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    TURISMO CULTURAL Y CULTURAS TURISTICAS

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    Prof. Osmar Abel Altamirano Tantalean

    Contenido

    I PRESENTACIN........................................................................................................................... 2

    II DEDICATORIA............................................................................................................................. 3

    III. INTRODUCCIN....................................................................................................................... 4

    MARCO TERICO.......................................................................................................................... 5

    CAPITULO I.................................................................................................................................... 5

    1.1 ANTECEDENTES HISTORICOS.............................................................................................. 5

    1.2. TURISMOS Y TURISTAS ALTERNATIVO-CULTURALES....................................................... 7

    a. Turismo tnico.......................................................................................................... 8

    b. Turismo ambiental:.................................................................................................. 9

    c. Turismo recreativo:.................................................................................................. 9

    d. Turismo cultural e histrico:................................................................................. 9

    CAPITULO II................................................................................................................................. 12

    2. Culturas, cambios y productos tursticos.............................................................................. 12

    3. Autenticidades.................................................................................................................... 16

    4. Encuentros.......................................................................................................................... 19

    IV. CONCLUSIONES............................................................................................................... 21

    V. REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS................................................................................ 23

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    I PRESENTACIN

    El turismo cultural es concebido como una forma de turismo alternativo queencarna la consumacin de la comercializacin de la cultura. Elementosescogidos de cualquier cultura pasan a ser productos ofertados en el mercadoturstico. Este artculo argumenta que los procesos de generacin de productosculturales conducen a nuevas formas de interpretar la autenticidad y expresanel dinamismo e imaginacin de los grupos locales para adaptarse a lasexigencias de la demanda.

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    II DEDICATORIA

    A nuestros familiares, amigos y compaeros de la carrera de turismo; al pblico

    interesado en seguir adquiriendo conocimiento de este y otros temas. Porque

    un pas que aprende, es un pas que progresa.

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    III. INTRODUCCIN

    El presente trabajo de investigacin tiene como fin analizar y estudiar

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    Dicho tema es de vital importancia, porque de esta manera podremos conocer

    como est regulado y estructurado en parmetros de estudios altamentetursticos, en que difiere, una de otra, que a simple vista y lectura son similares

    pero son totalmente diferentes. Tiene como uno de sus principales objetivos, es

    una ptima calidad en los servicios tursticos y dar a conocer, sobre culturas

    tursticas y turismo cultural

    Como primer punto a tratar abarcaremos turismos y turistas alternativos-

    culturales y sus denominaciones, donde se trataran temas puntuales acerca de

    la concepcin, sujetos y objetos, tipos de turismo que brinda nuestro pas.

    Tambin puntualizaremos en el segundo punto sobre culturas, cambios y

    productos tursticos, las disposiciones polticas, abordados dentro de las

    culturas, que existen dentro de nuestro ordenamiento jurdico.

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    MARCO TERICO

    CAPITULO I

    1.1 ANTECEDENTES HISTORICOS

    Primero fueron lites y marginales, con tiempo y algo de capital, los querecorrieron el Mundo. Un mundo pequeo y excesivamente limitado por la faltade medios de transporte y la multitud de fronteras casi impracticables.Abiertos los pasos y despejados los caminos, desarrolladas lasinfraestructuras, tras ellos fueron llegando los turistas de masas y charter. Elturismo, con la capacidad lograda de ser renovable, se consolid como un granproducto, casi una cadena de produccin que poco a poco incluy aquel mundo

    como materia prima y a toda la selecta humanidad con dinero como clientepotencial. Con estos antecedentes huelga indicar que el sistema turstico nofunciona al modo de una organizacin benfica, es sobre todo lo que nospueda sugerir, una actividad econmico-empresarial. Obviamente hay muchasformas de conducir una empresa y alguna de ellas podra redundar en elbeneficio comn representado en el negocio para algunos, empleo paramuchos otros y notables cambios para la mayora de los residentes en lasreas de destino.

    Aquellos destinos de masas o masa incipiente (utilizando los trminos de V.Smith, 1992), fueron siendo lentamente condicionados por la demanda, la

    imagen y los estereotipos que en los aos setenta del pasado sigloprevalecieron. El ciclo de vida de los destinos hizo de muchos de ellos unafantasa monocolor, homognea con otras muchas. Cancn o Benidorm,Acapulco o la Riviera, se diferenciaban por nfimos retazos de originalidadexpresados en alguna estereotipada danza, celebracin o plato en elestandarizado juego de olores y sabores tursticos. Todo adornado de algntoque mtico para la excursin concertada, monumentos y cifras que no tenanparangn. Tras la fachada se revelaron una serie importante de costos eimpactos no previstos en las reas de destino, una alta competitividad entre losmismos, una clientela amplia pero que iba aprendiendo y exigiendo, y un orbecada vez ms estrecho, en virtud de la facilidad de desplazamiento ysimilaridad de ideas.

    Tales cuestiones impulsaron el proceso, continuado hasta el momento, debsqueda y desarrollo de nuevos y diferenciados productos tursticos quepudieran ser aceptados por la fuerte demanda de ocio occidental. Esos nuevosproductos deban poseer la cualidad especfica de ser ofertados aparentemente a una minora (el tan nombrado turismo de calidad), sereconmicamente viables, adems de que en su presentacin no pesaran losprofundos efectos causados por los que anteriormente se vendieron al turistade masas y que an saturaban el mercado. Este proceso, enmarcado

    histricamente a finales de los aos ochenta e inicios de la siguiente dcada,coincide con un momento de preocupacin y crisis medioambiental, econmica

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    e ideolgica, que impulsa a muchos en un movimiento colectivo dediferenciacin e individualizacin. Nace lo que algunos denominaron el post-turista (Galani-Moutafi, 2000; Harkin, 1995; Jules-Rosette, 1994; Nuryanti,1996; Pretes, 1995; Selwyn, 1990; Tucker, 2001; Wang, 1999), de gustossofisticados y de eufemstica calidad, buscando cubrir, en el mejor de los

    casos, los segmentos ocultos y poco explotados del mercado, pero tambinocupar los resquicios que los turismos clsicos iban dejando.

