

Por eso debemos volver a la tierra y atacar en ~umismoprincipio esos peligrosos «grupos» humanos. Y. r('cor(t~ndo.las tesis mayores del segundo Discu,!o, hablar de .la realidad,es decir, de los «bienes), de la propiedad, de la riqueza y dela pobreza. En términos claros: hay que mantener al Estado

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dentro dl' los límites estrechos de' una estructura económicadefinid.r.

«.. .cl fin dl' lodo sistema de legislación, .. se reduce a dosobjetos principales: la libertad y la ~p'ua/Jad. La libertad,porque toda dependencia particular es fuerza qt!e se restaa1 cuerpo dd Estado; la igualdad, porque la libertad nopuede subsistir sin elln ... En cuanto a la igualdad, no debeentenderse por ('Sl.l palabra que los grados de poder y deriqueza sean uhsolurnmcnte los mismos. sino que, en cuantoal poder. esté por (It'hajo de toda violencia y no se ejerzanunca sino en virtud del rango y de las leyes y, en cuantoa la riqueza, que ningún ciudadano sea lo bastante ricocomo para comprar a otro. y ninguno lo bastante pobre comopara verse ohlipado a venderse. Lo cual supone. por partede los grandes, moderación de bienes y de crédito, y,por parte de Jos pequeños, moderación de avaricia y de arn­bicion» (IJ, XI, págs, 218·219) [54-55].

Aquí, Rousseau, agrega una nota:«Si queréis, pues, dar al Estado consistencia, aproximad

los grados extremos todo lo posible, no toleréis ni gentesopulentas ni pordioseros. Estos dos estados, naturalmenteinseparables, son igualmente funestos al bien común; deluno salen los causantes de la tiranía y del otro los tiranos ... »(11, XI, p. 219) [55].

Las fórmulas centrales de estos textos retoman, aunquea propósito de sus efectos políticos. algunos términos delsegundo Discurso: «Desde el momento en que un hombrenecesitó la avuda de otro, desde que se advirtió que eraútil a uno solo tener provisiones para dos, la igualdad desa­pareció ... » Esta posibilidad marca, con el comienzo de la<1ivisi()n del trabajo, el inicio de la dependencia, que pasa aser universal cuando una vez que toda la tierra está culti­vada v ocupada «los supernumerarios» .. , se vieron obligadosa recibir o arreh:ltar su subsistencia de mano de los ricos.i »~' los ricos fueron capaces de comprar o de coaccionar a lospobres. rsta realidad es la que obsesiona ~1 la scgundasolu­ción pr.ictica de PI contrato social.

En las reformas económicas que propone, Rousseauapunta a proscribir los efectos de la desigualdad económicaesrahlccida. y pnrt icularrnente el agrupamiento de los horn­hrcs en esos dos «estados» «naturalmente inseparables», los<iriCOS» y los «pordios('ros~). El criterio que sostiene es que(ininguno sea 10 hastante rico para comprar a otro. v ninguno10 hastante pohre para verse ohligado a v('nd(·rse». Roussc:mC'st:l expresando en V01. alta. aunque sin pensar en StlS cnn­diciílt1es rmktÍc:ls. ("1 \,iejo sueiio <1(' la independencia c('on(l­mica, dd (colllercio indepl'ndiente~) (se!~ttndo f)ifíur.w L C''\decir, dt· h peqll<'Íi:t produccic)n artes:tnal (urhana n agraria).

« F\'a"i,ín h:1Ci:1 ;1fds~), ('sta vez, en la realidad ecnn6mi­ca: regr('sh)n.

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()ue sea IIn sueño, un voto piadoso, es éll~() que Rousscausabe:

« Esta igualdad, dicen, es tina quimera especulativa queno puede existir en la prricticn. Pero si el abuso es inevira­hlc, ¿quit're esto decir que no se dcha rcglamcntarlo>Precisamente porque la [uerza ti", las cosas tiende siempre adestruir la igualdad, la fuerza de la 1cgislad6n dehe siempretender a mantenerla» (11, XI, p. 21')) 1551,

Ya se Ve: no puede tratarse m.is lJUC de regular un abusoinevitable. efecto de la [uerz.r (k· las cosas. Cuando Rousscauhahb de «aproximar los dos extremos» se refiere a esaimposihle condición: ir contra lu fuerza de las cosas, pro­poner, a título de medida práctica. una solución 1<que nopuede cxist ir en la pr.ict ica». :\ penas hace falt.t observarque los dlls «cxt n-mus» tienen todo lo necesario para cons­rituirse en grupos humanos que defienden sus «intereses»,los cuales se burlan de las caTq~orí;t'i de la generalidad ode b particularidad.

