Nº 9 comentario

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Comentarios de texto 2º de Bachillerato Texto número 9 LA SEGUNDA HERIDA Este año se celebra el bicentenario del nacimiento de Darwin y el 150 aniversario de la publicación de El origen de las especies, uno de los dos grandes libros del siglo XIX (el otro es El capital) que marcarían el desarrollo intelectual y moral del XX. Freud (tal vez el tercer pensador más influyente del cambio de siglo, después de Marx y Darwin) dijo que la teoría de la evolución había supuesto la segunda gran herida narcisista sufrida por la humanidad en su orgullo de supuesta especie privilegiada. La primera nos la infligió Copérnico al arrancarnos del centro del universo. Y la tercera herida, según el propio Freud, fue la teoría del psicoanálisis, con su perturbadora revelación de los mecanismos inconscientes que subyacen a nuestra conducta. Ya nadie reivindica la cosmología geocéntrica de Ptolomeo, y aunque el psicoanálisis está bastante desprestigiado en los medios científicos, pocos niegan el importante papel que desempeña lo irracional en nuestro comportamiento individual y colectivo. Sin embargo, la segunda herida sigue abierta. Por increíble que parezca, y a pesar de las abrumadoras evidencias que confirman la evolución como un hecho incuestionable, el creacionismo, rebautizado como “teoría del diseño inteligente”, no ceja en su ciega cruzada contra la razón, e incluso gana de vez en cuando algunas batallas legales en Estados Unidos. La idea de que los simios y los humanos tengamos antepasados comunes no es fácil de admitir para quienes se creen los reyes de la creación, hechos por Dios “a su imagen y semejanza”. Pase que nos echen del centro físico del universo, pero que nadie se atreva a desplazarnos de su centro espiritual. Pase que se ponga en duda la racionalidad de algunas de nuestras conductas más arraigadas, pero que nadie se atreva a decir que somos primos de los chimpancés. Puede que la clave de la feroz oposición de los fundamentalistas religiosos al evolucionismo esté en el hecho de que ven en él la más gráfica expresión científica de la dialéctica, es decir, del antidogmatismo. Sistematizando un legado filosófico milenario, Hegel nos recordó que no hay entidades separadas e inmutables, sino procesos e interacciones incesantes, y Darwin aplicó la poderosa herramienta hegeliana al estudio de la biología, del mismo modo que Marx la aplicó al estudio de la economía y de la historia. Juntos le asestaron un golpe definitivo al inmovilismo intelectual y moral de su tiempo, que es el nuestro, es decir, a la ideología dominante, al orden establecido. La “segunda herida” no dañó la dignidad humana, sino a sus enemigos. Que siguen siendo muy poderosos. Carlo Frabetti// El juego de la ciencia * Escritor y matemático

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Comentarios de texto 2º de Bachillerato

Texto número 9

LA SEGUNDA HERIDA

Este año se celebra el bicentenario del nacimiento de Darwin y el 150 aniversario de la publicación de

El origen de las especies, uno de los dos grandes libros del siglo XIX (el otro es El capital) que marcarían el

desarrollo intelectual y moral del XX. Freud (tal vez el tercer pensador más influyente del cambio de siglo,

después de Marx y Darwin) dijo que la teoría de la evolución había supuesto la segunda gran herida narcisista

sufrida por la humanidad en su orgullo de supuesta especie privilegiada. La primera nos la infligió Copérnico

al arrancarnos del centro del universo. Y la tercera herida, según el propio Freud, fue la teoría del

psicoanálisis, con su perturbadora revelación de los mecanismos inconscientes que subyacen a nuestra

conducta.

Ya nadie reivindica la cosmología geocéntrica de Ptolomeo, y aunque el psicoanálisis está bastante

desprestigiado en los medios científicos, pocos niegan el importante papel que desempeña lo irracional en

nuestro comportamiento individual y colectivo. Sin embargo, la segunda herida sigue abierta. Por increíble que

parezca, y a pesar de las abrumadoras evidencias que confirman la evolución como un hecho incuestionable,

el creacionismo, rebautizado como “teoría del diseño inteligente”, no ceja en su ciega cruzada contra la razón,

e incluso gana de vez en cuando algunas batallas legales en Estados Unidos. La idea de que los simios y los

humanos tengamos antepasados comunes no es fácil de admitir para quienes se creen los reyes de la

creación, hechos por Dios “a su imagen y semejanza”. Pase que nos echen del centro físico del universo, pero

que nadie se atreva a desplazarnos de su centro espiritual. Pase que se ponga en duda la racionalidad de

algunas de nuestras conductas más arraigadas, pero que nadie se atreva a decir que somos primos de los

chimpancés.

Puede que la clave de la feroz oposición de los fundamentalistas religiosos al evolucionismo esté en el

hecho de que ven en él la más gráfica expresión científica de la dialéctica, es decir, del antidogmatismo.

Sistematizando un legado filosófico milenario, Hegel nos recordó que no hay entidades separadas e

inmutables, sino procesos e interacciones incesantes, y Darwin aplicó la poderosa herramienta hegeliana al

estudio de la biología, del mismo modo que Marx la aplicó al estudio de la economía y de la historia. Juntos le

asestaron un golpe definitivo al inmovilismo intelectual y moral de su tiempo, que es el nuestro, es decir, a la

ideología dominante, al orden establecido. La “segunda herida” no dañó la dignidad humana, sino a sus

enemigos. Que siguen siendo muy poderosos.

Carlo Frabetti// El juego de la ciencia * Escritor y matemático