    La conciencia colectiva, los intereses macro-econmicos y la mirada de losgrandes planificadores sociales, aunque con motivaciones diferenciadasconvergieron en territorios y rasgos que aos antes fueron bien abandonados asu suerte, bien no considerados como recurso apto para la explotacinturstica. Bsicamente, la tendencia de la demanda marc que los que fueronnuevos productos ofertados se encontrasen encuadrados en dos grandespaquetes altamente vinculados: medio ambiente fsico (la naturaleza) y medioambiente cultural (patrimonial-identitario). Estos elementos contribuyeron en

    principio al fin prefijado, esto es, renovar los destinos de masas, pero msimportante an fue potenciar el desarrollo del turismo en muchas reas a lasque el clima y la geografa no ayudaron con los turismos clsicos, lo cualconsumaba plenamente al sistema turstico como mximo representante de losmovimientos globalizadores.

    Cultura y naturaleza, presentadas a modo de paisajes conjuntos o disociados,segmentados como historia, adaptacin monumentalidad, etnografa, fauna,arquitectura, arqueologa, flora, gastronomaas con un orden algo catico,han reordenado y redefinido el sistema. A travs de esta forma de turismo,adems de las modas y estilos de vida que le acompaan, se logran ofertaruna serie de manifestaciones culturales caracterizadas por su atemporalidad,no estar aparentemente sujetas a ningn espacio y hallarse agregadas agrupos humanos o sociedades ms virtuales que reales. En su globalidad, elturismo se constituye como un sistema que abarca diversos procesos deinteraccin en los que se encuentran involucrados un amplio espectro deagentes (poblacin local, potenciales turistas, turistas, trabajadores forneos,empresas, macro empresas) y un no menos amplio abanico de espacioscargados de significados y simbolizaciones o, como se han dado en llamar,lugares (Meethan, 2001).Los bienes naturales y/o culturales que dan cohesin y grandeza a un

    imaginario del pasado y la tradicin, esos lugares, son desde entoncesrescatados, preservados y custodiados, no tanto por su funcionalidad para laspoblaciones locales, sino ms bien por el mero monumentalismoconservacionismo, aunque para ello deban limitarse sus usos, adornarse susestilos y recrear sus historias. Su cliente, el que conocemos como turistacultural. O no?

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    1.2. TURISMOS Y TURISTAS ALTERNATIVO-CULTURALES

    Desde finales de la dcada de los ochenta asistimos a la aparicin en cascadade multitud de nuevos turismos, propiciados en su conjunto por las nuevascondiciones y exigencias del mercado, esto es, competitividad, flexibilidad ysegmentacin. La prctica totalidad de los nuevos productos se presentan, y aveces analizan, como una forma diferente de practicar el turismo y la mximaes la consecucin para el cliente de una experiencia satisfactoria, laexperiencia de lo autntico en la naturaleza, la cultura, la gente o unacombinacin de las mismas. Su desarrollo se lleva a cabo, preferiblemente, enreas no congestionadas poblacionalmente (parajes deshabitados o con muybajo nivel de ocupacin humana, entornos rurales no urbanos o pequeaspoblaciones concentradas), pero pueden incluirse tour monumentales-arquitectnicos o musesticos por ciudades. Sobre la plyade dedenominaciones comerciales, destacan sobre manera las conocidas comoecoturismo, turismo tnico y turismo rural, aunque en los ltimos aos seimpone tambin una variante (de aplicacin ms amplia) que refieren comoturismo cultural.

    Si bien son mltiples los textos que desarrollan anlisis de estas formas

    tursticas y sus consecuencias (Cater; Lowman, 1994; Chambers, 1997; Smith;Brent, 2001; Smith; Eadington, 1994; entre otros), el ritmo del mercado,variaciones y combinaciones que de los productos realizan los destinos y losoperadores vuelven a dejar en evidencia una realidad socioeconmica ysociocultural ms dinmica que las teoras y sus pretensiones. Y, a pesar deello, tanto para el avance en la aplicacin del turismo como elemento dedesarrollo como para la posible prediccin de efectos no deseados de laactividad turstica, sigue siendo necesario el esfuerzo por deslindar de la formams clara posible a qu nos referimos, y se refiere el mercado, con cada unode los productos ofertados. Y ello sin dejar de lado el objetivo de crear unmarco de entendimiento comn.

    Cuando pasamos de los numerosos estudios de caso a la comparacin, seobserva que, por las caractersticas de los productos, los programas dedesarrollo que los incluyen y las consecuencias del consumo de los mismossobre las poblaciones y reas visitadas, estos turismos se asemejan tanto ensus supuestas intenciones como en el objetivo que se marcan. Todos son, almenos en su diseo, turismos blandos, todos tratan de ser respetuosos con elmedio ambiente y los pueblos, todos son de baja ocupacin en cuanto alnmero de visitantes y las infraestructuras implementadas para su atencin.Pero tambin, todos tienen en comn, bsicamente, el inters por el medioambiente y la cultura, incluyendo en los casos ms extremos el primero como

    reflejo de la segunda. Visto lo cual, considero que debemos diferenciarclaramente el nivel desde el que hablamos. Desde el punto de vista de los

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    y autntico, que implica la experiencia de primera mano con lospracticantes de otras culturas (Harron; Weiler, 1992 apud Moscardo;Pearce, 1999, p. 417).

    b. Turismo ambiental:suele estar supeditado al turismo tnico y atrae aun turismo selectivo hacia zonas remotas donde vivir las relaciones entre

    el hombre y el medio. Su equivalente actual es el ecoturismo, que hasido definido comoviajes hacia reas naturales relativamente pocoalteradas o no contaminadas con el objeto especfico de estudiar,admirar y disfrutar el paisaje, la flora, la fauna, al igual que lasmanifestaciones culturales (pasadas y presentes) caractersticas deesas reas (Williams, 1992, p. 143), con cualidades atribuidas talescomo integridad ecolgica y sociocultural, responsabilidad ysostenibilidad, aunque stas no aparezcan siempre en el ecoturismocomo producto (Cater, 1994, p. 3) en un viaje de naturaleza comprensivahacia las comunidades anfitrionas (Wight, 1994).

    c. Turismo recreativo: resumido por la apetencia de sol, mar, arena y

    sexo e impulsado por lo bonito del destino y por el relax de lo natural.Entendido hoy como el nuevo turismo de masas, con demandas quecombinan las clsicas y estereotipadas con aspectos culturalespatrimoniales y el ocio nocturno (discotecas, restauracin, salas dejuego, casinos, etc.).