En dos palahras: Roussc.m invoca como solución pníc­rica a ~1I problema j suprimir Lt existencia de las clasessnri;,ll's) una regresián economice hacia uno de los fenóme­nos de Lt disolución del modo de producción feudal: elpequeño productor independiente, el artesanado urbano orural, In que el segundo Discurso describe bajo el concept~

de «comercio independiente» (independencia económica uní­versal que permite 1In ( lihre» comercio, es decir, relacioneslibres entre los inclividuos ), Pero ~;l qué santo encomendarse

f ' , . )rara obtener esa imposible re orrna econonuca regresiva.~n queda m.is que 1.1 predicación moral. es decir, la accióni<.!eol,\gicl. Estarnos en ln noria.

E\,;lSi(ln hari:t adelante en la ideología, regresión en laeconomía. evasión lucia adelante en la idl'ología. etc, Estavez el Desajuste l'st:i inscrito en 1:1 pr.ictica que pr~pone

Rousscau. FSf;l pr.ictica no se refiere a conceptos, sino arl';,li,b,le'i (Lt idl'ología moral v religiosa existente, l:l,prO­pie(bd económica eXiJ!nl!('~. El de;"ajust(" es eX:1C!:lmen~~.)y

con todas las letras. el Desajuste rmsmo de la tcona r~spf~to,le b rcalid.ul en S1I efecto: dl'sajuste entre (tos practlC:1S,.unl-as imposihlcs. Como ahora estarnos ~n 1:1 re~1idad.y ~op",Il'mos sino dar \'udL1S en r<"',I~)n(l() (~de()l()gla-econO~lt:l­

i,ll'ologí:t, etc.), vu no hav cvasion posible en la realidadmisma. Fin del Desajuste.

Si \';1 !lo 11:\\, Desajuste po,,¡hll' -puesto que ya d~ nad:lsl'rvirLt- <.'Ill'l orden tl'(lrk,), quc no h:l hec~lo ~':IS qU('

"i"ir dl' eso" Des;tjustt'S. l'xpu1scmdo fuer;l de SI mIsmo susprohlel1l;'" en 1:1 s(,llld(ln lIl' ;ht"l-l1ns. hast;) ('ncontr.u ,elprnhlenu rl'''1. insnt"hll' . qm'(b. nI' ol.,st:tnte, "n recurs(>!,ero de ()lr.t 'l;l,ur;lll'~;l: una !r~~Jln{':l~·r.t, est:l vcz la tr:1n~-

f ',1,1, 1'1111",,,,h1e ""luch'n tl'OflCl ("n h, t'trn de l.tl'rl'nCI; l'. . . , i ttl""'¡", Lt litl'r:!lur;.. Fl (,trinnft' fklid(),~. :ttlmlr;lh<.', (e un:l

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Page 61: Para una crítica del fetichismo literario

escritura sin precedentes: L4 Nueva Eloisa, el Emilio, lasConjesiones. Que sea sin pn..xedcntes q,uiz.i no carezca derelación con el «fracaso», admirable, de una teoría sin pre­cedentes: el Contrato Social.

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lndicc

Jnrroducción 9

Sobre la literatura como forma ideológica 23

Nota a propósito del lenguaje y la literatura del totalitarismo 47

Notas sobre literatura y enseñanza 57

Las vías de investigación de Pierre Guyotat

El pintor de lo abstracto

Lectura de Rousseau: Los «d(.'sajustcs- del discurso en el«Contrato Social. 87

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Page 62: Para una crítica del fetichismo literario

COLECCION MANIFIESTO

Libros publicados:

1. El estado actual de la lingüística.Charles F. Hockett.Traducción de Juan D. Luque Durán y Roberto MayoralAsensio. Revisión y notas de Juan D. Luque Durán.140 páginas.