    d. Turismo cultural e histrico:abarcaba en el momento de construccinde la tipologa desde lo pintoresco y el color local, los vestigios de unavida en proceso de extincin, hasta los circuitos de ruinas, monumentosy museos, pudiendo incluir ciudades o espacios donde se desarrollaranlos acontecimientos a resaltar. El ICOMOS (Internacional Council ofSites and Monuments) define el turismo cultural, siguiendo las directricesde la WTO, como un movimiento de personas esencialmente por unamotivacin cultural, tal como el viaje de estudios, representacionesartsticas, festivales u otros eventos culturales, visitas a lugares ymonumentos, folklore, arte o peregrinacin. En este sentido, ladefinicin revisada de turismo cultural incluye a su homnimo y alturismo histrico en la categorizacin de Smith (1992). Pero adems sehace bastante difcil separarlo por completo del turismo tnico, salvoporque no cuenta con el elemento diferencial del exotismo y porque, entanto que productos individuales, puede ser complementario al turismorecreacional, de mayor nmero y frecuencia de turistas sobre los

    destinos.

    La comparacin con el presente turstico de la tipologa expuesta nos hace verque la novedad no es tanta como parece. Ms bien, es el alto grado decomplejidad de la demanda y del propio sistema los que, sobre todo porcombinacin de los elementos definitorios de cada una de las cinco categoras,ofrecen al analista el espejismo de una nueva forma turstica.Esta tendencia se refleja en las que llamamos definiciones revisadas (SantanaTalavera, 2002, p. 17-24) de los tipos de turismo, que actualizan aquellas concaractersticas de una demanda no ya de unas formas turstica sino de unosclientes potenciales enclavados en la dicotoma modernidad postmodernidad,con preocupaciones, expectativas y modos de consumo modelados por las

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    circunstancias econmicas, polticas y sociales del mundo desarrollado definales de siglo.

    Tomando aqu como hilo conductor el turismo cultural, es posible observar quese llega al mismo, tal y como hoy lo concebimos y consumimos, a travs del

    desarrollo del ciclo de vida de los turismos convencionales.Aunque las formas primigenias de turismo cultural estn presentes en losorgenes del turismo, no es hasta la implementacin y desarrollo del turismo demasas y la consolidacin del Estado del Bienestar, que se dan las condicionesnecesarias para el gran impulso de aquel. Bachleitner y Zins (1999, p. 200)consideran que el turismo cultural ha sido estimulado por los siguientesfactores:

    a. La discusin ecolgica, que vehementemente ha desacreditado ymalignizado el clsico turismo recreacional como destructor de losrecursos naturales y el paisaje en la Europa densamente poblada.

    b. La forma de organizar las vacaciones.c. La posibilidad de ofrecer la cultura como una experiencia individual, que

    alimenta el sentimiento de lo nico y estimula una forma de recordar enun viaje de aventuras al pasado.

    d. Disociado del turismo de masas, su consumo se ha vinculado a laposibilidad de realizar distinciones sociales, pasando de ser exclusivode las clases acomodadas a popularizarse como una ambicin que,tericamente, garantiza el prestigio social.

    El turismo cultural est relacionado actualmente con la atraccin que ejerce loque las personas hacen (Singh, 1994, p. 18) sobre los turistas potenciales,incluyendo, como indicaba la anterior definicin, la cultura popular, el arte y lasgaleras, la arquitectura, los eventos festivos individuales, los museos y loslugares patrimoniales e histricos, con el propsito de experimentar la culturaen el sentido de una forma distintiva de vida (Hughes, 1996, p. 707) y participaren nuevas y profundas experiencias culturales, tanto en lo esttico como en lointelectual, emocional o psicolgico (Stebbins, 1996, p. 948). Las actividadesllevadas a cabo para satisfacer tal curiosidad podrn consistir en laparticipacin en eventos locales, en el encuentro cara a cara con gentesexticas, con culturas distantesen el espacio o en el tiempo- a la propia, en la

    observacin directa de monumentos, edificios, pueblos o ciudades distintivospor su pasado real o hiper-real.

    Tal es la importancia que se le otorga a la experiencia del visitante que lapropia Carta Internacional sobre Turismo Cultural, adoptada por ICOMOS en1999, en su principio 3, indica que la planificacin de la conservacin y delturismo en los Sitios con Patrimonio, debera garantizar que la Experiencia delVisitante le merezca la pena y le sea satisfactoria y agradable. Richards(1996a, p. 24) realiza una doble definicin de turismo cultural distinguiendo elinters conceptual del tcnico. As, desde un punto de vista conceptual, el autorlo refiere como el movimiento de personas hacia atracciones culturales fuera de

    su lugar de residencia, con la intencin de obtener nueva informacin yexperiencias que satisfagan sus necesidades culturales. Mientras que la

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    definicin tcnica, obviando el factor experiencia, se ajusta al contenido de laWTO-ICOMOS, es decir, indica el listado bsico de atracciones especficaspara este tipo de turista, incluyendo la coletilla habitual de fuera de su lugar deresidencia para remarcar que no se consideran turistas a aquellosconsumidores locales de los mismos eventos ofertados a los forneos. Algo

    obvio, pero muy conflictivo cuando debemos referirnos al ocio recreacinlocal, el consumo y la apropiacin de eventos y actividades culturales por elsistema turstico. Observamos que la motivacin del turismo cultural esmultidimensional (Villa, 2001), de manera que el turista no busca una nicaexperiencia en su viaje (Pearce, 1982), antes bien, en sentido estricto el turistacultural est sobredimensionado, tratndose de un pequeo nmero deviajeros individuales ms que un turismo de masas. Pero los lbumes de fotos,los videos y las estanteras estn repletos de demostraciones del consumoturstico cultural, imgenes que muestran al turista junto o abrazado al nativo, lamisma persona en pose ante las pirmides, un can o un castillo, cuando noataviada con las mejores galas indgenas supuestamente participando de un

    ritual o una tarea productiva. El ansia de fijar la memoria, de materializarla enun formato que permita compartirla, est ampliamente generalizado. No esextrao encontrar mltiples y variadas reproducciones miniaturizadas deconstrucciones (pirmides egipcias o mayas, templos y catedrales con soleramedieval, torres y obras escultricas) que, aunque lleven la inscripcin Made inTaiwan, China o cualquier otra rea con mano de obra barata, sta se vuelvainvisible a los ojos del que adquiere su prueba de estar all.