2. Teoría e historia de la producción ideológica.1: Las primeras literaturas burguesas (siglo XVI).Juan Carlos Rodríguez.420 páginas

3. Cancionero de obras de burlas provocantes a risa.Prólogo de Juan Alfredo Bellón Cazabán. Edición de PabloJauralde Pou y Juan Alfredo Bellón Cazabán. Notas dePa­blo Jauralde Pou.[Basado en la edición original (Valencia, 1519), coo/.la$composiciones suprimidas del "Cancionero General" deJ"I~r­

nando del Castillo, y las ediciones y "Advertencias" deLuis de Usoz y Rfo (Londres, 1841-43).]328 páginas.

4. Cronus y la señora con rabo.Ramón J. Sender.152 páginas.

5. ¿Es posible una ciencia de lo literario?France Vernier.Traducción de Marfa Olmedo Martfnez y Juan Alfredo Be­Ilón Cazabán.120 páginas.

6. Sátiras•.Aula Persio Flacco.Prólogo, traducción y notas de Salvador Vi llegas \.':1\.111111,::11., •.••

Primera traducción completa de Persio a prosa ca!~t~IIªf:jI'ª.

120 páginas.

7. Ideologías y técnicas literarias.Ignazio Ambrogio.Traducción de Antonio Sánchez Trigueros.200 páginas.

8. Ulrike tiene una cita a las ocho.Luis León Barreto.152 páginas.

9. Sobre la autodestrucción y otros efectos.Felipe Alcaraz.160 páginas.

Page 63: Para una crítica del fetichismo literario

10. La guerra hispano-cubano-americana· y el nacimientodel imperialismo norteamericano, I (1895-1898).Philip S. Foner.389 páginas.

11. La guerra hlspano-cubano-amerleana y el nacimientodel imperialismo norteamericano, n (1898-1902).

Philip S. Foner.

12. El origen del mono y otros relatos.

Juan Aparicio Fernández.165 páginas.

13. Para una crítica del fetichismo literario.Althusser, Poulantzas, Balibar, Macherey,Sollers, Guyotat.128 páginas.

COLECCION AKAL 74

Libros publicados:

1. Introducción a la antropología social.Juan Maestre Alfonso.304 páginas.

2. Perfiles simbólico-morales de la cultura gallega.Carmelo Lisón Tolosana.205 páginas.

3. La enfermedad infantil del «Iaqulerdlsmo. en el co­munismo.V. 1. Lenin.144 páginas.

4. Bolivia: victoria o muerte.Juan Maestre Alfonso.342 páginas.

5. Cartas sin dirección y el arte y la vida social.J. Plejanov.256 páginas.

6. Diez días que estremecieron el mundo.John Reed.409 páginas.

7. Así se templó el acero.Nikolai Ostrovski.469 páginas.

8. Diccionario de economía política.Borisov-Zharnln-Makárova.264 páginas.

9. Fundamentos del leninismo.José Stalin.152 páginas.

10. El antihumanismo de McLuhan.Sidney Finkelstein.152 páginas.

11. En España.Leon Trotski.152 páginas.

12. Principios elementales y fundamentales de filosofía.Georges Politzer.336 páginas.

13. La emancipación de la mujer.V. 1. Lenin.144 páginas.

14. El estilo del trabajo en el partido.Mao Tse-Tung.160 páginas.

15. Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolucióndemocrática.V. 1. Lenin.149 páginas.

16. ¿Qué hacer?V. 1. Lenin.214 páginas.

17. Un paso adelante, dos pasos atrás.V. 1. Lenin.240 páginas.

18. Muerte en Granada: La tragedia de FedericoLorca.Eduardo Castro.208 páginas; 24 fotografías.

19. Apostando a la democracia.Isidoro Moreno, Tomás iglesias, José Luis López, Ma­nuel Ramón Alarcón, José Rodrfguez de la Borbolla.Un año en la "Tercera Página" de El Correo de Andalucía.Con prólogo de Federico Villagrán.296 páginas;

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DEMCO 38-297

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