    La cuestin est en quin consume las atracciones culturales, y la manera enla cual tal consumo influye sobre la produccin, forma y localizacin de lamismas (Richards, 1996b, p. 262). Se ha argumentado en no pocas ocasionesque los principales consumidores de tales atracciones son, hoy por hoy, lasclases medias. Parece con ello que el turismo cultural ha abierto una puerta ala democratizacin del turismo pero significa esto que las lites socialesconsumen los mismos productos culturales? Ms bien tenemos que tomar enconsideracin que los destinos han sido adoptados por y readaptados a lasnuevas demandas, que los costos se han reducido, que las posibilidades degenerar atractivos tursticos han aumentado, que las lites modificarn sushbitos de viaje segn las clases medias vayan ocupando sus lugares devacaciones. La pretensin de atraer a la gente con alto nivel de gasto haciadestinos basados en la cultura, entendida sta como condensacin en el

    patrimonio cultural monumental, artstico, arqueolgico e incluso etnogrfico,choca con el nmero de individuos y frecuencia de visitas posibles pararentabilizar la inversin. Deberamos pues pensar que la rentabilidad deaquellas inversiones en la cultura, nunca antes vista hasta la dcada de los 90,es otra. Para ello tal vez, y es slo una sugerencia, deberamos mirar a larentabilidad poltica, a las corrientes nacionalistas, a todos aquellos empleadosy empeados en el desarrollo local (ahora siempre sostenible), y por supuestotambin a los movimientos especuladores sobre el territorio.

    Estos hechos nos hacen sugerir una distincin dentro de los consumidorestursticos de lo cultural, so pena de alejarnos de la realidad y considerar que

    hay una transformacin de las demandas y responsabilidades tursticas. As,distingo entre turistas culturales directos y turistas culturales indirectos.

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    Referida al turismo cultural, la clientela directa (turismo cultural, tnico, rural,ecoturismo y otros incluidos en lo que se denomina turismo alternativo) escuriosa por naturaleza y, pese al exotismo que pueda mostrar el destino,necesita tanto como su homnimo de masas, algunos rasgos conocidos que le

    den confianza e inspiren seguridad. Se trata de clientes que pueden estarvidos de conocimiento, se entiende que no cientfico pero s basadosaparentemente en hechos objetivos, y dispuestos a intentar mirar en la limitadaprofundidad que la visita y la informacin ofertada permita, entender el cmo yporqu de los elementos mostrados, de maravillarse del conjunto ysorprenderse con los detalles. Preocupado por la naturaleza y por lasmanifestaciones de culturas que, intuitivamente, considera en la frontera delcambio, la prdida inminente o destacan por su escasez y rareza, buscalasseas de identidad y exalta lo autctono, inmerso en un sentimiento nostlgico(Lowenthal, 1998) que le lleva a despertar el apego hacia recuerdos, espaciosy tiempos ms imaginados que vividos y, por ello, promotores de cualquier

    elemento que pueda ser incluido en su experiencia. Sin embargo, muchosconsumidores ociosos del patrimonio cultural no lo buscan en primera opcin.Son los que hemos dado en llamar clientes indirectos de lo cultural(identificados en el nuevo turismo de masas y charter), visitantes que utilizan elsistema turstico para relajarse, disfrutar del clima, descansar, o simplementecambiar el ritmo impuesto en su vida cotidiana. Estos llegan al patrimoniosimplemente porque est en su camino o, ms an, por lo que en prestigiosocial supone hablar y/o demostrar la visita a tal o cual entidad de valorsociocultural reconocido. Es preciso ser claros y reconocer que este tipo deturista, aunque no es el ms deseado, es el ms numeroso visitante yconsumidor de los productos culturales, del patrimonio cultural, a nivel global.Para estos, muchas veces identificados como excursionistas, ms que comoturistas, la visita cultural constituye una actividad complementaria al viaje, unaoportunidad para la contemplacin somera de monumentos y la compra desouvenirs culturales, adems de cumplir con el ritual de la pose fotogrficacomo demostracin final de la visita.Sin embargo, sean directos (escasos) o indirectos (mayoritarios) los clientes, seconstata un crecimiento vertiginoso de este segmento del mercado, deseandola demanda potencial el consumo de elementos y productos culturalmentenovedosos. Pero cmo hacer extico lo familiar?

    CAPITULO II

    2. Culturas, cambios y productos tursticos

    Las disposiciones identitarias, polticas y educativas de la cultura, y sucondensacin en el patrimonio, ni son siempre, ni tienen porqu ser, idnticas asus usos tursticos. La principal diferencia va a radicar en la necesidad, en granmedida promovida por la imagen que se ha vendido del mismo, de recrearlo(esttica o fsicamente) y escenografiarlo. Si el espectculo cultural tiene xito

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    es lo suficientemente atractivo y manifiesta su utilidad poltica, es probableque este tipo de iniciativas turstico-patrimoniales de lugar a un nuevo elementopatrimonial identitario. Aunque tambin es cierto que tales recreaciones puedenchocar con resistencias e idiosincrasias que se metamorfosean en diversasformas. Sobre todo en aquellos casos en los una parte de los actores considera

    que el consumo turstico de los bienes culturales supone una amenaza para laproduccin y reproduccin econmico-cultural del grupo. Suponiendo estoscasos honrosas excepciones, las poblaciones receptoras de todos los tipos queson capaces de traducir sus cualidades en mercancas y espectculosconsumibles (Picard; Wood, 1997, p. viii), encuentran en ello la forma, si noideal si prctica, para mantenerse econmicamente y entrar por la puertatrasera en el proceso de globalizacin. Con algo de suerte, sus rasgos se vernreflejados en monografas etnogrficas, sus saberes analizados y lasinterpretaciones patrimoniales objetivas, las lecturas cientficas del pasado,expuestas en museos para estudiantes, curiosos y turistas. Pero inclusoestos espacios que conservan y divulgan una versin patrimonial polticamente

    correcta, pueden disponer de puestos de venta. Con un sello, marchamo degaranta, se demuestra la autenticidad de la reproduccin que el visitantepuede adquirir.Esto es, una simulacin del objeto, del sonido, del colorido cotidiano o ritualque trata de ser tan verdica como el original pero que no deja de ser lamanifestacin material de la memoria turstica, el souvenir. De esta forma, y engran medida por la presin de la sociedad y la economa global sobre lossistemas locales, algunos elementos-rasgos de culturas concretas sonconvertidos en recurso, producto, experiencia y resultado (Craik, 1997, p. 113),transformados y manufacturados puntualmente para su consumo, no sloturstico, y su promocin por medio de una imagen fcilmente renovable. Unaconsecuencia directa de este proceso es que el turismo, el sistema turstico,tiende a implicarse en la gestin de la cultura y a convertirla de cara a losestados en un concepto administrativo (Hannerz, 1996), fuertementecondicionada por su rentabilidad. En este sentido, mal que les pese a algunos,no podemos seguir planteando la cultura como un concepto cerrado y decontenidos absolutos, genuinos y espiritualmente puros. El turismo usa yconsume rasgos culturales, al tiempo que contribuye a reconstruir, producir ymantener culturas.As, algunos de los bienes y servicios son especficamente tursticos y losproductos estn diseados e implementados bajo las condiciones impuestas

    por la demanda presente y las perspectivas futuras. El caso extremo podraestar representado por los espacios y parques temticos culturales, en los quesupuestamente todo puede ser controlado, desde el ndice de humedad altiempo de permanencia del visitante en un rea dada. En estos se reduce unambiente determinado, existente o ficticio, a una serie de iconos y elementosclave que se presentan como un producto completo que debe mostrar unexotismo diferencial (generalmente asociado a la necesidad de visitarlo),promesas de variedad infinita y un juego de estereotipos limitado. La personaque abona una cantidad de dinero para acceder al recinto es, salvo patologaspsiquitricas, consciente de que aquello que se le exhibe es una articulacin deelementos, construcciones, artefactos y actores que, con algo de fortuna, se

    presentan con coherencia.

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    El comprador del ticket de entrada es cmplice del simulacro y la experienciavivida en ese ejercicio de la imaginacin no deja de ser autntica.Algo similar ocurre con el consumo y disfrute de la aventura que puederepresentar cualquiera de los grandes eventos festivos celebrados en elmundo. Combinando el caos aparente o real segn el caso con imgenes

    que subvierten la realidad, la permisividad, el erotismo y sueos varios, elturista parece integrarse, conocer las claves para entender lo que sucede enmedio de la multitud y sentirlo como un ritual propio, hecho a su medida,autntico. Jugando con la lectura del cientfico social y la ambigedad de lamirada, en la mayor parte de los casos el ritual ha sido, como puede serlocualquier otro elemento cultural, comercializado, mediatizado y asociado conlas modas vivas en un tiempo determinado, la autenticidad vivida lo serdependiendo de la habilidad de aquellos que construyen y promuevenimgenes y expectativas. El resultado ser un participante turstico en medio deuna escenificacin casi mstica para sus participantes-locales, rasgosmaximizados y estilizados al efecto de una ceremonia inventada (Hobsbawm;

    Ranger, 1983).

    El turismo alienta la creacin de estas y otras muchas simulaciones culturalespara un supuesto post-turista. Esto ha facilitado el crecimiento de una oferta, enprincipio, independiente de los tour-operadores, combinando una ampliavariedad de productos culturales pequeos y flexibles que hacen viable elajuste a la demanda y la compatibilizacin con tareas productivas tradicionales.En esta lnea, la explotacin turstica del recurso patrimonial ha posibilitado laincorporacin del turismo a las estrategias econmicas de unidadesdomsticas, grupos locales, empresariado e instituciones, muchas veces bajoel marco protector y bienintencionado de la conservacin cultural y natural conel beneplcito de los grupos locales.

    Otras, sin embargo, a espaldas de los habitantes que, de esta forma, pasan aser ciudadanos de burbujas medioambientales-culturales y actoresinvoluntarios de los diferentes escenarios para el turismo nacional-urbano einternacional.

    Esta circunstancia es especialmente relevante en los casos de culturasconsideradas como escasas, extraas y atractivas a la mirada (pueblosindgenas, grupos tnicos especficos y poco numerosos junto a campesinos y

    pescadores artesanales), que son mercadeadas tanto o ms que los bienespatrimoniales-monumentales que sirven de conexin directa con el pasado.Repitiendo en gran medida los procesos y actuaciones que se llevaron a cabopara el disfrute del patrimonio cultural singular por los turistas convencionales,los bienes y espacios cotidianos son transformados en productos derepresentacin y sistemticamente reorientados, construidos y/ o readaptadospara obtener el beneplcito de sus consumidores, satisfacer sus esperanzas yexpectativas. La cultura misma o una seleccin no neutral de la misma, esobjetivada y despersonalizada, sacada de contexto, a fin de obtener unproducto presentable como autntico, fuera de tiempo, que debe infundir laidea de experiencia inolvidable y nica (Markwell, 2001) para su consumidor y,

    a la vez, ser repetible y estandarizada para el conjunto.

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    Una consecuencia directa y no intencionada de esta forma de produccinturstico-cultural y su consumo ha sido su intervencin en la reconstruccin delas identidades locales (Franklin; Crang, 2001, p. 10), generando un procesoconstante de creacin y recreacin del sentido de pertenencia, pasado, lugar,cultura y posesin. Una vez ms el turismo se desenvuelve como un motor de

    cambios, que obliga a releer el pasado y el presente, a adaptar los significadosno tanto a los hechos supuestamente objetivos como a la consideracin que delos mismos tienen sus usuarios permanentes.

    Los efectos de este proceso, lejos de ser visto como un elemento denigrantepara las culturas locales, una separacin del contenido tnico, ha deentenderse como un continuum, esto es, una forma transicional (Cohen,, p.139) de sus quehaceres culturales que, con el turismo o sin l, evoluciona paraadaptarse a las nuevas situaciones. Los smbolos estereotipados querepresentan a los actores, al menos en un primer estadio, se separan de laidentidad cultural. Estos se transforman creando nuevos estereotipos que son

    muestra de la conjuncin de las demandas de mercado (de los compradorespotenciales, mayoritariamente turistas, y desde los pases de origen) y laadaptacin, ms o menos consciente, por las gentes destino. A la vez que setransmite una supuesta imagen simbolizada del rea de atraccin turstica, losnuevos elementos son asumidos en una identidad transformada.

    Para algunos, el reconocimiento de estos hechos conlleva aceptar que elturismo est pervirtiendo aquellas poblaciones en las que se desarrolla. Lacomercializacin de la cultura, del patrimonio cultural en sentido amplio, y loscambios efectuados en la misma y en la sociedad de acogida, ofreceran comoresultado bien una caricatura de ese grupo y sus recursos tradicionales, bienun estilo de vida clnico del de sus visitantes. En cualquiera de los casos, ungrupo sumido en la homogeneizacin. Da la impresin que este punto de vistaobserva a las culturas locales como entes estticos y a los grupos socialesportadores como incapaces de adaptarse a los cambios. O lo que sera peoran, que tales grupos y culturas deberan permanecer anclados en unadeterminada tradicin, a modo de museos vivientes, como reservorios de unpasado real o imaginario, para el uso ldico, poltico e identitario denacionalidades, estados y gobiernos. Paradjicamente, este tipo deconcepciones sobre la cultura alientan las diferencias, predispuestas aexagerar las coherencias internas, y excesivamente proclives a limitarlas e

    individualizarlas (Abu- Lughod, 1991), es decir, deshumanizarlas.

    La cultura, como tal abstraccin, refleja un modelo ideal que incluye unconjunto de elementos tanto observables como no observables, que sonaprendidos y traspasados, en la medida que los tiempos permitan, de unageneracin a la siguiente. Integrada internamente en un todo organizado enmdulos especficos, o subculturas, condiciona desde el tipo de humor y laexpresin de las emociones hasta la esttica y la moral de sus participantes.

    Estos, como sujetos de la cultura, no pueden ser considerados elementospasivos de la misma, simples autmatas que la consumen y transmiten; antes

    bien, sus experiencias y vivencias, sus pequeas y grandes adaptaciones, susestrategias de supervivencia, los hacen agentes de la innovacin y el cambio,

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    transmitiendo su propia argumentacin cultural, pero siempre con leves oenormes modificaciones a los continuadores del grupo. Adems, nunca sontan simples como a los ojos profanos parecen. Hijas de su tiempo, no sernhomogneas ni coherentes, y rara vez estarn cerradas a los intercambios, a laexperiencia compartida y a la negociacin (Simonicca, 2001, p. 226). Otra

    cuestin, que trataremos ms adelante, es cmo y en qu sentido se comparteesa experiencia, o dicho de otra forma, qu caracteriza el encuentro.

    3. Autenticidades

    Es en este marco, tan complejo como cotidiano, en el que se desenvuelve lamercantilizacin de la cultura (Greenwood, 1977), impulsada por la necesidadeconmica y promoviendo el desarrollo y crecimiento de bienes e ideas

    patrimoniales en las gentes. Aquella necesidad, la competitividad antes referiday la posibilidad de las clases medias de acceder al mercado turstico de lacultura ha abierto las puertas a la revisin terica y tcnica de la idea de culturapatrimonio, de lo tradicional y lo autntico.

    El modelo ideal se trastoca, algunos rasgos y procesos pasan a materializarsecomo productos (Richards, 1996b, p. 265) y, sin embargo, algunos productosculturales desarrollados para el mero consumo pueden exhibir autenticidadesemergentes (Cohen, 1988, p. 379), y ser aceptados como autnticos tanto porturistas como por otros consumidores culturales (locales y residentes en elentorno). Esto es, un proceso de produccin cultural que desemboca en un

    producto que, por la forma de presentacin y consumo, conduce a un nuevoproceso cultural (de regeneracin cultural, si se quiere).

    Al fin y al cabo, la autenticidad buscada por el turista y vivida por el residenteno necesariamente tiene que coincidir con la materialidad forjada en un rea.La autenticidad tiene ms que ver con el cmo se presenta (McIntosh; Prentice,1999, p. 590) y se percibe una interpretacin determinada de una experiencia yartefacto qu valores admirables se contemplan encarnados en ellos y conqu esttica son expresados que con la cosificacin de la experiencia y elartefacto mismo. La autenticidad es creada individualmente como un constructo(Cohen, 1988, p. 374) contextualizado en las propias experiencias del sujeto,representando una alternancia de experiencia que compensa las pautas yrutinas de lo cotidiano. En ellas se entremezclan los estereotipos del estilo de

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    vida y uso de la cultura material de los visitados, con la imagen vendida de losmismos. Combinacin a la que hay que aadir el anhelo de los visitantes paraconsumir, compartir y apropiar simblicamente esa forma cultural, ese trozo depatrimonio. En suma, la autenticidad viene a estar determinada no slo por loconsumido, el producto cultural, sino tambin por los procesos culturales en los

    que se encuentra involucrado el propio consumidor. El producto consumidofinalmente puede no ser tradicional para el grupo visitado, pero lo construidoartificialmente aparece ante la mirada del turista como ms real que lo realmismo (Saarinen, 1998, p. 158). El mito de la cultura-destino paradisaco y losproductos que facilitan su consumo prevalecer si es percibido como tal,aunque la experiencia acumulada de cientos o miles de turistas lo pudierahacer desvanecer.

    El enfrentamiento entre experiencia reales y pseudo eventos (Boorstin, 1961),entre lo autntico y lo inventado, es ms retrico y reivindicativo que prctico.Si se asume que el turista consume culturas, adems de otros bienes y

    servicios, y que el turismo puede ser incorporado a las culturas (Edensor, 2001;Picard; Michaud, 2001), deberamos condicionar realidad y autenticidad,pasado y tradicin, a la percepcin, contenidos y significados que losindividuos tengan del objeto, proceso o rasgo en promocin. Las expectativas,las motivaciones, los estereotipos con los que cada individuo turista potencial cargue o sea cargado, dan contenido y sentido a aquellas atracciones-productos culturales.En el fondo es cuestin de puntos de vista, de grado, variando segn el usuarioy su querencia. Lo aparentemente ms antiguo no es ms autntico,simplemente es ms viejo. Incluso en los casos en que los pobladores localespuedan considerar un invento, una patraa sin sentido, lo presentado al turistacomo tradicional2, si genera rditos, quin lo negar? Evidentemente espreferible, y a largo plazo menos costoso, que la base de lo presentado seencuentre vinculada a los significados locales, pero siempre estos tendrn queser sintetizados y estetizados, adornados, para su consumo. De ello seencargarn la gran imaginacin y recursos de algunos cultural brokers ydinamizadores culturales, de respuestas tan enrgicas como impredecibles,que aprovechan las ansias de lo escaso y extico demandado para convertir oreinventar elementos y procesos de su vida diaria en impresiones estticas ocasi-estticas y materializarlas en algo que pueda ser comprado y, con eltiempo, renovado o desechado.

    El problema aparece en la alta competencia entre los destinos y el marketingcasi homogneo (materiales, discurso e imgenes) de sus productos. Esimportante sealar que esta forma compleja y sofisticada de turismo(Chambers, 1997) se aade a las existentes anteriormente, esto es, el mercadose ha ido segmentando con el tiempo y la experiencia de los destinos einversores, pero en ningn momento se han abandonado anterioresmodalidades tursticas. Ello tiene serias implicaciones por una parte en cuantoque en ocasiones ambas, en todas sus versiones, entran en competencia tantoen el mercado minorista (agencias de viaje) como en objetivos de desarrolloeconmico de reas-destino (complementariedad de productos diferenciados

    bsicamente por las actividades ofertadas al turista) y an no tursticas.

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    El turista potencial encuentra ante s una oferta de ambos elementosdestinosy productos que le permite elegir con comodidad segn sus expectativas,tiempo y, dentro de unos mrgenes no tan amplios, recursos econmicos. Enun lgico afn por distinguir el rea, planificadores y otros implicados en eldesarrollo suelen tratar de aumentar los ingresos con la puesta en escena de

    nuevos atractivos y la mejora en la accesibilidad, pero en no pocas ocasionesello debe llevar consigo bien un incremento en el nmero de visitantes(contraproducente con las caractersticas del turismo cultural directo) o bienuna ampliacin del arco de turistas potenciales (a ms actividades mayorcombinacin de expectativas). A fin de no romper el encanto de las minoras,los precios suelen subir, con lo que el destino se vuelve ms pendiente ydependiente de las posibles fluctuaciones del mercado.

    El turismo en general, pero particularmente los turismos alternativos, dependenen gran medida del nivel de renta de los pases emisores (y sus periodos decrecimiento, estancamiento y recesin econmica), en tanto que como bien de

    lujo o necesidad no bsica (construccin sociocultural), segn se mire, esprescindible. La demanda es tremendamente elstica, por lo que pequeasfluctuaciones en los precios pueden incitar a muchos consumidores potencialesa inhibir sus expectativas sobre determinados destinos, pudiendo ser stossustituidos (aun aceptando la prdida de calidad y satisfaccin).

    A ello habra que aadir la importancia que manifiesta lo que denomin factorindiferencia, esto es, el desinters que el cliente potencial, o el turista en eldestino, podra manifestar frente a determinados productos o atractivos,considerados bsicos en la oferta, dejando de lado incluso la calidad atribuidaa los mismos. Esto es, aunque desde el rea y sus planificadores se confeplenamente en un recurso y su capacidad para distinguir el destino, el clientepuede estar claramente condicionado o pre dirigido al consumo determinado deotros productos o recursos accesibles desde el mismo y no apreciar aqul enabsoluto.Tal indiferencia suele estar marcada por motivaciones personales y por elmarketing indirecto (documentales no tursticos, anteriores campaaspublicitarias o de conservacin, el boca a oreja entre turistas, etc.), con lo queen destinos promocionados indirectamente, por ejemplo, por su cercana aespacios naturales, monumentales o arqueolgicos de especial relevancia, losesfuerzos por primar los valores etnogrficos-tnicos presentes (la cultura

    viva) pueden resultar totalmente infructuosos. En teora, una amplia gama derecursos-productos combinados compensara la indiferencia por alguno, entanto que los visitantes se inclinaran por el destino, atrados por cualquiera deellos y acabaran consumiendo, bsicamente, los mismos bienes y servicios.

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    4. Encuentros

    Para el turismo, la conjuncin directa o indirecta de los grupos participantes en

    el sistema conduce inevitablemente a la aculturacin, afectando esta en mayormedida a la poblacin residente, en tanto que est continuamente expuesta alcontacto cultural y responde, en ltimo trmino, del grado de satisfaccin delvisitante respecto al destino y sus productos asociados. Dicho de otra forma, esel encuentro entre las culturas y variaciones culturales involucradas en elproceso turstico, el que ocasionar los diversos modos de impactossocioculturales y gran parte de los socioeconmicos. La hiptesis del contacto(Reisinger, 1994) estipula que el encuentro entre diferentes culturas, al menosen el sistema turstico, puede preparar el terreno para la comprensin y de estemodo minimizar los riesgos de prejuicios, conflictos y tensiones, favoreciendo elintercambio en igualdad de condiciones.

    Hoy por hoy, los estudios de caso han mostrado claramente cules son loscostos e impactos tanto por la llegada como por el cese del flujo de turistas,pero todo indica que, en conjunto, los residentes manifiestan actitudes positivasacerca del mismo (Andereck; Vogt, 2000; Menning,1995), estando dispuestos a soportar el componente que los analistasconsideramos negativo. As, la baja calidad del trabajo, el incremento del costedel nivel de vida y la competencia por los servicios compartidos con los turistas,que seran los costes ms evidentes para el residente, quedan solapados por elprogreso econmico, por irrisorio que ste pueda parecer a un observadorforneo, que trae el turista a la poblacin receptora. Pero qu pasa cuando serompe el ciclo de bonanza. No hay respuestas sencillas y descontextualizadas.

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    Todo parece indicar que, sobre todo con un turismo limitado como el cultural,en los periodos de recesin turstica aumentan considerablemente las crticas yse inician procesos de satanizacin del turismo y, por ende, del turista. Ello esfavorecido porque, lejos de aquella conexin intercultural genuina e ingenua,los encuentros tursticos (analizados, entre otros, por Brunt; Courtney, 1999;

    Long; Reisinger, 1994; Pizam; Uriely; Reichel, 2000; Santana Talavera, 1994;Stanton, 1992; Sweeney, 1996; Rtz, 2001; Tierney; Dahl; Chavez, 2001; Wall,1993; Wheeller, 1994) se caracterizan, resumidamente, por su tendencia a larelacin comercial, en la que la persona-turista es contemplada ms como unrecurso econmico3, un proveedor de bienes, que como visitante en el estrictosentido del trmino.

    Asumiendo esta afirmacin cabe preguntarnos cmo sucede esto, que es lomismo que plantearnos qu es lo que hace diferente el encuentro en unasituacin turstica. En trminos generales los individuos o grupos interactuantescumplen roles que son complementarios y estn orientados instrumentalmente

    (Ciliberti, 1993, p. 1). De esta forma, uno de los participantes hace algnrequerimiento de bienes, de informacin o servicios, y el otro, plasmando el rolque institucional-empresarialmente le corresponde, cumple con lo solicitado acambio de algn tipo de remuneracin. Aparentemente, una prctica habitualen la vida cotidiana como consumidores. El problema surge cuando una parte yotra de la relacin estn claramente definidas, es decir, uno es turista y el otro,metafricamente hablando, anfitrin. El cliente-turista mantiene un nmero deencuentros limitado con la misma persona o grupo de la contraparte, mientrasque el flujo de visitantes (nmero y frecuencia) atendido por los anfitriones es,al menos estacionalmente, mucho ms numeroso.

    Los residentes, ms que como personas concretas como grupo, toman estilosde interaccin que le son tiles para esas relaciones efmeras, desechandootros que pueden serlo para los contactos cara a cara ms cotidianos, pre-fijndolos a modo de estereotipos. De hecho, el contacto, el dilogo establecidoviene determinado por tales estereotipos que, entre otras cosas, delimitan unaserie de fronteras simblicas que se fortalecen a travs de la repeticin eintensidad de los encuentros. Ser uno u otro, turista o anfitrin, de maneradiferenciada y siempre contextualizado en las culturas matrices, implicadiferentes asunciones, expectativas y procedimientos interpretativos queconducen a formar identidades sociales concretas con posiciones especficas

    en una estructura social dada, que al menos en el caso de los residentes sever alterada como consecuencia de las relaciones directas o indirectas entreestos gruposen ocasiones, tnicamente diferentes y con lenguajes distintos.En destinos consolidados, o relativamente jvenes pero con actores formadostursticamente, tales identidades son perfectamente articuladas y capaces deactualizarse al ritmo que impone el sistema turstico.

    De esta manera, estereotipos e identidades se incluyen en las estrategiaseconmicas y sociales de los grupos residentes, conjugando los aspectosesttico y simple de los primeros con la complejidad y dinamismo de lassegundas. Una combinacin (un pluralismo estratgico, en palabras de Giraud,

    1987) que hasta el momento ha dado buenos resultados para la explotacin delturista como recurso, en tanto que gran parte de los encuentros van a estar

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    marcados por la intencin, ms o menos explcita, de obtener un beneficio porun bien o servicio prestado, de una parte, o de conseguir la mximacomplacencia por lo pagado, de la otra. La repetitibilidad se ha vuelto cotidiana,tan habitual que llega a formar parte, junto con el turista, del entramadosociocultural local (Edensor, 2001, p. 61).

    Lejos queda la presentacin del turismo como una va para el contactointercultural, favorecedor de la paz y el entendimiento entre los pueblos, antesbien, debe ser presentado como un motor para los cambios (que rara vez seconsolidan como intercambios) y la transformacin-renovacin cultural local.

    Los antroplogos han argumentado en muchas ocasiones que las relacionesentre turistas y locales son asimtricas (Bianchi, 2003; Stronza, 2001) entrminos tanto econmicos como en lo que al poder o dominio se refiere,vinculado sobre todo con la distincin ocupacin del tiempo de ocio frente altiempo de trabajo para satisfacer el ocio de otros, pero ello no implica que la

    poblacin local-residente pasivamente acepte un papel que le ha sido asignadodesde fuera. Los encuentros tienen, sin duda, un importante componente deobligacin-imposicin, en cuanto que las alternativas econmicas al turismo (sies que existen como negocio global y fundamento para los desarrollos localesdel siglo XXI) no estn fcilmente al alcance de todos.

    IV. CONCLUSIONES

    Como contra-efecto de las dinmicas de la globalizacin, la demanda de

    experiencia y autenticidad, de elementos que alimenten la diferencia, laidentidad, la otredad o una fantasa de la misma, alientan los procesosasociados a la produccin de capital simblico o cultural. La posibilidad,cercana o remota, de estandarizacin refuerza el sentimiento local y laespecificidad de la identidad cultural se convierte en un factor deatraccin.

    El sistema turstico ha sabido aprovechar la situacin, y el turismocultural, como moda o nueva forma social (el tiempo lo dir), renaci desus cenizas con las virtudes de favorecer mercados geogrfica yculturalmente distantes, y revalorizar lo funcionalmente en desuso, elterritorio, la ruina o el fragmento cultural (aunque sea este una

    reinterpretacin ajustada estticamente) para su consumo fsico y visual.

    Asociada a esta renovada forma turstica, y a su demanda fornea, sehan dado inversiones gubernamentales en cultura nunca antes vistas.Pero tambin, en gran parte debido a ello, el sistema turstico, losintereses tursticos, han penetrado los diseos y planificaciones que losEstados realizan y reflejan en los modelos curriculares de educacinformal, los procesos de restauracin y habilitacin para uso pblico demonumentos, pueblos y ciudades con carcter histrico relevante, ladeterminacin de criterios para la potenciacin de elementos culturales,el levantamiento de inventarios, las medidas de proteccin, larevitalizacin y programacin de eventos festivos, etc.

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    Algunas administraciones han asumido que los turistas estninteresados en una muestra enlatada y generalizada de la cultura local,que todo es convertible y promocionable como producto. La evidenciasugiere, sin embargo, que los turistas culturales directos, los desupuesta alta calidad y baja cantidad, son altamente selectivos en su

    consumo de tales productos y que los patrimonios estn en francadesventaja con en comparacin con los nuevos patrimonios (Richards,1996b, p. 261), tanto por los valores estticos como los simblicosacumulados por los grupos locales.

    Precisamente en este sentido, pese al terreno del dominio y laimposicin en que juega el sistema turstico, es necesario prestaratencin a otras variables que podran hacer ver los encuentros comoprocesos de negociacin e incluso como elementos ldicos. Laaplicacin sobre productos tursticos concretos, como algunosenmarcados empresarialmente dentro de la oferta cultural, pueden dar la

    posibilidad de contactos ms relajados (ms individualizados) yestacionalmente acotados (menos repetitivos). Ello, tal vez, favorecierael ejercicio de algunas formas de control local, evidentemente no sobrela demanda pero si sobre los productos, y as las estrategiaseconmicas de los residentes pudieran vincularse directamente con lasestrategias de transformacin (innovacin-renovacin) cultural ligadas ala comercializacin, no slo turstica, de su cultura.

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